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Economía

03 abr 2018 - 10:01 p. m.

La baja rentabilidad comenzó a quitarle impulso al campo

Aunque los indicadores del sector son favorables, los pronósticos indican que en el 2018 el PIB rural volvería a su promedio histórico, es decir, alrededor del 3% o menos. Los problemas de comercialización y el rezago en productividad siguen sin solución.

Agro

Comportamiento del PIB en el sector agropecuario. (En porcentaje, a precios constantes. Series desestacionalizadas.

Fuente Dane

POR:
Portafolio
03 abr 2018 - 10:01 p. m.

Una cosecha de cifras cruzadas, entre buenas, regulares y malas, hacen parte de la fotografía del sector agropecuario colombiano. La realidad es que el país rural ha avanzado en algunos aspectos, sigue estancado en otros, y muy rezagado en factores claves como la productividad y la comercialización.

(Lea: Proyección de Anif dice que el PIB agropecuario crecerá 2,4 % este año)

Pero ¿qué le espera al campo este año y cómo se vería al 2025?

(Lea: El país equilibra la balanza comercial con Francia)

Como sucede en la economía, los altos niveles de incertidumbre hacen que las previsiones sean cada vez más difíciles de aproximar a la realidad, pero existen factores que permiten, al menos, señalar cuáles son las tareas pendientes.

A juzgar por las cifras de la actividad, cualquiera podría decir que el campo colombiano atraviesa por uno de sus mejores momentos. Y ¿cuáles son las cifras positivas del sector? El Producto Interno Bruto creció 4,9% el año pasado, mientras que el promedio de la economía apenas logró una cifra de 1,8%. La tasa nacional de desempleo fue de 10,8% en febrero de este año, mientras que en el campo la desocupación se ubicó en 7,2%. También crecieron las exportaciones de productos agropecuarios, alimentos y bebidas, (7,2%), al igual que el aceite de palma, el café, las flores y el azúcar. El crédito rural alcanzó el año pasado una cifra histórica de $13,6 billones de pesos desembolsados.

Sin embargo, este panorama contrasta con los problemas de comercialización y precios de productos como arroz, papa, leche, café y casi todos lo de la economía campesina. Cada vez que sale una cosecha, los agricultores no encuentran quién se las compre a precios justos, es decir, al costo de producción, más un margen de rentabilidad.

La realidad es que, en estas condiciones, buena parte de las actividades agropecuarias no pueden competir con los productos que vienen del exterior, y por eso, cada vez que ingresa al país un cargamento de un determinado cultivo, los productores protestan por la competencia externa.

Los agricultores se quejan porque el Gobierno los invita a sembrar, y luego, cuando la cosecha está lista, les abre las puertas a las importaciones con el fin de negociar beneficios para otros sectores, especialmente industriales. El ejemplo más reciente es el del arroz. Ante este tipo de situaciones, los agricultores seguramente responderán con una reducción del sembrada para los años siguientes, con lo cual el sector regresaría a sus tradicionales cifras negativas.

POR QUÉ LA FRAGILIDAD

La pregunta que muchos se hacen es: ¿por qué varios de nuestros productos agropecuarios son tan frágiles a la competencia externa? La respuesta de quienes toman las decisiones de política pública, es que el campo colombiano no es competitivo debido principalmente a la baja productividad.

Para los gremios del sector, esto no es tan cierto, pues en los altos costos de producción incide la inversión pública, es decir, de la infraestructura, el crédito, la investigación y el apoyo directo al campo. En infraestructura, el país está haciendo autopistas, pero las vías terciarias por donde salen las cosechas y la producción pecuaria registran poca mejoría.

Sin embargo, hay que señalar que los productores también tienen responsabilidad en el rezago. Aunque algunos sectores han logrado elevar su productividad, la realidad es que otros siguen produciendo lo mismo que hace 27 años cuando el país hizo la apertura económica.

LO QUE VIENE

Históricamente, el campo ha transferido recursos a las ciudades, a través de la venta de productos a bajos precios, la mayoría de veces inferiores a los costos reales de producción.

El presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), Jorge Enrique Bedoya, dijo a finales del año pasado que el problema del campo no es producir, sino la baja o nula rentabilidad. “El Gobierno lanzó Colombia Siembra, pero le faltó Colombia compra”, afirmó.

El examen de las cifras actuales confirma que el país rural está viviendo hoy una situación compleja, es decir, produciendo suficiente comida para las grandes ciudades, pero a precios bajos.

Prueba de ello es que la inflación de alimentos, el año pasado fue de 1,92%, mientras que el IPC total del 2017 se ubicó en 4,09%. Es más, en lo que va corrido de este año, la inflación total, a febrero fue de 3,37%, gracias a los alimentos.

Aunque los productores se benefician de la baja inflación, esto no es tan cierto cuando el descenso de los precios se hace a costa de los alimentos, los cuales deben comercializarse a menor valor.

La preocupación es que buena parte de este fenómeno de desaceleración de los precios se haga contra el bolsillo de los productores, con lo cual muy seguramente en el segundo semestre de este año o en el 2019 reducirán las siembras y el costo de los alimentos revertiría su tendencia a la baja registrada en los últimos 15 meses. De hecho, los pronósticos del PIB del agro para este año no van más allá del 3%, muy similares a los resto de la economía y por debajo del dato de 2017.

Así las cosas, las esperanzas están puestas en la implementación del posconflicto, en el que, por lógica, el campo obtendrá el mejor dividendo, aunque organizaciones como el ELN, las disidencias de las Farc, las bandas criminales y del narcotráfico insistan en generar zozobra entre los empresarios rurales.


Édmer Tovar Martínez
Editor de Portafolio

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