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<strong>RESTITUCION</strong> <strong>DE</strong> <strong>NIÑOS</strong><br />
ABUELAS <strong>DE</strong> PLAZA <strong>DE</strong> MAYO<br />
Prólogo, por Estela Carlotto<br />
Introducción, por Alicia Lo Giúdice<br />
PRIMERA PARTE: Abuelas: La Institución<br />
Capítulo I. Niños Desaparecidos: su restitución. Conclusiones del Seminario<br />
Nacional<br />
Capítulo II. El secuestro. Apropiación de niños y su Restitución.Equipo<br />
interdisciplinario de las Abuelas de Plaza de<br />
Mayo<br />
Capítulo III. Prevención de la desaparición de niños. Theo van Boven Capítulo IV.<br />
Abuelas opinan sobre Doltó<br />
SEGUNDA PARTE: Sobre las Abuelas<br />
Capítulo I. Niños desaparecidos: Para que no sean olvidados de la memoria. M.<br />
Pascale Chevance-Bertin<br />
Capítulo II. La labor de las Abuelas de Plaza de Mayo. Rita Arditti y M. Brinton<br />
Lykes<br />
Capítulo III. Las Abuelas: entre dioses y ausencias . J.Carlos Volnovich<br />
TERCERA PARTE: Apropiación-Restitución. Algunos casos.<br />
Capítulo I. Memoria para lo impensable. Caso de hijos de desaparecidos<br />
argentinos robados por militares o policías.<br />
M. Paséale Chevance-Bertin<br />
Capítulo II. La Restitución, una respuesta identificante. Laura Conte<br />
Capítulo III. La Cajita. Subjetividad y Traumatismo. Alicia Lo Giúdice<br />
Capítulo IV. Algunas consideraciones acerca del informe de los mellizos<br />
Reggiardo-Tolosa. Alicia Lo Giúdice<br />
Capítulo V. La manipulación de la memoria por los medios de comunicación en el<br />
caso de los mellizos Reggiardo-Tolosa. Alicia Lo Giúdice<br />
Capítulo VI. Adopción y restitución de niños. El papel de los medios. Eva Giberti<br />
CUARTA PARTE: La Restitución para la Identidad. Apuntes teóricos.<br />
Capítulo I. El derecho a la identidad. Laura Conte<br />
Capítulo II. Niños secuestrados en Argentina: metodología de restitución a sus<br />
familias originales. E. T. de Bianchedi,<br />
M. Bianchedi, J. Braun, M.L. Pelento, J. Puget.<br />
1
Capítulo III. La ternura como contraste y denuncia del horror represivo. Fernando<br />
Ulloa<br />
Capítulo IV. Restitución y adopciones. Una conjunción de sufrimientos e<br />
interrogantes. Eva Giberti<br />
Capítulo V. La ética del analista ante lo siniestro. Fernando Ulloa<br />
Capítulo VI. Apuntes sobre Identidad, Filiación y Restitución. Martha Rosenberg<br />
Capítulo VII. Acerca de los orígenes: Verdad, Mentira, Transmisión generacional.<br />
E.T. de Bianchedi, M. Bianchedi,<br />
J. Braun, M.L. Pelento, J. Puget<br />
Capítulo VIII. El Traumatismo en la Apropiación-Restitución. Silvia Bleichmar<br />
Capítulo IX. Matar el futuro. Alfredo Grande<br />
Capítulo X. Destitución del cuerpo imaginario. Marisa Rodulfo<br />
BIBLIOGRAFÍA<br />
Prólogo<br />
20 años después podemos compartir con ustedes nuestras experiencias<br />
sobre la tan dura tarea de buscar en los acontecimientos, sujetándonos a<br />
frágiles hilos conductores que nos harán descubrir al nieto robado.<br />
Nada fue fácil. Tuvimos que aprender, crear, recrear, innovar, crecer y<br />
sobre todo, cambiar.<br />
Porque nada estaba escrito de cómo hacer lo correcto para no dañar aún<br />
más a ese precioso vástago, el hijo o hija de nuestros hijos.<br />
Y así, con mucho amor, con el corazón estrujado, con convicción<br />
irreductible, hoy 20 años después, podemos decir sin lugar a dudas que<br />
nadie más que ellos, nuestros nietos, tienen derecho a recobrar su Identidad,<br />
para dejar de ser esclavos, reconocer su historia, ser ellos mismos.<br />
Por todo ello, este libro tiene el significado de muchas palabras que repre-<br />
sentan tanto: la Solidaridad de los que nos ayudaron a hacerlo, la Donación de<br />
quienes lo escribieron, el Agradecimiento para los que nos acompañaron.<br />
Devolvemos en estas páginas el amor que nos brindaron y la confianza<br />
que nos tuvieron para abrir el camino de nuestros nietos hacia la Libertad.<br />
Septiembre de 1997<br />
Estela Barnes de Carlotto<br />
Introducción<br />
2
Hace 20 años "Abuelas de Plaza de Mayo" se iniciaron como Institución<br />
en un intento de organización que les permitiera luchar para la recuperación<br />
de los hijos de sus hijos desaparecidos. Se trataba de afrontar, sin retroceder,<br />
un hecho inédito en la modernidad, ya que el método de desaparición forza-<br />
da de personas como modo de persecución política, implantada por el Terro-<br />
rismo de Estado incluyó la apropiación de menores desaparecidos junto a sus<br />
padres y la apropiación de bebés nacidos en el cautiverio de sus madres<br />
desaparecidas.<br />
Para enfrentar ese otro modo de exterminio, que significó para estos<br />
niños ser violentamente arrancados de un sistema de parentesco para ser<br />
incluidos en otro que reniega que el origen del vínculo se basa en el asesinato<br />
de sus padres, recurrieron a diferentes saberes: el jurídico, el genético y el<br />
psicológico, y pusieron en uso varios términos junto al de apropiación: restitu-<br />
ción, filiación, identidad, y encontraron modos y formas legales para validar<br />
lo que ellas ya sabían: el derecho a la verdad y a la identidad de todo sujeto.<br />
Desde lo psicológico, y eso nos enseña el psicoanálisis, identidad y ver-<br />
dad es algo que cada sujeto construye, de ahí lo valioso de las Abuelas en su<br />
lucha permanente por la memoria y la verdad, ya que piden ese derecho para<br />
sus nietos apropiados ilegalmente.<br />
Desde los inicios, el primer grupo de psicólogos de las Abuelas construyó<br />
los fundamentos para realizar las restituciones y los diferentes profesionales<br />
de la psicología y el psicoanálisis, por medio de sus experiencias clínicas y/o<br />
su interés por dicha temática, fueron produciendo diversos trabajos.<br />
Las Abuelas me encomendaron la compilación de los que fueran repre-<br />
sentativos de los diferentes momentos institucionales y de los distintos aportes<br />
que fueron recibiendo. Fue decisión de la Institución y la responsabilidad de la<br />
Editorial Universitaria de Buenos Aires, EU<strong>DE</strong>BA, las que nos permiten hoy<br />
compartir lo producido, problematizarlo e invitar a nuevas producciones.<br />
Si el horror parece imposible de enunciarse ya que la materialidad de los<br />
hechos resiste a inscribirse en la historia, los trabajos aquí presentados per-<br />
miten abrir una brecha para que dicha historización sea posible; mi agradeci-<br />
miento, entonces, por permitirme participar para que este proyecto se con-<br />
vierta en acto.<br />
Buenos Aires, septiembre de 1997<br />
Alicia Lo Giúdice<br />
3
PRIMERA PARTE<br />
Abuelas: La Institución<br />
Conclusiones del seminario nacional<br />
Abril de 1984<br />
CAPÍTULO I<br />
Niños Desaparecidos:<br />
su restitución<br />
El día 14 de abril del corriente año se realizó el Seminario «Los Niños<br />
Desaparecidos, su Restitución». El mismo se desarrolló en las instalaciones<br />
de la Confederación Médica de la República Argentina (COMPRA) cuyas<br />
autoridades las facilitaron en un gesto solidario, haciendo óptimas las condi-<br />
ciones para su realización.<br />
El encuentro convocó a personalidades de reconocida trayectoria en sus<br />
diversos campos de actuación profesional y social: abogados, médicos, psi-<br />
cólogos, docentes, asistentes sociales, sociólogos, psiquiatras, trabajadores<br />
de lo cultura y el arte, asesores de menores, etc., quienes, a través de ocho<br />
mesas de trabajo, expusieron, confrontaron y elaboraron un conjunto de<br />
propuestas que constituyen un excelente material de análisis, reflexión y orien-<br />
tación para el conjunto de la sociedad argentina, principal destinataria de las<br />
conclusiones.<br />
El Dr. Jorge Berra coordinó la primera parte del Seminario en el cual<br />
hubo presentaciones introductorias a cargo de la Sra. María Isabel Chorobik<br />
de Mariani, presidenta de la Asociación Abuelas de Plazo de Mayo y de los<br />
doctores Mirta Guarino (abogada) y Norberto Liwski (médico), miembros<br />
de los equipos técnicos de esta institución.<br />
El seminario contó con importantes adhesiones de instituciones y perso-<br />
nalidades. Entre ellas destacamos la presencia de delegaciones de las or-<br />
ganizaciones de Derechos Humanos del país: Madres de Plaza de Mayo,<br />
Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas, Servicio<br />
Asociación de Abogados de Buenos Aires, Asociación de Psicólogos de Buenos<br />
Aires y de la Escuela de Psicología Social de Pichon-Riviére, lo cual tuvo<br />
a su cargo la coordinación de las mesas de trabajo. Asimismo, se recibie-<br />
ron telegramas de adhesión del Señor Presidente de la Nación Dr. Raúl<br />
Alfonsín, del Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, de los obis-<br />
4
pos Jaime de Nevares, Miguel Hesayne, Carlos Gattinoni y del rabino<br />
Marshall Meyer.<br />
Estuvo presente el Secretario de Desarrollo Humano y Familia, Dr. Enri-<br />
que de Vedia.<br />
Las mesas de trabajo abordaron nueve de las situaciones en que se han<br />
tipificado las diversas modalidades en que se encuadran el secuestro y des-<br />
aparición de niños, a saber:<br />
Situación<br />
• N 1 Localización de niños post-mortem.<br />
• N 2 Embarazada con niñito nacido en cautiverio e<br />
institucionalizado y adoptadode buena fe.<br />
• N 3 Niño localizado no restituido con filiación ilegítima.<br />
• N 4 Niño localizado no restituido con adopción plena de mala fe.<br />
• N 5 Niño secuestrado junto a su madre por fuerzas de<br />
seguridad, localizado en poder de otro miembro de la familia con<br />
desconocimiento de la abuela paterna que lo buscaba.<br />
• N 6 Abuelas que localizan a sus nietos y facilitan la tenencia a la<br />
familia sustituía.<br />
• N 7 Niño nacido en cautiverio y en poder de represores.<br />
• N 8 Niña secuestrada con sus padres en el extranjero, localizada<br />
en poder de personas que fueron miembros de las fuerzas de<br />
represión y anotada como propia.<br />
• N 9: Niña localizada y restituida a su madre (ex-detenida,<br />
desaparecida, luego presa y finalmente liberada).<br />
Al presentar las conclusiones del Seminario, la Asociación Abuelas<br />
de Plaza de Mayo desea expresar públicamente su agradecimiento a<br />
todos aquellos que brindaron su apoyo para la concreción de tan tras-<br />
cendente encuentro.<br />
Consideraciones<br />
Niños desaparecidos:<br />
su restitución<br />
La situación de los niños desaparecidos fue equiparada a la esclavi-<br />
tud que en nuestra patria fue abolida por la Asamblea de 1813. En<br />
aquellos años el amo era el dueño del esclavo y de sus frutos y disponía<br />
de la vida y de la muerte de los mismos. Todo esto se dio en el secues-<br />
5
tro de niños y el apoderamiento de madres embarazadas y criaturas<br />
nacidas en cautiverio.<br />
A los niños desaparecidos esclavos se les sustrajo su historia personal,<br />
su pasado y su familia.<br />
¿Qué sentido tuvo el robo de niños?<br />
La acción de la represión no fue desorganizada y casual, sino que su<br />
principal destinatario fueron los jóvenes. Se manipularon los medios de co-<br />
municación y la educación y se institucionalizó el silencio. El estímulo fue a<br />
la pasividad, al sometimiento y al no compromiso.<br />
El secuestro y apoderamiento de niños formó parte de un esquema deli-<br />
berado y organizadamente armado, basado en lo Doctrina de Seguridad Na-<br />
cional. Por ella, el enemigo de la Nación es el propio pueblo y la metodología<br />
usada para la represión del mismo justifica cualquier medio para conseguir su<br />
sojuzgamiento.<br />
Impulsada por el Estado, no fue obra de locos, enfermos o delincuentes.<br />
Así, los niños eran un elemento de la estrategia y parte de la «orden de<br />
batalla».<br />
Uno de los objetivos principales fue que perdurara en el tiempo la meto-<br />
dología del secuestro, trascendiendo así generaciones.<br />
Como expresión del Terrorismo de Estado, se buscó un efecto<br />
multiplicador del terror, incidiendo sobre el conjunto de la población, parali-<br />
zando toda acción contra la dictadura, a fin de poder implementar un plan<br />
económico y su modelo de país.<br />
Destruyendo a padres, niños y abuelos que supuestamente habían llevado<br />
al país al caos, pretendieron un castigo «ejemplificado!» para las generaciones<br />
futuras que manifestaran su disenso. En lo inmediato, se buscó un<br />
silenciamiento del acto represivo, tomando niños como rehenes.<br />
Asimismo para evitar la «contaminación parental» se pretendió<br />
mesiánicamente que los niños se educaran en una familia «modelo», según<br />
la concepción de modelo de los dictadores.<br />
Finalmente, los niños fueron usados como botín de la represión más<br />
feroz que sufriera alguna vez el pueblo argentino.<br />
¿Quiénes fueron los responsables?<br />
La responsabilidad de quienes usurparon el poder político mediante un<br />
acto de fuerza resulta obvia e insalvable. La concentración del poder en un<br />
reducido grupo determinó que bajo su responsabilidad se concibiera y ejecu-<br />
tara una metodología represiva que incluyó como rasgo inédito en la historia<br />
mundial el secuestro y la desaparición de niños.<br />
6
El Estado, a través de sus diferentes instituciones y organismos, parti-<br />
cipó de un modo directo o indirecto en la concreción de esta deleznable<br />
metodología.<br />
Participación fundamental les cabe a las Fuerzas Armadas y organis-<br />
mos de seguridad, actuando en algunos casos coordinadamente con sus<br />
similares extranacionales.<br />
El Poder Judicial y en particular muchos juzgados de menores fueron<br />
cómplices de esta tarea delictiva, convalidaron su accionar otorgando guar-<br />
das indebidas, adopciones ilegales, negando información a los legítimos<br />
familiares, etc.<br />
Se contó con la complicidad de las autoridades de la Minoridad para<br />
transformar los institutos dependientes y hospitales en centros oficiales de<br />
concentración de niños desaparecidos.<br />
Su cambio de identidad o su ingreso como N.N., negando a su vez toda<br />
posibilidad de reintegración con su familia legítima, constituyen manifesta-<br />
ciones expresas de esta afirmación.<br />
Es destacable la responsabilidad que le cabe a los dueños de los medios de<br />
comunicación, a la gran parte de la jerarquía de la Iglesia y de otras religiones,<br />
a los partidos políticos y a las instituciones intermedias de la sociedad, que,<br />
conociendo la situación se negaron a denunciar y detener el robo de niños.<br />
I - Consecuencias de la desaparición de niños<br />
A - Efectos Sociales:<br />
Los efectos sociales de la desaparición de niños revisten tal amplitud y<br />
complejidad que un solo seminario resultó insuficiente para dar cuenta de<br />
cada una de las problemáticas que encierran las situaciones vividas. No obs-<br />
tante, como aproximación pueden reseñarse algunas características que ten-<br />
drán incidencia no sólo en el desarrollo individual de los niños sino también<br />
en los núcleos familiares de origen e impuestos.<br />
B - Desintegración familiar:<br />
La desintegración familiar como efecto de la metodología represiva apli-<br />
cada, afecta a tres o cuatro generaciones con distintos agravantes. Han ido<br />
desde la marginación social por ser miembros de familias «sospechosas»,<br />
pérdida de amigos, de trabajos de otros familiares que rehusaban participar<br />
del drama, dificultad en entender el propio estado civil, de transitar a lo largo<br />
de estos años en una situación límite que permitiera explicarse y asumirse<br />
como miembros de familias distintas hasta la ruptura violenta de vínculos<br />
afectivos con hijos, con nietos, con padres, con todo un entorno, generando<br />
consecuencias de difícil predicción en diversos planos.<br />
7
C - Efectos en los niños:<br />
En los niños estos efectos van a estar potenciados, no sólo por la caren-<br />
cia lógica de una estructura de personalidad que facilita el intento de adop-<br />
ción, sino y en particular, por el 'shock' traumático al cual es sometido. El<br />
solo hecho del secuestro y posterior desaparición de uno o ambos padres<br />
provoca un daño que implica la interrupción del desarrollo evolutivo. Y con<br />
ello podemos considerar parte de la escala recorrida por el sistema represivo<br />
que contemplaba desde que los mismos niños fueran utilizados como ele-<br />
mentos de presión sobre sus padres, siendo objetos de violencia física y<br />
psíquica, hasta su propia desaparición como cierre del ciclo de terror.<br />
La desaparición de niños está basada en el absurdo de que las ideas<br />
pueden ser transmitidas genéticamente y en consecuencia, debían ser entre-<br />
gados o otros grupos, ajenos a la anterior estructuración familiar. De esta<br />
manera se provocaría la ruptura de identidad y se generaban situaciones<br />
antagónicas que acrecentaban no sólo la inestabilidad del niño sino también<br />
la de la familia impuesta.<br />
Esta ruptura brusca del vínculo familiar, en un período en que se va<br />
conformando la identidad, por la imposición de otros nuevos vínculos, lo<br />
desinformación de su propia historia, la confusión sobre el origen, las con-<br />
diciones de estabilidad, equilibrio y afecto de quien está a cargo del niño,<br />
son, entre otros, elementos de vital importancia y de extraordinaria inciden-<br />
cia en lo evolución. Y en función de lo siniestro que se ha vivido, no hay<br />
duda de las consecuencias personales que se registrarán, independientemen-<br />
te de quién está a cargo del niño. Es conveniente reflexionar además acerca<br />
de las condiciones que pueden rodear a estos niños en función de quienes los<br />
tienen a su cargo, dado que de ello también se desprenderá la forma de<br />
integrarse o reaccionar frente al medio.<br />
D- Las familias impuestas:<br />
La tenencia de estos niños abarca una pluralidad de situaciones que van<br />
desde dejarlos en manos de vecinos atemorizados, que los reciben como<br />
«una desgracia» que se impone a la familia, hasta adopciones pseudo-legales<br />
o ilegales. Éstas podían efectuarse desde distintos estratos sociales, civiles o<br />
militares.<br />
Dado lo ilícito de la situación, hay que considerar particularmente las<br />
condiciones de cada adopción, puesto que no sólo no son niños abandona-<br />
dos, sino que son buscados activamente por sus familias.<br />
Mayor repercusión en el niño tendrá la variación que corresponde<br />
en función sea del «anhelo» que podría caracterizar A determinada<br />
pareja, o de lo «necesidad egoísta» que puede rodear a otro como for-<br />
ma de negar problemas personales y desavenencias conyugales. Distin-<br />
tas son las consideraciones a tener en cuenta cuando los niños están en<br />
poder de quienes formaron parte del sistema represivo que actuó sobre<br />
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sus padres. Más allá de la moralidad del acto, existe una patología vin-<br />
cular que hace imposible construir una identidad sólida. La adopción<br />
que hace el represor del hijo del detenido-desaparecido, además de en-<br />
ferma, es cruel, pues convierte al niño en un objeto de manipulación<br />
psicológica, condicionando severamente su futuro y condenándolo irre-<br />
versiblemente a la enfermedad.<br />
E - Magnitud del daño en los niños:<br />
La situación originada por la ruptura violenta del vínculo del niño con su<br />
familia de origen produce una situación traumática que incide en el conjunto<br />
de su crecimiento y desarrollo.<br />
El daño psicofísico y social es predecible en todos los niños. Lo que no<br />
puede predecirse es la magnitud de dicho daño. El mismo, a lo largo del<br />
tiempo, puede abarcar diferentes manifestaciones.<br />
Estas afirmaciones recogidas de la experiencia universal se han visto<br />
confirmadas en la verificación que ha sido posible realizar en un número<br />
significativo de niños localizados y/o restituidos.<br />
La perspectiva de reparación o atenuación del daño inflingido a estos<br />
niños se subordina a la acción beneficiosa lograda por la restitución y a la<br />
actitud que asuma la sociedad en su conjunto.<br />
II - La restitución<br />
A - Consideraciones generales:<br />
Todos los expertos coincidieron en forma unánime en la necesidad de lograr la<br />
restitución de los niños desaparecidos a sus legítimas familias, acción impres-<br />
cindible para reparar, aunque sea parcialmente, el daño sufrido por las criaturas.<br />
Restitución a sus legítimas familias significa que los niños sepan y co-<br />
nozcan su historia, en un intento de reintegro de su identidad, dándoles tam-<br />
bién el afecto de los seres queridos de quienes fueron brutalmente arranca-<br />
dos, situación ésta que intentó disfrazarse de abandono.<br />
Asimismo, los expertos que concurrieron al seminario coinciden en que<br />
es fundamental lograr el reintegro de los niños desaparecidos al seno de sus<br />
legítimas familias, situación que cada abuela o familiar resolverá de acuerdo<br />
a las circunstancias.<br />
Remarcamos que la necesidad de la restitución encuentra su fundamento<br />
en todas las teorías psicológicas y médicas, las cuales destacan que el conoci-<br />
miento de la verdad posibilita y asegura el desarrollo afectivo e intelectual del<br />
niño afectado.<br />
9
Por lo tanto, el temor de que la restitución provoque daño es infundado,<br />
ya que, por el contrario, lo dañino para la criatura es el desconocimiento de<br />
su identidad y el falseamiento de sus orígenes e historia.<br />
Así, dicho desconocimiento trae inevitablemente como consecuencia un<br />
bloqueo en el crecimiento y desarrollo en las diferentes áreas del niño.<br />
Este temor ha sido alentado desde la propia dictadura y vehiculizado por<br />
los medios de comunicación creando condiciones para el desarrollo de ciertas<br />
corrientes de opinión que, bajo el estado de confusión, conciben a la desapa-<br />
rición de niños como irreversible y a su perpetuación como el «mal menor».<br />
B - Metodología de la restitución:<br />
El niño tiene derecho a ser libre y no esclavizado. Se debe garantizar que<br />
la restitución se opera en un marco que contemple el preservar y proteger al<br />
niño. Se debe tener en cuenta en no volver a tomar al niño como objeto,<br />
como fue tomado al convertirlo en desaparecido.<br />
La metodología de la restitución depende de cada situación concreta.<br />
Las situaciones son específicas de cada caso en particular y de decisión de la<br />
abuela y los familiares.<br />
Las familias impuestas que formaban parte del aparato represivo o esta-<br />
ban vinculadas al mismo y que por ese medio tomaron posesión de las criatu-<br />
ras, bajo ningún concepto podrán permanecer con los niños, ya que se trata<br />
de pseudo-padres, partícipes de la represión, y ahí justamente está la perver-<br />
sión del vínculo y la perpetuación del acto represivo. En tales circunstancias<br />
no se puede hablar de adopción sino de apropiación.<br />
Se debe modificar la ley porque éstos no fueron niños abandonados sino<br />
separados por el Estado de sus familias. También forma parte de la respon-<br />
sabilidad social el promover una legislación que facilite la restitución en for-<br />
ma ágil, rápida y poco dolorosa.<br />
El proceso de restitución del niño y reconstitución de la familia deberá<br />
contar con la atención integral de la misma mediante equipos<br />
multidisciplinarios, con la idoneidad suficiente para tal fin, contemplando<br />
las necesidades comunes a todos los casos pero respetando su individualidad.<br />
C - Aspectos legales:<br />
El derecho a la restitución y a la recuperación de la identidad está vincu-<br />
lado al carácter de delito permanente del que fueron víctimas los niños se-<br />
cuestrados o los nacidos en cautiverio y que como tal continúa producien-<br />
do sus efectos en la actualidad.<br />
Independientemente de ello, desde el punto de vista de la normativa<br />
civil, las guardas, tenencias o adopciones simples o plenas, otorgadas o en<br />
vías de otorgarse, de niños desaparecidos son nulas de nulidad absoluta y por<br />
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tal motivo no pueden ser objeto ni de confirmación ni de rectificación. Decla-<br />
rada la nulidad o la revisión, la restitución de los niños y la recuperación de<br />
su identidad familiar es consecuencia del principio legal que dispone que todo<br />
deberá volverse al estado de cosas anterior o igual estado en que se hallaba<br />
antes del secuestro o desaparición.<br />
D - Consideraciones éticas y sociales:<br />
Del mismo modo como el secuestro y desaparición de un solo niño por<br />
parte del Estado determinó la fractura de las estructuras de seguridad y pro-<br />
tección que la niñez requiere para su adecuado desarrollo, así también la<br />
restitución del último de los niños desaparecidos producirá un efecto directo<br />
en la comunidad infantil en orden a la recuperación de principios y segurida-<br />
des que la sociedad tiene el ineludible deber de ofrecer.<br />
En el caso de la multitud de niños adoptados de buena fe durante estos<br />
años del terror, la restitución del último de los niños desaparecidos constituye<br />
la única evidencia concreta de que su origen e historia personal no están<br />
marcados por la acción represiva directa del terrorismo de estado.<br />
Desde la perspectiva ética, de frente hacia el futuro, en el fortalecimiento<br />
de la convivencia democrática y la plena vigencia de los Derechos Humanos,<br />
y en particular los de la infancia, la restitución constituye la devolución de la<br />
sociedad a sí misma, en una escala de valores justa, acabando con aquello de<br />
que «en la Argentina todo es posible».<br />
III - Propuestas<br />
Considerando la gravedad de la situación vivida, inscripta en un marco<br />
de afrenta a la humanidad y sus posteriores consecuencias de destrucción,<br />
dolor, incertidumbre, motivos éstos que llevan a profundizar la inseguridad<br />
y el malestar no sólo de las familias afectadas sino de toda la sociedad,<br />
proponemos:<br />
1°) Que como parte de la reparación que debe realizar el actual gobierno<br />
en atención a la continuidad jurídica correspondiente propicie:<br />
a - Una legislación que posibilite, sin perjuicio y en consonancia<br />
con la labor que realizan las Abuelas de Plaza de Mayo, una metodología<br />
para la investigación, localización y restitución de los niños a sus legíti-<br />
mas familias.<br />
b - La elaboración de un proyecto de Ley de Adopción que con-<br />
temple la nueva situación de los niños secuestrados y de los niños cuyos<br />
padres están desaparecidos.<br />
c - La implementación de programas de asistencia multidisciplinaria<br />
en general, a quienes han sido directamente afectados, en consonancia con<br />
los centros que ya actúan en los organismos de Derechos Humanos.<br />
11
d - Instrumentar las estructuras necesarias que puedan garantizar<br />
la correspondiente identidad de los niños en el momento en que sean hallados.<br />
- Intervenir en los estudios científicos, modificando aquellas<br />
normas que impidan su realización.<br />
- Proveer los medios técnicos para la creación de un Banco de<br />
Datos que permita conservar las características de histocompatibilidad y otros<br />
estudios que posibiliten la identificación de los niños.<br />
e - Investigar en todos los planos la responsabilidad de las distintas<br />
instituciones, juzgados, institutos de minoridad, hospitales, etc. y derivar las<br />
causas a los fueros civiles correspondientes y no a los tribunales militares<br />
para su juzgamiento y castigo, contribuyendo de esa manera a la construc-<br />
ción del «Nunca Más».<br />
f - Remover a los jueces nombrados o reconfirmados por la dicta-<br />
dura militar.<br />
g- Difundir masivamente los hechos investigados a través de los<br />
medios correspondientes con la finalidad de generar un sistema preventivo<br />
ligado a la idea del «Nunca Más».<br />
2°) Que la sociedad en su conjunto en función de la responsabilidad que<br />
le compete asuma la actitud de permanente denuncia, garantice informacio-<br />
nes veraces y exija respuestas satisfactorias como forma de asegurar que<br />
todo esto no pueda volver a ocurrir. Familias destruidas, la comunidad infan-<br />
til dañada, deterioro generalizado son afrentas a todo el Pueblo Argentino y<br />
no simples efectos causados a pequeños grupos.<br />
3°) Que los medios de comunicación brinden los espacios necesarios<br />
para acelerar las posibilidades de localización, colaboren con la restitución y<br />
funcionen como espacios educativos.<br />
Por el Equipo Interdisciplinario<br />
CAPÍTULO II<br />
El secuestro.<br />
Apropiación de niños y restitución<br />
12
Abuelas de Plaza de Mayo<br />
Noviembre de 1988<br />
Situación de los niños desaparecidos en la comunidad<br />
Es nuestra intención transmitir la experiencia de nuestro trabajo en el<br />
camino que marcan Abuelas de Plaza de Mayo, sobre la necesidad de la<br />
búsqueda, ubicación y restitución de cada uno de los niños secuestrados-<br />
desaparecidos, en la convicción de que la única posibilidad de enfrentar este<br />
drama inédito es que la sociedad participe, activa y solidariamente, en la<br />
resolución de esta herida, que seguirá abierta en tanto quede algún niño al<br />
que no se le restituya su origen, su historia y su identidad.<br />
La restitución de los niños secuestrados hace necesario situarla, desde un<br />
comienzo, en el terreno que le corresponde: el de las garantías y derechos<br />
humanos de los niños, el derecho a la vida en dignidad, a no ser despojados<br />
jamás de su singularidad originaria, el derecho a la verdad de su propia<br />
historia, a crecer entre los suyos. La referencia, sin concesiones, a este<br />
campo constituye el soporte constante del testimonio y la tarea de Abuelas<br />
de Plaza de Mayo. Por lo tanto, se trata de recorrer este camino de la<br />
experiencia en que ellas son guía, el de la reparación práctica y concreta de<br />
los graves riesgos, presentes y futuros, de las consecuencias de una de las<br />
acciones más siniestras ejercidas sobre la sociedad por el terrorismo de<br />
Estado: la desaparición-apropiación de niños.<br />
Frente a este horror vigente, la población infantil crecerá con la pre-<br />
gunta «¿me puede tocar a mí?»; todo niño adoptado se preguntará «¿no<br />
seré yo un niño secuestrado de padres desaparecidos?». Preguntas que<br />
apuntan a «¿quién soy?», «¿de dónde vengo?», «¿hacia dónde voy?» y<br />
que trasciende el dolor íntimo de cada uno, amenazando la salud y la iden-<br />
tidad misma de nuestro pueblo.<br />
La apropiación fue paradigma de horror y de intento de enajenación. Por<br />
ello, el sentido de la restitución trasciende, como respuesta, el marco de la<br />
justicia individual reparatoria del vejamen sufrido por los niños desapareci-<br />
dos y sus familias y se ubica como la impostergable respuesta colectiva de<br />
reconstrucción del tejido social, que, como comunidad, la sociedad argentina<br />
se debe a sí misma.<br />
Ante esta duda, quizá no tengamos todavía plena conciencia de en qué<br />
medida el discurso totalitario, que aplicó sistemáticamente la maniobra de la<br />
negación de los hechos, la mistificación o la reinterpretación de los mismos,<br />
impuso y justificó sus categorías adversas al sentir que nos constituye como<br />
comunidad.<br />
Nos es difícil pensar que el punto más sensible, más generoso y abierto<br />
al futuro del ser humano, su descendencia, haya sido utilizado como intento<br />
de extinción definitiva de la herencia biológica, psicológica e ideológica de las<br />
víctimas, a la vez que el mismo sentimiento de amor a la niñez y a la descen-<br />
dencia, sea manipulada, con el argumento del supuesto bienestar de los ni-<br />
13
ños, para inducir a la confusión, a la justificación o al silenciamiento de la<br />
acción inhumana del secuestro-desaparición de niños.<br />
Nuestros niños y bebés secuestrados y nacidos en cautiverio, fueron<br />
criminal y violentamente arrancados de los brazos de sus madres, padres,<br />
hermanos, abuelas y abuelos y la mayoría continúa padeciendo el secues-<br />
tro y la desaparición. Están ilegalmente anotados o como propios o por<br />
medio de adopciones fraudulentas, falseando sus padres, sus nombres, sus<br />
edades, la forma y el lugar en que vinieron al mundo, quiénes asistieron su<br />
nacimiento; es decir, apropiados, privados de su verdadera identidad, pri-<br />
vados de su origen, de su historia y de la historia de sus padres, privados<br />
del lugar que ocupan en el deseo y en el afecto de los suyos, privados de<br />
las palabras, las costumbres y los valores familiares, sustraídos de la posi-<br />
bilidad de desenvolver sus vínculos identificatorios originarios y de la posi-<br />
bilidad de autorreconocimiento y de reconocimiento de todo lo propio,<br />
tratados como cosas de las que se dispone a voluntad, parte del saqueo y<br />
despojo de sus hogares.<br />
Aun siendo alimentados y cuidados, aun rodeados de bienestar y de lujo,<br />
su condición es la esclavitud, obligados como están, para sobrevivir, a iter-<br />
pretar como verdadera una realidad que no lo es, a investir como parentales<br />
figuras fraudulentas. Inducidos a «metabolizar» el fraude e invadidos en ese<br />
espacio corporal y psíquico singular e inalienable que debe ser garantizado a<br />
todo ser humano para lograr su autonomía, viven en un cautiverio que los<br />
anula, pero que no basta para borrar la herencia y las huellas genéticas y<br />
psicológicas que están inscriptas indeleblemente en cada uno. (No podemos<br />
ignorar que, desde la práctica clínica, está ampliamente demostrado que,<br />
cuando los hijos separados de sus padres logran la autonomía, surge en ellos<br />
el imperativo natural de encontrarse con su origen.)<br />
Abuelas de Plaza de Mayo, en su práctica, ha elegido el camino de la<br />
justicia para recuperar para la vida los niños desaparecidos.<br />
Cuando lo que nos ocupa es de tal magnitud que se refiere a los derechos<br />
humanos de los niños, en nuestro caso niños desaparecidos secuestrados-<br />
apropiados, la sociedad entera tiene una deuda ética con ellos. Esta deuda no<br />
es abstracta, repararla cabe a la sociedad toda. Son los jueces de la Democra-<br />
cia, instrumentos representativos, quienes deben posibilitar al pueblo saldarla.<br />
Apropiación<br />
Un intento de impedir el conocimiento de la situación de secuestro-<br />
apropiación en que se encuentran los niños desaparecidos, consiste en<br />
pretender como iguales una genuina situación de adopción y la situación<br />
de apropiación. Este intento apunta a llevar a confusión a gran parte de<br />
nuestro pueblo.<br />
Ante todo, es preciso explicitar las diferencias radicales de estas situaciones.<br />
14
Hablamos de adopción genuina en aquellos casos en que ésta se realiza<br />
en circunstancias éticas que contemplan el respeto a la singularidad del niño<br />
y a la voluntad y el deseo de los padres, desde una perspectiva solidaria que<br />
no promueve el abandono.<br />
Sin embargo, existe también una práctica de adopción «de registro per-<br />
manente en nuestro medio» cuyas circunstancias «dañan ética y<br />
conceptualmente la noble institución de la adopción»1 y que, bajo la forma<br />
de protección, encubre el disponer a voluntad de vida y destinos ajenos.<br />
1 Abuelas de Plaza de Mayo «La apropiación de niños y el sistema de adopción» .1er. Congreso<br />
Argentino de Adopción.<br />
El exponente máximo de disponer a voluntad de vida y destinos aje-<br />
nos lo constituyen el siniestro procedimiento de apropiación de niños<br />
secuestrados y nacidos en cautiverio como consecuencia de la persecu-<br />
ción política a sus padres en el ejercicio de facultades con características<br />
criminales ejemplificadoras de la omnipotencia mesiánica del terrorismo<br />
de Estado*.<br />
Procedimiento que lleva el sello de una penetración ideológica atroz e<br />
inhumana y que se aplicó siguiendo dos vías; suponían, no dejarían rastros.<br />
1) Secuestro por apropiación encubierta por la adopción, lo que ha escri-<br />
to el capítulo más negro de la institución de la adopción.<br />
2) Secuestro por apropiación directa, práctica en la que se los regis-<br />
traba como propios. (Esta modalidad fue la más implementada por fami-<br />
lias pertenecientes a las fuerzas de «seguridad» o estrechamente vincula-<br />
das con ésta.)<br />
A través de estas dos vías, sistematizadas por el llamado Proceso de<br />
Reconstrucción Nacional, se perpetraron centenares de apropiaciones. Son<br />
niños que, aun hoy, viven en situación de desaparición:<br />
a) APROPIADOS por secuestradores, quienes intervinieron directamen-<br />
te en la desaparición y/o asesinatos de los padres y en la desaparición-apro-<br />
piación de los niños como parte del saqueo.<br />
b) APROPIADOS por cómplices, quienes tuvieron una intervención di-<br />
recta como cómplices en la desaparición-apropiación de los niños, aunque no<br />
actuaron directamente en la desaparición de los padres. Apropiadores con<br />
complicidad en el saqueo.<br />
c) APROPIADOS por falseadores, quienes, sabiendo el origen del niño fal-<br />
sean su nombre, su nacimiento, su origen y su historia, anotándolo como propio.<br />
d) APROPIADOS por «adopción», quienes «adoptaron» a los niños<br />
buscando que la institución de la adopción actuara como encubridora de la<br />
15
apropiación.<br />
* Como queda demostrado en las afirmaciones públicas de Ramón Camps en el reportaje reali-<br />
zado por Santiago Aroca, publicado en la revista española «Tiempo», donde declaro: « personal-<br />
mente no eliminé a ningún niño, y lo que hice fue entregar a algunos de ellos a organizaciones<br />
de beneficencia para que les encontraran nuevos padres. Los subversivos educan a sus hijos<br />
para la subversión. Eso hay que impedirlo». O bien en las opiniones atribuidas a Vaquero testi-<br />
moniadas en el juicio a los ex-comandantes.<br />
La experiencia, en general, es que la apropiación de una criatura desapa-<br />
recida o nacida en cautiverio, está íntimamente ligada a lo delictivo, «ya<br />
que durante la vigencia del terrorismo de Estado, los padres que habían<br />
sido secuestrados y posteriormente desaparecidos», de la mayoría de los<br />
cuales tenemos hoy la dolorosa sospecha de que fueron asesinados,» esta-<br />
ban imposibilitados de ejercer el conjunto de derechos y obligaciones que<br />
supone la patria potestad. Menos aún de ser parte en las actuaciones<br />
donde se debatía la situación y filiación de sus hijos. Los abuelos, tíos y<br />
otros familiares tampoco podían concurrir a los tribunales para ser parte<br />
en los juicios de adopción de esos niños, pues desconocían el dato princi-<br />
pal: dónde estaba el niño, quién era el apropiador, y consecuentemente,<br />
qué tipo de vínculo se había establecido entre el apropiador y la víctima;<br />
una anotación como hijo propio, falseando una partida de nacimiento o<br />
bien una adopción fraudulenta».<br />
«Por eso es posible afirmar que en el origen de estas adopciones-apro-<br />
piaciones subyace El Delito desde el punto de vista jurídico: la privación<br />
ilegal de la libertad calificada de los padres y la sustracción de los niños»2.<br />
Pero también delito desde el punto de vista psicológico. Creemos que hay<br />
que incorporar el concepto delito, dentro de la terminología psicológica, cuando<br />
se apunta expresamente desde la sistematización perversa del conocimiento<br />
psicológico al enajenamiento e inermidad psíquicos.<br />
El fundamento de la paternidad y el sustento de la identidad de un hijo es<br />
el proyecto de vida y de amor que los padres tienen para el niño desde su<br />
deseo, paternidad que hunde sus raíces en la legalidad de dicho deseo. Es<br />
este deseo fundante en que abre la posibilidad de todo ser humano a desear y<br />
a acceder a un desarrollo-psico-físico-social integrado.<br />
Entonces, para que una adopción sea legítima, los padres libremente<br />
tienen que hacerse cargo de ceder el hijo en adopción y renunciar a todo<br />
proyecto de vida en relación a ese hijo en el acto de cederlo. Deseo y proyec-<br />
to que jamás cedieron los padres de los niños desaparecidos, sino que,<br />
víctimas ellos de la desaparición, fueron arrancados compasivamente de sus<br />
seres más queridos. ¿Acaso el clamor de las Abuelas no es la expresión de la<br />
insistencia del deseo de los padres de estos niños?<br />
2 lbid.<br />
16
La ilegitimidad de los pseudos padres radica en la imposibilidad de fun-<br />
damentar su deseo en la ilegalidad.<br />
Los pseudos padres, al negar, mentir, ocultar o callar su origen a los<br />
niños y al violentar la voluntad y el proyecto de vida de sus progenitores,<br />
representados ahora por sus familiares legítimos, no pueden invocar la adop-<br />
ción, ya que se trata en el mejor de los casos, de siniestra complicidad*,<br />
puesto que condena al niño, literalmente a desaparecer.<br />
Las situaciones de hecho son de fraude y falsificación, sin ley y sin<br />
verdad. Sin ley, más que la voluntad absoluta de dominio de los represores y/o<br />
apropiadores. Sin verdad, porque se altera y se distorsiona la realidad aun<br />
ante los jueces y las pruebas de histocompatibilidad sanguínea, sobre quiénes<br />
son, cuál es su familia y a dónde pertenecen. Por lo tanto, los apropiadores<br />
no pueden representar ni a padres ni a padres adoptivos, porque ocupan ese<br />
lugar desde la ilegalidad y la impostura.<br />
Corresponde hacer un espacio a quienes, en circunstancias ajenas por<br />
su parte a toda intención de complicidad o apropiación, se hicieron cargo de<br />
niños víctimas de la desaparición, preservando la honestidad del vínculo al<br />
no ubicarse en el lugar del fraude.<br />
* Los agentes del terror que, al ejecutar operativos de desaparición-secuestro, se quedaron con<br />
los niños, conocían su filiación; las personas allegadas o vinculadas directamente con estos<br />
agentes que recibieron niños de sus manos, conocían su filiación, o por lo menos su proceden-<br />
cia; los juzgados y las instituciones oficiales o de beneficencia, donde fueron llevados los niños<br />
por los represores, conocían su procedencia y, en algunos casos, su filiación; las personas que<br />
fueron testigos o vecinos, a quienes les fueron dejados los niños por las fuerzas del terror,<br />
conocían su origen aunque, en muchos casos, no conocían su filiación; y, en todo caso, toda<br />
otra persona que durante estos años se hizo cargo de un niño, conocía la posibilidad de su<br />
procedencia.<br />
Estas familias que recibieron a los niños en un marco de verdad fueron:<br />
a) vecinos a quienes los represores dejaron los niños bajo amenaza de<br />
guardar silencio y que, al acogerlo, no les mintieron sobre su identidad, cuan-<br />
do fue posible, apoyaron el derecho de los niños a recuperar lo propio. Son<br />
aquellas a las que Abuelas de Plaza de Mayo llama, como lo hizo Tamara,<br />
«familias de crianza».<br />
b) familias que, motivadas por el deseo de adopción, concurrieron a<br />
juzgados e instituciones de menores, donde les fueron entregados nuestros<br />
niños disponiendo de ellos como si se tratara de verdaderos huérfanos desvalidos<br />
o carenciados abandonados por su familia. Estas familias, ante la creciente<br />
convicción de que eran niños a quienes la represión había alcanzado<br />
privándolos del derecho de vivir con los suyos, llegado el momento, se pusie-<br />
ron a disposición de Abuelas, para en común, encontrar la verdad de su<br />
origen e historia para posibilitar la integración con quienes nunca los abando-<br />
naron. Lamentablemente en el último período se tuvo en conocimiento de<br />
una situación de características aparentemente semejantes, pero con com-<br />
portamiento y desenlace parcial diferente.<br />
17
Desde el punto de vista del derecho internacional el Estado argentino en<br />
su acción sistemática de sustracción de menores, ha violado diversos princi-<br />
pios consagrados por la Comunidad Internacional.<br />
Ha violado el art. 1° de la Declaración universal de Derechos Humanos<br />
aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948 que dice<br />
que todos los seres humanos nacen libres. También ha violado el art. 16 de la<br />
Declaración que consagra el derecho de la familia a la protección de la socie-<br />
dad y del Estado.<br />
Ha actuado en contra de los principios establecidos en el Pacto Inter-<br />
nacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales aprobados por<br />
la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1966 cuya parte III, art.<br />
10 consagra «la más amplia protección» a la familia y «especial protec-<br />
ción a las madres durante un período de tiempo razonable antes y des-<br />
pués del parto».<br />
Ha vulnerado el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos apro-<br />
bado en la misma fecha por la Asamblea General de las Naciones Unidas<br />
cuyo art. 23 proclama que «la familia es el elemento natural y fundamental<br />
de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado».<br />
En particular se ha actuado en contra de lo establecido por el art. 24 de la<br />
misma Declaración que establece:<br />
1°) Todo niño tiene derecho sin discriminación alguna por motivo de<br />
raza, color, sexo, idioma, religión, origen nacional o social, posición econó-<br />
mica o nacimiento, a las medidas de protección que su condición de menor<br />
requiere, tanto por parte de su familia como de la sociedad y del Estado.<br />
2°) Todo niño será inscripto inmediatamente después de su nacimiento,<br />
deberá tener un nombre.<br />
3°) Todo niño tiene derecho a adquirir una nacionalidad.<br />
Después del restablecimiento del orden constitucional, el Parlamento<br />
argentino ratificó la Convención Americana sobre Derechos Humanos.<br />
Pacto de San José de Costa Rica, aprobada en la Conferencia de San<br />
José de Costa Rica en noviembre de 1969, cuyo art. 17 consagra la pro-<br />
tección de la familia, y que en su art. 18 establece que «toda persona<br />
tiene derecho a un nombre propio y a los apellidos de sus padres o al de<br />
uno de ellos».<br />
De estos derechos se encuentran privados los menores que aún conti-<br />
núan desaparecidos.<br />
18
Desde el punto de vista del Derecho Interno la dictadura militar argentina<br />
violó diversos artículos de la primera parte, Declaraciones Derechos y Ga-<br />
rantías de la Constitución Argentina.<br />
Considerando el tema desde el punto de vista del Derecho Penal, y te-<br />
niendo en cuenta que en Argentina no se ha legislado sobre la desaparición<br />
forzada de personas, las normas del Código Penal que resultan aplicables en<br />
los casos de desaparición de menor son las siguientes:<br />
a) Delito de sustracción de menor.<br />
El artículo 146 del Código Penal establece una pena de tres a diez años<br />
de prisión o reclusión a quien «sustrajere a un menor de diez años del poder<br />
de sus padres, tutor o persona encargada de él, y el que lo retuviere u ocultare».<br />
b) Delito de supresión y suposición de estado civil.<br />
El art. 139 del Código Penal impone la pena de prisión de uno a cuatro<br />
años «al que por medio de exposición, de ocultación o de otro acto cualquiera,<br />
hiciese incierto, alterase o suprimiese el estado civil de un menor de diez años.<br />
c) Delito de falsificación ideológica de documento público.<br />
El art. 293 del Código Penal, haciendo remisión al art. 292 establece la<br />
pena de tres a ocho años de prisión a quien hiciere insertar en un instrumento<br />
público destinado a acreditar identidad, declaraciones falsas, de un hecho<br />
que el documento debe probar, de modo que pueda resultar prejuicio.<br />
d) Delito de privación ilegal de la libertad.<br />
El art. 142 del Código Penal establece la pena de dos a seis años de<br />
prisión o reclusión, al que privare a otro de su libertad personal, en distintos<br />
supuestos tipificados en el articulado.<br />
Los menores desaparecidos llegaron a esa condición en diferentes cir-<br />
cunstancias.<br />
En algunos casos los menores fueron protegidos por los vecinos cuando<br />
se produjo el secuestro de sus padres. Los vecinos ignoraban el nombre<br />
verdadero de los padres, y en las condiciones de represión que existían en<br />
Argentina consideraron que lo más adecuado era mantenerlos con ellos. Se<br />
trata de los doce niños que permanecen con la familia que los crió y de otros<br />
casos que, sin dificultades judiciales, muchas veces sin la participación de la<br />
justicia, por la sola acción de Abuelas de Plaza de Mayo, fueron voluntaria-<br />
mente restituidos a su familia.<br />
En otros casos los menores fueron entregados, por la fuerza represiva o<br />
por los vecinos a los jueces de menores, los que dispusieron su internación<br />
en institutos para menores. Posteriormente, fueron entregados en adopción.<br />
Hay aquí una evidente negligencia de los Juzgados de Menores y jueces<br />
civiles que otorgaron las adopciones, que no buscaron a la familia legítima y<br />
19
contribuyeron a que el menor fuese privado de los derechos que le reconoce<br />
las Declaraciones y Convenciones Internacionales. No se trataba de menores<br />
abandonados por sus padres, sino privados de ellos por el accionar represivo<br />
de la dictadura a quienes el resto de la familia los buscaba reclamándolos<br />
ante los distintos órganos del Estado.<br />
Conjuntamente con la vía de la acción penal se plantea la nulidad de la<br />
adopción, en Sede civil.<br />
Pero los casos más comunes son aquellos en los que se abre la vía penal<br />
por los delitos cometidos en contra de los menores. Se trata de los casos en<br />
que las fuerzas representativas llegaban a los menores a Centros ilegales de<br />
detención, o directamente se apropiaban de ellos, de la totalidad de los casos<br />
de menores nacidos durante la detención de su madre.<br />
Estos menores aparecen inscriptos como propios por personas que no<br />
son sus padres y que en esa inscripción han cometido los delitos de supre-<br />
sión de estado civil y falsificación de instrumento público.<br />
Debido al sistema de pruebas legales que existe en el proceso Penal Federal<br />
y en el de ciertas provincias, resulta difícil la prueba de la sustracción del menor,<br />
aun cuando el niño desaparecido sea encontrado en poder de personas que se<br />
demuestra que no son sus padres. Menos dificultades existen en cuanto a la<br />
prueba del ocultamiento o retención, también contemplados en el tipo penal.<br />
Esas dificultades no existen en cuanto a la prueba del delito de falsi-<br />
ficación ideológica de instrumento público, destinado a aprobar identidad,<br />
cuyo cuerpo del delito esta configurado por el certificado de nacimiento<br />
falso. Como la supresión y superposición de estado civil se hace habi-<br />
tualmente mediante una inscripción de nacimiento falsa, el tipo legal<br />
de este delito es absorbido por el más grave de falsificación de instru-<br />
mento público.<br />
El delito de sustracción de menor es un delito permanente que concluye<br />
cuando el menor es restituido a su familia.<br />
Fundamentos de la paternidad<br />
Un segundo intento de justificar la pretendida paternidad de los<br />
apropiadores es suponer que cumplen la función de padres psicológicos.<br />
Pensamos que este intento de confusión instrumenta la experiencia que to-<br />
dos tenemos en cuanto a que no es necesario ser los padres biológicos para<br />
cumplir la función de padres. Pero ser padres implica el ejercicio de una<br />
función que no todos quienes ocupan ese lugar la cumplen. No se puede<br />
identificar la función parental, ni el vínculo paterno-filial que se crea a partir<br />
de la misma, con el hecho de hacerse cargo de un niño.<br />
El fundamento de la paternidad no necesariamente es biológico, pero en<br />
todo caso, no puede originarse en el deseo de apropiación. Este deseo invalida,<br />
20
de hecho, el deseo de paternidad. Entonces ¿se puede cumplir la función<br />
parental desde una paternidad ilegal desde un principio? ¿Desde una paterni-<br />
dad construida a partir de la radical privación, que significa imponer un ori-<br />
gen falso y que, por lo tanto, niega el origen y la continuidad del psiquismo<br />
del niño? Los padres desde su deseo parental, inician la historia psíquica de<br />
un niño, aun antes de nacer.<br />
Lo nombran, le dan un lugar propio en la historia familiar, reconociendo<br />
su singularidad, ante la cual renuncian a todo proyecto para el hijo que no lo<br />
tenga en cuenta como persona. Un padre -biológico o adoptivo- para cumplir<br />
la función esencial que hace a la paternidad, debe ocupar el lugar de transmi-<br />
sor de la ley, de un orden, no arbitrario ni creado por él, sino que lo trascien-<br />
de y que, a su vez, legará al hijo con la posibilidad de transmitirlo, garanti-<br />
zando, en toda su significación, el orden legal de parentesco: hijo de, padres<br />
de. El hijo es hijo en relación a ese lugar, lugar donde se formula la pregunta<br />
de la identidad: ¿quién soy yo para?<br />
En consecuencia, quienes se apropian del origen, de la historia y de la<br />
herencia física y psíquica de los niños secuestrados de padres desaparecidos,<br />
mal pueden cumplir esta función paterna; le roban no sólo la historia que los<br />
precede sino la continuidad de su propia historia.<br />
¿Qué vínculo puede establecer alguien que sabe que está robando el<br />
lugar parental? ¿Se puede mirar al niño sin «encontrarse» con la mirada de<br />
los padres? ¿Sin descubrirse permanentemente en el lugar del fraude? ¿Cómo<br />
se inviste un niño como hijo propio cuando se sabe que su familia lo recla-<br />
ma? Para poder construir este vínculo falso paterno-filial se requiere mante-<br />
ner vigente la desaparición, tanto de los padres, como del niño: excluir a los<br />
padres de toda realidad material y psíquica posible, pasada, presente y futura<br />
y reemplazarlos ilegalmente desde la usurpación de ese lugar. En consecuen-<br />
cia, esta pretendida función de padres psicológicos resulta intrínsecamente per-<br />
versa. Decimos perversa desde la significación más abarcativa y radical del<br />
concepto, que parte de la resonancia que para todos tienen el término e incluye<br />
una perspectiva clínica, una perspectiva social y una perspectiva ética.<br />
Dentro de la perspectiva clínica, tomamos la perversión, por un lado,<br />
en el sentido de renegación de la realidad, es decir, percibir la realidad y<br />
rehusar conocerla y, por otro, en el sentido de la modalidad del vínculo<br />
sometedor- sometido.<br />
Desde la perspectiva social, hacemos referencia a la perversión en cuanto<br />
a que se trata de una situación en la que no sólo se violan la ley y las<br />
normas por las que se rige la sociedad, sino que se reniega de ellas y del<br />
hecho mismo de trangredirlas. Psicológicamente está demostrado que, cuando<br />
un padre actúa como si fuera él mismo la ley, en lugar de representarla<br />
sujetándose él mismo a ella, no sólo pervierte su propia inserción en el<br />
orden social, del que se excluye y al que desconoce desde su omnipotencia,<br />
sino que compromete seriamente la constitución de aspectos fundamenta-<br />
les de la vida psíquica del niño indispensables para una integración dinámi-<br />
ca a la sociedad.<br />
21
En tanto perversión es desvío, desde la perspectiva ética hablamos de<br />
perversión en el sentido de falsedad como desvío; falseamiento del origen,<br />
de la historia, de la identidad....es decir desvío perverso de la verdad.<br />
En la tarea orientada hacia la localización restitución de los niños desapare-<br />
cidos, Abuelas de Plaza de Mayo cuenta con un equipo de filiación que asesora<br />
a la Asociación en este campo. El Equipo recoge los árboles genealógicos de<br />
la familia, tramita la orden judicial, actúa como perito de parte en la extrac-<br />
ción de la muestra, en su posterior análisis y la presentación de las conclusio-<br />
nes a los tribunales. Asimismo, mantiene relaciones científicas de intercam-<br />
bio y asesoramiento con investigadores de todo el mundo, gestionándose<br />
también la donación de reactivos dadas las dificultades económicas imperantes<br />
en el país. (184))<br />
Con el objeto de asegurar validez a los estudios se tramita, en todos los<br />
casos, una orden judicial o de la Subsecretaría de Derechos Humanos para la<br />
realización de la pericia.<br />
Los estudios se realizan en el Servicio de Inmunología del Hospital Durand<br />
de la Ciudad de Buenos Aires, el cual cuenta con personal altamente capaci-<br />
tado e infraestructura adecuada. Dicho Servicio actúa como perito oficial en<br />
todos los casos.<br />
Abuelas de Plaza de Mayo ha bregado para que los estudios de filiación<br />
sean hechos por un organismo oficial, a fin de evitar que intereses económi-<br />
cos perturben la tarea, para no ser juez y parte y por considerar que es la<br />
reparación mínima que el Estado debe realizar por su responsabilidad en el<br />
fenómeno de la desaparición de niños.<br />
No es posible saber cuándo será identificado el último de los Niños Des-<br />
aparecidos. En algunos casos será el propio niño, ya adulto el que tomará<br />
conocimiento de su verdadera identidad. Por tal motivo es imprescindible<br />
garantizar las condiciones que hagan posible esta identificación aún en el<br />
caso de ausencia o muerte de sus familiares.<br />
Impulsado activamente por Abuelas de Plaza de Mayo se elaboró un<br />
Proyecto de Ley referida a un Banco Nacional de Datos Genéticos de<br />
Familiares de Niños Desaparecidos en conjunto con la Subsecretaría de<br />
Derechos Humanos de la Nación, la Secretaría de Desarrollo Humano y<br />
Familia de la Nación, la Secretaria del Menor y la Familia de la Provincia<br />
de Buenos Aires, la Secretaría de Salud Pública y Medio Ambiente de la<br />
ciudad de Buenos Aires y el Servicio de Inmunología del Hospital Durand<br />
de la Ciudad de Buenos Aires. Este Proyecto fue presentado y motoriza-<br />
do por el Presidente de la Nación siendo convertido en Ley Nacional<br />
23.511 en mayo de 1987 con la aprobación de todos los partidos políticos<br />
del Parlamento.(185))<br />
Esta ley satisface el viejo anhelo de las Abuelas de Plaza de Mayo de<br />
dejar establecidas las condiciones prácticas que posibiliten la identificación<br />
de sus nietos aun en su ausencia, ya que es imposible saber cuándo serán<br />
22
ellos localizados. En algunos casos serán los niños, y adultos, los que encon-<br />
trarán la verdadera historia acerca de su origen.<br />
Asimismo, esta Ley está concebida como un arma contra el tráfico y<br />
comercio de niños, el cual es un problema de grandes dimensiones en<br />
nuestro país.<br />
Las disposiciones principales de esta Ley son:<br />
1) Creación del Banco de Datos Genéticos el cual funcionará en el<br />
Servicio de Inmunología del Hospital Durand prestando su asistencia en<br />
forma gratuita.<br />
2) En todos los casos se estudiarán los marcadores genéticos de grupos<br />
sanguíneos, de histocompatibilidad, de protemas séricas y de enzimas<br />
eritrocitarias.<br />
3) Conservación de una muestra de sangre de cada familia con el fin de<br />
posibilitar la realización de los estudios que se desarrollen en el futuro.<br />
4) Obligación de todos los Jueces Nacionales de realizar en todo niño<br />
en el cual se dude de la filiación, los estudios de marcadores genéticos y<br />
su posterior cotejo con los obrantes en el Banco Nacional de Datos<br />
Genéticos.<br />
5) Normas de procedimiento e identificación para los estudios realiza-<br />
dos en la sede del Banco Nacional de Datos Genéticos en otro lugar país o<br />
en el exterior.<br />
Restitución<br />
Quisiéramos ahora detenemos en un equívoco intencional que pretende<br />
presentar como equiparables el acto de la restitución con la experiencia de la<br />
situación traumática del secuestro-apropiación, intentando sostener a la apro-<br />
piación como irreversible y a su perpetuación como un mal menor. Digámos-<br />
lo con un ejemplo: «separarlo de la familia adoptiva» sería repetir la expe-<br />
riencia de arrancamiento que vivió con los padres naturales».<br />
Para dar un paso más en la comprensión de este punto, confrontaremos<br />
la diversidad intrínseca de las dos situaciones.<br />
a) Las circunstancias<br />
En la situación de apropiación los niños fueron arrancados de los brazos<br />
de sus padres, sin palabras y con violencia real. Arrancados de su identidad y<br />
de su historia personal y familiar fueron a una doble situación traumática: la<br />
desaparición de sus padres y la propia desaparición, sumergiéndose en un<br />
23
proceso de ocultamiento y enajenación. En este tipo de actos se desconoció<br />
toda ley; la transgresión se hizo ley, la perversión la modalidad del vínculo.<br />
Ahora bien, ni el acto de la restitución, ni el contexto en que se realiza, ni<br />
el proceso de afianzamiento repiten ninguna de las circunstancias de la situa-<br />
ción traumática. No hay arrancamiento ni silenciamiento, ya que, con pala-<br />
bras y desde la ley y el amor, los niños recuperan una relación genuina y<br />
continente que una y otra vez vemos que se establece de inmediato, con la<br />
fuerza de un reencuentro revelador, con la profundidad que otorga el recono-<br />
cimiento y que le permite la vivencia protegida de integrar y recomprender lo<br />
que percibe y lo que piensa, lo que afecta y lo que valora, abriéndole el<br />
camino a sentirse y saberse él mismo y el acceso a su propia verdad de<br />
sujeto. Es una situación nueva reparadora.<br />
Acto psíquicamente fundante que se basa en la articulación de verdad y<br />
justicia. Su significación más plena es dejar de ser desaparecidos.<br />
b) El carácter<br />
Pensamos que podemos sostener el carácter de horror que el hecho<br />
traumático fundamental del arrancamiento inscribe en el psiquismo infantil.<br />
Pensamos que la situación de secuestro-apropiación mantiene psíquicamente<br />
vigente la experiencia del horror sufrido. Horror con el que el niño convive<br />
familiarmente pero del que no se puede hablar pues está impuesto como<br />
secreto. Su naturaleza de horror oculto lo hace siniestro. «Se convive con<br />
algo que se ignora aunque se lo presiente horrible e inquietante». Nuestros<br />
niños tienen «registro, sin duda reprimido violentamente del horrible secreto<br />
familiar» y como todo lo violentamente reprimido, permanece activo», «con<br />
eficacia latente y constante» de sufrimiento psíquico.<br />
La restitución tiene un carácter liberador de la profunda vulnerabilidad<br />
de lo siniestro «enquistado» en el psiquismo infantil. Opera, justamente, el<br />
develamiento del núcleo traumático, reduciendo su eficacia latente o<br />
sintomática, y simultáneamente, «el restablecimiento del orden de legalidad<br />
familiar» que lo sitúa en la posibilidad de unificar significaciones de sí mismo<br />
de otro modo perdidas.<br />
C) El momento<br />
De igual modo, podemos sostener que el daño a que fueron sometidos<br />
nuestros niños irrumpió en los momentos de mayor riesgo, los de la constitu-<br />
ción de su psiquismo, ya que, cuanto más incipiente la estructuración del<br />
aparato psíquico, mayor es la conmoción a la que el daño lo somete.<br />
Conviene recordar aquí, que la organización del psiquismo de un niño se<br />
desenvuelve desde el deseo parental, en un marco, y en un espacio de<br />
intersubjetividad (relación de los mundos internos de los padres, que lo inclu-<br />
yen), que lleva siempre la huella de la relación de los padres con el grupo<br />
cuyos ideales comparten (P. Aulagnier). Fue de ese deseo y de ese espacio<br />
del que fueron arrancados nuestros niños. A la terrible vivencia de arranca-<br />
24
miento del vínculo originario o del cercenamiento de una parte de sí, en los<br />
casos más tempranos en que el niño aún se vive uno con su madre -se le<br />
suma la imposición de un marco falso de intersubjetividad y de un deseo que<br />
pretende reducirlo a no ser él mismo, en lo que constituye un pertinaz<br />
intento de desidentificación. Se lo arranca, entonces, del universo de senti-<br />
do familiar. Este universo, en todo niño, está connotado por los anhelos y<br />
valores de los padres -primordialmente de la madre- por la imagen y el<br />
nombre anticipado que ella tiene del niño y que lo prefiguran, por las signi-<br />
ficaciones que la madre da las necesidades del niño, que inscriben sus<br />
vivencias corporales.<br />
La restitución descubre la eficacia del reencuentro con el origen lo con-<br />
voca y lo reintegra, más allá del momento, de las separaciones o de las<br />
vicisitudes posteriores.<br />
No sólo las huellas psíquicas se actualizan sino, también, las corporales,<br />
ya que, el cuerpo es memorizado. El cuerpo «oye», el cuerpo «ve», el cuerpo<br />
«dice», en el reencuentro con el universo familiar el cuerpo «sabe». Este<br />
«saber» del cuerpo como organizador permite acceder a los fundamentos cons-<br />
titutivos. Múltiples ejemplos de este registro sorprenden y emocionan.<br />
d) La identidad<br />
¿Qué ocurre con la identidad de los niños secuestrados?<br />
Lo que funda la identidad (sentido de saberse uno mismo) es el deseo de<br />
vida de los padres, unido a la propia pulsión de vida del bebé. El deseo de<br />
vida se va haciendo autónomo pero debe pensarse, en el origen, íntimamente<br />
ligado al motor que lo generó: el deseo parental. Esta configuración de de-<br />
seos que es origen de la vida, es basamento identificatorio. Los niños afirman<br />
y confirman su identidad en un constante proceso de reaseguramiento de<br />
esta configuración. Es a partir de esta matriz que el niño se interroga ¿quién<br />
soy yo para...? ¿Qué significo yo para...? Desde cuyas respuestas va cons-<br />
truyendo su historia singular y subjetiva.<br />
Es sobre esta matriz existencial que se ejerció y se ejerce la violencia de<br />
la impostura, violencia potencializada en la permanencia del ocultamiento y<br />
la apropiación.<br />
En consecuencia, podemos decir que el aparato psíquico de los niños<br />
secuestrados se desarrolla en una situación de captura y de identidad enaje-<br />
nada, ya que la voluntad de apropiación utilizó la extrema fragilidad infantil<br />
y, en la mayoría de los casos, la invalidez del «infans» (ser humano desde<br />
que nace y durante los primeros meses de vida, sin palabras ni ideas) para<br />
despojarlo de su identidad y montar un andamiaje de mentiras.<br />
Cuando se hace uso de dicha invalidez, desconociendo la singularidad<br />
deseante de la condición de sujeto, sometiéndolo a una fundación falsa que<br />
niega la configuración de deseos que son su origen, forzando falsas identifi-<br />
25
caciones, de lo que se trata es del dominio sobre alguien a quien se toma<br />
como cosa, a quien se intenta hacer desaparecer como persona.<br />
Como consecuencia de este registro inconsciente, ¿cómo podrán respon-<br />
der los niños secuestrados, desde el mensaje de mentira y horror que reci-<br />
ben, a la pregunta: «¿quién soy yo para...?»<br />
Podemos pensar que defienden, paradójicamente, la integridad de su<br />
psiquismo instrumentando una división del yo, por la que, parte de él se<br />
«acomoda» y responde a figuras-pseudo-identifícatorias y otra parte conser-<br />
va su núcleo de identificación originaria. La precaria integridad y la amenaza<br />
constante del retomo de lo reprimido, operan como riesgos latentes mientras<br />
persista la situación de apropiación.<br />
Dijimos que en nuestros niños, en el proceso de constitución de su iden-<br />
tidad, se vieron obligados a desplazar los referentes parentales en figuras<br />
identificatorias falsas. En la restitución, al encontrarse con la verdad, no hay<br />
crisis de identidad y nada «demuele» su estructura psíquica. Lo que obser-<br />
vamos en la práctica es el desmoronamiento de las figuras fraudulentas de<br />
sus captores y cómo los niños pueden empezar a confirmar aquello que ya<br />
sabían. Los lugares identificatorios parentales vuelven a ser ocupados por las<br />
figuras de sus legítimos padres, finalmente los legítimos significantes primor-<br />
diales. Recuperarlos, aunque doloroso, ya que en la mayoría de ellos es<br />
encontrarse con el conocimiento de que sus padres permanecen desapareci-<br />
dos, le permite al niño, a través de ser nombrado con su propio nombre,<br />
ligado al de sus padres, insertarse en su cadena generacional y unificar su<br />
propia historia subjetiva. Ser restituido, finalmente, es recuperar la identidad.<br />
También resulta profundamente estructurante saber que sus padres ja-<br />
más los abandonaron y que sus abuelas, abuelos, hermanos, tíos, todo ese<br />
nido ecológico del que formaron parte sus padres, los han buscado tenaz y<br />
amorosamente desde el momento mismo de su desaparición.<br />
La Asociación Abuelas de Plaza de Mayo es consciente de que esta<br />
tarea involucra a la comunidad entera, que es el cuerpo social el que ha<br />
sido desgarrado en las víctimas más pequeñas e inocentes del pasado terro-<br />
rismo de Estado y que, sólo exigiendo la verdad y la justicia, podremos<br />
elaborar en conjunto la verdad histórico-social de lo sufrido por nuestro<br />
pueblo. La recuperación de la verdadera identidad de nuestros niños podrá<br />
sostenerse entonces en una trama social más justa y solidaria.<br />
Porque se le debe, como un derecho a la comunidad infantil argentina<br />
esta reparación, convocamos a la sociedad toda a sus legítimas autoridades y<br />
especialmente a los hombres y mujeres del campo de la salud y el derecho a<br />
hacer realidad la restitución de los niños secuestrados a sus legítimas familias.<br />
26
por Theo Van Boven<br />
CAPÍTULO III<br />
Prevención de la desaparición de niños<br />
Informe presentado ante las Naciones Unidas.<br />
Agosto 1988.<br />
Introducción<br />
1. En su decisión 1987/107 de 3 de septiembre de 1987, la Subcomisión<br />
de Prevención de Discriminaciones y Protección a las Minorías expresó su<br />
profunda preocupación por los informes relativos a la crítica situación de los<br />
niños desaparecidos en la Argentina que últimamente habían sido encontra-<br />
dos en el Paraguay y decidió pedir a su Presidente que nombrara uno o<br />
varios miembros para establecer urgentemente y mantener contacto con las<br />
autoridades e instituciones competentes, en particular las organizaciones hu-<br />
manitarias, que les presentaran informes sobre la situación y velaran por que<br />
no hubiera más peligro de desapariciones.<br />
2. La Comisión de Derechos humanos, en su resolución 1988/76 de 10<br />
de marzo de 1988, aprobó la petición de la Subcomisión y pidió a las autori-<br />
dades interesadas que facilitaran la aplicación de la resolución. En su 16a.<br />
sesión plenaria, celebrada el 27 de mayo de 1988, el Consejo Económico y<br />
Social adoptó su decisión 1988/138 en La que hizo suya la decisión de la<br />
Comisión y autorizó al Secretario General para que prestara toda la asisten-<br />
cia necesaria para aplicarla.<br />
3. El Presidente de la Subcomisión dirigió al Secretario General Adjunto<br />
de Derechos humanos una carta de fecha 7 de abril de 1988, en la que se<br />
designaba al autor del presente informe para que desempeñase el mandato en<br />
los términos establecidos en la decisión 1987/107 de la Subcomisión.<br />
4. A fin de establecer contacto con las autoridades e instituciones perti-<br />
nentes, se programó para comienzos de julio una visita a la Argentina y el<br />
Paraguay. Sobre el particular, se dirigió a ambos gobiernos una carta de fecha<br />
30 de junio de 1988 informándoles de que el miembro de la Subcomisión se<br />
proponía iniciar su visita alrededor del 10 de julio de 1988 y que agradecería<br />
que las autoridades le prestasen la cooperación necesaria para el desempeño<br />
con éxito de su mandato. En la carta, el miembro de la Subcomisión también<br />
hacía hincapié en el espíritu exclusivamente humanitario con que enfocaba<br />
su mandato y manifestaba su interés por establecer contacto con las autori-<br />
dades y organizaciones humanitarias pertinentes, así como con otras perso-<br />
nas directamente interesadas en los casos.<br />
27
