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Loca de Poder

Dolores A Cuestas
Copyright © 2022
Todos los derechos reservados.
ISBN:
Dedicada con el más inmenso amor
y el mayor de los respetos
a las grandes víctimas del actual
regimen terrorista en Nicaragua:
¡Las madres de los centenares de asesinados!
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
PREFACIO
EL MANDATO
LA MALDAD NO TIENE GÉNERO
“LIBRE” ADMISIÓN DE HECHOS Y ABJURACIÓN”
ACROSTICO
LA DIOSA CAÍDA
AMARGAS NUEVAS
ACTOR DE PACOTILLA
DOLCE VITA
INDIECITO JUAN
VIAJE A NICARAGUA
NARCOPARAÍSO BELICEÑO
¿FÁBRICA DE FANÁTICOS?
UNA SUBLIME UCRANIANA
VIAJE A PUEBLA
DE GIGOLO A TESTAFERRO
BUENOS MUCHACHOS
EL GORDO ALCIBIADES
BOCHORNO EN LA SALA
UNA CHAVALA ALBOROTADA (TESTIMONIO)
CARNE CELESTE
NICARAGUA EN BANDEJA
AMOR ILEGAL
DINERO Y REVUELTAS
MENSAJERA APOCALIPTICA
MALA HIERBA
PSICOPATA A TODOS LOS EFECTOS
GAVIOTA DE ALAS TRUNCADAS
¡LA BESTIA! (Tekuani Iliukatl)
EL SELLO DE LA BESTIA «666»
DHARMA, MISTICISMO LIGHT
SECRETOS PERVERSOS
EL «PARA» ARREPENTIDO
LA MALDICIÓN DEL “MANDADO”
NICARAGUA EN DUELO
ANEXOS: CUENTOS, PURITOS CUENTOS…
ANEXO 01: JULIO CESAR, GENERAL DE PASARELA
ANEXO 02: LOS LARGOS CUCHILLOS DEL ORTEGUISMO
ANEXO 03: ELEA Y SU CALVARIO
ANEXO 04: LIQUIDAR A LA IGLESIA
ANEXO 05: El verdugo
ANEXO 06: UN DANTESCO MECENAS
ANEXO 07: SONIA CASTRO, LA MALQUERIDA.
ANEXO 08: LA CONEXIÓN RUSA
ANEXO 09: «CHAPAMON», UN VAGO CON SUERTE.
ANEXO 10: CASUS BELLI
ANEXO 11: «W.N.M» – VOMITIVO
ANEXO 12: DESPECHO
ANEXO 13: DE MEHMET A J.C.
ANEXO 14: HIENA Y CHACAL
ANEXO 15: ASALTANTE Y ACOSADOR
ANEXO 16: NARCODOLARES
ANEXO 17: NEGROS AUGURIOS
ANEXO 18: PASMOSA MALDAD
ANEXO 19: MANUAL DEL FANÁTICO ORTEGUISTA
ANEXO 20: SOLDADOS DE LA “PAZ” ORTEGUISTA
ANEXO 21: TERNURA POLICIAL
ANEXO 22: TOMA DE 100 % NOTICIAS Y PERFIDA TRAICIÓN
ANEXO 23: INFAMIA
ANEXO 24: ALEXIS ¿ALCALDE HONORARIO?aquí
ANEXO 25: LAS PIOJAS
ANEXO 26: MORBO Y COMPASIÓN
ANEXO 27: PODER Y PASION
GLOSARIO
“¿Cuando finalizará la injusticia?
Cuando aquellos que no son víctimas,
sientan tanta indignación como quienes lo son”
Solón, filósofo griego.
INTRODUCCIÓN

Confundido entre los variopintos calificativos que elrepudio popular impone a


la despiadada usurpadora del poder en Nicaragua, está el de bruja o sacerdotisa
del mal.
Aunque tomado con hilaridad o como parte de una pintoresca expresión de
sarcasmo hacia el despótico personaje, resulta que la decidida aplicación a nivel
de política de estado de diversas doctrinas pseudo místicas, sobrepasa cualquier
antecedente conocido, por lo que, tomando en cuenta el aplastante poder y
criminal actuar de los personeros que las profesan, sus consecuencias resultan
ser trágicas.
Admiradora declarada de Hitler - para quien asesinar judíos era más
importante que ganar la guerra – y con evidentes manifestaciones
psicopatológicas, esta precursora de una desquiciada realeza teocrática tiene
como objetivo supremo de vida, complacer a sus múltiples dioses con la sangre
y el dolor de sus fabricados enemigos, sin importarle para nada los insondables
abismos de miseria y desesperanza a los que lanza a un pueblo entero.
PREFACIO

Aunque el carnaval de su ya dilatada existencia ha estado lleno de farsas y


mascaradas, Coatlicue es quizás el más destacado de los personajes que habitan
en el delirante y sórdido mundo de la mujer que, látigo en mano, se ha hecho
un espacio, un negro, trágico, sanguinolento, pero indiscutible espacio en la
enrevesada historia nicaragüense.
Más que una exposición de sus reconocidos desmanes, su célebre
despotismo, extremo cinismo, apabullante crueldad y demencial obsesión por el
poder, el presente es un esfuerzo por desentrañar parte de su sórdida
naturaleza desde una perspectiva un tanto privilegiada: la de alguien que
literalmente, conoció las tortuosas entrañas del monstruo a la vez que, tal y
como honradamente admite, disfrutó largamentede sus mieles.
Tamaña osadía resulta pretender escribir sobre un país prodigo en poetas y
escritores. No obstante, al humano temor al ridículo, se superpone el instintivo
afán de, bien, mal omediocremente, dar palabras al dolor.
Lejos está este escrito de ser un dechado de brillantes expresiones literarias
o el de distinguirse por su pulcra redacción y coherencia cronológica de los
acontecimientos.
Considérese nomás, como el sincero esfuerzo de alguien que sin mayores
luces ni pretensiones y bajo la norma de decir poco y sugerir mucho, trata de
describir lo más fidedignamente posible, una serie de hechos que le tocó vivir,
directamente relacionados con un deplorable personaje, cuya afición
evolucionó, desde lo que era una patética mezcla de desbordadas noches de
bohemia con delirante misticismo de oropel, a lo que es hoy, una mesiánica y
letal obsesión por el poder.
Su concepción de Diosa Reptiliana, su antisemitismo fundamentalista así
como un visceral odio al cristianismo, sus semiocultas inclinaciones (cuya auto
represión podría ser causa de su psicopatía y comportamiento antisocial
extremo), el posicionamiento de un chamanismo de rasgos vuduistas con
rango institucional, el continuo terror a la furia de sus dioses, su riesgosa
«putinofilia», la masiva implantación de tlachihiuas en centenares de iglesias
además de reveladores diálogos, subrepticiamente captados y que ponen de
manifiesto la increíble bajeza moral de los operadores del poder en Nicaragua,
resultan aquí expuestos por alguien que, hondamente consternado por las
masacres y el terrorismo estatal ahí acaeciendo, sintió la imperiosa necesidad
moral de escribir lo mucho o poco que sabe, sobre esta exponente del sadismo
militante.
Definida como la obtención de placer ante el sufrimiento ajeno, la crueldad
forma parte de esa larga historia de inhumanidad del hombre.
Desde Falaris, tirano de Sicilia en el siglo VI a. c. quien, acomodado en su
asedada poltrona, deleitaba sus atardeceres oyendo los bramidos de dolor que
salían de la boca de un toro de bronce sometido a una inmensa hoguera y en
cuyo interior asaba hasta la muerte a sus desventuradas víctimas, hasta Vlad el
Empalador de Rumania, por mencionar dos de mil, la humanidad ha sabido de
toda una siniestra caterva de hombres y mujeres, liados en una verdadera
competencia por llevarse el infame título del más cruel.
Aunque el personaje que nos trae, “Coatlicue”, arrastra documentadas
psicopatologías que van, desde esquizofrenia paranoíde aguda, hasta una
marcada disfunción del sistema límbico y del lóbulo frontal cerebral, sin dejar
de mencionar su evidente sindrome de Procusto (diagnostico clínico,
septiembre 1995, sanatorio El Carmen, Tlahuac, CDMX), la verdad es que las
explicaciones sobre la más íntima naturaleza psíquica de estos desquiciados
personajes, conforman toda una maraña de conjeturas psicoanalíticas que van,
desde una imperiosa necesidad de venganza y máxima humillación hacia quien
los contrarió, hasta pulsiones sexuales extremas que, refrenadas, encuentran su
expresión de placer en el dolor experimentado por aquellos que juzga, atentan
contra su esencia vital: ego y poder.
Casi siempre, quien blande el látigo de la crueldad encontrará sesudos
argumentos para justificar sus atrocidades, creará sus propias y elaboradas
fantasías, siendo a la vez, implacable contra todo aquel que intente romper su
burbuja de irrealidad. En esta aberrante empresa contará siempre con el
entusiasta apoyo de sus aplicados sirvientes. Todos ellos, en feroz lucha por
acceder al magno estatus de Primer Servil y, por supuesto, cuidando siempre
de no caer bajo el funesto foco de la paranoia de sus crueles amos a quienes,
con decidida y perruna fidelidad, ceden el control férreo y absoluto de todos
sus ámbitos de vida, pensamiento ypalabra incluidos.
Cual Jiang Qing o Madame Mao versión tropical, los métodos de expresar y
proteger su cuasi divino derecho al trono de esta corrupta y despiadada versión
femenina de Calígula, oscilan sin escrúpulo alguno entre el sutil oportunismo y
lo sangriento, brutal.
Poseedora de un cinismo extremo e inédito, así como de un rampante
autoritarismo, Coatlicue ha demostrado ser capaz de crear, en perfecta
sintonía, lo mismo un conmovedor poema que una pulcramente organizada
masacre para luego, como colofón y perverso presente a los que logran
sobrevivir, inventar los más infames libelos acusatorios que llenarán de
inocentes las cárceles del país.
Todo lo anterior, aunado a esa su alucinante capacidad de transmutar de una
imagen de horrenda bruja atiborrada de anillos, vociferando conjuros y
prometiendo horca cuando no cuchillos a sus odiados enemigos, a una cuasi
virginal mensajera de paz y amor, la lleva a ser considerada sin duda alguna,
como uno de los más nefastos personajes de la historia nicaragüense. Posición
esta, nadie puede negar, ganada a punta de una fría, eficiente y por si cabe duda,
bien documentada crueldad.
Es el presente relato pues, una desencarnada exposición de vilezas, pero
también, de conmovedoras muestras de nobleza y heroísmo por parte de
quienes lo dieron todo en la ingenua y quijotesca empresa de creer que
únicamente armados de consignas clamando justicia y libertad, iban a poder
enfrentar al venenoso aguijón de un furioso y experimentado escorpión.
Por un lado, están los que osaron gritar contra la mediocridad, la alienación
y el despotismo. Por el otro, la criminal reacción de una bestia decadente y
herida, resistiéndose a morir
EL MANDATO

“Oh Coatlicue, diosa de dioses, hija de Quetzalcoatl, mantén su fuego siempre


encendido y blande sin piedad el mazo de tu hijo Huitzilopochtli.
Oh Coatlicue, aplasta, has llorar, cruje sin piedad los huesos de los Yaotls
Okuili (gusanos enemigos) que profanaron a tus 21 hijos serpientes, los
sagrados Coatls”.
Chamán Maximiliano Chiquilistá // Ritual de desagravio a los 21
Dioses Coatls. Laguna de Nejapa, Managua, domingo 27 de mayo
del 2018.
Los 21 Dioses serpientes (Coatls), están representados en los 21 semicírculos de las decenas de
arbolatas o Chayopalos, erigidos en Managua, (Nicaragua) como culto público al miembro fálico de
Tlacatecolotl (Demonio en Nahualt)

El implacable «vamos con todo», que se tradujo en una respuesta de


muerte, cárcel y tortura a centenares de «golpistas sacrílegos» en Nicaragua,
está dirigido a satisfacer las supuestas ansias de venganza de los enfurecidos
dioses adorados por Coatlicue. En su macabra lógica, toda profanación se lava
con sangre y dolor. Esta acción de castigo es condición indispensable para
seguir teniendo el favor divino a su proyecto de conquista total y permanente
del poder.
“Cuando vives en un régimen de terror, lo único a lo que aspiras es a
ganarle un día más a la vida. No ves, ni oyes, casi ni sientes. El terror
tiene el objetivo de anular a los seres humanos”
Julia Navarro; escritora española.
LA MALDAD NO TIENE GÉNERO

Quizás por el innato recuerdo que de su cálido vientre tenemos. Quizás por
provenir de una mujer el primer arrullo con cálida leche recibido y de ella
también, la fresca mano reconfortando nuestra afiebrada frente. En fin, quizás
por tener clara marca de mujer las primeras expresiones de ternura que del
mundo recibimos es que resulta difícil de creer que la vileza, pueda tener rostro
de mujer.
La vida, maestra severa, al final impone su realidad, deshaciendo a menudo y
sin ceremonia alguna, nuestras más románticas concepciones. Lamentablemente
y de manera destacada, en Nicaragua, la perversidad y el crimen tienen nombre
y fruncida cara de mujer:
Una déspota despiadada en la cumbre del poder; una ministra de salud que
cierra puertas a la vida, abriéndolas de par en par a la muerte; una fémina
policía que igual acribilla a balazos a un inerme prisionero en una esquina de
Masaya que tortura a otras mujeres injustamente prisioneras; una fiscal servil y
corrupta hasta los huesos o una anciana presidente de justicia, ciega, sorda y
muda ante decenas de aberrantes injusticias, son muestras de que en Nicaragua,
la ruindad tiene ovarios.
Por hermosa fortuna, ovarios también han tenido el valor, la gallardía, la
intolerancia a la injusticia, así como el llanto por el hermano caído, preso o
torturado. Desde las masivas manifestaciones callejeras clamando justicia y
libertad, desde las barricadas y desde la cárcel misma, las mujeres, sin más
armas que su dignidad y razón, han enfrentado la barbarie.
En un pronto mañana, cuando la infamia, el terror y la muerte, yazgan por
fin abatidos y los despiadados verdugos de hoy, no sean más que una lejana,
horripilante pesadilla, la paz, la justicia, el amor, los sueños... o sea, la vida
misma florecida, volverá a tener en Nicaragua, bello rostro de mujer.
“El terror reflejado en los ojos de su victima es el éxtasis del sádico. Ese
terror, fundamental para la sumisión, reafirma su sentido de poder”.
Nelson Mandela.
“LIBRE” ADMISIÓN DE HECHOS Y
ABJURACIÓN”

Con el envidiable privilegio de tener por testigo al muy noble y compasivo


Comisionado R. Avellán, el mismo a quien algunos irreverentes se atreven a
calificar como «El Carnicero de Masaya», frente a esa, repito, su paternal e
inspiradora presencia, procedo a jurar y dar fe de que todo lo aquí descrito,
fuera de ser un necio tirar de coces contra el muy noble arte de escribir,
además de un atropellado, mal intencionado y peor redactado relato de falsos o
en el mejor de los casos, tergiversados hechos, resulta ser también, una
abominable blasfemia contra quien, por sagrada voluntad de la suprema
divinidad, ha sido y por siempre será, la más dulce, sabia, generosa y sobre
todas las cosas, virtuosa de las criaturas. Sin duda alguna, la más remarcable
síntesis de gracia y ternura: La Compañera.
Dicho lo anterior, quedan todos claramente advertidos que, de aquí en
adelante, será a cuenta y riesgo del que esto lea, el seguir con la falaz y
corruptora herejía aquí expuesta.
Declaro esto porque me sale así hacerlo y no, para nada, por las
amenazantes y siempre dispuestas AK 47 portadas por los honorables
encapuchados que tan amablemente aquí me rodean; tampoco lo hago porque
me imbuyan pavor las intimidantes pinzas arranca uñas, los chuzos eléctricos, y
las bolsas asfixiantes que a mi cercana vista tengo. Debo además decir que es
falso, como dicen que dije, que lo hago porque me provoque terror y nauseas
la sola presencia de Luis Angel,«LAPO» el calumniosamente llamado
Torturador Mayor de este diáfano recinto del Chipote, donde hoy me
encuentro, vuelvo y repito, por mi libre voluntad y en búsqueda del espiritual
solaz, las indiscutibles demostraciones de piedad y la armoniosa belleza que
por doquier aquí brota.
Termino afirmando, que maléfico hechizo habrá sido aquel que me hizo ver
decrépita bruja, de pálida frente y ojo fatal, conjurando a gritos y con música de
réquiem de fondo, donde lo que había, válgame Dios mi error, era una
muchacha inocente y lozana quien, cual alegre pastorcilla, el Ave María canta
por las mañanas.
Dado en Centro Nacional de Torturas “El Chipote”, Managua, en fecha y
hora desconocida.
Shh, entre nos: la verdad hombre, buen rato hace que perdí la noción del tiempo, recluido en esta, mi aislada, estrecha,
húmeda, oscura, hedionda, penitencial, auto flagelante, pero “voluntariamente” escogidacelda.
El autor.
ACROSTICO

Rosario de virtudes
0gullo de la nación
Sencilla mujer amable
Audaz y amigable
Radiante luz del sol
Incansable luchadora
Orquídea linda y vencedora
(Tomado del mural de la escuela “Corazón de Rosario Murillo” Bilwi,
Nicaragua, octubre 2019).
“Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira, más gente
lo creerá.
Al final lo que importa, es ganar la guerra, no la verdad.”
Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Hitller.
PRO NAZI AYER, PUTINEZCA HOY, PERVERSA SIEMPRE
Solo un ignorante puede negar que “Mein Kampf ” (Mi Lucha, Hitler 1925) es un gran libro, una obra
épica que llama al esfuerzo y al coraje por un ideal.
Los alemanes pusieron de rodillas a la afeminada Europa, a la avara claque judía, no con sentimentalismos
y blandenguerías, sino que con disciplina, organización y férrea convicción.
Coatlicue, México 1985

UN ENCANTADOR PUTIN
Le estreché la mano en el 2010
¡Es la viva encarnación del vikingo Vladimiro !
En el convive armoniosamente Pedro el Grande y el maestro Rasputín; el guerrero y el místico. Posee la
misma energía telúrica de Chavez.
Hoy no hace más que darle una lección a Ucrania, la hija descarriada, azuzada por la corrupta Europa.
Coatlicue, 17 de marzo 2022 // Msj a Delcy R . /Venezuela.
EMIGRANTES
¡Por favor! ¡Por favor!
Estoy cansada de oírlo y de leerlo.
“Mil, cien mil y más que se irán... ¿Y qué?, ¿cual es el problema?
Son la basura, la pus, las ratas traidoras, la gusanera la llamaba Fidel… ¡Adelante! ¡Adelante! Seremos
menos, pero mejores. Y más limpia la patria, nuestra Nicaragüa bendita y siempre libre.
Coatlicue, reunión partidaria, 04 de diciembre 2021
Secretaría FSLN, El Carmen, Managua
LA DOCTRINA DEL TERROR
“La existencia, en su sentido más profundo, es una eterna lucha, un permanente, triunfar o
caer, matar o morir.
La historia demuestra que no hay evolución espiritual ni social espontanea. Las masas son
volubles, ignorantes y reacias al cambio, por lo que el autentico líder debe ser firme y decidido
a la hora de blandir la espada contra los enemigos de la luz.
El “verdadero iniciado” , con sus miras siempre más allá, no debe temer infundir terror.
En la naturaleza el terror es disuasivo y un esencial mecanismo de defensa. El león ruge
para advertir a las hienas.
Hans Lee Santos - Gurú de Coatlicue / México 1985
¿Pateando el closet?
“Regrésame Laura tus pechos firmes, garridos, dispuestos, al placer salvaje, a la ternura
siempre dispuestos.
Regrésame Laura tu risa burlona y tus caricias, esas que estremecían hasta mis huesos.
La ausencia de tus besos, tu carne, tu ser todo, que un día tuve y ahora ya no tengo, llenan
de amargura mis días y mis noches”.
Laura, mi gitana, ven y llevame lejos de esta miseria, esta miseria que es mi vida si tí”.
Diario de Coatlicue, Managua / junio 1969
“Gypsy mía, fuiste mi abrigo en Nantes, mi sol en el invierno de Brujas y mi brisa fresca y
alegre en Malaga.
Hoy eres mi desolada sombra arrastrándose con desgano, bajo el ardiente sol de Managua.
Diario de Coatlicue, agosto 1969
Gypsy: Gitana en lengua catalana.
Laura: Gitana que una adolescente Coatlicue conoció durante su estancia en
Europa a mediados de los años 60s. Según algunos psiquiatras, esta relación y
su traumática separación, al regreso de Coatlicue a Nicaragua, podrían sumar a
las causas de su desvaríos.
“Las emociones inexpresadas, los deseos atados, nunca mueren, son enterrados vivos,
pudiendo resurgir luego, de la peor manera”. Sigmund Freud – Padre del
psicoanalisis.
LA DIOSA CAÍDA

Cierta noche de mayo o quizás junio de 1994, Sofía, mi querida amiga


nicaragüense, me llamó anunciándome queCoatlicue se encontraba al borde del
colapso y que urgía de atención médica inmediata. Supuse de inmediato que, tal
y como en otras ocasiones, la crisis se debía a una sobredosis de drogas.
Motivado más por mi aprecio a Sofía que por las circunstancias que su
despótica y adicta «compañera,» atravesaba, salí presuroso hacia un domicilio
ubicado en la delegación Álvaro Obregón del Distrito Federal, CDMX. En al
trayecto, no podía dejar de pensar en que aquel repudiable personaje, cuya
suerte me era indiferente, había sido, para bien o para mal, de enorme
relevancia en mi vida. Recordé cómo, de su mano, cumpliendo mi papel de
efímero amante, remonté mi estatus de timador de poca monta y «gigolo» en
decadencia, a mafioso de alta gama y con ribetes internacionales. Hecho que
también me daría la invaluable oportunidad de conocer a los más disímiles
personajes: desdediáfanos y honestos idealistas, hasta siniestros y despreciables
«revolucionarios de pantomima», como ella.
No obstante, aquel repudio no dejaba de llevar un halo sombrío a mi
conciencia. En efecto, ¿cómo hacer encajar mi desprecio, con el hecho de que
las cumbres materiales que helogrado fueron gracias a mi relación con ella?
Con el oficial eufemismo de ser su «asesor circunstancial», conocí los más
lujosos y exclusivos lugares y poniendo pie por primera vez en un avión, llegué
a sitios que jamás me hubiese imaginado y que guardo como mis memorables
activos, entre ellos, el estadio Maracaná en Río de Janeiro, el templo del fútbol
mundial y patio de Pelé, el que conocí un 20 de enero de 1986. A ello debo
agregar, Copacabana, conocer la nieve en Praga, entrar al Santiago Bernabéu en
Madrid y encima de eso, por Dios, cumplír la promesa de un día tocar el
Mediterráneo y ver África, teniendo un pie en Europa desde el españolísimo
Gibraltar.
Por si faltara más, una foto mía con el actor Martin Sheen y otra con la
preciosa cantante Joan Báez, la ex de Bob Dylan, en un auditorio de la UNAM.
también formaban parte de ese, mi personal e inestimable inventario obtenido a
partir de mi vinculación con ella.
Déspota, sanguinaria, cínica, ambiciosa, despilfarradora a más no poder, de
los recursos de una nación pobre... Sí, seguro, no hay duda, pero, ¿debería
olvidar que, siendo su testaferro, en menos de cinco años acumulé una fortuna
tal que hasta hoy, treinta años después, me ha permitido vivir con plena
solvencia económica?
Su comportamiento repulsivo, su amargura permanente y el odio espeso a
todo y todos los que no encajen en su estrecho e intolerante esquema de vida,
¿todo eso, justificaba mi ingratitud y desprecio?
Ese era el quemante dilema al que me enfrentaba.
Finalmente llegué a mi destino. No más entrar, Sofía me condujo a uno de
los baños de la residencia donde Coatlicue, de bruces y con violentos amagos
de vómito, era asistida por un tipo bajo y robusto. Estaba pálida, demacrada,
respirando con dificultad y balbuceando incoherencias. Unos dos o tres
minutos después de mi arribo, se desmayó. Su enclenque cuerpo finalmente
sucumbía a días y noches de frenéticos bacanales en los que, según me
informaron, el tradicional peyote y los ancestrales hongos alucinógenos, habían
cedido paso a drogas más sofisticadas. Alarmados todos, la llevamos en brazos
al coche, y partimos rápidamente a una clínicaubicada en la cercana colonia San
Ángel, donde fue ingresadade emergencia. Aquel ambiente de hospital, lleno de
olores extraños, caras acontecidas, caminar presuroso y agitación deenfermeras,
me sensibilizó un poco, calmando mi fastidio al sentir que estaba en un lugar
donde no tenía el menor interés de estar.
Un par de horas después, seguramente bajo el efecto de potentes sedantes,
Coatlicue yacía dormida en una pequeña cama de barandillas. Tenía puesta una
holgada y poco discreta bata verde mientras una manguerilla conectaba una
botella de líquido a la aguja que penetraba uno de sus brazos.
Mientras Sofía daba algunos datos de rigor a una enfermera (seguramente
falseando la verdadera identidad de la singular paciente) yo observaba aquella
inverosímil escena:Coatlicue en pose de placidez, dormitando profundamente.
Fue en esos momentos que reconocí un hecho singular: a pesar de mi
veintena de agitadas noches de alcoba con ella compartidas, jamás la había visto
dormir, en verdad, nunca. Sus desmesurados ojos saltones, encajados en su
severo y enjuto rostro. Su aspecto todo, arisco, feroz e inquisidor en privado
que cínicamente se transformaba en uno jovial, de mirar compasivo y casi
pastoral en público, eran los pocos y miserables recuerdos que de ella
conservaba.
Acercándome y observándola más detenidamente, percibíque su relajado
rostro reflejaba algo así como un íntimo, intenso deleite; circunstancia esta que
desató en mí, algunas atrevidas especulaciones.
Primeramente, supuse que soñaría estar en brazos de María Enriqueta
Camarillo, la poeta y pianista veracruzana de quien decía haberse enamorado
perdidamente en una pasadaexistencia y quien, para su desdicha, la desdeñaba a
la vez que colmaba de afectos y caricias a Pavela Levy, pianista y destacada
intelectual judía del México porfirista. Hecho este que quizás esté vinculado a
cierta tropelía de la incendiaria adolescencia de Coatlicue, cuando llenó las
paredes de su casa con la frase «évhaY otidlam» («maldito Yahvé» a la inversa),
consternando a su madre y encendiendo las alarmas del cura de la iglesia de
San Antonio, en el homónimo barriode la capital nicaragüense.
Se me ocurrió también la posibilidad de que más bien, la responsable de
todo fuese Adela, la salvadoreña de varonil aspecto y su «compañera de
correrías» en la recatada Managua de los 60’s.
En este punto no descartartaba del todo que su éxtasis respondiera a una
impublicable fantasía con Lehder, aquel refinado playboy y narcotraficante
colombiano quien siempre la eludió y hacia quien me envió con una misiva a
Belmopán, Belice, en marzo de 1985.
Valoré también las posibilidades de que la causante fuese Laura, la gitana
catalana que un domingo leyó su mano y luego, por cortesía y para mutuo
deleite, su piel toda y cuyo solo recuerdo, aún décadas después, decía
estremecerla.
Por último, mi ociosa mente se obstinó en creer que aquelladicha estaba en
realidad vinculada a Antón, el audaz vascoque un buen día de 1983 apareció
frente a ella portando un amplio lienzo que juraba era una de las versiones
originales del «Juicio de París», del mismísimo Rubens el cual, según él, fue
robado por una célula de ETA del madrileño Museo Del Prado. Hecho que,
según aseveraba, por vergüenza no era admitido por el entonces dictador
español, Francisco Franco, quien precipitadamente mandó a reemplazar el
robadocuadro, por una bien elaborada copia.
Apelando a mi escasa sensatez, terminé dándome cuenta de lo estéril de mi
indiscreta tarea: generala de mil batallas, seguramente guardará en sus
recuerdos decenas de épicas maniobras, arriesgadas posiciones y agitados
acercamientos. Recuerdos estos a los que gustosa acudirá en alguno de esos
raros momentos de escasez, de carne fresca y palpitante.
Volviendo a la escena, la verdad es que aquella imagen de indefensión que
una postrada Coatlicue exhibía en aquel momento, contrastaba rotundamente
con aquel detestable personaje de gestos altaneros y expresiones
escarnecedoras.¿Quién lo diría? La minúscula tirana que exigía ser atendida al
momento y sin vacilación por un aterrado séquito al servicio de sus caprichos
y rarezas. Aquel ser amante de la adulación, el aplauso falso y dueña de una
patológica necesidad de ser reconocida como ama absoluta, la mejor, la
imprescindible y cuyo derecho divino a regir sólo podía ser puesto en
entredicho por despreciables traidores (puchos, alimañas, hijos de perra…)
que, sin duda alguna, merecíanser aniquilados. En fin, la semidiosa en ciernes
que decía provenir de la constelación de Orión y haber sido abducida en dos
ocasiones por extraterrestres al lado mismo del monumento a Darío en el
parque Central de Managua, no era ahora más que una piltrafa tirada en una
fría camilla, con su desnudez y miserias a la vista de plebeyos vestidos de
blanco.
En verdad, más que la sensual y grácil musa de los mejores poetas de la
tierra de Rubén Darío, como aseveraba haber sido, su imagen se me asemejaba
más a un viejo y desvencijado barco encallado en una olvidada playa. Era pues,
la inimaginable visión de una Coatlicue trocada, en una pobre diabla tocando
fondo y acabada.
Bueno, al menos eso creí…
Años después, la historia, siempre sorprendente e implacable, demostraría
que ni pobre ni acabada, como tampoco lo estaba Hitler, circunstancialmente
ciego y exhausto, tendido en una lodosa trinchera belga a finales de 1918.
Hoy, amargamente, debo admitir que de aquel símil de barco en ruinas, de
aquella masa de sarro que azotada por lasolas, no dormía ni de día ni de noche,
salieron después los más largos cuchillos, los más gruesos barrotes y mucho de
vil PLOMO; agregando además que sus entrañas aún escondían vastedad de
aceite, un endemoniadamente negro aceite, esencial para las teas que
iluminarían las lúgubres cámarasde tortura.
No, definitivamente, no era una pobre diabla quien en aquella camilla yacía,
sino más bien, una víbora taimada y cruel, un perverso esperpento que llenaría
de muerte y miseria al país, que estaba supuesta, a amar y proteger.
AMARGAS NUEVAS

A lo largo lo distinguí, era Julián, el jardinero nicaragüense que se mantenía


dando servicio en el vecindario. Venía a paso azorado, en traje de labor y
extrañamente, sin su infaltable gorra.
Abrió el pequeño pórtico, pasando al hermoso jardín donde me encontraba
disfrutando de aquella tarde de verano del 21 de junio del 2018 en mi casa de
Brentwood Heights en Los Ángeles, California. Al acercarse, noté que traía
un teléfono en la mano por lo que supuse que vendría a comentarme alguna
noticia sobre el partido de fútbol México - Corea, que se sostendría un par de
días después y sobre el cual había estado debatiendo antes con él. No obstante,
su entrada intempestiva y el no saludar ceremoniosamente, tal y como era su
costumbre, me extrañó.
Finalmente me dijo: —Mire don Jorge, este hombre se llamaba Marcelo, es de los
Mayorga de Masaya, allá en Nicaragua, lo mataron hace dos días. Yo lo conocí desde
chavalo, era cargador de San Jerónimo, el patrono de Masaya.
A continuación, me mostró aquel video, terrible y dramático.
Se trataba de un hombre abatido por un certero disparo de fusil en la
cabeza. Yacía en la calle y a su costado, se encontraba una onda de hule o
«tiradora», como le dicen en Nicaragua. A pocos metros del cadáver se podía
ver a una mujer pidiendo ayuda a gritos a unos indolentes guardias
vestidos de negro, los mismos que habían matado a aquel hombre minutos
antes.
—Vea lo que es la vida — agregó Julián — a unas cuadras de donde anteayer
mataron a este muchacho, en la mera entrada de lo que era el viejo comando militar de
Masaya, hoy hace 40 años y 2 meses casi, yo «mismito» vi a una mujer llorando, pidiéndole
compasión al comandante del cuartel de la Guardia de Somoza ahí; clamaba que le
entregaran elcuerpo de un joven muerto a balazos un día antes. Era precisamente el cuerpo
del hermano del tirano que hoy mató a Marcelo. — ¡Qué barbaridad, qué barbaridad! —
concluyó.
Emocionado y cabizbajo, aquel hombre dio media vuelta y se marchó.
Sumamente conmovido entonces, recordé mi vínculo, ora indecoroso, ora
entrañable y ciertamente conflictivo, pero vínculo al fin, con tal país: la patria
de mi adorable esposa, el terruño de mi amada hija, la cuna de muy queridos
amigos, de excepcionales talentos, pero también, debo decirlo, de despreciables
personajes.
Tratando de conocer los entresijos del drama y un tanto confiado de que el
crimen relatado por Julián, no fuese más que un caso aislado sobre el cual
prontamente actuaría la justicia, comencé a buscar en mi computadora lo que
siemprehabía estado al alcance de un click: Imágenes de una brutal y sangrienta
represión a manifestantes desarmados, incluyendo allanamientos y quemas de
casas con personas adentro, por parte de encapuchadas hordas de criminales,
coordinados y protegidos descaradamente por la policía. Una institución que se
suponía, instaurada para brindar seguridad y proteger el máximo bien, que es
la vida del ciudadano.
Completando el canallesco escenario estaba un ejército que, con su
inconcebible silencio, evidenciaba su total complicidad. Definitivamente, la
indefensión ante el crimen eratotal!
También inundaban la red, las imágenes con potentes mensajes de dignidad
y coraje por parte de multitudes de jóvenes estudiantes, protestando en
trincheras improvisadas.
Fue impresionante por decir poco, ver y oír ese memorable 16 de mayo del
2018, durante el llamado “Primer Diálogo”, a aquel muchacho de gafas y voz
de trueno, encarar como nunca nadie antes y frente a una nación estupefacta, a
un perplejo tirano, acostumbrado durante décadas a las genuflexiones y al
rastrero servilismo; seguidamente vendrían unas valientes muchachas quienes,
con lista en mano y dignidad en alto, leyeron uno a uno los nombres de los casi
70 jóvenes hasta ese momento asesinados. Las lágrimas de dolor e indignación
de aquellas jóvenes mujeres, que hubiesen conmovido a las piedras mismas, no
hicieron ni parpadear al par de despiadados déspotas ni a sus repugnantes
serviles.
Creo que ninguna persona, portadora de un mínimo de decencia, podría
evitar que un verdadero alud de sentimientos de dolor, espanto e insoportable
impotencia, le embargasen al ver aquellas inauditas escenas de bestialidad y
flagrante desprecio por la vida.
MEA CULPA
Luego vendría el personal cuestionamiento: ¿Qué hacer?, ¿cómo enfrentar
desde nuestras humanas limitaciones aquella orgía sangrienta y mil veces
injusta?
Experimenté entonces la miserable sensación de no hallar respuesta al
humano anhelo de cortar las alas de los malvados con poder. No sería
totalmente honesto si no declaro aquí cuan intensamente deseé en esos
momentos, retroceder el tiempo 33 años atrás y haber tenido en ese entonces,
por un instante siquiera, el don de la premonición, la mágica virtud de conocer
el futuro.
Con absurdo complejo de semidiós, me culpaba de haber tenido la
oportunidad, pero no la visión, de trocar mil caricias y abrazos de comprada
lujuria por uno solo, un definitivo y estrujante abrazo que hubiese adelantado
al reino de Hades,a la principal gestora de la barbarie en Nicaragua.
Si ese hubiese sido el caso, sin duda alguna, el funesto “Vamos con Todo”,
no hubiera tenido jamás, chance alguno de salir de la malvada garganta que
salió.
Volviendo al punto, aún recuerdo el tajante escrito que por toda respuesta
me enviara un estimable amigo nicaragüense aquien, en ilusa búsqueda de luz y
sosiego, recurrí:
“Lo que vemos hoy en Nicaragua es parte de esas oleadas históricas en las que la
decencia pugna por hacerse un lugar frente a lo corrupto y vulgar. El brillo enterrando a lo
decadente y mediocre. Esos arduos periodos, en los que el hastío ante el crimen, la
impunidad y la injusticia, no te deja más camino que enfrentar, con lo que tengas a mano,
a un régimen corrupto en todos sus niveles. Una mafia organizada con el alias de “gobierno”
que, ante la mínima crítica a sus desmanes, sólo te ofrece garrote, plomo, cárcel
miseria.
El punto es, ¿qué diablos tienes a mano? ¿Sólo tu voz y tu sentido de moralidad?
Tu voz y un millón de voces más, no significa absolutamente nada para una pandilla de
delincuentes que controlan todas las instituciones, tienen mucho dinero y lo más importante
ahorita: miles de sanguinarios matones dispuestos al trabajo sucio, al terrorismo, al
sicariato, a la tortura.
Los denominados “paramilitares del orteguismo”, son una especie de putrefacto híbrido
entre los sicarios de los carteles del crimen en México y los terroristas del Estado Islámico, en
fraternal conjunción con comisionados policiales corruptos y sanguinarios sumados a una
infame narco comandancia militar. Sus características son simples: Cobardes, serviles y
asesinos. Una nefasta mezcolanza de psicópatas que encontraron la dorada oportunidad de
saciar su inherente violencia bajo la sombra de un tirano que les garantiza impunidad
absoluta.
Eficazmente dirigidos por una peculiar generala del del horror - la misma que antaño
expresaba una y otra vez, despreciarlos por plebeyos e ignorantes -, han demostrado ser una
auténtica máquina de muerte y dolor. Aunque tan malvada como aquellos a quien dirige,
la susodicha resulta ser mucho más astuta y calculadora. Un espécimen de metas definidas y
obras concluidas. Su absoluta falta de carisma, una burridísima, cacofónica oratoria, más
que nula conexión con su obligado auditorio y una presencia entre mefistofélica y
simplemente ridícula, lo compensa con abundante tenacidad, manipulación de valores y un
delirante mesianismo. Fría y despiadada, expone su pedantería y evidente falta de empatía,
con absoluto desparpajo. No esconde, sino más bien, luce y disfruta de ser la perfecta
encarnación del mal encaramado en el poder.
Enemiga de la improvisación, no da un paso sin antes inventariar sus posibilidades de
triunfo. Vil y despreciable, será por buen tiempo para los nicaragüenses, un duro hueso de
roer.
Aunque me resistía a admitirlo, sabía perfectamente cuan acertadas eran
cada una de esas palabras de mi amigo. ¿Cómo no saberlo si, literalmente,
conocí las entrañas del monstruo ?
Por todo ello, en mi pecho empezó a desatarse unatormenta.
ACTOR DE PACOTILLA

Mi nombre es, Dolores Antonio Cuestas Soto, nací en 1951 en la ciudad de


Puebla de Zaragoza, (México). Soy sobrino del famoso y muy querido actor de
la época de oro del cinemexicano Fernando S. “Mantequilla”.
Por tal influencia familiar, más que por vocación y menos aún por talento,
realicé estudios de fotografía artística y arte dramático, en el Instituto de
Estudios Audiovisuales de la Ciudad de México. No obstante, debo admitir
que únicamente pude participar (como actor de relleno) en dos cintas de bajo
presupuesto y discutible calidad, las que por cierto, nunca supe que hayan visto
estreno.
La mera verdad, un innato cuestionamiento a todo lo socialmente
establecido, un ansia juvenil de aventura y una notable adicción a lo fácil,
hicieron que rápidamente me identificase en calles y tugurios de la inmensa
urbe mexicana, con personajes y costumbres, no muy ejemplares quedigamos.
Caprichosas como ellas solas, las alas del destino dieron por llevarme a
inesperadas vivencias relacionadas con unpersonaje de lamentable estampa y un
trozo de hiel por alma, cuya tozuda convicción de estar predestinado por
alguna suerte de divinidad, al ejercicio ilimitado y despiadado del poder,
terminó siendo causa de miseria y sufrimiento para miles de inocentes.
Debo recalcar que he tratado de hacer este escrito lo más fidedigno que el
pudor permite, intentando en lo posible, no superar la difusa línea existente
entre la justa descalificación moral y la morbosa denigración.
Buena parte de lo aquí detallado, ha sido recopilado gracias al invaluable
apoyo de un pequeño, pero extraordinario equipo de personas, (algunas
operando desde estructuras muy a lo interno del podrido regimen orteguista),
ciertos archivos y recurriendo permanentemente a mi ya vetusta memoria desde
mi cama de convaleciente en un hospital de Los Ángeles, California.
FUE EN UN CAFE
A inicios del año 1985, en un café cercano al Palacio de Bellas Artes de la
ciudad de México, sitio al que acudí por invitación de un amigo escultor ya
fallecido, de nombre, Carlos Fernando Morán, conocí a una joven mujer,
delgada, ojos grandes y saltones, rostro no muy agraciado, extravagante
ornamentación y aires de bohemia que se hacía llamar “Coatlicue”, que en
náhuatl significa «Diosa vestida de serpientes».
Las expresiones rudas de la dama en cuestión, combinadas con una risa
nerviosa y gestos alterados, me hicieron suponer por un momento, que la
misma estaba bajo los efectos de algún alucinógeno:
—Hola, mucho gusto —me dijo, girando los ojos y observándome, para luego
agregar: —Uhmm…¿y esos aretes?, no me vengas con que eres “raro”, yo detesto a los
florcitas, ¿me oyes?
Tal fue su singular y nada cortés presentación.
La expresión inquieta de Carlos, así como la mirada atenta de las personas
de la mesa contigua - que después supe que era una corte de asistentes de la
antedicha Coatlicue - me hizo intuir que esa sería una reunión poco común
con un personaje aún menos común.
La oportuna llegada del mesero y una necesaria salida al baño del local, en el
cual coincidí con mi amigo Carlos, sirvió para que este me pusiera en pocos
segundos, al tanto de la situación:
—Mira Dolores, esta no es más que una pinche loca, con ínfulas de mística y mediocre
escritora, pero, forradita de “lana” manito, bien forradita. Es querida de un puto
presidente, síguele el cuento y aguántale, aguantale, que nos conviene güey. Ah, y cuidadito,
no te olvides, te llamas “Jorge” y naciste el 21 de marzo de 1950, 21 de marzo ¿0k?, 1950
¿ok?; mañana me entregan tu carné falso, no lo olvides.
Días previos a este encuentro, Carlos me había visitado y comentado sobre
una extravagante clienta de la tienda de antigüedades y esculturas donde
trabajaba, quien le había hecho saber que buscaba una suerte de asistente
mexicano, que tuviera un nombre de 5 letras que fuese nacido en un día
“equinoxial” tal y como ella, a la vez que en un año de “tigre”, según el
calendario chino.
Aunque no entendí mucho al respecto, no me importó. Al fin y al cabo, no
pretendía más que otra rentable aventura para agregar a, modestia aparte, mi
larga lista.
Lejos estaba de percibir que esa tarde, en ese lugar, mi vida daría un
vuelco.
De regreso a la mesa, Carlos me presentó describiéndome como actor
consumado, de vastos conocimientos e influyentes contactos. Todo aquello,
bonito, pero irreal.
Ella en tanto, fue definida como: audaz “ex guerrillera, renombrada poeta
en un país de poetas, prolífica escritora, coordinadora literaria, políglota,
feminista, pionera de las artes plásticas, admiradora de Frida Kahlo y lo más
importante para mis intereses: “iniciada mística de profundos conocimientos
védicos e hindúes, buscando contacto con chamanes mexicanos o sectas
esotéricas selectas”.
Un asombroso currículo para aquel personaje de insignificante presencia y
aire antipático. Impresionante, pero tal y como comprobaría múltiples veces
después, más falso que “rencura” de perro.
En medio de comida de dieta para ella y opípara para nosotros, la tarde dio
paso a la noche. Carlos, mi amigo, prodigando todo el tiempo ocurrentes
chistes y falacias mientras yo simulaba poner total atención al interminable y
monótono versar de la dama en mención.
Finalmente, terminamos la cena con el compromiso de continuar con la
conversación al día siguiente, en el lugar de residencia de la susodicha: Colonia
Polanco número 26.
No está demás decir que, analizando circunstancias ypersonaje, lo que dijo y
también, lo que no dijo, mis expectativas estaban por todo lo alto.
A mis entonces 34 años, lo digo hoy ya viejo, enfermo, sin nada de qué
presumir y como aporte al presente testimonio, poseía una atractiva presencia y
manifiestos dotes de seductor, los cuales, hasta entonces, me habían permitido
no pocos beneficios económicos de parte de señoras de cierta posición y un
tanto ávidas de, digamos, emoción.
Era pues mi oficio, lo que los güeros gringos y franceses llaman un
«gigolo» o lo que los pelados mexicanos, poco afines a la elegancia, llaman
«chulo o vividor». De tal labor comía, con eso pagaba mis cuentas y apoyaba
a los seres que amaba, mi anciana madre y mi querida hermana Elizabeth, la
cual cargaba sola y a tiempo completo, la pena de un hijo parapléjico. Esto no
es un recurso dramático para justificar mis acciones, sino, la mera verdad.
POLANCO # 26
Tal y como convenido, llegamos puntual al sitio establecido de la exclusiva
Colonia Polanco. Se trataba de una residencia impresionante, enorme y lujosa.
Tocamos una y otra vez, sin respuesta alguna. Momentos después, un
uniformado guarda llegó a sugerirnos volver ya que había visto salir de ahí a
unasmujeres hacía una hora.
Ese mismo día, después de dos intentos frustrados más, logramos por fin
ser recibidos por Coatlicue, quien, sin disculpa alguna por su impuntualidad y
entre petulantes gritos hacia sus nerviosas asistentes, empezó por desarrollar su
imparable verborrea, exponiéndonos – no sin antes exigirnos absoluto sigilo –
que su propósito era establecer contacto con los más relevantes brujos y
chamanes mexicanos, a fin de desarrollar una organización mística de élite y
carácter secreto. Decía que su objetivo era el de forjar lo que dio en llamar, su
“hueytlahtlocayotl”, un imperio que duraría 666 añosy que estaría al mando de
400 escogidos, precisamente, los únicos que se salvarían de la apocalíptica
catástrofe que se avecinaba.
Despejar el camino a este imperio, pasaba por destruir lo que ella llamaba, la
Gran Ramera, la iglesia católica y todas las derivaciones del cristianismo. En
este sentido, consideraba a Mehmet Alí Agca (el turco que atentó contra Juan
Pablo II), como un “iniciado”, nacido en las faldas del monte sagrado de
Zurbahan en Hekimhan, (Turquía), no muy lejos del mítico monte Ararat.
Mehmet, según decía, era uno de los enviados a iniciar el nuevo imperio
mundial.
Fue clara en manifestar que su misión era contactar con gente de poder y
dinero en México. Sus aspiraciones imperiales las enmarcaba como parte de
una misión que lefue encomendada varios miles de años atrás, tarea que ya en
otras ocasiones la había traído a la tierra encarnando grandes personajes de la
historia, entre ellas, reinas y emperatrices. Así mismo, sus lugartenientes en la
milenaria misión, serían sus hijos, algunos ya nacidos y otros por nacer... ¡Ni
más ni menos!
Aunque mi amigo Carlos, hacía el más grande esfuerzo por no saltar de la
silla y soltar una carcajada, yo ni en sueños podría darme ese lujo y echar a
perder lo que se perfilaba como una excelente oportunidad a mis escuálidas
finanzas, por lo que atendía con simulado interés las kilométricas peroratas de
la llamada Coatlicue. Chiflada o no, era evidente que había un buen dinero de
por medio y eso, bien que lo sabía yo, valía no una, sino 100 misas negras,
blancas o multicolor.
Más tarde, entre gritos y mentadas de madre a las nerviosas asistentes y el
hambre que nos apretaba, terminamos la reunión y dejamos la elegante
residencia. Luego, ya instalados en un café cercano y siempre bajo la sorna
inmisericorde de Carlos, burlándose ante lo dicho por Coatlicue, discutimos
los pasos a seguir para más tarde despedirnos y quedar en vernos al día
siguiente. Eran alrededor de las cuatro de la tarde de un día del mes de enero
de 1985.
Aproximadamente un par de horas después, llegué al patio de la modesta
vecindad donde me hospedaba, encontrándome nuevamente con Carlos, quien
me sorprende al adelantarse y darme el urgente recado de que Coatlicue lo
había llamado a su casa, insistiendo en que tenía prisa por comenzar a trabajar
esa misma noche, ya que contaría con la visita de dos personajes importantes.
Carlos, como buen pícaro que era, ya había pretextado una indisposición
estomacal que le impediría acudir a esas horas. Tal negativa a ir, según me dijo,
no había sido mal recibida por la dama en mención, hecho que no dejaba de
alentar mi cochambrosa imaginación.
Sin mayores dilaciones, después de un apropiado cambio de vestuario y de
sacar las últimas gotas de colonia “Old Spice” del frasco, encaminé mis
pasos nuevamente a la elegante residencia de la Colonia Polanco. Al llegar a mi
destino, fui recibido por la misma Coatlicue quien, con un semblante más
amable, un vestuario holgado y la ausencia de las asistentes, me invitó a
sentarme para esperar a las visitas programadas las cuales, tal y como yo
sospechaba y por supuesto ansiaba, jamás aparecieron.
Al correr de las horas, algunas copas de vino, un tanto de marihuana, mucha
música, baile y aquellas desenfrenadas risas de Coatlicue, risas que súbitamente
pasaban a gritos, incoherencias y arrebatos de cólera que se concatenaban con
ofensas y conjuraciones a váyase a saber quién diablos, hicieron su parte esa
noche. El resto de lo que ahí sucedió está fuera del objetivo de este relato.
Puedo sí decir que a partir de ese momento, empecé a tener una idea más
cabal de la tormentosa naturaleza de aquel personaje que entonces supe, tenía
un incipiente embarazo. Además, quedé claro, de que el tal “puto presidente” al
que Carlos se refirió en el baño del restaurante, no era el de una empresa de
jabones, zapatos o presidente municipal, a como llamamos en México a los
alcaldes de pueblitos…Comprendí también que lo del nombre de 5 letras y lo
del año del tigre correspondía a su arraigado convencimiento de que los
hombres (y mujeres) con tales características son, “los supremos amantes...”
DOLCE VITA

Tal y como sabe todo practicante de este, mi antiguo y vilipendiado oficio, la


permanencia en el puesto de “favorito”, es de naturaleza fugaz, lo cual obliga a
una carrera contra el tiempo a fin de obtener logros constantes y sonantes,
antes de que los caprichosos vaivenes emocionales de la mecenas de turno,
nos desfavorezcan y terminemos por ser desechados.
En los días siguientes a mi encuentro con Coatlicue, después de acudir a
una obligada visita a la peluquería, descartar mis aretes, comprar trajes a
medida, un lujoso reloj “Cartier Santos” y pasar por algunas selectas boutiques
para mejorar imagen, obviamente, con gastos pagados, sentí herido mi amor
propio, pero bueno, París valía la misa ¿no?
Pude ver entonces que Coatlicue, era extremadamente detallista, refinada e
insaciable compradora. Las constantes visitas a decenas de almacenes, joyerías,
anticuarios, salas de estética y restaurantes de categoría, donde se reunía con
personeros de toda clase, consumían los días. Para todo eso disponía de una
“American Express Gold Card” que parecía inagotable. Enocasiónes, si el pago
exigía ser en efectivo, bastaba una llamada a una de sus atentas asistentas para
tenerlo a plena disposición. Definitivamente, la dama actuaba como una
opulenta sultana y váyase a ver como lo disfrutaba.
Poco después, para evitar atrasos e indiscreciones, nació la afortunada idea
de que yo manejara el dinero en efectivo. Una idea que, tomando en cuenta el
desorden y displicencia reinante, reportaba a diario excelentes dividendos a mis
regocijados bolsillos. Fue entonces que se oficializó mi función como su
asistente personal y chófer en la inmensa urbe, la cual conocía muy bien, desde
Coyoacán a Xochimilco, pasando por el nada bien reputado barrio de Tepito.
Mi presencia en sucesivas reuniones me permitió empaparme más del
desarrollo del proyecto del Hueytlahtlocayotl. En cada acción ejecutada,
Coatlicue demostraba ser una organizadora eficaz, enmarcada en un esquema
de agenda y puntualizaciones, exhibiendose feliz en reuniones o tertulias
frívolas, donde abundara marihuana, peyote y vinos, pero sobre todo, aquellas
donde era el centro de atención y sin nadie que debatiera o contradijera sus
planteamientos. Al final, como invariable ritual, terminaba acompañada de uno
o dos personajes de su ralea a quienes invitaba a su casa para, de manera muy
privada, pasar al llamado cuarto de Tlacatecolotl donde, en vez de punzantes
palabras, acomodaba más bien agujas a decenas de fotografías, muñecos o
representaciones y hasta algunas pertenencias de sus reales o ficticios enemigos
para luego hacer tenebrosas invocaciones u oraciones satánicas. Nombres como
Lucifer, Luzbel, Belial y Señor de la oscuridad,así como maldiciones a Yahveh e
Israel, se oían hasta la relativamente alejada sala donde me encontraba,
simulando hojear revistas y aparentando indiferencia.
Entre las muchas imágenes destacadas en aquel tenebrosocuarto, estaba una
del Papa Juan Pablo II en posición invertida. Más adelante, identificaría ahí
mismo a personajes públicos nicaragüenses, cuyos rostros me comenzaron a ser
familiares tanto por visitas eventuales a su país, como por verlos en
periódicos y televisión. En el piso de la habitación habían un par de alfombras,
una con la palabra ISRAEL y otra con la estrella de David. Ambas estaban
manchadas de desperdicios sanguinolentos de aves sacrificadas. También había
una gran biblia casi totalmente chamuscada, y una imagen de tamaño natural de
un cristo crucificado sin cabeza, lo que evidenciaba el hondo desprecio de
Coatlicue al judaísmo y al cristianismo. Para colmo, el fétido olor no lo
apaciguaba ni el fuerte aroma del quemante incienso que acentuaba aún más,
aquel patético escenario.
Una eventual acompañante a esas prácticas, era una mujer de nombre
Marítza. de atractiva figura, aunque con gesticulaciones propias de una
trastornada mental. De ella me enteraría después, que años atrás, había sido
partícipe deuna trama conspirativa con un mujeriego sacerdote nicaragüense de
nombre Bismark.
En diversas ocasiones, Coatlicue me comentó que Luzbel, Satán y otros
personajes históricamente considerados malignos, eran ángeles que la iglesia
estigmatizaba y repudiaba por oscuros intereses de poder. Una iglesia que, mil
veces me dijo, odiaba con todo su ser.
En exposiciones a su círculo de amigos o «iniciados», según les llamaba,
decía que todos los misterios del llamado infierno le habían sido revelados por
una abducción a la que fue sometida por seres extraterrestres en el parque
central de Managua, exactamente, frente al monumento de Rubén Darío, la
tarde del 23 de octubre de 1976. Casualmente, durante el eclipse solar que ese
preciso día, según decía, había ocurrido. A continuación su relato:
“Un poco antes de las seis de la tarde del día del inicio de la regencia de Escorpio, el
signo por excelencia del cambio, la magia, la lucha y la muerte, encontrándome sentada en
una banca, a un costado del monumento a Rubén Darío en el parque central de Managua,
fui súbitamente rodeada por unos seres extraños que me adormecieron.
Mi horror inicial, se tornó en sosiego al reconocer entre aquellos seres, algunas caras
conocidas de vidas anteriores. Inmediatamente me llevaron en una especie de nave
transparente, algo así como una gran burbuja, a la laguna de Apoyeque, no muy lejos de
Managua. Ahí fui sometida a un ritual de purificación en sus sulfurosas aguas.
Posteriormente, nos dirigimos al ardiente cráter del volcán Santiago o Masaya, una de las
principales puertas de entrada al inframundo en América. Fue ahí donde me revelaron las
siete verdades y donde me instruyeron sobre mi misión en la tierra, renaciendo entonces como
Coatlicue, siendo ahí mismo profetizado que llegaría a ser un día, “Diosa de Dioses”.
Horas después, ya pasada la medianoche, fui devuelta al mismo lugar donde me
tomaron. En el trayecto a mi casa, atravesando las desoladas calles de aquella Managua post
terremoto, en la oscuridad de esa noche de luna nueva, fui custodiada todo el tiempo por un
par de enormes canes negros. Mi ser, indiferente a todo, permanecía en éxtasis. Un par de
meses después, mientras caminaba exactamente al costado sur del cine Gonzales, (donde
está ahora el Campanario de la estrella de cinco puntas) siempre en Managua, volví
a ser abducida y esta vez transportada a las azufrosas aguas del volcán Irazú, en Costa
Rica. Fue ahí donde recibí el título de «Pitonisa de América»”.
Le faltó agregar que 666 días después de su primera abducción
(exactamente el 20/08/78), tal y como le fue profetizado, se casaría, a través
de lo que ella denomina “ceremonia mística” realizada en una casa cercana al
llamado Paso de la Vaca, de San José (CR) con Ilucuatl Tekuani o “La Bestia
cósmica” en lenguaje Nahualt, un ex convicto, de pocas luces y tortuosa
moralidad, devenido en “heroico revolucionario”.
Mística o no tanto, ahí comenzaba una unión que marcaría los destinos de
un país.
En relación al antedicho “Tekuani”, Coatlicue resaltaba siempre la
coincidiencia debido a “razones ” de las 6 letras de su nombre oficial (Daniel),
con el mismo número de letras de nombres como Hitler, Stalin, y Mehmet
(Mehmet Ali Agca), entre otros que ya no recuerdo, a quienes se refería como
“iniciados” de una de sus desquiciadas doctrinas
CULTO FALICO
Un tanto temeroso y poco familiarizado en lo tocante al chamanismo u otro
tipo de prácticas de ocultismo, brujería, satanismo o como sea que se llame,
guardaba siempre una prudente distancia de los cada vez más comunes y
tenebrosos rituales, algunos de los cuales, incluían sacrificios de animales que al
final, dejaban una mueca siniestra en el rostro de una exhausta Coatlicue.
Sinceramente, todo aquello me alarmaba, no obstante, el entusiasmo
generado por el abundante dinero que se movía alrededor de aquel desquicio,
hacía que se apagara cualquier idea de deserción de mi parte.
Debo decir que los más intensos rituales se daban en una propiedad de
Coyoacán, perteneciente a Maximiliano Chiquilistá, un chamán de la etnia
Tarahumara. Recuerdo ahí a Coatlicue, acostada en el centro de cuatro
grandes troncos o postes de madera rematados en forma de pene y de cuyo
prepucio colgaban 21 serpientes. Eran un total de 84 intimidantes serpientes
con sus fauces abiertas, alrededor de las cuales el chamán, entre ofrendas,
oraciones y sahumerios daba vueltas. Luego de eso, bajo el influjo del peyote y
como poseída, Coatlicue se contornearía balbuceando expresiones
ininteligibles, con los ojos casi desbordados y emitiendo extraños sonidos
guturales.
Jamás hubiese imaginado que un día, esos Coatcuahuitles o árboles cuyos
frutos son serpientes y que forman parte de un ritual maya de adoración al
Tepolli Tzitzimitl u órgano viril del demonio, serían objeto de culto público en
toda Nicaragua bajo el eufemismo de “Arboles de la vida” y popularmente
conocidos como “Chayopalos”.
Refiriendonos al chamán Chiquilistá, el cual, durante largos 37 años (1985 -
2022), ha mantenido una fuerte influencia sobre Coatlicue y con ello, sobre
diversos acontecimientos en Nicaragua, el antropólogo, profesor y especialista
en cultura Tolteca, Dr. R. L. Tovar, nos dice:
— «¡Un absoluto farsante ! Los chamanes mexicanos son los herederos del más alto
grado de cultura y espiritualidad transmitido por los toltecas a todos los pueblos del
Anahuac. Los toltecas (en nahualt: sabio que domina las artes), representaron todo un
linaje de filósofos, astrólogos, metalúrgicos, arquitectos, médicos, habilidosos artesanos,
agricultores y artistas entre artistas, en tiempos en que en Europa reinaba el hambre, el
oscurantismo y la barbarie. Fueron representantes de una verdadera edad de oro que duró
siglos, dejando un brillante legado de paz y prosperidad.
Los chamanes, como receptores de la sabiduría tolteca, tenían la noble tarea de enseñar
el arte de vivir en equilibrio con la filosofía que daba sentido a la existencia misma, o en
palabras de Netzahualcóyotl: «el magno arte de hacer brotar los rostros propios y los
corazones verdaderos, de ser siempre, el que ilumina con la tea que nunca se apaga».
Según las palabras del antropólogo, el chamán, debía aspirar a ser un
maestro, el más alto y noble maestro, de palabra y obra. Todo eso, muy lejos del
chabacano exhibicionismo desarrollado por Chiquilistá, cargado de poses
intimidante, consumo desmedido de drogas, promiscuidad sexual, pactos
malignos y adoración a sangrientas e implacables deidades en pos de acceder a
un profano y banal poder.
Etiquetar a Quetzatcoatl como “reptiliano”, tal como Coatlicue
manifestaba, un dios implacable y elitista, resulta ser una total aberración.
Quetzalcoatl es un símbolo filosófico que representa al Quetzal, el ave preciosa
que se remonta a las alturas, que es el cielo y el espíritu, separándose de la
materia, la malicia y la maldad.
Quetzalcoatl, la serpiente voladora es entonces, símbolo devida y esperanza,
no muerte, agobio y destrucción. Quetzalcoatl es la antítesis de Coatlicue
INDIECITO JUAN

Teniendo por referente a mi muy noble y queridísimo tío, el gran


“Mantequilla”, fiel y ocurrente compañero de roles de grandes personajes como
Pedro Infante y Cantinflas, puedo decir que provengo de una familia muy
sencilla, de tradición católica y de costumbres conservadoras, por lo que
aquellos ritos me resultaban intimidantes.
En las pocas ocasiones en las que Coatlicue me habló e insinuó de
incorporarme a tales prácticas yo siempre la evadía y cuando era el caso, le
respondía con argumentos católicos haciéndole ver mi devoción por la virgen
del Tepeyac o Guadalupe, aún en medio de mis cotidianos pecados.
Ante eso, ella expresaba:
— “¿Pecados? Los pecados solo existen en la mente de los ignorantes. Son dogmas de los
opresores de nuestra libertad, de nuestra sexualidad, de nuestro real poder. Yo no existo por
Dios alguno. ¡Siempre he sido y siempre seré! Vivo en un eterno presente. Pero bien
indiecito Juan, sígale con sus dogmas estúpidos y siga creyendo en sus curitas. Por mí, valen
más las suelas de mis zapatos que un cura o una monja, vividores e inútiles, un tumor
que hay que eliminar.
¡Los detesto!, ¡visceralmente, los detesto!”
Sinceramente, todo aquello me parecía cosa de locos, siendo yo el más
rematado al permanecer ahí, incolume, a pesar de preguntarme continuamente
si por pinche dinero, valía la penaconcurrir inerme a tanto desquicio.
Pronto supe a las malas, que con Coatlicue no había espacio para un diálogo
donde también hablasen los ojos. Lo suyo era un absoluto monólogo, llevado a
cabo con rostro severo, voz autoritaria y un nunca mirar de frente. Esto es,
una ausencia absoluta de conexión emocional con su eventual interlocutor. La
empatía no existe en el diccionario de Coatlicue.
Interesado en desarrollar temas de conversación, empecé por indagar sobre
la historia nicaragüense en libros, revistas o con personas que yo presumía que
podrían conocer algo al respecto. No obstante, cuando intentaba tratar temas
sobre su país, Coatlicue me respondía con evidente irritación y fastidio. Decía
ser ciudadana del mundo, no de un país en particular. En otros momentos,
dirigía duros epítetos contra lo que llamaba, un pueblo ignorante, «matrero y
charanga changa», por quien había perdido demasiado tiempo.
CÁTEDRAS DE CINISMO.
Debo admitir que parte fundamental de mi oficio era mentir. La práctica me
había enseñado a estructurar el perfil psico - emocional de mi clienta o dicho
más educadamente, mi dama de ocasión.
Era común para mí, el simular a alguna de ellas mi asombro ante “lo joven y
esbelta que se veía”, decirle a otra, su “enorme parecido a María Félix”, la bella diva
de la época de oro del cine mexicano o bien, fingir y anonadarme ante la
supuesta cultura que una tercera mostraba. Todo ello formaba parte de las
fantasías que a las damas en cuestión les gustaba oír y que, convenientemente,
yo estaba presto a decir y recalcar. Tal actitud, era parte importante de mi
cotidiana labor y aunque en momentos me avergonzaba de eso, ciertamente
había aprendido a convivir con esos frecuentes e incómodos espasmos de la
conciencia. Por otra parte, jamás engañé en cuanto a sentimientos. Mis
mentiras se circunscribían a ensalzar la llamada vanidad femenina, algo que,
debo admitir (aun a riesgo de ser calificado de machista), siempre he
considerado una tonta trivialidad.
El punto es, que hasta entonces creí ser un contumaz cínico y buen
mentiroso. No obstante, lo que atestiguaría con Coatlicue me haría sentir un
bebé en pañales.
La recuerdo en un atiborrado auditorio de la UNAM (México), presidiendo
un acto al lado de una famosa cantante sudamericana y de una bella guitarrista
y cantora estadounidense. Frente a ellas, se encontraban activistas, medios de
comunicación, autoridades universitarias, estudiantes, etcétera. Era un acto de
solidaridad con aquella admirada revolución nicaragüense, que tendría el
discurso principal a cargo de aquella supuesta revolucionaria de estrafalario
look, discurso que la misma llenó de altisonantes planteamientos anti i
mperialistas, ensalzando la heroicidad de los combatientes caídos y hablando,
con una humildad irreconocible en ella, de los afanes y luchas de su pueblo por
sobrevivir a una salvaje agresión militar.
¡Increíble! Todo ese versar proveniente de los mismos labios que días antes,
en mi propia cara, no habían expresado más que desprecio a todo lo tocante a
su país. Los mismos labios que más adelante augurarían campos de muerte y
lágrimas a causa de un fementido e inevitable karma colectivo, producto de
ser un pueblo irredento, irreverente y desviado del verdadero camino que, por
supuesto, era el que ella abanderaba.
ESCUPIENDO AMARGURA.
Habían pasado ya casi cinco semanas desde mi primer encuentro con
Coatlicue. En ese periodo – en el cual, al menos un par de veces viajó a
Nicaragua – había yo aprendido que soportando sus continuos lapsus de mal
humor y no contradiciéndola, sino, más bien elogiando sus escritos y menudos
planteamientos, me garantizaba sus favores y a la vez, mis pingües dividendos.
A las malas me convencí que era dueña de u n manifiesto complejo de
superioridad y una tajante intolerancia a todo aquel que se atreviera a exponer
unpunto de vista diferente al de ella. Por otra parte, en los momentos privados,
Coatlicue no era más que un apestoso exponente de amargura y resentimiento.
Sus manifestaciones evidenciaban el espíritu tiránico e insensible de alguien
acostumbrado a imponer sus caprichos, y que disfrutaba exhibiendo, en todo
momento su poder.
En este sentido, confiando en no incomodar a nadie y tomandoen cuenta la
naturaleza de este escrito, debo decir que compartir alcoba con Coatlicue era
un ejercicio de atroz masoquismo . Algo así como introducirse sin preámbulo
alguno a un desquiciado escenario de burla, denigración, manoseo despectivo,
humillación y lenguaje soez. Un ultraje absoluto a la naturaleza sexual humana.
Una demostración de dominio y reafirmación del derecho a escarnecer hasta lo
obsceno al otro. Algo en verdad traumatizante.
Una insana obsesión por dinero, una desbocada codicia y no una auténtica
necesidad, la que me hizo llegar a deplorables niveles de bajeza e indignidad.
Una mancha oscura y pestilente que cargaré hasta mi muerte.
DE CASTA REAL.
Aunque por mi “especial” relación con Coatlicue, no padecía o al menos,
sabía cómo manejar habilidosamente sus terribles arranques, me apenaba e
indignaba el continuo y humillante ultraje al que sometía constantemente al
personal a su servicio, entre ellos, una mujer morena, inteligente y humilde,
llamada Sofía Engracia, oriunda del pueblo nicaragüense de Nindirí. Por más
atentas y diligentes que fueran, el trato pedante y ofensivo hacia ellas era una
constante.
Fue entonces que empecé a percibir que aquel desprecio de Coatlicue,
trascendía al típico desdén clasista que por ridículos conceptos de abolengo,
exhibiría una encopetada marquesa Bugatti, una duquesa D´Alesio o una
inalcanzable condesa Uberjola. Lo suyo, era con creces, mucho más que eso:
¡Odio puro y espeso! Todo su rostro se transfiguraba de mala manera. Con ella,
nunca fue más verdad que ojos y faz, son nítidos reflejos del alma.
Tal y como había escuchado en esos casos, presumí que tanto su violencia,
su amargura, así como sus groseros y permanentes insultos, provenían de una
infancia de abusos y limitaciones. Pronto descubrí que no era ese el caso.
En varias ocasiones, ella misma se encargaba de burlarse de mis
pretensiones, de psicólogo de quinta categoría, hablándome de una infancia de
mimos y caprichos siempre satisfechos, ridiculizando a su vez, las atenciones y
costumbres del provinciano medio nicaragüense en el que lamentaba haber
nacido. En ese sentido, puedo asegurar que jamás evidencié en ella, algún
mínimo sentimiento de nostalgia por su país o empatía por las víctimas del
drama bélico que entonces se vivía. La pura verdad, siempre tuve la sensación
de estar frente a un auténtico «beso del infierno»,no obstante, la fascinación
por el dinero fácil, obnubiló mi consciencia.
En momentos privados y sin remilgo alguno, Coatlicue declaraba que su
misión como semidiosa era surgir sobre las cenizas de una despreciable masa
de ignorantes que un día (vidas atrás) la repudiaron y también traicionaron a
toda su alta e iluminada casta de dioses y príncipes. Una especie de personas
selectas provenientes de una raza de extraterrestre de los cuales, Quetzalcóatl,
había sido su máximo exponente. En tales momentos, me expresaba conocer
como pocas, aesa partida de indios: «expertos en aparentar humildad, pero capaces de
hartarme viva si pudieran», agregando que los mismos, según sus oscuros dogmas,
estaban evolutivamente, muy lejos de ella, a partir de su estatus de hija de
deidades.
Era fácil concluir que el desprecio de Coatlicue tenía connotaciones
anticlericales y mucho de celo intelectual.
En cierta ocasión, durante una recepción en la sede central del Sindicato de
Maestros del DF, un par de jóvenes con aspecto de seminaristas la
reconocieron, y se acercaron a saludarla para pedirle información sobre el poeta
y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal, muy conocido y querido en
México. Tal acción despertó su ira. Con el rostro desencajado por la furia, no
tuvo reparos en ofender soezmente y ante el asombro de todos los ahí
presentes, a los avergonzados muchachos. Alguien, de los que se encontraban
alrededor, atinó vacilante y absurdamente a decir: — «Deben comprender que la
compañera se maneja tensa, nerviosa,debido a la situación en su país».
Ante eso me preguntaba a mí mismo: ¿Qué pinche situación le afectaba?
Coatlicue era espléndida ante grandes auditorios, nada que ver con el estilo
hosco e incluso agresivo que destilaba en circunstancias privadas o al menos, en
aquellas no tan expuestas, tal y como fue el caso de un imprevisto encuentro en
una cafetería con un par de monjas dominicas quienes al reconocerla y
saludarla, empezaron a describirle las positivas experiencias obtenidas a partir
de la creación de pequeños grupos corales y de música clásica, en algunas
regiones rurales e incluso favelas de Brasil y Ecuador, proponiéndole la
implementación de un modelo similar en pequeñas comunidades y barrios
pobres de Nicaragua.
Era contrastante la actitud respetuosa y entusiasta de aquellas monjas
exponiendo sus ideas, al compararse con el rostro de incomodidad y prisa, que
demostraba Coatlicue al mirar insistentemente el reloj en su muñeca, para en
un momento dado, sin decir absolutamente nada, levantarse bruscamente y
dejar la mesa evidentemente encolerizada.
Muy apenado y tratando de poner mi mejor cara a manera de disculpa, me
quedé un momento con aquellas piadosas mujeres, sin saber que decir.
Dichosamente, el rostro sereno y contento de ambas me convenció de que
tenían la fuerza espiritual suficiente como para no permitir que patanería
alguna turbase su espíritu.
Alcancé a Coatlicue en la barra del local, sonriendo ante una revista de
caricaturas de “Boogie el Aceitoso”, del argentino Fontanarrosa, del cual era
seguidora. Luego,poniendo a un lado la revista me dijo:
—¿Se fueron tus monjitas? Uff, no las aguanto, ignorantes, vividoras, frustradas...creen
que todavía engañan con sus cantos de convento o música de funeral. Además, este pueblo
hijueputa es indómito, de guaracha, chinamos y chicheros, ¿qué va a entender de eso?
En general, si algo me manifestaba Coatlicue de su país, era que su pueblo
era pobre, atrasado e ignorante, recalcando que su refinada educación obedecía
a su espíritu autodidacta, a su formación en Europa y a su vínculo con grandes
personalidades del arte y la cultura. Siempre le percibí cierto aire de desprecio
en todo lo tocante a Nicaragua.
La siguiente anécdota lo ilustra:
En 1985, la pícara y alegre canción “Son tus perjúmenes mujer”, del
compositor nicaragüense Carlos Mejía Godoy sonaba mucho en México, por lo
que creí que era una buena idea, comprarlo y llevarle de sorpresa un disco con
dichamelodía. La agria expresión de su rostro, el calificarme nuevamente como
el pueblerino “indiecito Juan”, así como su rechazo a tomar aquel disco, me lo
dijo todo. Ofendido, solo pensé que, si yo estuviese en otro país me encantaría
oír música mexicana. Pero bien, ni modo, eran gajes de mi “oficio”.
Participé, o más bien, asistí con ella a diversas reunionesde carácter político,
en las que no mencionaba nada de su proyecto místico imperial, y en las que
bajo el ropaje de “compañera revolucionaria”, transformaba radicalmente su
actitud despectiva y desagradable, a una llena de candor, sonrisas, aplausos y el
símbolo hippie de la paz. Por otra parte, aunque me repugnaba su obsesión por
humillar y maltratar, además de su asombroso nivel de cinismo, ¿cómo podía
reclamar, si mi propio cinismo no difería mucho del de ella?
La emocionante oportunidad de “harta lana”, que prometía el hecho de
seguir siendo su preferido, enmudecía mi conciencia, comprobando en mí
mismo, aquello de que: Poderoso caballero es don Dinero.
CULTURA EN CUESTION.
Celebrando, no recuerdo que acontecimiento, asistí con Coatlicue, a una
cena con algunas personalidades locales, entre ellas, Sergio, un destacado
sociólogo, escritor y colaborador de algunos diarios mexicanos como La
Jornada, quien estaba acompañado por su esposa, Irguina, hija de padre ruso y
madre mexicana.
La conversación empezó versando superfluamente sobre un determinado
plato de la culinaria mexicana que Coatlicue decía haber comido recientemente
en una cena de recepción en su honor en Madrid. Tal plato había sido
preparado especialmente para ella por un Chef español de apellido Mercader, a
lo que Sergio, sentado frente a ella, en tono de broma, preguntó: —¿Ese Chef,
no será familiar de Ramón Mercader, el asesino de Trotsky? Ante lo cual, Coatlicue
contestó:
—Quizás fue su tatarabuelo hará unos 100 años (1885). Trotsky era contemporáneo
de Marx, creo que incluso colaboraban intelectualmente entre sí y luego se separaron. Así se
crearon dos corrientes filosóficas, la marxista y la trotskista…
Recuerdo que todos en la mesa, se quedaron mirándo entre sí, sin decir
nada. Irguina, la única otra mujer ahí, no pudiendo contener la tentación de
aclararlo, con voz dulce pero firme, dijo:
—Tenemos que rectificar algo, cuando Marx murió en Londres, Trotsky apenas era un
bebé recién nacido en Ucrania. Había miles de kilómetros entre sí, nunca se conocieron y
nunca ha existido tal «filosofía trotskista».
Enemigo político de Stalin y perseguido también por los Nazis, Trotsky se asiló en
México en 1937, siendo más tarde mandado a asesinar por el dictador soviético en su
propia casa, a pocas cuadras de aquí, en Coyoacán, en agosto de 1940, hace 45 años.
Aquel fue un momento tenso y muy penoso.
Aunque yo, no muy dado a la historia, por decirlo suave, no podía
entenderlo, la gente de la mesa, historiadores e intelectuales de nivel, estaban
anonadados por el garrafal desatino de la supuesta líder de una revolución
socialista, que se ufanaba de sus grados académicos obtenidos en Europa y
vendía una aureola de intelectualidad. Para ellos, resultaba inadmisible que
Coatlicue no supiera algo tan básico en términos históricos.
Pretendiendo minimizar el incidente, sonriendo y sin ruborizarse, esta
última comentó:—¡Que barbaridad!, en medio de tantas situaciones en que vivo, como
que necesito refrescar un poco la memoria,
¿verdad compañeros?
Uno de los presentes, compadecido y tratando de suavizar la situación, dijo
un oportuno chiste. No obstante, la jocosidad no duró mucho ya que luego,
ante unos comentarios de alguien de la mesa, acerca de la obra del escritor y
premio Nobel Solzhenitsin, sobre el Gulag soviético, Coatlicue, con voz de
maestra frente a sus párvulos, expresó:
—Bueno, primero cabría preguntarse si eso del Gulag es real y no una burda
propaganda del capitalismo. Yo he hablado con compañeros soviéticos y nada de eso
mencionan. Lo que sí creo, es que el imperialismo en su decadencia y sus contradicciones,
conspira para dividirnos y denigrar a nuestros líderes. Ya el Ché lo advertía. Leamos al
Che, leamos a Fidel compañeros, no nos hagamos eco de la basura de los medios del imperio.
Irguina, cuyo padre, Fedor Poroshenko, moscovita de nacimiento, en 1937, a
sus 25 años, había huido horrorizado de la Unión Soviética luego de que como
soldado conscripto del Ejército Rojo participara en decenas de operaciones de
exterminio de campesinos que rechazaban el modelo de granjas colectivas y
cuyas historias acerca de las inconcebibles atrocidades ahí cometidas la
estremecieran desde temprana edad, al oír el antes relatado argumento de
Coatlicue, levantándose de su asiento, con voz grave, rostro serio y colgándose
la cartera como anunciando no soportar estar más ahí, dijo:
—Pienso compañera, que para comprobarlo de verdad, habría que olvidarse un rato de
cómodas butaquitas de ópera en Europa y estar más dispuesta a enfriarse las nalgas y
desenterrar la verdad en la propia Siberia, en las miles de tumbas colectivas de los llanos de
Ucrania o con los miles de huérfanos y viudas que dejó Lavrent Beria, el chacal favorito de
Stalin.
Agregando mientras se levantaba de la mesa, sin brusquedad pero con
decisión:
—Ahora veo que sí necesita buenas lecciones de historia lacompañera…
Sergio, esposo Irguina, ante los ojos desmesuradamente abiertos de
Coatlicue, se quedó un momento y agregó:
—Con todo el respeto que se merece compañera, quiero decirle que es un simplismo
grotesco e insultante pretender explicar o más bien, encasillar hechos históricos, a partir de
un cuadrado manual de máximas inspiradas en la mente del Gran Líder de turno, llámese
este Hitler, Stalin, Mao, Castro o Pinochet.
—Los mayores tiranos no nacen de la nada, son incubados en gran medida a fuerza de
exterminar en nosotros ese fecundo derecho a dudar, el derecho a equivocarnos y a buscar la
verdad por nuestros propios medios y uso de razón. Déjeme decirle que las tiranías buscan el
deshumanizar, el crear zombis, seres insensibles al dolor humano e intolerantes a toda idea
que encare a la dictada por el tirano —dicho eso, se retiró.
A partir de ahí, los que quedaron no hablarían más que de temas inocuos.
Al final, después de despedirse y camino al vehículo, Coatlicue me decía una
y otra vez con el rostro descompuestoy refiriéndose a Irguina:
—Estúpida revisionista, ¿qué se creerá?
Por mi parte, no dije una sola palabra.
Alrededor de la segunda o tercera semana de febrero, unas seis semanas
después de conocerla, con un embarazo cada vez más notable, Coatlicue me
dijo que debía regresar a su país en un par de días y que no sabía cuándo
regresaría.
Recuerdo que ensayé una ridícula mueca de falso pesar y desconcierto, por
su pronta partida. La verdad, en el fondo de mí, experimentaba el mayor
regocijo ante tal noticia. Taimada como ciertamente es, seguramente habrá
intuido mi falsedad.
En coordinación con Sofía, su eficiente asistente, me dedicaría a dar
seguimiento a las tareas ya encaminadas.
Un día antes de su partida, Coatlicue se trasladó a una residencia oficial,
desde donde sería transportada al día siguiente al aeropuerto por personal de la
embajada nicaragüense. Personal hacia quien yo tenía instrucciones precisas de
jamás dirigirme.
Sin duda alguna, esas pasadas semanas habían sido para mí, de lo más
productivas. Tenía dinero en efectivo como nunca antes así como
disponibilidad de una lujosa residencia.
Sin terminar de asimilar aún tamaña vuelta del destino, no dejaba de pensar
que apenas unas semanas atrás, poco antes de que mi amigo escultor, y
también mi propicio alcahuete, me buscara azorado, lo único que tenía, eran
unas vagas ideas de cómo pagaría el mes de renta atrasado, de mi cuartucho de
vecindad.
SOFÍA ENGRACIA
Tal y como había quedado, un par de días después de la partida de
Coatlicue, me encontré con Sofía en un sitio acordado cerca de la avenida
Juárez.
Nada exuberante, pero bonita, piel canela, ojos negros, un tanto menuda,
voz dulce, vestimenta sencilla pero elegante, actuar diligente y… hasta ahí, por
lo demás, era seria, demasiado diría yo. Siempre enfocada en su misión de
asistir y soportar a quien ella llamaba todo el tiempo, “compañera”, y quien,
para mi fortuna, ahora estaba suficientemente lejos.
Orgullosa y nostálgica de su país, Sofía me hablaba de sus comidas, su
música, su historia, y también de su familia en el pueblito de Nindirí, ubicado
al pie de un volcán de lava viva, cerca de la ciudad de Masaya, cuna, según me
dijo y para misorpresa, de Hernaldo Zúñiga, popular cantante a quien yo
siempre creí mexicano. Con ella, experimenté el contraste de pasar de un día
para otro, de la tensión de interactuar con un personaje petulante, de crítica
destructiva y odioso complejo de superioridad, a tratar con una persona
sensible, respetuosa, de mirada limpia y educado hablar.
Mi primera tarea fue realizar un viaje a Cuernavaca con una extraña pareja
conformada, por la antes mencionada Maritza y un tipo de origen chileno
apellidado Durand, un sujeto de rostro lúgubre y enjuto que usaba un abrigo
gris. Ambos se montaron al vehículo sin siquiera saludar y en todo el camino,
apenas si les oí, alguna que otra vez, susurrarse entre ellos. No obstante,
regocijado con mi encantadora Sofía de copiloto,me enrumbé de una vez hacia
la hermosa capital del estado de Morelos.
Al llegar al lugar de destino, un elegante palacete ubicado cerca de la
llamada Casa de Cortés, en el corazón histórico de Cuernavaca, percibiendo
que no era un invitado a lo que fuera que hicieran ahí, asumí de manera natural
mi improvisado papel de chófer y esperé afuera.
Aproximadamente un par de horas después, Sofía y la misteriosa pareja
salieron y de inmediato emprendimos el viaje de retorno al DF. Nadie
comentó ni preguntó nada. Según supe luego, acababan de comprar la costosa
propiedad donde planeaban establecer la sede del proyecto
«hueytlahtlocayotl». Si alguna duda me quedaba, hoy resultaba evidente que el
imperial proyecto de Coatlicue iba muy en serio.
Días después de aquel viaje y para mi pesar, me encuentro con que la
mencionada Marítza ocuparía dos de las habitaciones de la residencia de la
colonia Polanco.
Con evidentes síntomas de neurosis y elevadas dosis de altanería, Maritza
era por poco, casi una copia al carbón de Coatlicue, aunque mucho menos
refinada y más indiscreta. En las reuniones que manteníamos casi a diario, era
evidente su odio visceral a todo lo que fuese eclesial o vinculado al judaísmo,
así como su encendido discurso relativo a la superioridad de sus dogmas.
En aquel tenebroso espacio del piso antes descrito, practicaba sola o en
compañía de alguno de los varones que frecuentemente la visitaban, rituales de
corte verdaderamente satánicos que terminaban inevitablemente con un fuerte
consumo de peyote o marihuana. A propósito de eso, quiero hacer ver que en
una ocasión fui testigo del estruendo producido por una pesada piedra
utilizada para sacrificios de pequeños animales, la cual, sin causa física alguna,
se levantó en el aire para caer de inmediato, ante el asombro de los presentes en
el ritual.
A los tétricos arreglos ya existentes en aquel espacio, Maritza agregó
algunas cruces invertidas y un enorme ídolo de unos 2 metros de alto con
cuerpo de hombre y cabeza de ave, con un pico y unos ojos intimidantes, al
cual nunca me atreví a acercarme. Tal era el ambiente que se respiraba en aquel
espacio, en el que pretendía pasar inadvertido desde mi habitación en el
extremo opuesto del piso en que cohabitábamos.
Debo destacar que, tanto en los rituales liderados por Coatlicue como por
Maritza o el chamán Chiquilistá, fui testigo de múltiples fenómenos realmente
anormales. En afán de no arriesgar la verosimilitud de este relato con hechos
que podrían considerarse como fantasiosos, he preferido no detallar al
respecto, no obstante, tales sesiones espiritistas o satanicas, cambiaron para
siempre mi concepto de que la brujería era asunto de charlatanes para vivir
de la gente ignorante.
Hay en verdad, una realidad tortuosa y oscura más allá de lo común y
cotidiano que conocemos. Aunque seguramente, existirá alguna permanente,
bondadosa y luminosa región fuera de nuestro mundo conocido, lo que yo
atestigüé con aquellas dos lúgubres mujeres (Coatlicue y Maritza), quienes
actuaban como poseídas por demonios, fue un desesperado clamor de poder
para la maldad y el daño. Aunque pueda tomarse como una ridícula
superchería, créanme si les digo haber visto más de una vez, la imagen misma
que yo tengo del demonio o Satanás, en una Coatlicue transfigurada en medio
de aquellos trances.
Mi comunicación con Maritza siguió siendo casi nula. Aprovechando
tiquetes de cortesía de la aerolínea estatal nicaragüense, la misma viajaba en
ocasiones, hasta dos veces por semana a Nicaragua. Su trato ofensivo y
humillante con Sofía, fue siempre una constante. Esta última, a quien
definitivamente yo consideraba como la única persona de estima en ese
desagradable entorno, nunca tuvo una expresión de reproche o queja contra
esos esperpentos. Tal hecho me hacía inevitablemente concluir, que no había en
el corazón de aquella mujer, espacio para la cizaña o el resentimiento.
MI PEQUEÑO BOTIN
El ambiente en la residencia era cada vez más pesado, a diario entraban y
salían tipos de los más raros, se reunían y debatían planes, hablaban entre sí con
secretismo y en susurros. Mi presencia, aunque apocada, seguramente
incomodaba y yo lo percibía.
Sentía por mi parte que no iba a soportar mucho tiempo tal situación y que
debía planear para tomar decisiones. Hasta ese momento, había logrado reunir
unos 8,500 dólares además del «Cartier Santos», tasado en unos 5,000 dólares.
Todo ello hacía ya una pequeña fortuna, por lo que empecé a cuestionarme
seriamente si habría llegado ya el momento de dejar atrás aquella aventura.
Aproximadamente a finales del mes de marzo de ese mismo año (1985), y
para mi regocijo el mencionado grupo, siempre con Maritza al frente, se
trasladó al palacete cuernavaquense, recién adquirido.
Recuerdo entonces que nos tomó todo un día limpiar, con la ayuda de
Sofía y una señora amiga de ella, todas las inmundas miasmas acumuladas en el
tenebroso cuarto de rituales. Un incienso allí encontrado terminaría de despejar
los malos olores y «vibras» que, a manera de siniestro vestigio, habrían dejado
los muchos aspirantes a demonios que ahí llegaban.
EVHAY OTIDLAM / MALDITO YAHVE
Relato de la señora Epifanía B. I., 79 años, oriunda de Boaco, Nicaragua,
quien conoció en casa de su madrina, la señorita Eva María E. a la señora
Zoilamérica Z.
Doña Epifanía nos cuenta:
“Llegué a Managua a mis 16 años, el mismísimo día que mataron a Tacho Somoza en
León, el 21 de septiembre 1956, “apeándome” en casa de mi madrina quien tenía un taller
de costura y bordado, situado de la Casa del Obrero una arriba y media al sur. Mis papás
querían que aprendiera costura con ella y así también alejarme de un enamorado que yo
tenía allá en mi pueblo. A ese taller llegaba una mujer maciza y elegante llamada
Zoilamérica quien, además de clienta, era buena amiga de mi madrina. Esta mujer, a quien
mi madrina la llamaba Zoila, sabía leer las cartas, tiraba la güija y leía las manos. Eso lo
supe de boca de clientas que llegaban ya que mi madrina, que era católica devota, nunca lo
hubiera permitido en su casa.
Aunque era de carácter fuerte y muy independiente, doña Zoila a menudo lloraba al
hablar de manera íntima con mi madrina. Afanada en mis bordados, me era imposible no oír
sus quejas sobre el maltrato que le daba don Teódulo, su marido. Un día de tantos, no me
acuerdo del año, llegó Doña Zoila alarmada contándole a mi madrina algo que pasaba con su
hija mayor, Chayito, de unos nueve o diez años en aquel momento. Decía que la niña,
desde bastante tierna tenía unos comportamientos raros, que a menudo observaba a los
demás de una manera que imbuía miedo, con una sonrisa que lejos de inocencia, demostraba
mucha malicia y que además, tenía unas actitudes crueles con otros niños menores que ella,
así como con los animales, especialmente con los gatos. No obstante, su alarma esa vez era
porque la niña había escrito por diferentes puntos de la casa unas enigmáticas palabras:
«EVHAY OTIDLAM» y que al castigarla por tal acción, la pequeña no sólo no lloró,
sino que la retó a que leyera aquel escrito a la inversa: «MALDITO YAHVE». Con
serenidad, mi madrina le aconsejó que no le hiciera mucho caso, que eran rebeldías y travesuras
propias de niños y que rezara el Padre Nuestro y el rosario a la Virgen más a menudo.
Semanas después supe que aquel comportamiento continuaba, lo que motivó a que mi
madrina le comentara la situación al padre de la iglesia de San Antonio, quien le
recomendó que le llevasen a la niña, algo que nunca se dio por el miedo de doña Zoila, a que
la gente se enterase y también, porque ella tenía sus propias creencias. Finalmente, mi
madrina le tocó el tema a una joven secretaria que trabajaba con un padre jesuita, quien,
junto a otro sacerdote, visitó la casa de doña Zoila.
A partir de aquello, vi que doña Zoila cambió mucho. Empezó a llegar menos y cuando lo
hacía, ya no lloraba, tampoco mostraba alegría, sino que con mucha amargura se refería a su
hija como parte de una maldición, de un maleficio hecho por una mujer de Masatepe llamada
Auxiliadora, quien sentía que había sido despechada por el primer esposo de doña Zoila,
que era de esos lados.
Alrededor de tres o cuatro años después, para ver si otro ambiente le ayudaba, enviaron a
la muchacha fuera del país, no sé dónde.
Dejé el taller de mi madrina en 1968 y no supe más de doña Zoila, hasta su trágico
accidente poco después del terremoto de Managua.
VIAJE A NICARAGUA

