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La Infalibilidad de la Iglesia Católica | Por Monseñor Martín Dávila

En un artículo anterior se escribió acerca de las notas características de la verdadera Iglesia Católica, se demostró contundentemente que la iglesia modernista del Vaticano II, no es la verdadera Iglesia de Cristo, porque carece de dichas notas.

Por: Redacción 25 Junio 2023 10:23

Ahora, en este escrito, se estudiará sobre una de las prerrogativas de la Iglesia, que es la Infalibilidad, esta propiedad al igual que las notas características de la Iglesia, nos demuestran que la iglesia modernista postconciliar no es la verdadera Iglesia Católica.

De hecho, la prerrogativa de la infalibilidad de la Iglesia, es uno de los argumentos más fuerte contra la iglesia modernista del Concilio Vaticano II.

Los atributos o propiedades en la Iglesia Católica son tres: la infalibilidad, la indefectibilidad y la autoridad. Estas son inherentes en la misma naturaleza de la Iglesia Católica y no pueden separarse de ella.

INFALIBILIDAD DE LA IGLESIA

La palabra Infalible en general, significa poseer el privilegio de no poder engañarse ni engañar a otros en lo que se les enseña; y tratándose de la Iglesia, equivale a no poder alterar la doctrina de Jesucristo, ni equivocarse sobre el verdadero sentido de lo que el divino Maestro ha enseñado, ordenado o prohibido.

Sólo Dios es infalible por naturaleza, pero puede, con una asistencia especial, hacer infalibles a aquellos a quienes ha encargo enseñar en su nombre. Es por eso que se dice que: “La infalibilidad es la gracia de estado que preserva a la Iglesia de todo error”.

La Iglesia docente, es infalible, porque no puede equivocarse cuando enseña las verdades que hay que creer, los deberes que hay que cumplir y el culto que hay que rendirle a Dios.

Nuestro Señor Jesucristo dijo a San Pedro y a los Apóstoles: “Id, pues a enseñad a todas las gentes” “Enseñándoles a observar todo cuanto Yo os he mandado. Yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación de los siglos” (Mat., XXVIII. 19-20).

Jesús lo ha dicho expresamente: “El Espíritu Santo os lo enseñará todo y os recordará cuanto os tengo dicho” (Jn., XIV, 26). Con estas palabras, Jesucristo prometió a sus apóstoles hasta el fin del mundo, su asistencia particular en el ejercicio de su enseñanza; y esta asistencia divina trae consigo la infalibilidad.

Por lo mismo estamos obligados a escuchar a la Iglesia como a Jesucristo, Él mismo nos lo dice cuando envió a enseñar a los Apóstoles: “El que a vosotros oye a Mí me oye; y el que vosotros desprecia a Mí me desprecia” (Lc., X, 16). “El que creyere y fuere bautizado se salvará; más el que no creyere se condenará” (Mc., XVI, 16).

Así pues, queda fuera de duda que los Apóstoles, serían sus representantes, debiendo ser otros Cristos. No era menos cierto que éstos debían enseñar lo mismo que Jesús enseñó, sin error, alguno, de lo contrario, no hubiéramos sido obligados a dar fe a sus palabras bajo intimación de una pena tan grave.

Así sabían los apóstoles que contaban con la asistencia divina, y por eso, no enseñaban a manera de quien aconseja, sino con términos enérgicos y con autoridad: “Aun cuando un Ángel del cielo os anunciara un Evangelio diverso del que nosotros os hemos predicado, ¡sea anatema! (S. Pablo, Gal., I, 8). Y los Apóstoles reunidos en Jerusalén se expresaron así: “Porque ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros” (Hechos, XV, 28).

Es por eso, que la infalibilidad es necesaria a la Iglesia para ejercer su misión. Ya que es la madre de los cristianos, y debe poder alimentarlos con el pan de la verdad, sin exponerse a propinarles el veneno del error.

LA INFALIBILIDAD NO CONSISTE: 1º. En ser preservado del pecado; 2º. Ni en recibir una nueva revelación; 3º. Ni en descubrir nuevas verdades; 4º. Ni en conocer lo futuro como los profetas.

La infalibilidad es para la Iglesia el privilegio de no poder enseñar el error, cuando propone a los fieles la doctrina de Jesucristo. Este privilegio no es originado por la experiencia ni la ciencia de los pastores de la Iglesia, sino por la asistencia especial del Espíritu Santo.

EL OBJETO DE LA INFALIBILIDAD DE LA IGLESIA.

El objeto de la infalibilidad está claramente determinado por el fin para el cual ha recibido la Iglesia este privilegio. Ella no está encargada de enseñar a los hombres todo aquello que les pueda interesar, sino solamente las cosas útiles para la salvación eterna. Todo lo que se refiere a la fe o a las costumbres es el círculo de su autoridad infalible.

El objeto de la infalibilidad comprende:

1º Todas las verdades reveladas contenidas en la Sagrada Escritura y en la Tradición.

2º Todas las verdades necesarias ligadas con la revelación.

3º Las cuestiones de ciencia humana que se relacionan inmediatamente con el dogma o con la moral.

