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Columna: Trabajadores agrícolas se unen a la Federación de Trabajadores de California al asumir Lorena González el mando

La ex asambleísta Lorena González
La ex asambleísta Lorena González asumio el miércoles la dirección de la Federación de Trabajadores de California, y llevará consigo al sindicato de trabajadores agrícolas.
(K.C. Alfred / San Diego Union-Tribune)
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La exasambleísta Lorena González asumió el miércoles la dirección de la Federación de Trabajadores de California, y deja caer una sorpresa que pretende dejar claro que su liderazgo no será el de siempre: traerá consigo al sindicato de trabajadores agrícolas.

Después de unos 16 años de estar por sí mismo con fortunas en declive, la Unión de Trabajadores Agrícolas (UFW por sus siglas en inglés) se une a la Federación, la “unión de sindicatos” que actúa como un conjunto para el movimiento laboral de California, aprovechando la influencia colectiva y el dinero en las elecciones y en el Capitolio.

Puede sonar como un juego de beisbol, pero es sin duda un momento en la historia de los derechos de los trabajadores en el estado dorado, que ha sido durante mucho tiempo menos que dorado para nuestros asalariados más indefensos: aquellos que recogen cosechas, fríen hamburguesas y llenan miles de puestos de trabajo de servicios y de la industria de contratos cortos que ofrecen tan poco en la forma de salarios como en derechos laborales.

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Como me dijo González el lunes, dos días antes de convertirse en la primera mujer y la primera persona de color en dirigir la Federación, unirse a los trabajadores agrícolas es un mensaje: “Vamos a crear alboroto, y no van a recibir ninguna disculpa”.

McDonald’s, Amazon, Big Ag, gobernador Gavin Newsom: les está hablando a ustedes. Pero ya llegaré a eso.

También es un mensaje de que California espera subirse a la nueva ola laboral que está recorriendo el país, una ola liderada cada vez más por jóvenes de color y mujeres. Baristas, trabajadores de almacenes, cajeros y cocineros de comida rápida: todos conocemos las historias de la fatiga y la frustración pospandémicas que han llevado a estos empleados con salarios bajos a buscar el poder de la negociación colectiva, y los grandes esfuerzos que hacen las empresas para impedir su éxito.

En los últimos meses, las peticiones de representación sindical presentadas ante la Junta Nacional de Relaciones Laborales (NLRB) se han disparado en un 56 por ciento: casi 2 mil centros de trabajo intentan sindicarse. Durante el mismo periodo, las demandas por prácticas laborales injustas han aumentado un 14.5 por ciento, pasando de 11 451 a 13 106, según un funcionario de la NLRB. Se trata de una lucha por un futuro en el que un solo puesto de trabajo pague realmente las facturas.

Pero, al igual que los trabajadores agrícolas, esos esperanzados miembros del sindicato, muchos de ellos inmigrantes, son a menudo personas que la vieja guardia del movimiento obrero —dominada por grupos de clase media que incluyen a profesores, trabajadores del sector público, enfermeras y otros— no ha incluido.

González, hija de un trabajador agrícola y de una enfermera, ha estado durante mucho tiempo de su lado y ha hecho su carrera legislativa apoyando a los trabajadores al margen de la estabilidad. Defendió un proyecto de ley que aumentó el salario mínimo, un esfuerzo apoyado por uno de los sindicatos más diversos, el Sindicato Internacional de Empleados en Servicios, y Fight for $15, una coalición con base de trabajadores de comida rápida.

También obligó a las llamadas empresas de trabajo por contrato de corto tiempo a tratar a sus empleados como, bueno, empleados, con la Ley 5 de la Asamblea. Esa ley sigue siendo controversial, y González todavía la respalda con el estilo combativo y sin límites que la convirtió en una fuerza de la naturaleza bajo la cúpula del Capitolio.

Cuando González llamó a la presidenta de la UFW, Teresa Romero, y le pidió que volviera a incluir a los trabajadores agrícolas, “no tuve ninguna duda”, dijo Romero, que es la primera mujer latina e inmigrante de Estados Unidos que dirige un sindicato nacional. “Nunca ha pasado por alto a los trabajadores más vulnerables”.

Puede resultar sorprendente para muchos que los trabajadores agrícolas hayan estado durante mucho tiempo al margen del movimiento obrero dominante en California, a pesar de que su lema “Sí se puede”, pronunciado por primera vez por Dolores Huerta, sea un eslogan omnipresente en los mítines.