La primera semana de abril (1985) recibí de manos de Sofía una


correspondencia de parte de Coatlicue, la cual traía entre otras cosas, una
invitación – con un estilo más bien de orden – para que me trasladase a
Managua a fin de tratar asuntos relativos al proyecto en ciernes, proyecto del
cual, yo era el que menos sabía y sinceramente, a quién menos le interesaba.
Dos días después, aún sin haber enviado mi respuesta, tenía un boleto de ida
hacia Managua para el siete de abril, unmero domingo de Ramos. Fue entonces
que Sofía se encargóde darme algunas recomendaciones durante mi estancia en
Nicaragua, entre ellas, la de referirme siempre a Coatlicue, como “La
Compañera”.
Contaba aún con cuatro días para decidir sobre el viaje y mi cabeza era un
mar de contradicciones. Sabía que un NO por respuesta, tendría consecuencias
financieras para mí, pero también, me traería personalmente la oportunidad de
retomar mi vida. Por otra parte, ir sería decir sí a una pantomima e
involucrarme en algo que, ni entendía ni me interesaba en absoluto, pero que
claramente demostraba tener mucho dinero involucrado. Dinero del cual,
podría sacar un jugoso partido.
Mi debate interior fue feroz, cambiaba mi decisión a cada hora, finalmente
ganó en mí la codicia, y decidí hacer el viaje. Antes de irme visité a Carlos, mi
amigo escultor, lo puse al tanto de la situación, le hice una agradecida regalía
económica y me despedí, dejando mis valores resguardados en una caja de
seguridad privada del City Bank of México.
Arededor de las nueve de la mañana del día señalado, salí en vuelo
comercial directo a Managua, aterrizando un par de horas después en el
pequeño aeropuerto nicaragüense.
Estaba inquieto por no decir aterrado. ¿Quién me recibiría?, ¿qué me
preguntarían? ¿Qué pasaría si es una trampa del marido, furioso al descubrir la
verdad? ¿Cómo diablos se me ocurrió haber venido a la boca del lobo?. Todos
esos pensamientos me asaltaban en ese ingrato momento. Con los nervios de
punta, bajé del avión aquella soleada mañana dominguera. Soldados armados a
lo lejos de la pista, oficiales de uniforme y civil al pie de la escalinata me
ratificaban con su presencia, que ya no había vuelta atrás. Una vez dentro
del recinto aeroportuario oí de pronto, a un joven veinteañero con camisa
blanca, preguntar a cada uno de los varones de la fila delante de mí:—¿Es usted
el compañero Jorge?
Finalmente, al llegar frente a mí, no me quedó más que asentir con la
cabeza.
—Ah, mucho gusto, soy Álvaro y me mandaron a traerlo,
¿tiene maleta? —preguntó —No, solo esta petaquita de mano —respondí.
—Venga pues por acá, deme su pasaporte —me dijo, dirigiéndose luego
hacia los oficiales del chequeo migratorio.
Minutos después estábamos fuera del aeropuerto en un carro Sedán ruso
recorriendo la desolada capital nicaragüense. Finalmente llegamos a una
hermosa casona con mucha vegetación cerca de un restaurante llamado, «La
Marsellesa». Una especie de escolta en el exterior y dos empleadas de
mediana edad, eran los únicos presentes.
Mi acompañante me ubicó en una amplia alcoba y se despidió diciéndome:
—Bueno, ahí lo dejo, iré a la oficina a ver que me dicen.
Debido a un apagón, cosa común por esos días según supe, no había
corriente eléctrica en la casa, por lo que, ávido de luz y aire fresco, salí de la
habitación a la hermosa estancia de la residencia. Tímidas, pero sumamente
amables, las empleadas me ofrecieron de comer: —Hay tiste y chicha para
tomar, ¿qué quiere?, preguntaron.
—Café —respondí, al no tener ni idea de a qué se referían con “tiste”.
Mientras, un perrito de raza «chow chow», se me acercó inquieto a los pies.
—Se llama “Popeya”, es hembra y le pusieron así, por molestar a uno de los
empleados de “don Pablo” —me dijo la empleada mayor, agregando: —Se lo
regaló la «Compañera», al niño de don Pablo. Lo dejaron aquí el año pasado
para que se lo cuidáramos mientras vuelven.
Luego, durante la comida, vinieron las consabidaspreguntas:
—Y usted, ¿cómo se llama?, ¿de dónde es? ¿viene de pasada o a quedarse?
Mis respuestas al respecto fueron naturalmente, breves y ambiguas. Ante mi
pregunta de cómo estaba la situación del país, ambas se agolparon a decirme:
—Mal, terrible, todo escaso, viera usted, “pijazos” de muchachos
muriendo en las montañas todos los días.
Sus respuestas traían a mi mente la descripción que al respecto me hacía
Sofía. En medio de aquella conversación volvió Álvaro, el chófer, diciendome:
—Dice la Compañera que a las 6 p.m. tendrá el despacho con usted, y que
me le ponga a su orden, por si quiere ir a conocer Managua.Propuesta esta, a la
que accedí de buena gana.
Salimos de inmediato. La ciudad lucía vacía y deprimente, con unos pocos
coches y algunos camiones militares circulando por las calles. La vista al lago,
con un volcán de fondo, desde unas alturas al sur de la ciudad, era espectacular.
Una especie de anfiteatro en una laguna ubicada en el centro de la ciudad,
también era algointeresante.
REENCUENTRO
A las seis de la tarde en punto, llegamos a las oficinas de una asociación
cultural en un barrio de clase media alta de Managua. Alvaro me guió hasta
ella. La vi más delgada, usaba un vestido flojo que mal escondía su vientre y
siempre atiborrada de pulseras y anillos. Conversaba con un grupo de personas.
—Hola Jorge, ¿qué tal su viaje? —me preguntó, tratándome de usted
mientras me daba un protocolar apretón de manos. Luego agregó:
—Mire, mañana lunes por la tarde o martes en la mañana es la gira, estese
listo, ante cualquier cosa que requiera, comuníquese con Álvaro. Adiós,
cuídese y salúdeme a su esposa Olga. Dicho eso, dio media vuelta y siguió su
conversación con las personas ahí. Por mi parte, no tenía ni idea a qué se
refería con la mencionada gira y menos aún,con la tal “esposa Olga”.
Camino hacia la llamada “Casa de Protocolo” que era comodenominaban la
casa donde me alojaba – la misma que meses antes hospedaba a escoltas y
asistentes colombianos del tal “don Pablo” – Álvaro se dedicó a darme a
conocer la existencia de discotecas y otros sitios de diversión en Managua,
remarcando la alta posibilidad de conocer en algunos de ellos, a alguna chica
con la cual, según su argot, “salir armado”. Una sugerencia descabellada
debido a mis personales circunstancias y que obviamente deseché. Por otra
parte, no entendía que un país en guerra, tuviera espacio para fiestas.
Antes de llegar a mi destino, acepté la invitación de Álvaro a tomar una
sopa de mondongo en la casa de su madre y que en verdad, supo
exquisitamente. Al terminar, Álvaro me mostraría en el pequeño patio de
aquella vivienda, una impresionante y valiosa motocicleta Harley Davidson
clásica, muy bien cuidada y de la cual me dijo:
—Esta me la dejó guardando Tuto, uno de los guardaespaldas de don
Pablo, el patrón. Ya le saqué documentación a mi nombre por si no vuelven…
¿No vuelven? ¿Quién demonios era el don Pablo ese? Tales eran las
preguntas que revoloteaban en mi cabeza y que por sana prudencia, dejé que
mejor permanecieran en ella.
Al día siguiente, poco antes de la 7 a.m. unos golpes en la puerta me
levantaron. Era Álvaro urgiéndome que me preparara a partir, puesto que
Coatlicue había adelantado la gira.
En efecto, frente a la residencia esperaba un confortable y robusto vehículo
japonés todo terreno donde Coatlicue, ubicada en el asiento trasero, me invitó
a tomar el lugar del copiloto. Nuestra primera parada fue en una plaza en el
corazón de Managua, frente a la cual se encontraba una catedral derruida, lo
mismo que un monumental palacio de los años 30. De ahí nos dirigimos a pie
al elegante Teatro Nacional nicaragüense. Poco antes de llegar, Coatlicue me
llamó aparte para señalarme una banca de concreto, el lugar preciso de su
aducida abducción ocurrida nueve años atrás, exactamente frente a la
sobresaliente figura de mármol de Rubén Darío, ubicada en medio de una
fuente.
Ya en el teatro, Coatlicue me presentó a algunos ensayistas y músicos.
Luego nos dirigimos a un reparto llamado Planetarium, ubicado al suroeste de
Managua. Llegamos a una residencia elegante donde ella sostuvo una breve
reunión con un par de personas que ahí se encontraban y a los que poco
después despachó con Álvaro a quién de paso, orientó esperar su llamada por
la tarde.
Solos en la casona, aún con actitud fría y distante comenzó a preguntarme
por la situación del proyecto allá en México. Le manifesté que mi percepción
era limitada ya que no me comunicaba en absoluto con Maritza y que mi papel
era solamente asistirlos en calidad de guía cuando se me solicitaba hacerlo.
Ante tal respuesta, alzando la voz me dijo que no me necesitaba como chófer,
sino como su hombre de confianza en México. Agregó que Marítza era
irresponsable, andaba descontrolada y no la quería un día más en su proyecto,
ya que hasta sospechaba que era una espía infiltrada. Me exigió que me
decidiera lo más pronto posible acerca de si la apoyaría o no. Sin mucha
convicción le dije que sí, que loharía.
Un poco más calmada, me invitó a pasar a un recinto alfombrado, poblado
de imágenes exóticas e ídolos que mefue describiendo uno a uno, a la vez que
me indicaba con cuáles de ellos había interactuado el día de su llamado
renacimiento cósmico, justo en el cráter del volcán Santiago de Nicaragua.
Múltiples velas encendidas y un intenso aroma a incienso daban un toque
mágico a aquel ambiente. Más allá, me topé con unos grandes almohadones en
el piso de una tenuemente iluminada habitación, con una pequeña mesa de
madera, elegantemente tallada y una cama al lado.
En los diálogos ahí sostenidos con Coatlicue resultaba notorio que la mayor
parte de sus expresiones eran para quejarse de lo que llamaba, su mediocre
entorno, lleno de “tarados y gentuza falsa”. Decía también que me
envidiabapor poder agarrar un avión y en un par de horas estar en otro mundo.
Entre otros lugares, decía añorar Plaza Garibaldi, los cafés Tacuba, La Blanca,
Villarías, el Museo del Tequila, la discoteca la Pata Negra...
SOBRINA DE CHESPIRITO, PORKY O
TARZÁN…
Habiendo visto el día anterior la multiplicada imagen de Augusto César
Sandino por las calles de Managua, recordé un comentario de Sofía en
relación al parentesco de Coatlicue, con aquel mítico personaje. Un tanto
insuflado de ser el macho conquistador de una fémina ligada familiarmente, a
aquel famoso guerrillero nicaragüense, le pregunté:
—¿Realmente eres sobrina de ese señor llamado Sandino?
—.Con desgano y sin voltear a darme la cara me contestó:
—Si es necesario, puedo ser sobrina de Chespirito, Porky o Tarzán… ¡Callá la boca un
rato por favor!
No dije una palabra más. En medio de esos vaivenes emocionales y lapsus
de somnolencias, pasamos el día. Al final, casi anocheciendo, llamó al chófer
quien se apareció minutos después. En el trayecto de retorno no cruzamos
ni una sola palabra, despidiéndonos al final con un escueto:—Bueno pues Jorge,
¡así quedamos!
Mi estancia en la capital nicaragüense fue de ocho días, tiempo durante el
cual pude conocer un poco, el trajín de algunos artistas, así como también
interactuar un poco con la gente común. En una gigantesca teatro—carpa,
conocí a Luis Enrique Mejía Godoy, cantante y gran compositor. Luis, hombre
de amplia sonrisa, sensible, amable y culto, me abundó en explicaciones de lo
que él llamaba, arte y cultura popular. Sus canciones, formidables, igual que las
de su talentoso hermano, hoy día, me estremecen por la tremenda carga de
sentimientos que me hacen florecer. Ahí también conocí a Mario Montenegro,
cantautor infantil, pícaro y dicharachero. Además, miré a un llamativo pintor
primitivista que usaba plumas por sombrero.
Nicaragua es un país pequeño y pobre, pero abundante en talentos. No
obstante, su pobreza se puede comparar a la de un mendigo sentado sobre un
baúl lleno de monedas de oro del cual, ha perdido la llave. De múltiples
pláticas con personas sencillas, logré concluir el hecho de que sus recurrentes
tiranías, corrupción, guerras, así como una característica apatía de su propia
gente, han sido la causa de que sus grandes riquezas naturales, playas de
ensueño, volcanes majestuosos, fuentes diversas de energía y mucho más, no se
traduzca en progreso y bienestar de un pueblo tan laborioso y alegre.
Una memorable noche, en una especie de café – teatro, donde me
encontraba con un chófer escolta asignado ese día por Coatlicue. se acercó un
hombre delgado, de anteojos gruesos, pelo desaliñado, con unos libros y hojas
bajo el brazo, el cual nos saludó y sin más, se sentó a la mesa diciendo: —
¡Entonces compas!, ¿cómo vamos?
Ante ello, la expresión del chófer, un tipo hosco, fumador irredento y de
hablar soez, no fue muy amistosa que se dijera. Se levantó bruscamente dizque
a buscar cigarros y me dejó con aquel desconocido quien, después de las
consabidas preguntas de rigor, hablando con soltura y educado lenguaje,
empezó a referirse a la literatura mexicana, a sus estudios de ciencias sociales en
la UNAM (México), describiendome su pasión por la historia y la antropología,
su doctorado en Sevilla y también, del año entero que pasó en el Archivo
General de Indias en Cádiz, así como de sus ensayos sobre autores
latinoamericanos, mostrandome orgulloso l a envejecida foto de un periódico
local donde aparecía posando al lado de Gabriel García Márquez y de un
escritor alemán del que no recuerdo su nombre. Su afán estoy seguro, no era
vanagloriarse sino más bien, anecdótico.
—Pipi, ¿puedo pedir algo? —me preguntó en un momento dado.
—¡Por supuesto hombre! —manifesté sin saber realmente qué quería
decirme con eso. Al momento, una joven camarera llegó y le leyó toda una
retahíla de comidas. Aún recuerdo a aquel pobre hombre volviéndome a ver
con ojos desmesurados, como esperando alguna respuesta de mi parte.
Finalmente, entendí la situación y con la mejor voz que pude, le dije que
pidiera lo que quisierade comer y de beber.
—Gracias hermano, estoy con un hambre de la gran puta. No han pagado
en la Universidad todavía. Es una limosna lo que dan, pero ya es algo —
respondió.
—Pero bueno hombre decime, ¿qué haces por acá en Nicaragua? ¿Quién te trajo?
Cada vez que me preguntaban eso, mi estómago se entumía, ¿qué podía
responder? Debía mentir y ¡mentir bien!
—Pues ando ahí, ayudando en algunos proyectos culturales —le dije
escuetamente.
—Ah, ¿te trajo el Ministerio de Cultura entonces? —volvió apreguntar.
Le respondí negativamente aclarándole que andaba de parte de una
conocida asociación cultural.
—Ah, ya entiendo entonces, andas con el grupo de laCompañera…
Le respondí afirmativamente y ya algo incómodo, en el oportuno instante en
que le traían su plato de comida, el cual devoró con notable fruición y en
instantes. Lo que siguió después, entre una que otra cerveza, fue un par de
horas de interesante conversación con aquél culto e inquisidor personaje, quien
en cierto momento, me susurró:
—Mandá a la verga a ese pendejo —refiriéndose al chófer quien, con cara de
apuro, llegaba cada tanto a ponerse a laorden para irnos.
Al responderle que no podía hacer tal cosa ya que la Compañera misma, me
ordenó no separarme de él, me tomó del brazo diciéndome:
—Entonces, ¿trabajas directamente con ella?
—Pues algo así —le manifesté, un tanto vacilante.
Hombre sagaz, esbozó una pícara sonrisa diciéndome:—Uhmmm papito, vos
andas en otros mandados, ¿verdad?
No tuve valor de responderle nada. Estaba seguro de que él ya habría
percibido que yo realmente, no era hombre de un bagaje intelectual tal como
para andar en proyectos culturales. Percibiendo mi inquietud, el hombre calló
por unos instantes para después agregar:
—Es una mujer mala, muy mala, ¿oíste? Inteligente, pero perversa. Aprovechandose de
ser “la querida del hombre”, destruye a todo aquel que percibe que puede eclipsarla. Le ha
hecho la vida imposible a medio mundo aquí, entre otros, al padre Cardenal, el ministro de
cultura. Lo odia por cura, intelectual y rebelde, por ser él una leyenda de boina y cotona,pero
sobre todas las cosas, lo odia por << atreverse a soñar y créer por encima de las
decepciones >>.
---Ahora, supongo que ya has de saber que es “de cascos ligeros”, como dicen allá en
México, además, de bruja y de las malas. Aquí todo mundo la odia, pero también le tienen
pavor. Es déspota y cruel con quien le contradiga, así que tenga mucho cuidado mi cuatíto.
Ahora hermano, seamos francos, lamujer no es una Venus y menos aún una gota de miel,
por tanto papá, no creo que estés aquí por amor, así que, aprovéchela, sáquele lo que
pueda y piérdase compadre,piérdase, ¿oyó?
No pude más que mirarlo y asentir con mi cabeza sin decir nada.
Finalmente, cambiando de tema me dijo:
—Pipito (término nicaragüense de cariño), por favor, antes de que te vayas,
consígueme un maletín, usado o como sea; estoy seguro que “esta jodida” tiene alguno por
ahí, pedíselo como que es para vos. Yo lo voy a traer adonde sea, mira como ando, con
papeles y exámenes de mis alumnos bajo el brazo. Ya estamos a las puertas de mayo y
vienen las lluvias aquí en Nicaragua... Ahh y si podés, un desodorante y una pasta de
dientes papacito, esa tiene almacenes de todo eso y discúlpame el abuso.
No podía creerlo, aquel docto hombre, alguien que mehacía sentir enano al
compararme con su estatura intelectual y que se codeaba con célebres literatos,
estaba frente a mí, pidiéndome una comida y un par de bagatelas. ---¿Qué es
esto? ---me pregunté a mí mismo.
Un tanto conmovido, pero cuidando de no humillarlo, le dije:
—Mira manito, no compliquemos las cosas. Quiero decirte que para mí ha
sido todo un privilegio el conocerte y no quieroque te ofendas con lo que haré.
Seguidamente, metí mi mano en el bolsillo y saqué un billete de cien dólares
de los mil que, precavidamente, había traído de México. Extendiéndole mi
mano para entregarle el billete le expresé:
—Con muchísimo cariño te lo doy compadre, tómalo.
Aquel hombre se quedó boquiabierto y paralizado; le tomé la mano y le
coloqué el billete en ella.
—«Ay hermanito lindo, no puedo creerlo» —me dijo emocionado levantándose
del asiento y con lágrimas aflorándole a los ojos.
Cien dólares representaban cuatro o cinco meses de salario de un profesor
en la Nicaragua de los años 80.
—Tranquilo, es solo un billete, somos cuates y los cuates se ayudan, ¿no?
—Gracias, mil gracias pipito —dijo, mientras me abrazaba con fuerza.
Evidentemente emocionado, se sentó nuevamente, escondiéndome la cara.
Para alivio del desesperado chófer, salí por fin de aquel local. En el viaje de
retorno a la llamada Casa de Protocolo no alcancé a calcular, malo a los
números que soy, cuántos años de salario de un profesor nicaragüense como el
que acababa de conocer, se podrían haber pagado con sólo los 5,000 dólares
que Coatlicue pagó por el Santos Cartier Watch que me regaló. Ahora, 36 años
después, sigo calculando…
ESCALAFÓN SANGRIENTO
A la mañana siguiente, fui nuevamente llevado donde Coatlicue quien,
supongo que por discreción, decidió prescindir de su chófer escolta para que
yo manejase, tarea nada difícil por aquellas vacías calles.
Al poco tiempo, llegamos al parqueo de un elegante hotel en forma de
pirámide de donde salimos acompañados por una mujer de unos 45 años. ante
quien Coatlicue me presentó como un futuro prospecto para una especie de
grado iniciático.
Regordeta, de mirar hostil y desconfiado, alguien que de inmediato dejaba
en evidencia su absoluta falta de vocación para sonreír. No puedo explicarlo,
pero aún hoy me erizo al recordar la desagradable presencia de aquella mujer.
Me dije entonces que, si ya una me era insoportable, las dos juntas rozaban lo
fatal.
Finalmente nos encaminamos, salimos de Managua pasando por el
aeropuerto y aproximadamente media hora después, llegamos a una casa quinta
situada sobre la carretera Tipitapa – Masaya, donde un guarda armado abrió el
portón y nos hizo pasar. En el frontis de la casona, en medio de un hermoso
jardín, un pequeño rótulo negro con letras amarillas tenía escrito:
Huitzilopochtli Calli o Palacio de Huitzilopochtli, el dios de la guerra de los
Aztecas. Dentro dela casa, además del personal de servicio, habían dos mujeres
jovenes y un hombre de mediana edad esperándonos. De inmediato, guiados
por la mujer regordeta, nos dirigimos a una sala grande en cuyo extremo se
ubicaba una especie de altar. Después de un acto de adoración lleno de palabras
ininteligibles, con los brazos extendidos y mirando a lo alto, aquella mujer se
sentó y habló.
Su alocución, se centró en algo que cabría denominar como un stock
market oportunista y sangriento. En la misma, establecía que ellos, elegidos
como príncipes fundadores del nuevo imperio y a la vez, futuros dioses, tenían
como sagrada misión, costara vidas o costara sangre, establecer las bases y
condiciones para el gobierno inmediato de Baluk Tetián, un supuesto príncipe
reptiliano o semidiós del inframundo, que pronto se reencarnaría. Afirmaba
que estos príncipes o dioses, exigían purificación a través de la sangre
derramada, (presumiendo yo, que seguramente no era la sangre de los ahí
presentes, especiales y escogidos como decían ser), agregando, que las guerras
tenían el objetivo de mantener las sangrientas cuotas demandadas por los
insaciables dioses y a la vez, el de depurar al mundo cada vez y cuando, de
una especie de indeseables seres no evolucionados.
Después de casi una hora de simular poner atención a aquel tétrico discurso,
aduciendo que no recuerdo con qué pretexto, salí al corredor de la casa
hacienda donde un amable anciano jardinero, me ofreció una taza de café. En
medio de la conversación que sostenía con él, se oyó un ruidode pasos, ante lo
cual, el aterrado anciano atinó a exclamar:
—¡Uuy, ahí viene la patrona! —levantándose despavorido.
En efecto, era Coatlicue, que salía con actitud altanera a reclamarme por mi
súbita salida de su ceremonial. Prudentemente alejado y seguramente nervioso,
el anciano atestiguaba la escena, con la cabeza gacha y el sombrero pegado a su
pecho.
A propósito de este incidente, cabe destacar aquí que por doquier que iba
con Coatlicue, más allá de las inevitables e hipócritas mascaradas, tal y como
era mi caso, el sentimiento generalizado hacia su persona era de temor y
desprecio, mucho desprecio. Conminado por ella a hacerlo, volví al salónaquel
donde, en medio de rituales similares a los ejecutados por la misma en México,
me fue entregado una especie de manual que servía de guía para recitar un
sinnúmero de oraciones al “ Señor Lucifer, gran resplandor destinado a reinar
cielos y tierras”.
En una hoja de papel mecanografiada que recientemente encontré, en medio
de uno de los libros que guardo desde los tiempos de mi estancia en la
residencia de la colonia Polanco, aparece el siguiente
Clamor al señor del Averno
Odium Humani Generis
(Odio a la raza humana)
¡Salve Satán, salve Satán, salve Satán!
Creo en Satán, Belial, Lucifer y Leviatán.
Creo en el Anticristo, senõr dotado con el conocimiento de lo oculto y en su
iglesia que es sabia y poderosa.
Oh Señor de los infiernos, apoderate de este cuerpo y de esta mente que te
rinden incondicional culto.
Gran redentor acude a mi ́ y dame fuerzas para aniquilar a tus enemigos que
son los míos.
Oh Senõr Satán, amo de la oscuridad, rey del infierno y gobernante de la
tierra, enséñanos a ser fuertes, sabios y a soltarnos del miedo.Enséñanos a
vencer a los enemigos de nuestra libertad absoluta.
Oh Senõr Satán: ¡Dame poder, dame poder, dame poder!
¡Rege Satana, rege Satana, rege Satana!
Después de unas tres horas de aquel tenebroso ritual,se dio por concluida la
ceremonia, saliendo de inmediato rumbo a Managua, dirigiendonos
primeramente al antes señalado hotel, donde dejamos a la mujer que hizo de
sacerdotisa, para luego, según indicaciones de Coatlicue, seguir hacia la casa del
residencial “Planetarium”. No obstante, para mi alegría, una fuerte
indisposición que tuvo enese momento, la hizo cambiar de planes.
En realidad, para esa fecha, su embarazo ya era más que notable. Después de
un breve periplo, llegamos a un lugar donde unos uniformados se hicieron
cargo del vehículo con ella a bordo, mientras yo, en un auto diferente, fui
trasladado hacia mi protocolar estancia donde, al poco tiempo de llegar, una
llamada al antiguo teléfono de la casa, me anunciaba la infausta noticia de la
pronta llegada de Coatlicue, quien, vaya suerte la mía, ya se había recuperado de
su malestar.
Aproximadamente una hora después, la misma aparecería por el portal de la
residencia en medio de la tensión de todos los presentes. Bajo el argumento de
una supuesta reunión de carácter confidencial, despachó sin mayor trámite al
personal de servicio mientras que al chófer, le dio la orden de estar pendiente
de la llamada. Nuevamente me invadió el temor, no entendía cómo era
posible que la “mujer del hombre”, como dicen los nicas, anduviese de arriba
abajo en no tan revolucionarias y menos aún, virtuosas andadas, con todo el
alto nivel de seguridad y espionaje que, según me informaban, existía en todo el
país. Resignado, tuve que admitir que aquella era una situación que no estaba
en mis manos y que, al igual que un soldado mercenario, no me quedaba más
que darlo “todo en la batalla”, confiando al final, salir bien librado y, lo más
importante, con la cartera engordada.
NARCOPARAÍSO BELICEÑO

Contra todo pronóstico, esa noche se me presentó el caso de tener ante mí a


una inusualmente afable Coatlicue quien, sin motivo aparente y apartándose de
su conocida y odiosa tónica, comenzó a hablarme de lo que en su concepto, era
una audaz estrategia revolucionaria.
Tomando como ejemplo a la semilla que para brotar y reproducirse, debe
primero descomponerse, es decir, morir, razonaba que así mismo debía
suceder con las transformaciones sociales. Aseveraba, que el anhelado
socialismo debía brotar del cadáver del capitalismo. Decía: “La muerte a
cualquier costo del llamado capitalismo, es una condición para conquistar el paraíso
socialista”. La burguesía, materialista, consumista y adicta por naturaleza, es dueña de una
vida sin sentido, una vida en la que no encuentra otra forma de llenar su vacío espiritual,
más que con el consumo imparable de drogas, las que le llegan y le seguirán llegando por
diferentes vías.
¿Es inmoral construir una sociedad superior con los restos de otra corrupta y decadente?
Creo que inmoral es no hacerlo, sobre todo cuando actualmente, estamos obligados por la
guerra a buscar recursos donde quiera que estos estén disponibles. Digan lo que digan,
tenemos todo el derecho delmundo a defendernos”.
Tales expresiones, proviniendo de una adicta, hiper derrochadora, déspota y
nada solidaria Coatlicue, sonaban, más que extravagantes, surrealistas.
Me dije a mí mismo que seguramente sus favoritos vinos Bordeaux o
Medoc, sus adoradas carteras Bvlgari o Vuitton, su refinada joyería y sus
exclusivos vestidos de diseñador, eran una sofisticada logística de guerra o
probablemente, una novedosa herramienta contra el subdesarrollo, una
estrategia que no yo alcanzaba a entender debido a mi pobre comprensión de
asuntos de estado...
Volviendo al caso, yo no tenía ni idea a qué quería llegar con toda esa
argumentación. Mi persistente silencio, producto de mi evidente despiste y
ciertamente también, mi terror a deliberar con ella, seguramente le habría
hecho ver como una miserable pérdida de tiempo, estar colmándome de
explicaciones ya que finalmente, de manera abrupta, fue al grano:
—Necesito que me lleves unos documentos y que los entregues
personalmente — me dijo.
Luego, con cierto aire ceremonial, me entregó un sobre sellado a nombre de
Herman Becker Kafka, dos mil dólares y un boleto aéreo a Ciudad Guatemala
desde donde, según sus instrucciones, inmediatamente tomaría una avioneta
privada hacia Ciudad Belice, (Belice). Ahí me estarían esperando para llevarme
directamente al destinatario de tales documentos, al cual ella definió como un
“interesantísimo” personaje. Después de reafirmarme perentoriamente que, «a
él y a nadie más que a él», debía entregar aquel sobre, terminó marchándose.
Como ya se me iba haciendo costumbre, no pegué los ojos en toda la
noche; temores y cavilaciones, iban y venían. Pensé en descartar el viaje a
Belice y volar directo a México. Ahora tenía 2,000 dólares más, agregándole lo
que había en la caja de seguridad del City Bank, ¿no era suficiente? Luego venía
más de lo mismo; una parte de mí decía que sí, que era hora de parar, la otra
parte, aguijoneada por una mezcla de aventurerismo y ambición decía: «no es
suficiente, no te conformes con migajas, piensa en grande». Como siempre, esta
última voz fue más fuerte y convincente.
Ese mismo día, después de arribar a Ciudad Guatemala, estaba de pasajero
en una diminuta y a ojos vista, no muy confiable avioneta Cessna, volando
hacia el pequeño aeropuerto de Ciudad Belice, donde, después de un breve
formalismo migratorio y según las instrucciones dadas por Coatlicue, me dirigí
en un viejo taxi a un pequeño muelle ubicado al final de Albert Street, donde
supuestamente, me estarían esperando. El sobre decía Herman Becker Kafka,
por lo que ingenuamente pregunté al tipo que me recibió si él era Herman, a lo
cual se sonrió y negó con la cabeza. Rápidamente nos dirigimos al borde del
muelle donde una impresionante motonave «Grand Londoño», con tres o
cuatro motores fuera borda y dos tripulantes, me esperaba. Partimos de
inmediato.
Aunque era la primera vez en mi vida que abordaba una nave de ese tipo,
trataba al máximo de mostrar familiaridad y ocultar mi nerviosismo. Pronto, la
magia marina de las aguas caribeñas me envolvió. Poco menos de una hora
después, llegábamos a Cayo Ambergris, un paraíso de playas blancas y aguas
turquesas. Atracamos directamente en el muelle privado de la propiedad del
misterioso Herman Becker Kafka.
La vista era grandiosa, un gran palacete blanco de dos plantas con inmensos
ventanales frente a la playa rodeado de al menos una docena de cabañas y un
exquisito jardín, en medio del cual, en una refinada estancia, unas diez mujeres
jóvenes en trajes de baño y pareos, todas sumamente atractivas, parloteaban
amenamente. No muy lejos del muelle, se encontraban unos tipos vestidos y
probablemente armados. En total, calculo que habría, unas veinte personasen
aquel lugar. Finalmente, fui conducido a un gran salón ambientado con
gigantescos posters de John Lennon, Mike Jagger, Bob Marley, James Deán y el
Che Guevara. Más allá, dos fotos gigantes de Jane Fonda, una semi desnuda y
otra con uniforme del Viet Cong, en una trinchera vietnamita, a la par de una
gran esvástica nazi dorada, colgaban de la pared. En el centro del salón, un
hombre de no más de 40 años, de mediana estatura, complexión atlética,
barbado, pelo largo, lentes de colores, atuendo hippie y con una copa en la
mano, me recibió muy amablemente, hablando con un imperdible acento
colombiano:
—Hola, adelante, ¿cómo está? Entre y siéntese hermano,
¿Qué quiere? Hay vodka, cerveza o si gusta, un pitito de rubia para que se
relaje. Tengo una hierba jamaiquina buenísima.
Le pedí no más que agua, y le pregunté si era don Herman,a lo que contestó
riéndose:
—Ni Herman y menos «don», es un invento de esta loca, pero dejémoslo
así.
Supe después que su nombre real era Carlos Lehder Rivas, un colombiano
que desde mediados de los años 70 constituía toda una leyenda en la región del
caribe al haber instaurado en Norman Key (Bahamas), una base aérea para el
envío de centenares de toneladas de cocaína a los EstadosUnidos. Nuevamente,
ante su insistencia, opté por cerveza y algo de comer.
—Ajá bueno, ¿qué dice ahora nuestra poeta? —preguntó.
—Oh, pues ella, aquí le envía esto —le dije, mientras procedía a entregarle
el paquete, el cual abrió, para empezar a leer cada una de las varias misivas que
ahí venían. Unos 20 minutos después, moviendo la cabeza comentó:
—Anda perdida esta mujer, todo esto no es más que pura mamadera de
gallo. Quiere jugar a dos bandas y no es así. Que escoja y se quede con su
Pablito mejor, a ver qué tal le va.
Nuevamente el nombre Pablo aparecía. Después de un momento me
dijo:
—Hace poco perdí en un mes, casi dos millones de dólares en ese pendejo
país. Todo se fue en planes y mentiras, esa gente sabe robar, pero no trabajar
bien. ¿Usted no es nicaragüense verdad?
Le dije que era mexicano, se quedó en silencio unos instantes, con la mano
en la barbilla y me dijo:
—Bueno hermano mire, trataré de comunicarme hoy o mañana con ella a
ver qué resuelvo. Usted tranquilo, pásela bien, escoja su chama y lo que
necesite. ¿Oká?
Dicho eso, uno de los empleados del lugar me llevó a una amplia y
confortable habitación. Luego me mostró todo el lugar a la vez que me
introdujo a los ahí presentes. Había dos grandes piscinas rodeadas de mujeres
preciosas, música, comida, bebida, una playa quieta y majestuosa con un
atardecer de maravilla, todo aquello, verdaderamente paradisíaco. Algunos
botes con grandes motores fuera borda rompían de cuando en cuando la
quietud; a veces con apurados personeros y otras con grandes bultos que,
después supe, trasegaban a embarcaciones de mayor calado.
Fueron tres fastuosos días en los que, en medio de ruidosos bacanales, licor
y droga, conocí, sin que fuese mi pretensión, muchos pormenores del fabuloso
negocio que daba campo a ese mundo de derroche e increíble opulencia.
Finalmente, Herman o mejor dicho, Carlos, me mandó anunciar que
saldríamos ese mismo día. A eso de las cuatro de la tarde partí de regreso a
Ciudad Belice, a bordo de la misma «Grand Londoño», pero esta vez, con tres
guardaespaldas armados. Carlos por su parte, venía en otra nave similar detrás
nuestro, también con hombres armados.
Una vez que llegamos al muelle, nos dirigimos al aeropuerto donde nos
esperaban dos sujetos que se reunieron con Carlos en una pequeña sala. Unos
veinte minutos después, salieron y todos nos encaminamos hacia la pista donde
abordamos un moderno avión Gulfstream de ocho plazas el cual, para mi
sorpresa, lo pilotearía el mismo Lehder.
Salimos y volamos en plena noche. Por el acento al hablar supe que los dos
sujetos con los que abordé el avión eran mexicanos; discreción al máximo, no
dije una sola palabra. Agotado por noches de desmanes y extrañamente sin
temor, me dormí sosegado. Más tarde desperté con los tumbos del aterrizaje.
Habíamos pasado volando una hora quizás. La pista, seguramente clandestina,
era alumbrada por los focos de unos vehículos y en los laterales de la misma,
había una especie de lámpara de gas o baterías que señalizaban sus bordes.
Supe que habíamos aterrizado cerca del puerto de Coatzacoalcos en el
estado de Veracruz, México. Bajamos y sin mayores preámbulos, Carlos se
despidió diciéndome que alguien llamado Alexander, se encargaría del resto
del asuntoy que el mismo partiría conmigo de inmediato hacia Ciudad de
México. Por mi lado, no tenía ni idea del asuntito ese, al que Lehder se refería.
Alexander era un güero gringo – colombiano, que había llegado de niño a
Nueva York. Empezó a trabajar con Lehder siete años atrás, cuando este tenía
la base de contrabando de drogas, en la isla de Norman Key (Bahamas) y
quien hacíaun par de meses había llegado a México. Tenía limitaciones visuales,
por lo que empleaba unos gruesos lentes. Tal razón, agravada con el hecho de
no conocer muy bien la carretera, sumado a mi agudo cansancio como para
ayudarle a enfrentar un viaje de unas doce horas hasta Ciudad de México, nos
hizo concluir sabiamente, que lo mejor era parar en algún cercano hotel de
carretera y reanudar el viaje al amanecer.
Al día siguiente, antes de las seis de la mañana, estábamos ya sentados en la
veloz Suburban, rumbo a Ciudad de México. A las preguntas de parte de
Alexander acerca de mi procedencia, de cómo conocí a Carlos, etcétera, le
sucedió una descripción de su parte de las peripecias de él y Lehder, por el
Panamá de Noriega y la Nicaragua de los sandinistas, las millonarias estafas
realizadas por altos personeros de ambos países, el miedo a atentados, así como
la relación de desconfianza mutua entre Lehder y Pablo Escobar, el intrigante
«don Pablo», que tantas veces escuché mencionar en Nicaragua. Más adelante,
me comentó sobre el concepto narco - revolucionario de Carlos Lehder, quien
acuñaría la frase: «la cocaína es la bomba atómica latinoamericana para los EE.
UU» y luego, sobre la idea de aquel de financiar guerrillas con ganancias del
narcotráfico. Idea que según me dijo, fue muy bien recibida por la dirigencia
sandinista.
Alexander me adelantó que hacía años que había dejado de ser un
consumidor de drogas y que sus vehementes consejos a Carlos para que
también dejara de consumir habían tenido poco éxito.
A eso del mediodía, nos encontrábamos ya en medio del apabullante tráfico
de Ciudad de México. Buscamos un restaurante donde comer y a su vez,
conseguir un teléfono a fin de llamar al contacto que Alexander tenía ordenado
y quienle daría algunas indicaciones.
Al llegar al lugar convenido, que era otro restaurante cercano, ¡vaya
sorpresa!, la persona a contactar era una perfecta conocida: Sofía Engracia, la
cual estaba acompañada de dos tipos que pertenecían al personal de la
Embajada de Nicaragua en México. Ella y Alexander, se dirigieron a una mesa
cercana y conversaron privadamente; los tres restantes compartimos otra mesa
y a invitación mía, un par de Tequilas.
Después de unos 30 minutos, Sofía y Alexander se levantan y nos piden
acompañarlos al parqueo donde había dejado la Suburban de cuya parte
posterior sacaron un par de maletines que fueron llevados bajo custodia. Me
despedí de Alexander por quien unos socios mexicanos llegarían en breve,
partiendo con Sofía y los sujetos de la embajada, a la residencia de Polanco
donde, ya con los maletines asegurados dentro de la misma, Sofía les agradeció
y los despidió.
El contenido de los maletines eran fajos de billetes de $50 dólares y unos
pocos fajos en billetes de $ 20 que totalizaban
$ 445 mil dólares. Desconocía totalmente la naturaleza real dela transacción
alrededor de ese dinero sin embargo, Sofía me describió el ficticio guión de
inmediato. A primera hora del día siguiente, se elaborarían ante notario varios
documentos que contataban que yo había recién vendido una determinada
propiedad inmueble y que a su vez, era el legítimo propietario de dos
empresas: «Agr***mex», dedicada a la formulación y exportación de
agroquímicos con sede en Monterrey y una procesadora de carne vacuna
denominada «Ro*** Es***lla S.A.», localizada en Culiacán, Sinaloa. El dinero
sería depositado en una cuenta a mi nombre en el Banamex, en ese entonces
uno de los más grandes bancos del país. En pocas palabras, yo pasaba a ser
legalmente propietario de los 445 mil dólares, así como de dos empresas
totalmente desconocidas para mí. Antes de despedirse y seguramente, notando
mi cara de perplejidad, Sofía me expresó, que todo lo anterior se había hecho
con el fin de poder vencer, lo que ella decía que era, «el bloqueo
norteamericano contra Nicaragua»...
Empecé a sentir que la ingenuidad de Sofía pasaba los límites de lo
razonable. Aunque no dudaba de su honestidad, a estas alturas, con lo que
había visto y oído, yo estaba convencido que todo este farsante esquema, no
tenía nada que ver con el bienestar de la gente en Nicaragua y sí con la
corrupción y los desmanes de unos pocos. Estaba más que claro que, en el caso
de Coatlicue, aparte de sus lujos, excentricidades, caprichos y por supuesto, su
místico e imperial proyecto, no le importaba para nada, la suerte de nadie en su
país.
CARGAR Y CORRER
Al marcharse Sofía, la presencia de aquel par de maletines conteniendo una
verdadera fortuna concentró toda mi atención. A mi cleptómano instinto de
cargar y correr, se oponía el argumento de que en todo caso ese dinero, sería
legalmente mío en menos de un día incluyendo las dos empresas descritas. Por
otro lado, me intrigaba mucho el increíble nivel de confianza en mí depositado
por Coatlicue, sencillamente, no lo entendía. Yo era falsificador de tickets de
entrada a partidos de fútbol, tramposo en juegos de naipes, gigoló y raterillo de
damas descuidadas. Fuera de eso, no conocía ni medianamente el llamado bajo
mundo mexicano. No obstante, estaba seguro de que entre compinches de la
calaña ahí encontrada, sería inaudito un nivel de confianza como la que
Coatlicue me brindaba al dejarme como custodio de todo ese dinero.
Al correr de las horas, de tanto en tanto me preguntaba si los tipos de la
embajada eran confiables y si tendrían llaves dela residencia. El temor me hizo
dormir en un sofá con el que a su vez tranqué la puerta principal. Finalmente,
ni con media botella de ron, me fue posible conciliar el sueño.
Al día siguiente, a las ocho en punto, apareció Sofía acompañada de un tipo
que decía ser notario y quien, después de anotar mis generales, procedió a leer
unos larguísimos documentos, indicandome donde tenía que firmar. Minutos
después, salimos los tres a la acordada apertura de cuenta y del depósito en el
Banamex. De manera formal, yo era ya el legítimo dueño de todo aquel dinero.
En las próximastres semanas, dos supermercados localizados en Ciudad Juárez,
pasarían también a ser parte de mi patrimonio. Todo eso decidido y hecho sin
consultarme siquiera mi opinión al respecto, aunque también, debo admitirlo,
sin resistencia alguna de mi parte.
En 1985 gobernaba en México, el presidente Miguel de la Madrid bajo la
bandera del todopoderoso y todo corrupto PRI. En ese entonces, conocer
siquiera al cuñado de un primo de algún funcionario o mejor aún, a la mera
esposa de un burócrata, significaba privilegios, oportunidades de negociazos y
si era el caso, impunidad ante la ley por algún desliz. Había percibido que el
tipo de personajes con quien interactuaba Coatlicue durante su estancia en
México, era gente influyente. Tal hecho, por un lado, aplacaba un poco mi
fundado temor en relación a la evidente ilegalidad en la que incurría a partir de
los turbios asuntos de los que yo ya era partícipe y a su vez, me disuadía de las
continuas tentaciones que me acudían. Producto de mis años de experiencia en
situaciones que exigían discreción, había desarrollado la prudente técnica de
hablar poco, preguntar menos y dejar fluir los acontecimientos; este era el caso
actual y debería serlo enel futuro.
Por varios meses no tuve comunicación alguna con Coatlicue quien se
encontraba en Nicaragua. Mientras que mi interacción con Sofía, era esporádica
y limitada a trámites burocráticos. Las utilidades de mis supuestas empresas, así
como los múltiples depósitos por aparentes deudas de váyase a saber qué,
engrosaban más y más cada día la cuenta a mi nombre en Banamex. Recuerdo
con precisión que, el mismísimo día de la independencia mexicana, el dieciséis
de septiembre de 1985, recogía yo mismo en el buzón de correo de la residencia
en Polanco, un informe bancario indicándomeun balance de cuenta superior, a
un millón de dólares.
En el transcurso de unos meses, mi vida había cambiado totalmente; una
tarjeta Master Card Platino, respaldada por los intereses de la cuenta bancaria,
hacía realidad lo que quisiese. Tan amable circunstancia y también recalco, el
temor a los poderosos amigotes de Coatlicue, coartaban rápidamente cualquier
eventual pensamiento de mi parte en cuanto a saquear la cuenta y correr. Era
un permanente sacrificio domar mi innato instinto cleptómano.
En esos días, exactamente el 19 de septiembre de 1985 se dio el terremoto
que afectó fuertemente a la Ciudad de México. Fueron días de muerte y caos
en distintas áreas de la gran ciudad. Sin embargo, la residencia en la colonia
Polanco no sufrió daño alguno, al igual que el cercano apartamento de Sofía.
Por otra parte, la casa de Carlos, mi amigo escultor en Colonia del Valle,
resultó muy afectada. Tuvieron que transcurrir varias semanas para que la
ciudad pudiera volver,a una relativa normalidad.
¿FÁBRICA DE FANÁTICOS?

Tal y como se verá más adelante, fuentes dignas de credibilidad, mencionaron


la posible utilización por parte del estado nicaragüense, ya desde el año 2010,
de técnicas subliminales de control mental a través de medios de audiencias
masivas como radio y televisión, a fin de dirigir oscuras pautas de
comportamiento social en la población. Así mismo, se han encontrado
señales que apuntan al uso detales métodos en algunos sectores ligados, a las
estructuras represivas del régimen.
La propaganda subliminal resulta ser, todo aquel mensaje audiovisual que se
emite por debajo del umbral de la percepción humana consciente, pero que el
cerebro procesa y almacena en el subconsciente, induciendo posteriormente a
determinadas acciones que son del interés del promotor de tales mensajes. Este
es un hecho prohibido desde 1968 por laONU, y hoy día es ilegal en la mayoría
de países respetuosos de los derechos humanos, y cuya aplicación, resulta
imposible de comprobar en un estado ilegal, terrorista y autoritario, como lo
es actualmente el nicaragüense. Especulación o no, consideré importante
incluir aquí mi experiencia a finales del año 1985 con algunos personajes
vinculados a un proyecto de investigación sobre el control mental de masas,
que incluía a sujetos que experimentaron métodos de hipnosis e inoculación de
farmoquímicos, durante interrogatorios a prisioneros políticos en el Chile de
Pinochet.
En este referido proyecto, Coatlicue tuvo una muy destacada participación
al brindar un holgado financiamiento a tales actividades. Tal y como se verá al
final, lejos de un caso resuelto, aquí lo que queda más bien, es la sensación de
haber agregado mil cabos sueltos, al ya voluminoso costal de conjeturas que
llenan este escrito. Después de todo loable objetivo, sería que esto motivase
sacar a la luz, hechos que por temor o indiferencia hoy permanecen ocultos, así
como argumentos que apoyen, desmientan o rectifiquen lo aquí relatado.
EL CÍRCULO FUCSIA (CHICHA)
A principios de octubre de ese año (1985), Sofía me anuncia la inminente
llegada a la residencia en Polanco, de una pareja de académicos soviéticos, un
varón y una fémina, quienes venían a continuar una investigación de carácter
médico y se establecerían por una temporada en México.
Una semana después, la llegada de ambos se hizo efectiva. El nombre de
ella era Dariana Symonenko, oriunda de Ucrania y quien hablaba un fluido
español. Mujer de impresionante belleza, ojos azules intensos y un rostro sajón
suavizado por unos rasgos que, luego supe, provenían de sus ancestros
maternos; su madre, armenia de nacimiento, había llegado de niña a Ucrania en
1921 huyendo del genocidio turco en ese país. El ruso se llamaba Dimitri
Masukov, un gigantón de modales no muy finos, rostro rechoncho y fumador
empedernido, hablaba casi a gritos, ruso entre él y la bella ucraniana y con un
terrible español hacia el resto. En sus cercanías, un característico y pertinaz
olor, ponía en evidenciasu escasa afición al baño. Aunque en un inicio creí que
ambos académicos eran una dispar pareja, pronto pude comprobar que su
relación era exclusivamente laboral.
A sus 42 años, Dariana era una doctora con especialización en neurología y
vastos estudios de la estructura y bioquímica cerebral. Había realizado cursos
de investigación y postgrado en Berlín, Maryland, Boulogne, Barcelona y
Navarra, siendo en éstas últimas dos ciudades donde perfeccionó su español.
Diversas publicaciones de su autoría, formaban parte de su impresionante
currículo.
Un área de su interés, era el efecto en el comportamiento humano de las
drogas sintéticas asociadas a lo que se da en llamar, «bombardeo subliminal de
información». Una iniciativa académica, que según me explicaría más tarde, se
remontaba a los años 30 siendo inicialmente dirigida a modificar conductas
criminales de presidiarios e internos psiquiátricos pero que, por su potencial de
aplicación a nivel de grandes masas humanas, rápidamente llamó la atención de
diversos gobiernos, algunos de los cuales, impulsaron vigorosamente su
desarrollo restringiendo toda información pública al respecto
A pesar de su estricta y según ella misma, dogmática formación marxista, las
expresiones de Dariana eran todo un dechado de tolerancia aunada a una lúcida
y coherente argumentación. Lectora insaciable, entre sus libros destacaba uno
en inglés, escrito por una autora checoslovaca que podría traducirse como:
Patología Psiquiátrica del Dictador, el cual llamó mi atención, por lo que, ante
mi interés por el tema y mi desconocimiento del idioma de Shakespeare, tuvo
ella la gran deferencia de leerme y comentarme en español, pasajes destacados
del libro en mención, lo cual sembraría en mí, l a semilla para ulteriores
análisis al respecto.
Dariana, ha sido una de las mujeres más capaces y admirables que he
conocido. Un raro ejemplo de sensibilidad, belleza y solvencia intelectual.
Dimitri por su parte, era un técnico con mucha experiencia en análisis
biométrico de tejidos, y un hombre de confianza de los directores del proyecto
que los trajo a México. El ruso era poco comunicativo y algo arrogante. Fuera
de su horario de trabajo, al cual los llevaban y traían de manera expresa y un
tanto sigilosa, su interés se reducía a fumar, tomar y charlar escandalosamente
con sus amigotes rusos, con los que se ibade farra los fines de semana.
Aunque oficialmente el proyecto al que ambos, Dariana y Dimitri, estaban
integrados, formaba parte del «Programa de Cooperación Científica URSS -
México General Lázaro Cárdenas». La verdad es que, apartando formalidades
burocráticas, la participación oficial por parte de ambos gobiernos, en la
práctica, era marginal por no decir nula y tanto Dariana como el ruso,
fueron escogidos y enviados como parte de un intercambio rutinario de
instituciones académicas.
Con el pasar de los días, algunas interioridades del proyecto en mención,
salieron a la luz.
Supe que en el mismo, participaba el Dr. Matías Durand, chileno de origen
francés de quien se decía, había colaboradocon Osvaldo Pincetti interrogador -
hipnotizador y hombre de confianza de Manuel Contreras, el sanguinario
director de la temible DINA, la oficina de seguridad chilena responsable de
miles de asesinatos y aberrantes torturas, durante y después del golpe de estado
a Allende en 1973.
Otro participante del proyecto era Hans Lee Santos «El Gurú», un brasileño
de rasgos asiáticos que conoció a Coatlicue en 1977, en el estridente ambiente
roquero y pseudo místico en el que ambos coincidieron en San José, Costa
Rica. Años después, Hans llegó a Nicaragua con el objetivo de establecer una
sede de la elitista secta denominada “Círculo Fucsia”.
Tal secta proclamaba la supremacía de los llamados “Reptilianos”, de
los cuales, supuestamente existían unos 400 miembros alrededor del mundo
(datos de 1985). Adscrita a la misma se encontrarían destacadas personalidades
políticas, artistas famosos y muchos multimillonarios.
Todos los miembros de la referida secta se consideran deidadesprovenientes
de diversas constelaciones del universo con el magno objetivo de purificar la
tierra y preparar la llegada de undenominado Gran Avatar.
Parte relevante de su doctrina es considerar a las guerras, las epidemias y
catástrofes naturales como el mecanismo por excelencia para tal purificación,
tomando el sufrimiento humano como un elemento necesario para saldar
cuentas kármicas por parte de las masas, debido a la ignorancia y desprecio de
estas últimas hacia las grandesverdades. ¿?
Al respecto, Sofía me relató:
—A mediados de 1983 llegó a Nicaragua un sujeto brasileño, prófugo de la
justicia de su país donde, con el título de «Sat Gurú», dirigía una secta
involucrada en algunos escándalos. Radicado entonces en República
Dominicana, se hace llamar Hans Lee Santos, conocido también como el gurú
Swami Shri Talhumades quien conoció a Cuatlicue en Costa Rica.
Elitista y discriminadora, esta secta vanagloria el éxito y poder de sus
privilegiados miembros, sin dar espacio en ella a quienes denomina fracasados.
Su lema es, que los poderosos más que los justos, gobernarán el mundo.
Promueven el derramamiento de sangre como mecanismo de purificación y
sostienen, que la esterilización forzada de las «razas inferiores», es un
imperativo. Su llegada a Nicaragua no era solo con el objetivo de agenciarse de
miembros y recursos para su secta, sino también, el de obtener conejillos de
Indias disponibles parasus enrevesados experimentos de control mental, tarea
parala cual Coatlicue y sus allegados, le brindaron una discreta colaboración. El
plan de experimentación empezó primeramente con voluntarios ávidos de
alguna regalía, luego con prisioneros comunes que, bajo la promesa de revisar
su caso y una falsa garantía de inocuidad de las sustancias utilizadas, accedían a
ser inyectados con algún tipo de droga, ingerir una especie de goma de mascar,
y colocarse sobre la cabeza unos aparatos. Cómodamente cobijados bajo la
protección de Coatlicue, todos ellos operaron a sus anchas en Nicaragua, de
junio a octubre de 1983. Aunque sus actividades llamaron la atención de los
órganos de inteligencia nicaragüense, se sabía que cualquier acción dirigida a
investigar sus actividades, sería abortada de tajo por el largo eimplacable brazo
de la Coatlicue, con consecuencias nada gratas para aquel infeliz que se llegase
a encontrar responsable de semejante atrevimiento. Nunca se supo nada de las
conclusiones finales de tales experimentos, lo que sí quedó entonces
establecido, fue la estructuración de un selecto grupo de los llamados iniciados,
todos íntimos de Coatlicue.
MONITO DE ZOOLÓGICO
Tal y como lo he apuntado anteriormente, en ocasiones me había sentido
intrigado por el excesivo nivel de confianza que Coatlicue había depositado en
mí, inquietud que finalmente, compartí con Sofía quien me expresó:
—En el nivel trivial y profano de su mundo, ella lo ha dicho, tú eres su
monito de zoológico, bruto pero divertido. Discúlpame, pero así lo ve ella, no
yo. Por otra parte, en su universo de fantasías y revelaciones místicas, para ella
tú eres el «Aguador». Sucede, que días después de conocerte y ante cierta
suspicacia de Maritza ante tu persona, Coatlicue visitó a un astrólogo brasileño
llamado Joao, quien en ese momento era todavía amante de Durand, el
chileno. A partir de tus datos de hora, fecha y lugar de nacimiento que
seguramente tú le diste, el brasileño obtuvo tu perfil astrológico y…
Corté súbitamente las palabras de Sofía y le externé:
—Me dices que ese astrólogo, Joao, ¿era amante del chileno?
—Sí, Durand lo trajo de Brasil y ahora lo abandonó aquí en México —me
respondió tajante.
De inmediato le pedí que fuésemos a visitar a Joao, algo a lo que
inicialmente se negó, temiendo que Coatlicue se enterase de ello.
Debo señalar aquí, que mi opinión acerca de los homosexuales en ese
entonces, no difería mucho de la del mexicano típico, la cual era superficial e
intolerante, considerando al homosexualismo como una perversión de la
naturaleza y a sus practicantes, como una afrenta para el resto de los
verdaderos “machos” mexicanos.
Por decadas la homofobia era una moda sin solapamiento, muchos
homosexuales en todo México fueron víctimas de crímenes de odio que casi
siempre devenían en impunidad.
Con todo ello, insistí a Sofía lo interesante que sería visitar ambos al
astrólogo. Al final accedió, a condición de que buscásemos la manera de que
Coatlicue no llegase a saberlo.
— Sucede que no le gusta compartir lo que cree que son, sus exclusivos
contactos —me dijo a manera de aclaración.
Al día siguiente, nos dirigimos al pequeño consultorio de Joao, ubicado
cerca de la Colonia Morelos, en un sector de clases populares y de mala
reputación por su inseguridad. Joao nos recibió saludando efusivamente a Sofía
con una acaramelada mezcla de portugués y español. Delgado, de tez blanca,
llevaba lentes y vestía de pulcra camisa blanca y pantalón oscuro. Un escritorio,
tres sillas, unas mesitas atiborradas de libros y un esquema del sistema solar
con remarcaciones astrológicas colgando de la pared, componía el ambiente en
aquel pequeño cuarto de consultas, que después supe, también era donde Joao
se alojaba. Todo aquello, para mi sorpresa, muy alejado de la prejuiciada
imagen que de él y de su probable entorno, me había hecho.
¿Cómo empezar a hablar? ¿Falseando nuestro interés por una consulta o
yendo directamente al grano? Sofía lo resolvió, pasando del saludo a una más
íntima conversación mientras yo aparentaba interés por un libro. Rápidamente
salió a colación, su difícil situación personal. Solo, en una urbe desconocida, en
un vecindario para nada atractivo ni seguro y con una esporádica clientela que
a duras penas, le daba para mantenerse. Agotados los magros recursos que
Durand le arrojó para que desapareciera de su vista, estaba por ser desalojado
de aquel apartamentico que se asemejaba al que yo habitaba apenas un año
antes. Sentí lástima, pero a la vez simpatía y respeto por la dignidad que Joao,
mostraba al relatar su situación.
—Tranquilo Joao, lo resolveremos, ¿verdad Jorge? — me preguntó Sofía, a
lo que respondí con un gesto de aprobación y una sincera sonrisa.
Luego, sin mayores preámbulos, nos fuimos directamenteal cometido de la
visita.
—Necesitamos tu ayuda, queremos que nos digas todo lo que sabes del
proyecto en el que trabaja Durand, sus objetivos, interioridades, ¡todo!
Su disposición fue total e inmediata. Después de una serie de apasionadas
diatribas contra el chileno, empezó a hablar de una manera más serena,
expresando:
—Primero que nada, todos en esa secta empezando por Hans, tienen el
concepto de ser una clase de seres superiores, una élite con una misión
supuestamente divina. Manejan una filosofía racista, se refieren a los chinos,
árabes, negros e indígenas como seres involucionados e inferiores, cercanos a
las bestias, por lo que deben ser tratados como tales.
—Todo lo que hacen está ligado a preparar la supuesta venida de Baluk
Teitan, el príncipe regente de un supuesto, nuevo imperio. Sus experimentos
los hacen contratando gente que ellos, llaman voluntarios pero que son
pagados. Les dan aingerir mezclas de diferentes fármacos en líquido, tabletas o
inyectados, y luego les hacen ver unos monitores de televisión. Ellos mezclan
imágenes y sonidos comunes, digamos música popular o novelas de televisión
con lo que llaman BSI, o sea, Bombardeo Subliminal Intermitente. La lógica
e n e s t o e s q u e la droga que dan a tomar ablande, o sea, incremente la
capacidad receptiva del subconsciente humano, haciendo que el referido BSI,
seamuchas veces más efectivo.
El programa en sí, es un sistema de control mental con proyecciones de
aplicación masiva. El supuesto avatar, el brasileño Hans, lleva años
desarrollándolo con el fin de inducir determinadas ideas y creencias, a un nivel
masivo. En Brasil lo experimentó con drogadictos y gente de la calle. Los dos
reciben mucho dinero de gente de aquí de México y del extranjero, entre ellos,
de Coatlicue.
Luego Joao, preguntó directamente a Sofía: —Ajá, ahora dime, ¿a qué viene
todo esto? ¿Acaso vos y tu jefa no lo saben, siendo ella una de las que más
dinero aporta?
Ante el silencio de Sofía, continuó:
—No sé, me vas a disculpar Sofía y espero no te molestes, pero…
Lo que siguió, fue una serie de denostaciones contra Coatlicue de las que,
con pinza, escojo las más ponderadas:
«Ignorante de la verdadera esencia del espiritualismo, exhibicionista,
intolerante, homofóbica, antisemita, de limitada cultura general a pesar de sus
ínfulas de intelectual».
Luego, cuestionó: —No entiendo, ¿qué hace una supuesta revolucionaria
con estos dementes? — agregando:
—Incoherentemente racista, le pasa las de Hitler, hablaba de la suprema
raza Aria, siendo él, un enano.
— Esta, tu jefa, de su misma boca se lo oí, odia a los negros, siendo ella lo
que en Brasil llamamos un cuarterón, o sea, unamezcla de aborigen americano,
africano, árabe berebere y español. ¿Acaso no se ve en un espejo? Es además,
un espíritu maligno, créanme, no será muy culta, pero es inteligente y muy
astuta para lo malo. Una víbora con poder, peligrosísima, ojalá me equivoque,
discúlpenme, pero eso eslo que pienso.
Las expresiones de Joao eran sentidas y tajantes. Mientras,Sofía callaba.
El tiempo se encargaría tristemente de darle un carácter profético a sus
aseveraciones. En el campo, el campesino por el alba augura el día. Así mismo,
el ojo experto, el almasensible, percibe la perversión del espíritu de manera más
temprana y clara que los demás.
Antes de concluir, Joao puso de manifiesto que el proyecto tenía dos
facetas, la oficial, teóricamente ligada al desarrollo de fármacos dirigidos a
tratar desórdenes de carácter neuro- cerebral y la real: un programa de
investigación y desarrollo de drogas sintéticas y de lo que se conoce como
bombardeo subliminal de información, esto es, un proyecto dirigido al control
mental del individuo, a través de una programación cerebral inducida. Los
objetivos globales del mismo le eran desconocidos.
Concluimos la visita, y le agradecimos a Joao su valiosa información,
poniendonos a su orden para lo que necesitase.
Pocos días después, con apoyo de Sofía y de mi parte, nuestro
matogrosense amigo, se trasladó a la entonces, porosa frontera mexicana –
estadounidense rumbo a Nueva York, en pos de mejores oportunidades.
INDIFERENCIA IMPOSIBLE
Cobijado en la idea de que al fin y al cabo, yo me había metido en esta
aventura por dinero y no por descubrir o entender tramas místicas o políticas
de ningún tipo, pretendí ser indiferente a todo aquello. Sin embargo, aunque lo
intenté, fueimposible.
Estaba en medio de una confusa trama que, quisiera o no, ya influía
decididamente en mi vida: Científicos en intrigantes proyectos, Lehder con sus
millones y sus paraísos caribeños, cuentas bancarias y propiedades de origen
desconocido, santulones gurúes, proyectos místicos imperiales, etcétera.
¿Qué relación había en todo eso?
La actitud seria, dedicada, aunque absurdamente fiel a su jefa, de parte de
Sofía, sus expresiones de humanidad y de aprecio a su revolución, su humilde
y sincero reconocimientoa sus compañeros caídos o en lucha por su país. Todo
eso definitivamente, no tenía absolutamente nada que ver con Lehder y sus
fastuosidades y menos aún, con las cotidianas brutalidades de ese submundo.
Tampoco imaginaba a Sofía promoviendo oscuros rituales o compartiendo
mesiánicos discursos, ensalzando el derramar sangre para honrar a los
implacables dioses, venerados por su dogmática e intolerante jefa.
UNA SUBLIME UCRANIANA

Conversar con Dariana era toda una exquisitez. Hablaba sin grandilocuencia,
me explicaba con palabras sencillas tópicos de temas complejos,
conmoviéndome con su paciencia para desenhebrar y corregir mis
desordenadas preguntas y más aún, mis trasnochadas afirmaciones pseudo
científicas, propias de una cultura ligada casi por entero a noticias del fútbol,
novelas y revistas fantasiosas obtenidas en quioscos de calle. Puedo asegurar
que nunca observé en aquella científica, un ápice de burla o desdén por nuestra
evidente desigualdad cultural.
Solos y en ocasiones acompañados por Sofía, en automóvil o caminando,
recorríamos calles, parques y vecindades populares, incluyendo algunas zonas
afectadas por el reciente terremoto que devastó ciertas áreas de la ciudad.
Alegre y generosa, recuerdo muy bien a aquella atractiva mujer de pie o en
cuclillas, tomando fotos con una cámara Kodak, conmoviéndose igual por la
admirable arquitectura de un viejo palacio que con la imagen de un mendigo.
Ucraniana antes que soviética, Dariana no tenía en muy buenos términos a
los líderes y pléyade de comisarios políticos de la entonces URSS. Nacida en
plena hecatombe nazi (1944), en su infancia, atestiguó los terribles rigores y
abusos de la postguerra. Su padre Ben Zimmerman (Dusseldorf, 1910) había
llegado a Ucrania siendo niño, con sus padres, judíos practicantes que huían
espantados de los aprestos de guerra en la Alemania de 1915.
Conscientes de las razias antisemitas que, de cuando en cuando, se
ejecutaban en Europa, tuvieron la decisiva idea de practicar su religión puertas
adentro. Más tarde, con ayuda de algunos contactos ucranianos, llegaron al
punto de cambiar el Zimmerman por el Symonenko en sus nuevos carnets de
identidad. Un hecho que, en definitiva, les permitió trabajar y poder llevar una
vida, no exenta de limitaciones (la URSS anexó Ucrania en 1922), pero al
menos, sin sobresaltos y que incluso, seguramente los salvó de la matanza de
judíos de Babi Yar, efectuada por los Nazis en Kiev en 1941.
Conocedora desde su tierna infancia de horrendas historiasde sobrevivientes
de las hambrunas provocadas, las matanzas y los campos de concentración
promovidos por Stalin y sus aplicados secuaces, creía que era una aberración
querer imponer doctrinas a sangre y fuego, que ninguna ideología podía estar
por encima de la dignidad humana y el respeto a sus derechos fundamentales.
Consideraba sin vacilación alguna a Stalin, tan criminal e infame como Hitler.
Durante el día, yo me había dado a la tarea de acudir a la biblioteca pública
ubicada en la cercana delegación de Cuauhtémoc, a fin de leer más sobre los
temas expuestos. Informal y espontáneamente, había establecido una
interesante rutina de aprendizaje histórico, filosófico y de otras áreas. En
aquella especie de embeleso pedagógico, pasésemanas.
Por otra parte, disfrutaba de la dulce burbuja financiera que me permitían
los réditos de la cada vez más abultada cuenta del Banamex, los que extraía,
sin consulta alguna, pero convencido de arreglármelas para justificarlos si se
presentaba el caso. Fue esa sin duda para mí, una muy grata época. El día se
consumía a vertiginosa velocidad y la noche, siempre llegaba con su pequeña o
gran dosis de delicioso aprendizaje.
Al pasar de los días, sintiéndome con más confianza para interrumpirla y
cuestionarla acerca de los aspectos éticos de los programas en los que
participaba, me dijo:
—Mira Jorge, mi participación en programas como este aquí en México, es
circunstancial y limitada a funciones técnicas muy específicas. No conozco los
objetivos finales del mismo, pero estoy clara de que no son el producir pastillas
contra la migraña o la depresión, sino que forman parte de un vasto esfuerzo
investigativo alrededor del comportamiento psíquico humano, con vistas a su
potencial control ymanipulación.
Consideré una deslealtad de mi parte, ocultar lo que sabía de trasfondo en
torno al proyecto en el que ella participaba. Así que terminé por revelarle mi
conversación con Sofía y Joao, las misteriosas acciones de Hans, el gurú
brasileño en Nicaragua así como de personajes como Durand, Coatlicue y su
imperial proyecto «Hueytlahtlocayotl», sin dejar de lado susrituales chamánicos.
Con una calma admirable y sin apenas interrumpirme, me escuchó. Había
creído yo importante, aun a riesgo de pecar de imprudente, oír la opinión de
aquella destacada académica sobre asuntos que claramente desbordaban mi
comprensión y turbaban mi espíritu. No me arrepentí de haberlo hecho.
Insistiendome en que lo que me dijera, era estrictamente personal, me expresó:
Es probable que las actividades del señor Hans y sus colaboradores
cercanos, se relacionen directamente con la manipulación y control de la
mente de sujetos sometidos a la influencia coordinada de drogas e
implantación subliminal de información en su subconsciente. Un hecho
antiético y delictuoso, pero practicado abierta o solapadamente, en algunos
países donde ha sido clave para la formación de ejércitos, de fanatizados
militantes. La Alemania nazi lo investigó y lo aplicó con algunos segmentos de
las despiadadas SS. Hoy día, en la búsqueda de información de inteligencia en
prisioneros de guerra o miembros de grupos terroristas, por ejemplo; la
aplicación de técnicas subliminales resultan muchísimo más eficaces que los
clásicos métodos detortura física o psicológica, los que se utilizan más bien con
el objetivo de derrumbar la estructura moral del adversario o por satisfacer
determinadas necesidades sádicas de los ejecutores directos de la tortura o sus
patrones, más que por obtener información de verdadera utilidad.—
¿Necesidades sádicas? —le cuestioné.
A lo que respondió:
—Sí, el sadismo es el disfrute del dolor físico o emocional infligido a otra
persona o a algún animal. Una práctica exclusivamente humana, no existe en la
naturaleza ninguna otra especie que cause dolor exclusivamente para disfrutar
por el sufrimiento generado a causa de su acción. El dolor físico ha sido una
importante estrategia evolutiva, un mensaje urgente de prevención de un daño
orgánico mayor. El mismo es originado a partir de una señal procedente de un
conjunto de emisores y receptores celulares, que reaccionan ante la alteración
invasiva de un determinado tejido orgánico. Es en sí, un mensaje bioeléctrico
que el sistema nervioso transmite y luego, traduce como una sensación
desagradable o dolor de variable intensidad que obliga, consciente o
inconscientemente, a tomar medidas de protección y supervivencia.
Evolutivamente hablando, en la lucha despiadada por sobrevivir, el identificar
y cuantificar el dolor de la víctima o incluso del depredador, resultaba vital
para la toma de decisiones, para atacar o para correr. En ese sentido, más allá
del grito que es la vocalización del dolor, nuestro sistema nervioso creó
sofisticados mecanismos de percepción, una especie de sensores biológicos del
dolor que a su vez, son capaces de generar en el receptor, una gama de
sensaciones que van, desde el terror a la tranquilidad y más aún, hacia una
euforia directamente proporcional al dolor del enemigo.
El sentimiento común de satisfacción que experimentamos ante el castigo a
un criminal, tiene que ver también con esos mecanismos evolutivos. Aunque
los humanos somos primariamente entidades biológicas, nuestro sistema
cognitivoy emocional hace que no actuemos solo por impulsos biológicos, sino
que también, por diversos códigos de valores. Identificamos como amenaza no
solo aquello ligado a los riesgos fisiológicos, sino también a nuestras
concepciones culturales o creencias políticas, religiosas, etcétera. Lo que
significa que, como especie social, hemos extendido nuestro ser más allá de lo
inmediatamente inherente a lo físico. Está demostrado que en las personas
sádicas se da una intensa activación de algunas regiones cerebrales cuando
directa o indirectamente, generan sufrimiento ajeno. En este caso, al igual que
con el consumo de drogas, se generan importantes secreciones de dopamina y
serotonina. Tomando en cuenta que causar intencionalmente dolor resulta
moralmente inaceptable y universalmente punible, las fuentes de satisfacción
sádica están vinculadas a la posición de poder sobre otras personas. Tanto el
abuso infantil como la violencia a personas físicas o mentalmente vulnerables
conllevan manifestaciones sádicas, no obstante, cárceles, reformatorios, centros
psiquiátricos y… GOBIERNOS, son las más abundantes y deseadas fuentes
de satisfacción de los adictos al sadismo. En la trastornada mentalidad del
sádico, la tortura física y mental al adversario político o religioso, no solo
satisface su insaciable demanda personal de dolor ajeno, sino la de su extendido
ser político o religioso. Los líderes sádicos, normalmente asociados a otras
psicopatologías a lo largo de la historia, han demostrado ser una fenomenal
maquinaria de muerte y destrucción. Sus trastocados dogmas, que
invariablemente incluyen la deshumanización de sus rivales y por supuesto, su
propia divinización, no solo arrastran a millones a matar y morir sino que,
anulan en sus fanatizados seguidores, valores morales esenciales para el freno
de muchos de nuestros bestiales instintos latentes, sadismo incluido.
Utilizando de pretexto la aplicación de doctrinas ideológicas ortodoxas o
pseudo espiritistas, tales líderes devenidos en implacables dictadores, se han
rodeado siempre de entusiastas verdugos. Con un discurso que claramente
alienta al crimen contra sus adversarios, van transformando a sus seguidores
usualmente, personas de la más baja calidad moral y maltrecha cultura, en
verdaderas hordas de fanatizados depredadores que, sin compasión alguna, al
grito de dogmas y consignas, no vacilarán en herir, torturar, violar o matar a
quien su gran líder oriente. La liga de comunistas o komsomoles soviéticos, las
camisas negras nazis, las pardas italianas o la infame guardia roja de la
revolución cultural china, han tenido el común denominador, una nefasta
mezcla de mesianismo, sadismo y megalomanía.
Palabras más o palabras menos, esas eran las explicaciones que Dariana me
brindaba.
VIAJE A PUEBLA

Todo el alud de acontecimientos vívidos en esos pasados meses, había


tenido un significativo efecto emocional en mí. Para bien o para mal, en pocos
meses, mi vida había dado un vuelco y aunque la euforia por mis estupendos e
inesperados logros económicos era apabullante, no dejaba de sentir el peso de
mis cuestionamientos morales y también, la incertidumbre en el porvenir.
Cada vez me era más frecuente, sentir nostalgia por mi feliz y despreocupada
infancia. Recordaba con gratitud el cuidado amoroso, los regaños y
preocupaciones de mi madre, ante mi rebelde y hasta vandálico
comportamiento. Necesitaba verla, abrazarla, sumergirme fugazmente siquiera,
en aquel pasado de fantasías infantiles y entusiasmos de adolescente. Venía
también a mi mente mi querido maestro Venusiano Ibáñez, quien para ese
entonces sería un anciano de unos 80 años.
Exiliado español llegado a México en 1940, Venusiano había sido mi
profesor en la pequeña secundaria Francisco Madero de mi natal Puebla.
Hombre culto y generoso con una inmensa vocación de servicio. Fue un
inestimable amigo y paternal consejero en mi adolescencia. Sentí la necesidad
de verlo, hablar con él, buscar su consejo.
En ese sentido, una noche y de la manera más natural, comenté a Dariana
sobre mi partida al día siguiente a Puebla, por lo que me ausentaría por 2 o 3
días.
Su inmediata e inesperada reacción fue una expresión de ironía y molestia:
—¿Vas a Puebla? Así, ¿de pronto? ¡Grandioso!
A continuación, poniendo el libro que leía sobre la mesa, se levantó de la
silla y caminó intempestivamente hacia su habitación, cerrando el episodio con
un estruendoso portazo.
Por primera vez la veía molesta y evidentemente, su molestia se relacionaba
con mi anuncio de viaje, ergo, lemolestaba mi ausencia… ¡Hurra!
Nada pudo haberme entusiasmado más que aquella su insolente, femenina y
reveladora actitud. Aún recuerdo vivamente mi grandísimo alborozo, mi rostro
caliente, mi corazón latiendo a mil. Me levanté de donde estaba y busqué aire,
necesitaba aire. Instantes después, un solo pensamiento llenó mi cabeza:
¡invitarla a ir!
Volver a la ciudad de mi infancia, perderme entre sus calles y cursar veladas
acompañado de aquella beldad, era mucho más de lo que me hubiese podido
imaginar. Volví a la sala y minutos después la vi salir. Se disculpó, me dijo no
tener ningún derecho a reclamar y otras tonterías. A continuación, le manifesté
mi disposición a viajar con ella y que pospondría el viaje para dar tiempo a que
se preparara. Aún con el ceño fruncido, dijo que no sabía, que lo pensaría, que
la disculpara,que necesitaba leer y no tenía ánimo de hablar. Antes de dejarla le
insistí:
—El próximo viernes es primero de noviembre, día de difuntos, habrá un
largo fin de semana y sería interesante…
—Ya le dije que lo pensaré —me interrumpió cortantemente sin dejarme
terminar.
Vistos los ánimos, decidí que lo mejor era callarme y alejarme. Emocionado,
esa noche apenas si pude dormir, ante la casi certeza de que recibiría un
fantástico sí de los labios dela bella ucraniana.
No duró mucho mi entusiasmo, al día siguiente Sofía me dio la inesperada
y agridulce noticia de que Dariana había decidido ir a Puebla y la había
llamado... invitándola a que nosacompañara. Con el ánimo por el suelo, no hice
más que anidar en silencio, la maquiavélica esperanza de que Sofía, mi querida
amiga, de alguna manera se indispusiera y anulara su participación al viaje
mientras que la otra, pues... ¡la mantuviera!
No hubo complacencia del destino, el viernes a primera hora ambas
mujeres se presentaban con la más plena disposición y entusiasmo para viajar,
por lo que en pocos minutos, estábamos partiendo hacia la histórica y hermosa
ciudad en un confortable Oldsmobile Cutlass descapotable que renté el día
anterior. Para mayor consternación de mi parte, ambas mujeres ocuparon el
asiento posterior. Ambas felices, parloteando, cantando e indiferentes a mi
desazón.
Pensaba por mi parte que una vez en Puebla, haría un espacio de tiempo
para buscar y hablar privadamente con mi viejo profesor. Al fin y al cabo,
renovar sentidas vivencias y no pueriles asuntos de féminas, era el preciado e
inicial objetivo de mi viaje, ¿no?.
Testigo mudo de mi feliz infancia, Puebla, también me era sinónimo de
limitaciones y penurias a partir de la separación de mis padres. Aunque había
salido hacia la capital a mis escasos 17 años, volvía siempre a mi terruño en
busca de consuelo y refugio, en períodos de vendavales amorosos o financieros.
Llegamos a la ciudad a media mañana, con un tráfico caótico por las
celebraciones callejeras y oyendo campanas al viento de muchas de sus tantas
iglesias. Era un ambiente festivo y popular. Poco después del mediodía
estábamos en casa de mi madre, quien tenía preparada comida típica para la
ocasión. El encuentro fue emotivo y la presentación de mis singulares amigas
estuvo llena de gracia y jovialidad.
Posteriormente, notando que la plática de aquellas mujeres derivaba
apasionadamente en los terriblemente aburridos y muy femeninos temas de
modas, decoración y similares banalidades, aduje un supuesto ruido oído en el
motor del auto que me obligaba a llevarlo a un mecánico.
Hecho así, me encaminé hacia el antiguo barrio El Refugio, lugar donde
sabía que mi estimable maestro residía. Llegado al sitio, estacioné y saqué del
valijero del auto una figura en metal del Quijote comprada el día anterior y un
disco, “La Viejita de Mozambique” de Carlos Mejía Godoy, que recién había
descubierto y que le traía como presente.
Atravesé el amplio portón de la vecindad que aglutinaba una docena de
pequeñas casas y de inmediato, reconocí la puerta de la morada que buscaba.
Suaves toques en la mismallamaron la atención de una matrona vecina, que me
advirtió de la ausencia total de personas ahí diciéndome:
—Los jóvenes salieron de paseo a las celebraciones con su bebé.
—¿Jóvenes? ¿Bebé…? —mi extrañeza inicial dio paso a un mal
presentimiento.
Al explicarle a la dama mi afán por hablar con el profesor,su respuesta me
estremeció:
—¿Don Venusiano? Uhh, él ya cumplió año de muerto mijo…
Anonadado ante tan infausta noticia, no pude sino agradecer la información
y marcharme hondamente consternado. Un gran sentimiento de desolación
embargó mi espíritu.
Cuánto hubiese deseado compartir con mi viejo mentor, la cascada de
acontecimientos que me habían sucedido. Sentía que su ida me dejaba huérfano
de sus certeros consejos, que, conociendo su probidad, integridad moral y
actitud franciscana, sabía por dónde vendrían. Aun así, anhelabaescucharlos.
Venusiano había llegado a México a sus 35 años, huyendo de la guerra civil
en España y, como decía, de los dos bandos; uno que le gritaba comunista y el
otro que matarle quería, acusándole de traidor.
Católico de ideas liberales, había militado con los republicanos españoles
siendo luego apresado por los franquistas en Cataluña y salvándose a última
hora de ser fusilado por la vehemente intercesión del obispo y el director del
colegio donde impartía clases, quien providencialmente, era tío paterno de
Pepa, su mujer. Con esta última y su pequeña hija Dolores, huyó a Francia de
donde, ya en los albores de la invasión nazi a ese país, apenas alcanzó a
embarcarse a tiempo en el puerto de Le Havre, rumbo a La Habana, en abril de
1940. De Cuba saldría hacia Veracruz, México, en septiembre de ese mismo
año.
Lector empedernido, biólogo de profesión y autodidacta,vivía al tanto de los
acontecimientos nacionales y mundiales. Nos alentaba a leer, leer y leer, más
allá de los deberesescolares. Amaba a Darío, de quien a menudo citaba: “El libro
es fuerza, es calor, es poder, es alimento; antorchadel pensamiento y manantial del amor”
En ocasiones, cuando le preguntábamos de qué parte de España era,
respondía: —Dime tú primero ¿de dónde es el viento?, mientras tanto, escucha:
Mi ombligo dejé en el muy asturiano Oviedo, mis dientes de leche en la tierra
de Quevedo, estudié en Pamplona y válgame Dios, solo a enamorarme fui a
Barcelona. He dormido en Nerja y amanecido en Gibraltar, donde bandera
española debería estar.
Hispanófilo a toda prueba y sabido de mi vínculo sanguíneo con el actor
Fernando S. «Mantequilla», cuidaba de que no hubiese otros profesores cerca,
para sacar su nacionalismo diciendo:
-—Ehh, venga, excelente actor tu tío. Sus películas, insuperables, como era
de esperar al tener detrás a directores, guionistas y libretistas insuperables,
todos españoles y más aún, andaluces. Vamos, que la época de oro del cine
mexicano tiene por nombre España y por apellido Exilio.
Su perspectiva de la conquista española era diferente a la que siempre había
oído en mis clases de historia y definitivamente, más lógica y más coherente,
aunque si se quiere, como mexicano que soy, menos heroica e inflama pecho.
De la misma, decía:
—Ha sido el mayor acontecimiento humano de los últimos dos mil años.
¿Qué otro imperio, con un puñado de marineros agotados, hambrientos y
desesperados, ha llegado no solo a conquistar sino a mantener unido un
territorio de más de 40 millones de kilómetros cuadrados por más de 300 años?
—Dos mundos frente a frente, que al fundirse, dan lugar al nacimiento de la
fecunda «hispanoamericanidad». La única potencia europea que creó el
mestizaje fueEspaña. Ninguna más pretendía unirse a otro mundo, nosotros sí,
incluso, con mandato y anuencia de la magnífica reina Isabel La Católica.
---Ninguna potencia se preocupó por la salvación de las almas de los
pueblos que conquistaba, nosotros sí. Y de escuelas fundadas, ¡por favor!: Cien
años antes que Harvard, en 1548, ya se había fundado la Universidad de San
Marcos en Perú.
Recordé también la sobriedad y el estoicismo con el que sobrellevó la
muerte de Pepa, su españolísima y dicharacheramujer años atrás.
Envuelto en tales remembranzas arribé a la casa de mi madre. Desde fuera
se escuchaba el jolgorio de las tres mujeres cuyas risas, en ese momento, me
resultaron fuera de lugar. Entré, tratando de guardar cierta compostura, sin
embargo, no pude o quizás no quise disimular mi tristeza. Con desgano y sin
mucho abundar, di la noticia a mi madre quien, también conocía al maestro y
quien, para mi sorpresa, ya estaba enterada del hecho.
Ensimismado, y sin prestar atención al nutrido parlar del femenino trío,
divagué un buen rato. Más tarde, al percibir el ansia de mi pareja de invitadas
por acercarse a ver la algarabía callejera que a lo lejos se escuchaba, con
apagado entusiasmo las conminé a salir, iniciativa a la que de inmediato
accedieron.
Esa mismo día por la noche pude tener una amplia plática con mi madre en
el fondo de aquel patio donde de niño yo correteaba. La misma me puso al
tanto de que con su magra pensión de enfermera jubilada apenas alcanzaba a
llegar a fin de mes, sobre todo ahora, con la compra de medicamentos debido
a una artritis que la agobiaba. Ni qué decir de mi inmensa satisfacción al
depositar en su mano una muy generosa suma de dinero, motivandola a colocar
una línea telefónica a fin de que tuviésemos una continua comunicación. Esto
último, posiblemente motivado por la fuerte experiencia vivida apenas un par
de horas antes en la antigua casa de mi profesor.
Puebla, señorial y hospitalaria, colmó las expectativas de mi peculiar dúo
de turistas y aún más importante, la experiencia había dado lugar a una
comunicación más profunda con ambas, creándose vínculos de mucha
confianza, lo que me permitió conocer, no sin asombro, algunos detalles,
opiniones sinceras, dudas y temores en relación a sus actividades. Elementos
todos que me ayudarían a tener una más amplia visión del menudo entramado
aquel que la vida, de manera inconsulta, me había puesto en frente.
AQUEL 19…
El 12 de diciembre, día de la virgen de Guadalupe, llegó con una
desagradable nueva: Daríana me anunciaba inesperadamente y para mi mayor
agobio, hasta con cierta alegría, el término de su contrato de trabajo y
consecuentemente, su pronta partida el sábado 19 de ese mismo mes; infausta
fecha que se me fijó en la mente, igual que se le fija la fecha de ejecución a un
condenado.
En los días subsiguientes a tan ingrato anuncio, sus exposiciones nocturnas
perdieron su sentido educativo para volverse un intenso ejercicio de
asimilación. Sí, quería asimilar, pero no solo sus ideas o palabras, esta vez
quería aprehender toda su humanidad, para guardar en mí, su inefable
presencia. Que se fuera ella, pero que se quedara Dariana, o viceversa...
Durante esos días, intenté no dormir para así ralentizar el tiempo y alargar
artificialmente, su partida. No funcionó, la temida fecha arribó y con ella, mi
desolación.
Insólitamente, aquella mañana llegó como cualquier otra. Me costaba creer
que el sol, el viento, el cantar de los pájaros, en fin, todo, siguiera como que si
nada pasara. En verdad me lastimaba la impasibilidad de la vida, ante mi
tristeza. Faltaba lo peor, verla a ella despedirse con la más indiferente
compostura, como acostumbrada a esas situaciones y el acabose, hasta
bromeando al darme la mano y decirme:
—Bueno, su Majestad Jorge V, adiós, goodbye, auf wiedersehen, arrivederci, un gran
gusto y gracias por todo…
No dijo más nada, absolutamente, más nada. La percibí fría, como imagino
al viento nocturno en las estepas de su natal Ucrania.
Desde la puerta de la residencia, más que caminar, la vi flotar, grácil,
sublime, dirigiendose hacia el coche que la esperaba, cuando de pronto, un
empujón y una atropellada voz me sacó de mi embeleso: —¡Hey favor, quitarte,
quitarte!
Era Dimitri, el brusco ruso, cargando una maleta tan grande como él,
exigiéndome pasada.
Una intensa sensación de injusticia me abatió. Finalmente, no podía más que
acogerme con resignación al único bálsamo efectivo en estas circunstancias: el
tiempo.
DE GIGOLO A TESTAFERRO

