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La política está en otra parte

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<strong>La</strong> <strong>política</strong> <strong>está</strong> <strong>en</strong> <strong>otra</strong> <strong>parte</strong><br />

Viaje al interior de los nuevos movimi<strong>en</strong>tos<br />

sociales<br />

Hernán López Echagüe<br />

1


A Darío Santillán, asesinado por la policía de la provincia de Bu<strong>en</strong>os Aires<br />

el 26 de junio de 2002 <strong>en</strong> el hall de la estación Avellaneda del ferrocarril.<br />

2


A modo de prólogo<br />

<strong>La</strong> idea de abandonarme a la escritura de este libro cobró vida <strong>en</strong> las<br />

primeras semanas de <strong>en</strong>ero, luego de los episodios de diciembre del año<br />

2001, es decir, las muertes, la presurosa y melancólica fuga de Fernando<br />

De la Rúa, el quiebre brutal del obsoleto sistema de repres<strong>en</strong>tatividad<br />

<strong>política</strong>; el hastío, <strong>en</strong> fin, hacia toda forma tradicional de la <strong>política</strong>. Eran<br />

días cargados de incertidumbre y desazón. Un país desastrado <strong>en</strong> manos<br />

de funcionarios y dirig<strong>en</strong>tes politicos y sindicales afectos al arte de la<br />

sofistería. <strong>La</strong> magnitud y complejidad de los hechos que habían ocurrido<br />

tornaba difícil hallar respuesta a la infinidad de interrogantes que, a cada<br />

hora, a cada instante, ocupaban el cráneo de dec<strong>en</strong>as de miles de<br />

arg<strong>en</strong>tinos. <strong>La</strong> lectura de revistas y periódicos, plagados de análisis<br />

desprovistos de sustancia y nervio, no hacía más que magnificar la<br />

s<strong>en</strong>sación de vacío y desabrimi<strong>en</strong>to. <strong>La</strong> desinformación, avivada por la<br />

hipocresía y la torpeza intelectual de los grandes medios de<br />

comunicación, era el lugar común. Una realidad irrefutable que algunas<br />

organizaciones de piqueteros supieron resumir <strong>en</strong> una consigna que,<br />

<strong>en</strong>tonces, podía observarse <strong>en</strong> muros y paredes del c<strong>en</strong>tro porteño y del<br />

gran Bu<strong>en</strong>os Aires: “El gobierno nos mea y los medios dic<strong>en</strong> que llueve”.<br />

Experim<strong>en</strong>taba la s<strong>en</strong>sación de <strong>en</strong>contrarme <strong>en</strong> un páramo, a la<br />

intemperie, <strong>en</strong> tanto un torr<strong>en</strong>te de hechos, situaciones y<br />

desplazami<strong>en</strong>tos, <strong>en</strong> ocasiones subterráneos, pero a todas luces dignos<br />

de at<strong>en</strong>ción, corría a mi lado con formidable int<strong>en</strong>sidad.<br />

A través del correo electrónico, llamados telefónicos y esporádicos<br />

<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tros, com<strong>en</strong>cé pues a tejer lazos con movimi<strong>en</strong>tos y<br />

organizaciones de trabajadores desocupados, de campesinos, de<br />

agrupaciones sociales que, distantes, muy distantes de los influjos de los<br />

partidos políticos, daban la impresión de haber compr<strong>en</strong>dido con rara<br />

sabiduría los sucesos de diciembre y, por tanto, habían resuelto prescindir<br />

de intermediarios ubícuos y tomar el curso de la historia <strong>en</strong> sus manos.<br />

Del intercambio de m<strong>en</strong>sajes y conversaciones floreció una férrea<br />

relación con Pablo, del Movimi<strong>en</strong>to de Trabajadores Desocupados de<br />

<strong>La</strong>nús. De este MTD, <strong>en</strong>cuadrado d<strong>en</strong>tro de la Coordinadora Aníbal Verón,<br />

fueron varios y profundos los principios que excitaron mi interés. Me decía<br />

Pablo <strong>en</strong> un correo electrónico: “T<strong>en</strong>emos como características la<br />

horizontalidad, la autonomía y la democracia directa. Horizontalidad,<br />

porque <strong>en</strong> el MTD no exist<strong>en</strong> puestos jerárquicos, no hay presid<strong>en</strong>tes, ni<br />

secretarios g<strong>en</strong>erales, etc. Sí coordinadores de tareas. En el MTD todos<br />

t<strong>en</strong>emos los mismos derechos y obligaciones, nadie <strong>está</strong> por <strong>en</strong>cima de<br />

otro. Autonomía, porque somos una organización que no responde a los<br />

intereses de ningún partido político, grupo religioso, c<strong>en</strong>tral sindical u otro<br />

3


tipo de organización. Democracia directa, porque las decisiones del<br />

movimi<strong>en</strong>to son tomadas <strong>en</strong> Asambleas Barriales, donde todos pued<strong>en</strong><br />

llevar sus propuestas, dar su opinión y cada participante del movimi<strong>en</strong>to<br />

ti<strong>en</strong>e un voto. Allí se elig<strong>en</strong> o remuev<strong>en</strong> delegados o coordinadores de<br />

tareas, se construy<strong>en</strong> los criterios del MTD y se decid<strong>en</strong> los planes de<br />

lucha. <strong>La</strong> consigna del MTD es Trabajo, Dignidad y Cambio Social. Porque<br />

creemos que podremos revertir esta realidad, no con un cambio de<br />

gobierno, sino con un cambio de sistema de sociedad donde no haya<br />

ningún ser humano por <strong>en</strong>cima de otro, donde no existan ni ricos ni<br />

pobres, donde la tierra, el trabajo, la salud, la justicia y la educación estén<br />

<strong>en</strong> manos del pueblo y realm<strong>en</strong>te podamos decidir nuestro futuro”.<br />

<strong>La</strong> correspond<strong>en</strong>cia con Pablo fue por demás larga y sabrosa, signada<br />

por la imaginación, por la gana de respuestas, por la certeza de que todo<br />

estaba por hacerse. En la primera semana de febrero me escribió:<br />

“Querido Hernán:<br />

Estamos <strong>en</strong> mom<strong>en</strong>tos de mucha int<strong>en</strong>sidad <strong>en</strong> nuestros barrios, no sólo<br />

por la gran actividad sino por la t<strong>en</strong>sión que la situación <strong>política</strong> impone.<br />

Son las 5 y pico, <strong>en</strong> unas horas empieza otro lunes movidito. Para no<br />

dejarlo ahí, te quiero decir que, más allá de la necesaria frialdad que<br />

deb<strong>en</strong> t<strong>en</strong>er los análisis que hagamos <strong>en</strong> mom<strong>en</strong>tos difíciles como éstos,<br />

hay mom<strong>en</strong>tos de alegría que val<strong>en</strong> por el resto de las incertidumbres; el<br />

anochecer del viernes <strong>en</strong> el pu<strong>en</strong>te, con una multitud de hombres,<br />

mujeres y jóv<strong>en</strong>es que empezaron hace un tiempo la lucha por subsistir,<br />

por un plan de empleo, pero que esa tarde estaban decidi<strong>en</strong>do, <strong>en</strong> forma<br />

masiva, desafiar a un gobierno prepot<strong>en</strong>te y am<strong>en</strong>azador... y los<br />

c<strong>en</strong>terares de vecinos de clase media, que se juntaron <strong>en</strong> Plaza Alsina,<br />

con qui<strong>en</strong>es hay una distancia social difícil de disimular, pero que sin<br />

embargo sub<strong>en</strong> al pu<strong>en</strong>te saludándonos, <strong>en</strong>tonando nuestro "grito de<br />

guerra": “¡Piqueteros, carajo!”, al que respondemos con otro canto que se<br />

masifica <strong>en</strong> las casi tres mil gargantas que hicimos vibrar el pu<strong>en</strong>te, y nos<br />

hermana: “¡El pueblo, unido, jamás será v<strong>en</strong>cido!”. Vivir con mis<br />

compañeros esa emoción, quedarme afónico <strong>en</strong> m<strong>en</strong>os de una hora... No<br />

había miedo ante el vallado humano de la infantería: sí había bronca,<br />

impot<strong>en</strong>cia, pero no miedo. Más allá de los fríos análisis que nos indican<br />

cómo van a responder, y que nos llaman a ser precavidos, <strong>en</strong> el pueblo,<br />

<strong>en</strong> las luchas del pueblo, se respiran aires desafiantes.<br />

Con el aprecio que t<strong>en</strong>go por tu trabajo (algún día te contaré que tuve la<br />

posibilidad de cursar dos años de la carrera de Comunicación Social <strong>en</strong> la<br />

UBA, que mi paradigma <strong>en</strong> la profesión -y <strong>en</strong> la conducta de vida- es<br />

Rodolfo Walsh, y que me gusta escribir, aunque ya perdí las mañas), te<br />

recomi<strong>en</strong>do que, aquí <strong>en</strong> zona sur, o <strong>en</strong> cualquier punta del país que más<br />

te guste, te aparezcas a respirar un poco de patria, de pueblo quiero<br />

4


decir, y un poco de revancha, un poco de ese aire fresco que hay <strong>en</strong> la<br />

lucha popular que desafía a toda esa mugre que tan bi<strong>en</strong> investigaste.<br />

Un afectuoso saludo,<br />

Pablo<br />

Semanas después, a las tres de la tarde de un día <strong>en</strong> extremo caluroso,<br />

estaba con <strong>La</strong>ura, mi mujer, <strong>en</strong> la escalinata de la iglesia de Plaza<br />

Constitución. Una cita a ciegas con Pablo, al que me había figurado<br />

robusto y parco, quizá tímido, receloso, próximo a los cincu<strong>en</strong>ta años. No.<br />

Pablo resultó ser un hombre de treinta y pico, de estatura mediana, barba<br />

y cabello ralos. Y muy dado a la charla. Tras el abrazo trepamos a su<br />

auto, una máquina herrumbrosa y chueca, azul, presumo, <strong>en</strong> tiempos<br />

mejores. Durante el viaje a su casa de Villa Corina, movidos por el afán<br />

de conocernos, de indagar el uno <strong>en</strong> la vida del otro, nos <strong>en</strong>tregamos a<br />

una conversación urg<strong>en</strong>te, caótica por mom<strong>en</strong>tos. <strong>La</strong> miseria, el ocaso de<br />

los políticos, la pasión, la muerte, el miedo g<strong>en</strong>eralizado, la imperiosa<br />

necesidad de <strong>en</strong>contrar salidas, los empr<strong>en</strong>dimi<strong>en</strong>tos laborales del MTD<br />

de <strong>La</strong>nús, la estrafalaria presid<strong>en</strong>cia de Duhalde, la creci<strong>en</strong>te calvicie de<br />

Pablo, mis canas, la insólita represión <strong>en</strong> Plaza de Mayo el 25 de <strong>en</strong>ero, el<br />

porv<strong>en</strong>ir de las cacerolas y la expoliación de los ahorros, los arrebatos<br />

reaccionarios y petiteros del diario <strong>La</strong> Nación, el calor infernal, la<br />

desocupación, la pusilanimidad de Marcelo Bielsa. El sil<strong>en</strong>cio sobrevino<br />

cuando <strong>La</strong>ura, desde el asi<strong>en</strong>to trasero, hizo refer<strong>en</strong>cia a Hugo Javier<br />

Barrionuevo, jov<strong>en</strong> piquetero de la Coordinadora que había sido asesinado<br />

<strong>en</strong> la madrugada del 6 de febrero por Jorge Bogado, matón y alcahuete<br />

político del justicialismo del partido de Ezeiza, durante un corte de ruta <strong>en</strong><br />

Esteban Echeverría. “Era la primera vez que iba a un corte”, dijo Pablo, la<br />

voz <strong>en</strong>trecortada, las manos crispadas al volante. “Un tiro de una nueve<br />

milímetros <strong>en</strong> el cuello”.<br />

En la casa, una construcción petisa y s<strong>en</strong>cilla, de ambi<strong>en</strong>tes pequeños y<br />

luminosos, nos aguardaba Flor<strong>en</strong>cia, la compañera de Pablo; una mujer<br />

de ojos claros y cálidos, sil<strong>en</strong>ciosa y observadora, que supo mitigar la sed<br />

con una jarra de agua fresca. Lo primero que concitaba la at<strong>en</strong>ción <strong>en</strong> el<br />

lugar era el desord<strong>en</strong>, pero un prolijo y vivaz desord<strong>en</strong> de ropas, papeles,<br />

boletines, fotografías, revistas, paquetes de galletas abiertos, lapiceras,<br />

hojas <strong>en</strong> blanco, un par de c<strong>en</strong>iceros atestados de colillas, consecu<strong>en</strong>cia<br />

lógica, muy probablem<strong>en</strong>te, de las idas y v<strong>en</strong>idas de la pareja, de sus<br />

contínuos desplazami<strong>en</strong>tos por la vida. Luego, las paredes de un blanco<br />

macil<strong>en</strong>to repletas de cuadros llamativos: figuras y retratos de piqueteros;<br />

coloridas máscaras estilo peruano. Obra de Flor<strong>en</strong>cia, al igual que las<br />

ilustraciones de los apuntes de los talleres de formación del MTD que<br />

com<strong>en</strong>zó a mostrarme. Habían transcurrido contados minutos cuando <strong>en</strong><br />

lo alto del umbral de la casa asomó una cara barbada y risueña. Un<br />

5


muchacho de veintipico, <strong>en</strong>orme, acaso un metro nov<strong>en</strong>ta, bu<strong>en</strong>os<br />

músculos, ojos del color del añil que parecían contemplar todo con aire<br />

parsimonioso. Era Darío, con qui<strong>en</strong> partimos hacia el barrio <strong>La</strong> Fe para<br />

reunirnos con otros miembros del Movimi<strong>en</strong>to.<br />

Ya <strong>en</strong> el barrio, Darío se despojó de la camiseta y con el torso desnudo<br />

se puso a caminar a mi lado, <strong>en</strong> tanto, con extremada timidez, voz baja,<br />

casi inaudible, me refería las am<strong>en</strong>azas que continuam<strong>en</strong>te recibían de<br />

hombres del justicialismo de <strong>La</strong>nús y personas que, t<strong>en</strong>ía certeza, no eran<br />

<strong>otra</strong> cosa que policías arropados de civil. Am<strong>en</strong>azas habitualm<strong>en</strong>te<br />

nocturnas y a punta de pistola. El aguacero de la noche anterior había<br />

hecho del as<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to un interminable y laberíntico lodazal. A pesar de<br />

la ferocidad del sol, que caía a plomo <strong>en</strong> la cabeza y reverberaba <strong>en</strong> los<br />

ojos de Darío, y <strong>en</strong> las latas y botellas diseminadas a uno y otro lado del<br />

trayecto, todo era caminos y s<strong>en</strong>deros y atajos barrosos, y charcos que<br />

rev<strong>en</strong>taban <strong>en</strong> infinitud de arroyos amarretes que serp<strong>en</strong>teaban por toda<br />

<strong>parte</strong>. A nuestro paso, <strong>en</strong>debles casillas de madera y chapa, casas<br />

inconclusas, montículos de escombros, miradas ll<strong>en</strong>as de curiosidad,<br />

miradas ll<strong>en</strong>as de amargura, miradas al acecho, y dec<strong>en</strong>as de perros<br />

andrajosos y chicos jugando a la guerra y lánguidos cabeceos a la manera<br />

de saludo. Al cabo de minutos de caminata llegamos a un galpón nuevo,<br />

donde funcionaban la herrería y la limitada fábrica de bloques. Allí nos<br />

esperaban Carlos, Marcelo, Nelson. Nos s<strong>en</strong>tamos, a la sombra, <strong>en</strong><br />

círculo, el trasero apoyado sobre improvisadas banquetas montadas con<br />

tablones astillados y bloques de concreto. Marcelo, cuerpo hercúleo<br />

moldeado por los trabajos duros, gruesos bíceps tatuados, se ocupó del<br />

mate. Con cortedad al comi<strong>en</strong>zo, de manera franca y suelta con el correr<br />

de los minutos, nos pusimos a conversar acerca de las cuestiones que,<br />

precisam<strong>en</strong>te, he tratado de comp<strong>en</strong>diar <strong>en</strong> este libro. Decía Darío:<br />

“Estamos <strong>en</strong> contra de la democracia repres<strong>en</strong>tativa, que ya ha<br />

demostrado su fracaso. Nosotros no nos proponemos repres<strong>en</strong>tar a nadie,<br />

eso lo t<strong>en</strong>emos claro, sólo ofrecemos la posibilidad de la lucha para<br />

conseguir los planes Trabajar. El que quiera, que se sume a la lucha, los<br />

que no quieran luchar, problema de ellos, nosotros pedimos lo nuestro,<br />

no repres<strong>en</strong>tamos al barrio”. Añadía Pablo: “Lo nuestro es un movimi<strong>en</strong>to<br />

<strong>en</strong> construcción. No sabemos cómo se van a desarrollar las cosas.<br />

Estamos contra el concepto de poder. D<strong>en</strong>tro de nuestra organización no<br />

hay dirig<strong>en</strong>tes. Todos somos iguales y votamos <strong>en</strong> asamblea los pasos a<br />

seguir. Creemos que lo más importante es la formación y la conci<strong>en</strong>cia,<br />

por eso hacemos talleres de formación. Hasta que el pueblo, que ti<strong>en</strong>e<br />

500 años de dominación <strong>en</strong>cima, no compr<strong>en</strong>da que todo puede ser<br />

distinto, no habrá cambio real posible. Si con este nivel de conci<strong>en</strong>cia de<br />

la Arg<strong>en</strong>tina, cualquiera llega al poder, no queda otro remedio que se<br />

corrompa”. Advertía Carlos: “Nosotros no pedimos, exigimos. Porque<br />

6


conocemos nuestros derechos. Exigimos, <strong>en</strong>tonces, trabajo, dignidad y<br />

cambio social”.<br />

A las ocho de la noche, Pablo nos dejó <strong>en</strong> la estación Gerli del ferrocarril.<br />

Un vagón vacío, la bruma, el traqueteo, la luna abriéndose camino <strong>en</strong>tre<br />

un <strong>en</strong>jambre de nubes, los p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos a la deriva, y, pese a los<br />

vaiv<strong>en</strong>es, a los durmi<strong>en</strong>tes, el sil<strong>en</strong>cio, <strong>en</strong> particular el sil<strong>en</strong>cio.<br />

El salto de <strong>La</strong>nús hacia otros sitios del país, fue natural. G<strong>en</strong>eral<br />

Mosconi, <strong>en</strong> el norte salteño; Quimilí, Santiago del Estero; Cutral-Có y la<br />

fábrica de cerámicas Zanón, tomada por los obreros, <strong>en</strong> Neuquén; la<br />

localidad de All<strong>en</strong>, <strong>en</strong> Río Negro, y nuevas visitas al gran Bu<strong>en</strong>os Aires, y<br />

piquetes y marchas y muertes y conversaciones de toda naturaleza con<br />

g<strong>en</strong>te <strong>en</strong> cuya mala o bu<strong>en</strong>a fortuna contados medios de comunicación<br />

reparaban.<br />

El resultado, fundado desde luego <strong>en</strong> los testimonios que he recogido, y,<br />

por sobre todas las cosas, <strong>en</strong> la manera que t<strong>en</strong>go de ver la vida, es esta<br />

suerte de diario de viaje fragm<strong>en</strong>tado, incompleto y arbitrario, claro <strong>está</strong>,<br />

al igual que todo libro, acerca de un país que ha sido devorado por una<br />

espantosa mezcolanza de malicia, ing<strong>en</strong>uidad, aus<strong>en</strong>cia de compromiso,<br />

patrioterismo y obsc<strong>en</strong>idad.<br />

Me anima ap<strong>en</strong>as el deseo de que estas páginas logr<strong>en</strong> infundir <strong>en</strong> el<br />

fortuito lector el plausible anhelo del conocimi<strong>en</strong>to.<br />

H.L.E.<br />

primavera del año 2002<br />

7


“Todos los hombres son humanos y lo que cabe <strong>en</strong> mí, debería caber <strong>en</strong><br />

los demás. Y viceversa, porque todos los hombres son humanos.<br />

Quepámonos, humanos. Que quepa <strong>en</strong> mí el extraño mundo alrededor,<br />

sus egoísmos justificados, su dec<strong>en</strong>cia a parquímetro, su honradez de<br />

consumo, su fino individualismo brutal, su amor triste, la suciedad de sus<br />

higi<strong>en</strong>es. Ap<strong>en</strong>as t<strong>en</strong>go de ofrecerle los rayos de luz que iluminaban el<br />

combate por la dicha, las g<strong>en</strong>erosidades de la muerte, es decir, de la vida,<br />

los estallidos de la dicha, esta derrota por ahora”<br />

Juan Gelman, Bajo la lluvia aj<strong>en</strong>a (notas al pie de una derrota),<br />

mayo de 1980.<br />

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Primera <strong>parte</strong><br />

De <strong>La</strong>nús a Quimilí<br />

(abril, 2002)<br />

Lunes 15. Tarde.<br />

Nada nuevo. El mundo patalea. Continúa sumergido <strong>en</strong> el insulto y la<br />

canallada. Sumergido <strong>en</strong> el imperio de la viol<strong>en</strong>cia y la estupidez más<br />

p<strong>en</strong>osas. El golpe de Estado contra el presid<strong>en</strong>te de V<strong>en</strong>ezuela, Hugo<br />

Chávez, ha fracasado. Otro malogro de la CIA. Ariel Sharon ha resuelto<br />

hacer gala de su atávica criminalidad y sin pausa prosigue asesinando<br />

familias palestinas <strong>en</strong> Cisjordania. “Debemos acabar con el terrorismo”,<br />

clama, al tiempo que lo ejerce con la sil<strong>en</strong>ciosa complicidad de las<br />

grandes pot<strong>en</strong>cias occid<strong>en</strong>tales y cristianas. En Arg<strong>en</strong>tina hay millares de<br />

personas que por un mom<strong>en</strong>to han hecho a un lado la visceral amargura<br />

y festejan la patada que un valeroso jugador arg<strong>en</strong>tino de fútbol, Aldo<br />

Duscher, le dio <strong>en</strong> el empeine a David Beckham, símbolo de la selección<br />

inglesa. Quizá el hombre no pueda jugar <strong>en</strong> el Campeonato Mundial de<br />

Corea y Japón, razón por la cual miles de arg<strong>en</strong>tinos prop<strong>en</strong>sos al<br />

chauvinismo, y un bu<strong>en</strong> puñado de periodistas atolondrados, presum<strong>en</strong><br />

que uno debería caer <strong>en</strong> el gozo, echarse un trago <strong>en</strong> el garguero y<br />

ponerse a bailar <strong>en</strong> los alrededores del Obelisco. Movido ciertam<strong>en</strong>te por<br />

el noble objetivo de salvar a nuestro país del gran naufragio<br />

latinoamericano, Rudiger Dornsbuch, uno de los principales asesores de<br />

las instituciones financieras acreedoras de Arg<strong>en</strong>tina, miembro del<br />

Masachusetts Institute of Technology, ha llegado a una admirable<br />

conclusión al cabo de tortuosas cavilaciones: el país, si pret<strong>en</strong>de continuar<br />

formando <strong>parte</strong> de los modernos estudios cartográficos, debe r<strong>en</strong>unciar a<br />

su soberanía monetaria, fiscal y tributaria durante, al m<strong>en</strong>os, cinco años.<br />

Basta inaugurar una espaciosa filial del gobierno de los Estados Unidos <strong>en</strong><br />

9


algún sitio dec<strong>en</strong>te de la ciudad de Bu<strong>en</strong>os Aires y dilema resuelto.<br />

Arg<strong>en</strong>tina es un país quebrado económica, <strong>política</strong> y socialm<strong>en</strong>te, ha<br />

dicho. “Ti<strong>en</strong><strong>en</strong> g<strong>en</strong>te como De la Rúa, que es incompet<strong>en</strong>te; Duhalde, que<br />

no es respetado <strong>en</strong> el exterior. Ti<strong>en</strong><strong>en</strong> a M<strong>en</strong>em con pizza y champán; a<br />

Alfonsín, que es un chiste”. El periódico The Wall Street Journal ha<br />

sabido resumir de manera directa y acaso grosera la situación: “Arg<strong>en</strong>tina<br />

es un país bananero”. Un verdadero despropósito. ¿Cómo han llegado a<br />

tamaña conclusión? Leo, <strong>en</strong> el diario Página/12, un al<strong>en</strong>tador informe<br />

de la consultora Equis cuyo título ya excita pavor: “Al m<strong>en</strong>os la mitad<br />

de los arg<strong>en</strong>tinos serán pobres <strong>en</strong> 2003”. Dice el informe: “Si el<br />

índice inflacionario no supera el 15 por ci<strong>en</strong>to, tal como <strong>está</strong> previsto <strong>en</strong> el<br />

proyecto del Presupuesto nacional, habrá unos 2 millones de nuevos<br />

pobres, pero si el promedio de inflación permanece como el último índice,<br />

<strong>en</strong>tonces serán 4,3 millones de personas los que pasarán a esa situación.<br />

Arg<strong>en</strong>tina ti<strong>en</strong>e <strong>en</strong> la actualidad algo más de 14,5 millones de pobres, lo<br />

que repres<strong>en</strong>ta un 44,2 por ci<strong>en</strong>to del total de la población. Con un índice<br />

anual de inflación del 15 por ci<strong>en</strong>to, el 60 por ci<strong>en</strong>to de qui<strong>en</strong>es <strong>está</strong>n <strong>en</strong><br />

la zona de riesgo desc<strong>en</strong>derán a la línea de pobreza, unas 2 millones de<br />

personas, por lo que el índice de pobreza para <strong>en</strong>ero de 2003 pasará del<br />

44,2 por ci<strong>en</strong>to al 50,7 por ci<strong>en</strong>to”.<br />

El informe del periódico me trae a la memoria las palabras que, un par<br />

de semanas atrás, pronunció Fidel Castro <strong>en</strong> la Confer<strong>en</strong>cia Internacional<br />

sobre Financiami<strong>en</strong>to para el Desarrollo: “<strong>La</strong> pobreza extrema <strong>en</strong> el<br />

Tercer Mundo alcanza ya la cifra de 1.200 millones de personas. El<br />

abismo crece, no se reduce. <strong>La</strong> difer<strong>en</strong>cia de ingresos <strong>en</strong>tre los países<br />

más ricos y los más pobres, que era de 37 veces <strong>en</strong> 1960, es hoy de 74<br />

veces. Se ha llegado a extremos tales, que las tres personas más ricas del<br />

mundo pose<strong>en</strong> activos equival<strong>en</strong>tes al PBI combinado de los 48 países<br />

más pobres. En el 2001 el número de personas con hambre física alcanzó<br />

la cifra de 826 millones; la de adultos analfabetos, 854 millones; la de<br />

niños que no asist<strong>en</strong> a la escuela, 325 millones; la de personas que<br />

carec<strong>en</strong> de medicam<strong>en</strong>tos es<strong>en</strong>ciales de bajo costo, dos mil millones; la<br />

de los que no dispon<strong>en</strong> de saneami<strong>en</strong>to básico, dos mil cuatroci<strong>en</strong>tos<br />

millones. No m<strong>en</strong>os de once millones de niños m<strong>en</strong>ores de 5 años<br />

muer<strong>en</strong> anualm<strong>en</strong>te por causas evitables, y 500 mil quedan<br />

definitivam<strong>en</strong>te ciegos por falta de vitamina A. Los habitantes del mundo<br />

desarrollado viv<strong>en</strong> 30 años más que los del África Subsahariana. ¡Un<br />

verdadero g<strong>en</strong>ocidio! No se puede culpar de esta tragedia a los países<br />

pobres. Estos no conquistaron y saquearon durante siglos a contin<strong>en</strong>tes<br />

<strong>en</strong>teros, ni establecieron el colonialismo, ni reimplantaron la esclavitud, ni<br />

crearon el moderno imperialismo. Fueron sus víctimas”.<br />

El mundo, <strong>en</strong> fin, prosigue su alocada carrera hacia el abismo, y<br />

nuestros gobernantes dan la impresión de haber resuelto <strong>en</strong>cabezar el<br />

10


cortejo. Pero son las palabras de <strong>La</strong>ura, <strong>en</strong> el teléfono, a las siete de la<br />

tarde, las que logran hundirme definitivam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la tristeza, <strong>en</strong> la<br />

cercanía del terror. Han baleado a Juan Arredondo, miembro del<br />

Movimi<strong>en</strong>to de Trabajadores Desocupados de <strong>La</strong>nús. De inmediato me<br />

comunico con Pablo para saber qué ha ocurrido. Lo sorpr<strong>en</strong>do <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>o<br />

piquete fr<strong>en</strong>te al edificio de la int<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de <strong>La</strong>nús. A través del teléfono<br />

puedo escuchar alaridos, puteadas. En la voz de Pablo es fácil advertir<br />

hartazgo, desazón. Le tiraron a quemarropa, me dice; un motociclista, con<br />

la anu<strong>en</strong>cia del retén policial, int<strong>en</strong>tó atravesar el piquete de manera<br />

prepot<strong>en</strong>te; la g<strong>en</strong>te de seguridad del MTD trató de impedírselo; hubo<br />

forcejeos, empujones, hasta que el hombre, de pronto, extrajo de <strong>en</strong>tre<br />

sus ropas una pistola y com<strong>en</strong>zó a disparar. Una bala atravesó el pulmón<br />

de Juan. Ahora <strong>está</strong> internado. Mi<strong>en</strong>tras Juan se retorcía como una<br />

anguila <strong>en</strong> la acera, dec<strong>en</strong>as de guardias de Infantería com<strong>en</strong>zaron a<br />

disparar balas de goma contra los piqueteros. “Una locura”, dice Pablo,<br />

“una locura. Estaba ll<strong>en</strong>o de familias. ¿Y sabés lo que <strong>está</strong>bamos<br />

reclamando pacíficam<strong>en</strong>te? El atraso <strong>en</strong> el pago de 900 planes de empleo<br />

dados de alta <strong>en</strong> febrero y marzo y nunca pagados”. Antes de cortar me<br />

informa que Juan <strong>está</strong> fuera de peligro y el hombre que disparó se llama<br />

Gustavo Cabrera y es ag<strong>en</strong>te del Servicio P<strong>en</strong>it<strong>en</strong>ciario Federal. ¿Un<br />

ag<strong>en</strong>te? Enci<strong>en</strong>do el televisor, y, tras saltar como un dem<strong>en</strong>te de un<br />

noticiero al otro, compruebo que Juan Arredondo es una fantasmagoría,<br />

una disparatada inv<strong>en</strong>ción que sólo ti<strong>en</strong>e cabida <strong>en</strong> el febril imaginario de<br />

<strong>La</strong>ura, de Pablo, de los ci<strong>en</strong>tos de testigos de la bravuconada del ficticio<br />

ag<strong>en</strong>te Cabrera. Después de todo, ¿ha ocurrido algo digno de<br />

com<strong>en</strong>tario? Ap<strong>en</strong>as un buraco <strong>en</strong> el pecho de un albañil desocupado.<br />

Voy hacia la v<strong>en</strong>tana y veo cables que cruzan de un edificio al otro, las<br />

aguerridas siluetas de las cúpulas de las viejas construcciones del c<strong>en</strong>tro<br />

de Bu<strong>en</strong>os Aires bajo un cielo surcado por pinceladas de brea, el<br />

resplandor de relámpagos lejanos, un hombre que apalea a un perro con<br />

extraordinario d<strong>en</strong>uedo, mujeres que <strong>en</strong> las terrazas linderas se<br />

apresuran a rescatar sus ropas de la tempestad que se avecina. Escucho<br />

las campanadas de la Catedral y me pregunto por quién diablos doblan.<br />

Noche borrascosa y baldía. Tan sólo la efímera y tonta satisfacción de<br />

saber que Enrique Mathov y el comisario Rubén Santos, dos de los<br />

responsables de los asesinatos de diciembre último, y Domingo Cavallo,<br />

continúan arrestados.<br />

Martes<br />

<strong>La</strong> lluvia ha vuelto a sumir la ciudad <strong>en</strong> el caos. Es sufici<strong>en</strong>te que una<br />

<strong>en</strong>diablada gota irrumpa <strong>en</strong> la atmósfera para que el pánico se apodere<br />

de los porteños. Se echan a correr por las calles como saetas, la cara<br />

transfigurada, las pupilas a poco de estallar, tropezando el uno con el<br />

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otro, echando maldiciones y codazos, como si una temible sir<strong>en</strong>a hubiese<br />

anunciado la proximidad de una escuadrilla de aviones voraces. Hablo con<br />

Angel, del Movimi<strong>en</strong>to Campesino de Santiago del Estero (MOCASE),<br />

para ratificarle mi viaje a la ciudad de Quimilí; reimos del epigráfico rapto<br />

de sabiduría que ha t<strong>en</strong>ido el ministro Jorge Remes L<strong>en</strong>icov: “El corralito<br />

es un problemón”. Es dable atribuir tamaña muestra de ing<strong>en</strong>io a las<br />

contínuas reuniones que ha mant<strong>en</strong>ido con el <strong>en</strong>viado del Fondo<br />

Monetario Internacional, el indio Anoop Singh, un hombre de rostro<br />

s<strong>en</strong>cillam<strong>en</strong>te impar al que Raúl Alfonsín, con raro ímpetu, le ha deseado<br />

la mejor de las suertes e infundido fuerza. No, no debe de ser fácil<br />

<strong>en</strong>frascarse <strong>en</strong> una conversación grave con el protagonista de <strong>La</strong> fiesta<br />

inolvidable sin caer <strong>en</strong> la carcajada, una risa estru<strong>en</strong>dosa y seca, similar,<br />

quizá, a la que me atacó esta mañana luego de leer las declaraciones de<br />

Marcelo Bielsa: “Convoqué a Caniggia porque hay pocos como él”. Desde<br />

luego. Y vaya bu<strong>en</strong>a fortuna. <strong>La</strong> risa seguram<strong>en</strong>te no visitó el ánimo de<br />

los jueces que dictaron la absolución de Raúl Castells <strong>en</strong> una de las tantas<br />

causas que el Estado le inició. El dirig<strong>en</strong>te, un hombre que ti<strong>en</strong>e el<br />

peculiar hábito de hablar sobre el pan y el trabajo, se puso de pié y les<br />

dijo: “Este no es un juicio contra mí, es un juicio contra millones de<br />

personas a las que le robaron todo, pero la ley es como la víbora, que<br />

pica solam<strong>en</strong>te al pie descalzo. Nosotros estamos cansados de que nos<br />

metan presos; escuch<strong>en</strong> esa lluvia, y escuch<strong>en</strong> a esas miles de personas<br />

que <strong>está</strong>n ahí afuera. Nosotros no nos s<strong>en</strong>tamos acá, porque <strong>en</strong> este<br />

banquillo se ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que s<strong>en</strong>tar ellos, los que nos robaron. Todas las<br />

causas que t<strong>en</strong>emos son por causas populares. En 48 años, nunca<br />

estuvimos presos por una causa individual, y no sabe cuantas veces nos<br />

pudimos haber acomodado. No sabe que orgullo que se si<strong>en</strong>te v<strong>en</strong>ir acá y<br />

acusar al Estado. Yo soy socialista y revolucionario, y estoy orgulloso de<br />

ser marxista, estoy orgulloso de nuestra lucha. Nosotros no pedimos<br />

nada, v<strong>en</strong>imos a reinvindicar nuestra lucha y a d<strong>en</strong>unciar esta farsa que<br />

ustedes pret<strong>en</strong>der usar como ejemplo para decirle a millones: “No luch<strong>en</strong>,<br />

que les va a pasar lo mismo que a Castells”. Pero el pueblo va a seguir<br />

luchando”.<br />

Por la noche, tarde ya, luego de hablar con Pablo y confirmarle mi visita<br />

al barrio <strong>La</strong> Fe <strong>en</strong> los próximos días, me absorbe la lectura de un<br />

cuadernillo editado por el Colectivo Situaciones acerca del MOCASE. Ocho<br />

mil familias campesinas que, a fuerza de porfía, imaginación y, <strong>en</strong><br />

particular, una desusada cuota de coraje, llevan trece años luchando por<br />

la conservación de las tierras que habitan desde tiempos inmemoriales.<br />

No m<strong>en</strong>os de treinta mil personas; de Los Juríes, <strong>La</strong> Simona, Boquerón y<br />

Rincón del Saladillo; de Santa Rosa, Tintina, Quimilí y Pozo del Toba, que<br />

de manera sil<strong>en</strong>ciosa y habitualm<strong>en</strong>te ignorada, al amparo de la razón<br />

que les brinda la ley de prescripción veinteañal, no hac<strong>en</strong> más que<br />

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proteger a rajatabla un derecho natural. <strong>La</strong> tierra. Son víctimas de<br />

am<strong>en</strong>azas, arrestos inverosímiles, estrambóticas d<strong>en</strong>uncias p<strong>en</strong>ales y uno<br />

que otro apaleo; a m<strong>en</strong>udo sus cortas cosechas de algodón son<br />

quemadas y sus pocos cabritos matados a tiro de escopeta. Diríase que a<br />

la dinastía Juarista, que impera hace décadas <strong>en</strong> Santiago del Estero, la<br />

exist<strong>en</strong>cia de campesinos le resulta insultante.<br />

Jueves, viernes<br />

Son las once de la mañana cuando llego a Monte Chingolo. Día de cielo<br />

franco, desembarazado de nubes; intermit<strong>en</strong>tes soplos de vi<strong>en</strong>to frío<br />

presagian el adv<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to de un invierno crudo. Mi<strong>en</strong>tras me dirijo<br />

caminando hacia el piquete de Donato Alvarez y Condarco, a metros del<br />

barrio <strong>La</strong> Fe, a la distancia puedo <strong>en</strong>trever el g<strong>en</strong>tío, un par de<br />

estandartes, las últimas volutas de humo negro que se despr<strong>en</strong>d<strong>en</strong> de los<br />

neumáticos y de los troncos <strong>en</strong>c<strong>en</strong>didos la noche anterior. Darío y Nelson<br />

sal<strong>en</strong> a mi <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro. He llegado a tiempo, me dic<strong>en</strong>; <strong>está</strong>n a poco del<br />

inicio de una asamblea; deb<strong>en</strong> decidir cómo continuar la lucha, qué<br />

respuesta ofrecer fr<strong>en</strong>te a la agresión que sufrió Juan. Con l<strong>en</strong>titud, más<br />

de cincu<strong>en</strong>ta personas han empezado a apelotonarse <strong>en</strong> la esquina.<br />

Mujeres y hombres jóv<strong>en</strong>es, mujeres y hombres <strong>en</strong>trados <strong>en</strong> años,<br />

mujeres grávidas, chicos que juegan a pintarrajearse la cara con los copos<br />

de hollín que alfombran el pavim<strong>en</strong>to. En bu<strong>en</strong>a <strong>parte</strong> de los miembros<br />

del MTD-<strong>La</strong>nús es posible percibir una creci<strong>en</strong>te fatiga. Los días a la<br />

intemperie, las noches <strong>en</strong> vela, el tembladeral que ha causado el episodio<br />

del balazo que perforó el pulmón de Juan. Pablo y Darío toman la<br />

iniciativa. “Vamos, compañeros, acercándose, vamos, que t<strong>en</strong>emos<br />

asamblea”. Un hombre de baja estatura y timorato <strong>en</strong> extremo balbucea<br />

una propuesta. Nadie ha podido escucharlo. Le pid<strong>en</strong> que alce la voz. El<br />

hombre int<strong>en</strong>ta hacerlo, pero tropieza con sus propias palabras. Un<br />

muchacho de voz est<strong>en</strong>tórea oficia de altoparlante del tímido: “El<br />

compañero propone seguir con el piquete hasta mañana, y <strong>en</strong>tonces<br />

recuperar <strong>en</strong>ergía para la marcha del lunes fr<strong>en</strong>te al edificio de la<br />

Municipalidad”. Otro, con resolución, sugiere acabar ya con el corte y<br />

echarse a descansar un par de días. Una mujer de veintipico, bebé llorón<br />

e indomable <strong>en</strong>tre los brazos, ocupa el c<strong>en</strong>tro de la esc<strong>en</strong>a y con<br />

impetuosidad hace saber que la lucha no debe abandonarse siquiera un<br />

instante; corte por tiempo indeterminado, clama; t<strong>en</strong>emos un compañero<br />

<strong>en</strong> el hospital. Se hace un sil<strong>en</strong>cio ap<strong>en</strong>as distraído por aislados rumores y<br />

el sonido débil y lejano de un altavoz andariego que promete bi<strong>en</strong>estar y<br />

bu<strong>en</strong>av<strong>en</strong>tura si uno se deja de embromar y procura refugio <strong>en</strong> los<br />

antojos el Señor del cielo. “Bu<strong>en</strong>o, compañeros”, grita Darío, “si no hay<br />

más propuestas, votemos”. Lo hac<strong>en</strong>. Triunfa, con creces, la postura del<br />

hombre corto de cuerpo y de ánimo. El piquete, pues, continuará hasta el<br />

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mediodía del día sigui<strong>en</strong>te. Todos aplaud<strong>en</strong>, como suel<strong>en</strong> hacerlo cada<br />

vez que finaliza una asamblea. Aplausos que le brindan legitimidad a la<br />

decisión tomada. Contemplo al hombre petiso. Debe de t<strong>en</strong>er unos<br />

cincu<strong>en</strong>ta años, es desgarbado, viste una campera de cuerina, negra y<br />

gastada, que muy probablem<strong>en</strong>te ha cubierto otros cuerpos <strong>en</strong> el pasado.<br />

Me echa una mirada ll<strong>en</strong>a de indulg<strong>en</strong>cia y remisión. En mis bu<strong>en</strong>as<br />

épocas de militante revolucionario, cuando cada mañana contaba los días<br />

que restaban para alcanzar el poder, nunca jamás un hombre de esa<br />

catadura hubiese t<strong>en</strong>ido la bu<strong>en</strong>a fortuna de imponer cualquier<br />

propuesta; sólo eran dignos de at<strong>en</strong>ción los tipos de verbo seguro y<br />

planta impon<strong>en</strong>te. Contemplo el g<strong>en</strong>tío, ahora dispersándose, y me<br />

pregunto si esas personas, sus historias, sus anhelos, <strong>está</strong>n compr<strong>en</strong>didas<br />

<strong>en</strong> el melindroso Manifiesto a la Nación que han elucubrado el escritor<br />

Mempo Giardinelli y uno de los hijos de Jacobo Timerman, Héctor, y <strong>en</strong><br />

cuya juiciosa lectura cometí la estupidez de gastar el tiempo días atrás.<br />

“Porque somos g<strong>en</strong>te respetada <strong>en</strong> nuestros respectivos medios”, dice el<br />

manifiesto por una Alternativa Arg<strong>en</strong>tina. “Porque algunos, incluso,<br />

gozamos de respeto <strong>en</strong> todo el país y aun fuera de la Arg<strong>en</strong>tina. Somos<br />

escuchados y no somos irresponsables. Y somos dec<strong>en</strong>tes. Y hay muchos<br />

como nosotros. Se trata de juntarnos para s<strong>en</strong>tar las bases de la<br />

refundación de la Arg<strong>en</strong>tina (...) Convocamos a g<strong>en</strong>te dec<strong>en</strong>te y<br />

respetada. Sin dobleces. Paradigmas de honestidad como los hay <strong>en</strong> toda<br />

la Arg<strong>en</strong>tina. No importa si son notables o mediáticos, importa que sean<br />

serios y honestos (...) Con g<strong>en</strong>te así queremos trabajar para s<strong>en</strong>tar las<br />

bases de un país difer<strong>en</strong>te. Con g<strong>en</strong>te que, como nosotros, trabaja con su<br />

intelecto y con su industria por un país dec<strong>en</strong>te, y como nosotros paga<br />

impuestos y no ambiciona protegerse bajo el presupuesto estatal (...)<br />

Qui<strong>en</strong>es firmamos este Manifiesto somos personas libres, indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes<br />

y serias (...) Somos personas que vivimos de nuestro trabajo, que<br />

declaramos no t<strong>en</strong>er deudas indignas o vergonzantes y estar al día con<br />

nuestros compromisos fiscales. No t<strong>en</strong>emos cond<strong>en</strong>as cumplidas ni<br />

p<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes, ni estamos procesados <strong>en</strong> causas judiciales”.<br />

Vuelvo a pasar la vista por esa muchedumbre rota, desflecada, y me<br />

ataca la p<strong>en</strong>a. No, no podrán formar <strong>parte</strong> del majestuoso proyecto de<br />

Timerman y Giardinelli. Porque no gozan de respeto alguno; no son<br />

escuchados; no son libres pues viv<strong>en</strong> sumergidos <strong>en</strong> el desdén y la<br />

indig<strong>en</strong>cia más abyectos; no trabajan con el intelecto sino con las manos,<br />

con los brazos; no pagan impuestos porque carec<strong>en</strong> de pert<strong>en</strong><strong>en</strong>cias; no<br />

viv<strong>en</strong> de su trabajo porque no lo ti<strong>en</strong><strong>en</strong>; sobre sus espaldas pesan deudas<br />

indignas y vergonzantes con el almac<strong>en</strong>ero, con la carnicería de la<br />

esquina; muchos <strong>está</strong>n procesados <strong>en</strong> causas judiciales por haber caído<br />

<strong>en</strong> la insol<strong>en</strong>cia de cortar una ruta con el propósito de pedir pan y<br />

empleo. No son, <strong>en</strong> fin, vecinos ilustres. Pero son millones.<br />

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* * *<br />

Luego, <strong>en</strong> el galpón que el MTD utiliza a la manera de guardería infantil y<br />

habitual sitio de <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro, <strong>en</strong> tanto un grupo de mujeres se ocupa del<br />

almuerzo, me si<strong>en</strong>to <strong>en</strong> una silla de asi<strong>en</strong>to de paja a conversar<br />

informalm<strong>en</strong>te con Pablo, Flor<strong>en</strong>cia, Carlos y Luis, de <strong>La</strong>nús, y Neka y el<br />

padre Alberto, del MTD-Solano. <strong>La</strong> historia del MTD y de la Coordinadora<br />

Aníbal Verón; los miedos; los episodios de diciembre; la furia de los<br />

ahorristas; los otros movimi<strong>en</strong>tos piqueteros; el alcance de la expresión<br />

de moda: que se vayan todos.<br />

El bautismo de fuego <strong>en</strong> <strong>La</strong>nús, dice Carlos, fue la ocupación de<br />

alrededor de seis manzanas que estaban abandonadas y pert<strong>en</strong>ecían a<br />

una cooperativa trucha manejada por un empleado del int<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te. <strong>La</strong><br />

g<strong>en</strong>te estaba <strong>en</strong> un estado de abandono total y la prioridad era t<strong>en</strong>er un<br />

terr<strong>en</strong>o para las vivi<strong>en</strong>das. En el barrio vivían dos o tres familias por<br />

casilla, totalm<strong>en</strong>te hacinadas. Seis años atrás un grupo de vecinos int<strong>en</strong>tó<br />

ocuparlas, de manera casi espontánea y sin una organización, y fueron<br />

brutalm<strong>en</strong>te reprimidos. Hubo och<strong>en</strong>ta det<strong>en</strong>idos y mucho miedo.<br />

Entraron a caballo a empujar a todos, a los palazos con todo el mundo; te<br />

imaginás, och<strong>en</strong>ta det<strong>en</strong>idos, unos cuantos se rajaron, <strong>en</strong>tonces eso a la<br />

g<strong>en</strong>te le quedó bastante, un cacho de miedo, ¿no?. El miedo no es de<br />

ahora, es ancestral, se <strong>en</strong>tromete Pablo. Llevamos quini<strong>en</strong>tos años de<br />

opresión. Por ejemplo, retoma Carlos, acá vive una compañera, Dora, que<br />

siempre se acuerda cuando las topadoras le pasaron por <strong>en</strong>cima, <strong>en</strong> la<br />

época de Cacciatore. Cuando desalojaron a esta g<strong>en</strong>te de acá, ella se<br />

acordaba de aquellas topadoras de cuando era chica. Acá la g<strong>en</strong>te le teme<br />

a la policía ... De los milicos todavía hay muchos que se acuerdan.<br />

Seguro, le dice Pablo. Está este compañero de acá a la vuelta que la<br />

abuela, que es una viejita de och<strong>en</strong>ta y pico de años, ti<strong>en</strong>e mucho miedo<br />

de lo que hacemos y de lo que nos pueda pasar. <strong>La</strong> señora es de orig<strong>en</strong><br />

indíg<strong>en</strong>a, del norte del país, y seguram<strong>en</strong>te la pasó mal. El miedo<br />

ancestral es <strong>parte</strong> de la cultura, de estos quini<strong>en</strong>tos años de opresión.<br />

Hace un año y medio cortamos la ruta junto a los compañeros de Solano<br />

y Almirante Brown. Fuimos och<strong>en</strong>ta vecinos con mucho miedo y volvimos<br />

och<strong>en</strong>ta vecinos con mucha fuerza. Habíamos conseguido arrancarle al<br />

gobierno lo que pedíamos. Después del primer corte de ruta <strong>en</strong> el que<br />

participamos, quedamos con la autoestima reconstituida y volvimos a<br />

int<strong>en</strong>tar la toma. Primero nos iban a dar una manzana, después le<br />

sacamos una manzana más, y así fuimos haci<strong>en</strong>do el barrio, digamos. <strong>La</strong><br />

recuperación de la autoestima y la idea de que es posible dar ese paso<br />

hace que te lances aunque haya miedo. Y creo que lo que cambió de<br />

antes a después de ganar los terr<strong>en</strong>os es que se p<strong>en</strong>só que era posible y<br />

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que valía la p<strong>en</strong>a <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarlo. Ahí se rompió el miedo. A nosotros, se<br />

suma Alberto a la charla, cuando tomamos <strong>La</strong> Matera, nos echaron<br />

<strong>en</strong>cima a los vándalos. Nos mandaron primero a tratar de romper las<br />

asambleas y cuando vieron que era muy fuerte esa asamblea,<br />

directam<strong>en</strong>te pr<strong>en</strong>dieron fuego a la casa de un compañero. Después hubo<br />

un apriete armado donde veinte tipos le pegaron a tres compañeros; los<br />

tipos armados, pelando revólveres y todo. Muchos compañeros fueron<br />

procesados por coerción viol<strong>en</strong>ta y pesa sobre ellos la extorsión de que si<br />

participan <strong>en</strong> los cortes, les activan la causa. Pero conseguimos las tierras<br />

y ahora el as<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to ti<strong>en</strong>e unas tres mil quini<strong>en</strong>tas familias, más de<br />

doce mil personas organizadas de manera democrática, con un delegado<br />

por manzana que lo elige la g<strong>en</strong>te <strong>en</strong> asambleas.<br />

Ya nadie repara <strong>en</strong> mi pres<strong>en</strong>cia. Se han puesto a charlar <strong>en</strong>tre ellos con<br />

vivacidad. Luis me acerca un mate. Un chico de diez, once años, tiza <strong>en</strong><br />

mano, escribe <strong>en</strong> una pizarra destinada a acoger todo com<strong>en</strong>tario: “Lucho<br />

por pan y dignidad”. Neka, mujer vigorosa, colorido pañuelo cubriéndole<br />

el pelo al estilo Leonardo Favio, se ha apropiado de la palabra. Hay un<br />

sistema que te prepara para la pasividad, para el temor, para el miedo,<br />

dice. Un sistema que te reprime. Vos crecés <strong>en</strong> esta sociedad reprimido.<br />

<strong>La</strong> familia aporta a la represión, me parece, al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> lo que es el<br />

modelo de la familia; la iglesia aporta a eso; la escuela aporta a eso. Yo<br />

creo que es el sistema el que aporta a ese miedo. En las comisarías de<br />

todo el conurbano se tortura a la g<strong>en</strong>te, dice Pablo. A un pibe lo agarran<br />

y, sea chorro o no, por portación de rostro, lo torturan. O sea, <strong>en</strong> la<br />

Arg<strong>en</strong>tina que hablan de la democracia y de la libertad, hay tortura.<br />

Tuvimos un caso hace poquito, un vecino al que lo quería desalojar un<br />

empresario, y lo hizo meter <strong>en</strong> cana, el comisario lo hizo trompear por un<br />

par de presos. Ahí se demuestra la fuerza del sistema, una justicia que<br />

decreta a favor del empresario, el comisario que le hace pegar y el tipo<br />

solo con su vida. Es todo un trabajo revertirlo, decir ahora ya no estamos<br />

solos. Cuando <strong>está</strong>bamos solos nos pasaban estas cosas. Ahora ya no<br />

estamos solos. Somos un grupo, una comunidad, somos una<br />

organización. Y por otro lado <strong>está</strong> el escepticismo, que también actúa muy<br />

fuerte: creer que no se puede. O la desconfianza. Muchas veces los<br />

compañeros ingresan y pi<strong>en</strong>san: me van a cagar. Ya hay toda una<br />

subjetividad basada <strong>en</strong> que toda la vida lo cagaron, <strong>en</strong>tonces no han<br />

hecho una experi<strong>en</strong>cia de decir que es posible <strong>otra</strong> cosa. Esas son las<br />

limitaciones, los obstáculos que te <strong>en</strong>contrás <strong>en</strong> una organización que<br />

lleva todo un proceso de recuperar la confianza, de saber que acá no te<br />

cagan.<br />

Les pregunto acerca de los sucesos de diciembre pasado. Todos se<br />

pon<strong>en</strong> a hablar al unísono, de manera atropellada, pero es la palabra<br />

firme y armoniosa de Alberto la que se impone. Dice: para nosotros fue<br />

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una alegría que cuando De <strong>La</strong> Rúa dicta el estado de sitio, <strong>en</strong>seguida salió<br />

la clase media haci<strong>en</strong>do un cacerolazo. Con sus métodos, con su forma,<br />

salieron a decir: no al estado de sitio, no al plan económico. Algunos<br />

compañeros me dic<strong>en</strong>: bu<strong>en</strong>o, salieron porque les tocaron el bolsillo. Sí,<br />

es verdad, pero salieron. De la misma forma <strong>en</strong> que a nosotros nos<br />

tocaron el estómago, lo interrumpe Luis. Sí, dice Carlos <strong>en</strong>cogi<strong>en</strong>do los<br />

hombros, pero los ahorristas met<strong>en</strong> miedo. No compartimos sus métodos<br />

viol<strong>en</strong>tos.<br />

Reimos largam<strong>en</strong>te. En la atmósfera ya puede absorberse el aroma a<br />

comida casera que exhala la <strong>en</strong>orme olla que una mujer custodia con<br />

celo. Esa mañana, continúa Carlos, acá t<strong>en</strong>íamos un televisor y <strong>está</strong>bamos<br />

vi<strong>en</strong>do la secu<strong>en</strong>cia: tiros, empujones, represión. Pero cuando vimos que<br />

les tiraban los caballos por delante a las Madres de Plaza de Mayo, acá<br />

fue el detonante. Porque <strong>está</strong>bamos evaluando <strong>en</strong> asambleas qué<br />

hacíamos, cómo vamos, cuántos vamos. Había mucho temor <strong>en</strong> algunos<br />

compañeros. Pero cuando se llevaron por delante a las madres, yo creo<br />

que ahí fue: vamos y vamos, loco. Yo t<strong>en</strong>ía esos estribos que se usan<br />

para subir a los postes, de cuando trabajaba <strong>en</strong> Telefónica, y agarré un<br />

puñado. Le dije a algunos compañeros: vamos a llevar algunos guantes,<br />

un poco de limón. Los que no habían estado <strong>en</strong> ese tipo de cosas, medio<br />

se reían. Después de esa vez sí, muchas veces decimos, vamos a llevar<br />

limón. Calla. Busca palabras. Cuando <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tamos a la cana, dice por fin,<br />

si<strong>en</strong>to la satisfacción de estar ahí, <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tándolos a los tipos, y de poder<br />

gritarles <strong>en</strong> la cara que son unos hijos de puta, que <strong>está</strong>n ahí def<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do<br />

la historia de otros. <strong>La</strong> conversación deriva hacia las organizaciones y<br />

experi<strong>en</strong>cias que mayor confianza y respeto les infund<strong>en</strong>. El Movimi<strong>en</strong>to<br />

Sin Tierra, de Brasil, dic<strong>en</strong>; los zapatistas, <strong>en</strong> México; las puebladas de<br />

Cutral-Có y G<strong>en</strong>eral Mosconi; las experi<strong>en</strong>cias de Flor<strong>en</strong>cio Varela y <strong>La</strong><br />

Matanza; la vida, digna de emulación, de Che Guevara. Hay refer<strong>en</strong>tes<br />

fuertes, dice Pablo, pero la construcción <strong>en</strong> la que estamos embarcados<br />

es un corte, <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido que decías vos del título que por ahí le ponés al<br />

libro. Un corte con muchas experi<strong>en</strong>cias donde hay fundadores, y<br />

personas y compañeros y rescate de g<strong>en</strong>eraciones, pero creo firmem<strong>en</strong>te<br />

que estamos aportando lo nuestro al parto o nacimi<strong>en</strong>to de una nueva<br />

sociabilidad, una nueva subjetividad, o como querramos llamarlo. Recién<br />

acabamos de hacer una pequeña asamblea. Allí decidimos y t<strong>en</strong>emos<br />

todos la palabra y respetamos la palabra del que habla m<strong>en</strong>os, del que<br />

habla más, y de último lo que decide es la mano de cada uno <strong>en</strong> nivel de<br />

igualdad. Y nos turnamos para hacer las guardias de seguridad y todos<br />

pasamos por el turno que nos queda asignado, y lo que hay se pone <strong>en</strong> la<br />

olla y comemos todos lo mismo. Creo que ahí hay también todo un<br />

símbolo de lo que decíamos, una nueva subjetividad y algo nuevo que se<br />

<strong>está</strong> pari<strong>en</strong>do. Hay también problemas que arrastramos que se transmit<strong>en</strong><br />

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ahí, una pelea <strong>en</strong>tre nosotros mismos. Porque uno <strong>en</strong>tra al piquete y no<br />

se lava del individualismo, del egoismo, de los vicios. A veces una posición<br />

individualista respecto a no permanecer todo el tiempo que nos<br />

correspondería, o un compañero que <strong>en</strong> una asamblea <strong>en</strong> forma<br />

autoritaria plantea su posición sin aspirar a que otros compañeros<br />

también opin<strong>en</strong> y particip<strong>en</strong>, eso es contradictorio con esto que te estoy<br />

dici<strong>en</strong>do. Claro, añade Neka, <strong>está</strong> el tema del liderazgo, de la<br />

compet<strong>en</strong>cia, todos estos vicios que arrastramos, asuntos que discutimos<br />

perman<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> espacios de participación, de formación, y es a<br />

través de ahí que se int<strong>en</strong>ta superar todo esto. Suelto un lugar común:<br />

