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RESTITUCION DE NIÑOS - Pparg

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<strong>RESTITUCION</strong> <strong>DE</strong> <strong>NIÑOS</strong><br />

ABUELAS <strong>DE</strong> PLAZA <strong>DE</strong> MAYO<br />

Prólogo, por Estela Carlotto<br />

Introducción, por Alicia Lo Giúdice<br />

PRIMERA PARTE: Abuelas: La Institución<br />

Capítulo I. Niños Desaparecidos: su restitución. Conclusiones del Seminario<br />

Nacional<br />

Capítulo II. El secuestro. Apropiación de niños y su Restitución.Equipo<br />

interdisciplinario de las Abuelas de Plaza de<br />

Mayo<br />

Capítulo III. Prevención de la desaparición de niños. Theo van Boven Capítulo IV.<br />

Abuelas opinan sobre Doltó<br />

SEGUNDA PARTE: Sobre las Abuelas<br />

Capítulo I. Niños desaparecidos: Para que no sean olvidados de la memoria. M.<br />

Pascale Chevance-Bertin<br />

Capítulo II. La labor de las Abuelas de Plaza de Mayo. Rita Arditti y M. Brinton<br />

Lykes<br />

Capítulo III. Las Abuelas: entre dioses y ausencias . J.Carlos Volnovich<br />

TERCERA PARTE: Apropiación-Restitución. Algunos casos.<br />

Capítulo I. Memoria para lo impensable. Caso de hijos de desaparecidos<br />

argentinos robados por militares o policías.<br />

M. Paséale Chevance-Bertin<br />

Capítulo II. La Restitución, una respuesta identificante. Laura Conte<br />

Capítulo III. La Cajita. Subjetividad y Traumatismo. Alicia Lo Giúdice<br />

Capítulo IV. Algunas consideraciones acerca del informe de los mellizos<br />

Reggiardo-Tolosa. Alicia Lo Giúdice<br />

Capítulo V. La manipulación de la memoria por los medios de comunicación en el<br />

caso de los mellizos Reggiardo-Tolosa. Alicia Lo Giúdice<br />

Capítulo VI. Adopción y restitución de niños. El papel de los medios. Eva Giberti<br />

CUARTA PARTE: La Restitución para la Identidad. Apuntes teóricos.<br />

Capítulo I. El derecho a la identidad. Laura Conte<br />

Capítulo II. Niños secuestrados en Argentina: metodología de restitución a sus<br />

familias originales. E. T. de Bianchedi,<br />

M. Bianchedi, J. Braun, M.L. Pelento, J. Puget.<br />

1


Capítulo III. La ternura como contraste y denuncia del horror represivo. Fernando<br />

Ulloa<br />

Capítulo IV. Restitución y adopciones. Una conjunción de sufrimientos e<br />

interrogantes. Eva Giberti<br />

Capítulo V. La ética del analista ante lo siniestro. Fernando Ulloa<br />

Capítulo VI. Apuntes sobre Identidad, Filiación y Restitución. Martha Rosenberg<br />

Capítulo VII. Acerca de los orígenes: Verdad, Mentira, Transmisión generacional.<br />

E.T. de Bianchedi, M. Bianchedi,<br />

J. Braun, M.L. Pelento, J. Puget<br />

Capítulo VIII. El Traumatismo en la Apropiación-Restitución. Silvia Bleichmar<br />

Capítulo IX. Matar el futuro. Alfredo Grande<br />

Capítulo X. Destitución del cuerpo imaginario. Marisa Rodulfo<br />

BIBLIOGRAFÍA<br />

Prólogo<br />

20 años después podemos compartir con ustedes nuestras experiencias<br />

sobre la tan dura tarea de buscar en los acontecimientos, sujetándonos a<br />

frágiles hilos conductores que nos harán descubrir al nieto robado.<br />

Nada fue fácil. Tuvimos que aprender, crear, recrear, innovar, crecer y<br />

sobre todo, cambiar.<br />

Porque nada estaba escrito de cómo hacer lo correcto para no dañar aún<br />

más a ese precioso vástago, el hijo o hija de nuestros hijos.<br />

Y así, con mucho amor, con el corazón estrujado, con convicción<br />

irreductible, hoy 20 años después, podemos decir sin lugar a dudas que<br />

nadie más que ellos, nuestros nietos, tienen derecho a recobrar su Identidad,<br />

para dejar de ser esclavos, reconocer su historia, ser ellos mismos.<br />

Por todo ello, este libro tiene el significado de muchas palabras que repre-<br />

sentan tanto: la Solidaridad de los que nos ayudaron a hacerlo, la Donación de<br />

quienes lo escribieron, el Agradecimiento para los que nos acompañaron.<br />

Devolvemos en estas páginas el amor que nos brindaron y la confianza<br />

que nos tuvieron para abrir el camino de nuestros nietos hacia la Libertad.<br />

Septiembre de 1997<br />

Estela Barnes de Carlotto<br />

Introducción<br />

2


Hace 20 años "Abuelas de Plaza de Mayo" se iniciaron como Institución<br />

en un intento de organización que les permitiera luchar para la recuperación<br />

de los hijos de sus hijos desaparecidos. Se trataba de afrontar, sin retroceder,<br />

un hecho inédito en la modernidad, ya que el método de desaparición forza-<br />

da de personas como modo de persecución política, implantada por el Terro-<br />

rismo de Estado incluyó la apropiación de menores desaparecidos junto a sus<br />

padres y la apropiación de bebés nacidos en el cautiverio de sus madres<br />

desaparecidas.<br />

Para enfrentar ese otro modo de exterminio, que significó para estos<br />

niños ser violentamente arrancados de un sistema de parentesco para ser<br />

incluidos en otro que reniega que el origen del vínculo se basa en el asesinato<br />

de sus padres, recurrieron a diferentes saberes: el jurídico, el genético y el<br />

psicológico, y pusieron en uso varios términos junto al de apropiación: restitu-<br />

ción, filiación, identidad, y encontraron modos y formas legales para validar<br />

lo que ellas ya sabían: el derecho a la verdad y a la identidad de todo sujeto.<br />

Desde lo psicológico, y eso nos enseña el psicoanálisis, identidad y ver-<br />

dad es algo que cada sujeto construye, de ahí lo valioso de las Abuelas en su<br />

lucha permanente por la memoria y la verdad, ya que piden ese derecho para<br />

sus nietos apropiados ilegalmente.<br />

Desde los inicios, el primer grupo de psicólogos de las Abuelas construyó<br />

los fundamentos para realizar las restituciones y los diferentes profesionales<br />

de la psicología y el psicoanálisis, por medio de sus experiencias clínicas y/o<br />

su interés por dicha temática, fueron produciendo diversos trabajos.<br />

Las Abuelas me encomendaron la compilación de los que fueran repre-<br />

sentativos de los diferentes momentos institucionales y de los distintos aportes<br />

que fueron recibiendo. Fue decisión de la Institución y la responsabilidad de la<br />

Editorial Universitaria de Buenos Aires, EU<strong>DE</strong>BA, las que nos permiten hoy<br />

compartir lo producido, problematizarlo e invitar a nuevas producciones.<br />

Si el horror parece imposible de enunciarse ya que la materialidad de los<br />

hechos resiste a inscribirse en la historia, los trabajos aquí presentados per-<br />

miten abrir una brecha para que dicha historización sea posible; mi agradeci-<br />

miento, entonces, por permitirme participar para que este proyecto se con-<br />

vierta en acto.<br />

Buenos Aires, septiembre de 1997<br />

Alicia Lo Giúdice<br />

3


PRIMERA PARTE<br />

Abuelas: La Institución<br />

Conclusiones del seminario nacional<br />

Abril de 1984<br />

CAPÍTULO I<br />

Niños Desaparecidos:<br />

su restitución<br />

El día 14 de abril del corriente año se realizó el Seminario «Los Niños<br />

Desaparecidos, su Restitución». El mismo se desarrolló en las instalaciones<br />

de la Confederación Médica de la República Argentina (COMPRA) cuyas<br />

autoridades las facilitaron en un gesto solidario, haciendo óptimas las condi-<br />

ciones para su realización.<br />

El encuentro convocó a personalidades de reconocida trayectoria en sus<br />

diversos campos de actuación profesional y social: abogados, médicos, psi-<br />

cólogos, docentes, asistentes sociales, sociólogos, psiquiatras, trabajadores<br />

de lo cultura y el arte, asesores de menores, etc., quienes, a través de ocho<br />

mesas de trabajo, expusieron, confrontaron y elaboraron un conjunto de<br />

propuestas que constituyen un excelente material de análisis, reflexión y orien-<br />

tación para el conjunto de la sociedad argentina, principal destinataria de las<br />

conclusiones.<br />

El Dr. Jorge Berra coordinó la primera parte del Seminario en el cual<br />

hubo presentaciones introductorias a cargo de la Sra. María Isabel Chorobik<br />

de Mariani, presidenta de la Asociación Abuelas de Plazo de Mayo y de los<br />

doctores Mirta Guarino (abogada) y Norberto Liwski (médico), miembros<br />

de los equipos técnicos de esta institución.<br />

El seminario contó con importantes adhesiones de instituciones y perso-<br />

nalidades. Entre ellas destacamos la presencia de delegaciones de las or-<br />

ganizaciones de Derechos Humanos del país: Madres de Plaza de Mayo,<br />

Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas, Servicio<br />

Asociación de Abogados de Buenos Aires, Asociación de Psicólogos de Buenos<br />

Aires y de la Escuela de Psicología Social de Pichon-Riviére, lo cual tuvo<br />

a su cargo la coordinación de las mesas de trabajo. Asimismo, se recibie-<br />

ron telegramas de adhesión del Señor Presidente de la Nación Dr. Raúl<br />

Alfonsín, del Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, de los obis-<br />

4


pos Jaime de Nevares, Miguel Hesayne, Carlos Gattinoni y del rabino<br />

Marshall Meyer.<br />

Estuvo presente el Secretario de Desarrollo Humano y Familia, Dr. Enri-<br />

que de Vedia.<br />

Las mesas de trabajo abordaron nueve de las situaciones en que se han<br />

tipificado las diversas modalidades en que se encuadran el secuestro y des-<br />

aparición de niños, a saber:<br />

Situación<br />

• N 1 Localización de niños post-mortem.<br />

• N 2 Embarazada con niñito nacido en cautiverio e<br />

institucionalizado y adoptadode buena fe.<br />

• N 3 Niño localizado no restituido con filiación ilegítima.<br />

• N 4 Niño localizado no restituido con adopción plena de mala fe.<br />

• N 5 Niño secuestrado junto a su madre por fuerzas de<br />

seguridad, localizado en poder de otro miembro de la familia con<br />

desconocimiento de la abuela paterna que lo buscaba.<br />

• N 6 Abuelas que localizan a sus nietos y facilitan la tenencia a la<br />

familia sustituía.<br />

• N 7 Niño nacido en cautiverio y en poder de represores.<br />

• N 8 Niña secuestrada con sus padres en el extranjero, localizada<br />

en poder de personas que fueron miembros de las fuerzas de<br />

represión y anotada como propia.<br />

• N 9: Niña localizada y restituida a su madre (ex-detenida,<br />

desaparecida, luego presa y finalmente liberada).<br />

Al presentar las conclusiones del Seminario, la Asociación Abuelas<br />

de Plaza de Mayo desea expresar públicamente su agradecimiento a<br />

todos aquellos que brindaron su apoyo para la concreción de tan tras-<br />

cendente encuentro.<br />

Consideraciones<br />

Niños desaparecidos:<br />

su restitución<br />

La situación de los niños desaparecidos fue equiparada a la esclavi-<br />

tud que en nuestra patria fue abolida por la Asamblea de 1813. En<br />

aquellos años el amo era el dueño del esclavo y de sus frutos y disponía<br />

de la vida y de la muerte de los mismos. Todo esto se dio en el secues-<br />

5


tro de niños y el apoderamiento de madres embarazadas y criaturas<br />

nacidas en cautiverio.<br />

A los niños desaparecidos esclavos se les sustrajo su historia personal,<br />

su pasado y su familia.<br />

¿Qué sentido tuvo el robo de niños?<br />

La acción de la represión no fue desorganizada y casual, sino que su<br />

principal destinatario fueron los jóvenes. Se manipularon los medios de co-<br />

municación y la educación y se institucionalizó el silencio. El estímulo fue a<br />

la pasividad, al sometimiento y al no compromiso.<br />

El secuestro y apoderamiento de niños formó parte de un esquema deli-<br />

berado y organizadamente armado, basado en lo Doctrina de Seguridad Na-<br />

cional. Por ella, el enemigo de la Nación es el propio pueblo y la metodología<br />

usada para la represión del mismo justifica cualquier medio para conseguir su<br />

sojuzgamiento.<br />

Impulsada por el Estado, no fue obra de locos, enfermos o delincuentes.<br />

Así, los niños eran un elemento de la estrategia y parte de la «orden de<br />

batalla».<br />

Uno de los objetivos principales fue que perdurara en el tiempo la meto-<br />

dología del secuestro, trascendiendo así generaciones.<br />

Como expresión del Terrorismo de Estado, se buscó un efecto<br />

multiplicador del terror, incidiendo sobre el conjunto de la población, parali-<br />

zando toda acción contra la dictadura, a fin de poder implementar un plan<br />

económico y su modelo de país.<br />

Destruyendo a padres, niños y abuelos que supuestamente habían llevado<br />

al país al caos, pretendieron un castigo «ejemplificado!» para las generaciones<br />

futuras que manifestaran su disenso. En lo inmediato, se buscó un<br />

silenciamiento del acto represivo, tomando niños como rehenes.<br />

Asimismo para evitar la «contaminación parental» se pretendió<br />

mesiánicamente que los niños se educaran en una familia «modelo», según<br />

la concepción de modelo de los dictadores.<br />

Finalmente, los niños fueron usados como botín de la represión más<br />

feroz que sufriera alguna vez el pueblo argentino.<br />

¿Quiénes fueron los responsables?<br />

La responsabilidad de quienes usurparon el poder político mediante un<br />

acto de fuerza resulta obvia e insalvable. La concentración del poder en un<br />

reducido grupo determinó que bajo su responsabilidad se concibiera y ejecu-<br />

tara una metodología represiva que incluyó como rasgo inédito en la historia<br />

mundial el secuestro y la desaparición de niños.<br />

6


El Estado, a través de sus diferentes instituciones y organismos, parti-<br />

cipó de un modo directo o indirecto en la concreción de esta deleznable<br />

metodología.<br />

Participación fundamental les cabe a las Fuerzas Armadas y organis-<br />

mos de seguridad, actuando en algunos casos coordinadamente con sus<br />

similares extranacionales.<br />

El Poder Judicial y en particular muchos juzgados de menores fueron<br />

cómplices de esta tarea delictiva, convalidaron su accionar otorgando guar-<br />

das indebidas, adopciones ilegales, negando información a los legítimos<br />

familiares, etc.<br />

Se contó con la complicidad de las autoridades de la Minoridad para<br />

transformar los institutos dependientes y hospitales en centros oficiales de<br />

concentración de niños desaparecidos.<br />

Su cambio de identidad o su ingreso como N.N., negando a su vez toda<br />

posibilidad de reintegración con su familia legítima, constituyen manifesta-<br />

ciones expresas de esta afirmación.<br />

Es destacable la responsabilidad que le cabe a los dueños de los medios de<br />

comunicación, a la gran parte de la jerarquía de la Iglesia y de otras religiones,<br />

a los partidos políticos y a las instituciones intermedias de la sociedad, que,<br />

conociendo la situación se negaron a denunciar y detener el robo de niños.<br />

I - Consecuencias de la desaparición de niños<br />

A - Efectos Sociales:<br />

Los efectos sociales de la desaparición de niños revisten tal amplitud y<br />

complejidad que un solo seminario resultó insuficiente para dar cuenta de<br />

cada una de las problemáticas que encierran las situaciones vividas. No obs-<br />

tante, como aproximación pueden reseñarse algunas características que ten-<br />

drán incidencia no sólo en el desarrollo individual de los niños sino también<br />

en los núcleos familiares de origen e impuestos.<br />

B - Desintegración familiar:<br />

La desintegración familiar como efecto de la metodología represiva apli-<br />

cada, afecta a tres o cuatro generaciones con distintos agravantes. Han ido<br />

desde la marginación social por ser miembros de familias «sospechosas»,<br />

pérdida de amigos, de trabajos de otros familiares que rehusaban participar<br />

del drama, dificultad en entender el propio estado civil, de transitar a lo largo<br />

de estos años en una situación límite que permitiera explicarse y asumirse<br />

como miembros de familias distintas hasta la ruptura violenta de vínculos<br />

afectivos con hijos, con nietos, con padres, con todo un entorno, generando<br />

consecuencias de difícil predicción en diversos planos.<br />

7


C - Efectos en los niños:<br />

En los niños estos efectos van a estar potenciados, no sólo por la caren-<br />

cia lógica de una estructura de personalidad que facilita el intento de adop-<br />

ción, sino y en particular, por el 'shock' traumático al cual es sometido. El<br />

solo hecho del secuestro y posterior desaparición de uno o ambos padres<br />

provoca un daño que implica la interrupción del desarrollo evolutivo. Y con<br />

ello podemos considerar parte de la escala recorrida por el sistema represivo<br />

que contemplaba desde que los mismos niños fueran utilizados como ele-<br />

mentos de presión sobre sus padres, siendo objetos de violencia física y<br />

psíquica, hasta su propia desaparición como cierre del ciclo de terror.<br />

La desaparición de niños está basada en el absurdo de que las ideas<br />

pueden ser transmitidas genéticamente y en consecuencia, debían ser entre-<br />

gados o otros grupos, ajenos a la anterior estructuración familiar. De esta<br />

manera se provocaría la ruptura de identidad y se generaban situaciones<br />

antagónicas que acrecentaban no sólo la inestabilidad del niño sino también<br />

la de la familia impuesta.<br />

Esta ruptura brusca del vínculo familiar, en un período en que se va<br />

conformando la identidad, por la imposición de otros nuevos vínculos, lo<br />

desinformación de su propia historia, la confusión sobre el origen, las con-<br />

diciones de estabilidad, equilibrio y afecto de quien está a cargo del niño,<br />

son, entre otros, elementos de vital importancia y de extraordinaria inciden-<br />

cia en lo evolución. Y en función de lo siniestro que se ha vivido, no hay<br />

duda de las consecuencias personales que se registrarán, independientemen-<br />

te de quién está a cargo del niño. Es conveniente reflexionar además acerca<br />

de las condiciones que pueden rodear a estos niños en función de quienes los<br />

tienen a su cargo, dado que de ello también se desprenderá la forma de<br />

integrarse o reaccionar frente al medio.<br />

D- Las familias impuestas:<br />

La tenencia de estos niños abarca una pluralidad de situaciones que van<br />

desde dejarlos en manos de vecinos atemorizados, que los reciben como<br />

«una desgracia» que se impone a la familia, hasta adopciones pseudo-legales<br />

o ilegales. Éstas podían efectuarse desde distintos estratos sociales, civiles o<br />

militares.<br />

Dado lo ilícito de la situación, hay que considerar particularmente las<br />

condiciones de cada adopción, puesto que no sólo no son niños abandona-<br />

dos, sino que son buscados activamente por sus familias.<br />

Mayor repercusión en el niño tendrá la variación que corresponde<br />

en función sea del «anhelo» que podría caracterizar A determinada<br />

pareja, o de lo «necesidad egoísta» que puede rodear a otro como for-<br />

ma de negar problemas personales y desavenencias conyugales. Distin-<br />

tas son las consideraciones a tener en cuenta cuando los niños están en<br />

poder de quienes formaron parte del sistema represivo que actuó sobre<br />

8


sus padres. Más allá de la moralidad del acto, existe una patología vin-<br />

cular que hace imposible construir una identidad sólida. La adopción<br />

que hace el represor del hijo del detenido-desaparecido, además de en-<br />

ferma, es cruel, pues convierte al niño en un objeto de manipulación<br />

psicológica, condicionando severamente su futuro y condenándolo irre-<br />

versiblemente a la enfermedad.<br />

E - Magnitud del daño en los niños:<br />

La situación originada por la ruptura violenta del vínculo del niño con su<br />

familia de origen produce una situación traumática que incide en el conjunto<br />

de su crecimiento y desarrollo.<br />

El daño psicofísico y social es predecible en todos los niños. Lo que no<br />

puede predecirse es la magnitud de dicho daño. El mismo, a lo largo del<br />

tiempo, puede abarcar diferentes manifestaciones.<br />

Estas afirmaciones recogidas de la experiencia universal se han visto<br />

confirmadas en la verificación que ha sido posible realizar en un número<br />

significativo de niños localizados y/o restituidos.<br />

La perspectiva de reparación o atenuación del daño inflingido a estos<br />

niños se subordina a la acción beneficiosa lograda por la restitución y a la<br />

actitud que asuma la sociedad en su conjunto.<br />

II - La restitución<br />

A - Consideraciones generales:<br />

Todos los expertos coincidieron en forma unánime en la necesidad de lograr la<br />

restitución de los niños desaparecidos a sus legítimas familias, acción impres-<br />

cindible para reparar, aunque sea parcialmente, el daño sufrido por las criaturas.<br />

Restitución a sus legítimas familias significa que los niños sepan y co-<br />

nozcan su historia, en un intento de reintegro de su identidad, dándoles tam-<br />

bién el afecto de los seres queridos de quienes fueron brutalmente arranca-<br />

dos, situación ésta que intentó disfrazarse de abandono.<br />

Asimismo, los expertos que concurrieron al seminario coinciden en que<br />

es fundamental lograr el reintegro de los niños desaparecidos al seno de sus<br />

legítimas familias, situación que cada abuela o familiar resolverá de acuerdo<br />

a las circunstancias.<br />

Remarcamos que la necesidad de la restitución encuentra su fundamento<br />

en todas las teorías psicológicas y médicas, las cuales destacan que el conoci-<br />

miento de la verdad posibilita y asegura el desarrollo afectivo e intelectual del<br />

niño afectado.<br />

9


Por lo tanto, el temor de que la restitución provoque daño es infundado,<br />

ya que, por el contrario, lo dañino para la criatura es el desconocimiento de<br />

su identidad y el falseamiento de sus orígenes e historia.<br />

Así, dicho desconocimiento trae inevitablemente como consecuencia un<br />

bloqueo en el crecimiento y desarrollo en las diferentes áreas del niño.<br />

Este temor ha sido alentado desde la propia dictadura y vehiculizado por<br />

los medios de comunicación creando condiciones para el desarrollo de ciertas<br />

corrientes de opinión que, bajo el estado de confusión, conciben a la desapa-<br />

rición de niños como irreversible y a su perpetuación como el «mal menor».<br />

B - Metodología de la restitución:<br />

El niño tiene derecho a ser libre y no esclavizado. Se debe garantizar que<br />

la restitución se opera en un marco que contemple el preservar y proteger al<br />

niño. Se debe tener en cuenta en no volver a tomar al niño como objeto,<br />

como fue tomado al convertirlo en desaparecido.<br />

La metodología de la restitución depende de cada situación concreta.<br />

Las situaciones son específicas de cada caso en particular y de decisión de la<br />

abuela y los familiares.<br />

Las familias impuestas que formaban parte del aparato represivo o esta-<br />

ban vinculadas al mismo y que por ese medio tomaron posesión de las criatu-<br />

ras, bajo ningún concepto podrán permanecer con los niños, ya que se trata<br />

de pseudo-padres, partícipes de la represión, y ahí justamente está la perver-<br />

sión del vínculo y la perpetuación del acto represivo. En tales circunstancias<br />

no se puede hablar de adopción sino de apropiación.<br />

Se debe modificar la ley porque éstos no fueron niños abandonados sino<br />

separados por el Estado de sus familias. También forma parte de la respon-<br />

sabilidad social el promover una legislación que facilite la restitución en for-<br />

ma ágil, rápida y poco dolorosa.<br />

El proceso de restitución del niño y reconstitución de la familia deberá<br />

contar con la atención integral de la misma mediante equipos<br />

multidisciplinarios, con la idoneidad suficiente para tal fin, contemplando<br />

las necesidades comunes a todos los casos pero respetando su individualidad.<br />

C - Aspectos legales:<br />

El derecho a la restitución y a la recuperación de la identidad está vincu-<br />

lado al carácter de delito permanente del que fueron víctimas los niños se-<br />

cuestrados o los nacidos en cautiverio y que como tal continúa producien-<br />

do sus efectos en la actualidad.<br />

Independientemente de ello, desde el punto de vista de la normativa<br />

civil, las guardas, tenencias o adopciones simples o plenas, otorgadas o en<br />

vías de otorgarse, de niños desaparecidos son nulas de nulidad absoluta y por<br />

10


tal motivo no pueden ser objeto ni de confirmación ni de rectificación. Decla-<br />

rada la nulidad o la revisión, la restitución de los niños y la recuperación de<br />

su identidad familiar es consecuencia del principio legal que dispone que todo<br />

deberá volverse al estado de cosas anterior o igual estado en que se hallaba<br />

antes del secuestro o desaparición.<br />

D - Consideraciones éticas y sociales:<br />

Del mismo modo como el secuestro y desaparición de un solo niño por<br />

parte del Estado determinó la fractura de las estructuras de seguridad y pro-<br />

tección que la niñez requiere para su adecuado desarrollo, así también la<br />

restitución del último de los niños desaparecidos producirá un efecto directo<br />

en la comunidad infantil en orden a la recuperación de principios y segurida-<br />

des que la sociedad tiene el ineludible deber de ofrecer.<br />

En el caso de la multitud de niños adoptados de buena fe durante estos<br />

años del terror, la restitución del último de los niños desaparecidos constituye<br />

la única evidencia concreta de que su origen e historia personal no están<br />

marcados por la acción represiva directa del terrorismo de estado.<br />

Desde la perspectiva ética, de frente hacia el futuro, en el fortalecimiento<br />

de la convivencia democrática y la plena vigencia de los Derechos Humanos,<br />

y en particular los de la infancia, la restitución constituye la devolución de la<br />

sociedad a sí misma, en una escala de valores justa, acabando con aquello de<br />

que «en la Argentina todo es posible».<br />

III - Propuestas<br />

Considerando la gravedad de la situación vivida, inscripta en un marco<br />

de afrenta a la humanidad y sus posteriores consecuencias de destrucción,<br />

dolor, incertidumbre, motivos éstos que llevan a profundizar la inseguridad<br />

y el malestar no sólo de las familias afectadas sino de toda la sociedad,<br />

proponemos:<br />

1°) Que como parte de la reparación que debe realizar el actual gobierno<br />

en atención a la continuidad jurídica correspondiente propicie:<br />

a - Una legislación que posibilite, sin perjuicio y en consonancia<br />

con la labor que realizan las Abuelas de Plaza de Mayo, una metodología<br />

para la investigación, localización y restitución de los niños a sus legíti-<br />

mas familias.<br />

b - La elaboración de un proyecto de Ley de Adopción que con-<br />

temple la nueva situación de los niños secuestrados y de los niños cuyos<br />

padres están desaparecidos.<br />

c - La implementación de programas de asistencia multidisciplinaria<br />

en general, a quienes han sido directamente afectados, en consonancia con<br />

los centros que ya actúan en los organismos de Derechos Humanos.<br />

11


d - Instrumentar las estructuras necesarias que puedan garantizar<br />

la correspondiente identidad de los niños en el momento en que sean hallados.<br />

- Intervenir en los estudios científicos, modificando aquellas<br />

normas que impidan su realización.<br />

- Proveer los medios técnicos para la creación de un Banco de<br />

Datos que permita conservar las características de histocompatibilidad y otros<br />

estudios que posibiliten la identificación de los niños.<br />

e - Investigar en todos los planos la responsabilidad de las distintas<br />

instituciones, juzgados, institutos de minoridad, hospitales, etc. y derivar las<br />

causas a los fueros civiles correspondientes y no a los tribunales militares<br />

para su juzgamiento y castigo, contribuyendo de esa manera a la construc-<br />

ción del «Nunca Más».<br />

f - Remover a los jueces nombrados o reconfirmados por la dicta-<br />

dura militar.<br />

g- Difundir masivamente los hechos investigados a través de los<br />

medios correspondientes con la finalidad de generar un sistema preventivo<br />

ligado a la idea del «Nunca Más».<br />

2°) Que la sociedad en su conjunto en función de la responsabilidad que<br />

le compete asuma la actitud de permanente denuncia, garantice informacio-<br />

nes veraces y exija respuestas satisfactorias como forma de asegurar que<br />

todo esto no pueda volver a ocurrir. Familias destruidas, la comunidad infan-<br />

til dañada, deterioro generalizado son afrentas a todo el Pueblo Argentino y<br />

no simples efectos causados a pequeños grupos.<br />

3°) Que los medios de comunicación brinden los espacios necesarios<br />

para acelerar las posibilidades de localización, colaboren con la restitución y<br />

funcionen como espacios educativos.<br />

Por el Equipo Interdisciplinario<br />

CAPÍTULO II<br />

El secuestro.<br />

Apropiación de niños y restitución<br />

12


Abuelas de Plaza de Mayo<br />

Noviembre de 1988<br />

Situación de los niños desaparecidos en la comunidad<br />

Es nuestra intención transmitir la experiencia de nuestro trabajo en el<br />

camino que marcan Abuelas de Plaza de Mayo, sobre la necesidad de la<br />

búsqueda, ubicación y restitución de cada uno de los niños secuestrados-<br />

desaparecidos, en la convicción de que la única posibilidad de enfrentar este<br />

drama inédito es que la sociedad participe, activa y solidariamente, en la<br />

resolución de esta herida, que seguirá abierta en tanto quede algún niño al<br />

que no se le restituya su origen, su historia y su identidad.<br />

La restitución de los niños secuestrados hace necesario situarla, desde un<br />

comienzo, en el terreno que le corresponde: el de las garantías y derechos<br />

humanos de los niños, el derecho a la vida en dignidad, a no ser despojados<br />

jamás de su singularidad originaria, el derecho a la verdad de su propia<br />

historia, a crecer entre los suyos. La referencia, sin concesiones, a este<br />

campo constituye el soporte constante del testimonio y la tarea de Abuelas<br />

de Plaza de Mayo. Por lo tanto, se trata de recorrer este camino de la<br />

experiencia en que ellas son guía, el de la reparación práctica y concreta de<br />

los graves riesgos, presentes y futuros, de las consecuencias de una de las<br />

acciones más siniestras ejercidas sobre la sociedad por el terrorismo de<br />

Estado: la desaparición-apropiación de niños.<br />

Frente a este horror vigente, la población infantil crecerá con la pre-<br />

gunta «¿me puede tocar a mí?»; todo niño adoptado se preguntará «¿no<br />

seré yo un niño secuestrado de padres desaparecidos?». Preguntas que<br />

apuntan a «¿quién soy?», «¿de dónde vengo?», «¿hacia dónde voy?» y<br />

que trasciende el dolor íntimo de cada uno, amenazando la salud y la iden-<br />

tidad misma de nuestro pueblo.<br />

La apropiación fue paradigma de horror y de intento de enajenación. Por<br />

ello, el sentido de la restitución trasciende, como respuesta, el marco de la<br />

justicia individual reparatoria del vejamen sufrido por los niños desapareci-<br />

dos y sus familias y se ubica como la impostergable respuesta colectiva de<br />

reconstrucción del tejido social, que, como comunidad, la sociedad argentina<br />

se debe a sí misma.<br />

Ante esta duda, quizá no tengamos todavía plena conciencia de en qué<br />

medida el discurso totalitario, que aplicó sistemáticamente la maniobra de la<br />

negación de los hechos, la mistificación o la reinterpretación de los mismos,<br />

impuso y justificó sus categorías adversas al sentir que nos constituye como<br />

comunidad.<br />

Nos es difícil pensar que el punto más sensible, más generoso y abierto<br />

al futuro del ser humano, su descendencia, haya sido utilizado como intento<br />

de extinción definitiva de la herencia biológica, psicológica e ideológica de las<br />

víctimas, a la vez que el mismo sentimiento de amor a la niñez y a la descen-<br />

dencia, sea manipulada, con el argumento del supuesto bienestar de los ni-<br />

13


ños, para inducir a la confusión, a la justificación o al silenciamiento de la<br />

acción inhumana del secuestro-desaparición de niños.<br />

Nuestros niños y bebés secuestrados y nacidos en cautiverio, fueron<br />

criminal y violentamente arrancados de los brazos de sus madres, padres,<br />

hermanos, abuelas y abuelos y la mayoría continúa padeciendo el secues-<br />

tro y la desaparición. Están ilegalmente anotados o como propios o por<br />

medio de adopciones fraudulentas, falseando sus padres, sus nombres, sus<br />

edades, la forma y el lugar en que vinieron al mundo, quiénes asistieron su<br />

nacimiento; es decir, apropiados, privados de su verdadera identidad, pri-<br />

vados de su origen, de su historia y de la historia de sus padres, privados<br />

del lugar que ocupan en el deseo y en el afecto de los suyos, privados de<br />

las palabras, las costumbres y los valores familiares, sustraídos de la posi-<br />

bilidad de desenvolver sus vínculos identificatorios originarios y de la posi-<br />

bilidad de autorreconocimiento y de reconocimiento de todo lo propio,<br />

tratados como cosas de las que se dispone a voluntad, parte del saqueo y<br />

despojo de sus hogares.<br />

Aun siendo alimentados y cuidados, aun rodeados de bienestar y de lujo,<br />

su condición es la esclavitud, obligados como están, para sobrevivir, a iter-<br />

pretar como verdadera una realidad que no lo es, a investir como parentales<br />

figuras fraudulentas. Inducidos a «metabolizar» el fraude e invadidos en ese<br />

espacio corporal y psíquico singular e inalienable que debe ser garantizado a<br />

todo ser humano para lograr su autonomía, viven en un cautiverio que los<br />

anula, pero que no basta para borrar la herencia y las huellas genéticas y<br />

psicológicas que están inscriptas indeleblemente en cada uno. (No podemos<br />

ignorar que, desde la práctica clínica, está ampliamente demostrado que,<br />

cuando los hijos separados de sus padres logran la autonomía, surge en ellos<br />

el imperativo natural de encontrarse con su origen.)<br />

Abuelas de Plaza de Mayo, en su práctica, ha elegido el camino de la<br />

justicia para recuperar para la vida los niños desaparecidos.<br />

Cuando lo que nos ocupa es de tal magnitud que se refiere a los derechos<br />

humanos de los niños, en nuestro caso niños desaparecidos secuestrados-<br />

apropiados, la sociedad entera tiene una deuda ética con ellos. Esta deuda no<br />

es abstracta, repararla cabe a la sociedad toda. Son los jueces de la Democra-<br />

cia, instrumentos representativos, quienes deben posibilitar al pueblo saldarla.<br />

Apropiación<br />

Un intento de impedir el conocimiento de la situación de secuestro-<br />

apropiación en que se encuentran los niños desaparecidos, consiste en<br />

pretender como iguales una genuina situación de adopción y la situación<br />

de apropiación. Este intento apunta a llevar a confusión a gran parte de<br />

nuestro pueblo.<br />

Ante todo, es preciso explicitar las diferencias radicales de estas situaciones.<br />

14


Hablamos de adopción genuina en aquellos casos en que ésta se realiza<br />

en circunstancias éticas que contemplan el respeto a la singularidad del niño<br />

y a la voluntad y el deseo de los padres, desde una perspectiva solidaria que<br />

no promueve el abandono.<br />

Sin embargo, existe también una práctica de adopción «de registro per-<br />

manente en nuestro medio» cuyas circunstancias «dañan ética y<br />

conceptualmente la noble institución de la adopción»1 y que, bajo la forma<br />

de protección, encubre el disponer a voluntad de vida y destinos ajenos.<br />

1 Abuelas de Plaza de Mayo «La apropiación de niños y el sistema de adopción» .1er. Congreso<br />

Argentino de Adopción.<br />

El exponente máximo de disponer a voluntad de vida y destinos aje-<br />

nos lo constituyen el siniestro procedimiento de apropiación de niños<br />

secuestrados y nacidos en cautiverio como consecuencia de la persecu-<br />

ción política a sus padres en el ejercicio de facultades con características<br />

criminales ejemplificadoras de la omnipotencia mesiánica del terrorismo<br />

de Estado*.<br />

Procedimiento que lleva el sello de una penetración ideológica atroz e<br />

inhumana y que se aplicó siguiendo dos vías; suponían, no dejarían rastros.<br />

1) Secuestro por apropiación encubierta por la adopción, lo que ha escri-<br />

to el capítulo más negro de la institución de la adopción.<br />

2) Secuestro por apropiación directa, práctica en la que se los regis-<br />

traba como propios. (Esta modalidad fue la más implementada por fami-<br />

lias pertenecientes a las fuerzas de «seguridad» o estrechamente vincula-<br />

das con ésta.)<br />

A través de estas dos vías, sistematizadas por el llamado Proceso de<br />

Reconstrucción Nacional, se perpetraron centenares de apropiaciones. Son<br />

niños que, aun hoy, viven en situación de desaparición:<br />

a) APROPIADOS por secuestradores, quienes intervinieron directamen-<br />

te en la desaparición y/o asesinatos de los padres y en la desaparición-apro-<br />

piación de los niños como parte del saqueo.<br />

b) APROPIADOS por cómplices, quienes tuvieron una intervención di-<br />

recta como cómplices en la desaparición-apropiación de los niños, aunque no<br />

actuaron directamente en la desaparición de los padres. Apropiadores con<br />

complicidad en el saqueo.<br />

c) APROPIADOS por falseadores, quienes, sabiendo el origen del niño fal-<br />

sean su nombre, su nacimiento, su origen y su historia, anotándolo como propio.<br />

d) APROPIADOS por «adopción», quienes «adoptaron» a los niños<br />

buscando que la institución de la adopción actuara como encubridora de la<br />

15


apropiación.<br />

* Como queda demostrado en las afirmaciones públicas de Ramón Camps en el reportaje reali-<br />

zado por Santiago Aroca, publicado en la revista española «Tiempo», donde declaro: « personal-<br />

mente no eliminé a ningún niño, y lo que hice fue entregar a algunos de ellos a organizaciones<br />

de beneficencia para que les encontraran nuevos padres. Los subversivos educan a sus hijos<br />

para la subversión. Eso hay que impedirlo». O bien en las opiniones atribuidas a Vaquero testi-<br />

moniadas en el juicio a los ex-comandantes.<br />

La experiencia, en general, es que la apropiación de una criatura desapa-<br />

recida o nacida en cautiverio, está íntimamente ligada a lo delictivo, «ya<br />

que durante la vigencia del terrorismo de Estado, los padres que habían<br />

sido secuestrados y posteriormente desaparecidos», de la mayoría de los<br />

cuales tenemos hoy la dolorosa sospecha de que fueron asesinados,» esta-<br />

ban imposibilitados de ejercer el conjunto de derechos y obligaciones que<br />

supone la patria potestad. Menos aún de ser parte en las actuaciones<br />

donde se debatía la situación y filiación de sus hijos. Los abuelos, tíos y<br />

otros familiares tampoco podían concurrir a los tribunales para ser parte<br />

en los juicios de adopción de esos niños, pues desconocían el dato princi-<br />

pal: dónde estaba el niño, quién era el apropiador, y consecuentemente,<br />

qué tipo de vínculo se había establecido entre el apropiador y la víctima;<br />

una anotación como hijo propio, falseando una partida de nacimiento o<br />

bien una adopción fraudulenta».<br />

«Por eso es posible afirmar que en el origen de estas adopciones-apro-<br />

piaciones subyace El Delito desde el punto de vista jurídico: la privación<br />

ilegal de la libertad calificada de los padres y la sustracción de los niños»2.<br />

Pero también delito desde el punto de vista psicológico. Creemos que hay<br />

que incorporar el concepto delito, dentro de la terminología psicológica, cuando<br />

se apunta expresamente desde la sistematización perversa del conocimiento<br />

psicológico al enajenamiento e inermidad psíquicos.<br />

El fundamento de la paternidad y el sustento de la identidad de un hijo es<br />

el proyecto de vida y de amor que los padres tienen para el niño desde su<br />

deseo, paternidad que hunde sus raíces en la legalidad de dicho deseo. Es<br />

este deseo fundante en que abre la posibilidad de todo ser humano a desear y<br />

a acceder a un desarrollo-psico-físico-social integrado.<br />

Entonces, para que una adopción sea legítima, los padres libremente<br />

tienen que hacerse cargo de ceder el hijo en adopción y renunciar a todo<br />

proyecto de vida en relación a ese hijo en el acto de cederlo. Deseo y proyec-<br />

to que jamás cedieron los padres de los niños desaparecidos, sino que,<br />

víctimas ellos de la desaparición, fueron arrancados compasivamente de sus<br />

seres más queridos. ¿Acaso el clamor de las Abuelas no es la expresión de la<br />

insistencia del deseo de los padres de estos niños?<br />

2 lbid.<br />

16


La ilegitimidad de los pseudos padres radica en la imposibilidad de fun-<br />

damentar su deseo en la ilegalidad.<br />

Los pseudos padres, al negar, mentir, ocultar o callar su origen a los<br />

niños y al violentar la voluntad y el proyecto de vida de sus progenitores,<br />

representados ahora por sus familiares legítimos, no pueden invocar la adop-<br />

ción, ya que se trata en el mejor de los casos, de siniestra complicidad*,<br />

puesto que condena al niño, literalmente a desaparecer.<br />

Las situaciones de hecho son de fraude y falsificación, sin ley y sin<br />

verdad. Sin ley, más que la voluntad absoluta de dominio de los represores y/o<br />

apropiadores. Sin verdad, porque se altera y se distorsiona la realidad aun<br />

ante los jueces y las pruebas de histocompatibilidad sanguínea, sobre quiénes<br />

son, cuál es su familia y a dónde pertenecen. Por lo tanto, los apropiadores<br />

no pueden representar ni a padres ni a padres adoptivos, porque ocupan ese<br />

lugar desde la ilegalidad y la impostura.<br />

Corresponde hacer un espacio a quienes, en circunstancias ajenas por<br />

su parte a toda intención de complicidad o apropiación, se hicieron cargo de<br />

niños víctimas de la desaparición, preservando la honestidad del vínculo al<br />

no ubicarse en el lugar del fraude.<br />

* Los agentes del terror que, al ejecutar operativos de desaparición-secuestro, se quedaron con<br />

los niños, conocían su filiación; las personas allegadas o vinculadas directamente con estos<br />

agentes que recibieron niños de sus manos, conocían su filiación, o por lo menos su proceden-<br />

cia; los juzgados y las instituciones oficiales o de beneficencia, donde fueron llevados los niños<br />

por los represores, conocían su procedencia y, en algunos casos, su filiación; las personas que<br />

fueron testigos o vecinos, a quienes les fueron dejados los niños por las fuerzas del terror,<br />

conocían su origen aunque, en muchos casos, no conocían su filiación; y, en todo caso, toda<br />

otra persona que durante estos años se hizo cargo de un niño, conocía la posibilidad de su<br />

procedencia.<br />

Estas familias que recibieron a los niños en un marco de verdad fueron:<br />

a) vecinos a quienes los represores dejaron los niños bajo amenaza de<br />

guardar silencio y que, al acogerlo, no les mintieron sobre su identidad, cuan-<br />

do fue posible, apoyaron el derecho de los niños a recuperar lo propio. Son<br />

aquellas a las que Abuelas de Plaza de Mayo llama, como lo hizo Tamara,<br />

«familias de crianza».<br />

b) familias que, motivadas por el deseo de adopción, concurrieron a<br />

juzgados e instituciones de menores, donde les fueron entregados nuestros<br />

niños disponiendo de ellos como si se tratara de verdaderos huérfanos desvalidos<br />

o carenciados abandonados por su familia. Estas familias, ante la creciente<br />

convicción de que eran niños a quienes la represión había alcanzado<br />

privándolos del derecho de vivir con los suyos, llegado el momento, se pusie-<br />

ron a disposición de Abuelas, para en común, encontrar la verdad de su<br />

origen e historia para posibilitar la integración con quienes nunca los abando-<br />

naron. Lamentablemente en el último período se tuvo en conocimiento de<br />

una situación de características aparentemente semejantes, pero con com-<br />

portamiento y desenlace parcial diferente.<br />

17


Desde el punto de vista del derecho internacional el Estado argentino en<br />

su acción sistemática de sustracción de menores, ha violado diversos princi-<br />

pios consagrados por la Comunidad Internacional.<br />

Ha violado el art. 1° de la Declaración universal de Derechos Humanos<br />

aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948 que dice<br />

que todos los seres humanos nacen libres. También ha violado el art. 16 de la<br />

Declaración que consagra el derecho de la familia a la protección de la socie-<br />

dad y del Estado.<br />

Ha actuado en contra de los principios establecidos en el Pacto Inter-<br />

nacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales aprobados por<br />

la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1966 cuya parte III, art.<br />

10 consagra «la más amplia protección» a la familia y «especial protec-<br />

ción a las madres durante un período de tiempo razonable antes y des-<br />

pués del parto».<br />

Ha vulnerado el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos apro-<br />

bado en la misma fecha por la Asamblea General de las Naciones Unidas<br />

cuyo art. 23 proclama que «la familia es el elemento natural y fundamental<br />

de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado».<br />

En particular se ha actuado en contra de lo establecido por el art. 24 de la<br />

misma Declaración que establece:<br />

1°) Todo niño tiene derecho sin discriminación alguna por motivo de<br />

raza, color, sexo, idioma, religión, origen nacional o social, posición econó-<br />

mica o nacimiento, a las medidas de protección que su condición de menor<br />

requiere, tanto por parte de su familia como de la sociedad y del Estado.<br />

2°) Todo niño será inscripto inmediatamente después de su nacimiento,<br />

deberá tener un nombre.<br />

3°) Todo niño tiene derecho a adquirir una nacionalidad.<br />

Después del restablecimiento del orden constitucional, el Parlamento<br />

argentino ratificó la Convención Americana sobre Derechos Humanos.<br />

Pacto de San José de Costa Rica, aprobada en la Conferencia de San<br />

José de Costa Rica en noviembre de 1969, cuyo art. 17 consagra la pro-<br />

tección de la familia, y que en su art. 18 establece que «toda persona<br />

tiene derecho a un nombre propio y a los apellidos de sus padres o al de<br />

uno de ellos».<br />

De estos derechos se encuentran privados los menores que aún conti-<br />

núan desaparecidos.<br />

18


Desde el punto de vista del Derecho Interno la dictadura militar argentina<br />

violó diversos artículos de la primera parte, Declaraciones Derechos y Ga-<br />

rantías de la Constitución Argentina.<br />

Considerando el tema desde el punto de vista del Derecho Penal, y te-<br />

niendo en cuenta que en Argentina no se ha legislado sobre la desaparición<br />

forzada de personas, las normas del Código Penal que resultan aplicables en<br />

los casos de desaparición de menor son las siguientes:<br />

a) Delito de sustracción de menor.<br />

El artículo 146 del Código Penal establece una pena de tres a diez años<br />

de prisión o reclusión a quien «sustrajere a un menor de diez años del poder<br />

de sus padres, tutor o persona encargada de él, y el que lo retuviere u ocultare».<br />

b) Delito de supresión y suposición de estado civil.<br />

El art. 139 del Código Penal impone la pena de prisión de uno a cuatro<br />

años «al que por medio de exposición, de ocultación o de otro acto cualquiera,<br />

hiciese incierto, alterase o suprimiese el estado civil de un menor de diez años.<br />

c) Delito de falsificación ideológica de documento público.<br />

El art. 293 del Código Penal, haciendo remisión al art. 292 establece la<br />

pena de tres a ocho años de prisión a quien hiciere insertar en un instrumento<br />

público destinado a acreditar identidad, declaraciones falsas, de un hecho<br />

que el documento debe probar, de modo que pueda resultar prejuicio.<br />

d) Delito de privación ilegal de la libertad.<br />

El art. 142 del Código Penal establece la pena de dos a seis años de<br />

prisión o reclusión, al que privare a otro de su libertad personal, en distintos<br />

supuestos tipificados en el articulado.<br />

Los menores desaparecidos llegaron a esa condición en diferentes cir-<br />

cunstancias.<br />

En algunos casos los menores fueron protegidos por los vecinos cuando<br />

se produjo el secuestro de sus padres. Los vecinos ignoraban el nombre<br />

verdadero de los padres, y en las condiciones de represión que existían en<br />

Argentina consideraron que lo más adecuado era mantenerlos con ellos. Se<br />

trata de los doce niños que permanecen con la familia que los crió y de otros<br />

casos que, sin dificultades judiciales, muchas veces sin la participación de la<br />

justicia, por la sola acción de Abuelas de Plaza de Mayo, fueron voluntaria-<br />

mente restituidos a su familia.<br />

En otros casos los menores fueron entregados, por la fuerza represiva o<br />

por los vecinos a los jueces de menores, los que dispusieron su internación<br />

en institutos para menores. Posteriormente, fueron entregados en adopción.<br />

Hay aquí una evidente negligencia de los Juzgados de Menores y jueces<br />

civiles que otorgaron las adopciones, que no buscaron a la familia legítima y<br />

19


contribuyeron a que el menor fuese privado de los derechos que le reconoce<br />

las Declaraciones y Convenciones Internacionales. No se trataba de menores<br />

abandonados por sus padres, sino privados de ellos por el accionar represivo<br />

de la dictadura a quienes el resto de la familia los buscaba reclamándolos<br />

ante los distintos órganos del Estado.<br />

Conjuntamente con la vía de la acción penal se plantea la nulidad de la<br />

adopción, en Sede civil.<br />

Pero los casos más comunes son aquellos en los que se abre la vía penal<br />

por los delitos cometidos en contra de los menores. Se trata de los casos en<br />

que las fuerzas representativas llegaban a los menores a Centros ilegales de<br />

detención, o directamente se apropiaban de ellos, de la totalidad de los casos<br />

de menores nacidos durante la detención de su madre.<br />

Estos menores aparecen inscriptos como propios por personas que no<br />

son sus padres y que en esa inscripción han cometido los delitos de supre-<br />

sión de estado civil y falsificación de instrumento público.<br />

Debido al sistema de pruebas legales que existe en el proceso Penal Federal<br />

y en el de ciertas provincias, resulta difícil la prueba de la sustracción del menor,<br />

aun cuando el niño desaparecido sea encontrado en poder de personas que se<br />

demuestra que no son sus padres. Menos dificultades existen en cuanto a la<br />

prueba del ocultamiento o retención, también contemplados en el tipo penal.<br />

Esas dificultades no existen en cuanto a la prueba del delito de falsi-<br />

ficación ideológica de instrumento público, destinado a aprobar identidad,<br />

cuyo cuerpo del delito esta configurado por el certificado de nacimiento<br />

falso. Como la supresión y superposición de estado civil se hace habi-<br />

tualmente mediante una inscripción de nacimiento falsa, el tipo legal<br />

de este delito es absorbido por el más grave de falsificación de instru-<br />

mento público.<br />

El delito de sustracción de menor es un delito permanente que concluye<br />

cuando el menor es restituido a su familia.<br />

Fundamentos de la paternidad<br />

Un segundo intento de justificar la pretendida paternidad de los<br />

apropiadores es suponer que cumplen la función de padres psicológicos.<br />

Pensamos que este intento de confusión instrumenta la experiencia que to-<br />

dos tenemos en cuanto a que no es necesario ser los padres biológicos para<br />

cumplir la función de padres. Pero ser padres implica el ejercicio de una<br />

función que no todos quienes ocupan ese lugar la cumplen. No se puede<br />

identificar la función parental, ni el vínculo paterno-filial que se crea a partir<br />

de la misma, con el hecho de hacerse cargo de un niño.<br />

El fundamento de la paternidad no necesariamente es biológico, pero en<br />

todo caso, no puede originarse en el deseo de apropiación. Este deseo invalida,<br />

20


de hecho, el deseo de paternidad. Entonces ¿se puede cumplir la función<br />

parental desde una paternidad ilegal desde un principio? ¿Desde una paterni-<br />

dad construida a partir de la radical privación, que significa imponer un ori-<br />

gen falso y que, por lo tanto, niega el origen y la continuidad del psiquismo<br />

del niño? Los padres desde su deseo parental, inician la historia psíquica de<br />

un niño, aun antes de nacer.<br />

Lo nombran, le dan un lugar propio en la historia familiar, reconociendo<br />

su singularidad, ante la cual renuncian a todo proyecto para el hijo que no lo<br />

tenga en cuenta como persona. Un padre -biológico o adoptivo- para cumplir<br />

la función esencial que hace a la paternidad, debe ocupar el lugar de transmi-<br />

sor de la ley, de un orden, no arbitrario ni creado por él, sino que lo trascien-<br />

de y que, a su vez, legará al hijo con la posibilidad de transmitirlo, garanti-<br />

zando, en toda su significación, el orden legal de parentesco: hijo de, padres<br />

de. El hijo es hijo en relación a ese lugar, lugar donde se formula la pregunta<br />

de la identidad: ¿quién soy yo para?<br />

En consecuencia, quienes se apropian del origen, de la historia y de la<br />

herencia física y psíquica de los niños secuestrados de padres desaparecidos,<br />

mal pueden cumplir esta función paterna; le roban no sólo la historia que los<br />

precede sino la continuidad de su propia historia.<br />

¿Qué vínculo puede establecer alguien que sabe que está robando el<br />

lugar parental? ¿Se puede mirar al niño sin «encontrarse» con la mirada de<br />

los padres? ¿Sin descubrirse permanentemente en el lugar del fraude? ¿Cómo<br />

se inviste un niño como hijo propio cuando se sabe que su familia lo recla-<br />

ma? Para poder construir este vínculo falso paterno-filial se requiere mante-<br />

ner vigente la desaparición, tanto de los padres, como del niño: excluir a los<br />

padres de toda realidad material y psíquica posible, pasada, presente y futura<br />

y reemplazarlos ilegalmente desde la usurpación de ese lugar. En consecuen-<br />

cia, esta pretendida función de padres psicológicos resulta intrínsecamente per-<br />

versa. Decimos perversa desde la significación más abarcativa y radical del<br />

concepto, que parte de la resonancia que para todos tienen el término e incluye<br />

una perspectiva clínica, una perspectiva social y una perspectiva ética.<br />

Dentro de la perspectiva clínica, tomamos la perversión, por un lado,<br />

en el sentido de renegación de la realidad, es decir, percibir la realidad y<br />

rehusar conocerla y, por otro, en el sentido de la modalidad del vínculo<br />

sometedor- sometido.<br />

Desde la perspectiva social, hacemos referencia a la perversión en cuanto<br />

a que se trata de una situación en la que no sólo se violan la ley y las<br />

normas por las que se rige la sociedad, sino que se reniega de ellas y del<br />

hecho mismo de trangredirlas. Psicológicamente está demostrado que, cuando<br />

un padre actúa como si fuera él mismo la ley, en lugar de representarla<br />

sujetándose él mismo a ella, no sólo pervierte su propia inserción en el<br />

orden social, del que se excluye y al que desconoce desde su omnipotencia,<br />

sino que compromete seriamente la constitución de aspectos fundamenta-<br />

les de la vida psíquica del niño indispensables para una integración dinámi-<br />

ca a la sociedad.<br />

21


En tanto perversión es desvío, desde la perspectiva ética hablamos de<br />

perversión en el sentido de falsedad como desvío; falseamiento del origen,<br />

de la historia, de la identidad....es decir desvío perverso de la verdad.<br />

En la tarea orientada hacia la localización restitución de los niños desapare-<br />

cidos, Abuelas de Plaza de Mayo cuenta con un equipo de filiación que asesora<br />

a la Asociación en este campo. El Equipo recoge los árboles genealógicos de<br />

la familia, tramita la orden judicial, actúa como perito de parte en la extrac-<br />

ción de la muestra, en su posterior análisis y la presentación de las conclusio-<br />

nes a los tribunales. Asimismo, mantiene relaciones científicas de intercam-<br />

bio y asesoramiento con investigadores de todo el mundo, gestionándose<br />

también la donación de reactivos dadas las dificultades económicas imperantes<br />

en el país. (184))<br />

Con el objeto de asegurar validez a los estudios se tramita, en todos los<br />

casos, una orden judicial o de la Subsecretaría de Derechos Humanos para la<br />

realización de la pericia.<br />

Los estudios se realizan en el Servicio de Inmunología del Hospital Durand<br />

de la Ciudad de Buenos Aires, el cual cuenta con personal altamente capaci-<br />

tado e infraestructura adecuada. Dicho Servicio actúa como perito oficial en<br />

todos los casos.<br />

Abuelas de Plaza de Mayo ha bregado para que los estudios de filiación<br />

sean hechos por un organismo oficial, a fin de evitar que intereses económi-<br />

cos perturben la tarea, para no ser juez y parte y por considerar que es la<br />

reparación mínima que el Estado debe realizar por su responsabilidad en el<br />

fenómeno de la desaparición de niños.<br />

No es posible saber cuándo será identificado el último de los Niños Des-<br />

aparecidos. En algunos casos será el propio niño, ya adulto el que tomará<br />

conocimiento de su verdadera identidad. Por tal motivo es imprescindible<br />

garantizar las condiciones que hagan posible esta identificación aún en el<br />

caso de ausencia o muerte de sus familiares.<br />

Impulsado activamente por Abuelas de Plaza de Mayo se elaboró un<br />

Proyecto de Ley referida a un Banco Nacional de Datos Genéticos de<br />

Familiares de Niños Desaparecidos en conjunto con la Subsecretaría de<br />

Derechos Humanos de la Nación, la Secretaría de Desarrollo Humano y<br />

Familia de la Nación, la Secretaria del Menor y la Familia de la Provincia<br />

de Buenos Aires, la Secretaría de Salud Pública y Medio Ambiente de la<br />

ciudad de Buenos Aires y el Servicio de Inmunología del Hospital Durand<br />

de la Ciudad de Buenos Aires. Este Proyecto fue presentado y motoriza-<br />

do por el Presidente de la Nación siendo convertido en Ley Nacional<br />

23.511 en mayo de 1987 con la aprobación de todos los partidos políticos<br />

del Parlamento.(185))<br />

Esta ley satisface el viejo anhelo de las Abuelas de Plaza de Mayo de<br />

dejar establecidas las condiciones prácticas que posibiliten la identificación<br />

de sus nietos aun en su ausencia, ya que es imposible saber cuándo serán<br />

22


ellos localizados. En algunos casos serán los niños, y adultos, los que encon-<br />

trarán la verdadera historia acerca de su origen.<br />

Asimismo, esta Ley está concebida como un arma contra el tráfico y<br />

comercio de niños, el cual es un problema de grandes dimensiones en<br />

nuestro país.<br />

Las disposiciones principales de esta Ley son:<br />

1) Creación del Banco de Datos Genéticos el cual funcionará en el<br />

Servicio de Inmunología del Hospital Durand prestando su asistencia en<br />

forma gratuita.<br />

2) En todos los casos se estudiarán los marcadores genéticos de grupos<br />

sanguíneos, de histocompatibilidad, de protemas séricas y de enzimas<br />

eritrocitarias.<br />

3) Conservación de una muestra de sangre de cada familia con el fin de<br />

posibilitar la realización de los estudios que se desarrollen en el futuro.<br />

4) Obligación de todos los Jueces Nacionales de realizar en todo niño<br />

en el cual se dude de la filiación, los estudios de marcadores genéticos y<br />

su posterior cotejo con los obrantes en el Banco Nacional de Datos<br />

Genéticos.<br />

5) Normas de procedimiento e identificación para los estudios realiza-<br />

dos en la sede del Banco Nacional de Datos Genéticos en otro lugar país o<br />

en el exterior.<br />

Restitución<br />

Quisiéramos ahora detenemos en un equívoco intencional que pretende<br />

presentar como equiparables el acto de la restitución con la experiencia de la<br />

situación traumática del secuestro-apropiación, intentando sostener a la apro-<br />

piación como irreversible y a su perpetuación como un mal menor. Digámos-<br />

lo con un ejemplo: «separarlo de la familia adoptiva» sería repetir la expe-<br />

riencia de arrancamiento que vivió con los padres naturales».<br />

Para dar un paso más en la comprensión de este punto, confrontaremos<br />

la diversidad intrínseca de las dos situaciones.<br />

a) Las circunstancias<br />

En la situación de apropiación los niños fueron arrancados de los brazos<br />

de sus padres, sin palabras y con violencia real. Arrancados de su identidad y<br />

de su historia personal y familiar fueron a una doble situación traumática: la<br />

desaparición de sus padres y la propia desaparición, sumergiéndose en un<br />

23


proceso de ocultamiento y enajenación. En este tipo de actos se desconoció<br />

toda ley; la transgresión se hizo ley, la perversión la modalidad del vínculo.<br />

Ahora bien, ni el acto de la restitución, ni el contexto en que se realiza, ni<br />

el proceso de afianzamiento repiten ninguna de las circunstancias de la situa-<br />

ción traumática. No hay arrancamiento ni silenciamiento, ya que, con pala-<br />

bras y desde la ley y el amor, los niños recuperan una relación genuina y<br />

continente que una y otra vez vemos que se establece de inmediato, con la<br />

fuerza de un reencuentro revelador, con la profundidad que otorga el recono-<br />

cimiento y que le permite la vivencia protegida de integrar y recomprender lo<br />

que percibe y lo que piensa, lo que afecta y lo que valora, abriéndole el<br />

camino a sentirse y saberse él mismo y el acceso a su propia verdad de<br />

sujeto. Es una situación nueva reparadora.<br />

Acto psíquicamente fundante que se basa en la articulación de verdad y<br />

justicia. Su significación más plena es dejar de ser desaparecidos.<br />

b) El carácter<br />

Pensamos que podemos sostener el carácter de horror que el hecho<br />

traumático fundamental del arrancamiento inscribe en el psiquismo infantil.<br />

Pensamos que la situación de secuestro-apropiación mantiene psíquicamente<br />

vigente la experiencia del horror sufrido. Horror con el que el niño convive<br />

familiarmente pero del que no se puede hablar pues está impuesto como<br />

secreto. Su naturaleza de horror oculto lo hace siniestro. «Se convive con<br />

algo que se ignora aunque se lo presiente horrible e inquietante». Nuestros<br />

niños tienen «registro, sin duda reprimido violentamente del horrible secreto<br />

familiar» y como todo lo violentamente reprimido, permanece activo», «con<br />

eficacia latente y constante» de sufrimiento psíquico.<br />

La restitución tiene un carácter liberador de la profunda vulnerabilidad<br />

de lo siniestro «enquistado» en el psiquismo infantil. Opera, justamente, el<br />

develamiento del núcleo traumático, reduciendo su eficacia latente o<br />

sintomática, y simultáneamente, «el restablecimiento del orden de legalidad<br />

familiar» que lo sitúa en la posibilidad de unificar significaciones de sí mismo<br />

de otro modo perdidas.<br />

C) El momento<br />

De igual modo, podemos sostener que el daño a que fueron sometidos<br />

nuestros niños irrumpió en los momentos de mayor riesgo, los de la constitu-<br />

ción de su psiquismo, ya que, cuanto más incipiente la estructuración del<br />

aparato psíquico, mayor es la conmoción a la que el daño lo somete.<br />

Conviene recordar aquí, que la organización del psiquismo de un niño se<br />

desenvuelve desde el deseo parental, en un marco, y en un espacio de<br />

intersubjetividad (relación de los mundos internos de los padres, que lo inclu-<br />

yen), que lleva siempre la huella de la relación de los padres con el grupo<br />

cuyos ideales comparten (P. Aulagnier). Fue de ese deseo y de ese espacio<br />

del que fueron arrancados nuestros niños. A la terrible vivencia de arranca-<br />

24


miento del vínculo originario o del cercenamiento de una parte de sí, en los<br />

casos más tempranos en que el niño aún se vive uno con su madre -se le<br />

suma la imposición de un marco falso de intersubjetividad y de un deseo que<br />

pretende reducirlo a no ser él mismo, en lo que constituye un pertinaz<br />

intento de desidentificación. Se lo arranca, entonces, del universo de senti-<br />

do familiar. Este universo, en todo niño, está connotado por los anhelos y<br />

valores de los padres -primordialmente de la madre- por la imagen y el<br />

nombre anticipado que ella tiene del niño y que lo prefiguran, por las signi-<br />

ficaciones que la madre da las necesidades del niño, que inscriben sus<br />

vivencias corporales.<br />

La restitución descubre la eficacia del reencuentro con el origen lo con-<br />

voca y lo reintegra, más allá del momento, de las separaciones o de las<br />

vicisitudes posteriores.<br />

No sólo las huellas psíquicas se actualizan sino, también, las corporales,<br />

ya que, el cuerpo es memorizado. El cuerpo «oye», el cuerpo «ve», el cuerpo<br />

«dice», en el reencuentro con el universo familiar el cuerpo «sabe». Este<br />

«saber» del cuerpo como organizador permite acceder a los fundamentos cons-<br />

titutivos. Múltiples ejemplos de este registro sorprenden y emocionan.<br />

d) La identidad<br />

¿Qué ocurre con la identidad de los niños secuestrados?<br />

Lo que funda la identidad (sentido de saberse uno mismo) es el deseo de<br />

vida de los padres, unido a la propia pulsión de vida del bebé. El deseo de<br />

vida se va haciendo autónomo pero debe pensarse, en el origen, íntimamente<br />

ligado al motor que lo generó: el deseo parental. Esta configuración de de-<br />

seos que es origen de la vida, es basamento identificatorio. Los niños afirman<br />

y confirman su identidad en un constante proceso de reaseguramiento de<br />

esta configuración. Es a partir de esta matriz que el niño se interroga ¿quién<br />

soy yo para...? ¿Qué significo yo para...? Desde cuyas respuestas va cons-<br />

truyendo su historia singular y subjetiva.<br />

Es sobre esta matriz existencial que se ejerció y se ejerce la violencia de<br />

la impostura, violencia potencializada en la permanencia del ocultamiento y<br />

la apropiación.<br />

En consecuencia, podemos decir que el aparato psíquico de los niños<br />

secuestrados se desarrolla en una situación de captura y de identidad enaje-<br />

nada, ya que la voluntad de apropiación utilizó la extrema fragilidad infantil<br />

y, en la mayoría de los casos, la invalidez del «infans» (ser humano desde<br />

que nace y durante los primeros meses de vida, sin palabras ni ideas) para<br />

despojarlo de su identidad y montar un andamiaje de mentiras.<br />

Cuando se hace uso de dicha invalidez, desconociendo la singularidad<br />

deseante de la condición de sujeto, sometiéndolo a una fundación falsa que<br />

niega la configuración de deseos que son su origen, forzando falsas identifi-<br />

25


caciones, de lo que se trata es del dominio sobre alguien a quien se toma<br />

como cosa, a quien se intenta hacer desaparecer como persona.<br />

Como consecuencia de este registro inconsciente, ¿cómo podrán respon-<br />

der los niños secuestrados, desde el mensaje de mentira y horror que reci-<br />

ben, a la pregunta: «¿quién soy yo para...?»<br />

Podemos pensar que defienden, paradójicamente, la integridad de su<br />

psiquismo instrumentando una división del yo, por la que, parte de él se<br />

«acomoda» y responde a figuras-pseudo-identifícatorias y otra parte conser-<br />

va su núcleo de identificación originaria. La precaria integridad y la amenaza<br />

constante del retomo de lo reprimido, operan como riesgos latentes mientras<br />

persista la situación de apropiación.<br />

Dijimos que en nuestros niños, en el proceso de constitución de su iden-<br />

tidad, se vieron obligados a desplazar los referentes parentales en figuras<br />

identificatorias falsas. En la restitución, al encontrarse con la verdad, no hay<br />

crisis de identidad y nada «demuele» su estructura psíquica. Lo que obser-<br />

vamos en la práctica es el desmoronamiento de las figuras fraudulentas de<br />

sus captores y cómo los niños pueden empezar a confirmar aquello que ya<br />

sabían. Los lugares identificatorios parentales vuelven a ser ocupados por las<br />

figuras de sus legítimos padres, finalmente los legítimos significantes primor-<br />

diales. Recuperarlos, aunque doloroso, ya que en la mayoría de ellos es<br />

encontrarse con el conocimiento de que sus padres permanecen desapareci-<br />

dos, le permite al niño, a través de ser nombrado con su propio nombre,<br />

ligado al de sus padres, insertarse en su cadena generacional y unificar su<br />

propia historia subjetiva. Ser restituido, finalmente, es recuperar la identidad.<br />

También resulta profundamente estructurante saber que sus padres ja-<br />

más los abandonaron y que sus abuelas, abuelos, hermanos, tíos, todo ese<br />

nido ecológico del que formaron parte sus padres, los han buscado tenaz y<br />

amorosamente desde el momento mismo de su desaparición.<br />

La Asociación Abuelas de Plaza de Mayo es consciente de que esta<br />

tarea involucra a la comunidad entera, que es el cuerpo social el que ha<br />

sido desgarrado en las víctimas más pequeñas e inocentes del pasado terro-<br />

rismo de Estado y que, sólo exigiendo la verdad y la justicia, podremos<br />

elaborar en conjunto la verdad histórico-social de lo sufrido por nuestro<br />

pueblo. La recuperación de la verdadera identidad de nuestros niños podrá<br />

sostenerse entonces en una trama social más justa y solidaria.<br />

Porque se le debe, como un derecho a la comunidad infantil argentina<br />

esta reparación, convocamos a la sociedad toda a sus legítimas autoridades y<br />

especialmente a los hombres y mujeres del campo de la salud y el derecho a<br />

hacer realidad la restitución de los niños secuestrados a sus legítimas familias.<br />

26


por Theo Van Boven<br />

CAPÍTULO III<br />

Prevención de la desaparición de niños<br />

Informe presentado ante las Naciones Unidas.<br />

Agosto 1988.<br />

Introducción<br />

1. En su decisión 1987/107 de 3 de septiembre de 1987, la Subcomisión<br />

de Prevención de Discriminaciones y Protección a las Minorías expresó su<br />

profunda preocupación por los informes relativos a la crítica situación de los<br />

niños desaparecidos en la Argentina que últimamente habían sido encontra-<br />

dos en el Paraguay y decidió pedir a su Presidente que nombrara uno o<br />

varios miembros para establecer urgentemente y mantener contacto con las<br />

autoridades e instituciones competentes, en particular las organizaciones hu-<br />

manitarias, que les presentaran informes sobre la situación y velaran por que<br />

no hubiera más peligro de desapariciones.<br />

2. La Comisión de Derechos humanos, en su resolución 1988/76 de 10<br />

de marzo de 1988, aprobó la petición de la Subcomisión y pidió a las autori-<br />

dades interesadas que facilitaran la aplicación de la resolución. En su 16a.<br />

sesión plenaria, celebrada el 27 de mayo de 1988, el Consejo Económico y<br />

Social adoptó su decisión 1988/138 en La que hizo suya la decisión de la<br />

Comisión y autorizó al Secretario General para que prestara toda la asisten-<br />

cia necesaria para aplicarla.<br />

3. El Presidente de la Subcomisión dirigió al Secretario General Adjunto<br />

de Derechos humanos una carta de fecha 7 de abril de 1988, en la que se<br />

designaba al autor del presente informe para que desempeñase el mandato en<br />

los términos establecidos en la decisión 1987/107 de la Subcomisión.<br />

4. A fin de establecer contacto con las autoridades e instituciones perti-<br />

nentes, se programó para comienzos de julio una visita a la Argentina y el<br />

Paraguay. Sobre el particular, se dirigió a ambos gobiernos una carta de fecha<br />

30 de junio de 1988 informándoles de que el miembro de la Subcomisión se<br />

proponía iniciar su visita alrededor del 10 de julio de 1988 y que agradecería<br />

que las autoridades le prestasen la cooperación necesaria para el desempeño<br />

con éxito de su mandato. En la carta, el miembro de la Subcomisión también<br />

hacía hincapié en el espíritu exclusivamente humanitario con que enfocaba<br />

su mandato y manifestaba su interés por establecer contacto con las autori-<br />

dades y organizaciones humanitarias pertinentes, así como con otras perso-<br />

nas directamente interesadas en los casos.<br />

27


5. En una nota verbal de fecha 6 de julio de 1988 la Misión Permanente<br />

de la Argentina ante las Organizaciones Internacionales en Ginebra transmi-<br />

tió una carta del Ministro de Relaciones Exteriores y Culto de la Argentina en<br />

la cual se expresaba que las autoridades de ese país apreciarían la visita y<br />

adoptarían todas las medidas necesarias para facilitar los contactos solicita-<br />

dos. En nombre del Gobierno del Paraguay, se comunicó verbalmente al<br />

autor del presente informe que la cuestión de los niños estaba sometida ac-<br />

tualmente a los tribunales y que en tales circunstancias no era oportuna una<br />

visita al Paraguay porque podría considerarse como injerencia en el proceso<br />

judicial. En una carta de fecha 5 de agosto de 1988 el Gobierno del Paraguay<br />

informó al Secretario General de que en todos los casos en que el Gobierno<br />

de la Argentina había pedido la extradición, los tribunales, tanto de primera<br />

como de segunda instancia, habían librado un fallo favorable a la solicitud.<br />