Después de buen tiempo de no saber de ella, en los primeros días de enero de


1986, recibí, a través de Sofía, una inusualmente amable misiva de parte de
Coatlicue, preguntándome acerca de mi disponibilidad de viajar a Panamá,
desde donde partiría con ella hacia Brasil, autorizándome a cubrir mis gastos
de viaje con la cuenta a mi nombre del Banamex. Esta vez, sin la menor
vacilación, respondí afirmativamente.
En mi estrecho universo, Brasil era el Maracaná, el templo del fútbol
mundial, el patio del más grande ídolo:¡Pelé! Conocerlo, sería como un
sueño hecho realidad. Mecostaba creerlo.
Dos semanas después, a eso de las seis de la tarde del 16 de enero salía
rumbo al aeropuerto de Tocumen, de Ciudad Panamá. Desde ahí, según las
indicaciones dadas, me dirigí al Central Hotel en el casco histórico de la capital
panameña donde pernocté.
Después de 24 horas sin saber de Coatlicue y sin forma alguna de
comunicarme con ella, empecé a inquietarme. Tenía el suficiente dinero para
los gastos de hotel mas no podía salir del mismo por temor a que en cualquier
momento me buscase. Por fin, al día siguiente a eso de las 5 a.m., uno de los
botones del hotel me avisa que un par de sujetos, esperan por mí en la
recepción.
Al bajar e identificarme, ambos tipos me hacen un saludo militar que me
deja atolondrado, sin saber como responder,indicandome de inmediato, sus
instrucciones de trasladarme al aeropuerto donde ya me esperaba la
“Compañera” junto a una delegación. Partimos de inmediato y sin apenas
mencionar palabra alguna en el trayecto.
Una vez en el aeropuerto, Coatlicue me recibió con previsible frialdad.
Estaba acompañada de dos mujeres, ambas de unos treinta y tantos años así
como de un varón alto, serio, barbado y de anteojos, con un cierto aire que
reflejaba el aspirante a seminarista que según supe, un día fue y de alguna
manera tambien, al hombre digno, valiente e íntegro que es hoy. De voz clara y
palabra cultivada, inspiraba absoluto respeto. Luego supe que Coatlicue, lo
despreciaba. Todos ellos conformaban la delegación nicaragüense que se dirigía
a participar a un determinado congreso en Brasilia.
Después de un viaje de más de nueve horas que incluyó paradas en Bogotá y
Manaos, Coatlicue (y por extensión, yo también), aduciendo numerosos
compromisos, se desprendió del resto de la delegación nomás aterrizar en Sao
Paolo.
Viajera consumada, Coatlicue conocía a la perfección todo lo tocante a
migración y aduana, orientándose con una facilidad que me hacía parecer como
un asustado provinciano en aquel inmenso aeropuerto. Ya afuera la esperaban
delegaciones de solidaridad con Nicaragua con quienes se manejaba con
pasmosa soltura e inusual jovialidad.
Sabedor del guión íntimo de Coatlicue, me conmovían aquellas genuinas
expresiones de afecto para alguien que supuestamente, representaba la justicia
social, la opción por los pobres y la iglesia comprometida. Eran jóvenes y
viejos, hombres y mujeres que con entusiasmo y honestidad, expresaban
entonces su cariño al pueblo de Nicaragua. Después de darme unas breves
pautas, Coatlicue me presentó a una amable pareja de activistas brasileños
quienesme condujeron a la modesta estancia de una sede sindical donde estuve
el resto del día, siendo trasladado a altas horas de la noche al lujoso hotel en el
que Coatlicue se hospedaba. Silverio, el varón de afeminados modales que me
condujo, probaría ser un gran confidente de aquella y un guía invaluable en los
siguientes días.
Aunque en circunstancias éticamente cuestionables, Rio de Janeiro, El
Maracaná, Ipanema y Copacabana, entre otros, serían nombres e imágenes que
se quedarían para siempre en mi memoria, vinculados a esos raros momentos
de dicha extrema que la vida nos da.
Volvimos a Sao Paolo donde una delegación ya esperaba a Coatlicue quien
se quedaría por unos días más en Brasil mientras yo regresaba al siguiente día a
México. Menos de unmes después, en febrero de ese mismo año, acompañaría a
Coatlicue en un viaje de casi dos semanas por Europa.
Praga, Sofía, Moscú y Madrid, con su formidable estadio Santiago Bernabéu,
se agregarían a mi personal lista de recuerdos, entre los que destaca, la
intrigante experiencia vivida en un pueblito de Bulgaria, no muy lejos de la
frontera entre esta y Macedonia, hasta donde fui con Coatlicue y un par de
intérpretes de la embajada nicaragüense a visitar a una famosa vidente llamada
Baba Vanga. Un vehículo con dos funcionarios de la cancillería búlgara, nos
acompañó todo el tiempo.
Ciega desde su niñez, Baba – una anciana de unos setentay algo de años por
entonces – era mundialmente famosa por sus dotes de médium y a quien
acudían personajes célebres de esa época, algo que despertó la curiosidad de
Coatlicue.
Llegamos a una casona blanca y rústica, en cuya salafuimos recibidos por un
par de mujeres que usaban un hábito marrón, como de monjas. Minutos
después, nos hicieron pasar a un pequeño cuarto donde se encontraba la
anciana aquella quien, casi de inmediato, sin siquiera responder a nuestros
saludos, apretando con cierta brusquedad, con sus dos manos, las entrelazadas
manos de Coatlicue, con voz hosca y hablando en un raro dialecto local, dijo
algo de lo cual, aún conservo la traducción final al español:
“Tres jornadas tiene de ida y tres de vuelta la estrella de pelo largo que hoy por el cielo
pasa, la estrella que nadie ve dos veces.
Justo al terminar su primera jornada, conocerás a tu enemigo. De tu propia sangre será.
Entonces crecerán tus alas, crecerán tus garras y también tu ponzoña. Brazas ardientes por
entrañas tendrás.
A mediodía, al terminar la estrella de pelo largo su tercerajornada, tu cabeza rodará”.
(Estrella de pelo largo: cometa Halley. – Una interpretación de las
expresiones de la médium, se da en uno de los anexos)
La anciana aquella, no agregó palabra alguna. Su extendido silencio y el
sutil gesto de una de las mujeres de hábito marrón, indicó que la sesión había
concluido. Ignorándonos por completo y permaneciendo de espaldas a
nosotros, la médium no respondió los saludos de despedida de una Coatlicue
intrigada, que aún en el vehículo y en silencio, siguió manteniendo sus manos
entrelazadas.
Al día siguiente, 26 de febrero de 1986, día de San Porfirio y onomástico de
mi padre, salí con Coatlicue y dos mujeres nicaragüenses que se unieron a ella
en el aeropuerto de Sofía, rumbo a Madrid donde, al igual que en Sao Paolo,
Coatlicue fue recibida con numerosas muestras de afecto. Previo a aterrizar,
Coatlicue ya me había advertido que durante tres días estaría en diversas
actividades en las que – felizmente – yo no alcanzaba.
Madrid, su Plaza Mayor y el estadio Santiago Bernabéu, luego Sevilla, su
Alcázar y el Guadalquivir, más tarde Gibraltar, las Columnas de Hércules y por
último, Puerto Palos, donde cinco siglos atrás, comenzó la epopeya de aquel
“desgraciado almirante” fue mi solitario, pero afortunado recorrido por la
España de mi querido profesor Venusiano.
El lunes 3 de marzo, coincidía con Coatlicue nuevamente en el aeropuerto
madrileño, desde donde volamos a Ciudad de México, mi destino final y escala
de ella y de sus acompañantes en su retorno a Managua. Este memorable
periplo por Europa marcaría el fin de mi “especial relación” con Coatlicue. A
partir de ahí, mi vinculación con ella estaría estrictamente ligada a mi papel de
testaferro.
Para finales de marzo (1986), Sofía me informa de la pronta llegada de
Coatlicue, quien había pospuesto su retorno a México en tres ocasiones. Ese
mismo mes, me había hecho propietario de dos grandes fincas en el estado de
Tamaulipas, cerca de Reynosa y la frontera con EE. UU. Por otra parte, la
cuenta en el Banamex pasaba ya de los 2 millones de dólares. Sin embargo, lo
que en un momento fue divertido y emocionante, poco a poco se estaba
tornando en inquietud.
Para ese entonces, yo no tenía la menor idea de conceptos administrativos,
tales como impuestos sobre rentas y cosas así. Por otra parte, recientemente me
habían llegado dos notas judiciales relacionadas a demandas, de orden laboral
la una y la otra vinculada a escapes tóxicos en la fábrica de embutidos de
Culiacán. Por otra parte, los continuos depósitosprovenientes de mis supuestos
deudores, así como las fincas en Tamaulipas cercanas a la frontera, no dejaban
de intranquilizarme.
¿Quiénes eran y a cuenta de qué me pagaban religiosamente? ¿Qué se hacía
en mis supuestas tierras de Tamaulipas? Eran preguntas sin respuestas.
Legalmente, poseía según los abogados, alrededor de 3 millones de dólares
en propiedades y poco más de 2 millones en efectivo, pero ¿de qué me servía
eso?, lo mío era el nombre nomás.
Como se sabe, Ciudad de México ha sido siempre reconocida como la
capital mundial de los secuestros. Es un secreto a voces, que las mafias
mexicanas tienen informantesen bancos y registros mercantiles. En los últimos
meses, el buzón de correos en Polanco (mi domicilio para efectos legales), vivía
atiborrado de ofertas de todo tipo dirigidas a mi nombre: apartamentos en
Miami y Los Ángeles, cruceros por el Mediterráneo, autos blindados, servicio
de guardaespaldas y hasta funerales en cementerios privados. Además de eso,
algunos asuntos menos profanos me carcomían desde el día que Sofía me
anunció la llegada de su jefa: sucedía, que sencillamente, NO quería volver a
hacer la función de gigolo, nunca más.
Desde el comienzo de este relato, dejé al descubierto que nunca he sido un
ejemplo de virtudes morales. A mis 20 años, hallé una forma fácil de vivir y la
tomé. Ahora repudiaba todo eso y estaba decidido a terminarlo. La muerte de
mi respetable profesor, y el recuerdo de sus preceptos; Dariana, su talento, su
gracia, su gran amabilidad y paciencia. Sofía, grande en sus valores. Ambas me
habían mostrado una cara de la vida, que nunca había notado que existía.
Ante tal decisión, tenía asuntos importantes que resolver, siendo el más
relevante, lo tocante a qué hacer con las propiedades y la cuenta a mi nombre.
Conociendo el inmoral andamiaje de Coatlicue y la farsa que había detrás de
todas sus acciones, no tendría yo el más mínimo escrúpulo para apropiarme de
tal dinero. ¡Para nada! Pero, ¿adónde huir con 2 millones de dólares? Mi
limitado universo hasta entonces, apenas si cubría mi natal Puebla y Ciudad de
México y con respecto a mis supuestas propiedades de Tamaulipas, Ciudad
Juárez y Culiacán, pues, ni siquiera las conocía. Además, seguramente me
buscarían por todos lados y tomando en cuenta, los nada inocentes personajes
con los que Coatlicue se vinculaba, no era precisamente la policía la que lo
haría. Exagerados o no, esos eran mis temores. Debía pensarlo todo, ¡pensar
bien y rápido!
El timbre del teléfono interrumpió mis pensamientos, respondí y, no podía
creerlo, era el notario, el mismo que realizó la documentación de las
propiedades. Pidió verme de manera urgente manifestándome que en 30
minutos, estaría en la residencia.
Palidecí de inmediato, estaba totalmente seguro que vendría por mi firma
para cerrar la cuenta y quitarme las propiedades. Me sentía abatido, tenía la
respiración agitada y los pensamientos a mil por hora. Recriminaba mi cobardía
e insensatez por no obedecer antes a mi vigoroso instinto de saquear
cuenta y largarme.
A como pude, me calmé y esperé a que el bendito notario llegara, lo cual
sucedió a los pocos minutos.
Entró en la sala, era un hombrecillo, bajo y delgado, de unos cincuenta y
tantos años, tez clara, de traje blanco y sombrero. Su estudiada voz y pícara
mirada, terminaba de darle un aspecto de catrín meloso y timador. Se acercó a
mí apaso rápido, quitándose el sombrero y extendiéndome la mano me dijo:
—¿Cómo está usted mi ilustrísimo caballero? ¡Mis respetos! Ya nos
presentamos una vez, soy el Dr. Alfonso Zorrillo de Aguilar, a sus órdenes.
Sin mucho entusiasmo le ofrecí una silla y continuó:
—Me informaron que la señora viene pronto, ¿sabía usted?
Un fruncir de ceño como única respuesta de mi parte, lo animó a tener más
confianza para hablar.
—Mire Jorgito, usted es Pueblano y yo Tlaquepaquense, ambos somos
mexicanos y creo que nos podremos entender,
¿verdad? —Pues creo que sí —le respondí.
Al instante continuó: —Bueno, pues sucede que uno de sus deudores, quien
regularmente le giraba pagos a su cuenta en el Banamex, está en una
situación, digamos, irregular. Se da el caso de quefalleció la semana pasada.
Fingiendo ridículamente pesar, el abogadillo aquel calló por un momento,
bajó la cabeza, se puso la mano izquierda empuñada en el pecho y
seguidamente, con cara contrita y voz de gravedad, continuó: —Tú sabes,
Jorgito, somos de la muerte.
— Asentí con la cabeza, más aliviado y medio sospechando por dónde
vendría el asunto. Luego prosiguió:
—Pues mira, soy amigo del contable del difunto y tú sabes cómo es esto…
él está dispuesto a dar por perdidos los recibos de los últimos cuatro depósitos.
—Bueno, ¿y eso para qué? —le pregunté con mal disimulada ingenuidad, a
lo que él, eufórico y tomándome del brazo me diría:
—Jorgito, Jorgiiito por Dios, eso significa que cuatro depósitos por un total
de 216 mil dólares pueden salir de tu cuenta sin que nadie, fuera de nosotros, lo
note, ¿me entiendes? Ese dinero no será reportado, de eso me encargo yo.
Además, he logrado que en tu estado de cuenta oficial, sean públicamente
declarados solo el 50% de los intereses anuales, el otro 50% o sea, casi 60 mil
dólares te lo pasarían a otra cuenta privada junto con los 216 mil dólares del
finado, ¿me has entendido?
Escondiendo el grandísimo alborozo que tal noticia me producía, pregunté
al avezado tinterillo qué ganaría él con todo esto, a lo que me respondió de
inmediato:
—Bueno, tú sabrás Jorgito que tengo que pagarle al contador, algo también
al del banco y bueno, para no salir tan mal, déjale a este pobre viejo que
soy, los 60 mil de losintereses y toma tú el resto, o sea, los 216 mil dólares.
Sin asimilar aún tamaña sorpresa, le pregunté: —Bueno entonces, ¿qué es lo
que hay que hacer?
Con agilidad de atleta, el hombrecillo aquel se suspendió de la silla y
extendiéndome la mano y me dijo:
—Usted solo necesita firmar, el resto ya está hecho, mañana a las 8 a.m.
estaré con los documentos en el banco, ahí lo espero, ¿le parece bien?
—¡Por supuesto! —le expresé.
¡Simple, rápido, asombroso! En menos de 15 minutos había resuelto de
manera fabulosa una situación que recién, la creí dramática. Contaría con 216
mil dólares, además de lo que tenía en la caja de valores. Era una gran fortuna
sin tener que correr ni huir. Por otra parte, podía ya plantarle cara a Coatlicue
sin importarme su parecer, devolverle su cuenta y propiedades, y ser libre.
¡Libre! Aquello me era sencillamente fabuloso.
Al día siguiente, todo se realizó tal y como estaba planeado, firmas por
aquí, firmas por allá. Al despedirse el tinterillo me recalcó:
—Bueno Jorgito, seguiré al tanto de otras oportunidades.
¡No dudé que así sería!
Sin pensarla mucho, me dispuse a sacar 20,000 dólares que, con el mayor de
los gustos, entregué a mi amigo Carlos, el instigador de esta aventura que había
transformado mi vida y quien estaba pasando por una difícil situación debido a
los daños ocasionados a su casa por el terremoto recién pasado.
Yo por mi parte, tomé dos decisiones: Primeramente mudarme
definitivamente de la residencia de Coatlicue en la Polanco, el mismo domicilio
al que un buen día llegué, con la embustera careta de ser influyente actor y el
escondido, pero muy real título de prostituto y timador bajo el brazo y que
luego, por más de un año me había acogido.
La segunda decisión, fundamentada en mis temores a alguna eventualidad
legal, fue depositar la mayor parte de mi dinero en una cuenta a nombre de mi
madre, para lo que teníaque idear una buena justificación.
Devota católica y de una intachable integridad, mi madre jamás aceptaría
dinero de dudosa procedencia. Para ella, yo actuaba como doble de actores
famosos en escenas riesgosas. En mis visitas, me conmovía oírla hablar con
vecinas y amigas de su orgullo de tener un talentoso hijo, un actor, capaz de
hacer lo que ni los famosos se atrevían. Aún recuerdo el pavor que me
producía el decepcionarla, si un día mi farsa saliera a luz.
Levanté y colgué una decena de veces el teléfono, antes de conseguir el
suficiente valor para hacerle saber la falsa nueva de que acababa de ganarme
uno de los premios menores de la lotería nacional y de inmediato oír su
alborozo y hacerme prometer un trío de misa de acción de gracias por tal
bendición… Restaba explicarle que, “debido a complejas razones fiscales y
bancarias”, me era necesario colocar tal dinero en una cuenta a su nombre.
Debo decir que me sentí re mal. Mentiroso consumado desde siempre,
confirmé que algo serio debía estar pasando en mí, como para experimentar tal
sensación.
Se acercaba Semana Santa y decidí salir de inmediato hacia Puebla para
realizar la apuntada gestión. En medio del tiempo requerido para finiquitar las
gestiones bancarias y legales del caso, quizás como una inconsciente manera de
expiar las mentiras ante mi piadosa madre, me di a la tarea de recorrer las
extraordinarias obras producto de siglos de arte eclesial. Aunque no me
catalogo de devoto ni nada parecido, desde mi infancia había admirado
siempre la vida estoica, defe y entrega en la soledad de los claustros de los
monjes y santos cristianos. Hablo de los verdaderos y honestos, de los muchos
que llegaron hasta el martirio, siendo consecuentes con sus creencias.
Recorrer las iglesias y monasterios poblanos, admirar su exquisita
arquitectura y arte sacro, es una experiencia que traslada al espectador en el
tiempo, conectándolo emotivamente, con ese pasado mundo de búsqueda de la
excelsitud artística, de severas penitencias y de dolorosa lucha, contra las
humanas pasiones. Fueron esos unos días de reflexión y recogimiento. Semana
Santa en Puebla también son sus procesiones, el teatro callejero de
«La Judea», y sus grandes dibujos a manera de alfombras en las calles; es
fascinante, todo un espectáculo de arte litúrgico popular.
BUENOS MUCHACHOS

Para los primeros días de abril, ya estaba de regreso en Ciudad de México. En


sus calles se empezaba a sentir la euforia por la cercanía del Mundial de Fútbol
(México 1986). Al comunicarme con Sofía, la misma me confirma la llegada
de la Coatlicue el día 8 de abril, manifestandome a su vez, la necesidad de
darme a conocer lo que ella calificaba, como un par de delicadas noticias.
Resultaba ser que Coatlicue, se reuniría en México privadamente y por
largos días, con un joven director de cine sudamericano y vaya sorpresa, había
dado instrucciones expresas a Sofía de asegurarse de que no quedase nadie
habitando en su residencia en Polanco. La pobre Sofía, ignorante de mis
andadas con el famoso Tinterillo y de mi nueva y abultada cuenta bancaria
personal, en su afán de no herir mi susceptibilidad, dando múltiples rodeos, era
incapaz de decir en palabras llanas y silvestres: ¡a volar joven
No podía, sino agradecer su consideración hacia mí. La tranquilicé
diciéndole que de hecho, ya me había mudado y que por otro lado, la noticia
relativa al tal director o nuevo amigo de su jefa, pues más bien me llenaba de
gran satisfacción. Ella también respiró aliviada ante mi respuesta y serenidad.
El día 9 de abril, recibí la esperada llamada para reunirme con Coatlicue en
el elegante e histórico restaurante Limosneros en Allende 3, Centro Histórico
del Distrito Federal. Me recibió con rostro amable pero indiferente, traje
formal, nada estrafalario. Venía de una reunión de corte diplomático y la
acompañaba un tipo alto, delgado, de buena presentación, de unos 35 años,
llamado Víctor, cineasta de origen uruguayo. Estaba también una mujer joven
llamada Ana, a quien reconocí como una de las participantes en el ritual aquel
día al que asistí, antes de salir de Nicaragua. Además de Sofía, completaban el
grupo dos sujetos, un italiano de apellido Rosete y un mexicano de apellido
Bodego, abogado de profesión. Comimos y departimos en un amplio mesón.
Luego, a excepción de Sofía y el uruguayo, quienes se quedaron a revisar unas
cuentas, los demás pasamos a una sala más privada donde, con tono grave y
ademanes ceremoniosos, Coatlicue habló en torno a que su proyecto imperial
(hueytlahtlocayotl) estaba entrando a un momento decisivo y también,
enfrentando amenazas que buscaban decididamente destruirlo, por lo que en
vista de ello, había formulado una estrategia para enfrentar tales peligros.
Estrategia que sería explicada por un “hermano colombiano”, quien de
ahora en adelante, sería la cara visible y ejecutiva del proyecto. Ernesto, tal y
como se llamaba el susodicho “hermano”, locuaz y con pleno dominio
sobre el tema, explicó que lo primero por hacer, era formar una empresa que
se haría cargo de recibir donaciones, y que sería establecida cuanto antes en la
isla de Gran Caimán, con oficinas en México.
TESTAFERRO AL 3.8%
«Consultentes per Opere di Religione» y «Tropical's Diseases Research
Foundation», fueron los nombres de dos supuestas ONG sin fines de lucros
que, basados en Gran Cayman Islands y con oficinas en Milán y Ciudad de
México, se encargarían supuestamente de canalizar fondos de donaciones
privadas para obras religiosas e investigaciones sobre enfermedades tropicales
respectivamente. Bueno, al menos era eso lo que sus sendas actas constitutivas
rezaban.
El italiano Rosete, era un personaje alto, recio, de gruesos lentes, medio
calvo y que hablaba con un español italianizado. Aunque guardaba sus normas
frente a Coatlicue o Sofía, lejosde ellas era locuaz, bufón y desinhibido hasta lo
vulgar. Se ufanaba de tomador y gran mujeriego. Abogado e italiano, Rosete no
se asemejaba para nada al personaje de Robert Duval, el prudente abogado o
consiglieri en la célebre película El Padrino. Parecía más bien, un brusco
estibador portuario enfundado en un lujoso traje. Como fuera, él se encargaría
de toda la documentación de las empresas a establecer.
El mexicano Bodego, también abogado, era un tipo reservado, de rostro
serio y de unos 40 años. Este, al igual que el italiano, no aparentaba mayor
relevancia. No obstante, ambos eran representantes de diversos personajes de
poder.
Al día siguiente, nos encontramos en las oficinas del notario quien nos
recibió con su singular labia. Minutos después, unos nos golpes en la puerta,
anunciaban la llegada de un panameño de nombre Asdrúbal, funcionario
adscrito a la embajada de su país en México. Era el Panamá de Noriega.
Por razones inherentes a los oscuros entramados que entonces mezclaban
dinero, narcotráfico, guerrillas y política, el funcionario aquel llegaba acertificar
la participación de sus representados en las sociedades de membrete cuya
redacción, corrección e inscripción en las entidades correspondientes, tomó
toda una semana. Con tales documentos en mano y en coordinación con Sofía
y por supuesto con la venia de Coatlicue, el viernes 11 de abril del año 1986
se abrieron 3 pares de cuentas diferentes, cada una con un capital inicial de
diez mil dólares. Por otra parte, a Rosete se le entregaron 30 mil dólares con
los que partió al día siguiente, para Gran Cayman con el mexicano Bodego. A
Víctor, el cineasta uruguayo, le fueron cedidos 12 mil dólares, y al chileno
Durand 24 mil. Todo ese dinero fue regresado de la cuenta a mi nombre de
Banamex. Se decidió también que la sede de las falsas ONGs se establecerían
primeramente en unas oficinas muy cercanas al edificio La Nacional en
avenida Juárez, Ciudad de México.
Ese mismo día fui formalmente informado de que, por mi condición de
presta nombre o simplemente, testaferro, se me asignaría anualmente una
comisión o coíma del 3.8% de los bienes inmobiliarios o en efectivo a mi
nombre. Algo extraordinario tomando en cuenta las grandes transacciones
proyectadas. Ahí mismo, todos fuimos conminados a firmar un denominado
pacto de silencio el cual, contenía clarasadvertencias sobre las consecuencias de
violar el mismo.
El colombiano “hermano Ernesto”, en todo momento demostró ser un
eficaz ejecutivo del crimen. Coatlicue por su parte, afirmaba haber decidido
establecerse pronto y de manera definitiva en México, ya que no era
conveniente para ella seguir en un país que, como el suyo, no estaba preparado
para conocer ni participar en un proyecto de la magnitud que ella pretendía,
que fuese su milenario «Hueytlahtlocayotl». En vista de ello y por la autoridad a
ella entregada, por un sinnúmero de dioses que ahí mencionó, comenzaría el
largo proceso de ofrendar Nicaragua entera, a distintas y supremas deidades. El
magno ritual de ofrenda, debía realizarse durante el eclipse solar de ese año,
hecho que ocurriría el 03/10/86, exactamente en el mismo momento del cenit
del eclipse, al cual denominaba Tonatiuh.
En conversatorios sostenidos Coatlicue explicaba que existían pueblos que
habían nacido exclusivamente, para saldar cuentas de un antiguo Karma.
Insistía, refiriéndose al nicaragüense, en que ese pueblo debía penar para
aprender la lección y mientras tanto, ser una abundante fuente de tlamanalizti o
sea, una ofrenda de sangre para que así, los llamados escogidos, subieran al
escalafón de semidioses. Decía ver ella con claridad, que ahí en su país, todos
seguían desviándose, por lo que miraba a ese pueblo como una causa perdida,
pero conveniente para ellos, al tener un abundante banco de sangre y dolor
en su caminar al altar de semidioses.
Todo aquello era dicho con increíble frialdad, mientras los presentes, por
conveniencia o real convicción, asentían con caras acontecidas. Por mi parte,
me costaba creer que personas con determinada formación académica, dieran
crédito a las evidentes sandeces de una trastornada que reducía el destino de
todo un pueblo a ser siempre un simple cordero dispuesto al matadero por
voluntad de unos implacables dioses. Me preguntaba a mí mismo : ¿qué tipo de
ente siniestro anidará en su, ciertamente, minúscula cabeza?.
CONFITES EN EL INFIERNO
Ese mismo fin de semana, domingo 13 de abril de 1986, mientras Coatlicue
salía en vuelo hacia Cancún en compañía de su recién estrenado galán
uruguayo, Sofía me informaba de la presencia en unas bodegas cercanas al
aeropuerto Benito Juárez, de Alexander, el güero gringo asistente de Carlos
Lehder, solicitándome que me encontrase con él, ya que no conocía la ciudad y
que además, traía una importante “encomienda”. Al punto me sugirió que lo
alojara en mi departamento, idea que no me resultaba muy halagadora. Hasta
ese momento, mantenía en prudente secreto ladirección de mi nuevo domicilio,
y estaba determinado a que así continuara.Me dirigí hacia donde se encontraba
Alexander quien lucía fatigado y nervioso. Ante su sugerencia de buscar un
lugar de lo más seguro, resguardé mi pequeño escarabajo en un parqueo de los
alrededores y conduje con él hasta el antiguo hotel Geneve, cerca del Ángel de
la Independencia donde contratamos un par de habitaciones.
Mucha agua había corrido bajo el puente desde la última vez que me
despedí de Alexander un año atrás. Empezó relatándome que por presiones del
gobierno de Belice, Lehder terminó su estancia en ese país y retornó a
Colombia donde la buena fortuna no lo acompañaría más. Rivalidades con sus
socios mafiosos y la persecución del gobierno que lo vinculaba a crímenes
de envergadura, lo hacían vivir clandestino y en permanente alerta. Gran parte
de sus anteriores operaciones eran continuadas y protegidas por altos
personeros del gobierno de Panamá de entonces.
Mientras la estrella de Lehder se apagaba, la de su ex aliado, Pablo Escobar,
más astuto, organizado y despiadado, se encendía más y más. Su poder
trascendía las fronteras colombianas y su influencia era más que notable en
Centroamérica y países del caribe. Ahora entendía las referencias de peligro a
su proyecto imperial por parte de Coatlicue. Ella y su grupo de poder paralelo,
por afinidades diversas, habían apostado por el alicaído Lehder, mientras
que la cúspide oficial del gobierno de Nicaragua, en un enredado chacuatol
narco político, habían optado por Pablo, el caballo ganador de turno,
obteniendo por tanto, grandes réditos financieros con ello.Después de una
amplia charla en su habitación, bajé con Alexander al comedor del elegante
hotel. Más tarde, de nuevo en la habitación, me mostraría el contenido de una
de las maletas: alrededor de 400 mil dólares en billetes de 100 y de 50 y en
medio de ellos, una pistola Glock 45, la cual tomó y me la dio diciéndome: —
Es poderosa, una de las mejores.
Con evidente pavor reflejado en mi rostro la tomé del cañóncon la punta de
los dedos, al notarlo me dijo riendo y asombrado:
— ¿Qué?, ¿nunca has agarrado una pistola?
—Jamás —le respondí.
—Entonces, ¿qué haces en esto? —me preguntó.
—La verdad, no sé, es una larga historia —le dije.
Finalmente me expresó:
—Mejor que no sepas nunca. Hacer un poco de “pisto” y retirarte de esta
porquería en cuanto nomás puedas, es la clave.
Tal circunstancia dio lugar a una larga y fecunda conversación.
Por años, el tráfico de drogas había sido para mí algo así como un delito
menor y lejano, similar al tráfico de licor durante la ley seca en EE. UU. que
había visto enentretenidas películas. No obstante, mi paso por el campamento
de Lehder en Belice, me había dejado grabado la opulencia y las fabulosas
historias de montañas de dinero que se obtenían. Así mismo, supe de las letales
represalias contra quienes los traicionaban, cosa usual en el bajo mundo, al que
yo en ese momento, ingenuamente quizás, consideraba no pertenecer.
Lavado de dinero, narcoguerrilla, atentados terroristas, carteles criminales y
demás, eran para mí y para el común de la gente en el México de esos años,
términos muy poco conocidos. Continuando sus confidencias, Alexander me
dijo:
—Yo estoy de salida en todo esto, no tengo comunicación directa con
Lehder desde hará unos cuatro meses, y no me llevo bien con estos animales,
ahora a cargo de todo. Te digo hermano, Lehder era un loco, no un asesino,
pero estos son verdaderas bestias. Trabajan perfectamente coordinados desde
Colombia hasta Río Bravo. Solo espero terminar de trasladar a mi familia de
Florida a otro estado, para desaparecer, ya tengo suficiente dinero mío
acumulado.
—Este dinero acá, es para esa loca de Coatlicue y los panameños. No sé lo
que haces, pero te veo novato, trata de no darte mucho a conocer. Ahora el que
manda allá en Nicaragua, es Pablo Escobar, no Lehder ni el grupo de ella. A
México vienen con fuerza, están creando células locales principalmente en el
norte, para abastecer la costa oeste gringa y esta gente no juega. Ojalá me
entiendas, sé sabio, agarrá lo que puedas y lárgate —finalizó.
Percibí que tales aseveraciones no tenían otra razón más que, el de un
genuino y fraternal deseo de transmitirme un sensato mensaje. Dichas en 1986,
tales expresiones tuvieron un sentido profético, tomando en cuenta la
espantosa violencia que en los años posteriores se desataría en México.
Violencia promovida por los llamados «cárteles de la droga» y que terminaría
remeciendo todos los estratos sociales y corrompería a casi todas las
instituciones del país el cual, nunca volvería a ser el mismo.
Al día siguiente, frente a Sofía, se hizo entrega del dinero por parte de
Alexander, dinero que sería luego depositado proporcionalmente en varias de
las cuentas recién abiertas. Me encargué de llevar a Alexander a la carretera
hacia Querétaro, a donde se dirigía. Nos despedimos, agradeciéndole sus
consejos y deseándole suerte. Luego tomé un taxi para ir por mi cacharro. En
el camino, un tanto inquieto, sentí la necesidad de buscar consejo legal en
algún confiable entendido. Un abogado que no fuera Zorrillo a quien no
veía ni serio ni confiable, sino más bien, afanado en sus propios intereses.
La relación con Lehder, los panameños, Rosete y sus posibles vínculos con
mafiosos italianos, las cuentas bancarias y el pequeño ejército de deudores
desconocidos, las propiedades, todo eso me inquietaba por sus potenciales
implicaciones delictuosas. El dinero, los beneficios económicos, habían sido
para mí, sencillamente extraordinarios y se perfilaban aún mejores, pero cada
vez tenía la más intensa sensación de estar ante una buena partida de «confites
en el infierno».
EL GORDO ALCIBIADES

Alcibíades Rivera Galo, de unos 54 años, estafador de oficio y talentoso


falsificador de obras de arte, con sus más de 150 kilos de peso, paseaba su
oronda humanidad por bares y estancos populares donde era muy estimado.
Era un verdadero erudito con corazón de oro (lo único no falso de él).
Todos coincidíamos que con él, o conseguías unas monedas o te ibas con
un sabio consejo, pero nunca te irías vacío. Sentado a veces en la barra del
local, a manera de improvisado podio cantinero, soltaba sus polémicas
expresiones o una memorable reflexión que hacía tocar tierra a algún presente,
en aquel espirituoso ambiente.
Criado en la verdadera babel que es el barrio de Tepito, entre rateros y
mercaderes de toda especie, apenas si cursó estudios de primaria. Sin embargo,
era un esmerado autodidacta; conocía la historia, geografía, música, cine,
geometría, vericuetos legales y hasta psicología. Decenas dlibros incluyendo a
Don Quijote, Los Clásicos, José de Vargas Vila y La Biblia misma, formaban
parte de su acervo. Miraba con desdén el fútbol y el boxeo, y a pesar de ser un
asiduo visitante de bares y cantinas de mala muerte, era un abstemio cabal. Se
rumoreaba que era masón, detestaba a Stalin, pero no los ideales de justicia del
socialismo y cuando se daba el caso, bien podía con su voz de tenor, cantar con
pasión La Internacional, un conmovedor Ave María o media docena de tangos.
De niño, barría, limpiaba salones por algo de comida y frecuentaba
talleres de restauración de imágenes eclesiales. Terminó ganándose el afecto de
maestros, aprendiendo las artes y mañas del oficio, lo cual, al unirse a su
imborrable herencia «tepiteña», lo empujó al meticuloso oficio de la
falsificación de obras de arte y también, falsificaciones no tan artísticas tales
como; cheques de banco, títulos y hasta billetes de lotería. Pecadillos que de
cuando en cuando, lo habían hecho conocer algunas prisiones.
Un par de veces logró inscribirse y pretendió correr como candidato
delegado a la municipalidad local, sin mucha suerte.
¡Necesitaba hablar con él! Le tenía confianza, cariño y mucho respeto, por
su sapiencia y don de gente. No me fue difícil hallarlo, lo divisé, al fondo de la
popular taquería «Lupona», en Peralvillo, relajado como siempre, charlando
con una señora mayor. Al verme me dijo: —Quiúbole mi chamaco, que
perdida la que te has pegado.
—Buenos días don Alcibíades, quería hablar con usted —lerespondí.
—Oh, lástima que “querías”, tiempo pasado entonces, vaya pues, pero
dime ¿se puede saber por qué ya no quieres? —respondió con seriedad.
Detallista al extremo en el uso del lenguaje, corregía siempre con su singular
humor. Ante mi risa, continuó:
—Espérame un momento, veré si tengo espacio en mi abultada agenda una
vez que esta ilustre dama aquí presente, recuerde los urgentes asuntos que aún
tiene por hacer y para pena mía, termine por fin de irse.
—Bueno desgraciado, ya verás —le dijo riendo, mientras se levantaba de la
silla la aludida dama quien, de paso, era la dueña de la taquería.
Con total sinceridad y transparencia, empecé a relatar a mi amigo los
insólitos sucesos por los que había pasado por más de un año, tratando de no
escatimar detalle alguno, a fin de brindarle el más claro panorama de la
situación.
Aprobando y rechazando con la cabeza, apenas interrumpiendo para alguna
aclaración, escuchó en silencio la totalidad de mi historia. Alcibíades tenía el
valioso y raro don de saber escuchar. Llegado el momento me expresó:
—Sorprendente lo que me has contado, ahora, pídete unos tacos pa’ que
nos alegremos y vayas cambiando esa cara de conejo asustado que te traes.
— Mira, siéntete agradecido y orgulloso. No cualquiera pasa de andar
buscando viejas para mal comer o vendiendo fotos en Tlatelolco y Xochimilco
como te vi la última vez, a manejar una pequeña fortuna sin marearse y sin que
se le suban los humos a la cabeza. Cualquier otro tonto anduviera por ahí,
ufanándose de su dinero y vos, según veo, mantienes tu sencillez de siempre y
también te preocupas del aspecto ético y legal del asunto, lo cual es excelente.
— Ahora bien, lo que has estado haciendo se llama legitimación de capitales
o lavado de dinero y legalmente hablando, es un delito que en la práctica nunca
se aplica, de lo contrario, medio PRI estaría preso. Además, percibo que la
mujer esa que se hace llamar Coatlicue, tiene seguramente influencias con gente
grande del gobierno aquí y lo mismo debe pasar con el “divino” gurú brasileño
ese, así que por ese lado, siéntete blindado manito. Por otra parte, debes de
estar claro de que estás tratando con verdaderos fanáticos, gente que se aferra a
un dogma y quedan alienados. Son los escogidos, los únicos, los correctos. Los
demás para ellos son sólo basura, carne y sangre para sus proyectos, y dioses de
pacotilla. Han asolado por siempre a la humanidad demostrando ser capaces de
todo por sus dogmas. La historia lo ha demostrado una y otra vez.
— Hitler, un hombre de escasa cultura y peor moralidad, pero dueño de
una descomunal oratoria, logró desplegar alrededor suyo no solo a
energúmenos como Goering sino, a muchas de las mentes más brillantes de
Alemania; científicos, intelectuales, artistas, militares y millones de personas
comunes, cayeron seducidos por sus fastuosos delirios de grandeza racial. Te
digo esto con el fin, de que no tomes a menos, a estos lunáticos y su corte de
advenedizos serviles. Tienen la virtud de creer en lo que hacen y son
terriblemente astutos y tenaces.
Recuerda algo: las peores abominaciones se han cometido y se cometen por
gente que se cree escogida para una grandiosa misión en la vida. Así su misión
implique muerte, destrucción y dolor o sea, lo no compatible con la vida y
menos con lo grandioso.
Ahora bien, una de las cosas más difíciles en estos asuntos es saber retirarse.
Igual que el jugador de póker, que siempre dirá que la próxima mano será la
última y no cumplirá, a menos que se arme de valor, mucho valor.
— Si ya tienes lo que quieres, percibes riesgos y no estás muy a gusto con el
asuntito ese, pues, sé sabio, da el paso al lado y retírate mano.
Durante más de 2 horas compartí con Alcibíades mis inquietudes y
expectativas. Finalmente, le manifesté mi aprecio por sus valiosos
razonamientos y me despedí de él, emocionado.
Un par de días después y más que nada, pensando en el incierto futuro de
mi robusto amigo, lo busqué para asociarnos y establecer un par de pequeños
negocios de baratijas, que él mismo administraría ahí en Tepito.
BOCHORNO EN LA SALA

Aquella escena derrochaba espectacularidad:


En medio del amplio e iluminado salón, con música de Bob Marley de
fondo y a la vista de decenas de asistentes a la presentación de diversos
conjuntos centroamericanos de danza artística, en el salón principal de una de
las sedes del Sindicato de Maestros de Ciudad De México, (Colonia Tlaxpana,
Delegación Miguel Hidalgo), Marilyn, un cobrizo y joven indígena Talamanco,
de unos 6 pies de altura y una formidable musculatura, vistiendo un ajustado
traje azul de ballet, como parte de la delegación costarricense de danza, tomaba
de los hombros y sacudía violentamente la menuda humanidad de una
estupefacta Coatlicue, reclamándole por la agresión de esta última a Nicole, una
esbelta mulata de unos 20 años de edad, miembro del conjunto de bailarines de
la costa caribe nicaragüense quien, sentada en el piso de aquel salón manaba
abundante sangre de su nariz producto del golpe de un pesado vaso de vidrio
que Coatlicue le lanzara, furiosa con ella, por razones desconocidas.
Carlos, uno de los miembros de la corte de sirvientes de Coatlicue y quien
quiso intervenir a favor de su jefa, yacía tirado también en el piso producto de
la enérgica reacción del gigantón talamanco, cuyas lágrimas de indignación
empezaron a diluir y correr el maquillaje de las delineadas líneas oscuras bajo
sus ojos, mientras que, con su afeminada pero potente voz, recriminaba a una
aterrada Coatlicue quien, como un enclenque y ridículo títere, se movía al
ritmo de aquellas sacudidas. Todo aquello, ante la atónita mirada de decenas de
presentes, que en aquel salón se encontraban celebrando el 116 aniversario del
nacimiento de Lenin.
Vale la pena destacar que la casi totalidad de los presentes, en una oprobiosa
demostración de escaso humanismo y máximo servilismo, no nos dignamos en
asistir a la joven agredida la cual, con ambas manos en su rostro, trataba de
contener el profuso sangrado de su nariz. Nuestra vil inacción demostraba,
como la conveniencia política o financiera (como era mi caso), ciega y
enmudece a los oportunistas y fanáticos.
Debo aquí reconocer la honrosa actitud del escritor y caricaturista mexicano
Eduardo del Rio, “Rius”, que se encontraba ahí presente y quien, desde un
primer momento, fue el único que corrió a socorrer a aquella joven, dando a su
vez, claras muestras de desaprobación hacia Coatlicue por su reprochable
acción.
La súbita presencia de un par de guardias de seguridad, corriendo con cierta
torpeza hacia Marilyn, probablemente hizo reflexionar a este, quien, finalmente
y con un manifiesto gesto de desprecio, soltó a una angustiada Coatlicue de
ojos desorbitados, encaminándose inmediatamente hacia la sangrante Nicole.
Instantes después, inspirado quizás por la hidalguía de aquel indígena
danzarín, una gota de humanidad se las arregló para colarse por un mísero
resquicio de mi conciencia impulsándome a ofrecer llevar de inmediato a la
muchacha a una clínica. Le supliqué a Sofía que nos acompañara. Nicole,
apoyada en Marilyn, ambos sin más abrigo que sus tenues trajes de baile, se
dirigieron rápidamente a mi coche. Salón adentro, en medio de fingidas caras
acontecidas, maliciosos susurros, mal disimulada sorna y una que otra
palmadita de «revolucionario» aliento en las espaldas de la asustada y humillada
Compañera, la fiesta continuó.
Ya afuera, Marilyn abrió la puerta trasera del auto, acomodó
cuidadosamente a Nicole en el asiento, puso la cabeza de aquella sobre sus
piernas, a la vez que me hacía un enérgico ademán para partir. Aún recuerdo su
mirada feroz, creyéndome justamente parte del séquito de serviles de Coatlicue.
En pocos minutos llegábamos a una clínica cercana donde solicité
urgentemente asistencia médica para Nicole, quien seguía sangrando.
Sin hablar y verdaderamente consternados, Sofía y yo, esperamos en la sala
principal de la clínica. Asientos aparte, estaba Marilyn, serio y mirando al techo,
con su corrido maquillaje bajando por sus mejillas, sin importarle las
maliciosas miradas de las enfermeras y visitantes que también esperaban.
Sentí que aquel indígena costarricense, sin duda alguna, me había dado una
estupenda demostración de lealtad y de un profundo desprecio al abuso. Si
alguna vez creí que valor y nobleza era asunto de “machos”, el decidido actuar
de Marilyn, me rompía y tiraba en la cara tal dogma.
Hora y media después, salió Nicole. Afortunadamente no había fractura,
pero sí, fueron necesario algunos puntos.
Ante la decidida sugerencia de Marilyn de denunciar el hecho ante la policía,
Nicole nos observó, bajó la cabeza y pidió que la fuésemos a dejar al hotel
donde se hospedaba. Los gestos de desaprobación de Marilyn fueron evidentes,
no obstante, quizás comprendiendo las impredecibles consecuencias que
Nicole, una vez en Nicaragua, podría llegar a enfrentar ante la todopoderosa
«Compañera», optó por callar y respetar la decisión de esta.
Rayaba ya casi la media noche del 22 de abril de 1986, cuando dejé a aquel
par de jóvenes artistas a las puertas de un modesto hotel de la delegación
Azcapotzalco.
Al bajar un poco en mí la emoción por el suceso, no resistí la tentación de
cuestionar a Sofía quien había permanecido callada y consternada por lo
ocurrido.
—¿Qué pasó? —le pregunté. —Se molestó al ver platicar y bailar a la muchacha
esta con el uruguayo. —Me contestó.
Luego, ante mi expresión: Mujeres, mujeres, mujeres, ¿por qué tuvo que
coquetear con el tipo ese? No sabía acaso… —me interrumpió bruscamente,
indignada y diciendo:
—¡No hables imbecilidades, Jorge! Nada justifica una agresión. Además, es mucho más
que eso,a ella le interesa más la muchacha que el tipo ese…
—¿Cómo es eso? —le pregunté.
Con evidente hastío y haciendo gestos con las manos me expresó:
—Solo déjame en mi casa, ¿quieres? —para inmediatamente agregar: —o me
bajas aquí y me voy a pie, como quieras…
Aquella intrigante expresión de una, inusualmente molesta Sofía, acerca del
interés de Coatlicue por la bella mulata, Nicole, me dio que pensar mucho. No
obstante, el alud de acontecimientos en curso y también, mi nulo interés por la
vida íntima de Coatlicue y sí, por su dinero, rápidamente nubló en mí, toda
especulación.
Aun a riesgo de parecer un tanto desalmado, debo declarar aquí mi
permanente satisfacción de haber sido testigo de aquella única e imborrable
escena de una Coatlicue humillada y sometida, por primera vez quizás, en su
más que azarosa vida, a una merecida picota. Personal gozo que me hace
recordar la charla de Dariana, relativa a las trazas de sadismo que los humanos
llevamos muy adentro.
Por otra parte, aunque es un tema hoy día delicado y sujeto a polémicas
interpretaciones, considero apropiado presentar aquí un par de relatos que
ponen de manifiesto, el increíble nivel de hipocresía de Coatlicue.
Antes que nada, debo aclarar que respeto absolutamente el derecho de cada
ser humano a manifestar su sexualidad a como le plazca. Aunque me desarrollé
en un medio machista por excelencia (México de los 50’s y 60’s) a lo largo de mi
vida he conocido y tenido a mi alrededor a personas entrañables y de relevantes
cualidades humanas, pertenecientes a lo que hoy se conoce como diversidad
LGTB.
Lo aquí expresado debe verse entonces como elementos que aportan a los
objetivos de este escrito, entre ellos, exponer las asombrosas contradicciones
del personaje público que nos ocupa y no como un elemento de burla o
discriminación.
Homofóbica feroz, rápidamente supe que Coatlicue no reparaba en ofender
a quien consideraba que transgredía su personal concepto de hombría o
feminidad. Obligado a oírla, dedicaba fuertes epítetos a famosos artistas,
escritores, poetas de tendencia gay, lo mismo que a personas del mismo
gobierno sandinista de entonces que, según decía, estaba plagado de «maricones
y machorras».
Aunque había notado que en casi todas las personas con quien interactuaba,
los escrutadores ojos de Coatlicue veían siempre algún tipo de indicio “raro”
(algo que, como relaté al inicio, ocurrió en mi primer encuentro con ella)
sinceramente, nunca le di importancia.
Tanto en los siguientes testimonios, como en lo encontrado en uno de sus
diarios, se confirma que Coatlicue, gusta de «escupir al cielo».
UNA CHAVALA ALBOROTADA
(TESTIMONIO)

“La conocí cipota, de unos 15 años tal vez. Creo que fue para 1966.
Acelere, despabilada, brava al “escaliche” (argot juvenil), pero nada fuera de
lo común. Bonita nunca fue.
Como sabíamos que el papá, don Teódulo, era “arrecho” y andaba siempre
empistolado, nos “achimicabamos” y casi no la enamorábamos. Además, doña
Zoila, la mamá, era una señora muy seria, respetable y para remate, amiga de mi
mama. De pronto fue que la vimos panzoncita y nos extrañó mucho.
El destape de ella se da como para el 68 o 69 y de ahí en adelante. No fallaba
a los bacanales de La Tortuga Morada con la música de los Beatles, Rolling
Stones, Santana, Hendrix, marihuana y sexo libre.
Aquel «Make love no War», muchos jóvenes de entonces lo tomamos muy
en serio. Aunque la ola Hippie entró en Nicaragua con la nota mística, la
fraternidad y la rebeldía contra el stablishment, la verdad es que, lo masivo en
Nicaragua, fue el placer sensorial, la droga y el sexo a lo salvaje y en eso, la
Chayito, al igual que otras muchachas aventadas de la época, no fue la
excepción.
Personajes destacados de los que me acuerdo fueron Carlos Alemán,
Roberto Rappacciolli, el pintor Vanegas, La Rana Castillo, Noel Rivas, Ricardo
Palma, Nardo Parrales y Uriel Arauz. Este último, era un leonés al cual se le
metía la Chayito, pero este nunca le paró bola. Primero porque al maje solo le
gustaban “jañas tuanis, jañas de clase” y segundo, porque la susodicha, era
famosa por armar más que escenas, madre escándalos por asuntos de celos.
Además, era conocido que la misma tenía una, digamos, “especial relación”,
con una costeña lindísima que le decían La Ciclón, que era una tremenda
bailarina y también, buena a los “cachimbazos» y a quien nunca se le conoció
marido o novio. Esta Ciclón le pegó una vez una tremenda “cachimbiada” a
Bayardo Arce allá por las Delicias del Volga, cuando este, “hasta los quesos de
borracho” la quiso vulgariar.
La Ciclón tenía fama de bruja, usaba un crucifijo al revés y vivía sola en una
casa quinta, cerca de la loma de Chico Pelón, que en ese entonces, ya era casi
decir las afueras de Managua. Ahí pernoctaba algunas veces la Chayo. Se sabía
también que era muy íntima de una salvadoreña que había convivido con la
famosa “Caimana”.
Después, ya en La Prensa, la miré un poco más sosegada, estaba en la cosa
literaria y medio “gallo – gallina” con lo del Frente Sandinista y el Grupo
Gradas. Yo nunca le creí mucho, ya que se conocía que anduvo un tiempo con
Ronald Sampson, un esbirro de la Guardia, hermano de la Dinorah, la querida
de Tacho.
Créeme, ni yo ni nadie por entonces, podría haberse jamás imaginado que
aquella chavala alborotada y media rara, se convertiría un día en la tirana de
hoy.
Ni “fumándola verde” como decíamos en esos años, hubiéramos creído
estar ante una futura criminal, de un calibre igual o peor al de Somoza.
Erasmo P.R. Ingeniero jubilado (*Managua 1947)
Los Angeles, California, septiembre 2021.
CARNE CELESTE

El contar con una importante suma de dinero en efectivo me permitía


dedicarme a la fascinante tarea de comprar objetos robados, entre ellos, anillos,
relojes, crucifijos, medallas de oro o cualquier elemento de valor del botín que
algún eventual delincuente, ansioso por liberarse lo más pronto posible de su
incriminadora carga, me ofreciera a un ridículo precio.
Cierta tarde de mayo de 1986 fui con Carlos, mi amigo escultor, a visitar a
un fulano alias “Zarcero”, habilidoso ladrón que, según Carlos, tenía algo
interesante que ofrecer.
Al llegar al lugar acordado, sin mucho preámbulo, Zarcero empezó a
mostrarnos los frutos de su más reciente labor: un finísimo pañuelo o sudario
color púrpura bordeado por una especie de cinta dorada, compuesta de hilos
de oro tan finos como los del asedado pañuelo el cual, tenía simétricamente
colocadas, dos imágenes del Cristo crucificado, ambas de un negro intenso.
Zarcero decía que el mismo, era el forro de una biblia que no se atrevió a
robar. Como parte del botín aquel había también una elaborada cajita de
música, en la cual giraba una bailarina desnuda, cuya cabeza, inclinada hacia
adelante, hacía que sus pechos y pubis fueran pudorosamente cubiertos por su
largo cabello, dejando a vista pública, sus blancas caderas. Completaba el lote
ofrecido, una pesada pulsera de oro con las iniciales MM y una imagen en
mármol de la virgen María, increíblemente cubierta con un transparente velo.
Todo ello, esculpido en puro mármol, obra que consideré elaborada por algún
genial escultor.
El pañuelo con el borde de oro y la pulsera, Zarcero los ofrecía a un
exorbitante precio por lo que únicamente transé el busto de la virgen que se lo
regalaría a mi madre y la cajita de música que, de manera servil, opté por
dársela a Sofía, a fin de que se la hiciera llegar a Coatlicue de mi parte.
Lejos de querer ufanarme con mis proezas de truhan, la razón por las que
traigo a colación este relato, es porque un percance derivado de lo aquí
expuesto, me hizo conocer, a las malas, cierta faceta de Coatlicue. Faceta esta
sobre la que no haré comentario alguno, limitándome únicamente a describir lo
ocurrido.
Sucede, que aproximadamente tres o cuatro semanas después de mi
encuentro con Zarcero, Carlos, muy alarmado, me informa que aquel fue
arrestado y acusado de un robo a un reconocido sacerdote llamado Marcial
Maciel y que las investigaciones estaban siendo llevadas a cabo por la temible
oficina de seguridad del DF, célebre por su brutalidad desde los tiempos del
“Negro Durazo”.
De inmediato recordé las iniciales MM en la pulsera de oro, el forro de la
biblia, la virgen esculpida… ¡Dios santísimo! El vínculo eclesial era evidente.
Aquellos objetos pertenecían a Marcial Maciel, jefe de los Legionarios de Cristo
en México, hombre que se codeaba con el mismo Papa y ante quien se
inclinaban políticos y cardenales.
Me quedé sin aire, perplejo. Ambos, Carlos y yo, coincidimos en lo prudente
de separarnos de inmediato por lo que nos despedimos precipitadamente.
Comprar objetos robados, sin importar el valor de los mismos, sabía yo muy
bien, era un delito penado. También sabía que cuando están de por medio
personas influyentes, como era el caso en cuestión, la eficiencia policial es más
que destacada.
La imagen de Lecumberri, la terrible y célebre prisión mexicana, venía una y
otra vez a mi mente. En un instante, se me vino el mundo encima.
La sensación de que todo lo vivido estos pasados meses, fantásticos por
cierto, era algo demasiado bueno para ser verdad, me embargó por completo.
Paranoico, no dudé de que ya andarían tras de mí, por lo que debía ocultarme y
pensar qué hacer.
Sin atreverme a volver a mi apartamento erré sin rumbo y descorazonado,
buscando anonimato en la agitada multitud de aquellas calles en la que se vivía
la euforia del mundial de fútbol en esos días.
Después de más de una hora caminando, con incontables cuadras recorridas
y giradas al azar, me topé con un edificio mediano, antiguo y totalmente
descolorido, con un gran jardín, en medio del cual había un nicho en el que se
percibía la imagen de algún santo. En lo alto, un nombre que anunciaba:
“Posada San Martín de Porres”. Agobiado más que cansado, el lugar me
pareció como caído del cielo. Lo adiviné humilde y su nombre, por favor,
querible, piadoso, apropiado en ese momento de angustia y búsqueda de
reflexión.
Una anciana vestida totalmente de negro, con un rosario al cuello, me
recibió. Después de una docena de preguntas y advertencias relativas al
comportamiento dentro de la posada, la misma, me hizo pasar a una pequeña
habitación compuesta de una minúscula litera, una mesita y un pichel de agua.
En la pared colgaba una imagen de la virgen de Dolores.
En aquel austero ambiente, absorto en mis pensamientos, me encontró la
noche y vaya ironía, lo que creí que sería una noche de inquietud e insomnio, se
tornó inexplicablemente en una de placidez y buen sueño.
Amanecí resuelto a recuperar de cualquier modo la cajita de música de la
casa de Coatlicue, la que asumía que seguramente aún estaba en la residencia en
Polanco, después de eso viajaría de inmediato a casa de mi madre a explicarle la
situación y pedirle de regreso el busto de la virgen con velo para luego,
resignado a enfrentar lo que viniese, ir a entregar tales objetos a la policía
donde aduciría haber sido vilmente engañado por quien me vendió aquello y
luego, enfrentaría lo que hubiese que enfrentar, aceptando resignado lo que
viniese.
Aquella decisión me trajo mucha paz, la paz de aceptar la perdida.
Mi primera acción sería resolver la manera de entrar a la casa de Coatlicue,
en la colonia Polanco, en la que suponía, no se encontraba nadie y a la cual, no
tenía autorización de entrar. Entendí que explicarle a Sofía mi situación y
pedirle ayuda era impensable ya que se alarmaría ante la posibilidad de un
escándalo que sin duda, envolvería también a su jefa. No se me ocurrió otra
cosa más que tratar de sobornar al par de custodios o guardas del sector
correspondiente a la casa, con quienes había interactuado cordialmente durante
los meses de mi estadía en la misma.
Fue llegar y acordar. Sin mucha dificultad obtuve la cooperación del único
guarda presente ese día a quien le aduje la necesidad de recoger algunos libros
que dejé olvidados, a la par que le ofrecía una modesta dádiva ya que consideré
que algo excesivamente alto podría generar alguna suspicacia en él. Ante una
inquietud de mi parte por un pequeño coche estacionado frente a la residencia,
el guarda me tranquilizó, asegurando que no había nadie en la misma.
Me encaminé a la parte posterior de la residencia, accedí al amplio patio y
abrí fácilmente la puerta de servicio que me permitía entrar al cuarto de lavado,
y desde allí, al resto de la casa. Acción esta que ya había hecho en otras
ocasiones mientras estuve viviendo ahí. Una vez adentro, me dirigí
decididamente a la habitación de Coatlicue, esperanzado a que la cerradura de
la puerta de la misma estuviera libre, cosa contraria, la abriría de cualquier
manera.
No hubo mayor inconveniente, la puerta no solo estaba sin llaves, sino
incluso, ¡entreabierta! Al empujarla y poner un pie en aquella habitación,
iluminada por una tenue lámpara, tuve frente a mí una imagen impresionante e
inolvidable: En la cama de Coatlicue yacía una joven mujer, de espaldas,
abrazando una almohada y totalmente desnuda. Sus caderas sinuosas y
proporcionadas, el arco esbelto de su espalda, unas piernas contorneadas y una
piel que adiviné de ensueño, por no hablar de su alborotada melena,
conformaban una escena de verdadera gloria…, gloria que duraría un
brevísimo instante antes de helarse mi sangre al oír e identificar la voz de
Coatlicue, murmurando algo ininteligible en el baño de la habitación.
Horrorizado, eché pie atrás y salí despavorido. Jamás sopesé la posibilidad
de que Coatlicue estuviese en México. En segundos que me parecieron eternos,
estaba fuera de la residencia informando al vigilante de la situación,
guardándome por supuesto los detalles.
Apenado, el vigía aquel me explicó que recién había comenzado su turno de
guardia esa mañana y que seguramente, ambas damas habían entrado la noche
anterior. Intentó devolverme el dinero que previamente le había entregado, lo
que rechace de plano. Al fin y al cabo, su equivocación no podía haber sido
más exquisita y de paso, reveladora...
Poco a poco, el impacto de aquel momento – que encasillaré nomás como
«un susto», sin mayores comentarios – fue menguando ante la necesidad de dar
respuesta al embrollo en el que me encontraba metido por los benditos objetos
robados al cura Maciel.
Un afortunado pensamiento me hizo encaminarme hacia Alcibíades, mi
voluminoso y sabio amigo quien, tal y como lo supuse, tuvo una estupenda
respuesta a mi situación.
Con un avezado abogado conocido de él, un par de testigos y un certificado
extendido oficialmente por una clínica ubicada en la delegación Gustavo
Madero, que aseveraba mi permanencia en ella por más de un mes en un
periodo que abarcaba la fecha de mi encuentro con Zarcero, estructuré mi
coartada. Oficialmente, jamás podría haberme encontrado con Zarcero y
menos comprarle algo puesto que, se suponía, en esos momentos estaba
hospitalizado. Por otra parte, decidí que no me presentaría por iniciativa
propia a la policía, sino que aguardara la actuación por parte de la misma, ya
que Alcibíades me hizo ver correctamente, que mi alteración y temor no tenía
ningún sustento objetivo, sino que era algo enteramente especulativo; una
simple hipótesis que había desatado mi paranoia.
Aunque no totalmente sosegado, seguí el consejo de mi querido amigo y me
dispuse a esperar. Nunca más volví a saber de Zarcero y pronto mi vida volvió
a su cauce.
NICARAGUA EN BANDEJA

La estructuración de las ONGs “de papel”, así como la contratación de


abogados y administradores contables, redujo mi participación a reuniones
formales una o dos veces al mes. Mi contacto, era el notario Zorrillo y los
contables se encargaban de todo lo tocante al dinero y las cuentas.
En un inicio, los ingresos promediaban un poco más de 1.2 millones de
dólares al mes, para un total de casi 9.6 millones de dólares en los primeros
ocho meses de operación, siendo más del 50% de esos ingresos, girados desde
Milán por el italiano Rosete. Luego sabría que eran por operaciones de
contrabando, directamente desde puertos de Colombia y Venezuela a Europa.
Después de algunos impuestos, costos burocráticos y otros, mis beneficios
netos a final de ese año 1986 fueron de 244 mil dólares. Sumado a lo que ya
poseía, mis logros financieros rondaban los 440 mil dólares, toda una fortuna
para la época.
Aunque ciertamente agradable, el hecho de contar con esa suma de dinero
como que había perdido su inicial encanto.
Es curioso que los primeros éxitos económicos personalmente cosechados,
por mínimos que sean, resulten notablemente más excitantes que los grandes
éxitos que posteriormente puedan obtenerse. Incrementar mi fortuna me daba
seguridad y sensación de poder, pero la verdad, no sentía repetir en mí, aquella
fascinante sensación vivida con mis primeros logros económicos, obtenidos dos
años atrás. Como en muchas otras facetas de la vida, la dicha no está ligada
solamente a la cantidad, sino al sentimiento de conquista que se obtiene al
lograr superar las críticas y azarosas líneas entre el tener algo y el no tener nada.
Por otra parte, al ir entendiendo lo que puedes y también lo mucho que NO
puedes comprar con dinero, empiezas a darle a este, su justo valor. Descubrí
que más allá de su utilidad para resolver nuestras diversas necesidades, el
dinero pronto comienza a ser una muestra de vanidad humana, una vía para
satisfacer ilusamente, nuestra ególatra y desesperada necesidad de demostrar a
los demás, que somos nosotros y no ellos, los que pertenecemos al «club de los
mejores».
La madrugada del 3 de octubre de 1986, víspera del eclipse solar o Tonatiuh,
comenzaron los preparativos del ritual de ofrenda de una nación entera que,
cual doncella sacrificada, sería ofrecida a unos dioses perpetuamente sedientos
de sangre.
La ceremonia fue dirigida por el chamán Maximiliano Chiquilistá en su
centro ritualista de Coyoacán, la misma incluía, sacrificios de animales diversos,
entre ellos, unos raros gatos de monte o tigrillos blancos. De Nicaragua, habían
llegado muestras de tierra de diferentes puntos del país llamados energéticos:
Ometepe, volcán Cosigüina, volcán Masaya y otros. Además de eso, también
venían cenizas de animales sacrificados mezclada supuestamente con sangre
de… ¡DONCELLAS!
Aunque personalmente nunca atestigüé que se llegase al extremo de un
sacrificio humano, había oído rumores de que el chamán Chiquilistá, había
participado en Chihuahua, en rituales que incluían sangre humana. El día
entero fue dedicado a las referidas actividades rituales que terminaron, al rayar
la medianoche.
A partir de ese 3 de octubre, los rituales se realizarían cada trece días en
distintos puntos de Nicaragua, por un lapso de 6 años, 6 meses y 6 días
sostenidos (666) hasta llegar al esperado día, 9 de abril de 1992, día en el cual,
Coatlicue daría supuestamente a luz, en un parto místico, al Dios Baluk Teitan,
exactamente 9 lunas (casi 9 meses) después de haber sido preñada por
Tonatiuh, en su gran eclipse total del 11 de julio de 1991. Ese 9 de abril de
1992, Coatlicue y las legiones de deidades dirigidas por el antedicho príncipe,
tomarían por entero Nicaragua. El plan pretendía que Coatlicue y su selecto
séquito, gobernarían el país en representación de las deidades.
Una vez concluida aquella ceremonia, (amanecer del 4 de octubre de 1986)
el ambiente se desbordó de emocionadas congratulaciones, planes de futuro y
ruidosas celebraciones que continuaron hasta el amanecer del día siguiente.
En los meses y años venideros, a la par que sus súbditos llevaban a cabo
puntualmente las programadas celebraciones, a Coatlicue se le vería a menudo
en noticieros televisivos internacionales. Correcta, locuaz, espléndida. Daba
entrevistas y posaba con su chata sonrisa y extravagante look, al lado de
grandes personalidades.
A menudo me preguntaba si la Coatlicue que yo conocía, no resultaría ser
un doble de la verdadera. Realmente me desconcertaba su increíble capacidad
para transformarse de un ser procaz y repulsivo, a una comedida diplomática o
feminista de refinados modales y cuidadosa oratoria.
Años después, el cantautor nicaragüense Carlos Mejía Godoy la calificaría
como dueña y señora del más anonadante y extremo cinismo.
AMOR ILEGAL

Una tarde, a finales de febrero de 1987, durante una reunión con Zorrillo y el
abogado Bodego en la oficina de las ONGs de maletín (la misma tarde que
supe la noticia de la captura e inmediata extradición a USA de Carlos Lehder),
aparece imprevistamente Sofía, quien me pide unos minutos para que
hablemos.
Alterada y con los ojos llorosos, me pregunta si conozco donde queda
Tehuacán.
—¿Tehuacán? Claro que sé, ¿qué pasa? —le pregunté.
Me dijo que una amiga de ella, en compañía de dos jóvenes mujeres más que
venían desde Nicaragua e iban hacia Estados Unidos, habían entrado
ilegalmente a México por Tapachula, frontera sur y que luego, habían sido
robadas por policías mexicanos. Se encontraban presas, sin dinero y sin
documentos en la delegación policial de Tehuacán, Estado de Puebla.
En breves minutos concluí con Zorrillo, quien amablemente accedió a mi
solicitud de facilitarme su amplio y veloz Ford Mustang 84 con el que
inmediatamente, partí con Sofía hacia Tehuacán, la llamada cuna del maíz
mexicano.
Dos o tres horas después, estabamos estacionandonos frente a la delegación
policial donde un panzón y empistolado policía de oscuros anteojos,
custodiaba la puerta. Al vernos, rápidamente intuyó lo que nos traía a ese lugar,
pasando a ensayar en su desconfiado rostro, una mueca de sonrisa que dejaba
ver varias ventanas en su dentadura.
—Andan por lo de las chamacas, ¿verdad? —preguntó.
De inmediato y sin esperar respuesta de nuestra parte, empezó a gritar:
—¡Gonzaleees, hey Gonzaleees…!
Con un sonoro «¿Qué pasó?» por respuesta, el susodicho Gonzales, apareció:
Altas botas de cuero, pantalón vaquero, sombrero, camisa a cuadros y una
innegable cara de aguardentoso y malhumorado mafioso. Era el «comandante»
encargado de la delegación quien parecía tener prisa por salir. Al cuestionar y
enterarse a gritos de la razón de nuestra presencia ahí, llamó al panzón agente
aparte y cuchicheó brevemente con él. Luego, este último nos conminó a entrar
a la delegación.
Ahí, en una pequeña sala estaban las tres mujeres: demacradas, agotadas y
detenidas por indocumentadas. Haciendo un ridículo alarde de formalismo,
Santiago, que así se llamaba el policía de marras, nos impidió acercarnos o
siquiera hablar con las detenidas.
—No le gusta al jefe— Fue su escueta justificación.
Seguidamente, nos llevó a una oficina donde había un plato con restos de
comida sobre el escritorio, evidencia de la prisa que tenía por salir, el mentado
comandante Gonzales.
Después de acomodarse en la silla del jefe, clarear la garganta y tratar de
inventarse una seriedad que no le quedaba ni a leguas, comenzó con el mismo
guión policial de siempre: hacer ver la supuesta gravedad del delito, lo largo y
tedioso que resultan los trámites oficiales para finalmente concluir, que lo
mejor era una negociación justa para todos. Negociación cuyo punto toral fue
por supuesto, la jugosa mordida y la consabida advertencia:
—«Boca de cera manito».
Después de pagar, las tres mujeres fueron liberadas sin mayor trámite.
Emocionadas y llorando se abrazaron, pidiendo salir de inmediato de aquel
lúgubre lugar. Habían sido asaltadas y amenazadas por policías de Oaxaca
quienes, por fortuna, las abandonaron con sólo lo que llevaban puesto, pero sin
mayor daño, en una carretera rural donde un camionero de buen corazón, que
iba rumbo a Tehuacán, las auxilió y las dejó frente a la delegación policial local,
donde fueron retenidas. A las malas, habían aprendido, que en México, los
delincuentes también usan uniforme y placas en el pecho.
La mayor se llamaba Verónica Castillo, médica pediatra de 32 años y dos
jovencitas, Rocío y Argentina, de 17 y 18 años respectivamente. Las tres habían
salido doce días antes de Nicaragua, con escaso dinero y muchas esperanzas de
dejar atrás la guerra y la escasez de su país, en bus, camión y a ratos a pie. Su
destino era Miami. Más relajadas y confiando de que lo malo ya había pasado,
ante mi insistencia, aceptarían parar en una tienda, comprar un poco de ropa y
luego comer, después de días de apenas hacerlo.
Era casi media noche cuando llegamos a Ciudad de México, por lo que
decidimos buscar un hotel para pasar la noche. Las cuatro mujeres se
acomodaron en una sola gran habitación de la cual, por cierto, fui echado sin
mayores miramientos.
A la mañana siguiente, las pasé a recoger para llevarlas al apartamento de
Sofía, donde se acomodarían. No tenían ningún tipo de documento de
identidad, lo cual, les representaba un gran inconveniente. Ahora bien, el tener
continuos contactos con la embajada nicaragüense en México, debería haber
supuesto para Sofía, las mayores facilidades a fin de asistir a sus compatriotas
en la recuperación de sus documentos oficiales.
¡Nada más alejado de la realidad!
En el autoritario pensamiento de la dirigencia política nicaragüense de
entonces, abandonar el país en búsqueda del denominado sueño americano, era
una deleznable traición. No importaba el hambre, el miedo, las penurias y los
sueños de un futuro mejor, el que se iba del país a buscar el «decadente y
vicioso mundo capitalista» era un traidor y debía ser tratado como tal. Así que
ni pensar en ir a buscar ayuda a la embajada de marras.
La contradicción era, por decirlo con educación, indignante.
Coatlicue, por doquier que iba, se daba una vida de excéntrica celebridad y
sus amantes, yo incluido, de acaudalados señoritos. En varias ocasiones
acompañé a Sofía a hacer grandes pagos a empresas que semanalmente
suministraban desde uvas californianas hasta jamones serranos traídos de
España, pasando por decenas de botellas de las francesas Eau Naturel et
Gazeuse Perrier, desde shampoo para perros, hasta electrodomésticos de los más
modernos y lujosos. Todo eso salía directamente desde México a la residencia
presidencial en Managua.
En Nicaragua, la cúpula política sandinista, tenía tiendas exclusivas y
vehículos de lujo, fuera de su país derrochaban sin límites. Eran dos mundos
que no podían ser más contrastantes: por un lado, lujos y bacanales, por el otro,
guerra, muerte, dolor, hambre y separaciones forzadas. Con todo eso, ¿qué
autoridad moral tendrían para condenar a personas que no hacían más que
ejercer su derecho a buscar la felicidad donde, equivocadamente o no, creían
poder encontrarla?
Con la inestimable ayuda de Alcibíades, mi talentoso amigo falsificador, en
menos de 24 horas ya contábamos con tres identificaciones chuecas, pero de
gran calidad litográfica que comprobaban, que nuestras lindas migrantes, eran
más mexicanas que el mismo Cantinflas.
Todo estaba listo, solo faltaba que re emprendieran su camino hacia el norte,
por lo que me encaminé a entregarles sus documentos y despedirme de ellas.
Llegando al apartamento de Sofía, encuentro a las cuatro mujeres
acompañadas de una quinta fémina, delgada, tez blanca, mirar amable, de lentes
y de unos 30 años. Sofía se adelantó a presentármela:
—Se llama Ernesta Nieves Gómez es medico pediatra en un hospital
infantil.
—¿De dónde eres? —le pregunté.
—De Mérida, Yucatán —respondió.
Queriendo terminar pronto el cometido, procedí a entregar rápidamente los
carnés respectivos y a desearles, el mejor de los viajes. Al oír aquello, todas
saltaron en el acto:
—Qué, ¿cómo piensas que llegaremos solas hasta la frontera?
—¿Serías capaz de dejarnos ir solas Jorge? ¡Qué barbaridad!
—¡Tienen razón ellas, eres un bárbaro Jorge! —agregó oficiosamente Sofía.
Comprendí que era un tamaño lío en el que me había metido.
Partir de ciudad de México hacia la frontera y luego volver, yendo solo, era
cosa de dos días, pero ir con cinco mujeres, por favor, eso era cosa de al menos
tres o cuatro días, ¡imposible!
No sabría decir específicamente si fue la cara de desamparo y los ojos
llorosos de las tres mujeres o la desaprobación tajante de Sofía lo que me
doblegó para que finalmente accediera a trasladarlas a la frontera,
específicamente a Matamoros (Tamaulipas), de donde cruzarían directamente a
Brownsville (Texas). Ahí sus familiares las estarían esperando. Era viernes por
la tarde, así que quedamos en salir el domingo por la mañana.
Así fue, el domingo a las siete de la mañana, estaba estacionando al pie del
edificio de los apartamentos donde vivía Sofía, una amplia Dodge Caravan 84.
Subí rápidamente los escalones, encontrándolas a todas, listas para partir.
Pronto me di cuenta de que Verónica, médica igual que Ernesta, no cruzaría la
frontera, ya que había decidido atender la sugerencia de esta, de introducir una
solicitud de trabajo en una clínica adscrita a una parroquia católica local, donde
no eran tan estrictos con los requisitos de índole migratoria.
Por fin partimos. Adelante de copiloto, se sentó Verónica, las dos jóvenes,
Rocío y Argentina iban detrás de nosotros, mientras que Sofía y Ernesta, se
ubicaron en los últimos asientos. Verónica, de poco hablar al inicio, empezó a
inquirir sobre los admirables monumentos y antiguos edificios que
encontrábamos a medida que atravesábamos la inmensa urbe, la antigua
Tenochtitlan. Luego, al tomar la autopista y enfrentándome un tanto a la
monotonía del paisaje, le pregunté por su vida en Nicaragua. Me dijo que
provenía de Ocotal, un pueblo al norte de su país, que había estudiado
medicina en la Universidad de San Carlos (Guatemala), donde se graduó en
1979, a los 24 años, regresando a su casa, en la entonces, políticamente agitada
Nicaragua.
La madre de Verónica, Juanita López Ortez, era una conocida costurera y su
padre, Jacobo Castillo Zeledón, un próspero cafetalero y ganadero, hermano de
un abogado y juez del gobierno de Somoza, derrocado en julio de 1979 por la
revolución sandinista. Tal parentesco, implicó la desgracia del laborioso
Jacobo, quien fue totalmente despojado de sus bienes, por el auto denominado
gobierno revolucionario a inicios de 1980, situación esa, que no solo lo llevaría
a la ruina económica sino también, a un profundo deterioro físico y mental que
desembocaría en su muerte a finales de 1984.
Verónica por su parte, se casó en 1982, con el también médico Felipe
Gonzales Portillo, guatemalteco, quien pereciera en un accidente de tránsito el
14 de agosto de 1984 en Tegucigalpa, Honduras, donde ambos planeaban
instalar una modesta clínica. Certificando que las desgracias no vienen solas,
exactamente un mes después de la muerte de su esposo, fallece don Jacobo, el
padre de Verónica.
Esas dramáticas cadenas de tragedias habían sumido a Doña Juanita,
Verónica y a su hermana menor, Hortensia, en un hondo abatimiento. Con
resignación y remarcable estoicismo, aquellas mujeres luchaban por salir
adelante en un medio injustamente hostil y plagado de vicisitudes económicas.
Mercedes, la hija de Verónica, nacida en octubre de 1983, era su única alegría, el
pilar donde apoyaba sus ilusiones y esperanzas. Al emigrar Verónica, la niña de
apenas 3 años, se había quedado al cuidado de su madre y hermana.
Precisamente, una de las razones que terminó de convencerla para quedarse en
México, era porque percibía más factible y rápido, reunirse con su hija en este
país, que hacerlo en Miami.
Poco a poco devorábamos kilómetros; Perales, Emmanuel, Napoleón o los
Bee Gees, se sucedían en la radio del vehículo provocando algún emocionado
tarareo de mi parte mientras atrás, las dos chamaquillas, Rocío y Argentina,
movían la cabeza de un lado a otro, desaprobando mi desafinada voz y
preguntando con sarcasmo si por algún lugar de México, «habría música buena,
música que no fuera para ancianos…» más atrás del vehículo, Sofía y Ernesta,
siempre ajenas, conversaban en voz baja.
Verónica me comentaba que en su familia, había existido toda una tradición
musical, que su padre tocaba el violín, su tío el ex juez, era un virtuoso con el
acordeón y en su adolescencia, ella misma, guitarra en mano y acompañada de
una prima, que era una reconocida cantante nicaragüense, tocaban en veladas
colegiales.
—¿Tocás en verdad la guitarra? —pregunté.
—Algo así — Me respondió, con una modestia que decía mucho.
—Oye mano, ¿es que en México no se desayuna los domingos? — preguntó en voz
alta y simulando la voz, con un artificial deje mexicano una de las chiquillas.
Mientras la otra le respondía:
—No sé pinche güey, no sé…
Hecho que provocó una sonora carcajada de mi parte y una severa mirada
de reprensión de Verónica hacia ellas. Poco después, nos desviamos un poco y
paramos en una fonda de Santiago de Querétaro para desayunar.
Terminando de comer, las mujeres se quedaron viendo algunas artesanías y
comprando golosinas, mientras yo me dirigí al vehículo al cual llegó después
Verónica. A lo largo, se veía Ernesta, tomando fotos a unos árboles mientras
Sofía, caminando sigilosamente la sorprende por la espalda, la abraza y le
comparte un chocolate.
—¡Qué felices son! —comentó Verónica—, espero que esta vez le vaya bien
a mi amiga —agregó.
—,¿Esta vez? ¿Cómo es eso? —pregunté intrigado.
—Ernesta es su nueva pareja, ¿no lo sabes?
Me dijo sin mayor preambulo, dejándome sorprendido.
¿No me digas que son lesbianas? —respondí.
—¡Pues lo son!, ¿algún problema? —Fue su escueta y retadora respuesta.
¡No lo creo!, ¿cómo es posible? —pregunté.
Viéndolas a lo largo, todavía incrédulo, movía mi cabeza de un lado a otro.
Percibiendo mi cara de estupefacción, Verónica me dijo irónicamente:
—Oh disculpa, no sabía que eso te afectaría tanto.
No sabía nada, ¿no entiendo por qué no me lo dijo antes? Le respondí.
—¿Tenía acaso obligación de hacerlo? —añadió—. Además, quizás pensó
que eras un troglodita. —¿Troglo qué? —le pregunté extrañado.
Ella, siguiendo su inclemente carga continuó:
—Se deletrea así: Te, erre, o, ge, ele, o, de, i, te, a…Tro… glo… di… ta —
Simulando mientras lo decía, una curiosa mueca simiesca en su cara, a la vez
que con la boca emitía el gutural sonido de nuestros ancestrales parientes
primates…
Un tanto incómodo por todo, puse cara de pocos amigos y las apuré a todas,
para retomar la carretera. Conducía en silencio y ensimismado.
Al poco tiempo, de pronto y sin razón alguna, se me vino a la mente la
figura de aquella provocadora mujer y sus muecas simiescas, las cuales, esta vez,
me causaban alguna gracia. La verdad, además de cierto brillo en sus ojos
cuando rió, burlándose y provocando, pude ver unos llamativos camanances en
sus mejillas. Eso sin mencionar su melodiosa voz y nívea piel, que contrastaba
con su largo y negro pelo.
Después de todo, me dije, la situación no era tan mala, así que volví
nuevamente a poner la radio, dejando que la magia de la música, animara
nuevamente el largo viaje.
Por fin, alrededor de las cuatro de la tarde, llegamos a Ciudad Victoria. Ya
estábamos en Tamaulipas, habían sido hasta ahora, casi nueve horas de viaje y
toda la tripulación femenina, dormía.
Junto a un parador o restaurante donde nos detuvimos a comer, logré ver
una pequeña tienda con el rótulo “Instrumentos Musicales”, por lo que
recordando la guitarrera afición de Verónica, en el interín entre pedir y que
llevaran la comida, decidí salir para ir a la mencionada tienda. Entre
acordeones, trompetas y guitarrones de mariachis, destacaba una pequeña
guitarra. De hecho, era la única que había en el lugar. La compré y me fui a
entregársela como presente a Verónica.
En medio de la algarabía de las chicas animándola a tocar y después de
tomarse unos breves minutos para afinarla, en un acto inolvidable, Verónica
cantó y tocó en aquel restaurante el tema, “La guerra de los niños” del brasileño
Roberto Carlos y a continuación, “Imagine” de John Lennon. Esta última, con
una impecable dicción inglesa, seguiría, según recuerdo “Julián el organillero” de
Carlos Mejía Godoy y finalmente, a petición de unos comensales ahí presentes,
“La Malagueña”.
Aquello fue todo un espectáculo, Verónica era realmente, una virtuosa del
canto y la guitarra y más aún, las melodías escogidas, decían mucho de sus
motivaciones humanas.
Debíamos reanudar el viaje el cual, a partir de ahí, se convertiría en una
exquisita degustación de música, anécdotas personales, despedidas de las chicas
en la frontera y por mi parte, un personal deseo de inmiscuirme en los planes
de vida de aquella preciosa mujer nicaragüense.
Poco a poco sentía que un viejo conocido, un travieso gusanito, capaz de
brindar las más grandes dichas pero también, los mayores dolores, empezaba a
tocar algunas puertas de mi pecho, puertas que al parecer, hostigoso como
pocos, también empezó a tocar en el pecho de mi recién descubierta guitarrista
quien, después de meses de flores y serenatas de mi parte así como de una
docena de desplantes por parte de ella, terminaría para mi dicha, casándose
conmigo ell miércoles 6 de enero de 1988, mero día de Reyes, en la pequeña
parroquia del Santo Niño de la Paz, en la Calle Praga de la Colonia Juárez, en
el Distrito Federal.
Con ayuda de Ernesta y una que otra mordida para apurar la cosa en
Cancillería, Verónica logró la homologación de sus títulos universitarios,
pudiendo colocarse como médica asistente en una conocida clínica para niños,
ubicada en la delegación Miguel Hidalgo.
Unos meses después (mayo 1988), viajamos a Tegucigalpa (Honduras), a
buscar a su pequeña Mercedes, quien había sido llevada hasta ahí por
Hortensia, la hermana de Verónica.
Yo que había sido testigo de su diario penar por la hija dejada atrás, no
podía sino admirar solazado, su inmensa felicidad al poder abrazar por primera
vez en casi dos años, a aquella, adorada y hermosa niña, de ricitos de oro. Esa
misma tarde partimos los tres hacia Ciudad de México.
DINERO Y REVUELTAS

E. A. L. RATERO AYER, JUEZ HOY


Los depósitos a la cuenta local del Banamex, la cual continuaba aún a mi
nombre, seguían creciendo. Igual sucedía con las denominadas “donaciones” a
las ficticias ONGs. La sede del proyecto imperial o Hueytlahtlocayotl en
Cuernavaca, permanecía en intensa actividad y dirigida siempre por el chileno
Durand, quien seguía recibiendo un alto porcentaje de los recursos generados
por las susodichas ONGs.
Más allá de lo formal, había desarrollado una amistad personal con Zorrillo,
quien permanecía al frente de los vericuetos legales y me compartía
información al respecto. Al abogado Bodego, impenetrable y misterioso, casi
nunca lo veía, mientras que Roseto, operaba siempre desde Milán.
Por diferentes razones entre ellas, sus continuos embarazos, Coatlicue había
reducido a cero sus visitas a México. Tal circunstancia hacía que saltara la
necesidad de una reunión con ella y otros personeros en Managua, por lo que,
en algún momento de octubre o noviembre de 1989, Zorrillo, Bodego y yo,
partimos hacia la capital nicaragüense, la cual vivía en esos días, un intenso
ajetreo pre electoral.
Fuimos recibidos en el aeropuerto de Managua, por un joven de unos 25
años, llamado Edgard, que decía ser el chófer de la presidencia y quien,
manejando de manera un tanto temeraria, nos llevó directamente al elegante
hotel Intercontinental, de la capital nicaragüense.
Un par de horas después, alrededor de las tres de la tarde, partíamos a
reunirnos con dos delegados del círculo cercano a Coatlicue, con quienes
revisaríamos balances de cuentas, documentos fiscales y un largo etcétera, de
asuntos de índole administrativa que llevaron a terminar la referida reunión a
eso de las siete de la noche.
De regreso al vehículo que nos trasladaría al hotel, noté que una pequeña
cartera portadocumentos que había dejado en el vehículo, estaba abierta y
desordenada. No recordaba haberla dejado así, sin embargo, no le di mayor
importancia. Unos instantes después, oigo a Zorrillo gritar alarmado:
—¡Me han robado Jorge, me han robado !
En efecto, un sobre con su pasaporte y 1,700 dólares, habían desaparecido.
De inmediato, relacioné el suceso con mi cartera abierta y cierta actitud
sospechosa del chófer, el cual, de poco hablar y brusco manejo, había pasado
esta vez, a una actitud amable y de cuidadoso conducir. La primera reacción del
referido chófer, fue argüirle a Zorrillo que probablemente había botado el
sobre con el dinero, en otro lugar. No obstante, ante la actitud enérgica y
decidida de Zorrillo de ir de inmediato a denunciar el hecho a las máximas
instancias, el referido chófer le sugirió que no lo hiciera, que ahora recordaba
que alguien que él conocía, lo había saludado y entrado al vehículo sin su
aprobación y que seguramente, tal persona había hurtado el sobre, agregando
que de inmediato la iría a buscar…
Ante tan poco imaginativo argumento de aprendiz de ratero, no quedó más
que seguirle la corriente. Después de conducir unas cuantas cuadras, detuvo el
vehículo frente a una especie de rancho de baile diciendo:
—Aquí debe de estar ese pendejo, espérenme— sacando una pistola de un
depósito al lado de su asiento y saliendo atropelladamente del vehículo.
Pocos minutos después, volvería con el sobre y un peregrino argumento:
—Revise usted si aquí está todo, el tipo se corrió cuando me vio, pero tiró
el paquete.
Zorrillo respiró aliviado cuando tuvo en sus manos el pasaporte, luego el
recuento del dinero daría 1,400 dólares, 300 menos de lo que originalmente
contenía. Le hice un guiño de ojo a Zorrillo como diciéndole, «olvídalo, déjalo
así». Mientras, el chófer de marras, estibando más estupideces agregaba:
— Por lo menos recuperó su pasaporte amigo, mire, yo por eso siempre
recomiendo a cada quien, que cargue sus pertenencias para evitar estos
problemas.
Zorrillo, rojo de la furia, callaba.
—Por favor mano, llévanos al hotel —le dije finalmente al burdo ratero.
Moviéndose al vaivén del vehículo, colgando del espejo retrovisor frente al
conductor, había un carné de identificación de esos que se cuelgan del cuello,
con una foto y los apellidos de nuestro pésimo conductor y peor ladrón:
«Altamirano López».
Por aquello de que, «ladrón que roba a ladrón, merece 100 años de perdón»
no puedo condenar al raterillo ese aquí descrito pero sí, al despreciable juez
que por “casualidad” porta sus mismas generales y que ha sido autor de atroces
sentencias obtenidas en caricaturas de juicios contra centenares de inocentes,
capturados en el marco de las justas protestas ocurridas en el país desde abril
del 2018, con total irrespeto al debido proceso.
Títeres del par de tiranos, Altamirano y una pandilla de delincuentes con el
alias de «jueces», protegen y brindan impunidad a los verdaderos criminales y
terroristas, mientras se ensañan con prisioneros inocentes y sus familiares.
MALOS TIEMPOS
Ya desde finales de 1988, los proyectos de las ficticias ONGs , estaban
siendo investigados por la fiscalía italiana bajo la sospecha de recibir y legitimar
pagos por cargamentos de droga desde Colombia y Venezuela a Europa.
Por otra parte, los cambios políticos sucedidos en Panamá tenían acosado a
Antonio Noriega y en suspenso, muchas de sus más que dudosas, negras
operaciones financieras. Todo lo anterior, obligaba a una clausura inmediata de
las operaciones en México, hacia donde saldríamos de regreso en los próximos
días con dos miembros del círculo de influencia de Coatlicue, a fin de liquidar
en el menor plazo y sin mucho regateo, todas las propiedades inmuebles (que
para entonces ya superaban la veintena), cerrar cuentas bancarias y trasladar a
Nicaragua, todo el efectivo posible. Poco a poco, otros funcionarios de
confianza de Coatlicue, volarían a México y se agregarían al grupo.
Fueron en total, unos 8 o 9 millones de dólares los recuperados, pero solo
un poco más de 6 serían los efectivamente declarados y transferidos. El
desbalance, del orden de los 2 o 3 millones de dólares, quedó en los bolsillos de
una decena de voraces personeros nicaragüenses, en los de Zorrillo y en los
míos propios.
Los nicaragüenses participantes en el alegre desfalco a la Compañera, lo
hacían con el argumento de que por años se habían entregado a la causa de la
revolución sin recibir nada a cambio, que no era justo, que se acercaban las
elecciones y por si las moscas, lo mejor era estar preparados por si los
«delincuentes derechistas» ganaban las elecciones.
PILLA CUIDANDO PILLOS
Como agente fiscalizador de una desconfiada Coatlicue, días después llegó
una mujer de nombre Ana, quien tenía ciertos vínculos mexicanos y de quien
supe, había sido directora de la oficina nicaragüense de migración en esos años
y hoy resulta ser una eficiente coordinadora de sanguinarios paramilitares
orteguistas. No sirvió de mucho, al final, apartando al abogado Bodego, todos
sin excepción, fiscalizadora incluida, fuimos compadres hablados en una
operación que duró unas cuatro semanas en completarse.
En esta etapa me tocó, en múltiples veladas nocturnas, servir de guía
turístico de algunas de aquellas alborozadas, y no muy recatadas que se diga,
«revolucionarias esquilmadoras» nicaragüenses. Plaza Garibaldi, La Santa y The
Grand Hotel fueron entre otros, los sitios preferidos para las diarias
celebraciones de aquella pandilla de singulares arquetipos del «hombre nuevo»,
tal y como sin pudor alguno se autodenominaban y como segura y cínicamente,
aún lo harán.
Extrañamente, aunque en Nicaragua a finales de ese 1989 se vivía un
ambiente de euforia electoral, con un convencimiento total de victoria por
parte del régimen sandinista y sus simpatizantes, expresiones tales como: —
«Para eso nos jodimos 10 años» tenían para mí, algo así como un cierto sabor a fin
del mundo, a estampida, a un premonitorio «sálvese quien pueda», de parte de los
personeros a cargo de la referida operación de «recupere».
Por otra parte, su cínico comportamiento realmente, ya no me sorprendía.
Durante mis dos visitas a Nicaragua, ante el cuestionamiento que en varias
ocasiones hice, de lo contrastante que me parecía la opulenta vida de los
comandantes, comparada con las miserias de los de a pie. La respuesta trillada
era, que los primeros se habían jodido en el monte y que incluso, algunos hasta
presos habían estado y que por ello, emulando la lógica de la mafia con sus
capos, merecían ahora su recompensa. Eran consideraciones hechas con
sinceridad y asombrosa lealtad por parte de gente común, en calles o mercados,
gente sencilla plagadas de necesidades varias. Desde una perspectiva moral,
nada me convencía de que tales líderes merecieran tal nivel de aprecio y respeto
de parte de gente cuyos hijos, padres o hermanos en ese entonces, morían y
mataban a diario en las montañas nicaragüenses.
COATLICUE EN DECLIVE
En la sede de Cuernavaca, era un secreto a voces el hecho de que Coatlicue,
jamás fue tomada en serio en los planes del milenario proyecto imperial. Si
alguna inflada importancia se le daba, era por interés económico o las ventajas
políticas, geográficas y hasta de seguridad que su país, podría brindar a partir
de la influencia que ella ahí tenía. Tal hecho fue más patente cuando, a partir de
la pérdida del poder de los sandinistas en 1990, y una abrupta reducción de los
aportes económicos por parte de Coatlicue, esta fue totalmente aislada y
desvinculada de las actividades llevadas a cabo en la sede del proyecto.
Actividades regidas por el chileno Durand, siempre bajo la venia del
autoproclamado gurú brasileño, Hans.
La pérdida de las elecciones por parte de los sandinistas y por ende, de su
estatus de poder, tuvo desastrosos efectos emocionales en una destronada
Coatlicue. Desde el ceremonial del eclipse lunar del 3 de octubre de 1986 y
hasta inicios de 1990, la misma, había mantenido estrictamente el calendario
ritual establecido, con miras al triunfo de su plan de dominio místico sobre
Nicaragua, supuesto a iniciar el 9 de abril de 1992. No obstante, la
desmoralización propia y de su entorno, producto de la derrota electoral que,
según ella, era debida a lo que calificó como una artera conspiración de sus
enemigos Iluminatis, basados mayormente en los Estados Unidos y
representados por varios de los tecnócratas (Chicago boys), del entonces
gobierno de la Sra. Violeta Barrios de Chamorro, terminó por opacar y dar fin,
a rituales programados.
Para muchos de sus adláteres, lanzarse a la rapiña de la piñata de los 90
(saqueo masivo de bienes estatales), era mucho más importante que dedicarse a
los delirios místicos de la alicaída Compañera.
Fue entonces que los viajes de Coatlicue a México se hicieron cada vez más
frecuentes. En su residencia en la Colonia Polanco, se daba a festines
permanentes y desenfrenados, siendo visible su deterioro físico y emocional,
producto de tales excesos. Años después, alrededor de 1993/94 adquiriría otra
costosa propiedad en Coyoacán, no muy lejos del centro ceremonial del
chamán Chiquilistá.
Puedo decir que, en al menos dos ocasiones, en 1994, acompañado por Sofía
llevé a Coatlicue de emergencia a una clínica. Previamente en el año 1992
(alrededor de mayo o junio de ese año), estuvo 2 semanas internada en el
Sanatorio Psiquiátrico “El Carmen” en Tlahuac.
Es de destacar, que en este trajinar de atención a sus continuos desvaríos,
Coatlicue tuvo siempre el solidario acompañamiento de una noble mujer
nicaragüense residente en México, de nombre M Palacios, familiar según decía,
de la primera mujer médica de Nicaragua, Conchita Palacios. En tanto Sofía,
quien permaneció en México, mantuvo siempre una relación más solidaria que
de trabajo con su anterior compañera-jefa quien, «genio y figura hasta la
sepultura», era incapaz de reconocer mínimamente los gestos de nobleza de
ambas mujeres, a los cuales correspondía con indiferencia y en ocasiones, hasta
de forma ofensiva.
Cuando yo preguntaba indistintamente a Margarita o Sofía, el por qué
soportaban aquel maltrato, me respondían invariablemente que se debía al
símbolo, a la dignidad que en su momento, ella representó. Argumento este
que en verdad sería motivo de risa si no hubiese de por medio, tanta sangre,
luto y miseria involucrada.
Al concluir las falaces ONGs y con ello, mi papel de testaferro, mi única
información sobre Coatlicue, fueron las discretas referencias que de ella
obtenía a través de Sofía quien nunca dejó de asistirla en sus frecuentes visitas a
México. Tal discreción se disolvía, cuando en situaciones extremas, siempre
ligadas a los desmanes bacanaleros de Coatlicue y sus urgentes traslados
clínicas, Sofía recurría a mí en busca de algún tipo de auxilio.
A partir de 1995 y por muchos años, no volví a saber más de Coatlicue.
MENSAJERA APOCALIPTICA

