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PEDIATRÍA INTEGRAL - Revista de formación continuada dirigida al pediatra y profesionales interesados de otras especialidades médicas

Dermatitis atópica y otras erupciones eczematosas

L. Prieto-Torres, A. Torrelo
Temas de FC


L. Prieto-Torres, A. Torrelo

Servicio de Dermatología. Hospital Infantil Niño Jesús, Madrid

 

Resumen

El eczema es un concepto clínico-patológico que comprende una serie de enfermedades dermatológicas que comparten una serie de manifestaciones clínicas en forma de pápulas y placas con: eritema, edema, vesiculación, descamación, hiperqueratosis, fisuración, excoriación y liquenificación, con un patrón histológico donde predomina la espongiosis en la epidermis. Clásicamente, estas enfermedades se clasifican, en función de su origen, en: exógenas y endógenas. Los últimos descubrimientos apuntan a una importante implicación: la de función barrera de la piel y las proteínas que la componen, en concreto la filagrina, en el desarrollo, tanto de la dermatitis atópica (DA) como principal representante de los eczemas endógenos, como de la dermatitis alérgica de contacto (DAC), como principal representante de los exógenos. Hasta un 20% de la población infantil se ha visto afecta por DA y un correcto diagnóstico y manejo de la misma es fundamental para el pronóstico y la calidad de vida de los niños afectados por la enfermedad.

 

Abstract

Eczema is a clinicopathologic concept comprising a number of dermatological diseases that share a series of clinical manifestations, that include papules and plaques with erythema, edema, blistering, scaling, hyperkeratosis, fissuring, excoriation and lichenification, as well as a histological pattern with spongiosis in the epidermis. Classically, eczema is classified according to its origin in exogenous and endogenous. Recent discoveries point to an important implication of the skin barrier function and epidermal proteins, in particular filaggrin, in the development both of atopic dermatitis (AD) as the main representative of endogenous eczema and allergic contact dermatitis (ACD) as the main representative of exogenous eczema. Up to 20% of children are affected by AD, and proper diagnosis and management are essential for the prognosis and quality of life of these children.

 

Palabras clave: Eczemas; Dermatitis atópica; Dermatitis alérgica de contacto; Dermatitis seborreica; Dermatitis del pañal

Key words: Eczema; Atopic dermatitis; Allergic contact dermatitis; Seborrheic dermatitis; Diaper dermatitis

 

Pediatr Integral 2016; XX (4): 216-226


Dermatitis atópica y otras erupciones eczematosas

Introducción

Las enfermedades dermatológicas son frecuentes en los niños y, dentro de ellas, las más habituales son las eccematosas, que comprenden eczemas de tipo endógeno y exógeno en función de su etiología.

El término eczema o eccema en­globa una serie de dermatosis con un patrón clínico e histológico de inflamación cutánea característicos. Algunos autores utilizan “eczema” y “dermatitis” como sinónimos, pero, aunque todos los eczemas son dermatitis, no todas las dermatitis son eczemas.

Clínicamente, las dermatosis eccematosas se caracterizan por presentar prurito y escozor en grados variables como principal síntoma, acompañados de lesiones cutáneas en forma de pápulas y placas con: eritema, edema, vesiculación, descamación, hiperqueratosis, fisuración, excoriación y liquenificación. En algunos eczemas, como el atópico o el de contacto alérgico, las lesiones evolucionan con el tiempo, desde formas más agudas donde predominan el edema y la vesiculación, a formas más crónicas donde predominan la excoriación y la liquenificación. Histológicamente, es muy característico de estas lesiones la presencia de espongiosis y acantosis en epidermis, acompañadas de edema e infiltrado inflamatorio en dermis superficial, que puede variar en intensidad y en la naturaleza de las células que lo componen en función de la etiología.

Existen numerosos tipos de eczemas con características clínicas y etiología diferentes. Clásicamente, se ha utilizado para clasificarlos una división en exógenos y endógenos, en función del origen de su causa, que tiene implicaciones en el tratamiento, ya que los exógenos se resuelven eliminando el agente causal y los endógenos generalmente requieren tratamientos farmacológicos más agresivos y con un curso más variable (Tabla I).

Esta clasificación es un tanto artificial, ya que está ampliamente demostrado que las características genéticas de cada individuo, en especial las relacionadas con los componentes de la barrera cutánea, como es el caso de las mutaciones en el gen de la filagrina(1), no solo influyen en el desarrollo de la dermatitis atópica (DA) y otros eczemas endógenos, sino que también hacen al individuo más susceptible de desarrollar eczemas exógenos, como se ha demostrado en el caso de la dermatitis alérgica de contacto (DAC). También, se han relacionado factores ambientales con el desarrollo y empeoramiento de algunos eczemas endógenos, como la DA. En este capítulo, nos centraremos en la dermatitis atópica, como principal forma de eczema en la infancia, y desarrollaremos también otras dermatosis eccematosas relevantes en la edad pediátrica, para facilitar su diagnóstico y clarificar como realizar un buen manejo desde una consulta de Pediatría en Atención Primaria.

Dermatitis atópica

La dermatitis atópica es una enfermedad crónica inflamatoria de la piel muy frecuente en la infancia, cuyo síntoma principal es el prurito. Los pacientes con DA requieren un seguimiento estrecho por pediatras y dermatólogos para un correcto control de la enfermedad y de sus posibles complicaciones.

Epidemiología

La DA o eczema atópico se define como una enfermedad inflamatoria pruriginosa y crónica de la piel, que cursa en brotes recidivantes y que se asocia a menudo con una IgE sérica elevada e historia personal o familiar de hipersensibilidad tipo I, rinitis alérgica y asma(2).

El concepto de marcha atópica se introdujo para explicar la tendencia al desarrollo de asma y rinitis alérgica posteriores a la aparición de la DA(3), lo cual podría indicar un papel iniciador de esta en el desarrollo del proceso. Además, se ha postulado que las alergias alimentarias podrían incluirse en esta marcha atópica(4) y que la alteración de la barrera cutánea por mutaciones en el gen de la filagrina, explicarían parte de la fisiopatología del proceso a través de una sensibilización percutánea.

La DA es más frecuente en niños que en adultos. Se estima que afecta a más de un 20% de la población infantil en países occidentales y entre un 2-3% de los pacientes adultos.

El inicio de la enfermedad se produce durante el primer año de vida en un 60% de los pacientes, más frecuentemente entre los 3 y los 6 meses.

Etiopatogenia y factores asociados con el desarrollo de DA

La DA tiene un claro componente genético en su etiología, demostrado por la mayor prevalencia de la enfermedad en los pacientes con historia familiar de DA (hasta un 70% de los pacientes con DA tienen familiares atópicos, con un riesgo 2-3 veces mayor si tienen un padre atópico y 3-5 veces mayor si ambos padres lo son(5).

En lo que respecta a estos factores genéticos y endógenos, las últimas teorías acerca de la etiopatogenia de la DA y de los síndromes que incluyen el eczema atópico y/o el asma entre sus manifestaciones, apuntan a que no solo hay un problema de disregulación de la respuesta inmunitaria, que se ha relacionado con mutaciones en diversos genes relacionados con la producción de la IgE y algunas citoquinas(6) que causan una respuesta Th2 exagerada en los individuos atópicos(7), sino que también, existen mutaciones en proteínas epiteliales epidérmicas que alteran la función barrera de la piel, lo cual a su vez puede provocar una hiperestimulación antigénica del sistema inmune cutáneo a través de esta. Se han identificado, por un lado, mutaciones con pérdida de función en el gen de la filagrina, que provocan alteraciones en el citoesqueleto y en las uniones intercelulares de las células del estrato córneo, que conducen a una deficiente barrera cutánea. Por otro lado, las mutaciones en el gen SPINK5, que codifica la proteína LEKT1, un inhibidor de serín-proteasas expresadas en epidermis y mucosas con una función importante también en el mantenimiento de una buena función barrera epitelial, originan el síndrome de Netherton, en el que los pacientes presentan DA grave. También, se han observado cambios en la secuencia del gen SPINK5 en pacientes atópicos que no tienen este síndrome(8).

Estas mutaciones en proteínas estructurales, en concreto las mutaciones en la filagrina, se han relacionado no solo con la aparición de la enfermedad, sino con: una mayor gravedad clínica, un inicio precoz, un aumento de producción de IL-1? en el estrato córneo, presencia de hiperlinealidad palmar, dermatitis fisurada del dorso de las manos, niveles superiores de IgE sérica, aumento de sensibilización alérgica, aumento del riesgo de asma y aumento hasta 10 veces del riesgo de eczema herpéticum(1).

Respecto a cómo influyen los factores exógenos en la aparición de DA y en su empeoramiento, hay mucha controversia, especialmente en lo que se refiere a los factores de la dieta. Se publicó recientemente una revisión de Cochrane sobre las dietas y la DA, donde se concluye que hay poca evidencia de que el uso de dietas que excluyen alimentos, como la leche de vaca, sean beneficiosas para los pacientes con DA. Esto no significa que no sean necesarias para los pacientes con alergia probada a la leche de vaca. También, concluyen que podría haber algún beneficio del uso de dieta sin huevo en pacientes atópicos con IgE específica frente a proteína del huevo en sangre, pero no parece haber ningún beneficio en el uso de dietas con exclusión de muchos alimentos en pacientes no seleccionados con eczema atópico(9). Un metaanálisis sobre novedades publicadas en DA indica que no existe una evidencia científica para recomendar los alimentos orgánicos como una forma de prevenir la aparición de DA.

Por último, diversos estudios demuestran que vivir en un medio urbano supone un riesgo añadido para padecer DA frente a los niños que viven en el medio rural(10). En relación a esto, el riesgo de desarrollo de DA por la convivencia con mascotas no está claro. Parece ser que la convivencia con gatos, pero no con perros, puede potenciar el efecto de las mutaciones de la filagrina en el desarrollo de DA. Por el contrario, los perros, la exposición a endotoxinas y los animales de granja podrían proteger frente al desarrollo de DA. No hay conclusiones claras sobre el uso de antibióticos en los lactantes y el desarrollo posterior de DA.

Manifestaciones clínicas

Prurito y DA

El síntoma principal y el que más morbilidad ocasiona a los pacientes con DA es el prurito. Los mediadores y el mecanismo por el que se produce no han podido esclarecerse por el momento. Una forma de evaluar las causas del prurito en los pacientes atópicos, es la respuesta frente a los distintos tratamientos que se administran para mejorarlo. Pese a que se creía que la degranulación mastocitaria mediada por IgE podría ser importante en el eczema atópico, la histamina no es el mediador principal del prurito en la atopia y los antihistamínicos tienen generalmente poco efecto sobre este en los pacientes atópicos. Los antiH1 de primera generación, por su acción sedante, mejoran la sensación subjetiva de confort y permiten un sueño más profundo, mejorando el descanso de los niños atópicos. La ciclosporina les mejora rápidamente el prurito, lo que podría indicar el papel etiopatogénico de los linfocitos mediante la producción de citoquinas y prostaglandinas(11). Los neuropéptidos, los opiodes, algunas proteasas y la kalicreína, entre otros, también se han relacionado con el prurito que se produce en la DA.

Lesiones cutáneas características de DA

Las lesiones cutáneas no son iguales en todos los pacientes con DA. Para facilitar el estudio y la clasificación de estas lesiones, se pueden dividir en dos grandes formas: la DA clásica y las formas menores o atípicas de DA(12).

La dermatitis atópica clásica se caracteriza por una combinación de:

1. Lesiones tipo prurigo, consistentes en pápulas inflamatorias coronadas por una vesícula que aparece erosionada por el rascado en muchas ocasiones.

2. Lesiones tipo eczema, en forma de pápulas y placas con vesiculación, fisuración y costras, que pueden ser a su vez: agudas, con mayor edema y exudación, más propias de los lactantes; subagudas, con abundantes costras seguidas de descamación; y, por último, más crónicas y secas, propias de niños más mayores y adolescentes, generalmente.

3. Lesiones de liquenificación, que consisten en placas con importante engrosamiento dermo-epidérmico y aumento de los pliegues cutáneos superficiales, que se deben en gran medida al rascado crónico de las otras lesiones cutáneas y que suelen presentar también signos de este (escoriaciones y erosiones).

Esta forma clásica de la enfermedad presenta una evolución en la que se diferencian 3 fases. La primera es la fase del lactante, que suele presentarse hasta los 2 años de edad y que suele comenzar con lesiones faciales, que respetan habitualmente el área nasogeniana, y que son principalmente de tipo eczematoso, con importante exudación. Del resto del tegumento, se afectan típicamente: la región anterior del tórax, la región deltoidea, la cara externa de los muslos y de las piernas, el dorso de las manos y región del carpo y el dorso de los pies y zonas maleolares (Fig. 1).

Figura 1. Dermatitis atópica del lactante severa con afectación de la región anterior del tórax, región deltoidea y cara interna de muslos y piernas.

La segunda es la fase infantil o del niño, que predomina entre los 4 y 10 años y se caracteriza por placas bien delimitadas localizadas en flexuras de los miembros, dorso de muñecas y manos, nuca, tronco y en labios y alrededor de la boca. En esta fase, predominan: la descamación, la tendencia a la liquenificación y un prurito intenso, aunque muchas veces conviven con lesiones más exudativas, tipo eczema, y en algunos pacientes predominan las lesiones tipo prurigo (Fig. 2).

Figura 2. Afectación de las flexuras poplíteas con placas liquenificadas y excoriadas propia de la dermatitis atópica infantil.

Por último, la fase del adolescente y de adultos jóvenes que no siempre está presente, es más típica entre los 12 y los 26 años; pero, en ocasiones, puede permanecer toda la vida adulta. Se caracteriza por ser una continuación de la fase del niño, con placas engrosadas y predominio de la liquenificación, con aparición de lesiones localizadas predominantemente en: cara, cuello, tórax, flexuras de miembros, muñecas y dorso de manos. Por la cronicidad de la enfermedad en esta fase y por el rascado, se modifica la piel del paciente, adoptando un aspecto reticulado más marcado en las flexuras, con piel gruesa y zonas hiperpigmentadas con numerosas excoriaciones.

Además de la forma clásica de la DA, existen una serie de formas menores o atípicas, que algunos autores consideran como entidades independientes y que son aún más frecuentes que la DA clásica en la infancia y, en muchas ocasiones, pueden aparecer acompañando a esta. Estas formas menores son: la queilitis descamativa, la pitiriasis alba, el eczema dishidrótico o dishidrosis, la pulpitis digital crónica, la dermatosis plantar juvenil, el prurigo estrófulo, el eczema numular, la dermatitis perioral atópica y la foliculitis atópica(12).

La queilitis descamativa se caracteriza por la presencia de: eritema, exudación y descamación en la zona de los labios, que se desencadena o perpetúa con el chupeteo de la zona, con importante componente irritativo. A veces, tras la aplicación de corticoides potentes o emolientes, esta queilitis puede transformarse en una dermatitis perioral, más típica del adulto, especialmente de mujeres por factores hormonales y englobada en el espectro de la rosácea, con una clínica de pápulas eritematosas puntiformes, que dejan una pequeña franja de piel sana justo alrededor de los labios.

La pitiriasis alba consiste en pequeñas maculas redondeadas u ovaladas de coloración blanquecina-despigmentada, situadas principalmente en el área de la cara y que son más notables en verano. No son fruto de la acción de ningún agente infeccioso, ni fúngico ni bacteriano.

El eczema dishidrótico o pónfolix se trata de una forma de eczema, en la que el edema se acumula formándose vesículas que aparecen generalmente en los laterales de los dedos y que se extienden posteriormente a palmas y plantas. La etiología es compleja, habiéndose relacionado clásicamente los brotes con el estrés.

La pulpitis digital crónica aparece en forma de un eritema brillante, con descamación y, en ocasiones, formación de grietas en los pulpejos de los dedos de manos y pies. El frío, el contacto repetido con agua o la fricción se han relacionado con empeoramiento.

La dermatosis plantar juvenil se caracteriza por enrojecimiento y dolor en la superficie plantar de las parte superior del pie, más cercana a los dedos. Esta aparece con un eritema brillante, de aspecto acristalado y agrietada. Entre los dedos no suele haber lesiones, lo que ayuda a diferenciarla de la tiña pedís. Es más frecuente en invierno, en relación a la hipersudoración causada por calzado más oclusivo.

El prúrigo estrófulo o urticaria papulosa es una reacción exagerada a las picaduras de artrópodos, con presencia de lesiones ampollosas y lesiones tipo prurigo, que es más frecuente en niños con DA.

El eczema numular o discoide algunos autores lo consideran una entidad en sí mismo y otros una forma de DA. Las lesiones consisten en placas redondeadas (del latín, nummulus = monedas) constituidas por agrupación de múltiples pápulas con vesiculación central. Las lesiones tienen un borde muy marcado que, en ocasiones, puede simular el de un herpes circinado y presentan infiltración y liquenificación que les hace muy resistentes a los tratamientos tópicos.

La foliculitis atópica se caracteriza por la presencia de pápulas y pústulas foliculares, generalmente localizadas en la región de las nalgas que se acentúan y empeoran con el uso de bañadores por un mecanismo de oclusión e irritación con la humedad de estos.

Además de estas formas menores de atopia, clásicamente, se han reconocido una serie de rasgos físicos denominados “estigmas de atopia” que, aunque no son exclusivos de pacientes con DA, aparecen con más frecuencia en estos, respecto a la población general. Estos rasgos son: la xerosis, la queratosis folicular, el signo de Dennie-Morgan (doble pliegue del párpado inferior), el signo de Hertogue (alopecia de la cola de la ceja), la palidez y el eritema facial, la lengua geográfica y el “mechón atópico”.

Criterios diagnósticos

El diagnóstico de la DA es fundamentalmente clínico y se basa en una serie de criterios que tienen en cuenta la epidemiología, además de la morfología, naturaleza y distribución de las lesiones, junto a la presencia de otros rasgos clínicos asociados frecuentemente a la atopia, en ausencia de otras enfermedades que los justifiquen(2). Históricamente, los primeros y más reconocidos criterios a seguir para el diagnóstico de la DA, fueron los criterios que Hanifin y Rajka publicaron en 1980 y que requieren la presencia de 3 de 4 criterios mayores y 3 de 23 criterios menores para el diagnóstico de DA. En 1994, Rudzki et al. publicaron un estudio en el que analizaban la frecuencia de los distintos criterios de Hanifin y Rajka en los pacientes con DA, y observaron que algunos de los criterios menores estaban poco definidos y eran muy inespecíficos, como la pitiriasis alba, y otros, como la queilitis atópica o el eczema del pezón, eran bastante específicos, pero infrecuentes(2). Por todo ello, se han realizado reuniones de expertos para revisar los criterios y adaptarlos. El grupo de trabajo del Reino Unido (RU) hizo una revisión de los criterios que resulta muy útil para estudios epidemiológicos y para el uso por médicos no dermatólogos y que ha sido validado en otros estudios(2). El problema de los criterios del grupo de RU es que no pueden aplicarse a los lactantes, por lo que el grupo de trabajo de la Academia Americana de Dermatología (AAD) también publicó, en 2003, unos criterios que se resumen en la tabla II y que simplifican el diagnóstico a la vez que pueden aplicarse a todos los grupos de edad(13).

Diagnóstico diferencial de la DA (Tabla III). Recomendaciones sobre el uso de biomarcadores y escalas de calidad de vida en pacientes con DA

No hay criterios claros sobre el uso de biomarcadores en la DA. Parece que, niveles altos en suero de IgE y mutaciones hipofuncionantes en el gen de la filagrina se relacionan con enfermedad más severa y de curso más prolongado.

Se han diseñado unas 22 escalas de calidad de vida para pacientes con DA, con poco uso en la consulta habitual por su laboriosidad. Lo más importante para evaluar la calidad de vida en estos pacientes, es tener en cuenta la intensidad del prurito y como los síntomas interfieren en su rutina habitual, viendo si impiden la realización de actividades cotidianas y en qué medida dificultan su descanso(14).

Asociaciones clínicas frecuentes y complicaciones en pacientes con DA

Hay una serie de comorbilidades que aparecen con cierta frecuencia en los pacientes con DA, entre ellas, las más destacadas son: por un lado, las pertenecientes a la “marcha atópica”, entre las que incluimos la rinitis/rinoconjuntivitis, el asma y las alergias alimentarias y, por otro lado, las comorbilidades relacionadas con el prurito y la afectación emocional que este implica en los pacientes con DA, entre las que destacan, la mala calidad del sueño y la depresión, esta es importante especialmente en pacientes adolescentes.

Hay estudios transversales que sugieren una asociación entre el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y la presencia de eczema, aunque no se ha probado una relación causal(10). Hay publicaciones que muestran una relación inversa entre la presencia de eczema y la aparición de gliomas y leucemia linfoblástica aguda(10).

Existe una asociación estadísticamente significativa entre la dermatitis atópica y otras dermatosis, como: la alopecia areata, la ictiosis vulgar y la dermatitis herpetiforme.

Las infecciones bacterianas secundarias de la piel por Staphylococcus aureus y Streptococcus pyogenes, en forma de impétigo simple o contagioso e impétigo ampolloso, son más frecuentes en los niños con DA. Estas infecciones contribuyen, además, a exacerbaciones de la dermatitis.

Se cree que, algunas infecciones víricas, también, son más frecuentes en individuos atópicos. Aunque no está claramente demostrado que tengan mayor predisposición a tener verrugas vulgares o molusco contagioso, se ha demostrado que los pacientes con DA tienen riesgo de una extensión de las lesiones en las zonas previamente afectadas por su dermatitis, en forma de eczema molluscatum. Cabe destacar el riesgo que presentan los niños con DA de desarrollar infecciones generalizadas por el virus del herpes simple, denominadas eczema herpeticum o erupción variceliforme de Kaposi, que consiste en brotes repetidos de lesiones vesiculosas que adquieren un aspecto pustuloso y, posteriormente, erosivo-costroso, afectando áreas ocupadas por la dermatosis previa. Este cuadro puede ser grave con presencia de afectación del estado general, fiebre elevada, adenopatías regionales y, en ocasiones, diseminación de las lesiones por grandes zonas de la superficie corporal, simulando una varicela y siendo frecuentes también aquí las sobreinfecciones bacterianas(12).

Otro cuadro clínico, similar clínicamente al eczema herpeticum y que hoy en día es su principal diagnóstico diferencial, con un aumento de la prevalencia y los casos descritos en los últimos años, es el eczema coxackium, causado por el enterovirus Coxsackie A6 y que también aparece en zonas dañadas previamente por la DA(15).

Evolución y pronóstico

La DA sigue un curso crónico recurrente, con un número variable de brotes a lo largo de la enfermedad. Normalmente, los pacientes están peor en primavera y en otoño, con mejoría sustancial durante el verano. Aunque, generalmente, no se sabe cuándo remitirá la enfermedad, se ha observado que muchos pacientes mejoran con la edad.

Tratamiento

Es fundamental para el niño con DA, realizar un tratamiento adecuado de los brotes, aplicando los tratamientos tópicos y/o sistémicos que sean necesarios para conseguir su mejoría.

1. Medidas no farmacológicas: el uso de emolientes es una parte importante del manejo de los pacientes con DA en el periodo entre los brotes, existiendo evidencia en estudios aleatorizados, de que un uso correcto de emolientes en esos periodos puede reducir la severidad de la enfermedad y el número de brotes. No existe un estándar sobre la frecuencia y la duración de los baños recomendados en los pacientes con DA. Se recomienda que los emolientes y los tratamientos tópicos se apliquen después del baño para mejorar su acción. Como tratamiento de los pacientes con DA, no hay evidencia para recomendar el uso de aceites, emolientes y otros aditivos para la ducha(16).

2. Tratamientos tópicos: los corticoides tópicos son la primera elección en el tratamiento de la DA leve o moderada. Los factores que deben tenerse en cuenta para elegir un determinado corticoide tópico en los pacientes con DA, son: la edad, las áreas en las que va a aplicarse, el grado de liquenificación de las lesiones y las preferencias y recursos económicos de los pacientes. El uso de inhibidores de la calcineurina (tacrólimus y primecrólimus) es efectivo en el tratamiento de la dermatitis atópica, aunque menos potente que los corticoides de potencia moderada-alta. Se prefiere su uso en situaciones clínicas determinadas, como: la DA resistente a corticoides, áreas sensibles como la cara, el área genital y los pliegues, en zonas con atrofia inducida por corticoides y para ahorrar su uso en periodos de mejoría de la enfermedad. El tratamiento pro-activo intermitente con corticoides tópicos e inhibidores de la calcineurina es más efectivo para evitar las recurrencias que el uso únicamente de emolientes. En niños menores de dos años, se prefiere el uso de tacrólimus al 0,03% y primecrólimus frente al tacrólimus al 1%. No se han demostrado datos concluyentes sobre un aumento de enfermedades virales cutáneas o tumores con el uso de inhibidores de la calcineurina. El uso de antibióticos tópicos, en ausencia de infección de las lesiones, no está demostrado que modifique el curso de la enfermedad(16).

3. Fototerapia y tratamientos sistémicos en la DA moderada-severa que no se controla con tratamiento tópico. La fototerapia se utiliza como tratamiento de segunda línea tras el fallo de los tratamientos tópicos. Puede utilizarse como terapia de mantenimiento en algunos pacientes con enfermedad crónica. Para su uso, debe tenerse en cuenta el fototipo de los pacientes y el riesgo de estos de desarrollar cáncer cutáneo. De los tratamientos sistémicos, los utilizados con mayor frecuencia, por haber demostrado su eficacia en el tratamiento de la DA, son: los corticoides sistémicos, la ciclosporina, el metrotrexato, la azatioprina y el micofenolato mofetilo. Otros tratamientos, como inhibidores de la calcineurina orales y anticuerpos antimonoclonales, como el omalizumab, no parecen ser eficaces. Estos fármacos no tienen la misma eficacia en todos los pacientes y, por los efectos secundarios que ocasionan, requieren un control más estrecho por parte del dermatólogo, con controles analíticos periódicos en algunos casos(17). Educación a los padres y corticofobia. En el caso de la DA, ya que se trata de una enfermedad crónica y que los niños, especialmente los lactantes y los niños pequeños necesitan a sus cuidadores para poder aplicarse los tratamientos, es fundamental educar a los padres, especialmente al que se encargue de forma más continuada de los cuidados del niño. Debemos asegurarnos en la consulta, de que entienden bien el tratamiento y van a aplicarlo correctamente. A veces, es de ayuda para evaluar el control de la enfermedad, la realización por su parte de un diario del tratamiento. Otro punto clave en la relación con los padres, es detectar los que sufren de “corticofobia”, que se traduce en un miedo al uso de los corticoides en los niños, lo que conlleva, en ocasiones, un mal control de la enfermedad con aumento de la sintomatología y de la morbilidad para los niños. Se han realizado diversos estudios que demuestran que la corticofobia es un padecimiento común en sociedades occidentales que se puede acrecentar por la lectura de algunas publicaciones pseudocientíficas y por la falta de acuerdo entre los distintos profesionales sanitarios, como: dermatólogos, pediatras y farmacéuticos. La calidad de la relación médico-paciente y, en este caso, médico-cuidador es fundamental para una buena adherencia al tratamiento(18). La influencia de la dieta y las recomendaciones respecto a esta se han incluido en el apartado de factores exógenos que influyen en el desarrollo de la DA.

Dermatitis del pañal

La dermatitis del pañal es un eczema de contacto irritativo que se produce por el roce con las heces y la orina. Lo más importante para prevenir su aparición es mantener la piel limpia y seca. No se debe abusar de corticoides y antifúngicos en su tratamiento.

La dermatitis del pañal es la forma más frecuente de dermatitis en los lactantes. Se trata de un eczema irritativo de contacto, en el que la principal fuente de irritación son: la orina, las heces o ambas. Las bacterias y levaduras (Candida) pueden actuar secundariamente agravando el proceso.

Hay distintas formas clínicas de dermatitis del pañal.

• El eritema en W es la forma más común y afecta fundamentalmente a las zonas que están más en contacto con el pañal, incluyendo: glúteos, genitales y superficies convexas de los muslos, respetando generalmente el fondo de los pliegues.

Eritema confluente, con lesiones rojo brillantes que avanzan hacia el fondo de los pliegues (Fig. 3).

Figura 3. Dermatitis del pañal en forma de eritema confluente rojo vivo, que en este caso llega a afectar el fondo de los pliegues, predominando en las zonas en contacto con el pañal, la orina y las heces.

Sifiloides de Sevestre-Jaquet, se caracteriza por la aparición de escaso número de úlceras superficiales con aspecto de sacabocados, salpicadas por la zona perineal que pueden confundirse con las lesiones de la sífilis congénita.

Eritema rojo-violáceo. Esta forma se caracteriza por la presencia de lesiones de aspecto vegetante y vesículo-pustulosas que, en muchas ocasiones, se han asociado con la presencia de sobreinfección bacteriana o por Candida.

Granuloma glúteo infantil. Es una forma poco frecuente y relacionada con el tratamiento de la dermatitis del pañal con corticoides potentes. Consiste en la aparición de lesiones nodulares rojo-violáceas o marronáceas en zona glútea.

Los principales diagnósticos diferenciales de la dermatitis del pañal son: la dermatitis seborreica infantil, la psoriasis, algunas infecciones cutáneas y fúngicas, la histiocitosis de células de Langerhans (que característicamente sí afecta pliegues y es más extensa, con confluencia de múltiples lesiones pápulo-costrosas), la acrodermatitis enteropática, la dermatitis irritativa perianal típica de diarreas crónicas y la celulitis perianal estreptocócica.

Lo más importante es la prevención de su aparición mediante medidas higiénicas, con cambio frecuente de los pañales mojados, manteniendo la zona limpia y seca. Son útiles las pastas que contienen óxido de zinc para formar una película protectora y hay que evitar el abuso de corticoides y antifúngicos. En ocasiones, cuando está en fase muy exudativa, es útil el uso de fomentos astringentes con sulfato de zinc al 1/1.000.

Dermatitis seborreica

La dermatitis seborreica es frecuente y generalmente autorresolutiva en los lactantes, por lo que suelen desaconsejarse los tratamientos agresivos para abordarla. En ocasiones, se solapa con el inicio de una DA o una psoriasis infantil.

La dermatitis seborreica es una dermatitis eritemato-descamativa, costrosa, muy frecuente, especialmente en las formas leves, que cuando aparece en los lactantes tiende a desaparecer espontáneamente a los pocos meses, aunque en algunos casos, puede solaparse con el inicio de una DA o ser el inicio de una psoriasis infantil. En su etiopatogenia, se han implicado: una alteración de la función de las glándulas sebáceas por su localización, la infección por levaduras del género Malassezia y la predisposición genética.

Existen dos formas clínicas: la del lactante (Fig. 4), que para muchos autores incluye la costra láctea, y la del adolescente, ya muy similar a la del adulto. Sus principales características se resumen en la tabla III.

Figura 4. Afectación clásica de la dermatitis seborreica del lactante con descamación fina en frente y costras amarillentas en región de cejas.

Respecto al tratamiento de la dermatitis seborreica, dado que en muchos niños es autorresolutiva, no recomendamos ser muy agresivos con el tratamiento, comenzando por corticoides de potencia baja ayudados de vaselina para descostrar las zonas de cuero cabelludo. En niños mayores y adolescentes, han demostrado su utilidad para el control de brotes leves los inhibidores tópicos de la calcineurina (tacrólimus y primecrólimus).

Dermatitis alérgica de contacto en la infancia

La DAC en la infancia está aumentando su frecuencia. Los niños con alteraciones de la función barrera de la piel tienen más riesgo de desarrollarla. Ante una localización de eczema recalcitrante, en sitios expuestos a determinados alérgenos, hay que sospecharla.

La DAC en la infancia está aumentando en los últimos años su prevalencia(19). La realización de pruebas epicutáneas es necesaria para su diagnóstico.

Clínicamente, el aspecto de la DAC es el de un eczema, pasando por las fases aguda, subaguda y crónica (Fig. 5), aunque se ve modificado por el grado de exposición, el tiempo y el grado de sensibilización del individuo(12).

Figura 5. Eczema de contacto agudo con vesiculación y exudado en un niño por las gomas con las que fabrican los zapatos.

Los factores que favorecen la aparición de eczemas de contacto en la infancia son: la presencia de DA y otros factores que ocasionen alteraciones en la barrera cutánea, como las mutaciones hipofuncionantes en la filagrina y el contacto a edades tempranas con diferentes haptenos capaces de sensibilizar a los niños, destacando el níquel y el PPD (parafenilendiamina) que se encuentra en los tatuajes de henna, por lo que se desaconsejan enérgicamente en los niños(19).

Los alérgenos que más frecuentemente ocasionan DAC en niños son: los metales, las fragancias, los conservantes, la neomicina, las gomas químicas y los colorantes. La DAC debida al uso de determinados zapatos y espinilleras debe ser considerada en pacientes con erupciones persistentes en pies, en ocasiones diagnosticadas de dermatosis plantar juvenil, y en dermatitis bien definidas de la zona pretibial en niños que juegan al fútbol. Otra causa potencial de DAC en niños son: los componentes de algunos juguetes y, especialmente, los cosméticos que tienen perfumes, barras de labios o sombras de ojos. La DAC debido al uso de pañales es rara, destacando la dermatitis lateral del pañal ‘Lucky Luke’, que se denomina así, porque por su localización y su morfología simula las pistolas de los vaqueros y se debe a algunas resinas del pegamento que se usa para cerrarlos. Es curioso que está descrita con mayor intensidad en el lado derecho cuando los padres son diestros, ya que ajustan más el lado izquierdo, produciéndose más roce y fricción en el derecho(20). Otro cuadro clínico distintivo de DAC en la infancia es el denominado síndrome del babuino, que es una forma de reacción sistémica aerotransportada con gran eritema y descamación en pliegues y nalgas, con una imagen de “culo de babuino” característica.

Lo más importante en la DAC en la infancia es sospecharla para realizar las pruebas que permitan un diagnóstico precoz y evitar los agentes causales que perpetúan el eczema en estos niños. Los corticoides tópicos y orales permiten el control del brote agudo, aunque se han descrito casos de sensibilización a la terapia corticoidea tópica en estos niños.

Funciones del pediatra en Atención Primaria

• Realizar un diagnóstico precoz de la DA en lactantes y niños y un tratamiento adecuado de la DA leve-moderada, que permita el control de la enfermedad y una educación de los padres y los niños sobre el uso adecuado de los corticoides tópicos en el brote.

• Derivar con prontitud a los niños con DA moderada-severa para permitir tratamiento sistémico adecuado cuando lo precisen para un buen control de la enfermedad.

• Saber hacer un correcto diagnóstico diferencial de las enfermedades eccematosas más frecuentes de la infancia.

Bibliografía

Los asteriscos reflejan el interés del artículo a juicio del autor.

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16.*** Eichenfield LF, Tom WL, Berger TG, et al. Guidelines of care for the management of atopic dermatitis: section 2. Management and treatment of atopic dermatitis with topical therapies.J Am Acad Dermatol. 2014; 71: 116-32.

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18.** Aubert-Wastiaux H, Moret L, Le Rhun A, et al. Topical corticosteroid phobia in atopic dermatitis: a study of its nature, origins and frequency. Br J Dermatol. 2011; 165: 808-14.

19.*** De Waard-van der Spek FB, Andersen KE, Darsow U, et al. Allergic contact dermatitis in children: which factors are relevant? (review of the literature).Pediatr Allergy Immunol. 2013; 24: 321-9.

20. Roul S, Ducombs G, Leaute-Labreze C, Taieb A, “Lucky luke” contact dermatitis due to rubber components of diapers. Contact Dermat. 1988: 38: 363-4.

Bibliografía recomendada

Eichenfield LF, Tom WL, Chamlin SL, et al. Guidelines of care for the management of atopic dermatitis: section 1. Diagnosis and assessment of atopic dermatitis. J Am Acad Dermatol. 2014; 70: 338-51.

Interesante artículo de revisión sobre DA de la Academia Americana de Dermatología (AAD), actualizado, donde detallan los criterios diagnósticos y los factores que han demostrado, en la literatura, una asociación con el desarrollo y el pronóstico de la DA.

Eichenfield LF, Tom WL, Berger TG, et al. Guidelines of care for the management of atopic dermatitis: section 2. Management and treatment of atopic dermatitis with topical therapies.J Am Acad Dermatol. 2014; 71: 116-32.

Consenso para el tratamiento de la dermatitis atópica leve-moderada con terapias tópicas. Basado en la evidencia publicada hasta la fecha, es un documento muy útil para que los pediatras de Atención Primaria aprendan a manejar la enfermedad.

Aubert-Wastiaux H, Moret L, Le Rhun A, Fontenoy AM, et al. Topical corticosteroid phobia in atopic dermatitis: a study of its nature, origins and frequency. Br J Dermatol. 2011; 165: 808-14.

Artículo que tiene gran valor para concienciar al personal sanitario de la importancia de educar a los padres y cuidadores de los niños con DA, para evitar que las creencias populares impidan que los niños reciban un adecuado tratamiento.

Armengot-Carbo M, Hernández-Martín Á, Torrelo A. The role of filaggrin in the skin barrier and disease development. Actas Dermosifiliogr. 2015; 106: 86-95.

Muy interesante para comprender la patogenia de la DA y la importancia de la mutación del gen de la filagrina como factor genético en el desarrollo de esta y otras enfermedades cutáneas muy prevalentes, permitiendo integrar el papel de la filagrina en la función barrera cutánea y las consecuencias de la pérdida de esta.

de Waard-van der Spek FB, Andersen KE, Darsow U, et al. Allergic contact dermatitis in children: which factors are relevant? (review of the literature). Pediatr Allergy Immunol. 2013; 24: 321-9.

Útil para aprender a reconocer cuando puede haber un componente alérgico de contacto en un eczema en un niño. Recomendable para entrenar el índice de sospecha clínica en los pediatras de Atención Primaria.

 

Caso clínico


Anamnesis

Niño de 10 años, sin antecedentes de interés ni alergias conocidas hasta la fecha. Acude a urgencias de Pediatría por episodio de infección respiratoria de vías altas y fiebre de 5 días de evolución, acompañado en las últimas 12 horas de lesiones cutáneas pruriginosas en región de glúteos y zona poplítea.

La madre del niño refería que el día anterior se había roto un termómetro de mercurio en la habitación del paciente.

Exploración física

A la exploración, se apreciaba una erupción maculo-papular confluente localizada en glúteos y región posterior de muslos y flexuras poplíteas (Fig. 6).

Pruebas complementarias

Se solicitaron pruebas epicutáneas que se realizaron 1 mes tras la resolución del cuadro, siendo positivas para el mercurio.

Evolución y tratamiento

El paciente fue tratado con corticoides tópicos durante 7 días, resolviéndose por completo las lesiones cutáneas sin hiperpigmentación residual. Hasta la fecha no ha vuelto a presentar lesiones similares.

 

 

Alteraciones del pelo y de las uñas

J. García Dorado*, P. Alonso Fraile**
Temas de FC


J. García Dorado*, P. Alonso Fraile**

*Dermatólogo. **Medicina Familiar y Comunitaria. Clínica Dermatológica, Salamanca

 

Resumen

Las alteraciones de cabello y uñas en los niños son un motivo frecuente de consulta. Unas son idénticas a las de los adultos, pero otras son más frecuentes en niños, bien como situaciones fisiológicas o bien como patologías exclusivas en esta etapa de la vida.
En ocasiones, implican un mero impacto estético. Otras, son anomalías aisladas. Sin embargo, determinados hallazgos ungueales o capilares pueden ser claves diagnósticas para enfermedades asociadas, algunas discapacitantes y que pueden tener importancia pronóstica en la vida adulta. Por esto, es fundamental un adecuado reconocimiento y manejo por parte del pediatra.
El espectro de patología capilar y ungueal es muy amplio, por lo que en este artículo nos limitaremos a revisar las alteraciones fisiológicas y enfermedades congénitas o adquiridas del aparato ungueal y del cabello, que se pueden observar con más frecuencia en el ámbito de la Atención Primaria pediátrica, haciendo especial mención, por cuestiones de espacio y por su interés, a su reconocimiento clínico.

 

Abstract

Nail and hair alterations in children are a very frequent reason for consultation.
Some of them are identical to those in adults, but there are some whose frequency is much higher in children, because they arise or develop exclusively in that period of life. Although some ungueal changes are considered isolated anomalies that have only cosmetic relevance, others might be diagnostic clues of associated diseases; they may be disabling and have a prognostic value for adult life.
That is why good knowledge and proper management of them by specialists is fundamental.
Due to the broad spectrum of hair and nail diseases, this report focuses on the mail alterations in hair and nail, more frequently observed in Primary Care.

 

Palabras clave: Alopecia areata; Enfermedades del pelo; Tricotilomanía; Uña; Onicopatía

Key words: Alopecia areata; Enfermedades del pelo; Tricotilomanía; Uña; Onicopatía

 

Pediatr Integral 2016; XX (4): 244-261


Alteraciones del pelo y de las uñas

Introducción

Las modificaciones de la unidad ungueal y el cabello pueden ser indicadores de patología sistémica. Es indispensable conocer su rica semiología.

Las alteraciones ungueales y capilares no deberían pasar inadvertidas en la exploración rutinaria de los paciente pediátricos. Algunas son fisiológicas en la infancia. Otros cambios, se consideran anormalidades carentes de importancia, meramente cosméticas. Pero, no infrecuentemente, su detección e identificación pueden apuntar a una enfermedad subyacente que requiera de un manejo ulterior, ya que pueden estar asociados con enfermedades sistémicas, producir incapacidad y tener relevancia pronóstica para la vida adulta. Se estima que la prevalencia de las enfermedades ungueales en la infancia, oscila entre el 3 y el 11%. Por su parte, las alopecias constituyen, en líneas generales, el 1% de las consultas de dermatología pediátrica.

Alteraciones ungueales

Es importante diferenciar las transitorias de aquellas que tienen un significado patológico local o sistémico.

Por ello, consideramos muy importante poner en valor el conocimiento de la semiología ungueal, de cara a poder hacer una adecuada valoración de los hallazgos que pueden asentar en: lámina ungueal, matriz ungueal, hiponiquio, lecho ungueal y pliegues periungueales. Se ha ido creando una rica y particular terminología, alguno de cuyos vocablos queda recogido en la Tabla I.

Algunas de las alteraciones ungueales se restringen a la edad pediátrica y otras son similares a las observadas en los adultos. Podríamos agruparlas en varias categorías (Tabla II).

Alteraciones fisiológicas

A pesar de su aparatosidad, desparecerán con el desarrollo del niño. Las alteraciones fisiológicas desaparecen casi siempre con la edad y no requieren tratamiento alguno.

Las líneas o surcos de Beau aparecen en casi el 90% de los recién nacidos desde las 4 semanas de vida y desaparecen progresivamente a las 14 semanas de vida. Reflejan una interrupción temporal del crecimiento ungueal como consecuencia del sufrimiento intrauterino o de alteraciones fisiológicas durante el nacimiento, que se manifiesta como líneas transversas deprimidas, que suelen afectar simultáneamente a varias uñas de las manos. En los pies, puede expresarse como onicolisis leve y/o engrosamiento distal de la lámina y suelen resolverse hacia los 24 meses de edad. Al margen de esta situación fisiológica, los surcos de Beau se asocian a: succión del dedo, cuadros infecciosos, dermatosis, enfermedades sistémicas y reacciones medicamentosas, entre otras.

La onicosquizia u onicosquisis consiste en una hendidura lamelar transversa en el borde libre de la lámina, principalmente en el primer dedo del pie y en el pulgar. Se desconoce si se debe a los baños repetidos y la humedad, como se observa en los adultos. El hábito de chuparse los dedos suele ser un factor de exacerbación.

La coiloniquia, también denominada uña en cuchara, se debe principalmente a que las uñas de los recién nacidos son planas, delgadas y blandas. Cuando se produce una presión vertical sobre esa lámina ungueal, los bordes de la lámina se curvan hacia arriba creando el típico aspecto “en forma de cuchara” (Fig. 1).

Figura 1. Coiloniquia.

Se resuelve espontáneamente al engrosarse la placa ungueal con la edad. La coiloniquia patológica en la infancia suele estar relacionada con deficiencias de hierro.

Se denominan uñas en chevron o uñas en V o “uñas en espina de pescado”(1) a la presencia de los surcos longitudinales, oblicuos, que convergen hacia el centro de la placa ungueal distalmente en forma de V (Fig. 2).

Figura 2. Uñas en chevron, uñas en V o uñas en “espina de pescado”. Cortesía de la Dra. Patricia Chang. Guatemala.

Se observan en niños de entre 5 y 7 años y desaparecen con los años. Se han descrito en la vida adulta, con afectación de todas las uñas de la mano y, en este caso, se ha relacionado con desarrollo tardío de la parte central de la matriz ungueal.

La hipertrofia congénita de los pliegues ungueales del primer dedo del pie(2) se caracteriza por la hipertrofia de los tejidos blandos periungueales, preferentemente los laterales del primer dedo del pie que llegan a cubrir parcial o completamente la lámina ungueal. Ya visible en el nacimiento, habitualmente autolimitada, suele regresar espontáneamente a lo largo del primer año de vida. La falta de sincronía entre el crecimiento de la lámina y de los tejidos periungueales suele estar detrás de este desajuste anatómico. Como posibles complicaciones podemos encontrar: paroniquia, mal alineamiento de la lámina, coiloniquia y leuconiquia.

Múltiples uñas encarnadas en los dedos de la mano del recién nacido(2). Debido a que la falange distal de los dedos de la mano durante los primeros meses de vida no está osificada aún, la presión sobre la lámina ungueal puede producir un “hundimiento” de la misma pudiendo quedar “atrapada” por el tejido blando circundante. Actuando como un cuerpo extraño crearía una reacción inflamatoria que facilitaría el desarrollo de una “uña encarnada” a nivel de los dedos de la mano. Quizás sea el reflejo de prensión propio de esa edad el que puede desencadenar ese ambiente favorecedor. Y dado que el reflejo de prensión desaparece habitualmente a partir del 3º-4º mes de vida, esto podría explicar la desaparición de esta alteración a partir de esa edad.

Trastornos congénitos y hereditarios

Conviene diferenciar los que suponen un trastorno aislado, de aquellos que pueden ser marcadores de enfermedad sistémica.

Entre las anomalías congénitas de la lámina ungueal, destaca por su frecuencia el mal alineamiento congénito de las primeras uñas de los pies. Trastorno probablemente hereditario, con un gen autosómico dominante de expresión variable. Una desviación de la lámina ungueal, motivada por la rotación lateral de la matriz ungueal subyacente respecto al eje longitudinal de la falange distal, es el signo predominante (Fig. 3).

Figura 3. Mal alineamiento congénito de las uñas de los primeros dedos de los pies.

Por ello, la lámina se deforma, se engruesa y adquiere una coloración grisácea o amarillo-amarronada. No es infrecuente apreciar surcos transversos y onicolisis. Suele mal interpretarse como onicomicosis que no responde al tratamiento. Por la irritación de la lámina mal posicionada, se aprecia inflamación del tejido periungueal, paroniquia y onicogrifosis. En un 50% de casos, mejora espontáneamente, normalizándose con ello el aspecto de la uña antes de los 10 años.

La principal causa de anormalidad del color ungueal en la infancia es la leuconiquia o uñas blancas. Suele ser un trastorno adquirido, pero en raros casos esta alteración es congénita. Si la queratinización de la lámina es completa, esta se muestra translúcida; sin embargo, si es incompleta, la presencia de núcleos y de gránulos de queratohialina se traduce en una apariencia opaca y blanquecina que se expresa como una pigmentación blanca ungueal, total, parcial o en estrías múltiples. Las formas totales pueden asociarse a trastornos dermatológicos o sistémicos, incluyendo retraso mental.

Rara vez, las alteraciones ungueales pueden ser el primer signo de una enfermedad genética y, en estos casos, suelen asociarse con otros trastornos cutáneos, del pelo, de las mucosas y alteraciones sistémicas. Así, lo podemos encontrar en las displasias ectodérmicas, en las que se incluyen unas 200 entidades que afectan a tejidos derivados del ectodermo, como son: pelo, uñas, dientes y glándulas ecrinas, y en la disqueratosis congénita, en la que la tríada: pigmentación reticulada de la piel, lesiones mucosas (leucoplasia oral) y distrofia ungueal con cambios liquenoides presentes en la mayoría de pacientes y que se desarrollan durante la infancia (surcos longitudinales, pterigium y hasta la pérdida completa de la uña), se asocia a trastornos pulmonares, neoplasias y trastornos de medula ósea que acortan dramáticamente la expectativa de vida. Por lo tanto, en un niño que presente cambios ungueales liquenoides, se debería sospechar esta entidad e indagar sobre otros signos clínicos.

Entre los trastornos congénitos y hereditarios destaca el síndrome uña-rótula (u osteonicodisplasia hereditaria), una rara enfermedad autosómica dominante que involucra al cromosoma 9q34 y mutaciones en un único gen, el LMX1B. Las alteraciones ungueales son la clave para el diagnóstico precoz, ya que se encuentran en el 98% de los casos en el momento del nacimiento, en forma de displasia ungueal: surcos longitudinales, rugosidades de lámina e hipoplasia de la parte distal de la lámina. La lúnula de forma triangular es casi patognomónica de este síndrome (se puede ver también después de traumatismos y en la trisomía 21) y se observa en más del 90% de los pacientes. Un signo menos conocido, pero importante, es la ausencia de pliegues cutáneos sobre la parte dorsal de las articulaciones interfalángicas distales. La gravedad de los signos ungueales, mayor en el dedo pulgar, disminuye desde el primero al quinto dedo de las manos; rara vez, están comprometidas las uñas de los pies. Otros signos del síndrome son: luxación por hipoplasia o ausencia de rótula (90%), hipoplasia de la cabeza del radio (90%), exóstosis o cuernos ilíacos bilaterales, que son patognomónicos (70%), y compromiso renal en la mitad de los casos.

Los pulgares en raqueta se refieren a una malformación congénita de los pulgares con braquioniquia, debida al cierre prematuro de la epífisis del pulgar, con crecimiento mantenido del periostio hacia el lateral, dando origen a falange distal más corta, por lo cual el ancho de la placa y del lecho ungueal es mayor que su longitud. Afecta simétricamente ambos pulgares, aunque puede haber formas asimétricas. El trastorno suele heredarse en forma autosómica dominante y suele ser un hallazgo aislado que no requiere tratamiento; puede formar parte de síndromes complejos.

La onicodisplasia de los dedos índices o síndrome de Iso-Kikuchi, asocia variadas deformidades ungueales, en forma de: microniquia, polioniquia, anoniquia y mal alineamiento de la lámina de los dedos índices. Se relaciona con la isquemia intraútero de la arteria palmar digital.

La implantación vertical de la uña del quinto dedo del pie, es un trastorno raro, en el cual la uña crece virtualmente en forma vertical. Debido a este crecimiento vertical de la lámina, cuando los niños afectados utilicen calcetines o medias, la lámina ungueal se curvará hacia atrás con la consiguiente molestia y alteración antiestética, por lo cual se recomienda mantenerla extremadamente corta considerando que suelen mejorar con la edad o incluso considerar la ablación ungueal.

Las uñas curvas congénitas del cuarto dedo del pie, consisten en la curvatura de la mencionada uña, generalmente de forma bilateral. Suele asociarse, exclusivamente, con hipoplasia de la falange distal de ese dedo, por lo que no es detectable en el nacimiento. Es un trastorno autosómico recesivo, que carece de significado clínico.

La anoniquia y la microniquia pueden observarse en forma aislada, como parte de síndromes complejos o secundarias a la exposición intrauterina a sustancias teratogénicas, como: los anticonvulsivantes, heparina y el alcohol.

La paquioniquia congénita(3,4) es un trastorno, casi siempre autosómico dominante, caracterizado por anomalías en las uñas y queratinización anormal de la piel y mucosas. Se han descrito 4 subtipos, de los cuales la paquioniquia congénita tipo I (Jadassohn-Lewandosky) es la más frecuente. El engrosamiento progresivo de las uñas de las manos y de los pies se aprecia inmediatamente después del nacimiento. Una severa hiperqueratosis subungueal, onicolisis, aumento de la curvatura de la uña y coloración amarillo marronácea de la lámina, constituyen los cambios detectados. No siempre se implican las 20 uñas. Posiblemente la mayor afectación de las uñas de los pies, tenga relación con el roce continuado del calzado. Junto a ello, engrosamiento significativo de la piel palmar y plantar (queratodermia palmoplantar). En un 75% de casos, el engrosamiento ungueal y la queratodermia plantar están ya presentes antes de la edad escolar, lo que facilita un diagnóstico precoz. Conjuntamente condicionan dolor a la deambulación y pueden llegar a producir un efecto psicosocial negativo en los niños y adolescentes afectos. A ello se asocian, según los subtipos: hiperqueratosis folicular, leucoqueratosis, trastornos en la dentición o quistes pilosebáceos.

Los fibromas periungueales o subungueales son la manifestación ungueal más importante de la esclerosis tuberosa en la infancia (tumores de Koenen). Son más frecuentes en los dedos de los pies que en los de las manos.

De igual modo, la presencia de neurofibromas en el pliegue ungueal proximal debería alertarnos sobre una posible neurofibromatosis tipo I.

Dentro del grupo de las ictiosis, en la ictiosis lamelar, se puede apreciar: hiperqueratosis subungueal, surcos, pits y paroniquia.

En las epidermólisis ampollosas congénitas pueden encontrarse distrofias ungueales secundarias a las ampollas recurrentes sub y periungueales que condicionan el desarrollo de: paquioniquia, paroniquias hemorrágicas, onicogrifosis, erosiones en lámina ungueal con tejido de granulación periungueal y cicatrización en el lecho ungueal. No infrecuentemente desembocan en onicomadesis.

Infecciones

Algunas muy frecuentes y otras, más desconocidas e inusuales, de creciente interés.

La dactilitis ampollosa distal, entidad casi exclusiva de la infancia, es una infección localizada que involucra las almohadillas grasas palmares de los pulpejos de los dedos y que suele presentarse como una ampolla tensa, única o múltiple, con contenido líquido acuoso o purulento, cercana al pliegue lateral ungueal. Suele presentarse entre los 2-16 años de edad. Los agentes causales suelen ser el Streptococcus piogenes o el Staphylococcus aureus.

La paroniquia aguda o panadizo es consecuencia del traumatismo directo o indirecto de las cutículas o del pliegue ungueal, tras microtraumatismos, dermatitis con pequeñas fisuras, succión de los dedos, mordedura de la uñas (onicofagia), presencia de padrastros, con inoculación de patógenos como S. aureus o Streptococcus. Hay pus en el pliegue ungueal proximal que se extiende a los laterales y puede acompañarse de ampollas; el síntoma principal es el dolor pulsátil, acompañado de eritema y aumento de la temperatura local. Debido a la fragilidad de la matriz ungueal, puede haber distrofia permanente de la uña.

La paroniquia crónica consiste en la inflamación del pliegue ungueal proximal y la desaparición de la cutícula. Es frecuente en los niños, como consecuencia principalmente del hábito de chuparse el dedo, por lo que suele presentar un curso crónico con exacerbaciones recurrentes.

El panadizo herpético o paroniquia herpética es la infección de la falange distal producida por el virus del herpes simple tipo 1 o 2. Se caracteriza por: dolor, tumefacción, eritema y vesículas no purulentas. En los niños, puede acompañarse de gingivoestomatitis herpética y, en los adolescentes, se asocia con la infección genital por el herpesvirus de tipo 2, lo que ayudaría al diagnóstico. La transmisión persona a persona es ocasional. En casos de duda, el test de Tzank, PCR para VHS 1 y 2 o el cultivo viral pueden ser útiles. Las recurrencias en los niños son frecuentes.

Las verrugas periungueales o subungueales suelen encontrarse en las uñas de las manos. Consisten en pápulas queratósicas firmes que se localizan alrededor de las uñas (con riesgo de distrofia de la placa ungueal) o en la parte distal del lecho ungueal, cubiertas por el borde libre ungueal (con onicolisis o hiperqueratosis secundaria). Ambas suponen un reto terapéutico para el clínico, máxime en la infancia por “desesperante” contagiosidad en esa localización y el dolor habitualmente implícito en las distintas alternativas terapéuticas.

La onicomicosis es rara en los niños, con una prevalencia estimada entre el 0,5% y el 2,6%. La provocada por dermatofitos es infrecuente en los menores de 6 años y debe considerarse siempre la transmisión familiar. La incidencia aumenta con la edad. La presencia previa de uñas distróficas o de traumatismos puede favorecer su desarrollo. Las uñas de los pies se afectan más que las de las manos y suele manifestarse por: engrosamiento, onicolisis y decoloración ungueal (amarillo-marronacea) y, ocasionalmente, edema periungueal (Fig. 4).

Figura 4. Candidiasis congénita. En el nacimiento varias uñas afectadas. Cultivo lámina ungueal cándida ++. En la evolución postparto: onicomadesis, uñas aún afectadas con onicolisis.

En los casos en que la cándida aparece de forma recurrente, convendría descartar situaciones de inmunodeficiencia, tales como: VIH o candidiasis mucocutánea crónica. Recientemente(5), se han revisado las diferentes alternativas terapéuticas, siendo en esencia, las mismas que los adultos. Tratamientos orales que incluyen: terbinafina, itraconazol y fluconazol, se han mostrado muy eficaces; y como alternativa tópica, la amorolfina 5% y el ciclocpirox 8% en lacas ungueales, pueden usarse tanto en monoterapia como en terapia combinada con los orales, con muy buenos resultados y muy buena tolerancia. Los niños responden a la monoterapia tópica mejor que los adultos, dada la delgadez de la lámina y su rápido crecimiento. No hay aún experiencia suficiente en niños como para incorporar a los estándares terapéuticos tratamientos, tales como: los láseres, terapia fotodinámica o iontoforesis.

En los últimos años, han cobrado notable interés los cambios ungueales secundarios a la enfermedad mano-pie-boca(6,7). Tras la fase aguda de la enfermedad, se han descrito hasta en un 24% de los niños afectados, participación ungueal en forma de surcos de Beau y onicomadesis retardadas, haciéndose visibles alrededor de 40 días tras la infección, con carácter reversible, una vez solventado el proceso base. Ambas alteraciones parecen estar sustentadas en un freno a la actividad matricial ungueal, en la que la onicomadesis sería su máxima expresión. Aun con todo, permanece sin esclarecer el motivo último del freno matricial: quizás la fiebre, el daño citopático directo o una susceptibilidad genética o factores medioambientales sin identificar.

Enfermedades dermatológicas

Algunas onicopatías que acompañan a dermatosis inflamatorias son específicas de este grupo de edad; otras, similares en su presentación a los adultos, pero con alguna particularidad que conviene conocer.

El eczema periungueal aparece con frecuencia en el contexto de la dermatitis atópica o la irritación secundaria al hábito de succión. En adolescentes, pueden ser de origen alérgico (Fig. 5).

Figura 5. Alteraciones ungueales secundarias a eczema de contacto en dorso de pie. Eczema de contacto alérgico por dicromato potásico presente en el calzado.

Afecta el perioniquio y causa inflamación de la matriz que puede generar una uña anormal con surcos transversos. La pérdida de la cutícula puede provocar paroniquia crónica, con sobreinfección bacteriana o por especies de Candida.

La psoriasis ungueal se encuentra entre el 7% y el 40% de los niños con psoriasis. La característica principal son los pits ungueales (amplios y profundos), decoloración en mancha de aceite a nivel del lecho ungueal e hiperqueratosis subungueal. La onicolisis, aunque posible, es más rara en niños que en adultos. La mayoría de niños con artritis psoriásica asocian marcado piqueteado, cuya severidad no marca el pronóstico. Los hoyuelos o pits o piqueteado ungueal son pequeñas depresiones de la lámina ocasionadas por un defecto de la queratinización; a veces, surgen de forma espontánea, pero más comúnmente asociados a psoriasis, liquen plano o alopecia areata.

La paraqueratosis pustulosa es un proceso inflamatorio específico de la infancia, entre 1 y 11 años, que afecta selectivamente a la zona distal de los dedos, con participación ungueal y periungueal. Los dedos más afectados suelen ser pulgar e índice y, normalmente, solo un dedo afectado. Sin antecedente previo y de forma espontánea, aparecen vésico-pústulas en el borde libre de la uña que desaparecen rápidamente. Típicamente, se desarrolla una hiperqueratosis subungueal bajo el borde libre de la uña. La piel periungueal se torna eritematosa y finamente descamativa. Progresivamente, la uña pierde el brillo, surgen estrías transversales, que desembocan en distrofia ungueal, incluso con destrucción de la lámina. Suele remitir espontáneamente, no siendo infrecuentes las recidivas, con escasa respuesta casi constante al tratamiento tópico, antibiótico o corticoide. Fácilmente confundible con psoriasis o eczema, la afectación aislada de uno o a lo sumo dos dedos y la presencia de lesiones periungueales, que no son clínicamente eczematosas ni psoriasiformes, debería hacer sospechar este diagnóstico.

Las dermatosis liquenoides(8) son un grupo heterogéneo de enfermedades inflamatorias cutáneas con unos rasgos clínicos e histológicos característicos. En este grupo, se incluyen algunas más típicas en la edad adulta (liquen ruber plano, erupciones liquenoides a drogas, queratosis liquenoide crónica) y otras más propias en la infancia (liquen nitidus, liquen estriado).

En los adultos con liquen ruber plano, la participación ungueal varía entre el 1-10%, mientras que en niños no es frecuente. En ocasiones, se puede ver como afectación exclusiva del aparato ungueal sin compromiso cutáneo; en cuyo caso, es muy difícil etiquetarlos como cambios liquenoides, máxime, por la escasa realización de biopsias ungueales en niños. Existen tres categorías(9) del liquen ungueal en la infancia. En ocasiones, se presentan como traquioniquia o como atrofia ungueal idiopática. En otros casos, con características clínicas similares a las encontradas en los adultos (estriaciones longitudinales, adelgazamiento de láminas…); pero, en ocasiones, pueden pasar desapercibidas al manifestarse como onicorrexis, fisuras o hendiduras longitudinales aisladas y atrofia con coiloniquia. La formación de pterigium es rara en los niños, pero debería evitarse, ya que suele ser irreversible. El pterigión ungueal se produce por fusión del pliegue proximal a la matriz y al lecho ungueal. Llega a dividir la lámina ungueal en dos partes. El liquen es la causa más frecuente, pero no la única (Tabla III). La instauración precoz de tratamiento podría evitar llegar a esta situación de destrucción de la lámina desgraciadamente irreversible.

La traquioniquia es una onicopatía benigna, generalmente autorresolutiva, en la que las uñas se aprecian finas, muy rugosas, con múltiples surcos longitudinales. Los casos clínicamente muy expresivos desarrollan una uña opaca y con aspecto de “papel de lija”. Casos más leves pueden exclusivamente mostrar pits superficiales que comprometen toda la superficie de la placa ungueal. Las uñas aparecen: ásperas, con marcados y excesivos surcos superficiales, piqueteado, engrosamiento de la cutícula y fragilidad distal; puede asociarse con coiloniquia. Puede afectar desde una a todas las uñas. La afectación idiopática de la totalidad de las uña se conoce como “distrofia de las 20 uñas”. En la mitad de los casos, se produce la resolución espontánea al cabo de 5 a 6 años. En su origen, además de estas formas idiopáticas, podemos ver formas hereditarias (presentes ya casi desde el nacimiento), y de nuevo, podemos encontrar: psoriasis, eczema, alopecia areata y liquen ruber plano.

El liquen estriado o liquen striatus es una dermatosis inflamatoria, benigna y autolimitada. Afecta preferentemente a niños en forma de pequeñas pápulas aplanadas y asintomáticas que siguen de forma lineal las líneas de Blaschko (Fig. 6).

Figura 6. Liquen estriado con afectación cutánea y ungueal. A. Dedo de mano. Lesión lineal cicatricial en piel y uña (pterigium ungueal). B. Dedo de pie. Lesión lineal pápulo inflamatoria y distrofia ungueal (engrosamiento).

La afectación ungueal no es frecuente, pero sí una posibilidad en casos extensos y prolongados en el tiempo. La onicodistrofia suele afectar solo a una porción medial o lateral de una única uña en forma de: hiperqueratosis subungueal, adelgazamiento de la lámina, piqueteado, surcos longitudinales, onicolisis y fisuración en borde libre. La afectación ungueal puede ser concomitante a la afectación cutánea, precederla o sucederla. En ocasiones, la afectación cutánea no está presente, obligando a recurrir a la biopsia para establecer el diagnóstico. No precisa el tratamiento, ya que hay regresión espontánea en unos meses.

Casi un 50% de los niños que presentan alopecia areata suelen mostrar repercusión sobre la lámina ungueal, diferente según la intensidad del proceso. Lo más frecuente, el piqueteado de la lámina. En ocasiones, se aprecia lúnula eritematosa o moteada. Hasta un 12% pueden presentar traquioniquia, que conlleva un aspecto rugoso de la uña causado por multitud de estriaciones longitudinales.

La melanoniquia longitudinal(2) se define como una banda pigmentada negra o marrón que se extiende desde la matriz ungueal a lo largo de toda la lámina. Suele tener su origen en la presencia de pigmento melánico, con el consiguiente depósito en la lámina ungueal, producido bien por activación de los melanocitos existentes en la matriz o por hiperplasia melanocitaria.

En el primer caso, la activación melanocitaria surge como resultado de una estimulación funcional de los melanocitos existentes, sin incremento en el número de los mismos. Así actuarían procesos traumáticos o inflamatorios de la matriz ungueal. En el segundo caso, es el aumento de la población melanocitaria el responsable de la banda pigmentaria: nevus melanocíticos, ya sea junturales o compuestos, léntigos simples y, excepcionalmente, melanoma maligno. La presencia de estas alteraciones pigmentarias suelen generar notable preocupación en padres e incluso en los médicos que controlan al niño, dada la difícil catalogación de estas pigmentaciones, con la sombra del melanoma siempre presente, quizás injustificadamente. La experiencia adquirida con el manejo de la dermatoscopia convencional y, sobre todo digital, en la interpretación de estas patologías, ha revolucionado el seguimiento y el control diagnóstico en estos complicados pacientes(10), permitiendo la monitorización periódica y, con ella, la comparación de los cambios pigmentarios en la lámina ungueal y en el tejido periungueal. A pesar de ello, en ocasiones, la biopsia ungueal es necesaria.

En la mayoría de los niños, al contrario que en los adultos, la aparición de bandas pigmentarias se debe a la presencia de nevus melanocíticos en la matriz (Fig. 7).

Figura 7. Melanoniquia longitudinal.

Aparecen más frecuentemente en las uñas de las manos que en las de los pies, sobre todo en el pulgar. Algunos datos pueden ayudarnos en el diagnóstico de nevus melanocítico ungueal frente a las otras causas de melanoniquia longitudinal:

• Edad: en la edad pediátrica, prácticamente las melanoniquias son secundarias a nevus melanocíticos.

• Pigmentacion periungueal o signo de seudo Hutchinson o pigmentación de toda la tabla, suele ser indicativa de hiperplasia melanocítica.

• Fototipo y grado de pigmentación de la lesión: lesiones claras en niños de fototipo bajo, suelen indicar hiperplasia melanocitaria; lesiones oscuras en niños de fototipos altos, suelen significar activación melanocítica.

Revisiones recientes(11), ahondando en esta dificultad diagnóstica, apuntan a que la presencia de signos que en el adulto serían muy sospechosos de malignidad, como la presencia de banda pigmentaria con intensa pigmentación oscura, constituida por líneas anchas (mayores a 6 mm) o de finas líneas irregulares (en color, anchura y distancia entre ellas), acompañadas de cierta distrofia ungueal, sin embargo, en niños se suelen ver en lesiones benignas. Por si fuera poco, la diferencia histológica entre melanoma in situ e hiperplasia melanocitaria de la matriz ungueal es muy difícil en niños, ya que los parámetros que se manejan se refieren a lesiones en adultos. Por lo tanto, en 2015, estos autores reclaman la necesidad de completar estudios para desarrollar guías clínicas que faciliten el adecuado manejo de estos casos pediátricos.

Y, aunque la presencia de una banda pigmentaria en cualquier persona, nos debe obligar a descartar la presencia de un melanoma maligno, en la población pediátrica esta eventualidad es altamente improbable. No obstante, el criterio general es que, aunque no se recomienda la práctica sistemática de biopsia de la matriz ungueal en los casos de melanoniquia longitudinal en la infancia, habría que considerar la biopsia o extirpación en aquellos casos, en los que se produzca un rápido y alarmante crecimiento de la lesión pigmentada ungueal.

Alteraciones sistémicas o iatrogénicas

Sospechar que una alteración ungueal, sobre todo, si está presente como dato clínico exclusivo, pueda tener origen sistémico o iatrogénico tendrá una gran repercusión pronóstica.

Se han descrito numerosas alteraciones ungueales en diversos padecimientos sistémicos. Una recopilación de los signos clínicos en las uñas relacionados con patologías especificas sistémicas queda recogida en la tabla IV.

Recientemente, y de forma novedosa, se han recopilado los cambios ungueales asociados a la acidosis tubular renal (ATR) distal(12) en pacientes pediátricos, encontrándose la presencia característica de onicomalacia y bandas blanquecinas o blancoamarillentas transversales, asintomáticas, que solo producían modificaciones estéticas y que se interpretaron más por afectación del lecho que de la matriz ungueal.

Traumatismos

Conviene no minimizar la importancia de los traumatismos ungueales en la infancia, para evitar situaciones de distrofia o daño ungueal permanente.

Los traumatismos ungueales agudos y sus secuelas representan una consulta frecuente en Pediatría. Nunca debe minimizarse la importancia de un traumatismo ungueal en un niño y, siempre, deben realizarse radiografías. Si la matriz ungueal no está comprometida, la uña vuelve a crecer; pero lesiones mal tratadas en la niñez, terminan por producir distrofia.

La onicomadesis o desprendimiento de la lámina es una complicación común de los traumatismos.

Se denomina onicofagia al hábito de comerse las uñas. Los niños menores de 3 años prácticamente nunca muerden sus uñas. La incidencia asciende desde los 4 a los 6 años, con el máximo entre los 7 y 10 (33% de niños en ese grupo de edad); incrementándose de nuevo durante la adolescencia (45% de los adolescentes) y se reduce al 25% en los estudiantes universitarios y más aún en los adultos. En ocasiones, no es sino una costumbre o rutina adquirida. Pero no es infrecuente. Se cree que se relaciona con altos niveles de estrés, ansiedad y baja autoestima, y puede asociarse con el trastorno obsesivo compulsivo. Más allá de las consecuencias estéticas, la repetición compulsiva del hábito puede llevar, por daño en la matriz, a uñas de crecimiento anómalo, decoloradas, con surcos transversos… Las complicaciones más frecuentes, sobre todo, si se agrede la cutícula o el repliegue periungueal, son las paroniquias, el acortamiento permanente de las uñas y la sobreinfección: vírica (verrugas, herpes simple…), bacteriana o micótica. En ocasiones, puede iniciar o acelerar problemas con la dentición (desviaciones de los incisivos…).

El pulgar de PlayStation(2) (PlayStation thumb o Nintendo thumb) es el resultado del daño por presión repetitiva causado por el juego excesivo con videoconsolas. Algo similar ocurre en el llamado pulgar de teléfono móvil (cell phone thumb), por manejo compulsivo de esa parte de la anatomía en relación con el irrefrenable incremento de escribir textos en el móvil. Los pulgares pueden llegar a doler, pueden aparecer: ampollas en los pulpejos, microhemorragias, hiperqueratosis en los laterales de los dedos y, a nivel ungueal, onicolisis, todo ello, como resultado del microtrauma continuo y repetido. Eliminar el factor desencadenante es, a la par, exitoso e imposible de cumplir en la práctica.

La distrofia canalicular media, se relaciona con el hábito compulsivo de empujar las cutículas de los pulgares hacia atrás. Puede producir alteraciones en la superficie de la placa ungueal, con marcada distrofia lineal, recuperable si se controla el hábito.

En las uñas encarnadas del primer dedo del pie u onicocriptosis, la lámina ungueal se enclava en los pliegues ungueales laterales, creando una inflamación dolorosa. Se presentan en dos momentos del desarrollo. En los primeros años de vida van asociadas a mal alineamiento congénito de las uñas, pero son más comunes en los adolescentes varones y son precipitadas por: el corte inapropiado de las uñas en los bordes, zapatos muy ajustados, traumatismos, mala higiene y la hiperhidrosis inducida por el calzado deportivo. La humedad, condicionada por la hiperhidrosis, ablanda la uña, se facilita su rotura y formación de pequeñas áreas que actúan como lancetas que se clavan en el tejido blando periungeal. Puede aparecer tejido de granulación con: exudado, sangrado e infección secundaria. Todo ello, condiciona dolor y dificulta alguna de las actividades diarias y la participación en actividades recreativas y deportivas.

Tumores

Infrecuente su aparición en niños, pero se deben tener siempre presentes:

La exostosis subungueal de los dedos de los pies es bastante frecuente en los adolescentes, ya que el 16% de los casos corresponden a menores de 18 años. Suele asociarse con traumatismos. La proliferación eleva la placa ungueal, principalmente en la parte distal y lateral, con destrucción progresiva y, algunas veces, semeja una verruga subungueal. La mayoría aparece en el primer dedo del pie, pero puede involucrar el resto de los dedos. Las radiografías muestran la lesión exofítica de la falange distal.

• El melanoma ungueal en niños es un hallazgo excepcional. La práctica totalidad de lo publicado ha sido entre fototipos oscuros o asiáticos. Algún caso de melanoma in situ ungueal(13) se ha descrito en niños de raza blanca, en forma de melanoniquia longitudinal, en la que la dermatoscopia mostraba banda pigmentada constituida por múltiples líneas pigmentadas irregulares y dispares en: color, grosor y separación entre ellas. La dificultad diagnóstica ya quedó recogida previamente al hablar de las melanoniquias longitudinales.

Alteraciones del pelo

Es necesario saber diferenciar en qué casos, un cambio capilar es fisiológico o simplemente estético, de aquellos otros que expresa manifestación de una patología general más importante.

En nuestra sociedad, el aspecto físico del niño es de una gran trascendencia. La alopecia en la mayor parte de los niños conlleva alteraciones psico-emocionales que derivan en una baja autoestima y alteración de su imagen corporal. A esto, se suma la ansiedad que el problema crea en los padres. La alopecia puede ser la primera manifestación de una compleja enfermedad hereditaria, en ocasiones, multisistémica; en otros, puede ser el síntoma guía para detectar unas alteraciones endocrino-metabólicas.

Los estudios de prevalencia de alopecia infantil(14) muestran que la alopecia en niños supone alrededor del 1-8% de la consulta de dermatología pediátrica y, dentro de ella, aproximadamente el 90% corresponde al tipo no cicatricial y adquirida, detallándose como las causas más comunes: la alopecia areata, la tinea capitis y la tricotilomania. Dentro de un mismo grupo de edad, son notorias las diferencias etiológicas entre series de distintas áreas geográficas o culturales(15,16).

Es un reto para nosotros alcanzar en cada caso, un correcto diagnóstico que implique el tratamiento más adecuado.

Clasificación de las alopecias en la infancia

Desde un punto de vista práctico, seguiremos aquella que contempla criterios “cronológicos” y “morfológico-visuales” (Tabla V), considerando: la edad de aparición, la distribución de la alopecia, la presencia o no de inflamación y las características del cabello afecto.

Alopecias en el recién nacido o en el lactante

Incluyen formas fisiológicas de alopecia en esta edad, malformaciones névicas y tumores que implican alopecia y formas de alopecia congénita.

Alopecia occipital del recién nacido. Hallazgo fisiológico. Ausencia de pelo en la zona occipital, desencadenado tras el nacimiento e intensificado por el roce de la nuca en la cuna, tras las primeras semanas de vida (Fig. 8). En unas semanas, habrá una recuperación total del cabello perdido.

Figura 8. Alopecia occipital del recién nacido.

Aplasia cutis congénita. Ausencia congénita y circunscrita de alguna, de varias o de todas las capas de piel y/o sus anejos. Constituyen un grupo variado de procesos, esporádicos o familiares, con diferente expresividad clínica. Su localización, en más del 65% en el cuero cabelludo, los hace detectables ya en el nacimiento en forma de pérdida de sustancia o en forma de placas cicatriciales.

Atriquias e hipotricosis congénita. En la atriquia, el niño nace con áreas carentes de pelo, localizada o generalizada en todo el cuero cabelludo. La alopecia es definitiva y persistirá en la edad adulta. Por su parte, en las hipotricosis, en los primeros meses de vida, el pelo ya es llamativamente fino y delgado. El grado de afectación capilar (cuero cabelludo, vello, cejas, pestañas…) y la evolución de la misma, permitirá encuadrarlo en los diferentes síndromes descritos.

Nevus sebáceo de Jadassohn. Desde el nacimiento se observa ya como un nódulo amarillento o una placa sin pelo, rugosa, en cuero cabelludo o zonas contiguas, tales como frente o cuello. Con la pérdida del efecto de las hormonas maternas, la lesión suele aplanarse rápidamente y perder su color característico. Durante la infancia es una placa: alopécica, redondeada, oval, irregular o lineal, más o menos sinuosa o incluso zoniforme. En ocasiones, puede mostrar un aspecto cerebriforme. Alrededor de la pubertad se vuelve papilomatosa, verrugosa y amarillenta. Con el paso de los años, pueden desarrollar en la superficie, otras lesiones generalmente benignas (siringocistoadenoma papilifero, siringomas) o excepcionalmente malignas (basalioma, carcinoma espinocelular).

Nevus melanocíticos y hemangiomas del cuero cabelludo, condicionarán áreas de alopecia proporcionales al segmento afecto.

Alopecia triangular congénita. Visible ya en los primeros 6 años de vida, la placa de alopecia suele estar ya presente en el momento del nacimiento. Se manifiesta como una placa de alopecia persistente que adopta una forma de triángulo isósceles, cuya base se ubica en la línea frontal de inserción capilar, respetando característicamente una estrecha franja de pelo sano; el vértice, desplazándose por la zona frontotemporal y dirigido hacia el vértex, se encontraría separado 2-3 cm de la base. La mayoría de ocasiones es unilateral, aunque se han descrito casos bilaterales.

Alopecias traumáticas del recién nacido. En relación con traumatismos perinatales por la utilización de utensilios médicos para el control del estado fetal intrauterino, alopecias por decúbitos intrauterinos o técnicas obstétricas. La relación causa-efecto tan inmediata, confirmará la sospecha clínica. El grado de recuperación dependerá de la intensidad del traumatismo.

Alopecia anular. Caracterizada por una peculiar pérdida zonal de cabello, que unas veces adopta una morfología circular cerrada (anular propiamente dicha) y otras, abierta (en galón o en herradura). Suele afectar a recién nacidos de primíparas, sobre todo, tras partos traumáticos. Surge como resultado de la excesiva presión que el útero, el cérvix o la vagina, pueden ejercer sobre el cuero cabelludo, determinando un compromiso circulatorio y de oxigenación del área, que facilita el desarrollo de caput succedaneum. Se ha descrito tanto en lactantes a término, como en prematuros, nacidos, unas veces por vía vaginal y otras por cesárea, tras un expulsivo prolongado, pero ineficaz. La alopecia puede observarse al nacimiento o pocos días después. El pronóstico suele ser excelente, ya que por su carácter autorresolutivo, la repoblación es espontánea.

Alopecias en la edad escolar y en la adolescencia

En este grupo de edad, la alopecia tiene gran importancia clínica y es frecuente motivo de consulta, por sus connotaciones psico-sociales.

Alopecias en placas sin signos inflamatorios

Incluyen las patologías más consultadas en estos grupos de edad: la alopecia areata y la tricotilomanía.

Alopecia areata (AA).Un 20% de los casos de alopecia areata corresponden a pacientes pediátricos y, en la mayoría de series, supone la principal causa de consulta por motivos capilares. No es grave en lo referente al pronóstico vital, pero puede mermar la calidad de vida de los pacientes por el significativo impacto psicológico que ejerce en el paciente y en sus familiares.

Se afectan niños y niñas por igual y la edad de aparición suele ser a partir de los 5 años. La historia familiar de alopecia areata se encuentra entre el 5-20% de los pacientes, y tiene gran relación con la edad de aparición: las más precoces suelen tener mayor carga genética familiar.

Se baraja una etiología multifactorial. Hay una base genética que facilita un disturbio inmunológico que implica a las células T de fenotipo CD4 activado. Existen también autoanticuerpos circulantes contra estructuras foliculares y no foliculares. Sobre ellos, unos factores desencadenantes, como son: los procesos infecciosos, vasculares o alteraciones de tipo psicológico (estrés, ansiedad y depresión). Recientemente(14), se ha descrito una importante asociación de prevalencia entre morbilidad psiquiátrica en la AA infantil, cercana al 40%, destacando déficit de atención con hiperactividad, trastorno ansioso y trastorno del ánimo.

Clínicamente (Fig. 9), se trata de una o varias placas de alopecia no cicatricial, redondeadas u ovaladas, de diferente tamaño, en cuero cabelludo u otras áreas.

Figura 9. Alopecia areata. Distintas localizaciones.

No se aprecia descamación en superficie. En la zona más periférica de la placa, se suelen detectar los característicos “pelos en signos de admiración” o “pelos peládicos” y que en los momentos de actividad se desprenden con facilidad. Los pelos aparentemente normales del borde de la placa, se desprenden con facilidad a la mínima tracción (signo de la tracción positivo). La repoblación en el transcurso de un año suele ser la norma en el 95% de los casos, pero la recidiva es frecuente. En ocasiones, la placa crece y se estanca durante largos períodos de tiempo sin iniciar la repoblación. Así, se comporta la alopecia ofiásica que asienta en la zona de implantación del cabello en la nuca. En otros casos, son placas que llegan a confluir. Puede perderse todo el pelo en el cuero cabelludo, hablando entonces de alopecia total, al que llegan solo un 1% de los niños afectos de AA. La denominamos universal, cuando se pierde todo el pelo de la superficie corporal, incluyendo: cejas, pestañas, vello axilar y púbico, si por la edad ya lo tuviere. En todas las situaciones, la norma habitual es el carácter asintomático del proceso. Puede encontrarse afectación ungueal.

Alrededor del 7% de los pacientes(14) tienen una mayor incidencia de procesos autoinmunes tanto a nivel personal como familiar (Tabla VI).

La AA total y universal son las formas que frecuentemente se han asociado a enfermedad tiroidea y dermatitis atópica. En el síndrome de Down, la incidencia de AA es más alta que en la población normal: el 6% de los pacientes con síndrome de Down desarrollarán AA, y de ellos, el 50% formas graves de tipo alopecia total o universal.

Puede esperarse la involución espontánea sin introducir medidas terapéuticas en la placa aislada. En los casos con placas múltiples, así como en todas las formas graves por su rapidez de extensión o crecimiento, deberían instaurarse medidas terapéuticas, aun sabiendo que no existen pruebas suficientes que nos permitan asegurar que el tratamiento, en cualquiera de sus modalidades, altere la evolución de la enfermedad ni produzca remisiones definitivas. Como mucho, el tratamiento suprime el proceso inmunitario subyacente cuando está activo.

Múltiples fármacos conforman el arsenal terapéutico, condicionando su uso a la edad del paciente, tipo de AA y eficacia. Los corticoides tópicos, intralesionales y orales siguen siendo el pilar básico en el tratamiento. El minoxidil tópico, con contrastada efectividad, es incluido en la mayoría de planes terapéuticos. La antralina actúa como irritante primario. La inmunoterapia tópica, incluyendo difenciprona (Fig. 10) y dibutilester del ácido escuárico (SADBE).

Figura 10. Inmunoterapia tópica con difenciprona. A. Colocación parches. B. Lectura de sensibilización. C. Eczema en cuero cabelludo.

De este último, se ha realizado recientemente una exhaustiva revisión, mostrando sus beneficios(17). Su carácter tópico, la no presencia de agujas ni administración oral, junto con su menor tasa de efectos secundarios, comparados con difenciprona, lo hace adecuado para la población pediátrica.

Los análogos de las prostaglandinas son útiles en determinadas localizaciones (cejas-pestañas). Y ya con menos interés: retinoides tópicos, fotoquimioterapia, ciclosporina… No todos los pacientes requieren apoyo psicológico o psiquiátrico. Por lo general, los tratamientos se deben plantear de forma escalonada comenzando por los menos agresivos.

Recogemos en el algoritmo del final un esquema terapéutico, combinando guías terapéuticas nacionales e internacionales, publicaciones de expertos y experiencia clínica(18), basado no en la edad (habitualmente +/– 10 años), sino en límite de peso (+/– 45 kg).

Tricotilomania. Consiste en el arrancamiento compulsivo del pelo, habitualmente del localizado en el cuero cabelludo, pero a veces, en otra localización. Con el tiempo, se produce una pérdida perceptible del pelo. La incidencia es mayor en niñas. Entre los 4 y 10 años y está más relacionado con tics y hábitos inconscientes, en los que se retuerce el cabello alrededor del dedo. En ocasiones, es una forma “inofensiva” de conciliar el sueño, ver la televisión o dedicarse a la lectura. Otros niños están sometidos a una tensión emocional (por relaciones familiares o por problemas escolares) o viven en un estado de agresividad reprimida.

En preadolescentes y adolescentes ocurre de una forma consciente y se considera una forma de trastorno obsesivo-compulsivo, pero puede ser un síntoma relacionado con un amplio espectro de procesos psico-patológicos.

En cualquiera de los casos, se aprecian placas de alopecia “antinaturales” en el cuero cabelludo, mal delimitadas, de crecimiento excéntrico donde se entremezclan cabellos de diferentes tamaños.

Curiosamente, algunas áreas aparecen respetadas, y con frecuencia corresponden a zonas que permiten, colocando debidamente sus cabellos, sus gorros o pañuelos, camuflar las superficies alopécicas de tal manera que, cuando el paciente lo desee, puedan pasar prácticamente desapercibidas. Puede asociarse a onicofagia y autolesiones cutáneas.

También, puede ser diana del arrancamiento, el pelo o vello de pestañas, sobre todo, la superior, cejas o área pubiana.

Con esta clínica tan característica, si el paciente reconoce su “hábito” será suficiente para confirmar la sospecha. Si el paciente no acepta “su autoría”, es más complicado el diagnóstico. Es necesario, confirmar la no existencia de ninguna otra dermatosis que justifique el cuadro (alopecia areata, tiñas, alopecias tóxicas por fármacos, infecciones, alopecia androgenética…). El vertiginoso desarrollo de técnicas de tricoscopía mediante dermatoscopia digital o manual, con patrones diagnósticos muy específicos para cada patología, está facilitando enormemente el acercamiento diagnóstico mediante actos no invasivos, tan importante en estos grupos de edad. Se describen hallazgos patognomónicos, que permiten establecer criterios triscoscópicos diferenciadores entre tricotilomanía, alopecia areata y tinea capitis(19).

Alopecias en placas con signos inflamatorios (y posible componente cicatricial)

El interés de su diagnóstico temprano viene dado por el poder instaurar tratamientos precoces que eviten el componente cicatricial e irreversible de la alopecia.

Alopecias infecciosas y parasitarias

No excesivamente frecuentes en nuestro medio, pero sí lo son en la población inmigrante que se incorpora a nuestras consultas:

Piodermitis. En las que los gérmenes piógenos –el estafilococo aureus es el más frecuente, pero no el único– invaden el folículo piloso. Si la afectación es superficial, a nivel del ostium folicular (foliculitis superficial), no repercutirá sobre el crecimiento capilar. Si se afectan varios folículos (forúnculo o ántrax), suele condicionar una necrosis folicular que se resuelve con alopecia cicatricial. En los casos recurrentes o excepcionalmente intensos o graves, es necesario descartar la presencia de factores desencadenantes: falta de higiene, diabetes, nutrición inadecuada…

Tinea capitis. Producidas por hongos dermatofitos pertenecientes a tres géneros: Trychophyton, Microsporum y Epidermophyton, incriminados, según las áreas geográficas, en infecciones fúngicas de la infancia.

No es infrecuente en la edad pediátrica y se facilita por contactos interpersonales, con animales y a través de hongos geófilos procedentes de la tierra. Las formas animales (dermatofitos zoófilos) suelen ser las que producen las formas más inflamatorias.

La clínica expresa el efecto del dermatofito en el folículo piloso, ya que parasita toda su queratina, por lo que el pelo se vuelve frágil y quebradizo con la consiguiente alopecia. Hablamos por ello de alopecias tonsurantes que no suelen dejar alopecia cicatricial, salvo en aquellas con importante componente inflamatorio. El proceso es sintomático, con descamación y prurito.

Hay que considerar tres formas clínicas:

• Las tiñas tricofíticas afectan aleatoriamente a diferentes pelos del cuero cabelludo, de forma “salpicada”, por lo que la alopecia es de tipo difuso o en pequeñas placas no confluentes. La piel de la zona afecta muestra una fina descamación, entre la cual se detectan “puntos oscuros” que corresponden a la incipiente aparición del cabello tonsurado en el ostium folicular.

• Las tiñas microspóricas muestran placas alopécicas bien delimitadas, de tono rosado o eritematosas, finamente descamativas, en cuya superficie se observan junto a ostium foliculares desprovistos de pelo, cabellos tonsurados a ras de piel, pero de diferente longitud.

• En el Querion de Celso, la intensa reacción inflamatoria condiciona la presencia de una placa extremadamente supurativa, con adenopatías locoregionales acompañantes, pero con escasa repercusión del estado general. Dependiendo de la intensidad, puede provocar la destrucción del folículo y originar una alopecia cicatricial.

Desde el punto de vista diagnóstico, la sospecha clínica puede confirmarse con la observación microscópica directa de las escamas o pelos y el cultivo para determinar la especie. Esta patología se ha beneficiado igualmente de las novedosas técnicas exploratorias de tricoscopia(20).

• Es el caso de las miasis forunculoides, la presencia de una lesión forunculosa en el cuero cabelludo, que contiene larvas vivas en su interior, puede condicionar el desarrollo de placas alopécicas. Infrecuente en nuestro medio, es de esperar su incremento con la aparición de dermatosis zooparasitarias importadas en niños inmigrantes.

Dermatosis inflamatorias

Excepcional que en la infancia produzcan alopecias cicatriciales.

En la dermatitis seborreica infantil, las escamas grisáceas están, más o menos, adheridas al cuero cabelludo. En la forma de falsa tiña amiantácea, el cabello puede quedar atrapado entre las grandes y adherentes escamas. El pelo no suele afectarse, pero, a veces, al desprenderse la escama, se desprende con facilidad. Esta pérdida es reversible y el cabello es recuperado en su totalidad.

La dermatitis atópica puede inducir lesiones de rascado en el cuero cabelludo, pero no de suficiente intensidad como para producir alopecia. En caso de haberla es leve y reversible.

La afectación del cuero cabelludo en la psoriasis infantil es muy frecuente y, en ocasiones, como localización exclusiva. Por lo general, el pelo atraviesa las placas de psoriasis sin alterarse. No obstante, no es infrecuente observar pequeñas placas alopécicas, posiblemente en relación con arrancamientos de mechones de pelo al desprender las costras muy adheridas a los mismos. La recuperación ad integrum es la norma.

Otros procesos inflamatorios, excepcionales en la infancia, como el lupus eritematoso, el liquen plano o el pénfigo pueden manifestar alopecia difusa y en algún caso con carácter cicatricial.

Otras

Alopecias cicatriciales en genodermatosis, de esta forma se comporta la condrodisplasia punctata, la incontinentia pigmenti, las epidermólisis ampollosas distróficas, formas agresivas de ictiosis y, excepcionalmente, la enfermedad de Darier.

Alopecias por decúbito o inducidas por presión o post operatoria. Apreciables en niños ingresados en UCI o sometidos a cirugía de larga duración, debidas al decúbito e inmovilidad prolongada. Afectan la zona posterior del cuero cabelludo, ya que el apoyo mantenido sobre esa zona, produce una isquemia tisular que afecta al crecimiento del pelo. La mayoría de pacientes suelen desarrollar una alopecia no cicatricial y transitoria; sin embargo, en otros, debido a una hipoxia tisular grave, se origina una alopecia cicatricial permanente.

Alopecias difusas con cambios displásicos del tallo piloso

Mediante exploración física solo se pueden sospechar, ya que su identificación definitiva pasa por exploraciones de microscopia óptica y electrónica. La mayoría requieren abordaje multidisciplinario.

Displasias pilosas

Alopecias que tienen su base en defectos morfológicos del tallo piloso, en general, congénitos y hereditarios, pero que pueden ser adquiridos. Por la fragilidad del tallo, facilita hipotricosis, localizada o difusa y puede ser útil para establecer el diagnóstico de sospecha. Se presentan como un defecto aislado o generalizado, pero siempre se caracterizan por un patrón morfológico peculiar. En ocasiones, constituyen una clave diagnóstica de una genodermatosis. Dadas las características de las alteraciones, el diagnóstico más definitivo, se realizará mediante el examen con microscopía óptica o electrónica de barrido.

Displasias ectodérmicas

Constituyen un grupo amplio y heterogéneo de enfermedades congénitas que cursan con una alteración en el desarrollo de las estructuras derivadas del ectodermo, en distintas combinaciones. Dentro de este bloque nosológico, se incluyen muy variados síndromes que se clasifican según las diferentes alteraciones del cabello, dientes, uñas y glándulas sudoríparas encontradas, considerando todas las combinaciones posibles (Tabla VII). Patología que ha de ser estudiada multidisciplinarmente en el ámbito hospitalario.

En ambas formas de displasia, el pediatra puede jugar un papel muy importante en la detección precoz de estos procesos y su orientación diagnóstica, por lo que debe conocer su existencia.

Síndrome de anágeno suelto

El síndrome del cabello anágeno suelto es una displasia pilosa con un arrancamiento fácil del cabello a la tracción y sin dolor, debido a una insuficiente adhesión del tallo piloso al folículo. La mayoría de los casos descritos corresponden a pacientes de edad pediátrica, generalmente niñas de pelo claro. El estudio con microscopio óptico muestra un predominio de cabellos en fase anágena, sin vainas epiteliales, y con deformación del bulbo, que aparece distorsionado y encogido. En el segmento próximo al bulbo, la cutícula aparece desflecada o arrugada (ruffling), similar a un «calcetín caído».

Alopecias difusas sin cambios displásicos del tallo piloso

En estos casos, la historia clínica detallada, la exploración minuciosa y, en algunos pacientes, estudios analíticos complementarios, suelen ser suficientes para su correcta catalogación.

Alopecias por drogas

Son muchas las drogas que pueden inducir alopecia difusa. Algunas ejercen efecto tóxico específico sobre el pelo, como serían los quimioterápicos en general. Reducen de forma brusca y temporal la actividad mitótica de los cabellos, dando lugar, en breve espacio de tiempo, a su desprendimiento. Se afectan casi el 80-90% de todos los folículos y lo hacen entre 1-3 semanas tras el inicio del tratamiento, según la droga. Otro grupo de fármacos actúan mediante efecto tóxico no específico. Los diuréticos, antitiroideos, tetraciclinas, estreptomicina y vitamina A actúan así.

La búsqueda de estos fármacos debe incluirse en la anamnesis realizada por el pediatra a todo niño con alopecia. La identificación del agente causal, junto con su supresión permitirá, en la mayoría de casos, el recrecimiento del pelo.

Alopecias de origen metabólico y endocrino

Son diversas las hormonas, oligoelementos y nutrientes que pueden modificar el ciclo folicular. De esta manera, los disturbios hormonales y metabólicos pueden ser motivo de alopecias o alteraciones del calibre del pelo. Junto a ello, presentarán los síntomas correspondientes a la alteración basal. En países en vías de desarrollo, la pobre ingesta de zinc y de hierro por problemas nutricionales se ha demostrado como una causa importante de alopecia(15).

Alopecia androgenética infantil

La alopecia androgenética es la principal causa de pérdida de cabello en los adultos, pero es rara en la edad infantil o adolescencia. Cuando esta situación se presenta antes de la pubertad, casi siempre en un contexto de fuerte predisposición genética a alopecia androgenética y como consecuencia del aumento fisiológico de la producción hormonal, se aprecia pérdida de cabellos, con miniaturización de los mismos, produciéndose un aclaramiento de la zona central del cuero cabelludo, retraso de la línea frontal y frontoparietal de implantación del cabello. En estos casos, ha de hacerse una valoración clínica minuciosa (búsqueda de seborrea importante del cuero cabelludo, acné e hirsutismo), descartar la ingesta involuntaria de hormonas, y estudios complementarios según el caso, que descarten pubertad precoz y/o poliquistosis ovárica.

Alopecias traumáticas o por tracción

Ciertos hábitos de peinado o técnicas de peluquería pueden dañar el cabello, en niñas preferentemente de edad algo más avanzada. Así actuarían la utilización de secadores de pelo en los que el calor excesivo hace literalmente “hervir” el cabello, produciendo una inevitable fragilidad. Del mismo modo actúan las técnicas impuestas en cada momento por la moda y por los condicionamientos sociales o culturales: el peinado afro, el trenzado completo del cabello, el hábito de peinados tensos, que implican una tracción mantenida durante horas, sobre todo en las zonas marginales del cuero cabelludo y que, condicionarán un auténtico arrancamiento de los pelos. Con el tiempo se aprecian áreas de alopecia difusa, con cabellos troceados. Si la tracción es crónica y mantenida podría llegarse a alopecias permanentes o definitivas.

Efluvio telogénico

En algunas series pediátricas, es causa importante de caída de cabello. Generalmente, precedido por situaciones febriles.

Función del pediatra de Atención Primaria

1. En lo referente a las alteraciones ungueales, sería necesario incluir en la sistemática exploratoria de la población infantil, el examen detallado de todas las uñas para recabar información clínica de gran importancia para el diagnóstico de patologías encubiertas. Para ello, se debería familiarizar el clínico con la rica semiología ungueal.

2. El interés estético del cabello no debe hacernos olvidar su papel como marcador de enfermedades importantes. El conocimiento de la patología que tiene su expresividad con cambios capilares podría ser vital en la sospecha u orientación diagnóstica de gran número de enfermedades infantiles.

Bibliografía

Los asteriscos reflejan el interés del artículo a juicio de los autores.

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15. Al Refu K. Hair loss in children: common and uncommon causes; clinical and epidemiological study in Jordan. Int J Trichology. 2013. 5: 185-9.

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20. Ekiz O, Sen BB, Rifaiglu EN, Balta I. Trichoscopy in paediatric patient with tienea capitis: a useful method to differentiate from alopecia areata. J Eur Acada Dermatol Venereol. 2014; 28: 1255-8.

Bibliografía recomendada

Richert B, André J. Nail disorders in Children: Diagnosis and Management. American Journal of Clinical Dermatology. 2011; 12: 101-12.

Detallada revisión de las patologías ungueales en la infancia, centrando la revisión en claves diagnósticas que pueden ayudarnos a identificar las diferentes onicopatías. Estudio sistematizado. Interesante e instructiva lectura.

– García-Martín P, Hernández-Martín A, Torrelo A. Displasias ectodérmicas: revisión clínica y molecular. Actas Dermosifiliogr. 2013; 104: 451-70.