Sin embargo, en la actualidad esos casos estaban pendientes ante la Corte<br />

Suprema, que emitiría un fallo en su debido momento.<br />

6. El autor del presente informe visitó la Argentina del 12 al 15 de julio<br />

de 1988. En el país, recibió la plena cooperación de las autoridades y de<br />

todas las organizaciones y personas interesadas. Durante su visita celebró<br />

entrevistas con las siguientes personas: el Presidente de la Nación, Sr. Raúl<br />

Alfonsín, el Ministro de Educación y Justicia, Sr. Jorge Sábato, el Secretario<br />

de Justicia, Sr. Enrique Paixao, el Procurador General, Sr. Andrés D'Alessio,<br />

la Subsecretaría del Ministerio de Relaciones Exteriores encargada de los<br />

asuntos de derechos humanos, Sra. María Teresa Merciadri de Morini, y el<br />

Subsecretario del Ministerio de Relaciones Exteriores encargado de los asun-<br />

tos latinoamericanos, Sr. Alberto Ferrari Etcheverry. El autor del presente<br />

informe se reunió también con jueces, abogados, psicólogos y profesionales<br />

de la salud que se ocupaban de casos de niños desaparecidos. Celebro tam-<br />

bién amplios debates con las «Abuelas de Plaza de Mayo» y con represen-<br />

tantes de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, el Movimiento<br />

Ecuménico por los Derechos Humanos, el Centro de Estudios Jurídicos y<br />

Sociales, el Grupo de Iniciativa para una Convención Internacional contra la<br />

Desaparición Forzada de Personas, la Coordinadora de Organizaciones de la<br />

Infancia y el Equipo Argentino de Antropología Forense.<br />

I. Desaparición de niños en la Argentina<br />

7. En el informe presentado el 20 de septiembre de 1984 al Presiden-<br />

te de la República por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de<br />

Personas (CONA<strong>DE</strong>P), después de la investigación de miles de desapari-<br />

ciones ocurridas en la Argentina1 durante el período 1974-1981, se seña-<br />

la lo siguiente:<br />

«Cuando un niño es arrancado de su familia legítima para insertarlo en<br />

otro medio familiar elegido según una concepción ideológica de «lo que con-<br />

viene a su salvación», se está cometiendo una pérfida usurpación de roles.<br />

28


Los represores que arrancaron a los niños desaparecidos de sus casos o<br />

de sus madres en el momento del parto, decidieron de la vida de aquellas<br />

criaturas con la misma frialdad de quien dispone de un botín de guerra.<br />

Despojados de su identidad y arrebatados a sus familiares, los niños<br />

desaparecidos constituyen y constituirán por largo tiempo una profunda<br />

herida abierta en nuestra sociedad. En ellos se ha golpeado a lo indefen-<br />

so, lo vulnerable, lo inocente y se ha dado forma a una nueva modalidad<br />

de tormento»2.<br />

8. En el momento en que el informe de la CONA<strong>DE</strong>P fue redactado, las<br />

Abuelas de Plaza de Mayo, organización creada por las abuelas de los niños<br />

desaparecidos, había registrado 172 niños detenidos junto con sus padres o<br />

nacidos durante el cautiverio de sus madres, que no habían sido devueltos a<br />

sus familias legítimas. De ellos, 25 habían sido localizados. En el momento<br />

de la visita del autor del presente informe, las Abuelas de Plaza de Mayo<br />

estaban buscando, a pedido de sus familiares, a 202 niños y habían localiza-<br />

do a 45 de ellos.<br />

1 Para una mayor información al respecto, véase el informe del Grupo de Trabajo sobre Desapa-<br />

riciones Forzadas o Involuntarias, documento E/CN.4/1985/15, párrs. 97 a 107.<br />

2 Nunca Más. informe de la CONA<strong>DE</strong>P, Editorial Universitaria de Buenos Aires, I997, pág. 299.<br />

A. Información proporcionada por el Grupo de Trabajo sobre Desapariciones<br />

Forzadas o Involuntarias<br />

9. El Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias<br />

ha hecho referencia en la mayoría de sus informes a la desaparición de niños<br />

detenidos junto con sus padres o durante el cautiverio de sus madres. En su<br />

primer informe a la Comisión de Derechos Humanos, el Grupo señaló lo<br />

siguiente:<br />

«El Grupo de Trabajo ha recibido varios informes sobre desapariciones<br />

forzadas o involuntarias de mujeres -en particular mujeres embarazadas-<br />

y niños, que contienen listas de mujeres que han desaparecido, informes<br />

sobre unos 60 casos de desapariciones de mujeres embarazadas en la Argen-<br />

tina, un expediente con información sobre unos 50 casos de niños supuesta-<br />

mente desaparecidos en la Argentina, un expediente sobre varios casos de<br />

niños uruguayos supuestamente desaparecidos en la Argentina, y un infor-<br />

me, sobre la reaparición en Chile de dos niños uruguayos, que habían des-<br />

aparecido en la Argentina junto con sus padres. El Grupo también recibió<br />

comunicaciones sobre desapariciones de niños supuestamente ocurridas en<br />

Chile, El Salvador y Filipinas, así como expresiones de preocupación acerca<br />

de las desapariciones forzadas o involuntarias de mujeres en Chile. Como ya<br />

se ha observado (párr. 22), la Conferencia Mundial del Decenio de las<br />

Naciones Unidas para la Mujer (Copenhague, 14 a 30 de julio de 1980), en<br />

su resolución 23 expresó su grave preocupación por el número cada vez<br />

29


mayor de personas desaparecidas cuyo paradero se desconocía, entre ellas<br />

mujeres y niños, e hizo hincapié en que las mujeres y los niños sufrían los<br />

efectos a la vez como víctimas directas y por su parentesco con las víctimas.<br />

En esa resolución, se señaló a la atención del Grupo de Trabajo los efec-<br />

tos de las desapariciones forzadas o involuntarias que sufrían las muje-<br />

res, como víctimas directas y como familiares de las víctimas. También<br />

se recibieron expresiones semejantes de preocupación de asociaciones y<br />

de personas privadas.<br />

La mayoría de los casos de desapariciones de niños que, según se afir-<br />

ma, han ocurrido en la Argentina, son casos de niños nacidos o que se presu-<br />

me han nacido de madres que a su vez habían desaparecido y que, según se<br />

dice, estaban en centros de reclusión secretos en el momento del parto. En<br />

varios casos, la información sobre el parto ha sido comunicada por personas<br />

que afirman haber estado detenidas en dichos centros y haber tenido conoci-<br />

miento directo del nacimiento. Conforme a la información recibida, se man-<br />

tenía a gran número de mujeres, muchas de ellas embarazadas, en un cierto<br />

centro de reclusión que, según se afirma, tenía ciertos servicios para atender<br />

a las mujeres en el parto. En otros casos se informa de que se llevó a las<br />

mujeres a un hospital militar para el parto. En los informes se indica que, en<br />

varias ocasiones, los niños nacidos en las circunstancias arriba expuestas<br />

fueron entregados a sus familiares, por lo general sus abuelos. Esta informa-<br />

ción coincide con la comunicada por familiares de mujeres embarazadas<br />

desaparecidas, en el sentido de que habían recibido niños recién nacidos de<br />

manos de miembros de las fuerzas de seguridad o de civiles, -quienes les<br />

informaron de que la persona supuestamente desaparecida había dado a luz<br />

al niño, se advirtió a los familiares que no hicieran ninguna investigación ni<br />

comentarios sobre el asunto. En un caso, el padre de una mujer embarazada<br />

que había desaparecido informa de que un grupo de personas desconocidas<br />

la trajeron a casa para que dejara a su niño y luego se la llevaron de nuevo y<br />

aún no ha aparecido. La información recibida de dos personas que, según<br />

afirman, estuvieron detenidas en el mismo centro que esa mujer embaraza-<br />

da confirma esta versión de los hechos. El Grupo también ha recibido infor-<br />

mes relativos a niños que fueron secuestrados junto con sus padres y que<br />

aún no han aparecido. Se han recibido asimismo informes sobre casos de<br />

desaparición de menores que, según se afirma, fueron detenidos solos.<br />

Con arreglo a un informe recibido de la Federación Internacional de<br />

Derechos Humanos y del Movimiento Internacional de Juristas Católicos<br />

que contiene información reunida durante una misión realizada en 1979 en la<br />

Argentina, el Brasil, Chile y el Uruguay, dos niños uruguayos, de uno y<br />

cuatro años de edad, que habían sido secuestrados en Buenos Aires, Argen-<br />

tina, junto con sus padres (cuyo paradero sigue desconocido), aparecieron<br />

tres meses más tarde abandonados en la calle en Valparaíso, Chile. Los niños<br />

fueron llevados primero a un hogar para menores y luego el Juez confió su<br />

custodia a una pareja que más tarde presentó una solicitud de adopción.<br />

Entretanto, las autoridades chilenas expidieron certificados de nacimiento<br />

declarando que los niños habían nacido en Chile y eran hijos de la pareja a la<br />

30


que habían sido encomendados. La verdadera identidad de los niños se reve-<br />

ló en 1979, tras la búsqueda iniciada por los abuelos. Con arreglo al mencio-<br />

nado informe, la identidad de los niños fue reconocida por los padres adoptivos,<br />

que han convenido en examinar nuevamente la situación en el caso de que<br />

aparezcan los padres de los niños»3.<br />

10. El Grupo de Trabajo ha informado reiteradamente a la Comisión de<br />

Derechos Humanos acerca de las desapariciones de niños y de las gestiones y<br />

peticiones realizadas por las Abuelas de Plaza de Mayo para localizarlos4.<br />

3 Véase el Informe del Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias, docu-<br />

mento E/CN.4/1435, párrs. 170 a 172.<br />

4 Véase E/CN.4/1492, párrs. 38 a 43, E/CN.471984f21, párrs. 28 a 31, E/CN.4/I985/15, párr. 101,<br />

E/CN.4/1986/I8, párrs. 48 a 51, E/CN.4/I987/I5, párr. 17 y E/CN. 4/1988/19, párrs. 39 y 40.<br />

B. Descripción de algunos casos de desaparición de niños<br />

11. La descripción de algunos de estos casos ilustrará la manera en que<br />

fueron secuestrados estos niños, a veces con la colaboración y complicidad<br />

de las fuerzas de seguridad de más de un país.<br />

a) Una ciudadana uruguaya, refugiada en Argentina bajo la protección<br />

del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, fue dete-<br />

nida el 13 de julio de 1976 con su hijo de menos de un mes, en un procedi-<br />

miento policial en el que participaron fuerzas de seguridad argentinas y ofi-<br />

ciales uruguayos del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas.<br />

El mismo día de su detención, uno de los oficiales uruguayos le arrebató al<br />

niño, que desde entonces se encuentra desaparecido. La madre permaneció<br />

en un centro clandestino de detención en Buenos Aires hasta el 26 de julio<br />

del mismo año, día en el que fue trasladada secretamente al Uruguay, junto<br />

con otros detenidos, en un avión de la compañía aérea PLUNA (empresa del<br />

Estado uruguayo). En Uruguay, permaneció clandestinamente detenida en la<br />

sede del Servicio de Inteligencia del Ejército y, al cabo de cuatro meses y<br />

medio, fue enviada a la prisión de Punta Rieles, donde su detención fue<br />

reconocida. Durante su detención se le ofreció devolverle al niño si propor-<br />

cionaba ciertas informaciones. La madre recobró su libertad varios años más<br />

tarde, pero no así su hijo, quien continúa desaparecido.<br />

b) Un matrimonio de argentinos se radicó con su hija de un año en<br />

Montevideo, Uruguay, donde ambos trabajaron y vivieron durante un año<br />

aproximadamente. En 1977 las tres personas fueron secuestradas y desapa-<br />

recieron. El Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias<br />

transmitió el caso al Gobierno de Uruguay, el cual respondió que esas tres<br />

personas habían estado alojadas, el día de su desaparición, en un hotel situa-<br />

do en la frontera con Brasil. La abuela de la niñita desaparecida realizó todo<br />

tipo de gestiones en ambos países, incluso viajó al hotel situado en la fronte-<br />

ra, pese a poseer testimonios concluyentes de que la familia se encontraba en<br />

31


Montevideo. La niña fue localizada por las Abuelas de Plaza de Mayo, gra-<br />

cias a una denuncia anónima, en 1980, pero la familia que se había apropia-<br />

do de la menor cambió de domicilio y sólo se le volvió a encontrar en 1983.<br />

Su falso padre había sido miembro de la policía argentina, desempeñándose<br />

en la Brigada XV de La Matanza, con asiento en San Justo, que funcionaba<br />

en un local utilizado como centro clandestino de detención de desapareci-<br />

dos5. La niña fue reintegrada a su familia legítima en 1984, luego de un largo<br />

proceso judicial. Sus padres continúan desaparecidos.<br />

c) Dos jóvenes inválidos pertenecientes al grupo «Cristianos para la Li-<br />

beración» se casaron y tuvieron una hija, de ocho meses en el momento en<br />

que fueron secuestrados, en 1978. Su casa fue totalmente saqueada y todas<br />

sus pertenencias cargadas en un camión del Ejército. Por testimonios recogi-<br />

dos por la CONA<strong>DE</strong>P, se sabe que ambos fueron brutalmente torturados en<br />

el centro clandestino de detención conocido como «El Olimpo». Su hija<br />

permaneció sólo dos días en ese lugar y luego fue retirada con destino desco-<br />

nocido. Los tres continúan desaparecidos.<br />

5 Véase Nunca Más, op. cit., p. 87.<br />

d) El 2 de abril de 1976, una joven nacida en Perú y radicada en Bolivia,<br />

hija de un argentino de origen español, fue secuestrada en Oruro, Bolivia,<br />

junto a su hija de nueve meses. Ambas fueron torturadas por personal argentino<br />

y boliviano, según pruebas obtenidas posteriormente. La madre fue entrega-<br />

da a fuerzas gubernamentales argentinas, mientras que la niña quedó asilada<br />

en el Orfelinato Villa Fátima de La Paz. El 25 de agosto de 1976, la niña fue<br />

sacada del orfelinato y conducida a Buenos Aires, donde se la encerró en un<br />

centro de detención clandestino utilizado por la Triple A (grupo paramilitar<br />

que operaba desde antes de instaurada en Argentina la dictadura militar,<br />

formado por miembros de los servicios de seguridad y personal militar y<br />

civil), lugar en que su madre era torturada.<br />

En 1977, la niña fue inscrita como hija propia por uno de los jefes de la<br />

Triple A y su mujer, que no tenían hijos. En 1984, la abuela de la niña, que<br />

contó con la ayuda de las Abuelas de Plaza de Mayo y de otras personas,<br />

logró establecer que su nieta se encontraba en poder de uno de los responsa-<br />

bles de la desaparición de su hija. Por entonces la familia que se había apro-<br />

piado de la niña se encontraba escondida, prófuga de la justicia. En 1985 fue<br />

localizada y la niña entregada a su abuela materna.<br />

12. En cuanto a mujeres secuestradas que estaban embarazadas, se sabe,<br />

por testimonios múltiples y concordantes, que daban a luz en condiciones<br />

inhumanas y que eran separadas de sus hijos al poco tiempo (a veces unas<br />

horas, a veces unos días después del nacimiento). Nada ilustra tan<br />

crudamente el espantoso cuadro de los nacimientos clandestinos como la<br />

descripción que figura en el libro «Nunca Más»:<br />

«Pero sin duda, uno de los hechos más oprobiosos que la Comisión<br />

Nacional pudo conocer e investigar sobre los alumbramientos en cautiverio<br />

32


de jóvenes desaparecidas, fue lo ocurrido en ciertos sectores del Hospital<br />

de Campo de Mayo y que, necesariamente requiere un tratamiento propio.<br />

En efecto, en dicho Hospital, ubicado en la jurisdicción de la Provincia<br />

de Buenos Aires, se produjeron gravísimos hechos que han sido denuncia-<br />

dos a la Justicia por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas<br />

el 14 de agosto do 1984.<br />

En el escrito expresamos: «A tenor de los testimonios recibidos, particu-<br />

larmente importantes dado que se trata de la declaración de seis médicos<br />

obstetras, cuatro parteras y dos enfermeras que, excepto una de las médicas,<br />

trabajan hasta el día de hoy en el Hospital de Campo de Mayo, y de un<br />

técnico radiólogo que prestó servicios en dicho Hospital durante los años<br />

1976 y 1977, resulta lo siguiente:<br />

a) Los testigos reconocen unánimemente que en el Servicio de<br />

epidemiología de dicho Hospital se alojaban detenidas cuyo ingreso no era<br />

registrado.<br />

b) Que estas detenidas eran mujeres en estado de gravidez,<br />

c) Que permanecían en estas dependencias vendadas o con los ojos<br />

cubiertos con anteojos negros y custodiadas,<br />

d) Que en la mayor parte de los casos eran sometidas a operaciones de<br />

cesáreas y que después del parto el destino de la madre y el hijo se bifurcaba,<br />

desconociéndose totalmente el lugar adonde eran trasladados.»<br />

La plena coincidencia de los testimonies en estos puntos revela la grave-<br />

dad de los hechos que derivan no sólo de la privación ilegal de la libertad de<br />

las personas que se encontraban recluidas en determinado sector del Hospital<br />

Campo de Mayo, sino que dichas personas eran mujeres embarazadas que<br />

dieron a luz secretamente, presumiéndose que en la mayor parte de los casos<br />

los partos se precipitaron y se realizaron operaciones cesáreas... (presenta-<br />

ción de las denuncias a la Justicia en lo Criminal y Correccional de San<br />

Isidro, Dr. Mollard).<br />

De los testimonios mencionados, el del señor C. C. (cuyos datos perso-<br />

nales completos figuran en la respectiva presentación judicial) aporta una<br />

serie de datos por demás esclarecedores. El declarante, que se presentó en<br />

forma espontánea ante la CONA<strong>DE</strong>P el 30 de enero de 1984, relata que<br />

siendo enfermero con grado de cabo primero, prestó servicio en el Hospital<br />

de Campo de Mayo durante los años 1976 y 1977 y que pudo comprobar en<br />

las habitaciones individuales del servicio de Epidemiología, Sala de Hom-<br />

bres, la permanencia de mujeres embarazadas en trance de tener familia,<br />

atadas de pies y manos a las camas y con suero permanente para acelerar el<br />

proceso de parto. C. C. vio personalmente en esas condiciones a cuatro o<br />

cinco mujeres que creía eran extremistas, custodiadas por personal de<br />

Gendarmería Nacional, pero también tenía conocimiento por sus compañeros<br />

de servicio que había un movimiento permanente de embarazadas en esa<br />

33


sala y que el sargento carpintero de apellido Falcón había violado a una de<br />

ellas siendo sancionado con diez días de arresto por este hecho, pero que<br />

luego de cumplirlos había seguido normalmente en el servicio. Agrega que,<br />

cuando llegaba el momento del trabajo de parto, las prisioneras eran trans-<br />

portadas, presumiblemente por la noche, al servicio de Ginecología y Obste-<br />

tricia, cuyo jefe era el Mayor Caserotto, actualmente en el mismo cargo,<br />

pero con el grado de teniente coronel, según entiende el denunciante. A<br />

través de comentarios generalizados del personal del Hospital sabe también<br />

que, una vez nacido el hijo, las prisioneras eran separadas del niño e inme-<br />

diatamente desaparecían del Hospital de Campo de Mayo con destino desco-<br />

nocido. En cuanto a los niños, permanecían en el servicio de nursery»6.<br />

13. Según las pruebas reunidas por la CONA<strong>DE</strong>P, los niños secuestrados<br />

compartieron en muchos casos el suplicio de sus padres y a menudo fueron<br />

obligados a presenciar las torturas que se les infligían a sus progenitores.<br />

6 Ibid., p. 307 a 309.<br />

14. Durante el juicio que, a instancias del actual Gobierno de la Argenti-<br />

na, se siguió contra los miembros de las tres juntas militares durante cuyo<br />

Gobierno ocurrieron la mayoría de las 8.961 desapariciones registradas por<br />

la CONA<strong>DE</strong>P, se revelaron a la población argentina y del mundo pruebas<br />

precisas y concordantes de la existencia de un aparato represivo dirigido<br />

desde la cúpula militar y destinado a eliminar sistemáticamente no sólo a los<br />

miembros de organizaciones armadas sino a buena parte de la oposición y a<br />

los familiares y parientes de todos ellos en tanto pudieran constituir un posi-<br />

ble germen de continuidad de dicha oposición. Eliminar desde la raíz a cierto<br />

tipo de oposición existente en la sociedad argentina fue el objetivo que dio<br />

forma a una actividad represiva de naturaleza genocida, basada en las ideas<br />

políticas de las víctimas o en las de sus familias o parientes cercanos.<br />

15. Las desapariciones de niños de muy corta edad y de niños nacidos<br />

durante el cautiverio de sus madres se inscribe dentro de este contexto.<br />

Los hijos de «subversivos» no debían volver a sus familias porque habrían<br />

podido formarse dentro del mismo cuadro moral y político que había llevado<br />

a sus padres a la «subversión». En consecuencia, era preciso «cederlos» a<br />

otras personas que les ofrecieran un medio acorde con la ideología de los<br />

opresores.<br />

16. Sería difícil evaluar en qué medida influyó en los represores el enfo-<br />

que ideológico descrito o una especie de sadismo que los llevara a prolongar<br />

en los hijos o en los padres de sus víctimas, el suplicio a que éstos fueron<br />

sometidos. Lo cierto es que la apropiación de niños fue realizada<br />

sistemáticamente por algunos sectores del aparato de exterminio creado por<br />

la dictadura militar, pero no por todos los sectores. Muchos de los niños<br />

encontrados en el momento de la detención de sus padres fueron dejados<br />

en manos de vecinos que buscaron a sus familias para devolverlos o que<br />

los protegieron. A veces fueron simplemente abandonados o dejados en<br />

hospitales u orfelinatos, donde murieron o fueron entregados a padres<br />

34


adoptivos. Algunos de los niños nacidos en cautiverio fueron entregados a<br />

sus abuelos.<br />

C. Las Abuelas de Plaza de Mayo<br />

17. Como las Madres de Plaza de Mayo, las Abuelas iniciaron la búsque-<br />

da de sus hijos y nietos desde el momento mismo de la desaparición. Algunas<br />

de ellas sabían que sus hijos habían sido asesinados y que sólo sus nietos<br />

podían devolverles en cierto sentido las vidas que les habían sido arrebata-<br />

das. Otras no han podido hasta el presente saber con certeza el destino de<br />

sus hijos, pero sí saben que sus nietos se encuentran en manos de los res-<br />

ponsables del asesinato o desaparición de los padres o en manos de funcio-<br />

narios, ex funcionarios u otras personas involucradas en delitos relaciona-<br />

dos con las desapariciones forzadas o involuntarias.<br />

18. Las Abuelas de Plaza de Mayo realizaron, desde su creación, un<br />

incansable y arduo trabajo para localizar a sus nietos. Con el transcurso del<br />

tiempo y gracias a su persistente labor y sus llamados a la solidaridad nacional<br />

e internacional, las Abuelas llegaron a consolidar una organización que cuen-<br />

ta con un sistema de computadoras para el procesamiento de la información<br />

que recibe de todo tipo de fuentes del país y del exterior.<br />

19. Las Abuelas cuentan, además, con equipos de asesores jurídicos y<br />

de médicos y psicólogos que cumplen funciones específicas en relación con<br />

la búsqueda y recuperación de niños desaparecidos y con el tratamiento<br />

médico psicológico que requieren. Los niños que logran reintegrarse a sus<br />

legítimas familias. En el curso de su misión, el autor del presente informe se<br />

reunió con algunos miembros de esos equipos para analizar con ellas la natu-<br />

raleza de su trabajo y los resultados obtenidos. Además, quedó muy conmo-<br />

vido por la reunión que tuvo con algunos de los niños reintegrados a sus<br />

familias legítimas y que tienen actualmente 11 ó 12 años de edad.<br />

20. Las Abuelas de Plaza de Mayo, con la ayuda de la American Association<br />

for the Advancement of the Sciences, lograron que se introdujera en la Argentina<br />

el uso de análisis genéticos para determinar el parentesco con un mayor grado<br />

de certeza. Este método, que ya era utilizado en otros países para establecer el<br />

parentesco, se usó por primera vez en la Argentina para establecer la relación<br />

de un niño con su familia biológica en ausencia de los padres. Un equipo de<br />

médicos argentinos recibió la formación necesaria para llevar a cabo las<br />

pruebas genéticas que permiten establecer cuál es la verdadera familia del niño.<br />

21. El paciente y fervoroso trabajo llevado a cabo por las Abuelas de<br />

Plaza de Mayo ha dado a esta organización un prestigio nacional e interna-<br />

cional considerable y le ha permitido encontrar a 42 niños. Sin embargo, el<br />

hallazgo de los niños no constituye, como debiera, el final feliz de una difícil<br />

búsqueda, en ciertos casos, como queda de manifiesto por el mandato enco-<br />

mendado al autor del presente informe, es entonces cuando se inicia un<br />

arduo trabajo para lograr que el niño sea devuelto a su familia legítima.<br />

35


22. Las familias de los niños encontrados debieron iniciar, con el sacrifi-<br />

co consiguiente, largos procesos judiciales durante los cuales no siempre<br />

pudieron contar con la determinación de los jueces. En efecto, algunos de<br />

éstos actuaron con excesiva lentitud, sin utilizar todos los recursos legales de<br />

que disponían para lograr una pronta devolución de los niños7.<br />

7 Véase el informe del Grupo de Trabajo sobre Desaparición Forzada o Involuntaria, documento<br />

E/CN'4/1986/18.<br />

23. Según las Abuelas de Plaza de Mayo, las dilaciones en el procedi-<br />

miento y la falta de vigilancia sobre las personas que habían tomado a los<br />

niños, por parte de los organismos competentes del Estado permitieron que<br />

algunas de esas personas salieran del país llevándose a los niños de los que se<br />

habían apropiado y que buscaban sus familias legítimas.<br />

II. Casos de niños desaparecidos en la Argentina que se encuentran en el<br />

Paraguay o de los que existen presunciones fundadas de que se<br />

encuentran en ese país con miembros de las fuerzas de represión<br />

involucrados en las desapariciones<br />

Caso de los mellizos Rossetti-Ross<br />

24. Liliana Irma Ross de Rossetti, argentina, de 21 años, casada con<br />

Adalberto Eraldo Rossetti, embarazada de tres meses, fue secuestrada el 10<br />

de diciembre de 1976 en La Plata, Provincia de Buenos Aires. Según la<br />

información obtenida par sus familiares al cabo de largas y laboriosas gestio-<br />

nes, Liliana dio a luz mellizos el 22 de abril de 1977, a quienes llamó Martín<br />

y Gustavo. Esta información la proporcionó la partera de la Cárcel de Ol-<br />

mos, Irma Pelgadillo de San Emeterio, quien, al poco tiempo de haber infor-<br />

mado a la abuela del nacimiento de los niños, fue secuestrada junto con su<br />

esposo y se encuentra también desaparecida. La noticia del nacimiento fue<br />

corroborada por un sacerdote de La Plata, quien envió una nota a la abuela<br />

de los niños indicando que el nacimiento se había producido en la Cárcel de<br />

Olmos. En esos años no se pudieron obtener otras noticias. Sólo varios años<br />

más tarde se supo, por una denuncia anónima, que el Subcomisario de la<br />

Policía Federal Samuel Miara y su esposa Alicia Beatriz Castillo habían ins-<br />

crito como propios a unos mellizos de los que se habían apoderado en cir-<br />

cunstancias relacionadas con la participación activa de Miara en la represión<br />

encubierta que diera por resultado miles de desapariciones. En 1984 se de-<br />

nunciaron esos hechos ante el juzgado Penal No 2 de La Plata y se: produje-<br />

ron pruebas irrefutables de que los niños en poder del matrimonio Miara no<br />

eran en realidad hijos de esa pareja y que existían muchas posibilidades de<br />

que fueran en realidad los mellizas Rossetti-Ross. Antes de que se realizaran<br />

36


las pruebas hemogenéticas para probar de manera irrefutable la identidad<br />

de los mellizos, el matrimonio Miara logró fugarse de la Argentina lleván-<br />

dose consigo a los niños. En enero de 1987 se supo que se encontraban en<br />

el Paraguay.<br />

Cabe agregar que Samuel Miara (alias González o Turco) trabajo en los<br />

centros de atención «Vesubio» y «Club Atlético»8.<br />

Niños en poder del Mayor Médico del Ejército Norberto Atilio Bianco<br />

25. En el párrafo 12 del presente informe se cita el texto de la descrip-<br />

ción y el juicio de la CONA<strong>DE</strong>P en relación con los nacimientos que tuvie-<br />

ron lugar en el Hospital de Campo de Mayo, donde el Mayor Blanco se<br />

desempeñaba. Las imputaciones de testigos contra el Mayor Bianco apare-<br />

cen en los legajos Nos. 6372 y 6514 a 6525 de la CONA<strong>DE</strong>P (13 testigos lo<br />

mencionaron como involucrado en las desapariciones y otros delitos relacio-<br />

nados con ellas). Entre las imputaciones que surgen de esos testimonios se<br />

encuentra la de que se apropió de dos niños nacidos en el Hospital de Campo<br />

de Mayo durante el cautiverio de sus madres y que los inscribió fraudulenta-<br />

mente como hijos propios con la complicidad de su esposa, Nidia Susana<br />

Wehrii. Los niños fueron localizados por las Abuelas de Plaza de Mayo en<br />

mayo de 1984.<br />

26. De los testimonios mencionados se infiere que uno de los niños en<br />

poder de Bianco es el hijo de Silvia Quíntela y Abel Madariaga. La primera<br />

está desaparecida desde el 17 de enero de 1977, no así el padre quien trató<br />

de comparecer como querellante en el proceso contra Bianco pero no fue<br />

aceptado como tal por el juez porque no había ninguna prueba de su paterni-<br />

dad. No obstante, en 1986, cuando se iban a realizar las pruebas hemogenéticas<br />

para determinar la identidad de los niños, el matrimonio Bianco abandonó su<br />

casa llevándose a los niños. Poco tiempo después éstos fueron localizados<br />

por la justicia argentina en el Paraguay.<br />

8 Hay testigos que mencionan a Samuel Miara, en el legajo N. 7170 de la CONA<strong>DE</strong>P, como<br />

participante activo en la represión y las desapariciones.<br />

C. Caso de María Islas de Zaffaroni Islas<br />

27. María Emilia Islas de Zaffaroni, Roberto Zaffaroni Castilla y su hija<br />

de un año y medio fueron secuestrados en su domicilio por personal vestidos<br />

de civil el 27 de enero de 1976. Los padres se encuentran desaparecidos. Se<br />

sabe que estuvieron detenidos alrededor del 30 de septiembre de 1976, junto<br />

con su hija, en el centro clandestino de detención conocido como «Automo-<br />

tores Orletti», cuyo jefe era Aníbal Gordon, activo miembro de la Triple A<br />

y manifiestamente vinculado con Miguel Ángel Furci, agente de la Secreta-<br />

ría de Informaciones del Estado (SI<strong>DE</strong>) de la Argentina. El jefe de Furci<br />

era el General Otto Paladino, identificado por testigos como la persona<br />

37


encargada del traslado clandestino de los presos uruguayos desde dicho<br />

centro clandestino, situado en Buenos Aires, hasta Montevideo, Uruguay.<br />

En mayo de 1983, gracias a un anuncio publicado en un diario de Buenos<br />

Aires requiriendo datos sobre el paradero de la niña, una organización de<br />

derechos humanos del Brasil recibió una denuncia anónima diciendo que<br />

Miguel Ángel Furci y su mujer, Adriana González de Furci, tenían en su<br />

poder una niña con las mismas características físicas y la misma edad que<br />

la requerida. Se indicaba además que la mujer de Furci nunca había estado<br />

embarazada. Con esta información se presentó una denuncia ante el Juzgado<br />

Federal de San Isidro que el juez tramitó con extrema lentitud, según lo<br />

observado por las Abuelas de Plaza de Mayo. Después de un laborioso tra-<br />

bajo realizado por los abogados de la abuela de la niña para instar el procedi-<br />

miento y en el momento preciso en que se ordenaba la realización de las<br />

pruebas hemogenéticas, la mujer abandonó su casa llevándose a la niña con<br />

rumbo desconocido. Más tarde se pudo determinar con un alto grado de<br />

certidumbre que el matrimonio estaba en el Paraguay con la niña desaparecida.<br />

D. Niño en poder del ex Capitán de Navio Jorge Raúl Vildoza<br />

28. Este oficial de marina estuvo destinado en la Escuela Superior de<br />

Mecánica de la Armada (ESMA), durante el período en que funcionaba en<br />

ese lugar un centro clandestino de detención que adquirió fama por la canti-<br />

dad de personas desaparecidas que estuvieron allí detenidas. Son numerosos<br />

los testimonios que posee la CONA<strong>DE</strong>P, así como el Grupo de Trabajo<br />

sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias acerca de los nacimientos<br />

que tuvieron lugar en la ESMA y el destino de los niños nacidos en cautive-<br />

rio. El Capitán Vildoza ha sido mencionado en esos testimonios como una de<br />

las personas involucradas en actividades relacionadas con los niños nacidos<br />

en ese centro clandestino de detención.<br />

29. Se sabe que el Capitán Vildoza tiene en su poder uno de esos niños y<br />

el hecho fue denunciado a la justicia. El Capitán Vildoza se encuentra tam-<br />

bién presuntamente en el Paraguay, con el niño de que se ha apropiado.<br />

E. Niña en poder de Omar Alonso<br />

30. Entre las múltiples investigaciones realizadas por las Abuelas de Pla-<br />

za de Mayo para localizar niños desaparecidos, una de ellas las llevó a deter-<br />

minar que la pareja compuesta por Ornar Alonso y María Lujan de Mattía<br />

tenía en su poder a una niña hija de personas desaparecidas. Ante las prue-<br />

bas reunidas para llegar a esa conclusión, el Juzgado No 1 en lo Penal de la<br />

Plata dispuso la detención de esas dos personas que no se habían presentado<br />

cuando fueron citadas para las pruebas hemogenéticas que permitirían deter-<br />

minar la verdadera identidad de la niña. Las investigaciones policiales realiza-<br />

das para localizarlos tuvieron repercusiones de otra índole, pues se pudo -<br />

determinar que Alonso estaba vinculado a una red de narcotraficantes- en<br />

la que también estaría involucrado Guillermo Suárez Masón, quien fue Co-<br />

38


mandante del Primer Cuerpo de Ejército y uno de los jefes castrenses más<br />

señalados en denuncias sobre desapariciones y otras violaciones de los dere-<br />

chos humanos durante el período de gobierno militar en la Argentina. Sin<br />

embargo, la pareja logró salir del país a fines de 1986 y existen grandes<br />

indicios de que actualmente se encuentra en el Paraguay.<br />

III. Los recursos internos y las medidas de orden internacional tomadas<br />

para recuperar a los niños sustraídos a la jurisdicción de Argentina<br />

31. Las gestiones judiciales realizadas por los familiares de los niños<br />

desaparecidos y por las Abuelas de Plaza de Mayo han sido difíciles, fatigosas<br />

y, en algunos casos, no han dado frutos porque los niños fueron sustraídos<br />

de la jurisdicción de los jueces argentinos.<br />

32. Las organizaciones, familiares y abogados consultados expresaron al<br />

autor de este informe que antes de iniciar una causa destinada a la reintegra-<br />

ción de un determinado niño a su familia legítima, se procura tener más que<br />

razonable convicción de que dicho niño ha sido objeto de una apropiación<br />

ilegítima. En la obtención de las pruebas que conducen a dicha convicción ha<br />

sido decisiva hasta el momento la actividad de las Abuelas de Plaza de Mayo<br />

y muy escasa la contribución de las instituciones gubernamentales que debe-<br />

rían haber llevado a cabo, de oficio, las investigaciones pertinentes. Es preci-<br />

so anotar que de los 45 niños encontrados, sólo tres lo fueron por iniciativa<br />

de una comisión gubernamental.<br />

33. Según la información recibida, durante la dictadura militar las Abue-<br />

las de Plaza de Mayo presentaron numerosas denuncias y pedidos de bús-<br />

queda de los niños desaparecidos, que no recibieron el tramite correspon-<br />

diente, pues los tribunales y las instituciones del Estado no tomaron, en la<br />

mayoría de los casos, las medidas más elementales para localizar a los niños<br />

ni informar a sus parientes del lugar en que se encontraban, ni siquiera cuan-<br />

do poseían esa información.<br />

34. En los procedimientos judiciales, la rapidez y eficacia en el trámite<br />

de la prueba y en la ejecución de las medidas de reintegración del menor a<br />

su familia legítima dependió de los jueces que tuvieron a su cargo los pro-<br />

cedimientos. Algunos actuaron diligentemente, pero muchos dilataron in-<br />

necesariamente las causas poniendo trabas procesales y negándose a eje-<br />

cutar medidas solicitadas por los familiares de los niños. A menudo, pasa-<br />

ron años hasta que los jueces ordenaron las pruebas hemogenéticas que<br />

habría de determinar la verdadera identidad de un niño poniendo así en<br />

evidencia que se habían cometido los delitos de sustracción, retención y<br />

ocultamiento de menor, supresión de estado civil y otros tales como la<br />

falsificación de instrumento público pues los apropiadores, en general, ins-<br />

cribieron a los niños como propios y falsificaron los documentos necesa-<br />

rios para establecer su identidad.<br />

39


35. Varios jueces omitieron tomar las medidas necesarias para impedir<br />

que los presuntos apropiadores se rugaran, abandonaran el país o se oculta-<br />

ran, sustrayéndose asía su jurisdicción. En casos en que las medidas fueran<br />

ordenadas, las instituciones o fuerzas encargadas de la vigilancia de esas<br />

personas no parecen haber ejecutado con eficacia las órdenes judiciales,<br />

pues varios de los apropiadores lograron salir del país y actualmente residen<br />

en el Paraguay, donde han llevado a los niños.<br />

36. En relación con los casos de niños en poder de Samuel Miara y de<br />

Norberto Bianco, se estableció en forma fehaciente que éstos se habían apro-<br />

piado ilícitamente de hijos de personas que estuvieron detenidas en la Argen-<br />

tina y que ahora están desaparecidas y los habían llevado secuestrados al<br />

Paraguay. En esos casos los tribunales argentinos libraron exhortos, por la<br />

vía diplomática, solicitando al Gobierno del Paraguay la detención y extradi-<br />

ción de los prófugos y que devolvieran a los niños. Dos jueces fueron al<br />

Paraguay en abril de 1987 para entregar personalmente esos exhortes, pero<br />

sus esfuerzos fueron obstaculizados por los apropiadores, con el apoyo de<br />

algunas autoridades paraguayas. La materia se dejó en manos del poder<br />

judicial del Paraguay que, en virtud de lo dispuesto en el articulo 36 del<br />

Tratado de Montevideo de 1889 (ratificado por ambas partes), debía resol-<br />

ver a su respecto en un plazo perentorio (diez días en primera instancia y<br />

cinco días en apelación). Sin embargo, los casos siguen en conocimiento de<br />

los tribunales paraguayos desde abril de 1987 y, hasta ahora, no se ha toma-<br />

do ninguna decisión definitiva.<br />

37. Entretanto, en el plano internacional, algunas organizaciones han<br />

expresado preocupación por la situación de estos niños. La Organización<br />

de los Estados Americanos (OEA), a la que la Comisión Interamericana<br />

de Derechos Humanos mantiene informada de esos casos, solicitó a<br />

esta Comisión que incluyera en su programa de trabajo un estudio «de<br />

la situación de los hijos menores de personas desaparecidas que fueron<br />

separados de sus padres y son reclamados por miembros de sus legíti-<br />

mas familias».<br />

IV. El Estado de peligro moral en que se encuentran los niños sustraídos<br />

a sus familias<br />

38. En un fallo dictado por el juez argentino Juan M. Ramón Padilla al<br />

pronunciarse sobre distintos aspectos del juicio iniciado para lograr la restitu-<br />

ción de una niña nacida en cautiverio, se dice, entre otras cosas, lo siguiente:<br />

«Acciones como la que juzgo, en donde se trata de un recién nacido<br />

como a una «cosa» de la que se dispone a voluntad y en definitiva, para<br />

aquellos que produjeron estos hechos, es parte del saqueo y del despojo de<br />

los hogares que destruyeron, no permiten la posibilidad de que se valore<br />

como atenuante la simple circunstancia de que los niños fueron rodeados de<br />

bienestar o lujo y aun de cierto cariño, pues la actitud fraudulenta y la con-<br />

ducción a que se sometió a la niña es asimilable a la de la esclavitud y aún<br />

40


peor, pues al esclavo, por lo menos, se le permitía conocer su historia. Po-<br />

dría asimismo esta condición asemejarse a la del animal doméstico, a quien<br />

se rodeó de lujos e incluso de cariño, pero con el único objeto de producir<br />

satisfacción a su dueño.»<br />

39. El fallo continúa explicando que no es posible asimilar los casos de<br />

apropiación de niños desaparecidos a la adopción, que se realiza fundándose<br />

en principios éticos, sin engaños y mediante una libre y consciente cesión de<br />

los derechos de paternidad, sin violencia ni ruptura compulsiva del vínculo<br />

familiar. Por el contrario, «la situación que nos ocupa, rodeada de fraudes y<br />

falsificación, en donde no existe ley ni verdad sino simplemente el absoluto<br />

dominio de los apropiadores, enferma lo que debe ser una relación<br />

paterno-filial, con el consecuente perjuicio a la psiquis del apropiado y a la sociedad<br />

toda, que encuentra menoscabados valores tan importantes como la verdad,<br />

la justicia, la identidad y la familia».<br />

40. En un trabajo preparado por miembros de la organización Abuelas de<br />

Plaza de Mayo para presentar al Primer Congreso Argentino de Adopción se<br />

señalaron los factores que influyen en la formación de la personalidad de los<br />

niños secuestrados o nacidos en cautiverio y que les ponen en condiciones<br />

tales que su salud y equilibrio psíquico corren grave peligro. El documento<br />

señala los siguientes factores:<br />

a) la separación forzada y violenta de su nido ecológico,<br />

b) la destrucción de su identidad,<br />

c) el sistema de mentiras permanentes y continuadas con el que se<br />

articula la vida familiar,<br />

d) el ocultamiento sistemático de su historia personal,<br />

e) el aislamiento permanente y progresivamente cruel y perverso con<br />

respecto al sistema de información social a que se somete al niño, a fin de<br />

impedirle conocer los datos de la historia reciente del país e inferir de ese<br />

modo su propio pasado.<br />

41. Por considerar que los niños que se encuentran en poder de sus<br />

secuestradores o apropiadores corren grave peligro para su salud mental y<br />

física, las Abuelas de Plaza de Mayo han multiplicado sus esfuerzos por<br />

lograr su restitución lo antes posible.<br />

42. Las autoridades paraguayas no parecen compartir este criterio, pues<br />

han dilatado ya por largo tiempo la restitución de los niños. Estos casos han<br />

dado lugar a un debate en la comunidad internacional acerca de la real exis-<br />

tencia de ese peligro y la conveniencia de que los niños sepan la verdad sobre<br />

su origen.<br />

43. Un grupo de médicos que trabajan en investigaciones genéticas y que<br />

cooperó en la introducción en la Argentina de las pruebas hemogenéticas para<br />

41


determinar la identidad de los niños examinó este tema, vinculando sus investi-<br />

gaciones a los derechos humanos. En un trabajo sobre la materia se dice:<br />

«Es evidente que las circunstancias varían enormemente y las mejores<br />

condiciones de vida respecto de cada niño deben decidirse individualmente.<br />

En un caso resuelto sin necesidad de análisis genéticos, un niño nacido en<br />

cautiverio fue adoptado de buena fe por una familia inocente que vive ahora<br />

mera de la Argentina. Sólo la abuela materna del niño está viva y también se me<br />

a vivir al extranjero. Cuando el niño tenía seis años, sus parientes biológicos y los<br />

de adopción supieron unos de otros. La solución ha sido totalmente amistosa.<br />

El niño sigue viviendo con su familia adoptiva, se le ha dicho la verdad acerca<br />

de sus padres biológicos, cuyo apellido ha tomado, además de visitar con fre-<br />

cuencia a su abuela. Es muy posible que aparezcan otros casos como éste.<br />

Sin embargo, los casos de niños que viven con oficiales de las<br />

fuerzas armadas implicados en la tortura y la muerte de sus padres son<br />

mucho más complejos. Ciertamente que en circunstancias normales aun niño no<br />

se lo dejaría con sus secuestradores o los cómplices de éstos, cualquiera que<br />

hubiese sido su edad al momento del secuestro. La idea de estimar qué perso-<br />

nas implicadas en secuestros torturas o asesinatos son o serán padres ade-<br />

cuados para los hijos de sus víctimas, también parece inverosímil. El secues-<br />

tro está considerado universalmente como un delito. ¿Es diferente la situa-<br />

ción en la Argentina porque los secuestros, ocurrieron en gran escala? Las<br />

agrupaciones de derechos humanos con las que hemos trabajado sugirieron<br />

que el abandonar la búsqueda de los niños secuestrados en la argentina es<br />

abandonar a un grupo de niños que no se desarrollaran con inocencia y<br />

tranquilidad. Cuando estos niños crezcan y sospechen la verdad ¿cuál será<br />

su actitud hacia sus parientes, que sabían que habían desaparecido, pero que<br />

no hicieron nada? ¿Qué efecto tendría sobre un joven el saber que ha vivido<br />

con personas implicadas en la muerte de sus padres, y que sus parientes<br />

sobrevivientes no hicieron nada por encontrarlo? El no tratar de identificar a<br />

los niños secuestrados ¿otorga implícitamente la impunidad a los secuestra-<br />

dores? ¿Aumentaría esto la sensación de invulnerabilidad de los que violan<br />

los derechos humanos en otros países?»9.<br />

9 «Human genetics and human rights. Identifying the families of kidnapped children» en The<br />

American Journal of Forensic Medicine and Pathology, vol. 5, Ns 9, diciembre de 1984.<br />

V. Observaciones finales<br />

44. Al decidir el nombramiento de uno de sus miembros para establecer<br />

contacto con las autoridades e instituciones competentes en el problema de<br />

los niños desaparecidos en la Argentina y más tarde encontrados en el Para-<br />

guay, la Subcomisión de Prevención de Discriminaciones y Protección a las<br />

Minorías tuvo en cuenta que el examen de este problema no sólo abarcaba la<br />

eficacia de los recursos internos y la observancia de un tratado dentro de la<br />

jurisdicción de los países interesados, sino también aspectos humanitarios y<br />

de derechos humanos como cuestiones de preocupación internacional.<br />

42


45. La comunidad internacional está preocupada por las violaciones de<br />

los derechos humanos como resultado del secuestro y el traslado ilícito de los<br />

niños y por las demoras en la adopción de las medidas urgentes necesarias<br />

para corregir la situación. Las víctimas de esas violaciones de los derechos<br />

humanos son los niños secuestrados, sus padres (desaparecidos o no) y sus<br />

abuelos o demás familiares que los buscan.<br />

46. En el caso de los niños, se les están negando sus derechos a la<br />

libertad y la seguridad de la persona, a mantener su propia identidad y al<br />

contacto con sus verdaderos padres y familiares, el derecho a la protección<br />

por parte de su familia, la sociedad y el Estado, el derecho a gozar de su<br />

propio medio ambiente y el derecho a no ser objeto de tratos inhumanos o<br />

degradantes. Además, a los niños secuestrados se les niegan varios derechos<br />

que figuran en la Declaración de los Derechos del Niño.<br />

47. De hecho, a esos niños se les priva de su derecho a mantener su propia<br />

identidad, a conocer su pasado, a gozar del cuidado de sus padres y a no ser<br />

separado de ellos contra su voluntad. Viven actualmente en medios familiares<br />

que, en vista de las atrocidades cometidas en el pasado y de la participación que<br />

en ellas les cupo a los jefes de esas familias, son una afrenta a los principios<br />

humanitarios y de derechos humanos intemacionalmente reconocidos. En tales<br />

circunstancias, se les está negando la oportunidad para desarrollarse física, men-<br />

tal, espiritual y socialmente en forma saludable y normal, así como en condicio-<br />

nes de libertad y dignidad (Principio 2 de la Declaración de los Derechos del<br />

Niño). Tampoco están protegidos contra las prácticas que fomentan la discrimi-<br />

nación, porque se encuentran en manos de personas que participaron en graves<br />

violaciones da los derechos humanos basadas en el total desprecio de la dignidad<br />

de la persona humana y en la discriminación política. Así, corren el peligro de no<br />

ser educados en un espíritu de tolerancia, amistad entre los pueblos, paz y frater-<br />

nidad universal (Principio 10 de la Declaración). En efecto, siguen siendo trata-<br />

dos como el «botín» de una «guerra sucia» y esta situación persiste en la medida<br />

en que no se reconozca y haga efectivo su derecho a mantener su identidad y a<br />

vivir con su familia legítima. Sobre la base da largos e intensos debates sosteni-<br />

dos en la Argentina con parientes de los niños desaparecidos y con profesionales<br />

de la salud, psicólogos y jueces, el autor del presente informe ha llegado a la<br />

firme conclusión de que casi sin excepción el retomo del niño a su familia legíti-<br />

ma va en «el interés superior del niño» (véanse también los Principios 2 y 7 de<br />

la Declaración) y es una exigencia imperativa de justicia.<br />

48. A Los padres, abuelos y demás familiares interesados del menor se<br />

les priva de su derecho a proteger, cuidar y educar a sus niños, a estar en<br />

contacto con ellos y a la reunificación de la familia. En realidad, la persisten-<br />

cia de una situación en la cual no puede reconstruirse la vida familiar normal<br />

debido a la negativa de quienes se han apropiado de los niños a devolverlos a<br />

su familia legítima, prolonga la angustia de los parientes y les impone inten-<br />

cionadamente un sufrimiento mental.<br />

49. Al prolongar los sufrimientos de los parientes y al negarse a reconocer<br />

los derechos de los niños, quienes se han apropiado de ellos están siguiendo la<br />

práctica iniciada con la desaparición de miles de personas en la Argentina. En<br />

43


su informe al Presidente de la Argentina, la CONA<strong>DE</strong>P llega a la conclusión de<br />

que las víctimas de las desapariciones fueron, en la inmensa mayoría de los<br />

casos, personas que no tenían nada que ver con actividades terroristas10. El<br />

objetivo de quienes perpetraron las desapariciones era eliminar a determinados<br />

sectores de la sociedad que se oponían al gobierno militar y a su política de<br />

terror. Para cumplir su tarea destructiva se fijaron como objetivo no sólo per-<br />

sonas, sino también familias enteras y grupos sociales independientemente de<br />

las opiniones personales de los distintos miembros de esas familias o esos<br />

grupos11. A su juicio, los vínculos de sangre o el contacto social contaminan e<br />

incrementan la tendencia a la «subversión», y en consecuencia, merecen castigo.<br />

10 Véase Nunca Más, op. cit., en cita 2, p. 480.<br />

11 Ibid., p.332 a 341.<br />

50. Quienes se apropiaron de niños pueden incluso haberse excedido de<br />

las órdenes recibidas de los más altos mandos castrenses (algunos de los<br />

grupos implicados en desapariciones no se apropiaron de niños) imbuidos<br />

como estaban de la idea de la «exterminación de raíz». En este contexto, las<br />

actividades de quienes se apropian de niños pueden compararse a las que se<br />

describen en la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de<br />

Genocidio que incluye, entre los delitos perpetrados con la intención de des-<br />

truir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, el<br />

«traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo»12.<br />

51. Si bien los grupos cuya destrucción se pretendía no parecen haberse<br />

seleccionado por motivos nacionales, étnicos, raciales o religiosos, sino más<br />

bien por motivos políticos, persiste el hecho de que el objetivo era la destruc-<br />

ción física y moral de los miembros de determinados grupos y familias compro-<br />

metidos» con la oposición política durante el período de gobierno militar13.<br />

52. El secuestro y la apropiación ilícita de niños está calificado como<br />

delito en la legislación nacional de cualquier país, comprendida la Argentina.<br />

Además, la Ley No 23.521 (la denominada «Ley de obediencia debida»),<br />

promulgada en junio de 1987, que establece una presunción de que los deli-<br />

tos perpetrados durante el período que va de 1976 a septiembre de 1983 por<br />

personal militar se cometieron en el ejercicio de la obediencia militar (y es<br />

inadmisible toda prueba en contrario), excluyó explícitamente de su alcance<br />

y aplicación los delitos relativos a la apropiación ilícita de niños14.<br />

53. Sin embargo, los mecanismos oficiales para localizar a niños secues-<br />

trados no parecen haber funcionado en forma eficaz, ya que la gran mayoría<br />

de los niños encontrados, después de haber desaparecido, se ubicaron gra-<br />

cias a los esfuerzos de sus parientes y de las Abuelas de Plaza de Mayo.<br />

12 Véase la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, art. II e.<br />

13 El secuestro de niños como forma de tortura o castigo de sus padres u otros parientes y la<br />

utilización de niños para aumentar el dolor y el sufrimiento de la persona torturada, ya sea<br />

obligando a los niños a estar presentes cuando se está torturando a sus parientes, o viceversa,<br />

es uno de los métodos más despreciables de tortura de los que se informa que han sido utiliza-<br />

dos en la Argentina. Véase Nunca Más, op. cit., en 2, p. 319 a 321, informes en legajos Nos.<br />

5187, 2628, 3048 y 5473.<br />

44


14 Si bien el autor del presente informe reconoce la disposición especial que figura en la «Ley de<br />

obediencia debida" con respecto a la apropiación ilícita de niños, la referencia a ese texto legal<br />

no implica que comparta el principio de "la obediencia debida» y sus consecuencias jurídicas.<br />

Según la información recibida durante la visita a la Argentina, en el período<br />

de gobierno militar, esos mecanismos fueron obstruidos y sirvieron a menu-<br />

do para ocultar la identidad de los niños, más bien que para ayudar a los<br />

parientes a encontrarlos. Además, los jueces y tribunales parecen haber<br />

dilatado innecesariamente en cierto número de casos el retomo de los<br />

niños a sus familias legítimas, incluso cuando la identidad se había de-<br />

mostrado fehacientemente. El demorar la justicia equivale en estos casos<br />

a negar la justicia.<br />

54. Es necesario destacar la importancia de una legislación y de unas insti-<br />

tuciones nacionales eficaces en relación con los niños desaparecidos. Los pro-<br />

cedimientos judiciales y los tribunales de justicia deben proporcionar los me-<br />

dios de establecer con prontitud la filiación de un niño, con ayuda de los<br />

medios científicos avanzados de que se dispone actualmente. Otras institucio-<br />

nes competentes de los poderes judicial y ejecutivo deben garantizar de forma<br />

efectiva su cooperación con los parientes a fin de ubicar a los niños y, cuando<br />

corresponda, asegurar que las personas responsables del secuestro o la desapa-<br />

rición de niños no eludan el cumplimiento de las decisiones judiciales.<br />

55. No obstante, un análisis de los hechos que rodean las desapariciones<br />

y el traslado ilícito de niños muestra que intervienen los elementos interna-<br />

cionales siguientes:<br />

a) Algunos de los niños secuestrados eran nacionales de países vecinos<br />

y, junto con sus padres, residían en la Argentina bajo la protección del alto<br />

Comisionado para los Refugiados,<br />

b) Algunos de los niños fueron secuestrados en países vecinos con la<br />

colaboración de fuerzas de seguridad o militares argentinas y trasladados a la<br />

Argentina clandestinamente o con ayuda de fuerzas estatales del país en el<br />

que fueron secuestrados,<br />

c) Algunos de los niños fueron sacados de la Argentina después de haber<br />

estado detenidos con sus padres en centros clandestinos de detención,<br />

d) Algunos de los niños fueron sacados de la Argentina por quienes se<br />

apropiaron de ellos, que se negaron a acatar las decisiones de los jueces<br />

argentinos dictadas durante los procesos realizados, a petición de los parien-<br />

tes de los niños, para obtener el reintegro de éstos a sus familias legítimas. En<br />

estas ocurrencias particulares un tratado de extradición en vigor en el que<br />

ambos países son partes, no parece impulsar una solución del problema,<br />

aunque los casos requieren medidas urgentes de protección de los derechos<br />

de los niños y de sus parientes.<br />

45


56. Resultaría inadmisible y materia de grave preocupación internacional<br />

el que un país se convirtiera en refugio de secuestradores y lugar de oculta-<br />

ción de los niños de los que ilícitamente se han apropiado aquéllos. Debe<br />

exhortarse al Gobierno del Paraguay a que tome medidas inmediatas para el<br />

retomo de los niños a su país de origen, dadas las abundantes pruebas de que<br />

fueron trasladados ilegalmente al Paraguay en violación de leyes concretas<br />

de su país natal y que, en consecuencia, son objeto de un tráfico ilícito que la<br />

comunidad internacional también condena.<br />

57. En varias resoluciones de la Asamblea General y de la Comisión de<br />

Derechos Humanos se ha expresado una honda preocupación por la persistencia<br />

de la práctica de las desapariciones forzadas o involuntarias y se ha manifes-<br />

tado el convencimiento de que es necesario encontrar solución a estos casos<br />

y eliminar tales prácticas. En relación con este problema, debe prestarse<br />

especial atención a la protección de niños contra la detención arbitraria, la<br />

apropiación ilícita y la desaparición forzada de sus familias, así como contra<br />

toda forma de tráfico que entrañe la falsificación de su identidad o su filiación.<br />

58. La comunidad internacional se ha ocupado ya del problema del tras-<br />

lado de niños y, por consiguiente, de la necesidad de garantizar el derecho a<br />

la reunificación de las familias y otros derechos derivados de la separación<br />

forzada de miembros de una familia. En el caso de conflictos armados, en los<br />

Convenios de Ginebra de 12 de agosto de 1949 y sus Protocolos Adicionales<br />

I y II se han establecido medidas y mecanismos concretos destinados a la<br />

protección del niño durante el período de separación de su familia, así como<br />

al retomo del niño a su familia y su país en caso de ser evacuado a otro país.<br />

59. El Comité Internacional de la Cruz Roja ha establecido mecanismos<br />

humanitarios para ayudar a las familias que se han dispersado como conse-<br />

cuencia de conflictos armados, desastres naturales u otros acontecimientos<br />

graves y socialmente dislocadores. Esos mecanismos han demostrado su<br />

eficacia en los casos en que no hay un ocultamiento intencional del paradero<br />

de las personas buscadas. Sin embargo, esos mecanismos no parecen ser<br />

adecuados para los casos de niños desaparecidos como consecuencia de actos<br />

que entrañan delitos tan graves como los descritos en el presente informe.<br />

60. En estos casos es necesaria una decidida cooperación internacional<br />

en la que todos los Estados y órganos de la comunidad internacional hagan<br />

un esfuerzo combinado para ayudar a los parientes a localizar a los niños<br />

ajustándose plenamente a los principios humanitarios y de derechos huma-<br />

nos que rigen la protección de los niños y las familias.<br />

61. Es necesario designar o idear a este fin mecanismos internacionales<br />

que ayuden a encontrar a esos niños y a reintegrarlos a sus familias legítimas.<br />

Como primera medida, la Subcomisión podría recomendar a la Comisión de<br />

Derechos Humanos que exhorte a todos los Estados a facilitar, cuando se<br />

les solicite, la búsqueda por los parientes interesados y, en los casos en que<br />

se localice a un niño, a que tomen de inmediato todas las medidas necesa-<br />

rias para devolverlo a su familia legítima.<br />

46


Entrevista publicada en Psyché,<br />

diciembre 1986<br />

CAPITULO IV<br />

Abuelas opinan sobre Doltó<br />

Es una ética elemental informar y contextualizar a quién se invita a opi-<br />

nar sobre situaciones manifiestamente inéditas.<br />

El texto del diálogo con la Dra. Fracoise Doltó que publica «Psyché»<br />

evidencia una desinformación de y a la Dra. Doltó, que lleva a preguntar-<br />

se cuál ha sido la intención de la convocatoria a este encuentro. Es así<br />

que el diálogo se concentra alrededor de un equívoco insistente: la adop-<br />

ción de niños homologada a la apropiación de niños, con lo que se<br />

descontextualiza la situación de los niños secuestrados y el abordaje a<br />

este horror aún hoy vigente.<br />

Remitir a la «ética analítica rigurosa» de la Dra. Doltó, sus «opiniones<br />

vertidas» en estas circunstancias, no parece ingenuo, tampoco se trata de<br />

«estar o no de acuerdo» con sus opiniones, sino que éstas están referidas a<br />

una realidad que no corresponde a la nuestra.<br />

Nuestros niños, bebés, bebés nacidos en cautiverio fueron criminal y<br />

violentamente arrancados de los brazos de sus madres, padres, hermanos,<br />

abuelas y abuelos y la gran mayoría continúa padeciendo el secuestro y la<br />

desaparición. Están ilegalmente adoptados como propios, es decir, apropia-<br />

dos, privados de su verdadera identidad, lo que implica ser tratados como<br />

objetos, partes del saqueo. Aun alimentados y cuidados ésta es la condición<br />

que subyace.<br />

Las situaciones de hecho son de fraude y falsificación sin Ley y sin<br />

Verdad. Sin Ley, más que la Ley arbitraria y omnímoda de los represores, sin<br />

verdad, en el ocultamiento pertinaz, aun ante los jueces y las pruebas de<br />

histocompatibilidad sanguínea que los delatan como apropiadores. Sus figu-<br />

ras, por lo tanto, no representan las figuras parentales o de padres adoptivos<br />

sino que ocupan el lugar parental desde la impostura.<br />

47


La voluntad de apropiación utiliza la invalidez del «infans» (ser humano<br />

desde que nace y durante sus primerísimos meses de vida, sin palabras ni<br />

ideas), para montar un andamiaje de mentira que lo captura en dicha invali-<br />

dez. El aparato psíquico de los niños secuestrados se desarrolla en esta situa-<br />

ción de captura y de enajenación de su deseo.<br />

Lo que funda la identidad (estructura interna que consiste en lo que uno<br />

siente ser) es el deseo de vida de los padres unido a la propia pulsión de vida<br />

del bebé. El deseo de vida se va haciendo autónomo, pero debe pensarse, en<br />

el origen, íntimamente ligado al motor que lo generó; el deseo parental. Esta<br />

configuración de deseos que es origen de la vida, es basamento identificatorio.<br />

Los niños afirman y confirman su identidad en un constante proceso de<br />

reaseguramiento de esta configuración. Es sobre esta matriz existencial que<br />

se ejerció y se ejerce la violencia de la impostura. Violencia potencializada en<br />

la permanencia del ocultamiento y la apropiación. No hay falsificación posi-<br />

ble de la vivencia inconsciente del origen de la vida, lo que hay en la impos-<br />

tura es un intento de alienación del deseo inconsciente, de reducir al niño a su<br />

necesidad, a la defensa por sobrevivir; a enajenarlo como persona, como<br />

sujeto del deseo.<br />

Las Abuelas de Plaza de Mayo llaman restitución al acto de recuperación<br />

de los niños secuestrados. Acto psíquicamente fundante porque se asienta en<br />

la verdad y en la Ley y libera al psiquismo infantil de la fundación falsa en la<br />

que se encuentra capturado; porque restablece un orden de legalidad familiar<br />

que posibilita el deseo, el encuentro con la propia identidad y la inserción en<br />

la legítima cadena generacional.<br />

Nos parece útil e indispensable puntuar, sobre el despliegue de las opi-<br />

niones vertidas en dicho diálogo, la confusión reiterada del contexto y las<br />

contradicciones en las que se incurre sobre la situación que sufren los niños<br />

secuestrados en manos de sus apropiadores.<br />

1) Es notable cómo los interlocutores «adoptan» el término de «padres<br />

adoptivos» que utiliza la Dra. Doltó, sin poder escuchar que, «la situación<br />

fue de apropiación».<br />

2) F.D.: «La separación de estos padres adoptivos para devolverlos a los<br />

legítimos, sólo puede tener éxito si se realiza para el honor de la sangre».<br />

«La separación» de los apropiadores y el «devolverlos» a sus legítimas<br />

familias «tiene éxito» justamente porque, como decimos más arriba, el<br />

restablecimiento de la legalidad familiar posibilita el encuentro con la propia<br />

identidad, la desalienación del deseo y la inserción en la legítima cadena<br />

generacional («para el honor de la sangre»). A pesar de que la información y<br />

el montaje no ahorran contradicciones, parece que la Dra. Doltó hace final-<br />

mente referencia a la restitución cuando dice: «No era posible dejarlos con<br />

los padres que no eran suyos, ya que tienen los verdaderos padres de vues-<br />

tros padres desaparecidos».<br />

48


Tenemos la experiencia que ninguno de los niños restituidos se comporta<br />

como si se los separara de su propia familia o de padres adoptivos verdade-<br />

ros dadores de identidad.<br />

3) F.D.: «Lo importante es que no se instruya al niño para que diga que<br />

ha sido criado por verdugos».<br />

Al niño se le posibilitará hablar de lo que ya «sabe».<br />

4) Llama la atención la extrapolación de la experiencia sobre la real aco-<br />

gida que los campesinos franceses dieron a los niños judíos hallados huérfa-<br />

nos por el sadismo nazi. ¿Es admisible el delito de secuestro-apropiación en<br />

Argentina con la acogida altruista de los campesinos franceses? (¿Es ésta una<br />

confusa polarización o una prejuiciosa toma de posición?) ¿Qué podría de-<br />

cirse si los niños hubieran sido apropiados por los nazis que exterminaron en<br />

las cámaras de gas y en los campos de concentración a los padres de los<br />

niños judíos franceses? ¿Se los justificaría diciendo que cumplían órdenes?<br />

¿Se hablaría de esos criminales como «padres adoptivos» que «acogieron a<br />

dichos niños»? ¿ Se diría que es bueno que puedan «rehabilitarse» con ellos?<br />

¿Qué es bueno para quién? ¿En quién se está pensando?<br />

Está en juego el destino de los niños y no que los apropiadores puedan<br />

rehabilitarse con ellos.<br />

Además, ¿dónde queda entonces, el concepto final de la Dra. Doltó<br />

sobre la necesidad de la gratuidad del amor?<br />

5) En reiterados momentos de la interlocución nos preguntamos: ¿difi-<br />

cultad de escucha? ¿Dificultad de traducción? o ¿preconcepto?<br />

Un ejemplo significativo, ya que es el único momento en que se insiste<br />

en la necesidad de «un encuadre más preciso de la realidad argentina»:<br />

-M.E.B.: «Los niños que nacieron en cautiverio fueron arrancados de<br />

su madre con una violencia criminal».<br />

-F.D.: «El cambio de hogar en los niños no se hizo con violencia». (!)<br />

-M.E.B.: «Sí, se hizo con violencia porque las madres fueron reclui-<br />

das, torturadas y muertas luego del parto».<br />

-F.D.: «Fue el caso de los niños judíos».(?)<br />

-M.E.B.: insiste en que se mató a los padres, que se trata de una sus-<br />

tracción de niños, y que, a pesar de las exhortaciones públicas, los padres<br />

adoptivos no han respondido.<br />

-F.D.: «Entonces quiere decir que los quieren».<br />

49


¿Entonces? La opinión sobre la causalidad sorprende. Mataron a sus<br />

padres, los sustrajeron, no responden: entonces, los quieren*.<br />

6) -F.D: «Si se lo arranca de la familia adoptiva se le puede estar<br />

repitiendo la experiencia que vivió con los padres naturales».<br />

* Ciento cinco niños judíos de Lidice (Praga) fueron separados de sus madres en la sala del<br />

Liceo de Kladno A los menores de un año, los llevaron al hospital de Praga - Krey Nadie supo<br />

sobre su destino El resto fue trasladado a Polonia, con una marca visible «niños de Lídice,<br />

retorno indeseable» Internados en el campo de concentración de Rustikobo, sólo aquellos que<br />

respondían físicamente a los conceptos nazis de la raza ana fueron seleccionados para su<br />

germanización. Los demás fueron exterminados<br />

Los sobrevivientes, entre ellos Mane Hanfova, quien declarara estos horrores en Nuremberg,<br />

fueron reeducados según la ideología nazi y vendidos a familias alemanas, cambiándoles así el<br />

nombre, el idioma, etc.<br />

Las familias sobrevivientes del campo de concentración de Rebensbruckm buscaron y ubicaron<br />

a los niños Mane fue a vivir con sus tíos a una casa que les dio el Estado, en el Lídice recons-<br />

truido En la actualidad Mane dice- «Tengo tres hijos, para mi satisfacción soy una abuela feliz<br />

Por tercera vez resulté elegida diputada del Comité Nacional Local de Lídice. No me es fácil<br />

narrar los sufrimientos que vivimos, estos recuerdos duelen Pese a ello no callo al igual que<br />

hace 40 años en Nuremberg Para salvar la paz no podemos callar las atrocidades»<br />

Aquí se tratan como homogéneas la situación de restitución y la situación<br />

de arrancamiento-cercenamiento del secuestro-apropiación.<br />

En la situación de apropiación los niños fueron arrancados, sin palabras<br />

y con violencia real, sumergiéndolos en un proceso de ocultamiento y de<br />

enajenación, arrancados de su identidad de su historia personal y familiar. En<br />

este tipo de actos se desconoció toda ley, la transgresión se hizo ley y la<br />

perversión la modalidad de vínculo.<br />

En la situación de restitución no hay repetición, las palabras son di-<br />

chas y, desde la ley, se permite el acceso a la verdad. No hay arranca-<br />

miento. Es una situación nueva que se basa en la articulación de la ver-<br />

dad y la justicia.<br />

El revelamiento de la verdad, aunque dolorosa (en la mayoría de ellos es<br />

también encontrarse con el conocimiento de que sus padres permanecen<br />

desaparecidos), es la posibilidad de volver a tomar contacto con el proyecto<br />

de vida de sus padres y con la configuración de deseos que son su origen.<br />

También resulta profundamente estructurante saber que sus padres jamás<br />

los abandonaron y que sus familias los han buscado tenaz y amorosamente<br />

desde el momento mismo de su desaparición.<br />

7) -F.D.: «Se puede cambiar a un niño de familia recién cuando ya no<br />

tiene necesidad de esta primera estructura». «Seguramente se marcó al niño<br />

a través de su madre, pero eso no es motivo para traumatizarlo una vez más<br />

si su estructura edípica no ha sido concluida. Si la familia lo quiere encontrar<br />

al niño, lo importante es que él pueda saberlo a los 6 años». Y más adelante:<br />