¿Que se vayan todos? ¡Sí!, estalla Flor<strong>en</strong>cia, estamos podridos de este<br />

sistema de repres<strong>en</strong>tación <strong>política</strong>. Todos asi<strong>en</strong>t<strong>en</strong> con un espontáneo<br />

cabeceo. Estamos podridos de toda esta basura, dice Alberto. Se puede<br />

llegar a analizar filosóficam<strong>en</strong>te mucho más, pero lo real y concreto es<br />

que estamos hasta las pelotas, no queremos más ésto. Eso es lo que se<br />

expresa. Inclusive <strong>en</strong> las asambleas de los barrios a los partidos de<br />

izquierda tampoco los quier<strong>en</strong>, lo v<strong>en</strong> a Altamira dici<strong>en</strong>do que es<br />

piquetero y algunos nos preguntan: ché, mirá, ése es piquetero pero<br />

resulta que es diputado de la ciudad de Bu<strong>en</strong>os Aires y gana 5.000<br />

mangos. Esa es un poco la respuesta g<strong>en</strong>eral, del vecino común. Que se<br />

vayan todos los políticos, y los jueces, y los milicos, y los periodistas<br />

corruptos. Pablo deja escapar un resuello. Nos comimos que elegíamos,<br />

que votábamos, que nos repres<strong>en</strong>taban, dice con amargura, y nos<br />

saquearon como nunca <strong>en</strong> la vida, ¿no? Por ahí los partidos ti<strong>en</strong><strong>en</strong><br />

propuestas, hay partidos de trabajadores que dic<strong>en</strong>: después v<strong>en</strong>imos<br />

nosotros. Pero nosotros estamos haci<strong>en</strong>do un ejercicio de una nueva<br />

forma de vida. No podemos putear a los capitalistas y t<strong>en</strong>er la misma<br />

forma de vida que ellos, <strong>en</strong> las relaciones de trabajo, <strong>en</strong> la vida cotidiana.<br />

Nosotros por lo m<strong>en</strong>os v<strong>en</strong>imos charlando eso, lo que estamos vivi<strong>en</strong>do<br />

hoy, sin t<strong>en</strong>er que esperar a una toma de poder o a una revolución, es lo<br />

que soñamos que sea la sociedad: con una democracia realm<strong>en</strong>te<br />

participativa, <strong>en</strong> el ejercicio de lo cotidiano. ¿Hugo Moyano, Juan Carlos<br />

Alderete, Luis D´Elía?, pregunto. Pablo reacciona de inmediato: ¡Que se<br />

vayan todos, que no quede ni uno solo! El hecho de que est<strong>en</strong> ahí los<br />

dirig<strong>en</strong>tes, que habl<strong>en</strong> <strong>en</strong> el palco, que decidan y que haya un acuerdo de<br />

cúpulas <strong>en</strong>tre la C<strong>en</strong>tral de Trabajadores Arg<strong>en</strong>tinos (CTA) y la Corri<strong>en</strong>te<br />

Clasista y Combativa (CCC) para llevar adelante esa <strong>política</strong>, es reproducir<br />

<strong>en</strong> cada localidad, <strong>en</strong> cada barrio, una forma de <strong>política</strong> <strong>en</strong> donde el jetón<br />

a veces es un tránsfuga. S<strong>en</strong>a, un caudillo piquetero del norte, dijo algo<br />

muy cierto cuando fue el primer <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro piquetero del cual se fue<br />

silbado Moyano: estos tipos son lo mismo, hoy se va silbado Moyano,<br />

d<strong>en</strong>tro de seis meses se va a ir silbado D’Elia y así por delante. Hay que<br />

construir <strong>otra</strong> cosa. Aquel primer congreso, recuerda Alberto, fue todo un<br />

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motivo de discusión porque v<strong>en</strong>íamos del marco de una represión brutal<br />

<strong>en</strong> G<strong>en</strong>eral Mosconi. Y ahí, <strong>en</strong> base a esa situación, sale el primer<br />

congreso piquetero. Y fuimos con el objetivo de nacionalizar una lucha,<br />

una campaña, para que los compañeros de Mosconi pudieran recuperar<br />

su territorio, porque estaban con una fuerza de ocupación y los medios ya<br />

no estaban informando más. Y la alegría fue ver cómo se le iban las cosas<br />

de las manos a D’Elía. Querían meter a ocho diputados y la g<strong>en</strong>te<br />

com<strong>en</strong>zó a silbar y no pudieron hablar los diputados. Después, cuando<br />

quiere meterlo a Moyano, los dos gordos de arriba haci<strong>en</strong>do señas, que<br />

par<strong>en</strong>, que par<strong>en</strong>, y toda la asamblea, a pesar de que estaban la CTA y la<br />

CCC, repudiando la pres<strong>en</strong>cia de Moyano. Eso nos pareció espectacular. Y<br />

el resultado creo que fue un bu<strong>en</strong> plan de lucha. Igual, después D’Elia<br />

sale a hacer declaraciones y <strong>en</strong> ningún mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> nuestra asamblea le<br />

dimos mandato. Y comi<strong>en</strong>za a decir quién es el piquetero bu<strong>en</strong>o y quién<br />

el piquetero malo, y empieza a acusarnos de subversivos y <strong>otra</strong>s cosas.<br />

Un burócrata buchón. Del Bloque Piquetero nos invitaban a dar la disputa<br />

por la conducción <strong>en</strong> ese espacio. Nosotros le dijimos: mirá, t<strong>en</strong>emos<br />

cosas mucho más importantes para hacer <strong>en</strong> la vida que estar<br />

disputándole una conducción a un espacio, porque eso es matar al<br />

espacio. Si ustedes quier<strong>en</strong>, dénle para adelante, nosotros no nos vamos<br />

a <strong>en</strong>ganchar <strong>en</strong> eso. Y por eso, dice Neka, nació la Coordinadora Aníbal<br />

Verón el 1º de mayo del año pasado. Es la conclusión de un proceso que<br />

ya se v<strong>en</strong>ía realizando con los compañeros. En un principio,<br />

coordinábamos muy fuerte con los compañeros de <strong>La</strong>nús, Almirante<br />

Brown y Solano. Era una coordinadora chiquita donde compartíamos<br />

muchas experi<strong>en</strong>cias, y t<strong>en</strong>íamos cosas <strong>en</strong> común. Esa experi<strong>en</strong>cia<br />

después se traslada a otro movimi<strong>en</strong>to, y ahí empezamos con los<br />

compañeros de Varela, de <strong>La</strong> Plata, de otros lugares del país. Y después<br />

surge la necesidad de que esta experi<strong>en</strong>cia que se vi<strong>en</strong>e realizando,<br />

ponerle un nombre y acordamos que t<strong>en</strong>ía que ser únicam<strong>en</strong>te una<br />

coordinadora, respetando la autonomía de cada movimi<strong>en</strong>to y sí<br />

coordinando <strong>en</strong> la marcha. Y es así como nace la Coordinadora Anibal<br />

Verón. Decidimos ponerle ese nombre porque nos id<strong>en</strong>tificamos con la<br />

lucha de los compañeros de G<strong>en</strong>eral Mosconi, y Verón, un compañero<br />

desocupado, con cinco hijos, asesinado por los milicos <strong>en</strong> Mosconi, era un<br />

gran ejemplo de lucha.<br />

Neka se interrumpe. Una mujer se ha puesto a palmear. Ha llegado la<br />

hora del almuerzo, razón por la cual, a la manera de un celebrado rito, el<br />

galpón empieza a poblarse de g<strong>en</strong>te de toda edad. Algui<strong>en</strong> ha <strong>en</strong>c<strong>en</strong>dido<br />

un pequeño televisor. Un noticiero: <strong>en</strong> San Juan, Jujuy y Chubut<br />

continúan los disturbios; Sonia Cavallo ha pedido a Duhalde que trat<strong>en</strong><br />

bi<strong>en</strong> a su marido <strong>en</strong> la prisión; De la Rúa y sus compinches prosigu<strong>en</strong><br />

obstinados <strong>en</strong> la teoría del complot; ecos e interminable cont<strong>en</strong>to por la<br />

19


victoria de la selección arg<strong>en</strong>tina <strong>en</strong> Stuttgart, dos a cero contra<br />

Alemania; el Parlam<strong>en</strong>to acaba de recibir los proyectos de las leyes de<br />

quiebras y subversión económica. M<strong>en</strong>em advierte: “Soy el único que<br />

puede sacar al país del caos”.<br />

Estoy, desde luego, <strong>en</strong> otro mundo, donde los guiños, las complicidades,<br />

las aflicciones, los deseos, <strong>está</strong>n amarrados a la urg<strong>en</strong>cia, a la inmediatez,<br />

a la vehem<strong>en</strong>te necesidad de construcción, <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido más lato de la<br />

palabra. Estamos. Todos los que nos hemos s<strong>en</strong>tado a la larga mesa, de<br />

cara a un plato de guiso de arroz y verduras, un trozo de pan fresco, un<br />

vaso de agua para compartir. Lo que puedan opinar los políticos, les<br />

importa un bledo; no hace falta que se vayan, basta con ignorarlos. El<br />

tema de conversación no es otro que los empr<strong>en</strong>dimi<strong>en</strong>tos del MTD: la<br />

panadería, la bloquera, el taller de herrería; también, claro, la morosidad<br />

de los funcionarios de <strong>La</strong>nús, que esgrimi<strong>en</strong>do excusas vagas,<br />

desprovistas de fundam<strong>en</strong>to, no hac<strong>en</strong> más que retardar, una y <strong>otra</strong> vez,<br />

el pago de los paupérrimos ci<strong>en</strong>to ses<strong>en</strong>ta pesos correspondi<strong>en</strong>tes a los<br />

Planes Trabajar. Nadie le presta at<strong>en</strong>ción al televisor hasta que, de<br />

rep<strong>en</strong>te, la dulzarrona voz de Santo Biassati dice: “Ultimo mom<strong>en</strong>to. Una<br />

avioneta se estrelló contra un edificio <strong>en</strong> la ciudad de Milán, Italia. Se<br />

podría tratar de un at<strong>en</strong>tado. Hay cinco muertos”. Un chico de pelo y ojos<br />

azabache, la boca atorada de pan y guiso, dice con timidez: “¿<strong>La</strong>d<strong>en</strong>?”. Y<br />

vuelve a los bocados.<br />

* * *<br />

Al cabo del almuerzo, <strong>en</strong> tanto algunos regresan al piquete, me quedo<br />

con Carlos y Luis <strong>en</strong> un rincón de la guardería. Carlos es retacón, grueso,<br />

panzón, de pellejo curtido por los años y la intemperie. En su cara,<br />

redonda, <strong>en</strong>marcada por una barba alambrina, son los ojos azules,<br />

movedizos y cargados de picardía, lo que sobresale. Luis, <strong>en</strong> cambio, es<br />

un morocho robusto, mirada melancólica y abatida, palabra queda, casi<br />

susurrona. Carlos se echa a hablar sin que medie pregunta o palabra. El<br />

último laburo bu<strong>en</strong>o que tuve, cu<strong>en</strong>ta, fue hace tres años, <strong>en</strong> Telefónica.<br />

T<strong>en</strong>ía un camión y hacíamos trabajos. Yo, desde los doce años siempre<br />

laburé. Nací <strong>en</strong> Sarandí. Mi viejo era un laburante, siempre t<strong>en</strong>ía<br />

transporte, que un camioncito, que una camioneta. Un trabajador<br />

autónomo. En el año 1970, más o m<strong>en</strong>os, tuvo un taxi, le duró hasta el<br />

nov<strong>en</strong>ta y pico, él ya estaba viejo, y con todos los remises se terminó de<br />

fundir. Todavía <strong>está</strong> vivo. Yo t<strong>en</strong>go 45 años. Mi viejo tuvo una<br />

particularidad, siempre me decía: este Estado nos va a cagar a todos. <strong>La</strong><br />

guita él nunca la puso <strong>en</strong> la caja de jubilación, logró juntar 73 mil dólares<br />

y los puso <strong>en</strong> el Hogar Obrero. Lo cagaron. Mi viejo, hoy, <strong>está</strong> arruinado.<br />

Otra vida. Yo, <strong>en</strong> mi juv<strong>en</strong>tud, siempre tuve laburo como para poder estar<br />

20


el sábado <strong>en</strong> el boliche. Ahora los pibes ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que estar parados <strong>en</strong> una<br />

esquina tomando una cerveza. Antes vos estabas <strong>en</strong> un boliche y querían<br />

pagar todos. O ir a bailar y <strong>en</strong>contrarnos a la salida del baile <strong>en</strong> <strong>La</strong>s Flores<br />

y Mitre, <strong>en</strong> el c<strong>en</strong>tro de Wilde, y alguno t<strong>en</strong>ía un coche y te decía: ché,<br />

vamos para Mar del Plata, y bu<strong>en</strong>o, vamos, y arrancábamos para Mar del<br />

Plata. No t<strong>en</strong>íamos necesidades. Yo iba a la casa de mis abuelos, eran dos<br />

jubilados, pero abrías la heladera y había de todo. Abrís la heladera de mi<br />

casa ahora y es como la canción de Charly García: un limón sin exprimir,<br />

o si no exprimido porque tomo mate con jugo de limón, y por las dudas lo<br />

guardo. Todo se fue al carajo. Cuando t<strong>en</strong>ía quince años, con otros pibes<br />

íbamos a joder a la salida del colegio nocturno del primario. Y ahí<br />

conocimos a unas pibas y nos arrimamos al fondo de Wilde, y justo ahí<br />

había una Unidad Básica de la Juv<strong>en</strong>tud Peronista. Y <strong>en</strong>tonces<br />

empezamos a ir, más que nada para perseguir a las pibas. Después<br />

empezamos a participar <strong>en</strong> esa Unidad, me gustaban las cosas que iba<br />

vi<strong>en</strong>do. Yo terminé la secundaria de noche, con bastante sacrificio porque<br />

trabajaba y estudiaba, me costó eso. Siempre por una rebeldía natural<br />

hice como cuatro veces primer año. Pero lo que pasa es que me echaron<br />

de un colegio porque dije que Jesús y las hormigas eran comunistas.<br />

Después me echaron de otro colegio cuando hacía un año de la masacre<br />

de Trelew, el 22 de agosto, y cuando apareció la directora yo pasé al<br />

fr<strong>en</strong>te y dije: propongo un minuto de sil<strong>en</strong>cio por los compañeros caídos<br />

<strong>en</strong> Trelew. Hicieron el minuto de sil<strong>en</strong>cio y todo, pero después me llamó<br />

la directora y me puso cuar<strong>en</strong>ta y pico de amonestaciones. Y vino el 76.<br />

Nosotros t<strong>en</strong>íamos varios compañeros que para ese tiempo estaban<br />

participando con la jotapé <strong>en</strong> esa unidad básica. Eso después se tornó<br />

más viol<strong>en</strong>to. Un día llego a mi casa y la veo a mi tía llorando, contando<br />

que se habían llevado a mi primo. Locura. Agarré todo lo que t<strong>en</strong>ía, libros,<br />

banderas pegadas <strong>en</strong> las paredes, fotos. Hice un inc<strong>en</strong>dio con todo eso.<br />

Mi viejo no <strong>en</strong>t<strong>en</strong>día nada. Era apolítico. Inclusive a veces t<strong>en</strong>ía problemas<br />

si yo llevaba alguna bandera o alguna cosa. Entonces agarré y con otros<br />

pibes nos fuimos al sur de Santa Fe. Nos quedamos <strong>en</strong> la casa del tío de<br />

un amigo, que era comisario del pueblo. Leíamos Patoruzito, íbamos a<br />

pescar ...y estuvimos ahí un par de meses, después vine y empecé a<br />

estudiar de vuelta, todavía <strong>en</strong> el 76. Estudiar <strong>en</strong> ese mom<strong>en</strong>to sabés<br />

cómo era ... De rep<strong>en</strong>te v<strong>en</strong>ían los milicos a la puerta a buscar a uno, era<br />

jodido. Pero siempre <strong>parte</strong> de la militancia de mi vida era ver una<br />

injusticia y tratar de hacer algo. Después trabajé, no hice mucho <strong>en</strong><br />

tiempos de los milicos mas que estar <strong>en</strong> contacto con algunos<br />

compañeros. Por ejemplo, <strong>en</strong> la unidad básica donde nosotros <strong>está</strong>bamos<br />

éramos cuar<strong>en</strong>ta y dos y quedamos ocho. Una limpieza total. En la<br />

dictadura tuve problemas. A<strong>parte</strong> que me gustaba usar el pelo largo.<br />

Sabías que cuando salías te paraban. Está bi<strong>en</strong> que yo un poco<br />

21


provocaba. Una vez me habían regalado un poncho rojo con una guarda<br />

negra. Y me voy al c<strong>en</strong>tro. Bajé del 17, <strong>en</strong> la av<strong>en</strong>ida Corri<strong>en</strong>tes, y no<br />

llegué a hacer ni media cuadra. Me agarraron así y me llevaron <strong>en</strong> cana a<br />

una comisaría que <strong>está</strong> por la calle <strong>La</strong>valle. Me cagaron a trompadas.<br />

Siempre tuve esa historia <strong>en</strong> contra de lo que es la cana. Cuando llegó la<br />

democracia voté por el Partido Intransig<strong>en</strong>te. Después, cuando apareció<br />

M<strong>en</strong>em casi le creo. Y un día estoy escuchando la radio y el tipo dice: “Y<br />

vamos a hacer como dijo el g<strong>en</strong>eral San Martín, vamos a pelear <strong>en</strong><br />

pelotas ...”. Ah, no, me dije, éste es un m<strong>en</strong>tiroso de mierda. Voté al MAS<br />

o algún partido de izquierda, y últimam<strong>en</strong>te no voto más.<br />

Hace un alto <strong>en</strong> el relato, y, mi<strong>en</strong>tras se incorpora, con la palma de la<br />

mano derecha abierta me indica que espere. Va hasta un escritorio de<br />

madera, viejo y estropeado, y regresa prontam<strong>en</strong>te con un pequeño<br />

papel que me <strong>en</strong>trega. Es la boleta que el MTD-<strong>La</strong>nús distribuyó <strong>en</strong> los<br />

días previos al comicio de octubre de 2001:<br />

“¿A esto llaman DEMOCRACIA? El poder económico VOTA todos los días<br />

manipulando el RIESGO PAÍS, promovi<strong>en</strong>do MINISTROS, financiando<br />

partidos y gobiernos que defi<strong>en</strong>dan sus intereses.<br />

Los políticos del sistema VIVEN DE LA POLÍTICA, al servicio de los<br />

intereses de las multinacionales, <strong>en</strong> contra del pueblo, prometi<strong>en</strong>do y<br />

después dici<strong>en</strong>do “no se puede”.<br />

Los trabajadores ocupados y desocupados, estudiantes, jubilados,<br />

mujeres, jóv<strong>en</strong>es, sólo ejercemos la democracia y garantizamos nuestros<br />

derechos constitucionales a través de la lucha, <strong>en</strong> los piquetes, los cortes<br />

de ruta, el reclamo de cambio social.<br />

¡BASTA! EL 14 DE OCTUBRE, NO VOTO. O VOTO POR:<br />

1.Trabajo g<strong>en</strong>uino para todos. ¡Basta de despidos y rebajas salariales!<br />

2.<strong>La</strong> libertad y el desprocesami<strong>en</strong>to de los luchadores populares presos.<br />

3.El increm<strong>en</strong>to de los Planes de Empleo para todos los desocupados a $<br />

380, hasta que se g<strong>en</strong>er<strong>en</strong> trabajos dignos.<br />

4.Cárcel para los empresarios y banqueros usureros, los políticos<br />

corruptos y los milicos represores, de ayer y de hoy.<br />

5.Que no se pague la ilegítima deuda externa y se rompan las cad<strong>en</strong>as de<br />

dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia con el imperialismo, para at<strong>en</strong>der problemas urg<strong>en</strong>tes como<br />

la salud, educación, vivi<strong>en</strong>da, cultura ...<br />

M. T. D. <strong>La</strong>nús - En la Coordinadora de Trabajadores<br />

Desocupados Aníbal Verón.<br />

Este voto será considerado NULO por el sistema: es lo mismo que NO IR<br />

A VOTAR. No se le suma ni b<strong>en</strong>eficia a ningún candidato ni partido.<br />

22


TAMPOCO APORTA LOS 3 PESOS QUE SE LLEVA CADA PARTIDO POR<br />

VOTO”.<br />

Ahora, continúa Carlos con sufici<strong>en</strong>cia, <strong>en</strong> todas <strong>parte</strong>s, <strong>en</strong> todas las<br />

asambleas, hasta <strong>en</strong> las más paquetas, pid<strong>en</strong> lo mismo. Somos<br />

visionarios, ¿no?. Agradezco estar <strong>en</strong> el MTD. P<strong>en</strong>sar que antes no les<br />

daba bola. Cuando me quedé sin el laburo de Telefónica empecé a<br />

agarrar changas de remisero, y andaba más o m<strong>en</strong>os, un peso un día y, al<br />

sigui<strong>en</strong>te, nada. Y siempre veía que ellos se juntaban, no sabía de qué se<br />

trataba ni nada, algunos vecinos me decían: no, estos <strong>está</strong>n con el tema<br />

de los Planes pero te sacan 50 mangos, y eso estaba circulando por el<br />

barrio, y yo vivo <strong>en</strong> este terr<strong>en</strong>o, acá <strong>en</strong> el fondo, desde que se empezó el<br />

barrio, y sabía que era m<strong>en</strong>tira. Otro día, ellos habían hecho un corte,<br />

allá, donde estaba la virg<strong>en</strong>cita de Luján, y yo me arrimo, de curioso y<br />

ansioso por ver qué era. Era una fecha patria, o por el golpe. Y yo me<br />

arrimé y uno me dice: ¿qué hacés vos ahí? ¡Vos t<strong>en</strong>és que estar acá!.<br />

¡Paff!, fue una bofetada. <strong>La</strong> verdad, t<strong>en</strong>ía razón, mucha razón. Me hice<br />

una casa con pedazos de asfalto. Todos me miraban pasar con los<br />

pedazos, más grandes que esta mesa, y se cagaban de risa. Y la hice. Y<br />

acá estoy. Cont<strong>en</strong>to de lo que hago. Porque esto te lleva todo el tiempo.<br />

El MTD te saca, loco. Hay que poner huevos todo el día, todo el tiempo,<br />

hay que poner todo el p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to. A veces te vas a dormir y <strong>está</strong>s<br />

p<strong>en</strong>sando algunas cosas, o las cosas que pasan, o que va a haber una<br />

acción, o <strong>está</strong>s p<strong>en</strong>sando <strong>en</strong> poder conseguir un campo para poder<br />

sembrar, o alguna máquina para poder hacer algo. T<strong>en</strong>és todo el tiempo<br />

ocupado <strong>en</strong> esto. Sos <strong>parte</strong>, yo me si<strong>en</strong>to como <strong>parte</strong> de esto y lo veo<br />

como una posibilidad de desarrollo de vida, de futuro. Muchas veces digo<br />

el ejemplo del limonero. Se planta, se pone <strong>en</strong> una estaca, y t<strong>en</strong>és que<br />

esperar seis años para que la planta te de una bu<strong>en</strong>a producción de<br />

limones. Y acá yo pi<strong>en</strong>so así. Esto es algo para largo, vamos a t<strong>en</strong>er por lo<br />

m<strong>en</strong>os cinco años de terrible miseria. Pero yo creo que desde acá<br />

t<strong>en</strong>emos la oportunidad de organizarnos, y el que no la <strong>en</strong>ti<strong>en</strong>da se<br />

quedará afuera, va a sufrir bastante más, pero nosotros vamos a t<strong>en</strong>er,<br />

medianam<strong>en</strong>te, la posibilidad de comer y de estar organizados y de poder<br />

discutir <strong>en</strong>tre nosotros. Creo que acá t<strong>en</strong>emos la posibilidad de<br />

desarrollarnos, de t<strong>en</strong>er una perspectiva de vida. T<strong>en</strong>go 4 hijos, loco.<br />

T<strong>en</strong>go una piba de 24 años estudiando economía, le faltan cuatro<br />

materias; t<strong>en</strong>go un pibe de 17 que <strong>está</strong> <strong>en</strong> tercero del polimodal y<br />

termina este año. Mi señora también hacía cosas. Cuando estaba el tema<br />

de la Copa de Leche, ella y unas vecinas se levantaban a las cuatro de la<br />

mañana, con la leña bajo el brazo, y yo miraba por una v<strong>en</strong>tanita y me<br />

decía: estas minas <strong>está</strong>n locas. Mi señora hace cosas pero todo ligado con<br />

la Iglesia. Ella <strong>en</strong>ti<strong>en</strong>de que yo salgo a cortar una ruta y lo ve como una<br />

23


cosa viol<strong>en</strong>ta. Para ella la solución sería vivir según el Ave María. A ella le<br />

da miedo. Pero sabe que si yo digo me voy, me voy. Me jode un tiempo,<br />

pero después se cansa. Sabe que si yo t<strong>en</strong>go una idea la llevo adelante.<br />

Hasta ahora tuvimos suerte, porque decíamos que si nos salía un pibe<br />

rebelde, se iba a la mierda. <strong>La</strong> más revolucionaria me parece que es la<br />

más chiquita de mis pibes. Al piquete no vi<strong>en</strong><strong>en</strong>. Tampoco participan<br />

conmigo, ni vi<strong>en</strong><strong>en</strong> acá cuando estamos reunidos. En ese s<strong>en</strong>tido soy<br />

bastante cerrado, mi mujer pregunta poco. Nosotros t<strong>en</strong>emos algunos<br />

proyectos de poder desarrollar pollos, ponedoras. También sé que<br />

podemos criar conejos de hasta ocho kilos. Por ahí uno puede t<strong>en</strong>er la<br />

visión hasta ahí, pero a veces yo pi<strong>en</strong>so que podemos hacer lombrices,<br />

vamos a hacer balanceado, vamos a poder desarrollarnos. Creo que si no<br />

lo hacemos nosotros, el futuro será bastante jodido, el morfi y todo eso.<br />

Poder sembrar. A mí, además, me da la satisfacción del respeto de los<br />

compañeros, de que vos sabés que podés ir caminando por la calle y te<br />

cruzás con uno que <strong>está</strong> acá y seguram<strong>en</strong>te es tu compañero. <strong>La</strong> semana<br />

pasada fui a comprar a la carnicería de la esquina y vi<strong>en</strong>e un pibito y me<br />

dice: ¡Eh, piquetero!. Y yo le digo: Ey, ¿cómo anda, cumpa?. Y el pibito<br />

que se queda por ahí. Después, yo dejo la bici, y cerca había uno con una<br />

bici, un tipo que t<strong>en</strong>ía una cara, que yo dije ¡uy!, éste me la afana. Y el<br />

p<strong>en</strong>dejo, que ve la jugada, se da la vuelta, vi<strong>en</strong>e y me dice: <strong>en</strong>tre, <strong>en</strong>tre<br />

compañero, que yo le miro la bicicleta. Y se quedó ahí parado hasta que<br />

yo terminé de comprar y salí. Ser piquetero te da seguridad. Y se lo t<strong>en</strong>go<br />

que agradecer a este compañero, que empezó con el MTD acá, <strong>en</strong> <strong>La</strong>nús.<br />

Este compañero es Luis, que tras el sil<strong>en</strong>cio de Carlos comi<strong>en</strong>za a hablar<br />

con una cad<strong>en</strong>cia lerda, plañidera por mom<strong>en</strong>tos. Bu<strong>en</strong>o, fuimos muchos<br />

los que empezamos, pero si usted me autoriza, ahora yo le cu<strong>en</strong>to. Mi<br />

último laburo fijo fue hace un año y medio. Trabajé <strong>en</strong> una empresa, <strong>en</strong><br />

una chatarrería muy grande, Hornos Hnos., que exporta afuera y todo,<br />

<strong>está</strong> acá <strong>en</strong> la zona sur, <strong>en</strong> Flor<strong>en</strong>cio Varela, Avellaneda y <strong>en</strong> <strong>La</strong>nús.<br />

Trabajaba de mant<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to <strong>en</strong> Flor<strong>en</strong>cio Varela <strong>en</strong> una de las plantas<br />

procesadoras de chatarra. Arreglaba las máquinas, hacía volquetes,<br />

manejaba alguna máquina cuando faltaba algún personal. Todo bi<strong>en</strong><br />

hasta que la empresa pierde el contrato con Acindar y Aceros Bragado.<br />

Aceros Bragado para los hornos por tres meses, nos funde, y Acindar ya<br />

v<strong>en</strong>ía comprando poco, <strong>en</strong>tonces hac<strong>en</strong> una reducción de los más nuevos<br />

y como yo t<strong>en</strong>ía un año y pico de laburo, y me iban r<strong>en</strong>ovando el contrato<br />

cada tres meses, me quedé afuera. Una desgracia. T<strong>en</strong>go familia que<br />

mant<strong>en</strong>er. Mi madre, de 78 años, no vid<strong>en</strong>te; mi señora, una compañera<br />

piquetera también, gracias a Dios porque <strong>en</strong> ese s<strong>en</strong>tido no t<strong>en</strong>go<br />

problemas, y un hijito de cinco días y ya lo trajimos al piquete. El lunes le<br />

dieron el alta a mi señora, tuvo el lunes y le dieron el alta, y t<strong>en</strong>dría que<br />

haberla ido a buscar a las ocho de la mañana, pero llegué a las doce<br />

24


porque me fui a la movilización primero. Así que quedó ahí, varada <strong>en</strong> el<br />

hospital, <strong>en</strong>ojada porque no había ido a la movilización y además porque<br />

no la fui a buscar temprano. Mi señora es una compañera. De hecho, la<br />

conocí acá <strong>en</strong> el movimi<strong>en</strong>to. Hace un año que estoy con ella. Es una<br />

compañera muy activa, con los ovarios bi<strong>en</strong> puestos. Se para fr<strong>en</strong>te a la<br />

policía y no se mueve; que se muevan ellos. En ese s<strong>en</strong>tido no t<strong>en</strong>go<br />

problemas. T<strong>en</strong>go el problema de todos los compañeros acá, la realidad<br />

nuestra es muy jodida, muy complicada. Por un lado, la comida. Los<br />

bolsones que te dan duran para dos días. Una botella de aceite, un<br />

paquete de arroz, dos paquetes de fideos, un kilo de yerba, a veces un<br />

kilo de azúcar, a veces un paquete de harina. Uno no podría cocinar, a no<br />

ser que se coma un fideo hervido, nada más. Eso de la comida es una<br />

lucha <strong>en</strong> todos los hogares. Un día, lo interrumpe Carlos, tuve que ir con<br />

otros compañeros a reclamarle al viejo Manolo Quindimil por el tema de la<br />

comida. El guacho, orgulloso, me dijo: sepa usted que abrí 58 comedores<br />

populares <strong>en</strong> <strong>La</strong>nús. El tipo esperaba aplausos. No. Le dije: ¿y no le da<br />

vergü<strong>en</strong>za? Mejor sería crear fu<strong>en</strong>tes de trabajo, ¿no?. Manolo me comía<br />

con los ojos. Luis retoma la palabra: después, la vivi<strong>en</strong>da. Vivimos <strong>en</strong> uno<br />

de los och<strong>en</strong>ta primeros terr<strong>en</strong>os que ganamos con la lucha acá <strong>en</strong> <strong>La</strong>nús,<br />

me mudé hace unos meses porque no podía hacer nada, pude comprar<br />

una maderas y unas chapas y hacer una pieza. Y t<strong>en</strong>go el problema de<br />

que hice una piecita de material con los dos últimos sueldos, nosotros<br />

cobramos 160 cada uno y no nos alcanzó para los pisos, y de hecho el<br />

resultado de eso es que el bebé <strong>está</strong> <strong>en</strong> la casa de mi suegra porque no<br />

t<strong>en</strong>go piso y la humedad le hace mal al bebé, el piso es de tierra y nos<br />

inundamos. Pero no es una realidad concreta mía, sino que es una<br />

realidad de todos los compañeros que vivimos <strong>en</strong> este barrio, que dicho<br />

sea de paso nos estamos tratando de organizar un poquito para pedir al<br />

municipio, como barrio, no como MTD, alguna mejora o algunas<br />

condiciones más dignas de vida. Y bu<strong>en</strong>o. Yo no conocí la época feliz. Yo<br />

t<strong>en</strong>go 35 años y empecé a militar <strong>en</strong> el partido justicialista, también <strong>en</strong> la<br />

Juv<strong>en</strong>tud Peronista, al regreso de la democracia. Mi viejo personalm<strong>en</strong>te<br />

es un peronista de años, un laburante que creyó siempre <strong>en</strong> el país y que<br />

era muy arraigado a lo que fue el proyecto peronista del 45, y lo que yo<br />

puedo contar de lo que fue la época feliz son los recuerdos, tanto de mi<br />

mamá como de mi papá, cuando me contaban el tipo de planes sociales<br />

que había <strong>en</strong> aquel mom<strong>en</strong>to, que la g<strong>en</strong>te era feliz, mi viejo murió hace<br />

tres años y vivió todo este lío de los últimos 20 años de desastre <strong>en</strong> este<br />

país y él lo relacionaba con los tiempos de antes, y me decía: “Antes,<br />

nosotros éramos obreros y vos podías ir a s<strong>en</strong>tarte <strong>en</strong> un bar <strong>en</strong> la calle<br />

Florida con el mameluco, porque t<strong>en</strong>ías para pagar al igual que un tipo<br />

que trabajaba <strong>en</strong> un banco, u <strong>otra</strong> persona que usara traje”. No había<br />

discriminación. Quizá hoy también puedas ir a s<strong>en</strong>tarte con ropa de<br />

25


trabajo, pero seguram<strong>en</strong>te hoy no t<strong>en</strong>és para pagar, o directam<strong>en</strong>te no<br />

t<strong>en</strong>és trabajo. Yo, por ejemplo, estoy <strong>en</strong> el grupo herrería con otros<br />

compañeros, y salimos a volantear casa por casa, a ofrecer hacer rejas,<br />

alguna cosa que necesit<strong>en</strong> de soldadura, y changueamos <strong>en</strong> la semana<br />

como podemos y, si nos va bi<strong>en</strong>, comemos, y cuando no cada uno<br />

particularm<strong>en</strong>te agarra una bicicleta y junta metales, el otro ti<strong>en</strong>e un<br />

carrito con caballos y sale a cirujear, y así vivimos. Porque los ci<strong>en</strong>to<br />

ses<strong>en</strong>ta pesos que cobramos lo usamos para alguna necesidad muy<br />

básica, es plata que dura horas. Para contarte un caso particular, hay un<br />

almac<strong>en</strong>cito que nos fía y le debo 110 pesos, voy a cobrar y me quedan<br />

50. Carlos paga 30 pesos de boleto a los chicos y ya le quedan 130, hay<br />

que pagar alguna cu<strong>en</strong>ta, y así todos. El sueldo sirve para alguna<br />

necesidad muy básica. <strong>La</strong> <strong>otra</strong> vez fuimos unos compañeros a cobrar.<br />

Cobrábamos ahí <strong>en</strong> el Banco y todos v<strong>en</strong>íamos muy cont<strong>en</strong>tos, uno iba<br />

caminando despacito, y nosotros le decíamos: “Dále, loco, caminá”, y él<br />

nos dice: “No, esper<strong>en</strong>, estoy aguantando porque es bu<strong>en</strong>o s<strong>en</strong>tir la plata<br />

<strong>en</strong> el bolsillo. Cuando llegue a mi casa desaparece, así que la estoy<br />

aprovechando”. Pero igual la lucha sirve. Acá, <strong>en</strong> <strong>La</strong>nús, existe la teoría<br />

del huevo frito. El huevo frito se compone de la yema y la clara. Acá hay<br />

un grupo de cincu<strong>en</strong>ta o ci<strong>en</strong> compañeros que son la yema del huevo<br />

frito, lo amarillo, que son los compañeros que le dan vida al MTD, y la<br />

clara es el rell<strong>en</strong>o, hay tresci<strong>en</strong>tos y pico de compañeros anotados <strong>en</strong> los<br />

planes de trabajo, un poco más tal vez, que son compañeros que por ahí<br />

no ti<strong>en</strong><strong>en</strong> la conci<strong>en</strong>cia necesaria, pero sí nos estamos dando el trabajo<br />

con los talleres de formación, y eso, para poder integrar esos compañeros<br />

hacia la yema. Pero esto es a largo plazo, y es muy dificil, cuesta mucho.<br />

Y nosotros decimos que gracias a que estén esos ci<strong>en</strong> compañeros para<br />

que esto t<strong>en</strong>ga vida, lo demás es el rell<strong>en</strong>o, hay compañeros que van,<br />

vi<strong>en</strong><strong>en</strong>. Los punteros del municipio vi<strong>en</strong><strong>en</strong> y te dic<strong>en</strong>: “V<strong>en</strong>gansé a<br />

trabajar acá, si acá no ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que ir a los piquetes, no se van a ll<strong>en</strong>ar de<br />

humo, no van a estar tres días <strong>en</strong> la ruta, y cobran lo mismo”. Y nos ha<br />

pasado que una treint<strong>en</strong>a de compañeros se fueron a laburar ahí. Y<br />

nosotros decimos que <strong>está</strong> bi<strong>en</strong>, que se vayan, sigu<strong>en</strong> si<strong>en</strong>do vecinos del<br />

barrio y los saludamos, cómo andás. Pero así como muchos se fueron,<br />

muchos han vuelto.<br />

Estamos <strong>en</strong> Monte Chingolo, de modo que el recuerdo del asalto al<br />

Batallón de Ars<strong>en</strong>ales 601 “Domingo Viejo Bu<strong>en</strong>o”, <strong>en</strong> el mediodía del 23<br />

de diciembre de 1975, aflora, de pronto, con naturalidad. <strong>La</strong>s Fuerzas<br />

Armadas t<strong>en</strong>dieron una ratonera perfecta a los guerrilleros del Ejército<br />

Revolucionario del Pueblo. <strong>La</strong> represión fue feroz y desmesurada: <strong>en</strong>tre<br />

miembros del ERP y habitantes de las villas aledañas al cuartel (que<br />

ninguna relación habían t<strong>en</strong>ido con el frustrado copami<strong>en</strong>to) los militares<br />

mataron a ci<strong>en</strong>tos de personas. Nunca pudo saberse con precisión<br />

26


cuántos fueron asesinados, porque la mayor <strong>parte</strong> de los cuerpos tuvo<br />

como destino la fosa común. Mi vieja era <strong>en</strong>fermera y estaba <strong>en</strong> los<br />

bomberos de Sarandí, rememora Carlos. Cuando fue todo ese lío, un<br />

médico del Ejército fue a buscarla. No podía negarse, ¿no? <strong>La</strong> llevaron a<br />

un descampado donde había un pozo muy grande, y <strong>en</strong> un camión<br />

volcador empezaron a traer cuerpos, muchos cuerpos. Antes de tirarlos<br />

<strong>en</strong> el pozo, a mi vieja la obligaban a ayudar al médico a cortarles las<br />

manos, para que no quedase id<strong>en</strong>tificación, les cortaban las manos, loco,<br />

y mi vieja agarraba las manos de esos cuerpos mi<strong>en</strong>tras el hijo de puta<br />

del médico buscaba la coyuntura con un bisturí, <strong>en</strong> la muñeca, y las<br />

manos las metían <strong>en</strong> una bolsa. Habían pasado tres, cuatro años, y mi<br />

vieja todavía se ponía a llorar. Se quedaba sola un rato y <strong>en</strong>traba a llorar<br />

a lo loco. Varios compañeros que yo conocía la ligaron. Uno, con tres tiros<br />

<strong>en</strong>cima, se escondió <strong>en</strong> el pozo de una letrina y se quedó ahí un día y<br />

pico, y la g<strong>en</strong>te v<strong>en</strong>ía, meaban, iban de cuerpo, hasta que el tipo no<br />

aguantó más y le habló a uno, le habló a un culo, ¿te imaginás?, y lo<br />

sacaron, y la g<strong>en</strong>te fue solidaria, lo lavaron, le prestaron pilchas y el<br />

chabón zafó.<br />

Miro a Luis. Su pesadumbre es notoria. Cabeza gacha, los ojos puestos<br />

<strong>en</strong> el piso, <strong>en</strong> algún punto abstruso de su memoria. De pronto recobra el<br />

ali<strong>en</strong>to, <strong>en</strong>dereza la mirada. Nosotros vivíamos cerca de ahí, dice, donde<br />

se veía tanto despliegue militar y paramilitar. Por casa <strong>en</strong>traron los<br />

milicos. Bu<strong>en</strong>o, pero hablando de los milicos, de la dictadura, de la<br />

muerte, t<strong>en</strong>go una anécdota muy particular. Yo era muy chico pero me<br />

acuerdo pat<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, no sé si t<strong>en</strong>dría diez años. Mi mamá iba a lavar la<br />

ropa a la casa de una parejita muy jov<strong>en</strong>, estudiantes de medicina, y ellos<br />

t<strong>en</strong>ían una n<strong>en</strong>a chiquitita, yo de ella sí me acuerdo, de unos dos años de<br />

edad. Y, bu<strong>en</strong>o, yo estaba con mi mamá, y ella salía de lavar de esa casa<br />

y se iba a limpiar a la casa de una vecina de <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>te. Un día había salido<br />

de limpiar, y yo iba con ella porque no t<strong>en</strong>ía donde dejarme, y vino una<br />

camioneta grande, no recuerdo qué marca, y se llevaron al hombre a las<br />

trompadas, a la mujer la <strong>en</strong>volvieron <strong>en</strong> un colchón y la metieron atrás, y<br />

a la n<strong>en</strong>ita la agarró un tipo y la llevó al asi<strong>en</strong>to delantero. Esa familia no<br />

apareció nunca más <strong>en</strong> el barrio, y fue muy com<strong>en</strong>tado este caso, fue <strong>en</strong><br />

<strong>La</strong> Florida, <strong>en</strong> Quilmes. <strong>La</strong> bebita no apareció tampoco, obviam<strong>en</strong>te. Eso<br />

me quedó muy marcado ...<br />

No puede proseguir. En ese rostro apergaminado y tosco, cándido a la<br />

vez, ca<strong>en</strong> lágrimas que <strong>en</strong> vano Luis procura disimular llevándose las<br />

manos gruesas a la cara, levantándose, y, por fin, retirándose, paso corto,<br />

cansino, hacia el fondo del galpón.<br />

* * *<br />

27


Ha com<strong>en</strong>zado a caer la tarde cuando regreso al piquete. <strong>La</strong> esc<strong>en</strong>a es<br />

<strong>otra</strong>. Muchos se han marchado a su hogar para buscar abrigo. Un<br />

v<strong>en</strong>tarrón frío e inesperado golpea <strong>en</strong> la cara. Una mujer me ofrece un<br />

vaso de mate cocido y una torta frita. Con premura, aprovechando los<br />

últimos resplandores del día, Flor<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>saya las pinceladas finales <strong>en</strong> el<br />

mural que ha realizado sobre la tapia de ladrillos de un terr<strong>en</strong>o baldío:<br />

neumáticos <strong>en</strong> llamas; un puño cerrado; el perfil de un piquetero. “Juan:<br />

tu sangre piquetera es nuestra sangre. ¡Piqueteros, carajo!”. Al<br />

pie, <strong>en</strong> letras de gran tamaño: “<strong>La</strong> sangre derramada no será<br />

negociada. MTD <strong>La</strong>nús”. En cada uno de los extremos del piquete<br />

continúa apostada una camioneta de la policía de la provincia. No <strong>está</strong>n<br />

allí con el propósito de evitar disturbios, pues uno de los carriles de<br />

Donato Alvarez <strong>está</strong> abierto a la libre circulación. Filman y delatan. Espían<br />

y delatan. Buscan presas a las que intimidar, cualquier noche, metidos <strong>en</strong><br />

ropa de civil, arma <strong>en</strong> mano, con total impunidad y extravagante<br />

satisfacción. Los observo. Su aspecto, salvo la gorra, el uniforme, no<br />

difiere mayorm<strong>en</strong>te del aspecto de los jóv<strong>en</strong>es y hombres que me<br />

circundan. Algunas familias han montado precarios toldos para protegerse<br />

del frío. Me si<strong>en</strong>to <strong>en</strong> el cordón de la vereda junto a Marcelo. Trabaja <strong>en</strong><br />

el taller de herrería y lleva años <strong>en</strong> el MTD; la militancia social, dice, le ha<br />

cambiado la vida; ahora cree <strong>en</strong> algo, <strong>en</strong> él y <strong>en</strong> sus compañeros, al<br />

m<strong>en</strong>os, <strong>en</strong> la posibilidad de construir una sociedad más justa, aunque, no<br />

ti<strong>en</strong>e duda, se avecinan años de sacrificios y continua <strong>en</strong>trega. “Algunos<br />

funcionarios me dan risa. Pi<strong>en</strong>san que nos vamos a quedar quietos. ¿No<br />

se dan cu<strong>en</strong>ta de que estamos podridos, que no t<strong>en</strong>emos nada que<br />

perder porque ya nos robaron todo, hasta la dignidad?”. Por lo demás,<br />

añade Marcelo, el MTD se ha convertido <strong>en</strong> un espacio de cont<strong>en</strong>ción; con<br />

disimulo, estirando la barbilla levem<strong>en</strong>te, me señala a un muchacho de<br />

quince, dieciséis años que deambula por allí. “Un pibe chorro, bi<strong>en</strong> chorro,<br />

pero ahora lo ves siempre por acá, con nosotros, <strong>en</strong> cada piquete. Antes<br />

se mamaba y salía a chorear, ahora gasta las <strong>en</strong>ergías acá, colabora como<br />

pocos”. Un bullicio de voces y risas nos hace volver la mirada hacia la<br />

esquina de Condarco. Ha llegado la g<strong>en</strong>te de Solano, unas diez personas.<br />

A falta de la murga prometida han traído una guitarra, bu<strong>en</strong> ánimo, gana<br />

de música, y un ejemplar de la revista G<strong>en</strong>te que comi<strong>en</strong>za a circular<br />

<strong>en</strong>tre el g<strong>en</strong>tío, causando la sonora risa del que lee el artículo que Neka<br />

ha marcado: “Confesiones de un piquetero arrep<strong>en</strong>tido”. Al decir de<br />

la nota, los piqueteros suel<strong>en</strong> fumarse un porro y beber un par de<br />

cervezas para ganar coraje; a los pusilánimes, a los que no se atrev<strong>en</strong> a<br />

sumarse a la lucha, los am<strong>en</strong>azan; también recib<strong>en</strong> un puñado de billetes<br />

de alguna organización misteriosa para av<strong>en</strong>turarse <strong>en</strong> la graciosa tarea<br />

de cortar rutas y pasarse horas a merced del frío, de la lluvia, o, desde<br />

luego, del arrebato de locura de un ag<strong>en</strong>te de la policía. <strong>La</strong> revista,<br />

28


compruebo con disgusto, <strong>está</strong> equivocada. En los piquetes las bebidas<br />

alcohólicas <strong>está</strong>n prohibidas por completo, y si algui<strong>en</strong> comete el desatino<br />

de llegar con unas copas <strong>en</strong>cima, se lo devuelve a su casa. Apoyada sobre<br />

un tronco que sirve de mesa, una gran palangana azul se ha convertido<br />

<strong>en</strong> el punto focal de todos. Guiso, ahora más festivo, con trozos pequeños<br />

de carne y uno que otro hueso. No hay platos, sí cucharas que pasan de<br />

una a <strong>otra</strong> mano, de boca <strong>en</strong> boca. Como con fruición hasta templar el<br />

cuerpo. El padre Alberto me ofrece un cigarrillo, que acepto, y acto<br />

seguido nos ponemos a caminar l<strong>en</strong>tam<strong>en</strong>te hacia el otro extremo del<br />

piquete. A nuestro paso lo saludan largando un simple y afectuoso “Ché,<br />

cura”. Nos det<strong>en</strong>emos cerca de la barricada de neumáticos y troncos <strong>en</strong><br />

llamas; fumamos, absortos los dos <strong>en</strong> la contemplación de la movediza<br />

arquitectura del fuego. Empleando un tono medido, delicado, casi de<br />

confesonario, me cu<strong>en</strong>ta que ti<strong>en</strong>e 36 años y nació <strong>en</strong> San Fernando, hijo<br />

de una obrera textil y un constructor, una familia que poca relación t<strong>en</strong>ía<br />

con la religión y m<strong>en</strong>os aún con la iglesia. Después de transcurrir la<br />

adolesc<strong>en</strong>cia colaborando, junto a su hermano, <strong>en</strong> trabajos de<br />

construcción, su vida pegó un vuelco de magnitud <strong>en</strong> 1983, cuando visitó<br />

la catedral de San Isidro, y, seducido por la charla con un cura cuyo<br />

nombre no recuerda, fue presa de una vigorosa inclinación que no sabe<br />

muy bi<strong>en</strong> a qué atribuir. Resolvió indagar <strong>en</strong> el sacerdocio. “En San Isidro<br />

tomé la comunión y la confirmación con un grupo de diez adultos. Me hice<br />

sacristán. Y com<strong>en</strong>zamos a t<strong>en</strong>er algunas prácticas de visitar hospitales y<br />

esas cosas. T<strong>en</strong>ía 18 años. Ahí comi<strong>en</strong>zo a profundizar mi vocación<br />

sacerdotal. Leo bastante sobre San Bernardo, la vida monástica, San<br />

B<strong>en</strong>ito”. Se <strong>en</strong>coge de hombros, emite una sonrisa breve. “No sé, pero<br />

me agarró una mística total, ligada fundam<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>te al trabajo social”.<br />

De San Isidro partió hacia un seminario <strong>en</strong> la localidad de Azul; ambi<strong>en</strong>te<br />

rural, clausura, trabajos campestres. Una vida de corte monástico signada<br />

por el espíritu conservador del obispo Emilio Bianchi de Cárcano, actual<br />

vicepresid<strong>en</strong>te del Episcopado. “En el seminario, por suerte, había un cura<br />

tercermundista, el padre Miguel. Con él com<strong>en</strong>cé a descubrir un montón<br />

de cosas. Hablábamos de historia latinoamericana, de lo que había sido la<br />

dictadura, lo que se g<strong>en</strong>eró d<strong>en</strong>tro de la Iglesia con el Movimi<strong>en</strong>to del<br />

Tercer Mundo. Fue todo un descubrimi<strong>en</strong>to de un aspecto del que yo no<br />

t<strong>en</strong>ía ni idea, un mundo totalm<strong>en</strong>te desconocido. Ahí empecé a t<strong>en</strong>er<br />

algunas inquietudes, de ver <strong>otra</strong> dim<strong>en</strong>sión de la realidad, y <strong>en</strong>tonces<br />

com<strong>en</strong>cé a profundizar sobre esa línea de teología”. Dos años permaneció<br />

<strong>en</strong> Azul. En 1987, atraído por la conducta de Jorge Novak, uno de los<br />

contados y raros obispos arg<strong>en</strong>tinos que a viva voz promovía el<br />

compromiso de la Iglesia <strong>en</strong> la def<strong>en</strong>sa de los derechos humanos y la<br />

militancia social, se trasladó al seminario de Quilmes. “Estuve tres años.<br />

En ese mom<strong>en</strong>to se trabajaba mucho con las comunidades eclesiales de<br />

29


ase, era una diócesis obrera, lo que a mí más me gustaba. Comi<strong>en</strong>zo<br />

una tarea de vinculación con los as<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>tos, la lucha por la tierra, la<br />

resist<strong>en</strong>cia a los desalojos, un ámbito de reflexión que t<strong>en</strong>ía que ver con<br />

la pastoral social. Yo todavía no era párroco, era estudiante”. Pero la<br />

experi<strong>en</strong>cia se desvaneció <strong>en</strong> un par de años. En 1989, el episcopado<br />

decidió echar por tierra el trabajo de las comunidades eclesiales de base y<br />

susp<strong>en</strong>der a Alberto por un período de dos años, una sanción, no<br />

obstante, que no alcanzó para hundirlo <strong>en</strong> el desánimo. Retomó los<br />

estudios y <strong>en</strong> cinco años los finalizó. Ord<strong>en</strong>ado sacerdote, <strong>en</strong> 1996 le toca<br />

<strong>en</strong> suerte la parroquia “Nuestra Señora de las Lágrimas”, <strong>en</strong> Solano. “Una<br />

parroquia muy grande, con más de cincu<strong>en</strong>ta mil habitantes. Había como<br />

una elite que estaba desde hacía diez años <strong>en</strong> la comunidad. Parecían<br />

señores feudales. No había participación de los barrios. Enseguida<br />

empecé a abrir la iglesia para la g<strong>en</strong>te, que fuera más democrática; no<br />

podía concebir una iglesia para unos pocos. Fue una batalla muy dura.<br />

Descubrimos, por ejemplo, que para anotarse <strong>en</strong> los planes Trabajar que<br />

daba Duhalde, los interesados t<strong>en</strong>ían que pagar cinco pesos el formulario.<br />

Una corrupción total. Ahí decido ponerme a trabajar por los derechos de<br />

los desocupados, y <strong>en</strong>tonces, tomando como ejemplo al Movimi<strong>en</strong>to<br />

Teresa Rodríguez, de Flor<strong>en</strong>cio Varela, se funda el MTD de Solano.<br />

Cuando vimos que a través del diálogo no llegábamos a nada,<br />

com<strong>en</strong>zamos a cortar rutas”.<br />

Hace una pausa, toma una rama del suelo y la arroja a la barricada para<br />

avivar el fuego. Oimos, distantes, los acordes de una canción conocida. Se<br />

ha formado una rueda de piqueteros <strong>en</strong> cuyo c<strong>en</strong>tro un muchacho,<br />

s<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> el asfalto, la guitarra sobre los muslos, canta viejas canciones<br />

de Vox Dei, de Quilapayún, con rústica impetuosidad: “..y a la mujer del<br />

obrero la cuidan los piqueteros ...”. Reimos de la esc<strong>en</strong>a antigua, de la<br />

rotunda pres<strong>en</strong>cia de un pasado que no se toma respiro, y regresa a cada<br />

instante, y, como ahora, queda impreso <strong>en</strong> el aire. “Todo esto es símbolo<br />

de vida, ¿no? Nosotros planteamos romper con el escepticismo de que no<br />

se puede hacer nada. Y todavía estamos luchando contra nosotros<br />

mismos, nuestras concepciones, nuestras flaquezas humanas, <strong>en</strong> un<br />

medio hostil. Ser virtuoso cuando se ti<strong>en</strong><strong>en</strong> las necesidades básicas<br />

satisfechas es más fácil, pero t<strong>en</strong>er una práctica de virtud <strong>en</strong> medio de la<br />

pobreza, donde los valores <strong>está</strong>n destrozados, es muy difícil. Más dura es<br />

la batalla hacia ad<strong>en</strong>tro. Buscamos cambiar la forma de razonar, de<br />

<strong>en</strong>t<strong>en</strong>der la realidad y el mundo”. Con orgullo, aunque sin hacer a un lado<br />

la compostura y el imborrable timbre sacerdotal, Alberto recuerda los<br />

hechos que finalm<strong>en</strong>te lo condujeron a la calle, a vivir como un nómade,<br />

procurando cada noche una cama donde dejarse caer y t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do por todo<br />

haber un plan Trabajar. “Si había g<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la calle y la iglesia era<br />

gigantesca, un palacete, ¿por qué no los íbamos a cobijar con sus<br />

30


hijos?Primero alojé tres familias, después fueron seis. Fue una experi<strong>en</strong>cia<br />

hermosa. Conseguimos subsidios, empezamos a hacer talleres de<br />

formación y educación popular, había bastante dinamismo”. Desde luego,<br />

su comportami<strong>en</strong>to irritó sobremanera a la jerarquía de la Iglesia y<br />

ocasionó también la pronta y artera reacción del poder político: Chiche<br />

Duhalde, <strong>en</strong> repres<strong>en</strong>tación del gobierno de su marido, irrumpió una tarde<br />

<strong>en</strong> el despacho de Novak y lo extorsionó de modo muy edificante: “O<br />

acaba con ese foco de piqueteros que ti<strong>en</strong>e <strong>en</strong> su diócesis, o dejamos de<br />

<strong>en</strong>viarle dinero al obispado”. Alberto fue apartado del cargo, y las familias<br />

de desocupados que habitaban la parroquia recibieron una noche la<br />

imprevista visita de la Infantería. El desalojo fue brutal. “Muy duro, muy<br />

feo, pero la experi<strong>en</strong>cia eclesial ha sido importante. Queremos<br />

democratizar las relaciones, no queremos relaciones de jerarquía o<br />

relaciones verticales, donde unos pocos decid<strong>en</strong>. Creemos que <strong>en</strong> una<br />

organización popular, para que se desarrolle y crezca, ti<strong>en</strong>e que haber<br />

participación, compromiso, autonomía. <strong>La</strong> autonomía ti<strong>en</strong>e que ver<br />

también con una radicalidad de subvertir los esquemas del sistema.<br />

Nosotros estamos contra el capitalismo y toda forma que pueda <strong>en</strong>cerrar<br />

dominación u opresión”. Hoy, el MTD-Solano reúne a mil tresci<strong>en</strong>tas<br />

personas organizadas a través de los planes Trabajar. “Y no queremos<br />

más. No podríamos absorber más. Necesitamos hacer un trabajo fuerte<br />

de formación, de crecimi<strong>en</strong>to. Nosotros no queremos ser masa. No<br />

queremos agitar. Si no, podríamos ser muchísimos más, pero sería una<br />

irresponsabilidad. Si a algui<strong>en</strong> le parece rica nuestra experi<strong>en</strong>cia, nos<br />

parece fantástico que se reproduzca, transmitiríamos nuestra experi<strong>en</strong>cia<br />

a los compañeros, pero nosotros queremos afianzarnos como<br />

organización. Y eso lleva mucho tiempo”.<br />

* * *<br />

Paso las horas que restan de la noche <strong>en</strong> la casa de Pablo y Flor<strong>en</strong>cia, <strong>en</strong><br />

Villa Corina, <strong>en</strong> la cama que el pequeño Juan, el hijo de ellos, me ha<br />

prestado sin proponérselo pues del piquete ha regresado dormido por<br />

completo, el rostro y las manos hollini<strong>en</strong>tos, <strong>en</strong> brazos de Flor<strong>en</strong>cia. Antes<br />

de echarnos a dormir, tres de la madrugada, nos ponemos a hablar sobre<br />

los miedos, la represión que, sabemos, se avecina. El miedo va<br />

transformándose <strong>en</strong> coraje, me dice Pablo; quedarán los compañeros más<br />

decididos, los que han compr<strong>en</strong>dido que la lucha es larga y peligrosa,<br />

pero que <strong>en</strong> ella nos va la vida; nadie te regala la libertad, nadie te regala<br />

la dignidad.<br />

Por la mañana, temprano, todavía soñoli<strong>en</strong>to, la ropa y los p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos<br />

impregnados de hollín, <strong>en</strong> el colectivo que me conduce hacia el c<strong>en</strong>tro de<br />

Bu<strong>en</strong>os Aires hojeo el papelerío que Pablo me ha <strong>en</strong>tregado. En un viejo<br />

31


ejemplar del boletín En Ruta, que esporádicam<strong>en</strong>te editan los MTD de<br />