Excelente artículo de revisión por este grupo de trabajo pionero en estas dermatosis. Descienden desde la clínica a niveles genéticos y moleculares, diseccionando pormenorizadamente los diferentes procesos incluidos en estas genodermatosis. Los cambios ungueales y capilares de las displasias ectodérmicas son protagonistas de excepción en este trabajo. Excelente revisión bibliográfica. Necesaria su lectura para estar al día en esta compleja patología.

– Goldberg LJ, Castelo-Soccio LA. Alopecia: Kids are not just Little people. Clin Dermatol. 2015; 33: 622-30.

Análisis detallado de las diferentes implicaciones que tienen las patologías capilares en los niños y en los adultos. Diferente impacto psicosocial. Expresión clínica particular de la misma patología según la edad del paciente. Dispar abordaje diagnóstico y terapéutico según el grupo de edad. Se remarcan todas estas peculiaridades en este interesante trabajo.

Lancastre A, Tosti A. Role of trichoscopy in children´s scalp and hair disorders. Pediatric Dermatol. 2013. 30: 674-82.

La tricoscopía va ganando protagonismo como técnica diagnóstica muy precisa y no invasiva en todos los ámbitos de la dermatología. En este trabajo, se revisan de forma exhaustiva los criterios dermatoscópicos más útiles en la identificación de las más importantes dermatosis que afectan a la piel del cuero cabelludo y al cabello en la infancia.

 

Caso clínico

 

Niña de 10 años de edad que acude a la consulta acompañada por sus padres por haber notado diferentes cambios en las uñas de las manos y de los pies.

Semanas antes detectaron alteraciones en las uñas de los pies, en el sentido de apreciar un leve engrosamiento de algunas láminas ungueales, más concretamente de la parte distal de las mismas. Ha sido un hallazgo casual, ya que no le producen ninguna molestia. Pensaron que pudiera estar relacionado con el roce del calzado. Pocos días antes de acudir a la consulta apreciaron en las láminas ungueales de dos dedos de la mano, como que la uña “perdía” el brillo y estaba arrugada.

Antecedentes personales

Sin interés; Practica ballet con regularidad.

Antecedentes familiares

Sin interés; Dos tíos maternos de la niña están diagnosticados de psoriasis.

La madre ha tenido en su juventud episodios de lesiones en cuero cabelludo en forma de costras y enrojecimiento del cuero cabelludo.

Exploración dermatológica

Uñas de los pies: se aprecia en los primeros dedos del pie (Fig. 11), hiperqueratosis subungueal con discreta onicolisis y decoloración de la lámina de la uña. Cambios similares, pero menos manifiestos, en otras uñas de los pies.

En alguna uñas de las manos (Fig. 12), piqueteado repartido por toda la lámina junto con pérdida del brillo habitual.

A la exploración de cuero cabelludo, pequeña placa eritematosa y levemente descamativa retroauricular. Asintomática. No se habían percatado de su presencia. El cuero cabelludo restante está aparentemente normal.

No lesiones en otra localización.

Exploración general: sin datos de interés.

 

Figura 11.

Figura 12.

 

 

 

 

Trastornos de la pigmentación: lentigos, nevus y melanoma. Fotoprotección

G.M. Garnacho Saucedo
Temas de FC


G.M. Garnacho Saucedo

Servicio Dermatología. Unidad Dermatología Pediátrica. Hospital Universitario Reina Sofía, Córdoba

 

Resumen

Los nevus melanocíticos son las neoplasias más comunes en el ser humano y cada vez son más frecuentes las consultas relacionadas con su benignidad o malignidad, así como sobre la necesidad o no de su extirpación. De forma general, atendiendo al momento de aparición, los nevus melanocíticos se dividen en nevus melanocíticos adquiridos (NMA) y nevus melanocíticos congénitos (NMC). Los NMA habitualmente comienzan a aparecer después de la primera infancia (a partir de los 2 años). Posteriormente, aumentan en tamaño y número durante el resto de la infancia y la adolescencia, con un pico máximo en la tercera-cuarta década de la vida. Los NMC son aquellos presentes en el momento del nacimiento o que aparecen antes de los dos años de vida. La incidencia del melanoma, el tipo de cáncer cutáneo de mayor mortalidad, continúa aumentando, aunque en la infancia sigue siendo raro. Los melanomas en menores de 20 años constituyen solo 1-3% de todos los melanomas, y en la etapa prepuberal el 0,3-0,4% del total. Se ha demostrado que la fotoprotección adecuada, sobre todo, durante la infancia y la auto-observación son las principales medidas para luchar contra el melanoma.

 

Abstract

Melanocytic nevi are the most common tumors in humans and the reasons for consultation on their malignancy or benignity are becoming more frequent. In general, considering the time of onset, melanocytic nevi are divided into acquired melanocytic nevi (AMN) and congenital melanocytic nevi (CMN). The AMN usually appear in early childhood (from 2 years old). Then they increase in size and number during the rest of childhood and adolescence with a peak incidence in the third to fourth decade of life. CMN are those present at birth or appear before two years of life. The incidence of melanoma, the skin cancer with the highest mortality, continues to increase day by day although still rare in childhood. Melanomas under 20 account for only 1-3% of all melanomas, and in the prepubertal the 0.3-0.4% of the total. It has been shown that adequate sun protection especially during childhood and self-observation are the main measures to fight melanoma.

 

Palabras clave: Nevus melanocítico; Melanoma; Nevogénesis; Fotoprotección

Key words: Melanocytic nevi; Melanoma; Nevogenesis; Photoprotection

 

Pediatr Integral 2016; XX (4): 262-273


Trastornos de la pigmentación: lentigos, nevus y melanoma. Fotoprotección

Introducción

Las lesiones pigmentadas y, en especial, los nevus melanocíticos son las neoplasias más comunes en el ser humano.

La importancia de estas tumoraciones radica en los problemas estéticos que pueden originar (sobre todo, nevus melanocíticos congénitos gigantes que ocasionan una gran alteración estética), la posible asociación con otras malformaciones y, sobre todo, que pueden ser marcadores y, en ocasiones, precursores potenciales de melanoma. De forma general, atendiendo al momento de aparición, los nevus melanocíticos se dividen en: nevus melanocíticos adquiridos (NMA) y congénitos (NMC). Los NMA habitualmente comienzan a aparecer después de la primera infancia (a partir de los 2 años). Posteriormente, aumentan en tamaño y número durante el resto de la infancia y adolescencia, con un pico máximo en la tercera-cuarta década de la vida. A partir de este momento, comienza una lenta y progresiva involución; de tal forma que, en la vejez son escasos los nevus que podemos encontrar. Los NMC son aquellos presentes en el momento del nacimiento o que aparecen antes de los dos años de vida.

Epidemiología

Los nevus melanocíticos son muy frecuentes y la gran mayoría benignos. Entre un 0,2 y un 2,1% de los recién nacidos presenta un nevus melanocítico y, en la mayoría de los casos, de pequeño o mediano tamaño. La incidencia del melanoma, el tipo de cáncer cutáneo de mayor mortalidad, continúa aumentando, aunque en la infancia sigue siendo raro. Los melanomas en menores de 20 años constituyen solo un 1-3% de todos los melanomas, y en la etapa prepuberal el 0,3-0,4% del total. La predisposición de un individuo al desarrollo de nevus melanocíticos adquiridos parece estar relacionada con diferentes factores, entre los que se incluyen: el fototipo, la raza, la carga genética y la exposición a la luz ultravioleta. En los niños, tres factores se han visto claramente implicados en su desarrollo: la exposición solar intermitente, las quemaduras solares y la piel blanca escasamente protegida (fototipos I y II). Se ha publicado también la asociación de muchos nevus melanocíticos en niños con historia de leucemia y/o quimioterapia y, en estos casos, las lesiones suelen aparecer con más frecuencia en localizaciones acrales.

Etiopatogenia

Los nevus melanocíticos adquiridos son neoplasias benignas producidas por la proliferación de células névicas o nevocitos, melanocitos modificados que pierden su forma dendrítica y tienden a retener pigmento. Estas células se originan en la cresta neural y en la etapa fetal intraútero, migran desde allí a la piel. Existen diferentes teorías de la nevogénesis que tratan de establecer la exacta evolución de las células névicas en el proceso de formación de los nevus, sin existir ninguna definitiva. Según la actual teoría dual de la nevogénesis(1), surgida en el 2009, existiría dos vías complementarias: una endógena o constitucional y otra exógena. Tras su origen en la cresta neural, los melanocitos migrarían a la piel pudiendo llegar a la unión epidermodérmica o quedar “atrapados” en la dermis. Aquellos que quedan “atrapados” en la dermis dan lugar a nevus intradérmicos (clínicamente verrucosos) que permanecerán constantes a lo largo de la vida sin experimentar cambios y constituirían el componente endógeno. Sin embargo, aquellos que alcancen el compartimento epidérmico (más superficial) podrán multiplicarse y organizarse de dos maneras, formando nidos en la unión epidermodérmica y dermis papilar dando lugar a los nevus compuestos, o sin formar nidos distribuyéndose aisladamente por toda la unión epidermodérmica con un crecimiento lentiginoso (células aisladas en hilera) dando lugar a los nevus de la unión. Estos nevus con componente epidérmico constituirían la vía exógena, ya que representan verdaderos nevus adquiridos que se desarrollan en respuesta a factores externos como la exposición solar intermitente o los traumatismos. Se ha comprobado que la exposición solar intermitente provoca mutaciones BRAF en las células madres melanocíticas de la unión epidermodérmica, dando lugar a los nevus cuando estas células mutadas proliferan. A lo largo de su desarrollo podrán experimentar cambios e incluso malignizar.

Nuevas tecnologías

Estos nuevos conceptos han sido posibles gracias al desarrollo de nuevas tecnologías aplicadas al estudio de las lesiones melanocíticas, como la dermatoscopia o la microscopía confocal. La dermatoscopia o microscopía de epiluminiscencia es una técnica diagnóstica no invasiva que amplía la piel, de manera que hace visibles el color y la estructura de la epidermis, la unión dermoepidérmica y la dermis papilar. Con formación y experiencia, se ha demostrado que la dermatoscopia aumenta significativamente el diagnóstico clínico de las lesiones melanocíticas benignas y malignas de la piel, con una mejoría en el diagnóstico del melanoma del 10% al 27%, en comparación con los resultados obtenidos solo con la exploración clínica. De una forma resumida y breve, podemos decir que se establecen fundamentalmente 5 diferentes patrones dermatoscópicos, en los que podemos englobar las lesiones melanocíticas no acrales: reticular, globular, empedrado, homogéneo y estallido de estrellas (Fig. 1).

Figura 1. Patrones dermatoscópicos en lesiones melanocíticas no acrales: reticular, globular, empedrado, homogéneo y estallido de estrellas.

Todos estos patrones se correlacionan con una clínica y una histopatología determinada que iremos detallando.

Nevus melanocíticos adquiridos

Características clínicas y clasificación

La morfología(2) de los nevus es amplia y variada, existiendo: lesiones delgadas, parcialmente elevadas, cupuliformes, verrugosos, papilomatosos…, que pueden distribuirse ampliamente en cualquier localización de la superficie cutánea, mucosa y semimucosa.

Clásicamente(3), atendiendo a la distribución de las células névicas a nivel histológico, según la teoría de la nevogénesis de Unna, se establecen tres categorías de nevus bien definidas (Fig. 2):

Figura 2. Nevus junturales o de la unión (lesiones planas, máculas), nevus compuestos (sobreelevadas) y nevus intradérmicos. Patrones dermatoscópicos correspondientes.

1. Nevus juntural o de la unión: clínicamente, se caracteriza por ser una mácula hiperpigmentada no palpable de tamaño y color variable. La superficie es lisa conservando las líneas habituales de la piel. La forma suele ser redondeada o elíptica, simétrica, de límites regulares y bordes netos. Histológicamente, están constituidos por células névicas agrupadas en nidos pequeños o melanocitos aislados en la unión epidermodérmica. Estos nevus son los más frecuentes en las etapas medias(4) de la vida. Son las lesiones más sometidas a estímulos externos (traumatismos, radiación ultravioleta, infecciones…) y, por tanto, pueden experimentar variaciones a lo largo del tiempo, dentro de las cuales se encuentra la transformación maligna. Dermatoscópicamente, se caracterizan por un patrón reticular y, en ocasiones, homogéneo que posteriormente evoluciona a reticular. Este retículo es la expresión de la importante actividad de la unión epidermodérmica en estas lesiones.

2. Nevus compuesto: puede variar clínicamente desde una pápula ligeramente elevada a una lesión verrugosa, existiendo casos con diferentes volúmenes dentro de una misma lesión. Suelen tener folículos pilosos, en ocasiones, prominentes. Son los más frecuentes en los niños(5). Es muy característico, que durante los últimos años de la infancia y principio de la adolescencia sufran un aumento en su grosor y pigmentación llamando la atención a los padres y motivando la visita médica para su evaluación. Histológicamente, están constituidas por células névicas agrupadas en nidos de mayor tamaño localizados en la unión epidermodérmica y, en ocasiones, en la dermis papilar. Dermatoscópicamente, el patrón predominante es el patrón globular con glóbulos de mayor o menor tamaño, expresión de los diferentes nidos o tecas a distintos niveles de profundidad. En ocasiones, podemos encontrar patrones mixtos globular-reticular y globular-homogéneo dependiendo de la localización de las tecas y su tamaño.

3. Nevus intradérmico: lesión cupuliforme, sésil, escasamente pigmentada con telangiectasias superficiales, especialmente las lesiones localizadas en la cara. Pueden presentar pelos terminales prominentes en la superficie. Histológicamente, se caracteriza por estar constituido por células que han perdido la agrupación y han disminuido su capacidad de producir pigmento. Se distribuyen en la dermis papilar y reticular formando regueros de células con tendencia a la maduración neuroide. Son nevus estables que suelen permanecer sin variaciones a lo largo de la vida. Son los más frecuentes en los últimos años de la vida. Dermatoscópicamente, suelen tener un patrón en empedrado, constituido por: glóbulos muy grandes, angulados, densos de diferentes formas y tamaños.

Además de los NMA comunes o vulgares comentados anteriormente, existen nevus con identidad propia (Fig. 3), con características especiales que los hacen diferentes al resto y constituyen una verdadera entidad independiente.

Figura 3. Figura resumen de los diferentes tipos de nevus especiales.

Entre ellos, encontramos los siguientes:

Nevus de Spitz-Reed. Podría considerarse(6) un tipo de nevus compuesto que aparece con mayor frecuencia en los niños y adultos jóvenes, sobre todo, en las dos primeras décadas de la vida. Clínicamente, puede manifestarse de diferentes formas, siendo quizás la variedad más común, aquella caracterizada por una pápula o nódulo tumoral solitario, firme, redondeada, sin pelo, de superficie lisa y de color rojo o marrón rojizo. El color blanquea a la vitropresión, por la gran vascularización que posee, y muestra una pigmentación melánica residual que permite el diagnóstico diferencial con otras lesiones rojas como el granuloma piogénico o el xantogranuloma juvenil. Algunas lesiones, particularmente aquellas localizadas en las extremidades, son de color marrón oscuro intenso o incluso negro y son estas lesiones las que más alarman a médicos y pacientes por su diagnóstico diferencial con el melanoma. En ocasiones, adoptan una morfología atípica con diferentes tonos de color dentro de la misma lesión, superficie cutánea erosionada y bordes irregulares. Es de crecimiento rápido durante 3-6 meses, lo cual suele resultar bastante alarmante, y durante este tiempo puede sangrar debido al adelgazamiento de la epidermis, y causar prurito o dolor que suele ser transitorio, permaneciendo estable posteriormente. Se localiza preferentemente en: cara, sobre todo en mejillas, y en piernas, respetando siempre palmas, plantas y mucosas. La dermatoscopia es una técnica que ha mejorado mucho el diagnóstico de los nevus de Spitz, en concreto la variante pigmentada, recogiéndose cifras en la literatura que van de un 56% a un 93% de exactitud diagnóstica. Se han descrito dos principales patrones dermatoscópicos: globular y estallido de estrellas que suelen ser estadios evolutivos de una lesión en crecimiento. Su manejo es aún motivo de debate entre diferentes expertos. Muchos recomiendan su extirpación sistemática basándose en su comportamiento biológico incierto, existiendo casos de potencial agresivo con afectación de ganglios linfáticos regionales. Otros, sin embargo, abogan por “esperar y ver”, reservando la escisión quirúrgica para lesiones de formas muy atípicas o que experimenten cambios bruscos. En nuestra práctica clínica habitual, solemos extirpar todos los nevus de Spitz palpables (pápulas y nódulos), los que aparecen en niños mayores de 13 años peri puberales y los que son clínicamente atípicos. En cuanto a las lesiones planas de morfología típica en niños prepuberales, podría contemplarse la posibilidad de observación sin que este sea un hecho carente de discusión o polémica (Fig. 4).

Figura 4. Algoritmo de toma de decisiones en los nevus de Spitz. Gerardo Ferrara, Iris Zalaudek, Imma Savarese, Massimiliano Scalvenzi, Giuseppe Argenziano. “Pediatric Atypical Spitzoid Neoplasms: A Review with Emphasis on ‘Red’ (‘Spitz’) Tumors and ‘Blue’ (‘Blitz’) Tumors”. Dermatology 2010; 220:306–310.

Halo nevus de Sutton. Se caracteriza por ser un nevus rodeado de un halo simétrico y regular de piel despigmentada. Son lesiones muy frecuentes, sobre todo, en niños mayores y adolescentes con una media de edad de 15 años y sin diferencias entre sexos. Suelen localizarse en la parte alta de la espalda y hasta en un 25-50% de los pacientes son lesiones múltiples. El halo puede progresar hasta despigmentar por completo al nevus y hacerlo desaparecer en un periodo que oscila entre unos pocos meses a varios años. El área despigmentada residual tiende a recuperar el color normal con el paso del tiempo. En otras ocasiones, el nevus persiste. La causa de la pérdida espontánea de la pigmentación es desconocida, pero parece estar relacionada con una destrucción inmunológica de los melanocitos. Apoyando esta hipótesis, está el hecho de que algunos pacientes pueden desarrollar vitíligo. También, se ha demostrado su relación con el melanoma y los nevus atípicos, apareciendo abundantes halo nevus en pacientes con melanoma oculto, pero este hecho es propio de adultos y excepcional durante la infancia.

Nevus de Meyerson. Consiste en un fenómeno benigno, por el cual una reacción inflamatoria eczematosa se desarrolla sobre y alrededor de un nevus melanocítico. Como todo eczema, se acompaña de prurito y descamación superficial. Es una lesión muy frecuente en niños con dermatitis atópica o psoriasis y el tratamiento consiste en tratar el eczema sin que exista la necesidad de extirpar el nevus.

Nevus en diana o escarapela. Es un tipo morfológico de nevus típico de pacientes jóvenes y caracterizado por la existencia, dentro de la lesión, de tres zonas bien delimitadas: una zona central pigmentada, otra zona que la rodea más clara y otra externa nuevamente hiperpigmentada, siempre simétrica y de distribución regular del color. Por lo demás, es una lesión benigna sin mayor riesgo de malignización, por lo que únicamente requiere observación sin necesidad de extirpación.

Nevus lentiginoso o moteado de Spilus. Se trata de la asociación de un acúmulo de nevus junturales lentiginosos o compuestos, agrupados sobre una mancha café con leche. En ocasiones, en fototipos altos puede no apreciarse el componente macular de base, y en otras circunstancias ser la única lesión existente. La lesión en su conjunto puede mostrar una forma redondeada y pequeña de escasos centímetros o ser muy extensa pudiendo alcanzar hasta los 20 cm de diámetro distribuyéndose en forma de cuadrantes. Suele ser adquirido, manifestándose por primera vez en las últimas etapas de la lactancia o primera infancia, pero en algunos casos son congénitos. En ocasiones, aparece primeramente la lesión macular de fondo, confundiéndose con una mancha café con leche y, posteriormente, se va cubriendo de lesiones melanocíticas superpuestas de escaso tamaño. Se presenta en poco menos que el 0,2% de los recién nacidos, en el 1 al 2% de los niños de edad escolar y en el 2% de los adultos, afectando por igual a ambos sexos y a todas las razas. Pueden aparecer en cualquier zona anatómica de la cara, tronco y extremidades, sin relación con la exposición solar. Persiste de forma indefinida. Existen varios casos asociados a melanoma, por lo que es importante su estrecho seguimiento y si aparecen cambios o atipias, proceder a su biopsia o extirpación.

Nevus acrómico o despigmentado. Consiste en un área bien circunscrita y localizada de hipopigmentación de diferentes morfologías. Existe una forma segmentaria de distribución unilateral en cuadrantes o por las líneas de Blaschko, sin cruzar nunca de forma característica la línea media que denominamos mosaicismo hipopigmentado. El pelo dentro del nevus acrómico puede estar también despigmentado y los márgenes de la lesión pueden ser irregulares o serrados. Puede aparecer al nacimiento o en los primeros años de la vida, localizándose en cualquier región de la superficie corporal, siendo las más afectadas tronco y extremidades, sobre todo, espalda y nalgas, seguidas de tórax y abdomen, respetando: palmas, plantas y mucosas. Es importante destacar, que nunca van precedidas de un componente inflamatorio o lesión cutánea previa, pues de lo contrario estaríamos ante una lesión hipopigmentada residual y no de un nevus acrómico. Son más evidentes en verano y en los pacientes de piel oscura, siendo muy poco llamativos en los de piel clara durante el invierno. De la misma manera, pero en el sentido opuesto, podemos encontrar nevos hipercrómicos o hiperpigmentados. Aunque, en ocasiones, plantea difíciles diagnósticos diferenciales, se suele distinguir fácilmente de la esclerosis tuberosa segmentaria (asociada con frecuencia con otras máculas hipomelanóticas, con diferentes manifestaciones cutáneas y con un compromiso neurológico), del vitíligo (amelanótico y adquirido) y del nevus anémico (presentan enrojecimiento periférico frente a estímulos mecánicos como el frotado de la lesión).

Manejo clínico y signos de alarma

La mayoría de los motivos(7) de consulta de nuestra práctica diaria en relación a la patología melanocítica están relacionados con su apariencia cosmética, sintomatología reiterada (foliculitis subnévicas, irritaciones, prurito…) o dudas sobre su potencial de malignización. La mayoría de los nevus melanocíticos no precisan tratamiento y un buen seguimiento es más que suficiente para estar tranquilos y convencidos de su benignidad. En el pasado, muchos autores abogaban por la eliminación profiláctica sistemática de todas las lesiones pigmentadas de determinadas localizaciones: palmas, plantas y genitales, suponiendo un mayor riesgo de transformación maligna en estas zonas. Hoy día, se sabe que este hecho estaría injustificado y que la histología más atípica de estas lesiones es propia de su localización (continuamente sometida a traumatismos) sin que ello suponga un mayor poder de degeneración maligna. Podríamos realizar la extirpación profiláctica de lesiones únicas en las anteriores localizaciones, si se distribuyen en zonas de difícil acceso o visualización, que dificulten su control y seguimiento (sobre todo, en genitales) o lesiones aisladas en pacientes no colaboradores ni concienciados que incluso no acuden a las visitas, por su seguridad.

Aunque la posibilidad de malignización de un nevus adquirido es muy baja (tasa de transformación anual de un nevus en melanoma es de un 0,0005% para individuos menores de 40 años), ante cualquier duda o cambio brusco y sospechoso observado debe procederse a su extirpación y consiguiente estudio histológico. Existen una serie de cambios, en ocasiones, súbitos, que pueden sufrir los nevus sin que ello suponga malignización y que son importantes de conocer. En general, estos cambios no malignos suelen afectar a todos los nevus de un individuo o al conjunto de ellos que se hallan expuestos al mismo agente responsable de un cambio y al cabo de un tiempo (7 o 10 días) suelen volver a su situación basal. Un nevus puede cambiar en el color, en el tamaño y superficie, puede aparecer dolor, prurito, ulceración o sangrado y ser debido a causas fisiológicas o por agentes concretos, como es muy frecuente en la administración sistémica de glucocorticoides, o factores locales como: la exposición solar, los traumatismos, enfermedades ampollosas, foliculitis, traumatismos, trombosis en los pediculados, quistes epidérmicos…

A la hora de evaluar las lesiones pigmentadas de nuestros pacientes sería útil aplicar la conocida regla del ABCD(8), que habitualmente solemos ampliar a EFGHI como queda resumido en la Tabla I.

Hemos de considerar también, el número de lesiones o carga melanocitaria. Aunque un paciente tenga todos los nevus de morfología típica (ABCD) si posee un alto número (más de 50 o 100 nevus) tiene mayor riesgo de desarrollar melanoma por el simple hecho de que tiene más probabilidades por tener mayor número de lesiones. Estos pacientes deberán seguirse estrechamente en una unidad de lesiones pigmentadas de un servicio de dermatología, con dermatoscopia digital, ya que es muy difícil detectar cambios simplemente con la exploración física.

Es importante recoger en la historia clínica, los antecedentes familiares de cáncer, ya sea cutáneo o extracutáneo, (páncreas, vejiga, neoplasias hematológicas…) y, dentro de los cutáneos, melanoma o no melanoma, así como antecedentes personales y familiares de nevus displásicos confirmados histológicamente.

Teniendo en cuenta todos los factores expuestos con anterioridad, se consideran dos fenotipos de nevus melanocíticos, recogidos en la tabla II.

Diagnóstico diferencial

Los nevus deben diferenciarse de otras lesiones englobadas bajo los términos de hiperplasias melanocíticas epidérmicas y melanosis dérmicas circunscritas. En el primer grupo, el número de melanocitos es normal, pero estos son más grandes o contienen mayor cantidad de melanina y no existe riesgo de malignización. En el segundo grupo, los melanocitos se hayan profundos en la dermis, por lo que son de color azul característico. Sus características clínicas se resumen en la tabla III.

Nevus melanocíticos congénitos

Características clínicas y clasificación

Clínicamente, se manifiestan como máculas de color marrón claro o rosado en el recién nacido. Durante los años siguientes, aumentan su tamaño, proporcionalmente al crecimiento del niño, se oscurecen y desarrollan pelos terminales. Tienden a engrosarse y arrugarse con el tiempo y pueden aparecer nódulos proliferativos generalmente benignos. En las lesiones grandes y gigantes, pueden ocurrir ulceraciones y erosiones sin que este hecho indique malignidad. Son frecuentes las variaciones en el color, lo que supone una dificultad adicional para su seguimiento y para apreciar cambios sugestivos de malignidad. Suelen localizarse, por orden decreciente, en: tronco, extremidades y cabeza, adoptando, en ocasiones, una morfología curiosa («en bañador», «en capelina», etc.). Además, presentan con frecuencia nevus melanocíticos «satélites» más pequeños en su vecindad. Se dividen clásicamente(9) en tres grupos, según el tamaño (Fig. 5) que alcanzarán en la edad adulta: pequeños (<1,5 cm de diámetro), medianos (1,5-20 cm de diámetro, son el grupo más numeroso, constituyendo el 70% de los nevus melanocíticos congénitos), grandes (>20 cm de diámetro o que midan la medida de la palma de la mano del paciente en la cara y cuero cabelludo o el doble de la palma de la mano en abdomen y tórax; son infrecuentes, presentándose en 1 de cada 20.000 nacidos vivos) y gigantes (>40-50 cm de diámetro. Nevus vestimentarios que, por su extensión, cubren toda una parte del cuerpo. Son los más raros, detectándose en 1 de cada 500.000 recién nacidos). Según la última clasificación(10) de consenso, también deben registrarse las siguientes características morfológicas de los NMC: coloración heterogénea, rugosidad en la superficie, nódulos dérmicos o subcutáneos e hipertricosis asociada.

Figura 5. Nevus melanocíticos congénitos mediano y gigante vestimentario en capellina.

Manejo clínico y signos de alarma

Los nevus melanocíticos congénitos, especialmente los gigantes, pueden asociarse a otras anomalías extracutáneas resumidas en la tabla IV(11).

Los dos problemas que generan los nevus melanocíticos congénitos, además de las asociaciones anteriores, son su potencial de malignización (directamente proporcional al tamaño) y la alteración estética, especialmente los gigantes. Los pacientes con nevus melanocíticos poseen un mayor número de melanocitos de lo normal y, por ello, presentan una probabilidad mayor de que alguno de ellos malignice. Se desconoce(12) la verdadera incidencia de la malignización y, aunque son muchos los trabajos que han intentado cuantificarla, los resultados no son homogéneos y tampoco aclaran la actitud terapéutica más adecuada que debemos seguir(13). Los últimos estudios sugieren que el riesgo de malignización es mucho más bajo del que se pensaba, en torno a un 0,7%-5%, y que afecta principalmente a lesiones de gran tamaño, nevus gigantes y los localizados en la línea media. La aparición de melanoma no siempre ocurre sobre el nevus congénito, sino que, en ocasiones, pueden aparecer sobre lesiones parcial o totalmente extirpadas e incluso alejadas de la lesión névica (músculos, peritoneo, fascia o SNC), y la extirpación radical de la lesión no elimina el riesgo de malignización. Por todo ello, la cirugía profiláctica está cada vez más en duda. Tras los últimos estudios y publicaciones, sobre todo, a partir del 2006, se observa que las etapas críticas de la malignización son: la edad escolar y la adolescencia, no los primeros años de la vida.

Como se deduce, no está todavía todo dicho sobre los nevus melanocíticos congénitos, ni se puede establecer aún un protocolo de seguimiento y tratamiento universal, sino que debemos enfrentarnos a cada paciente de forma individualizada, no olvidando que un buen seguimiento es imprescindible en todos los casos y considerando el riesgo de malignización, el resultado estético o funcional y simultáneamente el riesgo quirúrgico. En general, la actitud debería ser conservadora sin la extirpación rutinaria de todas las lesiones salvo que existan criterios clínicos o dermatoscópicos que así lo indiquen. Existen una serie de situaciones que podrían apoyar de forma relativa una extirpación profiláctica sin estar exenta de críticas y opiniones (Tabla V).

En los nevus de pequeño y mediano tamaño, la situación es más controvertida aún. Aunque algunos estudios sugieren que existe un mayor riesgo de degeneración, otros no lo indican. En cualquier caso, un abordaje multidisciplinar (pediatra, dermatólogo, radiólogo y cirujano plástico) y hacer a los padres partícipes de la toma de decisiones, mostrando los pros y contras de cada opción, facilitaría el manejo de estos pacientes y debe ser la actitud que hemos de perseguir.

Melanoma

El melanoma en la infancia(14) es raro, sobre todo, en la etapa anterior a la pubertad. La incidencia en niños y adolescentes menores de 15 años es de 1/millón. El melanoma supone el 15% de todos los cánceres entre los 15 y los 19 años y solo el 1,2% en los menores de 15 años.

Es un tema controvertido y del que aún queda mucho que aclarar, ya que no hay grandes series de casos. No se sabe mucho de sus factores pronósticos(15) ni comportamiento biológico. Puede aparecer de “novo” o sobre un nevus preexistente (más frecuente que en adultos), sobre todo, en los nevus melanocíticos congénitos grandes y gigantes. Los niños afectos de melanoma tienen un riesgo de desarrollar una segunda neoplasia que se estima en un 15%. Los factores de riesgo quedan recogidos en la tabla VI(16-18).

El melanoma infantil puede dividirse en cuatro grupos de edad:

1. Congénito (desde la fase intraútero hasta el nacimiento): cerca del 60% se desarrollan a partir de nevus melanocíticos congénitos medianos o gigantes. Un porcentaje pequeño lo constituyen casos de transmisión transplacentaria de un melanoma materno.

2. Infantil 1ª infancia (desde el nacimiento hasta el primer año de vida).

3. Infantil 2ª infancia (desde el primer año de vida a la pubertad).

4. Adolescente (tras la pubertad).

Habitualmente, el melanoma se presenta como una pápula o nódulo de rápido crecimiento, marrón oscuro o negro, aunque se pueden ver otros colores como rojo, azul o blanco. También existe la posibilidad de melanoma amelanótico, de color eritematoso y sin pigmento. Suelen ser lesiones asimétricas (Fig. 6), de bordes irregulares, coloración no homogénea en toda la lesión y grandes >10mm (criterios ABCD). Sangrado, prurito, ulceración, erosión y dolor pueden estar presentes y son cambios relevantes a tener en cuenta, sobre todo, si son recientes (en varias semanas o meses).

Figura 6. Melanoma de extensión superficial sobre nevus atípico en paciente de 13 años. Lesión asimétrica, de bordes irregulares con entrantes y salientes, coloración no homogénea y diámetro mayor de 6 mm.

Las localizaciones más frecuentes, al igual que en adultos, son: tronco y extremidades. Existen varias formas clínico-histológicas: melanoma de extensión superficial (forma más frecuente en la infancia. Suele tener lesión precursora o nevus previo), lentigo maligno melanoma (no existe en la edad infantil), melanoma nodular (forma más peligrosa, ya que su crecimiento es más rápido y se diagnostica tarde), melanoma lentiginoso acral (palmas, plantas o aparato ungueal) y otros (mucosas, amelanótico, desmoplásico, spitzoide, nevoide…).

El pronóstico del melanoma en niños, es superponible al melanoma que aparece en los adultos. El factor pronóstico más importante es el espesor tumoral o índice de Breslow, por lo que el único factor que aumenta la supervivencia hoy día es el diagnóstico precoz. El tratamiento es la cirugía del tumor primario con posterior ampliación de márgenes. En función del estadio el paciente, se podrá beneficiar de tratamiento adyuvante o paliativo con interferón alfa-2B y algunos regímenes de mono o poliquimioterapia. Actualmente, se están llevando a cabo diferentes ensayos clínicos con nuevas moléculas biológicas selectivas para el tratamiento del melanoma metastásico, que probablemente serán el futuro.

Fotoprotección

En los niños, tres factores se han visto claramente implicados en el desarrollo de nevus melanocíticos: exposición solar intermitente, quemaduras solares y piel blanca escasamente protegida (fototipos I y II).

Es por ello, de gran importancia, la educación a la población infantil en hábitos de exposición solar saludable (campañas) y su modificación de actitudes con respecto al sol, el bronceado y la fotoprotección(19) (tanto en lo que se refiere al uso de ropas y otras medidas físicas como la utilización de cremas protectoras).

Los fotoprotecores son aquellas sustancias que absorben y filtran la radiación UV. En la actualidad, también hay sustancias (vitamina C y E, carotenoides, polifenoles del té verde, flavonoides…) que actúan previniendo o reparando los daños inducidos por las radiaciones solares, lo que inactiva los radicales libres que se producen y que están involucrados en el envejecimiento, el cáncer de piel y la nevogénesis. Su uso correcto es fundamental para que sea efectivo. La mayor efectividad del fotoprotector se consigue aplicándolo de 15 a 30 minutos antes de la exposición solar y reaplicándolo cada 2 horas en las zonas fotoexpuestas o tras actividades físicas intensas que puedan eliminarlo de la piel (un secado enérgico puede eliminar hasta un 85% del producto). La reaplicación tras la inmersión en agua es necesaria siempre. El número del filtro solar (FPS) es un índice que significa el grado de protección que aporta una pantalla solar en el espectro entre 290 y 340 nm. Indica el tiempo durante el cual el producto nos protege en la exposición solar sin riesgo de tener quemaduras. Como depende de la cantidad de producto que se utilice, en muchas ocasiones, el valor del FPS verdadero o real no llega al 50 o incluso al 20% del indicado en la etiqueta del producto, por eso es tan importante insistir en que la cantidad de producto a aplicar sea la adecuada (regla del dedo). El FPS mide, sobre todo, la protección frente a UVB. En la Unión Europea, el método más usado para la medición del mismo es COLIPA.

Los fotoprotectores ante todo deben ser seguros, sobre todo, en la infancia. Los fotoprotectores químicos u orgánicos son muy variados. Lo ideal es utilizar aquellos que absorben radiación UVB y UVA como el Tinosorb M o Tinosorb S. Son filtros en general incoloros y cosméticamente muy aceptables, aunque presentan un mayor riesgo de reacciones alérgicas de contacto que las pantallas minerales o físicas.

Los fotoprotectores físicos, inorgánicos o minerales actúan como una barrera física. Se consideran muy seguros. Contienen pequeñas partículas de: dióxido de titanio, óxido de zinc, óxido de hierro, óxido de magnesio, mica, talco, caolín, ictamol o calamina. No son irritantes ni sensibilizantes, sin embargo, cosméticamente son algo peores, ya que la piel puede tornarse blanquecina al aplicarlos. Con las nuevas formulaciones micronizadas se ha mejorado enormemente este último aspecto y se ha eliminado la apariencia de “pasta blanca”. Se suelen usar combinaciones de varios para proporcionar estabilidad, seguridad y efectividad. Existen también fotoprotectores orales que podrían complementar a los tópicos como son: los betacarotenos, el polipodium leucotomos, las combinaciones de antioxidantes orales…, sin embargo, no hay estudios de eficacia en niños.

La FDA no recomienda la aplicación de fotoprotectores en niños menores de 6 meses, para evitar hipotéticos problemas de toxicidad secundarios a la mayor absorción de la piel del neonato. En mayores de 6 meses, los fotoprotectores que deben usarse deben tener un factor de protector mayor o igual a 25, deben proteger frente a las radiaciones UVA y UVB y, si fuese posible, infrarrojos y luz visible, deben ser lo más resistentes al agua posibles, al sudor, frotamiento y deben tener texturas lo más hidratantes y cosméticas posibles. No deben contener PABA (ácido paraaminobenzóico) ni benzofenonas, como la oxibenzona. Hay que aplicarlos generosamente, de 15 a 30 minutos antes de la exposición solar y reaplicarlos en las zonas fotoexpuestas de 15 a 30 minutos después de comenzada la exposición solar y, posteriormente, cada 2 horas o al bañarse, al frotarse con la toalla o al sudar excesivamente.

También es importante, entrenar a los pacientes y sus familias en la autovigilancia (detectar lesiones nuevas, cambios de lesiones preexistentes, signos de alarma…) y derivar a aquellos pacientes de especial riesgo a un servicio de dermatología(20), donde se pueda realizar un seguimiento más estrecho y controlado gracias a los nuevos avances en dermatoscopia y seguimiento digital dermatoscópico.

Bibliografía

Los asteriscos reflejan el interés del artículo a juicio del autor.

1.* Pellacani G, Scope A, Ferrari B, et al. New insights into nevogenesis: In vivo characterization and follow-up of melanocytic nevi by reflectance confocal microscopy. J Am Acad Dermatol. 2009; 61: 1001-13.

2.* Zalaudek I, Manzo M, Savarese I, Docimo G, Ferrara G, Argenziano G. The morphologic universe of melanocytic nevi. Semin Cutan Med Surg. 28: 149-56.

3.*** Schaffer J. Update on melanocytic nevi in children. Clinics in Dermatology. 2015; 33: 368-86.

4.** Westhafer J, Gildea J, Klepeiss S, et al. Age distribution of biopsied junctional nevi. J Am Acad Dermatol. 2007; 56: 825-7.

5.** Aguilera P, Puig S, Guilabert A, et al. Prevalence study of nevi in children from Barcelona. Dermatology. 2009; 218: 203-14.

6.** Ferrara G, Zalaudek I, Savarese I, et al. Pediatric Atypical Spitzoid Neoplasms: A Review with Emphasis on ‘Red’ (‘Spitz’) Tumors and ‘Blue’ (‘Blitz’) Tumors. Dermatology. 2010; 220: 306-10.

7.* Luelmo Aguilar J. Melanocyte nevus in childhood. An Esp Pediatr. 2001; 54: 477-83.

8.* Rubegni P, Cevenini G, Burroni M, et al. Objetive follow up of atypical melanocytic skin lesions: a retrospective study. Arch Dermatol Res. 2010; 302: 551-60.

9.*** Monteagudo B, Labandeira J, Acevedo A, et al. Prevalence and clinical features of congenital melanocytic nevi in 1000 spanish newborns. Actas Dermosifiliogr. 2011; 102: 114-20.

10. Price H, O´Haver J, Marghoob A, et al. Practical Application of the New Classification Scheme for Congenital Melanocytic Nevi. Pediatric Dermatology. 2015 (32); 1: 23-7.

11.* Shah K. The risk of melanoma and neurocutaneous melanosis associated with congenital melanocytic nevi. Semin Cutan Med Surg. 2010; 29: 159-64.

12.** Paradela S, Fernández-Torres R, Fonseca E. Controversial issues in congenital nevi. Actas Dermosifiliogr. 2009; 100: 548-61.

13.*** Price HN, Schaffer JV. Congenital melanocytic nevi when to worry and how to treat: facts and controversies. Clinics in Dermatology. 2010; 28: 293-302.

14.* Melinda Jen, Michael Murphy, Jane M. Grant-Kels. Childhood melanoma. Clinics in Dermatology. 2009, 27: 529-36.

15.*** Paradela S, Fonseca E, Pita-Fernández S, et al. Prognostic Factors for Melanoma in Children and Adolescents. Cancer. 2010, 15: 4334-44.

16. Psaty EL, Scope A, Halpern AC, Marghoob AA. Defining the patient at high risk for melanoma. International Journal of Dermatology. 2010, 49: 362-76.

17.* Avilés JA, Lázaro P, Fernández LP, et al. Phenotypic and Histologic Characteristics of Cutaneous Melanoma in Patients with Melanocortin-1 Receptor Polymorphisms. Actas Dermosifiliogr. 2011.

18.*** Nagore E, Botella-Estrada R, Requena C, et al. Clinical and epidemiologic profile of melanoma patients according to sun exposure of the tumor site. Actas dermosifiliogr. 2009; 100: 205-11.

19.*** Valdivielso M, Herránz JM. Actualización en fotoprotección infantil. An Pediatr (Barc.). 2010; 72: 282.e1-e9.

20.* Stratigos A, Katsambas A. The value of screening in melanoma. Clinics in Dermatology. 2009; 27: 10-25.

Bibliografía recomendada

Antonio Torrelo. Nevus y trastornos del desarrollo. En: Antonio Torrelo. Dermatología en Pediatría General. Aula Médica. 2007. Madrid. Pág: 39-58.
Estupendo capítulo de libro, con conceptos claros y concisos sobre esta patología.

Hernández A, Torrelo A. Recent data on the risk of malignancy in congenital melanocytic nevi: the continuing debate on treatment. Actas Dermosifiliogr. 2008; 99: 185-9.
Magnífica revisión y puesta al día de dos de nuestros más expertos dermatólogos pediátricos españoles.

Cutaneous tumors and tumor syndromes. En: Amy Paller and Anthony Mancini. Hurwitz. Clinical pediatric dermatology. A textbook of skin disorders of childhood and adolescence. 3ª Edición. Elsevier. 2006.
Capítulo de monografía en lengua inglesa muy concisa, pero con buenos esquemas y guías de diagnóstico diferencial.

Schaffer J. Update on melanocytic nevi in children. Clinics in Dermatology. 2015; 33: 368-86.
Maravillosa puesta al día en nevus melanocíticos congénitos y adquiridos, así como en melanoma.

Valdivielso M, Herránz JM. Actualización en fotoprotección infantil. An Pediatr (Barc.). 2010; 72: 282.e1-e9.
Actualización completa y detallada y en español sobre fotoprotección en la infancia.

 

Caso clínico

 

Paciente de 10 años de edad, sin antecedentes personales ni familiares de interés, que consultaba por la aparición súbita de lesión pigmentada en la zona del talón de la planta del pie derecho de 24-48 horas de evolución. El paciente refería molestias en esa zona e incluso sangrado. A la exploración, el paciente, de fototipo III, presentaba escasos nevus en tronco y extremidades (<20) de características clínicas típicas: simétricos, bordes regulares, coloración homogénea y marrón uniforme (acorde con el fototipo) y diámetro escaso. Destacaban 3 lesiones en la planta del pie derecho. Dos de ellas (superior e inferior) las tenía desde hacía años, eran lesiones simétricas, de bordes regulares, coloración homogénea marrón en toda su superficie y diámetro 0,6 mm. La lesión nueva y por la que consultaba el paciente estaba cercana a la inferior, era algo asimétrica, bordes regulares y diferentes colores (marrón claro, oscuro y rojo).

 

 

Principios de la terapéutica médica dermatológica

R. de Lucas*, L. Noguera Morel**, P. Maldonado Cid**, M. Feito Rodríguez***
Regreso a las bases


R. de Lucas*, L. Noguera Morel**, P. Maldonado Cid**, M. Feito Rodríguez***

*Jefe de Sección de Dermatología Pediátrica. **Médicos Residentes. Dermatología. ***Adjunto de Dermatología Pediátrica. Hospital Infantil Universitario La Paz. Madrid

 

Pediatr Integral 2012; XVI (4): 332.e1-332.e5

Recibido: mayo de 2012

Disponible en Internet desde el 30 de junio de 2012

 


Principios de la terapéutica médica dermatológica

 

Introducción

Aunque actualmente para el tratamiento de las enfermedades dermatológicas, existen numerosas opciones terapéuticas, preparaciones prefijadas disponibles en el mercado tanto tópicas como sistémicas. Es importante que el médico antes de escoger, tenga claro algunos principios fundamentales, para poder realizar el tratamiento tópico de una manera eficaz, eficiente y sin efectos secundarios.

En el tratamiento de las lesiones cutáneas existen múltiples posibilidades:

a. Terapias tópicas.

b. Terapias sistémicas, tanto orales como inyectables.

c. Tratamiento quirúrgico, y

d. Terapias físicas, como los rayos UV, láser, etc.

El objetivo de este apartado es comentar el uso de las terapias habituales en Atención Primaria de niños, tanto tópicas como sistémicas, de las patologías más frecuentes(1).

El texto completo únicamente está disponible en:
www.pediatriaintegral.es del año 2012; XVI(4): 332.e1-332.e5

 

 

 

Manifestaciones cutáneas de las enfermedades sistémicas en Pediatría

E. Fonseca Capdevila*, R.M. Fernández Torres*, M. Mazaira Fernández**
Regreso a las bases


E. Fonseca Capdevila*, R.M. Fernández Torres*, M. Mazaira Fernández**

*Servicio de Dermatología. Complejo Hospitalario Universitario de La Coruña,
**Servicio de Dermatología. Hospital Universitario Infanta Cristina, Parla (Madrid)

 

Pediatr Integral 2016; XX (3): 194–202


Manifestaciones cutáneas de las enfermedades sistémicas en Pediatría

La piel y las mucosas dermopapilares son el asiento exclusivo o preferente de numerosas enfermedades, tanto durante la infancia como en la vida adulta. Además, la piel y las mucosas pueden alterarse como consecuencia de la mayoría de las enfermedades sistémicas, siendo muchas veces estas, manifestaciones claves para el diagnóstico y tratamiento del proceso de base. Su conocimiento es, por tanto, esencial para el pediatra y para el dermatólogo.

Prurito

El prurito es una sensación subjetiva que provoca la necesidad de rascarse. Puede ser secundario a enfermedades dermatológicas o de causa sistémica, en cuyo caso puede no haber alteraciones cutáneas o haber solo signos de rascamiento, como excoriaciones, liquenificación, lesiones tipo prurigo o uñas pulidas.

La lista de procesos que pueden causar prurito es muy extensa (Tabla I), pero lo más frecuente es que el prurito en los niños se deba a: dermatitis atópica, sarna, parasitosis, picaduras de insectos, urticaria y sudamina.

Púrpura

La púrpura es una extravasación de hematíes a la piel, que puede ser debida a trastornos hematológicos, de la coagulación o de los vasos sanguíneos (Tabla II). Esto da lugar a lesiones que se clasifican en función de su tamaño como petequias (tamaño de 2-3 mm), equimosis (máculas de mayor tamaño, en relación con traumatismos leves) y contusiones (lesiones hemorrágicas que afectan al tejido celular subcutáneo, causadas por traumatismos más intensos).

Púrpura de Schönlein-Henoch

Es una vasculitis multisistémica que predomina en vasos de pequeño calibre, con predilección por afectar a piel, intestino, riñón y articulaciones.

Se ve casi exclusivamente en la infancia, con una incidencia anual de unos 10 casos por 100.000 niños. Suele ocurrir en niños entre 5 y 15 años, con un pico de incidencia en torno a los 6 años, pero hay casos en niños menores y en adultos.

Aunque la patogenia es desconocida, se ha relacionado con numerosos desencadenantes, principalmente infecciones, lo que está apoyado por el hecho de que es más prevalente en primavera y otoño. Además, parece desempeñar un papel la IgA, que se deposita en las paredes de los vasos sanguíneos de pequeño tamaño.

La manifestación cutánea más característica es la púrpura palpable, que está presente en todos los casos en algún momento de la enfermedad. Típicamente, se localiza en las extremidades inferiores, de forma simétrica, aunque también puede afectar a las extremidades superiores y la cara.

El segundo signo más frecuente es la artritis, autolimitada y no deformante, que se detecta en el 80% de los pacientes. Las articulaciones implicadas con mayor frecuencia son: las rodillas, los tobillos, las muñecas y las articulaciones del pie.

La manifestaciones gastrointestinales consisten en dolor abdominal cólico, acompañado de vómitos y, en algunos casos, se puede complicar con intususcepción, casi siempre de localización ileocecal.

Tanto los síntomas gastrointestinales como la artritis pueden preceder al rash cutáneo. Sin embargo, la nefritis es raro que aparezca antes de las manifestaciones cutáneas. Esta se manifiesta como hematuria microscópica, que puede llegar a ser macroscópica y es la alteración que condiciona el pronóstico.

La mayoría de pacientes se recuperan en 3-6 semanas, aunque un 30-40% recaerá durante los primeros doce meses. Puesto que se trata de una enfermedad autolimitada, el tratamiento no suele ser necesario, siendo suficientes medidas de soporte con antiinflamatorios no esteroideos, reposo y alivio del dolor.

Edema hemorrágico agudo de la infancia (Enfermedad de Finkelstein)

También llamado púrpura postinfecciosa en escarapela, es una variante benigna de vasculitis leucocitoclástica que afecta a niños de 4 meses hasta 2 años de edad que han pasado una infección reciente, habitualmente de vías respiratorias.

Las manifestaciones cutáneas más frecuentes son similares a la púrpura de Schönlein-Henoch y consisten en edema y púrpura de las extremidades y la cara, respetando el tronco. Las lesiones pueden ser dolorosas y dar lugar a la formación de ampollas y necrosis. Como norma, no hay alteraciones viscerales ni afectación del estado general, salvo ligera febrícula, aunque hay descritos casos de: dolor articular, diarrea sanguinolenta, melenas, intususcepción intestinal o afectación renal con hematuria microscópica y proteinuria leve y transitoria.

Se resuelve en 2-3 semanas espontáneamente, aunque puede estar indicado el tratamiento antibiótico cuando existe evidencia de una infección como desencadenante.

Vasculitis en relación con infecciones

Parte de los cuadros de vasculitis cutánea autolimitados, en niños en los que no se encuentra un desencadenante, probablemente estén relacionados con infecciones víricas.

Se han descrito casos de vasculitis en el contexto de mononucleosis infecciosa, en la infección por eritrovirus y por VIH. La vasculitis asociada a crioglobulinemia mixta secundaria a infección por VHC, VHB o mononucleosis infecciosa es rara en la infancia.

La purpura fulminans es una complicación potencialmente mortal que se desarrolla en el contexto de sepsis por gram negativos, en especial el meningococo. Da lugar a la formación de zonas necróticas que pueden afectar a tejidos profundos, pudiendo encontrar también manifestaciones de coagulación intravascular diseminada.

Vasculitis en relación con neoplasias

Puede aparecer vasculitis cutánea, frecuentemente como púrpura palpable, en diversas enfermedades hematológicas de la infancia, de forma inespecífica. Además, pueden observarse fenómenos de vasculitis en las llamadas leucémides o lesiones específicas.

Incremento de la presión intravascular

La maniobra de Valsalva puede originar lesiones purpúricas en el territorio afecto. Típicamente aparece en niños en relación con el llanto, vómitos, tos, etc.

Telangiectasias

Las telangiectasias son dilataciones de las terminaciones vasculares que en general no tienen trascendencia clínica, pero también pueden aparecer asociadas a numerosos síndromes y enfermedades sistémicas (Tabla III).

Hiperpigmentación

La hiperpigmentación en los niños suele ser un fenómeno localizado. No obstante, tanto las hiperpigmentaciones localizadas como las generalizadas, asociadas o no a fotosensibilidad, pueden ser también manifestación de diversas enfermedades con participación sistémica, en especial, de trastornos de base genética (Tabla IV).

Neurofibromatosis (NF)

Existen 2 tipos de NF, la tipo I o enfermedad de von Recklinghausen, cuyo rasgo más distintivo son las máculas café con leche y los neurofibromas, y la tipo II, más infrecuente, en la que se asocian schwannomas del acústico y alteraciones cutáneas.

Las manchas café con leche son lesiones maculares, ovaladas, de color castaño claro y bordes bien delimitados, que aparecen en el 10-15% de la población general.

La presencia de 5 o más de estas manchas, de más de 5 mm, en niños menores de 5 años o de 6 manchas de tamaño superior a 15 mm después de la pubertad, debe hacernos sospechar una NF.

Otro signo característico son las efélides, que aparecen agrupadas en las axilas y, con menor frecuencia, en las ingles (signo de Crowe). Son máculas de 2-3 mm de diámetro, que aparecen más tarde que las máculas café con leche y se encuentran en el 90% de los pacientes a partir de los 7 años.

Otras alteraciones incluyen: neurofibromas cutáneos, nódulos de Lisch en el iris, retraso mental, tumores gliales, alteraciones endocrinológicas, prurito y alteraciones óseas.

Enfermedad de Addison

El signo cutáneo característico de la enfermedad de Addison o insuficiencia adrenal es la hiperpigmentación difusa de la piel, que es más evidente en las areolas, escroto, pliegues palmo-plantares y cicatrices. También, puede haber hiperpigmentación de las encías y mucosa oral y estrías longitudinales hiperpigmentadas en las uñas.

El cuadro comienza de forma insidiosa, con: debilidad, letargia, apatía, hipotensión y alteraciones electrolíticas. En los niños, es frecuente el dolor abdominal, que puede acompañarse de vómitos y diarrea.

La terapia sustitutiva con glucocorticoides provoca la remisión de los síntomas, incluida la hiperpigmentación cutánea.

Este cuadro puede aparecer de forma aislada o formando parte de los síndromes poliglandulares autoinmunes, tipo I (asociado a candidosis mucocutánea crónica e hipoparatiroidismo) y tipo II (asociado a tiroiditis y diabetes).

Síndrome de Cushing

El síndrome de Cushing, habitualmente, se debe a tratamientos con esteroides orales o tópicos de forma iatrogénica. Sin embargo, la enfermedad de Cushing se refiere a un exceso de producción endógena de glucocorticoides por la glándula adrenal, debida a un exceso de estimulación hipotálamico/hipofisaria. En ambos, puede haber hiperpigmentación generalizada, de forma similar a la enfermedad de Addison. Las estrías, que aparecen en zonas de tensión, debidas al adelgazamiento de la piel, pueden estar hiperpigmentadas por acción de la ACTH y MSH.

El exceso de glucocorticoides provoca una redistribución de la grasa, que se acumula en la cara, el abdomen y la parte superior de la espalda. Además, puede dar lugar a retraso del crecimiento, insomnio, intolerancia a la glucosa, cefaleas, hipertensión, alteraciones del comportamiento y propensión a padecer infecciones bacterianas, principalmente por S. aureus.

Hipopigmentación

Con menor frecuencia que la hiperpigmentación, la hipopigmentación o hipocromía cutánea puede ser una manifestación de diversas enfermedades sistémicas (Tabla V).

Albinismo

Son un grupo de enfermedades en las que existe un defecto metabólico que imposibilita la producción de melanina por parte de los melanocitos, que se encuentran en número normal, o el almacenamiento de la misma en los melanosomas. Se clasifican en oculocutáneos, cuando existe una alteración generalizada de la pigmentación ocular y cutánea, y en oculares, cuando las manifestaciones extraoculares son mínimas o inexistentes.

Además, pueden acompañarse de disminución de la agudeza visual, alteraciones oculomotoras y otras malformaciones.

Vitíligo

Es una enfermedad de causa desconocida que puede aparecer a cualquier edad. Aunque la incidencia es mayor en la tercera década de la vida, el 50% de casos ocurre antes de los 20 años. Se debe a una destrucción de los melanocitos, que da lugar a máculas acrómicas, bien delimitadas, localizadas o generalizadas. Suelen presentar distribución simétrica, en zonas periorificiales, periungueales, genitales y sobre las prominencias óseas. Cuando afecta al cabello, este se vuelve blanco (poliosis).

La evolución es impredecible, pero es raro que dé lugar a una despigmentación completa. En fases iniciales puede haber una repigmentación parcial, espontánea o con el tratamiento.

El vitíligo puede asociarse a numerosas enfermedades, la mayoría de mecanismo autoinmune, entre las que se encuentran: enfermedades tiroideas, diabetes mellitus, enfermedad de Addison, anemia perniciosa, miastenia gravis, alopecia areata, liquen escleroatrófico, morfea, hipoparatiroidismo, candidosis mucocutánea crónica, enteropatías inflamatorias, halo nevo y melanoma.

El síndrome de Vogt-Koyanagi-Harada asocia: vitíligo, uveítis crónica, sordera, alopecia y meningismo.

Fenilcetonuria

Es una enfermedad autosómica recesiva, debida a un defecto de fenilalanina hidroxilasa, que transforma la fenilalanina en tirosina y da lugar a una alteración en la síntesis de melanina. Los pacientes afectados se caracterizan por tener la piel hipopigmentada, el cabello rubio y los ojos azules. Otro dato característico es el olor especial de la orina.

Si los pacientes no son diagnosticados y tratados precozmente con restricción de fenilalanina en la dieta, desarrollarán un cuadro clínico con: deficiencia mental irreversible, convulsiones, fotosensibilidad, lesiones eccematosas, acrocianosis y cambios esclerodermiformes.

Esclerosis tuberosa

Es un síndrome neurocutáneo de herencia autosómica dominante. El 90-100% de los pacientes van a presentar máculas hipopigmentadas, que pueden ser de formas diversas, aunque la más conocida es en forma de hoja de fresno o en confetti. Aunque estas máculas hipomelanóticas aparecen en el 0,2-0,3% de los recién nacidos normales, la existencia de más de tres debe hacernos sospechar el diagnóstico de esclerosis tuberosa o enfermedad de Pringle-Bourneville, que va a cursar con: retraso mental, convulsiones y tumores del sistema nervioso central. El 70-80% de pacientes presenta angiofibromas, que son pápulas eritematosas de distribución centrofacial y que aparecen entre los 2 y 6 años de edad. Puede haber angiomiolipomas y quistes renales, que son la segunda causa de muerte, después de las alteraciones neurológicas, así como anomalías oculares, cardíacas (en forma de rabdomiomas) y esqueléticas.

Fotosensibilidad

La fotosensibilidad o hipersensibilidad a la exposición a la luz es un dato semiológico de gran valor, que puede orientar el diagnóstico de numerosas enfermedades cutáneas y sistémicas, algunas de ellas muy graves y susceptibles de una prevención eficaz (Tabla VI).

Lupus eritematoso

El lupus eritematoso es una enfermedad inflamatoria crónica de etiología desconocida, que afecta a múltiples órganos y sistemas. Aunque es más frecuente en mujeres adultas, el 15-20% de casos se presentan en las dos primeras décadas de la vida.

En los niños, la forma más frecuente es el lupus eritematoso sistémico, siendo frecuente encontrar un rash malar que respeta los pliegues nasolabiales y se distribuye en zonas fotoexpuestas. Además, podemos encontrar ulceraciones de la mucosa oral, lesiones de vasculitis y fenómeno de Raynaud.

Entre las complicaciones sistémicas, el lupus eritematoso puede afectar al pulmón, el corazón y los sistemas músculo-esquelético, neurológico y hematológico, por lo que el tratamiento va a depender de las manifestaciones clínicas.

Lupus eritematoso neonatal

Es un subtipo de lupus eritematoso debido al paso, a través de la placenta, de anticuerpos anti-SSA/Ro de la sangre materna a la fetal. El 50% de estos neonatos desarrolla lesiones cutáneas, en general en las primeras semanas de vida, anulares y con borde eritematoso y descamativo. La localización más frecuente es en áreas fotoexpuestas, principalmente cara y cuero cabelludo, aunque también se observan en tronco, extremidades e incluso en el área del pañal. Las lesiones pueden iniciarse o empeorar tras la exposición solar o el tratamiento de la ictericia neonatal con fototerapia y se resuelven en semanas o meses sin dejar cicatriz, aunque pueden quedar zonas hipopigmentadas que tardan más tiempo en desaparecer.

Otra mitad va a presentar bloqueo cardíaco congénito irreversible, que en 2/3 de casos requiere la colocación de un marcapasos. En un 10%, coinciden las manifestaciones cutáneas y cardiacas.

También, se han descrito casos con afectación hepática, anemia aplásica y alteraciones neurológicas secundarias a vasculitis del sistema nervioso central.

Dermatomiositis

La dermatomiosistis es una enfermedad inflamatoria autoinmune que se caracteriza por manifestaciones cutáneas y debilidad muscular proximal y simétrica. En la forma infantil, las lesiones cutáneas son similares a las que se pueden ver en el adulto. Es característica la presencia de eritema violáceo asociado a edema bilateral en los párpados superiores e inferiores. El eritema puede afectar a la zona centrofacial, superficies extensoras de extremidades y tercio superior del tronco. Pueden verse placas eritemato-descamativas sobre nudillos y articulaciones interfalángicas, lo que se conoce como signo de Gottron y eritema periungueal con telangiectasias cuticulares. Un 40% de niños presentan lesiones orales que causan disfagia. Es característica la fotosensibilidad con eritema y poiquilodermia en tronco y cara.

La debilidad muscular se va instaurando progresivamente y produce dificultad para subir escaleras, peinarse o levantarse, en ocasiones, acompañada de mialgias o palpación muscular dolorosa.

En los niños, las complicaciones más frecuentes son: calcificaciones, vasculitis y paniculitis.

Erosiones y úlceras

Las erosiones y ulceraciones cutáneas y mucosas pueden producirse por mecanismos muy diversos. En la tabla VII, se incluyen los procesos en los que la erosión o ulceración es el hallazgo semiológico más relevante.

Aftosis

Las aftas orales son ulceraciones bien delimitadas, dolorosas y de tamaño variable, al igual que su número, localización y frecuencia de los brotes. Se distinguen aftas major y minor, según superen o no 1 cm de diámetro, y herpetiformes, cuando tienen una disposición arracimada, similar al herpes simple.

Hasta el 20% de la población presenta aftosis oral recidivante. Lesiones similares pueden aparecer en la mucosa nasal, la faringe y el tracto digestivo superior.

Los brotes pueden ser desencadenados por factores traumáticos, hormonales, psíquicos y alimentos, existiendo una mayor incidencia familiar. Las aftas son más frecuentes en enfermedades alérgicas, esprúe tropical, celiaquía, enfermedad granulomatosa crónica, enteropatías inflamatorias, agranulocitosis, neutropenia, infección por VIH y diversos estados carenciales (hierro, vitamina B12, ácido fólico…).

Síndrome de Behçet

La aftosis oral es un criterio mayor y suele ser el primer síntoma. Lesiones similares aparecen en la región anogenital. El diagnóstico es fundamentalmente clínico y se establece cuando a una aftosis oral recidivante se le suman otros síntomas, como: uveítis, meningitis, encefalitis, artritis o artralgias, sobre todo mono u oligoarticulares, ulceraciones intestinales, pleuresía y adenopatías mediastínicas.

En la piel, además del eritema nudoso, la observación de otros dos tipos de lesiones es útil para el diagnóstico. Una es la pseudofoliculitis necrótica localizada en espalda, muslos y nalgas, en forma de pápulas pequeñas no centradas por un pelo, que evolucionan a vesícula, pústula, costra y úlcera, que cura sin dejar cicatriz. La otra es la aparición en los puntos de inyección, y pasadas unas 24-48 horas, de pápulas que evolucionan a úlceras de la misma forma (fenómeno de patergia). También, puede cursar con tromboflebitis subcutánea.

Enteropatías inflamatorias

Tanto en la enfermedad de Crohn como en la colitis ulcerosa, aparecen aftas orales y lesiones ulceroerosivas anales y perianales, en las regiones vecinas y alrededor de fístulas, ileostomías o colostomías, que pueden ser su primer síntoma.

En la enfermedad de Crohn pediátrica, las úlceras bucales suelen presentarse en niños mayores de 10 años y el cuadro se acompaña de: detención del crecimiento, fiebre, anorexia, malestar general, VSG elevada, artralgias y crisis de diarrea con cólicos. En la enfermedad de Crohn metastásica, son frecuentes las pápulas y los nódulos que se fistulizan o ulceran.

La colitis ulcerosa es rara en niños; puede presentarse a cualquier edad con: dolor abdominal cólico, diarrea con moco, sangre o pus, pérdida de peso, palidez y fiebre.

Otras manifestaciones de ambas enfermedades son: eritema nudoso, eritema polimorfo, vasculitis por hipersensibilidad, pioderma gangrenoso, pioestomatitis vegetante, pústulas y erupciones inespecíficas. La tromboflebitis asociada a colitis ulcerosa es rara en niños.

Pioderma gangrenoso

Es un desorden neutrofílico ulcerativo raro en la infancia, periodo en el que solo se inicia el 4% de los casos. A diferencia de los adultos, el pioderma gangrenoso infantil es casi siempre una manifestación de enfermedades sistémicas, siendo la más común la colitis ulcerosa. También, se ha relacionado con otras enfermedades inflamatorias sistémicas, VIH y diabetes mellitus. Se inicia como una pequeña pústula dolorosa, que evoluciona a una placa necrótica con bordes violáceos, dejando al curar una cicatriz cribiforme.

En niños mayores, aparece en las extremidades, pero en lactantes y niños pequeños es común la presentación genital o perineal.

Ectima gangrenoso

Ocurre con mayor frecuencia en pacientes inmunodeprimidos con: enfermedades intestinales (Crohn), artritis reumatoide juvenil, neoplasias hematológicas, hepatitis, lupus eritematoso y en quemados. Es muy característico de la sepsis por Pseudomonas. Se inicia con máculas eritematosas, que evolucionan a vesiculoampollas hemorrágicas, rodeadas de un halo eritematoso y que se rompen, originando necrosis y ulceraciones. Las lesiones suelen ser múltiples, predominan en el tronco y pueden ser la entrada del germen. En algunos casos, la enfermedad permanece limitada a la piel. Otros, gramnegativos y, de forma excepcional otros gérmenes, como Staphylococcus aureus, Aspergillus y Candida, pueden producir lesiones muy similares.

Eritema, exantemas y pápulas

El eritema o enrojecimiento de la piel, las erupciones exantemáticas y las pápulas pueden ser la manifestación de numerosas enfermedades con repercusión sistémica que, de forma agrupada, se relacionan en la tabla VIII.

Eritemas no figurados

En la dermatomiositis puede aparecer eritema violáceo en los párpados. En el lupus eritematoso sistémico, es característico el eritema en alas de mariposa, que cubre las mejillas y la raíz nasal. En el lupus neonatal, las lesiones eritematosas suelen ocurrir en zonas fotoexpuestas.

La intoxicación por monóxido de carbono puede sospecharse ante un eritema difuso, intenso y de color rojo oscuro.

Eritemas figurados

El eritema anular centrífugo ocasiona lesiones anulares, arciformes o policíclicas, con poco o ningún relieve sobre la piel circundante, que se extienden durante semanas o meses y luego desaparecen sin dejar secuelas. Tiene un curso prolongado y en brotes. Casi siempre es un hallazgo aislado, pero puede asociarse a: micosis cutáneo-mucosas, parasitosis intestinales, carcinomatosis, leucosis, paraproteinemias, colelitiasis, pacientes y portadores de enfermedad granulomatosa crónica y fármacos.

Exantemas morbiliformes

Los pacientes con exantema morbiliforme (similar al sarampión) deben tener un seguimiento clínico cercano, pues se debe hacer diagnóstico diferencial con el exantema prepetequial de la septicemia meningocócica, que se va a manifestar bajo un cuadro purpúrico en las siguientes 3 o 6 horas. Un dato de valor son las petequias conjuntivales, que aparecen antes que las cutáneas.

Otra causa frecuente son los exantemas medicamentosos, por salicilatos y penicilinas. Suelen acompañarse de descamación furfurácea, eosinofilia periférica y, a veces, de edemas y artralgias. Debemos sospechar ricketsiosis ante un exantema morbiliforme que evoluciona lentamente y se acompaña de un cuadro gripal/tífico de causa no aclarada en la primera semana. La única con cierta frecuencia en nuestro medio es la fiebre botonosa. Se presenta como máculas pequeñas no confluentes, que aparecen en los miembros y se extienden centrípetamente, incluyendo las palmas, las plantas y la cara. En menos del 50% puede aparecer el chancro de inoculación o mancha negra, donde se produjo la picadura de garrapata.

En la mononucleosis infecciosa, el exantema puede ser: morbiliforme, escarlatiniforme, urticarial, purpúrico o petequial. Suele comenzar en el tronco y la raíz de los miembros superiores, para extenderse posteriormente a la cara y los antebrazos. También, se pueden apreciar petequias en la unión del paladar duro con el blando y en los párpados, así como edema periorbitario. Puede producirse una erupción cutánea por hipersensibilidad al administrar ampicilina y, con menos frecuencia, penicilina, cefalosporinas o amoxicilina, que suele desarrollarse 7-10 días después del inicio del tratamiento.

Exantemas roseoliformes

La roséola sifilítica, la expresión más temprana y breve de un secundarismo luético, aparece como máculas asalmonadas no confluentes, no pruriginosas, generalizadas sin afectación facial. Erupciones similares pueden observarse en la sífilis congénita.

En la fiebre tifoidea, aparecen en la segunda semana, junto a esplenomegalia, máculas tenues y escasas, sobre abdomen y la raíz de muslos, en medio de un cuadro febril, estreñimiento o diarrea, timpanismo y lengua saburral tostada, con leucopenia y eosinopenia.

Otras causas de exantemas roseoliformes son: los medicamentosos, la acrodermatitis papulosa infantil y la enfermedad por mordedura de rata, en la que aparece un exantema máculo-papuloso, fiebre elevada y artromialgias, 2 o 3 semanas después de la mordedura.

Exantemas escarlatiniformes

Síndrome del shock tóxico

Se debe a infecciones por cepas de Staphylococcus aureus, productoras de toxinas que actúan como superantígenos. Ocurre en niños tras infecciones. Cursa con shock y fallo multiorgánico. Entre sus manifestaciones, destacan: fiebre, hipotensión y eritema cutáneo difuso, sobre el que pueden formarse despegamientos cutáneos y que tienden a descamarse al cabo de una semana, sobre todo en las partes acras. El diagnóstico exige la afección de otros tres órganos.

El tratamiento requiere el ingreso en una UCI y la administración de penicilinas resistentes a la penicilinasa. La mortalidad es de un 5%.

El síndrome del shock tóxico estreptocócico, de mayor gravedad, es muy infrecuente en niños.

Síndrome de Kawasaki

Comienza súbitamente con fiebre alta, que dura por lo menos 5 días (menos si se trata con gammaglobulina endovenosa), se acompaña de: inyección conjuntival bilateral que respeta la zona perilímbica, enantema, lengua en frambuesa y labios enrojecidos y agrietados, eritema palmo-plantar, tumefacción de manos y pies y eritema del meato uretral. Otro signo específico es la descamación perineal que ocurre en la fase aguda.

El exantema, además de escarlatiniforme, puede ser morbiliforme, urticarial o polimorfo. La linfadenopatía unilateral solo aparece en un porcentaje pequeño y es poco específica. La descamación acral sucede unos 14 días más tarde, en la fase de convalecencia. Un diagnóstico temprano es esencial para evitar las complicaciones coronarias. El tratamiento de elección es la gammaglobulina intravenosa asociada a aspirina. Un tratamiento iniciado después de 10 días se asocia con mayor incidencia de alteraciones coronarias.

Exantemas urticariales

Síndromes autoinflamatorios

Los síndromes autoinflamatorios (Tabla IX) se deben a una disregulación de la respuesta inmune innata, ocasionando episodios autolimitados y recurrentes de fiebre y manifestaciones inflamatorias localizadas, generalmente erupciones cutáneas, artritis, serositis y afectación ocular. Las manifestaciones cutáneas más frecuentes son de tipo urticariforme o erisipelatoide, aunque también pueden asociarse con: acné, pioderma gangrenoso, aftas o eritema nudoso.

Hasta hace poco, el pronóstico era infausto, pero la introducción de anakinra, un antagonista del receptor de la IL-1 beta ha supuesto un hito en el manejo de estos pacientes.

Lesiones escamocostrosas

La psoriasis puede cursar con una artropatía superponible a la artritis reumatoide seronegativa. Las lesiones del síndrome de Reiter son similares a las de la psoriasis pustulosa. La dermatitis seborreica puede ser un marcador de diversos cuadros de inmunodeficiencia, infección por VIH, afectación neurológica, insuficiencia cardiaca, hipocinquemia y fenilcetonuria. La ictiosis adquirida es con frecuencia paraneoplásica, sobre todo por linfomas, y también puede observarse en la infección por VIH y en síndromes de malabsorción. La queratodermia palmoplantar zoniforme o difusa puede ser consecuencia de diversas neoplasias. Otras lesiones escamocostrosas que se asocian a enfermedades sistémicas se resumen en la tabla X.

Acantosis nigricans

La piel aparece engrosada, seca, oscura y, en ocasiones, presenta lesiones papilomatosas. Suele aparecer en axilas, ingles y cuello, pero pueden afectarse otros pliegues, la región anogenital y, en la acantosis nigricans paraneoplásica, toda la superficie corporal.

Existen formas de acantosis nigricans benigna, de herencia autosómica dominante, asociadas a diversas genodermatosis, como: los síndromes de Bloom, Seip-Lawrence y Rud y la enfermedad de Wilson, y a endocrinopatías, como: síndrome de Cushing, hiperandrogenismo, diabetes resistente a la insulina, acromegalia, enfermedad de Addison, hipogonadismo, hipotiroidismo, síndrome de Stein-Loeventhal y pinealoma. Asimismo, puede ser consecuencia de fármacos y neoplasias malignas, sobre todo, adenocarcinomas.

La acantosis nigricans puede preceder muchos años al diagnóstico del carcinoma.

Alopecias

Las principales causas de alopecia con interés en la edad pediátrica se resumen en la tabla XI.

Alopecia por estrés

Ante una situación de estrés (acto quirúrgico, estado hipertérmico prolongado, accidente grave o problema psiquiátrico agudo), gran número de folículos pilosos pasan a fase telogénica (efluvio telógeno), por lo que se producirá una alopecia difusa entre 2 y 4 meses más tarde. Es un estado pasajero y el pelo volverá a crecer tras un periodo de 6 meses. Antes era muy frecuente tras la fiebre tifoidea. El estrés puede ser también un factor desencadenante en la alopecia areata.

Alopecias carenciales

Hoy en día, en países desarrollados, solo son frecuentes en casos de anorexia nerviosa o tras dietas desequilibradas, en enfermedades que afectan al estado nutricional, como la enfermedad celíaca y la acrodermatitis enteropática, en avitaminosis y en endocrinopatías.

Alopecias tóxicas

Son frecuentes en niños con tumores malignos tratados con citostáticos. Es una alopecia difusa que comienza de 1 a 3 semanas tras iniciar el tratamiento.

Como el pelo cae en fase anagénica, se recupera unos tres meses después de suspender el tratamiento. La radioterapia produce una alopecia similar.

Otros agentes implicados en este tipo de alopecia, aunque más raros, son: plomo, arsénico, carbamacepina, carbonato de litio, talio y heparina.

Paniculitis

Las causas más importantes de paniculitis y su relación con enfermedades sistémicas se incluyen en la tabla XII.

El eritema nudoso se manifiesta sobre las caras de extensión de las piernas, aunque puede afectar a muslos y antebrazos. Aparecen nódulos rojos y dolorosos a la presión, que a lo largo de los días simulan hematomas (evolución contusiforme).

Dermatitis del área del pañal

Las lesiones en el área del pañal pueden ser un marcador importante de diversas enfermedades sistémicas, sobre todo en los lactantes (Tabla XIII).

En el síndrome de la escaldadura estafilocócica de la piel, debido a una toxina estafilocócica, las lesiones en escaldadura pueden afectar o incluso iniciarse en la zona el pañal, pero no se circunscriben a ella.

El desarrollo de candidosis es favorecido por inmunodeficiencias y gastroenteritis.

En la sífilis congénita, las sifílides no suelen circunscribirse al área del pañal, pero esta es una localización preferente, junto con la zona perioral, las palmas y las plantas. Aunque las lesiones cutáneas pueden ser de muchos tipos, son las sifílides difusas, con presencia de placas infiltradas y las sifílides papulosas, que pueden erosionarse y recordar las lesiones papulosas y ulceradas de la dermatitis del pañal, las que pueden causar más confusión para diferenciar ambos cuadros. Sin embargo, la sífilis neonatal no respeta la zona perianal y esto ayuda a diferenciarla de la dermatitis irritativa del pañal.

Los pacientes con trastornos de la respuesta inmune, debidos a anomalías congénitas, infección por el VIH, tratamientos quimioterápicos o neoplasias, sufren con frecuencia formas intensas de dermatitis del pañal.

La histiocitosis de células de Langerhans (histiocitosis X) en el lactante (enfermedad de Letterer-Siwe) suele iniciarse antes del año de edad, con pápulas de pequeño tamaño, de coloración rosada, amarillenta o marronácea, con frecuencia purpúricas y con descamación superficial, que asientan en áreas seborreicas.

Las úlceras orales y genitales son menos frecuentes que en niños mayores. La aparición de pápulas o úlceras circunscritas en los pliegues inguinales no suele ser justificable por la dermatitis del pañal ni por sus complicaciones, en especial si existe un componente purpúrico, y debe evocar el diagnóstico de histiocitosis de células de Langerhans.

El eritema perineal puede ser el síntoma de presentación en dos tercios de los pacientes con enfermedad de Kawasaki.

En la enfermedad de Crohn, la afectación perianal puede preceder en años a los síntomas intestinales.

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Micosis cutáneas

M.E. Hernández Ruiz
Temas de FC


M.E. Hernández Ruiz

Servicio de Dermatología. Hospital Universitario Vall d´Hebron, Barcelona

 

Resumen

Las micosis superficiales son infecciones producidas por diferentes hongos patógenos capaces de invadir estructuras queratinizadas, como: piel, pelo y uñas. La forma de presentación clínica puede ser muy variable: desde placas anulares eritematosas en el tronco, placas alopécicas, en el caso de las tiñas capitis, o maceración de los espacios interdigitales en la tiñas pedis.
Dado que constituyen un motivo de consulta frecuente, para el pediatra y para el dermatólogo, es importante saber reconocerlas, orientar el diagnóstico y realizar un correcto tratamiento. En este artículo, hablaremos de los aspectos semiológicos y terapéuticos de las micosis superficiales.

 

Abstract

Superficial mycoses are a group of infections caused by different types of fungus that are capable of invading keratinyzed structures such as hair, skin or nails.
Superficial mycoses can present as annular erythematous patches on trunk, alopecic patches in the case of tinea capitis or maceration of interdigital spaces in the case of tinea pedis, with or without nail involvement. They are frequent in childhood that ́s why it is important for pediatricians and dermatologist to identify these infections, make a correct diagnosis and treat properly. In this article, we will review the clinical and therapeutical aspects of superficial mycoses in childhood.

 

Palabras clave: Tiña; Infección fúngica; Micosis

Key words: Tinea; Fungal infections; Mycoses

 

Pediatr Integral 2016; XX (3): 189-193


Micosis cutáneas

Introducción

Las infecciones fúngicas o tiñas son un motivo de consulta frecuente en la infancia. Es importante conocer las diferentes formas de presentación clínica y los métodos diagnósticos, con el fin de instaurar el correcto tratamiento y evitar el contagio.

Las micosis superficiales son un motivo frecuente de consulta para pediatras y dermatólogos. Existen factores predisponentes que pueden ser exógenos, como: los climas húmedos y cálidos, malas condiciones higiénicas, el hacinamiento, ropa y/o calzado que no permita una correcta transpiración y endógenos, como diabetes mellitus y fármacos o enfermedades que condicionen un estado de inmunosupresión.

Métodos diagnósticos

Examen con luz de Wood

La luz de Wood es una lámpara de mercurio que emite luz ultravioleta a una ?:320-400 nm, lo que le permite penetrar hasta dermis; aunque su principal utilidad es para el diagnóstico de trastornos de la pigmentación, puede emplearse también en infecciones fúngicas, ya que determinados hongos son capaces de emitir fluorescencia(1): verde brillante, en las infecciones por M. audouini y M. canis, verde grisácea, en el caso de T. schoenleinii, y ausente en infecciones por T. tonsurans y T. violaceum.

Examen directo al microscopio con KOH

Las escamas obtenidas por rascado de las lesiones, tallos pilosos o lámina ungueal, se colocan sobre un portaobjetos de vidrio y se extienden para formar una única capa. Se aplican unas gotas de solución de KOH (10-20%) y después se examina con la ayuda de un microscopio de contraste de fases o uno convencional diafragmado(2). En el caso de un examen positivo, observaremos: levaduras, estructuras filamentosas, que corresponden a hifas, o la clásica imagen en “albóndigas y espaguetis” en la pitiriasis versicolor. No permite realizar estudios de sensibilidad a antifúngicos y es necesario el entrenamiento del observador.

Cultivo fúngico

Es el test diagnóstico gold standard. Permite el estudio etiológico y de sensibilidad a antifúngicos. Hay varios, siendo el agar Saboureaud uno de los más empleados.

Tipos de micosis superficiales

Las tiñas pueden ser muy variables en cuanto a su presentación clínica y, a veces, constituyen un reto diagnóstico. Los bordes anulares de las lesiones y la presencia de descamación, en las lesiones del cuerpo, y la presencia de placas alopécicas en cuero cabelludo suelen ser signos muy característicos.

 

Dermatofitosis

Las dermatofitosis o tiñas son infecciones causadas por dermatofitos, unos hongos que parasitan tejidos queratinizados; por lo que no afectan mucosas ni semimucosas. Se clasifican en tres géneros: trichophyton, microsporum y epidermophyton, y en función de su hábitat natural, en tres grupos: antropofílicos, zoofílicos y geofílicos (Tabla I). La transmisión, en el caso de los antropofílicos, puede ser por contacto directo o a través de fómites.

 

Dermatofitosis según su topografía

Tinea capitis

Es la dermatofitosis más frecuente en la infancia, sobre todo en niños prepúberes, varones, entre 3 y 7 años de edad; la incidencia disminuye en niños postpúberes, se cree que es debido a una mayor concentración de ácidos grasos funguistáticos en el sebo.

El periodo de incubación es de 1 a 3 semanas. Puede estar causado por: T. tonsurans o T. violaceum (antropofílicos) y M. canis y M. audouinii (zoofílicos). Existen portadores asintomáticos de T. tonsurans o T. violaceum en pacientes americanos, afro-caribeños o de raza negra; pero no existe un tratamiento de elección aprobado para estos casos.

Desde el punto de vista clínico existen diferentes tipos de tinea capitis(2):

Tipo mycrosporum: infección ectothrix causada por: M. audouinii, M. canis, M. equinaceum y M. ferrugineum y M. audouinii. Producen placas alopécicas descamativas, bien definidas, con numerosos folículos rotos, grisáceos y mínima inflamación (excepto M. Canis que puede producir lesiones más inflamatorias). Este tipo es más frecuente en niños, produciendo auténticos brotes epidémicos en centros escolares.

Querion(3): es el tipo más severo, causado por T. verrucosum o T. mentagrophytes var. Mentagrophytes (zoofílicos). Se presenta como una masa inflamatoria formada por pústulas perifoliculares, dolorosa. En ocasiones, puede añadirse una sobreinfección bacteriana.

Tipo tricofítica: infección endothrix, causada por T. violaceum y T. tonsurans, que se presenta en forma de placas alopécicas, no inflamatorias con “puntos negros”(4) (Figs. 1 y 2), que corresponden a los folículos infectados rotos a su salida por la superficie cutánea. Un 2-3% de los pacientes presentan lesiones faciales u onicomicosis asociada.

Figura 1. Placa alopécica con fina descamación blanquecina, en la que se aprecian unos “puntos negros” correspondientes a folículos pilosos

Figura 2. Imagen dermatoscópica de los folículos rotos a su salida por la superficie del cuero cabelludo, dando esta imagen de puntos negros.

Favus: infección muy infrecuente, excepto en algunos países de Suráfrica, donde es endémico, causada por T. schoenleinii. Cursa con eritema y costras amarillentas perifoliculares que dejan alopecia cicatricial.

Tinea corporis

Tiña localizada en el cuerpo, causada más frecuentemente por M. Canis; no obstante, si existen lesiones de tinea capitis, hay que pensar en T. Tonsurans y T. mentagrophytes.

Clásicamente, se presenta en forma de placas anulares de crecimiento centrífugo con borde activo con pústulas (Fig. 3), aunque existen otras variantes, como: la tinea imbricata, con lesiones policíclicas; la forma ampollosa causada por T. rubrum; el granuloma de Majocchi que es una tinea más profunda con pústulas perifoliculares y está causada por T. rubrum, T. violaceum y T. tonsurans y, por último, la tinea incognito, que se produce cuando las lesiones de tinea han sido tratadas con corticoides tópicos.

Figura 3. Placa eritematosa, descamativa con bordes anulares más activos, muy característico de tiña corporis.

Tinea pedis y tinea manuum

La tinea pedis es una dermatofitosis que afecta a las plantas y espacios interdigitales de los pies. Entre los agentes etiológicos se encuentran: T. rubrum, T. mentagrophytes var. Interdigitale y E. floccosum. Existe una variante crónica hiperqueratósica o tipo “mocasín”, causada por T. rubrum, que se presenta con eritema y descamación fina y otra, ampollosa, muy pruriginosa en zona anterior de la planta. A veces, los pacientes pueden presentar placas eccematosas a distancia, sin elementos fúngicos, lo que se conoce como “reacción ide”(5). La tinea manuum se presenta en forma de placas eritemato-descamativas y suele estar causada por T. rubrum.

Onicomicosis

Aunque puede afectar a las uñas de las manos o de los pies, es más frecuente en pies. Puede presentarse con cambios de coloración de la lámina ungueal o hiperqueratosis subungueal distal. Se puede tratar con amorolfina tópica y, en casos muy extremos, con tratamiento sistémico.

Pitiriasis versicolor

Es importante transmitir al paciente que se trata de una infección crónica y puede presentar algún rebrote en su vida, especialmente en las épocas más calurosas del año.

Infección crónica causada por Malassezia furfur que se presenta en forma de placas del color de la piel o levemente pigmentadas, en tronco y zona proximal de extremidades, con una descamación fina o furfurácea, que se hace más evidente con el rascado (signo de la uñada). Los niños pequeños pueden presentar lesiones en la línea de implantación del pelo. Tras la curación dejan hipopigmentación residual que puede durar meses.

Las lesiones emiten una fluorescencia amarilla débil (examen con luz de Wood) y cuando se examinan con KOH al microscopio, se observa la típica imagen en “albóndigas y espaguetis” que corresponde a las formas en levaduras e hifas, mezcladas.

Candidiasis

La cándida es un género de hongos unicelulares también llamados levaduras. La especie más significativa por su importancia clínica es Candida albicans, que es un comensal de las mucosas humanas, sobre todo oral, digestiva y genital.

La infección por Candida spp puede dar lugar a un abanico amplio de formas clínicas:

• Candidiasis oral o muguet: placas blanquecinas cremosas, en la lengua y mucosa oral, que se desprenden fácilmente con el depresor.

• Queilitis angular: placas eritematosas que se pueden fisurizar en comisuras bucales.

• Vulvovaginitis candidiásica: los factores predisponentes son la inmunosupresión y la antibioticoterapia, entre otros.

• Dermatitis del pañal: el uso de emolientes y la oclusión con el pañal, añadido a la humedad de la zona, puede favorecer que la dermatitis del pañal se sobreinfecte por cándida. Es muy característico la presencia de una placa eritematosa central con pústulas satélite en los bordes de la placa, que es clave diagnóstica.

• Candidiasis congénita: la infección se adquiere en el paso a través del canal del parto y, frecuentemente, afecta a recién nacidos pretérminos, con mayor riesgo de infección diseminada, lo que hace necesario el tratamiento sistémico. La presencia de pústulas acrales, palmoplantares, es muy característica.

Tratamiento

La elección del tratamiento va a depender del tipo de infección, localización y extensión de las lesiones. En lesiones extensas, con afectación de folículos pilosos o ungueal, se requiere tratamiento sistémico.

Tratamientos sistémicos

La griseofulvina y la terbinafina son los antifúngicos sistémicos más comúnmente empleados; estudios recientes demuestran una eficacia superior de terbinafina en el tratamiento de infecciones tricofíticas.

Entre los antifúngicos sistémicos empleados para el tratamiento de micosis superficiales, encontramos griseofulvina y terbinafina(6,7), principalmente; aunque también se pueden emplear azoles (Tabla II).

Tratamientos tópicos

Azoles tópicos: son fármacos baratos, activos frente dermatofitos, mohos y levaduras. Existen varios comercializados: tioconazol, miconazol, econazol, bifonazol…, en forma de cremas, polvos y spray, con concentraciones entre 1-2% y se deben aplicar 1-2 veces al día, durante 1 o 2 semanas, aunque se aconseja mantener una semana tras resolución de las lesiones.

Terbinafina tópica: existe en forma de crema al 1%. Aunque es más eficaz que los azoles tópicos (p. ej.: en tinea pedis) es más cara; por lo que se usa en caso de resistencias.

Morfolinas: Amorolfina. Se emplea en forma de laca de uñas (concentración: 5%).

Ciclopirox: es un antifúngico de gran espectro, útil en piel glabra y en uñas, por eso se emplea en el tratamiento de onicomicosis blanca superficial, pie de atleta y otras micosis cutáneas (tinea pedis, cruris, corporis). Existe en forma de crema y polvos al 1%. Aprobada en niños >10 años, 1 aplicación/día (1-2 semanas); en solución al 8% para onicomicosis en niños > 12 años; y en champú al 1,5%, aprobado para adolescentes >16 años, para usar 2-3 veces a la semana, dejándolo actuar 3 minutos unas 4 semanas.

Polienos: Nistatina. Se emplea en el tratamiento de candidiasis. No se absorbe por vía oral, y es bien tolerada y segura, lo que permite tratamientos prolongados.

Bibliografía

Los asteriscos reflejan el interés del artículo a juicio de los autores.

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2.* Sobera J, Elewski B. Fungal diseases. Bolognia J. Dermatology 2008. Elsevier capítulo 12. P 1135-63.

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5. Cheng N, Rucker Wright D, Cohen BA. Dermatophytid in tinea capitis: rarely reported common phenomenon with clinical implications. Pediatrics. 2011; 128: e453-7.

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7. Michaels BD, Del Rosso JQ. Tinea capitis in infants: recognition, evaluation, and management suggestions. J Clin Aesthet Dermatol. 2012; 5: 49-59.

8.* Gupta A. Meta-Analysis of Randomized, Controlled Trials Comparing Particular Doses of Griseofulvin and Terbinafine for theTreatment of Tinea Capitis. Pediatric Dermatology. Vol. 30 No. 1 1-6, 2013.

9.* Abdel-Rahman SM, Wright KJ, Navarre HC. Griseofulvin Only Modestly Diminishes Persistence of Trichophyton tonsurans on the Scalp of Carriers. J Pediatr Pharmacol Ther. 2009; 14: 94-9.

 

Caso clínico

 

Varón de 2 años de edad, procedente del norte de África, sin antecedentes patológicos de interés, que presenta unas placas grisáceas, descamativas en cuero cabelludo sin apenas inflamación acompañante (Fig. 4). El niño presenta buen estado general y no presentaba otros signos de dermatitis atópica.

Antecedentes personales: sin interés.

Exploraciones complementarias: ante la sospecha de tinea capitis, se realizó un examen con luz de Wood que resultó negativo. El examen con KOH de las escamas obtenidas por el rascado de una de la lesiones resultó positivo. Se remitieron escamas para cultivo micológico que fue positivo. Se instauró tratamiento con buena evolución del paciente.

Figura 4. Placas alopécicas con descamación blanco-grisácea sin signos inflamatorios en el cuero cabelludo de un niño de 2 años.

 

 

 

 

Enfermedades bacterianas de la piel

J.M. Casanovas Gordó
Temas de FC


A.J. Conejo-Fernández*, F.A. Moraga-Llop**

*Hospital Regional Universitario Materno-Infantil, Málaga; Hospital Vithas Xanit Internacional, Benalmádena, Málaga. **Pediatra, Societat Catalana de Pediatria, Barcelona

 

Resumen

Las infecciones cutáneas bacterianas constituyen un motivo de consulta frecuente en dermatología pediátrica. La mayoría de las veces son procesos superficiales banales, aunque pueden darse casos de infección profunda con afectación sistémica y riesgo vital. Los microorganismos más frecuentes son: Staphylococcus aureus y Streptococcus pyogenes. Además del mecanismo de invasión directa, estas bacterias pueden producir síndromes sistémicos por producción de toxinas. S. aureus resistente a la meticilina adquirido en la comunidad, no representa actualmente en España un problema de salud pública en la población pediátrica. El diagnóstico de las infecciones cutáneas bacterianas es generalmente clínico y, solo en casos concretos, se recomienda la confirmación microbiológica. El tratamiento es casi siempre empírico. En las infecciones superficiales, suele bastar el tratamiento tópico. En las infecciones complicadas o con afectación del estado general, se recomienda tratamiento antibiótico sistémico. El drenaje quirúrgico puede ser necesario en los casos en que se objetive la formación de abscesos.

 

Abstract

Bacterial skin infections are a frequent presenting complaint in paediatric dermatology. Mostly they are mild superficial infections, although deep tissue involvement with systemic symptoms and life- threatening events may occur. The most common germs involved are Staphylococcus aureus and Streptococcus pyogenes. In their pathogenesis, they mainly produce local invasion, but can also cause systemic syndromes via the secretion of toxins into the blood. Community – acquired methicillin – resistant S. aureus is not currently a public health concern in the paediatric population in Spain.
The diagnosis of bacterial skin infections is made by clinical examination. Only in specific cases is microbiological confirmation recommended. In general empirical treatment is chosen. In mild superficial infections local treatment usually suffices. In complicated infections or infections with systemic involvement, oral or parenteral antibiotics are recommended. Incision and surgical drainage may also be needed in cases with abscess formation.

 

Palabras clave: Infección cutánea; Staphylococcus aureus; Streptococcus pyogenes; Antibióticos

Key words: Skin infection; Staphylococcus aureus; Streptococcus pyogenes; Antibiotics

 

Pediatr Integral 2016; XX (3): 179-188


Enfermedades bacterianas de la piel

Introducción

La mayoría de las infecciones cutáneas bacterianas son procesos leves, aunque pueden darse casos con afectación cutánea profunda y sistémica.

Las infecciones bacterianas cutáneas constituyen el motivo más frecuente de consulta en dermatología pediátrica. En la mayoría de casos, son infecciones leves, como el impétigo o la foliculitis. A veces, son infecciones con capacidad invasora local y repercusión sistémica, pudiendo poner en peligro la vida del paciente (fascitis necrotizante). Los principales factores de riesgo son: el deterioro de la integridad de la piel, la falta de higiene, el hacinamiento, la humedad y las inmunodeficiencias.

Se pueden clasificar en: primarias, cuando suceden sobre una piel previamente sana; secundarias o sobreinfecciones, cuando se producen sobre lesiones cutáneas preexistentes; y las infecciones mediadas por toxinas. También, se pueden dividir según la localización anatómica de las lesiones o de la estructura de la piel o los anejos afectados (Tabla I).

 

Figura 1. Adenoflemón.

 

Etiopatogenia

Los microorganismos más frecuentes son: Staphylococcus aureus y Streptococcus pyogenes, que pueden producir invasión local directa y síndromes sistémicos mediados por toxinas.

Las bacterias más frecuentes son: S. aureus y S. pyogenes. Pueden producir infecciones cutáneas por: inoculación directa, invadiendo territorios de piel sana; por diseminación hematógena; y mediante la producción de toxinas que se liberan al torrente sanguíneo desde el foco de infección(1), como en el síndrome estafilocócico de la piel escaldada por S. aureus y en el síndrome del shock tóxico estafilocócico o estreptocócico (Tabla II).

 

El S. aureus resistente a la meticilina adquirido en la comunidad (SAMR-AC), pese a ser un microorganismo emergente en los últimos años, es todavía infrecuente en España y no constituye, por el momento, un problema sanitario.

Principales infecciones cutáneas bacterianas

En general, el diagnóstico es fundamentalmente clínico. En los casos con afectación sistémica, factores de riesgo del huésped y en algunas infecciones concretas, sí se recomienda la realización de pruebas complementarias.

Impétigo

Puede aparecer a cualquier edad y se contagia por autoinoculación, contacto directo o a través de objetos contaminados. Se trata de lesiones epidérmicas no cicatriciales, bien delimitadas, generalmente en zonas expuestas. Puede ser bulloso o no bulloso. En la forma no bullosa, causada por S. pyogenes, S. aureus (solo o como coinfección) y, ocasionalmente, por estreptococos de los grupos C y G, las lesiones evolucionan de mácula a pápula, vesícula, pústula y terminan en costras melicéricas gruesas (Fig. 2).

Figura 2. Impétigo contagioso no bulloso: costras melicéricas (A y B).

En la forma bullosa, causada por S. aureus productor de toxina exfoliativa, las lesiones evolucionan a vesículas y estas, a bullas de contenido amarillento, más o menos turbio e incluso purulento, y con una costra fina (Fig. 3).

Figura 3. Impétigo bulloso estafilocócico (A y B).

La principal complicación es la propagación local (celulitis, linfadenitis) o, excepcionalmente, sistémica (neumonía, osteoartritis, sepsis)(1).

El diagnóstico es fundamentalmente clínico, aunque puede confirmarse con el cultivo del exudado de las lesiones en casos de afectación extensa o mala evolución clínica con los tratamientos habituales.

Dermatitis perianal bacteriana

Cursa con un eritema alrededor del ano y está causada por S. pyogenes o, con menos frecuencia, por S. aureus, solo o asociado al anterior(2). Presenta un pico de incidencia a los 3-5 años de edad y predomina en los varones (70%)(3).

Se manifiesta como un eritema perianal no elevado de unos 2-3 cm, de bordes bien delimitados, que puede asociar: prurito, defecación dolorosa, estreñimiento, incontinencia por rebosamiento, hematoquecia y fisuras(4). En los niños, puede asociarse a balanopostitis, y en las niñas, a vulvovaginitis (la llamada enfermedad perineal bacteriana). No suele producir síntomas generales. En la fase aguda (menos de 6 semanas de evolución), la lesión es roja, brillante, húmeda, dolorosa y puede presentar una pseudomembrana blanquecina. Sin tratamiento, las lesiones se cronifican, con fisuras dolorosas, secreción mucosa o placas psoriasiformes con costra periférica amarillenta.

El mecanismo de transmisión es por contacto, ya sea por autoinoculación (infección o portador asintomático faríngeo o cutáneo) o por contagio intrafamiliar, en especial, si se comparte el agua de la bañera o si algún familiar ha padecido faringoamigdalitis aguda o dermatitis perianal(3).