Aunque Huerta y César Chávez son dos de los íconos más famosos del sindicalismo, la UFW, el sindicato que ayudaron a crear, lleva años perdiendo miembros y poder político (aunque sigue dando mucho juego en el Capitolio, donde la representación latina ha aumentado). Abandonó la Federación en torno a 2006, aunque ni Romero ni González han sido capaces de averiguar por qué. Durante un tiempo, su aliado más firme parecía ser un gato de internet llamado Jorts.

La UFW cuenta con menos de 7 mil miembros según la mayoría de los recuentos y el otoño pasado sufrió una fea derrota legislativa cuando Newsom vetó un proyecto de ley que habría permitido el voto por correo para sus campañas de sindicalización.

Ese proyecto de ley llegó meses antes de una sentencia judicial que básicamente expulsó a los organizadores de sindicatos de las granjas privadas, dificultando la organización o la celebración de elecciones; la mayoría de los trabajadores agrícolas son indocumentados, y presentarse en las tierras del jefe para votar por un sindicato puede suponer un verdadero riesgo. El veto del proyecto de ley fue un duro golpe para un sindicato que ya luchaba por mantenerse en pie.

La UFW respondió con una marcha desde el restaurante French Laundry en Napa, donde Newsom cenó de forma infame durante el cierre de la pandemia, hasta su bodega PlumpJack. Para cuando llegaron, él ya había abandonado el estado para irse de vacaciones con su familia, y habían conseguido un punto dramático sobre el elitismo.

Trabajadores agrícolas en el exterior del French Laundry en California, 2021. (Jean Guerrero / Los Angeles Times)
Los trabajadores agrícolas se concentran el 25 de septiembre de 2021 ante el French Laundry de Yountville (California), el restaurante de alta categoría donde el gobernador Gavin Newsom fue sorprendido cenando sin cubreboca en una fiesta durante la pandemia.
(Jean Guerrero / Los Angeles Times)

UFW este año reintrodujo la propuesta (Proyecto de Ley de la Asamblea 2183) con su autor, el asambleísta Mark Stone (D-Scotts Valley), pero las relaciones no se han suavizado por completo entre el gobernador y los trabajadores agrícolas, y su firma no es una certeza —aunque su oficina me dijo el martes que está abierto a trabajar en la propuesta.

Entra Lorena.

Cuando González anunció el miércoles que UFW se unirá a la Federación, se vio como recordatorio de que ella no le tiene miedo al gobernador, que era a menudo un frenemy (amigo y enemigo a la vez) durante su tiempo en la Legislatura. Y a ella le encantan las peleas justas.

Me dijo que el proyecto de ley de los trabajadores agrícolas se convertirá en una pieza prioritaria de la legislación para la Federación, lo que significa que recibe toda la atención y el apoyo que pueda reunir: y potencialmente la enfrente con el gobernador en una de sus primeras batallas.

Es una declaración que probablemente será bien recibida por los jóvenes aspirantes al sindicato que quiere y necesita animar para mantener la relevancia y el poder de la Federación en una nueva era. Todos sabemos que los trabajadores agrícolas merecen un trato mejor del que les damos, especialmente en estos días extraordinarios, en los que el calor, los incendios forestales, la inflación y los ataques de la extrema derecha contra los inmigrantes están haciendo aún más difícil una vida ardua.

Desde el primer día, González está dando a conocer lo que defiende, con quién está y hasta dónde llegará. Es el mismo tipo de pavoneo que Newsom desplegó cuando hizo anuncios recientemente contra los gobernadores republicanos Ron DeSantis y Greg Abbott: una asertividad de la cual los jóvenes trabajadores y los jóvenes demócratas están hambrientos, pero que está muy ausente en la mayoría de los políticos y líderes políticos.

Pero la asertividad nunca ha sido un problema para González.

Estoy cansada de que me digan que busque el consenso y el “término medio” con una clase empresarial que ve a los trabajadores como algo desechable y a Wall Street como Dios. Estoy cansada de que la izquierda se enorgullezca de la superioridad moral mientras lo perdemos todo. Y estoy pinche cansada de que me digan que cuide mi lenguaje”, escribió recientemente en Twitter, un medio que utiliza a menudo.

“Tal vez si no hubiéramos sido tan educados, inteligentes y razonables, no estaríamos enfrentando la interminable batalla perdida que enfrentamos hoy”, continuó. “Todavía podemos salvar a nuestro país. Deja de aferrarte a tus perlas”.

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