5. En una nota verbal de fecha 6 de julio de 1988 la Misión Permanente<br />
de la Argentina ante las Organizaciones Internacionales en Ginebra transmi-<br />
tió una carta del Ministro de Relaciones Exteriores y Culto de la Argentina en<br />
la cual se expresaba que las autoridades de ese país apreciarían la visita y<br />
adoptarían todas las medidas necesarias para facilitar los contactos solicita-<br />
dos. En nombre del Gobierno del Paraguay, se comunicó verbalmente al<br />
autor del presente informe que la cuestión de los niños estaba sometida ac-<br />
tualmente a los tribunales y que en tales circunstancias no era oportuna una<br />
visita al Paraguay porque podría considerarse como injerencia en el proceso<br />
judicial. En una carta de fecha 5 de agosto de 1988 el Gobierno del Paraguay<br />
informó al Secretario General de que en todos los casos en que el Gobierno<br />
de la Argentina había pedido la extradición, los tribunales, tanto de primera<br />
como de segunda instancia, habían librado un fallo favorable a la solicitud.<br />
Sin embargo, en la actualidad esos casos estaban pendientes ante la Corte<br />
Suprema, que emitiría un fallo en su debido momento.<br />
6. El autor del presente informe visitó la Argentina del 12 al 15 de julio<br />
de 1988. En el país, recibió la plena cooperación de las autoridades y de<br />
todas las organizaciones y personas interesadas. Durante su visita celebró<br />
entrevistas con las siguientes personas: el Presidente de la Nación, Sr. Raúl<br />
Alfonsín, el Ministro de Educación y Justicia, Sr. Jorge Sábato, el Secretario<br />
de Justicia, Sr. Enrique Paixao, el Procurador General, Sr. Andrés D'Alessio,<br />
la Subsecretaría del Ministerio de Relaciones Exteriores encargada de los<br />
asuntos de derechos humanos, Sra. María Teresa Merciadri de Morini, y el<br />
Subsecretario del Ministerio de Relaciones Exteriores encargado de los asun-<br />
tos latinoamericanos, Sr. Alberto Ferrari Etcheverry. El autor del presente<br />
informe se reunió también con jueces, abogados, psicólogos y profesionales<br />
de la salud que se ocupaban de casos de niños desaparecidos. Celebro tam-<br />
bién amplios debates con las «Abuelas de Plaza de Mayo» y con represen-<br />
tantes de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, el Movimiento<br />
Ecuménico por los Derechos Humanos, el Centro de Estudios Jurídicos y<br />
Sociales, el Grupo de Iniciativa para una Convención Internacional contra la<br />
Desaparición Forzada de Personas, la Coordinadora de Organizaciones de la<br />
Infancia y el Equipo Argentino de Antropología Forense.<br />
I. Desaparición de niños en la Argentina<br />
7. En el informe presentado el 20 de septiembre de 1984 al Presiden-<br />
te de la República por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de<br />
Personas (CONA<strong>DE</strong>P), después de la investigación de miles de desapari-<br />
ciones ocurridas en la Argentina1 durante el período 1974-1981, se seña-<br />
la lo siguiente:<br />
«Cuando un niño es arrancado de su familia legítima para insertarlo en<br />
otro medio familiar elegido según una concepción ideológica de «lo que con-<br />
viene a su salvación», se está cometiendo una pérfida usurpación de roles.<br />
28
Los represores que arrancaron a los niños desaparecidos de sus casos o<br />
de sus madres en el momento del parto, decidieron de la vida de aquellas<br />
criaturas con la misma frialdad de quien dispone de un botín de guerra.<br />
Despojados de su identidad y arrebatados a sus familiares, los niños<br />
desaparecidos constituyen y constituirán por largo tiempo una profunda<br />
herida abierta en nuestra sociedad. En ellos se ha golpeado a lo indefen-<br />
so, lo vulnerable, lo inocente y se ha dado forma a una nueva modalidad<br />
de tormento»2.<br />
8. En el momento en que el informe de la CONA<strong>DE</strong>P fue redactado, las<br />
Abuelas de Plaza de Mayo, organización creada por las abuelas de los niños<br />
desaparecidos, había registrado 172 niños detenidos junto con sus padres o<br />
nacidos durante el cautiverio de sus madres, que no habían sido devueltos a<br />
sus familias legítimas. De ellos, 25 habían sido localizados. En el momento<br />
de la visita del autor del presente informe, las Abuelas de Plaza de Mayo<br />
estaban buscando, a pedido de sus familiares, a 202 niños y habían localiza-<br />
do a 45 de ellos.<br />
1 Para una mayor información al respecto, véase el informe del Grupo de Trabajo sobre Desapa-<br />
riciones Forzadas o Involuntarias, documento E/CN.4/1985/15, párrs. 97 a 107.<br />
2 Nunca Más. informe de la CONA<strong>DE</strong>P, Editorial Universitaria de Buenos Aires, I997, pág. 299.<br />
A. Información proporcionada por el Grupo de Trabajo sobre Desapariciones<br />
Forzadas o Involuntarias<br />
9. El Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias<br />
ha hecho referencia en la mayoría de sus informes a la desaparición de niños<br />
detenidos junto con sus padres o durante el cautiverio de sus madres. En su<br />
primer informe a la Comisión de Derechos Humanos, el Grupo señaló lo<br />
siguiente:<br />
«El Grupo de Trabajo ha recibido varios informes sobre desapariciones<br />
forzadas o involuntarias de mujeres -en particular mujeres embarazadas-<br />
y niños, que contienen listas de mujeres que han desaparecido, informes<br />
sobre unos 60 casos de desapariciones de mujeres embarazadas en la Argen-<br />
tina, un expediente con información sobre unos 50 casos de niños supuesta-<br />
mente desaparecidos en la Argentina, un expediente sobre varios casos de<br />
niños uruguayos supuestamente desaparecidos en la Argentina, y un infor-<br />
me, sobre la reaparición en Chile de dos niños uruguayos, que habían des-<br />
aparecido en la Argentina junto con sus padres. El Grupo también recibió<br />
comunicaciones sobre desapariciones de niños supuestamente ocurridas en<br />
Chile, El Salvador y Filipinas, así como expresiones de preocupación acerca<br />
de las desapariciones forzadas o involuntarias de mujeres en Chile. Como ya<br />
se ha observado (párr. 22), la Conferencia Mundial del Decenio de las<br />
Naciones Unidas para la Mujer (Copenhague, 14 a 30 de julio de 1980), en<br />
su resolución 23 expresó su grave preocupación por el número cada vez<br />
29
mayor de personas desaparecidas cuyo paradero se desconocía, entre ellas<br />
mujeres y niños, e hizo hincapié en que las mujeres y los niños sufrían los<br />
efectos a la vez como víctimas directas y por su parentesco con las víctimas.<br />
En esa resolución, se señaló a la atención del Grupo de Trabajo los efec-<br />
tos de las desapariciones forzadas o involuntarias que sufrían las muje-<br />
res, como víctimas directas y como familiares de las víctimas. También<br />
se recibieron expresiones semejantes de preocupación de asociaciones y<br />
de personas privadas.<br />
La mayoría de los casos de desapariciones de niños que, según se afir-<br />
ma, han ocurrido en la Argentina, son casos de niños nacidos o que se presu-<br />
me han nacido de madres que a su vez habían desaparecido y que, según se<br />
dice, estaban en centros de reclusión secretos en el momento del parto. En<br />
varios casos, la información sobre el parto ha sido comunicada por personas<br />
que afirman haber estado detenidas en dichos centros y haber tenido conoci-<br />
miento directo del nacimiento. Conforme a la información recibida, se man-<br />
tenía a gran número de mujeres, muchas de ellas embarazadas, en un cierto<br />
centro de reclusión que, según se afirma, tenía ciertos servicios para atender<br />
a las mujeres en el parto. En otros casos se informa de que se llevó a las<br />
mujeres a un hospital militar para el parto. En los informes se indica que, en<br />
varias ocasiones, los niños nacidos en las circunstancias arriba expuestas<br />
fueron entregados a sus familiares, por lo general sus abuelos. Esta informa-<br />
ción coincide con la comunicada por familiares de mujeres embarazadas<br />
desaparecidas, en el sentido de que habían recibido niños recién nacidos de<br />
manos de miembros de las fuerzas de seguridad o de civiles, -quienes les<br />
informaron de que la persona supuestamente desaparecida había dado a luz<br />
al niño, se advirtió a los familiares que no hicieran ninguna investigación ni<br />
comentarios sobre el asunto. En un caso, el padre de una mujer embarazada<br />
que había desaparecido informa de que un grupo de personas desconocidas<br />
la trajeron a casa para que dejara a su niño y luego se la llevaron de nuevo y<br />
aún no ha aparecido. La información recibida de dos personas que, según<br />
afirman, estuvieron detenidas en el mismo centro que esa mujer embaraza-<br />
da confirma esta versión de los hechos. El Grupo también ha recibido infor-<br />
mes relativos a niños que fueron secuestrados junto con sus padres y que<br />
aún no han aparecido. Se han recibido asimismo informes sobre casos de<br />
desaparición de menores que, según se afirma, fueron detenidos solos.<br />
Con arreglo a un informe recibido de la Federación Internacional de<br />
Derechos Humanos y del Movimiento Internacional de Juristas Católicos<br />
que contiene información reunida durante una misión realizada en 1979 en la<br />
Argentina, el Brasil, Chile y el Uruguay, dos niños uruguayos, de uno y<br />
cuatro años de edad, que habían sido secuestrados en Buenos Aires, Argen-<br />
tina, junto con sus padres (cuyo paradero sigue desconocido), aparecieron<br />
tres meses más tarde abandonados en la calle en Valparaíso, Chile. Los niños<br />
fueron llevados primero a un hogar para menores y luego el Juez confió su<br />
custodia a una pareja que más tarde presentó una solicitud de adopción.<br />
Entretanto, las autoridades chilenas expidieron certificados de nacimiento<br />
declarando que los niños habían nacido en Chile y eran hijos de la pareja a la<br />
30
que habían sido encomendados. La verdadera identidad de los niños se reve-<br />
ló en 1979, tras la búsqueda iniciada por los abuelos. Con arreglo al mencio-<br />
nado informe, la identidad de los niños fue reconocida por los padres adoptivos,<br />
que han convenido en examinar nuevamente la situación en el caso de que<br />
aparezcan los padres de los niños»3.<br />
10. El Grupo de Trabajo ha informado reiteradamente a la Comisión de<br />
Derechos Humanos acerca de las desapariciones de niños y de las gestiones y<br />
peticiones realizadas por las Abuelas de Plaza de Mayo para localizarlos4.<br />
3 Véase el Informe del Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias, docu-<br />
mento E/CN.4/1435, párrs. 170 a 172.<br />
4 Véase E/CN.4/1492, párrs. 38 a 43, E/CN.471984f21, párrs. 28 a 31, E/CN.4/I985/15, párr. 101,<br />
E/CN.4/1986/I8, párrs. 48 a 51, E/CN.4/I987/I5, párr. 17 y E/CN. 4/1988/19, párrs. 39 y 40.<br />
B. Descripción de algunos casos de desaparición de niños<br />
11. La descripción de algunos de estos casos ilustrará la manera en que<br />
fueron secuestrados estos niños, a veces con la colaboración y complicidad<br />
de las fuerzas de seguridad de más de un país.<br />
a) Una ciudadana uruguaya, refugiada en Argentina bajo la protección<br />
del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, fue dete-<br />
nida el 13 de julio de 1976 con su hijo de menos de un mes, en un procedi-<br />
miento policial en el que participaron fuerzas de seguridad argentinas y ofi-<br />
ciales uruguayos del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas.<br />
El mismo día de su detención, uno de los oficiales uruguayos le arrebató al<br />
niño, que desde entonces se encuentra desaparecido. La madre permaneció<br />
en un centro clandestino de detención en Buenos Aires hasta el 26 de julio<br />
del mismo año, día en el que fue trasladada secretamente al Uruguay, junto<br />
con otros detenidos, en un avión de la compañía aérea PLUNA (empresa del<br />
Estado uruguayo). En Uruguay, permaneció clandestinamente detenida en la<br />
sede del Servicio de Inteligencia del Ejército y, al cabo de cuatro meses y<br />
medio, fue enviada a la prisión de Punta Rieles, donde su detención fue<br />
reconocida. Durante su detención se le ofreció devolverle al niño si propor-<br />
cionaba ciertas informaciones. La madre recobró su libertad varios años más<br />
tarde, pero no así su hijo, quien continúa desaparecido.<br />
b) Un matrimonio de argentinos se radicó con su hija de un año en<br />
Montevideo, Uruguay, donde ambos trabajaron y vivieron durante un año<br />
aproximadamente. En 1977 las tres personas fueron secuestradas y desapa-<br />
recieron. El Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias<br />
transmitió el caso al Gobierno de Uruguay, el cual respondió que esas tres<br />
personas habían estado alojadas, el día de su desaparición, en un hotel situa-<br />
do en la frontera con Brasil. La abuela de la niñita desaparecida realizó todo<br />
tipo de gestiones en ambos países, incluso viajó al hotel situado en la fronte-<br />
ra, pese a poseer testimonios concluyentes de que la familia se encontraba en<br />
31
Montevideo. La niña fue localizada por las Abuelas de Plaza de Mayo, gra-<br />
cias a una denuncia anónima, en 1980, pero la familia que se había apropia-<br />
do de la menor cambió de domicilio y sólo se le volvió a encontrar en 1983.<br />
Su falso padre había sido miembro de la policía argentina, desempeñándose<br />
en la Brigada XV de La Matanza, con asiento en San Justo, que funcionaba<br />
en un local utilizado como centro clandestino de detención de desapareci-<br />
dos5. La niña fue reintegrada a su familia legítima en 1984, luego de un largo<br />
proceso judicial. Sus padres continúan desaparecidos.<br />
c) Dos jóvenes inválidos pertenecientes al grupo «Cristianos para la Li-<br />
beración» se casaron y tuvieron una hija, de ocho meses en el momento en<br />
que fueron secuestrados, en 1978. Su casa fue totalmente saqueada y todas<br />
sus pertenencias cargadas en un camión del Ejército. Por testimonios recogi-<br />
dos por la CONA<strong>DE</strong>P, se sabe que ambos fueron brutalmente torturados en<br />
el centro clandestino de detención conocido como «El Olimpo». Su hija<br />
permaneció sólo dos días en ese lugar y luego fue retirada con destino desco-<br />
nocido. Los tres continúan desaparecidos.<br />
5 Véase Nunca Más, op. cit., p. 87.<br />
d) El 2 de abril de 1976, una joven nacida en Perú y radicada en Bolivia,<br />
hija de un argentino de origen español, fue secuestrada en Oruro, Bolivia,<br />
junto a su hija de nueve meses. Ambas fueron torturadas por personal argentino<br />
y boliviano, según pruebas obtenidas posteriormente. La madre fue entrega-<br />
da a fuerzas gubernamentales argentinas, mientras que la niña quedó asilada<br />
en el Orfelinato Villa Fátima de La Paz. El 25 de agosto de 1976, la niña fue<br />
sacada del orfelinato y conducida a Buenos Aires, donde se la encerró en un<br />
centro de detención clandestino utilizado por la Triple A (grupo paramilitar<br />
que operaba desde antes de instaurada en Argentina la dictadura militar,<br />
formado por miembros de los servicios de seguridad y personal militar y<br />
civil), lugar en que su madre era torturada.<br />
En 1977, la niña fue inscrita como hija propia por uno de los jefes de la<br />
Triple A y su mujer, que no tenían hijos. En 1984, la abuela de la niña, que<br />
contó con la ayuda de las Abuelas de Plaza de Mayo y de otras personas,<br />
logró establecer que su nieta se encontraba en poder de uno de los responsa-<br />
bles de la desaparición de su hija. Por entonces la familia que se había apro-<br />
piado de la niña se encontraba escondida, prófuga de la justicia. En 1985 fue<br />
localizada y la niña entregada a su abuela materna.<br />
12. En cuanto a mujeres secuestradas que estaban embarazadas, se sabe,<br />
por testimonios múltiples y concordantes, que daban a luz en condiciones<br />
inhumanas y que eran separadas de sus hijos al poco tiempo (a veces unas<br />
horas, a veces unos días después del nacimiento). Nada ilustra tan<br />
crudamente el espantoso cuadro de los nacimientos clandestinos como la<br />
descripción que figura en el libro «Nunca Más»:<br />
«Pero sin duda, uno de los hechos más oprobiosos que la Comisión<br />
Nacional pudo conocer e investigar sobre los alumbramientos en cautiverio<br />
32
de jóvenes desaparecidas, fue lo ocurrido en ciertos sectores del Hospital<br />
de Campo de Mayo y que, necesariamente requiere un tratamiento propio.<br />
En efecto, en dicho Hospital, ubicado en la jurisdicción de la Provincia<br />
de Buenos Aires, se produjeron gravísimos hechos que han sido denuncia-<br />
dos a la Justicia por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas<br />
el 14 de agosto do 1984.<br />
En el escrito expresamos: «A tenor de los testimonios recibidos, particu-<br />
larmente importantes dado que se trata de la declaración de seis médicos<br />
obstetras, cuatro parteras y dos enfermeras que, excepto una de las médicas,<br />
trabajan hasta el día de hoy en el Hospital de Campo de Mayo, y de un<br />
técnico radiólogo que prestó servicios en dicho Hospital durante los años<br />
1976 y 1977, resulta lo siguiente:<br />
a) Los testigos reconocen unánimemente que en el Servicio de<br />
epidemiología de dicho Hospital se alojaban detenidas cuyo ingreso no era<br />
registrado.<br />
b) Que estas detenidas eran mujeres en estado de gravidez,<br />
c) Que permanecían en estas dependencias vendadas o con los ojos<br />
cubiertos con anteojos negros y custodiadas,<br />
d) Que en la mayor parte de los casos eran sometidas a operaciones de<br />
cesáreas y que después del parto el destino de la madre y el hijo se bifurcaba,<br />
desconociéndose totalmente el lugar adonde eran trasladados.»<br />
La plena coincidencia de los testimonies en estos puntos revela la grave-<br />
dad de los hechos que derivan no sólo de la privación ilegal de la libertad de<br />
las personas que se encontraban recluidas en determinado sector del Hospital<br />
Campo de Mayo, sino que dichas personas eran mujeres embarazadas que<br />
dieron a luz secretamente, presumiéndose que en la mayor parte de los casos<br />
los partos se precipitaron y se realizaron operaciones cesáreas... (presenta-<br />
ción de las denuncias a la Justicia en lo Criminal y Correccional de San<br />
Isidro, Dr. Mollard).<br />
De los testimonios mencionados, el del señor C. C. (cuyos datos perso-<br />
nales completos figuran en la respectiva presentación judicial) aporta una<br />
serie de datos por demás esclarecedores. El declarante, que se presentó en<br />
forma espontánea ante la CONA<strong>DE</strong>P el 30 de enero de 1984, relata que<br />
siendo enfermero con grado de cabo primero, prestó servicio en el Hospital<br />
de Campo de Mayo durante los años 1976 y 1977 y que pudo comprobar en<br />
las habitaciones individuales del servicio de Epidemiología, Sala de Hom-<br />
bres, la permanencia de mujeres embarazadas en trance de tener familia,<br />
atadas de pies y manos a las camas y con suero permanente para acelerar el<br />
proceso de parto. C. C. vio personalmente en esas condiciones a cuatro o<br />
cinco mujeres que creía eran extremistas, custodiadas por personal de<br />
Gendarmería Nacional, pero también tenía conocimiento por sus compañeros<br />
de servicio que había un movimiento permanente de embarazadas en esa<br />
33
sala y que el sargento carpintero de apellido Falcón había violado a una de<br />
ellas siendo sancionado con diez días de arresto por este hecho, pero que<br />
luego de cumplirlos había seguido normalmente en el servicio. Agrega que,<br />
cuando llegaba el momento del trabajo de parto, las prisioneras eran trans-<br />
portadas, presumiblemente por la noche, al servicio de Ginecología y Obste-<br />
tricia, cuyo jefe era el Mayor Caserotto, actualmente en el mismo cargo,<br />
pero con el grado de teniente coronel, según entiende el denunciante. A<br />
través de comentarios generalizados del personal del Hospital sabe también<br />
que, una vez nacido el hijo, las prisioneras eran separadas del niño e inme-<br />
diatamente desaparecían del Hospital de Campo de Mayo con destino desco-<br />
nocido. En cuanto a los niños, permanecían en el servicio de nursery»6.<br />
13. Según las pruebas reunidas por la CONA<strong>DE</strong>P, los niños secuestrados<br />
compartieron en muchos casos el suplicio de sus padres y a menudo fueron<br />
obligados a presenciar las torturas que se les infligían a sus progenitores.<br />
6 Ibid., p. 307 a 309.<br />
14. Durante el juicio que, a instancias del actual Gobierno de la Argenti-<br />
na, se siguió contra los miembros de las tres juntas militares durante cuyo<br />
Gobierno ocurrieron la mayoría de las 8.961 desapariciones registradas por<br />
la CONA<strong>DE</strong>P, se revelaron a la población argentina y del mundo pruebas<br />
precisas y concordantes de la existencia de un aparato represivo dirigido<br />
desde la cúpula militar y destinado a eliminar sistemáticamente no sólo a los<br />
miembros de organizaciones armadas sino a buena parte de la oposición y a<br />
los familiares y parientes de todos ellos en tanto pudieran constituir un posi-<br />
ble germen de continuidad de dicha oposición. Eliminar desde la raíz a cierto<br />
tipo de oposición existente en la sociedad argentina fue el objetivo que dio<br />
forma a una actividad represiva de naturaleza genocida, basada en las ideas<br />
políticas de las víctimas o en las de sus familias o parientes cercanos.<br />
15. Las desapariciones de niños de muy corta edad y de niños nacidos<br />
durante el cautiverio de sus madres se inscribe dentro de este contexto.<br />
Los hijos de «subversivos» no debían volver a sus familias porque habrían<br />
podido formarse dentro del mismo cuadro moral y político que había llevado<br />
a sus padres a la «subversión». En consecuencia, era preciso «cederlos» a<br />
otras personas que les ofrecieran un medio acorde con la ideología de los<br />
opresores.<br />
16. Sería difícil evaluar en qué medida influyó en los represores el enfo-<br />
que ideológico descrito o una especie de sadismo que los llevara a prolongar<br />
en los hijos o en los padres de sus víctimas, el suplicio a que éstos fueron<br />
sometidos. Lo cierto es que la apropiación de niños fue realizada<br />
sistemáticamente por algunos sectores del aparato de exterminio creado por<br />
la dictadura militar, pero no por todos los sectores. Muchos de los niños<br />
encontrados en el momento de la detención de sus padres fueron dejados<br />
en manos de vecinos que buscaron a sus familias para devolverlos o que<br />
los protegieron. A veces fueron simplemente abandonados o dejados en<br />
hospitales u orfelinatos, donde murieron o fueron entregados a padres<br />
34
adoptivos. Algunos de los niños nacidos en cautiverio fueron entregados a<br />
sus abuelos.<br />
C. Las Abuelas de Plaza de Mayo<br />
17. Como las Madres de Plaza de Mayo, las Abuelas iniciaron la búsque-<br />
da de sus hijos y nietos desde el momento mismo de la desaparición. Algunas<br />
de ellas sabían que sus hijos habían sido asesinados y que sólo sus nietos<br />
podían devolverles en cierto sentido las vidas que les habían sido arrebata-<br />
das. Otras no han podido hasta el presente saber con certeza el destino de<br />
sus hijos, pero sí saben que sus nietos se encuentran en manos de los res-<br />
ponsables del asesinato o desaparición de los padres o en manos de funcio-<br />
narios, ex funcionarios u otras personas involucradas en delitos relaciona-<br />
dos con las desapariciones forzadas o involuntarias.<br />
18. Las Abuelas de Plaza de Mayo realizaron, desde su creación, un<br />
incansable y arduo trabajo para localizar a sus nietos. Con el transcurso del<br />
tiempo y gracias a su persistente labor y sus llamados a la solidaridad nacional<br />
e internacional, las Abuelas llegaron a consolidar una organización que cuen-<br />
ta con un sistema de computadoras para el procesamiento de la información<br />
que recibe de todo tipo de fuentes del país y del exterior.<br />
19. Las Abuelas cuentan, además, con equipos de asesores jurídicos y<br />
de médicos y psicólogos que cumplen funciones específicas en relación con<br />
la búsqueda y recuperación de niños desaparecidos y con el tratamiento<br />
médico psicológico que requieren. Los niños que logran reintegrarse a sus<br />
legítimas familias. En el curso de su misión, el autor del presente informe se<br />
reunió con algunos miembros de esos equipos para analizar con ellas la natu-<br />
raleza de su trabajo y los resultados obtenidos. Además, quedó muy conmo-<br />
vido por la reunión que tuvo con algunos de los niños reintegrados a sus<br />
familias legítimas y que tienen actualmente 11 ó 12 años de edad.<br />
20. Las Abuelas de Plaza de Mayo, con la ayuda de la American Association<br />
for the Advancement of the Sciences, lograron que se introdujera en la Argentina<br />
el uso de análisis genéticos para determinar el parentesco con un mayor grado<br />
de certeza. Este método, que ya era utilizado en otros países para establecer el<br />
parentesco, se usó por primera vez en la Argentina para establecer la relación<br />
de un niño con su familia biológica en ausencia de los padres. Un equipo de<br />
médicos argentinos recibió la formación necesaria para llevar a cabo las<br />
pruebas genéticas que permiten establecer cuál es la verdadera familia del niño.<br />
21. El paciente y fervoroso trabajo llevado a cabo por las Abuelas de<br />
Plaza de Mayo ha dado a esta organización un prestigio nacional e interna-<br />
cional considerable y le ha permitido encontrar a 42 niños. Sin embargo, el<br />
hallazgo de los niños no constituye, como debiera, el final feliz de una difícil<br />
búsqueda, en ciertos casos, como queda de manifiesto por el mandato enco-<br />
mendado al autor del presente informe, es entonces cuando se inicia un<br />
arduo trabajo para lograr que el niño sea devuelto a su familia legítima.<br />
35
22. Las familias de los niños encontrados debieron iniciar, con el sacrifi-<br />
co consiguiente, largos procesos judiciales durante los cuales no siempre<br />
pudieron contar con la determinación de los jueces. En efecto, algunos de<br />
éstos actuaron con excesiva lentitud, sin utilizar todos los recursos legales de<br />
que disponían para lograr una pronta devolución de los niños7.<br />
7 Véase el informe del Grupo de Trabajo sobre Desaparición Forzada o Involuntaria, documento<br />
E/CN'4/1986/18.<br />
23. Según las Abuelas de Plaza de Mayo, las dilaciones en el procedi-<br />
miento y la falta de vigilancia sobre las personas que habían tomado a los<br />
niños, por parte de los organismos competentes del Estado permitieron que<br />
algunas de esas personas salieran del país llevándose a los niños de los que se<br />
habían apropiado y que buscaban sus familias legítimas.<br />
II. Casos de niños desaparecidos en la Argentina que se encuentran en el<br />
Paraguay o de los que existen presunciones fundadas de que se<br />
encuentran en ese país con miembros de las fuerzas de represión<br />
involucrados en las desapariciones<br />
Caso de los mellizos Rossetti-Ross<br />
24. Liliana Irma Ross de Rossetti, argentina, de 21 años, casada con<br />
Adalberto Eraldo Rossetti, embarazada de tres meses, fue secuestrada el 10<br />
de diciembre de 1976 en La Plata, Provincia de Buenos Aires. Según la<br />
información obtenida par sus familiares al cabo de largas y laboriosas gestio-<br />
nes, Liliana dio a luz mellizos el 22 de abril de 1977, a quienes llamó Martín<br />
y Gustavo. Esta información la proporcionó la partera de la Cárcel de Ol-<br />
mos, Irma Pelgadillo de San Emeterio, quien, al poco tiempo de haber infor-<br />
mado a la abuela del nacimiento de los niños, fue secuestrada junto con su<br />
esposo y se encuentra también desaparecida. La noticia del nacimiento fue<br />
corroborada por un sacerdote de La Plata, quien envió una nota a la abuela<br />
de los niños indicando que el nacimiento se había producido en la Cárcel de<br />
Olmos. En esos años no se pudieron obtener otras noticias. Sólo varios años<br />
más tarde se supo, por una denuncia anónima, que el Subcomisario de la<br />
Policía Federal Samuel Miara y su esposa Alicia Beatriz Castillo habían ins-<br />
crito como propios a unos mellizos de los que se habían apoderado en cir-<br />
cunstancias relacionadas con la participación activa de Miara en la represión<br />
encubierta que diera por resultado miles de desapariciones. En 1984 se de-<br />
nunciaron esos hechos ante el juzgado Penal No 2 de La Plata y se: produje-<br />
ron pruebas irrefutables de que los niños en poder del matrimonio Miara no<br />
eran en realidad hijos de esa pareja y que existían muchas posibilidades de<br />
que fueran en realidad los mellizas Rossetti-Ross. Antes de que se realizaran<br />
36
las pruebas hemogenéticas para probar de manera irrefutable la identidad<br />
de los mellizos, el matrimonio Miara logró fugarse de la Argentina lleván-<br />
dose consigo a los niños. En enero de 1987 se supo que se encontraban en<br />
el Paraguay.<br />
Cabe agregar que Samuel Miara (alias González o Turco) trabajo en los<br />
centros de atención «Vesubio» y «Club Atlético»8.<br />
Niños en poder del Mayor Médico del Ejército Norberto Atilio Bianco<br />
25. En el párrafo 12 del presente informe se cita el texto de la descrip-<br />
ción y el juicio de la CONA<strong>DE</strong>P en relación con los nacimientos que tuvie-<br />
ron lugar en el Hospital de Campo de Mayo, donde el Mayor Blanco se<br />
desempeñaba. Las imputaciones de testigos contra el Mayor Bianco apare-<br />
cen en los legajos Nos. 6372 y 6514 a 6525 de la CONA<strong>DE</strong>P (13 testigos lo<br />
mencionaron como involucrado en las desapariciones y otros delitos relacio-<br />
nados con ellas). Entre las imputaciones que surgen de esos testimonios se<br />
encuentra la de que se apropió de dos niños nacidos en el Hospital de Campo<br />
de Mayo durante el cautiverio de sus madres y que los inscribió fraudulenta-<br />
mente como hijos propios con la complicidad de su esposa, Nidia Susana<br />
Wehrii. Los niños fueron localizados por las Abuelas de Plaza de Mayo en<br />
mayo de 1984.<br />
26. De los testimonios mencionados se infiere que uno de los niños en<br />
poder de Bianco es el hijo de Silvia Quíntela y Abel Madariaga. La primera<br />
está desaparecida desde el 17 de enero de 1977, no así el padre quien trató<br />
de comparecer como querellante en el proceso contra Bianco pero no fue<br />
aceptado como tal por el juez porque no había ninguna prueba de su paterni-<br />
dad. No obstante, en 1986, cuando se iban a realizar las pruebas hemogenéticas<br />
para determinar la identidad de los niños, el matrimonio Bianco abandonó su<br />
casa llevándose a los niños. Poco tiempo después éstos fueron localizados<br />
por la justicia argentina en el Paraguay.<br />
8 Hay testigos que mencionan a Samuel Miara, en el legajo N. 7170 de la CONA<strong>DE</strong>P, como<br />
participante activo en la represión y las desapariciones.<br />
C. Caso de María Islas de Zaffaroni Islas<br />
27. María Emilia Islas de Zaffaroni, Roberto Zaffaroni Castilla y su hija<br />
de un año y medio fueron secuestrados en su domicilio por personal vestidos<br />
de civil el 27 de enero de 1976. Los padres se encuentran desaparecidos. Se<br />
sabe que estuvieron detenidos alrededor del 30 de septiembre de 1976, junto<br />
con su hija, en el centro clandestino de detención conocido como «Automo-<br />
tores Orletti», cuyo jefe era Aníbal Gordon, activo miembro de la Triple A<br />
y manifiestamente vinculado con Miguel Ángel Furci, agente de la Secreta-<br />
ría de Informaciones del Estado (SI<strong>DE</strong>) de la Argentina. El jefe de Furci<br />
era el General Otto Paladino, identificado por testigos como la persona<br />
37
encargada del traslado clandestino de los presos uruguayos desde dicho<br />
centro clandestino, situado en Buenos Aires, hasta Montevideo, Uruguay.<br />
En mayo de 1983, gracias a un anuncio publicado en un diario de Buenos<br />
Aires requiriendo datos sobre el paradero de la niña, una organización de<br />
derechos humanos del Brasil recibió una denuncia anónima diciendo que<br />
Miguel Ángel Furci y su mujer, Adriana González de Furci, tenían en su<br />
poder una niña con las mismas características físicas y la misma edad que<br />
la requerida. Se indicaba además que la mujer de Furci nunca había estado<br />
embarazada. Con esta información se presentó una denuncia ante el Juzgado<br />
Federal de San Isidro que el juez tramitó con extrema lentitud, según lo<br />
observado por las Abuelas de Plaza de Mayo. Después de un laborioso tra-<br />
bajo realizado por los abogados de la abuela de la niña para instar el procedi-<br />
miento y en el momento preciso en que se ordenaba la realización de las<br />
pruebas hemogenéticas, la mujer abandonó su casa llevándose a la niña con<br />
rumbo desconocido. Más tarde se pudo determinar con un alto grado de<br />
certidumbre que el matrimonio estaba en el Paraguay con la niña desaparecida.<br />
D. Niño en poder del ex Capitán de Navio Jorge Raúl Vildoza<br />
28. Este oficial de marina estuvo destinado en la Escuela Superior de<br />
Mecánica de la Armada (ESMA), durante el período en que funcionaba en<br />
ese lugar un centro clandestino de detención que adquirió fama por la canti-<br />
dad de personas desaparecidas que estuvieron allí detenidas. Son numerosos<br />
los testimonios que posee la CONA<strong>DE</strong>P, así como el Grupo de Trabajo<br />
sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias acerca de los nacimientos<br />
que tuvieron lugar en la ESMA y el destino de los niños nacidos en cautive-<br />
rio. El Capitán Vildoza ha sido mencionado en esos testimonios como una de<br />
las personas involucradas en actividades relacionadas con los niños nacidos<br />
en ese centro clandestino de detención.<br />
29. Se sabe que el Capitán Vildoza tiene en su poder uno de esos niños y<br />
el hecho fue denunciado a la justicia. El Capitán Vildoza se encuentra tam-<br />
bién presuntamente en el Paraguay, con el niño de que se ha apropiado.<br />
E. Niña en poder de Omar Alonso<br />
30. Entre las múltiples investigaciones realizadas por las Abuelas de Pla-<br />
za de Mayo para localizar niños desaparecidos, una de ellas las llevó a deter-<br />
minar que la pareja compuesta por Ornar Alonso y María Lujan de Mattía<br />
tenía en su poder a una niña hija de personas desaparecidas. Ante las prue-<br />
bas reunidas para llegar a esa conclusión, el Juzgado No 1 en lo Penal de la<br />
Plata dispuso la detención de esas dos personas que no se habían presentado<br />
cuando fueron citadas para las pruebas hemogenéticas que permitirían deter-<br />
minar la verdadera identidad de la niña. Las investigaciones policiales realiza-<br />
das para localizarlos tuvieron repercusiones de otra índole, pues se pudo -<br />
determinar que Alonso estaba vinculado a una red de narcotraficantes- en<br />
la que también estaría involucrado Guillermo Suárez Masón, quien fue Co-<br />
38
mandante del Primer Cuerpo de Ejército y uno de los jefes castrenses más<br />
señalados en denuncias sobre desapariciones y otras violaciones de los dere-<br />
chos humanos durante el período de gobierno militar en la Argentina. Sin<br />
embargo, la pareja logró salir del país a fines de 1986 y existen grandes<br />
indicios de que actualmente se encuentra en el Paraguay.<br />
III. Los recursos internos y las medidas de orden internacional tomadas<br />
para recuperar a los niños sustraídos a la jurisdicción de Argentina<br />
31. Las gestiones judiciales realizadas por los familiares de los niños<br />
desaparecidos y por las Abuelas de Plaza de Mayo han sido difíciles, fatigosas<br />
y, en algunos casos, no han dado frutos porque los niños fueron sustraídos<br />
de la jurisdicción de los jueces argentinos.<br />
32. Las organizaciones, familiares y abogados consultados expresaron al<br />
autor de este informe que antes de iniciar una causa destinada a la reintegra-<br />
ción de un determinado niño a su familia legítima, se procura tener más que<br />
razonable convicción de que dicho niño ha sido objeto de una apropiación<br />
ilegítima. En la obtención de las pruebas que conducen a dicha convicción ha<br />
sido decisiva hasta el momento la actividad de las Abuelas de Plaza de Mayo<br />
y muy escasa la contribución de las instituciones gubernamentales que debe-<br />
rían haber llevado a cabo, de oficio, las investigaciones pertinentes. Es preci-<br />
so anotar que de los 45 niños encontrados, sólo tres lo fueron por iniciativa<br />
de una comisión gubernamental.<br />
33. Según la información recibida, durante la dictadura militar las Abue-<br />
las de Plaza de Mayo presentaron numerosas denuncias y pedidos de bús-<br />
queda de los niños desaparecidos, que no recibieron el tramite correspon-<br />
diente, pues los tribunales y las instituciones del Estado no tomaron, en la<br />
mayoría de los casos, las medidas más elementales para localizar a los niños<br />
ni informar a sus parientes del lugar en que se encontraban, ni siquiera cuan-<br />
do poseían esa información.<br />
34. En los procedimientos judiciales, la rapidez y eficacia en el trámite<br />
de la prueba y en la ejecución de las medidas de reintegración del menor a<br />
su familia legítima dependió de los jueces que tuvieron a su cargo los pro-<br />
cedimientos. Algunos actuaron diligentemente, pero muchos dilataron in-<br />
necesariamente las causas poniendo trabas procesales y negándose a eje-<br />
cutar medidas solicitadas por los familiares de los niños. A menudo, pasa-<br />
ron años hasta que los jueces ordenaron las pruebas hemogenéticas que<br />
habría de determinar la verdadera identidad de un niño poniendo así en<br />
evidencia que se habían cometido los delitos de sustracción, retención y<br />
ocultamiento de menor, supresión de estado civil y otros tales como la<br />
falsificación de instrumento público pues los apropiadores, en general, ins-<br />
cribieron a los niños como propios y falsificaron los documentos necesa-<br />
rios para establecer su identidad.<br />
39
35. Varios jueces omitieron tomar las medidas necesarias para impedir<br />
que los presuntos apropiadores se rugaran, abandonaran el país o se oculta-<br />
ran, sustrayéndose asía su jurisdicción. En casos en que las medidas fueran<br />
ordenadas, las instituciones o fuerzas encargadas de la vigilancia de esas<br />
personas no parecen haber ejecutado con eficacia las órdenes judiciales,<br />
pues varios de los apropiadores lograron salir del país y actualmente residen<br />
en el Paraguay, donde han llevado a los niños.<br />
36. En relación con los casos de niños en poder de Samuel Miara y de<br />
Norberto Bianco, se estableció en forma fehaciente que éstos se habían apro-<br />
piado ilícitamente de hijos de personas que estuvieron detenidas en la Argen-<br />
tina y que ahora están desaparecidas y los habían llevado secuestrados al<br />
Paraguay. En esos casos los tribunales argentinos libraron exhortos, por la<br />
vía diplomática, solicitando al Gobierno del Paraguay la detención y extradi-<br />
ción de los prófugos y que devolvieran a los niños. Dos jueces fueron al<br />
Paraguay en abril de 1987 para entregar personalmente esos exhortes, pero<br />
sus esfuerzos fueron obstaculizados por los apropiadores, con el apoyo de<br />
algunas autoridades paraguayas. La materia se dejó en manos del poder<br />
judicial del Paraguay que, en virtud de lo dispuesto en el articulo 36 del<br />
Tratado de Montevideo de 1889 (ratificado por ambas partes), debía resol-<br />
ver a su respecto en un plazo perentorio (diez días en primera instancia y<br />
cinco días en apelación). Sin embargo, los casos siguen en conocimiento de<br />
los tribunales paraguayos desde abril de 1987 y, hasta ahora, no se ha toma-<br />
do ninguna decisión definitiva.<br />
37. Entretanto, en el plano internacional, algunas organizaciones han<br />
expresado preocupación por la situación de estos niños. La Organización<br />
de los Estados Americanos (OEA), a la que la Comisión Interamericana<br />
de Derechos Humanos mantiene informada de esos casos, solicitó a<br />
esta Comisión que incluyera en su programa de trabajo un estudio «de<br />
la situación de los hijos menores de personas desaparecidas que fueron<br />
separados de sus padres y son reclamados por miembros de sus legíti-<br />
mas familias».<br />
IV. El Estado de peligro moral en que se encuentran los niños sustraídos<br />
a sus familias<br />
38. En un fallo dictado por el juez argentino Juan M. Ramón Padilla al<br />
pronunciarse sobre distintos aspectos del juicio iniciado para lograr la restitu-<br />
ción de una niña nacida en cautiverio, se dice, entre otras cosas, lo siguiente:<br />
«Acciones como la que juzgo, en donde se trata de un recién nacido<br />
como a una «cosa» de la que se dispone a voluntad y en definitiva, para<br />
aquellos que produjeron estos hechos, es parte del saqueo y del despojo de<br />
los hogares que destruyeron, no permiten la posibilidad de que se valore<br />
como atenuante la simple circunstancia de que los niños fueron rodeados de<br />
bienestar o lujo y aun de cierto cariño, pues la actitud fraudulenta y la con-<br />
ducción a que se sometió a la niña es asimilable a la de la esclavitud y aún<br />
40
peor, pues al esclavo, por lo menos, se le permitía conocer su historia. Po-<br />
dría asimismo esta condición asemejarse a la del animal doméstico, a quien<br />
se rodeó de lujos e incluso de cariño, pero con el único objeto de producir<br />
satisfacción a su dueño.»<br />
39. El fallo continúa explicando que no es posible asimilar los casos de<br />
apropiación de niños desaparecidos a la adopción, que se realiza fundándose<br />
en principios éticos, sin engaños y mediante una libre y consciente cesión de<br />
los derechos de paternidad, sin violencia ni ruptura compulsiva del vínculo<br />
familiar. Por el contrario, «la situación que nos ocupa, rodeada de fraudes y<br />
falsificación, en donde no existe ley ni verdad sino simplemente el absoluto<br />
dominio de los apropiadores, enferma lo que debe ser una relación<br />
paterno-filial, con el consecuente perjuicio a la psiquis del apropiado y a la sociedad<br />
toda, que encuentra menoscabados valores tan importantes como la verdad,<br />
la justicia, la identidad y la familia».<br />
40. En un trabajo preparado por miembros de la organización Abuelas de<br />
Plaza de Mayo para presentar al Primer Congreso Argentino de Adopción se<br />
señalaron los factores que influyen en la formación de la personalidad de los<br />
niños secuestrados o nacidos en cautiverio y que les ponen en condiciones<br />
tales que su salud y equilibrio psíquico corren grave peligro. El documento<br />
señala los siguientes factores:<br />
a) la separación forzada y violenta de su nido ecológico,<br />
b) la destrucción de su identidad,<br />
c) el sistema de mentiras permanentes y continuadas con el que se<br />
articula la vida familiar,<br />
d) el ocultamiento sistemático de su historia personal,<br />
e) el aislamiento permanente y progresivamente cruel y perverso con<br />
respecto al sistema de información social a que se somete al niño, a fin de<br />
impedirle conocer los datos de la historia reciente del país e inferir de ese<br />
modo su propio pasado.<br />
41. Por considerar que los niños que se encuentran en poder de sus<br />
secuestradores o apropiadores corren grave peligro para su salud mental y<br />
física, las Abuelas de Plaza de Mayo han multiplicado sus esfuerzos por<br />
lograr su restitución lo antes posible.<br />
42. Las autoridades paraguayas no parecen compartir este criterio, pues<br />
han dilatado ya por largo tiempo la restitución de los niños. Estos casos han<br />
dado lugar a un debate en la comunidad internacional acerca de la real exis-<br />
tencia de ese peligro y la conveniencia de que los niños sepan la verdad sobre<br />
su origen.<br />
43. Un grupo de médicos que trabajan en investigaciones genéticas y que<br />
cooperó en la introducción en la Argentina de las pruebas hemogenéticas para<br />
41
determinar la identidad de los niños examinó este tema, vinculando sus investi-<br />
gaciones a los derechos humanos. En un trabajo sobre la materia se dice:<br />
«Es evidente que las circunstancias varían enormemente y las mejores<br />
condiciones de vida respecto de cada niño deben decidirse individualmente.<br />
En un caso resuelto sin necesidad de análisis genéticos, un niño nacido en<br />
cautiverio fue adoptado de buena fe por una familia inocente que vive ahora<br />
mera de la Argentina. Sólo la abuela materna del niño está viva y también se me<br />
a vivir al extranjero. Cuando el niño tenía seis años, sus parientes biológicos y los<br />
de adopción supieron unos de otros. La solución ha sido totalmente amistosa.<br />
El niño sigue viviendo con su familia adoptiva, se le ha dicho la verdad acerca<br />
de sus padres biológicos, cuyo apellido ha tomado, además de visitar con fre-<br />
cuencia a su abuela. Es muy posible que aparezcan otros casos como éste.<br />
Sin embargo, los casos de niños que viven con oficiales de las<br />
fuerzas armadas implicados en la tortura y la muerte de sus padres son<br />
mucho más complejos. Ciertamente que en circunstancias normales aun niño no<br />
se lo dejaría con sus secuestradores o los cómplices de éstos, cualquiera que<br />
hubiese sido su edad al momento del secuestro. La idea de estimar qué perso-<br />
nas implicadas en secuestros torturas o asesinatos son o serán padres ade-<br />
cuados para los hijos de sus víctimas, también parece inverosímil. El secues-<br />
tro está considerado universalmente como un delito. ¿Es diferente la situa-<br />
ción en la Argentina porque los secuestros, ocurrieron en gran escala? Las<br />
agrupaciones de derechos humanos con las que hemos trabajado sugirieron<br />
que el abandonar la búsqueda de los niños secuestrados en la argentina es<br />
abandonar a un grupo de niños que no se desarrollaran con inocencia y<br />
tranquilidad. Cuando estos niños crezcan y sospechen la verdad ¿cuál será<br />
su actitud hacia sus parientes, que sabían que habían desaparecido, pero que<br />
no hicieron nada? ¿Qué efecto tendría sobre un joven el saber que ha vivido<br />
con personas implicadas en la muerte de sus padres, y que sus parientes<br />
sobrevivientes no hicieron nada por encontrarlo? El no tratar de identificar a<br />
los niños secuestrados ¿otorga implícitamente la impunidad a los secuestra-<br />
dores? ¿Aumentaría esto la sensación de invulnerabilidad de los que violan<br />
los derechos humanos en otros países?»9.<br />
9 «Human genetics and human rights. Identifying the families of kidnapped children» en The<br />
American Journal of Forensic Medicine and Pathology, vol. 5, Ns 9, diciembre de 1984.<br />
V. Observaciones finales<br />
44. Al decidir el nombramiento de uno de sus miembros para establecer<br />
contacto con las autoridades e instituciones competentes en el problema de<br />
los niños desaparecidos en la Argentina y más tarde encontrados en el Para-<br />
guay, la Subcomisión de Prevención de Discriminaciones y Protección a las<br />
Minorías tuvo en cuenta que el examen de este problema no sólo abarcaba la<br />
eficacia de los recursos internos y la observancia de un tratado dentro de la<br />
jurisdicción de los países interesados, sino también aspectos humanitarios y<br />
de derechos humanos como cuestiones de preocupación internacional.<br />
42
45. La comunidad internacional está preocupada por las violaciones de<br />
los derechos humanos como resultado del secuestro y el traslado ilícito de los<br />
niños y por las demoras en la adopción de las medidas urgentes necesarias<br />
para corregir la situación. Las víctimas de esas violaciones de los derechos<br />
humanos son los niños secuestrados, sus padres (desaparecidos o no) y sus<br />
abuelos o demás familiares que los buscan.<br />
46. En el caso de los niños, se les están negando sus derechos a la<br />
libertad y la seguridad de la persona, a mantener su propia identidad y al<br />
contacto con sus verdaderos padres y familiares, el derecho a la protección<br />
por parte de su familia, la sociedad y el Estado, el derecho a gozar de su<br />
propio medio ambiente y el derecho a no ser objeto de tratos inhumanos o<br />
degradantes. Además, a los niños secuestrados se les niegan varios derechos<br />
que figuran en la Declaración de los Derechos del Niño.<br />
47. De hecho, a esos niños se les priva de su derecho a mantener su propia<br />
identidad, a conocer su pasado, a gozar del cuidado de sus padres y a no ser<br />
separado de ellos contra su voluntad. Viven actualmente en medios familiares<br />
que, en vista de las atrocidades cometidas en el pasado y de la participación que<br />
en ellas les cupo a los jefes de esas familias, son una afrenta a los principios<br />
humanitarios y de derechos humanos intemacionalmente reconocidos. En tales<br />
circunstancias, se les está negando la oportunidad para desarrollarse física, men-<br />
tal, espiritual y socialmente en forma saludable y normal, así como en condicio-<br />
nes de libertad y dignidad (Principio 2 de la Declaración de los Derechos del<br />
Niño). Tampoco están protegidos contra las prácticas que fomentan la discrimi-<br />
nación, porque se encuentran en manos de personas que participaron en graves<br />
violaciones da los derechos humanos basadas en el total desprecio de la dignidad<br />
de la persona humana y en la discriminación política. Así, corren el peligro de no<br />
ser educados en un espíritu de tolerancia, amistad entre los pueblos, paz y frater-<br />
nidad universal (Principio 10 de la Declaración). En efecto, siguen siendo trata-<br />
dos como el «botín» de una «guerra sucia» y esta situación persiste en la medida<br />
en que no se reconozca y haga efectivo su derecho a mantener su identidad y a<br />
vivir con su familia legítima. Sobre la base da largos e intensos debates sosteni-<br />
dos en la Argentina con parientes de los niños desaparecidos y con profesionales<br />
de la salud, psicólogos y jueces, el autor del presente informe ha llegado a la<br />
firme conclusión de que casi sin excepción el retomo del niño a su familia legíti-<br />
ma va en «el interés superior del niño» (véanse también los Principios 2 y 7 de<br />
la Declaración) y es una exigencia imperativa de justicia.<br />
48. A Los padres, abuelos y demás familiares interesados del menor se<br />
les priva de su derecho a proteger, cuidar y educar a sus niños, a estar en<br />
contacto con ellos y a la reunificación de la familia. En realidad, la persisten-<br />
cia de una situación en la cual no puede reconstruirse la vida familiar normal<br />
debido a la negativa de quienes se han apropiado de los niños a devolverlos a<br />
su familia legítima, prolonga la angustia de los parientes y les impone inten-<br />
cionadamente un sufrimiento mental.<br />
49. Al prolongar los sufrimientos de los parientes y al negarse a reconocer<br />
los derechos de los niños, quienes se han apropiado de ellos están siguiendo la<br />
práctica iniciada con la desaparición de miles de personas en la Argentina. En<br />
43
su informe al Presidente de la Argentina, la CONA<strong>DE</strong>P llega a la conclusión de<br />
que las víctimas de las desapariciones fueron, en la inmensa mayoría de los<br />
casos, personas que no tenían nada que ver con actividades terroristas10. El<br />
objetivo de quienes perpetraron las desapariciones era eliminar a determinados<br />
sectores de la sociedad que se oponían al gobierno militar y a su política de<br />
terror. Para cumplir su tarea destructiva se fijaron como objetivo no sólo per-<br />
sonas, sino también familias enteras y grupos sociales independientemente de<br />
las opiniones personales de los distintos miembros de esas familias o esos<br />
grupos11. A su juicio, los vínculos de sangre o el contacto social contaminan e<br />
incrementan la tendencia a la «subversión», y en consecuencia, merecen castigo.<br />
10 Véase Nunca Más, op. cit., en cita 2, p. 480.<br />
11 Ibid., p.332 a 341.<br />
50. Quienes se apropiaron de niños pueden incluso haberse excedido de<br />
las órdenes recibidas de los más altos mandos castrenses (algunos de los<br />
grupos implicados en desapariciones no se apropiaron de niños) imbuidos<br />
como estaban de la idea de la «exterminación de raíz». En este contexto, las<br />
actividades de quienes se apropian de niños pueden compararse a las que se<br />
describen en la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de<br />
Genocidio que incluye, entre los delitos perpetrados con la intención de des-<br />
truir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, el<br />
«traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo»12.<br />
51. Si bien los grupos cuya destrucción se pretendía no parecen haberse<br />
seleccionado por motivos nacionales, étnicos, raciales o religiosos, sino más<br />
bien por motivos políticos, persiste el hecho de que el objetivo era la destruc-<br />
ción física y moral de los miembros de determinados grupos y familias compro-<br />
metidos» con la oposición política durante el período de gobierno militar13.<br />
52. El secuestro y la apropiación ilícita de niños está calificado como<br />
delito en la legislación nacional de cualquier país, comprendida la Argentina.<br />
Además, la Ley No 23.521 (la denominada «Ley de obediencia debida»),<br />
promulgada en junio de 1987, que establece una presunción de que los deli-<br />
tos perpetrados durante el período que va de 1976 a septiembre de 1983 por<br />
personal militar se cometieron en el ejercicio de la obediencia militar (y es<br />
inadmisible toda prueba en contrario), excluyó explícitamente de su alcance<br />
y aplicación los delitos relativos a la apropiación ilícita de niños14.<br />
53. Sin embargo, los mecanismos oficiales para localizar a niños secues-<br />
trados no parecen haber funcionado en forma eficaz, ya que la gran mayoría<br />
de los niños encontrados, después de haber desaparecido, se ubicaron gra-<br />
cias a los esfuerzos de sus parientes y de las Abuelas de Plaza de Mayo.<br />
12 Véase la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, art. II e.<br />
13 El secuestro de niños como forma de tortura o castigo de sus padres u otros parientes y la<br />
utilización de niños para aumentar el dolor y el sufrimiento de la persona torturada, ya sea<br />
obligando a los niños a estar presentes cuando se está torturando a sus parientes, o viceversa,<br />
es uno de los métodos más despreciables de tortura de los que se informa que han sido utiliza-<br />
dos en la Argentina. Véase Nunca Más, op. cit., en 2, p. 319 a 321, informes en legajos Nos.<br />
5187, 2628, 3048 y 5473.<br />
44
14 Si bien el autor del presente informe reconoce la disposición especial que figura en la «Ley de<br />
obediencia debida" con respecto a la apropiación ilícita de niños, la referencia a ese texto legal<br />
no implica que comparta el principio de "la obediencia debida» y sus consecuencias jurídicas.<br />
Según la información recibida durante la visita a la Argentina, en el período<br />
de gobierno militar, esos mecanismos fueron obstruidos y sirvieron a menu-<br />
do para ocultar la identidad de los niños, más bien que para ayudar a los<br />
parientes a encontrarlos. Además, los jueces y tribunales parecen haber<br />
dilatado innecesariamente en cierto número de casos el retomo de los<br />
niños a sus familias legítimas, incluso cuando la identidad se había de-<br />
mostrado fehacientemente. El demorar la justicia equivale en estos casos<br />
a negar la justicia.<br />
54. Es necesario destacar la importancia de una legislación y de unas insti-<br />
tuciones nacionales eficaces en relación con los niños desaparecidos. Los pro-<br />
cedimientos judiciales y los tribunales de justicia deben proporcionar los me-<br />
dios de establecer con prontitud la filiación de un niño, con ayuda de los<br />
medios científicos avanzados de que se dispone actualmente. Otras institucio-<br />
nes competentes de los poderes judicial y ejecutivo deben garantizar de forma<br />
efectiva su cooperación con los parientes a fin de ubicar a los niños y, cuando<br />
corresponda, asegurar que las personas responsables del secuestro o la desapa-<br />
rición de niños no eludan el cumplimiento de las decisiones judiciales.<br />
55. No obstante, un análisis de los hechos que rodean las desapariciones<br />
y el traslado ilícito de niños muestra que intervienen los elementos interna-<br />
cionales siguientes:<br />
a) Algunos de los niños secuestrados eran nacionales de países vecinos<br />
y, junto con sus padres, residían en la Argentina bajo la protección del alto<br />
Comisionado para los Refugiados,<br />
b) Algunos de los niños fueron secuestrados en países vecinos con la<br />
colaboración de fuerzas de seguridad o militares argentinas y trasladados a la<br />
Argentina clandestinamente o con ayuda de fuerzas estatales del país en el<br />
que fueron secuestrados,<br />
c) Algunos de los niños fueron sacados de la Argentina después de haber<br />
estado detenidos con sus padres en centros clandestinos de detención,<br />
d) Algunos de los niños fueron sacados de la Argentina por quienes se<br />
apropiaron de ellos, que se negaron a acatar las decisiones de los jueces<br />
argentinos dictadas durante los procesos realizados, a petición de los parien-<br />
tes de los niños, para obtener el reintegro de éstos a sus familias legítimas. En<br />
estas ocurrencias particulares un tratado de extradición en vigor en el que<br />
ambos países son partes, no parece impulsar una solución del problema,<br />
aunque los casos requieren medidas urgentes de protección de los derechos<br />
de los niños y de sus parientes.<br />
45
56. Resultaría inadmisible y materia de grave preocupación internacional<br />
el que un país se convirtiera en refugio de secuestradores y lugar de oculta-<br />
ción de los niños de los que ilícitamente se han apropiado aquéllos. Debe<br />
exhortarse al Gobierno del Paraguay a que tome medidas inmediatas para el<br />
retomo de los niños a su país de origen, dadas las abundantes pruebas de que<br />
fueron trasladados ilegalmente al Paraguay en violación de leyes concretas<br />
de su país natal y que, en consecuencia, son objeto de un tráfico ilícito que la<br />
comunidad internacional también condena.<br />
57. En varias resoluciones de la Asamblea General y de la Comisión de<br />
Derechos Humanos se ha expresado una honda preocupación por la persistencia<br />
de la práctica de las desapariciones forzadas o involuntarias y se ha manifes-<br />
tado el convencimiento de que es necesario encontrar solución a estos casos<br />
y eliminar tales prácticas. En relación con este problema, debe prestarse<br />
especial atención a la protección de niños contra la detención arbitraria, la<br />
apropiación ilícita y la desaparición forzada de sus familias, así como contra<br />
toda forma de tráfico que entrañe la falsificación de su identidad o su filiación.<br />
58. La comunidad internacional se ha ocupado ya del problema del tras-<br />
lado de niños y, por consiguiente, de la necesidad de garantizar el derecho a<br />
la reunificación de las familias y otros derechos derivados de la separación<br />
forzada de miembros de una familia. En el caso de conflictos armados, en los<br />
Convenios de Ginebra de 12 de agosto de 1949 y sus Protocolos Adicionales<br />
I y II se han establecido medidas y mecanismos concretos destinados a la<br />
protección del niño durante el período de separación de su familia, así como<br />
al retomo del niño a su familia y su país en caso de ser evacuado a otro país.<br />
59. El Comité Internacional de la Cruz Roja ha establecido mecanismos<br />
humanitarios para ayudar a las familias que se han dispersado como conse-<br />
cuencia de conflictos armados, desastres naturales u otros acontecimientos<br />
graves y socialmente dislocadores. Esos mecanismos han demostrado su<br />
eficacia en los casos en que no hay un ocultamiento intencional del paradero<br />
de las personas buscadas. Sin embargo, esos mecanismos no parecen ser<br />
adecuados para los casos de niños desaparecidos como consecuencia de actos<br />
que entrañan delitos tan graves como los descritos en el presente informe.<br />
60. En estos casos es necesaria una decidida cooperación internacional<br />
en la que todos los Estados y órganos de la comunidad internacional hagan<br />
un esfuerzo combinado para ayudar a los parientes a localizar a los niños<br />
ajustándose plenamente a los principios humanitarios y de derechos huma-<br />
nos que rigen la protección de los niños y las familias.<br />
61. Es necesario designar o idear a este fin mecanismos internacionales<br />
que ayuden a encontrar a esos niños y a reintegrarlos a sus familias legítimas.<br />
Como primera medida, la Subcomisión podría recomendar a la Comisión de<br />
Derechos Humanos que exhorte a todos los Estados a facilitar, cuando se<br />
les solicite, la búsqueda por los parientes interesados y, en los casos en que<br />
se localice a un niño, a que tomen de inmediato todas las medidas necesa-<br />
rias para devolverlo a su familia legítima.<br />
46
Entrevista publicada en Psyché,<br />
diciembre 1986<br />
CAPITULO IV<br />
Abuelas opinan sobre Doltó<br />
Es una ética elemental informar y contextualizar a quién se invita a opi-<br />
nar sobre situaciones manifiestamente inéditas.<br />
El texto del diálogo con la Dra. Fracoise Doltó que publica «Psyché»<br />
evidencia una desinformación de y a la Dra. Doltó, que lleva a preguntar-<br />
se cuál ha sido la intención de la convocatoria a este encuentro. Es así<br />
que el diálogo se concentra alrededor de un equívoco insistente: la adop-<br />
ción de niños homologada a la apropiación de niños, con lo que se<br />
descontextualiza la situación de los niños secuestrados y el abordaje a<br />
este horror aún hoy vigente.<br />
Remitir a la «ética analítica rigurosa» de la Dra. Doltó, sus «opiniones<br />
vertidas» en estas circunstancias, no parece ingenuo, tampoco se trata de<br />
«estar o no de acuerdo» con sus opiniones, sino que éstas están referidas a<br />
una realidad que no corresponde a la nuestra.<br />
Nuestros niños, bebés, bebés nacidos en cautiverio fueron criminal y<br />
violentamente arrancados de los brazos de sus madres, padres, hermanos,<br />
abuelas y abuelos y la gran mayoría continúa padeciendo el secuestro y la<br />
desaparición. Están ilegalmente adoptados como propios, es decir, apropia-<br />
dos, privados de su verdadera identidad, lo que implica ser tratados como<br />
objetos, partes del saqueo. Aun alimentados y cuidados ésta es la condición<br />
que subyace.<br />
Las situaciones de hecho son de fraude y falsificación sin Ley y sin<br />
Verdad. Sin Ley, más que la Ley arbitraria y omnímoda de los represores, sin<br />
verdad, en el ocultamiento pertinaz, aun ante los jueces y las pruebas de<br />
histocompatibilidad sanguínea que los delatan como apropiadores. Sus figu-<br />
ras, por lo tanto, no representan las figuras parentales o de padres adoptivos<br />
sino que ocupan el lugar parental desde la impostura.<br />
47
La voluntad de apropiación utiliza la invalidez del «infans» (ser humano<br />
desde que nace y durante sus primerísimos meses de vida, sin palabras ni<br />
ideas), para montar un andamiaje de mentira que lo captura en dicha invali-<br />
dez. El aparato psíquico de los niños secuestrados se desarrolla en esta situa-<br />
ción de captura y de enajenación de su deseo.<br />
Lo que funda la identidad (estructura interna que consiste en lo que uno<br />
siente ser) es el deseo de vida de los padres unido a la propia pulsión de vida<br />
del bebé. El deseo de vida se va haciendo autónomo, pero debe pensarse, en<br />
el origen, íntimamente ligado al motor que lo generó; el deseo parental. Esta<br />
configuración de deseos que es origen de la vida, es basamento identificatorio.<br />
Los niños afirman y confirman su identidad en un constante proceso de<br />
reaseguramiento de esta configuración. Es sobre esta matriz existencial que<br />
se ejerció y se ejerce la violencia de la impostura. Violencia potencializada en<br />
la permanencia del ocultamiento y la apropiación. No hay falsificación posi-<br />
ble de la vivencia inconsciente del origen de la vida, lo que hay en la impos-<br />
tura es un intento de alienación del deseo inconsciente, de reducir al niño a su<br />
necesidad, a la defensa por sobrevivir; a enajenarlo como persona, como<br />
sujeto del deseo.<br />
Las Abuelas de Plaza de Mayo llaman restitución al acto de recuperación<br />
de los niños secuestrados. Acto psíquicamente fundante porque se asienta en<br />
la verdad y en la Ley y libera al psiquismo infantil de la fundación falsa en la<br />
que se encuentra capturado; porque restablece un orden de legalidad familiar<br />
que posibilita el deseo, el encuentro con la propia identidad y la inserción en<br />
la legítima cadena generacional.<br />
Nos parece útil e indispensable puntuar, sobre el despliegue de las opi-<br />
niones vertidas en dicho diálogo, la confusión reiterada del contexto y las<br />
contradicciones en las que se incurre sobre la situación que sufren los niños<br />
secuestrados en manos de sus apropiadores.<br />
1) Es notable cómo los interlocutores «adoptan» el término de «padres<br />
adoptivos» que utiliza la Dra. Doltó, sin poder escuchar que, «la situación<br />
fue de apropiación».<br />
2) F.D.: «La separación de estos padres adoptivos para devolverlos a los<br />
legítimos, sólo puede tener éxito si se realiza para el honor de la sangre».<br />
«La separación» de los apropiadores y el «devolverlos» a sus legítimas<br />
familias «tiene éxito» justamente porque, como decimos más arriba, el<br />
restablecimiento de la legalidad familiar posibilita el encuentro con la propia<br />
identidad, la desalienación del deseo y la inserción en la legítima cadena<br />
generacional («para el honor de la sangre»). A pesar de que la información y<br />
el montaje no ahorran contradicciones, parece que la Dra. Doltó hace final-<br />
mente referencia a la restitución cuando dice: «No era posible dejarlos con<br />
los padres que no eran suyos, ya que tienen los verdaderos padres de vues-<br />
tros padres desaparecidos».<br />
48
Tenemos la experiencia que ninguno de los niños restituidos se comporta<br />
como si se los separara de su propia familia o de padres adoptivos verdade-<br />
ros dadores de identidad.<br />
3) F.D.: «Lo importante es que no se instruya al niño para que diga que<br />
ha sido criado por verdugos».<br />
Al niño se le posibilitará hablar de lo que ya «sabe».<br />
4) Llama la atención la extrapolación de la experiencia sobre la real aco-<br />
gida que los campesinos franceses dieron a los niños judíos hallados huérfa-<br />
nos por el sadismo nazi. ¿Es admisible el delito de secuestro-apropiación en<br />
Argentina con la acogida altruista de los campesinos franceses? (¿Es ésta una<br />
confusa polarización o una prejuiciosa toma de posición?) ¿Qué podría de-<br />
cirse si los niños hubieran sido apropiados por los nazis que exterminaron en<br />
las cámaras de gas y en los campos de concentración a los padres de los<br />
niños judíos franceses? ¿Se los justificaría diciendo que cumplían órdenes?<br />
¿Se hablaría de esos criminales como «padres adoptivos» que «acogieron a<br />
dichos niños»? ¿ Se diría que es bueno que puedan «rehabilitarse» con ellos?<br />
¿Qué es bueno para quién? ¿En quién se está pensando?<br />
Está en juego el destino de los niños y no que los apropiadores puedan<br />
rehabilitarse con ellos.<br />
Además, ¿dónde queda entonces, el concepto final de la Dra. Doltó<br />
sobre la necesidad de la gratuidad del amor?<br />
5) En reiterados momentos de la interlocución nos preguntamos: ¿difi-<br />
cultad de escucha? ¿Dificultad de traducción? o ¿preconcepto?<br />
Un ejemplo significativo, ya que es el único momento en que se insiste<br />
en la necesidad de «un encuadre más preciso de la realidad argentina»:<br />
-M.E.B.: «Los niños que nacieron en cautiverio fueron arrancados de<br />
su madre con una violencia criminal».<br />
-F.D.: «El cambio de hogar en los niños no se hizo con violencia». (!)<br />
-M.E.B.: «Sí, se hizo con violencia porque las madres fueron reclui-<br />
das, torturadas y muertas luego del parto».<br />
-F.D.: «Fue el caso de los niños judíos».(?)<br />
-M.E.B.: insiste en que se mató a los padres, que se trata de una sus-<br />
tracción de niños, y que, a pesar de las exhortaciones públicas, los padres<br />
adoptivos no han respondido.<br />
-F.D.: «Entonces quiere decir que los quieren».<br />
49
¿Entonces? La opinión sobre la causalidad sorprende. Mataron a sus<br />
padres, los sustrajeron, no responden: entonces, los quieren*.<br />
6) -F.D: «Si se lo arranca de la familia adoptiva se le puede estar<br />
repitiendo la experiencia que vivió con los padres naturales».<br />
* Ciento cinco niños judíos de Lidice (Praga) fueron separados de sus madres en la sala del<br />
Liceo de Kladno A los menores de un año, los llevaron al hospital de Praga - Krey Nadie supo<br />
sobre su destino El resto fue trasladado a Polonia, con una marca visible «niños de Lídice,<br />
retorno indeseable» Internados en el campo de concentración de Rustikobo, sólo aquellos que<br />
respondían físicamente a los conceptos nazis de la raza ana fueron seleccionados para su<br />
germanización. Los demás fueron exterminados<br />
Los sobrevivientes, entre ellos Mane Hanfova, quien declarara estos horrores en Nuremberg,<br />
fueron reeducados según la ideología nazi y vendidos a familias alemanas, cambiándoles así el<br />
nombre, el idioma, etc.<br />
Las familias sobrevivientes del campo de concentración de Rebensbruckm buscaron y ubicaron<br />
a los niños Mane fue a vivir con sus tíos a una casa que les dio el Estado, en el Lídice recons-<br />
truido En la actualidad Mane dice- «Tengo tres hijos, para mi satisfacción soy una abuela feliz<br />
Por tercera vez resulté elegida diputada del Comité Nacional Local de Lídice. No me es fácil<br />
narrar los sufrimientos que vivimos, estos recuerdos duelen Pese a ello no callo al igual que<br />
hace 40 años en Nuremberg Para salvar la paz no podemos callar las atrocidades»<br />
Aquí se tratan como homogéneas la situación de restitución y la situación<br />
de arrancamiento-cercenamiento del secuestro-apropiación.<br />
En la situación de apropiación los niños fueron arrancados, sin palabras<br />
y con violencia real, sumergiéndolos en un proceso de ocultamiento y de<br />
enajenación, arrancados de su identidad de su historia personal y familiar. En<br />
este tipo de actos se desconoció toda ley, la transgresión se hizo ley y la<br />
perversión la modalidad de vínculo.<br />
En la situación de restitución no hay repetición, las palabras son di-<br />
chas y, desde la ley, se permite el acceso a la verdad. No hay arranca-<br />
miento. Es una situación nueva que se basa en la articulación de la ver-<br />
dad y la justicia.<br />
El revelamiento de la verdad, aunque dolorosa (en la mayoría de ellos es<br />
también encontrarse con el conocimiento de que sus padres permanecen<br />
desaparecidos), es la posibilidad de volver a tomar contacto con el proyecto<br />
de vida de sus padres y con la configuración de deseos que son su origen.<br />
También resulta profundamente estructurante saber que sus padres jamás<br />
los abandonaron y que sus familias los han buscado tenaz y amorosamente<br />
desde el momento mismo de su desaparición.<br />
7) -F.D.: «Se puede cambiar a un niño de familia recién cuando ya no<br />
tiene necesidad de esta primera estructura». «Seguramente se marcó al niño<br />
a través de su madre, pero eso no es motivo para traumatizarlo una vez más<br />
si su estructura edípica no ha sido concluida. Si la familia lo quiere encontrar<br />
al niño, lo importante es que él pueda saberlo a los 6 años». Y más adelante:<br />
50
«...sus padres naturales dieron su vida para modificar su sociedad. Pero éste<br />
no es motivo para demoler su propia estructura proponiéndoles detectar a los<br />
padres adoptivos».<br />
Frente a la preocupación de la Dra. Doltó por resguardar el período<br />
edípico de los niños, la distorsión en la información subsiste y merece nues-<br />
tra atención a dos niveles:<br />
a) Es un hecho de la realidad que los niños desaparecidos secuestrados,<br />
al finalizar el Terrorismo de Estado, habían vivido ya la etapa edípica.<br />