50


«...sus padres naturales dieron su vida para modificar su sociedad. Pero éste<br />

no es motivo para demoler su propia estructura proponiéndoles detectar a los<br />

padres adoptivos».<br />

Frente a la preocupación de la Dra. Doltó por resguardar el período<br />

edípico de los niños, la distorsión en la información subsiste y merece nues-<br />

tra atención a dos niveles:<br />

a) Es un hecho de la realidad que los niños desaparecidos secuestrados,<br />

al finalizar el Terrorismo de Estado, habían vivido ya la etapa edípica.<br />

b) Estos niños, en el proceso de estructuración de su identidad, se<br />

vieron obligados a desplazar los referentes parentales en figuras<br />

identificatorias falsas. Al encontrarse con la verdad, no hay crisis de<br />

identidad y nada «demuele» su estructura psíquica. Lo que observamos<br />

en la práctica es el desmoronamiento de las figuras fraudulentas de sus<br />

captores. Los lugares identificatorios parentales vuelven a ser ocupados<br />

por las figuras de sus legítimos padres, finalmente los legítimos<br />

significantes primordiales.<br />

8) -F.D.: «El hecho de haber contribuido a que este niño haya sido<br />

abandonado les da más razón para querer reparar el daño, criando al niño».<br />

En primer lugar, estos niños no fueron abandonados por sus padres, sus<br />

padres fueron asesinados y ellos secuestrados-apropiados, sustraídos a sus<br />

legítimos familiares.<br />

Son niños que viven en situación de desaparición:<br />

a) Apropiados por secuestradores, quienes intervinieron directamente en<br />

la desaparición y/o asesinato de los padres y en la desaparición-apropiación<br />

de los niños como parte del saqueo.<br />

b) Apropiados por cómplices, quienes tuvieron una intervención directa<br />

como cómplice en la desaparición-apropiación de los padres. Apropiadores<br />

con complicidad en el saqueo.<br />

c) Apropiados por falseadores, quienes, sabiendo el origen del niño, fal-<br />

sean su nombre, su nacimiento, su origen y su historia, anotándolos como<br />

propios.<br />

d) Apropiados por «adopción», quienes «adoptaron» a los niños acep-<br />

tando que la institución de la adopción actuara como encubridora de la apro-<br />

piación.<br />

La experiencia, en general, es la apropiación de una criatura desapareci-<br />

da o nacida en cautiverio está íntimamente ligada a lo delictivo.<br />

En la apropiación, a diferencia de la adopción, no hay legitimación<br />

posible del hijo, porque no hay libre voluntad de renuncia al proyecto de<br />

51


vida y deseo por parte de los progenitores, ni de los progenitores de sus<br />

progenitores.<br />

En segundo lugar, ¿desde dónde se puede sostener «que da más razón»<br />

para cuidar a un niño el haber contribuido a que haya sido abandonado? ¿<br />

Que los mejores padres para un niño «son aquellos que tienen terror del acto<br />

cometido y a quienes ellos han hecho huérfanos?<br />

9) Unos párrafos más adelante F.D. señala que: «hay que tener mucho<br />

cuidado con el aspecto reivindicatorio de los padres naturales» (a la sazón<br />

judíos en el contexto de la experiencia de la Dra. Doltó). Entonces, otra vez<br />

lógica asombra (¿lógica del inconsciente?): Peligro, frente a los padres natu-<br />

rales. Confianza, frente a quien contribuyó a hacerlos huérfanos. ¿Esto no<br />

parece ya sostenido por una ideología?<br />

10) El contexto del cual F.D. extrae su experiencia al referirse a «las<br />

secuelas de la guerra» o a «los acontecimientos de la guerra», es el de la<br />

Segunda Guerra Mundial.<br />

Nuestros niños no son niños abandonados o perdidos por sus familias<br />

durante una guerra y a quienes cualquiera «acoge». Son niños identificables,<br />

con familiares ubicables. Niños secuestrados de sus propios hogares o naci-<br />

dos después del secuestro, en el cautiverio de sus madres, en un contexto de<br />

Terrorismo de Estado sólo comparable al exterminio judío por los nazis.<br />

Genocidio que, al igual que el padecido aquí, nada tuvo que ver con una<br />

guerra, si bien se encubrió con ella.<br />

Aun en los casos en que los niños, después de la matanza de sus padres,<br />

quedaban solos o con vecinos y eran entregados por éstos a la justicia del<br />

Proceso, ésta, en la mayoría de los casos, no sólo no los restituía a sus<br />

familiares, (a quienes les era negada toda información), sino que, también<br />

como parte del aparato represivo, los mantenía desaparecidos.<br />

11) La preocupación por «estimular» a las Abuelas a ocuparse de los<br />

niños abandonados, sin duda, parte del desconocimiento del gigantesco apor-<br />

te que Abuelas de Plaza de Mayo ofrecen, en su accionar a este sector de la<br />

infancia por la reafirmación de los derechos del niño y, particularmente, por<br />

el develamiento de un siniestro cuadro social que envuelve como una sutil<br />

telaraña a los miles de niños adoptados durante los años de la dictadura.<br />

Abuelas de Plaza de Mayo en su práctica ha elegido el camino de la<br />

justicia para recuperar la vida de los niños desaparecidos. Especialmente en<br />

relación a ellos, como dice el Dr. Ulloa, o la salida es ética, donde la produc-<br />

ción de verdad fundamenta la justicia, o hay encerrona, donde lo siniestro<br />

permanece oculto en lo aparentemente familiar y cotidiano, pero como todo<br />

lo violentamente reprimido, permanece activo en toda su eficacia inconsciente,<br />

para volver a surgir, con eficacia mayor, quizá sintomática, de alto riesgo.<br />

52


Cuando lo que nos ocupa es de tal magnitud que se refiere a los derechos<br />

humanos de los niños, en nuestro caso niños desaparecidos-secuestrados-<br />

apropiados, la sociedad entera tiene una deuda ética con ellos. Esta deuda no<br />

es abstracta, repararla cabe a la sociedad toda y son los jueces de la demo-<br />

cracia, instrumentos representativos, quienes deben posibilitamos saldarla.<br />

SEGUNDA PARTE<br />

Sobre las Abuelas<br />

CAPITULO I<br />

Niños desaparecidos<br />

«para que no sean los olvidados de la memoria»<br />

por Marie Pascale Chevance Bertin.<br />

Noviembre 1989.<br />

La situación presentada a los hijos de militantes argentinos que fueron<br />

robados por militares, policías o cómplices directa o indirectamente implica-<br />

dos en el asesinato o desaparición de sus padres, es una situación clínica<br />

enraizada en lo social, lo jurídico y lo político.<br />

Es necesario, para comprender la complejidad de esta tragedia retomar<br />

las circunstancias en que tales ritos han podido ser cometidos. Se trata de<br />

niños robados y no adoptados (al niño no se le ha cedido).<br />

Este robo ha podido ser realizado en dos circunstancias:<br />

- sea en el momento del asesinato o cuando eran llevados los padres<br />

- sea en el momento del parto de sus madres en el campo de concentración.<br />

53


Esto se ha producido en Argentina, bajo una dictadura militar entre 1976<br />

y 1983 - treinta mil ciudadanos han desaparecido de los cuales varios cente-<br />

nares de niños1.<br />

El niño apropiado ilegalmente no tendrá acceso a su historia, su inscrip-<br />

ción legal será falsificada, su nombre cambiado lo mismo que su fecha de<br />

nacimiento. Su historia le será robada.<br />

Podemos preguntarnos sobre el lazo que se establecerá entre el niño y<br />

sus pseudos padres, sobre la base del crimen y de la mentira. No se trata de<br />

una situación de adopción, sino de substitución. Se pone una pareja: hombre/<br />

mujer en lugar de la pareja padre/madre que se ha hecho desaparecer. Se<br />

sustituye un niño en su propia filiación. Haciendo desaparecer a sus padres,<br />

se le hace aparecer hijo de tal militar, de tal policía o tal cómplice. Poderosa-<br />

mente, hago desaparecer, y luego aparece, en desprecio de la ley que funda<br />

las relaciones humanas y asegura la transmisión de la vida.<br />

1 Esta experiencia clínica se ha llevado adelante con 65 refugiados latinoamericanos desde<br />

numerosos años. La autora, psicoanalista, ha vivido 10 años en Argentina.<br />

Es efectivamente el problema de la transmisión que se plantea en esta<br />

filiación tergiversada ¿Qué será de la función paterna? A propósito de esto<br />

Piera Aulagnier nos dice «... Por su dependencia con el hecho ultimal se<br />

signa que la función paterna no puede preservar su función de eje en el<br />

registro de los sistemas de paternidad que si lo está asegurada una conti-<br />

nuidad -justamente en este caso esta función de eje en el registro del<br />

sistema de paternidad», está tomada y que la filiación es negada y la<br />

transmisión cortada.<br />

El fundamento de la paternidad no es, necesariamente biológico, pero no<br />

puede originarse éste en deseo de apropiación, hecho posible por medios de<br />

un crimen. Un padre biológico o de adopción para cumplir su función pater-<br />

na debe ocupar el lugar de la transmisión de la ley, de un orden no arbitrario,<br />

no creado por él sin que le trascienda y que pueda dejar a su hijo, que a su<br />

vez podrá transmitirle. Ésta es la garantía del orden de la paternidad: padre<br />

de, hijo de, lugar en donde se podrá formular la pregunta sobre la identidad.<br />

En consecuencia, aquellos que se apropian del origen, historia, herencia<br />

psíquica y física de los niños secuestrados de padres desaparecidos, no pue-<br />

den asegurar la función paterna, no sólo sobre la historia que ha precedido al<br />

niño, sino también la continuidad de su historia.<br />

Si sobre el plano de la filiación, las cosas se organizan a nivel de tres<br />

generaciones, el padre del hijo siendo el hijo del padre el sistema edipiano se<br />

coloca tanto en relación al hijo que en relación al padre. Esta organización<br />

sólo funciona bien si la palabra de la madre expresa el deseo que ella ha<br />

tenido de tener este hijo de tal padre.<br />

54


En el caso que nos ocupa es interesante hacer notar que la lista de espera<br />

se hacía en el Campo de Concentración de la «Escuela de Mecánica de la<br />

Armada». Familias de marinos esperaban que prisioneras embarazadas die-<br />

ran a luz para apropiarse de sus hijos. Se sabía que durante la espera de este<br />

niño, su madre iba a ser torturada, vivía en condiciones inhumanas, alumbra-<br />

ba maniatada y se la entregaba a la muerte después del parto. El deseo de la<br />

madre «adoptiva» no es el de la madre de tener un hijo de tal hombre, sino<br />

que se articula al poder de tener un derecho de vida y muerte sobre esta<br />

mujer víctima y por lo tanto sobre su hijo. Qué será de la palabra de esta<br />

«madre» a nivel de la organización simbólica ya que ella es portadora del no<br />

hablar y del secreto?<br />

Estos actos fuera de la ley, asesinato o complicidad de asesinato, robo de<br />

niños, subvierten absolutamente toda institución simbólica no sólo de las<br />

costumbres, reglamentos, leyes y ritos en rigor, sino también de la relación<br />

del ser humano con su palabra.<br />

El robo coloca al niño del lado de los objetos por la negación de su<br />

estatuto genealógico - no se puede disociar esto del tratamiento infligido a<br />

sus padres torturados y asesinados. Negación de los cuerpos de la madre y<br />

del padre. ¿Qué pregunta se le dirigirá a este niño a esta cosa? ¿A este<br />

Objeto? Si hay rechazo de la interrogación genealógica fundamental para<br />

obtener la diferenciación de los individuos en la misma especie, ¿podemos<br />

hablar de niños o de objetos?<br />

Del Botín de Guerra como lo señalan las Abuelas de Plaza de Mayo. De<br />

parte de la madre adoptante ¿qué viene a llenar este niño? ¿Qué vendrá a<br />

reparar o hacer del lado del padre que adopta?<br />

Estas preguntas nos llevan a retomar toda la cadena de actos que han<br />

permitido este robo: desapariciones, torturas, asesinatos. Todos los testimonios<br />

dan cuenta del extraordinario sadismo puesto enjuego en estas practicas. No<br />

se puede pensar que estamos allí en el registro de la perversión. El perverso no<br />

desconoce la ley, al contrario la transgresión y el desafío lo tranquilizan perma-<br />

nentemente sobre su existencia y mantienen su goce de poder y jugar con ella.<br />

Gozo mayor es el robo del niño, pero que no se detiene en la falsificación del<br />

acta de nacimiento y permite mantener cotidianamente en todas las relaciones,<br />

comenzando por la del niño, una relación mentirosa que mantiene de muy a<br />

distancia, pero omnipresente y amenazante. Este niño recuerda y reactualiza<br />

permanentemente el acto cometido.<br />

Auge del gozo, del dominio absoluto, asesinato de los padres, posesión<br />

de niño - desafío a la sociedad que procesa con sus leyes.<br />

Estos niños han sido robados con toda impunidad, sus familias los bus-<br />

can, sus abuelas se han organizado en una asociación «Las Abuelas de Plaza<br />

de Mayo». Las Abuelas se han puesto como tarea encontrar sus nietos des-<br />

aparecidos, devolverlos a sus familias y obtener el castigo para los culpables.<br />

Trabajo inaudito que se realiza con el apoyo del pueblo que les da pistas para<br />

ubicarlos a los niños.<br />

55


Alrededor de 400 niños desaparecidos, de los cuales 50 han sido encon-<br />

trados, algunos muertos, otros secuestrados por parejas que los ha robado y<br />

han huido, otros restituidos o que permanecen en las familias donde fueron<br />

encontrados y visitados por sus abuelos.<br />

La Asociación está ayudada por un equipo de especialistas: juristas, psi-<br />

cólogos, expertos en genética que les ayudan en el difícil trabajo de la restitu-<br />

ción de los niños. Cuanto más el robo de los niños se coloca en una cadena<br />

patológica que parece perpetuarse hasta el infinito, es el mal más allá de la<br />

muerte, tanto más el difícil combate de las Abuelas, se sitúa del lado de la<br />

búsqueda de la verdad y de asumir la realidad.<br />

Lo que aparece es el rechazo de la abolición de las generaciones, ésta es<br />

la exigencia del restablecimiento de los lugares en la filiación, los abuelos, los<br />

padres, los hijos, todo esto no es lo mismo y los abuelos lo afirman con una<br />

reivindicación muy precisa «... si mataron a nuestros nietos, donde están sus<br />

tumbas y si no dónde están ellos?» No aceptando la desaparición, ellas invo-<br />

can el delito y designan a los culpables.<br />

La búsqueda de los padres por sus hijos es una tentativa de reelaborar lo<br />

simbólico social que tiene que ver en las personas, yo pienso que es esencial<br />

tener en cuenta el valor simbólico de la «desadopción» de estos niños que<br />

fueron quitados. Ellos pierden su condición de desaparecidos y encuentran<br />

su estatuto de persona reapropiándose de su historia: por más dolorosa que<br />

sea, es su historia y nadie tiene el derecho de sustituirla por otra en nombre<br />

de lo que sea.<br />

La restitución es un acto fundador de la identidad que se articula sobre la<br />

verdad y la justicia, la situación traumática de arrancarlo al niño de su madre<br />

en su nacimiento, en su primera infancia se inscribe en el psiquismo infantil.<br />

El niño vive una situación de horror mantenida en el secreto.<br />

El psiquismo de los niños secuestrados se desarrolla en una situación de<br />

captura y de identidad alienada ya que la voluntad de apropiación ha utiliza-<br />

do la extrema fragilidad infantil cuando se utiliza esta fragilidad desconocien-<br />

do su singular deseo en su condición de persona, sometiéndola a una situa-<br />

ción forzando falsas identificaciones, se trata de un dominio sobre un sujeto<br />

que se lo «dosifica» en una tentativa de hacerlo desaparecer como persona.<br />

La restitución es un proceso doloroso, pues, en la mayoría de los casos<br />

para el niño se enterara que sus padres han muerto o desaparecido. Pero es<br />

también recuperar su nombre, ligado al nombre de su padres, insertarlo en su<br />

cadena generacional y unificar su propia historia subjetiva. Es saber que sus<br />

familias no lo ha abandonado nunca, que sus abuelos, hermanos, hermanas,<br />

tíos, tías no han se cansando de buscarlo desde su desaparición.<br />

Lo que vengo de describir debería bastar para justificar en todos los<br />

casos la restitución de los niños robados a sus familias: ellos nunca fueron<br />

56


abandonados, sus familias no han cesado de buscarlos, este secuestro se<br />

apoya sobre la negación de la ley y una pretendida impunidad.<br />

Sin embargo, algunas personas se preguntan sobre la validez de la resti-<br />

tución invocando un segundo trauma para el niño y el «amor» que le tienen<br />

sus apropiadores. Pero ¿de qué amor se habla aquí? No hay amor, los<br />

apropiadores se apoderan de este niño, que es muy otra cosa, lo tienen y no<br />

lo quieren dejar. Este niño es «reinventado» para llenar una función que es<br />

negar la realidad, negar la desaparición, negar el crimen, negar la culpabili-<br />

dad, negar el dolor de los familiares enlutados. Este niño «adorado» lo es<br />

como ídolo, como fetiche que por su presencia perpetua la mentira y permite<br />

creer que el crimen no ha sido cometido.<br />

Triste destino el de este niño condenado a ocupar el lugar del que por su<br />

misma presencia necesita de la afrenta el horror. Los apropiadores no quie-<br />

ren devolver a los niños, ellos le son necesarios pero no en un proceso<br />

afectivo sino patológico y próximo de la dependencia adictiva de aquel que<br />

por nada del mundo renunciaría al producto de su adicción.<br />

La idea de un segundo trauma infligido al niño al restituirlo no puede ser<br />

aceptada, pues sabemos suficientemente por la clínica que toda resolución<br />

de la verdad para un sujeto le permite reconstituyéndole los blancos y aguje-<br />

ros de su historia de reapropiarse de su destino y la de la posibilidad de salir<br />

de su sufrimiento en el que le habían arrojado, las cosas no dichas, los<br />

ocultamientos de la trama de su vida. Se trata ciertamente de un proceso<br />

doloroso y es por esto que las Abuelas llaman a especialistas y se rodean de<br />

todas las precauciones necesarias.<br />

Estamos confrontados a una situación trágica que toca al pueblo argenti-<br />

no en su conjunto, lo que podemos oponer frente a lo impensable de la<br />

desaparición, frente a la voluntad de borrar huellas en la memoria, la<br />

reinscripción de lo que ha tenido lugar. Nuestra mínima exigencia es la de no<br />

ser cómplices del silencio, de no invocar un «pretendido bien del niño» que<br />

sellaría la oscuridad de su destino. Los profesionales que trabajan con niños<br />

que han sido restituidos a su familias saben bien que son los niños y sólo los<br />

niños que podrán hablar de ellos mismos cuando llegue el momento. Noso-<br />

tros no podemos más que permitirles que les sea posible esta palabra.<br />

Ante la complejidad de un tal drama, es importante recordamos de estas<br />

madres torturadas a quienes su bebe les ha sido arrancado y confiar en sus<br />

compañeros sobrevivientes que saben que estas madres querían que entrega-<br />

ran sus hijos a sus familias, los argumentos que van contra la restitución se<br />

mantedrán si sólo se pudiera imaginarse en discusión con ellos? Pienso que la<br />

vergüenza es el único sentimiento que nos invadiría. No lo olvidemos».<br />

57


por Rita Arditti y M. Brinton Lykes<br />

CAPITULO II<br />

La labor de las Abuelas de Plaza de Mayo<br />

«Siempre decimos sobre la «apropiación» de los niños, que éstos<br />

fueron considerados «botín de Guerra»... de la misma manera que ro-<br />

baban televisores, grabadores, radios o heladeras, se apoderaban de<br />

los chicos»<br />

(Nélida de Navajas, entrevistada por<br />

M. Brinton Lykes, Buenos Aires, Julio 24, 1989).<br />

En la «avanzada» sociedad occidental, los niños son visualizados como<br />

mercaderías (bienes de consumo), o bien producto destinados a ser poseí-<br />

dos, no como seres humanos por derecho propio. Se hace esto evidente, de<br />

modo lamentable, en las batallas por la custodia de los hijos durante los<br />

trámites de divorcio, y, recientemente en los debates ante los estrados judi-<br />

ciales sobre los «verdaderos» padres de un niño/a concebido/a por insemina-<br />

ción artificial, o por algún otro sofisticado método de tecnología reproductiva.<br />

Sin embargo, en esa «autodenominada» comunidad tecnológica de vanguar-<br />

dia, muy pocos conocen uno de los más perturbadores ejemplos que abonan<br />

la conceptualización del niño/a como propiedad, y es el de las casi 400 cria-<br />

turas secuestradas o nacidas en cautiverio en Argentina, durante la dictadura<br />

militar de los años 1976-1983.<br />

Este artículo describe el esfuerzo de un grupo de Abuelas, quienes desde<br />

1977, trabajan para recuperar a estos/as chicos/as. Ya han encontrado a 50<br />

niños/as; 25 han sido restituidos/as a las familias de origen; 13 permanecen<br />

con las familias adoptivas mediante mutuo acuerdo de ambas partes; se com-<br />

probó que 7 habían sido asesinados/as y en los 5 casos restantes se mantiene<br />

una disputa judicial. Esta labor ha atraído la atención internacional sobre la<br />

grave situación de muchos/as otros/as que permanecen en las manos de sus<br />

secuestradores. Es importante señalar que han contado con la contribución<br />

de expertos legales y científicos para la realización de su tarea, esto pone de<br />

manifiesto una interesante relación entre ciencia y política y forja una nueva<br />

comprensión con consecuencias éticas de cuestiones atinentes a la materni-<br />

dad, a la paternidad y al derecho a la propia «identidad». Situamos nuestro<br />

examen del tema dentro de una discusión actualmente en curso en el ámbito<br />

del feminismo, referida a las tecnologías reproductivas y lo parental. Espera-<br />

mos así dilucidar algunos difíciles asuntos que las feministas encaran al tra-<br />

bajar en contextos pluri-culturales, internacionales e interdisciplinarios.<br />

Relaciones parentales y propiedad (Parentesco y Propiedad)<br />

58


En su artículo de 1983 «Relaciones parentales y propiedad» Janet Farrel<br />

Smith argumentaba que «un modelo implícito de las relaciones de propiedad<br />

subyace en cierta visión de lo parental» muy especialmente en la paternidad.<br />

Carol Brown (1981) había sugerido anteriormente que es en el Derecho de<br />

Familia donde hallamos el punto de intersección entre el patriarcado público<br />

y el privado en los EE.UU.. El Patriarcado privado incluye el control que<br />

cada marido en particular ejerce sobre su esposa, su función reproductiva y<br />

«el producto de la misma; los/as hijos/as», mientras que el Patriarcado públi-<br />

co se ocupa del sistema social -economía, política, religión, etc.,- el cual<br />

es controlado por los hombres colectivamente». El marido que controla el<br />

trabajo cotidiano del ama de casa es apoyado en el ámbito público por la<br />

monopolización ejercida por los otros hombres con respecto a los puestos de<br />

trabajo, legislación, propiedad, conocimiento, etc.». (1981 p.240).<br />

Según Smith, la legislación de familia de los EE.UU.. ilustra cómo la<br />

relación parental refleja una noción a la cual Mac Pherson llama «poder<br />

extractivo» es decir «la habilidad de usar las capacidades de otra persona»,<br />

«(Es) el poder sobre los otros, la habilidad de obtener (extraer) beneficios de<br />

los demás». (1983, p.200). Los niños, por analogía, son tratados como si<br />

fueran objetos y a los ajenos se les impide interferir con la elección paterna<br />

«para criar al hijo como le place». El padre o la madre pueden excluir a los<br />

otros tanto como ejercer su control de propietarios sobre el niño/a. Si bien<br />

Smith no aboga por una completa reestructuración de estas relaciones, a las<br />

que considera como una forma de proteger a la familia de ciertas intromisiones<br />

del estado, propone en cambio otro modelo de poder «el poder de desarro-<br />

llar», el que al estar fundado en el nexo madre-hijo da sustento a la visión de<br />

los niños como personas en desarrollo y no como objetos a ser poseídos. Así<br />

en la vinculación con los otros el niño/a desarrollará una identidad.<br />

Esta yuxtaposición de tipos de poder y relaciones parentales en el debate<br />

legal contemporáneo indica que nuestras ideas preconcebidas sobre niños/as<br />

y su relación con madres y padres, están siendo desafiadas. Madre era la que<br />

gestaba y paría el niño. Sin embargo la restitución de niños/as secuestrados/<br />

as en Argentina, la paternidad y maternidad sustituías, tanto como las nuevas<br />

tecnologías reproductivas ponen en tela de juicio una noción de maternidad<br />

tenida por incuestionable hasta hoy. Las prácticas actuales nos ponen frente<br />

a la posibilidad de que haya por lo menos cuatro formas diferentes de ser<br />

madre: la madre genética, la que da a luz, la madre social y por fin la legal»...<br />

la acción de separar lo inseparable es el meollo de la tecnología reproductiva...<br />

las mujeres estamos a punto de ser padres» (Katz Rothman, 1982). El padre<br />

que antes tenía con la prole un vínculo sujeto a controversia y para nada<br />

evidente, hoy en cambio ha acreditado su relación genética y social con su<br />

descendiente. Raymond (1990, p.47) sostiene que «es la paternidad y no la<br />

maternidad la que se ha ampliado con las nuevas técnicas reproductivas» y<br />

Arditti (1987, p.45) señala que «Los padres y las madres sustituías (subroga-<br />

ción) posibilitan la creación de un nuevo tipo de familia, en la cual el padre lo<br />

es biológica y socialmente y en la que la maternidad se divide entre la madre<br />

natural y la madre adoptiva.<br />

59


Las Abuelas de Plaza de Mayo<br />

El Estado como padre<br />

Desde 1976 a 1983 los militares gobernaron la Argentina. Durante este<br />

período una sucesión de «Juntas» Militares se entregaron a una campaña de<br />

represión sangrienta y brutal en cuyo transcurso 30.000 personas, el 80 % de<br />

las cuales tenían entre 16 y 35 años, fueron detenidas y desaparecidas. El 30%<br />

eran mujeres y de éstas el 10% (3% del total) estaban embarazadas.<br />

(Nunca Más, 1984). Los militares se proclamaban defensores de «la tradi-<br />

ción, la familia y la propiedad» y cualquier crítica al régimen era vista como<br />

un signo de comportamiento «anti-argentino» y «subversivo» que debía ser<br />

aplastado a fin de proteger a la Nación. Según dijo Jorge Rafael Videla, el<br />

presidente de una de las Juntas: «la represión es contra una minoría a la que<br />

no consideramos «argentina» (Frontalini y Caiati, 1984). Esta guerra exigía<br />

que la sociedad argentina fuera reestructurada por el «Proceso de Reorgani-<br />

zación Nacional» para restaurar los valores «occidentales y cristianos».<br />

De muchas maneras la dictadura representó la reafírmación de los valo-<br />

res patriarcales en su más cruda brutalidad. La situación de las mujeres y los<br />

niños/as fue singularmente riesgosa por su estado de indefensión. La institu-<br />

ción militar, una institución patriarcal por excelencia (En los, 1988), com-<br />

prendió muy bien el valor de los niños/as en la lucha contra los «subversi-<br />

vos». Algunos eran secuestrados para aterrorizar a las familias sospechosas;<br />

a otros se los obligaba a presenciar la tortura de sus padres a fin de que<br />

éstos denunciaran a presuntos implicados o proveyeran información consi-<br />

derada valiosa por los torturadores. Hubo casos en los que se atormentó a<br />

los niños frente a sus padres para forzarlos a hablar (Nunca Más, 1984;<br />

Suárez-Orozco, 1987).<br />

Los que sobrevivieron a los campos de concentración clandestinos, infor-<br />

man sobre las terribles experiencias a las que eran sometidas las mujeres emba-<br />

razadas. Muchas sufrían torturas, pero se las mantenía vivas hasta dar a luz,<br />

en algunos casos sin ninguna asistencia y en otros se les practicaban cesáreas<br />

sin ninguna necesidad. (Ver Nunca Más, p.. 288-289; 254-295). Los recién<br />

nacidos eran apartados de sus madres a las que posteriormente se asesinaba.<br />

En una cruel ironía, y a pesar de que los militares mataban a los jóvenes<br />

padres de los niños, en algunos casos consideraban que las criaturas tenían<br />

«buenos genes», lo que los hacía potencialmente inteligentes y saludables<br />

siempre que se los ubicara en el medio «apropiado», por lo tanto a algunas<br />

de las embarazadas se les proporcionaba un rudimentario cuidado físico evi-<br />

tándoles suplicios mayores hasta el momento del parto.<br />

El ensañamiento con mujeres embarazadas y niños muestra la peculiar<br />

gratificación obtenida de atacar a individuos especialmente vulnerables.<br />

Bunster (1984) señala que aquellas mujeres (en Chile) en las que los milita-<br />

res advertían una capacidad de resistencia notable a su poder, eran sometidas<br />

60


a un esquema de violencia sexual, con el oscuro designio de «destruir su<br />

personalidad y su dignidad como seres humanos y como mujeres».<br />

A esto debemos añadir que las mujeres en Latino América son fundamen-<br />

talmente apreciadas en su papel de «madres». Reteniendo a los niños nacidos<br />

en cautividad y entregándolos posteriormente como «botín de guerra» se<br />

afirmaba el poder del Estado Patriarcal Militar sobre un aspecto característico<br />

de la identidad femenina, la maternidad. Con la supresión de la madre, se<br />

quebranta el lazo humano fundamental, y esto robustece la creencia de que<br />

el Estado Militar controla todo sin oposición. Ser capaz de atacar a la vida en<br />

sus propias raíces muestra al poder militar como absoluto e inmutable.<br />

Esta «reorganización», considerada necesaria por los militares para «sal-<br />

var» a la sociedad argentina, exigía que los hijos de los «subversivos» fueron<br />

apartados de los suyos para ser otorgados a «buenas familias» (por ej.: de<br />

militares o de clase alta) (Suárez - Orozco, 1987). Ramón Camps, Jefe de<br />

Policía de la Pcia. de Buenos Aires donde cantidades de niños/as fueron<br />

secuestrados/as, decía; «... Personalmente yo no eliminé a ningún/a chico/a,<br />

lo que hice fue dar algunos/as a organizaciones benéficas para que les encon-<br />

traran nuevos padres. Los subversivos educan a sus hijos en la subversión.<br />

Por ello esto debía detenerse» (citado por Barki, 1988 p. 241).<br />

El examen de las declaraciones de los militares semejantes a esta última,<br />

del testimonio de aquellos que participaron en la falsificación de las identida-<br />

des de los niños/as, y de las experiencias personales de las criaturas<br />

involucradas, indica que la reeducación de los/as pequeños/as secuestrados/<br />

así formaba parte de la estrategia militar contra la «subversión». Estos tur-<br />

bios manejos de los que hacían víctimas a los niños/as eran para cumplimen-<br />

tar el plan militar de «reorganización nacional».<br />

La labor de las Abuelas de Plaza de Mayo<br />

La Asociación de las Abuelas de Plaza de Mayo hace una reclamación<br />

muy concreta: «Que los/as niños/as que fueron secuestrados/as como méto-<br />

do de represión política sean restituidos/as a sus legítimas familias» (Abuelas<br />

de Plaza de Mayo 1988, p. 4).<br />

Doce mujeres formaron el núcleo primigenio en 1977 que con el tiempo<br />

se convirtió en organización1. Tratando de pasar inadvertidas se reunían en<br />

restaurantes, paradas de ómnibus, estaciones de trenes y otros lugares públi-<br />

cos. También concurrían a Plaza de Mayo a marchar con las madres u otros<br />

grupos de Derechos Humanos a presentar peticiones al Gobierno. El pri-<br />

mer nombre que usaron para firmar documentos fue: «Abuelas argentinas<br />

con nietitos desaparecidos». En 1980 cambiaron por el de «Abuelas de<br />

Plaza de Mayo».<br />

1 María Isabel Chorobik de Mariani, Beatriz H. C. Aicardi de Neuhaus, Eva Márquez de Castillos<br />

Barrios, Alicia Zubasnabar de De La Cuadra (primera Presidente), Vilma Delinda Sesarego de<br />

Gutiérrez, Mirta Acuña de Baravalle, Haydee Vallino de Lemos, Leontina Puebla de Pérez, Celia<br />

Giovanola de Califano, Raquel Radio de Marizcurrena, Clara Jurado, María Eugenia Casinelli de<br />

García Irureta Goyena, (Nosiglia, 1985, p.90).<br />

61


Soportaron malos tratos, insultos y persecución por parte de militares y<br />

policías. Tenían que echar mano de todo tipo de tretas y mostrarse cautelo-<br />

sas para protegerse. Implementaron un código que les permitieron hablar por<br />

teléfono sin sobresaltos acerca de sus familiares desaparecidos. «El hombre<br />

blanco» era el Papa; «Los cachorros», «agendas» o «flores» eran los/as<br />

niños/as; «las chicas», «las jóvenes» eran las Madres de Plaza de Mayo»;<br />

«las viejitas» o «las tías» eran ellas mismas. (Nosiglia, 1985).<br />

Aprendieron sobre la marcha y sin ayuda, a presentar recursos de «hábeas<br />

corpus» ante los estrados judiciales y en enero de 1978 hicieron su primera<br />

aparición pública internacional, con el envío de una carta a Paulo VI en la<br />

que solicitaban su intercesión a fin de averiguar el destino de sus familiares<br />

desaparecidos. La carta enviada por correo común, no fue contestada jamás<br />

(Nosiglia, 1985). En el mismo año 1978, comenzaron a visitar los juzgados<br />

de menores para informarse sobre todas las adopciones y nacimientos de<br />

niños registrados como NN (Ningún Nombre). Llegaron hasta la Corte Su-<br />

prema de Justicia de la Nación, la que en por lo menos dos ocasiones, deses-<br />

timó sus casos (1988 Abuelas de Plaza de mayo).<br />

También hicieron llamados directos a la comunidad para recabar infor-<br />

mación. Pusieron avisos en los diarios y distribuyeron afiches y volantes con<br />

fotografías y datos adicionales de los niños secuestrados. Como la presidente<br />

de Las Abuelas María Isabel de Mariani cuenta:<br />

«No hay nada que no hayamos intentado para saber algo sobre los niños.<br />

Cuando tenemos indicios de que una familia es sospechosa de haber adopta-<br />

do ilegalmente un niño, iniciamos un seguimiento muy estrecho de la misma.<br />

En ciertos casos alguna de nosotras ha ofrecido sus servicios para ayudar en<br />

trabajos domésticos y de esa manera poder ingresar a la casa. En cierta<br />

oportunidad uno de los abuelos fingió ser un plomero buscando trabajo. Pero<br />

la mayor ayuda proviene de la gente. Con regularidad publicamos en los<br />

diarios información acompañada de las fotos de los niños desaparecidos y la<br />

gente nos acerca alguna noticia sobre ellos. Cuando no podemos acercamos<br />

físicamente a los niños llegamos a usar dispositivos fotográficos para seguir-<br />

los de lejos». (Christian Science Monitor, October 6, 1986).<br />

El trabajo de las Abuelas es multidisciplinario e incluye por lo menos tres<br />

áreas: la político-legal, la médico-psicológica, y la genética-biológica. En cada<br />

una de ellas las Abuelas son asistidas por equipos de expertos; para aclarar el<br />

contexto legal y político en el cual los niños fueron robados, para evaluar la<br />

condición médica y psicológica del niño y su familia y finalmente para com-<br />

probar la filiación genética.<br />

Uno de los problemas que las Abuelas enfrentaron en su tarea fue el de<br />

probar fehacientemente que el/la niño/a investigado/a era realmente uno de<br />

los «secuestrados-desaparecidos». No era suficiente la localización, debían<br />

demostrar el parentesco. Sabían que por medio de un examen de sangre era<br />

posible determinar el lazo y/o vínculo biológico entre una criatura y sus<br />

62


padres. Sin embargo, en el caso de los/as niños/as desaparecidos/as, la ma-<br />

yoría de los padres estaban probablemente muertos, y la filiación biológica<br />

sólo podía cumplimentarse por intermedio de abuelos/as y otros miembros<br />

de la familia.<br />

Las Abuelas entonces solicitaron a los científicos la implementación de<br />

un tipo de prueba que acreditara «la abuelidad». Comenzaron en 1981 a<br />

visitar centros de investigación como la Universidad de Upsala en Suecia, el<br />

Hospital de La Piedad en París y el Banco de Sangre de Nueva York, reca-<br />

bando datos sobre la existencia de algún test que a partir de la sangre de los<br />

abuelos, probara la procedencia del niño de una familia en particular (Abue-<br />

las de Plaza de Mayo, 1988).<br />

En 1984 una delegación de Abuelas visitó la sede central de la Asocia-<br />

ción Americana para el Avance de la ciencia y entrevistó a Eric Stover,<br />

miembro del Comité de Libertad y Responsabilidad de dicha organización,<br />

su objetivo era solicitar ayuda para hallar una prueba genética aplicable a la<br />

determinación de la abuelidad. Stover se puso en contacto con Mary Claire<br />

King, una científica de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de<br />

California, quien respondió afirmativamente, un test genético de abuelidad<br />

era posible, ya que se trataba de una extensión del test de paternidad, más<br />

aún se manifestó dispuesta a concurrir a la Argentina para colaborar en la<br />

preparación del test. Una vez en la Argentina, las Abuelas indicaron en qué<br />

hospital podía llevarse a cabo la labor La Doctora King cumplió su cometido<br />

e instruyó al plantel de investigadores del Hospital, muchos de los cuales<br />

tenían parientes o amigos desaparecidos y estaban especialmente sensibiliza-<br />

dos en el tema (Beckwith, 1987, NOVA, 1986, Arditti, 1988).<br />

La prueba de abuelidad comienza con un análisis de la sangre de los<br />

abuelos/as (tíos o tías) y del niño/a en cuestión Observando ciertos «marca-<br />

dores» genéticos, es posible determinar si algunas combinaciones de los mis-<br />

mos fueron heredadas de los/as abuelos/as, o bien si aparecen por azar<br />

Teniendo en cuenta la distribución conocida de los «marcadores» genéticos<br />

en la población argentina es posible probar que una criatura proviene de una<br />

familia determinada, con una precisión de hasta un 99, 95 % (Di Lonardo<br />

1984, Berra 1986)<br />

Es imposible saber cuándo se encontrará hasta el último de los niños<br />

desaparecidos Pasarán años antes que los/as niños/as convertidos/as en ado-<br />

lescentes y luego en adultos empiecen a dudar sobre «la historia oficial»2 con<br />

respecto a su origen. Para entonces abuelos y parientes pueden estar muer-<br />

tos Por ello y a fin de guardar toda la información genética familiar, las<br />

Abuelas trabajaron para la creación de un Banco Nacional de Datos Genéticos<br />

de Parientes de Niños Desaparecidos En Mayo de 1987 fue promulgada una<br />

ley que hizo realidad tan importante aspiración.<br />

Nueve niños han sido identificados por medio del empleo de los «marca-<br />

dores» genéticos desde 1984, en que el primer estudio fue llevado a cabo En<br />

siete casos los tribunales argentinos ordenaron la restitución lisa y llana de los<br />

63


niños a sus familias de origen, en tanto los dos restantes están viviendo aun<br />

con aquellos que los criaron.<br />

2 «La Historia Oficial» 1985 un film de Luis Puenzo, narra la toma de conciencia por parte de<br />

una profesora de historia del colegio secundario Esta mujer casada con un adinerado hombre<br />

de negocios comienza a sospechar que su hija adoptada inmediatamente después del nací<br />

miento podría haber sido robada a una familia de «detenidos-desaparecidos» Hacia el final la<br />

madre adoptiva esta lista para enfrentar la verdad sobre el origen de su hijita y dejar de creer las<br />

mentiras de «las historias oficiales" que le habían contado durante toda su vida Desgraciada<br />

mente esta no es una situación comente Muchas de las familias que criaron a los niños se<br />

niegan a permitir que la verdad se ponga en evidencia y han llegado a huir a otros países con los<br />

niños que reivindican como propios (Ver mas adelante)<br />

Proceso de restitución: Recuperación de la identidad<br />

«No podía crecer abuelita, era como si una mano me estuviera presio-<br />

nando la cabeza» (Dicho por un niño después de ser devuelto a su familia de<br />

origen Abuelas de Plaza de Mayo - Nov. Dic. 1988 Enero 1989).<br />

«Elenita, te estuve buscando tanto tiempo» dijo una abuela a su nieta<br />

nacida en cautiverio en el día de su restitución a la familia de origen. La niña<br />

contestó «Y yo también te estaba esperando, abuela». (Entrevista de Rita<br />

Arditti con Estela de Carlotto en Cambridge, MA, octubre de 1989).<br />

Las Abuelas encaran su trabajo como parte de un proceso de reconstruc-<br />

ción histórica, que consiste en la «recuperación de la identidad» no sólo de los<br />

niños sino del pueblo argentino, un paso fundamental en el restablecimiento de<br />

la democracia, tanto en Argentina como en otros países de Latinoamérica.<br />

La Restitución es un acto «psíquicamente fundacional, basado sobre una<br />

articulación entre la verdad y la justicia cuyo sentido cabal es simplemente<br />

dejar de ser desaparecidos/as» (Abuelas de Plaza de Mayo, 1988). Sin em-<br />

bargo, buscar la verdad y la justicia en un medio donde el secreto y el engaño<br />

han sido la norma dista mucho de ser simple, las complejidades del proceso<br />

de Restitución se ponen de manifiesto en el breve resumen de dos casos<br />

diferentes: el de Mariana Zaffaroni y el de Ximena Vicario, motivo de conti-<br />

nua discusión en Argentina los últimos cinco años.<br />

Mariana Zaffaroni.- Mariana era hija de padres uruguayos refugiados<br />

en Argentina después del golpe militar en Uruguay en 1974. La niña fue<br />

secuestrada con sus padres en 1976 en una operación conjunta de las policías<br />

argentina y uruguaya. En ese entonces Mariana tenía un año y medio.<br />

Después de una búsqueda de años sus abuelas ubicaron a la gente que la<br />

había adoptado ilegalmente: se trataba de otro agente de inteligencia quien<br />

presumiblemente intervino en la desaparición de los padres de Mariana y en<br />

el propio secuestro de la niña. Lo que siguió fue una complicada serie de<br />

investigaciones y pleitos judiciales para restituir a Mariana a sus abuelos. Lo<br />

que a nosotros nos interesa es una serie de cartas que fueron enviadas a los<br />

abuelos por Mariana y/o por la familia con la cual se encontraba. Ello sucede<br />

64


antes de que esta gente raptara a Mariana por segunda vez y desafiando la<br />

orden de la Corte, huyeron de la Argentina.<br />

Las características de la vida de Mariana con los Furcis (sus «padres<br />

adoptivos» o «apropiadores») son reveladas en estas cartas. La niña dice:<br />

«Ustedes cínicamente niegan que yo pertenezca a este hogar, donde (mis<br />

padres) me educan de acuerdo con los preceptos religiosos. Nunca podrán<br />

venir ustedes a neutralizar la influencia de mis padres. Para nosotros, los<br />

católicos de Argentina y del mundo entero, la religión no es el opio de los<br />

pueblos, sino al contrario, es su sostén. Es la fuerza que nos permite luchar<br />

contra gente como ustedes. Cómo deben ustedes odiamos, a mí y a mi<br />

familia! Por supuesto mis padres me educan de acuerdo a todo lo que es<br />

bueno. Me crían como buenos católicos que son»3.<br />

Hubo muchas discusiones acerca de la real autoría de las cartas, unos<br />

sostenían que eran escritas par Mariana y otros por el agente de Inteligencia<br />

con quien vivía. Pero ello es menos importante que la identificación y clarifi-<br />

cación del proceso de «paternidad» que se refleja aquí. Aun cuando la carta<br />

haya sido pergeñada por el apropiador, no hay ninguna duda que la firma de<br />

la niña es auténtica y lo que fue escrito refleja los valores de la familia en<br />

cuyo seno ella está viviendo, las creencias que Mariana y el apropiador sus-<br />

tentan. Irónicamente por convicciones bastante diferentes los padres de la<br />

niña, activistas políticos uruguayos, se vieron obligados a buscar refugio en<br />

Argentina. En otra parte de la carta los apropiadores/Mariana repudian<br />

específicamente la ideología sustentada por los padres de Mariana en su<br />

lucha y por lo que les fuera arrancada despiadadamente la vida.<br />

3 El texto de Las cartas de Mariana aparecen en «Pour ces yeux-la» de Irene Barki, Ediciones<br />

«La Découverte» París, 1988, pp. 182-185. Las traducciones en el original inglés son de las<br />

autoras de este trabajo.<br />

Ximena Vicario.- Ximena Vicario fue secuestrada con su madre en 1977<br />

a los nueve meses de edad. Su padre «desapareció» el mismo día pero en<br />

otra ciudad. La indagación posterior de las Abuelas permitió reconstruir la<br />

historia de Ximena Vicario. Había sido abandonada en las escaleras de un<br />

hospital de niños con una nota en la que se dejaba constancia de su nombre.<br />

Una mujer que trabajaba en el lugar retuvo la niña y la adoptó ilegalmente.<br />

En 1987 por intermedio de la prueba genética se comprobó que la niña<br />

era Ximena Vicario. Los jueces ordenaron la restitución de la niña a su fami-<br />

lia de origen. Los cargos contra la madre «adoptiva» (apropiadora) fueron:<br />

ocultamiento de la verdadera identidad de la criatura y proveer falsa informa-<br />

ción para la adopción. Durante nueve meses Ximena vivió feliz con la abuela<br />

materna, restableciendo los lazos con la familia de origen. A pesar de ello, la<br />

madre «adoptiva» (apropiadora) montó una campaña a través de los medios<br />

de comunicación para recobrar a la niña apelando además a la Corte Supre-<br />

ma. En setiembre de 1989 la Corte emitió un falló según el cual los abuelos<br />

no eran admitidos como parte en las disputas sobre la identidad de un niño.<br />

El representante legal designado para Ximena, recomendó que ésta fuera<br />

65


devuelta a la mujer que ilegalmente se había apropiado de ella. Pero el com-<br />

portamiento impecable de su verdadera familia y el deseo expreso de<br />

Ximena llevaron a los jueces a aceptar que continuara viviendo con su abue-<br />

la. No obstante, se estipularon visitas semanales para la madre «adoptiva»<br />

(apropiadora) quién se dedicó a denigrar constantemente a los padres de la<br />

niña. La situación empeoró a punto tal, que a la apropiadora se le otorgaron<br />

los beneficios de un régimen de visitas garantizadas por control policial, opo-<br />

niéndose así a los deseos manifiestos de la niña. El caso de Ximena Vicario<br />

ha sido tomado por la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas<br />

en Ginebra, Suiza.<br />

Muchos otros casos más demuestran que la «adopción» y reeducación<br />

de estos niños, tenía como objetivo primordial borrar la memoria y toda<br />

posibilidad del más mínimo recuerdo acerca de sus familias de origen. En<br />

nombre de la reorganización y perfeccionamiento de la Argentina, secuestra-<br />

ban niños/as, les cambiaban el nombre y los apartaban para siempre de la<br />

historia familiar. En casos como el de Mariana, la estrategia incluía una re-<br />

construcción de sus experiencias para que el mundo que conocieran y en el<br />

que llegaran a construir su identidad negara expresamente el de su origen.<br />

A posar de un cierto reconocimiento de los crímenes cometidos contra es-<br />

tos niños/as y sus familias, la restitución a la familia de origen está empantanada<br />

en una controversia legal, política, y psicológica. Mas adelante analizaremos<br />

la discusiones que rodearon los procesos de restitución y la respuesta de las<br />

Abuelas en cada oportunidad.<br />

Las leyes de «Punto Final» y «Obediencia Debida»<br />

A despecho del éxito argentino en juzgar y condenar a algunos de los<br />

miembros de las juntas del Proceso por las atrocidades cometidas durante la<br />

dictadura, los seis últimos años transcurrieron plenos de enfrentamientos y<br />

negociaciones ya que los militares persisten en obtener la legitimación de los<br />

crímenes perpetrados entre 1976-1983.<br />

Los compromisos entre los militares y el gobierno en este período refle-<br />

jan, por lo menos en parte, el fracaso del segundo en llevar ante la justicia a<br />

aquéllos más directamente implicados en la desaparición de 30.000 argenti-<br />

nos. Dos leyes la de «Punto Final» y «Obediencia Debida» promulgadas en<br />

1986 y 1987 respectivamente, significan una victoria de los militares y sus<br />

defensores, ya que ellas impidieron efectivamente el juzgamiento de allí en<br />

más de los acusados de delitos atroces y aberrantes.<br />

La Ley de Obediencia Debida reviste un particular interés para las fe-<br />

ministas. La misma consiste en legitimar la llamada actividad anti-subversi-<br />

va y protege a los responsables de la estrategia general del régimen, consis-<br />

tente, en el secuestro, la desaparición, la tortura y el asesinato. La legitima-<br />

ción de tales servicios afirma el poder establecido del Estado, instalando un<br />

mensaje social cuyo significado intrínseco reasegura el patriarcado. Los<br />

maridos que durante la Dictadura habían perdido el control y la posesión de<br />

sus «objetos» es decir, de sus mujeres y sus hijos debían ser desagraviados.<br />

66


Mujeres y niños/as son equiparados a propiedades. Debían castigarse las<br />

acciones consideradas «innecesarias» o «excesivas» por ejemplo: secues-<br />

tro y cambio de identidad de los niños/as, el robo de bienes, y la violación de<br />

mujeres. El patriarcado público quebró un conjunto fundamental de relacio-<br />

nes mientras buscaba reforzarlo. El secuestro de niños/as y la violación de<br />

mujeres, así como el robo de bienes, era una afrenta al tradicional control<br />

masculino en el núcleo familiar y esta falta individual y social debía ser<br />

penada por el padre/estado. Las Abuelas al igual que otros grupos de Dere-<br />

chos Humanos han denunciado estas leyes y el fin de los juicios a los militares.<br />

Debate de los psicólogos sobre los «Verdaderos Padres»<br />

Además de desatar un debate legal, y una pública protesta, los casos de<br />

Mariana Zaffaroni y de Ximena Vicario y de otras criaturas que han sido<br />

identificadas, se ha generado un desacuerdo profesional considerable sobre<br />

cuál sea la mejor «solución», ante lo que se ha conceptualizado como de-<br />

mandas conflictivas de paternidad. En 1984 Lidia Castagno de Vicentini pu-<br />

blicó en un matutino de Rosario, un artículo titulado: «Los verdaderos<br />

padres y los padres psicológicos», en el que analizaba los procesos de restitu-<br />

ción de las Abuelas de Plaza de Mayo. Basada en el examen de la literatura<br />

psicológica y psicoanalítica de la Psicología del ego, se oponía a la devolu-<br />

ción de estos niños/as al seno de sus familias legítimas. La paternidad/mater-<br />

nidad era descripta como un fenómeno cultural y sociológico y no simple-<br />

mente un hecho biológico. Los lazos de sangre de estos/as niños/as con sus<br />

abuelos eran tenidos como insignificantes frente a los casi 10 años que algu-<br />

nos/as de ellos/as habían vivido con familias sustitutas. La restitución de los/<br />

as niños/as a sus abuelos/as sentía como un rezago de biologismo, noción<br />

desactualizada que consagra la primacía de lo biológico. Argüía que investi-<br />

gaciones más recientes ponían el acento en la importancia del medio y la<br />

cultura para la construcción de la identidad del niño.<br />

En una entrevista publicada en 1985 Francoise Doltó sumó otra opinión<br />

a este tema tan complejo4. Basó sus reparos en las experiencias obtenidas de<br />

pequeños/as a quienes trató y que habían sido previamente adoptados/as en<br />

forma ilegal por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Sostenían que<br />

como los niños habían formado parte de sus familias adoptivas por muchos<br />

años, sus vínculos los ligaban a esas familias más que a las biológicas. Termi-<br />

naba diciendo que las abuelas no tenían ningún lazo real con los niños y que<br />

por lo tanto no tenía sentido restituirlos. Los chicos, explicaba, ya habían<br />

experimentado un trauma y una segunda situación similar debía ser evitada.<br />

Habiendo perdido sus padres naturales, ¿por qué ahora se les hacía perder a<br />

los adoptivos? Aunque se sostiene que la Doltó se retractó poco antes de morir,<br />

otros comparten sus puntos de vista cuando apelan a lo del «segundo trauma»<br />

como una razón para oponerse a la restitución.<br />

4 Esta entrevista apareció en el número de agosto de 1985 de Psyché, una publicación de<br />

psicología y psicoanálisis que se editó hasta fines de 1990 en Buenos Aires (Argentina).<br />

67


Manejarse en el tema en cuestión con opiniones apoyadas sólo y exclusi-<br />

vamente en teorías psicológicas tradicionales e intentar resolver así el dilema<br />

es insuficiente, quienes lo hacen fallan al no incorporar la dimensión política<br />

en la restitución. Los que sostienen por ejemplo que la restitución de un niño<br />

a su familia de origen refleja el retomo al biologismo o que se les provoca un<br />

«segundo trauma», divorcian al niño/a de su contexto socio-histórico y<br />

psicologizan un problema social, que existe porque un terrorismo de estado<br />

incontrolado se abatió durante 6 años sobre Argentina. Desde esa perspecti-<br />

va el trauma es definido en términos de relaciones individuales entre los<br />

niños/as y sus cuidadores primarios. Pero lo que este análisis ignora, aunque<br />

no es lo menos importante es el trauma social y político que yace en el centro<br />

de la vida de estos niños: la pérdida de su identidad y de sus historias perso-<br />

nales (Arditti y Lykes 1989) (Lykes y Fariña, 1989).<br />

Los términos de la lucha han sido planteados, una lucha que ha de dirimirse<br />

no sólo en el campo judicial sino también en el político y psicológico. El<br />

debate va más allá de lo específico del caso argentino y revitaliza polémicas<br />

bien conocidas dentro de los círculos científicos, como ser: naturaleza versus<br />

crianza (nature vs. nurture) o aquélla entre situacionalistas y quienes busca-<br />

ban explicaciones para las causas de los fenómenos sociales en procesos<br />

biológicos. El nuevo desafío para las viejas teorizaciones es qué hacer con<br />

estos niños que han sido «codificados» por el terrorífico ejercicio del poder<br />

de parte de una dictadura militar y/o un sistema capitalista de mercado.<br />

Comercio de niños<br />

Que la batalla es tremendamente más compleja lo evidencia un ligero<br />

examen de las estrategias manipuladoras, no tan obvias, que involucra la<br />

codificación de niños. Por ejemplo, un artículo reciente de Página 12 (agosto<br />

de 1989) reveló que 4000 niños argentinos habían sido ilegalmente adopta-<br />

dos, durante el año anterior. Ya en el año 1986 el Dr. José Millo Álvarez en<br />

el Primer Congreso sobre Adopción (Marruecos, 1986) denunció que miles<br />

de niños habían sido sacados del país de manera clandestina.<br />

En el circuito internacional de adopción hay una fuerte demanda de<br />

niños argentinos por razones raciales.<br />

En muchos países de América Central los niños son comprados a muje-<br />

res pobres por la suma irrisoria de 20 dólares y vendidos a personas de<br />

Estados Unidos, Europa e Israel ansiosas por convertirse en padres y pro-<br />

porcionar a los niños/as «una vida mejor». Los interesados llegan a pagar<br />

20.000 dólares, pero gran parte de esta suma va a parar a manos de inter-<br />

mediarios, lo que incluye abogados, asistentes sociales, psicólogos, etc., en-<br />

cargados de los trámites de adopción. Hay una gran demanda y las estrate-<br />

gias para satisfacerla se renuevan. Por ejemplo, Janice Raymond (1989) una<br />

feminista dedicada a problemas éticos en la Universidad de Massachussets<br />

informa sobre un auge evidente de el «Tráfico de Niños» fomentado por<br />

estas adopciones internacionales, lo que viola en forma flagrante los dere-<br />

68


chos humanos de las mujeres y los/as niños/as involucrados/as. Cita el ejem-<br />

plo de Sri Lanka donde se establecieron secretamente «granjas/criaderos de<br />

niños», las mujeres embarazadas son allí verdaderas incubadoras, ya que se<br />

las obliga a acostarse con turistas europeos para que los niños producidos<br />

sean de piel clara, «más apetecibles para las parejas Occidentales, y por lo<br />

tanto de mejor cotización en el mercado».<br />

Inseminación artificial y subrogación<br />

La intensa polémica generada en Estados Unidos sobre las prácticas<br />

tecnológicas que fomentan la procreación, está más allá del alcance de este<br />

artículo. Quizás el caso mejor conocido en los EE.UU. en materia de la mal<br />

llamada «maternidad sustituía» (o «subrogante») es el de Baby M.. Subyace<br />

en el debate concerniente a la maternidad de este niño, la presunción no<br />

explícita de que los niños son objeto de consumo destinados a la compra<br />

venta y que los adultos tienen un derecho incuestionable para ejercer tal<br />

comercio. La demanda del mercado internacional y las definiciones socio-<br />

políticas de lo que es una familia y/o la maternidad-paternidad se conjugan<br />

para crear prácticas que cosifican al niño y producen serios dilemas éticos a<br />

los profesionales de las disciplinas pertinentes. Una entrevistas publicada en<br />

la revista mensual Emmanuelle (Mayo, 1987) con la primera mujer argentina<br />

que alquilara su útero arroja alguna luz sobre el problema (Arditti, 1990).<br />

Se hace llamar «Amelia», tiene 28 años y trabaja en la cocina y limpieza<br />

de un Sanatorio ubicado en un barrio acomodado de Buenos Aires. Uno de<br />

los médicos de la clínica le propuso que alquilara su vientre, a fin de pro-<br />

crear una criatura, con la que haría feliz a una mujer estéril y por lo que<br />

recibiría una importante suma. Aceptó el convenio, fundamentalmente para<br />

resolver sus necesidades económicas más urgentes, pero también, según agre-<br />

ga, para hacer feliz a otra persona. La entrevista detalla el alto costo social y<br />

psicológico que tuvo la experiencia para Amelia y su familia, aunque no se<br />

lamenta ni responsabiliza a nadie por ello. La necesidad económica parece<br />

ser el móvil principal que lleva a procrear un niño por encargo para una<br />

mujer estéril, y esa misma necesidad es la que conduce a no descartar la<br />

posibilidad de repetir ese tipo de contratos Ella ganó 6 000 Australes (U$S<br />

2400) durante todo el año 1986, en 1987 se le ofrecieron 20 000 Australes5<br />

Este ejemplo muestra que las pretendidas soluciones para la infertilidad no<br />

son otra cosa que un servicio para las mujeres de las clases altas y/o del<br />

«primer mundo» a expensas de mujeres en inferioridad de condiciones eco-<br />

nómicas y sociales (ver Arditti, 1987, Aguilar- San Juan 1988)<br />

5 Ver nota al final del traba) o sobre la verosimilitud de estas cifras<br />

Las Abuelas enfrentan la controversia<br />

«No quiero que los que robaron mi pasado sean libres en el futuro»<br />

«Luchemos! No al indulto!»<br />

69


Escrito por un niño restituido a su familia<br />

Abuelas de Plaza de Mayo Julio/Agosto 1989<br />

«El conocimiento de la verdad es la mejor terapia»<br />

Estela de Carlotto<br />

La controversia sobre la restitución y subrogación que es al mismo tiempo<br />

político-legal, ética y psicológica, continúa aún La estrategia desarrollada<br />

por las Abuelas de Plaza de Mayo, proporciona una respuesta concreta a la<br />

situación argentina y señala una dirección interesante para solucionar algunos<br />

de los otros problemas aquí presentados Las Abuelas enfrentan<br />

específicamente la mentira familiar y social que rodea a cada criatura secues-<br />

trada, reuniendo así al niño/a con su historia y allanando el camino a través<br />

del cual puedan reconstruir su identidad, proceso éste intrínsecamente social<br />

Se ha respondido a una situación social y política que violó todas las normas<br />

del comportamiento humano y convirtió a las criaturas en objetos, con un<br />

curso de acción que es requisito indispensable para el desarrollo en estos<br />

niños de la capacidad de ser sujetos sociales Este trabajo apunta a concebir lo<br />

parental como una construcción basada en lo social, lo que redundará en el<br />

interés del niño solamente si la justicia y la verdad forman parte del proceso<br />

Las Abuelas y sus equipos de apoyo han llegado a resultados reveladores<br />

relacionados con el proceso de restitución. Uno de ellos es común para las<br />

víctimas de incesto y sus terapeutas, tanto como para la gente que trabaja en<br />

movimientos para la reforma de la adopción6. Se trata de las consecuencias<br />

que tienen la mentira y el secreto en los pequeños afectados y en la sociedad<br />

toda. Perpetuar una mentira puede per se conducir a innumerables dificulta-<br />

des cuando la verdad finalmente emerja. (Litton, 1988). En definitiva, mu-<br />

chos de los 400 niños/as secuestrados/as descubrirán la verdad sobre su<br />

procedencia y el asesinato de sus padres, sabrán de la existencia de familiares<br />

que hubieran querido tenerlos en su hogar y que contaban con parientes que<br />

los amaban. Más todavía, la experiencia de las Abuelas comprueba que los/<br />

as niños/as recobrados al ponerse en contacto con la información sobre su<br />

origen, en un mercado de afecto y asistencia, no se traumatizan y son perfec-<br />

tamente capaces de integrar el nuevo conocimiento a sus vidas. El proceso<br />

de incorporación de cualquier información nueva y significativa difiere según<br />

la edad y el contexto en el cual se comparte. Las Abuelas y sus equipos<br />

especializados permanecen alerta ante estas realidades. (Abuelas de Plaza de<br />

Mayo, Abril, 1989). El sistema de restitución de los niños/as hallados/as a las<br />

familias de origen no excluye la continuidad de la relación con las familias<br />

que los criaron. El libro de Irene Barki (1989) historia en detalle un caso<br />

como ese (el de Felipe Gatica) en el cual la madre «adoptiva», que no estaba<br />

involucrada en el secuestro del niño, convino en formar parte de una familia<br />

extensa, lo que fue ampliamente beneficioso para el niño.<br />

En el aspecto político las Abuelas continúan organizándose nacional e<br />

internacionalmente. En Agosto de 1988 un comunicado de prensa protestando<br />

por recientes decisiones judiciales afirmaba: «El plan de los jueces es evitar<br />

que nosotras encontremos más niños desaparecidos. Están empeñados en<br />

70


cortar, borrar, cercenar el hilo conductor de la memoria histórica. Los des-<br />

aparecidos vivos, nuestros nietos. Se niega su existencia en cautiverio...<br />

Es el final definitivo para ellos. Pero debe quedar sentado que para el pueblo<br />

esclarecido y para la comunidad internacional que acompaña a las Abuelas<br />

de Plaza de Mayo, la restitución es el único camino válido, reparador. Y éste<br />

es el camino que nosotras continuaremos transitando».<br />

6 Congreso Americano de Adopción, fundado en 1978, es una organización «paraguas» que<br />

reúne adoptados, padres de nacimiento, padres adoptivos, agencias de adopción y profesiona-<br />

les individuales. Promueve la transparencia y honestidad en prácticas de adopción en Estados<br />

Unidos y Canadá. Para mayor información escribir a: AAC, P.O. Box 44090, L'Enfant Plaza<br />

Station, Washington, DC, 20026 - 0040.<br />

El trabajo de las Abuelas golpea en el centro de una temática como la<br />

familia y la paternidad/maternidad, y plantea importantes cuestiones éticas,<br />

no sólo para los argentinos, sino también para los que en Estados Unidos<br />

trabajan en casos de subrogación, o en cuestiones atinentes al derecho en<br />

materia de adopción y aplicación de tecnologías reproductivas. Las Abuelas<br />

y los equipos especializados que las acompañan, sostienen que cuestiones<br />

psicológicas -como por ejemplo la relación padre-hijo- solamente puede<br />

ser comprendida en su plenitud como «construida por» y «construyéndose<br />

desde» el amplio contexto social. Ni la teoría y práctica psicológica adecuada,<br />

ni la solución de arduos dilemas éticos se logrará cabalmente si no responden a,<br />

y están fundados en, nuestra historia social y nuestras vidas colectivas.<br />

Las Abuelas son la vanguardia en el tratamiento de ciertos temas funda-<br />

mentales que todo ser humano enfrenta: ¿Qué es la familia? ¿Cuál es el<br />

status (condición) de los niños? ¿Tenemos el derecho inalienable de conocer<br />

nuestro verdadero origen? Tanto su trabajo en Argentina como su éxito al<br />

lograr la inclusión del «derecho a la propia identidad» como uno de los<br />

artículos en el documento final de la Declaración de los Derechos del Niño<br />

auspiciada por Naciones Unidas responde afirmativamente a la última de las<br />

preguntas. Cómo será este derecho interpretado, es un tema abierto, el cual<br />

tiene considerables implicancias ya se trate de la adopción, de los niños naci-<br />

dos por inseminación artificial, o bien de la subrogación.<br />

Conclusión<br />

El trabajo de las Abuelas en «la recuperación de la identidad» y en el<br />

tratamiento de temas básicos como la individualidad y la familia contribuye<br />

no sólo a reclamar justicia y la vigencia de los derechos humanos en Argentina,<br />

es además un aporte importante a los debates en curso sobre subrogación,<br />

contratos, adopciones y los niños como propiedad. El supermercado<br />

reproductivo, en continua expansión en los países industrializados de Occi-<br />

dente, refuerza el modelo mercantilista de los niños como objetos y de las<br />

mujeres como incubadoras (criadoras).<br />

71


Las permutas y combinaciones que las nuevas opciones reproductivas<br />

permiten, crearán sin duda un nuevo grupo de seres humanos, para quienes<br />

instancias como la del origen e identidad serán de supremo interés.<br />

¿Habrá entonces una organización como la de Abuelas de Plaza de Mayo<br />

trabajando a su favor para desentrañar tales historias e identidades?<br />

Las Abuelas garantizan el derecho de los niños a la verdad, a sus histo-<br />

rias individuales, a sus familias y a su país. La memoria y la identidad se<br />

convierten en la base de la dignidad humana y en una estrategia contra el<br />

peligro de la amnesia colectiva apoderándose de la mente del pueblo. A<br />

medida que levantan el velo de la violencia patriarcal, que intenta secuestrar<br />

seres humanos y convertirlos en propiedad, nosotras entrevemos el día en<br />

que las mujeres no sean más víctimas de despojos y los niños, sus hijos,<br />

convertidos en objetos.<br />

5 Salarios promedio mensual (personal en relación de dependencia que no incluye cargos<br />

jerárquicos).<br />

1986<br />

Enero: 70 australes = U$S 87, 39<br />

Diciembre: 110 australes = U$S 114, 22<br />

1987<br />

Enero: 150 australes = U$S 112, 61 Diciembre: 350 australes = U$S 68, 35. Difícilmente una<br />

persona empleada en la cocina y limpieza de un sanatorio ganara 500 australes mensuales,<br />

(6.000 australes anuales s/fuentes citadas).<br />

En cuanto a la paridad austral/dólar de aquellos años damos el siguiente cuadro:<br />

1986<br />

Enero: 0, 801 australes = 1 U$S. Julio: 1, 008 australes = 1 U$S. Diciembre: 0, 963 australes = 1U$S.<br />

Promedio: 0, 9638 australes = 1 U$S.<br />

1987<br />

Enero: 1, 332 australes = 1 U$S Julio: 1, 977 australes = 1 U$S Diciembre: 5, 120 australes = 1 U$S<br />

Promedio: 2, 4793 australes = 1 U$S<br />

Por lo que vemos en el cuadro de 1986 de acuerdo a la paridad austral/dólar, la mencionada<br />

«Amelia» habría ganado alrededor de 6.230 dólares anuales (A 500 australes mensuales) lo<br />

que también indica que es errónea la cifra dada de 2.400 dólares.<br />

En cuanto a lo que se le pagó por su hijo/a no hay objeción, ya que ése no es un «mercado»<br />

oficial y se rige por reglas muy particulares.<br />

Por todas estas razones las cifras dadas por la población que narra este caso no concuerdan<br />

con los valores en vigencia en ese momento.<br />

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entre 1976 y 1983. Buenos Aires, Argentina.<br />

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72


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73


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perativa Tierra Fértil.<br />

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aparecidos») Programa realizado en PBS en 1986. La transcripción de este<br />

programa de una hora de duración tiene un precio de cuatro (4) dólares y<br />

puede solicitarse a NOVA, Box 322, Bostón, MA. El video o un film de 16<br />

mm. se vende en Coronel Film and Video, 108 Wilmont Rd., Deerfield, IL<br />

60015, 1-800-621-2131.<br />

NUNCA MÁS - El Informe de la Comisión National Argentina de la<br />

Desaparición de Personas (1986) New York - Farrar Straus Giroux.<br />

Página 12 (31 de agosto de 1989) «Traficar Bebés no tiene pena».<br />

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74


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reproductive rights» («De hielos y hombres: El congelamiento de los dere-<br />

chos reproductivos de la mujer») Issues in Reproductive and Genetic<br />

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Suárez Orozco, Marcelo M. (1987. «El trato de los niños en la «Guerra<br />

Sucia»; Ideología, Terrorismo de Estado, y Vejación de los niños en Argenti-<br />

na» Nancy Scheper-Hughes (ed.), Child Survival (pp. 227-246). Holland, D.<br />

Reidel Publishing Company.<br />

(b) Está en este título usado la palabra Stock con el sentido de Almacenaje de mercadería o bien de estirpe o linaje?<br />

por Juan Carlos Voinovich<br />

Abril de 1992<br />

CAPITULO III<br />

Las Abuelas:<br />

entre dioses y ausencias<br />

¿-No sería mejor dejar las cosas donde están?<br />

El comentario sincero, ingenuo, si acaso piadoso, de una mujer a las<br />

Abuelas de Plaza de Mayo, se refería a los niños como «cosa» y a las<br />

familias de militares que presuntamente asesinaron a sus padres como al<br />

lugar «donde están».<br />

¿Cómo responder? ¿Cómo encontrar la buena respuesta? Entre tantas<br />

posibles, ¿cómo evitar la fácil, la obvia? ¿Cómo eludir el fundamento con-<br />

tundente, normativo, el que hace uso del dogma para lidiar contra otras<br />

«verdades monolíticas y completas? ¿Cuál, entonces, la respuesta (interro-<br />

gante, a su vez) que abra a la polémica, a la Confrontación y restituya el<br />

Carácter pertinente -rescate la legitimidad- de la cuestión planteada, en<br />

definitiva la respuesta que nos ayude a explorar lo impensable?<br />

75


Atrapados sin salida, daremos una opinión de izquierda o de derecha,<br />

neutral o comprometida, en todo caso, radicalmente diferente si se hace<br />

desde el Terrorismo de Estado aún no superado del todo, o desde la Demo-<br />

cracia pluralista que no termina por consolidarse.<br />

Discrepar en un régimen totalitario, ya se sabe, no es una empresa ino-<br />

cente: se paga con la desaparición o la muerte.<br />

Se trata, para empezar, por reconocer que algo tenemos que hacer con<br />

el deseo y la ausencia, con el olvido y la memoria. Que tanto el olvido como<br />

la memoria nos son necesarios, y que es preciso saber y recordar para<br />

poder olvidar.<br />

Se trata de pensar sin miedo (o con el miedo, inevitable) en la cuota de<br />

sentido y en la cuota de insensatez que tiene seguir denunciando la ausen-<br />

cia, continuar buscando a esos niños, no cesar en el intento de encontrarlos.<br />