A mediados de septiembre del año 2004, recibí un extraño correo electrónico


de un remitente denominado Pitonisa de América. El contenido del mismo
rezaba:
«En el cielo de la noche aparecieron carrozas de fuego que iluminaron la tierra, cual si
fueran 1000 soles unidos. Una inmensa llama consumiría todo, solo cenizas quedaron de
imponentes palacios y vastos ejércitos. Luego, en soberbia formación y a paso de vencedores,
los escogidos tomaron la tierra entera. Decide tu bando, ¿Serás vencedor o vencido?,
¿Monolítico guerrero o ceniza al viento? ¿Orlará tu frente un laurel o apretará tu cuello una
cadena?».
Tomé tales mensajes como propaganda o llamamiento religioso de alguna de
tantas denominaciones sectarias, por lo que no les di mayor importancia.
Días después aparecerían otros sugestivos mensajes:
«¡Atiende hoy o llorarás mañana! Lo que decidas hoy, significará, al llegar el gran día,
tener el acero empuñado en tu diestra o atravesando certeramente tu cuello».
Intrigado y con cierto presentimiento, respondí:
—Hola, ¿quién eres?
La respuesta llegó unas 3 semanas después, él o mejor dicho, la remitente, se
identificó como:
«¡La eterna Coatlicue! Hoy en la misión de ser la Pitonisa de América, anunciando
que el verdadero Gran Avatar se ha manifestado. Es un Leo con ascendente Cáncer, nacido
a los 6 años de la era de acuario (28/07/1954) en la tierra originaria de los Atlantes, en
las estribaciones mismas de los míticos andes. Cual nuevo mesías, HUGO RAFAEL
CHAVES FRÍAS tiene hoy en su diestra y desde Venezuela, el cetro cósmico de la nueva
era».
Enmudecí al ver la nota y no respondí. Tenía alrededor de 10 años de no
tener directa o indirectamente ningún tipo de comunicación con ella y la
verdad, estaba más que feliz que así fuese. Me preguntaba una y otra vez, cómo
habría obtenido mi correo electrónico.
Sabía que era más de lo mismo: tomar como verdades incuestionables, toda
una serie de estupideces y dogmas que proclamaban la condición supra humana
de ella y su grupo de escogidos, basándose en un misticismo trasnochado que
consideraba valores como piedad, compasión y respeto a la dignidad humana,
como flaquezas emocionales dignas de masas ignorantes.
Remataba luego con mensajes de exacerbada glorificación al poder y a los
métodos sutiles o brutales para lograrlo:
«La mentira táctica, la conspiración silenciosa e inteligentemente ejecutada, puede ser
tanto o más eficaz que el acero o el plomo».
«Deja que la plebe ignorante se extermine entre sí, luego, termina el trabajo con los que
queden».
Decidí bajo ninguna circunstancia responder a tales mensajes, los cuales,
con el cursar de los meses, se volvieron más insistentes, enigmáticos y hasta
amenazantes. A pesar de ello, continúe sin responder, pero también,
obedeciendo quizás a una morbosa curiosidad, tampoco me decidí a clausurar
el susodicho correo.
No dejaba de intrigarme el interés de Coatlicue en comunicarse conmigo. A
través de Sofía, tenía información de que la relación del marido oficial de
aquella con el líder libio Gadafi, había llenado de dólares las arcas familiares y
que por otro lado, sus miras estaban ahora puestas en la entonces acaudalada
Venezuela chavista y sus petrodólares, así que, ¿de qué diablos podía servirle
yo?
Los últimos años del siglo ido y los primeros del nuevo, fueron testigos de
impactantes acontecimientos: La masificación del internet y los teléfonos
móviles, la irrupción masiva del terrorismo internacional, las espantosas
expresiones de violencia de cárteles criminales en países como México, el
cambio climático, el posicionamiento definitivo de China como potencia de
primer orden y el vigoroso surgimiento del llamado socialismo del siglo XXI
en Venezuela.
El mundo, girando alrededor de la tecnología, el poder político y la
criminalidad.
Por otra parte, la Ciudad de México, como el resto de las grandes ciudades
del país, había dejado de ser un lugar seguro para vivir. Secuestros, asaltos y
homicidios plagaban a diario los noticieros. El tráfico de drogas había dejado
de ser aquel tibio delito exclusivo de hippies o extravagantes exponentes de la
nueva ola, para convertirse en una actividad manejada desde sus raíces, por
poderosos y despiadados grupos criminales denominados «cárteles», quienes
operaban en coordinación con agentes financieros, policiales, militares y
políticos, los cuales formarían un torvo entramado, sobre el que se movían
miles de millones de dólares, en medio de sangrientas luchas de poder con sus
grandes y conocidas secuelas, de muerte y dolor.
En mi vida, siempre estaría presente la pertinaz sombra del origen de mi
personal fortuna la cual, era dudosamente justificada con que en esos
momentos sólo fui un testaferro y que, si no era yo, sin duda, hubiese sido otro
el actor.
Sabía también que en estos tipos de negocios, no todo termina cuando así lo
creemos o queremos, y que siempre queda el riesgo de punzantes aristas sin
enterrar. Tales circunstancias y particularmente, un hecho acaecido a un amigo
cercano, me hizo finalmente tomar con Verónica la decisión de emigrar a Los
Ángeles (California), donde nos establecimos a mediados de julio del año 2001.
Desde ahí, con la ayuda de Sofía desde México, manejaría los negocios
personales.
Para el 2004, a sus 21 años, Mercedes, la hija de Verónica, una joven
hermosa y, sobre todo, sensible y generosa, estaba a punto de terminar sus
estudios de Historia del Arte y Arquitectura en la Universidad de Santa
Bárbara, a 160 kilómetros de Los Ángeles.
A mis casi 54 años para entonces, ella era mi paciente tutora tecnológica,
presentándome a toda esa rara fauna que para mí, era la computadora personal
(PC), el Internet, los RAM y el resto de bichos. Tal circunstancia conllevó a
que se enterase de los extraños mensajes remitidos a mi correo, de manera cada
vez más frecuente, por la ahora llamada Pitonisa de América.
PECADOS DEVELADOS
Por vergüenza y temor a sus reacciones, nunca había abordado con Veronica
los detalles del período de mi vida, cercano a Coatlicue. Por otra parte, Sofía,
amiga de Verónica y en frecuente comunicación con ella, a pesar de nunca
habérselo solicitado, había guardado silencio al respecto, actitud que siempre le
agradeceré. Con todo, consideré que, dadas las circunstancias, era el momento
propicio para hablar y así lo hice.
Aquello fue para mí, una muy necesaria terapia catártica frente a dos seres
que amaba y por quienes me sentía amado. Apartando detalles que consideré
innecesarios y morbosos, el resto, salió a luz en su totalidad. Con la actitud de
«bad boy» que, con propósito de enmienda, da cuenta a sus padres de sus
acciones vandálicas en la escuela, esperé con inquietud alguna reacción de
repudio o desprecio de aquel par de mujeres. No la hubo. Por supuesto que
tampoco hubo aplausos, pero sí, quizás percibiendo ambas mi desazón y la
importancia que aquella confesión tenía para mí, no dudaron en darme con sus
abrazos, sinceras muestras de ánimo y cariño.
Para Verónica, en permanente comunicación con su familia y amistades en
Nicaragua, la siniestra naturaleza de Coatlicue le era muy conocida, nada para
sorprenderse y sí para consternarse al recordar todo el despojo, sangre y dolor
que líderes de su calaña, habían dejado en su desventurado país, Nicaragua.
Para Mercedes, formada desde muy pequeña entre Ciudad de México y luego
en California, el relato fue toda una novedad. Estudiosa de la historia, no
dejaba de asombrarse y a la vez, comparar a Coatlicue con otros personajes
femeninos de poder, de variadas épocas y latitudes, pero con similitudes en
cuanto a sus aberrantes y trágicos legados.
El interés de Mercedes por escudriñar la historia de su patria era genuino y
creciente. Devoraba libros mientras bombardeaba a su madre con preguntas
tocantes a su experiencia antes y después de la llamada revolución. Aún en el
momento que escribo esto, tengo apilados frente a mí, en el antiguo escritorio
que años atrás ella utilizaba, libros de autores nicaragüenses que, por mi escasa
afición a la lectura, jamás he ojeado: Gioconda Belli, Ernesto Cardenal, Sergio
Ramírez, Erick Aguirre, Pedro Joaquín Chamorro, Carlos Chamorro Coronel,
Claribel Alegría, Jesús Miguel Blandón, Ernesto Mejía, Carlos Martínez Rivas y
muchos otros. A propósito, no dejo de preguntarme de vez en cuando, si por
casualidad, alguno de estos talentosos escritores, sería aquel hambriento
intelectual que conocí en un café-bar de Managua en 1985 y a quien, por
imperdonable descuido, jamás le pregunté su nombre. Cómo me gustaría
volver a verlo.
Ecuánime, a la par de Galeano y sus Venas Abiertas, tiene Mercedes de
cabecera el Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano, libro que debería ser de
obligada lectura, según los entendidos, para prevenir el desastre que resulta de
creer que, con rimados eslóganes y dogmas de fe, más que con objetivos
análisis, se puedan combatir históricas injusticias que cómoda e
invariablemente, terminan siempre siendo culpa total del imperialismo y mil
otros fantasiosos demonios, pero nunca de nuestra modorra, persistente
aversión al esfuerzo, complacencia y hasta jocosidad ante la corrupción además
de la absurda y efusiva glorificación de mesiánicos caudillos que muy pronto
devienen en desalmados verdugos.
Entre los acontecimientos descubiertos por Mercedes en ese escudriñar,
saltó uno que la conmocionó intensamente: La denuncia por violación contra
su padrastro que hiciera la hija mayor de Coatlicue y peor que eso aún, la
acérrima defensa hacia el primero por parte de la propia madre de la
denunciante.
Poses, palabras, lenguaje corporal, análisis de potenciales motivos para
mentir (todos esos detalles importantes para alguien como yo, con amplia
experiencia en el pantanoso mundillo de las mentiras), apuntaban a darle
verosimilitud al relato de aquella joven y a su vez, a convertir en una total
perversión la sórdida actitud de quien, por instinto y por moral, estaba llamada
a ser su más tierna y celosa protectora y no, nunca, la propiciadora – con su
permanente y licenciosa francachela – del descuido y del abuso.
¿Cómo puede la ambición por el poder llevar a tales niveles de aberración
humana? Finalmente, ¿vale la pena una vida cuyos ámbitos son las frivolidades
materiales y la ilusión del poder a costa de nadar en las miasmas de la
perversión, la desconfianza absoluta a todos, el odio, la amargura y el saberse
despreciado?
Aun para alguien con mis antecedentes de vividor y estafador, la vida sería
absolutamente árida y miserable, si mis actuares giraran exclusivamente en
torno al dinero y al poder. ¿Qué satisfacción sólida y grandiosa llevarás a tu
tumba si no tus principios, el amor expresado y tu posición ante el abuso y la
injusticia?
Los mensajes siguieron llegando esporádicamente. Igualmente, mi negativa a
responder, continuó invariable.
MALA HIERBA

Una noche de septiembre del año 2005, Verónica recibe la llamada de un


familiar en Nicaragua informándole que Pedro, su primo, neosegoviano igual
que ella, se encontraba deambulando por las calles de Tijuana, México, donde
había sido abandonado por un traficante o «coyote» que lo traía a los EEUU.
Suplicaba que le ayudase. Por 400 dólares, otro traficante lo pondría a la
madrugada siguiente en San Diego, California. Sin dudarlo, aquella mujer
corazón de oro, asintió de inmediato.
Al comentármelo, mi reacción no fue otra que fruncir el ceño al recordar las
pláticas que sobre tal sujeto, más de una vez ella misma, me había hecho.
A mediados de 1979, imbuido por el frenesí revolucionario de ese momento
en Nicaragua, Pedro, que así se llama el tipo, al igual que miles de jóvenes,
tomaron las armas y se alistaron a combatir contra el dictador de entonces,
Anastasio Somoza. Poco después, ya derrocado Somoza y a pesar de su
inexperiencia militar, absolutamente nula trayectoria política, escasa formación
general y antecedentes delincuenciales, Pedro ocupó un destacado puesto como
agente de la llamada Dirección de Seguridad del Estado en la región de Nueva
Segovia, teniendo en Ocotal su principal base de operaciones.
A pesar de que tal cargo llevaba consigo mucho poder y gran influencia
política en la zona, Pedro no movió un dedo ante el despojo y desmanes de los
que era objeto su tía Juanita, la madre de Veronica, por parte de los caciques
sandinistas locales, quienes los acusaban de «burgueses y somocistas». Es de
destacar que Pedro había convivido durante buena parte de su accidentada
adolescencia con esta misma familia.
Ante los innumerables mensajes enviados por doña Juanita, solicitándole
algún tipo de apoyo, el impasible Pedro respondía, pedantemente, que «su única
familia eran sus compañeros de armas, que la revolución era imparable y que la marcha de
la historia no se detendría por el lloriqueo de unos cuantos burgueses de verga». A cal y
canto clausuró el entonces arrogante Pedro, toda comunicación con la familia
de Verónica.
Años después, con el derrocamiento de los sandinistas por parte de Doña
Violeta Barrios de Chamorro y como efecto de la gigantesca “piñata”, a Pedro
se le vería por la zona de Estelí, (Nicaragua), en papel de fuerte empresario de
madera y tabaco, así como también, haciendo de las suyas, como aplicado
militante del partido derrocado, en continuas y violentas asonadas «desde
abajo», contra el nuevo gobierno.
Sin formación ni visión empresarial y más acostumbrado a descontar los
días entre barracas militares, bares y prostíbulos, la aventura inversionista de
Pedro, así como la de muchos de sus camaradas, fue más que todo un ejercicio
de derroche y francachelas que pronto, darían al traste con los millonarios
recursos que consiguieron en la alegre piñata.
Ese era el tipejo que hoy clamaba a Verónica por ayuda, llamada a la que
esta, muy a mi pesar, noblemente accedería.
A la mañana siguiente, a regañadientes, salí con Verónica rumbo a San
Diego en pos del tal primo de marras.
Lo encontramos en el sitio acordado. Era un tipo alto, vientre abultado, tez
blanca, frente estrecha, semejante a la de un primate y con una telilla
blanquecina en su ojo izquierdo que le daba un aire siniestro a su ya, de por sí,
desagradable mirar. Un mirar, por cierto, con cabeza gacha, rasgo común del
malévolo. Su hablar era hosco y atropellado. Le entregué el dinero al coyote
mientras Verónica se deshacía en abrazos y palabras de aliento hacia el recién
llegado. Yo apenas lo saludé y aduciendo una falsa indisposición estomacal, no
accedí a pararme en restaurante alguno, en el viaje de retorno a Los Ángeles.
Trayecto este en el que, si en algún momento abrí la boca, fue solo para
advertirle, una vez visto un paquete de cigarros en su bolsillo, que ni en el
vehículo ni en la casa, donde esperaba estuviera por muy poco tiempo, era
permitido fumar.
Quizás prejuiciado con lo relatado por Verónica, cada palabra suya me
sonaba desagradable. Dicho en buen mexicano, en verdad, le tenía «mala leche»
al tipo. Llegados a casa, me retiré de inmediato a mi habitación.
Al día siguiente, fuimos a la oficina de la municipalidad angelina a
informarnos de los pasos necesarios para iniciar algún tipo de legalización para
el hoy, inmigrante ilegal, Pedro.
En la recepción municipal nos entregaron un número para esperar ser
atendidos. Luego, ante la llamada respectiva, Verónica se levanta y se dirige a la
ventanilla a la cual, también se encamina un sujeto que se le adelanta e
interpone, lo que me motivó a levantarme airado, para reclamar al tipo por su
insolencia. Su respuesta, en dulce español, no hizo sino conmoverme por su
mansedumbre:
—Lo siento hermanito, oí, “sixteen” por “fifteen”… disculpe, pase usted. —me dijo.
Era un hombre bajo, delgado, tez morena y rostro de indígena chiapaneco.
Un par de minutos después, nos dirigimos a la oficina indicada donde, para
mi desaliento, nos dieron una veintena de documentos para ser rellenados
rellenar por nuestro ilustre inmigrante, así como plazos de citas de hasta 5
semanas, algo por supuesto, intolerable para mí.
Terminada la gestión regresamos un tanto frustrados al parqueo del
complejo municipal donde, al acercarme a abrir el vehículo, noto que no tengo
las llaves del mismo. Alarmado, vuelvo a revisarme, cuando en esos mismos
instantes veo acercarse hacia nosotros al tipo del incidente con el número de
atención anteriormente relatado, quien traía en sus manos mis perdidas llaves y
quien, al verme, preguntó: —¿Son suyas?
Le respondí afirmativamente — A lo cual expresó:
—Las dejó en la silla de espera.
En efecto, al levantarme intempestivamente a reclamarle por el bendito
número, las había botado, encontrándolas entonces él y tomandose la molestia
de correr a buscarnos y entregárnoslas. Emocionado y ciertamente
avergonzado, le di las gracias mientras Verónica, notando su acento al hablar, le
preguntó si era nicaragüense, a lo que aquel, asintiendo con la cabeza, se
presentó: — Orlando Pastora Tercero , sauceño de cepa.
En la breve plática ahí sostenida con aquel nicaraguense, saldrían a relucir
sus cualidades: “machetero y ordeñador en su infancia, medio poeta, bachiller
del Seminario san Ramón y asistente del maestro Francisco Buitrago en León,
licenciado en arte y literatura, con estudios de historia y teología en El
Salvador, medio políglota, guitarrista, buen bailarín y hoy día, chófer,
lavaplatos a medio tiempo y padre de una joven no vidente en León,
(Nicaragua), de donde, en 1998, salió ilegalmente hacia los Estados Unidos,
gracias a la generosa ayuda de una estimada amiga suya, esposa por cierto de un
laureado y activo escritor nicaragüense.
Argumentando tener a su jefe a la espera, aquel singular personaje se
despidió, no sin antes brindarle a una encantada Verónica, su correspondiente
dirección y teléfono.
Abrí y entré al vehículo con una amplia sonrisa de satisfacción dibujada en
mi rostro, solo para aterrizar a la realidad del momento al oír la chillona y
atropellada voz de Pedro, espetando mientras se acomodaba en el asiento
trasero:
—«Falaz a las tapas el indio ese, yo lo que creo es que venía con las llaves directo a
robarse el carro».
Podría esperarse que alguien como Pedro, que repudió a su misma familia
encandilado por una revolución que denominaba “motor de la historia”,
tendría razonamientos y actitudes personales, medianamente coherentes con su
supuesto ideal de vida. Nada más apartado de la realidad. Vulgaridad, racismo,
desdén, desconfianza y nula empatía era el permanente vómito de aquel
supuesto revolucionario que un día dijo luchar por magnánimos ideales de
justicia social.
Pasados algunos días, bajo el resguardo y atención de Verónica, así como
ante mi indiferente y hostil mirada, Pedro se veía, para mi preocupación, cada
vez más ambientado al medio hogareño. Ante la ausencia de aquella, quien a
diario marchaba a su trabajo en la clínica, me veía en el compromiso de
dialogar con aquel sujeto de lenguaje soez, que fácilmente derivaba sus pláticas
hacia temas ligados a sus peripecias de guerra: conspiraciones, trampas,
emboscadas, bajas al enemigo, información de inteligencia «sacada a punta de
verga» a inermes prisioneros, llanto de «huevones» pidiendo clemencia cuando
se daban cuenta de que los iban a asesinar, etcétera.
Tales eran sus recurrentes relatos que también dejaban espacio para
describir sus proezas etílicas, y sus «mujeriadas» por donde pasaba.
Se ufanaba de haber tenido una influencia y poder tal, que hacía que
ricachones locales que otrora, ni siquiera lo determinaban, se acercaran
entonces a él a rogarle favores. «Me las cobré bonito con esos hijueputas
burgueses», acostumbraba a decir.
Parecía no existir en él, lugar ni momento para la reflexión, para un balance
a conciencia de sus acciones. Describía un largo período de sangre, muerte y
dolor de dos bandos de un mismo pueblo, con inusitado entusiasmo, igual que
lo haría un hincha de fútbol, relatando las cotidianas broncas de las respectivas
y fanatizadas barras bravas después de cada partido. De cuando en cuando, en
lacrimógenos arranques de autocompasión decía:
–«Yo te digo algo «mae», yo soy lo que soy por el frente y el comandante, «mae». Yo era
un don nadie, un triste explotado sin futuro, no tuve oportunidad de estudiar, el frente me
mandó a Cuba y por primera vez, yo puse mis nalgas en un avión».
No mencionó para nada que, hasta 1979 a sus 23 años, jamás había tenido
un trabajo conocido, que en diciembre de 1977 había estado preso en El Jícaro,
(Nueva Segovia), involucrado en el robo de 73 quintales de café. Que dejó sus
estudios escolares por integrarse a tiempo completo a un equipo de béisbol
local y que, sin excepción, sus fines de semanas eran casi siempre de bacanales,
marihuana y abundante licor, con otros jóvenes de la entonces próspera Ocotal.
Pasaba luego a describir su efímera aventura como empresario capitalizado,
a partir del «justo» reconocimiento que los piñateros mayores le hicieron, a
costa de un colosal desfalco al erario público, su fracaso financiero y su
posterior evolución a operador de campo de comisionados, jueces y militares
coludidos en negocios de armas y drogas, así como de una reciente “falla” que
tuvo pocos meses atrás, error que casi le cuesta la vida y de la cual, prefirió no
hablar.
Su poco glamorosa llegada a tierras del «imperio», obedecía a la necesidad
de tomar aire, dejar que se calmaran algunos «asunticos delicados por allá» y
recoger algo de billetes verdes para luego volver a Nicaragua, a fin de cobrar
unas cuentas pendientes con cuatro “traídos” que decía tener, afirmando:
—«Los sandinistas no somos pendejos y quien me las hace me las paga».
Ante mi pregunta de si todo aquello que expresaba, más propio de un capo
de la mafia que de un supuesto revolucionario, hubiese sido aceptable ante el
criterio ético de personas como mi coterránea Araceli Pérez o del asturiano
sacerdote Gaspar García Laviana, ambos sandinistas, ambos revolucionarios y
ambos caídos en la lucha de un pueblo que no era el de ellos, me respondió
tajantemente:
—No sé mi hermano, cada quien es cada quien, además te digo, esos eran «burguesitos
gringos» que creían que iban a comer cajetas allá.
Ante mi argumento de que la una era mexicana y el otro español y no
«gringos», sin asco alguno y algo molesto escupiría:
—Pues sí, lo que sea, el caso es que ellos deberían de haber sabido a lo que iban, «los
palmaron y ni modo».
No podía creer lo que oía, mi corazón estaba a mil por hora, mi indignación
me hacía temblar. Me preguntaba: ¿De qué estarán hechas estas bestias?.
Tenía ante mí, en mi propia casa, a un ser verdaderamente despreciable, un
completo mafioso de cara y de corazón. Al verlo, no dejaba de compararlo con
Sofía y su infinito respeto por sus compañeros caídos. Me preguntaba, cómo
fue posible que tipejos de esa calaña hayan tenido bajo su mando tropas y
capacidad de decidir en el terreno, acciones bélicas de consecuencias
trascendentales, no sólo para los bandos involucrados, sino que también, para
muchísimos inocentes presentes en las llamadas zonas de guerra.
Sin notar o quizás indiferente a la estupefacción reflejada en mi rostro, me
preguntó:
—¿Cuándo me vas invitar a unas «chelas», mae?, en Nicaragua le decimos «bichas»,
aquí les dicen «biir» verda, verda...?
Asqueado ante aquello, no le respondí.
Me levanté del sillón, golpeando la palma de mi mano izquierda con el puño
cerrado de la derecha. Determinado a no estar más bajo el mismo techo con
semejante espécimen, ideé informarle de un supuesto trabajo disponible a lo
inmediato. Lo conminé a agarrar sus cosas y partí con él hacia Boyle Heights, al
centro este angelino. Sabía que allí podría encontrar a algún pollero o
intermediario al cual, pagándole alguna suma de dinero, lo ubicaría de una
buena vez en algún empleo, con suerte, lejos, muy lejos de Los Ángeles.
Después de casi tres horas de espera, más el pago de una jugosa comisión, el
intermediario encontró una vacante de recolector de hortalizas en el condado
de Fresno.
Con más perfil de guardia de prisiones que de bracero agrícola, el primo de
marras estaba horrorizado al saber que se enfrentaría a su quizás, primer
trabajo honrado y productivo de su rastrera vida. De muy mala gana le facilité
20 dólares que me solicitó y sin más aspavientos, me despedí de él.
Supe luego por parte de Verónica, que apenas si laboró un par de semanas
como bracero en Fresno, partiendo hacia el sur de Texas donde uno de sus
cuates mafiosos operaba un casino.
Un año después, estaba Pedrito de regreso en Nicaragua.
No fue gran sorpresa para mí, darme cuenta, 15 años después (noviembre
2018) que Pedrito, el imbécil aquel, fiel siempre a su vocación de carnicero, era
el flamante «compañero Turrón», un connotado paramilitar en la zona de
Jinotega y las Segovia, precisamente, una de las zonas donde las huestes
orteguistas se han destacado por sus continuos asesinatos selectivos de
personas involucradas en las anteriores protestas.
Tanto el historial como la deplorable mentalidad de alias «Turrón», (muy
similar a la exhibida por Avellán, el infame carnicero de Masaya), es compartida
por centenares de criminales fanáticos autodenominados, «militantes
sandinistas».
Dueños de una vida estéril, parásitos de oficio, burócratas supernumerarios,
vagos profesionales, asesores y colaboradores, sabrá Dios de qué, traficantes de
drogas y armas, delincuentes declarados de toda laya, esos son los especímenes
que conforman el núcleo criminal orteguista. Muy difícilmente, se hallará en
tales huestes un solo trabajador esforzado, productivo y honesto. Ese es el
ejército de terroristas que hoy día, libremente se campea, asesina y atropella
frente al desvergonzadamente llamado “Ejército de Nicaragua”.
PSICOPATA A TODOS LOS EFECTOS

Como ya he relatado, los acontecimientos del 2018 en Nicaragua, me sacaron


de mi cómodo nicho de algodón, y me urgieron a dejar de ver aquel drama
como espectador de tercera fila. Un sentimiento que seguramente, también
experimentaría toda persona con un mínimo de decencia y aversión por lo
injusto.
En medio de la aplastante sensación de impotencia que universalmente se
deriva al evaluar nuestras humanas limitaciones en estas circunstancias, recordé,
que aun el más largo camino comienza con un primer paso y no puedes
pretender vencer a tu enemigo, si en realidad no lo conoces. Eso, dibujar al
monstruo, exponer sus entrañas y denunciar sus crímenes podría ser el camino
y de hecho, ingenua o no, mi única opción a estas alturas de mi vida.
Un camino incierto, que sería visto con mucho escepticismo por Orlando,
mi amigo nicaragüense, anteriormente descrito, quien me expresara:
—«No le des tantas vueltas, Jorge, es simple: El “chayorteguismo”, los nicas lo llevamos
en la sangre.
Ambos criminales y sus secuaces no son un accidente histórico, sino que reflejan mucho
de lo que somos: prostitutos de la conciencia, yoquepierdistas y ensalzadores de tiranos.
Aplaudimos al poderoso, admiramos al corrupto y despreciamos los principios…
¿Los héroes? ¡Jumm!
¡Los héroes son la excepción, no la regla!…»
Con todo y a pesar de tan nada alentadora letanía de mi amigo, conocedor
cabal de la naturaleza y la historia de su pueblo, Nicaragua, decidí seguir
adelante.
Testigo de primera mano de los desvaríos, tanto públicos como digamos, no
tan públicos de Coatlicue, consideré apropiado profundizar al respecto e ir más
allá de la descripción anecdótica y hasta morbosa, tal y como ha sido hasta
ahora el caso y más bien, vislumbrar desde una perspectiva más objetiva y
profesional, su naturaleza psíquica. Todo esto, como un intento de explicar, si
es que eso es posible, su afinidad al salvajismo, al regodeo morboso con el
brutal ensañamiento a inermes prisioneros, su eficiente y tenaz planificación del
terror y sobre todo, ser capaz de entender su asombrosa capacidad de llevar el
cinismo a niveles pocas veces vistos, al difundir melosas peroratas que hablan
de paz y amor mientras que a su vez, hace correr sangre de inocentes por calles
y ergástulas.
En fin, sintetizando, entender esa capacidad de permanecer incólume ante la
barbarie o lo que es lo mismo, entender su inmenso vacío moral.
Sabía de primera mano de sus recurrentes visitas e inclusive, cortos
internamientos a sanatorios psiquiátricos producto de sus correrías bacanaleras
con abundante droga de por medio, allá en los años 90. Igual que fui testigo de
sus rituales chamánicos. No obstante, ¿qué criterios tendrían al respecto los
psiquiatras o psicólogos que la trataron? ¿Su objetividad científica, sus estrictos
protocolos y sus intercaladas teorías, verían algo que mi profunda repugnancia
y sincera indignación no me permitían ver?.
Supliqué a Sofía que evaluase las posibilidades de obtener una entrevista
con el o la responsable de cierta clínica de la delegación Venusiano Carranza,
donde en una o dos ocasiones, yo personalmente trasladé a Coatlicue, en una
de sus quedadas psicóticas.
Días después, Sofía me haría llegar un nombre: Dra. C. S. Pinillas quien a
principios de los años 90, era la jefa de psiquiatría de la clínica referida. Mi
interés en lo antes dicho, asuntos ligados a mis negocios en México que urgían
ser atendidos y una venturosa mejoría de mi quebrantada salud, me hizo tomar
la decisión de partir en compañía de Verónica mi nicaragüense esposa, a
Ciudad de México, exactamente el día 3 de agosto del 2018. Una de mis
primeras acciones, fue tratar de hablar con la Dra. Pinillas, a quien Sofía logró
ubicar en su rutina diaria de ejercicios en un gimnasio cercano a la exclusiva
colonia Roma Norte, logrando que la misma accediera a entrevistarse conmigo
al día siguiente.
La encontré en una mesa de la fonda del gimnasio. A sus 72 años, Pinillas
mantiene una buena presencia y una energía propia de una mujer de menos
edad. Me recibió amablemente preguntándome por mi interés de hablar con
ella. Sin embargo, una vez enterada de mis intenciones, su reacción fue de
rechazo, aduciendo que su compromiso de sigilo médico-paciente era
inquebrantable.
Mis argumentos respecto al carácter de figura pública de la ex paciente, de
su comisión de múltiples delitos de lesa humanidad, su manipulación de
símbolos religiosos, su autoritario despotismo y la grave presunción de que su
actuar podría deberse a algún tipo de psicopatología, no hicieron mella alguna
en aquella psiquiatra quien se levantó de la mesa irritada y diciendo:
—“Pensé que había sido citada para un asunto verdaderamente importante”.
Antes de marcharse atiné a preguntarle:
—¿Y si fuesen sus hijos los muertos o torturados?
Desalentado y pensando que si realmente tenía algún sentido hurgar en el
trastornado pasado psíquico de Coatlicue para explicar su caótico presente, me
dirigí hacia el cercano café donde me esperaban Verónica y Sofía. Faltando
unos pocos metros para llegar, siento que alguien me tira del brazo, al virar veo
que es la misma doctora Pinillas quien me dice:
—Disculpe, comuníquese a este número, con el Dr. Idiáquez, dígale que yo se lo
recomendé, definitivamente es la persona más indicada para hablar con usted. Y por favor
créame, lamento mi grosería.
Seguidamente me dio una tarjeta y se despidió cortésmente. Un tanto
nervioso debido al incidente, accedí finalmente a llamar al teléfono indicado en
la tarjeta. Tras varios intentos, finalmente contestó un hombre de voz grave y
hablar sosegado quien se identificó como el Dr. Bartolomé I. N,
Psicoterapeuta.
Tal y como me indicó la doctora Pinillas, le referí su nombre y le adelanté la
razón de mi interés de hablar con él. Curiosamente no se sorprendió, fue tal y
como si lo esperase, a pesar de no haber tenido según me dijo, llamada alguna
de la doctora poniéndolo al tanto del asunto. Quedamos de vernos al día
siguiente en su consultorio a las 10 a.m., cita a la que decidí acudir solo,
sopesando que la presencia de Verónica me inhibiría de hablar sin remilgos de
mi pasado vínculo con Coatlicue.
NOTA: «Debido a mis paupérrimas dotes de periodista, varias de las
entrevistas realizadas y que aparecen en este escrito, no fueron correctamente
grabadas o bien, el entrevistado no lo permitió, por lo que su transcripción
depende de mi limitada habilidad de apuntes y memoria. Debido a eso, algunos
conceptos técnicos - médicos e incluso algunas fechas, podrían ser imprecisas.
No obstante, he hecho mi mejor esfuerzo por no alterar el argumento o
desvirtuar el espíritu ilustrativo del entrevistado. Así mismo, por razones más
que comprensibles, los nombres de estos han sido cambiados. A pedido del Dr.
Bartolomé, en algunos casos, se utilizan unicamente las iniciales de los
personajes citados».
Arribé puntual a la entrevista. Bartolomé, hombre de poco más de 70 años,
robusto, facciones mestizas, con un copete descolgando por su amplia frente y
ojos escrutadores, me recibió con un fuerte apretón de manos. Títulos,
reconocimientos, libros y un gran cuadro de su homónimo Fray Bartolomé de
las Casas, adornaban su amplio consultorio.
Graduado en 1969 con el título de Médico Psiquiatra, Bartolomé, es
también un prestigioso hipnoterapeuta. Después del saludo y percibiendo mi
dificultad de ir al grano, tomó los mínimos elementos que el día anterior le
pude adelantar por teléfono para decirme:
—“¡Menuda tarea la que le toca amigo! Ni más ni menos que desenhebrar,
no a Coatlicue, sino, a la multitud de personajes a quien ella dice acudir y
habitar según las circunstancias; personajes estos, curiosamente, todas mujeres,
compartiendo, una tras otras, rasgos comunes: Narcisismo, megalomanía,
autoritarismo, sadismo, parafilia, crisis de identidad sexual y un exacerbado
complejo de autoglorificación.
— Ahora y esto es lo interesante, todos ellos no son personajes fugaces. Son
personajes incrustados en lo profundo de su subconsciente. Habrán sido
quizás, unas quince sesiones de hipnosis regresiva en las que, personalmente,
habré identificado en sus trances, a una decena de personajes de diferentes
épocas y países.
— Primero que nada, cuando yo la empiezo a tratar, ella viene por un
interés personal de experimentar algo de lo que en los 90 estaba en boga:
acceder al recuerdo de vidas pasadas a través de la hipnosis regresiva, una tesis
que aún hoy, en el 2018, resulta polémica. Le expliqué que en este caso, lo que
se efectuaba era una regresión a recuerdos implantados en el subconsciente,
realmente vividos o imaginados y que no se sometiera a ellos con expectativas
de orden místico. Al insistir ella en su disposición a tratarse y después de
mencionarme, probablemente sin intención, su paso por otras clínicas de salud
mental, le dije que antes de atenderla, solicitaría una copia de sus expedientes
clínicos en los centros donde había sido tratada. Me dijo que no podía esperar
tanto, que debía volver a su país. Al reafirmarle mi postura, me dio los
nombres de las clínicas y definimos cita para 4 semanas después. Esto fue a
inicios de septiembre de 1995.
Dicho esto, Bartolomé se levantó, buscó en su archivo y volvió con una
carpeta transparente llena de papeles diciendo:
—Son expedientes médicos de Coatlicue, entre los cuales destacan los
siguientes diagnósticos:
*Esquizofrenia paranoica y desordenada.
*Trastorno esquizo-afectivo.
*Trastorno de la personalidad antisocial (sociopatía)
*Disfunción o síndrome del lóbulo frontal cerebral. (El mismo
padecimiento del zar Iván, el Terrible).
*Disfunción del sistema límbico. (Conjunto neurocerebral, que regula las
emociones tales como el miedo, la rabia e incluso el deseo sexual).
*Trastorno sádico de la personalidad.
Bartolomé añadió:
—«En general, la esquizofrenia es un desorden que afecta con diferentes
niveles de gravedad la percepción de la realidad, las emociones y la conducta.
Aunque puede tener orígenes genéticos, también hay desencadenantes externos
mayormente ligados al consumo extendido de drogas. La Esquizofrenia
Paranoide, es un subtipo de la esquizofrenia que afecta a la personalidad de
quien la padece. Sus manifestaciones se caracterizan por delirios grandiosos y
alucinaciones, así como ausencia de afectividad, egocentrismo, aislamiento y
acentuada paranoia o síndrome de persecución.
En el caso de sujetos esquizofrénicos paranoicos con poder, tal y como
resulta ser el caso que nos asiste, la situación es gravísima. Te lo explico:
En mayor o menor grado, todos tenemos tendencias a algún tipo de
psicopatías, no obstante, en el ser humano común, conciencia, pudor y temor a
las consecuencias de sus actos, se mezclan para refrenar los insanos impulsos.
Sin embargo, a diferencia del hombre común, el dictador, por definición, amo y
asolador de las instituciones, no tendrá freno social alguno para atajar sus
desmanes por lo que la sociedad estará a merced de sus valores, sean estos,
torcidos, retorcidos o con un poco de suerte, simplemente dudosos. Como en
todo, existen dictadores de dictadores.
— Acercándonos a nuestro caso, tenemos a un personaje convencido de su
derecho divino a gobernar y de proteger tal derecho, considerando, que quienes
se opongan a su autoridad a lo establecido por “su Dios”, se oponen,
acarreando por tanto, condenación como viles herejes, dignos del peor de los
tormentos cuando no, de la muerte misma. En su delirante concepción, el
alevoso criminal (sus hordas paramilitares), se transforma en valiente ángel
guardián resguardando la paz y el amor con cada certero disparo. No es nada
nuevo, en diferentes épocas y latitudes han existido esos trastornados y reales
psicópatas, que justificarán y defenderán su nefasto comportamiento con los
argumentos más inverosímiles. Stalin, un delincuente juvenil que llegó al poder,
con un hablar menos empalagoso que Coatlicue (quizás su única diferencia),
denominaba a Lavrenti Beria, su más destacado asesino, como: «nuestro pulcro
buitre carroñero» o «magnífico depurador ideológico». Los sociópatas por otro
lado, tienen todas las características encontradas en Coatlicue:
* Falta absoluta de vergüenza, no conocen el pudor a pesar de parecer
normales.
* Narcisistas y con manifiestos delirios de grandeza.
* Indiferentes al dolor del otro, totalmente faltos de empatía.
* Tienen pocos amigos y a su vez, tienden a controlar y aislar a las personas
de su entorno.
* Fríos y correctos, no muestran jamás sus emociones.
* Egoístas extremos.
—Por último y no menos importante, además de los mesiánicos
razonamientos para justificar su crueldad, en el caso de Coatlicue, tenemos una
condición extrema que es el de una personalidad sádica. La personalidad, debes
saber, está conformada, en palabras llanas, por la resultante proveniente de
nuestro patrón de pensamientos, formas de ver el mundo, creencias y actitudes
adquiridas. Es nuestro «genio y figura hasta la sepultura», a menos que a través
de un esfuerzo sostenido y absolutamente consciente, transformemos lo lesivo
de ella.
— En la persona sádica, tiene lugar una inusitada activación de algunas
regiones cerebrales cuando observan alguna imagen que refleja dolor o
sufrimiento de una persona o de un animal. En este caso, tal y como sucede
con el consumo de drogas, se generan importantes secreciones de dopamina y
serotonina que son neurotransmisores ligados a los estados de ánimo y otras
funciones.
— En la personalidad sádica, la euforia sólo es posible con la observación
directa, o la certeza del sufrimiento generado a la persona o al grupo en el que
ha fijado su obsesión. Igualmente, como en todo proceso de adaptación y
consecuente adicción en el que las dosis van paulatinamente creciendo, en el
caso del personaje sádico, para llenar su cada vez mayor demanda de dolor
ajeno, tiende a darse un aumento no solo cuantitativo sino cualitativo, de su
peculiar y subjetivo consumo, lo que conlleva a una exacerbación del
sufrimiento generado, sofisticando los métodos. Por otra parte, al estar
involucrada en este proceso, la Amígdala Extendida del cerebro la cual, cumple
una función reguladora de sensaciones como la ansiedad, angustia, irritabilidad
e inquietud, tenemos que la misma, al adaptarse a la droga o al efecto sádico,
no cumplirá más su función reguladora si no es, con más y más droga. Esto
conlleva a que la persona con este trastorno, con el tiempo, demande un
escenario sádico cada vez más frecuente, no solo para lograr un cada vez más
elusivo estado de euforia, sino que simplemente, para calmar todo el conjunto
de desagradables sensaciones antes mencionadas. El sadismo se vuelve
entonces, parte de su cotidianidad».
TENEBROSA OBSESIÓN
Volviendo al hilo, en relación al tratamiento regresivo a Coatlicue,
Bartolomé empieza a describirme aspectos relevantes del mismo,
específicamente, la supuesta encarnación en ella de singulares personajes de la
historia, desconocidos en ese momento para el activador del proceso hipnótico,
en este caso, Bartolomé mismo, por lo que se descartaba, cualquier indicio de
inducción telepática.
Al respecto, describe:—Una de las sesiones más llamativas que recuerdo, fue
el de una mujer rusa cuyo nombre ahora te lo digo…
Se levantó de su asiento y buscó en el archivo de Coatlicue el dato.
—Se llamaba Daria Saltykova, una acaudalada mujer rusa del siglo XVIII,
condesa y viuda a temprana edad. Una decepción amorosa fue el detonante
emocional que la llevó a convertirse en la más reconocida asesina serial rusa.
Sus víctimas, más de un centenar, eran mayoritariamente mujeres jóvenes en
edad de casarse y de baja condición social, a quienes descuartizaba. De
personalidad sádica, se regocijaba torturando con azotes o agua hirviendo a sus
sirvientes, a algunos de los cuales, dejaba morir de frío. Al describir esa
vivencia, intermitentemente Coatlicue hablaba en lo que yo estimé era una
versión de ruso antiguo, totalmente desconocido para mí. Más tarde comprobé
la veraz existencia de Daria en el tiempo y el lugar relatado. De igual manera, te
podría hablar de otros personajes similares a este de Daria, a los que Coatlicue
revivía en trances de profunda hipnosis, entre ellos, Erzsebet Bathory una
asesina húngara del siglo XVI que obsesionada por la belleza, se bañaba con la
sangre de jóvenes doncellas a quienes asesinaba. Te repito, todos los personajes
encarnados tenían una extrema afinidad por la violencia, la intriga y una
obsesiva sed de mando. Debo señalarte aquí, que los personajes anteriores eran
exteriorizados únicamente en estados hipnóticos, sin jamas referirse a ellos
fuera de dicho trance. No obstante, hubo uno en particular de quien ella
hablaba de manera insistente estando totalmente consciente, me refiero a
Ranavalona I, quien reinó tiránica y sangrientamente Madagascar, por más de
30 años en el siglo XIX. Sus víctimas se cuentan por más de 150 mil torturados
y asesinados. Coatlicue decía haber heredado de ella sus rasgos morenos, su
odio al cristianismo y su inclinación por el ocultismo oriental. Poco
documentado en lo tocante a la historia, yo supe por primera vez de la reina
malgache de la boca de Coatlicue, quien manejaba al dedillo los pormenores de
la vida de la misma, entre ellos curiosamente, el encarnizado y casi fatal
conflicto con su único hijo que, en Coatlicue, se repite con su primera hija.
—Sea que en realidad ha vivido como tales personajes o que, de alguna
manera, por lectura o por relato de alguien, los haya fijado en su subconsciente,
la verdad es que ella los hace suyos, identificándose con ellos a la perfección.
— Es de hacer notar que nunca afloró en ella una sola personificación con
rasgos de humildad, simpatía o piedad. Nunca una Juana de Arco, una Santa
Teresa, o una Ana Frank.
— Quizás, el más digerible de los personajes encarnados es el de una
inmigrante portuguesa llegada a México, específicamente a Veracruz en 1895,
en pleno porfiriato. En este caso, tal fecha la concluí, no por el personaje que
encarna: una prestamista cuarentona, avara, viuda y bisexual llamada Regina,
sino, por el personaje del que ella se enamora: la poeta veracruzana María
Enriqueta Camarillo y Roa de Pereira, poeta, novelista, traductora, promotora
cultural y estupenda pianista. La misma tendría unos 23 años cuando Regina la
conoce, siendo entonces María Enriqueta, una joven inquieta, simpática y
extrovertida en el entonces cosmopolita puerto de entrada de Europa a México,
tal y como era, Veracruz.
— Aparentemente, se produce una cierta interacción entre ambas, a partir
de un interés de María Enriqueta por la cultura portuguesa, en este punto
tenemos una laguna histórica ya que de pronto, en el relato de Coatlicue,
aparece Pavela, una joven judía seguramente culta, de la que Coatlicue no
manifiesta mayores referencias pero que sí, aparentemente ensombrece a la
rústica Regane, ante los ojos de María Enriqueta.
— Coatlicue, maldice y despotrica durante todo el trance hipnótico contra
Pavela y el judaísmo.
— Por último, la tenemos encarnando a Gertrudis Apocarro, una
dominicana de raza blanca nacida en 1917 que a sus 23 años (1940), se
convirtió en amante del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo.
— Es en ese contexto que Coatlicue vuelve a vivir una situación similar, a la
supuestamente vivida con la poeta mexicana antes descrita y la judía Pavela.
— A sus 24 años (1942), Aída Cartagena Parlatín, poeta y ensayista
dominicana, es una escritora novel, de atractivos rasgos mulatos, quien rompe
tabúes respecto al tradicional rol de la mujer en la conservadora sociedad
dominicana, logrando captar de inmediato, la atención del dictador Trujillo.
— La actitud firme de rechazo a los halagos y avances románticos del
temible hombre fuerte dominicano por parte de la joven intelectual, generó
más admiración que molestia en aquel quien, seguramente, no habría dejado de
comparar tal actitud con la muy ligera y poco recatada Apocarro.
— En los trances regresivos Coatlicue se refería a Cartagena con fuertes
epítetos raciales , debido a la ascendencia negra de la poeta.
— Esta fue la más detallada y colorida de las supuestas encarnaciones de
Coatlicue. A menos que haya estado ahí, o estudiado mucho al respecto, la
descripción del ambiente de esa época, (años 30 y 40) refiriéndose a calles,
edificios, trajes, personajes, así como sus apasionadas vivencias con el entonces
sanguinario tirano dominicano, son sorprendentes.
— Aunque con mucho cuidado, como escogiendo las palabras, en
momentos de extraña confidencia, con plena lucidez y pupilas dilatadas por la
emoción, hablaba (no encarnaba) de una gitana española que conoció y de
quién se habría perdidamente enamorado en su adolescencia. Esto último,
aunado a lo descrito en sus supuestas encarnaciones, reflejan claros indicios de
una crisis de identidad sexual y seguramente, una fuente de frustraciones que
podrían exacerbar su ya trastocada, condición psíquica.
— Volviendo al caso actual, su misión como Coatlicue la concibe como una
oportunidad para escalar en una especie de escalafón místico, complaciendo a
sus dioses, imaginarios o no, con sangre y perpetuando su estirpe a través de
una especie de pacto diabólico con su marido oficial a quien llama «La Bestia
Cósmica» (Iluikatl Tecuani), una bestia según dice, profetizada y esencial para
sus planes vitales que, según externaba, consistían en preparar las condiciones
para la llegada de unos supuestos dioses de origen cósmico denominados
reptilianos.
— Mi personal y falible opinión es que Coatlicue, jamás ha encarnado
realmente tales personajes y si los hace suyos, es por su total identificación a
ellos. Todos siguen un patrón: asesinas, dictadoras o amantes de alguno y
siempre atraídas por alguna mujer ilustre.
DEMONIO DE 9 DEDOS
— Una de las características más destacadas de Coatlicue, es la de ser una
anticlerical acérrima, afirmaba que Cristo era un fraude, creado para engañar y
someter a las masas por parte de los jerarcas de la iglesia. Al respecto, en una
ocasión me mostró la fotografía de una pintura realizada en la pared de una
iglesia en Nicaragua, (San Rafael del Norte) en la cual aparece quien ella llama
príncipe Luzbel, (un demonio de 9 dedos) tentando a Cristo en el desierto con
una cara asombrosamente idéntica a la de Tekuani, su marido.
— Lo interesante es que tal cuadro fue pintado en años en los que este
último, era desconocido. Situación que ella utiliza para reafirmar su carácter de
líder profetizado.
— A propósito, te cuento que esa imagen me la trajo en una postal, un
gordito periodista nicaragüense que andaba, así como vos, husmeando en los
vericuetos de Coatlicue aquí en México. Eso fue hace algunos años, creo que su
nombre está en la postal esa que me regaló.
Bartolomé se levantó, buscó entre sus archivos y me mostró la postal. Era la
imagen de un hombre de rasgos vulgares y claro perfil de sátiro en
representación del diablo. Al reverso de la postal, ¡vaya sorpresa!, se leía el
nombre del remitente: Moisés Ab. Pra.
Bartolomé continuó:
—El gordito este, se llama o llamaba, no sé si ya habrá muerto, Moisés. Me
pareció un hombre culto, de hablar un tanto meloso. Me dijo que andaba en
una investigación periodística y puedo decirte que, aunque rebuscaba las
palabras y sacaba citas bíblicas, se le salía por los poros el desprecio y odio
hacia Coatlicue. Educadamente me negué a darle información alguna.
Evidentemente molesto, antes de irse me dijo: —“Debe saber que está tapando a
una carroña del infierno”.
A los pocos días, el gordito aquel volvió sin tener cita, por lo que no pude
recibirle. Esa fue la ocasión en que me dejó con mi secretaria la postal esa.
—Unos dos o tres meses después, junio o julio del 2002, se me aparecieron
tres señores que decían ser diputados o políticos de algún nivel en Nicaragua.
Elegantemente vestidos, con traje y corbata, traían el mismo objetivo que el
gordito periodista antes señalado; conocer la vida y milagros de Coatlicue aquí
en México. Dos de los tipos, usaban anteojos oscuros y notables prendas de
oro. Ambos destilando petulancia, observando todo con malicia, susurrándose
entre ellos y soltando vulgares carcajadas, transmitiendome de inmediato la
sensación de estar ante dos verdaderos truhanes. Se referían a Coatlicue de
forma soez e intolerable.
—Creo que independientemente de todo el resentimiento que tengas hacia
alguien, no puedes caer en la procacidad, en la vulgaridad desmedida. A punto
de levantarme de mi escritorio y echarlos, habló el tercer señor ahí presente, el
cual se había mantenido callado, cabizbajo y después supe, avergonzado del par
de bichos que lo acompañaban.
— Educado, de hablar suave, mostrando gran respeto me explicaría el
motivo de su visita, a lo cual, yo le respondería de igual manera que al gordito
periodista. Se levantó, me dio una tarjeta de presentación y me solicitó una cita
médica personal y formal antes de los próximos dos días ya que pronto, tendría
que partir de regreso a Nicaragua. Se llamaba René Herrera, un hombre
decente y culto con quien después me uniría desde la lejanía, una cálida
amistad. Luego sabría que había estudiado y trabajado muchos años aquí en
México. Murió súbitamente hace como seis años. Los otros desagradables
señores, diputados o congresistas, según las tarjetas que me dejaron se llamaban
Dr. Wilfredo N. M. y Lic. Enrique Q. T.
—A propósito de ellos, te cuento una anécdota: acá detrás mío, había un
gran cuadro con una pintura inspirada en la Batalla de Guadalete en España,
entre los árabes del Califato Omeya y el rey godo Rodrigo. El cuadro tenía una
leyenda que rezaba el nombre de la batalla y la fecha de la misma «711 DC».
Pues bien, uno de ellos, no te podría decir cual, se pone a sacar cuentas con los
dedos y extrañado me dijo:
—¿711 después de Colón?, ¿cómo es eso?, ¿No van 500 y piquito de años
apenas de que vino Colón o me equivoco?
—Te juro Jorge, que creí que estaba bromeando. Al ver su cara de extrañeza
me quité la pena y le dije que eso significaba 711 años después de Cristo, no de
Colón. Finalmente añadió: — Ah, ¿en verdad? — ¿Así cuentan las fechas aquí
en México?
—No dije más nada, no me interesaba ponerlo en ridículo.
—Aún creo que se trataba de una broma. El otro sujeto, probablemente
igual de ignorante, apurado viendo el reloj, creo que ni entendió de que se
trataba tamaño dislate. Saca cuenta por ahí de qué clase de profesionales o
políticos ignorantes estamos hablando. Nunca más, afortunadamente, supe de
ellos.
—También, por allá del 2003/2004 me visitaron dos señores, que se
identificaron como destacados pastores de la iglesia evangélica en Nicaragua.
Por ahí deben andar sus nombres en el libro de citas, uno era de apellido
Casco, le entendí que era algo así como senador o diputado, el otro era de
apellido Duarte, no recuerdo el nombre, un tipo bajo y bigotón con cierto
parecido al Chapo Guzman. El apellido de este último lo recuerdo bien porque
mi yerno salvadoreño, también es de apellido Duarte. Los acompañaba una
guapa joven y decían estar programando una campaña evangelizadora en
Nicaragua y que para combatir a las «huestes demoníacas», debían conocer,
refiriéndose a Coatlicue, con quien estaban tratando.
—No me parecieron muy honestos y de alguna manera logré entender que
lo que hacían estaba relacionado a tramoyas electoreras y no me nació el
ayudarles. Les respondí negativamente, algo apurado por mis citas con otros
pacientes y se marcharon. Por cierto, uno de ellos, quizás sin querer, se me
llevó un libro que empezó a ojear mientras esperaban que los atendiera, un
libro de Alexis Carrel, muy estimado por mí.
—Creo que la mayoría de ellos, han venido motivados por algunas
escandalosas especulaciones lanzadas hace unos años por la Sra. Maritza C., en
esa relación de amor y odio que siempre ha mantenido con Coatlicue. La Sra.
Maritza, fue paciente mía, siendo precisamente ella quien trajo por primera vez
a Coatlicue, acá a mi consulta. Es importante que sepas, que el interés de ambas
jamás fue el de someterse a una terapia profesional a partir de admitir
humildemente una necesidad de ayuda ante sus evidentes desvaríos, sino que su
motivo era una errónea y fantasiosa concepción de la hipnosis regresiva,
desvirtuándola de su papel como herramienta psicoterapéutica.
—La conclusión, querido Jorge, es simple: Narcisista, sexualmente
indefinida, megalómana, autoritaria y malvada Hará todo y pasará sobre todos
en su frenético afán de que sea reconocida su grandeza y divinidad.
—Al igual que una adolescente enamorada, cautivada por su amado,
Coatlicue tiene una fijación absoluta por el poder y es perfectamente capaz sin
que le tiemble el pulso, hasta de asesinar por él.
—Sabe bien que este, el poder absoluto, es el mecanismo único de
satisfacción de sus bajos y en su caso, vitales instintos. En su mundo psico
emocional, su existencia misma no tiene sentido sin el poder. En esta etapa de
vida, con millones de dólares a su disposición, su obsesión es la de un
personaje sádico: el poder de dañar, el poder de causar dolor y el de difundir
terror.
—En este sentido, para un psicópata, un sádico, el dinero no se compara
con el poder. Carlos Slim aquí en México o Bill Gates en EE. UU, tienen todo
el dinero imaginable pero no la capacidad de matar, violar o torturar
impunemente, tal y como una psicópata como Coatlicue lo hace libremente en
Nicaragua. Aquí entra también en juego, su absoluto desprecio por cualquier
ser fuera de su círculo interactivo de poder.
—Al igual que muchos psicópatas que han llegado al poder, la suerte de sus
guardias y matones no les interesa en lo más mínimo. Son escalones, burdos
escalones en el camino a la cúspide de su poder. Celosa en extremo del talento
ajeno, odia al intelectual, al líder natural y crítico, en fin, a todo aquello que su
tortuosa imaginación defina como un potencial peligro contra su pretendida
supremacía o la de su estirpe. En el caso de la mujer atractiva o destacada se da
en ella, una contrastante dualidad de amor y odio por su reprimida tendencia
lésbica, aunada a su celo, ante alguien que la opaque.
PATETICA NECESIDAD DE ATENCION
—En Coatlicue, su desprecio hacia los demás es una manera de hacer pagar
el no ser reconocida como asume que debería ser, a partir de sus supuestos y
grandiosos méritos. Por otra parte, el destacarse como malvada, es una manera
de desprenderse de lo común, de ser considerada fuerte, de ser temida por la
masa, la plebe vulgar e ignorante que en realidad desprecia, pero que en el
fondo, desesperadamente necesita, en su extremista afán de llamar la atención,
algo que probablemente jamás tendría a partir de sus propios, nada
descollantes talentos naturales y maltrecha imagen.
Esto último, una patetica imagen, tan lesivo a su monumental narcisismo, lo
pretende resolver con un vestuario extravagante, llamativo por su exclusividad
y descomunal coste, con el que constantemente deja patente su pertenencia a
una élite ubicada a años luz del vulgo. Es a este mismo vulgo a quien a diario
se ocupa de dejarle suficientemente claro, quién es el que manda, quién es el
líder fuerte, el que todo lo sabe, ve y oye, sin dejar escapar oportunidad alguna
para hacerse ver como la iluminada, aquella que – en un acto de conmiseración
infinita, del cual se le debería estar eternamente agradecido – se rebaja, desde su
encumbrado nivel a uno entendible por las multitudes, para transmitir las
directrices del “buen vivir”.
—Aunque peligrosa por su total falta de escrúpulos, Coatlicue es un
personaje digno de la mayor lástima. Encerrada en un círculo de mentiras,
desconfianza y poses públicas de fingida felicidad, su final será uno de
amargura y desolación.
—Esto es en síntesis, Jorge, lo que te puedo decir.
—Ahora cuéntame, ¿a qué se debe tu interés al respecto? Desde que
hablamos por teléfono, luego al verte entrar y más ahora al interactuar, he
percibido tu abatimiento. Eso me ha dado la confianza y motivación para
hablarte sin tanto preámbulo ni tapujos.
—Pues, ando en una investigación motivada por los acontecimientos
ocurridos, por allá en Nicaragua —le respondí.
—Sí, deplorable todo, Coatlicue es alguien que, por elemental juicio, jamás
debió haber accedido a un puesto de poder, nunca. Apartando todo sesgo
político y ubicándonos en una perspectiva objetiva, clínica y científica, ella es
para todo efecto, un sujeto con personalidad psicópata.
—En muchos países, para comprar un arma se debe pasar por un aceptable
análisis psicológico y de madurez emocional. Imagínate ahora dirigir un país y
tener todo un ejército a disposición. ¡Qué locura! literalmente ¿cómo los
nicaragüenses permitieron eso? ¿estarían dormidos?
—Ahora quiero darte un consejo, ya que veo que lo tuyo es muy personal,
honesto y que seguramente tus razones tendrás pero, debes aprender a manejar
todos esos sentimientos o los mismos, te podrían llevar a una debacle
emocional que podría tener graves consecuencias. Haz lo que tu conciencia te
dicte hacer, pero trata de buscar algún apoyo psicológico profesional.
—Volviendo a Nicaragua, y a propósito del libro hurtado que te dije que
era de un autor llamado Alexis Carrel, ¿recuerdas al boxeador nicaragüense
aquel que le quitó el campeonato al Púas Olivares allá por 1974? Se llamaba
Alexis Argüello y tuve la oportunidad de atenderlo aquí, en esta misma sala en
varias ocasiones, a finales de los 90. Me lo refirió Enrique Tarso, un ex-
entrenador de Julio César Chávez. Un gran tipo Alexis, humilde, humano,
ejemplar. Me dijo andar en unos proyectos de rehabilitación de alcohólicos y
drogadictos, allá en Nicaragua. Supe de su suicidio y me apesaró mucho. No
dejo de ver las ironías de la vida, lo odié cuando le ganó al Púas y luego, me
sacó las lágrimas cuando murió.
—Mira, una cosa lleva a la otra, si tienes tiempo y aún mantienes interés en
investigar, trata de ver a una mujer sesentona que está residiendo en un asilo
que regentan las Hermanas de la Divina Misericordia, en la delegación de
Iztapalapa. Es arqueóloga y por algunos años anduvo en diversas correrías
bacanaleras con Coatlicue cada vez que esta venía a México. Es una mujer muy
lúcida y está postrada desde hace varios años en una silla de ruedas. Te daré el
nombre, pero por favor, sé discreto ya que ella depende de ayudas y hay gente
tonta, que puede discriminarla por sus antecedentes de alcohólica y drogadicta.
Le aseguré mi absoluta confidencialidad al respecto, agradeciéndole su
amable gesto de recibirme y su valiosa cooperación.
Saliendo de su despacho, me doy cuenta de que traigo una curiosa y antigua
pluma fuente que Bartolomé me había mostrado y que «sin querer», había
colocado en la bolsa de mi camisa. Al regresar a entregársela, riéndose me
comentó:
—Ya estaba por agregarte al expediente que les tengo a los pastorcillos nicas
por lo de mi libro.
Lo abracé y me despedí finalmente de él.
GAVIOTA DE ALAS TRUNCADAS

Animado, esa misma tarde estaba en el amplio y acogedor asilo de Iztapalapa,


donde pregunté por quién llamaremos, Margaret.
Después de identificarme y llenar algunas formas, una de las monjas me
condujo hasta un salón donde, en compañía de otros ancianos, se encontraba
una mujer de rasgos finos, tez blanca, pelo rubio, postrada en una silla de
ruedas a partir de un trágico accidente años atrás.
Me presenté expresándole el motivo de mi visita.
Observándome de pies a cabeza, tardó un momento para pedirme que nos
moviéramos hacia un lugar menos bullicioso.
Mujer agradable, de versar franco y con un agudo sentido del humor. Sin
ahondar mucho, me dijo que un accidente 14 años atrás, le salvó la vida al
sacarla definitivamente de las calles, donde mal vivía como drogadicta.
Oriunda de Pénjamo, estado de Guanajuato, desde su temprana
adolescencia, se habían despertado en ella intensas inquietudes espirituales.
Atraída por las exóticas doctrinas orientales se inició en prácticas del yoga, la
meditación, el vegetarianismo y los estudios védicos hindúes. Los brumosos
caminos de la sierra, cercana al hermoso municipio guanajuatense, serían
testigos de sus múltiples jornadas de caminatas y contemplación.
Entusiasta de la historia, pero vacilante en cuanto a qué profesión estudiar,
sería su padre, reconocido profesor local, quien la animaría a decidirse por la
arqueología, por lo que en 1977 a sus 19 años, ingresó en la prestigiosa
Facultad de Arqueología de la UNAM en Ciudad de México.
Para 1983, apenas recién graduada, Margaret concursó y ganó una de las dos
vacantes que la UNESCO ofertaba, para que arqueólogos noveles participasen
en operaciones alrededor del famoso y recién descubierto conjunto de
Guerreros de Terracota, en la provincia de Shaanxi, China continental. Una
extraordinaria experiencia que se extendería por 22 meses.
De vuelta a México, Margaret se integró como investigadora del Instituto
Nacional de Antropología e Historia, lo que le permitió conocer de primera
mano el monumental inventario arqueológico mexicano. Es ahí donde conoce
a Miguel, un destacado antropólogo con quien estableció una relación
sentimental.
Miguel, acucioso investigador de la historia, costumbres, rituales y creencias
de los precolombinos pueblos mexica y demás, era también afecto a las setas de
Teonnacatl, así como al Peyote, milenarios componentes de la tradición
alucinógena maya. Afición esta, a la que luego se adhirió, Margaret.
Algunos meses después, ambos visitaron el centro ceremonial ubicado en
Coyoacán dirigido por el anteriormente nombrado chamán de la etnia
Tarahumara, Maximiliano Chiquilistá. Ahí Margaret atestiguaría por primera
vez una recreación del ritual Tarahumara del Peyote.
En realidad, los rituales estaban lejos de ser una fidedigna demostración de
la antiquísima tradición espiritual precolombina y más bien, parecían
corresponder a un chabacano exhibicionismo, utilizando para ese fin,
llamativos símbolos de vestuario y poses.
Los objetivos del centro estaban más dirigidos a cautivar a una amplia gama
de personas, mayormente jóvenes, quienes por razones de índole cultural,
espiritual o simple curiosidad, estaban dispuestos a pagar apreciables sumas de
dinero para participar en los denominados ritos iniciáticos que incluían un
intenso consumo de peyote, setas alucinógenas y marihuana.
Incompatibilidades diversas, hicieron que Margaret diera por terminada su
relación sentimental con Miguel. No obstante, continuó siendo una asidua
visitante del centro ceremonial.
Sobre eso, Margaret me relató:
“Era toda una experiencia mística, tus sentidos se ensanchaban al infinito. Te
embargaba una increíble sensación de disfrute, un abrir de puertas a ese mundo donde todo,
absolutamente todo, es posible; en síntesis, una sensación de máxima plenitud. Sola o en
grupo, dos o tres veces a la semana, amanecía danzando y drogándome. La motivación
inicial de una búsqueda de entendimiento e iluminación espiritual a través del ritual, se
había transformado en una búsqueda exclusiva del éxtasis, una búsqueda del placer por sí
mismo”.
Las continuas y psicodélicas veladas se empezaron a reflejar pronto en el
ánimo, el semblante y en el desempeño profesional de Margaret, lo cual, motivó
inicialmente notas de amonestación y luego, su inevitable despido de la
importante institución estatal donde laboraba.
Con más tiempo libre y el soporte de algunos recursos ahorrados, Margaret
se daba cada vez más, por entero a diarias prácticas ritualistas, en una de las
cuales, conoció a Coatlicue quien, con su peculiar labia, simulada humildad y
palabrería mística, despertó el interés de la mexicana, a quien invita a su recién
estrenada y hermosa residencia en Coyoacán, no muy lejos del centro
ceremonial del chamán Tarahumara. Tomando en cuenta la abultada billetera
de Coatlicue, el frenesí bacanalero era imparable, inclusive, cuando esta se
ausentaba por semanas de México.
Ubicando la fecha alrededor del año 1995, Margaret relató:
—Había de todo, drogas, sexo libre y rituales que ahora incluían brujería
cubana o caribeña con sacrificios de animales. En medio de todos, recuerdo a
Coatlicue danzando y exclamando:
«¡En libertad total, sin ataduras ni restricción alguna, el espíritu vive y se expande!
¡Don`t worry, be happy, don`t worry, be happy…!».
—Para ese entonces, el discurso místico de Coatlicue, era una mezcla de
rebuscadas palabras exóticas sin coherencia alguna que súbitamente daban paso
a estadios de ira incontrolable, maldiciendo y gritando nombres de personas
desconocidas para los ahí presentes, lo que ponía en evidencia su estado de
desequilibrio psico-emocional. Por otra parte, la droga la desinhibía y mostraba
sus escondidas tendencias sexuales. No entraré en detalles, pero sí te aseguro,
que Coatlicue es una mujer, además de frustrada, cobarde, horrorizada de
mostrarse como un ser humano de carne y hueso, lejos de su ficticia imagen de
«machota fuerte, infalible y segura».
CUESTA ABAJO
Con el pasar de los meses, mientras Coatlicue, lucía inalterable, sin mucho
que perder en cuanto a su ya establecida y esperpéntica figura, Margaret
empezaba a parecer más una caricatura de lo que había sido un par de años
atrás.
En varias ocasiones, a punto del colapso, tomaba aliento y salía hacia la casa
de sus alborozados padres en Pénjamo donde el amoroso cuido de los
ancianos, hacía su eficaz papel rehabilitador en ella.
Lamentablemente, para congoja de los que la amaban, tal situación no
duraba mucho. Algunas llamadas o misivas de cualquier miembro del grupo de
pseudomísticos en Coyoacán, eran como fascinantes cantos de sirenas, ante los
cuales terminaba rindiéndose. Tal situación se repitió en múltiples ocasiones.
Al final y como es común en estos casos, ante su sostenido deterioro,
Margaret empezó a experimentar el rechazo del resto de viejos y nuevos
integrantes del grupo, incluyendo a Coatlicue.
Por vergüenza quizás, su refugio ya no era la casa de sus padres sino una
efímera estancia en una casa amiga, algún centro de rehabilitación y por último,
la vulgar calle. Aleros de iglesias y estaciones terminaron siendo su único
recurso ante la lluvia y el frío. La prostitución fue su opción ante el hambre y la
permanente ansia de más y más droga.
Una madrugada, un despertar abrupto a partir de los pitazos y sacudidas de
un guarda del almacén frente al cual dormía, la hizo levantarse y caminar
somnolienta, sin rumbo fijo. Fue entonces cuando una cartera caída a la orilla
de una acera detrás de un camión de entregas de mercaderías, llamó su
atención. Al recogerla, decidió revisar ahí mismo su contenido, no
percatándose de que la plataforma hidráulica del camión antes mencionado, se
venía hacia abajo… fue la aciaga madrugada del 2 de mayo del 2004, en una
esquina de la avenida Insurgentes Sur.
Horas después, Margaret se despertaba en una cama de la unidad de
emergencias del Hospital General, donde se sucedieron múltiples y dolorosas
intervenciones. Agregando al caos, experimentó un previsible y agonizante
síndrome de abstinencia. Todo su ser se agitaba reclamando droga.
Días después, el mismo 10 de mayo día de las madres en México, llegó el
dictamen médico: lesión traumática en la médula espinal, no volvería a caminar
nunca más.
Fue la infausta conclusión de un largo capítulo en la vida de aquella
agraciada mujer. La entusiasta arqueóloga que no supo advertir que esos gratos
deslices, esa aventura de arrojarnos por entero y sin control al vacío de
sensaciones ignotas pero con definitivo sabor a gloria, pueden terminar, de a
poco y sin darnos cuenta, convirtiéndose en una infernal obsesión que liquida
la voluntad y nos convierte en miserables guiñapos, candidatos privilegiados
para una pronta y anónima tumba, a menos que una fuerte voluntad o “un
golpe de camión” como apuntó con singular humor Margaret, nos devuelva el
timón de nuestra propia vida.
Después de algunos meses en el hospital, recibiendo las frecuentes y
refrescantes visitas de sus padres, alejada totalmente de las drogas y dedicada a
su rehabilitación, la recuperación física y sobre todo mental de Margaret, era
sorprendente.
Empezó primero a dibujar y a leer revistas ligeras; más tarde solicitaría
libros de su especialización, a la vez que reflexionaba y escribía sobre los casi
once años en los que, las drogas y un desvirtuado chamanismo, fue su eje de
vida.
Al preguntarle sobre su experiencia personal con Coatlicue, exclamó:
— ¡Una estafa total, una decepción absoluta!
—Está a años luz de la imagen que le encanta proyectar. Jamás le percibí el más
mínimo indicio de querer emprender la senda hacia una verdadera espiritualidad.
— Maestra indiscutible de la hipocresía, por un lado, descargaba la más rimbombante
retórica mística, pero por otro, daba muestras de un corazón totalmente ayuno de amor y
compasión, virtudes esenciales en un honesto y perseverante buscador de la verdad y la
pureza espiritual. Lo suyo era, un descomunal egocentrismo y un vulgar exhibicionismo.
— Puedo decir que su único y permanente norte ha sido y es, su hedonismo, su
arrebatada búsqueda del placer al costo que sea y por el medio que sea. En esta búsqueda,
concebía la práctica sexual como una importante, pero a la vez limitada forma de obtener
placer, lo que le ha hecho desarrollar opciones que ella describe como mucho más potentes y
extensas que la pasión sexual: el sadismo.
— Sádica y a la vez, diabólicamente inteligente y tenaz, planifica y disfruta con el dolor
ajeno con una frialdad y cinismo increíble.
— Quizás no haya sido más que un exabrupto dicho en sus delirios de droga, pero en
más de una ocasión la oí aseverar que junto a ese maligno chamán Chiquilistá, había
participado en sacrificios que incluían sangre humana en una aldea de la selva Lacandona
en Chiapas.
— Eficaz estratega del mal, no hay impulsividad en sus decisiones, al contrario, primero
analiza y calcula muy bien sus posibilidades, seguidamente planifica y llegado el momento
preciso, como cobra endemoniada, ejecuta.
— Su actitud pedante, autoritaria y destructiva la evidencié en la forma que trataba a
sus asistentes inmediatas, haciendo énfasis en la extrema denigración, cuando la persona era
de origen nicaragüense. Curioso pero real. Yo misma lo atestigüé: Pudiendo contratar
empleadas o asistentes de cierto nivel educativo aquí en México, gustaba de traer desde
Nicaragua, personas humildes y sin mayor formación en quienes descargaba públicamente
su ira. Era un trato rudo y humillante, que a la vista contrastaba con la espléndida
atención que brindaba si la persona era mexicana. Puede parecerte absurdo o exagerado de
mi parte decírtelo, pero, esa mujer odia a ese país. Penitencia kármica decía haberla obligado
a nacer ahí.
— Narcisista hasta lo absurdo, te bendecirá si la halagas, pero no dudará en destruirte
si la opacas. No muestra escrúpulo alguno para aplicar y llevar a límites descabellados sus
creencias entre ellas, el total convencimiento de su origen divino, calificación que incluía a
miembros selectos de su estirpe, esto es, a aquellos que nacieron a partir de 1976, año que
ella aduce, como el de su supuesto y definitivo despertar místico o cósmico.
— Esto último es importante por lo siguiente: Yo me doy cuenta de la existencia de su
hija mayor, después de años de tratar con ella, hasta en el año 1998 con la denuncia de esta
muchacha por el abuso de su padrastro. Nunca antes supe de ella, los hijos que mencionaba
en sus delirios de tener una estirpe de escogidos y reencarnados personajes de la historia, eran
varones nacidos de su relación con quien ella denominaba Iluikatl Tecuani o sea, Bestia
Cósmica en Nahualt. Y vaya, cosas de la vida… al final y por lo que veo, el único fruto
dulce y de valor en toda la más que tortuosa vida de Coatlicue ha sido esta hermosa, sensible
y muy culta joven. Me emociona verla hablar con una lucidez, gallardía y dignidad
envidiable. Habla con dolor reflejado, pero sin amargura.
— Es en verdad desquiciante cómo se ensañó con su propia hija. Si quieres juzgar por
sus muertes y daños a Coatlicue, tan sólo esta canallada bastaría para condenarla en su
presente y futuras existencias.
— Ahora bien, cuando te hablo de una Coatlicue fantoche es refiriéndome a su falaz
imagen de pureza espiritual y practicante del amor y la bondad. En lo que no es para nada
fantoche, es en su entrega y dedicación al mal. Ahí no te equivoques; astuta y calculadora, no
deja nada al azar, nada ni nadie está fuera de su control.
— Maestra de la conspiración, sus actividades están encaminadas a la manipulación de
los individuos con un fin en concreto: saciar sus inmediatas o futuras necesidades tomando
en cuenta sus circunstanciales intereses. Es en definitiva, una eficiente y tenaz operadora de
la maldad y la perversión.
La educada voz de una de las monjas anunciando la conclusión del horario
de visitas, me hizo despedirme prontamente de Margaret, quien antes de
alejarme me dio un mensaje:
«A los nicaragüenses diles que no se desalienten, que luchen y perseveren.
Aunque a muchos les cueste creer, tienen ciertamente que convencerse que
están ante una astuta y maligna posesión demoníaca, fuerte y despiadada,
pero no imbatible.
La historia enseña que al final, sin rabo ni lengua y con la amargura por
toda compañía terminará siendo lo que siempre ha sido: ¡una pobre diabla!».
¡LA BESTIA! (Tekuani Iliukatl)

“A menudo, el dictador lejos de ser un Hércules o un Sansón, es un hombrecito sin


personalidad desbordante, usualmente el más cobarde de la nación, desconoce el ardor de la
batalla igual que desconoce la lealtad, igual que desconoce la vergüenza”.
Etienne de la Boetie, filósofo francés siglo XVI
Aun de lejos y maquillado le es imposible esconder lo que es, un arbusto
reseco y retorcido cuyos maltrechos fruticos, entre amargos y simplones, huelen
a incógnita. La incógnita de cómo alguien de tan pálido verbo, mísera
imaginación y desbordante de malicia, haya podido establecer un tiránico
reinado de facto por más de 40 años (entre “desde arriba” y “desde abajo”), en
un país con notables muestras de talento, valor y amor por la libertad.
Si algo debe reconocérsele a Tekuani, es el hecho de que aún siendo la viva
imagen de la mediocridad con gorra y dueño de una vacía, burda oratoria,
pueda ser capaz de arrancar estruendosos aplausos de una delirante multitud, a
partir de divagar una hora entera sobre temas tan orientadores y
trascendentales para la nación, como el que describe su método personal de
distinguir entre lo que es, un coco seco y lo que es, excremento de elefante.
Hombre de oscura personalidad, un caminar entre bamboleante y
arrastrado, estudiado saludo de candidato pueblerino y una media sonrisa de la
cual los especialistas, todavía no logran ponerse de acuerdo sobre si es
producto del síndrome «<Taradus quartorum cínicum» o un ensayo facial para su
más que retardado y por muchos anhelado, «rictus mortis».
Por esas malas pasadas de la vida, Tekuani ha sido pieza clave en la historia
nicaragüense de los últimos 40 años. Después de una no muy clara estancia en
la cárcel «curiosamente, en todas sus fotos de preso por asaltabancos, aparece
como una especie de sonriente y bien alimentado Boy Scout, nada que ver con
los demacrados presos políticos de hoy», pasó a un dorado exilio que lo llevaría
desde La Habana a San José, Costa Rica y desde ahí, enyuntado ya con una
rockera y estrafalaria Coatlicue, a numerosos países. Todo eso, financiado con
fondos conseguidos bajo la máscara de ser sacrificados luchadores por la
libertad de su pueblo, oprimido por un derechista tirano que, vaya ironía,
reprimía protestas, encarcelaba librepensadores y mataba con impunidad. Sus
luchas decían, era para que nunca más la injusticia campeara en ciudades y
montañas, por no tener instituciones llenas de delincuentes por donde veas o
una mafia por policía. Casualmente, las mismas causas por las que han luchado
aquellos que hoy llenan los cementerios y las ergástulas de su tiranía.
HEMBRAS PARA EL MACHO CABRÍO
Tekuani es de pocas palabras y menos amigos. Fuera de su sórdido círculo
de íntimos compinches, la mayoría ex convictos, su afinidad social a lo interno
del país se limita a algún cavernario boxeador, su pandilla de fugitivos
internacionales, uno que otro pastor orteguista, adorador del becerro de oro y a
la continua comunicación con su oficioso proxeneta oficial, el infame Nestor, el
“Laurent Beria de El Carmen”, quien en mesa de tragos se ufana de las casi
220 « hembronas, hembronas de verdad» ,
según dice conseguidas por él, a lo largo de
los años, para gratificación de su lascivo Comandante.
Como buen dictador, la lealtad o el respeto no son parte del léxico de
Tekuani. En un ejemplo de la mayor vileza posible, recientemente encarceló,
torturó y mató al hombre que décadas atrás, lo liberó de la cárcel. Un hombre
noble que optó por la dignidad y el heroísmo antes que por las prebendas y el
halago del tirano sanguinario.
Años atrás, un par de días después de que un díscolo periodista e íntimo
amigo de su infancia fuese asesinado frente a la radio donde trabajaba, el
martes 10 de enero del 2004, Tekuani, como ilustrado orador que es, hizo la
siguiente y muy memorable cita:
«Así como a todo chancho le llega su sábado, a todo traidor le llega su
martes»…
Es de destacar que en este asesinato, el criminal gatillero resultó ser un
ofuscado compañero militante, quien calificando las virulentas alocuciones
radiales del otrora camarada como una traición a su amado partido, tomó, – él
solo por supuesto – la decisión de propinarle varios balazos con una pistola
que, vaya a saber cuánto sacrificio le habría costado conseguir.
El infame aparato judicial nicaragüense se encargaría de demostrar
documentada y fehacientemente, que el referido pistolero (dramáticamente
capturado en el acto por el adolescente hijo de su víctima), tenía las más
inimaginables dolencias físicas, psicológicas y espirituales que le impedían
seguir en la amplia, lujosa y bien aprovisionada alcoba, que brevemente le
sirvió de cárcel. Ignominiosamente fue liberado. Algunos periódicos lo
expondrían días después, en francachelas, con licor y damiselas de por medio,
celebrando su gloriosa gesta.
A sus conocidas cualidades de inmoral y sombrío, debemos reconocerle hoy
a Tekuani las de su estelar cinismo cuando, expuesto (siempre bajo el avizor ojo
de Coatlicue) ante medios internacionales, sin vergüenza alguna, va
desmintiendo o tergiversando lo que apenas un par de días antes, aseguraba
con denuedo.
Antes de terminar dándome por vencido, al tratar inútilmente de llenar
líneas en torno a un inflado hombre hueco, (algo así como pretender hallar
coloridas novedades en una inmunda y oscura celda) no me queda más
alternativa que recurrir aquí, a las inverosímiles palabras sobre Tekuani, dichas
por un personaje cuya indignidad toca lo repulsivo:
“Ciertamente ubicado a la par de Bolívar y a la par del más selecto grupo de próceres
latinoamericanos, nuestro presidente vencerá al tiempo, vencerá al olvido. Su sapiencia,
paciencia y tolerancia a sus adversarios, sus admirables dotes de estadista y en fin, sus
grandiosas cualidades de humanista, quedarán para la posteridad escritas con letras de oro y
serán como látigo en las espaldas de sus miserables detractores quienes, jamás podrán
enlodar su nombre y su gesta como gran adalid de la paz en Nicaragua”.
Moisés Absalón Pastora
Canal 6 de televisión/ 31 de diciembre 2018.
EL SELLO DE LA BESTIA «666»

“Coatlicue, en el libro de tu vida, escrito está, que justo


cuando cumplas 666 Metzlis de vida, serás reina.
Llanto, cenizas y olvido será tu legado.
Amargura para tu descendencia”.
Encuentro de brujos mesoamericanos.
Plaza Mayor de Colima, México /Noviembre 1996
La unión mística de Coatlicue con quien ella denomina Tekuani (La bestia), el
20 de agosto de 1978 (Paso de la Vaca, San Jose, C.R.) se da exactamente 666
días después de haber sido ella, supuestamente, abducida por extraterrestres en
el centro mismo de Managua, (23 de octubre de 1976).
Así mismo, tomando en cuenta que en los años 80 Coatlicue, no fue más
que un estrafalario y protocolar apéndice, (de muy mal gusto por cierto), su
toma de PODER REAL en Nicaragua se da el 10 de enero del 2007, a exactos
666.6 meses de su nacimiento (del 22/06/51 al 10/01/2007).
Ambas circunstancias, son dos de los varios intrigantes vínculos del llamado
número de la Bestia 666 con acontecimientos trascendentales en la vida de
Coatlicue y Tekuani y que aquella destaca como pruebas – con base en la
llamada «numerología mística» - de su carácter de seres escogidos o
profetizados.
En base a esta teoría númerologica se describen a continuación los vínculos
de Tekuani (La Bestia) con el numero «6», el mismo que, en triada, compone el
mítico «666», también llamado, «numero de la Bestia».
Según Coatlicue, quien le agrega cantos de lechuzas a tan desgraciado
evento, (tomando como base al testimonio de la anciana partera Josefa Díaz
Gonzales, oriunda de Juigalpa, Chontales y quien vivió en La Libertad para la
fecha) Tekuani nació realmente la madrugada del lunes 12 de noviembre de
1945, por tanto, su relación mística resulta ser la siguiente:
* Número de nacimiento:
12/11/1945: 1+2+1+1+1+9+4+5= 24 = 2+4 = 6
Número de letras de su nombre oficial: 6
Numero de letras de su apellido: 6
Número de letras de sus dos nombres y dos apellidos
oficiales: 24 = 2 + 4 = 6
*Captura por asaltabancos: 17/11/1967:
(1+7+1+1+1+9+6+7)= 33 = 3+3 = 6
*Acción por la cual salió de la cárcel: 27/12/1974:
(2+7+1+2+1+9+7+4)= 33 = 3+3 = 6
De igual manera Coatlicue destacaba el carácter de “escogido” de Mehmet
Alí Agca, (el turco que atentó contra el papa Juan Pablo segundo):
* Número de letras de su nombre (Mehmet): 6
* Fecha de nacimiento: 01/09/1958
(1+9+1+9+5+8) = 33 = 3+3 = 6
* Fecha de «iniciación mística» al pie del monte Ararat (6 letras):
(13/02/1980)= 1+3+2+1+9+8= 24 = 2+4 = 6
Siempre según la llamada «númerología» el número 9 , precisamente, el 6
invertido, es un número de excepcionales poderes.
Llamado el número eterno o número de la muerte por su inmutabilidad
ante los cambios: cualquier múltiplo de él vuelve a ser él.
Ej: (9 x 5) = 45 = 4 + 5 = 9 (9x20) = 180 = 1 + 8 = 9
Para Coatlicue, la representación del horrendo demonio con 9 dedos (Luz
bella según lo denomina) pintado hace ya 55 años en las paredes de una iglesia
de San Rafael del Norte, Jinotega, Nicaragua y que es una clara imagen de
Tekuani tentando al Cristo, resulta ser (según ella) una innegable visión
profética de un artista iluminado que patentiza el carácter eterno del dominio
de la Realeza ORMU en Nicaragua.
Casualidad o no, lo cierto es que todo lo anterior ha sido hábilmente
explotado por el Chamán mexicano Maximiliano Chiquilistá, para patentizar el
estatus de seres sobrenaturales de ambos tiranos.
Con su curiosa concepción del espiritualismo a modo de una lotería con
varios números a disposición, en la que, si no pega uno, seguramente pegará el
otro, Coatlicue se dio a la tarea de abrazar las más diversas doctrinas ocultistas
que la oportunidad y también, su vasta disponibilidad de recursos, le ha
permitido.
No obstante, a pesar de su babaísmo, sus prácticas de brujería yoruba y su
plena identificación con las creencias reptilianas, (aduciendo que Quetzalcóatl
fue el primero de ellos), Coatlicue no rompió nunca su relación con el chamán
Tarahumara, Maximiliano Chiquilistá, relación que se intensificó a partir del
ajetreo electorero del 2006 y luego, con mayor fuerza, a partir de finales del
2011 tras la impactante noticia sobre el padecimiento de cáncer de Hugo
Chávez y su acelerado deterioro. Es entonces, que Chiquilistá, bajo el poderoso
alero financiero de Coatlicue, fijó su residencia en Nicaragua.
Desde la perspectiva de Coatlicue, para quien espiritualidad es sinónimo de
poder constante y sonante, lo mismo que de eterna salud, la cada vez más grave
condición clínica de Chávez, ponía en entredicho los aducidas poderes del
ejército de santones. gurúes, sacerdotisas, novicios y brujos de toda laya, al
servicio del poder chavista y de paso, aplicados devotos de los petrodólares.
Viéndose en el espejo de Chávez y sabiendo muy bien que su futuro estaba
ligado al de Tekuani, Coatlicue temía que la maltrecha salud de este, derivara en
su desaparición física, algo para lo cual, aún no estaba preparada.
En vista de ello, a la par de los recurrentes viajes del decrépito dictador a La
Habana y también, de los exclusivos cuidados médicos que al mismo se le
brindaban en la tercermundista Nicaragua, Coatlicue, mantenía una activa
práctica ritualista con la presencia casi permanente del chamán Chiquilistá,
varios astrólogos y una corte de asistentes nicaragüenses, entre ellos, alguien a
quien, por razones entendibles, llamaremos “Antonieta”, vieja amiga y
confidente de Sofía y quién actualmente (marzo 2022) sigue laborando en las
estructuras del criminal régimen orteguista.
El centro de operaciones de estos personeros del demonio era una amplia y
discretamente aislada propiedad cercana a “Residencial Las Cumbres”, al sur de
Managua, lugar que Coatlicue visitaba esporádicamente.
ARBOLES DE LA MUERTE
La ascendencia del chamán Tarahumara sobre Coatlicue, ha sido enorme.
Cual Rasputín criollo, sus oráculos han influido en no pocas de las decisiones y
acciones de la todopoderosa Compañera con quien ha mantenido por años, un
despacho virtual, prácticamente a diario.
Elección de operadores políticos para cargos públicos, purga de supuestos
traidores dentro del mismo régimen a partir de perfiles astrológicos, decisiones
políticas como la destitución de los 28 diputados opositores de la asamblea
nacional en julio 2016, relaciones con personeros como el cardenal Obando y
Bravo a quien Coatlicue le llamaba «mon diffícile de mourir cheval négre», (mi duro
de morir Macho Negro), lo mismo que relaciones con líderes evangélicos
locales a quienes ella misma, tras bastidores define como costosas lacras
necesarias, pasando por los puntos y fechas exactas para erigir los enigmáticos
Chayopalos, en todo eso han tenido gran influencia los oráculos del chamán.
Los llamados Chayopalos, son un tributo, una muestra de adoración a los 21
dioses serpientes y al miembro viril de Satán.
Cada semicírculo simboliza a una deidad serpiente y cada Chayopalo, antes
de erigirse era conjurado, depositándose en la fosa donde sería asentado, una
ofrenda consistente en piedra volcánica triturada y ceniza de huesos mezclados
con la sangre de algún animal sacrificado.
El diseño original de los Chayopalos, era claramente tétrico. Inspirado en
los Coatcuahuitles o árboles serpientes representados en el templo ceremonial
satánico del chamán Chiquilistá de Coyoacan, por cuatro postes de madera con
forma fálica o de pene, de cuyo prepucio colgaban 21 serpientes y en el centro
de los cuales, Coatlicue semidesnuda, recibía los conjuros del chamán.
En afán de reducir el impacto visual y alguna posible reacción negativa de
sus aliados, dizques evangélicos, Coatlicue optó por fusionar la representación
de las 21 víboras plagiando una conocida obra artística.
Por otra parte, definir el perfil astrológico de decenas de funcionarios de
gobierno, militares, policías, embajadores y otros, ha constituído también, parte
de la labor del chamán Chiquilistá. Muchas de las decisiones de gobierno se
han tomado y aún siguen tomándose, en dependencia de las fluctuantes
influencias astrales del momento.
Una grave y poco conocida recaída de salud por parte de Tekuani el día
quince de septiembre del 2012, alarmó sobremanera a Coatlicue, al punto de
presionar a Chiquilistá, a fin de dar una efectiva respuesta al respecto.
— ¡Costara lo que costara! —le recalcó .
De inmediato, el chamán se dispuso a viajar a México de donde ocho días
después volvería con hierbas y artilugios, siendo esta vez acompañado de un
curandero Yaqui de Sonora y una chamana Nahualá llamada, Rosa Chinche.
Esta última, según palabras de Antonieta, – quien es escéptica a estas artes – ,
ni bien llegada a Nicaragua, decía percibir una mala vibra e incomodidad.
Tal perturbación se incrementó al ver y reconocer que los llamados
Chayopalos eran un desmedido y maligno culto por parte de Coatlicue.
Finalmente, el clímax del malestar llegó al entrar en contacto la Chamana,
con lo que había y se hacía en el centro ceremonial al sur de Managua.
Inquieto y un tanto molesto, Chiquilistá le recomendó concentrarse en su
trabajo y más nada, a lo cual, la indígena le respondió agriamente:
«¡No sé!, veremos si me acomodo, no me gusta, esto está pesado, no te prometo nada, está
pesado, está, feo, feo». Luego, haría una especie de oración en un desconocido
dialecto.
La animadversión de la chamana a todo lo que ahí decía percibir y los
subsecuentes reclamos del taimado y experimentado chamán Tarahumara,
escalaron al punto de que, a menos de 72 horas de su llegada, Rosa Chinche
partió de regreso a México.
El curandero Yaqui, probablemente compartiendo con Chiquilistá, su muy
rentable costumbre de no prestar atención a malas vibras o minucias morales,
permaneció impasible todo el tiempo. Poco después dieron inicio las
preparaciones de lo que llamaron «ceremonias de compromiso y convocación
de legiones» para avivar el ritual mayor de sanación, que, según los acuciosos
brujos y astrólogos encargados de definir las fechas más propicias, debería ser a
las 11 y 47 minutos de la noche del día 10 de noviembre de ese 2012, esto es, 1
día y 13 minutos antes del inicio del día del cumpleaños 67 (6 + 7 = 13) de
Tekuani, que (según Coatlicue) resulta ser, el 12 del 11 de ese 2012, terminando
los ceremoniales, también 13 minutos antes de la media noche del día siguiente,
ya que simbólicamente Tekuani, debía llegar saneado a su nuevo nacimiento
(Tlacatilistli).
Finalmente, en el lugar, fecha y hora planeada, (13 minutos antes de las 00
horas del 12 de noviembre del año 2012), y con la presencia de Coatlicue, se
comenzaron los ritos ceremoniales, los que no dejaron de ser insistentemente
acompañados por las intimidantes advertencias hechas por el parco curandero
yaqui, tanto al séquito de Coatlicue como a esta misma, respecto a los
compromisos a ser adquiridos y que comprendían: rituales chamánicos cada 13
días, sacrificios y disposición de los restos de animales en determinados puntos
energéticos de la ciudad y, enfáticamente, la obligación de mantener
permanentemente encendida la llama a las diferentes deidades chamánicas
clamadas y ahí simbolizadas por unos ídolos, todos orientados al este, «atentos
como debían estar, al flanco de entrada del aborrecido primer rayo de luz, deidad que rompía
el dominio del príncipe de las tinieblas..». Los establecidos rituales y resto de
compromisos fueron estrictamente cumplidos en tiempo y forma durante unos
tres o cuatro meses. Posteriormente, las intensas ocupaciones propias de una
personalidad controladora de todo y de todos, como la de Coatlicue, sumado a
la negligencia del personal asistente y sobre todo, los intensos celos existentes
entre el chamán mexicano y los influyentes brujos yorubas que operaban (y
operan aún), en otro sector de la capital nicaragüense, hizo que las jornadas
ceremoniales empezaran poco a poco a incumplirse, hasta finalmente, ser
olvidadas por completo a mediados del año 2013.
Con sarcasmo, algunos expresarían que probablemente la Compañera ya no
estaba muy interesada qué se dijera en la salud de Tekuani sino, más bien, en
buscar vías de acelerar su ostensible senectud, así como su pronto, muy
merecido y por tantos ansiado, descanso...
EL METEORAZO
¿Deidades iracundas o místico oportunismo?
A minutos más o minutos menos de concluir la media noche del sábado 6
de septiembre del año 2014, una potente explosión sacudió el extremo este de
Managua.
Aún sin una investigación científica creíble, tal fenómeno fue oficialmente
catalogado como producto del impacto de un meteorito siendo, abordado
personalmente con suma suspicacia por una intrigada Coatlicue, para quien, la
explosión y su amplio cráter, siguió siendo un verdadero enigma hasta que casi
una semana después del suceso, más precisamente, el sábado 13 de septiembre,
recibió una llamada de parte del chamán Chiquilistá, quien, comisionado para
una interpretación sobre el fenómeno, le llegó a asegurar que, en un extasiado
trance, producto de días de ayuno y peyote, había sido objeto de una revelación
que según él, le indicaba que la explosión era un mensaje de los dioses,
ofendidos y furiosos por no haber sido honrados como era debido y acordado
en el ceremonial de sanación antes referido, utilizando para ello, como prueba
contundente, que el enigmático acontecimiento (la explosión), se dio a los 666
días exactos, a su hora también exacta, del inicio de los anteriormente descritos
rituales en pro de la sanación de Tekuani que, tal y como fue descrito,
comenzaron, a las 12 de la noche del 09 de noviembre del año 2012, justamente
666 días antes del explosivo fenómeno.
Verdad, mentira, sorprendente casualidad o barata superchería, cualquiera
que sea el caso, lo cierto es que la llamada del chamán, quien desde el
terremoto de Nagarote en abril de ese año, 5 meses atrás, habría advertido que
aquello eran señales de molestias de lo alto, encendió las alarmas de Coatlicue,
quien a lo inmediato, dio comienzo a un intenso esfuerzo por satisfacer las
supuestas demandas de honra y muestras de respeto, hacia las iracundas
deidades.
Como un primer paso, se retomaron los rituales chamánicos
preestablecidos, esta vez, en una quinta cercana al volcán Santiago o Masaya,
rituales que incluían decenas de animales sacrificados (Tlamanaquis). Todo eso
se dio en los meses posteriores a la relatada explosión (octubre 2014 a mayo
2015).
Una de las supuestas demandas transmitidas por las deidades,
continuamente actualizadas por el solícito médium Chiquilistá, - quien ya se
ufanaba de contar con un perfil más elevado que el de sus celosos rivales, los
brujos yorubas- consistía en incrementar devotos, voluntarios o involuntarios.
Para esto último desarrolló una estrategia que, según sus cálculos, restaría
masivamente fieles a lo que daba en llamar: «malditos templos de adoración a
Jesucristo, el principal enemigo de Luzbel o Satán», refiriéndose en este caso,
por igual, a iglesias evangélicas y católicas.
Para esto, se requeriría, según las revelaciones supuestamente dadas por los
dioses exclusivamente a él, de la implantación inmediata en tales lugares de
hechizos (Tlachihuias), consistentes estos en sangre y partes de animales
sacrificados, previamente conjuradas y dispuestas discretamente a la entrada de
los templos. Tal ubicación permitiría la máxima cercanía del artilugio ocultista
con la mayor cantidad de fieles asistentes. Igualmente se renovaron conjuros a
todos y cada uno de los «chayopalos», en Managua y otras ciudades.
Esa operación hecha según Antonieta (la informante amiga de Sofía), de
manera masiva, no muy discreta y a menudo, hasta un tanto burda, se ejecutó
de manera sostenida, entre los meses de noviembre del 2014 y agosto del 2015,
en centenares de grandes y pequeños templos del país.
Actualmente, no contamos con información fidedigna como para poder
precisar si en algún momento, los auto llamados pastores líderes, - truhanes y
verdaderos mercaderes de la fe y complacientes con el orteguismo - tuvieron
algún conocimiento o si de alguna manera, apoyaron tal hecho sobre el cual se
volverá más adelante de este relato.
Finalmente, a medida que se acercaban las mal llamadas elecciones del año
2016, se exacerbarían los delirios y paranoias coatlicuenses y con ello, la
intensificación de rituales de corte satánico.
DHARMA, MISTICISMO LIGHT