El diagnóstico se establece por la clínica y la confirmación es bacteriológica. Deben recogerse muestras de la zona perianal en todos los pacientes y muestras faríngeas para realizar un test de diagnóstico rápido (TDR) antigénico de S. pyogenes (valor predictivo positivo del 100%)(3) o un cultivo. Deben investigarse posibles casos en convivientes y realizar un TDR o un cultivo a los pacientes sintomáticos, ya que constituyen una causa frecuente de recurrencias dentro del núcleo familiar.

Se recomienda el uso de antibióticos sistémicos en todos los casos (Algoritmo 1). La duración del tratamiento debe ser de entre 14 y 21 días, siendo recomendable confirmar la erradicación de la infección tanto clínica como microbiológica, mediante el cultivo o el TDR. Las recurrencias tras el tratamiento con penicilina o amoxicilina son frecuentes (hasta el 37%)(5), sobre todo, si hay casos familiares no diagnosticados. En estas recurrencias se recomienda cefuroxima(5) durante 7-10 días. La asociación de tratamiento oral y tópico parece disminuir las recurrencias(2).

Infecciones de los folículos pilosos: foliculitis, forúnculo y ántrax

El principal agente causante de las infecciones de los folículos pilosos es S. aureus, seguido de los bacilos gramnegativos. Son factores predisponentes: la obesidad, la diabetes, la hiperhidrosis, la inmunosupresión y la dermatitis atópica.

Se trata de lesiones centradas por pelos en la cara, el cuello, las axilas o los glúteos, que evolucionan desde una pápula-vesícula con base eritematosa (foliculitis, que afecta al folículo piloso superficial), pasando por nódulos eritematosos pustulosos dolorosos (forúnculo, que se extiende a la dermis profunda), hasta placas eritematosas calientes y dolorosas (ántrax, que afecta al tejido celular subcutáneo circundante).

El diagnóstico es clínico y solo se recomienda el estudio microbiológico en lesiones de mala evolución o atípicas(6).

Además del tratamiento antibiótico tópico o sistémico, se recomienda aplicar calor local en los forúnculos y ántrax, y valorar la realización de drenaje quirúrgico.

Linfangitis aguda bacteriana

Se define como la inflamación de los vasos linfáticos del tejido celular subcutáneo. Los microorganismos más frecuentemente implicados son: S. pyogenes, S. aureus y Pasteurella multocida (esta última tras la mordedura animal). Suele haber afectación sistémica, incluso antes de que sean evidentes el característico cordón lineal inflamatorio, desde su origen hasta los linfáticos regionales, y el edema distal.

Erisipela

Es una infección superficial que afecta a la dermis superior, el tejido celular subcutáneo y, a veces, al sistema linfático, causada en la mayoría de los casos por S. pyogenes o, también, por estreptococos de los grupos B, C o G (1,7-11).

Son factores desencadenantes: las abrasiones, las úlceras, las infecciones fúngicas intertriginosas de los pies, la obstrucción venosa o linfática y el edema crónico. En el recién nacido, la infección puede originarse en el cordón umbilical y extenderse a la pared abdominal.

El comienzo es agudo, con una placa eritematosa de bordes bien definidos y ligeramente elevados. Ocurre con mayor frecuencia en los miembros inferiores y en la cara y puede asociarse con linfadenitis regional. Suele haber síntomas generales (fiebre, escalofríos, malestar), a veces, precediendo a los signos cutáneos. También, pueden ocurrir complicaciones sistémicas (sepsis, síndrome del shock tóxico estreptocócico, endocarditis, etc.), aunque son raras en los pacientes por lo demás sanos. Cuando la infección se resuelve, produce descamación e hiperpigmentación.

El diagnóstico es clínico. Los pacientes con lesiones mayores de 5 cm o con afectación del estado general, los lactantes y los inmunodeprimidos pueden requerir hospitalización y antibioticoterapia parenteral.

Celulitis

Se trata de una infección aguda que afecta a la dermis y al tejido celular subcutáneo. Son factores predisponentes: los traumatismos, las heridas y las infecciones preexistentes. Aparece como una placa eritematosa, caliente y dolorosa, con límites mal definidos; que, en ocasiones, presenta flictenas, petequias o necrosis local y puede acompañarse de linfadenitis y síntomas sistémicos(10).

Está causada principalmente por S. aureus y S. pyogenes. Otros microorganismos menos frecuentes que se observan en pacientes inmunodeprimidos son: Streptococcus agalactiae y bacilos gramnegativos en neonatos y enterobacterias en pacientes inmunodeprimidos.

La localización puede proporcionar una orientación etiológica: en la región periauricular y la planta del pie con heridas punzantes es más frecuente Pseudomonas aeruginosa y en mordeduras es habitual P. multocida. Las celulitis orbitaria o periorbitaria suelen ser secundarias a una puerta de entrada cutaneomucosa (herida, conjuntivitis) o a una sinusitis y suelen estar causadas por S. aureus, S. pyogenes, S. pneumoniae o H. influenzae.

El diagnóstico es clínico, pero se recomienda estudio microbiológico en los casos de mala evolución clínica o que presenten factores de riesgo. La ecografía puede ser útil para diferenciar la celulitis de los abscesos aún no fluctuantes. En el caso de la celulitis orbitaria (Fig. 4), se recomienda confirmar el diagnóstico mediante una prueba de imagen (tomografía computarizada), en la cual se defina la profundidad de la afectación.

Figura 4. Celulitis orbitaria.

Debe recomendarse siempre el tratamiento antibiótico sistémico con cobertura frente a S. aureus y S. pyogenes. En casos leves y bajo estricta vigilancia, puede considerarse la vía oral con amoxicilina-ácido clavulánico, cloxacilina, cefadroxilo, cefalexina, cefuroxima o clindamicina.

Fascitis necrotizante

Se trata de una infección de las partes blandas rápidamente progresiva que afecta: la piel, el tejido celular subcutáneo, la fascia superficial y, en ocasiones, la profunda. Estas lesiones producen una importante necrosis hística, con grave toxicidad sistémica. La mortalidad es alta, y debe sospecharse y tratarse de forma precoz para mejorar el pronóstico.

La localización más frecuente es en los miembros, y su causa puede ser: polimicrobiana (70-80%), por micro­organismos aerobios y anaerobios, o monomicrobiana (20-30%), con S. pyogenes como patógeno más frecuente. En el niño suele presentarse en el curso de la varicela o en pacientes que se han sometido a cirugía abdominal(1,8).

Se presenta con eritema, edema, calor, piel brillante e inflamación, con o sin bullas o ampollas, y márgenes mal definidos. En ocasiones, la piel adquiere el aspecto de “piel de naranja”. La presencia de fiebre, de un dolor intenso, desproporcionado a los signos clínicos, así como el aspecto tóxico del niño, debe hacer sospechar una fascitis necrotizante. Cursa con leucocitosis con desviación izquierda y aumento de los valores de los reactantes de fase aguda, con trombocitopenia, anemia y aumento de las enzimas musculares.

La gravedad de la fascitis necrotizante hace que se recomiende siempre la derivación al hospital de referencia para iniciar antibioticoterapia parenteral y valorar el desbridamiento quirúrgico de forma precoz.

En la tabla III se resumen otros cuadros infecciosos con importancia clínica.

Staphylococcus aureus resistente a la meticilina adquirido en la comunidad (SAMR-AC)

El SAMR-AC es poco frecuente en España en la población pediátrica; por lo que, actualmente, no se recomienda modificar las pautas de antibioticoterapia empírica en las infecciones estafilocócicas.

Epidemiología

El porcentaje de SAMR-AC en la población pediátrica de España oscila entre el 9% y el 14,8%(12-14). Las principales diferencias entre los SARM de adquisición hospitalaria y los SARM-AC se recogen en la tabla IV(13,15,16).

La baja incidencia actual de SARM-AC en nuestro medio, no justifica el cambio de las pautas de antibioticoterapia empírica. Sin embargo, hay circunstancias en las que debe considerarse, como: una celulitis extensa, abscesificada o necrotizante, abscesos recurrentes en el niño o sus convivientes, mala respuesta al tratamiento convencional, procedencia de zonas de alta endemia (Asia, América o Europa del Este) o convivencia con portadores conocidos.

Clínica y diagnóstico

La mayoría de infecciones por SARM-AC se limitan a la piel y los tejidos blandos, aunque pueden causar neumonía, meningitis, sepsis y osteoartritis. No existen criterios clínicos que ayuden a diferenciar las infecciones cutáneas producidas por S. aureus meticilín-sensible de las causadas por SARM(17); si bien, en estas últimas son más frecuentes el fracaso terapéutico y la formación de abscesos y necrosis con costra superficial negruzca, similar a una picadura de araña(18). Si es posible, se recomienda tomar muestras para cultivo, determinación de la leucocidina de Panton-Valentine y caracterización genética de la cepa.

Estudio y tratamiento de los portadores

No se recomienda el estudio sistemático de convivientes, reservándose para brotes en comunidades definidas (familias, instituciones, etc.) y para infecciones recurrentes(18). El tratamiento para la descolonización del niño y sus convivientes portadores se realizará con mupirocina nasal cada 12 horas, y lavados corporales y del cuero cabelludo con jabón de clorhexidina al 4% durante 5-10 días. En caso de fracaso terapéutico con mupirocina, se empleará ácido fusídico tópico cada 12 horas, asociado a trimetoprima-sulfametoxazol oral durante 7 días(18,19).

Tratamiento antibiótico de las infecciones cutáneas

En general, el tratamiento antibiótico de las infecciones cutáneas es empírico. Solo en algunas circunstancias (quimioterapia, neutropenia, inmunodeficiencia grave, heridas por inmersión, mordeduras de animales, afectación del estado general, sospecha de complicaciones, afectación extensa, sospecha de ectima gangrenoso, fascitis necrotizante y pacientes ingresados) o ante una mala evolución, es recomendable realizar hemocultivos o cultivos de aspirados, biopsias o exudados. Para elegir el tratamiento deben considerarse: la clínica, los microorganismos posiblemente implicados, la localización, extensión y profundidad de la infección, y los antecedentes personales(1,19). En la tabla V, se detalla la posología de los antiinfecciosos más empleados.

Las infecciones cutáneas sin síntomas sistémicos que afectan las capas superficiales de la piel (impétigo, foliculitis, etc.) se tratan habitualmente con antisépticos o antibióticos tópicos. Los de mejor cobertura frente a los patógenos habituales son la pomada de mupirocina y la crema o pomada de ácido fusídico. El SARM-AC es generalmente sensible a estos antibióticos tópicos. En infecciones con mala respuesta clínica a la mupirocina, la pomada de retapamulina constituye una alternativa válida a partir de los 9 meses de edad(20).

La antibioticoterapia sistémica se reserva para determinadas formas clínicas (celulitis), formas extensas, de rápida progresión o diseminadas, casos graves o con afectación del estado general (fascitis necrotizante), en recién nacidos, celulitis-adenitis en lactantes menores de 3 meses e inmunodeprimidos. En algunas ocasiones, como en la infección por SAMR-AC, es fundamental el drenaje quirúrgico precoz. El desbridamiento precoz también es uno de los pilares del tratamiento de la fascitis necrotizante.

Si se sospecha S. aureus, el antibiótico de elección es la cloxacilina, si bien, sus características farmacológicas (administración cada 6 horas, baja biodisponibilidad y mal sabor) hacen que sean preferibles la amoxicilina-ácido clavulánico y las cefalosporinas de primera generación (cefadroxilo o cefalexina). En caso de contraindicación para los betalactámicos o infección por SAMR-AC, los fármacos de elección son la clindamicina (aunque en España solo se comercializa en cápsulas de 150 y 300 mg) y la trimetoprima-sulfametoxazol.

Ante la sospecha de infección por S. pyogenes, el antibiótico de elección es la penicilina o la amoxicilina. En los alérgicos a los betalactámicos, pueden usarse macrólidos de 16 átomos (josamicina o midecamicina), clindamicina o, en caso de reacción no anafiláctica, cefalosporinas de primera generación.

En las infecciones en que pueda existir coinfección por S. aureus sensible a la meticilina y S. pyogenes, está indicado el tratamiento con amoxicilina-ácido clavulánico o una cefalosporina de primera generación.

El tratamiento de la fascitis necrotizante debe incluir antibióticos frente a microorganismos aerobios y anaerobios. Una opción es la administración de una cefalosporina de tercera generación y metronidazol o clindamicina. Puede ser útil la administración de inmunoglobulina hiperinmune o el uso de la cámara hiperbárica.

En el momento de la redacción de este documento, ni el cefadroxilo ni la cefalexina, únicas cefalosporinas de primera generación con presentación oral, se comercializan en España en forma de suspensión y solo se dispone de cápsulas de 500 mg. Debido a esta circunstancia, las cefalosporinas de segunda generación (cefuroxima, cefaclor), pese a ser algo menos activas frente a los cocos Gram positivos que las de primera, pueden considerarse alternativas válidas.

Función del pediatra de Atención Primaria

El pediatra de Atención Primaria es el facultativo clave para el diagnóstico de las infecciones cutáneas. Tras considerar los posibles diagnósticos diferenciales, debe establecer una orientación diagnóstica. Probablemente, no siempre dispondrá de medios para estudiar la etiología, pero en las formas más superficiales esto no supone ningún problema para instaurar un tratamiento. En las formas profundas y en las que, por asociarse a alguna enfermedad de base, crea necesario realizar antibioticoterapia por vía intravenosa, deberá derivar el caso con celeridad al centro hospitalario de referencia, en especial si sospecha una fascitis necrotizante.

Agradecimientos

A los coautores del “Documento de consenso SEIP-AEPAP-SEPEAP sobre la etiología, el diagnóstico y el tratamiento de las infecciones cutáneas bacterianas de manejo ambulatorio” (último apartado de la Bibliografía recomendada), publicado en Anales de Pediatría, por su aportación en esta publicación de Pediatría Integral.

Bibliografía

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Estudio prospectivo observacional español en el que se describen los casos de infección neonatal por Staphylococcus aureus en el servicio de urgencias pediátricas de un hospital terciario y se evidencia su todavía baja incidencia en este grupo de edad, con solo 30 casos registrados en 3 años. Únicamente uno de los aislamientos fue resistente a la meticilina.

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Estudio multicéntrico prospectivo aleatorizado y doble ciego realizado en los EE.UU. en población adulta y pediátrica, en el que no se encuentran diferencias en la eficacia de ambos antibióticos en casos de celulitis o abscesos cutáneos.

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Documento de consenso de tres sociedades científicas pediátricas (una de infectología y dos de Atención Primaria), sobre las infecciones cutáneas bacterianas desde la perspectiva de la Atención Primaria.

 

Caso clínico

 

Paciente varón de 4 años de edad, previamente sano y sin antecedentes de interés, que acude a la consulta por presentar desde hace 48 horas una lesión, en el antebrazo derecho, eritematosa, dolorosa, caliente, de bordes discretamente difusos y con aparición de una flictena central durante las últimas 12 horas (Fig. 5). A la exploración, además de evidenciar los hallazgos referidos, se constata una zona de induración central.

Se inicia tratamiento empírico con amoxicilina-clavulánico y se cita de nuevo al paciente en 48 horas para comprobar la evolución. En la segunda visita, se objetiva la no mejoría de los signos inflamatorios locales, con aumento de tamaño de la zona de induración central, en la que han aparecido signos de flogosis incipiente. Además, ha iniciado febrícula de hasta 37,5ºC axilar. El cumplimiento terapéutico y la tolerancia oral al antibiótico han sido correctos según nos refiere la familia.

El paciente acude a Urgencias hospitalarias, donde se le realiza el drenaje del absceso y, al haber sido este incompleto, se le inicia tratamiento antibiótico con clindamicina.

Dos días después de la realización del drenaje y el inicio del tratamiento antibiótico, acude nuevamente a su consulta para una revisión clínica. Los signos locales han mejorado sensiblemente y la febrícula ha desparecido.

Algunos días después, usted recibe la confirmación microbiológica de que se trataba de un SAMR-AC. La evolución posterior del caso sigue siendo positiva hasta su resolución y no hay nuevas incidencias al respecto en las sucesivas visitas de control.

Figura 5.

 

 

 

 

 

Enfermedades víricas de la piel

R. Jiménez Alés*, I.M. Coronel Pérez**, I.C. Sánchez Fuentes***
Temas de FC


R. Jiménez Alés*, I.M. Coronel Pérez**, I.C. Sánchez Fuentes***

* Pediatra EBAP. Consultorio de La Roda de Andalucía. UGC Estepa. Área de Gestión Sanitaria Osuna. Sevilla. **Especialista en Dermatología. Hospital Nuestra Señora de la Merced. Área de Gestión Sanitaria de Osuna. Sevilla. ***Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria. Consultorio de La Roda de Andalucía. UGC Estepa. Área de Gestión Sanitaria Osuna. Sevilla

 

Resumen

Las enfermedades provocadas por virus son el grupo de enfermedades infecciosas más frecuentes en la infancia, siendo usual la afectación cutánea. Son más habituales en los primeros años de vida, en relación a la inmadurez inmunológica, tanto de tipo humoral como celular, existente en esa etapa. Las lesiones cutáneas pueden ser el resultado de una reacción inmune a distancia, sin que pueda aislarse el virus de las lesiones, como sería el caso de las enfermedades virales exantemáticas, o estar producidas por el propio virus, siendo posible aislarlo en la piel. En este último caso, las lesiones suelen ser de tipo nodular o vesicular y son potencialmente contagiosas. En este artículo de revisión, nos ocuparemos de este tipo de enfermedades.

 

Abstract

The diseases caused by viruses are the most common group of infectious diseases in childhood, being very common skin disease. They are more common in the early years of life in relation to the immunological immaturity, both humoral and cell existing at that stage. Skin lesions can be the result of an immune reaction at a distance, in which the viruses can’t be isolated from the lesions, as in the case of exanthematous viral diseases, or be produced by the virus itself, being possible to isolate them from the skin. In the latter case the lesions are usually nodular or vesicular type and are potentially contagious. In this review article we will deal with these diseases.

 

Palabras clave: Enfermedades víricas de la piel; Infancia; Herpes simple; Molluscum contagiosum; Verrugas

Key words: Viral skin diseases; Childhood; Herpes simplex; Molluscum contagiosum; Warts

 

Pediatr Integral 2016; XX (3): 169-178


Enfermedades víricas de la piel

Introducción(1,2)

Los virus son organismos ultramicroscópicos que crecen dentro de células vivas. Su cápside, compuesta de proteínas es responsable de la respuesta inmune. El núcleo contiene nucleoproteínas: ácido desoxirribonucleico (ADN) o ácido ribonucleico (ARN). Al carecer de ribosomas, dependen del sistema enzimático de las células huésped. Mezclado con el material metabólico de la célula huésped, permanecen sin detectar hasta que algún estímulo incita la producción de nuevas partículas virales.

La afectación cutánea, provoca pápulas, lesiones vesículo-ampollosas, úlceras y tumores.

Aunque hay múltiples virus que causan lesiones cutáneas, solo nos ocuparemos de los más frecuentes en el ámbito de la Atención Primaria: herpesvirus (virus del herpes simple,VHS y virus varicela zoster, VVZ), virus del papiloma humano (VPH) y poxvirus.

La infección de la célula causa: citolisis (VHS y VVZ), infecciones crónicas activas (VPH y poxvirus), transformación neoplásica (VPH) o infección latente y recidivante (VHS y VVZ).

Las lesiones pueden producirse por inoculación directa, como en verrugas, moluscos o primoinfección por VHS, por invasión de la piel a partir de una infección sistémica, como en la varicela, o por reactivación del virus latente, como en el herpes zóster y en las recidivas de VHS.

Enfermedades cutáneas por virus del herpes simple(2-5)

Podemos encontrar dos formas principales de presentación: el herpes oral y el herpes genital. Ninguna de ellas es patognomónica de un tipo concreto de VHS.

Etiología

El VHS es el virus que más frecuentemente afecta la piel. Es ubicuo, adaptado al huésped y causa múltiples manifestaciones. Existen dos tipos: VHS tipo 1 (VHS1) y tipo 2 (VHS2). Son virus DNA de la familia Herpesviridae y reservorio exclusivo humano. El herpes labial es la patología más común causada por VHS1, siendo la primoinfección más frecuente durante la infancia, mientras que el herpes genital suele ser causado por el VHS2 y es rara la primoinfección antes de la pubertad, debiéndonos alertar de un posible abuso sexual, salvo en los casos de infección connatal. Otras manifestaciones son menos frecuentes. El 95% de las infecciones por VHS en la infancia son causadas por el tipo 1.

Epidemiología

Aunque los VHS están íntimamente relacionados, el VHS1 suele asociarse a enfermedad orofacial y el VHS2 a enfermedad genital. La mayoría de infecciones son recurrentes. Rara vez causan cuadros graves, siendo la complicación más frecuente las sobreinfecciones bacterianas.

Puede transmitirse al recién nacido, aunque su madre esté asintomática. El riesgo es del 30-50% en primoinfecciones cerca del parto. Antes del tercer trimestre, el riesgo es menos del 1%. Las infecciones neonatales suelen deberse al VHS2 por exposición a lesiones en el canal del parto, aunque intraútero y en el postparto la transmisión también es posible.

El 90% de los adultos son seropositivos frente al VHS1, y un 30% frente al VHS2, pero solo el 30% habrá tenido manifestaciones clínicas. Esta seroprevalencia es mayor en países en desarrollo.

Fisiopatología

La transmisión requiere el contacto de mucosa o piel lesionada, con lesiones activas o fluidos corporales contaminados. El periodo de incubación va de 1 a 6 días y el intervalo de serie de 2 a 12. Desde piel o mucosa, migra a los ganglios de las raíces sensoriales dorsales, donde permanece latente. La replicación viral conduce a brotes clínicos recurrentes que se pueden inducir por: traumas, radiación UV, temperaturas extremas, estrés, inmunosupresión o fluctuaciones hormonales. La transmisión puede ocurrir cuando hay replicación viral, aunque sea asintomática. El VHS1 se reactiva más eficientemente en el ganglio del trigémino (afectando cara, orofarínge y mucosa ocular), mientras que el VHS2 lo hace en los ganglios sacrolumbares (afectando caderas, nalgas, órganos genitales y extremidades inferiores).

Formas clínicas

La primoinfección sintomática es más severa que las recurrencias, aunque la mayoría son subclínicas. Aparecen vesículas arracimadas con base eritematosa que progresan a lesiones pustulosas, ulceradas y costrosas. Pueden aparecer adenopatías satélites. Tiende a recurrir cerca de la misma localización dentro de la distribución de un nervio sensitivo. Puede haber fiebre, malestar y aspecto tóxico, sobre todo en las primoinfecciones. Aunque pueden afectar cualquier lugar, el 70-90% de las infecciones por VHS1 se localizan encima de la cintura, mientras que el 70-90% de las infecciones por VHS2 se localizan debajo.

Herpes orolabial

Se suele asociar al VHS1, aunque también puede ser causado por el VHS2 por contacto orogenital. La primoinfección o gingivoestomatitis herpética suele afectar a niños entre 10 meses y 5 años. A menudo, severa y acompañada de fiebre, artromialgias y malestar general. Al pródromo con fiebre, le sigue dolor de boca y garganta y adenopatías submandibulares o cervicales. Vesículas dolorosas aparecen en labios, encías, paladar y lengua, asociadas a eritema y edema. En ocasiones, aparece sangrado de encías. Posteriormente, se ulceran y curan en el plazo de 2-3 semanas (Fig. 1).

Figura 1. Lengua con múltiples lesiones en una gingivoestomatitis herpética.

Tras permanecer latente por tiempo variable en el núcleo del trigémino, la reactivación afecta cara y mucosas oral, labial (Fig. 2) y ocular.

Figura 2. Herpes simple labial.

Dolor, quemazón, prurito o parestesias preceden la aparición de vesículas que pueden ulcerarse o formar costras. Suelen aparecer en el borde del bermellón y durar 1 semana. La contagiosidad dura una media de 48-60 horas, no aislándose virus tras 96 horas de iniciados los síntomas.

Herpes genital

El VHS2 es la causa más común, aunque el VHS1 se identifica en un 30% de las primoinfecciones. Las infecciones recurrentes casi en exclusiva son por el VHS2.

La primoinfección tiene un periodo de incubación de 2 a 14 días y manifestaciones clínicas más severas, durando entre 2 y 3 semanas, aunque también puede ser asintomática. En varones, aparecen lesiones, vesiculares, eritematosas y dolorosas, que se ulceran, habitualmente en pene, pero también pueden aparecer en ano y periné. En mujeres, aparecen lesiones vesiculares y ulcerativas en el cérvix y vesículas dolorosas en genitales externos de forma bilateral. También, pueden afectar vagina, periné, nalgas y, a veces, las piernas, siguiendo la distribución de un nervio sacro. Los síntomas asociados incluyen: fiebre, malestar general, edema, linfadenopatías inguinales, disuria y leucorrea o blenorrea. Las mujeres pueden presentar una radiculapatía lumbosacra y, sobre un 25%, pueden presentar una meningitis aséptica.

Tras la primoinfección, puede permanecer latente meses o años hasta reactivarse. La clínica es más leve y precedida por un pródromo de dolor, picor, quemazón o parestesia.

Más de la mitad no presentan recurrencias evidentes. Sin embargo, pueden tener episodios de replicación viral, durante los que pueden transmitir el virus a sus contactos sexuales.

Otras infecciones por VHS

El eczema variceliforme de Kaposi puede desarrollarse en pacientes con dermatitis atópica, quemaduras, enfermedad de Darier y otras enfermedades inflamatorias de la piel. Los niños son los más comúnmente afectados. Se trata de una infección diseminada cutánea, con afectación del estado general, y posible afectación visceral (pulmonar, hepática y del SNC) potencialmente letal.

El panadizo herpético es una primoinfección caracterizada por la aparición de lesiones vesiculosas que afectan al pulpejo y región periungueal de un dedo, muy dolorosas, con fiebre y adenopatías satélites. Habitualmente, la etiología es el VHS1 en niños que se succionan el pulgar. El VHS2 va en aumento.

El herpes ocular es también una forma de primoinfección, uni o bilateral, generalmente por VHS1, que puede causar conjuntivitis purulenta severa, con edema, eritema y vesiculación, erosiones superficiales o úlceras corneales (queratitis epitelial). La afectación puede ser más profunda causando una queratitis estromal o una uveítis anterior (iritis), asociándose a mayor riesgo de pérdida visual, siendo el pronóstico peor que en el adulto. Puede también afectar párpados. Puede dar lugar a queratoconjuntivitis recurrentes asociadas a opacificación corneal y es una de las principales causas de ceguera corneal en EE.UU.

El herpes gladiatorum está causado por el VHS1 y se presenta como pápulas o vesículas en el tronco de atletas que practican deportes de contacto.

La infección diseminada puede ocurrir en embarazadas y en individuos inmunocomprometidos. Las lesiones suelen ser más amplias e intensas (úlceras necróticas) que en inmunocompetentes, o presentan síntomas y signos atípicos que dificultan el diagnóstico.

El VHS2 puede afectar severamente al feto. La infección neonatal suele manifestarse en las dos primeras semanas de vida y varía desde formas localizadas en piel, mucosas u ojos, hasta encefalitis, neumonitis, infección diseminada y éxitus. Puede ser difícil de diagnosticar, pues, a menudo, no aparecen lesiones mucocutáneas en el examen físico, debutando con distress respiratorio, ictericia o crisis convulsivas. La mayoría de las mujeres cuyos hijos desarrollan la infección no tienen historia previa de infecciones por VHS. El riesgo de transmisión es mayor en embarazadas que sufren una primoinfección en el tercer trimestre de la gestación. Incrementa el riesgo de transmisión: la afectación genital en el momento del parto, las primoinfecciones, las lesiones activas, la ruptura prolongada de membranas, la leucorrea y la ausencia de anticuerpos transplacentarios. La mortalidad sin tratamiento es muy elevada (>80%).

La sicosis herpética es una infección de los folículos pilosebáceos que puede presentarse como una erupción en el área de la barba. Puede producirse como consecuencia de la autoinoculación del virus durante el afeitado en el transcurso de un brote de herpes simple. Clásicamente, es causado por el VHS1, pero hay algunos casos descritos causados por VHS2.

Diagnóstico

Las primoinfecciones suelen ser fáciles de diagnosticar por la aparatosidad del cuadro clínico. En Atención Primaria, no suele estar indicado el uso de pruebas de laboratorio. Estas incluyen: cultivo viral, serología, inmunofluorescencia o reacción en cadena de la polimerasa (PCR). Si bien, el cultivo viral sigue siendo el método de diagnóstico estándar para el aislamiento de VHS, la PCR es más sensible, aunque más cara. En los pacientes con afectación neurológica o con lesiones genitales activas, la PCR es de elección. La serología se emplea en pacientes sin lesiones activas. El citodiagnóstico de Tzanck es una prueba rápida en la que pueden evidenciarse las clásicas células en degeneración baloniforme, aunque es un método poco sensible (50%) y no específico para el tipo de virus herpético.

Diagnóstico diferencial

Debe realizarse con: estomatitis aftosa, chancroide, varicela, eritema multiforme, enfermedad mano-pie-boca, herpes zóster y sífilis. Otras patologías a considerar son: el exantema fijo medicamentoso y la herpangina. Miembros de la familia Herpesviridae, como: el virus varicela-zóster, el virus de Epstein-Barr, el citomegalovirus y los herpesvirus humanos tipos 6, 7 y 8, pueden causar erupciones similares.

Tratamiento(6)

Al dar cuadros autolimitados, rara vez se justifica el tratamiento farmacológico, ya que no se evita el acantonamiento del virus ni futuras recidivas. Por otra parte, el tratamiento antiviral acorta el curso de los síntomas y puede prevenir la difusión y transmisión del virus, siendo tanto más eficaces cuanto más precozmente se utilizan. Se puede usar tratamiento oral para episodios agudos y para suprimir la replicación viral. Los antivirales disponibles son: aciclovir, famciclovir y valaciclovir, no estando autorizado el uso en niños menores de 12 años en los dos últimos.

Para el herpes labial y genital, se dan cursos cortos durante los brotes. El tratamiento tópico es menos eficaz. El tratamiento intravenoso se usa en infecciones complicadas: diseminación cutánea o visceral, herpes neonatal y en inmunodeprimidos. En este tipo de pacientes, con infecciones recurrentes, se han aislado cepas de VHS resistentes al aciclovir. En ellos, puede usarse foscarnet intravenoso.

El tratamiento de las primoinfecciones es más eficaz cuando se establece en las primeras 72 horas. La afectación ocular debe ser tratada en colaboración con oftalmología.

En investigación, se encuentra Pritelivir, antiviral específico para VHS2 y amenamevir, específico para VHS-1. Ambos son inhibidores de la enzima helicasa-primasa.

Prevención

El aislamiento de niños con primoinfección herpética puede evitar contagios. De todos modos, el VHS causa infecciones persistentes y el portador asintomático puede ser infectante. No está contraindicada, en general, la asistencia a centros escolares o guarderías de los niños con lesiones recidivantes. Solo habrá que excluir a los menores con gingivoestomatitis herpética que presenten sialorrea.

La prevención del herpes genital en adolescentes sexualmente activos, pasa por una adecuada educación para el uso de preservativo, ya que el virus puede ser transmitido durante periodos asintomáticos.

Las potenciales vacunas estudiadas hasta la fecha no han mostrado suficiente eficacia en los ensayos.

No debería aconsejarse ningún fármaco para la prevención de recurrencias del herpes labial por el mínimo efecto demostrado. Otras medidas, como las cremas protectoras solares, solo han demostrado eficacia ante la exposición de luz ultravioleta, pero no ante la exposición a la luz solar(7).

Herpes zóster(2,8,9)

La incidencia de herpes zóster, en contra de lo postulado, parece disminuir en aquellos que reciben la vacuna de la varicela.

Etiología

El herpes zóster (HZ) es una erupción vesicular aguda de distribución metamérica, causada por la reactivación de una infección latente del virus varicela-zóster (VVZ) en los ganglios sensitivos. Es un virus DNA de 90 Kd cuya primoinfección causa la varicela.

Epidemiología

La frecuencia del HZ se estima en 2-3 casos por 1.000 personas y año. En rara ocasión, puede ocasionar la muerte, aunque en personas seriamente debilitadas puede considerarse un factor contribuyente. La morbilidad suele quedar reducida al dolor que puede persistir más allá del periodo de enfermedad activa (neuralgia postherpética). La afectación ocular puede causar pérdida temporal o permanente de la agudeza visual, llegando en casos extremos a la ceguera. Las complicaciones, como la infección secundaria de las lesiones, la implicación meníngea o visceral pueden provocar morbilidad adicional y dejar secuelas. Alrededor del 50% de las personas que viven más allá de 80 años, presentarán en alguna ocasión un HZ. El zóster es raro en niños y adultos jóvenes, con la excepción de pacientes con SIDA, linfoma, otros cánceres e inmunodeficiencias, como las inducidas en trasplantes de médula o de riñón. En estos pacientes, el riesgo es independiente de la edad. También, se ha señalado una mayor frecuencia en niños que adquirieron el virus intraútero o durante el primer año de vida.

Fisiopatología

Durante la varicela, desde piel o mucosas, el virus llega vía neuronal ascendente hasta los ganglios sensitivos cráneo-espinales, donde se integra en el DNA celular escapando del control inmunitario. Allí se produciría una continua replicación viral, contenida por el sistema inmune del huésped. Cuando el sistema inmune falla, la replicación viral se convierte en eficaz provocando la aparición del HZ. No está claro si factores como radiación, trauma, ciertos fármacos, otras infecciones o estrés, también pueden facilitarlo. No está claro por qué la inmunidad humoral y celular no evita las recurrencias. Parece existir una correlación inversa entre la capacidad de respuesta inmune celular del huésped y la incidencia del HZ; sin embargo, la mayoría de pacientes aparentan una inmunidad normal. Se postula que el HZ aparece cuando los títulos de anticuerpos y la inmunidad celular descienden por debajo de ciertos niveles que prevendrían la invasión viral. A favor de esta hipótesis está la observación de que los pediatras, que presumiblemente se reexponen rutinariamente al VVZ y, por tanto, mantienen niveles altos de inmunidad, rara vez desarrollan un HZ. También, se ha podido comprobar que el herpes zóster puede aparecer como consecuencia de la reactivación del virus vacunal latente en niños correctamente inmunizados, aunque en estos, es un 79% más infrecuente que en los que han presentado una varicela(10).

Clínica

El HZ comúnmente se manifiesta en las regiones inervadas por 1 o más ganglios espinales o ganglios sensoriales craneales. Las metámeras más frecuentemente afectadas van desde la C2 a la L2, junto con los pares craneales V y VII. Más rara, es la afectación de las astas anteriores y posteriores de la médula, las leptomeninges y los nervios periféricos, apareciendo debilidad muscular o parálisis, pleocitosis del LCR o pérdida sensitiva. En raras ocasiones, da lugar a mielitis, meningitis, encefalitis o afectación visceral.

Se manifiesta con dolor y parestesias en el territorio de inervación de un ganglio sensitivo, habitualmente acompañado de una hiperestesia cutánea y, a veces, de cefalea, malestar general y/o fiebre. Días más tarde, empiezan a aparecer placas eritematoedematosas, inicialmente en zonas proximales y posteriormente más distales del dermatoma afecto, encima de las cuales se agrupan las típicas vesículas arracimadas. En la mayoría de casos, es posible apreciar una adenopatía regional y en un 30% existen lesiones vesiculares a distancia de la zona afecta, lo que no necesariamente constituye un HZ diseminado.

La intensidad del dolor en el HZ aumenta con la edad, siendo raro en niños pequeños,y más habitual cuando superan la adolescencia. Dependiendo de la localización, pueden aparecer aspectos clínicos particulares e incluso algunas complicaciones.

En el HZ oftálmico pueden verse queratoconjuntivitis e iridociclitis por la afectación de la rama oftálmica del V par. La afectación de la rama nasociliar provoca lesiones en la punta de la nariz (signo de Hutchinson) lo que constituye un signo de alerta que debe conducir a un rápido diagnóstico y tratamiento.

En el HZ bucofaríngeo pueden verse halitosis y dificultad en la deglución.

En el síndrome de Ramsay-Hunt, cuando el HZ afecta el conducto auditivo externo, pueden asociarse también vértigos y parálisis del nervio facial.

La enfermedad se resuelve sin tratamiento en 2-4 semanas, aunque en los niños tiende a resolverse en menos de una semana. En un 10% de los sujetos adultos, y sobre todo en ancianos, puede quedar una neuralgia postherpética residual. También, es más frecuente en caso de afectación oftálmica. Las recidivas aparecen en un 4% de sujetos. Cuando afectan más de un dermatoma o hay una distribución muy extensa, debemos pensar en inmunodeficiencias. En estos casos, puede aparecer viremia con afectación visceral diseminada con: neumonía, encefalitis, hepatitis y coagulación intravascular diseminada, adoptando las lesiones cutáneas el aspecto de una varicela.

Diagnóstico

El HZ sine herpete puede resultar muy difícil de diagnosticar al no existir las clásicas vesículas en la zona dolorosa. Los estudios de laboratorio no están indicados generalmente. Cuando lo están, la detección mediante PCR, muy sensible y específica, se puede realizar en LCR y raspados corneales, así como en sangre en casos diseminados con afectación visceral. La detección del virus se puede realizar también con inmunofluorescencia directa en el raspado de las vesículas, aunque es menos sensible que la PCR. También es posible cultivar el virus, aunque los cambios citopáticos en los cultivos pueden tardar más de una semana en aparecer. El citodiagnóstico de Tzankc es inespecífico. Los estudios serológicos generalmente no son útiles en este contexto. En general, el resto de formas clínicas son de fácil diagnóstico por la distribución metamérica de las lesiones que resulta muy sugestiva.

Diagnóstico diferencial

Se realizará con neuralgias y neuropatías de otras causas, así como con: herpes simple, erupciones acneiformes, estomatitis aftosa, candidiasis de mucosas, celulitis, dermatitis de contacto alérgica y por irritantes, erisipela, foliculitis, picaduras de insectos, etc.

Tratamiento

Existe controversia sobre la necesidad de tratar los HZ. El precio de los antivirales no parece justificar su modesta eficacia. Aunque aceleran la curación, no influyen en la aparición de la neuralgia postherpética en niños, que es muy rara. En caso de usarse, deben instaurarse en las primeras 72 horas. Se emplean aciclovir, valaciclovir y famciclovir, estos últimos no autorizados en niños. No está indicado el aciclovir tópico y debiera restringirse a la vía sistémica en inmunodeprimidos o cuando se afecta un par craneal. La afectación oftálmica requiere derivación a oftalmología. Lo único realmente importante es tratar el dolor. La neuralgia postherpética en adultos se trata con antidepresivos tricíclicos, opiáceos o anticomiciales.

Prevención

Aislar niños con varicela no evita la aparición de HZ en los adultos. Parece salvada la controversia sobre el hipotético aumento del HZ en adultos cuando se vacuna de varicela a los niños. Por otra parte, existen datos que avalan que una vacuna de alta potencia (contiene 14 veces más partículas virales que la vacuna de la varicela), introducida en EE.UU. en 2005, podría disminuir la incidencia de herpes zóster en el adulto. Esta vacuna ayudaría a mantener la inmunidad en niveles que impiden la reactivación del virus.

Enfermedades cutáneas por virus del papiloma humano(2,11-14)

Los VPH son los principales virus causantes de tumores benignos y malignos en el ser humano. Se espera la próxima comercialización de una vacuna contra 9 genotipos.

Etiología

Los virus del papiloma humano (VPH) infectan de forma selectiva piel y mucosas, ocasionando neoformaciones benignas (verrugas) y, algunas de ellas, también malignas.

Los papilomavirus afectan a múltiples animales siendo especie-específicos. Causan mutaciones del ADN provocando tumores en: humanos, monos, ciervos, caballos, bóvidos, perros, pájaros y conejos. Hasta el momento, se han identificado más de 130 tipos. El actual sistema de clasificación se basa en las semejanzas de su secuencia genética, que se correlaciona con las tres categorías que se usan para describir las enfermedades por VPH: anogenital y/o mucosa, cutánea no genital y epidermodisplasia verruciforme.

Epidemiología

Entre el 7 y 10% de la población presentará verrugas vulgares, llegando al 33%(15) en niños de primaria, al 20% en escolares, con un pico entre los 12 y 16 años. Aumenta en inmunodeprimidos. Más raro en niños, son los condilomas acuminados, que siempre nos deben hacer sospechar abuso sexual.

Fisiopatología

Los VPH son altamente especie-específicos, siendo los humanos su único reservorio. Se replican de forma estable en las células basales o permanecen en estado vegetativo, en células más diferenciadas, replicándose de forma episódica. Aunque todas las células de una lesión contienen el genoma viral, su expresión está ligada a la diferenciación celular, no activándose hasta que el queratinocito sale de la capa basal, por lo que la producción de nuevos virus solo ocurre en el núcleo de queratinocitos altamente diferenciados, para ser liberados con la descamación al medio ambiente, no siendo un virus citolítico. La infección ocurre cuando las células basales quedan expuestas al virus por rotura de la barrera epitelial, como puede ocurrir durante las relaciones sexuales o por abrasiones menores de la epidermis. El VPH puede sobrevivir muchos meses y a bajas temperaturas sin un anfitrión. Las células infectadas exhiben un alto grado de atipia nuclear. La coilocitosis (del griego koilos: vacío), hace referencia a células con un núcleo picnótico y un halo perinuclear, y es característica de la infección por VPH. El DNA viral existe como un episoma al margen del DNA del núcleo celular en las lesiones benignas o de bajo riesgo. Los genomas se integran en el DNA celular en las lesiones malignas. Esta integración se considera un marcador de transformación maligna y se produce por supresión de la proteína p53 del huésped que regula la proliferación celular.

Clínica

Las verrugas comunes (VC) se presentan como lesiones abultadas (pápulas, nódulos o vegetaciones epidérmicas) de superficie rugosa, en zonas traumatizables. Suelen ser autolimitadas. En niños, la zona periungueal es característica, así como rodillas, manos (Fig. 3), barbilla en atópicos y plantas de los pies (verrugas plantares).

Figura 3. Verrugas múltiples en dedos de la mano. Obsérvese la superficie rugosa.

Estas últimas son lesiones hiperqueratósicas no excrecentes y dolorosas a la palpación, sobre todo al pellizcamiento. Las verrugas planas (Fig. 4) son lesiones papulosas de pocos milímetros de diámetro, de superficie plana y poco queratósica, de color amarillento, aisladas o reunidas en pequeños grupos y que afectan, sobre todo, la cara en los niños.

Figura 4. Verrugas planas. Localización típica en región frontal.

Suelen desaparecer tras varios años, apareciendo eritema y prurito en la zona varias semanas antes. Las verrugas filiformes afectan de manera casi exclusiva las zonas periorificiales de la cara como lesiones afiladas con un extremo queratósico.

Los papilomas genitales o condilomas surgen como lesiones excrecentes, con márgenes recortados (crestas de gallo) totalmente asintomáticos.

La epidermodisplasia verruciforme es una genodermatosis autosómica recesiva con una sensibilidad de la epidermis a la infección, por unos tipos concretos de VPH. Las lesiones tienden a transformarse en carcinomas espinocelulares cuando actúan cocarcinógenos como la radiación ultravioleta. Se presentan como una serie de elementos papulosos, similares a las verrugas planas, en cara y dorso de manos.

Diagnóstico diferencial

Solo el diagnóstico diferencial de las verrugas plantares (VP) merece atención. El callo o heloma puede ser indistinguible a simple vista de una VP. El callo siempre se localiza en zonas de presión, la VP puede o no hacerlo. El callo es doloroso a la presión, mientras que la VP lo es a la presión lateral o pellizcamiento. El callo mantiene intactos los dermatoglifos, mientras la VP no. Una maniobra que puede resultar de gran utilidad para diferenciar uno de otro consiste en el rascado mediante bisturí de la lesión. Si aparecen zonas puntiformes negruzcas (capilares trombosados) se trata de una VP. Si aparece la imagen de una cebolla partida por la mitad, en anillos concéntricos, se trata de un callo.

Tratamiento(16,17)

Las verrugas son en general benignas y autorregresivas, resolviéndose la mayoría en un plazo de 2 años en inmunocompetentes, por lo que en gran número de ocasiones, lo adecuado es el tratamiento expectante.

Cuando se decide tratar, la selección dependerá del tipo, número de lesiones y localización. No existe ningún antiviral específico. Los tratamientos buscan destruir las células infectadas y algunos, estimular el sistema inmune: cáusticos, citostáticos, crioterapia, electrocoagulación, láser y extirpación quirúrgica. La crioterapia, la electrofulguración, y el láser CO2 pueden destruir parte de las lesiones, pero no modificar el curso de la enfermedad, son dolorosas y pueden dejar cicatrices permanentes. En los condilomas, se puede usar además, podofilotoxina, imiquimod, 5-fluoruracilo y extracto de té verde, en mayores de 18 años.

En caso de detectar condilomas de aparición reciente en mayores de 4 años, debemos descartar siempre la presencia de abuso, salvo adolescentes que relaten un contacto sexual con un igual consentido, o en niños con inmunosupresión importante que tengan múltiples verrugas en otras localizaciones sin signos de abuso. Por debajo de esta edad, se debe sospechar cuando: los padres sospechan un posible abuso; cuando el niño entre 3 y 4 años refiere el abuso; cuando el desarrollo del niño hace sospecharlo (pesadillas, actitudes sexuales hacia compañeros o tiene un conocimiento sobre sexo inadecuado a su edad); cuando existen signos sugestivos en la exploración de lesiones traumáticas agudas o crónicas (petequias, contusiones en el himen, desgarros anales, himen ausente, cicatrices anogenitales); o hallazgos de otras enfermedades de transmisión sexual (gonorrea, Chlamydia, Trichomonas, VIH, hepatitis B, C o sífilis).

El tratamiento de elección de las verrugas vulgares son: el ácido salicílico y la crioterapia con limado o pelado de la verruga entre las distintas sesiones de tratamiento. La oclusión con cinta adhesiva se ha ensayado, con resultados diversos según los estudios, cuando no se tolera el ácido salicílico o la crioterapia, o bien como complemento a ellas. Puede usarse también la electrocoagulación, pero nunca en las de localización periungueal. Las planas se tratan con crioterapia, queratolíticos o tretinoína al 0,4%.

Prevención(18)

Existen dos vacunas frente al VPH registradas en España: la bivalente Cervarix®, que contiene los tipos 16 y 18 y la tetravalente Gardasil®, que además contiene los tipos 6 y 11. En 2016, se espera la comercialización de la vacuna Gardasil 9®, a la que se le han añadido 5 tipos (31, 33, 45, 52 y 58).

Además de la vacunación, como medidas generales de prevención, se citan: el cubrir las verrugas durante la natación, evitar compartir toallas, calcetines o zapatos, y evitar usar descalzos las duchas comunales. Además, el riesgo de autoinoculación disminuye evitando el rascado, morderse las uñas y cutículas, y no usando los instrumentos para limar o pelar la verruga para otro propósito. Los pies deben permanecer secos y cambiar diariamente calcetines o medias. No se recomienda la exclusión escolar o de actividades deportivas por este motivo, ya que la transmisión puede tener lugar desde pacientes asintomáticos.

Enfermedades cutáneas por poxvirus(2,19)

El Molluscum contagiosum es una enfermedad autolimitada. Los tratamientos no modifican la historia natural de la infección.

El molluscum contagiosum (MC) es una infección viral cutánea común en los niños causada por el virus del molusco contagioso (VMC). Aunque es a menudo una enfermedad de transmisión sexual en adolescentes y adultos, o aparece asociado a cuadros de inmunodeficiencia (especialmente la infección por VIH), en el caso de la enfermedad infantil tiende a carecer de estas asociaciones. Es cada vez más frecuente, ya que su propagación a través del contacto piel a piel o a través de fómites es rápida y fácil.

No nos ocuparemos de las zoonosis por poxvirus (ectima contagioso u orf, y nódulo de los ordeñadores), pues su aparición en niños es excepcional. Nos centraremos en el MC.

Etiología

El VMC es miembro del género mollucipoxvirus, del que existen cuatro subtipos (1-4), siendo el más frecuente el tipo 1 y estando asociado el tipo 2 a inmunodeprimidos, incluyendo SIDA. Son virus DNA de doble cadena y los mayores virus conocidos, alcanzando su genoma un peso de 120-200 megadaltons.

Epidemiología

El MC afecta con mayor frecuencia a escolares, especialmente menores de 8 años. La epidemiología sugiere que puede transmitirse en piscinas o salones de belleza, por contacto directo o por fómites. La autoinoculación podría explicar la mayor afectación en atópicos debido al rascado.

De distribución mundial, aunque más frecuente en regiones tropicales y subtropicales, probablemente en relación con malas condiciones higiénicas y factores climáticos, como el calor y la humedad. Produce en niños pequeñas epidemias: 5,6% de los que asisten a guarderías, 7,4% de los escolares, o entre los que hacen natación en la misma piscina. Su incidencia aumenta en: infectados por VIH, en pacientes en terapia esteroidea, en afectados por dermatitis atópica o por trastornos linfoproliferativos. Tiene una distribución etaria bimodal. El primer pico ocurre en la infancia, sobre todo, entre 2 y 5 años, con transmisión piel a piel sin contacto sexual. El segundo pico aparece entre los 15 y 29 años como enfermedad de transmisión sexual. También, es posible la transmisión vertical desde madres con lesiones en el área genital.

Fisiopatología

La célula diana del VMC es el queratinocito. La replicación ocurre en el citoplasma, generando los característicos cuerpos de inclusión, más evidentes en el estrato granuloso y córneo de la epidermis. Aparece una hiperproliferación epidérmica al doblarse el índice de división celular en la capa basal. El VMC causa tres patrones de enfermedad en tres poblaciones distintas: niños, adultos inmunocompetentes y pacientes inmunodeprimidos. Los niños se contagian por contacto piel a piel o vía fómites, tales como equipamiento de gimnasio, piscinas o baños públicos. El periodo de incubación es de 2 a 7 semanas, aunque puede llegar a superar los 3 meses. El riesgo de transmisión es en general bajo (<10%), aumentando algo en el entorno familiar. Las lesiones aparecen típicamente en: tronco, brazos, piernas y cara. En adultos, se considera una enfermedad de transmisión sexual y las lesiones suelen circunscribirse a la región ano-genital y por debajo de la cintura. Generalmente, en inmunocompetentes se autolimita. En caso de inmunodeficiencia severa, el curso es más largo con lesiones más extensas y atípicas, afectando frecuentemente la cara y pueden contarse por centenares.

El virus posee mecanismos de evasión del sistema inmune, lo que explica la duración de la infección aún en inmunocompetentes. Sintetiza proteínas que bloquean la necrosis celular inducida por el factor de necrosis tumoral, que bloquean el proceso inflamatorio, que impiden la diferenciación de los queratinocitos o bloquean el daño oxidativo inducido por leucocitos.

Clínica

La afectación suele limitarse a la piel, aunque se han comunicado casos en conjuntivas. Aparecen pápulas cupuliformes de pequeño tamaño (2-6 mm, variando de 1 a 15), del color de la piel normal, blancas, traslúcidas o amarillentas, centradas por un orificio del que se expulsa material córneo, blanquecino, con multitud de partículas virales. Por autoinoculación aparecen nuevas lesiones en la periferia y en otras zonas de la superficie corporal. En número de 1 a 20, aunque pueden llegar a cientos (Figs. 5 y 6).

Figura 5. Molluscum contagiosum. Lesiones múltiples en niño con piel atópica.

Figura 6. Molluscum contagiosum. Detalle. Una lesión translúcida que deja ver contenido córneo y otra en la que se aprecia umbilicación.

Pueden también confluir formando placas. En el 10% de los pacientes, aparecen alrededor lesiones de eccema muy pruriginosas al superar el mes de evolución. Las lesiones suelen desaparecer totalmente en un año, pero antes el enfermo ha podido presentar multitud de ellas.

Diagnóstico diferencial

El principal diagnóstico diferencial hay que establecerlo con las verrugas vulgares. La histología es característica: la epidermis crece hacia la dermis en forma de lóbulos cuyos queratinocitos tienen en el citoplasma grandes cuerpos de inclusión que contienen gran cantidad de virus. Las manifestaciones cutáneas de otras infecciones oportunistas, como: criptococosis cutánea, histoplasmosis y aspergilosis, pueden imitar las lesiones de MC y deben descartarse en pacientes inmunodeprimidos.

Tratamiento(20)

Existe controversia en cuanto a la necesidad de tratar los MC. Parece que ningún tratamiento modifica el curso de la enfermedad ni la posibilidad de recidivas. Más que recidivas, los nuevos MC corresponden a la aparición de elementos que debían estar en periodo de incubación autoinoculados. Los efectos estéticos o psicoterapéuticos del curetaje de los MC pueden ser en algunas ocasiones útiles. Los tratamientos agresivos, (curetaje, electrofulguración, crioterapia, pellizcamiento con pinza, ácido tricloracético, potasa cáustica, ácido retinoico) pueden dejar cicatrices dermatológicas y psicológicas. Los inmunomoduladores como el imiquimod pueden ayudar a resolver la infección vírica. Dentro de los fármacos más usados, la cimetidina a altas dosis, 40 mg/kg/día durante 3 meses, se ha demostrado eficaz en algunos ensayos clínicos. Trata el escozor, enrojecimiento, prurito, urticaria y dermatitis de contacto que pueden aparecer.

Prevención

Aislar niños con MC puede evitar contagios; pero, en la mayoría de ocasiones, los niños predispuestos (atópicos) padecerán de MC, y los no atópicos no se contagiarán con ellos. Los pacientes deben conocer la forma en que pueden autoinocularse (evitar rascado) y contagiar el virus (evitar compartir instrumentos de higiene, como: maquinillas de afeitar, toallas de baño, calzado, gorros y gafas de natación, así como otros posibles fómites).

Bibliografía

Los asteriscos reflejan el interés del artículo a juicio de los autores.

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Bibliografía recomendada

– Pickering LK, Baker CJ, Kimberlin DW, Long SS, eds. Red Book: 2012 Report of the Committee on Infectious Diseases. Elk Grove Village, IL: American Academy of Pediatrics. 2012: 524-30.

Es el libro de referencia mundial en infecciones pediátricas. Se trata de una revisión trienal de la American Academy of Pediatrics, en la que se brinda una información completa desde la epidemiologia al tratamiento. Imprescindible en Pediatría.

– Diepgen TL, Yihune G et al. Atlas Dermatológico Online. Disponible en: http://www.dermis.net/doia/.

Posiblemente el atlas dermatológico más completo en Internet de acceso libre.

– DynaMed Plus [Internet]. Ipswich (MA): EBSCO Information Services. 1995. Disponible en: http://www.dynamed.com.

Se trata de un recurso de referencia de EBSCO para la toma de decisiones clínicas en el punto de atención. Proporciona acceso sintetizado a información de 22 especialidades médicas con recomendaciones basadas en la evidencia, utilizando el sistema GRADE.

– Paller AS, Mancini AJ. Hurwitz Clinical Pediatric Dermatology (eBook). Toronto: Elsevier. 2015.

Libro de dermatología pediátrica de referencia, tanto para pediatras como para dermatólogos. Proporciona orientación práctica para el diagnóstico y tratamiento de los trastornos de la piel desde el recién nacido al adolescente.

 

Caso clínico

 

Varón de 13 años de edad, sin antecedentes patológicos de interés. Consulta porque le han salido unas durezas en la planta del pie que le dificultan la práctica deportiva. Refiere que juega al fútbol y suele ducharse en los vestuarios del campo de entrenamiento.

Refiere que ha sido atendido por un podólogo que le ha prescrito una cataplasma con cáscara de plátano para reblandecerlas y poderlas limar. Refiere que no terminan de ir bien, aunque “parece que ya está echando los puntos negros hacia afuera” y acuden para pedir consejo sobre el tratamiento que se le está aplicando.

Exploración

Peso: 50 kg. Talla: 158. Buen estado general, bien nutrido, hidratado y perfundido. Presenta en la planta del pie derecho las lesiones que se observan en la foto, realizada para poder apreciar mejor los detalles de la lesión, tales como posible afectación de dermatoglifos o existencia de puntos negros. Al comprimirlas lateralmente presenta dolor.

 

 

Anomalías vasculares

M.T. Alonso San Pablo, X. Calderón-Castrat
Temas de FC


M.T. Alonso San Pablo, X. Calderón-Castrat

Servicio de Dermatología. Hospital Universitario de Salamanca

 

Resumen

En los últimos años, se han hecho grandes avances en el estudio de las anomalías vasculares, en un intento de unificar los criterios, tanto en la nomenclatura y clasificación, como en el abordaje terapéutico. Las anomalías vasculares están constituidas por dos grandes grupos bien diferenciados: los tumores vasculares y las malformaciones vasculares. Los hemangiomas infantiles representan el grupo más importante de los tumores vasculares y es el tumor benigno más frecuente en la infancia. Aunque la mayoría presentan un curso indolente y una resolución espontánea, es importante tener en cuenta que algunos hemangiomas pueden conllevar, fundamentalmente por su localización, un riesgo vital para el paciente, así como complicaciones médicas y estéticas. En el grupo de las malformaciones vasculares, la Mancha en Vino de Oporto es la más frecuente. A diferencia de los hemangiomas, las malformaciones vasculares no involucionan, persistiendo durante toda la vida. Es fundamental, por tanto, para el pediatra, diferenciar entre ambos grupos para poder establecer un diagnóstico correcto y ofrecer un abordaje terapéutico adecuado en cada paciente.

 

Abstract

In the past few years, great advances concerning the study of vascular anomalies have been made in the hopes of unifying criteria in terms of classification and terminology, as well as on the therapeutic approach. Two large groups constitute vascular anomalies: vascular tumors and vascular malformations. Infantile hemangiomas represent the most important group within vascular tumors and are the most frequent benign childhood tumor. Even though, the majority have an indolent behaviour and spontaneous resolution, it is important to keep in mind that some hemangiomas, fundamentally due to their location, may cause vital risk to the patient as well as medical and aesthetic complications. On the other hand, within the vascular malformation group, the Port wine stain is the most frequent.
In contrast to hemangioma behaviour, vascular malformations do not involute and persist a lifetime. Therefore, it is crucial for the paediatrician to differentiate between these two groups, in order to establish a correct diagnosis and offer an ideal treatment for the patient.

 

Palabras clave: Anomalías vasculares; Hemangiomas infantiles; Malformaciones vasculares; Mancha en Vino de Oporto; Propranolol

Key words: Vascular anomalies; Infantile hemangioma; Vascular malformations; Port Wine Stain; Propranolol

 

Pediatr Integral 2016; XX (3): 159-168


Anomalías vasculares

Introducción

Las anomalías vasculares (AV), en la actualidad, se clasifican en dos grandes grupos: los tumores vasculares (TV) y las malformaciones vasculares (MV).

La presencia o no de lesiones en el recién nacido, nos ayudará a distinguir entre ambas, orientando el diagnóstico. Los hemangiomas infantiles (HI) son los TV más frecuentes, en general, no están presentes en el momento del nacimiento y suelen desarrollarse o hacerse evidentes en las primeras semanas de vida (existen otros hemangiomas denominados congénitos, mucho menos frecuentes que comentaremos brevemente). Por otro lado, la mancha en vino de Oporto (MVO) es la MV más prevalente y, en la mayoría de los casos, está presente en el momento del nacimiento. La introducción de nuevos fármacos, como el propanolol, en los últimos años, ha supuesto importantes cambios en el abordaje terapéutico de los hemangiomas. Es fundamental reconocer los rasgos que distinguen los TV de las MV, para ofrecer una terapéutica correcta y establecer un pronóstico adecuado en cada paciente (Tabla I).

 

Clasificación de las anomalías vasculares

En 1982, Mulliken & Glowacki clasificaron las AV, según su comportamiento clínico y biológico, en TV y MV. En 1996, la International Society for the Study o Vascular Anomalies (ISSVA)(1) modificó esta propuesta debido a la confusión generada sobre la nomenclatura y, recientemente, en el 2014, se ha vuelto a modificar, con el fin de esclarecer dudas al respecto (Tabla II y VI)(1).

El objetivo de la nueva clasificación es establecer un mismo lenguaje entre los distintos profesionales que tratan estos procesos para la correcta comprensión de pautas diagnósticas y terapéuticas. Los siguientes apartados se dedicarán, por tanto, al desarrollo fundamental de las AV más frecuentes: los HI y la MVO y las asociaciones de mayor interés en la práctica clínica. La versión on-line de la clasificación está disponible en: www.issva.org.

Tumores vasculares: hemangiomas infantiles

Los hemangiomas infantiles (HI) son los tumores benignos más frecuentes en la infancia(2).

Su incidencia es del 1-3% y se estima que hasta el 10% de menores de 1 año presentan un HI(2).Tienen una predilección por el sexo femenino de 3:1. Son más frecuentes en la raza blanca, en los recién nacidos pretérmino, en los de bajo peso al nacer, en recién nacidos de madres con edad materna avanzada y se estima que, en un 21% de los HI, existiría asociación con la exposición a biopsias coriónicas diagnósticas(3). La mayoría son esporádicos, pero hasta un 38% pueden tener un antecedente familiar. La fisiopatogenia de los HI no está del todo esclarecida, sin embargo, se postulan distintas hipótesis, dentro de las cuales destacamos: las mutaciones somáticas de las células progenitoras de los hemangiomas y la regulación aberrante del VEGF (factor de crecimiento vascular endotelial); la teoría placentaria, que hace referencia a un origen placentario por compartir en común el marcador inmunohistoquímico GLUT-1; y la proliferación tumoral inducida por la hipoxia(4). Existe otro grupo de hemangiomas que están presentes desde el nacimiento y son los denominados hemangiomas congénitos. Estos, a su vez, se distinguen por el curso de involución en: rápidamente involutivos (RICH), no involutivos (NICH) y parcialmente involutivos (PICH). Los RICH, por lo general, involucionan antes del año de vida, mientras que los NICH permanecen estables de por vida. Estos hemangiomas son menos frecuentes que los HI y se diferencian por no presentar una fase proliferativa y un GLUT-1 negativo.

Manifestaciones clínicas

Los HI generalmente aparecen como lesiones asintomáticas y solitarias a las 2-3 semanas de vida, sin embargo, entre un 30-65% se encuentra una lesión precursora(4,5).

Esta lesión puede presentarse como un área de telangiectasias con halo blanquecino alrededor, más llamativo con el llanto, una mácula pálida o rojiza o simulando un hematoma (Fig. 1A).

Figura 1. Hemangiomas Infantiles. A) Mancha precursora: mácula hipocrómica y telangiectasias en el interior, en tronco de un neonato. B) HI superficial indeterminado facial. C) HI mixto focal preauricular. D) HI profundo en espalda.

La historia natural de la mayoría es muy característica y cursa en tres etapas (Fig. 2).

Figura 2. Evolución natural de un HI segmentario (sin tratamiento).

La fase proliferativa se caracteriza por un rápido crecimiento dentro del primer año de vida, habiendo alcanzado en la mayoría de los casos, a los 4 meses, el 80% de su tamaño final(5). Es importante el seguimiento en los primeros meses de vida, debido a que es la etapa en donde ocurren la mayoría de complicaciones, desde ulceraciones hasta la deformidad de estructuras anatómicas, especialmente de aquellos HI localizados en la cara. La fase de estabilización dura algunos meses sin cambios en el HI, para luego dar paso a la fase involutiva, que se inicia a partir del primer año de vida y puede durar varios años. Esta fase se caracteriza por el reemplazo de la lesión tumoral por tejido fibroadiposo (Fig. 3C).

Figura 3. HI zonas de riesgo. A) Párpado superior. B) Labio. Secuelas de los HI. C) Tejido fibroadiposo. D) Telangiectasias.

El término involución no quiere decir desaparición completa del HI, como generalmente se piensa. Los signos tempranos que sugieren el inicio de esta fase son: el cambio de coloración a un rojo más apagado y aparición de tonalidades grisáceas o blanquecinas, así como una disminución del tamaño. Existe una regla práctica a recordar que consiste, en que los HI involucionan el 30% a los 3 años de vida, el 50% a los 5 años, el 70% a los 7 años y el 90% entre los 9 y los 12 años. A pesar de esta historia natural característica que facilita el diagnóstico de los HI, algunos presentan gran heterogeneidad en cuanto a su evolución sin conocerse en el momento actual los factores que lo determinan. Aunque la mayoría de HI son asintomáticos, hasta un 10% pueden presentar riesgo de complicaciones y un 1% riesgo vital dependiendo fundamentalmente de su localización(2). Las localizaciones más frecuentes son cabeza y cuello, hasta en un 60%, aunque pueden afectar cualquier parte de la superficie corporal (Fig. 1A-D). La mayoría de los pacientes presentan una sola lesión (80%), mientras que un 20% presentan múltiples lesiones. Los HI han sido clasificados según su aspecto clínico, su distribución y fase evolutiva. Desde un punto de vista clínico, se subdividen, dependiendo de la profundidad en la cual se encuentren los vasos, en: superficiales, profundos y mixtos. Los hemangiomas superficiales son más del 60% de los casos y se caracterizan por ser de color rojo intenso, poseer una superficie brillante y una consistencia suave (Fig. 1B). Los hemangiomas profundos constituyen el 15%, son tumoraciones de consistencia blanda, no compresibles y de límites imprecisos a la palpación, cubiertos por piel normal con un discreto tinte azulado (Fig. 1D). Por último, los hemangiomas mixtos (Fig. 1C), que representan el 25%, presentan ambos componentes, superficial y profundo. Según su distribución, se clasifican en: focales, segmentarios, indeterminados y multifocales (Fig. 1B-D). Los HI focales son los más frecuentes y emergen de un punto en concreto, adquiriendo una forma redondeada (Fig. 1C). Los HI segmentarios abarcan un territorio cutáneo siguiendo un patrón geográfico, coincidiendo con un segmento del desarrollo embrionario (Fig. 2). Estas lesiones ocupan superficies cutáneas más extensas y presentan un crecimiento más agresivo y prolongando. Suelen asociarse a anomalías estructurales, síndromes o a hemangiomas viscerales. Los HI indeterminados no cumplen criterios de focal ni segmentario (Fig. 1B) y los HI multifocales están constituidos por múltiples lesiones. Este término ha sustituido a la antiguamente denominada hemangiomatosis neonatal difusa.

Asociaciones

Los hemangiomas faciales segmentarios pueden presentar anomalías asociadas en un 20-30%(1,6). El síndrome PHACES es una asociación rara, pero bien conocida, que consiste en la presencia de: malformaciones de fosa posterior y cerebrales, hemangioma facial segmentario, anomalías arteriales de los vasos de las ramas aórticas, defectos cardíacos y coartación de aorta, anomalías oculares y defectos del rafe supraumbilical y esternales (Tabla III)(6).

El 90% afecta a mujeres y debemos descartarlo siempre que haya un HI facial segmentario. No es necesario presentar todas las manifestaciones para ser catalogado como un síndrome de PHACES y se estima que el 70% de los casos presentaría únicamente una de las manifestaciones extracutáneas(6,7). Con los acrónimos PELVIS/SACRAL/LUMBAR se hace referencia a alteraciones asociadas a los hemangiomas de la región lumbo-sacra. Las asociaciones más frecuentes son: disrafismo medular, ano imperforado y malformaciones genito-urinarias (Tabla III). Es característico, el hallazgo clínico de desviación y prolongación superior del pliegue interglúteo, dato que debe alertar al pediatra.

Complicaciones

Aunque la mayoría de los HI tiene un curso benigno, algunos pueden presentar complicaciones (Tabla IV).

La más frecuente es la ulceración del tumor. Se estima que entre el 5-13% de los HI, durante su evolución, pueden presentar ulceración, generalmente en la fase proliferativa, causando sangrado y dolor. Las localizaciones de los HI que con mayor frecuencia se ulceran son: labio, región perianal, zona de flexuras y, en general, zonas de roce. Además, los HI por su localización pueden también comprometer funciones vitales, como los labiales o periorales, que dificultan la alimentación (Fig. 3B), y aquellos localizados en la zona periocular, que ocasionan complicaciones visuales, siendo la más frecuente la ambliopía permanente (Fig. 2 y 3A).

Los HI segmentarios faciales, en especial los de la región de la barba o cuello, pueden asociarse a hemangiomas subglóticos, que ponen en riesgo la vida del paciente al producir obstrucciones respiratorias y sangrados. Por otra parte, los hemangiomas de gran tamaño, pueden desencadenar una insuficiencia cardiaca congestiva por alto gasto o asociar trastornos endocrinos, como hipotiroidismo(8).

Diagnóstico y pruebas complementarias

La mayoría de los hemangiomas pueden diagnosticarse sobre la base de la historia y la apariencia clínica.

El diagnóstico diferencial se debe establecer con las MV u otros TV menos frecuentes. En caso de dudas, la biopsia y el análisis inmunohistoquímico de las lesiones puede ayudar a establecer el diagnóstico correcto. El marcador inmunohistoquímico de la proteína transportadora de glucosa (GLUT-1) es positivo para los HI, mientras que el resto de TV y las MV son GLUT-1 negativas. La eco-doppler puede ayudar en caso de duda diagnóstica entre TV y MV.

Los hemangiomas segmentarios faciales y los que afecten la zona lumbosacra o pélvica van a requerir un estudio de imagen por su asociación a manifestaciones extracutáneas. En los hemangiomas segmentarios faciales, debe realizarse: un examen oftalmológico, un ecocardiograma y/o resonancia o angiorresonancia magnética. Además, los hemangiomas segmentarios que afecten la barba, por su riesgo de asociar un hemangioma subglótico, van a requerir una exploración adicional para descartar afectación de la vía aérea. En los de localización lumbosacra, se realizará estudio ecográfico o resonancia magnética de columna y abdomen, así como el correspondiente examen anogenital. Se considera que con 5 o más hemangiomas cutáneos se tiene un mayor riesgo de presentar hemangiomas viscerales, en especial los hemangiomas hepáticos, por lo que en estos pacientes será necesaria una ecografía abdominal(9).

Tratamiento

En el momento actual, el propranolol se considera el tratamiento de primera línea para aquellos hemangiomas que precisen un abordaje terapéutico(10).

Aunque la mayoría de HI presenta un curso benigno y una resolución espontánea sin necesidad de tratamiento, alrededor de un 10% de los HI, como hemos visto anteriormente, dependiendo de su localización, presentan complicaciones(2,10). Existe, por tanto, consenso para el tratamiento de estos casos de forma temprana para evitar dichas complicaciones. Además, en un 50% de los HI no tratados, la involución no es siempre completa, pudiendo quedar áreas de piel redundante o atrófica, la presencia de telangiectasias o de tejido fibroadiposo, que en ocasiones requieren corrección posterior (Fig. 3C-D). Se debe considerar establecer un tratamiento de forma precoz, para disminuir el riesgo de estas secuelas (Tabla V).

El propranolol ha revolucionado el manejo de los HI y hay múltiples publicaciones que así lo confirman(7,10,11). Hasta el descubrimiento casual, en el 2008, de los efectos beneficiosos del propanolol, los corticoides sistémicos habían sido el tratamiento de elección(11). El tratamiento clásico con corticoides sistémicos ha caído en desuso por sus efectos adversos, reservándolos para aquellos hemangiomas resistentes a la terapia con propranolol o en casos de contraindicación o mala tolerancia al mismo. El propranolol es un beta-bloqueante, del que no se conoce con exactitud el mecanismo de acción. No obstante, se postula que genera vasoconstricción, disminución del VEGF y apoptosis de células endoteliales a nivel del hemangioma. Es un tratamiento bien tolerado y que ya no será necesario su uso compasivo, porque recientemente ha sido aprobado por la FDA(10). Antes de iniciar el tratamiento con propranolol, se recomienda un examen cardiológico que incluya un electrocardiograma y ecocardiograma en aquellos casos que lo precisen, además de controles de tensión arterial, frecuencia cardiaca y glucemia(7,9). Se recomienda el inicio de la terapia con propranolol de forma temprana, al primer o segundo mes de vida, aunque su efectividad está comprobada durante sus distintas fases evolutivas, siendo mayor en la fase proliferativa(10). En muchos casos, se observa ya a las 24 horas de iniciar el tratamiento, una reducción importante del tamaño del tumor. La dosis óptima y el tiempo de duración del tratamiento con propranolol varía según las series; no obstante, se ha establecido entre 1-3 ml/kg/día dividido en 3 dosis durante 6-9 meses o el tiempo que dure la fase proliferativa. Cabe resaltar que, tras la suspensión del propranolol, puede haber recrecimiento del hemangioma, en cuyo caso se puede reintroducir de nuevo y habitualmente se vuelve a producir una mejoría clínica(7,10). Los efectos secundarios más importantes son: hipotensión, bradicardia, broncoespasmo, hipoglucemia e hipercalemia(10). Son necesarios más estudios para valorar los efectos del tratamiento a largo plazo. El único beta-bloqueante comercializado y aprobado para uso pediátrico es el propranolol oral. Sin embargo, el timolol y propranolol en formulación tópica, aunque no se encuentran comercializados de momento, son terapias útiles para el tratamiento de hemangiomas pequeños y superficiales localizados en zonas problemáticas, como nariz o labio (Fig. 3A-B)(12). De momento, la recomendación de estos tratamientos tópicos no se puede establecer, ya que aún faltan estudios que respalden su uso(12,13). El tratamiento con distintos láseres es efectivo en la corrección del componente superficial y de las telangiectasias que pueden persistir al involucionar los HI (Fig. 3D), así como en el tratamiento de los hemangiomas ulcerados, ya que aceleran la cicatrización en pocas sesiones evitando el sangrado y el dolor(11). El tratamiento quirúrgico, por su parte, está indicado en aquellos hemangiomas que no respondan al tratamiento médico, los que involucionan parcialmente y aquellos que dejen secuelas inestéticas. Es importante para decidir tratamiento, valorar de forma individual, no solo las características clínicas y posibles complicaciones de los HI, sino el impacto psicológico de estas lesiones en el niño y en la familia, sobre todo, en la edad escolar.

Evolución y pronóstico

Es imprescindible la correcta información a los padres de la evolución y posibles complicaciones para tomar decisiones de forma consensuada. Muchos de estos pacientes van a precisar un abordaje multidisciplinar. La mayoría de los HI regresa espontáneamente, pero hasta un 25% pueden requerir un tratamiento activo, con el fin de evitar complicaciones. El pronóstico estará en función del tamaño y la localización, que marcarán la posibilidad de complicaciones o deformidades estéticas.

Malformaciones vasculares

Las malformaciones vasculares (MV) son anomalías presentes desde el nacimiento, aunque pueden hacerse evidentes en la vida adulta.

La mayoría son esporádicas, aunque en los últimos años, el conocimiento sobre las causas genéticas ha aumentado considerablemente(15). Su incidencia es del 1,5% afectando por igual a ambos sexos(15). Presentan un comportamiento distinto a los hemangiomas, no involucionan y van aumentando de tamaño durante toda la vida como consecuencia de una expansión vascular y del crecimiento fisiológico corporal (Tabla I).

Clasificación

Las MV se dividen en 4 grupos: simples, combinadas, de grandes vasos, antiguamente conocidas como tronculares, y asociadas a otras anomalías(1).

Se subdividen, además, en función del tipo de vaso afectado, pudiendo existir múltiples combinaciones (Tabla VI)(1).

A pesar de los recientes intentos de clasificar las MV (ISSVA 2014), existen una serie de procesos que aún no han podido ser clasificados. Así mismo, el rápido avance en los conocimientos, harán necesarias nuevas revisiones en el futuro. Dado el gran número y complejidad de las MV, haremos referencia en esta revisión a las patologías más frecuentes y de mayor interés para la práctica clínica en Pediatría(16).

Manifestaciones clínicas

Las MV simples se subdividen en: capilares, linfáticas venosas y arteriovenosas.

Las MV simples capilares están clásicamente representadas por la mancha salmón y la mancha en vino de Oporto (MVO).

La mancha salmón, también conocida como nevus simple o, dependiendo de la localización, “mordedura de cigüeña” (occipital) y “beso del ángel” (frontal) (Fig. 4C), están presentes hasta en un 40% de los recién nacidos, afectando por igual a ambos sexos. Se localizan fundamentalmente en la línea media, glabela, nariz, párpados, labio superior y nuca. Desaparecen a la digitopresión y aumentan con el llanto. La mayoría desaparece antes de los 5 años, pero pueden persistir toda la vida, sobre todo las de la nuca.

Figura 4. Malformaciones vasculares capilares. A) Mancha en vino de Oporto facial. B) Mancha en vino Oporto en extremidad superior. C) Mancha salmón.

La MVO, mal llamada Angioma plano, es la MV más frecuente, con una incidencia del 0,1-0,3% de los recién nacidos y sin predilección por sexos(16). Se manifiesta inicialmente como una mácula de coloración rosada–rojiza, de bordes bien definidos, de tamaño variable, que va creciendo proporcionalmente al desarrollo corporal del niño. La localización más frecuente es la región facial, seguida de extremidades y del tronco (Fig. 4A-B). A nivel facial, suele abarcar la superficie cutánea correspondiente a una o varias ramas del trigémino, aunque ocasionalmente pueden traspasar la línea media. La mejilla (V2) es la localización más frecuente, seguida de la mandíbula (V3) y la zona oftálmica (V1). En ocasiones, se acompaña de hipertrofia de tejidos blandos e, incluso, ósea, sobre todo en V2, con afectación de la mucosa gingival y maxilar, que favorece la separación de los dientes y un aumento de volumen del labio muy importante. A lo largo de la vida, adquieren una tonalidad violácea con la aparición, en ocasiones, de lesiones nodulares, que le dan un aspecto en empedrado. Las MV simples linfáticas se clasifican tradicionalmente en: macroquísticas, microquísticas y mixtas. Las macroquísticas son masas de gran tamaño, no pulsátiles, recubiertas por piel de coloración normal, excepto cuando presentan hemorragias intralesionales. Se localizan fundamentalmente en región cervicofacial y axilar. Las microquísticas están mal delimitadas, se localizan con frecuencia en la mucosa oral y se caracterizan por la presencia de múltiples vesículas traslúcidas, a nivel cutáneo o mucoso con aspecto de “huevos de rana”. Algunos pacientes presentan ambos tipos de lesiones.

Las MV venosas simples son las más frecuentes y son lesiones de bajo flujo y crecimiento lento. Existe una gran variabilidad en su presentación clínica. Son lesiones blandas y compresibles a la palpación, de coloración azulada las lesiones más superficiales, y un color de piel normal las lesiones más profundas. La localización más frecuente es la cérvico-facial, especialmente la cavidad oral, lengua y región oro-faríngea, pudiendo ocasionar complicaciones, como: dificultad para la alimentación o la dicción, sangrado y dolor por episodios de trombosis. La presencia de calcificaciones (flebolitos) es considerado un hallazgo patognomónico y se observan claramente en el estudio radiológico y, en ocasiones, también a la palpación. En general, infiltran estructuras adyacentes, como: músculo, glándulas salivares, etc. Las malformaciones venosas, cuando se localizan en extremidades, además de la piel, pueden afectar a músculos, articulaciones y huesos, causando diferencia de tamaño o longitud de la extremidad. Es característico, el dolor matutino y las exacerbaciones con el ejercicio, los cambios hormonales, etc. La realización de la maniobra de Valsalva muestra claramente un aumento del volumen de las lesiones localizadas en cabeza y cuello. Las localizadas en miembros inferiores aumentan en bipedestación, siendo este dato clínico de gran valor para el diagnóstico. Por último, las malformaciones arteriovenosas (MAV) son potencialmente las más agresivas y están compuestas por arterias, venas y capilares malformados, con comunicaciones directas formando los llamados “shunts” o fístulas. Clínicamente, pueden presentarse como lesiones pulsátiles, calientes, rojas y, en ocasiones, dolorosas. Son firmes y a diferencia de las MV no se vacían al presionar sobre ellas. Además, debido a los cambios tróficos cutáneos, pueden presentar ulceración y sangrado. Las localizaciones más frecuentes son: intracraneal, cabeza, cuello, pabellón auricular y frente. Su diagnóstico suele ser tardío y, a veces, se manifiesta tras un traumatismo o por cambios hormonales en la pubertad o embarazo. Las malformaciones vasculares combinadas asocian 2 o más malformaciones vasculares en una sola lesión. Existen múltiples combinaciones entre vasos venosos, arteriales y linfáticos. En ocasiones, pueden asociar otras malformaciones no vasculares (Tabla VI)(1). Las malformaciones de grandes vasos afectan venas, arterias o vasos linfáticos generalmente de un mayor calibre. En este grupo, se incluyen las fístulas arteriovenosas congénitas (Tabla VI)(1). Las MV asociadas a otras anomalías, se relacionan con el sobrecrecimiento óseo, visceral o de partes blandas. Existen múltiples asociaciones que dan lugar a varios síndromes que formarían parte de un mismo espectro, según el momento del desarrollo embrionario en el que se produzca la mutación genética.

Algunos de los más conocidos son: el síndrome de Sturge-Weber en el que se combina la MVO y la afectación vascular de estructuras del ectodermo (meninges y coroides). Presentan complicaciones, como: glaucoma, convulsiones, degeneración cerebral y hemorragias, entre otras(16). El síndrome de Klippel-Trenaunay se relaciona con la hipertrofia de partes blandas o del esqueleto óseo subyacente, ocasionando un aumento del tamaño de las extremidades (Tabla VI)(1).

Diagnóstico

El diagnóstico de las MV es esencialmente clínico. Una correcta historia clínica, en la mayoría de casos, nos ayuda a establecer el diagnóstico de certeza. El principal diagnóstico diferencial se presenta entre la MVO y los HI, sobre todo en las fases precoces. La MVO permanece estable, mientras que la historia natural de los HI es hacia la involución espontánea. El estudio histológico puede ayudar en el diagnóstico diferencial, ya que en las MV, la inmunohistoquímica resulta negativa para GLUT-1. Este estudio es útil para distinguir entre la MVO y los HI; sin embargo, en el resto de las MV, aunque haya datos clínicos que pueden apoyar determinados diagnósticos, dada su complejidad, van a ser necesarios estudios complementarios de imagen para caracterizar el origen vascular y así poder establecer un tratamiento.

Pruebas complementarias

La resonancia magnética es la prueba que más datos aporta en cuanto a la extensión de las lesiones, mientras que, la ecografía-doppler sirve para definir el tipo de flujo y caracterizar el tipo de vaso involucrado en las distintas MV. Otras pruebas útiles, en algunos casos, son: radiografías, arteriografía, flebografía y linfografía.

Complicaciones

Son múltiples las complicaciones que pueden presentarse y van a depender del tipo de MV. En la MVO que afecta las ramas del trigémino V1-V2, la ceguera o glaucoma son complicaciones frecuentes. La hipertrofia de tejidos blandos y mucosos puede provocar distorsiones anatómicas, fundamentalmente en zonas, como labio y mucosa oral, que pueden verse severamente afectados. Las malformaciones linfáticas, dependiendo de la localización y del tamaño, pueden presentar síndromes obstructivos. En general, cualquier MV puede presentar dolor, ulceración y sangrado.

Evolución y pronóstico

Las MV no tienen una involución espontánea, sino que permanecen toda la vida y, en general, van aumentando de tamaño con el paso de los años.

En un 10%, la MVO desarrolla de forma progresiva lesiones nodulares, generando el típico aspecto de empedrado. En general, el pronóstico dependerá del tipo de malformación vascular y sus posibles asociaciones.

Tratamiento

Debido a que las MV no tienen un carácter resolutivo como la mayoría de los HI, en la mayoría de casos, es necesario tomar decisiones terapéuticas. El tratamiento de elección de la MVO es el láser de colorante pulsado(14). Son necesarias varias sesiones para conseguir buenos resultados, aunque hasta en un 30% de casos no se obtiene mejoría. Sigue siendo controvertido el momento de iniciar el tratamiento, aunque en general, se admite que debe ser lo antes posible. Cuando existen lesiones nodulares, deben ser tratadas con láser ND-YAG. En muchos casos, es preciso combinar estas técnicas con cirugía correctora. En el resto de MV, existen diversas terapias dentro de las cuales destacamos la escleroterapia, láser endovascular y la cirugía correctora. Recientemente, se están consiguiendo buenas respuestas con rapamicina(17). Dado que estas enfermedades presentan muchos problemas diagnósticos y terapéuticos que alcanzan a distintas especialidades, tanto médicas como quirúrgicas, es preciso que se haga un abordaje multidisciplinar y los pacientes con procesos complejos sean remitidos a Unidades Especializadas para un tratamiento adecuado.

Función del pediatra en Atención Primaria

El pediatra tiene un papel fundamental en el reconocimiento y seguimiento de las anomalías vasculares del recién nacido, que debe ser sometido a una vigilancia estrecha en las primeras semanas de vida, ya que en el caso de los hemangiomas infantiles que requieran tratamiento, este debe realizarse lo antes posible (primer mes de vida).

• Enviar el paciente a un servicio de Dermatología.

• Detectar localizaciones de riesgo.

• Conocer controles que deben realizarse en pacientes en tratamiento con propanolol oral (Hemangiol).

• Valorar el impacto psicológico en paciente y padres.

Es necesaria una información correcta a los padres, pero teniendo en cuenta que, en determinadas malformaciones vasculares, hay que esperar un tiempo para ir realizando una serie de exploraciones complementarias que nos ayuden a hacer un diagnóstico de certeza.

Bibliografía

Los asteriscos reflejan el interés del artículo a juicio de los autores.

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Bibliografía recomendada

– Wassef M, Blei F, Adams D, Alomari A, et al. Vascular Anomalies Classification: Recommendations from the International Society for the Study of Vascular Anomalies. Pediatrics. 2015; 136: Pe203-e214.

Clasificación actual de las anomalías vasculares y recomendaciones de la Sociedad Internacional de Anomalías Vasculares (ISSVA). Fundamental, seguir las actualizaciones que se hacen por grupos de expertos para la utilización de una misma nomenclatura entre todos los profesionales.

Hoeger PH, Harper JI, Baselga E, B, et al. Treatment of infantile haemangiomas: recommendations of a European expert group. Eur J Pediatr. 2015; 174: 855-65.

Revisión completa y actualizada sobre las recomendaciones del tratamiento de los hemangiomas infantiles del Grupo Europeo de Expertos.

– Léauté-Labrèze C, Hoeger P, Mazereeuw-Hautier J, et al. A randomized, controlled trial of oral propranolol in infantile hemangioma. N Engl J Med. 2015; 372: 735-46.

Estudio realizado en 456 lactantes con hemangiomas infantiles, sobre la eficacia del uso del propranolol oral durante 6 meses.

 

Caso clínico

 

Niña de mes y medio, remitida al Servicio de Dermatología por su pediatra, por presentar lesión de aspecto vascular en la mitad derecha de la cara desde la tercera semana de vida. Desde su aparición, los padres observan aumento en la intensidad del color y en el tamaño. Por lo demás, la niña se encuentra sana.

Antecedentes personales: recién nacida a término, con un Apgar 9/9 y bajo peso al nacer.

Antecedentes familiares: padres sanos. Embarazo y parto normal. No antecedentes dermatológicos de interés.

Exploración física: se observa en la mitad derecha de la cara una mácula rojiza que se extiende a lo largo de V1-V2 respetando la línea media. No presenta aumento de temperatura ni latido. No se objetiva ningún otro tipo de lesión cutánea en el resto de la superficie corporal.

Pruebas complementarias: la exploración oftalmológica y el electrocardiograma realizados se encuentran dentro de la normalidad. A continuación, el ecocardiograma descarta defectos cardiacos y en la angiorresonancia cerebral no se objetivan malformaciones en fosa posterior, ni alteraciones en las arterias cerebrales.

Evolución: se inicia tratamiento objetivándose un apagamiento del color rojizo de la mácula y una disminución progresiva del tamaño en las semanas siguientes y sin presentar ninguna complicación.

 

 

 

 

Dermatitis del pañal y trastornos relacionados

J.M. Casanovas Gordó
Temas de FC


T. Pozo Román

Médico Especialista de Dermatología. Jefe de Sección y de la Unidad de Dermatología del Hospital Universitario Río Hortega de Valladolid

 

Resumen

La dermatitis del pañal es un trastorno que ocurre en más del 35% de los niños, sin diferencias de género o raza, como consecuencia generalmente de un mal cuidado de la piel de esa zona y, más excepcionalmente, por enfermedades que alteran de forma importante la función barrera de la piel.
Clínicamente, se manifiesta como un eritema inicialmente en las zonas de roce del pañal. El eritema progresivamente aumenta su intensidad y extensión, pudiendo llegar a producir erosiones y lesiones seudoverrucosas. Se sobreinfecta con facilidad, requiriendo entonces de tratamiento médico.
Es importante considerar siempre la posibilidad de otras enfermedades que se pueden localizar en esa zona, algunas graves, como la enfermedad de Kawasaki o la histiocitosis de células de Langerhans, y otras relativamente frecuentes, como: la miliaria, la dermatitis alérgica de contacto, la dermatitis seborreica, el psoriasis o la dermatitis estreptocócica perianal.
Las medidas preventivas son también el aspecto más importante del tratamiento. En la mayoría de los casos, suele ser suficiente con “airear” la zona y cambiar el pañal con frecuencia, además de limpiar y secar cuidadosamente la zona, sin irritarla. El uso de pañales ultra absorbentes y transpirables ayuda mucho a solucionar el problema. Son también muy útiles las cremas barrera con óxido de zinc.

 

Abstract

Diaper dermatitis is a disorder that occurs in more than 35% of children, no differences in gender or race, usually as a result of a poor care of the skin in that area and exceptionally by diseases that alter significantly the barrier function of the skin.
Clinically it manifests as erythema, initially in the friction areas with the diaper, which gradually increases its intensity and extent, being able to produce erosions and pseudoverrucous papules and nodules. Lesions are infected easily, thus requiring medical treatment.
It is always important to consider other diseases that can be located in that area, some serious as Kawasaki disease or Langerhans Cell Histiocytosis and other more common, as heat rash, allergic contact dermatitis, seborrheic dermatitis, psoriasis or perianal streptococcal dermatitis.
Preventive measures are also the most important aspect of treatment. In most cases it’s enough to aerate the area and change the diaper frequently, in addition to clean and dry the area without irritating. Using ultra absorbent and breathable diapers helps a lot to solve the problem. Barrier creams with zinc oxide are very useful too.

 

Palabras clave: Dermatitis del pañal; Dermatitis irritativa de contacto; Cremas barrera

Key words: Diaper dermatitis; Irritant contact dermatitis; Barrier creams

 

Pediatr Integral 2016; XX (3): 151-158


Dermatitis del pañal y trastornos relacionados

Introducción

La dermatitis del pañal es un trastorno que ocurre en más del 35% de los niños, sin diferencias de género o raza, como consecuencia generalmente de un mal cuidado de la piel de esa zona y, más excepcionalmente, por enfermedades que alteran de forma importante la función barrera de la piel.

Se entiende por dermatitis del pañal, en sentido estricto, a la dermatitis irritativa que aparece en la zona cubierta por el pañal.

Los bebés tienen una piel más delgada que la de los adultos, que produce menos secreciones y que es más susceptible a la irritación y a la infección(1), pero el punto crítico en el desarrollo de la dermatitis del pañal es la oclusión de la piel por el pañal(2).

Si no se cambia el pañal con frecuencia, se produce sobrehidratación y maceración en el estrato córneo, que hace a la piel más sensible a la fricción, alterando la función barrera y permitiendo la exposición de las capas más inferiores de la epidermis a los irritantes. Las enzimas digestivas de las heces (triptasa y lipasa) pueden jugar también un papel en el desarrollo de la dermatitis del pañal, junto con la sobrehidratación y el pH alcalino, que incrementan la actividad de estas enzimas(3,4).

Otros factores que agravarían la dermatitis serían: el mal cuidado de la piel, los microorganismos, las alteraciones de la orina, la diarrea y el uso de antibióticos de amplio espectro(3).

Su prevalencia se estima en más del 35% y ocurre, sobre todo, en neonatos y entre los 8 y 12 meses de edad(5), sin diferencias de género o raza(6). Los bebés alimentados con leche materna parecen tener un riesgo más reducido(1,7).

Clinica

La historia clínica y la exploración son esenciales, ya que no hay ninguna prueba de laboratorio diagnóstica (Figs. 1-9).

El diagnóstico de la dermatitis del pañal es clínico y no hay ninguna prueba de laboratorio que lo confirme. Las lesiones aparecen inicialmente en las zonas convexas(2), que tienen un contacto más directo con el pañal, como son: los genitales externos, las nalgas, los muslos y el periné, respetando característicamente los pliegues. Inicialmente, la lesión es un eritema rosado que si no se controla, se va haciendo cada vez más intenso y confluente hasta afectar también a los pliegues, con exudación (Figs. 1, 2 y 3), y en las formas más severas erosiones y ulceraciones (sifiloide posterosivo de Sevestre-Jacquet [Fig. 4]). Cuando la dermatitis del pañal además de grave, es crónica, da lugar a lesiones seudoverrucosas (Fig. 5).

 

Figura 1. Dermatitis irritativa moderada.

Figura 2. Dermatitis irritativa severa.

Figura 3. Dermatitis irritativa severa + candidiasis.

Figura 4. Sifiloide posterosivo.

Figura 5. Dermatitis irritativa crónica.

Con relativa frecuencia aparece también un área de eritema más o menos lineal, en la raíz de los muslos, que se corresponde con los elásticos del pañal, que carecen de material absorbente, y en la que se produce la irritación por el contacto prolongado de la piel con el material plástico(8).

Las complicaciones más habituales son las infecciones, sobre todo la candidiasis por Candida albicans, con la que hay una correlación significativa(4,9,10). Clínicamente, la candidiasis del pañal cursa con un eritema intenso de tinte rojo violáceo, localizado inicialmente en los pliegues, con formación de pápulas y pápulo-pústulas satélites, alrededor de la lesión inicial (Fig. 6).

Figura 6. Candidiasis.

Las infecciones por estafilococos o estreptococos son también complicaciones de la dermatitis del pañal, que ocurren, sobre todo en las zonas convexas y, clínicamente, son similares a los que aparecen en otras zonas del tegumento. En el caso del impétigo estreptocócico o estafilocócico (Fig. 7), son lesiones erosivas, cubiertas por costras amarillentas y, a veces, ampollas, aunque en este caso suelen asentar sobre una piel eritematosa.

Figura 7. Impétigo.
Fuente: Pediatr Integral 2012; XVI(3): 252.e1-252.e19.

La foliculitis estafilocócica (Fig. 8) se manifiesta por pápulas o pápulo-pústulas en las zonas de más roce(11).

Figura 8. Foliculitis.

La hipopigmentación e incluso la presencia de cicatrices atróficas son también complicaciones de las dermatitis del pañal moderadas o severas.

El granuloma glúteo infantil (Fig. 9) es otra complicación asociada en este caso a la utilización de corticoides tópicos de alta potencia, caracterizada por la aparición de lesiones pápulo-nodulares violáceas o purpúricas de hasta 2 o 3 cm de diámetro, sobre las superficies convexas, que pueden tardar en curar varios meses después de la supresión de los corticoides tópicos, a veces, con cicatriz(12).

Figura 9. Granuloma glúteo infantil.

Diagnóstico diferencial

Es importante considerar siempre la posibilidad de otras enfermedades, que pueden ser graves (Figs. 10-17).

Para el diagnóstico diferencial de las erupciones cutáneas de la zona del pañal, me sigue pareciendo útil la clasificación de Koblenzer de 1973(13):

Causadas por el pañal y que, por tanto, curan cuando ya no hay pañal.

Exacerbadas por el pañal, es decir, que pueden aparecer cuando no hay pañal, pero generalmente con menor gravedad y con características clínicas diferentes.

Independientes del pañal, por lo que pueden aparecer en cualquier otro momento.

Enfermedades relacionadas directamente con el pañal

Dermatitis alérgica de contacto

La dermatitis alérgica de contacto puede asociase a una dermatitis del pañal o aparecer directamente como tal. La causa más frecuente es la alergia a alguno de los componentes de las cremas o toallitas utilizadas para el cuidado de la piel o para el tratamiento de la dermatitis del pañal, pero también a la goma de los pañales(14,15). Las lesiones son áreas eritematosas de contornos bien definidos y que afectan a cualquier parte de la zona cubierta por el pañal. El diagnóstico se puede confirmar con la realización de pruebas alérgicas de contacto(16), pero ante la sospecha, hay que reducir al mínimo los productos empleados en la zona y asociar un corticoide de baja potencia, 2 veces al día.

Miliaria

La miliaria ocurre por el aumento de calor y humedad en la piel cubierta por el pañal y se debe a la retención de sudor ecrino en los ductos. Típicamente (Fig. 10), son pápulas o pequeñas pústulas, en los pliegues, generalmente pruriginosas(14,15). El tratamiento consiste en disminuir la temperatura de la zona “aireándola”. Se puede añadir una pasta grasa o “al agua” en cada cambio de pañal.

Figura 10. Miliaria. Fuente: Pediatr Integral 2012; XVI(3): 252.e1-252.e19.

Enfermedades agravadas por el pañal

Dermatitis seborreica

En la zona del pañal, la dermatitis seborreica se manifiesta como placas eritematosas, bien delimitadas en las ingles, pero sin el componente descamativo habitual en las lesiones del cuero cabelludo. Generalmente, en pocos días, aparecen también lesiones típicas en cuero cabelludo (Fig. 11), detrás de las orejas, etc., que son las que permiten hacer el diagnóstico(14,15). La enfermedad es autorresolutiva en 3-6 meses, pero se pueden usar para su control, corticoides de muy baja potencia, además del lavado de la zona con jabones antifúngicos (ketoconazol 2%).

Figura 11. Dermatitis seborreica.

Psoriasis

Las lesiones de psoriasis en la zona del pañal son placas simétricas, muy bien definidas, eritematosas sin la descamación habitual en otras localizaciones (Fig. 12). Suele haber una historia familiar de psoriasis, que junto con la falta de respuesta a corticoides tópicos de baja potencia, permiten el diagnóstico(14,15). El tratamiento consiste en corticoides de potencia media-alta o inhibidores de la calcineurina.

Figura 12. Psoriasis.

Enfermedades localizadas en la zona del pañal, pero independientes del mismo

Deficiencia de zinc. Acrodermatitis enteropática

La deficiencia de zinc afecta, sobre todo, a niños prematuros, porque sus necesidades de zinc pueden ser superiores a las que les proporciona la leche materna. También ocurre: en situaciones de malabsorción, en el curso de una diarrea prolongada, por una alergia a las proteínas de la leche o en pacientes con fibrosis quística. Son lesiones eritematosas, maculopapulosas, a menudo brillantes, con bordes delimitados y descamación periférica(14,15) (Fig. 13). Ocurren también, alrededor de la boca y ojos y en los pliegues del cuello y se pueden acompañar de: irritabilidad, diarrea, retraso en el crecimiento y alopecia.

Figura 13. Deficiencia de zinc. Acrodermatits enteropática.

La acrodermatitis enteropatica es una alteración autosómica recesiva del metabolismo del zinc, en la que faltan los transportadores del zinc en el intestino que ayudan en la absorción gastrointestinal(14,15). Suele manifestarse cuando los niños cambian de la lactancia materna a la artificial o cuando sus demandas de zinc son mayores que las que la leche de su madre puede proporcionar. El tratamiento consiste en incrementar los aportes de zinc.