b) Estos niños, en el proceso de estructuración de su identidad, se<br />
vieron obligados a desplazar los referentes parentales en figuras<br />
identificatorias falsas. Al encontrarse con la verdad, no hay crisis de<br />
identidad y nada «demuele» su estructura psíquica. Lo que observamos<br />
en la práctica es el desmoronamiento de las figuras fraudulentas de sus<br />
captores. Los lugares identificatorios parentales vuelven a ser ocupados<br />
por las figuras de sus legítimos padres, finalmente los legítimos<br />
significantes primordiales.<br />
8) -F.D.: «El hecho de haber contribuido a que este niño haya sido<br />
abandonado les da más razón para querer reparar el daño, criando al niño».<br />
En primer lugar, estos niños no fueron abandonados por sus padres, sus<br />
padres fueron asesinados y ellos secuestrados-apropiados, sustraídos a sus<br />
legítimos familiares.<br />
Son niños que viven en situación de desaparición:<br />
a) Apropiados por secuestradores, quienes intervinieron directamente en<br />
la desaparición y/o asesinato de los padres y en la desaparición-apropiación<br />
de los niños como parte del saqueo.<br />
b) Apropiados por cómplices, quienes tuvieron una intervención directa<br />
como cómplice en la desaparición-apropiación de los padres. Apropiadores<br />
con complicidad en el saqueo.<br />
c) Apropiados por falseadores, quienes, sabiendo el origen del niño, fal-<br />
sean su nombre, su nacimiento, su origen y su historia, anotándolos como<br />
propios.<br />
d) Apropiados por «adopción», quienes «adoptaron» a los niños acep-<br />
tando que la institución de la adopción actuara como encubridora de la apro-<br />
piación.<br />
La experiencia, en general, es la apropiación de una criatura desapareci-<br />
da o nacida en cautiverio está íntimamente ligada a lo delictivo.<br />
En la apropiación, a diferencia de la adopción, no hay legitimación<br />
posible del hijo, porque no hay libre voluntad de renuncia al proyecto de<br />
51
vida y deseo por parte de los progenitores, ni de los progenitores de sus<br />
progenitores.<br />
En segundo lugar, ¿desde dónde se puede sostener «que da más razón»<br />
para cuidar a un niño el haber contribuido a que haya sido abandonado? ¿<br />
Que los mejores padres para un niño «son aquellos que tienen terror del acto<br />
cometido y a quienes ellos han hecho huérfanos?<br />
9) Unos párrafos más adelante F.D. señala que: «hay que tener mucho<br />
cuidado con el aspecto reivindicatorio de los padres naturales» (a la sazón<br />
judíos en el contexto de la experiencia de la Dra. Doltó). Entonces, otra vez<br />
lógica asombra (¿lógica del inconsciente?): Peligro, frente a los padres natu-<br />
rales. Confianza, frente a quien contribuyó a hacerlos huérfanos. ¿Esto no<br />
parece ya sostenido por una ideología?<br />
10) El contexto del cual F.D. extrae su experiencia al referirse a «las<br />
secuelas de la guerra» o a «los acontecimientos de la guerra», es el de la<br />
Segunda Guerra Mundial.<br />
Nuestros niños no son niños abandonados o perdidos por sus familias<br />
durante una guerra y a quienes cualquiera «acoge». Son niños identificables,<br />
con familiares ubicables. Niños secuestrados de sus propios hogares o naci-<br />
dos después del secuestro, en el cautiverio de sus madres, en un contexto de<br />
Terrorismo de Estado sólo comparable al exterminio judío por los nazis.<br />
Genocidio que, al igual que el padecido aquí, nada tuvo que ver con una<br />
guerra, si bien se encubrió con ella.<br />
Aun en los casos en que los niños, después de la matanza de sus padres,<br />
quedaban solos o con vecinos y eran entregados por éstos a la justicia del<br />
Proceso, ésta, en la mayoría de los casos, no sólo no los restituía a sus<br />
familiares, (a quienes les era negada toda información), sino que, también<br />
como parte del aparato represivo, los mantenía desaparecidos.<br />
11) La preocupación por «estimular» a las Abuelas a ocuparse de los<br />
niños abandonados, sin duda, parte del desconocimiento del gigantesco apor-<br />
te que Abuelas de Plaza de Mayo ofrecen, en su accionar a este sector de la<br />
infancia por la reafirmación de los derechos del niño y, particularmente, por<br />
el develamiento de un siniestro cuadro social que envuelve como una sutil<br />
telaraña a los miles de niños adoptados durante los años de la dictadura.<br />
Abuelas de Plaza de Mayo en su práctica ha elegido el camino de la<br />
justicia para recuperar la vida de los niños desaparecidos. Especialmente en<br />
relación a ellos, como dice el Dr. Ulloa, o la salida es ética, donde la produc-<br />
ción de verdad fundamenta la justicia, o hay encerrona, donde lo siniestro<br />
permanece oculto en lo aparentemente familiar y cotidiano, pero como todo<br />
lo violentamente reprimido, permanece activo en toda su eficacia inconsciente,<br />
para volver a surgir, con eficacia mayor, quizá sintomática, de alto riesgo.<br />
52
Cuando lo que nos ocupa es de tal magnitud que se refiere a los derechos<br />
humanos de los niños, en nuestro caso niños desaparecidos-secuestrados-<br />
apropiados, la sociedad entera tiene una deuda ética con ellos. Esta deuda no<br />
es abstracta, repararla cabe a la sociedad toda y son los jueces de la demo-<br />
cracia, instrumentos representativos, quienes deben posibilitamos saldarla.<br />
SEGUNDA PARTE<br />
Sobre las Abuelas<br />
CAPITULO I<br />
Niños desaparecidos<br />
«para que no sean los olvidados de la memoria»<br />
por Marie Pascale Chevance Bertin.<br />
Noviembre 1989.<br />
La situación presentada a los hijos de militantes argentinos que fueron<br />
robados por militares, policías o cómplices directa o indirectamente implica-<br />
dos en el asesinato o desaparición de sus padres, es una situación clínica<br />
enraizada en lo social, lo jurídico y lo político.<br />
Es necesario, para comprender la complejidad de esta tragedia retomar<br />
las circunstancias en que tales ritos han podido ser cometidos. Se trata de<br />
niños robados y no adoptados (al niño no se le ha cedido).<br />
Este robo ha podido ser realizado en dos circunstancias:<br />
- sea en el momento del asesinato o cuando eran llevados los padres<br />
- sea en el momento del parto de sus madres en el campo de concentración.<br />
53
Esto se ha producido en Argentina, bajo una dictadura militar entre 1976<br />
y 1983 - treinta mil ciudadanos han desaparecido de los cuales varios cente-<br />
nares de niños1.<br />
El niño apropiado ilegalmente no tendrá acceso a su historia, su inscrip-<br />
ción legal será falsificada, su nombre cambiado lo mismo que su fecha de<br />
nacimiento. Su historia le será robada.<br />
Podemos preguntarnos sobre el lazo que se establecerá entre el niño y<br />
sus pseudos padres, sobre la base del crimen y de la mentira. No se trata de<br />
una situación de adopción, sino de substitución. Se pone una pareja: hombre/<br />
mujer en lugar de la pareja padre/madre que se ha hecho desaparecer. Se<br />
sustituye un niño en su propia filiación. Haciendo desaparecer a sus padres,<br />
se le hace aparecer hijo de tal militar, de tal policía o tal cómplice. Poderosa-<br />
mente, hago desaparecer, y luego aparece, en desprecio de la ley que funda<br />
las relaciones humanas y asegura la transmisión de la vida.<br />
1 Esta experiencia clínica se ha llevado adelante con 65 refugiados latinoamericanos desde<br />
numerosos años. La autora, psicoanalista, ha vivido 10 años en Argentina.<br />
Es efectivamente el problema de la transmisión que se plantea en esta<br />
filiación tergiversada ¿Qué será de la función paterna? A propósito de esto<br />
Piera Aulagnier nos dice «... Por su dependencia con el hecho ultimal se<br />
signa que la función paterna no puede preservar su función de eje en el<br />
registro de los sistemas de paternidad que si lo está asegurada una conti-<br />
nuidad -justamente en este caso esta función de eje en el registro del<br />
sistema de paternidad», está tomada y que la filiación es negada y la<br />
transmisión cortada.<br />
El fundamento de la paternidad no es, necesariamente biológico, pero no<br />
puede originarse éste en deseo de apropiación, hecho posible por medios de<br />
un crimen. Un padre biológico o de adopción para cumplir su función pater-<br />
na debe ocupar el lugar de la transmisión de la ley, de un orden no arbitrario,<br />
no creado por él sin que le trascienda y que pueda dejar a su hijo, que a su<br />
vez podrá transmitirle. Ésta es la garantía del orden de la paternidad: padre<br />
de, hijo de, lugar en donde se podrá formular la pregunta sobre la identidad.<br />
En consecuencia, aquellos que se apropian del origen, historia, herencia<br />
psíquica y física de los niños secuestrados de padres desaparecidos, no pue-<br />
den asegurar la función paterna, no sólo sobre la historia que ha precedido al<br />
niño, sino también la continuidad de su historia.<br />
Si sobre el plano de la filiación, las cosas se organizan a nivel de tres<br />
generaciones, el padre del hijo siendo el hijo del padre el sistema edipiano se<br />
coloca tanto en relación al hijo que en relación al padre. Esta organización<br />
sólo funciona bien si la palabra de la madre expresa el deseo que ella ha<br />
tenido de tener este hijo de tal padre.<br />
54
En el caso que nos ocupa es interesante hacer notar que la lista de espera<br />
se hacía en el Campo de Concentración de la «Escuela de Mecánica de la<br />
Armada». Familias de marinos esperaban que prisioneras embarazadas die-<br />
ran a luz para apropiarse de sus hijos. Se sabía que durante la espera de este<br />
niño, su madre iba a ser torturada, vivía en condiciones inhumanas, alumbra-<br />
ba maniatada y se la entregaba a la muerte después del parto. El deseo de la<br />
madre «adoptiva» no es el de la madre de tener un hijo de tal hombre, sino<br />
que se articula al poder de tener un derecho de vida y muerte sobre esta<br />
mujer víctima y por lo tanto sobre su hijo. Qué será de la palabra de esta<br />
«madre» a nivel de la organización simbólica ya que ella es portadora del no<br />
hablar y del secreto?<br />
Estos actos fuera de la ley, asesinato o complicidad de asesinato, robo de<br />
niños, subvierten absolutamente toda institución simbólica no sólo de las<br />
costumbres, reglamentos, leyes y ritos en rigor, sino también de la relación<br />
del ser humano con su palabra.<br />
El robo coloca al niño del lado de los objetos por la negación de su<br />
estatuto genealógico - no se puede disociar esto del tratamiento infligido a<br />
sus padres torturados y asesinados. Negación de los cuerpos de la madre y<br />
del padre. ¿Qué pregunta se le dirigirá a este niño a esta cosa? ¿A este<br />
Objeto? Si hay rechazo de la interrogación genealógica fundamental para<br />
obtener la diferenciación de los individuos en la misma especie, ¿podemos<br />
hablar de niños o de objetos?<br />
Del Botín de Guerra como lo señalan las Abuelas de Plaza de Mayo. De<br />
parte de la madre adoptante ¿qué viene a llenar este niño? ¿Qué vendrá a<br />
reparar o hacer del lado del padre que adopta?<br />
Estas preguntas nos llevan a retomar toda la cadena de actos que han<br />
permitido este robo: desapariciones, torturas, asesinatos. Todos los testimonios<br />
dan cuenta del extraordinario sadismo puesto enjuego en estas practicas. No<br />
se puede pensar que estamos allí en el registro de la perversión. El perverso no<br />
desconoce la ley, al contrario la transgresión y el desafío lo tranquilizan perma-<br />
nentemente sobre su existencia y mantienen su goce de poder y jugar con ella.<br />
Gozo mayor es el robo del niño, pero que no se detiene en la falsificación del<br />
acta de nacimiento y permite mantener cotidianamente en todas las relaciones,<br />
comenzando por la del niño, una relación mentirosa que mantiene de muy a<br />
distancia, pero omnipresente y amenazante. Este niño recuerda y reactualiza<br />
permanentemente el acto cometido.<br />
Auge del gozo, del dominio absoluto, asesinato de los padres, posesión<br />
de niño - desafío a la sociedad que procesa con sus leyes.<br />
Estos niños han sido robados con toda impunidad, sus familias los bus-<br />
can, sus abuelas se han organizado en una asociación «Las Abuelas de Plaza<br />
de Mayo». Las Abuelas se han puesto como tarea encontrar sus nietos des-<br />
aparecidos, devolverlos a sus familias y obtener el castigo para los culpables.<br />
Trabajo inaudito que se realiza con el apoyo del pueblo que les da pistas para<br />
ubicarlos a los niños.<br />
55
Alrededor de 400 niños desaparecidos, de los cuales 50 han sido encon-<br />
trados, algunos muertos, otros secuestrados por parejas que los ha robado y<br />
han huido, otros restituidos o que permanecen en las familias donde fueron<br />
encontrados y visitados por sus abuelos.<br />
La Asociación está ayudada por un equipo de especialistas: juristas, psi-<br />
cólogos, expertos en genética que les ayudan en el difícil trabajo de la restitu-<br />
ción de los niños. Cuanto más el robo de los niños se coloca en una cadena<br />
patológica que parece perpetuarse hasta el infinito, es el mal más allá de la<br />
muerte, tanto más el difícil combate de las Abuelas, se sitúa del lado de la<br />
búsqueda de la verdad y de asumir la realidad.<br />
Lo que aparece es el rechazo de la abolición de las generaciones, ésta es<br />
la exigencia del restablecimiento de los lugares en la filiación, los abuelos, los<br />
padres, los hijos, todo esto no es lo mismo y los abuelos lo afirman con una<br />
reivindicación muy precisa «... si mataron a nuestros nietos, donde están sus<br />
tumbas y si no dónde están ellos?» No aceptando la desaparición, ellas invo-<br />
can el delito y designan a los culpables.<br />
La búsqueda de los padres por sus hijos es una tentativa de reelaborar lo<br />
simbólico social que tiene que ver en las personas, yo pienso que es esencial<br />
tener en cuenta el valor simbólico de la «desadopción» de estos niños que<br />
fueron quitados. Ellos pierden su condición de desaparecidos y encuentran<br />
su estatuto de persona reapropiándose de su historia: por más dolorosa que<br />
sea, es su historia y nadie tiene el derecho de sustituirla por otra en nombre<br />
de lo que sea.<br />
La restitución es un acto fundador de la identidad que se articula sobre la<br />
verdad y la justicia, la situación traumática de arrancarlo al niño de su madre<br />
en su nacimiento, en su primera infancia se inscribe en el psiquismo infantil.<br />
El niño vive una situación de horror mantenida en el secreto.<br />
El psiquismo de los niños secuestrados se desarrolla en una situación de<br />
captura y de identidad alienada ya que la voluntad de apropiación ha utiliza-<br />
do la extrema fragilidad infantil cuando se utiliza esta fragilidad desconocien-<br />
do su singular deseo en su condición de persona, sometiéndola a una situa-<br />
ción forzando falsas identificaciones, se trata de un dominio sobre un sujeto<br />
que se lo «dosifica» en una tentativa de hacerlo desaparecer como persona.<br />
La restitución es un proceso doloroso, pues, en la mayoría de los casos<br />
para el niño se enterara que sus padres han muerto o desaparecido. Pero es<br />
también recuperar su nombre, ligado al nombre de su padres, insertarlo en su<br />
cadena generacional y unificar su propia historia subjetiva. Es saber que sus<br />
familias no lo ha abandonado nunca, que sus abuelos, hermanos, hermanas,<br />
tíos, tías no han se cansando de buscarlo desde su desaparición.<br />
Lo que vengo de describir debería bastar para justificar en todos los<br />
casos la restitución de los niños robados a sus familias: ellos nunca fueron<br />
56
abandonados, sus familias no han cesado de buscarlos, este secuestro se<br />
apoya sobre la negación de la ley y una pretendida impunidad.<br />
Sin embargo, algunas personas se preguntan sobre la validez de la resti-<br />
tución invocando un segundo trauma para el niño y el «amor» que le tienen<br />
sus apropiadores. Pero ¿de qué amor se habla aquí? No hay amor, los<br />
apropiadores se apoderan de este niño, que es muy otra cosa, lo tienen y no<br />
lo quieren dejar. Este niño es «reinventado» para llenar una función que es<br />
negar la realidad, negar la desaparición, negar el crimen, negar la culpabili-<br />
dad, negar el dolor de los familiares enlutados. Este niño «adorado» lo es<br />
como ídolo, como fetiche que por su presencia perpetua la mentira y permite<br />
creer que el crimen no ha sido cometido.<br />
Triste destino el de este niño condenado a ocupar el lugar del que por su<br />
misma presencia necesita de la afrenta el horror. Los apropiadores no quie-<br />
ren devolver a los niños, ellos le son necesarios pero no en un proceso<br />
afectivo sino patológico y próximo de la dependencia adictiva de aquel que<br />
por nada del mundo renunciaría al producto de su adicción.<br />
La idea de un segundo trauma infligido al niño al restituirlo no puede ser<br />
aceptada, pues sabemos suficientemente por la clínica que toda resolución<br />
de la verdad para un sujeto le permite reconstituyéndole los blancos y aguje-<br />
ros de su historia de reapropiarse de su destino y la de la posibilidad de salir<br />
de su sufrimiento en el que le habían arrojado, las cosas no dichas, los<br />
ocultamientos de la trama de su vida. Se trata ciertamente de un proceso<br />
doloroso y es por esto que las Abuelas llaman a especialistas y se rodean de<br />
todas las precauciones necesarias.<br />
Estamos confrontados a una situación trágica que toca al pueblo argenti-<br />
no en su conjunto, lo que podemos oponer frente a lo impensable de la<br />
desaparición, frente a la voluntad de borrar huellas en la memoria, la<br />
reinscripción de lo que ha tenido lugar. Nuestra mínima exigencia es la de no<br />
ser cómplices del silencio, de no invocar un «pretendido bien del niño» que<br />
sellaría la oscuridad de su destino. Los profesionales que trabajan con niños<br />
que han sido restituidos a su familias saben bien que son los niños y sólo los<br />
niños que podrán hablar de ellos mismos cuando llegue el momento. Noso-<br />
tros no podemos más que permitirles que les sea posible esta palabra.<br />
Ante la complejidad de un tal drama, es importante recordamos de estas<br />
madres torturadas a quienes su bebe les ha sido arrancado y confiar en sus<br />
compañeros sobrevivientes que saben que estas madres querían que entrega-<br />
ran sus hijos a sus familias, los argumentos que van contra la restitución se<br />
mantedrán si sólo se pudiera imaginarse en discusión con ellos? Pienso que la<br />
vergüenza es el único sentimiento que nos invadiría. No lo olvidemos».<br />
57
por Rita Arditti y M. Brinton Lykes<br />
CAPITULO II<br />
La labor de las Abuelas de Plaza de Mayo<br />
«Siempre decimos sobre la «apropiación» de los niños, que éstos<br />
fueron considerados «botín de Guerra»... de la misma manera que ro-<br />
baban televisores, grabadores, radios o heladeras, se apoderaban de<br />
los chicos»<br />
(Nélida de Navajas, entrevistada por<br />
M. Brinton Lykes, Buenos Aires, Julio 24, 1989).<br />
En la «avanzada» sociedad occidental, los niños son visualizados como<br />
mercaderías (bienes de consumo), o bien producto destinados a ser poseí-<br />
dos, no como seres humanos por derecho propio. Se hace esto evidente, de<br />
modo lamentable, en las batallas por la custodia de los hijos durante los<br />
trámites de divorcio, y, recientemente en los debates ante los estrados judi-<br />
ciales sobre los «verdaderos» padres de un niño/a concebido/a por insemina-<br />
ción artificial, o por algún otro sofisticado método de tecnología reproductiva.<br />
Sin embargo, en esa «autodenominada» comunidad tecnológica de vanguar-<br />
dia, muy pocos conocen uno de los más perturbadores ejemplos que abonan<br />
la conceptualización del niño/a como propiedad, y es el de las casi 400 cria-<br />
turas secuestradas o nacidas en cautiverio en Argentina, durante la dictadura<br />
militar de los años 1976-1983.<br />
Este artículo describe el esfuerzo de un grupo de Abuelas, quienes desde<br />
1977, trabajan para recuperar a estos/as chicos/as. Ya han encontrado a 50<br />
niños/as; 25 han sido restituidos/as a las familias de origen; 13 permanecen<br />
con las familias adoptivas mediante mutuo acuerdo de ambas partes; se com-<br />
probó que 7 habían sido asesinados/as y en los 5 casos restantes se mantiene<br />
una disputa judicial. Esta labor ha atraído la atención internacional sobre la<br />
grave situación de muchos/as otros/as que permanecen en las manos de sus<br />
secuestradores. Es importante señalar que han contado con la contribución<br />
de expertos legales y científicos para la realización de su tarea, esto pone de<br />
manifiesto una interesante relación entre ciencia y política y forja una nueva<br />
comprensión con consecuencias éticas de cuestiones atinentes a la materni-<br />
dad, a la paternidad y al derecho a la propia «identidad». Situamos nuestro<br />
examen del tema dentro de una discusión actualmente en curso en el ámbito<br />
del feminismo, referida a las tecnologías reproductivas y lo parental. Espera-<br />
mos así dilucidar algunos difíciles asuntos que las feministas encaran al tra-<br />
bajar en contextos pluri-culturales, internacionales e interdisciplinarios.<br />
Relaciones parentales y propiedad (Parentesco y Propiedad)<br />
58
En su artículo de 1983 «Relaciones parentales y propiedad» Janet Farrel<br />
Smith argumentaba que «un modelo implícito de las relaciones de propiedad<br />
subyace en cierta visión de lo parental» muy especialmente en la paternidad.<br />
Carol Brown (1981) había sugerido anteriormente que es en el Derecho de<br />
Familia donde hallamos el punto de intersección entre el patriarcado público<br />
y el privado en los EE.UU.. El Patriarcado privado incluye el control que<br />
cada marido en particular ejerce sobre su esposa, su función reproductiva y<br />
«el producto de la misma; los/as hijos/as», mientras que el Patriarcado públi-<br />
co se ocupa del sistema social -economía, política, religión, etc.,- el cual<br />
es controlado por los hombres colectivamente». El marido que controla el<br />
trabajo cotidiano del ama de casa es apoyado en el ámbito público por la<br />
monopolización ejercida por los otros hombres con respecto a los puestos de<br />
trabajo, legislación, propiedad, conocimiento, etc.». (1981 p.240).<br />
Según Smith, la legislación de familia de los EE.UU.. ilustra cómo la<br />
relación parental refleja una noción a la cual Mac Pherson llama «poder<br />
extractivo» es decir «la habilidad de usar las capacidades de otra persona»,<br />
«(Es) el poder sobre los otros, la habilidad de obtener (extraer) beneficios de<br />
los demás». (1983, p.200). Los niños, por analogía, son tratados como si<br />
fueran objetos y a los ajenos se les impide interferir con la elección paterna<br />
«para criar al hijo como le place». El padre o la madre pueden excluir a los<br />
otros tanto como ejercer su control de propietarios sobre el niño/a. Si bien<br />
Smith no aboga por una completa reestructuración de estas relaciones, a las<br />
que considera como una forma de proteger a la familia de ciertas intromisiones<br />
del estado, propone en cambio otro modelo de poder «el poder de desarro-<br />
llar», el que al estar fundado en el nexo madre-hijo da sustento a la visión de<br />
los niños como personas en desarrollo y no como objetos a ser poseídos. Así<br />
en la vinculación con los otros el niño/a desarrollará una identidad.<br />
Esta yuxtaposición de tipos de poder y relaciones parentales en el debate<br />
legal contemporáneo indica que nuestras ideas preconcebidas sobre niños/as<br />
y su relación con madres y padres, están siendo desafiadas. Madre era la que<br />
gestaba y paría el niño. Sin embargo la restitución de niños/as secuestrados/<br />
as en Argentina, la paternidad y maternidad sustituías, tanto como las nuevas<br />
tecnologías reproductivas ponen en tela de juicio una noción de maternidad<br />
tenida por incuestionable hasta hoy. Las prácticas actuales nos ponen frente<br />
a la posibilidad de que haya por lo menos cuatro formas diferentes de ser<br />
madre: la madre genética, la que da a luz, la madre social y por fin la legal»...<br />
la acción de separar lo inseparable es el meollo de la tecnología reproductiva...<br />
las mujeres estamos a punto de ser padres» (Katz Rothman, 1982). El padre<br />
que antes tenía con la prole un vínculo sujeto a controversia y para nada<br />
evidente, hoy en cambio ha acreditado su relación genética y social con su<br />
descendiente. Raymond (1990, p.47) sostiene que «es la paternidad y no la<br />
maternidad la que se ha ampliado con las nuevas técnicas reproductivas» y<br />
Arditti (1987, p.45) señala que «Los padres y las madres sustituías (subroga-<br />
ción) posibilitan la creación de un nuevo tipo de familia, en la cual el padre lo<br />
es biológica y socialmente y en la que la maternidad se divide entre la madre<br />
natural y la madre adoptiva.<br />
59
Las Abuelas de Plaza de Mayo<br />
El Estado como padre<br />
Desde 1976 a 1983 los militares gobernaron la Argentina. Durante este<br />
período una sucesión de «Juntas» Militares se entregaron a una campaña de<br />
represión sangrienta y brutal en cuyo transcurso 30.000 personas, el 80 % de<br />
las cuales tenían entre 16 y 35 años, fueron detenidas y desaparecidas. El 30%<br />
eran mujeres y de éstas el 10% (3% del total) estaban embarazadas.<br />
(Nunca Más, 1984). Los militares se proclamaban defensores de «la tradi-<br />
ción, la familia y la propiedad» y cualquier crítica al régimen era vista como<br />
un signo de comportamiento «anti-argentino» y «subversivo» que debía ser<br />
aplastado a fin de proteger a la Nación. Según dijo Jorge Rafael Videla, el<br />
presidente de una de las Juntas: «la represión es contra una minoría a la que<br />
no consideramos «argentina» (Frontalini y Caiati, 1984). Esta guerra exigía<br />
que la sociedad argentina fuera reestructurada por el «Proceso de Reorgani-<br />
zación Nacional» para restaurar los valores «occidentales y cristianos».<br />
De muchas maneras la dictadura representó la reafírmación de los valo-<br />
res patriarcales en su más cruda brutalidad. La situación de las mujeres y los<br />
niños/as fue singularmente riesgosa por su estado de indefensión. La institu-<br />
ción militar, una institución patriarcal por excelencia (En los, 1988), com-<br />
prendió muy bien el valor de los niños/as en la lucha contra los «subversi-<br />
vos». Algunos eran secuestrados para aterrorizar a las familias sospechosas;<br />
a otros se los obligaba a presenciar la tortura de sus padres a fin de que<br />
éstos denunciaran a presuntos implicados o proveyeran información consi-<br />
derada valiosa por los torturadores. Hubo casos en los que se atormentó a<br />
los niños frente a sus padres para forzarlos a hablar (Nunca Más, 1984;<br />
Suárez-Orozco, 1987).<br />
Los que sobrevivieron a los campos de concentración clandestinos, infor-<br />
man sobre las terribles experiencias a las que eran sometidas las mujeres emba-<br />
razadas. Muchas sufrían torturas, pero se las mantenía vivas hasta dar a luz,<br />
en algunos casos sin ninguna asistencia y en otros se les practicaban cesáreas<br />
sin ninguna necesidad. (Ver Nunca Más, p.. 288-289; 254-295). Los recién<br />
nacidos eran apartados de sus madres a las que posteriormente se asesinaba.<br />
En una cruel ironía, y a pesar de que los militares mataban a los jóvenes<br />
padres de los niños, en algunos casos consideraban que las criaturas tenían<br />
«buenos genes», lo que los hacía potencialmente inteligentes y saludables<br />
siempre que se los ubicara en el medio «apropiado», por lo tanto a algunas<br />
de las embarazadas se les proporcionaba un rudimentario cuidado físico evi-<br />
tándoles suplicios mayores hasta el momento del parto.<br />
El ensañamiento con mujeres embarazadas y niños muestra la peculiar<br />
gratificación obtenida de atacar a individuos especialmente vulnerables.<br />
Bunster (1984) señala que aquellas mujeres (en Chile) en las que los milita-<br />
res advertían una capacidad de resistencia notable a su poder, eran sometidas<br />
60
a un esquema de violencia sexual, con el oscuro designio de «destruir su<br />
personalidad y su dignidad como seres humanos y como mujeres».<br />
A esto debemos añadir que las mujeres en Latino América son fundamen-<br />
talmente apreciadas en su papel de «madres». Reteniendo a los niños nacidos<br />
en cautividad y entregándolos posteriormente como «botín de guerra» se<br />
afirmaba el poder del Estado Patriarcal Militar sobre un aspecto característico<br />
de la identidad femenina, la maternidad. Con la supresión de la madre, se<br />
quebranta el lazo humano fundamental, y esto robustece la creencia de que<br />
el Estado Militar controla todo sin oposición. Ser capaz de atacar a la vida en<br />
sus propias raíces muestra al poder militar como absoluto e inmutable.<br />
Esta «reorganización», considerada necesaria por los militares para «sal-<br />
var» a la sociedad argentina, exigía que los hijos de los «subversivos» fueron<br />
apartados de los suyos para ser otorgados a «buenas familias» (por ej.: de<br />
militares o de clase alta) (Suárez - Orozco, 1987). Ramón Camps, Jefe de<br />
Policía de la Pcia. de Buenos Aires donde cantidades de niños/as fueron<br />
secuestrados/as, decía; «... Personalmente yo no eliminé a ningún/a chico/a,<br />
lo que hice fue dar algunos/as a organizaciones benéficas para que les encon-<br />
traran nuevos padres. Los subversivos educan a sus hijos en la subversión.<br />
Por ello esto debía detenerse» (citado por Barki, 1988 p. 241).<br />
El examen de las declaraciones de los militares semejantes a esta última,<br />
del testimonio de aquellos que participaron en la falsificación de las identida-<br />
des de los niños/as, y de las experiencias personales de las criaturas<br />
involucradas, indica que la reeducación de los/as pequeños/as secuestrados/<br />
así formaba parte de la estrategia militar contra la «subversión». Estos tur-<br />
bios manejos de los que hacían víctimas a los niños/as eran para cumplimen-<br />
tar el plan militar de «reorganización nacional».<br />
La labor de las Abuelas de Plaza de Mayo<br />
La Asociación de las Abuelas de Plaza de Mayo hace una reclamación<br />
muy concreta: «Que los/as niños/as que fueron secuestrados/as como méto-<br />
do de represión política sean restituidos/as a sus legítimas familias» (Abuelas<br />
de Plaza de Mayo 1988, p. 4).<br />
Doce mujeres formaron el núcleo primigenio en 1977 que con el tiempo<br />
se convirtió en organización1. Tratando de pasar inadvertidas se reunían en<br />
restaurantes, paradas de ómnibus, estaciones de trenes y otros lugares públi-<br />
cos. También concurrían a Plaza de Mayo a marchar con las madres u otros<br />
grupos de Derechos Humanos a presentar peticiones al Gobierno. El pri-<br />
mer nombre que usaron para firmar documentos fue: «Abuelas argentinas<br />
con nietitos desaparecidos». En 1980 cambiaron por el de «Abuelas de<br />
Plaza de Mayo».<br />
1 María Isabel Chorobik de Mariani, Beatriz H. C. Aicardi de Neuhaus, Eva Márquez de Castillos<br />
Barrios, Alicia Zubasnabar de De La Cuadra (primera Presidente), Vilma Delinda Sesarego de<br />
Gutiérrez, Mirta Acuña de Baravalle, Haydee Vallino de Lemos, Leontina Puebla de Pérez, Celia<br />
Giovanola de Califano, Raquel Radio de Marizcurrena, Clara Jurado, María Eugenia Casinelli de<br />
García Irureta Goyena, (Nosiglia, 1985, p.90).<br />
61
Soportaron malos tratos, insultos y persecución por parte de militares y<br />
policías. Tenían que echar mano de todo tipo de tretas y mostrarse cautelo-<br />
sas para protegerse. Implementaron un código que les permitieron hablar por<br />
teléfono sin sobresaltos acerca de sus familiares desaparecidos. «El hombre<br />
blanco» era el Papa; «Los cachorros», «agendas» o «flores» eran los/as<br />
niños/as; «las chicas», «las jóvenes» eran las Madres de Plaza de Mayo»;<br />
«las viejitas» o «las tías» eran ellas mismas. (Nosiglia, 1985).<br />
Aprendieron sobre la marcha y sin ayuda, a presentar recursos de «hábeas<br />
corpus» ante los estrados judiciales y en enero de 1978 hicieron su primera<br />
aparición pública internacional, con el envío de una carta a Paulo VI en la<br />
que solicitaban su intercesión a fin de averiguar el destino de sus familiares<br />
desaparecidos. La carta enviada por correo común, no fue contestada jamás<br />
(Nosiglia, 1985). En el mismo año 1978, comenzaron a visitar los juzgados<br />
de menores para informarse sobre todas las adopciones y nacimientos de<br />
niños registrados como NN (Ningún Nombre). Llegaron hasta la Corte Su-<br />
prema de Justicia de la Nación, la que en por lo menos dos ocasiones, deses-<br />
timó sus casos (1988 Abuelas de Plaza de mayo).<br />
También hicieron llamados directos a la comunidad para recabar infor-<br />
mación. Pusieron avisos en los diarios y distribuyeron afiches y volantes con<br />
fotografías y datos adicionales de los niños secuestrados. Como la presidente<br />
de Las Abuelas María Isabel de Mariani cuenta:<br />
«No hay nada que no hayamos intentado para saber algo sobre los niños.<br />
Cuando tenemos indicios de que una familia es sospechosa de haber adopta-<br />
do ilegalmente un niño, iniciamos un seguimiento muy estrecho de la misma.<br />
En ciertos casos alguna de nosotras ha ofrecido sus servicios para ayudar en<br />
trabajos domésticos y de esa manera poder ingresar a la casa. En cierta<br />
oportunidad uno de los abuelos fingió ser un plomero buscando trabajo. Pero<br />
la mayor ayuda proviene de la gente. Con regularidad publicamos en los<br />
diarios información acompañada de las fotos de los niños desaparecidos y la<br />
gente nos acerca alguna noticia sobre ellos. Cuando no podemos acercamos<br />
físicamente a los niños llegamos a usar dispositivos fotográficos para seguir-<br />
los de lejos». (Christian Science Monitor, October 6, 1986).<br />
El trabajo de las Abuelas es multidisciplinario e incluye por lo menos tres<br />
áreas: la político-legal, la médico-psicológica, y la genética-biológica. En cada<br />
una de ellas las Abuelas son asistidas por equipos de expertos; para aclarar el<br />
contexto legal y político en el cual los niños fueron robados, para evaluar la<br />
condición médica y psicológica del niño y su familia y finalmente para com-<br />
probar la filiación genética.<br />
Uno de los problemas que las Abuelas enfrentaron en su tarea fue el de<br />
probar fehacientemente que el/la niño/a investigado/a era realmente uno de<br />
los «secuestrados-desaparecidos». No era suficiente la localización, debían<br />
demostrar el parentesco. Sabían que por medio de un examen de sangre era<br />
posible determinar el lazo y/o vínculo biológico entre una criatura y sus<br />
62
padres. Sin embargo, en el caso de los/as niños/as desaparecidos/as, la ma-<br />
yoría de los padres estaban probablemente muertos, y la filiación biológica<br />
sólo podía cumplimentarse por intermedio de abuelos/as y otros miembros<br />
de la familia.<br />
Las Abuelas entonces solicitaron a los científicos la implementación de<br />
un tipo de prueba que acreditara «la abuelidad». Comenzaron en 1981 a<br />
visitar centros de investigación como la Universidad de Upsala en Suecia, el<br />
Hospital de La Piedad en París y el Banco de Sangre de Nueva York, reca-<br />
bando datos sobre la existencia de algún test que a partir de la sangre de los<br />
abuelos, probara la procedencia del niño de una familia en particular (Abue-<br />
las de Plaza de Mayo, 1988).<br />
En 1984 una delegación de Abuelas visitó la sede central de la Asocia-<br />
ción Americana para el Avance de la ciencia y entrevistó a Eric Stover,<br />
miembro del Comité de Libertad y Responsabilidad de dicha organización,<br />
su objetivo era solicitar ayuda para hallar una prueba genética aplicable a la<br />
determinación de la abuelidad. Stover se puso en contacto con Mary Claire<br />
King, una científica de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de<br />
California, quien respondió afirmativamente, un test genético de abuelidad<br />
era posible, ya que se trataba de una extensión del test de paternidad, más<br />
aún se manifestó dispuesta a concurrir a la Argentina para colaborar en la<br />
preparación del test. Una vez en la Argentina, las Abuelas indicaron en qué<br />
hospital podía llevarse a cabo la labor La Doctora King cumplió su cometido<br />
e instruyó al plantel de investigadores del Hospital, muchos de los cuales<br />
tenían parientes o amigos desaparecidos y estaban especialmente sensibiliza-<br />
dos en el tema (Beckwith, 1987, NOVA, 1986, Arditti, 1988).<br />
La prueba de abuelidad comienza con un análisis de la sangre de los<br />
abuelos/as (tíos o tías) y del niño/a en cuestión Observando ciertos «marca-<br />
dores» genéticos, es posible determinar si algunas combinaciones de los mis-<br />
mos fueron heredadas de los/as abuelos/as, o bien si aparecen por azar<br />
Teniendo en cuenta la distribución conocida de los «marcadores» genéticos<br />
en la población argentina es posible probar que una criatura proviene de una<br />
familia determinada, con una precisión de hasta un 99, 95 % (Di Lonardo<br />
1984, Berra 1986)<br />
Es imposible saber cuándo se encontrará hasta el último de los niños<br />
desaparecidos Pasarán años antes que los/as niños/as convertidos/as en ado-<br />
lescentes y luego en adultos empiecen a dudar sobre «la historia oficial»2 con<br />
respecto a su origen. Para entonces abuelos y parientes pueden estar muer-<br />
tos Por ello y a fin de guardar toda la información genética familiar, las<br />
Abuelas trabajaron para la creación de un Banco Nacional de Datos Genéticos<br />
de Parientes de Niños Desaparecidos En Mayo de 1987 fue promulgada una<br />
ley que hizo realidad tan importante aspiración.<br />
Nueve niños han sido identificados por medio del empleo de los «marca-<br />
dores» genéticos desde 1984, en que el primer estudio fue llevado a cabo En<br />
siete casos los tribunales argentinos ordenaron la restitución lisa y llana de los<br />
63
niños a sus familias de origen, en tanto los dos restantes están viviendo aun<br />
con aquellos que los criaron.<br />
2 «La Historia Oficial» 1985 un film de Luis Puenzo, narra la toma de conciencia por parte de<br />
una profesora de historia del colegio secundario Esta mujer casada con un adinerado hombre<br />
de negocios comienza a sospechar que su hija adoptada inmediatamente después del nací<br />
miento podría haber sido robada a una familia de «detenidos-desaparecidos» Hacia el final la<br />
madre adoptiva esta lista para enfrentar la verdad sobre el origen de su hijita y dejar de creer las<br />
mentiras de «las historias oficiales" que le habían contado durante toda su vida Desgraciada<br />
mente esta no es una situación comente Muchas de las familias que criaron a los niños se<br />
niegan a permitir que la verdad se ponga en evidencia y han llegado a huir a otros países con los<br />
niños que reivindican como propios (Ver mas adelante)<br />
Proceso de restitución: Recuperación de la identidad<br />
«No podía crecer abuelita, era como si una mano me estuviera presio-<br />
nando la cabeza» (Dicho por un niño después de ser devuelto a su familia de<br />
origen Abuelas de Plaza de Mayo - Nov. Dic. 1988 Enero 1989).<br />
«Elenita, te estuve buscando tanto tiempo» dijo una abuela a su nieta<br />
nacida en cautiverio en el día de su restitución a la familia de origen. La niña<br />
contestó «Y yo también te estaba esperando, abuela». (Entrevista de Rita<br />
Arditti con Estela de Carlotto en Cambridge, MA, octubre de 1989).<br />
Las Abuelas encaran su trabajo como parte de un proceso de reconstruc-<br />
ción histórica, que consiste en la «recuperación de la identidad» no sólo de los<br />
niños sino del pueblo argentino, un paso fundamental en el restablecimiento de<br />
la democracia, tanto en Argentina como en otros países de Latinoamérica.<br />
La Restitución es un acto «psíquicamente fundacional, basado sobre una<br />
articulación entre la verdad y la justicia cuyo sentido cabal es simplemente<br />
dejar de ser desaparecidos/as» (Abuelas de Plaza de Mayo, 1988). Sin em-<br />
bargo, buscar la verdad y la justicia en un medio donde el secreto y el engaño<br />
han sido la norma dista mucho de ser simple, las complejidades del proceso<br />
de Restitución se ponen de manifiesto en el breve resumen de dos casos<br />
diferentes: el de Mariana Zaffaroni y el de Ximena Vicario, motivo de conti-<br />
nua discusión en Argentina los últimos cinco años.<br />
Mariana Zaffaroni.- Mariana era hija de padres uruguayos refugiados<br />
en Argentina después del golpe militar en Uruguay en 1974. La niña fue<br />
secuestrada con sus padres en 1976 en una operación conjunta de las policías<br />
argentina y uruguaya. En ese entonces Mariana tenía un año y medio.<br />
Después de una búsqueda de años sus abuelas ubicaron a la gente que la<br />
había adoptado ilegalmente: se trataba de otro agente de inteligencia quien<br />
presumiblemente intervino en la desaparición de los padres de Mariana y en<br />
el propio secuestro de la niña. Lo que siguió fue una complicada serie de<br />
investigaciones y pleitos judiciales para restituir a Mariana a sus abuelos. Lo<br />
que a nosotros nos interesa es una serie de cartas que fueron enviadas a los<br />
abuelos por Mariana y/o por la familia con la cual se encontraba. Ello sucede<br />
64
antes de que esta gente raptara a Mariana por segunda vez y desafiando la<br />
orden de la Corte, huyeron de la Argentina.<br />
Las características de la vida de Mariana con los Furcis (sus «padres<br />
adoptivos» o «apropiadores») son reveladas en estas cartas. La niña dice:<br />
«Ustedes cínicamente niegan que yo pertenezca a este hogar, donde (mis<br />
padres) me educan de acuerdo con los preceptos religiosos. Nunca podrán<br />
venir ustedes a neutralizar la influencia de mis padres. Para nosotros, los<br />
católicos de Argentina y del mundo entero, la religión no es el opio de los<br />
pueblos, sino al contrario, es su sostén. Es la fuerza que nos permite luchar<br />
contra gente como ustedes. Cómo deben ustedes odiamos, a mí y a mi<br />
familia! Por supuesto mis padres me educan de acuerdo a todo lo que es<br />
bueno. Me crían como buenos católicos que son»3.<br />
Hubo muchas discusiones acerca de la real autoría de las cartas, unos<br />
sostenían que eran escritas par Mariana y otros por el agente de Inteligencia<br />
con quien vivía. Pero ello es menos importante que la identificación y clarifi-<br />
cación del proceso de «paternidad» que se refleja aquí. Aun cuando la carta<br />
haya sido pergeñada por el apropiador, no hay ninguna duda que la firma de<br />
la niña es auténtica y lo que fue escrito refleja los valores de la familia en<br />
cuyo seno ella está viviendo, las creencias que Mariana y el apropiador sus-<br />
tentan. Irónicamente por convicciones bastante diferentes los padres de la<br />
niña, activistas políticos uruguayos, se vieron obligados a buscar refugio en<br />
Argentina. En otra parte de la carta los apropiadores/Mariana repudian<br />
específicamente la ideología sustentada por los padres de Mariana en su<br />
lucha y por lo que les fuera arrancada despiadadamente la vida.<br />
3 El texto de Las cartas de Mariana aparecen en «Pour ces yeux-la» de Irene Barki, Ediciones<br />
«La Découverte» París, 1988, pp. 182-185. Las traducciones en el original inglés son de las<br />
autoras de este trabajo.<br />
Ximena Vicario.- Ximena Vicario fue secuestrada con su madre en 1977<br />
a los nueve meses de edad. Su padre «desapareció» el mismo día pero en<br />
otra ciudad. La indagación posterior de las Abuelas permitió reconstruir la<br />
historia de Ximena Vicario. Había sido abandonada en las escaleras de un<br />
hospital de niños con una nota en la que se dejaba constancia de su nombre.<br />
Una mujer que trabajaba en el lugar retuvo la niña y la adoptó ilegalmente.<br />
En 1987 por intermedio de la prueba genética se comprobó que la niña<br />
era Ximena Vicario. Los jueces ordenaron la restitución de la niña a su fami-<br />
lia de origen. Los cargos contra la madre «adoptiva» (apropiadora) fueron:<br />
ocultamiento de la verdadera identidad de la criatura y proveer falsa informa-<br />
ción para la adopción. Durante nueve meses Ximena vivió feliz con la abuela<br />
materna, restableciendo los lazos con la familia de origen. A pesar de ello, la<br />
madre «adoptiva» (apropiadora) montó una campaña a través de los medios<br />
de comunicación para recobrar a la niña apelando además a la Corte Supre-<br />
ma. En setiembre de 1989 la Corte emitió un falló según el cual los abuelos<br />
no eran admitidos como parte en las disputas sobre la identidad de un niño.<br />
El representante legal designado para Ximena, recomendó que ésta fuera<br />
65
devuelta a la mujer que ilegalmente se había apropiado de ella. Pero el com-<br />
portamiento impecable de su verdadera familia y el deseo expreso de<br />
Ximena llevaron a los jueces a aceptar que continuara viviendo con su abue-<br />
la. No obstante, se estipularon visitas semanales para la madre «adoptiva»<br />
(apropiadora) quién se dedicó a denigrar constantemente a los padres de la<br />
niña. La situación empeoró a punto tal, que a la apropiadora se le otorgaron<br />
los beneficios de un régimen de visitas garantizadas por control policial, opo-<br />
niéndose así a los deseos manifiestos de la niña. El caso de Ximena Vicario<br />
ha sido tomado por la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas<br />
en Ginebra, Suiza.<br />
Muchos otros casos más demuestran que la «adopción» y reeducación<br />
de estos niños, tenía como objetivo primordial borrar la memoria y toda<br />
posibilidad del más mínimo recuerdo acerca de sus familias de origen. En<br />
nombre de la reorganización y perfeccionamiento de la Argentina, secuestra-<br />
ban niños/as, les cambiaban el nombre y los apartaban para siempre de la<br />
historia familiar. En casos como el de Mariana, la estrategia incluía una re-<br />
construcción de sus experiencias para que el mundo que conocieran y en el<br />
que llegaran a construir su identidad negara expresamente el de su origen.<br />
A posar de un cierto reconocimiento de los crímenes cometidos contra es-<br />
tos niños/as y sus familias, la restitución a la familia de origen está empantanada<br />
en una controversia legal, política, y psicológica. Mas adelante analizaremos<br />
la discusiones que rodearon los procesos de restitución y la respuesta de las<br />
Abuelas en cada oportunidad.<br />
Las leyes de «Punto Final» y «Obediencia Debida»<br />
A despecho del éxito argentino en juzgar y condenar a algunos de los<br />
miembros de las juntas del Proceso por las atrocidades cometidas durante la<br />
dictadura, los seis últimos años transcurrieron plenos de enfrentamientos y<br />
negociaciones ya que los militares persisten en obtener la legitimación de los<br />
crímenes perpetrados entre 1976-1983.<br />
Los compromisos entre los militares y el gobierno en este período refle-<br />
jan, por lo menos en parte, el fracaso del segundo en llevar ante la justicia a<br />
aquéllos más directamente implicados en la desaparición de 30.000 argenti-<br />
nos. Dos leyes la de «Punto Final» y «Obediencia Debida» promulgadas en<br />
1986 y 1987 respectivamente, significan una victoria de los militares y sus<br />
defensores, ya que ellas impidieron efectivamente el juzgamiento de allí en<br />
más de los acusados de delitos atroces y aberrantes.<br />
La Ley de Obediencia Debida reviste un particular interés para las fe-<br />
ministas. La misma consiste en legitimar la llamada actividad anti-subversi-<br />
va y protege a los responsables de la estrategia general del régimen, consis-<br />
tente, en el secuestro, la desaparición, la tortura y el asesinato. La legitima-<br />
ción de tales servicios afirma el poder establecido del Estado, instalando un<br />
mensaje social cuyo significado intrínseco reasegura el patriarcado. Los<br />
maridos que durante la Dictadura habían perdido el control y la posesión de<br />
sus «objetos» es decir, de sus mujeres y sus hijos debían ser desagraviados.<br />
66
Mujeres y niños/as son equiparados a propiedades. Debían castigarse las<br />
acciones consideradas «innecesarias» o «excesivas» por ejemplo: secues-<br />
tro y cambio de identidad de los niños/as, el robo de bienes, y la violación de<br />
mujeres. El patriarcado público quebró un conjunto fundamental de relacio-<br />
nes mientras buscaba reforzarlo. El secuestro de niños/as y la violación de<br />
mujeres, así como el robo de bienes, era una afrenta al tradicional control<br />
masculino en el núcleo familiar y esta falta individual y social debía ser<br />
penada por el padre/estado. Las Abuelas al igual que otros grupos de Dere-<br />
chos Humanos han denunciado estas leyes y el fin de los juicios a los militares.<br />
Debate de los psicólogos sobre los «Verdaderos Padres»<br />
Además de desatar un debate legal, y una pública protesta, los casos de<br />
Mariana Zaffaroni y de Ximena Vicario y de otras criaturas que han sido<br />
identificadas, se ha generado un desacuerdo profesional considerable sobre<br />
cuál sea la mejor «solución», ante lo que se ha conceptualizado como de-<br />
mandas conflictivas de paternidad. En 1984 Lidia Castagno de Vicentini pu-<br />
blicó en un matutino de Rosario, un artículo titulado: «Los verdaderos<br />
padres y los padres psicológicos», en el que analizaba los procesos de restitu-<br />
ción de las Abuelas de Plaza de Mayo. Basada en el examen de la literatura<br />
psicológica y psicoanalítica de la Psicología del ego, se oponía a la devolu-<br />
ción de estos niños/as al seno de sus familias legítimas. La paternidad/mater-<br />
nidad era descripta como un fenómeno cultural y sociológico y no simple-<br />
mente un hecho biológico. Los lazos de sangre de estos/as niños/as con sus<br />
abuelos eran tenidos como insignificantes frente a los casi 10 años que algu-<br />
nos/as de ellos/as habían vivido con familias sustitutas. La restitución de los/<br />
as niños/as a sus abuelos/as sentía como un rezago de biologismo, noción<br />
desactualizada que consagra la primacía de lo biológico. Argüía que investi-<br />
gaciones más recientes ponían el acento en la importancia del medio y la<br />
cultura para la construcción de la identidad del niño.<br />
En una entrevista publicada en 1985 Francoise Doltó sumó otra opinión<br />
a este tema tan complejo4. Basó sus reparos en las experiencias obtenidas de<br />
pequeños/as a quienes trató y que habían sido previamente adoptados/as en<br />
forma ilegal por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Sostenían que<br />
como los niños habían formado parte de sus familias adoptivas por muchos<br />
años, sus vínculos los ligaban a esas familias más que a las biológicas. Termi-<br />
naba diciendo que las abuelas no tenían ningún lazo real con los niños y que<br />
por lo tanto no tenía sentido restituirlos. Los chicos, explicaba, ya habían<br />
experimentado un trauma y una segunda situación similar debía ser evitada.<br />
Habiendo perdido sus padres naturales, ¿por qué ahora se les hacía perder a<br />
los adoptivos? Aunque se sostiene que la Doltó se retractó poco antes de morir,<br />
otros comparten sus puntos de vista cuando apelan a lo del «segundo trauma»<br />
como una razón para oponerse a la restitución.<br />
4 Esta entrevista apareció en el número de agosto de 1985 de Psyché, una publicación de<br />
psicología y psicoanálisis que se editó hasta fines de 1990 en Buenos Aires (Argentina).<br />
67
Manejarse en el tema en cuestión con opiniones apoyadas sólo y exclusi-<br />
vamente en teorías psicológicas tradicionales e intentar resolver así el dilema<br />
es insuficiente, quienes lo hacen fallan al no incorporar la dimensión política<br />
en la restitución. Los que sostienen por ejemplo que la restitución de un niño<br />
a su familia de origen refleja el retomo al biologismo o que se les provoca un<br />
«segundo trauma», divorcian al niño/a de su contexto socio-histórico y<br />
psicologizan un problema social, que existe porque un terrorismo de estado<br />
incontrolado se abatió durante 6 años sobre Argentina. Desde esa perspecti-<br />
va el trauma es definido en términos de relaciones individuales entre los<br />
niños/as y sus cuidadores primarios. Pero lo que este análisis ignora, aunque<br />
no es lo menos importante es el trauma social y político que yace en el centro<br />
de la vida de estos niños: la pérdida de su identidad y de sus historias perso-<br />
nales (Arditti y Lykes 1989) (Lykes y Fariña, 1989).<br />
Los términos de la lucha han sido planteados, una lucha que ha de dirimirse<br />
no sólo en el campo judicial sino también en el político y psicológico. El<br />
debate va más allá de lo específico del caso argentino y revitaliza polémicas<br />
bien conocidas dentro de los círculos científicos, como ser: naturaleza versus<br />
crianza (nature vs. nurture) o aquélla entre situacionalistas y quienes busca-<br />
ban explicaciones para las causas de los fenómenos sociales en procesos<br />
biológicos. El nuevo desafío para las viejas teorizaciones es qué hacer con<br />
estos niños que han sido «codificados» por el terrorífico ejercicio del poder<br />
de parte de una dictadura militar y/o un sistema capitalista de mercado.<br />
Comercio de niños<br />
Que la batalla es tremendamente más compleja lo evidencia un ligero<br />
examen de las estrategias manipuladoras, no tan obvias, que involucra la<br />
codificación de niños. Por ejemplo, un artículo reciente de Página 12 (agosto<br />
de 1989) reveló que 4000 niños argentinos habían sido ilegalmente adopta-<br />
dos, durante el año anterior. Ya en el año 1986 el Dr. José Millo Álvarez en<br />
el Primer Congreso sobre Adopción (Marruecos, 1986) denunció que miles<br />
de niños habían sido sacados del país de manera clandestina.<br />
En el circuito internacional de adopción hay una fuerte demanda de<br />
niños argentinos por razones raciales.<br />
En muchos países de América Central los niños son comprados a muje-<br />
res pobres por la suma irrisoria de 20 dólares y vendidos a personas de<br />
Estados Unidos, Europa e Israel ansiosas por convertirse en padres y pro-<br />
porcionar a los niños/as «una vida mejor». Los interesados llegan a pagar<br />
20.000 dólares, pero gran parte de esta suma va a parar a manos de inter-<br />
mediarios, lo que incluye abogados, asistentes sociales, psicólogos, etc., en-<br />
cargados de los trámites de adopción. Hay una gran demanda y las estrate-<br />
gias para satisfacerla se renuevan. Por ejemplo, Janice Raymond (1989) una<br />
feminista dedicada a problemas éticos en la Universidad de Massachussets<br />
informa sobre un auge evidente de el «Tráfico de Niños» fomentado por<br />
estas adopciones internacionales, lo que viola en forma flagrante los dere-<br />
68
chos humanos de las mujeres y los/as niños/as involucrados/as. Cita el ejem-<br />
plo de Sri Lanka donde se establecieron secretamente «granjas/criaderos de<br />
niños», las mujeres embarazadas son allí verdaderas incubadoras, ya que se<br />
las obliga a acostarse con turistas europeos para que los niños producidos<br />
sean de piel clara, «más apetecibles para las parejas Occidentales, y por lo<br />
tanto de mejor cotización en el mercado».<br />
Inseminación artificial y subrogación<br />
La intensa polémica generada en Estados Unidos sobre las prácticas<br />
tecnológicas que fomentan la procreación, está más allá del alcance de este<br />
artículo. Quizás el caso mejor conocido en los EE.UU. en materia de la mal<br />
llamada «maternidad sustituía» (o «subrogante») es el de Baby M.. Subyace<br />
en el debate concerniente a la maternidad de este niño, la presunción no<br />
explícita de que los niños son objeto de consumo destinados a la compra<br />
venta y que los adultos tienen un derecho incuestionable para ejercer tal<br />
comercio. La demanda del mercado internacional y las definiciones socio-<br />
políticas de lo que es una familia y/o la maternidad-paternidad se conjugan<br />
para crear prácticas que cosifican al niño y producen serios dilemas éticos a<br />
los profesionales de las disciplinas pertinentes. Una entrevistas publicada en<br />
la revista mensual Emmanuelle (Mayo, 1987) con la primera mujer argentina<br />
que alquilara su útero arroja alguna luz sobre el problema (Arditti, 1990).<br />
Se hace llamar «Amelia», tiene 28 años y trabaja en la cocina y limpieza<br />
de un Sanatorio ubicado en un barrio acomodado de Buenos Aires. Uno de<br />
los médicos de la clínica le propuso que alquilara su vientre, a fin de pro-<br />
crear una criatura, con la que haría feliz a una mujer estéril y por lo que<br />
recibiría una importante suma. Aceptó el convenio, fundamentalmente para<br />
resolver sus necesidades económicas más urgentes, pero también, según agre-<br />
ga, para hacer feliz a otra persona. La entrevista detalla el alto costo social y<br />
psicológico que tuvo la experiencia para Amelia y su familia, aunque no se<br />
lamenta ni responsabiliza a nadie por ello. La necesidad económica parece<br />
ser el móvil principal que lleva a procrear un niño por encargo para una<br />
mujer estéril, y esa misma necesidad es la que conduce a no descartar la<br />
posibilidad de repetir ese tipo de contratos Ella ganó 6 000 Australes (U$S<br />
2400) durante todo el año 1986, en 1987 se le ofrecieron 20 000 Australes5<br />
Este ejemplo muestra que las pretendidas soluciones para la infertilidad no<br />
son otra cosa que un servicio para las mujeres de las clases altas y/o del<br />
«primer mundo» a expensas de mujeres en inferioridad de condiciones eco-<br />
nómicas y sociales (ver Arditti, 1987, Aguilar- San Juan 1988)<br />
5 Ver nota al final del traba) o sobre la verosimilitud de estas cifras<br />
Las Abuelas enfrentan la controversia<br />
«No quiero que los que robaron mi pasado sean libres en el futuro»<br />
«Luchemos! No al indulto!»<br />
69
Escrito por un niño restituido a su familia<br />
Abuelas de Plaza de Mayo Julio/Agosto 1989<br />
«El conocimiento de la verdad es la mejor terapia»<br />
Estela de Carlotto<br />
La controversia sobre la restitución y subrogación que es al mismo tiempo<br />
político-legal, ética y psicológica, continúa aún La estrategia desarrollada<br />
por las Abuelas de Plaza de Mayo, proporciona una respuesta concreta a la<br />
situación argentina y señala una dirección interesante para solucionar algunos<br />
de los otros problemas aquí presentados Las Abuelas enfrentan<br />
específicamente la mentira familiar y social que rodea a cada criatura secues-<br />
trada, reuniendo así al niño/a con su historia y allanando el camino a través<br />
del cual puedan reconstruir su identidad, proceso éste intrínsecamente social<br />
Se ha respondido a una situación social y política que violó todas las normas<br />
del comportamiento humano y convirtió a las criaturas en objetos, con un<br />
curso de acción que es requisito indispensable para el desarrollo en estos<br />
niños de la capacidad de ser sujetos sociales Este trabajo apunta a concebir lo<br />
parental como una construcción basada en lo social, lo que redundará en el<br />
interés del niño solamente si la justicia y la verdad forman parte del proceso<br />
Las Abuelas y sus equipos de apoyo han llegado a resultados reveladores<br />
relacionados con el proceso de restitución. Uno de ellos es común para las<br />
víctimas de incesto y sus terapeutas, tanto como para la gente que trabaja en<br />
movimientos para la reforma de la adopción6. Se trata de las consecuencias<br />
que tienen la mentira y el secreto en los pequeños afectados y en la sociedad<br />
toda. Perpetuar una mentira puede per se conducir a innumerables dificulta-<br />
des cuando la verdad finalmente emerja. (Litton, 1988). En definitiva, mu-<br />
chos de los 400 niños/as secuestrados/as descubrirán la verdad sobre su<br />
procedencia y el asesinato de sus padres, sabrán de la existencia de familiares<br />
que hubieran querido tenerlos en su hogar y que contaban con parientes que<br />
los amaban. Más todavía, la experiencia de las Abuelas comprueba que los/<br />
as niños/as recobrados al ponerse en contacto con la información sobre su<br />
origen, en un mercado de afecto y asistencia, no se traumatizan y son perfec-<br />
tamente capaces de integrar el nuevo conocimiento a sus vidas. El proceso<br />
de incorporación de cualquier información nueva y significativa difiere según<br />
la edad y el contexto en el cual se comparte. Las Abuelas y sus equipos<br />
especializados permanecen alerta ante estas realidades. (Abuelas de Plaza de<br />
Mayo, Abril, 1989). El sistema de restitución de los niños/as hallados/as a las<br />
familias de origen no excluye la continuidad de la relación con las familias<br />
que los criaron. El libro de Irene Barki (1989) historia en detalle un caso<br />
como ese (el de Felipe Gatica) en el cual la madre «adoptiva», que no estaba<br />
involucrada en el secuestro del niño, convino en formar parte de una familia<br />
extensa, lo que fue ampliamente beneficioso para el niño.<br />
En el aspecto político las Abuelas continúan organizándose nacional e<br />
internacionalmente. En Agosto de 1988 un comunicado de prensa protestando<br />
por recientes decisiones judiciales afirmaba: «El plan de los jueces es evitar<br />
que nosotras encontremos más niños desaparecidos. Están empeñados en<br />
70
cortar, borrar, cercenar el hilo conductor de la memoria histórica. Los des-<br />
aparecidos vivos, nuestros nietos. Se niega su existencia en cautiverio...<br />
Es el final definitivo para ellos. Pero debe quedar sentado que para el pueblo<br />
esclarecido y para la comunidad internacional que acompaña a las Abuelas<br />
de Plaza de Mayo, la restitución es el único camino válido, reparador. Y éste<br />
es el camino que nosotras continuaremos transitando».<br />
6 Congreso Americano de Adopción, fundado en 1978, es una organización «paraguas» que<br />
reúne adoptados, padres de nacimiento, padres adoptivos, agencias de adopción y profesiona-<br />
les individuales. Promueve la transparencia y honestidad en prácticas de adopción en Estados<br />
Unidos y Canadá. Para mayor información escribir a: AAC, P.O. Box 44090, L'Enfant Plaza<br />
Station, Washington, DC, 20026 - 0040.<br />
El trabajo de las Abuelas golpea en el centro de una temática como la<br />
familia y la paternidad/maternidad, y plantea importantes cuestiones éticas,<br />
no sólo para los argentinos, sino también para los que en Estados Unidos<br />
trabajan en casos de subrogación, o en cuestiones atinentes al derecho en<br />
materia de adopción y aplicación de tecnologías reproductivas. Las Abuelas<br />
y los equipos especializados que las acompañan, sostienen que cuestiones<br />
psicológicas -como por ejemplo la relación padre-hijo- solamente puede<br />
ser comprendida en su plenitud como «construida por» y «construyéndose<br />
desde» el amplio contexto social. Ni la teoría y práctica psicológica adecuada,<br />
ni la solución de arduos dilemas éticos se logrará cabalmente si no responden a,<br />
y están fundados en, nuestra historia social y nuestras vidas colectivas.<br />
Las Abuelas son la vanguardia en el tratamiento de ciertos temas funda-<br />
mentales que todo ser humano enfrenta: ¿Qué es la familia? ¿Cuál es el<br />
status (condición) de los niños? ¿Tenemos el derecho inalienable de conocer<br />
nuestro verdadero origen? Tanto su trabajo en Argentina como su éxito al<br />
lograr la inclusión del «derecho a la propia identidad» como uno de los<br />
artículos en el documento final de la Declaración de los Derechos del Niño<br />
auspiciada por Naciones Unidas responde afirmativamente a la última de las<br />
preguntas. Cómo será este derecho interpretado, es un tema abierto, el cual<br />
tiene considerables implicancias ya se trate de la adopción, de los niños naci-<br />
dos por inseminación artificial, o bien de la subrogación.<br />
Conclusión<br />
El trabajo de las Abuelas en «la recuperación de la identidad» y en el<br />
tratamiento de temas básicos como la individualidad y la familia contribuye<br />
no sólo a reclamar justicia y la vigencia de los derechos humanos en Argentina,<br />
es además un aporte importante a los debates en curso sobre subrogación,<br />
contratos, adopciones y los niños como propiedad. El supermercado<br />
reproductivo, en continua expansión en los países industrializados de Occi-<br />
dente, refuerza el modelo mercantilista de los niños como objetos y de las<br />
mujeres como incubadoras (criadoras).<br />
71
Las permutas y combinaciones que las nuevas opciones reproductivas<br />
permiten, crearán sin duda un nuevo grupo de seres humanos, para quienes<br />
instancias como la del origen e identidad serán de supremo interés.<br />
¿Habrá entonces una organización como la de Abuelas de Plaza de Mayo<br />
trabajando a su favor para desentrañar tales historias e identidades?<br />
Las Abuelas garantizan el derecho de los niños a la verdad, a sus histo-<br />
rias individuales, a sus familias y a su país. La memoria y la identidad se<br />
convierten en la base de la dignidad humana y en una estrategia contra el<br />
peligro de la amnesia colectiva apoderándose de la mente del pueblo. A<br />
medida que levantan el velo de la violencia patriarcal, que intenta secuestrar<br />
seres humanos y convertirlos en propiedad, nosotras entrevemos el día en<br />
que las mujeres no sean más víctimas de despojos y los niños, sus hijos,<br />
convertidos en objetos.<br />
5 Salarios promedio mensual (personal en relación de dependencia que no incluye cargos<br />
jerárquicos).<br />
1986<br />
Enero: 70 australes = U$S 87, 39<br />
Diciembre: 110 australes = U$S 114, 22<br />
1987<br />
Enero: 150 australes = U$S 112, 61 Diciembre: 350 australes = U$S 68, 35. Difícilmente una<br />
persona empleada en la cocina y limpieza de un sanatorio ganara 500 australes mensuales,<br />
(6.000 australes anuales s/fuentes citadas).<br />
En cuanto a la paridad austral/dólar de aquellos años damos el siguiente cuadro:<br />
1986<br />
Enero: 0, 801 australes = 1 U$S. Julio: 1, 008 australes = 1 U$S. Diciembre: 0, 963 australes = 1U$S.<br />
Promedio: 0, 9638 australes = 1 U$S.<br />
1987<br />
Enero: 1, 332 australes = 1 U$S Julio: 1, 977 australes = 1 U$S Diciembre: 5, 120 australes = 1 U$S<br />
Promedio: 2, 4793 australes = 1 U$S<br />
Por lo que vemos en el cuadro de 1986 de acuerdo a la paridad austral/dólar, la mencionada<br />
«Amelia» habría ganado alrededor de 6.230 dólares anuales (A 500 australes mensuales) lo<br />
que también indica que es errónea la cifra dada de 2.400 dólares.<br />
En cuanto a lo que se le pagó por su hijo/a no hay objeción, ya que ése no es un «mercado»<br />
oficial y se rige por reglas muy particulares.<br />
Por todas estas razones las cifras dadas por la población que narra este caso no concuerdan<br />
con los valores en vigencia en ese momento.<br />
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aparecidos») Programa realizado en PBS en 1986. La transcripción de este<br />
programa de una hora de duración tiene un precio de cuatro (4) dólares y<br />
puede solicitarse a NOVA, Box 322, Bostón, MA. El video o un film de 16<br />
mm. se vende en Coronel Film and Video, 108 Wilmont Rd., Deerfield, IL<br />
60015, 1-800-621-2131.<br />
NUNCA MÁS - El Informe de la Comisión National Argentina de la<br />
Desaparición de Personas (1986) New York - Farrar Straus Giroux.<br />
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Sucia»; Ideología, Terrorismo de Estado, y Vejación de los niños en Argenti-<br />
na» Nancy Scheper-Hughes (ed.), Child Survival (pp. 227-246). Holland, D.<br />
Reidel Publishing Company.<br />
(b) Está en este título usado la palabra Stock con el sentido de Almacenaje de mercadería o bien de estirpe o linaje?<br />
por Juan Carlos Voinovich<br />
Abril de 1992<br />
CAPITULO III<br />
Las Abuelas:<br />
entre dioses y ausencias<br />
¿-No sería mejor dejar las cosas donde están?<br />
El comentario sincero, ingenuo, si acaso piadoso, de una mujer a las<br />
Abuelas de Plaza de Mayo, se refería a los niños como «cosa» y a las<br />
familias de militares que presuntamente asesinaron a sus padres como al<br />
lugar «donde están».<br />
¿Cómo responder? ¿Cómo encontrar la buena respuesta? Entre tantas<br />
posibles, ¿cómo evitar la fácil, la obvia? ¿Cómo eludir el fundamento con-<br />
tundente, normativo, el que hace uso del dogma para lidiar contra otras<br />
«verdades monolíticas y completas? ¿Cuál, entonces, la respuesta (interro-<br />
gante, a su vez) que abra a la polémica, a la Confrontación y restituya el<br />
Carácter pertinente -rescate la legitimidad- de la cuestión planteada, en<br />
definitiva la respuesta que nos ayude a explorar lo impensable?<br />
75
Atrapados sin salida, daremos una opinión de izquierda o de derecha,<br />
neutral o comprometida, en todo caso, radicalmente diferente si se hace<br />
desde el Terrorismo de Estado aún no superado del todo, o desde la Demo-<br />
cracia pluralista que no termina por consolidarse.<br />
Discrepar en un régimen totalitario, ya se sabe, no es una empresa ino-<br />
cente: se paga con la desaparición o la muerte.<br />
Se trata, para empezar, por reconocer que algo tenemos que hacer con<br />
el deseo y la ausencia, con el olvido y la memoria. Que tanto el olvido como<br />
la memoria nos son necesarios, y que es preciso saber y recordar para<br />
poder olvidar.<br />
Se trata de pensar sin miedo (o con el miedo, inevitable) en la cuota de<br />
sentido y en la cuota de insensatez que tiene seguir denunciando la ausen-<br />
cia, continuar buscando a esos niños, no cesar en el intento de encontrarlos.<br />
¿Cuánto tiene esa denuncia, esa búsqueda, de repetición traumática que<br />
«sería mejor» interrumpir para «dejar las cosas donde están»? ¿Cuánto de<br />
aventura deseante -la única- capaz de garantizar la apropiación simbó-<br />
lica. Para los psicoanalistas, atrevernos a pensar en estos temas, nos<br />
expone a quedar cautivos en un dilema de hierro. O sostenemos el dog-<br />
ma, la ideología y la creencia que nos define para un lado o para el otro<br />
con igual vehemencia, o apelamos a la tecnología científica que todo lo<br />
blanquea y desactiva.<br />
Es difícil eludir este riesgo, evitar el peligro. Es difícil disponerse a<br />
pensar lo impensable cuando no tenemos antecedentes, la teoría no ayuda,<br />
la sociedad nos invita -nos presiona, diría- a que abandonemos este<br />
tema que «a nadie le interesa, ya»; cuando, además, el propio miedo, el<br />
horror nos amenaza con la fascinación voyeurista o la identificación sufriere<br />
con las víctimas.<br />
Casi nada sabemos -y Dios nos libre y nos guarde de saberlo todo-<br />
pero algo podríamos pensar sobre éste, nuestro patrimonio mortífero.<br />
Ese rasgo de nuestra identidad que se nos impone como destino. Pen-<br />
sar, no como ilustración o como enciclopedismo estéril -como racionalidad<br />
cultural- sino como elaboración simbólica. La que permite y augura que el<br />
espanto no se repita, que se conjure la tragedia.<br />
Se trata, en todo caso, de recordar, para no repetir. Saber, para poder<br />
olvidar o, al menos, para cicatrizar heridas. Trabajo, el de pensar, que permi-<br />
ta innovar en el siniestro destino que tiende a reiterarse, Porque si algo<br />
sabemos -poco, pero algo al fin- es que el hecho traumático que no es<br />
elaborado, simbólicamente resignificado (individual y/o colectivamente, pero<br />
sobre todo colectivamente), se transmite de generación en generación y se<br />
expresa como compulsión a la repetición.<br />
76
La pregunta insiste y se amplia: ¿-No sería mejor dejar las sosas donde<br />
están y no pensar más en eso? Es decir: ¿no sería mejor aceptar el vacío, allí<br />
donde existe la vida y la muerte? ¿No sería mejor dejar de pensar? Dejar de<br />
hurgar en la memoria de un pasado maldito. Suspender la búsqueda de los<br />
hijos de sus hijos. Cesar de quererlos, de desearlos. ¿No sería mejor resig-<br />
narse, aceptar, cómplices, el vacío por el que sus seres queridos se esfuma-<br />
ron como humanos y consolidar así, de una buena vez, una identificación<br />
mortal con el poder de un Estado sin fallas, que desea su muerte -o, mucho<br />
más, su inexistencia pasada, su no inscripción- reeditando el fantasma ori-<br />
ginario que actúa como trauma siderante?<br />