En un lugar y circunstancias imposibles de detallar, se dio la oportunidad de


contactar a Dharma, un personaje que por años disfrutó de ser parte del equipo
de gurúes a la carta de Coatlicue, con todas las prebendas que eso significaba y
del que luego, desencantado, se escindiría a partir del secuestro y asesinato del
hermano de su mejor amiga, por parte de un grupo de criminales paramilitares
al servicio de la tiranía orteguista el 06 de agosto del 2018.
A ese respecto, Dharma declara:
— «Ese crimen sacudió mi conciencia como nunca antes nada lo hizo. Sentí furia,
impotencia y asco de mí mismo, asco de tolerar vivir en medio de tanto cinismo, de tanta
farsa, de tanta indignidad, sometidos a una déspota, sólo por mantener un estatus de lujos,
derroches y banalidades. Porque esa es la verdad, ahí no hay espiritualidad, solo locura y
odio ».
Astrólogo, adepto del «Bahkti Yoga» y desde los años 90, ferviente babaista,
Dharma, un individuo de rasgos faciales y corporales claramente andróginos y
quien, se autodenomina asexual, se vinculó a Coatlicue a partir del año 2001.
Tal relación lo llevó muchas veces a Venezuela y también a Puttaparti, (India),
donde tenía su ashram o centro ceremonial, su venerado gurú Sai Baba, el
mismo gurú de Coatlicue, de Nicolás Maduro y su mujer Cilia Flores, sí,
exactamente, los mismos que se filman bailando salsa, celebrando el asesinato
de protestantes en las calles de Caracas y a quienes Dharma denomina hoy
como «demonios saturados de odio e ignorantes obsesos del poder».
Pugnas por posicionarse de la mejor manera ante Coatlicue, por parte de
toda una corte de brujos y astrólogos, así como el final y también tardío
convencimiento de que en ella, todo gira en torno al placer desbocado,
venganza, dinero y poder al costo que sea, sangre y pactos demoníacos
incluidos, llevaron a Dharma a dejar de ser parte del nada enaltecedor, pero sí
privilegiado equipo de brujos del Carmen, medrando alrededor de Coatlicue.
A pesar de todo, Dharma mantiene aún ahora, (mayo 2022) una clandestina
comunicación con un par de integrantes del círculo de «asesores místicos» de
Coatlicue o más bien, agoreros de mala muerte.
VENGAD A LOS DIOSES ULTRAJADOS Y
SERÁS REINA!
¿Un 19 de abril profetizado?
«A mitad del camino entre este viviente Miztli Cualo (eclipse lunar
31/01/2018) y su hermano próximo, Tonatiuh (eclipse solar 12 de julio 2018),
los yaotls (enemigos) despertarán al dios Tlalolín. Caerán torres y profanarán a
tus hijos dioses serpientes (coatls). ¡Ohh Coatlicue, despierta a tu durmiente
hijo Huitzilopochtli, mata, has llorar, vence a tus yaotls, brinda venganza a tus
dioses. Tuyo es el reino Coatlicue».
Interpretación:
Mitad de camino entre el Mitzi (31/01) y Tonatiuh (12/07): abril 2019
Yaotls (enemigos): Golpistas autoconvocados.
Profecía hecha la noche del 31 de enero del 2018 por Parachut, un ayudante
del chamán Chiquilistá, mientras celebraban en una localidad del volcán
Maderas, en la isla de Ometepe del Gran Lago de Nicaragua, un ritual
relacionado con el eclipse lunar que en ese mismo momento (31/01/2018)
ocurría. Tal profecía, cuyos únicos testigos pertenecían al grupo mismo del
chamán antes mencionado, y a la que tuvo acceso Dharma, es tomada tanto por
Coatlicue como por su círculo íntimo, como la base de su estrategia de
aniquilación de toda forma de protesta y de propinar el más merecido castigo a
los culpables de la afrenta a los 21 dioses serpientes representados en los
Chayopalos derrumbados y profanados.
En la mitología azteca, Coatlicue es la diosa de la vida, la muerte y la
fertilidad, madre de Huitzilopochtli, dios del sol, la guerra y madre de los 400
dioses surianos. Coatlicue es representada por una diosa vestida con 21
serpientes.
Los Chayopalos, son un culto personal y una manifestación de la fijación
fálica de Coatlicue, inauditamente impuesto ahora como culto colectivo a sus
21 dioses serpientes. Es la pública veneración a unos dioses que garantizan
poder en el presente y uno más vasto en el futuro. Unos dioses desconocidos
para la inmensa mayoría de la población nicaragüense, pero venerados por
Coatlicue y eso, siendo francos, es lo único que en la Nicaragua de hoy,
verdaderamente importa.
Dharma nos agrega:
— «El derrumbe de los chayopalos fue una bofetada a su arrogante cara,
pero también, inconscientemente, un reto a sus implacables dioses.
Tener satisfechos a estos dioses y públicamente proyectarse como arquitecta
única, maternal de la paz y prosperidad, pero sin renegar jamás del terror, es su
estrategia para su más ansiado objetivo: el poder total en el 2023, (año del
conejo) a partir de la muerte de Tekuani (La Bestia) de lo cual, está totalmente
convencida que será poco después del eclipse solar total del 20 de abril del
2023.
CHAYOPALOS, ¿FIJACIÓN FÁLICA?
Dharma nos relata:
—Debo decirte que el levantamiento de abril del 2018, no fue una total
sorpresa. De alguna manera, fue un acontecimiento un tanto esperado, no sólo
a partir de la supuesta y ya referida profecía de Parachut, el asistente del
anciano chamán Chiquilistá, sino también, por los permanentemente
apocalípticos augurios de un paranoico y desagradable brujo beliceño que se
hace nombrar Acec, un tipo de raza negra, gordo como un buda de esos de
adorno, atiborrado de cadenas de oro, ojos enrojecidos, como brazas de carbón
y que, hasta el 2018, estuvo viviendo en una casa del reparto Bolonia, como a
cinco cuadras de la salida sur de El Carmen. Hasta ahí llegaba Coatlicue o
alguno de sus asistentes.
— Este tipo llegó a Nicaragua, invitado por Coatlicue, alrededor del año
2012. Él fue el principal instigador para la destrucción de la Concha Acústica
construida en el malecón de Managua, por el ex alcalde Herty Lewites.
— Como quizás sabrás, la concha ha sido desde la antigüedad un símbolo
esotérico ligado a la prosperidad y a la generosidad. Es la mano abierta
prodigando pan y alentando esperanzas.
— Para los católicos, la concha representa los diversos caminos del
peregrino hacia la tumba del apóstol Santiago que se unen en Compostela.
Otras culturas la relacionan con la luna llena, con el atributo sexual femenino y
por ende, con la fertilidad.
— Todo lo anterior como ves, resulta contrapuesto a los valores pro muerte
y pro elitismo de Coatlicue, inverso también a la veneración de las 21 víboras
representadas en los Chayopalos los cuales, en su conjunto, no son otra cosa
que un camuflado culto al miembro viril de Satanás y a su vez, parte de una
fijación freudiana en Coatlicue, quien tiene una desmedida debilidad por
imágenes o decoraciones de estilo reptiliano o directamente fálico.
INDEFINICION SEXUAL
Continúa relatando:—Su más interna personalidad o como sea que
psicológicamente se le denomine, oscila entre el repudio a todo aquello
vinculado a la feminidad y a la vez, una íntimamente guardada obsesión por
personalidades femeninas en una especie de arrebatos de atracción lésbica,
mutando horas después, al desprecio por las mismas féminas.
Los más cercanos a ella, entre los que un día estuve yo, conocemos de su
atracción por cuatro destacadas mujeres nicaragüenses con las que no tiene
comunicación alguna, y quienes caminan en aceras ideológicas muy diferentes,
en relación al trastornado y criminal actuar de, Coatlicue.
—¿Qué dicen?, ¿Qué hacen? ¿Cómo visten?... si están o no en el país, saber
si realizan gestiones estatales para joderles la vida, eso ha sido parte de su
retorcida pero muy eficiente agenda diaria.
— Te aclaro, esto en absoluto tiene un sentido de recriminación por sus
opciones sexuales. Yo tengo amigas y amigos del movimiento LGTB y los
adoro.
— De pronto me da por suponer que, además de sus pactos malignos,
quizás frustraciones de índole sexual. le alientan toda esa furia y veneno, no sé,
solo especulo, no soy psicólogo ni nada por el estilo...
— Para concluir con lo de la Concha, tenemos el caso de que el número 17,
que es el número de estilizados álabes que parecían levantarse buscando el cielo
y conformaban la Concha Acústica, es un número vinculado esotéricamente a
la iluminación, a la búsqueda de la verdadera espiritualidad. Esas cualidades,
abominables ante el retorcido criterio de Coatlicue y el brujo Acec,
conspiraron para la destrucción del monumento. Esa es la verdad, no fueron
razones técnicas sino la reconocida ansia demencial de Coatlicue, de destruir
todo aquello que se contraponga a sus malignas doctrinas, lo que selló el
destino de la Concha de Lewites.
En todos estos últimos años, probablemente por llamar la atención de una
Coatlicue siempre atenta a novedades que alimenten su paranoia y sadismo, el
brujo Acec le ha hecho ver enemigos y conspiraciones hasta por debajo de las
piedras, instándola a ser implacable y recordándole cuanto se debe a sus dioses
y a su proyecto de poder, todo lo cual, en sus retorcidas creencias, implica
cuotas de sangre y… sexo, mucho sexo.
— El brujo Acec maneja un tergiversado concepto del Tantra Yoga;
mientras esta última, es una práctica que preconiza una sublimación de la
energía sexual hacia el desarrollo mental y espiritual humano, aquél, un obseso
sexual, ve el sexo como un fin en sí mismo. En su retorcido concepto, el éxtasis
místico se logra a través de múltiples y sostenidos orgasmos. Supongo que sería
a la droga metanfetamina Éxtasis a la que este discípulo del demonio, se refería
y no al estado espiritual.
—La verdadera espiritualidad es una tarea de titanes. La más sublime y
personal tarea por develar lo divino y desterrar de nosotros el egoísmo, el odio
y el alienante y obsesivo culto, a las posesiones materiales. Es hacer crecer en
nosotros las más nobles cualidades: la generosidad y el incondicional amor a
todo ser viviente. Es también, comprender y ser conscientes de nuestras
enormes limitaciones.
— Somos en verdad los humanos tan frágiles, tan falibles, tan pocos dueños
de nuestro futuro y a la vez, tan absurdamente arrogantes e insensatos.
— ¿Qué somos sin el espíritu? La ilusión de creer que fama, cuentas
bancarias y poder, sin importar a qué costo, nos brindarán dicha, es además de
una estupidez, una gran tragedia. A años luz de tener un genuino anhelo
espiritual, la aspiración absoluta de Coatlicue es el poder, así, claro y pelado:
¡EL PODER!
—Fuera de ese poder, que incluye el destruir a sus supuestos enemigos, no
cree en nada ni nadie.
—En la casa del brujo Acec, maneja un espacio privado en el que mantiene
pertenencias que estuvieron en contacto con sudor, sangre, saliva y hasta
cabellos de personas, aliadas o enemigas, a las que quería controlar o dañar.
—Puede parecer fantasioso y hasta risible, pero tal hecho no deja de tener
su lógica: El ADN es una muestra única e inconfundible de un ser viviente. En
él está reflejado buena parte de nuestro pasado y aún de nuestras tendencias
fisiológicas y perfiles psíquicos, elementos importantes para esbozar una
posible condición futura. Los fluidos y elementos corporales adheridos a
pertenencias personales, mantienen por años y siglos un ADN particular, o sea,
una cabal representación de una persona determinada. Si hipotéticamente
Coatlicue está en contacto con inteligencias superiores, malignas o no, ¿qué le
exigirían estas para identificar y operar de alguna manera con un potencial
aliado o enemigo? ¿Su cambiante fotografía, su variable número de teléfono o
su incorruptible ADN?
EL CASO BOSHI
—Encerrada en sí misma, Coatlicue no tiene amigo alguno. A sus hijos
mismos no los considera amigos sino que simplemente, parte de su estrategia
de continuidad de lo que ella considera como su gen divino, a partir del cual,
seguirá renovándose eternamente, no dudando en descargar en ellos toda su
maléfica furia si percibe que constituyen alguna amenaza, imaginaria o no, tal y
como fue el caso de Zoilamérica, a quien su maquiavélica mente ubicó como
acérrima rival y certeramente, como alguien que por mérito propio, sin duda
alguna, tenía el potencial de eclipsar en todos los órdenes, a una antipática e
impresentable Coatlicue, a la par de frustrar sus planes de poder con un
Tekuani, merecidamente encarcelado.
— Cualquiera que haya tratado con Coatlicue a nivel privado, no a nivel de
plazas o actos públicos, sino personal, a distancia de un abrazo y en privado, te
podría decir que de ella resulta imposible obtener una sola expresión de cariño
o calor humano. Todo, absolutamente, todo en su vida gira en torno a
controlar, incrementar poder y a destruir cualquier amenaza al mismo o
destruir por destruir, por sadismo puro, por demostrar su poder.
— Esa actitud la demostró con el ensañamiento contra el misionero
italiano, Stefano Boshi, un hombre noble que dejó sus comodidades en Italia
por venir a dedicarse a obras educativas y sociales en el municipio de Ciudad
Sandino (Managua, Nicaragua). Se obsesionó por destruirlo, con el mismo
método que ejecutó con su hija: acoso permanente, amenazas, obstaculizarle
cualquier gestión estatal e inventarle cargos.
— A mí me tocó de cerca ese caso ya que una familiar mía, trabajaba de
voluntaria con Boshi y me pidió ayuda al respecto, si no me equivoco, para el
2010 o 2011. Hablé con Coatlicue apelando por el misionero y qué te digo, me
arrepentí mil veces de haberlo hecho; me respondió hecha una furia. Esa mujer
quizás no pese ni cien libras, pero créame, tiene un odio, un veneno que bien
pesa una tonelada. Fue asqueroso todo lo que me dijo.
— Al final, un hombre que no merecía más que admiración por su ejemplar
labor fue tratado como un delincuente y expulsado sin miramientos del país.
— Ahí comenzó mi cuestionamiento a su fementida espiritualidad. La
verdad, reconozco que estaba adormilado por el encanto del poder. Ser su
llavero, su perrito faldero, su astrólogo a la carta y propiciando todo lo que
quería oír, significaba viajes, dinero y comodidades. Fue un proceso, no fue
fácil, como el alcohólico, nos hacemos adictos al placer y a las comodidades,
olvidando el verdadero objetivo, que es precisamente el dominio del espíritu
sobre los instintos mundanos.
— Volviendo a este engendro del demonio, puedo decirte que sus ejes de
vida se reducen a dos palabras: Poder y placer, poder y placer, poder y placer…
Esa terrible obsesión la ha llevado a pactar con fuerzas malignas, fuerzas de
poder que ahora la dominan totalmente. Son fuerzas endemoniadas, que exigen
honores, muerte y sangre.
— Aunque según ella, a partir de su supuesta abducción por seres
extraterrestres ha convivido siempre con tales fuerzas, es en estos últimos
meses, que las mismas, tienen mucha más presencia en ella.
— Hoy en día, es más notoriamente visible la horrenda transfiguración de
su rostro y esto es algo de lo cual ella misma es consciente y trata
desesperadamente de ocultarlo, pero lamentablemente, no de enmendar que es
lo más importante. Si te fijas bien, un poco arriba de sus cejas naturales, le son
casi perceptibles, a pesar del exhaustivo maquillaje que usa, una especie de
marcas oscuras que en ocultismo se denominan, «estigmas luzbelianos» o
«neuter», en sánscrito antiguo y popularmente conocidos como cachos o
marcas de la bestia.
—Ella y los entendidos en esto, saben perfectamente lo que eso significa y si
fuese sabia y humilde, debería parar y reflexionar. No es poca cosa el mal karma
que esta mujer ha sembrado, es algo que le costará vidas de sufrimiento para
poderlo resarcir. Te repito, ella desde hace años lo sabe, y esa es su
desesperación ahora, tratar de buscar poder, poder mundano y poder oculto,
creyendo que de esa manera evitará el averno que se ha ganado. Sabe que ahí
no habrá paramilitares, comisionados asesinos o una corrupta fiscalía que la
salve.
Dejame decirte que aunque todo lo que actualmente ocurre lo pretenda
esconder bajo una imagen pública de aparente normalidad, risas y planes de
futuro, la verdad es que, a lo interno según me informa gente que ella jamás se
imaginaría, todo es caos, paranoia, desconfianza total entre ellos mismos,
directrices oscilantes, en fin, la clásica atmósfera de zozobra previa a la
desbandada. Aunque te repito, cuida hasta lo absurdo para que nada se filtre y
dar una falsa imagen de normalidad, a lo «rosa chicha» que solo en su
trastornada mente existe. Dentro de su circulo todo es miedo y preocupación.
REPTILIANOS EN NICARAGUA
—Ahora bien, maestra en el arte de disfrazar sentimientos, su cinismo es
sorprendente. Te doy una muestra de algo que yo personalmente atestigüé, en
un evento al que concurrí con ella ahí en Managua: El 30 de abril del 2012, en
momentos en que ella participaba con un pequeño y muy discreto grupo de los
llamados reptilianos nicaragüenses, en una teleconferencia sostenida con
grupos similares en Chile y Argentina, en conmemoración del 67 aniversario de
la muerte de Adolfo Hitler, oficialmente fallecido el 30 de abril de 1945 y de
quien, Coatlicue es rotunda admiradora, le informaron del fallecimiento del
Comandante Tomás Borge.
—Para mi sorpresa, su reacción inmediata ante tal noticia fue de fastidio, de
molestia, no tuvo en lo más mínimo, una muestra de pesar. La expresión de su
cara fue de algo así como: «¿se tuvo que morir precisamente ahora?».
—Aproximadamente una hora después, al término de la teleconferencia y
mientras se preparaban a un agasajo con vino y delicatessen muy alemanas,
Coatlicue se levantó, pidió disculpas por la interrupción diciendo que en breve
se reintegraría. Llegó a una sala cercana, llamó con voz de molestia a dos o tres
de sus colaboradores y de inmediato grabó, con voz dolida y rostro falsamente
compungido, su breve y supuestamente, «muy sentido» mensaje por la muerte
del personaje. Unos 30 minutos después, estaba reintegrándose nuevamente al
grupo. En un ambiente de jolgorio, risas, fotos y música. Se mantuvo en aquel
local por más de 3 horas. Al día siguiente ensayaría nuevamente su teatral
congoja. En verdad, su nivel de cinismo es simplemente increíble.
—Debo apuntarte que el grupo de reptilianos militantes en Nicaragua, no
pasa de los 80. La mayoría en posiciones discretas, de bajo perfil, pero con gran
influencia. La relación de Coatlicue con todos ellos es más que espléndida, son
sus mimados, dentro y fuera del gobierno.
LOS AÑOS DEL GALLO
—Volviendo a sus planes, déjame decirte que su afán es la presidencia, no
de hecho como ya la tiene, sino formal; es una mujer de símbolos y llegar a la
presidencia es toral para ella. Su aspiración de vida es eso. Para ello, bien lo
sabe, debe fortalecer a sus fanáticos, destruir toda oposición, llevar a la mínima
expresión a las iglesias y promover su culto. Esa es la garantía de continuidad a
su proyecto místico e imperial al cual, nunca ha renunciado. Nacida en 1951,
año del conejo en el horóscopo chino, busca un alero protector en Tekuani, su
marido oficial, nacido según el mismo horóscopo, en año del gallo, 1945. En su
visión del mundo, él es su gallo protector, es quien se le presenta en un año
peligroso para ella, 1977, año de la serpiente. Es con quien se casa falsamente
en otro año del gallo, 2005. Falsamente porque, si bien se casa eclesiásticamente
el 3 de septiembre de ese año, día exacto de luna nueva, ella repudia o abjura tal
casamiento exactamente 30 días después, el día del eclipse solar del 2005,
exactamente el 3 de octubre de ese mismo 2005, en un ritual realizado por una
bruja yoruba en una quinta cerca de San Marcos, Carazo (Nicaragüa).
Finalmente, él es quien la lleva a la vicepresidencia en otro año del gallo, 2017.
— Retorcido o no, ciencia ficción o no, superchería o no, esa es su
estrategia y, estate seguro, ¡va con todo! Así desgracie más al país, no le importa.
Su universo es ELLA. En esta etapa se esforzará en reafirmar la figura del
Gallo, su conveniente protector, luego, irá poco a poco desapareciéndolo.
— Todo lo anterior es paralelo a una ofensiva que incluye intensos rituales,
conjuros y seguramente, más sacrificios e implantación de Tlachiuias o
hechizos en los templos. Las iglesias deben tener un gran cuidado, comprobar
que cada pastor es realmente un pastor y no un agente de estas fuerzas que son
en realidad demoníacas, verdaderos adoradores de Satanás. Ella detesta al
verdadero evangelio, pero astuta y manipuladora, tiene comprados a los tales
líderes. A otros, los tiene amenazados con las comprobadas evidencias de los
vínculos de algunos de estos fariseos al narcotráfico y otros delitos.
— En este sentido debo decirte que la mayoría de estos supuestos pastores
son extremadamente corruptos, adoradores de lujos, prebendas y de posar
regodeados con los poderosos, sin importar que las manos de estos estén
manchadas de sangre. Están envilecidos y han olvidado la humildad y la
prestancia del evangelio vivo.
Yo, que conozco perfectamente muchas interioridades de esos supuestos
pastores líderes y que, aunque no practico, respeto mucho los evangelios, les
digo: sacúdanse, renuévense… Esta es una conspiración satánica real. Coatlicue
y su gente, no sólo tienen la fuerza de las armas en manos de asesinos policías y
paramilitares, sino también, la fuerza de legiones satánicas. Los cristianos
tienen un grandísimo papel en esto. Desde adentro, sin manipulación y con
valor, deben sacudirse y renovarse.
BAÑOS DE PLATA
Basándonos siempre en el testimonio de Dharma, supimos de los cuidados
de Coatlicue contra lo que ella denomina, «suciedad antireptiliana».
Él nos relata:
— Alrededor del año 2003, Coatlicue comenzó, paranoica y enfáticamente,
a protegerse de la contaminación bacterial y áurica que decía, le transmitían
todos aquellos que con ella interactuaban: empleadas domésticas, secretarias,
funcionarios, delegados partidarios, etc.
Es lo que se conoce como misofobia, - al respecto, Hitler también era
misofóbico -.
— Siempre que Coatlicue da la mano por compromiso protocolario, está
desesperada por ir a lavárselas con germicidas y esencias naturales que sus
asistentes cargan. Este sentimiento se exacerbaba por razones raciales,
religiosas y homofóbicas.
— Recuerdo la ocasión que, en una recepción en Managua, coincidió y le
dio la mano al nuncio apostólico Fortunatus Nwachukwu, quien es de raza
negra, esa vez Coatlicue llegó al paroxismo.
— Aunque en público sabe disimularlo, la verdad, es que detesta a los que
en Nicaragua llaman costeños o miskitos, lo mismo que a aquellos con
marcados rasgos chorotegas. Me imagino lo que sufrirá al tratar con el actual
canciller y peor aún, con el vicecanciller, el costeño servil de apellido enredado.
UNA CLEOPATRA “CHAPIOLLA”
— Las grandes concentraciones públicas son el mayor terror de Coatlicue,
toda esa gente que por ignorancia o ingenuidad va a las plazas, no tiene la más
mínima idea de cuánto los desprecia Coatlicue.
— Como una Cleopatra del siglo XXI, desde hará unos 10 años, todos los
19 de julio por la noche y durante 3 días más, se hace limpias profundas,
sumergiéndose en baños con esencias de hierbas, agregándole abundantemente
plata coloidal (coloidal argentum) la cual, importa en costosísimas botellas. El
oro coloidal lo usa 4 veces al año, en las purificaciones equinocciales. Ambas
pociones se consideran fuertemente purificadoras del aura.
¿Sabrá alguno de sus fanaticos simpatizantes que uno solo de esos baños de
purificación que toma Coatlicue, vale no menos que $2,800 dólares, cantidad
con lo que una familia típica nicaraguense puede mantenerse comiendo por
todo un año?
— Me pregunto, si será que a todos estos insensibles fanáticos, el efecto del
embrujamiento, al que han sido sometidos por años, los alienó mentalmente de
manera total e irreversible ya que, esa gente, aún en la miseria, glorifica a una
opulenta déspota que en el fondo, y te lo digo y repito porque la conozco
perfectamente, los desprecia a la par de que astutamente, los utiliza.
— Siento pena ajena cuando oigo a los sanguinarios paramilitares hablar en
defensa de quien llaman “Compañera”. Me digo a mí mismo, pobres diablos, si
supieran que ella los ve como animales carroñeros, repugnantes, pero
estratégicamente necesarios.
— Por otra parte, estos ignorantes asesinos no saben que se están labrando
una maldición, un karma que tendrán que pagar y donde no habrá AK que los
proteja. La mayoría de ellos, en el fondo saben que sus crímenes han sido sin
justificación alguna, crímenes de odio. Desataron la amargura de sus miserables
corazones a la primera oportunidad, sabiéndose impunes. Desde aquí, sin sesgo
político o religioso alguno, les digo a esos descarriados, paramilitares y policías
coludidos en el crimen, que reflexionen y oren para que la luz llegue a su alma,
nunca es tarde. Yo conozco a la bestia, sé de su fuerza y de sus planes en los
que ustedes, paramilitares y policías, no son más que leña para su fuego. Leña
cuya ceniza se desprecia, se tira y se olvida, y aunque sé que probablemente
muchos no me creerán, en el infernal abismo que irremediablemente les espera,
cada gota de sangre de sus hermanos por ustedes derramada, cada lágrima, será
con creces cobrada.
— La vida es un suspiro, a la tumba no se llevarán ni el AK, ni la HI LUX,
ni los 21 dioses serpientes de Coatlicue, sino que su alma desnuda con el
balance de sus acciones. Busquen fuerza, oren mucho, cualquiera que sea su
religión, al final, el camino que escojan será, tarde o temprano, su dicha o su
llanto.
Antes de concluir, aproveché para preguntarle a Dharma acerca de la
implantación de tlachihuias o hechizos en múltiples templos evangélicos de
Nicaragua en 2014 y 2015. Al respecto, me respondió:
—Por supuesto que fue verdad, pero en realidad empezó desde antes del
2014. Hubo algo de eso ya en el 2012, lo manejaba directamente el brujo
Chiquilistá y un equipo de ex miembros de la antigua Seguridad del Estado de
los 80s con apoyo total de la Alcaldía de Managua.
— Yo nunca participé en eso, pero sí estuve al tanto de los informes que
Chiquilistá, le daba a Coatlicue o a alguno de sus asistentes. Totalmente
tenebroso.
—¿Sabían los líderes evangélicos de tal hecho? —pregunté.
—Mira, aunque estoy tentado a decirte que sí porque no me sorprendería
que lo hayan sabido y hasta apoyado, así como también porque me asquea
cómo en nombre del Dios dinero le besan el trasero a Tekuani, debo ser
honesto y manifestarle que no lo sé, no me consta tal cosa.
Alguien, recientemente me mencionó algo que denominó, «trabajos raros»
en un cementerio y en la rotonda Hugo Chávez, ¿crees saber a qué se refería?
Le pregunté.
— Chiquilistá, en coordinación con la Alcaldía de Managua a travez de
quien ella denomina Ledif (Fidel a la inversa, favorito de Coatlicue y poderoso
reptiliano), coordinaba de manera muy independiente todo eso. La verdad, no
tuve mayor conocimiento al respecto. Sí supe que el brujo Chiquilistá, hace
sacrificios de animales y usaba partes de animal sacrificado para las tlachihuias
que pusieron en los templos y en las bases de los chayopalos. También estuve
en rituales que utilizaban calaveras robadas de algunos cementerios las que,
según entendí, por razones de captación o armonía energética las mismas deben
estar con su dentadura completa, por eso usan partes de niños o jóvenes
fallecidos. También, personalmente, hace algunos años, participé en un ritual
celebrado en un cambio de equinoccio, en una casa quinta en la laguna de
Apoyo y tuve en mis manos un cráneo de cristal de cuarzo transparente que
había sido robado de una tumba precolombina en Tikal, Guatemala. Era
absolutamente idéntico a una calavera humana real. Una verdadera obra de
arte. Probablemente Chiquilistá, extraía ilegalmente partes humanas de
cementerios para usarlas en rituales, pero igual, no puedo asegurarlo.»
Sin pretender cuestionar, ni la credibilidad ni las motivaciones de las
ilustradoras y sentidas revelaciones de Dharma, es inevitable el preguntarnos
sobre sus razones para permanecer casi 17 años al lado del perfecto monstruo,
que ahora bien describe. Si sus intereses eran verdaderamente espirituales y no
económicos, o sea, no ligados a la búsqueda de un profano poder que, seamos
francos, es lo único que de una espiritualmente vacía Coatlicue se podría
obtener, entonces, ¿por qué reflexionó y decidió salirse de la fila de
privilegiados tras 17 años de disfrutar de las lujosas prebendas con los que
Coatlicue agasaja a sus oscuros agoreros?
Independientemente de su tardío arrepentimiento, no podemos dejar de
creer en las legítimas y honestas intenciones de Dharma: dar su mensaje a quien
tenga oídos para oír y conciencia para reflexionar.La operación «Sambrón», que
consistió en la implantación de miles de Tlachihuias o hechizos, en centenares
de templos evangélicos en Nicaragua por parte de delincuentes organizados
bajo la tutela de «Fidelito», y otros operadores políticos orteguistas, ex agentes
de seguridad la mayoría, es abordada también más adelante.
SECRETOS PERVERSOS

Producto de diversas sugerencias, procedí a contactar a un individuo que desde


el año 2011 fue, sin pretenderlo, uno de los diseñadores y ejecutores técnicos de
lo que al final se convirtió en una eficaz herramienta de espionaje y extorsión
dentro del gansteril, esquema del poder en Nicaragua.
Después de varias solicitudes de parte nuestra, transmitidas por terceras
personas, así como de comprensibles medidas de seguridad por parte de
nuestro interesado, logramos concertar la entrevista con el personaje en
mención, en casa de sus abuelos maternos, en un determinado cantón de San
José de Costa Rica, país donde reside desde agosto del año 2018 y hacia donde
viajé, después de casi un año de esperar que las restricciones por el Covid-19 lo
permitieran, el 4 de marzo del 2022 con el escondido pero intenso deseo de
dirigirme luego, hacia Nicaragua.
Al llegar al lugar, fuimos recibidos por una agradable anciana quien de
inmediato nos hizo pasar, entre macetas de margaritas, dalias, hortensias y
helechos del precioso jardín a la amplia sala de la casa donde, además de un
antiguo piano, se observa una gran foto de Orlando Letelier, excanciller
chileno asesinado por emisarios de Pinochet en Washington el 21 de
septiembre de1976.
—“Fue tomada pocos días antes de la muerte del Dr. Letelier. En su honor, mi padre
dispuso nombrarme Orlando”.
Quien nos explica acerca de la imagen, es un hombre alto, blanco, barbado
que se nos presenta como Orlando Burhart Villalobos, nuestro sujeto de
interés para la entrevista. Ingeniero electrónico de profesión, Orlando nació en
Managua en noviembre de 1982, producto de la relación romántica del abogado
y economista chileno Rodrigo Burhart Rosas y la costarricense Temilda
Villalobos Arias quienes se conocieron en 1979 cuando el primero participaba
como internacionalista voluntario en la guerra que libraban contra Somoza, en
la frontera nica costarricense, las tropas lideradas por Edén Pastora, el
camaleónico ex guerrillero nicaragüense, tristemente convertido después en
senil coordinador de sicarios, de la dictadura orteguista.
Temilda por su lado, trabajaba como voluntaria de una orden de monjas
teresianas que asistían a refugiados nicaragüenses en la población de La Cruz,
muy cercana a la frontera nicaraguense.
A finales de ese mismo año, a partir del triunfo de las fuerzas rebeldes
sandinistas y entusiasmado con los ideales de justicia social y desarrollo que
aquella joven revolución enarbolaba, Rodrigo terminó quedándose a vivir y
trabajar en Nicaragua como asistente en entidades estatales del área de
planificación económica y comercio internacional. Al año siguiente se casaría
con Temilda, quien, fiel a su vocación de maestra, colaboraba en un programa
de educación de adultos.
Para noviembre de 1982, nace Orlando y 2 años después, lo hacía Arlen, una
preciosa niña que, producto de graves complicaciones pulmonares solo viviría
2 meses; doloroso hecho que marcaría por años la vida de Rodrigo y Temilda.
Por los estrechos lazos de su padre con la élite de esos años en el poder,
Orlando se vinculó desde muy pequeño con los hijos de la cada vez más
ostentosa y excluyente, nomenclatura sandinista.
Asistiendo a los mismos prestigiosos colegios (nunca públicos por
supuesto), y coincidiendo en frecuentes paseos o tertulias con aquellos niños,
hijos de ministros y comandantes de entonces, Orlando desarrolló una
creciente amistad que se consolidó y mantuvo por años.
La pérdida de las elecciones por parte del partido sandinista en 1990, desató
de inmediato, un frenesí de corrupción en todos los estratos de poder de
entonces, a la par que exhibió públicamente la debacle moral de muchísimos
personeros de la frustrada revolución.
Rodrigo, quien ya había vivido el fracaso de la experiencia socialista chilena
y la posterior entronización de un sangrienta dictadura, resintió profundamente
la derrota de su ilusión revolucionaria y luego, se decepcionaría hasta los
huesos por las maquiavélicas intrigas, corrupción y expresiones tiránicas de los
jerarcas quedados entre los restos de aquel FSLN. Poco a poco, Rodrigo se fue
sumergiendo en la depresión y el alcoholismo.
Temilda, con su ya casi adolescente hijo, vivían en medio de graves
vicisitudes económicas por lo que irremediablemente tuvo que recurrir a los
padres de Rodrigo, poseedores de plantaciones de uvas en el Valle de Elqui y
una empresa vinícola en La Serena, ciudad del sur profundo de Chile. La
alarma de estos últimos ante la descrita situación del hijo, de quien tenían años
de no saber nada, fue grande. La respuesta, inmediata.
Exactamente 14 días después, el 9 de marzo de 1992, don Juan Burhart,
padre de Rodrigo, llegaba a Managua con la decidida misión de llevarse de
vuelta a Chile a su hijo. Un emotivo encuentro, vehementes promesas de
rectificación de parte de Rodrigo, así como la fascinación de conocer a su único
nieto varón, lo mismo que a la muy dulce Temilda, motivaron al septuagenario
don Juan a declararles su disposición de cederles inmediata y formalmente,
buena parte del patrimonio familiar, una vez se estableciesen en Chile. Al
término de su visita y satisfecho con la promesa de Rodrigo, de iniciar los
respectivos trámites migratorios para volver a su sureña patria, don Juan partía
por donde 15 días antes, había entrado.
Fueron promesas vanas, 2 o 3 semanas después, para consternación de
Temilda y su hijo, Rodrigo caía nuevamente ante los embates de la depresión y
el tormento del alcoholismo.
La madrugada del 12 de mayo de ese mismo año, Rodrigo fue encontrado
muerto en casa de un amigo argentino en la ciudad de Granada. Se había
suicidado, posiblemente con una sobredosis de tranquilizantes, según el
escueto parte policial.
Días después, una acongojada Temilda acompañada de su vástago, partía
para su natal Costa Rica, ansiosa del amparo y el consuelo de los suyos.
Los ahora desolados padres de Rodrigo y abuelos de Orlando, volcaron su
apoyo al nieto quien, bajo el amor y severidad de su madre, maestra de carrera
y vocación, sobre cumplía tareas escolares mientras deshojaba calendarios entre
institutos, escuelas de música e idioma.
A inicios del año 2000 Orlando, siempre bajo el padrinazgo de su ahora
viudo abuelo chileno, inició estudios de Ingeniería Electrónica en el
Tecnológico de Costa Rica del cual, egresaría 5 años después.
Luego de dos años de exitoso desempeño en una empresa local y también,
de varias rechazadas solicitudes de ingreso a algunas universidades
norteamericanas, fue finalmente admitido para un programa de postgrado en el
prestigioso MIT, el Tecnológico de Massachusetts de donde egresaría en el año
2009.
DESPILFARRO “REVOLUCIONARIO”
A finales del primer decenio del nuevo siglo, específicamente del año 2008
en adelante, algunos sectores del mercado costarricense tradicionalmente
dirigidos a la élite del más alto poder adquisitivo, nacional o extranjera,
empiezan a experimentar el interés y la demanda de unos peculiares clientes: los
nuevos ricos nicaragüenses.
Coincidiendo con la abundante lluvia de dólares venezolanos manejados a
total criterio por los hiper corruptos y privilegiados, “compañeros
revolucionarios” en Nicaragua, muchos de estos y sus allegados, empezaron a
comprar casas en los más exclusivos y costosos residenciales de San José,
frecuentando complejos turísticos de alto nivel, spas, universidades privadas,
clínicas de renombre, etcétera. La mayoría, tipos de escasa formación pero bien
conectados. Mozalbetes veinteañeros en lujosísimos vehículos. Mujeres de
evidente extracción humilde, pero invariablemente “rubias”, queriendo
aparentar «caché» con costosos vestidos y peinados fuera de lugar que luego
generaban jocosos y xenófobos comentarios entre las atentas ejecutivas de
ventas costarricenses, entusiasmadas por atender a aquellos excelentísimos
clientes que no regateaban precio alguno.
En este contexto es donde Orlando se vuelve a encontrar en San José con
algunos amigos de su infancia en Nicaragua, la mayoría de ellos, hijos de
connotados sandinistas, convertidos ahora en prósperos empresarios con afanes
de inversión, diversión y en pocos casos, estudios, tal como fue el caso de
Tamara, hija de un corrupto e influyente agente del aparato represivo
orteguista.
Hermosa, inteligente y aun soltera a sus 27 años, Tamara captó pronto la
atención de Orlando, con quien, desarrolló química y estableció una relación.
Tales circunstancias hizo que pocos meses después, en una visita de
Orlando a la casa de Tamara en Managua, el padre de esta, simpatizara y
entrara en confianza con Orlando, a quien le comentó sobre un proyecto de
extrema confidencialidad que el gobierno de Nicaragua, en conjunto con una
tal Galaxy Nanotech, (una poco conocida empresa de sensores y micro
tecnología), planeaban desarrollar a lo inmediato en Nicaragua y en el que
consideraba que Orlando, con su notable currículo de estudios en electrónica y
dominio del inglés, podría colaborar.
Una vez de vuelta en Costa Rica donde laboraba para una empresa de
desarrollo de software, Orlando decidió, después de algunos meses de
vacilación, aceptar la oferta de trabajo que, con un estupendo salario anual, le
hacía llegar el padre de Tamara desde Nicaragua.
UCLA, no son las siglas de la conocida universidad californiana, sino las
siglas de la Unidad Contra la Legitimación de Activos, rimbombante término
con el que se denominaba el casi clandestino y muy particular servicio de
información e inteligencia en Nicaragua (adscrito directamente a la
presidencia), que empezó a funcionar a partir del año 2010 y al que Orlando, se
incorporó a principios del año 2011. Dirigido en teoría por agentes
nicaragüenses y con un equipo de soporte técnico casi totalmente foráneo, el
proyecto se dirigió a crear una vasta red de información a través de sistemas de
video, grabaciones, escuchas, intervenciones telefónicas y de mensajería, así
como sensores de ubicación o GPS.
NESTOR, EL LAURENT BERIA DEL
CARMEN
(Laurent Beria: sanguinario jefe de seguridad de Stalin)
Orlando describe:
—«Primero que nada, hay que dejar claro que este es un proyecto de
espionaje directamente dirigido por la presidencia, totalmente desvinculado del
rústico servicio de inteligencia del ejército y más aún, del cavernario aparato de
información de la policía.
—Tanto la estrategia de acción como los informes recopilados iban hacia
quien llamaremos el LAUrent Beria del Carmen, un psicópata y terrorista de
toda la vida, vinculado directamente a resonantes asesinatos de conocidos
personajes, atentados con explosivos contra iglesias en los años 90, jefe
coordinador de paramilitares y además, diligente proxeneta o proveedor de
jovencitas adolescentes para el tirano. Un personaje frío y despiadado ante
quienes tiemblan, tanto los cobardes comisionados de la policía como altos
miembros de la comandancia del llamado Ejército de Nicaragua.
— Aunque siempre en la sombra, puedo decirte que es el brazo ejecutor del
decrépito tirano y un hombre de indiscutible poder en Nicaragua. Después de
repudiarlo por muchos años, la Compañera aprendió a trabajar con él, a partir
de sus indiscutibles cualidades criminales.
—Estábamos estrictamente separados en dos áreas: la técnica que disponía y
soportaba el funcionamiento de la red que era en la que yo actuaba y la
operativa, que aplicaba e interpretaba la información a través de un restringido
grupo de agentes nicaragüenses y extranjeros.
—Mesas de restaurantes, hoteles y moteles de algún nivel, vehículos de alta
gama de uso particular y de renta, adornos de oficinas y hasta cuadros o
imágenes religiosas dadas como presentes, fueron parte de sofisticados sistemas
de espionaje, algunos de inverosímil aspecto y minúsculas dimensiones.
Aunque en un inicio la ubicación de tales sistemas se diseñó en base al objetivo
planteado y a través de un proceso científico de «distribución gaussiano de
probabilidad», que era lo que profesionalmente cabía, al final, intereses de otra
índole, desviaron el objetivo del proyecto a otras áreas de conspiración.
Incalculables recursos financieros y tecnología de punta, fueron dispuestos para
espiar y documentar la privacidad de personas de diferente sesgos políticos,
económicos y religiosos. Personas en posiciones de interés dentro y fuera del
gobierno.
—Taimados como son, sabían que el mayor daño casi siempre proviene de
adentro, por lo cual, el mayor esfuerzo se concentró ahí: policías de todo nivel,
militares de la cúpula o rangos medios, ministros, escoltas y agentes de
seguridad personal, todos ellos, fueron fehacientemente espiados. Eran los
objetivos de mayor interés y los más escrutados. Luego fueron adversarios
políticos, diputados, líderes religiosos afines y no afines al gobierno, así como
empresarios. También la información que por razones aleatorias,
eventualmente llegaba a caer, si era de interés, atraía esfuerzos inmediatos para
su demarcación y seguimiento.
— Aunque tal tema no era parte de las prioridades a seguir, las estrategias
del fraude electoral del 2016, tales como los mecanismos de infiltración,
compra de fiscales, manipulación de boletas, entrega de falsas credenciales para
luego impedir el ingreso a los centros de votación y otras triquiñuelas para
hacerse con un falso triunfo y ocultar la masiva abstención, está también ahí
registrada.
— Por una mezcla de indiferencia o simplemente por mi cómoda
adaptación a una excitante vida de lujos y diarias francachelas, mi interés acerca
de las aplicaciones de la red instalada, se dio hasta inicios del 2017, a partir de
que, producto de un relajamiento en la vigilancia del programa y la filtración de
información a las redes sociales, se generó inquietud en la empresa
norteamericana dueña de la plataforma utilizada, quien finalmente canceló el
contrato con la aún denominada UCLA, procediendo esta última a contratar a
una empresa rusa para sustituir a la primera.
— Al final, restricciones de presupuesto (efectos de la debacle económica
venezolana) y contradicciones internas, hicieron que el proyecto se redujera
notablemente. No obstante, para entonces, ya acumulaba valiosos activos de
información que probarían ser de gran valor en el marco extorsionador, en el
que los jerarcas del poder lo utilizarían.
— El proyecto reapareció con fuerza a inicios de mayo del 2018, en el
marco de la crisis actual, controlado ahora en su totalidad por una
vicepresidencia ávida, de ser el gran ojo que ve y el gran oído que oye hasta el
más recóndito suspiro de sus justos enemigos, pero también, el de sus propios
parásitos: sus nada confiables serviles.
—El cúmulo de información diariamente obtenida era enorme. Un amplio y
escogido personal se encargaba diligentemente de escrutar la totalidad de esa
información a fin de clasificar y sintetizar los contenidos de carácter sensible
que podían ser evidencias de conspiración, corrupción no autorizada desde
arriba y por supuesto, el objetivo más apetecible: fotos o videos de un
personaje relevante o de interés particular, aliado o no, captado en una
situación escabrosa y claramente devastadora para el protagonista.
— En pocas palabras, todo lo que se percibía que podía tener un buen
potencial de provecho inmediato o futuro en el área política, económica o de
seguridad del estado debía de ser inmediatamente reportado. Fue, en definitiva,
el más grande proyecto de espionaje doméstico realizado en Nicaragua después
de la guerra de los años 80.
—Las «invitaciones» a reuniones de información y aclaración con algún
personaje de interés, del que se tenían datos (a quien se quería controlar o
utilizar), tenían un aire de secretismo y complicidad. Inicialmente, tales
«invitaciones» eran educadas advertencias pero, si las circunstancias lo
requerían, podían ser amenazas directas. En tales casos, se presentaban las
pruebas obtenidas bajo la pantalla de haber sido recibidas anónimamente y se le
hacía ver al aterrado invitado, que todo eso “ya andaba por ahí”, pero que
contara con que el buen gobierno, no iba a permitir que alguien denigrara su
honra. Lo demás era previsible, la angustia de tener sobre la cabeza la espada
del escándalo y la denigración pública hacía mella en el comportamiento de los
involucrados, volviendo dóciles, comedidos y fácilmente manipulables a los
sujetos de interés. De esta manera, muchos bravíos críticos, pasaron a ser los
más melosos y lastimosos aduladores. El terror de ver reveladas sus escondidas
tendencias era y es, avasallador.
— Por el banquillo de la amable advertencia, pasaron altos militares y
comisionados con doble y hasta triple vida. Se conocían secretos de alcobas de
hombres y mujeres en posiciones de poder, dentro del gobierno o fuera de él,
entre ellos, lideres religiosos, magistrados o altos funcionarios de la corte,
personajes variopintos bajo la aterradora amenaza de ser «sacados del closet», y
muchos otros, con colas de corrupción guardadas y latentes de ser sacadas a la
luz, por el despiadado aparato de in justicia orteguista.
— Déjame decirte que ahí fueron domados, dos de los más serviles
periodistas hoy día: un voluminoso comentarista, antaño feroz antisandinista y
un primoroso primerísimo locutor. Ambos descubiertos en situaciones
verdaderamente bochornosas. He ahí la clave del intempestivo cambio de
muchos personeros transformados de la noche a la mañana, en adictos al
orteguismo.
— Casi sin excepción, todos los denominados aliados políticos fueron
electrónicamente intervenidos al igual que la totalidad de lideres religiosos de
todas las denominaciones. Muchos de los llamados pastores orteguistas, además
de las millonarias prebendas que recibieron tienen sobre sus cabezas la
amenaza del escándalo. A lo interno y discúlpame si soy repetitivo,
funcionarios y gente, que públicamente en eventos oficiales, francachelas o
declaraciones a los medios emitían las más melosas alabanzas “al presidente y a
la compañera”, eran captados privadamente, a veces el mismo día,
despotricando contra los mismos y sus allegados. Luego, los verías en actos
públicos nuevamente loando y aplaudiendo con simulado embeleso, a sus
invaluables líderes.
— Entré en verdad, a un mundo sórdido, alucinante, un teatro destilando la
más increíble hipocresía. Después de las náuseas iniciales, lo primero que se te
ocurre pensar, es no querer ver crecer a tus hijos en un medio moralmente tan
deplorable.
— Lo aquí expuesto resulta importante para ayudar a entender, pero jamás
justificar, la docilidad, el silencio cómplice y hasta los desvergonzados besos a
las caravanas donde se moviliza el dúo criminal.
— Ni de lejos se pretende justificar la cantidad de crímenes que por acción
u omisión, se cometieron. No se vaya a creer que LAPO, el sádico guardián de
dantesca figura, responsable de los más temibles calabozos y salas de torturas
del régimen en el Chipote, necesitó de amenaza alguna para sus aberrantes
actos. Tampoco se intenta hacer creer que Ramón, el carnicero de Masaya, un
personaje siniestro cuya miserable vida ha oscilado entre el parasitismo a costa
del erario público, el abuso a los derechos humanos, la corrupción, el tráfico de
drogas y hoy el sicariato, requirió de presión foránea para alentar a sus
francotiradores a acertar en frentes y cuellos de pobladores de Masaya, para
luego, esbozar una maligna mueca de satisfacción en su desvencijado rostro.
— Aclarado lo anterior, debo manifestar lo difícil que fue para mí llegar a
asimilar el que tanta canallada era posible de generarse en el corazón humano.
A estas alturas, aún me cuesta manejar mis reacciones. Por otro lado, aunque
creo en la justeza de lo que hago, a cada momento me cuestiono sobre mi
derecho a violar la intimidad de otro ser humano. En ese sentido, cuando
menos hemos aprendido a descartar el ahondar en la información de los
archivos que tenemos, inmediatamente después de que percibimos la nula
relación de la persona que nos ocupa con los fines de nuestro proyecto. Nos
damos cuenta, día a día, que muchos de los expedientes que analizamos no son
más que aberrantes ejercicios de morbo.
— Quiero manifestarte que en una decena de casos, que en su momento
consideramos como de riesgo inminente, tales como funcionarios que filtraban
información a las redes y que el régimen ya había detectado así como de
personas honorables con sistemas de espionajes instalados, nos las hemos
arreglado para advertirles al respecto, haciéndoles llegar, obligadamente a sus
propias manos, información confidencial por medios no electrónicos.
— En algunos casos, por la extrema dificultad de acceder directamente a
una persona definida, hemos utilizado a un allegado, por ejemplo, madre, hijo
o pareja.
— Esto último ha sido nuestro principal tropiezo. Hace algunas semanas, la
advertencia a la madre de la novia de un activista opositor (hija ilegítima de un
alto personero del gobierno), de que el teléfono que su mismo padre le había
regalado estaba clonado, motivó el airado reclamo de la primera al funcionario
de marras (padre de la muchacha), lo que conllevó a una investigación por
parte de los órganos represivos, para ver el origen de la filtración. En otros
casos, la misma persona a la que advertimos que está siendo espiada, llena de
temor acude a algún operador del régimen a confesar su pecado a la par que
delata nuestra acción de advertencia.
— Es un dilema, una práctica que perjudica nuestras metas como proyecto
de documentación de crímenes, pero a la que estamos moralmente obligados.
— Tengo la satisfacción de decirte que en varios casos de ingeniosas tramas
para inventar cargos falsos a sacerdotes prominentes y críticos del régimen,
nuestras alertas han sido más que oportunas. Los llamados «curas golpistas»,
gente que merece mi mayor respeto y admiración, hoy día, son las mas ansiadas
presas del orteguismo. Han hecho montajes increíbles para desprestigiarlos y
me siento orgulloso de decirte que, al menos en tres casos, gracias a nuestra
advertencia, tales planes se frustraron.
— Te repito, esto es algo que no deja de tener sus riesgos, recuerda que la
mayoría de los que estamos en esto, incluyéndome a mí, no somos personas
con formación en áreas de espionaje o en tácticas de seguridad; somos simples
voluntarios con cierto grado de habilidad en las redes y la tecnología, novatos e
inexpertos, motivados por llevar un día a la justicia y a la cárcel a estos
criminales.
— No terminas de asombrarte cuando descubres, en medio de tan
apabullante cantidad de información, facetas monstruosas de personas de
currículo impresionante y cultivada imagen pública. Gente que en su juventud
demostró valor, nobleza, idealismo y que hoy, increíblemente, son escoria
moralmente hablando, arrodillados ante el poder y ciegos frente al crimen y la
injusticia. Contamos con diálogos de planificación de crímenes y tramas para
fabricar montajes, a figuras de la iglesia católica. De cómo la fiscalía fabrica
casos contra opositores, cómo encubren los crímenes de los paramilitares, las
directrices a jueces venales y serviles, etcétera. Una verdadera antología
maquiavélica, absolutamente perversa.
— La verdad, jueces y fiscales tiemblan ante una llamada de El Carmen o
directamente de la prepotente y muy corrupta, «Fiscal de la Nación».
¿TU TAMBIEN MADRINA?
—Un caso que me golpeó fuerte, fue el de una mujer muy admirada y
querida por mis padres y de hecho, por mucha gente en Nicaragua y a quienes
decepcionó, de la peor manera. Fue mi madrina honoraria, con ella conocí lo
que era una gritería leonesa a mis siete años y con ella también, admiré al
entristecido león sobre la tumba de Darío, en la catedral.
— Devota católica y de gran sensibilidad humana, en su juventud dejó una
vida de devoción y renuncia, por abrazar una causa social. Esta es parte de una
carta enviada a mi madre por esa misma mujer 24 años atrás:
“Puedes estar segura querida Temilda, que cualquiera que sea la posición en la que me
encuentre, mis principios serán siempre, estar con el humilde, con el desposeído, con los
nuevos explotados, víctimas de la injusticia social, lacra que tristemente resulta ser
promovida por aquellos, que un día la combatieron y que hoy, se arrodillan ante el dinero.
Los piñateros y serviles del liquidador de nuestro partido y aspirante a dictador, que es en lo
que se ha convertido hoy el comandante.
El «Comandante» es hoy amigazo de los nuevos y viejos capitalistas. Rodeándose de
oportunistas y ladrones, se ha olvidado de muchos compañeros que dieron todo por la
revolución, como nuestro hermano Chico Rivera, El Zorro, quien hace menos de un mes,
murió solo y en la peor pobreza. Me da tanta rabia todo eso. Siempre recuerdo las palabras
de nuestro señor diciendo: «Es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja, a que
un rico entre al reino de los cielos».
Respecto a lo de la jovencita esa (Zoilamérica), te digo que me apena mucho, pero no sé
nada más que su denuncia pública y sus declaraciones, así como la respuesta ante los medios
de su madre. A como sabrás, eso ahí ha sido siempre un laberinto impenetrable y oscuro,
manejado por las locuras de la «Compañera» y sus excentricidades. Esa mujer es terrible y
cada vez, la veo peor.
Veré como te ayudo con lo del terreno ese, mándame copia de la escritura y del resto de
documentos que tengas”.
Tu hermana en Cristo, Aminta.
Managua, 12/08/1998
—Existirá teoría psiquiátrica capaz de explicarme, cómo una persona que
ayer declaraba abominar el mal y la riqueza, hoy apañe crímenes y bendiga a
asesinos?
¿Tan deslumbrante es el oro? ¿Tan incontrolables son las ansias de poder y
protagonismo, como para eliminar de sí mismo hasta el último vestigio de
moralidad?
Ahora puedo limitarme a decirte de ella, aunque en verdad me cueste
mucho admitirlo y más aún explicármelo, que si su actuación pública como
funcionaria fue una total vergüenza, su faceta privada resulta ser hoy, tan
increíble como abominable.
— Si algo puedo concluir hoy en día, a partir del análisis de muchísima de
esa información es que, apartando el sensible caso de las madres de muchos de
los caídos en los 80, cuyo apoyo a Ortega se basa en el erróneo, pero arraigado
sentimiento de que repudiar a este, es quitarle sentido a la muerte de sus
amados vástagos, esto es, negar su único consuelo y sostén emocional todos
estos años, fuera de eso, que puedes comprender y por supuesto respetar, el
resto es basura pura, fanatismo cavernario, iniquidad y ambición adobadas con
picante extorsión. Agrégale a lo anterior, la pasividad e indiferencia de un
apreciable porcentaje de la población que, por ignorancia, desencanto con
políticos corruptos de diferentes colores o simplemente egoísmo, no les
importa nada su propio futuro o el de sus hijos y tendrás un panorama en
verdad, oscuro y complejo.
— No terminas de creer la humana capacidad de mentir, de exhibir dos, tres
o veinte facetas distintas, algunas crueles y depravadas y vivir tranquilo con
ello. Recuerdo el impacto que sentí al reconocer a muchos de los personajes
involucrados, la mayoría de los cuales, te das cuenta que son gente cínica, sin
valores morales, amantes del becerro de oro a costa de lo que sea, hasta de
manipular el nombre de Dios para mantener sus lujos y privilegios, armando
sin pudor algunas trastocadas teorías sobre la divina misión de los tiranos, y
bailando en alegre comparsa con estos.
GENERALES DE EXHIBICIÓN
—En lo que toca a armas cubiertas de supuestas banderas de dignidad y
tradición de decoro, déjame decirte que el criminal y cómplice silencio del
ejército, el cual tuvo toda la capacidad, los medios, así como la obligación
moral y constitucional de parar la masacre de esos jóvenes en Nicaragua y no lo
hizo, tiene mucho que ver con lo aquí expuesto, con el chantaje, con el horror
a ver públicamente exhibidas sus miserias morales más que, al contrario de lo
que el común de la gente cree, con el miedo a perder sus bien aseguradas y
siempre crecientes fortunas.
— Un significativo porcentaje de la cúpula militar, el generalato y otros
altos grados, tienen un gris perfil público, pero un escandaloso, multicolor y
delicado, perfil privado. El indigno e inmoral servilismo a Ortega por parte de
estos, tiene que ver más con el horror a que tales secretos de su vida privada
(que saben bien que los servicios de inteligencia del régimen manejan), salgan a
luz. Lo anterior es absolutamente válido también, para comisionados y
renombrados operadores políticos, que de día proyectan una cultivada imagen
de machos alfa y de noche, otra, propia de pasarelas.
— Esta invaluable capacidad de intimidación es, entre otros, el más
preciado activo del régimen para disuadir, cualquier amago de crítica o
rebeldía. Me estremece la reacción de hijos, esposas o madres de estos al
revelarse esa información, la cual, es manejada al dedillo por la inteligencia
norteamericana, la cual, por cierto, tiene más que infiltrados a los «chapiollos» y
corruptos servicios secretos nicas.
— Te preguntarás, si por mucho tiempo supe de esto, ¿por qué no me
aparté o denuncié?
— La verdad, no tengo una justificación satisfactoria ni para mí.
— Con un salario formal hasta el 2017, superior a los 80 mil dólares
anuales, prebendas por aquí y por allá, el vínculo familiar con el padre de
Tamara y además, hoy abuelo de mis dos hijos. Con la percepción de que todo
aquello, no era más que pleito de perros entre políticos ambiciosos, pastores
corruptos y contradicciones por intereses económicos, pues, la verdad, no me
vi motivado a hacer algo que me traería inmediatas consecuencias y a la larga,
no serviría para nada.
— Admito que me dediqué a disfrutar mi privilegiada vida. Recuerda que
yo vuelvo a Nicaragua, 19 años después de haber salido tras la muerte de mi
padre y me encuentro con mis amigos de infancia, casi todos ligados a uno u
otro personaje de poder en Nicaragua, indiferentes a la política y forrados de
dinero, invitándome a descomunales fiestas dentro y fuera del país. Me movía
en verdad, en un ambiente desbordado, en permanente derroche de plata y en
bacanales donde no faltaba nada.
— Solo entre 2012 y 2013 salí como 4 veces a Isla Margarita en Venezuela,
todo pagado; de igual modo fui a una boda digna de la realeza en Punta Cana
en República Dominicana y a otra en Playa Panamá en Costa Rica en 2015. Te
podría enumerar más: Cancún, Curazao, Cartagena y no te estoy exagerando
nada, pero creo que basta eso, para tener una idea de mi mundo en esos años.
Luego, del lado de mi suegro, directivo de una de las ramas del proyecto Alba,
me encuentro que él mismo está en millonarios proyectos mineros y madereros
en la costa caribe nicaragüense, así como en medio de grandes contratos
farmacéuticos–estatales. Todo eso en un círculo que incluía diputados,
ministros, comisionados, así como secretarios políticos del partido del
gobierno.
—En pocas palabras, todo a mi alrededor giraba en torno a dinero y poder.
Que me avergüence o no de todo eso hoy en día, no cambiará en nada la
realidad de lo que fue: un mundo de inconsciencia y desinterés por todo
aquello, fuera de mi hedonista círculo.
—Abril del 2018 lo cambió todo, fue un terremoto para mí. Un periodo de
shock, profunda reflexión y vergüenza. Te sonará raro, pero fue como que si el
espíritu de mi padre, de quien ni me acordaba, se apareció a recriminarme:
«¿Dónde están los valores? ¿Dónde la dignidad, la nobleza y el amor por lo
justo?».
—Hoy está de moda atacar todo lo viejo. Repudiar a todos aquellos jóvenes
de los 60s o 70s que abrazaron y hasta murieron por nobles ideales de justicia
social y solidaridad. Los vinculamos automáticamente a la basura del
orteguismo, sin comprender que ahí hubo gente preciosa y heroica. Gente que
luchaba precisamente contra lo que el orteguismo representa hoy: vileza,
crimen y el más repugnante servilismo.
—Aquellos primeros muchachos acribillados a balazos mientras
protestaban en abril del 2018, me sacaron de mi nicho de lujo, aromas y flores.
Me recordaron a mi padre, huyendo de los esbirros de Pinochet, con una
generación de sus compañeros estudiantes torturados y masacrados. Luego
también, su profunda decepción que lo llevó hasta el suicidio, ante la traición a
los ideales revolucionarios por parte de los mismos desquiciados que hoy,
masacran estudiantes.
—Me revisé a conciencia, sentí impotencia y tristeza, muchísima tristeza. Me
pregunté lo mismo que miles y miles en Nicaragua: ¿qué podía hacer? Eran
armas de guerra en manos de carniceros despiadados paseándose en las narices
de un ejército dizque nacional que, cual buey plácidamente echado, veía
impasible pasar las filas de asesinos y detrás, las filas de asesinados, mientras
todo su indigno estado mayor, se babeaba y regodeaba aplaudiendo al tirano.
—Aquellos autoconvocados, definitivamente pusieron bajo presión mi
adormilada conciencia, igual que la de miles y miles que, si bien criticaban su
insensatez de enfrentarse, sin nada, a criminales armados, también apreciaban
en ellos, una nobleza y valor que los situaba, moralmente hablando, a años luz
de los ruines cobardes a quienes se enfrentaban.
—En mi caso, el estupor era mayor por el hecho de tener conmigo
información privilegiada que develaba muchas miserias humanas detrás de
aquellos pulcros uniformes, forrados de vistosas medallas. No tienes idea de lo
repugnante que resulta observar poses de solemnidad y apariencias de decoro
por parte de personajes, más llamados a usar un perpetuo traje a rayas de
presidiario que un impoluto verde o un suave azul celeste.
—¿Cómo se puede tolerar tanta hipocresía, cuando conoces la más íntima y
siniestra naturaleza de casi todos esos canallas uniformados?
—Debo decirte que tuve largas e intensas discusiones con la familia de mi
esposa, quienes apoyaron ciegamente las acciones criminales de los esbirros del
régimen. Te hablo no de gente iletrada, sino de personas sumamente
informadas, pero incapaces de explicar con argumentos mínimamente
racionales, su connivencia con aquella injusta y sangrienta represión a derechos
ciudadanos elementales. Igualmente hablé con personeros del régimen a los
que, por los vínculos con mi suegro y relaciones con algunos amigos, conocía:
comisionados de policía, militares, y sobre todo, intercambié impresiones con
un par de diputados a quienes consideré, que podrían ser más sensibles ante las
atrocidades debido a su particular opción sexual. Para mi desconsuelo, ambos
argüían la misma ciega y absurda tesis del falaz “golpe de estado” y peor aún,
justificaban las matanzas. Uno de ellos, extremadamente lúcido y muy
coherente en cuanto a datos tecno económicos, es a su vez, dueño de una
odiosa pedantería, arrogancia y total indiferencia al crimen y dolor en las calles.
El segundo, un sujeto de delicadas maneras, apocada presencia, pero a la vez,
de una gigante arrogancia, no tuvo reparo alguno para lanzar, con toda la
fuerza que su patética vocecilla le permitió, todas las ofensas imaginables hacia
quienes él denominaba, como terroristas y golpistas. Ingenuamente quizás, tuve
la esperanza de que esta última persona, quien hace algunos años, pasó por el
terrible trauma de una hermana atrozmente asesinada, mostraría una actitud
más compasiva hacia quienes ahora, pasaban por un drama similar: las madres
de los asesinados. ¡Craso error! Me convencí de que no era en absoluto ausencia
de información, sino de escrúpulos, lo que los empujaba a pretender justificar
lo injustificable y que su ceguera, igual que la de muchos de los serviles del
régimen, era y sigue siendo, una clara manifestación de un pre cavernario
instinto de conservación que hace que, ante algún súbito peligro (real o
supuesto) a su status de privilegiados esto es, a su vida de abundancia e
impunidad, eliminen tajantemente de sí mismos, cualquier vestigio de
humanidad, empatía, nobleza o intolerancia ante la injusticia.
MUERTE ANUNCIADA
—A principios de julio de ese fatídico 2018, las acciones de los grupos
paracriminales del régimen, eran más descaradas y arteras en su tarea de
cosechar sangre y muerte. Para esos días, la casa de mi suegro, una mansión
ubicada a medio camino del Club Terraza y la rotonda Jean Paul Genie, y luego
hacia el sur (no lejos de la mansión de un reconocido alcohólico, ex DN y hoy
opulento asesor económico presidencial), empezó a ser punto de encuentro de
sombríos personajes. Uno de ellos era un obeso gigantón llamado Jorge
Eduardo, hijo de un corrupto ex funcionario de la Alcaldía de Managua, y hoy
acaudalado desarrollador de residenciales exclusivos para la alta élite.
Paramilitar declarado, Jorgito exhibía con desparpajo sus armas de guerra
mientras sin recato alguno y ante la cómplice aprobación de los ahí presentes,
se vanagloriaba de sus sangrientas proezas y sus botines de guerra:
– «Oe prix, qué rico es pegar en carne mae, ni cuío hizo el hijueputa, con
los tres chuzasos que le metí. Ey mierda, mostrales el Iphone que le
recuperamos al perro ese golpista, dale mae, enséñalo. Me dijo el Tuerto que
entre hoy y mañana le caemos a los tranqueros de la UNAN, vamos a entrar
por el estadio de futbol… Uuuuuh mae, vas a ver...».
—Aquel grasiento esperpento aullaba excitado ante lo que prometía ser otra
sangrienta orgía; al verlo y oírlo, imaginaba con mucha pena la estrujada
humanidad de alguna de sus víctimas. Entre la audiencia que aquel sádico
matón amenizaba, constituida por un revoltijo de psicópatas que incluía a su
propio padre, se destacaba un tipejo elegantemente vestido, pero con definitivo
rostro de malandro a quien mi envilecido suegro llama Wilfredito. Más que
tránsfuga, prostituto político, Wilfredito es la viva representación del
oportunismo y el descaro. Un despreciable ejemplo de como el horror a
enfrentarse dignamente a la dura calle, saca a relucir los más abyectos valores.
—Al final reconocí que Jorgito, aquel elefantiásico matón, era hombre de
palabra. Un día después de su funesto anuncio de ataque a los tranques de la
UNAN, este, finalmente ocurrió. Sin piedad alguna, decenas de paracriminales
con fusiles de guerra, asolaron a balazos las barricadas universitarias. Fueron
horas indecibles de inmisericorde metralla contra chavalas y chavalos, armados
únicamente de piedras, uno que otro mortero de pólvora, consignas y sueños
de cambio.
—Al final, los muertos, heridos y adoloridos rostros de los sobrevivientes
que, ni refugiados en una cercana iglesia obtuvieron clemencia alguna, fueron el
modesto pero dedicado presente de las huestes orteguistas para el par de
complacidos déspotas de El Carmen.
—Por esos días, circulaban profusamente unas conmovedoras e indignantes
escenas de madres arrodilladas y suplicantes ante las puertas mismas del centro
de torturas El Chipote, frente a energúmenos disfrazados de policías que, al
otro lado de la malla, se regodeaban del abatimiento de las decenas y decenas
de aquellas madres de quienes ellos llamaban,«terroristas golpistas». Las mismas
puertas atestiguarían entonces también, las lágrimas de dolor e impotencia del
compositor Carlos Mejía Godoy, gloria nacional de ese país y cuyas
extraordinarias canciones, verdaderos hitos en la historia reciente de Nicaragua,
son mancilladas hoy por esos bandidos.
—Fue inaudito el desprecio por los asesinados. Los canales de la dictadura
se solazaban mostrando una y otra vez, la sorna, la burla de los sicarios
uniformados bailando al lado de cadáveres de pobladores acribillados en
Masaya, Managua, León, Estelí, Jinotega, Matagalpa, Jinotepe… Aquel inmenso
dolor de madres, viudas, hijos, hermanos, no importó un ápice.
— Recuerdo una asquerosa escena vista aquel lunes 18 de junio del 2018,
aproximadamente a las ocho de la mañana, menos de 48 horas después del
asesinato de 6 personas, incluyendo 3 niños quemados vivos al ser incendiada
por sicarios orteguistas, su casa en el barrio Carlos Marx de Managua.
— El espectáculo era sencillamente repugnante: un alegre varón de
afeminados modales, bufón cotidiano de un mañanero programa del canal 13,
perteneciente a uno de los príncipes de la realeza nicaragüense, se ajustaba,
pública y ufanamente, unos pechos y caderas artificiales, que aseguraba, a gritos
y entre baile a ritmo de rumba, le hacían ver más sensual y atractivo que la
actriz portorriqueña Jennifer López mientras, el resto de sus despreciables
pares en aquel iluminado set, aplaudían entusiastamente, alabando entre
risotadas las femeninas dotes de aquel insensato e insensible presentador.
—Inaudito, horroroso, pero real, asquerosamente real.
—Por un lado, un país conmocionado y en luto, por el otro, las hienas
bailando, riendo, solazándose.
¿Fehaciente muestra de cristianismo y solidaridad madrina Aminta?
¿Le motivó eso alguna oración o iracunda censura capellán Carballo?
Con su vista siempre puesta en lo alto y divino, seguro que no tiene tiempo
para estas nimiedades humanas ¿verdad obispo Sándigo?
Mereció eso una prédica de pastor preocupado por sus ovejas, pastores
Duarte, Casco, Reyes, Ulloa o quizás de usted, eterno y prosperado diputado
Osorno…?
—Dejando un poco la podredumbre atrás, luego también serían vistas las
soberbias imágenes con las dignas y altivas caras de aquellas valientes mujeres:
Irlanda, Amaya, Olesia, Berta… ultrajadas por una brutal soldadesca y
enfrentándose a toda una pandilla de jueces corruptos y perversos, sin
doblegarse.
—Inspirador e impresionante también, fue el valiente y consecuente actuar
de aquellos defensores de los Derechos Humanos: Leiva, Carrión, Núñez,
Carmona, Cuevas, Montenegro, Darce, entre otros que se me escapan.
Verdaderos héroes, capeando las balas de los Herodes por salvaguardar vidas o
brindar aliento a los dolientes.
— ¡Fue demasiado! Ni con la muerte de mi padre a mis 11 años, lloré tanto
como en esos fatídicos días. Dolor intenso igual que admiración inmensa por
aquellos valientes, pero ingenuos chavalos, enfrentándose a pecho abierto y con
las manos, a aquella jauría armada y sedienta de sangre.
—A como pude, me calmé, fingí que no pasaba nada y finalmente, en el
transcurso de unos 12 días, hice lo único que pude y creí apropiado: extraje y
transferí toda la información de la mal llamada UCLA que me fue posible, y
salí de Nicaragua el 6 de agosto del 2018.
—Son miles y miles de expedientes, grabaciones sonoras y videos.
—Es increíble, brutal, toda la evidencia de la barbarie que hay ahí. Desde
órdenes ministeriales de no atender terroristas heridos en los hospitales,
pasando por diálogos de coordinación interinstitucional en torno a la logística
para los paramilitares, hasta el desesperado intento por inventar un absurdo
diagnóstico forense sobre el criminal incendio del Carlos Marx, por parte del
cancillerucho Moncada, el diputado Castro y el resto de participantes del
gobierno en el diálogo nacional, esa misma mañana.
— Con un equipo de personas voluntarias y honorables, hemos estado en
un arduo proceso de clasificación de información, datos y evidencias relevantes
que como entenderás, por asuntos legales y también éticos, no puedo dar
detalles ni alimentar morbos.
— En medio de esto, nos preocupa sobre manera no lesionar a una cantidad
de gente inocente cuya privacidad fue violentada. Vamos sobre los delincuentes,
contra los autores intelectuales, materiales y cómplices de los crímenes.
Nuestro objetivo, además del escarnio histórico de todos los delincuentes, es la
justicia, que el crimen no quede impune.
—Aunque, como bien sabe todo aquel vinculado al derecho penal, la
información aquí recopilada, legalmente no puede ser aceptada como evidencia
de delitos, pero sí, tal y como nos explican nuestros asesores legales, formará
una importante base de presunciones que motiven la apertura de una
investigación formal e inmediata.
— Nos estamos esforzando para que lo más pronto posible, esta operación
cuyos resultados estamos continuamente compartiendo con diferentes
organismos de derechos humanos y activistas en diversos países, sirva de
sustento para que el gigante tecnológico que brindó su estructura informática
al proyecto UCLA, y que mantiene memoria puntual de hasta el último, de
todos los datos generados, sea oficialmente conminado por un ente de la talla
de la Corte Penal Internacional o cualquier otra agencia nacional o
internacional apropiada, si es el caso, a que proporcione la totalidad de la
información acumulada en la nube. Incluyendo los que están siendo procesados
y generados en este instante por las diferentes redes que usan los terroristas
orteguistas (marzo 2022), ya que la tal empresa rusa contratada al final, es una
ramificación, una fachada que usa estructuras de la primera con base en
Norteamérica. Toda la comunicación de los criminales ORMU, ministros, narco
comisionados, narco oficiales del ejercito, jueces, etcetera, está y seguirá siendo
registrada. Nuestro equipo de asesores legales, todos ellos voluntarios y
brillantes, han hecho avances al respecto.
Estoy convencido, que finalmente, cuando todo esto se devele, con todos
los datos de sus execrables protagonistas, será calificado como una de las
peores ignominias de las que se tenga memoria en Nicaragua.
Me despedí de Orlando impresionado y convencido de que, aunque su
historia de joven dedicado a sus estudios, trabajo y ahora, activista por la
verdad y la justicia, era, moralmente hablando, muy diferente a la mía, su
reacción ante la infamia finalmente, nos identificaba.
////San José, Costa Rica, marzo 2022.
EL «PARA» ARREPENTIDO

“Si lo mas ajqueroso y repunnante conalgo se conpara es con un <<para>>”