¿Cuánto tiene esa denuncia, esa búsqueda, de repetición traumática que<br />

«sería mejor» interrumpir para «dejar las cosas donde están»? ¿Cuánto de<br />

aventura deseante -la única- capaz de garantizar la apropiación simbó-<br />

lica. Para los psicoanalistas, atrevernos a pensar en estos temas, nos<br />

expone a quedar cautivos en un dilema de hierro. O sostenemos el dog-<br />

ma, la ideología y la creencia que nos define para un lado o para el otro<br />

con igual vehemencia, o apelamos a la tecnología científica que todo lo<br />

blanquea y desactiva.<br />

Es difícil eludir este riesgo, evitar el peligro. Es difícil disponerse a<br />

pensar lo impensable cuando no tenemos antecedentes, la teoría no ayuda,<br />

la sociedad nos invita -nos presiona, diría- a que abandonemos este<br />

tema que «a nadie le interesa, ya»; cuando, además, el propio miedo, el<br />

horror nos amenaza con la fascinación voyeurista o la identificación sufriere<br />

con las víctimas.<br />

Casi nada sabemos -y Dios nos libre y nos guarde de saberlo todo-<br />

pero algo podríamos pensar sobre éste, nuestro patrimonio mortífero.<br />

Ese rasgo de nuestra identidad que se nos impone como destino. Pen-<br />

sar, no como ilustración o como enciclopedismo estéril -como racionalidad<br />

cultural- sino como elaboración simbólica. La que permite y augura que el<br />

espanto no se repita, que se conjure la tragedia.<br />

Se trata, en todo caso, de recordar, para no repetir. Saber, para poder<br />

olvidar o, al menos, para cicatrizar heridas. Trabajo, el de pensar, que permi-<br />

ta innovar en el siniestro destino que tiende a reiterarse, Porque si algo<br />

sabemos -poco, pero algo al fin- es que el hecho traumático que no es<br />

elaborado, simbólicamente resignificado (individual y/o colectivamente, pero<br />

sobre todo colectivamente), se transmite de generación en generación y se<br />

expresa como compulsión a la repetición.<br />

76


La pregunta insiste y se amplia: ¿-No sería mejor dejar las sosas donde<br />

están y no pensar más en eso? Es decir: ¿no sería mejor aceptar el vacío, allí<br />

donde existe la vida y la muerte? ¿No sería mejor dejar de pensar? Dejar de<br />

hurgar en la memoria de un pasado maldito. Suspender la búsqueda de los<br />

hijos de sus hijos. Cesar de quererlos, de desearlos. ¿No sería mejor resig-<br />

narse, aceptar, cómplices, el vacío por el que sus seres queridos se esfuma-<br />

ron como humanos y consolidar así, de una buena vez, una identificación<br />

mortal con el poder de un Estado sin fallas, que desea su muerte -o, mucho<br />

más, su inexistencia pasada, su no inscripción- reeditando el fantasma ori-<br />

ginario que actúa como trauma siderante?<br />

Acaso ése, el de las abuelas, ¿no es un amor ciego? Amor que nunca<br />

existió. Si esas abuelas jamás conocieron a sus nietos. ¿Cómo puede dolerle<br />

la ausencia de lo que nunca tuvieron?<br />

La propuesta: «dejar las cosas donde están», sugiere un pacto, un acuer-<br />

do, una complicidad. Pacto entre las partes: una, acorralada por la ausencia.<br />

Otra, dueña de la vida y la muerte, que les «sugiere» como única salida para<br />

conjurarla hacer suyo el deseo de muerte. O, peor aun, aceptar que sus hijos<br />

nunca existieron como humanos. Acuerdo propuesto para convalidar dejan-<br />

do las cosas donde están», a los dioses en su lugar de poder. Pacto qué<br />

intenta ocultar los crímenes cometidos por los militares o, si acaso, atribuirles<br />

a las víctimas la intención agresiva y violenta que soportan. De ahí que a las<br />

abuelas se les pida -se les implore, casi- cesar en su búsqueda, «dejar las<br />

cosas donde están», no hacer más daño, acabar con el «secuestro de niños».<br />

En definitiva que en el reino del Terror, denunciar la apropiación es cometer-<br />

la, como en ese paradojal juego de «él que lo dice, lo es».<br />

El Terrorismo de Estado, más que Estado autoritario, fue la aplicación del<br />

miedo como método y práctica permanente. En lugar de Leyes Especiales o de<br />

Tribunales Especiales, el Terrorismo de Estado se caracterizó por la aplicación<br />

de una ley corrupta, expresión paradójica que, en sí misma, encierra toda una<br />

contradicción. No se trató, solamente, de la violación de los derechos consa-<br />

grados por la Declaración Universal de las Naciones Unidas en 1948. Lo que<br />

se avasalló en nuestras tierras, fueron aquellos derechos cuyo respeto parecía<br />

definitivamente garantizado a fines del siglo XVIII<br />

El Terrorismo de Estado basó su eficacia en la aniquilación física y en la<br />

destrucción de los cuerpos y de los símbolos. Mataron cuerpos y mataron la<br />

propia muerte. Ocultaron el origen de la vida y la muerte. Los militares que<br />

impusieron el Terrorismo de Estado fueron ascendidos a Dioses. Magos de<br />

la aparición y de la desaparición.<br />

Desaparición de los padres como por arte de magia.<br />

Aparición de los niños como por arte de magia.<br />

Antes que ellos fueran promovidos, no existían madres ni bebés.<br />

77


Ellos los hicieron1. Genitores. Les dieron nombre, los bautizaron, les<br />

pusieron fecha de fabricación y lugar de origen. Se hicieron de hijos esclavos.<br />

Después de ellos no existieron los padres. No es cuestión de entender que sí<br />

estaban y que, supuestamente, fueron asesinados. No es cuestión de enten-<br />

der que sí estaban y que -por alguna razón más o menos convincente-<br />

cedieron esos niños en adopción. La lógica imperante supone que no existie-<br />

ron. Inscriptos negativamente, son crímenes, sin crimen. Fue borrada su<br />

inscripción simbólica, su existencia humana. No hay duelo posible para una<br />

ausencia que así se considere.<br />

Aparición y desaparición. Tarea de magos. Y de dioses2 que ocupan el<br />

lugar vacío de la Ley. La única que garantiza la condición humana.<br />

Otros dioses precedieron a éstos, los nuestros. Dioses que contribuyeron<br />

a cargar sobre nuestros hombros la inscripción histórica del horror. Los colo-<br />

nialistas españoles que desembarcaron en estas tierras inauguraron con el<br />

«descubrimiento» una empresa de exterminio (que por otra parte segura-<br />

mente existió antes de la llegada de los españoles y se evidenció en los<br />

enfrentamientos de las diferentes naciones aborígenes: imperios despóticos).<br />

Ellos, también, fueron magos de la aparición y la desaparición.<br />

1 Desde el punto de vista filosófico, la «creación teológica no es más que una palabra, un nombre<br />

falso para designar lo que en verdad es sencillamente producción, elaboración, fabricación o<br />

construcción La «creación» teológica sigue siempre el modelo del Timeo Dios es un construc-<br />

tor, un artesano que mira los eide, las formas preexistentes, y los utiliza como modelos o<br />

paradigmas para modelar la materia Pero Dios no crea el eidos ni en Platón ni en ninguna<br />

teología racional Dios es el artesano-demiurgo- de las formas «intermediarias», del mundo<br />

y de todo lo que este contiene del timeo, pero no es -y no podría ser- el creador de los<br />

eschata (como diría Aristóteles en la Metafísica}, es decir, -creador de la materia desnuda y de<br />

los eide-formas últimas de los elementos matemáticos del Tuneo Dios no es el creador de lo<br />

«vivo eterno» El Dios del Génesis no lo es tampoco ÉL solo le da forma al tohubohu ya<br />

existente Nuestros dioses -militares- fueron consecuentes con esta concepción teológica<br />

2 Dejando de lado el sentido polémico y hasta peligroso del término patriarcado, esos dioses<br />

-dioses de la aparición y la desaparición- se me hacen dioses patriarcales. Dioses envidio-<br />

sos de la fertilidad femenina que realizan -en su universo psicótico- la fantasía de ser ellos los<br />

que hicieron a esos niños, los que después de «gestarlos» les pusieron nombre, les pusieron<br />

fecha y lugar de nacimiento Les dieron identidad e historia, los bautizaron y -(denegando a<br />

sus verdaderas madres (ya que no aceptan el asesinato sino que reclaman la inexistencia de<br />

esas madres desaparecidas)- después de construirlos ellos mismos, les dieron una «madre».<br />

Los españoles «descubrieron» América contra toda evidencia de las<br />

civilizaciones que ya existían porque -como se sabe- nada existe antes de<br />

haber sido creado por Dios. Así, a esos aborígenes (que ellos llamaban<br />

indios) o los pensaban como seres humanos completos, buenos para ser<br />

bautizados -idénticos a ellos, pero no iguales- o bien se los reconocía<br />

como diferentes, lo que se traducía inmediatamente en inferiores. Buenos<br />

para ser aplastados, subordinados, cuando no aniquilados. Cualquiera, menos<br />

la posibilidad de aceptar la diferencia, esa alteridad que los representantes de<br />

Dios en la tierra no permiten y que la Ley habilita.<br />

Los aborígenes fueron eliminados. Su existencia corporal y simbólica<br />

negada (culturas tan diversas como la de los mapuches, tobas, quechuas,<br />

78


aymaras, shuaras, tetetes, cofames, cayapas, miskitos, mayas entre otros fue-<br />

ron homogeneizadas bajo la categoría de indios). Culturas e historias desapare-<br />

cidas. Sobrevivieron algunos, si acaso, cuando sus trabajos, sacrificios y ofren-<br />

das eran esenciales para el soporte de sus amos en el lugar de los dioses3.<br />

Junto al genocidio de los «indios», debemos a estos dioses, que los de<br />

miles de africanos fueran arrancados de sus tierras, de su cultura, de sus<br />

familias, de sus nombres y de su historia para convertirse en «cosas». Obje-<br />

tos de intercambio que «gestados» en bodegas de barcos se entregaban a la<br />

«nueva vida». Hijos esclavos.<br />

Allí, también, la aparición (de los negros), la desaparición (de los aborí-<br />

genes) que los dioses impusieron desde el poder.<br />

Nuestra identidad nacional, la historia de nuestra cultura se forjó, tam-<br />

bién, con oleadas de inmigrantes. Sobrevivientes y victimarios, generalmen-<br />

te, de otros proyectos genocidas. Todo hace pensar que sabemos muy poco<br />

de su historia (que es la nuestra) por la transmisión oral de nuestros abuelos.<br />

Si acaso anécdotas, mitos que se repiten hasta el cansancio para disimular<br />

silencios, vacíos. Más que relatos callados, se trata de marcas no significables.<br />

Experiencias abrumadoras, excesivas, que se inscriben por lo negativo: hue-<br />

cos. Todo hace pensar que el silencio de los sobrevivientes y de los verdugos<br />

-que se explica por la insalvable dificultad de transmitirles a sus hijos el<br />

lugar activo o pasivo que les tocó en un proyecto de exterminio- se inscri-<br />

bió como hecho traumático. Tanto más eficaz cuanto que su causa fue muda.<br />

¿Cuál es la palabra para designar el horror? ¿Cuál el relato que permita<br />

transmitir eso, insoportable, de haber sido objeto, destinatario elegido, de un<br />

proyecto de destrucción? ¿Cómo hablar desde el lugar de sujetos inhuma-<br />

nos, pensados para ser exterminados y quemados; hechos humo para luego<br />

negar que han existido? Esos dioses -los nazis, por ejemplo- tampoco<br />

toleraban las diferencias y, si bien de manera muy acotada experimentaron<br />

en la conservación de cuerpos de niños judíos, su decisión estratégica fue la<br />

de aniquilar la «raza» toda. Eliminarlos en sus prolongaciones ascendentes y<br />

descendentes para, después, negar que hubieran existido. De ahí la industria<br />

de la desaparición de cuerpos. Esa maquinaria mortífera de los hornos y los<br />

campos de exterminio.<br />

3 Estos dioses que a partir de 1492 aniquilaron a los indios de América y «fabricaron» negros en<br />

los galeones, no toleraban diferencias. Cuando la propia España debió homogeneizarse católi-<br />

ca, a los judíos no se los exterminó. Se los convirtió al catolicismo o se los expulsé por el Edicto<br />

del 31 de marzo de 1492 que, dicho sea de paso, aún no ha sido revocado por la Constitución<br />

del Reino.<br />

Nuestra identidad nacional, la historia de nuestra cultura se forjó con<br />

oleadas de inmigrantes. En su mayoría sobrevivientes y verdugos del holo-<br />

causto, de proyectos genocidas (los judíos, los armenios) o de persecuciones<br />

ligadas a la pobreza y a las guerras (españoles e italianos).<br />

El genocidio de los judíos y los armenios, seguramente, casi nada tiene<br />

que ver con el exterminio de los aborígenes americanos ni con el arranca-<br />

79


miento al que fueron sometidos los negros africanos. Seguramente no se<br />

puede comparar la persecución masiva, la tortura y la desaparición a la que<br />

fue sometida la sociedad argentina desde 1977 hasta 1983 con los horrores<br />

de las guerras convencionales (la del Paraguay, la de las Malvinas para citar<br />

sólo dos que nos «tocaron» de muy cerca) o con los cortes de los inmigrantes<br />

y refugiados, pero, sin embargo, algo tienen en común. Son parte de una<br />

historia traumática, identidad nuestra hecha con marcas letales. Existe un<br />

registro diferente -una particular inscripción en la individualidad psíquica, y<br />

en el imaginario social-para las guerras, el Holocausto, los genocidios, el<br />

Terrorismo de Estado y la amenaza nuclear, pero todas ellas ponen en peli-<br />

gro la supervivencia de la especie y, por lo tanto, comparten una particular<br />

manera de impedir su captura simbólica. Captura simbólica que se suprime<br />

con la propuesta inicial.<br />

«Dejar las cosas donde están» significa, entonces, exponemos a la per-<br />

petuación de la desaparición y la muerte. Seguir ofreciéndole sacrificios a<br />

los dioses para sostenerlos en su lugar de poder. Significa sometemos a la<br />

amenaza de muerte -o de desaparición- haciendo nuestro el deseo de<br />

muerte y de desaparición que nos toma por destinatarios4.<br />

Para las Abuelas «dejar las cosas donde están» significa que ellas mis-<br />

mas deberían aportar a su aniquilamiento Evaporarse Reconocer que nunca<br />

tuvieron hijos Ignorar la verdadera identidad de esos niños, la que pone en<br />

deuda la omnipotencia de sus captores Con la búsqueda que no cesa, y su<br />

inclaudicable reclamo, las Abuelas configuran el destino que se opone al<br />

avasallante despliegue del poder totalitario. Lo que no callan, lo que las abue-<br />

las denuncian con su incorruptible anhelo de encontrarlos es, simplemente, la<br />

existencia de esos niños, de sus nietos. Esos niños existen Lo que las Abue-<br />

las pretenden es poder llamarlos por su nombre Esos niños son la prueba<br />

incontestable del delito cometido Delito que impide nombrar a los niños<br />

Delito que impone nombrar a los culpables<br />

Por el contrario, «dejar las cosas donde están», invita a aceptar el silen-<br />

cio, la insensatez y la muerte La muerte, y la abolición de muerte. Propone,<br />

también, resignarse a la prolongación del Terrorismo de Estado que nuestra<br />

precaria Democracia intenta interrumpir.<br />

4 Seguramente los acontecimientos históricos que con marca de sangre y fuego gestaron nues-<br />

tra identidad no se enhebran racionalmente en una secuencia causal -o casi causal- regida<br />

por leyes que explican nuestro destino. Los intentos de hacer derivar nuestros males actuales<br />

de los antecedentes mortíferos no elaborados, o de profetizar y augurar otros horrores por venir<br />

en función de una pasado que asi parecería imponerlo, ignora que la sociedad instituyente<br />

(no la instituida) es el modo de ser del campo histórico social «Urdimbre inmensamente<br />

compleja de significaciones» (C Castoriadis) que, independiente de la base material, empa-<br />

pan, orientan y dirigen toda la vida de la sociedad En última instancia, creación imprevisible<br />

del imaginario social<br />

Con todo, es lícito pensar que aquellos vientos trajeron estos lodos, que algo hubo en lo<br />

viejo Algo que el quedar pendiente de resolución, preparo -determino, diriamos- lo nuevo<br />

Pero nada se opone a que podamos afirmar que lo antiguo entra en lo nuevo con la significación<br />

que lo nuevo le da. Quiero decir de acuerdo a los esquemas imaginación del presente<br />

Cada sociedad instaura, crea, construye su propio mundo Su propia identidad Lo que<br />

mantiene unida a la sociedad, lo que la sostiene cohesionada, no es otra cosa que el magma de<br />

las significaciones imaginarias, sistema de interpretación del mundo creado por ella Mas que<br />

sistema de interpretación que la sociedad tiene, sistema de interpretación que hace y es la<br />

sociedad Y esa es la razón por la cual la sociedad totalitaria percibe como un peligro mortal<br />

80


todo ataque contra este sistema de interpretación El develamiento de la «verdad» se entiende<br />

como un violencia ejercida contra su identidad Una agresión contra si misma «Mejor, enton-<br />

ces, dejar las cosa donde están»<br />

En otras palabras (y dejando de lado la ontología tradicional) nuestra existencia social es<br />

tanto determinación como significación Aceptar esta propuesta nos llevaría, modestamente, a<br />

renunciar (¿solo parcialmente'?) a las explicaciones históricas tradicionales que intenten dar<br />

cuenta del Terrorismo de Estado que se impuso en nuestro país y la complicidad popular que lo<br />

soporto, para conformarnos con la posibilidad de dilucidar ese «Proceso»<br />

por Marie P. Chevance-Bertin<br />

Junio de 1987<br />

TERCERA PARTE<br />

Apropiación-Restitución<br />

Algunos casos<br />

CAPITULO I<br />

«Memoria para lo impensable.<br />

El caso de los hijos de desaparecidos<br />

argentinos robados por militares o policías»<br />

Mi propósito es dar cuenta desde el punto de vista clínico, de una situa-<br />

ción humana anclada en lo social, lo jurídico y lo político. Aquello de lo que<br />

quiero hablar es, en efecto, de la situación real de los hijos de militantes<br />

argentinos robados por militares o policías directa o indirectamente implica-<br />

dos en la muerte o desaparición de sus padres.<br />

El material sobre el que he trabajado está constituido por los diarios,<br />

revistas, boletines informativos y diferentes trabajos publicados entre 1967<br />

y 1987.<br />

Todas mis fuentes están reunidas en una bibliografía al final de este<br />

artículo,<br />

81


Hablo de los niños robados y no de los adoptados, pues me parece fun-<br />

damental marcar la diferencia. Volveré sobre esto.<br />

¿En qué circunstancias se ha realizado este robo? Ya sea que las madres<br />

estuvieran en los campos de concentración, habiendo sido llevadas encintas el<br />

hijo-tomado a su nacimiento, ya sea que los padres estuvieran secuestrados,<br />

matados en sus casas o en la calle y los niños robados en ese momento.<br />

Tal acción supone un momento histórico y social particular que lo permita.<br />

Esto ha ocurrido en Argentina entre 1976 y 1984, bajo una dictadura<br />

militar. En una sociedad en la que la violencia del Estado es la única legiti-<br />

midad, el robo de un niño puede ser legalizado, de modo fraudulento,<br />

como adopción.<br />

«...a menos de promover la locura la anulación subjetiva (del sujeto) una<br />

exigencia no puede ser eludida: la existencia de un marco de legalidad que<br />

garantice la conservación de la especie, según las leyes intransgredibles de la<br />

diferenciación humana.» (Pierre Legendre.L' inestimable objetde la trans-<br />

misión, Fayard, París 1985.)<br />

He aquí no un marco de legalidad, sino un terrorismo de Estado institu-<br />

yendo el crimen. Autoritarismo y ley se confunden si un Estado, autoridad<br />

que garantiza la vida y la Libertad, es suplantado por un Estado que adminis-<br />

tra la muerte, se pierden las señales (indicadores) que garantizan «la institu-<br />

ción de lo viviente»<br />

Para una mejor comprensión debemos subrayar que no se trata de un<br />

país en guerra sino de un sistema de represión establecido para impedir toda<br />

posibilidad de resistencia y la expresión de cualquier otra forma de pensa-<br />

miento. Las personas desaparecidas (30.000), las personas asesinadas<br />

(2.000), u obligadas al exilio (2.000.000) son opositores políticos, obreros,<br />

sindicalistas, intelectuales, pero también personas ancianas y niños (varios<br />

centenares de niños desaparecidos).<br />

La población argentina ha sido tocada en su conjunto. Esto quiere decir<br />

que en ciertos sectores sociales o geográficos casi todos los miembros de la<br />

comunidad han tenido un miembro de su familia, un amigo o algún conocido<br />

detenido, interrogado, secuestrado, por las fuerzas armadas o de seguridad.<br />

Las operaciones de rapto o de asesinato se hacían en la vía pública, en el<br />

lugar de trabajo o en el domicilio. Los dispositivos implementados eran siem-<br />

pre desproporcionados por la cantidad de hombres y de armas empleadas<br />

que podrían ir, hasta tanques y helicópteros. Las personas interpeladas esta-<br />

ban prácticamente siempre desarmadas y efectuando sus tareas cotidianas.<br />

Se trataba de hacer creer a los testigos que el detenido era peligroso y de<br />

intimidar a la población aterrorizándola.<br />

Las condiciones de reclusión, los métodos de tortura, los campos de<br />

concentración, la degradación física y psíquica de las víctimas, el manejo<br />

82


falso de la realidad, instauraron un proceso de alienación que pesó sobre<br />

toda la población.<br />

La presunción de asesinato de los ciudadanos desaparecidos que el dis-<br />

curso oficial llama delincuentes, produce un efecto de renegación entre la<br />

población. Es corriente entender: si él o ella estuvieron secuestrados «por<br />

algo será». Ese algo podía dar cuenta de una condición particular que permi-<br />

tía pensar que uno no ocuparía el lugar de la víctima. Cuando al cabo de dos<br />

o tres años de dictadura la realidad de los campos de concentración fue<br />

incontestable, otros mecanismos de denegación (Verleugnung) se observa-<br />

ron en su lugar. Como el «eso no existe» no podrá invocarse más, fue<br />

reemplazado por: «cuántos habrá?, 100, 200, 300? Esto no es demasiado gra-<br />

ve, ellos seguramente han hecho algo». La cuestión del número venía a<br />

impedir que se formularan las verdaderas preguntas aunque tales se impusie-<br />

ran, aunque sólo se tratara de una sola persona.<br />

I<br />

La denegación (Verleugnung) de la realidad por parte de la población<br />

fue ampliamente reforzada por los mecanismos «legales» y los discursos<br />

oficiales. Es el análisis de esta violencia institucionalizada el que nos ocupa,<br />

en sus efectos indisociables sobre lo político, lo jurídico, la personas y su<br />

subjetividad.<br />

El niño robado, y legalmente apropiado, no tendrá acceso a su historia.<br />

Su inscripción legal será falsificada, su nombre cambiado igual que su fecha<br />

de nacimiento, su historia le será robada. El vínculo que se establecerá con<br />

sus «padres» asesinos, ladrones, será sobre la base del crimen y de la men-<br />

tira (se utiliza el término de asesino, para remarcar que en este caso no se<br />

trata de una guerra).<br />

Nosotros debemos ver bien la diferencia entre un acto de guerra y una<br />

acción de asesinato: el problema de la ley se ubica en un lugar totalmente<br />

diferente. Cito la frase del ibérico Saint Jean, gobernador de la Provincia de<br />

Buenos Aires en diciembre de 1976 que ilustra esta diferencia.<br />

«Nosotros comenzaremos por matar todos los subversivos, después los<br />

colaboradores, después los simpatizantes, a continuación los indiferentes y<br />

finalmente los tímidos»<br />

También la frase de Luciano Benjamín Menéndez:<br />

«Mientras Videla gobierne, yo mato»<br />

Estas declaraciones de altos funcionarios gubernamentales muestran<br />

que estamos fuera del estado de derecho.<br />

83


Por un lado, la fuerza pública es empleada ilícitamente, y por otra, el<br />

gobierno es cómplice de hechos delictivos dando su consentimiento pasivo a<br />

los actos de grupos parapoliciales y paramilitares.<br />

La detención de personas desaparecidas no está reconocida «El des-<br />

aparecido está sustraído de la protección del derecho. Inocente o no a la<br />

mirada del Derecho Penal, este último no puede castigarlo ni protegerlo.<br />

Frente al hecho de la desaparición de una persona, lógicamente el recurso no<br />

puede ser interpuesto más que por la familia o por un representante legal. Los<br />

recursos interpuestos quedan sin respuesta o reciben una respuesta negativa.<br />

El deber de búsqueda no está asumido por los responsables de la aplicación de<br />

las leyes» (F. Leonoir- «Estudio sobre la detención no reconocida y su rol en la<br />

práctica de las desapariciones forzosas o involuntarias. Documento de trabajo<br />

para la XXXVIII sesión de la O.N.U. 1986, editado por la FI<strong>DE</strong>).<br />

La persona desaparecida es realmente secuestrada, torturada, asesinada.<br />

De esto nada está dicho, nada se sabe, nunca tuvo lugar. Pero esta desapari-<br />

ción anula la personalidad jurídica y permite que los niños de esos «desapa-<br />

recidos» puedan ser fraudulentamente adoptados.<br />

Es en la dirección de esta denegación del derecho que el robo de un niño<br />

pudo ser cometido. El término de «robo» no es neutro. Doy por supuesto<br />

que este niño será un niño objeto, en el sentido que Fierre Legendre lo<br />

entiende, es decir, «hipotecado como objeto de propiedad».<br />

Inventar un sistema donde se puede desaparecer permite al mismo tiempo<br />

hacer «aparecer». Este niño robado aparecerá como hijo de tal militar o de<br />

tal policía al precio de la desaparición de sus padres.<br />

Todo el poder: hago desaparecer, hago aparecer, con el desprecio de la<br />

ley que funda los lazos humanos y asegura la transmisión de la vida.<br />

II<br />

El robo de un niño por el torturador nos hace formular ciertas preguntas,<br />

en cuanto qué lugar este torturador ocupa con respecto al militante asesinado<br />

y a su hijo.<br />

¿No podemos pensar que en esa relación de odio, pero también de ad-<br />

miración reconocida en los testimonios, la puesta en acto del asesinato del<br />

padre? La imagen del padre prestigioso de la horda primitiva estaría repre-<br />

sentada por el militante, el opositor político, torturado, envilecido y asesina-<br />

do. Su niño robado y apropiado, parte de él mismo, cortado de su propia<br />

filiación, sería reintroducido en una nueva filiación, otro grupo, el de los<br />

militares o el de los policías.<br />

Por este acto el militar crea una nueva descendencia, niega sus ascen-<br />

dientes efectuando una ruptura de filiación con ellos. Pero se trata igualmente<br />

de borrar una filiación, se mete mano en la filiación del militante asesinado<br />

84


¿Por qué en efecto, ciertos niños han sido conservados mientras que tantos<br />

otros fueron asesinados?<br />

En los primeros meses del año 1976 en el transcurso de un rapto efec-<br />

tuado en la casa de una pareja, su hijo de 10 años fue llevado, los ojos<br />

vendados, esposado. Testigos de la escena relataron esta frase a propósito<br />

de este joven: «Es mejor que te matemos para que no crezcas». Ningún<br />

miembro de la familia reapareció. Camps declaró: «Personalmente no elimi-<br />

né a ningún niño, lo que hice fue darlos a organismos que le encuentran<br />

nuevos padres, los padres subversivos educan a sus hijos para la subversión;<br />

es lo que hay que impedir».<br />

En este «personalmente» está la confesión de que otros lo hacían. Nume-<br />

rosos testimonios rinden cuenta de los fusilamientos donde los niños, cualquie-<br />

ra fuera su edad, eran matados con sus padres. Ciertos niños fueron confiados<br />

a sus vecinos, abandonados en la calle o ubicados en alguna institución.<br />

Cuando un niño era recuperado se trataba de una estrategia bien precisa:<br />

este niño era desviado de su filiación. ¿En qué medida la relación del militar<br />

al padre y a la madre víctimas no va a ser perpetuada a través de este niño?<br />

La relación se prolonga más allá de la muerte. ¿Qué pasa con la fascinación<br />

del militar hacia su enemigo del cual tan a menudo alaba el coraje a través de<br />

los insultos que le dirige? ¿Qué espera comprender de aquel que ha aniquila-<br />

do a través de la apropiación de su hijo? ¿De qué deseo monstruoso e in-<br />

consciente da cuenta esta apropiación?<br />

Podemos pensar que en un último acto perverso el militar, dando su<br />

nombre a un niño se hace padre y responsable de un genocidio, significándolo<br />

en la carne misma de aquel que quiso exterminar. El mal debe transmitirse<br />

más allá de la muerte del sujeto.<br />

Es efectivamente el problema de la transmisión que se plantea. En esta<br />

filiación desviada ¿cuál será la función paternal?<br />

Piera Aulanguier nos dice a propósito:<br />

«...de su dependencia al hecho cultural, resulta que la función paterna<br />

no puede preservar su función de eje en el registro del sistema de parentes-<br />

co sino tiene asegurada una continuidad...»<br />

Es justamente esta «función de eje en el registro del sistema de parentes-<br />

co» que está borrado aquí, porque la filiación está negada la transmisión está<br />

cortada, está el fantasma de crear otro, un robot humano, el poder de<br />

Frankestein.<br />

La historia del niño-está falsificada, su fecha de nacimiento adulterada,<br />

su lugar de nacimiento inventado, su nombre cambiado.<br />

En la creación de este ser, fundada sobre la ruptura de su propia filia-<br />

ción, y al mismo tiempo de aquella del que se denomina padre, podemos ver<br />

85


el fantasma de un engendro por la cabeza del cual nos habla J. Guyotat<br />

cuando hace alusión a la filiación narcisista que él diferencia de la filiación<br />

instituida. «Este nacimiento por la cabeza representa así la filiación de los<br />

pensamientos y la filiación intelectual y espiritual». Aquí encontramos la<br />

ideología del Gral. Camps.<br />

III<br />

Si sobre el plano de la filiación las cosas se organizan en el nivel de tres<br />

generaciones, el padre del hijo siendo el hijo del padre, el sistema edípico se<br />

pone en su lugar tanto en referencia al hijo como en referencia al padre.<br />

Esta organización funciona bien siempre y cuando la palabra de la madre<br />

vehiculiza el deseo que ella tuvo de ese hijo de tal padre.<br />

En el caso que nos ocupa es interesante notar qué listas de espera esta-<br />

ban abiertas en el campo de concentración de la ESMA (Escuela Mecánica<br />

de la Armada, escuela de la Marina tristemente célebre). Familias de milita-<br />

res de la Marina esperaban que prisioneras encintas parieran para apropiarse<br />

de sus hijos.<br />

¿Por qué estos niños y no cualquier niño de una institución esperando<br />

ser adoptado? La razón invocada es que «sus padres eran inteligentes, cul-<br />

tos, a menudo de la pequeña burguesía o de la burguesía, en cambio los<br />

niños abandonados en la instituciones eran niños de medios desfavorecidos,<br />

cabecitas negras».<br />

Se sabía, durante la espera de este niño, que su madre era torturada,<br />

vivía en condiciones inhumanas, daba a luz esposada y estaba consagrada a<br />

la muerte después de dar a luz.<br />

El deseo de la madre «adoptante» no se articula alrededor del deseo de<br />

la madre de tener un hijo de su marido, pero se articula en el todo poder de<br />

tener un derecho de vida y de muerte sobre esta mujer visita, por lo tanto<br />

sobre su hijo. Aunque se suponga que el marido no le diga nada a su mujer<br />

del origen de este niño (lo que es una suposición muy aleatoria, si se tienen<br />

en cuenta diversos testimonios y la amplitud del dispositivo desplegado para<br />

el fraude de la partida de nacimiento y de la perpetuidad de la mentira) el<br />

precio es enorme, complicidad, silencio, mentira, sujección. Sujección que<br />

dice mucho sobre las relaciones de la pareja de padres adoptantes.<br />

¿Qué será de la palabra de esta «madre» a nivel de la organización del<br />

sistema simbólico, ya que ella no será portadora más que de lo no dicho y del<br />

secreto? Nuestra propuesta muestra cuántos de estos actos fuera de la ley,<br />

asesinato o complicidad de asesinato, robo de niño, subvierte absolutamente<br />

toda institución simbólica no solamente de las costumbres, las reglas, las<br />

leyes y los ritos vigentes, sino también la relación de los seres humanos con<br />

su palabra.<br />

Yo quisiera retomar la palabra «robo» que empleo, y que hace pasar al<br />

niño del lado de los objetos por la negación de su estatuto genealógico. No se<br />

86


puede disociar esto del tratamiento infligido a sus padres, torturados y asesi-<br />

nados. Cuerpo negado de la madre. Cuerpo negado del padre. ¿Qué deman-<br />

da le será dirigida a este niño? ¿A esta cosa? ¿A este objeto? Si hay represión<br />

de la interrogación genealógica, fundamental para obtener la diferenciación<br />

de los individuos en la especie ¿debemos hablar de niño, o debemos hablar<br />

de objeto?<br />

IV<br />

Estas preguntas nos llevan a retomar toda la cadena de actos que han<br />

permitido que este robo se cometa, desaparición, torturas, asesinatos. Todos<br />

los testimonios recogidos acerca de los sobrevivientes dan cuenta del ex-<br />

traordinario sadismo puesto enjuego en estas prácticas. Sadismo sexual (vio-<br />

laciones, jejenes en las partes genitales, introducción de ratas en la vagina o<br />

el ano, bestialidad), sadismo moral (asistir a la tortura de un ser querido,<br />

amenaza a familiares, simulacros de fusilamiento, simulacros de puesta en<br />

libertad), sadismo en la búsqueda del dolor (presencia de médicos para que<br />

el corazón no afloje, sofisticación y refinamiento en la elección de la tortura<br />

física). Hacer el mal por el mal estaba mucho más presente que una técnica<br />

en vista de obtener datos.<br />

¿Podemos suponer que estamos en el registro de la perversión? ¿Qué<br />

podemos interrogar de esta renegación de la realidad y de esta renegación<br />

de la castración? ¿En estos actos no habría una ausencia de represión? Este<br />

niño que no llegamos a ver como tal, ya que su lugar genealógico es tan<br />

difícil de situar, que está condenado a permanecer objeto ya que nacido<br />

muerto-nacido falto de una posición genealógica justa ¿no viene a ocupar un<br />

lugar de objeto fetiche y así, dramáticamente, sellar la unión de los que lo<br />

robaron?<br />

El robo del niño puede tener lugar en el momento de dar a luz en el<br />

campo de concentración. Estamos en el universo sádico, universo cerrado<br />

donde los hombres tienen el poder de sustituirse a Dios y a la naturaleza.<br />

Nuevas leyes están erigidas por nuevos maestros que tienen derecho de<br />

vida o de muerte sobre sus víctimas. Ellos mismos, por este nuevo sistema,<br />

escaparían a la ley que hace que la vida esté obligatoriamente ligada a la<br />

muerte. Reduciendo las víctimas al estado de excrementos el pase se efectúa:<br />

abolición de las diferencias de los sexos y de las generaciones. Nacido en<br />

tales condiciones, nada nos hace pensar que el niño robado es investido de<br />

otra manera por sus «padres adoptivos», más que como objeto deshecho,<br />

pedazo de sus padres.<br />

El robo del niño puede igualmente suceder en el momento del asesinato<br />

de sus padres o de su rapto. Dos momentos de la transgresión de la ley Este<br />

gesto de apropiarse del niño, ¿no viene acaso a tomar lugar en una proble-<br />

mática perversa de desafío?<br />

87


Yo doy muerte, seguro de mi impunidad y lanzo el desafío mas audaz:<br />

hacerme padre de aquel cuyo padre asesiné.<br />

El perverso no desconoce la ley, por contrario la transgresión y el desa-<br />

fío lo reafirman en permanencia sobre su existencia y mantienen su goce de<br />

poder «jugar con». Goce mayor en el robo de niños que no separa en el acto<br />

de falsificación del acta de nacimiento y permite mantener cotidianamente<br />

en todas las relaciones, comenzando por aquella con el niño, una relación<br />

falsa que mantiene la ley a distancia, pero omnipresente y amenazante. La<br />

complicidad perversa está sellada y relanzada perpetuamente por la presen-<br />

cia del niño. Este niño representa la memoria, la reactualización permanente<br />

del acto cometido. Relanza goce, dominio absoluto, asesinato de los padres,<br />

posesión del niño, desafío a la sociedad estafada y fracasada en sus leyes.<br />

V<br />

Para continuar con mi propósito, voy ahora a dar cuenta de la búsqueda,<br />

por parte de las familias, que se hizo paralelamente a estos robos de niños,<br />

La primera asociación que se formó durante la dictadura, es la asocia-<br />

ción de las madres de desaparecidos llamadas «las locas de la Plaza de<br />

Mayo», porque todos los jueves, incansablemente, daban vueltas por la Pla-<br />

za de Mayo para reclamar por sus hijos o parientes desaparecidos. Haciendo<br />

de memoria política del país paralizado por el terror, ellas fueron sometidas a<br />

la persecución, a los raptos, a los asesinatos, su «locura» les hacía desafiar la<br />

máquina infernal imperante y osar no aceptar lo inaceptable.<br />

Poco tiempo después se constituyó «La Asociación de las Abuelas de<br />

Plaza de Mayo» que se pusieron como objetivo reencontrar sus nietos des-<br />

aparecidos, restituirlos a sus familias, y obtener el castigo de los culpables.<br />

Esto supone un apoyo considerable de la población que les da los indicios<br />

que permiten situar a los niños, indicios que a menudo se remontan a diez<br />

años atrás. Su tarea, clandestina y perseguida durante la dictadura es más<br />

holgada hoy día aunque están permanentemente amenazadas, a menudo<br />

agredidas, porque su búsqueda constante y su rechazo al olvido se acomo-<br />

dan mal con la debilidad de la democracia en el país.<br />

Un equipo de especialistas juristas, psicólogos, genetistas las ayuda en<br />

su voluntad inquebrantable de reencontrar los centenares de niños desapa-<br />

recidos. El equipo de genetistas tiene la tarea de probar el parentesco de los<br />

niños reencontrados, por medio de pruebas sanguíneas por el lado de los<br />

abuelos o de los tíos. El equipo médico psicológico interviene en el momento<br />

del proceso de restitución a sus familias. Imaginamos la extrema complica-<br />

ción de esta restitución.<br />

La búsqueda de las abuelas las ha confrontado a diferentes situacio-<br />

nes: ya sea que debieran constatar la muerte de sus nietos, ya sea encon-<br />

trar las familias que educaron y protegieron los niños durante los años de<br />

la dictadura, sabiendo quererlos estaban en peligro (en este caso las fami-<br />

88


lias colaboraron a su reinserción en el medio familiar y organizaron visi-<br />

tas con sus abuelos y la continuación de su educación) ya sea descubrir<br />

que sus nietos estaban en manos de policías o de militares que no querían<br />

devolverlos.<br />

Dos situaciones se presentaron entonces: los usurpadores estuvieron pre-<br />

sionados por la ley para restituir a los niños o bien ellos se fugaron con los<br />

niños y están ahora expuestos a los mandatos internacionales. Estas huidas<br />

han sido posibles gracias a la complicidad de los jueces que permanecen<br />

desde la destitución de la dictadura.<br />

Tanto el robo de estos niños tiene lugar en una cadena patológica, que<br />

parece perpetuarse hasta el infinito (es el mal más allá de la muerte), cuanto<br />

el difícil desafío de las Abuelas de Plaza de Mayo debe situarse del lado de<br />

la vida, de la búsqueda de la verdad y de la asunción de la realidad. Lo que<br />

aparece de golpe es el rechazo de la abolición de las generaciones. Es la<br />

exigencia del restablecimiento de los lugares en la filiación. Los abuelos, los<br />

padres, los hijos, no es más que la misma cosa. Y las Abuelas lo signan con<br />

una reivindicación muy precisa: la aparición de los cuerpos. «Si nuestros<br />

hijos y nuestros nietos fueron matados ¿dónde están sus tumbas? ¿Y si no,<br />

donde están?<br />

Y es justamente esta pregunta que es insoportable, porque al no aceptar<br />

la «desaparición» ellas invocan el delito y entonces designan a los culpables.<br />

La búsqueda por los padres, de sus hijos asesinados, es un intento de<br />

reconstituir lo simbólico-social teniendo en cuenta a los sujetos.<br />

Pienso que es esencial tener en cuenta el valor simbólico de la<br />

«desadopción» de los niños que fueron educados por militares o policías. Es<br />

esta importancia simbólica la que hace necesario un equipo especializado<br />

para llevar mejor el difícil proceso de restitución.<br />

El equipo médico-psicológico asiste a los magistrados encargados de<br />

estos casos, porque la palabra dirigida por el juez en el momento en que se<br />

le dice al niño que va a vivir con sus abuelos, es fundadora de una identidad.<br />

Quisiera dar un ejemplo que ilustre mi propósito.<br />

Se trata del caso de Paula..., raptada y secuestrada en 1978, a la<br />

edad de 23 meses. Sus padres fueron «violentamente llevados» de-<br />

lante de ella. Un policía que participó del rapto se la apropió. Fue<br />

inscripta, falsamente, como hija propia. En 1983, Paula fue localiza-<br />

da, en el 84, gracias a las pruebas genéticas, le fue confiada la guarda<br />

a su abuela. La restitución fue extremadamente difícil a causa de la<br />

resistencia de los «padres» que intentaron huir con la niña.<br />

El juez encargado de la restitución se dirigió en estos términos a<br />

Paula. Soy Juez, no puedo mentir, sino no podría ejercer este traba-<br />

jo; tu nombre es Paula. Estos son tus abuelos, ahora tú puedes vivir<br />

89


con ellos. La niña se dirigió a la habitación donde la esperaban los<br />

abuelos que ella ya había encontrado, acompañada por un psicólogo.<br />

Cuando ella llegó a su casa, la reconoció e inmediatamente se<br />

sentó cerca de la ventana, donde ella acostumbraba esperar a sus<br />

padres para verlos llegar. La pareja que la había secuestrado durante<br />

8 años, había obtenido un régimen de visitas, a la espera de su juicio.<br />

La única pregunta que formuló en el primer encuentro fue: «¿dónde<br />

están mis padres?». La pareja nunca más volvió.<br />

El lazo que se establece con los niños apropiados en estas condicio-<br />

nes tiene como base el secreto no develado. En este caso, vemos que la<br />

clínica no puede ser desvinculada del derecho. La reinscripción de Paula<br />

en un orden genealógico y de filiación no se puede hacer sin la interven-<br />

ción de la ley. Lo jurídico, en el decir de la verdad, esta retomado por lo<br />

psicológico.<br />

Podemos decir que la búsqueda de las Abuelas está lejos de ser una<br />

búsqueda «puramente afectivas (que sería suficiente) pero va más allá en la<br />

«institución de lo vivo». No hay pases mágicos que confunden las genera-<br />

ciones, los muertos y los vivos sino la restitución de los lugares que corres-<br />

ponden a los muertos y a los nacimientos.<br />

En esa aceptación de lo vivo que es mortal, que las abuelas han conce-<br />

bido el proyecto de un Banco de Datos Genéticos, que dará la posibilidad,<br />

después de su muerte, a todo niño o adulto que lo desee, de encontrar el<br />

secreto de sus orígenes (hubo casos de adolescentes que se presentaron en<br />

la oficina de investigaciones, que tenían dudas sobre sus orígenes: eran hijos<br />

de desaparecidos. Por el contrario, padres que habiendo adoptado niños en<br />

instituciones y que temían que no hubieran sido voluntariamente abandona-<br />

dos, pudieron verificar que no eran hijos de desaparecidos.<br />

Nos sentimos impactados, ya que se trata de asociaciones de madres y<br />

de abuelas. Esto no quiere decir que los hombres no estén involucrados y no<br />

compartan el mismo dolor; pero en la simbólica social, son las mujeres quie-<br />

nes reclaman sus hijos.<br />

Desde el lado de lo sensible, desde el lado del cuerpo.<br />

El proyecto del Banco de datos genéticos inscribe esta reivindicación en<br />

el futuro, en una transmisión. Se puede pensar que la transmisión de lo<br />

simbólico salva de la locura, lo que, por supuesto, no escamotea el dolor.<br />

Estas mujeres no renuncian a su dolor y no ceden al olvido, luchando a<br />

riesgo de su propia vida para garantizar el orden de lo viviente.<br />

Lo que se nota en la lectura de todas las publicaciones y de los testimo-<br />

nios avalados por las Abuelas de Plaza de Mayo, es la inmensa desespera-<br />

ción por la incertidumbre acerca de la suerte corrida por sus hijos o nietos, la<br />

90


impotencia de sus largos años de búsqueda y la impunidad casi total de los<br />

criminales.<br />

Cuando a fin de la dictadura numerosos cadáveres fueron descubiertos,<br />

científicos hicieron el análisis de las osamentas encontradas en las tumbas o<br />

en las fosas comunes para tratar de identificarlos. Estos indicios permiten<br />

pensar que en tales lugares y pudiendo tratarse de sus hijos, las madres<br />

podían estar presentes el día de la exhumación. Me referiré a dos casos:<br />

Roberto Lanuscú (5 años), Bárbara Lanuscú (6 años) y Matilde<br />

Lanuscú (6 meses) y sus padres fueron desaparecidos el 4/9/76. Sus<br />

sepulturas fueron localizadas el 20/1/84. Había una tumba con las<br />

ropas de Matilde para simular su muerte, con el fin de que no se la<br />

busque. Una encuesta a los vecinos estableció que la familia fue asesi-<br />

nada en su casa y el bebé llevado por un militar que participó en la<br />

masacre. Otra abuela pudo encontrar la tumba de su hija y hacer<br />

exhumar el cuerpo. La joven estaba encinta de 7 meses en el momen-<br />

to del rapto. El examen de los huesos pudo determinar que la joven<br />

había dado a luz. La noticia le fue anunciada así: «La felicito señora,<br />

Ud. es abuela»<br />

Estas citas pueden parecemos de gran crueldad. Sin embargo, para estas<br />

mujeres que deben admitir después de largos años de búsqueda sin respues-<br />

ta, que sus hijos están muertos, saber al mismo tiempo que sus nietos no<br />

fueron asesinados, mantiene una luz de esperanza, un posible reencuentro,<br />

más allá del tiempo, más allá del horror. Una abuela me decía: «Cuando una<br />

de entre nosotras tuvo la felicidad de encontrar a su nieto, Ud. no se imagina<br />

lo importante que es para él saber que nosotros nunca renunciamos a buscarlo,<br />

que nunca lo abandonamos». La situación totalmente inédita a la que fueron<br />

confrontadas estas madres y estas abuelas las pusieron en la obligación de<br />

«inventar». Inventar caminos extremadamente largos y complicados para<br />

llegar hasta estos niños, inventar los medios de una restitución que respeten y<br />

preserven a sus nietos. Se rodearon de especialistas que se reconocieron en<br />

un primer tiempo tan desprovistos como ellas, teniendo que hacer frente a<br />

una situación para la cual su experiencia no les aportaba ningún modelo.<br />

Hoy, los años de experiencia les permiten afirmar ciertas cosas. Cito las<br />

palabras de María Isabel de Mariani, Presidente de la Asociación Abuelas de<br />

Plaza de Mayo, pronunciadas en un congreso sobre la restitución en 1985:<br />

«Hay una confusión en algunos, inducida algunas veces por pro-<br />

fesionales sin experiencia delante de un drama tan inédito como in-<br />

creíble. Se recurre a respuestas fáciles y a soluciones cómodas. Consi-<br />

deramos que estas opiniones se deben a que no se tiene en cuenta que<br />

se trata de niños desaparecidos por razones políticas y que hay exis-<br />

tencia de delitos»<br />

La Sra. de Mariani insiste sobre la violencia del acto de apropiación, la<br />

mentira, la perversión del lazo que se establece sobre la base del secreto, y<br />

considera a la restitución, efectuada con todas las garantías psicológicas,<br />

91


sociales y jurídicas, como un retomo a la vida, insistiendo sobre el riesgo<br />

psíquico al que están expuestos estos niños en el marco de su secuestro.<br />

Este problema de la restitución me parece que va más allá de la proble-<br />

mática individual y que se une a la problemática social y humana, en eso que<br />

funda a la humanidad, ¿qué futuro se reservaría una sociedad que aceptara<br />

que 30.000 de sus ciudadanos y que centenares de sus niños desaparecie-<br />

ron? ¿La no elaboración de esta situación podría garantizar la repetición? ¿Si<br />

el horror es tácitamente admitido, no se permite la locura y la anulación<br />

subjetiva?<br />

VI<br />

(El ítem VI de este trabajo reproduce la entrevista a la Dra. Doltó publicada en Psyché reprodu-<br />

cida en el Cap. IV de la Primera Parte de esta edición.)<br />

VII<br />

Desde 1984, la democracia reina en la Argentina. Denuncias hechas,<br />

especiales millares de testimonios oídos, comisiones formadas a este efecto.<br />

Pruebas investigadas, pruebas encontradas, desaparecidos de los cuales<br />

no se sabía nunca nada, cadáveres desenterrados, niños encontrados.<br />

Procesos que comenzaron, algunos que terminaron. Ciertos juicios pro-<br />

nunciados, ciertas condenas aplicadas, sobre todo a los jefes de las tres<br />

juntas sucesivas.<br />

Los jueces ahora, son en su mayoría, los mismos que en la dictadura, la<br />

lentitud de la justicia, caricaturesca, aquellos que se atreven a denunciar,<br />

amenazados.<br />

En este marco de «legalidad» que debe reacomodarse después de un<br />

«ruido de botas» que no terminó aún, numerosos militares y policías acusa-<br />

dos de robo de niños prefirieron la huida. Algunos localizados en Paraguay,<br />

otros desaparecieron.<br />

El problema que se planteó estos últimos años es el castigo de los culpa-<br />

bles. No narraré aquí las peripecias de la justicia, no hablaré más que de la<br />

fase final, la promulgación de la «Ley de Obediencia Debida» que blanquea<br />

a los cuerpos armados, las fuerzas de seguridad, el personal policial y peni-<br />

tenciario, de todas las acusaciones de violación, de asesinato, tortura y robo.<br />

Sólo algunos generales fueron reconocidos culpables. La impunidad que<br />

garantiza esta ley es llamativa, porque permite que por el mismo proceso que<br />

se podía hacer desaparecer a unos y aparecer a otros, lo hace con la desapa-<br />

rición del delito.<br />

92


La invocación de la obediencia debida, en este caso, niega el estado de<br />

derecho y divide a los ciudadanos en dos categorías, aquellos que tendrían<br />

que responder por sus crímenes y los otros.<br />

Por la promulgación de esta ley, la democracia legitima los actos que la<br />

dictadura cometió. Estos actos no son más los sucesos aberrantes de un<br />

período excepcional, fuera de la ley, sino actos no delictuosos, relevados en<br />

un orden jerárquico.<br />

El artículo nro. 5 de esta ley estipula una excepción con respecto a los<br />

niños: «La presente ley, no anula las acciones penales en el caso de los delitos<br />

de sustitución de estado civil de sustracción y ocultamiento de menores»<br />

¿Por qué este artículo? Las Abuelas respondieron denunciando «El ca-<br />

rácter de singular privilegio donde nos ubica este cambio atroz: un nieto<br />

contra dos hijos este cambio es tan repudiable como el acto en sí mismo del<br />

secuestro de cada uno de los 30.000 desaparecidos. Los niños incluidos»<br />

¿Podemos entender este artículo, como la expresión de un resto de dig-<br />

nidad que rehusa aniquilarse en esta ley perversa? ¿Cómo el retomo de lo<br />

incontenible, la última prueba de que muchas cosas han pasado en estos<br />

últimos años, simbólicamente inscripto dejando un indicio a través de las<br />

palabras?<br />

Delitos de sustitución de estado civil, de sustracción, de ocultamiento,<br />

significantes muy próximos al delito de desaparición que sin embargo no<br />

nombra.<br />

Hay que ver en la promulgación de esta ley otra cosa más que el hecho<br />

de ceder a un chantaje de las fuerzas armadas. Los civiles tampoco quisie-<br />

ron ver a sus fuerzas armadas corrompidas, cobardes y criminales en el<br />

banquillo de los acusados.<br />

Es mejor reconocer la obediencia debida que denunciar el desmorona-<br />

miento moral de unas fuerzas armadas en derrota y empañar esa imagen de<br />

amor, de camaradería, de fuerza articulada con la obediencia debida. Si no<br />

se hubiera invocado la obediencia debida, hubiéramos tenido que reconocer<br />

que durante la dictadura, cada uno actuaba por su cuenta, se organizaba en<br />

bandas, montaba su campo de detención clandestino, saqueaba las casas,<br />

violaba mujeres, aterrorizaba a la población. Estábamos entonces en el cri-<br />

men institucionalizado, legitimado por las altas autoridades militares. Saber-<br />

se cubierto para sus crímenes, no era obedecer. Es lo que pasó en Argentina.<br />

Estamos confrontados con lo impensable, lo que no puede visualizarse.<br />

Los desaparecidos serían una forma sofisticada de este impensable, no es-<br />

tán en ningún lugar, el duelo es imposible, porque la clínica nos enseña que<br />

hacer el duelo de un pariente desaparecido nos confronta con la responsabi-<br />

lidad de declararlo muerto, mientras que los desaparecidos, hasta prueba de<br />

lo contrario, están con vida. Abolición del tiempo, abolición del espacio,<br />

abolición del otro. Borrar la filiación, borrar los rastros.<br />

93


De donde se infiere la obligación de memorizar, la necesidad de rehacer<br />

la memorias, de reinscribir lo que tuvo lugar, de rehacer el camino al revés,<br />

de volver a dar al tiempo su significado, de no someterse al tiempo suspendido,<br />

De permitir la recirculación del deseo, interrumpida en la trama mortífe-<br />

ra de la renegación.<br />

Probablemente las Mujeres de la Plaza de Mayo comprendieron que<br />

aceptando esta delegación loca por parte del Estado (buscar ellas mismas<br />

sus hijos) se apoderarían de la única posibilidad de ocupar su lugar de sujeto<br />

en la historia.<br />

Fuentes<br />

Argentina proceso al genocidio. Comisión argentina por los derechos<br />

humanos, Elias Querejeta Ediciones, Madrid, 1977.<br />

Articles de journaux argentins (Periodista, Clarín, La Nación, Ra-<br />

zón), 1976/ 1987.<br />

Botín de Guerra, Julio E. Nosiglia, Buenos Aires, 1985.<br />

Bulletins, Informaciones-Asociation, «Abuelas de Plaza de Mayo», Bue-<br />

nos Aires, Argentina 1984/1987.<br />

Colloque de París sur la politique de disparition forcée de personnes,<br />

janvier-février 1981,» Le refus de Itoubli», Berger-Levrault.<br />

Communiqués: Abuelas de Plaza de Mayo, 1984/1987.<br />

Études sur la détention non reconnue et son role dans la pratique des<br />

disparitions forcees ou involontaires, Fabienne Lenoir expert aupres de la<br />

Federation internationale des droits de 1'hommes, París, 1986.<br />

Jounal: Le Monde, Science et Médecine, p. 15, 01/07/1987<br />

Rapports de la commission d' Enrquéte Nationale argentine (CONA<strong>DE</strong>P)<br />

Buenos Aires, 1985.<br />

Rapports de la Commission Europdenne des droits de l'homme, 1985.<br />

Rapports de la Comisión de familiares de desaparecidos y detenidos<br />

por razones políticas, 1984/1987.<br />

Rapports de la commission Inter Américaine des droits de l'homme,1985.<br />

Rapports des missions d'enquete des organisations non<br />

gouvernementales «1984/1985.<br />

94


Rapports du centre d'etudes legales et sociales (C.E.L.S.) 1984/1987.<br />

Rapports du Groupe de travail de la commission des droits de 1'homme<br />

sur les disparitions forcées ou involontaires (O.N.U.), Geneve, 1986.<br />

Rapports du Movimiento Solidario de Salud Mental, 1984/1987.<br />

Rapports du Seminario Internacional sobre consecuencias de la repre-<br />

sión en el cono sur, sus efectos médicos, psicológicos y sociales, Montevi-<br />

deo, Uruguay, 19-23 mai 1986.<br />

Revue Psyché, Buenos Aires, Argentina, Nro. 1-3, octubre 1986.<br />

Table ronde: Niños desaparecidos: su restitución, 24 octobre 1985.<br />

Textes de Loi argentins. no 23049, 1987, n°23492, 1987.<br />

por Laura J. de Conte<br />

Abril de 1992<br />

CAPÍTULO II<br />

La restitución<br />

una respuesta identificante<br />

Las Abuelas de Plaza de Mayo, sus hijos y los hijos de sus hijos tres<br />

generaciones víctimas de la más atroz de las violencias, la del terror de<br />

Estado. Hoy sabemos que si no se da cuenta de este horror siniestro, sus<br />

efectos inscriptos en el psiquismo actúan también sobre la descendencia,<br />

involucrando a las generaciones siguientes. Violencia que instrumentó el<br />

aberrante intento de aniquilamiento de las personas y de las relaciones de<br />

parentesco que las une.<br />

Un Estado criminalmente conducido dispone el destino final de la ma-<br />

dre, a quien despoja de su hijo y de su vida y, en un mismo acto dispone la<br />

entrega del niño como cosa, enajenando su identidad. Es ese mismo Estado,<br />

«dueño absoluto», el que lo otorga como propiedad privada mediante una<br />

adopción. Por lo tanto, todas las adopciones de niños desaparecidos-apro-<br />

piados que se discuten son fraudulentas, todas las que ustedes conocen,<br />

TODAS, todas se asientan sobre el asesinato de los padres desaparecidos y<br />

95


el robo del niño a sus familiares. Poder encamado en el torturador, en la<br />

enfermera, en el médico. Nadie a quien recurrir o apelar. Violencia<br />

desestructurante pensada para inducir a las víctimas (abuelos, hijos, nie-<br />

tos, familias) a ocupar una posición que paraliza y enloquece: sentirse la<br />

causa de la violencia padecida. (Esto es válido tanto para los adultos<br />

como para los niños.)<br />

Restituir, en el sentido común del diccionario, sin connotaciones<br />

psicoanalíticas, en el sentido común de las abuelas... devolver a su lugar...<br />

Ésta fue la significación de las abuelas, en relación al objetivo de su búsque-<br />

da y a su compromiso existencial.<br />

Restituir: devolver los niños a sus abuelas, a sus familias, más que eso,<br />

devolverle a los niños sus abuelas, sus familias y todos sus derechos, cen-<br />

trando así, más precisamente, la restitución y sus fundamentos en los niños.<br />

Y, por otro lado, devolver la causa de la violencia al lugar que la produjo,<br />

violencia del genocidio militar, o sea, de la realidad extema, masiva, gol-<br />

peando sobre los cuerpos y el aparato psíquico.<br />

La institución de las Abuelas se convirtió, sin proponérselo, en espacio<br />

terapéutico, porque significó, para los nietos y sus familias, poder pensar la<br />

violencia sufrida, poder ubicar su causalidad en los victimarios, no en las<br />

víctimas y desalojar esa causalidad del espacio subjetivo.<br />

Las Abuelas buscan vida. «Restituir a la vida», dicen. Afirmación de<br />

la vida contra toda esperanza. Muchas veces pensábamos: tienen la pu-<br />

janza de las mujeres embarazadas y, sobre todo, esa capacidad de cuida-<br />

do, de maternaje, de transformar la angustia de muerte en historia y<br />

proyectos de vida.<br />

La casa de las Abuelas como nido ecológico, como ámbito natural. De<br />

allí partíamos, con la institución como sostén y contención de las dolorosas<br />

situaciones que nos convocaban. Hay fundamentados motivos conceptuales,<br />

técnicos y también históricos y políticos para que el abordaje de la restitución<br />

fuera institucional. Quiero referirme a uno de los criterios que da especial<br />

sentido a la perspectiva institucional y socio-familiar de nuestro trabajo: con-<br />

siderar que estos chicos en primer lugar son víctimas sociales y que su trau-<br />

ma psíquico es el resultado de la incidencia de la catástrofe social en la<br />

subjetividad. Son trágico testimonio del entretejado de la historia colectiva y<br />

la historia individual.<br />

Tomamos las palabras de Alicia Stolkiner refiriéndose a la represión y<br />

los niños para subrayar nuestro enfoque: «Estos niños portan de modo dra-<br />

mático la respuesta de cómo se articula lo social con lo subjetivo. No son<br />

casos especiales sino actores de situaciones extremas. No son portadores<br />

de una patología especial o de un síndrome definido, son sujetos particular-<br />

mente vulnerables atravesados por los determinantes de un momento histó-<br />

rico donde se escenificó el conflicto más profundo de una sociedad.»<br />

96


Desde el equipo de abuelas dijimos: «La restitución de los niños como<br />

reparación posible, social y familiar, constituye una ética que se sustenta en<br />

la verdad y en la justicia, en el derecho a la vida en dignidad y libertad. Es en<br />

la intersección de esta ética con la salud, entendida como salud social, que se<br />

da la posibilidad del develamiento de la verdad, de la recuperación del pensa-<br />

miento, la palabra y la memoria social, del conocimiento de la historia y de la<br />

-construcción de la justicia».<br />

Desde nuestra experiencia podemos dar cuenta que la prolongación de<br />

la situación de apropiación en que se encuentran cientos de niños, ya ado-<br />

lescentes, no restituidos aún, es causa de alto riesgo psíquico individual,<br />

familiar y social. El tiempo agudiza la gravedad de la problemática, ya que<br />

para todo niño y adolescente es condición de salud y de equilibrio integral<br />

entrar en un orden de legalidad, fundamento del psiquismo y del ser social;<br />

no tener prohibido el acceso a la verdad de su origen y de su historia, poder<br />

insertarse en su cadena generacional; poder integrar su verdadera identidad.<br />

El abordaje de la restitución fue un trabajo interdisciplinario. No se trató<br />

de la determinación aislada de criterios teóricos o técnicos, sino de<br />

instrumentar las estrategias y los pasos de mayor eficacia para el reencuentro<br />

de los niños y sus familias, abuelas. Realizábamos un constante trabajo co-<br />

ordinado para conocer el estado de las causas, fundamentar psicológica-<br />

mente la restitución en los escritos jurídicos, preparar las metodologías ade-<br />

cuadas a cada situación de restitución y acompañar a los familiares, cuando<br />

podíamos, en el desarrollo de las pruebas genéticas.<br />

Los psicólogos y psicoanalistas miembros del equipo integramos el tra-<br />

bajo clínico con el trabajo institucional. Para el equipo fue una preocupación<br />

constante; y un aprendizaje, evitar psicologizar la problemática. El acento<br />

estaba puesto en una respuesta integradora.<br />

Sin embargo, la ineludible especificidad del quehacer psicológico nos<br />

hizo repensar aspectos conceptuales y prácticos para lo que contamos con<br />

el aporte de profesionales de mucha experiencia.<br />

Iniciábamos el trabajo específico de preparación a la posible restitución,<br />

en el momento de la localización del niño o niña, integrando las redes mater-<br />

na y paterna lo más ampliamente posible. La tarea era de información, in-<br />

tercambio, contención y elaboración, centrándonos en la comunicación fa-<br />

miliar y reconstruyendo el sentido de la historia personal, familiar y social,<br />

desde lo que cada uno vivió y cómo lo vivió.<br />

Si bien todas las situaciones eran diferentes, las unificaba la experiencia<br />

del horror del acontecimiento sufrido. En todas, la desaparición y el secuestro<br />

habían dejado huecos que eran el núcleo de la problemática a elaborar. Po-<br />

ner palabras a loa hechos traumáticos posibilitaba también poder pensar la<br />

situación familiar del presente y la futura, imaginar la presencia concreta de<br />

la niña o niño en la familia. A partir de una intensa dinámica vincular, las dos<br />

familias (esto variaba, podían ser tres, podía ser una) definían en conjunto el<br />

lugar y las mejores condiciones para el recibimiento.<br />

97


Pienso importante hacer una referencia a las diversas situaciones con<br />

los apropiadores según sus características y comportamiento y a nuestra<br />

posición respecto a los mismos.<br />

Llamamos apropiadores a quienes mediante adopciones o inscripciones<br />

fraudulentas, mienten acerca de la filiación de los niños, negándoles su iden-<br />

tidad, haciendo necesaria la intervención de la justicia, sean represores o no.<br />

Obviamente, nunca nos planteamos tratar a los represores apropiadores<br />

en vías a preparar la situación de restitución (ni siquiera en algún caso, ante<br />

la sugerencia o propuesta del juez y en sede judicial). Pensamos que, de<br />

hecho, es imposible. En esto disentíamos radicalmente con los operadores<br />

del Patronato de Justicia. Las largas intervenciones que hicieron en este<br />

sentido, mostraron que sólo conseguían prolongar las situaciones de captura<br />

de los niños, potenciando el riesgo límite en que se encontraban. En todos<br />

los casos en que realizaron dichas intervenciones, se rigidizó aún más la<br />

conducta perversa del apropiador.<br />

Si bien cada situación guardaba su peculiaridad, frente a la restitución,<br />

los represores-apropiadores actuaban desde su modalidad perversa básica-<br />

mente de dos maneras: o negociaban al niño (el tiempo variaba), es decir,<br />

«soltaban su presa» a cambio de quedar en libertad, o bien, agudizaban la<br />

renegación, aferrándose al niño como valuarte. Que el victimario se impon-<br />

ga como figura identificatoria, muestra el extremo de su patología sádica.<br />

Como tan bien lo expresa Marie Pascale Chevance Bertin, la presencia del<br />

niño para el secuestrador, perpetúa y relanza su goce y dominio absoluto, su<br />

renegación de la castración y la completud que le otorga el niño, como obje-<br />

to fetiche.<br />

En cuanto a los apropiadores no represores, reconocieran o no el origen<br />

del niño, en todos los casos actuaban con una tenaz resistencia a restituirlos,<br />

lo que corresponde a lo que Ulloa señala como la necesidad de tapar una<br />

realidad cruel y dolorosa, tapar la esterilidad, la soledad, la complicidad,<br />

operando el niño como verdadero tapón de la falta. Y siguiendo con el pen-<br />

samiento de Femando Ulloa, el vínculo que establece el apropiador es el<br />

apoderamiento adicto, «su resistencia a entregar los niños no tiene nada de<br />

epopeya de amor, se enmascara dentro del amor, es un amor adicto».<br />

Dadas estas características y modalidades (la adicción como dominancia<br />

estructural y los rígidos rasgos de carácter, cuando no la fuerza de la des-<br />

mentida), nuestra posibilidad de intervención en la etapa previa a la restitu-<br />

ción fue una vía muerta, aun en los casos en que contamos con tiempo para<br />

hacerla. Sin duda, también podemos criticamos no haber sabido crear, en<br />

todos los casos, la posibilidad de ese tiempo previo de trabajo.<br />

Quisiera avanzar ahora con el momento y las circunstancias de la recu-<br />

peración de la verdad y referirme a la metodología de la restitución.<br />

Antes querría mencionar que, ante la proximidad de las decisiones judi-<br />

ciales, la fundamentación más efectiva y de mayor incidencia en el criterio de<br />

98


los jueces era el diagnóstico y el pronóstico de alto riesgo de la situación de<br />

apropiación y, en consecuencia, el carácter de urgencia que tenía el acto<br />

restitutivo. Una vez que la Justicia conocía esta situación se encontraba<br />

frente a la necesidad de decidir. Definíamos a dicha situación como prolon-<br />

gación del secuestro y de constante desidentificación y agresión sobre el<br />

aparato psíquico en desarrollo. La apropiación no puede incluir ningún pro-<br />

yecto sano. El niño tiene registro de algo horrible e inquietante y padece el<br />

haber sido colocado en la situación de ser otro.<br />

Alertábamos a los jueces sobre la responsabilidad de mantener juntos a<br />

los victimarios y la víctima y la necesidad de sacar a los niños del andamiaje<br />

de mentira y vínculos perversos que perpetúa una situación de captura y de<br />

enajenación de su deseo.<br />

Sobre este punto del deseo el criterio de los jueces tomaba otros rum-<br />

bos: no se trataba del deseo sino de la voluntad del niño y si era conveniente<br />

o no consultarlo. Para nosotros el niño no debe ser colocado frente a la<br />

responsabilidad de elegir, puesto que desde su lugar de captura no tiene<br />

posibilidad de elegir.<br />

La metodología se adecuaba a las circunstancias y singularidades de<br />

cada caso. Se diseñaba una estrategia en diferentes pasos que comenzaba<br />

con un diagnóstico situacional a partir de datos tales como si los apropiadores<br />

eran represores o no, si quedarían detenidos o no, si había habido un secuestro<br />

o no, cuál había sido la situación de cautiverio, si el niño/niña conocía o no la<br />

situación y en qué grado y con qué contenido, etc. Esto permitiría poder<br />

recomendar una estrategia precisa pero no rígida (por ej. la forma de la<br />

separación) teniendo en cuenta la mayor cantidad de variables posible.<br />

Pienso que sería útil describir contenidos concretos de los criterios que pro-<br />

pusimos para el primer acto de restitución. Por ejemplo los referidos al juez:<br />

1. La necesidad de que el juez explicara al niño la vigencia de la ley.<br />

Hacerle comprender con sencillez lo que simboliza la figura del juez, la idea<br />

de justicia y la verdad.<br />

2. La necesidad del establecimiento de un vínculo confiable entre el niño<br />

y el juez y facilitarle al niño que pueda expresarse con toda libertad.<br />

3. La explicitación de las posibles palabras, forma y momento del<br />

develamiento de la verdad.<br />

Respecto a los criterios referidos al niño:<br />

1. En el caso de la detención de los apropiadores, que la restitución se<br />

realice de forma totalmente independiente, el niño no debe presenciar el<br />

acto del arresto de sus guardadores ilegítimos.<br />

99


2. Que en esta separación se opere como en una situación de duelo<br />

súbito, con un corte radical con los apropiadores, donde el juez y los adultos<br />

asuman la prohibición de lo que hace daño frente al niño.<br />

3. Que el niño esté contenido en su nueva situación, pudiéndose contar<br />

con la presencia de personas conocidas que le inspiren afecto y confianza,<br />

por ej. la maestra.<br />

4. Que el niño reciba la información de la verdad histórica y del carácter<br />

del vínculo con sus apropiadores directamente por boca del juez, en el ámbi-<br />

to del juzgado y con el apoyo del terapeuta designado por la abuela.<br />

5. Que sea también el juez quien anuncie a la abuela legitimando expre-<br />

samente su vínculo.<br />

6. Que los apropiadores queden detenidos, a disposición del juez, para el<br />

caso en que fuera necesaria su intervención a criterio de los peritos tera-<br />

peutas de Abuelas.<br />

7. Que no haya despliegue de fuerzas de seguridad ni de uniformados<br />

en los traslados, ni en contacto con la niña en sede judicial.<br />

Esta metodología abrió un camino y me tomada por los jueces, a pesar<br />

de sus peritos oficiales, para ser adecuada a otras situaciones de restitución.<br />

Voy a leer el relato de una restitución que escribí en aquel momento.<br />

«Llegamos a Tribunales temprano en la mañana, se nos invitó a ocupar<br />

el despacho contiguo al del Juez, desde allí, el equipo coordinó las estrate-<br />

gias a seguir, acompañando paso a paso el desarrollo de los hechos. Re-<br />

cuerdo ese despacho como lugar de reflexión en el cual la asistente social y<br />

el licenciado del Patronato, alteradamente, comunicaban y aportaban los<br />

datos de cómo transcurría la información, el ánimo y las actitudes de la niña.<br />

Recuerdo que, desde allí, apoyamos al Juez en el cómo y el qué decirle.<br />

Hablamos de la importancia que tenía que fuese legitimada, a través de su<br />

palabra, la verdadera identidad de la niña y el vínculo con la abuela. Vimos<br />

juntos la conveniencia de que explicara a la niña que por ser él Juez debía<br />

protegerla y decirle la verdad. Que tenía cosas importantes para que ella<br />

pudiera ser ella: que los apropiadores no eran sus padres; que ella vivió con<br />

sus verdaderos papá y mamá hasta tal edad, hasta que fueron llevados de la<br />

casa en que vivían con ella y fueron separados de ella y que, desde enton-<br />

ces, no se había vuelo a saber de ellos. También incluimos como dato a darle<br />

que ella era chiquita cuando pasó todo esto pero que siempre quiso que la<br />

llamaran por su nombre, y la conveniencia de que él presentara a la abuela<br />

como «la mamá de su mamita» ya que la palabra «abuela» había sido usada<br />

amenazadoramente por los apropiadores, unida a «una vieja que roba chi-<br />

cos»; que la niña pudiera saber que desde que sus padres y ella desapare-<br />

cieron, su abuela los estuvo buscando sin descansar un solo día, buscándolos<br />

por todas partes.<br />

100


Sabíamos que la niña había llegado al Tribunal con los apropiadores y un<br />

hermano de él. Alrededor de las 9 y 30 a.m. se produjo la separación, en la<br />

que no hubo una despedida explícita. El Juez se quedó comunicando a los<br />

apropiadores que iba a actuar el cambio de guarda, mientras la niña, acom-<br />

pañada por quien se decía su «tío», era atendida por el personal del patrona-<br />

to. Los juegos en los que fue interesándose, permitieron que un rato des-<br />

pués, se retirara el tío.<br />

Inmediatamente durante sus juegos, representa la historia de dos casas,<br />

dos muñecas, dos nombres. A medida que transcurre la mañana y en rela-<br />

ción a lo que iba mostrando en sus juegos va elaborando y procesando la<br />

separación de horas antes.<br />

Hacia el mediodía el Juez habló con la niña y le explicó con ternura y<br />

firmeza el cambio de guarda y los motivos por los cuales ésta se hacía. (El<br />