Acaso ése, el de las abuelas, ¿no es un amor ciego? Amor que nunca<br />
existió. Si esas abuelas jamás conocieron a sus nietos. ¿Cómo puede dolerle<br />
la ausencia de lo que nunca tuvieron?<br />
La propuesta: «dejar las cosas donde están», sugiere un pacto, un acuer-<br />
do, una complicidad. Pacto entre las partes: una, acorralada por la ausencia.<br />
Otra, dueña de la vida y la muerte, que les «sugiere» como única salida para<br />
conjurarla hacer suyo el deseo de muerte. O, peor aun, aceptar que sus hijos<br />
nunca existieron como humanos. Acuerdo propuesto para convalidar dejan-<br />
do las cosas donde están», a los dioses en su lugar de poder. Pacto qué<br />
intenta ocultar los crímenes cometidos por los militares o, si acaso, atribuirles<br />
a las víctimas la intención agresiva y violenta que soportan. De ahí que a las<br />
abuelas se les pida -se les implore, casi- cesar en su búsqueda, «dejar las<br />
cosas donde están», no hacer más daño, acabar con el «secuestro de niños».<br />
En definitiva que en el reino del Terror, denunciar la apropiación es cometer-<br />
la, como en ese paradojal juego de «él que lo dice, lo es».<br />
El Terrorismo de Estado, más que Estado autoritario, fue la aplicación del<br />
miedo como método y práctica permanente. En lugar de Leyes Especiales o de<br />
Tribunales Especiales, el Terrorismo de Estado se caracterizó por la aplicación<br />
de una ley corrupta, expresión paradójica que, en sí misma, encierra toda una<br />
contradicción. No se trató, solamente, de la violación de los derechos consa-<br />
grados por la Declaración Universal de las Naciones Unidas en 1948. Lo que<br />
se avasalló en nuestras tierras, fueron aquellos derechos cuyo respeto parecía<br />
definitivamente garantizado a fines del siglo XVIII<br />
El Terrorismo de Estado basó su eficacia en la aniquilación física y en la<br />
destrucción de los cuerpos y de los símbolos. Mataron cuerpos y mataron la<br />
propia muerte. Ocultaron el origen de la vida y la muerte. Los militares que<br />
impusieron el Terrorismo de Estado fueron ascendidos a Dioses. Magos de<br />
la aparición y de la desaparición.<br />
Desaparición de los padres como por arte de magia.<br />
Aparición de los niños como por arte de magia.<br />
Antes que ellos fueran promovidos, no existían madres ni bebés.<br />
77
Ellos los hicieron1. Genitores. Les dieron nombre, los bautizaron, les<br />
pusieron fecha de fabricación y lugar de origen. Se hicieron de hijos esclavos.<br />
Después de ellos no existieron los padres. No es cuestión de entender que sí<br />
estaban y que, supuestamente, fueron asesinados. No es cuestión de enten-<br />
der que sí estaban y que -por alguna razón más o menos convincente-<br />
cedieron esos niños en adopción. La lógica imperante supone que no existie-<br />
ron. Inscriptos negativamente, son crímenes, sin crimen. Fue borrada su<br />
inscripción simbólica, su existencia humana. No hay duelo posible para una<br />
ausencia que así se considere.<br />
Aparición y desaparición. Tarea de magos. Y de dioses2 que ocupan el<br />
lugar vacío de la Ley. La única que garantiza la condición humana.<br />
Otros dioses precedieron a éstos, los nuestros. Dioses que contribuyeron<br />
a cargar sobre nuestros hombros la inscripción histórica del horror. Los colo-<br />
nialistas españoles que desembarcaron en estas tierras inauguraron con el<br />
«descubrimiento» una empresa de exterminio (que por otra parte segura-<br />
mente existió antes de la llegada de los españoles y se evidenció en los<br />
enfrentamientos de las diferentes naciones aborígenes: imperios despóticos).<br />
Ellos, también, fueron magos de la aparición y la desaparición.<br />
1 Desde el punto de vista filosófico, la «creación teológica no es más que una palabra, un nombre<br />
falso para designar lo que en verdad es sencillamente producción, elaboración, fabricación o<br />
construcción La «creación» teológica sigue siempre el modelo del Timeo Dios es un construc-<br />
tor, un artesano que mira los eide, las formas preexistentes, y los utiliza como modelos o<br />
paradigmas para modelar la materia Pero Dios no crea el eidos ni en Platón ni en ninguna<br />
teología racional Dios es el artesano-demiurgo- de las formas «intermediarias», del mundo<br />
y de todo lo que este contiene del timeo, pero no es -y no podría ser- el creador de los<br />
eschata (como diría Aristóteles en la Metafísica}, es decir, -creador de la materia desnuda y de<br />
los eide-formas últimas de los elementos matemáticos del Tuneo Dios no es el creador de lo<br />
«vivo eterno» El Dios del Génesis no lo es tampoco ÉL solo le da forma al tohubohu ya<br />
existente Nuestros dioses -militares- fueron consecuentes con esta concepción teológica<br />
2 Dejando de lado el sentido polémico y hasta peligroso del término patriarcado, esos dioses<br />
-dioses de la aparición y la desaparición- se me hacen dioses patriarcales. Dioses envidio-<br />
sos de la fertilidad femenina que realizan -en su universo psicótico- la fantasía de ser ellos los<br />
que hicieron a esos niños, los que después de «gestarlos» les pusieron nombre, les pusieron<br />
fecha y lugar de nacimiento Les dieron identidad e historia, los bautizaron y -(denegando a<br />
sus verdaderas madres (ya que no aceptan el asesinato sino que reclaman la inexistencia de<br />
esas madres desaparecidas)- después de construirlos ellos mismos, les dieron una «madre».<br />
Los españoles «descubrieron» América contra toda evidencia de las<br />
civilizaciones que ya existían porque -como se sabe- nada existe antes de<br />
haber sido creado por Dios. Así, a esos aborígenes (que ellos llamaban<br />
indios) o los pensaban como seres humanos completos, buenos para ser<br />
bautizados -idénticos a ellos, pero no iguales- o bien se los reconocía<br />
como diferentes, lo que se traducía inmediatamente en inferiores. Buenos<br />
para ser aplastados, subordinados, cuando no aniquilados. Cualquiera, menos<br />
la posibilidad de aceptar la diferencia, esa alteridad que los representantes de<br />
Dios en la tierra no permiten y que la Ley habilita.<br />
Los aborígenes fueron eliminados. Su existencia corporal y simbólica<br />
negada (culturas tan diversas como la de los mapuches, tobas, quechuas,<br />
78
aymaras, shuaras, tetetes, cofames, cayapas, miskitos, mayas entre otros fue-<br />
ron homogeneizadas bajo la categoría de indios). Culturas e historias desapare-<br />
cidas. Sobrevivieron algunos, si acaso, cuando sus trabajos, sacrificios y ofren-<br />
das eran esenciales para el soporte de sus amos en el lugar de los dioses3.<br />
Junto al genocidio de los «indios», debemos a estos dioses, que los de<br />
miles de africanos fueran arrancados de sus tierras, de su cultura, de sus<br />
familias, de sus nombres y de su historia para convertirse en «cosas». Obje-<br />
tos de intercambio que «gestados» en bodegas de barcos se entregaban a la<br />
«nueva vida». Hijos esclavos.<br />
Allí, también, la aparición (de los negros), la desaparición (de los aborí-<br />
genes) que los dioses impusieron desde el poder.<br />
Nuestra identidad nacional, la historia de nuestra cultura se forjó, tam-<br />
bién, con oleadas de inmigrantes. Sobrevivientes y victimarios, generalmen-<br />
te, de otros proyectos genocidas. Todo hace pensar que sabemos muy poco<br />
de su historia (que es la nuestra) por la transmisión oral de nuestros abuelos.<br />
Si acaso anécdotas, mitos que se repiten hasta el cansancio para disimular<br />
silencios, vacíos. Más que relatos callados, se trata de marcas no significables.<br />
Experiencias abrumadoras, excesivas, que se inscriben por lo negativo: hue-<br />
cos. Todo hace pensar que el silencio de los sobrevivientes y de los verdugos<br />
-que se explica por la insalvable dificultad de transmitirles a sus hijos el<br />
lugar activo o pasivo que les tocó en un proyecto de exterminio- se inscri-<br />
bió como hecho traumático. Tanto más eficaz cuanto que su causa fue muda.<br />
¿Cuál es la palabra para designar el horror? ¿Cuál el relato que permita<br />
transmitir eso, insoportable, de haber sido objeto, destinatario elegido, de un<br />
proyecto de destrucción? ¿Cómo hablar desde el lugar de sujetos inhuma-<br />
nos, pensados para ser exterminados y quemados; hechos humo para luego<br />
negar que han existido? Esos dioses -los nazis, por ejemplo- tampoco<br />
toleraban las diferencias y, si bien de manera muy acotada experimentaron<br />
en la conservación de cuerpos de niños judíos, su decisión estratégica fue la<br />
de aniquilar la «raza» toda. Eliminarlos en sus prolongaciones ascendentes y<br />
descendentes para, después, negar que hubieran existido. De ahí la industria<br />
de la desaparición de cuerpos. Esa maquinaria mortífera de los hornos y los<br />
campos de exterminio.<br />
3 Estos dioses que a partir de 1492 aniquilaron a los indios de América y «fabricaron» negros en<br />
los galeones, no toleraban diferencias. Cuando la propia España debió homogeneizarse católi-<br />
ca, a los judíos no se los exterminó. Se los convirtió al catolicismo o se los expulsé por el Edicto<br />
del 31 de marzo de 1492 que, dicho sea de paso, aún no ha sido revocado por la Constitución<br />
del Reino.<br />
Nuestra identidad nacional, la historia de nuestra cultura se forjó con<br />
oleadas de inmigrantes. En su mayoría sobrevivientes y verdugos del holo-<br />
causto, de proyectos genocidas (los judíos, los armenios) o de persecuciones<br />
ligadas a la pobreza y a las guerras (españoles e italianos).<br />
El genocidio de los judíos y los armenios, seguramente, casi nada tiene<br />
que ver con el exterminio de los aborígenes americanos ni con el arranca-<br />
79
miento al que fueron sometidos los negros africanos. Seguramente no se<br />
puede comparar la persecución masiva, la tortura y la desaparición a la que<br />
fue sometida la sociedad argentina desde 1977 hasta 1983 con los horrores<br />
de las guerras convencionales (la del Paraguay, la de las Malvinas para citar<br />
sólo dos que nos «tocaron» de muy cerca) o con los cortes de los inmigrantes<br />
y refugiados, pero, sin embargo, algo tienen en común. Son parte de una<br />
historia traumática, identidad nuestra hecha con marcas letales. Existe un<br />
registro diferente -una particular inscripción en la individualidad psíquica, y<br />
en el imaginario social-para las guerras, el Holocausto, los genocidios, el<br />
Terrorismo de Estado y la amenaza nuclear, pero todas ellas ponen en peli-<br />
gro la supervivencia de la especie y, por lo tanto, comparten una particular<br />
manera de impedir su captura simbólica. Captura simbólica que se suprime<br />
con la propuesta inicial.<br />
«Dejar las cosas donde están» significa, entonces, exponemos a la per-<br />
petuación de la desaparición y la muerte. Seguir ofreciéndole sacrificios a<br />
los dioses para sostenerlos en su lugar de poder. Significa sometemos a la<br />
amenaza de muerte -o de desaparición- haciendo nuestro el deseo de<br />
muerte y de desaparición que nos toma por destinatarios4.<br />
Para las Abuelas «dejar las cosas donde están» significa que ellas mis-<br />
mas deberían aportar a su aniquilamiento Evaporarse Reconocer que nunca<br />
tuvieron hijos Ignorar la verdadera identidad de esos niños, la que pone en<br />
deuda la omnipotencia de sus captores Con la búsqueda que no cesa, y su<br />
inclaudicable reclamo, las Abuelas configuran el destino que se opone al<br />
avasallante despliegue del poder totalitario. Lo que no callan, lo que las abue-<br />
las denuncian con su incorruptible anhelo de encontrarlos es, simplemente, la<br />
existencia de esos niños, de sus nietos. Esos niños existen Lo que las Abue-<br />
las pretenden es poder llamarlos por su nombre Esos niños son la prueba<br />
incontestable del delito cometido Delito que impide nombrar a los niños<br />
Delito que impone nombrar a los culpables<br />
Por el contrario, «dejar las cosas donde están», invita a aceptar el silen-<br />
cio, la insensatez y la muerte La muerte, y la abolición de muerte. Propone,<br />
también, resignarse a la prolongación del Terrorismo de Estado que nuestra<br />
precaria Democracia intenta interrumpir.<br />
4 Seguramente los acontecimientos históricos que con marca de sangre y fuego gestaron nues-<br />
tra identidad no se enhebran racionalmente en una secuencia causal -o casi causal- regida<br />
por leyes que explican nuestro destino. Los intentos de hacer derivar nuestros males actuales<br />
de los antecedentes mortíferos no elaborados, o de profetizar y augurar otros horrores por venir<br />
en función de una pasado que asi parecería imponerlo, ignora que la sociedad instituyente<br />
(no la instituida) es el modo de ser del campo histórico social «Urdimbre inmensamente<br />
compleja de significaciones» (C Castoriadis) que, independiente de la base material, empa-<br />
pan, orientan y dirigen toda la vida de la sociedad En última instancia, creación imprevisible<br />
del imaginario social<br />
Con todo, es lícito pensar que aquellos vientos trajeron estos lodos, que algo hubo en lo<br />
viejo Algo que el quedar pendiente de resolución, preparo -determino, diriamos- lo nuevo<br />
Pero nada se opone a que podamos afirmar que lo antiguo entra en lo nuevo con la significación<br />
que lo nuevo le da. Quiero decir de acuerdo a los esquemas imaginación del presente<br />
Cada sociedad instaura, crea, construye su propio mundo Su propia identidad Lo que<br />
mantiene unida a la sociedad, lo que la sostiene cohesionada, no es otra cosa que el magma de<br />
las significaciones imaginarias, sistema de interpretación del mundo creado por ella Mas que<br />
sistema de interpretación que la sociedad tiene, sistema de interpretación que hace y es la<br />
sociedad Y esa es la razón por la cual la sociedad totalitaria percibe como un peligro mortal<br />
80
todo ataque contra este sistema de interpretación El develamiento de la «verdad» se entiende<br />
como un violencia ejercida contra su identidad Una agresión contra si misma «Mejor, enton-<br />
ces, dejar las cosa donde están»<br />
En otras palabras (y dejando de lado la ontología tradicional) nuestra existencia social es<br />
tanto determinación como significación Aceptar esta propuesta nos llevaría, modestamente, a<br />
renunciar (¿solo parcialmente'?) a las explicaciones históricas tradicionales que intenten dar<br />
cuenta del Terrorismo de Estado que se impuso en nuestro país y la complicidad popular que lo<br />
soporto, para conformarnos con la posibilidad de dilucidar ese «Proceso»<br />
por Marie P. Chevance-Bertin<br />
Junio de 1987<br />
TERCERA PARTE<br />
Apropiación-Restitución<br />
Algunos casos<br />
CAPITULO I<br />
«Memoria para lo impensable.<br />
El caso de los hijos de desaparecidos<br />
argentinos robados por militares o policías»<br />
Mi propósito es dar cuenta desde el punto de vista clínico, de una situa-<br />
ción humana anclada en lo social, lo jurídico y lo político. Aquello de lo que<br />
quiero hablar es, en efecto, de la situación real de los hijos de militantes<br />
argentinos robados por militares o policías directa o indirectamente implica-<br />
dos en la muerte o desaparición de sus padres.<br />
El material sobre el que he trabajado está constituido por los diarios,<br />
revistas, boletines informativos y diferentes trabajos publicados entre 1967<br />
y 1987.<br />
Todas mis fuentes están reunidas en una bibliografía al final de este<br />
artículo,<br />
81
Hablo de los niños robados y no de los adoptados, pues me parece fun-<br />
damental marcar la diferencia. Volveré sobre esto.<br />
¿En qué circunstancias se ha realizado este robo? Ya sea que las madres<br />
estuvieran en los campos de concentración, habiendo sido llevadas encintas el<br />
hijo-tomado a su nacimiento, ya sea que los padres estuvieran secuestrados,<br />
matados en sus casas o en la calle y los niños robados en ese momento.<br />
Tal acción supone un momento histórico y social particular que lo permita.<br />
Esto ha ocurrido en Argentina entre 1976 y 1984, bajo una dictadura<br />
militar. En una sociedad en la que la violencia del Estado es la única legiti-<br />
midad, el robo de un niño puede ser legalizado, de modo fraudulento,<br />
como adopción.<br />
«...a menos de promover la locura la anulación subjetiva (del sujeto) una<br />
exigencia no puede ser eludida: la existencia de un marco de legalidad que<br />
garantice la conservación de la especie, según las leyes intransgredibles de la<br />
diferenciación humana.» (Pierre Legendre.L' inestimable objetde la trans-<br />
misión, Fayard, París 1985.)<br />
He aquí no un marco de legalidad, sino un terrorismo de Estado institu-<br />
yendo el crimen. Autoritarismo y ley se confunden si un Estado, autoridad<br />
que garantiza la vida y la Libertad, es suplantado por un Estado que adminis-<br />
tra la muerte, se pierden las señales (indicadores) que garantizan «la institu-<br />
ción de lo viviente»<br />
Para una mejor comprensión debemos subrayar que no se trata de un<br />
país en guerra sino de un sistema de represión establecido para impedir toda<br />
posibilidad de resistencia y la expresión de cualquier otra forma de pensa-<br />
miento. Las personas desaparecidas (30.000), las personas asesinadas<br />
(2.000), u obligadas al exilio (2.000.000) son opositores políticos, obreros,<br />
sindicalistas, intelectuales, pero también personas ancianas y niños (varios<br />
centenares de niños desaparecidos).<br />
La población argentina ha sido tocada en su conjunto. Esto quiere decir<br />
que en ciertos sectores sociales o geográficos casi todos los miembros de la<br />
comunidad han tenido un miembro de su familia, un amigo o algún conocido<br />
detenido, interrogado, secuestrado, por las fuerzas armadas o de seguridad.<br />
Las operaciones de rapto o de asesinato se hacían en la vía pública, en el<br />
lugar de trabajo o en el domicilio. Los dispositivos implementados eran siem-<br />
pre desproporcionados por la cantidad de hombres y de armas empleadas<br />
que podrían ir, hasta tanques y helicópteros. Las personas interpeladas esta-<br />
ban prácticamente siempre desarmadas y efectuando sus tareas cotidianas.<br />
Se trataba de hacer creer a los testigos que el detenido era peligroso y de<br />
intimidar a la población aterrorizándola.<br />
Las condiciones de reclusión, los métodos de tortura, los campos de<br />
concentración, la degradación física y psíquica de las víctimas, el manejo<br />
82
falso de la realidad, instauraron un proceso de alienación que pesó sobre<br />
toda la población.<br />
La presunción de asesinato de los ciudadanos desaparecidos que el dis-<br />
curso oficial llama delincuentes, produce un efecto de renegación entre la<br />
población. Es corriente entender: si él o ella estuvieron secuestrados «por<br />
algo será». Ese algo podía dar cuenta de una condición particular que permi-<br />
tía pensar que uno no ocuparía el lugar de la víctima. Cuando al cabo de dos<br />
o tres años de dictadura la realidad de los campos de concentración fue<br />
incontestable, otros mecanismos de denegación (Verleugnung) se observa-<br />
ron en su lugar. Como el «eso no existe» no podrá invocarse más, fue<br />
reemplazado por: «cuántos habrá?, 100, 200, 300? Esto no es demasiado gra-<br />
ve, ellos seguramente han hecho algo». La cuestión del número venía a<br />
impedir que se formularan las verdaderas preguntas aunque tales se impusie-<br />
ran, aunque sólo se tratara de una sola persona.<br />
I<br />
La denegación (Verleugnung) de la realidad por parte de la población<br />
fue ampliamente reforzada por los mecanismos «legales» y los discursos<br />
oficiales. Es el análisis de esta violencia institucionalizada el que nos ocupa,<br />
en sus efectos indisociables sobre lo político, lo jurídico, la personas y su<br />
subjetividad.<br />
El niño robado, y legalmente apropiado, no tendrá acceso a su historia.<br />
Su inscripción legal será falsificada, su nombre cambiado igual que su fecha<br />
de nacimiento, su historia le será robada. El vínculo que se establecerá con<br />
sus «padres» asesinos, ladrones, será sobre la base del crimen y de la men-<br />
tira (se utiliza el término de asesino, para remarcar que en este caso no se<br />
trata de una guerra).<br />
Nosotros debemos ver bien la diferencia entre un acto de guerra y una<br />
acción de asesinato: el problema de la ley se ubica en un lugar totalmente<br />
diferente. Cito la frase del ibérico Saint Jean, gobernador de la Provincia de<br />
Buenos Aires en diciembre de 1976 que ilustra esta diferencia.<br />
«Nosotros comenzaremos por matar todos los subversivos, después los<br />
colaboradores, después los simpatizantes, a continuación los indiferentes y<br />
finalmente los tímidos»<br />
También la frase de Luciano Benjamín Menéndez:<br />
«Mientras Videla gobierne, yo mato»<br />
Estas declaraciones de altos funcionarios gubernamentales muestran<br />
que estamos fuera del estado de derecho.<br />
83
Por un lado, la fuerza pública es empleada ilícitamente, y por otra, el<br />
gobierno es cómplice de hechos delictivos dando su consentimiento pasivo a<br />
los actos de grupos parapoliciales y paramilitares.<br />
La detención de personas desaparecidas no está reconocida «El des-<br />
aparecido está sustraído de la protección del derecho. Inocente o no a la<br />
mirada del Derecho Penal, este último no puede castigarlo ni protegerlo.<br />
Frente al hecho de la desaparición de una persona, lógicamente el recurso no<br />
puede ser interpuesto más que por la familia o por un representante legal. Los<br />
recursos interpuestos quedan sin respuesta o reciben una respuesta negativa.<br />
El deber de búsqueda no está asumido por los responsables de la aplicación de<br />
las leyes» (F. Leonoir- «Estudio sobre la detención no reconocida y su rol en la<br />
práctica de las desapariciones forzosas o involuntarias. Documento de trabajo<br />
para la XXXVIII sesión de la O.N.U. 1986, editado por la FI<strong>DE</strong>).<br />
La persona desaparecida es realmente secuestrada, torturada, asesinada.<br />
De esto nada está dicho, nada se sabe, nunca tuvo lugar. Pero esta desapari-<br />
ción anula la personalidad jurídica y permite que los niños de esos «desapa-<br />
recidos» puedan ser fraudulentamente adoptados.<br />
Es en la dirección de esta denegación del derecho que el robo de un niño<br />
pudo ser cometido. El término de «robo» no es neutro. Doy por supuesto<br />
que este niño será un niño objeto, en el sentido que Fierre Legendre lo<br />
entiende, es decir, «hipotecado como objeto de propiedad».<br />
Inventar un sistema donde se puede desaparecer permite al mismo tiempo<br />
hacer «aparecer». Este niño robado aparecerá como hijo de tal militar o de<br />
tal policía al precio de la desaparición de sus padres.<br />
Todo el poder: hago desaparecer, hago aparecer, con el desprecio de la<br />
ley que funda los lazos humanos y asegura la transmisión de la vida.<br />
II<br />
El robo de un niño por el torturador nos hace formular ciertas preguntas,<br />
en cuanto qué lugar este torturador ocupa con respecto al militante asesinado<br />
y a su hijo.<br />
¿No podemos pensar que en esa relación de odio, pero también de ad-<br />
miración reconocida en los testimonios, la puesta en acto del asesinato del<br />
padre? La imagen del padre prestigioso de la horda primitiva estaría repre-<br />
sentada por el militante, el opositor político, torturado, envilecido y asesina-<br />
do. Su niño robado y apropiado, parte de él mismo, cortado de su propia<br />
filiación, sería reintroducido en una nueva filiación, otro grupo, el de los<br />
militares o el de los policías.<br />
Por este acto el militar crea una nueva descendencia, niega sus ascen-<br />
dientes efectuando una ruptura de filiación con ellos. Pero se trata igualmente<br />
de borrar una filiación, se mete mano en la filiación del militante asesinado<br />
84
¿Por qué en efecto, ciertos niños han sido conservados mientras que tantos<br />
otros fueron asesinados?<br />
En los primeros meses del año 1976 en el transcurso de un rapto efec-<br />
tuado en la casa de una pareja, su hijo de 10 años fue llevado, los ojos<br />
vendados, esposado. Testigos de la escena relataron esta frase a propósito<br />
de este joven: «Es mejor que te matemos para que no crezcas». Ningún<br />
miembro de la familia reapareció. Camps declaró: «Personalmente no elimi-<br />
né a ningún niño, lo que hice fue darlos a organismos que le encuentran<br />
nuevos padres, los padres subversivos educan a sus hijos para la subversión;<br />
es lo que hay que impedir».<br />
En este «personalmente» está la confesión de que otros lo hacían. Nume-<br />
rosos testimonios rinden cuenta de los fusilamientos donde los niños, cualquie-<br />
ra fuera su edad, eran matados con sus padres. Ciertos niños fueron confiados<br />
a sus vecinos, abandonados en la calle o ubicados en alguna institución.<br />
Cuando un niño era recuperado se trataba de una estrategia bien precisa:<br />
este niño era desviado de su filiación. ¿En qué medida la relación del militar<br />
al padre y a la madre víctimas no va a ser perpetuada a través de este niño?<br />
La relación se prolonga más allá de la muerte. ¿Qué pasa con la fascinación<br />
del militar hacia su enemigo del cual tan a menudo alaba el coraje a través de<br />
los insultos que le dirige? ¿Qué espera comprender de aquel que ha aniquila-<br />
do a través de la apropiación de su hijo? ¿De qué deseo monstruoso e in-<br />
consciente da cuenta esta apropiación?<br />
Podemos pensar que en un último acto perverso el militar, dando su<br />
nombre a un niño se hace padre y responsable de un genocidio, significándolo<br />
en la carne misma de aquel que quiso exterminar. El mal debe transmitirse<br />
más allá de la muerte del sujeto.<br />
Es efectivamente el problema de la transmisión que se plantea. En esta<br />
filiación desviada ¿cuál será la función paternal?<br />
Piera Aulanguier nos dice a propósito:<br />
«...de su dependencia al hecho cultural, resulta que la función paterna<br />
no puede preservar su función de eje en el registro del sistema de parentes-<br />
co sino tiene asegurada una continuidad...»<br />
Es justamente esta «función de eje en el registro del sistema de parentes-<br />
co» que está borrado aquí, porque la filiación está negada la transmisión está<br />
cortada, está el fantasma de crear otro, un robot humano, el poder de<br />
Frankestein.<br />
La historia del niño-está falsificada, su fecha de nacimiento adulterada,<br />
su lugar de nacimiento inventado, su nombre cambiado.<br />
En la creación de este ser, fundada sobre la ruptura de su propia filia-<br />
ción, y al mismo tiempo de aquella del que se denomina padre, podemos ver<br />
85
el fantasma de un engendro por la cabeza del cual nos habla J. Guyotat<br />
cuando hace alusión a la filiación narcisista que él diferencia de la filiación<br />
instituida. «Este nacimiento por la cabeza representa así la filiación de los<br />
pensamientos y la filiación intelectual y espiritual». Aquí encontramos la<br />
ideología del Gral. Camps.<br />
III<br />
Si sobre el plano de la filiación las cosas se organizan en el nivel de tres<br />
generaciones, el padre del hijo siendo el hijo del padre, el sistema edípico se<br />
pone en su lugar tanto en referencia al hijo como en referencia al padre.<br />
Esta organización funciona bien siempre y cuando la palabra de la madre<br />
vehiculiza el deseo que ella tuvo de ese hijo de tal padre.<br />
En el caso que nos ocupa es interesante notar qué listas de espera esta-<br />
ban abiertas en el campo de concentración de la ESMA (Escuela Mecánica<br />
de la Armada, escuela de la Marina tristemente célebre). Familias de milita-<br />
res de la Marina esperaban que prisioneras encintas parieran para apropiarse<br />
de sus hijos.<br />
¿Por qué estos niños y no cualquier niño de una institución esperando<br />
ser adoptado? La razón invocada es que «sus padres eran inteligentes, cul-<br />
tos, a menudo de la pequeña burguesía o de la burguesía, en cambio los<br />
niños abandonados en la instituciones eran niños de medios desfavorecidos,<br />
cabecitas negras».<br />
Se sabía, durante la espera de este niño, que su madre era torturada,<br />
vivía en condiciones inhumanas, daba a luz esposada y estaba consagrada a<br />
la muerte después de dar a luz.<br />
El deseo de la madre «adoptante» no se articula alrededor del deseo de<br />
la madre de tener un hijo de su marido, pero se articula en el todo poder de<br />
tener un derecho de vida y de muerte sobre esta mujer visita, por lo tanto<br />
sobre su hijo. Aunque se suponga que el marido no le diga nada a su mujer<br />
del origen de este niño (lo que es una suposición muy aleatoria, si se tienen<br />
en cuenta diversos testimonios y la amplitud del dispositivo desplegado para<br />
el fraude de la partida de nacimiento y de la perpetuidad de la mentira) el<br />
precio es enorme, complicidad, silencio, mentira, sujección. Sujección que<br />
dice mucho sobre las relaciones de la pareja de padres adoptantes.<br />
¿Qué será de la palabra de esta «madre» a nivel de la organización del<br />
sistema simbólico, ya que ella no será portadora más que de lo no dicho y del<br />
secreto? Nuestra propuesta muestra cuántos de estos actos fuera de la ley,<br />
asesinato o complicidad de asesinato, robo de niño, subvierte absolutamente<br />
toda institución simbólica no solamente de las costumbres, las reglas, las<br />
leyes y los ritos vigentes, sino también la relación de los seres humanos con<br />
su palabra.<br />
Yo quisiera retomar la palabra «robo» que empleo, y que hace pasar al<br />
niño del lado de los objetos por la negación de su estatuto genealógico. No se<br />
86
puede disociar esto del tratamiento infligido a sus padres, torturados y asesi-<br />
nados. Cuerpo negado de la madre. Cuerpo negado del padre. ¿Qué deman-<br />
da le será dirigida a este niño? ¿A esta cosa? ¿A este objeto? Si hay represión<br />
de la interrogación genealógica, fundamental para obtener la diferenciación<br />
de los individuos en la especie ¿debemos hablar de niño, o debemos hablar<br />
de objeto?<br />
IV<br />
Estas preguntas nos llevan a retomar toda la cadena de actos que han<br />
permitido que este robo se cometa, desaparición, torturas, asesinatos. Todos<br />
los testimonios recogidos acerca de los sobrevivientes dan cuenta del ex-<br />
traordinario sadismo puesto enjuego en estas prácticas. Sadismo sexual (vio-<br />
laciones, jejenes en las partes genitales, introducción de ratas en la vagina o<br />
el ano, bestialidad), sadismo moral (asistir a la tortura de un ser querido,<br />
amenaza a familiares, simulacros de fusilamiento, simulacros de puesta en<br />
libertad), sadismo en la búsqueda del dolor (presencia de médicos para que<br />
el corazón no afloje, sofisticación y refinamiento en la elección de la tortura<br />
física). Hacer el mal por el mal estaba mucho más presente que una técnica<br />
en vista de obtener datos.<br />
¿Podemos suponer que estamos en el registro de la perversión? ¿Qué<br />
podemos interrogar de esta renegación de la realidad y de esta renegación<br />
de la castración? ¿En estos actos no habría una ausencia de represión? Este<br />
niño que no llegamos a ver como tal, ya que su lugar genealógico es tan<br />
difícil de situar, que está condenado a permanecer objeto ya que nacido<br />
muerto-nacido falto de una posición genealógica justa ¿no viene a ocupar un<br />
lugar de objeto fetiche y así, dramáticamente, sellar la unión de los que lo<br />
robaron?<br />
El robo del niño puede tener lugar en el momento de dar a luz en el<br />
campo de concentración. Estamos en el universo sádico, universo cerrado<br />
donde los hombres tienen el poder de sustituirse a Dios y a la naturaleza.<br />
Nuevas leyes están erigidas por nuevos maestros que tienen derecho de<br />
vida o de muerte sobre sus víctimas. Ellos mismos, por este nuevo sistema,<br />
escaparían a la ley que hace que la vida esté obligatoriamente ligada a la<br />
muerte. Reduciendo las víctimas al estado de excrementos el pase se efectúa:<br />
abolición de las diferencias de los sexos y de las generaciones. Nacido en<br />
tales condiciones, nada nos hace pensar que el niño robado es investido de<br />
otra manera por sus «padres adoptivos», más que como objeto deshecho,<br />
pedazo de sus padres.<br />
El robo del niño puede igualmente suceder en el momento del asesinato<br />
de sus padres o de su rapto. Dos momentos de la transgresión de la ley Este<br />
gesto de apropiarse del niño, ¿no viene acaso a tomar lugar en una proble-<br />
mática perversa de desafío?<br />
87
Yo doy muerte, seguro de mi impunidad y lanzo el desafío mas audaz:<br />
hacerme padre de aquel cuyo padre asesiné.<br />
El perverso no desconoce la ley, por contrario la transgresión y el desa-<br />
fío lo reafirman en permanencia sobre su existencia y mantienen su goce de<br />
poder «jugar con». Goce mayor en el robo de niños que no separa en el acto<br />
de falsificación del acta de nacimiento y permite mantener cotidianamente<br />
en todas las relaciones, comenzando por aquella con el niño, una relación<br />
falsa que mantiene la ley a distancia, pero omnipresente y amenazante. La<br />
complicidad perversa está sellada y relanzada perpetuamente por la presen-<br />
cia del niño. Este niño representa la memoria, la reactualización permanente<br />
del acto cometido. Relanza goce, dominio absoluto, asesinato de los padres,<br />
posesión del niño, desafío a la sociedad estafada y fracasada en sus leyes.<br />
V<br />
Para continuar con mi propósito, voy ahora a dar cuenta de la búsqueda,<br />
por parte de las familias, que se hizo paralelamente a estos robos de niños,<br />
La primera asociación que se formó durante la dictadura, es la asocia-<br />
ción de las madres de desaparecidos llamadas «las locas de la Plaza de<br />
Mayo», porque todos los jueves, incansablemente, daban vueltas por la Pla-<br />
za de Mayo para reclamar por sus hijos o parientes desaparecidos. Haciendo<br />
de memoria política del país paralizado por el terror, ellas fueron sometidas a<br />
la persecución, a los raptos, a los asesinatos, su «locura» les hacía desafiar la<br />
máquina infernal imperante y osar no aceptar lo inaceptable.<br />
Poco tiempo después se constituyó «La Asociación de las Abuelas de<br />
Plaza de Mayo» que se pusieron como objetivo reencontrar sus nietos des-<br />
aparecidos, restituirlos a sus familias, y obtener el castigo de los culpables.<br />
Esto supone un apoyo considerable de la población que les da los indicios<br />
que permiten situar a los niños, indicios que a menudo se remontan a diez<br />
años atrás. Su tarea, clandestina y perseguida durante la dictadura es más<br />
holgada hoy día aunque están permanentemente amenazadas, a menudo<br />
agredidas, porque su búsqueda constante y su rechazo al olvido se acomo-<br />
dan mal con la debilidad de la democracia en el país.<br />
Un equipo de especialistas juristas, psicólogos, genetistas las ayuda en<br />
su voluntad inquebrantable de reencontrar los centenares de niños desapa-<br />
recidos. El equipo de genetistas tiene la tarea de probar el parentesco de los<br />
niños reencontrados, por medio de pruebas sanguíneas por el lado de los<br />
abuelos o de los tíos. El equipo médico psicológico interviene en el momento<br />
del proceso de restitución a sus familias. Imaginamos la extrema complica-<br />
ción de esta restitución.<br />
La búsqueda de las abuelas las ha confrontado a diferentes situacio-<br />
nes: ya sea que debieran constatar la muerte de sus nietos, ya sea encon-<br />
trar las familias que educaron y protegieron los niños durante los años de<br />
la dictadura, sabiendo quererlos estaban en peligro (en este caso las fami-<br />
88
lias colaboraron a su reinserción en el medio familiar y organizaron visi-<br />
tas con sus abuelos y la continuación de su educación) ya sea descubrir<br />
que sus nietos estaban en manos de policías o de militares que no querían<br />
devolverlos.<br />
Dos situaciones se presentaron entonces: los usurpadores estuvieron pre-<br />
sionados por la ley para restituir a los niños o bien ellos se fugaron con los<br />
niños y están ahora expuestos a los mandatos internacionales. Estas huidas<br />
han sido posibles gracias a la complicidad de los jueces que permanecen<br />
desde la destitución de la dictadura.<br />
Tanto el robo de estos niños tiene lugar en una cadena patológica, que<br />
parece perpetuarse hasta el infinito (es el mal más allá de la muerte), cuanto<br />
el difícil desafío de las Abuelas de Plaza de Mayo debe situarse del lado de<br />
la vida, de la búsqueda de la verdad y de la asunción de la realidad. Lo que<br />
aparece de golpe es el rechazo de la abolición de las generaciones. Es la<br />
exigencia del restablecimiento de los lugares en la filiación. Los abuelos, los<br />
padres, los hijos, no es más que la misma cosa. Y las Abuelas lo signan con<br />
una reivindicación muy precisa: la aparición de los cuerpos. «Si nuestros<br />
hijos y nuestros nietos fueron matados ¿dónde están sus tumbas? ¿Y si no,<br />
donde están?<br />
Y es justamente esta pregunta que es insoportable, porque al no aceptar<br />
la «desaparición» ellas invocan el delito y entonces designan a los culpables.<br />
La búsqueda por los padres, de sus hijos asesinados, es un intento de<br />
reconstituir lo simbólico-social teniendo en cuenta a los sujetos.<br />
Pienso que es esencial tener en cuenta el valor simbólico de la<br />
«desadopción» de los niños que fueron educados por militares o policías. Es<br />
esta importancia simbólica la que hace necesario un equipo especializado<br />
para llevar mejor el difícil proceso de restitución.<br />
El equipo médico-psicológico asiste a los magistrados encargados de<br />
estos casos, porque la palabra dirigida por el juez en el momento en que se<br />
le dice al niño que va a vivir con sus abuelos, es fundadora de una identidad.<br />
Quisiera dar un ejemplo que ilustre mi propósito.<br />
Se trata del caso de Paula..., raptada y secuestrada en 1978, a la<br />
edad de 23 meses. Sus padres fueron «violentamente llevados» de-<br />
lante de ella. Un policía que participó del rapto se la apropió. Fue<br />
inscripta, falsamente, como hija propia. En 1983, Paula fue localiza-<br />
da, en el 84, gracias a las pruebas genéticas, le fue confiada la guarda<br />
a su abuela. La restitución fue extremadamente difícil a causa de la<br />
resistencia de los «padres» que intentaron huir con la niña.<br />
El juez encargado de la restitución se dirigió en estos términos a<br />
Paula. Soy Juez, no puedo mentir, sino no podría ejercer este traba-<br />
jo; tu nombre es Paula. Estos son tus abuelos, ahora tú puedes vivir<br />
89
con ellos. La niña se dirigió a la habitación donde la esperaban los<br />
abuelos que ella ya había encontrado, acompañada por un psicólogo.<br />
Cuando ella llegó a su casa, la reconoció e inmediatamente se<br />
sentó cerca de la ventana, donde ella acostumbraba esperar a sus<br />
padres para verlos llegar. La pareja que la había secuestrado durante<br />
8 años, había obtenido un régimen de visitas, a la espera de su juicio.<br />
La única pregunta que formuló en el primer encuentro fue: «¿dónde<br />
están mis padres?». La pareja nunca más volvió.<br />
El lazo que se establece con los niños apropiados en estas condicio-<br />
nes tiene como base el secreto no develado. En este caso, vemos que la<br />
clínica no puede ser desvinculada del derecho. La reinscripción de Paula<br />
en un orden genealógico y de filiación no se puede hacer sin la interven-<br />
ción de la ley. Lo jurídico, en el decir de la verdad, esta retomado por lo<br />
psicológico.<br />
Podemos decir que la búsqueda de las Abuelas está lejos de ser una<br />
búsqueda «puramente afectivas (que sería suficiente) pero va más allá en la<br />
«institución de lo vivo». No hay pases mágicos que confunden las genera-<br />
ciones, los muertos y los vivos sino la restitución de los lugares que corres-<br />
ponden a los muertos y a los nacimientos.<br />
En esa aceptación de lo vivo que es mortal, que las abuelas han conce-<br />
bido el proyecto de un Banco de Datos Genéticos, que dará la posibilidad,<br />
después de su muerte, a todo niño o adulto que lo desee, de encontrar el<br />
secreto de sus orígenes (hubo casos de adolescentes que se presentaron en<br />
la oficina de investigaciones, que tenían dudas sobre sus orígenes: eran hijos<br />
de desaparecidos. Por el contrario, padres que habiendo adoptado niños en<br />
instituciones y que temían que no hubieran sido voluntariamente abandona-<br />
dos, pudieron verificar que no eran hijos de desaparecidos.<br />
Nos sentimos impactados, ya que se trata de asociaciones de madres y<br />
de abuelas. Esto no quiere decir que los hombres no estén involucrados y no<br />
compartan el mismo dolor; pero en la simbólica social, son las mujeres quie-<br />
nes reclaman sus hijos.<br />
Desde el lado de lo sensible, desde el lado del cuerpo.<br />
El proyecto del Banco de datos genéticos inscribe esta reivindicación en<br />
el futuro, en una transmisión. Se puede pensar que la transmisión de lo<br />
simbólico salva de la locura, lo que, por supuesto, no escamotea el dolor.<br />
Estas mujeres no renuncian a su dolor y no ceden al olvido, luchando a<br />
riesgo de su propia vida para garantizar el orden de lo viviente.<br />
Lo que se nota en la lectura de todas las publicaciones y de los testimo-<br />
nios avalados por las Abuelas de Plaza de Mayo, es la inmensa desespera-<br />
ción por la incertidumbre acerca de la suerte corrida por sus hijos o nietos, la<br />
90
impotencia de sus largos años de búsqueda y la impunidad casi total de los<br />
criminales.<br />
Cuando a fin de la dictadura numerosos cadáveres fueron descubiertos,<br />
científicos hicieron el análisis de las osamentas encontradas en las tumbas o<br />
en las fosas comunes para tratar de identificarlos. Estos indicios permiten<br />
pensar que en tales lugares y pudiendo tratarse de sus hijos, las madres<br />
podían estar presentes el día de la exhumación. Me referiré a dos casos:<br />
Roberto Lanuscú (5 años), Bárbara Lanuscú (6 años) y Matilde<br />
Lanuscú (6 meses) y sus padres fueron desaparecidos el 4/9/76. Sus<br />
sepulturas fueron localizadas el 20/1/84. Había una tumba con las<br />
ropas de Matilde para simular su muerte, con el fin de que no se la<br />
busque. Una encuesta a los vecinos estableció que la familia fue asesi-<br />
nada en su casa y el bebé llevado por un militar que participó en la<br />
masacre. Otra abuela pudo encontrar la tumba de su hija y hacer<br />
exhumar el cuerpo. La joven estaba encinta de 7 meses en el momen-<br />
to del rapto. El examen de los huesos pudo determinar que la joven<br />
había dado a luz. La noticia le fue anunciada así: «La felicito señora,<br />
Ud. es abuela»<br />
Estas citas pueden parecemos de gran crueldad. Sin embargo, para estas<br />
mujeres que deben admitir después de largos años de búsqueda sin respues-<br />
ta, que sus hijos están muertos, saber al mismo tiempo que sus nietos no<br />
fueron asesinados, mantiene una luz de esperanza, un posible reencuentro,<br />
más allá del tiempo, más allá del horror. Una abuela me decía: «Cuando una<br />
de entre nosotras tuvo la felicidad de encontrar a su nieto, Ud. no se imagina<br />
lo importante que es para él saber que nosotros nunca renunciamos a buscarlo,<br />
que nunca lo abandonamos». La situación totalmente inédita a la que fueron<br />
confrontadas estas madres y estas abuelas las pusieron en la obligación de<br />
«inventar». Inventar caminos extremadamente largos y complicados para<br />
llegar hasta estos niños, inventar los medios de una restitución que respeten y<br />
preserven a sus nietos. Se rodearon de especialistas que se reconocieron en<br />
un primer tiempo tan desprovistos como ellas, teniendo que hacer frente a<br />
una situación para la cual su experiencia no les aportaba ningún modelo.<br />
Hoy, los años de experiencia les permiten afirmar ciertas cosas. Cito las<br />
palabras de María Isabel de Mariani, Presidente de la Asociación Abuelas de<br />
Plaza de Mayo, pronunciadas en un congreso sobre la restitución en 1985:<br />
«Hay una confusión en algunos, inducida algunas veces por pro-<br />
fesionales sin experiencia delante de un drama tan inédito como in-<br />
creíble. Se recurre a respuestas fáciles y a soluciones cómodas. Consi-<br />
deramos que estas opiniones se deben a que no se tiene en cuenta que<br />
se trata de niños desaparecidos por razones políticas y que hay exis-<br />
tencia de delitos»<br />
La Sra. de Mariani insiste sobre la violencia del acto de apropiación, la<br />
mentira, la perversión del lazo que se establece sobre la base del secreto, y<br />
considera a la restitución, efectuada con todas las garantías psicológicas,<br />
91
sociales y jurídicas, como un retomo a la vida, insistiendo sobre el riesgo<br />
psíquico al que están expuestos estos niños en el marco de su secuestro.<br />
Este problema de la restitución me parece que va más allá de la proble-<br />
mática individual y que se une a la problemática social y humana, en eso que<br />
funda a la humanidad, ¿qué futuro se reservaría una sociedad que aceptara<br />
que 30.000 de sus ciudadanos y que centenares de sus niños desaparecie-<br />
ron? ¿La no elaboración de esta situación podría garantizar la repetición? ¿Si<br />
el horror es tácitamente admitido, no se permite la locura y la anulación<br />
subjetiva?<br />
VI<br />
(El ítem VI de este trabajo reproduce la entrevista a la Dra. Doltó publicada en Psyché reprodu-<br />
cida en el Cap. IV de la Primera Parte de esta edición.)<br />
VII<br />
Desde 1984, la democracia reina en la Argentina. Denuncias hechas,<br />
especiales millares de testimonios oídos, comisiones formadas a este efecto.<br />
Pruebas investigadas, pruebas encontradas, desaparecidos de los cuales<br />
no se sabía nunca nada, cadáveres desenterrados, niños encontrados.<br />
Procesos que comenzaron, algunos que terminaron. Ciertos juicios pro-<br />
nunciados, ciertas condenas aplicadas, sobre todo a los jefes de las tres<br />
juntas sucesivas.<br />
Los jueces ahora, son en su mayoría, los mismos que en la dictadura, la<br />
lentitud de la justicia, caricaturesca, aquellos que se atreven a denunciar,<br />
amenazados.<br />
En este marco de «legalidad» que debe reacomodarse después de un<br />
«ruido de botas» que no terminó aún, numerosos militares y policías acusa-<br />
dos de robo de niños prefirieron la huida. Algunos localizados en Paraguay,<br />
otros desaparecieron.<br />
El problema que se planteó estos últimos años es el castigo de los culpa-<br />
bles. No narraré aquí las peripecias de la justicia, no hablaré más que de la<br />
fase final, la promulgación de la «Ley de Obediencia Debida» que blanquea<br />
a los cuerpos armados, las fuerzas de seguridad, el personal policial y peni-<br />
tenciario, de todas las acusaciones de violación, de asesinato, tortura y robo.<br />
Sólo algunos generales fueron reconocidos culpables. La impunidad que<br />
garantiza esta ley es llamativa, porque permite que por el mismo proceso que<br />
se podía hacer desaparecer a unos y aparecer a otros, lo hace con la desapa-<br />
rición del delito.<br />
92
La invocación de la obediencia debida, en este caso, niega el estado de<br />
derecho y divide a los ciudadanos en dos categorías, aquellos que tendrían<br />
que responder por sus crímenes y los otros.<br />
Por la promulgación de esta ley, la democracia legitima los actos que la<br />
dictadura cometió. Estos actos no son más los sucesos aberrantes de un<br />
período excepcional, fuera de la ley, sino actos no delictuosos, relevados en<br />
un orden jerárquico.<br />
El artículo nro. 5 de esta ley estipula una excepción con respecto a los<br />
niños: «La presente ley, no anula las acciones penales en el caso de los delitos<br />
de sustitución de estado civil de sustracción y ocultamiento de menores»<br />
¿Por qué este artículo? Las Abuelas respondieron denunciando «El ca-<br />
rácter de singular privilegio donde nos ubica este cambio atroz: un nieto<br />
contra dos hijos este cambio es tan repudiable como el acto en sí mismo del<br />
secuestro de cada uno de los 30.000 desaparecidos. Los niños incluidos»<br />
¿Podemos entender este artículo, como la expresión de un resto de dig-<br />
nidad que rehusa aniquilarse en esta ley perversa? ¿Cómo el retomo de lo<br />
incontenible, la última prueba de que muchas cosas han pasado en estos<br />
últimos años, simbólicamente inscripto dejando un indicio a través de las<br />
palabras?<br />
Delitos de sustitución de estado civil, de sustracción, de ocultamiento,<br />
significantes muy próximos al delito de desaparición que sin embargo no<br />
nombra.<br />
Hay que ver en la promulgación de esta ley otra cosa más que el hecho<br />
de ceder a un chantaje de las fuerzas armadas. Los civiles tampoco quisie-<br />
ron ver a sus fuerzas armadas corrompidas, cobardes y criminales en el<br />
banquillo de los acusados.<br />
Es mejor reconocer la obediencia debida que denunciar el desmorona-<br />
miento moral de unas fuerzas armadas en derrota y empañar esa imagen de<br />
amor, de camaradería, de fuerza articulada con la obediencia debida. Si no<br />
se hubiera invocado la obediencia debida, hubiéramos tenido que reconocer<br />
que durante la dictadura, cada uno actuaba por su cuenta, se organizaba en<br />
bandas, montaba su campo de detención clandestino, saqueaba las casas,<br />
violaba mujeres, aterrorizaba a la población. Estábamos entonces en el cri-<br />
men institucionalizado, legitimado por las altas autoridades militares. Saber-<br />
se cubierto para sus crímenes, no era obedecer. Es lo que pasó en Argentina.<br />
Estamos confrontados con lo impensable, lo que no puede visualizarse.<br />
Los desaparecidos serían una forma sofisticada de este impensable, no es-<br />
tán en ningún lugar, el duelo es imposible, porque la clínica nos enseña que<br />
hacer el duelo de un pariente desaparecido nos confronta con la responsabi-<br />
lidad de declararlo muerto, mientras que los desaparecidos, hasta prueba de<br />
lo contrario, están con vida. Abolición del tiempo, abolición del espacio,<br />
abolición del otro. Borrar la filiación, borrar los rastros.<br />
93
De donde se infiere la obligación de memorizar, la necesidad de rehacer<br />
la memorias, de reinscribir lo que tuvo lugar, de rehacer el camino al revés,<br />
de volver a dar al tiempo su significado, de no someterse al tiempo suspendido,<br />
De permitir la recirculación del deseo, interrumpida en la trama mortífe-<br />
ra de la renegación.<br />
Probablemente las Mujeres de la Plaza de Mayo comprendieron que<br />
aceptando esta delegación loca por parte del Estado (buscar ellas mismas<br />
sus hijos) se apoderarían de la única posibilidad de ocupar su lugar de sujeto<br />
en la historia.<br />
Fuentes<br />
Argentina proceso al genocidio. Comisión argentina por los derechos<br />
humanos, Elias Querejeta Ediciones, Madrid, 1977.<br />
Articles de journaux argentins (Periodista, Clarín, La Nación, Ra-<br />
zón), 1976/ 1987.<br />
Botín de Guerra, Julio E. Nosiglia, Buenos Aires, 1985.<br />
Bulletins, Informaciones-Asociation, «Abuelas de Plaza de Mayo», Bue-<br />
nos Aires, Argentina 1984/1987.<br />
Colloque de París sur la politique de disparition forcée de personnes,<br />
janvier-février 1981,» Le refus de Itoubli», Berger-Levrault.<br />
Communiqués: Abuelas de Plaza de Mayo, 1984/1987.<br />
Études sur la détention non reconnue et son role dans la pratique des<br />
disparitions forcees ou involontaires, Fabienne Lenoir expert aupres de la<br />
Federation internationale des droits de 1'hommes, París, 1986.<br />
Jounal: Le Monde, Science et Médecine, p. 15, 01/07/1987<br />
Rapports de la commission d' Enrquéte Nationale argentine (CONA<strong>DE</strong>P)<br />
Buenos Aires, 1985.<br />
Rapports de la Commission Europdenne des droits de l'homme, 1985.<br />
Rapports de la Comisión de familiares de desaparecidos y detenidos<br />
por razones políticas, 1984/1987.<br />
Rapports de la commission Inter Américaine des droits de l'homme,1985.<br />
Rapports des missions d'enquete des organisations non<br />
gouvernementales «1984/1985.<br />
94
Rapports du centre d'etudes legales et sociales (C.E.L.S.) 1984/1987.<br />
Rapports du Groupe de travail de la commission des droits de 1'homme<br />
sur les disparitions forcées ou involontaires (O.N.U.), Geneve, 1986.<br />
Rapports du Movimiento Solidario de Salud Mental, 1984/1987.<br />
Rapports du Seminario Internacional sobre consecuencias de la repre-<br />
sión en el cono sur, sus efectos médicos, psicológicos y sociales, Montevi-<br />
deo, Uruguay, 19-23 mai 1986.<br />
Revue Psyché, Buenos Aires, Argentina, Nro. 1-3, octubre 1986.<br />
Table ronde: Niños desaparecidos: su restitución, 24 octobre 1985.<br />
Textes de Loi argentins. no 23049, 1987, n°23492, 1987.<br />
por Laura J. de Conte<br />
Abril de 1992<br />
CAPÍTULO II<br />
La restitución<br />
una respuesta identificante<br />
Las Abuelas de Plaza de Mayo, sus hijos y los hijos de sus hijos tres<br />
generaciones víctimas de la más atroz de las violencias, la del terror de<br />
Estado. Hoy sabemos que si no se da cuenta de este horror siniestro, sus<br />
efectos inscriptos en el psiquismo actúan también sobre la descendencia,<br />
involucrando a las generaciones siguientes. Violencia que instrumentó el<br />
aberrante intento de aniquilamiento de las personas y de las relaciones de<br />
parentesco que las une.<br />
Un Estado criminalmente conducido dispone el destino final de la ma-<br />
dre, a quien despoja de su hijo y de su vida y, en un mismo acto dispone la<br />
entrega del niño como cosa, enajenando su identidad. Es ese mismo Estado,<br />
«dueño absoluto», el que lo otorga como propiedad privada mediante una<br />
adopción. Por lo tanto, todas las adopciones de niños desaparecidos-apro-<br />
piados que se discuten son fraudulentas, todas las que ustedes conocen,<br />
TODAS, todas se asientan sobre el asesinato de los padres desaparecidos y<br />
95
el robo del niño a sus familiares. Poder encamado en el torturador, en la<br />
enfermera, en el médico. Nadie a quien recurrir o apelar. Violencia<br />
desestructurante pensada para inducir a las víctimas (abuelos, hijos, nie-<br />
tos, familias) a ocupar una posición que paraliza y enloquece: sentirse la<br />
causa de la violencia padecida. (Esto es válido tanto para los adultos<br />
como para los niños.)<br />
Restituir, en el sentido común del diccionario, sin connotaciones<br />
psicoanalíticas, en el sentido común de las abuelas... devolver a su lugar...<br />
Ésta fue la significación de las abuelas, en relación al objetivo de su búsque-<br />
da y a su compromiso existencial.<br />
Restituir: devolver los niños a sus abuelas, a sus familias, más que eso,<br />
devolverle a los niños sus abuelas, sus familias y todos sus derechos, cen-<br />
trando así, más precisamente, la restitución y sus fundamentos en los niños.<br />
Y, por otro lado, devolver la causa de la violencia al lugar que la produjo,<br />
violencia del genocidio militar, o sea, de la realidad extema, masiva, gol-<br />
peando sobre los cuerpos y el aparato psíquico.<br />
La institución de las Abuelas se convirtió, sin proponérselo, en espacio<br />
terapéutico, porque significó, para los nietos y sus familias, poder pensar la<br />
violencia sufrida, poder ubicar su causalidad en los victimarios, no en las<br />
víctimas y desalojar esa causalidad del espacio subjetivo.<br />
Las Abuelas buscan vida. «Restituir a la vida», dicen. Afirmación de<br />
la vida contra toda esperanza. Muchas veces pensábamos: tienen la pu-<br />
janza de las mujeres embarazadas y, sobre todo, esa capacidad de cuida-<br />
do, de maternaje, de transformar la angustia de muerte en historia y<br />
proyectos de vida.<br />
La casa de las Abuelas como nido ecológico, como ámbito natural. De<br />
allí partíamos, con la institución como sostén y contención de las dolorosas<br />
situaciones que nos convocaban. Hay fundamentados motivos conceptuales,<br />
técnicos y también históricos y políticos para que el abordaje de la restitución<br />
fuera institucional. Quiero referirme a uno de los criterios que da especial<br />
sentido a la perspectiva institucional y socio-familiar de nuestro trabajo: con-<br />
siderar que estos chicos en primer lugar son víctimas sociales y que su trau-<br />
ma psíquico es el resultado de la incidencia de la catástrofe social en la<br />
subjetividad. Son trágico testimonio del entretejado de la historia colectiva y<br />
la historia individual.<br />
Tomamos las palabras de Alicia Stolkiner refiriéndose a la represión y<br />
los niños para subrayar nuestro enfoque: «Estos niños portan de modo dra-<br />
mático la respuesta de cómo se articula lo social con lo subjetivo. No son<br />
casos especiales sino actores de situaciones extremas. No son portadores<br />
de una patología especial o de un síndrome definido, son sujetos particular-<br />
mente vulnerables atravesados por los determinantes de un momento histó-<br />
rico donde se escenificó el conflicto más profundo de una sociedad.»<br />
96
Desde el equipo de abuelas dijimos: «La restitución de los niños como<br />
reparación posible, social y familiar, constituye una ética que se sustenta en<br />
la verdad y en la justicia, en el derecho a la vida en dignidad y libertad. Es en<br />
la intersección de esta ética con la salud, entendida como salud social, que se<br />
da la posibilidad del develamiento de la verdad, de la recuperación del pensa-<br />
miento, la palabra y la memoria social, del conocimiento de la historia y de la<br />
-construcción de la justicia».<br />
Desde nuestra experiencia podemos dar cuenta que la prolongación de<br />
la situación de apropiación en que se encuentran cientos de niños, ya ado-<br />
lescentes, no restituidos aún, es causa de alto riesgo psíquico individual,<br />
familiar y social. El tiempo agudiza la gravedad de la problemática, ya que<br />
para todo niño y adolescente es condición de salud y de equilibrio integral<br />
entrar en un orden de legalidad, fundamento del psiquismo y del ser social;<br />
no tener prohibido el acceso a la verdad de su origen y de su historia, poder<br />
insertarse en su cadena generacional; poder integrar su verdadera identidad.<br />
El abordaje de la restitución fue un trabajo interdisciplinario. No se trató<br />
de la determinación aislada de criterios teóricos o técnicos, sino de<br />
instrumentar las estrategias y los pasos de mayor eficacia para el reencuentro<br />
de los niños y sus familias, abuelas. Realizábamos un constante trabajo co-<br />
ordinado para conocer el estado de las causas, fundamentar psicológica-<br />
mente la restitución en los escritos jurídicos, preparar las metodologías ade-<br />
cuadas a cada situación de restitución y acompañar a los familiares, cuando<br />
podíamos, en el desarrollo de las pruebas genéticas.<br />
Los psicólogos y psicoanalistas miembros del equipo integramos el tra-<br />
bajo clínico con el trabajo institucional. Para el equipo fue una preocupación<br />
constante; y un aprendizaje, evitar psicologizar la problemática. El acento<br />
estaba puesto en una respuesta integradora.<br />
Sin embargo, la ineludible especificidad del quehacer psicológico nos<br />
hizo repensar aspectos conceptuales y prácticos para lo que contamos con<br />
el aporte de profesionales de mucha experiencia.<br />
Iniciábamos el trabajo específico de preparación a la posible restitución,<br />
en el momento de la localización del niño o niña, integrando las redes mater-<br />
na y paterna lo más ampliamente posible. La tarea era de información, in-<br />
tercambio, contención y elaboración, centrándonos en la comunicación fa-<br />
miliar y reconstruyendo el sentido de la historia personal, familiar y social,<br />
desde lo que cada uno vivió y cómo lo vivió.<br />
Si bien todas las situaciones eran diferentes, las unificaba la experiencia<br />
del horror del acontecimiento sufrido. En todas, la desaparición y el secuestro<br />
habían dejado huecos que eran el núcleo de la problemática a elaborar. Po-<br />
ner palabras a loa hechos traumáticos posibilitaba también poder pensar la<br />
situación familiar del presente y la futura, imaginar la presencia concreta de<br />
la niña o niño en la familia. A partir de una intensa dinámica vincular, las dos<br />
familias (esto variaba, podían ser tres, podía ser una) definían en conjunto el<br />
lugar y las mejores condiciones para el recibimiento.<br />
97
Pienso importante hacer una referencia a las diversas situaciones con<br />
los apropiadores según sus características y comportamiento y a nuestra<br />
posición respecto a los mismos.<br />
Llamamos apropiadores a quienes mediante adopciones o inscripciones<br />
fraudulentas, mienten acerca de la filiación de los niños, negándoles su iden-<br />
tidad, haciendo necesaria la intervención de la justicia, sean represores o no.<br />
Obviamente, nunca nos planteamos tratar a los represores apropiadores<br />
en vías a preparar la situación de restitución (ni siquiera en algún caso, ante<br />
la sugerencia o propuesta del juez y en sede judicial). Pensamos que, de<br />
hecho, es imposible. En esto disentíamos radicalmente con los operadores<br />
del Patronato de Justicia. Las largas intervenciones que hicieron en este<br />
sentido, mostraron que sólo conseguían prolongar las situaciones de captura<br />
de los niños, potenciando el riesgo límite en que se encontraban. En todos<br />
los casos en que realizaron dichas intervenciones, se rigidizó aún más la<br />
conducta perversa del apropiador.<br />
Si bien cada situación guardaba su peculiaridad, frente a la restitución,<br />
los represores-apropiadores actuaban desde su modalidad perversa básica-<br />
mente de dos maneras: o negociaban al niño (el tiempo variaba), es decir,<br />
«soltaban su presa» a cambio de quedar en libertad, o bien, agudizaban la<br />
renegación, aferrándose al niño como valuarte. Que el victimario se impon-<br />
ga como figura identificatoria, muestra el extremo de su patología sádica.<br />
Como tan bien lo expresa Marie Pascale Chevance Bertin, la presencia del<br />
niño para el secuestrador, perpetúa y relanza su goce y dominio absoluto, su<br />
renegación de la castración y la completud que le otorga el niño, como obje-<br />
to fetiche.<br />
En cuanto a los apropiadores no represores, reconocieran o no el origen<br />
del niño, en todos los casos actuaban con una tenaz resistencia a restituirlos,<br />
lo que corresponde a lo que Ulloa señala como la necesidad de tapar una<br />
realidad cruel y dolorosa, tapar la esterilidad, la soledad, la complicidad,<br />
operando el niño como verdadero tapón de la falta. Y siguiendo con el pen-<br />
samiento de Femando Ulloa, el vínculo que establece el apropiador es el<br />
apoderamiento adicto, «su resistencia a entregar los niños no tiene nada de<br />
epopeya de amor, se enmascara dentro del amor, es un amor adicto».<br />
Dadas estas características y modalidades (la adicción como dominancia<br />
estructural y los rígidos rasgos de carácter, cuando no la fuerza de la des-<br />
mentida), nuestra posibilidad de intervención en la etapa previa a la restitu-<br />
ción fue una vía muerta, aun en los casos en que contamos con tiempo para<br />
hacerla. Sin duda, también podemos criticamos no haber sabido crear, en<br />
todos los casos, la posibilidad de ese tiempo previo de trabajo.<br />
Quisiera avanzar ahora con el momento y las circunstancias de la recu-<br />
peración de la verdad y referirme a la metodología de la restitución.<br />
Antes querría mencionar que, ante la proximidad de las decisiones judi-<br />
ciales, la fundamentación más efectiva y de mayor incidencia en el criterio de<br />
98
los jueces era el diagnóstico y el pronóstico de alto riesgo de la situación de<br />
apropiación y, en consecuencia, el carácter de urgencia que tenía el acto<br />
restitutivo. Una vez que la Justicia conocía esta situación se encontraba<br />
frente a la necesidad de decidir. Definíamos a dicha situación como prolon-<br />
gación del secuestro y de constante desidentificación y agresión sobre el<br />
aparato psíquico en desarrollo. La apropiación no puede incluir ningún pro-<br />
yecto sano. El niño tiene registro de algo horrible e inquietante y padece el<br />
haber sido colocado en la situación de ser otro.<br />
Alertábamos a los jueces sobre la responsabilidad de mantener juntos a<br />
los victimarios y la víctima y la necesidad de sacar a los niños del andamiaje<br />
de mentira y vínculos perversos que perpetúa una situación de captura y de<br />
enajenación de su deseo.<br />
Sobre este punto del deseo el criterio de los jueces tomaba otros rum-<br />
bos: no se trataba del deseo sino de la voluntad del niño y si era conveniente<br />
o no consultarlo. Para nosotros el niño no debe ser colocado frente a la<br />
responsabilidad de elegir, puesto que desde su lugar de captura no tiene<br />
posibilidad de elegir.<br />
La metodología se adecuaba a las circunstancias y singularidades de<br />
cada caso. Se diseñaba una estrategia en diferentes pasos que comenzaba<br />
con un diagnóstico situacional a partir de datos tales como si los apropiadores<br />
eran represores o no, si quedarían detenidos o no, si había habido un secuestro<br />
o no, cuál había sido la situación de cautiverio, si el niño/niña conocía o no la<br />
situación y en qué grado y con qué contenido, etc. Esto permitiría poder<br />
recomendar una estrategia precisa pero no rígida (por ej. la forma de la<br />
separación) teniendo en cuenta la mayor cantidad de variables posible.<br />
Pienso que sería útil describir contenidos concretos de los criterios que pro-<br />
pusimos para el primer acto de restitución. Por ejemplo los referidos al juez:<br />
1. La necesidad de que el juez explicara al niño la vigencia de la ley.<br />
Hacerle comprender con sencillez lo que simboliza la figura del juez, la idea<br />
de justicia y la verdad.<br />
2. La necesidad del establecimiento de un vínculo confiable entre el niño<br />
y el juez y facilitarle al niño que pueda expresarse con toda libertad.<br />
3. La explicitación de las posibles palabras, forma y momento del<br />
develamiento de la verdad.<br />
Respecto a los criterios referidos al niño:<br />
1. En el caso de la detención de los apropiadores, que la restitución se<br />
realice de forma totalmente independiente, el niño no debe presenciar el<br />
acto del arresto de sus guardadores ilegítimos.<br />
99
2. Que en esta separación se opere como en una situación de duelo<br />
súbito, con un corte radical con los apropiadores, donde el juez y los adultos<br />
asuman la prohibición de lo que hace daño frente al niño.<br />
3. Que el niño esté contenido en su nueva situación, pudiéndose contar<br />
con la presencia de personas conocidas que le inspiren afecto y confianza,<br />
por ej. la maestra.<br />
4. Que el niño reciba la información de la verdad histórica y del carácter<br />
del vínculo con sus apropiadores directamente por boca del juez, en el ámbi-<br />
to del juzgado y con el apoyo del terapeuta designado por la abuela.<br />
5. Que sea también el juez quien anuncie a la abuela legitimando expre-<br />
samente su vínculo.<br />
6. Que los apropiadores queden detenidos, a disposición del juez, para el<br />
caso en que fuera necesaria su intervención a criterio de los peritos tera-<br />
peutas de Abuelas.<br />
7. Que no haya despliegue de fuerzas de seguridad ni de uniformados<br />
en los traslados, ni en contacto con la niña en sede judicial.<br />
Esta metodología abrió un camino y me tomada por los jueces, a pesar<br />
de sus peritos oficiales, para ser adecuada a otras situaciones de restitución.<br />
Voy a leer el relato de una restitución que escribí en aquel momento.<br />
«Llegamos a Tribunales temprano en la mañana, se nos invitó a ocupar<br />
el despacho contiguo al del Juez, desde allí, el equipo coordinó las estrate-<br />
gias a seguir, acompañando paso a paso el desarrollo de los hechos. Re-<br />
cuerdo ese despacho como lugar de reflexión en el cual la asistente social y<br />
el licenciado del Patronato, alteradamente, comunicaban y aportaban los<br />
datos de cómo transcurría la información, el ánimo y las actitudes de la niña.<br />
Recuerdo que, desde allí, apoyamos al Juez en el cómo y el qué decirle.<br />
Hablamos de la importancia que tenía que fuese legitimada, a través de su<br />
palabra, la verdadera identidad de la niña y el vínculo con la abuela. Vimos<br />
juntos la conveniencia de que explicara a la niña que por ser él Juez debía<br />
protegerla y decirle la verdad. Que tenía cosas importantes para que ella<br />
pudiera ser ella: que los apropiadores no eran sus padres; que ella vivió con<br />
sus verdaderos papá y mamá hasta tal edad, hasta que fueron llevados de la<br />
casa en que vivían con ella y fueron separados de ella y que, desde enton-<br />
ces, no se había vuelo a saber de ellos. También incluimos como dato a darle<br />
que ella era chiquita cuando pasó todo esto pero que siempre quiso que la<br />
llamaran por su nombre, y la conveniencia de que él presentara a la abuela<br />
como «la mamá de su mamita» ya que la palabra «abuela» había sido usada<br />
amenazadoramente por los apropiadores, unida a «una vieja que roba chi-<br />
cos»; que la niña pudiera saber que desde que sus padres y ella desapare-<br />
cieron, su abuela los estuvo buscando sin descansar un solo día, buscándolos<br />
por todas partes.<br />
100
Sabíamos que la niña había llegado al Tribunal con los apropiadores y un<br />
hermano de él. Alrededor de las 9 y 30 a.m. se produjo la separación, en la<br />
que no hubo una despedida explícita. El Juez se quedó comunicando a los<br />
apropiadores que iba a actuar el cambio de guarda, mientras la niña, acom-<br />
pañada por quien se decía su «tío», era atendida por el personal del patrona-<br />
to. Los juegos en los que fue interesándose, permitieron que un rato des-<br />
pués, se retirara el tío.<br />
Inmediatamente durante sus juegos, representa la historia de dos casas,<br />
dos muñecas, dos nombres. A medida que transcurre la mañana y en rela-<br />
ción a lo que iba mostrando en sus juegos va elaborando y procesando la<br />
separación de horas antes.<br />
Hacia el mediodía el Juez habló con la niña y le explicó con ternura y<br />
firmeza el cambio de guarda y los motivos por los cuales ésta se hacía. (El<br />
Psicólogo del Equipo de abuelas designado para la niña, presente allí, da<br />
testimonio en su informe al Juez).<br />
Las reacciones puestas de manifiesto por la niña durante ese día, fueron<br />
las esperables frente a esta situación de crisis: en el despacho de la Cámara,<br />
la niña lloró, gritó, pataleó, se negó a comer y esto fue percibido en su<br />
profundo dramatismo por todos los participantes en el acto, resultando audi-<br />
ble para nosotros y para quienes estaban en los despachos contiguos. Todo<br />
esto comenzó a cambiar de signo a partir del re-encuentro con la verdad,<br />
con la legitimidad y con su historia.<br />
Después de haber sido informada «se pudo observar un alivio de la<br />
tensión interna de la niña, un aumento de confianza que le permitió entre-<br />
dormirse aproximadamente media hora, cobijada por uno de los miembros<br />
del equipo de la Cámara».<br />
«En sus manifestaciones espontáneas, la niña expresó: «Ellos no me<br />
robaron», lo que fue rotando al interrogativo: «pero ellos no me robaron,<br />
no?», lo cual estaría marcando el comienzo de la aceptación de una realidad<br />
altamente dolorosa contenida en su experiencia». (Del informe del terapeuta<br />
de Abuelas).<br />
Los abuelos, también en dependencias de la Cámara, estaban a la espe-<br />
ra del llamado del Juez para el re-encuentro con su nieta. Su espera iba a<br />
ser larga. Recién hacia media tarde el Juez anticipó a la niña su encuentro<br />
con su abuela invitando a la abuela primero y luego a su esposo, a pasar a su<br />
despacho. Según el informe del Patronato, en un primer momento, la niña<br />
marcó oposición y distanciamiento con la abuela. Frente al respeto, la segu-<br />
ridad y el aplomo que la abuela mantuvo frente a la nieta, ésta fue aceptan-<br />
do su presencia.<br />
La entrada de la abuela despertó en la niña todos los acondicionamientos<br />
de terror que había recibido de los apropiadores. La niña repite lo que de-<br />
cían éstos acerca de la abuela en términos de una «señora vieja, mala, que<br />