Deficiencia de biotina

La biotina está en muchos alimentos y es sintetizada por las enterobacterias, por lo que su déficit es excepcional, apareciendo solo en pacientes con dieta parenteral sin biotina o en tratamiento con antibióticos de amplio espectro durante mucho tiempo. También puede ocurrir en pacientes con déficit congénito de carboxilasas, la holocarboxilasa sintetasa y la biotinidasa. En el primer caso, los síntomas aparecen ya en el recién nacido y en el segundo, después de los 3 meses de edad.

Las manifestaciones cutáneas son similares a las de la acrodermatitis enteropática: lesiones eritemato-descamativas periorificiales. Se asocia también con alopecia, conjuntivitis y glositis, y si la deficiencia persiste, alteraciones neurológicas (irritabilidad, letargia, parestesias, etc.)(15,17). El tratamiento consiste en aumentar el aporte de biotina.

Dermatitis atópica

La dermatitis atópica suele respetar el área del pañal, pero en ocasiones, generalmente en el contexto de lesiones generalizadas, también afecta a esa zona. Son lesiones eritematosas de bordes mal definidos. El diagnóstico se establece por el resto de lesiones en localizaciones típicas(15,18). El tratamiento incluye cremas de corticoides e inhibidores de la calcineurina, además de las medidas de prevención (baños cortos, emolientes, etc.). Es importante también eliminar todos los productos de limpieza y cosméticos que puedan ser irritantes y/o causar sequedad.

Hemangiomas

Cuando se presentan en el área del pañal, los hemangiomas infantiles (Fig. 14) pueden confundirse con eritema y con frecuencia se ulceran (más del 50%). Cuando las lesiones son extensas, es preciso tener en cuenta su asociación con anomalías extracutáneas (urogenitales, renales, etc.)(19).

Figura 14. Hemangioma.

Vitíligo

El vitíligo plantea el diagnóstico diferencial con las lesiones hipocrómicas, postinflamatorias que pueden ocurrir en la dermatitis del pañal cuando curan las lesiones agudas. El vitíligo, sin embargo, habitualmente aparece también en otras localizaciones (alrededor de ojos y labios, dorso de manos, codos, rodillas, axilas, ingles, ombligo, etc.) y presenta antecedentes familiares. Las lesiones típicas son: máculas blancas, asintomáticas de tamaño variable (desde mm hasta cm), que se encuentran rodeadas de piel normal.

Aunque las lesiones de vitíligo pueden curar espontáneamente, es más habitual que persistan; mientras que, las hipocromías que ocurren en la dermatitis del pañal se suelen solucionar espontáneamente, en unos pocos meses.

Enfermedad ampollosa crónica benigna infantil

Se caracteriza por la aparición de ampollas tensas, a menudo agrupadas sobre una piel inflamada, en periné (Fig. 15) y, también, en otras localizaciones (periorales e intraorales sobre todo, pero también en cualquier otra localización).

Figura 15. Enfermedad ampollosa crónica benigna infantil. Fuente: Pediatr Integral 2012; XVI(3): 252.e1-252.e19.

Las lesiones nuevas van apareciendo alrededor de las antiguas formando un collarete. Es rara la presencia de síntomas generales. El diagnóstico se establece por la biopsia y la inmunofluorescencia (depósitos de IgA en la membrana basal)(20). La mayoría responde rápidamente a sulfona o sulfapiridina y solo unos pocos precisan de ciclos cortos de corticoides orales.

Histiocitosis de células de Langerhans

La afectación de las ingles puede ser la primera manifestación de esta rara enfermedad (Fig. 16).

Figura 16. Histiocitosis de células de Langerhans.

Son pápulas hemorrágicas y petequias junto con erosiones y ulceraciones y suele haber también afectación del cuero cabelludo, orejas y mucosa oral. A veces, hay también lesiones en el tronco(14,15). La biopsia de las lesiones nos da el diagnóstico. El tratamiento tópico suele ser ineficaz y es necesario recurrir al sistémico (corticoides orales, ciclosporina, etc.).

Enfermedad de Kawasaki

Es otra enfermedad importante, potencialmente peligrosa para la vida, en la que la erupción perineal puede ser clave para el diagnóstico(14,15). La mayoría de los pacientes tienen un eritema importante y, a veces, pápulas en ingles, que se descaman rápidamente. Se acompañan de: fiebre alta mantenida, adenopatías cervicales, inyección conjuntival, labios rojos, secos y fisurados, lengua aframbuesada, eritema y/o edema de manos y pies con descamación posterior de los dedos en los días siguientes. El tratamiento con inmunoglobulinas IV y aspirina en los primeros días, reduce la prevalencia de alteración de las arterias coronarias.

Infección por virus coxsackie, especialmente A6

La enfermedad boca-mano-pie (Fig. 17), cursa en un porcentaje importante de casos con un exantema vesículo ampolloso y erosivo en otras localizaciones y especialmente en áreas donde hay una dermatitis previa, como es la dermatitis del pañal. La erupción causada por Coxsackie A6 es más exuberante que la causada por otros virus y puede plantear problemas de diagnóstico diferencial(21).

Figura 17. Infección por virus coxsackie.

Sífilis congénita

La sífilis congénita es aquella adquirida en el útero a través de la placenta(14,15,22). La erupción cutánea, que aparece inmediatamente después del nacimiento, suele ser ampollosa (pénfigo sifilítico), además de muy infecciosa, pero si lo hace unas semanas más tarde ya es máculopapulosa, con lesiones rojo-cobrizas pequeñas y que suelen acompañarse de condilomas planos o fisuras perianales, además de síntomas de afectación general (piel seca y arrugada, fiebre, hepatoesplenomegalia y rinitis persistente). El tratamiento es penicilina G acuosa.

Herpes simple

El herpes simple neonatal (perinatal) aparece en los primeros días o semanas después del parto en forma de vesículas o ampollas que progresan a erosiones, a veces, en sacabocados. Puede haber otros síntomas generales asociados, pero el diagnóstico se establece por: la clínica, una tinción de Tzanck o cultivos virales(15). El tratamiento debe hacerse con aciclovir IV por el alto riesgo de diseminación.

Dermatitis perianal estreptocócica

La infección estreptocócica perianal por estreptococos del grupo A beta hemolítico, se caracteriza por un eritema brillante, perianal, sin lesiones satélite, aunque puede extenderse hacia el periné. Hay dolor y puede haber fiebre(15,23). El tratamiento incluye antibioterapia oral y tópica..

Conducta a seguir

Las medidas preventivas, son también la primera medida a tomar cuando ya se ha producido la enfermedad.

Prevención

• “Airear” la zona todo lo posible, al menos, 5-10 minutos en cada cambio de pañal, y cambiar el pañal frecuentemente, aproximadamente cada hora en neonatos y cada 3-4 h en los demás(5,15).

• Limpiar cuidadosamente con agua tibia y una esponja suave y secar también cuidadosamente. Reservar las toallitas (sin alcohol) solo para cuando no se pueda utilizar el agua(24).

• Utilizar pañales ultra absorbentes y transpirables(25,26).

Tratamiento de la dermatitis irritativa del pañal(15,27)

• Corregir las causa si es que la hay (diarrea, características de las heces, etc.).

En cualquiera de las formas clínicas, “airear” la zona todo lo posible y hacer cambios de pañal frecuentes.

En las formas leves (eritema leve y localizado)(15,27): suele ser suficiente con “airear” la zona y cambiar el pañal más frecuentemente, pero se puede añadir una pasta grasa o “al agua” (con óxido de zinc) en cada cambio de pañal(1,5).

En las formas moderadas (eritema intenso y generalizado)(15,27): añadir una pasta grasa o “al agua” (con óxido de zinc) en cada cambio de pañal y si no es suficiente, un corticoide de baja potencia 2 veces al día.

En las formas complicadas (+ cándidas o bacterias)(15,27): si hay una candidiasis, lavado cuidadoso con jabones antifúngicos (ketoconazol 2%) y, si no es suficiente, aplicar una crema con corticoides de baja potencia + antifúngicos (imidazoles o ciclopirox olamina), habitualmente 4-5 días.

En las foliculitis: aplicar una crema antibiótica (ácido fusídico o mupirocina) 2 veces al día, habitualmente 4-5 días.

En el impétigo: fomentos secantes y antisépticos con permanganato potásico 1:10.000 o sulfato de cobre/zinc al 1:1.000, 2-3 veces al día, seguidos de la aplicación de una crema antibiótica (ácido fusídico o mupirocina) o si la inflamación es importante, con corticoides de baja potencia + antibiótico, 2 veces al día, habitualmente 8-9 días. Cuando las lesiones son extensas puede ser conveniente asociar un antibiótico oral (amoxicilina).

En las formas graves (sifiloide posterosivo de Sevestre-Jacquet)(15,27): fomentos secantes y antisépticos con permanganato potásico 1:10.000 o sulfato de cobre o zinc al 1:1.000, seguidos de crema con corticoides de media potencia y antibióticos, 2 veces al día (habitualmente 8-9 días).

En el granuloma glúteo infantil(15,27): suspender los corticoides tópicos y añadir una pasta grasa o “al agua” (con óxido de zinc) en cada cambio de pañal. Puede tardar algunos meses en resolverse.

Bibliografía

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13. Koblenzer PJ. Diaper dermatitis – an overview with emphasis on rational therapy based on etiology and pathodynamics. Clinical Pediatrics. 1973; 12: 386-92.

14. Coughlin CC, Eichenfield LF, Frieden IJ. Diaper Dermatitis: Clinical Characteristics and Differential Diagnosis. Pediatric Dermatology. 2014; 31 (Suppl 1): 19-24.

15. Shin HT. Diaper dermatitis that does not quit. Dermatologic Therapy. 2005; 18: 124-35.

16. Smith WJ, Jacob SE. The role of allergic contact dermatitis in diaper dermatitis. Pediatr Dermatol. 2009; 26: 369-70.

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19. Berk DR, Bayliss SJ, Merritt DF. Management quandary. Extensive perineal infantile hemangioma with associated congenital anomalies: an example of the PELVIS syndrome. J Pediatr Adolesc Gynecol. 2007; 20: 105-8.

20. Goldsmith LA, Katz SI, Gilchrest BA, et al. Fitzpatrick’s Dermatology in General Medicine, Eighth Edition. 2012, pp 624.

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22. Rodríguez-Cerdeira C y Silami-Lopes VG. Sífilis congénita en el siglo XXI. Actas Dermosifiliogr. 2012; 103: 679-93.

23. Wright JE, Butt HL. Perianal infection with haemolytic streptococcus. Archives of Disease in Childhood. 1994; 70: 145-6.

24. Ehretsmann C, Schaefer P, Adam R. Cutaneous tolerance of baby wipes by infants with atopic dermatitis, and comparison of the mildness of baby wipe and water in infant skin. J Eur Acad Dermatol Venereol. 2001; 15: 16- 21.

25. Odio M, Friedlander SF. Diaper dermatitis and advances in diaper technology. Dermatology. 2000; 12: 342-6.

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27. Gupta AK & Skinner AR. Management of diaper dermatitis. International Journal of Dermatology. 2004; 43: 830-4.

Bibliografía recomendada

Gupta AK, Skinner AR. Management of diaper dermatitis. International Journal of Dermatology. 2004; 43: 830–4.

En cuatro páginas, resume perfectamente los conceptos básicos de lo que es la dermatitis del pañal, su etiología y su manejo.

Coughlin CC, Eichenfield LF, Frieden IJ. Diaper Dermatitis: Clinical Characteristics and Differential Diagnosis. Pediatric Dermatology. 2014; 31 (Suppl.1): 19–24

Este artículo, además de incluir una buena iconografía, explica claramente desde un punto de vista clínico, los principales diagnósticos diferenciales que hay que considerar ante una dermatitis en el área del pañal.

Shin HT. Diaper dermatitis that does not quit. Dermatologic Therapy. 2005; 18: 124–35.

Es el artículo más completo, porque repasa todos los aspectos de la dermatitis del pañal, haciendo especial hincapié en la prevención y tratamiento, y explicando detalladamente los aspectos más importantes de los mismos.

 

Caso clínico

 

Paciente de 8 días de edad, sin antecedentes personales ni familiares de interés. Es remitida a consulta por lesiones en el área del pañal que en pocos días se han ulcerado (Fig. 18). No ha hecho ningún tratamiento.

A la exploración, se aprecia un eritema intenso y difuso en todo el área cubierta por el pañal y lesiones ulceradas en pliegue inguinal derecho con ulceraciones satélite alrededor, cubiertas con esfacelos amarillentos. La paciente tenía buen estado general, aunque lloraba mucho.

 

Figura 18.

 

 

 

Caso clínico MIR. Haz tu diagnóstico. Niña de 11 años con lesiones pruriginosas a nivel lumbar

El Rincón del Residente


A. López Martínez*, V. Moya Dionisio*, L. Alcántara Canabal**, F. Morales Luengo**

*Área de Gestión Clínica de Pediatría del Hospital Universitario Central de Asturias. Médico Interno Residente. **Facultativo Especialista en Pediatría del Área Sanitaria IV de Asturias

 


El Rincón del Residente es una apuesta arriesgada de Pediatría Integral. No hemos querido hacer una sección por residentes para residentes. Yendo más allá, hemos querido hacer una sección por residentes para todo aquel que pueda estar interesado. Tiene la intención de ser un espacio para publicaciones hechas por residentes sobre casos clínicos, imágenes y revisión bibliográfica.
¡Envíanos tu caso! Normas de publicación en www.sepeap.org

Las alteraciones cutáneas pueden tener etiologías dispares e involucrar solamente la piel o ser reflejo de la alteración de estructuras profundas. Su localización y forma orientan el diagnóstico. Presentamos dos de estas alteraciones a nivel lumbo-sacro en una niña de 11 años, una de carácter agudo que es motivo de consulta, y otra, presente al nacimiento, con cambios en los últimos meses.

Pediatr Integral 2014; XVIII(7): 488-490


Niña de 11 años con lesiones pruriginosas a nivel lumbar

 

Caso clínico

Niña de 11 años de edad que consulta por un cuadro clínico de lesiones pruriginosas de un par de días de evolución, constituídas por vesículas que se agrupan en forma de racimo en zona glútea izquierda (Fig. 1). A su vez, presenta dos adenopatías inguinales izquierdas, dolorosas y de consistencia gomosa de 1 cm de diámetro longitudinal. Durante la exploración, llama la atención una mácula hiperpigmentada, con tinte marronáceo, localizada en la región lumbo-sacra, a nivel de la línea media, de unos 2 x 3,5 cm de tamaño, que según comenta la madre tiene desde el nacimiento. Desde hace unos meses, presenta mechón de pelo a dicho nivel (Fig. 1). La madre no había consultado con anterioridad por este motivo. A la exploración, no se observa fosita sacra ni otros defectos dérmicos a nivel sacro. No hay debilidad ni defectos en las extremidades inferiores. Se solicita radiografía de columna lumbar y sacra (Fig. 2).

Como antecedentes personales cabe comentar, que ha pasado la varicela a los 3 años y tiene antecedentes de dermatitis atópica. Sin embargo, no presenta otros antecedentes que pudieran ser relevantes, como la falta de control de esfínteres.

 

Figura 1.

 

 

Figura 2.

 

Principios de la terapéutica médica dermatológica

Regreso a las bases

 

R. de Lucas*, L. Noguera Morel**,
P. Maldonado Cid**, M. Feito Rodríguez***

*Jefe de Sección de Dermatología Pediátrica.
**Médicos Residentes. Dermatología.
***Adjunto de Dermatología Pediátrica. Hospital Infantil Universitario La Paz. Madrid

 

Pediatr Integral 2012; XVI(4): 332.e1-332.e5


Principios de la terapéutica médica dermatológica

 

Introducción

Aunque actualmente para el tratamiento de las enfermedades dermatológicas, existen numerosas opciones terapéuticas, preparaciones prefijadas disponibles en el mercado tanto tópicas como sistémicas. Es importante que el médico antes de escoger, tenga claro algunos principios fundamentales, para poder realizar el tratamiento tópico de una manera eficaz, eficiente y sin efectos secundarios.

En el tratamiento de las lesiones cutáneas existen múltiples posibilidades:

a. Terapias tópicas.

b. Terapias sistémicas, tanto orales como inyectables.

c. Tratamiento quirúrgico, y

d. Terapias físicas, como los rayos UV, láser, etc.

El objetivo de este apartado es comentar el uso de las terapias habituales en Atención Primaria de niños, tanto tópicas como sistémicas, de las patologías más frecuentes(1).

Los principios generales de cuidado de la piel normal deben ser conocidos por cualquier médico, en especial los que nos dedicamos a la Atención Primaria, ya que la patología dermatológica es muy prevalente.

Terapéutica médica tópica

Los componentes aplicados tópicamente difunden siguiendo gradientes de concentración en la piel, existen variaciones de absorción según la zona del cuerpo, además el fármaco aplicado o su formulación puede afectar la barrera cutánea de forma temporal.

El principal compartimento que habitualmente limita la absorción es el estrato córneo y a partir de ahí el compuesto difunde algunas veces llegando hasta los vasos de la dermis profunda.

Las formulaciones tópicas se diferencian normalmente según para qué han sido diseñadas, así es necesario distinguir entres las que están hechas para permanecer en la superficie cutánea (por ejemplo, los protectores solares o productos cosméticos); las que difunden a los compartimentos de la piel (formulaciones tópicas) y las que están hechas para absorción sistémica (formulaciones transdérmicas).

Hay que tener siempre presente que en dermatología no sólo es importante la medicación tópica que se prescribe, sino que el vehículo del tratamiento elegido también debe ser apropiado para la condición que está siendo tratada y la superficie del cuerpo a tratar, dado que no es lo mismo aplicar una crema o pomada untuosa en cuero cabelludo que una loción acuosa, mucho más fácil de extender; además según la extensión de la superficie se administran más o menos gramos de la medicación en cada aplicación(2).

Hay que asumir aspectos básicos, como que en caso de inflamación aguda, con exudación, se debe elegir un vehículo acuoso, con propiedades secantes o incluso aplicar antes una solución astringente como el sulfato de cobre al 1/1.000, para hacer posible que el vehículo llegue a la capa córnea y pueda ser absorbido. En caso de lesiones crónicas, xeróticas es mejor usar componentes con mayor contenido en grasa, más lubricantes para ayudar a la penetración.

Los vehículos más utilizados en dermatología se describen a continuación, en la tabla I.

 

Aunque hoy en día hay muchos preparados prefabricados, existen varios tamaños con distintas cantidades de medicación, además si hay que realizar fórmulas magistrales es importante calcular la cantidad necesaria para que el paciente acabe el tratamiento.

Es normal hacer un cálculo de las necesidades según cuánto tiempo requiera de tratamiento el paciente, según la tabla que vemos a continuación (Tabla II).

 

Con estos principios básicos, podríamos decir que tenemos las herramientas necesarias para iniciar una terapéutica dermatológica adecuada que se correlacione con la patología y necesidades de nuestros pacientes.

Pasaremos ahora a resumir la principales características de los diferentes grupos terapéuticos usados en dermatología.

Glucocorticoides tópicos

Sin duda alguna los corticosteroides tópicos son los fármacos que más frecuentemente se prescriben en dermatología, son altamente efectivos en reducir la inflamación y los síntomas en las enfermedades cutáneas. En los últimos años las investigaciones en torno a estas drogas se han centrados en optimizar la potencia y efectividad y minimizar los efectos secundarios, de tal manera que las nuevas moléculas de hoy en día tienen un alto efecto antiinflamatorio con una sóla aplicación diaria con muy pocos efectos de atrofia y raramente inducen sensibilización cruzada(2).

Acción: actúa a través de su unión a un receptor específico citosólico, con posterior traslocación al núcleo hasta una región de ADN que se conoce como la región elemental de respuesta esteroidea, donde se producen la estimulación o inhibición de trascripción de genes que regulan el proceso inflamatorio.

El efecto antiinflamatorio se produce a través de la inhibición de la fosfolipasa A2 una enzima que es la encargada de la formación de prostaglandinas, leucotrienos y otros derivados de la vía del ácido araquidónico. Además inhiben otros factores proinflamatorios cono el FAP1, factor nuclear KB y la liberación de la IL-1a. Además estimulan la lipocortina 1 que a su vez también inhibe la fosfolipasa A2. Además tienen un efecto inmunosupresor por inhibición de la Il-1, TNF a y la IL-8, tiene un efecto antiproliferativo y vasconstrictor por mecanismos no bien conocidos aún.

Uso pediátrico: se ha demostrado eficaz con pocos efectos secundarios, sin embargo hay que tener en cuenta que la absorción en ellos puede ser mayor debido a que tienen mayor ratio de superficie corporal respecto a su peso, y metabolizan menos los corticoides con lo cual a igual potencia el efecto de la absorción puede ser mayor en niños que en adultos.

En el embarazo se consideran de categoría C, aunque numerosos estudios no han demostrado anomalías fetales con su uso, se recomienda usar con precaución sopesando riesgo/beneficio. No se conoce si tras su aplicación tópica se excretan en la leche materna, por tanto también hay que tener precaución.

Clasificación: los corticosteroides sistémicos se clasifican según su potencia, la cual se modifica con el vehículo utilizado en: potencia muy alta, alta, moderada y baja(3).

Uso y precauciones: normalmente se considera que sólo se absorbe el 1% de la aplicación tópica de un corticoide, hay que tener en cuenta que en mucosas, semimucosas y piel escrotal la absorción es mayor, que en cuero cabelludo, palmas y plantas.

En cara preferimos utilizar la potencia más baja, y vehículos en cremas.

Las preparaciones de potencia alta no deben utilizarse durante más de 2-3 semanas y es mejor reducir la aplicación de forma paulatina para evitar rebrotes.

Efectos adversos: pueden producir reacciones acneiformes, hipertricosis, hipopigmentación local, además de enmascarar o exacerbar procesos infecciosos.

 

Aunque es raro, es posible que se den reacciones alérgicas, de hipersensibilidad tipo 4, tanto al corticoide mismo como al excipiente del vehículo, en tal caso es necesario realizar pruebas cutáneas para aclararlo(2,3).

Han sido descritos casos aislados de efectos sistémicos con el uso de esteroides tópicos como el desarrollo de glaucoma e incluso la supresión del eje hipotálamo-hipofisario, pero estos efectos se producen con dosis muy altas (14 g/semana de clobetasol y 50 g/semana de betamentasona dipropionato).

Antibióticos tópicos

Los antibióticos tópicos se usan para tratar infecciones de piel por bacterias, su uso en el impétigo tiene el beneficio de evitar la administración sistémica, también son útiles en el tratamiento del acné y la rosácea(1,2).

Eritromicina: macrólido, utilizado para el tratamiento del acné, tiene acción frente a cocos gran positivos y bacilos gram negativos. Está disponible en cremas y lociones con excipiente alcohólico.

Clindamicina: lincosamina, indicada también para uso en acné, foliculitis, etc., ya sea sola o en combinación con peróxido de benzoilo. En este último caso está indicada como tratamiento del acné pápulopustuloso.

Metronidazol: es un derivado nitroimidazólico con acción anti-anaerobia y actividad frente a ciertos organismos protozoos. Se usa al 0,75% y 1% en gel, normalmente para la rosácea.

Ácido azelaico: ácido dicarboxílico con actividad frente al Propionibacterium acnes y Staphyloccoccus epidermidis, normalmente se utiliza para el acné y la rosácea, aunque inicialmente se usaba por su efecto despigmentante, para el tratamiento del melasma.

Sulfonamidas: son antibacterianos de amplio espectro que, en su combinación con plata, sulfadiazina argéntica se usa para realizar curas de úlceras y quemaduras.

Ácido fusídico: antibacteriano bacteriostático de acción contra gram positivos, especialmente el S. aureus con buena tolerancia y buen perfil de seguridad.

Mupirocina: es un antibiótico cuya principal actividad está dirigida contra cocos gram positivos: S. aureus y S. pyogenes, hay numerosos estudios que avalan su eficacia para el tratamiento de infecciones superficiales y para eliminar la colonización del SAMR a nivel nasal.

Bacitracina: antibiótico tópico con atividad frente a cocos gram positivos, algunos organismos gram negativos y esporas, se usa en infecciones superficiales, como impétigo, forunculosis, etc., pero se ha visto que produce numerosas reacciones de hipersensibilidad sobre todo de contacto.

Polimixina-B: antibiótico con actividad frente a gram negativos como Pseudomonas aeruginosa, Enterobacter y E. coli, se usa normalmente en combinación con bacitracina y neomicina, en preparados estándar.

Aminoglucósidos (neomicina y gentamicina): actividad frente a gram negativos incluyendo Pseudomonas, los dermatólogos utilizamos más la gentamicina, debido a que produce menos alergias de contacto. Habitualmente se usa en combinación con corticoides.

• La nitrofurazona es un antibiótico tópico que en dermatología se utiliza poco porque sensibiliza y acarrea dermatitis de contacto y foto alérgicas.

Antifúngicos tópicos

Son fármacos utilizados para las infecciones fúngicas superficiales, normalmente de superficies de extensión pequeñas, tienen la ventaja de ser bien tolerados con pocos efectos adversos, aunque están descritas dermatitis de contacto y reacciones urticariformes. Su coste es bajo(2,4).

En caso de grandes áreas de infección, o en uñas y cabello se prefiere la vía oral.

Hay que diferenciar en grupos:

1. Los derivados imidazólicos: impiden la síntesis de la pared fúngica, a través de la depleción de ergosterol, por varias vías lo que resulta en una inestabilidad e hiperpermeabilidad de la pared.

Cotrimazole, econazol, ketoconazol, sertaconazol, etc. Están indicados en las dermatofitosis, la pitiriasis versicolor, la candidiasis mucocutánea y la dermatitis seborreica.

2. Allylaminas y benzilaminas: inhiben la síntesis de ergosterol, al inhibir la enzima squaleno-oxidasa, son considerados fungicidas, porque el acumulo de squaleno intracelular lleva a la muerte celular, además se considera que tienen un efecto antiinflamatorio.

Se encuentran disponibles en el mercado: son la terbinafina y la griseofulvina, cuya principal indicación está en las dermatofitosis y la pitiriasis versicolor. Los riesgos y efectos adversos son similares al de los otros antifúngicos tópicos.

3. Ciclopirox: al contrario de los anteriores no interfiere con el ergosterol, su mecanismo de acción consiste en interrumpir el trasporte de membrana, alterando la función lo que conlleva finalmente a la muerte del hongo. Está indicado su uso en dermatofitosis, onicomicosis, candidiasis, pitiriasis versicolor, dermatitis seborreica e incluso cuando la infección fúngica se produce por saprófitos poco habituales.

Antiparasitarios

Existen numerosos agentes para el tratamiento de las parasitosis cutáneas superficiales más frecuentes: la escabiosis y las pediculosis.

A continuación exponemos los agentes antiparasitarios tópicos más frecuentes con su principal indicación(1,2)(Tabla IV).

 

En el caso de la permetrina su uso puede producir prurito y molestias en los sitios de aplicación, aunque su perfil de seguridad es excelente, usado a partir de los 2 meses de edad. Durante el embarazo es considerado de categoría B por la FDA.

El lindano, debido a su mecanismo de acción, puede producir espasmos musculares, convulsiones e incluso hay descritos casos de anemia aplásica. No se recomienda su uso en menores de 3 años. Embarazo: categoría C.

Inmunomoduladores tópicos: unhibidores de la calcineurina, tacrólimus y pimecrólimus

Son antiinflamatorios no esteroideos e inmunomoduladores, que reducen la expresión de numerosas citocinas proinflamatorias, que permiten el tratamiento de las dermatosis sin los efectos secundarios de los corticosteroides. En principio han sido aprobados para uso en dermatitis atópica, como terapia a largo plazo en niños mayores de 2 años. Su uso se ha masificado en numerosas indicaciones fuera de ficha técnica, de forma efectiva como forma de ahorrar el uso de corticosteroides(5).

Una revisión Cochrane en el año 2007 ha concluido que son menos efectivos que los corticoides de alta potencia, pero que su rol en comparación con los de mediana potencia necesita más estudio, sin embargo un metanálisis reciente de Svensson y cols. 2011, ha encontrado una eficacia similar con los corticoides de alta potencia, aunque también afirman que son necesarios más estudios.

Actualmente disponemos de: 1) pimecrólimus tópico en crema al 1% (Elidel®, Rizan®) se utiliza en dermatitis atópica leve/moderada, especialmente en cara; 2) tacrólimus tópico en pomada (Protopic®) un poco más potente que el anterior, existen 2 concentraciones, al 0,03% y al 0,1%. Hay que tener en cuenta que pueden producir una sensación de irritación local, con quemazón y prurito que puede dificultar su tolerancia(5,6).

No hay datos de seguridad disponibles sobre el uso en gestación y lactancia, por tanto se recomienda evitar en estos periodos.

La principal ventaja de este grupo de fármacos es el ahorro de corticoides que acarrea su uso, junto con un buen perfil de seguridad.

La pomada de tacrolimus está, además, indicada para el tratamiento de mantenimiento o preventivo de al dermatitis atópica. Para ello se usa dos noches a al semana en zonas de piel sana, dónde existió brote. Deben mantenerse durante varios meses para poder modificar el curso de la enfermedad.

Otros grupos terapéuticos: terapia para verrugas (infección cutánea HPV) y molluscum contagioso

Existen numerosos tratamientos que son eficaces, aunque es sabido que a veces existe remisión espontánea de las mismas. El tratamiento médico tópico, va dirigido a eliminar la epidermis hiperqueratósica, sustrato del virus. Se pueden utilizar difenilciclopropenona, 5-Fu, formaldehído, ácido mono, di, tricloroacético, ácido salicílico, ácido láctico, hidróxido potásico, etc.

Lo habitual es usar una combinación de cáusticos y queratolíticos, que suelen ir formulados en colodión elástico.

Habitualmente se recomienda, en el caso de las verrugas, limar un poco la superficie y, si es posible, después de aplicar ocluir con plástico 1-2 aplicaciones al día, hasta la remisión completa de las lesiones. En el caso de las lesiones de molluscum contagioso, si se decide optar por el tratamiento tópico preferimos hidróxido de potasio o la cantaridina(1,2).

Bibliografía

1. Arndt KA, Hsu JTS. Manual of dermatologic therapeutics. 7th ed. Philadephia, EE.UU.: Lippincott Williams and Wilkins; 2007.

2. Wolff K, Goldsmith LA, Katz SI, Gilchrest BA, Paller AS, Leffell DJ. Fitzpatrick’s Dermatology in General Medicine. 7ª ed. The McGraw-Hill Companies, Inc.; 2008.

3. Brazzini B, Pimpinelli N. New and established corticosteroids in dermatology. Am J Clin Dermatol. 2002; 3: 47.

4. Gupta AK, et al. An overview of topical antifungical therapy in dermatomycoses. A North American perspective. Drugs. 1998; 55: 645.

5. Svensson A, Chambers C, Gånemo A, Mitchell SA. A systematic review of tacrolimus ointment compared with corticosteroids in the treatment of atopic dermatitis. Curr Med Res Opin. 2011; 27(7): 1395-406. Epub 2011 May 12. Review.

6. Ashcroft DM, Chen LC, Garside R, Stein K, Williams HC. Topical pimecrolimus for eczema. Cochrane Database Syst Rev. 2007; (4): CD005500. Review.

 

Trastornos de la pigmentación: léntigos, nevus y melanoma. Fotoprotección

Temas de FC

G.M. Garnacho Saucedo, J.C. Moreno Giménez

Servicio de Dermatología. Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba

 

Resumen

Los nevus melanocíticos son las neoplasias más comunes del ser humano y la mayoría son benignos. Es importante conocer su evolución, morfología y características clínicas, así como ser capaces de detectar de forma precoz signos de alarma de degeneración maligna. El melanoma es el tumor de mayor mortalidad en dermatología y su incidencia continúa aumentando en las últimas décadas, constituyendo el diagnóstico precoz el único tratamiento curativo actualmente.

 

Abstract

Melanocytic nevi are the most common neoplasms of the human being and most are benign. It is important to know their evolution, morphology and clinical characteristics and to be able to detects alarm signs of malignant degeneration early. Melanoma is the tumor having the greatest mortability in dermatology and its incidence has continued to increase in recent decades, early diagnosis being the only current curative treatment.

 

Palabras clave: Nevus; Melanoma; Diagnóstico precoz; Fotoprotección.

Key words: Nevus; Melanoma; Early diagnosis; Photoprotection.

 

Pediatr Integral 2012; XVI(4): 321-331


Trastornos de la pigmentación: léntigos, nevus y melanoma. Fotoprotección

 

Introducción

Las lesiones pigmentadas y, en especial, los nevus melanocíticos son las neoplasias más comunes en el ser humano; por lo que, es lógico pensar que cada vez son más frecuentes las consultas relacionadas con su potencial de malignidad, así como sobre la necesidad de tratamiento.

La importancia de estas tumoraciones radica en los problemas estéticos que pueden originar, la posible asociación con otras malformaciones y, sobre todo, que son marcadores y, en ocasiones, precursores potenciales de melanoma. De forma general, atendiendo al momento de aparición, los nevus melanocíticos se dividen en nevus melanocíticos adquiridos y congénitos. Los nevus adquiridos habitualmente comienzan a aparecer después de la primera infancia (a partir de los 2 años). Posteriormente, aumentan en tamaño y número durante el resto de la infancia y adolescencia, con un pico máximo en la tercera-cuarta década de la vida. A partir de ese momento, comienza una lenta y progresiva involución; de tal forma que, en la vejez son escasos los nevus que podemos encontrar. Los nevus congénitos son aquellos presentes en el momento del nacimiento o que aparecen antes de los dos años de vida.

Epidemiología

Los nevus melanocíticos son muy frecuentes y, la gran mayoría, benignos.

Los nevus melanocíticos adquiridos son el tumor benigno más frecuente y constituyen un motivo de consulta habitual. Entre un 0,2 y un 2,1% de los recién nacidos presenta un nevus melanocítico y, en la mayoría de los casos, de pequeño o mediano tamaño.

La incidencia del melanoma, el tipo de cáncer cutáneo de mayor mortalidad, continúa aumentando diariamente, aunque en la infancia sigue siendo raro. Actualmente, la posibilidad de desarrollar un melanoma a lo largo de la vida se estima en 1 de cada 70 individuos. En la población infantil los melanomas en menores de 20 años constituyen sólo el 1-3% de todos los melanomas, y en la etapa prepuberal el 0,3-0,4% del total.

Etiopatogenia

Los nevus melanocíticos adquiridos son neoplasias benignas producidas por la proliferación de células névicas o nevocitos, melanocitos modificados que pierden su forma dendrítica y tienden a retener pigmento.

Estas células se originan en la cresta neural y en la etapa fetal intraútero migran desde allí a la piel. Existen diferentes teorías de la nevogénesis que tratan de establecer la exacta evolución de las células névicas en el proceso de formación de los nevus sin existir ninguna definitiva. Según la actual teoría dual de la nevogénesis(1), surgida en el 2009, existirían dos vías complementarias, una endógena o constitucional y otra exógena. Tras su origen en la cresta neural, los melanocitos migrarían a la piel, pudiendo llegar a la unión epidermodérmica o quedar “atrapados” en la dermis. Aquellos que quedan “atrapados” en la dermis dan lugar a nevus intradérmicos que permanecerán constantes a lo largo de la vida sin experimentar cambios y constituirían el componente endógeno. Sin embargo, aquellos que alcancen el compartimento epidérmico (más superficial) podrán multiplicarse y organizarse de dos maneras, formando nidos en la unión epidermodérmica y dermis papilar, dando lugar a los nevus compuestos, o sin formar nidos, distribuyéndose aisladamente por toda la unión epidermodérmica con un crecimiento lentiginoso (células aisladas en hilera) dando lugar a los nevus de la unión. Estos nevus con componente epidérmico constituirían la vía exógena, ya que representan verdaderos nevus adquiridos que se desarrollan en respuesta a factores externos, como la exposición solar intermitente. Se ha comprobado que la exposición solar intermitente provoca mutaciones en las células madre melanocíticas de la unión epidermodérmica, dando lugar a los nevus cuando estas células mutadas proliferan. A lo largo de su desarrollo podrán experimentar cambios e incluso malignizar.

Nevus melanocíticos adquiridos

Características clínicas y clasificación

La morfología(2) de los nevus es amplia y variada, existiendo lesiones delgadas, parcialmente elevadas, cupuliformes, verrugosos, papilomatosos… que pueden distribuirse ampliamente en cualquier localización de la superficie cutánea, mucosa y semimucosa.

Clásicamente(3), atendiendo a la distribución de las células névicas, a nivel histológico, se establecen tres categorías de nevus bien definidas: nevus juntural, nevus compuesto y nevus intradérmico.

Nevus juntural o de la unión

Clínicamente (Fig. 1), se caracteriza por ser una mácula hiperpigmentada, no palpable, de tamaño variable, desde escasos milímetros a más de 1 cm. El color es igualmente variable, desde el marrón claro al negruzco, pero siempre de forma uniforme y homogénea en toda la lesión. La superficie es lisa, conservando las líneas habituales de la piel. La forma suele ser redondeada o elíptica, simétricos, de límites regulares y bordes netos. Histológicamente están constituidos por células névicas agrupadas en nidos pequeños o melanocitos aislados en la unión epidermodérmica. Estos nevus son los más frecuentes en las etapas medias(4) de la vida. Son las lesiones más sometidas a estímulos externos (traumatismos, radiación ultravioleta, infecciones…) y, por tanto, pueden experimentar variaciones a lo largo del tiempo, dentro de las cuales se encuentra la transformación maligna.

Figura 1. Paciente con abundantes nevus junturales o de la unión (lesiones planas, máculas) y nevus compuestos (sobreelevadas).

Nevus compuesto

Puede variar clínicamente (Fig. 1) desde una pápula ligeramente elevada a una lesión verrugosa, existiendo casos con diferentes volúmenes dentro de una misma lesión. Suelen tener folículos pilosos, en ocasiones prominentes. El resto de características son similares al nevus de la unión. Son los más frecuentes en los niños(5). Es muy característico que durante los últimos años de la infancia y principio de la adolescencia sufran un aumento en su grosor y pigmentación, llamando la atención a los padres y motivando la visita médica para su evaluación. Histológicamente, están constituidas por células névicas agrupadas en nidos de mayor tamaño, localizados en la unión epidermodérmica y, en ocasiones, en la dermis papilar.

Nevus intradérmico

Lesión cupuliforme, sésil, escasamente pigmentada, con telangiectasias superficiales, especialmente las lesiones localizadas en la cara. Pueden presentar pelos terminales prominentes en la superficie. Histológicamente, se caracteriza por estar constituido por células que han perdido la agrupación y han disminuido su capacidad de producir pigmento. Se distribuyen en la dermis papilar y reticular formando regueros de células con tendencia a la maduración neuroide. Son nevus estables que suelen permanecer sin variaciones a lo largo de la vida. Son los más frecuentes en los últimos años de la vida.

Además de los nevus adquiridos comunes o vulgares comentados anteriormente, existen nevus con identidad propia (Fig. 2), con características especiales que los hacen diferentes al resto y constituyen una verdadera entidad independiente. Entre ellos encontramos los siguientes:

a) Nevus de Spitz-Reed. Podría considerarse(6) un tipo de nevus compuesto que aparece con mayor frecuencia en los niños y adultos jóvenes, sobre todo en las dos primeras décadas de la vida. Clínicamente, puede manifestarse de diferentes formas, siendo quizás la variedad más común aquella caracterizada por una pápula o nódulo tumoral solitario, firme, redondeado, sin pelo, de superficie lisa y de color rojo o marrón rojizo. El color blanquea a la vitropresión, por la gran vascularización que posee, y muestra una pigmentación melánica residual que permite el diagnóstico diferencial con otras lesiones rojas, como el granuloma piogénico o el xantogranuloma juvenil. Algunas lesiones, particularmente aquellas localizadas en las extremidades, son de color marrón oscuro intenso o incluso negro y son estas lesiones las que más alarman a médicos y pacientes por su diagnóstico diferencial con el melanoma. En ocasiones, adoptan una morfología atípica con diferentes tonos de color dentro de la misma lesión, superficie cutánea erosionada y bordes irregulares. Es de crecimiento rápido durante 3-6 meses, lo cual suele resultar bastante alarmante, y durante este tiempo puede sangrar debido al adelgazamiento de la epidermis, y causar prurito o dolor, que suele ser transitorio, permaneciendo estable posteriormente. Su tamaño oscila de 0,6 a 1-2 cm de diámetro, siendo en general mayores que los nevus comunes. Se localiza preferentemente en la cara, sobre todo en mejillas, y en las piernas, respetando siempre palmas, plantas y mucosas. Suelen ser lesiones solitarias, aunque se han descrito formas múltiples agminadas y diseminadas, poco frecuentes. También, existen recogidas en la literatura formas de nevus de Spitz diseminados eruptivos, entidad que se ha relacionado con infección VIH, enfermedad de Addison, quimioterapia, gestación, pubertad y traumatismos. Su manejo es aún motivo de debate entre diferentes expertos. Muchos recomiendan su extirpación sistemática basándose en su comportamiento biológico incierto, existiendo casos de potencial agresivo con afectación de ganglios linfáticos regionales. Otros, sin embargo, abogan por “esperar y ver”, reservando la escisión quirúrgica para lesiones de formas muy atípicas o que experimenten cambios bruscos. En nuestra práctica clínica habitual, solemos extirpar todos los nevus de Spitz palpables (pápulas y nódulos), los que aparecen en niños mayores de 13 años peri puberales y los que son clínicamente atípicos. En cuanto a las lesiones planas de morfología típica en niños prepuberales, podría contemplarse la posibilidad de observación sin que éste sea un hecho carente de discusión o polémica.

b) Halo nevus de Sutton. Se caracteriza por ser un nevus rodeado de un halo de piel despigmentada. El nevus central suele medir de 3 a 6 mm. de diámetro máximo, los márgenes son regulares y bien definidos y el color, homogéneo. El halo también debe ser regular, simétrico y homogéneamente distribuido alrededor de la lesión pigmentada. Son lesiones muy frecuentes, sobre todo en niños mayores y adolescentes, con una media de edad de 15 años y sin diferencias entre sexos. Suelen localizarse en la parte alta de la espalda y hasta en un 25-50% de los pacientes son lesiones múltiples. El halo puede progresar hasta despigmentar por completo el nevus y hacerlo desaparecer en un periodo que oscila entre unos pocos meses a varios años. El área despigmentada residual tiende a recuperar el color normal con el paso del tiempo. En otras ocasiones el nevus persiste. La causa de la pérdida espontánea de la pigmentación es desconocida, pero parece estar relacionada con una destrucción inmunológica de los melanocitos. Apoyando esta hipótesis está el hecho de que algunos pacientes pueden desarrollar vitíligo. También, se ha demostrado su relación con el melanoma y los nevus atípicos, apareciendo abundantes halo nevus en pacientes con melanoma, pero este hecho es propio de adultos y excepcional durante la infancia. Aunque los nevus compuestos y los intradérmicos son los que con mayor frecuencia presentan este fenómeno, puede ocurrir igualmente en cualquier otro tipo de lesión melanocítica, incluyendo los nevus congénitos. El tratamiento debe ser individualizado y dependiente de la clínica. En general, cualquier paciente que presente un halo nevus y especialmente aquellos con múltiples lesiones, debería ser sometido a una meticulosa exploración de toda la superficie cutánea y mucosas en busca de lesiones melanocíticas con signos morfológicos de atipia. Si la lesión melanocítica del centro del halo cumple criterios de atipia deberá ser extirpada y enviada a estudio histopatológico. Por otro lado, si la lesión del centro del halo es completamente típica, la escisión profiláctica sería innecesaria y la lesión podría ser observada durante un tiempo hasta la resolución del proceso.

c) Nevus de Meyerson. Consiste en un fenómeno benigno por el cual una reacción inflamatoria eccematosa se desarrolla sobre y alrededor de un nevus melanocítico. Como todo eccema, se acompaña de prurito y descamación superficial. Es una lesión muy frecuente en niños con dermatitis atópica o psoriasis y el tratamiento consiste en tratar el eccema sin que exista la necesidad de extirpar el nevus.

d) Nevus en diana o escarapela. Es un tipo morfológico de nevus típico de pacientes jóvenes, caracterizado por la existencia dentro de la lesión de tres zonas bien delimitadas: una zona central pigmentada, otra zona que la rodea, más clara, y otra externa nuevamente hiperpigmentada. Por lo demás, es una lesión benigna sin mayor riesgo de malignización, por lo que únicamente requiere observación sin necesidad de extirpación.

e) Nevus lentiginoso o moteado de Spilus. Se trata de la asociación de un acúmulo de nevus junturales lentiginosos o compuestos agrupados sobre una mancha café con leche. En ocasiones, en fototipos altos puede no apreciarse el componente macular de base, y en otras circunstancias ser la única lesión existente. La lesión, en su conjunto, puede mostrar una forma redondeada y pequeña de escasos centímetros o ser muy extensa, pudiendo alcanzar hasta los 20 cm de diámetro, distribuyéndose en forma de cuadrantes. Suele ser adquirido, manifestándose por primera vez en las últimas etapas de la lactancia o primera infancia, pero en algunos casos son congénitos. En ocasiones, aparece primeramente la lesión macular de fondo, confundiéndose con una mancha café con leche y, posteriormente, se va cubriendo de lesiones melanocíticas superpuestas de escaso tamaño. Se presenta en poco menos que el 0,2% de los recién nacidos, en el 1 al 2% de los niños de edad escolar y en el 2% de los adultos, afectando por igual a ambos sexos y a todas las razas. Pueden aparecer en cualquier zona anatómica de la cara, tronco y extremidades, sin relación con la exposición solar. Persiste de forma indefinida. Existen varios casos asociados a melanoma, por lo que es importante su estrecho seguimiento y, si aparecen cambios o atipias, proceder a su biopsia o extirpación.

f) Nevus acrómico o despigmentado. Es un área bien circunscrita de hipopigmentación que puede ocurrir como un parche pequeño aislado de diferentes morfologías (forma más común) o ser lesiones múltiples que siguen una distribución unilateral segmentaria en cuadrantes o por las líneas de Blaschko, sin cruzar nunca de forma característica la línea media. El pelo dentro del nevus acrómico puede estar también despigmentado y los márgenes de la lesión pueden ser irregulares o serrados. Puede aparecer al nacimiento o en los primeros años de la vida, localizándose en cualquier región de la superficie corporal, siendo las más afectadas tronco y extremidades, sobre todo espalda y nalgas, seguidas de tórax y abdomen, respetando palmas, plantas y mucosas. Es importante destacar que nunca van precedidas de un componente inflamatorio o lesión cutánea previa, pues de lo contrario estaríamos ante una lesión hipopigmentada residual y no ante un nevus acrómico. Aquellos pacientes que presenten múltiples nevos acrómicos o si estos están distribuidos en cuadrantes o siguiendo las líneas de Blaschko (mosaicismo hipopigmentado), tienen mayor probabilidad de asociar anomalías o malformaciones tanto cutáneas (sudoración, hipertricosis, hipoplasia ungueal…) como extracutáneas sobre todo neurológicas (convulsiones y retraso mental). Los nevus acrómicos persisten indefinidamente pero tienden a mejorar con la edad. Son más evidentes en verano y en los pacientes de piel oscura, siendo muy poco llamativos en los de piel clara durante el invierno. De la misma manera, pero en el sentido opuesto, podemos encontrar nevos hipercrómicos o hiperpigmentados. Aunque en ocasiones plantea difíciles diagnósticos diferenciales, se suele distinguir fácilmente de la esclerosis tuberosa segmentaria (asociada con frecuencia con otras máculas hipomelanóticas, con diferentes manifestaciones cutáneas y con un compromiso neurológico), del vitíligo (amelanótico y adquirido) y del nevus anémico (presentan coloración vascular frente a estímulos mecánicos).

Figura 2. Figura resumen de los diferentes tipos de nevus especiales.

Manejo clínico y signos de alarma

La mayoría de los motivos(7) de consulta de nuestra práctica diaria en relación con la patología melanocítica están relacionados con su apariencia cosmética, sintomatología reiterada (foliculitis subnévicas, irritaciones, prurito…) o dudas sobre su potencial de malignización.

La mayoría de los nevus melanocíticos no precisan tratamiento y un buen seguimiento es más que suficiente para estar tranquilos y convencidos de su benignidad.

En el pasado, muchos autores abogaban por la eliminación profiláctica sistemática de todas las lesiones pigmentadas de determinadas localizaciones: palmas, plantas y genitales, suponiendo un mayor riesgo de transformación maligna en estas zonas. Hoy día, se sabe que este hecho estaría injustificado y que la histología más atípica de estas lesiones es propia de su localización (continuamente sometida a traumatismos), sin que ello suponga un mayor poder de degeneración maligna. Podríamos realizar la extirpación profiláctica de lesiones únicas en las anteriores localizaciones si se distribuyen en zonas de difícil acceso o visualización que dificulten su control y seguimiento (sobre todo en genitales) o lesiones aisladas en pacientes no colaboradores ni concienciados que incluso no acuden a las visitas, por su seguridad.

Aunque la posibilidad de malignización de un nevus adquirido es muy baja (tasa de transformación anual de un nevus en melanoma es de un 0,0005% para individuos menores de 40 años) ante cualquier duda o cambio brusco y sospechoso observado debe procederse a su extirpación y consiguiente estudio histológico. Existen una serie de cambios, en ocasiones súbitos, que pueden sufrir los nevus sin que ello suponga malignización y que es importante conocer. En general, estos cambios no malignos suelen afectar a todos los nevus de un individuo o al conjunto de ellos que se hallan expuestos al mismo agente responsable de un cambio y al cabo de un tiempo (7 o 10 días) suelen volver a su situación basal. Un nevus puede cambiar en el color, en el tamaño y superficie, puede aparecer dolor, prurito, ulceración o sangrado y ser debido a causas fisiológicas o por agentes concretos, como es muy frecuente en la administración sistémica de glucocorticoides, o factores locales, como la exposición solar, los traumatismos, enfermedades ampollosas, foliculitis, traumatismos, trombosis en los pediculados, quistes epidérmicos…

La exploración de los nevus melanocíticos de un paciente debe comenzar siempre por la estimación de su fototipo; ya que, la morfología y coloración de los nevus está en íntima relación con el mismo.

Los pacientes con fototipos claros suelen tener nevus de escasa pigmentación y abundante vascularización, lo que les da un color rosado y, en ocasiones, mixto con centro aclarado y periferia más oscura. Sin embargo, los pacientes de fototipos altos suelen desarrollar nevus muy pigmentados. Por lo tanto, el nevus que nos debe llamar la atención en una persona de cabello rubio y ojos claros es una lesión muy pigmentada y, por el contrario, en una persona de cabello moreno y ojos marrones es una lesión escasamente pigmentada o muy vascular.

Hemos de considerar también el número de lesiones o carga melanocitaria.

Aunque un paciente tenga todos los nevus de morfología típica (ABCD), si posee un alto número (más de 50 o 100 nevus) tiene mayor riesgo de desarrollar melanoma por el simple hecho de que tiene más probabilidades por tener mayor número de lesiones. Estos pacientes deberán seguirse estrechamente en una unidad de lesiones pigmentadas de un servicio de dermatología, con dermatoscopia digital, ya que es muy difícil detectar cambios simplemente con la exploración física.

También, habrá que tener en cuenta la edad.

En los niños y adultos jóvenes, suelen aparecer continuamente lesiones nuevas y las existentes suelen experimentar cambios de forma lenta y progresiva (aumento de tamaño, elevación…). La etapa infantil se considera la de mayor inestabilidad de los nevus, sin que ello suponga un mayor riesgo de malignización. Sin embargo, a partir de los 40-50 años dejan de aparecer nuevas lesiones y deben ser lesiones estables, cualquier cambio debe ponernos en alerta de posible degeneración maligna.

Habitualmente, los nevus de una misma persona suelen ser homogéneos y similares entre sí, compartiendo características clínicas.

Deberá llamarnos la atención aquel nevus que sea diferente al resto, por feo (patito feo) o por bonito (cisne).

A la hora de evaluar cada una de las lesiones melanocíticas de nuestros pacientes, sería útil aplicar la conocida regla del ABCD(8) recogida en la tabla I.

Es importante recoger en la historia clínica los antecedentes familiares de cáncer, ya sea cutáneo o extracutáneo (páncreas, vejiga, neoplasias hematológicas…) y, dentro de los cutáneos, melanoma o no melanoma, así como antecedentes personales y familiares de nevus displásicos confirmados histológicamente.

Teniendo en cuenta todos los factores expuestos con anterioridad, se consideran dos fenotipos de nevus melanocíticos recogidos en la tabla II.

Diagnóstico diferencial

Los nevus deben diferenciarse de otras lesiones englobadas bajo los términos de hiperplasias melanocíticas epidérmicas (Fig. 3) y melanosis dérmicas circunscritas. En el primer grupo, el número de melanocitos es normal, pero estos son más grandes o contienen mayor cantidad de melanina y no existe riesgo de malignización. En el segundo grupo, los melanocitos se hayan profundamente en la dermis, por lo que son de color azul característico. Sus peculiaridades clínicas se resumen en la tabla III.

Figura 3. Nevus de Becker. Mácula pigmentada con hipertrofia folicular en la zona abdominal de un paciente de 11 años.

Nevus melanocíticos congénitos

Características clínicas y clasificación

Clínicamente, se manifiestan como máculas de color marrón claro o rosado en el recién nacido. Durante los años siguientes, aumentan su tamaño, proporcional al crecimiento del niño, se oscurecen y desarrollan pelos terminales. Tienden a engrosarse y arrugarse con el tiempo y pueden aparecer nódulos proliferativos, generalmente, benignos. En las lesiones grandes y gigantes, pueden ocurrir ulceraciones y erosiones, sin que este hecho indique malignidad. Son frecuentes las variaciones en el color, lo que supone una dificultad adicional para su seguimiento y para apreciar cambios sugestivos de malignidad. Suelen localizarse por orden decreciente en tronco, extremidades y cabeza, adoptando en ocasiones una morfología curiosa (“en bañador”, “en capelina”, etc.). Además, presentan con frecuencia nevus melanocíticos “satélites” más pequeños en su vecindad.

Se dividen, clásicamente(9), en tres grupos según el tamaño que alcanzarán en la edad adulta: pequeños (<1,5 cm de diámetro); medianos (Fig. 4) (1,5-20 cm de diámetro. Son el grupo más numeroso, constituyendo el 70% de los nevus melanocíticos congénitos); y grandes (>20 cm de diámetro o que midan la medida de la palma de la mano del paciente en la cara y cuero cabelludo o el doble de la palma de la mano en abdomen y tórax. Son infrecuentes, presentándose en 1 de cada 20.000 nacidos vivos) y gigantes (>40-50 cm de diámetro.

Figura 4. Nevus congénito mediano de características clínicas típicas.

Nevus vestimentarios que, por su extensión, cubren toda una parte del cuerpo. Son los más raros, detectándose en 1 de cada 500.000 recién nacidos).

Manejo clínico y signos de alarma

Los nevus melanocíticos congénitos, especialmente los gigantes, pueden asociarse a otras anomalías extracutáneas resumidas en la tabla IV(10). Los dos problemas que generan los nevus melanocíticos congénitos, además de las asociaciones anteriores, son su potencial de malignización (directamente proporcional al tamaño) y la alteración estética, especialmente los gigantes. Los pacientes con nevus melanocíticos poseen un mayor número de melanocitos de lo normal y por ello presentan una probabilidad mayor de que alguno de ellos malignice. Se desconoce(11) la verdadera incidencia de la malignización y, aunque son muchos los trabajos que han intentado cuantificarla, los resultados no son homogéneos y tampoco aclaran la actitud terapéutica más adecuada que debemos seguir(12).

Los últimos estudios sugieren que el riesgo de malignización es mucho más bajo del que se pensaba, en torno a un 0,7-5%, y que afecta principalmente a lesiones de gran tamaño, nevus gigantes y los localizados en la línea media.

La aparición de melanoma no siempre ocurre sobre el nevus congénito sino que, en ocasiones, pueden aparecer sobre lesiones parcial o totalmente extirpadas e incluso alejadas de la lesión névica (músculos, peritoneo, fascia o SNC) y la extirpación radical de la lesión no elimina el riesgo de malignización. Por todo ello, la cirugía profiláctica está cada vez más en duda. Por otro lado, existen grupos de autores que continúan pensando que, cuanto menor sea la carga melanocítica de un paciente, menor será la posibilidad de desarrollar un melanoma y sostienen el papel protector de la cirugía y de técnicas similares. Tras los últimos estudios y publicaciones, sobre todo a partir del 2006, se observa que las etapas críticas de la malignización son la edad escolar y la adolescencia, no los primeros años de la vida.

Como se deduce, no está todavía todo dicho sobre los nevus melanocíticos congénitos ni se puede establecer aún un protocolo de seguimiento y tratamiento universal, sino que debemos enfrentarnos a cada paciente de forma individualizada, no olvidando que un buen seguimiento es imprescindible en todos los casos y considerando el riesgo de malignización, el resultado estético o funcional y, simultáneamente, el riesgo quirúrgico. En general, la actitud debería ser conservadora(13), sin la extirpación rutinaria de todas las lesiones, salvo que existan criterios clínicos o dermatoscópicos que así lo indiquen. Existe una serie de situaciones que podrían apoyar de forma relativa una extirpación profiláctica sin estar exenta de críticas y opiniones (Fig. 5 y tabla V).

Figura 5. Nevus congénito gigante vestimentario en capellina con morfología atípica: múltiples colores, nódulos proliferativos, bordes irregulares….

En los nevus de pequeño y mediano tamaño, la situación es más controvertida aún. Aunque algunos estudios sugieren que existe un mayor riesgo de degeneración, otros no lo indican. En cualquier caso, un abordaje multidisciplinar (pediatra, dermatólogo, radiólogo y cirujano plástico) y hacer a los padres partícipes de la toma de decisiones, mostrando los pros y contras de cada opción, facilitaría el manejo de estos pacientes y debe ser la actitud que hemos de perseguir.

Melanoma

El melanoma en la infancia(14,15)es raro, sobre todo en la etapa anterior a la pubertad. La incidencia en niños y adolescentes menores de 15 años es de 1/millón.

El melanoma supone el 15% de todos los cánceres entre los 15 y los 19 años y sólo el 1,2% en los menores de 15 años. Es un tema controvertido y del que aún queda mucho que aclarar, ya que no hay grandes series de casos. No se sabe mucho de sus factores pronósticos(16)ni comportamiento biológico. Puede aparecer de novo o sobre un nevus preexistente (más frecuente que en adultos), sobre todo, en los nevus melanocíticos congénitos grandes y gigantes. Los niños afectos de melanoma tienen un riesgo de desarrollar una segunda neoplasia que se estima en un 15%. Los factores de riesgo quedan recogidos en la tabla VI(17-19).

El melanoma infantil puede dividirse en cuatro grupos de edad:

1. Congénito (desde la fase intraútero hasta el nacimiento): cerca del 60% se desarrollan a partir de nevus melanocíticos congénitos medianos o gigantes. Un porcentaje pequeño lo constituyen casos de transmisión transplacentaria de un melanoma materno.

2. Infantil 1ª infancia (desde el nacimiento hasta el primer año de vida).

3. Infantil 2ª infancia (desde el primer año de vida a la pubertad).

4. Adolescente (tras la pubertad).

Habitualmente, el melanoma se presenta como una pápula o nódulo de rápido crecimiento marrón oscuro o negro, aunque se pueden ver otros colores, como: rojo, azul o blanco. También existe la posibilidad de melanoma amelanótico, de color eritematoso y sin pigmento. Suelen ser lesiones asimétricas (Fig. 6), de bordes irregulares, coloración no homogénea en toda la lesión y grandes >10 mm (criterios ABCD). Sangrado, prurito, ulceración, erosión y dolor pueden estar presentes y son cambios relevantes a tener en cuenta sobre todo si son recientes (en varias semanas o meses). Las localizaciones más frecuentes, al igual que en adultos, son tronco y extremidades. Existen varias formas clínico-histológicas: melanoma de extensión superficial (forma más frecuente en la infancia. Suele tener lesión precursora o nevus previo), léntigo maligno melanoma (no existe en la edad infantil), melanoma nodular (forma más peligrosa, ya que su crecimiento es más rápido y se diagnostica tarde), melanoma lentiginoso acral (palmas, plantas o aparato ungueal) y otros (mucosas, amelanótico, desmoplásico, spitzoide, nevoide…).

Figura 6. Melanoma de extensión superficial sobre nevus atípico en paciente de 13 años. Lesión asimétrica, de bordes irregulares con entrantes y salientes, coloración no homogénea y diámetro mayor de 6 mm.

El pronóstico del melanoma en niños es superponible al melanoma que aparece en los adultos. El factor pronóstico más importante es el espesor tumoral o índice de Breslow, por lo que el único factor que aumenta la supervivencia hoy día es el diagnóstico precoz. El tratamiento es la cirugía del tumor primario con posterior ampliación de márgenes. En función del estadio el paciente se podrá beneficiar de tratamiento adyuvante o paliativo con interferón alfa-2B y algunos regímenes de mono o poliquimioterapia. Actualmente, se están llevando a cabo diferentes ensayos clínicos con nuevas moléculas biológicas selectivas para el tratamiento del melanoma metastásico que, probablemente, serán el futuro.

Prevención. Fotoprotección y vigilancia

La predisposición de un individuo al desarrollo de nevus melanocíticos adquiridos parece estar relacionada con diferentes factores, entre los que se incluyen: fototipo, raza, carga genética y exposición a la luz ultravioleta. En los niños, tres factores se han visto claramente implicados en su desarrollo: exposición solar intermitente, quemaduras solares y piel blanca escasamente protegida (fototipos I y II).

Es por ello de gran importancia la educación a la población infantil en hábitos de exposición solar saludable y su modificación de actitudes con respecto al sol, el bronceado y la fotoprotección. Los filtros solares ideales para los niños son los físicos o inorgánicos. Estos productos son impermeables a la radiación solar, tanto a los rayos UVB, los UVA como a los rayos visibles y el infrarrojo. Los más utilizados son el óxido de cinc, el dióxido de titanio y la mica. Son cosméticamente poco adecuados, ya que dan aspecto de máscara y necesitan mantenerse con reaplicaciones frecuentes. Sin embargo, los nuevos productos han conseguido mejorar la cosmética, constituyendo a día de hoy un producto estrella en poblaciones complicadas, como los niños, los ancianos, las embarazadas y los pacientes con patologías concretas. Están exentos de riesgos de producir dermatitis de contacto alérgica u otras reacciones similares. En cuanto al factor de protección solar, éste debería oscilar entre 30-50, no olvidando la importancia de repetir su aplicación cada 2-3 horas de exposición solar, después del baño, tras sudoración excesiva…

También, es importante entrenar a los pacientes y sus familias en la autovigilancia (detectar lesiones nuevas, cambios de lesiones preexistentes, signos de alarma…) y derivar a aquellos pacientes de especial riesgo a un servicio de Dermatología(20) donde se pueda realizar un seguimiento más estrecho y controlado gracias a los nuevos avances en dermatoscopia y seguimiento digital dermatoscópico.

Bibliografía

Los asteriscos reflejan el interés del artículo a juicio del autor.

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19.*** Nagore E, et al. Clinical and epidemiologic profile of melanoma patients according to sun exposure of the tumor site. Actas Dermosifiliogr. 2009; 100: 205-11.

20.* Stratigos A, Katsambas A. The value of screening in melanoma. Clin Dermatology 2009; 27: 10-25.

Bibliografía recomendada

– Torrelo A. Nevus y trastornos del desarrollo. En: Torrelo A. Dermatología en Pediatría General. Madrid: Aula Médica; 2007. p. 39-58.

Estupendo capítulo de libro, con conceptos claros y concisos sobre esta patología.

– Hernández A, Torrelo A. Recent data on the risk of malignancy in congenital melanocytic nevi: the continuing debate on treatment. Actas Dermosifiliogr. 2008; 99: 185-9.

Magnífica revisión y puesta al día de dos de nuestros más expertos dermatólogos pediátricos españoles.

– Nagore E. Oncología Cutánea. En: Torrelo A, ed. Dermatología en Pediatría General. Madrid: Aula Médica; 2007. p. 491-520.

Revisión detallada sobre el melanoma en la infancia por dermatólogo de amplia experiencia en el tema del melanoma realizando su trabajo habitual en el Instituto Valenciano de Oncología.

– Paller A, Mancini Hurwitz A. Cutaneous tumors and tumor syndromes. En: Clinical pediatric dermatology. A textbook of skin disorders of childhood and adolescence. 3ª edición. Elsevier; 2006.

Capítulo de monografía en lengua inglesa muy concisa pero con buenos esquemas y guías de diagnóstico diferencial.

 

Caso clínico
Paciente de 10 años de edad sin antecedentes personales ni familiares de interés que consultaba por la aparición súbita de lesión pigmentada en la zona del talón de la planta del pie derecho de 24-48 horas de evolución. El paciente refería molestias en esa zona e incluso sangrado. A la exploración, el paciente de fototipo III presentaba escasos nevus en tronco y extremidades (<20) de características clínicas típicas: simétricos, bordes regulares, coloración homogénea y marrón uniforme (acorde con el fototipo) y diámetro escaso. Destacaban 3 lesiones en la planta del pie derecho. Dos de ellas (superior e inferior) las tenía desde hacía años, eran lesiones simétricas, de bordes regulares, coloración homogénea marrón en toda su superficie y diámetro <0,6 mm. La lesión nueva y por la que consultaba el paciente estaba cercana a la inferior, era algo asimétrica, bordes regulares y diferentes colores (marrón claro, marrón oscuro y rojo).

Figura 7

Sarna, pediculosis y picaduras de insectos

Temas de FC

J. García Dorado*, P. Alonso Fraile**

*Dermatólogo. ** Medicina Familiar y Comunitaria.
Clínica Dermatológica. Salamanca

 

Resumen

La escabiosis y la pediculosis son dermatosis parasitarias ubicuas y muy contagiosas. Se conocen desde la antigüedad y tienen una amplia distribución mundial. Son frecuentes los brotes epidémicos de escabiosis afectando, por ejemplo, a individuos inmunocomprometidos o personal de hospitales o centros de acogida para ancianos y niños; igualmente las pediculosis, afectando extensamente a niños en edad escolar o a personas en estado de indigencia. Algunas variantes de escabiosis, incluyendo las formas ampollosas o las formas costrosas, pueden ser de difícil diagnóstico. Además, el diagnóstico definitivo del parásito en cuestión puede ser difícil de obtener y el valor de las nuevas técnicas diagnósticas está aún por confirmar. Las dificultades actuales en el manejo terapéutico de ambos procesos los han devuelto al primer plano de actualidad. Revisamos aspectos clínicos y epidemiológicos. También, se revisan claves diagnósticas y diferentes métodos para identificar los parásitos. El tratamiento de la sarna y de la escabiosis necesita en ocasiones tanto de unos esquemas terapéuticos eficaces, como actuaciones que mejoren las condiciones socioeconómicos de las personas que las sufren y programas de educación sanitaria que intenten prevenirlos. Esperamos que el futuro nos traiga tanto técnicas diagnósticas de laboratorio más sensibles y específicas, así como nuevas estrategias terapéuticas, Se revisan también aspectos clínicos de las picaduras de insectos.

 

Abstract

Scabies and pediculosis are ubiquitous and contagious parasitic dermatoses. They have been known since antiquity and are distributed worldwide. Clusters of infestation occur—for example, scabies affecting immunocompromised individuals or patients and staff in hospitals and nursing homes for the elderly and infancy, and pediculosis affecting schoolchildren or homeless people. Specific forms of scabies, including bullous scabies or crusted scabies, may be misdiagnosed. Moreover, definitive parasitic diagnosis can be difficult to obtain, and the value of new techniques remains to be confirmed. Difficulties in management have returned scabies and pediculosis to the limelight. We review epidemiologic and clinical aspects. Also, diagnostic clues and differents methods to find the parasites. Treatment of scabies and pediculosis needs same times to integrate drug treatment programmes with efforts to improve the socioeconomic conditions and education programmes to reduce stigma. We expect the future to bring more sensitive and specific clinical and laboratory-based diagnostic methods, as well as new therapeutic strategies. We review also, clinical aspects about insect bites.

 

Palabras clave: Pediculosis; Escabiosis; Sarna; Picadura de insecto; Prurigo simple.

Key words: Pediculosis; Scabies; Bites; Prurigo.

 

Pediatr Integral 2012; XVI(4): 301-320


Sarna, pediculosis y picaduras de insectos

 

En el ámbito de las dermatosis, los artrópodos pueden afectar a la salud humana, bien por acción indirecta (como vectores de patógenos) o por acción directa (molestias, daño accidental a órganos, envenenamientos, dermatosis, miasis y fobias).

Son más frecuentes los que afectan por acción directa. Y, dentro de ellas, se incluyen la sarna, la pediculosis y ciertos insectos que producen picaduras. Repasaremos cada una de estas entidades referidas a la edad pediátrica.

Sarna

Introducción

La escabiosis o sarna ha acompañado al hombre a través de la Historia. Aún hoy, está presente entre nosotros con relativa frecuencia.

Se conocen alrededor de 40.000 especies de ácaros en el mundo pero, según los expertos, el número debe ser aún mucho mayor. De todas ellas, varias decenas son de interés dermatológico y entre ellas destaca Sarcoptes scabiei (Ss), también llamado el arador de la sarna, que afecta tanto a humanos como a otros mamíferos; si bien, la infestación humana por ácaros procedentes de perros, caballos u otros animales domésticos (la denominada sarna animal) produce, a diferencia de la transmitida de persona a persona, una erupción pruriginosa, autolimitada y que cura espontáneamente, ya que no puede completar en el hombre su ciclo vital.

La sarna o escabiosis es una dermatosis parasitaria que ha afectado al hombre desde la antigüedad; sin embargo, a finales del siglo XIX, se aceptó que el Ss era el agente causal. Se han descrito brotes epidémicos de sarna cada 20-30 años, aproximadamente, coincidiendo con períodos bélicos o cambios en el comportamiento de la sociedad. Está producida por el ácaro Sarcoptes scabiei variedad hominis (clase Arachnida, subclase Acarina, orden Astigmata, familia Sarcoptidae), que completa su ciclo vital en el humano y afecta selectivamente a la piel. La palabra escabiosis proviene del término latino “scabere” que significa rascar.

Se trata de una ectoparasitosis relativamente frecuente, que se adquiere por contacto directo de piel con piel, a través de fómites (toallas, ropas y sábanas). En ocasiones, tras contacto con animales infestados.

Aunque la infestación por los ácaros de la sarna no es una enfermedad potencialmente mortal, el prurito persistente, no controlable, puede alterar la calidad de vida de los pacientes; llega a ser tan intenso que con frecuencia mantiene a la víctima despierta por la noche. A menudo, se complica con una infección secundaria. La hembra del parásito excava unos surcos bajo la piel, en peculiares ubicaciones que producen intenso picor.

Epidemiología

Es una dermatosis cosmopolita, ampliamente distribuida geográfica y socialmente, pero con especial incidencia en determinados grupos de riesgo.

La escabiosis es un problema frecuente de salud pública. Se admite que anualmente la padecen unos 300 millones de personas en todo el planeta, pero con frecuencia es difícil de descubrir y diagnosticar, por lo que su verdadera incidencia es desconocida.

Presenta una mayor prevalencia en las comunidades pobres de los países en vías de desarrollo.

El hecho de que se facilite su contagio entre las personas con contacto físico estrecho y regular, explica que sea mucho más común en grupos que viven hacinados, en condiciones higiénicas deficientes y situaciones de promiscuidad. Por ello, se entiende que tenga relación con el nivel socioeconómico y cultural de la población, los problemas sociales, la promiscuidad sexual, situaciones de hacinamiento, migraciones, la época del año y el desarrollo de catástrofes y desastres naturales. Existen algunas áreas geográficas en las que se mantiene de forma endémica, como es el caso de América Central y del Sur.

A su vez, la prevalencia de la infestación varía y se ve influenciado por diagnósticos erróneos, tratamientos inadecuados y los posibles cambios del estado inmunitario de las personas.

Es una enfermedad cosmopolita, con una mayor incidencia en países templados y fríos, sobre todo en épocas de invierno y otoño. Quizás se explique por la mayor tendencia al hacinamiento en relación con el frío. En épocas de calor, las personas tienden a bañarse más y por ello se facilita la eliminación de ácaros en la superficie de la piel.

A pesar de todo, y por las condiciones de vida actuales, con movimientos migratorios importantes, viajes de turismo o profesionales, hacia países que la sufren, la enfermedad puede afectar a cualquiera, no importa cuál sea su clase social o raza.

Y, aunque implica por igual a ambos sexos y a todos los grupos de edad, por el particular mecanismo epidemiológico que mantiene, se explica la importante afectación familiar o de grupos cerrados. Es por eso que en la gran mayoría de los casos se observan micro-epidemias dentro de los hogares, así como de ambientes cerrados donde conviven día a día: jardines de infancia, colegios, escuelas, cuarteles, cárceles, etc.

Son, por tanto, grupos de riesgo, especialmente los niños, las madres de lactantes y los ancianos que viven en instituciones. Se ha demostrado que, cuando el ácaro entra en una familia, los más susceptibles de padecerla son los menores de dos años, seguidos de las hermanas mayores y las madres. Es una enfermedad importante en la infancia; ya que, la prevalencia de la sarna se ha demostrado que es mayor en esta etapa de la vida. En nuestro medio, supone el 1,28% de todas las consultas dermatológicas realizadas en la infancia(1).

Su principal mecanismo de transmisión es directo, por contacto íntimo de la piel de persona a persona, de por lo menos 10 minutos, incluido el contacto sexual. La probabilidad del contagio dependerá del número de parásitos que tenga la persona infectada y de la “duración” del contacto. La higiene personal no necesariamente evita el contagio, pero puede variar la forma de presentación clínica, haciendo la enfermedad más leve y de difícil diagnóstico. En realidad, el contagio sexual de la sarna no deja de ser una eventualidad. En la actualidad, es considerada de transmisión sexual.

Menos frecuentemente, de forma indirecta, por compartir vestimenta, sobre todo prendas íntimas, ropa de cama, toallas… Se produce si están contaminadas con ácaros juveniles o adultos de personas infestadas, que han usado la ropa hasta 48 horas antes; ya que, el ácaro aislado tiene la vida limitada a 2-3 días.

Se han descrito diferentes ácaros que parasitan específicamente a sus respectivos animales, provocándoles patología también específica. En el caso del hombre, desde el punto de vista epidemiológico, se le considera a él como el principal reservorio de la sarna humana. Las personas pueden infestarse por los ácaros de los animales de compañía, principalmente, los perros.

Aunque la prevalencia de sarna en la antigüedad era muy elevada por la falta de higiene y de tratamiento específico, en la actualidad ha disminuido por los cambios higiénicos, cambios en los estándares de vida, tratamientos adecuados y, probablemente, por aumento de la población inmune a adquirir la enfermedad. Se estima que la prevalencia actual no es mayor a un 1% de la población.

Etiopatogenia

Poco a poco, se van conociendo los mecanismos inmunitarios íntimos que justifican los síntomas.

En la sarna, se produce una respuesta inmune de hipersensibilidad retardada contra el ácaro y sus productos (huevos y deyecciones). Se conocen alteraciones en el cociente T-helper-1/T-helper-2 en los pacientes afectos y la presencia de un aumento de la IgE, con eosinofilia que aparece a las 4 semanas de la infestación y que explican la existencia del prurito como síntoma cardinal del cuadro. Se han publicado interesantes estudios que analizan las respuestas inmunitarias, tanto celulares como humorales, implicadas en la interacción parásito huésped, y que explican los diferentes patrones de comportamiento de los individuos expuestos a Ss. De igual forma, la susceptibilidad a la infección, la posibilidad de desarrollar formas extensas y multiparasitarias, así como la resistencia a la misma(2).

Ciclo biológico

Conocer el peculiar ciclo biológico del parásito nos ayudará a entender la clínica y la peculiar cronología de síntomas; igualmente, nos facilitará la elección del más adecuado protocolo terapéutico.

Sarcoptes scabiei variedad hominis es un ácaro del suborden Acaridida, de tamaño pequeño, forma redondeada u ovalada y no segmentado. A simple vista, son difíciles de ver por su color blanquecino y pequeño tamaño (menor de medio mm la hembra y algo menor el macho). Posee 4 pares de patas cortas, las anteriores y las posteriores están provistas de órganos a modo de ventosas y el resto, terminan en unas cerdas largas, características de la especie. El aparato bucal prominente se encuentra en el extremo anterior, y le sirve para alimentarse del estrato córneo de la epidermis. Y es en ese estrato donde se completa el ciclo biológico.

Desde el huésped inicial, y quizás movida por el calor y el olor, la hembra pasa a su nuevo huésped y, bien en la superficie de la piel o en las galerías del estrato córneo, la hembra es fecundada, muriendo el macho tras la cópula. Excava túneles de 1-3 mm, avanzando de 0,5-5 mm por día, y en ellos coloca de dos a tres huevos ovalados al día y sus deyecciones. Y, al parecer, tan sólo un 1% de los depositados completarán su desarrollo hasta adultos. Esta frenética actividad la desarrolla por un lapso de 4-6 semanas y, después, muere.

Durante una infestación normal, es posible encontrar de 5 a 15 hembras, llegando a miles en el caso de una sarna noruega. Después de 3-8 días de haber depositado los huevos, las larvas salen de los mismos y se dirigen a la superficie de la piel. En menos de 10 días se transforman en hembras y machos adultos. Las formas juveniles excavan túneles en la epidermis, donde se alimentan de detritus celulares. El ciclo se completa en 2-3 semanas. Se produce una nueva fecundación y se reproduce el ciclo.

Esto explica que el periodo de incubación sea de entre una a tres semanas. Puede pasar hasta un mes antes de que un individuo recientemente infectado note la picazón o inflamación, indicadores de la presencia de sarna.

Clínica

El síntoma princeps de esta dermatosis es el prurito, con rasgos clínicos que lo hacen prácticamente inconfundible. El reconocimiento de las lesiones directas e indirectas producidas por el ácaro, será clave en el acierto diagnóstico.

La sarna es una dermatosis intensamente pruriginosa como consecuencia de la infestación y de una hipersensibilidad al ácaro. Analizaremos por separado el síntoma prínceps, el picor, así como las diferentes lesiones elementales. Su combinación configurará una erupción característica y altamente sospechosa desde el punto de vista clínico.

El síntoma cardinal de la sarna es el picor, común en todos los pacientes. Suele iniciarse de forma insidiosa a los 15-20 días después del contagio (periodo de incubación), salvo en reinfestaciones, donde puede acortarse a 1-3 días. Aquí, la sensibilización se desarrolla rápidamente y el prurito puede surgir a escasas 24-48 horas del contagio.

Paulatinamente, se va exacerbando y es difícil de controlar. La intensidad es máxima en la noche, al acostarse, no siendo extraño que llegue a producir insomnio. También, puede producirse prurito durante el día, pudiendo interferir en las actividades de la persona (ésta no puede evitar rascarse); por otra parte, las uñas, al rascar, producen lesiones que fácilmente son contaminadas por bacterias, complicando el cuadro. También, es característica su exacerbación durante el baño con agua caliente.

Abarca todo el cuerpo con excepción de la cabeza y la espalda. Sin embargo, esto puede variar en el paciente inmunocomprometido y en los niños de corta edad, donde normalmente el prurito es más generalizado, con un rascado incontrolado e insatisfactorio. Se produce una falta de sueño, por lo que el niño está cansado e irritable el resto del día; el insomnio que produce en el niño y en los padres altera la tranquilidad familiar y afecta al estado de la salud física y psicológica del niño y su familia.

Se describen dos tipos de lesiones elementales:

Lesiones directas. Aquellas producidas de forma directa por el ácaro. Las de mayor valor diagnóstico son los denominados “surcos acarinos”. Expresión externa de los túneles epidérmicos labrados por la hembra, a la par que digiere la epidermis. Son trayectos lineales, levemente sobreelevados y eritematosos, y que miden varios mm. Al final de los mismos, se detecta una fina vesícula que corresponde al sitio donde está alojado el parásito: la denominada eminencia acarina o perla escabiótica o vesícula perlada de Bazin. Son lesiones vesiculosas, transparentes, menores de 1 mm. En ocasiones con eritema perivesiculoso, debido a la reacción inflamatoria que se genera. La hembra buscará, para poder penetrar mejor, áreas con estrato córneo más fino. Esto explica que, aunque los podemos encontrar por cualquier área anatómica, sin embargo, son mucho más frecuentes, en zonas de pliegues.

Lesiones indirectas. Las producidas como una reacción cutánea a la presencia del ácaro y por los efectos lesivos del rascado. Encontramos pápulas, lesiones sobreelevadas y eritematosas de distribución bilateral, simétrica y generalizada. En pacientes atópicos, es fácil encontrar elementos nodulares, de 6 a 10 mm de diámetro, intensamente pruriginosos, denominados nódulos acarinos, que se localizan en: codos, axilas, flancos, escroto, pene y pliegues sub e interglúteos.

Otras lesiones secundarias que podremos observar, según cuál sea el momento evolutivo o la intensidad de la infestación, son: costras, escamas, ampollas…

La combinación del prurito y las lesiones elementales configura una erupción con particularidades propias, altamente diagnósticas. Cronológicamente, en el primer momento de la infestación, son las lesiones directas (vesículas y surcos) los elementos más fácilmente detectables. A medida que el proceso se extiende, la erupción se diversifica y gradualmente se torna polimorfa, incorporando pápulas, nódulos, escamas, costras hemáticas y melicéricas, huellas de rascado…, constituyendo una amalgama de lesiones difícilmente reproducible en otras dermatosis.

Se ha descrito sarna en edades muy tempranas, incluso a partir de los 15 días de vida. Por ello, la topografía de la enfermedad varía en relación con la edad del niño. Así, en los lactantes, afecta prácticamente a todo el cuerpo, pudiendo encontrarse lesiones en áreas muy típicas de este grupo de edad y evocadoras del diagnóstico, como son el cuero cabelludo y la planta de los pies y palmas de mano (Fig. 1). En estas dos últimas localizaciones, no es extraño observar elementos pustulosos, tipo acropustulosis palmoplantar, donde es raro encontrar al ácaro. Recientemente, se han revisado estas formas de acropustulosis infantil en niños incluidos en programas de adopción internacional(3), que han pasado las primeras etapas de su vida en instituciones de acogida con no muy buenas condiciones higiénico-sanitarias. Se manifiestan en forma de brotes recurrentes, vesiculosos, intensamente pruriginosos y surgidos a partir de infestaciones escabioticas previas en la mayoría de ocasiones. Los pies se afectan el 100% de casos y, algo menos, las manos. Pueden afectarse también el dorso de los dedos. No hay afectación oral y no hay otros miembros de la familia afectos. Los episodios duran varias semanas, pero pueden recurrir semanas o meses después. Se ha comprobado su asociación hasta en un 50% de los casos con dermatitis atópica. Y se insiste en reconocer la entidad como tal y no interpretarla erróneamente como: enfermedad mano-pie-boca, impétigo, infección herpética, sífilis congénita, foliculitis pustulosa eosinofílica infantil, síndrome de Gianotti-Crosti, psoriasis pustulosa infantil, eccema dishidrótico o sarna recurrente (evitando así repetición de tratamientos escabicidas innecesarios). La resolución espontánea a los 3-5 años de edad es la norma y su información a los padres puede ayudar a tranquilizarlos ante la recidiva de lesiones. Ocasionalmente, se han descrito niños con brotes ocasionales a lo largo de los años.

Figura 1. Eminencias acarinas, surcos y pequeñas pústulas, en localización típica del lactante (foto cedida por el Servicio de Dermatología del Hospital Clínico de Salamanca).

Apreciaremos zonas de eccematización o lesiones impetiginizadas, que pueden dificultar la observación nítida de surcos y vesículas, al igual que nódulos en la axila y zona del pañal, incluso puede haber ampollas (frecuentes en los lactantes). El lactante se muestra irritable, por la falta de sueño secundario al prurito y con sobreinfecciones añadidas (Fig. 2).

Figura 2. Sarna en el lactante. Erupción generalizada con áreas de eccematización e impetiginización (foto cedida por el Servicio de Dermatología del Hospital Clínico de Salamanca).

La denominada sarna ampollosa, rara entidad, fue referida inicialmente en un niño de dos años y, posteriormente, ha sido descrita muy ocasionalmente. Se desconoce el motivo exacto de la aparición de las ampollas, pero se piensa que pudiera estar implicada una reacción de hipersensibilidad tipo I, mediada por histamina; esto explicaría la llamativa eosinofilia periférica y el aumento de Ig E especifica frente a Ss encontrados en estos pacientes.

En niños en edad escolar y adolescentes, las lesiones tienen la topografía del adulto; es decir, marcada tendencia a ubicarse en los pliegues. Las podemos encontrar por cualquier área anatómica; sin embargo, son mucho más frecuentes, por este orden, en: región interdigital, axila, ingles e interglútea. Y también en cara interna de antebrazos, brazos y anterior de muñeca. Las lesiones en cara y región retroauricular son algo más habituales en este grupo de edad que en los adultos.

Debido al intenso prurito y al difícil autocontrol del mismo, característico de la edad pediátrica, se producen intensas lesiones por rascado con excoriaciones, en los casos más crónicos, llegándose a formar áreas de liquenificación y lesiones nodulares granulomatosas.

En mujeres adolescentes, es habitual la afectación de la zona areola y pezón, y en el hombre, lesiones en el pene y escroto. También, en abdomen y región periumbilical en ambos sexos. Los ácaros tienden también a esconderse sobre la piel debajo de los anillos, brazaletes o pulseras de reloj.

No es infrecuente que, en algunos casos, la erupción y el picor puedan persistir varias semanas, incluso meses, después del tratamiento adecuado con los escabicidas. Posiblemente, sea debido a que aún se mantienen reacciones de hipersensibilidad a los ácaros muertos o a sus deyecciones, que permanecen atrapadas en la capa córnea.

Formas clínicas especiales

Infrecuentes, pero necesarias de conocer por el riesgo que pueden implicar para el paciente y sus contactos en el caso de sarna noruega; en las otras formas clínicas, si no se sospechan, el diagnóstico clínico no suele ser tan evidente.

La sarna noruega o costrosa es una forma clínica con una gran carga infectante, ya que es factible encontrar miles de ácaros en las lesiones costrosas.

Los factores de riesgo para desarrollar una sarna costrosa se relacionan con un déficit en la respuesta inmunitaria celular que puede encontrarse en los pacientes en situaciones especiales (Tabla I), algunas propias de la edad infantil y otras, exclusivas del adulto y que comparten alteraciones inmunitarias y dificultad en la percepción del picor y las respuestas que éste induce.

 

En caso de encontrar una sarna costrosa en niños sanos, debe investigarse la posibilidad de alteración de la inmunidad. En RN, esta forma de presentación se debe a la inmadurez de la respuesta inmune.

Los síntomas son más graves que en la forma normal. Clínicamente, el aspecto varía notablemente con respecto a la morfología tradicional, ya que, bajo las múltiples lesiones costrosas e hiperqueratósicas distribuidas por manos, pies, rodillas, codos e incluso cuero cabelludo y cara, habitan numerosísimos ácaros (Fig. 3). El prurito, por el contrario, es mínimo y no corresponde a la extensión ni a la intensidad de las lesiones. Especialmente afectas se encuentran las superficies flexoras, dorso, cabeza, región retroauricular y zonas palmar y plantar. La piel muestra descamación, que incluso puede ser generalizada, provocando un cuadro de eritrodermia, habitualmente sin prurito. La sobreinfección añadida es la regla.

Figura 3. Sarna noruega. Costras y excoriaciones (foto cedida por el Servicio de Dermatología del Hospital Clínico de Salamanca).

Hay distrofia ungueal con compromiso del lecho ungueal y con engrosamiento de las uñas. La piel engrosada dificulta el tratamiento, ya que los productos tópicos difícilmente la atraviesan. Estas formas se asocian a una alta mortalidad por las complicaciones que pueden aparecer, si no se hace un buen diagnóstico y un buen tratamiento. Representan un peligro para el personal médico y para otros individuos que entran en contacto estrecho con el paciente.

Sarna ignota: en la que el uso de corticoides tópicos modifica el aspecto típico de las lesiones.

Sarna nodular: como forma de reacción exagerada a antígenos acarinos con presencia de nódulos pardo-rojizos, firmes al tacto, llamativos y localizados preferentemente en escroto, glande, glúteos y área periumbilical. Pueden incluso persistir hasta semanas después de un correcto tratamiento. Son extremadamente pruriginosos.

Sarna animal: se han encontrado especies de Ss que parasitan a determinados animales que conviven con el hombre por motivos laborales o de compañía: ganado bovino, cerdo, caballo, llamas y alpacas, conejos y al perro, según sea la especie parasitada. La sarna en animales de compañía es denominada sarna sarcóptica. En cada animal se produce un ciclo de características similares al del hombre pero con lesiones diferentes según el animal. De todos ellos, por su posible relación con los niños, habría que considerar la sarna sarcóptica en perros y en caballos.

En el hombre, S. scabiei var canis puede introducirse en la epidermis, después de un contacto prolongado con el animal, habitualmente después de dormir con ellos. Produce un cuadro autolimitado que puede durar 2 a 3 meses. Aparecen lesiones a las 24 a 96 horas en áreas de contacto con el perro, son de tipo pápulo-eritematosas intensamente pruriginosas, en pecho, abdomen, brazos y muslo. En relación con los caballos, el hombre se infesta por el estrecho contacto con el animal enfermo o sus arreos; las regiones más afectadas son las manos, antebrazos y piernas.

Complicaciones

Las locales son relativamente frecuentes y no excesivamente graves. En las sistémicas, por el contrario, puede afectarse seriamente la salud del paciente que las sufre.

Las complicaciones infecciosas secundarias, tanto locales como sistémicas, son causa importante de comorbilidad en estos pacientes. La disrupción de la integridad cutánea que produciría el parásito, favorecería el paso de la bacteria y la bacteriemia posterior pudiendo, en algunos casos, verse comprometida la vida del paciente.

En muchos casos, los niños son llevados a la clínica debido a las lesiones cutáneas contaminadas con bacterias (piodermitis) más que por la sarna en sí. Se ha estudiado la flora bacteriana encontrada en lesiones infectadas secundariamente, encontrándose que el Staphylococus aureus es el microorganismo aerobio más frecuente, mientras que el anaerobio que más se ha aislado fue Peptostreptococcus. Esta sobreinfección podría derivar en complicaciones infecciosas: ectima, impétigo, celulitis, linfangitis y sepsis. Dentro de las locales, la impetigización de las lesiones es la complicación más frecuente en casos de sarna.

En el caso de Streptococcus pyogenes, la infección puede ser el desencadenante de una glomerulonefritis aguda postestreptocócica y de una fiebre reumática. Y por ello sus temidas secuelas en forma de enfermedad cardíaca, reumática e insuficiencia renal crónica. Se han observado glomerulonefritis aguda de forma “epidémica” en relación directa con los casos de escabiosis en la comunidad.

Se han descrito casos de sepsis por S. aureus en un niño de dos meses de edad, en el que el proceso cutáneo se complicó con empiema, absceso en rodilla y sepsis que requirió ingreso en UCI pediátrica(4).

Aunque el tratamiento de las infecciones bacterianas a veces ofrece alivio, la recurrencia casi puede garantizarse si la infestación primaria de la sarna no se reconoce y trata.

Otras complicaciones son: dermatitis, urticaria y eritema polimorfo. Se pueden producir dermatitis de contacto por el uso de tratamientos inadecuados.

Diagnóstico

La clínica suele ser suficiente para alcanzar un diagnóstico certero, pero sería deseable en todos los casos alcanzar la certeza etiológica con simples y sencillas maniobras diagnósticas que conviene conocer.

El diagnóstico de sospecha es eminentemente clínico y se establece por la topografía y la morfología de la erupción, el prurito (su típica historia y características, sobre todo su carácter nocturno) y el dato epidemiológico de la existencia de más casos entre los convivientes o contactos del niño. La historia clínica y exploración hay que centrarla sobre el niño, los familiares cercanos, amigos, quienes le cuidan e indagar sobre contactos fortuitos que haya podido tener (domicilio de algún amigo, familiar…) o que su cama haya sido ocupada temporalmente por alguna otra persona.

El examen visual de la superficie de la piel, buscando las eminencias acarinas y los surcos, suele ser determinante en la mayoría de casos. Debe ser minucioso, desde las plantas de los pies a la cabeza, prestando especial interés en pliegues en general e interdigitales en particular, con buena fuente de luz y, si es posible, soporte de oculares de aumento. En ocasiones, las lesiones típicas están camufladas por la eccematización y la impetiginización y son difíciles de observar.

El diagnóstico de confirmación busca la identificación directa del ácaro o sus productos, tanto en las lesiones específicas (surcos y eminencias) como bajo las uñas en algunas ocasiones. Un primer examen directo consiste en colocar una cinta adhesiva transparente en una zona escarificada previamente y observarla al microscopio para demostrar la presencia de Ss hembra, restos de ácaro, huevos o detritus fecales.

La técnica de elección, simple e indolora, será la visión directa del material obtenido del raspado de una lesión sospechosa: eminencia, túnel o surco acarino. Se tensa la piel, se deposita una gota de aceite y con la punta de un bisturí, se desprende suavemente el techo de la eminencia o del surco y se toma el líquido claro transparente que se obtiene y otros elementos que afloren de la citada vesícula. Se transfiere todo ello a un portaobjetos al que se agrega KOH al 10%, se coloca un cubreobjetos y se observa detenidamente en el microscopio. El diagnóstico definitivo se hace encontrando ácaros de sarna, sus huevos o sus materias fecales, pero un examen negativo no descarta la enfermedad. El rendimiento de la técnica puede depender de varios factores, como son: ausencia de rascado que permita detectar lesiones intactas, elección adecuada de la lesión, el número de tomas que se hagan y la experiencia del clínico que la realice.

Como variedad o complemento de la citada técnica, se puede usar la prueba de la tinta, que consiste en aplicar una gotita de tinta china en el extremo de entrada del túnel, limpiando después la superficie con un algodón humedecido con alcohol. La tinta que penetra en el túnel permite la visualización del surco con precisión.

Los avances tecnológicos han puesto en nuestras manos otros procedimientos de gran utilidad. La microscopia de epiluminiscencia mediante dermatoscopio manual o videodermatoscopia de alta resolución se ha sumado recientemente al arsenal de métodos diagnósticos no cruentos ni agresivos que delatan la existencia de Ss en zonas sospechosas. Permite una minuciosa observación tanto de la epidermis como de la dermis papilar. El hallazgo de un patrón de jet-with-contrail (jet con su estela), traduce la presencia del Ss y su surco. Puede ofrecer importante información diagnóstica en casos que dificulten el raspado, como en los niños.

El estudio histológico tras biopsia de la lesión sospechosa no es una técnica de rutina. Pero pudiera ser necesario cuando los datos clínicos no son concluyentes. En una sarna habitual, la biopsia de piel no tiene buen rendimiento; en cambio, en una sarna noruega, donde vemos gran hiperqueratosis, se pueden encontrar múltiples ácaros y huevos, con un infiltrado inflamatorio, espongiosis de la piel superficial y linfocitos, histiocitos, eosinófilos y, ocasionalmente, neutrófilos (Fig. 4).

Figura 4. Imagen histológica con ácaros presentes en la capa córnea. Imagen del ácaro (foto cedida por el Servicio de Dermatología del Hospital Clínico de Salamanca).

Algunos autores consideran la respuesta al tratamiento específico como un método de diagnóstico retrospectivo. Realmente, este planteamiento no es válido, ya que habrá que tener en cuenta la posibilidad de mejoría espontánea de diferentes dermatosis que pueden simular una escabiosis. Por el mismo razonamiento, una respuesta negativa al tratamiento no excluye el diagnostico de sarna, debido a la posibilidad de resistencias y de tratamientos no plenamente cumplimentados.

Se han descrito otros test diagnósticos de laboratorio con reducida utilidad, en algunos casos por su elevado coste y en otros por la complejidad de su ejecución(5). El estudio mediante PCR necesita la presencia física de un ácaro en la toma de estudio. Los test intradérmicos son técnicamente complejos, ya que necesitarían extractos de ácaro en cantidades importantes, hoy por hoy difícil de obtener. Los presentes en las muestras incorporan otros antígenos extra-acarinos que contaminan el estudio y se necesitarían alérgenos escabióticos altamente purificados, con proteínas estandarizadas, homogéneas y reproducibles en la repetición de las pruebas. La detección de anticuerpos frente a Ss, basándose en que la infestación genera la presencia de anticuerpos específicos y medibles, se ha utilizado con ácaros del cerdo y perros, pero los resultados no son extrapolables para el hombre aún.

Como hemos visto, un freno en el desarrollo de la investigación sobre la escabiosis es la dificultad en la obtención de ácaros suficientes como para desarrollar estudios clínicos en laboratorio. Recientes análisis de DNA han conseguido la secuencia completa de genes de Ss. Se consiguen así antígenos recombinantes apropiados, por lo que estamos a la puerta de poder alcanzar un inmunodiagnóstico preciso y la selección especifica de tratamientos tanto en la escabiosis animal como humana. Igualmente, activaría el desarrollo de las vacunas y se facilitaría la efectividad del tratamiento, evitando las resistencias y, con ello, su aplicación en grandes áreas endémicas y la reducción de la prevalencia de la enfermedad, sobre todo en comunidades de pocos recursos(5).

Diagnóstico diferencial

El prurito generalizado es síntoma común en muchas dermatosis. Por ello, el planteamiento diagnostico inicial puede incluir muchas de estas afecciones.

Son múltiples los procesos que pueden incluirse en el diagnóstico diferencial de la sarna, condicionado según la lesión elemental que predomine en el momento de la exploración (vesículas, pústulas, ampollas, elementos pápulo-nodulares…). Igualmente, la edad del niño restringe la consideración o no de determinadas dermatosis propias de una edad concreta (por ejemplo, en el lactante o recién nacido). Específicamente, las lesiones costrosas de la sarna noruega requieren una especial estimación clínica. Queda todo ello recogido en la tabla II.

 

Más dificultad plantea en ocasiones la distinción entre infestación primaria, reinfestación y reacción cutánea residual post tratamiento.

Tratamiento

Al disponer de un amplio arsenal terapéutico, será labor del clínico elegir el mejor fármaco en función de la edad, situación del paciente y medio socio-económico en el que nos encontremos. Todo ello sin olvidar las imprescindibles medidas higiénicas a planear, tanto en el paciente como en su entorno más cercano.

El objetivo del tratamiento será eliminar la parasitosis y prevenir el contagio a los contactos próximos al niño. En ocasiones, hay dificultad en aceptar el diagnóstico. “Sarna”, “sarnoso”, son palabras que “estigmatizan” aún hoy a quien las padece. Por ello, hay que transmitir la idea de que la sarna no refleja las normas de limpieza de cada uno.

A la hora de sistematizar nuestro plan terapéutico, nos puede ser útil responder a determinadas preguntas.

¿Quiénes se tratan?