Psicólogo del Equipo de abuelas designado para la niña, presente allí, da<br />

testimonio en su informe al Juez).<br />

Las reacciones puestas de manifiesto por la niña durante ese día, fueron<br />

las esperables frente a esta situación de crisis: en el despacho de la Cámara,<br />

la niña lloró, gritó, pataleó, se negó a comer y esto fue percibido en su<br />

profundo dramatismo por todos los participantes en el acto, resultando audi-<br />

ble para nosotros y para quienes estaban en los despachos contiguos. Todo<br />

esto comenzó a cambiar de signo a partir del re-encuentro con la verdad,<br />

con la legitimidad y con su historia.<br />

Después de haber sido informada «se pudo observar un alivio de la<br />

tensión interna de la niña, un aumento de confianza que le permitió entre-<br />

dormirse aproximadamente media hora, cobijada por uno de los miembros<br />

del equipo de la Cámara».<br />

«En sus manifestaciones espontáneas, la niña expresó: «Ellos no me<br />

robaron», lo que fue rotando al interrogativo: «pero ellos no me robaron,<br />

no?», lo cual estaría marcando el comienzo de la aceptación de una realidad<br />

altamente dolorosa contenida en su experiencia». (Del informe del terapeuta<br />

de Abuelas).<br />

Los abuelos, también en dependencias de la Cámara, estaban a la espe-<br />

ra del llamado del Juez para el re-encuentro con su nieta. Su espera iba a<br />

ser larga. Recién hacia media tarde el Juez anticipó a la niña su encuentro<br />

con su abuela invitando a la abuela primero y luego a su esposo, a pasar a su<br />

despacho. Según el informe del Patronato, en un primer momento, la niña<br />

marcó oposición y distanciamiento con la abuela. Frente al respeto, la segu-<br />

ridad y el aplomo que la abuela mantuvo frente a la nieta, ésta fue aceptan-<br />

do su presencia.<br />

La entrada de la abuela despertó en la niña todos los acondicionamientos<br />

de terror que había recibido de los apropiadores. La niña repite lo que de-<br />

cían éstos acerca de la abuela en términos de una «señora vieja, mala, que<br />

los está buscando para hacerles daño».<br />

101


El terapeuta de Abuelas relata que «esto duró hasta que la abuela, en su<br />

primera intervención, con cálida serenidad, pronuncia el sobrenombre del<br />

papá de la niña, con el que ella lo llamaba. Fue como si ese nombre propio<br />

del infante que aún no domina el lenguaje para llamar a su papá, comenzara<br />

a resonar en ella y, simultáneamente, se empezara a derrumbar el discurso<br />

de los apropiadores».<br />

«Después de unos instantes de silencio, la niña acepta mirar las fotogra-<br />

fías provistas por la abuela y, con mayor o menor dificultad, con mayor o<br />

menor aceptación, con ayuda de un espejo, comienza a reconocerse en las<br />

mismas». (Mirándose al espejo le pregunta a la Asistente Social, el color de<br />

los ojos de su madre).<br />

Frente a la indecisión sobre el momento del traslado de la niña a su casa,<br />

el Equipo de Abuelas evaluó la conveniencia de que no se siguiera prolon-<br />

gando más la estadía en Tribunales para que se pudiera volver a la luz del día<br />

y dada la evolución favorable de la niña. Finalmente, el Juez resolvió que<br />

había llegado el momento de hacer el corte.<br />

Es imborrable para mí la imagen del Juez caminando con la niña de la<br />

mano por los pasillos de Tribunales y bajando las escalinatas hasta el auto.<br />

Iba con ellos también la Asistente Social del Patronato, la seguían los abue-<br />

los y todos nosotros. La niña había aceptado marcharse. El Juez hablaba<br />

con ella acerca de un «Billiken» que él mismo le llevaría a su casa al día<br />

siguiente. (El Juez cumplió con su promesa, pero se volvió con la revista<br />

porque la niña ya no la reclamó.)<br />

Desde el instante de la llegada a su casa, sus actitudes corporales y<br />

sus gestos se transformaron, sus movimientos se volvieron familiares den-<br />

tro de su casa. Fue a su cuarto y «sabía» que era el suyo. Decididamente<br />

dijo: «Éste es mi cuarto». En la mesa elige espontáneamente el lugar en<br />

que lo hacía su madre. Su abuela le dice que había elegido el lugar de su<br />

mamá en la mesa.<br />

Recuerdo que comió muy poco, que miraba largamente el retrato de su<br />

madre que colgaba en la pared junto con el de sus tíos.<br />

Daba muestras de mucho sueño y le propuse ir a la cama. Espontánea-<br />

mente se levantó, se acercó muy confiadamente, me dio la mano y fuimos a<br />

su cuarto. El cuarto le gustó mucho. Comentó la diferencia de disposición<br />

de los muebles con el otro cuarto. En un primer momento quiso cambiarlos<br />

de lugar, pero cuando yo me disponía a hacerlo, me dijo que no, que así<br />

estaba bien. Se puso el pijama con mucha confianza, me pidió que la arropa-<br />

ra y comenzó a preguntarme si yo conocía a su mamá, si la mamá tenía<br />

algún otro nombre, si conocía a su papá, si sabía en qué trabajaba. Yo le<br />

contestaba lo que sabía, pero buscando la participación de la abuela, dicién-<br />

dole que era ella quien sabía esas cosas. Que seguramente las dos sabían<br />

cosas que a la otra le gustaría conocer. La llamábamos a la abuela, que venía<br />

al cuarto y contestaba con mucha precisión y muchos detalles. Así se fue<br />

durmiendo entre respuesta y respuesta.<br />

102


Durmió muy tranquilamente. No se despertó durante toda la noche que<br />

pasé junto a ella.<br />

El abuelo, a la madrugada, la oyó y la acompañó al baño.<br />

Al despertar, a la mañana siguiente, buscó para sentarse las rodillas del<br />

abuelo, como lo hacía habitualmente en sus primeros meses. Sin duda re-<br />

cuperaba allí largos momentos de afecto.<br />

La abuela, con asombro, reconoce la misma pirueta que hacía, y que<br />

repite ahora cada vez, al bajar el escalón del baño. Días después descubre<br />

en un libro sus garabatos y dice: «Estos mamarrachitos los hice yo?».<br />

El ánimo de los adultos era sereno y confiado. El abuelo bromeaba di-<br />

ciendo que la nieta lo iba a preferir más que a nadie. La abuela respetaba el<br />

tiempo de la niña que todavía se mostraba prevenida con ella. Era notable<br />

cómo la abuela, esperándola, ya la contenía.<br />

Acá terminó el acto de la restitución, pero la restitución es un largo<br />

proceso y son los niños los que se restituyen a sí mismos. La niña dejó de<br />

llamar mamá y papá a los apropiadores desde entonces, y «mamá y papá»<br />

quedaron reservados, también desde entonces, para los padres. Unos meses<br />

después, comentando las vicisitudes del procedimiento legal que quería<br />

obligarla a inscribir a su nieta con el nombre de los apropiadores en el<br />

colegio, la abuela le dice a la niña: «Si me obligan a ponerte otro nombre,<br />

buscamos una maestra y rendís libre mientras está encaminada la filiación.<br />

Vos qué pensás?».<br />

La abuela me transmite toda la fuerza de la respuesta de la niña: «Si<br />

pasa eso, busca la maestra».<br />

Luego la nieta pregunta:» ¿Qué es la filiación?».<br />

La abuela: «La confirmación de que alguien es hijo de tal y tal persona».<br />

La nieta: «Yo ya sé de quién soy hija». Y luego pregunta: «¿Quién se<br />

ocupa de hacer la filiación?».<br />

La abuela: «En tu caso en el juzgado civil y se ocupan las abogadas».<br />

«¿Y lo están haciendo?».<br />

«Sí».<br />

«¿Y entonces, Abu, para cuándo?».<br />

Nuestros niños son sobrevivientes, han resistido a la desidentificación y al<br />

desconocimiento de su propio fundamento, de todo lo propio, han resistido en<br />

sus cuerpos y vidas incipientes. Pienso que el reconocimiento y el reencuentro<br />

que opera la restitución simboliza una expectativa unida al cuerpo muy primiti-<br />

103


va, constitutiva. La restitución es una vivencia de renacimiento, decíamos, con<br />

todo el dolor del parto, pero también con la calidad y el amor del alumbramien-<br />

to. A los chicos se los ve y percibe en estado de conmoción expectante. La<br />

restitución es una respuesta identificante que realza en el niño un movimiento<br />

de redescubrimiento también expectante. «Ya sabían», decíamos nosotros,<br />

«parecen detectives», decían las abuelas, «encontré», decían los chicos.<br />

Los niños en sus juegos elaborativos representan situaciones de «en-<br />

cuentro» de personas, de cosas, de lugares y también de percepciones.<br />

Repiten «encontré», «ya encontré», «acá está», «acá lo tenía» y también<br />

ocultan las cosas para descubrirlas y hasta se esconden para ser buscados<br />

y encontrados.<br />

No hay derrumbe ni demolición de su mundo interno, lo que observamos<br />

en la práctica es el desmoronamiento de las figuras identificatorias fraudu-<br />

lentas de sus apropiadores. (Como reflexionamos desde el equipo de Abue-<br />

las frente a Doltó).<br />

El niño deja una carga muy pesada de mentira desidentificante que so-<br />

brelleva en el trabajo de construcción de su identidad. Emprende esta re-<br />

construcción a una velocidad que asombra, desde un proceso activo de re-<br />

apropiación (valga la palabra), «¿éstas son mis fotos?», «¿éstos son mis<br />

mamarrachitos?», «mi tía», «las cosas de mi mamá», «de mi papá», «son<br />

para mí».<br />

Más que de una afirmación de propiedad se trata del proceso de inte-<br />

gración de la subjetividad: la reapropiación de la historia y de la memoria,<br />

pero también, y fundamentalmente, de su lugar en lo cotidiano. De su lugar<br />

en el deseo de los padres pero, también, en la mesa y en el barrio.<br />

La identidad de una persona no está dada por la sumatoria de hechos<br />

acontecidos, ni es juntando los pedazos de una historia fragmentada que se<br />

logra la unidad de una historia identificatoria. La historia de nuestros niños es<br />

la historia de las fracturas que provocó el horror en el psiquismo. El trauma<br />

de la desaparición de sus padres, de su propia desaparición y secuestro. Para<br />

construir una identidad integrada el niño tendrá que «encontrar, simbolizar el<br />

horror padecido, es decir, transformarlo en sentido, en ideas, en creatividad<br />

y en valores propios. En un espacio terapéutico o no, pero, sin duda, la<br />

experiencia demuestra, como decíamos en Abuelas, que el «rápido cambio<br />

en los niños se produce cuando su familia llena el vacío da la historia que,<br />

como agujero, inscribieron en cada uno de ellos».<br />

Es así que vemos a los niños al poco tiempo incluirse en una realidad<br />

más amplia. A partir de conocer la existencia de otras situaciones como la<br />

suya, desde su propia experiencia también desean participar en la restitu-<br />

ción de otros niños. Desde Abuelas decíamos:... «La restitución es poder<br />

historizarse, saber el yo acerca del yo, poder reinscribir su historia de amor.<br />

Es hacer propio su lugar intransferible de transmisor en la cadena<br />

generacional». ...Los abuelos ... sus hijos... y los hijos de sus hijos...<br />

104


por Alicia Lo Giúdice*<br />

Noviembre de 1992<br />

CAPITULO III<br />

La Cajita.<br />

Subjetividad y Traumatismo<br />

Si la realidad nos sedujera tanto como para ocuparnos entera-<br />

mente de ella, no sabríamos responder a ciertas preguntas.<br />

Si la realidad no nos sedujera lo suficiente como para ocupar-<br />

nos enteramente de ella, no tendríamos oportunidad de formularla.<br />

Así vamos, desde las palabras a la realidad que vivimos y desde<br />

lo que Pensamos a las palabras.<br />

Sergio Chejfec. Lenta Biografía.<br />

El encuentro que hoy nos reúne convoca a reflexionar la niñez, me pro-<br />

pongo entonces interrogar aquella a la que podríamos llamar «niñez silencia-<br />

da» por hechos sociales traumáticos que vivimos hace unos años en el país.<br />

Me refiero a la violación de derechos humanos a la que, durante la dictadura<br />

militar de los años 76 al 83, estuvimos expuestos, ya que el terrorismo de<br />

estado implantó un método de persecución política inédito que produjo la<br />

«desaparición forzada de personas» llevada a cabo por grupos específicos en<br />

que estaban involucrados todos los sectores del poder.<br />

La «desaparición forzada de personas» puede considerarse como ver-<br />

dadera catástrofe social que instala el horror de lo siniestro como modo de<br />

vida, y que produce daño psíquico no sólo a los afectados directos, sino a la<br />

sociedad misma pues el sistema legal social deja de tener vigencia y produce<br />

una ruptura del contrato narcisista que lo sostiene.<br />

* Este trabajo fue leído en el «1er Encuentro Psicoanalítico InterdisciplinarioPensar/an/ñez"<br />

realizado en Buenos Aires, durante el mes de noviembre de 1992.<br />

Una niña de 23 meses de edad es secuestrada junto a sus padres en el<br />

mes de mayo de 1978, en un país limítrofe en el que vivían desde hacía un<br />

tiempo.<br />

105


La abuela materna inicia la búsqueda de la nieta y sus papás, sin saber<br />

muy bien qué había pasado. Se une a Abuelas de Plaza de Mayo y siguen<br />

años de incertidumbre y de lucha por conocer su paradero, hasta que en el<br />

año 80 «Clamor», entidad brasileña dedicada a la defensa de los Derechos<br />

Humanos, entrega a Abuelas de Plaza de Mayo una foto con una denuncia<br />

acerca de una niña que suponían hija de desaparecidos, pero que figuraba<br />

como hija propia de un funcionario de la policía y con nombre falso, salvo el<br />

primer nombre, que según testimonios, la niña con su negativa a responder a<br />

otro, logra retener.<br />

A pesar de mudanzas y pérdidas de pistas por fin pudo ser localizada tras<br />

minucioso seguimiento de huellas que otros creían haber borrado para siem-<br />

pre. Era el año 80 la abuela la ve sin poder darse a conocer, relata «cuando la<br />

vi llegar a la casa donde vivía (con sus apropiadores) y la vi de espaldas, con<br />

sus piernas regordetas y sus rulos de siempre, la vi de espaldas pero la reco-<br />

nocí tenía cuatro años».<br />

Comenzó un camino árido para reconstruir su historia y buscar pruebas<br />

para el reclamo judicial.<br />

Pero aún debieron esperar la asunción del gobierno constitucional para<br />

que ofrecieran garantías a la niña, porque el temor era que los apropiadores,<br />

conociendo el reclamo intentaran salir del país.<br />

La abuela pensaba que con la denuncia del secuestro y con las prue-<br />

bas que contaba, como la partida de nacimiento, la niña podría volver<br />

con su familia de origen pero se encuentra que tenía documentación falsa<br />

que la acreditaba como hija legítima del apropiador y con la edad cambia-<br />

da, en lugar de figurar con su edad cronológica real aparecía con dos<br />

años menos es decir que había sido inscripta como recién nacida en el<br />

año del secuestro.<br />

Comienza una larga lucha judicial para demostrar su verdadera identi-<br />

dad. Se piden a la justicia todos los análisis posibles de identificación: radio-<br />

grafías, fotos y análisis genético, de histocompatibilidad sanguínea de donde<br />

surge la confirmación de su identidad, con un índice de inclusión en la fami-<br />

lia que la buscaba del 99, 80%.<br />

Aun así la resolución no fue otorgada, la niña sigue ignorando la situa-<br />

ción, pero los apropiadores le advierten que una señora loca se hacía pasar<br />

por su abuela y la quería robar.<br />

La familia decide apelar a otras instancias legales ante la negativa del<br />

Juez interviniente en la causa, de innovar. A fines del año 1984 la Cámara<br />

de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal decide la restitución y<br />

el Dr. Andrés D'Alessio, quien la presidía, se hace cargo de la entrega de la<br />

menor a su familia legítima en el Palacio de Justicia, informándole que se iba<br />

a ir con la mamá de su mamá, y porqué.<br />

106


Su primera reacción fue llantos y gritos, se le explicó quiénes eran ante<br />

su enojo y desconfianza. Se le muestran fotos de cuando era chiquita con<br />

los padres teniéndola en brazos, su descreimiento sigue porque dice que<br />

esas fotos eran nuevas, la abuela le explica que son nuevas porque fueron<br />

recientemente ampliadas de unas viejas que estaban esperándola en su casa.<br />

Observando una de las últimas fotos de la época en que vivía con sus<br />

padres, comenta que era bastante parecida a una que había en la casa en<br />

que vivía.<br />

La abuela piensa que debía ser una foto que le habrían tomado después<br />

del secuestro. La nena miraba las fotos y por momentos lloraba, entonces la<br />

abuela menciona el nombre con el que llamaba a su papá, que era una<br />

deformación del mismo que por su corta edad no podía pronunciar bien, la<br />

niña empieza a llorar a los gritos, luego se queda dormida.<br />

Sale de Tribunales de la mano del Dr. D'Alessio y parte hacia su casa.<br />

Con su familia, en la misma examina fotos, parece reconocer lugares a los<br />

que se acerca sin pedir ayuda, es la casa en que tantas veces estuvo con sus<br />

padres cuando era chiquita. Esa noche duerme tranquila.<br />

La lucha judicial ahora reaparece ante el pedido de visitas de los<br />

apropiadores a los que la familia se opone porque se pudo probar que el<br />

apropiador perteneció a las fuerzas de seguridad, formando parte de una<br />

repartición en donde funcionó un centro clandestino de detención.<br />

La justicia, a pesar de la negativa de la niña, la obliga a una entrevis-<br />

ta, en donde le plantea a los apropiadores porque le mintieron y donde<br />

están sus padres. Ellos continúan diciendo que son los padres sanguí-<br />

neos. (Cabe aclarar que siempre se negaron a exámenes para probar di-<br />

cha consanguinidad).<br />

Con posterioridad la Cámara Federal, aceptando el daño psíquico a que<br />

se la exponía, no vuelve a otorgar visitas. Los apropiadores son condenados<br />

a cumplir cárcel, no eximible para el hombre, pero ambas penas nunca fue-<br />

ron ejecutadas, quedando en suspenso.<br />

A pesar de la restitución, recién en marzo de 1988 se le entregan los<br />

documentos con su nombre y apellidos legítimos.<br />

Una niña es secuestrada, desaparece con sus padres. En un mismo acto<br />

de apropiación la hacen desaparecer de un linaje y sistema de parentesco<br />

para hacerla aparecer, pero perteneciente a otro, le cambian los años, el<br />

apellido, simulan un parto, falsifican partida de nacimiento, pero ella logra<br />

retener su nombre.<br />

Se la somete a una situación en donde lo familiar se vuelve extraño y lo<br />

extraño familiar, que nos recuerda lo trabajado por Freud en Lo Siniestro.<br />

107


Se la fuerza a borrar toda huella de su origen, despojándola de sus pa-<br />

dres. Se la obliga a cortar con su historia, su pasado, los ideales familiares,<br />

con sus referencias témporo-espaciales, con un proyecto identificatorio.<br />

En el acto de apropiación es violentamente incluida en un sistema de<br />

parentesco a través de una filiación narcisista que desconoce y reniega de la<br />

filiación instituida por los padres de origen.<br />

Esta filiación narcisista la podemos considerar engendrada por la cabe-<br />

za amparada en el terrorismo de estado, y que aparece como prolongación<br />

del propio narcisismo de los apropiadores y en el que el triunfo sobre los<br />

padres de origen debe perpetuarse más allá de su desaparición. Aquí imperan<br />

mecanismos de renegación de alto riesgo psíquico, porque siendo ellos mis-<br />

mos los autores del hecho ilícito, se manejan «como si» nada hubiese suce-<br />

dido, impregnando la crianza de la niña.<br />

Se produce así un hecho traumático pues la cantidad de excitación pro-<br />

ducida rompe el aparato protector de estímulos, impidiéndose la elaboración<br />

de lo sucedido, debiendo apelar a mecanismos de defensa primitivos que le<br />

permitan la supervivencia.<br />

Este peligroso lugar de falsificación crea una situación perversa porque<br />

se pervierte la función, pues ahí donde debe existir un mito de los orígenes<br />

desde donde construir un lugar para vivir, hay silencio, que puede generar un<br />

vacío de sentido que conduzca a la producción de enunciados delirantes, en<br />

ésta o en próximas generaciones, que cubra esa ausencia de significación.<br />

Gracias a esta Creación delirante el yo se preservaría un acceso al campo de<br />

las significaciones para funcionar con una aparente y frágil normalidad.<br />

La niña, en esta situación, corre el riesgo de funcionar como objeto<br />

fetiche para sus apropiadores, que la podían atender en lo relacionado<br />

con sus necesidades corporales. Pero su deseo, placeres, actividades y<br />

su sexo, no son referidos a su relación con sus padres de origen (filia-<br />

ción instituida), con su historia y con su futuro y esto puede ser vivido<br />

como si su único valor, en tanto niña, fuese orgánico, interpretando<br />

para sobrevivir, el rol que se le asigna como de un objeto con el costo<br />

psíquico que implica.<br />

En esta niña hay un punto de resistencia a la apropiación de su subjetivi-<br />

dad, su nombre. Éste tiene primordial importancia pues asegura su conexión<br />

narcisista y contribuye a la articulación entre lo real del cuerpo y el cuerpo<br />

simbólico. El nombre es el primer fonema en relación a la vida, es el que la<br />

sostiene y es el significante de la relación con sus padres, en especial la<br />

madre y que luego será retomado por todos en la sociedad.<br />

Ubicada la niña se logra la restitución que podemos pensarla como un<br />

«regreso a la vida», en tanto la saca de una situación ominosa, produciendo<br />

un reordenamiento simbólico que le permitirá elaborar lo vivido. Este corte,<br />

a la manera de una castración simbolígena, la reconecta con sus orígenes y<br />

108


con aquellos, sus padres, aun en su ausencia, que la habían anticipado<br />

imaginariamente antes de nacer y le habían dado un lugar simbólico de hija,<br />

resultado de un deseo en relación a una historia y a un sistema de parentesco.<br />

A partir de ahí, en conexión temporal y causal con su historia, podrá repen-<br />

sar su lugar.<br />

La niña llora a gritos cuando su abuela nombra el nombre con que llama-<br />

ba a su padre, momento de develamiento para el psiquismo que provoca<br />

horror al conectarla con un sonido «olvidado» que la devuelve a imágenes<br />

que parecían ignoradas por ella.<br />

La apelación al nombre del padre funciona conectándola con su filiación<br />

de origen, devolviéndola a una legalidad en la que el deseo no puede reali-<br />

zarse sin ley. Conozco a la niña en los últimos meses del año 85, momento<br />

en que la abuela materna se plantea la posibilidad de solicitar tratamiento<br />

para su nieta. Ella se adelanta y le pide a un familiar muy cercano que me<br />

conocía si yo podría hacerme cargo de su terapia.<br />

A las primeras entrevistas concurren la niña y su abuela. Permanecía<br />

casi en silencio y expectante, dejando que hablara su abuela, pero observan-<br />

do muy atentamente. Tenía a su disposición juguetes y elementos para granear<br />

y modelar.<br />

En la segunda entrevista toma plastilina y comienza a extenderla sobre<br />

una hoja hasta cubrir una parte de la superficie pero la deja inconclusa.<br />

Propongo abrir un espacio y un tiempo para evaluar si era posible iniciar<br />

un trabajo analítico juntas, por lo tanto vamos arreglando los horarios por vez.<br />

Para la tercera entrevista propongo un horario al que su abuela no puede<br />

concurrir, la niña pide que otro la acompañe pues quiere venir.<br />

Debo aclarar que para su seguridad personal se trasladaba en auto con<br />

custodia policial armada, que la cuidaba las 24 horas, por orden judicial,<br />

dado las amenazas del apropiador al hacerse efectiva la restitución. La cus-<br />

todia se mantuvo hasta la obtención de sus documentos legales.<br />

A partir de ese momento entra sola al consultorio, con el tiempo se<br />

ocupa del pago de los honorarios y se las arregla para que yo tuviese el<br />

menor contacto posible con su familia.<br />

Propone juegos, dramatizaciones, dibujos, trae a sus muñecas, unas<br />

barbies con su ropita. Al tiempo observo que se traslada con toda la ropita y<br />

cosas de sus muñecas, a la manera de la hormiguita viajera, siempre con su<br />

equipaje a cuestas.<br />

Comienzan a aparecer otros aspectos que llaman mi atención: está ab-<br />

solutamente pendiente de mí, de mi aspecto, de mis gestos, de los objetos del<br />

consultorio, podría registrar hasta el mínimo cambio o cada uno de los obje-<br />

109


tos nuevos, haciendo preguntas sobre ellos. También registraba olores y so-<br />

nidos ínfimos, parecía que nada escapaba a su percepción.<br />

En una sesión usa un marcador nuevo con punta fina, ese mismo mar-<br />

cador otra paciente lo rompe y yo lo repongo. A la sesión siguiente ella lo<br />

usa y comenta: «¿Compraste uno nuevo no?».<br />

En otra ocasión, un par de horas antes de atenderla tengo una entrevista con<br />

el papá de otro paciente que es dentista: en su sesión, al entrar dice: «que olor a<br />

dentista, ¿vino uno no?». Ninguno de mis pacientes anteriores lo había notado.<br />

En transferencia hay un trabajo de recuperación de las vivencias senso-<br />

riales a través de lo olfativo, visual, auditivo que parecen reconectarla con<br />

sus representaciones más arcaicas, que quizá fueron a las que tuvo que<br />

aterrarse para sobrevivir y no perder sus representaciones del bebé que fue,<br />

cuando al sacarle los dos años de vida, la llevan a desmentir lo relacional<br />

vivido hasta ese momento.<br />

Luego de unas vacaciones de verano habíamos combinado el día para<br />

reiniciar las sesiones, que era a mitad de semana. Pero el día lunes me llama<br />

por teléfono a mi casa y con voz temblorosa dice que fue al consultorio y yo<br />

no estaba, le recuerdo lo que habiamos arreglado, pero no puede escuchar-<br />

me: sigue reclamando y llorando repetía, si yo fui, ¿por qué vos no estabas?<br />

Al retomar en sesión la pregunta que le provoca angustia, ¿por qué no<br />

estabas? recuerda que en sus vacaciones, que transcurren en el país de su<br />

secuestro, al entrar a un parque con una amiga y acompañadas por las abue-<br />

las de ambas, comienza a hablar como un bebé. Era el parque donde fue<br />

secuestrada cuando paseaba con su madre.<br />

La angustia de la pregunta que la conecta con el recuerdo de lo vivido<br />

permitió abrir nuevas vías de significación para el sufrimiento padecido, que<br />

así pudo ponerse en historias trabajo psíquico necesario, ya que el yo no<br />

puede pensarse desposeído de la historia que vivió.<br />

Durante muchas sesiones dibujaba su inicial de distintas formas y pers-<br />

pectivas. La primera letra del apellido coincidía con la de su apropiados.<br />

Luego de muchas pruebas, cambios y tachaduras, surge su nombre y apelli-<br />

dos una y otra vez. Coincide con la entrega de su documento de identidad<br />

legítimo, momento largamente deseado por ella y también con el pedido de<br />

dejar en suspenso el tratamiento; así lo convinimos. Al despedirse me pide<br />

mi tarjeta por si necesita llamarme.<br />

Un día llama muy angustiada. Quiere verme. En la entrevista relata que<br />

hace unos días, al salir de su casa, se encuentra con el apropiador que la<br />

estaba esperando y la llamaba, queda muy sorprendida entre el miedo y la<br />

rabia, le da la espalda y se va, pero antes le saca la lengua en gesto enojado.<br />

Pide ver al Juez rogándole que haga algo para que no la molesten. El Juez<br />

le dice que con estos hechos se va a tener que enfrentar porque así es la vida.<br />

110


Está más enojada con el Juez, porque no hace nada para protegerla, y<br />

más tranquila con ella misma porque al alejarse pudo sacarle la lengua, «no<br />

se me ocurrió otra cosa».<br />

Para esa época ya empieza a manejarse sola y piensa diversas formas<br />

para arreglarse, llevaba fichas de teléfono, la llave de su casa colgada del<br />

cuello para no olvidársela y se sabía de memoria números de teléfonos y<br />

direcciones de familiares y amigos.<br />

En el año 90 vuelve y solicita retomar el tratamiento, otras cuestiones la<br />

traen, casi con catorce años, ya iniciado el colegio secundario, sus preocu-<br />

paciones estaban ligadas a su despliegue social, a las preguntas sobre sexua-<br />

lidad, su reacomodación familiar, su relación con su abuela. También aso-<br />

man nuevas preguntas, aparecen sueños, recuerdos. El arduo trabajo de due-<br />

lo sobre sus padres desaparecidos continúa.<br />

Luego de un año y medio nuevamente un impasse; pide dejar por un<br />

tiempo. Dice que si se pelea mucho con su abuela quizá vuelva más rápido.<br />

Su mira esta puesta en el grupo de pares y a la búsqueda de nuevos intereses.<br />

Nos volvemos a ver en el Seminario Internacional sobre Identidad. Fi-<br />

liación. Restitución, organizado por Abuelas de Plaza de Mayo, a principios<br />

de ese año. Se acerca a saludarme y me cuenta que me había traído un<br />

regalo que compró en sus vacaciones y que siempre quería llamarme para<br />

llevármelo. Sus vacaciones fueron nuevamente en el país del secuestro.<br />

Al día siguiente me cuenta preocupada que se lo olvidó en su casa. y que<br />

cuando lo compró lo envolvió varias veces para que no se estropeara, que<br />

iba a traerlo por la tarde, si se acordaba.<br />

Ese día yo coordinaba la asamblea de cierre, ella se acerca a la mesa<br />

entre medio de toda la gente y me entrega el regalo, es un paquetito<br />

envuelto muy cuidadosamente, que conservó en mis manos hasta la ter-<br />

minación del acto. Era una cajita, yo no sabía dónde ponerla porque<br />

ningún lugar me ofrecía garantía suficiente para su preservación, así la<br />

cajita continuaba cuidadosamente guardada a la espera de un lugar visible<br />

a la mirada, pero seguro.<br />

Luego cuando pude ubicarla, pude pensar. Creo que la cajita entregada<br />

en público, en su valor metafórico, articula un recorrido que iniciado en el<br />

grito lanzado para retener su nombre, retomado en el llanto al reconocer el<br />

nombre de su padre, culmina en la pregunta angustiosa del por qué no estás.<br />

Objeto traído del país del secuestro a mis manos para que no se pierda y le<br />

encuentre lugar, que le permite a ella echarse a volar por nuevos rumbos sin<br />

temer una ausencia sin significación.<br />

La cajita tiene en su tapa grabada la paloma de la paz.<br />

111


Bibliografía<br />

Aulagnier, Piera Observaciones sobre la estructura psicótica. Carpeta<br />

sobre Psicosis. Ed. Letra Viva, Buenos Aires, 1975.<br />

------- La violencia de la interpretación. Ed. Amorrortu,<br />

Buenos Aires, 1977.<br />

------- El aprendiz de historiador y el maestro brujo.<br />

Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 1986.<br />

------- Alguien ha matado algo. Asoc. Escuela de Psicoterapia<br />

para Graduados. Revista No 14. Buenos Aires, 1987.<br />

------- Nacimiento de un cuerpo. Origen de una historia. Cuerpo.<br />

Historia e Interpretación. Ed. Paidós, Buenos Aires, 1991.<br />

Chevance-Bertin, Marie Paséale Memorias para lo Impensable. París,<br />

1987.<br />

Freud Sigmund Lo ominoso. Tomo XVII.<br />

------- Fetichismo. Tomo XXI.<br />

------- Mas allá del Principio del Placer. Tomo XVIII.<br />

------- La escisión del yo en el proceso defensivo. Tomo XXIII.<br />

Ed. Amorrortu, Buenos Aires.<br />

Herrera, Matilde; Tenembaum, Ernesto Identidad. Despojo y Restitu-<br />

ción. Editorial Contrapunto, Buenos Aires.<br />

Lo Giúdice, Alicia Informes psicológicos a Juez Federal y a la Cámara<br />

Federal del año 1985 al año 1988.<br />

Nosiglia, Julio Botín de Guerra. Ed Cooperativa Tierra Fértil, Buenos<br />

Aires, 1985.<br />

Puget, Janine; Kaes, Rene (Comp.) Violencia de Estado y psicoanáli-<br />

sis. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1991.<br />

Ulloa, Femando La ética del analista frente a lo siniestro.<br />

Winnicott, Donald Realidad y juego. Ed. Granica, España, 1981.<br />

Asoc. Abuelas de Plaza de Mayo Discursos de Apertura del Seminario<br />

Sobre Identidad y Restitución. Buenos Aires, 1988.<br />

112


por Alicia Lo Giúdice<br />

Septiembre de 1991<br />

CAPITULO IV<br />

Algunas consideraciones acerca<br />

del informe de los mellizos Reggiardo-Tolosa<br />

La primera cuestión a considerar es que para hacer la evaluación se<br />

cita al matrimonio Miara-Castillo y a los mellizos, ignorando a la familia de<br />

origen (dado que no los abandonaron), planteando así una toma de posición.<br />

Deberíamos planteamos que un psicoanalista no trabaja con recolección de<br />

datos sino con la historia libidinal e identificatoria y aquello que hizo posible<br />

que dicha historia funcione así y que nos permite ubicar el lugar que un niño<br />

ocupa en una familia.<br />

Dicho lugar para el psicoanálisis es en función del deseo inconsciente<br />

parental, así cabe preguntarse no sólo si hubo deseo inconsciente en los<br />

padres para que el niño nazca sino para qué fue deseado.<br />

La cuestión siguiente y primordial sería cómo entender la situación de los<br />

niños, que según el informe «nacieron en oscuras circunstancias» y que «desde<br />

muy temprano quedaron con los Miara-Castillo» a los que consideran<br />

«adoptantes» así como en los niños «adoptados» (el subrayado es de la autora).<br />

Si pensamos en consideraciones éticas no podemos dejar de ubicar las<br />

«oscuras circunstancias» en que los hechos sucedieron.<br />

A partir del golpe de estado de marzo de 1976 se instala en nuestro país<br />

la dictadura militar que implanta un método de persecución conocido como<br />

«terrorismo de estado» y que produce «la desaparición forzada de perso-<br />

nas» en forma sistemática y programada, llevada a cabo por grupos específi-<br />

cos, hecho inédito en el país.<br />

La «desaparición forzada de personas» puede considerarse como verda-<br />

dera catástrofe social que instala el horror de lo siniestro como modo de vida<br />

y que produce daño psíquico no sólo a los afectados directos sino a la sociedad<br />

misma, pues el sistema social legal deja de tener vigencia y produce una<br />

ruptura del «contrato narcisista» que sostiene el tejido social. Sobre el se-<br />

cuestro pesa un ominoso silencio y se desconoce su lugar de detención y<br />

113


causas y condiciones del desaparecido así como del secuestrador, con el<br />

agravante de no funcionar ninguna acusación para el hecho.<br />

La violencia social vivida como estado de amenaza produce un efecto<br />

traumático pues no puede ser elaborada dado que no se dan explicaciones<br />

acerca de los hechos o explicaciones falseadas que producen un ataque al<br />

pensamiento que lleva al uso de mecanismos de defensa psíquicos como<br />

negación, renegación o desmentida que pueden provocar efecto psicotizante.<br />

El mismo puede aparecer en esta generación o en las siguientes porque<br />

se le niega un psiquismo la posibilidad de elaboración de una realidad traumática<br />

y por la dificultad en la elaboración del duelo.<br />

Los familiares de las víctimas vivieron pendiente de rumores sin posibi-<br />

lidad de reconstruir imaginariamente los hechos, por tanto no podían aceptar<br />

la muerte y se les impidió cumplir con los rituales funerarios compartido por<br />

la sociedad que a nivel psíquico, permite una reordenación de cargas de<br />

amor, odio y culpa hacia el objeto perdido.<br />

Como vivieron en la incertidumbre, la persona desaparecida, puede ad-<br />

quirir una representación fantasmática con vivencias ligadas al campo de lo<br />

siniestro y, en lo psíquico, los familiares deben portar un muerto sin sepultura.<br />

Asimismo, al no tener respuesta social puede producirse una detención<br />

del proceso de duelo normal o un procesamiento en falso.<br />

Para más datos sobre los hechos consultar Nunca Más, CONA<strong>DE</strong>P,<br />

año 1984, incluyendo el prólogo de Ernesto Sábato y en relación a lo psico-<br />

lógico «violencia de Estado y Psicoanálisis» compilación de Janina Puget -<br />

Rene Kaes, Centro Editor de América Latina, año 1991. Como pudo sa-<br />

berse con posterioridad dichas desapariciones podían incluir toda una fa-<br />

milia y generó un hecho aún más siniestro que fue la desaparición y apro-<br />

piación de menores de edad que fueran secuestrados con sus padres y el<br />

nacimiento de niños con madres en cautiverio, en ambos casos fueron<br />

arrancados de los brazos de sus madres y dados para su crianza a perso-<br />

nas en su mayoría, ligadas a la represión ilegal.<br />

Dichos niños, los secuestrados-desaparecidos y los nacidos en cautive-<br />

rio, resultaron ser verdadero «botín de guerra» y sobre los que se ejerció<br />

violencia física y psíquica.<br />

- Separación abrupta de sus padres, dado que no fueron abandonados<br />

sino robados.<br />

- Ocultamiento de identidad, incluyendo cambio de nombres y apelli-<br />

dos, simulacro de parto, falsificación de partida de nacimiento, adopción<br />

aparentemente legales, niños que aparecían como NN y padres falsos.<br />

- Niños asesinados en el rapto.<br />

114


- Niños asesinados en el vientre materno.<br />

- Tortura a mujeres embarazadas.<br />

- Cuidadosa tarea de borrar toda ligazón con su origen.<br />

Los familiares al tomar noticia de lo sucedido inician la búsqueda de sus<br />

hijos y nietos, se crea así la asociación «Abuelas de Plaza de Mayo» que<br />

plantean que para sus nietos desaparecidos es vital retomar con sus familia-<br />

res de origen, planteando la «restitución» como un «regreso a la vida» dada<br />

la metodología empleada en el secuestro y porque con los apropiadores los<br />

niños crecen prisioneros de los responsables o cómplices de la desaparición<br />

y/o asesinato de sus padres.<br />

Mantener en esta situación a los niños, significa negar el verdadero ori-<br />

gen del sufrimiento, padecido en el acto mismo de la apropiación ilegítima<br />

que incluye la desaparición de los padres y del niño. Dicha apropiación ilegí-<br />

tima se logra hacer y mantener a costa de montar una mentira acerca de los<br />

orígenes del niño, en el que se utilizan, a nivel psíquico, mecanismos relegatorios<br />

altamente perjudiciales para el psiquismo en vías de constitución.<br />

En el caso que nos ocupa es el de los mellizos Reggiardo-Tolosa, hijos<br />

de María Rosa Tolosa y Juan Enrique Reggiardo, ambos detenidos-desapa-<br />

recidos a principios del año 1977, María Rosa estaba con un embarazo avan-<br />

zado y según se supo por testimonios fue trasladada a la cárcel de Olmos en<br />

donde dio a luz a sus hijos en abril de 1977.<br />

Estos niños, que en un principio se creía eran hijos del matrimonio Ross-<br />

Rossetti, estaban en poder del Sub-comisario de la Policía Federal Samuel<br />

Miara y de su esposa Beatriz Castillo. Ubicados los niños y ordenadas las<br />

pruebas hematológicas para comprobar su filiación, el matrimonio Miara<br />

Castillo se fuga del país antes que éstas puedan realizarse.<br />

Con posterioridad pudo saberse que se hallaban en Asunción del Para-<br />

guay y luego de arduos trámites se logra la extradición en marzo de 1983 y<br />

una vez realizadas las pruebas de histocompatibilidad genética se descubre<br />

que los niños pertenecían a la familia Reggiardo-Tolosa que los seguía bus-<br />

cando, pero por decisión judicial siguen quedando en poder del matrimonio<br />

apropiador Miara-Castillo.<br />

Los niños recién saben que no son hijos sanguíneos a los 11 años y a<br />

pesar de la situación que dio origen a la tenencia se habla de «adopción».<br />

El matrimonio Miara-Castillo en febrero del mismo año en que nacie-<br />

ron los mellizos, 1977, habían perdido una niña que nace muerta, estos<br />

niños apropiados vienen así a ocupar, para esta pareja, el lugar de objeto<br />

que obtura el agujero psíquico dejado por la no elaboración del duelo por<br />

el hijo de sangre muerto y con el agravante de ser un triunfo sobre los<br />

padres desaparecidos, pues apropiarse de un niño en esas condiciones es<br />

hacer desaparecer el linaje y hacerlo aparecer como perteneciente a otra<br />

115


familia, la apropiadora, que en el mismo acto lo vuelve a hacer desapare-<br />

cer como a sus progenitores que no los abandonaron y que no deseaban<br />

renunciar a su maternidad y a su paternidad sino que fueron sometidos a<br />

perder a sus hijos así también su propia vida con el agravante que no hay<br />

figura legal para esta situación (ni para los padres ni para los niños).<br />

Cuando hablamos de adopción suponemos que hay una pareja de padres<br />

que engendran un hijo pero que renuncian a inscribirlo en el sistema de<br />

parentesco, no pueden inscribirlo en su linaje, no pudiendo construir un<br />

proyecto identificatorio para el recién nacido, múltiples pueden ser las<br />

causas pero lo importante es la renuncia al acto de filiación; hay reco-<br />

nocimiento que una nueva vida ha nacido pero no puede ser inscripta<br />

como perteneciente a este apellido, a esta familia, y así es cedido para su<br />

crianza a otros.<br />

Estos «otros» los adoptantes, en su mayoría, por la imposibilidad bioló-<br />

gica de engendrar un hijo y con el reconocimiento que este limite supone al<br />

narcisismo, pueden armar un proyecto identificatorio para el niño que reci-<br />

ben, sustentado en el deseo de hijo unido al deseo de maternidad y de pater-<br />

nidad pudiendo así inscribirlo en su linaje.<br />

En el caso de los Mellizos Reggiardo-Tolosa no hubo padres que negaran<br />

una inscripción sus hijos en el sistema de parentesco sino que fueron arreba-<br />

tados, impidiendo los ritos que acompañan al nacimiento a que son la intro-<br />

ducción del niño en el sistema social.<br />

El corte produce una verdadera mutilación en lo psíquico porque no<br />

puede ser elaborado ni por los padres ni por los niños, que con un aparato<br />

psíquico en vías de constitución inscribe lo acontecido y debe apelar a me-<br />

canismos psíquicos muy primitivos que le permitan la supervivencia.<br />

El matrimonio Miara-Castillo produce un acto delictivo robando los ni-<br />

ños y manteniéndolos secuestrados, inscribiéndolos como propios con falsi-<br />

ficación de partidas de nacimiento y otorgándoles un nombre y apellido pro-<br />

pios duplicando la apropiación y por supuesto ocultándoles la verdad, que si<br />

fuera dicha pondría en evidencia el delito cometido.<br />

En el informe se sostiene la importancia de la palabra (agregaría en<br />

tanto discurso) en la constitución subjetiva, cómo sostenerlo cuando se trata<br />

de una palabra y letra falsa pues sirvió para mantener una mentira acerca del<br />

origen de esta «paternidad y maternidad».<br />

Lacan plantea que el inconsciente mismo está construido como un len-<br />

guaje, pero aquí nos preguntamos en qué lenguaje está fundada, si ésta debe<br />

estar sostenida en las leyes que imperan un sistema social legal y que debe<br />

tener vigencia para todos, entonces cómo desconocer las circunstancias en<br />

que sucedieron los hechos? Este matrimonio con la apropiación produce<br />

una filiación narcisista ahí donde debió funcionar una filiación instituida<br />

por los padres de origen.<br />

116


Esta filiación narcisista la podemos considerar como engendrada por la<br />

cabeza y aparece como prolongación de su propio narcisismo y en el que el<br />

triunfo sobre los padres de origen debe perpetuarse más allá de la desapari-<br />

ción; aquí imperan mecanismos de renegación de alto riesgo porque cono-<br />

ciendo los hechos se manejan «como si» nada hubiera sucedido e impregnan<br />

la crianza de los niños.<br />

Un niño al nacer, por su desvalimiento, necesita del otro Primordial para<br />

poder vivir el primer otro que encama ese lugar es la madre, sostenida en su<br />

función por la función paterna y así le darán como primera cesión libidinal<br />

un «cuerpo imaginario» aun antes del nacimiento, que es la posibilidad de<br />

pensar al niño unificado y sexuado. A partir del nacimiento son estas mismas<br />

funciones parentales las garantes y el apoyo para que el niño pueda consti-<br />

tuirse como sujeto (en el sentido psicoanalítico del término).<br />

En los padres hay deseo de maternidad y de paternidad cuando engen-<br />

dra un hijo pero principalmente debe existir un deseo de hijo, que es sostén y<br />

garantía para el deseo de vida en el niño, así éste podra construir una escena<br />

originaria desde donde pensar la causa de su origen que implica preguntarse<br />

acerca del yo y del mundo, y necesita que le afirmen que en el origen de la<br />

vida hubo placer en el engendramiento y reconocimiento de la singularidad<br />

de su nacimiento, éstos son causas que le dan sentido a su existencia.<br />

Si un niño es robado, ocultado y negada su historia y su origen, como<br />

podrá fantasear la escena, si para los que los retienen no existió y sólo<br />

ejercen sus funciones parentales a través de la apropiación. Este peligroso<br />

lugar de falsificación crea una situación perversa porque se pervierte la fun-<br />

ción, pues allí donde debió existir un mito de los orígenes desde donde cons-<br />

truirse un «lugar para vivir» hay silencio, que puede generar un vacío de<br />

sentido que conduzca a la producción de enunciados delirantes, en ésta o en<br />

próximas generaciones, que cubran esa ausencia de significación.<br />

Gracias a esta creación delirante el yo se preservaría un acceso al campo<br />

de los significaciones para funcionar con una aparente y frágil normalidad.<br />

En el informe se plantea que los niños no manifiestan ningún tipo de<br />

voluntad o deseo de realizar tratamiento psicológico.<br />

En psicoanálisis si hablamos de voluntad y deseo consciente nos queda-<br />

mos con lo manifiesto sin tomar en cuenta que el deseo inconsciente (en el<br />

sentido freudiano) no siempre coincide con lo expresado en el discurso lógi-<br />

co sino en su quiebra en que aparecerá algo de lo inconsciente en forma de<br />

sueños, síntomas, actos fallidos y chistes.<br />

El lugar del analista es ofrecer un espacio y operan un modo de interven-<br />

ción para que algo de lo inconsciente emerja para poder emprender un traba-<br />

jo psicoanalítico.<br />

Por otra parte es llamativo que los niños no ponen en duda la relación<br />

con los que llaman «sus padres» y no cuestionan la forma de adopción,<br />

117


cuando en realidad no la hubo y se trata de una apropiación ilegítima (se-<br />

cuestro) dado que nacieron en el cautiverio de su madre y que incluye la<br />

desaparición de ambos padres, hecho aun sin aclaración jurídica.<br />

Si tomamos en cuenta la edad de los menores nos encontramos que<br />

inicien un período puberal y que a nivel psíquico corresponde al segundo<br />

momento de la constitución de la sexualidad y debe dar paso al hallazgo de<br />

objeto fuera de la familia para lograr el acceso a la exigencia y cumplir con la<br />

ley de prohibición de incesto. Es un momento de cuestionamiento de los<br />

valores familiares, de confrontación con los padres, hay duda y peleas y<br />

donde el adulto debe ofrecerse para confrontar con el adolescente y así<br />

ayudarlo para que pueda atravesar esta crisis necesaria.<br />

Cómo hacerlo en este caso si en el origen hubo ocultamiento de identi-<br />

dad, que recién se pone de manifiesto a los 11 años. Si vivieron en un clima<br />

de mentiras no pueden preguntar porque las respuestas que obtendrán se-<br />

rán nuevas mentiras. Estos niños se han visto enfrentados a portadores de<br />

certezas que no permitían preguntas ni dudas, que pueden provocar inhibi-<br />

ción en la pulsión de saber y producción de ideas delirantes porque la fórmu-<br />

la dispuesta por el adulto que los apropió es «prohibido pensar lo prohibido»<br />

más cercano a la enunciación psicótica en donde el adulto posee las certezas<br />

negándole al niño la posibilidad de autonomía del pensamiento, reclamándo-<br />

les una identidad con su pensar que obtura la posibilidad misma del pensa-<br />

miento propio.<br />

Es así que estos niños, los mellizos Reggiardo-Tolosa prefieren hablar de<br />

deportes, campamentos, estudios que si bien son actitudes propias que des-<br />

piertan su interés, pero que aparecen disociada de su situación actual y<br />

quedan adheridas al «discurso oficial» de sus apropiadores.<br />

En la posibilidad de desarrollar la pulsión de saber está incluida Imposi-<br />

bilidad de historiarse para ello el yo, debe tener derecho a su propia ver-<br />

sión y no a tener una versión impuesta por los otros, es necesario que el yo,<br />

renuncie a creer que otros (en principio los padres) pueden garantizarles<br />

siempre la verdad de lo dicho.<br />

Pero esta renuncia siempre parcial, debe tener puntos de certeza, preci-<br />

pitados identificatorios, que le permitirán sostenerse, admitir su ignorancia y<br />

posibilitar el saber. Este deseo de saber llevará a preguntarse por la muerte<br />

que puede ser rechazada pero que finalmente deberá ser aceptada.<br />

En el caso de niños desaparecidos la pulsión de saber está interceptada<br />

ya que no tienen derecho a su versión de la historia y los puntos de certeza<br />

que les otorgan los apropiadores conllevan la falsedad, pudiendo producir<br />

estados regresivos e inhibiciones graves.<br />

En la situación perversa en que viven corren el riesgo de funcionar como<br />

objeto fetiche para sus apropiadores que lo pueden atender en lo relacionado<br />

con sus necesidades corporales, pero su deseo, placeres, actividades y su<br />

sexo, no son referencia a su relación con sus padres de origen (filiación<br />

118


instituida), con su historia y su futuro y esto puede ser vivido como si su único<br />

valor, en tanto niño, fuese orgánico, interpretando el rol que se le asigna como<br />

de un objeto, con el consiguiente riesgo psíquico (filiación narcisista).<br />

En la descripción que hacen de los niños se insiste en que están bien y<br />

quieren seguir así y por otro lado se habla de inhibiciones y características de<br />

personalidad en donde los conflictos aparecen acallados, lo que lleva a pen-<br />

sar en una personalidad sobreadaptada (inclusive por el lenguaje empleado<br />

por Matías) con el riesgo de construcción de un falso sí mismo (falso alf) que<br />

se caracteriza por una fragilidad yoica.<br />

Este niño habla de temas varios pero no puede incluir su situación y sólo se<br />

queja por las entrevistas a que fue sometido y no por el sometimiento en que<br />

vivió siempre. Si lo hiciera, ¿cómo sostener el vínculo con los que llama «sus<br />

padres»? Mover cuestiones al respecto sin producir la restitución a su familia<br />

de origen es una situación altamente riesgosa pues los enfrenta a lo ominoso<br />

pero sin darles posibilidad de salida, única solución para poder efectuar un<br />

reordenamiento que posibilite la elaboración de lo «vivido efectivamente».<br />

Aquí no se trata, como sostienen en el informe de la entrega a sus<br />

parientes consanguíneos o dejarlos perpetuar el vínculo con los Miara-Casti-<br />

llo se trata de la restitución a su familia de origen.<br />

Como un verdadero acto jurídico y psíquico de ordenamiento simbóli-<br />

co, que siendo justo y ético debe incluir para que cobre real sentido devolver<br />

sus nombres y apellidos, pues tiene primordial importancia pues asegura su<br />

coexión narcisista y contribuye a la articulación entre lo real del cuerpo y el<br />

cuerpo simbólico.<br />

El nombre es, además, el primer fonema en relación en la vida, es el que<br />

la sostiene y es el significante de la relación sus padres, en especial la madre<br />

y que luego será retomado por todos en la sociedad. Devolverles el nombre<br />

y apellido les permitirá reconectarse con sus orígenes y con aquellos, su<br />

padres aun en su ausencia, que los habían anticipado imaginariamente antes<br />

de nacer y les habían dado un lugar simbólico de hijos, resultado de un deseo<br />

en relación con su historia y a un sistema de parentesco desde donde cons-<br />

truir un sí mismo. A partir de ahí, en conexión temporal y causal son su<br />

historia, podrían repensar su lugar.<br />

Socialmente, muchas veces, se apela al silencio y al olvido para no en-<br />

frentarse con los hechos tan dolorosos y difícil de procesar a nivel psíquico,<br />

pero sabemos, como sostenía Freud, que aquello traumático no elabora-<br />

do retoma como compulsión a la repetición de la mano de tánatos (pulsión<br />

de muerte).<br />

Cabe a la justicia un acto en defensa de estos niños: restituirlos a la<br />

familia de origen, que produce un reordenamiento simbólico, algo que no<br />

pudo hacerse en el momento del hecho. Es deber de quien cumple la fun-<br />

ción pública reparar el daño ocasionado, si no lo hiciese se vería comprome-<br />

tido en perpetuar un vínculo con años de «supuesto amor» que fue ejercido<br />

119


en situación de sometimiento y de apropiación ilegítima que produce graves<br />

daños psíquico a los niños.<br />

por Alicia Lo Giúdice<br />

Mesa Redonda, agosto 1994<br />

CAPITULO V<br />

La manipulación de la memoria<br />

por los medios de comunicación en el caso<br />

de los mellizos Reggiardo-Tolosa<br />

Los mellizos Reggiardo Tolosa aparecieron en los medios de comuni-<br />

cación pidiendo, ¿qué piden?, piden ser escuchados, que la opinión públi-<br />

ca se sensibilice con su problema, más aún que la opinión pública adhiera<br />

a su posición.<br />

En lo manifiesto piden que no los separen de los Miara, sus apropiadores<br />

desde el momento en que nacieron en el cautiverio de su madre, cautiva en<br />

condiciones de desaparecida. Piden que no recordemos, que olvidemos que<br />

su vínculo con los Miara está sostenido sobre por lo menos cinco personas<br />

desaparecidas, cinco cadáveres, cinco cadáveres desaparecidos, cinco cuer-<br />

pos sin sepultura: su madre, su padre, su abuela paterna, la partera que<br />

asistió al nacimiento y avisó a la familia, el esposo de la partera, también de<br />

su tío materno asesinado. Nos piden que olvidemos la catástrofe social que<br />

produjo el terrorismo de estado y su método de desaparición forzada de<br />

personas y de la apropiación de menores de edad. Lo dicen claramente «noso-<br />

tros la guerra sucia no la vivimos en carne propia», es decir, los argentinos no<br />

vivimos en carne propia el terrorismo de estado. Entonces, ¿de qué son vícti-<br />

mas los mellizos?, de la locura de una institución, Abuelas de Plaza de Mayo,<br />

de una familia que clama por el valor del vínculo sanguíneo porque dice que no<br />

hubo abandono? que exige el derecho a la identidad y pide la restitución?<br />

Curiosa y paradójica situación: nos piden que olvidemos en un programa<br />

de Televisión que se llama «Memoria», se hace público un hecho privado o<br />

es un hecho público que quiso mantenerse tan en lo privado que hasta privó<br />

vínculos, privó vidas, nos quiere privar de la historia.<br />

Los mellizos defienden su relación con los Miara y su discurso, pero en<br />

su hablar, en la tartamudez, en la dicción dificultosa (de ambos) qué nos<br />

muestran? Posiblemente la imposibilidad de una situación en la que deben<br />

120


adherir a un discurso perverso impregnado de certezas, en donde el lugar<br />

para la duda asoma en el trastabillar de su decir.<br />

Habría que pensar que no sólo en el contenido de lo que dicen sino en<br />

cómo lo dicen.<br />

Algunos medios de comunicación proclaman que a chicos de 17 años<br />

hay que escucharlos, no importa el pasado, importa el presente.<br />

No importa el origen del vínculo, importa la crianza.<br />

Curiosamente en estos años de democracia fueron varios los medios<br />

extranjeros que se han ocupado del tema de los menores apropiados, se han<br />

acercado a la Institución Abuelas de Plaza de Mayo, a los chicos restituidos,<br />

a los abogados, a los genetistas, a los psicólogos. Llegados de España, Fran-<br />

cia, Alemania, Bélgica, Finlandia, Noruega, Chile, Brasil, Suecia, Estados<br />

Unidos, Canadá, Venezuela, Inglaterra, han filmado, grabado entrevistas,<br />

escrito artículos, han investigado. Uno de ellos Brook Lerner, periodista de la<br />

revista «News Week» de Estados Unidos hizo un seguimiento sobre el tema<br />

que publicado, en febrero de 1993. Se conecta con los mellizos a los que les<br />

dedica un apartado dentro de la publicación, y también inicia una relación<br />

con ellos, que Beatriz Miara no impide.<br />

En una oportunidad los lleva a ver un documental sobre la caída de la<br />

muralla de Berlín, «los hermanos se abrazan emocionados a la terminación<br />

y durante el regreso a la casa comenta Gonzalo «esto realmente me conmo-<br />

vió, esas personas no tenían idea del mundo al otro lado de esa muralla, sólo<br />

sabían lo que el sistema les decía, y luego, cuando cayó, por fin pudieron ver<br />

que el mundo era mucho más grande». Dice Brook Lerner «Aparentemente<br />

Gonzalo ignora la ironía detrás de sus comentarios, los propios mellizos es-<br />

tán viviendo detrás de una muralla de Berlín en la mente» y los describe así<br />

«los mellizos manifiestan inseguridad en sus movimientos, sus sentimientos<br />

están sin explorar y sus sonrisas aparecen con una demora de siete segundos».<br />

Continúa: «tienen casi 16 años y sin embargo son dóciles y obedientes, y<br />

son tratados como niños frágiles. En el living, Beatriz Miara le peina a Gon-<br />

zalo, le abrocha la camisa y le dice «bebé». «Son como las plantas», dice al<br />

dibujar su argumento para quedarse con los chicos. Si uno intenta<br />

transplantarlos cuando sean grandes, tienen pocas posibilidades de<br />

sobrevivencia».<br />

Luego agregará: «los chicos son tan identificados con nosotros que no<br />

les interesan sus orígenes». Gonzalo está de acuerdo pero tartamudea «me<br />

gustaría saber cuál es mi origen porque sino me quedará siempre una duda».<br />

Más tarde cuando la Señora de Miara explica que por ser apolítica, ella no<br />

ha tenido ninguna influencia sobre la manera de pensar de los chicos, Matías<br />

se muestra en desacuerdo y dice: «Pero mamá, un bebé es como un diskette<br />

virgen esperando para ser grabado». Dirá Brook Lemer «extrañamente los<br />

mellizos dieron en la tecla: funcionan como diskettes acumulando montones<br />

121


de datos y argumentos al mismo tiempo que mantienen las emociones bajo<br />

siete llaves. Pero hay momentos en que se les baja la guardia y hay fisuras.<br />

Matías se equivocó una vez cuando dijo que habían nacido en abril, la Seño-<br />

ra de Miara lo corrigió rápidamente «en mayo, en mayo». Otra vez cuando<br />

están cenando a solas con el periodista, «hablan de la guerra sucia con<br />

palabras que contradicen la ideología de Miara, mostrando que información<br />

independiente ha infiltrado su mundo hermético. «El exterminio no es la<br />

forma legal de reprimir», dice Matías. Minutos después Gonzalo levanta la<br />

vista de su bife y rompe un largo silencio. Dice «la policía debería haber hecho<br />

las cosas de distinta manera. Debería haber llevado un registro de todos los<br />

presos y, una vez terminada la guerra, debería haberlos devuelto a su familia».<br />

Concluye Brook Lemer «es un sentimiento sencillo, pero con implicancias<br />

revolucionarias para los mellizos. Porque es una fisura en la muralla».<br />

Aquí el discurso de los mellizos es distinto al que mostraron por televi-<br />

sión. La prensa de aquí suele ocuparse de estos temas en caso de emergen-<br />

cia. ¿Será por esto que los mellizos ponen en escena algo que sino hubiera<br />

quedado oculto? ¿Se trata de unirlos a los Miara o de poner en debate un<br />

tema siempre diferido cuando no ocultado?<br />

En su decir transparentan lo que se trata de renegar: el robo de niños<br />

durante la dictadura, el tipo de vínculo con los apropiadores, el accionar de<br />

las instituciones, en especial, la judicial.<br />

Por ella:<br />

-fueron sometidos a múltiples evaluaciones psicológicas para probar el<br />

estado de su salud mental, quedando colocados como objetos de estudios y<br />

no con vistas a modificar la situación.<br />

Aquí los profesionales de la salud quedan en complicidad al no negarse a<br />

esa exigencia.<br />

-Se decide la restitución, que entiendo no fue lo suficientemente plani-<br />

ficada, no se consulta con la Institución Abuelas de Plaza de Mayo desesti-<br />

mando la experiencia en este tema, son llevados a una familia sustituía y<br />

rápidamente pasan a la familia de origen sin abrir un espacio que permita<br />

encuentros con vistas a una convivencia.<br />

Recordemos que la familia de origen tiene a su vez una exigencia de<br />

trabajo psíquico para comenzar a convivir con adolescentes, muy deseados<br />

pero poco conocidos.<br />

-A partir de la aparición de los mellizos en los medios y a pesar del<br />

cassette en que Miara los incita a la violencia, se quita la guarda (con su<br />

acuerdo por lo insostenible de la situación) de la familia Tolosa. Se los pasa a<br />

una familia sustituía y deciden otorgar visitas a la familia de origen y a los<br />

apropiadores.<br />

122


Así se legaliza lo que de hecho se hacía, es decir, se legaliza lo ilegal, lo<br />

prohibido, se mantiene la renegación.<br />

Me pregunto qué otras cosas deberán hacer Matías y Gonzalo para no<br />

sostener con su sacrificio el discurso del apropiador y su impunidad, el dis-<br />

curso de las instituciones y su impotencia, el discurso social y su renegación.<br />

Vuelvo al comienzo: ¿qué piden los mellizos cuando piden ser escuchados?<br />

por Eva Giberti<br />

Agosto de 1991<br />

CAPITULO VI<br />

Adopción y restitución de niños.<br />

El papel de los medios<br />

En 1988, la restitución de dos púberes, hijas de desaparecidos, produjo<br />

una conjunción de hechos políticos. Las niñas formaban parte de las criatu-<br />

ras secuestradas durante la dictadura (1976-1983), una de ellas nacida du-<br />

rante el cautiverio de su madre y la otra secuestrada a los 8 meses de edad.<br />

Iniciados los trámites de restitución, una de ellas vive ya con su familia de<br />

origen y otra permanece con quienes la adoptaron recibiendo las visitas de<br />

sus familiares directos. En su parte final, este capítulo reproduce un artículo<br />

que me fue solicitado por la dirección de la revista «Actualidad Psicológica»<br />

acerca de lo que se llamó «el caso Juliana». Dada la época de su publicación,<br />

cercana al escándalo que se había desatado alrededor de este intento de<br />

restitución, preferí escribirlo hablando en general de los problemas que po-<br />

drían suscitarse en el futuro, cuando la restitución apareciese interceptada<br />

por la adopción legalmente obtenida. Pero su texto y su intención se apoyan<br />

en los hechos producidos alrededor de ese episodio. Entendí que se trataba<br />

de un tema que convenía discutir en niveles profesionales y sólo acepté<br />

escribir en una publicación técnica.<br />

La orientación que los medios de comunicación dieron a estos episodios<br />

merece algunas reflexiones, pudiendo diferenciarse a aquellos que intenta-<br />

ron ser mesurados de los que prefirieron no serio. Las historias de ambas<br />

niñas aparecen signadas por el mismo procedimiento protagonizado por sus<br />

padres (o madres): la apelación a los medios intentando modificar la situa-<br />

123


ción legal de la menor. ¿De qué modo? Una vez otorgada la guarda a la<br />

familia de origen, con vista a la restitución, los adoptantes convocan a los<br />

medios con un discurso desafiante para con los familiares de origen, como si<br />

dijeran: «Llamaremos a los medios y ya van a ver!». Una vez investidos los<br />

medios con características superyoicas, la amenaza adquirió efectividad ya<br />

que varios de ellos se ocuparon de descalificar el pedido de restitución, el<br />

trámite a través del cual se puso en marcha, y la decisión de la familia de<br />

origen de rescatar a la niña.<br />

Advertimos que en algunos medios se produjo un mecanismo de inver-<br />

sión en las relaciones con estos niños que fueron secuestrados y distribuidos<br />

ilegalmente en medio del ocultamiento y la desinformación, merced a ambas<br />

estrategias los adoptantes durante años contaron y disfrutaron de una criatu-<br />

ra a la que llamaron hija. En aquella época no hubo medios que pudieran -<br />

o quisieran- alertar acerca de lo que sucedía. Paradojalmente se recurrió a<br />

ellos para que procedieran del modo exactamente inverso denunciando lo<br />

que estimaron una injusticia y sensibilizando a la comunidad respecto a la<br />

misma, pero omitiendo narrarle a esa comunidad la historia inicial de ambas<br />

niñas. Datos que recordó un sector de los medios de información.<br />

El obligado silencio de los medios acerca de los desaparecidos durante<br />

el período mencionado protegió las maniobras de las familias que adoptaban<br />

fraguando la identidad de estos niños, haciéndolos aparecer como abandona-<br />

dos. De modo que, por ausencia o por exacerbación, los medios siempre<br />

estuvieron posesionados respecto de ellos, lo cual establece una diferencia<br />

sustantiva con las adopciones en general.<br />

La toma de posición acerca de lo que «debería» hacerse con los hijos<br />

de desaparecidos frente a las demandas de sus familiares de origen multi-<br />

plica y modifica el espacio superyoico de los medios, que entran en sintonía<br />

con el imperativo categórico que deslinda «lo que está bien» de «lo que<br />

está mal». Una de las posiciones afirma que el niño debe permanecer con<br />

la familia que lo criara, a la cual «pertenece», omitiendo reconocer el deli-<br />

to de origen o mencionándolo como algo reprimido. De este modo se pro-<br />

duce una deformación del imperativo categórico puesto que se convierte<br />

en denuncia la separación de estos niños respecto de sus adoptantes (hecho<br />

legal), cuando la denuncia primordial debe sustentarse en el secuestro de la<br />

criatura que a su vez era parte de otro secuestro, delito sobre delito. Se<br />

genera así un singular imperativo categórico que desconoce las normas<br />

consensuales referentes a la justicia, prefiriendo apelar al derecho «de lo que<br />

ya es» o el «siempre fue así» respecto de mantener a los niños con quienes<br />

lo criaron. Ambas son expresiones constituyentes del imaginario social y<br />

cuenta con la fuerza que mitos y creencias le conceden potenciados y ampa-<br />

rados por una evidencia indiscutible: la confusión y el desconcierto que<br />

deberá padecer la niña en el momento de dicha separación si no ha sido<br />

preparada previamente.<br />

Añadimos a ello el modo en el que se construye la realidad exterior a<br />

partir de las propias percepciones: esa niña a la que se percibe, se ve y<br />

escucha, aparece como «la hija de quienes la criaron» y aparentemente un<br />

124


sector de la comunidad no logra investirla como víctima, como hija robada<br />

de una mujer que no deseaba desprenderse de ella y a la que le fue arranca-<br />

da en la tortura y la clandestinidad. Por lo tanto dispone de los derechos de<br />

las víctimas. Éste sería el mecanismo lógico de pensamiento: si se la mirase<br />

como víctima se defenderían sus derechos a la restitución (regidos por la<br />

prudencia en lo que se refiere a la forma en que serían separados de los<br />

adoptantes). Pero no sucede de este modo.<br />

Estos niños son reconocidos como víctimas pero insertándolos en la<br />

categoría de víctimas sacrificables que los diferencia de las víctimas de un<br />

accidente de tránsito, por ejemplo, y que produce otras reacciones. Se reco-<br />

noce a estos niños formando parte de un proceso histórico en el cual sus<br />

padres fueron descalificados desde diversos ángulos y cuya desaparición<br />

constituye un hecho ilegal comprometedor para quienes fueron responsa-<br />

bles del hecho y para quienes pretenden olvidarlo. Por lo tanto, estos niños<br />

arrastrarían un doble déficit: el que se podría atribuir a sus padres (lo cual<br />

abre el inmenso capítulo respecto de quiénes fueron los desaparecidos), y el<br />

que corresponde a recordar la dictadura. Lo cual, desde un análisis de la<br />

estructuración de los mitos los convierte en víctimas propiciatorias ya que<br />

«tienen algo raro y diferente», condición específica para la creación de tal<br />

categoría. En una sociedad con severas dificultades para organizarse y<br />

estabilizarse, la creación de víctimas relacionadas con hechos políticos po-<br />

dría ser un efecto de la destrucción de tejidos de solidaridad en tanto soporte<br />

social, incluirse entre las variables pertinentes. Proponerlos como víctimas<br />

sería el resultado de mantenerlos en manos de quienes los adoptaron<br />

ilegítimamente o ilegalmente; victimización que reforzaría la victimización<br />

original, su secuestro.<br />

Es un mecanismo que no respondería a las lógicas proteccionales hacia<br />

las víctimas sino a la estructuración de mitos que reclaman la existencia de<br />

chivos expiatorios. Mantener a estos chicos en manos de sus apropiadores<br />

sería un modo de «expulsarlos de la ciudad», como se hacía con los chivos<br />

expiatorios, «llevándose el mal». En este caso, expulsarlos sería, al revés,<br />

incorporarlos en familias ajenas al «mal» (representado por los desapareci-<br />

dos). En realidad se los expulsa de la Justicia.<br />

Un párrafo de Girard1 es esclarecedor: «La víctima se manifiesta como<br />

encamación de la violencia de la crisis interpretada como sacrum malo y<br />

disociador, pero metamorfoseado por la expulsión de algo aún peligroso, que<br />

sería más benéfico y constructivo siempre que se lo emplease en el lugar<br />

adecuado, en el momento adecuado y en la cantidad precisamente medidas.<br />

Sólo los sacerdotes o los iniciados pueden practicar esta delicada operación».<br />

El lugar adecuado, para muchos, será la familia llamada adoptante que ten-<br />

dría a su cargo a estos niños «aún peligrosos» -por la posible «heren-<br />

cia»- expulsados y recuperados por las nuevas familias, expulsados y per-<br />

didos para las familias de origen. Sin duda existen quienes los imaginan en-<br />

camando la violencia y con posibilidades de convertirse «en algo peor» si<br />

vuelven a sus familias originales.<br />

' Girard, R.: Literatura, Timesis y Antropología; Ed. Gedisa, Barcelona 1984.<br />