los está buscando para hacerles daño».<br />
101
El terapeuta de Abuelas relata que «esto duró hasta que la abuela, en su<br />
primera intervención, con cálida serenidad, pronuncia el sobrenombre del<br />
papá de la niña, con el que ella lo llamaba. Fue como si ese nombre propio<br />
del infante que aún no domina el lenguaje para llamar a su papá, comenzara<br />
a resonar en ella y, simultáneamente, se empezara a derrumbar el discurso<br />
de los apropiadores».<br />
«Después de unos instantes de silencio, la niña acepta mirar las fotogra-<br />
fías provistas por la abuela y, con mayor o menor dificultad, con mayor o<br />
menor aceptación, con ayuda de un espejo, comienza a reconocerse en las<br />
mismas». (Mirándose al espejo le pregunta a la Asistente Social, el color de<br />
los ojos de su madre).<br />
Frente a la indecisión sobre el momento del traslado de la niña a su casa,<br />
el Equipo de Abuelas evaluó la conveniencia de que no se siguiera prolon-<br />
gando más la estadía en Tribunales para que se pudiera volver a la luz del día<br />
y dada la evolución favorable de la niña. Finalmente, el Juez resolvió que<br />
había llegado el momento de hacer el corte.<br />
Es imborrable para mí la imagen del Juez caminando con la niña de la<br />
mano por los pasillos de Tribunales y bajando las escalinatas hasta el auto.<br />
Iba con ellos también la Asistente Social del Patronato, la seguían los abue-<br />
los y todos nosotros. La niña había aceptado marcharse. El Juez hablaba<br />
con ella acerca de un «Billiken» que él mismo le llevaría a su casa al día<br />
siguiente. (El Juez cumplió con su promesa, pero se volvió con la revista<br />
porque la niña ya no la reclamó.)<br />
Desde el instante de la llegada a su casa, sus actitudes corporales y<br />
sus gestos se transformaron, sus movimientos se volvieron familiares den-<br />
tro de su casa. Fue a su cuarto y «sabía» que era el suyo. Decididamente<br />
dijo: «Éste es mi cuarto». En la mesa elige espontáneamente el lugar en<br />
que lo hacía su madre. Su abuela le dice que había elegido el lugar de su<br />
mamá en la mesa.<br />
Recuerdo que comió muy poco, que miraba largamente el retrato de su<br />
madre que colgaba en la pared junto con el de sus tíos.<br />
Daba muestras de mucho sueño y le propuse ir a la cama. Espontánea-<br />
mente se levantó, se acercó muy confiadamente, me dio la mano y fuimos a<br />
su cuarto. El cuarto le gustó mucho. Comentó la diferencia de disposición<br />
de los muebles con el otro cuarto. En un primer momento quiso cambiarlos<br />
de lugar, pero cuando yo me disponía a hacerlo, me dijo que no, que así<br />
estaba bien. Se puso el pijama con mucha confianza, me pidió que la arropa-<br />
ra y comenzó a preguntarme si yo conocía a su mamá, si la mamá tenía<br />
algún otro nombre, si conocía a su papá, si sabía en qué trabajaba. Yo le<br />
contestaba lo que sabía, pero buscando la participación de la abuela, dicién-<br />
dole que era ella quien sabía esas cosas. Que seguramente las dos sabían<br />
cosas que a la otra le gustaría conocer. La llamábamos a la abuela, que venía<br />
al cuarto y contestaba con mucha precisión y muchos detalles. Así se fue<br />
durmiendo entre respuesta y respuesta.<br />
102
Durmió muy tranquilamente. No se despertó durante toda la noche que<br />
pasé junto a ella.<br />
El abuelo, a la madrugada, la oyó y la acompañó al baño.<br />
Al despertar, a la mañana siguiente, buscó para sentarse las rodillas del<br />
abuelo, como lo hacía habitualmente en sus primeros meses. Sin duda re-<br />
cuperaba allí largos momentos de afecto.<br />
La abuela, con asombro, reconoce la misma pirueta que hacía, y que<br />
repite ahora cada vez, al bajar el escalón del baño. Días después descubre<br />
en un libro sus garabatos y dice: «Estos mamarrachitos los hice yo?».<br />
El ánimo de los adultos era sereno y confiado. El abuelo bromeaba di-<br />
ciendo que la nieta lo iba a preferir más que a nadie. La abuela respetaba el<br />
tiempo de la niña que todavía se mostraba prevenida con ella. Era notable<br />
cómo la abuela, esperándola, ya la contenía.<br />
Acá terminó el acto de la restitución, pero la restitución es un largo<br />
proceso y son los niños los que se restituyen a sí mismos. La niña dejó de<br />
llamar mamá y papá a los apropiadores desde entonces, y «mamá y papá»<br />
quedaron reservados, también desde entonces, para los padres. Unos meses<br />
después, comentando las vicisitudes del procedimiento legal que quería<br />
obligarla a inscribir a su nieta con el nombre de los apropiadores en el<br />
colegio, la abuela le dice a la niña: «Si me obligan a ponerte otro nombre,<br />
buscamos una maestra y rendís libre mientras está encaminada la filiación.<br />
Vos qué pensás?».<br />
La abuela me transmite toda la fuerza de la respuesta de la niña: «Si<br />
pasa eso, busca la maestra».<br />
Luego la nieta pregunta:» ¿Qué es la filiación?».<br />
La abuela: «La confirmación de que alguien es hijo de tal y tal persona».<br />
La nieta: «Yo ya sé de quién soy hija». Y luego pregunta: «¿Quién se<br />
ocupa de hacer la filiación?».<br />
La abuela: «En tu caso en el juzgado civil y se ocupan las abogadas».<br />
«¿Y lo están haciendo?».<br />
«Sí».<br />
«¿Y entonces, Abu, para cuándo?».<br />
Nuestros niños son sobrevivientes, han resistido a la desidentificación y al<br />
desconocimiento de su propio fundamento, de todo lo propio, han resistido en<br />
sus cuerpos y vidas incipientes. Pienso que el reconocimiento y el reencuentro<br />
que opera la restitución simboliza una expectativa unida al cuerpo muy primiti-<br />
103
va, constitutiva. La restitución es una vivencia de renacimiento, decíamos, con<br />
todo el dolor del parto, pero también con la calidad y el amor del alumbramien-<br />
to. A los chicos se los ve y percibe en estado de conmoción expectante. La<br />
restitución es una respuesta identificante que realza en el niño un movimiento<br />
de redescubrimiento también expectante. «Ya sabían», decíamos nosotros,<br />
«parecen detectives», decían las abuelas, «encontré», decían los chicos.<br />
Los niños en sus juegos elaborativos representan situaciones de «en-<br />
cuentro» de personas, de cosas, de lugares y también de percepciones.<br />
Repiten «encontré», «ya encontré», «acá está», «acá lo tenía» y también<br />
ocultan las cosas para descubrirlas y hasta se esconden para ser buscados<br />
y encontrados.<br />
No hay derrumbe ni demolición de su mundo interno, lo que observamos<br />
en la práctica es el desmoronamiento de las figuras identificatorias fraudu-<br />
lentas de sus apropiadores. (Como reflexionamos desde el equipo de Abue-<br />
las frente a Doltó).<br />
El niño deja una carga muy pesada de mentira desidentificante que so-<br />
brelleva en el trabajo de construcción de su identidad. Emprende esta re-<br />
construcción a una velocidad que asombra, desde un proceso activo de re-<br />
apropiación (valga la palabra), «¿éstas son mis fotos?», «¿éstos son mis<br />
mamarrachitos?», «mi tía», «las cosas de mi mamá», «de mi papá», «son<br />
para mí».<br />
Más que de una afirmación de propiedad se trata del proceso de inte-<br />
gración de la subjetividad: la reapropiación de la historia y de la memoria,<br />
pero también, y fundamentalmente, de su lugar en lo cotidiano. De su lugar<br />
en el deseo de los padres pero, también, en la mesa y en el barrio.<br />
La identidad de una persona no está dada por la sumatoria de hechos<br />
acontecidos, ni es juntando los pedazos de una historia fragmentada que se<br />
logra la unidad de una historia identificatoria. La historia de nuestros niños es<br />
la historia de las fracturas que provocó el horror en el psiquismo. El trauma<br />
de la desaparición de sus padres, de su propia desaparición y secuestro. Para<br />
construir una identidad integrada el niño tendrá que «encontrar, simbolizar el<br />
horror padecido, es decir, transformarlo en sentido, en ideas, en creatividad<br />
y en valores propios. En un espacio terapéutico o no, pero, sin duda, la<br />
experiencia demuestra, como decíamos en Abuelas, que el «rápido cambio<br />
en los niños se produce cuando su familia llena el vacío da la historia que,<br />
como agujero, inscribieron en cada uno de ellos».<br />
Es así que vemos a los niños al poco tiempo incluirse en una realidad<br />
más amplia. A partir de conocer la existencia de otras situaciones como la<br />
suya, desde su propia experiencia también desean participar en la restitu-<br />
ción de otros niños. Desde Abuelas decíamos:... «La restitución es poder<br />
historizarse, saber el yo acerca del yo, poder reinscribir su historia de amor.<br />
Es hacer propio su lugar intransferible de transmisor en la cadena<br />
generacional». ...Los abuelos ... sus hijos... y los hijos de sus hijos...<br />
104
por Alicia Lo Giúdice*<br />
Noviembre de 1992<br />
CAPITULO III<br />
La Cajita.<br />
Subjetividad y Traumatismo<br />
Si la realidad nos sedujera tanto como para ocuparnos entera-<br />
mente de ella, no sabríamos responder a ciertas preguntas.<br />
Si la realidad no nos sedujera lo suficiente como para ocupar-<br />
nos enteramente de ella, no tendríamos oportunidad de formularla.<br />
Así vamos, desde las palabras a la realidad que vivimos y desde<br />
lo que Pensamos a las palabras.<br />
Sergio Chejfec. Lenta Biografía.<br />
El encuentro que hoy nos reúne convoca a reflexionar la niñez, me pro-<br />
pongo entonces interrogar aquella a la que podríamos llamar «niñez silencia-<br />
da» por hechos sociales traumáticos que vivimos hace unos años en el país.<br />
Me refiero a la violación de derechos humanos a la que, durante la dictadura<br />
militar de los años 76 al 83, estuvimos expuestos, ya que el terrorismo de<br />
estado implantó un método de persecución política inédito que produjo la<br />
«desaparición forzada de personas» llevada a cabo por grupos específicos en<br />
que estaban involucrados todos los sectores del poder.<br />
La «desaparición forzada de personas» puede considerarse como ver-<br />
dadera catástrofe social que instala el horror de lo siniestro como modo de<br />
vida, y que produce daño psíquico no sólo a los afectados directos, sino a la<br />
sociedad misma pues el sistema legal social deja de tener vigencia y produce<br />
una ruptura del contrato narcisista que lo sostiene.<br />
* Este trabajo fue leído en el «1er Encuentro Psicoanalítico InterdisciplinarioPensar/an/ñez"<br />
realizado en Buenos Aires, durante el mes de noviembre de 1992.<br />
Una niña de 23 meses de edad es secuestrada junto a sus padres en el<br />
mes de mayo de 1978, en un país limítrofe en el que vivían desde hacía un<br />
tiempo.<br />
105
La abuela materna inicia la búsqueda de la nieta y sus papás, sin saber<br />
muy bien qué había pasado. Se une a Abuelas de Plaza de Mayo y siguen<br />
años de incertidumbre y de lucha por conocer su paradero, hasta que en el<br />
año 80 «Clamor», entidad brasileña dedicada a la defensa de los Derechos<br />
Humanos, entrega a Abuelas de Plaza de Mayo una foto con una denuncia<br />
acerca de una niña que suponían hija de desaparecidos, pero que figuraba<br />
como hija propia de un funcionario de la policía y con nombre falso, salvo el<br />
primer nombre, que según testimonios, la niña con su negativa a responder a<br />
otro, logra retener.<br />
A pesar de mudanzas y pérdidas de pistas por fin pudo ser localizada tras<br />
minucioso seguimiento de huellas que otros creían haber borrado para siem-<br />
pre. Era el año 80 la abuela la ve sin poder darse a conocer, relata «cuando la<br />
vi llegar a la casa donde vivía (con sus apropiadores) y la vi de espaldas, con<br />
sus piernas regordetas y sus rulos de siempre, la vi de espaldas pero la reco-<br />
nocí tenía cuatro años».<br />
Comenzó un camino árido para reconstruir su historia y buscar pruebas<br />
para el reclamo judicial.<br />
Pero aún debieron esperar la asunción del gobierno constitucional para<br />
que ofrecieran garantías a la niña, porque el temor era que los apropiadores,<br />
conociendo el reclamo intentaran salir del país.<br />
La abuela pensaba que con la denuncia del secuestro y con las prue-<br />
bas que contaba, como la partida de nacimiento, la niña podría volver<br />
con su familia de origen pero se encuentra que tenía documentación falsa<br />
que la acreditaba como hija legítima del apropiador y con la edad cambia-<br />
da, en lugar de figurar con su edad cronológica real aparecía con dos<br />
años menos es decir que había sido inscripta como recién nacida en el<br />
año del secuestro.<br />
Comienza una larga lucha judicial para demostrar su verdadera identi-<br />
dad. Se piden a la justicia todos los análisis posibles de identificación: radio-<br />
grafías, fotos y análisis genético, de histocompatibilidad sanguínea de donde<br />
surge la confirmación de su identidad, con un índice de inclusión en la fami-<br />
lia que la buscaba del 99, 80%.<br />
Aun así la resolución no fue otorgada, la niña sigue ignorando la situa-<br />
ción, pero los apropiadores le advierten que una señora loca se hacía pasar<br />
por su abuela y la quería robar.<br />
La familia decide apelar a otras instancias legales ante la negativa del<br />
Juez interviniente en la causa, de innovar. A fines del año 1984 la Cámara<br />
de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal decide la restitución y<br />
el Dr. Andrés D'Alessio, quien la presidía, se hace cargo de la entrega de la<br />
menor a su familia legítima en el Palacio de Justicia, informándole que se iba<br />
a ir con la mamá de su mamá, y porqué.<br />
106
Su primera reacción fue llantos y gritos, se le explicó quiénes eran ante<br />
su enojo y desconfianza. Se le muestran fotos de cuando era chiquita con<br />
los padres teniéndola en brazos, su descreimiento sigue porque dice que<br />
esas fotos eran nuevas, la abuela le explica que son nuevas porque fueron<br />
recientemente ampliadas de unas viejas que estaban esperándola en su casa.<br />
Observando una de las últimas fotos de la época en que vivía con sus<br />
padres, comenta que era bastante parecida a una que había en la casa en<br />
que vivía.<br />
La abuela piensa que debía ser una foto que le habrían tomado después<br />
del secuestro. La nena miraba las fotos y por momentos lloraba, entonces la<br />
abuela menciona el nombre con el que llamaba a su papá, que era una<br />
deformación del mismo que por su corta edad no podía pronunciar bien, la<br />
niña empieza a llorar a los gritos, luego se queda dormida.<br />
Sale de Tribunales de la mano del Dr. D'Alessio y parte hacia su casa.<br />
Con su familia, en la misma examina fotos, parece reconocer lugares a los<br />
que se acerca sin pedir ayuda, es la casa en que tantas veces estuvo con sus<br />
padres cuando era chiquita. Esa noche duerme tranquila.<br />
La lucha judicial ahora reaparece ante el pedido de visitas de los<br />
apropiadores a los que la familia se opone porque se pudo probar que el<br />
apropiador perteneció a las fuerzas de seguridad, formando parte de una<br />
repartición en donde funcionó un centro clandestino de detención.<br />
La justicia, a pesar de la negativa de la niña, la obliga a una entrevis-<br />
ta, en donde le plantea a los apropiadores porque le mintieron y donde<br />
están sus padres. Ellos continúan diciendo que son los padres sanguí-<br />
neos. (Cabe aclarar que siempre se negaron a exámenes para probar di-<br />
cha consanguinidad).<br />
Con posterioridad la Cámara Federal, aceptando el daño psíquico a que<br />
se la exponía, no vuelve a otorgar visitas. Los apropiadores son condenados<br />
a cumplir cárcel, no eximible para el hombre, pero ambas penas nunca fue-<br />
ron ejecutadas, quedando en suspenso.<br />
A pesar de la restitución, recién en marzo de 1988 se le entregan los<br />
documentos con su nombre y apellidos legítimos.<br />
Una niña es secuestrada, desaparece con sus padres. En un mismo acto<br />
de apropiación la hacen desaparecer de un linaje y sistema de parentesco<br />
para hacerla aparecer, pero perteneciente a otro, le cambian los años, el<br />
apellido, simulan un parto, falsifican partida de nacimiento, pero ella logra<br />
retener su nombre.<br />
Se la somete a una situación en donde lo familiar se vuelve extraño y lo<br />
extraño familiar, que nos recuerda lo trabajado por Freud en Lo Siniestro.<br />
107
Se la fuerza a borrar toda huella de su origen, despojándola de sus pa-<br />
dres. Se la obliga a cortar con su historia, su pasado, los ideales familiares,<br />
con sus referencias témporo-espaciales, con un proyecto identificatorio.<br />
En el acto de apropiación es violentamente incluida en un sistema de<br />
parentesco a través de una filiación narcisista que desconoce y reniega de la<br />
filiación instituida por los padres de origen.<br />
Esta filiación narcisista la podemos considerar engendrada por la cabe-<br />
za amparada en el terrorismo de estado, y que aparece como prolongación<br />
del propio narcisismo de los apropiadores y en el que el triunfo sobre los<br />
padres de origen debe perpetuarse más allá de su desaparición. Aquí imperan<br />
mecanismos de renegación de alto riesgo psíquico, porque siendo ellos mis-<br />
mos los autores del hecho ilícito, se manejan «como si» nada hubiese suce-<br />
dido, impregnando la crianza de la niña.<br />
Se produce así un hecho traumático pues la cantidad de excitación pro-<br />
ducida rompe el aparato protector de estímulos, impidiéndose la elaboración<br />
de lo sucedido, debiendo apelar a mecanismos de defensa primitivos que le<br />
permitan la supervivencia.<br />
Este peligroso lugar de falsificación crea una situación perversa porque<br />
se pervierte la función, pues ahí donde debe existir un mito de los orígenes<br />
desde donde construir un lugar para vivir, hay silencio, que puede generar un<br />
vacío de sentido que conduzca a la producción de enunciados delirantes, en<br />
ésta o en próximas generaciones, que cubra esa ausencia de significación.<br />
Gracias a esta Creación delirante el yo se preservaría un acceso al campo de<br />
las significaciones para funcionar con una aparente y frágil normalidad.<br />
La niña, en esta situación, corre el riesgo de funcionar como objeto<br />
fetiche para sus apropiadores, que la podían atender en lo relacionado<br />
con sus necesidades corporales. Pero su deseo, placeres, actividades y<br />
su sexo, no son referidos a su relación con sus padres de origen (filia-<br />
ción instituida), con su historia y con su futuro y esto puede ser vivido<br />
como si su único valor, en tanto niña, fuese orgánico, interpretando<br />
para sobrevivir, el rol que se le asigna como de un objeto con el costo<br />
psíquico que implica.<br />
En esta niña hay un punto de resistencia a la apropiación de su subjetivi-<br />
dad, su nombre. Éste tiene primordial importancia pues asegura su conexión<br />
narcisista y contribuye a la articulación entre lo real del cuerpo y el cuerpo<br />
simbólico. El nombre es el primer fonema en relación a la vida, es el que la<br />
sostiene y es el significante de la relación con sus padres, en especial la<br />
madre y que luego será retomado por todos en la sociedad.<br />
Ubicada la niña se logra la restitución que podemos pensarla como un<br />
«regreso a la vida», en tanto la saca de una situación ominosa, produciendo<br />
un reordenamiento simbólico que le permitirá elaborar lo vivido. Este corte,<br />
a la manera de una castración simbolígena, la reconecta con sus orígenes y<br />
108
con aquellos, sus padres, aun en su ausencia, que la habían anticipado<br />
imaginariamente antes de nacer y le habían dado un lugar simbólico de hija,<br />
resultado de un deseo en relación a una historia y a un sistema de parentesco.<br />
A partir de ahí, en conexión temporal y causal con su historia, podrá repen-<br />
sar su lugar.<br />
La niña llora a gritos cuando su abuela nombra el nombre con que llama-<br />
ba a su padre, momento de develamiento para el psiquismo que provoca<br />
horror al conectarla con un sonido «olvidado» que la devuelve a imágenes<br />
que parecían ignoradas por ella.<br />
La apelación al nombre del padre funciona conectándola con su filiación<br />
de origen, devolviéndola a una legalidad en la que el deseo no puede reali-<br />
zarse sin ley. Conozco a la niña en los últimos meses del año 85, momento<br />
en que la abuela materna se plantea la posibilidad de solicitar tratamiento<br />
para su nieta. Ella se adelanta y le pide a un familiar muy cercano que me<br />
conocía si yo podría hacerme cargo de su terapia.<br />
A las primeras entrevistas concurren la niña y su abuela. Permanecía<br />
casi en silencio y expectante, dejando que hablara su abuela, pero observan-<br />
do muy atentamente. Tenía a su disposición juguetes y elementos para granear<br />
y modelar.<br />
En la segunda entrevista toma plastilina y comienza a extenderla sobre<br />
una hoja hasta cubrir una parte de la superficie pero la deja inconclusa.<br />
Propongo abrir un espacio y un tiempo para evaluar si era posible iniciar<br />
un trabajo analítico juntas, por lo tanto vamos arreglando los horarios por vez.<br />
Para la tercera entrevista propongo un horario al que su abuela no puede<br />
concurrir, la niña pide que otro la acompañe pues quiere venir.<br />
Debo aclarar que para su seguridad personal se trasladaba en auto con<br />
custodia policial armada, que la cuidaba las 24 horas, por orden judicial,<br />
dado las amenazas del apropiador al hacerse efectiva la restitución. La cus-<br />
todia se mantuvo hasta la obtención de sus documentos legales.<br />
A partir de ese momento entra sola al consultorio, con el tiempo se<br />
ocupa del pago de los honorarios y se las arregla para que yo tuviese el<br />
menor contacto posible con su familia.<br />
Propone juegos, dramatizaciones, dibujos, trae a sus muñecas, unas<br />
barbies con su ropita. Al tiempo observo que se traslada con toda la ropita y<br />
cosas de sus muñecas, a la manera de la hormiguita viajera, siempre con su<br />
equipaje a cuestas.<br />
Comienzan a aparecer otros aspectos que llaman mi atención: está ab-<br />
solutamente pendiente de mí, de mi aspecto, de mis gestos, de los objetos del<br />
consultorio, podría registrar hasta el mínimo cambio o cada uno de los obje-<br />
109
tos nuevos, haciendo preguntas sobre ellos. También registraba olores y so-<br />
nidos ínfimos, parecía que nada escapaba a su percepción.<br />
En una sesión usa un marcador nuevo con punta fina, ese mismo mar-<br />
cador otra paciente lo rompe y yo lo repongo. A la sesión siguiente ella lo<br />
usa y comenta: «¿Compraste uno nuevo no?».<br />
En otra ocasión, un par de horas antes de atenderla tengo una entrevista con<br />
el papá de otro paciente que es dentista: en su sesión, al entrar dice: «que olor a<br />
dentista, ¿vino uno no?». Ninguno de mis pacientes anteriores lo había notado.<br />
En transferencia hay un trabajo de recuperación de las vivencias senso-<br />
riales a través de lo olfativo, visual, auditivo que parecen reconectarla con<br />
sus representaciones más arcaicas, que quizá fueron a las que tuvo que<br />
aterrarse para sobrevivir y no perder sus representaciones del bebé que fue,<br />
cuando al sacarle los dos años de vida, la llevan a desmentir lo relacional<br />
vivido hasta ese momento.<br />
Luego de unas vacaciones de verano habíamos combinado el día para<br />
reiniciar las sesiones, que era a mitad de semana. Pero el día lunes me llama<br />
por teléfono a mi casa y con voz temblorosa dice que fue al consultorio y yo<br />
no estaba, le recuerdo lo que habiamos arreglado, pero no puede escuchar-<br />
me: sigue reclamando y llorando repetía, si yo fui, ¿por qué vos no estabas?<br />
Al retomar en sesión la pregunta que le provoca angustia, ¿por qué no<br />
estabas? recuerda que en sus vacaciones, que transcurren en el país de su<br />
secuestro, al entrar a un parque con una amiga y acompañadas por las abue-<br />
las de ambas, comienza a hablar como un bebé. Era el parque donde fue<br />
secuestrada cuando paseaba con su madre.<br />
La angustia de la pregunta que la conecta con el recuerdo de lo vivido<br />
permitió abrir nuevas vías de significación para el sufrimiento padecido, que<br />
así pudo ponerse en historias trabajo psíquico necesario, ya que el yo no<br />
puede pensarse desposeído de la historia que vivió.<br />
Durante muchas sesiones dibujaba su inicial de distintas formas y pers-<br />
pectivas. La primera letra del apellido coincidía con la de su apropiados.<br />
Luego de muchas pruebas, cambios y tachaduras, surge su nombre y apelli-<br />
dos una y otra vez. Coincide con la entrega de su documento de identidad<br />
legítimo, momento largamente deseado por ella y también con el pedido de<br />
dejar en suspenso el tratamiento; así lo convinimos. Al despedirse me pide<br />
mi tarjeta por si necesita llamarme.<br />
Un día llama muy angustiada. Quiere verme. En la entrevista relata que<br />
hace unos días, al salir de su casa, se encuentra con el apropiador que la<br />
estaba esperando y la llamaba, queda muy sorprendida entre el miedo y la<br />
rabia, le da la espalda y se va, pero antes le saca la lengua en gesto enojado.<br />
Pide ver al Juez rogándole que haga algo para que no la molesten. El Juez<br />
le dice que con estos hechos se va a tener que enfrentar porque así es la vida.<br />
110
Está más enojada con el Juez, porque no hace nada para protegerla, y<br />
más tranquila con ella misma porque al alejarse pudo sacarle la lengua, «no<br />
se me ocurrió otra cosa».<br />
Para esa época ya empieza a manejarse sola y piensa diversas formas<br />
para arreglarse, llevaba fichas de teléfono, la llave de su casa colgada del<br />
cuello para no olvidársela y se sabía de memoria números de teléfonos y<br />
direcciones de familiares y amigos.<br />
En el año 90 vuelve y solicita retomar el tratamiento, otras cuestiones la<br />
traen, casi con catorce años, ya iniciado el colegio secundario, sus preocu-<br />
paciones estaban ligadas a su despliegue social, a las preguntas sobre sexua-<br />
lidad, su reacomodación familiar, su relación con su abuela. También aso-<br />
man nuevas preguntas, aparecen sueños, recuerdos. El arduo trabajo de due-<br />
lo sobre sus padres desaparecidos continúa.<br />
Luego de un año y medio nuevamente un impasse; pide dejar por un<br />
tiempo. Dice que si se pelea mucho con su abuela quizá vuelva más rápido.<br />
Su mira esta puesta en el grupo de pares y a la búsqueda de nuevos intereses.<br />
Nos volvemos a ver en el Seminario Internacional sobre Identidad. Fi-<br />
liación. Restitución, organizado por Abuelas de Plaza de Mayo, a principios<br />
de ese año. Se acerca a saludarme y me cuenta que me había traído un<br />
regalo que compró en sus vacaciones y que siempre quería llamarme para<br />
llevármelo. Sus vacaciones fueron nuevamente en el país del secuestro.<br />
Al día siguiente me cuenta preocupada que se lo olvidó en su casa. y que<br />
cuando lo compró lo envolvió varias veces para que no se estropeara, que<br />
iba a traerlo por la tarde, si se acordaba.<br />
Ese día yo coordinaba la asamblea de cierre, ella se acerca a la mesa<br />
entre medio de toda la gente y me entrega el regalo, es un paquetito<br />
envuelto muy cuidadosamente, que conservó en mis manos hasta la ter-<br />
minación del acto. Era una cajita, yo no sabía dónde ponerla porque<br />
ningún lugar me ofrecía garantía suficiente para su preservación, así la<br />
cajita continuaba cuidadosamente guardada a la espera de un lugar visible<br />
a la mirada, pero seguro.<br />
Luego cuando pude ubicarla, pude pensar. Creo que la cajita entregada<br />
en público, en su valor metafórico, articula un recorrido que iniciado en el<br />
grito lanzado para retener su nombre, retomado en el llanto al reconocer el<br />
nombre de su padre, culmina en la pregunta angustiosa del por qué no estás.<br />
Objeto traído del país del secuestro a mis manos para que no se pierda y le<br />
encuentre lugar, que le permite a ella echarse a volar por nuevos rumbos sin<br />
temer una ausencia sin significación.<br />
La cajita tiene en su tapa grabada la paloma de la paz.<br />
111
Bibliografía<br />
Aulagnier, Piera Observaciones sobre la estructura psicótica. Carpeta<br />
sobre Psicosis. Ed. Letra Viva, Buenos Aires, 1975.<br />
------- La violencia de la interpretación. Ed. Amorrortu,<br />
Buenos Aires, 1977.<br />
------- El aprendiz de historiador y el maestro brujo.<br />
Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 1986.<br />
------- Alguien ha matado algo. Asoc. Escuela de Psicoterapia<br />
para Graduados. Revista No 14. Buenos Aires, 1987.<br />
------- Nacimiento de un cuerpo. Origen de una historia. Cuerpo.<br />
Historia e Interpretación. Ed. Paidós, Buenos Aires, 1991.<br />
Chevance-Bertin, Marie Paséale Memorias para lo Impensable. París,<br />
1987.<br />
Freud Sigmund Lo ominoso. Tomo XVII.<br />
------- Fetichismo. Tomo XXI.<br />
------- Mas allá del Principio del Placer. Tomo XVIII.<br />
------- La escisión del yo en el proceso defensivo. Tomo XXIII.<br />
Ed. Amorrortu, Buenos Aires.<br />
Herrera, Matilde; Tenembaum, Ernesto Identidad. Despojo y Restitu-<br />
ción. Editorial Contrapunto, Buenos Aires.<br />
Lo Giúdice, Alicia Informes psicológicos a Juez Federal y a la Cámara<br />
Federal del año 1985 al año 1988.<br />
Nosiglia, Julio Botín de Guerra. Ed Cooperativa Tierra Fértil, Buenos<br />
Aires, 1985.<br />
Puget, Janine; Kaes, Rene (Comp.) Violencia de Estado y psicoanáli-<br />
sis. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1991.<br />
Ulloa, Femando La ética del analista frente a lo siniestro.<br />
Winnicott, Donald Realidad y juego. Ed. Granica, España, 1981.<br />
Asoc. Abuelas de Plaza de Mayo Discursos de Apertura del Seminario<br />
Sobre Identidad y Restitución. Buenos Aires, 1988.<br />
112
por Alicia Lo Giúdice<br />
Septiembre de 1991<br />
CAPITULO IV<br />
Algunas consideraciones acerca<br />
del informe de los mellizos Reggiardo-Tolosa<br />
La primera cuestión a considerar es que para hacer la evaluación se<br />
cita al matrimonio Miara-Castillo y a los mellizos, ignorando a la familia de<br />
origen (dado que no los abandonaron), planteando así una toma de posición.<br />
Deberíamos planteamos que un psicoanalista no trabaja con recolección de<br />
datos sino con la historia libidinal e identificatoria y aquello que hizo posible<br />
que dicha historia funcione así y que nos permite ubicar el lugar que un niño<br />
ocupa en una familia.<br />
Dicho lugar para el psicoanálisis es en función del deseo inconsciente<br />
parental, así cabe preguntarse no sólo si hubo deseo inconsciente en los<br />
padres para que el niño nazca sino para qué fue deseado.<br />
La cuestión siguiente y primordial sería cómo entender la situación de los<br />
niños, que según el informe «nacieron en oscuras circunstancias» y que «desde<br />
muy temprano quedaron con los Miara-Castillo» a los que consideran<br />
«adoptantes» así como en los niños «adoptados» (el subrayado es de la autora).<br />
Si pensamos en consideraciones éticas no podemos dejar de ubicar las<br />
«oscuras circunstancias» en que los hechos sucedieron.<br />
A partir del golpe de estado de marzo de 1976 se instala en nuestro país<br />
la dictadura militar que implanta un método de persecución conocido como<br />
«terrorismo de estado» y que produce «la desaparición forzada de perso-<br />
nas» en forma sistemática y programada, llevada a cabo por grupos específi-<br />
cos, hecho inédito en el país.<br />
La «desaparición forzada de personas» puede considerarse como verda-<br />
dera catástrofe social que instala el horror de lo siniestro como modo de vida<br />
y que produce daño psíquico no sólo a los afectados directos sino a la sociedad<br />
misma, pues el sistema social legal deja de tener vigencia y produce una<br />
ruptura del «contrato narcisista» que sostiene el tejido social. Sobre el se-<br />
cuestro pesa un ominoso silencio y se desconoce su lugar de detención y<br />
113
causas y condiciones del desaparecido así como del secuestrador, con el<br />
agravante de no funcionar ninguna acusación para el hecho.<br />
La violencia social vivida como estado de amenaza produce un efecto<br />
traumático pues no puede ser elaborada dado que no se dan explicaciones<br />
acerca de los hechos o explicaciones falseadas que producen un ataque al<br />
pensamiento que lleva al uso de mecanismos de defensa psíquicos como<br />
negación, renegación o desmentida que pueden provocar efecto psicotizante.<br />
El mismo puede aparecer en esta generación o en las siguientes porque<br />
se le niega un psiquismo la posibilidad de elaboración de una realidad traumática<br />
y por la dificultad en la elaboración del duelo.<br />
Los familiares de las víctimas vivieron pendiente de rumores sin posibi-<br />
lidad de reconstruir imaginariamente los hechos, por tanto no podían aceptar<br />
la muerte y se les impidió cumplir con los rituales funerarios compartido por<br />
la sociedad que a nivel psíquico, permite una reordenación de cargas de<br />
amor, odio y culpa hacia el objeto perdido.<br />
Como vivieron en la incertidumbre, la persona desaparecida, puede ad-<br />
quirir una representación fantasmática con vivencias ligadas al campo de lo<br />
siniestro y, en lo psíquico, los familiares deben portar un muerto sin sepultura.<br />
Asimismo, al no tener respuesta social puede producirse una detención<br />
del proceso de duelo normal o un procesamiento en falso.<br />
Para más datos sobre los hechos consultar Nunca Más, CONA<strong>DE</strong>P,<br />
año 1984, incluyendo el prólogo de Ernesto Sábato y en relación a lo psico-<br />
lógico «violencia de Estado y Psicoanálisis» compilación de Janina Puget -<br />
Rene Kaes, Centro Editor de América Latina, año 1991. Como pudo sa-<br />
berse con posterioridad dichas desapariciones podían incluir toda una fa-<br />
milia y generó un hecho aún más siniestro que fue la desaparición y apro-<br />
piación de menores de edad que fueran secuestrados con sus padres y el<br />
nacimiento de niños con madres en cautiverio, en ambos casos fueron<br />
arrancados de los brazos de sus madres y dados para su crianza a perso-<br />
nas en su mayoría, ligadas a la represión ilegal.<br />
Dichos niños, los secuestrados-desaparecidos y los nacidos en cautive-<br />
rio, resultaron ser verdadero «botín de guerra» y sobre los que se ejerció<br />
violencia física y psíquica.<br />
- Separación abrupta de sus padres, dado que no fueron abandonados<br />
sino robados.<br />
- Ocultamiento de identidad, incluyendo cambio de nombres y apelli-<br />
dos, simulacro de parto, falsificación de partida de nacimiento, adopción<br />
aparentemente legales, niños que aparecían como NN y padres falsos.<br />
- Niños asesinados en el rapto.<br />
114
- Niños asesinados en el vientre materno.<br />
- Tortura a mujeres embarazadas.<br />
- Cuidadosa tarea de borrar toda ligazón con su origen.<br />
Los familiares al tomar noticia de lo sucedido inician la búsqueda de sus<br />
hijos y nietos, se crea así la asociación «Abuelas de Plaza de Mayo» que<br />
plantean que para sus nietos desaparecidos es vital retomar con sus familia-<br />
res de origen, planteando la «restitución» como un «regreso a la vida» dada<br />
la metodología empleada en el secuestro y porque con los apropiadores los<br />
niños crecen prisioneros de los responsables o cómplices de la desaparición<br />
y/o asesinato de sus padres.<br />
Mantener en esta situación a los niños, significa negar el verdadero ori-<br />
gen del sufrimiento, padecido en el acto mismo de la apropiación ilegítima<br />
que incluye la desaparición de los padres y del niño. Dicha apropiación ilegí-<br />
tima se logra hacer y mantener a costa de montar una mentira acerca de los<br />
orígenes del niño, en el que se utilizan, a nivel psíquico, mecanismos relegatorios<br />
altamente perjudiciales para el psiquismo en vías de constitución.<br />
En el caso que nos ocupa es el de los mellizos Reggiardo-Tolosa, hijos<br />
de María Rosa Tolosa y Juan Enrique Reggiardo, ambos detenidos-desapa-<br />
recidos a principios del año 1977, María Rosa estaba con un embarazo avan-<br />
zado y según se supo por testimonios fue trasladada a la cárcel de Olmos en<br />
donde dio a luz a sus hijos en abril de 1977.<br />
Estos niños, que en un principio se creía eran hijos del matrimonio Ross-<br />
Rossetti, estaban en poder del Sub-comisario de la Policía Federal Samuel<br />
Miara y de su esposa Beatriz Castillo. Ubicados los niños y ordenadas las<br />
pruebas hematológicas para comprobar su filiación, el matrimonio Miara<br />
Castillo se fuga del país antes que éstas puedan realizarse.<br />
Con posterioridad pudo saberse que se hallaban en Asunción del Para-<br />
guay y luego de arduos trámites se logra la extradición en marzo de 1983 y<br />
una vez realizadas las pruebas de histocompatibilidad genética se descubre<br />
que los niños pertenecían a la familia Reggiardo-Tolosa que los seguía bus-<br />
cando, pero por decisión judicial siguen quedando en poder del matrimonio<br />
apropiador Miara-Castillo.<br />
Los niños recién saben que no son hijos sanguíneos a los 11 años y a<br />
pesar de la situación que dio origen a la tenencia se habla de «adopción».<br />
El matrimonio Miara-Castillo en febrero del mismo año en que nacie-<br />
ron los mellizos, 1977, habían perdido una niña que nace muerta, estos<br />
niños apropiados vienen así a ocupar, para esta pareja, el lugar de objeto<br />
que obtura el agujero psíquico dejado por la no elaboración del duelo por<br />
el hijo de sangre muerto y con el agravante de ser un triunfo sobre los<br />
padres desaparecidos, pues apropiarse de un niño en esas condiciones es<br />
hacer desaparecer el linaje y hacerlo aparecer como perteneciente a otra<br />
115
familia, la apropiadora, que en el mismo acto lo vuelve a hacer desapare-<br />
cer como a sus progenitores que no los abandonaron y que no deseaban<br />
renunciar a su maternidad y a su paternidad sino que fueron sometidos a<br />
perder a sus hijos así también su propia vida con el agravante que no hay<br />
figura legal para esta situación (ni para los padres ni para los niños).<br />
Cuando hablamos de adopción suponemos que hay una pareja de padres<br />
que engendran un hijo pero que renuncian a inscribirlo en el sistema de<br />
parentesco, no pueden inscribirlo en su linaje, no pudiendo construir un<br />
proyecto identificatorio para el recién nacido, múltiples pueden ser las<br />
causas pero lo importante es la renuncia al acto de filiación; hay reco-<br />
nocimiento que una nueva vida ha nacido pero no puede ser inscripta<br />
como perteneciente a este apellido, a esta familia, y así es cedido para su<br />
crianza a otros.<br />
Estos «otros» los adoptantes, en su mayoría, por la imposibilidad bioló-<br />
gica de engendrar un hijo y con el reconocimiento que este limite supone al<br />
narcisismo, pueden armar un proyecto identificatorio para el niño que reci-<br />
ben, sustentado en el deseo de hijo unido al deseo de maternidad y de pater-<br />
nidad pudiendo así inscribirlo en su linaje.<br />
En el caso de los Mellizos Reggiardo-Tolosa no hubo padres que negaran<br />
una inscripción sus hijos en el sistema de parentesco sino que fueron arreba-<br />
tados, impidiendo los ritos que acompañan al nacimiento a que son la intro-<br />
ducción del niño en el sistema social.<br />
El corte produce una verdadera mutilación en lo psíquico porque no<br />
puede ser elaborado ni por los padres ni por los niños, que con un aparato<br />
psíquico en vías de constitución inscribe lo acontecido y debe apelar a me-<br />
canismos psíquicos muy primitivos que le permitan la supervivencia.<br />
El matrimonio Miara-Castillo produce un acto delictivo robando los ni-<br />
ños y manteniéndolos secuestrados, inscribiéndolos como propios con falsi-<br />
ficación de partidas de nacimiento y otorgándoles un nombre y apellido pro-<br />
pios duplicando la apropiación y por supuesto ocultándoles la verdad, que si<br />
fuera dicha pondría en evidencia el delito cometido.<br />
En el informe se sostiene la importancia de la palabra (agregaría en<br />
tanto discurso) en la constitución subjetiva, cómo sostenerlo cuando se trata<br />
de una palabra y letra falsa pues sirvió para mantener una mentira acerca del<br />
origen de esta «paternidad y maternidad».<br />
Lacan plantea que el inconsciente mismo está construido como un len-<br />
guaje, pero aquí nos preguntamos en qué lenguaje está fundada, si ésta debe<br />
estar sostenida en las leyes que imperan un sistema social legal y que debe<br />
tener vigencia para todos, entonces cómo desconocer las circunstancias en<br />
que sucedieron los hechos? Este matrimonio con la apropiación produce<br />
una filiación narcisista ahí donde debió funcionar una filiación instituida<br />
por los padres de origen.<br />
116
Esta filiación narcisista la podemos considerar como engendrada por la<br />
cabeza y aparece como prolongación de su propio narcisismo y en el que el<br />
triunfo sobre los padres de origen debe perpetuarse más allá de la desapari-<br />
ción; aquí imperan mecanismos de renegación de alto riesgo porque cono-<br />
ciendo los hechos se manejan «como si» nada hubiera sucedido e impregnan<br />
la crianza de los niños.<br />
Un niño al nacer, por su desvalimiento, necesita del otro Primordial para<br />
poder vivir el primer otro que encama ese lugar es la madre, sostenida en su<br />
función por la función paterna y así le darán como primera cesión libidinal<br />
un «cuerpo imaginario» aun antes del nacimiento, que es la posibilidad de<br />
pensar al niño unificado y sexuado. A partir del nacimiento son estas mismas<br />
funciones parentales las garantes y el apoyo para que el niño pueda consti-<br />
tuirse como sujeto (en el sentido psicoanalítico del término).<br />
En los padres hay deseo de maternidad y de paternidad cuando engen-<br />
dra un hijo pero principalmente debe existir un deseo de hijo, que es sostén y<br />
garantía para el deseo de vida en el niño, así éste podra construir una escena<br />
originaria desde donde pensar la causa de su origen que implica preguntarse<br />
acerca del yo y del mundo, y necesita que le afirmen que en el origen de la<br />
vida hubo placer en el engendramiento y reconocimiento de la singularidad<br />
de su nacimiento, éstos son causas que le dan sentido a su existencia.<br />
Si un niño es robado, ocultado y negada su historia y su origen, como<br />
podrá fantasear la escena, si para los que los retienen no existió y sólo<br />
ejercen sus funciones parentales a través de la apropiación. Este peligroso<br />
lugar de falsificación crea una situación perversa porque se pervierte la fun-<br />
ción, pues allí donde debió existir un mito de los orígenes desde donde cons-<br />
truirse un «lugar para vivir» hay silencio, que puede generar un vacío de<br />
sentido que conduzca a la producción de enunciados delirantes, en ésta o en<br />
próximas generaciones, que cubran esa ausencia de significación.<br />
Gracias a esta creación delirante el yo se preservaría un acceso al campo<br />
de los significaciones para funcionar con una aparente y frágil normalidad.<br />
En el informe se plantea que los niños no manifiestan ningún tipo de<br />
voluntad o deseo de realizar tratamiento psicológico.<br />
En psicoanálisis si hablamos de voluntad y deseo consciente nos queda-<br />
mos con lo manifiesto sin tomar en cuenta que el deseo inconsciente (en el<br />
sentido freudiano) no siempre coincide con lo expresado en el discurso lógi-<br />
co sino en su quiebra en que aparecerá algo de lo inconsciente en forma de<br />
sueños, síntomas, actos fallidos y chistes.<br />
El lugar del analista es ofrecer un espacio y operan un modo de interven-<br />
ción para que algo de lo inconsciente emerja para poder emprender un traba-<br />
jo psicoanalítico.<br />
Por otra parte es llamativo que los niños no ponen en duda la relación<br />
con los que llaman «sus padres» y no cuestionan la forma de adopción,<br />
117
cuando en realidad no la hubo y se trata de una apropiación ilegítima (se-<br />
cuestro) dado que nacieron en el cautiverio de su madre y que incluye la<br />
desaparición de ambos padres, hecho aun sin aclaración jurídica.<br />
Si tomamos en cuenta la edad de los menores nos encontramos que<br />
inicien un período puberal y que a nivel psíquico corresponde al segundo<br />
momento de la constitución de la sexualidad y debe dar paso al hallazgo de<br />
objeto fuera de la familia para lograr el acceso a la exigencia y cumplir con la<br />
ley de prohibición de incesto. Es un momento de cuestionamiento de los<br />
valores familiares, de confrontación con los padres, hay duda y peleas y<br />
donde el adulto debe ofrecerse para confrontar con el adolescente y así<br />
ayudarlo para que pueda atravesar esta crisis necesaria.<br />
Cómo hacerlo en este caso si en el origen hubo ocultamiento de identi-<br />
dad, que recién se pone de manifiesto a los 11 años. Si vivieron en un clima<br />
de mentiras no pueden preguntar porque las respuestas que obtendrán se-<br />
rán nuevas mentiras. Estos niños se han visto enfrentados a portadores de<br />
certezas que no permitían preguntas ni dudas, que pueden provocar inhibi-<br />
ción en la pulsión de saber y producción de ideas delirantes porque la fórmu-<br />
la dispuesta por el adulto que los apropió es «prohibido pensar lo prohibido»<br />
más cercano a la enunciación psicótica en donde el adulto posee las certezas<br />
negándole al niño la posibilidad de autonomía del pensamiento, reclamándo-<br />
les una identidad con su pensar que obtura la posibilidad misma del pensa-<br />
miento propio.<br />
Es así que estos niños, los mellizos Reggiardo-Tolosa prefieren hablar de<br />
deportes, campamentos, estudios que si bien son actitudes propias que des-<br />
piertan su interés, pero que aparecen disociada de su situación actual y<br />
quedan adheridas al «discurso oficial» de sus apropiadores.<br />
En la posibilidad de desarrollar la pulsión de saber está incluida Imposi-<br />
bilidad de historiarse para ello el yo, debe tener derecho a su propia ver-<br />
sión y no a tener una versión impuesta por los otros, es necesario que el yo,<br />
renuncie a creer que otros (en principio los padres) pueden garantizarles<br />
siempre la verdad de lo dicho.<br />
Pero esta renuncia siempre parcial, debe tener puntos de certeza, preci-<br />
pitados identificatorios, que le permitirán sostenerse, admitir su ignorancia y<br />
posibilitar el saber. Este deseo de saber llevará a preguntarse por la muerte<br />
que puede ser rechazada pero que finalmente deberá ser aceptada.<br />
En el caso de niños desaparecidos la pulsión de saber está interceptada<br />
ya que no tienen derecho a su versión de la historia y los puntos de certeza<br />
que les otorgan los apropiadores conllevan la falsedad, pudiendo producir<br />
estados regresivos e inhibiciones graves.<br />
En la situación perversa en que viven corren el riesgo de funcionar como<br />
objeto fetiche para sus apropiadores que lo pueden atender en lo relacionado<br />
con sus necesidades corporales, pero su deseo, placeres, actividades y su<br />
sexo, no son referencia a su relación con sus padres de origen (filiación<br />
118
instituida), con su historia y su futuro y esto puede ser vivido como si su único<br />
valor, en tanto niño, fuese orgánico, interpretando el rol que se le asigna como<br />
de un objeto, con el consiguiente riesgo psíquico (filiación narcisista).<br />
En la descripción que hacen de los niños se insiste en que están bien y<br />
quieren seguir así y por otro lado se habla de inhibiciones y características de<br />
personalidad en donde los conflictos aparecen acallados, lo que lleva a pen-<br />
sar en una personalidad sobreadaptada (inclusive por el lenguaje empleado<br />
por Matías) con el riesgo de construcción de un falso sí mismo (falso alf) que<br />
se caracteriza por una fragilidad yoica.<br />
Este niño habla de temas varios pero no puede incluir su situación y sólo se<br />
queja por las entrevistas a que fue sometido y no por el sometimiento en que<br />
vivió siempre. Si lo hiciera, ¿cómo sostener el vínculo con los que llama «sus<br />
padres»? Mover cuestiones al respecto sin producir la restitución a su familia<br />
de origen es una situación altamente riesgosa pues los enfrenta a lo ominoso<br />
pero sin darles posibilidad de salida, única solución para poder efectuar un<br />
reordenamiento que posibilite la elaboración de lo «vivido efectivamente».<br />
Aquí no se trata, como sostienen en el informe de la entrega a sus<br />
parientes consanguíneos o dejarlos perpetuar el vínculo con los Miara-Casti-<br />
llo se trata de la restitución a su familia de origen.<br />
Como un verdadero acto jurídico y psíquico de ordenamiento simbóli-<br />
co, que siendo justo y ético debe incluir para que cobre real sentido devolver<br />
sus nombres y apellidos, pues tiene primordial importancia pues asegura su<br />
coexión narcisista y contribuye a la articulación entre lo real del cuerpo y el<br />
cuerpo simbólico.<br />
El nombre es, además, el primer fonema en relación en la vida, es el que<br />
la sostiene y es el significante de la relación sus padres, en especial la madre<br />
y que luego será retomado por todos en la sociedad. Devolverles el nombre<br />
y apellido les permitirá reconectarse con sus orígenes y con aquellos, su<br />
padres aun en su ausencia, que los habían anticipado imaginariamente antes<br />
de nacer y les habían dado un lugar simbólico de hijos, resultado de un deseo<br />
en relación con su historia y a un sistema de parentesco desde donde cons-<br />
truir un sí mismo. A partir de ahí, en conexión temporal y causal son su<br />
historia, podrían repensar su lugar.<br />
Socialmente, muchas veces, se apela al silencio y al olvido para no en-<br />
frentarse con los hechos tan dolorosos y difícil de procesar a nivel psíquico,<br />
pero sabemos, como sostenía Freud, que aquello traumático no elabora-<br />
do retoma como compulsión a la repetición de la mano de tánatos (pulsión<br />
de muerte).<br />
Cabe a la justicia un acto en defensa de estos niños: restituirlos a la<br />
familia de origen, que produce un reordenamiento simbólico, algo que no<br />
pudo hacerse en el momento del hecho. Es deber de quien cumple la fun-<br />
ción pública reparar el daño ocasionado, si no lo hiciese se vería comprome-<br />
tido en perpetuar un vínculo con años de «supuesto amor» que fue ejercido<br />
119
en situación de sometimiento y de apropiación ilegítima que produce graves<br />
daños psíquico a los niños.<br />
por Alicia Lo Giúdice<br />
Mesa Redonda, agosto 1994<br />
CAPITULO V<br />
La manipulación de la memoria<br />
por los medios de comunicación en el caso<br />
de los mellizos Reggiardo-Tolosa<br />
Los mellizos Reggiardo Tolosa aparecieron en los medios de comuni-<br />
cación pidiendo, ¿qué piden?, piden ser escuchados, que la opinión públi-<br />
ca se sensibilice con su problema, más aún que la opinión pública adhiera<br />
a su posición.<br />
En lo manifiesto piden que no los separen de los Miara, sus apropiadores<br />
desde el momento en que nacieron en el cautiverio de su madre, cautiva en<br />
condiciones de desaparecida. Piden que no recordemos, que olvidemos que<br />
su vínculo con los Miara está sostenido sobre por lo menos cinco personas<br />
desaparecidas, cinco cadáveres, cinco cadáveres desaparecidos, cinco cuer-<br />
pos sin sepultura: su madre, su padre, su abuela paterna, la partera que<br />
asistió al nacimiento y avisó a la familia, el esposo de la partera, también de<br />
su tío materno asesinado. Nos piden que olvidemos la catástrofe social que<br />
produjo el terrorismo de estado y su método de desaparición forzada de<br />
personas y de la apropiación de menores de edad. Lo dicen claramente «noso-<br />
tros la guerra sucia no la vivimos en carne propia», es decir, los argentinos no<br />
vivimos en carne propia el terrorismo de estado. Entonces, ¿de qué son vícti-<br />
mas los mellizos?, de la locura de una institución, Abuelas de Plaza de Mayo,<br />
de una familia que clama por el valor del vínculo sanguíneo porque dice que no<br />
hubo abandono? que exige el derecho a la identidad y pide la restitución?<br />
Curiosa y paradójica situación: nos piden que olvidemos en un programa<br />
de Televisión que se llama «Memoria», se hace público un hecho privado o<br />
es un hecho público que quiso mantenerse tan en lo privado que hasta privó<br />
vínculos, privó vidas, nos quiere privar de la historia.<br />
Los mellizos defienden su relación con los Miara y su discurso, pero en<br />
su hablar, en la tartamudez, en la dicción dificultosa (de ambos) qué nos<br />
muestran? Posiblemente la imposibilidad de una situación en la que deben<br />
120
adherir a un discurso perverso impregnado de certezas, en donde el lugar<br />
para la duda asoma en el trastabillar de su decir.<br />
Habría que pensar que no sólo en el contenido de lo que dicen sino en<br />
cómo lo dicen.<br />
Algunos medios de comunicación proclaman que a chicos de 17 años<br />
hay que escucharlos, no importa el pasado, importa el presente.<br />
No importa el origen del vínculo, importa la crianza.<br />
Curiosamente en estos años de democracia fueron varios los medios<br />
extranjeros que se han ocupado del tema de los menores apropiados, se han<br />
acercado a la Institución Abuelas de Plaza de Mayo, a los chicos restituidos,<br />
a los abogados, a los genetistas, a los psicólogos. Llegados de España, Fran-<br />
cia, Alemania, Bélgica, Finlandia, Noruega, Chile, Brasil, Suecia, Estados<br />
Unidos, Canadá, Venezuela, Inglaterra, han filmado, grabado entrevistas,<br />
escrito artículos, han investigado. Uno de ellos Brook Lerner, periodista de la<br />
revista «News Week» de Estados Unidos hizo un seguimiento sobre el tema<br />
que publicado, en febrero de 1993. Se conecta con los mellizos a los que les<br />
dedica un apartado dentro de la publicación, y también inicia una relación<br />
con ellos, que Beatriz Miara no impide.<br />
En una oportunidad los lleva a ver un documental sobre la caída de la<br />
muralla de Berlín, «los hermanos se abrazan emocionados a la terminación<br />
y durante el regreso a la casa comenta Gonzalo «esto realmente me conmo-<br />
vió, esas personas no tenían idea del mundo al otro lado de esa muralla, sólo<br />
sabían lo que el sistema les decía, y luego, cuando cayó, por fin pudieron ver<br />
que el mundo era mucho más grande». Dice Brook Lerner «Aparentemente<br />
Gonzalo ignora la ironía detrás de sus comentarios, los propios mellizos es-<br />
tán viviendo detrás de una muralla de Berlín en la mente» y los describe así<br />
«los mellizos manifiestan inseguridad en sus movimientos, sus sentimientos<br />
están sin explorar y sus sonrisas aparecen con una demora de siete segundos».<br />
Continúa: «tienen casi 16 años y sin embargo son dóciles y obedientes, y<br />
son tratados como niños frágiles. En el living, Beatriz Miara le peina a Gon-<br />
zalo, le abrocha la camisa y le dice «bebé». «Son como las plantas», dice al<br />
dibujar su argumento para quedarse con los chicos. Si uno intenta<br />
transplantarlos cuando sean grandes, tienen pocas posibilidades de<br />
sobrevivencia».<br />
Luego agregará: «los chicos son tan identificados con nosotros que no<br />
les interesan sus orígenes». Gonzalo está de acuerdo pero tartamudea «me<br />
gustaría saber cuál es mi origen porque sino me quedará siempre una duda».<br />
Más tarde cuando la Señora de Miara explica que por ser apolítica, ella no<br />
ha tenido ninguna influencia sobre la manera de pensar de los chicos, Matías<br />
se muestra en desacuerdo y dice: «Pero mamá, un bebé es como un diskette<br />
virgen esperando para ser grabado». Dirá Brook Lemer «extrañamente los<br />
mellizos dieron en la tecla: funcionan como diskettes acumulando montones<br />
121
de datos y argumentos al mismo tiempo que mantienen las emociones bajo<br />
siete llaves. Pero hay momentos en que se les baja la guardia y hay fisuras.<br />
Matías se equivocó una vez cuando dijo que habían nacido en abril, la Seño-<br />
ra de Miara lo corrigió rápidamente «en mayo, en mayo». Otra vez cuando<br />
están cenando a solas con el periodista, «hablan de la guerra sucia con<br />
palabras que contradicen la ideología de Miara, mostrando que información<br />
independiente ha infiltrado su mundo hermético. «El exterminio no es la<br />
forma legal de reprimir», dice Matías. Minutos después Gonzalo levanta la<br />
vista de su bife y rompe un largo silencio. Dice «la policía debería haber hecho<br />
las cosas de distinta manera. Debería haber llevado un registro de todos los<br />
presos y, una vez terminada la guerra, debería haberlos devuelto a su familia».<br />
Concluye Brook Lemer «es un sentimiento sencillo, pero con implicancias<br />
revolucionarias para los mellizos. Porque es una fisura en la muralla».<br />
Aquí el discurso de los mellizos es distinto al que mostraron por televi-<br />
sión. La prensa de aquí suele ocuparse de estos temas en caso de emergen-<br />
cia. ¿Será por esto que los mellizos ponen en escena algo que sino hubiera<br />
quedado oculto? ¿Se trata de unirlos a los Miara o de poner en debate un<br />
tema siempre diferido cuando no ocultado?<br />
En su decir transparentan lo que se trata de renegar: el robo de niños<br />
durante la dictadura, el tipo de vínculo con los apropiadores, el accionar de<br />
las instituciones, en especial, la judicial.<br />
Por ella:<br />
-fueron sometidos a múltiples evaluaciones psicológicas para probar el<br />
estado de su salud mental, quedando colocados como objetos de estudios y<br />
no con vistas a modificar la situación.<br />
Aquí los profesionales de la salud quedan en complicidad al no negarse a<br />
esa exigencia.<br />
-Se decide la restitución, que entiendo no fue lo suficientemente plani-<br />
ficada, no se consulta con la Institución Abuelas de Plaza de Mayo desesti-<br />
mando la experiencia en este tema, son llevados a una familia sustituía y<br />
rápidamente pasan a la familia de origen sin abrir un espacio que permita<br />
encuentros con vistas a una convivencia.<br />
Recordemos que la familia de origen tiene a su vez una exigencia de<br />
trabajo psíquico para comenzar a convivir con adolescentes, muy deseados<br />
pero poco conocidos.<br />
-A partir de la aparición de los mellizos en los medios y a pesar del<br />
cassette en que Miara los incita a la violencia, se quita la guarda (con su<br />
acuerdo por lo insostenible de la situación) de la familia Tolosa. Se los pasa a<br />
una familia sustituía y deciden otorgar visitas a la familia de origen y a los<br />
apropiadores.<br />
122
Así se legaliza lo que de hecho se hacía, es decir, se legaliza lo ilegal, lo<br />
prohibido, se mantiene la renegación.<br />
Me pregunto qué otras cosas deberán hacer Matías y Gonzalo para no<br />
sostener con su sacrificio el discurso del apropiador y su impunidad, el dis-<br />
curso de las instituciones y su impotencia, el discurso social y su renegación.<br />
Vuelvo al comienzo: ¿qué piden los mellizos cuando piden ser escuchados?<br />
por Eva Giberti<br />
Agosto de 1991<br />
CAPITULO VI<br />
Adopción y restitución de niños.<br />
El papel de los medios<br />
En 1988, la restitución de dos púberes, hijas de desaparecidos, produjo<br />
una conjunción de hechos políticos. Las niñas formaban parte de las criatu-<br />
ras secuestradas durante la dictadura (1976-1983), una de ellas nacida du-<br />
rante el cautiverio de su madre y la otra secuestrada a los 8 meses de edad.<br />
Iniciados los trámites de restitución, una de ellas vive ya con su familia de<br />
origen y otra permanece con quienes la adoptaron recibiendo las visitas de<br />
sus familiares directos. En su parte final, este capítulo reproduce un artículo<br />
que me fue solicitado por la dirección de la revista «Actualidad Psicológica»<br />
acerca de lo que se llamó «el caso Juliana». Dada la época de su publicación,<br />
cercana al escándalo que se había desatado alrededor de este intento de<br />
restitución, preferí escribirlo hablando en general de los problemas que po-<br />
drían suscitarse en el futuro, cuando la restitución apareciese interceptada<br />
por la adopción legalmente obtenida. Pero su texto y su intención se apoyan<br />
en los hechos producidos alrededor de ese episodio. Entendí que se trataba<br />
de un tema que convenía discutir en niveles profesionales y sólo acepté<br />
escribir en una publicación técnica.<br />
La orientación que los medios de comunicación dieron a estos episodios<br />
merece algunas reflexiones, pudiendo diferenciarse a aquellos que intenta-<br />
ron ser mesurados de los que prefirieron no serio. Las historias de ambas<br />
niñas aparecen signadas por el mismo procedimiento protagonizado por sus<br />
padres (o madres): la apelación a los medios intentando modificar la situa-<br />
123
ción legal de la menor. ¿De qué modo? Una vez otorgada la guarda a la<br />
familia de origen, con vista a la restitución, los adoptantes convocan a los<br />
medios con un discurso desafiante para con los familiares de origen, como si<br />
dijeran: «Llamaremos a los medios y ya van a ver!». Una vez investidos los<br />
medios con características superyoicas, la amenaza adquirió efectividad ya<br />
que varios de ellos se ocuparon de descalificar el pedido de restitución, el<br />
trámite a través del cual se puso en marcha, y la decisión de la familia de<br />
origen de rescatar a la niña.<br />
Advertimos que en algunos medios se produjo un mecanismo de inver-<br />
sión en las relaciones con estos niños que fueron secuestrados y distribuidos<br />
ilegalmente en medio del ocultamiento y la desinformación, merced a ambas<br />
estrategias los adoptantes durante años contaron y disfrutaron de una criatu-<br />
ra a la que llamaron hija. En aquella época no hubo medios que pudieran -<br />
o quisieran- alertar acerca de lo que sucedía. Paradojalmente se recurrió a<br />
ellos para que procedieran del modo exactamente inverso denunciando lo<br />
que estimaron una injusticia y sensibilizando a la comunidad respecto a la<br />
misma, pero omitiendo narrarle a esa comunidad la historia inicial de ambas<br />
niñas. Datos que recordó un sector de los medios de información.<br />
El obligado silencio de los medios acerca de los desaparecidos durante<br />
el período mencionado protegió las maniobras de las familias que adoptaban<br />
fraguando la identidad de estos niños, haciéndolos aparecer como abandona-<br />
dos. De modo que, por ausencia o por exacerbación, los medios siempre<br />
estuvieron posesionados respecto de ellos, lo cual establece una diferencia<br />
sustantiva con las adopciones en general.<br />
La toma de posición acerca de lo que «debería» hacerse con los hijos<br />
de desaparecidos frente a las demandas de sus familiares de origen multi-<br />
plica y modifica el espacio superyoico de los medios, que entran en sintonía<br />
con el imperativo categórico que deslinda «lo que está bien» de «lo que<br />
está mal». Una de las posiciones afirma que el niño debe permanecer con<br />
la familia que lo criara, a la cual «pertenece», omitiendo reconocer el deli-<br />
to de origen o mencionándolo como algo reprimido. De este modo se pro-<br />
duce una deformación del imperativo categórico puesto que se convierte<br />
en denuncia la separación de estos niños respecto de sus adoptantes (hecho<br />
legal), cuando la denuncia primordial debe sustentarse en el secuestro de la<br />
criatura que a su vez era parte de otro secuestro, delito sobre delito. Se<br />
genera así un singular imperativo categórico que desconoce las normas<br />
consensuales referentes a la justicia, prefiriendo apelar al derecho «de lo que<br />
ya es» o el «siempre fue así» respecto de mantener a los niños con quienes<br />
lo criaron. Ambas son expresiones constituyentes del imaginario social y<br />
cuenta con la fuerza que mitos y creencias le conceden potenciados y ampa-<br />
rados por una evidencia indiscutible: la confusión y el desconcierto que<br />
deberá padecer la niña en el momento de dicha separación si no ha sido<br />
preparada previamente.<br />
Añadimos a ello el modo en el que se construye la realidad exterior a<br />
partir de las propias percepciones: esa niña a la que se percibe, se ve y<br />
escucha, aparece como «la hija de quienes la criaron» y aparentemente un<br />
124
sector de la comunidad no logra investirla como víctima, como hija robada<br />
de una mujer que no deseaba desprenderse de ella y a la que le fue arranca-<br />
da en la tortura y la clandestinidad. Por lo tanto dispone de los derechos de<br />
las víctimas. Éste sería el mecanismo lógico de pensamiento: si se la mirase<br />
como víctima se defenderían sus derechos a la restitución (regidos por la<br />
prudencia en lo que se refiere a la forma en que serían separados de los<br />
adoptantes). Pero no sucede de este modo.<br />
Estos niños son reconocidos como víctimas pero insertándolos en la<br />
categoría de víctimas sacrificables que los diferencia de las víctimas de un<br />
accidente de tránsito, por ejemplo, y que produce otras reacciones. Se reco-<br />
noce a estos niños formando parte de un proceso histórico en el cual sus<br />
padres fueron descalificados desde diversos ángulos y cuya desaparición<br />
constituye un hecho ilegal comprometedor para quienes fueron responsa-<br />
bles del hecho y para quienes pretenden olvidarlo. Por lo tanto, estos niños<br />
arrastrarían un doble déficit: el que se podría atribuir a sus padres (lo cual<br />
abre el inmenso capítulo respecto de quiénes fueron los desaparecidos), y el<br />
que corresponde a recordar la dictadura. Lo cual, desde un análisis de la<br />
estructuración de los mitos los convierte en víctimas propiciatorias ya que<br />
«tienen algo raro y diferente», condición específica para la creación de tal<br />
categoría. En una sociedad con severas dificultades para organizarse y<br />
estabilizarse, la creación de víctimas relacionadas con hechos políticos po-<br />
dría ser un efecto de la destrucción de tejidos de solidaridad en tanto soporte<br />
social, incluirse entre las variables pertinentes. Proponerlos como víctimas<br />
sería el resultado de mantenerlos en manos de quienes los adoptaron<br />
ilegítimamente o ilegalmente; victimización que reforzaría la victimización<br />
original, su secuestro.<br />
Es un mecanismo que no respondería a las lógicas proteccionales hacia<br />
las víctimas sino a la estructuración de mitos que reclaman la existencia de<br />
chivos expiatorios. Mantener a estos chicos en manos de sus apropiadores<br />
sería un modo de «expulsarlos de la ciudad», como se hacía con los chivos<br />
expiatorios, «llevándose el mal». En este caso, expulsarlos sería, al revés,<br />
incorporarlos en familias ajenas al «mal» (representado por los desapareci-<br />
dos). En realidad se los expulsa de la Justicia.<br />
Un párrafo de Girard1 es esclarecedor: «La víctima se manifiesta como<br />
encamación de la violencia de la crisis interpretada como sacrum malo y<br />
disociador, pero metamorfoseado por la expulsión de algo aún peligroso, que<br />
sería más benéfico y constructivo siempre que se lo emplease en el lugar<br />
adecuado, en el momento adecuado y en la cantidad precisamente medidas.<br />
Sólo los sacerdotes o los iniciados pueden practicar esta delicada operación».<br />
El lugar adecuado, para muchos, será la familia llamada adoptante que ten-<br />
dría a su cargo a estos niños «aún peligrosos» -por la posible «heren-<br />
cia»- expulsados y recuperados por las nuevas familias, expulsados y per-<br />
didos para las familias de origen. Sin duda existen quienes los imaginan en-<br />
camando la violencia y con posibilidades de convertirse «en algo peor» si<br />
vuelven a sus familias originales.<br />
' Girard, R.: Literatura, Timesis y Antropología; Ed. Gedisa, Barcelona 1984.<br />
216<br />
125
Hasta aquí una interpretación posible; otra interpretación mostraría a<br />
estas niñas y niños como aquellos que ahora serán separados de sus madres,<br />
invistiendo esa imagen con una «piedad» dimanada desde el yo del lector o<br />
escucha de los medios. De este modo, ante el Yo de cada uno o de múltiples<br />
personas del público así como el Yo de algunos periodistas se convierte en<br />
víctima del sufrimiento que esa restitución les provoca. Se trata de alimentar<br />
el propio narcisismo y evitar el juicio traumatizante que afirma: «esta niña<br />
fue robada y alejada de su familia legítima. En ese entonces la comunidad no<br />
lo impidió». Juicio traumático que aparece reforzado por la ley: «-devolver<br />
a sus familias de origen dada la ilegitimidad de la apropiación», insostenible<br />
para «la mente» de mucha gente, no sólo porque vulnera la pulsión de apo-<br />
deramiento en sus fines y metas sino porque oponerse a las restituciones<br />
significa una contradicción -por lo tanto un malestar- respecto de la valo-<br />
rización de la justicia. También porque oponerse significa desestimar los<br />
ideales de esa justicia. Ideales deformados por los deseos de una parte del<br />
público, por sus pulsiones y la necesidad de esquivar o desconocer el juicio<br />
traumatizante. Los medios, al describir reacciones y sentimientos de la<br />
comunidad, al mismo tiempo, los construyen y entraman en una red de<br />
relaciones y prácticas sociales que a su vez crea condiciones de circulación<br />
y producción de nuevos sentidos alrededor del tema. Para lo cual precisan<br />
incrementar información que permita la circulación de datos con los que a su<br />
vez se resignifiquen sentidos acerca de la vida de esos niños. Existiría una<br />
reglamentación entre lo que se sostiene en los medios -cualquiera sea su<br />
posición- y el imaginario social nutriéndose recíprocamente. En este imagi-<br />
nario, la figura adoptante materna adquiere relevancia al ser identificada con<br />
la idealización de «la madre» tal como aparece en el mismo. Un imaginario<br />
que, conjuntamente con las instituciones y prácticas sociales construye<br />
cotidianamente una caracterización sublime de lo materno: «la mujer se rea-<br />
liza a través de la maternidad» es su emblema asociado a «nada es compara-<br />
ble al amor materno». Razón por la cual, al pretender «desmadrar» a la<br />
adoptante se cortocircuitan órdenes sociales que el imaginario social y el<br />
individual pugnan por sostener. Pero se elude la representación de la madre<br />
del origen que deseó concebir a ese niño y con el cual constituía una familia<br />
formada por padres, abuelos, primos y tíos.<br />
Este desorden cede paso, además, a la vigorosa figura de una abuela con<br />
características «temibles» al haber librado una dura batalla en favor del ha-<br />
llazgo de la criatura y haber logrado la decisión jurídica de la restitución.<br />
También será ella quien cumpla la función de «iniciadora» de sus nietos en<br />
la información respecto del origen y los datos concretos acerca de sus padres<br />
temas excluyentes para los adoptantes.<br />
Estas abuelas son madres de desaparecidos, por lo tanto, víctimas. El<br />
tratamiento que recibieron a través de algunos medios las posesionan, sin<br />
embargo, como victimarias contribuyendo al mecanismo de inversión ya<br />
señalado; o sea, capaces de producir «males» y merecedoras de la antipatía<br />
popular. Pasarían a jugar un lugar intercambiable que resulta ideológica-<br />
126
mente posible dada su condición de formar parte de un grupo minoritario, los<br />
familiares -o personas- vinculadas con los desaparecidos.<br />
Incorporar esta figura y su aureola al mismo tiempo que imaginar el<br />
nuevo estilo de vida de estos grupos humanos, ya sea alternado con los<br />
adoptantes o alejados dé ellos, pero siempre vinculando «de golpe» a una<br />
criatura al seno de una familia que siendo la propia es ajena, exige para<br />
quienes lo juzgan desde afuera, un esfuerzo de abstracción, una complejización<br />
del pensamiento que no se desenvuelve fácilmente a través de los medios<br />
que exigen simplificación y reducción de matices a través de la información y<br />
divulgación.<br />
Las defensas psicológicas que se proponen contra la restitución tienen la<br />
tarea de operar contra el juicio traumatizante que denuncia el robo de los<br />
niños y lo convierte en «niña en riesgo de ser secuestrada ahora». Por otra<br />
parte la decisión jurídica que sanciona la restitución desencadena y produce<br />