4º La condenación de los errores contrarios a la doctrina de Jesucristo

5º Todo lo tocante a la disciplina general, la aprobación de las órdenes religiosas, la canonización de los santos, etc.

La infalibilidad misma nos da la seguridad de que la Iglesia no saldrá de esos límites. Luego las ciencias humanas no tienen nada que temer por su independencia, mientras permanezcan dentro de su esfera propia. La Iglesia, pues, enseña simplemente todo lo que hay que creer y hacer para ir al cielo. Y con ello, alimenta las almas con el pan de la doctrina y las preserva del veneno del error.

La razón para esta larga explicación acerca de la propiedad de la infalibilidad, es que es el argumento más fuerte contra la iglesia conciliar del Concilio Vaticano II.

Pues, ¿cómo podía la Iglesia Católica enseñar fiel, consistente e infaliblemente la misma fe por más de 1900 años, y de repente proponer, durante el Concilio Vaticano II, las falsas doctrinas previamente condenadas por Papas y Concilios? (viz., ecumenismo y libertad religiosa, Justificación universal incondicional)

¿Cómo podía la Iglesia Católica continuamente renovar el Sacrificio incruento del Calvario en la Santa Misa, y luego abruptamente sustituirla con un “memorial” luterano de la última Cena? ¿Cómo podía la Iglesia Católica en sus leyes legislar tan firmemente contra la mezcla de credos y la intercomunión, ya que esto fomentaría indiferentismo religioso, y luego inesperadamente abrogar estas leyes y permitir estas acciones?

¿Hemos de suponer que el Espíritu Santo, el Espíritu de Verdad, ha súbitamente cambiado de parecer y permitido contradicciones en materias de Fe, de la Misa, ¿y de sus leyes universales? ¿Hemos de suponer que Cristo repentinamente abandonó a Su Iglesia y la dejó caer en el error y la herejía?

Aun así, es precisamente el tema de la infalibilidad que divide hasta a los que se llaman católicos tradicionales. Algunos católicos tradicionales rechazan los errores del falso ecumenismo y de la libertad religiosa del Segundo Concilio Vaticano, el nuevo memorial protestante de la Última Cena — el Novus Ordo Missae— y las herejías del Nuevo Código de Derecho Canónico (1983).

Pero insisten todavía que los mismos autores de estos errores son los representantes de Cristo aquí en la tierra. En realidad, dicen que el Magisterio Viviente de la Iglesia ha errado y llevado a la mayoría de los católicos al error, y que además continúa errando. Tal conclusión no es más que la negación de la infalibilidad de la Iglesia.

No puede haber duda de que la iglesia conciliar ha errado. No solamente en la conclusión del Concilio Vaticano II, en 1965, sino también en los últimos sesenta y cinco años de su magisterio universal y ordinario. ¡Más claro no se puede — esta iglesia conciliar no es la Iglesia Católica!

Como enseñó el Papa León XIII en Satis Cognitum:“Si el magisterio viviente pudiera de alguna forma equivocarse — seguiría una evidente contradicción, pues entonces Dios sería el autor del error.”

Y también el Primer Concilio Vaticano (1870), en la constitución dogmática, Pastor Aeternus, reafirmó la enseñanza del Cuarto Concilio de Constantinopla:

“Y su verdad ha sido probada por el curso de la historia, ya que en la Sede Apostólica la religión católica siempre se ha mantenido pura, y su enseñanza santa.”

Y de nuevo, en la misma constitución dogmática:

“Ciertamente, esta fue la doctrina apostólica que sostuvieron todos los Padres, y que reverenciaron y siguieron los santos Doctores ortodoxos. Pues claramente comprendieron que esta Sede de San Pedro siempre permanece sin mancha de error…”

Para aquéllos que continúan “sin escoger partido” — caminando con un pie en el movimiento tradicional y el otro en la Iglesia conciliar — enfrenten la realidad: hoy existen dos iglesias diferentes, la Iglesia Católica y la Iglesia conciliar. Está la Iglesia Católica, la cual posee el atributo de la infalibilidad, y está la iglesia conciliar, que no la tiene.

Invoquemos al Espíritu Santo pidiendo el don del Entendimiento para que nos guíe en estos tiempos profetizados por San Pablo en su Segunda Epístola a los Tesalonicenses:

“Hermanos, que nadie os engañe en ninguna manera; porque el día del Señor no vendrá sin que antes venga la apostasía… y se manifieste el hombre de pecado… que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.”

Por último, apelo a la sensatez del simple y sencillo católico, para que analice y reflexione en todo lo concerniente a esta prerrogativa y propiedad de la verdadera Iglesia Católica, cual es la Infalibilidad.

Para la elaboración de este escrito, se tomó como base, los Libros: “La Religión Demostrada” P. A. Hillaire; “Curso de Apologética Cristiana” de P. G. Devivier, S. J.; “Teología Fundamental” de los Jesuitas F. De B. Vizmanos, S. J. E Ignacio Riudor; y el Art.

Sinceramente en Cristo

Mons. Martín Dávila Gándara

Obispo en Misiones

Sus comentarios a obmdavila@yahoo.com.mx


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