216<br />

125


Hasta aquí una interpretación posible; otra interpretación mostraría a<br />

estas niñas y niños como aquellos que ahora serán separados de sus madres,<br />

invistiendo esa imagen con una «piedad» dimanada desde el yo del lector o<br />

escucha de los medios. De este modo, ante el Yo de cada uno o de múltiples<br />

personas del público así como el Yo de algunos periodistas se convierte en<br />

víctima del sufrimiento que esa restitución les provoca. Se trata de alimentar<br />

el propio narcisismo y evitar el juicio traumatizante que afirma: «esta niña<br />

fue robada y alejada de su familia legítima. En ese entonces la comunidad no<br />

lo impidió». Juicio traumático que aparece reforzado por la ley: «-devolver<br />

a sus familias de origen dada la ilegitimidad de la apropiación», insostenible<br />

para «la mente» de mucha gente, no sólo porque vulnera la pulsión de apo-<br />

deramiento en sus fines y metas sino porque oponerse a las restituciones<br />

significa una contradicción -por lo tanto un malestar- respecto de la valo-<br />

rización de la justicia. También porque oponerse significa desestimar los<br />

ideales de esa justicia. Ideales deformados por los deseos de una parte del<br />

público, por sus pulsiones y la necesidad de esquivar o desconocer el juicio<br />

traumatizante. Los medios, al describir reacciones y sentimientos de la<br />

comunidad, al mismo tiempo, los construyen y entraman en una red de<br />

relaciones y prácticas sociales que a su vez crea condiciones de circulación<br />

y producción de nuevos sentidos alrededor del tema. Para lo cual precisan<br />

incrementar información que permita la circulación de datos con los que a su<br />

vez se resignifiquen sentidos acerca de la vida de esos niños. Existiría una<br />

reglamentación entre lo que se sostiene en los medios -cualquiera sea su<br />

posición- y el imaginario social nutriéndose recíprocamente. En este imagi-<br />

nario, la figura adoptante materna adquiere relevancia al ser identificada con<br />

la idealización de «la madre» tal como aparece en el mismo. Un imaginario<br />

que, conjuntamente con las instituciones y prácticas sociales construye<br />

cotidianamente una caracterización sublime de lo materno: «la mujer se rea-<br />

liza a través de la maternidad» es su emblema asociado a «nada es compara-<br />

ble al amor materno». Razón por la cual, al pretender «desmadrar» a la<br />

adoptante se cortocircuitan órdenes sociales que el imaginario social y el<br />

individual pugnan por sostener. Pero se elude la representación de la madre<br />

del origen que deseó concebir a ese niño y con el cual constituía una familia<br />

formada por padres, abuelos, primos y tíos.<br />

Este desorden cede paso, además, a la vigorosa figura de una abuela con<br />

características «temibles» al haber librado una dura batalla en favor del ha-<br />

llazgo de la criatura y haber logrado la decisión jurídica de la restitución.<br />

También será ella quien cumpla la función de «iniciadora» de sus nietos en<br />

la información respecto del origen y los datos concretos acerca de sus padres<br />

temas excluyentes para los adoptantes.<br />

Estas abuelas son madres de desaparecidos, por lo tanto, víctimas. El<br />

tratamiento que recibieron a través de algunos medios las posesionan, sin<br />

embargo, como victimarias contribuyendo al mecanismo de inversión ya<br />

señalado; o sea, capaces de producir «males» y merecedoras de la antipatía<br />

popular. Pasarían a jugar un lugar intercambiable que resulta ideológica-<br />

126


mente posible dada su condición de formar parte de un grupo minoritario, los<br />

familiares -o personas- vinculadas con los desaparecidos.<br />

Incorporar esta figura y su aureola al mismo tiempo que imaginar el<br />

nuevo estilo de vida de estos grupos humanos, ya sea alternado con los<br />

adoptantes o alejados dé ellos, pero siempre vinculando «de golpe» a una<br />

criatura al seno de una familia que siendo la propia es ajena, exige para<br />

quienes lo juzgan desde afuera, un esfuerzo de abstracción, una complejización<br />

del pensamiento que no se desenvuelve fácilmente a través de los medios<br />

que exigen simplificación y reducción de matices a través de la información y<br />

divulgación.<br />

Las defensas psicológicas que se proponen contra la restitución tienen la<br />

tarea de operar contra el juicio traumatizante que denuncia el robo de los<br />

niños y lo convierte en «niña en riesgo de ser secuestrada ahora». Por otra<br />

parte la decisión jurídica que sanciona la restitución desencadena y produce<br />

la escena más temida por los adoptantes: el momento en que alguien pudiese<br />

reclamar a los niños. Pero conviene dividir las aguas: es habitual que los<br />

adoptantes en general sientan el temor, como una vivencia fantástica, cual-<br />

quiera haya sido su modalidad de adopción. Pero es improbable que así<br />

suceda. En cambio, esta escena temida2 en la construcción psíquica de los<br />

medios de las familias apropiadoras en realidad está anticipando la demanda<br />

de los abuelos. Tal vez durante años fantasearon conscientemente con el<br />

momento de la separación, ya que durante todo ese no han tratado con un<br />

niño, sino con su propio desdoblamiento preguntándose: «¿- y si me la/lo<br />

reclaman?...» Respondiéndose al mismo tiempo: «-y haré esto y aquello»,<br />

imaginando la apelación a los medios y el escándalo subsiguiente, un instru-<br />

mento de presión que al mismo tiempo la o los convierte en protagonistas de<br />

lo que ellos consideran su lucha por la justicia.<br />

Entre ellos y ese niño/a siempre hubo un doble que interceptaba la rela-<br />

ción adulto-niño, padres-hijos; y la imaginada participación de los medios<br />

funcionaba -como sucedió- jugando el papel de aliado; también de<br />

cuestionador.<br />

Entonces el valor simbólico de los medios, más allá de la eficacia de su<br />

participación, se relaciona con una escena temida3 y probablemente antici-<br />

pada durante largos años en la que oficiarían como los coros de la dramaturgia<br />

griega, narrando los avatares de la obra, llorando o festejando sus distintos<br />

momentos. Mi suposición acerca de la existencia de dicha escena que incluye<br />

los medios de comunicación, no es sólo una hipótesis: cuando fui consultada<br />

por una situación similar a las descriptas pero protagonizada por familiares<br />

que se negaban a devolver su hija a un padre que había debido exilarse<br />

durante varios años, los abogados que defendían a esos familiares, en la<br />

primera entrevista me hicieron saber «-que si la niña era entregada a su<br />

padre, convocarían a conferencia de prensa y provocaremos otro escándalo<br />

como el caso Juliana».<br />

2 Paviosky E., Las escenas temidas de los terapeutas.<br />

3 Giberti Eva, La Adopción. Ed. Sudamericana, Buenos Aires 1987.<br />

127


Otro elemento que merece considerarse limitándose a recordar lo suce-<br />

dido con las dos hijas de desaparecidos que menciono es que ambas, llama-<br />

das sistemáticamente «las niñas», son dos púberes. Dos vírgenes y por eso<br />

posibles víctimas propiciatorias desde el ritual del mito. Se trata de algo no-<br />

dicho pero visible y ostensiblemente silenciado: ambas son mujeres que sus-<br />

citan una curiosidad específica vinculada con el pasaje de la niñez a la ado-<br />

lescencia.<br />

La confirmación de una falsedad en cuanto a los datos del origen así<br />

como la revisión de adopciones legales produjo severos cuadros de angustia<br />

y aun de paranoia en innumerables familias adoptantes que siguieron<br />

prolijamente las alternativas de las dos restituciones. Aun siendo comprensi-<br />

ble que así sucediera es preciso adjudicar a los medios de comunicación<br />

parte de responsabilidad al respecto. Los adoptantes, más allá de sus te-<br />

mores no conscientes habitualmente no proceden; ni en el encuentro con<br />

sus hijos ni a lo largo de su educación, escondiendo el delito de desapa-<br />

rición de los padres biológicos de la criatura. Ese es un hecho que los<br />

distingue claramente de las familias que describimos en este capítulo,<br />

diferenciando las modalidades de cada una ya que no es lo mismo engañar<br />

a la justicia conociendo la filiación original de un niño, que adoptarlo sin<br />

conocer su origen.<br />

Los medios de comunicación funcionan como resonadores y construc-<br />

tores del imaginario social y de las condiciones de producción y circulación<br />

de sentidos4 así como de su recomposición y resignificación.<br />

En tales redes se oponen dos visiones de «la familia»: aquella que, estan-<br />

do vinculada con los desaparecidos, reclama la criatura; y por otra parte la<br />

adoptante que pretende representar «el orden», «el bien» y los «buenos<br />

antecedentes»5 y 6. La dialéctica entre ambas indicaría -según la propuesta<br />

de los medios de comunicación- la necesidad de sepultar el recuerdo de los<br />

desaparecidos, expulsar fuera de la memoria su historia personal. Y por otra<br />

parte, retener sus productos, sus hijos, pero rehacerlos, «neutralizarlos»<br />

culturalmente respecto de su «potencial genético» imaginado como sospe-<br />

choso (recordemos que para la represión los detenidos no eran considerados<br />

personas, lo cual «podría transmitirse genéticamente a la prole»). Por tanto,<br />

imaginar la educación que precisarían los descendientes de esos engendros<br />

subversivos, exige la creación o articulación de otras categorías psíquicas,<br />

que incluyan pensamientos apocalípticos (sus padres «querían destruir la<br />

civilización occidental y cristiana») y afectos tales como la desconfianza<br />

(«habrán heredado algo de ellos»), a los que se suma propósitos de enmien-<br />

da, o sea instituirse como redentores de los hijos del pecado (vivencia que<br />

podría asociarse a cuadros delirantes).<br />

4 Verón E., La Semiosis Social. Ed. Gedisa, Barcelona, 1987.<br />

5 Giberti Eva, Restitución de niños y adopción. Revista Actualidad Psicológica, octubre 1988.<br />

6 Giberti Eva y Chavanneau de Gore, Adopción y Silencio. Ed. Sudamericana, Buenos<br />

Aires, 1991.<br />

128


Esta clase de análisis no fue el que se difundió en los medios por lo<br />

menos para debatirlo: lo que la mayoría de los medios produjo apenas rozó<br />

tangencialmente la tragedia original, que, por otra parte, tampoco fue eva-<br />

luada como tal por el gobierno constitucional de la época en lo que a los<br />

niños se refiere. La predilección de un significativo número de medios prefi-<br />

rió el escándalo (escándalo quiere decir dar vuelta las cosas, cambiarlas de<br />

lugar) omitiendo sostener la memoria ciudadana. Y promocionaron, muchos<br />

de ellos, la eficacia de personas que pretendían ocupar el lugar de un Dios<br />

dispuesto a distribuir vidas, destinos, futuros, frente a quienes históricamente<br />

fueron no sólo los legítimos familiares sino los organizadores de los rescates.<br />

Al respecto no puedo menos que llamar la atención acerca del modo de proce-<br />

der en algunos de esos rescates: personalmente desconozco cuál hubiese sido<br />

el estilo más conveniente; pero no me caben dudas acerca de lo inapropiado de<br />

las técnicas que se utilizaron en los dos ejemplos publicitados. Podrían justifi-<br />

carse por algunos motivos pero coadyuvaron en la comprensión.<br />

Es posible suponer que la utilización de otras estrategias hubiese amino-<br />

rado la polarización y la confusión que se produjeron, confundiendo a la<br />

opinión pública, opinión pública que, probablemente estuviese más sensibili-<br />

zada «en favor» de mantener a los niños en relación con sus nuevas familias,<br />

no necesariamente por una convicción psicológica, sino porque introducir<br />

una modificación de tal envergadura puede resultar dolorosa y molesta para<br />

la economía psíquica. Como si dijeran: «Pero para qué tanto lío!... Dejen a<br />

los chicos con los padres actuales y no provoquen trastornos, sufrimientos,<br />

alteraciones...! No nos sumen problemas a los que ya tenemos para sobrevi-<br />

vir cada día!... Dejen las cosas como están, total, los padres están muertos,<br />

para qué empezar de nuevo...» El dolor psíquico que producen ciertos cam-<br />

bios que obligan a revisar las propias pautas de conducta es un estímulo<br />

suficiente para que muchas personas prefieran no incomodarse con estos<br />

índoles de problemas. En estos casos algunos medios de comunicación fun-<br />

cionaron al servicio de esa economía psíquica: dejar todo como está.<br />

Por otra parte hubo sectores que utilizaron el descubrimiento de la iden-<br />

tidad de estas criaturas para agitar políticas partidarias, promoviendo polé-<br />

micas innecesarias, exhibiciones dolorosas y comprometiendo el estado de<br />

ánimo de los púberes. Lo cual también constituyó material informativo per-<br />

mitiendo asociar la justicia de la restitución con las finalidades políticas par-<br />

tidarias que se enarbolaban en consignas y pancartas.<br />

La función de los medios de comunicación frente a estos temas proba-<br />

blemente se repita a raíz de otras restituciones, que deseamos se produz-<br />

can. Las empresas de comunicación, que no son los mismos que los medios<br />

de comunicación serán las encargadas de asumir la política que estimen<br />

pertinente, en especial cuando se trabaja con una comunidad inerme frente<br />

al secuestro de sus niños. Las empresas que se encargan de dirigir y orien-<br />

tar los medios de comunicación tendrán a su cargo redefinir lo que se en-<br />

tiende por sujeto de derecho, que ésa es la posición de los niños. Pero más<br />

allá de la imposición despótica, esos niños continuarán mirando a los que<br />

suponen sus padres (bajo sospecha inconsciente) con los ojos de los des-<br />

129


aparecidos, con los mismos ojos con los que las Abuelas pudieron reconocer<br />

el deseo de sus hijos e hijas encamado en esos adolescentes que hoy leen<br />

los periódicos que pretenden contarle quiénes son ellos -adoptivos de una<br />

«familia bien»- y que, no obstante se preguntan: «¿De dónde me trajeron<br />

cuando me trajeron a casa?». Los medios de comunicación carecen de<br />

respuesta. O algunos no se atreven a darla.<br />

CUARTA PARTE<br />

La restitución para la identidad<br />

Apuntes teóricos<br />

por Laura Conte<br />

Septiembre de 1995<br />

CAPÍTULO I<br />

El derecho a la identidad<br />

La dignidad intrínseca de los niños y sus derechos, iguales e inalienables<br />

como los de todos los miembros de la familia humana, han sido legislados a<br />

partir de la Convención de los Derechos del Niño de 1989 por los países<br />

miembros, entre los cuales está la Argentina.<br />

En el artículo 8 los Estados se comprometen a respetar el derecho del<br />

niño a preservar su identidad, incluidos su nombre, nacionalidad y relacio-<br />

nes familiares. Es decir, a desarrollarse y crecer en la libertad de ser ellos<br />

mismos en su propio entorno familiar y social. A partir de estos conceptos y<br />

elementos que configuran el punto de vista jurídico de la ley, vamos a hacer<br />

una aproximación desde el conocimiento psicológico, ya que la constitución<br />

de una identidad integrada es condición de salud.<br />

Nuestra participación en el campo de la salud tiene como perspectiva y<br />

se fundamenta en la vigencia de los dd.hh. Trabajamos clínicamente con<br />

personas directamente afectadas por el terrorismo de Estado. Es decir, que<br />

atravesaron situaciones límites de dolor psíquico. Estas situaciones se carac-<br />

terizan por el monto insoportable de violencia que irrumpe en el psiquismo<br />

siendo difícil para el aparato psíquico su recomposición, es decir, el acceso a<br />

130


simbolizarlas, darles sentido, metabolizarlas. En las situaciones límites es<br />

tocada la mismidad, por lo que es frecuente la vivencia de extrañamiento.<br />

Los pacientes lo exteriorizan como: «sensación de ser otro», «antes y des-<br />

pués de», lo que expresa la vivencia de fractura de la identidad. Cada subje-<br />

tividad recurre a modos propios de defensa y de recomposición subjetiva y<br />

estos modos están relacionados con su historia, con su estructura previa, con<br />

el contexto socio-político cultural.<br />

En el abordaje a la violencia represiva y sus efectos, que tiene por víc-<br />

timas a niños y adolescentes, es muy evidente el entrecruzamiento de la<br />

realidad social y el destino subjetivo. El terror inscribe una experiencia de<br />

espanto que requiere un trabajo de elaboración muy largo, difícil y doloroso.<br />

Y la impunidad -y el sistema que la sostiene- impide dar respuestas<br />

urgentes, eficaces y reparatorias desde rigurosos criterios de justicia y de<br />

salud. La impunidad dificulta cualquier movimiento en relación a la recupe-<br />

ración de la subjetividad, puesto que desestima toda lógica jurídica: 1ero.: los<br />

asesinos sueltos, 2do.: la apropiación otorga paternidad, 3ero.: la mentira<br />

engendra derechos. Y desestima, también, toda lógica de la salud, al mante-<br />

ner, desde la mentira y la perversión, la fractura de la identidad.<br />

-(Algo está ocurriendo en nuestra sociedad para que algunos jueces<br />

dictaminen todavía con los valores del proceso y cueste tanto aún para la<br />

sociedad hacer suyo el espíritu de la Convención...)<br />

-La identidad de un niño se plasma desde antes de su nacimiento. Se<br />

funda en el deseo de los padres acerca del hijo que, unido a la pulsión de<br />

vida del bebé y al contexto familiar y cultural, configura la matriz originaria<br />

identificatoria. Matriz inalterable que lo constituye y que es el fundamento<br />

de la subjetividad, su raíz, su motor.<br />

La identidad continúa como un proceso dinámico de construcción de<br />

este que uno es a través del tiempo y de los cambios extemos e interiores. Es<br />

la captación, el conocimiento, el sentimiento de ser uno mismo y de la propia<br />

continuidad. Es el saber referido a los aspectos más profundos de nuestra<br />

subjetividad, porque la identidad de una persona está definida, justamente,<br />

por la singularidad de su historia subjetiva. Esta singularidad no está dada por<br />

la simple sumatoria de hechos acontecidos, ni es juntando los pedazos de<br />

una historia fragmentada que se logra la unidad identificatoria. Actos, esce-<br />

nas y palabras se inscriben intrapsíquicamente, siguiendo un ordenamiento<br />

jerárquico sobre la base de la significación que le otorgan las figuras origina-<br />

rias, especialmente la madre. A partir de estas primeras inscripciones se cons-<br />

tituye la primera identidad del yo, que irá dando paulatinamente significación<br />

y sentido propio a las inscripciones posteriores. El yo pasa de ser instituido a<br />

ser instituyeme, es decir, que necesita otorgarle sentido a su pasado y a su<br />

futuro.<br />

Por lo tanto, no se logra la identidad imponiendo la integración desde<br />

el afuera, sino que es el yo el que liga libidinalmente su historia concreta<br />

siendo el protagonista del proceso de identidad. La matriz de deseos -origen<br />

identificatorio-, las primeras inscripciones significadas por las figuras<br />

131


originarias y el yo protagonista del proceso de identidad, son instancias que<br />

se continúan y se integran en el desarrollo de la identidad. Para que el sentido<br />

de mismidad y la integridad se logren, para que el sujeto acceda a la confian-<br />

za y seguridad básica, la construcción de la identidad requiere afirmarse y<br />

confirmarse sobre dos ejes que son fundantes: El amor y la verdad. Sin<br />

verdad, sin el reconocimiento social de la verdad-léase jueces, institucio-<br />

nes, familias-no hay posibilidad de desarrollo en integridad y autonomía.<br />

Pensemos en la trágica y triste realidad de hoy, de los adolescentes<br />

sometidos desde niños y aun desde su nacimiento al enajenamiento y a la<br />

desidentificación.<br />

La historia de estos chicos es la historia de la irrupción del horror y de la<br />

fractura que ese horror provocó en su incipiente psiquismo, aún antes de<br />

poder simbolizar. El horror inscribe una vivencia cuyo efecto sigue latente y<br />

actuante mientras dura la defensa represiva. Pensamos que el aparato psí-<br />

quico de estos niños, para no desestructurarse, deja el horror encapsulado y<br />

se «acomoda» a un ordenamiento de mentiras.<br />

Desde la necesidad de posesión los apropiadores lo despojan de su iden-<br />

tidad, intentan reemplazar la matriz identificatoria constitutiva, anular el de-<br />

seo parental y sustituir el proyecto que los padres sostienen para el hijo.<br />

Desconocen su singularidad, borran la familia y se imponen como figuras<br />

identificatorias fraudulentas.<br />

La Ley Arbitraria, la voluntad de apropiación, deja al niño sometido a la<br />

posesión desde su necesidad, enajenándolo. Es contraria a la Ley del Padre<br />

que es la que abre el camino a la posibilidad de desear.<br />

La resistencia a entregar los niños no tiene nada de epopeya de amor, se<br />

enmascara en el amor, pero es adicción perversa.<br />

Pienso que en ninguna parte del mundo se puede admitir como «amor»<br />

las conductas y sentimientos del verdugo o victimario hacia su víctima. Tam-<br />

poco en ninguna parte del mundo puede aceptarse que en la situación de<br />

cautiverio estén dadas las posibilidades de elección. La libertad es condición<br />

del amor. El amor como elección tiene otra raíz que la posesión que mata. El<br />

amor tiene su raíz en Eros, la posesión su raíz en Tánatos.<br />

Es imposible amar libremente cuando se ha internalizado como amor y<br />

como cuidado el abuso ejercido por el poder. Por eso es necesario abrir una<br />

salida a la situación de encierro. Abrir lo que Ulloa llama el absceso. Introdu-<br />

cir la Ley (orden de necesidad - orden de deseo).<br />

La apropiación psico-física de los niños no implica el castigo o maltrato<br />

explícitos. Las formas de control y la crueldad última que encierran, son<br />

ejercidas como «amor» desde los más sutiles y seductores modos de ejercer<br />

el poder.<br />

132


Despojados los niños de todos sus derechos y pertenencias más pro-<br />

pias, el Otro se convierte en el Amo absoluto, dueño de la vida y de la<br />

muerte. El ejercicio de la posesión lleva a la enajenación de la voluntad y<br />

del pensamiento, y su culminación es la aceptación, por parte de la vícti-<br />

ma, del apropiador como salvador. Es porque la posesión proviene de los<br />

seres más «amados» (y más temidos), que el niño la sostiene como su única<br />

posibilidad.<br />

Los niños se defienden de todo sentimiento hostil que la aceptación de<br />

la verdad de su origen e historia indudablemente va a hacer surgir contra<br />

la imagen totalizante de sus apropiadores, imagen que se vería destruida y<br />

que ellos trabajosamente intentan conservar. Están enajenados en la ima-<br />

gen padre terrorífico=padre salvador y tienen impedida la instauración de<br />

un espacio que marque límite a la posesión. Tienen impedido cruzar el<br />

«muro». Y es sólo estableciendo un espacio de terceridad, de corte, que<br />

puede operarse la restitución o el relanzamiento del proceso de integra-<br />

ción de la subjetividad, desde el corte verdadero operado por la Ley.<br />

Podría hablarse de un cuadro repetido de la apropiación, con estas ca-<br />

racterísticas:<br />

-Adultos delincuentes que detentan el apoderamiento.<br />

-Desidentificación y enajenamiento del niño. La perversión y la impu-<br />

nidad actuando sobre el psiquismo.<br />

-Culpabilización de las familias víctimas.<br />

-El delito se transforma en un derecho al amparo del niño como rehén.<br />

La impunidad es potencialidad extrema de violencia.<br />

Lo sepa conscientemente o no, el adolescente convive con represores o<br />

cómplices. Este trauma se prolonga hasta hoy como situación de cautiverio.<br />

Por eso el argumento: «como son adolescentes están ya arraigados, acos-<br />

tumbrados, viviendo una situación afectiva que no debe malograrse nueva-<br />

mente», es un argumento perverso que señala a la restitución de su identidad<br />

y de la verdad como causante de un nuevo trauma que es necesario a toda<br />

costa evitar.<br />

Aquí me parece útil la cita del trabajo «El trauma y sus efectos en la<br />

línea de las generaciones» del Equipo de Salud Mental del CELS: «El trau-<br />

matismo no es sólo una perturbación de la economía libidinal, sino que com-<br />

promete como tal, la integridad del sujeto.<br />

«En «Moisés y el Monoteísmo» (1938), Freud diferenció dos tipos de<br />

efectos del trauma: positivos y negativos. Los primeros consisten en el in-<br />

tento que hace el aparato psíquico de devolverle al trauma su vigencia, re-<br />

cordar lo olvidado, o incluso hacerlo real-objeto.<br />

«Plantea Freud que» puede ser acogido, entonces, en el Yo normal,<br />

como formación general del carácter.<br />

133


«Los efectos negativos del trauma, o las reacciones negativas, persiguen<br />

el objetivo opuesto: que no se recuerde ni se repita nada. Son reacciones de<br />

defensa, se pueden presentar como fijaciones al trauma de incidencia patoló-<br />

gica. Ya no se trataría de un «Yo normal», sino de un Yo inhibido, limitado a<br />

costa de evitar el sufrimiento, de reeditar lo traumático.<br />

«Es así como todo el planteo acerca de los efectos positivos del trauma,<br />

quedan en este texto ubicados del lado de una pulsación del aparato por recordar,<br />

revivir, objetivizar lo traumático, precisamente por haber sido olvidado su origen<br />

histórico-vivencial y porque este olvido es amenaza de daño para el Yo».<br />

Los jueces, la sociedad y hasta la familia desgarrada y, sobre todo, el<br />

adolescente, son obligados a mantener la convivencia con el delito y a per-<br />

petuar el trauma.<br />

¿En nombre de qué bienestar?<br />

¿De qué salud psíquica? ¿De qué ley?<br />

Metodología:<br />

1.- Prohibición a los adultos que detentan el apoderamiento de todo con-<br />

tacto con las víctimas, (aún después de los 21 años de éstas). La justicia es<br />

la encargada de que el daño no se prolongue.<br />

2.- Definición de la Guarda.<br />

3.- Seguimiento interdisciplinario como posibilidad de encuentro del niño<br />

consigo mismo con verdad y libertad.<br />

¿Desde qué criterio de salud puede sostenerse que crecer y desarrollarse<br />

con los propios captores impunes no tendrá consecuencias subjetivas<br />

previsiblemente graves?<br />

¿Cuál es la duda para operar la restitución?<br />

¿Puede sostenerse desde el derecho a la identidad y a la salud, que<br />

estos adolescentes deben seguir con sus apropiadores, ignorando la inciden-<br />

cia de esta perversión mayúscula en su desarrollo?<br />

CAPÍTULO II<br />

Niños secuestrados en la Argentina:<br />

134


Metodología de restitución a sus familias originales<br />

por E. T. de Bianchedi; M., Bianchedi;<br />

J., Braun; M. L., Pélento; Puget<br />

Roma, 1989<br />

1. Introducción<br />

Situaciones sociales de extrema gravedad y complejidad surgidas en di-<br />

ferentes países generaron problemas que pensamos importante exponer y<br />

debatir en el seno de un Congreso Psicoanalítico Internacional. La apertura<br />

de I.P.A. a estas nuevas problemáticas posibilita este encuentro, en el que<br />

plantearemos algunas cuestiones que suponemos pueden tener puntos de<br />

contacto -y también de diferencia- con situaciones ocurridas en otros<br />

lugares del mundo.<br />

Como psicoanalistas latinoamericanos, argentinos, nos enfrentamos con<br />

los hechos y los efectos derivados de la dictadura que ejerció el terrorismo<br />

de estado durante los años 1976 -1983. Esta dictadura produjo la desapari-<br />

ción de aproximadamente 30.000 personas.<br />

Consideraremos aquí tan sólo la situación de niños pequeños que fueron<br />

secuestrados junto con sus padres, y el de hijos de mujeres embarazadas<br />

«desaparecidas» cuyos bebés nacieron en cautiverio. Muchos de estos niños<br />

fueron anotados como propios o ilegalmente adoptados por los mismos rap-<br />

tores o por familias cómplices de los mismos.<br />

La validez de su restitución a sus familias, que nunca dejaron de buscar-<br />

los, sigue siendo un tema polémico en la Argentina. Levantó diferentes co-<br />

rrientes de opinión, tanto en distintos sectores de la sociedad como en diver-<br />

sos grupos profesionales.<br />

Destacaremos en esta presentación la descripción del contexto de estos he-<br />

chos incluyendo dos niveles: uno de información-denuncia (Bianchedi, Bianchedi<br />

1986) y otro en el que plantearemos algunas hipótesis acerca de la identidad<br />

de los niños secuestrados, hallados y restituidos a sus familias originales.<br />

Los presentadores conformamos un grupo con distintos grados de partici-<br />

pación en la restitución. Todos hemos tomado parte activa en discusiones<br />

grupales de distintos orden: algunos hemos sido consultados en relación a algún<br />

caso particular, otros formamos parte del Equipo Psicológico de la Institución<br />

«Abuelas de Plaza de Mayo». Ésta es una Institución creada en 1977 por un<br />

grupo de mujeres-madres de desaparecidos que iniciaron, a partir de ciertos<br />

indicios, el reclamo y la búsqueda de sus nietos (Niños desaparecidos, 1988).<br />

135


Cuando estos indicios se convirtieron de presunción en certeza, la meto-<br />

dología de búsqueda, al comienzo intuitiva y detectivesca, comenzó a<br />

sistematizarse. Con el correr del tiempo se formó un Equipo Interdisciplina-<br />

rio de psicólogos, abogados, pediatras y genetistas. También se incluyeron<br />

técnicas avanzadas como las de análisis genéticos y de histocompatibilidad<br />

que permiten con una seguridad del 99, 9% demostrar la filiación de un niño.<br />

A partir del año 1983 se pudo contar, además, con el apoyo de la justicia<br />

para dar un respaldo legal a la devolución de los niños, devolución a la cual<br />

se llamó «restitución», término cuya procedencia es de orden jurídico.<br />

2. Restitución<br />

2.1 Algunos aspectos del proceso preparatorio de la restitución.<br />

Las estadísticas aportadas por la Institución Abuelas de Plaza de Mayo<br />

señalan que hubo por lo menos 400 niños desaparecidos. De éstos, 48 han sido<br />

localizados, 13 han vuelto con sus familias por acuerdos espontáneos y 25<br />

fueron restituidos mediante juicios, otros aguardan la decisión de los jueces.<br />

Para los alcances de esta presentación haremos una síntesis de las vicisitudes<br />

de la restitución de estos 25 niños. Los largos años transcurridos lejos de sus<br />

familias, 7 o más, solamente pueden ser conocidos por reconstrucción.<br />

Cuando un niño es localizado, se produce en el Equipo Interdisciplinario<br />

un «microclima» que se constituye en preparación-sensibilización de la red<br />

grupal para el renacimiento-aparición-posible reingreso del niño a su familia<br />

de origen. El Equipo Psicológico participa de este microclima y ejerce una<br />

función reguladora y canalizadora del estado emocional que pasa por mo-<br />

mentos de exaltación así como de profundo dolor psíquico. Para los familia-<br />

res implica el reencuentro con la situación traumática inicial que produjo la<br />

desaparición de sus hijos y nietos.<br />

El período siguiente, que puede durar días, meses o años, es de intenso<br />

trabajo para el Equipo Interdisciplinario. El Equipo Psicológico se ocupa de<br />

la preparación de los familiares para que puedan recibir de la mejor manera<br />

posible al niño-aparecido realizando un diagnóstico vincular y situacional.<br />

Llevan a cabo un trabajo de sensibilización del grupo que incluye la elabora-<br />

ción de las ansiedades subyacentes a todo este proceso, la elaboración de<br />

los «duelos congelados», así como la detección del mejor lugar de reinserción<br />

del niño. Este último problema se plantea sobre todo cuando la familia am-<br />

pliada que lo ha estado buscando vive en lugares alejados, o cuando por<br />

algún motivo un miembro de la familia, por cuestiones de edad o de condi-<br />

ción psicológica, no puede hacerse cargo del niño.<br />

2.2 El «acto de restitución»<br />

136


Desde el punto de vista jurídico, para el acto de restitución el Juez<br />

actuante cita en el Juzgado, conjuntamente a los apropiadores del niño, al<br />

niño y a los familiares. El Juez le revela al niño -que puede saberlo o no<br />

desde antes- la verdad de su situación: que las personas de quienes él creía<br />

ser hijo no son sus padres, que su familia verdadera que lo ha estado buscan-<br />

do desde su desaparición está aquí presente y que a partir de ese momento,<br />

va a pasar a vivir con ella.<br />

El niño recibe también una explicación mínima acerca de la situación<br />

política que dio origen a su «desaparición» y de los efectos que ésta tuvo en<br />

su familia de origen.<br />

Una vez dicho esto al niño, el Juez, responsabilizándose de la verdad<br />

enunciada desde su lugar de representante de la autoridad y de la justicia,<br />

despide a los apropiadores e introduce a la familia. Permanece un tiempo<br />

(media hora o más) mientras el niño toma contacto con su familia (a veces<br />

por primera vez) y luego el niño parte con ella.<br />

2.3 Fase hipercrítica<br />

Una de la hipótesis que manejaba el Equipo Psicológico en las primeras<br />

restituciones fue que el acto de la restitución podía provocar un derrumbe<br />

psicológico del niño que iba a requerir atención inmediata al modo de una<br />

«terapia intensiva». Por eso se había previsto la necesidad de que algún<br />

psicólogo pudiera estar presente durante varios días acompañando al niño y<br />

a su familia. Sin embargo, se observó que no ocurría tal derrumbe y que era<br />

más importante fortalecer y cuidar la red socio-familiar de recepción del<br />

niño. Si bien efectivamente en esas primeras horas el niño se muestra en un<br />

estado de conmoción, perplejidad y hosquedad, desarrolla rápidamente junto<br />

con una angustia muy intensa, una creciente curiosidad. Una y otra vez pide<br />

que le expliquen los hechos y que se agreguen más detalles sobre lo ocurri-<br />

do. Además busca un contacto físico con alguna persona que en ese mo-<br />

mento él elige como privilegiada. Queda absorbido por su nueva situación.<br />

También transmite dramáticamente su deseo de volver, aunque sea por un<br />

ratito, con los que creía que eran sus familiares. No se accede a ello.<br />

Suponemos que el despertar de la curiosidad de estos niños por su histo-<br />

ria se basa en que ellos son los únicos poseedores del conocimiento de lo que<br />

les ha pasado y que en ese momento se juntan con su conocimiento previo<br />

que había sido enquistado durante esos años.<br />

2.4 Evolución<br />

En los días y meses subsiguientes se asiste a una rápida evolución del<br />

niño, que se manifiesta tanto física como psicológicamente.<br />

El interés que se despertó en el niño en el ámbito mismo del Juzgado por<br />

conocer datos de su historia y el primer contacto emocional con su familia<br />

137


verdadera continúa, una vez instalado en la casa, con la exploración espacial<br />

de ese lugar, en algunos casos con el encuentro de objetos de cuando era<br />

bebé etc... Intenta organizar un espacio personal moviendo algún mueble de<br />

la casa y de esa manera hace propio ese espacio. Mientras tanto la familia y<br />

los psicólogos se abocan a un desciframiento de las necesidades del niño,<br />

tratando en todo momento de no valerse de presupuestos. En sus interacciones<br />

con el niño tienen presente como eje principal la necesidad de sostener un<br />

trabajo de historización. El niño movido por la activación de la pulsión<br />

epistemofílica, intensifica sus investigaciones pidiendo datos sobre sus pri-<br />

meros meses de vida, el aspecto y la personalidad de sus padres. A manera<br />

de un trabajo detectivesco, tal como hicieron las Abuelas a partir de indicios,<br />

reitera sus preguntas a varios miembros de la familia para comprobar si sus<br />

respuestas coinciden. Rápidamente busca y encuentra parecidos físicos entre<br />

él y sus familiares y se regocija viendo fotos u otros objetos que le pudieron<br />

pertenecer. Se integra al grupo familiar, se adapta al nuevo colegio, nuevas<br />

ropas, nuevo grupo social. Aparecen recuerdos de situaciones vividas cuan-<br />

do era muy pequeño.<br />

3. Ampliación de algunas hipótesis<br />

3.1 Identidad<br />

De las muchas teorías psicoanalíticas acerca de este tema tan sólo to-<br />

maremos las que nos parecen suficientemente abarcativas de las «situacio-<br />

nes límite» a las que están expuestos los niños de los cuales nos ocupamos<br />

en este trabajo.<br />

Aquellas teorías que se ocupan del estudio de los procesos, parten fun-<br />

damentalmente del problema del vínculo emocional. Otras consideran que el<br />

niño nace como sujeto alienado y es constituido en tanto hijo desde el deseo<br />

de los padres, adquiriendo así un lugar en la estructura familiar. Otras con-<br />

templan la hipótesis que la familia es el resultado de una conjunción entre el<br />

deseo de los padres y la cultura.<br />

Los modelos que toman en cuenta el deseo de los padres, conciben a<br />

éste como previo a la concepción y se refieren a la posibilidad de la pareja<br />

matrimonial para crear un proyecto de hijo dándole un lugar y un nombre<br />

que luego éste habrá de ocupar. En otro modelo, aquel que toma en cuenta<br />

el vínculo emocional de la relación madre-hijo, el contacto intrauterino es el<br />

primer mojón del núcleo sobre el cual se edifica ulteriormente la identidad.<br />

Nos parece factible articular estas teorías incluyendo el concepto defun-<br />

ción. Éste postula la necesidad de tomar en cuenta la multiplicidad de las<br />

mismas y su antelación lógica como desencadenantes de los procesos emo-<br />

cionales. Se enlaza directamente con la noción de estructura edípica de<br />

donde provienen las leyes de parentesco que a su vez conciernen a la inser-<br />

ción del sujeto en el espacio social cuyos organizadores son la Ley y las<br />

reglas que hacen al mismo.<br />

138


La experiencia con niños nacidos en cautiverio habiendo estado tan sólo<br />

pocas horas o a veces ninguna con sus mamás, nos permite pensar que<br />

puede existir en el aparato psíquico alguna marca previa al nacimiento. Ello<br />

nos lleva a proponer el concepto de identificación pre-primaria. Ésta, en<br />

situaciones traumáticas queda escindida, clausurada o encerrada en una<br />

caparazón sin destruirse ni ahogarse. Dicho elemento se transformará en el<br />

núcleo protegido capaz de evolucionar en otros momentos de la vida cuando<br />

las condiciones vitales lo posibiliten. Este núcleo no es expulsado ni desar-<br />

mado, como ocurre en las psicopatologías severas de la infancia, tales como<br />

las psicosis infantiles. La restitución en cambio, actuaría como<br />

permeabilizadora de la capa protectora de ese quiste-espora, liberando la<br />

potencialidad identificante que conlleva su núcleo.<br />

Entenderemos el concepto de identificación a la luz de la noción de<br />

función y modelos identificatorios propuestos por las figuras parentales y el<br />

medio social con valor identificante para el sujeto-niño en tanto identificado.<br />

Los primeros modelos identifícatenos se constituyen en puntos de cer-<br />

teza que se construyen sobre la base de una carencia entre identificante-<br />

identificado en un interjuego infinito. De ellos deriva la confiabilidad natural<br />

que un niño pueda tener en sus vínculos parentales. Los puntos de certeza en<br />

un proceso de desarrollo natural serán metabolizados y semantizados. Para<br />

la constitución de los mismos intervienen en forma articulada los juicios de<br />

existencia y de atribución.<br />

En el caso de estos niños parecen haber quedado enquistados en el<br />

núcleo los puntos de certeza y, recién en el proceso de restitución, se vuelve<br />

a iniciar la evolución-resignificación de los mismos. La restitución trae como<br />

consecuencia un verdadero tembladeral en los juicios de existencia y de atri-<br />

bución, tembladeral que ya tuvo lugar al realizarse el robo del niño del que<br />

sólo podremos dar cuenta a través de una reconstrucción.<br />

Luego de la restitución se produce un nuevo armado del rompecabezas<br />

identificatorio, según el cual, algunas identificaciones provenientes de las<br />

familias apropiadoras perderán su fuerza mientras que otras permanecerán,<br />

adquiriendo o no otra significación.<br />

Entre los organizadores de la identidad del niño es necesario incluir la<br />

construcción y elaboración del mito del origen.<br />

Cuando aparece el lenguaje las preguntas que se formula el niño acerca de<br />

su origen y las respuestas dadas por los padres, generan un mito del origen que<br />

intenta hacer pensable aquel componente para siempre inconsciente del cómo,<br />

cuándo y por qué del origen. El mito a su vez está íntimamente ligado a la<br />

cuestión de los puntos de certeza y de las identificaciones pre-primarias.<br />

El mito del origen es el resultado de una deformación imaginaria pero<br />

retiene puntos de contacto con la realidad histórica. A lo largo de la vida, el<br />

mito sufre reformulaciones que intentan acercarse cada vez más a la ver-<br />

dad histórica. Por otra parte, la verdad no es un acto puntual sino que cons-<br />

139


tituye una red de prácticas y de enunciados parentales acordes al contexto<br />

social, que sostienen esta verdad a través del tiempo. Esto ocurre en condi-<br />

ciones naturales no patógenas.<br />

El discurso de los apropiadores, en cambio, sostiene una afirmación men-<br />

tirosa acerca del origen, que concierne tanto a la edad del niño como a<br />

veces a su nombre propio y obviamente al patronímico así como a las cir-<br />

cunstancias de su nacimiento. Con este discurso intentan sustituir con un<br />

relleno falso la realidad histórica. Queremos diferenciar estas situaciones<br />

de aquéllas en las que los enunciados provienen de la desmentida, como<br />

sucede en los mitos del origen que encontramos en cuadros psicóticos.<br />

Los enunciados de las familias apropiadoras contienen también mensa-<br />

jes mesiánicos. Sostienen para ese niño un doble deseo: el de no ser y el de<br />

ser. «No serás lo que te ha hecho nacer» (el deseo inicial de los padres), en<br />

cambio «serás desde mis valores (mesiánicos) aquel que yo quiero que seas».<br />

Probablemente el «yo quiero que seas» no es intrínsecamente malo para el<br />

niño, en cambio sí lo es el «yo quiero que no seas y que seas para otro<br />

proyecto que es el mío, que incluye la muerte de todos los padres que hasta<br />

ese momento hicieron nacer hijos como tú». Esto difiere de lo observado en<br />

padres con potencialidad psicótica cuyo deseo puede incluir un deseo de<br />

muerte del hijo.<br />

Pasaremos ahora a considerar la construcción de la identidad a partir<br />

del vínculo emocional entre la madre y el hijo. En él los puntos de disconti-<br />

nuidad, como por ejemplo el parto, el ritmo de ausencias y presencias, con-<br />

servan un cierto grado de coherencia que permite al bebé que cada<br />

reencuentro corresponda a expectativas generadas en esos primitivos con-<br />

tactos. Cuando el niño es separado bruscamente de su madre, como es el<br />

caso tanto en las apropiaciones inmediatas al parto como en aquellas ocurri-<br />

das en los primeros meses o años de vida, la simbolización de la discontinui-<br />

dad está doblemente obstruida porque el origen debe ser mantenido oculto a<br />

manera de un secreto vergonzoso y además porque se produce una super-<br />

posición de proyectos vitales contradictorios: aquel que fuera de los familia-<br />

res y del grupo social al cual pertenecía el niño y el de los apropiadores.<br />

Sabemos que éstos no son los únicos casos en los cuales se produce la<br />

interrupción brusca de la continuidad emocional, y en cada caso habrá que<br />

estudiar el destino de esta brecha.<br />

Todo lo dicho hasta aquí nos lleva a una revisión del concepto de trauma.<br />

3.2 Trauma<br />

Clásicamente el concepto de trauma remite al trauma de nacimiento con<br />

la reformación que hiciera Freud en «Inhibición, Síntoma y Angustia», don-<br />

de introduce el concepto de separación y desamparo. Si bien distintas es-<br />

cuelas psicoanalíticas han intentado reformular este concepto estudiando sus<br />

diferentes tipos y efectos, las experiencias referidas al contexto de esta pre-<br />

sentación nos han llevado a ampliar su significado.<br />

140


Partimos del supuesto que el robo del niño se constituyó en el aparato<br />

psíquico de éste en situación traumática, incluyendo en la misma no sólo el<br />

robo en sí, sino también las circunstancias que lo rodearon: muerte/desapari-<br />

ción de uno o de ambos padres mediante un acto de violencia ejercido por el<br />

terrorismo de estado. Esta situación se inscribe dentro de aquellas definidas<br />

como traumas sociales.<br />

Otro supuesto es que, en general, las situaciones traumáticas dejan su<br />

marca en la mente dependiendo su cualidad tanto del nivel de estructuración<br />

del psiquismo como de la modalidad del trauma. En este sentido pueden<br />

quedar registradas como inscripción o como «agujero».<br />

Su conceptualización en tanto marca nos abre el camino a la posibilidad<br />

de su elaboración para lo cual nos adscribiremos a la idea formulada por los<br />

Barange y Mom (1987) que postulan el concepto de historización del trau-<br />

ma. En este proceso es condición necesaria dar tiempo y espacio para que<br />

la repetición dé lugar a las ligaduras-semantizaciones que habían quedado<br />

desligadas-obturadas.<br />

El proceso de historización comprende un trabajo de la memoria, el es-<br />

tablecimiento de una causalidad perdida, el reestablecimiento de una conti-<br />

nuidad, recuperación de aspectos escindidos y la reconstrucción de víncu-<br />

los. En los niños restituidos, como ya mencionamos, este proceso se hace<br />

mediante relatos, observación de fotos, comparación de ciertos rasgos del<br />

propio cuerpo con el de algún familiar, relaciones con otros niños de la fami-<br />

lia, confirmaciones provenientes del discurso social vehiculizado por figuras<br />

significativas, etc.<br />

Introducimos el concepto de situación traumática rectificadora como<br />

condición necesaria para el devenir de la restitución de estos niños a sus<br />

familias. El momento clave es el «acto de la restitución».<br />

Durante este acto se produce una brecha-desorganización-reorganiza-<br />

ción quedando nuevamente vacía la función encargada de atribuir juicios de<br />

existencia. Ésta se deposita rápidamente en la figura del Juez como aquel que<br />

conjuga la Ley familiar y la Ley social y sanciona la verdad histórica. El Juez<br />

recupera los niños para la sociedad y duplica la función paterna faltante. Por<br />

su parte las Abuelas de Plaza de Mayo y el Equipo Psicológico ocupan la<br />

función faltante de las figuras parentales desaparecidas así como proporcio-<br />

nan una red socio-familiar transitoria. De esta manera se inicia el proceso de<br />

historización propio del período que sigue al acto de al restitución.<br />

Suponemos entonces que en el «acto de la restitución» se produce una<br />

conmoción emocional e identificatoria con la consiguiente caída o suspen-<br />

sión de las identificaciones anteriores (des-identifícación, Bianchedi 1989).<br />

Es un momento de intenso dolor psíquico, único camino para que se reinicie<br />

el proceso de identidad y la recuperación de un proyecto identificatorio que<br />

incluya el enquistado en el núcleo.<br />

141


Cuando en el período hipercrítico, empieza a circular la información y el<br />

conocimiento acerca de sus padres, el vínculo establecido con los apropiadores<br />

queda reconocido e investigado como falso, varían los juicios de atribución y<br />

por lo tanto, como enlace necesario, varía el juicio de existencia.<br />

Mientras los niños no han sido confrontados con una información acerca<br />

de la existencia de sus padres, los que les dicen ser sus padres son quienes<br />

dicen algo acerca de su condición de hijo. La información produce entonces<br />

una desorganización de un rompecabezas identificatorio armado previamen-<br />

te, y una reorganización desde otros valores.<br />

Un momento crucial en el acto de la restitución es la transformación de<br />

los que fueron considerados como «padres», los apropiadores, en ladrones,<br />

asesinos o torturadores. Los que habían sido incorporados en el Yo como<br />

buenos, serán expulsados en el No-Yo dejando de ser constitutivos y<br />

sostenedores del Yo.<br />

Como correlato se observa en algunas familias de apropiadores que al<br />

quedar bruscamente sin sostén para la mentira, sin el niño-fetiche (Ulloa,<br />

1988) justificador del discurso mesiánico, irrumpe una desorganización severa<br />

en uno o varios miembros de esa familia, muchas veces acompañada de<br />

manifestaciones similares en el contexto social. Estas últimas se ven reforza-<br />

das por los medios de difusión masiva.<br />

3.3 Duelo<br />

El hecho que en general estos niños sean restituidos a la familia amplia-<br />

da donde los abuelos suelen ocupar el lugar vacío de los padres trae una<br />

complejidad más. Tal vez por ello sea importante la intervención del Juez<br />

encargado de dar la identidad social y mediatizar la relación entre la familia<br />

y el niño.<br />

En condiciones naturales las abuelas son instituidas como tales por los<br />

padres, siendo éstos quienes deben impedirles el acceso directo al hijo de<br />

ellos. Los padres imponen así una nueva prohibición de donde surge la ter-<br />

cera generación. En el caso de los niños robados, cuyos padres han desapa-<br />

recido, es posible que en la mente de las abuelas esos niños ocupen el lugar<br />

de sus hijos desaparecidos así como el de nieto. En estas familias queda una<br />

prohibición fallante, la que instituyen los padres en general, y que ahora es<br />

asumida por el Equipo Psicológico, el Juez y en algunas ocasiones por algún<br />

miembro de la familia ampliada. El Equipo Psicológico tiene a su cargo ayu-<br />

dar a que los abuelos acudan a su sabiduría para reencontrar la serenidad y<br />

distancia necesaria para desempeñar el doble papel de padres y de abuelos.<br />

La estructura vincular familiar y la estructura social han quedado du-<br />

rante los años de búsqueda del niño con un «duelo congelado». Para la<br />

Institución Abuelas de Plaza de Mayo, los desaparecidos y su recuperación<br />

tienen un lugar fundante. Cada vez que logran ubicar y restituir uno de los<br />

nietos se produce un doble movimiento libidinal: uno, de elación, euforia, con<br />

142


la consiguiente expansión narcisista dada por la recuperación, y otro, un<br />

cambio en su lugar institucional.<br />

Al localizar al niño se inicia un proceso de elaboración de duelos<br />

(Braun, Pelento, 1985, 1989): pérdida del hijo y recuperación del nieto<br />

teniendo que asumirse como abuelos-padres de un nieto-hijo. Esto es signi-<br />

ficado como una doble muerte: el matar simbólicamente a los hijos para<br />

poder asumirse como padres de los nietos y asumir la muerte de los hijos<br />

como muerte real. Por lo tanto ese nieto-hijo adviene en la estructura fami-<br />

liar como esa doble marca.<br />

Es de suponer que durante la ausencia-desaparición de ese hijo-nieto<br />

se sobreinvistió el espacio que uno de nosotros ha llamado el espacio trans-<br />

subjetivo (Puget, 1988), el que da pertenencia social en desmedro de la<br />

inscripción en el espacio intersubjetivo, el familiar. Desde la localización del<br />

niño hasta la posible restitución es necesario volver a investir la estructura<br />

vincular familiar para hacer un lugar real para aquel hijo-nieto.<br />

Las abuelas sufren durante el período hipercrítico la misma perplejidad<br />

y estado de extrañamiento que pueden sufrir los padres cuando de golpe<br />

aquel ser imaginario que estaba en el vientre les es presentado como un ser<br />

real y tienen que reacomodarse a la nueva situación. Las abuelas deberán<br />

poder tolerar la vivencia de extrañamiento por el reencuentro con un niño<br />

grande, que proviene ya no del propio vientre de la madre sino de un otro<br />

espacio, no sólo ajeno sino deformante. Ellas harán también un paulatino<br />

proceso de reencuentro teniendo entonces que cuidar que la ambivalencia<br />

no las lleve a atribuir todo lo que no corresponde a su modelo ideal como<br />

perteneciente a los apropiadores y las cualidades positivas del niño a su<br />

modelo ideal.<br />

Si, por razones singulares y personales provenientes del espacio<br />

intrasubjetivo de cada una de las personas involucradas, el Equipo Psicoló-<br />

gico no puede ser suficiente sostén para todo el proceso de recuperación,<br />

habrá de brindarles un apoyo terapéutico específico cuando lo necesiten.<br />

4.Interrogantes<br />

Para estos niños será necesario considerar en el futuro el destino de la<br />

construcción de la intimidad que contiene siempre una organización de lo<br />

público y de lo privado, que en estos casos, no sigue las vicisitudes natura-<br />

les. La restitución inevitablemente suele tener amplia difusión periodística<br />

transformando a estos niños y a sus circunstancias en protagonistas históri-<br />

cos. Podrían ser comparados a los niños prodigio cuya vida privada se toma<br />

pública, si bien en éstos está ausente el componente siniestro.<br />

También quedan interrogantes acerca del destino de los modelos<br />

identifícatenos adquiridos durante su «cautiverio», período vivido con las<br />

familias apropiadoras, que podrán adquirir nuevas significaciones a lo largo<br />

de las distintas crisis vitales naturales.<br />

143


La restitución de estos niños conforma el psicoanálisis de «situaciones<br />

límite» para las cuales es necesario crear un encuadre de urgencia (Puget,<br />

1987) donde el analista habrá de actuar como elemento refundante de expe-<br />

riencias pretéritas.<br />

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nosotros a Freud. Trauma puro, retroactividad y reconstrucción». Revista<br />

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En Presse Ed., Dunod 1989.<br />

Ulloa F. «¿Es Juliana un trofeo? No, Juliana es Sandóval» Fin de Siglo,<br />

No 16, Oct. 1988.<br />

144


por Fernando O. Ulloa<br />

Abril, 1988<br />

CAPÍTULO III<br />

La ternura como contraste y denuncia<br />

del horror represivo<br />

Es frecuente que en encuentros y discusiones teóricas acerca de los efec-<br />

tos psicológicos de la represión, centre mi participación en tomo a dos ideas<br />

que considero particularmente útiles para trabajar con afectados en grados y<br />

situaciones distintas.<br />

Me refiero a lo que he conceptualizado como encerrona trágica y como<br />

efecto siniestro.<br />

Voy a recordar brevemente estas ideas sólo como introducción y funda-<br />

mento a una conceptualización que hoy quiero aportar en el marco de la<br />

restitución de chicos secuestrados.<br />

El paradigma de la encerrona trágica es la tortura en la cual alguien, la<br />

víctima, depende totalmente para dejar de sufrir o para sobrevivir de alguien<br />

a quien rechaza totalmente.<br />

Otro tanto ocurre con los familiares de las víctimas, también están a<br />

merced de aquellos a quienes repulsa totalmente.<br />

La tragedia así concebida es una situación de dos lugares opresor-opri-<br />

mido, sin tercero de apelación. Esta falta absoluta de una instancia para<br />

apelar tal como ocurre en el terrorismo de estado, da a la situación el carácter<br />

de encerrona concreta y psicológica. Es posible no obstante quien en el as-<br />

pecto psíquico la víctima pueda escapar de la encerrona cuando está apoya-<br />

da tanto por la absoluta convicción en el valor de sus ideas y de sus acciones<br />

como en los lazos solidarios que la unen a sus compañeros. Emocionalmente<br />

al menos encuentra una apelación valiosa a partir de la cual resistir. Por<br />

supuesto esto es sólo probable en un adulto. De cualquier manera la situa-<br />

ción es de extremada invalidez y sobre ella se ejerce la extorsión.<br />

También he señalado en otros trabajos cómo esta falta de tercero de<br />

apelación, realidad frente a la cual se encuentran los familiares sin puertas<br />

que golpear en los momentos del terrorismo de estado, fue uno de los oríge-<br />

145


nes de los organismos de Derechos Humanos cuando los afectados se agru-<br />

paban y organizaban constituyendo ellos mismos una instancia de apelación.<br />

Los organismos de Derechos Humanos al comienzo tenían poco poder<br />

efectivo, pero inmenso poder moral para denunciar frente al mundo la situa-<br />

ción de la cual eran víctimas ellos y los secuestrados apuntando con esto a<br />

quebrar el fundamento de la represión integral: la pretensión de impunidad.<br />

Simultáneamente demandaban justicia y castigo ante las instancias que<br />

se iban abriendo.<br />

Una función importante de los organismos de Derechos Humanos que<br />

resulta ser una salida, por momentos la única para romper la encerrona tanto<br />

en el nivel concreto como en lo emocional, es impedir que los crímenes se<br />

secreteen.<br />

Los hechos se secretean desde la propia metodología de secuestro y<br />

desaparición. Empleo este término secretear en el sentido de un modalidad<br />

de represión en la que simultáneamente se busca mostrar y ocultar el crimen.<br />

Es algo así como un secreto a voces con el que la población convive. Los<br />

secuestros son más o menos públicos pero a la vez se clandestinizan, se hace<br />

desaparecer a las víctimas, se borra todo rastro. En este secreteamiento radi-<br />

ca parte de la eficacia de la metodología represiva.<br />

El psicoanálisis ha estudiado esta situación mostrando cómo el secreto<br />

oculto del cual se desprenden indicios, tiende a promover el efecto siniestro, a<br />

la sombra de la renegación de los hechos, sin poder ocultar el efecto temeroso<br />

y paralizante de lo que siendo atroz permanece semioculto. Se niega que se<br />

niega como una defensa muy elemental que intenta ocultar, o mejor pretender<br />

vanamente ocultarse de lo que atemoriza. Esta renegación continúa hoy como<br />

efectos residuales del período del terrorismo de estado. Es frecuente que al-<br />

guien diga que ignoraba los crímenes cometidos durante la represión y que sólo<br />

después se enteró. Es verdad que pasado el período más cruento de la repre-<br />

sión se investigaron y pusieron en mayor evidencia los hechos, pero la formu-<br />

lación: «Yo ignoraba lo que ocurría» sigue conteniendo cierta cuota de nega-<br />

ción porque se «ignoraba» tanto. El efecto renegación persiste así, pronto a<br />

acrecentarse. Hay un realidad: superar la renegación resultante del efecto si-<br />

niestro, implica el duro trance de enfrentar la tragedia cruda que por permane-<br />

cer semioculta, mantenía y mantiene aún, aunque atenuados, sus efectos.<br />

Si la encerrona trágica coloca a la víctima en una invalidez aguda favora-<br />

ble a la extorsión, el efecto siniestro promueve una invalidez crónica propicia<br />

a cualquier manipuleo político-cultural y de hecho económico.<br />

Hay un antecedente de esta invalidez que merece destacarse: la invalidez<br />

infantil como estado propio de los primeros tiempos del sujeto humano.<br />

Cuando la represión cae sobre los niños, no cae sobre una invalidez produci-<br />

da regresivamente en un adulto sino sobre algo que existe naturalmente.<br />

Quiero desarrollar con algún detalle esta situación porque la encuentro parti-<br />

146


cularmente importante para sostener, con sobrados argumentos psicológicos<br />

ante la sociedad, la monstruosidad del apoderamiento de niños y los peligros<br />

que ello implica para las víctimas; agregar además fundamentos ante la justi-<br />

cia mostrando cómo la única salida posible pasa por la mostración a los niños<br />

de la verdad plena, aunque esta verdad evidenciada deba ser enfrentada por<br />

niños pequeños con los acompañamientos y auxilios necesarios respetando la<br />

singularidad de cada caso.<br />

Trato también aquí de acrecentar una mayor comprensión para el abor-<br />

daje terapéutico de estos niños. Para ello resulta importante también inter-<br />

pretar algunas presunciones acerca del perfil patológico de los que se avienen<br />

a ser usurpadores de niños.<br />

El tiempo de la invalidez infantil es el escenario donde actúa la ternura<br />

parental. Luego he de referirme concretamente acerca de qué se entiende<br />

por ternura, pues más allá de las connotaciones emocionales del término, se<br />

trata de un instancia psíquica fundadora de la condición humana.<br />

La invalidez infantil es un tiempo sin palabras aún, en consecuencia con<br />

mermadas posibilidades de pensamientos memorables posteriores en forma<br />

consciente de lo que acontece en los primeros tiempos del niño, aunque todo<br />

lo que se inscribe entonces será constituyente del continente inconsciente del<br />

niño sujeto. Podría decirse que es merced a la invalidez infantil, que el niño<br />

recibe no sólo la historia de la humanidad sino la humanización misma. De<br />

no existir ese período de invalidez que coloca al infantil sujeto en necesaria<br />

dependencia de sus mayores, no se podría transmitir el aporte acumulado en<br />

la historia. Es así que con el correr de los siglos no sólo se nace en otro siglo,<br />

sino que en cierta proporción se recibe lo que culturalmente acumulan los<br />

siglos. Así va avanzando la especie humana y en ese avance las contraseñas<br />

se van transmitiendo condensadamente en los tiempos iniciales del sujeto.<br />

No se trata de confundir esta etapa de invalidez con el concepto de incapaci-<br />

dad y menos con cosificación del niño.<br />

La invalidez infantil está presidida por la ternura parental. La ternura es<br />

instancia típicamente humana, tan primigeniamente constituida que se la po-<br />

dría pensar de naturaleza instintiva. Se habla del instinto materno. Mas la<br />

ternura es producción que va más allá de lo instintivo aunque esté basada en<br />

él. La ternura siendo de hecho una instancia ética, es de inicial renuncia al<br />

apoderamiento del infantil sujeto. Para definirla en términos psicoanalíticos<br />

diré que la ternura es la coartación -el freno- del fin último, fin de descar-<br />

ga, de lo que el psicoanálisis define como la pulsión, concepto que aquí<br />

solamente menciono. Esta coartación del impulso de apoderamiento del hijo,<br />

este límite a la descarga no ajeno a la ética, genera dos condiciones; dos<br />

habilidades propias de la ternura: la empatía, que garantizará el suministro<br />

adecuado: calor, alimento, arrullo-palabra y un segundo y fundamental com-<br />

ponente: el miramiento. Tener miramiento es mirar con amoroso interés a<br />

alguien a quien en cuanto sujeto se lo reconoce ajeno y distinto a uno mismo.<br />

El miramiento es germen inicial y garantía de autonomía futura del infante.<br />

147


Una idea que encuentro eficaz en relación al proceso de la ternura es<br />

que la mediación de la misma crea en el niño el sentimiento confiado de que<br />

el mundo consiente en satisfacer sus demandas. Es así como el niño va<br />

adquiriendo convicción en la existencia y en la bondad de un suministro<br />

ajeno a él, a la par que confía en sus propias posibilidades de demandar y<br />

obtener tal suministro. Es a partir de este sentimiento de confianza que el<br />

sujeto estructurará una relación de contrariedad con lo que daña, con el<br />

sufrimiento. Relación de contrariedad quiere significar que lo que daña es<br />

percibido como algo extemo a sí mismo. Este proceso será fundamental para<br />

el desarrollo paulatino de la conciencia acerca de que él mismo puede ser<br />

causa extema de sufrimiento para el otro. En esta relación de contrariedad<br />

con el daño, radica la posibilidad de acceder a lo que llamaré la imposición de<br />

justicia, aquel sentimiento en relación no sólo a lo que daña y a lo que no<br />

daña, sino a cuando él mismo es o no es dañino para el otro. Este saber que<br />

se va imponiendo es una de las bases del discernimiento de lo que es justo<br />

como parte constitutiva de la persona.<br />

La ternura atendiendo a la invalidez infantil hace posible desde el sumi-<br />

nistro y la garantía de autonomía gradual, superar la etapa de invalidez infantil<br />

organizando un sujeto esperanzadamente deseante al tiempo que se sientan<br />

las bases constitutivas de lo ético.<br />

Veamos ahora lo contrario, lo que podríamos llamar el fracaso de la<br />

ternura y la patología que genera desde la invalidez.<br />

Mi experiencia como analista, si bien comprende algún caso de niños<br />

restituidos ya sea controlando procesos terapéuticos o aportando elementos<br />

periciales, se refiere fundamentalmente a casos de adopción con patologías de<br />

los adoptadores y adoptados, como así también a casos de hijos que aun<br />

propios por nacimiento sufren también apoderamiento de parte de sus padres.<br />

Este fracaso puede darse tanto por exceso como defecto en el suministro.<br />

De hecho en situaciones límites cuando no se instaura la coartación instintiva,<br />

no existe la ternura; los padres se apoderarán del niño para su exclusiva descar-<br />

ga. No hay miramiento promotor de autonomía, hay si apropiamiento torpe<br />

que por supuesto también perturba la empatia suministradora.<br />

A estos fracasos de la ternura corresponden algunas patologías más o<br />

menos típicas. En el apoderamiento se suele estructurar un verdadero inces-<br />

to preedípico que comprometen el desarrollo de la autonomía del niño, atra-<br />

pado en relaciones simbióticas, base de futuras patologías que bordean o<br />

llegan a la psicosis.<br />

En el fracaso del suministro por falta de empatia, el niño desarrolla una<br />

modalidad patológica muy singular. Cuando desde los primeros años carece<br />

de algunos suministros tiernos, que nunca tuvo ni tendrá, se verá enfrentado<br />

a elaborar un tipo de duelo particularmente difícil y a veces imposible: la<br />

pérdida de lo no tenido. Este sentimiento que en forma atenuada es universal<br />

y en parte fundamento de la incompletud del ser, cuando adquiere mayores<br />

148


dimensiones genera la tendencia a organizar vínculos sustitutivos de modali-<br />

dad perversa-adicta. Precisamente es antecedente en la drogadicción severa.<br />

Frente al duelo por lo no tenido, no es fácil encontrar una solución, más<br />

bien se buscan alternativas sustitutivas. El término perversión aquí remite a<br />

su significado etimológico de giro o desvío. El duelo sin solución por inexis-<br />

tencia de suministro tierno provoca un desvío hacia una alternativa de reem-<br />

plazo de lo inexistente. Esta nueva situación que llamo perversa tiene algunas<br />

características más o menos típicas. El objeto sustitutivo no puede ser reco-<br />

nocido como original porque no sólo no lo es; sino que se refiere a algo que<br />

habiendo sido necesario estuvo ausente. Además, en cuanto vínculo sustitutivo,<br />

lo nuevo tampoco es reconocido en sus propias características singulares.<br />

Por estas dos razones se trata de una relación espúrea. La función de esta<br />

relación perversa, por desviada, es encubrir o mantener apartado al sujeto de<br />

este doloroso y difícil duelo. Resulta así un vínculo constantemente recreado<br />

precisamente para mantener esta distancia, de ahí su transformación en vín-<br />

culo adicto, al mismo tiempo frágil y tenaz, puesto que configura una moda-<br />

lidad de relación donde fácilmente se abandona al objeto por otro, pero no se<br />

cambia de estilo relacional a la manera de un alcohólico que cambia de bebi-<br />

da pero no deja de beber.<br />

Si la carencia ha sido mayor, si el sujeto no contó en grado extremo con<br />

la mediación de la ternura, y su invalidez infantil o juvenil transcurrió en el<br />

surgimiento, en la violencia, en la injusticia, tampoco podrá establecer una<br />

relación de contrariedad con el sufrimiento, la violencia y la injusticia. El<br />

sujeto mismo será esas cosas. Estará seriamente comprometida la adquisi-<br />

ción de lo que antes llamé imposición de justicia. No se tratará sólo de al-<br />

guien proclive a las alternativas perversas adictivas, sino que configurará una<br />

intensa perversidad, en el sentido sádico, donde la violencia, siendo algo<br />

constitutivo, se ejerce por la violencia misma. Un sujeto desesperanzado,<br />

incluso desesperado como individuo deseante propenso a la dependencia de<br />

droga o equivalente y con muy pocas posibilidades éticas. El apoderamiento<br />

será su hábito.<br />

El cuadro se corresponde bastante a lo que algunos autores como R.<br />

Laing describen bajo la denominación de inseguridad ontológica, donde el<br />

tiempo presente no aparece como un continuun como un mañana posible<br />

desde los indicios de hoy que permiten imaginar y organizar el futuro; los<br />

indicios más bien se transforman en presagios más o menos temibles o en<br />

una total indiferencia sin proyección futura. Lo que no se tuvo en su momen-<br />

to refuerza el sentimiento de lo que no vendrá.<br />

No sólo el tiempo no es un continuum, tampoco lo es el cuerpo transfor-<br />

mado en escenario de sufrimiento y violentación. Esto es dramático en los<br />

casos de los drogadictos en los cuales el cuerpo está enajenado funcionando<br />

principalmente como una vía para mediatizar la droga. Don sujetos para la<br />

muerte. No viven, en cierta forma son sobrevivientes.<br />

Por supuesto he cargado las tintas en extremo, en la práctica los grados<br />

de patología se despliegan en una amplia graduación en cuanto a su magnitud.<br />

149


Pero tiene sentido dibujar estos extremos pues no sólo existen sino que me<br />

sirven de introducción a una situación totalmente límite.<br />

Me refiero a la situación de los niños cuya invalidez infantil está atendida<br />

por usurpadores adultos, usurpadores del rol parental donde toda posibilidad<br />

de ternura está insanablemente cuestionada por definición. Es imposible el<br />

desarrollo del miramiento cuando el punto de partida mismo es el apodera-<br />

miento del niño, de hecho secreteado frente a éste y a la sociedad. De ningu-<br />

na manera habrá empatia que garantice el suministro de lo necesario cuando<br />

lo necesario primordial, los padres, han sido eliminados y los familiares apar-<br />

tados, muchas veces con la complicidad de los mismos usurpadores y siem-<br />

pre con el conocimiento de éstos, aunque ellos no sean partícipes directos.<br />

Todas las condiciones señaladas en el fracaso de la ternura están exalta-<br />

das al máximo en cuanto a la dificultad para la inscripción de las contraseñas<br />

de humanidad humanizadora. La relación con los usurpadores se transforma<br />

inevitablemente en relación perversa puesto que ella es sólo alternativa im-<br />

puesta por la supresión violenta de lo originalmente necesario, la familia.<br />

No se trata sólo de un vínculo perverso sino que el apoderamiento en<br />

secreto, tiñe la situación de sádica perversidad. Un secreto que inevitable-<br />

mente se filtrará y de acuerdo a la magnitud de lo filtrado, el niño podrá<br />

atravesar por lo que he descripto como encerrona trágica o quedará atrapa-<br />

do en el efecto de renegación siniestra.<br />

La sociedad entera debería tomar conciencia acerca de estos niños atra-<br />

pados en un pozo profundo del que es injusto que sólo intente recuperarlos<br />

la infatigable acción de las Abuelas. No es de extrañar que en la restitución de<br />

niños, se deba enfrentar en grados diversos, en el comienzo, con vínculos<br />

dependientes adictos que éstos puedan haber establecido, desde su invalidez,<br />

con los usurpadores sustitutos.<br />

Hay bastante experiencia acerca de cómo enfrentar esta situación<br />

terapéuticamente en casos de niños adoptivos en condiciones de torpe ocul-<br />

tamiento de la situación. La mayor y más frecuente torpeza es precisamente<br />

el secreto de familia, con que el niño convive familiarmente creando condi-<br />

ciones semejantes a las que señalé al comienzo como efecto siniestro.<br />

Cuando alguien se apodera de un hijo ajeno, usurpando el lugar parental<br />

con ocultamiento ante la sociedad y la víctima, de ninguna manera puede<br />

pensarse en alguna forma altruista de buscar ser solución para ese niño. El<br />

acto usurpador constituye lo que describí como una alternativa perversa adicta<br />

que supone en los delincuentes la existencia de una patología base con algu-<br />

nos elementos frecuentes en su personalidad. Por ejemplo, la ausencia del<br />

requisito ético que he denominado la imposición de justicia, una de las cau-<br />

sas de la perversidad sádica, así como una carencia elemental que configure<br />

el llamado duelo por lo no tenido donde el niño atrapado, funciona como<br />

sustituto de lo originalmente ausente y en cuanto sustituto no es reconocido<br />

ni en su identidad ni en su historia. Se establece entonces una relación espúrea<br />

adictiva tiránica no sólo para con el niño sino para el propio usurpador que<br />

150


no puede renunciar a su presa de la cual está preso, porque de lo contrario se<br />

encontraría enfrentado con lo originalmente ausente. No es por amor que lo<br />

retienen, es por alternativa al servicio de su patología. Muchas veces lo no<br />

tenido, siendo asunto antiguo, está acrecentado por la imposibilidad de<br />

tener hijos propios o teniéndolos también existe tiránico apoderamiento de<br />

los mismos.<br />

Esta doble tiranía donde está preso de la presa no sólo es perversamente<br />

adicta sino que invalida cualquier posibilidad altruista y empática y en cam-<br />

bio enfatiza el abuso del apoderamiento.<br />

En estas condiciones el niño usurpado, aunque de inicio esté formalmen-<br />

te atendido en cuanto a momento y cantidad de suministro, será inevitable-<br />

mente un niño atrapado en el vínculo perverso, pues el mismo está sometido<br />

a pérdida de lo no tenido ya que fue privado del deseo engendrador de sus<br />

padres y sobre todo privado de la verdad acerca de sus cruel situación. En<br />

lugar de la verdad estará inevitablemente infiltrado por el secretamiento y sus<br />

efectos nocivos.<br />

Sólo el establecimiento de la verdad absoluta en condiciones contextuales<br />

de tercero al que apelar, ayuda adecuada y justicia (legítimos familiares,<br />

jueces, nuevos cuidadores legitimados en caso de ausencia de la familia),<br />

pondrán en marcha el desentrampamiento de este niño. Felizmente ya conta-<br />

mos con suficientes casos que confirman plenamente esto. Desgraciadamen-<br />

te son muchos los que continúan aún atrapados sin salida.<br />

por Eva Giberti<br />

CAPITULO IV<br />

Restitución y adopciones.<br />

Una conjunción de sufrimientos e interrogantes<br />

Un trabajo de esta índole precisa encender nuestros recuerdos y situar<br />

algunos hechos claves de la actualidad: los niños que hoy nos convocan<br />

nacieron durante una dictadura que, respondiendo a un proyecto político-<br />

económico, instaló el horror en nuestro país. La mayoría de los promotores<br />

y ejecutores de ese horror han sido beneficiados con leyes que les evitaron el<br />

juicio y el castigo que imponía la vigencia de un Estado de Derecho. Uno de<br />

los efectos de tal impunidad es la indiferencia y la ignorancia que padece un<br />

significativo sector de la población respecto de las víctimas de esa dictadu-<br />