la escena más temida por los adoptantes: el momento en que alguien pudiese<br />
reclamar a los niños. Pero conviene dividir las aguas: es habitual que los<br />
adoptantes en general sientan el temor, como una vivencia fantástica, cual-<br />
quiera haya sido su modalidad de adopción. Pero es improbable que así<br />
suceda. En cambio, esta escena temida2 en la construcción psíquica de los<br />
medios de las familias apropiadoras en realidad está anticipando la demanda<br />
de los abuelos. Tal vez durante años fantasearon conscientemente con el<br />
momento de la separación, ya que durante todo ese no han tratado con un<br />
niño, sino con su propio desdoblamiento preguntándose: «¿- y si me la/lo<br />
reclaman?...» Respondiéndose al mismo tiempo: «-y haré esto y aquello»,<br />
imaginando la apelación a los medios y el escándalo subsiguiente, un instru-<br />
mento de presión que al mismo tiempo la o los convierte en protagonistas de<br />
lo que ellos consideran su lucha por la justicia.<br />
Entre ellos y ese niño/a siempre hubo un doble que interceptaba la rela-<br />
ción adulto-niño, padres-hijos; y la imaginada participación de los medios<br />
funcionaba -como sucedió- jugando el papel de aliado; también de<br />
cuestionador.<br />
Entonces el valor simbólico de los medios, más allá de la eficacia de su<br />
participación, se relaciona con una escena temida3 y probablemente antici-<br />
pada durante largos años en la que oficiarían como los coros de la dramaturgia<br />
griega, narrando los avatares de la obra, llorando o festejando sus distintos<br />
momentos. Mi suposición acerca de la existencia de dicha escena que incluye<br />
los medios de comunicación, no es sólo una hipótesis: cuando fui consultada<br />
por una situación similar a las descriptas pero protagonizada por familiares<br />
que se negaban a devolver su hija a un padre que había debido exilarse<br />
durante varios años, los abogados que defendían a esos familiares, en la<br />
primera entrevista me hicieron saber «-que si la niña era entregada a su<br />
padre, convocarían a conferencia de prensa y provocaremos otro escándalo<br />
como el caso Juliana».<br />
2 Paviosky E., Las escenas temidas de los terapeutas.<br />
3 Giberti Eva, La Adopción. Ed. Sudamericana, Buenos Aires 1987.<br />
127
Otro elemento que merece considerarse limitándose a recordar lo suce-<br />
dido con las dos hijas de desaparecidos que menciono es que ambas, llama-<br />
das sistemáticamente «las niñas», son dos púberes. Dos vírgenes y por eso<br />
posibles víctimas propiciatorias desde el ritual del mito. Se trata de algo no-<br />
dicho pero visible y ostensiblemente silenciado: ambas son mujeres que sus-<br />
citan una curiosidad específica vinculada con el pasaje de la niñez a la ado-<br />
lescencia.<br />
La confirmación de una falsedad en cuanto a los datos del origen así<br />
como la revisión de adopciones legales produjo severos cuadros de angustia<br />
y aun de paranoia en innumerables familias adoptantes que siguieron<br />
prolijamente las alternativas de las dos restituciones. Aun siendo comprensi-<br />
ble que así sucediera es preciso adjudicar a los medios de comunicación<br />
parte de responsabilidad al respecto. Los adoptantes, más allá de sus te-<br />
mores no conscientes habitualmente no proceden; ni en el encuentro con<br />
sus hijos ni a lo largo de su educación, escondiendo el delito de desapa-<br />
rición de los padres biológicos de la criatura. Ese es un hecho que los<br />
distingue claramente de las familias que describimos en este capítulo,<br />
diferenciando las modalidades de cada una ya que no es lo mismo engañar<br />
a la justicia conociendo la filiación original de un niño, que adoptarlo sin<br />
conocer su origen.<br />
Los medios de comunicación funcionan como resonadores y construc-<br />
tores del imaginario social y de las condiciones de producción y circulación<br />
de sentidos4 así como de su recomposición y resignificación.<br />
En tales redes se oponen dos visiones de «la familia»: aquella que, estan-<br />
do vinculada con los desaparecidos, reclama la criatura; y por otra parte la<br />
adoptante que pretende representar «el orden», «el bien» y los «buenos<br />
antecedentes»5 y 6. La dialéctica entre ambas indicaría -según la propuesta<br />
de los medios de comunicación- la necesidad de sepultar el recuerdo de los<br />
desaparecidos, expulsar fuera de la memoria su historia personal. Y por otra<br />
parte, retener sus productos, sus hijos, pero rehacerlos, «neutralizarlos»<br />
culturalmente respecto de su «potencial genético» imaginado como sospe-<br />
choso (recordemos que para la represión los detenidos no eran considerados<br />
personas, lo cual «podría transmitirse genéticamente a la prole»). Por tanto,<br />
imaginar la educación que precisarían los descendientes de esos engendros<br />
subversivos, exige la creación o articulación de otras categorías psíquicas,<br />
que incluyan pensamientos apocalípticos (sus padres «querían destruir la<br />
civilización occidental y cristiana») y afectos tales como la desconfianza<br />
(«habrán heredado algo de ellos»), a los que se suma propósitos de enmien-<br />
da, o sea instituirse como redentores de los hijos del pecado (vivencia que<br />
podría asociarse a cuadros delirantes).<br />
4 Verón E., La Semiosis Social. Ed. Gedisa, Barcelona, 1987.<br />
5 Giberti Eva, Restitución de niños y adopción. Revista Actualidad Psicológica, octubre 1988.<br />
6 Giberti Eva y Chavanneau de Gore, Adopción y Silencio. Ed. Sudamericana, Buenos<br />
Aires, 1991.<br />
128
Esta clase de análisis no fue el que se difundió en los medios por lo<br />
menos para debatirlo: lo que la mayoría de los medios produjo apenas rozó<br />
tangencialmente la tragedia original, que, por otra parte, tampoco fue eva-<br />
luada como tal por el gobierno constitucional de la época en lo que a los<br />
niños se refiere. La predilección de un significativo número de medios prefi-<br />
rió el escándalo (escándalo quiere decir dar vuelta las cosas, cambiarlas de<br />
lugar) omitiendo sostener la memoria ciudadana. Y promocionaron, muchos<br />
de ellos, la eficacia de personas que pretendían ocupar el lugar de un Dios<br />
dispuesto a distribuir vidas, destinos, futuros, frente a quienes históricamente<br />
fueron no sólo los legítimos familiares sino los organizadores de los rescates.<br />
Al respecto no puedo menos que llamar la atención acerca del modo de proce-<br />
der en algunos de esos rescates: personalmente desconozco cuál hubiese sido<br />
el estilo más conveniente; pero no me caben dudas acerca de lo inapropiado de<br />
las técnicas que se utilizaron en los dos ejemplos publicitados. Podrían justifi-<br />
carse por algunos motivos pero coadyuvaron en la comprensión.<br />
Es posible suponer que la utilización de otras estrategias hubiese amino-<br />
rado la polarización y la confusión que se produjeron, confundiendo a la<br />
opinión pública, opinión pública que, probablemente estuviese más sensibili-<br />
zada «en favor» de mantener a los niños en relación con sus nuevas familias,<br />
no necesariamente por una convicción psicológica, sino porque introducir<br />
una modificación de tal envergadura puede resultar dolorosa y molesta para<br />
la economía psíquica. Como si dijeran: «Pero para qué tanto lío!... Dejen a<br />
los chicos con los padres actuales y no provoquen trastornos, sufrimientos,<br />
alteraciones...! No nos sumen problemas a los que ya tenemos para sobrevi-<br />
vir cada día!... Dejen las cosas como están, total, los padres están muertos,<br />
para qué empezar de nuevo...» El dolor psíquico que producen ciertos cam-<br />
bios que obligan a revisar las propias pautas de conducta es un estímulo<br />
suficiente para que muchas personas prefieran no incomodarse con estos<br />
índoles de problemas. En estos casos algunos medios de comunicación fun-<br />
cionaron al servicio de esa economía psíquica: dejar todo como está.<br />
Por otra parte hubo sectores que utilizaron el descubrimiento de la iden-<br />
tidad de estas criaturas para agitar políticas partidarias, promoviendo polé-<br />
micas innecesarias, exhibiciones dolorosas y comprometiendo el estado de<br />
ánimo de los púberes. Lo cual también constituyó material informativo per-<br />
mitiendo asociar la justicia de la restitución con las finalidades políticas par-<br />
tidarias que se enarbolaban en consignas y pancartas.<br />
La función de los medios de comunicación frente a estos temas proba-<br />
blemente se repita a raíz de otras restituciones, que deseamos se produz-<br />
can. Las empresas de comunicación, que no son los mismos que los medios<br />
de comunicación serán las encargadas de asumir la política que estimen<br />
pertinente, en especial cuando se trabaja con una comunidad inerme frente<br />
al secuestro de sus niños. Las empresas que se encargan de dirigir y orien-<br />
tar los medios de comunicación tendrán a su cargo redefinir lo que se en-<br />
tiende por sujeto de derecho, que ésa es la posición de los niños. Pero más<br />
allá de la imposición despótica, esos niños continuarán mirando a los que<br />
suponen sus padres (bajo sospecha inconsciente) con los ojos de los des-<br />
129
aparecidos, con los mismos ojos con los que las Abuelas pudieron reconocer<br />
el deseo de sus hijos e hijas encamado en esos adolescentes que hoy leen<br />
los periódicos que pretenden contarle quiénes son ellos -adoptivos de una<br />
«familia bien»- y que, no obstante se preguntan: «¿De dónde me trajeron<br />
cuando me trajeron a casa?». Los medios de comunicación carecen de<br />
respuesta. O algunos no se atreven a darla.<br />
CUARTA PARTE<br />
La restitución para la identidad<br />
Apuntes teóricos<br />
por Laura Conte<br />
Septiembre de 1995<br />
CAPÍTULO I<br />
El derecho a la identidad<br />
La dignidad intrínseca de los niños y sus derechos, iguales e inalienables<br />
como los de todos los miembros de la familia humana, han sido legislados a<br />
partir de la Convención de los Derechos del Niño de 1989 por los países<br />
miembros, entre los cuales está la Argentina.<br />
En el artículo 8 los Estados se comprometen a respetar el derecho del<br />
niño a preservar su identidad, incluidos su nombre, nacionalidad y relacio-<br />
nes familiares. Es decir, a desarrollarse y crecer en la libertad de ser ellos<br />
mismos en su propio entorno familiar y social. A partir de estos conceptos y<br />
elementos que configuran el punto de vista jurídico de la ley, vamos a hacer<br />
una aproximación desde el conocimiento psicológico, ya que la constitución<br />
de una identidad integrada es condición de salud.<br />
Nuestra participación en el campo de la salud tiene como perspectiva y<br />
se fundamenta en la vigencia de los dd.hh. Trabajamos clínicamente con<br />
personas directamente afectadas por el terrorismo de Estado. Es decir, que<br />
atravesaron situaciones límites de dolor psíquico. Estas situaciones se carac-<br />
terizan por el monto insoportable de violencia que irrumpe en el psiquismo<br />
siendo difícil para el aparato psíquico su recomposición, es decir, el acceso a<br />
130
simbolizarlas, darles sentido, metabolizarlas. En las situaciones límites es<br />
tocada la mismidad, por lo que es frecuente la vivencia de extrañamiento.<br />
Los pacientes lo exteriorizan como: «sensación de ser otro», «antes y des-<br />
pués de», lo que expresa la vivencia de fractura de la identidad. Cada subje-<br />
tividad recurre a modos propios de defensa y de recomposición subjetiva y<br />
estos modos están relacionados con su historia, con su estructura previa, con<br />
el contexto socio-político cultural.<br />
En el abordaje a la violencia represiva y sus efectos, que tiene por víc-<br />
timas a niños y adolescentes, es muy evidente el entrecruzamiento de la<br />
realidad social y el destino subjetivo. El terror inscribe una experiencia de<br />
espanto que requiere un trabajo de elaboración muy largo, difícil y doloroso.<br />
Y la impunidad -y el sistema que la sostiene- impide dar respuestas<br />
urgentes, eficaces y reparatorias desde rigurosos criterios de justicia y de<br />
salud. La impunidad dificulta cualquier movimiento en relación a la recupe-<br />
ración de la subjetividad, puesto que desestima toda lógica jurídica: 1ero.: los<br />
asesinos sueltos, 2do.: la apropiación otorga paternidad, 3ero.: la mentira<br />
engendra derechos. Y desestima, también, toda lógica de la salud, al mante-<br />
ner, desde la mentira y la perversión, la fractura de la identidad.<br />
-(Algo está ocurriendo en nuestra sociedad para que algunos jueces<br />
dictaminen todavía con los valores del proceso y cueste tanto aún para la<br />
sociedad hacer suyo el espíritu de la Convención...)<br />
-La identidad de un niño se plasma desde antes de su nacimiento. Se<br />
funda en el deseo de los padres acerca del hijo que, unido a la pulsión de<br />
vida del bebé y al contexto familiar y cultural, configura la matriz originaria<br />
identificatoria. Matriz inalterable que lo constituye y que es el fundamento<br />
de la subjetividad, su raíz, su motor.<br />
La identidad continúa como un proceso dinámico de construcción de<br />
este que uno es a través del tiempo y de los cambios extemos e interiores. Es<br />
la captación, el conocimiento, el sentimiento de ser uno mismo y de la propia<br />
continuidad. Es el saber referido a los aspectos más profundos de nuestra<br />
subjetividad, porque la identidad de una persona está definida, justamente,<br />
por la singularidad de su historia subjetiva. Esta singularidad no está dada por<br />
la simple sumatoria de hechos acontecidos, ni es juntando los pedazos de<br />
una historia fragmentada que se logra la unidad identificatoria. Actos, esce-<br />
nas y palabras se inscriben intrapsíquicamente, siguiendo un ordenamiento<br />
jerárquico sobre la base de la significación que le otorgan las figuras origina-<br />
rias, especialmente la madre. A partir de estas primeras inscripciones se cons-<br />
tituye la primera identidad del yo, que irá dando paulatinamente significación<br />
y sentido propio a las inscripciones posteriores. El yo pasa de ser instituido a<br />
ser instituyeme, es decir, que necesita otorgarle sentido a su pasado y a su<br />
futuro.<br />
Por lo tanto, no se logra la identidad imponiendo la integración desde<br />
el afuera, sino que es el yo el que liga libidinalmente su historia concreta<br />
siendo el protagonista del proceso de identidad. La matriz de deseos -origen<br />
identificatorio-, las primeras inscripciones significadas por las figuras<br />
131
originarias y el yo protagonista del proceso de identidad, son instancias que<br />
se continúan y se integran en el desarrollo de la identidad. Para que el sentido<br />
de mismidad y la integridad se logren, para que el sujeto acceda a la confian-<br />
za y seguridad básica, la construcción de la identidad requiere afirmarse y<br />
confirmarse sobre dos ejes que son fundantes: El amor y la verdad. Sin<br />
verdad, sin el reconocimiento social de la verdad-léase jueces, institucio-<br />
nes, familias-no hay posibilidad de desarrollo en integridad y autonomía.<br />
Pensemos en la trágica y triste realidad de hoy, de los adolescentes<br />
sometidos desde niños y aun desde su nacimiento al enajenamiento y a la<br />
desidentificación.<br />
La historia de estos chicos es la historia de la irrupción del horror y de la<br />
fractura que ese horror provocó en su incipiente psiquismo, aún antes de<br />
poder simbolizar. El horror inscribe una vivencia cuyo efecto sigue latente y<br />
actuante mientras dura la defensa represiva. Pensamos que el aparato psí-<br />
quico de estos niños, para no desestructurarse, deja el horror encapsulado y<br />
se «acomoda» a un ordenamiento de mentiras.<br />
Desde la necesidad de posesión los apropiadores lo despojan de su iden-<br />
tidad, intentan reemplazar la matriz identificatoria constitutiva, anular el de-<br />
seo parental y sustituir el proyecto que los padres sostienen para el hijo.<br />
Desconocen su singularidad, borran la familia y se imponen como figuras<br />
identificatorias fraudulentas.<br />
La Ley Arbitraria, la voluntad de apropiación, deja al niño sometido a la<br />
posesión desde su necesidad, enajenándolo. Es contraria a la Ley del Padre<br />
que es la que abre el camino a la posibilidad de desear.<br />
La resistencia a entregar los niños no tiene nada de epopeya de amor, se<br />
enmascara en el amor, pero es adicción perversa.<br />
Pienso que en ninguna parte del mundo se puede admitir como «amor»<br />
las conductas y sentimientos del verdugo o victimario hacia su víctima. Tam-<br />
poco en ninguna parte del mundo puede aceptarse que en la situación de<br />
cautiverio estén dadas las posibilidades de elección. La libertad es condición<br />
del amor. El amor como elección tiene otra raíz que la posesión que mata. El<br />
amor tiene su raíz en Eros, la posesión su raíz en Tánatos.<br />
Es imposible amar libremente cuando se ha internalizado como amor y<br />
como cuidado el abuso ejercido por el poder. Por eso es necesario abrir una<br />
salida a la situación de encierro. Abrir lo que Ulloa llama el absceso. Introdu-<br />
cir la Ley (orden de necesidad - orden de deseo).<br />
La apropiación psico-física de los niños no implica el castigo o maltrato<br />
explícitos. Las formas de control y la crueldad última que encierran, son<br />
ejercidas como «amor» desde los más sutiles y seductores modos de ejercer<br />
el poder.<br />
132
Despojados los niños de todos sus derechos y pertenencias más pro-<br />
pias, el Otro se convierte en el Amo absoluto, dueño de la vida y de la<br />
muerte. El ejercicio de la posesión lleva a la enajenación de la voluntad y<br />
del pensamiento, y su culminación es la aceptación, por parte de la vícti-<br />
ma, del apropiador como salvador. Es porque la posesión proviene de los<br />
seres más «amados» (y más temidos), que el niño la sostiene como su única<br />
posibilidad.<br />
Los niños se defienden de todo sentimiento hostil que la aceptación de<br />
la verdad de su origen e historia indudablemente va a hacer surgir contra<br />
la imagen totalizante de sus apropiadores, imagen que se vería destruida y<br />
que ellos trabajosamente intentan conservar. Están enajenados en la ima-<br />
gen padre terrorífico=padre salvador y tienen impedida la instauración de<br />
un espacio que marque límite a la posesión. Tienen impedido cruzar el<br />
«muro». Y es sólo estableciendo un espacio de terceridad, de corte, que<br />
puede operarse la restitución o el relanzamiento del proceso de integra-<br />
ción de la subjetividad, desde el corte verdadero operado por la Ley.<br />
Podría hablarse de un cuadro repetido de la apropiación, con estas ca-<br />
racterísticas:<br />
-Adultos delincuentes que detentan el apoderamiento.<br />
-Desidentificación y enajenamiento del niño. La perversión y la impu-<br />
nidad actuando sobre el psiquismo.<br />
-Culpabilización de las familias víctimas.<br />
-El delito se transforma en un derecho al amparo del niño como rehén.<br />
La impunidad es potencialidad extrema de violencia.<br />
Lo sepa conscientemente o no, el adolescente convive con represores o<br />
cómplices. Este trauma se prolonga hasta hoy como situación de cautiverio.<br />
Por eso el argumento: «como son adolescentes están ya arraigados, acos-<br />
tumbrados, viviendo una situación afectiva que no debe malograrse nueva-<br />
mente», es un argumento perverso que señala a la restitución de su identidad<br />
y de la verdad como causante de un nuevo trauma que es necesario a toda<br />
costa evitar.<br />
Aquí me parece útil la cita del trabajo «El trauma y sus efectos en la<br />
línea de las generaciones» del Equipo de Salud Mental del CELS: «El trau-<br />
matismo no es sólo una perturbación de la economía libidinal, sino que com-<br />
promete como tal, la integridad del sujeto.<br />
«En «Moisés y el Monoteísmo» (1938), Freud diferenció dos tipos de<br />
efectos del trauma: positivos y negativos. Los primeros consisten en el in-<br />
tento que hace el aparato psíquico de devolverle al trauma su vigencia, re-<br />
cordar lo olvidado, o incluso hacerlo real-objeto.<br />
«Plantea Freud que» puede ser acogido, entonces, en el Yo normal,<br />
como formación general del carácter.<br />
133
«Los efectos negativos del trauma, o las reacciones negativas, persiguen<br />
el objetivo opuesto: que no se recuerde ni se repita nada. Son reacciones de<br />
defensa, se pueden presentar como fijaciones al trauma de incidencia patoló-<br />
gica. Ya no se trataría de un «Yo normal», sino de un Yo inhibido, limitado a<br />
costa de evitar el sufrimiento, de reeditar lo traumático.<br />
«Es así como todo el planteo acerca de los efectos positivos del trauma,<br />
quedan en este texto ubicados del lado de una pulsación del aparato por recordar,<br />
revivir, objetivizar lo traumático, precisamente por haber sido olvidado su origen<br />
histórico-vivencial y porque este olvido es amenaza de daño para el Yo».<br />
Los jueces, la sociedad y hasta la familia desgarrada y, sobre todo, el<br />
adolescente, son obligados a mantener la convivencia con el delito y a per-<br />
petuar el trauma.<br />
¿En nombre de qué bienestar?<br />
¿De qué salud psíquica? ¿De qué ley?<br />
Metodología:<br />
1.- Prohibición a los adultos que detentan el apoderamiento de todo con-<br />
tacto con las víctimas, (aún después de los 21 años de éstas). La justicia es<br />
la encargada de que el daño no se prolongue.<br />
2.- Definición de la Guarda.<br />
3.- Seguimiento interdisciplinario como posibilidad de encuentro del niño<br />
consigo mismo con verdad y libertad.<br />
¿Desde qué criterio de salud puede sostenerse que crecer y desarrollarse<br />
con los propios captores impunes no tendrá consecuencias subjetivas<br />
previsiblemente graves?<br />
¿Cuál es la duda para operar la restitución?<br />
¿Puede sostenerse desde el derecho a la identidad y a la salud, que<br />
estos adolescentes deben seguir con sus apropiadores, ignorando la inciden-<br />
cia de esta perversión mayúscula en su desarrollo?<br />
CAPÍTULO II<br />
Niños secuestrados en la Argentina:<br />
134
Metodología de restitución a sus familias originales<br />
por E. T. de Bianchedi; M., Bianchedi;<br />
J., Braun; M. L., Pélento; Puget<br />
Roma, 1989<br />
1. Introducción<br />
Situaciones sociales de extrema gravedad y complejidad surgidas en di-<br />
ferentes países generaron problemas que pensamos importante exponer y<br />
debatir en el seno de un Congreso Psicoanalítico Internacional. La apertura<br />
de I.P.A. a estas nuevas problemáticas posibilita este encuentro, en el que<br />
plantearemos algunas cuestiones que suponemos pueden tener puntos de<br />
contacto -y también de diferencia- con situaciones ocurridas en otros<br />
lugares del mundo.<br />
Como psicoanalistas latinoamericanos, argentinos, nos enfrentamos con<br />
los hechos y los efectos derivados de la dictadura que ejerció el terrorismo<br />
de estado durante los años 1976 -1983. Esta dictadura produjo la desapari-<br />
ción de aproximadamente 30.000 personas.<br />
Consideraremos aquí tan sólo la situación de niños pequeños que fueron<br />
secuestrados junto con sus padres, y el de hijos de mujeres embarazadas<br />
«desaparecidas» cuyos bebés nacieron en cautiverio. Muchos de estos niños<br />
fueron anotados como propios o ilegalmente adoptados por los mismos rap-<br />
tores o por familias cómplices de los mismos.<br />
La validez de su restitución a sus familias, que nunca dejaron de buscar-<br />
los, sigue siendo un tema polémico en la Argentina. Levantó diferentes co-<br />
rrientes de opinión, tanto en distintos sectores de la sociedad como en diver-<br />
sos grupos profesionales.<br />
Destacaremos en esta presentación la descripción del contexto de estos he-<br />
chos incluyendo dos niveles: uno de información-denuncia (Bianchedi, Bianchedi<br />
1986) y otro en el que plantearemos algunas hipótesis acerca de la identidad<br />
de los niños secuestrados, hallados y restituidos a sus familias originales.<br />
Los presentadores conformamos un grupo con distintos grados de partici-<br />
pación en la restitución. Todos hemos tomado parte activa en discusiones<br />
grupales de distintos orden: algunos hemos sido consultados en relación a algún<br />
caso particular, otros formamos parte del Equipo Psicológico de la Institución<br />
«Abuelas de Plaza de Mayo». Ésta es una Institución creada en 1977 por un<br />
grupo de mujeres-madres de desaparecidos que iniciaron, a partir de ciertos<br />
indicios, el reclamo y la búsqueda de sus nietos (Niños desaparecidos, 1988).<br />
135
Cuando estos indicios se convirtieron de presunción en certeza, la meto-<br />
dología de búsqueda, al comienzo intuitiva y detectivesca, comenzó a<br />
sistematizarse. Con el correr del tiempo se formó un Equipo Interdisciplina-<br />
rio de psicólogos, abogados, pediatras y genetistas. También se incluyeron<br />
técnicas avanzadas como las de análisis genéticos y de histocompatibilidad<br />
que permiten con una seguridad del 99, 9% demostrar la filiación de un niño.<br />
A partir del año 1983 se pudo contar, además, con el apoyo de la justicia<br />
para dar un respaldo legal a la devolución de los niños, devolución a la cual<br />
se llamó «restitución», término cuya procedencia es de orden jurídico.<br />
2. Restitución<br />
2.1 Algunos aspectos del proceso preparatorio de la restitución.<br />
Las estadísticas aportadas por la Institución Abuelas de Plaza de Mayo<br />
señalan que hubo por lo menos 400 niños desaparecidos. De éstos, 48 han sido<br />
localizados, 13 han vuelto con sus familias por acuerdos espontáneos y 25<br />
fueron restituidos mediante juicios, otros aguardan la decisión de los jueces.<br />
Para los alcances de esta presentación haremos una síntesis de las vicisitudes<br />
de la restitución de estos 25 niños. Los largos años transcurridos lejos de sus<br />
familias, 7 o más, solamente pueden ser conocidos por reconstrucción.<br />
Cuando un niño es localizado, se produce en el Equipo Interdisciplinario<br />
un «microclima» que se constituye en preparación-sensibilización de la red<br />
grupal para el renacimiento-aparición-posible reingreso del niño a su familia<br />
de origen. El Equipo Psicológico participa de este microclima y ejerce una<br />
función reguladora y canalizadora del estado emocional que pasa por mo-<br />
mentos de exaltación así como de profundo dolor psíquico. Para los familia-<br />
res implica el reencuentro con la situación traumática inicial que produjo la<br />
desaparición de sus hijos y nietos.<br />
El período siguiente, que puede durar días, meses o años, es de intenso<br />
trabajo para el Equipo Interdisciplinario. El Equipo Psicológico se ocupa de<br />
la preparación de los familiares para que puedan recibir de la mejor manera<br />
posible al niño-aparecido realizando un diagnóstico vincular y situacional.<br />
Llevan a cabo un trabajo de sensibilización del grupo que incluye la elabora-<br />
ción de las ansiedades subyacentes a todo este proceso, la elaboración de<br />
los «duelos congelados», así como la detección del mejor lugar de reinserción<br />
del niño. Este último problema se plantea sobre todo cuando la familia am-<br />
pliada que lo ha estado buscando vive en lugares alejados, o cuando por<br />
algún motivo un miembro de la familia, por cuestiones de edad o de condi-<br />
ción psicológica, no puede hacerse cargo del niño.<br />
2.2 El «acto de restitución»<br />
136
Desde el punto de vista jurídico, para el acto de restitución el Juez<br />
actuante cita en el Juzgado, conjuntamente a los apropiadores del niño, al<br />
niño y a los familiares. El Juez le revela al niño -que puede saberlo o no<br />
desde antes- la verdad de su situación: que las personas de quienes él creía<br />
ser hijo no son sus padres, que su familia verdadera que lo ha estado buscan-<br />
do desde su desaparición está aquí presente y que a partir de ese momento,<br />
va a pasar a vivir con ella.<br />
El niño recibe también una explicación mínima acerca de la situación<br />
política que dio origen a su «desaparición» y de los efectos que ésta tuvo en<br />
su familia de origen.<br />
Una vez dicho esto al niño, el Juez, responsabilizándose de la verdad<br />
enunciada desde su lugar de representante de la autoridad y de la justicia,<br />
despide a los apropiadores e introduce a la familia. Permanece un tiempo<br />
(media hora o más) mientras el niño toma contacto con su familia (a veces<br />
por primera vez) y luego el niño parte con ella.<br />
2.3 Fase hipercrítica<br />
Una de la hipótesis que manejaba el Equipo Psicológico en las primeras<br />
restituciones fue que el acto de la restitución podía provocar un derrumbe<br />
psicológico del niño que iba a requerir atención inmediata al modo de una<br />
«terapia intensiva». Por eso se había previsto la necesidad de que algún<br />
psicólogo pudiera estar presente durante varios días acompañando al niño y<br />
a su familia. Sin embargo, se observó que no ocurría tal derrumbe y que era<br />
más importante fortalecer y cuidar la red socio-familiar de recepción del<br />
niño. Si bien efectivamente en esas primeras horas el niño se muestra en un<br />
estado de conmoción, perplejidad y hosquedad, desarrolla rápidamente junto<br />
con una angustia muy intensa, una creciente curiosidad. Una y otra vez pide<br />
que le expliquen los hechos y que se agreguen más detalles sobre lo ocurri-<br />
do. Además busca un contacto físico con alguna persona que en ese mo-<br />
mento él elige como privilegiada. Queda absorbido por su nueva situación.<br />
También transmite dramáticamente su deseo de volver, aunque sea por un<br />
ratito, con los que creía que eran sus familiares. No se accede a ello.<br />
Suponemos que el despertar de la curiosidad de estos niños por su histo-<br />
ria se basa en que ellos son los únicos poseedores del conocimiento de lo que<br />
les ha pasado y que en ese momento se juntan con su conocimiento previo<br />
que había sido enquistado durante esos años.<br />
2.4 Evolución<br />
En los días y meses subsiguientes se asiste a una rápida evolución del<br />
niño, que se manifiesta tanto física como psicológicamente.<br />
El interés que se despertó en el niño en el ámbito mismo del Juzgado por<br />
conocer datos de su historia y el primer contacto emocional con su familia<br />
137
verdadera continúa, una vez instalado en la casa, con la exploración espacial<br />
de ese lugar, en algunos casos con el encuentro de objetos de cuando era<br />
bebé etc... Intenta organizar un espacio personal moviendo algún mueble de<br />
la casa y de esa manera hace propio ese espacio. Mientras tanto la familia y<br />
los psicólogos se abocan a un desciframiento de las necesidades del niño,<br />
tratando en todo momento de no valerse de presupuestos. En sus interacciones<br />
con el niño tienen presente como eje principal la necesidad de sostener un<br />
trabajo de historización. El niño movido por la activación de la pulsión<br />
epistemofílica, intensifica sus investigaciones pidiendo datos sobre sus pri-<br />
meros meses de vida, el aspecto y la personalidad de sus padres. A manera<br />
de un trabajo detectivesco, tal como hicieron las Abuelas a partir de indicios,<br />
reitera sus preguntas a varios miembros de la familia para comprobar si sus<br />
respuestas coinciden. Rápidamente busca y encuentra parecidos físicos entre<br />
él y sus familiares y se regocija viendo fotos u otros objetos que le pudieron<br />
pertenecer. Se integra al grupo familiar, se adapta al nuevo colegio, nuevas<br />
ropas, nuevo grupo social. Aparecen recuerdos de situaciones vividas cuan-<br />
do era muy pequeño.<br />
3. Ampliación de algunas hipótesis<br />
3.1 Identidad<br />
De las muchas teorías psicoanalíticas acerca de este tema tan sólo to-<br />
maremos las que nos parecen suficientemente abarcativas de las «situacio-<br />
nes límite» a las que están expuestos los niños de los cuales nos ocupamos<br />
en este trabajo.<br />
Aquellas teorías que se ocupan del estudio de los procesos, parten fun-<br />
damentalmente del problema del vínculo emocional. Otras consideran que el<br />
niño nace como sujeto alienado y es constituido en tanto hijo desde el deseo<br />
de los padres, adquiriendo así un lugar en la estructura familiar. Otras con-<br />
templan la hipótesis que la familia es el resultado de una conjunción entre el<br />
deseo de los padres y la cultura.<br />
Los modelos que toman en cuenta el deseo de los padres, conciben a<br />
éste como previo a la concepción y se refieren a la posibilidad de la pareja<br />
matrimonial para crear un proyecto de hijo dándole un lugar y un nombre<br />
que luego éste habrá de ocupar. En otro modelo, aquel que toma en cuenta<br />
el vínculo emocional de la relación madre-hijo, el contacto intrauterino es el<br />
primer mojón del núcleo sobre el cual se edifica ulteriormente la identidad.<br />
Nos parece factible articular estas teorías incluyendo el concepto defun-<br />
ción. Éste postula la necesidad de tomar en cuenta la multiplicidad de las<br />
mismas y su antelación lógica como desencadenantes de los procesos emo-<br />
cionales. Se enlaza directamente con la noción de estructura edípica de<br />
donde provienen las leyes de parentesco que a su vez conciernen a la inser-<br />
ción del sujeto en el espacio social cuyos organizadores son la Ley y las<br />
reglas que hacen al mismo.<br />
138
La experiencia con niños nacidos en cautiverio habiendo estado tan sólo<br />
pocas horas o a veces ninguna con sus mamás, nos permite pensar que<br />
puede existir en el aparato psíquico alguna marca previa al nacimiento. Ello<br />
nos lleva a proponer el concepto de identificación pre-primaria. Ésta, en<br />
situaciones traumáticas queda escindida, clausurada o encerrada en una<br />
caparazón sin destruirse ni ahogarse. Dicho elemento se transformará en el<br />
núcleo protegido capaz de evolucionar en otros momentos de la vida cuando<br />
las condiciones vitales lo posibiliten. Este núcleo no es expulsado ni desar-<br />
mado, como ocurre en las psicopatologías severas de la infancia, tales como<br />
las psicosis infantiles. La restitución en cambio, actuaría como<br />
permeabilizadora de la capa protectora de ese quiste-espora, liberando la<br />
potencialidad identificante que conlleva su núcleo.<br />
Entenderemos el concepto de identificación a la luz de la noción de<br />
función y modelos identificatorios propuestos por las figuras parentales y el<br />
medio social con valor identificante para el sujeto-niño en tanto identificado.<br />
Los primeros modelos identifícatenos se constituyen en puntos de cer-<br />
teza que se construyen sobre la base de una carencia entre identificante-<br />
identificado en un interjuego infinito. De ellos deriva la confiabilidad natural<br />
que un niño pueda tener en sus vínculos parentales. Los puntos de certeza en<br />
un proceso de desarrollo natural serán metabolizados y semantizados. Para<br />
la constitución de los mismos intervienen en forma articulada los juicios de<br />
existencia y de atribución.<br />
En el caso de estos niños parecen haber quedado enquistados en el<br />
núcleo los puntos de certeza y, recién en el proceso de restitución, se vuelve<br />
a iniciar la evolución-resignificación de los mismos. La restitución trae como<br />
consecuencia un verdadero tembladeral en los juicios de existencia y de atri-<br />
bución, tembladeral que ya tuvo lugar al realizarse el robo del niño del que<br />
sólo podremos dar cuenta a través de una reconstrucción.<br />
Luego de la restitución se produce un nuevo armado del rompecabezas<br />
identificatorio, según el cual, algunas identificaciones provenientes de las<br />
familias apropiadoras perderán su fuerza mientras que otras permanecerán,<br />
adquiriendo o no otra significación.<br />
Entre los organizadores de la identidad del niño es necesario incluir la<br />
construcción y elaboración del mito del origen.<br />
Cuando aparece el lenguaje las preguntas que se formula el niño acerca de<br />
su origen y las respuestas dadas por los padres, generan un mito del origen que<br />
intenta hacer pensable aquel componente para siempre inconsciente del cómo,<br />
cuándo y por qué del origen. El mito a su vez está íntimamente ligado a la<br />
cuestión de los puntos de certeza y de las identificaciones pre-primarias.<br />
El mito del origen es el resultado de una deformación imaginaria pero<br />
retiene puntos de contacto con la realidad histórica. A lo largo de la vida, el<br />
mito sufre reformulaciones que intentan acercarse cada vez más a la ver-<br />
dad histórica. Por otra parte, la verdad no es un acto puntual sino que cons-<br />
139
tituye una red de prácticas y de enunciados parentales acordes al contexto<br />
social, que sostienen esta verdad a través del tiempo. Esto ocurre en condi-<br />
ciones naturales no patógenas.<br />
El discurso de los apropiadores, en cambio, sostiene una afirmación men-<br />
tirosa acerca del origen, que concierne tanto a la edad del niño como a<br />
veces a su nombre propio y obviamente al patronímico así como a las cir-<br />
cunstancias de su nacimiento. Con este discurso intentan sustituir con un<br />
relleno falso la realidad histórica. Queremos diferenciar estas situaciones<br />
de aquéllas en las que los enunciados provienen de la desmentida, como<br />
sucede en los mitos del origen que encontramos en cuadros psicóticos.<br />
Los enunciados de las familias apropiadoras contienen también mensa-<br />
jes mesiánicos. Sostienen para ese niño un doble deseo: el de no ser y el de<br />
ser. «No serás lo que te ha hecho nacer» (el deseo inicial de los padres), en<br />
cambio «serás desde mis valores (mesiánicos) aquel que yo quiero que seas».<br />
Probablemente el «yo quiero que seas» no es intrínsecamente malo para el<br />
niño, en cambio sí lo es el «yo quiero que no seas y que seas para otro<br />
proyecto que es el mío, que incluye la muerte de todos los padres que hasta<br />
ese momento hicieron nacer hijos como tú». Esto difiere de lo observado en<br />
padres con potencialidad psicótica cuyo deseo puede incluir un deseo de<br />
muerte del hijo.<br />
Pasaremos ahora a considerar la construcción de la identidad a partir<br />
del vínculo emocional entre la madre y el hijo. En él los puntos de disconti-<br />
nuidad, como por ejemplo el parto, el ritmo de ausencias y presencias, con-<br />
servan un cierto grado de coherencia que permite al bebé que cada<br />
reencuentro corresponda a expectativas generadas en esos primitivos con-<br />
tactos. Cuando el niño es separado bruscamente de su madre, como es el<br />
caso tanto en las apropiaciones inmediatas al parto como en aquellas ocurri-<br />
das en los primeros meses o años de vida, la simbolización de la discontinui-<br />
dad está doblemente obstruida porque el origen debe ser mantenido oculto a<br />
manera de un secreto vergonzoso y además porque se produce una super-<br />
posición de proyectos vitales contradictorios: aquel que fuera de los familia-<br />
res y del grupo social al cual pertenecía el niño y el de los apropiadores.<br />
Sabemos que éstos no son los únicos casos en los cuales se produce la<br />
interrupción brusca de la continuidad emocional, y en cada caso habrá que<br />
estudiar el destino de esta brecha.<br />
Todo lo dicho hasta aquí nos lleva a una revisión del concepto de trauma.<br />
3.2 Trauma<br />
Clásicamente el concepto de trauma remite al trauma de nacimiento con<br />
la reformación que hiciera Freud en «Inhibición, Síntoma y Angustia», don-<br />
de introduce el concepto de separación y desamparo. Si bien distintas es-<br />
cuelas psicoanalíticas han intentado reformular este concepto estudiando sus<br />
diferentes tipos y efectos, las experiencias referidas al contexto de esta pre-<br />
sentación nos han llevado a ampliar su significado.<br />
140
Partimos del supuesto que el robo del niño se constituyó en el aparato<br />
psíquico de éste en situación traumática, incluyendo en la misma no sólo el<br />
robo en sí, sino también las circunstancias que lo rodearon: muerte/desapari-<br />
ción de uno o de ambos padres mediante un acto de violencia ejercido por el<br />
terrorismo de estado. Esta situación se inscribe dentro de aquellas definidas<br />
como traumas sociales.<br />
Otro supuesto es que, en general, las situaciones traumáticas dejan su<br />
marca en la mente dependiendo su cualidad tanto del nivel de estructuración<br />
del psiquismo como de la modalidad del trauma. En este sentido pueden<br />
quedar registradas como inscripción o como «agujero».<br />
Su conceptualización en tanto marca nos abre el camino a la posibilidad<br />
de su elaboración para lo cual nos adscribiremos a la idea formulada por los<br />
Barange y Mom (1987) que postulan el concepto de historización del trau-<br />
ma. En este proceso es condición necesaria dar tiempo y espacio para que<br />
la repetición dé lugar a las ligaduras-semantizaciones que habían quedado<br />
desligadas-obturadas.<br />
El proceso de historización comprende un trabajo de la memoria, el es-<br />
tablecimiento de una causalidad perdida, el reestablecimiento de una conti-<br />
nuidad, recuperación de aspectos escindidos y la reconstrucción de víncu-<br />
los. En los niños restituidos, como ya mencionamos, este proceso se hace<br />
mediante relatos, observación de fotos, comparación de ciertos rasgos del<br />
propio cuerpo con el de algún familiar, relaciones con otros niños de la fami-<br />
lia, confirmaciones provenientes del discurso social vehiculizado por figuras<br />
significativas, etc.<br />
Introducimos el concepto de situación traumática rectificadora como<br />
condición necesaria para el devenir de la restitución de estos niños a sus<br />
familias. El momento clave es el «acto de la restitución».<br />
Durante este acto se produce una brecha-desorganización-reorganiza-<br />
ción quedando nuevamente vacía la función encargada de atribuir juicios de<br />
existencia. Ésta se deposita rápidamente en la figura del Juez como aquel que<br />
conjuga la Ley familiar y la Ley social y sanciona la verdad histórica. El Juez<br />
recupera los niños para la sociedad y duplica la función paterna faltante. Por<br />
su parte las Abuelas de Plaza de Mayo y el Equipo Psicológico ocupan la<br />
función faltante de las figuras parentales desaparecidas así como proporcio-<br />
nan una red socio-familiar transitoria. De esta manera se inicia el proceso de<br />
historización propio del período que sigue al acto de al restitución.<br />
Suponemos entonces que en el «acto de la restitución» se produce una<br />
conmoción emocional e identificatoria con la consiguiente caída o suspen-<br />
sión de las identificaciones anteriores (des-identifícación, Bianchedi 1989).<br />
Es un momento de intenso dolor psíquico, único camino para que se reinicie<br />
el proceso de identidad y la recuperación de un proyecto identificatorio que<br />
incluya el enquistado en el núcleo.<br />
141
Cuando en el período hipercrítico, empieza a circular la información y el<br />
conocimiento acerca de sus padres, el vínculo establecido con los apropiadores<br />
queda reconocido e investigado como falso, varían los juicios de atribución y<br />
por lo tanto, como enlace necesario, varía el juicio de existencia.<br />
Mientras los niños no han sido confrontados con una información acerca<br />
de la existencia de sus padres, los que les dicen ser sus padres son quienes<br />
dicen algo acerca de su condición de hijo. La información produce entonces<br />
una desorganización de un rompecabezas identificatorio armado previamen-<br />
te, y una reorganización desde otros valores.<br />
Un momento crucial en el acto de la restitución es la transformación de<br />
los que fueron considerados como «padres», los apropiadores, en ladrones,<br />
asesinos o torturadores. Los que habían sido incorporados en el Yo como<br />
buenos, serán expulsados en el No-Yo dejando de ser constitutivos y<br />
sostenedores del Yo.<br />
Como correlato se observa en algunas familias de apropiadores que al<br />
quedar bruscamente sin sostén para la mentira, sin el niño-fetiche (Ulloa,<br />
1988) justificador del discurso mesiánico, irrumpe una desorganización severa<br />
en uno o varios miembros de esa familia, muchas veces acompañada de<br />
manifestaciones similares en el contexto social. Estas últimas se ven reforza-<br />
das por los medios de difusión masiva.<br />
3.3 Duelo<br />
El hecho que en general estos niños sean restituidos a la familia amplia-<br />
da donde los abuelos suelen ocupar el lugar vacío de los padres trae una<br />
complejidad más. Tal vez por ello sea importante la intervención del Juez<br />
encargado de dar la identidad social y mediatizar la relación entre la familia<br />
y el niño.<br />
En condiciones naturales las abuelas son instituidas como tales por los<br />
padres, siendo éstos quienes deben impedirles el acceso directo al hijo de<br />
ellos. Los padres imponen así una nueva prohibición de donde surge la ter-<br />
cera generación. En el caso de los niños robados, cuyos padres han desapa-<br />
recido, es posible que en la mente de las abuelas esos niños ocupen el lugar<br />
de sus hijos desaparecidos así como el de nieto. En estas familias queda una<br />
prohibición fallante, la que instituyen los padres en general, y que ahora es<br />
asumida por el Equipo Psicológico, el Juez y en algunas ocasiones por algún<br />
miembro de la familia ampliada. El Equipo Psicológico tiene a su cargo ayu-<br />
dar a que los abuelos acudan a su sabiduría para reencontrar la serenidad y<br />
distancia necesaria para desempeñar el doble papel de padres y de abuelos.<br />
La estructura vincular familiar y la estructura social han quedado du-<br />
rante los años de búsqueda del niño con un «duelo congelado». Para la<br />
Institución Abuelas de Plaza de Mayo, los desaparecidos y su recuperación<br />
tienen un lugar fundante. Cada vez que logran ubicar y restituir uno de los<br />
nietos se produce un doble movimiento libidinal: uno, de elación, euforia, con<br />
142
la consiguiente expansión narcisista dada por la recuperación, y otro, un<br />
cambio en su lugar institucional.<br />
Al localizar al niño se inicia un proceso de elaboración de duelos<br />
(Braun, Pelento, 1985, 1989): pérdida del hijo y recuperación del nieto<br />
teniendo que asumirse como abuelos-padres de un nieto-hijo. Esto es signi-<br />
ficado como una doble muerte: el matar simbólicamente a los hijos para<br />
poder asumirse como padres de los nietos y asumir la muerte de los hijos<br />
como muerte real. Por lo tanto ese nieto-hijo adviene en la estructura fami-<br />
liar como esa doble marca.<br />
Es de suponer que durante la ausencia-desaparición de ese hijo-nieto<br />
se sobreinvistió el espacio que uno de nosotros ha llamado el espacio trans-<br />
subjetivo (Puget, 1988), el que da pertenencia social en desmedro de la<br />
inscripción en el espacio intersubjetivo, el familiar. Desde la localización del<br />
niño hasta la posible restitución es necesario volver a investir la estructura<br />
vincular familiar para hacer un lugar real para aquel hijo-nieto.<br />
Las abuelas sufren durante el período hipercrítico la misma perplejidad<br />
y estado de extrañamiento que pueden sufrir los padres cuando de golpe<br />
aquel ser imaginario que estaba en el vientre les es presentado como un ser<br />
real y tienen que reacomodarse a la nueva situación. Las abuelas deberán<br />
poder tolerar la vivencia de extrañamiento por el reencuentro con un niño<br />
grande, que proviene ya no del propio vientre de la madre sino de un otro<br />
espacio, no sólo ajeno sino deformante. Ellas harán también un paulatino<br />
proceso de reencuentro teniendo entonces que cuidar que la ambivalencia<br />
no las lleve a atribuir todo lo que no corresponde a su modelo ideal como<br />
perteneciente a los apropiadores y las cualidades positivas del niño a su<br />
modelo ideal.<br />
Si, por razones singulares y personales provenientes del espacio<br />
intrasubjetivo de cada una de las personas involucradas, el Equipo Psicoló-<br />
gico no puede ser suficiente sostén para todo el proceso de recuperación,<br />
habrá de brindarles un apoyo terapéutico específico cuando lo necesiten.<br />
4.Interrogantes<br />
Para estos niños será necesario considerar en el futuro el destino de la<br />
construcción de la intimidad que contiene siempre una organización de lo<br />
público y de lo privado, que en estos casos, no sigue las vicisitudes natura-<br />
les. La restitución inevitablemente suele tener amplia difusión periodística<br />
transformando a estos niños y a sus circunstancias en protagonistas históri-<br />
cos. Podrían ser comparados a los niños prodigio cuya vida privada se toma<br />
pública, si bien en éstos está ausente el componente siniestro.<br />
También quedan interrogantes acerca del destino de los modelos<br />
identifícatenos adquiridos durante su «cautiverio», período vivido con las<br />
familias apropiadoras, que podrán adquirir nuevas significaciones a lo largo<br />
de las distintas crisis vitales naturales.<br />
143
La restitución de estos niños conforma el psicoanálisis de «situaciones<br />
límite» para las cuales es necesario crear un encuadre de urgencia (Puget,<br />
1987) donde el analista habrá de actuar como elemento refundante de expe-<br />
riencias pretéritas.<br />
Bibliografía<br />
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nosotros a Freud. Trauma puro, retroactividad y reconstrucción». Revista<br />
de Psicoanálisis, XLIV, No 4, 1987. (The infantile psychic trauma, from us<br />
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Vol. 69, 1988, part 1.)<br />
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Moguillansky R., Rodríguez Saenz N. del P. de ., Seiguer G. «Crecimiento<br />
mental y desidentificación - un punto de vista sobre el diálogo analítico».<br />
36avo Congreso Internacional, Roma 1989.<br />
Braun de Dunayevich J., y Pelento M. L. «La desaparición, su repercu-<br />
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Buenos Aires, 1985.<br />
----------------- «Les vicissitudes de la pulsión<br />
de savoir dans certains deuils spéciaux» Violence d'Etat et psychanalyse. J.<br />
Puget, R. Kaes et al. En Presse Ed. Dunod 1989.<br />
Puget J., «Violencia Social y Psicoanálisis: Lo Impensable y Lo Impen-<br />
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Psychoanalysis: The Unthinkable and the Unthought». Free Associations<br />
No 13, 1988).<br />
---- «Un espacio psíquico o tres espacios ¿Son superpuestos?».<br />
Revista de Psicología y Psicoterapia de Grupo. XII, marzo 1989. («Un<br />
Espace Psychique ou trois Espaces? sont-ils superposés?»). Symposium<br />
International: Groupe Analytique et Formation. Lausanne. Octubre 1989.<br />
---- «État de menace et psychanalyse: de L´étrange structurant á<br />
Fétrange aliénant». Violence d´état etpsychanalyse. J. Puget, R. Kaes et al.<br />
En Presse Ed., Dunod 1989.<br />
Ulloa F. «¿Es Juliana un trofeo? No, Juliana es Sandóval» Fin de Siglo,<br />
No 16, Oct. 1988.<br />
144
por Fernando O. Ulloa<br />
Abril, 1988<br />
CAPÍTULO III<br />
La ternura como contraste y denuncia<br />
del horror represivo<br />
Es frecuente que en encuentros y discusiones teóricas acerca de los efec-<br />
tos psicológicos de la represión, centre mi participación en tomo a dos ideas<br />
que considero particularmente útiles para trabajar con afectados en grados y<br />
situaciones distintas.<br />
Me refiero a lo que he conceptualizado como encerrona trágica y como<br />
efecto siniestro.<br />
Voy a recordar brevemente estas ideas sólo como introducción y funda-<br />
mento a una conceptualización que hoy quiero aportar en el marco de la<br />
restitución de chicos secuestrados.<br />
El paradigma de la encerrona trágica es la tortura en la cual alguien, la<br />
víctima, depende totalmente para dejar de sufrir o para sobrevivir de alguien<br />
a quien rechaza totalmente.<br />
Otro tanto ocurre con los familiares de las víctimas, también están a<br />
merced de aquellos a quienes repulsa totalmente.<br />
La tragedia así concebida es una situación de dos lugares opresor-opri-<br />
mido, sin tercero de apelación. Esta falta absoluta de una instancia para<br />
apelar tal como ocurre en el terrorismo de estado, da a la situación el carácter<br />
de encerrona concreta y psicológica. Es posible no obstante quien en el as-<br />
pecto psíquico la víctima pueda escapar de la encerrona cuando está apoya-<br />
da tanto por la absoluta convicción en el valor de sus ideas y de sus acciones<br />
como en los lazos solidarios que la unen a sus compañeros. Emocionalmente<br />
al menos encuentra una apelación valiosa a partir de la cual resistir. Por<br />
supuesto esto es sólo probable en un adulto. De cualquier manera la situa-<br />
ción es de extremada invalidez y sobre ella se ejerce la extorsión.<br />
También he señalado en otros trabajos cómo esta falta de tercero de<br />
apelación, realidad frente a la cual se encuentran los familiares sin puertas<br />
que golpear en los momentos del terrorismo de estado, fue uno de los oríge-<br />
145
nes de los organismos de Derechos Humanos cuando los afectados se agru-<br />
paban y organizaban constituyendo ellos mismos una instancia de apelación.<br />
Los organismos de Derechos Humanos al comienzo tenían poco poder<br />
efectivo, pero inmenso poder moral para denunciar frente al mundo la situa-<br />
ción de la cual eran víctimas ellos y los secuestrados apuntando con esto a<br />
quebrar el fundamento de la represión integral: la pretensión de impunidad.<br />
Simultáneamente demandaban justicia y castigo ante las instancias que<br />
se iban abriendo.<br />
Una función importante de los organismos de Derechos Humanos que<br />
resulta ser una salida, por momentos la única para romper la encerrona tanto<br />
en el nivel concreto como en lo emocional, es impedir que los crímenes se<br />
secreteen.<br />
Los hechos se secretean desde la propia metodología de secuestro y<br />
desaparición. Empleo este término secretear en el sentido de un modalidad<br />
de represión en la que simultáneamente se busca mostrar y ocultar el crimen.<br />
Es algo así como un secreto a voces con el que la población convive. Los<br />
secuestros son más o menos públicos pero a la vez se clandestinizan, se hace<br />
desaparecer a las víctimas, se borra todo rastro. En este secreteamiento radi-<br />
ca parte de la eficacia de la metodología represiva.<br />
El psicoanálisis ha estudiado esta situación mostrando cómo el secreto<br />
oculto del cual se desprenden indicios, tiende a promover el efecto siniestro, a<br />
la sombra de la renegación de los hechos, sin poder ocultar el efecto temeroso<br />
y paralizante de lo que siendo atroz permanece semioculto. Se niega que se<br />
niega como una defensa muy elemental que intenta ocultar, o mejor pretender<br />
vanamente ocultarse de lo que atemoriza. Esta renegación continúa hoy como<br />
efectos residuales del período del terrorismo de estado. Es frecuente que al-<br />
guien diga que ignoraba los crímenes cometidos durante la represión y que sólo<br />
después se enteró. Es verdad que pasado el período más cruento de la repre-<br />
sión se investigaron y pusieron en mayor evidencia los hechos, pero la formu-<br />
lación: «Yo ignoraba lo que ocurría» sigue conteniendo cierta cuota de nega-<br />
ción porque se «ignoraba» tanto. El efecto renegación persiste así, pronto a<br />
acrecentarse. Hay un realidad: superar la renegación resultante del efecto si-<br />
niestro, implica el duro trance de enfrentar la tragedia cruda que por permane-<br />
cer semioculta, mantenía y mantiene aún, aunque atenuados, sus efectos.<br />
Si la encerrona trágica coloca a la víctima en una invalidez aguda favora-<br />
ble a la extorsión, el efecto siniestro promueve una invalidez crónica propicia<br />
a cualquier manipuleo político-cultural y de hecho económico.<br />
Hay un antecedente de esta invalidez que merece destacarse: la invalidez<br />
infantil como estado propio de los primeros tiempos del sujeto humano.<br />
Cuando la represión cae sobre los niños, no cae sobre una invalidez produci-<br />
da regresivamente en un adulto sino sobre algo que existe naturalmente.<br />
Quiero desarrollar con algún detalle esta situación porque la encuentro parti-<br />
146
cularmente importante para sostener, con sobrados argumentos psicológicos<br />
ante la sociedad, la monstruosidad del apoderamiento de niños y los peligros<br />
que ello implica para las víctimas; agregar además fundamentos ante la justi-<br />
cia mostrando cómo la única salida posible pasa por la mostración a los niños<br />
de la verdad plena, aunque esta verdad evidenciada deba ser enfrentada por<br />
niños pequeños con los acompañamientos y auxilios necesarios respetando la<br />
singularidad de cada caso.<br />
Trato también aquí de acrecentar una mayor comprensión para el abor-<br />
daje terapéutico de estos niños. Para ello resulta importante también inter-<br />
pretar algunas presunciones acerca del perfil patológico de los que se avienen<br />
a ser usurpadores de niños.<br />
El tiempo de la invalidez infantil es el escenario donde actúa la ternura<br />
parental. Luego he de referirme concretamente acerca de qué se entiende<br />
por ternura, pues más allá de las connotaciones emocionales del término, se<br />
trata de un instancia psíquica fundadora de la condición humana.<br />
La invalidez infantil es un tiempo sin palabras aún, en consecuencia con<br />
mermadas posibilidades de pensamientos memorables posteriores en forma<br />
consciente de lo que acontece en los primeros tiempos del niño, aunque todo<br />
lo que se inscribe entonces será constituyente del continente inconsciente del<br />
niño sujeto. Podría decirse que es merced a la invalidez infantil, que el niño<br />
recibe no sólo la historia de la humanidad sino la humanización misma. De<br />
no existir ese período de invalidez que coloca al infantil sujeto en necesaria<br />
dependencia de sus mayores, no se podría transmitir el aporte acumulado en<br />
la historia. Es así que con el correr de los siglos no sólo se nace en otro siglo,<br />
sino que en cierta proporción se recibe lo que culturalmente acumulan los<br />
siglos. Así va avanzando la especie humana y en ese avance las contraseñas<br />
se van transmitiendo condensadamente en los tiempos iniciales del sujeto.<br />
No se trata de confundir esta etapa de invalidez con el concepto de incapaci-<br />
dad y menos con cosificación del niño.<br />
La invalidez infantil está presidida por la ternura parental. La ternura es<br />
instancia típicamente humana, tan primigeniamente constituida que se la po-<br />
dría pensar de naturaleza instintiva. Se habla del instinto materno. Mas la<br />
ternura es producción que va más allá de lo instintivo aunque esté basada en<br />
él. La ternura siendo de hecho una instancia ética, es de inicial renuncia al<br />
apoderamiento del infantil sujeto. Para definirla en términos psicoanalíticos<br />
diré que la ternura es la coartación -el freno- del fin último, fin de descar-<br />
ga, de lo que el psicoanálisis define como la pulsión, concepto que aquí<br />
solamente menciono. Esta coartación del impulso de apoderamiento del hijo,<br />
este límite a la descarga no ajeno a la ética, genera dos condiciones; dos<br />
habilidades propias de la ternura: la empatía, que garantizará el suministro<br />
adecuado: calor, alimento, arrullo-palabra y un segundo y fundamental com-<br />
ponente: el miramiento. Tener miramiento es mirar con amoroso interés a<br />
alguien a quien en cuanto sujeto se lo reconoce ajeno y distinto a uno mismo.<br />
El miramiento es germen inicial y garantía de autonomía futura del infante.<br />
147
Una idea que encuentro eficaz en relación al proceso de la ternura es<br />
que la mediación de la misma crea en el niño el sentimiento confiado de que<br />
el mundo consiente en satisfacer sus demandas. Es así como el niño va<br />
adquiriendo convicción en la existencia y en la bondad de un suministro<br />
ajeno a él, a la par que confía en sus propias posibilidades de demandar y<br />
obtener tal suministro. Es a partir de este sentimiento de confianza que el<br />
sujeto estructurará una relación de contrariedad con lo que daña, con el<br />
sufrimiento. Relación de contrariedad quiere significar que lo que daña es<br />
percibido como algo extemo a sí mismo. Este proceso será fundamental para<br />
el desarrollo paulatino de la conciencia acerca de que él mismo puede ser<br />
causa extema de sufrimiento para el otro. En esta relación de contrariedad<br />
con el daño, radica la posibilidad de acceder a lo que llamaré la imposición de<br />
justicia, aquel sentimiento en relación no sólo a lo que daña y a lo que no<br />
daña, sino a cuando él mismo es o no es dañino para el otro. Este saber que<br />
se va imponiendo es una de las bases del discernimiento de lo que es justo<br />
como parte constitutiva de la persona.<br />
La ternura atendiendo a la invalidez infantil hace posible desde el sumi-<br />
nistro y la garantía de autonomía gradual, superar la etapa de invalidez infantil<br />
organizando un sujeto esperanzadamente deseante al tiempo que se sientan<br />
las bases constitutivas de lo ético.<br />
Veamos ahora lo contrario, lo que podríamos llamar el fracaso de la<br />
ternura y la patología que genera desde la invalidez.<br />
Mi experiencia como analista, si bien comprende algún caso de niños<br />
restituidos ya sea controlando procesos terapéuticos o aportando elementos<br />
periciales, se refiere fundamentalmente a casos de adopción con patologías de<br />
los adoptadores y adoptados, como así también a casos de hijos que aun<br />
propios por nacimiento sufren también apoderamiento de parte de sus padres.<br />
Este fracaso puede darse tanto por exceso como defecto en el suministro.<br />
De hecho en situaciones límites cuando no se instaura la coartación instintiva,<br />
no existe la ternura; los padres se apoderarán del niño para su exclusiva descar-<br />
ga. No hay miramiento promotor de autonomía, hay si apropiamiento torpe<br />
que por supuesto también perturba la empatia suministradora.<br />
A estos fracasos de la ternura corresponden algunas patologías más o<br />
menos típicas. En el apoderamiento se suele estructurar un verdadero inces-<br />
to preedípico que comprometen el desarrollo de la autonomía del niño, atra-<br />
pado en relaciones simbióticas, base de futuras patologías que bordean o<br />
llegan a la psicosis.<br />
En el fracaso del suministro por falta de empatia, el niño desarrolla una<br />
modalidad patológica muy singular. Cuando desde los primeros años carece<br />
de algunos suministros tiernos, que nunca tuvo ni tendrá, se verá enfrentado<br />
a elaborar un tipo de duelo particularmente difícil y a veces imposible: la<br />
pérdida de lo no tenido. Este sentimiento que en forma atenuada es universal<br />
y en parte fundamento de la incompletud del ser, cuando adquiere mayores<br />
148
dimensiones genera la tendencia a organizar vínculos sustitutivos de modali-<br />
dad perversa-adicta. Precisamente es antecedente en la drogadicción severa.<br />
Frente al duelo por lo no tenido, no es fácil encontrar una solución, más<br />
bien se buscan alternativas sustitutivas. El término perversión aquí remite a<br />
su significado etimológico de giro o desvío. El duelo sin solución por inexis-<br />
tencia de suministro tierno provoca un desvío hacia una alternativa de reem-<br />
plazo de lo inexistente. Esta nueva situación que llamo perversa tiene algunas<br />
características más o menos típicas. El objeto sustitutivo no puede ser reco-<br />
nocido como original porque no sólo no lo es; sino que se refiere a algo que<br />
habiendo sido necesario estuvo ausente. Además, en cuanto vínculo sustitutivo,<br />
lo nuevo tampoco es reconocido en sus propias características singulares.<br />
Por estas dos razones se trata de una relación espúrea. La función de esta<br />
relación perversa, por desviada, es encubrir o mantener apartado al sujeto de<br />
este doloroso y difícil duelo. Resulta así un vínculo constantemente recreado<br />
precisamente para mantener esta distancia, de ahí su transformación en vín-<br />
culo adicto, al mismo tiempo frágil y tenaz, puesto que configura una moda-<br />
lidad de relación donde fácilmente se abandona al objeto por otro, pero no se<br />
cambia de estilo relacional a la manera de un alcohólico que cambia de bebi-<br />
da pero no deja de beber.<br />
Si la carencia ha sido mayor, si el sujeto no contó en grado extremo con<br />
la mediación de la ternura, y su invalidez infantil o juvenil transcurrió en el<br />
surgimiento, en la violencia, en la injusticia, tampoco podrá establecer una<br />
relación de contrariedad con el sufrimiento, la violencia y la injusticia. El<br />
sujeto mismo será esas cosas. Estará seriamente comprometida la adquisi-<br />
ción de lo que antes llamé imposición de justicia. No se tratará sólo de al-<br />
guien proclive a las alternativas perversas adictivas, sino que configurará una<br />
intensa perversidad, en el sentido sádico, donde la violencia, siendo algo<br />
constitutivo, se ejerce por la violencia misma. Un sujeto desesperanzado,<br />
incluso desesperado como individuo deseante propenso a la dependencia de<br />
droga o equivalente y con muy pocas posibilidades éticas. El apoderamiento<br />
será su hábito.<br />
El cuadro se corresponde bastante a lo que algunos autores como R.<br />
Laing describen bajo la denominación de inseguridad ontológica, donde el<br />
tiempo presente no aparece como un continuun como un mañana posible<br />
desde los indicios de hoy que permiten imaginar y organizar el futuro; los<br />
indicios más bien se transforman en presagios más o menos temibles o en<br />
una total indiferencia sin proyección futura. Lo que no se tuvo en su momen-<br />
to refuerza el sentimiento de lo que no vendrá.<br />
No sólo el tiempo no es un continuum, tampoco lo es el cuerpo transfor-<br />
mado en escenario de sufrimiento y violentación. Esto es dramático en los<br />
casos de los drogadictos en los cuales el cuerpo está enajenado funcionando<br />
principalmente como una vía para mediatizar la droga. Don sujetos para la<br />
muerte. No viven, en cierta forma son sobrevivientes.<br />
Por supuesto he cargado las tintas en extremo, en la práctica los grados<br />
de patología se despliegan en una amplia graduación en cuanto a su magnitud.<br />
149
Pero tiene sentido dibujar estos extremos pues no sólo existen sino que me<br />
sirven de introducción a una situación totalmente límite.<br />
Me refiero a la situación de los niños cuya invalidez infantil está atendida<br />
por usurpadores adultos, usurpadores del rol parental donde toda posibilidad<br />
de ternura está insanablemente cuestionada por definición. Es imposible el<br />
desarrollo del miramiento cuando el punto de partida mismo es el apodera-<br />
miento del niño, de hecho secreteado frente a éste y a la sociedad. De ningu-<br />
na manera habrá empatia que garantice el suministro de lo necesario cuando<br />
lo necesario primordial, los padres, han sido eliminados y los familiares apar-<br />
tados, muchas veces con la complicidad de los mismos usurpadores y siem-<br />
pre con el conocimiento de éstos, aunque ellos no sean partícipes directos.<br />
Todas las condiciones señaladas en el fracaso de la ternura están exalta-<br />
das al máximo en cuanto a la dificultad para la inscripción de las contraseñas<br />
de humanidad humanizadora. La relación con los usurpadores se transforma<br />
inevitablemente en relación perversa puesto que ella es sólo alternativa im-<br />
puesta por la supresión violenta de lo originalmente necesario, la familia.<br />
No se trata sólo de un vínculo perverso sino que el apoderamiento en<br />
secreto, tiñe la situación de sádica perversidad. Un secreto que inevitable-<br />
mente se filtrará y de acuerdo a la magnitud de lo filtrado, el niño podrá<br />
atravesar por lo que he descripto como encerrona trágica o quedará atrapa-<br />
do en el efecto de renegación siniestra.<br />
La sociedad entera debería tomar conciencia acerca de estos niños atra-<br />
pados en un pozo profundo del que es injusto que sólo intente recuperarlos<br />
la infatigable acción de las Abuelas. No es de extrañar que en la restitución de<br />
niños, se deba enfrentar en grados diversos, en el comienzo, con vínculos<br />
dependientes adictos que éstos puedan haber establecido, desde su invalidez,<br />
con los usurpadores sustitutos.<br />
Hay bastante experiencia acerca de cómo enfrentar esta situación<br />
terapéuticamente en casos de niños adoptivos en condiciones de torpe ocul-<br />
tamiento de la situación. La mayor y más frecuente torpeza es precisamente<br />
el secreto de familia, con que el niño convive familiarmente creando condi-<br />
ciones semejantes a las que señalé al comienzo como efecto siniestro.<br />
Cuando alguien se apodera de un hijo ajeno, usurpando el lugar parental<br />
con ocultamiento ante la sociedad y la víctima, de ninguna manera puede<br />
pensarse en alguna forma altruista de buscar ser solución para ese niño. El<br />
acto usurpador constituye lo que describí como una alternativa perversa adicta<br />
que supone en los delincuentes la existencia de una patología base con algu-<br />
nos elementos frecuentes en su personalidad. Por ejemplo, la ausencia del<br />
requisito ético que he denominado la imposición de justicia, una de las cau-<br />
sas de la perversidad sádica, así como una carencia elemental que configure<br />
el llamado duelo por lo no tenido donde el niño atrapado, funciona como<br />
sustituto de lo originalmente ausente y en cuanto sustituto no es reconocido<br />
ni en su identidad ni en su historia. Se establece entonces una relación espúrea<br />
adictiva tiránica no sólo para con el niño sino para el propio usurpador que<br />
150
no puede renunciar a su presa de la cual está preso, porque de lo contrario se<br />
encontraría enfrentado con lo originalmente ausente. No es por amor que lo<br />
retienen, es por alternativa al servicio de su patología. Muchas veces lo no<br />
tenido, siendo asunto antiguo, está acrecentado por la imposibilidad de<br />
tener hijos propios o teniéndolos también existe tiránico apoderamiento de<br />
los mismos.<br />
Esta doble tiranía donde está preso de la presa no sólo es perversamente<br />
adicta sino que invalida cualquier posibilidad altruista y empática y en cam-<br />
bio enfatiza el abuso del apoderamiento.<br />
En estas condiciones el niño usurpado, aunque de inicio esté formalmen-<br />
te atendido en cuanto a momento y cantidad de suministro, será inevitable-<br />
mente un niño atrapado en el vínculo perverso, pues el mismo está sometido<br />
a pérdida de lo no tenido ya que fue privado del deseo engendrador de sus<br />
padres y sobre todo privado de la verdad acerca de sus cruel situación. En<br />
lugar de la verdad estará inevitablemente infiltrado por el secretamiento y sus<br />
efectos nocivos.<br />
Sólo el establecimiento de la verdad absoluta en condiciones contextuales<br />
de tercero al que apelar, ayuda adecuada y justicia (legítimos familiares,<br />
jueces, nuevos cuidadores legitimados en caso de ausencia de la familia),<br />
pondrán en marcha el desentrampamiento de este niño. Felizmente ya conta-<br />
mos con suficientes casos que confirman plenamente esto. Desgraciadamen-<br />
te son muchos los que continúan aún atrapados sin salida.<br />
por Eva Giberti<br />
CAPITULO IV<br />
Restitución y adopciones.<br />
Una conjunción de sufrimientos e interrogantes<br />
Un trabajo de esta índole precisa encender nuestros recuerdos y situar<br />
algunos hechos claves de la actualidad: los niños que hoy nos convocan<br />
nacieron durante una dictadura que, respondiendo a un proyecto político-<br />
económico, instaló el horror en nuestro país. La mayoría de los promotores<br />
y ejecutores de ese horror han sido beneficiados con leyes que les evitaron el<br />
juicio y el castigo que imponía la vigencia de un Estado de Derecho. Uno de<br />
los efectos de tal impunidad es la indiferencia y la ignorancia que padece un<br />
significativo sector de la población respecto de las víctimas de esa dictadu-<br />
151
a. Sacudiendo esa indiferencia y desconcertando a esa comunidad, los hi-<br />
jos de desaparecidos que nacieron en cautiverio o fueron secuestrados junto<br />
con sus padres irrumpen en un horizonte de pretendidos olvidos. Sabemos<br />
que hay niños esclavizados en poder de los represores cómplices o respon-<br />