El tratamiento debe ser indicado tanto al niño afectado, como a las personas que convivan en su misma casa y sus contactos “íntimos o cercanos”, a pesar de que pudieran estar asintomáticos en ese momento. Se incluyen aquí los amigos que pasan la noche en la casa y algunas veces los grupos de las guarderías o los compañeros de escuela. A ser posible se evitará el ingreso, para evitar epidemias intrahospitalarias.

¿Cómo se tratan?

Hay que establecer unos principios generales de tratamiento que quedan reflejados en la tabla III, siendo clave para conseguir el éxito:

• El tratamiento sincrónico, tanto del niño afectado como de sus contactos más próximos. Es labor del médico convencer a los convivientes de que realicen el tratamiento, a pesar de no presentar síntomas en ese momento. Si no se realiza, podrían convertirse en reservorio de la infestación.

• Dada la posibilidad de que el ácaro sobreviva hasta 3-4 días fuera de la piel, es imprescindible el tratamiento de la ropa. Debería lavarse con agua caliente y realizar un ciclo de secado caliente o planchado de la ropa interior y de cama utilizada los 5 días previos. El ácaro sería destruido si se expone a lavado o planchado a temperaturas de 60º durante al menos 10 minutos. Para aquellas prendas que no puedan ser sometidas a este tratamiento, el introducirlas en bolsas de plástico cerradas herméticamente y mantenidas allí una semana, sería suficiente.

• Evitar los tratamientos caseros, sin evidencia científica (detergentes, jabones, cáusticos, gasolina, insecticidas varios) y la automedicación (cremas con corticoides…).

Desde el punto de vista epidemiológico, sería deseable establecer una correcta higiene personal diaria, el lavado de vestimentas, toallas y ropas de cama, así como evitar situaciones que pudieran favorecer el contacto físico, como son el hacinamiento en campamentos infantiles, guarderías, instituciones de acogida…

 

¿De cuáles alternativas terapéuticas disponemos?

Se encuentran disponibles varios productos de uso tópico u oral, entre los que debe elegirse de acuerdo a edad, forma de presentación y localización de las lesiones, capacidad de aplicación, enfermedades concomitantes, grado de eccematización presente, relación coste efectividad y efectos secundarios conocidos (Tabla IV).

 

¿Cómo se aplican los tratamientos tópicos?

En la mayoría de casos, aplicando una capa fina de escabicida en toda la superficie cutánea, desde el cuello hasta las palmas y plantas, con especial énfasis en determinadas áreas, como son: espacios interdigitales, muñecas, codos, axilas, mamas, glúteos, zona periumbilical y genitales. En niños menores de 2 años y en los inmunodeprimidos, también se incluirá el cuero cabelludo. Las uñas se recortarán minuciosamente y se tratarán de forma meticulosa. Al cabo de 24 horas de haber realizado el tratamiento con la mayoría de preparados (permetrina, lindano, azufre…), ya es mínimo el riesgo de contagio; no obstante, es muy recomendable realizar una segunda aplicación al cabo de 7 días y aconsejable controles clínicos a las 2 y 4 semanas.

No sólo trataremos la infestación sino la posible eccematización (con corticoides tópicos) y la sobreinfección bacteriana con antibiótico local o sistémico, si la hubiera. Drenaje de pus de los abscesos. Todas ellas, medidas esenciales para evitar las posibles complicaciones que puedan comprometer la vida del paciente.

¿Qué características buscamos en el “escabicida ideal”?

Algunos de los fármacos que utilizamos los manejamos desde hace siglos, pero ninguno hasta la fecha se puede considerar como “ideal”. Los rasgos que debería presentar el escabicida ideal serían:

• Mostrar alta eficacia frente al Ss en su diferentes estadios evolutivos.

• Escasas resistencias (no confundir con las “falsas resistencias” que se deben a la aplicación inadecuada del tratamiento o una reinfestación con contactos no tratados).

• Efectos secundarios casi ausentes.

• Facilidad de aplicación (tópicos) o administración (sistémicos).

• Buena aceptación cosmética (tópicos).

• Facilidad de adquisición.

¿De qué escabicidas tópicos disponemos y cuáles son sus características fundamentales?

Permetrina

Situación actual. Es el último de los escabicidas comercializados. Para la mayoría de autores, sería el tratamiento tópico más efectivo en la escabiosis y, por lo tanto, sería el tratamiento de primera línea tanto en escabiosis como en pediculosis. Gran eficacia, rapidez, facilidad y seguridad.

Farmacocinética. Es un piretroide sintético de absorción sistémica lenta e inferior al 2% de la dosis total aplicada. Se inactiva por las esterasas cutáneas. A las pocas horas, ya se elimina casi al completo por el sudor, el sebo y la orina. Paraliza y aniquila el ácaro actuando básicamente en las membranas de las células nerviosas, sobre las que prolonga la actividad de los canales de calcio con un marcado retraso en la repolarización.

Indicaciones. Aceptado su uso en niños mayores de 2 meses. No así en neonatos ni en embarazadas, aunque recientes publicaciones parecen demostrar su seguridad en estos grupos. También, útil en caso de resistencia al lindano, aunque es más cara que éste. Comparativamente, la aplicación nocturna de 8 horas de permetrina al 5% tiene una eficacia cercana al 90% (es decir, similar al lindano y superior a crotamitón).

Forma de aplicación. Se utiliza en forma de crema al 5%. Mediante aplicación nocturna por toda la superficie corporal. En el caso de los niños, incluye desde la cabeza hasta la planta de los pies. Su uso en adultos obvia la aplicación cefálica. Tras 8 a 12 horas de contacto con la piel, se retira con lavado. Su efecto ovicida no es del 100%, por lo que es necesario repetir el procedimiento 7 días después, para aniquilar los huevos presentes en la primera aplicación y que consiguieran sobrevivir.

Efectos secundarios. Muy baja toxicidad en mamíferos y muy bien tolerado en general. Quedan recogidos en la tabla IV. Hasta un 3% de pacientes refieren prurito y/o quemazón a los pocos minutos de su aplicación. Algunos de los efectos secundarios locales pueden verse favorecidos por la situación de “disturbio cutáneo” que presenta el niño afecto. Se calcula que, bien administrado, la probabilidad de efectos tóxicos sistémicos es entre 40 y 400 veces inferior al lindano al 1%.

Resistencias. Están describiéndose, más en el área de las pediculosis que en la propia escabiosis. La utilización de sinérgicos de las piretrinas, tales como piperonilo o sulfóxido de piperonilo (existen preparados comercializados de esta forma en nuestro país), puede aliviar estas resistencias.

Lindano (hexacloruro de gammabenceno)

Situación actual. Ocupa la segunda línea de tratamiento en niños, ancianos y personas de peso inferior a 50 kg (grupos más susceptibles de sufrir los efectos secundarios), pero sigue siendo una alternativa válida a pesar de su posible toxicidad y la aparición de resistencias. Recientemente se ha revisado ampliamente la literatura en relación con su toxicidad en la edad pediátrica(6).

Farmacocinética. Es un organoclorado de la misma familia que el DDT. Deteriora el sistema nervioso central del Ss, produciéndole excitabilidad, convulsiones y muerte. Su penetración a través de la piel dependerá de los excipientes utilizados. Se excreta a través de las heces y el riñón. Se puede eliminar por la leche materna.

Contraindicaciones absolutas. Mujeres embarazadas, lactancia, menores de 2 años (de 10 años para algunos autores), pacientes con escasa grasa corporal y aquellos con antecedentes de epilepsia. Precaución especial si existen situaciones que favorecieran su absorción; por ejemplo, alteraciones de la barrera cutánea (ictiosis, eritrodermias, excoriaciones) o la toma de un baño de agua caliente previo a la aplicación del preparado. En países donde no se dispone de piretrinas, se sigue utilizando incluso en los menores de 2 años.

Forma de aplicación. Se usa en cremas, champús o lociones al 1%. Al cabo de 6-8 horas, se retira con agua. Exposiciones más prolongadas no han mostrado ser más efectivas. Se aconseja repetir el tratamiento al cabo de 1 semana, por su escaso poder ovicida. Hay que evitar especialmente el contacto con los ojos y la boca, ya que se absorbe fácilmente por las mucosas. Algunas pautas mantienen el contacto con la piel de forma extensa y prolongada (8-12 horas) sobre la superficie cutánea y ello, en niños pequeños, no está exento de riesgos tóxicos, sobre todo por la concentración del lindano en el cerebro, al ser posible una absorción importante a través de la piel. En niños menores de un año, si se quiere evitar la toxicidad a nivel del sistema nervioso, se aconseja un periodo más corto (6-8 horas) de aplicación cutánea.

Efectos secundarios. Se absorbe alrededor del 10% de la dosis aplicada. Ocasionalmente, los conocidos efectos sobre el sistema nervioso central (Tabla IV). Para algunos autores, el riesgo de neurotoxicidad se minimizaría en extremo si se cumplieran las recomendaciones de uso.

Resistencias. Se han descrito casos de resistencia a lindano; para evitarlo, algunos autores recomiendan su combinación con benzoato de bencilo.

Crotamitón

Farmacocinética. Baja eficacia frente Ss, alrededor de un 60%, mucho menor que lindano y permetrinas.

Contraindicaciones relativas. Uso excesivo en embarazadas y niños de corta edad.

Forma de aplicación. Se utiliza en diversos excipientes al 5-10%, aplicándose 2 veces al día, de 3 a 5 días. Lavado a los 2-3 días de la última aplicación. Asocia un beneficioso y, en ocasiones, buscado efecto antipruriginoso.

Efectos secundarios. Si la piel sobre la que se aplica esta inflamada puede producir importantes dermatitis de contacto. Igualmente, si se prolonga el tratamiento.

Resistencias. Se ha descrito algún caso de resistencias.

Azufre

Situación actual. El más antiguo de los escabicidas y aún ampliamente utilizado en algunas zonas del mundo por su escaso coste y su alta eficacia, con tasas de curación cercanas al 80%.

Farmacocinética. Se desconoce con exactitud su mecanismo de acción, pero se intuye que quizás el azufre, por sus propiedades queratolíticas, ejerce efecto tóxico directo sobre el ácaro.

Indicaciones. En situaciones que no permitan el uso de permetrinas, lindano o ivermectina. Se utiliza en mujeres embarazadas, en periodo de lactancia y en niños menores de dos meses.

Forma de aplicación. En forma de precipitados en vaselina o en base lavable del 5 al 20%, entre 2 y 5 días consecutivamente. 24 horas después de la última aplicación se retira mediante lavado.

Efectos secundarios. Mínima toxicidad sobre la mujer embarazada y niños de corta edad. Más bien inconvenientes de uso, ya que produce mal olor, mancha e irrita la piel.

Benzoato de bencilo

Situación actual. Por su bajo precio, se utiliza, básicamente, en países en vías de desarrollo y es el tratamiento de primera elección de la sarna en Francia. Recientemente, se ha encontrado eficaz en sarna noruega resistente a permetrinas y en combinación con ivermectina en pacientes con recaídas tras una dosis única de ivermectina oral. En España no se encuentra ningún preparado que contenga la concentración adecuada.

Contraindicaciones. En menores de 2 años, en relación con afectación tóxica del SNC, en lactancia y embarazo.

Forma de aplicación. Para la población pediátrica se usa en lociones entre 5 y 10%. Se aplica de 6 a 12 horas en niños menores de 5 años. En mayores de esa edad, 2-3 días consecutivos de la cabeza a los pies y se retira 24 horas después de su aplicación.

Malation

Situación actual. Activo en sarna y pediculosis. No se suele utilizar por su base alcohólica, requiere 24 horas de contacto en la piel, mal olor y escasa experiencia clínica.

Ivermectina tópica

Situación actual. Muy reciente utilización, sin estudios concluyentes en cuanto a eficacia. No estandarizado su uso.

Forma de aplicación. En solución en propilenglicol al 1%, a dosis de 400 mg/kg de peso, sobre toda la piel y se evitará el baño hasta dos horas después. Se debe repetir el tratamiento tras 1 semana.

¿De qué escabicidas orales disponemos y cuáles son sus características fundamentales?

Ivermectina oral

Situación actual. El primer referente de escabicida por vía oral avalado por su gran eficacia, comodidad en la administración, bajo precio, alta tolerancia sin irritación y casi ausencia de fracasos terapéuticos. Ha mostrado su utilidad como tratamiento profiláctico; de ahí, su interés en casos de sarna noruega y tratamiento en instituciones de acogida. Puede ser de gran utilidad en fracasos terapéuticos con escabicidas tópicos, pacientes con excoriaciones o dermatitis generalizada o aquellos incapaces de seguir un tratamiento tópico.

Farmacocinética. Actúa sobre los neurotransmisores tipo GABA, bloqueando dichas sinapsis nerviosas que están presentes, por ejemplo, en los nervios motores periféricos de los insectos. Su uso prolongado puede generar resistencia al fármaco.

Forma de administración. Una única dosis por vía oral, ingerida con un vaso de agua, antes de una comida. La dosis es de 200 µg/kg de peso. Dado que sólo actúa a nivel de nervios ya desarrollados, es decir, no es ovicida, a la semana debería revisarse al paciente para descartar la presencia de nuevos ácaros. En este caso, se administraría una segunda dosis. Poco después de la ingesta, podría incrementarse la sensación de prurito, posiblemente inducido por reacción a componentes del ácaro. Tan sólo en casos de sarna noruega, en los que es la droga de elección, se aconseja administrarla junto a los acaricidas tópicos y queratolíticos, repetida a los 7 días de nuevo. En ciertos casos, se usarán de 3 a 7 dosis de ivermectina.

Contraindicaciones. Al comprobarse su teratogenicidad en animales, no se aconseja su uso en mujeres embarazadas. No debería tampoco utilizarse en lactancia, en niños menores de 15 kg ni en ancianos.

Efectos secundarios. Dado que se han descritos alteraciones sobre función hepática y hemograma, se aconseja realizar analítica básica que incluya estos parámetros y, en caso de alteración hepática, sopesar los riesgos/beneficios de su administración. Aunque no atraviesa la barrera hematoencefálica, se han descrito casos de somnolencia. Por ese mismo motivo, se utilizará con prevención en pacientes portadores de Alzheimer y en los que estén tomando fármacos psicotropos.

Para utilizarla en España, es necesaria su obtención tras solicitarla a través de medicación extranjera.

¿Cuál es el mejor protocolo de tratamiento?

Carecemos en la actualidad de protocolos universalmente aceptados para el tratamiento de la escabiosis. La escasez de estudios controlados que comparen la eficacia de los diferentes agentes, así como sus efectos secundarios y los fracasos terapéuticos con cada alternativa, justifican en parte esta situación. Junto a ello, la actual coyuntura de crisis, la situación socioeconómica de cada país en cuestión, las diversas relaciones costo-eficacia, la experiencia clínica particular acumulada en cada área geográfica y la disparidad de recursos sanitarios en cada nación, condicionan la discrepancia de protocolos terapéuticos de los diferentes países, pertenecientes incluso al mismo ámbito sanitario, como se recoge recientemente en una excelente revisión(7) (Tabla V).

 

Igualmente, sorprende comprobar cómo, mientras unos organismos como los CDC recomiendan como tratamientos de elección la permetrina en crema al 5% y la ivermectina, la FDA no admite como tratamiento la ivermectina oral.

¿Cuál es la actitud ante aquellos casos en los que el picor persista a pesar de haber realizado los protocolos de tratamiento?

En los casos en que, tras un correcto tratamiento persista el prurito, habrá que considerar las diferentes posibilidades. La forma de actuar en cada caso quedaría recogida
en el algoritmo 1.

Por todo ello, se recomienda el seguimiento del paciente, hasta que las lesiones se resuelvan por completo.

Pediculosis

Es una infestación cutánea del hombre ocasionada por 3 tipos de piojos que se localizan en distintas áreas corporales: Pediculus humanus variedad capitis (piojo de la cabeza) –el más común en los niños–, Pediculus humanus variedad corporis (piojo del cuerpo) y Phthirus pubis (piojo de la región genital o ladilla).

No pueden volar ni saltar, ya que no poseen alas, sus apéndices están adaptados para asirse firmemente al pelo o a las fibras de la ropa, por lo que se transmiten por contacto directo de humano a humano. Son altamente contagiosos.

Pediculosis capitis

Epidemiología

No plantea problemas graves de salud, pero periódicamente las consultas se pueblan de padres preocupados, impotentes y desesperados ante la escasa respuesta a los tratamientos y el miedo a “convivir” con los incómodos parásitos.

La pediculosis ha convivido con el hombre desde tiempos antiquísimos y aún hoy, a pesar de que han mejorado los estándares y la calidad de vida, sigue siendo un problema de salud pública de ámbito mundial, con un costo muy alto en relación con los días de colegios perdidos, el absentismo laboral de los padres, el uso de los pediculicidas y alto grado de ansiedad que causa en niños y convivientes. El escaso conocimiento por parte de la comunidad general, incluido los profesionales de la educación, acerca del agente causal, las complicaciones locales y formas de contagio, sumado a tratamientos inadecuados e ineficacia de ciertas terapias disponibles, han llevado a que esta parasitosis se mantenga y aumente su prevalencia. En nuestro medio, supone el 0,10% de todas las consultas dermatológicas realizadas en la infancia(1). Su aparición no implica necesariamente malos hábitos higiénicos. Es más frecuente en zonas urbanas o suburbanas, preferentemente en las superpobladas. Los piojos no reconocen barreras geográficas, socio-económicas ni culturales. En nuestro medio(8), se ha incluido como hallazgo cutáneo o signo sugerente de negligencia en el cuidado de los niños.

Afecta, preferentemente, a colectivos infantiles. Los estudios epidemiológicos(9) coinciden en que la mayor frecuencia de infestación está entre los 4 y 10 años de edad. La relación hombre/mujer es de 1:2, facilitada, posiblemente, por la mayor longitud del cabello y el mayor intercambio de prendas que se propicia en las niñas. La presencia del parásito es constante durante el año y se observa un incremento durante el primer mes de inicio del período escolar.

El contacto directo “cabeza con cabeza” es el principal mecanismo de transmisión, siendo el hacinamiento humano factor clave en su propagación. También, puede transmitirse a través de fómites, como: peinetas, peines, cepillos, sombreros, gorros, bufandas o aparatos de audio personales.

Ciclo biológico

Conocer su particular recorrido piel-pelo y sus cambios morfológico-evolutivos son claves para saber “qué buscar y dónde”, cuando exploramos una cabeza en busca de piojos.

Los piojos son insectos hematófagos permanentes y estrictos que pertenecen a la familia Pediculidae, orden Anoplura. El adulto es un insecto de 2-3 mm de largo y de color marronáceo. Las hembras son de mayor tamaño y presentan dos proyecciones en la porción terminal, para agarrarse al pelo en el momento de la puesta de los huevos y estimular las secreciones de las glándulas uterinas productoras del cemento, que sirve para la fijación de las liendres. La cabeza tiene un aparato bucal, especializado en la fabricación de saliva y en la succión de sangre del huésped.

Veinticuatro horas después de la cópula, pone de tres a diez huevos por día. Y ya que vive en su anfitrión unos 30 días (fuera de él sobrevive un máximo de tres días), a lo largo de su vida pueden colocar unos 100 huevos o liendres. Se localizan muy cerca del cuero cabelludo y generalmente se encuentra un solo ejemplar por pelo. Son diminutas partículas blanquecinas de menos de 1 mm, visibles al ojo desnudo, sólidamente adheridas al cabello a través de una “argamasa” bien elaborada. En uno de sus extremos, muestra una tapa, llamada opérculo. Tras siete o diez días, los huevos se abren y larvas inmaduras emergen a través del opérculo; deben ingerir sangre de forma inmediata para poder vivir. Poseen una estructura que llega hasta el cuero cabelludo; después proyectan los estiletes bucales que liberan saliva y perforan la piel hasta encontrar un capilar sanguíneo. Durante la alimentación y después de ella, defecan. Después de alimentarse, adquiere un color rojo que se asemeja a rubíes. Nueve días más tarde, tras pasar por tres estadios evolutivos, llega a la etapa adulta.

Una vez sale la larva, el envoltorio se queda pegado al pelo y, según crece, las liendres se observan más lejos de la raíz, lo que ayuda a evaluar la antigüedad de la infestación. Así, una distancia menor de 6 a 8 mm indica una infestación activa o reciente.

Clínica

Prurito en el cuero cabelludo y erupciones cervicales, son los síntomas claves que habremos de buscar.

El piojo prefiere zonas selectas del cuero cabelludo: la nuca y la parte posterior de las orejas, donde la temperatura corporal es más elevada (Fig. 5). La reacción alérgica a la saliva del parásito y las “punciones” para succionar la sangre provocan los dos síntomas clave: el eritema y el prurito. El prurito continuo del cuero cabelludo es el síntoma más común, pero presente sólo en el 40% de pacientes. En el paciente atópico, es mucho más intenso y, a veces, desborda hacia orejas, cuello y tronco superior. Ocasionalmente, puede generalizarse. Puede tardar una o dos semanas en aparecer y el rascado intenso puede llevar a excoriaciones e infecciones secundarias. En ocasiones, en vez de prurito, existe sensación de cosquilleo o de “algo que se mueve por la cabeza”.

Figura 5. Imagen clínica de las liendres adheridas al cabello en la localización habitual (foto cedida por el Servicio de Dermatología del Hospital Clínico de Salamanca).

Podemos ver eritema, pápulas aisladas o erupción papuloeritematosa en las zonas del cuero cabelludo donde asienta la parasitación, en área retroauricular y nuca. Desaparecen espontáneamente después del tratamiento y reaparecen en las reinfestaciones. Se las encuentra en el 20% de los casos de pediculosis. Las excoriaciones producidas por rascado intenso, con trayectos lineales y paralelos, corresponden al recorrido de las uñas, y se localizan con mayor frecuencia en la región posterior del cuello. Como secuela temporal, dejan zonas de hipo e hiperpigmentación y facilitan el desarrollo de complicaciones infecciosas: impetiginización y linfadenopatía cervical (Fig. 6).

Figura 6. Erupción pápulo eritematosa en el cuello. Impetiginización secundaria y áreas de alopecia por traumatismo del rascado repetido.

El cabello sufre daño por el ataque biológico del parásito, los microtraumatismos debidos al rascado repetido, por el uso de liendreras o peines finos y la agresión de los productos químicos usados para la eliminación de aquel y, no infrecuentemente, el uso abusivo e indiscriminado de agentes “seudoterapéuticos” de toda índole. Se traduce en pelos con daños estructurales (pelo fino, ralo, seco, deslustrado) e incluso zonas de alopecia circunscrita, más o menos reversibles según la intensidad del daño sufrido.

Diagnóstico

La visualización del parásito o estructuras con él relacionadas son el objetivo de la minuciosa exploración visual que deberemos realizar.

La observación directa y paciente de los cabellos con buena luz será útil para localizar los piojos vivos y las liendres adheridas al pelo. La mayoría de los pacientes se encuentran parasitados por no más de 10 a 15 ejemplares adultos, que son lucífugos; por lo que, el diagnóstico se hace por el hallazgo de liendres. En ocasiones, puede ser útil realizar un exhaustivo cepillado sobre el cabello húmedo con un peine de púas finas, fijándose especialmente en la zona de la nuca y alrededor de las orejas.

En general, las liendres encontradas a más de 1 cm del cuero cabelludo es improbable que estén viables, pues se trata de una infestación antigua.

Los avances tecnológicos han puesto en nuestras manos otras técnicas de gran utilidad. La microscopia de epiluminiscencia(10) mediante dermatoscopio manual o videodermatoscopia de alta resolución se ha sumado recientemente al arsenal de técnicas diagnósticas no cruentas ni agresivas que delatan la existencia de piojos o liendres en zonas sospechosas (Fig. 7). Muy útil, no sólo en el diagnóstico, sino en la valoración de los resultados terapéuticos.

Figura 7. Imagen dermatoscópica de la liendre y de los vainas peripilares.

Diagnóstico diferencial

El hallazgo en el pelo de estructuras “no identificadas” no es sinónimo de pediculosis. Conocerlas es imprescindible para no errar el diagnóstico.

Las liendres pueden confundirse(11-13) con otros elementos no parasitarios que pueden ubicarse en el cabello (Tabla VI). El piojo pudiera confundirse con pulgas u otros insectos. En los casos con importante afectación cutánea, debería incluirse: dermatitis seborreica, psoriasis, tiña capitis e impétigo, entre otros.

 

Pediculus humanus variedad corporis

De distribución universal, pero más frecuente en personas en situación de abandono, que usan diversas vestimenta para protegerse del frío y condiciones higiénicas muy calamitosas. Pediculus corporis vive y deposita los huevos en las fibras de la ropa, sobre todo en zonas de mayor calor corporal como las axilas, genitales y abdomen. El ciclo de vida es semejante al de Pediculus capitis y se alimenta de la sangre que succiona de la piel corporal. Es un vector de agentes infecciosos como la Rickettsia prowazekii y la Borrelia recurrentis.

Phthirus pubis

Piojo de la región genital, pubis o “ladilla”, que infesta la zona pubiana y perianal. Si la persona tiene mucho vello, puede descender por las extremidades inferiores o ascender por el abdomen y llegar hasta la barba y bigote. La transmisión es casi exclusiva por contacto directo íntimo; por lo que, es considerada una ETS. El diagnóstico se realiza visualizando las ladillas y liendres en la zona afectada. En adultos es frecuente el prurito intenso de la zona genital y las otras zonas afectadas, la presencia de manchas oscuras petequiales en la piel e incluso el antecedente de manchas puntiformes de sangre en su ropa interior.

En los niños, que no poseen vello en el cuerpo, se puede ubicar en cejas, pestañas e incluso en cuero cabelludo. El compromiso de cejas y pestañas en los niños se denomina Phthiriasis palpebrarum y puede complicarse con edema, eritema o sobreinfección de la zona periocular. La infestación en ellos es altamente sospechosa de hacinamiento y de abuso sexual.

Tratamiento

Terapia farmacológica, medidas higiénicas curativas y preventivas, junto con la educación sanitaria de la población, son los pilares sobres los que asienta el planteamiento terapéutico idóneo.

Es importante establecer una serie de medidas generales, independientemente del pediculicida utilizado (Tabla VII).

 

La terapia farmacológica es el pilar fundamental en el tratamiento de la pediculosis capitis y pubis (Tabla VIII). En general, en cuanto a la forma galénica, daremos preferencia a las cremas o formulaciones líquidas sobre los champús (con ellos, llega menos concentración de droga al parásito). Las lociones, por su contenido alcohólico, son inflamables y no deberían contactar con la cara, ni usarse en individuos asmáticos, ni sobres pieles excoriadas. Igualmente, podrían irritar las mucosas genitales. Precaución con el uso de spray, por poder desencadenar asma en niños susceptibles a ello y posibilidad de introducirse en mucosas.

 

La permetrina al 1% se considera hoy día el pediculicida de elección. En España, tenemos comercializados otros piretroides, como la fenotrina o la aletrina, igualmente eficaces. Como potenciador de la eficacia pediculicida, algunos asocian butóxido de piperonilo. Su tiempo y pauta de aplicación figuran en la tabla VIII. Se han encontrado casos de resistencia a las piretrinas. Pueden utilizarse en menores de 2 años y son aparentemente bien toleradas en neonatos y embarazadas.

El lindane no tiene indicación en la pediculosis debido a la generalización de la resistencia.

La vaselina se recomienda como tratamiento de elección en las pediculosis pubis, ubicadas en pestañas particularmente en niños, ya que bloquea los conductos respiratorios del parásito.

El malation se inactiva por el calor y, dado el carácter inflamable de la formulación galénica, debe evitarse la utilización de un secador de pelo tras su aplicación. En la pediculosis capitis tiene una eficacia similar a piretrinas, pero se han detectado elevadas tasas de resistencias. Todo ello unido a sus características organolépticas y necesidad de prolongado tiempo de contacto, le hace ser tratamiento de segunda línea, relegado a los fracasos con piretrinas. No se debe emplear en menores de 2 años.

Dentro de los tratamientos orales, en un número escasos de niños entre 2 y 14 años, se ha demostrado que el cotrimoxazol, a lo largo de 10 días, a dosis de 10 mg/kg/día, repartido en dos tomas, pudiera ser tan efectivo como la permetrina en la eliminación de los piojos de la cabeza. La ivermectina oral en recientes estudios(14) muestra también efectividad frente a los piojos, pero su papel en el tratamiento no está aún bien definido, aunque podría tener relevancia en el futuro al igual que otras recientes aportaciones terapéuticas con novedosos preparados(15).

La actuación sobre las liendres, su retirada mecánica con peines finos o liendreras, es un buen complemento al tratamiento farmacológico. En gran medida, reconforta la ansiedad del paciente y de sus familiares, al no apreciar elementos residuales en el cabello.

Se debe sospechar resistencia a un pediculicida si se aprecian piojos vivos a las 24-48 horas de la aplicación del fármaco. En este caso, las opciones serían: aumentar el contacto de la permetrina al 1% entre 1-12 horas o utilizar permetrina al 5% durante 8 horas. Si se produce el fracaso de dos tratamientos correctamente realizados, se consideraría otro fármaco (en general, el malation).

Además de realizar el tratamiento antiparasitario específico, es necesario evaluar la indicación de antihistamínicos orales, en caso de prurito significativo, corticoides tópicos si se evidencia eccematización o de antibióticos sistémicos, si hay infección bacteriana asociada.

Dentro de las medidas preventivas, parece que no sería adecuado excluir al paciente de su ámbito escolar, pero ciertas medidas se podrían poner en práctica (Tabla IX).

 

Picaduras de insectos

Los artrópodos que pueden producir picaduras en los niños son variados, englobándose en dos grupos los que son más responsables de ocasionar morbilidad y mortalidad a nivel mundial que otros grupos de especies venenosas. Los insectos, representados por avispas, abejas, mosquitos, chinches, pulgas y orugas; por otro lado, los arácnidos, representados por garrapatas, escorpiones y ácaros. Nos centraremos en la sintomatología y el tratamiento de la picadura en sí, sin mencionar otras patologías asociadas (dermatosis, vectores de enfermedad asociadas…).

Clínica

No resulta fácil reconocer en ocasiones los efectos directos o indirectos en relación con contactos con los diferentes insectos.

Pueden adoptar un patrón polimorfo dependiendo en parte del artrópodo causante. Pocos pacientes referirán con certeza el antecedente de la picadura (salvo los relacionados con arácnidos, abejas y avispas). Típicamente, aparecen varias lesiones maculopapulosas, papuloeritematosas, urticariformes muy pruriginosas, asentando en ocasiones sobre base edematosa. Característicamente agrupadas lineal o aleatoriamente en áreas que no han estado protegidas por la ropa (Fig. 8). Suele aparecer un punto central hemorrágico o una vesícula en la cúspide. Persisten unos días hasta su desaparición completa. El rascado, la sobreinfección y la eccematización son frecuentes. En ocasiones, se presenta una linfangitis o una celulitis acompañante (Fig. 9). Otras formas de presentación, en casos más graves, pueden ser úlceras necróticas.

Figura 8. Prurigo infantil ampolloso. Compruébese la típica agrupación de las lesiones.

Figura 9. Complicaciones del prurigo infantil: lesiones ampollosas de enorme tamaño, invalidantes. Linfangitis.

Rara vez se producen reacciones alérgicas inmediatas o tardías, que pueden llegar a amenazar la vida del paciente, al llegar incluso a shock anafiláctico, estando más relacionadas con picaduras de avispas o abejas.

El denominado prurigo simple agudo o prurigo estrófulo o urticaria papulosa, corresponde a una reacción de hipersensibilidad retardada o tipo IV, motivo de consulta en muchas ocasiones, que se aprecia muy particularmente en niños atópicos. A la morfología descrita con anterioridad, se asocia la formación de llamativas ampollas que incluso pueden confluir en aparatosas lesiones (Fig. 9). En niños predispuestos y ante la desesperación de sus padres, pueden repetirse periódicamente estos brotes y, con frecuencia, sin constancia de picaduras previas. Con el tiempo, los episodios tienden a su desaparición espontánea. En estos casos, sólo hay un miembro de la familia afecto: el portador de la hipersensibilidad. Los artrópodos más regularmente implicados son: pulgas, chinches, mosquitos y ácaros.

En ocasiones, las picaduras derivan en reacciones nodulares pseudolinfomatosas que pudieran confundirse con neoplasias hematológicas y que requieren de un estudio histológico para su diferenciación.

Las principales características de las picaduras que provocan una sintomatología más agresiva, así como los tratamientos de urgencia y los específicos, se pueden encontrar en manuales especializados y escapan de esta revisión(16).

Diagnóstico

Una detallada observación y una minuciosa historia clínica son imprescindibles para solventar con éxito este reto diagnóstico.

Se suelen reconocer con facilidad por el contacto reciente con animales o estancias en localizaciones sospechosas (casas cerradas largo tiempo, aposentos en medio rural, dormir en camas viejas..), así como la disposición de las lesiones (lineales, en zigzag), su morfología, el agrupamiento en áreas expuestas (pies, piernas, cintura…) y su evolución. No obstante, en ocasiones, es difícil concretar el posible contacto con el insecto. No rara vez son los animales de compañía los que portan el agente vector, la propia ropa o el polvo de la casa. En casos reiterativos, no estaría de más someter las mascotas a una revisión veterinaria.

El prurigo simple representa un reto diagnóstico para el clínico, ya que, si no se tiene un alto grado de sospecha, puede confundirse con múltiples entidades: varicela, escabiosis, urticarias o eccemas de contacto.

En otros casos, los menos, la presencia del artrópodo adherido a la piel es suficiente para el diagnóstico (Fig. 10).

Figura 10. Garrapata adherida a la piel.

Tratamiento

Es fácil controlar las lesiones agudas, pero desesperante y frustrante prevenir las recaídas.

Sencillo, ya que mejoran notablemente con la aplicación de corticoides tópicos, antibióticos tópicos (en caso de infección) o antihistamínicos orales (si el picor es intenso). Obviamente, evitar la reexposición al insecto implicado es básico, pero difícil de cumplir. Se aconseja el uso de medidas físicas (prendas protectoras, redes, mosquiteras…) y en niños predispuestos, aplicación de repelentes con este fin.

Nota: nuestro agradecimiento al Servicio de Dermatología del Hospital Clínico de Salamanca por cedernos algunas de las imágenes utilizadas en la elaboración de este trabajo.

Bibliografía

Los asteriscos reflejan el interés del artículo a juicio del autor.

1.*** Torrelo Fernández A, Zambrano Zambrano A. Frecuencia de las enfermedades cutáneas en una consulta monográfica de Dermatología Pediátrica. Actas Dermosifiliogr. 2002; 93(6): 369-78.

2.* Walton SF. The inmunology of susceptibility and resistance to scabies. Parasite Inmunology. 2010; 32: 532-40.

3.*** Good LM, Good TJ, High WA. Infantile acropustulosis in internationally adopted children. J Am Acad Dermatol. 2011; 65: 763-71.

4.** Mallo García S, Taborga Díaz E, Menéndez Cuervo S, Santos Juanes Jiménez J. Sepsis por Staphylococcus aureus como complicación de escabiosis. Actas Dermosifiliogr. 2008; 99: 425-6.

5.* Walton SF, Currie BJ. Problems in Diagnosing Scabies, a global disease in human and animal populations. Clin Microbiol Rev. 2007; 20(2): 268-79.

6.* Nolan K, Kamrath J, Levitt J. Lindane toxicity: A comprehensive review of the medical literature. Pediatr Dermatol. 2011; doi: 10.1111/j.1525-1470.2011.01519.x

7.*** Pérez Varela L, Martínez Gómez W, Paradela de la Morena S, Fonseca Capdevila E. Tratamiento de la escabiosis. Piel. 2011; 26(2): 95-102.

8.*** Darwich E, Ramón Grimalt R. Expresión cutánea del maltrato infantil. Piel. 2009; 24(8): 405-8.

9.* Soultana V, Euthumia P, Antonios M, Angeliki RS. Prevalence of Pediculosis capitis among school children in Greece and risk factors: a questionnaire survey. Ped Dermatol. 2009; 26(6): 701-5.

10.** Micali G, Tedeschi A, West, Dennis P, Dinotta F, Lacarrubba F. The use of videodermatoscopy to monitor treatment of scabies and pediculosis. J Dermatol Treat. 2011; 22(3): 133-7.

11.*** Casals Andreu M, García Hernández F. Seudoparásitos en el cuero cabelludo. Piel. 2005; 20(5): 251-3.

12.* Martínez de Lagrán Z, González-Hermosa MR, Díaz-Pérez JL. Tricorrexis nodosa localizada. Actas Dermosifiliogr. 2009; 100: 511-25.

13.* Ruiz-Orozco IM, Hernández-Arana MS, Quiñones-Venegas R, Mayorga J, Tarango-Martínez VM. Piedra blanca. Presentación de tres casos. Piel. 2004; 19(5): 239-41.

14.* Currie MJ, Graham J, Reynolds GJ, Nicholas J, Glasgow NJ, Bowden FJ. A pilot study of the use of oral ivermectin to treat head lice in primary school students in Australia. Pediatr Dermatol. 2010; 27(6): 595-9.

15.* McCormack PL. Spinosad. En: Pediculosis capitis. Am J Clin Dermatol. 2011; 12(5): 349-53.

16.** González Ruiz A, Bernal Ruiz AI, Tejerina García JA. Picaduras por Artrópodos. Prurigo simple agudo. En: Manual de diagnóstico clínico y tratamiento en urgencias de Dermatología. Editor A. González Ruiz. Signament Ediciones, SL. (Obra patrocinada por Lab Menarini S.L.).

Bibliografía recomendada

– Torrelo Fernández A, Zambrano Zambrano A. Frecuencia de las enfermedades cutáneas en una consulta monográfica de Dermatología Pediátrica. Actas Dermosifiliogr. 2002; 93(6): 369-78.

Quizás la más completa revisión sobre la frecuencia de las diferentes patologías dermatológicas en un centro de referencia español en Dermatología Pediátrica. Muy útil para conocer y comparar la incidencia de las distintas dermatosis infantiles en nuestro medio y compararla con la de otros países.

– Good LM, Good TJ, High WA. Infantile acropustulosis in internationally adopted children. J Am Acad Dermatol. 2011; 65: 763-71.

Interesante y novedosa revisión, sobre acropustulosis infantil en relación con escabiosis. Imprescindible para el pediatra en contacto con niños adoptados.

– Pérez Varela L, Martínez Gómez W, Paradela de la Morena S, Fonseca Capdevila E. Tratamiento de la escabiosis. Piel. 2011; 26(2): 95-102.

Revisión muy actualizada, puntual y minuciosa de las alternativas actuales de tratamiento en las escabiosis. Muy recomendable lectura y muy útil para la práctica diaria.

– Darwich E, Ramón Grimalt R. Expresión cutánea del maltrato infantil. Piel. 2009; 24(8): 405-8.

Completa revisión sobre el complejo y escabroso tema del maltrato infantil. Se recogen los signos cutáneos que nos pueden poner en alerta de que el niño lo está padeciendo. Muy interesante.

– Casals Andreu M, García Hernández F. Seudoparásitos en el cuero cabelludo. Piel. 2005; 20(5): 251-3.

Revisión muy práctica sobre los distintos elementos no parasitarios que podemos encontrar en la exploración del cuero cabelludo. Recoge diferentes micosis e indaga sobre el complejo tema de las displasias pilosas.

 

Caso clínico

Niña de 10 años de edad perteneciente a una familia indigente que vive en un poblado de chabolas. Desde hace 3 semanas, presenta un prurito corporal muy intenso que se incrementa por la noche y no la deja dormir. Al parecer, algunos niños, familiares de la paciente y del mismo poblado, muestran síntomas parecidos. No ha acudido previamente a su pediatra. La madre le aplicó cremas hidratantes y colonias para refrescarla e intentar calmar el dolor. Esta maniobra exacerbaba el picor. También, le dio un jarabe para el picor.

Antecedentes personales

Sin interés.

Posiblemente atópica (por la historia que refieren sus familiares), pero sin control.

En los últimos 15 días, la niña se encuentra más nerviosa e irritable, con cansancio no atribuible a su actividad física, se duerme por el día para compensar la dificultad para conciliar el sueño por la noche.

Antecedentes familiares

Hermanos con episodios muy repetidos de parasitación por piojos.

Exploración dermatológica

Múltiples lesiones diseminadas con excoriación, pero más intensas en la cara interna de las muñecas, ingles, axilas y, sobre todo, a nivel de la mano. Algunas eran pápulas eritematosas, parcialmente excoriadas en superficie. Se apreciaban entre los dedos algunos elementos vesiculosos y, a la inspección detallada de las manos, elementos lineales de 2-3 mm de longitud.

Exploración general

Con buena coloración de piel y mucosas, piel xerótica y con múltiples señales de rascado.

Exploraciones complementarias

Hemograma, bioquímica, función renal y hepática, estudio del hierro: normales.

 

 

La nueva ciencia de la prevención

Brújula para Educadores

 


Consultorio abierto
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E-mail: jamarina@telefonica.net

 

J.A. Marina

Catedrático de Filosofía. Director de la Universidad de Padres (UP)

 
Pediatr Integral 2012; XVI(4): 333-336


La nueva ciencia de la prevención

La ampliación del concepto de prevención

“Más vale prevenir que curar” es una máxima de la sabiduría popular universalmente aceptada. Por su dedicación a los años iniciales de la vida, los pediatras son especialmente sensibles al tema de la prevención. Para comprobarlo, basta consultar el “Manual de actividades preventivas en la infancia y adolescencia” (PREVINFAD, 2011). La educación también ha estado siempre implicada en esas actividades. Por eso, en el sistema educativo español se introdujo una asignatura transversal denominada “Educación para la salud”. Pero en los últimos decenios, el concepto de prevención se ha ampliado. A partir de los 70, se comenzó a hablar de una nueva disciplina –la Ciencia de la Prevención– que integra conocimientos de psicopatología, criminología, epidemiología, ciencias del desarrollo humano y educación (COIE, 1993). No se ocupa sólo de prevenir las enfermedades físicas, sino también las mentales, así como las conductas antisociales. Su metodología es etiológica. Consiste en estudiar los factores de riesgo y los factores de protección. Los factores de riesgo son las variables asociadas con una alta probabilidad de provocar, agravar o prolongar un problema físico o mental. Por el contrario, los factores de protección son los que aumentan la resistencia de un individuo a los factores de riesgo. La ciencia de la prevención se dirige explícitamente a los complejos procesos biomédicos y sociales que influyen en la incidencia y prevalencia de la enfermedad. Es una ciencia práctica porque a partir de esos estudios debe diseñar formas de intervención.

Esta incipiente Ciencia de la prevención amplió sus objetivos con la aparición de la Psicología Positiva. Cuando Martin Seligman fue nombrado presidente de la American Psychological Association (APA), defendió que la Psicología no debía tan sólo estudiar las debilidades, los conflictos y dificultades del ser humano, sino también sus fortalezas y recursos. Propuso que se ampliara el concepto de salud, que dejaría de ser la mera ausencia de enfermedad, para definirse como la experiencia de bienestar (well-being), de flourishing, de la felicidad. Recuperó así la vieja definición de salud expuesta en el preámbulo de la constitución de la OMS en 1946. La nueva Ciencia de la Prevención debía encargarse no solo de prevenir la enfermedad o la desdicha, sino de promover el bienestar. Un cambio parecido se ha dado en otras especialidades médicas. La Geriatría comenzó siendo la parte de la medicina que se ocupa de las enfermedades más frecuentes en los ancianos. Le sucedió la Gerontología, que trataba la ancianidad como un periodo vital, no como un conjunto de enfermedades estadísticamente relevantes. Ahora, estas disciplinas han sido sustituidas por otra –Aging–, que se ocupa del saber envejecer. Creo que es un triunfo del optimista modo americano de enfrentar los problemas, sobre el pesimista enfoque europeo. Me parece bien.

En 1998, la prevención fue el tema de la asamblea anual de la APA. ¿Cómo se pueden prevenir los problemas de la depresión, el abuso de drogas, o la esquizofrenia en los jóvenes que son genéticamente vulnerables o que viven en entornos que facilitan la aparición de esos trastornos? Partían de la consideración de que los mayores progresos en la prevención provienen de una perspectiva centrada en construir sistemáticamente competencias, no en corregir debilidades. “Hemos descubierto –dice Seligman– que hay fortalezas humanas que actúan como frenos contra la enfermedad mental: la valentía, el pensar en el futuro, el optimismo, las habilidades sociales, la perseverancia, la fe, la esperanza, la honestidad, por ejemplo. La gran tarea de la prevención en este siglo será crear una ciencia de las fortalezas humanas cuya misión capaz de comprender y aprender cómo fomentar esas virtudes en la gente joven (Seligman, 2002).

Es evidente que este nuevo concepto de Ciencia de la Prevención sitúa en su centro a la educación como formación del carácter, es decir, como adquisición personal de recursos cognitivos, afectivos ejecutivos y morales necesarios para una vida deseable. Es difícil incluso separar los fines de ambas –prevención y educación– cuando la educación toma como objetivo la formación de las fortalezas personales que van a proteger al sujeto de comportamientos dañinos. En su último libro, Seligman sistematiza el concepto de “bienestar” como gran objetivo de la medicina, de la psicología, de la educación y de las políticas sociales. Su teoría del bienestar consta de cinco elementos: la emoción positiva, la entrega a una actividad, el sentido, las relaciones positivas y los logros (Seligman, 2011).

Esta Nueva Ciencia de la Prevención tiene cierto parecido con la inmunología. De hecho, Seligman reconoce que su interés por ella vino de un comentario del profesor Salk, el inventor de la vacuna contra la poliomielitis, sobre lo importante que sería encontrar una vacuna contra las enfermedades mentales y los problemas del comportamiento. Los programas de prevención positiva intentan fortalecer las defensas de las personas. De hecho, uno de los mas conocidos, elaborado por Donald Meichenbaum se denomina “Inoculación del estrés”(Meichenbaum, 1987).

La educación tiene un esencial protagonismo en la adquisición de esas capacidades, lo que implica –y eso es una gran noticia– que pueden enseñarse y aprenderse. Por ejemplo, la Universidad de Pensilvania ha elaborado un Programa de resiliencia, que reduce y previene de la depresión, la ansiedad y los problemas de comportamiento. También mejora el comportamiento relacionado con la salud, ya que los adultos jóvenes que terminan el programa presentan menos síntomas de enfermedades físicas, menos visitas al médico debidas a enfermedades, siguen una dieta mas saludable y hacen más ejercicio físico (Brunwasser & Guillham, 2008). La capacidad de aprendizaje se mantiene en todas las edades. El ejército estadounidense ha decidido aplicar masivamente estos programas. El razonamiento era que fomentar la resiliencia mejoraría la resistencia de los soldados al estrés, lo que disminuiría el gasto médico necesario para atender a las enfermedades que provoca (Seligman, 2011). Por otra parte, el ejército comprobó que la mayor parte de los suicidios de los soldados destinados en Irak guardan una estrecha relación con el fracaso de una relación de pareja, por lo que encargaron a J.M. Gottman un programa para mejorar esas relaciones (Gottman & Gottman, 2001). Desde el punto de vista científico es importante esta decisión del ejército estadounidense porque permite tener los datos de más de un millón de personas. Todo el mundo sabe la importancia que tuvo una iniciativa parecida en el afianzamiento de los test de inteligencia.

Estos programas iniciados por la Psicología Positiva tienen también influencia en la prevalencia de enfermedades físicas como los trastornos cardiovasculares, la vulnerabilidad a las infecciones (Seligman, 2011).

Un modelo integrador para la Ciencia de la prevención

Hemos visto que el modelo más clásico de la prevención actuaba sobre los factores de riesgo y de protección, mientras que el modelo de la Psicología positiva parece enfatizar los recursos personales. La Psicología positiva procede en gran parte de la psicología cognitiva, que da excesiva importancia al modo de interpretar la realidad. Su lema es una cita de Epicteto: “No nos hace sufrir lo que nos sucede, sino la interpretación que damos a lo que nos sucede”. Esto hace recaer toda la carga sobre el sujeto, cuando, en realidad, en muchas ocasiones lo que hay que procurar no es tanto que el sujeto cambie su interpretación como que se atreva a cambiar la realidad. La psicología cognitiva ha sido acusada de conformismo social y de engañar con las virtudes sanadoras del optimismo (Ehrenreich, 2011).

Necesitamos un modelo integrador. La prevención debe intentar conocer los factores de riesgo para poder desactivarlos, y potenciar los factores de protección, entre los que se encuentran las competencias que la Psicología positiva menciona. Hemos progresado mucho en el conocimiento de los factores de riesgo y de la complejidad de sus relaciones con los desordenes clínicos. Sabemos que su influencia puede fluctuar a lo largo del desarrollo. Por ejemplo, Bell encuentra que solo el 21% de los casos estudiados permanecía bajo la influencia de un mismo factor de riesgo a través de todo el periodo de evaluación del Boston Early Education Project (Bell, 1992). Un factor de riesgo como la relación con los pares con conductas problemáticas antisociales solo ocurre en la adolescencia. Por el contrario, una pobre vigilancia parental se relaciona con los desordenes conductuales a lo largo de toda la infancia y adolescencia. La exposición a muchos riesgos tienen efecto acumulativo, y en algunos casos la gravedad aumenta exponencialmente (Rutter, 1980). Los problemas conyugales producen problemas de conducta en los niños y depresión en las mujeres (Markman & Jones-Leonard, 1985). La pobre relación con los pares predice dificultades escolares (Ladd, 1990). Los déficit en la resolución de problemas sociales y la dificultad para comprender las claves sociales producen muchos problemas en la infancia (Asarnow & Callan, 1985). Los factores de riesgo deben ser atendidos antes de que se hayan estabilizado como causas de la disfunción. Por ejemplo, el rechazo de los iguales, la agresividad, y la pobre supervisión parental a los 10 años, predicen conductas antisociales a los 12. Por eso conviene iniciar la intervención a los 10 años, es decir, antes de que la disfunción aparezca (Dishion, y cols., 1991).

La prevención efectiva requiere una coordinada acción sobre cada uno de los factores que interviene en el modelo de riesgo. Los factores de riesgo en los individuos, las familias, escuelas, relaciones con iguales y entornos comunitarios son interdependientes. Para enfrentarse a esos factores hay que elaborar programas preventivos que incluyan la escuela, los padres, las organizaciones comunitarias y los medios de comunicación. Y esto implica colaboración entre los sistemas educativos, el gobierno, el sistema de salud y los servicios sociales. Los estudios epigenéticos corroboran la importancia del entorno en la manifestación de predisposiciones genéticas.

En este artículo voy a centrarme sobre todo en los factores protectores y en especial en los que pueden fomentarse mediante la educación. Cowen señala dos tipos de factores protectores: 1) características individuales, temperamento, destrezas cognitivas y conductuales; y 2) las características del entorno infantil, tales como el soporte social, la calidez parental, una disciplina apropiada, la supervisión adulta, y los lazos afectivos con la familia o con otros modelos prosociales. Por ejemplo, varios proyectos sobre los riesgos de esquizofrenia han mostrado que las cualidades positivas de la familia pueden proporcionar alguna protección (Asarnow, 1988). Se han hecho algunas intervenciones eficaces sobre el entorno educativo del niño para aumentar los soportes comunitarios y familiares (Goodman, 1987, Cowen, 1985).

Se va consiguiendo un acuerdo básico entre los investigadores sobre los factores de protección. Silbereisen y Lerner han identificado 40 (veinte internos, educativos; y veinte externos, contextuales, sociales).

Los recursos internos son: 1) logro y motivación en la escuela; 2) participación activa en el aprendizaje escolar; 3) tareas de casa a las que dedica al menos una hora al día; 4) vínculos afectivos con el colegio; 5) leer por el placer de leer; 6) cuidar y ayudar a otras personas; 7) dar importancia a la igualdad y a la justicia social; 8) integridad; 9) honestidad; 10) responsabilidad; 11) autocontrol; 12) planificar y tomar decisiones; 13) competencia interpersonal (empatía, sensibilidad, habilidades para las relaciones sociales); 14) competencia cultural (se siente bien y sabe convivir con personas de otras culturas); 15) habilidades de resistencia (a la presión negativa del grupo); 16) resolución pacífica de los conflictos; 17) poder personal (tiene control de lo que sucede); 18) autoestima alta; 19) sentido de la vida; y 20) visión positiva de su futuro personal.

Los factores sociales, que tienen también gran relevancia educativa, son: 1) apoyo familiar; 2) comunicación familiar positiva; 3) relaciones con otros adultos que dan apoyo; 4) vecindario que cuida; 5) entorno escolar que cuida y ama; 6) padres que participan en la escuela; 7) comunidad que valora a los jóvenes; 8) jóvenes que realizan funciones en la comunidad; 9) servicio a los demás; 10) seguridad; 11) limites familiares (normas, consecuencias y supervisión); 12) límites escolares; 13) límites en el vecindario; 14) adultos que son modelo de comportamiento responsable y positivo; 15) influencia positiva de los amigos; 16) altas expectativas (animarles a hacerlo bien); 17) actividades creativas; 18) programas para jóvenes (deportes, clubs, organizaciones escolares o juveniles); 19) comunidades religiosas; y 20) pasar suficiente tiempo en casa.

Este modelo se ha utilizado para prevenir el consumo abusivo de alcohol en gente joven. Se ha estudiado la relación entre estos recursos y la incidencia de conductas de riesgo mediante encuestas a 150.000 alumnos de Secundaria (6º a 12º grado), en 202 ciudades de EE.UU. En lo referente al consumo de alcohol, tomando como referencia haber bebido tres veces o más en el último mes o haberse emborrachado en las dos últimas semanas, los resultados son: han bebido el 45% de los chicos y chicas que tienen entre 0 y 11 recursos (en total, de la lista anterior); el 26% de los que poseen entre 11-20 recursos; el 11% de los que posee 21-30 recursos, y el 3% de chicos y chicas con 31-40 recursos (Silberesein & Lerner, 2007).

Últimamente se está dando gran importancia a los programas para mejorar las funciones ejecutivas, es decir, las que se refieren a la planificación, mantenimiento de las metas, control de la atención y de la impulsividad, porque aumentan las fortalezas personales (Blair & Diamond, 2008, Marina, 2012, Tirapu-Ustárroz, 2012).

Así pues, se han desarrollado numerosos programas especiales para prevenir distintos problemas (Eccles & Gootman, 2003). Pero el gran reto era intentar unificarlos dentro de un programa educativo único y manejable. Eso es lo que he intentado en los programas que con mi he equipo he elaborado para la Universidad de Padres (www.universidaddepadres.es). Ha sido posible porque muchas de esas fortalezas se solapan, complementan o refuerzan. De hecho, en una macroinvestigación intercultural dirigida por Peterson y Seligman se aislaron solo seis virtudes básicas, reconocidas y valoradas universalmente (Peterson & Seligman, 2004). En la UP hemos articulado todo el desarrollo educativo –de los 0 a los 16– en la adquisición paulatina de unas estructuras y hábitos fundamentales:

1. Una adecuada representación del mundo. Percibimos y sentimos desde las creencias que tenemos acerca de la realidad, de uno mismo y de los demás. Por lo tanto, si esa representación es inadecuada, lo será también el resto de la vida mental.

2. Habilidades cognitivas. Fomentar la capacidad de aprendizaje, las habilidades intelectuales, la inteligencia generadora de buenas ideas, el dominio de la atención, la capacidad de resolver problemas, la inteligencia crítica.

3. Educación emocional. Aprendizaje de una actitud vital activa, de la seguridad en sí mismo, desarrollo de la motivación, del optimismo, la resiliencia, y la gestión de los sentimientos difíciles (miedo, ira, envidia, frustración, etc.).

4. La construcción de la voluntad. Consiste en el desarrollo de las funciones ejecutivas (Marina, 2012), en el aprendizaje de la libertad y la responsabilidad, y en la adquisición de las virtudes de la acción: generosidad, perseverancia, resistencia.

5. El lenguaje y la comunicación. Damos una gran importancia a la gestión del lenguaje interior como instrumento de la inteligencia ejecutiva para dirigir nuestras operaciones. Y, por supuesto, fomentamos la competencia lingüística en todas sus vertientes.

6. Sociabilidad. Trata de desarrollar: 1) los sentimientos sociales (altruismo, compasión, solidaridad, respeto); 2) las actitudes prosociales (colaboración, ayuda, trabajo en equipo, participación, voluntariado); y 3) los valores morales y la búsqueda de la justicia.

Creo que este nuevo modo de enfocar la educación nos permite integrar los aspectos principales de la Nueva Ciencia de la Prevención. El fortalecimiento de los recursos intelectuales, afectivos, ejecutivos y morales de los niños les pone en buenas condiciones para enfrentarse a los inevitables conflictos, frustraciones y esfuerzos a que se verán inevitablemente expuestos.

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Alteraciones del pelo y las uñas

Temas de FC

J.M. Azaña Defez

Servicio de Dermatología. Complejo Hospitalario Universitario de Albacete

 

Resumen

Los apéndices cutáneos incluyen el pelo, las uñas y las glándulas apocrinas, ecrinas y sebáceas. Las alteraciones descritas de estas estructuras pueden ser globales o múltiples, afectando a más de un apéndice, como ocurre en las displasias ectodérmicas o, por el contrario, aisladas, afectando a un solo tipo, como en las atriquias o hipotriquias; pueden ser procesos congénitos o adquiridos, localizados o generalizados. Vamos a desarrollar los trastornos que afectan a dos de estos anejos, el pelo y las uñas. Las alteraciones del cabello constituyen un motivo frecuente de consulta. Revisaremos los más importantes, por su frecuencia o porque pueden asociar trastornos de mayor relevancia, sus peculiaridades clínicas, diagnóstico y tratamiento. La prevalencia de las alteraciones ungueales en la infancia es, probablemente, baja, pero hay que conocer la rica semiología que presentan, ya sea relacionada con un trastorno local o por ser manifestación de un déficit nutricional o una enfermedad sistémica. Debemos plantearnos muchos otros diagnósticos distintos de onicomicosis ante una “uña enferma”.

 

Abstract

Epidermal appendages include hair, nails, apocrine, eccrine and sebaceous glands. Disorders of epidermal appendages may be global, affecting more than one appendage as with ectodermal displasias, or isolated affecting only one appendage type, like isolated congenital atrichia or hypotrichosis; defects may be congenital or adquired, localized or generalized. We will develop disorders of hair and nails. Hair disorders are a frequent reason for consultation. We will review the most important, by their frequency or because they associate most severe disorders, their clinical characteristics, diagnosis and treatment. The prevalence of nail changes in childhood is probably low, but you have to know the rich semiology featuring either a disorder related to local events or be a manifestation of systemic disease o nutritional deficiency. We must consider many different diagnoses of onychomycosis with a “sick nail”.

 

Palabras clave: Enfermedades del pelo; Alopecia; Enfermedades de las uñas; Distrofia ungueal.

Key words: Hair disorders; Alopecia; Nail disorders; Nail dystrophy.

 

Pediatr Integral 2012; XVI(4): 286-300


Alteraciones del pelo y las uñas

 

Alteraciones del pelo

Introducción

El pelo es una estructura cutánea queratinizada, componente de la unidad pilosebácea (el folículo piloso, la glándula sebácea y el músculo erector). Puede ser fino, no pigmentado y sin médula, tipo velloso, o grueso, pigmentado y con médula, tipo pelo terminal, cuyo desarrollo puede ser independiente de andrógenos (cejas, pestañas…), estimulado por cantidades bajas de andrógenos en pubertad de manera similar en ambos sexos (axilas, pubis) o dependiente del estímulo androgénico en cantidades elevadas (barba, tórax, abdomen, espalda, glúteos y extremidades proximales), propio del varón y cuyo aumento define el hirsutismo en la mujer. El crecimiento del pelo es cíclico, con una fase de crecimiento activo o anágeno, una de regresión, transición o catágeno y una de inactividad, reposo o telógeno, con desprendimiento al iniciarse la fase de anágeno siguiente. La duración de estos ciclos es variable en las distintas áreas corporales; se producen en cada folículo de forma no sincrónica con sus folículos vecinos y está sometida a la influencia de distintos factores. En el cuero cabelludo, alrededor del 80% de folículos se hallan en fase de anágeno; el 1-2% de cabellos están en catágeno, fase de corta duración (2-3 semanas) y hasta el 20%, en telógeno, desprendiéndose con facilidad y con una raíz en maza. Esta última fase dura unos tres meses y tras ella se inicia un nuevo ciclo.

En la práctica pediátrica diaria, es frecuente la consulta relacionada con la pérdida de cabello y, menos, con el exceso en determinadas zonas (hipertricosis o hirsutismo). Centraremos esta revisión en la primera.

Clasificación de las alopecias en la infancia

Clasificaremos las alopecias infantiles de acuerdo con la edad de inicio, extensión y pronóstico.

El término alopecia se aplica a la caída o pérdida de pelo que previamente existía. Atriquia define la ausencia congénita de pelo e hipotricosis, la disminución congénita, ya sea localizada o generalizada. Las clasificaciones de alopecia se establecen atendiendo a distintos criterios(1-3).

Desde un punto de vista evolutivo-pronóstico, se diferencian alopecias cicatriciales, con destrucción folicular y, por tanto, permanentes, y no cicatriciales, reversibles de forma espontánea o con tratamiento.

Dependiendo del momento en que se afecta el ciclo folicular, podemos establecer una clasificación tricológica: alopecia anagénica, telogénica o total.

Sin duda, una de las más empleadas es la clasificación patogénica, que establece los siguientes grupos de acuerdo con los mecanismos implicados: alopecias congénitas, cicatriciales, efluvio telógeno, alopecias androgénicas, defluvio anágeno y alopecia areata. El término efluvio procede del latín effluvium, como desprendimiento o emanación, y se emplea para definir las caídas de cabello en las alopecias anágenas y telógenas. Defluvio significaría pérdida brusca de cabello y se utiliza en las alopecias anágenas.

Vamos a desarrollar sólo aquellos procesos de mayor relevancia clínica en la práctica diaria, clasificándolos de acuerdo con el momento de aparición (neonatales-infancia temprana, infancia tardía-adolescencia), extensión (localizadas, difusas) y evolución (cicatriciales, no cicatriciales) (Tabla I).

 

Evaluación diagnóstica de las alopecias en la infancia

A través de una correcta historia clínica, podemos diagnosticar muchos casos, reservando exploraciones complementarias de mayor complejidad a situaciones concretas.

Anamnesis

Comprende la historia del proceso tricológico (momento y forma de inicio, asociación a otras manifestaciones cutáneas o de anejos, enfermedades sistémicas, situaciones de estrés reciente, antecedentes familiares…), la historia personal de enfermedades y los cuidados cosméticos que el paciente emplea, si bien de menor trascendencia en la infancia. Puede también aportar información, evaluar la situación psicosocial del niño.

Exploración física

Debe recogerse el patrón de alopecia, estado de la piel subyacente y aspecto del cabello restante si no es total, además de la existencia de otras manifestaciones dermatológicas. Existen una serie de exploraciones específicas de fácil ejecución:

• Maniobra de Sabouraud o “signo del arrancamiento”. Mediante discretas tracciones de cabello, observamos el número de cabellos que se desprende. Estará aumentado en los efluvios, así como en determinados cuadros clínicos (displasias pilosas con fragilidad capilar, alopecia areata en actividad…).

• Signo de la tracción de un mechón. Sirve para comprobar la existencia de fragilidad capilar. Consiste en aislar un mechón de cabellos y hacer tracciones, con lo que los pelos se rompen si existe fragilidad.

• Signo de Jacquet, signo del pliegue o “signo del pellizcamiento”. En condiciones normales, es imposible pellizcar la piel frontoparietal con folículos pilosos al estar situada directamente sobre la galea y el periostio. Si podemos realizar ese pliegue, la repoblación pilosa es improbable, ya que nos indica que no existen folículos activos (alopecia cicatricial). En la alopecia areata es positivo, pero, en este caso, no supone la ausencia de folículos, sino que están en anágeno precoz y son, por ello, poco profundos.

Exploraciones complementarias

Las exploraciones complementarias vendrán guiadas por la clínica, algunas habituales en la práctica extrahospitalaria (analítica sanguínea, cultivo micológico); mientas que, ciertos casos requerirán la derivación al especialista para un estudio más complejo: tricograma, fototricograma mediante microscopía de epiluminiscencia, examen con luz polarizada, microscopía electrónica de barrido, análisis cuantitativo y cualitativo de trazas de elementos en determinados cuadros o el estudio histopatológico mediante biopsia cutánea, indicada en casos muy seleccionados (p. ej., ciertas alopecias cicatriciales).

Algunas patologías requerirán un manejo mutidisciplinar (síndromes complejos, enfermedades asociadas…).

Alopecias de inicio precoz

Bajo este epígrafe incluimos procesos frecuentes y banales, pero también se manifiestan a esta edad genodermatosis y procesos malformativos en los que la alopecia puede ser una manifestación guía.

De acuerdo con la clasificación evolutiva, se consideran dos grandes grupos:

• Alopecias no cicatriciales: atriquia e hipotricosis, genodermatosis con hipotricosis y displasias pilosas que conducen a hipotricosis.

• Alopecias cicatriciales: difusas, localizadas y genodermatosis con alopecia cicatricial.

Según su extensión, pueden ser localizadas o difusas.

Algunos de estos procesos no se detectan en el período neonatal inmediato, sino meses o años después.

Alopecias localizadas

Alopecia occipital

Área bien delimitada de alopecia en la región occipital que se desarrolla en los primeros meses de vida y que, de forma errónea, se atribuye al roce o fricción. Se debe en realidad al patrón evolutivo del ciclo folicular durante la etapa fetal y neonatal: a las 20 semanas de gestación el cuero cabelludo presenta folículos desarrollados en fase de anágeno que, de forma progresiva, irán entrando en catágeno-telógeno en las semanas siguientes, salvo los localizados en la región occipital que permanecerán en anágeno hasta prácticamente el nacimiento, momento en el que, de manera brusca, entran en telógeno, es decir, caerán en las 8-12 semanas siguientes, originando la alopecia occipital. Por tanto, representaría un efluvio telógeno localizado.

En ocasiones, se producen formas más extensas, casi totales, con mantenimiento de pelo sólo en vértex o zona superior de cuero cabelludo.

Alopecia traumática

Incluiría lesiones originadas durante el período perinatal debidas a traumas obstétricos (fórceps, ventosa, electrodos de monitorización) y también en partos prolongados como consecuencia de una presión mantenida, sobre todo en primíparas, el conocido como halo scalp ring o alopecia anular. Define una placa de alopecia de configuración anular completa o incompleta (en “herradura”), que se manifiesta al nacimiento o poco después como una banda de 1 a 4 cm, generalmente localizada en vértex, por lo común asociada a caput sucedaneum o incluso necrosis tisular. También, pueden producirse placas alopécicas occipitales como consecuencia de isquemia y compromiso de la oxigenación o como complicación del tratamiento con membrana de oxigenación extracorpórea en neonatos (ECMO). Se observa en unidades de neonatología intensiva y se manifiesta como placas de eritema y edema que progresa hacia la formación de úlceras cubiertas por costra y consecuente alopecia cicatricial. El desarrollo de protocolos con cambios frecuentes de posición de la cabeza y aplicación de apósitos adecuados son las medidas preventivas que hay que adoptar.

En todos estos casos, si la injuria fue leve, la alopecia será temporal; mientras que, si fue severa, determina alopecia permanente (cicatricial), sólo reparable mediante técnicas quirúrgicas.

Alopecia triangular congénita

Conocida también como nevus de Brauer, nevus aplásico de Brauer o alopecia triangular circunscrita de la sien. Es un cuadro benigno, no progresivo, caracterizado por la presencia de una placa alopécica, aunque puede existir algún cabello aislado en su interior, en forma de triángulo isósceles de base anterior en el borde de implantación temporal del cuero cabelludo, donde puede existir una banda estrecha de cabellos, y se extiende por el ángulo frontotemporal (Fig. 1). Es congénita, aunque puede no detectarse hasta los cuatro o cinco años al estar cubierta por el vello frontal de la línea de implantación. En la mayoría de ocasiones es unilateral (80%).

Figura 1. Alopecia triangular congénita. Placa triangular de base anterior, con una franja de cabello respetada en la base y vértice posterior.

Suelen ser casos esporádicos, aunque se han descrito varios miembros de una misma familia afectos. El estudio histopatológico muestra la aplasia/hipoplasia folicular.

El diagnóstico diferencial se plantea con la areata, la aplasia cutis y alopecias cicatriciales por traumatismos.

Por lo general, no se considera necesario el tratamiento, sobre todo en los varones. En algunos casos de mayor tamaño y repercusión psicológica, puede plantearse la cirugía (extirpación, mini o microinjertos).

Alopecia localizada asociada a otros trastornos nevoides

Nevo sebáceo

Lesión relativamente frecuente compuesta por numerosas glándulas sebáceas maduras localizadas en cabeza y cuello. Son hamartomas que se manifiestan, cuando están en cuero cabelludo, como una placa alopécica de tamaño variable y superficie lisa y aterciopelada. En ocasiones es tan sutil que pasa desapercibido en el nacimiento, detectándose más tarde. En la pubertad y bajo el influjo hormonal sobre las glándulas, adquiere un aspecto verrugoso. Durante la vida adulta, puede desarrollar una variedad de tumores benignos anexiales, especialmente el tricoblastoma o el siringocistoadenoma papilífero y, con menor frecuencia, tumores malignos, como el carcinoma basocelular; de ahí que, algunos autores indiquen su extirpación, siempre que sea posible, alrededor de la pubertad.

Aplasia cutis congénita

O ausencia congénita de piel: al nacimiento se observa la ausencia de todas o alguna de las capas cutáneas más o menos extensa. Se trata de un grupo heterogéneo de enfermedades, de las que la forma clínica más común es la simple membranosa, solitaria o múltiple y localizada en cuero cabelludo (vértex), en forma de una o varias placas congénitas ovales o redondeadas, de 2 a 5 cm, de superficie atrófica y delgada (“membranosa”) (Fig. 2), en ocasiones con un collarete de pelos alrededor más largos y denso (signo del collar de pelo). Los defectos más extensos, de morfología estrellada, suelen ser más profundos y pueden asociar alteraciones óseas. La mayoría son casos esporádicos, aunque se han descrito formas familiares dominantes y recesivas; pueden manifestarse como defecto aislado, pero también en asociación con otras malformaciones cutáneas o síndromes. El manejo es conservador, con curas locales para evitar complicaciones hasta el cierre de la lesión. La alopecia cicatricial que condiciona podrá requerir tratamiento quirúrgico diferido.

Genodermatosis con hipotricosis

Figura 2. Aplasia cutis congénita membranosa múltiple.

Muchas genodermatosis presentan entre sus manifestaciones alopecia o atriquia/hipotricosis. En los últimos años, se han ido conociendo las bases genéticas de muchas de ellas(4-6), sin embargo extendernos en las mismas excede el propósito de esta revisión.

Displasias ectodérmicas. Constituyen un grupo heterogéneo de trastornos hereditarios definidos por anomalías estructurales o funcionales de los derivados ectodérmicos. Freire-Maia y Pinheiro propusieron una clasificación basada en la presencia o ausencia de cuatro marcadores ectodérmicos: tricodisplasia, alteraciones dentales, onicodisplasia y displasia de las glándulas sudoríparas. En la actualidad, se reconocen más de 170 cuadros clasificados de acuerdo con las alteraciones genéticas y moleculares(4); en la tabla II, se recogen las principales displasias ectodérmicas con hipotricosis severa. Esta patología infrecuente requiere un manejo multidisciplinar, pero la detección precoz de la misma es de gran importancia: pelo fino y escaso, de crecimiento lento, no sólo en cuero cabelludo, intolerancia al calor por hipoplasia de glándulas sudoríparas, alteración en la dentición…

Displasias pilosas. Comprende los defectos morfológicos del tallo piloso y la mayoría son trastornos congénitos, hereditarios o no, que pueden manifestarse de forma aislada o ser un signo clave de genodermatosis más complejas. Podemos clasificarlas en dos grandes grupos(5) (Tabla III):

1) Displasias pilosas con fragilidad capilar y, por tanto, con alopecia difusa o localizada.

2) Displasias pilosas sin fragilidad capilar.

 

 

Su diagnóstico preciso requiere del estudio del cabello con microscopía óptica o electrónica, en unidades dermatológicas, si bien el control posterior puede realizarse de forma ambulatoria. En la tabla IV, se recogen las principales características de las displasias pilosas con fragilidad capilar más relevantes.

 

Hipotricosis congénitas difusas

Incluye múltiples cuadros, poco frecuentes(6). Comentaremos brevemente dos cuadros representativos.

Hipotricosis hereditaria simple tipo Marie Unna. Es una displasia pilosa, congénita y generalizada, no asociada a otras anomalías y que se transmite con una herencia autosómica dominante. Clínicamente, los cabellos son escasos o no existen desde el nacimiento, permaneciendo así los primeros años. Sobre el tercer año, los cabellos se muestran gruesos y deslustrados para perderse en la pubertad en la región frontovertical y márgenes. El estudio histopatológico muestra un número reducido de folículos con un infiltrado granulomatoso alrededor. No existe tratamiento.

Queratosis folicular decalvante. O síndrome de Siemens, recesivo ligado al sexo, se agrupa junto con la queratosis folicular atrofiante facial (uleritema ofriógenes) y la atrofodermia vermicularis en el grupo de las queratosis pilares decalvantes.

Es una hipotricosis congénita, con afectación también de cejas y pestañas y acompañada de queratosis folicular marcada, con evolución progresiva a diferencia del moniletrix. Puede asociar otras manifestaciones: fotofobia, hipoplasia ungueal, hiperqueratosis palmoplantar, retraso mental y estáturo-ponderal…

El examen histopatológico muestra la hiperqueratosis folicular con folículos pilosos atróficos y cambios dérmicos cicatriciales.

Se recomienda evitar medidas cosméticas traumáticas. El componente queratósico mejora con el empleo de queratolíticos y hay autores que han empleado el minoxidilo tópico con eficacia limitada.

Genodermatosis con alopecia cicatricial

Puede observarse alopecia cicatricial en distintos cuadros dominantes ligados a X, con un patrón en mosaico de alopecia en las niñas afectas (distribución de las placas de alopecia siguiendo las líneas de desarrollo embrionario), consecuencia de mosaicismos funcionales, como la condrodisplasia punctata o síndrome de Conradi-Hünermann, el síndrome de Goltz, el síndrome MIDAS, el orofaciodigital o la incontinentia pigmenti.

También, en epidermolisis ampollosas distróficas o en formas de inicio severo de ictiosis pueden observarse placas de alopecia cicatricial.

Alopecias en infancia tardía-adolescencia

Las causas de alopecia varían al hacerse el niño mayor: inicio de patología prevalente (areata…), patología infecciosa (tiñas)… La repercusión psicosocial también adquiere especial relevancia. El motivo más frecuente de consulta será la detección de una placa alopécica.

Alopecias cicatriciales

Como todas las alopecias cicatriciales, presentan en el estudio histopatológico esclerosis y atrofia dérmica con destrucción del folículo piloso. Serán, por tanto, permanentes, salvo tratamiento quirúrgico. El aspecto clínico es similar: placas alopécicas de superficie lisa, sin orificios foliculares y con signo del pliegue positivo.

Son el resultado de procesos inflamatorios de diversa naturaleza:

• Traumatismos físicos: tracción continuada (entre ellas la alopecia traumática marginal asociada a tensión mantenida en el cabello por peinados demasiado tirantes o accesorios capilares), alopecia postoperatoria o asociada a estancias prolongadas en unidades de cuidados intensivos, por decúbito, quemaduras, radiaciones…

• Infecciones cutáneas: destacar en este punto las tiñas inflamatorias del cuero cabelludo (el querion de Celso y la poco frecuente tiña fávica), lesiones de varicela o, menos frecuente en la infancia, zoster en cuero cabelludo y cuadros infecciosos más raros, como la leishmaniosis cutánea o botón de Oriente, rickettsiosis como la fiebre botonosa, cuando la “mancha negra” asienta en cuero cabelludo, o la foliculitis decalvante.

• Tumores, sobre todo benignos, como los hemangiomas complicados con ulceración que, al involucionar, pueden dejar cicatrices, xantogranulomas, pilomatrixomas…

• Y, por último, dermatosis inflamatorias que determinan alopecia cicatricial cuando se localizan en cuero cabelludo, como el liquen plano o el lupus discoide, poco frecuentes en la infancia, la morfea en banda, que afecta a cara y región frontoparietal (“en sablazo”), y la pseudopelada de Brocq, forma de alopecia cicatricial progresiva inespecífica, probablemente fase final de diversas dermatosis, con una clínica típica: placas alopécicas redondeadas de pequeño tamaño, con una morfología que se compara a “pasos en la nieve”, y localización preferente en vértex. La alopecia parvimaculata, que se describe en niños y caracterizada por placas alopécicas de pocos milímetros de diámetro en región parieto-occipital, podría corresponder a una forma de pseudopelada, aunque algunos autores la han relacionado con la areata al evolucionar algunos casos a la recuperación en pocos meses.

Alopecias infecciosas

Son diversas las infecciones que pueden asentar en el cuero cabelludo determinando áreas de alopecia, desde bacterianas cono foliculitis y forúnculos, a las ya comentadas en el apartado anterior, pero, sin duda, son las tiñas del cuero cabelludo las de mayor interés.

Son consecuencia de la parasitación del tallo piloso por dermatofitos (Microsporum canis, Trichophytum mentagrophytes, los más frecuentes), ya sea tras contacto interpersonal, con animales y, con menor frecuencia, objetos o tierra contaminada. Es la dermatofitosis más frecuente en la edad pediátrica, excepcional en adultos que, sin embargo, pueden actuar como reservorio y ser fuente de contagio, por ejemplo, en los raros casos recogidos en niños menores de un año.

La clínica consiste en placas alopécicas con eritema y descamación y se distinguen dos formas: tiñas no inflamatorias o tonsurantes (las tricofíticas o de “puntos negros” y las microspóricas) y tiñas inflamatorias (el querion de Celso y la poco frecuente tiña fávica); estas últimas se acompañan de supuración intensa y adenopatías regionales, pero con escasa afectación del estado general y pueden condicionar alopecia cicatricial permanente, como se indicó (Fig. 3).

Figura 3. Tiña del cuero cabelludo inflamatoria por T. mentagrophytes (querion de Celso) tras terminar tratamiento oral con griseofulvina.

El diagnóstico de sospecha requiere la confirmación mediante examen microscópico directo de escamas o pelos con hidróxido de potasio y el cultivo.

El tratamiento es oral(7). Los dos fármacos aprobados son la griseofulvina (20 mg/kg/día) y la terbinafina (75-250 mg/día según peso, en mayores de 20 kg), éste menos eficaz frente a Microsporum. También, existe experiencia con itraconazol y fluconazol, más caros y de eficacia similar a la griseofulvina en las tiñas tricofíticas, menor en las microspóricas, pero que permiten tratamientos de menor duración. El objetivo es la curación clínica y micológica, lo que se suele alcanzar en unas 4-6 semanas. Los tratamientos tópicos en forma de champú se emplean como adyuvantes para reducir la difusión de esporas y el riesgo de contagio. En las formas inflamatorias, se deben realizar curas para eliminar supuración y pelos infectados y asociar antiinflamatorios (corticoides orales) y antibióticos en las fases iniciales. Hay que extender la vigilancia a los contactos.

Tricotilomanía

El término procede de tricho, pelo, y tillein, tirar, y define el impulso mórbido de arrancar su propio pelo. Ha recibido otras denominaciones como tic de depilación, tricotilohábito o tricotilosis, entre otros.

Aunque se ha descrito en todas las edades, sin duda es más frecuente en niños, afectando a ambos sexos. La distribución por edades es bimodal, con un pico a los 2-6 años y otro entre los 11 y 16 años.

La pérdida de cabellos puede producirse por maniobras de tracción con los dedos, incluso de forma inconsciente, o mediante diversos utensilios, como tijeras; existen casos que, no sólo arrancan sus propios cabellos, sino también los de sus compañeros de juegos. Puede afectarse cualquier área pilosa, sobre todo el cuero cabelludo, seguido por cejas y pestañas, especialmente las del párpado superior. Se observan placas alopécicas de morfología irregular, con frecuencia lineales, con cabellos rotos en su interior de diferentes longitudes y de localización preferencial en vértex y zona frontoparietal, o bien una pérdida difusa de cabello sin formarse placas. El cuero cabelludo es normal. La tricotilomanía tonsurante o tricoclasia de Sabouraud representa una forma más severa, con afectación prácticamente de todo el cuero cabelludo respetando la zona marginal y es más típica de adolescentes o adultos jóvenes. Puede asociar onicofagia e incluso autolesiones cutáneas en casos de trastorno psiquiátrico subyacente y, en ciertas ocasiones, tricofagia, pudiendo originar los pelos ingeridos complicaciones digestivas (tricobezoar).

Las connotaciones psiquiátricas dependen del estudio. En general, los problemas emocionales asociados son menos graves en preadolescentes y suponen una forma de llamar la atención; mientras que, casos extensos de evolución prolongada y a edades más avanzadas pueden representar alteraciones psicológicas más severas o incluso retraso mental. La Asociación Americana de Psiquiatría la incluyó en los trastornos del control de impulsos.

El diagnóstico suele realizarse con la clínica en muchos casos, aunque puede ser necesario el examen histopatológico de la placa y microscópico del tallo piloso para diferenciarlo de la areata o displasias pilosas. El estudio histopatológico es típico: la epidermis es normal, con folículos dañados junto con otros normales en la misma área; los folículos sin pelo muestran un infundíbulo dilatado, con gránulos de melanina y hemorragias.

Es difícil que el paciente o los padres admitan, de entrada, el diagnóstico. Siempre que la edad del niño lo permita, es conveniente la evaluación a solas, sin la presencia de los padres, además de explicarles el problema a ellos. Se han intentado diferentes procedimientos para que desaparezca el hábito, como aplicar vaselina o aceite en el cabello, guantes para dormir, oclusión con vendaje, junto con la evaluación por psicólogos o psiquiatras.

Alopecias difusas: defluvio anágeno y efluvio telógeno

Las alopecias por desprendimiento de los cabellos en anágeno son un conjunto de procesos secundarios a la acción de drogas y tóxicos, trastornos endocrinos, infecciones o traumatismos, entre otros, en los que se produce una alopecia difusa con signo de “arrancamiento” positivo. Los agentes causales actúan sobre los folículos en anágeno, determinando el desprendimiento de los mismos, generalmente de manera casi inmediata a su actuación, de ahí que se aplique el término defluvio.

Las alopecias por aumento de la inducción del telógeno se producen como consecuencia del acortamiento del ciclo folicular, con aceleración del paso de los folículos en anágeno a telógeno y la consiguiente caída de cabellos telógenos normales a los 2-4 meses. Son causa de caída intensa (efluvio) y representa para muchos autores una de las formas más frecuentes de alopecia difusa.

Por lo general, son cuadros autolimitados y el tratamiento se fundamenta en tratar la causa que lo origina. Las causas son diversas (Tabla V).

 

Alopecia areata(8,9)

Descripción

La alopecia areata o “pelada” constituye un proceso inflamatorio crónico de probable origen inmunológico, que se caracteriza por una alteración del ciclo folicular con detención brusca del folículo en la fase anágena precoz y el pelo se desprende en telógeno. Es importante, no sólo por su frecuencia, sino también por el deterioro de la calidad de vida que supone. Es una enfermedad universal, que afecta al 0,1-0,2% de la población, con una incidencia similar en ambos sexos; supone del 0,7 al 3,8% de los pacientes atendidos en una consulta dermatológica. Puede iniciarse a cualquier edad, aunque en más de la mitad se inicia antes de los 20 años y el 20 % de los casos, en la infancia.

Etiopatogenia

La causa permanece desconocida, relacionándose con factores genéticos e inmunológicos, además de con circunstancias agravantes o desencadenantes, como el estrés, focos infecciosos crónicos o la constitución atópica.

Es indudable que la herencia juega un papel. Existen diferencias en los distintos estudios en el porcentaje de pacientes con areata y antecedentes familiares, pero en nuestro país se estima en alrededor del 20%. La asociación a la atopia, al síndrome de Down y la concordancia en gemelos son otros datos que apoyan la participación de factores genéticos. Se ha relacionado con determinados haplotipos HLA que, además, influyen en la expresividad del proceso.

Existen múltiples evidencias que apuntan a alteraciones tanto de la inmunidad humoral como celular. Existe un infiltrado mononuclear perifolicular; formado por linfocitos T de fenotipo CD4 activado que, sin que se haya establecido con seguridad, parecen dirigidos contra antígenos de los queratinocitos foliculares, especialmente los de la vaina externa. Se han detectado autoanticuerpos circulantes contra estructuras foliculares y no foliculares (antitiroideos, antimúsculo liso, antiparietales gástricos…) y se asocia con frecuencia con otras alteraciones de naturaleza autoinmune (atopia, tiroiditis, vitíligo, diabetes mellitus tipo 1, celiaquía, anemia perniciosa, gastritis crónica atrófica, artritis reumatoide, Addison…).

El estrés es un factor precipitante incuestionable y, al igual que ocurre en la dermatitis atópica, factores de naturaleza psicosomática contribuyen al mantenimiento del proceso. No hay que olvidar que la alopecia misma puede ser responsable de una indudable tensión emocional.

Clínica

La lesión es típica: una o múltiples placas alopécicas, de superficie lisa sin descamación (Fig. 4), con signo del “pellizcamiento” y signo de tracción positivos y pelos peládicos de Sabouraud (en “signo de admiración”, más gruesos en su extremo distal) en los márgenes si están en actividad. Su instauración puede ser gradual o brusca y la localización más frecuente es en cuero cabelludo, aunque las extracefálicas pueden alcanzar hasta el 30% de casos; si bien, por lo general, acompañando a lesiones en cuero cabelludo. Se han descrito diversas formas de presentación:

Figura 4. Alopecia areata en placa única.

1) En placa única o simple.

2) En placa múltiple.

3) Reticular: placas múltiples confluentes en un patrón de malla o red.

4) Ofiásica, término que alude a la presentación y crecimiento de la placa: surge en región occipital y se extiende por las zonas supraauriculares hacia la región frontal, imagen comparada a la de una serpiente reptando, de ahí el nombre. Es una forma rebelde al tratamiento.

5) Total, con pérdida de la totalidad de pelo de cuero cabelludo, también más frecuente en la infancia.

6) Universal, con pérdida generalizada.

7) Difusa, de difícil diagnóstico, especialmente en adultos al presentarse como una alopecia tipo androgénica. Para el diagnóstico diferencial, hay que explorar la región occipital, no respetada a diferencia de lo que ocurre en las androgénicas.

8) “Sisaifo” u ofiásica inversa, poco frecuente y de patrón inverso a la ofiasis.

Las alteraciones ungueales son frecuentes (10-60%), especialmente en los niños, como se describirán más adelante.

La evolución es impredecible y muestra gran variabilidad. El 95% de los casos infantiles en placa única tienden a la repoblación en menos de un año; mientras que, alrededor del 1% presentarán alopecia total. En las formas severas (total o universal), la probabilidad de repoblación completa es inferior al 10%. Se consideran factores de mal pronóstico: el comienzo precoz, antes de los 15-16 años, la asociación a atopia, ya sea el paciente o familiares de primer grado, la presencia de onicodistrofia, la forma ofiásica y la asociación a enfermedades autoinmunes. La repoblación pilosa es característica: aparece un vello fino y de color más claro en el centro de las placas que progresivamente se irá extendiendo y recuperando el color y grosor normales.

Existen diversos estudios que sugieren que estos pacientes presentan unos rasgos de personalidad especial, con tendencia a la depresión o la ansiedad.

Diagnóstico

Es, fundamentalmente, clínico y sólo en los casos en los que plantee dificultad (formas difusas) se realizará estudio histopatológico. En éste se observa infiltrado peri e intrabulbar mononuclear. En las lesiones de larga evolución el infiltrado inflamatorio puede no ser evidente.

El diagnóstico diferencial en la infancia se establece con la tricotilomanía y las tiñas tonsurantes. La primera presentará una morfología abigarrada, lineal, con pelos rotos en su interior, mientras que, en las tiñas tonsurantes, se observa descamación en la piel subyacente o un cierto grado de inflamación; la observación directa con hidróxido de potasio y el cultivo confirmarán el diagnóstico.

Tratamiento

Ha de ser individualizado, informando al paciente y los padres de las posibilidades y la historia natural del proceso. Ninguno de los tratamientos disponibles modifica el curso final de la enfermedad y, por otro lado, la posibilidad de repoblaciones espontáneas dificulta la valoración final, lo que hay que considerar junto con los posibles efectos secundarios. Antes de evaluar el resultado, hay que mantener la terapia un período mínimo de tres meses. En muchas ocasiones, se emplean tratamientos combinados. No existen en la actualidad tratamientos validados con estudios controlados aleatorizados(9).

Cuando las lesiones son extensas, es conveniente tratar todo el cuero cabelludo, intentando limitar la aparición de nuevas lesiones; si bien, el dejar una placa sin tratar puede indicarnos la presencia de repoblación espontánea.

La elección del tratamiento dependerá de la extensión del proceso, tratamientos previos, edad del paciente y la repercusión psicológica del proceso. Por lo general, se plantean de forma escalonada, comenzando por los tratamientos menos agresivos y manteniéndolos el período aproximado antes descrito. En aquellos pacientes con factores de mal pronóstico (larga evolución, formas extensas u ofiásicas, fracasos terapéuticos previos repetidos) y sin afectación psicológica importante que requiera un apoyo específico, algunos autores optan por la abstención terapéutica, al igual que en niños en formas localizadas sin gran repercusión psicológica dada la repoblación espontánea en corto espacio de tiempo en un 50% de casos.

Medidas generales

En muchas ocasiones y, sobre todo, al alcanzar la adolescencia, la enfermedad determina una disminución de la calidad de vida, limitando las relaciones sociales del paciente. Es importante el apoyo por parte del pediatra, dermatólogo, asociaciones de pacientes y puede ser de gran utilidad la ayuda psiquiátrica o psicológica.

No hay que olvidar en formas extensas el empleo de fotoprotectores o gorros en verano que protejan el cuero cabelludo descubierto.

Tratamientos específicos

Buscan actuar sobre la alteración inmunológica implicada en la etiopatogenia de la alopecia.

Corticoides

Se emplean tópicos, intralesionales y vía oral.

Vía tópica, en solución o gel, se usan como primera aproximación, solos o combinados con minoxidilo (en solución en formas extensas). No existen estudios controlados rigurosos para valorar su eficacia. Son el tratamiento de elección en las formas localizadas infantiles.

Intralesionales se emplean en placas únicas o múltiples con una afectación inferior al 50% del cuero cabelludo, con inyecciones intradérmicas a intervalos de 1-2 cm cada 4-6 semanas para evitar atrofia residual. Se emplean corticoides de depósito, como el acetónido de triamcinolona (el más empleado en niños, 3 mg/ml, 0,05-0,1 ml cada 2 cm con un máximo de 2 ml por sesión) a baja concentración diluidas con anestésico local (mepivacaína al 1%) y realizando un suave masaje para facilitar la extensión y limitar el riesgo de atrofia. Se observa respuesta en 2/3 de los pacientes, siendo especialmente eficaz en cejas. Tratamiento de elección en las formas localizadas del adolescente; en niños pequeños, el dolor puede ser un factor limitante de su uso.

En cuanto a los corticoides orales, pueden estar indicados en formas agudas extensas durante un tiempo limitado de 1-2 meses.

Moduladores de la respuesta inmune

La ciclosporina A, inhibidor de la activación de los linfocitos T colaboradores, se ha empleado vía oral en monoterapia o combinada con prednisona, con la monitorización clínica y la analítica adecuada. Se obtiene repoblación en algunos casos, pero con recidiva al suspender. Otros tratamientos de eficacia cuestionada son: timopentina, isoprinosin, metisoprinol o el extracto de Polypodium leucotomos. El tacrolimus, macrólido inmunomodulador, aprobado en nuestro país para el tratamiento tópico de la dermatitis atópica, se ha empleado también; si bien, la experiencia es limitada y las series de pacientes publicadas son cortas y sin grupo control.

Recientemente, se ha publicado el primer estudio de empleo de metotrexato en alopecia areata infantil(10); si bien con limitaciones (retrospectivo no controlado, serie corta de pacientes), supondría una alternativa más en casos severos.

Inmunoestimulantes

El objetivo de estos tratamientos es inducir una dermatitis de contacto, irritativa o alérgica, e inhibir así los mecanismos inmunológicos responsables del daño folicular por un mecanismo no del todo aclarado. Algunos autores hablan de que la reacción eccematosa determinaría la aparición de células T activadas que inhibirían la respuesta inmune; además, el aclaramiento antigénico acelerado por el infiltrado también colaboraría. Con este fin, se ha empleado: antralina al 0,5-1% en terapia de contacto breve/(20-60 minutos) de acción irritante y moduladora de la respuesta inmune e inmunoterapia tópica con difenciprona o dibutil éster del ácido escuárico, que consiste en sensibilizar al paciente con estas sustancias, que posteriormente se aplican directamente sobre el área alopécica para provocar una reacción eccematosa, con tasas de respuesta del 30-50% en tratamientos largos.

Fototerapia

La PUVAterapia ha sido eficaz en algunos casos extensos y su acción parece ser más “fotoinmunológica”. Sus resultados no han sido muy alentadores y no está indicado en niños.

Existen publicaciones de respuesta a tratamiento con láser excímero a 308 nm en alopecias en placas; si bien, son series cortas de pacientes y no estudios controlados.

Minoxidilo

Se ha empleado en la areata en placas en concentraciones del 2 al 5%, generalmente asociado en formulación tópica a corticoides. Su mecanismo de acción es desconocido, pero parece actuar como mitógeno sobre los queratinocitos, prolongando la fase anágena. Los efectos secundarios fundamentales son: la hipertricosis facial, reversible al suspender el tratamiento, y la dermatitis irritativa de contacto.

Tratamientos inespecíficos

En tanto no actúan directamente sobre los mecanismos implicados en la etiopatogenia del proceso. Se ha empleado la biotina, de mecanismo de acción desconocido pero eficaz, especialmente en niños, la piridoxina, aminoácidos como la cistina o la metionina o minerales como el zinc, en forma de sulfato de cinc o aspartato de cinc, con el que se han comunicado buenos resultados a dosis de 50-100 mg/día en niños, asociado a corticoides tópicos.

Plan de tratamiento

Se establecerá de acuerdo con la extensión del proceso y su evolución, además de considerar factores médicos y la repercusión psicosocial, valorando la relación riesgo/beneficio de cada caso. Se han establecido distintos esquemas según la gravedad del caso y la respuesta terapéutica. Los tratamientos más empleados en las formas localizadas son: las soluciones de minoxidilo solo o combinado con clobetasol (0,025-0,05%), corticoides tópicos de mediana potencia y en ciertos casos intralesionales o la antralina en terapia de contacto breve. Puede asociarse biotina oral (10-20 mg/día). En formas extensas, superiores al 50%, pueden estar indicados los contactantes (difenciprona). En las formas agudas y extensas, podrían emplearse corticoides vía oral.

Alopecia por miniaturización folicular (alopecia androgénica)

Constituye la forma más frecuente de alopecia en el adulto, afectando tanto a varones como a mujeres. La influencia genética es indudable, con una herencia de tipo poligénico. Cuanto más precoz sea su inicio, más severo será el cuadro. Su relevancia en la edad pediátrica tardía es anecdótica, pero si se detecta requiere una valoración clínica minuciosa y exploraciones complementarias dirigidas a descartar la pubertad precoz o cualquier trastorno hormonal subyacente.

Función del pediatra en Atención Primaria

La pérdida de cabello o alopecia es un motivo de consulta frecuente en la edad pediátrica. Muchos casos podrán ser tratados y controlados por el pediatra; mientras que, en otros, será necesaria la derivación al dermatólogo, como: alopecias de diagnóstico dudoso, tiñas inflamatorias severas o no inflamatorias pero sin respuesta al tratamiento, alopecia areata extensa, areata en placa pero sin respuesta al tratamiento corticoideo tópico, efluvios persistentes más de 3-4 meses o alopecias cicatriciales o que requieren de estudio histopatológico.

Alteraciones de las uñas

Las uñas son un anejo cutáneo queratinizado. Además de cumplir una función estética indudable, sus funciones son: protección de los dedos, permitir labores prensiles delicadas y percepción de tacto fino.

Introducción

Las uñas son un apéndice cutáneo queratinizado. De forma esquemática, las distintas partes del aparato ungueal serían: la lámina o placa, rica en proteínas (queratinas), que asienta sobre un lecho vascularizado, limitada por las pliegues ungueales proximal y laterales; la matriz ungueal es el elemento más proximal del lecho y se encarga de producir casi toda lámina de forma constante a lo largo de la vida y es visible en su zona más distal a través de la lámina en algunos dedos, en forma de una zona semicircular y blanquecina, la lúnula. Por último, la cutícula es una extensión acelular del pliegue proximal que se extiende sobre la lámina con una función eminentemente protectora de la matriz y el hiponiquio es la zona distal que se extiende bajo el borde libre de la lámina en su separación del lecho.

Las uñas en la infancia. Cambios fisiológicos

Existen una serie de cambios ungueales o distrofias, frecuentes y reversibles.

El desarrollo completo del aparato ungueal se alcanza al final del segundo trimestre del periodo intrauterino. Al nacimiento, la lámina es delgada, incurvándose sobre el hiponiquio y con frecuencia con descamación laminar distal en capas (onicosquisis). En prematuros de menos de 32 semanas, las láminas pueden no haber crecido de forma completa y ser cortas. La coiloniquia o lámina cóncava en cuchara es un fenómeno fisiológico y transitorio en el neonato y la primera infancia, especialmente en el primer dedo de los pies. También, se observan con frecuencia depresiones transversales de la lámina del neonato, las líneas de Beau, más acentuadas si se produjo sufrimiento fetal. Progresan en sentido distal hasta desaparecer en el primer trimestre.

Durante el resto de la infancia y la adolescencia, las uñas crecen con una velocidad de alrededor de 0,1 mm/día, crecimiento que puede afectarse por numerosos factores fisiológicos y patológicos (Tabla VI)(11).

 

Alteraciones de las uñas

En la infancia las uñas pueden presentar distintos trastornos de diversa naturaleza que deben considerarse, antes de diagnosticar de “micosis” o distrofia ungueal.

Las uñas pueden presentar diversos trastornos, con una expresividad clínica variada. Podríamos clasificarlos atendiendo a la parte de la uña afecta (lámina ungueal, lecho ungueal) o de acuerdo con la edad aparición (congénitos, adquiridos) y el mecanismo implicado (trastornos genéticos, infecciones, traumatismos, tumores, enfermedades asociadas). Vamos a seguir este último.

Trastornos congénitos o hereditarios

Pueden ser defectos aislados o asociados a alteraciones de otras estructuras cutáneas o de otros órganos o sistemas. Alrededor de un 75% de síndromes congénitos presentan alteraciones ungueales entre sus manifestaciones.