<strong>La</strong>nús, Solano y Almirante Brown, leo: “... el vi<strong>en</strong>to es el fruto de la tierra,<br />

ti<strong>en</strong>e su tiempo y madura, no <strong>en</strong> los libros y escritos de lam<strong>en</strong>tos, sino <strong>en</strong><br />

los pechos organizados de los que nada ti<strong>en</strong><strong>en</strong> más que dignidad y<br />

rebeldía. Y este vi<strong>en</strong>to de abajo, el de la rebeldía, es el de la dignidad, no<br />

sólo es respuesta a la imposición del vi<strong>en</strong>to de arriba, no es brava<br />

contestación <strong>en</strong> un corte de ruta, <strong>en</strong> la toma de un supermercado, <strong>en</strong> el<br />

reclamo de un subsidio de hambre; <strong>en</strong> sí lleva una propuesta nueva, que<br />

no es sólo la destrucción de un sistema injusto y arbitrario, es sobre todo<br />

una esperanza de igualdad, dignidad y rebeldía <strong>en</strong> libertad”.<br />

Al llegar al apartam<strong>en</strong>to de mi suegra, donde suelo hospedarme cada<br />

vez que viajo a Bu<strong>en</strong>os Aires desde mi casa <strong>en</strong> el campo uruguayo,<br />

compruebo que Duhalde acaba de caer <strong>en</strong> otro arresto de escarpada<br />

lucidez: “El lunes abro los bancos y que sea lo que Dios quiera”.<br />

Martes 23<br />

Pablo Conti es un hombre corpul<strong>en</strong>to, de carácter apocado, bu<strong>en</strong>a planta,<br />

ojos claros y tristones, pelo rubio y fino donde pued<strong>en</strong> <strong>en</strong>treverse canas<br />

que avanzan sin pausa y con resolución. Dice que es artesano, aunque a<br />

mi juicio es un artista. El mismísimo Papa ti<strong>en</strong>e una obra que él ideó. Una<br />

absurda caja de madera y alpaca repujada para guardar saquitos de té<br />

que De la Rúa tuvo el bu<strong>en</strong> tino de obsequiarle. Nos conocimos <strong>en</strong> 1980,<br />

1981, durante nuestro exilio <strong>en</strong> Sao Paulo, Brasil. Juntos, y tardíam<strong>en</strong>te,<br />

finalizamos los estudios secundarios <strong>en</strong> un instituto privado que como<br />

rasgo más distintivo y seductor t<strong>en</strong>ía el favor de algunas alumnas<br />

concupisc<strong>en</strong>tes y el recreo largo que de bu<strong>en</strong> grado pasábamos <strong>en</strong> el<br />

boteco de <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>te, embriagándonos con cerveza y pinga de alambique<br />

curtida <strong>en</strong> coco, comi<strong>en</strong>do pochoclo rociado con salsa tabasco. Así las<br />

cosas, las clases de literatura resultaban una verdadera fiesta. Ahora, tras<br />

una carretada de años sin vernos, estoy con él, <strong>en</strong> su casa de Santa Rosa<br />

de Calamuchita, Córdoba. Son las siete de la mañana de un día<br />

excesivam<strong>en</strong>te frío y nebuloso; a causa de la helada, un resplandeci<strong>en</strong>te<br />

manto blanquecino se ha adueñado del valle y la serranía. Pablo ha sido<br />

g<strong>en</strong>til. En su viejo Peugeot 505, año 1982, me acompañará, me<br />

conducirá, <strong>en</strong> el largo viaje a Quimilí, ciudad que, mi<strong>en</strong>tras observamos<br />

con estupor el mapa de rutas que hemos desplegado sobre el capó del<br />

auto, se nos antoja muy distante, un punto difuso e inalcanzable situado<br />

<strong>en</strong> otro país.<br />

A medida que avanzamos por el sinuoso camino de montaña, la<br />

geografía semeja una incorregible sucesión de postales del primer mundo.<br />

Villa G<strong>en</strong>eral Belgrano, Falda de los Reartes, Villa <strong>La</strong> Merced, Dique Los<br />

Molinos, Villa Ciudad América, <strong>La</strong> Serranita. Paisajes y arquitecturas<br />

magníficos <strong>en</strong>vueltos <strong>en</strong> una niebla espesa que l<strong>en</strong>ta y gradualm<strong>en</strong>te<br />

32


comi<strong>en</strong>za a disiparse. Escuchamos Sabina, Alm<strong>en</strong>dra, Manal. De pronto,<br />

sacudido ya el sueño, Pablo repara <strong>en</strong> un detalle insignificante. Sabe que<br />

estoy metido <strong>en</strong> la escritura de un libro, que <strong>en</strong> las próximas semanas<br />

recorreré distintos cantos del país, pero ignora qué es el MOCASE y, por<br />

tanto, qué demonios <strong>está</strong> haci<strong>en</strong>do él aquí, conduci<strong>en</strong>do su auto hacia<br />

una ciudad cuya exist<strong>en</strong>cia desconocía por completo, más allá del placer<br />

que le causa nuestro re<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro. Tomo mi cuaderno de apuntes y le<br />

refiero lo poco que sé: el Movimi<strong>en</strong>to nació, formalm<strong>en</strong>te, el 4 de agosto<br />

de 1990; <strong>en</strong> noviembre de 1999, bajo el lema “Campesinos y campesinas<br />

<strong>en</strong> la lucha por la tierra y la justicia”, realizaron su primer Congreso<br />

provincial. En voz alta le recito algunos de los principios que he podido<br />

extraer del Acta Fundacional:<br />

“El MOCASE sirve para buscar soluciones a problemas comunes, para ser<br />

repres<strong>en</strong>tante de los campesinos ante las autoridades, para apoyar las<br />

peticiones de cada una de las organizaciones que lo integran respetando<br />

su autonomía, para promover la capacitación <strong>en</strong> cooperativismo y<br />

gremialismo, para mejorar la calidad de vida de los pequeños<br />

productores".<br />

“Queremos difer<strong>en</strong>ciarnos de la forma tradicional de hacer <strong>política</strong>, que se<br />

maneja con promesas incumplidas y que no le interesa promover la<br />

unidad y autodeterminación del sector campesino. Sabemos que el<br />

MOCASE debe alcanzar un peso político, pero mant<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do su<br />

indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de los compromisos partidarios”.<br />

“Queremos la tierra para trabajarla, para las futuras g<strong>en</strong>eraciones”.<br />

Horas más tarde nos det<strong>en</strong>emos <strong>en</strong> Jesús María. Café cali<strong>en</strong>te,<br />

medialunas, la satisfacción del retrete, un televisor que parece despedir<br />

imág<strong>en</strong>es antiguas, repetidas hasta el empalagami<strong>en</strong>to: una turba de<br />

ahorristas desbocados rodeando el edificio del Congreso con el objetivo<br />

de <strong>en</strong>torpecer la votación de la ley que habrá de convertir <strong>en</strong> bonos de<br />

morondanga los ahorros de ci<strong>en</strong>tos de miles de personas; s<strong>en</strong>adores y<br />

diputados que, como espantadizas ratas de albañal, sortean todo contacto<br />

con sus repres<strong>en</strong>tados ocultándose <strong>en</strong> el asi<strong>en</strong>to trasero de un auto<br />

policial; g<strong>en</strong>darmes y policías apaleando manifestantes <strong>en</strong> la plaza c<strong>en</strong>tral<br />

de San Juan; el humor sarcástico de Duhalde: “Estamos cond<strong>en</strong>ados al<br />

éxito”.<br />

El implacable verdor de la vegetación cordobesa ha quedado atrás.<br />

También la bondad del pavim<strong>en</strong>to. Nunca la frontera <strong>en</strong>tre una provincia<br />

y <strong>otra</strong> me había resultado tan terminante, tan vivaz. Nos av<strong>en</strong>turamos, a<br />

los tumbos, <strong>en</strong> un intransitable camino de tierra plagado de pozos y<br />

colosales grietas. No hay señales de vida. Todo es tierra yerma, y<br />

comadrejas aplastadas y vacas muertas y aves carroñeras que pelean<br />

<strong>en</strong>tre sí por un trozo de carne fétida. A ambos lados del camino de mala<br />

33


muerte, pastizales secos, un llano y ext<strong>en</strong>so erial, aisladas palmeras, una<br />

mula desnorteada por allí, un par de antiquísimas construcciones<br />

abandonadas <strong>en</strong> un pueblo fantasma. Gana de mandarse mudar.<br />

Después de todo, ¿quién me obliga a continuar metido <strong>en</strong> este sumidero?<br />

Pablo me dirige una mirada ceñuda: “¿No sería más s<strong>en</strong>sato hacer una<br />

profunda investigación sobre la asamblea de Scalabrini Ortiz y Santa Fe?”.<br />

Imposible, le digo, sólo sé chapurrar un par de palabras <strong>en</strong> inglés. “¿Y<br />

qué mierda ti<strong>en</strong>e que ver el inglés?”. Le muestro un fragm<strong>en</strong>to de la<br />

Carta Abierta que los vecinos bilingües de esa asamblea remitieron al<br />

FMI:<br />

Op<strong>en</strong> Letter to the IMF and the International Credit Organizations.<br />

From the S.Ortiz and S.Fe Assembly -Palermo District, Bu<strong>en</strong>os Aires City,<br />

Arg<strong>en</strong>tina- in def<strong>en</strong>se of the Arg<strong>en</strong>tine Constitution, foundational law that<br />

our governm<strong>en</strong>t seems not to know, we found ourselves with the right an<br />

duty of assuming the spirit and form of that foundational law before You,<br />

always concerned about the legal security and the accomplishm<strong>en</strong>t of<br />

legal settlem<strong>en</strong>ts.<br />

We state:<br />

1 - The illegitimacy of the Arg<strong>en</strong>tine external debt is worldwide known<br />

since that debt was initially accrued by a de facto governm<strong>en</strong>t<br />

(unconstitutional) and thus their acts were illegal, null and void.<br />

2 - Arg<strong>en</strong>tine law 224 of September 29th, 1859 establishes "The<br />

Arg<strong>en</strong>tine Confederation since establishing a constitutional governm<strong>en</strong>t<br />

does not recognize the right to comp<strong>en</strong>sations in favor of nationals or<br />

foreigners except for damages caused by the country's legitimate<br />

authorities".<br />

3 - Arg<strong>en</strong>tine law 73 of November 6th,1863 establishes that the national<br />

authority "will liquidate the legitimate contracted debt by the governm<strong>en</strong>t<br />

of the Arg<strong>en</strong>tine Confederation. The damages or injuries caused by a not<br />

legally constituted authority will not be comprised in the liquidation and<br />

ev<strong>en</strong> if legally constituted if those came from illegal acts" and "Those in<br />

whose contract was fraud, inept cause, great injury or any other vice".<br />

Luego de dos horas de travesía por el traicionero camino de tierra,<br />

soltamos un grito de alegría. Por fin una ruta, asfalto, y el primer indicio<br />

de vida: un g<strong>en</strong>darme de rostro legañoso que sale a nuestro <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro.<br />

Docum<strong>en</strong>tos; de dónde v<strong>en</strong>imos y hacia dónde nos dirigimos; con pereza<br />

echa un vistazo al interior del auto y acto seguido, sin pronunciar palabra,<br />

al caer <strong>en</strong> la cu<strong>en</strong>ta de que le será imposible arrancarnos un mísero<br />

c<strong>en</strong>tavo, con el brazo estirado nos invita a continuar el viaje. Pero el<br />

cont<strong>en</strong>to se difumina <strong>en</strong> segundos; es una ruta repleta de cráteres tan<br />

grandes y hondos como los que debimos eludir <strong>en</strong> el trayecto anterior.<br />

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Llegando a Añatuya, una placa nos indica que allí ha nacido Homero<br />

Manzi. Kilómetros más adelante, una lluvia m<strong>en</strong>uda y pegajosa me<br />

empaña los anteojos y se cuela <strong>en</strong>tre las ropas cuando desci<strong>en</strong>do del auto<br />

para hacerle lugar a un campesino que nos ha parado <strong>en</strong> el medio de la<br />

ruta. El hombre, circunstancial carbonero, parece nervioso, preocupado;<br />

su mujer, embarazada, lo aguarda con ansia <strong>en</strong> el hospital de Quimilí y<br />

muy probablem<strong>en</strong>te se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tre a poco de parir; habitan un rancho <strong>en</strong><br />

Vilela; com<strong>en</strong> cuando la Provid<strong>en</strong>cia se los permite; la aus<strong>en</strong>cia de trabajo<br />

<strong>en</strong> la región es pavorosa; el precio del carbón, que él produce echando<br />

mano del arcaico método de la parva, ha caído <strong>en</strong> demasía; logran<br />

mant<strong>en</strong>erse <strong>en</strong> pié a fuerza de mate amargo y tortas de harina y grasa.<br />

Lo dejamos <strong>en</strong> la rotonda, umbral de Quimilí. Pablo mira el reloj: seis y<br />

media de la tarde; poco m<strong>en</strong>os de doce horas de viaje, sufici<strong>en</strong>tes para<br />

estropearnos los riñones y la espalda.<br />

<strong>La</strong> <strong>en</strong>trada del galpón del MOCASE es un barrizal donde, sin rodeos,<br />

metemos las patas. En el interior, gigantes troncos de quebracho colorado<br />

y blanco, gallos y gallinas por toda <strong>parte</strong>, una mesa de madera, un par de<br />

sillas y una radio portátil de la que sal<strong>en</strong> los acordes de un chamamé. Una<br />

esc<strong>en</strong>a terrosa y c<strong>en</strong>ici<strong>en</strong>ta, un ambi<strong>en</strong>te lóbrego que excita el<br />

irreprimible deseo de aprobar el consejo de Pablo y t<strong>en</strong>tar mejor suerte<br />

<strong>en</strong> alguna asamblea barrial de la Recoleta. Me pongo a palmear, primero<br />

con timidez, <strong>en</strong>seguida con angustia y desespero. Necesito ver una cara<br />

humana, escuchar una voz. Nada. “¿Y si buscamos un hotel, nos damos<br />

una bu<strong>en</strong>a ducha y volvemos más tarde?”. <strong>La</strong> proposición de Pablo su<strong>en</strong>a<br />

razonable. Miro hacia fuera: casas decrépitas, llovizna, lodo, perros<br />

raquíticos, cabritos, un cerdo con aires de jabalí. ¿Un hotel por estos<br />

pagos? No llego a responderle. Cuando vuelvo la mirada veo que ante<br />

nosotros se ha plantado un hombre alto, sonrisa cálida, de rasgos<br />

aindiados y pelo muy largo que lleva anudado <strong>en</strong> la nuca. Se pres<strong>en</strong>ta:<br />

Paulo Aranda. Estaba aguardando nuestra llegada; Angel t<strong>en</strong>ía un<br />

compromiso y v<strong>en</strong>drá más tarde. Pide que lo acompañemos hasta otro<br />

sitio, más acogedor, un edificio contiguo donde podremos s<strong>en</strong>tarnos,<br />

charlar y tomar mate. Mi<strong>en</strong>tras lo seguimos, nos informa que Remes<br />

L<strong>en</strong>icov ha r<strong>en</strong>unciado. El com<strong>en</strong>tario ha salido de su boca con desgano y<br />

notoria indifer<strong>en</strong>cia, como si estuviera informándonos el pronóstico del<br />

tiempo.“¿Y a quién nombraron?” No ti<strong>en</strong>e la m<strong>en</strong>or idea y, por lo demás,<br />

no le interesa saberlo. “Creo que un tal Fraga”, dice. “¿Fraga?”, pregunto<br />

con incredulidad.“¿No será Ros<strong>en</strong>do Fraga?”. Se deti<strong>en</strong>e, frunce el<br />

<strong>en</strong>trecejo, se rasca la nariz. “Sí, creo que sí”. Luego de caminar unos<br />

veinte metros bajo la garúa, patinando sobre el barro y con Ros<strong>en</strong>do<br />

Fraga instalado <strong>en</strong> el despacho c<strong>en</strong>tral del ministerio de Economía,<br />

ingresamos <strong>en</strong> una construcción sólida y espaciosa, erigida con ladrillos y<br />

férreos pilares de quebracho blanco. Nos s<strong>en</strong>tamos a una mesa húmeda,<br />

35


<strong>en</strong> la que corretean fornidas hormigas coloradas. En una pared, el<br />

estandarte del MOCASE: sobre un fondo blanco, rojo y celeste, el diseño<br />

de un árbol cuyas raíces semejan dos manos que se <strong>en</strong>lazan bajo la<br />

tierra. Más allá, el estandarte del Movimi<strong>en</strong>to sin Tierra, de Brasil. “Acá”,<br />

dice Paulo abri<strong>en</strong>do los brazos <strong>en</strong> abanico y sin ocultar el orgullo, “va a<br />

funcionar la Universidad”. Por un mom<strong>en</strong>to supongo que <strong>está</strong> bromeando.<br />

De modo alguno. Estoy s<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> el c<strong>en</strong>tro de un gran salón donde,<br />

quizá <strong>en</strong> pocos meses más, acaso un año, habrá de funcionar el aula de<br />

una Universidad ideada para formar maestros campesinos. “Porque a<br />

veces no sé qué les <strong>en</strong>señan a los chicos”, dice Paulo, “pero para<br />

empezar ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que ser los derechos que les correspond<strong>en</strong> a ellos. Cosas<br />

que acá al chico no le <strong>en</strong>señan, le <strong>en</strong>señan <strong>otra</strong> cosa. Pero si él ti<strong>en</strong>e un<br />

predio, bu<strong>en</strong>o, que le <strong>en</strong>señ<strong>en</strong> algo por lo m<strong>en</strong>os productivo. Queremos<br />

que se <strong>en</strong>señe con el s<strong>en</strong>tido de que cambi<strong>en</strong> por d<strong>en</strong>tro. Y ellos, cuando<br />

se reciban, también serán transmitidores, y no que se reciban y t<strong>en</strong>gan<br />

que ir a trabajar para empresas privadas; ese es el objetivo de la<br />

Universidad, no sé para cuando, pero ti<strong>en</strong>e que llegar. De a poco se<br />

hace”. Cu<strong>en</strong>tan con el sostén financiero de la Universidad de Catalunya,<br />

pero no pued<strong>en</strong> continuar la construcción porque los fondos que les<br />

<strong>en</strong>vían han quedado presos <strong>en</strong> el corralito. Mañana, agrega, podré<br />

<strong>en</strong>terarme mejor; vi<strong>en</strong>e Tato Iglesias, sociólogo, profesor de la<br />

Universidad Trashumante y uno de los hacedores del proyecto. Dos<br />

campesinos, Pocho y Mundito, y una frutal y hermosa mujer de ojos<br />

castaños, se incorporan a la charla. Nos ofrec<strong>en</strong> mate, torta cali<strong>en</strong>te, un<br />

sabroso dulce de leche de cabra. El frío se ha tornado insoportable.<br />

Algui<strong>en</strong> trae una chapa de zinc ll<strong>en</strong>a de brasas y la coloca debajo de la<br />

mesa. Poco a poco, el calor que asci<strong>en</strong>de desde los piés comi<strong>en</strong>za a<br />

aplacar los tremores. Fuera, un grupo de mujeres prepara escabeche de<br />

cabrito que <strong>en</strong>vasan y v<strong>en</strong>d<strong>en</strong> <strong>en</strong> las ciudades aledañas.<br />

Paulo Aranda ti<strong>en</strong>e treinta y nueve años y es oriundo, al igual que sus<br />

padres y abuelos, de Pozo del Toba, pueblo situado a ses<strong>en</strong>ta kilómetros<br />

de Quimilí. Los Aranda <strong>está</strong>n instalados <strong>en</strong> esas tierras desde el año 1925,<br />

y <strong>en</strong> mom<strong>en</strong>to alguno han dejado de labrarlas, de criar allí cuanto animal<br />

pudieran. En tiempos más llevaderos solían criar ovejas y chivos. Ahora<br />

Paulo vive <strong>en</strong> comunidad con quince familias del MOCASE, och<strong>en</strong>ta y dos<br />

personas <strong>en</strong> total. Una vida ingrata, signada por am<strong>en</strong>azas de desalojo,<br />

intimidaciones, viol<strong>en</strong>cia policial y procesos judiciales sin fundam<strong>en</strong>to. <strong>La</strong><br />

muerte de su padre, <strong>en</strong> 1992, lo movió a acercarse al MOCASE para pedir<br />

consejo. “Les expliqué el problema y la organización dijo: ‘Todo dep<strong>en</strong>de<br />

de ustedes, si <strong>está</strong>n dispuestos a luchar, de la organización hay apoyo,<br />

pero ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que ser consci<strong>en</strong>tes de que ustedes quieran luchar’. Ahora<br />

sabemos que por ley, por prescripción veinteañal, la tierra nos pert<strong>en</strong>ece.<br />

Pero la ley a ellos, a los empresarios, a la Justicia, a los poderosos, no les<br />

36


importa. Te d<strong>en</strong>uncian. Int<strong>en</strong>tan hacerte arreglos individuales. Lo primero<br />

que te ofrec<strong>en</strong> es darte dinero y hacerte una casa. Quier<strong>en</strong> comprarte la<br />

posesión. A nosotros nos querían sacar de al lado de la ruta para<br />

mandarnos del lado del Saladillo, ahí no podés criar nada, ni t<strong>en</strong>és agua<br />

para los hijos tuyos ni para los animales. Ya lleva siete años nomás de<br />

juicio. Con lo que el supuesto dueño ha gastado, dice que ya hubiera<br />

comprado tres veces las tierras. Para mí ya es capricho que ti<strong>en</strong>e”. M<strong>en</strong>ea<br />

la cabeza con disgusto. “Sí, puro capricho”. A causa de las presiones de<br />

toda índole que sufr<strong>en</strong> periódicam<strong>en</strong>te, muchas familias aceptaron<br />

marcharse a Bu<strong>en</strong>os Aires u <strong>otra</strong>s ciudades del país cedi<strong>en</strong>do su tierra a<br />

cambio de unos pocos pesos. “Hoy <strong>está</strong>n arrep<strong>en</strong>tidos. Hay pari<strong>en</strong>tes de<br />

nosotros que <strong>está</strong>n allá y hoy no ti<strong>en</strong><strong>en</strong> futuro, ellos no sab<strong>en</strong> qué hacer.<br />

Han perdido la tierra porque le decían que salga y creían que el que t<strong>en</strong>ía<br />

el papel era el dueño”. En su juv<strong>en</strong>tud también fue presa del espejismo<br />

de la gran ciudad, de la metrópoli g<strong>en</strong>erosa, abierta y falluta donde, al<br />

decir de una ley<strong>en</strong>da que la historia se ha ocupado de sepultar, toda<br />

persona con ánimo de progreso t<strong>en</strong>ía su oportunidad. Pero soportó<br />

contados días. “Bu<strong>en</strong>os Aires no me gustaba porque había que estar<br />

perman<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te ad<strong>en</strong>tro, y salir a la calle no es como aquí <strong>en</strong> el campo,<br />

que vos al primero que te saluda ya empiezas a conversar. Allá pareces<br />

fr<strong>en</strong>te a una pared, y le has hablado, mal te contestan y después no te<br />

dan salida”. A lo largo de los últimos siete años, más de ses<strong>en</strong>ta<br />

miembros del MOCASE fueron arrestados, y posteriorm<strong>en</strong>te liberados, por<br />

razones disímiles, aunque habitualm<strong>en</strong>te el cargo esgrimido es<br />

desobedi<strong>en</strong>cia judicial. Los cond<strong>en</strong>an a la extinción, pues <strong>en</strong> tanto dura el<br />

proceso se les prohíbe sembrar y criar animales. Paulo fue arrojado al<br />

interior de un calabozo <strong>en</strong> más de una ocasión. “A mi hermano lo han<br />

am<strong>en</strong>azado de muerte, con un revolver <strong>en</strong> la mano. A mí me han<br />

am<strong>en</strong>azado; me decían que me iban a pr<strong>en</strong>der fuego con familia y todo; y<br />

de hecho me lo han quemado después, cuando yo no estaba. Mi señora<br />

había ido a vivir unos días a la casa de mi mamá y nosotros <strong>está</strong>bamos<br />

cosechando algodón y t<strong>en</strong>íamos el algodón depositado <strong>en</strong> una pieza, para<br />

v<strong>en</strong>der. Nos quemaron la casa y cuatro mil kilos de algodón que<br />

t<strong>en</strong>íamos. Fue <strong>en</strong> agosto del 95 que me quemaron todo. Yo siempre he<br />

dicho que son de las empresas. Uno a veces no llega a creer. Son las<br />

empresas las que am<strong>en</strong>azan y la policía los deja hacer, no sé cómo es, si<br />

corre plata o qué, pero lo cierto es que ellos nunca <strong>está</strong>n presos y<br />

nosotros hemos hecho las d<strong>en</strong>uncias, mataron animales, se le ha sacado<br />

el plomo a los animales y la policía ha ido a ver y no ha hecho nada,<br />

muer<strong>en</strong> <strong>en</strong> los cajones”.<br />

Pese a la crudeza de los episodios que narra, <strong>en</strong> su voz, firme, acerosa,<br />

imperan la tranquilidad y la resignación. Cosas que pasan. Me figuro su<br />

casa <strong>en</strong> llamas, la malograda cosecha de algodón ardi<strong>en</strong>do, y no puedo<br />

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m<strong>en</strong>os que p<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> los relatos de James Baldwin, <strong>en</strong> particular Esta<br />

mañana, esta tarde, tan pronto, y <strong>en</strong> un fragm<strong>en</strong>to de la nota escrita<br />

por Ricardo Piglia que prologa el cu<strong>en</strong>to: “Su crim<strong>en</strong> es viejo y visible: su<br />

propia piel. El mundo lo castiga acorralándolo contra esos límites<br />

inciertos: lo id<strong>en</strong>tifican con ella hasta el punto de separarlo de sí mismo;<br />

<strong>en</strong> esa quiebra se re<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra y se extravía definitivam<strong>en</strong>te: primero<br />

debe admitir que es un nigger, <strong>en</strong> seguida lo obligan a reconocer que eso<br />

es un mal. Es preciso que lo asuma, que lo declare y lo confiese: él es<br />

culpable de ser negro; ante el mundo este hecho es una maldición, esa<br />

piel conting<strong>en</strong>te un destino”.<br />

<strong>La</strong> maldición de Paulo <strong>está</strong> conc<strong>en</strong>trada <strong>en</strong> la sangre toba que lleva<br />

d<strong>en</strong>tro, <strong>en</strong> la aspereza de sus rasgos, <strong>en</strong> la oscuridad de su pellejo, <strong>en</strong> la<br />

sabia cad<strong>en</strong>cia de un discurso a todas luces irrefutable. Por una de las<br />

puertas del predio que servirá de sede de la Universidad, de pronto<br />

aparece Angel, uno de los fundadores del Movimi<strong>en</strong>to. Es un hombre<br />

delgado, acaso cuar<strong>en</strong>ta y cinco años, larga cabellera pajosa que, al igual<br />

que Paulo, lleva sujeta por una gomita. Nos estrechamos <strong>en</strong> un caluroso<br />

abrazo, como si nos conociéramos desde siempre. Quiere saber si nos<br />

<strong>está</strong>n tratando como corresponde; le <strong>en</strong>seño la torta, el mate, el dulce de<br />

leche. Alza el pulgar y dice que debemos disculparlo; ti<strong>en</strong>e asuntos que<br />

resolver; hay una campesina, anciana, <strong>en</strong>ferma; la fiebre la <strong>está</strong><br />

devorando, de modo que debe alcanzarle algún medicam<strong>en</strong>to; regresará<br />

<strong>en</strong> una hora, para la comida. Pablo, mi viejo amigo Pablo Conti, también<br />

nos abandona: ha manejado doce horas, bordea el desmayo, buscará un<br />

hotel, una p<strong>en</strong>sión, una cama <strong>en</strong> la que pueda echarse un rato; volverá<br />

más tarde. Paulo prosigue: “Te iba a contar de la represión de diciembre<br />

del 95, que ha sido la más viol<strong>en</strong>ta. Estaba <strong>en</strong> mi casa, sembrando<br />

algodón, y ahí se pres<strong>en</strong>ta una camioneta por allá, <strong>otra</strong> por este lado y<br />

andaba una blanca también que llegó más tarde. Y veo a mis compañeros<br />

arriba, esposados. Y los milicos me preguntan: `¿Vos sos Paulo Aranda?<br />

Estás det<strong>en</strong>ido´, y yo les digo: `No creo´. Y ellos: `Sí, <strong>está</strong>s det<strong>en</strong>ido´.<br />

`¿Det<strong>en</strong>ido? Mostráme la ord<strong>en</strong> del juez´. `No, no la hemos traido, la<br />

hemos olvidado´. `Y bu<strong>en</strong>o, andá a traerla´. Y bu<strong>en</strong>o, ahí empezaron a<br />

agarrarme de la camisa y he empezado a luchar, y ahí volteé a uno y han<br />

v<strong>en</strong>ido más, mandaron a once, cubiertos con chalecos antibalas. Y ellos<br />

me querían esposar para atrás y yo echaba los brazos para adelante. Y<br />

cuando me han esposado, para adelante, como yo exigía, vi<strong>en</strong>e el<br />

<strong>en</strong>cargado de abrir la compuerta para que suba, y ahí he agarrado y le he<br />

metido una patada <strong>en</strong> el traste. Y bu<strong>en</strong>o, <strong>en</strong> prisión t<strong>en</strong>ía un bu<strong>en</strong> tiempo<br />

marcada las esposas, y les digo que me afloj<strong>en</strong>, que me duele, ya se<br />

v<strong>en</strong>ía hinchando y cada vez que se hincha más te aprieta, y me dic<strong>en</strong>:<br />

`No, no te vamos a aflojar por resist<strong>en</strong>cia a la autoridad´. Cali<strong>en</strong>te v<strong>en</strong>ía<br />

yo. Le digo: `¿Ustedes sab<strong>en</strong> lo que <strong>está</strong>n haci<strong>en</strong>do?´. `¿Por qué?´, me<br />

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dic<strong>en</strong>. `Porque este es un juicio civil, el juicio por la tierra es un juicio<br />

civil. ¿Por qué me ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que llevar esposado?. No soy un asesino, no soy<br />

delincu<strong>en</strong>te y deb<strong>en</strong> ser consci<strong>en</strong>tes del juicio que estamos llevando. ¿O<br />

nunca han leído la constitución nacional? ¿Quier<strong>en</strong> que se la preste?,<br />

porque nosotros cada uno ti<strong>en</strong>e la constitución nacional <strong>en</strong> su casa´. Y se<br />

han quedado ahí p<strong>en</strong>sando. Después al milico le digo: `Aflojáme´. Y me<br />

lo afloja”.<br />

Infla el pecho y chupa de la bombilla con autoridad. Paulo se ha puesto<br />

altanero. Exhibi<strong>en</strong>do una sonrisa traviesa vuelve a recordar el puntapié<br />

que le dio <strong>en</strong> el culo al milico. “Se lo dí con toda mi fuerza, s<strong>en</strong>tí que<br />

estaba pateando al milico, a las empresas, a los jueces corruptos, a todos<br />

los que nos quier<strong>en</strong> robar la tierra. Y MOCASE es una organización que<br />

<strong>está</strong> dispuesta a luchar por la tierra porque creemos que la tierra nos da<br />

vida. En cambio, si uno pierde la tierra es como cambiar la dignidad por la<br />

miseria. Eso es lo único que t<strong>en</strong>go miedo. A que mis hijos el día de<br />

mañana no t<strong>en</strong>gan de qué vivir, no t<strong>en</strong>gan un lugar para vivir<br />

dignam<strong>en</strong>te. Ese es el miedo, perder la tierra”. Pocho quiere decir algo<br />

pero Paulo, tomándole el antebrazo con delicadeza, le ruega un minuto<br />

más de at<strong>en</strong>ción, un minutito nomás, compañero, que me <strong>está</strong> sali<strong>en</strong>do<br />

del alma, y si no sale queda y me duele, y no los molesto más. En un<br />

calabozo de Santiago ha escrito un poema, que, si los pres<strong>en</strong>tes se lo<br />

autorizamos, con gusto nos recitará. Reclina el tronco hacia adelante,<br />

apoya los codos <strong>en</strong> los muslos, <strong>en</strong>torna los párpados:<br />

Hasta preso me llevaron<br />

claro que injustam<strong>en</strong>te<br />

esposado y acollarado<br />

como unos delincu<strong>en</strong>tes.<br />

Allí junto me <strong>en</strong>cerraron<br />

acusados de desobedi<strong>en</strong>cia judicial<br />

nos tiraban <strong>en</strong> el piso<br />

como cualquier animal.<br />

De tantos atropellos<br />

aguantábamos por suerte<br />

y recibíamos de ellos<br />

am<strong>en</strong>azas de muerte.<br />

Def<strong>en</strong>der nuestra tierra<br />

es como def<strong>en</strong>der a la madre<br />

para que nadie nos quite<br />

la her<strong>en</strong>cia de nuestro padre.<br />

Y con esto me despido<br />

con esperanza y amor<br />

y si con esto no alcanza<br />

les dejo mi corazón.<br />

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Durante un infinito espacio de tiempo nos quedamos <strong>en</strong> sil<strong>en</strong>cio,<br />

mateando, comi<strong>en</strong>do torta, intercambiando miradas opacas, monosílabos,<br />

parcos com<strong>en</strong>tarios acerca del clima. <strong>La</strong>s palabras se han ido al diablo. Un<br />

sombroso vacío se ha apoderado de todos. Vas a conocer nuestro ritmo<br />

l<strong>en</strong>to pero int<strong>en</strong>so, me había dicho Angel. En efecto. Una int<strong>en</strong>sa l<strong>en</strong>titud,<br />

suerte de crepuscular letargo que Pocho quiebra de improviso con voz<br />

quejumbrosa. Su historia no difiere <strong>en</strong> mucho de la que ha referido Paulo.<br />

Ti<strong>en</strong>e cincu<strong>en</strong>ta años, nació <strong>en</strong> la localidad de El Colorado, a cuar<strong>en</strong>ta<br />

kilómetros de aquí, y <strong>en</strong> 1970 fue desalojado de prepo de las tierras <strong>en</strong><br />

que había vivido hasta los veinte años. Ahora habita una parcela de<br />

campo <strong>en</strong> Pampa Pozo. Le prohíb<strong>en</strong> sembrar. Ap<strong>en</strong>as unas gallinas puede<br />

t<strong>en</strong>er. “Estoy sin nada, hermano, y sin nada quier<strong>en</strong> que viva”. Fue uno<br />

de los primeros campesinos de la región que recurrió al MOCASE con el<br />

fin de recibir protección y abrigo. “Hemos hecho trueque con campesinos<br />

de Misiones, nos dan yerba, nosotros cabritos, pero a veces no se hace<br />

porque carecemos de medios de movilidad. T<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do un equipo sería<br />

mucho más facil hacer los trueques, llevar productos de aquí y traer de<br />

allá, como lo t<strong>en</strong>emos p<strong>en</strong>sado también para el lado de Jujuy. Ellos no<br />

ti<strong>en</strong><strong>en</strong> leña, no ti<strong>en</strong><strong>en</strong> postes, y ellos decían que si había se podía llevar, y<br />

de allá se puede traer verdura y todo lo que se pueda traer. Pero estamos<br />

todavía <strong>en</strong> hacer esa experi<strong>en</strong>cia. Estamos esperando conseguir un<br />

camión para hacer esta experi<strong>en</strong>cia que para ellos puede ser útil y para<br />

nosotros también”. En su rostro grave asoma una amplia sonrisa cuando<br />

recuerda el reci<strong>en</strong>te viaje que hizo al Brasil. Formó <strong>parte</strong> de la comitiva<br />

del Movimi<strong>en</strong>to que concurrió al último Foro Social Mundial, <strong>en</strong> Sao Paulo;<br />

<strong>en</strong> el trayecto se toparon con cuatro piquetes, y <strong>en</strong> cada uno de ellos les<br />

bastó mostrar la bandera del MOCASE para abrirse camino y, además,<br />

recibir aplausos y apoyo. “<strong>La</strong> experi<strong>en</strong>cia del Foro para nosotros ha sido<br />

muy bu<strong>en</strong>a realm<strong>en</strong>te. Para el próximo Foro, nosotros vamos a decir que<br />

ti<strong>en</strong>e que estar la participación del campesino, que haya repres<strong>en</strong>tantes<br />

del sector campesino, y que sean campesinos realm<strong>en</strong>te, que lo estén<br />

vivi<strong>en</strong>do, porque a veces es lindo hablar pero no lo <strong>está</strong>s vivi<strong>en</strong>do ...”.<br />

Todo indica que a Pocho no lo quier<strong>en</strong> dejar hablar, porque de rep<strong>en</strong>te<br />

irrumpe mi amigo Pablo, pelo húmedo, semblante más animado,<br />

anunciándonos que la comida <strong>está</strong> servida <strong>en</strong> el galpón. De prisa y sin<br />

gracia formulo la pregunta: ¿Y las elecciones anticipadas? Presumo que<br />

nadie ríe de mis palabras por una mera cuestión de respeto. “¿Para qué<br />

sirv<strong>en</strong>?”, larga Paulo. “Siempre nos han <strong>en</strong>gañado, uno, otro, todos. Lo<br />

importante es construir desde abajo, articular, crear nuevas maneras”.<br />

Pocho me observa con asombro. “¿Elecciones? ¿No <strong>está</strong>bamos hablando<br />

<strong>en</strong> serio?”. Mundito se <strong>en</strong>coge de hombros. <strong>La</strong> mujer frutal de los ojos<br />

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castaños sonríe y, por vez primera <strong>en</strong> toda la tarde, abre la boca: “Que se<br />

vayan todos, señor”.<br />

Miércoles<br />

Nos despierta el tortuoso y metálico estribillo de una canción: “Desde que<br />

vivimos juntos/estamos más juntos/te amo, te amo, te amo ...”. Espío la<br />

calle por un resquicio de la cortina de la v<strong>en</strong>tana de la habitación. <strong>La</strong><br />

música sale de un bazar situado justo fr<strong>en</strong>te al hotel Cad<strong>en</strong>as, hospedaje<br />

s<strong>en</strong>cillo, <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>o c<strong>en</strong>tro de Quimilí, es decir, <strong>en</strong> una de las pocas<br />

manzanas que compon<strong>en</strong> el nervio urbano de la ciudad. El cielo,<br />

compruebo con pesar, prosigue empacado <strong>en</strong> un gris sombrío y al parecer<br />

indeleble. En tanto nos vestimos <strong>en</strong>ci<strong>en</strong>do el televisor, un canal de cable.<br />

Carlos Grosso ha sido víctima de un rapto de cordura, y, para evitar todo<br />

escándalo público, se ha pres<strong>en</strong>tado ante un juez y exigido que lo<br />

<strong>en</strong>carcel<strong>en</strong>. Remes L<strong>en</strong>icov ha vuelto a Olivos; hasta el viernes será<br />

ministro, luego, claro, aceptará cualquier cargo bi<strong>en</strong> remunerado <strong>en</strong> este<br />

c<strong>en</strong>agoso gobierno. <strong>La</strong> l<strong>en</strong>gua de Duhalde viborea, continúa lanzando al<br />

vi<strong>en</strong>to m<strong>en</strong>sajes cargados de estímulo: ”No hay plan alternativo.<br />

Superaremos esta difícil situación. <strong>La</strong> Arg<strong>en</strong>tina <strong>está</strong> cond<strong>en</strong>ada al éxito”.<br />

Pablo echa una puteada. ¿El éxito de quién?, pregunta. Vuelvo a mirar la<br />

cara pedregosa del s<strong>en</strong>ador-presid<strong>en</strong>te. Imposible saber qué cuernos hay<br />

<strong>en</strong> el interior de la cabeza de ese hombre diminuto cuyo rostro torcido,<br />

cada día, con asustadora velocidad, más y más trae a la memoria al Joe<br />

Pesci de Bu<strong>en</strong>os muchachos. <strong>La</strong> comida de anoche <strong>en</strong> el galpón, junto<br />

a una veint<strong>en</strong>a de campesinos, ha sido de veras estup<strong>en</strong>da. Guiso de<br />

arroz con hilachas de carne; bu<strong>en</strong>os tragos de vino tinto y una sobremesa<br />

informal donde el lugar común fue la gallardía y el raro bu<strong>en</strong> humor de<br />

toda esta g<strong>en</strong>te que ha hecho del compromiso con su tierra el c<strong>en</strong>tro de<br />

sus vidas. Hoy, han prometido, nos agasajarán con cabrita asada.<br />

En el edificio de la Universidad sorpr<strong>en</strong>do a Angel <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>o trabajo<br />

exótico. <strong>La</strong> esc<strong>en</strong>a, a causa de la geografía, del paisaje que la circunda, es<br />

decir, la nada, el fango, la miseria que se intuye <strong>en</strong> los pies semidesnudos<br />

de algunos campesinos, es digna de película. Está s<strong>en</strong>tado de cara a una<br />

notebook moderna, tecleando con pasión. Responde mails, ord<strong>en</strong>a y<br />

bosqueja ideas, traza líneas de trabajo para el proyecto de la Universidad.<br />

Tomamos mate, comemos torta cali<strong>en</strong>te. Angel ti<strong>en</strong>e las facciones del<br />

hombre siempre jov<strong>en</strong> que nunca ha podido estarse quieto, que ha vivido<br />

de travesía <strong>en</strong> travesía, de conocimi<strong>en</strong>to <strong>en</strong> conocimi<strong>en</strong>to. Piel moldeada<br />

por la irreprimible sed de gozo, arrugas labradas a fuerza de sonrisa, y<br />

risas y cu<strong>en</strong>tos y cantos. Transcurrió la juv<strong>en</strong>tud estudiando filosofía y<br />

música progresiva, hasta que, de pronto, junto a un grupo de amigos,<br />

hizo a un lado la comodidad de su hogar y partió hacia Santiago del<br />

Estero, a la búsqueda de las <strong>en</strong>señanzas de los sabios del monte.<br />

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Imaginaba que <strong>en</strong> ellos había de hallar la memoria histórica de las luchas<br />

de los hacheros, <strong>otra</strong> cosmovisión del mundo, difer<strong>en</strong>te a la occid<strong>en</strong>tal,<br />

capitalista y neoliberal. “Esos sabios del monte, Tito Ravello, de Cejolao;<br />

Ana, de Campo del Cielo; Z<strong>en</strong>obio Campos, de Quimilí, y otros muchos,<br />

como Raymundo Gómez, nos tiraron líneas de horizontes para un futuro<br />

no lejano de trabajo organizativo con los campesinos, nos llevaron a<br />

<strong>en</strong>trarle a una lectura del mundo y del universo, que de por sí t<strong>en</strong>ía una<br />

fuerte carga poética contra el sistema capitalista; poética <strong>en</strong> su l<strong>en</strong>guaje,<br />

dramático <strong>en</strong> el dolor de las historias de vida hachera”. Se queda mirando<br />

el vacío. Desde afuera llegan los chillidos de la cabrita que han atado a un<br />

poste y horas más tarde servirá de almuerzo. Los últimos chillidos, pues a<br />

través de la v<strong>en</strong>tana sin vidrios <strong>en</strong>treveo la silueta de un hombre que se<br />

<strong>en</strong>camina hacia el animal llevando <strong>en</strong>tre las manos una cuchilla de hoja<br />

ancha y corta. “Ellos me <strong>en</strong>amoraron de la magia de los ranchos, de las<br />

huellas, de los montes, de los du<strong>en</strong>des y ley<strong>en</strong>das, de una religión de la<br />

liberación y no del opio de los pueblos”. <strong>La</strong> estrecha conviv<strong>en</strong>cia con los<br />

sabios del monte lo movió a buscar <strong>en</strong> el estudio de la teología de la<br />

liberación, primero, y <strong>en</strong> el sacerdocio, luego, una manera de militancia<br />

social. “Creí que como cura podía recrear o armar <strong>otra</strong> manera de<br />

hom<strong>en</strong>ajear a los dioses, a la vida, al planeta, a los hombres, a celebrar<br />

con oxíg<strong>en</strong>o de alegría la vida”. A partir de mediados de 1984, hasta el<br />

otoño de 1987, ofició de cura <strong>en</strong> Quimilí. En Los Juríes ya habían<br />

com<strong>en</strong>zado los graves conflictos por la posesión de la tierra, las disputas,<br />

<strong>en</strong> ocasiones cargadas de viol<strong>en</strong>cia, <strong>en</strong>tre los campesinos y empresas que<br />

se atribuían derechos inexist<strong>en</strong>tes. Angel, desde luego, tomó partido por<br />

el reclamo de los campesinos, de los hacheros, postura que no agradó a<br />

los hac<strong>en</strong>dados políticos de la ciudad. Compr<strong>en</strong>dió de inmediato que t<strong>en</strong>ía<br />

los días contados. “Antes de que me fueran, decidimos <strong>en</strong>tre varios que<br />

me t<strong>en</strong>ía que ir, para que fuera m<strong>en</strong>os traumático. Y me fui a trabajar de<br />

camionero tres meses a Rosario, viajaba por el país. Mi familia, tanto de<br />

padre como de madre, vi<strong>en</strong><strong>en</strong> de oficio camioneros, viajeros,<br />

transportistas”. Metido andaba <strong>en</strong> ese pasar errático cuando conoció a<br />

María de los Angeles, la Flaca, una maestra de jardín de infantes de la<br />

que se <strong>en</strong>amoró, hermosa fulminación, y con la que ha t<strong>en</strong>ido cinco hijos,<br />

uno de los cuales, Sel<strong>en</strong>e, murió a poco de nacer. Al cabo de un año de<br />

vagabundeos y av<strong>en</strong>turas pedagógicas <strong>en</strong> la puna jujeña, empezó a<br />

escuchar, a cada rato, como el embriagador repicar de la lluvia, dice, el<br />

eco de las palabras de los sabios del monte. “Había llegado el tiempo de<br />

volvernos a Quimilí, a Santiago del Estero, a las luchas campesinas, donde<br />

empezamos a aportar como educadores populares. Nos s<strong>en</strong>timos y nos<br />

hac<strong>en</strong> s<strong>en</strong>tir MOCASE, con esa mística santiagueña de la lucha por la<br />

liberación humana”.<br />

42


* * *<br />

Un grupo de g<strong>en</strong>te bulliciosa <strong>en</strong>tra <strong>en</strong> el salón. Basta una ligera<br />

inspección para caer <strong>en</strong> la cu<strong>en</strong>ta de que son foráneos. Un hombre de<br />

pelo y barba canos; un muchacho alto, ataviado con vaqueros, camisa y<br />

chaleco de jean sin mangas, y, parece hábito inviolable, de larga cabellera<br />

crespa anudada; dos atractivas mujeres jóv<strong>en</strong>es. Angel se incorpora de<br />

un salto y los saluda con efusión. Los pres<strong>en</strong>ta: Tato Iglesias, sus hijas, y<br />

la feliz e inesperada sorpresa: Raly Barrionuevo, el cantante santiagueño<br />

que ha ganado el festival de Viña del Mar interpretando una canción de<br />

Víctor Heredia. Raly es yerno de Tato. Con extrema amabilidad, Tato me<br />

conduce hacia un rincón; me felicita, ha vuelto a leer El Otro; es una<br />

inmejorable semblanza del cretino que nos gobierna, dice. Le pregunto<br />

por la Universidad Trashumante, proyecto que, le confieso, me su<strong>en</strong>a tan<br />

singular como fantástico. “El concepto de trashumar significa ir detrás de<br />

los mejores humus, de la mejor g<strong>en</strong>te, de la mejor tierra. Trashumar es<br />

caminar. Por eso insistimos <strong>en</strong> la necesidad de una doble caminata: una<br />

interior, preguntándonos acerca de nuestras ganas, de nuestras pasiones,<br />

de nuestras fuerzas, de nuestras emociones. <strong>La</strong> <strong>otra</strong> es la necesidad de<br />

salir, de andar, de escuchar, de no quedarnos quietos, de organizar y<br />

organizarnos”. Cu<strong>en</strong>tan con el apoyo oficial de la Universidad Nacional de<br />

San Luis, donde Tato es profesor. En un colectivo marca Dodge, año<br />

1970, que han resuelto d<strong>en</strong>ominar Quirquincho, los trashumantes han<br />

recorrido más de treinta mil kilómetros y visitado una dec<strong>en</strong>a de<br />

provincias, <strong>en</strong> cada una de las cuales han dictado talleres de Educación<br />

Popular. El Quirquincho, palabra que <strong>en</strong> l<strong>en</strong>gua quechua significa<br />

doblem<strong>en</strong>te empecinado, no es un vehículo común y ordinario; una de las<br />

hijas de Tato, Camila, arquitecta, lo transformó <strong>en</strong> una verdadera pieza de<br />

exposición: dormitorio, biblioteca, baño, cocina, un living diminuto, estufa.<br />

“Nuestro perfil es claram<strong>en</strong>te pedagógico-político. En numerosas<br />

conversas con el MOCASE, y ley<strong>en</strong>do difer<strong>en</strong>tes materiales sobre el<br />

Movimi<strong>en</strong>to Campesino, empezamos a darle forma al proyecto que hoy<br />

concretaremos. Nos preocupa siempre la escuela formal, <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido de<br />

que con el modelo neoconservador, se ha puesto más rígida y<br />

reproductiva. En el caso de los campesinos, mandar los chicos a la<br />

Escuela huinca pasa a ser una tortura. Los maestros les <strong>en</strong>señan que los<br />

jueces, la policía y los gobernantes son bu<strong>en</strong>os, y que los campesinos son<br />

vagos y borrachos. Por eso la Escuela de Formación de Maestros<br />

Campesinos. Es decir, que los campesinos puedan ser los maestros de sus<br />

propios hijos. Y es imp<strong>en</strong>sable hacer una Escuela para campesinos sin<br />

saber qué opinan ellos”. De las ci<strong>en</strong>to veinte comunidades donde <strong>está</strong> el<br />

MOCASE, han hecho una muestra de veinte. Saldrán a recorrerlas seis<br />

trashumantes y seis campesinos. “Algunas puntas t<strong>en</strong>emos: ellos quier<strong>en</strong><br />

43


que <strong>en</strong> la escuela se hable de sus historias familiares, de por qué son<br />

campesinos y cómo construyeron su vida. Quier<strong>en</strong> que les habl<strong>en</strong> de sus<br />

id<strong>en</strong>tidades, sus historias de lucha y organización, con <strong>otra</strong> visión de la<br />

realidad”. El tono de la voz de Tato es fogoso, arrebatado; escuchándolo,<br />

uno experim<strong>en</strong>ta la s<strong>en</strong>sación de que todo es posible; que el hombre,<br />

como ha escrito Dick<strong>en</strong>s, nunca sabe de lo que es capaz hasta que lo<br />

int<strong>en</strong>ta. Recurrirán a los bu<strong>en</strong>os oficios de reconocidos profesionales de la<br />

UBA y de la Universidad Nacional del Comahue. “P<strong>en</strong>samos <strong>en</strong> la<br />

importancia de construir movimi<strong>en</strong>tos verdaderam<strong>en</strong>te democráticos y<br />

autónomos. De promover la mayor horizontalidad posible <strong>en</strong> la toma de<br />

decisiones. Y t<strong>en</strong>er claro que las conducciones deb<strong>en</strong> ser elegidas y<br />

rotativas”.<br />

<strong>La</strong> reunión del profesor trashumante con delegados del MOCASE <strong>está</strong> a<br />

poco de com<strong>en</strong>zar. En una pizarra verde algui<strong>en</strong> ha escrito:<br />

1. Concepción de la vida (hombre, sociedad, cotidianeidad, estado,<br />

valores, tiempo y espacio).<br />

2. Concepciones acerca de una escuela de Formación de Maestros<br />

Campesinos.<br />

3. Finalidades de la escuela de Formación de Maestros Campesinos.<br />

Enci<strong>en</strong>do un cigarrillo y salgo <strong>en</strong> busca del sol, que ahora, mediodía, ha<br />

empezado a <strong>en</strong>tibiar la atmósfera. El aire trae los primeros aromas de la<br />

cabrita asada. Quiero conocer la opinión de Pablo, que durante el diálogo<br />

con Tato ha permanecido <strong>en</strong> sil<strong>en</strong>cio, escuchando todo con suma<br />

at<strong>en</strong>ción. No logra salir del asombro; cree <strong>en</strong>contrarse <strong>en</strong> otro mundo, un<br />

mundo misterioso e ignorado, repleto de vida, de sed de cambio, que le<br />

causa fascinación y una port<strong>en</strong>tosa dosis de nostalgia; de bu<strong>en</strong>a gana<br />

mandaría todas sus obligaciones al demonio y continuaría viaje conmigo a<br />

G<strong>en</strong>eral Mosconi, a Neuquén, al gran Bu<strong>en</strong>os Aires. En el cobertizo nos<br />

chocamos con Mundito. Lo acompaña un hombre viejo y <strong>en</strong>juto, de<br />

sonrisa abierta. “Aquí ti<strong>en</strong>e una bu<strong>en</strong>a historia”, me dice Mundito. “Es don<br />

Raymundo, otro de los fundadores del MOCASE”. Le estrecho la mano y<br />

me pres<strong>en</strong>to. “Estoy a su disposición”, dice con cortesía.<br />

* * *<br />

Yo, por empezar, no sé leer ni escribir. Así que si algunas palabras no las<br />

explico bi<strong>en</strong>, sepa disculparme. Yo nací <strong>en</strong> el veintiocho, al sur de aquí,<br />

cerca de Tacanitas, y de nombre Raymundo Gómez. Mi padre había sido<br />

un hombre muy pobre, trabajaba <strong>en</strong> los obrajes, <strong>en</strong> los montes, <strong>en</strong> Pozo<br />

del Toba, y ahí me crié. Nosotros habíamos sido cuatro varones y tres<br />

mujeres. Vivimos los cuatro varones. <strong>La</strong>s mujeres no viv<strong>en</strong> más. Ahí, <strong>en</strong><br />

mi barrio, el Rincón del Saladillo, vivimos tres y otro vive <strong>en</strong> Toba. Ti<strong>en</strong>e<br />

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85, el mayor. Yo trabajaba a la par de mi papá, ayudándole, él me<br />

<strong>en</strong>señaba. El trabajaba <strong>en</strong> el monte, cortando leña para carbón, o con la<br />

zorra de peón. Y cuando yo t<strong>en</strong>ía ocho años me decía mi papá: “Murió<br />

mamá”. Y quedamos nosotros con él. Nos crió como ha podido, pero él<br />

nunca ha llevado ninguna señora a la par de él. No sé cómo hizo para<br />

criarnos, pero nos crió. El había trabajado mucho al sur, trabajaba <strong>en</strong> la<br />

cosecha de maíz, después hacían corta y trilla de trigo y todas esas cosas.<br />

Y después iba más al sur, creo que por Chubut, iba a las esquilas. Y yo<br />

siempre me decía: “Algún día, cuando yo sea grande, cuando me si<strong>en</strong>ta<br />

capaz, yo me voy a ir, voy a salir, voy a trabajar y voy a hacer mi vida”.<br />

Una noche, conversando, yo no me animaba a decirle a mi papá: “Me<br />

voy”. P<strong>en</strong>saba: ¿qué me va a decir papá? Trece años t<strong>en</strong>ía yo, trece.<br />

Entonces, después de c<strong>en</strong>ar, estuvimos <strong>en</strong> la mesa y me animé. Le dije:<br />

“Papá”. “Sí, m’hijo”. Eramos muy amigos, hasta el mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> que él<br />

partió cuando Dios lo llevó, más amigos que padre e hijo. El me quería<br />

muy mucho a mí. Entonces le dije: “Papá, yo me quiero ir”, y él quedó<br />

p<strong>en</strong>sando y me dijo: “¿Dónde querés ir?”, y yo digo: “A trabajar, quiero<br />

salir”. Me dijo: “Bu<strong>en</strong>o, vete. ¿Sabés como vas a andar?”, y le digo:<br />

“Bu<strong>en</strong>o, me voy a rebuscar”. Me dió la partida de nacimi<strong>en</strong>to, que era el<br />

único docum<strong>en</strong>to que t<strong>en</strong>ía, y salí. Me fuí al Chaco. El me dió para el<br />

pasaje y me fui. Cuando llegué <strong>en</strong> la estación de Pinedo, habrá sido el<br />

año 40, o 41, como yo no sabía ni leer ni escribir andaba como el indio.<br />

Fui a la comisaría. Llego ahí y le pregunto al comisario, que me dice:<br />

“¿Qué te anda pasando, chico? S<strong>en</strong>tate, m´hijo. ¿Qué andas queri<strong>en</strong>do,<br />

qué te ha pasado”. Le digo: “Señor, yo soy forastero de aquí, soy de<br />

Santiago, y ando buscando trabajo y quiero que me dé permiso para<br />

quedar aquí”. “Sí, m’hijo”, me dice ,“cómo no, aquí es tu casa y nadie te<br />

va a tocar”. Ahí lo llamó al ag<strong>en</strong>te y le dijo: “Llev<strong>en</strong>ló a este chico, del<strong>en</strong><br />

para que tome mate, para que coma, y después él va a buscar trabajo”. Y<br />

de ahí conseguí trabajo. Había un colono y le pedí si necesitaba un peón y<br />

me dice que sí. Yo era muy chiquito de físico, flaquito. Y así empecé a<br />

trabajar, así hice mi vida, trabajando. A los siete meses volví a mi casa.<br />

Trabajé, por ahí anduve, y volví a mi casa de vuelta a verlo a mi papá. Y<br />

algunos pesitos que había ganado le traje, y así empecé a andar. Y iba<br />

<strong>en</strong>t<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do qué es mi vida, y buscando mi camino para hacerme<br />

hombre. Hacerme la vida y hacerme hombre pero trabajando y sabi<strong>en</strong>do<br />

qué es lo que estoy haci<strong>en</strong>do y qué es lo que no debo hacer. Nunca tuve<br />

miedo. A mí me gustaba respetar y hacerme respetar. Y así hice mi vida,<br />

mi amigo. Y bu<strong>en</strong>o, pasó los años, iba creci<strong>en</strong>do, iba trabajando, haci<strong>en</strong>do<br />

mi vida. Pero yo sabía p<strong>en</strong>sar. ¿Porqué no me había dejado <strong>en</strong> la escuela<br />

mi papá? Y cuando hice dos o tres viajes, vine un día, que <strong>está</strong>bamos<br />

conversando, y le dije: “Papá, ¿por qué si usted dice que me quería tanto,<br />

me quiere, por qué no me dejaba <strong>en</strong> la escuela a mí?”. Me dijo: “Sí, t<strong>en</strong>és<br />

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azón, hijo, y p<strong>en</strong>saba que te quería mucho, y te quiero, pero el error fue<br />

de no dejarte <strong>en</strong> la escuela, por lo m<strong>en</strong>os que sepas algo, siquiera leer”.<br />