151


a. Sacudiendo esa indiferencia y desconcertando a esa comunidad, los hi-<br />

jos de desaparecidos que nacieron en cautiverio o fueron secuestrados junto<br />

con sus padres irrumpen en un horizonte de pretendidos olvidos. Sabemos<br />

que hay niños esclavizados en poder de los represores cómplices o respon-<br />

sables de la desaparición de sus padres. Otros crecen en familias que des-<br />

conocen su origen y otros han sido tutelados por quienes, sin haber practica-<br />

do la represión, podían sospechar que debían su maternidad y su paternidad<br />

al funcionamiento de los campos clandestinos de detención. Sin duda, existi-<br />

rán otras situaciones, pero limitaré mis interrogantes alrededor de los dos<br />

últimos ejemplos. Del primer caso me he ocupado en mi libro La Adopción1,<br />

mencionando los otros modelos.<br />

1 Giberti E., La Adopción. Ed. Sudamericana, 1987.<br />

El saber moral y la tekné<br />

Por una parte, las restituciones vienen realizándose hace años (aquellos<br />

niños secuestrados en el '76, o el '77... hoy son púberes). Por otra parte, las<br />

parejas que se vincularon con niños «para adoptar» después del '76 son<br />

visitas habituales en nuestros consultorios; conociendo el origen de sus hijos,<br />

o ignorándolo, difícilmente pueden esquivar las dudas y presunciones res-<br />

pecto de quienes los concibieron. Cualquiera de estas circunstancias pone a<br />

prueba lo que hemos aprendido y actualiza las polémicas acerca de los dere-<br />

chos humanos y la responsabilidad profesional, la ética y los distintos saberes<br />

y conocimientos2. No es infrecuente que, dada la especificidad del tema y lo<br />

novedoso de su práctica, corramos el riesgo de deslizamos desde una región<br />

ontológica hacia otra región no pertinente, desenfocando la escucha y la<br />

comprensión del tema. Como diría Gadamer3 el saber moral no sustituye el<br />

saber técnico, especialmente cuando este último no está disponible (o es pos-<br />

tergado en aras de lo que se considera principios éticos o los que se evalúan<br />

como instancias políticas). O sea, es necesario abordar el estudio y trata-<br />

miento de los problemas que plantean las restituciones comenzando por afir-<br />

maciones éticas o derivadas de la moral; pero las restituciones se proponen<br />

como un problema teórico técnico donde se entrecruzan las exigencias de las<br />

técnicas psicológicas (no creo que sea ésta la oportunidad de discutir la rigu-<br />

rosidad de esta expresión), y cierta información respecto de ciencias políti-<br />

cas, ya que restituir excede los análisis psicológicos. Respeto de estos últimos<br />

y de los conocimientos que exigen, pueden suceder que sean sustituidos por<br />

argumentos morales colocados en lugar de dichos conocimientos, obturando<br />

la posibilidad de diagnosticar y pronosticar los conflictos.<br />

Lo cual implicaría hacer un uso dogmático de la ética, razonando en su<br />

nombre, de modo tal que se cierren los interrogantes y contradicciones que la<br />

técnica postularía; lo mismo podría suceder si se implementase una lectura<br />

eminentemente política de la situación. Esta forma de instrumentar la ética<br />

puede estar regida por la «dialéctica de la pasión», de donde resultaría que,<br />

quien así procede quizá parte de su convicción de actuar correctamente, si<br />

advertir que ha cegado su visión reflexiva acerca de sus aptitudes y conoci-<br />

152


mientos para trabajar en temas que exigen, no sólo conocimientos y prácti-<br />

cas, sino mesura.<br />

2 Giberti E., « ¿Los derechos humanos, forman parte de la responsabilidad profesional?" Revista<br />

Argentina de Psicología, N" 37.<br />

3 Gadamer, Verdad y Método.<br />

Paralelamente, hipostasiar las posibilidades que ofrecen las técnicas pue-<br />

de hacer que se pierdan de vista las exigencias éticas y los matices políticos<br />

constituyentes de estos conflictos.<br />

La «dialéctica de la pasión» puede transformar el deseo de restitución<br />

en apetito de restitución, con lo cual los niños podrían quedar atrapados en<br />

la posición de objetos.<br />

Si se supone conocer el deseo del otro, de los niños en este caso, res-<br />

pecto de su subjetividad (identidad) sería preciso poder desear el deseo de<br />

ese niño para no desembocar, imprevistamente en esa posición de niño-<br />

objeto-que-satisfaga-las-apetencias-de-quienes-lo-defienden y de las que no<br />

podemos sustraemos tan fácilmente. No ignoramos que desear el deseo del<br />

otro no es lo mismo que desear al otro: esta última perspectiva es la que<br />

cierra las posibilidades de participar en el proyecto que implica pensar en un<br />

proyecto para y en la libertad (como aspiración) en busca de su autoconciencia<br />

instalado en la tensión del saber-deseo.<br />

Diagnósticos presuntivos y desmentidas posibles<br />

En medio de semejantes dificultades sólo me propongo abrir interrogantes<br />

y avanzar algunas tesis. Quiero recordar que «el sentido del preguntar con-<br />

siste en dejar al descubierto la cuestionabilidad de lo que se pregunta. Se<br />

trata de ponerlo en suspenso de modo que se equilibren el pro y el contra»,<br />

sin que se me escape que «con la pregunta lo preguntado es colocado bajo<br />

una determinada perspectiva», al decir de Gadamer.<br />

Me pregunto por la necesidad de diagnósticos presuntivos de las familias<br />

que deben restituir y de las familias de origen que recibirán a los niños.<br />

Diagnósticos y pronósticos que exceden los parámetros de la clínica conside-<br />

rada «habitual» y que incluiría presunciones respecto del estado psíquico de<br />

estos adultos, y datos que coadyuven a pensar en sus historias de vida; y que<br />

permitan preveer dónde aparecerán zonas de fragilidad que cortocircuito en<br />

la restitución4. También me pregunto acerca de las posiblidades de efectuar<br />

estos estudios ya que cualquiera de las partes podría negarse a aceptarlos. Si<br />

bien existe experiencia acerca del tema parece prudente reformularse estos<br />

interrogantes*.<br />

4 Giberti E., «Para una teoría de la prevención». Actas del Primer Congreso Metropolitano de<br />

Psicología.<br />

153


* Enfatizar en los diagnósticos no significa desconocer las proyecciones que pueden implicar<br />

por parte de quien lo efectúa. Diagnosticar es un acto de selección «que termina con la vacila-<br />

ción de la realidad entre varias posibilidades» (M. Capeb)<br />

Respecto de las familias que deberán restituir al niño, ¿será posible creer<br />

en sus afirmaciones cuando se comprometen a desprenderse del hijo<br />

ausentándolo del grupo familiar y de la casa-hogar?... La escucha profesio-<br />

nal, ¿podrá ignorar la existencia de la desmentida en las parejas que han<br />

adoptado a un niño? ¿Un niño que en estos casos puede haber sido buscado<br />

por sus adoptantes porque su imagen sepulta la palabra de una madre recla-<br />

mante?...<br />

Hablando de la desmentida recordemos que es posible pensar en la exis-<br />

tencia de una desmentida genérica de habitual aparición en los adoptantes<br />

(que no necesariamente habrá de estereotiparse patológicamente) y que se<br />

expresa así:<br />

-«No es verdad que no puedo tener un hijo. ¿No ven que tengo uno?<br />

Desmentida que, entre otros motivos, puede sostenerse en tanto y cuanto no<br />

sustituyamos el primer verbo «tener» por «hacer un hijo». El Yo de placer<br />

mantiene el equivoco a través del uso incorrecto del verbo. Pero en las<br />

familias que dicen aceptar -y aun promover- la restitución, es posible que<br />

se construya una desmentida especifica armada sobre la escena, tan temida<br />

por todos los adoptantes, que reproduce el robo de un bebé. Si la suposición<br />

-o la certeza- indica que se trata de un hijo de desaparecidos se privilegia-<br />

rá tal vez, una afirmación mayor: imposible que su madre lo reclame porque<br />

está muerta. Pero al mismo tiempo se desemboca en el secuestro del niño,<br />

posterior al secuestro de su madre: esta realidad y esta escena son las que<br />

será necesario desmentir. Entonces:<br />

-«No es verdad que este niño fue arrancado de los brazos de su madre.<br />

¿No ven que yo soy su madre? (adoptiva)?»<br />

Se libidinizará el amor maternal convirtiéndolo en instancia capaz de<br />

crear una criatura distinta de la que en realidad es, producto de un delito, al<br />

precio de opacar la existencia del amor materno original. Y omitir la escena<br />

del parto: dónde fue, cómo fue y quiénes se llevaron al niño. Quiénes<br />

transportaron, recién nacido, el cuerpo-niño que había constituido la única<br />

garantía de vida de su madre. Cuerpo-niño que al nacer habría de aniquilar<br />

toda esperanza para esa mujer recién parida.<br />

La bizarra libidinización del amor maternal podría continuar argumen-<br />

tando:<br />

-No se trata de un secuestro, porque una condenada a muerte ya no<br />

puede disponer de sus vínculos».<br />

Para mantener -de modo conciente o no- esta argumentación, es pe-<br />

rentorio desconocer (no desear reconocer) la existencia de abuelos que po-<br />

154


drán reclamarlos. La búsqueda afanosa que garantiza la preocupación por<br />

sus nietos constituye el fundamento de todos los derechos. La apelación al<br />

derecho de sangre me parece discutible ya que la sangre no garantiza ni el<br />

amor ni el deseo de ofrecer protección a un niño, ni equilibrio emocional<br />

por parte de los adultos: los padres golpeadores son un ejemplo de ello. Si<br />

garantiza el derecho sucesor y la adjudicación hereditaria; pero entonces la<br />

apelación al derecho de sangre quizá convendría que se hiciese distinguien-<br />

do los niveles.<br />

Es en esta instancia cuando se impone la historia de Moisés para recor-<br />

dar el perfil del héroe: salvado del exterminio y criado por quienes no lo<br />

habían concebido, volvió por sus orígenes. ¿Habrá que pensar en la existen-<br />

cia que una ley interna que promueva ese retomo? Un implícito juramento<br />

de fidelidad a los padres del origen que, en el caso de Moisés lo convirtió en<br />

líder del pueblo judío?... o bien se podrá suponer el pasaje desde aposición<br />

de víctima (expiatoria) a las repeticiones compulsas o a conductas retaliativas<br />

inesperadas en la venganza, fracasando un Super Yo demandante de justi-<br />

cia? (Giberti, ver cita 10).<br />

La comunidad ¿podría llegar a tener la existencia de una imaginada<br />

fidelidad a esos jóvenes padres desaparecidos?...<br />

Desestimar la realidad<br />

Así como en las adopciones no-excepcionales es habitual la fantasía de<br />

niño robado que ronda y ronda durante años a los adoptantes, en estos casos<br />

el niño robado y el acto de despojo retomaría, pero no desde la fantasía sino<br />

desde la realidad. Entonces, para desmentir la realidad entraría en juego la<br />

desestimación (forclusión). Lo que se intenta rechazar retoma desde la realidad<br />

y no desde lo reprimido, fracasando la desmentida. Un vez desatadas las eviden-<br />

cias del parentesco y aceptado el compromiso de restitución, los adoptantes se<br />

encuentran con los deseos de esos otros que reclaman por el niño. Entonces<br />

¿qué hacer? Quizás apelar .mecanismos de tipo delirante y desestimar. Ante el<br />

surgimiento de elementos psicóticos sería muy complejo intervenir y contener<br />

por qué caería el andamiaje defensivo ligado a la desmentida. Pero, si contáse-<br />

mos con diagnósticos presuntivos, ¿ no podríamos suponer, imaginar, inferir o<br />

interpretar, preventivamente, que ésta podría ser la dinámica de los hechos con-<br />

secutivos a la aceptación «voluntaria» de una restitución? O sea, contar con<br />

diagnósticos que pusieran bajo sospecha esa decisión de restituir en tanto ella<br />

signifique que los niños se separen del hogar de crianza. Para los adoptantes, esa<br />

restitución podría resultar no sólo una herida narcisista intolerable, sino también<br />

podría generar un mecanismo de identificación con la madre del origen en el<br />

momento en que era despojada de su criatura: identificación con aquella vícti-<br />

ma. Pero, en este caso la adoptante, sintiendo que puede hacer lo que no consi-<br />

guió la madre original, defender al niño. Pero con una singular diferencia: en una<br />

situación se trataba de defenderlo de sus secuestradores, y en este otro caso ¿de<br />

quién se los defendería? ¿De su familia de origen a la que le asisten los derechos<br />

ganados por la búsqueda incesante?...¿O defenderlo de la separación de una<br />

porción clave de su vida, los primeros años crecidos en su casa y en una familia<br />

155


que fueron fundantes de su historia personal? (Años inscriptos en su psiquismo<br />

categorizando el vínculo con los adoptantes.)<br />

Si simplificamos las respuestas caeremos en el absurdo, porque para los<br />

adoptantes, la «otra» familia sólo poseería los derechos que ellos, adoptantes,<br />

quisieran reconocerle. ¿Por qué? Porque «de no haber mediado el interés de<br />

ellos para investigar los orígenes, los abuelos no tendrían («ni siquiera» ten-<br />

drían) esta alternativa de encontrarse con sus nietos/as».<br />

Es en estos momentos cuando los mecanismos legales de la adopción<br />

plena -en caso de familias que la hubiesen obtenido- pueden convertirse<br />

en eje y soporte de la desmentida puesto que ésta confiere al adoptado una<br />

filiación que sustituye a la de origen. El adoptado deja de pertenecer a su<br />

familia de sangre y se extingue al parentesco con los integrantes de ésta, así<br />

como todos sus efectos jurídicos (Ley 19, 134, art. 14).<br />

Entonces, ¿cuáles serían los productos psíquicos que estos adoptantes<br />

podrían poner en marcha para sustituir una realidad que intentarían recha-<br />

zar? Cuando el Yo de placer desmiente el resultado se asemeja a lo que<br />

ocurre en los delirios en los cuales es posible encontrar «un núcleo de ver-<br />

dad», en este caso la afirmación -«dado que yo soy su madre», ya que, se<br />

trata de una mujer que ha cumplido con la función materna y un hombre, la<br />

paterna. Nos encontraríamos con la necesidad de desarticular un núcleo<br />

deliroide estructurado defensivamente frente a la posibilidad de tener que<br />

cambiar de signo a una parentalidad culturalmente construida. Sería el ejem-<br />

plo de la adoptante que se vea conducida a asumir que ella es la «madre de<br />

crianza» y no la «madre». (El trabajo con adoptantes habituales nos muestra<br />

la enorme dificultad que significa para la mujer que adopta, lograr una<br />

libidinización de la función crianza de manera tal que pueda aceptar que<br />

está cumpliendo con una parte de dicha función, la que se realiza fuera del<br />

útero. Y que se opone a la libidinización narcisista de esa función que intenta<br />

sustituir la función reprimida en el imaginario materna)5. El yo real definitivo,<br />

que se articula con un Superyo ético sostiene:<br />

-«Este niño no fue abandonado, es producto de un secuestro; hay<br />

antepasados que lo buscan y todos ellos tienen derecho a recomponer la<br />

historia familiar, completando la ausencia, el humo en la genealogía. Y los<br />

niños deben saber que no fueron abandonados sino secuestrados, y que ese<br />

secuestro fue el resultado de la desaparición de sus padres».<br />

5 Qiberti E., La Adopción, op. cit.<br />

De tal modo se organizaría el pensamiento -y la vivencia- desde una<br />

lógica normal. Pero ¿cuál será la lógica de este Yo? ¿Qué funtores pondrá en<br />

juego? ¿Cómo entrelazara la lógica de probabilidades?... Para el Yo de pla-<br />

cer, dadas las rupturas de lo inductivo-deductivo tendríamos que recurrir a<br />

una logicidad de base hermenéutica de compleja categorización. Este Yo<br />

actuaría hemenéuticamente en el sentido de manipular, interpretar sobre cierta<br />

base de verdad» las afirmaciones del Yo real pero sin atender a los funtores<br />

156


ivalentes de verdad-falsedad. Lo cual llevaría a incorporar factores de<br />

indeterminismo moderado debido a la contingencia de los hechos: los<br />

adoptantes pudieron ser otros, los abuelos pudieron no buscar al niño y los<br />

adoptantes podían no atarse a desmentidas y desestimaciones. En cambio,<br />

frente a la función reproductora se adhiere al determinismo biológico: dado<br />

un embarazo deseado sobrevendrá un parto, estadísticamente hablando. Pero<br />

los hechos sociopolíticos -y de esto se trata en estos embarazos- respon-<br />

den más a lo asertórico que a lo apodíctico, lo interpretativo.<br />

Cuando Maldavsky6 se pregunta si los adoptantes, en algún momento no<br />

retomarán a lógicas arcaicas, vigencias totémicas o míticas, está interrogán-<br />

dose por la vigencia del pensamiento abstracto que permite ejercitar la lógica<br />

de probabilidades. Extendiendo su pregunta a estas historias podríamos infe-<br />

rir determinadas respuestas para las probabilidades que pudieran formularse.<br />

Por parte de adoptantes: -«Y si verificado el origen estuviésemos obligados<br />

a perder a nuestro hijo?» El Yo de placer interceptaría: «-Y si al mostrar<br />

que somos honestos investigando el origen, nos dejarán al niño? La misma<br />

índole de interrogantes para los abuelos: «-Y si no quisiera entregamos a<br />

nuestros nietos?...» El Yo de placer respondería: «-Imposible. Están obli-<br />

gados por las pruebas de sangre». Pero podría suceder que éstas no fuesen<br />

convalidadas por todos los especialistas en Derecho, teniendo en cuenta la<br />

intervención de la justicia. Y las leyes son interpretadas por los jueces, lo<br />

cual las incorpora al orden de la contingencia. Más aún, los jueces pueden<br />

tomar decisiones que estimen provechosas para el púber al que intentarían<br />

preservar, lo antes posible de cualquier riesgo, quizá sin advertir que sus<br />

tiempos no necesariamente coincidirán con los tiempos lógicos de los niños<br />

ya que «no hay un tiempo uniforme, sino una combinación de tiempos» (Maci)7<br />

y que «el ahora está incluido en ese pasado (y no en cualquier pasado) (sino<br />

en el del niño); y ese pasado resulta relativo al ahora en el que se actualiza, o<br />

que, de algún modo, vuelve».<br />

6 Maldavsky D., en La Adopción.<br />

7 MCI G., «Entornos Temporales del acto», en Escena, Rev. de Psicoanálisis, julio 1988.<br />

Para cualquiera de las partes intervinientes en este proceso, las funcio-<br />

nes yoicas funcionarían con lógicas encontradas y opuestas sin conseguir<br />

unificarse o articularse para beneficio del niño: mientras el Yo real insiste en<br />

que éste no fue abandonado, el Yo de placer podría encontrar distintas for-<br />

mas de refutar apelando a diferentes lógicas. Así como podemos pensar que<br />

en las estructuras narcisistas es común la utilización de la desmentida, lo que<br />

distingue a unas de otras son los argumentos que cada una elige para des-<br />

mentir y enfrentar al Yo real definitivo que intenta poner una ley que no<br />

sea exclusivamente empírica, sino una ley que apele a alguna forma de<br />

racionalidad. Frente a ello el Yo de placer postula la excepción a la regla,<br />

recurriendo a otras lógicas. En boca de los abuelos podría ser: -«esa<br />

familia no va a tener dificultades para restituir porque son muy buenos...»<br />

Y aunque no estén entrenados en desmentir tal vez prefieran escuchar al<br />

Yo de placer que después de años de padecimientos les promete que vivi-<br />

rán con los hijos de sus hijos. Los adoptantes quizás insistan en ser consi-<br />

157


derados como una excepción a la regla «por haber investigado el origen».<br />

Este último punto podría asociarse con un «blanqueo del origen»; es de-<br />

cir, no existiría decisión de restituir a los niños sino sólo de informarle<br />

acerca de su nacimiento y conectarlo con sus familiares. Alternativa que<br />

quizá pudiera proveerse a partir de diagnósticos y pronósticos teniendo en<br />

cuenta que tanto estos niños cuanto sus familiares como los adoptantes<br />

podrían configurar una. población de riesgo (según las modernas políticas<br />

de gestiones poblacionales). El Yo real definitivo (vinculado con el Superyo<br />

y la ética podría encontrarse con otra dificultad si alguno de estos niños<br />

estuviese en situación de adopción plena, es decir, sería preciso oponerse a<br />

esa instancia de la ley para retrotraerse a la circunstancia en que el niño se<br />

convierte en víctima de un delito, lo cual exige tiempo y poder presumir<br />

cuáles serían las alternativas que pudieran desencadenarse tanto por parte<br />

de los adoptantes como por parte de quienes interpretasen que -«otra vez<br />

los desaparecidos (subversivos) oponiéndose a la ley!... «Paradoja que im-<br />

plica negaciones, desmentidas, omisiones y un principio de «economía psí-<br />

quica» destinado a amordazar la memoria de la comunidad. Y a distorsio-<br />

nar los juicios críticos.<br />

Estaríamos frente a incumbencias de otras especialidades que no obstan-<br />

te configuran claves para los pronósticos de la clínica.<br />

Afimar: -«tenemos decisión de restituir a nuestro hijo adoptivo»<br />

podría ser una afirmación que se sostiene para ser negada: ya que<br />

«encontrar la verdad» podría generar contrariedades, por ejemplo, ver<br />

al niño como miembro de «otra» familia, respondiendo a cánones educa-<br />

tivos que no necesariamente coincidieran con los elegidos por los<br />

adoptantes (conflicto multiplicado por las diferencias de clases si las<br />

hubiera). O sea, se afirmaría la decisión de restituir con la ilusión de<br />

no ser creídos.<br />

Este mundo de contrariedades, contradicciones y paradojas quizás ali-<br />

mentado por desmentidas y desestimaciones pocas veces responderá a las<br />

demandas éticas de quienes trabajamos en temas relacionados con las vio-<br />

laciones de derechos humanos. Una cosa es pedir juicio y castigo para los<br />

culpables y otra sería arriesgarse a proceder de modo que, quienes sin ser<br />

represores, se hicieron cargo de estos niños, pudieran argüir que,<br />

paradojalmente, ellos resultarían castigados «por haber buscado la verdad».<br />

Lo cual podría indignar y sorprender si no se contara con diagnósticos y<br />

pronósticos que advirtieran acerca de la posible puesta en marcha de meca-<br />

nismos como los que vengo proponiendo como hipótesis destinados a garan-<br />

tizar la subjetividad narcicizada de quienes, más allá de sus psicopatologías<br />

cotidianas resultarían desposeídos de la presencia de un hijo (diferente de lo<br />

que sucede en lo que se llama familia ampliada en la que los niños permane-<br />

cen en casa de los adoptantes siendo visitados por los familiares del origen).<br />

Entonces, si determinados adoptantes llegasen a firmar su conformidad<br />

para restituir cabría preguntamos si, en todos los casos podemos confiar en<br />

la verosimilitud de esa rúbrica. Y si en alguna oportunidad se negaran a<br />

cumplir lo prometido, desestructurados y desesperados por lo que ellos mis-<br />

158


mos habrían provocado, me pregunto cuál sería el efecto de reclamarles, con<br />

argumentos éticos, el cumplimiento de una promesa que quizás habría parti-<br />

do de una desmentida. Planteado otro nivel de pregunta: ¿qué sucedería si<br />

retrocedieran? Se abrirían nuevas alternativas; una de ellas que el niño fuese<br />

entregado en guarda a los abuelos, temiendo que ese retroceso finalizara en<br />

una huida al exterior. Pero, si se puede suponer a los adoptantes capaces de<br />

este procedimiento, ¿cómo habría sido posible confiar previamente con la<br />

decisión voluntaria de restituir? ¿Cómo podríamos explicar o interpretar,<br />

clínicamente, este pasaje desde la «bondad» de una restitución voluntaria<br />

(que implica niño-con-abuelo) a la sospecha de una huida delictiva? Prece-<br />

dentes de huidas existen, pero, ¿con cuáles parámetros convendrá comparar<br />

a unos y a otros?... En el caso de un retroceso, no se estaría delante de un sí<br />

inicial que habría que leer como un no!...<br />

Lo cual no cambia ni enturbia el eje ético del tema, pero relativizaría el<br />

modo de operar en tales situaciones.<br />

Sombras e imágenes, paradojas y contradicciones en la adolescencia<br />

Otras preguntas resultarían de una teoría de las identificaciones a partir<br />

de la cual podríamos pensar en las significaciones de la sombra en estos<br />

púberes. Suponemos que los adoptivos en general reciben una sombra que<br />

sobre ellos proyectan los padres del origen; y que a su vez aporta a los<br />

adoptantes una. sombra que incluye su mensaje genético (herencia). El sería,<br />

para los adoptantes, la sombra del hijo soñado y no-nacido. En las situacio-<br />

nes que analizo podríamos mantener esta tercera hipótesis pero añadiendo<br />

que para los abuelos reencontrados estos púberes serían la imagen de sus<br />

padres y no la sombra; lo cual autoriza a pensar en dos calidades de dobles<br />

en el ámbito de las identificaciones8.<br />

Para los adoptivos en general los padres del origen son personas existen-<br />

tes y ausentes que se supone continúan viviendo en alguna parte. En nuestro<br />

caso se trata de desaparecidos sin más referentes que el momento de la des-<br />

aparición; o sea que añaden la condición de desaparecidos al esfuerzo psíquico<br />

que conlleva incorporarlos siendo desconocidos para esos púberes9 y 10.<br />

8 Qiberti E., Adolescencia y adopción: mecanismos psicológicos de aparición frecuente (offset).<br />

Primer Congreso sobre Psicoterapias. Universidad de Belgrano, 1981.<br />

9 Giberti E., Identificaciones y melancolía en adoptivos adolescentes (offset). Congreso de<br />

Psicopatología Infanto-Juvenil, ASSAPIA, 85.<br />

10 Giberti E., Adolescentes, hijos y familiares de desaparecidos (offset). Relato Primer Congreso<br />

Nacional sobre Aprendizaje, 1986 EPPEC.<br />

159


Además, detrás de los adoptivos se mueve la sombra de quienes no<br />

aportaron su apellido convirtiendo a sus niños en N.N. No sucede así en los<br />

casos que nos ocupan. Mientras los adoptivos habituales pueden decir, refi-<br />

riéndose al nombre dado por los adoptantes, suponiendo que sea la familia<br />

Pérez: «Yo no soy Juan Pérez», pensando en cuál habría sido el apellido de<br />

sus progenitores, estos púberes por el contrario pueden afirmar cuál ha sido<br />

su nombre original. Introducen un término positivo frente a la negatividad<br />

que proveen los adoptivos cuando afirman que no son quienes son por adop-<br />

ción. Recordemos que se encuentran en una etapa de omnipotencia del pen-<br />

samiento y generalizaciones inductivas así como de transformaciones<br />

representacionales que resultan de la aparición de nuevas lógicas en las cua-<br />

les la contradicción adquirirá una vigencia que no tenía hasta ese momento:<br />

«mis padres adoptantes me quieren. Mis abuelos (del origen) me quieren.<br />

Pero no se quieren entre ellos, ¿A quién prefiero? ¿Con quién me tengo que<br />

quedar? ¿A quiénes abandono?» Podría tratarse del reforzamiento de una<br />

contradicción pragmática que no permite la rectificación o la fuga: los púberes<br />

quedarían encerrados en ella. Es difícil para el Yo... organizarse dentro de<br />

tales contradicciones que recién a partir de los ocho años pueden volverse<br />

eficaces (nivel preconciente). Estaríamos en el terreno de lo paradojal don-<br />

de cada uno de los ámbitos es opuesto al otro sin posibilidad de síntesis y con<br />

su propia lógica inmanente. Lo que se suceda en la realidad exterior no<br />

necesariamente alcanzará para equilibrar lo que previamente se haya compa-<br />

ginado de este modo en el aparato psíquico.<br />

Interrogantes desde los orígenes; y algunos otros<br />

Los que podrían surgir desde la posición de los abuelos, siendo de otro<br />

orden, son múltiples. Padres de desaparecidos, contamos con material clíni-<br />

co suficiente como para informamos, reconocer cuáles han sido sus vínculos<br />

y cuáles los lazos de solidaridad que los sostuvieron durante la búsqueda de<br />

sus hijos y sus nietos. Podemos reflexionar acerca de la furia por la muerte o<br />

desaparición de los hijos que en la mayoría de los casos implicaba una auto-<br />

nomía respecto de la dependencia familiar. Entre duelos y duelos suspendi-<br />

dos muchos abuelos asumieron perspectivas vitales luchando por saber acer-<br />

ca de lo ocurrido y no sólo buscando a sus hijos. Adherir a esos principios<br />

no significa detener el análisis de la vida psíquica de estas víctimas de la<br />

represión para lo cual parece pertinente incorporar número suficiente de va-<br />

riables. Algunas de ellas nos propondrían pensar que cuando algunos de esos<br />

púberes restituidos mostrasen en sus conductas una marca simbólica de quienes<br />

los criaron, los abuelos podrían sentirse incómodos o rechazarla, como si<br />

detrás de ella estuvieran los desaparecedores de sus hijos.<br />

Por otra parte, si estos niños sobrevivieron: «¿no estará viva mi hija<br />

desaparecida?» Ausentes los cuerpos y las sentencias condenatorias, ¿dónde<br />

están, qué se hizo de ellos? «Con vida se los llevaron, y estos niños, vuelven<br />

con vida, con parte de la vida de nuestros hijos»11.<br />

" Giberti E., «Desaparecidos", en Actualidad Psicológica, N° 117, 1985.<br />

160


Yo no pienso que estos chicos ocupen fácilmente el lugar de los padres<br />

desaparecidos en la mente de los abuelos, ellos son otros que también estu-<br />

vieron desaparecidos y ese tramo de historia del horror compartida con sus<br />

padres quizá los recorte con rasgos propios sin que sea inevitable ponerlos en<br />

el lugar de los desaparecidos. Es sólo una hipótesis. En cambio puedo supo-<br />

ner que podría producirse, para estos chicos, un cambio de signo, es decir,<br />

que su presencia no fuera exclusivamente positiva en tanto regresan ajenizados<br />

respecto de sus padres, investidos culturalmente por quienes los criaron; este<br />

aspecto quizá modifique el sentido positivo en negativo, de ayudante a opo-<br />

sitor ya que portan las palabras de quienes «ocuparon el lugar de los<br />

padres». Tal vez, por momentos resulte insoportable mirar y escuchar esa<br />

extrañeza ajena instalada en la prolongación de la propia sangre y que el niño<br />

protagoniza. Será indispensable abrir las compuertas de la tolerancia para<br />

incluir a ese púber cargado de ajenidades. O tal vez profundizar las negacio-<br />

nes que impidan ver las diferencias; o desmentir que estuvo bien cuidado.<br />

La plenitud de estar con los hijos de los hijos puede ser sostenida, no me<br />

caben dudas, por la convicción ética y utilitaria de los abuelos y por los<br />

afectos; pero quizá también habrá que preguntarse qué mecanismos deberán<br />

crear para renacerlos y mientras tanto amar lo que fue constituido por otros,<br />

amar los deseos de los otros que impregnan a estos niños, conjuntamente<br />

con los deseos de los padres del origen.<br />

Púberes que retoman de dos lugares en los cuales jamás deberían haber<br />

estado (el horror y la familia de los otros) y enarbolan esas diferencias como<br />

constituyentes de sí. Una de ellas podría suscitar una complicación mayor: si<br />

los chicos reconocen y recuerdan haber «estado bien» con los adoptantes,<br />

dicho sentimiento podría entenderse como «traición». Estoy imaginando y<br />

construyendo hipótesis, presumiendo en terrenos del pensamiento y las vi-<br />

vencias no concientes, pero que quizá podrían explicar el temor que tal vez<br />

apareciese en algún abuelo: «¿no querrá volver con los otros?». Una res-<br />

puesta militante sostiene que no es así. Que según lo evaluado no desean<br />

retomar, ni los abuelos temerían esa añoranza. No obstante, tozudamente,<br />

insisto en repreguntármelo para aprender cómo esos niños manejan sus<br />

adioses. También para entender qué convendría pensar si estos niños, des-<br />

pués de diez años o más creciendo con los adoptantes pudiesen «no extra-<br />

ñar» viviendo con los abuelos.<br />

¿Alcanzará el parecido físico con la madre o el padre?... O los abuelos<br />

deberán atribuirles (juicios de atribución) características que los posicionen<br />

como miembros de esa nueva-vieja familia? Qué valores habrá que atribuir-<br />

les para reconocerlos como hijos de las víctimas?12. Son niños que transitan<br />

entre tres grupos humanos, puntos de confluencia de todos ellos y logran<br />

desarticular la ilusión maniqueista de los buenos y los malos, debiendo hacer-<br />

se cargo de situaciones incomprensibles para ellos.<br />

¿Qué sucede (rá) con el poder que se les otorga a estos chicos? Y que<br />

en alguno de ellos podrá convertirse en burla, desafío o ficción de autori-<br />

161


dad. Qué sucederá con las significaciones (miradas) con que fueron signifi-<br />

cados a lo largo de estos años (maestros, amigos, vecinos). ¿Qué identifi-<br />

caciones quedarán sostenidas en el lugar del que se aleja?... Cuáles serán<br />

sus vínculos con el doble con el que se abandona en el hogar de crianza.<br />

¿Cuánto de la relación con ese doble podría perderse si no se procesara<br />

convenientemente el pasaje de un lugar a otro? Qué relaciones construirán<br />

con la ley jurídica que intervendrá en sus destinos?13 ¿Habrá que pensar en<br />

duelos de la niñez?14<br />

12 Giberti E., «Comer, hacer el amor, ¿cómo hablar de "eso" con los familiares de desapareci-<br />

dos?» en Actualidad Psicológica, Marzo 1986.<br />

13 Maldavsky D., Comunicación personal.<br />

14 Martínez victoria y otros. Terrorismo de estado, efectos psicológicos en los niños. Ed. Paidós<br />

1987.<br />

En caso de tratarse de niñas, dadas las especificidades de los problemas<br />

de género, ¿cuáles serán sus registros respecto de las subordinaciones pro-<br />

puestas por la cultura, la idea de maternidad, por ejemplo? ¿Descubrirá,<br />

apoyada en su propia historia que nuestro útero es una usina en la que gene-<br />

ramos productos llamados hijos que se convierten, para muchos, en un capi-<br />

tal impregnado de poder? Dicha visión ¿será interceptada por el imaginario<br />

social, que promueve la maternidad como algo «natural» para las mujeres y<br />

a través de la cual se «consagra su condición femenina»? ¿Qué clase de<br />

significación primordial llegará a ser el hijo en la secuencia de sus escenas<br />

maternas? ¿En qué momento descubrirán (tan cerca como están de la ado-<br />

lescencia) que sus madres quizás habrán tenido que hacer un duelo anticipa-<br />

do por ellas que ya nacían desaparecidas']... ¿Cómo llegarán a ilusionar la<br />

posibilidad de zambullirse en otro apellido ¿cuando tengan la posibilidad de<br />

ser «señora de»? Ese lugar ¿será una presunta tabla de salvación para quien<br />

tuvo un nombre inicial jadeado por una madre que la despedía, otro en la<br />

adopción y finalmente el retomo al propio, restituido?...<br />

¿Qué sucederá si en algún caso, litigios y enfrentamientos por medio,<br />

estas historias se empantanan en la justicia y entonces llegara la sentencia<br />

cuando estos púberes tuviesen quince años y capacidad para elegir con quié-<br />

nes vivirán?...<br />

¿Cómo se defenderán de todo el amor que provocan?...<br />

En estas historias hay interrogantes por plantear más allá de presuncio-<br />

nes y evidencias y sin pretender que nuestra investidura profesional no apor-<br />

ta garantías de ecuanimidad. Tal vez podamos aspirar a ella si no bloquea-<br />

mos las preguntas ni cegamos las palabras que nos permitan redactar las<br />

dudas técnicas y teóricas, teniendo presente que la idoneidad de la tekné no<br />

es equivalente a la idoneidad de quienes las aplican. «La ponderación de los<br />

medios (técnicas) es ella misma una ponderación moral y sólo a través de<br />

ésta se concreta, a su vez, la corrección moral de los fines a que sirve»,<br />

(Gadamer). De allí que nos resulte tan difícil reflexionar sobre este tema y<br />

audacia sería suponer que existe una sola clave y que uno/a es poseedora de<br />

162


la misma. Pero hay algo que sí sabemos: estos niños, hoy púberes, respiran<br />

en la comunidad el aliento de los desaparecidos. No sólo ésa es su condi-<br />

ción. Les asiste el derecho de construir su subjetividad como sujetos deseantes,<br />

en el sentido de la demanda-libertad, cuyo horizonte ontológico es<br />

el saber-deseo sin amarrarse a la satisfacción de las necesidades de los otros.<br />

Cuando así ocurre el sujeto se conviene en sujeto de consumo descentrado de su<br />

posición de sujeto deseante. Desde esta última podrá dar su batalla entre el<br />

conocimiento (de lo que le ocurrió) junto con el inmediato intento cartesiano<br />

de dominar dicho conocimiento, y el saber-deseo tensado por sueños y fan-<br />

tasía. Con ellos podrá construir otros conocimientos a partir de contenidos<br />

inconscientes transformados en actos de conciencia, en ejercicio de nuevas<br />

libertades y nuevas decisiones, teniendo en cuenta los límites (bordes al decir<br />

de Deleuze) que marca la dialéctica de las posibilidades.<br />

Instalados en un trauma que atraviesa la angustia de nacimiento, ama-<br />

necieron a la vida social en un campo de concentración. Campos de concen-<br />

tración. Empecemos por allí. De modo que quienes nacieron en ellos no sean<br />

utilizados para enmascarar el recuerdo de su existencia, de sus responsables<br />

y de sus víctimas.<br />

por Fernando Ulloa<br />

1984<br />

CAPITULO V<br />

La ética del analista<br />

ante lo siniestro<br />

Hace más de diez años que trabajo en el Campo de los Derechos Huma-<br />

nos. Cada tanto me detengo a elaborar un texto acerca de mi experiencia. Así<br />

lo he hecho para esta ocasión. Voy a ceñirme al rigor del mismo intentando<br />

fijar mi posición como psicoanalista frente a los Derechos Humanos.<br />

El Psicoanálisis se sostiene en un propósito: el develamiento de aquella<br />

verdad que estando encubierta, para el propio sujeto que la soporta, se pre-<br />

senta como síntoma.<br />

Alcanzar o no este propósito suele ser aleatorio, pero que el psicoanálisis<br />

no desmienta en su práctica lo que afirma teórica y técnicamente, fundamen-<br />

ta la calidad ética de su quehacer.<br />

163


Es que el psicoanálisis es una propuesta ética. Para quien se diga psi-<br />

coanalista, el serlo o no serlo está por definición, enlazado a la producción<br />

de verdad. No hay escapatoria o negociación posible si se pretende desen-<br />

trañar el síntoma, porque precisamente el síntoma es solución de compro-<br />

miso negociado.<br />

La condición humana es de naturaleza trágica en tanto entrecruzamiento<br />

conflictivo del amor y del odio, del cuidado y la agresión, de solidaridad y<br />

egoísmo.<br />

De esta dualidad dura está hecha la historia de cada individuo y la de la<br />

humanidad toda.<br />

Desde el punto de vista del psicoanálisis, esta dicotomía trágica tiene<br />

dos destinos: O la salida ética donde la producción de verdad fundamenta<br />

justicia, o el callejón ciego donde el síntoma ahogado en el ocultamiento<br />

familiar y cotidiano, apaga su evidencia develadora, para volver a surgir<br />

como grito mayor en la alienación oligotímica, el sufrimiento neurótico, la<br />

perversidad violenta o el delirio psicótico.<br />

Cuando el escenario de la producción sintomática, tiene la magnitud de lo<br />

que nos convoca en esta mesa: «Los Derechos Humanos», quien se afirme<br />

psicoanalista, o lo es, y hace justicia, o no lo es y a sabiendas o no, hace<br />

complicidad. Según las circunstancias puede incluso hacer algo más siniestro<br />

aún. No en vano introduzco este término de tradición freudiana: lo siniestro.<br />

Aproximo con aquello el horror y la malignidad de la que me ocuparé.<br />

Las personas varían en alto grado con referencia al impacto que lo si-<br />

niestro hace en ellas, dice Freud citando a Jentsch.<br />

Esta diferencia del efecto siniestro depende del grado de distancia y ne-<br />

gación o por el contrario de proximidad y conocimiento de lo que está oculto<br />

y es fuente de horror.<br />

Freud trabaja este concepto en profundidad. Lo siniestro es aquella va-<br />

riedad de lo terrorífico que se remonta a lo antiguo, a lo familiar.<br />

Por de pronto -y no me extenderé en esto- el vocablo alemán heimlich<br />

que significa familiar, se transforma con el agregado de un prefijo de nega-<br />

ción en «un heimlich» algo así como infamiliar o más precisamente oculto o<br />

secreto, concretamente siniestro.<br />

Lo siniestro siendo familiar es al mismo tiempo aquello dentro de lo cual<br />

uno no se orienta, algo promotor de incertidumbres.<br />

En lo siniestro convergen los sentidos antitéticos de secreto y familiar.<br />

Además Freud recoge en el diccionario de Sanders, entre otros significa-<br />

dos, el siguiente «Mantener algo clandestino ocultándolo para que otros no<br />

sepan de ello y acerca de ello».<br />

164


Secretamente familiar remite en la investigación psicoanalítica a lo que<br />

se denomina «el secreto de familia» que como factor patógeno opera en la<br />

historia de algunos individuos.<br />

En estas familias algunos personajes «están en el secreto», el secreto les<br />

es familiar e incluso les confiere poder. El resto de la familia, de acuerdo a la<br />

naturaleza de lo oculto, suelen sufrir sin saberlo a ciencia cierta, las conse-<br />

cuencias de la malignidad infiltrante de lo que les es ocultado. Se convive con<br />

algo que se ignora aunque se lo presiente inquietamente. Se puede sumar a lo<br />

oculto la propia negación frente a lo extraño. Comienza así a surgir el efecto<br />

siniestro. Es como la malignidad infiltrante de un cáncer ignorado, o quizá<br />

denegado, pero existente.<br />

Voy a referir un ejemplo que irá introduciendo más el propósito de esta<br />

presentación. Seguramente muchos de ustedes conocen el caso de una niña-<br />

nieta reencontrada por abuelas que fue secuestrada junto con sus padres, y<br />

simulada hija legítima de una pareja cuyo hombre participó en el secuestro.<br />

Por la edad de la niña cuando ocurrió el secuestro, alrededor de 23<br />

meses, ella tiene registro, sin duda reprimido violentamente, del horrible se-<br />

creto familiar.<br />

La malignidad enfermante del mismo depende de la eficacia latente y<br />

constante que le confiere su naturaleza de horror oculto con el que se convi-<br />

ve familiarmente.<br />

Siendo secreto no hay oportunidad de palabra que articule los hechos en<br />

un relato. Entonces el secreto infiltra y pervierte todos los vínculos y estruc-<br />

turas psíquicas de ella.<br />

El único remedio posible contra la malignidad de lo siniestro es el<br />

develamiento de aquello que lo promueve, simultáneamente al establecimiento<br />

de un nuevo orden de legalidad familiar. Aun dentro de lo doloroso de esta<br />

explicitación, de este hacer justicia, la verdad operará como incisión para<br />

drenar, aliviar y curar el abceso de lo siniestro.<br />

Este caso ilustra dramáticamente el asunto de los lugares y las distintas<br />

respuestas en relación al efecto siniestro.<br />

La niña, abandonada en su horrendo atrapamiento, corre los riesgos de<br />

la oligotimia, por violenta represión afectiva, de la perversión, en un intento<br />

compensatorio que haga fracasar la represión útil, de la desintegración psicótica.<br />

En cambio, los ejecutores de lo siniestro, los que están en el secreto, se<br />

mantienen en cierta forma insensibles a los efectos de lo horrendo. Ellos<br />

mismos son lo siniestro, sobre todo si logran la impunidad que pretenden,<br />

aunque de hecho en este caso ya han perdido la ocasión del ocultamiento.<br />

Esta impunidad confiere poder sádico, poder fascista. Hasta pueden elabo-<br />

rarse doctrinas y argumentos que intenten validar lo invalidable. Esto ocurre<br />

165


sobre todo cuando el escenario de lo siniestro traspasa los límites de una<br />

familia y cobra la dimensión de la sociedad.<br />

Los efectos siniestros dependen pues del lugar que se alcanza con rela-<br />

ción a lo oculto. Así los responsables directos y cotidianos del horror que<br />

atravesó el país en los últimos años, no sólo lograban impunidad desde el<br />

ocultamiento, sino que ese ocultamiento garantizaba eficacia paralizante so-<br />

bre la comunidad. En esto radica la metodología de la desaparición de perso-<br />

nas sumado al horror de sus tormentos.<br />

Más allá del sadismo fascista que impulsa el accionar del ejecutor, el<br />

estar secretamente familiarizado con los métodos confiere en un primer<br />

momento protección afectiva frente al horror.<br />

Por otra parte esta familiaridad tiene su costo terrible: reclama cada vez<br />

más víctimas para alimentar el aparato, la convicción sádica y la indiferen-<br />

cia emocional.<br />

Hay que alimentar a Drácula.<br />

Se habló cínicamente de excesos en la represión. En parte, este cinismo<br />

configura una verdad.<br />

El efecto siniestro paralizante de la comunidad, pudo ser conseguido<br />

con muchas menos víctimas. Pero este aparato de diabólica eficacia requie-<br />

re un alto mantenimiento en víctimas.<br />

El número de las mismas fue multiplicado para encapuchar a los inte-<br />

grantes del propio sistema, envileciendo cada vez más a los operadores y<br />

cada vez a mayor número de ellos.<br />

Es como esos criminales, que muerta al víctima, deben seguir apuñalan-<br />

do hasta matar su propio horror.<br />

Lo anterior para el lugar de los victimarios, los criminales.<br />

El lugar de las víctimas está ilustrado en los terribles relatos de los so-<br />

brevivientes.<br />

Pero el lugar último, el más excéntrico y alejado de los antros de tortu-<br />

ras es la comunidad toda destinataria principal de la represión.<br />

Nuestro país, como muchos otros, convivió familiarmente con el horror.<br />

Muchos intentaron distintas técnicas de ceguera. Lo siniestro ataca literal-<br />

mente los ojos como reminiscencia castratoria.<br />

Pero nadie pudo evitar que se infiltrara la malignidad planificada desde una<br />

metodología-posiblemente inédita-de desaparición, silencio y tormento.<br />

166


Frente a las desapariciones reaccionaba como podía el pequeño círculo<br />

de familiares y allegados, también algunas voluntades solidarias, capaces<br />

de no retroceder ante lo siniestro, en general con pocos resultados inmedia-<br />

tos e inmenso mérito. La propia lucha por romper lo oculto fortalece frente<br />

a sus efectos.<br />

Son los que intentaron salirse del lugar paralizante desenmascarando lo<br />

clandestino.<br />

En grandes mayorías surgieron los mecanismos buscados por la repre-<br />

sión: no enterarse del todo, mantener cuasi-secreto lo secreto, aceptar la<br />

eficacia del pánico evitando la conciencia del mismo. Delegación, aisla-<br />

miento, ensimismamiento, manía, violencia desplazada, racionalizaciones,<br />

etc. El repertorio es inmenso, pero siempre precedido por la incertidumbre<br />

y el sobresalto.<br />

Y cuando mayor es la degradación de los ojos que no ven, más siente el<br />

corazón el terror eficaz que paraliza. Entonces la mayor verdad es la men-<br />

tira que encapucha la evidencia.<br />

Se puede ejemplificar este encapuchamiento en un recorrido tétrico.<br />

Recorrido que se inicia en la cobardía idiotizante de la conocida frase<br />

«en algo andaría» o en la más sutil aún «debe ser un error, fulano no andaba<br />

en nada», frase que en otro lugar, el de la tortura ha de convertirse, en boca<br />

de la omnipotente cobardía del torturador sistemático en «algo ha de saber».<br />

Se cierra así la trayectoria siniestra que realimenta en unos el desentendi-<br />

miento suicida y en otros la sádica impunidad.<br />

Mientras tanto se encapuchan ambas evidencias en esloganes y calcoma-<br />

nías provocadoras tales como «los valores occidentales y cristianos» o «Los<br />

argentinos somos derechos y humanos».<br />

Los mismos familiares pueden debatirse en los horrores de la duda «tal<br />

vez aún esté con vida» o «quizá ya murió y dejó de sufrir». Duda terrible<br />

que suele prolongarse en el tiempo donde a la esperanza de la reaparición<br />

con vida se contrapone, en algunos casos, el terror del posible precio estigmatice<br />

pagado por sobrevivir: haber colaborado.<br />

Quiero retomar el comienzo. Quien se propone psicoanalista, por defini-<br />

ción, está atrapado en la cuestión de ser o no ser frente a miles de calave-<br />

ras, recuperadas o desaparecidas que lo interrogan no tanto en cuanto a lo<br />

que aconteció, sino principalmente en cuanto al testimonio de verdad que su<br />

práctica rinda.<br />

No sólo lo interrogan los afectados directos con los cuales tenga oca-<br />

sión de contacto, y casi todo analista de nuestro medio, que no entre en<br />

alianzas negadoras, contacta con afectados próximos, sino que lo interrogan<br />

las evidencias sociales que desde el acostumbramiento y la delegación pro-<br />

167


mueven el olvido como otra forma de recrear la fuente oculta de lo siniestro.<br />

El olvido como valor social no sólo instaura una cultura siniestra con todos<br />

sus efectos, sino que promueve la repetición de los hechos.<br />

El psicoanalista, conforme con su ideología, podrá no aproximar su cola-<br />

boración directa al campo de los derechos humanos, pero si es cabalmente<br />

analista, si su práctica no desmiente las propuestas teóricas del psicoanálisis,<br />

no podrá dejar de hacer justicia desde la promoción de verdad como antído-<br />

to frente al ocultamiento que anida lo siniestro.<br />

Hacer justicia es como hacer el amor, tiene actos de culminación y tiene<br />

constantes cotidianas.<br />

Finalmente son estas constantes cotidianas las que afirman o desmien-<br />

ten aquellas culminaciones.<br />

Voy a finalizar con una frase de Lenin que un amigo me recordó tiempo<br />

atrás. «La tortura es absolutamente contrarrevolucionaria en cualquier cir-<br />

cunstancia.»<br />

por Martha I. Rosenberg<br />

Abril de 1992<br />

CAPÍTULO VI<br />

Apuntes sobre identidad,<br />

filiación y restitución<br />

Filiación e identidad, entendidas como intersección de múltiples líneas<br />

genealógicas, son creaciones sociales. Nadie existe sino en relación a otros,<br />

afirma FranÇoise Hiritier-Augé (De I'engendrement a lafiliatión. Topique<br />

No 44, p. 174). Todas las sociedades consagran la primacía de lo social -de<br />

convención jurídica que lo funda- sobre lo biológico puro: la filiación nunca<br />

es un derivado simple del engendramiento. Por eso, la figura del padre (y<br />

también la de la madre, aunque ésta esté sobredeterminada por la pretendi-<br />

da obligatoriedad de aceptar toda preñez como un hijo) aparece desdoblada<br />

en dos funciones: genitor y adoptante.<br />

La función del genitor es temporal y físicamente reparable; la del adoptan-<br />

te se configura en la constante afirmación del deseo de descendencia, encama-<br />

168


do por un hijo concreto y sostenida por una práctica de la crianza que asegure<br />

su supervivencia y desarrollo. Esta dialéctica entre dos funciones diferentes<br />

(aunque confundidas habitualmente en la procreación «natural») culmina nor-<br />

malmente en la constitución de una relación de reconocimiento mutuo de alteridad<br />

y semejanza, característica y fundante de las relaciones entre humanos que<br />

posibilita el surgimiento de un nuevo sujeto, el hijo, que resignifica al genitor<br />

como padre/madre. Se agrega así una generación al linaje.<br />

Según Piera Aulagnier («¿Quel Désir pour quel enfant?» Topique No 44,<br />

p. 201) para que el sujeto pueda reconocer y hacer reconocer su singulari-<br />

dad, así como su lugar de ciudadano pleno en el campo socio-cultural del que<br />

no puede ser excluido, debe utilizar necesariamente materiales heterogéneos:<br />

1° La madre y la pareja que lo desea y prefigura en un discurso que<br />

lo antecede.<br />

2° El discurso del campo social que decide cuál será su lugar en un<br />

sistema de parentesco sobre el que reposa su organización<br />

3° La acción del propio deseo del aprendiz-constructor.<br />

Deberá encontrar la manera de mantener juntas las tres componentes<br />

heterogéneas.<br />

Las leyes de filiación patriarcales, desplazan a las mujeres y les prohíben<br />

marcar jurídicamente su descendencia, invisibilizando el don del hijo al pa-<br />

dre por la madre y la apropiación del mismo por el linaje paterno con exclu-<br />

sión del materno. Estas leyes, ¿son transgredidas por las Abuelas de Plaza de<br />

Mayo, mujeres a quienes la dictadura agrede en su maternidad, es decir, en<br />

lo más consustancial con el lugar social que les es asignado?<br />

Todos nos hemos preguntado alguna vez el significado de que la defen-<br />

sa de los derechos humanos se configure, en esa época, como un campo de<br />

acción predominantemente femenino. En general, las explicaciones suelen<br />

ser superficiales, en términos de sociología ingenua, inclinados a dar cuenta<br />

de este fenómeno sin introducir ninguna crítica de la división sexual del tra-<br />

bajo social y sin poder calcular el efecto renovador de las prácticas políticas<br />

que tiene o puede tener la conciencia de que la suerte de los vínculos más<br />

íntimos depende de la configuración política del Estado. Estado que en nues-<br />

tro caso, aun después de instalada la democracia, abandona a su suerte a los<br />

niños secuestrados por su antecesor totalitario, dejando impunes a sus<br />

victimarios. ¿Qué lectura hacer de la coincidencia de ambos regímenes en la<br />

privación de sus derechos?<br />

¿Qué consecuencias tiene para las Abuelas haberse hecho cargo de bus-<br />

car a sus nietos por ellas mismas?<br />

Me parece conveniente formular esta pregunta, porque no es frecuente<br />

que la reflexión sobre esta problemática se ocupe de la subjetividad de las<br />

abuelas, agentes protagonistas de la búsqueda, sino en la de los niños como<br />

169


objeto de la misma, reflejando el hecho innegable de que el interés social por<br />

las mujeres está consistentemente asociado a su eficacia como garantes de la<br />

procreación.<br />

Como mujeres buscan al niño, pero -también como mujeres- no sólo<br />

al niño. Ese niño que les falta, cuya identidad necesitan restituir, es portador<br />

de un don de identidad que les fue arrebatado dejándolas privadas de la<br />

confirmación de que la vida que transmitieron tiene continuidad, aunque su<br />

nombre puede excluirlo del linaje patriarcal. El niño que buscan en lo real de<br />

su pérdida, es el suyo, desaparecido, símbolo de su fecundidad biológica y<br />

social cercenada. Un hijo/a que se hizo padre o madre en momentos en que<br />

no pudo sostener su deseo de descendencia con su propia vida, siéndoles<br />

arrancados simultáneamente la vida y el producto de este deseo. Ambos<br />

extraídos violentamente del ámbito familiar originado y volcados a una so-<br />

ciedad que los sanciona los elabora por la mediación de subestructuras como<br />

las fuerzas de la represión, el poder judicial o las familias adoptantes. Las<br />

relaciones de poder existentes -las mismas que determinan la derrota y la<br />

muerte del hijo- se expresan en estas instituciones (con las que guardan una<br />

relación más o menos directa) con diferentes grados de complejidad y de<br />

libertad respecto de las determinantes macrosociales. Cabe preguntarse cómo<br />

opera en la subjetividad de las abuelas la negación de que la justicia, de<br />

cuyos representantes concretos -los jueces-esperan la restitución de los<br />

nietos, son los mismos que les negaron los hábeas corpus de sus hijos y de<br />

sus nietos durante la dictadura. Como si la decisión política de interrumpir la<br />

transmisión ideológica que sustenta la práctica de interrumpir la transmisión<br />

ideológica que sustentaba la práctica política de los padres, a través de la<br />

captura de los hijos, fuera imposible de creer, aun cuando fue públicamente<br />

reconocida por los represores.<br />

Esta imposibilidad de creer se funda un una concepción abstracta del<br />

poder judicial, deseado, solicitado e instituido como representante de la tute-<br />

la de intereses y derechos declarados universales, en la imposibilidad de ver<br />

en él el montaje de la formalización jurídica de la dominación política (en su<br />

singularidad histórica, ej. Suprema Corte menemista, etc.). A esta «legali-<br />

dad» que difícilmente logra convertirse en justicia, se agrega la permanente<br />

infracción de las normas vigentes por parte del aparato judicial que redobla<br />

y caricaturiza la injusticias inherentes al orden que dicen proteger.<br />

La desesperación causada por las pérdidas sufridas promueve una sen-<br />

sibilidad especial para detectar algunos puntos de inconsistencia en este<br />

bloque adverso (existen contadas excepciones entre los jueces), pero no se<br />

logra instalar el problema de la recuperación de los niños como una necesi-<br />

dad asumida institucionalmente por la justicia ni mayoritariamente por la<br />

sociedad.<br />

¿Tal vez deberíamos pensar que estos niños no están faltando a toda la<br />

sociedad, sino solamente a sus familias? ¿Cuáles son los requisitos para que<br />

este penar privado sea tomado como deuda social y no abandonado a sus<br />

propios esfuerzos privados -en cuyos logros se hace difícil reconocer algo<br />

170


más que una reparación individual- conseguida con la colaboración de grupos<br />

que son pequeños en relación al efecto social de los crímenes cometidos?<br />

El clamor de las Abuelas por sus nietos desaparecidos, este reclamo que<br />

busca ser compartido con el resto de la sociedad, no es, como se dice, la<br />

insistencia del deseo de sus hijos, sino la del suyo propio. Sus hijos fueron<br />

eliminados físicamente de la escena social y simbólicamente (mediante las<br />

leyes de Punto final y Obediencia Debida aprobadas durante el gobierno de<br />

Alfonsín y el indulto concedido por el presidente Menem) del registro de<br />

deudas contraídas para fundar una democracia basada en la espantosa dis-<br />

criminación económica que hoy divide a nuestra sociedad en una mayoría<br />

de subocupados y sectores con Necesidades Básicas Insatisfechas y una<br />

minoría de rozagantes consumidores. Que la abuelas intenten recuperar a<br />

sus nietos, dar continuidad a su linaje, no debe borrar la ausencia de la<br />

generación fallante, materializada en el terreno social, por la falta de res-<br />

puesta eficaz a sus reclamos familiares y por la ausencia del discurso políti-<br />

co en que dicha generación se sostuvo. Lo que se transmite en estos aguje-<br />

ros de la trama, es el sentido de fracaso de una nueva generación política<br />

que sus hijos encamaron, en la tarea de dar sustento a una nueva genera-<br />

ción que la continúe. Existen otras formas de desaparición, que se patenti-<br />

zan en la ocupación de encumbrados puestos de dirección de los poderes<br />

comprometidos en la construcción del actual proyecto de sociedad, por par-<br />

te de muchos que tuvieron la suerte de sobrevivir a sus compañeros políti-<br />

cos de antaño.<br />

Hay un trabajo de filiación negado, impedido o usurpado a estos niños,<br />

en el que la identidad no adviene como diferenciación de un padre/madre<br />

cuyo destino es interpretado por el propio hijo, para poder discriminar su<br />

deseo, sino que se suprime el conflicto identificatorio originario de ese indi-<br />

viduo, vía la eliminación física de los padres, interpretando brutalmente y sin<br />

apelación la causas de su desaparición -su ideología- como invivible.<br />

Cuando las Abuelas encuentran un niño secuestrado, ya están en su<br />

linaje, como parte del secreto que subyace y amenaza la identidad que ha<br />

sido construida en la relación de apropiación con sus captores o adoptantes,<br />

según sea el caso. (Nota: No voy a entrar a considerar la cuestión de si toda<br />

relación de crianza con un niño hijo de desaparecidos que no se restituye a su<br />

familia de origen es por definición un secuestro, se conozca o no su origen,<br />

que merece una exhaustiva discusión y que tiene un lugar de principio doctri-<br />

nario en la labor de las Abuelas.)<br />

Lo cierto es que los niños secuestrados deben construir una identidad que<br />

les permita sobrevivir. Llamarla falsa, además de pasar por alto el hecho de<br />

que toda identidad unifica elementos cuyo valor de verdad no es unívoco,<br />

implica la imposibilidad de historizar la verdad de la vida de ese niño.<br />

Las «falsas figuras de identificación», mencionadas en algunas publicacio-<br />

nes, ponen en el registro de la verdad algo que es del orden de la ética. Los<br />

captores no son falsos, sino criminales para los padres, los familiares y para el<br />

niño hipotético que hubiera sido el hijo, si no se hubieran apropiado de él.<br />

171


La verdad que se transmite en una filiación, no existe como dato. Tiene<br />

que poder ser transmitida por los padres y ser construida por el hijo. Los<br />

legítimos significantes primordiales lo son si operaron, si crearon una dife-<br />

rencia que promueve un sujeto. Sólo existen a posteriori, si no operaron, no<br />

existen. ¿Cómo explicarse si no la cantidad de niños desaparecidos que no<br />

fueron buscados?<br />

Dado que la pregunta ¿quién soy yo para? supone un sujeto que se la<br />

formula cuando ya hay un referente posible, dador o dadora de identidad, la<br />

posibilidad de la restitución depende de que la llegada de la verdad de la<br />

abuela, encuentre al nieto en un momento en que la interrogación por su<br />

identidad está planteada de tal manera que pueda admitir los referentes<br />

identificatorios de su origen que ella le ofrece. Dolorosa contradicción entre<br />

el deseo de bienestar para el nieto y la dependencia de ese bienestar de que<br />

los odiados usurpadores del lugar de sus hijos los hayan suplantado «sufi-<br />

cientemente bien». Tarea difícil y ordalía moderna, la de discriminar qué de<br />

la defensa de la continuidad de la identidad de los hijos desaparecidos y sus<br />

ideales, puede ser incompatible con la defensa de la vida de ese nieto. En qué<br />

punto de la historia del hijo a quien se dio la vida, se quebró la posibilidad de<br />

continuidad del propio linaje. Este (os) punto (s) señalan a menudo la emergen-<br />

cia de los ideales personales y/o familiares (religiosos o políticos) en conflicto<br />

con el cumplimiento de las funciones que la sociedad demanda a las mujeres<br />

como madres. Los lugares de ruptura de la imagen maternal hegemónica, se<br />

transforman para las mujeres en fuente de numerosas estrategias de defensa<br />

ante la culpabilización social, que refuerza la culpa estructural por el ataque<br />

simbólico a la propia madre, implicado en la asunción de la maternidad a<br />

través de pautas y de valores que no reproducen exhaustivamente las suyas.<br />

La dificultad consiste en sustraerse a las valoraciones conservadoras, que<br />

inscriben los cambios sociales (y sus consecuencias sobre la subjetividad<br />

individual) solamente en términos de traición a una figura tradicional ideali-<br />

zada y no de sus efectos posibilitadores de la emergencia de la vida social de<br />

nuevos sujetos.<br />

La maternidad/paternidad son dadoras de identidad, que no existe antes<br />

de estructurarse como efecto de la pertenencia a un linaje. Ser hijo/a de<br />

desaparecidos es una identidad definida por la pérdida de unos padres, pérdi-<br />

da que realiza el riesgo de muerte implicado por una opción política revolu-<br />

cionaria (no es necesario que ellos personalmente lo hayan sido, basta con<br />

que la hayan representado) en un Estado criminal. La identidad que resulta<br />

no es falsa, sino que encierra la verdad del destino nefasto del proyecto de<br />

vida de sus padres. No pudieron serles padres. La separación violenta y la<br />

sustitución de los padres es un acontecimiento real. La verdad de este real<br />

debe ser constituida por el niño gracias a la restitución de hechos de su<br />

historia que le fueron sustraídos por ocultación o por ignorancia. Pero una<br />

cosa es aportar el soporte necesario para la construcción de la identidad<br />

personal, otra es «rescatarla» o «darle su sentido verdadero». La verdad de<br />

los nietos no es la de los padres ni la de los abuelos.<br />

La restitución se hace al precio de una generación. Sería temible que no<br />

se respetara el hiato que la historia inscribió en el linaje, hiato en el que la<br />

172


instalación de un enigma puede, si alguien quiere, dar origen a una indaga-<br />

ción que eche luz sobre la tragedia ocurrida.<br />

Para las mujeres, elegir a las Abuelas de Plaza de Mayo como antecesoras<br />

en una abuelidad femenina abre un espacio colectivo nuevo para la elaboración<br />

actual de un lugar parental, cristalizado en el imaginario social como una posi-<br />

ción de inocencia -cuando no de desinterés o de impotencia- respecto de<br />

los problemas decisivos de la vida social. Son nuestras madres antecesoras, en<br />

el sentido de que de ellas recibimos las mujeres, la herencia de una nueva<br />

forma de ejercicio de lo coagulado en la cultura acerca de la mujer abuela, que<br />

lo agota y lo extiende, poniendo de manifiesto la politicidad de lo privado y la<br />

latencia transformadora que contiene.<br />

Buscan, y a veces encuentran, a los niños de cuyos nombres están<br />

doblemente borradas: por el sistema de filiación patriarcal (que en nues-<br />

tro país ni siquiera pone el nombre materno en segundo término) y por el<br />

Estado terrorista que intenta borrar los rastros de la represión criminal.<br />

Esta búsqueda las inscribe en la tradición de las heroínas patriarcales,<br />

según señala Luisa Muraro, son mujeres que van, enviadas por el padre,<br />

a los lugares donde los hombres no tienen voluntad o coraje de ir (la<br />

recuperación de la progenie del Padre es la tarea asignada a las mujeres<br />

desde Antígona). Podríamos preguntarnos, sin embargo, si en el movi-<br />

miento de restitución de los niños a su familia de origen, se perfila una<br />

figura nueva de la abuela. No la que mantiene los mitos antiguos, narran-<br />

do cuentos para adormecer a los niños o asegurarse su sujeción a la<br />

cultura tradicional, sino la que desmonta mitos para despertarlos de un<br />

sueño que no es el de su origen histórico singular. Una abuela que no<br />

pudo ser devorada por el lobo (aunque éste lo haya intentado) y que<br />

responde a las preguntas que se le dirigen desde una ética de la verdad.<br />

Aunque sepa por su propia experiencia, que esta verdad de la que es<br />

depositaria, está construida con infinidad de fragmentos, a veces imposi-<br />

bles de verificar en el sentido tradicional del término. Verdad que ha<br />

construido sobre la base de un vivido sin representación posible, hasta<br />

que la modificación que su práctica impone a la realidad, lo hace pensable.<br />

La desaparición del hijo es lo irrepresentable, y aun más si, como adver-<br />

tían muchos comedidos, se creía que el hecho de buscarlos podía empeo-<br />

rar su situación o acelerar su muerte. Imposible creen que el gesto en el<br />

que la maternidad/paternidad se afirma como tal (el cuidado, la responsa-<br />

bilidad por el hijo) no encuentre a su destinatario, tenga que sustituir su<br />

objetivo filial a raíz de un acontecimiento que sólo alcanza la dimensión<br />

de tal con el angustioso pasar del tiempo de la incertidumbre.<br />

La reparación posible de este crimen irreparable no es, con toda la im-<br />

potencia que ésta comporta, del orden de la restitución -imposible- de la<br />

identidad individual de los nietos, cuya construcción no podría dejar de con-<br />

tar con los elementos de su historia post-secuestro. Esta restitución queda,<br />

de todas maneras, restringida al campo del derecho familiar o privado. Y es<br />

en nivel de la conciencia social más amplia en donde la reparación tiene que<br />

tener lugar para que no quepan repeticiones.<br />

173


CAPÍTULO VII<br />

Acerca de los orígenes: Verdad-mentira,<br />

transmisión generacional<br />

por E. T. de Bianchedi, M. Bianchedi,<br />

J. Braun, M. L. Pelento y J. Puget<br />

Introducción<br />

Como psicoanalistas argentinos comprometidos en cuestiones de Dere-<br />

chos Humanos hemos intervenido, en forma individual, grupal o interdisciplinaria,<br />

en situaciones graves en las que se conjugan problemáticas sociales y familia-<br />

res en un contexto de violencia de Estado. En esas circunstancias pudimos<br />

observar algunos de los efectos producidos por un tipo de transmisión psíquica<br />

transgeneracional con alteración del eje que -tomándonos una licencia- deno-<br />

minamos «verdad-mentira», así como los efectos de corrección de ese eje.<br />

En esta presentación nos referiremos específicamente a la transmisión<br />

de verdades, falsedades y mentiras, categorías que necesiten alguna pun-<br />

tualización. Consideramos la mentira como un relato en el que se formula lo<br />

contrario de lo que se sabe se cree o se piensa conscientemente; en esta<br />

situación, se producen dos tipos de operaciones: por un lado se utilizan me-<br />

canismos de encubrimiento concreto de un hecho, y por otra parte se cons-<br />

truye un «pseudo-hecho» a través de la articulación de proposiciones que<br />

tienen como objetivo volverlo creíble y existente. La falsedad de una formu-<br />

lación, en cambio, se debe a otros factores: uno puede ser la ignorancia, o el<br />

no-conocimiento (por ejemplo, cuando se demuestra la falsedad de una de-<br />

terminada teoría), otro, el «des-conocimiento», que implica la utilización del<br />

mecanismo psíquico de la renegación (por ejemplo, la formulación de la<br />

teoría sexual infantil según las cual lo mujeres tienen pene) porque incons-<br />

cientemente no se soporta la verdad. Toda mentira es también una falsedad<br />

en este segundo sentido, pero no toda falsedad es una mentira.<br />

Con respecto a la categoría de «verdad» partimos de la postura que<br />

sostiene que la verdad en sí misma, la verdad «absoluta», es incognoscible.<br />

