El thriller que arruinó la imagen de las niñeras para siempre

La mano que mece la cuna ha pasado a la historia por inaugurar un subgénero que floreció en los 90: el de "no te fíes de la babysitter".

"Ven aquí, bonito, ¿quién te quiere a ti, va a matar a tu madre y se va a ligar a tu padre? ¿Quién?"

D. R.

Cybill Shepherd rechazó el papel guiada por sus convicciones feministas, pero se equivocó. La mano que mece la cuna no es un relato misógino, sino que retrata diferentes tipos de mujer con sus propios conflictos en un mundo en el que los hombres no se enteran de nada.

En 1995 Antonio Banderas fue entrevistado por su amiga Carmen Maura para el programa de cine Primer Plano en Canal +. Él venía a promocionar Two Much y todo el mundo le preguntaba por Melanie Griffith, pero Maura le propuso definir a Rebecca De Mornay con una sola palabra. La conexión viene porque ese mismo año De Mornay le había mordisqueado el culo a Banderas en Nunca hables con extraños. Banderas se encendió un cigarro (eran otros tiempos) y respondió "peligrosa". Meses después Carmen Maura le enseñó a Rebecca De Mornay la respuesta de Banderas y ella se relamió de gusto al descubrir el adjetivo con el que Banderas la había descrito. A diferencia de actrices contemporáneas como Sharon Stone, De Mornay no tenía ninguna intención de huir de ese rol de madurita picante que tanto le había costado alcanzar.

Lo que está claro es que Rebecca De Mornay nunca interpretaría a una damisela en apuros, por eso su carrera llegó a la cima durante esa perversa etapa de los 90 en la que las heroínas de Hollywood eran maniacas asesinas. La mano que mece la cuna pertenece a ese subgénero de "cuidado con quien dejas entrar en tu casa" que nos hizo vibrar con Durmiendo con su enemigo o Mujer blanca soltera busca y que perdió la gracia con Funny Games. Gracias por nada, Haneke. ** El resultado fue toda una generación traumatizada que se sigue resistiendo a descargar Tinder.**

La mano que mece la cuna arruinó para siempre la vida de las niñeras de todo el mundo del mismo modo que Tiburón consiguió que nadie se atreva a nadar hasta la boya. Todo lo que El milagro de Anna Sullivan había hecho por la imagen de las niñeras (Sullivan enseñaba la fuerza del amor a una niña bruta ciega y sordomuda) ** fue destruido por La mano que mece la cuna.** Eran los 90 y Mary Poppins ahora era endiabladamente sexy, no tenía escrúpulos y no estaba dispuesta a darlo todo por una familia sin recibir a cambio nada más que un sueldo en negro y una carta de recomendación.

Recordemos la esperpéntica premisa de la película: cuando Claire denuncia a su ginecólogo por tocamientos inapropiados, este se suicida, causando una crisis de ansiedad en su mujer embarazada Peyton que acaba en la pérdida de su hijo. Aunque es ilegal, el telediario publica el nombre y la foto de Claire, en la mejor tradición del periodismo de Nieves Herrero, con tan mala suerte que Peyton la pilla haciendo zapping. Como ahora tiene mucho tiempo libre, Peyton decide hacerse pasar por niñera y arruinar la vida de Claire matándola y casándose con su marido (no necesariamente en ese orden) . El acierto de la película es ponerse de nuestra parte en todo momento. Los espectadores somos los únicos que sabemos que Peyton es una psicópata, ventaja que disfrutamos rabiosamente con cada nueva fechoría de la niñera.

Desde la tranquilidad de nuestro sofá insultamos a esa mala pécora y nos escandalizamos con su insaciable sed de venganza. Pero también admiramos su creatividad (vaciar los ventolines en vez de tirarlos es un elegante toque diabólico) ** y en el fondo es nuestro personaje favorito.** Es imposible ver La mano que mece la cuna y ponerse del lado de Claire. Por mucho que sea la víctima, es demasiado pánfila y un poco vaga además: se comporta como si redecorar un invernadero fuese picar piedra en la mina. Conseguir que el público se ponga del lado de una bruja capaz de darle el pecho al hijo de otra (algo tenía que hacer con esa leche, al fin y al cabo) es una osadía brillante que hasta ese momento sólo estaba reservada a personajes masculinos y generalmente interpretados por Robert De Niro.

Cybill Shepherd rechazó el papel guiada por sus convicciones feministas, pero se equivocó. La mano que mece la cuna no es un relato misógino, sino que retrata diferentes tipos de mujer con sus propios conflictos en un mundo en el que los hombres no se enteran de nada. El mayor error que comete Claire es no confiar en su mejor amiga, Marlene (Julianne Moore) , porque ** aún no había aprendido la lección de que siempre hay que fiarse de Julianne Moore.** Su muerte en el dichoso invernadero es una muestra de que ser buena persona a veces no merece la pena, además de otro ejemplo de cómo Peyton prefiere orquestar asesinatos sofisticados que requieren horas de preparación con tal de conseguir el regocijo del espectador. Peyton es de las nuestras.

La película es tan deliciosamente pérfida que no entendemos qué pinta ahí Solomon, el jardinero negro discapacitado mental, que sirve como vehículo para transmitir la moraleja conservadora de la película. Cuando empiezan a sucederse los accidentes domésticos, Claire desconfía inmediatamente de Solomon como buena mujer blanca racistona de clase media. Si hasta entonces Claire nos estaba cayendo medio mal, ese prejuicio nos empuja a alegrarnos de todo lo malo que le pase y hasta desear que Peyton le robe a su familia. El título de la película está basado en un poema sobre el poder de la maternidad que reza ** "la mano que mece la cuna es la mano que controla el mundo"** y si fuera por Claire el mundo sería un lugar tremendamente aburrido.

El director Curtis Hanson, tras dos décadas trabajando, alcanzó gloria efímera cuando en 1997 todos los que odiaban Titanic decidieron que L.A. Confidential iba a ser su película favorita para los Oscars. Sin embargo es La mano que mece la cuna la que ha trascendido en el imaginario colectivo. La originalidad y mala leche de la película, cuyo suspense es una montaña rusa de la que no queremos bajarnos, hacen que 24 años después millones de mujeres alrededor del mundo instalen cámaras para vigilar a sus niñeras o dejen dinero repartido por la casa para ponerlas a prueba.

Tampoco ayudaron a la imagen del gremio de niñeras los escándalos de Jude Law poniéndole los cuernos a Sienna Miller con la babysitter o Rebecca Loos convirtiéndose en una estrella gracias a contar cómo hacía horas extras con David Beckham tras dejar a sus hijos en el cole. Hay una razón por la que las mujeres que contratan a una niñera se refieren a ella como "la chica" o "la nanny": la palabra "niñera" está estigmatizada y sigue dando escalofríos a cualquier madre trabajadora.

La fama llevó a Rebecca Loos al reality show británico La granja, donde tuvo que masturbar a un cerdo durante una prueba. Escaldada de la telerrealidad en su propio país de origen, Rebecca se refugió en Telecinco (qué buena idea) concretamenten en Supervivientes. Su desparpajo y picardía la convirtieron en una de las concursantes favoritas de los españoles, logrando quedar en tercera posición. Porque si algo aprendimos de La mano que mece la cuna (aparte de no dejar suelto ni el ventolín ni el marido) es que hay que mantener lejos a las niñeras vengativas, pero si están dentro de una televisión queremos verlas ganar.

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