Porque es muy fiero, mi amigo, cuando uno no sabe leer, no sabe<br />

escribir, es bastante jodido. Porque hay un dicho que dice: ¿<strong>en</strong> aquel<br />

letrero qué dice? Dice: para el que sabe leer. Entonces, eso es lo que le<br />

falta al hombre, tanto a la mujer. Anteriorm<strong>en</strong>te decía la g<strong>en</strong>te: “Ah, pa´<br />

qué querés, las vas a mandar a las chicas a la escuela, si no le hace<br />

falta”. No, ¿por qué no le va a hacer falta? Le hace falta también. Igual,<br />

tanto al hombre como a la mujer hay que saber leer y escribir. Eso fue lo<br />

que me llevó a mi p<strong>en</strong>sar tanto. Nosotros somos cuatro varones y tres<br />

mujeres, ninguno sabemos leer y escribir, desgraciadam<strong>en</strong>te. Antes que<br />

<strong>en</strong>tró Perón <strong>en</strong> el mando, yo trabajaba aquí muy cerquita, <strong>en</strong> Girardet.<br />

Cada ocho días había que ir a buscar la mercadería como a veinte<br />

kilómetros y traerla a los hombros. Póngale harina, azúcar, yerba, había<br />

que traerla al hombro, y la agua, nos daban agua salada, no le<br />

echábamos sal para cocinar, no le echábamos sal para hacer la torta, y<br />

esa agua tomábamos para trabajar. Y si no nos daban agua salada nos<br />

daban agua de las represas donde tomaba la haci<strong>en</strong>da, y los patrones<br />

hacían lo que querían. Y si usted <strong>en</strong>tregaba su trabajo, pongale que yo<br />

estoy cortando leña, <strong>en</strong>tregaba ci<strong>en</strong> metros de leña y v<strong>en</strong>ía el patrón y<br />

decía: “Eh, <strong>está</strong> mal apilada, ché, ti<strong>en</strong>e mucho gancho”. ¿Sabe cuánto me<br />

daban? Set<strong>en</strong>ta metros, y treinta metros hacían quedar para ellos, y había<br />

que trabajar igual. Entonces todo eso iba pasando, y cuando <strong>en</strong>tró Perón<br />

las cosas cambiaron. Puso el sindicato y <strong>en</strong>tonces los patrones ya eran<br />

otros, v<strong>en</strong>ían al rancho, adonde <strong>está</strong>bamos <strong>en</strong> el monte, y decían: “¿Qué<br />

te falta, ché, t<strong>en</strong>és poca mercadería?”, y traía, y la agua ya era agua<br />

bu<strong>en</strong>a, <strong>en</strong>tonces cambió. Cambió mucho. Entonces ya era <strong>otra</strong> cosa la<br />

vida de nosotros, antes nos trataban como animales, digamos. Trabajar,<br />

trabajar y si usted se lastimaba, o se cortaba con el hacha <strong>en</strong> el pié, no lo<br />

hacían curar, o lo hacían curar pero esa cu<strong>en</strong>ta que usted hacía estando<br />

sin poder trabajar, cuando se sana t<strong>en</strong>ía que trabajar y pagar. Ningún<br />

derecho t<strong>en</strong>ían los obreros. Entonces, bu<strong>en</strong>o, todas esas cosas yo las he<br />

pasado. Yo t<strong>en</strong>go este dedo así que me apretó un palo, me sacó la uña,<br />

me partió así y así. ¿Usted cree que me mandaron al médico? No, yo me<br />

curé como podía y trabajaba todos los días con la mano atada, porque si<br />

no la cu<strong>en</strong>ta se me inflaba. Después ya era <strong>otra</strong> cosa, ya cambió, cuando<br />

se golpeaba, el patrón lo llevaba y lo hacía curar y los remedios no le<br />

cobraban. Pero bu<strong>en</strong>o, así empezamos a andar. Cuando <strong>en</strong>tró Perón puso<br />

sindicatos por todos lados. Pero yo no, muy poco lo que hacía <strong>en</strong> el<br />

sindicato, yo me dedicaba al monte. Bu<strong>en</strong>o, después, con el tiempo, me<br />

parecía que yo también t<strong>en</strong>ía que t<strong>en</strong>er un hogar. Digamos que t<strong>en</strong>ía<br />

alguna novia por ahí, que no era del barrio. Hablé con ella <strong>en</strong> una fiesta<br />

para los carnavales. Yo t<strong>en</strong>ía 24 años cuando me <strong>en</strong>contré con la señora.<br />

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Ella t<strong>en</strong>ía veinte. Era una linda chica y yo siempre la veía y parecía una<br />

chica muy bu<strong>en</strong>a. Julia Anrique. No fue fácil, porque antes a la hija la<br />

mamá la t<strong>en</strong>ía ahí, bi<strong>en</strong> pegada, y si usted la invitaba a bailar, ¡bailaba<br />

una sola pieza! Y después usted t<strong>en</strong>ía que dejarla ahí, y ella se s<strong>en</strong>taba, y<br />

si tocaban <strong>otra</strong> pieza y usted v<strong>en</strong>ía a invitarle, dos piezas por ahí la<br />

dejaban, pero tres no. Ahí le decían: “Jov<strong>en</strong>, busque a <strong>otra</strong> dama”.<br />

Bailábamos chamamé. Entonces yo me junté con ella primero, y con el<br />

tiempo me casé. Pero yo, de mi casa, mi amigo, no saqué nada. Yo lo<br />

único que saqué era un caballo que era montado a pelo, y la cama, nada<br />

más. El resto lo hice trabajando. Nos establecimos <strong>en</strong> el mismo lugar, ahí<br />

<strong>en</strong> Pozo del Toba, <strong>en</strong> el lote 29. Ella trabajaba <strong>en</strong> la casa, cuidaba las<br />

chivas, los animales, t<strong>en</strong>ía unos yeguarizos, y sembraba yo. Y muy poca<br />

era la familia de nosotros, nada más que tres varones. Con el tiempo yo<br />

me <strong>en</strong>fermé, estuve seis años <strong>en</strong>fermo. No sé qué me pasó, anduve por<br />

los hospitales, me hicieron chequeos ...yo lo que t<strong>en</strong>ía era como si tuviese<br />

miedo, no quería salir para ningún lado, no quería que nadie me vea, por<br />

ahí los amigos v<strong>en</strong>ían y le preguntaban por mí a mi señora y ella: “No, él<br />

no quiere que lo vea nadie”. Después, con un curandero de campo me<br />

mejoré, pero quedé casi sin nada, porque v<strong>en</strong>dí todas mis cosas. T<strong>en</strong>ía<br />

alambres, t<strong>en</strong>ía vacas, t<strong>en</strong>ía yeguarizos, t<strong>en</strong>ía chivas, t<strong>en</strong>ía ovejas, estaba<br />

bi<strong>en</strong> yo. V<strong>en</strong>dí todo, de a poco, por los remedios, la comida para la casa.<br />

Y el año 61 vi<strong>en</strong>e un señor que dice que es dueño del campo, m<strong>en</strong>tira,<br />

porque al dueño del campo nosotros lo conocíamos, era un señor Marcelo<br />

Moyano, muy bu<strong>en</strong> hombre. Bu<strong>en</strong>o, ese señor aparece y dice que era el<br />

yerno de Moyano, que Moyano había muerto, y que él necesitaba el<br />

campo. Yo ahí ya ni sé hace cuántos años hacía que estaba; con mi padre<br />

estaba desde hacía más de 20 años. Eramos 27 pobladores. Y la mayoría<br />

de los compañeros dijeron: “No, hombre, vamos a buscar algo por ahí,<br />

hacer otro rancho”. El hombre nos echó. Nos fuimos todos, y yo lo que<br />

hice, t<strong>en</strong>ía unos amigos <strong>en</strong> Bu<strong>en</strong>os Aires que eran de aquí, y justo cae un<br />

amigo aquí y me dice: “¿Por qué no te vas para allá?” Antes va mi señora,<br />

ella se va sola a trabajar allá. Yo me quedo aquí, ya t<strong>en</strong>íamos tres hijos.<br />

Entonces dije, me voy a ir una temporada para allá, y allá conseguí<br />

trabajo <strong>en</strong> una fábrica de muebles. Doce años estuve, <strong>en</strong>tré de peón,<br />

porque mi señora trabajaba <strong>en</strong> la casa del dueño de la fábrica, ella<br />

trabajaba de muchacha, y allí me consiguió trabajo. Y ahí empecé a<br />

trabajar, doce años, después de tres años me pasaron a medio oficial, y a<br />

los seis años me pasaron a oficial y <strong>en</strong>cargado de una sección de pintura.<br />

Y yo no sabía leer ni escribir y a veces t<strong>en</strong>ía 30 hombres a mi cargo. Y mi<br />

señora se <strong>en</strong>fermó, estuvo como cuatro meses internada <strong>en</strong> el hospital<br />

Durán, <strong>en</strong> Bu<strong>en</strong>os Aires, después tuvo una operación muy grande, ella no<br />

se s<strong>en</strong>tía bi<strong>en</strong> allá, y me llamó el médico y me dijo: “Lo que ti<strong>en</strong>e que<br />

hacer, Gómez, si usted ti<strong>en</strong>e algunos pari<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> Santiago, mándela, que<br />

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vaya una temporada para allá, necesita aire libre, que ande de un vecino<br />

a otro, conversando”. Y mi señora vino para acá. Y yo me quedé allá.<br />

Pero después digo no, yo me voy. Pres<strong>en</strong>té la r<strong>en</strong>uncia, no me querían<br />

aceptar. Me pagaron todo, aguinaldo, vacaciones, la quinc<strong>en</strong>a, y a<strong>parte</strong> la<br />

empresa me dió unos pesos por comportami<strong>en</strong>to durante los años de<br />

trabajo. Y vine aquí, compré algunas cositas y empecé a trabajar aquí.<br />

Volví adonde estoy ahora, <strong>en</strong> Rincón del Saladillo. Hace 32 años que<br />

estoy ahí. Al lado de mis hermanos, ahora es un poblado ya. Y bu<strong>en</strong>o, así<br />

hice mi vida, mi amigo. Sembrábamos siempre. Sembrábamos algodón,<br />

ahora no sembramos más algodón porque no ti<strong>en</strong>e precio, el anteaño<br />

pasado cosechó mi hermano y no lo podía v<strong>en</strong>der, y ahí lo t<strong>en</strong>ía <strong>en</strong> un<br />

galponcito que t<strong>en</strong>ía, después le dió a las vacas. Criamos chanchos,<br />

gallinas. Pero el algodón no, eso es para v<strong>en</strong>der. No sé, ojalá que más<br />

adelante se componga y se pueda sembrar un poco de algodón, con eso<br />

uno anda un poco mejor, no bi<strong>en</strong> pero anda. Por suerte, hasta ahora no<br />

tuvimos problemas con la tierra, nadie nos quiso echar. Mis hermanos<br />

<strong>está</strong>n ahí desde antes, y otros pobladores desde antes también. Estamos<br />

como los chanchos del monte, donde nadie <strong>en</strong>tra, ahí viv<strong>en</strong>. Así estamos<br />

nosotros. Como todo el país, ¿no? Porque yo lo estoy vi<strong>en</strong>do bastante<br />

malo, económicam<strong>en</strong>te muy malo. Porque al cerrar la fu<strong>en</strong>te del trabajo<br />

yo pi<strong>en</strong>so que eso fue el error más grande que hizo el presid<strong>en</strong>te de la<br />

nación, al cortar los trabajos. Si hay trabajo la g<strong>en</strong>te trabaja y vive, pero<br />

si no hay qué hacer no podemos hacer nada. Ahora, actualm<strong>en</strong>te, el que<br />

ti<strong>en</strong>e haci<strong>en</strong>da tampoco puede v<strong>en</strong>der, porque nadie le compra, si le<br />

compra le dan cheque, y ¿cuándo lo cambian al cheque? Hasta ahora<br />

vamos dando vueltas con el carbón que se hace, se va cambiando con<br />

mercadería. Nosotros hacemos carbón, <strong>en</strong> parva o <strong>en</strong> horno fijo también,<br />

pero el precio cayó muchísimo. Yo siempre he sido una persona que me<br />

ha gustado buscar mejoría para mí pueblo, yo digo mi pueblo es el barrio<br />

donde vivo, el Rincón del Saladillo, porque cuando yo caí ahí, no había<br />

escuela. Y ésto a mí me conmovía mucho, porque como yo no sé leer, no<br />

sé escribir, yo no quería que todos seamos iguales. Que por lo m<strong>en</strong>os<br />

apr<strong>en</strong>dan. Entonces, yo lo que hice era buscar la escuela. Me pasé casi un<br />

año buscando la escuela. Sembré, levanté la cosecha, y empecé por la<br />

escuela. Había familias ahí, chicas y chicos de catorce años, trece años,<br />

que no sabían lo que era un maestro ni qué era un lápiz. A mí me parecía<br />

tan mal que seamos todos iguales. Entonces lo que busqué yo era eso.<br />

Vine, me tomé el colectivo de aquí, me fui a Santiago para pedir la<br />

escuela. Me fui a la casa de gobierno. Bu<strong>en</strong>o, me at<strong>en</strong>dieron como a las<br />

once, un secretario, bu<strong>en</strong>o, me dice, usted véngase tal fecha. Vuelvo, <strong>otra</strong><br />

vez <strong>en</strong> esa fecha me voy. Estuve esperando ahí, <strong>otra</strong> vez sale y me dice:<br />

véngase tal fecha, y así me t<strong>en</strong>ía, y yo iba y v<strong>en</strong>ía, iba y v<strong>en</strong>ía, dale que<br />

va. Mi señora sabe leer y escribir, ella había salido del segundo grado, ella<br />

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hacía cartas y notas de todos los chicos que había, cuantos alumnos podía<br />

haber para la escuela, había como 20 o 30. Y me dijeron sí, con esto sí.<br />

Un bu<strong>en</strong> día estoy esperando <strong>en</strong> el pasillo de espera, v<strong>en</strong>ían y decían:<br />

pase señor, pase usted también, y yo no, porque el secretario ya me<br />

conocía y sabía por lo que andaba yo. Entonces aparece un cura y se<br />

si<strong>en</strong>ta al lado mío. Había sido un obispo de Santiago. Me dice: “¿Qué te<br />

pasa, m’hijo? ¿Por qué <strong>está</strong> aquí y no te ati<strong>en</strong>d<strong>en</strong>?”. Y le digo que estoy<br />

para hacer la escuela. “Bu<strong>en</strong>o”, me dice, “<strong>en</strong>tonces, cuando me hagan<br />

pasar a mí, pasá vos por atrás mío”. Entonces <strong>en</strong>tré con el padre a un<br />

salón grande, me si<strong>en</strong>to, y él se si<strong>en</strong>ta también, y llama al doctor Avalos,<br />

que era el vicesecretario g<strong>en</strong>eral de Juárez, el gobernador de Santiago <strong>en</strong><br />

esos años, quince años atrás. El padre lo saluda y le dice: “Doctor, ¿a este<br />

hombre por qué no lo sab<strong>en</strong> at<strong>en</strong>der? Mire todos los papeles que ti<strong>en</strong>e y<br />

todos <strong>está</strong>n firmados, y <strong>está</strong>n firmados por el secretario <strong>en</strong> tal fecha, tal<br />

fecha, tal fecha ...Le ti<strong>en</strong>e que dar ya un permiso para la escuela, él no le<br />

pide plata, él se lo dice clarito, pide una escuela para educar los chicos y<br />

eso es sagrado que usted no le de, muy mal hecho, ya le ti<strong>en</strong>e que dar”.<br />

No pasó cinco minutos, hermano, cuando ya t<strong>en</strong>ía la autorización para<br />

hacer la escuela, pero escuela rancho. Se hizo la escuela, pero ya no me<br />

quedaba más plata. Bu<strong>en</strong>o, le digo a mi señora: “Yo me voy a Bu<strong>en</strong>os<br />

Aires de vuelta a trabajar”. Trabajé <strong>en</strong> construcción, estuve casi nueve<br />

meses y cuando vine ya estaba la escuela. Fue una maravilla. Ya estaba la<br />

escuela hecha, faltaba que empiec<strong>en</strong> las clases. Bu<strong>en</strong>o, vino un maestro,<br />

de aquí, de Suncho, un muchacho muy jov<strong>en</strong>cito, de apellido Villín. El<br />

único maestro hermano que cayó <strong>en</strong> el Rincón del Saladillo. Cuando él<br />

<strong>en</strong>tró ahí no había nada. Nada nos daban, no había bancos, no había<br />

nada, pobre chico. Había unos cuantos bancos que nos dieron de la<br />

municipalidad de Vilela, porque eso pert<strong>en</strong>ece a Vilela. Entonces él<br />

empezó a <strong>en</strong>señar. Pero por culpa de otros pierde la escuela el maestro<br />

de nosotros. Ahora no hay maestro. Nosotros habíamos p<strong>en</strong>sado con<br />

Angel de formar una escuela para maestros, que sea del barrio de<br />

nosotros, porque así a los chicos les va a <strong>en</strong>señar lo que ti<strong>en</strong>e que<br />

<strong>en</strong>señarles, ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que apr<strong>en</strong>der lo que es de nosotros y lo que no es de<br />

nosotros. En cambio éstos son políticos, los maestros, ellos te <strong>en</strong>señan<br />

cualquier cosa y no es así. Enseñan cosas que no ti<strong>en</strong><strong>en</strong> nada que ver con<br />

lo que es la realidad. Entonces ahí estamos, peleando por eso, ojalá que<br />

ésta g<strong>en</strong>te pueda v<strong>en</strong>ir y que cambie, que los maestros trat<strong>en</strong> de<br />

<strong>en</strong>señarles. <strong>La</strong> vez pasada estuve con un chico del barrio, estaba yo ahí<br />

<strong>en</strong> la casa y le digo: “¿Estás estudiando?”. “Sí, este año ya termino<br />

séptimo grado”. “Ta bi<strong>en</strong>”, le digo, “qué lindo. Te voy a hacer una<br />

pregunta. <strong>La</strong> provincia de Santiago del Estero colinda con Santa Fé y el<br />

Chaco, ¿o no?”. Me dice: “Con Santa Fe no, con el Chaco sí”. Dios mío,<br />

¡no vamos a saber eso! Y por eso hay que trabajar, y apr<strong>en</strong>der y<br />

49


organizarse. Nosotros, los campesinos, nos organizamos. Yo fuí fundador<br />

del MOCASE, no sé si lo sabe ... Se sabía que iba a haber MOCASE, qué<br />

sé yo, pero no t<strong>en</strong>ía su título todavía. Que <strong>en</strong> tal <strong>parte</strong>, que <strong>en</strong> tal <strong>otra</strong><br />

<strong>parte</strong> ...<strong>en</strong> ningún lado podía nacer, como digo yo <strong>en</strong> palabras muy<br />

santiagueñas, no sé cuál es la palabra verdadera, <strong>en</strong>tonces nació aquí, <strong>en</strong><br />

Quimilí. ¿Era 1989? Ya ni me acuerdo. Estuve yo, Angel, otro muchacho,<br />

Darío Vic<strong>en</strong>te, y también unos de Añatuya, y de Salado Norte y no sé de<br />

qué otros lugares más, se juntaron muchos porque ese día t<strong>en</strong>ía que<br />

nacer MOCASE. Estaba esperándonos la g<strong>en</strong>te ahí, afuera, estaba el<br />

doctor Federico Díaz, que es un abogado de Santiago; Rubén de Dios,<br />

que creo es lic<strong>en</strong>ciado de Cooperativas. Mucha g<strong>en</strong>te había. Y ahí nació<br />

MOCASE. Así que por eso le digo, mi amigo, yo después de eso, como<br />

andaba mal de salud mi señora, yo no pude seguir más. O sea, andar <strong>en</strong><br />

todas las reuniones, fui dos veces a Santiago, porque MOCASE estaba <strong>en</strong><br />

Inta, <strong>en</strong> Santiago, fui nada más que dos veces, después no fui más.<br />

Entonces, como decimos nosotros los santiagueños, perdí el hilo de la<br />

madeja. A mí me gusta tanto la comisión, la organización, andar, salir,<br />

conocer mucha g<strong>en</strong>te, apr<strong>en</strong>der de esa g<strong>en</strong>te porque no sé nada,<br />

apr<strong>en</strong>der lo que la g<strong>en</strong>te hace, lo que dice, me parece que es lo mejor<br />

que ti<strong>en</strong>e que hacer uno, porque como yo digo, yo no sé nada, no t<strong>en</strong>go<br />

ninguna sabiduría y a mí me gusta apr<strong>en</strong>der. Pi<strong>en</strong>so, no sé si le voy a<br />

contestar bi<strong>en</strong> o no, pi<strong>en</strong>so que si MOCASE sigue con la fuerza que ti<strong>en</strong>e<br />

y pudiese <strong>en</strong>trar más arriba de lo que <strong>está</strong>, esto va a andar mejor. Porque<br />

los campesinos <strong>está</strong>n unidos con MOCASE. Es una <strong>política</strong> verde<br />

esperanza, y la de los otros, la de los políticos, es roja, de sangre, porque<br />

esos tratan de jodernos, <strong>en</strong> cualquier mom<strong>en</strong>to nos barr<strong>en</strong>, y nosotros<br />

no. Nosotros buscamos para todos, no solam<strong>en</strong>te para uno solo, ellos no.<br />

Nosotros lo que queremos es que se haga más, que sea más grande.<br />

Como yo siempre digo: “Lo que t<strong>en</strong>emos que hacer es todo para todos y<br />

no para uno solo”. Todos hagamos fuerza para todos y <strong>en</strong>grandemos<br />

nuestro pueblo, que sea mejor, que t<strong>en</strong>ga de todo. No t<strong>en</strong>emos sala de<br />

primeros auxilios, no t<strong>en</strong>emos nada. Cuando va a haber elecciones vi<strong>en</strong><strong>en</strong><br />

y preguntan qué les falta, mirá nosotros lo vamos a hacer, va a t<strong>en</strong>er sala<br />

de auxilio, <strong>en</strong>fermera, remedios no les va a faltar. ¿Cuándo se hizo?<br />

Nunca. Todo es m<strong>en</strong>tira. Ellos, por los votos, una vez que pasó las<br />

elecciones se olvidan; si han ganado, porque han ganado, y si han<br />

perdido, porque han perdido. Y yo les digo siempre a mis compañeros,<br />

no, nosotros no, si perdemos, no vamos a perder, porque no vamos a<br />

bajar los brazos, vamos a seguir adelante. Siempre buscando, pero para<br />

nosotros. Cuando esté más grande el pueblo, es de nosotros. Y como digo<br />

yo, vamos a seguir buscando para que mañana o pasado t<strong>en</strong>gamos un<br />

maestro o una maestra pero que sea de aquí. Que <strong>en</strong>señe la verdad, la<br />

50


ealidad a los chicos, no que les <strong>en</strong>señ<strong>en</strong> tonteras. Es así, mi amigo, ¿o no<br />

es así?.<br />

* * *<br />

En el edificio donde habrá de funcionar la Universidad no hay, todavía,<br />

profesores, ni alumnos ni pizarras. Sí una larga mesa y una veint<strong>en</strong>a de<br />

personas aguardando con angurria la cabrita que Paulo <strong>está</strong> asando fuera.<br />

A mi izquierda, Raly Barrionuevo parece dispuesto a darse un atracón de<br />

cabrito <strong>en</strong> escabeche; más allá, Raymundo Gómez contempla todo con<br />

una sonrisa beata; a su lado, Tato Iglesias conversa con Angel; Mundito<br />

aguza el oído para no perderse palabra; Pocho charla <strong>en</strong> voz baja con tres<br />

campesinos muy jóv<strong>en</strong>es; Pablo, a mi derecha, los ojos <strong>en</strong>rojecidos a<br />

causa del vino tinto que pasa de mano <strong>en</strong> mano <strong>en</strong> un largo vaso de<br />

metal que semeja un cáliz, curiosea, escucha; <strong>en</strong> una de las cabeceras de<br />

la mesa un grupo de mujeres apiñadas ríe; otros campesinos deambulan<br />

por allí. Del frío hemos saltado a un calor rep<strong>en</strong>tino que nos obliga a<br />

despojarnos de los abrigos. <strong>La</strong> llegada de las bandejas con trozos de<br />

cabrita asada ocasiona una serie de aplausos y silbos de cont<strong>en</strong>to. No hay<br />

platos, ap<strong>en</strong>as un puñado de cubiertos, rebanadas de pan y un trapo que<br />

empleamos a la manera de servilleta común mi<strong>en</strong>tras comemos la carne<br />

jugosa que apresamos con las manos. Inmediatam<strong>en</strong>te la at<strong>en</strong>ción recae<br />

sobre Raly. Ha tomado la guitarra. Primero su<strong>en</strong>a un gato que una pareja<br />

de campesinos de veintitantos se pone a bailar con increíble destreza y<br />

pasión; los piés del muchacho, metidos <strong>en</strong> alpargatas gastadas, diseñan<br />

quiebres e inefables filigranas <strong>en</strong> el suelo; el pañuelo <strong>en</strong>tre las manos<br />

traza <strong>en</strong> el aire figuras de guirnaldas que se perpetúan de uno a otro<br />

lado. Le sigue una chacarera; luego, una zamba. Ahora es Mundito el que<br />

se apropia de la guitarra; los suyos son rasguidos lánguidos que van<br />

cobrando <strong>en</strong>tidad y vigor a medida que se ad<strong>en</strong>tra <strong>en</strong> una melodía sobre<br />

Chiappas que celebramos ruidosam<strong>en</strong>te. De pronto, espacio para la<br />

formidable anécdota que refiere Angel: el bebé de once meses que la<br />

policía santiagueña arrestó <strong>en</strong> Pinto y <strong>en</strong>cerró, durante tres días, tras<br />

someterlo a un detallado interrogatorio, <strong>en</strong> un calabozo. Es el turno del<br />

jov<strong>en</strong> campesino que con sus alpargatas ha sacudido el suelo; toma la<br />

guitarra con temeroso respeto y, voz trémula, se mete <strong>en</strong> una balada que<br />

cu<strong>en</strong>ta la historia de un muchacho, su primera cita, su timidez, la<br />

necesidad de un trago que le proporcione coraje y decisión, sin plata, el<br />

muchacho, y le dejo mis ojotas, doña, que mañana pediré un vale, y le<br />

pago, como que hay señor, doña, pero no me deje seco ... Entonces ,<br />

todas las miradas se dirig<strong>en</strong> a Raly. A los gritos le pid<strong>en</strong> que cante<br />

Somos nosotros, obra suya, canción que de inmediato comi<strong>en</strong>za a<br />

51


sonar, con un espléndido coro de voces urg<strong>en</strong>tes, de voces apremiadas<br />

por el hastío:<br />

Somos musiqueros,<br />

porque así lo dicta el sol,<br />

Somos los heroicos<br />

guerrilleros del amor.<br />

Somos los suicidas<br />

buscadores de la mar,<br />

somos los amantes<br />

trasnochados de la paz.<br />

Somos herederos<br />

de la duda y el temor,<br />

somos alquimistas<br />

de la gran Revolución<br />

Somos m<strong>en</strong>sajeros<br />

de la lucha y la verdad,<br />

somos peregrinos<br />

de la amada libertad.<br />

Somos los adictos<br />

ciudadanos de papel,<br />

somos la esperanza<br />

dibujada <strong>en</strong> la pared.<br />

Somos los actores<br />

de la cruda realidad,<br />

Somos partidarios<br />

de la humana dignidad.<br />

Somos disid<strong>en</strong>tes<br />

de la puta corrupción,<br />

somos compañeros<br />

de las madres del dolor.<br />

Jueves<br />

<strong>La</strong> despedida, anoche, ha sido pobre. En el galpón sólo hemos podido<br />

estrecharnos <strong>en</strong> un abrazo fuerte y afectuoso con Mundito y Paulo. Ahora,<br />

ocho de la mañana, el ambi<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el interior del auto es muy otro. Al<br />

carajo Manal, Alm<strong>en</strong>dra y Eric Clapton. Tan sólo el ruinoso sonido que<br />

despide el auto. Partimos, y, sin m<strong>en</strong>cionarlo, estamos, Pablo y yo,<br />

52


sepultados por la angustia y el disloque, bajo un cielo que, pese a su<br />

luminosidad, nos resulta <strong>en</strong>negrecido. Atrás han quedado ellos y las<br />

injusticias y el oprobio y los calabozos y los ranchos <strong>en</strong> llamas, y acá<br />

vamos nosotros. ¿Hacia dónde? Hacia una vida que, por el mom<strong>en</strong>to,<br />

resulta llevadera. T<strong>en</strong>emos nuestro hogar, nuestro oficio, nuestra comida,<br />

nuestros hijos, y mujeres que, presumimos, <strong>está</strong>n p<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes de nuestro<br />

regreso. Gastamos bu<strong>en</strong>a <strong>parte</strong> del viaje hablando fruslerías, eludi<strong>en</strong>do<br />

toda refer<strong>en</strong>cia a la estadía <strong>en</strong> Quimilí, haci<strong>en</strong>do de cu<strong>en</strong>ta que nada ha<br />

ocurrido, que nunca jamás hemos salido de este auto, que llevamos días<br />

al garete. Camino a Sumampa nos det<strong>en</strong>emos para llevar a un<br />

campesino. El hombre ti<strong>en</strong>e set<strong>en</strong>ta y cinco años, diez hijos; andaba por<br />

estos pagos pues visitó a una de sus hijas, víctima de hepatitis; desde<br />

Córdoba, donde ha ido a procurar mejor suerte, viajó a dedo con el único<br />

fin de acercarle unas bolsas de harina y un poco de pella, alim<strong>en</strong>to<br />

sufici<strong>en</strong>te, cree, para una semana. Diez horas le demandó un viaje que,<br />

<strong>en</strong> ómnibus, podría haber hecho <strong>en</strong> cinco. Pero no ti<strong>en</strong>e dinero para el<br />

boleto; vive de changas de albañil, a pesar de que su oficio es el campo.<br />

Mi<strong>en</strong>tras nos desplazamos por el camino de tierra horadada, con visible<br />

tristeza nos va indicando los sitios donde supo trabajar <strong>en</strong> tiempos<br />

mejores; allá, v<strong>en</strong>, donde <strong>está</strong>n esos ladrillos viejos, hace cuatro años<br />

había una cabritería donde trabajé; ahí, cerquita de esa palmera, estaban<br />

los hornos para el carbón, también estuve allí trabajando; ahora, cuando<br />

tomemos ese codo, verán el descampado donde había un almacén; ahi,<br />

ahí, v<strong>en</strong>, estaba la casa de don Medina, donde yo cuidaba de los animales<br />

y del campo y hasta de los niños; y más allá, v<strong>en</strong>, estaba el obraje donde<br />

trabajé muchos años lindos ... En poco m<strong>en</strong>os de veinte kilómetros nos<br />

señala una dec<strong>en</strong>a de lugares que contados años atrás le otorgaban vida<br />

a la región donde nació y se crió, pequeñas empresas y comercios que<br />

empleaban g<strong>en</strong>te y hoy no son más que lastimosos páramos. Una<br />

desértica y lugareña postal del ocaso arg<strong>en</strong>tino. Lo dejamos <strong>en</strong> Ojo de<br />

Agua, y, al cabo de un almuerzo sil<strong>en</strong>cioso y rápido, seguimos camino, sin<br />

det<strong>en</strong>ernos ya, pues debo llegar a tiempo para trepar al ómnibus que me<br />

dejará <strong>en</strong> Bu<strong>en</strong>os Aires temprano <strong>en</strong> la mañana. Quiero huir, necesito<br />

hacerlo, apartarme, presumir que este viaje ha sido un mal<strong>en</strong>t<strong>en</strong>dido. En<br />

el c<strong>en</strong>tro de Córdoba nos sorpr<strong>en</strong>de un piquete. Es g<strong>en</strong>te que quiere<br />

trabajo y comida, nos explica con desusado s<strong>en</strong>tido común un policía;<br />

deb<strong>en</strong> tomar la rotonda, y después la av<strong>en</strong>ida, y más allá hacia la<br />

izquierda y luego a la derecha. Observo el reloj y maldigo el piquete;<br />

temo perder el ómnibus. Pablo ríe con ganas. “Estos piqueteros son cosa<br />

seria”. Minutos más tarde, <strong>en</strong> el camino de montaña, ahora cuesta abajo,<br />

nos acompaña el majestuoso vozarrón de Zitarrosa: “En mi país, qué<br />

tibieza/cuando empieza a amanecer/Dice mi pueblo que puede leer/<strong>en</strong> su<br />

53


mano de obrero el destino/y que no hay adivino ni rey/que le puedan<br />

marcar el camino ...”<br />

Segunda <strong>parte</strong><br />

De Plaza de Mayo a G<strong>en</strong>eral Mosconi<br />

(mayo, 2002)<br />

Miércoles primero<br />

Todo mueve a inferir que los responsables del diario <strong>La</strong> Nación padec<strong>en</strong><br />

una tara de naturaleza atroz e inexpugnable. Han titulado: “Hoy el país<br />

descansa <strong>en</strong> tributo al trabajo”. Aguda ocurr<strong>en</strong>cia. Imposible dilucidar<br />

a qué país se refier<strong>en</strong> y, cuestión todavía más compleja, qué raposo<br />

concepto ti<strong>en</strong><strong>en</strong> del término descanso, justo hoy, cuando, todos los<br />

periódicos lo anuncian, dec<strong>en</strong>as de miles de trabajadores desocupados<br />

llevarán a cabo una serie de actos con el alocado objetivo de exigir pan,<br />

trabajo y dignidad. Desde la asunción de Duhalde, un millón y medio de<br />

personas se han incorporado al admirable mundo nuevo de la pobreza;<br />

sólo <strong>en</strong> abril, el precio de los alim<strong>en</strong>tos ha aum<strong>en</strong>tado 22 por ci<strong>en</strong>to. Pero<br />

no hay razones para caer <strong>en</strong> la desesperación. Duhalde se ha puesto <strong>en</strong><br />

marcha para acabar de cuajo con este doloroso estado de las cosas. En<br />

54


este mom<strong>en</strong>to se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra <strong>en</strong> el camping de los trabajadores del gremio<br />

gastronómico celebrando tamaña fecha, rindi<strong>en</strong>do, mediante el reposo,<br />

tributo al trabajo; come locro con un colega suyo, el s<strong>en</strong>ador Luis<br />

Barrionuevo, hombre que maneja como pocos el arte de la sutileza y de la<br />

retórica; com<strong>en</strong> locro y, con decoro, acuerdan el modo más acertado y<br />

honroso de sortear el despeñadero: yo, Luisito, nombro ministra de<br />

Trabajo a tu señora esposa, Graciela Caamaño, y vos te dejás de joder<br />

con tanta cháchara y me das una mano <strong>en</strong> el S<strong>en</strong>ado para aprobar las<br />

leyes que el FMI exige que aprobemos, ¿hecho? Hecho. Por lo demás, el<br />

Grupo Clarín, despr<strong>en</strong>dido y obsequioso pulpo, ha resuelto ahondar <strong>en</strong> el<br />

género de la filantropía; cada día, desde un luminoso estudio del canal<br />

13, Néstor Ibarra, con aires de altiva criatura misericordiosa, somete a<br />

dos desocupados a una suerte de bravía y animada compet<strong>en</strong>cia laboral:<br />

sólo uno de ellos saldrá victorioso, los brazos dirigidos al cielo, apresando<br />

<strong>en</strong>tre las manos un contrato que le asegura tres meses de empleo. Un<br />

plac<strong>en</strong>tero programa de <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>tos, donde la angustia, la<br />

compunción, el deseo de estrangular al contrincante, y, por sobre todas<br />

las cosas, el llanto de los participantes y sus familiares al término de la<br />

hilarante conti<strong>en</strong>da, hac<strong>en</strong> la delicia de niños y adultos. Si el programa<br />

Recursos humanos logra mant<strong>en</strong>erse <strong>en</strong> el aire a lo largo de dieciséis<br />

mil<strong>en</strong>ios, el problema de la desocupación estará resuelto. Desde luego,<br />

más s<strong>en</strong>cillo y eficaz sería evitar despidos, como los ci<strong>en</strong>to veinte que el<br />

Grupo realizó <strong>en</strong> noviembre de 2000, comisión interna incluída, y crear de<br />

inmediato puestos de trabajo, pero a nadie escapa que el Grupo Clarín<br />

bordea la quiebra, que sus ingresos han caído hasta la m<strong>en</strong>gua, razón por<br />

la cual el bu<strong>en</strong>o de Duhalde resolvió oportunam<strong>en</strong>te pesificar la deuda de<br />

tres mil millones de dólares que pesaba sobre el corvo cuerpo de la<br />

señora de Noble, convirtiéndola, de tal modo, <strong>en</strong> poco más de mil<br />

millones de dólares.<br />

Confieso mi ignorancia. Jamás había reparado con la seriedad pertin<strong>en</strong>te<br />

<strong>en</strong> la historia del primero de mayo y los d<strong>en</strong>ominados mártires de<br />

Chicago. Lo hice esta mañana, y la lectura de distintos artículos históricos<br />

me ha hundido <strong>en</strong> un estado de atávica indignación. Todo com<strong>en</strong>zó el 1º<br />

de mayo de 1886, cuando la Unión C<strong>en</strong>tral Obrera de Chicago, de cuño<br />

anarquista, llevó adelante una huelga g<strong>en</strong>eral y realizó un mitín que<br />

reunió cuar<strong>en</strong>ta mil personas. En esos mom<strong>en</strong>tos, la mayor <strong>parte</strong> de los<br />

trabajadores estaba sometida a una virtual esclavitud: jornadas de<br />

catorce, dieciséis horas de trabajo. El paro fue total. Durante el mitín,<br />

cuatro fueron las consignas que podían observarse <strong>en</strong> pancartas y<br />

banderas: los “Tres ochos” (ocho horas de trabajo, ocho horas de<br />

esparcimi<strong>en</strong>to, ocho horas de sueño); “El voto para todos”; “Libertad,<br />

Igualdad y Fraternidad” y “Trabajadores de todo el mundo, ¡uníos!”. Una<br />

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movilización de seisci<strong>en</strong>tas mujeres fue reprimida con inusual salvajismo<br />

por la policía. En los días subsigui<strong>en</strong>tes, los actos y las protestas, y la<br />

rabiosa represión policial, se sucedieron por toda <strong>parte</strong>. Muertos,<br />

det<strong>en</strong>idos, allanami<strong>en</strong>tos viol<strong>en</strong>tos e ilegales. Muchos obreros resultaron<br />

cond<strong>en</strong>ados a p<strong>en</strong>as que oscilaban <strong>en</strong>tre los quince años de prisión y la<br />

cad<strong>en</strong>a perpetua. Los democráticos medios de comunicación<br />

norteamericanos hicieron gala de una mirada ecuánime. A juicio del<br />

Illinois State Register, el reclamo de una jornada laboral de ocho horas<br />

comportaba “una de las más consumadas sandeces que se hayan<br />

sugerido nunca acerca de la cuestión laboral. (...) <strong>La</strong> cosa es demasiado<br />

tonta para merecer la at<strong>en</strong>ción de un montón de lunáticos, y la idea de<br />

hacer huelga <strong>en</strong> procura de las ocho horas es tan cuerda como la de<br />

hacer huelga para conseguir paga sin cumplir las horas”. En las horas<br />

previas a los sucesos del 1º de mayo, el Chicago Mail publicó un<br />

soberbio editorial: “Hay dos rufianes peligrosos sueltos <strong>en</strong> esta ciudad;<br />

dos cobardes escurridizos que se propon<strong>en</strong> armar bronca. Uno se llama<br />

Parsons; el otro se llama Spies. (...) Obsérv<strong>en</strong>los hoy. No les quit<strong>en</strong> el ojo<br />

de <strong>en</strong>cima. Háganlos personalm<strong>en</strong>te responsables de cualquier problema<br />

que ocurra. D<strong>en</strong>les un castigo ejemplar si ocurr<strong>en</strong> problemas”. En su<br />

edición del 1º de mayo, New York Times razonó: “<strong>La</strong>s huelgas para<br />

obligar al cumplimi<strong>en</strong>to de la jornada de ocho horas pued<strong>en</strong> hacer mucho<br />

para paralizar a la industria, disminuir el comercio y fr<strong>en</strong>ar la r<strong>en</strong>aci<strong>en</strong>te<br />

prosperidad del país, pero no podrán lograr su objetivo”. El mismo día,<br />

Philadelphia Telegram expresó: “El elem<strong>en</strong>to laboral ha sido picado<br />

por una especie de tarántula universal; se ha vuelto loco de remate.<br />

¡P<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> estos mom<strong>en</strong>tos precisam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> iniciar una huelga por el<br />

logro del sistema de ocho horas!”. Chicago Tribune clamó: “El plomo es<br />

el mejor alim<strong>en</strong>to para los huelguistas”, y recom<strong>en</strong>dó a las autoridades<br />

echar mano de la prisión y el trabajo forzado como “única solución posible<br />

a la cuestión social”. Con una trem<strong>en</strong>da cuota de x<strong>en</strong>ofobia, tan conocida<br />

por nuestras playas, Chicago Herald del 6 de mayo vomitó: “<strong>La</strong> chusma<br />

que Spies y Field<strong>en</strong> incitaron a matar no son americanos. Son la hez de<br />

Europa que ha v<strong>en</strong>ido a estas costas para abusar de la hospitalidad y<br />

desafiar la autoridad del país”. Ante el tribunal que los cond<strong>en</strong>ó a morir <strong>en</strong><br />

la horca, Auguste Spies, Albert Parsons, George Engel, Adolf Fischer y<br />

Louis Lingg largaron su proclama. Dijo Spies: “Al dirigirme a este tribunal<br />

lo hago como repres<strong>en</strong>tante de una clase, <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>te de los de <strong>otra</strong> clase<br />

<strong>en</strong>emiga. El veredicto y su ejecución no son más que un crim<strong>en</strong><br />

maquiavélicam<strong>en</strong>te combinado y fríam<strong>en</strong>te ejecutado, como tantos otros<br />

que registra la historia de las persecuciones <strong>política</strong>s y religiosas. Es la<br />

anarquía a la que se juzga. Yo me s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>cio porque soy anarquista.<br />

Podéis s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ciarme, pero al m<strong>en</strong>os que se sepa que estos hombres<br />

fueron s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ciados a muerte por creer <strong>en</strong> un bi<strong>en</strong>estar futuro, por no<br />

56


perder la fe <strong>en</strong> el último triunfo de la libertad y la justicia”. Dijo Parsons:<br />

“Yo, como trabajador, he expuesto los que creía justos clamores de la<br />

clase obrera, he def<strong>en</strong>dido su derecho a la libertad y a disponer de los<br />

frutos del trabajo. En los veinte años pasados mi vida ha estado<br />

completam<strong>en</strong>te id<strong>en</strong>tificada con el Movimi<strong>en</strong>to Obrero <strong>en</strong> América, <strong>en</strong> el<br />

que tomé siempre una participación activa. Se nos ha acusado<br />

ost<strong>en</strong>siblem<strong>en</strong>te de asesinos y se acaba de cond<strong>en</strong>arnos como<br />

anarquistas. Pues bi<strong>en</strong>: yo soy anarquista. ¿Creéis que la guerra social se<br />

acabará estrangulándonos bárbaram<strong>en</strong>te? ¡No¡ Sobre vuestro veredicto<br />

quedará el del pueblo americano y el del mundo <strong>en</strong>tero. Quedará el<br />

veredicto popular para decir que la guerra social no ha terminado por tan<br />

poca cosa”. Dijo Engel: “¿En qué consiste mi crim<strong>en</strong>? En que he trabajado<br />

por el establecimi<strong>en</strong>to de un ord<strong>en</strong> social donde sea imposible que<br />

mi<strong>en</strong>tras unos amonton<strong>en</strong> millones otros ca<strong>en</strong> <strong>en</strong> la degradación y la<br />

miseria. Vuestras leyes <strong>está</strong>n <strong>en</strong> oposición con las de la naturaleza, y<br />

mediante ellas robáis a las masas el derecho a la vida, la libertad, el<br />

bi<strong>en</strong>estar. No niego que yo haya hablado <strong>en</strong> varios mítines, afirmando<br />

que si cada trabajador llevase una bomba <strong>en</strong> el bolsillo, pronto sería<br />

derribado el sistema capitalista. Esa es mi opinión”. Dijo Fischer: “<strong>La</strong><br />

historia se repite. En todo tiempo los poderosos han creído que las ideas<br />

de pro se abandonan con la supresión de algunos agitadores; hoy la<br />

burguesía cree det<strong>en</strong>er el movimi<strong>en</strong>to de las reivindicaciones proletarias<br />

por el sacrificio de algunos de sus def<strong>en</strong>sores. Pero aunque los obstáculos<br />

que se opongan al progreso parezcan insuperables, siempre han sido<br />

v<strong>en</strong>cidos, y esta vez no constituirán una excepción a la regla”. Y Lingg,<br />

que había de suicidarse la noche anterior a la ejecución, dijo: “Yo repito<br />

que soy <strong>en</strong>emigo del ord<strong>en</strong> actual y repito también que lo combatiré con<br />

todas mis fuerzas mi<strong>en</strong>tras ali<strong>en</strong>te. Os reís probablem<strong>en</strong>te, porque <strong>está</strong>is<br />

p<strong>en</strong>sando: ya no arrojareis mas bombas. Pues permitidme que os asegure<br />

que muero feliz, porque estoy seguro que los c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ares de obreros a<br />

qui<strong>en</strong>es he hablado recordarán mis palabras, y cuando hayamos sido<br />

ahorcados ellos harán estallar la bomba. Os desprecio; desprecio vuestro<br />

ord<strong>en</strong>, vuestras leyes, vuestra fuerza, vuestra autoridad. ¡Ahorcadme!”.<br />

En el mediodía del 11 de noviembre de 1886, fecha que con el correr de<br />

los años había de recordarse como el Viernes Negro, Spies, Engel,<br />

Parsons y Fischer, fueron ahorcados. Vestían una toga blanca. El cortejo<br />

fúnebre reunió a medio millón de personas.<br />

* * *<br />

Ahora, dos de la tarde del primero de mayo del año 2002, es decir, ci<strong>en</strong>to<br />

dieciséis años después de los burdos asesinatos de Chicago, estoy<br />

plantado <strong>en</strong> la esquina de las av<strong>en</strong>idas Nueve de Julio y de Mayo<br />

57


esperando la llegada de una columna de trabajadores desocupados que<br />

ti<strong>en</strong><strong>en</strong> la costumbre de exponer su cuerpo con el propósito de conseguir<br />

un subsidio estatal de ci<strong>en</strong>to ses<strong>en</strong>ta pesos. Qué siglo tan deplorable nos<br />

ha tocado <strong>en</strong> suerte. Mujeres y hombres que luchan no ya por un<br />

régim<strong>en</strong> laboral de ocho horas, sino, ap<strong>en</strong>as, por un empleo. Ganan las<br />

calles para rogar por un bolsón de alim<strong>en</strong>tos, y no por el pago de un<br />

aguinaldo. A m<strong>en</strong>udo deb<strong>en</strong> sujetarse al degradante acto de firmar un<br />

recibo <strong>en</strong> blanco para conseguir conchabo. Los reprim<strong>en</strong>, los <strong>en</strong>carcelan,<br />

los matan, no por arriesgarse <strong>en</strong> la organización de un agitado mitín para<br />

reclamar el cumplimi<strong>en</strong>to del sábado inglés, tampoco por exigir el pago de<br />

horas extras, sino por tomarse el atrevimi<strong>en</strong>to de salir a las disparadas de<br />

un supermercado con dos kilos de arroz y un tarro de leche <strong>en</strong> polvo a<br />

cuestas. ¿Cuántos años hemos retrocedido? Dec<strong>en</strong>as y dec<strong>en</strong>as. En mayo<br />

del año 2000 el piquetero Emilio Alí, un jov<strong>en</strong> de veinticinco años, sin<br />

empleo, cometió la imprud<strong>en</strong>cia de pres<strong>en</strong>tarse <strong>en</strong> una sucursal<br />

marplat<strong>en</strong>se de los supermercados Casa Tía, megáfono <strong>en</strong> mano,<br />

circundado de un c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ar de personas desocupadas, y a viva voz pedir<br />

alim<strong>en</strong>to. Recibieron ci<strong>en</strong>to cincu<strong>en</strong>ta bolsas. Y se marcharon. Los<br />

administradores del supermercado no pres<strong>en</strong>taron cargos, sí lo hizo la<br />

fiscalía; acusado de extorsión y coacción, cond<strong>en</strong>ado a una p<strong>en</strong>a de cinco<br />

años y medio de prisión, Alí fue arrojado <strong>en</strong> un calabozo. Cuatro de sus<br />

quince hermanos ya habían muerto. “Dos murieron <strong>en</strong> la cárcel: uno, de<br />

sida, el otro por un problema <strong>en</strong> los pulmones”, dijo <strong>en</strong> una <strong>en</strong>trevista.<br />

“Otro se suicidó porque no t<strong>en</strong>ía trabajo. O me hacía piquetero, o salía a<br />

robar, o me suicidaba”. Semanas atrás un tribunal juzgó s<strong>en</strong>sato<br />

reconsiderar cargos y p<strong>en</strong>a, y le concedió la libertad al cabo de veintidós<br />

meses de un <strong>en</strong>cierro arbitrario e insost<strong>en</strong>ible, s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>cia que al diario <strong>La</strong><br />

Nación, émulo del Chicago Tribune y del New York Times del año<br />

1886, se le antojó insultante y <strong>en</strong> extremo peligrosa. “Una pésima señal a<br />

la sociedad”, publicó el diario <strong>en</strong> un editorial, pues de este modo se <strong>está</strong><br />

“al<strong>en</strong>tando a saqueadores y perturbadores sociales a realizar cualquier<br />

clase de tropelías con cierta garantía anticipada de impunidad final”. En<br />

un ataque de similar y pituca intolerancia supo caer una vez más el<br />

periódico de los Mitre, a mediados de febrero, cuando de sus páginas<br />

brotaron furiosos espumarajos contra los cortes de rutas. “Resulta<br />

inconcebible que se siga vulnerando con tanta impunidad el derecho<br />

constitucional de los habitantes de la Nación de transitar librem<strong>en</strong>te por<br />

las rutas de la República. Que un grupo de agitadores -por at<strong>en</strong>dibles que<br />

sean sus argum<strong>en</strong>tos y sus reclamos- se arrogue la facultad de privar a<br />

<strong>otra</strong>s personas de un derecho que la ley suprema les reconoce de manera<br />

expresa resulta una aberración y conforma un inaceptable atropello (...)<br />

¿Cómo es posible que se siga incurri<strong>en</strong>do <strong>en</strong> el abuso de hacer recaer las<br />

consecu<strong>en</strong>cias de un conflicto sectorial sobre ciudadanos completam<strong>en</strong>te<br />

58


aj<strong>en</strong>os a él?”. Veamos. ¿No son derechos constitucionales el acceso al<br />

trabajo, a la educación, al alim<strong>en</strong>to, a los servicios de salud, derechos<br />

todos que, cada día, a cada instante, con el b<strong>en</strong>eplácito de periódicos<br />

como <strong>La</strong> Nación, nuestros gobernantes vulneran sin rodeos? Agitadores,<br />

vaya manera policíaca y delatora de hacer refer<strong>en</strong>cia a miles de familias<br />

que viv<strong>en</strong> sumidas <strong>en</strong> la miseria y <strong>en</strong> el oprobio, y que, ante el desdén del<br />

gobierno, no <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran <strong>otra</strong> alternativa que salir a las rutas para ser<br />

escuchadas. <strong>La</strong>s mujeres y los hombres de piel blanca que a golpes de<br />

martillo romp<strong>en</strong> fachadas de Bancos y camiones que transportan<br />

caudales, son ahorristas <strong>en</strong>furecidos; las mujeres y los hombres de piel<br />

oscura que cortan un camino, son agitadores, infiltrados pasibles del peor<br />

de los castigos. Conflicto sectorial, vaya estólida manera de d<strong>en</strong>ominar la<br />

bochornosa maldición del desempleo y la desdicha que atraviesa a la<br />

sociedad de norte a sur, de este a oeste. Ciudadanos completam<strong>en</strong>te<br />

aj<strong>en</strong>os al conflicto. Sí, aj<strong>en</strong>os por completo a la suerte que puedan correr<br />

millones de desocupados, millones de familias que viv<strong>en</strong> empantanadas<br />

<strong>en</strong> la pobreza, parec<strong>en</strong> ser los jerarcas de <strong>La</strong> Nación. ¿Velar por el bi<strong>en</strong><br />

común no es uno de los principios inviolables del periodismo? Pero <strong>La</strong><br />

Nación no es aj<strong>en</strong>a por completo al conflicto. Al contrario, siempre ha<br />

sabido velar por el bi<strong>en</strong> de los hacedores y responsables de la catástrofe;<br />

ha sido contumaz y dilig<strong>en</strong>te cómplice de las <strong>política</strong>s de represión,<br />

desbaratami<strong>en</strong>to y brusco despojo que ha padecido el país durante las<br />

últimas décadas, <strong>en</strong> particular <strong>en</strong> tiempos de dictadura, <strong>política</strong>s que,<br />

huelga decirlo, han hecho del país una p<strong>en</strong>osa y explosiva amalgama de<br />

inverosímiles car<strong>en</strong>cias, creci<strong>en</strong>te y lógico malestar, y un proverbial<br />

descreimi<strong>en</strong>to que, ahora, muy tarde ya, a los Mitre les causa vértigo y<br />

escalofrío.<br />

* * *<br />

Por la boca de los subterráneos continúan aflorando ci<strong>en</strong>tos de<br />

manifestantes con banderas, pancartas, bombos, palos; otros, más<br />

agraciados, arriban <strong>en</strong> ómnibus. No es, desde luego, un día festivo, y<br />

mucho m<strong>en</strong>os de descanso. Basta observar sin esmero ni especial<br />

det<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to los rostros. Hay <strong>en</strong>ojo y extremo cansancio; furor<br />

trabajosam<strong>en</strong>te cont<strong>en</strong>ido. <strong>La</strong> Nueve de Julio ti<strong>en</strong>e el aspecto de un<br />

impon<strong>en</strong>te y ruidoso mar de personas. Los gritos contrarios a Duhalde y<br />

su corte de funcionarios fariseos; contrarios al FMI y sus ponzoñosas<br />

recetas; contrarios a una clase <strong>política</strong> afecta a la ratería, que a toda costa<br />

y con of<strong>en</strong>sivo descaro pret<strong>en</strong>de perpetuarse <strong>en</strong> el poder, resu<strong>en</strong>an por<br />

toda <strong>parte</strong>. De pronto, como si la voz de una criatura suprema lo hubiera<br />

ord<strong>en</strong>ado, ocurre el tonto milagro. <strong>La</strong>s aguas de ese océano humano se<br />

separan, se fragm<strong>en</strong>tan <strong>en</strong> tres <strong>parte</strong>s. Miles se echan a andar hacia la<br />

59


plaza del Congreso, donde realizará su acto la CTA; otros miles se pon<strong>en</strong><br />

a caminar hacia el Obelisco, donde imperan las asambleas barriales, y<br />

otros millares, partidos de izquierda, asambleas populares del gran<br />

Bu<strong>en</strong>os Aires, c<strong>en</strong>tros de estudiantes, organizaciones vecinales, la<br />

Coordinadora Aníbal Verón, el Bloque Piquetero Nacional, trabajadores de<br />

las empresas Brukman y Zanón, com<strong>en</strong>zamos a <strong>en</strong>caminarnos hacia Plaza<br />

de Mayo. El blanco que se abre <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>a av<strong>en</strong>ida, laguna gris y helada, es<br />

prueba elocu<strong>en</strong>te de lo dificultoso que les resulta a los distintos<br />

movimi<strong>en</strong>tos y organizaciones <strong>en</strong>samblar acciones o protestas que, no<br />

infrecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, ti<strong>en</strong><strong>en</strong> un lugar común. Una fecha, tres actos. <strong>La</strong><br />

columna de la Coordinadora Aníbal Verón, acaso tres, cuatro mil<br />

personas, empieza a desplazarse con l<strong>en</strong>titud por Av<strong>en</strong>ida de Mayo hacia<br />

la plaza. Desde algunos balcones bajan aplausos, palabras de ali<strong>en</strong>to. <strong>La</strong><br />

cantidad de policías de plomo que, al otro lado de los vallados de acero,<br />

proteg<strong>en</strong> la Casa Rosada y nos examinan con recelo, es excesiva. <strong>La</strong><br />

nómina de oradores es infinita. Horas de discursos <strong>en</strong>c<strong>en</strong>didos, cargados<br />

de convicción y certidumbre. Marianito, del MTD de Almirante Brown,<br />

logra exaltar a la multitud con un discurso t<strong>en</strong>ue y afable: las elecciones<br />

se las pued<strong>en</strong> meter <strong>en</strong> el culo, estamos podridos de los políticos que<br />

<strong>en</strong>gañan y mi<strong>en</strong>t<strong>en</strong>, sólo el pueblo organizado podrá terminar de una<br />

bu<strong>en</strong>a vez con este sistema que nos cond<strong>en</strong>a a la muerte, que se vayan<br />

todos, que se vayan todos a la mismísima mierda pero que antes<br />

devuelvan todo lo que se afanaron. Me <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro con el periodista Jorge<br />

Muracciole; ha hecho un recorrido por los distintos actos; el de Plaza de<br />

Mayo, dice, es el de mayor concurr<strong>en</strong>cia, acaso quince mil personas. Poco<br />

después de las siete de la tarde, una vez finalizado el acto, los oídos<br />

maltrechos, las piernas tiesas, propongo a Pablo s<strong>en</strong>tarnos a comer pizza,<br />

tomar cerveza. Neka, Alberto y Nelson se suman <strong>en</strong>seguida. “Eso, lo que<br />

hace falta es una birra”, celebra Carlos al tiempo que se pr<strong>en</strong>de a mi<br />

brazo. Nos ponemos a caminar por la Diagonal Sur, eludi<strong>en</strong>do grupos de<br />

manifestantes desbocados que corr<strong>en</strong> hacia los ómnibus para conseguir<br />

asi<strong>en</strong>to. A nuestro paso, algunos patrulleros, dec<strong>en</strong>as de policías<br />

ataviados con casco y escudo que nos contemplan con cara de degollado.<br />

Pablo, las manos caladas <strong>en</strong> los bolsillos del pantalón, se aproxima,<br />

codea, dice: “Espero que no se te ocurra empezar el libro con nuestra<br />

historia. Mirá que somos reaburridos. Sólo un loco va a seguir ley<strong>en</strong>do”.<br />

Los guío hasta <strong>La</strong> Posta, una insignificante pizzería situada <strong>en</strong> Salta y<br />