Mal alineamiento congénito de la uña

Consiste en la desviación lateral del eje longitudinal de la uña respecto al de la falange distal subyacente en los primeros dedos de los pies. Uni o bilateral, es un proceso frecuente, probablemente hereditario, con un patrón autosómico dominante. Condiciona alteraciones en la lámina, en mayor o menor intensidad dependiendo del grado de desviación: surcos transversos por el traumatismo repetido, hemorragias subungueales y, de manera progresiva, engrosamiento y cambios de coloración por las hemorragias y colonización por microorganismos. Favorece la encarnadura de la lámina en el pliegue lateral (uña encarnada u onicocriptosis) y la inflamación de éste (paroniquia). En casos leves y en ausencia de complicaciones, puede resolverse de forma espontánea en hasta la mitad de los casos antes de los 10 años; sin embargo, si la desviación es marcada, requiere la corrección quirúrgica precoz para evitar la distrofia ungueal permanente y los episodios repetidos de paroniquia.

Alteraciones en el número y tamaño ungueal

Anoniquia significa ausencia de uñas, defecto que puede aparecer aislado y heredado con un patrón autosómico recesivo, o asociado a otras malformaciones o síndromes. La ausencia de todas las uñas o anoniquia total es rara. Pueden existir anomalías óseas subyacentes.

La microniquia o hipoplasia ungueal puede ser esporádica, hereditaria o aparecer en el seno de síndromes malformativos múltiples o exposición a tóxicos in utero (fenitonína, alcohol…). El grado de hipoplasia es variable.

La poliniquia supone la duplicación ungueal, generalmente con uñas de pequeño tamaño (microniquia). Se debe realizar estudio radiológico para descartar duplicación ósea subyacente, como ocurre en el síndrome de Iso-Kicuchi (onicodisplasia congénita del índice). Poliniquia y polidactilia pueden aparecer como defectos aislados o en el seno de cuadros más complejos (trisomía del cromosoma 13, síndrome de Laurence-Moon-Bield).

Síndrome uña-rótula

Conocido también como síndrome de Fong, osteonicodisplasia hereditaria o con el acrónimo correspondiente a sus siglas en inglés, síndrome HOOD (hereditary osteo-onyco-dysplasia), que recoge la existencia de alteraciones en uñas y rótula. Es un trastorno autosómico dominante de expresividad variable y alta penetrancia, con un 20% de casos esporádicos que corresponden a nuevas mutaciones. El gen mutado se localiza en el cromosoma 9 (gen LMX1B, locus 9q34). Presenta una incidencia de 1:50.000 y distribución mundial.

Las deformidades ungueales, anoniquia o microniquia, uñas frágiles con hipoplasia de la lámina o colinoniquia son congénitas y no progresan. Se observan en el 98% de pacientes y se afectan las uñas de las manos, con severidad decreciente del primer al quinto dedo, rara vez las de los pies. Un signo clave es la presencia de lúnulas triangulares(12). Otro dato característico es la ausencia de pliegues cutáneos en la superficie dorsal de las interfalángicas distales.

Las rótulas, aplásicas o luxadas en el 90%, determinan dolores y problemas en la marcha y desarrollo precoz de osteoartritis. Pueden presentar otras alteraciones, como: hipoplasia de cúbito y radio, escoliosis y exóstosis bilaterales posteriores de las palas ilíacas, dato patognomónico (70%).

Además de la osteoartritis, que puede ser incapacitante, es importante el diagnóstico precoz debido al riesgo de desarrollo de enfermedad renal, en alrededor de la mitad de los casos. Puede manifestarse ya en la infancia, pero es más característico el comienzo tardío, en forma de proteinuria asintomática, y puede progresar a glomerulonefritis crónica y fallo renal.

En ocasiones, asocia displasias oculares, retraso mental, convulsiones y trastornos psicóticos.

Requiere un manejo multidisciplinario: ejercicios dirigidos a evitar la osteoartritis traumática, revisiones oftalmológicas periódicas y tratamiento precoz de la enfermedad renal.

Paquioniquia congénita

Trastorno autosómico dominante poco frecuente, de alta penetrancia y expresividad variable, caracterizado por el engrosamiento ungueal. Se distinguen dos variantes, de acuerdo con las alteraciones genéticas de las queratinas y el fenotipo resultante, el más frecuente el tipo I o de Jadassohn-Lewandowsky (56%), por mutaciones de la queratina 16 o 6a. El tipo II o de Jackson-Lawler asocia dientes neonatales, distrofia corneal y quistes a la onicodistrofia, y se han identificado mutaciones de las queratinas 17 o 6b (13).

Ya desde el periodo neonatal, las uñas presentan una coloración amarillenta y, en los primeros meses, se desarrolla una hiperqueratosis subungueal con engrosamiento de la uña y deformación de la lámina en “pinza” o “teja”. Pueden producirse episodios de inflamación periungueal (paroniquia) por sobreinfección candidiásica o bacteriana. Otras manifestaciones asociadas son: presencia de dentición neonatal, placas leucoplásicas en mucosa oral sin riesgo degenerativo, pápulas foliculares en superficie de extensión de extremidades (queratosis foliculares) y, sobre todo, la presencia de queratodermia palmoplantar, con frecuencia asociada a hiperhidrosis, que determina la formación de hiperqueratosis localizadas (callos) y ampollas dolorosas que dificultan la deambulación. Sin embargo, en ocasiones, el trastorno queda limitado a las uñas.

No existe tratamiento específico. Las alteraciones ungueales pueden requerir la matricectomía quirúrgica para evitar el crecimiento de nuevo de la uña distrófica. La queratodermia palmoplantar se trata con queratolíticos tópicos o, incluso, retinoides orales en casos severos (acitretino), con respuestas parciales y temporales. La hiperhidrosis, que favorece la formación de callos y ampollas, se controla con aplicación tópica de preparados de cloruro de aluminio hexahidratado o incluso con inyecciones de toxina botulínica. En la actualidad y gracias a los avances en el conocimiento de la genética de estos trastornos, se están desarrollando terapias génicas específicas para mutaciones dominantes con efecto negativo, como en la paquioniquia congénita(14), con resultados alentadores.

Displasias ectodérmicas

Como se describió en las alopecias, son un grupo heterogéneo de enfermedades hereditarias que cursan con alteraciones variables del pelo, las uñas, los dientes y las glándulas sudoríparas(4). Las alteraciones ungueales son variadas: microniquia, coiloniquia, onicolisis, hiperqueratosis subungueal, surcos longitudinales, onicogrifosis (engrosamiento e hipertrofia de la lámina)… Estos cambios se manifiestan desde el nacimiento o infancia temprana.

Patología infecciosa

Las uñas pueden afectarse en infecciones bacterianas, virales o fúngicas, ya sea por infección directa del aparato ungueal o por interferencia en su crecimiento por una infección sistémica.

Onicomicosis

Con la excepción de la paroniquia candidiásica que comentaremos después, las onicomicosis son excepcionales en la infancia(15). Los adolescentes pueden presentarlas con mayor frecuencia.

La onicomicosis se define como la infección del aparato ungueal por hongos, especialmente dermatofitos. Suelen afectar a las uñas de los pies, con predilección por el primer dedo, en ocasiones asociada a infección del pie (tinea pedis). Si afecta a las uñas de las manos, debemos examinar el cuero cabelludo para descartar una tinea capitis asociada, fuente de infección de la uñas por el rascado o fricción. La infección unilateral del cuarto dedo del pie con engrosamiento de la lámina e hiperqueratosis subungueal es una forma especial de presentación en la infancia(11).

Existen varias formas clínicas dependiendo de la forma de invasión y localización(16). Las más frecuentes son la distal y la lateral, que se expresan en forma de separación de la uña del lecho (onicólisis) con acúmulo de descamación bajo la lámina. Más raras son las formas superficiales (blancas o negras), la proximal subungueal, la endonyx o la distrófica total. El principal patógeno es el Trichophytum rubrum en todos los grupos de edad.

El diagnóstico requiere la confirmación mediante cultivo y examen directo con hidróxido de potasio.

En cuanto al tratamiento, es similar al de los adultos, si bien se tiene menos experiencia con los nuevos antimicóticos orales, muchos no aprobados para su uso en infancia; por lo que, de elección sería la griseofulvina. En cuanto a los tratamientos tópicos, más eficaces que en adultos al ser la lámina más delgada y de crecimiento más rápido, se emplea el bifonazol, asociado a urea para buscar una mayor penetración, la amorolfina, la ciclopiroxolamina y los imidazoles. El objetivo es la curación clínica y la micológica (cultivo negativo).

Infecciones virales

Infecciones virales sistémicas pueden afectar a la actividad de la matriz ungueal, condicionando una detención en el crecimiento de la uña que se expresa en forma de surcos lineales transversales en la lámina que se desplazan distalmente conforme crece ésta, las líneas de Beau, o bien en forma de una separación completa de la lámina del pliegue proximal, onicomadesis. Ambos serían fenómenos transitorios, no asociados sólo con infecciones sistémicas, sino también con enfermedades no infecciosas, como el Kawasaki o el hipoparatiroidismo, la exposición a fármacos, los déficit nutricionales, los traumatismos e, incluso, el sufrimiento fetal. Muchas veces su aparición no está relacionada con la gravedad del proceso. En nuestro país, recientemente se publicó una “epidemia” de onicomadesis en el área de Valencia asociada a la enfermedad mano-pie-boca por Coxsackie A10(17).

Infección local sería el panadizo herpético, primoinfección herpética cutánea en forma de paroniquia debida a la inoculación del virus herpes simple. Se expresa en forma de vesículas agrupadas sobre base eritematosa, dolorosas, periungueales, en ocasiones con adenopatías regionales. Requiere tratamiento analgésico, antiséptico y antiviral, tópico u oral en las primeras 48-72 horas. Pueden producirse recurrencias.

Las verrugas vulgares con frecuencia presentan una localización periungueal. Además de las molestias que condiciona esta localización, pueden producir, cuando asientan sobre el pliegue proximal, surcos longitudinales en la lámina, consecuencia de presionar la matriz ungueal. El tratamiento en esta localización puede ser complicado y prolongado. Los preparados queratolíticos tópicos son de elección.

Paroniquia

Define procesos inflamatorios, generalmente infecciosos (S. aureus, Streptoccocus ß hemolítico), del reborde ungueal, equivalente al panadizo. Se caracteriza por un eritema indurado, doloroso, de los pliegues ungueales, que, en formas evolucionadas (paroniquia crónica), pueden retraerse y ser sustituidos por tejido de granulación. Las formas agudas se caracterizan por colecciones purulentas en los pliegues ungueales que pueden ser drenadas con facilidad con alivio del dolor; las crónicas presentan inflamación de los pliegues ungueales y desaparición de la cutícula. La inflamación puede afectar al crecimiento ungueal, con ondulaciones en la lámina. Generalmente, se relacionan en la infancia con la succión o la onicofagia, que favorece el desarrollo de gérmenes, tanto bacterias como Candida. Si existe afectación de múltiples dedos, e incluso de pies, hay que descartar un proceso subyacente, como hipoparatiroidismo, acrodermatitis enteropática, inmunodeficiencias o candidiasis mucocutánea crónica. El tratamiento se basa en eliminar los factores predisponentes, el empleo de imidazólicos tópicos cuando exista infección por Candida o antibióticos tópicos, como la clindamicina, u orales en formas más severas cuando existe infección bacteriana.

Onicopatías traumáticas

Las alteraciones traumáticas de las uñas pueden plantear problemas de diagnóstico diferencial con otros procesos. La eliminación de la causa o en ciertos casos, la corrección quirúrgica, corrigen el trastorno.

La uña encarnada u onicogrifosis es un trastorno frecuente en el primer dedo del pie, con dolor e inflamación del reborde ungueal y, en casos prolongados, desarrollo de tejido de granulación con exudación y sobreinfección bacteriana. Las formas infantiles pueden relacionarse con un mal alineamiento congénito de la uña, como se comentó, con una hipertrofia del borde lateral ungueal que determina clínica cuando el niño comienza a caminar y que se suele resolver en meses y, por último, puede aparecer en la zona distal de la uña en relación con el gateo, calzado estrecho o corte inadecuado de la lámina, redondeada en los bordes laterales en lugar de recto, que se suele corregir con la edad o evitando esos factores condicionantes. El tratamiento es conservador al inicio, con antibióticos y corticoides tópicos y extracción de la zona clavada. En casos de mal posición congénita o tejido de granulación en exceso, se requiere corrección quirúrgica con distintas técnicas.

Traumatismos menores en las uñas determinan la aparición de una decoloración blanca de la uña por una formación anormal de la lámina con desorganización de queratinas: la leuconiquia. No requiere tratamiento.

Los hematomas pueden observarse como puntos con distribución lineal, siguiendo los surcos del lecho (hemorragias en astilla) o como colecciones dolorosas de mayor volumen. De evolución contusiforme, conforme crece la lámina se desplazan en sentido distal, no formando una banda continua, como los nevos melanocíticos con los que puede plantearse el diagnóstico diferencial.

La onicofagia es un problema frecuente y el traumatismo repetido determina alteraciones ungueales: acortamiento de la lámina, de superficie rugosa, y favorece el desarrollo de paroniquia, uña encarnada y verrugas. El éxito terapéutico de los tratamientos tópicos, orales o psicológicos, requiere de la colaboración por parte del paciente.

Las “uñas de tic” o en “tabla de lavar” suponen una deformidad traumática de la uña del pulgar, uni o bilateral. Se caracterizan por pliegues transversales en la lámina producidos por el traumatismo repetido del pliegue proximal con otra uña. La distrofia media canaliforme es su máxima expresión: una hendidura longitudinal central de la que parten hendiduras menores oblicuas en una imagen de abeto invertido, siempre con tumefacción del pliegue proximal.

Patología inflamatoria de la uña

Enfermedades dermatológicas frecuentes afectan también al aparato ungueal. No existen datos patognomónicos y resulta esencial correlacionar los hallazgos ungueales con las lesiones cutáneas extraungueales, si existen.

La psoriasis es la causa de onicopatía no infecciosa más frecuente. Las lesiones aparecen por afectación de la matriz y/o el lecho ungueal y se objetivan en un 7-39% de casos infantiles, frecuencia que aumenta con la edad y con determinadas formas clínicas (artropática, pustulosa, eritrodérmica, placas); mientras que, es poco frecuente en la psoriasis en gotas(18).

El piqueteado de la superficie ungueal o pitting es la alteración más frecuente, por afectación de la matriz. De distribución irregular, se observa sobre todo en las uñas de las manos.

Más típica es la ”mancha de aceite”, cambio de coloración amarillenta distal próxima al hiponiquio limitada por un borde eritematoso, debida a hiperqueratosis subungueal por afectación del lecho. Casi patognomónica, a diferencia del pitting, es menos frecuente en la infancia. Otras alteraciones descritas serían: líneas de Beau, onicorrexis (fragilidad con fisuración longitudinal), hemorragias en astilla, onicólisis, traquioniquia (uñas de superficie rugosa y deslustrada), paroniquia y mayor riesgo de sobreinfección micótica y bacteriana.

En las dermatitis, y en la forma “estrella” de la infancia como es la dermatitis atópica, también podemos encontrar alteraciones ungueales secundarias a afectación de la matriz, como piqueteado, más tosco e irregular que en la psoriasis, líneas de Beau, onicolisis, ondulación de la lámina o hiperqueratosis subungueal por daño del lecho. Suelen existir lesiones eccematosas periungueales acompañantes.

En la alopecia areata no es infrecuente la presencia de pitting, con depresiones de menor tamaño que en la psoriasis y, en ciertos casos, con una disposición en líneas transversas. También, se ha descrito la presencia de onicolisis, líneas de Beau o traquioniquia(19).

El liquen plano es muy infrecuente en la infancia. Sin embargo, se ha descrito con una frecuencia superior que en los adultos liquen plano con afectación limitada a las uñas, con manifestaciones similares a las del adulto por afectación de la matriz(20): uñas frágiles con estriaciones longitudinales (onicorrexis), láminas adelgazadas con coiloniquia y, raro en la infancia, la formación de pterigion dorsal, prolongación cutánea en V del pliegue proximal. En un 30% de casos infantiles, puede asociar enfermedades autoinmunes. Requiere tratamiento para evitar la deformidad permanente (acetónido de triamcinolona 0,5 mg/kg/mensual i.m. hasta alcanzar crecimiento de la mitad de la uña sana ha mostrado eficacia y seguridad en niños).

Sí es casi exclusiva de la infancia, la paraqueratosis pustulosa, forma de dactilitis falángica distal generalmente limitada a un solo dedo, sobre todo los dos primeros de la mano. Suele observarse en menores de 5 años, más frecuente en niñas, en forma de descamación cutánea acral marcada, con piqueteado de la lámina, onicólisis e hiperqueratosis subungueal. La histopatología muestra cambios de psoriasis o eccema, sin evidenciarse microorganismos. Tiende a resolverse sin recurrencias. Se han empleado para su tratamiento corticoides tópicos. Para algunos autores, representaría una forma limitada de psoriasis o dermatitis atópica o de contacto típica de la infancia, más que una entidad individualizada.

La traquioniquia hace referencia a una serie de cambios en la superficie ungueal que determinan una uña rugosa y opaca (Fig. 5). Puede ser manifestación de los procesos inflamatorios ya comentados (psoriasis, liquen plano, alopecia areata, dermatitis) o de agentes externos. El síndrome de las veinte uñas es un cuadro típico, que no exclusivo, de la infancia, en el que, de forma progresiva, se producen cambios en todas las uñas cuyo resultado último es la traquioniquia. Su curso es variable: casos que se normalizan con el tiempo, mientras que, en otros, es una forma de presentación de los cuadros inflamatorios antes indicados.

Figura 5. Traquioniquia: uñas rugosas y sin brillo.

Patología tumoral de la uña

Los tumores en esta localización no suponen una patología frecuente en la infancia. Las pruebas complementarias (radiología simple, biopsia) resultan esenciales en su diagnóstico y manejo.

Las exóstosis subungueales son crecimientos óseos que alteran la morfología de la uña y producen dolor. Suelen localizarse en el primer dedo del pie y aparecer en relación con traumatismos, sobre todo en adolescentes. Se manifiestan como un tumor cutáneo doloroso subungueal, que eleva la lámina y sin tratamiento produce deformidad permanente. El diagnóstico es fácil: observación del crecimiento óseo en una radiografía simple. El tratamiento es quirúrgico.

La melanoniquia longitudinal es una banda pigmentada que se extiende desde la matriz hasta el borde distal de la lámina. En los niños, el 75% se deben a hiperplasia benigna de melanocitos, principalmente nevos, y un 25% a activación melanocitaria. Los nevos melanocíticos de la matriz ungueal se manifiestan como una banda melánica pigmentada (melanoniquia longitudinal) (Fig. 6), congénita o adquirida, aunque en ocasiones se manifiestan como una melanoniquia completa que se extiende por toda la lámina. El problema lo plantea el diagnóstico diferencial con el melanoma, excepcional sin embargo en la infancia. Si bien, determinadas características clínicas (cambios, extensión del pigmento al pliegue ungueal proximal o signo de Hutchinson) y el estudio mediante dermatoscopia pueden ofrecer datos, sólo se diferencian de forma definitiva mediante estudio histopatológico, indicado en el caso de lesiones de aparición reciente en el adulto, o cambios en la forma, tamaño, color o características dermatoscópicas.

Figura 6. Melanoniquia longitudinal: nevo melanocítico adquirido de la matriz ungueal

En individuos de raza negra es frecuente encontrar hiperpigmentación ungueal, difusa o en forma de melanoniquia longitudinal, afectando a una o varias uñas, hecho que aumenta con la edad. También, se puede observar en la insuficiencia suprarrenal.

Los fibromas periungueales son pápulas de superficie lisa que crecen desde los pliegues ungueales, deformando la lámina por compresión. Pueden ser una manifestación de esclerosis tuberosa (tumores de Koenen, presentes en el 50% de los casos a partir de la infancia) o aparecer de forma aislada. No requieren tratamiento salvo para evitar molestias o deformidades de la uña.

Función del pediatra en Atención Primaria

Las consultas pediátricas por alteraciones en las uñas, si bien no son un motivo frecuente, sí condicionan cierta ansiedad en los padres. Como hemos visto, algunas alteraciones son benignas y reversibles (paraqueratosis pustulosa, traquioniquia, líneas de Beau…), de diagnóstico sencillo; mientras que, en otros casos, su conocimiento puede resultar fundamental en el diagnóstico de procesos de mayor relevancia (p. ej., en el síndrome uña-rótula), o que puedan ser subsidiarias de tratamiento médico (p. ej., liquen plano, dermatitis) o quirúrgico (p. ej., exóstosis).

Bibliografía

Los asteriscos reflejan el interés del artículo a juicio del autor.

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Texto de Dermatología Pediátrica de reciente publicación, didáctico y de gran utilidad en la consulta diaria, estructurado de forma que facilita la rápida consulta de la bibliografía referenciada.

– Camacho F, Montagna W. Tricología. Enfermedades del folículo piloso. Madrid: Biblioteca Aula Médica; 1996.

El “libro” de Tricología en castellano. Aunque extenso y publicado hace 15 años, sigue siendo el texto de consulta fundamental en este campo.

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Revisa las causas más frecuentes de alopecia en infancia; proporciona unas recomendaciones concisas acerca de qué patologías deben ser manejadas en la consulta del pediatra y cuáles han de enviarse a consulta especializada.

– Richert B, André J. Nail disorders in children. Diagnosis and Management. Am J Clin Dermatol. 2011; 12: 101-12.

Revisión actualizada, bien referenciada y completa de los trastornos ungueales en la infancia, clasificados en siete categorías: cambios fisiológicos, alteraciones congénitas-hereditarias, infecciones, enfermedades dermatológicas, enfermedades sistémicas y yatrogenia, tumores y traumatismos.

 

Caso clínico
Niño de 11 años, sin antecedentes de interés. Madre: diabetes mellitus insulinodependiente e hipotiroidismo en tratamiento hormonal sustitutivo. Presenta una placa alopécica localizada en cuero cabelludo desde hace 2-3 semanas, de aparición rápida. Sin proceso infeccioso intercurrente ni antecedente traumático. Desde hace pocos días también pérdida de pestañas.

A la exploración, placa redondeada de 4 cm de diámetro, de superficie lisa, sin descamación y con maniobra de tracción positiva en los márgenes, localizada en región retroauricular derecha; pérdida difusa de pestañas.

 

 

Acné

Temas de FC

J.M. Pascual Pérez*, M.C. De Hoyos López**

*Pediatra EAP. Centro de Salud Pintores. Parla, Madrid.
**Pediatra EAP. Centro de Salud Dr. Pedro Laín Entralgo. Alcorcón, Madrid. Servicio Madrileño de Salud (SERMAS)

 

Resumen

El acné es la enfermedad dermatológica más frecuente, con una prevalencia en la adolescencia casi universal. Constituye un motivo de consulta médica cada vez más frecuente, en el contexto de una conciencia social que apuesta fuerte por la estética y con posibilidades terapéuticas cada día más novedosas y eficaces, exigiendo una actitud menos pasiva por parte de los facultativos en su tratamiento. La mayoría de los pacientes con acné se deben manejar en Atención Primaria, donde la figura del pediatra, desde su posición de especialista accesible y capacitado, debe ser clave para realizar una correcta orientación diagnóstico-terapéutica precoz de esta “enfermedad de la adolescencia”, que cada vez es más prevalente y tiene consecuencias en la edad adulta. Esta revisión tiene por objeto guiar a los pediatras de Atención Primaria para llevar a cabo esta función. Se comentan los principales grupos terapéuticos relacionados con esta patología, orientando su eficacia e indicaciones según los mecanismos etiopatogénicos y el tipo de lesión predominante, además de sus necesidades especiales de farmacovigilancia. Finalmente, se propone una guía de prescripción práctica según la Medicina Basada en la Evidencia y el Uso Racional de Medicamentos.

 

Abstract

Acne is the most frequent dermatologic diseases, with prevalence almost universal in adolescence. Actually it is a reason of medical care in progressive increase, because our society bets strong by the aesthetic and there are new more effective therapeutic possibilities every day. Our patients are demanding a less passive medical attitude in the treatment of acne vulgaris. Most people with acne can be managed in primary care, where the figure of pediatrician, accessible and enabled specialist, play a key position for an early appropriate management of this “adolescent’s disease” that every time has greater prevalence and consequences in adults. This review is intended to help guide primary care physicians and pediatricians for performing this function. We report the main therapeutical drugs, management, efficacy and indications according to physiopathology and the different types of lesion, besides we must control possible adverse effects. Finally, we reports a practical prescribing guideline based on Rational Use of Medicines and Evidence- Based Medicine.

 

Palabras clave: Acné; Adolescente; Atención Primaria; Uso Racional de Medicamentos.

Key words: Acne; Adolescent; Primary Health Care; Rational Use of Medicines.

 

Pediatr Integral 2012; XVI(4): 275-285


Acné

 

Introducción

El acné representa actualmente la patología dermatológica más frecuente. Afecta en torno al 80-90% de los adolescentes, con un pico máximo de incidencia entre los 14 y 17 años(1-4). En nuestro medio, Guerra obtiene una prevalencia del 74% en adolescentes, máxima entre los 14 y 16 años, disminuyendo según avanza la edad (19% de los 18 a 24 años). Sin embargo, este descenso no se correlaciona con su intensidad: estos adultos jóvenes padecen un 30% de formas moderadas o graves y el 50% consultan al dermatólogo (frente al 18% de los adolescentes)(5,6).

Se estima que supone del 25 al 60% de las consultas al dermatólogo (1,4). Sin embargo, Torrelo y cols. sitúan el acné en el quinto grupo más frecuente (sólo un 6% del total) en un estudio prospectivo de incidencia de diagnósticos nuevos en una consulta de dermatología pediátrica hospitalaria durante 10 años (1990-1999). Dada su afectación, en mayor o menor grado, casi universal en la edad puberal, estos datos son reflejo de la frecuente automedicación (incluso sin asesoramiento farmacéutico) y, sobre todo, de que, en la mayoría de los casos, el seguimiento y tratamiento son casi exclusivos de Atención Primaria, siendo las derivaciones más propias de edades no pediátricas (1,3,4). Puede darse en cualquier edad y, así, el 20% de los niños en el período neonatal (acné neonatorum, por paso transplacentario de andrógenos) y los primeros años de vida pueden desarrollarlo (Fig. 1)(2,4,6). Los factores genéticos se evidencian en la alta concordancia entre gemelos y en que en la mitad de los escolares con acné, sus padres también lo presentaron(2,3). La raza negra y la japonesa muestran una incidencia menor que la raza blanca(1). Es igual de frecuente en ambos sexos, aunque las mujeres parecen tener formas más persistentes mientras que, las de los varones son más graves (5,6).

Figura 1.

Hasta hace poco tiempo, el acné era casi aceptado como un proceso fisiológico sin necesidad de terapia salvo en casos muy graves. Pero, cada vez, toma más fuerza la iniciativa de los pediatras de tratar incluso las formas más leves, en prevención de posibles secuelas físicas y psicológicas por su repercusión en la calidad de vida y autoestima(2-4,6,7).

Etiopatogenia

Es una enfermedad inflamatoria crónica de la unidad pilosebácea, que se caracteriza por la formación de comedones, pápulas, pústulas, nódulos, quistes, máculas y/o cicatrices(1,2-4,6). La patogenia del acné parece ser multifactorial, con distinta implicación de los siguientes factores(1-4):

a) Aumento de la secreción sebácea.

b) Hiperqueratosis ductal.

c) Colonización bacteriana por Propionibacterium acnes.

d) Inflamación secundaria.

El exceso de secreción sebácea y la hiperqueratosis ductal producen una obstrucción de los folículos sebáceos y originan los comedones abiertos y cerrados. El acné no es un proceso infeccioso, pero sí existe colonización de Propionibacterium acnes, que condiciona la aparición de mediadores de la inflamación. Existen, además, otros factores que pueden agravar el acné, como son: la menstruación, la aplicación tópica de productos muy grasos o la exposición al cloro(1-3). En cambio, la dieta (chocolate, etc.) y el estrés emocional no han mostrado evidencias de influir sobre el acné(1-4,8).

Diagnóstico

Es de gran utilidad comenzar por una anamnesis detallada sobre: duración y cambios en las lesiones, tratamientos previos y su efectividad (muchos pacientes ya se han automedicado), medicamentos y productos químicos y grado de aceptación o afectación psicológica en el adolescente. En el abordaje diagnóstico del acné, se deben considerar cuatro aspectos fundamentales: tipo de lesión (de predominio inflamatorio o no inflamatorio), gravedad (intensidad – estadio de las lesiones), extensión (afectación de cara, pecho y/o espalda) y factores asociados(1-4).

Tipo de lesión

El acné es un trastorno polimorfo, en el que pueden aparecer distintos tipos de lesiones al mismo tiempo o evolutivamente.

Se diferencian tres tipos de lesiones: inflamatorias, no inflamatorias y residuales
(Tabla I)(1-3,7).

 

El comedón cerrado o punto blanco es una lesión puntiforme, microquística y blanquecina o del color de la piel en la que no se aprecia el orificio folicular. Representa una dilatación del conducto pilosebáceo por la obstrucción ductal. Los comedones cerrados o microquistes son las lesiones más características del acné y las más frecuentes en los púberes(1,7).

El comedón abierto o punto negro constituye una lesión plana o levemente sobreelevada, de menos de 3 mm de diámetro habitualmente, y abierta al exterior, con un tapón córneo central marrón o negro (por el depósito de melanina y que no se relaciona con falta de higiene). Su contenido es duro y seco (Fig. 2).

Figura 2.

La pápula se presenta como una lesión sobreelevada, eritematosa y sin acúmulo de líquido visible. Su tamaño oscila entre 1-5 mm de diámetro y es levemente dolorosa a la palpación, al tratarse de una lesión inflamatoria. Habitualmente, se origina a partir de un comedón abierto y, raramente, de un comedón cerrado.

La pústula es una lesión derivada de la pápula pero más blanca y profunda, con un punto purulento central que se deseca en pocos días. Puede evolucionar a máculas o cicatrices residuales (Fig. 3).

Figura 3.

Los nódulos son lesiones inflamatorias profundas, dolorosas, recubiertas de piel normal o eritematosa (Fig. 4).

Figura 4.

Los quistes, de tamaño variable y contenido purulento, suelen evolucionar a la formación de cicatrices.

Las cicatrices pueden ser deprimidas o hipertróficas (queloides). Son típicas del acné nódulo-quístico. Habitualmente, se localizan en pecho y espalda (en forma de máculas atróficas) y en el ángulo mandibular. También, es frecuente una hiperpigmentación postinflamatoria crónica residual (Fig. 5).

Figura 5.

Finalmente, es importante realizar el diagnóstico diferencial con las “reacciones acneiformes”, las cuales suelen ser monomorfas y no presentan puntos negros. Otros posibles diagnósticos diferenciales se recogen en la tabla II(1-4,10).

 

Gravedad – estadio de las lesiones (Tabla III)

Es muy importante registrar en la historia clínica la intensidad del acné en el momento del diagnóstico, lo cual permitirá realizar una valoración mucho más precisa de la respuesta al tratamiento y su evolución.

No obstante, de manera práctica, se suele simplificar en leve, moderado y grave; y algunos autores hablan de muy grave cuando asocian afectación sistémica (conglobata y fulminans)(1-4,7,8,10).

 

Extensión

El acné afecta, casi fundamentalmente, a la cara (99%), pero también a la espalda (60%) y pecho (15%). Por tanto, no debemos únicamente limitarnos a la inspección facial(1,3,4).

Factores asociados

Existen algunas variantes clínicas de acné secundarias a factores exógenos(2-4):

Acné excoriado: suelen ser mujeres con trastornos psicológicos que pinzan su piel, exacerbando incluso las lesiones más leves.

Erupciones acneiformes por fármacos: corticoides orales y tópicos (acné esteroideo), andrógenos, fenitoína, fenobarbital, isoniazida, rifampicina y otros.

Alteraciones endocrinas: síndrome del ovario poliquístico, síndrome de Cushing y síndrome adrenogenital pueden inducir acné.

Acné exógeno: por cosméticos, aceites, alquitranes, hidrocarburos clorados e, incluso, traumatismos (acné mecánico).

Formas especiales de acné grave, son(2-4,11):

Acné conglobata: forma crónica con múltiples lesiones, muy inflamatorias, intensamente dolorosas, con formación de abscesos y tendencia a la fistulización con un mal olor característico.

Acné fulminans: forma aguda infrecuente, propia de varones en la segunda década de la vida, con múltiples lesiones dolorosas pustulosas que originan úlceras necróticas y cicatrices residuales, localizadas en los dos tercios superiores del tronco. Suele asociar alteraciones sistémicas osteoarticulares.

Por lo general, en el acné no suele ser necesario realizar ningún estudio complementario, salvo en pacientes con signos de hiperandrogenismo (pubarquia precoz, velocidad de crecimiento y edad ósea aceleradas u olor corporal intenso en prepúberes; o alteraciones menstruales, infertilidad, hirsutismo o alopecia androgénica después de la pubertad), a los que se derivará a Atención Especializada para realizar estudio hormonal (testosterona, S-DHEA, LH, FSH) y edad ósea(1-4,8,10). Los cultivos de las lesiones sólo se deben realizar excepcionalmente, en casos de sospecha de foliculitis por Gram-negativos resistentes al tratamiento (lesiones inflamatorias en áreas perioral y nasal)(2-4,10).

Función del pediatra de Atención Primaria: abordaje terapéutico

El tratamiento del acné debe ir dirigido a corregir los factores etiológicos implicados; es decir, regular la secreción sebácea, evitar la obstrucción folicular y formación de comedones y eliminar la proliferación bacteriana y la inflamación. El enfoque terapéutico ha de ser individualizado, considerando la forma clínica del acné y su gravedad, las circunstancias sociales del paciente, edad, sexo y la percepción de la enfermedad por parte del adolescente.

Una terapia pactada y consensuada con el propio adolescente incrementará el grado de adhesión terapéutica y, por tanto, las posibilidades de éxito(2-4,8,9).

Así pues, el pediatra de Atención Primaria representa el especialista más accesible e idóneo para atender la mayoría de los casos de acné juvenil; realizando un abordaje diagnóstico-terapéutico precoz y con un estrecho seguimiento evolutivo que garantizará unos resultados satisfactorios, minimizando la posibilidad de secuelas físicas y/o psicológicas.

Medidas generales:

• Explicar al paciente claramente la naturaleza de la enfermedad, los posibles efectos adversos de la terapia y su duración, habitualmente prolongada, para evitar las falsas expectativas a corto plazo y el abandono terapéutico. Se debe insistir en que el tratamiento busca el “control” de la enfermedad y no utilizar términos como “curación”.

• Detectar posibles factores agravantes o predisponentes (medicamentos, sustancias químicas…).

• Desaconsejar la manipulación de las lesiones e insistir en una adecuada limpieza e higiene cutánea.

• Evitar el uso de cosméticos comedogénicos (cremas, lociones, geles, maquillajes…) y recomendar como alternativa interesante los cosméticos libres de grasa (oil-free).

• No hay evidencia que justifique cambios dietéticos(1-4,8,10).

• Preguntar sobre el impacto psicosocial del acné (problemas en el colegio, dismorfofobia) y, en casos en que parece ser especialmente grave o desproporcionado, considerar usar una escala de calidad de vida para monitorizarlo(3,7,12,13).

Tratamiento tópico

El tratamiento tópico es el pilar fundamental en el que se debe basar el manejo del acné en Atención Primaria. Es la primera línea en formas leves y moderadas, tanto no inflamatorias como inflamatorias(1-5,8-12).

Las principales opciones de terapia tópica se recogen en la tabla IV.

 

No hay evidencias suficientes para recomendar una duración determinada del tratamiento, pero, en general, se recomienda mantenerlo al menos 6 semanas para evaluar su eficacia, y 3 ó 4 meses para obtener el máximo beneficio.

La elección de la formulación (presentación) viene determinada por el tipo de piel y preferencias personales: gel o solución para pieles grasas, crema para secas y loción para grandes superficies. El vehículo puede ser determinante en cuanto a su tolerabilidad (por ejemplo, los geles de base alcohólica suelen ser más irritantes que las cremas)(2-4,10).

Las consideraciones generales del tratamiento tópico se recogen en la tabla V. Se debe dar la información y el plan terapéutico por escrito.

 

Retinoides tópicos

Son derivados naturales o sintéticos de la vitamina A. En España, se comercializan la tretinoína, la isotretinoína, el adapaleno y el tazaroteno (aunque este último sólo tiene autorización en psoriasis). Su efecto fundamental es anti-comedogénico, evitando la formación del tapón córneo en el canal folicular (queratolítico potente). Los retinoides están indicados especialmente en el acné de predominio comedoniano y pápulo-pustuloso leve. Disminuyen la presencia de lesiones en un 40-70%(2,8-10). Pueden combinarse con antibióticos tópicos o peróxido de benzoilo a diferentes horas del día. Suelen tardar en mostrar resultados de 4 a 6 semanas y, además, se debe advertir al paciente que su acné puede parecer empeorar inicialmente, debido a sus efectos adversos más comunes semejantes a una quemadura solar leve (irritación local, sequedad, quemazón y eritema)(2-4,8-11). Pero no existe evidencia de que verdaderamente empeore (aumente el número de lesiones) y, posteriormente, se suele conseguir tolerancia(13). Para minimizarlos, se recomienda aplicarlo gradualmente, empezando por concentraciones menores. Además, especialmente en pacientes con piel muy sensible, se recomienda empezar su aplicación en un área limitada (generalmente, la cara) dejando un contacto inicial de 30 minutos, lavando posteriormente con agua abundante, e incluso a noches alternas hasta poder mantener el producto toda la noche(2-4,8-10). También, pueden producir fotosensibilidad; por lo que, se debe recomendar su aplicación nocturna con lavado matutino, utilizar fotoprotectores y evitar la exposición solar excesiva. Los retinoides son teratógenos y están contraindicados durante el embarazo. En aquellas mujeres en edad fértil que reciban dicha terapia, se recomendará utilizar un método de anticoncepción efectivo(3,4).

Ácido azelaico

Es un inhibidor competitivo de la conversión de testosterona en 5-dehidrotestosterona. Tiene efecto queratolítico y bactericida (sobre P. acnes y S. epidermidis). Se aplica al 20% y puede producir irritaciones (aunque con menor frecuencia que el peróxido de benzoilo) y, excepcionalmente, fotosensibilización. Es despigmentante, por lo que puede ser útil en aquellos casos en que existe hiperpigmentación residual(2-4). Puede ser una alternativa en caso de mala tolerancia a los retinoides tópicos, aunque es menos efectivo(3,4,9,10).

Peróxido de benzoilo

Es un agente oxidante con acción bactericida, comedolítica moderada y antiinflamatoria(1-4,8-12). La reducción de la inflamación, su principal efecto, se consigue incluso a bajas concentraciones, por lo que, ante la falta de respuesta en acné leve o moderado generalmente es preferible asociar otro anti-acnéico comedolítico que incrementar la concentración(4,12). Puede producir, ocasionalmente, eritema, descamación o irritación (exfoliación o peeling) y el 1-2% de los pacientes presentan dermatitis alérgica de contacto. Inicialmente, se aplica una vez al día y, si se tolera bien, dos veces al día; aunque es conveniente no aplicarlo simultáneamente (a la misma hora) con otros preparados tópicos para evitar irritaciones. Conviene advertir al paciente que el peróxido de benzoilo puede decolorar el cabello y la ropa, por lo que se suele administrar por la mañana(1-4,8,10).

Aunque parece que no existe evidencia de que el peróxido de benzoilo asociado en el mismo producto con otros tratamientos tópicos (clindamicina en España) sea más eficaz que los monofármacos por separado, sí parece que pueden ser sinérgicos y, sobre todo, se disminuyen las resistencias bacterianas(2,4,13).

Antibióticos tópicos

Además de su efecto bacteriostático o bactericida frente a P. acnes, tienen un efecto antiinflamatorio directo. Son útiles en las formas leves y moderadas de acné inflamatorio, pero son poco eficaces en los comedones no-inflamatorios. Disminuyen el número de lesiones inflamatorias en un 45-70%(2,8-9). Eritromicina al 2% y clindamicina al 1% son los antibióticos tópicos más ampliamente utilizados; ya que, las tetraciclinas pueden manchar la piel y la ropa de amarillo. Pueden usarse 1 ó 2 veces al día, pero suelen obtenerse mejores resultados si se aplican 1 vez al día en combinación con peróxido de benzoilo u otro agente queratolítico. Es más útil emplear conjuntamente diferentes agentes tópicos dirigidos a distintos aspectos de la patogénesis de la enfermedad, aunque aplicados de manera no simultánea (a distintas horas del día). Su empleo aislado puede conducir al desarrollo de resistencias bacterianas y, por el mismo motivo, tampoco deben utilizarse de manera simultánea con antibióticos orales(1-4,8-13).

Otros agentes tópicos

El lavado con un jabón suave o un limpiador antes de la aplicación de los preparados tópicos contribuye a eliminar el exceso de sebo superficial y los detritus celulares, actuando como agentes coadyuvantes en el tratamiento del acné. Los mejor tolerados son los jabones neutros o ácidos. La higiene facial conviene realizarla dos veces diarias(1-4,8).

Los alfa-hidroxiácidos son ácidos orgánicos naturales (ácido glicólico, láctico, cítrico, málico…) que rompen la cohesión de los queratinocitos y producen un efecto exfoliante superficial. Indicados sobre todo en el acné comedoniano. El más utilizado es el ácido glicólico al 5 y 10% en crema, gel o solución, 1-2 veces diarias. Sus efectos irritantes son escasos.

Los preparados que contienen sulfuros y ácido salicílico presentan, habitualmente, una eficacia inferior al resto de tratamientos tópicos más modernos. Sin embargo, el ácido salicílico puede ser una opción en algunos pacientes con acné comedoniano que no toleran los retinoides(8,10). Los limpiadores abrasivos y el frotado vigoroso están contraindicados, ya que pueden agravar el acné, promoviendo el desarrollo de lesiones inflamatorias(2,3,8).

Tratamiento sistémico

El tratamiento sistémico del acné está indicado en las formas inflamatorias intensas y en aquéllas en las que no hay una respuesta adecuada al tratamiento tópico. Los antibióticos orales son los fármacos de primera línea del acné moderado-grave(1-4,8-11).

Antibióticos orales

Son efectivos en el acné inflamatorio, pero no en el comedoniano puro, ya que no inhiben la secreción sebácea ni alteran la composición del sebo. Tienen efecto bacteriostático y contribuyen a inhibir la quimiotaxis de neutrófilos, generando un efecto antiinflamatorio. Se reservan generalmente para las formas severas, debido al desarrollo de resistencias y por sus potenciales efectos adversos sistémicos. Reducen en un 50-70% el número de lesiones(2,8,9). Sus posibles indicaciones son:

• Fracaso o falta de aceptación del tratamiento tópico en acné leve y moderado.

• Si la afectación de hombros, pecho o espalda dificulta la aplicación tópica.

• O si existe riesgo elevado de cicatrices o cambios pigmentarios.

Los antibióticos sistémicos más empleados son tetraciclinas y eritromicina; mientras que, otros, como cotrimoxazol y ampicilina, han caído en desuso.

Las resistencias a los antibióticos se están incrementando en todo el mundo(2-4,8-11,13). La resistencia a eritromicina es la más frecuente (e incluso muchas de estas cepas también lo son a clindamicina); mientras que, a tetraciclinas es menos común (aunque si la presenta suele ser cruzada con doxiciclina). Sin embargo, existen escasas evidencias de que el fracaso terapéutico se correlacione con la resistencia in vitro demostrada, dado que la eficacia clínica in vivo de los antibióticos ha demostrado ser mayor; por tanto, no están indicados estudios microbiológicos de rutina(2-4,8,10). La ausencia de respuesta tras 2 meses de terapia o el empeoramiento del acné pueden indicar la aparición de resistencias bacterianas o, más raramente, el desarrollo de una foliculitis por Gram-negativos (Proteus, Enterobacter, Pseudomonas o Klebsiella)(2-4,8,10). En general, se debe esperar 2 meses antes de asumir un fracaso terapéutico. Aunque aún es discutido, parece recomendable mantener la terapia antibiótica oral durante al menos 4 meses, si la respuesta clínica es favorable, y se debe proceder a su disminución lenta y progresiva hasta suspenderla(2-4,8).

Según las recomendaciones del Grupo Europeo de Expertos sobre antibióticos orales en acné (2004), no deben usarse en monoterapia, administrándose desde el principio del tratamiento combinado con retinoides tópicos (previenen la formación de microcomedones, lo que les convierte en esenciales como tratamiento de mantenimiento), y puede asociarse, además, peróxido de benzoilo (reduce la posibilidad de cepas resistentes)(2-4,8-11,13). Este último debe ser siempre considerado si se prolonga el antibiótico oral más de 3 meses. No obstante, serán necesarios más estudios para determinar las mejores opciones terapéuticas y su duración.

No se deben asociar con antibióticos tópicos porque aumenta el riesgo de resistencias sin beneficios adicionales(2-4,8-11,13).

Tetraciclinas: son los antibióticos de elección, aunque están contraindicados en gestantes o mujeres con expectativas de embarazo y en niños menores de 8 años, pues producen alteraciones óseas y pigmentación dentaria. Incluso, la mayoría de guías clínicas recomiendan no usarlas en menores de 12 años. Como efectos adversos, pueden producir: fotosensibilidad (especialmente, doxiciclina), intolerancia gastrointestinal, esofagitis (se recomienda tomarlas con abundante agua y no tumbarse durante las 2 horas siguientes) e hipertensión intracraneal benigna (se deben suspender inmediatamente si aparecen cefalea y alteraciones visuales). La minociclina se ha asociado con efectos secundarios que, aunque raros, pueden ser graves: lupus medicamentoso, hepatotoxicidad y trastornos vestibulares (cefalea, ataxia, acúfenos y vértigo); además, típicamente produce pigmentación azulada de las cicatrices previas de acné y, más raramente, coloración negruzca de la piel sana y mucosas. La doxiciclina es la mejor tolerada: no produce pigmentación cutánea ni alteraciones vestibulares, y presenta similar eficacia clínica. Se debe evitar la administración de oxitetraciclina y tetraciclina con las comidas (en especial lácteos) y antiácidos, porque disminuyen su absorción. Por todos estos motivos, los más utilizados son doxiciclina y minociclina, aunque para muchos autores esta última debe ser de segunda línea por ser más cara y, sobre todo, por sus posibles efectos secundarios graves(2-4,8-11,14). Se administran a dosis de 100 mg/día, mantenidos durante 2-3 meses y después se reduce la dosis según respuesta clínica.

Eritromicina: es de segunda elección, en caso de: contraindicación, intolerancia, alergia o falta de respuesta a tetraciclinas(2,4,8). Se emplea a dosis de 1 g/día, repartido en dos tomas, reduciendo dosis según respuesta. Tiene menor eficacia que las tetraciclinas y causa frecuentes molestias gastrointestinales. Otros macrólidos que se han propuesto como alternativa son: azitromicina, josamicina, claritromicina y roxitromicina(2).

Retinoides orales: isotretinoína

Es un metabolito natural (ácido 13 cis-retinoico) de la vitamina A, cuya acción radica en reducir significativamente la secreción sebácea, la cornificación ductal y la inflamación. El efecto sebostático y comedolítico de la isotretinoína persiste después de suspender el tratamiento, consiguiendo en muchos pacientes remisiones completas durante años (80% de los casos)(2). La posología empleada es de 0,5-1 mg/kg/día, según la gravedad y localización del acné, hasta alcanzar una dosis total acumulada de 120-150 mg/kg. La duración del tratamiento suele ser de 4-6 meses, aunque algunos pacientes precisan hasta 10 meses de terapia para conseguir una remisión(1-3,8-10).

No obstante, aunque se precisan estudios más amplios, existen evidencias que indican que es posible que dosis bajas de isotretinoína (0,25-0,4 mg/kg/día durante 24 semanas) puedan ser útiles en acné moderado, con un buen balance entre eficacia y efectos secundarios dosis dependientes. No ocurre lo mismo con regímenes intermitentes, no eficaces por recaídas(13).

La isotretinoína constituye un tratamiento muy eficaz en casos de acné grave, acné moderado resistente a otros tratamientos y aquellos con gran tendencia a formar cicatrices.

Aunque su balance beneficio-riesgo es muy alto, es necesario realizar una minuciosa selección de los pacientes mayores de 12 años a tratar, dado que los efectos secundarios son numerosos y potencialmente graves: sequedad de piel y mucosas (el más frecuente es la queilitis), fotosensibilidad, cefalea, polialtralgias, mialgias, alteraciones visuales (hemeralopia, blefaroconjuntivitis), elevación de los niveles de colesterol y, sobre todo, triglicéridos (no suele ser necesario reducir dosis ni suspender tratamiento), hipertransaminasemia y, más raramente, hipertensión intracraneal benigna (contraindica su asociación con tetraciclinas). Aunque también se ha asociado a ideas de depresión y suicidio, no existen evidencias de relación causal: el riesgo de intentos de suicidio aumenta gradualmente ya durante el año anterior al inicio del tratamiento. No obstante, parece recomendable monitorizar este riesgo durante el seguimiento (hasta un año después de terminado el tratamiento, aunque el pico máximo sea a los 6 meses)(13,15). Se ha estimado un riesgo relativo de depresión asociado a la isotretinoína oral de 2,68(13,15).

Es un medicamento de uso hospitalario, que requiere la prescripción por un especialista en dermatología habituado en su manejo y visado de la inspección médica para ser dispensado(8).

Se recomienda evaluar la función hepática y lípidos antes del inicio del tratamiento y a las 4 y 8 semanas del mismo. El principal inconveniente de la isotretinoína oral es su elevada teratogenicidad (riesgo de malformaciones mayores del 40% en exposición en el primer trimestre del embarazo); por lo que, se debe realizar una prueba de embarazo previa al tratamiento y cada mes durante el mismo, no comenzando el tratamiento hasta el día 2 del siguiente periodo(8).

Las mujeres en edad fértil deberán tomar anticonceptivos orales antes del inicio de la terapia y mantenerlo hasta 2 meses después de suspenderla, ya que el efecto teratógeno persiste un mes después de suspender la isotretinoína. Incluso, en muchas guías se recomienda idealmente asociar un segundo método anticonceptivo de barrera(3,15).

Hasta un 6% presentan un brote de acné en los primeros 2 meses de tratamiento, y puede desencadenar episodios de acné fulminans(2).

A pesar de su elevado coste, los retinoides orales han demostrado ser altamente efectivos y rentables a largo plazo e, indudablemente, han supuesto una verdadera revolución en el tratamiento del acné. Es el grupo más coste-efectivo para el acné moderado y el grave(13).

Tratamiento hormonal

Se debe considerar el uso de anticonceptivos orales combinados en toda mujer con acné que precise un método contraceptivo, ya que reducen el recuento de lesiones, grado de gravedad y la percepción autoevaluada de su enfermedad(2-4,9,12,13,16). Son de elección en mujeres adolescentes con acné e hiperandrogenismo y también en aquellas sin respuesta clínica tras 3 meses de antibioterapia oral o recaída tras un ciclo de isotretinoína oral, independientemente de que exista o no un trastorno hormonal subyacente detectable(2,8). La duración mínima será de 6 meses. Se suele utilizar el acetato de ciproterona asociado a estrógenos (etinilestradiol), con el objetivo de frenar la acción andrógénica a nivel periférico. Sólo está indicado en mujeres mayores de 15 años y con 2 años de menarquia, al menos. Tiene riesgo de tromboembolismo venoso y no tiene indicación con el único propósito de anticoncepción oral, por lo que, tras 3 o 4 ciclos tras conseguir la eficacia máxima en el acné, se suspenderá.

No obstante, la elección del anticonceptivo oral dependerá de las preferencias de la mujer y de los potenciales efectos secundarios, ya que parece que todos los que contienen estrógenos tienen eficacias similares. No existe evidencia clara de que la ciproterona añada beneficios frente a los demás(4,12,16).

La evidencia para el uso de espironolactona (antiandrógeno) en el acné es insuficiente(17). No se deben utilizar anticonceptivos que contengan únicamente progestágenos porque pueden empeorar el acné(2,4,15,16). Una reciente revisión concluye que no hay evidencias que soporten la hipótesis de que la tetraciclina y la doxiciclina disminuyen la eficacia anticonceptiva de los anticonceptivos orales.

Corticoides orales

Los corticoides orales están indicados como coadyuvantes en el tratamiento del acné en los siguientes supuestos:

• Cuando el estudio hormonal confirma una elevada liberación de andrógenos suprarrenales (se administrarán a bajas dosis)(10).

• Y en el acné grave con afectación del estado general (a dosis altas y ciclos cortos para reducir el componente inflamatorio del acné nódulo-quístico o del acné fulminans)(4,10).

Uso racional de medicamentos

En la tabla VI, se recoge una propuesta de guía de prescripción práctica siguiendo criterios de Uso Racional de Medicamentos. Las principales premisas son:

• En general, se debe evitar la monoterapia (especialmente, antibióticos orales) utilizando combinaciones de más de un fármaco que actúen sobre diferentes factores etiopatogénicos.

• Los retinoides tópicos son los más coste-efectivos en el acné comedoniano no inflamatorio. Por su bajo coste y variedad de concentraciones, tretinoína es de primera elección. Isotretinoína y, sobre todo, adapaleno son menos coste-efectivos (aunque este último puede ser una alternativa por ser menos irritante).

• El peróxido de benzoilo es el más coste-efectivo para el acné leve inflamatorio. Son fundamentales para disminuir la aparición de resistencias antibióticas en los tratamientos sistémicos prolongados.

• Los antibióticos tópicos, a pesar de ser eficaces en el acné inflamatorio leve, son mucho menos coste-eficientes y pueden generar resistencias, por lo que se utilizarán sólo como coadyuvantes de otros tratamientos tópicos. También, pueden usarse durante el embarazo, debido a la contraindicación de la mayoría del resto de antiacnéicos(3).

• Los antibióticos orales son el tratamiento de elección para las formas moderadas y/o extensas, nunca en monoterapia, asociados a tratamientos tópicos (excepto a antibióticos). La doxiciclina es la más coste-efectiva.

• La isotretinoína oral y los anticonceptivos orales se reservarán para los casos graves, cicatrices y fracasos terapéuticos, asociados a tratamientos tópicos, si es necesario. No obstante, ambos grupos terapéuticos están ampliando cada vez más sus indicaciones hacia el acné moderado.

• Los antiandrógenos, como acetato de ciproterona y espironolactona, no se deben usar como primera línea de tratamiento hormonal en el acné.

• Generalmente, es necesario un tratamiento de mantenimiento, siendo de elección los retinoides tópicos (al evitar la formación de microcomedones).

 

Criterios de derivación

Si bien la mayoría de los pacientes con acné se pueden manejar en el ámbito de la Atención Primaria, es obvio que algunos casos se deben derivar a Atención Especializada. Atendiendo a las recomendaciones del National Institute for Clinical Excellence (NICE, 2001), los criterios consensuados de derivación del paciente acnéico serían los siguientes:

• Formas severas, tales como acné fulminante o foliculitis por Gram-negativos.

• Formas nódulo-quísticas que se puedan beneficiar de isotretinoína oral.

• Grave repercusión social o psicológica, como el miedo patológico a la deformidad (dismorfofobia).

• Riesgo o desarrollo de cicatrices a pesar de las terapias de primera línea.

• Formas moderadas con ausencia de respuesta al tratamiento, que incluyan 2 ciclos de antibioterapia oral de al menos 3 meses cada uno, siendo el propio paciente quien, probablemente, mejor valore este fracaso.

• Sospecha de trastorno endocrinológico subyacente (síndrome del ovario poliquístico) que precise estudios complementarios y valoración.

• Dudas diagnósticas.

En la práctica, el potencial uso, cada vez más extendido y precoz de la isotretinoína oral, hace que también la derivación al dermatólogo lo sea. Sin embargo, en estos casos es aún más importante el papel del “pediatra de cabecera” en el seguimiento coordinado entre niveles asistenciales (Especializada y Primaria): sigue siendo primordial como apoyo más cercano del adolescente frente a su enfermedad, tratamiento, seguridad y, sobre todo, calidad de vida.

Bibliografía

Los asteriscos reflejan el interés del artículo a juicio del autor.

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Bibliografía recomendada

– BestPractice [base de datos en Internet]. British Medical Journal. Acne vulgaris. [Actualizada el 08/12/2011; consultado el 30/01/2012]. Disponible en: http://bestpractice.bmj.com/best-practice/monograph/101.html

BMJ Evidence Centre ha desarrollado una fuente que combina la evidencia científica más reciente, así como guías clínicas y opiniones de expertos, presentadas paso a paso y que abarcan: información básica, diagnóstico, pronóstico, tratamiento, prevención, seguimiento, segunda opinión médica y, además, acceder desde la misma a la bibliografía, imágenes, recursos en línea, e incluso a los folletos para los pacientes de la enfermedad en cuestión. Ofrece una segunda opinión instantáneamente, evitando la necesidad de consultar múltiples recursos.

– Clinical Knowledge Summaries (CKS). Acne vulgaris (v 1.3/2009). [En línea] [actualizado el 06/2009; consultado el 30/01/2012]. Disponible en: http://www.cks.nhs.uk/acne_vulgaris

Magnífica guía de práctica clínica sobre el acné vulgar, con metodología basada en la evidencia, clara y concisa. Además de la exhaustiva revisión de las diferentes posibilidades terapéuticas, destacamos el manejo de los diferentes escenarios (leve, moderado, severo y mujeres con terapia hormonal). Imprescindible.

– Smith EV, Grindlay DJ, Williams HC. What’s new in acne? An analysis of systematic reviews published in 2009-2010. Clin Exp Dermatol. 2011; 36(2): 119-22.

Resumen de la actualización anual del Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS) sobre acné. Sugiere que no se puede descartar que la dieta pueda influir en el acné: es posible que una dieta pobre en azúcares pueda beneficiar y el chocolate, empeorarlo. Actualmente, no se puede recomendar el tratamiento con láser como de primera línea, ya que, aunque ha demostrado eficacia a corto plazo, se desconocen sus beneficios a largo plazo y, sobre todo, no ha demostrado ser mejor que tratamientos tópicos más sencillos y seguros.

– Simpson RC, Grindlay DJ, Williams HC. What’s new in acne? An analysis of systematic reviews and clinically significant trials published in 2010-11. Clin Exp Dermatol. 2011; 36(8): 840-3 .

Los tratamientos tópicos son más coste-efectivos salvo para el acné moderado-severo, en que lo es la isotretinoína oral. Se insiste en que es posible que la isotretinoína a dosis bajas pueda ser útil en el acné moderado. Los productos botánicos (como el aceite de árbol de té) no tienen evidencia de beneficio.

Estos dos pequeños artículos permiten estar actualizado sobre las publicaciones secundarias más relevantes en acné. El acceso a los Annual Evidence Update completos del NHS se puede consultar en: https://www.evidence.nhs.uk/

– Fernández-Cuesta Valcarce MA. Acné (v.1.2/2009). Guía_ABE. Infecciones en Pediatría. Guía rápida para la selección del tratamiento antimicrobiano empírico [en línea] [actualizado el 09/03/2009; consultado el 30/01/2012]. Disponible en: http://www.guia-abe.es

Excelente documento breve que forma parte de la Guía rápida para la selección del tratamiento antimicrobiano empírico (Guía_ABE). Su formato en forma de ficha facilita su consulta.

– National Guideline Clearinghouse. Strauss JS, Krowchuk DP, Leyden JJ, Lucky AW, Shalita AR, Siegfried EC, et al. American Academy of Dermatology/American Academy of Dermatology. Guidelines of care for acne vulgaris management. J Am Acad Dermatol. 2007; 56(4): 651-63. [Consultado el 05/02/2008]. Disponible en: http://www.guideline.gov/summary/summary.aspx?doc_id=10797&nbr=005625&string=ACNE

Guía clínica de recomendaciones con niveles de evidencia, en la que se reseña el programa de la FDA llamado iPLEDGE para control del riesgo de teratogenicidad de la isotretinoína oral: sistema electrónico que vincula a través de un sitio web www.ipledgeprogram.com a todos los involucrados en el proceso de medicación desde el fabricante hasta el paciente.

 

Caso clínico
Varón de 14 años que acude con su madre a cita del Programa del Niño Sano. En la revisión de su historia clínica, destacan como antecedentes familiares: madre con mastopatía fibroquística y acné persistente en la edad adulta; y hermana de 17 años que ha sido tratada con Roacutan® (isotretinoína oral). En la anterior revisión programada a los 11 años, la intensidad de su acné fue valorada como grado 0 (pre-acné), dándose recomendaciones sobre higiene facial. Hace 4 meses, presentaba acné pápulo-pustuloso moderado, de localización exclusivamente facial, instaurándose tratamiento tópico con peróxido de benzoilo al 5% (2 aplicaciones diarias) y que “si algunas lesiones parecían como infectadas, se añadiera clindamicina tópica” (no era su pediatra habitual al venir por otro motivo principal “de urgencia”).

 

 

Dermatitis atópica

M. Ridao i Redondo
Temas de FC

 
M. Ridao i Redondo

Pediatra. Consultori Local Torrelles de Llobregat. Barcelona

 

Resumen

La dermatitis atópica es una enfermedad inflamatoria de la piel que cursa de forma crónica o recurrente. El prurito es el síntoma guía de la enfermedad. Se asocia, frecuentemente, con asma, rinitis y alergia alimentaria. La prevalencia de la dermatitis atópica está aumentando en todos los países con estilo de vida occidental. La evolución crónica de esta enfermedad afecta a la calidad de vida del paciente y a su familia. Ambos deben implicarse en el tratamiento de mantenimiento diario y conocer el tratamiento de los brotes. Revisamos el tratamiento y las indicaciones de derivación al especialista.

 

Abstract

Atopic dermatitis is an inflammatory disease of the skin with a chronic and recurrent evolution. Pruritus is the main symptom of this disease that is frequently associated with asthma, rinitis, and food allergy. Atopic dermatitis prevalence is increasing in western countries. Chronic evolution of the disease can affect the quality of life of the patients and their families. Both must be implicated in the daily follow up therapy and to know the outbreak treatment. We review the update of the treatment and the indications specialist consultation.

 

Palabras clave: Dermatitis atópica; Niños.

Key words: Atopic dermatitis; Children.

 

Pediatr Integral 2012; XVI(3): 213-221


Dermatitis atópica

 

Introducción

La dermatitis atópica (DA) es la enfermedad cutánea crónica más frecuente en la infancia, se presenta como eccema y cursa a brotes. Su prevalencia ha experimentado un aumento progresivo en las últimas décadas. Actualmente, afecta a más del 10% de los niños en algún momento de la edad pediátrica.

La dermatitis atópica es una enfermedad cutánea inflamatoria crónica y recurrente de la piel, de mecanismo inmunológico, en la que, como consecuencia de reacciones de hipersensibilidad a antígenos variados (alimentos, neumoalergenos, proteínas bacterianas), en niños genéticamente predispuestos, se liberan una serie de factores inflamatorios que producen en la piel lesiones de eccema. Estas lesiones eccematosas están constituidas por espongiosis, edema y microvesículas, que dan lugar a prurito, irritación cutánea, rascado y lesiones inflamatorias simétricas, de aspecto y localización variable según la edad y la ubicación de la enfermedad. Se asocia, con frecuencia, a asma, rinitis y alergia alimentaria(1,2).

Epidemiología

La dermatitis atópica infantil es un problema de salud pública en los países desarrollados, con cifras de prevalencia entre el 10 y el 20%. Dentro de un mismo país, las cifras son más altas en las zonas urbanas y en las poblaciones con mayor nivel de vida. En la adolescencia es más frecuente en mujeres.

Es, fundamentalmente, una enfermedad propia de la infancia y disminuye su prevalencia e intensidad con la edad. En el 60% de los pacientes, se inicia en el primer año de vida, fundamentalmente en los primeros seis meses, en el 85% en los primeros 5 años y sólo un 10% inician la enfermedad después de los 7 años. En el 70-80% de los niños, encontramos antecedentes familiares o personales de enfermedades atópicas.

La incidencia de dermatitis atópica está aumentando en los últimos años, sobre todo en los países desarrollados, en los que están aumentando también todas las enfermedades atópicas. En ellos tenemos cifras de prevalencia por encima del 15%; mientras que, en países en vías de desarrollo, están por debajo del 5%. Estos datos se asocian a los estilos de vida, pues, cuando estos niños emigran, presentan prevalencias en los rangos del país de acogida(3).

Etiopatogenia de la dermatitis atópica

La DA tiene una base genética hereditaria en la que se combinan distintas alteraciones inmunológicas en la piel que condicionan una disfunción de la barrera cutánea.

La asociación familiar de la dermatitis atópica, el elevado nivel de concordancia entre gemelos univitelinos y la asociación con asma y rinitis alérgicas indican una importante implicación de las alteraciones genéticas en su patogenia. Se ha implicado un grupo de genes localizados en el cromosoma 5q31-33, que regulan la producción de interleuquinas de la vía Th2, como son: IL-3, 4, 5 y 13, así como el GM-CSF. Asimismo, se han asociado polimorfismos en el gen SPINK5 en el eccema atópico, así como mutaciones en el gen de la filagrina, implicado en la ictiosis vulgar y con elevada frecuencia de portadores en la población europea. Estas mutaciones dan lugar a alteraciones de la barrera cutánea, con microfisuras, pérdida de agua transepidérmica y alteración del pH cutáneo, que facilitarán la penetración a su través de irritantes ambientales, alergenos (ácaros, alimentos, pólenes), que sensibilizarán, y patógenos como Staphylococcus aureus. Todos estos factores conducen a una infiltración celular de la dermis y a la inflamación permanente de la piel, con un desequilibrio inicialmente de linfocitos TH2, secretores de interleucinas que producirán IgE frente a los alergenos y proteínas (Staphylococcus) y en una fase tardía con respuesta TH1 y fenómenos de autoinmunidad. La inflamación subclínica de la piel persiste aun en las fases libres de brotes(4-6) (Fig. 1).

Figura 1. Defectos en la función barrera en la dermatitis atópica.

Figura 1. Defectos en la función barrera en la dermatitis atópica. Tomado de: Alegre de Miguel. Dermatitis atópica. Disponible en: http://www.uv.es/derma.

Manifestaciones clínicas

Deberemos sospechar que un niño presenta una dermatitis atópica, ante una dermatitis pruriginosa de localización característica, persistente o recurrente, de más de seis semanas de evolución.

Las manifestaciones clínicas de la dermatitis atópica constituyen la base de su diagnóstico, ya que no existen cambios microscópicos ni de laboratorio específicos.

Características de las lesiones cutáneas de la dermatitis atópica

Las lesiones elementales de la dermatitis atópica son: eccema, caracterizado por zonas de eritema, edema, vesiculación, exudación y costras; prurigo, constituido por pequeñas pápulas con vesícula en su cúspide, que desaparece rápidamente con el rascado, siendo sustituida por una pequeña costra; y liquenificación, con placas mal delimitadas, engrosadas, recorridas por surcos que delimitan áreas romboidales brillantes. Pueden presentarse de forma aguda, con exudación serosa muy pruriginosa, subaguda, descamativa y con excoriaciones, y de forma crónica, con engrosamiento de la piel y acentuación de los pliegues. Las distintas fases pueden coexistir o sucederse en el tiempo. Todo ello sobre una piel seca. El prurito es el síntoma guía de la atopia, su ausencia debe hacernos replantear el diagnóstico.

Distribución de las lesiones de dermatitis atópica

Las lesiones de la dermatitis atópica siguen una distribución característica según la edad del paciente:

1. Lactantes. Comienzan a partir del segundo mes, con un exantema eritematoso, con gran componente exudativo que forma costras y se localiza en mejillas, frente y pliegues auriculares, respetando el triángulo nasolabial. Se extiende al cuero cabelludo, la parte anterior del tronco y superficies de extensión de las extremidades de forma simétrica con placas eccematosas. El área del pañal suele estar indemne (Fig. 2).

Figura 2.Dermatitis atópica del lactante

Figura 2. Dermatitis atópica del lactante.

2. Niños: 2 a 12 años. Las manifestaciones cutáneas pueden comenzar en esta fase, o bien reanudarse tras un intervalo libre de hasta 2 ó 3 años. Característicamente, afecta a los pliegues antecubitales y poplíteos. El gran prurito que presentan da lugar a liquenificación crónica cutánea y fácil sobreinfección bacteriana (impétigo), vírica (moluscum) o fúngica. Otras localizaciones típicas son caderas, muñecas, pliegue auricular, párpados, región peribucal, queilitis, manos, dedos; es típica la pulpitis pruriginosa y en la planta de los pies. Los rebrotes son habituales en otoño y primavera (Figs. 3 y 4).

Figuras 3 y 4. Lesiones típicas de la dermatitis atópica en escolares.

Figuras 3 y 4. Lesiones típicas de la dermatitis atópica en escolares.

3. Adolescentes y adultos. Las lesiones papulosas y de liquenificación predominan en esta fase sobre una base de intensa xerosis. Se localiza preferentemente en grandes pliegues de extremidades, tercio superior de brazos y espalda, dorso de manos y pies y en los dedos.

Manifestaciones menores de la dermatitis atópica

Representan los signos de sospecha de la dermatitis atópica, tales como piel seca, pequeñas fisuraciones en el pliegue del lóbulo de la oreja, de los dedos de manos y pies, enrojecimiento y descamación del dorso de los dedos de los pies o las boqueras. Con frecuencia, se observa: hiperlinealidad palmar, alopecia en la cola de las cejas, pitiriasis alba y lengua geográfica.

La hiperqueratosis pilar, que da aspecto de “piel de gallina”, se localiza en glúteos, región deltoidea, cara externa de muslos, tronco y una placa eritematosa en mejillas. No es pruriginosa.

Los rasgos que definen la cara atópica son: el pliegue infraorbitario de Dennie-Morgan, las ojeras oscuras y la palidez facial.

En el curso de la dermatitis atópica, pueden presentarse alteraciones oculares, como la catarata subcapsular anterior, que, aunque poco frecuente, debe considerarse en la segunda década de la vida y es específica de esta enfermedad. Mucho más raro es el queratocono, que se relaciona con el frotamiento excesivo del ojo(7).

Diagnóstico y valoración de la gravedad

Sospecharemos que un paciente presenta una dermatitis atópica ante una dermatosis pruriginosa persistente o recurrente que cumpla los criterios diagnósticos (Hanifin/Rajka). Valoraremos la severidad clínica aplicando el índice SCORAD. Si la encuesta alimentaria es positiva o se asocia asma o rinitis, remitiremos al alergólogo para estudio etiológico.

Debido a la gran diversidad de formas de presentación, varios grupos de trabajo han intentado constituir criterios uniformes para el diagnóstico. Los más aceptados entre los pediatras y alergólogos infantiles son los de Hanifin y Rajka de 1980 (Tablas I y II). Para la valoración de la extensión y gravedad de las lesiones, utilizamos el índice SCORAD (Severity Scoring of Atopic Dermatitis) propuesto por el Consensus Report of the European Task Force on atopic dermatitis. En la revisión de Charman y Williams, sobre los diferentes métodos de medida de la gravedad de la dermatitis atópica, evaluando su grado de validez, fiabilidad, sensibilidad al cambio y aceptación, solamente el SCORAD cumplió todos estos requisitos. El SCORAD valora la extensión (por la regla del 9 semejante a la de los quemados) y la intensidad, puntuando de 0 a 3 las lesiones. La presencia de sequedad de la piel se evalúa en zonas de piel no afectadas. En tercer lugar, los síntomas subjetivos (prurito y pérdida del sueño), valorados por los padres o los niños mayores. Según la puntuación obtenida, se han establecido tres grados: DA leve, puntuación de 0 a 25; moderada, puntuación de 25 a 50; y grave, puntuación mayor de 50(8-10)(Fig. 5).

Tabla I. Criterios de Hanifin y Rajka para el diagnóstico de dermatitis atópica
 
Tabla II. Criterios diagnósticos de la dermatitis atópica (DA) (grupo británico)

Figura 5. Valoración de la gravedad y extensión de las lesiones de eccema en el niño (SCORAD)

Figura 5. Valoración de la gravedad y extensión de las lesiones de eccema en el niño (SCORAD)

Diagnóstico diferencial

Los dos signos guía son la distribución de las lesiones y el prurito.

Podemos hacer un amplio diagnóstico diferencial, pero, básicamente, hemos de pensar en:

Dermatitis seborreica: suele ser más precoz, localizada en el cuero cabelludo (costra láctea), cejas y pliegues inguinales. Presenta descamación importante y exudado sebáceo, amarillento. Afecta el área del pañal y pliegues. No suele existir prurito.

Dermatitis de contacto: puede coexistir con la dermatitis atópica, pero la vemos en niños normales expuestos a irritantes, como la orina, la saliva, las heces, o algunos detergentes. Es menos seca y pruriginosa.

Escabiosis: lesiones con surco y vesícula, intenso prurito de predominio nocturno. Otros miembros de la familia están afectos.

Dermatitis herpetiforme: es una erupción vesiculosa muy pruriginosa, que se distribuye de forma simétrica en las superficies de extensión y en la zona lumbar. Se asocia a enfermedad celíaca, que puede ser subclínica.

Dermatitis alérgica de contacto: se limitan al área de contacto con el material alergénico. La localización repetitiva nos pone sobre la pista. No suele aparecer en los primeros meses de vida.

Psoriasis: lesiones descamativas en placas, localizadas en codos, rodillas, cuero cabelludo y, clásicamente, en las uñas. Afecta el área genital y al ombligo.

Otros múltiples síndromes podrían entrar en un diagnóstico diferencial más amplio y complejo en el que deberá participar el especialista(11).

Tratamiento y calidad de vida

La implicación y comprensión de las familias y pacientes de que la DA es una enfermedad crónica que va a mejorar con la edad pero, sobre todo, con sus cuidados diarios, es fundamental para una mejor evolución y calidad de vida.

Hay que estar atentos a sentimientos de vergüenza, rechazo, irritabilidad, falta de concentración, tanto por la enfermedad como por los tratamientos. Los factores que más influyen en la calidad de vida son el prurito y los trastornos del sueño. Para las familias representa, además de una carga de trabajo, cambios en el estilo de vida y una sobrecarga económica. Puede ser necesario el apoyo psicológico en los casos graves.

La estrategia terapéutica debe dirigirse hacia dos aspectos, el intervalo libre o tratamiento de base de la piel y el tratamiento del brote de dermatitis atópica(11-13).

Cuidados permanentes

Dirigidos a restaurar la barrera cutánea y, por tanto, a disminuir los brotes y mejorar la calidad de vida del niño al controlar el prurito (Tabla III).

 
Tabla III. Dermatitis atópica: consejos para el paciente y su familia

Como norma general, hay que evitar el calor excesivo en casa y, sobre todo, en el dormitorio y mantener un nivel de humedad moderada-alta. La ropa en contacto con la piel debe ser de algodón, amplia y blanca, evitando lana y fibras sintéticas. Hay que quitar las etiquetas interiores de la ropa. La ropa se lavará con un detergente suave, sin lejía ni suavizante. Debe aclararse con agua abundante.

Actualmente, se recomienda el baño/ducha diario de unos cinco minutos de duración, con agua tibia a unos 33º y jabones de pH ácido sin detergente. Si hay lesiones muy secas, los aceites de baño o baños en avena coloidal un par de veces en semana, además de limpiar la piel, facilitan la posterior hidratación. No hay que frotar con esponja. Secaremos con toques suaves, sin frotar. Con la piel aún húmeda y de forma rápida, hidrataremos la piel con una crema emoliente, podemos optar por la vaselina. Hay que tener en cuenta tanto el aspecto estético como el económico. Hay que insistir en que la crema hay que aplicarla de forma habitual dos veces al día, pudiendo reducirse si hay una mejora, pero reintroduciendo crema emoliente y tratamiento con corticoides o immunomoduladores precozmente para conseguir un control rápido de la inflamación si hay un brote. El niño atópico debe llevar las uñas bien cortadas para evitar lesiones de rascado.

Los baños de mar, evitando la exposición prolongada al sol, son recomendables. No así las piscinas, por los desinfectantes y cloro que contienen.

No se deben poner en marcha dietas de exclusión de forma empírica. Si sospechamos de la relación entre la dermatitis atópica y la ingesta de un alimento, hay que demostrarlo mediante un estudio alergológico con test de provocación. No está indicada la prescripción de leches especiales si no se demuestra la sensibilización a proteínas de leche de vaca. Algunos alimentos picantes o ácidos pueden actuar como irritantes locales y sólo deben retirarse en los brotes. En niños mayores, debe descartarse la sensibilización a neumoalergenos o epitelios animales a fin de efectuar medidas de evitación si es necesario.

Los niños con dermatitis atópica deben recibir las vacunaciones del calendario vacunal del niño sano, retrasando unos días o semanas una dosis si hay un brote agudo. Su respuesta inmunológica y sus complicaciones son similares a las de la población general. Debe recomendarse la vacunación de varicela a partir de los 12 meses, administrándose por vía subcutánea en una zona libre de dermatitis y en la que, por tanto, no se hayan aplicado ni corticoides ni immunomoduladores tópicos.

Tratamiento de los brotes

Controlar el picor

Es el primer signo clínico en aparecer y el rascado agrava las lesiones. Hay que mantener las uñas cortas para dificultarlo. Para reducir el picor, utilizaremos en niños mayores de 6 semanas hidroxicina (2 mg/kg/día fraccionados en dos dosis) por el efecto sedante, que añade a su acción antihistamínica. También, podemos utilizar una dosis única nocturna si el prurito predomina de noche (1 mg/kg).

No se deben utilizar antihistamínicos tópicos.

Eliminar la inflamación

Escalonaremos el tratamiento en función de la gravedad de los síntomas. Hay que ser precoz en el uso de los antiinflamatorios tópicos (Fig. 6).

En las DA moderadas-graves, evaluaremos el tratamiento de mantenimiento proactivo, fuera del brote con uso de antiinflamatorios tópicos 2 veces a la semana en las zonas afectadas. Se obtiene un mayor tiempo de remisión clínica y un menor consumo total de fármacos.

Figura 6. Escalones de tratamiento según la gravedad de la dermatitis atópica.

Figura 6. Escalones de tratamiento según la gravedad de la dermatitis atópica.

Corticoides tópicos

El control de la inflamación es la medida más eficaz para reducir el picor. Clásicamente, se utilizan corticoides tópicos. La elección del preparado varía en función de la edad, la extensión y la gravedad de las lesiones. En lactantes y en la cara y axilas, preferiremos la hidrocortisona en crema, dos dosis diarias. En lesiones cronificadas en extremidades, se pueden utilizar los corticoides de potencia alta en pomada o ungüento. Una sola dosis diaria en capa fina para controlar los posibles efectos secundarios, como: atrofia cutánea, petequias, estrías atróficas, hipertricosis, despigmentación o foliculitis. Son posibles efectos sistémicos con los de alta o muy alta potencia a dosis superiores a 20 g en niños y 10 g en lactantes. Hay que recordar que el pañal actúa como una cura oclusiva y puede aumentar la absorción hasta 100 veces. La aplicación en párpados debe hacerse con precaución, pues, en algún caso, puede originar glaucoma. (Tabla IV). En las formas exudativas, utilizaremos como excipiente cremas, en las lesiones muy secas y liquenificadas, pomadas o ungüentos, y en el cuero cabelludo, lociones o geles. Los aplicaremos después del baño, con la piel limpia, descostrada y bien hidratada.

Tabla IV. Corticoides tópicos. Clasificación según la potencia

Debemos evitar utilizar los corticoides ante infecciones virales de la piel y utilizarlos con precaución si hay una infección bacteriana, después de iniciar un antibiótico o bien en asociación.

Inmunomoduladores (inhibidores tópicos de la calcineurina)

Pimecrolimus

Inhibidor selectivo de las citocinas inflamatorias producido por el Streptomyces hygroscopicus con indicación para dermatitis atópica leve-moderada. Su efectividad, que es rápida, no disminuye con el tiempo, ni se produce efecto rebote al suspenderlo. Presenta un patrón de seguridad muy bueno, aplicándolo en crema al 1% en dos dosis diarias un tiempo máximo de seis semanas. Cuando ya se ha utilizado el producto y se ha controlado el brote, en un nuevo rebrote pueden ser suficientes tratamientos precoces de 2-3 días. Su ficha técnica lo indica a partir de los 2 años. Se puede utilizar en cara y cuello. El emoliente debe aplicarse después. No debe aplicarse si se sospecha infección bacteriana o fúngica.

Tacrolimus

Es un macrólido producido por el hongo Streptomyces tsukabaensis. Tiene una potencia antiinflamatoria similar a la de los corticoides tópicos de potencia alta. Se debe utilizar al 0,03% en niños de 2 a 16 años en dos aplicaciones diarias durante tres semanas como máximo. En el brote y actualmente se recomiendan tratamientos de mantenimiento (proactivos) 2 veces por semana, separados por tres días para controlar la inflamación subclínica. La Agencia Europea del Medicamento ha aprobado la indicación del tacrolimus al 0,03% en pomada como tratamiento de mantenimiento de la dermatitis atópica moderada a grave en niños mayores de 2 años en pacientes con 4 o más brotes por año. Hay que advertir que, al aplicarlo sobre lesiones en estado agudo, produce escozor durante unos minutos, que desaparece con la mejoría de las lesiones en 3 o 4 días. Debe aplicarse una hora después del baño, con la piel bien seca, y utilizar los emolientes después, ya que su uso previo disminuye la penetración del producto. Tiene un precio elevado. No produce atrofia cutánea, pero hay que tener precaución si en el ambiente escolar o familiar hay infecciones herpéticas. No debe utilizarse si se sospechan impétigo, herpes, verrugas o molusco contagioso.

Tratamiento de las sobreinfecciones

Se administrarán antibióticos tópicos y/o sistémicos en función de la gravedad y extensión. Tópicamente, elegiremos el ácido fusídico, por su baja concentración mínima inhibitoria y su capacidad de penetración. Si lo asociamos con corticoides, lo haremos con hidrocortisona o betametasona al 1%. En lactantes pequeños, si se sospechan gram negativos, con cultivo positivo, en lesiones periumbilicales, perianales y retroauriculares, se recomienda la gentamicina tópica, aunque crea resistencias con mucha rapidez.

Por vía general, se recomienda amoxicilina-clavulánico a 50 mg/kg/día cada 8 horas y, como alternativa, cefadroxilo, 15 mg/kg cada 12 horas en mayores de 6 meses.

Otros tratamientos

Fototerapia

La aplicación natural al sol debe hacerse en mayores de 2 años, por la tarde, durante poco tiempo y aumentando la exposición de forma progresiva.

En unidades especializadas, se aplican rayos ultravioleta de banda estrecha, que tienen un efecto antiinflamtorio, a niños mayores de 7 años con dermatitis atópica grave que no responden a tratamiento convencional.

Corticoides sistémicos

Son de utilización excepcional en la dermatitis atópica, en caso necesario se utilizarán a 0,5-1 mg/kg/día entre 5 y 7 días.

Inmunosupresores vía oral

Ciclosporina, azatioprina, metrotexate en casos graves y siempre de uso por el especialista.

Anticuerpos monoclonales

Entre ellos omalizumab ha ofrecido resultados favorables en pacientes tratados por su asma persistente y refractaria, es necesario evaluar beneficios y coste.

Inmunoterapia frente a alergenos

No hay indicación en la dermatitis atópica aislada en el momento actual.

Normas de control ambiental

Si se demuestran sensibilizaciones a ácaros, pólenes o epitelios, tanto en niños con síntomas respiratorios como en los que no los presentan, ya que la sensibilización a través de la piel es un hecho demostrado.

Atención psicológica

Aproximadamente, el 80% de los niños con DA tienen trastornos del sueño y el 60% refieren alteración de sus actividades diarias. Habrá que valorar, pues, la calidad de vida de niños y padres, teniendo en cuenta que el origen genético de la enfermedad puede generar sentimientos de culpa y sobreprotección. El estrés, el tiempo, los costes económicos de todos los emolientes y fármacos son factores a tener en cuenta. En casos graves, la psicoterapia puede modificar conductas y se ha mostrado beneficiosa al reducir el estrés y, sobre todo, para el control del prurito.

Probióticos, antioxidantes, aceites esenciales, homeopatía

No hay evidencia suficiente para recomendarlos.

Derivación del niño con DA al especialista

Además del diagnóstico clínico, es preciso indagar en las posibles causas y en los factores desencadenantes que pueden mantener o agravar las lesiones. Si hay alimentos claramente implicados, recomendaremos dieta de exclusión hasta que el especialista efectúe el estudio alergológico. También, estudiaremos neumoalergenos en niños cuya dermatitis atópica se asocia a patología respiratoria o que debuten en la época escolar o adolescente(14).

Derivaremos al dermatólogo a los niños que nos presenten dudas diagnósticas o a aquellos con dermatitis moderadas-graves que no responden a un tratamiento adecuado durante un tiempo prudencial.

Bibliografía

Los asteriscos reflejan el interés del artículo a juicio del autor.

1.** Curso de Formación Continuada en Dermatitis Atópica. 2006-2007. Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria. Madrid: Ergon; 2007.

2.** Querol Nasarre I. Dermatitis atópica. Rev Pediatr Aten Primaria. 2009; 11: 317-29.

3.** Morales S, García-Marcos A, González D, Arnedo P, Domínguez A, Busquets M, et al. Prevalencia de dermatitis atópica y factores nutricionales en niños de 6-7 años. Aten Primaria. 2007; 9(7): 355-60.

4.** Conde-Taboada A, González-Barcala FJ, Toribio J. Dermatitis atópica infantil: revisión y actualización. Actas Dermo Sifiliogr 2008; 99: 690-700.

5.*** Martín Mateos MA, et al. Guía de Tratamiento de la Dermatitis Atópica en el niño. Documento de Consenso Grupo de Expertos. Madrid: Ergon; 2011.

6.* Alegre de Miguel. Dermatitis atópica. Citado el 11 Nov 2011. Disponible en: http://www.uv.es/derma

7.*** Martorell A, Martorell A, Febrer MI, Rodríguez M. Dermatosis crónicas en pediatría: Dermatitis atópica. Dermatitis de Contacto. En: Martín Mateos MA. Tratado de Alergología Pediátrica. Madrid: Ergon; 2011. p. 179-98.

8.** Muñoz López F. Dermatitis atópica en la edad infantil. Valoración de la gravedad y tratamiento. Jano. 2002; 62: 52-7.

9.** Ridao Redondo M. Dermatitis atópica: Clínica, diagnóstico diferencial y tratamiento. Pediatr Integral. 2008; XII(3): 259-66.

10.** Puig L, Peramiquel L. Seguimiento de la dermatitis atópica. Barcelona: Publicaciones Permanyer; 2003.

11.** Sendagorta Cudos E, De Lucas Laguna. Tratamiento de la dermatitis atópica. Rev Pediatr Aten Primaria. 2009; 11: 49-67.

12.*** Akdis CA, Akdis M, Biber T, Bindslev-Jensen C, Boquniewicz M, Eigenmann P, et al; European Academy of Allergology and Clinical Immunology/American Academy of Allergy, Asthma and Immunology. Diagnosis and treatment of atopic dermatitis in children and adults: European Academy of Allergology and Clinical Immunology/American Academy of Allergy, Asthma and Immunology/PRACTALL. Consensus Report. J Allergy Clin Immunol. 2006; 118: 152-69.

13.*** Scottish Intercollegiate Guidelines Network (SIGN). Management of atopic eczema in primary care. Edinburgh: SIGN; 2011. (SIGN publication no. 125). [March 2011]. Available from URL: http://www.sign.ac.uk

14.** Fernández Benítez M. Implicación etiológica de los alimentos en la dermatitis atópica: datos a favor. Allergol et Inmunopathol. 2002; 30(3): 114-20.

Bibliografía recomendada

– Martín Mateos MA, et al. Guía de Tratamiento de la Dermatitis Atópica en el niño. Documento de Consenso Grupo de Expertos. Madrid: Ergon; 2011.

De forma clara y actualizada, revisión del tratamiento por parte de dermatólogos, alergólogos y pediatras. Una guía de consenso imprescindible y recién publicada.

– Martorell A, Martorell A, Febrer MI, Rodríguez M. Dermatosis crónicas en pediatría: Dermatitis atópica. Dermatitis de Contacto. En: Martín Mateos MA. Tratado de Alergología Pediátrica. Madrid: Ergon; 2011. p. 179-98.

Tratado de Alergología Pediátrica, ya en su segunda edición, para tener un libro de consulta sobre todos los aspectos relevantes de la alergología infantil. Realizado por reconocidos expertos.
Capítulo dedicado a las dermatosis crónicas dentro de un tratado que constituye una revisión actualizada, bien organizada y muy útil para ampliar conocimientos en alergología pediátrica.

– Scottish Intercollegiate Guidelines Network (SIGN). Management of atopic eczema in primary care. Edinburgh: SIGN; 2011. (SIGN publication no. 125). [March 2011]. Available from URL: http://www.sign.ac.uk

Guía realizada según la metodología de evidencia científica. Revisa el manejo y tratamiento de la DA en Atención Primaria.

 

Caso clínico

Niña de 20 meses que consulta por presentar dermatitis pruriginosa localizada en zonas de extensión de brazos y piernas. En la cara predomina a nivel palpebral y en zona peribucal.

Antecedentes familiares

Un hermano de 3 años con piel seca que ha mejorado con la edad. Padre con clínica de rinoconjuntivitis primaveral, no estudiado.

Antecedentes personales

Desde los 11 meses presenta piel muy seca con brotes intermitentes de dermatosis pruriginosa en mejillas y muslos. Ha presentado tres episodios de sibilantes, coincidiendo con episodios catarrales febriles al inicio de la guardería.

Exploración física

En el momento de la visita, correcto desarrollo pondo-estatural. Peso: 11,8 kg, talla; 84 cm. Palidez facial, ojerosa con pliegue infraorbitario. Piel muy seca, con dermatitis en párpados superiores, tronco y extremidades inferiores. Lesiones de rascado. Valoración del índice SCORAD: 23 (grado de dermatitis atópica leve).

Exámenes complementarios

Hemograma normal. IgE: 128 Ku/L. Immunocap Rapid positivo a epitelio de gato.

Evolución

Con el diagnóstico de dermatitis atópica, se instaura tratamiento con antihistamínicos de primera generación, emolientes y normas generales de cuidado de la piel. Sobre las lesiones inflamatorias de los pliegues se instaura tratamiento con dos dosis diarias de hidrocortisona.

Se recomienda evitar el contacto con el gato que está presente en el domicilio de la abuela.

Se remite al alergólogo para realizar estudio alergológico.

 

Bases diagnósticas de las enfermedades cutáneas

Regreso a las bases

 

T. Pozo Román

Hospital Universitario Río Hortega de Valladolid

 

Pediatr Integral 2012; XVI(3): 252.e1-252.e19


Bases diagnósticas de las enfermedades cutáneas

 

Introducción

En Dermatología, los antecedentes personales o familiares, o los síntomas que pueda referir el paciente son importantes, pero el diagnóstico en general se basa en el reconocimiento e identificación de las lesiones (Tabla I), así que en este artículo nos vamos a centrar en la exploración del paciente, ayudándonos para ello de ejemplos de enfermedades en las que los datos de la exploración sean los más relevantes.

Tabla I. Lesiones elementales. Clasificación

Algunas lesiones cutáneas son tan características que su presencia prácticamente nos da el diagnóstico de la enfermedad, es el caso de los habones (urticaria) o las pápulas umbilicadas (molusco contagioso), pero con frecuencia tendremos que hacer un diagnóstico diferencial y para ello debemos fijarnos también en los demás aspectos de la erupción cutánea: el patrón de distribución, su disposición, su evolución y frecuentemente las complicaciones.

Lesiones elementales

Manchas o máculas

Por definición, una mancha es un cambio de coloración en la piel que no hace relieve, generalmente circunscrita, pero a veces más o menos generalizada. Según su origen, podemos clasificarlas en: hipocrómicas (ausencia de los melanocitos o disminución de su actividad), hipercrómicas (aumento del número o de la actividad de los melanocitos), vasculares (dilataciones vasculares permanentes), eritemas (dilataciones vasculares temporales), púrpuras (extravasaciones de hematíes) o por depósito de sustancias, ya sean de origen interno o externo.

Máculas hipocrómicas

El prototipo de mancha blanca es el vitíligo (Fig. 1). Las lesiones son absolutamente blancas (acrómicas) y se localizan característicamente sobre prominencias óseas (dorso de manos, rodillas, tobillos) y también en zonas donde la pigmentación suele ser mayor, como la zona genital, la cara, las axilas o las ingles. Es asintomático y es frecuente la existencia de antecedentes familiares.

Figura 1. Vitíligo.

Figura 1. Vitíligo.

El diagnóstico diferencial se plantea con el piebaldismo o albinismo parcial (Fig. 2), que existe desde el nacimiento y que cursa casi siempre con un mechón blanco de pelo. El halonevus de Sutton (Fig. 3), es un proceso que se asocia con el vitíligo y con otras enfermedades autoinmunes y que es un mecanismo de involución de lesiones pigmentadas. El nevus acrómico (Fig. 4) y el nevus anémico (Fig. 5) son otros 2 diagnósticos diferenciales bastante raros, consistentes en un mosaicismo pigmentario el primero y una malformación vascular con aumento de la sensibilidad de los vasos sanguíneos a las catecolaminas el segundo.

Figura 2. Piebaldismo o albinismo parcial.

Figura 2. Piebaldismo o albinismo parcial.

Figura 3. Halonevus de Sutton.

Figura 3. Halonevus de Sutton.

Figura 4. Nevus acrómico.

Figura 4. Nevus acrómico.

Figura 5. Nevus anémico.

Figura 5. Nevus anémico.

Las lesiones hipocrómicas propiamente dichas, es decir: con algo de color, son frecuentes tras la inflamación que producen algunas enfermedades, como el psoriasis o los eccemas, como es el caso de la pitiriasis alba faciei (Fig. 6), pero también pueden ocurrir sin reacción inflamatoria previa, como la hipocromía postpitiriasis versicolor (Fig. 7). En ambas situaciones, son lesiones temporales, pero también hay máculas hipocrómicas estables, como las manchas lanceoladas de la epiloia o enfermedad de Pringle-Bourneville.

Figura 6. Pitiriasis alba faciei.

Figura 6. Pitiriasis alba faciei.

Figura 7. Hipocromía postpitiriasis versicolor.

Figura 7. Hipocromía postpitiriasis versicolor.

Máculas pigmentadas

Entre las lesiones con aumento del número de melanocitos, tendríamos los nevus melanocíticos adquiridos y congénitos (Fig. 8), los léntigos (Fig. 9), las manchas café con leche, que pueden no tener ningún significado o ser un signo de enfermedades, como la neurofibromatosis (Fig. 10) o la enfermedad de McCune-Albright (Fig. 11), y otras alteraciones menos frecuentes como la mancha mongólica (Fig. 12), ya desde el nacimiento en los niños de razas oscuras y el nevus de Becker (Fig. 13), aunque este último suele originarse en la adolescencia, más que en la infancia.

Figura 8. Nevus melanocíticos.

Figura 8. Nevus melanocíticos.

Figura 11. Manchas café con leche (enfermedad de McCune-Albright).

Figura 11. Manchas café con leche (enfermedad de McCune-Albright).

Figura 9. Léntigo.

Figura 9. Léntigo.

Figura 10. Manchas café con leche (neurofibromatosis).

Figura 10. Manchas café con leche (neurofibromatosis).

Figura 12. Mancha mongólica.

Figura 12. Mancha mongólica.

Figura 13. Nevus de Becker.

Figura 13. Nevus de Becker.

Las pigmentaciones postinflamatorias (temporales, aunque a veces duran muchos meses) ocurren sobre todo en personas de piel oscura, y son muy típicas del líquen plano (Fig. 14) o la dermatitis ampollosa de los prados (Fig. 15). También, hay algunas enfermedades que cursan con lesiones oscuras, sin inflamación aparente, como la variedad café con leche de la pitiriasis versicolor (Fig. 16).

Figura 14. Pigmentación postinflamatoria (líquen plano).

Figura 14. Pigmentación postinflamatoria (líquen plano).

Figura 16. Pitiriasis versicolor (variedad café con leche).

Figura 16. Pitiriasis versicolor (variedad café con leche).

Figura 15. Pigmentación postinflamatoria (dermatitis ampollosa de los prados).

Figura 15. Pigmentación postinflamatoria (dermatitis ampollosa de los prados).

Máculas vasculares, eritemas y púrpuras

Dentro de las dilataciones vasculares planas, tenemos que distinguir entre los hemangiomas capilares infantiles (Fig. 17), que son tumores vasculares benignos que aparecen en los primeros meses de vida y que sólamente son planos en la fase inicial, porque habitualmente aumentan de volumen, y los nevus telangiectásicos o nevus flammeus (Fig. 18), que son malformaciones vasculares estables, aunque aumentan de tamaño con el paciente.

Figura 17. Hemangioma capilar infantil.

Figura 17. Hemangioma capilar infantil.

Figura 18. Nevus telangiectásico o flammeus.

Figura 18. Nevus telangiectásico o flammeus.

El eritema es una dilatación temporal de los vasos sanguíneos que desaparece a la vitropresión y normalmente nunca está aislado (se acompaña de escamas, vesículas, engrosamiento de la piel, etc.). Cuando son localizados, deben hacer pensar en agentes externos como la radiación UV (Fig. 19), o infecciones locales como la candidiasis (Fig. 20) o la erisipela (Fig. 21), y cuando son generalizados, en toxicodermias como la erupción por aceite de colza adulterado (Fig. 22), enfermedades infecciosas como la enfermedad de Gianotti-Crosti (Fig. 23) o enfermedades dermatológicas como la pitiriasis rubra

Figura 19. Quemadura solar.

Figura 19. Quemadura solar.

Figura 21. Erisipela.

Figura 21. Erisipela.

Figura 20. Candidiasis.

Figura 20. Candidiasis.

Figura 22. Erupción por aceite de colza adulterado.

Figura 22. Erupción por aceite de colza adulterado.

Figura 23. Exantema viral (enf. de Gianotti).

Figura 23. Exantema viral (enf. de Gianotti).

Figura 24. Pitiriasis rubra pilaris.

Figura 24. Pitiriasis rubra pilaris.

Las púrpuras o extravasaciones de hematíes son fácilmente distinguibles de los eritemas en tanto en cuanto no desaparecen a la vitropresión. Su aspecto es muy variable: lesiones puntiformes (petequias), lineales (víbices) o áreas irregulares mas/menos delimitadas (equímosis) y su significado varía enormemente. Las petequias localizadas o lineales, suelen significar aumento de la presión sobre el territorio capilar, como las que aparecen en el cuello o en la garganta, con la tos, pero también aparecen tras traumatismos repetidos en un punto, como por ejemplo el talón negro de los deportistas (Fig. 25). Cuando las petequias se distribuyen de forma irregular es cuando deben hacernos pensar en procesos más graves como las sepsis (Fig. 26). Las vasculitis leucocitoclásticas pueden dar lugar por la inflamación añadida a una púrpura “palpable” (Fig. 27). Las equimosis suelen ser consecuencia de pequeños traumatismos como las venopunciones (Fig. 28). Cuando el traumatismo es más grande y la extravasación considerable, además del cambio de coloración de la piel, la lesión es palpable, y hablamos de hematoma.

Figura 25. Talón negro.

Figura 25. Talón negro.

Figura 28. Equímosis.

Figura 28. Equímosis.

Figura 26. Sepsis.

Figura 26. Sepsis.

Figura 27. Púrpura palpable.