sables de la desaparición de sus padres. Otros crecen en familias que des-<br />
conocen su origen y otros han sido tutelados por quienes, sin haber practica-<br />
do la represión, podían sospechar que debían su maternidad y su paternidad<br />
al funcionamiento de los campos clandestinos de detención. Sin duda, existi-<br />
rán otras situaciones, pero limitaré mis interrogantes alrededor de los dos<br />
últimos ejemplos. Del primer caso me he ocupado en mi libro La Adopción1,<br />
mencionando los otros modelos.<br />
1 Giberti E., La Adopción. Ed. Sudamericana, 1987.<br />
El saber moral y la tekné<br />
Por una parte, las restituciones vienen realizándose hace años (aquellos<br />
niños secuestrados en el '76, o el '77... hoy son púberes). Por otra parte, las<br />
parejas que se vincularon con niños «para adoptar» después del '76 son<br />
visitas habituales en nuestros consultorios; conociendo el origen de sus hijos,<br />
o ignorándolo, difícilmente pueden esquivar las dudas y presunciones res-<br />
pecto de quienes los concibieron. Cualquiera de estas circunstancias pone a<br />
prueba lo que hemos aprendido y actualiza las polémicas acerca de los dere-<br />
chos humanos y la responsabilidad profesional, la ética y los distintos saberes<br />
y conocimientos2. No es infrecuente que, dada la especificidad del tema y lo<br />
novedoso de su práctica, corramos el riesgo de deslizamos desde una región<br />
ontológica hacia otra región no pertinente, desenfocando la escucha y la<br />
comprensión del tema. Como diría Gadamer3 el saber moral no sustituye el<br />
saber técnico, especialmente cuando este último no está disponible (o es pos-<br />
tergado en aras de lo que se considera principios éticos o los que se evalúan<br />
como instancias políticas). O sea, es necesario abordar el estudio y trata-<br />
miento de los problemas que plantean las restituciones comenzando por afir-<br />
maciones éticas o derivadas de la moral; pero las restituciones se proponen<br />
como un problema teórico técnico donde se entrecruzan las exigencias de las<br />
técnicas psicológicas (no creo que sea ésta la oportunidad de discutir la rigu-<br />
rosidad de esta expresión), y cierta información respecto de ciencias políti-<br />
cas, ya que restituir excede los análisis psicológicos. Respeto de estos últimos<br />
y de los conocimientos que exigen, pueden suceder que sean sustituidos por<br />
argumentos morales colocados en lugar de dichos conocimientos, obturando<br />
la posibilidad de diagnosticar y pronosticar los conflictos.<br />
Lo cual implicaría hacer un uso dogmático de la ética, razonando en su<br />
nombre, de modo tal que se cierren los interrogantes y contradicciones que la<br />
técnica postularía; lo mismo podría suceder si se implementase una lectura<br />
eminentemente política de la situación. Esta forma de instrumentar la ética<br />
puede estar regida por la «dialéctica de la pasión», de donde resultaría que,<br />
quien así procede quizá parte de su convicción de actuar correctamente, si<br />
advertir que ha cegado su visión reflexiva acerca de sus aptitudes y conoci-<br />
152
mientos para trabajar en temas que exigen, no sólo conocimientos y prácti-<br />
cas, sino mesura.<br />
2 Giberti E., « ¿Los derechos humanos, forman parte de la responsabilidad profesional?" Revista<br />
Argentina de Psicología, N" 37.<br />
3 Gadamer, Verdad y Método.<br />
Paralelamente, hipostasiar las posibilidades que ofrecen las técnicas pue-<br />
de hacer que se pierdan de vista las exigencias éticas y los matices políticos<br />
constituyentes de estos conflictos.<br />
La «dialéctica de la pasión» puede transformar el deseo de restitución<br />
en apetito de restitución, con lo cual los niños podrían quedar atrapados en<br />
la posición de objetos.<br />
Si se supone conocer el deseo del otro, de los niños en este caso, res-<br />
pecto de su subjetividad (identidad) sería preciso poder desear el deseo de<br />
ese niño para no desembocar, imprevistamente en esa posición de niño-<br />
objeto-que-satisfaga-las-apetencias-de-quienes-lo-defienden y de las que no<br />
podemos sustraemos tan fácilmente. No ignoramos que desear el deseo del<br />
otro no es lo mismo que desear al otro: esta última perspectiva es la que<br />
cierra las posibilidades de participar en el proyecto que implica pensar en un<br />
proyecto para y en la libertad (como aspiración) en busca de su autoconciencia<br />
instalado en la tensión del saber-deseo.<br />
Diagnósticos presuntivos y desmentidas posibles<br />
En medio de semejantes dificultades sólo me propongo abrir interrogantes<br />
y avanzar algunas tesis. Quiero recordar que «el sentido del preguntar con-<br />
siste en dejar al descubierto la cuestionabilidad de lo que se pregunta. Se<br />
trata de ponerlo en suspenso de modo que se equilibren el pro y el contra»,<br />
sin que se me escape que «con la pregunta lo preguntado es colocado bajo<br />
una determinada perspectiva», al decir de Gadamer.<br />
Me pregunto por la necesidad de diagnósticos presuntivos de las familias<br />
que deben restituir y de las familias de origen que recibirán a los niños.<br />
Diagnósticos y pronósticos que exceden los parámetros de la clínica conside-<br />
rada «habitual» y que incluiría presunciones respecto del estado psíquico de<br />
estos adultos, y datos que coadyuven a pensar en sus historias de vida; y que<br />
permitan preveer dónde aparecerán zonas de fragilidad que cortocircuito en<br />
la restitución4. También me pregunto acerca de las posiblidades de efectuar<br />
estos estudios ya que cualquiera de las partes podría negarse a aceptarlos. Si<br />
bien existe experiencia acerca del tema parece prudente reformularse estos<br />
interrogantes*.<br />
4 Giberti E., «Para una teoría de la prevención». Actas del Primer Congreso Metropolitano de<br />
Psicología.<br />
153
* Enfatizar en los diagnósticos no significa desconocer las proyecciones que pueden implicar<br />
por parte de quien lo efectúa. Diagnosticar es un acto de selección «que termina con la vacila-<br />
ción de la realidad entre varias posibilidades» (M. Capeb)<br />
Respecto de las familias que deberán restituir al niño, ¿será posible creer<br />
en sus afirmaciones cuando se comprometen a desprenderse del hijo<br />
ausentándolo del grupo familiar y de la casa-hogar?... La escucha profesio-<br />
nal, ¿podrá ignorar la existencia de la desmentida en las parejas que han<br />
adoptado a un niño? ¿Un niño que en estos casos puede haber sido buscado<br />
por sus adoptantes porque su imagen sepulta la palabra de una madre recla-<br />
mante?...<br />
Hablando de la desmentida recordemos que es posible pensar en la exis-<br />
tencia de una desmentida genérica de habitual aparición en los adoptantes<br />
(que no necesariamente habrá de estereotiparse patológicamente) y que se<br />
expresa así:<br />
-«No es verdad que no puedo tener un hijo. ¿No ven que tengo uno?<br />
Desmentida que, entre otros motivos, puede sostenerse en tanto y cuanto no<br />
sustituyamos el primer verbo «tener» por «hacer un hijo». El Yo de placer<br />
mantiene el equivoco a través del uso incorrecto del verbo. Pero en las<br />
familias que dicen aceptar -y aun promover- la restitución, es posible que<br />
se construya una desmentida especifica armada sobre la escena, tan temida<br />
por todos los adoptantes, que reproduce el robo de un bebé. Si la suposición<br />
-o la certeza- indica que se trata de un hijo de desaparecidos se privilegia-<br />
rá tal vez, una afirmación mayor: imposible que su madre lo reclame porque<br />
está muerta. Pero al mismo tiempo se desemboca en el secuestro del niño,<br />
posterior al secuestro de su madre: esta realidad y esta escena son las que<br />
será necesario desmentir. Entonces:<br />
-«No es verdad que este niño fue arrancado de los brazos de su madre.<br />
¿No ven que yo soy su madre? (adoptiva)?»<br />
Se libidinizará el amor maternal convirtiéndolo en instancia capaz de<br />
crear una criatura distinta de la que en realidad es, producto de un delito, al<br />
precio de opacar la existencia del amor materno original. Y omitir la escena<br />
del parto: dónde fue, cómo fue y quiénes se llevaron al niño. Quiénes<br />
transportaron, recién nacido, el cuerpo-niño que había constituido la única<br />
garantía de vida de su madre. Cuerpo-niño que al nacer habría de aniquilar<br />
toda esperanza para esa mujer recién parida.<br />
La bizarra libidinización del amor maternal podría continuar argumen-<br />
tando:<br />
-No se trata de un secuestro, porque una condenada a muerte ya no<br />
puede disponer de sus vínculos».<br />
Para mantener -de modo conciente o no- esta argumentación, es pe-<br />
rentorio desconocer (no desear reconocer) la existencia de abuelos que po-<br />
154
drán reclamarlos. La búsqueda afanosa que garantiza la preocupación por<br />
sus nietos constituye el fundamento de todos los derechos. La apelación al<br />
derecho de sangre me parece discutible ya que la sangre no garantiza ni el<br />
amor ni el deseo de ofrecer protección a un niño, ni equilibrio emocional<br />
por parte de los adultos: los padres golpeadores son un ejemplo de ello. Si<br />
garantiza el derecho sucesor y la adjudicación hereditaria; pero entonces la<br />
apelación al derecho de sangre quizá convendría que se hiciese distinguien-<br />
do los niveles.<br />
Es en esta instancia cuando se impone la historia de Moisés para recor-<br />
dar el perfil del héroe: salvado del exterminio y criado por quienes no lo<br />
habían concebido, volvió por sus orígenes. ¿Habrá que pensar en la existen-<br />
cia que una ley interna que promueva ese retomo? Un implícito juramento<br />
de fidelidad a los padres del origen que, en el caso de Moisés lo convirtió en<br />
líder del pueblo judío?... o bien se podrá suponer el pasaje desde aposición<br />
de víctima (expiatoria) a las repeticiones compulsas o a conductas retaliativas<br />
inesperadas en la venganza, fracasando un Super Yo demandante de justi-<br />
cia? (Giberti, ver cita 10).<br />
La comunidad ¿podría llegar a tener la existencia de una imaginada<br />
fidelidad a esos jóvenes padres desaparecidos?...<br />
Desestimar la realidad<br />
Así como en las adopciones no-excepcionales es habitual la fantasía de<br />
niño robado que ronda y ronda durante años a los adoptantes, en estos casos<br />
el niño robado y el acto de despojo retomaría, pero no desde la fantasía sino<br />
desde la realidad. Entonces, para desmentir la realidad entraría en juego la<br />
desestimación (forclusión). Lo que se intenta rechazar retoma desde la realidad<br />
y no desde lo reprimido, fracasando la desmentida. Un vez desatadas las eviden-<br />
cias del parentesco y aceptado el compromiso de restitución, los adoptantes se<br />
encuentran con los deseos de esos otros que reclaman por el niño. Entonces<br />
¿qué hacer? Quizás apelar .mecanismos de tipo delirante y desestimar. Ante el<br />
surgimiento de elementos psicóticos sería muy complejo intervenir y contener<br />
por qué caería el andamiaje defensivo ligado a la desmentida. Pero, si contáse-<br />
mos con diagnósticos presuntivos, ¿ no podríamos suponer, imaginar, inferir o<br />
interpretar, preventivamente, que ésta podría ser la dinámica de los hechos con-<br />
secutivos a la aceptación «voluntaria» de una restitución? O sea, contar con<br />
diagnósticos que pusieran bajo sospecha esa decisión de restituir en tanto ella<br />
signifique que los niños se separen del hogar de crianza. Para los adoptantes, esa<br />
restitución podría resultar no sólo una herida narcisista intolerable, sino también<br />
podría generar un mecanismo de identificación con la madre del origen en el<br />
momento en que era despojada de su criatura: identificación con aquella vícti-<br />
ma. Pero, en este caso la adoptante, sintiendo que puede hacer lo que no consi-<br />
guió la madre original, defender al niño. Pero con una singular diferencia: en una<br />
situación se trataba de defenderlo de sus secuestradores, y en este otro caso ¿de<br />
quién se los defendería? ¿De su familia de origen a la que le asisten los derechos<br />
ganados por la búsqueda incesante?...¿O defenderlo de la separación de una<br />
porción clave de su vida, los primeros años crecidos en su casa y en una familia<br />
155
que fueron fundantes de su historia personal? (Años inscriptos en su psiquismo<br />
categorizando el vínculo con los adoptantes.)<br />
Si simplificamos las respuestas caeremos en el absurdo, porque para los<br />
adoptantes, la «otra» familia sólo poseería los derechos que ellos, adoptantes,<br />
quisieran reconocerle. ¿Por qué? Porque «de no haber mediado el interés de<br />
ellos para investigar los orígenes, los abuelos no tendrían («ni siquiera» ten-<br />
drían) esta alternativa de encontrarse con sus nietos/as».<br />
Es en estos momentos cuando los mecanismos legales de la adopción<br />
plena -en caso de familias que la hubiesen obtenido- pueden convertirse<br />
en eje y soporte de la desmentida puesto que ésta confiere al adoptado una<br />
filiación que sustituye a la de origen. El adoptado deja de pertenecer a su<br />
familia de sangre y se extingue al parentesco con los integrantes de ésta, así<br />
como todos sus efectos jurídicos (Ley 19, 134, art. 14).<br />
Entonces, ¿cuáles serían los productos psíquicos que estos adoptantes<br />
podrían poner en marcha para sustituir una realidad que intentarían recha-<br />
zar? Cuando el Yo de placer desmiente el resultado se asemeja a lo que<br />
ocurre en los delirios en los cuales es posible encontrar «un núcleo de ver-<br />
dad», en este caso la afirmación -«dado que yo soy su madre», ya que, se<br />
trata de una mujer que ha cumplido con la función materna y un hombre, la<br />
paterna. Nos encontraríamos con la necesidad de desarticular un núcleo<br />
deliroide estructurado defensivamente frente a la posibilidad de tener que<br />
cambiar de signo a una parentalidad culturalmente construida. Sería el ejem-<br />
plo de la adoptante que se vea conducida a asumir que ella es la «madre de<br />
crianza» y no la «madre». (El trabajo con adoptantes habituales nos muestra<br />
la enorme dificultad que significa para la mujer que adopta, lograr una<br />
libidinización de la función crianza de manera tal que pueda aceptar que<br />
está cumpliendo con una parte de dicha función, la que se realiza fuera del<br />
útero. Y que se opone a la libidinización narcisista de esa función que intenta<br />
sustituir la función reprimida en el imaginario materna)5. El yo real definitivo,<br />
que se articula con un Superyo ético sostiene:<br />
-«Este niño no fue abandonado, es producto de un secuestro; hay<br />
antepasados que lo buscan y todos ellos tienen derecho a recomponer la<br />
historia familiar, completando la ausencia, el humo en la genealogía. Y los<br />
niños deben saber que no fueron abandonados sino secuestrados, y que ese<br />
secuestro fue el resultado de la desaparición de sus padres».<br />
5 Qiberti E., La Adopción, op. cit.<br />
De tal modo se organizaría el pensamiento -y la vivencia- desde una<br />
lógica normal. Pero ¿cuál será la lógica de este Yo? ¿Qué funtores pondrá en<br />
juego? ¿Cómo entrelazara la lógica de probabilidades?... Para el Yo de pla-<br />
cer, dadas las rupturas de lo inductivo-deductivo tendríamos que recurrir a<br />
una logicidad de base hermenéutica de compleja categorización. Este Yo<br />
actuaría hemenéuticamente en el sentido de manipular, interpretar sobre cierta<br />
base de verdad» las afirmaciones del Yo real pero sin atender a los funtores<br />
156
ivalentes de verdad-falsedad. Lo cual llevaría a incorporar factores de<br />
indeterminismo moderado debido a la contingencia de los hechos: los<br />
adoptantes pudieron ser otros, los abuelos pudieron no buscar al niño y los<br />
adoptantes podían no atarse a desmentidas y desestimaciones. En cambio,<br />
frente a la función reproductora se adhiere al determinismo biológico: dado<br />
un embarazo deseado sobrevendrá un parto, estadísticamente hablando. Pero<br />
los hechos sociopolíticos -y de esto se trata en estos embarazos- respon-<br />
den más a lo asertórico que a lo apodíctico, lo interpretativo.<br />
Cuando Maldavsky6 se pregunta si los adoptantes, en algún momento no<br />
retomarán a lógicas arcaicas, vigencias totémicas o míticas, está interrogán-<br />
dose por la vigencia del pensamiento abstracto que permite ejercitar la lógica<br />
de probabilidades. Extendiendo su pregunta a estas historias podríamos infe-<br />
rir determinadas respuestas para las probabilidades que pudieran formularse.<br />
Por parte de adoptantes: -«Y si verificado el origen estuviésemos obligados<br />
a perder a nuestro hijo?» El Yo de placer interceptaría: «-Y si al mostrar<br />
que somos honestos investigando el origen, nos dejarán al niño? La misma<br />
índole de interrogantes para los abuelos: «-Y si no quisiera entregamos a<br />
nuestros nietos?...» El Yo de placer respondería: «-Imposible. Están obli-<br />
gados por las pruebas de sangre». Pero podría suceder que éstas no fuesen<br />
convalidadas por todos los especialistas en Derecho, teniendo en cuenta la<br />
intervención de la justicia. Y las leyes son interpretadas por los jueces, lo<br />
cual las incorpora al orden de la contingencia. Más aún, los jueces pueden<br />
tomar decisiones que estimen provechosas para el púber al que intentarían<br />
preservar, lo antes posible de cualquier riesgo, quizá sin advertir que sus<br />
tiempos no necesariamente coincidirán con los tiempos lógicos de los niños<br />
ya que «no hay un tiempo uniforme, sino una combinación de tiempos» (Maci)7<br />
y que «el ahora está incluido en ese pasado (y no en cualquier pasado) (sino<br />
en el del niño); y ese pasado resulta relativo al ahora en el que se actualiza, o<br />
que, de algún modo, vuelve».<br />
6 Maldavsky D., en La Adopción.<br />
7 MCI G., «Entornos Temporales del acto», en Escena, Rev. de Psicoanálisis, julio 1988.<br />
Para cualquiera de las partes intervinientes en este proceso, las funcio-<br />
nes yoicas funcionarían con lógicas encontradas y opuestas sin conseguir<br />
unificarse o articularse para beneficio del niño: mientras el Yo real insiste en<br />
que éste no fue abandonado, el Yo de placer podría encontrar distintas for-<br />
mas de refutar apelando a diferentes lógicas. Así como podemos pensar que<br />
en las estructuras narcisistas es común la utilización de la desmentida, lo que<br />
distingue a unas de otras son los argumentos que cada una elige para des-<br />
mentir y enfrentar al Yo real definitivo que intenta poner una ley que no<br />
sea exclusivamente empírica, sino una ley que apele a alguna forma de<br />
racionalidad. Frente a ello el Yo de placer postula la excepción a la regla,<br />
recurriendo a otras lógicas. En boca de los abuelos podría ser: -«esa<br />
familia no va a tener dificultades para restituir porque son muy buenos...»<br />
Y aunque no estén entrenados en desmentir tal vez prefieran escuchar al<br />
Yo de placer que después de años de padecimientos les promete que vivi-<br />
rán con los hijos de sus hijos. Los adoptantes quizás insistan en ser consi-<br />
157
derados como una excepción a la regla «por haber investigado el origen».<br />
Este último punto podría asociarse con un «blanqueo del origen»; es de-<br />
cir, no existiría decisión de restituir a los niños sino sólo de informarle<br />
acerca de su nacimiento y conectarlo con sus familiares. Alternativa que<br />
quizá pudiera proveerse a partir de diagnósticos y pronósticos teniendo en<br />
cuenta que tanto estos niños cuanto sus familiares como los adoptantes<br />
podrían configurar una. población de riesgo (según las modernas políticas<br />
de gestiones poblacionales). El Yo real definitivo (vinculado con el Superyo<br />
y la ética podría encontrarse con otra dificultad si alguno de estos niños<br />
estuviese en situación de adopción plena, es decir, sería preciso oponerse a<br />
esa instancia de la ley para retrotraerse a la circunstancia en que el niño se<br />
convierte en víctima de un delito, lo cual exige tiempo y poder presumir<br />
cuáles serían las alternativas que pudieran desencadenarse tanto por parte<br />
de los adoptantes como por parte de quienes interpretasen que -«otra vez<br />
los desaparecidos (subversivos) oponiéndose a la ley!... «Paradoja que im-<br />
plica negaciones, desmentidas, omisiones y un principio de «economía psí-<br />
quica» destinado a amordazar la memoria de la comunidad. Y a distorsio-<br />
nar los juicios críticos.<br />
Estaríamos frente a incumbencias de otras especialidades que no obstan-<br />
te configuran claves para los pronósticos de la clínica.<br />
Afimar: -«tenemos decisión de restituir a nuestro hijo adoptivo»<br />
podría ser una afirmación que se sostiene para ser negada: ya que<br />
«encontrar la verdad» podría generar contrariedades, por ejemplo, ver<br />
al niño como miembro de «otra» familia, respondiendo a cánones educa-<br />
tivos que no necesariamente coincidieran con los elegidos por los<br />
adoptantes (conflicto multiplicado por las diferencias de clases si las<br />
hubiera). O sea, se afirmaría la decisión de restituir con la ilusión de<br />
no ser creídos.<br />
Este mundo de contrariedades, contradicciones y paradojas quizás ali-<br />
mentado por desmentidas y desestimaciones pocas veces responderá a las<br />
demandas éticas de quienes trabajamos en temas relacionados con las vio-<br />
laciones de derechos humanos. Una cosa es pedir juicio y castigo para los<br />
culpables y otra sería arriesgarse a proceder de modo que, quienes sin ser<br />
represores, se hicieron cargo de estos niños, pudieran argüir que,<br />
paradojalmente, ellos resultarían castigados «por haber buscado la verdad».<br />
Lo cual podría indignar y sorprender si no se contara con diagnósticos y<br />
pronósticos que advirtieran acerca de la posible puesta en marcha de meca-<br />
nismos como los que vengo proponiendo como hipótesis destinados a garan-<br />
tizar la subjetividad narcicizada de quienes, más allá de sus psicopatologías<br />
cotidianas resultarían desposeídos de la presencia de un hijo (diferente de lo<br />
que sucede en lo que se llama familia ampliada en la que los niños permane-<br />
cen en casa de los adoptantes siendo visitados por los familiares del origen).<br />
Entonces, si determinados adoptantes llegasen a firmar su conformidad<br />
para restituir cabría preguntamos si, en todos los casos podemos confiar en<br />
la verosimilitud de esa rúbrica. Y si en alguna oportunidad se negaran a<br />
cumplir lo prometido, desestructurados y desesperados por lo que ellos mis-<br />
158
mos habrían provocado, me pregunto cuál sería el efecto de reclamarles, con<br />
argumentos éticos, el cumplimiento de una promesa que quizás habría parti-<br />
do de una desmentida. Planteado otro nivel de pregunta: ¿qué sucedería si<br />
retrocedieran? Se abrirían nuevas alternativas; una de ellas que el niño fuese<br />
entregado en guarda a los abuelos, temiendo que ese retroceso finalizara en<br />
una huida al exterior. Pero, si se puede suponer a los adoptantes capaces de<br />
este procedimiento, ¿cómo habría sido posible confiar previamente con la<br />
decisión voluntaria de restituir? ¿Cómo podríamos explicar o interpretar,<br />
clínicamente, este pasaje desde la «bondad» de una restitución voluntaria<br />
(que implica niño-con-abuelo) a la sospecha de una huida delictiva? Prece-<br />
dentes de huidas existen, pero, ¿con cuáles parámetros convendrá comparar<br />
a unos y a otros?... En el caso de un retroceso, no se estaría delante de un sí<br />
inicial que habría que leer como un no!...<br />
Lo cual no cambia ni enturbia el eje ético del tema, pero relativizaría el<br />
modo de operar en tales situaciones.<br />
Sombras e imágenes, paradojas y contradicciones en la adolescencia<br />
Otras preguntas resultarían de una teoría de las identificaciones a partir<br />
de la cual podríamos pensar en las significaciones de la sombra en estos<br />
púberes. Suponemos que los adoptivos en general reciben una sombra que<br />
sobre ellos proyectan los padres del origen; y que a su vez aporta a los<br />
adoptantes una. sombra que incluye su mensaje genético (herencia). El sería,<br />
para los adoptantes, la sombra del hijo soñado y no-nacido. En las situacio-<br />
nes que analizo podríamos mantener esta tercera hipótesis pero añadiendo<br />
que para los abuelos reencontrados estos púberes serían la imagen de sus<br />
padres y no la sombra; lo cual autoriza a pensar en dos calidades de dobles<br />
en el ámbito de las identificaciones8.<br />
Para los adoptivos en general los padres del origen son personas existen-<br />
tes y ausentes que se supone continúan viviendo en alguna parte. En nuestro<br />
caso se trata de desaparecidos sin más referentes que el momento de la des-<br />
aparición; o sea que añaden la condición de desaparecidos al esfuerzo psíquico<br />
que conlleva incorporarlos siendo desconocidos para esos púberes9 y 10.<br />
8 Qiberti E., Adolescencia y adopción: mecanismos psicológicos de aparición frecuente (offset).<br />
Primer Congreso sobre Psicoterapias. Universidad de Belgrano, 1981.<br />
9 Giberti E., Identificaciones y melancolía en adoptivos adolescentes (offset). Congreso de<br />
Psicopatología Infanto-Juvenil, ASSAPIA, 85.<br />
10 Giberti E., Adolescentes, hijos y familiares de desaparecidos (offset). Relato Primer Congreso<br />
Nacional sobre Aprendizaje, 1986 EPPEC.<br />
159
Además, detrás de los adoptivos se mueve la sombra de quienes no<br />
aportaron su apellido convirtiendo a sus niños en N.N. No sucede así en los<br />
casos que nos ocupan. Mientras los adoptivos habituales pueden decir, refi-<br />
riéndose al nombre dado por los adoptantes, suponiendo que sea la familia<br />
Pérez: «Yo no soy Juan Pérez», pensando en cuál habría sido el apellido de<br />
sus progenitores, estos púberes por el contrario pueden afirmar cuál ha sido<br />
su nombre original. Introducen un término positivo frente a la negatividad<br />
que proveen los adoptivos cuando afirman que no son quienes son por adop-<br />
ción. Recordemos que se encuentran en una etapa de omnipotencia del pen-<br />
samiento y generalizaciones inductivas así como de transformaciones<br />
representacionales que resultan de la aparición de nuevas lógicas en las cua-<br />
les la contradicción adquirirá una vigencia que no tenía hasta ese momento:<br />
«mis padres adoptantes me quieren. Mis abuelos (del origen) me quieren.<br />
Pero no se quieren entre ellos, ¿A quién prefiero? ¿Con quién me tengo que<br />
quedar? ¿A quiénes abandono?» Podría tratarse del reforzamiento de una<br />
contradicción pragmática que no permite la rectificación o la fuga: los púberes<br />
quedarían encerrados en ella. Es difícil para el Yo... organizarse dentro de<br />
tales contradicciones que recién a partir de los ocho años pueden volverse<br />
eficaces (nivel preconciente). Estaríamos en el terreno de lo paradojal don-<br />
de cada uno de los ámbitos es opuesto al otro sin posibilidad de síntesis y con<br />
su propia lógica inmanente. Lo que se suceda en la realidad exterior no<br />
necesariamente alcanzará para equilibrar lo que previamente se haya compa-<br />
ginado de este modo en el aparato psíquico.<br />
Interrogantes desde los orígenes; y algunos otros<br />
Los que podrían surgir desde la posición de los abuelos, siendo de otro<br />
orden, son múltiples. Padres de desaparecidos, contamos con material clíni-<br />
co suficiente como para informamos, reconocer cuáles han sido sus vínculos<br />
y cuáles los lazos de solidaridad que los sostuvieron durante la búsqueda de<br />
sus hijos y sus nietos. Podemos reflexionar acerca de la furia por la muerte o<br />
desaparición de los hijos que en la mayoría de los casos implicaba una auto-<br />
nomía respecto de la dependencia familiar. Entre duelos y duelos suspendi-<br />
dos muchos abuelos asumieron perspectivas vitales luchando por saber acer-<br />
ca de lo ocurrido y no sólo buscando a sus hijos. Adherir a esos principios<br />
no significa detener el análisis de la vida psíquica de estas víctimas de la<br />
represión para lo cual parece pertinente incorporar número suficiente de va-<br />
riables. Algunas de ellas nos propondrían pensar que cuando algunos de esos<br />
púberes restituidos mostrasen en sus conductas una marca simbólica de quienes<br />
los criaron, los abuelos podrían sentirse incómodos o rechazarla, como si<br />
detrás de ella estuvieran los desaparecedores de sus hijos.<br />
Por otra parte, si estos niños sobrevivieron: «¿no estará viva mi hija<br />
desaparecida?» Ausentes los cuerpos y las sentencias condenatorias, ¿dónde<br />
están, qué se hizo de ellos? «Con vida se los llevaron, y estos niños, vuelven<br />
con vida, con parte de la vida de nuestros hijos»11.<br />
" Giberti E., «Desaparecidos", en Actualidad Psicológica, N° 117, 1985.<br />
160
Yo no pienso que estos chicos ocupen fácilmente el lugar de los padres<br />
desaparecidos en la mente de los abuelos, ellos son otros que también estu-<br />
vieron desaparecidos y ese tramo de historia del horror compartida con sus<br />
padres quizá los recorte con rasgos propios sin que sea inevitable ponerlos en<br />
el lugar de los desaparecidos. Es sólo una hipótesis. En cambio puedo supo-<br />
ner que podría producirse, para estos chicos, un cambio de signo, es decir,<br />
que su presencia no fuera exclusivamente positiva en tanto regresan ajenizados<br />
respecto de sus padres, investidos culturalmente por quienes los criaron; este<br />
aspecto quizá modifique el sentido positivo en negativo, de ayudante a opo-<br />
sitor ya que portan las palabras de quienes «ocuparon el lugar de los<br />
padres». Tal vez, por momentos resulte insoportable mirar y escuchar esa<br />
extrañeza ajena instalada en la prolongación de la propia sangre y que el niño<br />
protagoniza. Será indispensable abrir las compuertas de la tolerancia para<br />
incluir a ese púber cargado de ajenidades. O tal vez profundizar las negacio-<br />
nes que impidan ver las diferencias; o desmentir que estuvo bien cuidado.<br />
La plenitud de estar con los hijos de los hijos puede ser sostenida, no me<br />
caben dudas, por la convicción ética y utilitaria de los abuelos y por los<br />
afectos; pero quizá también habrá que preguntarse qué mecanismos deberán<br />
crear para renacerlos y mientras tanto amar lo que fue constituido por otros,<br />
amar los deseos de los otros que impregnan a estos niños, conjuntamente<br />
con los deseos de los padres del origen.<br />
Púberes que retoman de dos lugares en los cuales jamás deberían haber<br />
estado (el horror y la familia de los otros) y enarbolan esas diferencias como<br />
constituyentes de sí. Una de ellas podría suscitar una complicación mayor: si<br />
los chicos reconocen y recuerdan haber «estado bien» con los adoptantes,<br />
dicho sentimiento podría entenderse como «traición». Estoy imaginando y<br />
construyendo hipótesis, presumiendo en terrenos del pensamiento y las vi-<br />
vencias no concientes, pero que quizá podrían explicar el temor que tal vez<br />
apareciese en algún abuelo: «¿no querrá volver con los otros?». Una res-<br />
puesta militante sostiene que no es así. Que según lo evaluado no desean<br />
retomar, ni los abuelos temerían esa añoranza. No obstante, tozudamente,<br />
insisto en repreguntármelo para aprender cómo esos niños manejan sus<br />
adioses. También para entender qué convendría pensar si estos niños, des-<br />
pués de diez años o más creciendo con los adoptantes pudiesen «no extra-<br />
ñar» viviendo con los abuelos.<br />
¿Alcanzará el parecido físico con la madre o el padre?... O los abuelos<br />
deberán atribuirles (juicios de atribución) características que los posicionen<br />
como miembros de esa nueva-vieja familia? Qué valores habrá que atribuir-<br />
les para reconocerlos como hijos de las víctimas?12. Son niños que transitan<br />
entre tres grupos humanos, puntos de confluencia de todos ellos y logran<br />
desarticular la ilusión maniqueista de los buenos y los malos, debiendo hacer-<br />
se cargo de situaciones incomprensibles para ellos.<br />
¿Qué sucede (rá) con el poder que se les otorga a estos chicos? Y que<br />
en alguno de ellos podrá convertirse en burla, desafío o ficción de autori-<br />
161
dad. Qué sucederá con las significaciones (miradas) con que fueron signifi-<br />
cados a lo largo de estos años (maestros, amigos, vecinos). ¿Qué identifi-<br />
caciones quedarán sostenidas en el lugar del que se aleja?... Cuáles serán<br />
sus vínculos con el doble con el que se abandona en el hogar de crianza.<br />
¿Cuánto de la relación con ese doble podría perderse si no se procesara<br />
convenientemente el pasaje de un lugar a otro? Qué relaciones construirán<br />
con la ley jurídica que intervendrá en sus destinos?13 ¿Habrá que pensar en<br />
duelos de la niñez?14<br />
12 Giberti E., «Comer, hacer el amor, ¿cómo hablar de "eso" con los familiares de desapareci-<br />
dos?» en Actualidad Psicológica, Marzo 1986.<br />
13 Maldavsky D., Comunicación personal.<br />
14 Martínez victoria y otros. Terrorismo de estado, efectos psicológicos en los niños. Ed. Paidós<br />
1987.<br />
En caso de tratarse de niñas, dadas las especificidades de los problemas<br />
de género, ¿cuáles serán sus registros respecto de las subordinaciones pro-<br />
puestas por la cultura, la idea de maternidad, por ejemplo? ¿Descubrirá,<br />
apoyada en su propia historia que nuestro útero es una usina en la que gene-<br />
ramos productos llamados hijos que se convierten, para muchos, en un capi-<br />
tal impregnado de poder? Dicha visión ¿será interceptada por el imaginario<br />
social, que promueve la maternidad como algo «natural» para las mujeres y<br />
a través de la cual se «consagra su condición femenina»? ¿Qué clase de<br />
significación primordial llegará a ser el hijo en la secuencia de sus escenas<br />
maternas? ¿En qué momento descubrirán (tan cerca como están de la ado-<br />
lescencia) que sus madres quizás habrán tenido que hacer un duelo anticipa-<br />
do por ellas que ya nacían desaparecidas']... ¿Cómo llegarán a ilusionar la<br />
posibilidad de zambullirse en otro apellido ¿cuando tengan la posibilidad de<br />
ser «señora de»? Ese lugar ¿será una presunta tabla de salvación para quien<br />
tuvo un nombre inicial jadeado por una madre que la despedía, otro en la<br />
adopción y finalmente el retomo al propio, restituido?...<br />
¿Qué sucederá si en algún caso, litigios y enfrentamientos por medio,<br />
estas historias se empantanan en la justicia y entonces llegara la sentencia<br />
cuando estos púberes tuviesen quince años y capacidad para elegir con quié-<br />
nes vivirán?...<br />
¿Cómo se defenderán de todo el amor que provocan?...<br />
En estas historias hay interrogantes por plantear más allá de presuncio-<br />
nes y evidencias y sin pretender que nuestra investidura profesional no apor-<br />
ta garantías de ecuanimidad. Tal vez podamos aspirar a ella si no bloquea-<br />
mos las preguntas ni cegamos las palabras que nos permitan redactar las<br />
dudas técnicas y teóricas, teniendo presente que la idoneidad de la tekné no<br />
es equivalente a la idoneidad de quienes las aplican. «La ponderación de los<br />
medios (técnicas) es ella misma una ponderación moral y sólo a través de<br />
ésta se concreta, a su vez, la corrección moral de los fines a que sirve»,<br />
(Gadamer). De allí que nos resulte tan difícil reflexionar sobre este tema y<br />
audacia sería suponer que existe una sola clave y que uno/a es poseedora de<br />
162
la misma. Pero hay algo que sí sabemos: estos niños, hoy púberes, respiran<br />
en la comunidad el aliento de los desaparecidos. No sólo ésa es su condi-<br />
ción. Les asiste el derecho de construir su subjetividad como sujetos deseantes,<br />
en el sentido de la demanda-libertad, cuyo horizonte ontológico es<br />
el saber-deseo sin amarrarse a la satisfacción de las necesidades de los otros.<br />
Cuando así ocurre el sujeto se conviene en sujeto de consumo descentrado de su<br />
posición de sujeto deseante. Desde esta última podrá dar su batalla entre el<br />
conocimiento (de lo que le ocurrió) junto con el inmediato intento cartesiano<br />
de dominar dicho conocimiento, y el saber-deseo tensado por sueños y fan-<br />
tasía. Con ellos podrá construir otros conocimientos a partir de contenidos<br />
inconscientes transformados en actos de conciencia, en ejercicio de nuevas<br />
libertades y nuevas decisiones, teniendo en cuenta los límites (bordes al decir<br />
de Deleuze) que marca la dialéctica de las posibilidades.<br />
Instalados en un trauma que atraviesa la angustia de nacimiento, ama-<br />
necieron a la vida social en un campo de concentración. Campos de concen-<br />
tración. Empecemos por allí. De modo que quienes nacieron en ellos no sean<br />
utilizados para enmascarar el recuerdo de su existencia, de sus responsables<br />
y de sus víctimas.<br />
por Fernando Ulloa<br />
1984<br />
CAPITULO V<br />
La ética del analista<br />
ante lo siniestro<br />
Hace más de diez años que trabajo en el Campo de los Derechos Huma-<br />
nos. Cada tanto me detengo a elaborar un texto acerca de mi experiencia. Así<br />
lo he hecho para esta ocasión. Voy a ceñirme al rigor del mismo intentando<br />
fijar mi posición como psicoanalista frente a los Derechos Humanos.<br />
El Psicoanálisis se sostiene en un propósito: el develamiento de aquella<br />
verdad que estando encubierta, para el propio sujeto que la soporta, se pre-<br />
senta como síntoma.<br />
Alcanzar o no este propósito suele ser aleatorio, pero que el psicoanálisis<br />
no desmienta en su práctica lo que afirma teórica y técnicamente, fundamen-<br />
ta la calidad ética de su quehacer.<br />
163
Es que el psicoanálisis es una propuesta ética. Para quien se diga psi-<br />
coanalista, el serlo o no serlo está por definición, enlazado a la producción<br />
de verdad. No hay escapatoria o negociación posible si se pretende desen-<br />
trañar el síntoma, porque precisamente el síntoma es solución de compro-<br />
miso negociado.<br />
La condición humana es de naturaleza trágica en tanto entrecruzamiento<br />
conflictivo del amor y del odio, del cuidado y la agresión, de solidaridad y<br />
egoísmo.<br />
De esta dualidad dura está hecha la historia de cada individuo y la de la<br />
humanidad toda.<br />
Desde el punto de vista del psicoanálisis, esta dicotomía trágica tiene<br />
dos destinos: O la salida ética donde la producción de verdad fundamenta<br />
justicia, o el callejón ciego donde el síntoma ahogado en el ocultamiento<br />
familiar y cotidiano, apaga su evidencia develadora, para volver a surgir<br />
como grito mayor en la alienación oligotímica, el sufrimiento neurótico, la<br />
perversidad violenta o el delirio psicótico.<br />
Cuando el escenario de la producción sintomática, tiene la magnitud de lo<br />
que nos convoca en esta mesa: «Los Derechos Humanos», quien se afirme<br />
psicoanalista, o lo es, y hace justicia, o no lo es y a sabiendas o no, hace<br />
complicidad. Según las circunstancias puede incluso hacer algo más siniestro<br />
aún. No en vano introduzco este término de tradición freudiana: lo siniestro.<br />
Aproximo con aquello el horror y la malignidad de la que me ocuparé.<br />
Las personas varían en alto grado con referencia al impacto que lo si-<br />
niestro hace en ellas, dice Freud citando a Jentsch.<br />
Esta diferencia del efecto siniestro depende del grado de distancia y ne-<br />
gación o por el contrario de proximidad y conocimiento de lo que está oculto<br />
y es fuente de horror.<br />
Freud trabaja este concepto en profundidad. Lo siniestro es aquella va-<br />
riedad de lo terrorífico que se remonta a lo antiguo, a lo familiar.<br />
Por de pronto -y no me extenderé en esto- el vocablo alemán heimlich<br />
que significa familiar, se transforma con el agregado de un prefijo de nega-<br />
ción en «un heimlich» algo así como infamiliar o más precisamente oculto o<br />
secreto, concretamente siniestro.<br />
Lo siniestro siendo familiar es al mismo tiempo aquello dentro de lo cual<br />
uno no se orienta, algo promotor de incertidumbres.<br />
En lo siniestro convergen los sentidos antitéticos de secreto y familiar.<br />
Además Freud recoge en el diccionario de Sanders, entre otros significa-<br />
dos, el siguiente «Mantener algo clandestino ocultándolo para que otros no<br />
sepan de ello y acerca de ello».<br />
164
Secretamente familiar remite en la investigación psicoanalítica a lo que<br />
se denomina «el secreto de familia» que como factor patógeno opera en la<br />
historia de algunos individuos.<br />
En estas familias algunos personajes «están en el secreto», el secreto les<br />
es familiar e incluso les confiere poder. El resto de la familia, de acuerdo a la<br />
naturaleza de lo oculto, suelen sufrir sin saberlo a ciencia cierta, las conse-<br />
cuencias de la malignidad infiltrante de lo que les es ocultado. Se convive con<br />
algo que se ignora aunque se lo presiente inquietamente. Se puede sumar a lo<br />
oculto la propia negación frente a lo extraño. Comienza así a surgir el efecto<br />
siniestro. Es como la malignidad infiltrante de un cáncer ignorado, o quizá<br />
denegado, pero existente.<br />
Voy a referir un ejemplo que irá introduciendo más el propósito de esta<br />
presentación. Seguramente muchos de ustedes conocen el caso de una niña-<br />
nieta reencontrada por abuelas que fue secuestrada junto con sus padres, y<br />
simulada hija legítima de una pareja cuyo hombre participó en el secuestro.<br />
Por la edad de la niña cuando ocurrió el secuestro, alrededor de 23<br />
meses, ella tiene registro, sin duda reprimido violentamente, del horrible se-<br />
creto familiar.<br />
La malignidad enfermante del mismo depende de la eficacia latente y<br />
constante que le confiere su naturaleza de horror oculto con el que se convi-<br />
ve familiarmente.<br />
Siendo secreto no hay oportunidad de palabra que articule los hechos en<br />
un relato. Entonces el secreto infiltra y pervierte todos los vínculos y estruc-<br />
turas psíquicas de ella.<br />
El único remedio posible contra la malignidad de lo siniestro es el<br />
develamiento de aquello que lo promueve, simultáneamente al establecimiento<br />
de un nuevo orden de legalidad familiar. Aun dentro de lo doloroso de esta<br />
explicitación, de este hacer justicia, la verdad operará como incisión para<br />
drenar, aliviar y curar el abceso de lo siniestro.<br />
Este caso ilustra dramáticamente el asunto de los lugares y las distintas<br />
respuestas en relación al efecto siniestro.<br />
La niña, abandonada en su horrendo atrapamiento, corre los riesgos de<br />
la oligotimia, por violenta represión afectiva, de la perversión, en un intento<br />
compensatorio que haga fracasar la represión útil, de la desintegración psicótica.<br />
En cambio, los ejecutores de lo siniestro, los que están en el secreto, se<br />
mantienen en cierta forma insensibles a los efectos de lo horrendo. Ellos<br />
mismos son lo siniestro, sobre todo si logran la impunidad que pretenden,<br />
aunque de hecho en este caso ya han perdido la ocasión del ocultamiento.<br />
Esta impunidad confiere poder sádico, poder fascista. Hasta pueden elabo-<br />
rarse doctrinas y argumentos que intenten validar lo invalidable. Esto ocurre<br />
165
sobre todo cuando el escenario de lo siniestro traspasa los límites de una<br />
familia y cobra la dimensión de la sociedad.<br />
Los efectos siniestros dependen pues del lugar que se alcanza con rela-<br />
ción a lo oculto. Así los responsables directos y cotidianos del horror que<br />
atravesó el país en los últimos años, no sólo lograban impunidad desde el<br />
ocultamiento, sino que ese ocultamiento garantizaba eficacia paralizante so-<br />
bre la comunidad. En esto radica la metodología de la desaparición de perso-<br />
nas sumado al horror de sus tormentos.<br />
Más allá del sadismo fascista que impulsa el accionar del ejecutor, el<br />
estar secretamente familiarizado con los métodos confiere en un primer<br />
momento protección afectiva frente al horror.<br />
Por otra parte esta familiaridad tiene su costo terrible: reclama cada vez<br />
más víctimas para alimentar el aparato, la convicción sádica y la indiferen-<br />
cia emocional.<br />
Hay que alimentar a Drácula.<br />
Se habló cínicamente de excesos en la represión. En parte, este cinismo<br />
configura una verdad.<br />
El efecto siniestro paralizante de la comunidad, pudo ser conseguido<br />
con muchas menos víctimas. Pero este aparato de diabólica eficacia requie-<br />
re un alto mantenimiento en víctimas.<br />
El número de las mismas fue multiplicado para encapuchar a los inte-<br />
grantes del propio sistema, envileciendo cada vez más a los operadores y<br />
cada vez a mayor número de ellos.<br />
Es como esos criminales, que muerta al víctima, deben seguir apuñalan-<br />
do hasta matar su propio horror.<br />
Lo anterior para el lugar de los victimarios, los criminales.<br />
El lugar de las víctimas está ilustrado en los terribles relatos de los so-<br />
brevivientes.<br />
Pero el lugar último, el más excéntrico y alejado de los antros de tortu-<br />
ras es la comunidad toda destinataria principal de la represión.<br />
Nuestro país, como muchos otros, convivió familiarmente con el horror.<br />
Muchos intentaron distintas técnicas de ceguera. Lo siniestro ataca literal-<br />
mente los ojos como reminiscencia castratoria.<br />
Pero nadie pudo evitar que se infiltrara la malignidad planificada desde una<br />
metodología-posiblemente inédita-de desaparición, silencio y tormento.<br />
166
Frente a las desapariciones reaccionaba como podía el pequeño círculo<br />
de familiares y allegados, también algunas voluntades solidarias, capaces<br />
de no retroceder ante lo siniestro, en general con pocos resultados inmedia-<br />
tos e inmenso mérito. La propia lucha por romper lo oculto fortalece frente<br />
a sus efectos.<br />
Son los que intentaron salirse del lugar paralizante desenmascarando lo<br />
clandestino.<br />
En grandes mayorías surgieron los mecanismos buscados por la repre-<br />
sión: no enterarse del todo, mantener cuasi-secreto lo secreto, aceptar la<br />
eficacia del pánico evitando la conciencia del mismo. Delegación, aisla-<br />
miento, ensimismamiento, manía, violencia desplazada, racionalizaciones,<br />
etc. El repertorio es inmenso, pero siempre precedido por la incertidumbre<br />
y el sobresalto.<br />
Y cuando mayor es la degradación de los ojos que no ven, más siente el<br />
corazón el terror eficaz que paraliza. Entonces la mayor verdad es la men-<br />
tira que encapucha la evidencia.<br />
Se puede ejemplificar este encapuchamiento en un recorrido tétrico.<br />
Recorrido que se inicia en la cobardía idiotizante de la conocida frase<br />
«en algo andaría» o en la más sutil aún «debe ser un error, fulano no andaba<br />
en nada», frase que en otro lugar, el de la tortura ha de convertirse, en boca<br />
de la omnipotente cobardía del torturador sistemático en «algo ha de saber».<br />
Se cierra así la trayectoria siniestra que realimenta en unos el desentendi-<br />
miento suicida y en otros la sádica impunidad.<br />
Mientras tanto se encapuchan ambas evidencias en esloganes y calcoma-<br />
nías provocadoras tales como «los valores occidentales y cristianos» o «Los<br />
argentinos somos derechos y humanos».<br />
Los mismos familiares pueden debatirse en los horrores de la duda «tal<br />
vez aún esté con vida» o «quizá ya murió y dejó de sufrir». Duda terrible<br />
que suele prolongarse en el tiempo donde a la esperanza de la reaparición<br />
con vida se contrapone, en algunos casos, el terror del posible precio estigmatice<br />
pagado por sobrevivir: haber colaborado.<br />
Quiero retomar el comienzo. Quien se propone psicoanalista, por defini-<br />
ción, está atrapado en la cuestión de ser o no ser frente a miles de calave-<br />
ras, recuperadas o desaparecidas que lo interrogan no tanto en cuanto a lo<br />
que aconteció, sino principalmente en cuanto al testimonio de verdad que su<br />
práctica rinda.<br />
No sólo lo interrogan los afectados directos con los cuales tenga oca-<br />
sión de contacto, y casi todo analista de nuestro medio, que no entre en<br />
alianzas negadoras, contacta con afectados próximos, sino que lo interrogan<br />
las evidencias sociales que desde el acostumbramiento y la delegación pro-<br />
167
mueven el olvido como otra forma de recrear la fuente oculta de lo siniestro.<br />
El olvido como valor social no sólo instaura una cultura siniestra con todos<br />
sus efectos, sino que promueve la repetición de los hechos.<br />
El psicoanalista, conforme con su ideología, podrá no aproximar su cola-<br />
boración directa al campo de los derechos humanos, pero si es cabalmente<br />
analista, si su práctica no desmiente las propuestas teóricas del psicoanálisis,<br />
no podrá dejar de hacer justicia desde la promoción de verdad como antído-<br />
to frente al ocultamiento que anida lo siniestro.<br />
Hacer justicia es como hacer el amor, tiene actos de culminación y tiene<br />
constantes cotidianas.<br />
Finalmente son estas constantes cotidianas las que afirman o desmien-<br />
ten aquellas culminaciones.<br />
Voy a finalizar con una frase de Lenin que un amigo me recordó tiempo<br />
atrás. «La tortura es absolutamente contrarrevolucionaria en cualquier cir-<br />
cunstancia.»<br />
por Martha I. Rosenberg<br />
Abril de 1992<br />
CAPÍTULO VI<br />
Apuntes sobre identidad,<br />
filiación y restitución<br />
Filiación e identidad, entendidas como intersección de múltiples líneas<br />
genealógicas, son creaciones sociales. Nadie existe sino en relación a otros,<br />
afirma FranÇoise Hiritier-Augé (De I'engendrement a lafiliatión. Topique<br />
No 44, p. 174). Todas las sociedades consagran la primacía de lo social -de<br />
convención jurídica que lo funda- sobre lo biológico puro: la filiación nunca<br />
es un derivado simple del engendramiento. Por eso, la figura del padre (y<br />
también la de la madre, aunque ésta esté sobredeterminada por la pretendi-<br />
da obligatoriedad de aceptar toda preñez como un hijo) aparece desdoblada<br />
en dos funciones: genitor y adoptante.<br />
La función del genitor es temporal y físicamente reparable; la del adoptan-<br />
te se configura en la constante afirmación del deseo de descendencia, encama-<br />
168
do por un hijo concreto y sostenida por una práctica de la crianza que asegure<br />
su supervivencia y desarrollo. Esta dialéctica entre dos funciones diferentes<br />
(aunque confundidas habitualmente en la procreación «natural») culmina nor-<br />
malmente en la constitución de una relación de reconocimiento mutuo de alteridad<br />
y semejanza, característica y fundante de las relaciones entre humanos que<br />
posibilita el surgimiento de un nuevo sujeto, el hijo, que resignifica al genitor<br />
como padre/madre. Se agrega así una generación al linaje.<br />
Según Piera Aulagnier («¿Quel Désir pour quel enfant?» Topique No 44,<br />
p. 201) para que el sujeto pueda reconocer y hacer reconocer su singulari-<br />
dad, así como su lugar de ciudadano pleno en el campo socio-cultural del que<br />
no puede ser excluido, debe utilizar necesariamente materiales heterogéneos:<br />
1° La madre y la pareja que lo desea y prefigura en un discurso que<br />
lo antecede.<br />
2° El discurso del campo social que decide cuál será su lugar en un<br />
sistema de parentesco sobre el que reposa su organización<br />
3° La acción del propio deseo del aprendiz-constructor.<br />
Deberá encontrar la manera de mantener juntas las tres componentes<br />
heterogéneas.<br />
Las leyes de filiación patriarcales, desplazan a las mujeres y les prohíben<br />
marcar jurídicamente su descendencia, invisibilizando el don del hijo al pa-<br />
dre por la madre y la apropiación del mismo por el linaje paterno con exclu-<br />
sión del materno. Estas leyes, ¿son transgredidas por las Abuelas de Plaza de<br />
Mayo, mujeres a quienes la dictadura agrede en su maternidad, es decir, en<br />
lo más consustancial con el lugar social que les es asignado?<br />
Todos nos hemos preguntado alguna vez el significado de que la defen-<br />
sa de los derechos humanos se configure, en esa época, como un campo de<br />
acción predominantemente femenino. En general, las explicaciones suelen<br />
ser superficiales, en términos de sociología ingenua, inclinados a dar cuenta<br />
de este fenómeno sin introducir ninguna crítica de la división sexual del tra-<br />
bajo social y sin poder calcular el efecto renovador de las prácticas políticas<br />
que tiene o puede tener la conciencia de que la suerte de los vínculos más<br />
íntimos depende de la configuración política del Estado. Estado que en nues-<br />
tro caso, aun después de instalada la democracia, abandona a su suerte a los<br />
niños secuestrados por su antecesor totalitario, dejando impunes a sus<br />
victimarios. ¿Qué lectura hacer de la coincidencia de ambos regímenes en la<br />
privación de sus derechos?<br />
¿Qué consecuencias tiene para las Abuelas haberse hecho cargo de bus-<br />
car a sus nietos por ellas mismas?<br />
Me parece conveniente formular esta pregunta, porque no es frecuente<br />
que la reflexión sobre esta problemática se ocupe de la subjetividad de las<br />
abuelas, agentes protagonistas de la búsqueda, sino en la de los niños como<br />
169
objeto de la misma, reflejando el hecho innegable de que el interés social por<br />
las mujeres está consistentemente asociado a su eficacia como garantes de la<br />
procreación.<br />
Como mujeres buscan al niño, pero -también como mujeres- no sólo<br />
al niño. Ese niño que les falta, cuya identidad necesitan restituir, es portador<br />
de un don de identidad que les fue arrebatado dejándolas privadas de la<br />
confirmación de que la vida que transmitieron tiene continuidad, aunque su<br />
nombre puede excluirlo del linaje patriarcal. El niño que buscan en lo real de<br />
su pérdida, es el suyo, desaparecido, símbolo de su fecundidad biológica y<br />
social cercenada. Un hijo/a que se hizo padre o madre en momentos en que<br />
no pudo sostener su deseo de descendencia con su propia vida, siéndoles<br />
arrancados simultáneamente la vida y el producto de este deseo. Ambos<br />
extraídos violentamente del ámbito familiar originado y volcados a una so-<br />
ciedad que los sanciona los elabora por la mediación de subestructuras como<br />
las fuerzas de la represión, el poder judicial o las familias adoptantes. Las<br />
relaciones de poder existentes -las mismas que determinan la derrota y la<br />
muerte del hijo- se expresan en estas instituciones (con las que guardan una<br />
relación más o menos directa) con diferentes grados de complejidad y de<br />
libertad respecto de las determinantes macrosociales. Cabe preguntarse cómo<br />
opera en la subjetividad de las abuelas la negación de que la justicia, de<br />
cuyos representantes concretos -los jueces-esperan la restitución de los<br />
nietos, son los mismos que les negaron los hábeas corpus de sus hijos y de<br />
sus nietos durante la dictadura. Como si la decisión política de interrumpir la<br />
transmisión ideológica que sustenta la práctica de interrumpir la transmisión<br />
ideológica que sustentaba la práctica política de los padres, a través de la<br />
captura de los hijos, fuera imposible de creer, aun cuando fue públicamente<br />
reconocida por los represores.<br />
Esta imposibilidad de creer se funda un una concepción abstracta del<br />
poder judicial, deseado, solicitado e instituido como representante de la tute-<br />
la de intereses y derechos declarados universales, en la imposibilidad de ver<br />
en él el montaje de la formalización jurídica de la dominación política (en su<br />
singularidad histórica, ej. Suprema Corte menemista, etc.). A esta «legali-<br />
dad» que difícilmente logra convertirse en justicia, se agrega la permanente<br />
infracción de las normas vigentes por parte del aparato judicial que redobla<br />
y caricaturiza la injusticias inherentes al orden que dicen proteger.<br />
La desesperación causada por las pérdidas sufridas promueve una sen-<br />
sibilidad especial para detectar algunos puntos de inconsistencia en este<br />
bloque adverso (existen contadas excepciones entre los jueces), pero no se<br />
logra instalar el problema de la recuperación de los niños como una necesi-<br />
dad asumida institucionalmente por la justicia ni mayoritariamente por la<br />
sociedad.<br />
¿Tal vez deberíamos pensar que estos niños no están faltando a toda la<br />
sociedad, sino solamente a sus familias? ¿Cuáles son los requisitos para que<br />
este penar privado sea tomado como deuda social y no abandonado a sus<br />
propios esfuerzos privados -en cuyos logros se hace difícil reconocer algo<br />
170
más que una reparación individual- conseguida con la colaboración de grupos<br />
que son pequeños en relación al efecto social de los crímenes cometidos?<br />
El clamor de las Abuelas por sus nietos desaparecidos, este reclamo que<br />
busca ser compartido con el resto de la sociedad, no es, como se dice, la<br />
insistencia del deseo de sus hijos, sino la del suyo propio. Sus hijos fueron<br />
eliminados físicamente de la escena social y simbólicamente (mediante las<br />
leyes de Punto final y Obediencia Debida aprobadas durante el gobierno de<br />
Alfonsín y el indulto concedido por el presidente Menem) del registro de<br />
deudas contraídas para fundar una democracia basada en la espantosa dis-<br />
criminación económica que hoy divide a nuestra sociedad en una mayoría<br />
de subocupados y sectores con Necesidades Básicas Insatisfechas y una<br />
minoría de rozagantes consumidores. Que la abuelas intenten recuperar a<br />
sus nietos, dar continuidad a su linaje, no debe borrar la ausencia de la<br />
generación fallante, materializada en el terreno social, por la falta de res-<br />
puesta eficaz a sus reclamos familiares y por la ausencia del discurso políti-<br />
co en que dicha generación se sostuvo. Lo que se transmite en estos aguje-<br />
ros de la trama, es el sentido de fracaso de una nueva generación política<br />
que sus hijos encamaron, en la tarea de dar sustento a una nueva genera-<br />
ción que la continúe. Existen otras formas de desaparición, que se patenti-<br />
zan en la ocupación de encumbrados puestos de dirección de los poderes<br />
comprometidos en la construcción del actual proyecto de sociedad, por par-<br />
te de muchos que tuvieron la suerte de sobrevivir a sus compañeros políti-<br />
cos de antaño.<br />
Hay un trabajo de filiación negado, impedido o usurpado a estos niños,<br />
en el que la identidad no adviene como diferenciación de un padre/madre<br />
cuyo destino es interpretado por el propio hijo, para poder discriminar su<br />
deseo, sino que se suprime el conflicto identificatorio originario de ese indi-<br />
viduo, vía la eliminación física de los padres, interpretando brutalmente y sin<br />
apelación la causas de su desaparición -su ideología- como invivible.<br />
Cuando las Abuelas encuentran un niño secuestrado, ya están en su<br />
linaje, como parte del secreto que subyace y amenaza la identidad que ha<br />
sido construida en la relación de apropiación con sus captores o adoptantes,<br />
según sea el caso. (Nota: No voy a entrar a considerar la cuestión de si toda<br />
relación de crianza con un niño hijo de desaparecidos que no se restituye a su<br />
familia de origen es por definición un secuestro, se conozca o no su origen,<br />
que merece una exhaustiva discusión y que tiene un lugar de principio doctri-<br />
nario en la labor de las Abuelas.)<br />
Lo cierto es que los niños secuestrados deben construir una identidad que<br />
les permita sobrevivir. Llamarla falsa, además de pasar por alto el hecho de<br />
que toda identidad unifica elementos cuyo valor de verdad no es unívoco,<br />
implica la imposibilidad de historizar la verdad de la vida de ese niño.<br />
Las «falsas figuras de identificación», mencionadas en algunas publicacio-<br />
nes, ponen en el registro de la verdad algo que es del orden de la ética. Los<br />
captores no son falsos, sino criminales para los padres, los familiares y para el<br />
niño hipotético que hubiera sido el hijo, si no se hubieran apropiado de él.<br />
171
La verdad que se transmite en una filiación, no existe como dato. Tiene<br />
que poder ser transmitida por los padres y ser construida por el hijo. Los<br />
legítimos significantes primordiales lo son si operaron, si crearon una dife-<br />
rencia que promueve un sujeto. Sólo existen a posteriori, si no operaron, no<br />
existen. ¿Cómo explicarse si no la cantidad de niños desaparecidos que no<br />
fueron buscados?<br />
Dado que la pregunta ¿quién soy yo para? supone un sujeto que se la<br />
formula cuando ya hay un referente posible, dador o dadora de identidad, la<br />
posibilidad de la restitución depende de que la llegada de la verdad de la<br />
abuela, encuentre al nieto en un momento en que la interrogación por su<br />
identidad está planteada de tal manera que pueda admitir los referentes<br />
identificatorios de su origen que ella le ofrece. Dolorosa contradicción entre<br />
el deseo de bienestar para el nieto y la dependencia de ese bienestar de que<br />
los odiados usurpadores del lugar de sus hijos los hayan suplantado «sufi-<br />
cientemente bien». Tarea difícil y ordalía moderna, la de discriminar qué de<br />
la defensa de la continuidad de la identidad de los hijos desaparecidos y sus<br />
ideales, puede ser incompatible con la defensa de la vida de ese nieto. En qué<br />
punto de la historia del hijo a quien se dio la vida, se quebró la posibilidad de<br />
continuidad del propio linaje. Este (os) punto (s) señalan a menudo la emergen-<br />
cia de los ideales personales y/o familiares (religiosos o políticos) en conflicto<br />
con el cumplimiento de las funciones que la sociedad demanda a las mujeres<br />
como madres. Los lugares de ruptura de la imagen maternal hegemónica, se<br />
transforman para las mujeres en fuente de numerosas estrategias de defensa<br />
ante la culpabilización social, que refuerza la culpa estructural por el ataque<br />
simbólico a la propia madre, implicado en la asunción de la maternidad a<br />
través de pautas y de valores que no reproducen exhaustivamente las suyas.<br />
La dificultad consiste en sustraerse a las valoraciones conservadoras, que<br />
inscriben los cambios sociales (y sus consecuencias sobre la subjetividad<br />
individual) solamente en términos de traición a una figura tradicional ideali-<br />
zada y no de sus efectos posibilitadores de la emergencia de la vida social de<br />
nuevos sujetos.<br />
La maternidad/paternidad son dadoras de identidad, que no existe antes<br />
de estructurarse como efecto de la pertenencia a un linaje. Ser hijo/a de<br />
desaparecidos es una identidad definida por la pérdida de unos padres, pérdi-<br />
da que realiza el riesgo de muerte implicado por una opción política revolu-<br />
cionaria (no es necesario que ellos personalmente lo hayan sido, basta con<br />
que la hayan representado) en un Estado criminal. La identidad que resulta<br />
no es falsa, sino que encierra la verdad del destino nefasto del proyecto de<br />
vida de sus padres. No pudieron serles padres. La separación violenta y la<br />
sustitución de los padres es un acontecimiento real. La verdad de este real<br />
debe ser constituida por el niño gracias a la restitución de hechos de su<br />
historia que le fueron sustraídos por ocultación o por ignorancia. Pero una<br />
cosa es aportar el soporte necesario para la construcción de la identidad<br />
personal, otra es «rescatarla» o «darle su sentido verdadero». La verdad de<br />
los nietos no es la de los padres ni la de los abuelos.<br />
La restitución se hace al precio de una generación. Sería temible que no<br />
se respetara el hiato que la historia inscribió en el linaje, hiato en el que la<br />
172
instalación de un enigma puede, si alguien quiere, dar origen a una indaga-<br />
ción que eche luz sobre la tragedia ocurrida.<br />
Para las mujeres, elegir a las Abuelas de Plaza de Mayo como antecesoras<br />
en una abuelidad femenina abre un espacio colectivo nuevo para la elaboración<br />
actual de un lugar parental, cristalizado en el imaginario social como una posi-<br />
ción de inocencia -cuando no de desinterés o de impotencia- respecto de<br />
los problemas decisivos de la vida social. Son nuestras madres antecesoras, en<br />
el sentido de que de ellas recibimos las mujeres, la herencia de una nueva<br />
forma de ejercicio de lo coagulado en la cultura acerca de la mujer abuela, que<br />
lo agota y lo extiende, poniendo de manifiesto la politicidad de lo privado y la<br />
latencia transformadora que contiene.<br />
Buscan, y a veces encuentran, a los niños de cuyos nombres están<br />
doblemente borradas: por el sistema de filiación patriarcal (que en nues-<br />
tro país ni siquiera pone el nombre materno en segundo término) y por el<br />
Estado terrorista que intenta borrar los rastros de la represión criminal.<br />
Esta búsqueda las inscribe en la tradición de las heroínas patriarcales,<br />
según señala Luisa Muraro, son mujeres que van, enviadas por el padre,<br />
a los lugares donde los hombres no tienen voluntad o coraje de ir (la<br />
recuperación de la progenie del Padre es la tarea asignada a las mujeres<br />
desde Antígona). Podríamos preguntarnos, sin embargo, si en el movi-<br />
miento de restitución de los niños a su familia de origen, se perfila una<br />
figura nueva de la abuela. No la que mantiene los mitos antiguos, narran-<br />
do cuentos para adormecer a los niños o asegurarse su sujeción a la<br />
cultura tradicional, sino la que desmonta mitos para despertarlos de un<br />
sueño que no es el de su origen histórico singular. Una abuela que no<br />
pudo ser devorada por el lobo (aunque éste lo haya intentado) y que<br />
responde a las preguntas que se le dirigen desde una ética de la verdad.<br />
Aunque sepa por su propia experiencia, que esta verdad de la que es<br />
depositaria, está construida con infinidad de fragmentos, a veces imposi-<br />
bles de verificar en el sentido tradicional del término. Verdad que ha<br />
construido sobre la base de un vivido sin representación posible, hasta<br />
que la modificación que su práctica impone a la realidad, lo hace pensable.<br />
La desaparición del hijo es lo irrepresentable, y aun más si, como adver-<br />
tían muchos comedidos, se creía que el hecho de buscarlos podía empeo-<br />
rar su situación o acelerar su muerte. Imposible creen que el gesto en el<br />
que la maternidad/paternidad se afirma como tal (el cuidado, la responsa-<br />
bilidad por el hijo) no encuentre a su destinatario, tenga que sustituir su<br />
objetivo filial a raíz de un acontecimiento que sólo alcanza la dimensión<br />
de tal con el angustioso pasar del tiempo de la incertidumbre.<br />
La reparación posible de este crimen irreparable no es, con toda la im-<br />
potencia que ésta comporta, del orden de la restitución -imposible- de la<br />
identidad individual de los nietos, cuya construcción no podría dejar de con-<br />
tar con los elementos de su historia post-secuestro. Esta restitución queda,<br />
de todas maneras, restringida al campo del derecho familiar o privado. Y es<br />
en nivel de la conciencia social más amplia en donde la reparación tiene que<br />
tener lugar para que no quepan repeticiones.<br />
173
CAPÍTULO VII<br />
Acerca de los orígenes: Verdad-mentira,<br />
transmisión generacional<br />
por E. T. de Bianchedi, M. Bianchedi,<br />
J. Braun, M. L. Pelento y J. Puget<br />
Introducción<br />
Como psicoanalistas argentinos comprometidos en cuestiones de Dere-<br />
chos Humanos hemos intervenido, en forma individual, grupal o interdisciplinaria,<br />
en situaciones graves en las que se conjugan problemáticas sociales y familia-<br />
res en un contexto de violencia de Estado. En esas circunstancias pudimos<br />
observar algunos de los efectos producidos por un tipo de transmisión psíquica<br />
transgeneracional con alteración del eje que -tomándonos una licencia- deno-<br />
minamos «verdad-mentira», así como los efectos de corrección de ese eje.<br />
En esta presentación nos referiremos específicamente a la transmisión<br />
de verdades, falsedades y mentiras, categorías que necesiten alguna pun-<br />
tualización. Consideramos la mentira como un relato en el que se formula lo<br />
contrario de lo que se sabe se cree o se piensa conscientemente; en esta<br />
situación, se producen dos tipos de operaciones: por un lado se utilizan me-<br />
canismos de encubrimiento concreto de un hecho, y por otra parte se cons-<br />
truye un «pseudo-hecho» a través de la articulación de proposiciones que<br />
tienen como objetivo volverlo creíble y existente. La falsedad de una formu-<br />
lación, en cambio, se debe a otros factores: uno puede ser la ignorancia, o el<br />
no-conocimiento (por ejemplo, cuando se demuestra la falsedad de una de-<br />
terminada teoría), otro, el «des-conocimiento», que implica la utilización del<br />
mecanismo psíquico de la renegación (por ejemplo, la formulación de la<br />
teoría sexual infantil según las cual lo mujeres tienen pene) porque incons-<br />
cientemente no se soporta la verdad. Toda mentira es también una falsedad<br />
en este segundo sentido, pero no toda falsedad es una mentira.<br />
Con respecto a la categoría de «verdad» partimos de la postura que<br />
sostiene que la verdad en sí misma, la verdad «absoluta», es incognoscible.<br />
174
Por lo tanto sostenemos que «saber la verdad» no puede ser un acto puntual<br />
y definitivo, sino un proceso caracterizado por sucesivos acercamientos a la<br />
misma, que van expandiendo el campo de lo cognoscible En este sentido, el<br />
uso de «verdad» en psicoanálisis se acerca más al concepto de «verosimili-<br />
tud» utilizado en filosofía de la ciencia1.<br />
Otra puntualización se refiere a la «pulsión de saber» o «epistemofilia»2<br />
cuando las categorías de lo cognoscible y lo incognoscible están intrínseca-<br />
mente relacionadas con las vicisitudes de la misma Cuando estas catego-<br />
rías están trastocadas -como mostraremos con algunos ejemplos- la trans-<br />
formación de un saber posible en uno imposible produce efectos negativos<br />
sobre los componentes de dominio y de placer de la pulsión epistemofílica, o<br />
sobre lo que Bion ha denominado el vínculo «K» la disposición pulsional<br />
misma puede quedar obturada impidiendo el crecimiento del aparato psíqui-<br />
co. Ello se visualiza con especial nitidez en dos tipos de situaciones cuando<br />
se transforma en incognoscible el saber posible acerca de la filiación y el<br />
saber referido a la muerte de un objeto de amor o el destino de la persona<br />
desaparecida. Estas dos situaciones potencian la significación de ciertos se-<br />
cretos familiares vergonzosos que, enrocando estas categorías sobre la pulsión<br />
de saber, genera toda la gama de consecuencias patológicas<br />
Por último, deseamos señalar que en el contexto de esta presentación<br />
concebimos al individuo, su evolución e historia en estructuras intra, ínter, y<br />
transubjetivas (Puget, 1989a) que promueven o inhiben el crecimiento men-<br />
tal La estructura del aparato psíquico, con sus disposiciones potenciales (la<br />
función de conciencia, el pensar, el juzgar, la posibilidad de lenguaje, etc) se<br />
transmite con toda probabilidad genéticamente, los contenidos, en cambio,<br />
se transmiten vincularmente -a través de contactos emocionales, de comu-<br />
nicación de relatos, fábulas, mitos, historias y a través de acciones, creencias<br />
e ideologías. Este tipo de transmisión es el que debe ser explicado por meca-<br />
nismos psíquicos que tomen en cuenta los espacios inter y transubjetivos del<br />
ser humano. Estos mecanismos psíquicos los suponemos existentes y<br />
funcionantes desde el inicio de la concepción del sujeto en tanto infante, ya<br />
sea siguiendo el modelo de la estructura familiar inconsciente (Puget,<br />
Berenstein, 1988) y/o del psiquismo temprano -sin precisar aquí la fecha<br />
en que éste se inicia- ya que diferentes escuelas psicoanalíticas ubican este<br />
comienzo en diferentes momentos pre o post natales.<br />
' Allí, «Verosimilitud» es utilizado como preferible «verdad» como criterio para la elección de<br />
teorías, o para su comparación, siendo el modo mas «racional» para sostener el progreso de la<br />