Belgrano; cinco, seis mesas de patas de caño oxidado y superficie de<br />

fórmica gris; un televisor <strong>en</strong> las alturas; la muzzarella más sabrosa de la<br />

zona. Están por demás satisfechos con el acto, aunque lam<strong>en</strong>tan las<br />

divisiones. Podríamos haber rev<strong>en</strong>tado la plaza, dice Pablo, pero a pesar<br />

de todas las reuniones previas, no logramos ningún acuerdo. A la<br />

excitación que les ha causado el acto le ha sucedido el aplomo, un<br />

60


ablandami<strong>en</strong>to que de inmediato se convierte <strong>en</strong> <strong>en</strong>trevero de opiniones<br />

cuando Pablo eleva su discrepancia con el uso de pasamontañas y palos.<br />

“¿Qué buscamos con eso? ¿Que la clase media si<strong>en</strong>ta miedo cuando nos<br />

ve pasar? Me parece al pedo”. Es un símbolo, como los zapatistas, un<br />

emblema que nos da id<strong>en</strong>tidad propia, dice Neka. A mi me parece un<br />

tema m<strong>en</strong>or, dice Alberto, la clase media nos va a t<strong>en</strong>er miedo aunque<br />

marchemos vestidos de frac. Carlos ríe: hay compañeros que no se<br />

quier<strong>en</strong> sacar el pasamontañas ni para ir al baño. Si no se tapan la cara<br />

los que van al fr<strong>en</strong>te, los de seguridad, dice Nelson, nos va a pasar como<br />

<strong>en</strong> <strong>La</strong>nús, que te filman y después te aprietan. Una cosa es <strong>en</strong> <strong>La</strong>nús y<br />

<strong>otra</strong> cuando <strong>está</strong>s <strong>en</strong>trando a Plaza de Mayo, dice Pablo con un dejo de<br />

fastidio. De golpe, movidos quizá por un inefable mecanismo interior que<br />

se pone a tintinear cada vez que uno huele peligro, hacemos sil<strong>en</strong>cio. Es<br />

que ha ingresado un policía; el hombre, mi<strong>en</strong>tras confisca una pizza, nos<br />

mira de soslayo. Hablamos, <strong>en</strong>tonces, de trivialidades, cruzamos sonrisas<br />

nerviosas. El uniforme ha partido. Ahora Neka nos cu<strong>en</strong>ta que viajará a<br />

Italia; ha sido invitada por un movimi<strong>en</strong>to antiglobalización para que<br />

relate las luchas sociales del MTD; se hará una escapada a España,<br />

procurará sostén político y financiero. Les refiero la experi<strong>en</strong>cia de los<br />

campesinos del Mocase, que cu<strong>en</strong>tan con el apoyo de la Universidad de<br />

Catalunya. ¿V<strong>en</strong>?, dice Carlos, así podríamos conseguir guita para criar<br />

esos conejos de ocho kilos. Estás mamado, dice Pablo. Y la huerta, dice<br />

Nelson. Taparse la cara es una boludez, insiste Pablo. ¿Quién se come la<br />

última porción?, pregunta Neka. Carlos le responde de inmediato<br />

llevándosela a la boca. Que la clase media pi<strong>en</strong>se lo que quiera, dice<br />

Alberto. Hay que protegerse, insiste Nelson. Claro, dice Pablo, pero si<br />

para protegerte t<strong>en</strong>és que asustar a la g<strong>en</strong>te de las asambleas, estamos<br />

jodidos. Si se asustan, dice Neka, es porque sigu<strong>en</strong> catalogando a la<br />

g<strong>en</strong>te según su aspecto. Yo no me tapo la cara, dice Pablo. Mal no te<br />

v<strong>en</strong>dría, dice Carlos. Andá a cagar, le dice Pablo. ¿Qué pasó con la última<br />

porción?, pregunta Alberto. Se la morfó la causa, dice Nelson. Estoy<br />

nerviosa, dice Neka, es la primera vez que viajo a Europa. A Pablo traéle<br />

un pasamontañas de seda italiana, dice Carlos. Y un palo grueso de<br />

caoba, añade Alberto. No hablo más, dice Pablo. Veamos cuánto es.<br />

Juntamos monedas, uno que otro billete, pagamos y salimos. Es<br />

medianoche cuando nos separamos <strong>en</strong> la esquina de Tacuarí y Belgrano.<br />

Atrás ha quedado el primero de mayo. En tanto camino hacia el<br />

apartam<strong>en</strong>to de mi suegra, noche fría, aceras pringosas y deshabitadas,<br />

me llega el eco de sus voces. Pablo, escucho a la distancia, dejáte de<br />

joder y empezá a esconder la cara. Y <strong>en</strong>tonces las risas.<br />

Primera quinc<strong>en</strong>a<br />

61


Había supuesto una fa<strong>en</strong>a m<strong>en</strong>os dificultosa, un viaje complejo y<br />

alumbrador y fatigoso, desde luego, pero jamás teñido de tantas<br />

circunstancias y experi<strong>en</strong>cias <strong>en</strong> ocasiones incompr<strong>en</strong>sibles. De todas las<br />

lecciones que pude absorber <strong>en</strong> estos cuar<strong>en</strong>ta y seis años, pocas me han<br />

servido. Recuerdo el com<strong>en</strong>tario que, quince años atrás, un amigo me<br />

formuló con un dejo de preocupación: “Yo creía que a cierta edad uno<br />

t<strong>en</strong>ía todas las respuestas. Pero ahora, sin avisarme, me cambiaron todas<br />

las preguntas”. Sus palabras, <strong>en</strong>tonces, me sonaron a pura y magra<br />

tontería. Años después, Claudio se suicidó. ¿Qué he visto hasta el<br />

mom<strong>en</strong>to, durante este viaje que todavía no ha llegado siquiera a puerto<br />

de escala? Un mundo <strong>en</strong> contínua ebullición, subterráneo, aj<strong>en</strong>o a los ojos<br />

de la mayor <strong>parte</strong> de la sociedad, pero que sin embargo t<strong>en</strong>dría que ser<br />

noticia diaria pues lo habitan miles de personas que han resuelto echar<br />

por tierra toda respuesta formal, <strong>en</strong>gañosa y heredada. Han plagado el<br />

aire de interrogantes. Entretanto, con una urg<strong>en</strong>cia y convicción propias<br />

de hormigas hac<strong>en</strong>dosas, se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran absortas <strong>en</strong> la construcción de<br />

una respuesta. Una punzadora realidad desprovista de líderes iluminados,<br />

de vanas disquisiciones acerca de la pelambre de dirig<strong>en</strong>tes políticos y<br />

sindicales; desprovista, <strong>en</strong> fin, de inconduc<strong>en</strong>tes batallas dialécticas sobre<br />

las posibilidades electorales de un candidato u otro. Ti<strong>en</strong><strong>en</strong> un pasar del<br />

demonio, sí, pero cu<strong>en</strong>tan, al m<strong>en</strong>os, con la bu<strong>en</strong>a fortuna de <strong>en</strong>contrarse<br />

a salvo de las paternales visitas de la insidiosa banda del FMI.<br />

A lo largo de estos días no he hecho más que abandonarme a lecturas<br />

p<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes, conversaciones, p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos inconclusos; también a la<br />

observación de la melancólica y disoluta puesta <strong>en</strong> esc<strong>en</strong>a de la vida que<br />

cada día ofrec<strong>en</strong> la televisión y bu<strong>en</strong>a <strong>parte</strong> de los periódicos y programas<br />

radiales. Enci<strong>en</strong>do el televisor y de inmediato me ataca el deseo de<br />

arrojarlo por la v<strong>en</strong>tana: un estudio, un sofá y un par de cómodos<br />

sillones; Georgina Barbarrosa, un periodista de barba candado de apellido<br />

Fernández Llor<strong>en</strong>te, uno de los directores del Mercado C<strong>en</strong>tral de Bu<strong>en</strong>os<br />

Aires, dos personas que, al igual que millones de arg<strong>en</strong>tinos, ti<strong>en</strong><strong>en</strong> el<br />

oficio de ciruja, y <strong>en</strong> repres<strong>en</strong>tación de esas millonadas <strong>está</strong>n allí. <strong>La</strong><br />

charla es magnífica. Barbarrosa y el periodista de la barba candado se<br />

precipitan sobre el hombre del Mercado. ¿Por qué tiran las verduras y las<br />

frutas podridas? ¿No sería mejor <strong>en</strong>tregárselas a la g<strong>en</strong>te que pasa<br />

hambre? ¿No se da cu<strong>en</strong>ta, usted, señor, que la g<strong>en</strong>te pobre sabe cómo<br />

aprovechar los alim<strong>en</strong>tos putrefactos? ¡Ellos no ti<strong>en</strong><strong>en</strong> comida, y usted tira<br />

la comida que apesta! ¿No sería conv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te establecer algún tipo de<br />

discriminación <strong>en</strong> las bolsas de basura, para que esta pobre mujer no se<br />

lastime las manos cuando las rompe mi<strong>en</strong>tras busca algún hueso de pollo<br />

todavía con carne? ¡Porque sepa usted que se lastiman las manos, porque<br />

la g<strong>en</strong>te mezcla vidrios y bombitas rotas con restos de comida que todavía<br />

sirv<strong>en</strong> para aliviar el hambre de esta g<strong>en</strong>te! El periodista y la actriz miran<br />

62


a la cámara: ¿A ningún funcionario se le ha ocurrido todavía establecer<br />

normas para separar la basura? Esto no puede ser, no, hay mucha<br />

irresponsabilidad. Si algo podemos hacer por esta g<strong>en</strong>te, es separar la<br />

basura bu<strong>en</strong>a de la basura mala. ¿O no sab<strong>en</strong> que hay muchachos que<br />

mi<strong>en</strong>tras revuelv<strong>en</strong> <strong>en</strong>tre los desechos de un restorán se lastiman con<br />

astillas de vidrio? Esto es muy grave, dice la conductora. No, así no<br />

llegaremos a ninguna <strong>parte</strong>, reflexiona el periodista. En Recursos<br />

Humanos, canal 13, la disputa es <strong>en</strong>tre dos aspirantes a un puesto de<br />

soldador; Néstor Ibarra goza el espectáculo. Enci<strong>en</strong>do la radio y escucho a<br />

Fernando Bravo y Alfredo Leuco; bordean el soponcio; <strong>está</strong>n metidos <strong>en</strong><br />

un diálogo apocalíptico acerca de los ocultos designios de los piqueteros;<br />

comparan la intransig<strong>en</strong>cia de algunos movimi<strong>en</strong>tos de trabajadores<br />

desocupados con la conducta de los grupos guerrilleros de los años<br />

set<strong>en</strong>ta; adviert<strong>en</strong> al oy<strong>en</strong>te que corremos el riesgo de caer <strong>en</strong> la<br />

anarquía. ¿Tan lejos <strong>está</strong>n situados los estudios de Radio Del Plata de las<br />

zonas más miserables del Gran Bu<strong>en</strong>os Aires, donde, presum<strong>en</strong> Leuco y<br />

Bravo, se <strong>está</strong> gestando la nueva guerrilla? Innecesario es emplear<br />

contraseña para av<strong>en</strong>turarse <strong>en</strong> sitios tan peligrosos. M<strong>en</strong>os de un peso el<br />

boleto de tr<strong>en</strong>; diez, once, el remise. No huele mal esa g<strong>en</strong>te. Hasta<br />

comet<strong>en</strong> la indiscreción de ofrecer mate y tortas fritas. Interrogante y<br />

com<strong>en</strong>tarios de la misma índole cabría formular a ese rebaño de<br />

periodistas y comunicadores prop<strong>en</strong>sos a la holgazanería intelectual, al<br />

descuartizami<strong>en</strong>to de la realidad, y al posterior empleo, según sus<br />

antojos, de los trozos que mayor provecho les brindan; poderoso hato de<br />

periodistas domésticos que ti<strong>en</strong>e <strong>en</strong> algunos nombres a sus especím<strong>en</strong>es<br />

más conspicuos: Mariano Grondona, Chiche Gelblung, Luis Majul y Daniel<br />

Hadad; Oscar González Oro, Antonio <strong>La</strong>je, Eduardo Feiman y Nancy<br />

Pazos; Gerardo Sofovich, Marcelo Longobardi, Mauro Viale, Jorge<br />

Jacobson y Bernardo Neustadt; Fernando Carnota, Carolina Perín,<br />

Eduardo Van Der Kooy y Gisella Marziotta; etcétera, etcétera. Pasto ralo<br />

de la comunicación, del <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dimi<strong>en</strong>to. Muy triste ha sido corroborar, no<br />

ya <strong>en</strong> estos días, también <strong>en</strong> estos años, que, salvo plausibles<br />

excepciones, la pr<strong>en</strong>sa arg<strong>en</strong>tina se ha convertido <strong>en</strong> un lupanar de la<br />

palabra, <strong>en</strong> un basural donde se <strong>en</strong>tremezclan, a la manera de pulcras<br />

deposiciones, toneladas de papel inservible, voces car<strong>en</strong>tes de intelig<strong>en</strong>cia<br />

y sust<strong>en</strong>to, imág<strong>en</strong>es estercolizas. <strong>La</strong> información veraz <strong>está</strong> <strong>en</strong> <strong>otra</strong><br />

<strong>parte</strong>, <strong>en</strong> la pr<strong>en</strong>sa alternativa, <strong>en</strong> las cad<strong>en</strong>as de correos electrónicos, <strong>en</strong><br />

algunos diarios del extranjero; la s<strong>en</strong>satez y la capacidad de<br />

discernimi<strong>en</strong>to, ya no me cab<strong>en</strong> dudas, <strong>en</strong> los editoriales que el actor<br />

Fabio Alberti nos obsequia cada semana <strong>en</strong> el programa de televisión<br />

Todo x $2.<br />

Giro el dial. Un informativo: no podemos vivir <strong>en</strong> estado de deliberación<br />

perman<strong>en</strong>te, dice Alfonsín, debemos llegar al 2003 pues si Duhalde se va,<br />

63


v<strong>en</strong>drá una terrible derecha; Jorge Capitanich ha r<strong>en</strong>unciado a la jefatura<br />

de Gabinete y vuelto a poner las as<strong>en</strong>taderas <strong>en</strong> el solio de s<strong>en</strong>ador,<br />

cargo que, anunció, abandonará <strong>en</strong> el año 2007 porque <strong>está</strong> “asqueado<br />

de la <strong>política</strong>”; Duhalde, <strong>en</strong> otro arranque de ing<strong>en</strong>io, ha propuesto a los<br />

ahorristas un atractivo trueque: a cambio del dinero que les ha sido<br />

expoliado, él les <strong>en</strong>tregará bi<strong>en</strong>es del Estado. Un oportuno e intelig<strong>en</strong>te<br />

artículo de Luis Mattini llega a través del correo electrónico y me rescata<br />

del vehem<strong>en</strong>te deseo de <strong>en</strong>roscarme una soga al cuello y ponerme a<br />

columpiar del ramón de un espinillo: “¿Qué ti<strong>en</strong><strong>en</strong> <strong>en</strong> común los<br />

piqueteros y las organizaciones armadas de los set<strong>en</strong>tas?”, pregunta<br />

Mattini <strong>en</strong> el primer párrafo, y a continuación responde: “Cierto es que no<br />

existe una frontera cerrada <strong>en</strong>tre pasado y pres<strong>en</strong>te y, por el contrario, el<br />

pasado suele aparecer como puro pres<strong>en</strong>te. De ahí que siempre se<br />

<strong>en</strong>contrarán similitudes y analogías, como así también el rescate de las<br />

experi<strong>en</strong>cias <strong>en</strong> forma de <strong>en</strong>señanzas (...) Una mirada más abierta nos<br />

haría ver que las luchas sociales del pres<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Arg<strong>en</strong>tina se podrían<br />

parecer más a una mezcla de anarquismo con cristianismo original que a<br />

<strong>otra</strong> cosa. <strong>La</strong>s expresiones más radicalizadas de la lucha social y <strong>política</strong><br />

actual se difer<strong>en</strong>cian de la m<strong>en</strong>tada década del set<strong>en</strong>ta por un rasgo<br />

determinante: <strong>en</strong> aquel mom<strong>en</strong>to todas las organizaciones que se<br />

asumían como revolucionarias, armadas o no armadas, formaban <strong>parte</strong><br />

objetivam<strong>en</strong>te de una t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia o un paradigma histórico que ponía <strong>en</strong> el<br />

c<strong>en</strong>tro la cuestión del poder, <strong>en</strong>t<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do como `Poder´ el aparato<br />

coercitivo del Estado. <strong>La</strong> captura del poder político estatal por el medio<br />

que cada corri<strong>en</strong>te consideraba más adecuado: la huelga g<strong>en</strong>eral, la lucha<br />

armada, el aprovechami<strong>en</strong>to del sistema electoral, o una combinación de<br />

todas las opciones. Desde ese dominio del aparato del Estado se llevarían<br />

a cabo las transformaciones sociales aspiradas sobre la base material<br />

realizada por el capitalismo. Toda innovación tecnológica era aceptada sin<br />

discusión pues sería <strong>parte</strong> del `progreso´ que facilitaría mejor distribución<br />

<strong>en</strong> la sociedad futura. A su vez, cualquier acción reivindicativa para<br />

mejorar la vida <strong>en</strong> el pres<strong>en</strong>te era válida sólo si contribuía a esa visión de<br />

la `toma del poder´. De lo contrario se la calificaba de reformista. <strong>La</strong>s<br />

estrategias de las organizaciones y partidos revolucionarios de los set<strong>en</strong>ta<br />

partían de saberes previos formulados <strong>en</strong> teorías elaboradas <strong>en</strong> base a<br />

una epistemología hoy cuestionada y con una constante de<br />

unidim<strong>en</strong>sionalidad. <strong>La</strong> consigna común era `el único camino´. Unico<br />

para cada una de las repres<strong>en</strong>taciones, y dichas organizaciones se<br />

adjudicaban la repres<strong>en</strong>tatividad de la clase o del pueblo constituido. Al<br />

final de ese camino, una vez derrotados los capitalistas, estaría esperando<br />

la felicidad, la sociedad perfecta. Pero sólo al final. Los piqueteros que<br />

pisan el césped, <strong>en</strong> cambio, parec<strong>en</strong> `caminar preguntando´, o `van<br />

haci<strong>en</strong>do camino al andar´. Sus talleres, sus huertos y sus escuelas, son<br />

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un medio y un fin al mismo tiempo. En esa dura vida y las p<strong>en</strong>urias de<br />

qui<strong>en</strong>es son los más perjudicados por la economía <strong>política</strong>, se autoafirman<br />

como sujetos, elevándose sobre el papel de víctimas, y <strong>en</strong> estas s<strong>en</strong>cillas<br />

creaciones <strong>está</strong>n vivi<strong>en</strong>do ya, aquí y ahora, los embriones de la sociedad<br />

imaginada. Como `filósofos de la praxis´, van mostrando la<br />

materialización de la consigna `otro mundo es posible´, oponi<strong>en</strong>do a la<br />

unidim<strong>en</strong>sionalidad y a la complejidad del capitalismo y la economía<br />

<strong>política</strong>, toda la pot<strong>en</strong>cia de la multiplicidad con la <strong>en</strong>ergía de lo s<strong>en</strong>cillo.<br />

Podría decirse que no son como <strong>en</strong> los set<strong>en</strong>tas la `vanguardia´ de una<br />

fuerza constituida, sino <strong>parte</strong> de los constituy<strong>en</strong>tes de un pres<strong>en</strong>te vital,<br />

con un horizonte imaginario que expresa la <strong>en</strong>ergía de la vida, no <strong>en</strong> un<br />

`único camino´, sino <strong>en</strong> variadas s<strong>en</strong>das que se abr<strong>en</strong>, por todo el<br />

territorio nacional y el resto del mundo globalizado, y se <strong>en</strong>trelazan <strong>en</strong> la<br />

combinación de los sueños con la realidad”.<br />

Mattini, un hombre de ses<strong>en</strong>ta años, es un raro y auténtico ejemplar de<br />

esa raza que, habitualm<strong>en</strong>te con recelo y una bu<strong>en</strong>a dosis de amargura y<br />

desdén, los estudiosos con diploma y corbata d<strong>en</strong>ominan autodidactas.<br />

Fue obrero metalúrgico, militante sindical <strong>en</strong> su juv<strong>en</strong>tud, y uno de los<br />

fundadores del PRT-ERP (Partido Revolucionario de los Trabajadores--<br />

Ejército Revolucionario del Pueblo), cuya secretaría g<strong>en</strong>eral le cupo<br />

ejercer luego del asesinato de Mario Roberto Santucho; transcurrió el<br />

exilio repartido <strong>en</strong>tre España, México y Suecia. El proceso de contínua<br />

recreación del p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to que ha vivido <strong>en</strong> las últimas décadas, de<br />

asimilación de nuevas ideas y pareceres, y m<strong>en</strong>osprecio de axiomas que<br />

<strong>en</strong> época de exaltación <strong>política</strong> fueron el sust<strong>en</strong>to de sus pasos, ha sido<br />

notorio y formidable. A fuerza de lecturas, debates e internas<br />

deliberaciones, diríase que pasa los días <strong>en</strong> un estado de interrogación<br />

constante. Semanas atrás tuve la oportunidad de conocerlo. Una larga<br />

tertulia <strong>en</strong> su espacioso y antiguo apartam<strong>en</strong>to <strong>en</strong> el c<strong>en</strong>tro de Bu<strong>en</strong>os<br />

Aires, junto a Victoria, mi pareja, como le place decir a él, y <strong>La</strong>ura. Mattini<br />

es un hombre alto, atildado, de voz grave, discurso afable y oído at<strong>en</strong>to.<br />

Su biblioteca abarca varias paredes, anaqueles que se exti<strong>en</strong>d<strong>en</strong> desde el<br />

zócalo hasta el inicio del cielorraso, allá, <strong>en</strong> las alturas. Es lector voraz y<br />

carpintero malogrado. A m<strong>en</strong>udo le resultan más verosímiles las ficciones<br />

que los <strong>en</strong>sayos, <strong>en</strong> particular algunas obras de Mario Vargas Llosa,<br />

Carlos Fu<strong>en</strong>tes y José Saramago.<br />

En los escritos de Mattini prepondera una especial afición a <strong>en</strong>tregarse al<br />

riguroso análisis de una serie de cuestiones que también imperan <strong>en</strong> el<br />

ánimo de otros escritos, de otros autores, que <strong>en</strong> estos días repletan mi<br />

mesa de trabajo: el contrapoder, la autonomía, la búsqueda de<br />

respuestas, la imperiosa necesidad de construcción, el cuestionami<strong>en</strong>to a<br />

los p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos estructurados, el apasionami<strong>en</strong>to por los juicios<br />

intelig<strong>en</strong>tes y novedosos, la certeza, después de todo, que nada <strong>está</strong><br />

65


dicho, que cada día es m<strong>en</strong>ester det<strong>en</strong>erse y observar, sumergirse <strong>en</strong> la<br />

cavilación y edificar posturas, sumergirse <strong>en</strong> una nueva cavilación y<br />

<strong>en</strong>riquecer o bi<strong>en</strong> desbaratar la postura de la noche anterior. Que la vida,<br />

hoy, ahora, <strong>en</strong> fin, no es <strong>otra</strong> cosa que una irresoluta sucesión de ocasos<br />

y alumbrami<strong>en</strong>tos.<br />

Ya no creo <strong>en</strong> las casualidades. En las palabras de la g<strong>en</strong>te del MTD-<br />

<strong>La</strong>nús y del MOCASE p<strong>en</strong>saba cuando, <strong>en</strong>tre mis manos, <strong>en</strong> tanto<br />

hurgaba <strong>en</strong> archivos y papeles, aparecieron flotando dos escritos.<br />

Primero, unas declaraciones del subcomandante Marcos: “Los zapatistas<br />

somos rebeldes, pero no revolucionarios, porque un revolucionario se<br />

plantea fundam<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>te transformar las cosas desde arriba, no desde<br />

abajo. Al revés del rebelde social. El revolucionario se plantea: vamos a<br />

hacer un movimi<strong>en</strong>to, tomo el poder y desde arriba transformo las cosas.<br />

Y el rebelde social no. El rebelde social desde abajo va transformando sin<br />

t<strong>en</strong>er que plantearse la cuestión de la toma del poder”. Luego, la ironía de<br />

Julio Cardozo, que desde una perspectiva peronista y crítica dice: “¿Hay<br />

que tomar el poder? Este no es un sillón cualquiera. Es el sillón de<br />

Rivadavia, cúspide formal de una maquinaria ori<strong>en</strong>tada <strong>en</strong> un s<strong>en</strong>tido<br />

preciso. Es, además y por sobre todas las cosas, el sello de una<br />

institución: la disposición eficaz de una red muy definida de ideas y<br />

aspiraciones, un repertorio de medios y fines bi<strong>en</strong> concretos. Cuando uno<br />

habla del sillón de Rivadavia debe saber que <strong>está</strong> hablando de un poder<br />

construido para dar forma a una forma de ser: el país que t<strong>en</strong>emos. ¿No<br />

habrá que destruir ese poder?”. ¿Cómo? Al decir de Cardozo, deberíamos<br />

“procurarnos sillón y sillas propias. <strong>La</strong> cuestión, <strong>en</strong>tonces, no sería tomar<br />

ese poder sino hacernos carpinteros”. Sí, un poder que oprime, ultraja y<br />

despanzurra, obra colosal y espeluznante que construimos <strong>en</strong>tre todos a<br />

cada instante, <strong>en</strong> cada mom<strong>en</strong>to, a partir del sil<strong>en</strong>cio y de la quietud, de<br />

la ing<strong>en</strong>uidad y la aus<strong>en</strong>cia, y, cosa más sombría, sin caer <strong>en</strong> la cu<strong>en</strong>ta de<br />

que, así como lo edificamos, de igual modo podemos convertirlo <strong>en</strong> c<strong>en</strong>iza<br />

y volver a construirlo del modo más humano que nos parezca. Leo, <strong>en</strong> la<br />

revista Veintitrés, palabras de José Saramago: “En <strong>La</strong> Sagrada Familia,<br />

de Marx y Engels, hay una frase que yo cito con demasiada frecu<strong>en</strong>cia<br />

porque es ejemplar. Y a mí me sorpr<strong>en</strong>de que el debate de ideas y el<br />

debate sobre las soluciones que se puedan <strong>en</strong>contrar, incluso el debate<br />

<strong>en</strong> el interior del propio socialismo, no pase, es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te, por palabras<br />

tan s<strong>en</strong>cillas como esas. Ellos escribieron: `Si el hombre es formado por<br />

las circunstancias, <strong>en</strong>tonces, hay que formar las circunstancias<br />

humanam<strong>en</strong>te´”. En el libro Contrapoder.Una introducción (Colectivo<br />

Situaciones, Ediciones de Mano <strong>en</strong> Mano, Bu<strong>en</strong>os Aires, noviembre de<br />

2001), <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro la voz del economista escocés John Holloway: “Durante<br />

la mayor <strong>parte</strong> del siglo pasado, los esfuerzos para crear un mundo digno<br />

de la humanidad se <strong>en</strong>focaron <strong>en</strong> el Estado y <strong>en</strong> la idea de conquistar el<br />

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poder estatal. <strong>La</strong>s polémicas principales (<strong>en</strong>tre reformistas y<br />

revolucionarios) eran acerca de cómo conquistar el poder estatal, sea por<br />

la vía parlam<strong>en</strong>taria o por la vía extra-parlam<strong>en</strong>taria. <strong>La</strong> historia del siglo<br />

XX sugiere que la cuestión de cómo ganar el poder no era tan importante.<br />

En ninguno de los casos la conquista del poder estatal logró realizar los<br />

cambios que los militantes esperaban (...) <strong>La</strong> razón por la cual el Estado<br />

no se puede usar para llevar a cabo un cambio radical <strong>en</strong> la sociedad es<br />

que el Estado mismo es una forma de relación social que <strong>está</strong> incrustada<br />

<strong>en</strong> la totalidad de las relaciones sociales capitalistas. <strong>La</strong> exist<strong>en</strong>cia misma<br />

del Estado como una instancia separada de la sociedad significa que, sea<br />

cual sea el cont<strong>en</strong>ido de sus <strong>política</strong>s, participa activam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el proceso<br />

de separar a la g<strong>en</strong>te del control de su propia vida. El capitalismo es<br />

simplem<strong>en</strong>te eso: la separación de la g<strong>en</strong>te de su propio hacer (...) Si la<br />

revolución a través de la conquista del poder estatal se ha revelado como<br />

ilusión, eso no quiere decir que debemos abandonar la idea de la<br />

revolución. Pero es necesario concebirla <strong>en</strong> otros términos: no como la<br />

toma del poder sino como la disolución del poder”. En The London<br />

Observer husmeo una <strong>en</strong>trevista del periodista Greg Palast con Joseph<br />

Stiglitz, ex economista <strong>en</strong> Jefe del Banco Mundial, titulada “Los cuatro<br />

pasos al infierno del FMI”. El texto es por demás revelador, y, <strong>en</strong><br />

particular, causa náusea. Al decir de Stiglitz, el diabólico plan de<br />

exterminio que los amables hombres del FMI aplican <strong>en</strong> los países pobres,<br />

contempla cuatro etapas minuciosam<strong>en</strong>te tramadas: 1. Privatización o<br />

sobornización; 2. Liberalización del Mercado de Capitales; 3. Precios<br />

regulados por el Mercado, suba de la comida, agua y gas, y, último y<br />

grácil mazazo, algo que Stiglitz d<strong>en</strong>omina Disturbios del FMI y explica de<br />

esta manera: “Cuando una nación <strong>está</strong> caída y <strong>en</strong> desgracia, el FMI se<br />

aprovecha y le exprime hasta la última gota de sangre. Increm<strong>en</strong>ta el<br />

calor hasta que, finalm<strong>en</strong>te, la olla <strong>en</strong>tera explota”. <strong>La</strong> preocupación más<br />

grande de Stiglitz, refiere Palast, “es que los planes del Banco Mundial,<br />

diseñados <strong>en</strong> secreto y manejados por una ideología absolutista, nunca<br />

<strong>está</strong>n abiertos a discusión o desacuerdo. A pesar del apoyo de Occid<strong>en</strong>te<br />

hacia las elecciones a través del mundo <strong>en</strong> desarrollo, los llamados<br />

Programas de Reducción de la Pobreza, `sabotean la democracia´. Y,<br />

además, no funcionan. <strong>La</strong> productividad de Africa Negra, bajo la<br />

`asist<strong>en</strong>cia´ estructural del FMI, ha desc<strong>en</strong>dido hasta el infierno. ¿Alguna<br />

nación se salvó de este destino? Sí, me dijo Stiglitz, id<strong>en</strong>tificando a<br />

Botswana. ¿Su truco mágico?: `Ellos ord<strong>en</strong>aron al FMI hacer las valijas e<br />

irse´”. Prosigue Palast: “Entonces miré a Stiglitz. Bi<strong>en</strong>, señor profesordemasiado-intelig<strong>en</strong>te,<br />

¿cómo ayudaría usted a las naciones <strong>en</strong><br />

desarrollo? Stiglitz propuso reformas agrarias radicales, un ataque al<br />

corazón del `terrat<strong>en</strong>i<strong>en</strong>tismo´, a las usureras r<strong>en</strong>tas mundialm<strong>en</strong>te<br />

cobradas por las oligarquías, típicam<strong>en</strong>te 50 por ci<strong>en</strong>to de la cosecha del<br />

67


campesino. `Es un poco como las sangrías <strong>en</strong> la edad media´, me relató<br />

Stiglitz. `Cuando el paci<strong>en</strong>te se moría decían: bu<strong>en</strong>o, pasó que nos<br />

apuramos a det<strong>en</strong>er el desangrami<strong>en</strong>to, todavía le quedaba un poco de<br />

sangre´. De mis conversaciones con el profesor concluí que la solución a<br />

la pobreza y la crisis mundial es simple: saqu<strong>en</strong> a los chupasangre”.<br />

Paso, antes de sucumbir al desmayo, a José Pablo Feinmann, que desde<br />

un artículo <strong>en</strong> Página/12 augura sustantivos pesares: “Cada vez es más<br />

arduo disuadir a un jov<strong>en</strong> indignado. ¿De qué le voy a hablar? ¿De la<br />

democracia? ¿De la Justicia? ¿De los s<strong>en</strong>deros l<strong>en</strong>tos del diálogo? ¿De la<br />

`repres<strong>en</strong>tatividad´ de la clase <strong>política</strong>? ¿Y quién es culpable de esta<br />

situación? No el jov<strong>en</strong> indignado que desea atajos expeditivos. Tampoco<br />

yo que me quedé sin argum<strong>en</strong>tos. Los culpables son los que nos quitaron<br />

los argum<strong>en</strong>tos. Los que degradaron la democracia poniéndola al servicio<br />

de los poderes económicos. Los que degradaron la Justicia sometiéndola<br />

a los arbitrios del poder político mafioso. Los que aniquilaron la idea de<br />

`repres<strong>en</strong>tatividad´ a fuerza de repres<strong>en</strong>tarse a sí mismos y no al pueblo<br />

que, <strong>en</strong> las urnas, los eligió para ser repres<strong>en</strong>tado. Si hay viol<strong>en</strong>cia, ellos<br />

serán los responsables. Y, a la vez, si hay viol<strong>en</strong>cia, ellos son qui<strong>en</strong>es<br />

dirán que la `paz social´ se ha alterado y recurrirán al poder represivo.<br />

Acaso hoy no haya `partido militar´ <strong>en</strong> la Arg<strong>en</strong>tina, pero ciertam<strong>en</strong>te<br />

hay un `partido policial`, que es un `partido represor´ poderosísimo”.<br />

* * *<br />

Hoy, viernes 10, todos hablan de la diputada nacional Alicia Castro y la<br />

bandera de los Estados Unidos, símbolo presuntam<strong>en</strong>te lesivo a los<br />

honorables intereses del gobierno arg<strong>en</strong>tino, que la ex azafata dejó sobre<br />

la mesa de la presid<strong>en</strong>cia de la Cámara baja, <strong>en</strong> extremo baja. Escucho,<br />

<strong>en</strong> la radio, el ditirámbico <strong>en</strong>ojo de Alfonsín y Moreau, también diatribas<br />

de muchos justicialistas contra Alicia Castro; al decir del ocurr<strong>en</strong>te<br />

Humberto Roggero, la esc<strong>en</strong>a ha sido tramada por Castro y Fernando<br />

“Pino” Solanas, qui<strong>en</strong> anda filmándolo todo con el propósito de montar un<br />

docum<strong>en</strong>tal acerca del país desgraciado. Por la tarde recibo un correo<br />

electrónico de mi amigo Teodoro Boot, titulado “Zafarrancho <strong>en</strong> la<br />

Cámara de Diputados”. Una excel<strong>en</strong>te pieza dramática que vi<strong>en</strong>e a<br />

cu<strong>en</strong>to transcribir: “Terminada su exposición durante el debate de la ley<br />

de quiebras, la diputada Alicia Castro caminó elegantem<strong>en</strong>te hacia la<br />

presid<strong>en</strong>cia de la Cámara para depositar sobre la mesa de Eduardo<br />

Camaño, como qui<strong>en</strong> sirve un refrigerio <strong>en</strong> un avión, una bandera de los<br />

Estados Unidos de América. El gesto, simbólico, casi poético de la<br />

diputada, perturbó a Camaño, qui<strong>en</strong> com<strong>en</strong>zó a reclamar que alguno de<br />

sus compinches pres<strong>en</strong>tara una "cuestión de privilegio". Fue finalm<strong>en</strong>te el<br />

radical Baladrón el que tuvo a bi<strong>en</strong> pres<strong>en</strong>tar la cuestión <strong>en</strong> cuestión: el<br />

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gesto de Alicia Castro había sido un agravio al Parlam<strong>en</strong>to y un int<strong>en</strong>to de<br />

imponer la dictadura de las minorías por sobre las mayorías, alocución<br />

que habría honrado al señor Baladrón de haber sido dicha <strong>en</strong> 1976 y no<br />

<strong>en</strong> esas particulares circunstancias. A fin de demostrar que las mayorías<br />

sab<strong>en</strong> def<strong>en</strong>derse, el presid<strong>en</strong>te de la Cámara sil<strong>en</strong>ció todos los<br />

micrófonos, excepto el suyo propio y el de Baladrón, negándose <strong>en</strong><br />

redondo a otorgar el uso de la palabra a los tiránicos repres<strong>en</strong>tantes de<br />

las minorías. Esto fue demasiado para el locuaz Luis Zamora, qui<strong>en</strong><br />

desc<strong>en</strong>dió de su banca y com<strong>en</strong>zó a increpar a Camaño, apostrofándolo<br />

con su índice. Desde algún oscuro rincón, el ahora diputado Casanovas,<br />

ex secretario de Justicia de Carlos Ruckauf, se abalanzó sobre el <strong>en</strong>juto<br />

Zamora a fin de aplicarle su doctrina de la mano dura, con tan poca<br />

fortuna que se <strong>en</strong>contró con José Alberto Roselli, como Zamora, también<br />

diputado de Autodeterminación y Libertad, pero que luce unos bíceps<br />

capaces de demostrarle a Casanovas que las manos de qui<strong>en</strong>es realizan<br />

tareas manuales suel<strong>en</strong> ser más duras que las que se <strong>en</strong>durec<strong>en</strong> firmando<br />

proyectos de p<strong>en</strong>a de muerte”. El sainete de la bandera ha servido para<br />

desplazar hacia un segundo plano el operativo comando que un<br />

matrimonio de ancianos subversivos llevó a cabo con admirable arrojo y<br />

frialdad. Se amotinaron <strong>en</strong> el interior de una sucursal bancaria y con<br />

desusada viol<strong>en</strong>cia advirtieron: o nos devuelv<strong>en</strong> los ahorros, o aquí<br />

permaneceremos hasta caer desplomados por la inanición. Por la noche,<br />

un piadoso ger<strong>en</strong>te abrió la caja fuerte y satisfizo la demanda de los<br />

viejos insurrectos.<br />

Con preocupación advierto que todavía no he remitido ningún<br />

com<strong>en</strong>tario a Gustavo Martínez, secretario de Organización de ATE, Santa<br />

Fe, que un mes atrás me hizo llegar una vivaz semblanza de Claudio<br />

“Pocho” Lepratti, asesinado por la policía el 19 de diciembre del año<br />

último, <strong>en</strong> la ciudad de Rosario. A las seis de la tarde de ese día, <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>a<br />

represión, <strong>en</strong> tanto el gobierno de Fernando De la Rúa boqueaba, Pocho<br />

estaba plantado <strong>en</strong> el techo de la escuela <strong>en</strong> que trabajaba de portero; a<br />

los gritos maldecía a los policías que, presas de la dem<strong>en</strong>cia, disparaban<br />

sin pausa y hacia toda <strong>parte</strong>: “¡Par<strong>en</strong>, hijos de puta! ¿No v<strong>en</strong> que hay<br />

pibes?”. Por toda respuesta recibió un certero disparo de Itaka <strong>en</strong> el<br />

cuello. En su escrito, Martínez lo recordaba de este modo: “¡El invierno<br />

eterno no existe, si despertamos se va!, andaba gritando y predicando el<br />

Pocho con su bicicleta. ¡Podemos y debemos construir la primavera! Para<br />

eso usaba su garganta y su sangre esta Hormiga ciclista que pedaleaba y<br />

pedaleaba bajo la lluvia, contra el vi<strong>en</strong>to, cagándose de frío, de calor y de<br />

risa hasta llegar a la <strong>otra</strong> punta del camino, que, para él, era ap<strong>en</strong>itas el<br />

inicio de otro y otro (...) El creía <strong>en</strong> un mundo construido por hormigas<br />

granito a granito, donde pudieran vivir cómodam<strong>en</strong>te caballos, grillos,<br />

perros, abejas, abogados, unicornios, d<strong>en</strong>tistas, elefantes blancos,<br />

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psicólogos, pastores alemanes y de los otros también (...) Ese 19 de<br />

diciembre, a las 18, Pocho no reclamaba comida para él, estaba usando<br />

su garganta como siempre, para predicar que el invierno eterno es un<br />

verso, que podemos y debemos construir la primavera, y exigi<strong>en</strong>do a viva<br />

voz a las hormigas que andan con armas y sin memoria (las que vist<strong>en</strong><br />

uniformes color azul merc<strong>en</strong>ario, que es el color más triste de todos), que<br />

dejas<strong>en</strong> de matar y reprimir a qui<strong>en</strong>es deberían estar def<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do. <strong>La</strong><br />

garganta de Pocho era para eso, para int<strong>en</strong>tar lo que para otros es<br />

imposible; y ahí fue el disparo, <strong>en</strong> la garganta de ese flaco despeinado,<br />

ex-seminarista, profesor de filosofía, cocinero-murguero-delegadocampam<strong>en</strong>tero-catequista-organizador<br />

de no se sabe cuantos grupos de<br />

hormigas (...) En las chapas del techo de la escuela donde lo crucificaron<br />

alguna Pocheada se mandó. Seguro que esa mancha ahí arriba, el charco<br />

seco, es mucho más que eso. Tal vez un mapa, un sueño, una flecha que<br />

señala por donde va a llegar el fin del invierno ...”<br />

Martes 21<br />

G<strong>en</strong>eral Mosconi, <strong>en</strong> el norte de Salta, mi próximo destino, figura <strong>en</strong> el<br />

mapa de rutas <strong>en</strong> letras ínfimas y desteñidas; ciudad opacada por la<br />

cercanía de las letras de trazo firme y grueso que señalan Tartagal, a<br />

nueve kilómetros de allí. Es, sí, una ciudad pequeña, poco m<strong>en</strong>os de tres<br />

mil kilómetros cuadrados, acaso quince mil habitantes, pero a lo largo de<br />

décadas fue un sitio signado por la bu<strong>en</strong>av<strong>en</strong>tura que trajo la creación de<br />

YPF, allá por los años veinte. Diríase que su historia, a juzgar por lo que<br />

leo, no es más que un lúgubre epítome de la historia del país. El pueblo,<br />

llamado primero El Nov<strong>en</strong>ta, a causa de que el lugar coincidía con el Km<br />

1690 de la línea ferroviaria habilitada <strong>en</strong> 1926; d<strong>en</strong>ominado<br />

posteriorm<strong>en</strong>te Ciro Echosortu, nombre de uno de los propietarios de las<br />

tierras <strong>en</strong> que com<strong>en</strong>zaron a as<strong>en</strong>tarse las familias que acudían a la<br />

región para trabajar <strong>en</strong> los yacimi<strong>en</strong>tos de petróleo, fue por fin declarado<br />

municipio <strong>en</strong> noviembre de 1946 y oficialm<strong>en</strong>te nominado G<strong>en</strong>eral<br />

Enrique Mosconi, hom<strong>en</strong>aje, claro <strong>está</strong>, al hombre que durante años<br />

había promovido la explotación del petróleo bajo la consigna del<br />

autoabastecimi<strong>en</strong>to y la disputa con las empresas extranjeras que<br />

pret<strong>en</strong>dían explotarlo de modo salvaje. Mosconi, pues, floreció bajo el<br />

influjo del petróleo, y, también, de la industria maderera. En su apogeo,<br />

YPF llegó a emplear cuatro mil quini<strong>en</strong>tas personas <strong>en</strong> todo el<br />

departam<strong>en</strong>to de San Martín, al que Mosconi pert<strong>en</strong>ece. <strong>La</strong> privatización<br />

de la empresa, <strong>en</strong> 1992, acabó de cuajo con el bi<strong>en</strong>estar de millares de<br />

familias y ocasionó un estado de profunda crisis social y económica que<br />

perdura hasta nuestros días. En Mosconi se llevó a cabo el primer corte<br />

de ruta que se recuerde. Fue <strong>en</strong> septiembre de 1991. Toda la población<br />

ganó las calles para oponerse a la privatización. Trabajadores,<br />

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comerciantes, dirig<strong>en</strong>tes políticos, familias <strong>en</strong>teras compr<strong>en</strong>dieron que la<br />

<strong>en</strong>trega de tamaño patrimonio al poder económico extranjero había de<br />

sumir a la ciudad <strong>en</strong> la ruina. Los cortes de ruta se sucedieron. Y la<br />

represión, <strong>en</strong> cada uno de ellos, fue brutal. Cinco trabajadores<br />

desocupados han sido asesinados <strong>en</strong> las calles y rutas de Mosconi <strong>en</strong> los<br />

últimos años: Alejandro Gómez, Orlando Justiniano, Aníbal Verón, Carlos<br />

Santillán y Omar Barrios.<br />

En tanto organizo mi viaje a Mosconi para reunirme con la g<strong>en</strong>te de la<br />

Unión de Trabajadores Desocupados, recibo un pedido de socorro de la<br />

Municipalidad de Iruya, norte de Salta también, que mueve al<br />

estremecimi<strong>en</strong>to. Ciudad de cinco mil habitantes, <strong>en</strong> su mayoría<br />

indíg<strong>en</strong>as, situada a 320 kilómetros de Salta; para comunicarse <strong>en</strong>tre ellos<br />

deb<strong>en</strong> recorrer s<strong>en</strong>deros de herradura, a pié, desplazami<strong>en</strong>tos que a<br />

m<strong>en</strong>udo demandan quince horas de caminata; a causa del cierre del<br />

ferrocarril, han quedado excluídos del efímero favor de trabajar <strong>en</strong> la<br />

zafra; viv<strong>en</strong>, con <strong>en</strong>ormes dificultades, gracias a la limitada producción<br />

agrícola-ganadera para autoconsumo; el juzgado más cercano se<br />

<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra <strong>en</strong> Salta, a ocho horas de viaje; carec<strong>en</strong> de correo electrónico,<br />

los diarios nacionales no llegan al lugar, y sólo el pueblo cabecera, Iruya,<br />

cu<strong>en</strong>ta con <strong>en</strong>ergía eléctrica y una cabina telefónica. “Por eso,<br />

pobladores, instituciones y repres<strong>en</strong>tantes políticos locales”, dice esta<br />

imploración arrojada a la deriva como suerte de botella al mar,<br />

“recurrimos a este medio para llamar la at<strong>en</strong>ción sobre situaciones<br />

insost<strong>en</strong>ibles, que el resto de los arg<strong>en</strong>tinos desconoce: 1) <strong>La</strong> única<br />

escuela primaria del pueblo, a la que concurr<strong>en</strong> 330 niños, funciona <strong>en</strong><br />

piezas dispersas, y su patio son las calles del pueblo. 2) El secundario<br />

local, único establecimi<strong>en</strong>to para todo el Municipio, ti<strong>en</strong>e un albergue <strong>en</strong><br />

préstamo, donde viv<strong>en</strong> hacinados 45 jóv<strong>en</strong>es que vi<strong>en</strong><strong>en</strong> del interior. 3)<br />

Nuestros precarios y es<strong>en</strong>ciales caminos, son mant<strong>en</strong>idos por empleados<br />

de Vialidad Provincial, a qui<strong>en</strong>es se les deb<strong>en</strong> salarios y aguinaldo desde<br />

noviembre del 2001. 4) Los empleados municipales no percib<strong>en</strong> sus<br />

salarios desde hace dos meses, y se les adeudan haberes del 2001. 5) En<br />

nuestro Municipio, por c<strong>en</strong>so actualizado de ag<strong>en</strong>tes sanitarios, exist<strong>en</strong><br />

600 familias, con un promedio de 5 niños m<strong>en</strong>ores de 18 años, sin ningún<br />

tipo de ingreso. Esto es el 80 % de desocupación. Sin embargo, a la fecha<br />

sólo 98 de ellas han cobrado $ 100 del Programa Jefes de Hogar. 6) Los<br />

profesionales de nuestro Hospital ati<strong>en</strong>d<strong>en</strong> 2000 personas por consulta<br />

externa y 40 internados <strong>en</strong> promedio m<strong>en</strong>sual. Es la única farmacia para<br />

todos sus pobladores, ya que la más cercana a Iruya <strong>está</strong> a tres horas de<br />

viaje y pert<strong>en</strong>ece a Humahuaca, Jujuy. Este Hospital ti<strong>en</strong>e al día de hoy<br />

cero stock <strong>en</strong> medicam<strong>en</strong>tos para asistir a cualquier embarazada o<br />

desnutrido con infecciones urinarias o anemias. Cero stock <strong>en</strong> antibióticos<br />

básicos y <strong>en</strong> remedios de uso diario para las patologías más frecu<strong>en</strong>tes (<br />

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Parasitosis, Chagas, epilepsia) No cu<strong>en</strong>ta con leche desde hace dos meses<br />

para todos sus niños desnutridos, y adeuda desde hace seis meses los<br />

alim<strong>en</strong>tos de internados a los proveedores. Podríamos ll<strong>en</strong>ar varias<br />

páginas más con nuestras car<strong>en</strong>cias y sufrimi<strong>en</strong>tos. Pero, <strong>en</strong> una<br />

Arg<strong>en</strong>tina sorpr<strong>en</strong>dida con los millones de pobres que aparec<strong>en</strong> todos los<br />

días <strong>en</strong> sus ciudades, los pobres de siempre quedaron olvidados.<br />

Situación más grave aún, si vivimos <strong>en</strong> una provincia conocida por t<strong>en</strong>er<br />

DEFICIT CERO. Hacemos este llamado a los medios de comunicación<br />

provinciales y nacionales, para qui<strong>en</strong>es tampoco pareciéramos existir. No<br />

podemos cortar rutas, ni hacer piquetes, nadie se <strong>en</strong>teraría. Los bancos<br />

más cercanos <strong>está</strong>n a 200 km, ningún habitante de Iruya quedó <strong>en</strong> el<br />

corralito. No exist<strong>en</strong> robos, secuestros express, ni asesinatos, porque<br />

somos pobres pero no delincu<strong>en</strong>tes. Luego, no somos noticia <strong>en</strong> el país<br />

de la corrupción”.<br />

Restan pocas horas para el inicio del viaje. Necesito aplacar el ansia,<br />

razón por la cual procuro distracción <strong>en</strong> la música, una estación de radio,<br />

FM, escogida al azar. <strong>La</strong> voz de Gustavo Cordera, interpretando el agorero<br />

himno de Bersuit Vergarabat , hace vibrar los cimi<strong>en</strong>tos de la<br />

habitación: “Se vi<strong>en</strong>e el estallido/se vi<strong>en</strong>e el estallido/de mi guitarra/de tu<br />

gobierno, también/Y si te queda alguna duda/v<strong>en</strong>í, agarrala que <strong>está</strong><br />

dura/Si esto no es una dictadura/¿Qué es?/¿Qué es?”. <strong>La</strong> espontánea y<br />

franca sabiduría del Pelado Cordera se asemeja, mucho, a la de Fabio<br />

Alberti, y, sin proponérselo, a la de Mattini, Holloway, Saramago y otros.<br />

En la patria del eufemismo, suele caer <strong>en</strong> el impudor de llamar a las cosas<br />

por su nombre. Días atrás ha dicho: “Lo de diciembre estuvo bu<strong>en</strong>ísimo,<br />

pero es como que pegás una trompada y el tipo se cae. Se levanta y le<br />

pegás <strong>otra</strong> trompada y ya no se cae. Volvés a pegarle y directam<strong>en</strong>te se<br />

ríe. ¡Basta de cacerolas! Ahora ti<strong>en</strong>e que v<strong>en</strong>ir <strong>otra</strong> cosa”.<br />

Jueves 23<br />

<strong>La</strong> sospecha de que nunca jamás llegaremos a destino se ha convertido<br />

<strong>en</strong> terrible certeza. Son las siete de la tarde, estamos <strong>en</strong> un ómnibus, a<br />

contados kilómetros de G<strong>en</strong>eral Mosconi, y ya llevamos dos horas de<br />

retraso. Un piquete ha obligado al conductor a t<strong>en</strong>tar mejor suerte <strong>en</strong> un<br />

camino alternativo, de tierra. Oscuridad imp<strong>en</strong>etrable, acribillada <strong>en</strong><br />

algunos tramos por los destellos de las luces de otros vehículos <strong>en</strong><br />

apuros, y contínuas e imprevistas hondonadas que hac<strong>en</strong> rechinar el<br />

esqueleto del ómnibus y nos somet<strong>en</strong> a un irritador zarandeo. Vamos a<br />

llegar a cualquier hora, le digo a <strong>La</strong>ura con inocultable malestar, no habrá<br />

nadie esperándonos. <strong>La</strong> pasajera del asi<strong>en</strong>to de adelante, una bella<br />

señora de ojos jaspeados y semblante castaño que viaja con su hija<br />

adolesc<strong>en</strong>te a Tartagal, vuelve la cabeza y me dice con una mezcla de<br />

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esignación y respeto: “Son los piqueteros, ¿sabe? No ti<strong>en</strong><strong>en</strong> trabajo. En<br />

un ratito llegaremos a Mosconi”. Sí, <strong>en</strong> efecto, <strong>en</strong> un latoso e interminable<br />

ratito llegamos a Mosconi, a la terminal de ómnibus, es decir, a una calle<br />

angosta y breve ap<strong>en</strong>as iluminada por la luz amarreta que despid<strong>en</strong> un<br />

par de p<strong>en</strong>umbrosas oficinas de empresas de transportes, de cara al<br />

cuartel de los bomberos, <strong>en</strong> cuyo garage concita la at<strong>en</strong>ción una<br />

autobomba que da la impresión de haber salido de un museo. El calor es<br />

int<strong>en</strong>so, y, <strong>en</strong> particular, inesperado. Habíamos supuesto un clima frío,<br />

después de todo viajábamos hacia el norte salteño <strong>en</strong> vísperas del<br />

invierno, <strong>en</strong> Bu<strong>en</strong>os Aires la temperatura era baja, pero la ignorancia de<br />

porteño nos jugó una mala pasada y ahora estamos cargando un par de<br />

bolsos ll<strong>en</strong>os de ociosas ropas de lana y grueso algodón. Como lo había<br />

presagiado, nadie nos aguarda. Nos quedamos un rato <strong>en</strong> el lugar,<br />

fulminados por el agobio y el calor húmedo, por el largo viaje, a la espera<br />

de que algui<strong>en</strong> nos rescate. Nadie, nada. Nos ponemos a caminar hacia la<br />

plaza principal de Mosconi, donde decidimos recurrir al consejo de un<br />

v<strong>en</strong>dedor de panchos. Le pregunto por el local de la Unión de<br />

Trabajadores Desocupados, por Pepino Fernández. Al hombre le ha sido<br />

sufici<strong>en</strong>te escuchar la palabra Pepino para ponerse <strong>en</strong> marcha; sin soltar<br />

el pancho que estaba a poco de v<strong>en</strong>derle a un chico, tampoco el tarro de<br />

mostaza, corre hacia un auto estacionado a pocos metros, un remise, veo,<br />

dialoga rápidam<strong>en</strong>te con el conductor, y nos llama, y vamos y el remisero<br />

nos explica que Pepino, que todos los miembros de la UTD <strong>está</strong>n <strong>en</strong> el<br />

piquete. No ti<strong>en</strong>e problema alguno <strong>en</strong> llevarnos hasta allí. En el trayecto<br />

nos cu<strong>en</strong>ta que ti<strong>en</strong>e una bala incrustada <strong>en</strong> la pierna derecha, recuerdo<br />

de la represión de los g<strong>en</strong>darmes y la policía <strong>en</strong> junio del año 2001, una<br />

de las tantas y trem<strong>en</strong>das agresiones que han sufrido los habitantes de<br />

Mosconi <strong>en</strong> los últimos tiempos.<br />

Desc<strong>en</strong>demos <strong>en</strong> el piquete, ruta 34, unas veinte cuadras del c<strong>en</strong>tro de<br />

Mosconi. Un par de toldos, cubiertas semi<strong>en</strong>c<strong>en</strong>didas, troncos y parvas de<br />

ramas calcinados, un muchacho de gorro de lana negra calado hasta las<br />

orejas que se aproxima y con cortedad quiere saber qué hacemos allí.<br />

Digo mi nombre, t<strong>en</strong>go una cita con Pepino, lo acordamos por teléfono,<br />

v<strong>en</strong>imos de Bu<strong>en</strong>os Aires.“¿Pepino?”, se asombra. “No, no puedo decirles<br />

dónde <strong>está</strong>”. Insisto, suplico, he hablado con Tomás, ¿no <strong>está</strong> Tomás?,<br />

¿acaso Virulana? Se aleja unos metros, delibera con otro piquetero,<br />

regresa, y, con desgano, nos franquea el paso haci<strong>en</strong>do a un lado un<br />

tronco. “Vayan hasta la <strong>otra</strong> punta”, suelta, y hacia el otro extremo del<br />

piquete partimos de inmediato, donde, por fin, nos acog<strong>en</strong> con cautelosa<br />

amabilidad. Está Virulana, <strong>está</strong> Sombra, también otros hombres que<br />

empiezan a formar un corro y nos observan, con curiosidad, con reserva,<br />

creo, intuyo, pues la d<strong>en</strong>sidad tan sombría del ambi<strong>en</strong>te torna imposible<br />

apreciar por completo los rostros. “¿Son de Tel<strong>en</strong>oche?”, pregunta con<br />

73


desconfianza un hombre que <strong>está</strong> s<strong>en</strong>tado sobre una lata; nuestra<br />

respuesta, <strong>en</strong>érgico rechazo, le devuelve la tranquilidad. De pronto<br />

aparece Tomás, de qui<strong>en</strong> sólo conocía su canturreado timbre norteño <strong>en</strong><br />

el teléfono, y de cuyo aspecto, por el mom<strong>en</strong>to, hasta que abandonemos<br />

este rincón sombroso de la ruta, solam<strong>en</strong>te puedo decir que es un<br />

hombre delgado. Ti<strong>en</strong>e, sí, una mejilla inflada <strong>en</strong> demasía, de modo que<br />

habla con la mitad de la boca. Nos saluda cortésm<strong>en</strong>te pero no quiero<br />

importunarlo. No es de caballero apremiar con preguntas a una persona<br />

que padece un flemón de tal magnitud <strong>en</strong> la muela; sin embargo, se pone<br />

a hablar con bu<strong>en</strong>a disposición; ningún dolor, al parecer, lo incomoda. Le<br />

pregunto por Pepino, el misterioso y oculto Pepino Fernández, acaso el<br />

personaje más célebre de la UTD. Desaparece tras una lona que sirve de<br />

biombo, junto a una carpa, y segundos después regresa con un hombre<br />

fornido y, creo, risueño. Pepino huele a hollín y a tierra; estaba<br />

descansando, los piquetes agotan, es necesario echarse un rato para<br />

recobrar fuerza, pero le alegra nuestra visita y por eso allí <strong>está</strong>, <strong>en</strong> pié,<br />

para conversar, después de todo hemos viajado ci<strong>en</strong>tos de kilómetros<br />

para conocerlo. Les refiero la idea del libro, narro el viaje, el camino<br />

alternativo que debió tomar el ómnibus. “Hace años”, dice Virulana, “el<br />

poder político abrió una ruta paralela a la 34 para que los cortes t<strong>en</strong>gan<br />

m<strong>en</strong>os efecto. Está siempre custodiada por muchos g<strong>en</strong>darmes. Nosotros<br />

la llamamos la ruta antipiquetera”. De la inspección y el recelo inicial han<br />

pasado a una cálida afabilidad; quier<strong>en</strong> saber más acerca del libro, los<br />

movimi<strong>en</strong>tos y organizaciones que ya he visto, las distintas experi<strong>en</strong>cias<br />

que he podido conocer. Le cu<strong>en</strong>to a Pepino la charla que hemos t<strong>en</strong>ido<br />

minutos atrás con un piquetero <strong>en</strong> el otro extremo del corte, al que poco<br />

le faltó para sugerirnos un rápido retorno a Bu<strong>en</strong>os Aires. Veo que te<br />

cuidan con esmero, digo. Ríe. “No, lo que pasa es que siempre <strong>está</strong> la<br />

posibilidad de que me agarr<strong>en</strong>, por eso los compañeros me cuidan.<br />

