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EL CARÁCTER SAGRADO DE LA
BIBLIA
En el capítulo anterior aprendimos sobre la Revelación sobrenatural, la
cual está contenida, testimoniada y expresada en la Sagrada Escritura y
se transmite en la Tradición.
En esta parte estudiaremos por qué y cómo unos libros escritos por
seres humanos concretos, pertenecientes a una tribu y cultura, son
considerados Palabra de Dios. Veremos qué nos dice la Escritura, la
Tradición y el Magisterio de la Iglesia acerca de ello.
II. EL CARÁCTER SAGRADO DE LA BIBLIA
Dei Verbum 11: «Para la composición de los libros sagrados, Dios eligió y empleó
hombres en posesión de sus facultades y capacidades, y actuó en ellos y por medio
de ellos, para que escribiesen como verdaderos autores todo y solo lo que Él
quería».
II. EL CARÁCTER SAGRADO DE LA BIBLIA
Utilizando los principios de la causalidad instrumental en el estudio de la
inspiración bíblica, esta realidad teológica se puede explicar en los términos
siguientes:
— En el proceso de la inspiración, Dios ‘auctor principalis’ actúa sobre el
hagiógrafo con una moción previa e inmediata. Este influjo produce una
elevación del hagiógrafo al orden sobrenatural carismático: se le infunde, en
efecto, el don conocido en el lenguaje teológico como ‘carisma de la inspiración’,
luz y fuerza divinas que iluminan la inteligencia y determinan la voluntad a
escribir, asistiendo al hagiógrafo en todo el proceso de composición del libro. Se
trata por tanto, primariamente, de una acción de Dios ‘en’ el hagiógrafo, que
perfecciona las facultades y capacidades humanas que intervienen en la
realización del escrito sagrado, moviéndolas suave y eficazmente a realizar dicha
tarea. De este modo, Dios habilita al hagiógrafo para que pueda realizar una obra
que está más allá de su propia capacidad natural, intelectual y volitiva.
II. EL CARÁCTER SAGRADO DE LA BIBLIA
— En tanto que agente instrumental, en el hagiógrafo existen dos capacidades
fuertemente enlazadas: una propia, que deriva de los talentos y actitudes personales;
otra, que nace del influjo divino, es decir, del carisma de la inspiración, que
insertándose en sus facultades le otorga un modo más alto y seguro de pensar y de
juzgar, y un deseo más fuerte de poner por escrito lo que ha concebido en el
pensamiento. Estas dos capacidades no son independientes: se reclaman entre sí hasta
constituir como una única fuerza. Dios, en efecto, cuando elige a los hagiógrafos,
quiere servirse de sus condiciones, fuerzas y capacidades: conocimiento, empuje,
imaginación, memoria, dotes literarias, personalidad, etc.
— Los textos sagrados que resultan de esa colaboración inefable del hombre con Dios
se deben atribuir enteramente a Dios y enteramente al hagiógrafo, porque ambos
actúan como un único autor que elabora toda la obra; sin embargo, existe una
diferencia, puesto que Dios, como autor principal, posee una acción más plena y
determinante, que da origen a la posibilidad misma de la acción carismática del
hagiógrafo.
II. EL CARÁCTER SAGRADO DE LA BIBLIA
c) El carisma de la inspiración
• La Providentissimus Deus enseña: «Dios mismo, por sobrenatural virtud,
de tal modo los impulsó y movió [a los hagiógrafos] para que escribieran,
de tal modo los asistió mientras escribían, que ellos concibieran
rectamente en su mente todo y solo lo que Él quería, y lo quisieran
fielmente escribir, y lo expresaran aptamente con verdad infalible; de
otro manera, Él no sería el autor de toda la Sagrada Escritura».
• La Spiritus Paraclitus afirma a su vez: «Dios, con un don de su gracia,
ilumina la mente del escritor en la verdad que este debe transmitir a los
hombres “en nombre de Dios”, suscita en él la voluntad y le mueve a
escribir, y le confiere una asistencia especial y continua hasta la
realización del libro».
II. EL CARÁCTER SAGRADO DE LA BIBLIA
• La Iglesia considera inspirado –y, por tanto, canónico– el libro final, no las
fases parciales de redacción, que mezclándose y fundiéndose con otros
elementos habrían adquirido una nueva forma en la que podría haber
quedado poco de las fases originales.