ciencia Por analogía, en psicoanálisis estamos comprometidos con la postura que sostiene<br />
que el «saber la verdad» acerca de uno mismo, hacer consciente lo inconsciente es, dentro de<br />
lo posible, deseable y bueno para el desarrollo del individuo Las «verdades» que se descubren<br />
en un tratamiento psicoanalitico -interpretación transferencial y/o construcción mediante- se<br />
hacen mas verosímiles cuando permiten re-pensar situaciones conocidas, conectarlas con<br />
múltiples hechos, elegir nuevas maneras de actuar etc situaciones que consideramos hacen<br />
el progreso del individuo, la pareja, el grupo y la sociedad.<br />
2 Ya sea que la consideremos derivada de la pulsión de dominio (pulsión de conservación) y<br />
del placer de contemplación (pulsión sexual) (Freud), o derivada de la intrusión sádica en el<br />
objeto (tanatos) y las tendencias reparatonas (Eros) (Klein) o primaria dotación pulsional del<br />
ser humano (Bion).<br />
175
Acerca de los orígenes: verdad - falsedad - mentira<br />
Una fábula como la de la cigüeña en nuestra cultura intenta dar cuenta de<br />
los orígenes y se construye sobre la represión de la sexualidad Infantil de los<br />
padres transmitida a los hijos. Esta fábula, en condiciones favorables, suele<br />
estimular la pulsión de saber, puesto que las evidencias de embarazo y otros<br />
signos permiten al niño contraponer hechos y relatos que le posibilitan llegar<br />
por sí mismo a resolver incongruencias y seguir construyendo sus propias<br />
teorías sexuales infantiles.<br />
Utilizaremos aquí el concepto de mito en tanto construcción vincular<br />
para referimos a aquellos mitos que transmiten distintas versiones acerca de<br />
los orígenes. El mito de origen intenta hacer pensable aquel componente para<br />
siempre incognoscible del cómo, cuándo y por qué del origen.<br />
Así como la fábula de la cigüeña tiene una difusión amplia, otros<br />
relatos y mitos sobre los orígenes tienen una difusión más restringida.<br />
Cada familia construye sus propios mitos. En algunas ocasiones éstos se<br />
organizan sobre secretos familiares vergonzosos y vergonzantes dando<br />
lugar a mentira (Puget, Wender, 1980). En esta circunstancia se produce<br />
una alteración del lugar de hijo en la estructura familiar inconsciente,<br />
quedando ubicado éste en lugar del excluido del secreto vergonzante en<br />
vez de quedar excluido de la escena primaria. Con este proceder el secre-<br />
to vergonzante ocupa el lugar de incognoscible, superponiéndose esta<br />
categoría a lo verdaderamente incognoscible. Observamos esto en fa-<br />
milias con funcionamientos perversos o psicóticos, puesto que dichas<br />
estructuras familiares no se construyen sobre la represión sino sobre la<br />
distorsión consciente de la verdad. Si bien el secreto vergonzante en al-<br />
gunas ocasiones es encubierto por un otro relato mentiroso, incluye un<br />
mecanismo de renegación que nos lleva a postular la idea que la estructu-<br />
ra familiar se constituye en torno a la falsedad. En este caso se suman<br />
mentira y falsedad.<br />
Otro caso es cuando el secreto familiar vergonzante se construye sobre<br />
una colusión entre una mentira social y una mentira familiar, como lo fue en<br />
el contexto que nos ocupa en este trabajo. Aquí la colusión actúa a manera<br />
de una retroalimentación. Los hechos que tomaremos como referente son<br />
los que ocurrieron en la Argentina entre los años 1976-1983. En ese momen-<br />
to el terrorismo de Estado produjo la desaparición de aproximadamente 30.000<br />
personas y entre éstos unos 400 niños pequeños fueron secuestrados junto<br />
con sus padres y otros nacieron en cautiverio. Estos niños fueron anotados<br />
como propios o ilegalmente adoptados por los mismos raptores o por fami-<br />
lias cómplices de los mismos. El mensaje transmitido se apoyó en la renegación<br />
del asesinato de personas, sus propios padres, lo que dio lugar a un proceso<br />
de alienación, producto de la violencia de Estado.<br />
Apropiación<br />
176
La Asociación Abuelas de Plaza de Mayo está dedicada desde 1977 a la<br />
búsqueda y ubicación de estos niños «desaparecidos» -sus nietos-. Con<br />
el correr de los años, en los que se encontraron algunos niños y se fue<br />
haciendo posible su recuperación se fue organizando en la institución un<br />
equipo interdisciplinario, de psicólogos, abogados, pediatras y genetistas; el<br />
trabajo de identificación incluye en la actualidad técnicas adelantadas de aná-<br />
lisis genéticos y de histocompatibilidad (J. L. Berra, 1987), que permiten la<br />
demostración de la inclusión del niño en la familia con un 99, 9% (índice de<br />
abuelismo). A partir de 1983, con la re-instauración de la democracia en la<br />
Argentina, se contó también con el apoyo de la justicia para dar un respaldo<br />
legal a la devolución de estos niños a su familia, devolución que legalmente<br />
se llamó «restitución». A pesar de que no hubo ningún niño que sufriera<br />
descompensación psíquica, ni en el momento de la restitución ni posterior-<br />
mente, y que en todos los casos la restitución fue un hecho beneficioso y<br />
terapéutico para ellos (tanto física como psicológicamente) este procedimiento<br />
sigue siendo objetado por algunos sectores de la población3.<br />
En el transcurso del proceso de la restitución pudimos ponemos en con-<br />
tacto con algunos de los mitos de origen que se le habían transmitido a estos<br />
niños. En ciertos casos se les mintió diciéndoles que efectivamente eran hijos<br />
de los apropiadores. A otros se les dijo que eran adoptados intentando indu-<br />
cir la idea que habían sido abandonados por sus padres; lo que se ocultaba<br />
era el hecho de la desaparición forzada de los mismos y la circunstancia<br />
delictiva de la apropiación.<br />
El discurso de los apropiadores sostiene afirmaciones mentirosas acerca<br />
del origen que conciernen también la fecha de nacimiento, el nombre propio<br />
y obviamente el patronímico, sostén de la identidad social. Con este discurso<br />
se intenta sustituir con un relleno falso la realidad histórica, proceso que<br />
necesariamente se multiplica con un entramado mentiroso.<br />
Como señalamos en un trabajo anterior (Bianchedi y colab., 1989) los<br />
enunciados de las familias apropiadoras contienen también mensajes<br />
mesiánicos, sostienen para el niño un doble deseo, el de no ser y el de ser<br />
«no serás lo que te ha hecho nacer», el deseo inicial de los padres en cambio<br />
«serás desde mis valores mesiánicos aquel que yo quiera que seas». Proba-<br />
blemente «el Yo quiero que seas» no es implícitamente malo para el<br />
niño, en cambio sí lo es «el Yo quiero que no seas, y que seas para otro<br />
proyecto que es el mío, que incluye la muerte de todos los padres que<br />
hasta ese momento hicieron nacer hijos como tú». Se les transmite tam-<br />
bién le prohibición de averiguar acerca de sus orígenes4. A estos niños les<br />
es imposible el descubrimiento de la verdad por la potencialización dada<br />
por la colusión en la cual se combina el secreto familiar con un mandato<br />
social sostenido por una ideología. En la mente de los apropiadores se<br />
encubre el secreto vergonzante (lo delictivo) con la convicción arrogante<br />
que lo justificaría.<br />
Tanto en el caso de la compra y tráfico ilegal de niños como en el de<br />
niños apropiados por razones políticas nos encontramos en el terreno de la<br />
alteración de las categorías verdad-mentira en la transmisión. Lo que dife-<br />
177
encia los segundos de los primeros es que en éstos se agrega la renegación<br />
del asesinato de los padres.<br />
3 De los niños encontrados (alrededor de 50), 13 continúan viviendo con sus familias de crianza,<br />
en base a encuentros y acuerdos con el grupo familiar de origen. Estos niños llevan sus verda-<br />
deros nombres, conocen su procedencia y su historia. Otros 25 han sido restituidos (muchos de<br />
ellos por orden judicial) y otros aún aguardan la decisión de los jueces. Todos estos niños han<br />
pasado entre 8 y 12 años con las familias apropiadoras; algunos de ellos fueron «apropiados»<br />
como recién nacidos (nacidos en cautiverio), y otros como bebés de meses y 1 año y medio,<br />
que fueron «dados» a captores o personas relacionadas con ellos.<br />
4 Este mensaje difiere del observado en el caso de padres con potencialidad psicotica cuyo<br />
deseo puede incluir un deseo de muerte del hijo.<br />
Restitución<br />
Cuando estos chicos son restituidos a sus familias, observamos, dentro<br />
de lo dramático de la situación, una llamativa exacerbación de la pulsión de<br />
saber y una igualmente llamativa y rápida incorporación a su grupo familiar.<br />
El niño movido por la activación de la pulsión epistemofílica, intensifica sus<br />
investigaciones pidiendo datos sobre sus primeros meses de vida, el aspecto<br />
y la personalidad de sus padres. A manera de un trabajo detectivesco, reitera<br />
preguntas a varios miembros de la familia para comprobar si sus respuestas<br />
coinciden. Rápidamente busca y encuentra parecidos físicos entre él y sus<br />
familiares y se regocija viendo fotos y otros objetos que le pudieron pertene-<br />
cer. En un primer momento se integra al grupo familiar, se adapta al nuevo<br />
colegio, nuevas ropas, nuevo grupo social. Aparecen recuerdos de situacio-<br />
nes vividas cuando era muy pequeño.<br />
El encuentro con la historia «verdadera» sustituye el mito construido<br />
para ese niño con un mito estructurante por ser más próximo a la verdad<br />
histórica. Suponemos que el conocimiento previo de una parte de su verda-<br />
dera historia había permanecido enquistado durante esos años. Hicimos la<br />
hipótesis que la rápida comprensión de la historia y la integración de los datos<br />
que se les provee se debe a que son poseedores del conocimiento de lo que<br />
les ha pasado.<br />
Identidad<br />
Además de la hipótesis de la transmisión del mito de origen pensamos<br />
que en el constante proceso de construcción de la identidad se transmiten<br />
verdades, falsedades y mentiras. Quedan en la mente algunos núcleos de<br />
verdad inherentes a los primeros contactos emocionales de la madre y el<br />
bebé y al lugar otorgado por la estructura familiar inconsciente. Los mitos<br />
transmisores de mentiras no obturan nunca totalmente aquellos conocimien-<br />
tos verdaderos que actúan a manera de elementos potencialmente activables<br />
cuando el niño es confrontado con otros relatos. Nos apoyamos en la hipóte-<br />
sis que en el psiquismo ninguna experiencia emocional se pierde siendo por<br />
lo tanto recuperable en condiciones favorables.<br />
178
En el intento de explicamos lo que había sucedido con los niños nacidos<br />
en cautiverio, que una vez restituidos se integraron con igual rapidez que los<br />
niños apropiados en edades ulteriores, formulamos la hipótesis de una «iden-<br />
tificación pre-primaria» que daría cuenta de una marca previa al nacimiento.<br />
Ésta, en situaciones traumáticas quedaría escindida, clausurada o encerrada<br />
en una caparazón sin destruirse ni ahogarse. Dicho elemento se transformará<br />
en el núcleo protegido, capaz de evolucionar en otros momentos de la vida<br />
cuando las condiciones lo posibiliten. Este núcleo no es expulsado ni desar-<br />
mado como ocurre en las psicopatologías severas de la infancia, tales como<br />
las psicosis infantiles. La restitución habría actuado como permeabilizadora<br />
de la capa protectora de ese quiste-espora, liberando la potencialidad<br />
identificante que conlleva su núcleo.<br />
El momento de la restitución da la oportunidad a estos niños de recupe-<br />
rar y resignificar sus primeros modelos identificatorios. Éstos se constituyen<br />
en puntos de certeza que se construyen sobre la base de una coherencia<br />
entre identiticante-identificado en un interjuego infinito. De ellos se deriva en<br />
parte la disposición a confiar que estos niños tienen en los personajes signifi-<br />
cativos a lo largo de su restitución. En consecuencia comienza el trabajo de<br />
reorganización de los juicios de existencia y atribución.<br />
Trauma<br />
La confrontación con una brusca información acerca de su verdadera<br />
historia representa para su aparato psíquico una situación «traumática<br />
rectificadora».<br />
En el «acto de la restitución se produce una conmoción emocional e<br />
identificatoria con la consiguiente caída o suspensión de las identificaciones<br />
anteriores (des-identificación Bianchedi y colab. 1989). Es un momento de<br />
intenso dolor psíquico, único camino para que se reinicie el proceso de identi-<br />
dad y la recuperación de un proyecto identificatorio que incluya el enquis-<br />
tado en el núcleo. Durante este acto se produce una brecha-desorganiza-<br />
ción-reorganización que deja momentáneamente vacía la función encarga-<br />
da de atribuir juicios de existencia. Pero ésta se deposita rápidamente en el<br />
Juez, figura que conjuga la Ley familiar y la Ley social y sanciona la ver-<br />
dad histórica. El Juez recupera los niños para la sociedad y duplica la<br />
función paterna faltante.<br />
El proceso de historización necesario para la elaboración de una situa-<br />
ción traumática comprende un trabajo de la memoria, el establecimiento de<br />
una causalidad perdida, el restablecimiento de la continuidad, recuperación<br />
de aspectos escindidos y la reconstrucción de vínculos. En los niños restitui-<br />
dos este proceso se realiza mediante relatos, observación de fotos, compara-<br />
ción de ciertos rasgos del propio cuerpo con el de algún familiar, relaciones<br />
con otros niños de la familia, confirmaciones provenientes del discurso social<br />
vehiculizado por figuras significativas, etc.<br />
179
Duelo<br />
El encuentro con su verdadera historia permite a estos niños iniciar un<br />
proceso de duelo que había quedado hasta entonces congelado (Braun,<br />
Dunayevich, Pelento, 1985, 1989), el duelo por sus propios padres desapa-<br />
recidos así como por los años perdidos. Tal vez esto explique la recuperación<br />
de la pulsión de saber que se manifiesta a veces con una impulsiva necesidad<br />
de preguntar reiteradamente a cada uno de los miembros de la familia am-<br />
pliada no sólo acerca de su historia familiar sino acerca de una vasta gama de<br />
temáticas que remiten a lo incognoscible.<br />
Comentarios<br />
El espacio social en algunas condiciones actúa a manera de contención<br />
del espacio intersubjetivo (Enríquez, 1987; Granjón, 1987; Kaes, 1989;<br />
Puget, 1989b). En cambio, cuando en él imperan situaciones traumáticas<br />
renegadas, se producen agujeros en la memoria social que repercuten en<br />
cadena desestructurando el espacio intersubjetivo. Lo vuelven terreno fértil,<br />
para una parte de la población, para el fanatismo y adhesiones a líderes<br />
sostenedores de ideologías mesiánicas (Puget, 1988, 1989b). Para otra<br />
reactivan y perpetúan una situación traumática volviendo a despertar los<br />
fantasmas y creando nuevos. Hacemos la hipótesis que si estos niños no<br />
fueran restituidos es posible que reaparezca lo renegado en la próxima gene-<br />
ración. Este funcionamiento corresponde al descrito por H. Faimberg (1985)<br />
como telescopaje. Para la autora el telescopaje de generaciones «implica un<br />
tiempo circular y repetitivo, en tanto que la diferencia de generaciones está<br />
ligada al paso inevitable del tiempo; la distribución de generaciones significa<br />
que se ha producido algo irreversible» (p. 1054).<br />
En una evolución natural la información verosímil acerca de cualquier<br />
temática debe ser gradual. Por las condiciones peculiares de estos niños se<br />
ven enfrentados con un exceso de información verdadera de un corto lapso.<br />
Por ello hemos introducido el concepto de situación traumática rectificadora,<br />
teniendo en cuenta que el procesamiento de la información llevaría años y<br />
dependerá del devenir social. Una sociedad que reniega de los genocidios<br />
incrementa la fuerza de los agujeros de la memoria social.<br />
La llamativa recuperación de estos niños (incluyendo la remisión de sín-<br />
tomas neuróticos o caracterológicos) al poco tiempo de estar reinsertos en su<br />
familia extendida y con el conocimiento de su historia, incluyendo la situa-<br />
ción política pasada y presente que motivó su «desaparición», nos permite<br />
pensar qua la fuerza del «saber la verdad» está reforzada con un cambio en<br />
lo real. Queremos decir con ello no sólo un cambio de domicilio, nombre,<br />
etc., sino de grupo ideológico. Esto los diferencia de niños adoptados en<br />
otras situaciones, para los que la información de su adopción está acompaña-<br />
da por una imposibilidad simultánea de recuperar a sus padres biológicos y/o<br />
su entorno social de origen. Esto lleva a que la evolución de estos últimos nos<br />
enfrente con problemáticas distintas.<br />
180
De esto suponemos que cuando es renegada la historia del origen fami-<br />
liar no sólo en el espacio intersubjetivo, sino también en el espacio<br />
transsubjetivo, el mensaje corrector debe abarcar estos dos espacio, sobre<br />
todo en países como los nuestros, donde el contexto de violencia social inci-<br />
de permanentemente en la vida cotidiana.<br />
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por Silvia Bleichmar<br />
CAPÍTULO VIII<br />
El traumatismo en la apropiación-restitución<br />
Mi intención es centrarme en 2 ó 3 nudos polémicos:<br />
En Primer lugar quisiera marcar algo que está en nuestra preocupacio-<br />
nes, que es: relación entre primero y segundo traumatismo. Primer trauma-<br />
tismo como apropiación, segundo traumatismo como restitución. Y para ello<br />
quisiera tomar 263 cuestiones relativas al traumatismo.<br />
Si nosotros comenzamos por definir al traumatismo como un flujo de<br />
estimulación psíquica, inmetabolizable e indomeñable para el aparato psíqui-<br />
co, que lo pone en riesgo de fractura, o estallido, podemos planteamos que el<br />
traumatismo, en ciertos momentos de la vida, no es necesariamente la vio-<br />
lencia entorno.<br />
Tendremos que preguntamos qué tipo de traumatismo sufrieron los ni-<br />
ños en el momento en que fueron apropiados en el momento en que fueron<br />
secuestrados.<br />
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El segundo aspecto de esto es que el proceso de la vida está sometido<br />
permanentemente a microtraumatismos. Microtraumafismos que ponen en<br />
marcha los sistemas complejos de simbolización y propician el enriqueci-<br />
miento de procesos psíquicos. Es necesario diferenciar entre los movimien-<br />
tos microtraumáticos de aquellos que constituyen lo que consideramos<br />
traumático en sentido estricto. Movimientos microtraumáticos que propician<br />
el desarrollo psíquico de traumatismos en el sentido de algo que viene a<br />
fraccionar y desestructurar el psiquismo. Idea que me parece interesante<br />
para ver una segunda preocupación, que es: la diferencia entre traumatismo<br />
desestructurante y traumatismo reestructurante.<br />
En el aparato psíquico constituido en el niño de cierta edad o en el<br />
adulto, cuando es bombardeado por estímulos que lo ponen en riesgo, se<br />
ponen en marcha sistemas defensivos que tienden a actuar en dos modos.<br />
Por un lado, tendiendo a evacuar la energía sobrante, caso conocido por<br />
todos los colegas presentes y de referencia, en general, para el conjunto de la<br />
gente, por ejemplo: los sueños post-traumáticos después de episodios<br />
traumáticos. Procesos técnicamente, entonces, que intentan la evacuación<br />
de energía y procesos que llamamos psicoanalíticamente de contra<br />
investimiento, que se caracterizan por el intento de aislar lo perturbante vivi-<br />
do, sobre la base de un solo esfuerzo psíquico, que da, en muchos casos, la<br />
impresión de una depresión. Desde el punto de vista fenoménico-descripti-<br />
vo, pero que no puede ser considerado tal sino que se caracteriza porque una<br />
gran cantidad de energía psíquica está avocada a contrainvestir o impedir los<br />
efectos perturbantes del traumatismo. Esto puede plantearse por un determi-<br />
nado tiempo o puede plantearse muy a largo plazo. Si el psiquismo no logra<br />
metabolizar el traumatismo se producen modalidades de cicatrices queloides,<br />
cicatrices, entonces, que es como si insensibilizaran o disminuyeran la pro-<br />
ductividad de una parte de la vida psíquica.<br />
Hay una ecuación en juego en relación al traumatismo, qué: que para<br />
medir el momento del traumatismo, hay que tener en cuenta las relaciones<br />
existentes entre la cantidad de estímulo que ingresa al psiquismo y la capa-<br />
cidad de elaboración del psiquismo mismo. No hay una relación directa<br />
entre mayor traumatismo y mayor cantidad de estímulo. Puede haber pe-<br />
queñas cantidades de estímulo que, en la medida que el aparato está<br />
desprotegido para enfrentarlos, entonces, impliquen un mayor grado de<br />
traumatismo. Trato de relativizar, si ustedes quieren, la vivencia traumática<br />
del adulto y separarlo de la vivencia traumática del niño, para ir planteán-<br />
donos de algún modo en nuestra discusión, las formas en que se instaló el<br />
traumatismo en nuestros niños.<br />
Lo que el psiquismo nutrió pasivamente, entonces, es algo muy comple-<br />
jo y es necesario diferenciar las adopciones de estas situaciones que estamos<br />
trabajando por lo siguiente: se piensa vulgarmente que el gran problema de<br />
las adopciones es decirle al niño que es adoptivo. Todos sabemos a esta<br />
altura que ese no es el gran problema de las adopciones. El gran problema de<br />
las adopciones es el enigma que se abre: ¿Por qué mis padres no se quisieron<br />
quedar conmigo? ¿Porqué no quisieron o no pudieron tenerme? Preocupa-<br />
ción que abarca gran parte de la vida psíquica que retoma permanentemente<br />
183
en el caso de las adopciones y que queda ahí abierto como una brecha, en<br />
el cual el porqué se llena siempre fantasmáticamente. En ese sentido, yo<br />
quisiera marcar, entonces, que la cuestión del enigma es una cuestión que se<br />
liga directamente al traumatismo. Que el problema del traumatismo, enton-<br />
ces, implica una cuestión que tiene que ver con el enigma, en tanto enigma<br />
no metabolizable, no posible de ser apropiado por el psiquismo.<br />
Si nosotros, entonces, tomamos esta diferencia central entre adopciones<br />
y niños secuestrados, vamos a ver algo que nos ha sorprendido mucho en<br />
nuestra experiencia clínica, la he compartido con otros colegas y creo que es<br />
interesante y es la siguiente: en una cantidad de niños adoptivos de ciertas<br />
edades el fantasma de ser niño secuestrado toma parte central de sus análisis.<br />
¿Por qué ha formado...? y, porque es mucho menos doloroso, por terrible<br />
que sea, pensar que fueron deseados y amados por padres que pudieron<br />
conservarlos, y apropiados por los militares, que pensar que los padres bioló-<br />
gicos de origen no pudieron quedarse con ellos ni pudieron retenerlos. De<br />
manera que la pregunta del niño centralmente es acerca del deseo de los<br />
padres. Y esto es lo que se marca como enigma irresoluble en las adopcio-<br />
nes, que el niño tiene que ir domeñando y metabolizando a lo largo de la<br />
vida. Pero, por otra parte, en los padres adoptivos no tenemos el fantasma<br />
de contrapartida que tenemos en los apropiadores. La culpabilidad es<br />
fantasmática no eficiente para darle algún tipo de organización a esta proble-<br />
mática. Una cosa es que alguien que se ha hecho cargo del hijo de una madre<br />
que no podía hacerse cargo de él sienta culpa por el no poder engendrar,<br />
haberse quedado con un hijo que no es propio -pero ésto es a nivel incons-<br />
ciente- a nivel consciente sabe que se ha hecho cargo de un niño que no<br />
hubiera podido vivir de otro modo. No es el caso de los niños expropiados o<br />
apropiados, en la medida en que en los niños apropiados, el apropiador sabe<br />
perfectamente que no es que ha sustituido el deseo de una madre por otro,<br />
sino que se ha hecho cargo de algo que él mismo produjo sobre la base del<br />
homicidio. Sería cuestión de partida que marca una diferencia central y a la<br />
que Eva se ha referido muy bien.<br />
Pensemos ahora en el aparato psíquico en la estructuración en los niños.<br />
Los niños secuestrados en su mayoría tenían entre un año y tres de vida (he<br />
estado revisando la estadística, creo que es correcta) ¿Qué quiere decir eso?<br />
Quiere decir que habrían atravesado por esos momentos de estructuración<br />
psíquica en las cuales ya se han plasmado las huellas que va a fundar el<br />
inconsciente y que llamamos en psicoanálisis huellas de lo histórico vivencial.<br />
Si ustedes quieren abro acá una discusión a dos puntas. Con el biologismo,<br />
que piensa que la filiación se constituye por algo que vendrá inconsciente-<br />
mente plasmado desde los orígenes (la filiación es una cuestión de cultura<br />
que se organiza sobre la base de determinantes biológicos, pero que los<br />
recapturan redes simbólicas), y, por otra parte, con aquellos que plantean la<br />
idea de padres psicológicos, como si la cuestión de padres psicológicos fuera<br />
algo que se define simplemente por una cuestión enunciativa.<br />
Estos niños habían atravesado en los momentos de ser apartados brutal-<br />
mente de sus padres, ya las inscripciones que marcaron las huellas que los<br />
184
constituyeron. Esto es lo que ha permitido, en los momentos de la restitución<br />
esto que escuchamos recién, maravilloso, de un niño que pesquisa indicios,<br />
que reconoce indicios y que recompone, de algún modo, a partir de que se<br />
encuentra con huellas de algo vivido que ya estaba en él estructurado.<br />
De manera que si pensamos en lo que se habría producido en ese mo-<br />
mento, lo que se había producido era una disociación entre lo que yo llamo<br />
conceptualmente lo arcaico y lo originario. Es decir, había huellas que se<br />
habían estructurado en el psiquismo de estos niños, huellas que no tienen<br />
ninguna posibilidad de retranscripción ni metabolización, que habían queda-<br />
do sueltas, que podían aparecer bajo fragmentos, si ustedes quieren, de sue-<br />
ños, de sensaciones de vivencias, pero que no tenían posibilidad de ser traba-<br />
jadas en el interior del psiquismo. Por eso el carácter jubiloso del reencuentro<br />
en ciertos aspectos, porque se produce esta posibilidad de recuperación y de<br />
ensamblaje de pequeños fragmentos que no tenían posibilidad de ser<br />
posicionados previamente en la vida psíquica. Más allá de otros elementos<br />
que aquí se han dado, estoy tratando, simplemente, de tomar este aspecto.<br />
Nosotros hemos trabajado años -y por eso me conmovió tan<br />
dolorosamente el reportaje hecho a Françoise Doltó. Porque fue ella una de<br />
las que nos enseñó a diferenciar a los analistas entre castraciones mutilantes<br />
y castraciones estructurantes. Francoise Doltó ha trabajado en los casos de<br />
psicosis infantil por relación a las castraciones mutilantes y ha planteado<br />
cómo la castración mutilante viene, a veces, a rellenar la ausencia de una<br />
castración estructurante que organice en el orden simbólico al niño, orden de<br />
las generaciones y orden de las simbolizaciones que posibilitan su constitución.<br />
De manera que, cuando se plantea la teoría del segundo traumatismo, lo<br />
que se está desconociendo es la diferencia entre traumatismo estructurante y<br />
castraciones mutiladoras. El primer traumatismo fue una castración mutiladora,<br />
el segundo traumatismo -y el relato de Laura es conmovedor precisamente<br />
porque nos confronta con esa situación tan compleja de recomposición psí-<br />
quica- es reestructurante, es una castración simbolizante, para arrancar al<br />
niño de un ordenamiento perverso en el que quedó cosificado su cuerpo por<br />
relación a los apropiadores Por eso me duele el reportaje de Doltó porque si<br />
hubo gatitos y perritos no fue del lado de las Abuelas.<br />
Es indudable el carácter traumático de la restitución, pero se trata, enton-<br />
ces, sí, de una recomposición. Los recaudos que se deben tomar fueron<br />
expuestos ya. Por otra parte, no cabe duda que, el respeto a la recomposi-<br />
ción psíquica implica algo más que el momento del traumatismo. Estamos<br />
acostumbrados a pensar en el traumatismo y no en la multiplicidad de<br />
traumatismos a los que el sujeto está expuesto. Esto quiere decir lo siguiente:<br />
el traumatismo no se constituye en un tiempo. El traumatismo son múltiples<br />
inscripciones que perforan el psiquismo en una misma dirección y no posibi-<br />
litan, en muchos casos, una recomposición elaborativa. Quiero apuntar con<br />
esto al complejo problema de las visitas a los ex-apropiadores. Se dice lo<br />
siguiente: es parte de la historia del niño. Si, es cierto, es parte de la historia<br />
del niño. Por otra parte Eva Giberti, con mucho criterio, planteaba cómo la<br />
historia no es sólo lo contencial, cómo la historia es la recomposición psí-<br />
185
quica de lo contencial. Pero, es parte de la historia del niño como es parte<br />
de la historia del niño lo que no vivió, ese conjunto de preguntas que nos<br />
relataba Laura, que hace el niño por relación a la historia de sus padres, a<br />
toda esa historia que lo inscribió simbólicamente y lo deseó de algún modo<br />
como sujeto.<br />
A partir de un severo traumatismo como el que se produce en las restitu-<br />
ciones, la vida psíquica requiere un tiempo de recomposición. La pregunta<br />
que yo me he formulado muchas veces es: si la visita a los ex-apropiadores<br />
es en función de evitar las defensas negadoras del niño, como se ha dicho, o<br />
está hecha en función de compensar al apropiador por la quita del niño,<br />
cuando en realidad lo curioso de esta historia es que la sociedad compense al<br />
apropiador y no compense a aquel que ha sido realmente apropiado. De<br />
todos modos, lo que se observa en general cuando se obliga a hacer las<br />
visitas -y esto está planteado en muchos casos- es que el niño se rebela<br />
contra las visitas y en muchos casos hace síntomas psicosomáticos ¿Por<br />
qué se producen estas respuestas? Uno podría decir, porque no se quiere<br />
enfrentar a la realidad. ¿Qué quiere decir que no se puede enfrentar a la<br />
realidad? Quiere decir que no se quiere enfrentar a la realidad de una historia<br />
dolorosa, traumática y homicida por la que ha sido atravesado y que necesita<br />
un tiempo de recomposición simbólica para ir atando los cabos de su historia<br />
y definir en última instancia, algún día, qué tipo de enigma han quedado<br />
pendientes en esa historia y qué tipo de preguntas quisiera hacerles a sus<br />
apropiadores. Digamos, los tiempos de recomposición libidinal, en este caso,<br />
están fijados por el niño, y en ese sentido el respeto a la recomposición<br />
psíquica hace que, en mi opinión, los profesionales tengamos que ser enor-<br />
memente cuidadosos en el estudio de cada una de las situaciones particulares<br />
de los niños, y no los voy a llamar «casos». No los voy a llamar casos<br />
porque no estoy hablando de casos clínicos en el sentido psicopatológico.<br />
Las voy a llamar a cada una de las historias en singulares y de las situaciones<br />
particulares, de recomposición simbólica y defensiva de los niños, para defi-<br />
nir en común, entonces, cuál es la estrategia más adecuada a seguir por<br />
relación a la estructuración psíquica.<br />
Quisiera, entonces, ubicar esta cuestión del traumatismo en dos o tres<br />
planos para después reabrir la discusión con ustedes.<br />
Yo siento que muchos de los puntos que pensaba tomar, han sido toca-<br />
dos de una manera muy profunda y muy inteligente por mis colegas del<br />
panel. Entonces quisiera marcar dos o tres cuestiones. Coincido con quienes<br />
plantean que el niño es un ser de cultura. Y que el psiquismo, entonces, se<br />
constituye a partir de redes simbólicas, en las cuales la experiencia se entrete-<br />
je. Pero, tanto en los casos de los niños que fueron secuestrados en los<br />
momentos de constitución de su aparato psíquico, como de aquellos que<br />
nacieron en cautiverio, es imposible dejar de tener en cuenta los síntomas<br />
que se estructuran en las relaciones primarias que propician su evolución<br />
psíquica. Y sobre los cuales Eva Giberti apuntó algunos de los aspectos.<br />
Sabemos también que la verdad es un bien que debe ser administrado<br />
con prudencia. Yo no soy maniqueista respecto a la verdad y puedo diferen-<br />
186
ciar perfectamente entre la mentira y el ocultamiento de información pero sé<br />
también, a partir de mi experiencia clínica y de mi posición teórica, que la<br />
cuestión que se define por relación a la verdad es el móvil de ocultamiento<br />
de la verdad. No es lo mismo esperar el momento propicio para darle una<br />
información al niño, para no volverlo loco con un exceso de información, a<br />
resguardar la verdad atrás de una mentira al servicio de un bien propio, que<br />
se está jugando, entonces, bajo la privación del derecho a la simbolización en<br />
el otro. Esto es lo que se está jugando en esta historia. Lo que se está juzgan-<br />
do no es un problema maniqueo entre verdad y mentira, es un problema de<br />
la verdad al servicio de quién.<br />
Y, por último, si el segundo traumatismo es algo que debe ser contempla-<br />
do en nuestras preocupaciones, ello no es para negar las posibilidades de<br />
restitución, sino para establecer los modos de re-simbolización en el niño. No<br />
solamente en los tiempos de la restitución, sino a lo largo de todo el procesa-<br />
miento de recomposición simbólica en cuyas derivaciones somos partícipes<br />
y donde hacerlo transitar en los caminos de la reidentificación, en la constitu-<br />
ción de la identidad, sabemos cuan complejo es.<br />
Quisiera terminar con dos cuestiones más personales. Hace poco leí un<br />
libro de un filósofo español, Savater, que se llama «Ética del amor propio».<br />
Y Savater cuenta una anécdota muy interesante. Dice que cuando él estaba<br />
en la cárcel de Carabanchel, se discutió entre los presos políticos que no<br />
querían estar con los presos comunes, y el argumento era el siguiente: noso-<br />
tros estamos acá por razones altruistas, los presos comunes están por razo-<br />
nes egoístas. Y Savater dijo: No, yo estoy acá por razones egoístas, yo estoy<br />
acá por defender algo que es mío, no por dárselo a otros. Bueno, yo también<br />
estoy acá por eso. Acá es donde se combina la cuestión del altruismo y del<br />
egoísmo, si ustedes quieren, porque cada uno de nosotros sabe que, al lado<br />
de las Abuelas, está defendiendo de algún modo su propia posibilidad de<br />
pensar, su propio derecho a engendrar, su propia posibilidad de respeto a las<br />
generaciones que vienen. Y algo más que atenta permanentemente contra<br />
nuestra práctica profesional, y en esto me refiero particularmente a mis cole-<br />
gas, que es: el derecho a un ejercicio de una práctica en el marco de una<br />
ética, que no se convierta en una ética puramente de la circulación de bienes.<br />
por Alfredo Grande<br />
CAPITULO IX<br />
Matar el futuro<br />
187
Mi trabajo se llama: «Matar el Futuro. Reflexiones sobre las máquinas de<br />
matar como organizadoras de la institución del genocidio.» Abuelas de Plaza<br />
de Mayo, otra pregunta que no quiere callar: ¿por qué? ¿cómo? ¿para qué las<br />
Abuelas hoy en este ensueño democrático apenas sacudido por pesadillas pe-<br />
ruanas y venezolanas? ¿Por qué interrumpir el profundo debate histórico, polí-<br />
tico y social sobre las ventajas comparativas entre Tinelli y Pergolini? ¿No<br />
estamos acaso en una Argentina donde lo importante son los gomas y las<br />
gomas, donde apenas importa la memoria de cuando nos hicieron de goma?<br />
Pero hay más preguntas que no quieren callar, ¿qué hacer?, ¿, qué podemos<br />
hacer?, ¿qué debemos hacer y qué queremos hacer? ¿Si hay una ética del<br />
deseo, no habrá también una ética del deber? Si la institución militar pregona el<br />
valor para subordinarse, quizá sea necesario mucho más valor para insubordi-<br />
narse. En caso contrario solamente podremos escuchar pasivamente cuando<br />
un menor económico nos diga: «en caso de Brady, relajate y goza". Aunque<br />
este goce y esta relajación cueste una parte proporcional de cien millones de<br />
dólares por año. En la mesa de Derechos Humanos del Primer Encuentro de<br />
Espacio Institucional, la presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Línea Fun-<br />
dadora, preguntó el nutrido público -mayoritariamente del área psí-:<br />
«dígannos ustedes. ¿Qué tenemos que hacer?" Lamentablemente el área psí,<br />
a veces, es demasiado «como si», y algunas respuestas tardan en llegar. Por<br />
supuesto que respuestas no significa recetas, pero cuando lo que está enjuego<br />
es la vida y la muerte, abrir infinitamente los interrogantes es una forma espe-<br />
cular de enfrentar la delirante certeza del totalitario. ¿Será la duda una jactancia<br />
de los intelectuales? En todo caso, cada vez que aparezca un «Co-móvil»<br />
no lancemos anatemas contra el pretendido carácter fascista del pueblo.<br />
No porque yo piense que nunca se equivoca, una cosa es la soberanía<br />
popular y otra es la dignidad popular; pero sí creo que no pueden enfren-<br />
tarse las tendencias reaccionarias con democracias truchas. Pero la pregun-<br />
ta no quiere callar: ¿Qué hacer?<br />
La paradoja es quien hace esta pregunta es una de las representantes de<br />
las organizaciones que más cosas han hecho en esta Argentina, de dictadores,<br />
demócratas conversos y yuppies republicanos. Pienso que justamente por<br />
todo lo que han hecho, saben mejor que nadie todo lo que aún queda por<br />
hacer. Es la misma pregunta que en una conmovedora novela -Tamara-<br />
, su autor Ignacio Silone pone en boca del autobiográfico protagonista:<br />
después de tantas penas y tantos duelos, de tantas lágrimas y tantas calami-<br />
dades, de tanta sangre, de tanto odio y de tanta desesperación, ¿qué debe-<br />
mos hacer?<br />
En el prólogo Silone propone que cada uno tenga derecho a relatar a su<br />
manera. Haré mío ese derecho, y para ejercerlo -cosa que debo a la amable<br />
invitación de Juan Carlos Volnovich- no utilizaré testimonios, no haré rela-<br />
tos clínicos, ni los historiales de las Abuelas-Madres productos de sus incan-<br />
sables búsquedas. Siempre recuerdo el recurso del abogado defensor del<br />
maestro acusado de enseñar la teoría de Darwin durante la década del 30 en<br />
Estados Unidos: acorralado por el jurado y el juez -absolutamente religio-<br />
188
sos- propuso el único libro que no podía ser recusado, la Biblia. Heredarás<br />
el viento fue el texto dramático que inmortalizó ese combate entre la verdad<br />
y la mentira. Por supuesto que no pretendo imitarlo y menos en un seminario<br />
donde hay representantes del área ajurídica, pero sí utilizaré una de las bi-<br />
blias modernas, un relato de ciencia ficción comercial donde la abundancia<br />
de violencia y efectos espectaculares ha permitido su éxito mundial, me re-<br />
fiero a «Terminator». Este relato es -desde el análisis que les pienso pro-<br />
poner-un ejemplo de cómo la producción artística, aun aquella que apare-<br />
ce como alejada de consideraciones políticas puede pensarse como retomo<br />
del inconsciente político y social que está reprimido de una forma mucho<br />
más profunda y radical que el inconsciente libidinal sexual. «Terminator» es<br />
una máquina programada para la exterminación, construida por otras máqui-<br />
nas que en un futuro no demasiado lejano someten y esclavizan a los hom-<br />
bres sobrevivientes del cataclismo nuclear.<br />
Reeditando los ancestrales combates entre los pequeños mamíferos y los<br />
colosales dinosaurios, los hombres comienzan a rebelarse, son liberados por<br />
John Connors que les enseñan tácticas de combate para controlar a las máqui-<br />
nas, para finalmente obstruir toda la capacidad ofensiva de los robots anulando<br />
su programa de ataque. El último recurso de las máquinas es enviar un Terminator<br />
al pasado para destruir a la que será la madre de John, Sara Connors.<br />
De esa forma, todos los sucesos dependientes de la presencia del líder no<br />
existirán, y las máquinas habrán triunfado. Sin embargo, utilizando por últi-<br />
ma vez la capacidad de un translado temporal el sargento Rick también re-<br />
gresa al pasado para proteger a la madre de John e intentar la eliminación del<br />
Terminator. Esta máquina es un ciborg, tiene una apariencia humana para no<br />
ser descubierta, pero ejecuta implacablemente su programa de exterminiño<br />
sin culpa, sin lástima, sin piedad y sin dudar. El terminator sabe perfectamen-<br />
te qué hacer, su única pregunta: ¿dónde está Sara Connors? Su única res-<br />
puesta: exterminarla. El genocidio perfecto: matar al hijo antes de su concep-<br />
ción. La solución final antes de que se presente cualquier problema inicial, el<br />
llamado Terrorismo de Estado me parece un siniestro ejemplo del terminator<br />
político. Apariencias de hombres con o sin uniforme que encubren máquinas<br />
programadas para el exterminio. El saber de la máquina es preciso: no es<br />
posible modificar la determinación histórica porque los hombres siempre re-<br />
sistirán la opresión, siempre de una forma u otra buscarán la libertad, siem-<br />
pre lucharán con las armas más diversas -con la espada, con la pluma y la<br />
palabra-, siempre encontrarán los líderes para que los conduzcan a una<br />
victoria sin final, que, como señalara Barenville, no es lo mismo que una<br />
victoria final. Al no poder modificar la determinación histórica, entonces la<br />
máquina opta por la determinación biológica. La destrucción del cuerpo que<br />
engendrará otro cuerpo, el cuerpo de la madre y de su hijo futuro. Terminator<br />
quiere destruir en la mujer Sara, la futura madre de John. Terminator sabe<br />
que tiene que destruir, aniquilar el último fundamento de la existencia, la<br />
inevitable unión entre los cuerpos de la mujer y el hombre que engendrará el<br />
líder. La determinación biológica es aniquilada con la desaparición física, con<br />
el hambre, las enfermedades, el abandono sistemático, la promiscuidad, las<br />
guerras, chicos de la calle y chicos de la guerra. Terminator no es ingenuo,<br />
las políticas económicas tampoco. La subespecie que originará el déficit pro-<br />
189
teico crónico no será capaz siquiera de imaginar el ejercicio de derechos<br />
económicos y sociales. Enormes áreas geográficas serán remedos siniestros<br />
de la colonia Montes de Oca. Cadáveres psíquicos, idiotas o psicóticos serán<br />
el resultado final de estas políticas económicas, sofisticado garrote vil para el<br />
permanente ajuste. Para Terminator el problema es más simple: lo que es<br />
exterminado en el pasado, desaparecerá en el futuro. No habrá existido nunca,<br />
no habrá marca que delate su posible existencia. El Terminator político no<br />
controla aún el pasado, más modesto pero no menos salvaje, hace desapare-<br />
cer en el presente la determinación biológica -los cuerpos- y la determina-<br />
ción histórica -la filiación-. ¿Qué hacer para enfrentar a la máquina asesi-<br />
na, de forma humana y programa anti humano?<br />
En primer lugar, no dudar con el diagnóstico: es una máquina de extermi-<br />
nio total. En segundo lugar, no dudar con el tratamiento: debe ser destruida.<br />
Especialmente en lo que hace a su capacidad de destrucción, no olvidemos<br />
que liberar es simplemente reprimir al represor. Aborrezco los senderos lumi-<br />
nosos, casi tanto como los caminos oscuros, pero la destrucción que<br />
Terminator tiene programada no es solamente la física -aunque en ésta es<br />
especialista-, es también la de los valores fundantes de la sociabilidad, es la<br />
amputación de las esperanzas para entonces poder ofrecer cada vez más<br />
ilusiones; la amputación de la solidaridad, para poder manipular a los mancos<br />
del espanto, cuadripléjicos de toda moralidad. Cuando desaparece un cuerpo<br />
o una filiación, un universo de valor desaparece. Valores universales elabora-<br />
dos por los colectivos humanos en sus luchas históricas por justicia y por<br />
dignidad. Por eso, Terminator es toda la mentira, y hay que oponerle como<br />
tercer camino toda la verdad. Y nada más que la verdad aunque no tenga<br />
remedio, la misma de Sacco y Vanzetti que aun hoy se sigue contando. En<br />
cuarto lugar, la elaboración colectiva de la culpa es la única forma de discri-<br />
minar históricamente entre la culpa que la máquina tiende a inoculamos para<br />
lograr nuestra parálisis y nuestra anestesia -como modernos ejemplos de<br />
histerias políticas-, del legítimo remordimiento que podemos sentir cuando<br />
logramos destruir un Terminator. Resistir a la opresión no es lo mismo que<br />
oprimir, y aquellos que no han sido programados para el exterminio del se-<br />
mejante no pueden dejar de sentir cierta desazón aunque hallan realizado<br />
en defensa propia. Este remordimiento no es malo porque es posterior a la<br />
agresión realizada efectivamente y que fue necesaria para impedir nuestra<br />
desaparición y nuestra muerte Pero la culpa -como señala Rozichtner-<br />
caracteriza más al santo que al pecador, su origen es agresión vuelta con el<br />
sujeto y un reaseguro inesperado del Terminator. Por eso el programa de<br />
culpabilización debe ser enfrentado sin ningún titubeo, ninguna duda, ningu-<br />
na jactancia. La maquina dirá: «por algo será»; le diremos: «no es por algo,<br />
es por todo lo que es y tiene que ser»; la máquina dirá: «el silencio es salud»:<br />
le responderemos: «Tu silencio es salud porque hablas con la mentira, mis<br />
palabras son salud porque son la verdad». La máquina dirá: «en algo anda-<br />
rá»; le responderemos: «Andará y seguirá andando, haciendo camino al an-<br />
dar». La máquina dirá: «No te metas». Le contestaremos: «Ya estamos<br />
metidos, metidos hasta el cuello, lo único que nos queda averiguar es dón-<br />
de». Y cuando la máquina cumpla con su programa de eliminación física de<br />
los cuerpos, convocaremos a los genetistas que, desde el fundamento bioló-<br />
gico último de la vida -los genes- recuperarán la determinación biológica.<br />
190
Y cuando la máquina complete su programa genocida destruyendo la filia-<br />
ción, convocaremos a juristas y psicólogos que recuperaran la determinación<br />
histórica. Pienso que en el imaginario social las Madres y Abuelas de Plaza<br />
de Mayo son las organizaciones que, por sus enunciados de verdad, pueden<br />
enfrentar a la máquina de exterminio. Son garantes fundantes, no simbólicos,<br />
de la continuidad biológica e histórica. No siempre obtienen lo que están<br />
buscando, pero como dijo Porchia: aunque obtuviese el bien que no merezco<br />
no podría vivirlo, el bien que merezco podría vivirlo aunque no lo tuviese.<br />
Pienso que es mucho el bien que merecen y en este bien estamos implicados,<br />
desde nuestra ética, desde nuestra biología, desde nuestra estética o desde<br />
nuestra poesía. Quizás alguna vez debamos planteamos cómo constituimos<br />
en garantes simbólicos de lo que las madres y abuelas garantizan desde sus<br />
propios cuerpos. Tema para un debate posterior, pero que solamente podrá<br />
ser concretado si Sara Connors logra que Terminator no extermine su hijo<br />
futuro. El programa de exterminación es también de extinción de institucio-<br />
nes, al modo de una selección cultural mucho más despiadada que la natural.<br />
Las instituciones de la solidaridad, de la democracia, de la justicia están<br />
dentro del programa de exterminio de los Terminator militares y políticos.<br />
Algunos han decretado ya la desaparición de las instituciones de historia y la<br />
institución de la revolución, entonces, la locura de la Plaza de Mayo será la<br />
única forma lúcida de vivir, no dada por lo tanto sólo por la pregunta, por el<br />
qué hacer. Los quehaceres que esperan son infinitos, aunque el rúndante es<br />
aquel que hace quince años se hizo: oponer al programa de exterminio de las<br />
máquinas genocidas el programa de amor de los colectivos solidarios,<br />
autogestidos, valientes y absolutamente convencidos de la legitimidad del<br />
reclamo y de la legalidad de la lucha. Lo que yo quiero hacer ahora es<br />
decirles a las Abuelas de Plaza de Mayo en este cumpleaños de justicia<br />
palabras que hoy me presta Mario Benedetti: Pero hagamos un trato, yo<br />
quiero contar con usted, es tan lindo saber que usted existe, uno se siente<br />
vivo. Y cuando digo esto, quiero decir contar, aunque sea hasta dos, aunque<br />
sea hasta cinco; no ya para que acuda presuroso a mi auxilio, sino para saber,<br />
a ciencia cierta, que usted sabe que puede contar conmigo. Gracias.<br />
por Marisa Rodulfo<br />
CAPÍTULO X<br />
Destitución del cuerpo imaginario<br />
191
Voy a centrar mi exposición en la experiencia por mí acumulada en estos<br />
años en los que fuimos convocados junto con Ricardo Rodulfo en distintas<br />
oportunidades como peritos por fiscales, defensores de menores y jueces<br />
para que nos expidiéramos sobre distintos aspectos complejos de evaluar y<br />
precisar en tomo a más complejas y difíciles situaciones en las que se hallan<br />
implicados, como constante, menores que habían sido secuestrados durante<br />
la última dictadura militar.<br />
En todas las situaciones en que me tocó intervenir pude apreciar la im-<br />
portancia y responsabilidad de la tarea que me había sido encomendada. De<br />
un modo implícito lo que se me estaba solicitando desde distintos lugares era<br />
que pusiera en juego la concepción de niño que el psicoanálisis ha construi-<br />
do. Esto ha llevado a interrogarme por las distintas concepciones del niño<br />
presentes en los adultos vinculados a cada caso, que inmediatamente obliga a<br />
replantearse la construcción que del cuerpo imaginario posee cada uno de los<br />
que han intervenido directamente sobre el niño y la posibilidad o no, de que<br />
a partir de ella, pueda emerger el cuerpo imaginario del niño soporte, basa-<br />
mento, infraestructura de la subjetivación.<br />
Primera cuestión: ¿Cuál es el cuerpo imaginado del niño para el raptor? Éste<br />
parte de una concepción donde el niño es equiparado a una cosa. Parte, por<br />
ende, de una concepción de niño pasivo, sin historia y sin cuerpo. Su cuerpo, su<br />
historia, su vida misma no le pertenecen. El adulto raptante funda el hecho del<br />
rapto en el no reconocimiento del niño mismo que tiene frente a sí. Partiendo de<br />
este no reconocimiento (en el que parad caso no importa al raptor que sea un<br />
recién nacido o un niño de más edad) el mismo se siente en condiciones de<br />
disponer de su vida. Se lo llevará entonces al igual que a los objetos reduciendo<br />
su estatuto al de parte del botín. Lo dejará tal vez abandonado junto a algún<br />
elemento de valor por la rapidez en que debió resolverse la situación. Volverá<br />
en días sucesivos a cobrarse aquello que quedó pendiente, tal vez permitien-<br />
do así que el destino de los niños cambiara porque en el interín algún vecino<br />
dio con el paradero de la familia: o tal vez los hechos no se desarrollaron en<br />
forma tan apresurada ni con esas consignas, sino que por las condiciones del<br />
secuestro previo de la madre y por la previsión de su muerte, por ejemplo, el<br />
rapto pudo ser prolijamente planificado.<br />
Debemos enfatizar en este punto que en ningún caso puede existir un fin<br />
intrínsecamente bueno de rapto y secuestro. Que el raptor utilice en algunos<br />
casos modales suaves y hasta que se manifieste en redentor de esos niños<br />
(en este momento de la humanidad y de nuestra cultura) son propósitos<br />
conscientes que no debemos confundir jamás, en tanto analistas con las<br />
verdaderas razones fundantes, inconsciente, del hecho mismo del rapto. La<br />
violencia impuesta está centrada en la renegación doblemente ejercida del<br />
carácter inalienable de su espacio corporal y de su espacio psíquico: al mis-<br />
mo tiempo que se arrojan el derecho de ser los únicos en decidir sobre estos<br />
espacios del niño. Es decir, en el hecho mismo del rapto se llevan a cabo por<br />
lo menos tres operaciones de violencia secundaria que se ejercen sobre el<br />
niño y su familia.<br />
192
1) Se separa a los progenitores del producto de su descendencia.<br />
2) Se separa al niño de sus progenitores y del resto de la familia.<br />
3) Como resultas de 1) y 2) se toma posesión del espacio corporal y del<br />
espacio psíquico del niño.<br />
Al separarse al niño de la historia, al arrancarle al mismo sus orígenes, lo<br />
que está en juego verdaderamente es que el niño mismo queda separado,<br />
escindido y que esto mismo es considerado por el raptor como derecho de<br />
conquista. Sólo a partir de la preservación de esta «cosa propia, singular, que<br />
le evite encontrar en su futuro la imagen de un desconocido, el Yo podrá<br />
emprender su tarea de historización" (Piera Aulagnier) y deberemos puntua-<br />
lizar que todo el proceso identificatorio se sustentará en el trabajo de<br />
historización del Yo. La transformación del mundo físico en humano está<br />
constituida por este proceso de historización del Yo, y es a partir de la histo-<br />
ria de las relaciones con sus primeros objetos que el Yo puede construir la<br />
suya propia. Según Piera Aulagnier «el Yo sólo puede sustentar su posición<br />
deseante ocupando la de un demandador confiado al que nunca le faltan<br />
objetos que demandar». Únicamente así, nos dice esta autora, puede<br />
preservarse el acceso al movimiento, al cambio, a la búsqueda de otra cosa,<br />
que son los caracteres y condiciones esenciales de «estar vivo».<br />
En algunos casos el raptor del niño coincide con el que ejerce luego una<br />
secuestración permanente e indefinida. En algunos casos difiere.<br />
Segunda Cuestión: Pasaremos a analizar ahora la concepción de cuerpo<br />
imaginario del niño que tiene el que se «apropia» en forma permanente y<br />
definitiva de él, estando en perfecto conocimiento de la procedencia del niño<br />
en cuestión.<br />
Más allá de los propósitos conscientes de estos adultos que a partir de la<br />
participación directa o el conocimiento del raptor mantiene al niño en cauti-<br />
verio, deberemos como psicoanalistas adentramos en la construcción misma<br />
de cuerpo imaginario del niño para estos adultos.<br />
Nuestra teorización está en condiciones de sostener la importancia que<br />
tiene para la psique del niño lo que representa en la economía libidinal del<br />
adulto responsable que se presentará ante él como la madre. Ante esto la<br />
primera pregunta que se nos impone es: ¿Por qué los adultos responsables de<br />
la crianza del niño deben ocultar al mismo una verdad sobre los orígenes que<br />
le es suya? (del niño). Al negárselo, lo discontinúan de su proceso histórico y<br />
con ello de la posibilidad misma de historizar, es decir, la separación no sólo<br />
se produce entre el niño y sus progenitores sino que este proceso, por lo<br />
prematuro, provoca una 'verdadera catástrofe psíquica ya que momento como<br />
una pérdida de objeto ya que el objeto no está constituido o estabilizado aún,<br />
sino que la pérdida de objeto conlleva una pérdida de sujeto' (R. Rodulfo).<br />
Una parte del niño mismo queda allí perdida para siempre. Aquí nos remiti-<br />
mos por supuesto al concepto capital de depresión psicótica formulado por<br />
D. Winnicott.<br />
193
En nuestra larga práctica hemos encontrado compromiso patológico se-<br />
vero en los adultos que pretendían detentar la posición de «adoptante» que<br />
les impidió justamente (en circunstancias tan graves) narrar al niño su propia<br />
historia.<br />
Para que exista una verdadera «adopción» (y no meramente un «se-<br />
cuestro» y «apropiación») la misma debe fundarse en primer lugar en una<br />
donación libidinal por parte de los adultos implicados en esta situación, ligada<br />
al reconocimiento de los orígenes y de la historia que por otra parte pertene-<br />
ce al niño. La no devolución de la toma generacional al mismo lo lleva a la<br />
pérdida de su autonomía potencial de persona y lo somete a ser manipulado<br />
por los adultos como elementos de una estrategia a menudo inconsciente<br />
pero siempre aberrante, destinada a que ese niño obture pérdidas o traumas<br />
que han devenido insoportables para aquel adulto y en función de las cuales<br />
se vuelve proclive a utilizar al pequeño abusivamente en función de su pro-<br />
pio goce.<br />
Se sobreagregan de esta manera por lo menos tres nuevos hechos de<br />
violencia secundaria sobre el niño a los anteriormente perpetrados.<br />
4) El ocultamiento de su historia, de la historia de sus orígenes con la<br />
consiguiente ruptura generacional.<br />
5) El falseamiento sistemático de la verdad que le pertenece sólo a él.<br />
6) El secuestro perpetuo del niño.<br />
Estamos en condiciones de sostener, desde el psicoanálisis, que para que<br />
el sujeto pueda sanamente construir la historia de lo «inverificable», debe<br />
contar como pre-requisito la garantía de lo «verificable». Éste es el yaci-<br />
miento, la base, para que toda construcción inverificable contemple en su<br />
cabal importancia esta realidad corporal, psíquica y social. Sólo sobre la base<br />
del respeto por el espacio psíquico, el espacio del cuerpo y la aceptación de<br />
la historia del lugar de estos espacios en la trama generacional, se accede a la<br />
posibilidad de inaugurar el espacio transicional de todo jugar y creación posi-<br />
bles. Además, si el niño carece del basamento de lo verificable, esto dañará<br />
profundamente todo el proceso identificatorio.<br />
La pregunta por el origen lleva al Yo a cuestionarse acerca del antes de<br />
su propia existencia. Pero esto no lo puede hacer él solo sino que para fundar<br />
su historia se verá necesitado de encontrar «una vía y una voz que le posibi-<br />
liten ese antes» (P. Aulagnier). La necesidad de preservar la memoria de un<br />
pasado como garantía de un presente, «no puede ir más allá de las huellas<br />
némicas dejadas por representaciones idéicas, pero su cuerpo y sus inscrip-<br />
ciones inmediatamente familiarizados con la voz, el cuerpo, y la imagen<br />
materna le confirman que lo ha precedido algo ya trabajado, ya investido, ya<br />
experimentado (P. Aulagnier). El discurso de la madre que le cuenta su pro-<br />
pio cuento, que le devuelve su propia historia, le devolverá a la vez la prueba<br />
de su propia expectativa y de su propio deseo. Y así como le toma prestados<br />
194
sus primeros enunciados identificatorios le tomará prestadas las informacio-<br />
nes con las cuales inaugurará su proceso de identificación.<br />
Si el portavoz, en cambio, lo ha disy untado del «ya experimentado» «ya<br />
investido» cuerpo materno, y como segunda operación le sustrae informa-<br />
ción clave en tomo a sus orígenes, se transformará en un sujeto cuya posi-<br />
ción consistirá en padecer la amenaza constante «de descubrir, de repente,<br />
que el que ha sido desmiente radicalmente al que cree ser». Estos primeros<br />
momentos son centrales para la estructuración temprana del pequeño sujeto,<br />
sin embargo, «la extraña memoria que posee de ellos se caracteriza por una<br />
extraña escritura que es marca de cuerpo, cicatrices, heridas, marcas que<br />
llevará a cuestas sin poder dar cuenta en qué tiempos y en qué espacios se<br />
han producido».<br />
El niño durante un lapso de su vida infantil necesitará conocer por vía del<br />
discurso del portavoz acerca de esa historia que le precedió y de ese niñito<br />
que era él. Pero ¿qué pasará entonces si el adulto no devuelve esa respuesta?<br />
¿Qué ocurrirá con semejante desposesión al inició de su historia? Al decir de<br />
Piera Aulagnier, el Yo puede «parecer aceptar» que el adulto posea los pri-<br />
meros capítulos de su historia y que esto quede constituido como un verda-<br />
dero «secreto», un agujero en la misma, pero esta aceptación tiene un alto<br />
costo, se paga caro y reviste siempre un carácter ilusorio. El agujero no cae<br />
solamente en la historia sino que es agujero en el cuerpo mismo del niño que<br />
no la escribe. Es que se le ha robado a su Yo la representación del bebé que<br />
fue en el vientre de su madre o en los brazos de ella. Se le ha robado la<br />
posibilidad de que su Yo se apropie de ese modo relacional produciéndose<br />
una disposición y una mutilación en su pensamiento al impedírsele ingresar<br />
al mismo los elementos fundamentales que pasaría a tomar parte de su cau-<br />
dal memorizable. El poner fuera del Yo el origen de la propia historia no sólo<br />
conduce al problema de pensar su origen sino la posibilidad misma de todo<br />
origen; no sólo a la dificultad para pensar su pasado sino todo pasado. En<br />
pacientes afectados por situaciones de este tipo hemos observado la emer-<br />
gencia del fantasma de autoengendramiento, que corresponde a la restitución<br />
por vía delirante, de la función divina de ser los responsables no sólo de su<br />
origen sino del origen del mundo. La imposibilidad de construir esa primera<br />
relación boca-pecho desposee al sujeto en forma definitiva de cierto prototipo<br />
de relación fundamental para la emergencia del desear. A través de ciertos<br />
materiales, podemos procesar los efectos desestructurantes que implican para<br />
el psiquismo la catástrofe psíquica que comportan para el pequeño sujeto el<br />
atacar esta primera relación (conceptualizada por Freud y últimamente<br />
retrabajada por Ricardo Rodulfo): la vivencia de satisfacción.<br />
Estos niños se ven entonces amenazados por la presión constante de<br />
tener que matar ese niñito que han sido, por tener que eliminar de la faz de su<br />
psiquismo todo vestigio de historia que le recuerde a los adultos la insuficien-<br />
cia de su ser. El riesgo de muerte a que se ven expuestos permanentemente<br />
es el de tener que no ser, para que los adultos que los crían puedan sostener-<br />
se. Al sustraerle al niño este primer capítulo de su historia identificatoria se<br />
destruye la vivencia de satisfacción como matriz o pauta primerísima en los<br />
orígenes de la intersubjetividad, cediendo el paso a patologías de la vivencia<br />
195
de satisfacción que Ricardo Rodulfo caracterizara como vivencia de aniqui-<br />
lación en algunos casos, vivencia del Goce del Otro en otros, y vivencia al<br />
tercer tramo del trayecto identificatorio en la infancia que tiene que ver direc-<br />
tamente con la constitución de la potencialidad conflictual. Si la fisura se<br />
ubica en los primeros momentos del trayecto identificatorio, las posibilidades<br />
de riesgo aumentan, siendo uno de los destinos posibles la potencialidad<br />
psicótica o la constitución de perturbaciones caracteriales severas.<br />
Tercera Cuestión: ¿Qué otros adultos responsables intervinientes desde<br />
lo social encontramos y cuáles son las construcciones de cuerpo imaginado<br />
del niño? Me ha preocupado profundamente la violencia ejercida por algunos<br />
profesionales del equipo de salud y por algunos funcionarios del Poder Judi-<br />
cial. Violencia de la que da cuenta el texto de los expedientes sobre cuales en<br />
algunos casos hube de trabajar.<br />
¿Cuál es la teorización flotante de un psicólogo interviniente, que dicién-<br />
dose psicoanalista, puede caracterizar un hecho de rapto y secuestro «como<br />
una verdadera adopción, ya que la constitución de la familia es un hecho de<br />
palabra.... y que los vínculos humanos se crean y constituyen con letras....<br />
su historia no es la historia de su sangre.... ningún afecto es transmisible por<br />
la sangre» (sic)? Lo primero a subrayar en esta sorprendente consideración es<br />
la ligereza con que se desestiman, en el sentido freudiano de un verdadero<br />
repudio, la entera dimensión de lo biológico, como si el capital genético que se<br />
transmite a través de las generaciones careciese de importancia. Este modelo<br />
de teorización, heredero del conductismo es estructuralista, borra de un plu-<br />
mazo el modelo multifactorial de series complementarias en la causación del<br />
aparato psíquico, que ha sido uno de los grandes avances que el psicoanálisis<br />
freudiano ha introducido. Este modelo a la luz de nuevas investigaciones no<br />
sólo se mantiene vigente sino que, por otra parte, ha ganado en profundidad<br />
y riqueza. Uno de los grandes aportes enriquecedores al respecto fue el de no<br />
limitar las funciones materna y paterna exclusivamente a los genitores ya que<br />
cuando éstos no pueden hacerse cargo de los hijos y se da una cesión de su<br />
patria potestad a otros adultos que sí pueden encargarse de la crianza y el<br />
cuidado del niño, éstos pueden verdaderamente investirlos como hijos. Pero<br />
hemos de puntualizar enfáticamente que este avance científico no nos dice<br />
nada acerca de que la relación con los genitores y la historia que de ella se<br />
desprende carezca de valor. Por otro lado mucho menos podemos sostener<br />
que las funciones maternas y paternas puedan efectivizarse en cualquier si-<br />
tuación o de cualquier manera.<br />
Para que puedan ejercerse las funciones materna y paterna éstas deben<br />
encuadrarse dentro de la legalidad fundante del orden humano donde funcio-<br />
nen esas categorías de lo imposible y de lo prohibido; nos referimos aquí<br />
específicamente a la prohibición de matar. Deberemos de puntualizar ahora<br />
por los menos cuatro hechos más de violencia secundaria ejercida sobre el<br />
niño y su familia.<br />
7) En algunos casos la perpetración de la muerte real de sus padres por<br />
parte de los raptores y responsables de su secuestro y apropiación.<br />
196
8) La perpetración de la muerte del Yo futuro al no ofrecer ningún iden-<br />
tificado como punto de anclaje necesario para que el Yo advenga,<br />
9) La violencia ejercida por el profesional psicológico sobre la psique del<br />
niño al descalificar a 7) y 8) como hechos de violencia.<br />
10) La violencia ejercida por toda la institución de salud mental al no<br />
detectar la gravedad del riesgo psíquico en el que se halla el consultante.<br />
Esta violencial del profesional interviniente, retroactúa sobre la violencia<br />
del secuestrador mostrando que en todo caso ésta no es aislada, que emerge<br />
en un tejido social donde existen muchos elementos que le permiten o facili-<br />
tan. Esta evaluación de un profesional llamado a ayudar a la reparación de un<br />
daño y cuya intervención tiende a profundizar ese daño y avalarlo con argu-<br />
mentos pseudo científicos, agrega iatrogenía a la ya compleja situación.<br />
Esta ligereza, esta docta ignorancia que puebla con su suficiencia pasillos<br />
de hospitales y aulas de la facultad (y que es heredera de cierta transmisión<br />
que en el psicoanálisis se viene haciendo en los últimos años en nuestro<br />
país), encuentra sus ecos en algunos sectores del poder judicial.<br />
Cuarta Cuestión: Me pregunto ahora y trato de contestar para finalizar,<br />
cuál es el cuerpo imaginado que de estos niños pueden construir ciertos<br />
funcionarios encargados de administrar la justicia. Por lo menos tres nuevas<br />
formas de violencia he podido observar que se sobreagregan en el tratamien-<br />
to de algunos casos.<br />
11) El primer hecho significante -justamente por el robo de significante<br />
más preciado para todo humano que es el nombre propio- es que estos<br />
niños siguen llevando durante mucho tiempo (y a pesar de haberse compro-<br />
bado fehacientemente el rapto, secuestro y apropiación) el nombre impuesto<br />
por los secuestradores y lo que es más, el mismo apellido de ellos.<br />
Según Jacques Lacan, el apellido paterno (mal traducido al castellano<br />
como «nombre del padre») adquiere una función primordial en la<br />
estructuración del aparato psíquico, la de una verdadera «carretera princi-<br />
pal», que de no ser inscripta como tal, pone en riesgo la constitución de todo<br />
el aparato.<br />
12) Desde las esferas oficiales se le sigue hablando al niño de padre y<br />
madre, después de existir prueba suficiente sobre el rapto y la apropiación,<br />
con lo cual se le introduce desde el adulto encargado de representar la justicia<br />
una renegación patógena que amenaza nuevamente el psiquismo del niño en<br />
cuestión.<br />
13) Aun habiéndose reconocido los hechos anteriores en no pocos casos<br />
deben permanecer en cautiverio en manos de sus raptores.<br />
197
Si la ley establecida como cuerpo jurídico que regula las relaciones de los<br />
sujetos penaliza el secuestro y moviliza en algunos casos, cuando éstos se<br />
producen, inmediatamente las fuerzas de seguridad para que tal violación a<br />
los derechos humanos sea lo más rápidamente resuelta, se preguntó cuál es<br />
la representación imaginada del niño para que su secuestro sea bueno y hasta<br />
pase por adopción mientas otros secuestros no son vistos de a misma manera.<br />
Para finalizar mi exposición, he de remarcar una vez más que los años de<br />
la infancia -en tanto decisivos e irrecuperables- son preciosos en razón de<br />
ello, todos nosotros que trabajamos con menores deberemos tener en cuenta<br />
el factor temporal si no se trabaja como la idoneidad justicia y celeridad que<br />
se requiere es posible que les ocurra lo que algunas de las víctimas del aten-<br />
tado a la Embajada de Israel después de muchas horas de estar sepultados<br />
bajo los escombros se extinguió su llamado a la vida. Muchas gracias.<br />
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dic. 1978.<br />
Talleres de hijos y familiares de desaparecidos, «Taller Julio Cortázar»<br />
(Córdoba); «Taller Había una Vez» (Rosario); «Taller Inti Huasi» (Santiago<br />
del Estero); «Taller de Acción Comunitaria (Capital Federal); «Taller de<br />
Apoyo Integral» (Mataderos); «Taller del Encuentro» (CELS) (Capital);<br />
«Taller de la Amistad» (La PLata, Prov. de Buenos Aires); «Taller de Berisso»<br />
(Prov. de Buenos Aires); «Grupo Sol» (Berisso). Los trabajos sobre los<br />
talleres están en off-set en M.E.D.H., CELS, C.O.D.E.S.E.D.H., Asociación<br />
de Psicólogos de Rosario.<br />
Tribunal Ético de la Salud contra la Impunidad, «Testimonio de Adriana<br />
Calvo de Laborde». Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires,<br />
3-XII-87. Edición Tribunal Ético de la Salud. (Contiene un resumen del<br />
testimonio.)<br />
Maren Ulriksen-Vinar, «La Transmisión del Horror». Del libro «Violen-<br />
cia de Estado y Psicoanálisis». Ed. Centro Editor de América Latina y Asam-<br />
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ne bibliografía sobre los efectos del genocidio nazi inscriptos en la segunda<br />
generación.)<br />
Femando Ulloa, «La ética del analista ante lo Siniestro». Revista «Terri-<br />
torios». Publicación del Movimiento Solidario de Salud Mental. Buenos Ai-<br />
res, 1985 (Presentado en el Seminario de Salud Mental y Derechos Huma-<br />
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------ «La ternura como contraste y denuncia del horror represi-<br />
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Plaza de Mayo: «Niños desaparecidos, su restitución», abril 1988.<br />
------ «¿es Juliana un trofeo? No, Juliana es Sandoval». Revista<br />
«Fin de Siglo», Buenos Aires, octubre de 1988.<br />
----- «El efecto Ximena». Entrevista por Ernesto Tenembaum.<br />
Publicada en «Página 12», Buenos Aires, 8 de enero de 1989.<br />
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Theo Van Boven, «Prevención de la desaparición de niños». Informe de<br />
la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas en su 39 Período de<br />
Sesiones. Agosto de 1988.<br />
Mirta Videla, «Adopción y Apropiación de niños». Diario «La Razón»,<br />
Buenos Aires, 22 de febrero de 1987.<br />
---- «¿Qué es realmente la adopción?. Revista «Actualidad Psi-<br />
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Mariana Wikinski, «Entrevista al ex-Fiscal Dr. Aníbal Ibarra». Offset,<br />
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207