Tomado de un mural de la escuela primaria La Caja en la colonia de
refugiados nicaragüenses. La Carpio de San José, Costa Rica, agosto 2019
Cobardes. Asesinos. Ignorantes. El paramilitar nicaragüense y sus cómplices
policiales y militares, son una mezcolanza de psicópatas que encontraron la
dorada oportunidad de saciar su inherente violencia, bajo la sombra de un
tirano que les garantiza impunidad absoluta. Su núcleo está constituido por
verdaderas piltrafas humanas, de insegura personalidad, obsesionados con ir
tras su macho alfa, representado por el dictador.
Sus componentes más visibles se distribuyen así:
1- Fanáticos militantes. Comparten con el tirano su intolerancia, su pobre
cultura, su violencia y frialdad ante el crimen. Se esconden en supuestas
doctrinas o ideologías, para encauzar lo único que les gusta y pueden hacer:
secuestrar, torturar y matar.
2- Bien conectados y engordados ORMU’s boys o JS, quienes, con más
afición a los bacanales abundantes de licor y drogas que a los libros, terminan
siendo penosos analfabetas de la historia, queriendo justificar con doctrinas
cavernarias su criminal actuar, odiando de paso, a todo aquel, cuya formación
intelectual y estatura moral, les refleje su propia ignorancia y barbarie.
3- Por otra parte, tenemos también a un subproducto del desfalco público
de los años 90 como son, los piñateros caídos en desgracia y por largo tiempo
olvidados, quienes han encontrado hoy, la vil pero rentable manera de trocar
sangre por dinero y prebendas.
4- Completando la infame guarnición, tenemos a narcotraficantes y
delincuentes comunes liberados o contratados directamente por 300 córdobas
diarios (9 dólares) en diferentes barrios, la mayoría adictos, sin más ideal de
vida que el de robar y matar.
Pandillas de reconocidos matones, violadores, torturadores, ladrones,
terroristas, adictos, misóginos, machistas e intolerantes. Ese es el llamado
núcleo duro del orteguismo, esos, los mimados «defensores de la paz» del
General Avilés y esos, los que conforman los afilados colmillos de la rabiosa
hiena que, a punta de cruel metralla, hoy oprime y desangra a Nicaragua.
En medio de esas bestias, solazadas en su orgía de sangre y terror, hay
algunos que, por una mezcla de ingenuidad, miedo, indecisión o bien,
meridiana estupidez, se vieron envueltos en una vorágine que, al final, terminó
arrastrándolos al mar de la desesperanza, pero también, con suerte, a un nunca
tardío arrepentimiento.
PENAS QUE MATAN
Las grises bancas del parque La Merced en San José de Costa Rica, han sido
para Silvio Suarez Castillo (León, Nicaragua 1960), una especie de
confesionario público desde que en diciembre del 2018, huyendo más de los
insoportables demonios de su remordiente conciencia que de una amenaza
concreta, decidiera migrar a tierras costarricenses, donde además de pan, algún
techo y muchas nostalgias, comparte su singular pena con otros exiliados
nicaragüenses o finalmente, con cualquier prójimo que, por legítimo interés o
piadosa misericordia, se digne a oír su dramático relato.
Todo comenzó la tarde del viernes 18 de mayo del 2018 cuando, aparcado
con su vieja motocicleta, a la vera del polvoriento camino que une las leonesas
comarcas de Chacaraseca y Miramar, mientras esperaba al dueño de una finca
cercana con quien arreglaría la venta de unas láminas de zinc, recibió una
llamada, que quizás, por un mal presentimiento o bien, simple capricho,
decidió no contestar.
Al final de múltiples timbrazos más, recibió un mensaje que, según nos lo
muestra en la pantalla de un descolorido teléfono que guarda, rezaba así:
«Silvio, contestesaverga maje, el secretario político del sonal quiere bernos urgente nos ba
resolver lo de la tiera pero quiere que le alludemos con unas pajas déjate benir».
—Jum, no jodan —se dijo a sí mismo, mientras desdeñando el mensaje
apagaba el teléfono.
En ese momento recordó, las múltiples promesas de entrega de tierra y
financiamiento para trabajarlas que, desde 1990 habían sido eso, no más que
promesas. Recordó también, los dos o tres meses de magro salario que por
todo pago recibió cuando ese mismo año, aún convaleciente de los estragos del
estallido de una mina antipersonal que le había perforado parte de la cara,
cuello y tráquea, afectándole irreversiblemente parte de sus cuerdas vocales, sus
jefes en el antiguo Ministerio del Interior, que fueron casualmente los que
menos se jodieron o arriesgaron y a los que desde entonces, vería derrochar
opulencia, pedantería e indiferencia, lo pusieron de patitas en la calle después
de años de sacrificios y de arriesgar permanentemente su vida en diversos
frentes de combate. Entre ellos, a quien con más amargura recordaba, era al
siempre arrogante Parajón, el mismo oficial que en 1987 le negara más de una
docena de veces, un mísera semana de permiso para venir a despedirse de su
moribundo padre y que hoy, es uno de los directores del multimillonario y
multi corrupto proyecto “Alba petróleo”.
Todas esas cosas pasaron por su mente para decidir hacer caso omiso al
referido mensaje y seguir ahí, esperando por aquello que, según sus palabras, le
daba en verdad de comer: la rebusca diaria, el «bisne» de lo que sea, a fin de
asegurar el «gallopinto» a su familia.
Poco antes de caer la noche, volvió a su casa en el barrio El Coyolar, no sin
antes franquear media docena de tranques que, custodiados por decenas de
jóvenes y algunos viejos protestantes, le hacían recordar sus propias peripecias
de novel guerrillero por esas mismas calles, 39 años atrás.
Militar curtido, no dejó de rascarse la cabeza y sentir una dosis de pena con
indicios de risa, al ver las ridículas capacidades defensivas de aquella turba de
jóvenes ilusos, gritando utópicas consignas de justicia y libertad, las mismas
que casualmente, él también gritara en aquellos años.
En medio de aquel “chacuatol” de tranqueros entre los que había
estudiantes, trabajadores, algunos reconocidos vagos, así como hombres y
mujeres ya de cierta edad, se contaban algunos primos, cuñados y sobrinos de
Silvio, quien respiraba aliviado al no mirar entre ellos a Gladys, su veinteañera
hija, estudiante de Farmacia en la UNAN y de la que ya le habían llegado
rumores de que era una activa tranquera en otros barrios. Se satisfacía también
de no ver ahí a Valentín, su otro hijo, chófer de la curia leonesa.
Dos días después, la mañana del domingo 20 de mayo, Ismael, uno de los
directivos de la asociación de ex combatientes a la que Silvio pertenecía, se
presentó a la casa de este, instándolo a asistir a una reunión que se sostendría a
las 11 a.m. de ese mismo día, en la casa departamental del FSLN.
Antes de marcharse, Ismael le hizo ver claramente a Silvio, que su no
asistencia sería tomada “muy en cuenta”.
Aunque no le agradaba nada la velada advertencia de Ismael, por la mente
de Silvio empezaron a revolotear fantasmas que le recordaban que de la
voluntad y la firma del delegado político local, dependía la medicina que cada
tres meses iba a retirar para su madre diabética, al igual que los 700 pesos (21
dólares) de beca mensual que, después de meses de ruegos, logró conseguir
para ayudar en sus gastos de estudios a Gladys, su hija; recordó también que en
mes y pico sería 19 de julio, fecha en la que junto con su viejo amigo Asdrúbal,
se «remendaba», arreando gente pagada de las comarcas periféricas de León, a
los vacíos buses que iban a la celebración en Managua y sobre los que
declaraban 50 participantes donde escasamente iban 12, quedándose así con el
“vuelto”.
También, se puso a pensar en lo arrecho que era estar en la mira de los
comisarios políticos y mandos policiales locales tal y como le pasó a su pobre
cuñado, Tomás Canda, de oficio albañil, a quien la policía a través del perverso
oficial Roa, no lo dejó en paz hasta verlo preso y desgraciarle la vida, por un
nimio conflicto laboral que tuvo con el alcohólico y pendenciero hijo del
fundador del FSLN, comandante Carlos F., ahí en León.
Por último, despertando el gusanito de la oportunidad de ganancia se
preguntaba:
—¿Y si al fin es verdad eso de las tales tierras y el financiamiento?
Todo aquello pesó a la hora de decidir alistarse para ir a la bendita reunión,
la cual comenzó una hora más tarde de lo previsto y de la que medio recuerda
el final de la intervención del principal arengador:
—«Concluyendo compañeros, creo que todos aquí están más que conscientes de la grave
amenaza que sobre nuestro proceso revolucionario, ciernen las maniobras de la derecha
golpista títere del imperialismo. Hoy toca a los hijos de esta revolución, a los depositarios y
guardianes de los ideales de nuestros héroes y mártires, blandir la espada de Sandino en
defensa de nuestras conquistas y nuestra dignidad. Con nuestra actitud, en este momento
histórico, demostraremos si por nuestras venas circula sangre de patriotas o agua inmunda
de traidores. Lo nuestro compañeros, es ir al sol de la libertad o a la muerte. ¡Cueste lo que
cueste, derrotaremos a la derecha terrorista ¡Viva Daniel, Viva Daniel, Viva Daniel!
¡Nuestro presidente se queda!»
Con aquella simulada cara de circunspección mil veces ensayada,
aparentando apoyar aquella trasnochada arenga, Silvio y la mayoría de los
presentes ahí, no lograban comprender la razón del apasionado dramatismo
exhibido por aquel emisario político, un desconocido y bien trajeado
treintañero que se hacía llamar “compañero Freddy” y que, según se rumoraba,
era un alto funcionario de la mera secretaría política del frente en Managua.
Inquietantes pensamientos acudieron a Silvio mientras, apurado, llenaba
aquel formulario que le pasaron y en donde, además de los datos personales
actualizados, le preguntaban por su experiencia militar y habilidad en el manejo
de armas. La pregunta sobre peso, talla y medida de botas le agregaba más que
misterio, temor al asunto.
Al término de la breve reunión y de ver partir raudo en su camionetona al
flamante emisario político, fueron informados de otra reunión con igual
carácter de urgencia, a las 5 de la tarde de ese mismo día. Antes de que se
marcharan, se habló de los ausentes, de los que deberían haber estado en la
reunión y no llegaron, conminándolos con firmeza a todos, a averiguar qué
diablos pasaba con ellos.
Procurando información, Silvio se acercó a Potosme, amigo cercano y más
enterado de las cosas en la secretaría departamental del partido y a quien, casi
en susurro, le preguntó sobre la situación. Aquel, en voz baja y cortando las
expresiones le dijo:
—Solo puedo decirte que está jodida la cosa, estos cabrones vienen con todos los fierros a
descachimbar los tranques, van a dar billetes hoy en la tarde, dicen que ahí andaba el ladrón
del chele Glauco con el alcalde aquel que corrieron, el Negro Calderón, cambiando un saco de
reales. Yo estoy igual que vos, no sé mucho.
Llegando a su casa, lo primero que Silvio hizo, fue advertir nuevamente a
Gladys, su universitaria hija, que cuidadito se acercaba a un «hijueputa»
tranque. No obstante, en el fondo de sí, confiaba, según jura hoy, que con el
recién instalado Diálogo Nacional, todo se resolvería en pocos días y que el
conflicto en los tranques, no pasaría de una que otra trifulca con ese poco de
chavalos locos y algunos tiros al aire para asustarlos.
Aun a riesgo de parecer ingenuo, Silvio asegura, que jamás se le pasó por la
mente la erupción de criminalidad que sacudiría al país y que nunca hubiera
creído todo lo que se vendría encima y que trastornaría para siempre su vida y
la vida de miles y miles de nicaragüenses.
Todo eso decía creer, a pesar de que ya para ese momento, más de 80
asesinados por la represión colgaban como relucientes medallas en el pecho
común del dúo de criminales mayores y sus secuaces.
Esa misma tarde, ya en la citada reunión en la que tres mal encarados
delegados estaban organizándolos en grupos de 12 elementos (Brigadas en
Defensa de la Paz, le llamaban), Silvio observó que entre los asistentes, había
una cantidad de hombres jóvenes con lenguaje y estampa de vagos y algunos
delincuentes reconocidos, la mayoría con visibles tatuajes en manos y brazos.
Por otra parte, de pie, se encontraban tres sujetos de pantalón verde
camuflado y camiseta negra, uno chele bajo y dos de buena estatura con aspecto
como de afrocaribeños, los tres con un porte claramente militar y que
permanecieron todo el tiempo en silencio.
Las indicaciones dadas fueron claras: apoyarían a la policía en el desalojo de
los terroristas de los tranques y todos aquellos con experiencia militar, estarían
al mando de un grupo o célula de 12 elementos, coordinados directamente con
el jefe de la operación. Seguidamente, 22 miembros escogidos de la asociación
de ex combatientes, entre los que se encontraba Silvio, fueron llamados a un
cuarto aparte donde “Betancourt” - un militar chinandegano que Silvio
conoció como recluta del Servicio Militar Obligatorio y del que decían que se
había pegado intencionalmente un tiro en la pierna dos días antes de la
operación militar Danto 88 - habló y dio a conocer detalles específicos de las
operaciones, presentando a los tres sujetos de camiseta negra como asesores
enviados por parte de la solidaridad internacional contra lo que llamó, el «golpe
imperialista en Nicaragua».
Silvio nos relata:
—“Ahí mismo nos fueron presentadas las armas: varias cajas con fusiles
AKA 47 y M 16, un par de ametralladoras PKM y unas 2 docenas de escopetas.
— Aquello era impresionante, todo nuevecito. En ese instante empecé a
percibir más definidamente la seriedad del asunto. Algunos ahí, con rebosante
espíritu servil, ansiosos por hacerse notar ante los mandamases presentes,
empezaron a poner caras de admiración mientras acariciaban y levantaban al
aire algunos de aquellos instrumentos de muerte, que en los años 80s, tan bien
conocí y que luego, tan bien odié. Tomando en cuenta nuestra larga experiencia
con el fusil AK 47, resultó lógico que ese fuese el asignado a cada uno de los 22
miembros de la asociación que estábamos ahí, la mayoría, por una mezcla de
conveniencia, cobardía, confusión y en pocos casos particulares, fanatismo y
ansias criminales. Las escopetas, por su elemental manejo, serían asignadas a lo
que después supe, eran pandilleros de barrios, así como delincuentes
excarcelados deliberadamente para ser usados como matones.
— Uno de los tres sujetos vestidos de camiseta negra empezó a hablar
indicando el orden y lugar donde sería colocado cada fusil
correspondientemente asignado, poniendo en evidencia, con su característico
acento, su clara procedencia cubana. Luego, sin preguntarnos parecer alguno y
después de entregarnos 1,800 córdobas en puros billetes de a 200 a cada uno de
los 22 ahí presentes, fuimos informados de unas prácticas de entrenamiento a
realizarse al día siguiente, en un terreno cercano a la comarca de Lechecuagos, a
unos 8 kilometros de León, teniendo como punto de encuentro la Estación de
Policía, en la salida a Chinandega.
— Camino a mi casa, algo nervioso, traté de apaciguar mi inquietud
diciéndome que aquello era una exageración, que todo no iba a ser más que
una demostración de fuerza para meter miedo y disuadir a estos jodidos
chavalos tranqueros. No obstante, la presencia de los cubanos me alarmaba. Me
relacioné con ellos en los años 80s, sabía que como instructores militares eran
lo máximo, duros, exigentes, profesionales y como tal, no andarían aquí de
balde, no por meter el mono.
— Sentía que podía subestimar a los pandilleros contratados por 300 pesos,
incluso a nosotros mismos los excombatientes que, aparte de uno que otro
ignorante fanático, en su mayoría andábamos ahí por hacer el bulto, para que
nos vieran; podía también subestimar a los desalmados apaleadores de ancianos
de la Juventud Sandinista, liderados por el despiadado Camilito, hijo de la
eterna diputada leonesa Báez, pero definitivamente, no podía subestimar a los
cubanos. Por experiencia propia, reconocía que estos últimos sin muchos
aspavientos, eran capaces de todo y que, sin ninguna duda, dependiendo de las
circunstancias, podían constituir una fría y experimentada máquina de muerte.
— Tales pensamientos no me daban sosiego. Minutos después, camino a mi
casa, al llegar al primer tranque, muy cerca de donde fue el aserrío Santa Fe,
pregunté a los que estaban ahí por Cesar, el hijo de mi hermana Cándida, quien
al acto se apareció, con la cara cubierta con una pañoleta y saludándome
respetuosamente.
— De la manera más encarecida le rogué que se fuera de ahí, que ellos no
serían rival alguno, si estos desgraciados se decidían a atacarlos. Les dije que no
eran más que cipotes locos, sin armas reales y sin estrategia militar alguna
frente a hombres con armas de guerra, experiencia y malos instintos.
— Me dijo que sí, que me haría caso, pero no me convenció, sabía que eran
mentiras, que no se iría, por lo que al final le dije que ante cualquier ataque se
corriera, que ni intentara hacerles frente.
— ¿Sabés lo que es un AK 47? le pregunté. — Solo bajó la cabeza y no me
respondió.— Me despedí de él y me fui intranquilo con una incomodidad en el
pecho.
— Finalmente llegué a mi casa con el espíritu turbado. No sabía si
alegrarme o entristecerme, con aquellos malditos 1,800 pesos que me
permitirían pagar uno de los dos recibos de luz pendientes y también, tratar de
reparar el nebulizador dañado que, en sus ataques de asma, utilizaba mi anciana
madre, la misma que en aquellos años de guerra de los 80s, llenó la casa de
imágenes de santos y veladoras, de rezos y angustias diarias cuando me fui a la
montaña, a forjar a verga y plomo al supuesto «hombre nuevo», la analfabeta
aquella que mil veces me advirtió lo que, tiempo después, la historia, sin
miramientos, me enrostraría. Finalmente, la misma «desviada y retrógrada» a
quién inauditamente no le hablé por más de un año, resentido, al verla llorar de
alegría y a grito partido, celebrar el triunfo de doña Violeta Barrios de
Chamorro la noche del 25 de febrero de 1990.
— Créame amigo, si hay un imbécil, ese soy yo.
— Esa noche, buscando como el avestruz, un hueco donde esconder la
cabeza, mandé a traer una botella de guaro para olvidarme de todo.
VIENEN LOS ISIS, VIENEN LOS ISIS
—Al despertarme al día siguiente, encendí y revisé el teléfono notando
varias llamadas perdidas de Alcides, oficial de la policía, ex pareja de mi
hermana Cándida y papá de César, mi sobrino tranquero. Lo llamé de
inmediato y para mi sorpresa, me encuentro con que él ya sabía de mi breve
plática con su hijo, por lo que me preguntó por él, ya que, según me dijo,
tenían días de no comunicarse.
— Aparte de una justa preocupación de padre, aquel hecho me indicaba un
eficaz trabajo de infiltración por parte de la policía en los tranques, algo que
incrementaba mi anteriormente señalada inquietud. Finalmente, a eso de las
seis y treinta de la mañana, partí hacia el convenido punto de encuentro con el
resto de integrantes de las llamadas “brigadas por la defensa de la paz”.
— De la sede policial salimos en cuatro camionetas doble cabina, las que se
unirían a siete que estaban esperando más adelante. Éramos unos 60 individuos
en total. El entrenamiento consistió en prácticas de tiro al blanco y técnicas
básicas de comando dirigidas por 04, el seudónimo de uno de los cubanos. En
un sector aparte, los pandilleros contratados y traídos de diferentes barrios,
suministrados de comida y 300 córdobas al día, practicaban con las escopetas.
La mayoría manipulaban torpemente las mismas, mostrando una pésima
coordinación de maniobra, lo que auguraba posibilidades de un trágico
percance, tal y como en efecto, más de una vez ocurrió. En los linderos y
entrada de la finca, un cordón de policías mantenía un fuerte resguardo. A eso
de mediodía fuimos nuevamente llamados a formación e informados de retirar
cada quien su bandeja de comida, (traída en camionetas de la policía) para
posteriormente, pasar a retirar un uniforme consistente en pantalón negro o
azul, camiseta celeste, botas militares y máscaras o capuchas de tela, cuya
finalidad no terminaba de entender. Alrededor de las cuatro de la tarde de ese
día, 21 de mayo del 2018, uniformados, encapuchados y blandiendo armas,
partimos rumbo a León en una impresionante caravana de más de diez
camionetas Hilux, sin placas custodiadas por otras de la Policía.
— Entrando a la ciudad, cuando pasábamos por los primeros reductores de
velocidad presentes en la avenida Debayle, una imprudente chavala vende
mangos gritó: «ahí van los ISIS, ahí van los ISIS», refiriéndose a nuestra
similitud en cuerpo y también en alma, a los despiadados terroristas del Estado
Islámico árabe. Una certera expresión que declaraba nítidamente la impresión
que entre la gente común causábamos. Fue entonces que agradecí el ir
encapuchado. Poco después, al adentrarnos por veredas para evitar los tranques
cercanos a la antigua estación de trenes, bordeamos el Reparto San Carlos y
nos dirigimos hacia el estadio de béisbol, en San Felipe, frente al cual nos
estacionamos.
—Como a los 20 minutos de estar ahí, vimos acercarse una camioneta en
cuya tina venían, esposados y custodiados, dos muchachos varones y una
muchacha de anteojos, todos con apariencia de estudiantes y cifrando los 20
años de edad. De la misma bajaron, siempre esposado, a uno de ellos, un
muchacho, chele, flaco y pelo largo. En ese instante, un tipo alto, recio, moreno
y sin capucha, se acercó agresivamente al muchacho quien, seguramente
nervioso, mantenía la cabeza gacha. Después de lo que me supongo, fueron,
unas breves preguntas del tipo y ante el sostenido silencio del estudiante, el
cobarde aquel lo agarró del pelo y levantándole violentamente la cabeza, le dio
dos contundentes golpes de puño cerrado en el rostro.
—El quejido lastimero del muchacho, desató el terror y los alaridos de la
joven estudiante, así como la zozobra de su otro compañero, quienes
permanecían custodiados en la tina de la camioneta. Sin inmutarse, el tipo
suspendió al muchacho, ya con el rostro sangrante y diciéndole:
— «Ajá, ¿no eras vos el huevoncito hijueputa?, dale, ¡bujá ahora!».
—Finalmente, ordenándole a gritos subir los brazos esposados, lo tomó del
cuello, le dobló el dorso y le pegó un fuerte rodillazo en el vientre. El golpe
aquel desmayó de inmediato al joven. Ante los gritos incontrolables de la
muchacha en la camioneta, una obesa y agresiva policía de planta de León, de
nombre Leonor, armada de un bastón, se subió a la tina de la misma y golpeó
con todas sus fuerzas al muchacho varón, luego le aplicó una llave en el cuello
a la indefensa chavala. Como verdadera jauría de hienas, muchos de los
enmascarados gritaban excitados ante aquel brutal espectáculo.
—Quizás no me lo creerán, pero yo estaba espantado, avergonzado,
apesarado por aquellos chavalos que bien podían ser mis hijos.
—Como combatiente de tropas especiales en el gobierno sandinista de los
80, participé en centenares de combates en el sur, centro y norte de Nicaragua,
maté enemigos y también vi morir a “pijazos” de amigos, pero nunca, ni en los
peores momentos, sentí tanto bochorno, tantas ganas contenidas de repartir
“los 30 caramelos” del negruzco fierro que cargaba sobre aquellas bestias.
¡Cobarde y miserable que fui!
—Colocaron al muchacho, semi desmayado , en la tina de la camioneta en la
que, boca abajo, con orden de no levantar la cabeza, permanecían los otros dos
jóvenes. En minutos partió la camioneta aquella con los dos mismos custodios
que vinieron. ¡Sabrá Dios para dónde irían!
— Permanecimos en el sitio, frente al estadio, hasta como a las siete de la
noche. No faltó ni comida ni bebida, pero sí, ciertamente, el hambre de mi
parte. Las náuseas y el dolor de cabeza me eran insoportables. Pensaba y
pensaba cómo salir de aquella horrorosa pesadilla en la que me había metido.
Alrededor de las nueve de la noche, fuimos llevados a una casa del reparto
Fátima a la cual denominaban «Casa Franca» donde, después de guardar el fusil,
fuimos conminados a estar atentos al teléfono y advertidos también de que, “lo
que ahí pasaba, ahí se quedaba”, nos llevaron al punto inicial de encuentro, de
donde partí buscando mi casa.
«RING RING» PORRAS
—Fue una noche de inquietud e insomnio. No podía creer tal nivel de
salvajada por pendejadas políticas. Recordé entonces un episodio del que fui
testigo en 1976 y del cual, medio barrio Coyolar se dio cuenta.
Ocurrió un 13 de agosto, un día antes de la gritería chiquita en Lede la
noche y acababa de salir de los billares Lezama (León), en compañía de un
muchacho de apellido Icaza, de ahí de El Calvario y de Julito Camacho, un
salvadoreño estudiante de medicina de la UNAN, de unos 20 años y medio
enamorado de mi hermana Cándida. Yo era el más chavalo de los tres.
—Caminando exactamente por la esquina arriba (nor este) del mercado
central, se nos apareció de frente un Jeep de la guardia que frenó en seco, a la
par de nosotros. Venían tres tipos, dos guardias de uniforme, casco y armados
de Garand y uno de civil, chele, recio y peludo que usaba gorra y anteojos tipo
Ray Ban. Se bajaron los dos guardias armados y mientras uno nos apuntaba, el
otro me pateó y empujó a Icaza, gritándonos que mejor desapareciéramos, a la
vez que agarraba del pelo a Julito el salvadoreño. Al vacilar en irnos dejando
abandonado a nuestro amigo, el guardia armado nos gritó: — «¿Qué esperan
hijueputas, que me arrepienta y los palme?».
—Empezamos a caminar, logrando ver que el sujeto de civil saltó del Jeep y
se fue directo a pegarle una impresionante patada en el estómago a Julito, quien
de inmediato se desplomó. Aquel quejido de Julito, un «uugh» fuerte y corto
que por mucho tiempo se me quedó en la mente, fue igualito al quejido que
dio el muchacho chelito al recibir el rodillazo en su estómago, por parte del
salvaje paramilitar anteriormente descrito en la escena frente al estadio.
— Antes eran “Jeepones” gringos, hoy Hi Lux japonesas, pero los chacales
son los mismos.
—Con el corazón a mil por hora doblamos la esquina arriba, en dirección
norte hacia la iglesia San Juan, buscando la casa donde nuestro amigo
salvadoreño se hospedaba, cerca de la farmacia Granera, junto a la Chalupa.
Antes de llegar, aún nerviosos y agitados, nos sentamos en una banca del
parque San Juan, cuando en esos mismos instantes vemos doblar del lado de la
iglesia, al mismo Jeep con los guardias que nos habían agredido previamente.
Lo primero que pensamos es que nos andaban buscando, por lo que nos
escondimos detrás de unas matas.
—No era así, se pararon exactamente en la entrada del antiguo Cine Alex,
costado norte del parque, ahí se bajó el hombre chele, peludo que golpeó a
Julito, ahora sin gorra y sin anteojos. El Jeep arrancó, pero logramos ver que
no llevaban a nuestro amigo. El hombre referido se quedó comprando carne
asada a las vendedoras del cine. Me pareció conocido y aún nervioso, me
acerqué a él cruzándome tímidamente la calle, entre el tumulto de gente,
buscando que no me viese. Finalmente, lo reconocí.
—Era un tipo joven, chele, de buena presencia, de unos 25 años, estudiante
de medicina de la UNAN y quien mantenía entonces una amistad media rara,
con un delincuente carterista de mi barrio al que le decíamos “Pocoyo”. Al
hombre este le decíamos «Ring, Ring», ya que siempre que llegaba a la cuadra a
buscar al Pocoyo sonaba el timbre de su bicicleta Raleigh así: «Ring, Ring».
—El Pocoyo ese, junto con “Wil Quemado”, eran los ladrones carteristas
más finos de la estación de León en esos tiempos. Su clientela predilecta eran
los agricultores y comerciantes que llegaban en tren desde los entonces,
prósperos municipios de Achuapa, El Sauce, Malpaisillo y comarcas aledañas.
En la cuadra nunca entendimos el porqué de la relación del Pocoyo con aquel
bien vestido chele, estudiante de la UNAN y seguramente perteneciente a
alguna buena familia de Managua.
—Sinceramente te digo, esa noche, cuando vi a aquel tipo, tranquilo
esperando su carne asada, como si nada hubiera pasado, la furia que sentí
opacó mis nervios. Yo era un chavalo de 17 años, medio enclenque y supe que
no iba a ser digno rival de aquel hombrón, por lo que volví a la banca del
parque donde me esperaba Icaza. Finalmente, corrimos a la casa de estudiantes
donde se hospedaba Julito, dándole a conocer del hecho a la señora que lo
cuidaba ahí.
—Preocupado por la incierta suerte de mi amigo salvadoreño, quien no
tenía familia en Nicaragua, corrí sin parar hasta la casa de mi madre en el
Coyolar y le informé del hecho a Cándida, mi hermana y medio novia de Julito,
quien de inmediato me conminó a partir con ella al lugar del percance con la
guardia.
Al llegar al sitio, unos cuidadores del mercado nos informaron que «Los
Masayas», unos comerciantes de fruta, habían trasladado a mi amigo al hospital.
Desmayado, lo habían acomodado en un carretón de madera y se lo habían
llevado. Por miedo a que estuviera por ahí la guardia, no me atreví a
acompañar a mi hermana al hospital, hacia donde, furiosa, después de gritarme
de todo, se fue apurada. Fue inútil, no le dieron ninguna información al no
poder demostrar ser familia del muchacho. Al día siguiente, muy de mañana,
mi hermana llegó a levantar a su casa al tal Pocoyo quien, aunque en un inicio
negó conocer al tipo, luego ante la presión y amenazas de algunos varones de la
cuadra, indignados al oír mi relato y a su vez, preocupados por ellos mismos,
ante el posible vínculo del Pocoyo con la guardia, este último finalmente
admitió conocerlo.
— Se llamaba Gustavo, era estudiante del último año de medicina o algo así
en la UNAN y la relación con él según dijo, era porque este le daba a vender
algunas joyas que se robaba de unos ancianos de apellido Fernández, que
frecuentaba y atendía como médico, allá por la iglesia de San Francisco.
Finalmente, el Pocoyo les advirtió a todos que mejor no se metieran con el
bendito Gustavo ya que el mismo, tenía buenos conectes con la guardia y
también practicaba kárate o algo así. Ahí quedó todo.
— Seguramente advertido por el Pocoyo, el tal Ring Ring, jamás volvió a la
cuadra. A Julito, jamás lo volvimos a ver. Supe que su familia se lo llevó de
regreso a El Salvador, una vez que salió del hospital.
— Un par de semanas después de aquel hecho, alguien rumoró un lado
escabroso del Gustavo de marras, confirmado luego en rueda de vagos por el
Pocoyo, lo que explicaría la razón del odio y ataque del primero al salvadoreño.
Un muchacho muy educado, simpático, medio poeta y volcado a sus estudios.
— Por meses, mi hermana lloraba cuando, lavando, cantando y oyendo
melodías cavangueras de Camilo Sesto en la radio, recordaba al amor ido. Al
Pocoyo lo mataron en la insurrección del 79. Al Gustavo aquel lo reconocí
claramente, cuando muchos años después, ejecutando el descarado papelón de
revolucionario y sindicalista de toda la vida, lo vi, rechoncho y envejecido,
aparecer en periódicos y telenoticieros de los 90 dirigiendo furibundamente
marchas y asonadas. Más tarde, como muestra a los escépticos de que
indudablemente este es un país de oportunidades (para los descarados y
oportunistas), nuestro insigne «tavito», sería flamante diputado y próspero
empresario farmacéutico. Su apellido, que no quiero ni mencionar, me trae la
imagen de un tiznado, abollado y maltrecho traste mondonguero.
— Por años, me rasqué la cabeza preguntándome cómo un partido
supuestamente revolucionario, permitía en su seno verdaderas alimañas,
expertos en escalar altas posiciones a punta de servilismo y zalamerías, mientras
a la vez, expulsaba sin miramientos a los miembros más honestos y más
entregados, pero a su vez, más críticos de los desmanes.
— Así pasé esa noche, los pensamientos iban y venían. Me acomodé de mil
maneras queriendo atraer el sueño, el cual terminó llegando cuando quiso, ya
con el canto de los gallos anunciando el alba de aquel martes 22 de mayo.
Dormí un rato y poco antes de las siete de la mañana, fui a sentarme a la
sombreada acera de Fermín, mi vecino, a oír las noticias matutinas, ansioso
siempre de que surgiera algo positivo referente al conflicto.
BASTIÁN EL LOTERILLERO
—Al igual que media Nicaragua, tenía fresca aún en la mente la tremenda
zarandeada que los estudiantes le pegaron a Ortega, en el inicio del diálogo.
Mientras tanto, mantenía la esperanza de que al acercarse el día de las madres
en Nicaragua, hubiese un poquito de buena voluntad para acabar con toda
aquella dramática situación de una buena vez. Supe entonces de que en
Managua se preparaba para el 30 de mayo una gran marcha de protesta, la
llamada, «madre de todas las marchas». También se anunciaron marchas en
otras cabeceras departamentales del país.
— Concluyendo el noticiero, Fermín salió con un vasito de café y una silla,
que me ofreció. Efraín, hijo de Fermín, era uno de los más activos participantes
del tranque de la cuadra y no sé por qué, la inusual y amable actitud de Fermín
de ofrecerme silla y café, me dio la impresión como de que este sabía algo de
mis recientes andanzas y naturalmente, buscaba cómo obtener alguna
información. Acomodándome en la silla y estando por dar el primer sorbo al
café de aquel vaso, el grito de mi mujer anunciando que me llamaban por
teléfono, me hizo maldecir. Ansiando equivocarme en mi sospecha acerca del
origen de aquella llamada, tomé el teléfono para inmediatamente
decepcionarme al contestar y oír una femenina voz diciendo: «Compañero
Silvio, debe presentarse hoy a las dos de la tarde en Casa Franca». La orden,
escueta y directa, no podía ser más inoportuna. Intuí que no estaría cómodo,
que me costaría mucho ver a los ojos de Fermín y mentirle sabiendo que,
queriéndolo o no, me estaba convirtiendo en una potencial amenaza para su
propio hijo, Efraín, el inseparable compañero de infancia y hoy, entrañable
amigo de Valentín, mi propio hijo.
— Aduciendo una inesperada urgencia, le agradecí a mi vecino por el café y
me despedí de él, saliendo minutos después de mi casa, la verdad, sin rumbo.
Mi único afán era alejarme de ahí, buscar bullicio, ver viejas caras que apartaran
un poco mi atención del desasosiego que tenía.
— Finalmente, llegué a la vieja estación de tren donde me encontré con
Sebastián Salinas, «Bastián», vendedor de lotería y viejo amigo, a quien le debía
prácticamente la vida, al rescatarme de morir ahogado en el estero de Las
Peñitas, Poneloya, un primero de enero de 1974.
— A sus 71 años, Sebastián no era aquel hombre fuerte y decidido, correo
clandestino del FSLN a mediados de los años 70, primo de Juan José Quezada,
militante de ese movimiento guerrillero caído en 1973 y sobrino de Valle
Salinas quien fuera un alto oficial de la Guardia Nacional de Somoza.
—Bachiller del Calasanz a sus 17 años, donde llegó recomendado y becado
por el Dr. Tunnerman Bernheim a solicitud del eminente maestro, Francisco
Buitrago, por diversas circunstancias no pudo continuar sus estudios de
universidad y en 1980, con el triunfo de la revolución, comenzó a trabajar
como jefe de bodegas de la Empresa Nacional de Buses en Managua.
—Lector empedernido, observador acucioso, libre pensador, enemigo del
ocio y para remate honrado, pronto sería acusado de conflictivo y degradado a
chequeador de ruta de buses en las calles de Managua. De ahí saldría despedido
por traidor y revisionista, ya que no dejaba títere con cabeza al denunciar
abusos y desmanes a todo nivel en reuniones partidarias, ya muy temprano,
como en 1982. Terminó trabajando en lo que le salíera, mientras soportaba el
acoso al ser señalado como contrarrevolucionario en su barrio del Laborío, en
León. En 1986 sufrió un trágico accidente con su bicicleta a un costado de la
iglesia de Guadalupe, cuando un borracho chófer, escolta de no sé qué
comandante, lo atropelló, dejándolo inválido de sus piernas para siempre. De
sus piernas, mas no de sus ojos, oídos y mucho menos, de su certera lengua.
«Ay papito, lo que veas de libros o revistas tráeme, usaditos que sean, oíste». Esa era
respuesta cuando alguien le anunciaba un viaje a Managua y le preguntaba si
necesitaba algo.
Vendedor de lotería desde el señalado accidente, Bastían se moviliza en su
vieja silla de ruedas a quien dice amar. «Solo las llantas me atrevo a cambiarle»
comentaba mientras acariciaba suavemente a su metálica compañera.
Acercándome, lo saludé y de inmediato, le pregunté directamente:
—Hola Bastian —¿Cómo ves la cosa ?
—Terrible, amarga, pero en verdad, nada de que sorprenderse — me
respondió.
—Es la previsible cosecha de una sociedad que se ha dedicado a cultivar
con mucho esmero, mediocridad, ruin servilismo y a practicar la peor de las
prostituciones: la de la conciencia.
—Cantemos al oro, no importa nos ultrajen. ¡Qué dignidad ni que ocho
cuartos! Cantemos al poder, no importa nos opriman. La libertad es sueño de
tontos, una utopía inalcanzable. Loemos a la Compañera, no importa lo mucho
que nos repugne. Al fin y al cabo, ella se toma la molestia de pensar y hablar
por nosotros sin importar que, tal y como dijo Darío: «¡La canalla escritora
manche la lengua que escribieron Cervantes y Calderones!».
—Basura sembramos, basurero cosechamos. ¿Qué otra cosa esperaba, amigo
Silvito? Haraganes, conformistas e indiferentes, teniendo aún fresca toda la
descarada corrupción del gobierno de Alemán, años después nos permitimos
poner a un reconocido delincuente, violador y matón de presidente. ¿Qué tal?
—Solo hay una explicación: ignorancia, inmoralidad e indiferencia, las tres
grandes aliadas de las tiranías y a su vez, tres rubros en los cuales los
nicaragüenses, hemos sido líderes indiscutibles.
—Créemelo, todos los nicaragüenses tenemos algo del asqueroso gen
ORMU en nosotros. Por otra parte, estate claro, no son los paramilitares
asesinos, policía, ni el parasitario ejército el verdadero soporte de Ortega, sino
nuestro histórico desprecio por la educación y los valores.
—No leemos, no nos informamos. Sabemos quién es Pacquiao o Floyd
Mayweather, quién la actual novia de Piqué, si ganó el Barça, o cómo va la
novela de las seis, pero pregúntale a alguien ¿qué hizo la fría y boscosa
Noruega, para tener el mayor índice de desarrollo humano?, o ¿por qué una
arrasada Alemania, con apenas ayuda de un severo y muy modesto Plan
Marshall, en 10 años logró lo que aquí, aún con tanto dinero que ha entrado,
no se ha hecho en 40? O, si querés, aquí nomás, ¿por qué la vecina Costa Rica
tiene universidades de clase mundial y por qué ahí meten presos a ex
presidentes corruptos?
—No encontrarás muchas respuestas coherentes, pero sí, un ejército de
fanáticos nombrando chivos expiatorios para justificar fracasos: imperialismo,
derecha, capitalismo y hasta involucrando a la conquista española en esto, sin
saber de qué demonios están hablando. Odian a España hablando y escribiendo
en español, montados a caballo y guitarrón en ristre. Condenan así, sin asco
alguno, tres siglos de historia en los que se establecieron sólidas instituciones
humanistas y se vanagloria como un idílico edén, el mundo de barbarie, y
dominio tribal que era el mundo prehispánico entonces. Esto, sin menoscabo
de sus grandes logros y conocimientos como civilizaciones.
—Fue el hastío, el odio a la tiranía mexica fue lo que impulsó a decenas de
tlaxcaltecas a unirse a Hernán Cortés y derrotar a aquellos. Más que la espada,
fue el talento, la astucia de utilizar el ansia de libertad de miles de tribus
oprimidas lo que hizo triunfar la conquista. Vista desde hoy, la llamada
independencia, fue más un formalismo de españoles americanos contra
españoles peninsulares. Dejaron de mandar los peninsulares y comenzaron a
mandar a sus anchas, sin rienda alguna, los españoles criollos, rápidamente
transformados en “tiranuelos” ávidos de riquezas. Doscientos años después,
viéndola de manera objetiva, la tal independencia fue toda una desgracia.
—La historia hay que estudiarla sin prejuicios, en libertad. La historia está
para saber quiénes somos y de dónde venimos, para conocer a los héroes y
también a los villanos. Aquí la manoseamos al antojo del poderoso. Ahora
bien, no es difícil de entender por qué los tiranos, tales como el
«presidelincuente» acá, aman a los ignorantes y desalmados. Lo peor y para
mayor vergüenza, es que se coloca en foros internacionales a tartufos con el
alias de embajadores o cancilleres, quienes haciendo gala de una bochornosa
mediocridad, no sólo demuestran su bajeza moral sino también, una total
ignorancia. Tú escuchas en la OEA hablar al colombiano o al chileno y ves que
hablan, no como simples voceros, teléfono en mano, sino como representantes
con pleno dominio del tema, admirable lucidez y magnífica oratoria.
—Teniendo como referente a nuestro primer y gran diplomático que fue
Rúben Darío, deberíamos de tener un mínimo de vergüenza y no enviar a
cualquier vulgar de esos, con el alias de canciller o embajador, a hablar como
representante de Nicaragua a esos foros. Es inaudito y una clara muestra de
hasta dónde se ha llegado en el desprecio a la educación y a la ética.
— ¿Tienes idea de lo que cuesta mantener a ese ejército de vagos, dizques
flamantes diplomáticos, paseándose por los hoteles, tiendas, restaurantes y
seguramente, hasta burdeles de Washington, París o Bruselas? Creo que los
viejos, los que campantemente con nuestra indiferencia y complacencia, hemos
permitido la corrupción y más aún, dejado que se manosearan y desvirtuaran
instituciones fundamentales para la democracia creyendo que eran “babosadas”
y no el resultado de centenares de años de experiencia humana para prevenir
tiranías, nos merecemos esto. En un estado de derecho, este criminal dizque
presidente, estaría indiscutiblemente preso y la canalla, probablemente en un
manicomio. En todo caso, te confieso, lo que me duele en el alma, son estos
cipotes jodidos, tan valientes, tan heroicos y tan claros de todo. No merecían,
mil veces nunca merecían lo que les hicieron.
Siento que me arden hasta los huesos cuando veo como los han masacrado ¡
MALDITOS COBARDES!
Sebastián calla mientras observo con disimulo, algunas lágrimas aflorando a
los ojos de su ahora, enrojecido rostro. En afán de contenerse agregó:
—No veo nada bueno, tuve cierta esperanza en el Ejército, pero qué va,
vendidos, serviles y corruptos, sin un gramo de escrúpulos. Se esconden en
leguleyadas para justificar su criminal silencio. Por otra parte, existe todo un
aparato paracriminal con poder, dinero e impunidad dirigido por algunos
sicarios mayores.
En esos instantes, me estremecí de solo pensar que mi respetadísimo amigo
llegara a darse cuenta de que yo, ya formaba parte de su aborrecida «recua de
matones».
Por un momento Sebastián calló, mientras miraba a ambos lados,
observando aquel tramo de vía por donde muchos años atrás, el tren entraba y
salía, estremeciendo las casas en aquel pujante León de los años 60 o 70.
Luego continuó:
—Es inspirador observar el repudio de la casi totalidad de los referentes
culturales y morales del país, al orteguismo. Una intelectualidad comprometida
con la justicia y la humanidad. Igual te puedo decir de algunos obispos, han
sido admirables. Por otra parte, estos chavalos nos han dado una increíble
lección de valor, dignidad, hidalguía. Nadie, oíme bien, nadie en 40 y pico de
años le había hablado de frente a este delincuente como este jodido cipote
(Lester Alemán). Fue épico, admirable e inolvidable lo de aquel 16 de mayo del
2018. No fue diálogo, sino zopilotera la que les cayó ese día al par de tiranos.
Una mercadera, preguntando por un número de lotería, me sirvió para
advertir que era hora de despedirme de mi gruñón, apasionado, pero sabio y
sensible amigo. Al alejarme de él, percibí un punzante sentimiento de culpa
creciendo en mí.
VOLVÉ BRUTO, VOLVÉ RIGOBERTO
Recuerdo que caminé hacia el norte de la estación, sabía que perennemente
por ahí, se mantenían algunos borrachos. Quería oír sus incoherencias y
también sus, muy a menudo, certeras expresiones. Lo que sea que me hiciera
olvidar que, en dos o tres horas, tendría aquella perversa cita en la llamada Casa
Franca. Llegando al lugar, para mi pesar, no había borrachos a la vista. Decidí
entonces tirarme bajo unos frescos, sombreados árboles de laurel ahí cercanos,
vanamente ilusionado con dormirme plácidamente, dormir y olvidar.
¡Qué va! No pudo ser. Los pensamientos, necios y persistentes, no me
dieron tregua. Recordé en esos momentos que días antes en la radio, había
escuchado el siguiente cuestionamiento relacionado con lo que también
mencionó Bastián: «¿Por qué ningún intelectual nicaragüense de valía, es
orteguista? ¿Será que el frío intelectualismo y el sensible humanismo, son dedos
de una misma mano?».
— La plática con Sebastián no solo logró activar algunas debiluchas alarmas
de mi largamente adormecida conciencia, sino que también, me hizo pensar en
esa nebulosa liga entre razón y sentimiento.
—Recordé entonces, aquel revelador libro El País bajo mi piel que pocos
años atrás, me había regalado un amigo, un minero, buscador de oro fracasado,
quien me hizo ver lo inmensamente imbéciles que podemos ser los humanos, a
partir de un hecho que él me relatara. A mi mente volvieron las acuciosas
descripciones que me hizo, de las monumentales y centenarias paredes de una
iglesia de la Baja Sajonia alemana, donde una tarde de febrero o quizás marzo
de 1989, estando él, por razones de estudio en la patria de Beethoven, Einstein,
Ana Frank y de paso, también la de Hitler, tuvo la oportunidad de asistir, en
compañía de unos amigos alemanes, a la presentación de la traducción germana
del libro “La Mujer Habitada” escrito, por una talentosa autora de la patria de
Darío, patria también y para nuestra desgracia, de Ortega, la Murillo, el
carnicero Avellán y Moncada Lau.
—Recuerdo bien su clara expresión de vergüenza al contar que, siendo el
único nicaragüense ahí presente, fue comisionado por su cercana amiga
Gudrun, a entregar un ramo de flores a su coterránea escritora. Un gesto al que
inicialmente accedería, pero que luego, seguramente fruto de alguna profunda y
quizás hasta dialéctica reflexión, a lo cual era muy dado, empezaría a cuestionar
para, finalmente, al estar frente a aquella mujer de exuberante cabellera y más
exultante sonrisa, negarse a entregar aquellas flores bajo los entonces
contundentes y sesudos argumentos de: «primero que nada, ser ella mujer de
un gringo, además de que, como fría y desapasionada intelectual que él la
concebía ser, ¿qué sabría ella de dolores o amores, los únicos estadíos en los
que caben las flores?».
— Por último, no dejaba de parecerle harto sospechoso a mi amigo aquel,
que por lo visto, algo de husmeador sabueso tendría, que la misma fuese
mimada de la Peter Hammer Verlag, la misma que publicaba a Vargas Llosa,
Paz y Borges entre otros plumíferos del imperialismo, dedicados aplicadamente
a intoxicar a las masas mientras al mismo tiempo, seguro estaba él, se negaban
arteramente a publicar el Libro Rojo de Mao o el Verde de Gadafi. No tengo la
menor duda de que los acuciosos ideólogos de la luminosa y ejemplar
revolución cultural china, con sus millones de víctimas y todo, se hubiesen
sentido muy congratulados de tener a tan digno admirador de sus brillantes
doctrinas, en las lejanas y frías tierras teutonas.
— Lejos estaba aquel amigo de imaginar que veinte y pico de años después,
descubriría para su mayor escarnio, que aquel libro, que con notable pesar me
había regalado, no era sino, una regiamente escrita concatenación de vivencias,
sueños, dolores, decepciones, esperanzas y también, amores, relatados, ora con
ternura y nostalgia, ora con asomo de repudio e indignación, pero siempre con
excepcional honestidad por su sensible autora, la misma a quien, mezquina y
petulantemente él mismo, en calidad de vulgar comisario ideológico, le negase
aquellas flores.
— Tampoco puedo dejar de lado la vehemencia con que me hizo notar el
olfato político de la autora aquella, al destacar en el referido libro, el tufillo
dictatorial del par siniestro ORMUs, ya por ella percibido 40 y pico de años
atrás, con una revolución aún en ciernes. Años esos en los que, seguramente
para su pesar hoy, en una casa no muy lejos de este mismo parque de La
Merced, aquí en San José, nuestra entonces publicista de marcas y utopías,
acogió con afabilidad y cariño, a la entonces desvalida y ahora opulenta autora
del fatídico «Vamos con todo».
— Los escandalosos gritos de un borracho me sacaron del limbo. Era un
anciano barbado con un aire raro, así como de poeta, de los de antaño quien
gritaba insistente y enigmáticamente:
—Volvé Bruto, volvé Rigoberto, Volvé Bruto, volvé Rigoberto. ¿Qué esperan jodido, qué
esperan?
— Tratando vanamente de entender el clamor del anciano aquel, no pude
dejar de recordar con tales frases mi estadía en un reformatorio de menores de
Chinandega donde, junto a mi hermano, Hugo, fuimos víctimas de los abusos y
golpes del canalla director de aquel centro, un tipejo llamado Julio Cesar, un ex
guardia de gastado uniforme y rastrera estampa.
— Vino a mi mente entonces las veces en que, deleitados, soñábamos a ser
Bruto, el protagonista de una lejana historia que involucraba a un general
romano llamado, Julio Cesar. Historia cuyos detalles no logro o quízas, no
quiero recordar.
— Lo que sí quedó grabado en la nebulosa de mi mente, fue aquella
conclusión a la que tanto mi hermano como otras víctimas de aquel burdo,
paliducho y soplado julio cesar “chapiollo”, (minúsculas adrede) de
paupérrimas luces, torpe verbo y odiosa figura, llegamos: Este, ni en sombras
tenía la inteligencia, valor, dignidad y honor de aquel histórico personaje
agregando a ello que la oratoria (eufemismo de aquella su insulsa y rebuscada
cháchara) de nuestro almidonado director era, según recuerdo, ¡un asco! Eso
sin mencionar aún, aquel apestoso tufo a cobardía y servilismo que de él
emanaba. Recuerdo bien que al final, no nos pudimos poner de acuerdo sobre
si Torcuato o Anacleto, pero nunca Julio Cesar, eran nombres más apropiados
para el despreciable canalla aquel.
— Al final, no pude descifrar los gritos del anciano borracho: ¡Volvé Bruto,
volvé Rigoberto! ¿Qué esperan jodido, qué esperan?...
— Eran ya casi las 12 del mediodía y solo tenía aquel sorbo de café en el
estómago, por lo que decidí que lo mejor, era ir a buscar algo de comer a mi
casa. Más tarde, a las 2 de la tarde, fingiendo no oír las obstinadas punzadas de
mi conciencia, me estaba presentando a la susodicha Casa Franca. Afuera,
hombres armados y encapuchados, algunos esperando partir y otros
resguardando el lugar, tensaban el ambiente. Recogí el fusil y el disfraz que por
uniforme debía utilizar y salí a la calle. Ni les digo cómo me sentía. Como el
peor cobarde y el más gran traidor. Resoplaba y resoplaba. Quería llorar y ni a
eso me atrevía.
— Minutos después partíamos rumbo al parque central, pasando antes por
la casa del partido sandinista, del parque San Juan 4 o 5 cuadras abajo (oeste),
recogiendo a más tipos armados. La caravana, siempre compuesta por las
mismas 11 camionetas, llevaba unos 10 hombres más que el día anterior, unos
tipos obesos de entre 40 y 50 años, encapuchados y gritando consignas,
maldiciendo a la «derecha criminal» y a su vez, blandiendo las armas. La gente
en la calle, observaba atemorizada y con rotundo desprecio a aquellas caravanas
de energúmenos alienados y peligrosos.
— Inevitablemente, llegaban a mi mente imágenes que me retrocedían 39
años, a julio de 1979, con aquel León jubiloso, desbordando admiración y
aprecio por aquellos audaces guerrilleros, enfrentándose a la infantería y
aviación de Somoza.
— Cómo olvidar la imagen de la «2», aquella valiente chavala de linda
sonrisa y Fal fajado, comandando con absoluta firmeza a centenares de
«huevones» que combatían ferozmente contra la guardia de Somoza. La misma
«2» que hoy, desde la acera de enfrente a la de las bestias, ultrajada y en la
soledad de su celda, asume con dignidad el costo, el arduo costo de escupir al
oro y abrazar los principios.
— Cuando abría los ojos y volvía a la realidad el contraste era brutal.
Aquellas espléndidas e inolvidables imágenes no tenían nada que ver con la de
la partida de ignorantes y desalmados asesinos de los que yo ahora, para mi
mayor desgracia, ya era parte.
— Minutos después, llegamos al parque central donde un diligente personal
de la alcaldía nos repartió abundante comida. Dos grandes termos hieleros,
llenos de cervezas y bebidas energéticas, dispuestas exclusivamente para «los
defensores de la paz», completaban aquel generoso agasajo. Luego, partimos
apresurados hacia la salida a Chinandega para dirigirnos de inmediato al
empalme de Telica donde, según nos informaron, se desalojaría un tranque ahí
ubicado.
Una vez supe de la misión, me reencontré con un viejo conocido: El temor.
Ese que antecede al combate, el miedo que nos invade ante el riesgo real de
perder la vida, solo que en este caso, no era por mi vida que temía. Estaba
aterrado ante la real posibilidad de matar o de herir a alguno de aquellos
cipotes protestantes. No cabía en mí tal cosa. Juro que pensé en pegarme un
balazo en el pie o caerme y lesionarme, pero la cobardía me venció. Luego
decidí que desviaría el tiro adonde fuese, que no lesionaría a nadie y ya. No
obstante, ahora me preocupaba la docena de delincuentes a mi cargo, todos
armados de escopetas y ansiosos por matar. Fue entonces que pensé algo que
hasta hoy, y por el resto de mi vida me atormentará: «¿por qué simplemente no
les dije NO a aquellos asesinos asumiendo las consecuencias?».
— Ninguna medicina, beca, pedazo de zinc o de tierra justificaría matar a
un inocente. Nada de nada aquietaría nunca mi conciencia si llegase a hacer
algo así.
— Por fin llegamos al empalme de Telica. Combinando las fuerzas de la
justamente llamada policía orteguista y nosotros, los paracriminales, éramos
unos 60 con fusiles de guerra y escopetas. Los «terroristas» serían unos 15, tal
vez 20, la mayoría chavalos, armados de piedras y morteros, unos en camiseta,
shorts y hasta anteojos de sol, como que estaban de paseo en la playa los
insensatos.
— Aquel aparataje militar era brutalmente desproporcionado, algo que
sinceramente, no lograba entender. En verdad, yo me sentía totalmente capaz,
con auxilio de unos 20 de aquellos delincuentes que andaban a mi cargo, de
sacar a aquellos jodidos cipotes, sin disparar un solo tiro; “verguiarlos”,
asustarlos, lo que sea, pero jamás disparar un tiro. Eso era una criminal locura.
Claramente percibí entonces, que el objetivo real, era matar, no solamente
desalojar, sino que querían dejar un contundente mensaje.
— Nos estacionamos como a 60 o 70 metros de las barricadas, de las
mismas sobresalían las cabezas de los chavalos protestantes y más allá, otros,
que iban y venían corriendo hacia las mismas; claramente inexpertos, sin
preparación alguna, definitivamente, un fácil objetivo militar.
— Mantenía siempre la esperanza de estarme equivocando, y que aquel
impresionante despliegue de fuerza, no fuera más que bulla. En mi mente veía
a los tranqueros aquellos saliendo en desbandada con los primeros disparos al
aire de la dizque policía y luego, nosotros, quitando aquella montaña de
adoquines y ramas. Ansiaba que así fuese. No obstante, las dudas me asaltaron
al ver acomodarse sobre la tina de una reluciente camioneta Land Cruiser a un
oficial de las tropas especiales con un rifle de mira telescópica, probablemente
un Dragunov ruso. Más allá, pegado al cerco que divide una propiedad de la
carretera, otro francotirador, en cuclillas sobre un tumulto de tierra, ajustaba la
mira de su rifle. De una vez, me convencí de que aquello no era un operativo
policial de disuasión sino una clásica operación militar con el definido y letal
objetivo de liquidar enemigos. No me quedó más que rezar y rogar para que
aquellos benditos chigüines se corrieran. Nada de eso ocurrió. Al final, la
operación dejó su cuota de tres muertos, varios heridos y capturados.
— Ahí comenzó mi ruina. Treinta años de no tocar un arma para romper
ese ayuno de muerte, acuerpándo cobardemente el asesinato de cipotes
desarmados.
— En los años 80, éramos hombres armados luchando contra hombres
armados, era matar o morir, en un conflicto real contra un ejército enemigo
constituido y capaz. Este otro caso, era el funesto resultado de un conflicto
inicialmente tonto, absolutamente normal en una verdadera democracia y que
se salió de las manos por la brutal intolerancia de déspotas que no admiten ser
contradichos.
— Si aquella lejana y vista desde hoy, absurda guerra de los 80, era matar o
morir, esto ahora, era matar por matar, además de torturar, violar, robar, de
todo.
— Después de aquel bautizo de ignominia en Telica, exactamente, del 24 de
mayo al 5 de julio del 2018, participé, junto con aquellas hienas, en decenas de
operativos y secuestros en los barrios Guadalupe, la Pintora, la Arrocera,
Reparto San Carlos, Rubén Darío y Sutiava, por mencionar algunos. También
me movilicé a La Paz Centro, Nagarote y Chichigalpa.
— El 14 de junio a eso de las 7 de la mañana, en la gasolinera que está al
costado este del cementerio de Guadalupe, estuve frente a un contingente de
las tropas especiales de la policía, que incluía a dos francotiradores. Uno de
ellos fue el que mató ese mismo día, al monaguillo Sandor Dolmus, en el barrio
de Zaragoza.
—No tengo perdón de Dios. Impávido o no, confundido o no, avergonzado
o no, me dejé llevar por la inercia de los acontecimientos, sin valor para decidir,
para dar un honorable paso al lado y alejarme de todos aquellos repugnantes
delincuentes, llenos de un gran odio e inconcebible saña, así como de mandos
policiales asesinos, obsesionados por brindar resultados y agradar a la pareja de
tiranos, allá en El Carmen.
ALUCINANTE BARBARIE
—Viniendo en una misión de patrullaje, con dos camionetas y unos doce
armados, cerca de la comarca Lechecuagos en León, encontramos a 3 niños, dos
adolescentes como de 11 años y uno de quizás de 7 u 8, quienes al vernos, se
atemorizaron y corrieron, cruzándose el cerco de un terreno baldío. Para
desgracia, el terreno tenía una amplia puerta por donde entraban tractores y
camiones por lo que el energúmeno oficial a cargo de las patrullas, en un vil
alarde de fuerza, ordenó entrar y perseguir a los menores. Dos de ellos, uno de
los mayores y el más pequeño, corrían descalzos y sin camisa, con sus chinelitas
en la mano, mientras el otro, el único con zapatos, logró escabullirse por unos
árboles. Al darle alcance a los aterrados menores, el miserable a cargo de la
patrulla, un patán obeso y gigantón de la secretaría departamental del Frente
Sandinista, de nombre Iván, saltó del vehículo y les gritó: «Ajá hijueputillas, ¿por
qué se corrieron?», mientras el pequeñín abrazaba al mayorcito, este último
provocadoramente, contestó al oficial de marras: «Porque tengo patas pues, la calle
es libre»... El cachetazo en la cara, el sonido del par de puñetazos de aquella
bestia sobre la espalda de aquel desnutrido cipote comarqueño y los gritos de
terror del pequeñín que, ni en el suelo se le soltó al hermano, todo eso, aún
hoy, me ahoga hermano, me ahoga…
Silvio hizo una pausa, se quebró, lloró e hizo llorar a Lucía, mi asistente
nica, costarricense en esta entrevista y mi guía en esta desconocida capital.
Luego agregó:
—No me lo perdonaré nunca. ¿Cómo podemos llamarnos hombres si no
somos capaces de defender a nuestros hijos o a los hijos de nuestros hermanos?
Con un AK47 en mis manos, yo permití aquello, cobarde, cobarde, cobarde,
una total falta de honor. ¡Me despreciaré siempre a mí mismo!
—¿Qué sentido tuvieron tantos años combatiendo por un supuesto ideal de
justicia y solidaridad, para llegar a permitir atroces abusos en nuestras propias
narices? Yo, que mil veces juré que el honor y los principios eran más valiosos
que la vida, a la hora de la hora, me les “agüité” a esos miserables.
—¿Tendrán todos estos desalmados, comisionados y paracriminales, una
mínima conciencia de lo que hacen? — ¿Sabrán estos bárbaros, que esos
déspotas a quienes hoy, con obstinado salvajismo y vergonzoso servilismo
defienden, en el fondo, más allá de las poses públicas, los desprecian y jamás
moverían un dedo por ellos?
—Para los primeros días de julio, durante un operativo de desalojo de los
tranques del barrio de Sutiava, se dio el dramático incidente que de alguna
manera me tiene aquí.
—Exactamente dos cuadras al norte de la iglesia, a eso de las 6 de la mañana
del 5 de julio (2018), en una operación contra los tranques, fue muerto de un
tiro de escopeta uno de los delincuentes a mi cargo. El disparo fue hecho por
otro de ellos que, probablemente drogado, manipuló imprudentemente el arma.
El cuerpo inerte del tipo fue colocado, sin gran ceremonia, en la tina de una de
las camionetas.
—Dos muchachos, protestantes, capturados y golpeados son también
colocados en la tina junto al cadáver. Hora y media después, un tanto apurado
por deshacerse del cadáver del ahora «héroe caído defendiendo la paz» el jefe
de la operación, un tipo chele, chaparro, ojos verdes y chiquitos, como de
cerdo, me ordenó ir a dejar el cuerpo y a los «terroristas capturados», a la
estación de policía.
—Salí con el chófer y con 4 de los delincuentes, armados y encapuchados
íbamos buscando la estación que, más que de policía, fue del terror, por todo lo
que ahí se cometió. Doblando una esquina, cerca de la Iglesia de Zaragoza,
oigo un grito fuerte y luego un tumulto en la tina de la camioneta. Ordeno al
chófer detenerse y salgo para encontrarme con que uno de los muchachos
prisioneros, estaba sangrando, agarrándose la cabeza y retorciéndose de dolor
casi encima del cadáver que llevábamos. Sin razón alguna, había recibido un
culatazo en la frente por parte de uno de los delincuentes que los custodiaban.
—Se me nubló la vista de la furia, no pude más, me quité la maldita capucha
y encaré con el fusil AK a aquel desalmado que no hizo sino esquivarme la
mirada y bajar la cabeza. Grité, pateé el suelo, maldije y, mientras con mi
derecha blandía el fusil, con mi izquierda me golpeaba el pecho como un gorila
furioso o inconscientemente quizás, como una súbita manifestación de decenas
de reprimidos meas culpas que hoy irrumpían violentamente.
—Fue un momento tenso, por brevísimos instantes estuve a punto de dejar
ir a los dos muchachos capturados y… aún ahora, todos los días me arrepiento
de no haber seguido adelante con lo que en ese momento, mi instintiva
reacción ante el salvajismo y la injusticia, me ordenaba hacer. Hubiesen sido 5 o
6 pedazos de escoria menos, incluyéndome a mí. Escuálido de honor y valor,
no hice más que apretar dientes y volver a la cabina del vehículo.
—Todo quedó ahí o al menos, así lo creí.
—Llegué por fin a la estación, bajamos a los jóvenes capturados incluyendo
al herido por el culatazo, quien se tapaba la cara con su camisa. El cadáver del
delincuente permanecía en el vehículo a la espera de decisiones en torno al
teatro a montar sobre las circunstancias de su muerte que seguramente,
terminarían calificadas por los maquiavélicos operadores del Carmen o Plaza
El Sol, como «atroz acto de la derecha terrorista sobre un inocente ciudadano».
—Casi una hora después, ví entrar al parqueo policial una lujosa camioneta
cerrada donde montan al muchacho herido, saliendo de inmediato de la
estación. Minutos después, un tipo de civil de apellido Ríos, se me acercó y me
cuestionó en relación al incidente con el muchacho, comentándome a su vez
que el mismo, de apellido Vanegas, está emparentado con la envilecida
presidenta del aparato de “justicia” orteguista, por lo que había sido liberado
de inmediato y seguramente, trasladado a una clínica por sus parientes.
—Esa misma tarde me informaron de un provisional (y en cuanto a mí,
providencial) receso de operaciones para una parte de los paramilitares, los
actores de aquel demencial guión, de horror y muerte. Después de la ya
consabida entrega de fusil, cambio de ropaje y recibir dinero, salí de la
aborrecida Casa Franca con la absoluta convicción de que, pasara lo que pasara,
nunca más volvería ahí. Anochecía y llovía a cántaros, como un copioso llanto
celestial, un llanto de dolor e indignación por aquellos crímenes que, ora por
odio, ora por dinero o por indigna cobardía, de quienes como yo, estando más
que claros de la aberrante injusticia de nuestros actos, éramos incapaces de
sacar de nuestros recónditos adentros, gotas de valor para enfrentar y decir ¡no!,
al funesto fanatismo que nos conminaba a matar. Incapaces también de
apropiarnos de una mínima hidalguía que nos condujese con decisión y
contundencia, a voltear el fusil contra los verdaderos terroristas y como en un
sublime trueque, cambiar la infame orden de matar y torturar, por el grandioso
mandato de abrazar, acompañar y enjugar las lágrimas de dolor de aquellos
tantos, víctimas de tan pocos.
—Empapado por la lluvia e inundada mi cabeza de reflexiones, llegué a mi
casa. Era de noche y para variar, había un apagón por lo que pasé directo a la
cama, a enfrentar mi nocturno y cada vez mayor reto, dormir.
—Simulando ebriedad o cansancio, todo este tiempo había desviado las
preguntas de mi mujer, hijos y amigos, sobre mis actividades y mis continuas y
misteriosas desapariciones, de hasta 3 días. Por mi parte, había bajado
notoriamente de peso y mi demacrado rostro, denotaba desvelo y angustia.
Evitaba a mis vecinos del barrio, la mayoría con algún familiar preso o
huyendo. Receloso al hablar, temía que, por algún descuido en mis palabras, se
descubriese mi despreciable condición de paramilitar orteguista. Por otra parte,
me crispaba los nervios cada timbrazo del teléfono, temiendo fuese un llamado
a la aborrecible Casa Franca.
—Por fin y de una maldita vez, decidí escapar de aquella angustiosa
situación, largándome de León. Tenía todavía conmigo unos 4 mil córdobas del
dinero, que cumplidamente nos habían estado dando como paga, por nuestro
nada enaltecedor papel de sicarios. Suficiente para dejar aprovisionada de
comida a mi mujer e hija, pero no para viajar hasta el Petén (Guatemala),
donde mi hermano Evaristo trabajaba de cuidador de una ferretería. Vistas así
las cosas, no encontré más alternativa que empeñar o vender el único bien que
poseía: mi vieja motocicleta. Procedí a lavar la misma para ponerla presentable,
luego me dirigí donde un medio familiar, a conseguir algún dinero por ella.
— «No compro ni presto por chatarras».
— Así, tajante y desdeñosa fue la respuesta de Neville, el hosco prestamista
y tío lejano de Gladys, mi hija, a cuya puerta me acerqué tímidamente, en afán
de presentarle la propuesta sobre mi motocicleta. Ante su desprecio por mi
cachivache y un tanto ávido de compartir mi pena, le comenté de mi situación,
de mi urgencia de alejarme de León, rogándole me diera una mano. Su
contestación aún resuena en mis tímpanos:
—Mira brother, me vas a disculpar, pero yo no como de resolver problemas ajenos. Si
está buena o mala tu situación o la de quien sea, no es asunto mío. Mi querida y mis hijos
es lo que me importa, el resto, «me vale verga».
—Aquello fue impactante. Una total ausencia de empatía y solidaridad.
— En todo caso, ¿como reclamar? ¿acaso mi actuar era noble y honorable?
— Inevitablemente, vino a mi mente la imagen del hoy pudiente y pedante
prestamista, Neville, cuando, años atrás, llorando pobreza y un reciente colapso
conyugal, buscó el amparo y calor de mi casa por varios meses. Amparo que no
dudé nunca en brindárselo. Su humilde, lastimera actitud de entonces,
contrastaba grotescamente con su actual prepotencia. Angustiado, me alejé
cabizbajo de aquel lugar, pensando en alguna otra solución a mi decidida
intención de irme lejos y salir de aquella pesadilla.
—Volviendo a mi casa, me extrañé de ver una aglomeración de gente en ella,
vecinos la mayoría, por lo que al momento de bajarme de la motocicleta, sentí
un escalofrío y un calambre en el estómago. Presentí de inmediato algo funesto
y pensé en mi anciana madre enferma. Traté de controlarme y aceleré el paso
sin imaginarme lo que ese día, la vida me tenía preparado.
—Entré a la sala de mi casa, la escena no podía ser más dramática: Brunilda,
mi vecina y Esperanza mi mujer agarraban a mi hija quien gritaba y se agitaba
incontrolablemente. Al acercármele y preguntar qué pasaba, mi ser todo se
estremeció al oír de ella, mi hija, aquel terrible grito: — ¡ASESINO,
ASESINO!
— Me quedé paralizado.
—Tantas veces presentí y temí que un momento así me llegara, y hoy, hoy lo
vivía de la más amarga manera. Fermín, mi vecino, llegó con una botella de
agua florida ya que según supe, minutos antes mi hija se había desmayado. Él
sería quien, de una manera un tanto distante y despectiva me explicaría todo:
—«Mataron a Polo, el novio de Gladys hace tres días en Sutiava. Vino a avisarle un
muchacho que estaba preso y lo liberaron ayer en la noche, el mismo muchacho agregó que
vos sos paramilitar , que estabas en Subtiava participando en el ataque a los tranques y
que lo llevaste capturado, te reconoció porque te quitaste la capucha y amenazaste a otro
paramilitar que los golpeó».
— Exhalé el más sentido «ay, ay, ay, diosito lindo»
de mi vida mientras me
tapaba y apretaba la cara con todas mis fuerzas. Quería morirme, desaparecer,
retroceder el tiempo… no podía creerlo, todo podía haber esperado, todo, pero
nunca jamás dañar a mi mayor tesoro, la luz de mi vida, mi hijita adorada…
—Quería postrármele, pedirle perdón, perdón, perdón, mil veces perdón.
Explicarle que, si bien todo ese tiempo acompañé sin saber ni cómo a aquellos
criminales, a la vez, me las había arreglado para no lastimar a nadie,
absolutamente a nadie. ¿Me creería?
—Instantes después se serenó, le arrebató el pañuelo a su madre y ella
misma se limpió la cara, la misma que de inmediato irguió para dirigirme
aquella terrible, acerada mirada, acompañada de aquellas devastadoras palabras:

—¡Te odio, te odiaré hasta mi muerte, asesino!
—Casi no podía respirar. Jamás podría haberme imaginado oír tales
palabras de la mismísima boca de la pequeñuela aquella que un día, balbuceaba
en mis brazos y por primera vez, aquel, por mí celebrado, «apá».
—Algunos vecinos, curiosos, ya se apretujaban cerca de la puerta, varios de
ellos, tal como Fermín, eran padres, madres, hermanos, familia o conocidos de
algún protestante preso, herido, fugitivo o hasta muerto en la represión.
Avergonzado y profundamente compungido, salí de mi casa.
MALDITA CASA FRANCA
Desolado y sin rumbo, con el llanto de mi adorada tierna aún
retumbándome en el cerebro, caminé hacia la terminal de buses a Managua.
Pensé no una vez que las llantas de aquellos pesados armatostes tenían la clave
para escapar de aquella terrible pesadilla, pero también pensé, que el dolor de
mi hija no podía quedar impune y que en un cuarto de la llamada Casa Franca
se guardaban «instrumentos» para una solución más digna y más honorable.
Moriría, seguro que sí, pero me reivindicaría ante mi adorada.
—Como enloquecido, di media vuelta en dirección a la vieja Proquinsa,
avenida Debayle, buscando llegar a aquella maldita Casa Franca. Con el
corazón agitado y mis nervios en tensión máxima, quería más que correr, volar.
Recuerdo que evitaba las caras conocidas, avergonzado ante la posibilidad de
que supiesen ya de mi asquerosa condición de paramilitar orteguista. Pasaba
sobre las aceras de casas y atravesaba calles, convencido de que era la última
vez en mi vida que las vería. Como un infernal mantra repetía una y otra y otra
vez:
—¡Maldito Ortega! ¡Mil veces maldito Ortega!
—Por fin llegué a mi meta, mi ayer temida y hoy odiada Casa Franca. Tenía
la boca seca, pero estaba sereno, decidido que no habría vuelta atrás. ¿De qué
me serviría vivir, si jamás tendría el valor de volver a ver a los ojos de mis hijos,
mujer o vecinos?
—Dos tipos panzones, armados de escopetas, custodiaban la casa. Con solo
verles el porte, sabía que serían borrachos y criminales, pero no militares y que,
modestia aparte, ni de lejos tendrían posibilidades conmigo una vez yo
estuviera armado.
—Heey, heey, ¿adónde vas?
La pregunta, acompañada de un palmoteo de manos y la alerta de los tipos
armados afuera, me paró en seco. Me parecía increíble. Las veces que había
llegado a ese lugar, la puerta estaba abierta y con paso libre, por lo que había
confiado que esta vez sería igual. Para mi desgracia, estaba equivocado. No
sabía qué responder, se me ocurrió decir que se me había dañado el teléfono y
quería saber cuándo operaríamos nuevamente. Murmurando entre ellos,
tocaron la puerta y llamaron a gritos a alguien. Del interior de la casa salieron
dos tipos que agresivamente me cuestionaron acerca de mi imprevista presencia
y a los que les repetí la historieta del teléfono dañado. Uno de ellos me dijo
exaltado:
—¡Un hijuelagranputa de ustedes, ha andado filmando y pasando información a las
redes, enséñame tu teléfono!
— Creyendo haber resuelto la situación y seguro de que ganaría su
confianza, les mostré mi viejo teléfono «Alcatel», capaz apenas de recibir
mensajitos de textos y sin posibilidad ninguna de tan siquiera una foto. Hoscos
y desconfiados, me hicieron vaciar los bolsillos, yo les remarqué que lo único
que quería era colaborar con ellos en cualquier cosa adentro de la casa, limpiar,
lavar o, aceitar las armas... Me devolvieron el teléfono y me dieron un mensaje:
—Esperá que te llamen, si vuelves a venir así, a la impresión, no respondemos,
¿entendiste?
—Increíblemente, durante más de 6 semanas desperdicié numerosas y
valiosas oportunidades como la que hoy, por una sola vez, quería con toda mi
alma, tener: Entrar a aquella maldita casa. Literalmente, daba la vida por una
única oportunidad… Partí nuevamente sin rumbo, me sentía perdido, sin saber
qué hacer. No alcanzaba a entender cómo había podido llegar a esa espantosa
situación.
— Era casi de noche, me acosté en unas bancas al costado de la iglesia de la
Ermita de Dolores, para pensar. Después de muchas vueltas, decidí refugiarme
en la casa de mi madre, confiando no encontrarme con Cándida, mi hermana,
quien con su hijo César huyendo de las huestes del régimen, seguramente
estaría más que enardecida conmigo al darse cuenta de todo. Con el corazón
lacerado, pasé unos días prácticamente escondido. Por boca de mi mujer,
Esperanza, quien me llevaba comida, me daba cuenta del desprecio con que de
mí se referían familiares, vecinos (para mi sorpresa, hasta muchos de los que yo
tenía por ultra sandinistas) y también, para mi mayor consternación, me hacía
saber del total repudio de mi doliente hija.
—Días después, de madrugada para no ser visto, tomé el primer bus rumbo
a Managua donde un amigo me daría amparo por unos días. Todo el dinero que
había obtenido, lo dejé para la comida de la casa en León. Lo único que tenía
ahora en mente, era irme a donde mi hermano en Guatemala y para ello,
necesitaba alguna ayuda.
UNA DOLIDA VICTORIA
— Fue en el trayecto a Managua, con mi congoja a tuto, que se me vino a la
mente aquella hermosa mujer treintañera que conocí en las Azucenas, Rio San
Juan en 1985, esposa, en el papel nomás, de una alta figura política del gobierno
sandinista de entonces. La recordé cargando con mucho esfuerzo aquel fusil,
enlodada, asustada pero feliz, al lado de mi gran amigo, Santiago Conrado, su
amor furtivo, caído en combate en Jinotega a finales de ese mismo año. No
dejaba de pensar cómo, diez años después, me reencontré con ella en aquel
residencial de Managua, donde en 1995, estuve trabajando de celador de calle.
No la reconocía, cuando me llamó por mi nombre y me dijo:
—Soy Victoria, la burguesita de Managua que daba lástima en los vergueros
de las Azucenas (Rio San Juan, Nicaragua).
— Me costaba creerlo, envejecida, demacrada y sin poder en sus ojos ocultar
el hondo duelo que la embargaba y que luego, en largas horas de conversación
y con la más honda consternación, me relató.
— Descubierta su relación amorosa con mi amigo y repudiada por su
máximo responsable partidario, (hoy día, un multimillonario y despreciable
cómplice del orteguismo), fue ordenada por este, de ir a abortar de inmediato a
Cuba ya que se encontraba embarazada, por primera vez en su vida, fruto de su
relación con mi amigo Jinotepino.
— Cual «zombie» y para su eterno arrepentimiento, Victoria obedeció la
funesta orden del canalla aquel. Eran los tiempos de la sacrosanta «disciplina
partidaria». Ese mismo mes, octubre de 1985, recién vuelta de Cuba, le tocó
atravesar el cruel trance de saber de la muerte en combate de Santiago quién,
culpable por osar explorar piel celeste y prohibida, fue sancionado y enviado al
jinotegano municipio de Plan de Grama, donde una mina Claymore de La
Contra, terminó de una vez con su terrenal peregrinación.
— Finalmente, algunos meses después, digiriendo aún su personal tragedia y
como concluyendo un trébol macabro, Arístides, un nicaragüense cercano al
equipo de inteligencia del cubano Renán Montero, le pidió el favor de llevar un
paquete sellado, supuestamente lleno de “boberías cubanas”, a Leo, profesor de
una universidad local y hermano de un sacerdote, políticamente incómodo para
el gobierno de entonces. Leo a su vez, era el esposo de Nidia, una entrañable
amiga de Victoria.
— Dos días después, una estupefacta Victoria, sabría del “descubrimiento”
por parte de los órganos de seguridad del estado sandinista, de un paquete
lleno de planos, itinerario de personalidades del gobierno, detonadores de
explosivos, instrucciones para un atentado y hasta dólares…todo eso, según
rezaban las noticias de entonces, «encontrado por nuestros heroicos órganos de
la Seguridad del Estado, en casa del hermano de un cura contrarrevolucionario
a quienes, debe estar seguro todo nuestro pueblo, les caerá contundentemente
todo el peso de las leyes revolucionarias…».
—Fue la estocada final para una Victoria física, y mentalmente acabada y
peor aún, moralmente derrumbada. En el peor momento, perdía a su casi
hermana Nidia quien, para su desgracia, nunca creyó en la aducida candidez de
su antes amiga y jamás perdonaría, lo que con relativa justeza consideraba,
como una infame traición.
—La llamada “disciplina partidaria”, criadero de borregos y de tan nefastas
consecuencias en la vida de tantos y tantas, convirtió a Victoria en una mujer
triste, solitaria y apagada. Prozac, Valium y otros antidepresivos junto con
litros de cafeína, fueron sus nuevos y permanentes acompañantes. La solidaria y
encomiable ayuda de Humberto, un destacado psiquiatra nicaragüense, así
como el incondicional amor de Glenda, su extraordinaria y sensible sobrina,
fueron esenciales para ahuyentar de la mente de Victoria, recurrentes
pensamientos autodestructivos.
— Al día siguiente de llegar a Managua, me dio por ir a buscar al negro
Cambell, a quien conocía desde chavalo en León. Fui allí, a las mismas oficinas
del Consejo Supremo Electoral, no obstante, durante los tres días seguidos que
llegué, según su secretaria, el ahora importante funcionario, permaneció en
eterna reunión.
—Tomando un bus al azar, en la parada de Metrocentro, terminé llegando al
Mercado Roberto Huembés. Puesto ahí, después de vueltas y más vueltas,
muerto del hambre, encontré a alguien que me dio chance de ayudarle a lavar
unos buses en la terminal de buses interurbanos. Al final me dijo que llegara al
día siguiente. Esa tarde, después de días de no hacerlo, por fin volví a comer
con cierta decencia.
—Las próximas semanas, entre lavando buses y recogiendo chatarras me
ganaba el día. Mi mayor regocijo era poder mandar dinero para la comida de mi
madre, mi mujer y mi hija, sin que esta última lo supiera. Quizás por el
creciente desempleo, de pronto empezaron a llegar muchos jóvenes, claramente
más ágiles que yo, que se ofrecían a lavar los buses a un precio menor por lo
que, poco a poco, fui siendo desplazado. Terminé durmiendo entre cartones en
la terminal de buses, hasta que un buen día de diciembre de ese ingrato 2018,
un lustrador llamado Venancio, de quien me hice amigo y supo de mi pena, me
prometió presentarme a un hermano de él, que hacía churros aquí en San José
y necesitaba ayuda para venderlos. Recuerdo que me dijo:
—Mañana va a venir Plutarco mi hermano, decile sí a todo lo que te
pregunte, no te pongás pendejo. Decile que sos tronco de vendedor. Como es
mujeriego, no le gusta contratar varones, solo chavalas, pero ahorita está con
una mujer que lo tiene domado. Pruebe mi hermano, tenga fe.
— Así fue, el hombre aquel llegó y gracias a Dios, le caí bien. Dos días
después salimos para acá. Ilegal y lo que querás, pero aquí estoy, vendiendo
churros y rumiando nostalgias en este parque; así me mantengo y mando mi
dinerito para allá, a mi madre y mi casa, soñando con un día volver a mi León y
poder ver a los ojos de mi hija y decirle, que lo siento, con todo mi ser, ¡lo
siento!.
—Expresarle que su dolor es el mío y que yo también fui víctima. Víctima
de mi cobardía sí, seguro, pero sobre todo, víctima de una inacción producto
de mi perplejidad ante un salvajismo que me tomó totalmente de sorpresa. Una
barbarie para la que jamás me preparé, simplemente, porque nunca la creí
posible. Mientras ruego a Dios que ese ansiado momento llegue, quiero desde
aquí, desde este hermano y solidario país, mandarle a ella un mensaje:
—¡TE AMO! ¡Esa es mi absoluta verdad!
LA MALDICIÓN DEL “MANDADO”

“Por el <<Comandante>> muero, por el comandante mato y al que no le


cuadre, lo puyo al rato”
(Rimada cantada por matones a sueldo del orteguismo)
Postrado en una cama del estrecho cuarto donde ahora convalece y bajo el
amparo de su tía Herminia, en una finca no muy lejos del cantón de Upala,
Costa Rica, cerca de la frontera con Nicaragua, encontramos a Sergio, un sujeto
de 37 años, ex chófer de la Alcaldía de Managua y quien, desde abril a octubre
del 2018, participó en la no muy laboral y menos ejemplar tarea, de asistir a
grupos paramilitares en operaciones de represión y muerte en Managua,
Tipitapa, Las Cuatro Esquinas de Carazo y otros lugares.
Él mismo nos declaró:
«En esto, mi responsable era William, eso que quede claro, yo era un triste chófer
mandado por mi jefe en la Alcaldía que era, La Ardilla Armas. Ese William, después
supe, fue el hombre que mató a Carlos Guadamuz. Desde que lo vi me pareció un tipo
raro, feo, mayato, no sé cómo decirlo…, da la mano así, de viaje como sin sinceridad, como
muñeco de trapo. Con él anduve llevando y trayendo pandilleros, o sea pues, «tamales» de los
barrios: San Judas, Loma Linda, El Recreo, Camilo Ortega, El 380, Rene Cisneros y
otros. Yo manejaba una camioneta Toyota doble cabina HI LUX, ploma, andábamos
encapuchados. Yo lo que sé y quiero decirles, es que yo fui mandado de mi pegue, no fue cosa
mía».
Con un nivel fácilmente perceptible de cierto retraso mental, por decirlo
educadamente, Sergio, quien desde diciembre del año pasado fue atacado por
una violenta irrupción de llagas sangrantes en su espalda, piernas y rostro, nos
seguía relatando:
—Nos decían que los de la «yunai», los gringos pues, venían a invadirnos, que los
tranqueros apoyaban a los gringos y nos quedaríamos sin trabajo y usted sabe pues, uno
come y tiene que cuidar su trabajo…
La pobreza de argumentos y el evidente déficit educativo y emocional del
entrevistado, vuelve inútil el pretender rebatirle sus expresiones por lo que mi
acompañante en aquel incómodo y caluroso cuarto, un joven estudiante
nicaragüense exiliado en Costa Rica, casualmente, también llamado Sergio,
compadecido, calla.
—Yo miré subir a los muchachos muertos y capturados a la camioneta; todos los días la
tenía que lavar yo mismo. Varias veces me llené las botas y el pantalón de sangre y de algo,
como amarillo. Fue horrible aquello, pero mi pegue, era solo manejar y lavar la camioneta, lo
que ellos hacían, nada que ver conmigo ¿verdad, mita?
A cada momento, Sergio, buscaba la aprobación de su tía, una anciana de
rostro bondadoso quien por supuesto, no sabía nada de las siniestras andadas,
mandadas o no, de su nada destacado sobrino.
—A algunos muchachos, los llevaban del busto José Martí ahí por Tiscapa, 3 arriba y 3
al lago, en la propia esquina, una casa que es como Zonal del Frente (FSLN), ahí siempre
había un poco de armados, a otros, los llevaban directo al Chipote, yo les vuelvo a decir, yo
solo chofereaba, nada tenía que ver… Yo estaba en Las Cuatro Esquinas cuando los
paramilitares del retén de ahí, se confundieron, siguieron y mataron a los dos policías de San
Marcos (domingo 1 de julio 2018). Me acuerdo que fue un domingo, ese día estaban
hartándose guaro todos los paramilitares del retén, porque una “roca” de Dolores, les dio
unas botellas de ron Flor de Caña, para que la dejaran pasar con una mercadería. .. Yo les
digo a ustedes, ella sabe (señala de nuevo su tía), “por esta”, que yo solo andaba dejando
una comida que mandaban de la Alcaldía.
— Esto ha sido una maldición para mí. El 28 de octubre se murió mi mama, de la
nada, estaba sanita, sanita, a los 15 días me apareció esta “chochada” (las llagas), y en
diciembre me corrieron los malditos de la Alcaldía.
— Yo le prometo a Dios y a la Virgen que si me cura, no me vuelvo a meter en nada,
«mejor trabajo yo al machete, al ordeño o a lo que “sesella”, a yo era posero allá, en Kukra»
CARE’CRIMEN
Al despedirnos, un tanto frustrados al no poder sacar información más
exhaustiva y detallada de parte de aquel hombre, Hortensia, la anciana tía de
Sergio, nos ofreció café y asiento en el pequeño corredor de su casa. No muy
lejos, un rústico horno de barro lanzaba al aire, el olor de las rosquillas que en
su interior se horneaban.
—Increíble todo esto, ¿verdad? — Nos dijo la anciana, agregando ser de la zona
de Kukrahill, en la región caribe sur nicaragüense donde, según nos contó, «por
allá en los años de doña Violeta» (1990), conoció a quien ella llama, Monchito y
que casualmente, resultó ser el hoy infame comisionado, Ramón, el Carnicero
de Masaya, cuando este fue el máximo jefe policial de esa zona del caribe
nicaragüense.
—«Era flaco y altote, mi sobrino Salvador (primo del hoy postrado Sergio), fue su
baqueano y ayudante como por dos años. Fue «endespués», que el hombre se descompuso,
parece que esa cosa de la droga lo arruinó, tomaba licor y se drogaba, los ojos se le ponían
envidriados. Daba miedo, se ponía a tirar balazos al aire y a los palos, andaba con mujeres
de la vida y hasta decían, que hacía sodomías con varones macizos y chigüines. Le encajaron
“Carecrimen”, porque en verdad que daba miedo verlo. Casi era como ver al diablo.
—Eran «pocones de riales, de esos tales dólares», los que mi sobrino le manejaba.
Decían que era de lo que les agarraban a los narcos y cosas así. Fue allí que Monchito,
empezó a matoniar gente.
—Una vez, en un caserío llamado Yucúl, mi sobrino lo salvó de ser envenenado con
pastillas de curar frijoles echadas en una taza de sopa, por una mujer llamada Lola, que
tenía una cantina y a quien Monchito, le mato un hijo. Mi sobrino vió cuando la Lola
deshacía las pastillas. Lo que es Dios ¿verdad?»
Ante esta última expresión, Sergio, mi acompañante y guía nicaraguense,
conocedor de las criminales acciones del despreciable “Monchito o
Carecrimen” expresa:
—Será lo que es el diablo más bien señora. No creo que Dios proteja a asesinos.
Ante lo cual, la anciana responde:
—Hay que encomendarse a Dios mijo, él es el de todo —Agregando:
— Desde el huracán Mitch, que nos venimos para acá, no volví a saber de él, hasta
ahora que salió en las noticias, haciendo barbaridades en Masaya. Ahora sí se terminó de
condenar este hombre, ¡Que diosito lo perdone!...
NICARAGUA EN DUELO