• Desde un punto de vista teológico, el proceso por el que Dios previó y
acompañó los pasos previos a la composición de un libro no exige
necesariamente la concesión de la inspiración bíblica a todos los que han
participado en la elaboración de un libro inspirado. Estos pasos se
pueden atribuir simplemente a la Providencia ordinaria de Dios, no a la
extraordinaria. Los pasos previos pueden bien ser meras fuentes, aunque
importantes, de las que se sirvieron los autores inspirados que fijaron la
forma definitiva del texto.
II. EL CARÁCTER SAGRADO DE LA BIBLIA
e) Inspiración individual y dimensión comunitaria de la inspiración
Los hagiógrafos no pueden ser separados de la comunidad en la que vivieron.
Karl Rahner:
Dios, en su decreto eterno de establecer la Iglesia, la ideó con todos sus elementos
esenciales y definitivos, entre los que se encuentra la Sagrada Escritura. Los libros
sagrados constituyen por eso el modo privilegiado con el que la Iglesia apostólica ha
expresado y objetivado su fe. El verdadero sujeto de la inspiración es, por tanto, según
Rahner, no el escritor sagrado, sino la Iglesia, que habría reconocido como expresión
auténtica y pura de su naturaleza algunos libros escritos por autores humanos, de modo
semejante a como el Romano Pontífice puede hacer suyo un documento compuesto por
otros y aprobado por él como expresión de su pensamiento.
Al autor humano le competería el título de ‘autor literario’ (Verfasser) por haber
compuesto la obra; Dios, por el contrario, sería el autor delos libros como ‘causa agente’
(Urheber), en el sentido de que, con predisposición absoluta, quiso que la Iglesia
apostólica fuese norma y fuente para todos los tiempos posteriores, habiendo quedado
establecida con todos sus elementos esenciales.
II. EL CARÁCTER SAGRADO DE LA BIBLIA
«Esto es lo que os decía cuando aún estaba con vosotros: es necesario que se
cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y en los
Salmos acerca de mí». Jesús se refiere a las tres partes en que se divide la
Biblia judía, indicando de este modo el conjunto de la Escritura (Lc 24, 44). (Jn
5, 39).
La dimensión tipológica de la Escritura, en efecto, por su misma naturaleza,
«reconoce en las obras de Dios en la antigua alianza, prefiguraciones de lo que
Dios realizó en la plenitud de los tiempos en la persona de su Hijo encarnado»
(1 Co 10, 11). Así, por ejemplo, el diluvio y el arca de Noé prefiguraban la
salvación por medio del bautismo (cf 1 P 3, 21), igual que la Nube y el paso del
Mar Rojo; el agua que emanó de la roca era figura de los dones espirituales que
Cristo derramaría sobre los hombres (cf 1 Co 10, 1-6); el maná del desierto
prefiguraba la Eucaristía, el verdadero Pan del cielo (cf Jn 6, 32)
II. EL CARÁCTER SAGRADO DE LA BIBLIA
• El Nuevo Testamento, posee el carácter de plenitud de lo que el Antiguo
Testamento contenía en germen, en promesas o en figuras. El Nuevo Testamento,
siguiendo la imagen tradicional, se presenta como el árbol respecto a la semilla:
desarrolla de modo explícito y total el mensaje de salvación todavía en germen
en el Antiguo Testamento.
• En Cristo, la revelación alcanza su cumplimiento y su perfección. Él ha mostrado a
los hombres los misterios escondidos en Dios, por medio de su Encarnación, con
su presencia y su manifestación, con sus palabras y obras, con sus signos y
milagros, con su muerte y resurrección y, después de su marcha al cielo, con el
envío del Espíritu Santo (DV 5).
• Cristo es, por tanto, «mediador y plenitud de toda la Revelación» (DV 2), que
«realiza y completa» la revelación antigua, de modo que «no hay que esperar ya
ninguna revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor
Jesucristo (cf 1Tm6, 14; Tt 2, 13)» (DV 4; cf DV 7).
II. EL CARÁCTER SAGRADO DE LA BIBLIA
b) La verdad de la Biblia
• «Como todo lo que los autores inspirados o hagiógrafos afirman, se debe
considerar afirmado por el Espíritu Santo, hay que confesar que los libros
de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que
Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvación» (DV 11).