174


Por lo tanto sostenemos que «saber la verdad» no puede ser un acto puntual<br />

y definitivo, sino un proceso caracterizado por sucesivos acercamientos a la<br />

misma, que van expandiendo el campo de lo cognoscible En este sentido, el<br />

uso de «verdad» en psicoanálisis se acerca más al concepto de «verosimili-<br />

tud» utilizado en filosofía de la ciencia1.<br />

Otra puntualización se refiere a la «pulsión de saber» o «epistemofilia»2<br />

cuando las categorías de lo cognoscible y lo incognoscible están intrínseca-<br />

mente relacionadas con las vicisitudes de la misma Cuando estas catego-<br />

rías están trastocadas -como mostraremos con algunos ejemplos- la trans-<br />

formación de un saber posible en uno imposible produce efectos negativos<br />

sobre los componentes de dominio y de placer de la pulsión epistemofílica, o<br />

sobre lo que Bion ha denominado el vínculo «K» la disposición pulsional<br />

misma puede quedar obturada impidiendo el crecimiento del aparato psíqui-<br />

co. Ello se visualiza con especial nitidez en dos tipos de situaciones cuando<br />

se transforma en incognoscible el saber posible acerca de la filiación y el<br />

saber referido a la muerte de un objeto de amor o el destino de la persona<br />

desaparecida. Estas dos situaciones potencian la significación de ciertos se-<br />

cretos familiares vergonzosos que, enrocando estas categorías sobre la pulsión<br />

de saber, genera toda la gama de consecuencias patológicas<br />

Por último, deseamos señalar que en el contexto de esta presentación<br />

concebimos al individuo, su evolución e historia en estructuras intra, ínter, y<br />

transubjetivas (Puget, 1989a) que promueven o inhiben el crecimiento men-<br />

tal La estructura del aparato psíquico, con sus disposiciones potenciales (la<br />

función de conciencia, el pensar, el juzgar, la posibilidad de lenguaje, etc) se<br />

transmite con toda probabilidad genéticamente, los contenidos, en cambio,<br />

se transmiten vincularmente -a través de contactos emocionales, de comu-<br />

nicación de relatos, fábulas, mitos, historias y a través de acciones, creencias<br />

e ideologías. Este tipo de transmisión es el que debe ser explicado por meca-<br />

nismos psíquicos que tomen en cuenta los espacios inter y transubjetivos del<br />

ser humano. Estos mecanismos psíquicos los suponemos existentes y<br />

funcionantes desde el inicio de la concepción del sujeto en tanto infante, ya<br />

sea siguiendo el modelo de la estructura familiar inconsciente (Puget,<br />

Berenstein, 1988) y/o del psiquismo temprano -sin precisar aquí la fecha<br />

en que éste se inicia- ya que diferentes escuelas psicoanalíticas ubican este<br />

comienzo en diferentes momentos pre o post natales.<br />

' Allí, «Verosimilitud» es utilizado como preferible «verdad» como criterio para la elección de<br />

teorías, o para su comparación, siendo el modo mas «racional» para sostener el progreso de la<br />

ciencia Por analogía, en psicoanálisis estamos comprometidos con la postura que sostiene<br />

que el «saber la verdad» acerca de uno mismo, hacer consciente lo inconsciente es, dentro de<br />

lo posible, deseable y bueno para el desarrollo del individuo Las «verdades» que se descubren<br />

en un tratamiento psicoanalitico -interpretación transferencial y/o construcción mediante- se<br />

hacen mas verosímiles cuando permiten re-pensar situaciones conocidas, conectarlas con<br />

múltiples hechos, elegir nuevas maneras de actuar etc situaciones que consideramos hacen<br />

el progreso del individuo, la pareja, el grupo y la sociedad.<br />

2 Ya sea que la consideremos derivada de la pulsión de dominio (pulsión de conservación) y<br />

del placer de contemplación (pulsión sexual) (Freud), o derivada de la intrusión sádica en el<br />

objeto (tanatos) y las tendencias reparatonas (Eros) (Klein) o primaria dotación pulsional del<br />

ser humano (Bion).<br />

175


Acerca de los orígenes: verdad - falsedad - mentira<br />

Una fábula como la de la cigüeña en nuestra cultura intenta dar cuenta de<br />

los orígenes y se construye sobre la represión de la sexualidad Infantil de los<br />

padres transmitida a los hijos. Esta fábula, en condiciones favorables, suele<br />

estimular la pulsión de saber, puesto que las evidencias de embarazo y otros<br />

signos permiten al niño contraponer hechos y relatos que le posibilitan llegar<br />

por sí mismo a resolver incongruencias y seguir construyendo sus propias<br />

teorías sexuales infantiles.<br />

Utilizaremos aquí el concepto de mito en tanto construcción vincular<br />

para referimos a aquellos mitos que transmiten distintas versiones acerca de<br />

los orígenes. El mito de origen intenta hacer pensable aquel componente para<br />

siempre incognoscible del cómo, cuándo y por qué del origen.<br />

Así como la fábula de la cigüeña tiene una difusión amplia, otros<br />

relatos y mitos sobre los orígenes tienen una difusión más restringida.<br />

Cada familia construye sus propios mitos. En algunas ocasiones éstos se<br />

organizan sobre secretos familiares vergonzosos y vergonzantes dando<br />

lugar a mentira (Puget, Wender, 1980). En esta circunstancia se produce<br />

una alteración del lugar de hijo en la estructura familiar inconsciente,<br />

quedando ubicado éste en lugar del excluido del secreto vergonzante en<br />

vez de quedar excluido de la escena primaria. Con este proceder el secre-<br />

to vergonzante ocupa el lugar de incognoscible, superponiéndose esta<br />

categoría a lo verdaderamente incognoscible. Observamos esto en fa-<br />

milias con funcionamientos perversos o psicóticos, puesto que dichas<br />

estructuras familiares no se construyen sobre la represión sino sobre la<br />

distorsión consciente de la verdad. Si bien el secreto vergonzante en al-<br />

gunas ocasiones es encubierto por un otro relato mentiroso, incluye un<br />

mecanismo de renegación que nos lleva a postular la idea que la estructu-<br />

ra familiar se constituye en torno a la falsedad. En este caso se suman<br />

mentira y falsedad.<br />

Otro caso es cuando el secreto familiar vergonzante se construye sobre<br />

una colusión entre una mentira social y una mentira familiar, como lo fue en<br />

el contexto que nos ocupa en este trabajo. Aquí la colusión actúa a manera<br />

de una retroalimentación. Los hechos que tomaremos como referente son<br />

los que ocurrieron en la Argentina entre los años 1976-1983. En ese momen-<br />

to el terrorismo de Estado produjo la desaparición de aproximadamente 30.000<br />

personas y entre éstos unos 400 niños pequeños fueron secuestrados junto<br />

con sus padres y otros nacieron en cautiverio. Estos niños fueron anotados<br />

como propios o ilegalmente adoptados por los mismos raptores o por fami-<br />

lias cómplices de los mismos. El mensaje transmitido se apoyó en la renegación<br />

del asesinato de personas, sus propios padres, lo que dio lugar a un proceso<br />

de alienación, producto de la violencia de Estado.<br />

Apropiación<br />

176


La Asociación Abuelas de Plaza de Mayo está dedicada desde 1977 a la<br />

búsqueda y ubicación de estos niños «desaparecidos» -sus nietos-. Con<br />

el correr de los años, en los que se encontraron algunos niños y se fue<br />

haciendo posible su recuperación se fue organizando en la institución un<br />

equipo interdisciplinario, de psicólogos, abogados, pediatras y genetistas; el<br />

trabajo de identificación incluye en la actualidad técnicas adelantadas de aná-<br />

lisis genéticos y de histocompatibilidad (J. L. Berra, 1987), que permiten la<br />

demostración de la inclusión del niño en la familia con un 99, 9% (índice de<br />

abuelismo). A partir de 1983, con la re-instauración de la democracia en la<br />

Argentina, se contó también con el apoyo de la justicia para dar un respaldo<br />

legal a la devolución de estos niños a su familia, devolución que legalmente<br />

se llamó «restitución». A pesar de que no hubo ningún niño que sufriera<br />

descompensación psíquica, ni en el momento de la restitución ni posterior-<br />

mente, y que en todos los casos la restitución fue un hecho beneficioso y<br />

terapéutico para ellos (tanto física como psicológicamente) este procedimiento<br />

sigue siendo objetado por algunos sectores de la población3.<br />

En el transcurso del proceso de la restitución pudimos ponemos en con-<br />

tacto con algunos de los mitos de origen que se le habían transmitido a estos<br />

niños. En ciertos casos se les mintió diciéndoles que efectivamente eran hijos<br />

de los apropiadores. A otros se les dijo que eran adoptados intentando indu-<br />

cir la idea que habían sido abandonados por sus padres; lo que se ocultaba<br />

era el hecho de la desaparición forzada de los mismos y la circunstancia<br />

delictiva de la apropiación.<br />

El discurso de los apropiadores sostiene afirmaciones mentirosas acerca<br />

del origen que conciernen también la fecha de nacimiento, el nombre propio<br />

y obviamente el patronímico, sostén de la identidad social. Con este discurso<br />

se intenta sustituir con un relleno falso la realidad histórica, proceso que<br />

necesariamente se multiplica con un entramado mentiroso.<br />

Como señalamos en un trabajo anterior (Bianchedi y colab., 1989) los<br />

enunciados de las familias apropiadoras contienen también mensajes<br />

mesiánicos, sostienen para el niño un doble deseo, el de no ser y el de ser<br />

«no serás lo que te ha hecho nacer», el deseo inicial de los padres en cambio<br />

«serás desde mis valores mesiánicos aquel que yo quiera que seas». Proba-<br />

blemente «el Yo quiero que seas» no es implícitamente malo para el<br />

niño, en cambio sí lo es «el Yo quiero que no seas, y que seas para otro<br />

proyecto que es el mío, que incluye la muerte de todos los padres que<br />

hasta ese momento hicieron nacer hijos como tú». Se les transmite tam-<br />

bién le prohibición de averiguar acerca de sus orígenes4. A estos niños les<br />

es imposible el descubrimiento de la verdad por la potencialización dada<br />

por la colusión en la cual se combina el secreto familiar con un mandato<br />

social sostenido por una ideología. En la mente de los apropiadores se<br />

encubre el secreto vergonzante (lo delictivo) con la convicción arrogante<br />

que lo justificaría.<br />

Tanto en el caso de la compra y tráfico ilegal de niños como en el de<br />

niños apropiados por razones políticas nos encontramos en el terreno de la<br />

alteración de las categorías verdad-mentira en la transmisión. Lo que dife-<br />

177


encia los segundos de los primeros es que en éstos se agrega la renegación<br />

del asesinato de los padres.<br />

3 De los niños encontrados (alrededor de 50), 13 continúan viviendo con sus familias de crianza,<br />

en base a encuentros y acuerdos con el grupo familiar de origen. Estos niños llevan sus verda-<br />

deros nombres, conocen su procedencia y su historia. Otros 25 han sido restituidos (muchos de<br />

ellos por orden judicial) y otros aún aguardan la decisión de los jueces. Todos estos niños han<br />

pasado entre 8 y 12 años con las familias apropiadoras; algunos de ellos fueron «apropiados»<br />

como recién nacidos (nacidos en cautiverio), y otros como bebés de meses y 1 año y medio,<br />

que fueron «dados» a captores o personas relacionadas con ellos.<br />

4 Este mensaje difiere del observado en el caso de padres con potencialidad psicotica cuyo<br />

deseo puede incluir un deseo de muerte del hijo.<br />

Restitución<br />

Cuando estos chicos son restituidos a sus familias, observamos, dentro<br />

de lo dramático de la situación, una llamativa exacerbación de la pulsión de<br />

saber y una igualmente llamativa y rápida incorporación a su grupo familiar.<br />

El niño movido por la activación de la pulsión epistemofílica, intensifica sus<br />

investigaciones pidiendo datos sobre sus primeros meses de vida, el aspecto<br />

y la personalidad de sus padres. A manera de un trabajo detectivesco, reitera<br />

preguntas a varios miembros de la familia para comprobar si sus respuestas<br />

coinciden. Rápidamente busca y encuentra parecidos físicos entre él y sus<br />

familiares y se regocija viendo fotos y otros objetos que le pudieron pertene-<br />

cer. En un primer momento se integra al grupo familiar, se adapta al nuevo<br />

colegio, nuevas ropas, nuevo grupo social. Aparecen recuerdos de situacio-<br />

nes vividas cuando era muy pequeño.<br />

El encuentro con la historia «verdadera» sustituye el mito construido<br />

para ese niño con un mito estructurante por ser más próximo a la verdad<br />

histórica. Suponemos que el conocimiento previo de una parte de su verda-<br />

dera historia había permanecido enquistado durante esos años. Hicimos la<br />

hipótesis que la rápida comprensión de la historia y la integración de los datos<br />

que se les provee se debe a que son poseedores del conocimiento de lo que<br />

les ha pasado.<br />

Identidad<br />

Además de la hipótesis de la transmisión del mito de origen pensamos<br />

que en el constante proceso de construcción de la identidad se transmiten<br />

verdades, falsedades y mentiras. Quedan en la mente algunos núcleos de<br />

verdad inherentes a los primeros contactos emocionales de la madre y el<br />

bebé y al lugar otorgado por la estructura familiar inconsciente. Los mitos<br />

transmisores de mentiras no obturan nunca totalmente aquellos conocimien-<br />

tos verdaderos que actúan a manera de elementos potencialmente activables<br />

cuando el niño es confrontado con otros relatos. Nos apoyamos en la hipóte-<br />

sis que en el psiquismo ninguna experiencia emocional se pierde siendo por<br />

lo tanto recuperable en condiciones favorables.<br />

178


En el intento de explicamos lo que había sucedido con los niños nacidos<br />

en cautiverio, que una vez restituidos se integraron con igual rapidez que los<br />

niños apropiados en edades ulteriores, formulamos la hipótesis de una «iden-<br />

tificación pre-primaria» que daría cuenta de una marca previa al nacimiento.<br />

Ésta, en situaciones traumáticas quedaría escindida, clausurada o encerrada<br />

en una caparazón sin destruirse ni ahogarse. Dicho elemento se transformará<br />

en el núcleo protegido, capaz de evolucionar en otros momentos de la vida<br />

cuando las condiciones lo posibiliten. Este núcleo no es expulsado ni desar-<br />

mado como ocurre en las psicopatologías severas de la infancia, tales como<br />

las psicosis infantiles. La restitución habría actuado como permeabilizadora<br />

de la capa protectora de ese quiste-espora, liberando la potencialidad<br />

identificante que conlleva su núcleo.<br />

El momento de la restitución da la oportunidad a estos niños de recupe-<br />

rar y resignificar sus primeros modelos identificatorios. Éstos se constituyen<br />

en puntos de certeza que se construyen sobre la base de una coherencia<br />

entre identiticante-identificado en un interjuego infinito. De ellos se deriva en<br />

parte la disposición a confiar que estos niños tienen en los personajes signifi-<br />

cativos a lo largo de su restitución. En consecuencia comienza el trabajo de<br />

reorganización de los juicios de existencia y atribución.<br />

Trauma<br />

La confrontación con una brusca información acerca de su verdadera<br />

historia representa para su aparato psíquico una situación «traumática<br />

rectificadora».<br />

En el «acto de la restitución se produce una conmoción emocional e<br />

identificatoria con la consiguiente caída o suspensión de las identificaciones<br />

anteriores (des-identificación Bianchedi y colab. 1989). Es un momento de<br />

intenso dolor psíquico, único camino para que se reinicie el proceso de identi-<br />

dad y la recuperación de un proyecto identificatorio que incluya el enquis-<br />

tado en el núcleo. Durante este acto se produce una brecha-desorganiza-<br />

ción-reorganización que deja momentáneamente vacía la función encarga-<br />

da de atribuir juicios de existencia. Pero ésta se deposita rápidamente en el<br />

Juez, figura que conjuga la Ley familiar y la Ley social y sanciona la ver-<br />

dad histórica. El Juez recupera los niños para la sociedad y duplica la<br />

función paterna faltante.<br />

El proceso de historización necesario para la elaboración de una situa-<br />

ción traumática comprende un trabajo de la memoria, el establecimiento de<br />

una causalidad perdida, el restablecimiento de la continuidad, recuperación<br />

de aspectos escindidos y la reconstrucción de vínculos. En los niños restitui-<br />

dos este proceso se realiza mediante relatos, observación de fotos, compara-<br />

ción de ciertos rasgos del propio cuerpo con el de algún familiar, relaciones<br />

con otros niños de la familia, confirmaciones provenientes del discurso social<br />

vehiculizado por figuras significativas, etc.<br />

179


Duelo<br />

El encuentro con su verdadera historia permite a estos niños iniciar un<br />

proceso de duelo que había quedado hasta entonces congelado (Braun,<br />

Dunayevich, Pelento, 1985, 1989), el duelo por sus propios padres desapa-<br />

recidos así como por los años perdidos. Tal vez esto explique la recuperación<br />

de la pulsión de saber que se manifiesta a veces con una impulsiva necesidad<br />

de preguntar reiteradamente a cada uno de los miembros de la familia am-<br />

pliada no sólo acerca de su historia familiar sino acerca de una vasta gama de<br />

temáticas que remiten a lo incognoscible.<br />

Comentarios<br />

El espacio social en algunas condiciones actúa a manera de contención<br />

del espacio intersubjetivo (Enríquez, 1987; Granjón, 1987; Kaes, 1989;<br />

Puget, 1989b). En cambio, cuando en él imperan situaciones traumáticas<br />

renegadas, se producen agujeros en la memoria social que repercuten en<br />

cadena desestructurando el espacio intersubjetivo. Lo vuelven terreno fértil,<br />

para una parte de la población, para el fanatismo y adhesiones a líderes<br />

sostenedores de ideologías mesiánicas (Puget, 1988, 1989b). Para otra<br />

reactivan y perpetúan una situación traumática volviendo a despertar los<br />

fantasmas y creando nuevos. Hacemos la hipótesis que si estos niños no<br />

fueran restituidos es posible que reaparezca lo renegado en la próxima gene-<br />

ración. Este funcionamiento corresponde al descrito por H. Faimberg (1985)<br />

como telescopaje. Para la autora el telescopaje de generaciones «implica un<br />

tiempo circular y repetitivo, en tanto que la diferencia de generaciones está<br />

ligada al paso inevitable del tiempo; la distribución de generaciones significa<br />

que se ha producido algo irreversible» (p. 1054).<br />

En una evolución natural la información verosímil acerca de cualquier<br />

temática debe ser gradual. Por las condiciones peculiares de estos niños se<br />

ven enfrentados con un exceso de información verdadera de un corto lapso.<br />

Por ello hemos introducido el concepto de situación traumática rectificadora,<br />

teniendo en cuenta que el procesamiento de la información llevaría años y<br />

dependerá del devenir social. Una sociedad que reniega de los genocidios<br />

incrementa la fuerza de los agujeros de la memoria social.<br />

La llamativa recuperación de estos niños (incluyendo la remisión de sín-<br />

tomas neuróticos o caracterológicos) al poco tiempo de estar reinsertos en su<br />

familia extendida y con el conocimiento de su historia, incluyendo la situa-<br />

ción política pasada y presente que motivó su «desaparición», nos permite<br />

pensar qua la fuerza del «saber la verdad» está reforzada con un cambio en<br />

lo real. Queremos decir con ello no sólo un cambio de domicilio, nombre,<br />

etc., sino de grupo ideológico. Esto los diferencia de niños adoptados en<br />

otras situaciones, para los que la información de su adopción está acompaña-<br />

da por una imposibilidad simultánea de recuperar a sus padres biológicos y/o<br />

su entorno social de origen. Esto lleva a que la evolución de estos últimos nos<br />

enfrente con problemáticas distintas.<br />

180


De esto suponemos que cuando es renegada la historia del origen fami-<br />

liar no sólo en el espacio intersubjetivo, sino también en el espacio<br />

transsubjetivo, el mensaje corrector debe abarcar estos dos espacio, sobre<br />

todo en países como los nuestros, donde el contexto de violencia social inci-<br />

de permanentemente en la vida cotidiana.<br />

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Dunod l989b.<br />

Puget J., Berenstein I. «Psicoanálisis de la pareja matrimonial». Buenos<br />

Aires, Paidós, 1988.<br />

Puget J., Wender L. «Los secretos y el secretear». Psicoanálisis Vol. II,<br />

No. 1, 1980.<br />

por Silvia Bleichmar<br />

CAPÍTULO VIII<br />

El traumatismo en la apropiación-restitución<br />

Mi intención es centrarme en 2 ó 3 nudos polémicos:<br />

En Primer lugar quisiera marcar algo que está en nuestra preocupacio-<br />

nes, que es: relación entre primero y segundo traumatismo. Primer trauma-<br />

tismo como apropiación, segundo traumatismo como restitución. Y para ello<br />

quisiera tomar 263 cuestiones relativas al traumatismo.<br />

Si nosotros comenzamos por definir al traumatismo como un flujo de<br />

estimulación psíquica, inmetabolizable e indomeñable para el aparato psíqui-<br />

co, que lo pone en riesgo de fractura, o estallido, podemos planteamos que el<br />

traumatismo, en ciertos momentos de la vida, no es necesariamente la vio-<br />

lencia entorno.<br />

Tendremos que preguntamos qué tipo de traumatismo sufrieron los ni-<br />

ños en el momento en que fueron apropiados en el momento en que fueron<br />

secuestrados.<br />

182


El segundo aspecto de esto es que el proceso de la vida está sometido<br />

permanentemente a microtraumatismos. Microtraumafismos que ponen en<br />

marcha los sistemas complejos de simbolización y propician el enriqueci-<br />

miento de procesos psíquicos. Es necesario diferenciar entre los movimien-<br />

tos microtraumáticos de aquellos que constituyen lo que consideramos<br />

traumático en sentido estricto. Movimientos microtraumáticos que propician<br />

el desarrollo psíquico de traumatismos en el sentido de algo que viene a<br />

fraccionar y desestructurar el psiquismo. Idea que me parece interesante<br />

para ver una segunda preocupación, que es: la diferencia entre traumatismo<br />

desestructurante y traumatismo reestructurante.<br />

En el aparato psíquico constituido en el niño de cierta edad o en el<br />

adulto, cuando es bombardeado por estímulos que lo ponen en riesgo, se<br />

ponen en marcha sistemas defensivos que tienden a actuar en dos modos.<br />

Por un lado, tendiendo a evacuar la energía sobrante, caso conocido por<br />

todos los colegas presentes y de referencia, en general, para el conjunto de la<br />

gente, por ejemplo: los sueños post-traumáticos después de episodios<br />

traumáticos. Procesos técnicamente, entonces, que intentan la evacuación<br />

de energía y procesos que llamamos psicoanalíticamente de contra<br />

investimiento, que se caracterizan por el intento de aislar lo perturbante vivi-<br />

do, sobre la base de un solo esfuerzo psíquico, que da, en muchos casos, la<br />

impresión de una depresión. Desde el punto de vista fenoménico-descripti-<br />

vo, pero que no puede ser considerado tal sino que se caracteriza porque una<br />

gran cantidad de energía psíquica está avocada a contrainvestir o impedir los<br />

efectos perturbantes del traumatismo. Esto puede plantearse por un determi-<br />

nado tiempo o puede plantearse muy a largo plazo. Si el psiquismo no logra<br />

metabolizar el traumatismo se producen modalidades de cicatrices queloides,<br />

cicatrices, entonces, que es como si insensibilizaran o disminuyeran la pro-<br />

ductividad de una parte de la vida psíquica.<br />

Hay una ecuación en juego en relación al traumatismo, qué: que para<br />

medir el momento del traumatismo, hay que tener en cuenta las relaciones<br />

existentes entre la cantidad de estímulo que ingresa al psiquismo y la capa-<br />

cidad de elaboración del psiquismo mismo. No hay una relación directa<br />

entre mayor traumatismo y mayor cantidad de estímulo. Puede haber pe-<br />

queñas cantidades de estímulo que, en la medida que el aparato está<br />

desprotegido para enfrentarlos, entonces, impliquen un mayor grado de<br />

traumatismo. Trato de relativizar, si ustedes quieren, la vivencia traumática<br />

del adulto y separarlo de la vivencia traumática del niño, para ir planteán-<br />

donos de algún modo en nuestra discusión, las formas en que se instaló el<br />

traumatismo en nuestros niños.<br />

Lo que el psiquismo nutrió pasivamente, entonces, es algo muy comple-<br />

jo y es necesario diferenciar las adopciones de estas situaciones que estamos<br />

trabajando por lo siguiente: se piensa vulgarmente que el gran problema de<br />

las adopciones es decirle al niño que es adoptivo. Todos sabemos a esta<br />

altura que ese no es el gran problema de las adopciones. El gran problema de<br />

las adopciones es el enigma que se abre: ¿Por qué mis padres no se quisieron<br />

quedar conmigo? ¿Porqué no quisieron o no pudieron tenerme? Preocupa-<br />

ción que abarca gran parte de la vida psíquica que retoma permanentemente<br />

183


en el caso de las adopciones y que queda ahí abierto como una brecha, en<br />

el cual el porqué se llena siempre fantasmáticamente. En ese sentido, yo<br />

quisiera marcar, entonces, que la cuestión del enigma es una cuestión que se<br />

liga directamente al traumatismo. Que el problema del traumatismo, enton-<br />

ces, implica una cuestión que tiene que ver con el enigma, en tanto enigma<br />

no metabolizable, no posible de ser apropiado por el psiquismo.<br />

Si nosotros, entonces, tomamos esta diferencia central entre adopciones<br />

y niños secuestrados, vamos a ver algo que nos ha sorprendido mucho en<br />

nuestra experiencia clínica, la he compartido con otros colegas y creo que es<br />

interesante y es la siguiente: en una cantidad de niños adoptivos de ciertas<br />

edades el fantasma de ser niño secuestrado toma parte central de sus análisis.<br />

¿Por qué ha formado...? y, porque es mucho menos doloroso, por terrible<br />

que sea, pensar que fueron deseados y amados por padres que pudieron<br />

conservarlos, y apropiados por los militares, que pensar que los padres bioló-<br />

gicos de origen no pudieron quedarse con ellos ni pudieron retenerlos. De<br />

manera que la pregunta del niño centralmente es acerca del deseo de los<br />

padres. Y esto es lo que se marca como enigma irresoluble en las adopcio-<br />

nes, que el niño tiene que ir domeñando y metabolizando a lo largo de la<br />

vida. Pero, por otra parte, en los padres adoptivos no tenemos el fantasma<br />

de contrapartida que tenemos en los apropiadores. La culpabilidad es<br />

fantasmática no eficiente para darle algún tipo de organización a esta proble-<br />

mática. Una cosa es que alguien que se ha hecho cargo del hijo de una madre<br />

que no podía hacerse cargo de él sienta culpa por el no poder engendrar,<br />

haberse quedado con un hijo que no es propio -pero ésto es a nivel incons-<br />

ciente- a nivel consciente sabe que se ha hecho cargo de un niño que no<br />

hubiera podido vivir de otro modo. No es el caso de los niños expropiados o<br />

apropiados, en la medida en que en los niños apropiados, el apropiador sabe<br />

perfectamente que no es que ha sustituido el deseo de una madre por otro,<br />

sino que se ha hecho cargo de algo que él mismo produjo sobre la base del<br />

homicidio. Sería cuestión de partida que marca una diferencia central y a la<br />

que Eva se ha referido muy bien.<br />

Pensemos ahora en el aparato psíquico en la estructuración en los niños.<br />

Los niños secuestrados en su mayoría tenían entre un año y tres de vida (he<br />

estado revisando la estadística, creo que es correcta) ¿Qué quiere decir eso?<br />

Quiere decir que habrían atravesado por esos momentos de estructuración<br />

psíquica en las cuales ya se han plasmado las huellas que va a fundar el<br />

inconsciente y que llamamos en psicoanálisis huellas de lo histórico vivencial.<br />

Si ustedes quieren abro acá una discusión a dos puntas. Con el biologismo,<br />

que piensa que la filiación se constituye por algo que vendrá inconsciente-<br />

mente plasmado desde los orígenes (la filiación es una cuestión de cultura<br />

que se organiza sobre la base de determinantes biológicos, pero que los<br />

recapturan redes simbólicas), y, por otra parte, con aquellos que plantean la<br />

idea de padres psicológicos, como si la cuestión de padres psicológicos fuera<br />

algo que se define simplemente por una cuestión enunciativa.<br />

Estos niños habían atravesado en los momentos de ser apartados brutal-<br />

mente de sus padres, ya las inscripciones que marcaron las huellas que los<br />

184


constituyeron. Esto es lo que ha permitido, en los momentos de la restitución<br />

esto que escuchamos recién, maravilloso, de un niño que pesquisa indicios,<br />

que reconoce indicios y que recompone, de algún modo, a partir de que se<br />

encuentra con huellas de algo vivido que ya estaba en él estructurado.<br />

De manera que si pensamos en lo que se habría producido en ese mo-<br />

mento, lo que se había producido era una disociación entre lo que yo llamo<br />

conceptualmente lo arcaico y lo originario. Es decir, había huellas que se<br />

habían estructurado en el psiquismo de estos niños, huellas que no tienen<br />

ninguna posibilidad de retranscripción ni metabolización, que habían queda-<br />

do sueltas, que podían aparecer bajo fragmentos, si ustedes quieren, de sue-<br />

ños, de sensaciones de vivencias, pero que no tenían posibilidad de ser traba-<br />

jadas en el interior del psiquismo. Por eso el carácter jubiloso del reencuentro<br />

en ciertos aspectos, porque se produce esta posibilidad de recuperación y de<br />

ensamblaje de pequeños fragmentos que no tenían posibilidad de ser<br />

posicionados previamente en la vida psíquica. Más allá de otros elementos<br />

que aquí se han dado, estoy tratando, simplemente, de tomar este aspecto.<br />

Nosotros hemos trabajado años -y por eso me conmovió tan<br />

dolorosamente el reportaje hecho a Françoise Doltó. Porque fue ella una de<br />

las que nos enseñó a diferenciar a los analistas entre castraciones mutilantes<br />

y castraciones estructurantes. Francoise Doltó ha trabajado en los casos de<br />

psicosis infantil por relación a las castraciones mutilantes y ha planteado<br />

cómo la castración mutilante viene, a veces, a rellenar la ausencia de una<br />

castración estructurante que organice en el orden simbólico al niño, orden de<br />

las generaciones y orden de las simbolizaciones que posibilitan su constitución.<br />

De manera que, cuando se plantea la teoría del segundo traumatismo, lo<br />

que se está desconociendo es la diferencia entre traumatismo estructurante y<br />

castraciones mutiladoras. El primer traumatismo fue una castración mutiladora,<br />

el segundo traumatismo -y el relato de Laura es conmovedor precisamente<br />

porque nos confronta con esa situación tan compleja de recomposición psí-<br />

quica- es reestructurante, es una castración simbolizante, para arrancar al<br />

niño de un ordenamiento perverso en el que quedó cosificado su cuerpo por<br />

relación a los apropiadores Por eso me duele el reportaje de Doltó porque si<br />

hubo gatitos y perritos no fue del lado de las Abuelas.<br />

Es indudable el carácter traumático de la restitución, pero se trata, enton-<br />

ces, sí, de una recomposición. Los recaudos que se deben tomar fueron<br />

expuestos ya. Por otra parte, no cabe duda que, el respeto a la recomposi-<br />

ción psíquica implica algo más que el momento del traumatismo. Estamos<br />

acostumbrados a pensar en el traumatismo y no en la multiplicidad de<br />

traumatismos a los que el sujeto está expuesto. Esto quiere decir lo siguiente:<br />

el traumatismo no se constituye en un tiempo. El traumatismo son múltiples<br />

inscripciones que perforan el psiquismo en una misma dirección y no posibi-<br />

litan, en muchos casos, una recomposición elaborativa. Quiero apuntar con<br />

esto al complejo problema de las visitas a los ex-apropiadores. Se dice lo<br />

siguiente: es parte de la historia del niño. Si, es cierto, es parte de la historia<br />

del niño. Por otra parte Eva Giberti, con mucho criterio, planteaba cómo la<br />

historia no es sólo lo contencial, cómo la historia es la recomposición psí-<br />

185


quica de lo contencial. Pero, es parte de la historia del niño como es parte<br />

de la historia del niño lo que no vivió, ese conjunto de preguntas que nos<br />

relataba Laura, que hace el niño por relación a la historia de sus padres, a<br />

toda esa historia que lo inscribió simbólicamente y lo deseó de algún modo<br />

como sujeto.<br />

A partir de un severo traumatismo como el que se produce en las restitu-<br />

ciones, la vida psíquica requiere un tiempo de recomposición. La pregunta<br />

que yo me he formulado muchas veces es: si la visita a los ex-apropiadores<br />

es en función de evitar las defensas negadoras del niño, como se ha dicho, o<br />

está hecha en función de compensar al apropiador por la quita del niño,<br />

cuando en realidad lo curioso de esta historia es que la sociedad compense al<br />

apropiador y no compense a aquel que ha sido realmente apropiado. De<br />

todos modos, lo que se observa en general cuando se obliga a hacer las<br />

visitas -y esto está planteado en muchos casos- es que el niño se rebela<br />

contra las visitas y en muchos casos hace síntomas psicosomáticos ¿Por<br />

qué se producen estas respuestas? Uno podría decir, porque no se quiere<br />

enfrentar a la realidad. ¿Qué quiere decir que no se puede enfrentar a la<br />

realidad? Quiere decir que no se quiere enfrentar a la realidad de una historia<br />

dolorosa, traumática y homicida por la que ha sido atravesado y que necesita<br />

un tiempo de recomposición simbólica para ir atando los cabos de su historia<br />

y definir en última instancia, algún día, qué tipo de enigma han quedado<br />

pendientes en esa historia y qué tipo de preguntas quisiera hacerles a sus<br />

apropiadores. Digamos, los tiempos de recomposición libidinal, en este caso,<br />

están fijados por el niño, y en ese sentido el respeto a la recomposición<br />

psíquica hace que, en mi opinión, los profesionales tengamos que ser enor-<br />

memente cuidadosos en el estudio de cada una de las situaciones particulares<br />

de los niños, y no los voy a llamar «casos». No los voy a llamar casos<br />

porque no estoy hablando de casos clínicos en el sentido psicopatológico.<br />

Las voy a llamar a cada una de las historias en singulares y de las situaciones<br />

particulares, de recomposición simbólica y defensiva de los niños, para defi-<br />

nir en común, entonces, cuál es la estrategia más adecuada a seguir por<br />

relación a la estructuración psíquica.<br />

Quisiera, entonces, ubicar esta cuestión del traumatismo en dos o tres<br />

planos para después reabrir la discusión con ustedes.<br />

Yo siento que muchos de los puntos que pensaba tomar, han sido toca-<br />

dos de una manera muy profunda y muy inteligente por mis colegas del<br />

panel. Entonces quisiera marcar dos o tres cuestiones. Coincido con quienes<br />

plantean que el niño es un ser de cultura. Y que el psiquismo, entonces, se<br />

constituye a partir de redes simbólicas, en las cuales la experiencia se entrete-<br />

je. Pero, tanto en los casos de los niños que fueron secuestrados en los<br />

momentos de constitución de su aparato psíquico, como de aquellos que<br />

nacieron en cautiverio, es imposible dejar de tener en cuenta los síntomas<br />

que se estructuran en las relaciones primarias que propician su evolución<br />

psíquica. Y sobre los cuales Eva Giberti apuntó algunos de los aspectos.<br />

Sabemos también que la verdad es un bien que debe ser administrado<br />

con prudencia. Yo no soy maniqueista respecto a la verdad y puedo diferen-<br />

186


ciar perfectamente entre la mentira y el ocultamiento de información pero sé<br />

también, a partir de mi experiencia clínica y de mi posición teórica, que la<br />

cuestión que se define por relación a la verdad es el móvil de ocultamiento<br />

de la verdad. No es lo mismo esperar el momento propicio para darle una<br />

información al niño, para no volverlo loco con un exceso de información, a<br />

resguardar la verdad atrás de una mentira al servicio de un bien propio, que<br />

se está jugando, entonces, bajo la privación del derecho a la simbolización en<br />

el otro. Esto es lo que se está jugando en esta historia. Lo que se está juzgan-<br />

do no es un problema maniqueo entre verdad y mentira, es un problema de<br />

la verdad al servicio de quién.<br />

Y, por último, si el segundo traumatismo es algo que debe ser contempla-<br />

do en nuestras preocupaciones, ello no es para negar las posibilidades de<br />

restitución, sino para establecer los modos de re-simbolización en el niño. No<br />

solamente en los tiempos de la restitución, sino a lo largo de todo el procesa-<br />

miento de recomposición simbólica en cuyas derivaciones somos partícipes<br />

y donde hacerlo transitar en los caminos de la reidentificación, en la constitu-<br />

ción de la identidad, sabemos cuan complejo es.<br />

Quisiera terminar con dos cuestiones más personales. Hace poco leí un<br />

libro de un filósofo español, Savater, que se llama «Ética del amor propio».<br />

Y Savater cuenta una anécdota muy interesante. Dice que cuando él estaba<br />

en la cárcel de Carabanchel, se discutió entre los presos políticos que no<br />

querían estar con los presos comunes, y el argumento era el siguiente: noso-<br />

tros estamos acá por razones altruistas, los presos comunes están por razo-<br />

nes egoístas. Y Savater dijo: No, yo estoy acá por razones egoístas, yo estoy<br />

acá por defender algo que es mío, no por dárselo a otros. Bueno, yo también<br />

estoy acá por eso. Acá es donde se combina la cuestión del altruismo y del<br />

egoísmo, si ustedes quieren, porque cada uno de nosotros sabe que, al lado<br />

de las Abuelas, está defendiendo de algún modo su propia posibilidad de<br />

pensar, su propio derecho a engendrar, su propia posibilidad de respeto a las<br />

generaciones que vienen. Y algo más que atenta permanentemente contra<br />

nuestra práctica profesional, y en esto me refiero particularmente a mis cole-<br />

gas, que es: el derecho a un ejercicio de una práctica en el marco de una<br />

ética, que no se convierta en una ética puramente de la circulación de bienes.<br />

por Alfredo Grande<br />

CAPITULO IX<br />

Matar el futuro<br />

187


Mi trabajo se llama: «Matar el Futuro. Reflexiones sobre las máquinas de<br />

matar como organizadoras de la institución del genocidio.» Abuelas de Plaza<br />

de Mayo, otra pregunta que no quiere callar: ¿por qué? ¿cómo? ¿para qué las<br />

Abuelas hoy en este ensueño democrático apenas sacudido por pesadillas pe-<br />

ruanas y venezolanas? ¿Por qué interrumpir el profundo debate histórico, polí-<br />

tico y social sobre las ventajas comparativas entre Tinelli y Pergolini? ¿No<br />

estamos acaso en una Argentina donde lo importante son los gomas y las<br />

gomas, donde apenas importa la memoria de cuando nos hicieron de goma?<br />

Pero hay más preguntas que no quieren callar, ¿qué hacer?, ¿, qué podemos<br />

hacer?, ¿qué debemos hacer y qué queremos hacer? ¿Si hay una ética del<br />

deseo, no habrá también una ética del deber? Si la institución militar pregona el<br />

valor para subordinarse, quizá sea necesario mucho más valor para insubordi-<br />

narse. En caso contrario solamente podremos escuchar pasivamente cuando<br />

un menor económico nos diga: «en caso de Brady, relajate y goza". Aunque<br />

este goce y esta relajación cueste una parte proporcional de cien millones de<br />

dólares por año. En la mesa de Derechos Humanos del Primer Encuentro de<br />

Espacio Institucional, la presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Línea Fun-<br />

dadora, preguntó el nutrido público -mayoritariamente del área psí-:<br />

«dígannos ustedes. ¿Qué tenemos que hacer?" Lamentablemente el área psí,<br />

a veces, es demasiado «como si», y algunas respuestas tardan en llegar. Por<br />

supuesto que respuestas no significa recetas, pero cuando lo que está enjuego<br />

es la vida y la muerte, abrir infinitamente los interrogantes es una forma espe-<br />

cular de enfrentar la delirante certeza del totalitario. ¿Será la duda una jactancia<br />

de los intelectuales? En todo caso, cada vez que aparezca un «Co-móvil»<br />

no lancemos anatemas contra el pretendido carácter fascista del pueblo.<br />

No porque yo piense que nunca se equivoca, una cosa es la soberanía<br />

popular y otra es la dignidad popular; pero sí creo que no pueden enfren-<br />

tarse las tendencias reaccionarias con democracias truchas. Pero la pregun-<br />

ta no quiere callar: ¿Qué hacer?<br />

La paradoja es quien hace esta pregunta es una de las representantes de<br />

las organizaciones que más cosas han hecho en esta Argentina, de dictadores,<br />

demócratas conversos y yuppies republicanos. Pienso que justamente por<br />

todo lo que han hecho, saben mejor que nadie todo lo que aún queda por<br />

hacer. Es la misma pregunta que en una conmovedora novela -Tamara-<br />

, su autor Ignacio Silone pone en boca del autobiográfico protagonista:<br />

después de tantas penas y tantos duelos, de tantas lágrimas y tantas calami-<br />

dades, de tanta sangre, de tanto odio y de tanta desesperación, ¿qué debe-<br />

mos hacer?<br />

En el prólogo Silone propone que cada uno tenga derecho a relatar a su<br />

manera. Haré mío ese derecho, y para ejercerlo -cosa que debo a la amable<br />

invitación de Juan Carlos Volnovich- no utilizaré testimonios, no haré rela-<br />

tos clínicos, ni los historiales de las Abuelas-Madres productos de sus incan-<br />

sables búsquedas. Siempre recuerdo el recurso del abogado defensor del<br />

maestro acusado de enseñar la teoría de Darwin durante la década del 30 en<br />

Estados Unidos: acorralado por el jurado y el juez -absolutamente religio-<br />

188


sos- propuso el único libro que no podía ser recusado, la Biblia. Heredarás<br />

el viento fue el texto dramático que inmortalizó ese combate entre la verdad<br />

y la mentira. Por supuesto que no pretendo imitarlo y menos en un seminario<br />

donde hay representantes del área ajurídica, pero sí utilizaré una de las bi-<br />

blias modernas, un relato de ciencia ficción comercial donde la abundancia<br />

de violencia y efectos espectaculares ha permitido su éxito mundial, me re-<br />

fiero a «Terminator». Este relato es -desde el análisis que les pienso pro-<br />

poner-un ejemplo de cómo la producción artística, aun aquella que apare-<br />

ce como alejada de consideraciones políticas puede pensarse como retomo<br />

del inconsciente político y social que está reprimido de una forma mucho<br />

más profunda y radical que el inconsciente libidinal sexual. «Terminator» es<br />

una máquina programada para la exterminación, construida por otras máqui-<br />

nas que en un futuro no demasiado lejano someten y esclavizan a los hom-<br />

bres sobrevivientes del cataclismo nuclear.<br />

Reeditando los ancestrales combates entre los pequeños mamíferos y los<br />

colosales dinosaurios, los hombres comienzan a rebelarse, son liberados por<br />

John Connors que les enseñan tácticas de combate para controlar a las máqui-<br />

nas, para finalmente obstruir toda la capacidad ofensiva de los robots anulando<br />

su programa de ataque. El último recurso de las máquinas es enviar un Terminator<br />

al pasado para destruir a la que será la madre de John, Sara Connors.<br />

De esa forma, todos los sucesos dependientes de la presencia del líder no<br />

existirán, y las máquinas habrán triunfado. Sin embargo, utilizando por últi-<br />

ma vez la capacidad de un translado temporal el sargento Rick también re-<br />

gresa al pasado para proteger a la madre de John e intentar la eliminación del<br />

Terminator. Esta máquina es un ciborg, tiene una apariencia humana para no<br />

ser descubierta, pero ejecuta implacablemente su programa de exterminiño<br />

sin culpa, sin lástima, sin piedad y sin dudar. El terminator sabe perfectamen-<br />

te qué hacer, su única pregunta: ¿dónde está Sara Connors? Su única res-<br />

puesta: exterminarla. El genocidio perfecto: matar al hijo antes de su concep-<br />

ción. La solución final antes de que se presente cualquier problema inicial, el<br />

llamado Terrorismo de Estado me parece un siniestro ejemplo del terminator<br />

político. Apariencias de hombres con o sin uniforme que encubren máquinas<br />

programadas para el exterminio. El saber de la máquina es preciso: no es<br />

posible modificar la determinación histórica porque los hombres siempre re-<br />

sistirán la opresión, siempre de una forma u otra buscarán la libertad, siem-<br />

pre lucharán con las armas más diversas -con la espada, con la pluma y la<br />

palabra-, siempre encontrarán los líderes para que los conduzcan a una<br />

victoria sin final, que, como señalara Barenville, no es lo mismo que una<br />

victoria final. Al no poder modificar la determinación histórica, entonces la<br />

máquina opta por la determinación biológica. La destrucción del cuerpo que<br />

engendrará otro cuerpo, el cuerpo de la madre y de su hijo futuro. Terminator<br />

quiere destruir en la mujer Sara, la futura madre de John. Terminator sabe<br />

que tiene que destruir, aniquilar el último fundamento de la existencia, la<br />

inevitable unión entre los cuerpos de la mujer y el hombre que engendrará el<br />

líder. La determinación biológica es aniquilada con la desaparición física, con<br />

el hambre, las enfermedades, el abandono sistemático, la promiscuidad, las<br />

guerras, chicos de la calle y chicos de la guerra. Terminator no es ingenuo,<br />

las políticas económicas tampoco. La subespecie que originará el déficit pro-<br />

189


teico crónico no será capaz siquiera de imaginar el ejercicio de derechos<br />

económicos y sociales. Enormes áreas geográficas serán remedos siniestros<br />

de la colonia Montes de Oca. Cadáveres psíquicos, idiotas o psicóticos serán<br />

el resultado final de estas políticas económicas, sofisticado garrote vil para el<br />

permanente ajuste. Para Terminator el problema es más simple: lo que es<br />

exterminado en el pasado, desaparecerá en el futuro. No habrá existido nunca,<br />

no habrá marca que delate su posible existencia. El Terminator político no<br />

controla aún el pasado, más modesto pero no menos salvaje, hace desapare-<br />

cer en el presente la determinación biológica -los cuerpos- y la determina-<br />

ción histórica -la filiación-. ¿Qué hacer para enfrentar a la máquina asesi-<br />

na, de forma humana y programa anti humano?<br />

En primer lugar, no dudar con el diagnóstico: es una máquina de extermi-<br />

nio total. En segundo lugar, no dudar con el tratamiento: debe ser destruida.<br />

Especialmente en lo que hace a su capacidad de destrucción, no olvidemos<br />

que liberar es simplemente reprimir al represor. Aborrezco los senderos lumi-<br />

nosos, casi tanto como los caminos oscuros, pero la destrucción que<br />

Terminator tiene programada no es solamente la física -aunque en ésta es<br />

especialista-, es también la de los valores fundantes de la sociabilidad, es la<br />

amputación de las esperanzas para entonces poder ofrecer cada vez más<br />

ilusiones; la amputación de la solidaridad, para poder manipular a los mancos<br />

del espanto, cuadripléjicos de toda moralidad. Cuando desaparece un cuerpo<br />

o una filiación, un universo de valor desaparece. Valores universales elabora-<br />

dos por los colectivos humanos en sus luchas históricas por justicia y por<br />

dignidad. Por eso, Terminator es toda la mentira, y hay que oponerle como<br />

tercer camino toda la verdad. Y nada más que la verdad aunque no tenga<br />

remedio, la misma de Sacco y Vanzetti que aun hoy se sigue contando. En<br />

cuarto lugar, la elaboración colectiva de la culpa es la única forma de discri-<br />

minar históricamente entre la culpa que la máquina tiende a inoculamos para<br />

lograr nuestra parálisis y nuestra anestesia -como modernos ejemplos de<br />

histerias políticas-, del legítimo remordimiento que podemos sentir cuando<br />

logramos destruir un Terminator. Resistir a la opresión no es lo mismo que<br />

oprimir, y aquellos que no han sido programados para el exterminio del se-<br />

mejante no pueden dejar de sentir cierta desazón aunque hallan realizado<br />

en defensa propia. Este remordimiento no es malo porque es posterior a la<br />

agresión realizada efectivamente y que fue necesaria para impedir nuestra<br />

desaparición y nuestra muerte Pero la culpa -como señala Rozichtner-<br />

caracteriza más al santo que al pecador, su origen es agresión vuelta con el<br />

sujeto y un reaseguro inesperado del Terminator. Por eso el programa de<br />

culpabilización debe ser enfrentado sin ningún titubeo, ninguna duda, ningu-<br />

na jactancia. La maquina dirá: «por algo será»; le diremos: «no es por algo,<br />

es por todo lo que es y tiene que ser»; la máquina dirá: «el silencio es salud»:<br />

le responderemos: «Tu silencio es salud porque hablas con la mentira, mis<br />

palabras son salud porque son la verdad». La máquina dirá: «en algo anda-<br />

rá»; le responderemos: «Andará y seguirá andando, haciendo camino al an-<br />

dar». La máquina dirá: «No te metas». Le contestaremos: «Ya estamos<br />

metidos, metidos hasta el cuello, lo único que nos queda averiguar es dón-<br />

de». Y cuando la máquina cumpla con su programa de eliminación física de<br />

los cuerpos, convocaremos a los genetistas que, desde el fundamento bioló-<br />

gico último de la vida -los genes- recuperarán la determinación biológica.<br />

190


Y cuando la máquina complete su programa genocida destruyendo la filia-<br />

ción, convocaremos a juristas y psicólogos que recuperaran la determinación<br />

histórica. Pienso que en el imaginario social las Madres y Abuelas de Plaza<br />

de Mayo son las organizaciones que, por sus enunciados de verdad, pueden<br />

enfrentar a la máquina de exterminio. Son garantes fundantes, no simbólicos,<br />

de la continuidad biológica e histórica. No siempre obtienen lo que están<br />

buscando, pero como dijo Porchia: aunque obtuviese el bien que no merezco<br />

no podría vivirlo, el bien que merezco podría vivirlo aunque no lo tuviese.<br />

Pienso que es mucho el bien que merecen y en este bien estamos implicados,<br />

desde nuestra ética, desde nuestra biología, desde nuestra estética o desde<br />

nuestra poesía. Quizás alguna vez debamos planteamos cómo constituimos<br />

en garantes simbólicos de lo que las madres y abuelas garantizan desde sus<br />

propios cuerpos. Tema para un debate posterior, pero que solamente podrá<br />

ser concretado si Sara Connors logra que Terminator no extermine su hijo<br />

futuro. El programa de exterminación es también de extinción de institucio-<br />

nes, al modo de una selección cultural mucho más despiadada que la natural.<br />

Las instituciones de la solidaridad, de la democracia, de la justicia están<br />

dentro del programa de exterminio de los Terminator militares y políticos.<br />

Algunos han decretado ya la desaparición de las instituciones de historia y la<br />

institución de la revolución, entonces, la locura de la Plaza de Mayo será la<br />

única forma lúcida de vivir, no dada por lo tanto sólo por la pregunta, por el<br />

qué hacer. Los quehaceres que esperan son infinitos, aunque el rúndante es<br />

aquel que hace quince años se hizo: oponer al programa de exterminio de las<br />

máquinas genocidas el programa de amor de los colectivos solidarios,<br />

autogestidos, valientes y absolutamente convencidos de la legitimidad del<br />

reclamo y de la legalidad de la lucha. Lo que yo quiero hacer ahora es<br />

decirles a las Abuelas de Plaza de Mayo en este cumpleaños de justicia<br />

palabras que hoy me presta Mario Benedetti: Pero hagamos un trato, yo<br />

quiero contar con usted, es tan lindo saber que usted existe, uno se siente<br />

vivo. Y cuando digo esto, quiero decir contar, aunque sea hasta dos, aunque<br />

sea hasta cinco; no ya para que acuda presuroso a mi auxilio, sino para saber,<br />

a ciencia cierta, que usted sabe que puede contar conmigo. Gracias.<br />

por Marisa Rodulfo<br />

CAPÍTULO X<br />

Destitución del cuerpo imaginario<br />

191


Voy a centrar mi exposición en la experiencia por mí acumulada en estos<br />

años en los que fuimos convocados junto con Ricardo Rodulfo en distintas<br />

oportunidades como peritos por fiscales, defensores de menores y jueces<br />

para que nos expidiéramos sobre distintos aspectos complejos de evaluar y<br />

precisar en tomo a más complejas y difíciles situaciones en las que se hallan<br />

implicados, como constante, menores que habían sido secuestrados durante<br />

la última dictadura militar.<br />

En todas las situaciones en que me tocó intervenir pude apreciar la im-<br />

portancia y responsabilidad de la tarea que me había sido encomendada. De<br />

un modo implícito lo que se me estaba solicitando desde distintos lugares era<br />

que pusiera en juego la concepción de niño que el psicoanálisis ha construi-<br />

do. Esto ha llevado a interrogarme por las distintas concepciones del niño<br />

presentes en los adultos vinculados a cada caso, que inmediatamente obliga a<br />

replantearse la construcción que del cuerpo imaginario posee cada uno de los<br />

que han intervenido directamente sobre el niño y la posibilidad o no, de que<br />

a partir de ella, pueda emerger el cuerpo imaginario del niño soporte, basa-<br />

mento, infraestructura de la subjetivación.<br />

Primera cuestión: ¿Cuál es el cuerpo imaginado del niño para el raptor? Éste<br />

parte de una concepción donde el niño es equiparado a una cosa. Parte, por<br />

ende, de una concepción de niño pasivo, sin historia y sin cuerpo. Su cuerpo, su<br />

historia, su vida misma no le pertenecen. El adulto raptante funda el hecho del<br />

rapto en el no reconocimiento del niño mismo que tiene frente a sí. Partiendo de<br />

este no reconocimiento (en el que parad caso no importa al raptor que sea un<br />

recién nacido o un niño de más edad) el mismo se siente en condiciones de<br />

disponer de su vida. Se lo llevará entonces al igual que a los objetos reduciendo<br />

su estatuto al de parte del botín. Lo dejará tal vez abandonado junto a algún<br />

elemento de valor por la rapidez en que debió resolverse la situación. Volverá<br />

en días sucesivos a cobrarse aquello que quedó pendiente, tal vez permitien-<br />

do así que el destino de los niños cambiara porque en el interín algún vecino<br />

dio con el paradero de la familia: o tal vez los hechos no se desarrollaron en<br />

forma tan apresurada ni con esas consignas, sino que por las condiciones del<br />

secuestro previo de la madre y por la previsión de su muerte, por ejemplo, el<br />

rapto pudo ser prolijamente planificado.<br />

Debemos enfatizar en este punto que en ningún caso puede existir un fin<br />

intrínsecamente bueno de rapto y secuestro. Que el raptor utilice en algunos<br />

casos modales suaves y hasta que se manifieste en redentor de esos niños<br />

(en este momento de la humanidad y de nuestra cultura) son propósitos<br />

conscientes que no debemos confundir jamás, en tanto analistas con las<br />

verdaderas razones fundantes, inconsciente, del hecho mismo del rapto. La<br />

violencia impuesta está centrada en la renegación doblemente ejercida del<br />

carácter inalienable de su espacio corporal y de su espacio psíquico: al mis-<br />

mo tiempo que se arrojan el derecho de ser los únicos en decidir sobre estos<br />

espacios del niño. Es decir, en el hecho mismo del rapto se llevan a cabo por<br />

lo menos tres operaciones de violencia secundaria que se ejercen sobre el<br />

niño y su familia.<br />

192


1) Se separa a los progenitores del producto de su descendencia.<br />

2) Se separa al niño de sus progenitores y del resto de la familia.<br />

3) Como resultas de 1) y 2) se toma posesión del espacio corporal y del<br />

espacio psíquico del niño.<br />

Al separarse al niño de la historia, al arrancarle al mismo sus orígenes, lo<br />

que está en juego verdaderamente es que el niño mismo queda separado,<br />

escindido y que esto mismo es considerado por el raptor como derecho de<br />

conquista. Sólo a partir de la preservación de esta «cosa propia, singular, que<br />

le evite encontrar en su futuro la imagen de un desconocido, el Yo podrá<br />

emprender su tarea de historización" (Piera Aulagnier) y deberemos puntua-<br />

lizar que todo el proceso identificatorio se sustentará en el trabajo de<br />

historización del Yo. La transformación del mundo físico en humano está<br />

constituida por este proceso de historización del Yo, y es a partir de la histo-<br />

ria de las relaciones con sus primeros objetos que el Yo puede construir la<br />

suya propia. Según Piera Aulagnier «el Yo sólo puede sustentar su posición<br />

deseante ocupando la de un demandador confiado al que nunca le faltan<br />

objetos que demandar». Únicamente así, nos dice esta autora, puede<br />

preservarse el acceso al movimiento, al cambio, a la búsqueda de otra cosa,<br />

que son los caracteres y condiciones esenciales de «estar vivo».<br />

En algunos casos el raptor del niño coincide con el que ejerce luego una<br />

secuestración permanente e indefinida. En algunos casos difiere.<br />

Segunda Cuestión: Pasaremos a analizar ahora la concepción de cuerpo<br />

imaginario del niño que tiene el que se «apropia» en forma permanente y<br />

definitiva de él, estando en perfecto conocimiento de la procedencia del niño<br />

en cuestión.<br />

Más allá de los propósitos conscientes de estos adultos que a partir de la<br />

participación directa o el conocimiento del raptor mantiene al niño en cauti-<br />

verio, deberemos como psicoanalistas adentramos en la construcción misma<br />

de cuerpo imaginario del niño para estos adultos.<br />

Nuestra teorización está en condiciones de sostener la importancia que<br />

tiene para la psique del niño lo que representa en la economía libidinal del<br />

adulto responsable que se presentará ante él como la madre. Ante esto la<br />

primera pregunta que se nos impone es: ¿Por qué los adultos responsables de<br />

la crianza del niño deben ocultar al mismo una verdad sobre los orígenes que<br />

le es suya? (del niño). Al negárselo, lo discontinúan de su proceso histórico y<br />

con ello de la posibilidad misma de historizar, es decir, la separación no sólo<br />

se produce entre el niño y sus progenitores sino que este proceso, por lo<br />

prematuro, provoca una 'verdadera catástrofe psíquica ya que momento como<br />

una pérdida de objeto ya que el objeto no está constituido o estabilizado aún,<br />

sino que la pérdida de objeto conlleva una pérdida de sujeto' (R. Rodulfo).<br />

Una parte del niño mismo queda allí perdida para siempre. Aquí nos remiti-<br />

mos por supuesto al concepto capital de depresión psicótica formulado por<br />

D. Winnicott.<br />

193


En nuestra larga práctica hemos encontrado compromiso patológico se-<br />

vero en los adultos que pretendían detentar la posición de «adoptante» que<br />

les impidió justamente (en circunstancias tan graves) narrar al niño su propia<br />

historia.<br />

Para que exista una verdadera «adopción» (y no meramente un «se-<br />

cuestro» y «apropiación») la misma debe fundarse en primer lugar en una<br />

donación libidinal por parte de los adultos implicados en esta situación, ligada<br />

al reconocimiento de los orígenes y de la historia que por otra parte pertene-<br />

ce al niño. La no devolución de la toma generacional al mismo lo lleva a la<br />

pérdida de su autonomía potencial de persona y lo somete a ser manipulado<br />

por los adultos como elementos de una estrategia a menudo inconsciente<br />

pero siempre aberrante, destinada a que ese niño obture pérdidas o traumas<br />

que han devenido insoportables para aquel adulto y en función de las cuales<br />

se vuelve proclive a utilizar al pequeño abusivamente en función de su pro-<br />

pio goce.<br />

Se sobreagregan de esta manera por lo menos tres nuevos hechos de<br />

violencia secundaria sobre el niño a los anteriormente perpetrados.<br />

4) El ocultamiento de su historia, de la historia de sus orígenes con la<br />

consiguiente ruptura generacional.<br />

5) El falseamiento sistemático de la verdad que le pertenece sólo a él.<br />

6) El secuestro perpetuo del niño.<br />

Estamos en condiciones de sostener, desde el psicoanálisis, que para que<br />

el sujeto pueda sanamente construir la historia de lo «inverificable», debe<br />

contar como pre-requisito la garantía de lo «verificable». Éste es el yaci-<br />

miento, la base, para que toda construcción inverificable contemple en su<br />

cabal importancia esta realidad corporal, psíquica y social. Sólo sobre la base<br />

del respeto por el espacio psíquico, el espacio del cuerpo y la aceptación de<br />

la historia del lugar de estos espacios en la trama generacional, se accede a la<br />

posibilidad de inaugurar el espacio transicional de todo jugar y creación posi-<br />

bles. Además, si el niño carece del basamento de lo verificable, esto dañará<br />

profundamente todo el proceso identificatorio.<br />

La pregunta por el origen lleva al Yo a cuestionarse acerca del antes de<br />

su propia existencia. Pero esto no lo puede hacer él solo sino que para fundar<br />

su historia se verá necesitado de encontrar «una vía y una voz que le posibi-<br />

liten ese antes» (P. Aulagnier). La necesidad de preservar la memoria de un<br />

pasado como garantía de un presente, «no puede ir más allá de las huellas<br />

némicas dejadas por representaciones idéicas, pero su cuerpo y sus inscrip-<br />

ciones inmediatamente familiarizados con la voz, el cuerpo, y la imagen<br />

materna le confirman que lo ha precedido algo ya trabajado, ya investido, ya<br />

experimentado (P. Aulagnier). El discurso de la madre que le cuenta su pro-<br />

pio cuento, que le devuelve su propia historia, le devolverá a la vez la prueba<br />

de su propia expectativa y de su propio deseo. Y así como le toma prestados<br />

194


sus primeros enunciados identificatorios le tomará prestadas las informacio-<br />

nes con las cuales inaugurará su proceso de identificación.<br />

Si el portavoz, en cambio, lo ha disy untado del «ya experimentado» «ya<br />

investido» cuerpo materno, y como segunda operación le sustrae informa-<br />

ción clave en tomo a sus orígenes, se transformará en un sujeto cuya posi-<br />

ción consistirá en padecer la amenaza constante «de descubrir, de repente,<br />

que el que ha sido desmiente radicalmente al que cree ser». Estos primeros<br />

momentos son centrales para la estructuración temprana del pequeño sujeto,<br />

sin embargo, «la extraña memoria que posee de ellos se caracteriza por una<br />

extraña escritura que es marca de cuerpo, cicatrices, heridas, marcas que<br />

llevará a cuestas sin poder dar cuenta en qué tiempos y en qué espacios se<br />

han producido».<br />

El niño durante un lapso de su vida infantil necesitará conocer por vía del<br />

discurso del portavoz acerca de esa historia que le precedió y de ese niñito<br />

que era él. Pero ¿qué pasará entonces si el adulto no devuelve esa respuesta?<br />

¿Qué ocurrirá con semejante desposesión al inició de su historia? Al decir de<br />

Piera Aulagnier, el Yo puede «parecer aceptar» que el adulto posea los pri-<br />

meros capítulos de su historia y que esto quede constituido como un verda-<br />

dero «secreto», un agujero en la misma, pero esta aceptación tiene un alto<br />

costo, se paga caro y reviste siempre un carácter ilusorio. El agujero no cae<br />

solamente en la historia sino que es agujero en el cuerpo mismo del niño que<br />

no la escribe. Es que se le ha robado a su Yo la representación del bebé que<br />

fue en el vientre de su madre o en los brazos de ella. Se le ha robado la<br />

posibilidad de que su Yo se apropie de ese modo relacional produciéndose<br />

una disposición y una mutilación en su pensamiento al impedírsele ingresar<br />

al mismo los elementos fundamentales que pasaría a tomar parte de su cau-<br />

dal memorizable. El poner fuera del Yo el origen de la propia historia no sólo<br />

conduce al problema de pensar su origen sino la posibilidad misma de todo<br />

origen; no sólo a la dificultad para pensar su pasado sino todo pasado. En<br />

pacientes afectados por situaciones de este tipo hemos observado la emer-<br />

gencia del fantasma de autoengendramiento, que corresponde a la restitución<br />

por vía delirante, de la función divina de ser los responsables no sólo de su<br />

origen sino del origen del mundo. La imposibilidad de construir esa primera<br />

relación boca-pecho desposee al sujeto en forma definitiva de cierto prototipo<br />

de relación fundamental para la emergencia del desear. A través de ciertos<br />

materiales, podemos procesar los efectos desestructurantes que implican para<br />

el psiquismo la catástrofe psíquica que comportan para el pequeño sujeto el<br />

atacar esta primera relación (conceptualizada por Freud y últimamente<br />

retrabajada por Ricardo Rodulfo): la vivencia de satisfacción.<br />

Estos niños se ven entonces amenazados por la presión constante de<br />

tener que matar ese niñito que han sido, por tener que eliminar de la faz de su<br />

psiquismo todo vestigio de historia que le recuerde a los adultos la insuficien-<br />

cia de su ser. El riesgo de muerte a que se ven expuestos permanentemente<br />

es el de tener que no ser, para que los adultos que los crían puedan sostener-<br />

se. Al sustraerle al niño este primer capítulo de su historia identificatoria se<br />

destruye la vivencia de satisfacción como matriz o pauta primerísima en los<br />

orígenes de la intersubjetividad, cediendo el paso a patologías de la vivencia<br />

195


de satisfacción que Ricardo Rodulfo caracterizara como vivencia de aniqui-<br />

lación en algunos casos, vivencia del Goce del Otro en otros, y vivencia al<br />

tercer tramo del trayecto identificatorio en la infancia que tiene que ver direc-<br />

tamente con la constitución de la potencialidad conflictual. Si la fisura se<br />

ubica en los primeros momentos del trayecto identificatorio, las posibilidades<br />

de riesgo aumentan, siendo uno de los destinos posibles la potencialidad<br />

psicótica o la constitución de perturbaciones caracteriales severas.<br />

Tercera Cuestión: ¿Qué otros adultos responsables intervinientes desde<br />

lo social encontramos y cuáles son las construcciones de cuerpo imaginado<br />

del niño? Me ha preocupado profundamente la violencia ejercida por algunos<br />

profesionales del equipo de salud y por algunos funcionarios del Poder Judi-<br />

cial. Violencia de la que da cuenta el texto de los expedientes sobre cuales en<br />

algunos casos hube de trabajar.<br />

¿Cuál es la teorización flotante de un psicólogo interviniente, que dicién-<br />

dose psicoanalista, puede caracterizar un hecho de rapto y secuestro «como<br />

una verdadera adopción, ya que la constitución de la familia es un hecho de<br />

palabra.... y que los vínculos humanos se crean y constituyen con letras....<br />

su historia no es la historia de su sangre.... ningún afecto es transmisible por<br />

la sangre» (sic)? Lo primero a subrayar en esta sorprendente consideración es<br />

la ligereza con que se desestiman, en el sentido freudiano de un verdadero<br />

repudio, la entera dimensión de lo biológico, como si el capital genético que se<br />

transmite a través de las generaciones careciese de importancia. Este modelo<br />

de teorización, heredero del conductismo es estructuralista, borra de un plu-<br />

mazo el modelo multifactorial de series complementarias en la causación del<br />

aparato psíquico, que ha sido uno de los grandes avances que el psicoanálisis<br />

freudiano ha introducido. Este modelo a la luz de nuevas investigaciones no<br />

sólo se mantiene vigente sino que, por otra parte, ha ganado en profundidad<br />

y riqueza. Uno de los grandes aportes enriquecedores al respecto fue el de no<br />

limitar las funciones materna y paterna exclusivamente a los genitores ya que<br />

cuando éstos no pueden hacerse cargo de los hijos y se da una cesión de su<br />

patria potestad a otros adultos que sí pueden encargarse de la crianza y el<br />

cuidado del niño, éstos pueden verdaderamente investirlos como hijos. Pero<br />

hemos de puntualizar enfáticamente que este avance científico no nos dice<br />

nada acerca de que la relación con los genitores y la historia que de ella se<br />

desprende carezca de valor. Por otro lado mucho menos podemos sostener<br />

que las funciones maternas y paternas puedan efectivizarse en cualquier si-<br />

tuación o de cualquier manera.<br />

Para que puedan ejercerse las funciones materna y paterna éstas deben<br />

encuadrarse dentro de la legalidad fundante del orden humano donde funcio-<br />

nen esas categorías de lo imposible y de lo prohibido; nos referimos aquí<br />

específicamente a la prohibición de matar. Deberemos de puntualizar ahora<br />

por los menos cuatro hechos más de violencia secundaria ejercida sobre el<br />

niño y su familia.<br />

7) En algunos casos la perpetración de la muerte real de sus padres por<br />

parte de los raptores y responsables de su secuestro y apropiación.<br />

196


8) La perpetración de la muerte del Yo futuro al no ofrecer ningún iden-<br />

tificado como punto de anclaje necesario para que el Yo advenga,<br />

9) La violencia ejercida por el profesional psicológico sobre la psique del<br />

niño al descalificar a 7) y 8) como hechos de violencia.<br />

10) La violencia ejercida por toda la institución de salud mental al no<br />

detectar la gravedad del riesgo psíquico en el que se halla el consultante.<br />

Esta violencial del profesional interviniente, retroactúa sobre la violencia<br />

del secuestrador mostrando que en todo caso ésta no es aislada, que emerge<br />

en un tejido social donde existen muchos elementos que le permiten o facili-<br />

tan. Esta evaluación de un profesional llamado a ayudar a la reparación de un<br />

daño y cuya intervención tiende a profundizar ese daño y avalarlo con argu-<br />

mentos pseudo científicos, agrega iatrogenía a la ya compleja situación.<br />

Esta ligereza, esta docta ignorancia que puebla con su suficiencia pasillos<br />

de hospitales y aulas de la facultad (y que es heredera de cierta transmisión<br />

que en el psicoanálisis se viene haciendo en los últimos años en nuestro<br />

país), encuentra sus ecos en algunos sectores del poder judicial.<br />

Cuarta Cuestión: Me pregunto ahora y trato de contestar para finalizar,<br />

cuál es el cuerpo imaginado que de estos niños pueden construir ciertos<br />

funcionarios encargados de administrar la justicia. Por lo menos tres nuevas<br />

formas de violencia he podido observar que se sobreagregan en el tratamien-<br />

to de algunos casos.<br />

11) El primer hecho significante -justamente por el robo de significante<br />

más preciado para todo humano que es el nombre propio- es que estos<br />

niños siguen llevando durante mucho tiempo (y a pesar de haberse compro-<br />

bado fehacientemente el rapto, secuestro y apropiación) el nombre impuesto<br />

por los secuestradores y lo que es más, el mismo apellido de ellos.<br />

Según Jacques Lacan, el apellido paterno (mal traducido al castellano<br />

como «nombre del padre») adquiere una función primordial en la<br />

estructuración del aparato psíquico, la de una verdadera «carretera princi-<br />

pal», que de no ser inscripta como tal, pone en riesgo la constitución de todo<br />

el aparato.<br />

12) Desde las esferas oficiales se le sigue hablando al niño de padre y<br />

madre, después de existir prueba suficiente sobre el rapto y la apropiación,<br />

con lo cual se le introduce desde el adulto encargado de representar la justicia<br />

una renegación patógena que amenaza nuevamente el psiquismo del niño en<br />

cuestión.<br />

13) Aun habiéndose reconocido los hechos anteriores en no pocos casos<br />

deben permanecer en cautiverio en manos de sus raptores.<br />

197


Si la ley establecida como cuerpo jurídico que regula las relaciones de los<br />

sujetos penaliza el secuestro y moviliza en algunos casos, cuando éstos se<br />

producen, inmediatamente las fuerzas de seguridad para que tal violación a<br />

los derechos humanos sea lo más rápidamente resuelta, se preguntó cuál es<br />

la representación imaginada del niño para que su secuestro sea bueno y hasta<br />

pase por adopción mientas otros secuestros no son vistos de a misma manera.<br />

Para finalizar mi exposición, he de remarcar una vez más que los años de<br />

la infancia -en tanto decisivos e irrecuperables- son preciosos en razón de<br />

ello, todos nosotros que trabajamos con menores deberemos tener en cuenta<br />

el factor temporal si no se trabaja como la idoneidad justicia y celeridad que<br />

se requiere es posible que les ocurra lo que algunas de las víctimas del aten-<br />

tado a la Embajada de Israel después de muchas horas de estar sepultados<br />

bajo los escombros se extinguió su llamado a la vida. Muchas gracias.<br />

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Talleres de hijos y familiares de desaparecidos, «Taller Julio Cortázar»<br />

(Córdoba); «Taller Había una Vez» (Rosario); «Taller Inti Huasi» (Santiago<br />

del Estero); «Taller de Acción Comunitaria (Capital Federal); «Taller de<br />

Apoyo Integral» (Mataderos); «Taller del Encuentro» (CELS) (Capital);<br />

«Taller de la Amistad» (La PLata, Prov. de Buenos Aires); «Taller de Berisso»<br />

(Prov. de Buenos Aires); «Grupo Sol» (Berisso). Los trabajos sobre los<br />

talleres están en off-set en M.E.D.H., CELS, C.O.D.E.S.E.D.H., Asociación<br />

de Psicólogos de Rosario.<br />

Tribunal Ético de la Salud contra la Impunidad, «Testimonio de Adriana<br />

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3-XII-87. Edición Tribunal Ético de la Salud. (Contiene un resumen del<br />

testimonio.)<br />

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