Después de más de dos semanas de estancia en Costa Rica, y surgida la


necesidad de recabar cierta información in situ y también, por qué no decirlo,
impulsado por el gran deseo de visitar nuevamente aquel país, cuyo drama hoy
sacude mis entrañas, decidí partir hacia Nicaragua.
Iba solo, ninguno de aquellos eventuales colaboradores, compuesto por
jóvenes nicaragüenses exiliados en Costa Rica y apenas escapados de la jauría
de terroristas paramilitares que hoy, atormentan su país, se atrevió a
acompañarme.
Con cierta inquietud me enrumbé en autobús hacia la frontera nicaragüense,
la madrugada del 23 de marzo del 2022. Llevaba un temor pretencioso y sin
fundamentos ya que, recordando aquello de que, «de un gato, un pelo», ¿quién
sería yo, a estas alturas para Coatlicue? Seguramente nadie, a lo sumo, una
mísera gota en el mar de sus desvaríos.
Sin mayores trascendencias burocráticas y con la emoción creciendo en mi
pecho, atravesé la frontera de Peñas Blancas.
Minutos después, rompiendo el verde panorama de la campiña, empezaron a
aparecer aquellos repugnantes rostros de los tiranos nicaragüenses, enmarcados
en unos gigantescos rótulos. Poco a poco empecé a atravesar ciudades, Rivas,
Nandaime y de pronto, Granada, la colonial ciudad, pronta a cumplir sus
quinientos años de fundación, la de los festivales de poesía, la del Padre
Cardenal, aquel personaje de boina, cotona, sandalias y jeans. Aquel poeta de
verso profundo y verbo sencillo. El embajador cultural de Nicaragua, tan
incomprensiblemente odiado por Coatlicue. Dejando Granada atrás, vendría
Masaya, la heroica, la de Marcelo Mayorga, el héroe de la tiradora abatido por el
cobarde Goliat de AK 47 o Dragunov “made in Rusia” en ristre. A medida que
avanzaba la presencia de armados era mayor, unos uniformados de negro a
semejanza de zopilotes y otros de azul, panzones, obesos, horrorosamente
deformes, igual que su alma. Los más, con la ruindad claramente reflejada en
sus grasientos rostros, blandiendo sus armas como enormes pinceles prestos a
dibujar rasgos de muerte. Poco después, el volcán Santiago, el mismo que con
su infernal aliento, supuestamente inspirara la iniciación a la muerte y al
desquicio a una despiadada Coatlicue.
Acercándonos a Managua, veo a lo lejos el lago y más allá, el imponente
Momotombo, el volcán cantado por Darío. Luego, los primeros chayopalos, el
doble culto público de Coatlicue a las 21 víboras y al erecto órgano de Satán.
Llegando a la terminal de buses Tica Bus, me esperaba un hombre delgado,
bigote cano, algo pelón y de anteojos. Era Eugenio, leones de cepa y buen
amigo de Orlando mi entrañable amigo nica-angelino. Nos saludamos,
sorprendiéndose él al ver que por todo equipaje, no traía yo más que un
pequeño bolso. Al preguntarme a qué hotel me trasladaría, y al responderle, no
tener idea al respecto, me dijo:
—Por seguridad le recomendaría el Princess o el Intercontinental, son los mejores, ahí es
donde se quedan «los gringos».
Honestamente, lo que menos me interesaba era hotel, frialdad, aislamiento.
Ansiaba calles, entrar en mercados, escuchar gente, ver rostros, sentir
humanidad.
Veremos, veremos —le dije—Me recomendó Orlando el gallo pinto y la
leche agria que venden por un antiguo cine. —le comenté.
—Ahh, el Salinas, la del Vaquero, es por mi casa —me contestó.
Nos dirigimos entonces a un viejo cacharro Hyundai, que sorpresivamente
encendió al primer intento. Empezamos a recorrer calles y pronto reconocí el
hotel piramidal donde en 1989 me hospedé con Zorrillo y Bodego, los
abogados mexicanos, igual que yo, cómplices mafiosos en aquel entonces, de la
hoy autodenominada Cristiana, Socialista y Solidaria Coatlicue.
Subiendo una cuesta por ahí, el automóvil aquel comenzó a toser como
endemoniado.
—Ahí era 100 % noticias y aquí era el Chipote — me comentó Eugenio
señalando a ambos lados de la calle.
Después de avanzar un trecho y hacer un par de giros, el carro aquel pegó
dos o tres sacudidas y se apagó, a la vez que emitía un sonido similar al de una
olla a presión, dejando escapar vapor: ¡shhhhh!
—Es un “hoyito” que anda el radiador —dijo Eugenio con cara de desaliento.
Se bajó del carro, levantó el capó (coraza le llamó) y empezó a manipular y a
ensayar respuestas, todo ello, más para tranquilizarme, que por convicción de
resolver la situación. Finalmente, vino el dictamen:
—Lo siento, hay que esperar que se enfríe…
Frente a nosotros, se alzaba una curiosa construcción piramidal de estilo
maya y con un nombre un tanto familiar: «El chamán», más allá, a la izquierda,
un gran edificio de reciente construcción.
—Ese es el nuevo estadio de béisbol —me señaló Eugenio—.
De inmediato le pregunté si no fue de ahí que habían disparado a Álvaro
Conrado, el adolescente aguador a quien la malvada ministra de salud
orteguista, Sonia Castro, habría dado orden de no atender en los hospitales. Su
afirmativa, casi susurrada respuesta, me estremeció.
—De inmediato empecé a caminar hacia el sur, hacia donde Eugenio me
comentó, que era el área de las trincheras estudiantiles. Caminé y caminé, volví
a ver con desprecio aquel vidrioso armatoste que llaman, «Estadio Denis
Martínez» convertido un día, en antro de muerte. Caminaba emocionado,
tocaba el caliente suelo de adoquines como queriendo arrancarle un poco de la
historia que guardaba. El mismo caliente suelo que supo del sabor y calor de la
sangre de aquel casi niño, el mismo que oyó su aterrador lamento: «me duele
respirar, me duele respirar» , más allá, más suelo, más caídos, más lamentos
acumulados, más sangre y lágrimas corridas… 20 de abril, 30 de mayo…,
¿cuántas fechas más faltarán?
Ese día, aquel caliente suelo, unió para siempre mis lágrimas con las de
aquellos nobles, idealistas, pero imprudentes chavalos. Mis lágrimas y mi
esperanza de ver un día a los malvados pagando el fruto de su vileza.
Casi llegando a unos semáforos, frente a la Universidad Centroamericana,
me alcanzó Eugenio en su cacharro. No obstante, me resistía a montarme, a
despegarme del suelo y romper esa especie de cordón umbilical que, de manera
inmerecida, sentía que me unía a aquellos heroicos pero ilusos cipotes que un
día, osaron retar a un sistema criminal.
Finalmente me monté al vehículo. Ante la pregunta de Eugenio de si
seguiríamos en pos del antes dicho gallo pinto, le dije que no me importaba; en
verdad, sentí de pronto haber perdido el hambre y hasta el rumbo. Sin mucho
preámbulo, le pregunté si podíamos ir a su casa para de ahí planificar qué
hacer. Aquel pobre hombre abrió desmesuradamente los ojos y titubeando, me
dijo:
—Sí, claro, claro…
Empezando entonces él, con un frenesí de llamadas. Se detuvo en tres,
cuatro, cinco ocasiones, simulando revisar las llantas del vehículo para
aprovechar a hablar. A lo largo, yo escuchaba:
—«Poné café “enquesea” mujer, fíate un arroz y alguna chochada, barré la sala».
Consideré entonces, una tamaña grosería de mi parte estar poniendo a aquel
hombre en el injusto e inesperado papel de anfitrión obligado. Le manifesté
que desistiera de la idea si le causaba inconvenientes.
—Para nada, para nada — fue toda su respuesta.
Unos quince minutos después, llegamos a una humilde casa del Barrio La
Fuente, donde la esposa de Eugenio, Miriam, una mujer morena, delgada y de
unos cincuenta y tantos años, nos recibió con una amplia sonrisa. Entramos a
la casa, en la sala había una niñita de unos 9 años que escribía o hacía tareas
sobre una pequeña mesa.
— Es Daniela, mi nieta —dijo Miriam.
No puedo expresar con palabras la impresión que tuve ante la mirada de
aquella niña, una mirada rara y profunda, en un rostro encantador.
Aunque muy limpia, aquella vivienda reflejaba total falta de mantenimiento,
la crisis económica se percibía al acto. De pronto, apareció en la puerta de la
casa un muchacho con una bolsa de arroz y otra de aceite, gritando a todo
pulmón y para molestia de Eugenio:
—«No fía carne, dice doña Rosa. Ahh y que por favor, se acuerde de ella…»
Todo aquello me hizo sentir, haber llegado al lugar correcto en el momento
correcto. Una sensación que ningún hotel 5 estrellas me hubiera brindado.
Hablé de corazón a corazón con Eugenio, le dije acerca de mi cariño a su cuate
Orlando allá en Los Ángeles y también de mi urgente necesidad de contar con
alguien de confianza en aquella desconocida Managua. Le di la mano, una de
mis tarjetas de crédito y con ella una perentoria orden:
—Hágame el favor, compre todo lo que necesite y también, regálele el más
lindo vestido a su niñita.
Cabizbajo, con el rostro enrojecido y como asimilando la situación, habló
con su mujer, saliendo luego ambos de la casa acompañados de Danielita.
Una hora después, luego que Adán, un habilidoso joven vecino de Eugenio,
activó mi teléfono con las redes locales, empecé a planificar acciones,
resguardado a la sombra de un hermoso árbol de almendras en el amplio patio
de aquella casa.
HECHIZOS EN IGLESIAS
Mi primer objetivo era contactar a “El Negro Toruño”, un ex agente de la
Seguridad del Estado sandinista en los años 80s, coordinador paramilitar hoy y
uno de los ejecutores en 2014 y 2015 de la clandestina operación Sambrón, la
cual consistió en la colocación de centenares de Tlachihuias o hechizos de
magia negra, en numerosos templos evangélicos y católicos de Nicaragua.
Como se recordará, tal fue una de las demandas que las supuestas deidades
transmitían a Coatlicue a través del chamán Chiquilistá. La idea era contactarlo
a través del número de teléfono proporcionado por Cristian, un ex policía del
regimen orteguista exiliado en Costa Rica.
— «Debe estar en farra de guaro y desocupado, llámelo a ver que le dice» —fueron las
últimas indicaciones de Cristian.
El argumento a utilizar con el tal Toruño, era decirle que yo era un
inversionista extranjero y que alguien me recomendó contratarlo a él como mi
chófer escolta por unas semanas, animándolo con un excelente pago en dólares.
Finalmente, lo llamé, simulé una forma de hablar de gringo, con pésimo
dominio del español. Aquello no resultó, el Toruño de marras adujo andar en
misión, sabrá Dios de qué tipo. Una llamada a Cristian en Costa Rica, haría
aparecer otro nombre y una dirección: Vidal, El “Chuky”, miembro de los
CPC, los órganos de espionaje comunitarios del orteguismo y quien radica en
un sector de Ciudad Sandino, comunidad cercana a Managua. Cristian me
mencionó, que el personaje en cuestión era un destacado reclutador de falsos
fiscales en los fraudes electorales y que había sido participante activo, de la
operación de nuestro interés, relacionada con los Tlachihuias en los templos.
No había número de teléfono disponible, por lo que había que irlo a buscar de
manera discreta.
Ahorrando detalles, dos días después, ayudado por las poderosas dotes
persuasivas que el imperialista billete verde tiene entre los matones del
orteguismo, Vidal, un hombre moreno, en sus 40 años, obeso, de poco hablar y
armado con una pistola, de váyase a saber qué tipo al cinto, se convertía en mi
chófer y escolta a bordo de una moderna camioneta rentada, en la que
supuestamente me conduciría para realizar distintas gestiones y reuniones
propias de un potencial inversionista, tal y como se suponía que era. Por más
que justificada precaución, me hice acompañar siempre de Eugenio, en cuya
humilde casa, cual intruso ansioso de afecto, finalmente me quedé.
Tratando de acercarme al objetivo de obtener la información buscada,
primeramente, en afán de ganar la confianza de Chuky, hablaba en voz alta con
Eugenio de mi gran amistad con Coatlicue y con tres o cuatro reconocidos
personajes más del régimen, así como de mi participación como espía del
gobierno, llenando las iglesias católicas «derechistas», de centenares de escuchas
telefónicas. El contar dinero frente al Chuky fue también otra táctica para
insuflarle codiciosas expectativas. No hacerle preguntas directas de ningún tipo,
seguramente contribuía también a incrementar su confianza. Al final, pude ver
que íbamos por buen camino, al percibir en él una actitud más relajada y verle
una que otra maliciosa sonrisa, mientras aprobaba con la cabeza mis farsantes
expresiones hacia Eugenio quien, para mi inquietud, solo atinaba a responder:
—¡Choocho! ¡Qué bárbaro! — ¡Choocho! ¡Qué bárbaro!...
Al día siguiente, el Chuky se mostró más animado y locuaz. Después de un
almuerzo, tres o cuatro cervezas, de falazmente ufanarme de mi gran amistad
con un tal Peralta, así como con el Negro Toruño, ambos, según sabía,
responsables de la operación Tlachihuias y también, de presumir sobre el gran
proyecto de espionaje que bajo el auspicio del buen gobierno, me encontraba
yo planificando, el tipo soltó la lengua. Aparte de sus lastimosas dotes de
soplón de barrio, el Chuky tenía “pegada”, es decir, influencia, con los
delincuentes locales, lo cual, fue esencial para el desarrollo de la operación
Sambrón.
Empezó relatándonos:
—En una quinta situada en Néjapa, a un costado de la laguna y sobre un
camino de tierra que va a salir al cerro Motastepe, se preparaban los paquetes
que serían colocados en las iglesias. El acceso a la casona era restringido,
nosotros nos quedábamos en el parqueo, cargábamos los paquetes que eran
como de un papel de aluminio, pero negro, acomodados en unas bolsas
plásticas. Los mismos salíamos a dejarlos a una pequeña bodega allá cerca del
puente de Portezuelo. Ahí, dependiendo del caso, se reducían como churros
para introducirlos a los tubos de unas sillas que se regalaban a las iglesias
seleccionadas o bien, del tamaño de un nacatamal se camuflaban debajo de
bancas de madera con un fondo de Plywood, las que también se llevaban de
regalo a las iglesias.
—Cuando abríamos los paquetes para reducirlos, re empaquetarlos y acomodarlos,
aquello hedía horrible, a perro muerto. Puro alucín todo aquello, yo nunca entendí para qué
put@ era eso, decían que eran loqueras de la doña. Feo todo, pero ni modo, nos pagaban
bien. Ya sellados y embebidos con una resina café, no se sentía nadita.
—En los casos de iglesias que no necesitaban bancas, la cosa era más difícil, había que
colocar aquello al escamote, debajo de las bancas que había. Entrabamos con una biblia bajo
el brazo como que íbamos al culto, llevábamos el producto en una bolsa y usábamos una
cinta adhesiva para pegar el paquete debajo de la banca, una cinta jodida que, si te
descuidabas, se te pegaba de viaje en la mano. Me acuerdo que un mismísimo 31 de
diciembre, en una iglesia del barrio Bello Amanecer, salí con un nacatamal de aquellos,
pegado en la mano.
—Otras veces, cuando lo que había eran sillas de plástico de esas «charrulonas,
balurditas» no se podía hacer nada. Las chochadas esas las metían no sé ni cómo, dicen que
hasta en el cielo raso, y en los paneles o cajas eléctricas pusieron. Yo algunas, hasta las boté
en un basurero y dije que las había puesto. Fueron varios meses de aquello. De ahí fue que
saqué billetes para hacerle la casita a una hija que tengo con una querida en el barrio San
Cristóbal.
Aparentando curiosidad, le pregunté, sin demostrar demasiado interés:
—¿Y cómo eran esos paquetes? ¿Te sobró alguno? Me hubiera gustado ver
uno tan siquiera.
—Qué va, los que me sobraban los tiraba a la basura —respondió.
—¿Sabían algunos pastores o encargados de lo que ustedes hacían? —
pregunté.
—Que yo sepa no, no lo creo, porque entonces no habría habido necesidad de hacer todo
el papelón que se hacía para escamotear aquella chochada —me contestó, con cierta
lógica.
En esos momentos, sonó el teléfono del Chuky quien respondería:
—¿Qué onda estúpido? ¿Cómo? ¿Cuándo?, no sé nada mae, voy a confirmar con El
Negro y te llamo, si hom, te llamo, dale, te llamo...
Aquella llamada me heló la sangre, «¿a qué Negro se referiría? ¿a Toruño?
¿Cómo reaccionaría aquel delincuente armado y a mi lado, si descubriera mi
falsa trama? Decidí entonces que iba siendo hora de deshacerme de la necesaria,
pero nada grata, presencia del Chuky».
Viendo un poco atrás, considero que fue un error de novato, haber
utilizado el barato argumento ese de conocer al Toruño de marras, ya que
considero haber podido extender más mi tiempo con el Chuky y con ello, el
volumen de información recopilada.
Algo nervioso, atiné a preguntarle sobre la cantidad de personas
involucradas en la operación Sambrón, a lo que me respondió:
—A saber, eso lo manejaba El Negro Toruño, y Orozco que trabaja directamente con
Fidel. Solo yo con uno que le dicen el Ronco, atendimos como 30 o 40 iglesias, chiquitas y
medianas —respondió—. En esos días, siempre con el Ronco, estuve llevando tanques de
esos negros de 200 galones llenos de agua, del plantel de la Alcaldía en Bathaola a la quinta
esa de Nejápa, porque ahí no había agua. Ahí conocí a un «viejitingo» aindiado, negrito,
bajito, de cotona que andaba un poco de collares.
—¿Cómo se llamaba? — le inquirí, intuyendo que podría ser el chamán
Chiquilistá.
—Nunca le pregunté, quien debe saber es El Ronco, él lo conoce mejor, y hasta me contó
que le hizo unos trabajos todos raros al «viejitingo» ese en un cementerio que está en
Cuajachillo, allá por Ciudad Sandino, y unas «varas» que fueron a enterrar no sé dónde.
Supe también que un hombre llamado Nemesio, que se mantiene reparando tumbas ahí en
el cementerio general, ha trabajado con ese señor.
—¿Qué tipo de trabajos? —pregunté intrigado.
—No sé, dejé de ver al Ronco para esos días, porque el «verga», junto a un entenado de
Paco Diaz, (Jefe de la corrupta policía y ruin consuegro del tirano
Ortega), hijo de una querida que este tiene en el barrio La Primavera, apuñalaron a un
hombre en un bar del mercado Huembes, de ahí no volví a verlo, se perdió, me han dicho
que…
En esos momentos volvió a sonar aquel su maldito teléfono y no me quedó
más que oír con atención sus singulares respuestas:
—Quihubo, Lágrimas, no puedo hablar mucho ahorita. Negras prik, aquí la ando, ya
no sabes pues, siempre al 100, hablemos luego mae, ¿por dónde?, déjame ver, te voy a
«guasapiar» luego, dale pues…
Entrometidamente, le dije:
—¿Lágrimas? Ja, interesante nombre.
—Ah sí, buena onda el man, me dio a vender una pistola, una Beretta 32.5, está bien
“niú”, la tengo en la casa, ¿la quiere ver? Se la puedo traer a enseñar mañana.
—Pero, ¿y los documentos, los tiene? —le pregunté.
—No hay falla con eso, en dos o tres días se los consigo…
¿Qué oscuro origen tendría la susodicha Beretta 32.5? Peor aún, ¿qué
siniestro historial acumularía en manos de aquellos retorcidos personajes? ¿A
quién habrá herido o alguna vez matado?
Finalmente me dijo:
—Óigame, ¿va a necesitar gente para ese pegue del que habló?, yo tengo gente
moridora y probadaoyó, pregúntele al Negro Toruño, él le puede decir…
No me quedó ninguna duda de la clase de gente «moridora» a la que Vidal,
El Chuky, se refería. Sabía que esculcándolo más, podría salir una mayor
cantidad de reveladora podredumbre. No obstante, el permanente riesgo de
que en cualquier momento él mismo se comunicara con El Negro Toruño o
con Tijerino, y descubriera mi falaz trama de ser amigo de ambos, me hizo
despacharlo a media tarde de ese segundo día, aduciéndole urgencias de último
momento que debía atender. Mis palabras finales para el Chuky fueron:
—Dale pues, ahí te llamo…
Superchería o no, concluí que la clandestina implantación de los llamados
Tlachihuias en incontables templos o iglesias fue una realidad, un grotesco
irrespeto que demostró una gran osadía, y una eficaz capacidad conspirativa.
¿Qué oscuras consecuencias pudo tener en los fieles de las iglesias aquella
acción, aparentemente hecha a espaldas de los mercaderes de la fe, aliados del
orteguismo?.
¿MOLOCH EN LA HUGO CHÁVEZ?
Deseoso de ahondar en lo dicho por el Chuky, nos acercamos al Cementerio
General de Managua en pos de Nemesio, el personaje mencionado por aquel,
como colaborador del Chamán Chiquilistá. Por discreción, dejamos la
camioneta a pocas cuadras y fuimos a pie.
LETUM NON OMNIA FINIT es la leyenda con la que el amplio portal del
cementerio General de Managua, recibe tanto a sus impávidos, definitivos
huéspedes como a los atribulados dolientes. En la entrada misma fuimos
abordados por algunos sepultureros y acicaladores de tumbas quienes nos
ofrecían sus servicios y a quienes inicialmente eludimos para luego,
aparentando esperar a alguien, iniciar una frívola plática con uno de ellos, un
hombre de mediana edad, rasgos indígenas y quien nos dijo llamarse, Sixto.
— Ajá amigo, ¿qué tal, ¿cómo está el trabajo? —le pregunté.
—Ahí, mantenidito... días buenos, días malos, pero ahí va —respondió.
— Disculpe, un amigo me habló de un tal Nemesio, ¿lo conoce?
—Pues, el único Nemesio que aquí ha habido es Nemesio Choco, le dicen así porque le
falta un ojo. Ese ya casi no viene, por allá se aparece. Le estuvo yendo bien al jodido,
agarraba unas «bebiatas» de hasta quince días.
—Espéreme un momento —Nos dice, mientras empieza a llamar a Tito, un
hombre joven que aparentaba andar ligeramente alcoholizado y quien nos
reafirmaba lo dicho por Sixto, agregando que él conocía donde vivía Nemesio y
que con algún pago, con gusto nos lleva al cercano barrio de Las Malvinas,
donde aún vive la exmujer de este último.
Aceptando la propuesta, en menos de 15 minutos arribamos a casa de Ruth,
la exmujer de Nemesio, quien nos recibe de malas maneras, nos dice no querer
saber nada de todo lo tocante a su ex marido y se niega tajantemente a hablar
con nosotros.
A punto de dar media vuelta, nos aborda un señor mayor a quien
llamaremos Dámaso, padre de Ruth, quien amablemente nos pide disculpas y
nos dice que si es por algún trabajo en el cementerio, tanto él como su hijo se
ponían a la orden, a la vez que nos relataba su experiencia en fosas, mausoleos
y demás.
—Lo que sucede es que Nemesio nos hacía unos trabajos especiales —
argumenté.
Viéndonos con malicia y apartándonos de Tito, nuestro improvisado guía, el
anciano nos dijo sin más preámbulos:
—Lo que sea que Nemesio les haya hecho, conmigo lo habrá aprendido —agregó—.
— ¿Vienen de parte de Gutiérrez? — Nos preguntó.
No queriendo repetir el error cometido con el Chuky, le fui franco y le dije
que no conocía a ningún Gutiérrez, pero que alguien que no quería ser
nombrado nos había referido a Nemesio y su colaboración con Maximiliano
Chiquilistá, y que deseábamos algo similar…
—Ah, don Maximito, como no, claro. ¿Y qué exactamente desean?
Tan elemental pregunta me desarmó de inmediato. ¿Qué podía responderle?
Yo en realidad no sabía detalles de los tétricos negocios del Chamán y
Nemesio.
Sería Eugenio quien, dejando a un lado su característica timidez, diría:
—La verdad, es que solo somos intermediarios, enviados por una bruja
panameña a contactar a Nemesio, para estar preparados por cualquier encargo
y saber los precios de sus servicios.
Ante tal argumento no pude dejar de notar cierta reacción suspicaz en el
rostro de Dámaso. Quien de inmediato dijo:
—Ah, panameña, pero,¿cómo es que andan a pie?
Intuyendo estar ante una importante fuente de información y sabiendo el
valor de una imagen de solvencia económica en estos casos, procedí a darle a
Tito, el que tipo que nos llevó hasta Damaso y a la vista de este, un billete de
20 dólares, agradeciéndole por sus servicios e invitando al primero a comer
donde quisiera para hablar de negocios. Pasando previamente a recoger por el
parqueo, la reluciente camioneta Toyota Prado, que días antes había rentado,
vehículo que en Nicaragua, es mayormente el símbolo de los prosperados de
cualquier signo político o religioso.
Después de ponerse su mejor camisa y de oír mientras salía, algunas bromas
que a gritos le proferían un par de vecinos que habían estado pendientes de su
conversación con nosotros, Dámaso nos acompañó a recoger el vehículo.
Hombre de raíces sencillas, nos indicó sentirse mejor en una «comidería», que
es como llaman en Nicaragua a los mesones populares.
Finalmente, ni el ambiente bullicioso del mesón ni por supuesto el
momento de comer, fue el apropiado para hablar de los mortuorios menesteres
que Dámaso junto a su yerno Nemesio, hicieron para el chamán. Es así, que
inmediatamente después de comer, Damaso nos sugirió ir a una plazoleta en el
interior del mismo cementerio.
Después de sortear nuevamente a los ofertantes de servicios de la entrada,
nos ubicamos bajo unos frondosos árboles desde los cuales eran visibles unos
viejos mausoleos exquisitamente tallados en mármol. Verdaderas obras de arte,
algunos de ellos, de hasta 80 años de antigüedad.
Damaso nos expresó:
—Lo que más nos encargaba don Max eran calaveras, exigiendo que las mismas
tuvieran su dentadura completa; por cada una nos daba hasta 5,000 córdobas (unos 150
dólares). No era fácil oyó, de diez que ubicábamos una daba la talla, el resto no. La
última vez que le vendí una, fue hace como seis meses (octubre 2021), no sé si Nemesio le
habrá vendido más en estos meses. Mire pues, yo le cobraría a usted 8,000 córdobas por lo
menos, por cada una. Eso sí, le garantizo calidad.
Las anteriores expresiones de Dámaso me asombraron por la frialdad con
las que las decía, era cual si estuviera hablando de conseguir una rara
antigüedad o un agotado libro. Nuevamente Eugenio tomaría la iniciativa
diciendo:
—¿Y cómo lo hacían?, porque en verdad, no queremos meternos en
problemas.
—No se preocupe yo arreglo eso, con billetes baila el perro. Hablando de tres o cuatro
encargos, yo se las entrego donde ustedes me digan — respondió al acto Damaso.
En otro punto de la conversación, Dámaso nos relató que sus diferencias
con Nemesio fueron a partir de que este último, lo relegó de todos los
encargos, que a mediados del 2020, le hiciera el anciano Chiquilistá.
Fue entonces que nos describió una serie de ofertas de trabajos similares a
los hechos, no sólo al consentido Chamán de Coatlicue, sino que también por
encargo de otros brujos posiblemente asociados a esta última, incluyendo en
esto, a varios otros cementerios de Managua y sus alrededores.
Poco inclinado a alimentar morbo, no describiré aquí toda la larga oferta de
macabros servicios descrita por el anciano Dámaso, quien nos dijo también,
que su yerno Nemesio, años atrás había participado en algunos entierros tanto
en la rotonda Hugo Chávez como en un centro ceremonial de Chiquilistá,
ubicado en un exclusivo reparto llamado Las Cumbres, entre esos entierros
enumeró calaveras y curiosamente también, un pequeño ídolo que él llama
«Mochol» y que por la descripción hecha (un demonio con cabeza y cuernos de
toro) supuse que se referiría a «Moloch» una réplica del cual pude ver, tres
décadas atrás, en el cuarto de rituales de Coatlicue, en su residencia de Ciudad
de México.
EL CAMPANARIO DE MOLOCH
Damaso nos relató que un ídolo del referido Moloch, pero de unos seis pies
de altura fue enterrado por su yerno Nemesio, exactamente en la base del actual
Campanario de Managua, frente al Cine Gonzales, ubicado curiosamente, en el
mismo sitio donde Coatlicue asevera haber sido abducida en la segunda
ocasión en 1976. (La primera supuesta abducción de Coatlicue, ocurrió frente
al monumento a Darío en el Parque Central).
Damaso, más enfocado en el bendito dinero que dejó de ganar con
Chiquilista, nos expresó:
—Fueron “pocones de riales” los que el bandido de mi yerno agarró de unos entierros
que se hicieron en la base del Campanario, ahí frente al Gonzales. No es justo amigo, si el
cliente (Chiquilistá) era mío yo fui el que se lo presenté. Todo se lo hartó en guaro, de ahí
vinieron los problemas con su mujer, mi hija, hasta que se dejaron.
Picado por la curiosidad, le sugerí a Damaso que se olvidara por un
momento de sus pleitos con Nemesio y nos diera detalles de los entierros en el
mencionado campanario, a lo cual, nos relató:
—Legítimamente, yo no trabajé ahí porque el ingrato me apartó, pero vine como tres
veces acompañando a mi hija quien le estaba reclamando dinero para la comida del niño,
hijo de Nemesio. Este trabajó como unas 12 noches ahí en eso y las zanjas las hicieron con
un tractor de la Alcaldía.
¿Doce noches? —pregunté extrañado.
—Ah claro amigo, estos trabajos solo son de noche que es cuando no hay gente, ni en el
cementerio ni en el lugar donde se hace el entierro. En una de esas venidas, de madrugada,
fue donde vi el gran ídolo ese, lo tenían debajo de una gran carpa azul primeramente y
después fue que lo miré, ya a medio enterrar, al lado arriba de la base (lado este) antes
que le hicieran la llena de concreto a la tapa de la bóveda.
Como detalle curioso, Dámaso nos relataba que todos los entierros se
hacían “de lado arriba”, (este) esto es, señalando hacia la salida del sol, tal y
como se señaló en un punto de la anterior entrevista con Dharma.
Para finalizar, Dámaso nos contó que su primer trabajo con Chiquilistá, fue
alrededor del año 2014 en la propiedad de Nejapa ya referida anteriormente
por alias Chuky. Indicó que tal trabajo se realizó en tres noches y que Nemesio,
junto a a un hombre del barrio Acahualinca de Managua, a quien le dicen el
Ronco, sigilosamente habían acomodado y luego sellado, una especie de bóveda
ahí mismo hecha. Casi en susurros y con mal disimulado temor, nos habló de
una especie de cabra con plumas, que también habría sido enterrada ahí.
Creyendo haber obtenido lo que pudimos de boca de aquel anciano de
quien, para protegerlo, tanto su nombre real, fechas de supuestos trabajos,
ubicación y verdadera filiación con Nemesio, han sido cambiados, nos
despedimos.
Aunque mi personal experiencia me hace creer en la mayor parte de lo
aseverado por Dámaso, debo remarcar mi imposibilidad de confirmar la
verosimilitud de tal relato.
DANIELA Y SU INTERNO MIRAR
De vuelta en casa de Eugenio y disponiéndome a planificar la próxima
acción, oigo la animosa voz de Miriam, anunciando tener ya preparado un
“indio viejo” que no podía esperar. Nos sentamos los cuatro en una pequeña
mesa de plástico y de inmediato observo a Míriam tomando de las manos a
Eugenio y a Daniela, para disponerse orar y dar gracias por aquella comida;
piadosa costumbre que yo no hacía desde mi niñez. Es en ese preciso instante,
que siento la mano de aquella niña sobre mi brazo, buscando al tanteo como
tomar mi mano y mostrando una leve sonrisa de satisfacción al lograrlo. Debo
decir que me ericé de pies a cabeza al presentir lo que pasaba con ella, tomé ahí
mismo la mano de Eugenio, cerré mis ojos y oré con ellos.
Concluyendo la breve oración de gratitud, abrí los ojos ansioso de
comprobar que me equivocaba. Miré entonces a Daniela tomar la cuchara y
llevarse la comida a la boca con calculada precisión, mientras mantenía fijos al
frente, aquellos sus deslumbrantes ojos. Apreté entonces con fuerza el brazo de
Eugenio y apenas abriendo los labios, le musité, señalando a la niña, un casi
inaudible:
—¿Qué le pasa?
Fue cuando escuché entonces la temida y susurrada respuesta:
—¡Es ciega!
Apenas si disfruté aquel bendito indio viejo, tan alabado y añorado por
Verónica allá en casa. Conmovido, no dejaba de apreciar con la mayor ternura a
aquella criatura de augusto rostro. Su soltura, educadas formas y digna actitud,
eran sencillamente admirables.
UNA TOCAYA DE AGALLAS
Nacida en una comarca cercana a Malpaisillo, municipio de León,
Nicaragua, Míriam, la esposa de Eugenio, era una de 11 hermanos, hijos de
Flor y Evaristo, cocinera y peón de hacienda, respectivamente.
Entre pastoreo y ordeños de vacas al filo de la madrugada, cortes de
algodón o «moticheo» de yuca, no hubo tiempo para el estudio hasta que
Francis, la joven esposa del hijo de uno de los hacendados locales, embarazada
y necesitada de una asistente, se llevó a Míriam a Managua a sus 14 años.
Míriam nos contó:
—Me acuerdo que fue «despuesito» del terremoto del 72, yo lloraba y
lloraba, viera usted, me hacía falta mi monte, mi mamá, treparme a los palos,
jugar en la lluvia, correr y correr, porque yo era bien «chimbarona». Fue duro
adaptarme, veía que la gente en la ciudad no saludaba, eran fríos y empurrados.
Me dije, bueno, esta mujer que “pare” el cipote y yo que me vuelvo a mi lugar.
— En esos días, llegó a la casa una mujer maciza, gata, ojos verdes, cara
seria, madrina de Francis, quien me quedó viendo rara y me dijo:
— «Eso es curtido que andás ese cuello chavala, te voy a traer un buen paste y jabón».
— No le contesté nada, me miró a los pies y cuando quiso decirme algo,
«pegué el arrendón», di media vuelta y me metí a un cuarto a llorar de cólera.
Salí cuando supe que la mujer aquella, se había ido.
— Dos días después, aquella mujer gata volvió, vi que venía con una bolsa.
Al pasar frente a mí le di la espalda, me preguntó cómo me llamaba y no le
respondí.
— «Bueno pues, malcriada, ahí te dejo esa bolsa», — me dijo.
— Decidida a no agarrar nada de ella, me fui a mis quehaceres, en eso oigo
a la mujer aquella detrás de mí, decirme:
«¡Ajá Miriamcita!, si hasta somos tocayas, bandida, ya me dijeron. No esté enojada mi
muchachita, usted ya es una mujercita y debe cuidarse mi amor, eso es todo. Te voy a
comprar unos vestidos y ya sabes, tenés que ir a clases, a como sea debes estudiar, en unos
días vuelvo, enojona, ¿me oíste?».
— La bolsa aquella contenía champú, jabones, una crema Ponds, un paste con esponja
y un par de sandalias. El nombre de aquella mujer gata y voz ronca, era Míriam Argüello,
abogada y política conservadora. Desde aquel día, fue mi segunda madre, mi ángel, mi
amiga. Gracias a ella aprendí a leer a los 15 años con profesora pagada. Gracias a ella
también aprendí cocina y repostería. Ella me enseñó que una mujer puede salir adelante sin
un hombre al lado. Hasta aprendí a hacer arreglos florales con ella. Me enseñó tantas cosas.
Cómo lloré y odié a estos malditos del gobierno, cuando la apresaron y denigraron como un
animal enjaulado, en Nandaime en 1989. Luego en los 90, veía las burlas hacia ella en la
televisión sin que las tales feministas dijeran nada. Por eso me arrecha que este par de
idiotas, mi marido y mi hijo, le hayan puesto Daniela a mi muchachita, en honor a ese
degenerado, a ese criminal que nos tiene en esta desgracia.
—¡Baja la voz mujer, baja la voz! —dijo un Eugenio alarmado ante una
encendida Míriam.
Sentada aparte, Daniela oía y sonreía con sus ojos abiertos, todo el tiempo
enfocados, en su seguramente, colorido y maravilloso universo interno.
LAGRIMAS DE SANGRE (Mariana en su
Gólgota)
No recuerdo exactamente cómo, la plática sostenida con Eugenio y Miriam,
derivó hacia el estado de salud de Mariana, una vieja amiga de ambos y madre
de Alex, un joven de 21 años asesinado el 2 de mayo del 2018 a pocas cuadras
de la universidad UPOLI y a quien Miriam deseaba visitar después de meses de
no hacerlo y de paso, llevarle un viejo y más que dudoso glucómetro que
Mariana les había solicitado.
Dos días antes, en un mesón o comidería callejera cercana al barrio Ducualí,
costado norte del colegio público Luxemburgo, (Managua) Eugenio me había
señalado discretamente a la madre del joven Jarod Ramírez, asesinado por
paramilitares orteguistas en su propia casa, la misma donde está la comidería, la
media noche del 20 de junio 2018.
Ajetreada en su labor, aquella mujer, falda negra, camisa blanca, vestía luto a
casi cuatro años de la tragedia. No pude si no conmocionarme y en silencio, no
dejaba de mirar con una mezcla de profunda pena, admiración y el más sincero
respeto a aquella mujer. Sólo imaginarme su dolor me estrujaba el corazón.
Sentí un gran deseo de abrazarla, de darle mis respetos, pero a la vez, sabía que
solo reabriría su inmensa herida. ¡Adiós hambre!, tomé un café especialmente
amargo, nos empacaron la comida y nos marchamos.
Tocado por la anterior experiencia y oyendo hablar a Míriam sobre la madre
de otro asesinado por órdenes del par de tiranos, no dudé en ponerme
totalmente a la orden para llevarla y también, asistir en lo que fuera necesario a
una de aquellas a quien justamente considero como las grandes víctimas de la
tragedia nicaragüense: Las madres de los centenares de asesinados por las
hordas criminales orteguistas.
Una hora después, a eso de las cuatro de la tarde, salíamos todos a la casa de
Mariana, ubicada en el barrio “Los Laureles”, al este de Managua.
—¡La sangre de Cristo!, Miren como le han manchado la casa a la mujer estos
desgraciados.
Tal fue la expresión de Míriam al momento de llegar a la casa de Mariana, su
amiga y madre del joven asesinado y observar una tenue capa de pintura celeste
sobre la pared de la humilde vivienda, intentando cubrir unas letras negras
irregularmente escritas que rezaban: “GOLPISTAS” y otra con la expresión
“DANIEL ZEQUEDA”.
Ver aquello me enardeció. ¡Indignante! ¡Despreciable!
Un niño, un perro detrás de este y una muchacha salieron de la casa,
acercándose curiosamente al vehículo, del cual se bajó primeramente Míriam y
luego, un tanto tímidamente, Eugenio, Danielita y yo.
Una mujer joven, de anteojos, largo vestido y con una biblia en la mano que
se nos presentó como Helena, hermana en Cristo de Mariana, nos recibió e
invitó a pasar a la sala donde lo primero que observamos era una gran foto de
Alex, el asesinado hijo de esta última. Frente a la foto, dos veladoras
demostraban la permanente veneración al hijo caído. Nos sentamos, Miriam
pasó más adentro, a uno de los aposentos donde reposaba Mariana.
— Estuvo bien mal ayer, se le subió horriblemente el azúcar, y se le alteró la presión.
—Ha sido duro esto, la voluntad de Dios es la que nos mantiene — nos dijo Helena,
miembro de una iglesia evangélica local, de las que un grupo de 11 mujeres, en
un admirable gesto de solidaridad humana, se dividen en turnos de doce horas
diarias, para asistir a su desvalida hermana. Hermoso y conmovedor, me faltan
palabras para describirlo.
Minutos después salió Míriam, tomada de la mano de Mariana, una mujer
blanca, ojos azulados, de rostro noble y altivo, con una expresión que reflejaba
claramente un trance de profundo dolor, pero a la vez, un aura de formidable
convicción espiritual. Su caminar pausado, no disminuía su aire de dignidad.
Un olor a santidad, una atmósfera de solemnidad imposible de describir desde
mis limitaciones narrativas, inundó aquella sala. El rostro de Daniela, sus
grandes y expresivos ojos, hacían juego con su ahora circunspecta y atenta
expresión.
Nos presentamos.
Oriunda de La Trinidad, Estelí, vicisitudes económicas producto de la
separación de sus padres, la hicieron recalar en Managua, a finales de los años
70s, específicamente en el colegio y casa de acogida para niñas, “Casa Nazaret”,
bajo el amparo de su magnífica directora, Crisanta Sacasa, el mismo lugar
donde conoció a Miriam y donde, dedicada a labores piadosas, se mantuvo
hasta 1994 cuando, a sus 29 años, cedió a los galanteos de Luis, chófer y
asistente del entonces corrupto director de Coprosa, Roberto Rivas, el mismo y
perverso cómplice de los fraudes electorales del tirano desde su flamante
puesto de presidente del Consejo Supremo Electoral.
Para pena de Mariana, Luis, padre de sus dos hijos Luis y Alex, este último
el menor, nacido en diciembre de 1996, resultó ser un irresponsable mujeriego
y alcohólico, por lo que luego de escasos tres años de tribulaciones se
separaron, viéndose entonces Mariana con el reto de sacar adelante, ella sola, a
sus retoños. Sus habilidades en la elaboración de dulces y cajetas supieron
solventar las necesidades de su hogar, hasta ese aciago día de mayo del 2018.
Puedo jurar aquí, que no tenía la más mínima intención de irrespetar el
duelo de aquella mujer con preguntas que, por las circunstancias, serían
claramente impertinentes. Sentado y en silencio, no hacía más que apreciar con
la mayor reverencia, la imagen de aquella madre sentada frente a la foto del hijo
asesinado y quien, finalmente nos expresó:
—Fui su ángel de la muerte. Él iba para Costa Rica a trabajar con su papá y su
hermano Luis en una hacienda que “don Roberto” tiene allí. Yo lo detuve, me aterró que se
me fuera; no quise separarme de él unos meses y ya ve, se me fue para siempre, mi
muchachito lindo. Días antes de que lo mataran, me había prometido dejar de una vez ese
bendito fútbol y dedicarse por entero a sus descuidados estudios en la UNI.
— El miércoles, 2 de mayo, como a las tres de la tarde lo mandé a comprar una canela y
nuez moscada aquí al Iván (mercado cercano). Dieron las cinco y luego las seis de la tarde y
no volvía, muy molesta y atrasada con unos encargos, solo pensaba en la regañada que le
daría, en cuanto nomás lo viera entrar.
— Ya inquieta, poquito antes de las ocho de la noche, oí el ruido de una moto frente a
la casa, me salgo y veo a Minchito, el hermano de Azucena, (novia de Alex) quien,
caminando apurado, me dice: «Capturaron a Álex en el cruce de Villa Progreso, lo
golpearon y montaron a una camioneta, venía con unos estudiantes de la UPOLI, todos se
corrieron, sólo a él lo agarraron».
— Ahí empezó mi calvario. Con ayuda de mi vecino taxero, el hermano Alberto, fui
como a cinco estaciones de policía y amanecí en el portón del Chipote. Ahí me consolé un
poco al ver a otras madres en mi misma situación. Todas estaban esperando saber de sus
hijos y comentando que el día anterior la policía había liberado a dos muchachos. Cada vez
que veíamos venir hacia el portón a algún policía así, como con un papel en la mano, todas
nos entusiasmábamos para de inmediato, decepcionarnos. Luego vimos que era un juego,
una macabra burla, viera como se carcajeaban, lo hacían adrede, nomás que para llenarnos
de más angustia y desesperación. Un señor que tenía días ya de estar ahí, dijo que era una
forma de tortura psicológica. ¡Malvados!
Fueron tres días terribles en aquel portón, sin bañarme, casi sin comer y aparte de la
malacrianza y la burla de los guardias, soportábamos a unos muchachos de la Juventud
Sandinista que se habían llegado a poner frente a nosotras y que nos gritaban barbaridades.
Un señor de un organismo de los Derechos Humanos que llegó hasta el mismo portón, nos
preguntó si ya habíamos ido a la morgue. No quise ni pensarlo, de inmediato me aparté de
él y lo miré de mal modo. Otra madre hasta lo trató al pobrecito.
— La muerte era una posibilidad que nadie, nadie quería aceptar. Al tercer día, muy
a las once de la mañana, veo venir a Luis, mi hijo mayor, venía llegando de Costa Rica, nos
abrazamos, lloramos juntos, fue un enorme alivio tenerlo, recuerdo que me dijo: «Seguro que
lo tienen preso mama, serénese, en cuanto lo saquen me lo llevo y usted también se me
viene»— Sí mi muchachito— le dije.
— A sus ruegos me vine para la casa a eso de las tres de la tarde, tenía casi tres días
sin bañarme. Como a la hora, tenía aquí a toda la cuadra y a las hermanas de la iglesia
dándome ánimo. No creí que iba a poder dormir, pero la verdad, una vez que todos se
fueron, oré y de inmediato me dormí, habían sido tres noches de desvelo. Al día siguiente, a
eso de las cuatro de la mañana, ya estaba en pie, alistándome para irme al Chipote y
cocinando un arroz que le llevaría a Luisito, cuando en eso, oigo un ruido y unos golpes en
la puerta. Me alegré ante la posibilidad de que fuesen mis hijos, aunque también, el suave
tocar y el no oír su acostumbrado: «mamá, mamá ábrame», me hizo dudar.
— Al abrir la puerta, veo a Azucena la novia de Alex, con los ojos enrojecidos, más
atrás, recostados a un vehículo, a su madre y a su hermano, cabizbajos.
— De inmediato lo intuí, sentí un escalofrío y el latido del corazón en mis sienes.
Titubeando, casi sin poder respirar y pidiéndole al cielo equivocarme, le pregunté: — ¿Qué
fue? ¿Qué fue?— No me contestó.
—Decime, decime, — ¿Qué pasó?— le exigí que me respondiera.
— Al bajar ella la cabeza sin contestar, corrí a la calle, hacia su madre y su hermano,
este último, fue el que halló el valor de decirme con voz temblorosa:
— Alex está en Medicina Legal— No queriendo entender, hallé fuerzas para
preguntarle: — ¿Herido?— Fue cuando de su boca brotaron aquellas espantosas palabras:
¡Fallecido, en la morgue!
— Fue como si mil rayos me golpearan de una vez, me sentí caer en un
abismo.
— Instantáneamente se me doblaron las rodillas y ahí mismo me derrumbé,
arañando el suelo grité, grité y grité, clamé a Dios y le dije: «No diosito lindo,
no, eso no padrecito, eso no…»
— Me sacudía como cuando estás en una horrible pesadilla de la cual
quieres despertar, luego supe que era real, mi hijo, mi tierno, carne de mi carne,
sangre de mi sangre, alma de mi alma, estaba muerto, muerto.
— No hay palabras para describir aquello, no las hay. Es como un gran
puñal atravesándote las entrañas. Un dolor, el más inmenso de los dolores, y
aquella pregunta sin respuesta; «¿Por qué? ¿Por qué Dios mío?».
— Pedís, rogás, clamás por devolver el tiempo, sentís entonces, en toda su
dimensión, la impotencia humana.
— Enterré a mi hijo el martes 8 de mayo del 2018. El día más triste de mi
vida. Un espantoso dolor que no se lo deseo a nadie. Luego viene la desolación
y la lucha por resignarse y también, la batalla para que el odio que conlleva el
sentimiento de ser víctima de una atroz injusticia, no te envenene el alma.
Son dos, quizás tres, pero, creame amigo,
¡verdaderos malditos!
Una mujer irrumpe por la puerta saludando con amabilidad a todos los
presentes, a la par que expresa ser la hora de chequear niveles de presión
sanguínea y glucosa a Mariana. Son las cinco en punto de la tarde, en esos
momentos, Miriam recuerda haber olvidado en casa el viejo glucómetro que
planeaban traer a Mariana.
Discretamente y por supuesto, conmocionado, luchando por no llorar ante
tan dramático testimonio, me levanto y observo el pequeño patio de la casa.
Imagino ahí a Alex, veinte años atrás, correteando de niño, luego salgo a la
calle donde Eugenio conversa con un hombre de unos sesenta años, en short y
camiseta. Es Alberto el taxero, el solidario vecino de Mariana, testigo de su
drama y de las canalladas de verdaderos desalmados que no han tenido reparo
alguno en ofender y acosar a Mariana, pasando incluso por colocar repugnantes
pintas alusivas al tirano, así como amenazas directas.
Alberto nos expresó:
—«Son dos o tres alimañas, clones absolutos de Ortega. En el barrio los odian, pero
también les tienen miedo. Se manejan armados y no le niegan la bala a nadie. Son vagos de
profesión, hace cuatro años se mantenían en la rebusca de la marihuana y el trago de guaro,
asaltaban con cuchillos ahí por la terminal de la 102, ahora tienen motos, los vienen a traer
en camionetas y ostentan dinero. Últimamente, con total descaro, andan con uniforme de la
policía.
— Yo y mi esposa le hemos suplicado a Mariana que mejor se vaya, pero ella prefiere
morir aquí, donde su hijo dejó el ombligo, donde ha encontrado verdaderos hermanos porque
créame amigo, no tiene idea usted, del corazón de esa mujer. Cristiana y generosa de toda la
vida. Cuando estaba con sus cajetas y manejaba sus «bollitos», a quién no le hizo favores.
Yo mismo en mis farras de guaro supe de su cariño, de sus consejos. Igual era el muchachito
ese. A él lo matan por ir a dejar un pan y unas sardinas a la UPOLI. La mamá lo
mandó al mercado, al Iván, y el «vaguísimo» se fue a dejar esa comidita a los muchachos que
protestaban, ahí lo secuestraron estos criminales.
— Le mataron al hijo y ahora hostigan a la mujer. No se imagina cómo me hierve la
sangre al oír sus ofensas y amenazas contra la pobre mujer. Ahí le vivo, borrando las
chanchadas que le ponen los hijos de la gran puta»
Con Eugenio de frente, le pido a Alberto que le pregunte a la señora
enfermera, qué necesidades inmediatas tiene Mariana. Mi conciencia me exigía
ser mínimamente útil ante aquella gran mujer. En ese momento, Alberto nos
dice:
—Ni pierda su tiempo amigo, hasta se ofende si se lo dice. Es terca, terca.
—Aquí han venido unas monjitas de El Salvador, que la conocieron cuando ella estuvo
en Casa Nazaret, a llevársela o a dejarle lo que sea y no acepta; el hermano Esteban, dueño
de una ferretería y que llega a la iglesia, le ofreció hacerle un murito con verjas frente a la
casa para que estos degenerados respeten un poco más, pero nada, dice que aceptar eso es
como lucrarse de la sangre de su hijo. Lo más que nos recibe son unos bocaditos que le
pasamos nosotros o que le llevan las hermanas de la iglesia que la cuidan. Sus medicinas, la
luz, el agua y resto de sus cositas las suple de lo que le manda su otro hijo, Luis, de Costa
Rica».
Media hora después, salía de aquella casa conmovido, inmensamente
conmovido. Impresionado del estoicismo de aquella mujer que se me
asemejaba a María. Nuevamente María, haciendo suya, viviendo, en todo el
sentido de la palabra, el calvario del hijo crucificado.
Aquella mujer me transmitió nítidamente la inmensidad de su dolor,
demostrandome con él, cuan profundo podemos los humanos descender en
afán de satisfacer nuestras desquiciantes ambiciones.
¿Tendrán alguna idea los paramilitares en Nicaragua de todo el dolor que
sus incontables crímenes han causado?
¿Cuántas Marianas - Marías más harán falta para saciar la sed de sangre de
los tiranos en Nicaragua?
UN SOMBRÍO ADIÓS
Una preocupante recaída en mi salud, producto de mis semanas de
alejamiento de las sesiones clínicas a las que estoy obligado, me hizo concluir
que mi tiempo en Nicaragua había terminado. Aunque se dice fácil, tremenda
tarea fue pretenderme despegar de esa tierra a la que la imprevisible marea de la
vida me lanzó.
Pretextando imaginarios contratiempos atrasé un par de días mi partida.
Luego, el conocer que Miriam necesitaba tener noticias de sus ancianos padres
quienes viven en una empobrecida comunidad cercana a Larreynaga, carretera
León – San Isidro, me hizo ponerme a su orden para llevarlos, saliendo a
primera hora del domingo 3 de abril.
Con Eugenio al timón, minutos después de atravesar el caos de Managua,
estábamos sobre la llamada carretera “Nueva” a León, embelesados con la
belleza del Lago, el Xolotlán y el grandioso volcán Momotombo, vistos desde
un mirador donde Eugenio me señala los vestigios del otrora trayecto del tren,
el mismo desde el cual Darío observaría al “ronco y sonoro” volcán. Minutos
después, Nagarote y sí, inevitable, sus «quesillos».
Al hermoso paisaje afuera se le sumaba una, en verdad, sublime visión a mis
espaldas: la majestuosa, encantadora faz de Danielita.
Esos pasados días, en mi personal mezcla de tristeza, indignación,
desconsuelo, sumado a la mal disimulada angustia por un problema de salud de
oscuros pronósticos, ver aquella caríta de eterna satisfacción de Daniela, su risa
alegre, su voz de jilguero, su diafana expresión de magnificencia, era sin duda,
una exquisita bocanada de brisa fresca.
Ciega, prácticamente aislada de amiguítos, apenas atendida por una
voluntaria profesora sabatina de lenguaje Braile y en medio de las limitaciones
de sus amorosisimos abuelos, con todo eso a cuestas, Danielita ríe, canta y
hasta da sensatos consejos. En medio de su aparente soledad y total oscuridad,
su rostro de permanente satisfacción es como un alegre, vivaz cortejo a la vida.
Me pregunto una y otra vez, ¿Cómo es eso posible?
Condenada a nunca ver un ocaso, el esplendor de una luna llena, o la
colorida belleza de la vida toda, aún así, vive como en un mundo de perpetuo
gozo, uno donde florece la vida y no existe el dolor.
Esas sentidas reflexiones llenaron mi espíritu durante aquel viaje.
Por fin llegamos a la casa de los padres de Míriam quienes, (para mi fortuna
a como a continuación se verá) no estaban ahí sino que en otra comunidad
llamada Las Mangas, unos 50 kilometros al este, siempre sobre la carretera,
buscando Matagalpa, la misma ciudad donde se asienta el púlpito del digno,
estoico, valiente, Padre Rolando Alvarez, tan odiado por las criminales huestes
orteguistas, como consecuente él con su misión y con su fe.
Llegando a la referida comunidad, le indican a Míriam que debe ir
caminando un par de kilometros para llegar hasta donde se encuentran sus
padres. Partieron ella, Danielita y Eugenio hacia el lugar indicado,
permaneciendo yo en el vehiculo.
Unos niños que curiosos se acercan y un amable anciano que me invita a la
fresca sombra de un gran Ceibo, terminaron de hacer memorable este viaje,
dando lugar al breve relato con el que culmino esta concatenación de vivencias.
GUERRERA DEL AMOR
Como punto final a este tortuoso, accidentado mamotreto y el deprimente
mar de perversiones que he tratado de describir, salta una gota de inspiración
en la figura de una pequeña heroína, que en medio de limitaciones y
desesperanzas, no duda en plantarle cara a la vida, en su lucha por llevar pan y
luz, a «tres docenas y un par de sus pequeños hermanos».
Agustina Soledad Ríos Alegría, nombre premonitorio que etiqueta a
cabalidad su augusta dignidad y presencia en la soledad de las montañas que a
diario atraviesa, camino a la elevada y montañera escuelita «Las Nubes», hasta
donde lleva porciones de alegría a 38 niños de la abandonada comunidad «El
Cielo», a 11 kilómetros al norte de Las Mangas, (Matagalpa), cerca de donde ella
vive.
Diariamente, además de revisar tareas y planificar clases, Agustina prepara
38 raciones, «engañitos» les llama, de pan untado con soya, cuajada, frijoles o
por último, lo que haya a mano según dice, los cuales lleva de merienda a sus
alumnos. —
—Mejor no voy si no les llevo nada — afirma
—Viera como agarran el tuquito de pan, me dan tanto pesar.
—¿cómo van a estudiar con hambre?
Allí no hay trabajo y escasea la comida, es difícil. Aunque sea por el bocadito, los hago
que lleguen y aprendan algo, aunque mi tristeza es que a los 11 o 12 años, casi siempre
abandonan de viaje la escuela, se van a trabajar, al machete o a lo que sea y hasta ahí
llegaron.
Con 39 años de edad y 21 años de ser lo que llaman maestra rural, Agustina,
una mujer bajita, morena y afectada en su niñez por la Poliomielitis, que le hace
cojear una pierna, pero no el corazón ni el alma, se define como una cristiana
militante que detesta la política y que cree que sólo la educación y la
promoción de valores morales, podrán renovar Nicaragua.
— Desempleo, pobreza, drogadicción y ahora esta matancina, eso es Nicaragua ahorita,
ese es el futuro que estamos heredando, créame que es horrible — me dice.
Con sus cinco mil y pico de pesos de salario al mes (poco más de 160
dólares. Comparativamente, unas 30 veces menos de lo que gana un diputado o
40 veces menos de lo que recibe uno solo de las docenas de magistrados de la
mal llamada, Corte Suprema de Justicia) más pellizcos que le brindan familiares
y uno que otro hermano en Cristo que, aunque sea para que «deje de estar
jodiendo» no dejan de darle algo, Agustina prepara a diario, las pequeñas
raciones que lleva a su escuela.
Esos 38 niños de Agustina, son a su vez, un reflejo del drama vivido por
decenas de miles de infantes que, muy lejos de petrodólares, Ferraris o Rolex,
ostentados en muñecas reales, son silentes víctimas de una crisis que ha llevado
a sus padres al desempleo o al exilio y que los lleva a languidecer en montañas,
caseríos o ciudades, a la espera de un milagro, un milagro que, a manera de
ángel redentor, con brazo diestro y larga espada, destrone la maldad y el terror,
corte la cabeza de la víbora y «con temblor de estrellas y horror de cataclismo, traiga
amor y paz sobre el abismo».
Como un baluarte moral, Agustina representa el verdadero gran capital
nicaragüense. Tomando en cuenta que la ignorancia es el gran aliado de las
tiranías que es decir, muerte, abuso, corrupción y miseria, no se puede hablar
de un futuro digno, si a la par de la renovación de todas las podridas
instituciones de hoy en Nicaragua, no se rompe la tradición de ver a la
educación, como un gasto superfluo, como algo «para más adelante que haya
billetes».
Después del entierro del último vestigio del oscurantismo ortegamurillista, y
seguros de que, cultivando la sabiduría, habla la razón y calla el PLOMO, una
educación amplia, moderna e integral será fundamental para forjar un futuro
que garantice, ese, hoy ansiado y jurado, ¡NUNCA MÁS!
Tres días después, el miércoles 6 de abril de este 2022, me despedía,
profundamente emocionado y con la casi certeza, de que para siempre, de
Nicaragüa, una tierra, que, aún en su duelo, con sus mejores hijos presos,
perseguidos o desperdigados por el mundo, tal y como dijo su poeta mayor:
Aún vive. Y sueña. Y ama. Y vibra. Y es la hija del sol.
FIN
ANEXOS: CUENTOS, PURITOS
CUENTOS…

Gracias al esfuerzo de un grupo de «activistas de la verdad y la memoria»,


tanto dentro, como fuera del aparato represivo orteguista, se exponen aquí una
serie de testimonios y mensajes que, debido a frías y tajantes normas editoriales,
se deben declarar como “cuentos”, o sea, una invención absoluta o más
coloridamente, digamos, como una visualización de «médiums de afiebrada
imaginación», con la salvedad de que estos modernos médiums, a diferencia de
las bolas de cristal de los adivinos de antaño, utilizan estilizadas pantallas
planas desde donde, sin más interés que documentar siquiera, algunas gotas del
mar de crímenes, pretenden acceder a escrutar lo pasado e intentar prever lo
por venir.
Queda pues aquí formal y <<forzosamente>> aclarado, que todo acá,
hechos y personajes, son puritos y falsos inventos...
Tan falso como asegurar que Nicaragua está regida por la crueldad de una
pandilla de criminales.
Tan falso como decir que decenas de presos políticos, absolutamente
inocente, languidecen injustamente en las ergástulas de la dictadura.
Tan falso como asegurar que el atropello a los derechos humanos, la tortura,
la impunidad y la barbarie, campea a sus anchas hoy en Nicaragua.
Finalmente, tan falso, como falsos seguramente son, los ríos de lagrimas de
las madres de los más de 300 asesinados por los sicarios del orteguismo.
Al final, quedará en quienes esto lean, juzgar con su propia mente y
conciencia, qué tanto de ficción tiene este «cuento».
ANEXO 01: JULIO CESAR, GENERAL
DE PASARELA
“Aquellos quienes, por lujos, figuraciones y privilegios se ciegan y enmudecen ante las
abominaciones de los malvados, ante la sangre del hermano derramada y ante la injusticia, a
Dios también se ciegan”
Pastor evangelico, Eddy Montes Praslin, prisionero político
asesinado en su propia celda por esbirros de la dictadura orteguista, el
16 de mayo del 2019.
CANALLA CON TODAS LAS LETRAS
Aunque tan solo el nombrarlo, me resulta nauseabundo, es imposible no
analizar la malvada actitud de un personaje que pudo haber sido clave para
evitar el actual drama nicaragüense, como es el llamado General de Ejército,
Julio Cesar Avilés, de quien asumiremos, que es un guerrero llegado al olimpo
bélico, el cual se supone que es el generalato y más aún, la comandancia, por su
valor, decoro y genialidad militar demostrada y no, por alelado, ignorante y
servil, como demuestran ser los personajes predilectos de Ortega.
En este sentido, resulta inevitable cuestionarse, cómo pudo alguien con sus
vistosos galones y endilgados méritos, decidir postrarse de manera tan
vergonzosa a un declarado tirano y a su vez, mirar de soslayo la oportunidad de
incidir decisiva e históricamente en el entonces naciente y perfectamente
evitable, conflicto que devino (en grandísima parte por su canallesca
indiferencia), en un drama de muerte, dolor, exilio, cárcel y miseria para un
pueblo a quien nuestro inútil General de exhibición, se suponía deberle
absoluta lealtad y protección.
Lealtad, no solo por elementales motivaciones morales, sino que también,
por una lógica con$tante y $onante, que pareciera que el General, en medio de
sus arduas ocupaciones diarias olvida, por lo que no podemos menos que
ayudar a aclararle:
Debe saber usted General que quien lealtad le demanda es precisamente, el
mismo que le mantiene los salarios, uniformes y sacando bien las cuentas,
48,000 servicios de comida diarias a los 16,000 parasitarios efectivos bajo su
deplorable mando. Quien le demanda protección y apego al principio de no
permitir el actuar criminal de delincuentes armados es también quien a diario
mantiene a una institución tradicionalmente con sabor a derroche y cuya
utilidad, si es que existe, váyase a saber quién diablos la conoce.
Por último, permiso para decirlo mi General, de ese incómodo demandante,
también sale el presupuesto para sus diarios atracones, sus lustrosas botas o el
acondicionado aire de su exclusivo palacete.
Ser militar mi General, no equivale a ser una sorda y eventualmente, sórdida
máquina de muerte al servicio de un desquiciado que llega transitoriamente al
poder.
Aunque a menudo los ejércitos han sido instrumentos de masivas
atrocidades, la historia tiene muchos ejemplos de guerreros de honor, militares
pensantes que con demostrada hidalguía, antepusieron justicia y razón frente a
la barbarie, volteando sus armas hacia la tiranía.
Sabido de ello y como previsor sagaz que era, Stalin (otro delincuente
juvenil devenido en Gran Líder), asesinó en sus temidas purgas ideológicas a
decenas de miles de destacados oficiales del propio ejército ruso, en los años 30
previos, a la Segunda Guerra Mundial.
Pinochet, igual, no dudó en torturar y liquidar a militares que por su
honorable posición ante los desmanes, podrían representar un peligro; uno de
esos militares fue el General de Brigada, Alberto Bachelet, padre de la ex
presidenta chilena y hoy comisionada de los derechos humanos en la ONU,
Michelle Bachelet.
En un país con una larga h1istoria de guerreros dignos como; Diriangén,
militares de honor y valor como Benjamín Zeledón o Adolfo Báez Bone, así
como de muchos hombres que fueron magníficos exponentes del decoro y la
condena a la injusticia, ¿será posible que nuestro generalísimo de marras, no
tenga siquiera una pizca de vergüenza y actúe de una buena vez, no como un
mísero pelele, sino como el honor militar exige?».
La respuesta ha sido obvia, desvergonzadamente obvia.
A como diría ya hace 2070 años aquel líder militar y político romano cuyo
nombre, por lo visto, es lo único que nuestro generalucho, literal y ufanamente
carga:
— ¡La suerte está echada!
Así mismo, mi General, su suerte está echada.
Ni poses simulando rectitud, ni peroratas inventando fantasiosos golpes o
queriendo puerilmente justificar manos constitucionalmente amarradas, nada
de eso, le quitará jamás la justa calificación de infame servil y de cooperador
necesario en el criminal esquema, de la tiranía.
Ausente de carácter y liderazgo, sus actitudes han sido las de un sujeto
pérfido, ambicioso, de poquísimas luces y nula humanidad.
Estese bien seguro General, que el fantasma de todos esos muertos que
usted bien supo inocentes, ese llanto de madres que usted también supo
injusto, los horrendos alaridos de los torturados por sus sádicos protegidos, sin
olvidar por supuesto, los asesinatos y descuartizamientos que montaña adentro
y por el ejército bajo su mando se produjeron y documentaron durante años,
todo eso, mi engomado General, le acompañará hasta su indecoroso final.
Un día, ya en sus últimos estertores mi General, seguramente con el terror
de los cobardes reflejado en su rechoncho y repugnante rostro, el fantasma de
toda esa monstruosidad, a modo de vómito del infierno, será lo que un día fue
Bruto a Julio Cesar: la última imagen a ver antes de partir hacia donde galones,
cargos, dólares y demás, sépalo bien, estarán de más.
ANEXO 02: LOS LARGOS CUCHILLOS
DEL ORTEGUISMO

“Les juro que ni todo el lago de Managua será suficiente para tirar ahí la sangre de todos
esos hijuemilputas golpistas”.
General del Ejercito de Nicaragua G. Robelo. ( Chele Glauco)
Casa departamental FSLN León, 07 de junio (2018)
LAS “MARAS” ORMU
A lo largo de la historia, las tiranías se han nutrido de hordas de criminales;
fanáticos de aberrantes doctrinas los unos, ávidos del botín que la revuelta deja
los otros. Deseosos ambos, de saciar sus enraizadas ansias de muerte y
destrucción.
Eran los llamados sicarios, a quienes la alta clase política romana, escogía
para los trabajos sucios de asesinar o incendiar; los despiadados Oprichnik del
zar ruso Iván el Terrible, las Juventudes Comunistas Rusas, la Guardia Roja de
Mao durante la llamada revolución cultural, las Juventudes Hitlerianas, las
Camisas Negras italianas o los actuales, temibles y sanguinarios Colectivos de la
Muerte de Maduro en Venezuela, por mencionar algunos.
En Nicaragua, hasta antes del 2018, comandados por esbirros como
Fidelito, el hombre fuerte de la alcaldía en Managua, uno de los enigmáticos
escogidos de la Compañera o bien, por el despiadado «Camilito», en León,
pandillas de delincuentes motorizados, armados de palos y machetes daban
cuenta de cualquier asomo de protesta, reprimiendo impunemente en las
propias narices de la cada vez más desacreditada policía.
A partir de las protestas de abril del 2018, palos y machetes se trocaron en
AK47 y certeros rifles telescópicos Dragunov, además de escopetas, pistolas y
bayonetas en manos de centenares de críminales, escogidos entre delincuentes
de la peor ralea, matones excarcelados y fanáticos partidarios, actuando en
complicidad con una policía y un ejército, absolutamente corruptos.
Después de cada proeza sangrienta, los medios de la realeza ORMU, los
ensalzarían como dedicados militantes que, indignados ante el actuar de los
malignos «golpistas», salieron espontáneamente a defender sus legítimos
derechos como ciudadanos. Para nada mencionarían la procedencia de armas, el
uso de medios estatales y el financiamiento de las funestas huestes, que a punta
de metralla, lograron su singular paz sepulcral.
Tres voces y un destino: ¡Desaparecido!
(Masatepe)
—¿Dónde está ese perro hijueputa? Boten la puerta, denle vuelta a
las camas, hagan hablar a verga a esa vieja hijelagranputa…
(“Norlan”, jefe de la patrulla policial que comandando a una escuadra de
paramilitares, irrumpió y capturó en su propia casa, en Masatepe, Masaya, al
estudiante adolescente Josué Moraga el día 04/07/2018).
— «Mamita, mamita me van a matar shhh»
Últimas palabras dichas a su madre por parte de Josué Moraga al momento
de ser capturado.
—Tengo fe de que mi hijo, va a aparecer y daré el
testimonio.
María Rivera Rodríguez, madre.
La Prensa — Nicaragua / Octubre 21/ 2019
Estatus actual, Marzo 2022: DESAPARECIDO
REMORDIENTE CONCIENCIA
Testimonio a viva voz, del delincuente alias “Garabato”, el 11 de Julio del
2018 en un centro de reunión de paramilitares, en el barrio La Primavera,
Managua.:
“El chavalo venía del lado del tranque de Rubenia, le dimos el alto, se detuvo, pero
vimos como que se “camisió”, ahí nomás el hijueputa del «Parchudo», le soltó el escopetazo.
Vieras que horrible “prix”, lo pasconió de viaje. Le bañó el pecho y la cara, horrible,
horrible no jodás. Cuando lo revisamos, no es que sólo andaba un telefonón de esos Samsún
J no sé qué verga y una bolsa con platos sucios; parece que venía de dejar comida a los del
tranque del Conchita Palacios.
— Chavalo hijueputa caballo, en vez de levantar las manos se camisió, él tuvo la culpa,
¿verda?
— Lo montaron entre Ramirón y Paiz a la camioneta, a “sabeeer” dónde lo fueron a
botar.
El gordo Midence, el policia, le agarró el celular y los zapatos Adidas que andaba.
¿Verdá que él tuvo la culpa? ¿Quién lo manda a que ande de golpista? ¿Verdá?
Contéstame hijueputa no seas por la verga, ¿verdá que él tuvo la culpa?
¡Tu madre pues! ¡sos balurde! A hartarme una media de guaro voy ahorita…
UN PROVIDENCIAL «PIRUCA»
“Eran casi las cinco de la tarde, nos ubicamos en la bahía de buses frente a
La Arrocera, en la entrada a La Ceiba (León). Andábamos en una “Jayluc”
(Toyota Hi Lux). Habían tirado el bombazo de que por ahí se escondía un maje
que andaba con Byron, uno de los dirigentes de los golpistas allí en León,
bueno, así les decían verdad...
Yo creo que ni tres minutos habían pasado cuando “pintamos” de largo al
maje, venía del lado de la Divina con un jodido que le dicen “Perromocho”,
que era o es caponero ahí en la terminal de buses. Doblaron buscando La
Ceiba. Ahí nomás el tal “Alfa 1”, mano derecha de Camilo, el hijo de la
diputada Báez, le dice al chófer que los siga. Cuando estamos ya como a una
media cuadra de ellos, un “piruca” al que le decían “Virula”, los vio y se les
acercó, como a pedirles un peso. Quien sabe qué le dijeron al jodido Virula,
que se les pegó y empezó a caminar con ellos.
No sé si en broma o en serio, el tal Alfa 1 dijo:
—«Si no se jala, llevémonos en el saco a ese piruca hijueputa también».
Ahí nomás brinca Caballero, primo de Virula y tío de uno de los tamales
que van atrás en la tina, también sobrino de Virula.
—«En ningún momento, él es de mi familia» —les dijo Caballero.
— Ahí nomás se armó la discutidera.
Caballero era el más viejo, fue del ejército y llevaba una escopeta igual que
yo. El Alfa ese, se calló las tapas, estaba acalambrado, de viaje se le miraba.
—Vos sabes, no es lo mismo un “estudiantito mierda” que un “huevón”
armado.
— Has de creer, de no despegárseles el jodido Virula, ya Dios, ¿verdad?
Caminaron como cuatro cuadras y se metieron a un caminito para el lado de
donde vive una señora atolera que se llama Estela. Yo creo que fue para que no
nos reconociera Virula que no se decidieron a montar al chavalo y al
Perromocho.
La orden de Báez era de que al chavalo lo palmaran en Miramar, adelante de
Chacaraseca y de seguro, “tisteaban” ahí nomás también al Perromocho.
Vieras visto después encachimbado al Camilito ese. Ese hijuetresputas sí
que es maldito, no le niega la bala a nadie, a nadie, ¿oíste?
Le oí decir al Pálido que la “huelió” el chavalo ese al que buscaban, porque
a los días lo volvieron a “taloniar”, y no lo hallaron.
Al Virula lo palmó el Covid el mero 24 de diciembre del año pasado (2020).
Periodista: —Y vos, ¿mataste alguna vez?
—No sé maje, vos sabes que ahí uno anda envenenado, bien loco todo el
tiempo. A lo mejor jodí a alguno, pero no me acuerdo… para que, «la piedra, el
perico o el monte» no nos fallaba. Sí, te puedo decir que a los chavalos primero
los desturcaban aquí y después los “piliaban” en Miramar y El Papalonal y a
otros, ahí por La Gallina, buscando Poneloya.
Vos sabes, a mí me dijeron que me montara y que me pagarían y además,
que me ayudarían a conseguir una caponeras…
Periodista: —¿Te arrepentís?
—Simón… ¡balurde todo eso, balurde maje!
— Yo al menos conocí a varios prix que eran buena onda y los
descachimbaron..., pobres las “roquitas” maje, esas son las que me dan pesar.
RELATO DE HORROR Y MUERTE
Testimonio ante la CIDH del estudiante nicaragüense Marcos Novoa.
Secuestrado el 24 de mayo del 2018 y salvajemente torturado por policías y
paramilitares al servicio de la dictadura orteguista.
“Fui golpeado tanto, que mi ropa estaba llena de mi sangre, sin manera de protegerme
ya que mis manos estaban atadas, tan fuertemente atadas, que ni las sentía. No quería
morir como los otros que estaban conmigo y que fueron embarrados con ácido en sus cabezas,
hasta que su piel morena cambiaba de color a blanco y después a rosada con espuma blanca,
mientras pegaban unos gritos que siempre escucho en mis sueños.
Jamás voy a olvidar el olor a carne humana quemada con ácido, y mi cara con sangre y
lágrimas combinadas. Lloraba porque tenía mucho miedo de la forma en que iba a morir.
Los demonios comenzaron a quitarle las uñas a los que estaban presos conmigo y estaban
desnudos, encadenados entre todos, comenzaban con las uñas de los pies, arrancaban las
uñas con pinzas, hasta que se veía piel con sangre en las uñas que removían.
ANEXO 03: ELEA Y SU CALVARIO

1 mochila, 6 cuadernos, 3 faldas azules de uniforme, 3 camisas blancas, 2 pares


de zapatos... la lista de pedidos era larga, igual que grande la ilusión de aquella
chavala comarqueña por alistarse para las clases del próximo año en la
paupérrima escuela rural del Valle de San Antonio, en el Caribe Sur
nicaragüense.
Ni bien amaneció, salieron ella y su adolescente hermano Francisco,
envueltos en la bruma montañera de aquella mañana del 10 de noviembre del
2017. Fueron dos días y muchas leguas de caminata para llegar hasta la
comunidad «San Pablo 22» en La Cruz de Río Grande, donde, agotados, pero
felices encontraron y abrazaron, después de dos años de no hacerlo, a
Francisco, padre de ambos, agricultor y activista evangélico, quien huía de la
implacable persecución del Ejército de Nicaragua, junto a su hermano,
«Colocho».
Nadie sabe cuánto habrá durado el jolgorio de Elizabeth y Francisco al
reencontrarse con su padre. Lo que sí está bien precisada, es la hora de aquel
domingo 12 de noviembre en el que Elea Valle, madre de ambos y esposa de
Francisco, recibió la infausta noticia de que sus hijos, su esposo y cuñado,
habían sido masacrados por el llamado “Ejército de Nicaragua”.
Con el alma en vilo y rogando a Dios que aquello no fuera más que una
confusión, Elea viajó a pie, en bus y a caballo hasta aquel lugar donde sus
peores temores fueron confirmados por unos bruscos soldados quienes, sin
asomo de compasión, le señalaron a la horrorizada mujer, los cadáveres de los
«cuatro terroristas neutralizados». Los infames mandos del ejército, no
permitieron ningún análisis forense ni que se trasladaran los cadáveres.
«El niño (12 años) tenía balazos en el pecho, así como puñaladas en brazos y costados.
A lo largo vio a su esposo con la cabeza destrozada, su cuñado Colocho, tenía quemado el
rostro, el pecho y los brazos. De su hija, su niña, las personas del lugar le dijeron que la
habían violado, colgado de un árbol y desnucado».
La Prensa de Nicaragua, 20/07/2020
Fue el comienzo del largo calvario de Elea.
Perseguida y amenazada por las tropas del General Avilez, la agonía de esta
campesina fue como una premonición de la cosecha de sangre y muerte que
sobrevendría apenas cinco meses después en Nicaragua.
Este caso, al igual que los incontables falsos positivos, asesinados por el
ejército orteguista en las montañas nicaragüenses, son un grotesco monumento
a la barbarie e impunidad que hoy reina en Nicaragua.
ANEXO 04: LIQUIDAR A LA IGLESIA

“Yo les repito y advierto de nuevo a todos estos curitas hijos de la gran puta: las balas
también atraviesan sotanas” .
Comandante guerrillero y de brigada, Edén Pastora Gómez, coordinador de
paramilitares del régimen orteguista.
Entrevista al canal 4 de televisión / Managua 16 de Julio 2018
«Tienen que ser conscientes, muy conscientes, de que la lucha será ardua y salpicada de
traiciones. Nos enfrentamos a un enemigo cobarde y huidizo que, agazapado, espera a dar la
puñalada artera.
Para derrotar a la Gran Ramera, la Iglesia Católica, así como a su cooperador
necesario, el llamado protestantismo, será imprescindible usar todas las armas disponibles,
incluso sus propias armas y sus propios recursos.
Una conspiración audaz e impecable. Unos golpes contundentes e implacables, pero
regidos por la astucia, cuidando de que, al derrumbarse, el castillo no nos caiga encima.
La tarea es vencer a cualquier costo. Recuerden, siempre que a los espíritus superiores,
no nos rige la moral del común».
Frater A. Parra. – Reunión de integrantes del Círculo Fucsia.
Sábado 1 de diciembre del 2018
Residencial Las Cumbres, Managua.
Cuatro días después del anterior mensaje, exactamente el 5 de diciembre, se
dio el ataque con ácido al rostro del sacerdote Mario Guevara párroco de la
Catedral de Managua, en pleno confesionario y a la vista de muchos presentes.
La atacante, Elis Gonn de nacionalidad rusa, fue capturada y pocas semanas
después, liberada y sacada secretamente del país rumbo a Italia, donde en junio
del 2020 fue arrestada por la policía italiana acusada de apuñalar a un anciano.
Con este hecho, quedó más que demostrado la evidente complicidad del
estado terrorista nicaragüense en los ataques a la iglesia católica. Demostrado
quedaría también, que tales hechos, no son expresiones aisladas de fanáticos
alienados, sino que forman parte de una conspiración elaborada y financiada
desde los más altos cargos de poder de la tiranía.
La posición de apoyo a las víctimas y de clara condena al criminal,
consecuente con su misión profética, ha tenído graves consecuencias para la
mayor parte del obispado nicaragüense. Me refiero al obispado digno, al que
elige compasión, justicia y denuncia, despreciando prebendas.
Agresiones a vista plena de autoridades policiales, persecuciones, asesinato
de monaguillos, quemas de altares, exilio de los más prominentes obispos y de
decenas de diáconos, amenazas masivas a feligresía, conspiraciones y
finalmente, cárcel para algunos sacerdotes, ha sido la vil respuesta del
orteguismo ante la ejemplar actitud de gran parte de la iglesia católica
nicaragüense.
Por otra parte, el infame asesinato del pastor protestante Eddy Montes
Praslin, ante la vista de decenas de detenidos en la cárcel Modelo (mayo 16 /
2019), demostraría también que la campaña de terror empezaría a abarcar a
cualquier otra denominación de fe que osare encarar al estado criminal y se
alejara del deplorable y complaciente actuar de los corruptos y «prosperados»
pastores orteguistas, verdaderos mercaderes de la fe.
Diariamente, en virulentas diatribas a través de radio y televisión, se repite
un elaborado mensaje dirigido a alimentar el odio y el fanatismo en contra de
quien el estado terrorista nicaragüense denomina, “Enemigo Público”.
¿Diseminando el virus?
¿mascarillas contaminadas?
Entre los mensajes más inquietantes «visualizados» por nuestro equipo y
que hace especular una inaudita acción criminal, se encontró esta comunicación
sostenida el viernes 22 de enero del 2021 entre dos sujetos pertenecientes a
estructuras paramilitares del orteguismo.
Conocida la saña y niveles de perversión alcanzados por la dictadura, no es
descabellado razonar, que así como en el pasado reciente hubo múltiples casos
de atentados - como nacatamales con vidrio, regalados a estudiantes
protestantes- esta vez se haga uso del terrorismo biológico, contra quienes
consideran sus enemigos.
Alfa 1: —Oe «Barsa», encomiendas ubicadas en 11 objetivos. Los perros de la San
Miguel (Iglesia católica de Linda Vista) no la quisieron recibir y en la Pío XII (Iglesia de
Bello Horizonte) se pusieron todos raros, creo que sospecharon. La vieja que nos recibió dijo
que ya tenían mascarillas, que no necesitaban pero que de todos modos le diéramos el
número de teléfono del laboratorio que las estaba regalando para llamar y agradecerle. Me le
hice el loco y nos fuimos balazo. En la iglesia de Larreynaga la recibió el propio cura.
Alfa 2: —Ni vos ni «Picha de León», se quitaron los cascos ¿verdad?
(Seguramente cascos de motocicletas).
Alfa 1: —Negativo, negativo.
Alfa 2: —Ok.
Alfa 1: —¿Qué hacemos con estas dos cajas? No quiero andar con esta paja.
Alfa 2: —Tira esa mierda por ahí, en cualquier basurero y repórtense donde Cordoba.
CONSPIRACION Y TEATRO
“El plan era que las dos «jodidas» (Lupe y Ángela, nombres ficticios) le
pedirían “raid” (aventon) al padre, a la vuelta de la misa de las fiestas
patronales de San Pedro, en Ciudad Darío el 29 de junio (2021).
En el empalme del Guayacán armarían el teatro, diciendo de que él, las
llevaba amenazadas y las quería violar. Ahí en el empalme estaría un retén de la
policía con cámaras y todo. Las dos mujeres Iban a llevar un cuchillo, botellas
vacías y llenas de guaro y la que fuera atrás se quitaría la ropa y se haría la bola
(ebria). Yo me doy cuenta porque la Lupe, mi prima, se lo cuenta a su mama.
Ahí nomás se puso como loca la señora y nos llegó a buscar para
advertirnos, ya que sabe que mi hermano trabaja ahí y también, porque ese
padre es queridísimo en toda Matagalpa, pero como les dice la verdad, lo odian
estos malditos. Además, ellos (la familia de Lupe) conocían al muchacho que
los sandinistas mataron en La Trinidad, el año pasado.
Las tres nos fuimos a pie a buscar a la desgraciada de la Angela, hasta
Molino Norte. Al principio se desnegó, ya después dijo que era verdad, pero
que había dicho que sí porque le dieron un celular más 1000 pesos, y que un tal
Armando que trabaja con Haslam, el secretario político, le dijo que después le
iban a dar más y que si el padre no iba a Ciudad Darío ese día, buscarían como
hacerlo en otro lado.
Me enseñó el celular y toditos los mensajes de Whatsapp que le envió ese
Armando y uno que le dicen “Chirimiya”. Al final nos dijo que ya no lo haría y
que se iría en cuanto nomás para Managua, a ver lo de un trabajo. No la he
vuelto a ver desde entonces, la hermana me dijo que estaba en Costa Rica.
Esa noche, ya de vuelta en mi casa, ni dormí de los nervios. Me parecía que
alguna de ellas, por miedo o lo que sea, llamaría a la policía y nos caerían.
Doña Cándida, la mamá de la Lupe, quedó de irle a contar todo al padre
muy de mañana al día siguiente. A saber, si fue y le dijo.
—No he tenido valor de preguntarle. Lo bueno es que gracias a Dios, no
pasó nada.”
Testimonio de «María», miembro activo de un grupo católico de
Matagalpa” // 08 de septiembre del 2021
Muchacho asesinado en La Trinidad: Activista opositor José Luis
Rugama Rizo, acribillado a balazos en su propia casa la tarde del 19 de
julio del 2020 por Abner Pineda, funcionario de la Alcaldía de Estelí y
miembro de una caravana paramilitar pro gubernamental. Dos meses
después, al término de una farsa de juicio, quedó libre.
La iglesia es una verdadera espina, más que en los zapatos, en el espinazo
mismo de los decrépitos tiranos. Más agresiones y conspiraciones, son
previsibles desde un orteguismo desesperado ante su inminente naufragio.
En Nicaragua, la fe mueve montañas... ¡DE
DINERO!
LOS “PASTORES” ORTEGUISTAS
“La Chayo Murillo es una bruja maligna que ha creado una red de centros
de invocación a los espíritus de los muertos a fin de que le indiquen al sátrapa
Ortega, todas las decisiones a tomar en la campaña electoral. La práctica de
conjuros satánicos es realizada en sus rituales usando fotografías de sus
adversarios políticos”.“Reverendo” Miguel Ángel Casco, La
Prensa/30/10/ 2001
“Hoy te doy gracias señor, porque en tu soberanía te ha placido que para
este tiempo, el Comandante Daniel, sea el presidente de Nicaragua y con él,
abrir nuevos caminos, nuevos horizontes. Te ruego oh Dios, que lo guardes de
todo peligro, dándole salud, energía y larga vida. “Reverendo”, Miguel Ángel
Casco, 11 de noviembre 2019
“Nosotros estamos con las autoridades que son puestas por Dios. Dicen las
sagradas escrituras que Dios pone a las autoridades, y que tenemos que tener
en eminencia y respetar a este gobierno”. “Pastor” Sixto Ulloa //
septiembre 2018
“Oramos por el comandante de Nicaragua, por la vicepresidenta y por
todos los que están en posición de eminencia. .
“Reverendo”, Neftalí Cortez / oct. 2019
“¿Río Grande? ¿Masacre? ¿Niños descuartizados? Es nuevo todo eso para
mí. En todo caso, no estuve ahí, no puedo opinar, mucho menos condenar.
Además, en todo conflicto muere gente”.
Reacción del pastor orteguista Rafael Arista, de las Asambleas de
Dios, al ser cuestionado por el asesinato atroz y ocultación de cadáveres
por parte del Ejército de Nicaragua, de cuatro campesinos, incluyendo
los dos hijos de la campesina Elea Valle.
La Prensa de Nicaragua, diciembre 07 / 2017
ANEXO 05: El verdugo

«Hombre jueput@, dije, pues desparasitemos ya de golpistas a Nicaragua. Yo


los pongo ya a todos esos hijueput@s en el paredón, y tarara, tarara, tarara...».
Edén Pastora Gómez.
Declaraciones al canal 4 de Nicaragua, enero 15 / 2019
Toca aquí hacer aparecer a un siniestro personaje cuyo papel de brazo
ejecutor del decadente tirano, lo convierte en el más importante agente
represor del Estado Terrorista nincaraguense.
El criminal aquí referido, aunque antaño, fue «masticado pero no tragado»
por su par, la sanguinaria “Compañera”, hoy día, sin lugar a dudas, su poder e
influencia al igual que su perversión, solo es comparable a la de esta.
Nestor, el “LAUrent Beria” del Carmen
EL TERRORISTA MAYOR
Tenacidad, inteligencia, meticulosidad y aterradora frialdad, son cualidades
que todo asesino serial que se precie, debe poseer. Ahora bien, ser capaz de
liderar y adoctrinar con tales virtudes a una recua de aplicados matones es
virtud exclusiva de los auténticos lugartenientes de tiranos.
Laurenti Beria, sanguinario y eficaz comisario político de Joseph Stalin, fue
un hombre de impecables acciones. Decenas de miles de tumbas en Polonia,
Ucrania y Rusia lo confirman. Los Gulags, son su obra maestra.
Demostrando que los talentos en cualquier campo no son exclusivos de país
alguno, Néstor, que es el nombre del singular «revolucionario» que nos ocupa,
es en definitiva, un hombre emprendedor y de armas tomar.
Asesino precoz, sale del vulgar anonimato participando en el homicidio de
un reconocido empresario nicaragüense, tan temprano como en 1980. A partir
de ahí, ha estado ligado a atentados y crímenes contra personajes conocidos y
no tanto.
Ciertamente, su entrega a los principios cristianos de “amor y solidaridad”,
lo han obligado a matar y también a apalear, poner bombas en iglesias católicas,
atentar con explosivos contra un ex presidente, perseguir, secuestrar, torturar,
montar drogas y armas en falsos positivos, así como colocar millones de
dólares a nombre de diversos testaferros. Todo eso, sin mencionar su arduo e
incomprendido papel de proxeneta oficial, ubicando y proveyendo de
muchachas adolescentes (o no tanto) a su heroico y hoy senil, «Comandante».
En este sentido y siendo justo – porque hay que serlo – debe reconocerse
que no son pocos sus meritos: Desde una muy afrancesada Ruth,
(recientemente “Tapiada” por cierto de la CSJ) hasta una mediática y
aparentemente, muy casta, “Xochilt”, son parte de sus logros, sus múltiples y
carnales obsequios para el complacido y hoy decrepito tirano. Circunstancia
esta que por años le acarreó el repudio de la vice tirana.
Su influencia en el podrido aparato de (in) justicia orteguista es aplastante.
Heredero de los abundantes archivos de inteligencia estatales y
presidenciales (que no son lo mismo), conoce muy bien como utilizar sin
miramientos la información sensible, para acorralar a tirios y troyanos.
Poseedor de una inconfundible personalidad psicópata, su sola presencia
genera pavor entre los viles y cobardes mandos policiales y militares, quienes a
diario le rinden cuentas, además de permanente pleitesía. Es sin duda alguna, el
principal operador del crimen de la tiranía. Su poder es vasto y abarca diversos
escenarios.
Aunque fue repudiado por años por la vice dictadora, su eficaz desempeño
en la coordinación y ejecución de masacres y secuestros a partir de abril del
2018 así como la evidente condición de decrepitud del dictador, – poco
dispuesto ya para lides carnales – hizo que la tirana sacara su lado práctico y
formara, un destacado dúo del terror con el susodicho.
Ambos son inquietantemente parecidos: déspotas, vengativos, astutos,
oportunistas y totalmente faltos de escrúpulos.
Proveniente de un hogar de clase media del Barrio Altagracia (Managua),
nuestro Néstor, desde adolescente se destacaba por ser pésimo estudiante, por
sus continuas rabietas y exigencias de lujo, por su crueldad con los animales,
algunos «escabrosos» comportamientos y una rara misoginia.
Alguien a quien llamaremos Carlos y que fue vecino del hoy asistente
personal del tirano, nos relató:
— La verdad, yo fui muy amigo de su hermano, jamás de él.
—Sombrío y raro, nunca destacó en nada, no le caía bien a nadie, a nadie… y él lo
sabía. Siempre ha tenido una expresión malévola en su rostro. Hoy día, hasta sus hermanos
lo odian y se refieren a él, como sicario.
Antisocial, maldoso, egoísta y amargado. «Vulgarazo» con las mujeres, estando solo, era
cobarde, pero empandillado con unos vagos que venían del lado de Monseñor Lezcano, se
volvía nefasto.
— Siempre fue acomplejado y envidioso. Detestaba a quien andaba con un pantalón o
unos zapatos que él consideraba mejores a los suyos o que destacaba en los deportes. Con la
bulla del 19 de julio de 1979 fue que lo empezamos a ver armado, engreído, con vestuario
militar y en poses intimidantes, acompañado de tipos desconocidos. Dejó de relacionarse
totalmente con los vecinos de la cuadra.
— Quien lo haya conocido, sabe bien que él se involucra con la llamada “revolución”
por aventura, ansia de autoridad y dinero, así como por una mezcla de envidia y odio a los
ricos, jamás por ideales de justicia social ni nada de eso, en absoluto. Eso es una total
mentira. Lo suyo fue puro resentimiento social.
— Hay que reconocer sí, que ha sido muy inteligente, muy astuto, no cualquiera tiene
la plata que él tiene. Aunque ni todos los millones le quitan, lo de cruel y asesino.
LETAL E IMPLACABLE
A partir del 19 de abril del 2018, bajo las sombras y desde su confortable
puesto de mando del Carmen, Néstor coordinó asesinatos y secuestros de
centenares de manifestantes. Fue el jefe director de los grupos paramilitares y
organizador de las llamadas Caravanas de la Muerte.
Haciendo un eficaz equipo con Müller, una despiadada oficial de Policía
adscrita al Chipote, supervisó los procesos de interrogación bajo tortura que
ahí se ejecutaban. Diversos testimonios de mujeres detenidas y abusadas
sexualmente en El Chipote, señalan a la perversa Müller, como la principal
protagonista de tales perversiones.
Nuevamente nuestros médiums, con la generosa colaboración de Orlando
Burhart desde Costa Rica, han “visualizado” y seleccionado, algunas acciones
notables del Laurent Beria del Carmen:
* Manipulación de pruebas y coordinación para lograr la total impunidad
del paramilitar orteguista, Pierson Adán Gutiérrez Solís, quien asesinó a la
estudiante de medicina brasileña, Raynea Gabrielle Lima la noche del lunes 23
de julio 2018 en el reparto Monserrat de Managua..
* Coordinación para sacar secretamente del país hacia Europa, a Elis Gonn,
la rusa que el 5 de diciembre del 2018 lanzó ácido sulfúrico al rostro del
sacerdote Mario de Jesús Guevara.
* En esta clandestina e ilegal operación, la compra de boleto Managua -
Roma (US$ 1774,32) pagado con tarjeta Visa Gold, el 26 de julio del 2019 y
con reserva para el 01/08/2019 así como el abundante dinero en efectivo
proporcionado a Gonn, se hizo a través de la llamada «Compañera Ana», AIM,
una ex ministra y fanática acérrima del orteguismo. «Compañera Ana», es la
misma que participó como fiscal de Coatlicue, en la operación de recuperación
y contrabando de capital en México en octubre de 1989).
La referida rusa, actualmente cumple condena en Milán (Italia) por apuñalar
a un anciano el 24 de junio del 2020. (La República & La Stampa Jun 27/
2020).
* Planificación y ejecución junto con William H. (asesino de un conocido
locutor radial en febrero del 2004) y el paramilitar orteguista Alex, alias
«Wason», del incendio a la capilla de La Sangre de Cristo, en la Catedral de
Managua, el 31 de julio del 2020.
* Directrices expresas de hostigamiento y represión a destacados reos
políticos. Su instigación en el asesinato en la cárcel Modelo del pastor, Eddy
Montes Praslin, el 16 de mayo del 2019, es absoluto. Su papel en la impunidad
de tan imperdonable crimen está más que comprobada.
* Mandos y despachos diarios con Policía, Jueces y Fiscales para el montaje
de tramas y acusaciones contra opositores y sacerdotes.
* Orientó de manera furibunda, el burdo montaje de drogas y armas por
parte de la Policía al valiente estudiante Sergio Beteta quien, el mediodía del 21
de diciembre del 2020, en plena vía pública y frente a decenas de policías que
ahí permanecían, quemó una bandera roja y negra, enarbolando a continuación,
la bandera azul y blanco nicaragüense. Un admirable acto de hidalguía,
dignidad y desprecio a la tiranía que fue filmado por numerosas personas
presentes.
Inauditamente, a pesar de que aquel autentico HEROE estaba
absolutamente claro que sería inmediatamente detenido, su pequeño y gastado
bolso, además del par de banderas, contenía, según el pérfido parte policial
orientado por Nestor, una indeterminada cantidad de armas de fuego y varios
kilos de droga.
El 03 de marzo del 2021, Beteta fue condenado a 6 años de cárcel por
tenencia de armas y drogas, siendo su verdugo directo, el “juez” orteguista
Melvin Leopoldo Vargas García y el venal fiscal, Elvin Díaz.
* Junto a la corrupta “Fiscal de la Nación”, coordinó la total impunidad del
paramilitar orteguista Abner Pineda, quien el 19 de julio del 2020, asesinó a
vista pública, al opositor José Luis Rugama Rizo, en La trinidad, Estelí.
*Junto a diversos operadores sectoriales, ha coordinado la persecución y el
asesinato de diversos dirigentes del «golpismo», especialmente en el norte de
Nicaragua.
Lo anterior es apenas una reseña, del actuar criminal de este siniestro
personaje.
Resta nomás confiar que, en un pronto y luminoso día, el pesado mazo de la
justicia le haga pagar, junto a todos sus malvados cómplices, por toda su
abundante cosecha de sangre y dolor.
ANEXO 06: UN DANTESCO MECENAS

“Nosotros no somos derechos humanos, busquen las instancias adecuadas”


Dante Mossi, presidente del BCIE, mayo 09 / 2022
La Prensa de Nicaragua
¡Se tenía que decir y se dijo!
Tal y como se esperaba, tenía que ser un Dante quien diera una magistral
lección a la muchedumbre de necios iletrados que le reclaman por su activa y
oficiosa colaboración económica con el muy legitimo gobierno nicaragüense.
Hábil a la pluma, igual que aquel brillante poeta italiano cuyo nombre
honrosamente porta, nuestro Dante alegremente ha escrito (bueno, más bien
firmado), cheques por centenares de millones de dólares dirigidos a su buen
amigo, el excelentísimo presidente de Nicaragua, quien por cierto, según
nuestro noble y leal Dante, actualmente es víctima de las más injustas sanciones
internacionales.
Ahora bien, yo pregunto aquí:
¿Qué tiene que ver el presidente del BCIE con que Nicaragua sea una gran
cárcel, que bien pagados matones abusen y torturen, que centenares de
asesinatos de protestantes estén en la impunidad, que casi 200 presos políticos
absolutamente inocentes, día a día se apaguen en inhumanas mazmorras, que se
profanen iglesias, se expulsen misioneras, que arbitrariamente se anulen 1500
ONG y que altos cargos de policía y ejército (a quien va mucho del dinero que
facilita), estén involucrados en operaciones de narcotráfico? repito, ¿qué tiene
que ver? ¿Acaso el hombre es policía, juez o fiscal? ¡Por favor!.
Seguramente, los ignorantes que reclaman, no tienen ni de cerca un máster
degree de la Duke University y menos aún, un Ph.D. de la Vanderbilt Uni como
él, por lo cual, jamás entenderían que los US$35,477 que mensualmente ardua y
dignamente el ingeniero se gana (US$425,724 al año), se lo pagan para eso, para
prestar plata y no para inmiscuirse en otros asuntos.
Si los que reciben esa plata son asesinos, torturadores, usurpadores y
déspotas que conducen su país al abismo o lo que sea, no es asunto de él.
Nuestro ilustre y sensible Dante, no hace más que seguir, ciega y
convenientemente por cierto, el cristiano mandato de «haz el bien, sin mirar a
quien».
Que es un obeso narcisista, que solo en el año 2019, pagó US$ 16,683
dólares del presupuesto del BCIE en sesiones de maquillaje para sus
presentaciones públicas; que de ese mismo presupuesto, salieron los US$
45,000 pagados al avión ambulancia que (ya bien recuperado por cierto de las
molestias del Covid) lo trasladó de República Dominicana a Miami; que ha
otorgado multimillonarios préstamos a oscuros proyectos de sus cuates del
gobierno de Juan Orlando Hernandez; que gasta decenas de miles de dólares
en celebraciones navideñas y en cumpleaños de cada uno de sus humildes y
esforzados funcionarios (con salarios, todo incluido, arriba de los $10,000 al
mes), con elegantes prendedores de oro de obsequio.
Seamos honestos, todo eso y más aún, puede ser verdad, sin embargo,
¿quién es perfecto?
Demasiados problemas tiene ya en su país con sus tres acusaciones por
corrupción, desvíos millonarios del fondo del BCIE para pago de campañas
políticas, nepotismo, tráfico de influencias en el anterior gobierno de JOH y un
largo etcétera, para estar enfrentando más insolencias. ¡No faltaba más!
DANTE: NI DERECHO, NI HUMANO !
Demostrando que la historia está llena de trágicas coincidencias, a finales
del 2018, con un orteguismo clamando victoria, bailando y aullando excitado
por la sangre derramada, pero aturdido e internacionalmente repudiado, con las
arcas del estado golpeadas (secos ya los ríos de dólares venezolanos) y un
ejército de sicarios que mantener, se aparece una institución supuesta a ser pro
desarrollo regional, o sea, implícitamente, pro vida, otorgando dinero a manos
llenas al orteguismo, para financiar su orgía de muerte y destrucción.
A partir del 1 de diciembre de ese funesto 2018, un deplorable personaje,
toma la dirección del BCIE poniendo de inmediato a disposición de la tiranía
nicaragüense centenares de millones de dólares que, si han desarrollado algo,
es, más muerte, miseria, represión, injusticia y corrupción.
$$ EL FRATER “ETNAD” $$
Carta de felicitación a Coatlicue (Fraterina) el día posterior a su “triunfo”
electoral del 2016 de parte de un entonces desconocido (para el común) “Frater
Etnad”.
Tegucigalpa, Honduras, 08 de noviembre 2016
“Querida Fraterina, reciba mis más sinceras muestras de admiración
y mi regocijo ante su rotundo triunfo electoral. Estoy convencido que
este es solo el inicio de grandes éxitos.
Todos en el circulo le deseamos los mayores logros
¡Felicidades!
Suyo, Frater Etnad
Según nuestros acuciosos médiums, durante los días 21, 22 y 23 de
diciembre del 2020, se sostuvieron intensos rituales de sanación para un tal
Frater Etnad (curiosamente, Dante a la inversa) por parte del Chamán
Chiquilistá y otros integrantes del grupo místico de Coatlicue, en un centro de
operaciones ligado al llamado Círculo Fucsia en las cercanías del INCAE,
carretera sur, Managua.
Por esas casualidades de la vida, sucede que tal fecha coincide con el serio
agravamiento de salud del presidente del BCIE en República Dominicana, a
causa del virus del Covid.
Tales rituales, según nuestros médiums, no fueron nunca efectuados para
clamar por la salud de otros altos personeros del orteguismo incluso, en peores
circunstancias.
¿Qué oscuros nexos, más allá de los oficiales, vinculan al susodicho Frater
Etnad con la dictadura nicaragüense? ¿Es el referido Frater un pronto huésped
a agregarse a la fila de ex presidentes y funcionarios que huyendo de la justicia
de sus países se establecen en Nicaragua, en conveniente calidad de
«perseguidos políticos»?
Especulaciones aparte, volviendo a nuestro ilustre Dante, parece ser que la
mayor de la suerte acompaña a todo aquel que se le acerca. Veamos algunos
ejemplos:
Concesiones mineras, desarrollo de urbanizaciones, compra de enormes
propiedades agropecuarias declaradas en bancarrota, un hotel en El Velero y la
compra de una impresionante mansión en un exclusivo reparto al sur de
Managua, son los principales intereses de Tony, viejo amigo y ex condiscípulo
del ingeniero Mossi en la Universidad de Honduras, quien, a partir del 2019,
pasó de administrar un pequeño negocio de “Batidos y Hamburguesas”, en un
sector de clase media de Tegucigalpa, a la gestión de ubicar multimillonarias
inversiones en Nicaragua, con todo y la connotada crisis social y política del
país.
Es de destacar que, en todas estas operaciones, Tony ha contado con la
inestimable colaboración de Bueso, casualmente, otro súbitamente prosperado
y hoy día, muy conocido ex condiscípulo de Mossi en la UNAH.
Continuando con historias de esfuerzo y éxito, nos referiremos al paraguayo
Guido, colaborador del talentoso Dante cuando este último trabajó como jefe
regional del Banco Mundial en Asunción de Paraguay.
Aunque economista de profesión, Guido parece ser bio tecnólogo de
vocación, ya que sus intereses en Nicaragua, donde suponemos que se
encuentra por pura «casualidad», giran en torno al desarrollo genético vacuno
con fuertes inversiones en el sector de Cañas Gordas, Rivas, así como un
intrigante vínculo con el laboratorio ruso Mechnikov en Managua.
Intrigante ya que, según nuestros fantasiosos médiums, el interés de Guido
ha estado ligado, desde mayo del 2019, a la perspectiva de utilización masiva de
inhibidores de testosterona en conjunto con, hipoclorito de sodio.
Específicamente: Espirinolactona, Dimetandrolona (DMAU)
Bisdicloroacetildiamina y Gamendazole, todos ellos, reconocidos inhibidores
de andrógenos y todos ellos, objeto del mayor interés del antiguo asistente del
Ingeniero Mossi.
Utilizados por años con fines médicos, tanto para reducir los
espermatozoides y con ellos, las posibilidades de fecundar (control natal
masculino) como para modificar cualidades agresivas en pacientes bajo
tratamiento siquiatríco, no son ninguna novedad clínica. Lo que llama la
atención, es el interés en la combinación de estos inhibidores con el hipoclorito
de sodio (NaClO) utilizado masivamente en el saneamiento del agua potable.
Tal conexión, resulta, además de rara, sospechosa, para los entendidos
consultados al respecto.
En verdad, el uso de un laboratorio 100% ligado a un gobierno con
tradición criminal como el ruso, por parte de un gobierno terrorista como el
nicaragüense, vuelve este asunto, legítimamente preocupante. Demás está decir,
lo estéril que resultaría pretender obtener alguna información oficial al
respecto.
¿Uso de agentes químicos para control subrepticio y forzado de la natalidad
en Nicaragua? ¿Estrategia de aletargamiento o control psico emocional de la
población, a fin de domar protestas ?
De ser ese el caso, ¿se han tomado en cuenta los daños colaterales que el uso
sostenido de tales compuestos puede tener para el organismo humano?
Un reciente mensaje, siempre, claro está, «visualizado», de un tal Dr.
Miroslav dirigido al antes mencionado Guido, (en lastimoso inglés valga decir),
versa así:
«Joined to cloride with espirinolactona this the last become himself only the
gas and vapor then because the samples must tight closed and fast send
analitic».
Probablemente utilizando torpemente un traductor en línea, ruso-inglés,
suponemos que el técnico ruso quiso decir:
«Al enlazarse el cloro con la espirinolactona, se gasifica y evapora. Por eso
es que las muestras obtenidas deben cerrarse rápida y herméticamente y
mandarse a analizar».
Respuesta de Guido:
«Ok, i got it, Dr.».
Confiemos que lo aquí apuntado, imposible de comprobar o descartar en un
estado delincuencial como el nicaragüense hoy, no sea más que una
exageración, fruto de la paranoia de nuestros médiums, información
tergiversada o algo por el estilo.
Lo cierto es que, en cualquier otro país, tal presunción sería atendida con
celeridad y transparencia para tranquilidad de sus ciudadanos. Tal cosa, en
Nicaragua, es como pedirle mangos al aguacate.
En todo caso, se debe recordar que ya desde 1985, Coatlicue ha estado
interesada en programas masivos de control mental y eso sí, puedo asegurarles,
no es, para nada, información tergiversada.
LAMENTOS
A continuación, se presenta otra sugerente «visualización» de supuestos
mensajes, intercambiados entre el antes mencionado Guido y un desconocido
(XX), captados (siempre del “más allá”, por supuesto…) por uno de nuestros
sensibles médiums la mañana del miércoles 16 de abril 2022, coincidentemente,
un día después del arresto de Juan Orlando Hernández, ex presidente de
Honduras, (a quien, debe aclararse, en modo alguno pretendemos aquí
irrespetar y menos aún, burlarnos de su desgracia).
Es llamativo la mención de un tal “Mossi” en un par de ocasiones.
Seguramente hay tantos “Mossi” en Honduras…
(El intercambio original fue en inglés).
XX: It was a matter of time man, everybody had warned him.
Mossi told him hundreds of times.Was it worth being at
that damn presidential ignauguration?
He missed his chance. He would be free, there.
Lost cause now.
Guido: It would have been a tremendous pressure for all of
hese motherfuckers here in Nicaragua.
Must be happy and fearful with him in jail i guess
XX: Yeahh but we must have the rough and the smooth or
what?
XX: Yea man, sure, but, don’t forget we are in Nicaragua,
everything is shit here.
Tony: By now Mossi is pretty sure «the bitch» will throw away
the guy to DEA.
Ok, What about the house? Everything ready?
Traducido al español:
XX : Era asunto de tiempo, todo mundo se lo advirtió.
Mossi se lo dijo 100 veces
Ahora, ¿Valía la pena estar en esa maldita toma de
posesión?Desperdició todas las oportunidades.
Estaría libre allá o donde sea.
Tony: Hubiera sido una gran presión para estos “hdlgp” aquí.
Deben de estar felices pero también nerviosos de que
esté preso.
XX: Pero bueno, ¿hay que estar en las duras y en las
maduras, o qué?
Guido: No olvides de que estás en Nicaragua, aquí todo es
basura.
XX: Mossi está seguro que «la tipa» lo entregará a la DEA
¿Cómo va lo de la casa?
ANEXO 07: SONIA CASTRO, LA
MALQUERIDA.