• Puesto que Dios es el autor principal de los libros inspirados, estos no
pueden contener error ni llevar a engaño, debido a que Dios, suma Verdad,
no puede ni engañarse ni engañarnos.
• Por ‘error’ se entiende, no la equivocación material debida a la falta de
pericia del hagiógrafo (por ejemplo, puede haber errores de sintaxis), sino
el ‘error lógico’, es decir, la falta de conformidad entre el juicio del
hagiógrafo y la realidad objetiva.
II. EL CARÁCTER SAGRADO DE LA BIBLIA
c) La santidad de la biblia
La santidad de la Escritura aparece frecuentemente mencionada junto con
la verdad bíblica en los documentos del Magisterio, como realidad
esencial de los textos bíblicos (cf DV 11-13). Una y otra son consecuencia
de la inspiración bíblica. De modo semejante a como la inspiración
comporta la verdad de todo el contenido de la Biblia, gracias también a la
inspiración, la Escritura participa de la santidad de Dios. La santidad de la
que aquí hablamos indica, por una parte, que los textos bíblicos enseñan
una doctrina moral justa y buena, capaz de llevar el hombre a la
participación de la perfección que solo hay en Dios; por otra parte, que en
los textos bíblicos no hay nada que desdiga de la santidad de Dios, estando
inmunes de cualquier carencia o error moral.
II. EL CARÁCTER SAGRADO DE LA BIBLIA
d) Perennidad e inmutabilidad de la Biblia
• DV 14, afirma: «La economía de la salvación preanunciada, narrada y explicada por
los autores sagrados, se conserva como verdadera palabra de Dios en los libros del
Antiguo Testamento; por lo cual, estos libros inspirados por Dios conservan un valor
perenne: “Pues todo cuanto está escrito, para nuestra enseñanza fue escrito, a fin
de que por la paciencia y por la consolación de las Escrituras estemos firmes en la
esperanza” (Rm 15, 4)».
• DV 21, afirma: «[La Iglesia] siempre las ha considerado y considera (la Escritura),
juntamente con la Sagrada Tradición, como la regla suprema de su fe, puesto que,
inspiradas por Dios y escritas de una vez para siempre, comunican inmutablemente
la palabra del mismo Dios, y hacen resonar la voz del Espíritu Santo en las palabras
de los Profetas y de los apóstoles».
• Así pues, la Escritura, inseparablemente unida a la Tradición viva de la Iglesia, ha
sido, es y será siempre la regla firme de fe para la Iglesia de todos los tiempos.
II. EL CARÁCTER SAGRADO DE LA BIBLIA
• ‘Perennidad’ e ‘inmutabilidad’ son dos nociones que se compenetran. Cuando se dice
que la Biblia contiene un mensaje perenne susceptible de ser actualizado y aplicado a
cada época, a cada hombre y a cada comunidad de hombres, no se está relativizando su
mensaje, vinculándolo con circunstancias cambiantes. La capacidad de los textos bíblicos
de adaptarse a cada hombre y a cada situación se realiza, de hecho, mediante una
simultánea reconducción de los hombres a la verdad eterna e inmutable que la Biblia
enseña, pues su enseñanza nunca cesa de ser válida, siendo como es un mensaje eterno
de Dios para todos los hombres.
• Actualización e inculturación del mensaje de la Biblia
• El mensaje bíblico, «es susceptible de ser interpretado y actualizado, es decir, de ser
separado, al menos parcialmente, de su acondicionamiento histórico del pasado, para ser
trasplantado a las condiciones presentes.
II. EL CARÁCTER SAGRADO DE LA BIBLIA
La actualización:
a) es posible, porque «el texto bíblico, debido a su plenitud de
significado, tiene valor en todas las épocas y en todas las culturas [...].
El mensaje bíblico puede al mismo tiempo relativizar y fecundar los
sistemas de valores y las normas de comportamiento de cada
generación»;
b) es necesaria, «porque, aunque el mensaje [bíblico] tiene un valor
duradero, los textos de la Biblia han sido redactados en función de
circunstancias pasadas y en un lenguaje condicionado por diferentes
épocas [...]. Esto presupone un esfuerzo hermenéutico que busque
discernir, a través de los acondicionamientos históricos, los puntos
esenciales del mensaje».
II. EL CARÁCTER SAGRADO DE LA BIBLIA