Figura 27. Púrpura palpable.

Máculas por depósito de sustancias

Las manchas por depósito de sustancias son generalmente de fácil diagnóstico, tanto si éstas proceden del propio organismo, por ejemplo la bilirrubina (ictericia), como si son extrañas a él, por ej. las pigmentaciones por fármacos como el 5-fluouracilo aplicado tópicamente para las verrugas (Fig. 29) o los tatuajes (Fig. 30).

Figura 29. Pigmentación ungueal por 5-fluouracilo tópico.

Figura 29. Pigmentación ungueal por 5-fluouracilo tópico.

Figura 30. Tatuaje.

Figura 30. Tatuaje.

Ronchas o habones

Son elevaciones circunscritas de la piel, de consistencia elástica y forma y dimensiones variables, debidas a la presencia de edema, tanto en la dermis papilar como en la dermis profunda y en la hipodermis, y cuyo rasgo más distintivo es la fugacidad. Habitualmente, tienen un halo eritematoso y son pruriginosos. Cuando son generalizados hablamos de urticaria (Fig. 31) y cuando son localizados tendremos que pensar en picaduras (Fig. 32) o contactos con plantas o sustancias urticantes (urticaria por frutas exóticas) o en un tipo de tumor característico de la infancia: el mastocitoma (Fig. 33), que al ser frotado desencadena la formación de un habón (signo de Darier). Cuando las lesiones se limitan a los sitios de presión, hablamos de dermografismo (Fig. 34).

Figura 31. Urticaria.

Figura 31. Urticaria.

Figura 32. Picaduras.

Figura 32. Picaduras.

Figura 33. Signo de Darier (mastocitoma).

Figura 33. Signo de Darier (mastocitoma).

Figura 34. Dermografismo.

Figura 34. Dermografismo.

El angioedema o edema de Quincke es una reacción edematosa profunda que aparece en áreas con dermis y tejido subcutáneo laxos, como los labios, causando su hinchazón.

Pápulas y placas

Son pequeñas elevaciones circunscritas, palpables, de contenido sólido, que curan sin dejar cicatriz.

Las lesiones ásperas al tacto (verrucosas), son típicas de las infecciones por virus del papiloma, ya sean verrugas planas (Fig. 35) o vulgares, pero cuando se trata de lesiones congénitas, debemos pensar en nevus epidérmicos o poroqueratosis de Mibelli (Fig. 36). Las pápulas foliculares son características de la queratosis pilar (Fig. 37) y del líquen espinuloso (Fig. 38), las umbilicadas del molusco contagioso (Fig. 39) y las poligonales, del líquen ruber plano (Fig. 40).

Figura 35. Verrugas planas.

Figura 35. Verrugas planas.

Figura 38. Líquen espinuloso.

Figura 38. Líquen espinuloso.

Figura 36. Poroqueratosis de Mibelli.

Figura 36. Poroqueratosis de Mibelli.

Figura 37. Queratosis pilar.

Figura 37. Queratosis pilar.

Figura 39. Molusco contagioso.

Figura 39. Molusco contagioso.

Figura 40. Líquen ruber plano.

Figura 40. Líquen ruber plano.

Cuando las lesiones son más grandes, hablamos de placas, que generalmente están constituidas por la agrupación de pápulas más pequeñas. Un ejemplo claro son las lesiones de psoriasis, que pueden ser: en gotas, en pequeñas placas o en grandes placas (Fig. 41).

Las infiltraciones son engrosamientos difusos de la piel, generalmente sin límites bien definidos, pero palpables y habitualmente enrojecidos. Suelen ser secundarios a procesos linfoproliferativos o tumorales (Fig. 42).

Figura 41. Psoriasis en placas.

Figura 41. Psoriasis en placas.

Figura 42. Infiltración por linfoma.

Figura 42. Infiltración por linfoma.

Las liquenificaciones o neurodermitis son “placas” de piel engrosada por rascado repetido, en las que están exagerados los pliegues normales de la piel, lo que da una imagen de pápulas romboidales o poligonales agrupadas (Fig. 43).

Figura 43. Liquenificación o neurodermitis.

Figura 43. Liquenificación o neurodermitis.

Nódulos, tubérculos y gomas

En un sentido estricto, tubérculos y nódulos son lesiones diferentes (el tubérculo es más superficial que el nódulo, y al curar suele dejar una cicatriz), pero en la práctica e incluso en la literatura, sobre todo en la anglosajona, se incluyan bajo el término de nódulos a los tubérculos e incluso a algunos tumores. Ambas son lesiones más o menos redondeadas, de contenido sólido y naturaleza inflamatoria, que aparecen más o menos bruscamente y al cabo de un tiempo ceden.

Las lesiones de este tipo, más características de la infancia en nuestro medio, son los eritemas nodosos (Fig. 44), que suelen salir en las piernas y que en la mayoría de los casos son una reacción frente a una enfermedad infecciosa: faringoamigdalitis, tiña inflamatoria, etc.

Los gomas son nódulos o tubérculos que se reblandecen y se ulceran eliminando un líquido gomoso, y que cuando curan, lo hacen generalmente con una cicatriz deprimida. Su etiología es generalmente infecciosa, siendo muy característicos de las enfermedades por mycobacterias (Fig. 45).

Figura 44. Eritema nodoso.

Figura 44. Eritema nodoso.

Figura 45. Granuloma por mycobacterias.

Figura 45. Granuloma por mycobacterias.

Tumores y quistes

El término tumor se emplea muchas veces para referirse a cualquier masa, ya sea benigna o maligna, que crece más o menos lentamente, generalmente sola y sin inflamación. Sin embargo, lo que realmente define a un tumor no es su aspecto, sino su evolución en el sentido de un crecimiento indefinido e independiente de los tejidos que le rodean. En la infancia, las lesiones que se ven más habitualmente son: hemangiomas (Fig. 46), el xantogranuloma juvenil (Fig. 47) el epitelioma calcificante de Malherbe o pilomatrixoma (una tumoración de consistencia dura, por su contenido en calcio, que se localiza sobre todo en extremidades) (Fig. 48) y los mastocitomas que con frecuencia son múltiples (Fig. 49). Otros tumores también benignos como el fibroqueratoma digital o los dermatofibromas son más raros en la infancia.

Figura 46. Hemangioma.

Figura 46. Hemangioma.

Figura 47. Xantogranuloma juvenil.

Figura 47. Xantogranuloma juvenil.

Figura 48. Epitelioma calcificante de Malherbe o pilomatrixoma.

Figura 48. Epitelioma calcificante de Malherbe o pilomatrixoma.

Figura 49. Mastocitomas.

Figura 49. Mastocitomas.

Los quistes son lesiones similares a los nódulos que se diferencian de los mismos por su consistencia elástica. Consisten en una pared conjuntiva tapizada por un epitelio que contienen líquido o un material semisólido. Los más habituales son los quistes epidérmicos, ya sean aislados o en el contexto de un acné severo (Fig. 50), el esteatocistoma múltiple (Fig. 51), los quistes de millium/inclusión (Fig. 52) que aparecen generalmente en el proceso de curación de heridas y los quistes de retención (p. ej.: de saliva –mucocele–) (Fig. 53).

Figura 50. Quistes epidérmicos.

Figura 50. Quistes epidérmicos.

Figura 51. Esteatocistoma múltiple.

Figura 51. Esteatocistoma múltiple.

Figura 52. Quistes de millium/inclusión (epidermolisis ampollosa distrófica).

Figura 52. Quistes de millium/inclusión (epidermolisis ampollosa distrófica).

Figura 53. Quiste de retención de saliva (mucocele).

Figura 53. Quiste de retención de saliva (mucocele).

Vesículas, ampollas y pústulas

Son elevaciones circunscritas de la epidermis con contenido líquido, seroso o hemorrágico. Si el contenido es purulento, se habla de pústula. Por convenio, se acepta un tamaño de <1 cm para las vesículas y de >1 cm para las ampollas.

Cuando las lesiones son generalizadas, tendremos que pensar en alguna de las enfermedades ampollosas y la localización y otras características nos ayudarán en el diagnóstico. Cuando las vesículas se localizan en codos, rodillas y espalda, pensaremos en la dermatitis herpetiforme (Fig. 54). Si lo hacen en el área genital y muestran una morfología arciforme, una dermatitis por IgA lineal (Fig. 55) y si afectan a todo el cuerpo con brotes sucesivos y evolucionan a la umbilicación: varicela (Fig. 56).

Figura 54. Dermatitis herpetiforme.

Figura 54. Dermatitis herpetiforme.

Figura 55. Dermatitis por IgA lineal.

Figura 55. Dermatitis por IgA lineal.

Figura 56. Varicela.

Figura 56. Varicela.

Las lesiones en dorso de manos, rodillas y cara (con aspecto en diana), son típicas del eritema exudativo multiforme (Fig. 57) y las vesículas o ampollas sobre un fondo eritematoso son indicativas de un síndrome de piel escaldada estafilocócico (Fig. 58) o de un síndrome de Lyell medicamentoso (Fig. 59).

Figura 57. Eritema exudativo multiforme.

Figura 57. Eritema exudativo multiforme.

Figura 58. Síndrome de piel escaldada estafilocócico.

Figura 58. Síndrome de piel escaldada estafilocócico.

Figura 59. Síndrome de Lyell medicamentoso (barbitúricos).

Figura 59. Síndrome de Lyell medicamentoso (barbitúricos).

Cuando son localizadas, tendremos que pensar en factores locales, aunque no se pueden excluir totalmente las enfermedades ampollosas, porque algunas como el pénfigo por ejemplo pueden permanecer limitadas a la mucosa oral durante varios meses. Sin embargo el pénfigo y el penfigoide no ocurren durante la infancia. En las piernas, son típicas del prúrigo-estrófulo (o culicosis) (Fig. 60). Cuando las vesículas están agrupadas hay que pensar en el herpes simple (Fig. 61), pero también en el herpes zoster si hay varias agrupaciones de vesículas siguiendo un trayecto nervioso (Fig. 62). Si hay antecedentes de aplicación de medicamentos, debemos pensar en un eccema agudo de contacto (Fig. 63).

Figura 60. Prúrigo-estrófulo o culicosis.

Figura 60. Prúrigo-estrófulo o culicosis.

Figura 61. Herpes simple.

Figura 61. Herpes simple.

Figura 62. Herpes zoster.

Figura 62. Herpes zoster.

Figura 63. Eccema agudo de contacto.

Figura 63. Eccema agudo de contacto.

Las pústulas son lesiones similares a las vesículas pero de contenido purulento. Generalmente son localizadas, aunque su origen es diverso. Pueden ser de origen infeccioso como los panadizos (Fig. 64) o las foliculitis (Fig. 65), o irritativo como en la sudamina (Fig. 66). En palmas y plantas son típicas de la pustulosis palmoplantar (Fig. 67) y cuando son generalizadas, hay que pensar en toxicodermias o psoriasis (Fig. 68).

Figura 64. Panadizo.

Figura 64. Panadizo.

Figura 65. Foliculitis.

Figura 65. Foliculitis.

Figura 66. Sudamina.

Figura 66. Sudamina.

Figura 67. Pustulosis palmoplantar.

Figura 67. Pustulosis palmoplantar.

Figura 68. Psoriasis.

Figura 68. Psoriasis.

Escamas y costras

Las escamas aparecen cuando las laminillas córneas, en lugar de desprenderse, se quedan adheridas a la piel. La causa puede ser un acortamiento en el proceso de cornificación, como en el psoriasis, o una retención anómala de las laminillas, como es el caso de ciertas ictiosis. Las escamas se definen por su tamaño: furfuráceas (muy pequeñas y finas), laminares (grandes), exfoliación (muy extensas, como por ejemplo la palma de la mano), pero también su aspecto sugiere el diagnóstico. Así, las escamas del psoriasis son brillantes, micáceas y nacaradas (Fig. 69), las de la ictiosis nigricans son negruzcas (Fig. 70) y las de la dermatitis seborreica son mates y untuosas al tacto (Fig. 71).

Figura 69. Psoriasis.

Figura 69. Psoriasis.

Figura 70. Ictiosis nigricans.

Figura 70. Ictiosis nigricans.

Figura 71. Dermatitis seborreica.

Figura 71. Dermatitis seborreica.

Cuando se disponen en collarete, son típicas de la pitiriasis rosada (Fig. 72) y cuando son furfuráceas de la pitiriasis versicolor (Fig. 73). Cuando son generalizadas, hablamos de xerosis (Fig. 74) o ictiosis vulgar (Fig. 75) y si se acompaña de eritema, de eritrodermia (Fig. 76).

Figura 72. Descamación en collarete (pitiriasis rosada).

Figura 72. Descamación en collarete (pitiriasis rosada).

Figura 73. Escamas pequeñas (pitiriasis versicolor).

Figura 73. Escamas pequeñas (pitiriasis versicolor).

Figura 74. Xerosis.

Figura 74. Xerosis.

Figura 75. Ictiosis vulgar.

Figura 75. Ictiosis vulgar.

Figura 76. Eritrodermia.

Figura 76. Eritrodermia.

Las costras son masas sólidas de consistencia variable, constituidas por la desecación de exudados, sangre y restos celulares o de otro tipo, que se encuentran más o menos mezclados con detritus epidérmicos y microbianos o parasitarios.

Las más habituales son las costras melicéricas (del color de la miel) que se producen por desecación de exudados serosos o purulentos y son típicas del impétigo (Fig. 77). Las costras negruzcas ocurren por desecación de la sangre y se ven por ejemplo en excoriaciones (Fig. 78). Con relativa frecuencia, escamas y costras se mezclan (escamo-costras), por ejemplo en la costra láctea (Fig. 79), que se observa en el cuero cabelludo en pacientes de pocos meses, o en la seudotiña amiantácea (Fig. 80), que se observa en niños más mayores, sobre todo cerca de la pubertad.

Figura 77. Costras melicéricas (impétigo).

Figura 77. Costras melicéricas (impétigo).

Figura 78. Costras hemorrágicas (dermatitis herpetiforme de During).

Figura 78. Costras hemorrágicas (dermatitis herpetiforme de During).

Figura 79. Costra láctea.

Figura 79. Costra láctea.

Figura 80. Seudotiña amiantácea.

Figura 80. Seudotiña amiantácea.

Erosiones y excoriaciones

Son pérdidas de sustancia en la piel, de forma y tamaño variables, circunscritas, deprimidas y exudativas, que afectan únicamente a la epidermis, por lo que no dejan cicatriz. Suelen ser provocadas por el rascado, ya sea sobre piel sana (Fig. 81) o sobre lesiones preexistentes como el prúrigo-estrófulo (Fig. 82), pero también pueden ocurrir de forma espontánea, cuando la piel se encuentra macerada, por ejemplo en una dermatitis del pañal (sifiloide posterosivo) (Fig. 83).

Figura 81. Lesiones de rascado en piel sana.

Figura 81. Lesiones de rascado en piel sana.

Figura 82. Prúrigo estrófulo excoriado.

Figura 82. Prúrigo estrófulo excoriado.

Figura 83. Dermatitis del pañal con erosiones (sifiloide posterosivo).

Figura 83. Dermatitis del pañal con erosiones (sifiloide posterosivo).

Fisuras, grietas o rágades

Son soluciones de continuidad de la piel, lineales y perpendiculares al eje de máxima elasticidad de la misma, que penetran en élla más o menos profundamente. Se producen cuando la piel pierde su elasticidad natural. Suelen ser dolorosas y se localizan sobre todo en los bordes de los orificios naturales y de los pliegues, por ej. en comisuras bucales (Fig. 84), región perianal, pliegues mamarios, retroauriculares (Fig. 85), etc. Son también típicas en los pulpejos de los dedos en pacientes con dermatitis plantar juvenil (Fig. 86) y en las queilitis de pacientes en tratamiento con isotretinoína o con dermatitis atópica (Fig. 87). Generalmente, curan sin dejar cicatriz.

Figura 84. Boqueras.

Figura 84. Boqueras.

Figura 85. Fisura retroauricular.

Figura 85. Fisura retroauricular.

Figura 86. Dermatitis plantar juvenil.

Figura 86. Dermatitis plantar juvenil.

Figura 87. Queilitis en dermatitis atópica.

Figura 87. Queilitis en dermatitis atópica.

Atrofias y esclerosis

El término atrofia implica una disminución del espesor de la piel a expensas de una, dos o las tres capas de que consta. Cuando es epidérmica, generalmente como consecuencia de la aplicación crónica de corticoides (Fig. 88), la piel se vuelve casi transparente, permitiéndonos la observación de la red vascular dérmica. Las atrofias dérmicas o hipodérmicas se manifiestan como una depresión de la piel. Hablamos de anetodermia cuando se afectan fundamentalmente las fibras elásticas (Fig. 89), atrofodermia cuando se afecta toda la dermis (Fig. 90) y lipoatrofia circunscrita (Fig. 91) cuando se afecta la hipodermis.

Figura 88. Atrofia epidérmica en cuello por corticoides.

Figura 88. Atrofia epidérmica en cuello por corticoides.

Figura 89. Anetodermia (pérdida de fibras elásticas).

Figura 89. Anetodermia (pérdida de fibras elásticas).

Figura 90. Atrofodermia (toda la dermis).

Figura 90. Atrofodermia (toda la dermis).

Figura 91. Lipoatrofia circunscrita semicircular.

Figura 91. Lipoatrofia circunscrita semicircular.

La esclerosis es una induración de los tejidos subepidérmicos, que se acompaña de pérdida de elasticidad de la piel, que se torna imposible de plegar. Se puede acompañar de atrofia epidérmica por la afectación de los vasos sanguíneos de la dermis y hablamos de líquen escleroatrófico (Fig. 92). Habitualmente, son lesiones de unos pocos cm de diámetro, pero pueden ser lineales (morfea lineal) (Fig. 93) o generalizadas (esclerodermia asociada al síndrome tóxico por aceite de colza adulterado) (Fig. 94).

Figura 92. Líquen escleroatrófico.

Figura 92. Líquen escleroatrófico.

Figura 93. Morfea lineal.

Figura 93. Morfea lineal.

Figura 94. Esclerodermia asociada al síndrome tóxico por aceite de colza adulterado.

Figura 94. Esclerodermia asociada al síndrome tóxico por aceite de colza adulterado.

Escaras, úlceras y cicatrices

Las escaras son áreas delimitadas de color negruzco y superficie plana o ligeramente deprimida, constituidas por tejido necrosado que al cabo del tiempo se elimina. Pueden ser secas, por obstrucción de un tronco arterial por ejemplo émbolos sépticos en una meningitis meningocócica (Fig. 95), o húmedas, cuando la necrosis se debe a fenómenos inflamatorios intensos, por ej., en algunas infecciones o por picaduras de arañas (Fig. 96).

Las úlceras son pérdidas de sustancia que afectan a epidermis y dermis, pudiendo llegar al plano muscular. La descripción detallada de sus características (el tamaño, la forma, el fondo, la presencia de tejido de granulación o esfacelos, la coloración y la evolución) es importante para el diagnóstico aunque lo es más para el tratamiento. Pueden ser secundarias a vasculitis, por ej., en la vasculitis livedoide (Fig. 97), de origen infeccioso, como las causadas por leishmaniasis (botón de Oriente) (Fig. 98), y también como consecuencia de la infección secundaria de otras lesiones por un cuidado deficiente (Fig. 99).

Figura 95. Necrosis en una sepsis (meningitis meningocócica).

Figura 95. Necrosis en una sepsis (meningitis meningocócica).

Figura 96. Necrosis por picadura de araña.

Figura 96. Necrosis por picadura de araña.

Figura 97. Vasculitis livedoide.

Figura 97. Vasculitis livedoide.

Figura 98. Leishmaniasis (botón de Oriente).

Figura 98. Leishmaniasis (botón de Oriente).

Figura 99. Ulceración de lesiones de varicela por infección secundaria.

Figura 99. Ulceración de lesiones de varicela por infección secundaria.

Las cicatrices consisten en la sustitución por tejido conectivo de una pérdida de sustancia (ulceración o necrosis) a nivel de dermis o hipodermis. El epitelio de superficie es reparado a partir del borde sano y de los restos que pudieran quedar de epitelio folicular. Generalmente, el epitelio que recubre la cicatriz, carece de glándulas y folículos, es atrófico y de menor resistencia.

Las cicatrices aunque tienen la forma de la lesión primitiva que reparan pueden mostrar variaciones en su color (rosadas, acrómicas, hiperpigmentadas) o en su superficie (lisas, deprimidas, exuberantes. atróficas, hipertróficas, queloideas, etc.). Son características las cicatrices atróficas que se producen en raices de miembros, nalgas, etc. en la adolescencia (estrías de distensión) (Fig. 100), las cicatrices hipertróficas (enrojecidas y sobrelevadas), que son muy frecuentes durante los primeros meses de curación de las heridas (Fig. 101) y los queloides (Fig. 102), que desbordan los límites de la herida y ocurren en personas y zonas especialmente predispuestas (jóvenes, raza negra, ángulo de la mandíbula, lóbulos de las orejas, y parte alta del tórax).

Figura 100. Estrías de distensión.

Figura 100. Estrías de distensión.

Figura 101. Cicatrices hipertróficas en heridas por roce.

Figura 101. Cicatrices hipertróficas en heridas por roce.

Figura 102. Queloide secundario a pendiente.

Figura 102. Queloide secundario a pendiente.

El patrón de distribución/localización

Hay múltiples asociaciones de lesiones con localizaciones, que nos permiten hacer el diagnóstico con gran seguridad. Las lesiones localizadas en zonas fotoexpuestas deben hacernos pensar en fotodermatosis, como la erupción primaveral juvenil, las porfirias o el hidroa vacciniforme (Fig. 103), y también en reacciones medicamentosas fotosensibles (Fig. 104).

Figura 103. Hidroa vacciniforme.

Figura 103. Hidroa vacciniforme.

Figura 104. Reacción fotosensible por Fenergan®.

Figura 104. Reacción fotosensible por Fenergan®.

Las lesiones en codos y rodillas son típicas de la psoriasis o, en niños pequeños, de las dermatitis por fricción (Fig. 105); mientras que, las lesiones en pliegues cubitales y poplíteos son características de la dermatitis atópica (Fig. 106). La localización en muñecas y tobillos, es también típica del líquen plano (Fig. 40), pero cuando los pliegues afectados son más húmedos (ingles, axilas) debemos pensar en infecciones, sobre todo candidiasis (Fig. 20).

Figura 105. Dermatitis por fricción.

Figura 105. Dermatitis por fricción.

Figura 106. Dermatitis atópica.

Figura 106. Dermatitis atópica.

La afectación de las mejillas en un contexto de afectación del estado general es sugestiva de eritema infeccioso (Fig. 107), pero cuando es más o menos permanente debe hacernos pensar en queratosis pilar (Fig. 108) o dermatitis atópica (Fig. 109).

Figura 107. Eritema infeccioso.

Figura 107. Eritema infeccioso.

Figura 108. Queratosis pilar.

Figura 108. Queratosis pilar.

Figura 109. Dermatitis atópica.

Figura 109. Dermatitis atópica.

La afectación periorificial y de genitales es muy típica de la acrodermatitis enteropática (Fig. 110) y la afectación simultánea de boca, manos y pies (vesículas) describe directamente una enfermedad vírica (Fig. 111).

Figura 110. Acrodermatitis enteropática.

Figura 110. Acrodermatitis enteropática.

Figura 111. Boca-mano-pie.

Figura 111. Boca-mano-pie.

La disposición

Las lesiones grupadas en racimo (disposición herpetiforme) es característica del herpes simple (Fig. 61) y cuando ocurre siguiendo un trayecto nervioso (zosteriforme), del herpes zoster (Fig. 62).

Las lesiones más o menos lineales, suelen ser artefactas (fenómeno de Koebner) como en el caso de las verrugas vulgares (Fig. 112), o siguen las líneas de Blaschko, como los nevus epidérmicos (Fig. 113).

Figura 112. Fenómeno de Koebner en verrugas vulgares.

Figura 112. Fenómeno de Koebner en verrugas vulgares.

Figura 113. Nevus epidérmico blaschkoide.

Figura 113. Nevus epidérmico blaschkoide.

Las lesiones circinadas son típicas de las tiñas (Fig. 114) pero también suceden en eccemas y urticaria (Fig. 31) y cuando simulan una escarapela, del eritema exudativo multiforme (Fig. 115).

Figura 114. Tiña (lesiones circinadas).

Figura 114. Tiña (lesiones circinadas).

Figura 115. Eritema exudativo multiforme.

Figura 115. Eritema exudativo multiforme.

El crecimiento centrífugo, es la característica fundamental del eritema anular centrífugo (Fig. 116), una dermatosis de causa desconocida que se ha descrito asociado a infecciones, tumores malignos, discrasias hematológicas o drogas, pero también de otras enfermedades que ocurren habitualmente en adultos, como el eritema gyratum repens (asociado a procesos malignos) o el eritema crónico migratorio (asociado a infección por Borrelia).

Figura 116. Eritema anular centrífugo.

Figura 116. Eritema anular centrífugo.

La evolución

Los brotes subintrantes son típicos de la dishidrosis (Fig. 117) y de los eccemas en general. La coincidencia con algunas actividades o estaciones también nos puede ayudar, como es el caso de los brotes de prúrigo-estrófulo (Fig. 60) coincidiendo con “ir al pueblo”. La aparición sucesiva de algunos tipos de lesiones como por ejemplo los brotes de eritema exudativo multiforme (Fig. 57) tras un episodio de herpes simple o el de pitiriasis rosada (Fig. 118) tras la aparición de múltiples lesiones, a los pocos días de la aparición de una primera (heraldo) también nos facilita el diagnóstico.

Figura 117. Dishidrosis.

Figura 117. Dishidrosis.

Figura 118. Pitiriasis rosada.

Figura 118. Pitiriasis rosada.

Algunas enfermedades tienden a recidivar en la misma localización, por ej. el herpes simple (Fig. 61) o el exantema fijo medicamentoso (Fig. 119).

Figura 119. Exantema fijo medicamentoso o pigmentoso.

Figura 119. Exantema fijo medicamentoso o pigmentoso.

Las complicaciones

Las lesiones cutáneas pueden complicarse con la aparición de nuevas lesiones distintas de las primeras, ya sea de forma espontánea, como es por ej. la impetiginización en el herpes simple (Fig. 120), o como consecuencia de los tratamientos que enmascaren el cuadro (tiña incógnito por corticoides) (Fig. 121) o le compliquen (eccematización secundaria por alergia de contacto o sobredosis), algo relativamente frecuente con antifúngicos tópicos (Fig. 122).

Figura 120. Impetiginización en el herpes simple.

Figura 120. Impetiginización en el herpes simple.

Figura 121. Tiña incógnito por corticoides.

Figura 121. Tiña incógnito por corticoides.

Figura 122. Eccematización secundaria.

Figura 122. Eccematización secundaria.

Recomendaciones generales para el diagnóstico

Hay que ver todas las imágenes posibles ya sea en atlas o mejor al natural, para “entrenar la vista” y hacernos con una memoria fotográfica que nos permita reconocer las señales que las enfermedades dejan en la piel.

Recordar que las lesiones cambian con el tiempo, al igual que la percepción del médico, lo que posibilita que una nueva exploración, pasados unos días de tratamiento sintomático, que no enmascare las lesiones, nos permita hacer el diagnóstico.

Cuando tengamos una sospecha clínica, debemos intentar confirmarla con los medios de que dispongamos: análisis, radiografías, estudios microbiológicos, biopsias, etc., pero en muchas ocasiones el diagnóstico es exclusivamente clínico, por lo que si seguimos teniendo dudas, la consulta a los compañeros puede ser la mejor estrategia.

Bibliografía

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Micosis cutáneas en los niños

J.M. Rojo García, M.L. Martínez Barranca
Temas de FC

 
J.M. Rojo García, M.L. Martínez Barranca

Sección de Dermatología. Hospital Universitario Virgen de Valme. Sevilla

 

Resumen

De 25.212 consultas al año en el Área Sur Sanitaria de Sevilla, 102 han sido diagnósticos de micosis superficiales; por lo tanto, es un motivo de consulta importante, pues representan el 0,66% de la patología en consultas en nuestro medio(1). Los hongos son un grupo independiente dentro del reino vegetal, fotosensibilizan su alimento a partir del agua y CO2, existen como saprofitos, actualmente el uso de inmunodepresores, le colocan un papel como patógeno oportunista.
Se les denomina micosis SUPERFICIALES a los que invaden piel, pelo y uñas; PROFUNDAS cuando se produce en el lugar de inoculación y hay una respuesta granulomatosa de la piel y del tejido subcutáneo; y finalmente SISTÉMICAS, si afecta la infección a mucosas o a órganos internos y secundariamente se afecta la piel.
El abordaje terapéutico suele ser sencillo, previa investigación, su prevención también fácil desde la información de los pacientes y sus familiares.

 

Abstract

Dermatologists san 25.212 patients in Seville’s public health south area, of those, 102 wired diagnosed superficial fungi infections, therefore, it’s a relevant reason to visit the dermatologist since it stands for 0,66% of the total visits to dermatologists in our district(1). Fungi are an independent group within the vegetable kingdom. They photosynthesise their ford from water and CO2. They are saprophytic and, due to the use of suppressive drugs, hare currently become opportunistic pathogens.
Those infections which affect skim, hair and nails are considered superficial fungi infections. They are regarded as invasive when they are located in the place of inoculation and there is a granulomatous reaction of the skin and subcutaneous tissues. Finally we call systemic fungi infections there which affect mucous membranes ar internal organs and secondarily might affect the skin. Medical treatment, after previous investigations, is usually simple. It can be also prevented if we can current information from patients and their family.

 

Palabras clave: Micosis; Hongos.

Key words: Micosis; Fungi.

 

Pediatr Integral 2012; XVI(3): 244-251


Micosis cutáneas en los niños

 

Introducción

Son lesiones producidas por dermatofitos, hongos con la particularidad de desarrollarse en la queratina. Sus características epidemiológicas, antropófilos, zoófilos o geófilos, delimitarán actitudes para evitar contagios.

Las de origen zoófilo, con manifestaciones muy inflamatorias, pueden llegar a resolverse espontáneamente; mientras que, las antropófilas pueden persistir de forma indefinidas. Sus especies están interrelacionadas, son semejantes antigénica y nutritivamente. Hay 41 especies anomorfas (asexuadas), 21 formas telomórficas (sexuadas) y 11 producen enfermedad, concretamente en España la mitad(2).

Formas clínicas

Las micosis superficiales cutáneas constituyen un grupo de entidades que comprenden: tiñas o dermatoficias (tinea capitis, tinea barbae, tinea facie, tinea corporis, tinea cruris, tinea manuum, tinea pedis y tinea unguim), candidiasis cutáneo mucosas, pitiriasis versicolor y otras (piedra blanca, piedra negra, tinea nigra palmaris, infecciones por hongos oportunistas)(3).

Tiñas o dermatoficias

Clasificación

La tiña del cuero cabelludo o tinea capitis

Predominante de la edad infantil, siendo más frecuente entre los 5 y 8 años de edad con más incidencia en el sexo femenino. Actualmente, el agente causal más frecuente en nuestras latitudes es Microsporum canis (aprox. el 50% de todas la infecciones), produciéndose la mayoría de ellas por contacto con los gatos (sobre todo en los países del sur de Europa). Sin embargo, la enfermedad también puede ser causada por otros agentes, como por ejemplo: Trichophyton verrucosum, T. violaceum, T. mentagrophytes o T. rubrum. El agente no puede determinarse exclusivamente por medio del cuadro clínico. Los hongos causan una reacción inflamatoria neutrofílica y una respuesta de la inmunidad celular(4). Puede manifestarse con una de las siguientes presentaciones:

Forma inflamatoria. Se inicia con una o varias placas eritemato-escamosas, con caída o no de pelos, que en pocos días evoluciona hacia una placa prominente, bien delimitada, dolorosa a la palpación, con superficie alopécica, pero con pelos adheridos y llena de folículos abiertos y pústulas (Fig. 1). Los pelos que persisten se pueden arrancar con facilidad, estando presentes adenopatías cervicales(5).

Figura 1. Tinea capitis, forma inflamatoria.

Figura 1. Tinea capitis, forma inflamatoria.Placa inflamatoria, con foliculitis supurativa (aspecto de panal de miel), hinchazón, dolor, adenopatías, cabello se arranca con facilidad y deja cicatriz alopécica, de base escamosa, redonda y coloración blanco-rojiza.

Formas no inflamatorias o tonsurantes. La variedad microspórica es la más frecuente. Se presenta como una placa alopécica que puede alcanzar un tamaño considerable, con pelos rotos a pocos milímetros del orificio y recubierto de escamas grises (Fig. 2). Única o múltiple, puede acompañarse de prurito discreto, localizados en vértex u occipucio.

Figura 2. Tinea capitis, forma tonsurante.

Figura 2. Tinea capitis, forma tonsurante.Placa alopécica, de base escamosa, redonda y coloración grisáceo-nacarada, cabellos al ras, aspecto tonsurante.

La variedad tricofítica o de los puntos negros, con presencia de múltiples lesiones de pequeño tamaño, produce una alopecia irregular por no afectar a todos los pelos, estos se rompen a la misma salida del folículo (Fig. 3).

La tiña del cuerpo o tinea corporis

Figura 3. Tinea capitis, forma tonsurante, variedad tricofítica.

Figura 3. Tinea capitis, forma tonsurante, variedad tricofítica. Alopecia discontinua, los cabellos infectados se parten en el orificio folicular (puntos negros).

Presente en cualquier edad. Se subdivide en varias formas clínicas (Tabla I)(2). Producida tanto por hongos zoofílicos (clínica inflamatoria), antropofílicos como geofílicos, se caracteriza por presentar una evolución e imagen clínica muy típicas, las lesiones son autocontagiables y pruriginosas, el agente causal más frecuente en nuestras latitudes es T. mentagrophytes, Microsporum canis, T. rubrum y M. audouinii(3).

Tabla I. Clasificación tiñas del cuerpo

Herpes circinado

Lesión de tipo anular o policíclica con un borde activo de crecimiento excéntrico, eritematoso y, a veces, papulovesiculoso, con un centro con color más claro, descamativo y tendencia a la mejoría clínica, tamaño y número muy variado. En las formas zoófilas, suelen ser múltiples, puede acompañarle un prurito no muy intenso (Fig. 4).

Figura 4. Herpes circinado.Crecimiento radial alrededor del punto de inoculación, zonas hirsutas de cara y cuello.

Figura 4. Herpes circinado.Crecimiento radial alrededor del punto de inoculación, zonas hirsutas de cara y cuello.

Granuloma de Majochi

Es la forma inflamatoria de la piel lampiña, suele localizarse en las extremidades, se trata de una lesión granulomatosa perifolicular por afectación profunda de los folículos del vello (Fig. 5).

Figura 5. Granuloma de Majochi. Forma profunda con pústulas foliculares y nodulares.

Figura 5. Granuloma de Majochi. Forma profunda con pústulas foliculares y nodulares.

Tiña incógnito

Son formas que previamente han sido tratadas con corticosteroides tópicos. Se caracterizan por su larga duración y evolución tórpida, con propiedades poco definidas, irregularidad en su contorno o en la parte central con posibles elementos microvesiculosos aislados. Son de complicado diagnóstico por la modificación o ausencia de las manifestaciones clínicas habituales (Fig. 6), empeora la lesión al suprimir la aplicación de corticoide tópico, con aparición de una lesión más característica(5,6).

Figura 6. Tiña incógnito. Elementos pústulo-costrosos en la cara, que intentan configurar una imagen redondeada. Hacía varios meses que se había iniciado el proceso y tratado en diferentes etapas con corticoides y antibióticos tópico.

Figura 6. Tiña incógnito. Elementos pústulo-costrosos en la cara, que intentan configurar una imagen redondeada. Hacía varios meses que se había iniciado el proceso y tratado en diferentes etapas con corticoides y antibióticos tópico.

Tiña cruris

Tinea de grandes pliegues, crural o eczema marginado de Hebra. Se extiende desde el fondo del pliegue hacia la cara interna del muslo con borde marginado, sobreelevado, acompañada de prurito, a partir de la adolescencia (Fig. 7), antropofílica, los agentes causales más frecuentes en nuestras latitudes es T. rubrum, y Epidermophitum floccosum(7).

Figura 7. Tiña crural.Propia entre atletas y soldados, y cuyos factores predisponentes son la humedad, sudoración, obesidad, diabetes y fricción.

Figura 7. Tiña crural.Propia entre atletas y soldados, y cuyos factores predisponentes son la humedad, sudoración, obesidad, diabetes y fricción.

Pie de atleta

O tinea de pequeños pliegues. Es impropia de la edad infantil pero con la aparición, moda y uso del calzado deportivo de forma habitual, empieza a observarse y suele localizarse en el 4º espacio interdigital del pie con lesiones descamativas, fisuras y maceración, puede extenderse a otros espacios. Existen formas hiperqueratósicas y vesiculares (Fig. 8). Antropofílicas, de distribución universal, los agentes son T. rubrum y T. mentagrophites (formas interdigitales)(8).

Figura 8. Pie de atleta. Propio en la civilización del calzado, evolución crónica y subclínica.

Figura 8. Pie de atleta. Propio en la civilización del calzado, evolución crónica y subclínica.

Tiña de las uñas

Poco frecuente en la infancia, inicia por el borde distal o lateral con cambio de color, engrosamiento, fragmentación de las láminas, punteado, elevaciones y, a veces, desprendimiento de la lámina ungueal. No existe afectación de partes blandas (Fig. 9). De distribución universal puede estar causada por dermatofitos, cándidas, hongos filamentosos y mohos(5,9).

Figura 9. Tiña ungueal.Invasión de la placa ungueal por dermatofitos, favorecido por climas húmedos.

Figura 9. Tiña ungueal.Invasión de la placa ungueal por dermatofitos, favorecido por climas húmedos.

Lesiones estériles o dermatofítides

Son reacciones de hipersensibilidad aparecidas en la fase inicial de las lesiones, que pueden acompañar a las zoófilas inflamatorias. Localización en tronco o extremidades y con características muy variadas: eritema, pápulas, papulovesiculas, ampollas, psoriasiformes o eritema nodoso. Suelen mejorar al hacerlo la lesión fúngica. No precisan tratamiento específico.

Prevalencia

Estudios de prevalencia ponen de manifiesto que Mycosporum canis es la infección fúngica más prevalente.

Como pudieron demostrar los compañeros de Málaga durante los años 90-95, arrojando los siguientes datos epidemiológicos (Fig. 10)(4).

Figura 10.Prevalencia de los distintos dermatifitos en micosis cutáneos en el área de Málaga (1990-1995). Se pone de manifiesto el Mycosporum canis como el más prevalente.

Figura 10.Prevalencia de los distintos dermatifitos en micosis cutáneos en el área de Málaga (1990-1995). Se pone de manifiesto el Mycosporum canis como el más prevalente.

Y estudios realizados más recientes 2000-03 en la provincia de Sevilla, área sur sanitaria confirman al Mycosporum canis como el más prevalente (Tabla II)(1).

Tabla II. Prevalencia y origen de los dermatofitos implicados en micosis cutáneas (Sevilla, 200-2003)

Diagnóstico

Habitualmente, suele ser clínico-epidemiológico. Es imprescindible realizar estudio etiológico ante las formas de tiña incógnito, las que se acompañan de dermatofítides, las de las uñas y ante pequeñas epidemias escolares, familiares o que competen a un ámbito rural grande.

Las técnicas empleadas son:

• Examen al microscopio directo con tinción o no del material, con aplicación previa de hidróxido potásico o azul de lactofenol para visualizar las hifas o artrosporas.

• Cultivo en medios adecuados durante dos semanas.

La lámpara de Wood o de luz ultravioleta, con respuesta positiva a las hifas microspóricas puede ser una ayuda diagnostica (Tabla III y IV)(3,4,10).

Tabla III. Diagnóstico de las micosis superficiales
 
Tabla IV. Métodos diagnósticos de laboratorio en las micosis superficiales
 

Diagnóstico diferencial

Tiña de la cabeza: en las formas no inflamatorias, con lesiones que producen alopecia y/o descamación como: alopecia areata, tricotilomanía, falsa tiña amiantácea, dermatitis seborreica, psoriasis, alopecia traumática, lupus eritematoso; y con los abscesos o forúnculos, en los casos de la tiña inflamatoria.

Tiña del cuerpo: con: granuloma anular, pitiriasis rosada de Gibert en su fase de placa heráldica, eczema numular, psoriasis e incluso con impétigo en fase costrosa.

Tiña crural: con el eritrasma, que es positivo a la luz de Wood, con intértrigo candidiásico o con el psoriasis invertido.

Tiña de los pliegues del pie: con intértrigo candidiásico, psoriasis y dermatitis plantar juvenil.

Tiña de las uñas: con la onicomicosis por cándidas, que afecta a partes blandas, con las leuconiquias congénitas, con psoriasis y con exóstosis subungueal.

Pautas terapéuticas

Existen terapias tópicas, como tolnaftato y tolciclato, y terapias sistémicas, fundamentalmente la griseofulvina, primer antimicótico, antidermatofito útil vía oral, que supuso un avance importantísimo en el tratamiento de las tiñas. Se utiliza a dosis de 500 a 1.000 mg en adultos y a 10-20 mg/kg/día en niños. Es aconsejable usar la forma micronizada y administrarlo durante las comidas, lo que favorece su absorción. Puede emplearse en dosis única matinal. Es muy útil frente a los dermatofitos, ante los que tiene una acción fungistática, no conociéndosele resistencias.

Produce escasos efectos secundarios: cefalea, trastornos digestivos y fotosensibilidad; si bien, se han descrito otros más graves pero nada frecuentes, como: depresión medular, hepatitis, porfiria o lupus eritematoso inducido por drogas. Puede interaccionar con otros medicamentos que pueden disminuir su absorción (fenobarbital, anticoagulantes orales, sedantes) o aumentarla (tolbutamida, alcohol, clorpromacina). A pesar de la aparición de otros antimicóticos, es el tratamiento de elección de la mayoría de las dermatofitosis.

Quedaron obsoletos métodos como queda señalado en esta pintura, que representa las clases sociales del siglo XVII y XVIII, en Santa Isabel y las dos doncellas, la monja que les asiste en el fondo y los enfermos de la parte baja del cuadro, que pertenecen al pueblo. Esta obra de Bartolomé Esteban Murillo “Santa Isabel de Hungría curando a los tiñosos”, lienzo procedente de la Iglesia de San Jorge del Hospital de la Santa Caridad de Sevilla (Fig. 11). O terapias tan peligrosas como radioterapia, sales de talio y depilación mecánica.

Figura 11.“Santa Isabel de Hungría curando a los tiñosos”

Figura 11.“Santa Isabel de Hungría curando a los tiñosos”

Cuando utilizamos un antimicótico por vía sistémica, es fundamental valorar una serie de parámetros, como: eficacia, pues debe producir una curación clínica y micológica; seguridad, pues debe tener los mínimos efectos secundarios posibles y ser, además compatible con otras medicaciones; fácil de administrar, es mucho más fácil realizar tratamientos cortos y con unidosis; y economía, pues el precio debe ser asequible, ya que lo de barato resulta imposible.

En los últimos años, se han investigado distintas terapias que pudieran cumplir los requisitos antes expuestos (Tabla V)(11).

Tabla V. Antifúngicos tópicos

Griseofulvina, primer antimicótico sistémico que se emplea en el tratamiento de las dermatofitosis, deriva paradójicamente de un hongo Penicillium y se comercializa en 1950; desde su comercialización, demostró su eficacia y su fácil manejo. Los efectos secundarios que produce, son: cefaleas, molestias gastrointestinales, reacciones cutáneas adversas… Su interacción se realiza, fundamentalmente, con fenobarbital, anticoagulantes y anticonceptivos orales y su precio, desde luego, no tiene nada que ver con el de los nuevos antifúngicos. En primer lugar, ha mejorado su presentación, ya que la forma micronizada supone una mayor facilidad de absorción y la posibilidad de usar dosis únicas. En segundo lugar, es necesario modificar las dosis, ya que se hacen necesarias dosis más elevadas; por lo tanto, debemos olvidar los 10 mg/kg/día y empezar a doblar las dosis a 15-20 mg/kg/día. También, es preciso tener presente que no todas las formas de tiñas responden por igual a este tipo de terapia. De hecho, todos sabemos su nula utilidad en la tinea unguium, e incluso una eficacia menor en las formas hiperqueratósicas de tinea pedis. En estos casos, terbinafina e itraconazol son superiores a la griseofulvina.

Si “tiramos de Medline”, encontraremos un montón de trabajos que hacen referencia a distintos antimicóticos y por supuesto a griseofulvina y tiña capitis, algunos de ellos promovidos por determinadas entidades con interés económico, por ello haré referencia a aquellos, de reciente aparición, que me han parecido más asépticos y completos: Schauder S. Mycoses 2002; 45: 1-9: “Itraconazol es una buena alternativa a griseofulvina para el tratamiento de la tinea capitis en niños, aunque es mucho más cara y no ha sido aceptada para su uso por las autoridades alemanas”. Gupta AK, et al. Pediatr Dermatol. 2001; 18: 433-8. En este trabajo se realiza un estudio multicéntrico, prospectivo, doble ciego, no esponsarizado y concluye: “griseofulvina es efectiva en el 92%, terbinafina en el 94%, itraconazol en el 80% y fluconazol en el 84%. Los efectos secundarios se presentaron en seis pacientes del grupo de la GF en forma de trastornos intestinales”. Sin duda efectividad bastante parecida Bennnet ML, et al. Pediatr Dermatol. 2000; 17:3 25-6: “Por eficacia, seguridad y precio… la GF es el tratamiento de elección en la tinea capitis en niños”.

Los imidazoles constituyen el grupo más amplio de los antimicóticos de amplio espectro, actúan alterando la membrana celular del hongo bloqueando la biosíntesis del ergosterol. Se comportan como fungistáticos y actúan a través del citocromo P-450, por lo que su administración sistémica no carece de efectos secundarios. Como medicación tópica, podemos contar con una gran variedad de derivados: miconazol, clotrimazol, econazol, bifonazol, tioconazol, sertoconazol, etc. Todos ellos tienen un mecanismo de acción semejante, si bien las nuevas moléculas son más eficaces que las antiguas, debido a su mayor potencia y a su comodidad de uso, una sola aplicación al día.

La síntesis del ketoconazol supuso un hito importante al ser el primer antimicótico de amplio espectro útil vía tópica, al 2%, y sistémica, lo que implica su indicación en dermatofitosis, candidiasis y algunas micosis profundas. La dosis habitual es, en adultos, de 200 mg para las dermatofitosis y 400 mg en las candidiasis; en niños la dosis recomendada es de 3-6 mg/kg/día, el tiempo de administración oscila entre 5 días (candidiasis), 30-40 días (dermatofitosis) y 6-12 meses (micosis sistémicas y tiña ungueal). Sus efectos secundarios deben ser tenidos en cuenta, sobre todo en las terapias prolongadas en las que puede observarse: hipoadrenalismo, disminución de la líbido, impotencia y ginecomastia. La afectación hepática ocurre en 1 de cada 10.000 pacientes y se debe más a idiosincrasia que a la dosis empleada.

Por todo ello, el uso del ketoconazol vía sistémica ha caído en desuso en favor de los triazoles, grupo de antifúngicos semejantes a los imidazoles en sus indicaciones y mecanismo de acción pero con menor toxicidad, dada su escasa ligazón al citocromo P-450 humano. A esta familia pertenecen el fluconazol, especialmente indicado en las candidiasis pero con evidente acción frente a los dermatofitos, en los que a dosis de 150 mg/semanales (dosis única) parece ser un tratamiento útil; y el itraconazol, que a dosis de 50-100 mg/día es una excelente alternativa terapéutica cuando no están indicados los antimicóticos clásicos y en el tratamiento de la onicomicosis. En la edad pediátrica, se usa a dosis de 3-6 mg/kg, si bien su uso no está aceptado en todos los países.

Las alilaminas representan una nueva clase de antifúngicos de amplio espectro que actúan, como los imidazoles, sobre la pared del hongo, pero bloqueando el paso de escualeno a lanosterol. La enzima que cataliza esta acción es independiente del citocromo P-450; por lo que, no presenta los efectos secundarios de los imidazólicos. Se comportan como fungicidas, y los más importantes son: la nafatfina, sólo de uso tópico, y la terbinafina, que tópicamente se comporta como antimicótico de amplio espectro, pero que vía oral tan sólo muestra actividad frente a los dermatofitos. A dosis de 250 mg/día, es útil frente a la mayoría de las “tiñas”, pero muy especialmente sobre la tiña ungueal. En Europa, la terbinafina no está autorizada en niños. Aunque se propone la mitad de la dosis que en adultos

Otros productos, como la ciclopiroxolamina y las dimetilmorfolinas, son también antimicóticos de amplio espectro con buena actividad, incluso superior a los imidazoles.

A la hora de elegir terapéutica, es importante tener en cuenta cuando debe emplearse la vía tópica o la sistémica. En nuestra opinión, debe emplearse la segunda en: tiña de la cabeza y tiña de las uñas, formas diseminadas o de difícil acceso, formas recidivantes a tratamiento local.

Sobre el precio, creo que no vale la pena discutir, el envase de 25 cápsulas de GF de 125 mg, es aproximadamente de 2,2 euros, el de 100 comp. vale 3,22 euros. Un niño de 40 kg, precisaría dos cajas de 100 comp., y aún le sobran, por un precio de 6,24 euros. El itraconazol tiene un precio de 35,61 euros (100 mg, caja de 18), la terbinafina 60,79 euros (250 mg, caja de 28) y el fluconazol 93,53 euros (200 mg, caja de 7 comp). ¡Hagan ustedes cuentas! Por todo ello, creo que es evidente que la griseofulvina es ineficaz en las uñas, poco eficaz, o al menos, menos eficaz que otros antifúngicos en algunas formas de tiña del pie, pero sigo pensando que es la primera elección en la tinea capitis, aunque sin duda el resto de los antimicóticos, especialmente terbinafina e itraconazol (dado que son sobre los que se tiene una mayor experiencia) son una excelente alternativa terapéutica (Tabla VI).

Tabla VI. Antifúngicos orales.

Candidiasis cutaneomucosas

Son infecciones producidas por levaduras del genero Candida, que alcanzan la piel, uñas y membranas mucosas. Sólo se ha encontrado afectación del folículo en cuero cabelludo en pacientes portadores de VIH. Hasta seis formas clínicas localizadas podemos diagnosticar: intértrigo candidiásico, muguet, formas miliares, forma interdigital, paroniquia-onicomicosis y dermatitis perioral(2).

El intertrigo candidiásico, se produce por la falta de ventilación, la humedad consiguiente, y la poca higiene que macera la piel y son elementos favorecedores, de una lesión que comienza en los pliegues para extenderse de forma progresiva simétricamente.Las zonas afectadas suelen ser la región axilar, inguinal, ínterglútea (Fig. 12) y submamaria. La lesión inicial es una vesícula-pústula que se rompe y se une a otras hasta formar una placa eritematosa con límites descamativos y presencia de lesiones satélites.

Figura 12. Candidiasis perianal.

Figura 12. Candidiasis perianal.

El muguet está formado por pequeñas máculas rojas que se convierten poco a poco en placas blancas confluyentes, con aspecto cremoso, localizadas en lengua o mucosa bucal. Es fácilmente removible y deja a la vista una mucosa hiperémica (Fig. 13).

Figura 13. Placa de Muguet.

Figura 13. Placa de Muguet.

La forma miliare es la resultante de la colonización de lesiones de milliaria, elementos pápulo-pustulosos sobre una base eritematosa.

La forma interdigital, con localización entre 3º y 4º dedo, la lesión queda delimitada por un collarete descamativo.

La forma paroniquia-onicomicosis, se inicia con la afectación en el pliegue periungueal, que aparece inflamado, con eritema, dolor al tacto y con posible salida de exudación serosa y purulenta, de tipo cronificado, afecta a la uña desde el borde lateral, con extensión progresiva hacia el resto de la uña.

Hay también una forma de dermatitis perioral (Fig. 14), con posible afectación de los pliegues en forma de queilitis triangular.

Figura 14. Candidiasis periorificial.

Figura 14. Candidiasis periorificial.

Hasta dos formas clínicas difusas podemos diagnosticar:

• En la edad neonatal, en las primeras 24 horas, formada por múltiples elementos eritematosos de pequeño tamaño, que varían de vesícula, hacia ampolla o pústula.

• Y más tarde en la adolescencia, en los pacientes que toman drogas, en formas de lesiones foliculares o nodulares.

El diagnóstico se realizará mediante examen microscópico directo tras tinción para observar levaduras con pseudofilamentos, al tiempo que se realiza cultivo de las muestras.

El diagnóstico diferencial en el intértrigo candidiásico se efectuará con: eritrasma, psoriasis y dermatitis seborreica; en la forma muguet, con las estomatitis en general; y en la forma de perionixis-candidiásica, con los panadizos bacterianos y las tiñas ungueales.

Tratamiento: se pueden utilizar, indistintamente: nistatina, imidazoles, naftifina, ciclopiroxolamina o terbinafina durante 7 días, y de 3 a 4 meses en la paroniquia. En el intértrigo, hay que evitar la humedad persistente y el resto de factores condicionantes.

Pitirisias versicolor

Es la micosis superficial más frecuente, de evolución crónica y recidivante, causada por la levadura Malassezia furfur, saprofito endógeno frecuente en piel normal. Suele sugerirse que es por una predisposición genética, humedad local, corticoides tópicos y/o sistémicos y por estados carenciales.

La clínica muestra: escamas finas, furfuráceas, máculas que cambian de color pardo, rosadas, blanquecinas. Son elementos lenticulares a grandes placas en la espalda, cuello y hombros, que muestran coloración amarillenta a la luz de Wood y signo de uñada de Vencer, discretamente pruriginosas(3).

El diagnóstico diferencial se suele hacer con la pitiriasis rosada, vitíligo, leucodermias postinflamatorias y eccematides acromiantes

Tratamiento: el sulfuro de selenio al 2,5%, y ketoconazol en champú, 7 días. Naftifina o imidazólicos en solución o espray, 2 semanas. Y ketoconazol o itraconazol en los casos rebeldes por vía oral 7 días.

Bibliografía

Los asteriscos reflejan el interés del artículo a juicio del autor.

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7. Moreno Giménez JC. Tinea cruris. Monografías en Dermatología. Área de micosis. Madrid: Aula Médica; 1996.

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11. Sánchez Carazo, Obon L, Pont V. Tratamiento actual de las micosis superficiales. Rev Iberoam Micol. 1999; 16: S32-30.

Bibliografía recomendada

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Enfoque útil de una tinea que en la mayoría de los casos pasa desapercibida.

– Crespo Erchiga V, Delgado Florencio V, Sánchez Carazo JL. Micosis Cutáneas. Grupo Español de Micologia Cutánea; 1996.

Enfoque práctico del diagnóstico diferencial de las micosis cutáneas.

– Sánchez Carazo, Obon L, Pont V. Tratamiento actual de las micosis superficiales. Rev Iberoam Micol 1999; 16: S32-S30.

Pautas terapéuticas en las tineas que con más prevalencia padecemos.

– Martínez Díaz de Argandoña C. Contribución al estudio Clínico-Epidemiológico de las Dermatofitosis en el Área Sanitaria Sur de Sevilla. Tesis Doctoral. Universidad de Sevilla; 2002.

Tesis en la que el autor, hace una excelente puesta al día de las micosis que más frecuentemente padecemos en un área sanitaria que alterna la población rural con la de la ciudad.

 

Caso clínico

Niña de 6 años de edad, sin antecedentes de interés, que frecuenta los fines de semana la casa de los abuelos que se encuentra situada en el campo y ha estado en contacto con conejos que cría en la finca. Presenta unas lesiones anulares de borde activo, que se extienden centrífugamente al tiempo que se van curando por el centro. Este borde está bien definido y sobreelevado, con escamas y vesículo-pústulas. Las lesiones se localizan en cara interna de muslos y se distribuyen de forma asimétrica, causándole prurito intenso (Fig. 15).

Ha sido tratada con griseofulvina a razón de 5-10 mg/kg/d, y tópicamente con terbinafina en crema y ketoconazol en gel para el lavado de las lesiones, respondiendo al mes sin reacciones adversas.

Figura 15. Lesiones anulares de borde activo y curación central.

Figura 15. Lesiones anulares de borde activo y curación central.

 

Enfermedades bacterianas de la piel

F.A. Moraga-Llop, A. Martínez-Roig
Temas de FC

 
F.A. Moraga-Llop*, A. Martínez-Roig**

*Área Pediátrica. Hospital Universitari Vall d’Hebron. Barcelona
**Servicio de Pediatría. Hospital Universitari del Mar. Barcelona.Universidad Autónoma de Barcelona, Barcelona

 

Resumen

Las infecciones cutáneas son la causa más frecuente de visita de Dermatología pediátrica. Sus agentes causantes más frecuentes son estreptococos y estafilococos. En estos últimos, debe considerarse el cambio epidemiológico producido desde hace unos años, con un incremento de Staphylococcus aureus resistente a la meticilina adquirido en la comunidad (SARM-AC). Las formas clínicas de presentación varían según la profundidad y la localización, lo cual condiciona en parte el tratamiento tópico o sistémico. La fascitis necrotizante es la forma que requerirá una atención más rápida por su posible extrema gravedad. La mupirocona, el ácido fusídico y la retapamulina son los fármacos de elección en las formas superficiales. La cloxacilina, la amoxicilina-ácido clavulánico y el cefadroxilo son los principales frente a los estafilococos y, en caso de SARM-AC, lo son el cotrimoxazol y la clindamicina. La penicilina y la amoxicilina están indicadas para los estreptococos.

 

Abstract

The skin infections are the cause of more frequent visits of paediatric dermatology. Staphylococcus and streptococcus are the most frequently etiologic agents. It is necessary to consider the epidemiological change in the later years with the increase of Staphylococcus aureus methicillin resistant acquired in community (SARM-AC). The clinic forms of presentations vary in regards to deep and the location, facts that were in part condition the topical or systemic treatment. The necrotizing fasciitis is the form that requires quick attention for its possible extreme gravity. Mupirocina, fusidic acid and retapamulin are the antibiotic of superficial choice. Cloxacil·lin, amoxicil·lin-clavulanate, cefadroxil versus staphylococci, which in the case of was an SARM-AC would be cotrimoxazole, clindamycin. In streptoccocal infections penicillin and amoxicillin will be the antibiotic selected.

 

Palabras clave: Infección cutánea; Estafilococo; Estreptococo; Antiinfecciosos.

Key words: Skin infection; Staphylococcus; Streptococcus; Anti-infective agents.

 

Pediatr Integral 2012; XVI(3): 235-243


Enfermedades bacterianas de la piel

 

Introducción

Las infecciones cutáneas son la causa más frecuente de consulta dermatológica pediátrica. Se clasifican en primarias, secundarias o sobreinfecciones y mediadas por toxinas.

Las infecciones cutáneas son la causa más frecuente de consulta dermatológica pediátrica. De acuerdo con el mecanismo y la forma de presentación, pueden ser primarias, secundarias (sobreinfecciones) o mediadas por toxinas, y se clasifican, según su etiología, en bacterianas, micóticas y virales. Las infecciones primarias se producen cuando los microorganismos, generalmente Streptococcus pyogenes o Staphylococcus aureus, invaden una piel previamente sana. Las infecciones secundarias o sobreinfecciones cutáneas se originan sobre una dermatosis preexistente, incluso a veces ya infecciosa; una dermatitis del pañal puede sobreinfectarse por Candida (micotización), o un herpes simple por S. pyogenes o S. aureus (impetiginización) (Fig. 1). Las mediadas por toxinas se originan a partir de un foco de colonización o de infección por S. pyogenes o S. aureus (Fig. 2).

Figura 1.Infección bacteriana secundaria. Herpes impetiginizado

Figura 1.Infección bacteriana secundaria. Herpes impetiginizado

Figura 2. Infección estafilocócica mediada por toxinas (SSSS)

Figura 2. Infección estafilocócica mediada por toxinas (SSSS).

Etiopatogenia

S. pyogenes y S. aureus son los microorganismos más frecuentes. La localización de la infección influye en la gravedad.

Las infecciones bacterianas de la piel y las partes blandas incluyen, desde formas clínicas leves (piodermitis), hasta otras que incluso pueden poner en riesgo la vida del paciente (fascitis necrotizante). Estas infecciones se clasifican según la estructura de la piel en que se localizan, incluyendo los anejos cutáneos y la profundidad de la afectación, desde la epidermis hasta el músculo (Tabla I).

Tabla I. Infecciones bacterianas cutáneas: localización y tipo de infección

Las infecciones bacterianas más frecuentes en el niño son las piodermitis o enfermedades causadas por microorganismos piógenos, estreptococos y estafilococos, que pueden localizarse en la parte superficial de la piel (impétigo) o en los anejos cutáneos, es decir, las glándulas sudoríparas y los folículos pilosebáceos. Otros patógenos pueden producir diversas infecciones cutáneas que son mucho menos frecuentes:

a. Infecciones por bacilos gramnegativos: Pseudomonas sp., Klebsiella sp., Proteus sp., Enterobacter sp., Escherichia coli.

b. Infecciones por corinebacterias.

c. Infecciones mixtas, por microorganismos anaerobios y aerobios, en mordeduras y picaduras.

d. Infecciones por clostridios: gangrenas.

e. Infecciones por micobacterias atípicas.

Se han descrito nuevos mecanismos patogénicos en las infecciones bacterianas, los llamados síndromes cutáneos mediados por toxinas, estafilocócicas y estreptocócicas. S. aureus y S. pyogenes, a partir de una colonización o una infección focal, que puede ser cutánea, mucosa o interna, elaboran toxinas que dan lugar a manifestaciones cutáneas, muchas veces generalizadas (eritema, despegamientos epidérmicos, exantemas) y sistémicas. El síndrome estafilocócico de la piel escaldada (conocido como SSSS, del inglés staphylococcal scalded skin syndrome) está causado por las toxinas epidermolíticas o exfoliativas (exfoliatinas A y B) producidas por ciertas cepas de estafilococos; en el síndrome de shock tóxico y en la escarlatina de causa estafilocócica, intervienen la toxina del síndrome de shock tóxico 1 (TSST-1) y, con menor frecuencia, las enterotoxinas A, B, C, D y E; y el síndrome de shock tóxico y la escarlatina estreptocócicos están originados por las toxinas pirógenas A, B o C(1-3).

Epidemiología

El incremento de S. aureus resistente a meticilina adquirido en la comunidad (SARM-AC) es el cambio importante de los últimos años.

El incremento de SARM-AC es el cambio epidemiológico más importante de los últimos años, con una gran trascendencia clínica y terapéutica. Las infecciones por SARM adquiridas en el hospital empezaron a describirse en la década de 1960, pero recientemente se ha observado un aumento de las producidas por SARM-AC en pacientes sin factores de riesgo conocidos, en particular en los niños. Las infecciones más frecuentes asociadas a SARM-AC en la población pediátrica son las de la piel y las partes blandas.

La resistencia a la meticilina viene determinada por la sustitución de la actividad enzimática de la PBP (penicillin binding protein) por la PBP2a, que posee una baja afinidad por los antibióticos betalactámicos. La PBP2a está codificada por el gen cromosómico mecA, que se encuentra en unos elementos genéticos llamados cassettes cromosómicos estafilocócicos, de los cuales el tipo IV es el que con mayor frecuencia se encuentra en SARM-AC y le proporciona un mecanismo de superadaptación en la comunidad. Un factor de virulencia de estos micoorganismos es el gen que codifica la leucocidina Panton-Valentine (LPV), citotoxina que contribuye a la necrosis tisular y a la formación de abscesos, principalmente pulmonares, cutáneos y de partes blandas, produciendo infecciones graves en niños, por lo demás, sanos. Aunque la mayoría de las cepas productoras de LPV son resistentes a la meticilina, otras son sensibles; la resistencia aislada a la meticilina es frecuente y, en ocasiones, puede asociarse a resistencia a la eritromicina.

Diferentes estudios confirman la diseminación de este tipo de cepas en algunas comunidades, e incluso llegan a ser las más prevalentes entre las que causan infecciones por S. aureus en determinadas áreas geográficas, sobre todo en Estados Unidos. En España parece ir aumentando, de manera lenta, la incidencia de infecciones pediátricas por SARM-AC, principalmente en población inmigrante. Sin embargo, las series de casos publicadas hasta la actualidad difieren mucho de las descritas en otros países, donde SARM-AC es ya un verdadero problema de salud pública(4-5).

Infecciones bacterianas cutáneas

El diagnóstico se establece sobre todo por la clínica. Las pruebas complementarias sólo ayudarán a conocer el microorganismo causante, excepto en las formas profundas (celulitis y fascitis), en las cuales pueden favorecer un tratamiento precoz.

Como se indica en la tabla I, las infecciones cutáneas y de partes blandas de causa bacteriana se clasifican según la profundidad de la lesión, desde la epidermis hasta el músculo. En la misma tabla, se citan también diversas formas clínicas de dermatitis bacterianas según la zona del organismo afectada, desde lesiones localizadas en un dedo (la dactilis distal ampollar), hasta las formas generalizadas de las enfermedades estafilocócicas mediadas por toxinas, como el SSSS.

En este apartado, nos referiremos al impétigo, como la forma clínica más frecuente y característica de la edad pediátrica, a otras infecciones cutáneas habituales, a las infecciones de las partes blandas, que han adquirido un interés especial en los últimos años y, finalmente, al tratamiento de las infecciones cutáneas y de las partes blandas.

Impétigo

Etiología

El impétigo es una infección cutánea superficial, más frecuente en la infancia, que puede ser de dos tipos: el clásico, llamado contagioso o común (impétigo verdadero de Tilbury Fox), producido por S. pyogenes, y el ampollar o bulloso producido por S. aureus; en ocasiones la causa es mixta (estreptocócica y estafilocócica). En los últimos años, se han producido cambios en la bacteriología del impétigo. En el contagioso o no ampollar, de etiología estreptocócica, el estafilococo tiene cada vez más importancia por su frecuencia. En este caso, S. aureus puede actuar como un agente infeccioso único o también como un “compañero de viaje” del estreptococo, es decir, un invasor secundario. Además, se está observando un aumento de la incidencia del impétigo ampollar o estafilocócico, y en las estafilodermias en general están apareciendo casos producidos por SARM-AC.

Manifestaciones clínicas

El impétigo contagioso, también denominado “no ampollar” o “no bulloso”, se caracteriza por presentar lesiones vesículo-pustulosas que evolucionan hacia la formación de las características costras gruesas, húmedas y de color amarillo dorado (costras melicéricas). Esta infección es muy contagiosa, autoinoculable y heteroinoculable; se transmite por contacto directo o también mediante objetos contaminados. El hacinamiento (como el que se produce en guarderías y otros centros infantiles), la falta de higiene y los microtraumatismos cutáneos contribuyen a su difusión (Fig. 3).

Figura 3. Impétigo contagioso estreptocócico

Figura 3. Impétigo contagioso estreptocócico

El impétigo estafilocócico ampollar o bulloso se distingue por la aparición de ampollas o bullas flaccidas, sobre una piel aparentemente normal, que se rompen dejando una base eritematosa húmeda y un halo de piel que se desprende. Las lesiones secan rápidamente y se cubren de costras claras, finas y superficiales. El impétigo estafilocócico, al igual que las otras estafilodermias, se transmite de persona a persona, a través de las manos y de las secreciones nasales, y es muy importante el estado de portador asintomático, que es difícil de erradicar (S. aureus coloniza las ventanas anteriores de las fosas nasales y las partes húmedas del cuerpo). Una forma clínica que se presenta en el periodo neonatal, el “pénfigo” o penfigoide estafilocócico del recién nacido, puede ser grave por ser una posible puerta de entrada de una sepsis estafilocócica, y por su elevada contagiosidad cuando ocurre en una sala de Neonatología. El impétigo ampollar se considera una forma leve y localizada del síndrome estafilocócico de la piel escaldada, en el cual la toxina no difunde más allá del foco infeccioso (Fig. 4).

Figura 4. Impétigo ampolloso estafilocócico

Figura 4. Impétigo ampolloso estafilocócico

Diagnóstico diferencial

En primer lugar, hay que diferenciar si se trata de un impétigo primario, es decir, el que asienta sobre una piel previamente sana, o de una forma secundaria que se origina sobre una dermatosis preexistente que se sobreinfecta o impetiginiza, como es el caso de una dermatitis atópica o, incluso, de una dermatitis infecciosa, por ejemplo, un herpes simple impetiginizado o una varicela sobreinfectada.

En el impétigo no ampolloso, el diagnóstico diferencial debe establecerse con el herpes simple, que presenta múltiples vesículas agrupadas rodeadas de eritema que, al romper, forman úlceras más profundas que el impétigo y luego se cubren de costras; con la tiña de piel lampiña que, si bien en la zona periférica puede presentar pequeñas pápulas con mínimas costras, la parte central está respetada; con el eccema agudo, que presenta vesículas en la fase inicial para luego cubrirse de costras, pero siempre acompañado de prurito; y, con la forma subaguda del eccema numular, que suele acompañarse de lesiones bastante simétricas, a diferencia del impétigo.

El impétigo ampolloso debe distinguirse de la necrólisis epidérmica tóxica por fármacos, que muestra afectación de mucosas, afectación cutánea generalizada y afectación sistémica; de las picaduras con reacción ampollosa que se ha iniciado por una pequeña pápula pruriginosa, agrupación o trayecto de lesiones, y con estacionalidad o antecedentes; y de la epidermólisis ampollosa, que es recurrente, más extensa en superficie, puede afectar a las mucosas y las ampollas se rompen fácilmente.

Diagnóstico

El diagnóstico es clínico, y se apoya en la tinción de Gram y el cultivo del contenido líquido o de la superficie de la lesión para confirmar la bacteriología del impétigo(6-8).

Foliculitis, forúnculo y ántrax

Etiología

La foliculitis, el forúnculo y el ántrax son estafilodermias producidas por S. aureus. Hay que señalar que, en los últimos años, están apareciendo sarm-AC que son sensibles al cotrimoxazol y la clindamicina (Fig. 5). Debe recordarse también la posibilidad de Pseudomonas aeruginosa como causa de foliculitis tras la exposición a piscinas con agua caliente, bañeras de hidromasaje o esponjas contaminadas.

Figura 5. Ántrax por SAMR-AC

Figura 5. Ántrax por SAMR-AC

Manifestaciones clínicas

La foliculitis es la inflamación de uno o más folículos pilosos y, según su nivel de afectación, puede ser superficial o profunda; la primera se limita al ostium folicular y se presenta como una pústula centrada por un pelo, rodeada por un halo eritematoso. La característica diferencial de la foliculitis por P. aeruginosa es la localización en las partes tapadas por el traje de baño.

Se habla de forúnculo cuando la foliculitis es profunda, afecta a todo el aparato pilosebáceo y llega a la dermis papilar, con formación de un absceso perifolicular, necrosis central y formación de esfacelos procedentes de la pared folicular y de la dermis que se eliminan al exterior (“clavo”). Se inicia con una zona de enrojecimiento, que es dolorosa, en cuyo centro aparece una pústula; la lesión puede ser única o múltiple (forunculosis).

El ántrax es la inflamación del tejido subcutáneo constituida por un grupo de forúnculos adyacentes, que forman múltiples abscesos con sus correspondientes puntos de drenaje. Se presenta como una placa eritematosa que contiene varias pústulas. En el forúnculo y en el ántrax salen pus y tejidos necrosados de las pústulas, y pueden acompañarse de fiebre y síntomas generales.

Diagnóstico diferencial

La foliculitis por patógenos oportunistas o por P. aeruginosa se caracteriza por su persistencia a pesar de un tratamiento bien orientado hacia los clásicos microorganismos causantes (estafilococo o estreptococo). En ocasiones, las infecciones por Candida del área del pañal se acompañan de pequeñas pústulas foliculares que se extienden hacia la periferia. Las picaduras de insecto suelen presentar pápulas no centradas en el pelo, sino en una microvesícula del punto de inoculación; se acompañan de prurito, suelen seguir un trayecto y las pústulas no son habituales. El nódulo del acné puede remedar al forúnculo, pero su localización en la cara o la espalda, rodeado de otros elementos acneicos, facilita la diferenciación. La hidradenitis de localización en los pliegues axilares o inguinales puede semejar ántrax o forúnculos.

Diagnóstico

El diagnóstico es clínico y se apoya en la tinción de Gram y el cultivo del contenido de la lesión para confirmar su etiología estafilocócica. Si se trata de S. aureus, siempre debe realizarse el antibiograma.

Erisipela

Etiología

La erisipela está causada por S. pyogenes (Fig. 6), si bien a veces puede ser por otros estreptocococos o incluso por S. aureus. El periodo de incubación no supera los 7 días.

Figura 6. Erisipela por S. pyogenes.

Figura 6. Erisipela por S. pyogenes.

Manifestaciones clínicas

Se trata de una celulitis superficial con presencia de adenopatías regionales, que se acompaña de síntomas sistémicos, tales como: fiebre, artralgias, malestar o vómitos. Es una placa roja, indurada, dolorosa y caliente, con la superficie lisa, en cuya parte central puede haber vesiculación. El borde está más sobreelevado, con un crecimiento que hace que la parte central disminuya en signos inflamatorios y sean más intensos en la zona periférica (máximo periférico de Milian).

Su localización habitual es la cara, el cuero cabelludo o los miembros, aunque puede encontrarse en el ombligo o los genitales durante el periodo neonatal(6-8).

Diagnóstico diferencial

Debe distinguirse del resto de las celulitis, caracterizadas por una placa indurada con mayor profundidad y extensión, y sin el signo del máximo periférico de Milian.

Diagnóstico

El diagnóstico se establece por la clínica.

Escarlatina

Etiología

Asociación de exantema mediado por la exotoxina pirogénica o toxina eritrogénica liberada durante la infección faríngea por el estreptococo beta hemolítico del grupo A. Se reconoce también la posibilidad de que, a través de puertas de entrada cutáneas, se genere la llamada escarlatina quirúrgica, con S. aureus como agente causante (Fig. 7). Tiene un periodo de incubación de 1 a 4 días.

Figura 7. Escarlatina estafilocócica (puerta de entrada, herida mentón).

Figura 7. Escarlatina estafilocócica (puerta de entrada, herida mentón).

Manifestaciones clínicas

Aparece con más frecuencia entre los 4 y los 8 años de edad. Se inicia con una faringoamigdalitis febril, que cursa con odinofagia, cefalea, dolor abdominal y algún vómito. Las amígdalas están hiperémicas y con exudado. Puede haber enantema en forma de manchas petequiales, adenitis submaxilar y lengua de aspecto saburral. A las 14 a 72 horas del inicio del proceso febril, aparece la erupción: un exantema eritematoso descendente desde el cuello, constituido por micropápulas, de color escarlata, confluentes, sin dejar apenas piel respetada y que en los pliegues adquieren mayor intensidad (signo de Pastia). Al tacto da la sensación de piel de gallina. En la cara, la erupción respeta el triángulo perioral (triángulo de Filatov). En este periodo la lengua se vuelve aframbuesada. Ocasionalmente, pueden aparecer microvesículas en zonas del tronco, las manos o los pies (escarlatina miliar). La erupción dura entre 3 y 5 días y, al cabo de 7 a 10 días de la desaparición, se observa una descamación descendente, laminar en los miembros y furfurácea en el tronco.

En los casos producidos a través de una puerta de entrada cutánea, generalmente de etiología estafilocócica, faltarán las manifestaciones de la faringoamigdalitis y la lengua aframbuesada.

Diagnóstico diferencial

Las infecciones por parvovirus B19 pueden recordar la facies de la escarlatina, pero son afebriles, sin afectación faríngea y con exantema corporal reticulado, en forma de encaje.

También debe distinguirse de la infección por Arcanobacterium hemolyticum, con características clínicas muy parecidas, pero en preadolescentes y adolescentes, sin lengua aframbuesada ni enantema petequial.

En ocasiones, la mononucleosis infecciosa presenta un exantema parecido. En su forma más característica se acompañará de adenopatías generalizadas y hepatoesplenomegalia. No es infrecuente la aparición de la erupción tras la administración de antibióticos betalactámicos.

La enfermedad de Kawasaki puede, con su exantema polimorfo, adoptar en algún momento un aspecto parecido. La edad, la fiebre de 5 días, la conjuntivitis seca, los labios fisurados y la ausencia de faringoamigdalitis pueden diferenciarlas clínicamente, así como la presencia de inyección conjuntival.

El síndrome del shock tóxico puede acompañarse de una erupción semejante, pero va asociado a afectación hemodinámica y multiorgánica.

Las reacciones cutáneas a medicamentos también pueden adoptar un aspecto escarlatiniforme, pero el antecedente de la administración orientará el diagnóstico.

Diagnóstico

El diagnóstico es clínico. Puede practicarse un faringo-test o un frotis faríngeo para establecer la causa estreptocócica. En los casos con clínica compatible y sin positividad para el estreptococo, puede pensarse en la etiología estafilocócica(9)

Infecciones bacterianas de partes blandas

Celulitis

Etiología

S. pyogenes y S. aureus son los más habituales, pero Haemophilus influenzae tipo b (Hib) también se encontraba implicado antes de que se dispusiera de la vacuna contra él. Esporádicamente pueden hallarse otros microorganismos.

Manifestaciones clínicas

• Celulitis de las extremidades: son las formas más frecuentes y se relacionan con heridas menores o lesiones cutáneas. El microorganismo más habitual es S. aureus. El hemocultivo suele ser negativo y el cultivo del material purulento es positivo sólo en un 25% de los casos.

• Celulitis del oído externo: en la actualidad suele relacionarse con la colocación de piercings, aunque también puede ser la manifestación de una otitis externa maligna. El microorganismo más frecuente es P. aeruginosa. Si se afecta el lóbulo auricular, el tratamiento puede ser oral, mientras que, en los casos de condritis, se requiere también tratamiento quirúrgico y antibioticoterapia intravenosa.

• Celulitis orbitaria o periorbitaria: suelen ser secundarias a una puerta de entrada cutaneomucosa (herida, conjuntivitis) (Fig. 8 ) o a una sinusitis. Están causadas por S. aureus, S. pyogenes, S. pneumoniae y H. influenzae. El diagnóstico ha de confirmarse mediante una prueba de imagen (tomografía computarizada), en la cual se apreciará si es preseptal o postseptal.

• Celulitis de otras localizaciones: hay que recordar la asociación de la forma bacteriémica, de color rojo azulado en la mejilla y en otras localizaciones, con H. influenzae tipo b en la era prevacunal (Fig. 9), y actualmente en niños no inmunizados; la celulitis de la planta del pie secundaria a un pinchazo, por P. aeruginosa; la celulitis por Pasteurella multocida secundaria a mordeduras de animales; la producida por contacto con agua dulce, por Aeromonas, y con agua salada por Vibrio; y las celulitis en inmunodeprimidos, por enterobacterias, Pseudomonas y hongos.

Figura 8. Celulitis orbitaria preseptal estafilocócica secundaria a una herida en la mejilla.

Figura 8. Celulitis orbitaria preseptal estafilocócica secundaria a una herida en la mejilla.

Figura 9. Celulitis y artritis bacteriémicas por H. influenzae b en un niño no vacunado.

Figura 9. Celulitis y artritis bacteriémicas por H. influenzae b en un niño no vacunado.

Diagnóstico diferencial

En los miembros, puede confundirse con fracturas no diagnosticadas o con artritis sépticas cuando están próximas a una articulación. Una urticaria gigante o una dermatitis de contacto incipiente pueden tener un aspecto semejante, pero sin dolor al tacto. En el caso de las celulitis periorbitarias, hay que pensar en posibles lesiones traumáticas de la zona, dacriocistitis y dacrioadenitis.

Diagnóstico

El diagnóstico se establece por la clínica, pero podrá precisar pruebas de imagen en los casos de localización orbitaria o periorbitaria, así como hemocultivos si se sospecha enfermedad invasiva.

Fascitis necrotizante

Se trata de una infección de las partes blandas rápidamente progresiva que afecta la piel, el tejido celular subcutáneo, la fascia superficial y, en ocasiones, la profunda. Estas lesiones producen una importante necrosis hística, con grave toxicidad sistémica. La mortalidad es alta, y debe sospecharse y tratarse de forma precoz para mejorar el pronóstico. La identificación del microorganismo no debe retrasar nunca el inicio del tratamiento, ya que una actuación tardía puede incrementar la mortalidad de un 35 a un 70%.

La localización más frecuente de la fascitis necrotizante (o necrosante) es en los miembros, y su causa puede ser polimicrobiana (70 a 80%), por microorganismos aerobios y anaerobios, o monomicrobiana (20 a 30%), con S. pyogenes como patógeno más frecuente. Los factores predisponentes para padecer una fascitis necrotizante son: la varicela (Fig. 10), la onfalitis, las lesiones traumáticas, las heridas quirúrgicas y no quirúrgicas, las quemaduras y las picaduras de insecto.

Figura 10. Fascitis necrotizante y SST estreptocócico en un niño con varicela.

Figura 10. Fascitis necrotizante y SST estreptocócico en un niño con varicela.

La fascitis necrotizante es difícil de sospechar, y solamente en un 15% a 30% de los casos se realiza un diagnóstico inicial correcto; la celulitis suele ser el diagnóstico erróneo inicial más frecuente (50%). La fascitis se presenta con eritema, edema, calor, piel brillante e inflamación, con o sin bullas o ampollas y márgenes mal definidos. En ocasiones la piel adquiere el aspecto de “piel de naranja”.

La presencia de fiebre, dolor intenso, desproporcionado a los signos clínicos, así como el aspecto tóxico del niño, deben hacer sospechar una fascitis necrotizante. Cursa con leucocitosis con desviación izquierda y aumento de los valores de los reactantes de fase aguda, con trombocitopenia, anemia y aumento de las enzimas musculares.

Las pruebas de imagen pueden ser útiles para el diagnóstico, pero su normalidad no excluye la presencia de una fascitis necrotizante. En la tomografía computarizada, se encuentra un adelgazamiento asimétrico de la fascia profunda; mientras que, en la resonancia magnética, se observa una hipointensidad de partes blandas en T1 e hiperintensidad de la fascia en T2 y en la secuencia de supresión de grasa. No obstante, el diagnóstico es clínico y el tratamiento quirúrgico no debe demorarse en espera del resultado de las pruebas de imagen.

El tratamiento empírico debe incluir antibióticos frente a microorganismos aerobios y anaerobios. Una opción es la administración de una cefalosporina de tercera generación y metronidazol o clindamicina. Si la etiología es estreptocócica (S. pyogenes), se aconseja tratamiento doble con penicilina y clindamicina. Es imprescindible realizar una exploración quirúrgica precoz, con resección de los tejidos necróticos, obtención de muestras para cultivo y revisión diaria de la lesión. En caso de inestabilidad hemodinámica, en ocasiones es necesario el soporte ventilatorio y cardiocirculatorio. Un tratamiento quirúrgico precoz disminuye la mortalidad de un 40 a un 12%.

Una alternativa terapéutica es la administración de gammaglobulina por vía intravenosa, ya que puede neutralizar los superantígenos estreptocócicos que inhiben las células T, la producción de citocinas y la potenciación de la opsonización bacteriana. El uso de la cámara hiperbárica sigue siendo objeto de discusión.

En caso de sospecha clínica, el tratamiento quirúrgico debe ser precoz para confirmar la sospecha diagnóstica, obtener muestras para tinción de Gram y cultivo, y delimitar la extensión de la lesión. Debe realizarse un desbridamiento amplio con extirpación de los tejidos necróticos y desvitalizados. Es obligada la revisión de la herida cada 12 a 24 horas. La cicatrización se realiza por segunda intención y, en ocasiones, hay que hacer injertos cutáneos. Se realizan curas con apósitos y cremas, como en el tratamiento de las quemaduras. En los niños, rara vez es necesaria una amputación(10,11).

Tratamiento de las infecciones bacterianas cutáneas y de partes blandas

Deberá considerarse la extensión, la localización, la profundidad de la infección y el estado inmunitario del paciente. La orientación empírica del diagnóstico clínico-etiológico implica la selección del antibiótico y la duración del tratamiento.

La antibioticoterapia empírica de la infección bacteriana cutánea debe dirigirse a los microorganismos más probables, que son S. aureus y S. pyogenes, sin olvidar que también hay infecciones mixtas o polimicrobianas. La decisión de utilizar antibioticoterapia sistémica o tópica frente a una infección cutánea se fundamenta en la valoración de su grado de extensión (infección localizada o diseminada), la localización y la profundidad (desde una piodermitis superficial a una fascitis), y el estado inmunitario del paciente. En las formas clínicas generalizadas y profundas, la precocidad del tratamiento antimicrobiano sistémico es importante para evitar bacteriemias o septicemias.

La existencia de enfermedades de base, como: dermatitis atópica, psoriasis, inmunodeficiencias, diabetes, etc., que actúan como factores predisponentes, muchas veces requiere instaurar un tratamiento sistémico y el ingreso del paciente en el hospital.

Una vez establecido el diagnóstico de la infección cutánea, se seleccionará el antibiótico más apropiado según la etiología y las resistencias de los microorganismos implicados (Tabla II). La duración del tratamiento es de 1 a 2 semanas, dependiendo de la forma clínica. En los enfermos con dermatitis atópica resistente al tratamiento, que con frecuencia están colonizados por S. aureus, puede prolongarse la duración, pero sin exceder las 3 o 4 semanas para no favorecer la aparición de resistencias bacterianas. La elección del antibiótico para una infección cutánea o de partes blandas se basa en los siguientes aspectos:

Si se sospecha S. aureus, el fármaco de elección es la cloxacilina, una penicilina antiestafilocócica resistente a las penicilinasas. Sin embargo, la mala aceptación por parte del enfermo, debido a sus características organolépticas (mala palatabilidad) y sus peculiaridades farmacocinéticas (incomodidad de la administración cada 6 horas), hace que se utilice preferentemente en los pacientes en que esté indicada la vía intravenosa. Para la vía oral se prefiere amoxicilina-ácido clavulánico o una cefalosporina de primera generación; es de elección el cefadroxilo, por sus características farmacocinéticas (administración cada 12 horas) y organolépticas (buen sabor), al contrario de lo que sucede con la cloxacilina. Si los antibióticos betalactámicos están contraindicados, los fármacos de elección son el ácido fusídico y la clindamicina. El primero tiene dos limitaciones en Pediatría, ya que, por el momento, sólo está disponible en comprimidos de 250 mg (no existe presentación líquida) y sólo está indicado por ficha técnica en los adolescentes mayores de 12 años. Los macrólidos no están indicados en nuestro medio, pues se observa un importante porcentaje de resistencia a ellos.

Si se sospecha S. pyogenes, el antibiótico de elección es la penicilina, en forma de penicilina V o de amoxicilina. Los fármacos de segunda elección son el cefadroxilo, la clindamicina y los macrólidos (josamicina y miocamicina). Hay que tener en cuenta que, en los últimos años, han aparecido resistencias de S. pyogenes a la eritromicina, pero el estreptococo A permanece sensible (sólo hay un 2 a un 8% de resistencias) al grupo de macrólidos de 16 átomos, representado por la josamicina y la miocamicina.

En las infecciones mixtas por S. aureus y S. pyogenes, o cuando la causa es desconocida, se utilizará amoxicilina-ácido clavulánico o una cefalosporina de primera generación, siendo de elección el cefadroxilo.

Las infecciones por P. aeruginosa suelen resolverse espontáneamente una vez eliminado el factor desencadenante.

En algunas infecciones de partes blandas, como las fascitis necrotizantes, las gangrenas, los abscesos y ciertas celulitis, el tratamiento antibiótico es insuficiente y resulta primordial una rápida actuación quirúrgica para conseguir una completa curación(12-14).

Los antiinfecciosos tópicos se utilizan para eliminar las lesiones, acelerar el proceso de curación y disminuir las posibilidades de propagación de la infección por contacto. Sus indicaciones, en monoterapia, son las lesiones poco extensas y graves, es decir, las formas leves, localizadas y superficiales; en los pacientes con factores predisponentes, como la dermatitis atópica, se asocian a antibioticoterapia sistémica. Antes de su aplicación deben limpiarse las lesiones con solución salina fisiológica o con agua, jabonosa o no, para eliminar las costras y los restos de pomada de la administración anterior.

Las ventajas de la antibioticoterapia tópica son que el fármaco alcanza una alta concentración en el tejido diana (aunque la capacidad de penetración es variable según el antiinfeccioso), que no tiene efectos sistémicos y que el efecto bactericida es inmediato. Estos fármacos presentan, sin embargo, tres riesgos principales: la selección de cepas resistentes, por lo que deben utilizarse aquellos que no se administren por vía sistémica; la sensibilización por contacto, especialmente con penicilina, sulfamidas, neomicina, gentamicina y framicetina; y, por último, la absorción, que puede alcanzar incluso concentraciones tóxicas cuando se aplican en zonas muy extensas (Tabla III).

El ácido fusídico y la mupirocina son los antiinfecciosos tópicos de elección. Ambos tienen una baja capacidad de sensibilización por contacto y no producen resistencias cruzadas a otros antibióticos de uso sistémico. La retapamulina, el último antibiótico tópico de aparición en el mercado, obvia las resistencias del estafilococo a la mupirocina.

Los antisépticos cutáneos son sustancias que inhiben el crecimiento y que destruyen los microorganismos sobre un tejido vivo. En las infecciones cutáneas se utilizan para la desinfección y la limpieza, eliminando las bacterias presentes y favoreciendo el descostrado. En general, los antisépticos son menos sensibilizantes, y la aparición de cepas resistentes es menos frecuente que con los antiinfecciosos tópicos. Las sustancias más eficaces e inocuas disponibles son los jabones de pH ácido, la povidona yodada, la clorhexidina y la solución acuosa de permanganato potásico al 1/10.000; esta última es de elección en las lesiones exudativas.

Tabla II. Antibioticoterapia sistémica en las infecciones bacterianas cutáneas
Tabla III. Antibioticoterapia tópica en las infecciones bacterianas cutáneas

 

Función del pediatra de Atención Primaria

El pediatra de Atención Primaria es el elemento clave para el diagnóstico de las infecciones cutáneas. Tras considerar los posibles diagnósticos diferenciales, debe establecer una orientación diagnóstica. Probablemente, no siempre dispondrá de medios para estudiar la etiología, pero en las formas más superficiales esto no supone ningún problema para instaurar un tratamiento. En las formas profundas y en las que, por asociarse a alguna enfermedad de base, crea necesario realizar antibioticoterapia por vía intravenosa, deberá derivar el caso con celeridad al centro hospitalario de referencia, en especial si sospecha una fascitis necrotizante.

Bibliografía

Los asteriscos reflejan el interés del artículo a juicio del autor.

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12. Töroök E, Moran E, Cooke F. Oxford handbook of infectious diseases and microbiology. Oxford: Oxford University Press; 2009.

13. Moraga Llop FA, Cabañas Poi MJ. Guía de antiinfecciosos en Pediatría, 7ª ed. Madrid: Sanofi Pasteur MSD; 2010.

Bibliografía recomendada

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Libro de dermatología con imágenes y textos que ayudan al pediatra a establecer diagnósticos.

– Eichenfield LF, Frieden IJ, Esterly NB. Neonatal dermatology. 2nd. ed. Philadelphia: Saunders Elsevier; 2008. p. 173-92.

Etiología y descripción de las principales manifestaciones clínicas, junto con interesantes imágenes.

– Martínez Roig A, Moraga Llop FA. Virus, bacterias y lesiones cutáneas en la infancia. Barcelona: ESMONpharma; 2010.

Monografía clínica donde se ofrecen los elementos necesarios para orientar el diagnóstico y se establecen criterios terapéuticos.

 

Caso clínico

Paciente de 5 años de edad con el antecedente de un traumatismo en la cara anterior de la pierna derecha 2 meses antes de la aparición de la lesión que motiva la visita.

En la actualidad, hace 48 horas que presenta fiebre, cefalea y algún vómito, junto con la aparición de una lesión en la pierna derecha, redondeada, tipo placa indurada, dolorosa a la palpación y caliente. Con persistencia de la fiebre, hace 24 horas se desarrolla una flictena central y parece como si los bordes se sobreelevaran, y en esta zona domina la inflamación.

 

Enfermedades víricas de la piel

Temas de FC

 
R. Jimenez Alés

Pediatra. Consultorio de La Roda de Andalucía. UGC Estepa Sur.
Área de Gestión Sanitaria Osuna. Sevilla

 

Resumen

Las enfermedades víricas son el grupo de enfermedades infecciosas más frecuentes en la infancia, siendo la afectación cutánea muy frecuente. En los primeros años de vida, existe una especial predisposición para este tipo de infecciones en relación con la inmadurez inmunológica, tanto de tipo humoral como celular. Las lesiones cutáneas pueden estar producidas por el propio virus, siendo posible aislarlo, o bien, la clínica cutánea es el resultado de la interacción con el sistema inmune, como sería el caso de la mayoría de enfermedades exantemáticas. Debemos tener en cuenta, igualmente, que las lesiones de tipo nodular o vesiculosas son las que pueden contener el virus y ser potencialmente contagiosas. En este artículo de revisión, nos ocuparemos de las enfermedades víricas no exantemáticas.

 

Abstract

The viral diseases are the group most frequent infectious diseases in childhood, being very common skin involvement. In the first years of life is a special predisposition for these infections in relation to the immunological immaturity of both humoral and cellular. Skin lesions may be caused by the virus itself, making it possible to isolate, or the cutaneous clinic is the result of the interaction with the immune system, as it would be the case of most of exanthematous diseases. We should note also that nodular lesions or vesicles, are those that can contain the virus and potentially infectious. In this article of revision we will deal with non-exanthematous viral diseases.

 

Palabras clave: Enfermedades víricas de la piel; Herpes simple; Herpes zoster; Molluscum contagiosum; Verrugas.

Key words: Viral skin diseases; Herpes simplex; Herpes zoster; Molluscum contagious; Warts.

 

Pediatr Integral 2012; XVI(3): 222-234


Enfermedades víricas de la piel

 

Introducción(1)

Los virus son agentes infecciosos pequeños (de 20 a 300 A), no celulares que, al carecer de organelas funcionales, sólo pueden multiplicarse en el interior de una célula usando su aparato de síntesis para producir los componentes del propio virus. Son, por tanto, parásitos intracelulares obligados. Constan de un genoma formado por DNA bicatenario, o RNA, monocatenario por lo general, enzimas necesarias para la replicación y una cubierta proteica o cápside compuesta por múltiples capsómeras. Algunos virus poseen un envoltorio externo lipoproteico (nucleocápside), compuesto por proteínas específicas del virus, y lípidos y carbohidratos de la membrana celular de la célula parasitada.

La replicación se inicia tras la fijación del virus a la membrana plasmática de la célula “huésped”, seguida de la penetración del mismo al interior de la célula, donde se produce la decapsulación y liberación del ácido nucleico del virus. En la siguiente fase, se produce la replicación del ácido nucleico y la biosíntesis de las proteínas estructurales, seguida de un nuevo ensamblaje para formar, finalmente, un nuevo virión. En algunos casos, se produce la integración del genoma viral en el núcleo de la célula parasitada.

La infección viral puede dar lugar a cambios estructurales en la célula infectada (citólisis en el herpes zoster y simple), infecciones crónicas activas (virus del papiloma y poxvirus), transformación neoplásica (virus del papiloma) o bien infección latente y recidivante (herpes simple y zoster).

Las lesiones cutáneas pueden producirse por: inoculación directa, como en el caso de las verrugas, los moluscos o la primoinfección por herpes simple; por invasión de la piel a partir de una infección sistémica, como en la varicela; o por reactivación del virus latente, como en el herpes zoster y en las recidivas de herpes simple.

En la mayoría de ocasiones, las infecciones víricas se autoresuelven. El desarrollo de la inmunidad celular suele ser el responsable de la curación de la infección primaria, mientras que el desarrollo de anticuerpos evita las reinfecciones.

Aunque existe una gran variedad de virus que pueden provocar lesiones cutáneas, el propósito de este artículo de revisión es ayudar al diagnóstico de las más frecuentes en el ámbito de la Atención Primaria. Estas son las provocadas por herpesvirus [virus del herpes humano tipo 1 (VHS1), virus del herpes humano tipo 2 (VHS2) y virus varicela-zoster (VVZ)], virus del papiloma humano (VPH) y poxvirus.

Etiología y epidemiología

El 95% de las infecciones por VHS en la infancia son causadas por el tipo 1. Las infecciones por el tipo 2 deben alertarnos de un posible abuso sexual. Los VPH son los principales virus causantes de tumores benignos y malignos en el ser humano. Hasta el momento hay identificados más de 150 tipos.

Herpes simple(2)

Es un virus ubicuo y la mayoría de los individuos muestran alguna evidencia de infección por VHS. Son virus ADN pertenecientes a la familia Herpesviridae de reservorio exclusivo humano.

La infección por VHS1 se adquiere en la infancia temprana y hay evidencia serológica de infección en el 56-85% de la población adulta joven, según los países, siendo ligeramente superior en mujeres que en hombres, aunque la protección que les brindan los métodos barrera son más eficaces en ellas. La seroprevalencia del VHS2 varía entre el 13-40%. Aproximadamente, la tercera parte tienen manifestaciones clínicas.

La infección por VHS puede asociarse a severas complicaciones, especialmente en mujeres embarazadas y en inmunodeprimidos. Cuando se asocia a enfermedad de Darier o dermatitis atópica grave, puede dar lugar a un eccema variceliforme de Kaposi que amenace la vida.

Otra consecuencia seria de la infección de VHS es la transmisión del virus al recién nacido desde su madre infectada. La replicación viral asintomática ocurre aproximadamente durante un 7% del tiempo que dura la gestación, siendo responsable de la mayoría de las infecciones neonatales de VHS. El riesgo de la transmisión de VHS al recién nacido llega al 30-50% en las madres que adquieren una primoinfección por VHS cerca del parto. Entre las mujeres que han adquirido la infección de VHS antes de su tercer trimestre del embarazo, el riesgo de la transmisión es de menos del 1%. Las infecciones de VHS en recién nacidos son, habitualmente, debidas al VHS2 y la mayoría son debidas a la exposición a las lesiones activas en el canal del parto, aunque en el útero y en el postparto la transmisión también es posible. La transmisión se estima que puede ocurrir en 1 caso por cada 3.500-5.000 partos en los Estados Unidos. La infección neonatal puede ser mortal o dejar secuelas a largo plazo.

Herpes zoster(3,4)

El herpes zoster (HZ) es una virosis cutánea que se manifiesta con dolores neurálgicos y con una erupción vesiculosa distribuida en el territorio periférico de inervación de un ganglio sensitivo (metámero). Está provocada por la reactivación del virus de la varicela zoster (VZV), virus ADN de 90 Kd. La infección por este virus normalmente aparece a partir del contacto por vía aérea y en sujetos no inmunes provoca la varicela. Durante esta enfermedad, a partir de la piel o de las mucosas, el virus llega por vía neuronal ascendente hasta los ganglios sensitivos cráneo espinales donde se integra en el ADN celular escapando del control inmunitario. En estas células ganglionares, se produciría una continua replicación viral, por otro lado bloqueada por el sistema inmune del huésped. Sólo cuando el sistema inmune falla en contenerla, la replicación viral se convierte en eficaz, provocando la aparición del HZ años más tarde. No está claro si otros factores, tales como: radiación, trauma físico, ciertas medicaciones, otras infecciones, o estrés, también pueden facilitar la aparición del HZ. No está claro por qué los anticuerpos circulantes y la inmunidad celular no previenen la recurrencia de la enfermedad, como ocurre con otras enfermedades víricas. Parece existir una correlación inversa entre la capacidad de respuesta inmune celular del huésped y la incidencia del HZ; sin embargo, la mayoría de pacientes aparentan una inmunidad normal. Se postula que el HZ aparece cuando los títulos de anticuerpos y la inmunidad celular descienden por debajo de ciertos niveles que prevendrían la invasión viral. A favor de esta hipótesis, está la observación de que los pediatras, que presumiblemente se reexponen rutinariamente al VVZ y, por tanto, mantienen niveles altos de inmunidad, rara vez desarrollan un HZ.