CANTINFLESCO
La pobre testa del canciller no daba para más. Parecía que esta vez, sus sendos
títulos de postgrado de la prestigiosa universidad catalana, no le estaban
sirviendo de mucho. Su desconsuelo era evidente. En su blanco y negro
entender, que Sonia Castro, la izquierdista candidata hondureña ganara la
presidencia en las elecciones que se avecinaban, era lo mejor que se podía
esperar, o ¿no?
Puesto en pijamas en la propia frontera nicaragüense, el mismo día del golpe
de estado propinado por los militares el 28 de junio del 2009, Mel Zelaya,
marido de Sonia, fue recibido por el dictador Ortega y luego, más que usado,
convenientemente ALBAutilizado, como claro ejemplo del «vil actuar del
imperialismo gringo, en Latinoamérica».
Eran los tiempos de Chávez y de la descomunal euforia por los
petrodólares, que este tiraba más a siniestra que a diestra.
Volviendo a nuestro perpicaz canciller, era lógico concluir entonces, que el
triunfo electoral de la mujer de un agradecido Mel, era lo mejor que podía
pasar para los intereses de un orteguismo aislado y repudiado
internacionalmente.
Es así que el titular del Ministerio de Relaciones Exteriores de Nicaragua,
supuesto a conocer todos los entresijos de la diplomacia del país,
inauditamente, no tenía ni idea acerca de las causas de la feroz diatriba que la
vice dictadora nicaragüense, había proferido contra la antedicha candidata
presidencial en la reunión partidaria sostenida, en las oficinas de El Carmen la
tarde de ese día, miércoles 24 de noviembre del 2021. A solo cuatro días de las
elecciones en el país vecino, cuando definitivamente, ya todo olía a victoria para
la candidata y rival política del candidato oficialista, Nasry Asfura, ungido del
entonces, presidente Juan Orlando Hernández, quien por cierto, fue sujeto de
elogios y sentidos reconocimientos por parte de algunos participantes de la
referida reunión, la cual, había sido originalmente convocada para tratar la
posición de Nicaragua, ante la nefanda acción del recién electo presidente
chileno Boric, quién horas antes, no solo había ofendido al gobierno
nicaragüense al no invitarlo a su toma de posesión sino que, arteramente, se
había atrevido a invitar a la misma al peligroso dúo de delincuentes «golpistas»
conformado por los escritores nicaragúenses, Gioconda Belli y Sergio Ramírez.
Un acto intolerable e imperdonable, que ciertamente, ponía en grave peligro la
seguridad hemisférica...
Para colmo, se rumoraba ya, que Antonia Urrejola, expresidenta de la
CIDH y (por lógica y por decencia) crítica acérrima del gobierno de Nicaragua,
sería la nueva canciller chilena.
¡Un bochorno absoluto!
A pesar del objetivo inicial ya relatado, con el correr de los minutos, la
atención de los presentes se fue centrando en algo fuera de agenda, pero al
parecer, más cercano, más inmediato y preocupante: la casi segura elección de
Sonia Castro.
«Iletrada, zopenca, mal agradecida, con más perfil de ama de casa que de
presidenta, títere vendida a los gringos…» fueron, entre otros, algunos de los
más moderados epítetos ahí vertidos contra la hoy presidenta hondureña.
En un momento dado, aduciendo que los detalles serían abordados por una
“comisión específica”, (un eufemismo referido a los «capos di capi» del
orteguismo) el canciller, bien sabido de ser nomás que un ridículo figurón de la
tiranía, fue rápidamente despachado a sus menesteres.
Después de toda una vida de bien posicionado burócrata, nuestro ex
General de Brigada (¿?) y hoy canciller, es poco dado a razonamientos que
vayan más allá de los elementales y caseros, sin embargo, esta vez se sentía
desorientado y urgido de respuestas.
Sabía que consultar al respecto a su amigo de tragos y poco aventajado vice
canciller (el voluminoso costeño de enredado apellido) sería, educadamente
dicho, una miserable pérdida de tiempo.
Por otra parte, sus bien pagados asesores no eran, para nada, confiables.
Finalmente, sus amigotes del ejército (ligados a turbios negocios hacia y desde
el revuelto norte) eran una opción de consulta, sumamente riesgosa.
Siendo así, no le tocó más que especular para sus adentros.
Entendía perfectamente el odio del par de tiranos contra el salvadoreño
Bukele. Brillante, locuaz, irreverente y de remate, ultra popular y enemigo
acérrimo de los hiper corruptos FMLN y ARENA, Bukele es, definitivamente,
la antítesis del decrépito dictador nicaragüense y por tanto, como buen
conocedor de la ruindad orteguista, el canciller comprendía la inquina de estos
a aquel.
En el caso de la entonces candidata hondureña, lo único que alcanzó a
concluir nuestro brillante canciller, es que seguramente, los órganos de
inteligencia nicaragüenses, habrían descubierto que la misma, pertenecía a la
“izquierda mala y traidora”, la izquierda del colombiano ese, Petro, quien
declaró que en Nicaragua, la dictadura usa la retórica izquierdista nomás para
enriquecerse, matar con impunidad y violentar todos los derechos.
Esos, entre otros, eran los pensamientos que ofuscaban la mente de aquel
cantinflesco cómplice de la dictadura, hasta que finalmente, sopesando que sus
US$2,673 mensuales que como milico retirado recibe, más los US$ 4,524 y
resto largo de beneficios que por paga obtiene mensualmente por su perverso
papel de embajador de la mentira y la mediocridad, eran más importante que
tratar de entender lo que no le incumbía, cortó de tajo todo pensamiento al
respecto.
Dos semanas después del triunfo de Sonia Castro, la tiranía sacó
intempestivamente, al entonces embajador de Nicaragua en Honduras Juan
Ramón Gámez, ex comisionado de policía, hombre de confianza de Ortega y
ciertamente, conocedor al dedillo de todo lo tocante al actuar ilícito de
personeros de ambos gobiernos.
Tres meses más tarde, la noche del 15 de febrero del 2022, todo el aparato
gansteril del orteguismo se sacudía: Después de una frustrada fuga hacia
Nicaragua, Juan Orlando Hernández el expresidente hondureño, había sido
capturado con orden pendiente de extradición por parte del gobierno
norteamericano.
Aunque no hubo una sola declaración pública, en medio del secretismo se
conoció de decenas de urgentes reuniones de parte de connotados personeros
de la tiranía orteguista, así como del clandestino ingreso a Nicaragua de al
menos, cuatro altos ex funcionarios del gobierno de Hernández.
ANEXO 08: LA CONEXIÓN RUSA

«Rusia es la heredera espiritual de los grandes maestros, el centro energético por excelencia
del planeta. Desde ahí, aquellos llamados a regir el nuevo orden mundial verán el final del
Kali Yuga. Enfrentada a un occidente decadente y materialista, Rusia podrá contar siempre
con Nicaragua.
Si es necesario, la inmolación de Nicaragua será nuestra ofrenda en la batalla
mundial y cósmica que ya está a las puertas. La batalla necesaria para el
establecimiento del nuevo orden mundial, un orden lógico para establecer un
reinado donde cada quien, ocupe el sitial que le corresponde bajo una
estructura jerárquica definida y una autoridad garantizada por un gran imperio.
En esta lucha cósmica sobrevivirán los mejores, los escogidos».
Coatlicue, 21 de marzo del 2022 / Conferencia mística mundial
(virtual) conmemorando el equinoccio de primavera.
Clamar ser aliado de una Rusia aislada, desprestigiada y peor aún, bajo un
liderazgo mesiánico y decididamente sanguinario, sin más norte que restituir
trasnochadas glorias imperiales, sin importar los costes en vidas, destrucción y
miseria, es un acto de monumental inhumanidad.
Clamar ser aliado de una Rusia luchando hoy contra el aparato militar y
económico más poderoso de la tierra es, cuando menos, una temeridad de
imprevisibles consecuencias.
Adepta desde siempre al selecto y secreto grupo de reptilianos que integran
el llamado Círculo Fucsia (el mismo que muchos afirman estar integrado entre
otros por Putin y Bashar al Assad) Coatlicue no esconde sus loas a Rusia, pero
si sus vínculos místicos y económicos con allegados a Alexander Dugin, el
llamado Rasputín de Putin.
Dharma, un personaje que por casi 17 años integró el auto llamado equipo
de acción esotérica, dirigido por Coatlicue nos refiere:
—Desde aproximadamente el 2012, Coatlicue ha venido profundizando
vínculos personales con pseudo místicos rusos que pregonan el establecimiento
de un imperio mundial cuya sede será una futura mega metrópoli a establecerse
en Sochi, Rusia en las costas del Mar Negro, donde Coatlicue en 2015 adquirió
una propiedad cercana a la de los multimillonarios hermanos Rotemberg,
amigos personales de Putin y no lejos de donde este último, posee una
espectacular, mil millonaria mansión. La apertura de multimillonarias cuentas
personales en el banco ruso “Sbersbank”, así como de inversiones diversas,
como por ejemplo compra de acciones de la petrolera Rosneft, directamente
por parte de familiares del clan de Coatlicue (no por testaferros) se empezó a
dar en el año 2012, con gran parte de los miles de millones de dolares que
venían de Venezuela, supuestamente, para los ALBA proyectos y coincidiendo
a la vez, con el establecimiento del proyecto de fabricación de vacunas rusas en
Nicaragua, “Melinchkov”. Este último, fácilmente transformable en un
laboratorio para la fabricación de agentes bioquímicos, con fines bélicos o de
cualquier tipo.
En lo que corresponde a Nicaragua, las llamadas «Profecías de Igor»
apuntan a la desaparición de esta como nación debido a una concatenación de 5
catástrofes que Coatlicue denomina PESTE: Plagas. Epidemias. Sequías.
Terremotos. Erupciones volcánicas.
Todo eso está supuesto a iniciar con ímpetu, a partir del primer eclipse solar
del 2025 (29 de marzo) terminando 7 años después, con el ascenso del nivel del
mar que cubriría todo el pacífico y atlántico nicaragüense, anegando y
destruyendo más de la mitad de la nación. De manera íntima, en sus espacios
privados, Coatlicue ubica cada inicial de la referida expresión (PESTE) en los
vacíos intercalados de la estrella invertida de cinco puntas, que promueve y
configura en ornamentaciones y grabados públicos. En el centro de los mismos,
agrega la palabra Agua, la cual, según la tenebrosa predicción, será el agente de
destrucción final.
Coatlicue diseña, apuesta y promueve secreta, pero dinámicamente, la
destrucción de Nicaragua como un tributo final a sus dioses. En ningún
momento ella ubica sus intereses de vida o los de su clan en una Nicaragua,
más allá del 2024, ya que considera inminente el inicio de las catástrofes. La
obsesión de que sus nietos aprendan ruso y alemán (tiene hasta 22 nietos
estudiando en el ultra elitista Colegio Alemán en las afueras de Managua), así
como que adopten costumbres y actitudes europeas está vinculado a lo
anterior.
Dharma, ex integrante de la corte mística de Coatlicue
08 / 04 / 2022
ANEXO 09: «CHAPAMON», UN VAGO
CON SUERTE.

“Cada vez que lo mandábamos a comprar marihuana, cerveza, comida o lo que sea,
levantaba la pierna derecha y la dejaba caer con fuerza simulando estar encendiendo una
motocicleta, levantando las manos, como teniéndolas en el manubrio de la supuesta moto y
haciendo con la boca: «Run, ruunn, rruuunn» y salía a toda velocidad.
Pura locura de quemón, porque era perro a la marihuana. Usaba pelo largo,
pantalón campana, camisa de roquero, botines y chapas en la oreja, por eso le
pusimos «Chapamón», por lo chaparro y el apellido Moncada, para
diferenciarlo de Truján, el baterillista guatemalteco del grupo, que también era
de baja estatura y a quien le decíamos «Chapo». Eso fue a finales de 1977, en el
bar Melquiades, en Iztapalapa (CDMX DF) adonde lo llevó el negro Stimpson,
un costeño nicaragüense que era pusher de marihuana en Tepito, con la tranca
de que era timbalero, pero no tocaba ni la hora.
Chapamón tenía mal guaro, se quitaba la camisa y se ponía en pose de
boxeador retando a medio mundo diciendo que él había sido sparring de
Alexis Argüello, pero nadie le hacía caso. Lo malo fue que se puso a combinar
monte. Estafaba vendiendo marihuana mezclada con una hierba que le dicen
«santalisa», varias veces lo tuvimos que defender de compradores furiosos y le
aconsejamos que mejor no llegara más.
Meses después lo vi conviviendo con una señora mayor que tenía un
negocio de cuido de petacas o maletas pues, ahí en la terminal de buses a
Querétaro o a Guerrero, no recuerdo bien.
Nunca más lo volví a ver, creí que se había ido a “San Pancho” (San
Francisco, California), ese era su sueño ya que decía conocer ahí a un hermano
de Chepito Áreas, el de los Santana Band, lo máximo en música por entonces.
Fue hasta que veinte años después, para un diciembre de 1997, si mal no
recuerdo, que lo voy viendo de alto militar en un hotel de la colonia Álvaro
Obregón, en el casamiento de una hija del conejo Robleto, un nicaragüense, ex
guitarrista de la banda. Lo reconocí de inmediato, el mismísimo Chapamón. Es
indio come años, me moría de la risa al verlo de uniforme, se puso “hasta
donde no es”, esa vez”. Decía andar en un curso de no sé qué verga del
ejercito, andaba con una chamaca guapísima el bandido. No supe de él por
años, hasta ahora que lo ví ahí, de gran canciller, increíble, me he reído como
nunca con el chele Américo.
Plutarco Salinas, León Nicaragua, (1948)
Musico radicado en México
Aunque no comparto para nada la risa o gracia que tan despreciable
personaje le causa a Salinas, músico guitarrista nicaragüense de unos setenta y
algo de años, quien conoció en un bar de mala muerte de Ciudad de México en
1977 y 1978, al bufón de entonces y flamante canciller ahora, Moncadita, el
relato resulta interesante para patentizar la osadía, el cinismo de muchísimos
oportunistas que en Nicaragua, el 19 de julio de 1979, amanecieron con el
autollamado título de heroicos guerrilleros y con ello, con el derecho a toda
una vida de francachela y parasitismo, a costa siempre del erario público.
Canciller: “Lo que natura non da, SALAMANCA
non presta…”
Gustavo Castellón (nombre ficticio), nicaragüense, profesor de historia y
filosofía en la Universidad Autónoma de Barcelona, España, coincidió de 1993
a 1996 en tal universidad, con el minúsculo canciller de la mentira, en uno de
los tantos periplos académicos que este último, ha cursado en distintos países y
que nos debería hacer suponer que estamos ante un verdadero erudito…
Gustavo nos relata:
—Él pasó por los cursos, pero los cursos, parece que no pasaron por él. Para él África,
era solo de negros. Constituía una tarea titánica explicarle que Egipto, Libia, Túnez,
Argelia y Marruecos, eran geográficamente africanos y no “árabes”, así hablasen tal idioma.
Desconocía que Georgia era un país, mientras juraba que solo existía como un estado de
USA. Para él, Tailandia, Vietnam, Laos, Filipinas y lo último, hasta Singapur, eran un
solo “chacuatol”, una sola nación: ¡China!...
Manejaba que la guerra civil española de 1936, fue debido a la invasión Nazi… De
España, lo más que dominaba eran una docena de nombres: Colón, El Barça F.C.,
Raphael, Julio Iglesias y la Pantoja, ahh y por supuesto, los vinos y jamones a los que, tarde
a tarde, furiosamente atacaba en los bares de Barcelona y otras ciudades a las que, sábado a
sábado, se iba en lo que él mismo decía, eran merecidas farras de relajamiento. Ni hablemos
de su comprensión de Zona Schengen, acuerdos climáticos de París o Kyoto, la reunificación
alemana, la OTAN o la Perestroika, ¡por favor! Eso era como hablar japonés para él.
¡Un desastre! ¡Una vergüenza!, ¿Cómo vas a ir a un programa de postgrado con un nivel
académico de un adolescente de octavo grado?
En serio, no me interesa denigrarlo, me siento hasta mal, pero es la verdad. Manuelito,
un talentoso muchacho estiliano, estudiante de derecho de la la misma universidad, cuya
hermana nicaragüense casada con un español lo apoyaba con sus estudios y se las veía prieta
con los gastos de comida, pasajes y otros, era quien le hacía los informes y trabajos
académicos por unos cuantos centavos que el inepto y tacaño Moncadita, de abultada cartera,
le proporcionaba para salir del clavo.
Aduciendo un grave deterioro de faringe (mal que según parece, desaparecía en bares y
cantinas donde hasta cantaba), jamás dio una exposición oral en todos sus años de
verdaderas vacaciones pagadas, con una beca del estado español del orden de los 1700 dólares
al mes, más su respectivo salario de oficial del ejército en Nicaragua.
Creo que fue como para diciembre de 1995, que tuvo una denuncia sobre violencia
doméstica por la que fue incluso, citado por los Mossos, la policía catalana.
No estuviera hablando de esto, que más bien parecen chismes de comadres en el mercado,
si no fuera por el contexto actual de mi querida tierra. Lo hago porque creo importante que
la gente entienda, el fraude que estos parásitos de toda la vida, representan. Vagos,
inmorales, insensibles, mentirosos y tremendamente ignorantes, en altos cargos de gobierno.
¡Increíble! Toda una vida de privilegio la pagan vomitándole balas y mentiras a quien les ha
mantenido siempre sus inmorales prebendas: los de a pie.
Estos zánganos, una vez con el orteguismo liquidado, deben ser investigados a fondo.
Generalotes, coronelotes, altos comisionados y demás, responsables de crímenes de lesa
humanidad y desmanes, con pensiones de primer mundo, en un país de niñez desnutrida.
¡Inaudito!
ANEXO 10: CASUS BELLI

¡ Aquello fue un terremoto¡.


Desde El Carmen, la déspota, enardecida, exigía que rodaran cabezas:
Un connotado intelectual, crítico de la tiranía e incómodo generador de
opiniones y cuyo arresto era inminente, había huido. Fiscalía, policía y
coordinadores de para- criminales, fueron sacudidos.
La llamada Fiscal de la República, – por cierto, una de las amables
anfitrionas de Pablo Escobar durante la breve estadía de este en Nicaragua en
1984 – vil estratega de infames farsas legales contra inocentes, recriminaba
acremente a su corte de fiscalillos e intercambiaba culpas con Paco, el ruin
consuegro de la realeza y jefe de la policía orteguista.
La fabricada acusación contra el también ex ministro de Educación, cumplía
con las burdas normas establecidas para dar imagen de legalidad a la ola
represiva que encarcelaría a decenas de opositores a la tiranía.
Ese día, nuestros médiums visualizaron decenas y decenas de mensajes
intercambiados. Toda una antología de ferocidad por un lado y vergonzosa
indignidad por el otro. La Compañera había tomado demasiado a pecho el
asunto, algo intrigante, que no dejó de levantar cejas entre los mismos oficiosos
serviles involucrados: ¿Por qué no hubo una reacción similar con otros
personajes previamente fugados?
Sucede que, esta vez, la exacerbada furia de la déspota nicaragüense,
obedecía a algo, mucho más personal, un inaceptable agravante:
Sucede que el huido era, ¡¡por todos los diablos!!, el hermano de la poeta. Su
mal amada y ya entonces, también exiliada poeta. Y eso, dolía, ¡y mucho!
Días antes, era notable su buen ánimo; probablemente saboreaba
anticipadamente y para sus adentros, aquel doble triunfo: encarcelar a un
indeseable opositor político y a su vez, dar una bofetada a aquel personaje que,
como bien saben sus selectos y siempre aterrados íntimos, por años ha sido
objeto de su sostenida inquina; fruto esta, según algunos estudiosos, de
escabrosos desvaríos freudianos...
No pudo ser. El fugitivo, además de su libertad y la poca ropa puesta, se
había llevado con él, la exquisita oportunidad de escarnecer, desde lejos, a aquel
claroscuro objeto de su obsesión. Esto último, algo de la mayor importancia a
fin de quitarse un poco, esa lacerante sensación de impotencia que en todo
psicópata, supone, la lejanía de todo aquello odiado o bien, siempre según los
entendidos, de todo aquello deseado…
La verdad, para los días de la fuga del también ex hippie, la tirana tenía días
de ser presa de un desasosiego similar al del perro que solamente puede
morder, desgarrar, matar o si es el caso, husmear y lamer, hasta donde la cadena
lo permite, no más. Sus ladridos pueden atravesar patios, fronteras y hasta
océanos, sus garras no.
Dolida, pero sabiendo que con astucia, paciencia y multiplicando infamias,
pronto llegaría su momento, dejó que sus personales y revueltas aguas
volvieran a su cauce, su tortuoso, mal oliente cauce.
Meses después, la canalla se solazaría imaginando certeramente las lágrimas
de la escritora al enterarse esta de la muerte de su amigo, el preso político
Hugo Torres, así como su segura consternación hoy, con las terribles imágenes
del resto de secuestrados, a merced de una brutal soldadesca, en los inhumanos
calabozos de la tiranía orteguista.
ANEXO 11: «W.N.M» – VOMITIVO

«El FSLN del delincuente Ortega, ha montado toda una estructura corrupta en la Corte
Suprema de Justicia, para obtener dinero de los narcos o de donde sea. Hay que hacer que
den cuenta de inmediato de los 609 mil dólares decomisados hace dos meses y ahora
desaparecidos de la Corte. Tenemos que llegar hasta las últimas consecuencias con esto. Ni
todos los conjuros y sahumerios de la bruja Murillo, los salvarán»
Declaraciones al canal 2 de televisión de Nicaragua (TV Noticias)
del diputado Wilfredo Navarro Moreira / 10 de diciembre / 2005
¿Presos políticos? ¿Cuales? Lo he dicho una y otra vez. Son políticos presos
y bien presos por la comisión de delitos comunes.
«Compañero» diputado Wilfredo Navarro Moreira.
Declaraciones a los medios, toma de posesión presidencial de Daniel
Ortega, enero 11 / 2022
«Si los gringos me sancionan, eso para mí es una condecoración y una
demostración del fuerte golpe que junto al comandante Daniel, le estamos
dando al imperio».
Diputado, Wilfredo Navarro M. – Marzo 10 / 2022
BUEN AMIGO
“Visualizaciones”, lunes 10 de agosto 2015 / 11:31 A.M.
WNM: —Mirá pipi, te voy a decír algo, Byron es Byron y yo
soy Wilfredo. Si estás incómodo o con desconfianza
dejamos esto así y amigos como siempre.
Espinoza: —No hombre, solo te hacía ver las vainas que me han
pasado, tranquilo.
WNM: — «Tate» claro de que yo no me estoy echando ni un
peso a la bolsa, pero esa gente es feroz hermano. Yo
más lo hago por hacerte el volado...
Espinoza: —Yo estoy claro, de eso mi «líbero», se lo agradezco.
WNM: — Ahora mirá, en el banco de arena del nueve y
medio, ellos dicen que perfectamente sacas las 700
«camionadas», calidad Motastepe, pero vos decís
que no las hay. Vete a ver eso bien.
Espinoza: —Ni modo, vamos a ver como salgo. Lo que necesito
saber es qué te dijeron de los billetes…¿cuanto?
WNM: —Quieren «ocho palos», por lo de la arena y lo del
estadio.
Espinoza: —¡Choocho!, esos son doscientos y pico de mil de los
verdes. Demasiado, no jodás, están locos.
WNM: —Es que como son varios, «no sé, ahí no me meto...»
Espinoza: —Sí, pero es demasiado. Deciles que se pongan en
otro plan.
WNM: — Quién sabe, no lo creo. Estos jodidos son duros,
además, los buitres de ECONS también le andan
ganas al proyecto y los taiwaneses están jodiendo.
Espinoza: —Dejame ver pues, yo te llamo.
Ahh Wilfredito, ¿cómo va lo de Malpaisillo?
WNM: —Eso lo vamos a ver después, salgamos de esto
primero, «cuadrate» y me llamás ¿ok
ESBIRRO NAVARRO
Declaraciones de don Bonifacio de Jesús Ruiz Gonzales brindadas a
«Suyén», estudiante de comunicación social de la Universidad Centro
Americana (UCA) durante un desayuno - convivió en celebración colectiva por
el cumpleaños de varios ancianos por parte de Misioneras de La Caridad,
Barrio La Reynaga, Managua, 21/06/2008.
«Ese hombre, (WNM) estaba con un paramilitar de la Mano Blanca llamado Chester,
al lado de un carro lanchón, tipo Chevrolet, cerca de una patrulla BECAT de la Guardia
Nacional, exactamente, de los semáforos de la Tenderí unas 100 varas arriba, frente a la
bloquera. Nosotros vivíamos dos cuadras al lago del partido de los «pescaditos» allí en
Larreynaga. (Probablemente, antiguo Partido Social Cristiano).
Eran como las cinco de la tarde y venía del Mercado Oriental con mi hija Clarisa y mi
hijo Sebastián Ruiz Parrales, que era el que guiñaba el carretón con la venta de ropa.
Nos detuvieron a los tres, pero solo requisaron a mi hijo. Digo yo que de seguro fue,
porque andaba “mechudo” y sucio mi hijo. Venía de jugar beisbol él, era un sábado, un 19
de mayo (1979). Un día antes, yo había cumplido 51 años. Mi hijo tenía 21 años
cumplidos, estaba «cipotón» todavía.
Ese Chester le «secretió» algo a uno de los guardias y estos montaron al jeep del
BECAT a mi hijo.
Muerto de miedo, nervioso, como a unas 15 o 20 varas de él, lo llamé varias veces:
«Wilfredito, Wilfredito, soy Chú, ¿no me reconocés?, Chú Chancleta» y el gran ingrato me
bajó la cabeza, hizo como que no me oyó.
Yo lo conocía desde chigüín allá en Diriamba, igual a la Carmencita su mamá, a
Edwin el hermano que era guardia, a todos ellos. ¡Cuándo se me iba a perder!.
Como cinco días antes, ya lo había visto en la esquina abajo de la Caimana, con ese
mismo Chester, lo saludé y me cabeceó así, todo serio. Yo creí que tal vez sólo me lo echarían
preso a mi hijo y lo «peloniarían», por vago, decía yo.
— ¡Qué va! Hasta hoy (21/06/2008) se lo tragó la tierra. Donde no fuimos la mamá
y yo. Todo esto se lo dijimos a don Pérezalonso el de los Derechos Humanos. Créame que si
ese día he sabido que no volvería a ver a mi hijo, me les hinco de rodillas, les lloro, lo que
sea, yo no sé qué hubiera hecho.
Luego del tal triunfo del 19 de julio lo denuncié y no me hicieron caso. Supe que estuvo
preso unos meses (1980) pero por chochadas políticas.
Después que estos «cabrones» perdieron, (años 90) lo miré con el presidente Alemán
como si nada.
Mi mujer murió para el 2004, sin saber dónde quedó su muchacho.
No digo que él jodió a mi muchacho, pero él estaba ahí y pudo ayudarme, eso sí. O, por
lo menos decirme algo. Mirá chiquita, de la justicia divina nadie se escapa, ¿oíste?, ¡nadie!.
Decenas de expedientes de la extinta Oficina de Seguridad de Somoza,
dejados en la desbandada, fueron convenientemente perdidos o manipulados
después del 19 de julio de 1979.
Desde documentos que podrían incriminar como informante al mismo
tirano Ortega, intrigantemente, muy influyente y bien tratado durante su
estancia en la cárcel Modelo, hasta graves antecedentes de personajes como
Ring Ring, Porras, (hoy magnate farmacéutico y diputado) pudieron haberse
perdido para siempre.
ANEXO 12: DESPECHO

La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?


Los suspiros se escapan de su boca de fresa (R.D.)
Reclinado en el desgastado sofá de su solariega casa, con la mirada perdida en
el techo y el rostro desencajado, claramente abatido. Una imagen patética,
alejada de la arrogante, iracunda y burlesca imagen de aquel locuaz locutor, el
temible y mordaz comentarista de horca y cuchillo.
A veces abstraído y otras maldiciendo para sí mismo, de cuando en cuando
emitía algún gruñido que alertaba a Polito, su leal y antiguo asistente quien,
nervioso, rellenaba de hielo o guaro el semi vacío vaso de aquel atormentado y
furioso sátrapa de la lengua, que no lograba asimilar de una buena vez las
terribles imágenes que ese mismo día, le habían estremecido: su pretendido
galán, abrazando a una desconocida y preciosa trigueña veinteañera que semi
cubría su cara con un pañuelo azul y blanco, en una barricada de Masaya.
Al Chele, lo del pañuelo, la protesta y la barricada, le valía un pepino pero,
¡Por Dios! el abrazo, el brillar de ojos y la claramente arrobada expresión que
ambos tortolos exhibían en todas y cada una de la media docena de fotos,
pública y ufanamente difundidas, le resultaba insoportable.
Era la inaudita “traición” de su idolatrado Romeo, estudiante de
mercadotecnia de la UPOLI, el mismo que 20 días antes (2 de junio 2018),
esposado, reventado a golpes y temiendo lo mataran, había declarado en el
Centro Nacional de Torturas del Chipote ( CNTCh) ser asistente personal del
«Chele G», confesión que llegó a los oídos de Néstor, el operativo del terror del
Carmen y estrecho íntimo del referido locutor, quien confirmó lo dicho por
aquel aterrado «asistente».
La liberación fue inmediata. El encuentro, emotivo, lacrimoso, pero fugaz.
Aduciendo una evidente indisposición, el liberado Romeo declinó
amablemente una cierta y hospitalaria invitación del Chele G, saliendo de
inmediato a buscar a sus angustiados padres, mientras, su oportuno benefactor,
un tanto desconsolado, partía a lo suyo.
Días después, para su pesar, los intentos del locutor por comunicarse con su
personal «asistente», fueron vanos. Su incomodidad crecía, pero a la vez,
suponía que la convulsa situación del país justificaba la informalidad. Fue
entonces que le llegaron las impactantes imágenes mencionadas y, con las
mismas, su personal derrumbe. Fueron tres días con sus noches de caos y
maldiciones.
Más tarde confesaría, que todo ese tiempo no dejó de oír dentro de sí, una
incesante secuencia de ruidos tales como el que hace un sable cortando el aire,
seguido de unos auténticos y patéticos chillidos de cerdo.
Intrigado, después de sopesar por horas, diversas teorías e interpretaciones,
propias de un psicoanalista, llegó a la conclusión de lo que aquello le sugería:
Corte tajante, cambio, restructuración de miras, renovación de alianzas…
En lo que al chillido de cerdos tocaba, concluyó que en definitiva, aquello
era un símbolo de desespero, crujir de dientes y, cómo que no, sangre. Sí,
sangre, ese rojizo insumo, fundamental para el cambio, Para Avanzar
Victorios@s en esta Nicaragua Bendita Cristiana Socialista…
No había donde perderse. Por si duda alguna le quedaba, más tarde
ensoñaría también una amplia y larga alfombra, toda llena de fragantes y
delicadas rosas, rosas color chicha que se extendían hasta las puertas de un
reluciente y majestuoso salón donde, según decía, unos atentos y elegantes
mozos (varones todos para variar), daban la bienvenida a un algo que se
percibía, opulento, omnipotente, prodigo en risas, banquetes y espumoso
champagne...
Atando sagazmente cabos, los mensajes eran claros: una advertencia para
cortar su recientes, tímidas, vocingleras e infantiles críticas a «La Familia» y un
perentorio mandato para retomar, como el hijo pródigo, el cómodo y muy
$en$ato camino chicha. Ese privilegiado y ancho camino hacia la única e
indiscutible verdad, prosperidad y también, por si las moscas, provechosa
impunidad.
No había más que hacer, usando sus viperinas dotes, volvería por sus fueros
(y de paso, por sus millones), atacando sin piedad alguna, a los ahora
despreciables «terroristas auto convocados, agentes de la derecha y peones del
imperio norteamericano». Por si faltaba, el «Chele» sabía que de alguna manera,
todo eso traería por añadidura su dulce y acariciada venganza contra el hoy
aborrecible, azul y blanco Romeo. Rescataría su honor y, la humillación vivida
con aquel despecho, sería sin piedad alguna, bien cobrada. Era asunto de
tiempo nomás.
Gozoso, con el ánimo repuesto y seguro de haber re encontrado el camino,
esa noche, durmió aliviado.
Días después, un Chele G, más arrebatado y procaz que nunca, volvió a
destacar, ganándose rápido y por derecho propio, el «Primerísimo» lugar por su
diaria tarea de denigrar a diestra y siniestra, sin mencionar su eficaz y perverso
oficio de alentar el crimen y la despreciable burla a las víctimas del terror
orteguista.
A diario, junto con los Pastoras y Pastranas, el Chele G completa el trío de
miserables aduladores de la realeza ORMU. Su bajeza e indignidad son tan
obscenas, como sus mensuales cheques.
Del Romeo, no se sabe mucho. O está a buen recaudo o literalmente, se lo
tragó la tierra, tal y como ha sido el destino de muchos adversarios del régimen
criminal.
Diversas investigaciones periodísticas, fácilmente accesibles en la web,
describen los multi millonarios fondos que, desde el 2018, estos agentes del
crimen y la mentira reciben de una regocijada dictadura.
ANEXO 13: DE MEHMET A J.C.

Aunque intencionalmente concebido para nacer en un año de Gallo (1981


según el horóscopo chino) y bajo el signo de Escorpio (21 de octubre - 20 de
noviembre) - las mismas características del tirano que tiene por padre
(12/11/1945 Gallo y Escorpio) - el chico se adelantó tres días, naciendo el 18
de octubre de 1981.
Los 10 meses previos a su nacimiento, el mundo había sido sacudido por
dos magnicidios y dos atentados frustrados contra actores claves del acontecer
musical, religioso y político mundial: Lenon, Reagan, Juan Pablo II y Anwar
Sadat.
«Nació en un momento histórico agitado y anti sistema, como una premonición. Es la
encarnación de Sandino, lo he visto, lo he sentido».
Con tal clamor, la orgullosa Compañera se refiere a Juan Carlos, su hijo,
uno de los príncipes herederos de la Realeza ORMU.
Le faltó a la Compañera, exponer también, sus vanos intentos de nombrarlo
“Mehmet”, en honor al autor del atentado contra el Papa, Juan Pablo II, el
turco Mehmet Ali Agca, a quien se refiere como un iniciado de una de sus
delirantes doctrinas.
Para amargura de la siempre venenosa Compañera, en esos momentos
(1981) su poder no tenía el “esteroidado” músculo que ahora exhibe, por lo
que, resignada, asintió a nombrarlo con un simple y silvestre Juan, negociando
la piadosa propuesta de la devota matrona familiar de un, para ella, intolerable
“Juan Pablo” a un gris, pero más potable y políticamente útil, Juan Carlos.
No obstante, su feroz anti catolicismo la empujaba a no dejar aquello así.
Unos ochos meses después, exactamente el 21 de junio de 1982, día de triple
acontecimiento para ella: cumpleaños, eclipse solar y equinoccio de verano, en
una oscura ceremonia realizada en una casona cercana a la iglesia San Miguel
Arcángel de Masaya (la misma iglesia que décadas después tanto odiaría), se dio
el bautizo dizque místico del “Mehmet” nica, con agua traída desde la laguna
de Apoyeque, la misma donde dice haber sido llevada en su supuesta abducción
de octubre de 1976.
Un conocido escritor masayes, en ese entonces cercano a la déspota de hoy,
un pintor jinotegano ya fallecido y dos personas más (probablemente
acompañantes de buena fe y desconocedores del trasfondo de todo aquello)
fueron «testigos masayas» del referido acto.
Años después, (1988) trocaría el nombre, dizque místico, del chiquillo aquel
por el de «Oceolopilli) o Guerrero Jaguar.
Notoriamente su predilecto, Oceolopilli (Juan Carlos para el común), es la
garantía de continuidad en el delirante esquema dinástico de la vice tirana.
Cursi, opaco, nada fuera de lo común, sin más mérito que el compartir
genes con el par de déspotas y muy claro de las consecuencias de caer de la alta,
puntillosa e impredecible estaca del poder, desde el cual, ridícula y
desesperadamente a diario se desgañita, Juancito tira palos de ciego buscando
llamar la atención, con poses patéticas y lastimosos desatinos.
Mientras tanto, La Compañera, astuta y previsora, convencida de que una
vez el barco hundiendo, los cuervos que hoy cría no le dejarían ni siquiera el
tatuaje con el nombre “Mehmet” que en su muslo inferior izquierdo porta,
prepara cama y escenario en su ansiado Sochi, a la orilla del mítico Mar Negro,
el mismo que besa la Turquía de Agca y la Rusia de Putin. ¿Qué más pedirle a
la vida?
ANEXO 14: HIENA Y CHACAL

“Fue para 1987, la guerra en la montaña estaba en lo fino y aquí, todo era escasez y
penurias. A mí, la desgracia me llegó de pronto. No sé ni cómo se fijó en mi hija el hombre
ese, tal vez la miraría en una de esas cuestiones del Frente en que ella andaba, porque era
de la tal Juventud Sandinista, la muy desobediente. Tenía 19 años, estudiaba en la
UNAN y era una chavala muy hermosa mi hija, para que, no puedo negarlo.
La cosa es que un día de tantos, se apareció una gran camioneta con un
chófer que le decían Pitín, vestido de guayabera blanca, pantalón negro y
cargando un gran saco de provisión preguntando por María Gertrudis, mi hija,
diciendo que era un regalo para ella por parte de la secretaría local del Frente
Sandinista, como estímulo por su labor en esa cosa de política. Venía de todo:
arroz, frijoles, azúcar, aceite, pasta de dientes, café, jabón y otras cosas que eran
escasas en ese tiempo. También le dejó dinero y un recado en un sobre. No
supe más.
Fue como a los tres meses que se me vino el mundo encima. El coordinador
de los Comité de Defensa Sandinista del barrio, llegó prepotentemente a
decirnos que el terreno que habitábamos desde hacía casi treinta años atrás, allá
en el barrio San José, era ajeno y que fuéramos buscando como salir de ahí
cuanto antes. En esos mismos días es que me capturan a mi hijo Roberto, los
de «Prevención» del Servicio Militar, a pesar de que ya había sido descartado de
ir a la guerra por una nube que tiene en su ojo izquierdo. Por último, empecé a
ver a mi hija toda deprimida, como enferma y llorando de la nada.
Desesperada por el asunto del terreno, hablé con la Tere, una amiga que
trabajaba de empleada en la casa de un comandante, Víctor Tirado o Carlos
Núñez, no recuerdo bien, para que le pidiera ayuda y nada, el señor vivía
demasiado ocupado. Fue entonces que me acordé de pedirle ayuda a la Norita
Astorga, a quien conocía desde jovencita en Santo Tomás Chontales, ya que mi
hermana Eulalia, le trabajó a don Napoleón Astorga, tío de ella. A la Norita, yo
la había visto varias veces en la televisión. A como pude, me conseguí su
dirección y la busqué. Una belleza de persona Norita, me recibió como si yo
fuera la gran señora, la miré bastante cambiada físicamente, bien delgadita, pero
siempre cariñosa y humilde. Le expuse todito el caso y me dijo que no me
preocupara que hablaría con no sé quién, que le diera unos días. Me regaló
unas cositas y me mandó a dejar hasta la casa en un carro.
Fueron días de angustia. El hostigamiento del coordinador era cada vez más
continuo y agresivo llegando al punto de decirnos que teníamos que salir y que
la tarjeta de racionamiento o el AFA ya no era válida, imagínese. Por otro lado,
no tenía ni idea de donde estaba preso o enmontañado mi hijo, y para remate
mi hija María Gertrudis, ni comer quería. Era un abatimiento total. Ya casi con
ganas de ir a buscar de nuevo a la Norita, se apareció su chófer, el mismo que
me vino a dejar, nada más que en un carro rojo, diferente al de «denánte». Me
llevó esta vez, no a la casa, sino que a la oficina donde Noríta trabajaba. La
esperé y la esperé sentada un gran rato.
Por fin me mandó a llamar y al solo ver que no me saludó con gran alegría,
presentí algo malo. Cerró la puerta y se sentó a mi lado. Casi me muero con lo
que me dijo; fue horrible: María Gertrudis, mi hija, se había “metido” con el
«Comandante» y su esposa, la «Compañera» se había dado cuenta y estaba
furiosa. Todo el hostigamiento que sufríamos venía de parte de ella,
endemoniada y con toda razón, por la brutalidad que hizo mi hija con su
esposo.
Lloré y lloré, la Noríta no dejaba de abrazarme. Me dijo que no podía
enfrentarse a la esposa del comandante, pero que, por sus contactos con un
amigo de ella del ejército, resolvería lo de mi hijo sin que se diera cuenta la
Compañera, pero que lo del terreno estaba difícil, ya que esta última tenía el
ojo puesto en el asunto, además de que no era conveniente que vieran a mi hijo
en el barrio. Supe entonces, que no era la primera vez que la esposa del
presidente le arruinaba la vida a alguna infeliz que hiciera lo de mi hija. Fue en
ese momento que comprendí lo grave del asunto y tuve un gran miedo por mis
dos hijos. Luego vinieron aquellas palabras de Norita:
«Toda mi vida he luchado contra la injusticia, mientras yo sea Nora usted y
sus hijos tendrán un techo. No se me preocupe, hoy mismo veré que hago».
Me sentí tan aliviada, tan conmovida con sus palabras. Dio orden de que me
consiguieran unos aliños y me mandó a dejar con el chófer. Luego, ya en casa,
vino la plática con mi hija, quien no solo me confirmó el hecho, sino que
también agregó haber sido expulsada de la Juventud Sandinista y hasta de la
Universidad, acusándola de inmoralidad. ¿Qué podía decir? No sé en verdad,
cómo aguantó mi corazón aquella gran tristeza. A pesar de todo, en ningún
momento salió de mis labios una sola palabra de repudio hacia mi muchacha,
¿quién es aquel que no comete errores?
Como a los 15 días, en un camión que mandó Norita nos trasladamos a una
casa ahí en la carretera a León que era del Ministerio de Turismo y estaba
abandonada, una casa grande, lujosa, casa de rico, no tenía luz y pasábamos
agua con una manguera de una buena vecina.
Unos dos meses después, entre la Norita y el pelón de Herty Lewites, pícaro
que era ese diablo, me consiguieron esta casita aquí que es donde desde
entonces vivo. Los dos ellos, Herty y la Norita, murieron y me dolieron como
no tiene usted idea. Mi hijo trabaja de panadero y mi hija se casó y vive en
Panamá, gracias a ella me sostengo en esta situación además de lo que me gano
inyectando y poniendo suero a algún enfermo aquí en el barrio. (Doña Estelita,
73 años, algún barrio de Managua, septiembre 2019).
ANEXO 15: ASALTANTE Y ACOSADOR

“Nada más lejano al soñado ideal revolucionario del hombre nuevo que, este
hombre viejo y envilecido, hoy afincado en un poder corrupto y represivo” El
País, España.
Relato de Adrián Solís, ex sindicalista, miembro del Partido Socialista
Nicaragüense en los años 60 y quien compartiera cárcel por más de 8 meses con
el hoy dictador Ortega.
«Conocí a Daniel Ortega y a sus hermanos, en 1961 o 1962, allá por el Barrio San
Antonio de Managua.
Puedo decirte que nunca en los años que lo traté, vi en él algún tipo de expresión seria
de corte político, un marco ideológico mínimo y mucho menos, sensibilidad social alguna.
Muy al contrario, tal y como pueden decirte los que igual que yo lo conocieron, además de
prepotente y violento, tenía actitudes de discriminación social y racial. Un rasgo muy notable
en él, han sido sus actitudes misóginas y también su comportamiento lascivo y acosador.
Hosco y desconfiado, su personalidad era y sigue siendo, de una naturaleza tenebrosa e
impredecible. Abusivo, autoritario, dueño de un lenguaje soez, irascible, mentiroso, desleal,
mal amigo, pésimo alumno, enemigo de los libros, hombre de muy pobres luces intelectuales,
aunque sí, astuto y maestro de la intriga.
Que dejase una universidad jesuita, abrumado por el rigor académico, apenas un par de
meses después de inscribirse, no sorprendió a nadie, pero que se justificase diciendo que era
para involucrarse en un movimiento político, para lo cual no tenía mínimas cualidades
morales, dejó incrédulos y rascándose la cabeza a varios que, la verdad, no miraban en él,
más que dotes de ocioso, matón y aventurero.
Cuando cayó preso por el atraco a un banco, que eran las acciones con las que más a
gusto se sentía, después de un inicial maltrato, sus condiciones carcelarias fueron en verdad
privilegiadas. Tales circunstancias, unidas a otras coincidencias que incluían numerosas
capturas y quiebres de casas de seguridad sandinistas, fueron objeto de muchos rumores que
no trascendieron. Los afanes de guerra, así como una común resistencia a poner en duda las
supuestamente míticas cualidades de los todopoderosos comandantes de entonces, volvía
intrascendente y hasta temerario, querer develar esas cosas ya que se corría el riesgo de ser
severamente sancionado, por confundido y traidor, por alguno de los sacrosantos comisarios
políticos de entonces.
Para los que tuvimos la mala suerte de compartir prisión con él, más que como un
ejemplar líder y compañero, lo veíamos como un vulgar y eficaz cabo de celda. Más que
respetarlo la mayoría le temía, ya que se imponía con violencia ante los demás reos a partir
de su buena relación con los guardias de la prisión. Tener problemas con él, significaba
represalias con la comida y las visitas de familiares.
El hombre en verdad, tenía influencia con los guardias, en general con los más maliciosos
y prepotentes, al punto tal que algunos de ellos formaron parte de su círculo íntimo, una vez
que el mismo llegó al poder.
Volviendo a mis vivencias de esos meses en la cárcel, puedo decirte que al menos en dos
ocasiones fui testigo de algunas misteriosas ausencias por parte de este, ausencias que
duraban días. Aunque insistía haber sido trasladado a una supuesta celda de castigo, la
verdad es que su semblante, no estaba para nada, demacrado o descuidado como sería lo
esperado, estaba rebosante y de buen humor.
Victoria R. R., una anciana granadina, declaró más de una vez, haber visto llegar al
“Comandante” en diversas ocasiones, a la vecina casa de su primo José Manuel, militar de
la Guardia Nacional adscrito al penal de La Modelo. Otras personas aseveraron lo mismo
agregándole al asunto, visitas cotidianas del mismo Ortega, a burdeles de Granada y
Nandaime. Tal situación nunca fue investigada, sino más bien, muchísimos archivos de la
Oficina de Seguridad de Somoza, fueron misteriosamente desaparecidos por orden expresa
de altos comandantes sandinistas inmediatamente después del triunfo en 1979.
Soy de la opinión de que a Ortega, la temporada en la cárcel le salvó la vida, ya que por
su conflictivo carácter era proclive a los líos.
Ismael Artola, un remendador de zapatos del mercado San Miguel de Managua, de
unos 50 y tantos años, destacaba por ser bueno al billar y al naipe. Este tuvo un altercado
con Ortega en un conocido salón de billares cerca del barrio Buenos Aires de Managua, te
estoy hablando como de 1965 aproximadamente. La discusión rápidamente paso a los
golpes. Mucho más joven y ágil Ortega venció al cincuentón, agrediéndolo salvajemente
incluso cuando este se encontraba ya en el suelo, teniendo que intervenir algunos de los
presentes.
Por meses, Ortega quien se suponía que ya estaba en el clandestinaje guerrillero, fue
buscado intensamente y con muy malas intenciones por cierto, por uno de los hijos de Artola.
A continuación, te describo otra de sus perlas: Carmencita Poveda, una agraciada joven
leonesa, estudiante de secretariado y contabilidad en la Escuela de Comercio Silviano
Matamoros de Moran en Managua, era cortejada insistentemente por Ortega en el camino a
su centro de estudios. Carmen, quien ya tenía un noviazgo con un joven de Masaya llamado
Bayardo, con quien paseaba los fines de semana, rechazó siempre los lances del don Juan de
cuartería Ortega, quien, frustrado ante ello, pagó a un delincuente del barrio Los Pescadores,
apodado “Chuleta” para que junto a otro compinche, agredieran al galán masayés quien
todos los domingos, después de visitar a su novia Carmen, se dirigía hacia la estación a
tomar el tren y partir hacia su natal Masaya.
Sucedió, que detrás de la humilde apariencia de Bayardo, que era hermano de un famoso
pitcher del equipo San Fernando de Masaya de esos años, se escondía un buen peleador que
opuso tenaz resistencia a su par de agresores, logrando con ayuda de otras personas que se
encontraban cerca (esquina noroeste del parque de Candelaria, frente a la casa del padre de
Jaime Morales Carazo), capturar al compinche de Chuleta, de nombre Luciano Martínez,
quien resultó ser sobrino de un popular personaje de entonces llamado Peyeyeque y
terminaría relatando todo a la policía. Por este hecho, Ortega jamás fue encausado
penalmente.
Más tarde, se conocería que estuvo involucrado en la quema del vehículo de un
funcionario de la embajada norteamericana y luego, sus dos acciones más relevantes, fueron;
su participación en la muerte a tiros de un agente de la seguridad de Somoza, y el asalto a
un banco en Managua por lo que caería preso.
Brutalidad, megalomanía y un gran cinismo es lo que define a Ortega. En los 80 fueron
conocidas sus andanzas de acoso a mujeres y su insaciable afición a jovencitas, poco más que
adolescentes. Honestamente, a cualquiera que lo haya conocido de cerca, no le hubiera
sorprendido para nada la grave acusación hecha por parte de su propia hijastra en 1998.
Para terminar, no puedo si no declarar que lo ocurrido estos días en Nicaragua, ha sido
extraordinario, estos jóvenes con su sangre y sacrificio han querido redimirse de un tajo, de
toda la vergüenza que les heredamos».
ANEXO 16: NARCODOLARES

Declaraciones de Jhon Jairo Velásquez, alias Popeye, sicario mayor del


narcotraficante Pablo Escobar Gaviria
Crónicas Bogotanas /Diciembre 2017.
«Desde que lo vio, le cayó re - mal.
Pablo Emilio Escobar Gaviria, mi patrón, si algo tenía, era buena vista. De inmediato
me dijo:
—Esta trufa no es buena cosa. Es un Noriega segundo.
Definió al narcotraficante y dictador Ortega, como falso y peligroso. Mi patrón se llevaba
bien con Montero, el cubano, el verdadero estratega de la contrainteligencia en Nicaragua.
También le cayó bien el chiquitín y hablantín Borge.
Con Ortega se trataba más porque tenía que hacerlo. Más por hipócrita conveniencia
que porque quisiera ya que según me decía, el tipo era falso y siniestro.
Ortega era de lo más servil con mi patrón, se le aparecía siempre, diciendo que por
casualidad, en un restaurante al que nos gustaba ir a comer con Rodríguez Gacha ahí en
Managua, El Ranchito o Los Ranchos, creo que se llamaba el lugar.
Ortega también lo invitaba a practicar puntería con una Mágnum 45 en una hacienda
cerca de una laguna muy linda, donde también le presentaba a peladitas poco más que
adolescentes, de las que siempre andaba rodeado, porque ese hijuepuerca es un pedófilo. Mi
patrón jamás aceptó eso, aunque sí, anduvo a escondidas de Victoria, su esposa, con varias
mujeres nicaragüenses de altos cargos en el gobierno que los lugartenientes de Ortega le
presentaban.
Pablo Escobar se arrepintió de los meses que estuvo en Nicaragua. Calculo que no
perdió menos de 4 millones de dólares en esa estadía. Tamaña hipocresía es que Ortega
hable hoy de condenar el narcotráfico, cuando él mismo nos recibió y hospedó en Nicaragua,
cuando íbamos huyendo después del asesinato del Ministro de Justicia Rodrigo Lara
Bonilla, el 30 de abril de 1984. Hipocresía cuando nuestra anfitriona o asistente oficial esos
meses en Nicaragua, era la actual jefa de la fiscalía y también, porque ese país sigue siendo
base narco, de ida y vuelta.
No tiene ni tres meses que mataron a Miguel Ángel Rodríguez Castaño, un abogado
que conocí en la cárcel a mediados del 2014. Él me contó haber estado en Nicaragua varias
veces en el 2013, negociando directamente con el gobierno y el juez que llevó el caso de
Raquel Alatorre, una mujer ligada a varios cárteles mexicanos de la droga y a la que
Ortega le quitó 17 millones de dólares y de los que solamente declaró públicamente 9
millones. Miguel Ángel me aseguró haber entregado al juez, un tipo de nombre Julio, no
recuerdo el apellido, 110 mil dólares para agilizar el traslado de Alatorre a México. Mire
mi hermano, si en el mundo hay hipócritas y cínicos, esos son los comunistas».
ANEXO 17: NEGROS AUGURIOS

“Cuando el fruto de tu vientre cumpla tantas Metzlis (lunas, meses) como días tiene el año
(365), este fruto se alzará contra ti.
Justo cuando tú, Coatlicue, cumplas 666 Metzlis de vida, serás reina. Llanto,
cenizas y olvido será tu legado. Amargura para tu descendencia”.
Plaza Mayor de Colima, México, 15 de noviembre de 1996 — Encuentro
de brujos mesoamericanos.
*365 meses: 30 años 5 meses; Edad exacta de Zoilamérica (13/11/67) al
interponer en mayo de 1998, su denuncia por violación.
*666.6 meses: Periodo entre el 22 de junio de 1951 y el 10 de enero 2007
(fecha de nacimiento y toma de facto del poder REAL por parte de Coatlicue).
GARRAS Y PONZOÑA PROFETIZADAS
“Tres jornadas tiene de ida y tres de vuelta la estrella de pelo largo que hoy, por arriba
pasa. La estrella que nadie ve dos veces. Justo al terminar la primera jornada de la estrella,
conocerás a tu enemigo. De tu propia sangre será.
Entonces y sólo entonces, crecerán tus alas, crecerán tus garras y también tu ponzoña.
Brazas ardientes por entrañas tendrás.
A mediodía, al terminar la estrella de pelo largo su tercera jornada tu cabeza rodará”
Baba Vanga / febrero 1986 Famosa psíquica no vidente, búlgara.
Estrella de pelo largo: Denominación de cometa en la antigua Grecia. En
este caso se refería al cometa Halley que pasó por la tierra en febrero de 1986.
Su ciclo promedio es de 74.6 años. Dividido el viaje en 6 jornadas cada una
duraría 12.36 años por lo que su primera jornada terminaría en mayo del 1998.
Denuncia por violación de Zoilamerica: mayo 1998.
Conclusión de la tercera jornada del cometa, mitad del recorrido: marzo o
abril 2023. ¿Será entonces el llanto y crujir de dientes?
ANEXO 18: PASMOSA MALDAD

Un diálogo que pone de manifiesto, el inconcebible nivel de podredumbre


moral y deshumanización de las dos féminas tras el poder en Nicaragua y
Venezuela.
Babaista se autodenomina una de las dialogantes la cual, junto a su
elefantiásico marido, tan ignorante como malvado, gusta de celebrar a ritmo de
rumba, la muerte de jóvenes manifestantes en las calles de Caracas.
Tal diálogo, siempre, según “visualizaciones fantasiosas” de nuestros
«mediums», se dio el día 27 de junio del 2017 a las 15:37 horas de Managua, tras
el ataque contra el ilegal Tribunal Supremo de Justicia venezolano por el ex
policía Oscar Pérez, asesinado públicamente meses después.
Coatlicue: ¡Qué barbaridad! ¿En Miraflores las tiraron?
(CF): No, a la sede del Tribunal de Justicia, quebraron algunas ventanas y
asustaron mucho. Un ex policía de apellido Pérez.
Coatlicue: Ah, el Rambito. De esos rambitos también hay aquí, al final
terminan como perritos llorones.
Coatlicue entonces envía imágenes publicadas en un periódico local de un
prisionero nicaragüense llamado Marvin Vargas. En una de las imágenes se
observaba a un hombre blanco, recio y lozano de unos 40 de años edad, en la
otra, el mismo hombre casi sin dientes y con la imagen de un auténtico anciano,
después de 6 años de prisión en inhumanas condiciones. En el reportaje
periodístico se plasma el alto grado de deterioro mental y emocional del
prisionero, quien, tartamudeando y llorando, aprovecha la oportunidad para
pedir públicamente clemencia al «compañero y a la compañera».
Coatlicue: Este se decía el Danto 2011, quería armar revoltijo y terrorismo
con otros deschavetados.
(CF): Cabello y Padrino están furiosos, ya el SEBIN y la científica (policía)
están localizándolos.
Coatlicue: jijiji, si los hallan, se los dan a los de los Derechos Humanos,
esos son especialistas y refinados con sus paladines.
(CF): Ahh no, aquí no hay quien valga, quieren palo tendrán palo, quieren
plomo tendrán plomo.
En determinado momento de la vida, tendemos a creer que ya hay pocas
cosas en la misma que puedan en verdad sorprendernos. No obstante, la
perversidad siempre se las arregla para demostrarnos lo contrario. El caso de
este hombre, Marvin Vargas Herrera, miembro del ejército sandinista, cuando
no era más que un adolescente y encarcelado a sus casi 40 años, simplemente
por pretender liderar una protesta exigiendo beneficios de índole gremial, es
por sí solo, una genuina muestra de maldad pura y deshumanización absoluta.
¿Qué habrá hecho este hombre para merecer ser encarcelado en celdas de
castigo y sometido a tratos denigrantes durante todos estos años en el contexto
de un juicio retorcido y comandado directamente por el señor de los abusos y
la madre de las arbitrariedades, como bien diría un digno representante de los
derechos humanos en Nicaragua?. Terrible delito habrá cometido quien un día
arriesgó su vida por quienes hoy, desde su arrogante poder, le negaron, hasta el
asistir al entierro de su madre, quien murió agobiada y luchando hasta el
último día por la libertad del hijo encarcelado.
En la Persia antigua, se acostumbraba desollar vivos, de a poquito, un tajo al
día, a inermes prisioneros acusados de rebelarse contra la corona, por traición o
herejía. Aquel terrible proceso podía durar hasta dos semanas antes del colapso
fatal del desdichado.
El suplicio de Marvin, quizás el prisionero político más antiguo de la
dictadura orteguista (11 años a estas alturas del 2022) ha sido más lento, más de
a poquito, pero igual de devastador.
¿Qué tendrán este par de tiranos que avasallan la conciencia de sus adláteres
al punto de hacerlos ciegos, sordos y mudos ante abominaciones como esta?.
ANEXO 19: MANUAL DEL FANÁTICO
ORTEGUISTA

Primero que nada, la cantera de aspirantes está formada en su mayoría por


sujetos de pobre nivel cultural, moralmente deplorables y en no pocos casos,
con amplio historial criminal.
Son los que huyendo de la dura calle han podido atestiguar la forma en que
se enriquecen aquellos que se acercan a la oportuna sombra de algún
encumbrado padrino político, adicto al tirano mayor.
Segundo, van descartando por ahí escrúpulos, vergüenzas, amistades pobres
(peor si son honradas y analíticas) en fin, todo aquello que en su criterio sea un
inútil lastre, para su nueva y prometedora empresa.
Tercero, al saberse desconocidos, se convencen de que lo que ahora cabe, es
asunto de mercadeo clásico, por lo que la imagen es clave. Ante esto, recurren
al disfraz clásico: boina roja, camiseta del Che, Ortega u otro miembro de «La
Familia» y alguna banderita.
Ahora bien, por aquello de que los iguales se atraen, el buen aspirante a
servil debe saber dar una imagen de estupidez, ya que ese es el estereotipo que
de su base política tienen los caciques. Tal hecho les inspira confianza a estos
últimos, a la vez que descarta celos, al no sentirse amenazados.
Estrategia del éxito:
Primero que nada, acércate e identifica a los caciques mayores. Camina con
torpeza, da una imagen desgraciada y ridícula que genere lástima. Míralos con
simpatía, ríete de sus chistes y vulgaridades, aplaude sus estupideces. Gánate su
confianza, no critiques, no contradigas.
Recuerda siempre:
Ellos deben ser para vos, los personajes más sabios y simpáticos que hayas
conocido. Te lo repito; ufánate en todo momento de tu cualidad de torpe, servil
y vulgar, nunca muestres cultura alguna. Eso te permitirá ser clasificado como
inocuo a sus intereses y ser aceptado.
Sigamos entonces: escoge el momento y el escenario, asegúrate que haya
cámaras y medios. Ahora bien, si uno de los Grandes Hermanos está presente,
perfecto y, si es el Líder Supremo, mucho mejor.
Grita catro peroratas anti gringas, maldice, demostrando la mayor
indignación hacia la iglesia y la derecha golpista, sin importar que sepas o no lo
que tal término significa, vuelve tu mirada hacia el gran líder ahí presente,
muéstrate emocionado ante su majestuosa presencia y entornando tiernamente,
tus ya lacrimosos ojos, lo colmas de agradecidas loas por sus grandes méritos y
sacrificios, con voz emocionada y gestos grandilocuentes, no lo olvides.
Luego de eso y a grito partido, echa una media docena de vivas a La
Compañera y otras tanto a Ortega.
Siguiendo al pie de la letra lo anterior, estate seguro que ya la hiciste, en
verdad la hiciste, ¡ganaste la lotería!
Puedes ser narco, violador declarado, lo que sea, no importa, ya has sido
sanado, el Gran Hermano ahí presente te ungirá y zas, de sopetón ya eres todo
un revolucionario y ¡ay de aquel que lo ponga en duda!
A partir de ahí, tus vacíos, sosos discursos, serán objeto de eruditos análisis
y editados para el consumo de las fieles masas.
Ahora escucha, no basta con serlo nominalmente y ya, no, no, debes
aprender lo que hacen los revolucionar@$ de éxito:
Si tienen que «virginizar» su demoníaco rostro o bien, cambiar sus trajes de
carnaval por el hábito de la madre Teresa de Calcuta, lo harán, sin duda ni
pudor alguno. Si deben transformar sus autoritarios y amenazantes ladridos
por una voz dulce, diariamente expresada en maternales letanías, ponle sello
que también lo harán.
Pueden estar ya decrépitos, con una pata en la tumba y aún así, su única
obsesión será siempre el poder absoluto, poniendo especial énfasis en
demostrar quién es el que manda, infligiendo las peores atrocidades y
humillaciones a quienes se atrevan a contradecirlos y pongan en duda que de
ellos y solo de ellos emana la verdad y también, por supuesto, el poder.
ANEXO 20: SOLDADOS DE LA “PAZ”
ORTEGUISTA

Paramilitar “Chayán”
Miembro destacado de las caravanas de la muerte ORMU.
Declaraciones hechas durante una de las operaciones limpieza en Nagarote y
dadas a Iris, una joven reportera 25/06/2018.
P Chayán: Ajá chavala, decime, te voy a atender.
Periodista: Usted es un civil participando en una operación armada, ¿qué lo
motiva a tomar las armas contra protestantes desarmados?
P Chayán: ¡Qué van a estar desarmados estos hijuemilputas! Tienen armas
escondidas, lo que pasa es que no se empujan porque no tienen huevos como nosotros.
Periodista: Dígame, ¿por qué usan capuchas?
P Chayán: Mirá chavala, te veo media rara… te voy hablar claro y ponelo, así como te
lo digo: No vamos a permitir nunca que el imperialismo se adueñe de Nicaragua. Leé las
noticias, los gringos les deben un platal a los chinos, saben que tenemos petróleo y quieren
adueñarse de todos los países para dárselos en pago, ese es todo el cuento.
Acomodándose el fusil AK que colgaba de su hombro continuó:
—Los gringos están palmados y van de retro, ya Puerto Rico se les voltió, ya no es
gringo, ¿lo sabias? También los europeos se están “pegosteando” a los rusos. Como aquí el
comandante se les ha parado duro y Nicaragua es un ejemplo para el mundo (¿?) les
mandan dólares a estos hijueputas obispos y tranqueros para joder. Están locos, pero aquí
están estos «akitas amansalocos» (risas del grupo). Desde hace años, les ando ganas a todos
estos perros.
Al decir aquello, Chayán levanta el fusil alentando a los presentes, todos
armados, a hacerlo al grito de la consigna «el comandante se queda». Muy cerca,
sobre la tina de una reluciente camioneta sin placas, unas cajetillas de Marlboro
al lado de una hielera, posiblemente llena de frías e “imperialistas” Coca Colas
o Budweisser, aguardaban a ser repartidas entre los intimidantes enmascarados.
Paramilitar «Tatún» (PT)
Ejemplo de gran cultura y caballerosidad.
Barrio María Auxiliadora, Managua 12 / 06 / 2018
Periodista: ¿Podés decirme por qué apoyas al gobierno y atacan a los
estudiantes?
PT: Para que tengamos comida y hagan más carreteras. La derecha quiere
que seamos esclavos y que sea todo como antes, que no había hospitales ni
escuelas y solo los ricos, tenían carros (automóviles), ni televisión había.
Periodista: ¿Qué edad tienes?
PT: 24 años, nací el 12 de julio de 1994, puro Managua, ¿y vos? Tenés como
22 ¿verdad?
Periodista: Y, cuando vos naciste, ¿no había escuelas, ni hospitales, ni
televisión?
PT: Como no, pero más antes es que dicen que no había.
Periodista: Pero el comandante nació en 1945 y llegó a bachiller, el
canciller Moncada nació en 1948 y ahora es todo un Doctor. ¿Cómo habrán
hecho si no habían escuelas?
PT: Sabrán ellos, yo solo te digo lo que me han dicho.
Periodista: ¿Te pagan por andar aquí en estas operaciones?
Tatún vuelve a ver maliciosamente a ambos lados antes de responder:
PT: Negras, a mí nadie me paga nada.
Periodista: ¿No tienes miedo de perder la vida en esto?
PT: ¡Qué va! Un poco de chavalos agüitas son esos tranqueros hijueputas, a
los dos turcazos que oyen, salen disparados. Los de la UPOLI y la UNI sí son
más paraditos, pero qué van a poder con una “animala” de estas.
Mientras responde, Tatún acaricia su escopeta.
Periodista: ¿Y no te parece que podría andar algún amigo o familiar tuyo
en esas protestas, y que vos mismo podrías herirlo o matarlo?
PT: Simón, puede ser, pero nadie los manda a que anden de vergas ahí. No
agarran ni mierda y andan de pendejos.
Periodista: Entonces, si agarraran algo, es que valdría la pena que
anduvieran de tranqueros ¿verdad?
Tatún: Simón. Yo por lo menos de aquí voy a sacar mi caponera
(motocicleta triciclo).
Periodista: Pero, si no pagan nada como decís, ¿cómo lo harás?
Tatún: Sos muy curiosa vos, ¿cómo crees que tengo este Samsung? (muestra
un teléfono 4G SAMSUNG). Hasta te puedo conseguir uno si te portas bien
conmigo. ¿Tenés novio?
ANEXO 21: TERNURA POLICIAL

Lunes 16 de julio 2018; 6:43 p.m.


Intercambio de mensajes entre la oficial Calderón (KPC) y su subalterna
Astrid, ambas asignadas al centro de detención y torturas «El Chipote».
La «Chela» a la que se refieren a continuación, es casi con toda seguridad, la
joven doctora B.C., capturada, esposada, tirada en la vía y pateada salvajemente
en su rostro por un desalmado policía orteguista, el día del sábado 14 de julio
del 2018. Tal canallada, fue grabada y expuesta masivamente en los noticieros.
KPC: Ajá decime.
Astrid: La Chela sigue sangrando y tiene inflamado siempre el lado derecho.
KPC: Para esa paja mestan jodiendo, metele un cachimbazo alotro lado
para
que se leempareje.
Astrid: Horacio me dijo que le hablara a usted. Es que la familia de ella le
trajo
barco (comida) y unas pastillas, yo no sé usted que dice.
KPC: Ya sabes bien ke ni verga puede pasar, cuidadito dejan pasar algo ayi
porke la agarran. Yaviste lo que paso con el tal sobrino de almanza,
ustedes quedan diaverga y uno es el pato d la fiesta.
Astrid: Mire, está caliente, como con fiebre. Cuidado se pone peor.
KPC: Ya jodistes bos kién las mandandar de valiente a esa estupidas mejor
andate a sala deguardia ya vi ke sos pendeja deja que la suyen sencargue d eso
voy hablar con ella aoorita, mañana llego.
INDIGNIDAD ORTEGUISTA ¡Inaudita
desverguenza!
Meses después, (Marzo / 05 / 2020) casi en el mismo sitio del atropello
contra la joven doctora, fue expuesto por todos los medios de comunicación
orteguistas, el surrealista y bochornoso llanto de Juan Valle Valle, jefe policial
que comandaba la patrulla responsable del abominable hecho apuntado.
Insólitamente, sus copiosas lagrimas se debían al hecho de haber sido
sancionado por el «odiado imperialismo» y con ello, ¡Horror! haberle sido
“infamemente” suspendida su muy amada y seguramente muy revolucionaria,
«Visa Platinum Credit Card… » La propagandizada y ridícula escenografía,
incluyó abrazos de “condolencia” por parte de estudiantes trasladados en buses
para tal fin.
ANEXO 22: TOMA DE 100 % NOTICIAS
Y PERFIDA TRAICIÓN

(Madrugada del 22 de diciembre del 2018)


Conversación entre “Homero” y “Cali”:
Homero: Dice el jefe que es una SONY HDC 1700 y una GY HM 650 SC,
cada una en su maletín, eso es el dato que le acaba de mandar el gordo.
Cali: Ojetivo limpio, solo lo k t mande en los camiones es lo que abiya.
Homero: El gordo está cerrado que ahí quedaron, que esas no las han
sacado de ahí por no se que verga que busques arriba en una especie de closets.
Cali: Nada maje, solo un cachmbo de papeles questa recogiendo la gente de
solis.
Homero: El gordo insiste que ahí quedaron la última vez que estuvo ahí.
Cali: Pues que benga ese ijueputa a buscarlos, aquí ya no ay mas niberga.
Homero: Calmate maje, que por aquí anda JC.
Cali: Preguntale entonces ala gente de lo camiones maje, cuidado se las
batiaron.
Homero: Dejame ver, ay te llamo cualquier cosa.
Cali: Dale.
«EL Gordo»: Ex comentarista de 100% noticias (MAP).
ANEXO 23: INFAMIA

Caso del tergiversado reporte del incendio en el barrio Carlos Marx, ocurrido
el 16 de junio del 2018 y donde murieron carbonizadas 6 personas.
Mensajes entre Jacinto (diente) y Moraga (27/07/2018), miembros menores
de
la Dirección General de Bomberos. Managua.
Jacinto: idiay maje no jodas nos cortaron los d wiscogmsin
(WISCONSIN).
Jacinto: no va ver viaje.
Moraga: k mala onda diente.
Jacinto: que si eramos polisías o bomberos dicen.
Moraga: fue caballada esa mierda.
Jacinto: de ustedes.
Moraga: cual ustedes hijueputaa, no jodas delapuro del viejo chaparro ese
del
canciller y de castro acordate queese sábado taban enlo del dialogo.
Moraga: ellos lo escribieron a todo mamón con el ijueput@ de guerrero
que
anduvo allí en esa berga, landero andaba por chinandega creo.
Jacinto: ¿y mojica?
Moraga: mojica taba bolo en su casa y don salvador no quiso meterse en
eso.
Jacinto: viejo pendejo solo era un reporte loquiba aser.
Moraga: no ombre, es bombero viejo que se iba a ensuciar asi por asi, uno
porke es chancho y mierda de biaje bos sabes que eso fue balurde
maje mala onda d plano una salvajada esa mierda.
Jacinto: solo berga sos bos también.
La Asociación de Bomberos de Wisconsin cortó relaciones con su par
nicaragüense a partir de la infame complicidad de estos, en la falsificación del
reporte tecno forense, sobre el incendio provocado por paramilitares
orteguistas en una casa del barrio Carlos Marx.
Tal y como puede comprobarse, viendo los videos de ese fatídico día, el
falaz y concluyente “informe forense, bomberil y policíaco” determinando
causas y sobre todo, culpables y demás, fue elaborado a menos de DOS
HORAS de ocurrida la tragedia, sin inspección alguna del aún humeante sitio y
difundido como verdad irrebatible, por el Canciller Denis Moncada y el
diputado orteguista Edwin Castro durante el llamado, Diálogo Nacional que
esa misma mañana se llevaba a cabo.
Consultando información pública del departamento de bomberos de Los
Angeles (LAFD) así como datos de otras fuentes, se determina que un informe
tecno – forense profesional, en un caso de esa naturaleza, en cualquier país del
mundo, toma, al menos 48 horas antes de ser emitido.
ANEXO 24: ALEXIS ¿ALCALDE
HONORARIO?aquí

Coatlicue conversa con Arquímedes Q.P. - Representante para Latinoamérica


de una empresa de suministro de equipos municipales con sede en Quito,
Ecuador (Mayo 2009, siendo alcalde de Managua, Alexis Argüello).
AQP: — En distintas correspondencias le hemos insistido al Sr. Argüello
nos dé pronta respuesta ya que las cotizaciones tienen fecha de caducidad y los
equipos no siempre están disponibles. Sin embargo, no logramos su atención ni
respuesta alguna. El Frater Mayor Pizano, me dio su correo para solicitar su
cooperación al respecto, enviándole sus mejores saludos.
Coatlicue: — Buen día Alonso, gracias por los saludos. Con quien te
entenderás de ahora en adelante, será con el Sr. Moreno, él te escribirá en breve
a tu correo.
AQP: Pero, los contratos están a nombre del Sr. alcalde Argüello. Este
señor Moreno, ¿tiene facultades legales para eso? Necesitaríamos una
autorización legal del Sr. Argüello.
Coatlicue: — Sr. Alonso, no acostumbro a dar muchas explicaciones de
asuntos internos, no obstante, al estar de por medio en esto el Frater Pizano, lo
haré. Antes que nada, te aclaro que el Sr. Moreno tiene facultades para eso y
para lo que sea necesario. Te lo explico de la mejor manera: El señor Argüello,
es un simpatizante de nuestro partido. Él puso la popularidad que tiene entre
mucha gente de nuestro pueblo, a disposición nuestra. Sin embargo, por
diversas afecciones de salud, no dispone del tiempo necesario para abordar los
complejos asuntos administrativos o técnicos de la municipalidad, en ese
sentido, su condición es de alcalde honorario de nuestra capital, Managua.
Cualquier detalle legal, puedes abordarlo a lo inmediato con el Sr. Moreno, él
sabrá darte rápida respuesta.
AQP: — Entendido, esperaré correo del Sr. Moreno entonces, gracias.
BURLA
De Coatlicue a “Ruth T”, compradora oficial de Rolexs, perfumería, y
costosisimo vestuario para las operetas del Principe Tenor, desde su puesto de
embajadora ante Francia. En el dialogo se refieren al boxeador nicaragüense
Alexis Arguello. En ese entonces Alcalde de Managua. (Fecha 12 de marzo del
2009)
Coatlicue: ¿Te mandó la lista completa la Desireé?
Aunque creo que la presentación ya no será el 21, estos ineptos no han terminado la
reparación en el teatro.
Procuraré apurar todo, aunque nuestro alcaldito es tan tarado que cuando lo he tenido
cerca me da miedo que suene una campana y comience a tirar puñetazos.
Es de las latas de basura que anda recogiendo Daniel, basurita Alexis, basurita cabeza
de hacha Pastora, y ahora basura Navarro, quién más falta?
Ruth: Basurón R. Mayorga, jijijiji
ANEXO 25: LAS PIOJAS

Diálogo entre «La Compañera» y dos oficiales mujeres del centro de torturas de
El Chipote. Domingo 16 de septiembre 2018 - 7:43 p.m.
Oficial Castillo: Buenas noches compañera.
Compañera: Aló, ¿inspectora Suarez?
Oficial Castillo: No, soy la oficial Castillo, la inspectora anda en el baño
ahorita.
Compañera: Ajá y las Piojas.
Oficial Castillo: Todo bajo control compañera. No ha habido más
alteraciónes, no les hemos permitido nada… disculpe, aquí llega ya la
inspectora Suarez.
I.Suarez: Hola Compañera, aquí todos en alta disposición.
Compañera: No me canso de repetirles que estamos obligados a ser
inclementes con las alimañas que han causado tanto sufrimiento a nuestro
pueblo. I.
Suarez: Sí, sí, claro compañera, cuente que así se hará.
Compañera: Necesito un control permanente sobre esas sabandijas. Así
como ellas irrespetaron sin pudor alguno la paz de la nación, así mismo,
nosotros no tendremos consideración de ningún tipo. Háganle saber a estas
apestosas que no están en un hotel 5 estrellas para exigir privacidad.
I. Suarez: Así será compañera, disculpe.
ANEXO 26: MORBO Y COMPASIÓN

Miércoles 19 de septiembre 2018


Cárcel de mujeres La Esperanza.
Funcionaria: — Mirá loca, ta todo raro esto, en verdad. Fijate que “la
vieja” pide videos de la revisión de de las chavalas y después le agarra tema a la
más bonita y es a la que más jode.
Ya le había oído un comentario así a la Calderón en pláticas con
la inspectora, pero no le había parado bola hasta ayer que me comentó algo
la Tere.
Me dan pesar las jodidas cipotas, ayer les pase unas “dos alitas”
(toallas sanitarias) a escondidas a una de ellas.
Les digo que se calmen y no hacen caso. Esa tal “xxxx” es la más engüevada
la hijueputilla, a veces me parece que estoy viendo a la jodida de mi hermana.
Canta el himno, grita consignas, vieras como jode. Me da miedo que la vieja
esta le mande a hacer algo.
Civil: — Uy, ni te metas en eso. Si te agarran te fuiste, tené cuidado.
ANEXO 27: PODER Y PASION

Los sicarios de toga, los bien llamados, “jueces del orteguismo”, son la infame
contraparte de los despiadados paramilitares.
Corruptos a más no poder, manipulan de forma vil, la «justicia» para
reprimir a todo aquel que ose plantarle cara a la tiranía, que amenace sus
intereses económicos o, tal y como se relata a continuación, contradiga sus
intereses pasionales.
UN DESBOCADO OCTAVITO
— «Mirá muchacho, tragarse el orgullo, perder el miedo y arriesgarse, es
mejor a que sigás aquí, consumiendote en esta cárcel. Allá afuera, todo se
resuelve mijo, pero, aquí, ¿qué? »
Tal era el consejo que Fabián, un veterano recluso de la cárcel «Modelo»
(Tipitapa, Managua), daba a Jairo, su joven y atribulado compañero de celda
quien ahora tenía en sus manos, ni más ni menos, que su libertad.
No era fácil. A diario, durante 22 meses y 21 días, desde aquel infausto 17 de
julio del 2017, en que fue capturado, había maldecido al infame personaje que
tramó su encierro, precisamente, el mismo que ahora le ponía la libertad en
bandeja a cambio de un indigno acuerdo. No hacerlo, significaría, perpetuar su
tragedia.
Aunque había aprendido a ahuyentar tristezas, tarareando canciones del
Buki o a los Tigres del Norte, jugando al naipe o hablando de lo que sea, el
espanto de tener encima una condena de 16 años y, peor aún, saber de que tal
situación era producto de una malévola trama, amargaba su existencia.
Oriundo de Terrabona, Matagalpa, donde vivía con su madre, Teresa Loreto
y su padrastro Esteban, Jairo, nacido en 1989 y cuyo apellido materno y rostro,
refleja un lejano parentesco con los migrantes italianos que a finales del siglo
XIX se asentaron por esas tierras, es hijo «natural» de un alto oficial del mal
llamado Ejército de Nicaragua, quien nunca lo ha reconocido como tal.
Su vida, entre ordeño de vacas o siembros de tomate y cebolla, empezó a
dar un giro, cuando, a sus 17 años, salió «por primerita vez de su lugar» como
ayudante de un camión verdulero rumbo hacía la ciudad de Estelí.
Hoy confiesa haber sido deslumbrado entonces, por el bullicio, las tiendas,
las luces, el estadio y sobre todo, las lindas estilíanas.
Semanas después, otro viaje, esta vez a Managua, terminó convenciendolo
de que ahí estaba «la jugada» y que, definitivamente, «la capital, era lo mejor pa’
salir de pobre...».
Es así que un día de tantos empezó a cargar sacos, canastos, barrer,
acomodar verduras o lo que fuera necesario, en el tramo de verduras de un
conocido, en el corazón del enorme mercado Oriental de Managua.
Poco a poco, explorando alrededores, Jairo descubre las canchas de Basket
Ball del parque Luis Alfonso, las que comienza a frecuentar y donde se destaca
por su altura y resistencia física aunque no por su habilidad con el balón.
Es en esta nocturna actividad donde Jairo llama la atención de un ventrudo
y bien trajeado sujeto que, según le refirieron, entre risas e ironías, era «algo
raro, pero buena onda y regalón» y que, al igual que otros, habituaba medrar
por las canchas para observar el juego y también, con mayor detenimiento, a los
jugadores mismos.
Discretos saludos, con el correr de los días dieron paso a sugerentes
indirectas por parte de aquel obeso cincuentón que se hacía llamar “Ricky”,
hacia un huidizo y ruborizado Jairo.
Fue entonces que un par de costosas zapatillas - Adidas PRO 2.0 – y un
telefono - Huawei Enjoy 6S – obsequiados como muestra de «amistad y
admiración» y que dejarían boquiabierto al terraboneño Jairo, allanaron el
camino para más insistentes y agresivos acercamientos que, no obstante tener
sólidos dólares por caballería, no hicieron sucumbir las defensas de nuestro
norteño varón.
Astuto, inescrupuloso y para variar, funcionario con mucha cola e influencia
en el corrupto sistema judicial de la tiranía orteguista, Ricky acostumbra a
conseguir lo que quiere, cuando lo quiere. Es así que, aparentando naturalidad
e indiferencia ante los desaires de Jairo, le propone a este, un bien pagado
puesto de guarda de seguridad de una lujosa residencia que, según decía, recién
acababa de adquirir en una exclusiva zona de Managua.
Un tanto suspicaz, pero también, tentado por una oferta de salario que
además de un adelanto en efectivo inmediato, triplicaba lo que ganaba en el
mercado, Jairo terminó aceptando la propuesta de Ricky.
Al respecto, Jairo, con su singular deje campesino nos describe:
«Viera amigo, parecía el mismito cielo esa casa, las luces se enciendían solitas, solitas,
cuando uno pasa. La cocina se enciende sin fosforos, con un «chunchón» que parece telefono,
un televisor más alto que yo y unos asientones que como que tiemblan…ahh, y una gran
“piscinona desde onde se vide Managua allaaa abajisimo”…, comida había lo que quisiera.
Lo único arrecho ahí, es estar solo. El guarda del vecíno, me dijo que la casa donde yo
estaba, la policía se la había quitado a unos narcos, hacía poco»
Una vez asentado Jairo en la referida propiedad, Ricky, quien entonces
exigió terminantemente ser llamado Octavio, reanudó, de manera mas agresiva
el acoso hacia el primero, quién amenazó con renunciar de inmediato,
apaciguando los lascivos impulsos de quien pronto supo Jairo, que también era
influyente juez.
Al pasar de los días, las visitas de Octavio eran cada vez más esporádicas y
casi siempre, acompañado de policías o funcionarios de la alta nomenclatura
orteguista.
“Ahí llegaba una mujer que es alta jueza que parece que es “preparada” para nada,
porque una vez pidió una comida de esas que “les llaman pizzas” y como el muchacho de la
moto preguntó por “X. Rivera”, yo le dije “endespues” a ella que si eramos familia, porque
mi padrastro es Rivera y también es de Matagalpa, la mujer esa se puso ardida y me trató,
me preguntó que por qué le dirigía la palabra, ese día hasta lloré de la vergüenza. Ella se
veía ahí con varón “futbolero”, como de mi edad, que viera que parejo el hombre, una vez
me mandó a comprar unas latas de cerveza con un bllete de 20 dólar y me dejó que agarrara
“toditito” el vuelto... “
Una noche, como a las seis semanas de estar Jairo cuidando la propiedad, un
borracho y agresivo Octavio se aparece exigiendo “singulares favores” que
aquel, nervioso pero decidido, rechaza con cierta brusquedad, haciendo que el
alcoholizado juez pierda pie y caiga al piso.
Enfurecido ante la afrenta, Octavio vuelve a su vehículo, saca un arma y
entre gritos, amenaza a un aterrado Jairo, expulsandolo finalmente de la
propiedad.
“Creí que me iba a matar ese hombre, se puso como endemoniado y me corrió de la casa
en la pura noche. Caminé y caminé hacia al lado donde se veían las luces, solo bajada y
bajada, hasta llegar a un hospital que se llama Monte España, donde pasé la noche. En
solo la mañanita agarré viaje y preguntando llegué hasta el Oriental. Con hambre y sin
reales ya que de los nervios, hasta olvidé la cartera como con 400 pesos que tenía, por lo que
me decidí a empeñar el teléfono”.
Después de dar algunas explicaciones y sobre todo, sabiendo de su excelente
desempeño y confiabilidad en su labor, Jairo fue readmitido en el tramo
verdulero de su pariente.
Cinco días exactos después del incidente con Octavio, Jairo es
violentamente capturado por la policía a un par de cuadras del tramo. Es
acusado de robo, agresión, amenaza con arma blanca y no recuerda que otros
cargos más.
La insistencia de la policía para que entregara su teléfono así como una
infidencia de parte del llamado «jefe de sector», amigo del del pariente de Jairo,
dejó clara la razón de todo aquello.
Poco dado al manejo de teléfonos, Jairo, al empeñar el suyo, no tuvo la
precaución de dejar inaccesible toda la información que el mismo portaba,
entre ellas, escandalosas fotos del juez acosador, lo mismo que mensajes
lascivos con los que a diario bombardeaba al semi analfabeto Jairo. Mensajes
que este último jamás leería.
La adolescente hija del prestamista, habría tomado furtivamente el teléfono
y al revisarlo y tomar con hilaridad las imágenes (el juez vistiendo lencería
femenina y colorido maquillaje) así como las docenas de mensajes, algunos
verdaderamente obscenos, cometió la terrible imprudencia de reenviarlos con
coletillas burlescas a todos los escasos contactos de Jairo, entre ellos, ¡horror!,
el mismo juez Octavio.
La furia del juez fue incontenible. Aunque Jairo no sabe responder si
realmente las escabrosas imágenes y mensajes saltaron o no a las redes, lo cierto
es que un escarnecido Octavio, revolvió toda la podredumbre que debía
revolver, para, junto con otros corruptos operadores de “justicia” de su ralea,
hundir injustamente en la cárcel al desventurado Jairo.
En menos de un mes, - todo un record – Jairo fue condenado a poco más de
16 años de prisión,
Tal y como previamente se indicó, el padre biológico de Jairo, un
coronelucho retirado pero fuertemente vinculado a las estructuras corruptas de
la mafia orteguista, nunca lo reconoció como tal. A pesar de eso, Teresa, la
campesina madre de Jairo, al enterarse de la situación, moviendo cielo y tierra
por su vástago, tomó la iniciativa de buscar ayuda en él nada ejemplar padre de
Jairo.
Sin saber por donde empezar, con el corazón en vilo, Teresa, ingenuamente
se acercó a los alrededores de la explanada de Tiscapa preguntando
infructuosamente a cada hosco uniformado que por ahí encontraba acerca el
hoy vetusto milico retirado. Pretender entrar y que la atendieran en las oficinas
de la comandancia, el palacio de los Herodes y los Nerones, era un sueño.
Desconsolada, después de casi dos semanas dando, inútilmente, vueltas por
Managua, sin dinero y posando en casa de una piadosa amiga del barrio Las
Torres, Teresa empezó a resignarse ante aquella inamovible realidad y aunque le
aterraba la idea de volver derrotada a su casa en Terrabona, no encontró otra
alternativa.
Fue en ese pretendido viaje de regreso, cuando, sentada en una banca de la
estación de buses y mientras compartía con alguien su pena, esta llegó a los
siempre atentos oídos de un gritón y entrometido «vende agua helada» quien,
sin nadie pedírselo, regaló aquel certero consejo: “no sea sencilla señora, usted sabe
su nombre y apellido, pues búsquelo en las redes, ahí encuentra hasta maldiciones”.
Aquellas palabras – obvias hoy día para la mayoría pero no para una
cincuentona campesina como Teresa - tuvieron un inmediato y esperanzador
efecto en ella, al punto de hacerla descartar el viaje y regresar de inmediato a
casa de su amiga, con cuyo auxilio, comenzó la búsqueda del tal coronel en
retiro.
No fue nada difícil encontrarlo. Fotos recientes, en francachelas y poses
exhibicionistas mostraban a un obeso sesentón de rostro maltrecho y sonrisa
fingida. Fotos antiguas y actuales, mostraban su nostalgia y afecto por las
armas. Nada raro en los ruines, sosos, vacíos e hiper corruptos milicos
orteguistas.
Entusiasmada,Teresa envió el primer mensaje, pasando el día entero a la
expectativa y sin obtener ninguna respuesta.
Tres o cuatro días más con igual número de mensajes, incluso por otras vías
y los mismos resultados: ¡mutis total! El ex coronel, ratificaba su vil naturaleza.
Compungida, Teresa buscó su rancho.
Pronto, la mensual visita, con su carga de aliños para su vástago en prisión,
se convirtió en su único consuelo.
No era la primera vez que Teresa conocía el quebranto.
En 1991, un conocido piñatero y hoy acaudalado empresario ferretero de
Sebaco quien por cierto, comparte el mismo nombre y apellido del personaje
cómico que hace de Cantinflas, se apareció, documento en mano, aduciendo ser
el dueño de 71 manzanas de terreno que por más de 100 años habían sido
propiedad de los abuelos y antes, de los bisabuelos italianos de Teresa.
No hubieron razones legales, morales ni de ningún tipo que justificaran o
revirtieran el despojo. Empresario, jueces y policías, coludidos, consumaron la
acción.
Un robo descarado e infame que empujó a Teresa y a sus hermanas a la
miseria.
Mario, que es el nombre del sinvergüenza empresario sebaqueño aquí
referido, es hoy el principal coordinador del paramilitarismo en esa zona. Su
voluminosa figura se destacaba, fusil en mano, liderando mortales ataques a los
protestantes y a la iglesia Niño Jesus de Praga y al templo de los desamparados
en Sebaco durante los acontecimientos del 2018.
UN BENJAMIN
— Fue un propio 24 de diciembre que llegó.
Un hombrón alto, gato de unos 50 y pico de años. Todo «aguevado» el
hombre aquel. No hablaba, solo le faltaba llorar. Se acostó de espalda en la loza
de la celda poniendo las manos como almohada. Fue al rato que nos
«semblantió» y preguntó si teníamos café.
Nos contó que era mecánico de barcos en Corinto y que estaba ahí, preso,
por un enredo con un terreno que había comprado.
Cuando le «palabrié» mi caso, no podía creerlo. Nos hicimos grandes
amigos. Me empezó a enseñar a escribír y a sumar, porque yo «medio leo», pero
me cuesta escribir. «Parejo, parejo el hombre, para qué».
Ni al mes de estar ahí le llegaron a decir que iba libre en dos días. Viera que
pesar me dio. Sentí como que se iba mi padre o un hermano.
Fue la noche antes de irse que dijo que me quería sacar de ahí, que aquello
era injusto, que tenía un plan, pero que necesitaba que yo me portara «guevón»,
preguntándome que si el hombre este, Octavio, sabía que yo no podía escribir
muy bien y yo le dije que nunca le había comentado nada de eso.
Cuando me explicó lo del jodido plan, que era buscar como mandarle unos
poemas y cosas así de mi parte al tal Octavio, ahí nomás le dije que no. Que
nunca lo haría. Me acuerdo que me dijo que no fuera pendejo, que a veces
mentir era asunto de vida o muerte.
Yo me le cerré, ¡que no! y ¡que no!
Me dijo que lo pensara y me pidió el número de mi mama»”.
Conmovido por aquel campesino de mirada limpia, ingenuo y de «trozado»
hablar, Benjamín, quien por lo visto, además de mecánico tiene vocación
novelera, partiendo de que «los zorros vuelven siempre al mismo gallinero», se dio a la
tarea de buscar contacto «casual» con el juez Octavio a través de un avispado y
joven sobrino.
Dos semanas después se dio aquel «inesperado» encuentro entre Mauro,
nombre del sobrino de Benjamín y (nuevamente) “Ricky”.
Fingiendo asombro, ante la «increíble casualidad» Mauro se hace pasar ante
el juez como un prisionero recién indultado, que conoció a Jairo, diciendole
que este último «no cesaba de hablarle de un tal «Ricky», de alabarlo y que vive frustrado
por la “oportunidad perdida”...además de aclararle que lo del trágico incidente con
las imágenes difundidas desde aquel bendito teléfono no fue otra cosa sino que
la insensatez de una adolescente que lo había tomado abusivamente.».
La indiferencia inicial de «Ricky» a lo relatado por Mauro, preocupó a este
último. Posteriormente, los cuestionamientos del juez sobre la salud y situación
general de Jairo, le brindó un hálito de esperanza. Días después, algunos
picantes mensajes supuestamente enviados desde la prisión por Jairo, hacia un
desconfiado Ricky, terminaron por ablandar a este, creandole expectativas y
finalmente, lo más importante: ansiedad por liberar a Jairo.
Este último nos relata:
Fue para la visita, un 12 de mayo, que se apareció mi mama con un abogado
negrito, flaco, mandado por Benjamín. El hombre me platicó todo y me dijo
que seguramente alguien me buscaría y que debía confirmar todo.
Al ver la cara alegre de mi mama «no me di en valor de decir que no».
A los días, un custodio me llevó unos jugos y un medio pollo. No dijo nada,
solo me buscó y me los dio. Me acuerdo que eso fue exactamente un día antes
de que mataran a don Eddy, (PastorEddy Montes 16/05/2019) en la galería de
los políticos.
Como a los 15 días de eso, empezaron a llevarme al juzgado a firmar
papeles y en una de esas fue que «vide» al hombre ese Octavio. Se me acercó y
bien amable me dijo que se iba a arreglar todo, agradeciendome por todo lo
que le había escrito…
Yo estaba «enchachado», con un policía al lado y solo le bajé la cabeza. No le
dije nada, nada.
Para los primeros días de julio, un jueves, me llegan a traer a la celda y me
llevan al área de visita, puesto ahí un hombre de camisa blanca me dijo que ya
estaba lista mi orden de libertad, que a más tardar el lunes saldría, me dio 500
pesos, un servicio de comida y un número de teléfono, indicandome que en
cuanto nomás saliera llamara a ese número para que me fueran a recoger.
Me temblaban las piernas, no podía creerlo. Hasta regalé la comida.
Le mandé todas las bendiciones del mundo al jodido Benjamín. Me salvó la
vida, fue mi ángel de la guarda ese hombre, jamás podré pagarle.
El martes 9 de julio a eso de las 11 de la mañana salí de la carcel «Modelo»,
disparado a agarrar un bus que me llevara al empalme de Terrabona y de ahí,
«hacer viaje» a pié o a como sea, a abrazar a mi mama.
Del número de teléfono del hombre ese, ni me acordé.
Salí para Costa Rica, el 15 de enero del 2020, cuando empezaba el asunto
este del Covid.
Oriundo de Chontales y vinculado a una honorable familia de intelectuales,
el juez Octavio es un ejemplo del malvado aparato de in-justicia orteguista.
Decenas de reos políticos y miembros de la iglesia han conocido su
implacable y canalla actuar.
¿Puede alguien explicarme mejor lo que es el amor?
Para mí es sentir el dolor del otro.
En la cárcel, si un compañero lloraba, yo lloraba,
si uno estaba feliz me contagiaba su felicidad.
Tener esa cercanía, esa empatía por el otro, eso es el amor.
¿Cómo puede uno tener ese sentimiento en un lugar tan terrible?”
Ex preso político Nairobi Olivas / León, Nicaragua.
A través de las páginas fatales
de la historia,
nuestra tierra está hecha
de vigor y de gloria,
nuestra tierra está hecha
para la Humanidad
Rúbén Darío
GLOSARIO

Agüitar: Acobardarse, desanimarse.


Balurde: De mal gusto, vil, malvado
Bollitos: Dinero
Cipote: Niño, persona joven
Charrula: Pésima calidad, imitación
Chochada: Asunto o articulo de mínimo valor
Chueco: Falso o en mal estado.
Chuzaso: Estocada, puñalada
Encachimbado: Enojado, iracundo.
Guaro: Licor
Huelió: Presintió
Palmar: Matar
Perico: Droga
Pijazo: Golpe, balazos
Piñata: Repartición ilegal de bienes
Pasconiar: Perforar
Puyar: Herir
Tamales: Comida de maíz, delincuentes
Traído: Rencilla
Verguíar: Golpear, abatir

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