Porque los políticos y la policía me echan la culpa de todo, t<strong>en</strong>go más<br />

causas que M<strong>en</strong>em. Capaz que le he cortado el paso a una vaca y<br />

también me han metido una causa”. De rep<strong>en</strong>te, cuando Tomás extrae de<br />

un bolsillo un paquete con hojas verdes que, amable, ofrece a Pepino,<br />

luego a Sombra y Virulana, me asalta la vergü<strong>en</strong>za. Desde luego, la<br />

suposición del flemón ha sido fruto de mi ignorancia. El paquete con hojas<br />

de coca pasa de mano <strong>en</strong> mano; luego, el sobrecito de bicarbonato de<br />

sodio, porción de sal indisp<strong>en</strong>sable para formar un auténtico bolo de coca.<br />

Durante una hora nos quedamos conversando sobre la UTD, la infinitud<br />

de proyectos que <strong>está</strong>n llevando adelante, como la forestación, el vivero,<br />

el reciclaje de botellas de plástico, los planes de erradicación de ranchos.<br />

Es medianoche cuando nos despedimos; el viaje nos ha dejado<br />

maltrechos, explicamos; al día sigui<strong>en</strong>te pasaremos por el local de la UTD<br />

y podremos charlar mejor. Tomás nos acompaña. Ahora, todavía <strong>en</strong> la<br />

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uta, bajo el cono de luz ambarina que proyecta el foco de un poste de<br />

alumbrado, puedo observarlo mejor. Debe de t<strong>en</strong>er unos cuar<strong>en</strong>ta años,<br />

pelo liso, negro y corto, semblante de rasgos collas. Entre las manos lleva<br />

una honda con la que juguetea sin pausa. Propone hacernos una<br />

escapada hasta las tres cruces, aquí nomás, compañeros, <strong>en</strong> la ruta, las<br />

tres cruces, es decir, los altares que han erigido <strong>en</strong> el sitio donde fueron<br />

asesinados Carlos Santillán y Omar Barrios, el 17 de junio de 2001, y<br />

Aníbal Verón, el 10 de noviembre del 2000. Estamos cansados, le<br />

decimos, necesitamos comer algo e instalarnos <strong>en</strong> el hospedaje que nos<br />

ha recom<strong>en</strong>dado el remisero, la casa que una tal doña Yola ha convertido<br />

<strong>en</strong> pequeño albergue, a dos cuadras del local de la UTD y tres del c<strong>en</strong>tro;<br />

mañana t<strong>en</strong>dremos tiempo. Tomás parece no haber escuchado; insiste <strong>en</strong><br />

hacer de cicerone del recorrido mortuorio. Lo seguimos. En los altares,<br />

petisos y s<strong>en</strong>cillos, hay flores, estampitas, fotografías; Tomás señala la<br />

cumbre de un <strong>en</strong>orme tanque de la empresa petrolera Refinor; desde allí,<br />

dice, dispararon los francotiradores que mataron a Santillán y Barrios; a<br />

Verón, <strong>en</strong> cambio, lo asesinó un policía con un balazo de pistola <strong>en</strong> el ojo,<br />

a pocos metros de distancia. Escupe una saliva verdosa. Dice: “Acá<br />

tuvimos más muertos <strong>en</strong> la democracia que con la dictadura”. Retomamos<br />

el camino hacia el c<strong>en</strong>tro de la ciudad y <strong>en</strong> el trayecto continúa<br />

señalándonos huellas de la represión; marcas de disparos <strong>en</strong> columnas,<br />

<strong>en</strong> muros, <strong>en</strong> la fachada de ladrillos de una casa de familia. Finalm<strong>en</strong>te, la<br />

plaza c<strong>en</strong>tral, un bar, una mesa <strong>en</strong> la vereda, cerveza y sandwiches de<br />

carne. Y Tomás que se desembaraza del bolo de coca, ya pastoso e<br />

insulso, arrojándolo a un costado de la acera, y lo sustituye por otro de<br />

hojas frescas. Sobre la mesa apoya la honda. Contemplo el paisaje. Una<br />

plaza redonda y deshabitada <strong>en</strong> la que, a la manera de rayos desprovistos<br />

de brillo y vida, confluy<strong>en</strong> no m<strong>en</strong>os de seis diagonales; mujeres que<br />

barr<strong>en</strong> el asfalto con grandes escobillones, levantando una polvareda que<br />

se eleva <strong>en</strong> el aire y, tras un vuelo lerdo, desci<strong>en</strong>de, de nuevo,<br />

desparramada, planeando, <strong>en</strong> el suelo. Con recato, visiblem<strong>en</strong>te feliz por<br />

nuestra pres<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> Mosconi, Tomás nos cu<strong>en</strong>ta fragm<strong>en</strong>tos de su vida,<br />

de sus p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos. Le gusta el periodismo, todo, a punto tal que no<br />

ti<strong>en</strong>e objeciones; con idéntico interés es capaz de escuchar y ver a Majul,<br />

Hadad, Chiche Gelblung, Silvina Chediek, el Pato Méndez, <strong>La</strong>nata.<br />

Grondona, <strong>en</strong> cambio, lo hunde <strong>en</strong> el aburrimi<strong>en</strong>to. “A mí me parece que<br />

Hadad ti<strong>en</strong>e razón <strong>en</strong> lo que dice, puede ser que haya piqueteros vagos,<br />

nosotros no, nosotros laburamos, pero hay otros que lo único que hac<strong>en</strong><br />

es ir al corte y nada más, y eso no <strong>está</strong> bi<strong>en</strong>”. Cursó hasta el segundo año<br />

del colegio secundario; su padre trabajó <strong>en</strong> YPF, y él también; cuando<br />

recibió la indemnización, corrió a Bu<strong>en</strong>os Aires a comprarse ropa; ti<strong>en</strong>e<br />

cuatro hijos y una mujer que, bu<strong>en</strong>a fortuna, da por razonable su<br />

militancia social. “Ella se asusta, pero creo que t<strong>en</strong>go un dios a<strong>parte</strong>, a mí<br />

75


nunca me pasó nada”. Con una mano apretuja la honda, nos mira con<br />

firmeza: “Yo estoy dispuesto a morir por esto, pero no me voy a ir solo.<br />

Yo amo a mi patria, no como los políticos. No los soporto, yo no hago<br />

<strong>política</strong>, yo soy peronista”.<br />

Viernes 24<br />

Mosconi, a la luz del día, es un retrato vivaz del país descuadernado.<br />

Perros pordioseros y vagabundos por toda <strong>parte</strong>; calles sin árboles;<br />

aislados y abúlicos caminantes; comercios vacíos, devorados por gruesas<br />

telarañas; escaparates anodinos. Cuesta creer que esta ciudad, una<br />

década atrás, estuvo habitada de familias de clase media que recorrían<br />

sus calles con placer, al amparo de un limitado pero satisfactorio bi<strong>en</strong>estar<br />

que, imaginaban, jamás había de convertirse <strong>en</strong> desazón y miseria. En el<br />

umbral del predio del viejo Club Deportivo Transportes, donde ati<strong>en</strong>de sus<br />

asuntos la UTD, nos aguarda Tomás, que continúa con su parsimonioso<br />

coqueo. El club es una construcción antigua que ha sido refaccionada;<br />

alrededor de una cancha de basquet <strong>está</strong>n distribuídas las oficinas:<br />

administración, proyectos, biblioteca, etc.etc. Rodolfo Chiqui Peralta,<br />

suerte de secretario de Administración de la UTD, nos recibe <strong>en</strong> una<br />

oficina muy luminosa y pulcra, de paredes blancas reci<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te<br />

pintadas.<br />

Chiqui ti<strong>en</strong>e cuar<strong>en</strong>ta y ocho años y todo el aspecto de un dilig<strong>en</strong>te<br />

empleado de comercio; camisa y pantalón planchados con excesivo<br />

cuidado; cara recién rasurada, pelo corto y bi<strong>en</strong> peinado. Al igual que<br />

bu<strong>en</strong>a <strong>parte</strong> de los miembros de la UTD, ha sido empleado de YPF,<br />

ypeefeño, dice él, como sus padres; <strong>en</strong> 1992 tomó el dinero<br />

correspondi<strong>en</strong>te a la indemnización y con un grupo de ypeefeños<br />

despedidos t<strong>en</strong>tó suerte <strong>en</strong> la creación de una empresa maderera,<br />

av<strong>en</strong>tura que se desmoronó cuatro años más tarde. “Entonces pasamos a<br />

<strong>en</strong>grosar la UTD, porque <strong>en</strong> el año 96 se comi<strong>en</strong>za a formar la<br />

organización a partir de un grupo de muchachos que se reunían acá”.<br />

Militancia, sin embargo, que echó por tierra su matrimonio. “No<br />

coincidíamos con mi mujer. Toda mi vida trabajé <strong>en</strong> asociaciones<br />

vecinales o <strong>en</strong> los clubes o <strong>en</strong> la cooperadora escolar. Esto ya lo llevamos<br />

de siempre. Pero ahora nos metimos de tal modo acá que mi mujer no<br />

aguantó. Eso nos pasa a la mayoría. Y t<strong>en</strong>go cinco hijos”. Hace sil<strong>en</strong>cio.<br />

No logra sost<strong>en</strong>er la mirada. El rep<strong>en</strong>tino ingreso de un compañero de la<br />

UTD lo libra de la pesadumbre; el muchacho necesita unas llaves; Chiqui<br />

abre una gaveta del escritorio con nerviosismo y un dejo de molestia,<br />

luego <strong>otra</strong>, por fin extrae un manojo de llaves del bolsillo del pantalón que<br />

le <strong>en</strong>trega mecánicam<strong>en</strong>te. Siempre ha sido de izquierda, dice, no como<br />

Pepino, que no es nada; <strong>en</strong> 1983 se afilió al Partido Intransig<strong>en</strong>te porque<br />

le caía simpático Oscar Al<strong>en</strong>de. “Ahora no. Muchos movimi<strong>en</strong>tos de<br />

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izquierda nos dic<strong>en</strong>: ‘t<strong>en</strong>és que <strong>en</strong>carrilar la lucha y llegar al poder’. No lo<br />

veo así. Yo ya descreo del sistema. Yo no pi<strong>en</strong>so <strong>en</strong> el poder. D<strong>en</strong>tro del<br />

sistema actual no va a haber cambios. Los cambios ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que v<strong>en</strong>ir de<br />

abajo y producir una revolución, es el único modo. <strong>La</strong>s elecciones no nos<br />

despiertan expectativas. Creo <strong>en</strong> la acción diaria, común, para construir<br />

cosas, y eso se ti<strong>en</strong>e que ir contagiando”. Ya no recuerda cuándo votó por<br />

última vez. Hace tiempo, mi<strong>en</strong>tras int<strong>en</strong>taba escabullirse de una de las<br />

habituales represiones de policías y g<strong>en</strong>darmes, perdió los docum<strong>en</strong>tos, y<br />

poco le ha importado tramitar una copia. “Además, se ha quemado el<br />

registro, así que no somos nadie nosotros. Todos somos solteros, no<br />

t<strong>en</strong>emos hijos, no t<strong>en</strong>emos nada, no t<strong>en</strong>emos nombre, se quemaron los<br />

prontuarios policiales, se quemó la cana, soy el hombre invisible. Somos<br />

ilegales, como dice Pepino”.<br />

Un alboroto al otro lado de la puerta nos desvía la at<strong>en</strong>ción; una serie de<br />

graznidos, un no, no, no rotundo, repetido <strong>en</strong> voz alta. Pese al esfuerzo<br />

de Tomás, que a solicitud de Chiqui se ha puesto a oficiar de portero para<br />

evitar interrupciones <strong>en</strong>ojosas, una mujer ha logrado sortear el doméstico<br />

piquete y ahora se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra de cara al Chiqui, la palma de las manos<br />

apoyadas con decisión sobre el escritorio. Es una señora de cabellera<br />

rubia, mal teñida, carnes abultadas y filosas uñas pintadas de color<br />

carmesí. En sus ojos hay disgusto. “V<strong>en</strong>go por el problema de mi hija”,<br />

gruñe. “¿Qué pasa que no sale el pago del plan?” <strong>La</strong> cara de Chiqui ha<br />

sufrido una gran transfiguración; le echa una mirada brava; ha<br />

<strong>en</strong>derezado el cuerpo a la manera de un meticuloso e implacable jefe de<br />

personal. “Señora, estuvimos cortando la ruta por eso, recién levantamos<br />

el piquete. Si su hija hubiese ido al corte de ruta, t<strong>en</strong>dría alguna idea al<br />

respecto”. <strong>La</strong> mujer se marcha mascullando palabras ininteligibles. Chiqui<br />

apoya los brazos ext<strong>en</strong>didos sobre el escritorio y nos mira con una mezcla<br />

de resignación y sufici<strong>en</strong>cia. “¿V<strong>en</strong>? Hay mucha g<strong>en</strong>te que no le importa<br />

nada. <strong>La</strong> señora ti<strong>en</strong>e una hija acá y ni aparece, si hubiera estado <strong>en</strong> la<br />

ruta ya sabría de cómo v<strong>en</strong>dría la mano, que gracias al corte cobrará el<br />

lunes. Me toca hacer el papel de malo”. No ha llegado a recomponer el<br />

humor cuando la puerta empieza a <strong>en</strong>treabrirse una vez más y, a poco se<br />

<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra de incorporarse para mandar al diablo al importuno visitante,<br />

cuando asoma la cabeza de Pepino Fernández. Nos saluda con un rápido<br />

ademán de manos y se instala <strong>en</strong> una silla, a la distancia, a dos metros<br />

del escritorio, alrededor del cual nos hemos s<strong>en</strong>tado a charlar con Chiqui.<br />

Le pido a Pepino que se acerque, estoy grabando, temo que su voz se<br />

pierda. Es que no se ha bañado desde hace cuatro días, lo excusa Chiqui;<br />

cuando hay corte no sale hasta que no se levanta el piquete, esa es la<br />

cábala, y nunca para, acá se quejan porque él los lleva caminando a<br />

Tartagal, y son diez quilómetros, y él les dice que no se hagan problema,<br />

que <strong>está</strong> acostumbrado porque iba caminando de Caleta a Bahía Blanca;<br />

77


se cree que todos van a hacer lo mismo que él. Pasa que caminando la<br />

marcha ti<strong>en</strong>e más fuerza que ir <strong>en</strong> vehículo, comi<strong>en</strong>za a decir Pepino al<br />

tiempo que, a regañadi<strong>en</strong>tes, toma la silla de madera, acorta ap<strong>en</strong>as la<br />

distancia que nos separaba, y continúa: marchar así es más sacrificado, el<br />

codo a codo pot<strong>en</strong>cia y además la <strong>otra</strong> g<strong>en</strong>te los considera más, los valora<br />

más; cuando uno va caminando los vecinos mismos sal<strong>en</strong> a aplaudir y<br />

todo. Por desgracia, dice Chiqui, no se cansa nunca. Claro, mucha g<strong>en</strong>te<br />

me dice que la v<strong>en</strong>taja que t<strong>en</strong>go yo es el ser soltero, se defi<strong>en</strong>de Pepino,<br />

que estoy solo, pero el soltero ha sido siempre discriminado por la<br />

sociedad, el soltero y la soltera; siempre pi<strong>en</strong>san que algún problema<br />

debés t<strong>en</strong>er si sos soltero, incluso <strong>en</strong> el trabajo, si hay una posibilidad de<br />

ganar más plata, <strong>en</strong>seguida te dic<strong>en</strong> no, vos no podés porque sos soltero,<br />

ellos ti<strong>en</strong><strong>en</strong> hijos.<br />

Se ha s<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> postura casi <strong>está</strong>tica, el cuerpo echado hacia adelante,<br />

las piernas abiertas, los brazos apoyados <strong>en</strong> los muslos, las manos<br />

anudadas. Puede prescindir de ademanes y gestos. Su cara, con trazos de<br />

hollín, marcada por la fatiga, barba de días, lo dice todo. En particular sus<br />

ojos. Son azules y los hace sonreir continuam<strong>en</strong>te, los achina, los frunce<br />

con natural picardía. Ti<strong>en</strong>e, <strong>en</strong> fin, el rostro del hombre travieso y pícaro.<br />

Pepino habla <strong>en</strong>trecortado. A una parrafada le sigue un sil<strong>en</strong>cio y<br />

<strong>en</strong>seguida una frase de dos líneas, después repite la secu<strong>en</strong>cia,<br />

parrafada, sil<strong>en</strong>cio, dos líneas. Y mezcla los asuntos. Sus conocimi<strong>en</strong>tos<br />

sobre las distintas e intrincadas etapas del proceso de industrialización del<br />

petróleo, son magníficos; con el garbo de un ing<strong>en</strong>iero químico, discurre<br />

sobre el <strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ami<strong>en</strong>to de las moléculas, habla del equilibrio biológico y<br />

ecológico, de impurezas, d<strong>en</strong>sidades y viscosidades, de fórmulas y el<br />

trabajo con polímeros. Muchos me preguntan si t<strong>en</strong>go estudios, dice, y yo<br />

digo que YPF fue la secundaria y la universidad; yo he hecho sólo hasta<br />

séptimo grado, éramos once hermanos, había que laburar, <strong>en</strong>tré de<br />

apr<strong>en</strong>díz <strong>en</strong> YPF y me quedé diecisiete años, <strong>en</strong> los últimos años laburaba<br />

<strong>en</strong> fluído de perforación, era técnico inyeccionista, todo lo apr<strong>en</strong>dí <strong>en</strong> el<br />

trabajo; lo único con lo que no me quise meter, y me lo exigían, era la<br />

computadora, yo no la quiero a la computadora porque no me deja crear,<br />

por eso se pierd<strong>en</strong> muchas cosas cuando <strong>está</strong>n fr<strong>en</strong>te a la computadora,<br />

no miran para el costado. Sus ojos han dejado de sonreir por un instante;<br />

parece preocupado. Maldice: es de locos, acá <strong>está</strong>n los pozos, y hay<br />

reservas de gas y petróleo por cincu<strong>en</strong>ta o ci<strong>en</strong> años, y <strong>en</strong> Mosconi<br />

t<strong>en</strong>emos que usar garrafa y pagar la nafta más cara que <strong>en</strong> <strong>otra</strong>s<br />

provincias, no, no puede ser; mirá, una vuelta, un tipo del New York<br />

Times le preguntó a Rockefeller cuál es la industria que más plata deja <strong>en</strong><br />

el mundo, <strong>en</strong>tonces Rockefeller dijo: una empresa petrolera bi<strong>en</strong><br />

organizada. ¿Y cuál es la segunda industria que más plata deja <strong>en</strong> el<br />

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mundo?, siguió el tipo. <strong>La</strong> empresa petrolera mal organizada, dijo<br />

Rockefeller. El petróleo nunca va a dar pérdida.<br />

Nació <strong>en</strong> el año 1956, de modo que, gracias a <strong>La</strong>nusse, y como yo, ha<br />

podido eludir el servicio militar. Ahora me sorpr<strong>en</strong>de con meditaciones<br />

astrológicas: soy del 23 de octubre, del día <strong>en</strong> que nacieron Pelé y Charly<br />

García. Pelé nació el 23, y Maradona el 30, y Bill Gates también <strong>en</strong> esa<br />

época, del mismo signo; todos los que manejamos ésto somos<br />

escorpianos, aunque de distinto decanato. Sí, aprueba Chiqui, somos unos<br />

escorpianos duros. Por eso ya no t<strong>en</strong>emos miedo, dice Pepino, yo no<br />

t<strong>en</strong>go miedo ni de ir preso, ni de que me pase algo, incluso hay g<strong>en</strong>te de<br />

intelig<strong>en</strong>cia acá ad<strong>en</strong>tro de la UTD, no sé bi<strong>en</strong> qui<strong>en</strong>es son, pero uno se<br />

da cu<strong>en</strong>ta de cómo funcionan ellos. V<strong>en</strong>d<strong>en</strong> información, lam<strong>en</strong>ta Chiqui;<br />

por la plata baila el mono, pero no nos preocupa porque nunca se <strong>en</strong>teran<br />

lo que vamos a hacer, ni nosotros lo sabemos; no planificamos nada, todo<br />

es espontáneo; a veces hemos planeado algo, pero nunca ha salido como<br />

p<strong>en</strong>sábamos, así que nos dijimos: mejor no planear nada. Todos dic<strong>en</strong><br />

que la organización v<strong>en</strong>ce al tiempo, reflexiona Pepino, pero la verdad es<br />

que la desorganización v<strong>en</strong>ce al tiempo; hay que estar bi<strong>en</strong><br />

desorganizado; acá, por ejemplo, t<strong>en</strong>emos de todo, t<strong>en</strong>emos g<strong>en</strong>darmes,<br />

g<strong>en</strong>te que ha estudiado <strong>en</strong> las fuerzas armadas, y trabajan <strong>en</strong> la UTD;<br />

todos pued<strong>en</strong> estar acá, y cómo será que la UTD también puso mujeres<br />

<strong>en</strong> la g<strong>en</strong>darmería, tuve que hacer gestiones para que t<strong>en</strong>gan trabajo, y<br />

<strong>está</strong> también el tema de la cárcel. El, señala a Chiqui, hizo el proyecto<br />

para que se haga la comisaría nueva. <strong>La</strong> vamos a hacer, dice Chiqui, pero<br />

no vamos a poner los materiales, que los pongan ellos, total, así como la<br />

hacemos, la sacamos también; cuando se port<strong>en</strong> mal, sacamos hasta los<br />

cimi<strong>en</strong>tos. Esto es vivir <strong>en</strong> democracia, se <strong>en</strong>tusiasma Pepino, nosotros no<br />

estamos <strong>en</strong> contra de nadie sino a favor del pueblo, lo que nos<br />

proponemos, lo hacemos, nunca lo dejamos <strong>en</strong> el aire, a la larga lo<br />

conseguimos, y no hacemos asambleas todo el tiempo. Por eso no<br />

acordamos mucho con las asambleas, dice Chiqui, nosotros somos más de<br />

acción. Mirá, prosigue Pepino, el otro día yo estaba <strong>en</strong> Bu<strong>en</strong>os Aires<br />

charlando con g<strong>en</strong>te de distintas asambleas, <strong>en</strong>tonces yo abría la boca y<br />

todo era Mosconi, Mosconi, Mosconi, <strong>en</strong>tonces un hombre se paró, de la<br />

asamblea de Villa Crespo, y otro hombre de <strong>La</strong> Matanza, y me dic<strong>en</strong>: ¡ey!,<br />

vos sos un fanático de Mosconi. Sí, les digo, si el presid<strong>en</strong>te fuera igual de<br />

fanático de la Patria, no estaríamos así, acá nosotros le hacemos honor a<br />

San Martín y a Mosconi. Sí, razona Chiqui, el problema de los arg<strong>en</strong>tinos<br />

es que son muy abstractos. Es verdad, Pepino asi<strong>en</strong>te, nos acusan de ser<br />

como la Legión Extranjera porque toda la g<strong>en</strong>te que es marginada vi<strong>en</strong>e<br />

para acá, logramos volver a recuperar a los que <strong>está</strong>n deprimidos, g<strong>en</strong>te<br />

que estuvo <strong>en</strong> la cárcel, de todo, hemos t<strong>en</strong>ido de todo, porque es feo ser<br />

discriminado, por eso nosotros aceptamos a todos, t<strong>en</strong>emos g<strong>en</strong>te que<br />

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nos ha traicionado, y pued<strong>en</strong> volver, y nos acusan de darles planes a los<br />

changos de los barrios bajos, a los chicos de las esquinas, esos que a los<br />

trece o catorce años ya empezaron a tomar, a drogarse, a robar, y<br />

estamos produci<strong>en</strong>do un cambio <strong>en</strong> ellos, porque ahora vi<strong>en</strong><strong>en</strong> y trabajan<br />

y toman m<strong>en</strong>os. Pepino les da ejemplo, dice Chiqui, va al fr<strong>en</strong>te, a<br />

trabajar, él es el primero <strong>en</strong> levantar los ladrillos, <strong>en</strong> palear, <strong>en</strong> plantar el<br />

poste, o lo que sea. Pero igual nos acusan de cualquier cosa, se queja<br />

Pepino, y ni plan trabajar cobro, porque t<strong>en</strong>go siete hermanas, cada día<br />

como <strong>en</strong> la casa de alguna, pero no importa, a nosotros nos pegan acá, y<br />

le ponemos la <strong>otra</strong> mejilla, y <strong>en</strong> toda la cara nos pued<strong>en</strong> pegar que no<br />

nos duele. Acá se trabaja con responsabilidad, exclama Chiqui y acto<br />

contínuo se pone a hurgar, presuroso, <strong>en</strong> unas cajas de cartón que<br />

alguna vez fueron el embalaje de latas de tomates; busca papeles, quiere<br />

mostrarnos las dec<strong>en</strong>as de solicitudes que recib<strong>en</strong> periódicam<strong>en</strong>te. Me<br />

<strong>en</strong>trega dos carpetas atestadas de hojas y se disculpa por el desord<strong>en</strong>; es<br />

que no podemos poner los docum<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> los estantes, una cuestión de<br />

seguridad, ¿sab<strong>en</strong>?, dejamos todo metido <strong>en</strong> las cajas para poder rajar si<br />

se nos vi<strong>en</strong>e un allanami<strong>en</strong>to, y acá nunca se sabe. Reparo <strong>en</strong> algunas<br />

cartas: el director g<strong>en</strong>eral del hospital, Dr. Mario A. Peralta, <strong>en</strong> papel con<br />

el pertin<strong>en</strong>te membrete del Ministerio de Salud Pública, pide que se le<br />

incorpor<strong>en</strong> <strong>en</strong>fermeros y <strong>en</strong>fermeras, además solicita a la UTD que<br />

reactive el proyecto de prev<strong>en</strong>ción del d<strong>en</strong>gue. <strong>La</strong> <strong>en</strong>cargada del turno<br />

mañana de la escuela nº 4.142, le hace llegar a la UTD la nómina del<br />

personal destacado <strong>en</strong> el mes de diciembre del 2.000 por su Asist<strong>en</strong>cia<br />

perfecta, cumplimi<strong>en</strong>to de horario, efici<strong>en</strong>cia y compromiso con la tarea<br />

que a cada uno le toca desempeñar; le reitera, además, que las puertas<br />

de ese establecimi<strong>en</strong>to <strong>está</strong>n siempre abiertas para estos miembros de la<br />

UTD que demuestran cultura y responsabilidad de Trabajo. Con<br />

membrete del Ministerio de Educación, la directora de la escuela nº<br />

4.496, “Lilia M.C. de Mariño”, solicita al <strong>en</strong>cargado de la UTD, Sr. Rodolfo<br />

Peralta, personal para la sala de jardín de Infantes, sección “A”, para el<br />

ciclo lectivo del 2.001. <strong>La</strong> Fundación Sacra pide la donación de 1.000<br />

ladrillos para construir una sala de primeros auxilios <strong>en</strong> el barrio 20 de<br />

vivi<strong>en</strong>das de Coronel Cornejo.<br />

<strong>La</strong> cantidad de correspond<strong>en</strong>cia de naturaleza similar, oficinescos<br />

pedidos de personal y ayuda, de material e incluso de consejo, es<br />

asombrosa. Por un mom<strong>en</strong>to t<strong>en</strong>go la certidumbre de <strong>en</strong>contrarme <strong>en</strong> el<br />

despacho principal de un respetable y ejecutivo gobierno paralelo. Chiqui,<br />

el rígido administrador; Pepino, el hacedor que no se toma respiro;<br />

Tomás, como él mismo me lo ha confiado anoche sin emitir sonrisa, el<br />

secretario de gobierno. Entre el papelerío <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro un folleto escrito <strong>en</strong><br />

portugués: “14ª Medalha CHICO MENDES de Resistência”. En la nómina<br />

de “hom<strong>en</strong>ageados”, una doc<strong>en</strong>a de personas y organizaciones, figura la<br />

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“Uniao dos Trabalhadores Desempregados de Salta, Arg<strong>en</strong>tina”; la<br />

<strong>en</strong>trega de las medallas se realizó el 1º de abril del año 2002 <strong>en</strong> la ciudad<br />

de Porto Alegre. Los felicito. Pero no fuimos, dice Chiqui con arrogancia, y<br />

eso que t<strong>en</strong>íamos el pasaje acá. Pepino pasa la vista por el folleto, frunce<br />

la barbilla, sonríe: no, no me gusta aparecer, pi<strong>en</strong>so que es timidez, no<br />

sé, me han invitado de todos lados pero no fui, siempre he sido muy<br />

reacio al periodismo, a la televisión, y eso que no me faltaron<br />

oportunidades, como <strong>en</strong> el corte del 97, estaba toda la pr<strong>en</strong>sa, pero la<br />

esquivábamos, prefiero el perfil muy bajo.<br />

Tomás <strong>en</strong>tra <strong>en</strong> la oficina acompañado de un muchacho flaco y alto.<br />

Víctor, lo pres<strong>en</strong>ta Chiqui, <strong>en</strong>cargado del área Proyectos. Una gruesa<br />

cicatriz le surca la barbilla. Fue un cartucho de gas lacrimóg<strong>en</strong>o, dice<br />

Tomás, el mismo día <strong>en</strong> que mataron a Verón. Yo estaba <strong>en</strong> la sala del<br />

hospital, me estaban coci<strong>en</strong>do cuando lo trajeron a Verón, ya muerto,<br />

recuerda Víctor.<br />

Un gobierno <strong>en</strong> las sombras, dirigido por trabajadores desocupados que<br />

nunca han puesto un pie <strong>en</strong> una Universidad, m<strong>en</strong>os aún <strong>en</strong> un mitín<br />

político, y que ha llegado a tan singular situación al cabo de años de<br />

batallas callejeras, del padecimi<strong>en</strong>to de represiones impías que han t<strong>en</strong>ido<br />

como saldo muertos y dec<strong>en</strong>as de heridos y procesados. Viol<strong>en</strong>tos<br />

choques caracterizados, claro <strong>está</strong>, por la desproporción: de un lado,<br />

ci<strong>en</strong>tos de hombres y mujeres y jóv<strong>en</strong>es armados con hondas, piedras y<br />

palos; del otro, ci<strong>en</strong>tos de policías y g<strong>en</strong>darmes pertrechados con fusiles,<br />

escopetas, pistolas lanzagases, balas de goma y de plomo, camiones<br />

hidrantes. <strong>La</strong> pueblada de mayo de 1997, donde convergieron miles de<br />

desocupados de Tartagal y <strong>otra</strong>s ciudades aledañas; los cortes y la<br />

represión <strong>en</strong> mayo y noviembre de 2000, y junio de 2001: cinco muertos.<br />

Yo estaba al lado de Verón cuando le tiraron <strong>en</strong> el ojo, dice Chiqui con voz<br />

trémula, le alcé la cabeza y ya sangraba por la boca, por las orejas.<br />

Entonces, añade Tomás, cuando la g<strong>en</strong>te se <strong>en</strong>teró que había muerto<br />

Verón, fueron a inc<strong>en</strong>diar la comisaría, no quedó ni un ladrillo, y <strong>en</strong><br />

Tartagal rompieron toda la empresa Atahualpa, donde había trabajado<br />

Verón, de donde lo habían echado unos meses antes. Cuando la<br />

comisaría, tuvimos que interv<strong>en</strong>ir nosotros para que no los masacr<strong>en</strong> a los<br />

policías que estaban ad<strong>en</strong>tro, ni al juez Cornejo, dice Pepino; la g<strong>en</strong>te acá<br />

no ti<strong>en</strong>e s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de v<strong>en</strong>ganza, pero cuando sucede, se transforma,<br />

siempre se defi<strong>en</strong>de la g<strong>en</strong>te de acá, nunca ataca, siempre <strong>está</strong> a la<br />

def<strong>en</strong>siva, pero si la atacan, no retrocede, resiste, si hasta nos <strong>en</strong>teramos<br />

que Fidel dijo que si le mandaban tresci<strong>en</strong>tos piqueteros de Mosconi,<br />

resolvía cualquier problema.<br />

A pesar de la crudeza de los <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>tos que han vivido, Pepino se<br />

pone a recordar la represión de diciembre de 1999, y, <strong>en</strong> particular, la<br />

espontánea reacción de los habitantes de Mosconi, con el ánimo de un<br />

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episodio cargado de realismo mágico: había represión acá y <strong>en</strong> Tartagal,<br />

un infierno, nosotros atacamos a la policía <strong>en</strong> forma difer<strong>en</strong>te, fue<br />

espontáneo nomás, no sabemos nosotros de táctica y esas cosas,<br />

atacamos <strong>en</strong> pinza, los rodeamos y los desarticulamos, y así logramos que<br />

la g<strong>en</strong>te que estaba se recupere y se recupere toda la g<strong>en</strong>te del pueblo, si<br />

no cont<strong>en</strong>íamos a la g<strong>en</strong>te, hubieran muerto todos los milicos. El<br />

comisario fue vivo, y al ver que se le habían acabado los gases, las balas,<br />

que no podía seguir, sacó un pañuelo blanco y se rindió; la g<strong>en</strong>te lo dejó<br />

<strong>en</strong> calzoncillos y lo pusieron arriba de un camión cisterna; le tiraban<br />

piedras, lo puteaban, el pobre temblaba, y así estuvo el comisario, <strong>en</strong><br />

cueros, paseándolo la g<strong>en</strong>te por toda la ciudad, hasta la madrugada,<br />

cuando lo canjeamos por dos compañeros que habían metido presos <strong>en</strong><br />

Tartagal. Eso le dió la forma de luchar a la g<strong>en</strong>te, y para mí que le tomó<br />

sabor al triunfo, ahora no retroced<strong>en</strong>, puede haber treinta, pero la g<strong>en</strong>te<br />

del pueblo nunca retrocede, se le <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>ta ahí, los pued<strong>en</strong> herir, pero van<br />

a tirar patadas y van a salir para adelante, parece que se transforman <strong>en</strong><br />

ese mom<strong>en</strong>to, es lo mismo que a veces uno puede <strong>en</strong>trar a un boliche,<br />

tranquilo, y bailar loco toda la noche, lo mismo le pasa a la g<strong>en</strong>te, todos<br />

se transforman, ocupados, desocupados, mujeres, veteranos, abuelas,<br />

chiquitos de diez años, y hay que verlos luchar, y cuando ya pasó todo, al<br />

día sigui<strong>en</strong>te, parece que hubiera sido un sueño, que no hubiera pasado<br />

nada, bu<strong>en</strong> día, qué tal, cómo anda, la vida sigue, ¿no?, y además<br />

siempre andamos con la cara descubierta, porque no le robamos a nadie;<br />

ayer, por ejemplo, <strong>está</strong>bamos cortando el acceso a Refinor, me acordé<br />

que t<strong>en</strong>ía que hablar con mi hermano, el Hippie, que estaba <strong>en</strong> Bu<strong>en</strong>os<br />

Aires, y me metí <strong>en</strong> las oficinas de Refinor para llamarlo por teléfono,<br />

nada me dijeron, hasta de la comisaría hablo a veces; se lo he contado al<br />

Perro Santillán y no me creía; pobre, lo vimos hace poco y hemos v<strong>en</strong>ido<br />

con la cabeza gacha, porque no lo hemos visto muy bi<strong>en</strong>, estaba muy<br />

caído, y yo p<strong>en</strong>saba que el Perro era algo grande. Yo no coincido con la<br />

idea del Perro, dice Tomás, tampoco con D’Elía, Alderete, Moyano, De<br />

G<strong>en</strong>naro, ellos hac<strong>en</strong> una manifestación y al otro día duerm<strong>en</strong>, hasta que<br />

vuelvan a salir; nosotros hacemos cosas, este es un proyecto de<br />

construcción; como dice la canción de Víctor Heredia, ¿cómo vivimos?<br />

Sobrevivi<strong>en</strong>do. Hace una pausa. Me <strong>en</strong>seña una fotografía donde aparece<br />

él abrazado a un hombre jov<strong>en</strong> y risueño; <strong>está</strong>n <strong>en</strong> la <strong>en</strong>trada de una<br />

escuela que refaccionó la UTD. Este es Gustavo Arce, suelta Tomás con<br />

orgullo, jugador de Racing, nacido <strong>en</strong> Tartagal, siempre vi<strong>en</strong>e por acá y se<br />

queda con nosotros; hasta t<strong>en</strong>emos un jugador piquetero, pó.<br />

* * *<br />

82


Al diablo la siesta que habíamos previsto con <strong>La</strong>ura. Son las dos de la<br />

tarde, el sol conduce al aturdimi<strong>en</strong>to, los habitantes de Mosconi se<br />

<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran reposando sobre un colchón, al amparo de la sombra,<br />

seguram<strong>en</strong>te patiabiertos y gozosos, y nosotros, <strong>en</strong> cambio, empapados<br />

<strong>en</strong> sudor, estamos s<strong>en</strong>tados <strong>en</strong> el asi<strong>en</strong>to trasero del auto del hermano de<br />

Tomás; un vehículo moderno, último vestigio, quizá, de la indemnización<br />

que ambos recibieron tras el cierre de YPF, porque también han sido<br />

ipeefeños, como su padre, que a lo largo de treinta y seis años trabajó <strong>en</strong><br />

los pozos petroleros. El hermano es un hombre jov<strong>en</strong>, de pelo crespo, el<br />

cuerpo metido <strong>en</strong> una musculosa y unas bermudas coloridas, vestim<strong>en</strong>ta<br />

que, comparada con el pesado atu<strong>en</strong>do urbano que llevamos nosotros,<br />

causa extrema <strong>en</strong>vidia. Tomás <strong>está</strong> a su lado. Los dos coquean con<br />

fruición. A difer<strong>en</strong>cia de la lóbrega caminata a la que nos sometió anoche,<br />

donde el recuerdo de la muerte fue el lugar común, ahora iniciamos un<br />

recorrido por sitios más gratos. <strong>La</strong> escuela primaria municipal: aquí<br />

hicimos ese cerco, cu<strong>en</strong>ta Tomás, refaccionamos el jardín de infantes y la<br />

pintamos; continuamos viaje por calles todavía céntricas, de tierra seca y<br />

polvori<strong>en</strong>ta, eludi<strong>en</strong>do perros, gallinas, gallos; el hermano de Tomás,<br />

hombre afecto a la mudez, ha puesto un casete de Los Nocheros; hacia la<br />

izquierda, lejanas, las sierras subandinas proporcionan al paisaje un aire<br />

más acogedor y respirable; nos <strong>en</strong>señan la escuela primaria para<br />

discapacitados, y, exultante, nuestro guía explica que gracias a la<br />

consecución de los primeros planes, <strong>en</strong> <strong>en</strong>ero del 2000, lograron reparar<br />

el edificio y pintarlo; luego, una sucesión de plazas nuevas, <strong>en</strong> distintos<br />

barrios, donde sobresal<strong>en</strong> los destellos de hamacas y toboganes, de<br />

madera y caño, obra también de la UTD. Ahora, dice Tomás, van a<br />

conocer lo que fue la época de gloria. Empezamos a subir un cerro<br />

empinado, rumbo al “Campam<strong>en</strong>to Vespucio”, paraje donde siete<br />

décadas atrás fueron edificados los predios de YPF, y <strong>en</strong> cuyo derredor<br />

floreció un pequeño y próspero pueblo. A medida que avanzamos por el<br />

camino el aire comi<strong>en</strong>za a cobrar frescura y la geografía verdor y<br />

magnific<strong>en</strong>cia. Desc<strong>en</strong>demos del auto <strong>en</strong> la <strong>en</strong>trada del impon<strong>en</strong>te edificio<br />

que sirvió de sede administrativa de YPF; <strong>en</strong> la vereda, un busto: “Al<br />

G<strong>en</strong>eral Ing<strong>en</strong>iero Enrique Mosconi (1877-1940). Patriota y Estadista<br />

austero”. Aquí, dice Tomás mi<strong>en</strong>tras andamos los peldaños de la corta<br />

escalinata que nos lleva hacia el interior, t<strong>en</strong>emos ganas de hacer una<br />

ciudad universitaria. Sufici<strong>en</strong>te ha sido alcanzar el hall para experim<strong>en</strong>tar<br />

una s<strong>en</strong>sación de vaga y profunda tristeza; v<strong>en</strong>tanillas cerradas, un<br />

escritorio ajado e inútil, cielorraso y paredes semiderruidos; olor a musgos<br />

y a mampostería carcomida por la humedad; el patio c<strong>en</strong>tral, circundado<br />

de oficinas, no es más que un yuyal donde han ido arrumbando viejos<br />

ladrillos cubiertos de verdín, restos de pinoteas apolilladas, vidrios<br />

astillados; <strong>en</strong> el marco superior de la puerta de los gabinetes, aj<strong>en</strong>as a la<br />

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desidia y el paso del tiempo, perduran, intactas, las placas que<br />

id<strong>en</strong>tificaban cada una de las áreas de la colosal empresa que Carlos<br />

M<strong>en</strong>em supo obsequiar: Secretaría de Administración; Relaciones<br />

Industriales, Personal, etcétera, etcétera; más allá, espaciosos salones<br />

donde persist<strong>en</strong> <strong>en</strong> pié notables trabajos de ebanistería. Diez, quince años<br />

atrás, seisci<strong>en</strong>tas personas solían ll<strong>en</strong>ar de ali<strong>en</strong>tos y voces, cada día, esta<br />

atmósfera ahora desabrida, letargosa. Fr<strong>en</strong>te al edifico, <strong>en</strong> la escuela de<br />

Campam<strong>en</strong>to Vespucio, todavía <strong>en</strong> funcionami<strong>en</strong>to, Tomás nos pide que<br />

prestemos at<strong>en</strong>ción a un cartel: “Reparación-refacción de aulas, escuela<br />

Sarg<strong>en</strong>to Cabral, UTD 2000. Colaboró: Refinor, Bolland. Programa<br />

Trabajar III, Ministerio de Trabajo de la Nación”. Seguimos camino, a pié,<br />

hasta la sede del Club Social, una obra de arquitectura colonial también<br />

abandonada. A través de los cristales de una v<strong>en</strong>tana curioseo el interior:<br />

gruesas columnas de mármol fileteado, piso de baldosas finiseculares. Acá<br />

trabajó Pepino unos años, dice Tomás. Sonríe: era mozo, at<strong>en</strong>día a los<br />

capos de YPF, que bailaban valses, esas cosas. Contiguas al club, la pileta<br />

de natación y la cancha de t<strong>en</strong>is; <strong>en</strong> la esquina, semiabandonado, un<br />

antiguo cine de mil seisci<strong>en</strong>tas butacas; <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>te, donde estaban los<br />

dormitorios de los médicos de YPF, hoy funciona el Casino de oficiales de<br />

la G<strong>en</strong>darmería Nacional. Regresamos al auto y seguimos cuesta arriba,<br />

un camino que desemboca <strong>en</strong> los pozos de la empresa petrolera Pan<br />

American Energy; ahí, dice Tomás dirigi<strong>en</strong>do un dedo hacia una curva, les<br />

hacemos los piquetes para pedir por la reincorporación de compañeros.<br />

Llegamos al hospital Vespucio, presa también del olvido. En un cartel que<br />

algui<strong>en</strong> pegoteó <strong>en</strong> el vidrio de la puerta de un consultorio inútil, leo “El<br />

hambre no es sólo de pan. El hambre es de amor. Madre Teresa de<br />

Calcuta”; deambulamos por las instalaciones, donde sólo hallamos más<br />

consultorios baldíos: “Pediatría”, “Fonoaudiología”, “Psicología” ... Acá<br />

funcionaban cuatro quirófanos, acá nació mi hija mayor, la de veintitrés<br />

años, recuerda Tomás sin ocultar la nostalgia mi<strong>en</strong>tras salimos del<br />

edificio. <strong>La</strong>nza un escupitajo al suelo. Su sil<strong>en</strong>cioso hermano lo imita. Ya<br />

lo vamos a hacer funcionar nuevam<strong>en</strong>te, agrega con decisión. No<br />

<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro razones para descreer de su certeza. El auto, <strong>en</strong>tonces, se<br />

pierde por callejas sinuosas <strong>en</strong>galanadas con el rojo punzó de gran<br />

número de estrellas federales que se elevan a uno y otro lado del camino;<br />

barrio de casas señoriles, acariciadas por una naturaleza selvática, que<br />

antaño habitaban las familias del personal jerárquico de YPF y hoy ocupan<br />

familias acomodadas de la región que, luego de la célebre privatización,<br />

pudieron comprarlas a precio de remate; la mansión de mayor ext<strong>en</strong>sión<br />

y pompa, aquella que sólo un pánfilo cometería el desatino de no<br />

det<strong>en</strong>erse a contemplar, pert<strong>en</strong>ece, claro, al int<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te de Mosconi. A<br />

dosci<strong>en</strong>tos metros, el estadio de fútbol de YPF; las tribunas, de madera<br />

maciza, han sido contruídas por hombres de la UTD; chicos agraciados del<br />

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arrio pituco pelotean un poco; <strong>en</strong> este pasto, dice Tomás, lo vi jugar una<br />

vez a Silvio Marzolini. Maldito destino: el campo, ahora, es utilizado por la<br />

G<strong>en</strong>darmería para acantonar las tropas que, desde distintos puntos del<br />

país, llegan a Mosconi para reprimir los cortes de ruta. En un predio<br />

lindero, el estadio cerrado de basquet, una tribuna de madera excelsa y<br />

piso de parqué; <strong>en</strong> una de las paredes laterales, un mural con el diseño<br />

de los contornos de la provincia de Salta y <strong>en</strong> el c<strong>en</strong>tro del dibujo la<br />

silueta atrevida, fulgurosa, de una torre de petróleo.<br />

Todo esto ha sido un sopapo. Estoy inmerso <strong>en</strong> un estado de rara<br />

aus<strong>en</strong>cia, de insoportable oquedad. He visto las huellas indelebles de una<br />

<strong>política</strong> <strong>en</strong>fermiza y macabra que ha cond<strong>en</strong>ado a millones de personas a<br />

la postración. He visto miasma que me lleva a remembrar uno de los<br />

pasajes de la primera página de El otoño del patriarca, de García<br />

Márquez: “Fue como p<strong>en</strong>etrar <strong>en</strong> el ámbito de <strong>otra</strong> época, porque el aire<br />

era más t<strong>en</strong>ue <strong>en</strong> los pozos de escombros de la vasta guarida del poder, y<br />

el sil<strong>en</strong>cio era más antiguo, y las cosas eran arduam<strong>en</strong>te visibles <strong>en</strong> la luz<br />

decrépita (...) las baldosas habían cedido a la presión subterránea de la<br />

maleza”.<br />

El paseo por el país de las ánimas, de los espectros de una historia<br />

s<strong>en</strong>cillam<strong>en</strong>te infausta, ha llegado a su fin. Ahora volvemos sobre<br />

nuestros pasos, a Mosconi; desc<strong>en</strong>demos hacia el extraordinario y<br />

fructuoso cosmos que la UTD se ha obstinado <strong>en</strong> construir. <strong>La</strong> “Huerta<br />

Divino Niño”, donde trabajan diez personas, <strong>en</strong>tre ellos un cacique<br />

aborig<strong>en</strong>, y además de hortalizas y árboles frutales observo un criadero<br />

de chanchos; la sala de primeros auxilios y la plaza con juegos <strong>en</strong> el<br />

barrio 447; una casa de ladrillos y v<strong>en</strong>tanas de madera moldeada, <strong>parte</strong><br />

del plan de erradicación de ranchos; el Salón de Usos Múltiples (SUM) <strong>en</strong><br />

el barrio de 20 de febrero, construcción que la UTD lleva a cabo y al<br />

arbitrio del vecindario deja librado su posterior empleo. Al otro lado de la<br />

ruta 34, fr<strong>en</strong>te a las puertas de G<strong>en</strong>eral Mosconi, después de haber<br />

recorrido una calle breve y fangosa, ingresamos <strong>en</strong> territorio indíg<strong>en</strong>a;<br />

aquí t<strong>en</strong>emos la ladrillera, dice Tomás al tiempo que salta del auto; nos<br />

ponemos a caminar <strong>en</strong>tre casas de adobe, sorteando cabritos, gallinas,<br />

chuñas; tras un matorral <strong>en</strong> el que han abierto un pasaje a fuerza de<br />

machetazos, se abre un terr<strong>en</strong>o limpio, desembarazado de toda<br />

vegetación, donde veo una dec<strong>en</strong>a de hileras de ladrillos recién<br />

fabricados, húmedos, secándose al sol, y el horno de barro, los moldes, y<br />

una pequeña cantera de la que extra<strong>en</strong> la arcilla. Tomás, como la ha<br />

hecho durante toda la tarde con cada una de las obras que nos ha<br />

expuesto, emite una sonrisa ll<strong>en</strong>a de vanagloria y se queda<br />

observándonos, at<strong>en</strong>to a nuestro gesto de aprobación. Este es un<br />

proyecto conjunto con la comunidad wichí, dice con satisfacción; les<br />

dimos veinte planes trabajar, la mitad de la producción es para ellos, para<br />

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que los v<strong>en</strong>dan, y la <strong>otra</strong> es para nosotros, para usar <strong>en</strong> los planes de<br />

construcción.<br />

<strong>La</strong> travesía me ha dejado exangüe; necesito, le digo a <strong>La</strong>ura, voz baja,<br />

casi con desespero, tomar algo, buscar refugio <strong>en</strong> la habitación del<br />

hospedaje de doña Yola, desplomarme sobre la cama, los ojos cerrados,<br />

los p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos adormecidos. Deseo vano. Partimos, <strong>en</strong> la luz declinante<br />

de la tarde, hacia la ruta, al <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro de Pocho Ríos; el hombre que más<br />

sabe de plantas y árboles <strong>en</strong> todo el norte arg<strong>en</strong>tino, dice Tomás, y<br />

también trabaja con la UTD.<br />

Lo sorpr<strong>en</strong>demos <strong>en</strong> su vivero, animando el pequeño fuego de ramas<br />

sobre el cual ha empezado a soltar volutas de vapor una pava; nos saluda<br />

con respeto; <strong>está</strong> a punto de tomar mate y sería un honor compartirlo con<br />

nosotros; le resulta importante conversar con el periodismo, <strong>en</strong> las<br />

grandes ciudades la g<strong>en</strong>te no ti<strong>en</strong>e la m<strong>en</strong>or idea de lo que ocurre <strong>en</strong> el<br />

norte, <strong>en</strong> el sur, <strong>en</strong> ningún lado, compañero, por eso, que se hayan<br />

v<strong>en</strong>ido hasta aquí, me honra, <strong>en</strong>tonces hablemos de lo que ustedes<br />

quieran. Es un hombre morocho y musculoso, de palabra segura y<br />

convinc<strong>en</strong>te; vive allí, solo, con su perro, sus gallinas y treinta mil plantas<br />

de distintas especies por toda compañía, y el poco alim<strong>en</strong>to que puede<br />

comprar con los ci<strong>en</strong>to cincu<strong>en</strong>ta pesos del plan trabajar; <strong>en</strong> el vivero lo<br />

ayudan cinco personas de la UTD, a las que, además, él capacita <strong>en</strong> el<br />

cuidado de la flora nativa. “Yo soy el nativo y yo soy el árbol, porque yo lo<br />

si<strong>en</strong>to ad<strong>en</strong>tro y sé si a mi planta le <strong>está</strong> faltando agua, por qué <strong>está</strong><br />

triste; yo lo si<strong>en</strong>to ad<strong>en</strong>tro, yo con solo verla te voy a decir qué le falta a<br />

la planta, por qué <strong>está</strong> así, por qué se <strong>está</strong> chocando <strong>en</strong> el fondo, y yo no<br />

necesito estar <strong>en</strong> la universidad para explicarles, porque acá han v<strong>en</strong>ido<br />

incluso profesores de la universidad a traer a los chicos para que hagan<br />

su tesis, y para que les hable de la madera y todo eso, y ellos me dic<strong>en</strong>:<br />

vos t<strong>en</strong>és que escribir, porque estas cosas no las <strong>en</strong>contramos más”. Al<br />

igual que Pepino, hace gala de una sabiduría que causa admiración y fue<br />

absorbi<strong>en</strong>do con el correr de los años, desde chico, trabajando <strong>en</strong><br />

obrajes, recorri<strong>en</strong>do el país. “Todo lo fui escribi<strong>en</strong>do, y dije algún día voy<br />

a volver para def<strong>en</strong>der lo que yo tanto añoraba. Apr<strong>en</strong>dí todo solo”. Con<br />

soltura se pone a hablar de la indisp<strong>en</strong>sable v<strong>en</strong>tilación de la selva; las<br />

lianas que asfixian a los árboles y nadie se digna cortarlas; el<br />

aprovechami<strong>en</strong>to de los árboles fofos; los treinta años de recuperación<br />

que necesita un bosque talado; el daño que el eucaliptus le causa al<br />

ecosistema; la depredación forestal que comet<strong>en</strong> las empresas petroleras;<br />

la variada flora nativa del urundel, el guarán y el churqui. Continuam<strong>en</strong>te<br />

recibe la visita de académicos, estudiantes de agronomía y funcionarios<br />

de la secretaría de Medio Ambi<strong>en</strong>te, que <strong>en</strong> él procuran consejo. Golpea<br />

la mesa con la palma de la mano, haci<strong>en</strong>do tambalear el mate. “A veces<br />

los del Inta vi<strong>en</strong><strong>en</strong> y me dic<strong>en</strong>: te <strong>está</strong> <strong>en</strong>trando tal mosca, tal gusano,<br />

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echá esto, pero yo me guío mucho con los astros, yo trabajo con el sol,<br />

con la luna, según cada estación y cada semilla, para evitar el<br />

agroquímico, yo hago todo <strong>en</strong> forma orgánica. Ellos no ti<strong>en</strong><strong>en</strong> un<br />

conocimi<strong>en</strong>to de pestes sobre la nativa, usan agroquímicos prohibidos,<br />

por eso a veces pasa que algui<strong>en</strong> te dice: mirá, comí un chorizo y me<br />

cayó mal, pero no se dan cu<strong>en</strong>ta que <strong>está</strong>n absorbi<strong>en</strong>do la fumigación,<br />

porque la fumigación produce exceso de fosfato, y ya se han <strong>en</strong>contrado<br />

chicos con defectos, <strong>en</strong> Cornejo”. En el año 2001 pres<strong>en</strong>tó un proyecto de<br />

forestación y protección de la flora nativa al gobierno nacional; Juan Pablo<br />

Cafiero, <strong>en</strong>tonces ministro de Desarrollo Social y Medio Ambi<strong>en</strong>te, lo<br />

aprobó. “Pero justo vino el recorte que hizo Cavallo”, se lam<strong>en</strong>ta. “Por<br />

aquí han pasado todos los políticos. Me dic<strong>en</strong>: si has logrado que Juampi<br />

Cafiero te de este proyecto, si has logrado quitarle a Tucumán y a Jujuy<br />

este proyecto, si has logrado que medio ambi<strong>en</strong>te de la Nación te dé<br />

bolilla, ¿cómo no vas a lograr que Pepino y Chiqui Peralta se metan <strong>en</strong> el<br />

Partido Justicialista? Me decían: <strong>en</strong> la UTD ustedes ti<strong>en</strong><strong>en</strong> diez personas<br />

que ningún partido político las ti<strong>en</strong>e; vos, el tema forestal; Pepino, el<br />

tema química; Chiqui Peralta, <strong>en</strong> administración ...”. Quiere crear un<br />

Jardín Botánico <strong>en</strong> Mosconi destinado a la flora nativa; ha elucubrado un<br />

proyecto de Turismo Av<strong>en</strong>tura con la colaboración del Hippie: cruce a<br />

Bolivia, hasta Agua Blanca, paseo de compras, regreso por Acambuco,<br />

reserva provincial; escalada de cerros y recorrido de los ríos. “Los<br />

funcionarios no nos apoyan. Y bu<strong>en</strong>o, me dijo Hippie, lo hagamo de<br />

prepo. No, es difícil. Yo, estando <strong>en</strong> Bu<strong>en</strong>os Aires, y vi<strong>en</strong>do a los políticos,<br />

al presid<strong>en</strong>te, y a la mujer del presid<strong>en</strong>te, que <strong>está</strong>n tan embolados ellos,<br />

y no <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran un plan de gobierno nacional, yo me vine con la<br />

int<strong>en</strong>ción de que nosotros t<strong>en</strong>emos que valernos de nuestros propios<br />

recursos, hacer una cooperativa agrícola, sembrar, producir e<br />

industrializar nuestros productos. Yo creo que nosotros t<strong>en</strong>emos que<br />

dejar el bolsón, dejar los planes trabajar y dedicarnos de ll<strong>en</strong>o al campo.<br />

Porque esto no es para un año ni para dos, van a pasar diez años para<br />

que la Arg<strong>en</strong>tina vuelva a levantarse, si no es más”.<br />

Se ha hecho la noche y una nube de mosquitos ha com<strong>en</strong>zado a<br />

atorm<strong>en</strong>tarnos; el cielo, contemplado desde aquí, es un manto de estofa,<br />

azul índigo, iluminado por la extravagante y quieta arquitectura de las<br />

estrellas. Pocho, virtual secretario de Agricultura y Medio Ambi<strong>en</strong>te de la<br />

Unión de Trabajadores Desocupados de G<strong>en</strong>eral Mosconi, ceba el último<br />

mate, el del estribo, y luego nos acompaña hasta la tranquera del vivero.<br />

Su abrazo es afectuoso, franco. Encoge los hombros, se despide: “¿Qué le<br />

vamo a hacer? El político se quedó sin seso, ya no sab<strong>en</strong> qué hacer ni qué<br />

decir, no sé qué han estudiado, han llegado a abogados, porque la<br />

mayoría son abogados, y no sé para qué han estudiado”.<br />

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Sábado 25<br />

Día de fiesta, día celeste y blanco, de rutilantes escarapelas sujetas <strong>en</strong> el<br />

pecho a la manera de inquebrantable símbolo de rebeldía y pundonor, me<br />

han dicho; día de celebración de la gesta patria, de sublime<br />

rememoración de los primeros alaridos de libertad y cond<strong>en</strong>a a los<br />

inescrupulosos colonizadores españoles que abrigaban el fatuo propósito<br />

de hacer añicos nuestro destino de grandeza y someternos, por el resto<br />

de los años, a la miseria y a la burla, al servilismo y la contínua<br />

expoliación. Hoy, aquí, mi<strong>en</strong>tras erramos por la plaza c<strong>en</strong>tral de Mosconi,<br />

el festejo su<strong>en</strong>a a impúdica ocurr<strong>en</strong>cia. Patria, término tan equívoco que a<br />

lo largo de la historia ha salido de las bocas más disímiles para justificar<br />

barbaries de toda índole. En la plaza, un puñado de familias hundidas <strong>en</strong><br />

la pobreza ha montado s<strong>en</strong>cillos puestos de v<strong>en</strong>ta de comida; humita,<br />

panes caseros, empanadas; un grupo de escolares, patrióticam<strong>en</strong>te<br />

acicalados para la ocasión, canta canciones patrias hasta desgargantarse.<br />

Por lo demás, ap<strong>en</strong>as una dec<strong>en</strong>a de personas deambulando por allí. No<br />

ha sido fácil, pero después de mucho andar hemos podido <strong>en</strong>contrar un<br />

lugar donde s<strong>en</strong>tarnos a una mesa a tomar café. Le pregunto al mozo qué<br />

opina de la UTD. “¿<strong>La</strong> de Pepino?”, responde. “Y, a mí me parece que acá<br />

hay mucho hambre. Es cierto que a los comerciantes no nos convi<strong>en</strong><strong>en</strong><br />

los cortes, pero ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que <strong>en</strong>contrar alguna solución, ellos <strong>está</strong>n muy<br />

mal. Yo tuve planes trabajar tres meses. El día que <strong>en</strong>tró la g<strong>en</strong>darmería<br />

me salvé por un milímetro. Entraron disparando, yo justo salía y estaba<br />

pidi<strong>en</strong>do fuego a un vecino, por suerte bajé la cabeza para <strong>en</strong>c<strong>en</strong>derlo<br />

cuando s<strong>en</strong>tí una bala que me silbó al lado”. Un disparo que pasó a un tris<br />

de su cráneo, pero él ha referido el episodio con despreocupación y<br />

llaneza, <strong>en</strong> tanto servía el café y, acto seguido, se alejó con la bandeja<br />

bajo el brazo, silbando, ahora él, una música de <strong>La</strong> Mosca. A las once de<br />

la mañana nos <strong>en</strong>caminamos hacia la casa de Juan Nievas, uno de los<br />

fundadores de la UTD que un par de años atrás resolvió buscar mejor<br />

fortuna <strong>en</strong> la Corri<strong>en</strong>te Clasista y Combativa, la CCC, que lidera el Perro<br />

Santillán.<br />

Nievas habita una vieja casona de paredes sólidas, macizas, como las de<br />

antaño. Nos ati<strong>en</strong>de <strong>en</strong> una sala que, a juzgar por el moblaje y los objetos<br />

que observo, es living, estudio y comedor: una mesa antigua, larga, de<br />

madera pesada; una máquina de escribir Remington; biblioteca ll<strong>en</strong>a de<br />

<strong>en</strong>ciclopedias, diccionarios y carpetas; una cómoda de cajones anchos.<br />

Nievas es un hombre de pelo y bigote muy negros, rostro y expresiones<br />

que me recuerdan la estampa de Julio César Aráoz, ex funcionario de<br />

Carlos M<strong>en</strong>em. Da la impresión de estar habituado a la charla <strong>política</strong>, a<br />

las <strong>en</strong>trevistas con extraños. Son varias las g<strong>en</strong>eraciones de Nievas que<br />

han trabajado <strong>en</strong> YPF; Juan ti<strong>en</strong>e once hermanos y todos ellos, <strong>en</strong> algún<br />

mom<strong>en</strong>to de su vida, han sido empleados de la empresa petrolera. El, sin<br />

88


embargo, t<strong>en</strong>ía otros planes. A los doce años decidió estudiar <strong>en</strong> un<br />

seminario y convertirse <strong>en</strong> cura, pero su padre profesaba un odio visceral,<br />

y a todas luces at<strong>en</strong>dible, hacia curas, santos, iglesia, ritos y todo lo que<br />

le trajese a la memoria cualquier tipo de misticismo o religión: su casa se<br />

había inc<strong>en</strong>diado a causa de una vela que una noche la abuela había<br />

<strong>en</strong>c<strong>en</strong>dido para animar al santo, pero con tal mala fortuna que un golpe<br />

de vi<strong>en</strong>to la hizo caer al suelo y de la casa quedaron ap<strong>en</strong>as escombros.<br />

Juan, <strong>en</strong>tonces, quiso ser aviador; quería saber qué se si<strong>en</strong>te al examinar<br />

la vida desde las alturas; pero el padre, una vez más, le frustró el deseo.<br />

Los quehaceres celestiales, <strong>en</strong> fin, no estaban contemplados <strong>en</strong> su<br />

destino, razón por la cual se resignó a continuar con los piés sobre la<br />

tierra. Primero, la militancia social, con tinte cristiano, <strong>en</strong> su barrio; de allí<br />

saltó a una profunda admiración hacia Che Guevara, de qui<strong>en</strong> lleva una<br />

fotografía <strong>en</strong> su portadocum<strong>en</strong>tos continuam<strong>en</strong>te; luego, el ingreso <strong>en</strong><br />

YPF y años de actividad gremial. Hoy, toda su admiración <strong>está</strong> c<strong>en</strong>trada<br />

<strong>en</strong> el Perro Santillán.<br />

Juan se sume <strong>en</strong> la circunspección, adopta la pose de un profesor de<br />

historia y se pone a remembrar las principales epopeyas de Mosconi. El<br />

primer corte de ruta, <strong>en</strong> septiembre de 1991, cuando la población hizo<br />

suyas las calles de la ciudad al grito de “¡YPF no se regala ni se v<strong>en</strong>de, se<br />

defi<strong>en</strong>de!”. <strong>La</strong> pueblada de 1997, que finalizó con la obt<strong>en</strong>ción de cinco<br />

mil planes trabajar de dosci<strong>en</strong>tos veinte pesos. El gesto solidario de la<br />

UTD con la población de Tartagal <strong>en</strong> diciembre de 1999: “El gobierno<br />

provincial quería echar 162 empleados municipales de Tartagal, <strong>en</strong>tonces<br />

fui hasta allá con otros compañeros y <strong>en</strong> asamblea se decidió el corte;<br />

volvimos a Mosconi caminando, diez kilómetros, éramos ci<strong>en</strong>tos,<br />

instalamos los piquetes y no había pasado media hora cuando nos llegó la<br />

infantería con gases, con garrotes. Me pegaron malam<strong>en</strong>te a mí. Me<br />

dieron garrotes <strong>en</strong> la espalda. <strong>La</strong> g<strong>en</strong>te se <strong>en</strong>ardeció. Los policías al final<br />

pedían disculpas llorando”. Gasta bu<strong>en</strong>a <strong>parte</strong> de su tiempo <strong>en</strong> la<br />

recolección de datos que le permitan demostrar, de manera irrefutable,<br />

que Gómez y Justiniano fueron asesinados <strong>en</strong> el corte de mayo del 2000,<br />

y de modo alguno se trató de un accid<strong>en</strong>te de tránsito, como<br />

groseram<strong>en</strong>te la pr<strong>en</strong>sa local y la policía aseveraron <strong>en</strong> su mom<strong>en</strong>to. “Ya<br />

t<strong>en</strong>emos pruebas de que han sido torturados. Los cadáveres aparecieron<br />

<strong>en</strong> bolsas y esposados, y luego se quiso hacer pasar el hecho como un<br />

accid<strong>en</strong>te de tránsito. <strong>La</strong> madre de Justiniano, que es una mujer muy<br />

humilde, empezó a recoger testimonios de vecinos de la zona. Iba ella<br />

con un grabadorcito, como si fuera una periodista, y preguntaba. Una<br />

señora le contó todo lo que vió. Gomez t<strong>en</strong>ía 19 años, trabajaba de<br />

movilero <strong>en</strong> una radio, estaba <strong>en</strong> el corte y se habían alejado, junto con<br />

Justiniano, para buscar leña. Justiniano era boxeador. Su mujer estaba<br />

embarazada cuando él murió. Luego nació una n<strong>en</strong>a”.<br />

89


Al parecer, las torturas <strong>en</strong> G<strong>en</strong>eral Mosconi son cosa común y ordinaria.<br />

Juan extrae una carpeta de uno de los cajones de la cómoda y me la<br />

alcanza. Son declaraciones judiciales de dos jóv<strong>en</strong>es que fueron det<strong>en</strong>idos<br />

<strong>en</strong> junio de 2001, durante el corte, y la posterior represión, donde<br />

cayeron asesinados Barrios y Santillán. “Yo v<strong>en</strong>ía con mi novia e íbamos a<br />

ver qué hacía la g<strong>en</strong>te que estaba cortando la calle d<strong>en</strong>tro de la ciudad de<br />

Mosconi”, declara uno de ellos, de dieciocho años, “<strong>en</strong>tonces vinieron<br />

unos g<strong>en</strong>darmes, me agarraron y me dijeron que yo estaba cortando la<br />

ruta y me empezaron a pegar <strong>en</strong> la cabeza, me remontaron el arma y me<br />

dijeron 'te vamos a matar aquí nomás'. Luego me subieron al camión, me<br />

taparon los ojos, me decían que yo era francotirador, pero yo no t<strong>en</strong>go<br />

nada que ver con eso. (...) Después me bajaron la ropa, me dijeron que<br />

me agachara y me pegaron con los bastones (...) Después, arriba del<br />

camión, agarraron una picana y com<strong>en</strong>zaron a darme corri<strong>en</strong>te eléctrica”.<br />

Paso la vista por el otro testimonio: “Yo estaba durmi<strong>en</strong>do <strong>en</strong> mi casa y<br />

<strong>en</strong>traron varios g<strong>en</strong>darmes con bastones, gomas, las pistolas <strong>en</strong> las<br />

manos y me preguntaron si yo t<strong>en</strong>ía armas, después me <strong>en</strong>capucharon y<br />

me llevaron al monte, donde me pegaron patadas y me ahorcaron con<br />

una remera vieja que t<strong>en</strong>ía, también am<strong>en</strong>azaron a mi mujer y mis hijos,<br />

después me subieron a un camión donde me siguieron pegando”.<br />

Juan recuerda los sucesos del 17 de junio de 2001 y, <strong>en</strong>tornando los<br />

párpados, admite sin rodeos que fue la experi<strong>en</strong>cia que más lo aterrorizó.<br />

“Creía que me mataban. Me metieron <strong>en</strong> una cuatro por cuatro, se<br />

metieron <strong>en</strong> un camino alternativo, oscuro, pl<strong>en</strong>a selva, mi<strong>en</strong>tras me<br />

golpeaban como locos. Por suerte, terminé <strong>en</strong> una cárcel de Salta”. Hoy<br />

maneja 250 planes trabajar y dirige un comedor popular que funciona<br />

gracias a los aportes de comerciantes y particulares; vive del pan que<br />

fabrica <strong>en</strong> su casa y v<strong>en</strong>de por el barrio, y, también, de la ayuda<br />

económica que le brindan sus hermanas y cuñados. Su alejami<strong>en</strong>to de la<br />

UTD, de la que fue uno de los fundadores <strong>en</strong> 1996, ocurrió a raíz de<br />

disid<strong>en</strong>cias <strong>política</strong>s y metodológicas. “Ellos no son muy adictos a las<br />

asambleas”, dice, “y yo considero que todo debe ser asambleario. Cuando<br />

dejé la UTD ellos me decían: te hubieses quedado, pero bu<strong>en</strong>o, me<br />

parece bi<strong>en</strong> que ustedes hagan como ustedes cre<strong>en</strong> que deb<strong>en</strong> hacer las<br />

cosas, y yo salí de ellos, pero eso no dice que estemos <strong>en</strong>emistados ni<br />

nada por el estilo”. Echa un vistazo al reloj; el mediodía ya <strong>está</strong> avanzado.<br />

Juan se excusa, <strong>en</strong> pocos minutos más debe partir hacia una reunión con<br />

delegados de la CCC. Ya <strong>en</strong> el portal de la casa, nos estrecha la mano,<br />

agrega: “ A Pepino yo por ahí le digo, no <strong>en</strong> un tono de reproche, que<br />

para mí sería mucho mejor que t<strong>en</strong>gamos ciertas actitudes de prud<strong>en</strong>cia,<br />

no por el hecho de que nos sometamos a ciertas cosas, pero sí que<br />

prev<strong>en</strong>gamos, porque nos pued<strong>en</strong> matar más compañeros”.<br />

90


Otra vez la calle sin sombras, el sopor, y los piés que se apresuran para<br />

escapar del sol y ganar la plaza, es decir, los puestos de comida, humita,<br />

alguna empanada de veras salteña, un bu<strong>en</strong> bocado que nos reconcilie<br />

con el mundo.<br />

Domingo 26<br />

Tomás ha v<strong>en</strong>ido a despedirnos con su hija m<strong>en</strong>or, de tres años. Durante<br />

un largo rato, <strong>en</strong> tanto aguardamos la llegada del ómnibus que nos<br />

conducirá a Salta capital, permanecemos callados, acaso melancólicos;<br />

sabemos que, muy probablem<strong>en</strong>te, transcurrirá mucho tiempo hasta que<br />

ocurra un próximo <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro. Tomás ti<strong>en</strong>e <strong>en</strong>tre las manos una máquina<br />

fotográfica antigua y hogareña. Me mira y no se atreve a decírmelo; por<br />

fin, al advertir que el ómnibus <strong>está</strong> a poco de estacionar, le <strong>en</strong>trega la<br />

máquina a <strong>La</strong>ura, se pone a mi lado, un brazo por sobre mi hombro, y<br />

con placer y gran sonrisa oimos el clic, dos, tres veces. El abrazo final es<br />

cálido, prolongado.<br />

<strong>La</strong>ura, compruebo, no se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra con ánimo para la charla; tampoco<br />

yo. Me meto, pues, <strong>en</strong> la lectura de El Tribuno, el diario de la familia<br />

Romero, señores feudales de la provincia: Duhalde am<strong>en</strong>aza con<br />

r<strong>en</strong>unciar; admite: “Sólo, no puedo continuar”; mañana, <strong>en</strong> Santa Rosa,<br />

reunión clave con los gobernadores para superar la crisis luego del traspié<br />

con la ley de subversión económica. Rumores indican el adelantami<strong>en</strong>to<br />

de las elecciones. En su homilía por el 25 de mayo, el Card<strong>en</strong>al Bergoglio<br />

d<strong>en</strong>unció “la exclusión de 20 millones de hermanos con hambre y la<br />

dignidad pisoteada”. Duhalde <strong>en</strong>cabezó los actos por el 192 aniversario de<br />

la Revolución de Mayo, con un gran dispositivo policial <strong>en</strong> Plaza de Mayo;<br />

las asambleas de capital realizaron su cacerolazo de repudio aunque a<br />

una prud<strong>en</strong>te distancia. Chiche quiere ser gobernadora de la provincia de<br />

Bu<strong>en</strong>os Aires: “Yo me si<strong>en</strong>to capaz de ser gobernadora. Dios dirá. <strong>La</strong><br />

verdad es que yo me creo capaz de llevar adelante la provincia”.<br />

Reutemann tuvo que retirarse por la puerta trasera de la catedral de<br />

Santa fé, luego de la homilía, para eludir el <strong>en</strong>ojo de c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ares de<br />

personas que lo esperaban fuera con el fin de expresar su repudio a la<br />

<strong>política</strong> económica. El precio de la bolsa de harina aum<strong>en</strong>tó 300 por ci<strong>en</strong>to<br />

<strong>en</strong> cinco meses. Por primera vez <strong>en</strong> la historia llegarán a Tartagal las<br />

imág<strong>en</strong>es de los patronos de la provincia: el señor y la virg<strong>en</strong> del milagro.<br />

Cecilia Bolocco ha vuelto a la televisión chil<strong>en</strong>a con su programa “Aquí se<br />

pasa Mundial”; el primer invitado ha sido Diego Maradona; hoy celebra un<br />

año de su casami<strong>en</strong>to con M<strong>en</strong>em. Estados Unidos continúa<br />

bombardeando el sur de Irak; <strong>en</strong> esta oportunidad, los objetivos fueron<br />

instalaciones civiles y de servicios; dieciocho civiles muertos. El ejército<br />

israelí, con tanques, blindados y helicópteros, irrumpió anoche <strong>en</strong> la<br />

91


ciudad cisjordana de Belén; el gobernador de la histórica ciudad sólo dijo:<br />

“Ya no sé qué es lo que quiere Israel del pueblo palestino”.<br />

Un control caminero de la G<strong>en</strong>darmería me obliga a interrumpir la<br />

lectura; todos abajo, vamos, rapidito, con todas sus pert<strong>en</strong><strong>en</strong>cias. Los<br />

g<strong>en</strong>darmes parec<strong>en</strong> haber salido de una factoría de hombres car<strong>en</strong>tes por<br />

completo de todo rasgo humano; cada uno de los rostros exhala odio,<br />

hondo res<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to. El hacedor de esta g<strong>en</strong>te podría haber ideado un<br />

molde más llevadero y amable. <strong>La</strong> requisa de bolsos y valijas es lerda y<br />

minuciosa. Pregunto, al g<strong>en</strong>darme que acaba de inspeccionar mi equipaje,<br />

si puedo regresar al ómnibus. No, de ningún modo; antes, me dice<br />

señalando la <strong>parte</strong> trasera de una <strong>en</strong>orme casa rodante que, supongo,<br />

emplean como dormitorio y base de operaciones, antes debe pasar por<br />

allí. Gana de mandarlo al diablo. En la <strong>parte</strong> trasera me sorpr<strong>en</strong>de otro<br />

g<strong>en</strong>darme, uno de catadura aún más cerril y asustadora; sin decir palabra<br />

comi<strong>en</strong>za a recorrer todo mi cuerpo con sus manazas; los pies, los brazos,<br />

el pecho, la nuca, las piernas. ¿Puedo retirarme? “No. Bájese el pantalón<br />

hasta las rodillas”. Obedezco, y el bu<strong>en</strong> hombre, con su mano derecha,<br />

dedos vigorosos y ásperos, se pone a hurgar <strong>en</strong> mis testículos.<br />

Tercera <strong>parte</strong><br />

Neuquén, Cutral-Có, All<strong>en</strong><br />

(junio, 2002)<br />

Sábado 15<br />

El país ha recobrado su ánimo habitual, es decir, rostros desabridos,<br />

nervios hechos un embrollo, p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos cargados de furor, músculos<br />

92


estrangulados. El lat<strong>en</strong>te deseo, <strong>en</strong> suma, de trepar a la pirámide de<br />

Mayo, mandar todo mundo al demonio, y acto seguido abrirse la garganta<br />

con una cuchilla mellada. Por lo demás, con ansia, con lógica y febril<br />

expectación, cada uno de los habitantes no hace más que contar los días<br />

que restan para el adv<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to del 9 de julio, fecha que Duhalde ha<br />

establecido para celebrar <strong>en</strong> las calles del país el fin de los pesares y el<br />

comi<strong>en</strong>zo de la bu<strong>en</strong>av<strong>en</strong>tura. Todo, <strong>en</strong> fin, ha vuelto a su cauce normal.<br />

Es que la selección de fútbol ha sido eliminada del campeonato mundial,<br />

y, por tanto, de los cráneos, aunque la gallarda actuación de Claudio<br />

Canniggia, que todavía debe de t<strong>en</strong>er el trasero <strong>en</strong>tumecido al cabo de<br />

tantas horas de asi<strong>en</strong>to <strong>en</strong> el banco de supl<strong>en</strong>tes, habrá de ser recordada<br />

por siempre, <strong>en</strong> particular la tan oportuna sonrisa que soltó cuando lo<br />

expulsaron del mismísimo banco; quizá el réferi obró de ese modo movido<br />

por la misericordia, e hizo lo que hizo con el único propósito de brindarle<br />

al hombre la posibilidad de estirar las piernas.<br />

Anoche, horas antes de meterme <strong>en</strong> el ómnibus que me ha traído a<br />

Neuquén, he podido leer una vez más el informe que <strong>La</strong>ura ha escrito<br />

acerca de la historia del conflicto <strong>en</strong> la fábrica de cerámicos Zanon: “No<br />

imaginaba el señor Luis Zanon que su apellido sería algún día sinónimo de<br />

lucha y rebelión. A los 28 años salió de Padua, Italia, con el fin de probar<br />

suerte <strong>en</strong> el sur de América. Y vaya si la tuvo: se adueñó del parque de<br />

diversiones Ital Park, el inabarcable e histórico predio de Callao y av<strong>en</strong>ida<br />

Libertador que años atrás debió cerrar sus puertas a raíz del accid<strong>en</strong>te<br />

que le costó la vida a una adolesc<strong>en</strong>te. En el año 1975 decidió ampliar el<br />

círculo de sus negocios y proyectó una fábrica de cerámicos. Fue uno de<br />

los tantos empresarios que lograron edificar fortunas durante la dictadura<br />

militar. Zanon se instaló <strong>en</strong> Neuquén e hizo realidad su proyecto. Luego<br />

tomó champagne con M<strong>en</strong>em, junto a qui<strong>en</strong> se fotografió orgulloso;<br />

recibió importantes apoyos del gobierno provincial, unos 5 millones de<br />

dólares; a partir del año 1993, el gobernador de Neuquén, Jorge Sobisch,<br />

empezó a t<strong>en</strong>er el hábito de m<strong>en</strong>cionarlo <strong>en</strong> cada discurso como ejemplo<br />

de empresario modelo; el Banco Interfinanzas Internacional, con sede <strong>en</strong><br />

las islas Cayman, también aportó lo suyo con 20 millones de dólares;<br />

Zanon se convirtió <strong>en</strong> una de las principales empresas provinciales y don<br />

Luis creció de tal forma que logró ampliar sus negocios <strong>en</strong> dim<strong>en</strong>siones<br />

insospechadas: adquirió acciones de la privatizada Aerolíneas Arg<strong>en</strong>tinas y<br />

de canales de televisión. Sin embargo, ninguno de estos aportes parece<br />

haber sido sufici<strong>en</strong>te. Sobre el fin del 1999, a tono con el comportami<strong>en</strong>to<br />

de la mayor <strong>parte</strong> de los empresarios nacionales, decidió que para<br />

mant<strong>en</strong>er la empresa `con costos internacionales razonables´ debía<br />

despedir a bu<strong>en</strong>a <strong>parte</strong> del personal. Así, pues, anunciaron rebajas<br />

salariales y el despido de 100 obreros. No imaginaba el señor Zanon que<br />

algui<strong>en</strong> osaría resistirse a esta decisión. En el año 1998, un jov<strong>en</strong> obrero<br />

93


llamado Raúl Godoy, con el apoyo de gran cantidad de trabajadores,<br />

había conseguido arrebatarle la comisión interna de la fábrica a los<br />

tradicionales dirig<strong>en</strong>tes sindicales burócratas. Godoy era un hombre por<br />

demás tranquilo y apocado, pero con qui<strong>en</strong>, Don Luis supo luego, no se<br />

puede hablar. De hecho, los trabajadores no aceptaron los despidos<br />

masivos, d<strong>en</strong>unciaron el int<strong>en</strong>to de vaciami<strong>en</strong>to de la empresa, realizaron<br />

un paro de 34 días por falta de pago, consiguieron que les pagu<strong>en</strong> por un<br />

tiempo, hasta que volvieron a susp<strong>en</strong>der los sueldos, <strong>en</strong>tonces cortaron<br />

rutas y pu<strong>en</strong>tes, y finalm<strong>en</strong>te tomaron la empresa. Don Zanon también<br />

recurrió al corte, el del gas <strong>en</strong> su caso, para apagar así los hornos. El<br />

Sindicato de Obreros y Empleados Ceramistas de Neuquén (SOECN), cuyo<br />

titular es precisam<strong>en</strong>te Godoy, planteó <strong>en</strong>tonces un Lock Out of<strong>en</strong>sivo de<br />

<strong>parte</strong> de la patronal. El 31 de octubre de 2001 los ceramistas lograron una<br />

s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>cia histórica cuando la jueza María Rivero de Taiana falló contra la<br />

empresa y ord<strong>en</strong>ó el embargo del 40 por ci<strong>en</strong>to del stock para pagar los<br />

sueldos atrasados. Sin embargo, ésto no sería sufici<strong>en</strong>te. El 14 de<br />

noviembre los obreros de Zanon cortan la ruta 22. Llevan dos meses sin<br />

cobrar. <strong>La</strong> ciudad permanece incomunicada. El 24 de noviembre decid<strong>en</strong><br />

<strong>en</strong>c<strong>en</strong>der los hornos y hacer funcionar las máquinas para producir por un<br />

día. Unos días después, don Luis Zanon decide que esto es una<br />

irrever<strong>en</strong>cia y cierra la fábrica, <strong>en</strong>viando 380 telegramas de despido. `<strong>La</strong><br />

actitud de Zanon de cerrar la planta y despedir al personal contraría la<br />

resolución de dos fallos judiciales, que no sólo la mandaron a pagar<br />

sueldos caídos sino también a reactivar la planta. Esto es un virtual<br />

desacato´, opinó Mariano Pedrero, asesor legal de los ceramistas. El 30<br />

de noviembre, Neuquén estalla. Los obreros de Zanon protestan, y ahora<br />

se le suman los movimi<strong>en</strong>tos de trabajadores desocupados y algunos<br />

sindicatos. <strong>La</strong> policía reprime, la casa de Gobierno es casi inc<strong>en</strong>diada, hay<br />

dec<strong>en</strong>as de det<strong>en</strong>idos que deb<strong>en</strong> ser liberados inmediatam<strong>en</strong>te por<br />

presión de la movilización. El sindicato d<strong>en</strong>unció: `Los trabajadores<br />

fueron gaseados y baleados a mansalva, con varios heridos,<br />

hospitalizados y 16 det<strong>en</strong>idos. Los gases <strong>en</strong>traron a las escuelas y<br />

hospitales donde se refugiaban los trabajadores ante la represión. Y a seis<br />

cuadras de la casa de gobierno se <strong>en</strong>cañonó con una pistola 9 milímetros<br />

a la esposa de un trabajador ceramista que se negaba a ser det<strong>en</strong>ido. Por<br />

radio se pudieron escuchar las voces de policías pidi<strong>en</strong>do la det<strong>en</strong>ción de<br />

Raúl Godoy, secretario g<strong>en</strong>eral del SOECN´. El 11 de diciembre el diario<br />

Río Negro anunciaba: `Los ceramistas com<strong>en</strong>zaron ayer a v<strong>en</strong>der pisos,<br />

desde cerámicos comunes hasta el coqueto porcellanato, productos que la<br />

Justicia embargó a la fábrica Zanon para que los operarios percibieran sus<br />

sueldos´. <strong>La</strong> v<strong>en</strong>ta, <strong>en</strong> la puerta de la fábrica, con obreros dev<strong>en</strong>idos<br />

v<strong>en</strong>dedores, fue un éxito. El stock se agotó. Los precios mayoristas<br />

t<strong>en</strong>taron a vecinos de Roca, Neuquén, Plottier y hasta Bariloche. Faltaba<br />

94


poco más de una semana para que la Arg<strong>en</strong>tina se estremeciese con la<br />

pueblada y la caída de De la Rúa, pero <strong>en</strong> Zanon las cosas ya se habían<br />

precipitado. En marzo de 2002, la fábrica empezó a funcionar<br />

normalm<strong>en</strong>te, bajo control obrero, con 270 trabajadores. Los cuatro<br />

hornos --el de porcellanato, los dos de monococción y el de `tercer<br />

fuego´, para guardas--, ya estaban trabajando a pl<strong>en</strong>o. Por primera vez<br />

se comercializaban cerámicos realizados bajo control obrero y a precios<br />

populares. Hicieron acuerdos con los mapuches para obt<strong>en</strong>er la arcilla<br />

como materia prima y lanzaron un nuevo diseño <strong>en</strong> hom<strong>en</strong>aje a la<br />

comunidad aborig<strong>en</strong>. Hubo conv<strong>en</strong>ios con la Universidad del Comahue<br />

para asist<strong>en</strong>cia técnica <strong>en</strong> proyectos. Hoy cu<strong>en</strong>tan con la solidaridad de<br />

sindicatos y desocupados neuquinos. <strong>La</strong>s cuestiones legales avanzan y<br />

retroced<strong>en</strong>. Ti<strong>en</strong><strong>en</strong> la posibilidad de un desalojo cada vez que un juez<br />

decide interpretar de manera diversa la situación. Mi<strong>en</strong>tras tanto, la<br />

fábrica continúa tomada y produci<strong>en</strong>do. El f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o pasó las fronteras<br />

provinciales. Un sábado de marzo de este año, Bersuit Vergarabat se<br />

sumó a un recital <strong>en</strong> apoyo a los obreros ceramistas. Corearon sus<br />

canciones 4.000 personas. `Gracias por el aguante´, se limitó a decir,<br />

emocionado, Raúl Godoy. A los vaiv<strong>en</strong>es legales le siguieron las<br />

am<strong>en</strong>azas, los int<strong>en</strong>tos de secuestro, el robo de lo recaudado para el<br />

cobro de sueldos con perman<strong>en</strong>tes refer<strong>en</strong>cias a que `son unos zurdos de<br />

mierda´, y el posible desalojo viol<strong>en</strong>to de la fábrica. Hoy son dec<strong>en</strong>as las<br />

fábricas que han iniciado un idéntico camino: resistir al cierre, preservar la<br />

fu<strong>en</strong>te de trabajo. <strong>La</strong> textil Brukman, Panificación Cinco, Grissinópolis e<br />

Impr<strong>en</strong>ta Chilavert, <strong>en</strong> Capital; la Clínica Junín, de Córdoba;<br />

Supermercados Tigre y <strong>La</strong>valana, <strong>en</strong> la provincia de Bu<strong>en</strong>os Aires; los<br />

metalúrgicos de R<strong>en</strong>acer, <strong>en</strong> Ushuaia; la Cristalería Cuyo, <strong>en</strong> Rosario; las<br />

cerámicas Steffani y Del Valle, <strong>en</strong> Neuquén, y cooperativas como el<br />

Frigorífico J. J. Gómez, <strong>en</strong> Río Negro; los mineros de Rio Turbio; etcétera.<br />

Poco m<strong>en</strong>os de un c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ar de fábricas bajo control obrero”.<br />

* * *<br />

El largo viaje <strong>en</strong> ómnibus, a causa de circunstancias imprevistas, ha sido<br />

por lo m<strong>en</strong>os desapacible. En el asi<strong>en</strong>to contiguo se instaló una mujer de<br />

cuar<strong>en</strong>ta y pocos años, pelo teñido de rubio con reflejos color castaño,<br />

mujer curiosa y de l<strong>en</strong>gua activa. No habíamos transpuesto siquiera los<br />

límites de la capital federal y ya me había referido vida y obra: neuquina,<br />

tres hijos, dos matrimonios, artesanal hacedora de dulces y conservas de<br />

lomitos de ciervo, amante de la bu<strong>en</strong>a vida y ardorosa partidaria del ocio<br />

y la explotación, porque lo mejor, ¿sabés?, es que otro labure por vos,<br />

que trabaj<strong>en</strong> para mí, ¿no?, para qué meterte un uniforme y trabajar, que<br />

lo hagan otros, ¿<strong>en</strong>t<strong>en</strong>dés?, y vos dedicáte a disfrutar, como hago yo,<br />

95


¿viste?, y por eso viajo todas las semanas a Bu<strong>en</strong>os Aires, porque estoy<br />

haci<strong>en</strong>do un curso de podología <strong>en</strong> el partido de San Martín, <strong>en</strong> Neuquén<br />

no hay, qué raro, ¿no?, y me va bastante bi<strong>en</strong>, miráme los pies, mirá, no<br />

seás tímido, estoy apr<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do, ¿no te parece?, pero ahora habláme de<br />

vos, qué hacés, para qué viajás a Neuquén. Cometí la tontera de serle<br />

sincero. ¿Zanon?, pero por qué no me lo dijiste antes, qué bu<strong>en</strong>o,<br />

increíble, cuando se lo cu<strong>en</strong>te a mi marido no lo va a creer, ¿sabés?,<br />

porque nosotros somos íntimos de Domingo Geracci, ¿te su<strong>en</strong>a?, íntimo,<br />

él, de Luis Zanon, unos divinos, y Domingo ti<strong>en</strong>e una cabaña cerquita de<br />

la nuestra, <strong>en</strong> el lago Mari-M<strong>en</strong>uco, och<strong>en</strong>ta kilómetros de la capital, y si<br />

supieras cómo cocina Domingo, es bárbaro, y lo simpático que es, no,<br />

dejáte de embromar con los obreros de Zanon y v<strong>en</strong>íte mañana, cuando<br />

quieras, a comer las truchas que prepara Domingo, ¿sabés pescar?, y si<br />

no sabés no importa, nos metemos <strong>en</strong> el yate y allá vamos, dále, v<strong>en</strong>íte,<br />

por favor, ellos van a estar felices de conocerte ...<br />

Ahora, <strong>en</strong> el interior de un auto, camino a la fábrica, le cu<strong>en</strong>to a Juan el<br />

episodio. ¿Te das cu<strong>en</strong>ta?, digo, no m<strong>en</strong>os de cuar<strong>en</strong>ta pasajeros y justo<br />

me tocó esa mina. Ríe. No cree <strong>en</strong> las casualidades; Geracci, me dice, es<br />

un personaje siniestro; <strong>en</strong> los papeles, era jefe de los obreros de<br />

albañilería de la fábrica, pero <strong>en</strong> realidad era la mano derecha, el buchón<br />

de Luis Zanon padre, no trabajaba nunca, se dedicaba a espiar, nomás.<br />

Juan echa risitas. “Todos lo llamábamos Rama Seca, porque estaba al<br />

pedo <strong>en</strong> la planta”. Juan es un hombre jov<strong>en</strong>, flaco, <strong>en</strong> extremo<br />

reservado; lo conocí <strong>en</strong> Bu<strong>en</strong>os Aires durante la visita que un grupo de<br />

trabajadores de Zanon hizo a Brukman. Dejamos atrás las calles c<strong>en</strong>trales<br />

de Neuquén y, por la ruta, nos dirigimos hacia la fábrica, situada <strong>en</strong> las<br />

afueras. El frío, pese al sol y el cielo abierto, y a la calefacción que Juan<br />

ha puesto a funcionar <strong>en</strong> el auto, es implacable, se <strong>en</strong>tremete por toda<br />

<strong>parte</strong>. El predio donde <strong>está</strong> as<strong>en</strong>tada la fábrica es inm<strong>en</strong>so; ya <strong>en</strong> la<br />

<strong>en</strong>trada tropezamos con Raúl Godoy, que me saluda con sincero afecto, y<br />

un grupo de delegados de la fábrica. Están malhumorados, presas de la<br />

perturbación, prontos a iniciar una urg<strong>en</strong>te reunión a causa de las<br />

declaraciones que los Zanon, padre e hijo, han formulado <strong>en</strong> los diarios<br />

<strong>La</strong> Mañana y Río Negro. Juan me alcanza los periódicos. “P<strong>en</strong>samos<br />

que t<strong>en</strong>íamos un conflicto gremial, pero estamos fr<strong>en</strong>te a un movimi<strong>en</strong>to<br />

político”, ha dicho Zanon hijo, y añadió: “Godoy ti<strong>en</strong>e aspiraciones<br />

<strong>política</strong>s, podría tirarse a diputado o gobernador. Y arrastra a un montón<br />

de personas desesperadas. Están cometi<strong>en</strong>do un delito”. Don Luigi, el<br />

padre, razonó: “Si no nos dejan trabajar <strong>en</strong> nuestra empresa, ¿ante qué<br />

estamos?, ¿una confiscación?, ¿una expropiación?”. Un jov<strong>en</strong> alto, de<br />

anteojos, se ha puesto a leer por sobre mi hombro. Es Mariano Pedrero,<br />

abogado del sindicato. Están preparando el terr<strong>en</strong>o para un futuro<br />

desalojo, me dice, y sería ilegal porque el lock out no es una multa, es<br />

96


una cond<strong>en</strong>a por un delito cometido por los Zanon. Están de remate si<br />

cre<strong>en</strong> que vamos a r<strong>en</strong>unciar a los fallos judiciales, que nos fueron<br />

favorables, com<strong>en</strong>ta con <strong>en</strong>ojo Godoy. Se disculpan; deb<strong>en</strong> com<strong>en</strong>zar la<br />

reunión; después dispondremos de tiempo para hablar mejor. Quedo <strong>en</strong><br />

manos de Alejandro, un obrero que da la impresión de conocer con todo<br />

detalle el funcionami<strong>en</strong>to de cada una de las áreas de la fábrica, por las<br />

que empieza a conducirme, sin ocultar cierto arrobami<strong>en</strong>to, como si fuera<br />

el propietario, y de hecho, hoy, ahora, es uno de los dosci<strong>en</strong>tos set<strong>en</strong>ta<br />

dueños; el sistema de pr<strong>en</strong>sado, el trabajo con la arcilla, los secretos del<br />

manejo de los robots, las distintas fases del proceso con sales y esmaltes,<br />

el sector del porcellanato. Me muestra piezas de distinta naturaleza; la<br />

solidez y calidad de los cerámicos, son estup<strong>en</strong>das. En tanto recorremos<br />

la planta, una larga fila de trabajadores bulliciosos concita mi at<strong>en</strong>ción; es<br />

día de pago, explica Alejandro. Me det<strong>en</strong>go, <strong>en</strong>tonces, a observarlos, y<br />

mi<strong>en</strong>tras lo hago pi<strong>en</strong>so que, de no haber sido por la <strong>en</strong>trega y la lucha<br />

de todas esas personas que ahora, de cara a una v<strong>en</strong>tanilla, <strong>está</strong>n<br />

aguardando el cobro de su salario con visible gozo, bi<strong>en</strong> podría haberme<br />

<strong>en</strong>contrado con una esc<strong>en</strong>a que <strong>en</strong> estos días se repite <strong>en</strong> ci<strong>en</strong>tos de<br />

rincones del país: un galpón <strong>en</strong> ruinas, vacío, consumido por la maleza y<br />

las telarañas. En la sala de <strong>en</strong>fermería, adonde me ha llevado Alejandro<br />

con el fin de exhibirme el acuerdo que han firmado con la Universidad del<br />

Comahue sobre asist<strong>en</strong>cia técnica, me sorpr<strong>en</strong>de Carlos Acuña, jefe de<br />

pr<strong>en</strong>sa de Zanon, un hombre morrudo, cordial e inquieto, que también he<br />

podido conocer <strong>en</strong> Bu<strong>en</strong>os Aires. Han resuelto dirigirse de inmediato hacia<br />

los medios de comunicación para responder a las acusaciones; propone<br />

que me incorpore a la comitiva: él, Raúl Godoy, Juan y Mariano. Raúl es<br />

más jov<strong>en</strong> de lo que había supuesto, quizá treinta y pico; debe de medir<br />

poco más de un metro ses<strong>en</strong>ta, barba candado, pañoleta de telar, negra,<br />

<strong>en</strong>roscada al cuello, gorra con la visera echada hacia atrás; ojos de un<br />

azul <strong>en</strong>c<strong>en</strong>dido, avispados. Aunque don Luigi opine lo contrario, se me<br />

antoja un hombre inof<strong>en</strong>sivo y dec<strong>en</strong>te. En el trayecto hablamos de modo<br />

superficial acerca del libro, las presiones que sufr<strong>en</strong> constantem<strong>en</strong>te, los<br />

logros que han alcanzado <strong>en</strong> estos meses, por ejemplo haber aum<strong>en</strong>tado<br />

la producción y pagado <strong>en</strong> término las facturas de gas y <strong>en</strong>ergía eléctrica,<br />

algo que con anterioridad a la toma no ocurría a m<strong>en</strong>udo; por lo demás,<br />

muy probablem<strong>en</strong>te apliqu<strong>en</strong> a Luis Zanon un certero y doloroso sopapo<br />

<strong>en</strong> las próximas semanas: el empleo de nuevos trabajadores. Raúl se<br />

<strong>en</strong>tusiasma cuando le refiero mi paso por Mosconi; ha estado allá y<br />

conocido a Pepino Fernández. Quedé maravillado, dice. <strong>La</strong> sala del diario<br />

<strong>La</strong> Mañana, donde nos recibe un periodista muy jov<strong>en</strong>, causa escalofrío<br />

y una at<strong>en</strong>dible gana de mandarse mudar; retratos de Carlos M<strong>en</strong>em y<br />

Julio Ramos, propietario del periódico, despid<strong>en</strong> su imborrable hálito de<br />

malamuerte desde cada una de las paredes. Pese a todo, aj<strong>en</strong>os a<br />

97


tamaña vigilancia, durante una hora Raúl y Mariano se abandonan a un<br />

discurso claro y elocu<strong>en</strong>te que el jov<strong>en</strong> periodista graba, y cuyos pasajes<br />

más relevantes anota <strong>en</strong> una libreta; los escritos judiciales que han<br />

desplegado sobre la mesa, y que Mariano explica y desm<strong>en</strong>uza con<br />

didáctica amabilidad, son irrefutables: los dichos de don Luigi Zanon <strong>está</strong>n<br />

fundados <strong>en</strong> el arrebato, el <strong>en</strong>gaño y, acaso, la ignorancia. Por fin, luego<br />

de asistir a la reiteración del acto <strong>en</strong> las oficinas del diario Río Negro, le<br />

pido a Juan que me acerque al hotel; después de todo, son las seis de la<br />

tarde, no he almorzado, <strong>en</strong> el cuerpo no t<strong>en</strong>go más que tabaco y mate,<br />

salí de Bu<strong>en</strong>os Aires veintidós horas atrás y todavía no he t<strong>en</strong>ido la<br />

oportunidad de <strong>en</strong>cerrarme <strong>en</strong> un baño a mis anchas. Me mira con<br />

desconcierto ¿Te parece?, no, mejor vamos para casa, tomamos unos<br />

mates, charlamos un poco, o, si preferís, descansás un rato, porque no<br />

podés dejarnos plantados, ¿no te com<strong>en</strong>té lo del asado?, esta noche, <strong>en</strong><br />

casa, para recibirte como corresponde, vi<strong>en</strong><strong>en</strong> unos compañeros de la<br />

fábrica, además, vivo <strong>en</strong> la ciudad de C<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ario, no es lejos y el hotel<br />

queda cerquita, después del asado te llevo, ¡vamos, compañero! A partir<br />

de ese mom<strong>en</strong>to mis recuerdos se tornan confusos, fragm<strong>en</strong>tarios. <strong>La</strong><br />

casa s<strong>en</strong>cilla de Juan; la afectuosidad de su mujer, Claudia; los llantos del<br />

hijo, Franco; el fuego para el asado con leños de manzano; la llegada de<br />

un tal Rata con kilos de carne y una damajuana de vino a cuestas; el<br />

primer trago; los sucesivos abrazos con una dec<strong>en</strong>a de hombres que<br />

empiezan a repletar el patio helado, Carlos, Pablo, el Vasco ..., la calidez y<br />

curiosidad ante mi pres<strong>en</strong>cia, y sus animadas charlas sobre cómo<br />

aum<strong>en</strong>tar la producción, bajar los precios y contratar más obreros, y el<br />

atorrante de don Luigi que les <strong>en</strong>torpece la v<strong>en</strong>ta con acciones injustas, y<br />

los obreros subrayando la conducta de Godoy, que a pesar de su<br />

militancia <strong>en</strong> el PTS jamás ha int<strong>en</strong>tado utilizar <strong>política</strong>m<strong>en</strong>te el conflicto;<br />

el asado de tira, un delicioso matambre, más vino tinto; un partido de<br />

truco perdido; el cántico: ¡qué se vayan todos, que no quede ni uno solo!,<br />

porque hay que construir desde abajo, y más vino, y, por sobre todas las<br />

cosas, la difusa imag<strong>en</strong> del grandote Pablo ocupando el c<strong>en</strong>tro de la<br />

reunión a fuerza de ocurr<strong>en</strong>cias, aparatosos bailoteos y anécdotas<br />

hilarantes. Si mal no recuerdo, son las tres de la madrugada cuando caigo<br />

r<strong>en</strong>dido <strong>en</strong> una cama; pero tardo unos minutos <strong>en</strong> alcanzar el sueño. Es<br />

que del patio llegaban ruidosas carcajadas, bromas hacia el porteño que<br />

no ti<strong>en</strong>e aguante, y la proposición que, creo, Pablo largó a viva voz y, a<br />

juzgar por el ruido de un par de motores, y el abrupto y plac<strong>en</strong>tero<br />

sil<strong>en</strong>cio, se impuso: “¡Vamos, compañeros, no me sean maricas, vamos a<br />

seguirla <strong>en</strong> algún boliche de Neuquén!”.<br />

Domingo 16<br />

98


Despierto, poco después del mediodía, <strong>en</strong> la cama del hijo de Juan;<br />

resaca feroz, de alcohol y tabaco, de charla y novedad, de fatiga<br />

acumulada al cabo de tantos desplazami<strong>en</strong>tos. En la cocina, Juan toma<br />

mate, mastica, parsimonioso, ido, un bizcocho de grasa, y de manera<br />

maquinal hace zapping <strong>en</strong> el televisor, mirando sin ver, pues ti<strong>en</strong>e el<br />

aspecto de un hombre derrotado por los excesos de anoche. Al advertir<br />

mi pres<strong>en</strong>cia se incorpora, me felicita, me besa una mejilla. ¿Por? Día del<br />

padre. Ah, claro, por supuesto, razón por la cual retribuyo el fraternal<br />

saludo. En los diarios <strong>La</strong> Mañana y Río Negro nos ponemos a buscar la<br />

versión que, imaginamos, han publicado de las <strong>en</strong>trevistas que ayer por la<br />

tarde le hicieron a Godoy. El resultado de la búsqueda me decepciona. El<br />

Río Negro ha sabido comp<strong>en</strong>diar <strong>en</strong> unas pocas líneas el sinfín de<br />

palabras que Raúl soltó durante una hora de grabación; <strong>La</strong> Mañana, <strong>en</strong><br />

cambio, ha sido más ecuánime y publicado, someram<strong>en</strong>te, algunas de las<br />

frases más relevantes. De pronto llega Claudia de la calle, el cuerpo<br />

aterido, nariz <strong>en</strong>rojecida, estregándose las manos con sevicia; de la<br />

cartera extrae un paquete <strong>en</strong>vuelto <strong>en</strong> papel de regalo y me lo <strong>en</strong>trega.<br />

Es un mate de madera, <strong>en</strong>tonces otro beso y el agradecimi<strong>en</strong>to y mi<br />

ruego: necesito instalarme <strong>en</strong> la habitación del hotel que Acuña me ha<br />

reservado; mi vida por una ducha cali<strong>en</strong>te, por un sitio <strong>en</strong> el que pueda<br />

<strong>en</strong>claustrarme un par de horas para recobrar el ali<strong>en</strong>to porque soy un<br />

estropicio. Juan compr<strong>en</strong>de de inmediato y me lleva <strong>en</strong> el auto hasta el<br />

hospedaje. El hotel <strong>está</strong> situado <strong>en</strong> la ruta, <strong>en</strong> la <strong>en</strong>trada a la ciudad<br />

C<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ario; se llama Sayhueque y, al decir del conserje, lleva ese nombre<br />

<strong>en</strong> hom<strong>en</strong>aje a al cacique Vic<strong>en</strong>te Sayhueque (“El Señor de los <strong>La</strong>nares”),<br />

último de los jefes indíg<strong>en</strong>as <strong>en</strong> r<strong>en</strong>dirse durante Conquista del Desierto,<br />

que <strong>en</strong>cabezó un g<strong>en</strong>ocida llamado Julio Roca. <strong>La</strong> etapa más cru<strong>en</strong>ta de<br />

la Conquista, o Campaña del Desierto, finalizó <strong>en</strong> 1881 con el<br />

sometimi<strong>en</strong>to de catorce mil indíg<strong>en</strong>as y la expoliación de quince mil<br />

leguas. Ya <strong>en</strong> 1879, <strong>en</strong> un m<strong>en</strong>saje que dirigiera al país, Roca lo había<br />

advertido: “Es necesario ir directam<strong>en</strong>te a buscar al indio a su guarida,<br />

para someterlo o expulsarlo”.<br />

En la tarde, Raúl Godoy pasa a buscarme por el hotel <strong>en</strong> el auto de su<br />

cuñado. En su rostro hay felicidad, <strong>está</strong> de muy bu<strong>en</strong> talante. Sus hijas le<br />

han regalado lo que más deseaba, un pañuelo palestino y una polera de<br />

lana negra, que ahora viste bajo un jardinero de jean. Le narro el asado<br />

de la noche anterior, los últimos recuerdos de la trasnochada que todavía<br />

perduran <strong>en</strong> mi memoria. Ríe. “Me parece que más de un compañero me<br />

va a pedir asilo matrimonial esta noche”. Ya <strong>en</strong> el living de la casa de su<br />

hermana, también <strong>en</strong> C<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ario, ciudad donde, he comprobado, reside<br />

bu<strong>en</strong>a <strong>parte</strong> de los trabajadores de Zanon, Raúl se acomoda <strong>en</strong> la esquina<br />

del sofá, la pantorrilla de la pierna derecha cruzada bajo el trasero. Me<br />

ofrece un mate, mira de soslayo el grabador. “¿Empezamos?”. Sí, desde<br />

99


luego. Su voz es límpida y grave, precisa <strong>en</strong> la <strong>en</strong>tonación y <strong>en</strong> las<br />

pausas, como la de un bu<strong>en</strong> locutor. Acompaña las palabras con gestos y<br />

muecas delicados que sólo cobran mayor vivacidad cuando hace<br />

refer<strong>en</strong>cia al inicio del conflicto <strong>en</strong> la fábrica y los posteriores sucesos.<br />

* * *<br />

“Mi vieja era obrera empacadora de fruta; <strong>en</strong>tró a trabajar <strong>en</strong> un galpón y<br />

se jubiló el año pasado después de 36 años de laburo. Nos crió a<br />

nosotros, tres hermanos, yo el más chico; se separó cuando estaba<br />

embarazada de mí, así que nos tuvo que bancar a los tres desde el 65,<br />

cuando nací. Vivíamos con mis abuelos, chil<strong>en</strong>os. Mis hermanos y yo<br />

empezamos a laburar a la misma edad, a los doce años. Mi hermana<br />

empezó at<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do <strong>en</strong> una panadería; mi hermano se metió <strong>en</strong> un galpón<br />

de empaque, y yo empecé a laburar <strong>en</strong> una chacra, <strong>en</strong> Río Negro. A la<br />

escuela iba a la mañana y a la tarde laburaba, y así me bancaba los<br />

estudios. En la chacra era jardinero, podaba las rosas, transplantaba las<br />

plantas y <strong>en</strong> invierno cortaba leña y era el peón de la casa. Sabía bastante<br />

del trabajo de jardinero; hasta el día de hoy mi vieja y mi tía me jod<strong>en</strong><br />

para que les pode las rosas, todavía hoy confían <strong>en</strong> mi mano. Ahí laburé<br />

desde los doce hasta que terminé la secundaria, y <strong>en</strong> esa familia había<br />

una abuela, una señora chil<strong>en</strong>a que había hecho la chacra desde abajo,<br />

que t<strong>en</strong>ía muy bu<strong>en</strong>a onda conmigo y siempre me decía que si yo quería<br />

seguir estudiando ella me iba a dar una mano. Cuando terminé la<br />

secundaria me preguntó si quería seguir estudiando, le dije que sí, y me<br />

dijo que ella me iba a ayudar para seguir, y <strong>en</strong>tonces me fuí a <strong>La</strong> Plata a<br />

estudiar Medicina. Cuando llegué allá empecé a t<strong>en</strong>er alguna actividad <strong>en</strong><br />

la Universidad, por el ingreso irrestricto y esas cosas, pero mi familia se<br />

<strong>en</strong>teró y me dieron un ultimatum: o me dedicaba a estudiar o me volvía.<br />

Les dije que no estaba <strong>en</strong> v<strong>en</strong>ta. Me cortaron todos los víveres. Y <strong>en</strong>cima<br />

falleció la abuela, la señora chil<strong>en</strong>a. Mi familia no t<strong>en</strong>ía nada que ver con<br />

la <strong>política</strong>, mi vieja toda la vida estuvo <strong>en</strong> la Iglesia, y yo también trabajé<br />

<strong>en</strong> la Iglesia con la onda del obispo Jaime De Nevares. Cuando era más<br />

chico, a los once o doce años, hacíamos laburo <strong>en</strong> los barrios, <strong>en</strong> las<br />

villas, que no eran muchas, pero había mucho trabajador semirural, así<br />

que juntábamos ropa y se les llevaba al campo. Los fines de semana<br />

hacíamos eso. Yo lloré con la muerte de Perón, estaba <strong>en</strong> la escuela<br />

primaria. Como mi vieja iba mucho a la Iglesia, nos mandaba a una<br />

escuela parroquial que había acá <strong>en</strong> C<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ario, era privada aunque<br />

accesible. Cuando muere Perón la mitad de los pibes festejaban y la <strong>otra</strong><br />

mitad <strong>está</strong>bamos conmovidos, por el quilombo, además cerraron el<br />

colegio, nos mandaron de vuelta a casa. No lloraba por nada político, era<br />

más bi<strong>en</strong> s<strong>en</strong>tim<strong>en</strong>tal, además yo algunas marchas veía <strong>en</strong> esa época y la<br />

100


historia de los descamisados y la historia de la g<strong>en</strong>te humilde peleando<br />

era algo que de alguna manera me llegaba. En mi familia no había ningún<br />

militante político, salvo militantes de la Iglesia. Después, con la dictadura,<br />

no t<strong>en</strong>ía mucha noción. Sí se s<strong>en</strong>tía un poco de agobio. Acá <strong>en</strong> Neuquén<br />

lo que más se sintió fue por la pres<strong>en</strong>cia de chil<strong>en</strong>os, y <strong>en</strong> esa época pintó<br />

bastante x<strong>en</strong>ofobia, y eras una minoría. Lo que sí se veía es el tema de<br />

los operativos, caían camiones con milicos a la plaza y se distribuían y<br />

empezaban casa por casa, <strong>en</strong> operativos de rastrillaje. Yo no tuve<br />

familiares ni nada desaparecidos. Mi abuela me solía contar que t<strong>en</strong>emos<br />

un familiar desaparecido <strong>en</strong> Chile, era un militar a favor de All<strong>en</strong>de, y<br />

cuando fue el golpe lo desaparecieron. Eso es lo más cercano de mi <strong>parte</strong>.<br />

Graciela, mi compañera, sí, ella ti<strong>en</strong>e una hermana desaparecida. Una hija<br />

del papá. Al principio para mí la mano v<strong>en</strong>ía más por un cambio social,<br />

más por el lado de la religión. Mis primeros años de actividad fueron <strong>en</strong> la<br />

Iglesia, y viéndolo retrospectivam<strong>en</strong>te era una militancia, hacíamos<br />

reuniones, grupos juv<strong>en</strong>iles. Acá pesó mucho el tema de De Nevares. En<br />

las reuniones que hacíamos acá, cuando yo era un pibe de trece, catorce<br />

años, hacíamos reuniones <strong>en</strong> la iglesia donde participaban activistas de la<br />

UOCRA. Porque se vino la dictadura y los tipos buscaron un lugar para<br />

reunirse. En las reuniones de distintas comisiones, de padres o jóv<strong>en</strong>es,<br />

me acuerdo que había tipos que eran activistas, o delegados, y se<br />

refugiaban un poco ahí. Ese era el ámbito para juntarse. El gremio de<br />

doc<strong>en</strong>tes de Neuquén, At<strong>en</strong>, se fundó <strong>en</strong> la iglesia. <strong>La</strong> iglesia acá canalizó<br />

muchísimo. El concepto de que la sociedad es injusta y que así no se<br />

puede vivir, vi<strong>en</strong>e un poco de ahí, después el cambio fue <strong>en</strong> p<strong>en</strong>sar cuál<br />

es la forma y el método. El salto cualitativo mío fue cuando me fui de acá<br />

y <strong>en</strong> <strong>La</strong> Plata empecé a conocer el marxismo. Eso, junto con conocer allá<br />

la <strong>otra</strong> cara, conocer <strong>en</strong> <strong>La</strong> Plata lo que fue el monseñor Plaza, la Iglesia<br />

como institución. Ahí empecé a ver las cosas con <strong>otra</strong> óptica. <strong>La</strong><br />

democracia fue medio borrachera de ilusiones. Hubo un florecimi<strong>en</strong>to,<br />

una época <strong>en</strong> que todo el mundo t<strong>en</strong>ía que estar <strong>en</strong> algún partido o <strong>en</strong><br />

alguna agrupación. Había una onda de participar. Todos los partidos, por<br />

más chiquitos que fueran, t<strong>en</strong>ían participación, había movilización. Yo me<br />

fui justo <strong>en</strong> esa transición. Yo me fui a <strong>La</strong> Plata cuando volvió la<br />

democracia, y estaba el tema de las peñas, del debate ideológico, fue un<br />

florecimi<strong>en</strong>to grande. Un cambio bastante brutal. Y bu<strong>en</strong>o, fue esa<br />

borrachera, que se frustró después cuando se empezó a ver que estaban<br />

siempre los mismos atrás, que fueron cambios superficiales porque <strong>en</strong> el<br />

fondo la mecánica era la misma. Yo hice los dos años de medicina,<br />

después dejé, empecé a trabajar <strong>en</strong> una gomería, después <strong>en</strong> una<br />

heladería, siempre <strong>en</strong> <strong>La</strong> Plata, y <strong>en</strong> el medio conocí a Graciela. Ella<br />

también hacía Medicina y era de acá, de Neuquén, pero militaba <strong>en</strong> una<br />

agrupación peronista de la facultad, y yo <strong>en</strong>tré <strong>en</strong> el MAS <strong>en</strong> aquellos<br />

101


años. Entonces discutíamos, debatíamos. En <strong>La</strong> Plata había c<strong>en</strong>tro de<br />

estudiantes, había toda una comunidad neuquina que <strong>en</strong> aquella época<br />

era grande. Había una casa <strong>en</strong> donde se otorgaban becas para pibes de<br />

Neuquén que querían ir a estudiar y t<strong>en</strong>ían lugar <strong>en</strong> esa casa, <strong>en</strong> la<br />

Agrupación Universitaria Neuquina, te daban una beca y te daban<br />

habitación. Estaba bu<strong>en</strong>o. A partir del 93, del 94, empecé a estar muy mal<br />

de guita. Había perdido el trabajo, estaba haci<strong>en</strong>do changas, ya t<strong>en</strong>íamos<br />

dos hijas, no t<strong>en</strong>ía laburo. Mi cuñado y mi familia me decían que volviese<br />

a Neuquén, pero a mí no me cabía. Neuquén me gusta pero yo me había<br />

<strong>en</strong>cariñado con las movidas de allá, t<strong>en</strong>ía toda mi vida allá. Fueron nueve<br />

años <strong>en</strong> <strong>La</strong> Plata y ya me había aquer<strong>en</strong>ciado. Pero mi cuñado, que hoy<br />

ti<strong>en</strong>e 22 años de antigüedad <strong>en</strong> la fábrica, me dice v<strong>en</strong>ite, que voy a<br />

hacer lo necesario para que <strong>en</strong>tres a Zanon. Me v<strong>en</strong>go, estuve un mes<br />

haci<strong>en</strong>do changas, y <strong>en</strong>tré a trabajar <strong>en</strong> Zanon. Primero fui operario,<br />

operaba maquinarias, porque t<strong>en</strong>ía ya anteced<strong>en</strong>tes de laburar <strong>en</strong><br />

petroquímica G<strong>en</strong>eral Mosconi, <strong>en</strong> <strong>La</strong> Plata; había hecho servicios<br />

g<strong>en</strong>erales, había sido ayudante de mecánico, había estado <strong>en</strong> soldadura,<br />

era bastante dúctil, y me tomaron. Tuve suerte. Entré <strong>en</strong> el 93, <strong>en</strong> la<br />

época de Cavallo, y nunca había trabajado <strong>en</strong> una fábrica con una<br />

exig<strong>en</strong>cia tan terrible como acá. Había estado <strong>en</strong> varios lugares, pero<br />

laburo como este, a nivel de vigilancia, de ritmo, de explotación, nunca<br />

había visto algo así. Eramos más de cuatroci<strong>en</strong>tos empleados. Y nos<br />

mataban. T<strong>en</strong>íamos cuatro contratos de seis meses. A los seis meses te<br />

podían echar sin indemnización ni nada. Porque t<strong>en</strong>ían un arreglo con la<br />

burocracia. Eran una máquina de echar g<strong>en</strong>te; <strong>en</strong>trabas por un lado y<br />

salías por el otro. Los primeros seis meses, prácticam<strong>en</strong>te no tuve franco;<br />

era de lunes a lunes, 16 horas por día; <strong>en</strong>traba a las seis de la mañana y<br />

salía a las diez de la noche. Te quedaban ocho horas, y de esas perdías<br />

una hora de viaje para ir, <strong>otra</strong> para volver al trabajo, y <strong>en</strong> esas seis horas<br />

que t<strong>en</strong>ías de vida había que comer, bañarse, dormir, y si t<strong>en</strong>ías un poco<br />

de suerte, cada tanto una alegría. Fue terrible, t<strong>en</strong>íamos un accid<strong>en</strong>te<br />

cada tres días, mutilación de dedos, y esas cosas. Yo, cuando vi eso, me<br />

quería matar, porque p<strong>en</strong>saba que no podía perder una mano acá.<br />

Además, si vos te accid<strong>en</strong>tabas era culpa tuya y <strong>en</strong>tonces te echaban.<br />

Han pasado cosas terribles. A un compañero lo agarró el jefe de<br />

seguridad e higi<strong>en</strong>e, y el compañero se había accid<strong>en</strong>tado, una máquina<br />

lo apretó y fue jodido, y el tipo este para castigarlo lo puso <strong>en</strong> el c<strong>en</strong>tro<br />

del sector del porcelanato, y el compañero era tartamudo, y el capanga le<br />

dió el libro de seguridad e higi<strong>en</strong>e para que lo leyera <strong>en</strong> vos alta. Parecía<br />

nazi. Era de terror. Por eso cuando <strong>en</strong>tramos nosotros, <strong>en</strong>tramos con los<br />

tapones de punta, y siempre fuimos ásperos de <strong>en</strong>trada porque era la<br />

única forma de pararle la mano a este hijo de puta. Primero estuve un par<br />

de años callado, porque la dirig<strong>en</strong>cia sindical era acorde a las necesidades<br />

102


de la empresa. <strong>La</strong> ceramista no era una burocracia como la de la UOM, de<br />

tipos que se <strong>en</strong>riquecían. Los privilegios pasaban por lugares más<br />

mezquinos, hasta el último perejil de la comisión directiva podía hacer<br />

cualquier cosa, se retiraba cuando quería, si no quería no iba a laburar, o<br />

se iba a la oficina gremial y boludeaba todo el día, t<strong>en</strong>ía más acceso a<br />

crédito y mutual. Salvo un par que t<strong>en</strong>ían un nivel de vida más alto, pero<br />

el resto def<strong>en</strong>dían sus privilegios miserables. Los acuerdos eran increíbles.<br />

A Zanon se la conocía como la fábrica modelo <strong>en</strong> donde nunca pasaba<br />

nada, todos p<strong>en</strong>saban que era un paraíso. Pero era un sil<strong>en</strong>cio de tumba.<br />

No porque no pasaban cosas, sino porque no había nadie para<br />

d<strong>en</strong>unciarlo. Nosotros, los que nos empezamos a juntar para dar vuelta<br />

esta historia, tuvimos que empezar a juntarnos afuera de la fábrica.<br />

Ad<strong>en</strong>tro era peligroso y estaba prohibido; si se reunían más de dos<br />

compañeros, los fichaba el sindicato, los fichaba el supervisor. Para ganar<br />

la comisión interna por primera vez, <strong>en</strong> el 98, hicimos un campeonato de<br />

fútbol metropolitano de todo el año, y ahí pudimos hablar todos los<br />

compañeros, cada domingo. Hicimos un campeonato de toda la fábrica,<br />

<strong>en</strong>tonces cada sector t<strong>en</strong>ía que pres<strong>en</strong>tar un equipo, y cada equipo t<strong>en</strong>ía<br />

su delegado, <strong>en</strong>tonces nosotros hacíamos las reuniones con los delegados<br />

del equipo para armar el tema de los trofeos, del comité de disciplina del<br />

campeonato, pero nos servía para llegar hasta el último compañero de la<br />

fábrica. Ad<strong>en</strong>tro, no t<strong>en</strong>íamos permiso ni para ir al baño. T<strong>en</strong>és los<br />

caminos marcados. Con rojo te marcaban los lugares donde había<br />

máquinas automáticas y t<strong>en</strong>ías que ir con más cuidado, y los azules son<br />

los recorridos que podés hacer. Antes, la g<strong>en</strong>te de hornos t<strong>en</strong>ía ropa roja,<br />

la de los electricistas era verde, y así. De esa manera id<strong>en</strong>tificaban si<br />

había uno de otro sector <strong>en</strong> un lugar que no le correspondía. Era como<br />

una cárcel. Yo t<strong>en</strong>ía a los tipos ahí arriba, todo el día, porque donde<br />

laburo, <strong>en</strong> las cargadoras, es un sector recomplicado, nadie quería laburar<br />

ahí, y hasta hoy sigo pert<strong>en</strong>eci<strong>en</strong>do a ese sector. Arriba t<strong>en</strong>ías a los<br />

ger<strong>en</strong>tes, todos t<strong>en</strong>ían peceras, y los tipos te miraban mi<strong>en</strong>tras laburabas,<br />

y abajo estaban las oficinas de los electricistas y estaba la burocracia, los<br />

tipos de la directiva de los sindicatos. T<strong>en</strong>ía una doble vigilancia. Cuando<br />

saltó todo el lío, las protestas, la toma de la fábrica, Zanon y sus amigos<br />

me acusaban de que había sido muy profesional mi laburo porque nunca<br />

me habían descubierto hablando con algui<strong>en</strong>. ¿Como podía ser que<br />

durante todos esos años nunca había dado ninguna muestra y de rep<strong>en</strong>te<br />

había resultado ser todo un hijo de puta para ellos? En esa época, el que<br />

hablaba se iba. Y todo el tiempo se despedía g<strong>en</strong>te. Ahora trabajan 270<br />

personas y ganamos todos igual, 800 pesos clavados. Votamos <strong>en</strong><br />

asamblea el mismo sueldo para todos, un techo. Hubo un mes <strong>en</strong> que lo<br />

superamos y llegamos a cobrar mil, y <strong>en</strong> otro no llegamos y cobramos<br />

750, y si se supera, guardamos la guita para reinvertirla. Capaz que hoy<br />

103


algunos se quejan, porque no es fácil, algunos compañeros ti<strong>en</strong><strong>en</strong> clara la<br />

situación, pero otros dic<strong>en</strong>: ché, estamos laburando y <strong>en</strong>cima estamos<br />

nosotros al fr<strong>en</strong>te de la fábrica, <strong>en</strong>tonces aum<strong>en</strong>témonos los sueldos.<br />

Algunos ti<strong>en</strong><strong>en</strong> esa concepción, y pid<strong>en</strong> siempre más. Entonces t<strong>en</strong>és que<br />

explicar, mirá, estamos <strong>en</strong> Arg<strong>en</strong>tina y sigue el capitalismo, estamos<br />

peleando. Y todo lo hicimos sin ninguna solidaridad de las c<strong>en</strong>trales<br />

sindicales, ni de la CGT ni de ninguna <strong>otra</strong> c<strong>en</strong>tral. Con la CTA hay diálogo<br />

pero es bastante hueco, es medio monólogo. Al principio tuvieron mucha<br />

onda con nosotros, pusieron <strong>parte</strong> de su aparato cuando <strong>está</strong>bamos por<br />

recuperar el sindicato, pero ellos t<strong>en</strong>ían la idea de que <strong>en</strong>tremos <strong>en</strong> la<br />

CTA. Nosotros les decíamos, mirá, laburemos juntos pero para qué nos<br />

vamos a casar, salgamos, seamos novios nomás, porque a nosotros no<br />

nos gusta participar de su cuerpo orgánico, odiamos esas cosas, no nos<br />

cierran, y m<strong>en</strong>os ahora con el tema del Fr<strong>en</strong>apo y todo eso, <strong>está</strong> muy<br />

lejos nuestro. En Neuquén hemos compartido piquetes, represiones,<br />

juntos hemos liberado a compañeros presos, pero no hay mucho acuerdo<br />

político ni mucho acuerdo profundo. Ellos ti<strong>en</strong><strong>en</strong> otro proyecto y sab<strong>en</strong><br />

que a nosotros no nos pued<strong>en</strong> absorber ni organizar. Para nosotros, el<br />

Fr<strong>en</strong>apo es igual al Frepaso pero con un sindicato como la CTA ad<strong>en</strong>tro,<br />

así lo veo yo. <strong>La</strong>s elecciones para mí no son salida de nada. Es <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>er.<br />

Se terminó el Mundial y pued<strong>en</strong> v<strong>en</strong>ir ahora las elecciones para<br />

<strong>en</strong>tret<strong>en</strong>er. Sí, pued<strong>en</strong> servir un poco para medir <strong>en</strong> qué <strong>está</strong> la g<strong>en</strong>te,<br />

qué <strong>está</strong> dispuesta a apoyar. Para más nada. Para mí, la mano pasa por la<br />

organización de los trabajadores, todos, los ocupados y los desocupados.<br />

<strong>La</strong>s asambleas ti<strong>en</strong><strong>en</strong> un límite. Yo veo que ni los piquetes solos, ni las<br />

cacerolas solas, ni el movimi<strong>en</strong>to obrero solo, ti<strong>en</strong><strong>en</strong> una salida. Nosotros<br />

hemos llegado a esa síntesis. Para nosotros hay que hacer la unidad de<br />

los distintos sectores. Hay que buscar que sea de la forma más<br />

democrática posible. Aún clase media, trabajadores, trabajadores con<br />

ahorro, todos <strong>está</strong>n de este lado. Los compañeros piqueteros ni hablar,<br />

son los que abrieron el camino, ellos hicieron el aguante. Y ahora, lo<br />

nuevo son las fábricas ocupadas. Esa es la unidad que necesitamos, no<br />

podemos cortarnos solos. Acá, <strong>en</strong> Neuquén, se ha dado algo muy<br />

particular. No hay asambleas barriales. No sé por qué. Creo que acá hubo<br />

otros organismos que han canalizado la bronca, la cal<strong>en</strong>tura, hay distintos<br />

espacios. Durante todo el verano estuvo funcionando una multisectorial,<br />

estaba la CTA, los doc<strong>en</strong>tes, g<strong>en</strong>te de la Universidad, <strong>está</strong>bamos<br />

nosotros, los ceramistas, estaban los compañeros desocupados, todos<br />

discuti<strong>en</strong>do <strong>en</strong> ámbitos abiertos. En la calle, con movilizaciones. Cuando<br />

<strong>en</strong> noviembre del año pasado metieron <strong>en</strong> cana a 19 compañeros<br />

nuestros, y nos reprimieron feo, pasamos de una movilización de<br />

dosci<strong>en</strong>tos compañeros a la mañana, a una de dos, tres mil personas a la<br />

tarde. Cuando vio esa movida, el juez nos liberó al segundo día. Y ahí vos<br />

104


veías g<strong>en</strong>te que no va a las marchas, pero ese día estaba. Fue algo<br />

espontáneo. Me acuerdo que <strong>en</strong> los medios nacionales se le daba toda la<br />

bola a Cavallo hablando, y <strong>en</strong> un recuadrito salía la represión <strong>en</strong><br />

Neuquén. Porque Neuquén ti<strong>en</strong>e su historia de luchas. Acá se dió el<br />

Choconazo. Fue el primer sindicato de la UOCRA que le sacamos a la<br />

burocracia. Los primeros piqueteros nacieron <strong>en</strong> Cutral-Có y tuvieron un<br />

impacto a nivel nacional. <strong>La</strong> primera coordinadora de desocupados, antes<br />

de eso, nació acá <strong>en</strong> Neuquén y agrupaba más de 25 barrios; tomaron el<br />

municipio, y cuando toman la casa de gobierno casi los matan, una<br />

represión impresionante. Ahí nació la ley 2128 de Neuquén, que es la de<br />

Plan Trabajar, nació con esa movida. Después estuvo la huelga de 37 días<br />

de los doc<strong>en</strong>tes, con cortes de pu<strong>en</strong>tes y todo. En Bu<strong>en</strong>os Aires me llevé<br />

muy bu<strong>en</strong>a impresión con lo de Brukman. Cuando int<strong>en</strong>tan desalojarlos,<br />

los que logran que se vayan los milicos y que los trabajadores retom<strong>en</strong> la<br />

fábrica, fueron las asambleas, más de 1.500 asambleístas <strong>en</strong> las puertas<br />

de Brukman. Ahí me di cu<strong>en</strong>ta que había algo <strong>en</strong> las asambleas, que<br />

t<strong>en</strong>ían su importancia, su significado. Ninguno de los sectores por su<br />

cu<strong>en</strong>ta <strong>está</strong> <strong>en</strong> condiciones hoy de dar vuelta la situación, y no hay<br />

solución corporativa. Es una discusión importante que se <strong>está</strong> dando <strong>en</strong><br />

muchas fábricas, cuando se da el debate sobre qué hacer: cooperativas,<br />

empr<strong>en</strong>dimi<strong>en</strong>tos propios, autogestión, o qué cuernos va a ser. Para<br />

nosotros es indisp<strong>en</strong>sable la formación de organismos alternativos; no<br />

darle la espalda a los sindicatos pero tampoco casarse con ninguno; no<br />

darle la espalda a las asambleas populares pero t<strong>en</strong>er <strong>en</strong> claro que<br />

tampoco es “el” organismo, y con respecto al corte de ruta es lo mismo,<br />

es un método bárbaro que nos ha dado muchísimo hasta acá, pero<br />

tampoco será la solución de fondo. Uno no quiere subestimar, ni decir<br />

que <strong>está</strong> mal cortar las rutas, porque la g<strong>en</strong>te se <strong>está</strong> muri<strong>en</strong>do de<br />

hambre <strong>en</strong> serio, lo def<strong>en</strong>demos a muerte porque corresponde, pero no<br />

creemos que esa es la salida, eso es un método. Con los compañeros del<br />

MTD de Neuquén nos hemos hecho el aguante mutuo, empezamos a<br />

hacer un laburo <strong>en</strong> común, sabíamos que t<strong>en</strong>íamos mucho que apr<strong>en</strong>der<br />

unos de los otros. Acá el gobierno trató de quebrar eso. Por ejemplo, <strong>en</strong><br />

los primeros cortes que hicimos junto con los compañeros del MTD, como<br />

con nosotros no podían, metieron <strong>en</strong> cana a todos los compañeros del<br />

MTD, que habían v<strong>en</strong>ido a apoyarnos. Ese mismo día, cuando deti<strong>en</strong><strong>en</strong> a<br />

los compañeros, nosotros nos metimos ad<strong>en</strong>tro de la comisaría con los<br />

bombos, con todo, <strong>en</strong> una situación bastante confusa; los compañeros<br />

que estaban ad<strong>en</strong>tro y los que <strong>está</strong>bamos afuera cantábamos las mismas<br />

consignas. Los tuvieron que largar. Fue impresionante, muy fuerte.<br />

Porque la solidaridad muchas veces es chamuyo. O es puntual o es por<br />

conv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>cia de un dirig<strong>en</strong>te u otro. Ahora fundamos la coordinadora del<br />

Alto Valle. Nosotros, doc<strong>en</strong>tes, trabajadores desocupados, <strong>otra</strong>s<br />

105


organizaciones que quier<strong>en</strong> cambiar el país, que luchan por la dignidad y<br />

el trabajo. No, si no articulamos las luchas, estamos muertos”.<br />

Lunes 17<br />

“El Cutralcazo fue fundam<strong>en</strong>tal”, me dice Juan al tiempo que, <strong>en</strong> vano,<br />

int<strong>en</strong>ta sintonizar una estación de radio. “Podría decirse que muchos de<br />

los nuevos movimi<strong>en</strong>tos del país lo tomaron como ejemplo de lucha”. No<br />

sé cómo diablos agradecerle semejante g<strong>en</strong>tileza; ha trabajado toda la<br />

noche, hasta las seis de la mañana, y ahora, las once ya, <strong>está</strong> a mi lado,<br />

garboso, ll<strong>en</strong>o de <strong>en</strong>ergía, conduciéndome <strong>en</strong> su auto hacia Cutral-Có,<br />

ciudad que, sufici<strong>en</strong>te fue anoche com<strong>en</strong>társelo al descuido, quería<br />

conocer, por su historia y con la idea de hacerme una escapada a la casa<br />

de los padres de Teresa Rodríguez. Pasamos por Plottier, luego S<strong>en</strong>illosa;<br />

la ruta es una infinita alameda de especies <strong>en</strong>cumbradas y raquíticas tras<br />

la cual se exti<strong>en</strong>d<strong>en</strong> miles de manzanos quemados por la helada. Durante<br />

el viaje sólo hablamos acerca de las sucesivas puebladas que han signado<br />

la historia de los últimos años de la ciudad. El primer Cutralcazo, <strong>en</strong> junio<br />

de 1996, espontánea reacción de los pobladores que resolvieron ganar las<br />

calles <strong>en</strong>terados de que el gobernador Sapag pret<strong>en</strong>día derogar un<br />

acuerdo con la empresa canadi<strong>en</strong>se Agrium para establecer una fábrica<br />

de fertilizantes; los piqueteros lograron no ya expulsar a los g<strong>en</strong>darmes,<br />

también la restitución de los servicios de gas y <strong>en</strong>ergía eléctrica a los<br />

desocupados y ci<strong>en</strong>tos de subsidios de desempleo. <strong>La</strong> pueblada de abril<br />

de 1997, cuando doc<strong>en</strong>tes, desocupados, estudiantes y coordinadoras de<br />

padres ocuparon las rutas y cortaron pu<strong>en</strong>tes a lo largo de tres días; la<br />

G<strong>en</strong>darmería y la policía provincial, aleccionadas por la derrota anterior,<br />

acrec<strong>en</strong>taron de manera inaudita el número de la tropa y, no conformes<br />

con el desalojo de la ruta, irrumpieron <strong>en</strong> la ciudad a la caza de<br />

piqueteros; el pueblo no lo toleró; más de quince mil personas salieron de<br />

su hogar para hacer fr<strong>en</strong>te a la dem<strong>en</strong>cial invasión; al cabo de la<br />

indiscriminada represión, y más allá de dec<strong>en</strong>as de heridos, <strong>en</strong> el asfalto<br />

de la ruta 17 quedó t<strong>en</strong>dido el cuerpo de Teresa Rodríguez, mujer de<br />

veinticinco años, casada, tres hijos, empleada doméstica, víctima del<br />

balazo que le disparó un ag<strong>en</strong>te de la policía. De todas las semillas<br />

confiadas a la tierra, escribió Balzac, la que mayores y más poderosos<br />

frutos rinde es la sangre vertida por los mártires. El asesinato de Teresa<br />

Rodríguez ha sido un cabal ejemplo, pues el simple grito de su nombre,<br />

no sólo <strong>en</strong> Cutral-Có, sino <strong>en</strong> todos los cantos del país, adquirió una<br />

magnitud imp<strong>en</strong>sada.<br />

En el acceso a Plaza Huincul me distrae la figura de un colosal<br />

dinosaurio, verdadera mole construída con varillas de hierro. Al pie, un<br />

gran cartel: “Plaza Huincul, cuna del dinosaurio más grande del mundo”.<br />

Veinte kilómetros más adelante, llegando a la plaza c<strong>en</strong>tral de Cutral-Có,<br />

106


nos <strong>en</strong>contramos con Albino Tricanao, militante de Izquierda Unida que<br />

ha vivido la cruda experi<strong>en</strong>cia del Cutralcazo y forma <strong>parte</strong> de un MTD.<br />

Innecesario es que refiera su asc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia mapuche; el pelo azabache,<br />

liso y brillante, el tono de su voz y los rasgos de su cara se <strong>en</strong>cargan de<br />

comunicármelo. Le sorpr<strong>en</strong>de mi visita. “Después de la pueblada vinieron<br />

todos. Hebe de Bonafini, los partidos de izquierda, todos; ahora es como<br />

que no hay nadie, se han olvidado, y la desocupación ya alcanza a doce<br />

mil personas, hay mucha bronca cont<strong>en</strong>ida, porque además hay ci<strong>en</strong>tos<br />

de procesados; cada dos semanas me citan a los tribunales, por at<strong>en</strong>tado<br />

a la autoridad <strong>en</strong> una, <strong>otra</strong> por no dejar des<strong>en</strong>volver normalm<strong>en</strong>te el<br />

funcionami<strong>en</strong>to del municipio; me han allanado la casa, pero nunca me<br />

han det<strong>en</strong>ido”. Albino ti<strong>en</strong>e 33 años, diez hermanos, y nació <strong>en</strong> una<br />

familia de “crianceros”, es decir, g<strong>en</strong>te que se ocupa de la cría de<br />

animales <strong>en</strong> el campo; con amargura cu<strong>en</strong>ta que de la cultura mapuche a<br />

sus padres sólo les ha quedado la sabiduría para el telar. “Al m<strong>en</strong>os t<strong>en</strong>go<br />

el apellido, que significa `caminante´, y bu<strong>en</strong> honor le hago”. Al igual que<br />

Mosconi, Cutral-Có y Plaza Huincul son pueblos que florecieron, y<br />

posteriorm<strong>en</strong>te se difuminaron, a la sombra de YPF, razón por la cual<br />

todos los jóv<strong>en</strong>es cursaban estudios <strong>en</strong> escuelas técnicas, como Albino lo<br />

hizo, con la esperanza de conseguir empleo <strong>en</strong> la empresa todavía estatal.<br />

“<strong>La</strong> privatización acabó con todo, el éxodo de g<strong>en</strong>te fue grande, la<br />

desocupación increíble. Fueron los años <strong>en</strong> que el Movimi<strong>en</strong>to Popular<br />

Neuquino se dedicó más que nunca al cli<strong>en</strong>telismo. ¿Vos querías una<br />

vivi<strong>en</strong>da? T<strong>en</strong>ías que afiliarte. ¿Querías <strong>en</strong>trar al municipio, t<strong>en</strong>er un<br />

empleo público? T<strong>en</strong>ías que afiliarte”. No le guarda respeto a político<br />

alguno, y, como personajes de la historia que algún tipo de influjo han<br />

t<strong>en</strong>ido <strong>en</strong> su formación, m<strong>en</strong>ciona, con gravedad, a Marx, Freud, el Che y<br />

Piaget. “Son hombres que han pegado su ladrillo <strong>en</strong> la pared que nos<br />

sirve a nosotros para agarrarnos y ver qué hay del otro lado del muro”,<br />

dice y <strong>en</strong>tonces lo asalta la exaltación. “En el país no hay una dirección<br />

que capitalice el descont<strong>en</strong>to; hay que romper los sectarismos, no<br />

t<strong>en</strong>emos que delegar el poder a nadie, t<strong>en</strong>emos que hacerlo nosotros,<br />

como ha hecho Zanon; hay que amasar el pan con las propias manos.<br />

Hoy la g<strong>en</strong>te empieza a decir: dame la harina que lo voy a hacer yo. <strong>La</strong><br />

dinámica del 19 y 20 de diciembre no se detuvo, no es una foto, continúa,<br />

estamos construy<strong>en</strong>do, y nos tropezamos, y nos caemos, pero seguimos”.<br />

Juan nos interrumpe con elegancia; <strong>está</strong> preocupado, se ha hecho tarde,<br />

debe regresar a Neuquén <strong>en</strong> dos horas. Albino, el caminante, se ofrece<br />

para guiarnos hasta la casa de los padres de Teresa Rodríguez.<br />

Don Miguel Segundo Rodríguez nos ati<strong>en</strong>de <strong>en</strong> la puerta de su casa, una<br />

construcción pequeña e inconclusa; es un hombre <strong>en</strong>trado <strong>en</strong> años, de<br />

mediana estatura, cuerpo huesudo y magro. Al parecer, hemos llegado <strong>en</strong><br />

el mom<strong>en</strong>to oportuno; acaba de almorzar, todavía no se había echado a<br />

107


siestear, de modo que le resultará un placer conversar con nosotros. Nos<br />

s<strong>en</strong>tamos a una mesa de la cocina, donde aún persiste un espeso aroma<br />

a salsa de tomates, acaso guiso de carne; <strong>en</strong> una de las paredes laterales<br />

hay un gran retrato de Teresa, y <strong>en</strong> la habitación lindera veo uno de Che<br />

Guevara. Quiere saber qué estamos haci<strong>en</strong>do por allí. Le cu<strong>en</strong>to<br />

brevem<strong>en</strong>te el proyecto del libro, lo hago con recato pues temo que esté<br />

harto de visitas y por tanto me mande al demonio. No. Sonríe, casi<br />

gratificado; justam<strong>en</strong>te anda of<strong>en</strong>dido con el periodismo porque han<br />

dejado de investigar el asesinato de su hija. “Hicieron puro amarillismo,<br />

pero yo sigo, no voy a parar hasta aclararlo”. Arrima la cabeza, acortando<br />

la distancia con mi oreja: “Podemos hablar claro, ¿no? Porque imagino<br />

que acá somos todos compañeros. Bu<strong>en</strong>o, esta justicia no existe. No<br />

hac<strong>en</strong> nada. El poder, ese señor Sobisch esconde todo. A Teresa la mató<br />

un policía, y ya me le estoy acercando. Esa g<strong>en</strong>te, el poder, se cree<br />

intocable, y yo voy a seguir hasta tocarlos”. <strong>La</strong>s palabras han sonado con<br />

férrea convicción; su fuerza de ánimo es mayúscula. De rep<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tra la<br />

mujer, una señora de semblante satinado y mirada cálida, con un album<br />

de fotografías que apoya <strong>en</strong> la mesa. “Muchas felicidades”, nos dice<br />

mi<strong>en</strong>tras da un rodeo por la mesa para besarnos a cada uno <strong>en</strong> la mejilla.<br />

“No sé si son padres, pero igual no les pregunto porque por ahí son y no<br />

lo sab<strong>en</strong>”. Don Miguel suelta una risotada. “Cierto, me había olvidado”,<br />

dice. “Hoy festejé como siempre; comí fideos, vinieron todos mis nietos,<br />

estuve con Teresa”. Enseguida nos cu<strong>en</strong>ta que su vida, luego del<br />

asesinato de su hija, cambió por completo; antes era un hombre huraño,<br />

callado, poco afecto a la charla con los vecinos. “Ahora no, voy y v<strong>en</strong>go,<br />

hablo con uno y con otro, organizo actividades <strong>en</strong> el barrio, si me llaman<br />

de Bu<strong>en</strong>os Aires para algo, voy sin problema, siempre que me pagu<strong>en</strong> el<br />

pasaje, claro”. Nos <strong>en</strong>trega el volante de un taller de teatro popular<br />

llamado “Tr<strong>en</strong>-T<strong>en</strong>”. “Esto lo organizamos con mi señora, es un hom<strong>en</strong>aje<br />

para Teresa”. <strong>La</strong> mujer, que se ha quedado parada a sus espaldas, los<br />

brazos cruzados sobre el pecho, asi<strong>en</strong>te con satisfacción. “Ya no me gusta<br />

la g<strong>en</strong>te que no se mete, la g<strong>en</strong>te que no se preocupa por el prójimo”,<br />

continúa don Miguel, la vista clavada <strong>en</strong> una vieja fotografía de Teresa<br />

adolesc<strong>en</strong>te, una hermosa muchacha de ojos redondos, “porque esto lo<br />

arreglamos <strong>en</strong>tre todos los que somos compañeros o no lo arregla ni<br />

Dios”. Nuestra visita, pese a mi presagio, lejos de importunarlo le ha<br />

causado una inocultable alegría que no <strong>está</strong> <strong>en</strong> sus planes echar por<br />

tierra. Vamos, quéd<strong>en</strong>se a tomar unos mates, media horita más, dice una<br />

y <strong>otra</strong> vez. No, no podemos, nos <strong>en</strong>cantaría, se lo agradecemos<br />

profundam<strong>en</strong>te, pero debemos irnos. Nos acompaña hasta el auto. Me<br />

palmea el hombro: “Póngalo <strong>en</strong> su libro, ponga que no voy a parar hasta<br />

tocarlos donde más les duele”. Me toma del antebrazo: “Ah, y espero que<br />

me traiga un libro, porque las cosas <strong>está</strong>n difíciles”.<br />

108


Albino no ha reparado <strong>en</strong> la impaci<strong>en</strong>cia de Juan; nos propone visitar a<br />

los trabajadores de la empresa de transportes El Petróleo; llevan cuar<strong>en</strong>ta<br />

días de conflicto, acampando a la intemperie, a merced de heladas y<br />

vi<strong>en</strong>tos que a m<strong>en</strong>udo soplan con furia, y hasta el mom<strong>en</strong>to nadie les ha<br />

prestado at<strong>en</strong>ción. Hacia allí vamos. En el espacioso estacionami<strong>en</strong>to del<br />

predio, a un lado de la ruta 17, los trabajadores han montado carpas y<br />

convertido <strong>en</strong> suerte de casa rodante un par de colectivos. Son ses<strong>en</strong>ta<br />

familias <strong>en</strong> apuros; el propietario de la empresa, un tal Jara, desapareció<br />

de la noche a la mañana adeudando dieciséis meses de salarios; los<br />

obligaba a firmar recibos <strong>en</strong> blanco; les descontaba los aportes sociales<br />

pero jamás los pagaba; les quitó todo tipo de apoyo escolar, b<strong>en</strong>eficio que<br />

les corresponde por ley; reiniciar el servicio es fundam<strong>en</strong>tal porque hay<br />

chicos que no pued<strong>en</strong> ir a la escuela. Los hombres, es notorio, <strong>está</strong>n<br />

sumam<strong>en</strong>te abatidos, desbaratados; no sab<strong>en</strong> a ci<strong>en</strong>cia cierta cómo<br />

proceder, <strong>en</strong> qué tipo de acción av<strong>en</strong>turarse para que algún funcionario<br />

resuelva interv<strong>en</strong>ir <strong>en</strong> el asunto. “¿Qué mierda podemos hacer?”, exclama<br />

uno. Podrían hablar con el gremio doc<strong>en</strong>te, o pres<strong>en</strong>tar algún proyecto <strong>en</strong><br />

la Legislatura, dice Albino. ¿Por qué no forman una comisión y se vi<strong>en</strong><strong>en</strong> a<br />

Neuquén para hablar con los compañeros del MTD?, sugiere Juan. Uno de<br />

los choferes sin empleo le echa una mirada pesarosa a Tricanao. Le dice:<br />

“Mirá cómo es la vida, a vos te veía siempre cortando las rutas, y hasta te<br />

puteaba porque t<strong>en</strong>ía que desviarme, y ahora estamos todos <strong>en</strong> la<br />

misma”.<br />

Nos marchamos. En m<strong>en</strong>os de tres horas he absorbido p<strong>en</strong>urias <strong>en</strong><br />

demasía. “Y bu<strong>en</strong>o”, nos dice Albino, las manos caladas <strong>en</strong> los bolsillos del<br />

pantalón, mueca de resignación, “no es raro que acá pas<strong>en</strong> todas estas<br />

cosas. Cutral-Có, <strong>en</strong> mi l<strong>en</strong>gua, significa `Agua de Fuego´”.<br />

Martes 18<br />

<strong>La</strong> estadía <strong>en</strong> el sur <strong>está</strong> a poco de terminar. D<strong>en</strong>tro de seis, siete horas,<br />

me instalaré nuevam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la butaca de un ómnibus y volveré sobre mis<br />

pasos, es decir, hacia Bu<strong>en</strong>os Aires y su creci<strong>en</strong>te y disciplinada miseria;<br />

hacia la gran capital y su <strong>en</strong>gañosa arquitectura de bi<strong>en</strong>estar. Imposible<br />

no caer, como me ha ocurrido <strong>en</strong> los viajes anteriores, <strong>en</strong> una corrosiva<br />

s<strong>en</strong>sación de extrañami<strong>en</strong>to. Para despedirme como cabe y corresponde,<br />

desde luego, he resuelto emplear las horas que restan <strong>en</strong> la visita al MTD<br />

23 de julio, de la ciudad de All<strong>en</strong>, <strong>en</strong> Río Negro, unos treinta kilómetros<br />

del hotel.<br />

Puntualm<strong>en</strong>te, a las diez de la mañana, como habíamos acordado, el<br />

Vasco pasa a recogerme <strong>en</strong> su camioneta. Ha v<strong>en</strong>ido con Ariel, otro<br />

compañero del MTD. El Vasco es un hombre de bu<strong>en</strong>a planta, alto y<br />

109


elegante, anteojos ovalados y pequeños que le otorgan el aspecto de<br />

profesor de alguna ci<strong>en</strong>cia exacta; ti<strong>en</strong>e, sabré luego, cincu<strong>en</strong>ta y seis<br />

años. Ariel, <strong>en</strong> cambio, es más bajo y a todas luces más jov<strong>en</strong>, de cuerpo<br />

grueso y barba corta, prolija. Después de haber recorrido un bu<strong>en</strong> trecho<br />

y conversado ligeram<strong>en</strong>te sobre el libro, la desquiciadora <strong>política</strong> del<br />

gobierno y sus patéticos arrumacos con el FMI, el Vasco anuncia: “Ahora<br />

te voy a mostrar <strong>parte</strong> del primer mundo rionegrino”. Atravesamos el<br />

pu<strong>en</strong>te que sirve de lazo <strong>en</strong>tre Neuquén y Río Negro, presa favorita de los<br />

obreros de Zanon y de los trabajadores desocupados de la región a la<br />

hora de hacerse escuchar, y desc<strong>en</strong>demos, doblando hacia la izquierda, a<br />

la ribera este del río Neuquén. Nos internamos <strong>en</strong> una calle angosta, de<br />

tierra, y el espectáculo que de inmediato se abre ante mis ojos excita un<br />

indefinible malestar. El as<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to que se exti<strong>en</strong>de a lo largo de toda la<br />

orilla del río es inabarcable; la camioneta anda y las casas y casuchas<br />

construídas con chapas, resaca de hierros y cantoneras de álamo<br />

continúan asomando como hongos, a cada paso son más y más. Son los<br />

barrios <strong>La</strong>brañas, Costa Sur y Costa Norte. “Mirá qué esc<strong>en</strong>ario”, dice el<br />

Vasco. “Estas familias eran <strong>en</strong> su mayoría trabajadores temporarios,<br />

dedicados a la recolección de manzanas y peras, y ahora el fruto del<br />

trabajo circula por arriba, y acá abajo, junto al río, la desocupación y la<br />

miseria sin vueltas. En All<strong>en</strong> son treinta mil habitantes y hay un veinte por<br />

ci<strong>en</strong>to de desocupados”. Llegamos a All<strong>en</strong> <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>a asamblea del MTD, <strong>en</strong><br />

un galpón de suelo de tierra que el gremio doc<strong>en</strong>te les ha prestado; tres<br />

dec<strong>en</strong>as de personas, hombres, mujeres, chicos, todos de pie, han<br />

formado un amplio corro; deliberan, intercambian opiniones, consejos,<br />

com<strong>en</strong>tarios sobre las actividades del movimi<strong>en</strong>to. Un hombre viejo,<br />

miembro del grupo de albañilería, habla acerca de la construcción de la<br />

sede del MTD <strong>en</strong> un limitado terr<strong>en</strong>o que han ocupado <strong>en</strong> el barrio Tiro<br />

Federal; t<strong>en</strong>drá oficinas, una guardería; el jueves com<strong>en</strong>zarán a colocar<br />

las estructuras de hierro, los cimi<strong>en</strong>tos. Todo el material, me refiere el<br />

Vasco, lo consigu<strong>en</strong> a través de la lucha, de movilizaciones, “pechando”<br />

aquí y allá, al municipio, a las ladrilleras, a las empresas. Una de las siete<br />

chicas del grupo de telares, que ha empezado a funcionar reci<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te,<br />

narra la experi<strong>en</strong>cia que han t<strong>en</strong>ido <strong>en</strong> la Feria de All<strong>en</strong>, donde han<br />

expuesto, por vez primera, sus trabajos; no les ha ido del todo bi<strong>en</strong>, pero<br />

no les aflige, <strong>está</strong>n apr<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do y, ti<strong>en</strong>e certeza, con el correr del tiempo<br />

lograrán imponer sus productos. <strong>La</strong> repres<strong>en</strong>tante del grupo de cocina<br />

com<strong>en</strong>ta que ya son ci<strong>en</strong> las personas que <strong>está</strong>n alim<strong>en</strong>tando cada día;<br />

necesitan reunir más alim<strong>en</strong>tos. Los informes de los distintos grupos se<br />

suced<strong>en</strong>: costura, huerta, panadería, salud, carpintería artesanal. Durante<br />

una hora sólo escucho hablar de proyectos, construcción de espacios,<br />

búsqueda de respuestas inmediatas a problemas cuya solución no puede<br />

demorarse. “Cada proyecto ti<strong>en</strong>e su indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia y surge de la<br />

110


propuesta de un compañero”, me dice a media voz el Vasco para no<br />

<strong>en</strong>torpecer la reunión. “Se pres<strong>en</strong>tan <strong>en</strong> asamblea y se autogestionan,<br />

aunque los b<strong>en</strong>eficios son para todos. Eso es una autogestión d<strong>en</strong>tro de la<br />

autogestión. Si algo hemos apr<strong>en</strong>dido, es que nada ti<strong>en</strong>e que v<strong>en</strong>ir de<br />

arriba, nada ti<strong>en</strong>e que estar digitado, nada ti<strong>en</strong>e que ser una planificación<br />

que no contemple el brote de interés del compañero para hacer una cosa.<br />

Todo se hace de abajo para arriba. Así que yo creo que hay una<br />

comp<strong>en</strong>etración fuerte de estos principios, de la autonomía, la<br />

indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia, no a la verticalidad, a las conducciones, a los partidos<br />

políticos y todo lo que eso presupone”. <strong>La</strong> asamblea finaliza con aplausos.<br />

El Vasco me propone conocer el consultorio de la <strong>en</strong>fermería. Es una<br />

habitación pequeña, reflejos blancos, iluminada por los resplandores del<br />

sol que atraviesan los cristales de un v<strong>en</strong>tanal. “T<strong>en</strong>emos un proyecto que<br />

se llama Gestión de Salud, p<strong>en</strong>samos <strong>en</strong> un <strong>en</strong>ganche con el hospital y <strong>en</strong><br />

movilizar los recursos humanos que exist<strong>en</strong> <strong>en</strong> la comunidad, porque hay<br />

médicos, hay profesionales dispuestos a colaborar; acá, <strong>en</strong> Río Negro, los<br />

hospitales prácticam<strong>en</strong>te dejaron de funcionar <strong>en</strong> todas las localidades,<br />

son taperas derruidas, ni gasas hay; acá, todo compañero que ingresa al<br />

movimi<strong>en</strong>to es revisado, se le toma la presión, se le hace un exám<strong>en</strong><br />

visual, se le hace una lista de anteced<strong>en</strong>tes médicos clínicos de su<br />

historia, una ficha clínica elem<strong>en</strong>tal, de manera tal que si hay que<br />

at<strong>en</strong>derlo se sabe cómo”. Es experto <strong>en</strong> óptica, durante años ha trabajado<br />

como contactólogo y optometrista, de modo que se ocupa de la refacción<br />

de anteojos. Un tipo fornido, de rostro alegre, barba débil, repleta de<br />

aus<strong>en</strong>cias, ingresa al consultorio. “Con este personaje t<strong>en</strong>és que hablar”,<br />

me dice el Vasco <strong>en</strong> tanto abraza a su compañero. “Es Carlos, y con él<br />

empezó todo”. Se ha hecho el sil<strong>en</strong>cio. Carlos titubea, parece haber<br />

perdido el habla; arruga la fr<strong>en</strong>te y las cejas, mira a uno y otro lado<br />

procurando alguna salida heroica del brete <strong>en</strong> que lo ha metido su amigo.<br />

¿Qué te puedo contar yo?, pregunta por fin. Lo que quieras, y se pone a<br />

hacerlo de manera cansina, vacilante: “El movimi<strong>en</strong>to nace <strong>en</strong> julio del<br />

99, pero ya v<strong>en</strong>íamos hablando <strong>en</strong> los barrios sobre la necesidad de una<br />

organización. Sufríamos muchas familias, la mía también trabajó <strong>en</strong> los<br />

galpones de empaque de fruta y éramos muy perjudicados porque<br />

muchos galpones habían caído y ya no nos volvían a tomar. Había mucha<br />

bronca <strong>en</strong> All<strong>en</strong>, y no <strong>en</strong>contrábamos la forma de organizarnos. Y bu<strong>en</strong>o,<br />

ese 23 de julio, que t<strong>en</strong>íamos la visita de un ministro de Desarrollo Social,<br />

Mazza, y también v<strong>en</strong>ían el gobernador Verani y todas las autoridades<br />

locales, quisimos aprovechar el mom<strong>en</strong>to para llevar nuestro reclamo al<br />

presid<strong>en</strong>te de la Nación. Nos reunimos con otros trabajadores<br />

desocupados y decidimos salir a la calle. Fuimos con redoblantes, con<br />

carteles, y los reputeamos. Aparecieron los medios locales, que les llamó<br />

la at<strong>en</strong>ción este grupo de desocupados. Eramos una ci<strong>en</strong> personas de los<br />

111


arrios. Y ahí decidimos ponerle la fecha de aquella movilización, porque<br />

para nosotros significaba haber roto el temor, porque hasta ese mom<strong>en</strong>to<br />

no habíamos t<strong>en</strong>ido forma de juntarnos”. Se toma un respiro; su cara ha<br />

recobrado la compostura; hablar, se me antoja, le ha hecho bi<strong>en</strong>. No<br />

obstante su relato del 23 de julio de 1999, <strong>en</strong> la breve historia del MTD<br />

mayor trasc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia han t<strong>en</strong>ido los episodios de diciembre del último<br />

año. El 20 de diciembre ya quedó grabado <strong>en</strong> la historia de All<strong>en</strong>, dice<br />

Carlos, porque nunca había habido una cantidad tan grande de g<strong>en</strong>te <strong>en</strong><br />

las calles. Fue una verdadera pueblada, aprueba el Vasco, las<br />

movilizaciones nuestras eran de dosci<strong>en</strong>tas, ci<strong>en</strong> personas antes que eso,<br />

y fue muy raro porque la g<strong>en</strong>te salió con los pibes a la calle. Salían<br />

espontáneam<strong>en</strong>te, sigue Carlos, y <strong>en</strong> el único lugar donde veían que no<br />

se hacía <strong>política</strong>, donde veían que no se discriminaba a la g<strong>en</strong>te, que no<br />

se los trataba mal y podían expresarse, era <strong>en</strong> el MTD, <strong>en</strong>tonces<br />

empezaron a juntarse acá, <strong>en</strong> la vereda de <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>te, incluso g<strong>en</strong>te que<br />

nosotros no conocíamos. El 19 y 20 <strong>está</strong>bamos de asamblea perman<strong>en</strong>te,<br />

cu<strong>en</strong>ta el Vasco, nos reuníamos a full, todos los días; la noche del 19<br />

<strong>está</strong>bamos reunidos acá y seguíamos por televisión lo que estaba<br />

pasando <strong>en</strong> Bu<strong>en</strong>os Aires, y veíamos la represión <strong>en</strong> Plaza de Mayo como<br />

un acontecimi<strong>en</strong>to impactante; justo habíamos v<strong>en</strong>ido de una reunión de<br />

la Coordinadora de Organizaciones Populares Autónomas, y allí dijimos: el<br />

país <strong>está</strong> <strong>en</strong> un estado de rev<strong>en</strong>tón de un día para el otro. El 20 hicimos<br />

una asamblea acá, <strong>en</strong> la calle, se anima Carlos, ci<strong>en</strong>tos de personas, y lo<br />

primero que se decide es ir a tomar el supermercado, y fuimos, y estaba<br />

todo custodiado, era impresionante la cantidad de policía que había, se<br />

vino una represión trem<strong>en</strong>da, la policía llegó a <strong>en</strong>trar a los barrios y<br />

reprimió muy fuertem<strong>en</strong>te ...<br />

Miro el reloj que llevo <strong>en</strong> un bolsillo del pantalón. Debo partir, les digo, o<br />

perderé el ómnibus. Carlos y el Vasco lam<strong>en</strong>tan largam<strong>en</strong>te que así sea;<br />

t<strong>en</strong>dría que haberlos visitado con tiempo, me iré sin conocer otros<br />

compañeros, <strong>otra</strong>s historias, los empr<strong>en</strong>dimi<strong>en</strong>tos.<br />

En el medio del galpón, una mujer que lleva a cuestas una <strong>en</strong>orme<br />

canasta de mimbre ll<strong>en</strong>a de pr<strong>en</strong>das hechas con el telar me corta el paso.<br />

El Vasco se aproxima, también Carlos. No puedo irme con las manos<br />

vacías, me dic<strong>en</strong>; escojo un par de pañoletas, para <strong>La</strong>ura y mi hija Camila,<br />

y nos marchamos, los tres, hacia la terminal de ómnibus de Neuquén.<br />

V<strong>en</strong>drán <strong>en</strong>tonces las despedidas; el caluroso abrazo con Raúl Godoy <strong>en</strong><br />

el umbral del edificio del sindicato, las palabras de afecto y los cálidos<br />

apretujones con Carlos y el Vasco <strong>en</strong> la boca del ómnibus. Ceremonias<br />

que, confieso, aborrezco; tornan todavía más p<strong>en</strong>oso ese asunto sombrío<br />

de com<strong>en</strong>zar a distanciarse, <strong>en</strong> especial cuando uno, <strong>en</strong> los más profundo<br />

del alma, no desea <strong>otra</strong> cosa que prolongar <strong>en</strong> el tiempo la estada.<br />

112


Pu<strong>en</strong>te Pueyrredón<br />

El regreso<br />

Pocas horas después de mi regreso a Bu<strong>en</strong>os Aires, el c<strong>en</strong>tro de la ciudad<br />

empezó a obsequiarme su edificante y ejemplar contraste. Por la noche,<br />

dec<strong>en</strong>as de cuadrillas de cirujas y cartoneros hurgando con desesperación<br />

<strong>en</strong> bolsas de basura; <strong>en</strong> la mañana, ci<strong>en</strong>tos de hombres mustios, al borde<br />

del colapso, apelotonados a las puertas de bancos y casas de cambio con<br />

el tan loable propósito de comprar algunos dólares. Vaya coincid<strong>en</strong>cia más<br />

p<strong>en</strong>osa: la noche y el día reunidos por miserias de naturaleza contraria;<br />

los unos y los otros procurando una efímera salvación <strong>en</strong> la basura, de<br />

disímil proced<strong>en</strong>cia claro, pero basura al fin. En tanto, vine a <strong>en</strong>terarme<br />

de que días atrás un estudiante del colegio Mariano Mor<strong>en</strong>o había sido<br />

secuestrado, y, tras haberle grabado <strong>en</strong> el pecho la infausta sigla AAA con<br />

el filo de una navaja, y advertido: “Dejáte de joder con el boleto<br />

estudiantil”, los captores lo soltaron. Vine a saber, también, que Duhalde<br />

había realizado dos anuncios dignos de reparo; uno, teñido de puerilidad<br />

o, acaso, de liso y llano sarcasmo: “<strong>La</strong> crisis ha quedado atrás, lo peor ya<br />

pasó”; luego, el asustador arrebato de guapo p<strong>en</strong>d<strong>en</strong>ciero al referirse a<br />

los cortes de rutas previstos por movimi<strong>en</strong>tos de trabajadores<br />

desocupados para el miércoles 26 de junio: “Respetamos los reclamos<br />

pero que no impidan movilizarse librem<strong>en</strong>te a qui<strong>en</strong>es ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que ir a<br />

trabajar. No lo permitiremos”.<br />

Nunca jamás llegué a suponer que la advert<strong>en</strong>cia de Duhalde, persona<br />

que hasta ese mom<strong>en</strong>to no había hecho más que formular un sinfín de<br />

frases huecas y vanas, había de cobrar pasmosa <strong>en</strong>tidad siete días más<br />

tarde. A la mañana sigui<strong>en</strong>te partí hacia el barrio <strong>La</strong> Fe para <strong>en</strong>contrarme<br />

con la g<strong>en</strong>te del MTD-<strong>La</strong>nús; necesitaba saber qué opinaban al respecto,<br />

qué harían, y, por lo demás, t<strong>en</strong>ía p<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te una charla con Juan<br />

Arredondo. En la guardería había una dec<strong>en</strong>a de mujeres y, bu<strong>en</strong>a<br />

113


fortuna, una de ellas me reconoció y me condujo, colgada de mi brazo,<br />

cuatro, cinco cuadras, hasta un galpón muy apretado donde estaban<br />

reunidos Flor, Pablo, Darío, Nelson y otros miembros de la Coordinadora<br />

Aníbal Verón. Todos inmersos <strong>en</strong> una conversación acerca de asuntos<br />

muy puntuales que Marcelo anotaba con letra de escolar <strong>en</strong> una pizarra:<br />

torneo de truco, dos pesos la pareja, premio simbólico; torneo de fútbol;<br />

qué hacer con los aprietes; planes trabajar; producción de la panadería,<br />

de la bloquera y del taller de herrería. En un a<strong>parte</strong> pregunté a Darío<br />

cómo habían recibido las advert<strong>en</strong>cias del gobierno, si pese a todo<br />

llevarían a cabo los cortes de pu<strong>en</strong>tes y rutas el miércoles 26. Por<br />

supuesto, repuso con firmeza, no van a torcernos el brazo con<br />

bravuconadas de ese tipo. Una hora más tarde estaba <strong>en</strong> la casa de Juan<br />

Arredondo, una casilla <strong>en</strong> extremo precaria edificada sobre un terr<strong>en</strong>o<br />

pantanoso, plagado de trastos y chatarra. Ha transcurrido poco más de un<br />

mes desde el episodio del balazo. Lo noto muy bi<strong>en</strong>, repuesto ya de la<br />

agresión, ll<strong>en</strong>o de ánimo. De debajo del colchón extrae un sobre <strong>en</strong>orme.<br />

Radiografías del tórax. Con satisfacción me muestra la última que le han<br />

tomado. “Ya se <strong>está</strong> cerrando la herida interna. Ya estoy para salir a la<br />

ruta de nuevo, así que el miércoles que vi<strong>en</strong>e me vas a ver <strong>en</strong> el Pu<strong>en</strong>te”.<br />

Sonríe, se descubre el tronco y me <strong>en</strong>seña las dos cicatrices redondas;<br />

una, a la altura de la tetilla derecha, donde la bala inició su travesía, y la<br />

<strong>otra</strong> <strong>en</strong> la región del omóplato izquierdo, donde la bala que le disparó el<br />

ag<strong>en</strong>te del Servicio P<strong>en</strong>it<strong>en</strong>ciario Federal, Gustavo Cabrera, hoy <strong>en</strong><br />

libertad, salió vaya uno a saber hacia dónde. “A veces cierro los ojos y me<br />

acuerdo de todo, bi<strong>en</strong> pat<strong>en</strong>te”. Ahora no los cierra, <strong>en</strong>torna ap<strong>en</strong>as los<br />

párpados e inclina la cabeza hacia abajo con pesadez. “<strong>La</strong> moto vi<strong>en</strong>e,<br />

pasa <strong>en</strong>tre los dos patrulleros, y se va a la estación de servicio, donde<br />

<strong>está</strong>n los surtidores; el tipo para la moto, pone las piernas abiertas y se<br />

pone a mirar nomás donde <strong>está</strong>bamos nosotros. Me miraba. Raro, p<strong>en</strong>sé,<br />

cualquier motoquero que pasa por donde estamos nosotros cortando sabe<br />

que siempre lo dejamos pasar, pero caminando. Entonces si<strong>en</strong>to que<br />

empiezan los gritos. Miro y el motoquero se había abalanzado con la moto<br />

contra la g<strong>en</strong>te, <strong>en</strong>tonces yo voy corri<strong>en</strong>do y me voy a hacer el aguante<br />

del otro lado, <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>te; cuando llego, ya lo habían det<strong>en</strong>ido, reclamándole<br />

por qué había hecho eso, si él quería pasar bastaba con pedir permiso y<br />

pasaba, y por qué atropellaba, que hubiera podido lastimar a algui<strong>en</strong>, y el<br />

tipo agarra y se levanta un poco la campera y nos muestra el arma”.<br />

Calla. Un loro semidesplumado y <strong>en</strong>fermizo se ha puesto a caminar por el<br />

escabroso suelo de la casilla; Juan lo trata con respeto, hace a un lado los<br />

pies, abriéndole paso a su mascota. “Yo me quedé parado a dos metros,<br />

no intervine <strong>en</strong> la conversación, no hice nada. En eso llegan dos o tres<br />

compañeros más y empiezan ya más <strong>en</strong>érgicos a llamarlo `¡Hijo de mil<br />

putas!´, y cuando el tipo va a agarrar la pistola yo hago un paso adelante<br />

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para pegarle un palazo <strong>en</strong> la mano, para que no la agarre, y el tipo me<br />

gana, ya la t<strong>en</strong>ía montada, y cuando yo le tiro el palazo, él levanta rápido<br />

la mano y me tira. Los compañeros se tiraron al piso, <strong>en</strong>tonces él se da<br />

vuelta y tira dos tiros más contra la multitud. Ahí empieza a tirar la policía<br />

también, nos tiraron como dosci<strong>en</strong>tas balas de goma. Yo ya no podía<br />

respirar y <strong>en</strong> eso vi<strong>en</strong>e una compañera que era doctora del Bloque<br />

Piquetero y me hace un tapón <strong>en</strong> la herida. Alrededor s<strong>en</strong>tía todo, los<br />

compañeros que gritaban, que insultaban al hombre que me había<br />

pegado el tiro”.<br />

Vuelve a mostrarme una de las primeras radiografías, donde puede<br />

observarse la estela blanquecina que dejó el disparo <strong>en</strong> el pulmón. “Con<br />

esta bala apr<strong>en</strong>dí mucho. Ojalá todos los compañeros se si<strong>en</strong>tan como yo,<br />

<strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido de que sabemos que si a nosotros nos atacan es porque<br />

realm<strong>en</strong>te les estamos haci<strong>en</strong>do un daño a ellos, porque ellos sab<strong>en</strong> que<br />

la verdad la t<strong>en</strong>emos nosotros. Por eso nos mandan a atacar y a agredir.<br />

Porque si nosotros estamos haci<strong>en</strong>do un corte pacífico, lo único que<br />

hacemos son cordones para darle la seguridad a los compañeros y a las<br />

compañeras que <strong>está</strong>n <strong>en</strong> el medio. No estamos para agredir al que<br />

v<strong>en</strong>ga, o al que quiera pasar. Es una def<strong>en</strong>sa. A lo mejor hay g<strong>en</strong>te que<br />

pi<strong>en</strong>sa que porque nosotros cortamos una ruta o porque andamos con<br />

unos palos y nos tapamos la cara somos agresivos, pero eso no es así, los<br />

agresivos son ellos, porque son ellos los que nos atacan, los que nos<br />

matan con sus <strong>política</strong>s”.<br />

Luego, con el crepúsculo, para despedirme ya, me dirigí a la panadería.<br />

Entonces Darío que aparece, y me abraza, y con raro gozo abraza a todos<br />

los que lo rodean, como qui<strong>en</strong> pret<strong>en</strong>de abrazar a la humanidad, cuando<br />

echan a andar la vieja mezcladora que han conseguido y la masa<br />

comi<strong>en</strong>za a cobrar forma. Minutos más tarde, <strong>en</strong> el taxi, la radio empieza<br />

a soltar el discurso <strong>en</strong>c<strong>en</strong>dido de un hombre, al parecer <strong>en</strong> un acto<br />

público y de cara a una muchedumbre, a juzgar por la gritería; el hombre,<br />

continuam<strong>en</strong>te interrumpido por vítores y aplausos, maldice al FMI,<br />

reivindica la ley del comsumidor, apunta su <strong>en</strong>ojo hacia el gobierno. <strong>La</strong><br />

voz del hombre, ll<strong>en</strong>a de bizarría, repica <strong>en</strong> el interior del auto: “Nos<br />

creían adormecidos, pero ya no podrán ignorarnos después de esta<br />

magnífica manifestación”. El com<strong>en</strong>tarista de la radio, visiblem<strong>en</strong>te<br />

emocionado, anuncia con timbre casi marcial: “Señores, es indudable que<br />

ha surgido un nuevo lider natural de las bases”. ¿Un nuevo líder, por lo<br />

demás natural y, cosa ya fantástica, refer<strong>en</strong>te de las bases? Pregunto al<br />

chofer de quién cuernos <strong>está</strong>n hablando. “¡Nito Artaza, amigo!”. Me<br />

observa con curiosidad de <strong>en</strong>tomólogo a través del espejo retrovisor. ¿No<br />

lo había reconocido? El tipo la ti<strong>en</strong>e reclara, juntó a diez mil ahorristas”.<br />

* * *<br />

115


A poco de poner los pies <strong>en</strong> mi casa, percibo que las radios y los canales<br />

de televisión han conseguido conchabar una nueva y colosal estrella. El<br />

Chupacabras, <strong>en</strong>igmático espantajo que, además, no cobra un mísero<br />

c<strong>en</strong>tavo por sus apariciones. Mi hijo Manuel, de siete años, oficia de<br />

reportero, y lo hace con increíble pasión, aleteando, moviéndose de uno a<br />

otro lado <strong>en</strong> tanto habla: no sabés lo que te perdiste estos días, hay<br />

muchísimas vacas que aparec<strong>en</strong> muertas, todas rotas, sin la l<strong>en</strong>gua, sin<br />

los ojos, y no <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran huellas de pasos humanos, nadie sabe nada,<br />

pued<strong>en</strong> ser extraterrestes, o ese monstruo, dic<strong>en</strong> que es chiquito y<br />

horrible, pero por acá no va a v<strong>en</strong>ir, ¿no? No, por supuesto; <strong>en</strong> el campo<br />

uruguayo las vacas, las que quedan, andan <strong>en</strong>flaquecidas, no excitan el<br />

interés de <strong>en</strong>ergúm<strong>en</strong>os de esa naturaleza. