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Desaparición forzada y psicología

Aranza Melgoza reflexiona sobre los efectos psicológicos que tiene el fenómeno de la desaparición forzada en las víctimas indirectas, y propone formas de acercarnos al dolor ajeno desde la empatía para dar un adecuado acompañamiento.


El dolor, la ira y la desesperación son algunos de los sentimientos que acompañan a las personas durante su proceso de lucha por la obtención de justicia y el esclarecimiento de hechos. En México, la desaparición forzada se ha convertido en una práctica constante que día con día une a colectivos, familiares, amigos y activistas en la incansable búsqueda de sus seres queridos en lagos, fosas comunes, montañas, ríos…

En la Convención Internacional para la Protección de todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas se acuñó el término desaparición forzada como “el arresto, la detención, el secuestro o cualquier otra forma de privación de la libertad que sean obra de agentes del Estado o por personas o grupos de personas que actúan con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado, seguida de la negativa a reconocer dicha privación de libertad o del ocultamiento de la suerte o el paradero de la persona desaparecida, sustrayéndola a la protección de la ley”. 

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La desaparición forzada, ha sido utilizada como una estrategia —antes por las dictaduras militares, ahora por diversos gobiernos— para demostrar el poder que tienen sobre la ciudadanía y para reprimir a todas aquellas personas que luchan contra su ideología, sus creencias o su pensamiento, como los defensores de los derechos humanos, los disidentes, los críticos del sistema o los periodistas.

En México existen varios ejemplos emblemáticos. Hay diversos casos en la mal llamada “guerra contra el narco” que impulsó el presidente Felipe Calderón Hinojosa, cuando se visibilizó la violencia ejercida por el sistema a través del ejército, manipulando la realidad y creando mentiras que aparentaban ser “verdades” para ocultar su responsabilidad en los hechos. Una muestra tangible de esto son las fosas de San Fernando.

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Otro caso, más reciente, es el de la desaparición de los 43 normalistas de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa durante el sexenio de Enrique Peña Nieto (2012 – 2018).

Cabe señalar que no han desaparecido sólo mexicanos, sino que también lo han hecho otros 80,000 vecinos centroamericanos en los últimos 10 años,1 cuyas familias aún los buscan, pues desaparecieron en esta ola de violencia e injusticia mientras intentaban cruzar las fronteras para tener una mejor vida.

Los casos mencionados son señales de un sistema violento, corrupto, lleno de mentiras y, por supuesto, de negación, pero también han sido un despertador de conciencias para las nuevas generaciones y una terapia para que se informe acerca de la importancia que está teniendo este tema en México y en el mundo y para que juntos podamos implementar un cambio radical.

“¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”, es la consigna utilizada en las marchas que implica el derecho humano a la libertad y a la vida, y una exigencia al gobierno y a las autoridades para que actúen rápidamente y de manera eficaz. Asimismo, con esta consigna se reclama al sistema actuar, empatía y responsabilidad con el pueblo mexicano.

A pesar de que existen diversos documentos y libros que abordan los efectos de la desaparición forzada, pocos lo hacen desde el ámbito psicológico, por lo cual en este trabajo analizaremos el impacto de esta conducta violatoria de los derechos humanos con base en la psicología.

Frente al dolor del otro

El dolor es la respuesta que desarrollan las personas hacia las experiencias displacenteras de un daño causado, ya sea físico, moral o mental. La función general del dolor es la de un mecanismo que señala cuándo algo no se encuentra del todo bien en nuestro sistema; sin embargo, el dolor emocional suele venir de diversos momentos que se presentan cuando sentimos malestar, como el estrés, la preocupación, la tristeza, el enojo, la frustración, entre otros.

En la atención psicosocial a las víctimas, el dolor se encuentra muy presente, por lo que es de gran importancia mostrarse empático con el dolor ajeno, ya que cada persona lo vive de diversas maneras. Dependiendo de la circunstancia, el dolor se puede experimentar desde el ámbito familiar, social o personal.

La empatía es de suma importancia en casos como la desaparición forzada de un ser querido, ya que ponerse en el lugar del otro nos ayudará a entender el contexto, los sentimientos, las actitudes y los pensamientos de las víctimas. Sin embargo, es importante delimitar hasta qué punto uno cómo psicólogo debe intervenir, pues a veces se puede establecer una vinculación con el otro más allá de la empatía, lo cual puede resultar contraproducente en un proceso terapéutico, por el hecho de que podemos apropiarnos del dolor y nublar nuestra posición neutral ante una situación de este tipo en lugar de escuchar y entender la postura de quien la está viviendo.

Debido a que estos casos están acompañados de diversos procesos judiciales que revictimizan a la persona o a la familia, es importante practicar una escucha activa en todo momento con el fin de no hacer repetir una y otra vez la historia a la víctima, ya que eso podría causarle mucho malestar emocional, incomodidad y dolor.

Un espacio seguro es lo que esa persona necesita para poder expresarse sin que sea sujeto de ningún tipo de crítica o cuestionamiento acerca de sus emociones, sus actitudes o sus pensamientos, donde tengan la seguridad de que serán escuchados de manera atenta y apoyados para que puedan aprender a vivir su lucha y enfrentar su duelo y expresar sus sentimientos de manera adecuada.

La atención psicosocial ayuda a las personas a expresar sus emociones de manera responsable y es fundamental en casos como la desaparición forzada para la identificación de su dolor, de su enojo, de su tristeza y de su desesperación, para desarrollar una mejor comprensión de lo que pasó y entenderlo.

Cualquier pérdida produce dolor, porque en la cotidianidad las personas son parte de nuestra vida y cuando faltan rompen con la costumbre de verlas día con día o, simplemente, con la esperanza de saber que, de un momento a otro, estarán con nosotros, creando un sentimiento de vacío al ya no sentirlas cerca o saber ya no estarán más con nosotros.

La desaparición forzada está acompañada de mucha incertidumbre, tortura mental, ansiedad, coraje, frustración, entre otras cosas, que no permiten a las familias descansar ni vivir en paz por el hecho de preguntarse: ¿Dónde está su familiar? ¿Estará bien? ¿Seguirá con vida? Estas cuestiones son las que no dejan que la familia o los amigos de la víctima puedan seguir con su vida o tener un proceso de duelo adecuado.

Por eso, la desaparición forzada deja muchos cuestionamientos acerca de la posibilidad de que haya un proceso de duelo efectivo, ya que desconocer el paradero del desaparecido, así como la circunstancia de que se halle con vida o no, dificulta la sanación de sus seres queridos.

Los familiares, los amigos o los conocidos de una víctima de desaparición forzada deben llevar un acompañamiento psicosocial que pueda ayudarlos a reducir sus niveles de estrés, ansiedad y depresión, entre otros, que suelen presentarse tiempo después de lo ocurrido y durante el proceso de búsqueda de su ser querido.

Situarse en el contexto

Es muy importante que ayudemos a las personas a situarse en el contexto de lo que está viviendo, ya que le permita comprender lo ocurrido y construir, junto con el psicólogo, las mejores estrategias para afrontar la situación. Recordar todo lo ocurrido por fases puede resultar abrumador para una persona; sin embargo, es de suma importancia motivar para que hable sin hostigarla, ni presionarla para hacerlo, dándole el tiempo necesario para que comprenda por sí sola su sentir.

Nombrar el dolor

Identificar y nombrar el impacto que sufrió la persona al enterarse de lo ocurrido permite resignificar el dolor y la experiencia para afrontarlo de manera sana.

Gestionar el estrés

Cuando una persona afronta una situación de este tipo, sus niveles de estrés se elevan y se pueden manifestar de diversas formas, ya sea mediante hiperactividad o por medio de un estado de completa quietud por el shock de la noticia. Es muy importante que todas las personas que conforman la familia se repartan las nuevas tareas derivadas de la situación, como el cuidado de los menores, atender alguna llamada telefónica, salir a tramitar algún documento, y se unan en el duelo. De ese modo disminuirá la carga para todos.

Normalizar los sentimientos

Frente a lo anterior, es indispensable empatizar con las personas implicadas, haciendo que éstas reconozcan, por un lado, lo que experimentan, y, por el otro, lo que sus familiares sienten, ayudándolas a comunicar sus sentimientos y a normalizar el proceso por el que están pasando.

En síntesis, la desaparición forzada es una práctica calculada y preparada que ejerce el sistema, la cual viola los derechos humanos de las personas porque las priva de su libertad de manera ilegal, y, asimismo, atenta contra su vida, ya que desgraciadamente la mayoría de las víctimas de esta práctica delictiva son asesinadas. 

La desaparición forzada no sólo impacta en la víctima directa de este crimen atroz, sino también en los familiares que se afanan de una manera desesperante por encontrar a su familiar, o, aunque sea, sus restos; por lo cual, hasta no encontrarlos, no pueden seguir con sus vidas, pues muchos de ellos se involucran en la búsqueda, lidiando con fuertes problemas emocionales y físicos, y enfrentando hostigamiento, acoso, represión, negación, corrupción y/o muerte.

  1. Véase https://www.infobae.com/america/mexico/2022/05/11/75-de-los-migrantes-desaparecidos-en-mexico-se-encontraban-detenidos-informe-de-sjm/.[]

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