La frecuencia del HZ se estima en 2-3 casos por 1.000 personas y año. Desde el nacimiento hasta los 9 años, la incidencia anual de herpes zoster es de 0,74 casos por cada 1.000 habitantes; en personas de 10-19 años, la incidencia anual es de 1,38 casos por cada 1.000 habitantes, y, en personas de 20-29 años, la incidencia anual es de 2,58 casos por cada 1.000 habitantes. Más del 66% de los pacientes son mayores de 50 años. De todos los pacientes con herpes zoster, menos del 10% son menores de 20 años, y el 5% son menores de 15 años.

En rara ocasión, puede ocasionar la muerte, aunque en personas seriamente debilitadas puede considerarse un factor contribuyente. La morbilidad suele quedar reducida al dolor, que puede persistir más allá del periodo de enfermedad activa (neuralgia postherpética). La afectación ocular puede causar pérdida temporal o permanente de la agudeza visual, llegando en casos extremos a la ceguera. Las complicaciones, como la infección secundaria de las lesiones, la implicación meníngea o visceral pueden provocar morbilidad adicional y dejar secuelas. Alrededor del 50% de las personas que viven más allá de 80 años presentarán en alguna ocasión un HZ. El zoster es raro en niños y adultos jóvenes, con la excepción de pacientes con SIDA, linfoma y otros cánceres e inmunodeficiencias, como las inducidas en trasplantes de médula o de riñón. En estos pacientes, el riesgo es independiente de la edad.

Virus del papiloma humano(5-10)

Las verrugas son proliferaciones benignas de la piel y mucosas causadas por el virus del papiloma humano (VPH). En la actualidad, han sido identificados más de 150 subtipos de VPH. Algunos de ellos tienden a presentarse en determinados sitios anatómicos (hay unos 35 tipos que tienen predilección por el epitelio ano-genital). Las principales manifestaciones clínicas de la infección por VPH son las verrugas comunes, verrugas genitales, las verrugas planas y verrugas palmoplantares. Manifestaciones menos frecuentes de la infección por el VPH son la hiperplasia epitelial focal (enfermedad de Heck) y la epidermodisplasia verruciforme. Las verrugas se transmiten por contacto directo o indirecto, y los factores predisponentes son la interrupción de la barrera epitelial normal. El tratamiento puede ser difícil, con frecuentes fracasos y reapariciones. Muchas verrugas, sin embargo, se resuelven espontáneamente en pocos años.
Un pequeño subconjunto de los tipos de VPH se asocia con el desarrollo de enfermedades malignas, incluyendo los tipos 6, 11, 16, 18, 31 y 35. La transformación maligna más común se observa en pacientes con verrugas genitales y en pacientes inmunocomprometidos. Los tipos de VPH 5, 8, 20 y 47, tienen potencial oncogénico en pacientes con epidermodisplasia verruciforme.

Aproximadamente, entre el 7 y el 10% de la población presentarán en algún momento verrugas vulgares, llegando hasta el 20% en niños de edad escolar, alcanzando un pico de frecuencia entre los 12 y 16 años. La frecuencia se incrementa en caso de inmunosupresión que afecte a la inmunidad celular y de dermatitis atópica. Más rara es la aparición en niños de condilomas acuminados, que siempre nos deben hacer sospechar abuso sexual.

La remisión espontánea ocurre en dos tercios de los pacientes en un plazo de dos años y las recurrencias son comunes.

Poxvirus(11,12)

En 1817, Bateman describe unas lesiones que, al exprimirlas, emitían un fluido lechoso. Henderson y Paterson, dos investigadores que estudiaban independientemente el Molluscum contagiosum (MC) 25 años después, describen el contenido celular de dicho líquido. Más tarde son descritos los cuerpos de inclusión citoplásmicos, denominados cuerpos de Henderson-Paterson. Hasta principios del siglo XX, permaneció incierta la etiología del MC. Algunos autores opinaban que las pápulas eran glándulas sebáceas agrandadas, mientras otros postulaban que una infestación parasitaria era la causante de las lesiones. Un avance importante en el estudio del MC surgió en 1905 cuando Juliusburg descubrió y documentó la naturaleza viral del MC. El MC es causado por el virus del Molluscum contagiosum, del que existen cuatro subtipos (1-4). Todos clasificados como miembros del género mollucipoxvirus. Son virus ADN de doble cadena y los mayores virus conocidos, alcanzando su genoma un peso estimado de 120-200 megadaltons. Los más frecuentes son el tipo 1 (más del 95%) y el 2 (3,5%), con genomas de 185 y 195 kilobases, respectivamente. No existe relación entre el tipo de virus y la morfología o localización de las lesiones. Codifican una proteína antioxidante (MC066L), que protege las células del daño por rayos UV o por peróxido. El papel particular de esta proteína no ha sido aclarado debido a que el virus del MC no ha podido ser cultivado in vitro.

Al igual que los virus de la viruela y la vacuna, el molusco se replica en el citoplasma de las células y más de la mitad de los genes son similares a los que se encuentran en los virus de la viruela y la vacuna. Estas diferencias genéticas hacen que las enfermedades inducidas sean muy diferentes.

La infección tiene una distribución mundial, aunque es más frecuente en regiones tropicales y subtropicales, probablemente debido a la mayor descamación inherente a la hidratación. Los estudios epidemiológicos sugieren que se relaciona con malas condiciones higiénicas y factores climáticos como el calor y la humedad. En los niños produce pequeñas epidemias (5,6% de los que asisten a guarderías y 7,4% de los escolares pueden verse afectados en algún momento) sobre todo, entre los que hacen natación en la misma piscina. Su incidencia es más alta en: infectados por VIH, aunque desde la introducción del tratamiento antiretroviral, de gran actividad (TARGA), ha disminuido sensiblemente; en pacientes en terapia esteroidea; y en los que están afectados por dermatitis atópica o por trastornos linfoproliferativos. Los estudios seroepidemiológicos han demostrado que los casos subclínicos o muy leves son más frecuentes de lo sospechado, pues se han comunicado tasas de seropositividad en la población general de hasta un 23%.

Tiene una distribución por edades bimodal. El primer pico se produce en la infancia, cuando la transmisión ocurre a través de la piel sin contacto sexual. El segundo pico aparece entre los 15 y 29 años, cuando aparece como una enfermedad de transmisión sexual.

Fisiopatología

El VVZ permanece toda la vida en los ganglios sensitivos, tras la primoinfección. Cuando escapa al control del sistema inmune, aparece el herpes zoster. Los virus del herpes simple tienen especial tropismo por el ganglio del trigémino (tipo 1) o por ganglios sacrolumbares (tipo 2).

Herpes simple(2)

Es necesario un contacto íntimo entre una persona susceptible (sin anticuerpos contra el virus) y otra persona con lesiones activas o con fluidos corporales que contengan el virus para que la infección se transmita. El contacto debe implicar membranas mucosas o zonas de piel lesionada. El virus, desde la piel o la mucosa, llega a los ganglios de las raíces sensoriales dorsales, donde permanece de forma latente. La replicación viral en el ganglio sensorial conduce a los brotes clínicos recurrentes. Estos brotes se pueden inducir por varios estímulos, como traumatismos, radiación ultravioleta, temperaturas extremas, estrés, inmunosupresión o fluctuaciones hormonales. La transmisión puede ocurrir cuando existe replicación viral y, por tanto, durante la infección primaria, durante las recidivas y durante períodos de replicación viral asintomática. El VHS1 se reactiva más eficientemente en el ganglio del trigémino (afectando a la cara y las mucosas orofaríngeas y oculares); mientras que, VHS2 tiene una reactivación más eficiente en los ganglios sacrolumbares (afectando caderas, nalgas, órganos genitales y las extremidades inferiores). La diferencia clínica en la reactivación sitio-específica entre VHS1 y VHS2 parece ser debida, en parte, a que cada virus establece la infección latente en diferentes poblaciones de neuronas ganglionares(13).

Herpes zoster(3,4,14)

El HZ comúnmente se manifiesta en las regiones inervadas por uno o más ganglios espinales o ganglios sensoriales craneales, presumiblemente porque las partículas virales se mantienen latentes en ellos desde el episodio original de varicela. El resultado es el dolor y los hallazgos cutáneos característicos con distribución metamérica. Menos frecuente es la afectación de las células de las astas anteriores y posteriores de la médula, las leptomeninges y los nervios periféricos, con la aparición de debilidad muscular o parálisis, pleocitosis del LCR o pérdida sensitiva. En raras ocasiones, puede dar lugar a mielitis, meningitis, encefalitis o afectación visceral.

Virus del papiloma humano(5,8,9,15)

Los VPH son altamente especie-específicos y no infectan otras especies aun en condiciones de laboratorio. Los humanos son, por ello, su único reservorio. Tienen dos formas de replicarse: de forma estable, en las células basales, o de forma episódica, permaneciendo en estado vegetativo, en células más diferenciadas. Aunque todas las células de una lesión contienen el genoma viral, la expresión de genes virales está ligada al estado de diferenciación celular. La mayoría de los genes no se activan hasta que el queratinocito no sale de la capa basal; por lo que, la producción de nuevos virus sólo ocurre en queratinocitos altamente diferenciados, en la superficie epitelial, para ser liberados con la descamación al medio ambiente. La infección, por tanto, ocurre cuando las células basales del huésped quedan expuestas al virus por rotura de la barrera epitelial, como puede ocurrir durante las relaciones sexuales o por abrasiones menores de la epidermis. El VPH, no se comporta como un virus citolítico. Las partículas virales se liberan tras degenerar las células que se han descamado de forma espontánea. El VPH puede sobrevivir muchos meses y a bajas temperaturas sin un anfitrión. La replicación viral se produce en el núcleo. Las células infectadas exhiben un alto grado de atipia nuclear. La coilocitosis (del griego koilos: vacío) hace referencia a células con un núcleo picnótico y un halo perinuclear, y es característica de la infección por VPH. El ADN viral existe como un episoma al margen del ADN del núcleo celular en las lesiones benignas o de bajo riesgo, como las producidas por el VPH 6 y 11. Los genomas de los tipos de alto riesgo 16 y 18, se integran en el ADN celular. Esta integración se considera un marcador de transformación maligna, que se produce por supresión de la proteína p53 del huésped que regula la proliferación celular.

Poxvirus(11,12)

La célula diana de la infección es el queratinocito. La replicación viral tiene lugar en el citoplasma, generando los característicos cuerpos de inclusión. Histológicamente, son más evidentes en el estrato granuloso y córneo de la epidermis. Aparece una hiperproliferación epidérmica como consecuencia de doblarse el índice de división celular en la capa basal. El virus causa tres patrones distintos de enfermedad en tres poblaciones distintas: niños, adultos inmunocompetentes y pacientes inmunosuprimidos (niños y adultos). Los niños adquieren la infección por contacto directo piel a piel o vía fómites, tales como equipamiento de gimnasio o baños públicos. El periodo de incubación habitual es de 2 a 6 semanas, aunque puede llegar de 1 a 26. Las lesiones aparecen típicamente en tronco, brazos, piernas y cara. En los adultos, se considera una enfermedad de transmisión sexual y las lesiones suelen circunscribirse a la región ano-genital y por debajo de la cintura. Generalmente, en la población inmunocompetente la infección es autolimitada. Los pacientes infectados por VIH o con otro tipo de inmunodeficiencia severa pueden experimentar un curso más largo, con lesiones más extensas y atípicas, afectando frecuentemente la cara y pueden contarse por centenares.

Clínica

Los periodos de incubación, hasta que las lesiones se hacen aparentes, pueden ser prolongados y contribuyen a la dificultad para controlar la diseminación de los virus.

Herpes simple(2)

Hasta un 80% de las infecciones cursan de forma asintomática. La mayoría de las infecciones sintomáticas son recurrentes y tienden a aparecer en o cerca de la misma localización. Los herpes labiales son la infección más común causada por el VHS1, siendo la primoinfección (gingivoestomatitis herpética) más frecuente durante la infancia; mientras, el herpes genital es causado generalmente por el VHS2 y es raro que la primoinfección aparezca antes de la pubertad, siendo un signo que nos debe alertar de un posible abuso sexual, aunque no debemos olvidar la posibilidad de infección connatal. Otras manifestaciones clínicas son menos frecuentes. El 95% de las infecciones por VHS en la infancia son causadas por el tipo 1.

La complicación más frecuente de la primoinfección por VHS2 es la sobreinfección bacteriana. En mujeres pueden aparecer complicaciones sistémicas en el 25% de los casos, como retención urinaria y meningitis aséptica. El malestar, las parestesias y el dolor, así como el impacto psicosocial, son significativos.

La infección primaria por VHS, cuando causa síntomas, es más severa que las recurrencias. Sin embargo, la mayoría de las infecciones primarias por VHS1 y VHS2 son subclínicas. El periodo de incubación oscila entre los 2 y 12 días. Las lesiones típicas están formadas por vesículas arracimadas con una base eritematosa que progresan a menudo a lesiones pustulosas o ulceradas y, eventualmente, a lesiones costrosas. Las lesiones tienden a repetirse en o cerca de la misma localización dentro de la distribución de un nervio sensitivo. Los síntomas sistémicos, tales como: fiebre, malestar y aspecto tóxico, pueden acompañar a las lesiones, especialmente en las primoinfecciones. Aunque los VHS pueden afectar a cualquier parte del cuerpo, el 70-90% de las infecciones por VHS1 se localizan por encima de la cintura, mientras el 70-90% de las infecciones por VHS2 se localizan por debajo.

Herpes orolabial(16)

Es comúnmente asociado a infección por VHS1, aunque han sido identificadas lesiones causadas por VHS2, usualmente secundarias al contacto orogenital. La infección primaria suele ocurrir durante la infancia y suele ser asintomática.

La primoinfección, cuando causa clínica, a menudo es severa, y puede asociar fiebre, artromialgias y malestar general. Los síntomas pueden incluir un pródromo con fiebre, seguido de dolor de boca y garganta, junto con linfadenopatías submandibulares o cervicales. En los niños, se observan gingivoestomatitis y odinofagia. Vesículas dolorosas aparecen en los labios, encías, paladar y lengua, asociadas a eritema y edema. Posteriormente, se ulceran y curan en el plazo de 2-3 semanas.

Posteriormente, el virus permanece latente por un tiempo variable. La reactivación del VHS1 en el ganglio del trigémino lleva a la recurrencia en la cara y en las mucosas oral, labial y ocular. Dolor, quemazón, prurito o parestesias preceden la aparición de vesículas que, eventualmente, se ulceran o forman costras (Fig. 1). Las lesiones suelen aparecer en el borde del bermellón y la sintomatología, en casos no tratados, suele durar 1 semana aproximadamente. La contagiosidad de las lesiones dura una media de 48-60 horas, no aislándose virus después de 96 horas de iniciados los síntomas.

Figura 1. Herpes simple labial.

Figura 1. Herpes simple labial.

Herpes genital(17)

El VHS2 es la causa más común, aunque el VHS1 se identifica cada vez más como causante, llegando a un 30% de las primoinfecciones, probablemente debido a contacto orogenital. Las infecciones recurrentes son causadas casi en exclusiva por el VHS2.

La primoinfección tiene un periodo de incubación tras el contacto de 2 a 14 días y tiene las manifestaciones clínicas más severas, durando estas entre 2 y 3 semanas, aunque también puede ser asintomática. En los hombres, aparecen lesiones vesiculosas, eritematosas y dolorosas, que se ulceran, habitualmente en el pene, pero también pueden aparecer en el ano y periné. En las mujeres, la primoinfección se presenta como lesiones vesiculosas y ulcerativas en el cérvix y como vesículas dolorosas en los genitales externos de forma bilateral. También, pueden aparecer en la vagina, el periné, las nalgas y, a veces, en las piernas siguiendo la distribución de un nervio sacro. Los síntomas asociados incluyen: fiebre, malestar general, edema, linfadenopatías inguinales, disuria, y leucorrea o blenorrea. Las mujeres pueden presentar una radiculopatía lumbosacra y sobre un 25% pueden presentar una meningitis aséptica.

Después de la primoinfección, el virus puede permanecer latente meses o años hasta que aparece una recurrencia. La reactivación en los ganglios lumbosacros conduce a la aparición de lesiones por debajo de la cintura. La clínica es más leve y precedida por un pródromo de dolor, picor, quemazón o parestesia. En los casos en que la primoinfección es asintomática, los brotes son igualmente leves.

Más de la mitad de los individuos seropositivos al VHS2 no experimentan brotes clínicos evidentes. Sin embargo, pueden tener episodios durante los cuales existe replicación viral y pueden transmitir el virus a sus contactos sexuales.

Otras infecciones por VHS

El eccema variceliforme de Kaposi puede desarrollarse en pacientes con dermatitis atópica, quemaduras, enfermedad de Darier y otras enfermedades inflamatorias de la piel. Los niños son los más comúnmente afectados. Se trata de una infección diseminada cutánea con afectación del estado general, con posible afectación visceral (pulmonar, hepática y del SNC).

El panadizo herpético es una forma de primoinfección caracterizado por la aparición de lesiones vesiculosas que afectan al pulpejo y región periungueal de un dedo. Son muy dolorosas y cursan con fiebre y adenopatías satélite. Habitualmente la etiología es el VHS1 en niños que se succionan el pulgar. El HSV2 es una etiología que va en aumento.

El herpes gladiatorum está causado por el VHS1 y se presenta como lesiones papulosas o vesiculosas en el tronco de los atletas que practican deportes de contacto (clásicamente, la lucha).

El VHS1 puede estar asociado con la aparición de eritema multiforme. Esta teoría está apoyada por la detección de ADN genómico de VHS en las lesiones de eritema multiforme.

La infección diseminada puede ocurrir en embarazadas y en individuos inmunocomprometidos. Las manifestaciones clínicas son similares a las de los enfermos inmunocompetentes, aunque las lesiones suelen ser más amplias, tienden a dar lugar a úlceras necróticas y afectan amplias áreas. También pueden presentar síntomas y signos atípicos que dificulten el diagnóstico.

La infección por el VHS2 durante el embarazo puede tener efectos devastadores sobre el feto. La infección neonatal por el VHS se suele manifestar en las dos primeras semanas de vida y puede variar, desde formas localizadas en la piel, mucosas u ojos, hasta encefalitis, neumonitis, infección diseminada y exitus. Puede ser muy difícil de diagnosticar porque, a menudo, no aparecen lesiones mucocutáneas en el examen físico, debutando con distrés respiratorio, ictericia o crisis convulsivas. La mayoría de las mujeres cuyos hijos desarrollan la infección no tienen historia previa de infecciones por VHS. El riesgo de transmisión es mayor en las embarazadas que sufren una primoinfección durante el tercer trimestre de la gestación. Los factores que incrementan el riesgo de transmisión incluyen el tipo de infección genital en el momento del parto y el tiempo de evolución (mayor con primoinfecciones), lesiones activas, ruptura prolongada de membranas, leucorrea y ausencia de anticuerpos transplacentarios. El índice de mortalidad en los neonatos sin tratamiento es muy elevado (>80%).

La sicosis herpética es una infección de los folículos pilosebáceos que puede presentarse como una erupción en el área de la barba. Puede producirse como consecuencia de la autoinoculación del virus durante el afeitado en el transcurso de un brote de herpes simple. Clásicamente, es causado por el VHS1, pero hay algunos casos descritos causados por VHS2.

Herpes zoster(3,18)

Los niños suelen experimentar síntomas sistémicos de zoster antes de las manifestaciones cutáneas, tales como: dolor o prurito referidos a un dermatoma. El dolor puede ser tan intenso que simule un dolor pleurítico, una apendicitis, un cólico nefrítico o biliar. Puede haber fiebre de bajo grado, malestar y cefalea. Unos 4-5 días después, empiezan a aparecer las placas eritematoedematosas, inicialmente en las zonas proximales y, posteriormente, en las zonas más distales del dermatoma afecto; encima de dichas placas se agrupan las típicas vesículas arracimadas (Fig. 2). En la mayoría de casos, es posible apreciar una adenopatía regional y en un 30% existen lesiones vesiculares a distancia de la zona afecta.

Figura 2. Herpes zoster (imagen de: www.dermatoweb.net. Con permiso).

Figura 2. Herpes zoster (imagen de: www.dermatoweb.net. Con permiso).

El grado de intensidad del dolor en el HZ va en aumento con la edad; así, es raro apreciar clínica alguna en niños pequeños y es más habitual que estos se quejen de molestias en el área afecta cuando superan ya la adolescencia. Dependiendo de la localización, pueden aparecer aspectos clínicos particulares e incluso algunas complicaciones. En el HZ oftálmico, pueden verse queratoconjuntivitis e iridociclitis. En el HZ bucofaríngeo, pueden verse halitosis y dificultad en la deglución. En el síndrome de Ramsay-Hunt, cuando el HZ afecta al conducto auditivo externo, pueden asociarse también vértigos y parálisis del nervio facial. La enfermedad se resuelve sin tratamiento en 2-4 semanas. En un 10% de los sujetos adultos y, especialmente, en los ancianos, puede quedar una neuralgia postherpética residual. Las recidivas se pueden apreciar en un 4% de sujetos. Los HZ que afectan más de un dermatoma o presentan una distribución muy extensa, deben hacer sospechar algún tipo de inmunodeficiencia.

Virus del papiloma humano(5-9)

Las verrugas comunes (VC) aparecen como lesiones abultadas (pápulas, nódulos o vegetaciones epidérmicas) de superficie rugosa, a menudo verruciforme, en localizaciones traumatizables. Suelen ser autolimitadas. En niños, la zona periungueal es muy característica, así como las rodillas, las manos (Fig. 3), la zona de la barbilla en atópicos (el eccema es una microherida) y las plantas de los pies (verrugas plantares) (Fig. 4). En esta última localización, las VC aparecen como lesiones hiperqueratósicas no excrecentes y dolorosas a la palpación, sobre todo a la presión lateral entre los dedos. Las verrugas planas son lesiones papulosas de pocos milímetros de diámetro de superficie plana y poco queratósica de color amarillento, aisladas o reunidas en pequeños grupos, y que afectan principalmente a la zona de la cara en los niños (Fig. 5). Suelen desaparecer de forma espontánea tras varios años, apareciendo eritema y prurito en la región afectada varias semanas antes. Las verrugas filiformes afectan de manera casi exclusiva a las zonas periorificiales de la cara como lesiones afiladas con un extremo queratósico.

Figura 3. Verruga común en el dorso de la mano.

Figura 3. Verruga común en el dorso de la mano.

Figura 4. Verruga plantar. Obsérvese la trombosis capilar. Existe una ampolla traumática que puede derivar en un talón negro traumático.

Figura 4. Verruga plantar. Obsérvese la trombosis capilar. Existe una ampolla traumática que puede derivar en un talón negro traumático.

Figura 5. Verrugas planas en el dorso de la nariz.

Figura 5. Verrugas planas en el dorso de la nariz.

Los papilomas genitales, o condilomas, aparecen como lesiones excrecentes, con márgenes recortados (crestas de gallo) totalmente asintomáticos en localizaciones genitales.

La epidermodisplasia verruciforme es una genodermatosis autosómica recesiva donde existe una sensibilidad de la epidermis a la infección por papovavirus de unos serotipos concretos. Estas lesiones tienden a transformarse en carcinomas espinocelulares cuando actúan cocarcinógenos como la irradiación ultravioleta. Clínicamente, se presentan como una serie de elementos papulosos, similares a las verrugas planas, en cara y dorso de manos.

Poxvirus(11,12)

Los hallazgos físicos suelen limitarse a la piel, aunque se han comunicado casos en que se afectan párpados y conjuntivas. Suele manifestarse como pápulas de pequeño tamaño (generalmente, 2-6 mm, aunque pueden variar de 1 a 15), cupuliformes. Pueden no cambiar su color respecto a la piel normal, o aparecer como blancas, traslúcidas o amarillentas. Están centradas por un orificio del que, por compresión, se expulsa material córneo, blanquecino, con multitud de partículas virales. En ocasiones, pueden tener un crecimiento polipoide con un pedículo. El prurito puede estar presente o no y, en ocasiones, se aprecian lesiones inflamadas. Por autoinoculación, van apareciendo lesiones nuevas en la periferia y en otras zonas de la superficie corporal (Figs. 6 y 7), respetando palmas y plantas. Su número suele ser entre 1 y 20 aunque pueden llegar a cientos. Pueden también confluir formando placas. En el 10% de los pacientes que presentan lesiones de más de un mes de evolución, se produce alrededor una placa de eccema muy pruriginosa. En su evolución, las lesiones llegan a desaparecer totalmente en un año, pero antes el enfermo ha podido presentar multitud de ellas. Después de un traumatismo o espontáneamente tras varios meses, pueden aparecer cambios inflamatorios que dan lugar a supuración, formación de costra y eventual resolución de la lesión.

Figura 6. Molluscum. Obsérvense dos lesiones más pequeñas.

Figura 6. Molluscum. Obsérvense dos lesiones más pequeñas.

Figura 7. Molluscum. Lesiones múltiples en piel atópica.

Figura 7. Molluscum. Lesiones múltiples en piel atópica.

Diagnóstico

El diagnóstico de las infecciones cutáneas virales suele ser clínico. Se reservan las pruebas complementarias para pacientes afectos de inmunodeficiencias.

Virus del herpes simple(2,16,17)

Las primoinfecciones suelen ser fáciles de diagnosticar por la aparatosidad del cuadro clínico. En Atención Primaria, no suele estar indicado el uso de pruebas diagnósticas de laboratorio, entre ellas se puede citar: el cultivo viral, obteniendo muestras de las vesículas; el examen mediante microscopio de inmunofluorescencia, con técnicas de inmunoperoxidasa pueden usarse para distinguir entre infecciones por VHS1 y VHS2 en muestras de tejido fijadas en formaldehido o en muestras de raspado; la determinación de anticuerpos por diversas técnicas (ELISA, Western blot), mediante las que se podría distinguir entre primoinfección y reinfección, así como usarse en el diagnóstico de las infecciones neonatales; la reacción en cadena de la polimerasa para detectar ADN viral; y, por último, el citodiagnóstico de Tzanck, una prueba rápida en la que pueden evidenciarse las clásicas células en degeneración baloniforme, aunque es un método poco sensible (50%) y no específico para el tipo de virus herpético.

Virus del herpes zoster(3,19)

El diagnóstico es, fundamentalmente, clínico en los cuadros típicos, no necesitándose ningún tipo de test diagnóstico. La variedad de HZ zoster sine herpete puede resultar muy difícil de diagnosticar al no poderse apreciar la presencia de las clásicas vesículas en la zona dolorosa.

Cuando se necesitan pruebas adicionales rápidas, la PCR permite la amplificación viral en una gran variedad de muestras clínicas. El diagnóstico rápido también puede lograrse mediante el uso de inmunofluorescencia directa en los raspados de lesiones activas de la piel. Los cultivos virales tienen bajo rendimiento y requieren una incubación prolongada. Los test serológicos mediante ELISA se usan para determinar la susceptibilidad a la varicela y la necesidad de inmunización.

Virus del papiloma humano(5,7,9)

El diagnóstico de las verrugas se basa en el aspecto clínico. Si hay dudas, se puede usar una hoja de bisturí para quitar cualquier residuo hiperqueratósico y revelar trombosis capilares (Fig. 4). En raras ocasiones está indicada una biopsia por afeitado para confirmar el diagnóstico.

El diagnóstico de condiloma, por lo general, se puede hacer mediante la inspección visual de la zona afectada. Las lesiones, que son de color piel o rosa, van desde suaves pápulas aplanadas a un aspecto verrugoso.

El grado de extensión debe ser documentado mediante un examen físico y anoscopia, una sigmoidoscopia, colposcopia y/o examen con espéculo vaginal, según corresponda. La anoscopia de alta resolución se está utilizando cada vez más para permitir una mejor visualización de los tejidos. Además, la aplicación de ácido acético del 5% hace que las lesiones se vuelvan blancas, lo que facilita su identificación, aunque no es específico. Puede estar indicado el estudio de otras posibles enfermedades de transmisión sexual.

Una biopsia puede ser considerada cuando el diagnóstico es incierto, en los que no responden a la terapia, en pacientes inmunocomprometidos, en los pacientes con lesiones de gran tamaño, o en la presencia de características atípicas, como pigmentación, induración, ulceración o fijación a tejidos profundos.

Poxvirus(11,12)

El diagnóstico del molusco contagioso se suele hacer por la característica aparición de las lesiones. Cuando sea necesario, el examen histológico puede confirmar el diagnóstico clínico. La tinción con hematoxilina-eosina de una lesión del molusco contagioso normalmente revela queratinocitos que contienen cuerpos de inclusión citoplasmáticos eosinófilos (cuerpos de Henderson-Paterson). Aunque no suele estar indicada, la microscopia electrónica de las biopsias muestra la típica forma de ladrillo de las partículas de poxvirus. La microscopia electrónica también puede identificar las células infectadas que parecen normales en la microscopia óptica.

Los estudios de laboratorio, por lo general, no están indicados en niños con molusco contagioso. En los adolescentes sexualmente activos y en los adultos con lesiones genitales, se debe evaluar la presencia de otras enfermedades de transmisión sexual. En los pacientes con lesiones extensas, debe descartarse la infección por VIH, así como otros trastornos del sistema inmunológico.

Diagnóstico diferencial

La dermatoscopia es muy útil en el diagnóstico diferencial. Rara vez están indicadas pruebas complementarias.

Virus del herpes simple(20)

En el caso de la gingivoestomatitis herpética, debe establecerse con: la faringitis estreptocócica, con fiebre más elevada y membrana purulenta limitada a la zona faríngea; la difteria; la mononucleosis infecciosa; el eritema polimorfo, la mucositis por fármacos; la candidiasis oral, en la cual no suele haber fiebre, la membrana es de color más blanquecino y se desprende fácilmente con la espátula; y la aftosis oral aislada o asociada a la enfermedad de Behçet, en la que las úlceras orales son más aisladas y profundas y, además, suele haber úlceras genitales e iritis.

En el caso del herpes genital primario, debe plantearse con aquellos cuadros que cursan con úlceras o erosiones genitales dolorosas, como: el chancroide, la aftosis, el eritema multiforme y el eritema fijo medicamentoso.

En el caso de herpes simple orofacial recurrente, debe establecerse con: el impétigo, caracterizado por costras amarillentas que crecen rápidamente y alcanzan una mayor extensión; el herpes circinado, que crece en forma de anillo, con lesiones vesiculopustulosas en la periferia y borde bien definido; y la foliculitis, que se caracteriza por lesiones pustulosas foliculares.

El herpes simple genital recurrente debe plantearse con aquellos cuadros que cursan con úlceras o erosiones genitales, como la sífilis y el chancro blando; con los cuadros recurrentes, como las aftosis, el eritema multiforme o las lesiones traumáticas pero, en especial, con el eritema fijo pigmentario por fármacos.

En caso de inmunodepresión, el diagnóstico diferencial se plantea con cualquier úlcera crónica en un paciente inmunodeprimido. Es imprescindible realizar una citología o una biopsia para confirmar el diagnóstico.

En el panadizo herpético es muy importante diferenciarlo del panadizo estafilocócico por las implicaciones terapéuticas; ya que, el panadizo herpético no debe tratarse quirúrgicamente, y de la tiña vesiculosa, que no es recidivante y crece periféricamente en pocos días para formar una lesión anular.

Virus del herpes zoster(3)

En el diagnóstico diferencial, es necesario tener en cuenta las neuralgias y neuropatías de otras causas. El herpes simple y otras patologías deben ser tenidas en cuenta, como: erupciones acneiformes, estomatitis aftosa, candidiasis de mucosas, celulitis, dermatitis de contacto alérgica y por irritantes (dermatitis de los prados, contacto con hiedra venenosa, etc.), erisipela, foliculitis, picaduras de insectos y linfangioma circunscrito. En función de la presentación clínica, puede ser necesario descartar igualmente: parálisis de Bell, cólico biliar, cólico nefrítico, neuralgia del trigémino, conjuntivitis, herpangina y queratitis de otras etiologías.

Virus del papiloma(5-7,9)

En el caso de verrugas planas, hay que hacer el diagnóstico diferencial con el liquen plano y el liquen nítido. En el diagnóstico diferencial con la queratosis seborreica, puede ser útil la dermatoscopia. Los acrocordones deben ser diferenciados de las verrugas filiformes porque carecen de la rugosidad de estas últimas (Fig. 8). El callo o heloma puede ser indistinguible a simple vista de una verruga plantar (VP). El callo siempre se localiza en zonas de presión, la VP puede o no hacerlo. El callo es doloroso a la presión mientras la VP lo es a la presión lateral o pellizcamiento. El callo mantiene intactos los dermatoglifos, mientras la VP, no. Una maniobra que puede resultar de gran utilidad para diferenciar uno de otro consiste en el rascado, mediante bisturí, de la lesión. Si aparecen zonas puntiformes negruzcas (capilares trombosados) se trata de una VP. Si aparece la imagen de una cebolla partida por la mitad, en anillos concéntricos, se trata de un callo. Otro diagnóstico diferencial a tener en cuenta en esta localización es el talón traumático negro. En él, tras un traumatismo, se depositan eritrocitos en la epidermis, lo que se puede asemejar a los puntos negros que se visualizan en las verrugas plantares. Obsérvese, en la figura 4, cómo coexiste una verruga plantar con una lesión que pone de manifiesto extravasación de sangre.

Figura 8. Acrocordones (imagen de: www.dermatoweb.net. Con permiso).

Figura 8. Acrocordones (imagen de: www.dermatoweb.net. Con permiso).

Los condilomas acuminados deben distinguirse de la otra forma de condilomas (condiloma lata) causados por la sífilis secundaria. Estos últimos son planos y aterciopelados. La micropapilomatosis de la vulva es una variante de la normalidad. En ella, las proyecciones papilares surgen individualmente, en contraste con el condiloma que tiene una base común. Se han descrito lesiones verrucosas perianales en asociación con el herpes simple en pacientes con SIDA. Otros diagnósticos diferenciales incluyen: restos de himen, molluscum contagiosum, angiofibromas y pápulas perladas del pene, frecuentes en circuncidados.

Poxvirus(11,12)

El principal diagnóstico diferencial hay que establecerlo con las verrugas vulgares. La histología es característica: la epidermis crece hacia la dermis en forma de lóbulos cuyos queratinocitos tienen en el citoplasma grandes cuerpos de inclusión que contienen gran cantidad de virus. También, debe realizarse diagnóstico diferencial con: queratoacantoma, quiste epidérmico, granuloma por cuerpo extraño, liquen plano y pioderma. Las manifestaciones cutáneas de otras infecciones oportunistas, como: criptococosis, coccidiodomicosis, histoplasmosis y aspergilosis, pueden imitar las lesiones de MC y deben descartarse en pacientes inmunosuprimidos.

Tratamiento

El curso de las infecciones virales suele ser autolimitado, por lo que debemos valorar individualmente la conveniencia del tratamiento en los individuos inmunocompetentes.

Herpes simple(21-24)

En la mayoría de los casos de gingivoestomatitis, el tratamiento inicial será sólo sintomático, considerándose la terapia antiviral en casos con importante afectación de la mucosa bucal. En inmunodeprimidos está siempre indicado el tratamiento antiviral sistémico y, habitualmente, el ingreso hospitalario, así como durante el periodo neonatal, y en las formas diseminadas y/o graves. El tratamiento en ningún caso disminuye la frecuencia de las recurrencias.

En lo referente al tratamiento en Atención Primaria hay que realizar en todos los casos una valoración individual. En los casos en los que se considere indicado el tratamiento, se empleará aciclovir, VO, 60 mg/kg/día, en 4 dosis, durante 5-7 días en el caso de gingivoestomatitis, o durante 7-10 días en el caso de herpes genital en adolescentes. En este último caso, es una alternativa1el valaciclovir o famciclovir, VO, durante 5 días.

El tratamiento debe establecerse en las primeras 72 horas para poder obtener el máximo beneficio.

Entre los pacientes con un primer episodio de herpes genital se recomienda, en general, el tratamiento antiviral (grado 1A). Los ensayos clínicos han demostrado una eficacia comparable de aciclovir, famciclovir y valaciclovir, teniendo el último la conveniencia de la dosificación dos veces al día.

En el caso de brotes recurrentes de herpes orolabial, el tratamiento tópico, para ser efectivo, debería iniciarse en el periodo anterior a la aparición de lesiones visibles, en el que sólo un grupo de pacientes presentan síntomas característicos, como hiperestesia o sensación de quemazón. Una vez aparecidas las lesiones, el tratamiento tópico con aciclovir no es eficaz y el tratamiento sistémico aporta leves beneficios.

Herpes zoster(3,25)

Existe una gran controversia en cuanto a la necesidad o no de tratar los HZ. El tratamiento con antivirales orales puede acelerar la curación pero no influye en la aparición de una eventual neuralgia postherpética. Los antivirales más usados son el aciclovir, el valaciclovir y el famciclovir, estos últimos no autorizados en niños. No está indicado el aciclovir tópico y su indicación debiera restringirse a la vía sistémica en inmunodeprimidos. Su precio no parece justificar su modesta eficacia. Lo único realmente importante es tratar el dolor, que es bastante raro en la población pediátrica. El tratamiento conservador incluye medicamentos antiinflamatorios no esteroideos, compresas húmedas con acetato de aluminio al 5% (solución de Burrow), aplicado 30-60 minutos 4-6 veces al día, y lociones como la calamina.

En los casos en que exista inmunodepresión, está indicado el ingreso hospitalario para tratamiento con aciclovir intravenoso.

Virus del papiloma humano(5-9,24)

Las verrugas son, en general, benignas y autorregresivas, hasta en dos tercios de los casos en los primeros dos años; por lo que, no están indicados tratamientos agresivos. Sin embargo, es preferible tratarlas en estadios tempranos antes de que aumenten de tamaño o se multipliquen. La selección del tratamiento dependerá del tipo y número de lesiones, de su localización, de la intensidad de los síntomas, de la colaboración del paciente y del estado de su inmunidad. Se deben usar inicialmente los métodos menos dolorosos, especialmente en niños pequeños, reservando las terapias más destructivas para zonas donde la cicatriz no sea un problema o para lesiones recalcitrantes. El tratamiento puede durar semanas o meses y la paciencia y perseverancia son esenciales.

No existe ningún antiviral específico. Los tratamientos buscan destruir las células infectadas y algunos, estimular el sistema inmune: aplicación de cáusticos o citostáticos, crioterapia, electrocoagulación, láser y extirpación quirúrgica. La crioterapia, la electrofulguración y el láser CO2 pueden destruir parte de las lesiones, pero no modificar el curso de la enfermedad; son dolorosas y pueden dejar cicatrices permanentes, no aconsejándose su uso en individuos de piel oscura. En ellos se prefiere el uso de 5-fluorouracilo o imiquimod.

Las verrugas vulgares se tratan generalmente con cáusticos conteniendo ácido salicílico y ácido láctico en colodión elástico. Puede usarse también la electrocoagulación (nunca en las de localización periungueal) y la crioterapia. Las planas se tratan con crioterapia, queratolíticos o tretinoína al 0,4%. La cimetidina a altas dosis no ha demostrado beneficio en ensayos doble ciego, controlados con placebo.

En los condilomas, el tratamiento consiste en uno de los tres enfoques principales: destrucción química o física, terapia inmunológica o escisión quirúrgica. El método preferido depende del número y extensión de las lesiones. En los pacientes con recurrencia después del tratamiento inicial, se sugiere que se realice escisión, que permite obtener una muestra para biopsia, o electrofulguración (grado 2C). Una alternativa aceptable es la crioterapia. Unas cuatro semanas tras este tratamiento, se aplica un tratamiento coadyuvante con imiquimod tres veces en semana durante 12 semanas.

Poxvirus(11,12)

Existe una gran controversia en cuanto a la necesidad o no de tratar los MC. En niños inmunocompetentes, el tratamiento es opcional. Se debe informar a los padres de la evolución de la enfermedad sin tratamiento y de los potenciales efectos adversos de cada opción de tratamiento. En general, los adolescentes y adultos con MC transmitidos sexualmente deben tratarse para evitar el contagio a otras personas. Antes de cualquier tratamiento se debe realizar un completo examen de la piel para identificar todas las lesiones.

Parece claro que la acción del médico no modifica el curso de la enfermedad ni tampoco la posibilidad de recidivas. Más que recidivas, los nuevos MC corresponden a la formación clínica de nuevos elementos que ya debían estar en periodo de incubación autocontagiados, alrededor de los MC que se trataron. Los efectos estéticos o psicoterapéuticos del curetaje de los MC pueden ser, en algunas ocasiones, muy útiles. Todos los tratamientos agresivos, (curetaje, electrofulguración, crioterapia, pellizcamiento con pinza, ácido tricloroacético) pueden dejar cicatrices tanto dermatológicas como psicológicas. Los inmunomoduladores, como el imiquimod, pueden ayudar a resolver la infección vírica.

Son tratamientos de primera línea, la crioterapia, curetaje, aplicación de cantaridina y podofilotoxina (no debe usarse en niños). De segunda línea, hay que considerar el imiquimod e hidróxido potásico. Otros tratamientos usados han sido: ácido salicílico, retinoides (tretinoína, adapaleno, tazaroteno), pasta de nitrato de plata al 40%, fenol, ácido tricloroacético y láser de colorante pulsado. Mención aparte merece el tratamiento oral con cimetidina a altas dosis, 40 mg/kg/día durante 2 meses, se ha demostrado eficaz en algunos ensayos clínicos. Trata el escozor, enrojecimiento, prurito, urticaria y dermatitis de contacto que pueden aparecer. Los ensayos clínicos son muy limitados y los resultados, contradictorios.

En paciente inmunocomprometidos, se ha usado interferón alfa, cidofovir y TARGA en pacientes con SIDA.

Prevención(26)

Ninguna infección viral cutánea constituye un motivo de exclusión de los centros de ocio o educativos.

Virus del herpes simple(27,28)

Actualmente, no existen vacunas disponibles para prevenir la infección por VHS.

Se aconseja el uso de protección solar en pacientes con antecedentes de brotes inducidos por la exposición al sol (grado 1A).

En los casos de herpes genital, el uso de preservativo se asocia a una disminución de la transmisión y se debe recomendar su uso en todo contacto sexual incluyendo los periodos en los que no hay síntomas.

El aislamiento de niños con primoinfección herpética puede evitar contagios. De todos modos, el VHS causa infecciones persistentes, por tanto, el niño infectado es portador permanente del virus y puede ser infectante independientemente de la sintomatología clínica. No está contraindicada, en general, la asistencia a centros escolares o guarderías de los niños con infección VHS.

Virus del herpes zoster(3)

La contagiosidad de las lesiones de herpes zoster es aproximadamente un tercio de la contagiosidad de la varicela. Aun teniendo en cuenta esta menor contagiosidad, conviene evitar el contacto con recién nacidos, mujeres embarazadas e inmunodeprimidos. Aislar a niños con varicela no evita la aparición de HZ en los adultos. Existe controversia sobre un posible incremento futuro de HZ en el adulto con la introducción en los calendarios vacunales de la vacuna de varicela. Este posible efecto no ha sido observado en los países que llevan más años vacunando, como es el caso de Japón. Por otra parte, existen datos que avalan que una vacuna de alta potencia, aprobada en Europa en 2006, pero aún no comercializada en España (Zostavax®), podría disminuir la incidencia de herpes zoster en el adulto. Esta vacuna ayudaría a mantener la inmunidad a niveles que impidan la reactivación del virus. En marzo de 2011, la FDA aprobó su uso a partir de los 50 años de edad, estando anteriormente aprobada en mayores de 60 años.

Virus del papiloma humano(6-9)

Aunque no hay ensayos clínicos bien diseñados sobre la prevención de las verrugas, las medidas que limiten el contacto con el vector, el VPH, o las que limiten las posibilidades de infección una vez expuestos, son medidas razonables.

Para ayudar a evitar la exposición, los pacientes deben evitar tocar sus lesiones o las de otros. Usar zapatillas u otro calzado en las duchas públicas pueden reducir el riesgo de la transmisión.

Las herramientas utilizadas para limar las verrugas (lima, piedra pómez, etc.) no deben ser utilizadas en piel normal o uñas, y no debe ser compartida con otros.

Las medidas a tomar para prevenir el contagio de verrugas genitales en adolescentes son comunes al resto de las enfermedades de transmisión sexual, haciendo hincapié en el uso de preservativos.

Existen en nuestro país dos vacunas VPH: Gardasil®, que protegería contra los tipos 6 y 11, causantes de verrugas genitales, además de contra los tipos 16 y 18 relacionados con el cáncer de cérvix, y Cervarix®, que cubriría sólo los tipos 16 y 18.

Poxvirus(11,12,26)

Aislar a niños con MC puede evitar contagios pero, en la mayoría de ocasiones, los niños predispuestos (atópicos) padecerán de MC, y los no atópicos no se contagiarán con ellos. Los pacientes deben conocer la forma en que pueden autoinocularse (evitar rascado) y contagiar el virus (evitar compartir instrumentos de higiene, como maquinillas de afeitar o toallas de baño, así como otros fómites). Puede ser conveniente mantener cubiertas las lesiones.

En los casos de transmisión sexual, no está claro que el uso de métodos barrera sean eficaces. Si se sospecha esta causa, deben descartarse otras infecciones.

Función del pediatra de Atención Primaria

Habida cuenta de que el diagnóstico, en la mayoría de casos, será clínico, el pediatra debe abordar el tratamiento de la mayoría de infecciones en Atención Primaria.

En el caso de las infecciones por herpesvirus, puede abordar el tratamiento farmacológico en Atención Primaria de los casos que no requieran hospitalización.

En el caso de las verrugas vulgares en pacientes no inmunocomprometidos, podrá abordar su tratamiento, en función de las técnicas en las que esté capacitado.

Otro tanto puede decirse de la actitud a tomar con los moluscos.

El pediatra de Atención Primaria no debe olvidar informar de la evolución espontánea que suelen tener las infecciones virales en inmunocompetentes y de los efectos secundarios que puede acarrear el tratamiento.

Por último, debe mantenerse alerta ante la aparición de lesiones en el área urogenital, tanto por herpes simple, como por virus del papiloma o poxvirus, que pueden ser sugestivas de abuso.

Bibliografía

Los asteriscos reflejan el interés del artículo a juicio del autor.

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Bibliografía recomendada

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DermIS.net es un servicio de información de dermatología disponible en Internet. Ofrece atlas de imágenes que se completa con diagnósticos y diagnósticos diferenciales, informes de casos e información adicional sobre casi todas las enfermedades de la piel. Tiene versión en castellano.

– eMedicine.com, Inc. [en línea] 1994-2011. WebMD LLC. New York [Consultado 30/11/2011]. Disponible en: http://emedicine.medscape.com/

Contiene síntesis clínicas de enfermedades, elaboradas por expertos. Aparecen los temas principales de 62 subespecialidades médicas. Cada tema es escrito por un experto. Las actualizaciones se realizan regularmente. Todos los artículos se publican con su fecha de creación.

– UpToDate 19.3 [en línea] 1992-2011. UpToDate Inc. [Consultado 5-12-2011]. Disponible en http://www.uptodate.com/index

UpToDate es un sistema de apoyo a la decisión clínica que ayuda a ofrecer la mejor atención al paciente. Utiliza las pruebas actuales para responder a las preguntas clínicas de forma rápida y fácilmente en el punto de atención. Esto ahorra mucho tiempo, mejora los resultados y reduce los costos de atención médica.

– Dermatoweb.net [en línea] 2001-2011 Lleida : Servei de Dermatología. Hospital Universitari Arnau de Vilanova. Universitat de Lleida. [Consultado 23/11/2011] Disponible en http://www.dermatoweb.net

Página web española, que contiene los motivos de consulta más frecuentes en Dermatología; una guía terapéutica de las dermatosis comunes; un atlas que contiene más de 6.500 fotografías y unos 100 vídeos sobre procedimientos diagnósticos y terapéuticos. Ideal para la práctica del “autoaprendizaje”.

– Dermnetnz.org [en línea] New Zealand Dermatological Society Incorporated. 1996-2011. Actualizado 5-12-2011 [Consultado 5/12/2011]. Disponible en: http://www.dermnetnz.org/

Página de la Sociedad Dermatológica de Nueva Zelanda. Contiene abundante información sobre enfermedades de la piel, imágenes y enlaces para ampliar la información. En inglés.

– Dermatlas.org [en línea] Bernard A. Cohen, MD, Christoph U. Lehmann, MD, DermAtlas, Johns Hopkins University; 2000-2011. Actualizado 12-11-2011. [Consultado 30-11-2011]. Disponible en http://dermatlas.med.jhmi.edu/derm/

Atlas de gran calidad dermatológica. Alienta a sus usuarios a enviar sus imágenes de Dermatología y enlaces para la inclusión. Se edita en forma colaborativa e incluye un cuestionario en línea. Cuenta actualmente con más de 10.500 imágenes. Se hace mucho hincapié en pacientes pediátricos.

 

 

Caso clínico

Niña de 5 años que consulta por presentar una lesión no dolorosa, ni pruriginosa, en región infraclavicular izquierda de varios meses de evolución (Figs. 9 y 10). Antecedente de asistencia a la piscina de la comunidad de vecinos en el verano, sin ningún otro antecedente familiar o personal de interés. A fin de realizar diagnóstico diferencial, se expone el caso clínico y se solicitan posibles diagnósticos a través de la lista de distribución de Pediatría de Atención Primaria (PEDIAP) tras solicitar permiso a los padres. Al mismo tiempo, se solicita consejo al Servicio de Dermatología del hospital de referencia, enviándoles las mismas imágenes con los datos referentes al caso.

Se recaban los siguientes diagnósticos diferenciales desde la lista PEDIAP: Nevus de Spitz, Xantogranuloma, Molluscum contagiosum.

Por parte del Servicio de Dermatología se sospecha nevus intradérmico común, aconsejándose una valoración “en directo” de la lesión.

Se deriva a la familia a Dermatología, donde se realiza el diagnóstico de Molluscum contagiosum y se trata con crioterapia.

En la evolución posterior aparecen 3 nuevas lesiones que se tratan en una segunda sesión.

Figura 9. Lesión en región infraclavicular izquierda.

Figura 9. Lesión en región infraclavicular izquierda.

Figura 10. Lesión y piel circundante.

Figura 10. Lesión y piel circundante.

 

Trastornos cutáneos más frecuentes del recién nacido y del lactante. Dermatitis del pañal

Temas de FC

I. Vitoria Miñana

Servicio de Pediatría. Hospital La Fe. Valencia

 

Resumen

Se revisan los trastornos cutáneos más frecuentes en el recién nacido y en el lactante. Las lesiones cutáneas benignas transitorias del recién nacido incluyen el exantema toxo-alérgico, la melanosis pustulosa neonatal, el acné y la miliaria, fundamentalmente. Se discuten las características especiales de la piel del neonato. Las manchas de nacimiento pueden ser vasculares (malformaciones, angioma) y pigmentadas (lesiones melanocíticas, nevus melanocíticos y mosaicismos). Los hemangiomas se clasifican en superficiales y profundos y su importancia reside en la localización o el tamaño. La dermatitis del pañal es una enfermedad multicausal que se puede prevenir con una adecuada higiene. Su complicación más frecuente es la sobreinfección por Candida albicans.

 

Abstract

It is reviewed the most common cutaneous disorders in newborns and infants. The benign transitory lesions of newborn include the erythema toxicum neonatorum, neonatal pustular melanosis, neonatal acne and miliaria. The skin of newborn have special characteristics that are discussed. The birthmarks can be vascular (malformations or angiomas) and pigmented (melanocytic lesions, melanocytic nevi and Mosaicisms) The hemangiomas are classified in superficial and deep.Their importance is based on the size or location. Diaper rash or diaper dermatitis is a multicausal disease that can be prevent with higienic practices. The most frequent complication is the superinfection of Candida albicans.

 

Palabras clave: Manchas de nacimiento; Nevus melanocítico; Dermatitis del pañal.

Key words: Birthmark; Melanocytic nevi; Diaper rash.

 

Pediatr Integral 2012; XVI(3): 195-208


Trastornos cutáneos más frecuentes del recién nacido y del lactante. Dermatitis del pañal

 

Lesiones cutáneas transitorias benignas del recién nacido

La piel del neonato tiene unas características anatómicas y fisiológicas relacionadas con su papel en la regulación de la temperatura y como barrera antiinfecciosa. Hay una serie de lesiones cutáneas benignas transitorias propias de esta época de la vida que merece la pena recordar pues, en la mayoría de casos, tan sólo hay que tranquilizar a los padres y así evitar la yatrogenia con el empleo de sustancias innecesarias(1). Las más importantes son las dermatosis, los trastornos vasomotores y las lesiones cutáneas relacionadas con el parto, así como las manchas de nacimiento vasculares y pigmentadas(2).

Dermatosis

El exantema toxo-alérgico del recién nacido y la melanosis pustulosa neonatal pueden ser distintas expresiones de un mimo proceso.

Exantema toxo-alérgico del recién nacido

También se conoce como eritema tóxico neonatorum. Se trata de una erupción cutánea benigna autolimitada. Afecta a uno de cada tres neonatos, siendo más rara en el prematuro. Se inicia entre las 24-48 horas de vida y desaparece hacia los 7-10 días, aunque en ocasiones puede durar varias semanas. También, se han descrito casos de inicio más tardío, así como recurrencias.

Las lesiones afectan, sobre todo, a cara, cuello, espalda y, en menor intensidad, a los miembros (Fig. 1). Son máculas eritematosas extensas con lesiones pápulo-pustulosas en su superficie. Suelen respetarse las palmas de las manos y las plantas de los pies. Las lesiones pueden ir variando de lugar durante su evolución.

Figura 1. Exantema toxoalérgico del recién nacido.

El neonato no presenta afectación sistémica. La etiología es desconocida. La teoría, basada en una posible enfermedad injerto contra huésped transitoria, producida por el paso de linfocitos maternos en el momento del parto acompañado de una eosinofilia localizada en las vesículas, es la responsable de que se conozca como exantema toxo-alérgico(3).

El exantema toxo-alérgico no precisa ningún tratamiento. Este exantema no debe confundirse con otros que pueden requerir tratamiento tales como:

a) Foliculitis. Las pústulas están más agrupadas y el eritema papuloso es menos amplio. El agente más frecuente es Staphylococcus aureus y, más raramente, Haemophilus influenzae. En el análisis de la pústula se observan neutrófilos, así como la bacteria responsable. A partir de la foliculitis se puede producir un impétigo(4).

b) Infección herpética diseminada. En este caso, hay una afectación sistémica general y, en el análisis histológico, se observan las características células gigantes multinucleadas.

Melanosis pustulosa neonatal benigna

Se trata también de una alteración benigna autolimitada. Se observa en menos del 1% de los neonatos a término de raza blanca y hasta en el 5% de los recién nacidos de raza negra a término.

Se trata de pequeñas pústulas superficiales que se rompen con facilidad, dejando un collarete de escama fina y máculas hiperpigmentadas. Las pústulas perduran sólo 48 horas, pero las máculas pueden persistir durante varios meses. Aparecen sobre todo en el tórax, la nuca, la región lumbar y la región maleolar. Las lesiones se rompen fácilmente y producen escamas blanquecinas que rodean una mácula hiperpigmentada (Fig. 2).

Figura 2. Melanosis pustulosa neonatal.

Si se realiza una tinción de Wright del contenido de la lesión, se observarán neutrófilos, escasos eosinófilos y detritus celulares sin microorganismos. Las lesiones se resuelven en uno o dos días.

Según algunos autores, la melanosis pustulosa neonatal y el exantema toxo-alérgico serían el mismo cuadro; por lo que, deberían llamarse pustulosis estériles transitorias neonatales.

Hiperplasia de las glándulas sebáceas

Son lesiones muy pequeñas, en cabeza de alfiler, numerosas, confinadas habitualmente en la barbilla, labio superior y nariz. Desaparecen en unas semanas. Estas lesiones contienen lípidos sebáceos y podrían ser una manifestación de la estimulación androgénica materna del folículo pilosebáceo.

Milia o millium

Se trata de quistes de color blanco perlado o amarillento de 1 a 2 mm de diámetro, denominados así por recordar los granos de mijo. Aparecen en casi el 40% de neonatos. Los lugares más afectados son las mejillas, la frente y el mentón, aunque pueden estar presentes en otras localizaciones (Fig. 3) Las lesiones pueden ser únicas (millium) o múltiples. Las pápulas son pequeños quistes epiteliales formados por restos de queratinocitos. Probablemente, a nivel de la cavidad oral, las perlas de Epstein tengan el mismo significado(5).

Figura 3. Quiste epitelial en escroto.

Figura 3. Quiste epitelial en escroto.

Miliaria

La miliaria es una dermatitis vesiculosa o pustulosa secundaria a la retención intraepidérmica de la secreción glandular. Hay dos tipos de miliaria: cristalina y rubra.

Si la vesícula se forma en el estrato córneo se denomina miliaria cristalina o sudamina. Se trata de vesículas claras de 1-2 mm, superficiales y no inflamatorias, que se rompen fácilmente (Fig. 4).

Figura 4. Miliaria cristalina en tronco.

Figura 4. Miliaria cristalina en tronco.

Si la obstrucción es más profunda se acompaña de inflamación, denominándose miliaria rubra. En este caso son pequeñas pápulas eritematosas agrupadas habitualmente en los pliegues cutáneos y zonas abrigadas con mucha ropa.

Ya que las glándulas sudoríparas del neonato aún no funcionan correctamente, el calentamiento exagerado, la elevada temperatura ambiental o el arropamiento excesivo favorecen su aparición.

Acné neonatal

Las lesiones son comedones, pápulas inflamatorias y pústulas limitadas habitualmente a la cara. Aparece en el neonato y desaparece espontáneamente en unas semanas.

Necrosis de la grasa subcutánea

Son nódulos o placas induradas con eritema o sin él producidos por isquemia, que genera una necrosis del panículo adiposo del recién nacido. Suelen limitarse al área de traumatismo o isquemia local (mejillas, nalgas, espalda, brazos o muslos).

Ampollas de succión

Las ampollas de succión son lesiones en la mano, muñeca o brazos, llenas de un líquido claro o abiertas y en proceso de curación. En observaciones de fetos in utero por ecografía se ha constatado que el feto succiona frecuentemente y que puede hacerlo sobre sus manos o antebrazos. No se precisa tratamiento.

Trastornos vasomotores

La acrocianosis es fisiológica en las primeras horas de vida. El cutis marmorata es muy frecuente en el recién nacido.

Cutis marmorata fisiológico

El recién nacido tiene una gran inestabilidad vasomotora que puede producir una característica coloración cutánea, semejante al veteado marmóreo, con líneas irregulares más oscuras entre espacios más pálidos y que se denomina cutis marmorata (Fig. 5). Esta manifestación también se observa en el niño mayor coincidiendo con el incremento brusco de la temperatura en el caso de un proceso febril.

Figura 5. Cutis marmorata.

Figura 5. Cutis marmorata.

Coloración en arlequín

También es un fenómeno vasomotor sin trascendencia clínica, que consiste en que medio cuerpo está mucho más sonrosado que el otro hemicuerpo. La línea de separación es, a veces, muy bien delimitada. Ocurre en los primeros 3-5 días y es muy raro.

Cianosis periférica

El color de la piel de los neonatos de raza blanca es el sonrosado excepto en las manos y los pies, los cuales pueden tener cianosis, que puede ser también perioral (Fig. 6) en las primeras horas de vida. Esta cianosis perioral debe desaparecer aumentando la temperatura del niño si está frío. Asimismo, el color de las manos o los pies mejora con una suave fricción al lograr una reacción vasomotora rápida. Si la cianosis periférica persiste más de 24 horas, debe interpretarse como signo inespecífico de enfermedad (infección, patología pulmonar, metabólica…).

Figura 6. Cianosis perioral y de las manos en la primera hora de vida. Labios sonrosados.

Figura 6. Cianosis perioral y de las manos en la primera hora de vida. Labios sonrosados.

Si la cianosis es central, afectará a los labios y a la lengua y no mejorará al aumentar la temperatura. Si la causa es respiratoria, mejorará el color con la administración de oxígeno pero si es cardiaca (cortocircuito derecha-izquierda), tampoco apreciaremos grandes cambios.

Lesiones cutáneas relacionadas con el parto

La equimosis facial secundaria a una circular apretada de cordón debe distinguirse de la cianosis facial, que podría ser central. Para ello, deben buscarse las petequias.

La mayoría de las lesiones cutáneas relacionadas con el parto son benignas y se resuelven espontáneamente.

Equimosis

Las equimosis resultan generalmente de un nacimiento traumático y están en la cabeza, si la presentación ha sido cefálica, o en las nalgas (Fig. 7) o la vulva, si la presentación ha sido podálica.

Si la presentación ha sido cefálica y, sobre todo, si ha habido una compresión importante, como ocurre en las circulares apretadas de cordón, se puede producir una equimosis facial que debe distinguirse de la cianosis, para lo cual ayuda la búsqueda de petequias. Las petequias generalizadas, sin embargo, pueden expresar una trombocitopenia.

Figura 7. Equimosis en las nalgas tras presentación podálica.

Figura 7. Equimosis en las nalgas tras presentación podálica.

Heridas y abrasiones

En el cuero cabelludo, puede haber pequeñas heridas o abrasiones producidas por la aplicación de electrodos para la monitorización fetal (Fig. 8), por incisiones inadvertidas en el parto por cesárea o por la vacuoextracción, produciéndose un hematoma circular (Fig. 9) o ampollas en el lugar de aplicación de la ventosa (Fig. 10).

Figura 8. Lesiones secundarias a electrodos empleados en la monitorización fetal.

Figura 8. Lesiones secundarias a electrodos empleados en la monitorización fetal.

Figura 9. Abrasión secundaria a una vacuoextracción.

Figura 9. Abrasión secundaria a una vacuoextracción.

Figura 10. Herida del cuero cabelludo de un neonato en fase de cicatrización tras vacuoextracción.

Figura 10. Herida del cuero cabelludo de un neonato en fase de cicatrización tras vacuoextracción.

Caput succedaneum

También, en la cabeza, puede haber un edema subcutáneo supraperióstico o caput succedaneum, que se produce por la obstrucción al retorno del flujo de sangre venosa a nivel del cuero cabelludo, como consecuencia de la presión de la cabeza contra el cérvix uterino durante la presentación. Dado que se trata de un edema, puede ser deprimido en el punto de presión. No respetará las suturas craneales ya que puede abarcar una amplia zona cefálica. Debe distinguirse del cefalohematoma, en el que hay una tumefacción traumática de la cabeza por acúmulo de sangre subperióstica secundaria a una hemorragia por ruptura de un vaso sanguíneo durante el parto. A diferencia del caput, se detecta a partir de los 3-4 días de vida y crece lentamente hasta alcanzar su máximo tamaño en la primera semana de vida, reabsorbiéndose progresivamente al cabo de varias semanas(6).

Otras características propias de la piel del recién nacido

El vérnix caseoso puede ser una capa protectora rica en ceramidas que proteja sobre todo al pretérmino de infecciones cutáneas. No hay que esforzarse en desprenderlo de la piel.

La piel del recién nacido tiene unas diferencias anatómicas con la del adulto. Así, hay una falta de desarrollo del estrato córneo, una disminución de la cohesión entre la dermis y la epidermis. Además, las uniones intercelulares epidérmicas son más débiles. El estrato córneo permite conservar el agua corporal. Así pues, la piel es permeable y más cuanto menor es la edad gestacional. Debido a la labilidad de la unión dermo-epidérmica, hay una predisposición a presentar lesiones ampollosas traumáticas. Hay una serie de diferencias en la piel del recién nacido según la edad gestacional.

La piel del recién nacido pretérmino

La piel del prematuro presenta una textura fina que permite observar a su través los vasos sanguíneos. El escaso espesor es responsable de la seudo-plétora. Asimismo, en el recién nacido pretérmino, frecuentemente se observa lanugo (cabello fino, blando e inmaduro) que a menudo cubre la frente y el cuero cabelludo. El lanugo también puede cubrir la espalda y el tórax.

La piel del recién nacido postérmino

En este caso, la piel es laxa y seca, por lo que puede tener un aspecto apergaminado. El cabello es abundante y las uñas pueden ser largas. Días después se produce un agrietamiento de la piel que, en los pliegues, puede condicionar una sobreinfección si no se efectúa una adecuada higiene (Fig. 11). En estos casos, se produce una descamación exagerada de la piel, que no es propia sólo del postérmino, ya que el recién nacido a término también la puede presentar (Fig. 12) como fenómeno transitorio.

Figura 11. Pliegues del pie de un recién nacido postérmino.

Figura 11. Pliegues del pie de un recién nacido postérmino.

Figura 12. Descamación fisiológica del neonato.

Figura 12. Descamación fisiológica del neonato.

La piel del recién nacido pequeño para su edad gestacional

El recién nacido pequeño para su edad gestacional (PEG) ha sufrido un retraso del crecimiento intrauterino. Puede tener afectado solamente el peso (PEG I), el peso y la talla (PEG II) o el peso, talla y perímetro cefálico (PEG III), en función de la gravedad y duración de dicho retraso de crecimiento.

En la piel del neonato PEG, se puede apreciar el signo del pliegue como expresión de su desnutrición, el cual también se observa en la desnutrición posterior en la vida del niño y en la deshidratación (Fig. 13).

Figura 13. Signo del pliegue en la desnutrición intrauterina.

Figura 13. Signo del pliegue en la desnutrición intrauterina.

La piel del recién nacido grande para su edad gestacional

El recién nacido grande para su edad gestacional es macrosomático. La causa más común es el hijo de madre diabética. Su aspecto es pletórico con cara redondeada.

Vérnix caseosa

La vérnix es una sustancia blanca de aspecto caseoso que puede recubrir la totalidad de la epidermis del neonato (Fig. 14), siendo a veces más concentrado en los pliegues axilares, inguinales o bien en los genitales femeninos. Es más frecuente en el recién nacido a término.

Figura 14. Vérnix caseosa.

Figura 14. Vérnix caseosa.

Actualmente, hay mucho interés sobre su composición. Así, se sabe que el 80% de su peso es agua, que está en el interior de células del estrato córneo. El resto son, básicamente, lípidos (matriz hidrofóbica), de la que destacan las ceramidas, cuyo contenido equivale al de la epidermis del feto de 23 a 25 semanas de gestación. En este sentido, actualmente hay investigaciones que pretenden sintetizar cremas protectoras para recién nacidos de muy bajo peso con la finalidad de lograr una barrera epidérmica más fisiológica.

Se seca y desprende en las primeras horas de vida. En los labios menores es muy persistente y difícil de eliminar, por lo que se debe evitar realizar abrasiones intentando su limpieza (Fig. 15).

Figura 15. Vérnix caseosa en pliegues.

Figura 15. Vérnix caseosa en pliegues.

Con el baño del recién nacido, se debe eliminar la sangre y el meconio de la cara, del cuello y del área perianal mediante un lavado cuidadoso con agua y una esponja de algodón estéril. La vérnix caseosa debe eliminarse de la cara, pero no es preciso retirarla del resto del cuerpo, ya que se eliminará al vestir al niño y al contacto con la ropa de la cama(7).

Manchas de nacimiento vasculares en el neonato y en el lactante (Algoritmo 1)

La frecuencia de las lesiones vasculares es muy variable. Su evolución natural oscila entre fenómenos transitorios banales hasta anormalidades cutáneas permanentes que pueden asociarse con complicaciones o con enfermedades sistémicas(8).

Las manchas de nacimiento vasculares pueden ser malformaciones o tumores vasculares. Las diferencias más importantes se indican en la tabla I.

Malformaciones vasculares (Algoritmo 2)

La presencia de nevus flammeus sobre la línea media en el cuero cabelludo o la espalda puede indicar un disrafismo cerebral o raquídeo (espina bífida o lipomielomeningocele) ocultos.

Las malformaciones vasculares o hamartomas se deben a errores en el desarrollo, pero con un índice bajo de recambio celular. En el lactante, pueden ser capilares, linfáticas, venosas o arteriovenosas. Las dos primeras son más frecuentes.

Malformaciones capilares(9)

Mancha salmón (nevo simple o hemangioma macular)

Es la malformación más frecuente. Afecta a casi la mitad de neonatos de ambos sexos por igual. También, se llama nevo telangiectásico congénito o nevo simple y en terminología popular se ha denominado: “el picotazo de la cigüeña”, “beso del ángel” o “antojo de la madre”.

No suele ser un motivo de consulta. Se trata de una mácula de color rosado de bordes mal delimitados, de pequeño tamaño. Se localiza habitualmente en la frente, la nariz, el entrecejo, el labio superior y la nuca. Con el llanto se hacen más prominentes o llamativos. A nivel histológico, presenta capilares dérmicos distendidos que muestran la persistencia del patrón fetal(10). No plantea problemas estéticos y suele desaparecer a los dos años, excepto los de la nuca, que pueden persistir durante más tiempo(11).

Manchas en vino de Oporto (nevus flammeus)

Son máculas de color rojo, rosado intenso o purpúrico, de márgenes geográficos y tamaño variable que crecen de modo proporcional con el niño y que pueden perdurar durante toda la vida.

Estas lesiones son más raras (0,3% de la población general). No siempre son muy evidentes en el momento del nacimiento y, aunque pueden palidecer en el primer año de vida, suelen oscurecerse después de forma progresiva con la edad.

Cuando se hallan sobre la línea media en el cuero cabelludo o la espalda, pueden indicar un disrafismo cerebral o raquídeo (espina bífida o lipomielomeningocele) ocultos (Fig. 16). Si se localizan en la cara, puede asociarse a glaucoma (incluso en ausencia de afectación leptomeníngea).

Figura 16. Nevus flammeus en la zona sacra con hoyuelo central.

Figura 16. Nevus flammeus en la zona sacra con hoyuelo central.

Histopatológicamente, tienen un aumento del número de capilares y vénulas dilatadas de pared fina, situadas en la parte superficial de la dermis reticular.

Si son extensas, pueden suponer un problema estético importante; por lo que, la terapéutica con láser de colorante pulsado con lámpara de destello está indicado. El empleo de láseres en dermatología se basa en la fototermólisis selectiva (la molécula diana es la oxihemoglobina en el caso de los nevus flammeus).

Los criterios de mejor pronóstico son: la edad (la mayoría de autores preconizan el tratamiento en el primer año de vida), el tamaño (menores de 20 cm2 con mayor tasa de curación) y la localización (mejores respuestas en las lesiones del cuero cabelludo y periorbitarias). Son efectos secundarios leves la hiperpigmentación transitoria y las cicatrices. Pueden recidivar hasta un 50% al cabo de 4 años de finalización del tratamiento.

Finalmente, hay numerosos síndromes relacionados con manchas en vino de Oporto y anomalías extracutáneas, de los que los más importantes son:

a) Síndrome de Sturge-Weber: se trata de un defecto del desarrollo de la vascularización de la cresta neural cefálica que produce una mancha en vino de Oporto facial en la distribución oftálmica del nervio trigémino (V1), aunque también puede afectar a la rama mandibular (V3) o maxilar (V2) (Fig. 17) asociado a una angiomatosis leptomeníngea ipsilateral. En un 50% de casos, asocia afectación ocular (angiomas de coroides, glaucoma congénito y pérdida de agudeza visual)(12).

Figura 17. Nevus flammeus en la zona del trigémino.

Figura 17. Nevus flammeus en la zona del trigémino.

La afectación neurológica más frecuente en la infancia es epilepsia, cierto grado de retraso psicomotor, calcificaciones corticales temporales u occipitales y hemiparesia. Se recomienda una evaluación oftalmológica cada 6 meses durante los dos primeros años.

b) Síndrome de Klippel-Trenaunay: también se conoce como síndrome de angioosteohipertrofia. Asocia una malformación capilar y venosa (mixta), habitualmente de una extremidad inferior con hipertrofia de las extremidades, linfedema y flebolitos.

c) Síndrome de Beckwith-Wiedemann: también se denomina síndrome onfalocele-macroglosia-gigantismo. Asocia nevus flammeus en la parte central de la frente en un 80% de casos, así como onfalocele, macroglosia e hipercrecimiento somático y visceral. En algunas ocasiones, se ha encontrado una duplicación parcial del cromosoma 11(13,14).

Malformaciones linfáticas

Pueden estar presentes al nacimiento y suelen encontrarse como masas de tejidos blandos en la región axilar o en la nuca. Las malformaciones pueden ser superficiales o profundas.

Las malformaciones profundas pueden llegar a comprometer órganos tales como el esófago, la lengua o las vías respiratorias, como es el caso del higroma quístico del cuello. El tratamiento de tales casos puede incluir la cirugía, la embolización y el láser de contacto.

Las malformaciones superficiales pueden ser circunscritas o difusas. El linfangioma superficial circunscrito o delimitado puede manifestarse al año de vida. La malformación difusa superficial o linfedema se debe a una estasis de la circulación linfática que produce una extravasación de linfa y que puede estar presente al nacimiento, como en el caso del síndrome de Turner (Fig. 18) en el que, además, se puede acompañar de otros signos característicos, como un pliegue redundante en el cuello (Pterigium colli) o un aumento de la separación de las mamilas.

Figura 18. Linfedema de miembros en el síndrome de Turner

Figura 18. Linfedema de miembros en el síndrome de Turner

Tumores vasculares

Los hemangiomas son los tumores más frecuentes en el lactante. Los más frecuentes son los hemangiomas en frambuesa o superficiales. Su mayor problema reside en la localización o en la extensión.

De los distintos tipos de tumores vasculares, los más frecuentes en el neonato y el lactante son los hemangiomas, tumores vasculares benignos producidos por proliferación de células endoteliales.

Se observan en el 1 a 2,6% de los recién nacidos en el periodo neonatal inmediato, aunque pueden manifestarse después en el periodo neonatal tardío hasta alcanzar una incidencia estimada del 10 al 13% de todos los lactantes. Los hemangiomas son más frecuentes en las niñas que en los niños (entre 2:1 y 3:1) y en los prematuros, en los que pueden manifestarse a partir de la segunda semana de vida.

Los hemangiomas se localizan sobre todo en la cabeza y el cuello y empiezan como una mácula rosada que aumenta progresivamente de tamaño hasta convertirse en una pápula roja de superficie lisa o mamelonada. Pasan por una fase de crecimiento proliferativo rápido, seguida de una fase de involución lenta y espontánea. Durante la fase proliferativa, tienen muchos conductos vasculares y un alto grado de celularidad (Fig. 19); mientras que, en la fase involutiva, hay una fibrosis tisular, así como una disminución del número de los conductos vasculares, aunque de mayor diámetro.

Figura 19. Hemangioma en fase proliferativa

Figura 19. Hemangioma en fase proliferativa

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Hacia los 3 años, hay una involución espontánea del 30% de hemangiomas; mientras que hacia los 5 años es del 50% y a los 10 años del 90%. A pesar de que la involución natural suele acompañarse de un excelente resultado estético, pueden persistir algunos estigmas cutáneos residuales, tales como: hipopigmentación, telangiectasias o tejido fibroadiposo redundante (Fig. 20).

Figura 20. Fase de involución de un hemangioma con tejido fibroadiposo.

Figura 20. Fase de involución de un hemangioma con tejido fibroadiposo.

Según su aspecto clínico, pueden ser superficiales o profundos (Algoritmo 3). Los superficiales son placas cutáneas vasculares de color rojo brillante, asemejando fresas o frambuesas (Fig. 21), que se localizan en la dermis superficial. Los hemangiomas profundos se localizan en la dermis reticular o en el tejido subcutáneo y tienen un aspecto azulado con una epidermis superior normal (Fig. 22).

Figura 21. Hemangioma superficial.

Figura 21. Hemangioma superficial.

Figura 22. Hemangioma profundo.

Figura 22. Hemangioma profundo.

Los más frecuentes son los hemangiomas en frambuesa o superficiales. Son lesiones muy poco compresibles y que no tienen soplos a la auscultación. Debe evitarse el término de hemangioma cavernoso, porque también se utiliza para describir las malformaciones vasculares o complejas.

El mayor problema de los hemangiomas reside en su localización o en su extensión. Así, los hemangiomas periorbitarios que empujan el ojo o lo obstruyen pueden producir complicaciones visuales en el lactante, ya que está desarrollando su capacidad visual de forma progresiva.

Los hemangiomas múltiples pueden ser indicativos de otros hemangiomas sistémicos graves, como el hemangioma subglótico, asociado a estridor congénito progresivo, la hemangiomatosis hepática, que cursa con insuficiencia cardiaca y soplo en hipocondrio derecho, o la hemangiomatosis intestinal, que en ocasiones se acompaña de hemorragia digestiva.

Por último, se denomina síndrome de Kassabach-Merrit a una situación de atrapamiento y consumo de plaquetas, así como de factores de coagulación, en una lesión vascular proliferativa (hemangioendotelioma kaposiforme o angioblastoma de Nakagawa).

Manchas de nacimiento pigmentadas en el neonato
y en el lactante

Las manchas de nacimiento hiperpigmentadas pueden ser, básicamente, de cuatro tipos: epidérmicas, dérmicas, nevus melanocíticos o mosaicismos.

Lesiones melanocíticas epidérmicas

Hay que pensar en neurofibromatosis tipo I ante la presencia de más de 3 manchas café con leche, sobre todo en la zona axilar, bajo las mamilas o en los pliegues inguinales.

En este grupo, se incluyen las manchas café con leche y los síndromes lentiginosos.

Manchas café con leche

Las llamadas manchas café con leche son unas lesiones con pigmentación parda, clara, uniforme, bien definida, redonda u oval. El tamaño es muy variable, entre algún milímetro y hasta 20 centímetros de diámetro. Las lesiones solitarias son frecuentes y no tienen ningún significado patológico. Se encuentran en casi una cuarta parte de individuos sanos y su prevalencia aumenta durante la lactancia. En el neonato ya se pueden observar hasta un 90% de las que se observarán después de forma más manifiesta. Se localizan en cualquier sitio del cuerpo (Fig. 23). Son más oscuras en los neonatos de raza negra.

Figura 23. Mancha café con leche en la espalda.

Figura 23. Mancha café con leche en la espalda.

El examen histológico de las manchas café con leche muestra incremento de la melanina epidérmica en melanocitos y queratinocitos, sin proliferación melanocítica, lo que las distingue de los nevus melanocíticos.

Hay que pensar en neurofibromatosis tipo I ante la presencia de más de 3 manchas café con leche, sobre todo en la zona axilar, bajo las mamilas o en los pliegues inguinales. También, si se tienen seis o más manchas café con leche de 0,5 cm en niños prepúberes o seis o más manchas café con leche de 1,5 cm tras la pubertad(15).

Lentígines

Las lentígines son lesiones pequeñas de color pardo, planas u ovales, de 1 a 2 mm. de diámetro. Asemejan pecas, pero la luz solar no influye sobre el color y la pigmentación es más uniforme. Pueden asentar en cualquier superficie cutánea o de mucosas, como la conjuntival o labial. Pueden ser un signo guía que nos indique una patología más compleja por formar parte de un síndrome, tal como: Leopard, NAME, Peutz-Jeghers, etc.

Lesiones melanocíticas dérmicas

La mancha mongólica es la lesión melanocítica dérmica más común. Las manchas mongólicas extensas se han descrito asociadas a errores innatos del metabolismo, tales como mucopolisacaridosis tipo I y tipo II.

Son lesiones cutáneas planas, azuladas, originadas, probablemente, por una detención de la migración de los melanocitos desde la cresta neural hasta la epidermis.

Los dos tipos de lesiones melanocíticas dérmicas más importantes son la mancha mongólica y el nevus de Ito.

Mancha mongólica

Es una mácula pigmentada de color azul o grisáceo, fisiológica, en el recién nacido. También, se denomina mancha azul o de Baltz. Se observa en más del 90% de la población negra y de la asiática y en el 10-20% de la raza blanca. Se trata de un acúmulo de melanocitos en la capa profunda de la dermis. La localización más frecuente es la región lumbosacra y los glúteos. También, se puede observar en la espalda y en los hombros, aunque en ocasiones aparece en las extremidades o la cara. A medida que el niño crece, la mancha mongólica tiende a atenuarse debido al engrosamiento de la epidermis y suele desaparecer en los primeros años de vida. No sufre degeneración maligna.

Cuando el tamaño de la lesión es grande o la localización es atípica, puede llegar a hacer pensar en signo de malos tratos por el aspecto clínico. Sin embargo, una anamnesis en la que se refleje la presencia desde el nacimiento y la ausencia de evolución clínica del hematoma normalmente será suficiente.

Por último, las manchas mongólicas extensas se han descrito asociadas a errores innatos del metabolismo, tales como mucopolisacaridosis tipo I y tipo II.

Nevus de Ito

El nevus de Ito, también denominado nevo fosfocerúleo acromiodeltoideo es una melanocitosis dérmica que sigue la distribución de las ramas supraclavicular y supraacromial del plexo cervical superficial y cutáneo del hombro. No se decolora ni se resuelve con el tiempo. El tratamiento con láser puede disimularlo.

Nevus melanocíticos congénitos(16)

El riesgo de los nevus melanocíticos congénitos gigantes de desarrollar un melanoma durante los primeros quince años de vida es de un 6%, siendo, sobre todo, en los primeros años de vida.

Son unas lesiones pigmentadas maculares o papulares con diferentes tonos de color pardo a negro, debidas a la acumulación de melanocitos en el momento del nacimiento o en los primeros meses de vida.

Las lesiones crecen de manera proporcionada con la persona y, por ello, se cuantifica el tamaño definitivo en el adulto, pudiendo oscilar entre menos de 1,5 cm (pequeños), de 2 a 20 cm (tamaño intermedio) (Fig. 24) o extensos (más de 20 cm). Dado el crecimiento posterior, si la lesión tiene más de 6 cm (en el cuerpo) o más de 9 cm (en la cara) en el recién nacido se cataloga como grande. Estos últimos pueden contener nódulos benignos de crecimiento lento.

Figura 24. Nevus melanocítico congénito.

Figura 24. Nevus melanocítico congénito.

Histológicamente, se caracterizan por acúmulos o nidos de melanocitos profundos, localizados alrededor de los anejos y que, con frecuencia, disecan las fibras de colágeno de la dermis. Los bordes suelen ser regulares y bien definidos en los pequeños, pero más imprecisos en los gigantes. Algunos nevus muestran pelos gruesos y pigmentados en su superficie y, en general, los nevus van oscureciéndose durante los primeros meses de vida.

Los nevus gigantes de la cabeza y del cuello pueden asociarse a afectación neurológica por infiltración leptomeníngea, al igual que las malformaciones vasculares congénitas vistas anteriormente.

El riesgo de los nevus melanocíticos congénitos gigantes de desarrollar un melanoma durante los primeros quince años de vida es de un 6%,siendo sobre todo en los primeros años de vida, por lo que algunos autores proponen la extirpación profiláctica. Sin embargo, los nevus melanocíticos de pequeño y mediano tamaño, que son la mayoría, con una incidencia 100 veces superior a los gigantes, tienen menos potencial de degeneración maligna y si ésta ocurre es tras la pubertad, por lo que el pediatra deberá remitirlos al dermatólogo antes de la adolescencia salvo que hubiese habido previamente cambios en su aspecto.

Mosaicismo e hiperpigmentación

La Incontinencia pigmenti es un desorden ligado al cromosoma X producido por una disminución de melanina en las células basales de la epidermis con incremento en la dermis. Su pronóstico lo condiciona la afectación neurológica.

Los cuadros clínicos con máculas hiperpigmentadas en forma de mosaico más importantes y que pueden observarse desde la época neonatal son la incontinencia pigmenti, el síndrome de McCune-Albright y el nevo epidérmico.

Incontinencia pigmenti

Es un trastorno dominante ligado al cromosoma X que se presenta en el nacimiento o poco después, con lesiones lineales no uniformes entre las denominadas líneas de Blaschko con lesiones vesiculosas inflamatorias y en cuyas vesículas epidérmicas hay numerosos eosinófilos. A las seis semanas, aparecen lesiones verrucosas que, posteriormente, se pigmentan en remolinos u “hojas de cebolla” (Fig. 25). Puede asociar alteraciones neurológicas graves, oculares y dentales.

Figura 25. Incontinencia pigmenti.

Figura 25. Incontinencia pigmenti.

Síndrome de McCune-Albright

De las tres características (manchas café con leche, displasia fibrosa poliostótica y disfunción endocrina), en el neonato o en el lactante pueden observarse lesiones grandes, lineales o segmentarias, uni o bilaterales, que pueden seguir las líneas de Blaschko.

Nevus epidérmico

Son lesiones benignas congénitas con áreas hiperpigmentadas de hiperqueratosis e hipertrofia de la epidermis. Puede seguir una distribución lineal o circular y se conoce como nevus verrucoso, para la forma localizada o solitaria, nevus unius lateris, si es extenso, y nevus lineal sebáceo, si afecta a los anexos del cuero cabelludo en cara y cuello. Las lesiones son benignas, pero pueden ser extirpadas si hay alteración estética importante.

Otras alteraciones de la pigmentación: manchas hipopigmentadas

Los trastornos de la función o del desarrollo de los melanocitos pueden causar hipopigmentación generalizada, segmentaria o localizada.

El albinismo es un grupo de desórdenes genéticos en los que la melanina es anormal. El color de la piel varía desde rosado hasta marrón claro y suele asociar fotofobia, nistagmus y agudeza visual disminuida. A nivel de afectación segmentaria, el piebaldismo es una enfermedad autosómica dominante con áreas de piel y pelo blancos, sobre todo en el tórax, brazos y abdomen. El síndrome de Waardenburg tiene características semejantes pero asocia heterocromía del iris y sordera. Cuando la mancha hipopigmentada es aislada, carece de significado patológico.

Costra láctea

En el tratamiento de la costra láctea se pueden emplear cremas de vaselina salicilada pero de concentración baja para evitar la intoxicación salicílica.

Se trata de unas placas descamativas en el cuero cabelludo, grasientas, de color amarillento, de tamaño y forma variables. Se observan a partir de la primera y segunda semana de vida. Asienta sobre todo en el vértex y puede extenderse hacia áreas frontales (Fig. 26). No se acompaña de manifestaciones generales y el prurito es débil o no existe. Para algunos autores, la costra láctea es considerada la forma más precoz de la dermatitis seborreica. En cuanto al tratamiento, es interesante destacar el papel queratolítico de la vaselina salicilada a concentraciones del 3%, evitando la aplicación excesiva, así como mayores concentraciones para evitar la yatrogenia relativa a la intoxicación salicílica.

Figura 26. Costra láctea.

Figura 26. Costra láctea.

Dermatitis seborreica

La dermatitis seborreica se caracteriza por la presencia de áreas eritematosas con escamas grasientas o de pequeñas pápulas sobre la base eritematosa, que afectan el cuero cabelludo (sería la costra láctea), las orejas y el cuello. El eritema predomina en los pliegues de flexión y en las áreas intertriginosas, mientras las escamas predominan en la cabeza. En ocasiones, afecta a la zona del pañal y se puede confundir con la dermatitis del pañal.

A diferencia de la dermatitis atópica, el cuadro se inicia hacia el mes y suele regresar hacia los 3 meses, no suele afectar al tronco ni extremidades, no es pruriginoso y es autolimitado.

Algunos estudios han implicado Malassezia furfur, así como fluctuaciones hormonales, lo que explicaría que la dermatitis seborreica afecte más a las áreas con mayor densidad de glándulas sebáceas.

Dado el carácter autolimitado, se debe ser conservador en su tratamiento. Hay estudios no controlados en los que se demuestra una mejoría tanto con emolientes, con hidrocortisona al 1% como con ketoconazol tópico(17).

Dermatitis del pañal

La dermatitis irritativa del área del pañal puede ser, básicamente, de tres tipos: eritema en W, eritema confluente o dermatitis erosiva con ulceraciones.

La dermatitis del pañal se refiere, en sentido amplio, a cualquier enfermedad cutánea que se manifiesta sólo o principalmente en la zona que cubre el pañal. No obstante, es preferible usar el concepto de “dermatitis irritativa del área del pañal” como: la reacción inflamatoria de la piel cubierta por el pañal (abdominal, perineal y glútea), de tipo irritativo, originada por el contacto prolongado de esta superficie cutánea con la orina, las heces y otras sustancias (detergentes, plásticos, perfumes…).

En cuanto a la etiopatogenia de esta entidad, el agente irritativo no es único, sino una mezcla de diversos factores de diferente capacidad irritativa sobre la piel. Los principales factores que influyen son: la fricción, la oclusión, la excesiva humedad, la capacidad irritante de la orina y las heces, así como el aumento del pH en la piel del área del pañal. Al final, hay un daño sobre la barrera de la epidermis, con la pérdida de la función de barrera de la piel(18).

El factor inicial más importante es la oclusión del área del pañal, lo que favorece la humedad, la cual se exacerba por la orina y las heces del bebé. El aumento de la humedad favorece la sobrehidratación y maceración de la piel. Además, la orina transforma su urea en amonio por la acción de la ureasa fecal, con lo que aumenta el pH, lo que estimula las proteasas y lipasas fecales que dañan la piel. También, el amonio es irritante directo de la piel (Fig. 27).

Figura 27. Etiopatogenia de la dermatitis del pañal

Figura 27. Etiopatogenia de la dermatitis del pañal

La dermatitis irritativa del pañal afecta entre el 5 y 25% de los lactantes en algún momento. No hay predomino de sexo. La máxima incidencia se produce después del primer trimestre. Es más frecuente en los lactantes con diarrea.

Clínica

La dermatitis irritativa del área del pañal afecta sobre todo a las zonas convexas, con lesiones cutáneas en las áreas que tienen contacto más directo con el pañal, tal como: los genitales externos, las nalgas y las zonas perineales (Fig. 28). Según Zambrano, esta dermatitis de las zonas convexas puede ser de tres tipos:

Figura 28. Dermatitis del pañal en su fase inicial de afectación.

Figura 28. Dermatitis del pañal en su fase inicial de afectación.

a) Eritema en W: se trata de un eritema en las regiones glúteas, genitales y superficies convexas de los muslos, dejando libre el fondo de los pliegues.

b) Eritema confluyente: es un eritema más vivo e intenso, con afectación de los pliegues y signos de exudación.

c) Dermatitis erosiva del pañal, en las que hay ulceraciones superficiales en sacabocados, salpicadas, en número reducido.

No siempre las lesiones son tan delimitadas y puras, sino que pueden ser situaciones mixtas, como se observa en las Figuras 29 y 30.

Figura 29. Eritema del pañal confluyente en fase de curación

Figura 29. Eritema del pañal confluyente en fase de curación.

Figura 30. Eritema del pañal mixto (forma en W y confluyente)

Figura 30. Eritema del pañal mixto (forma en W y confluyente).

La complicación más habitual es la sobreinfección, sobre todo por Candida albicans, que produce un eritema intenso de tinte rojo violáceo con formación de pápulas y pápulo-pústulas de extensión periférica. Como consecuencia del paso a través del canal del parto de una madre con vaginitis candidiásica, el recién nacido puede colonizar su mucosa oral y, sobre todo, la lengua. La estomatitis por Candida o muguet se caracteriza por unos pequeños acúmulos blancos, como leche cuajada, firmemente adheridos a la mucosa bucal, labios y lengua (Fig. 31). Cuando se arrastran con una gasa pueden dejar un lecho poco eritematoso y no sangrante. Su tratamiento debe incluir el empleo de antimicóticos tópicos en la mucosa oral pero también en el pezón de la madre si toma pecho y en la tetina del biberón e, incluso, en el chupete.

Figura 31. Muguet

Figura 31. Muguet.

Otra posible complicación, asociada a la utilización de corticoides tópicos de alta potencia, es el granuloma glúteo infantil.

Diagnóstico diferencial

Dado que el área del pañal es una zona propensa al desarrollo de varias enfermedades, son muchas las entidades con las que se debe distinguir.

• Miliaria rubra. Se produce por un exceso de sudoración local. Se manifiesta como pápulas eritematosas aisladas.

• Herpes simple primario genital. Aparecen vesículas concluyentes sobre una base eritematosa.

• Sífilis congénita. Con pápulas y coloración eritematosa o, incluso, marronácea.

• Psoriasis del pañal. Se trata de placas eritematosas de márgenes bien definidos y con leve descamación.

• Acrodermatitis enteropática. Debida a un déficit de cinc, cursa con lesiones eritemato-descamativas de bordes desflecados.

• Enfermedad perianal estreptocócica. Más propia de edades posteriores, cursa con un eritema persistente perianal (Fig. 32) acompañado a veces de lesiones inflamatorias en el glande (balanitis) (Fig. 33).

• Otras enfermedades más raras, como: histiocitosis, mastocitosis…

Figura 32. Eritema perianal amplio.

Figura 32. Eritema perianal amplio.

Figura 33. Región bálano-prepucial eritematosa, con secreción purulenta

Figura 33. Región bálano-prepucial eritematosa, con secreción purulenta.

Prevención

La profilaxis de la dermatitis irritativa del área del pañal consiste en realizar una buena higiene de la zona, logrando que esté seca y limpia. Para ello, se lavará con agua tibia y un jabón neutro. Los pañales se cambiarán con frecuencia.

Después de cada limpieza o baño y tras cada cambio de pañal, es muy útil aplicar una fina capa en las nalgas del bebé de cremas de barrera con acción absorbente y astringente, como el óxido de cinc, talco y caolín. Además, algunas tienen la ventaja añadida de incorporar sustancias antienzimáticas, antiproteasa y antilipasa, y cicatrizantes, como el pantenol. En todo caso, siempre con el siguiente cambio del pañal, se retirarán los restos de la anterior aplicación sólo con agua y se aplicará nuevamente una fina capa.

El ácido bórico y el bicarbonato de sodio, que pueden ser absorbidos percutáneamente, son potencialmente tóxicos y deben evitarse(19).

Tratamiento

La terapéutica consiste en aplicar una crema de barrera, como la indicada anteriormente, al mismo tiempo que se asocia con la aplicación de corticoides tópicos de baja potencia (hidrocortisona al 1%, una o dos veces al día) para combatir la inflamación. Si hay una sobreinfección candidiásica, hay que usar un antifúngico, tal como: nistatina, clotrimazol o miconazol. Si hay una sobreinfección bacteriana, se emplearán antibióticos tópicos, tales como: mupirocina, activa frente a estafilococo, y estreptococo.

Bibliografía

Los asteriscos reflejan el interés del artículo a juicio del autor.

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Bibliografía comentada

– Faurschou A, Olesen AB, Leonardi-Bee J, Haedersdal M. Lasers or light sources for treating port-wine stains. Cochrane Database Syst Rev. 2011; 11: CD007152.

Papel de los tipos de láser empleados para el tratamiento de los nevus flammeus.

– Guggisberg D, Hadj-Rabia S, Viney C, Bodemer C, Brunelle F, et al. Skin markers of occult spinal dysraphism in children: a review of 54 cases. Arch Dermatol. 2004; 140: 1109-15.

Indica los datos clave que debemos observar en las lesiones de la espalda que ocultan un disrafismo espinal.

– Leonardi-Bee J, Batta K, O’Brien C, Bath-Hextall FJ. Interventions for infantile haemangiomas (strawberry birthmarks) of the skin. Cochrane Database Syst Rev. 2011; 11: CD006545.

Tipos de laser empleados para el tratamiento de los hemangiomas.

– O’Connor N, McLaugh MR. Newborn Skin: Part I. Common Rashes. Am Fam Physician. 2008; 77: 47-52.

– McLaughlin MR, O’Connor NR, Ham P. Newborn skin: Part II. Birthmarks. Am Fam Physician. 2008; 77: 56-60.

Revisiones sencillas y prácticas de los exantemas comunes en el neonato.

– Puig l. Lesiones vasculares :hamartomas. En: Protocolos diagnósticos y terapéuticos. Dermatología Pediátrica. Ed Asociación Española de Pediatría; 2007. p. 71-7.

Disponible en http://www.aeped.es/documentos/protocolos-dermatologia

Clara exposición sobre los hamartomas en el neonato y lactante.

– Puig L. Lesiones vasculares Angiomas. En: Protocolos diagnósticos y terapéuticos. Dermatología Pediátrica. Barcelona: Ed. Asociación Española de Pediatría; 2007. p. 65-70.

Disponible en http://www.aeped.es/documentos/protocolos-dermatologia

Revisión completa sobre los angiomas propios de la época del neonato y lactante.

– Zambrano E, Torrelo A, Zambrano A. Dermatitis del pañal. En: Protocolos diagnósticos y terapéuticos. Dermatología Pediátrica. Ed Asociación Española de Pediatría; 2007. p. 137-40.

Disponible en http://www.aeped.es/documentos/protocolos-dermatologia

Información práctica y completa sobre la dermatitis del pañal.

 

Caso clínico
La infección por estreptococos del grupo A (EGA) se presenta más frecuentemente como una faringitis o amigdalitis aguda. Sin embargo, en los últimos años se viene observando la presencia de la infección en otras localizaciones, tales como la celulitis perianal(1). Ésta puede asociarse en las niñas a vulvovaginitis y, más raramente, a balanitis en los niños pequeños no circuncidados, entidad denominada por algunos autores como enfermedad perianal estreptocócica(2).Se presenta un caso de enfermedad perianal estreptocócica asociada a balanopostitis.

Caso clínico. Eritema perianal vs. dermatitis del pañal

Niño de 11 meses de edad, sin antecedentes familiares ni personales de interés, remitido por presentar lesiones eritematosas, dolorosas y exudativas, en región perianal y balano-prepucial de 1 mes de evolución, a pesar de tratamiento tópico con antifúngico (miconazol) y esteroideo (hidrocortisona). Sin otra sintomatología.

Exploración física

Peso: 10,5 kg (p mayor 50) y talla: 74 cm (p50), frecuencia cardiaca: 92 lpm, frecuencia respiratoria: 28 rpm, tensión arterial: 100/65 mmHg. Piel: lesión perianal eritematosa, muy dolorosa al tacto, húmeda, brillante, bien delimitada, sin apreciarse lesiones satélites a su alrededor. No fisuras. Región bálano-prepucial eritematosa, dolorosa y húmeda, presentando exudado amarillento a través de la uretra. Resto de exploración por aparatos normal.

Exploraciones complementarias

Exámenes complementarios: bioquímica sanguínea y serología normales o negativos. Cultivo y antibiograma del frotis perianal y exudado uretral que nos dan el diagnóstico.

Evolución

Se instaura tratamiento con un fármaco por vía oral y una pomada tópica durante 10 días con resolución progresiva de las lesiones y normalidad clínica al décimo día. No se evidenciaron recaídas ni complicaciones en los 6 meses siguientes.

 


 

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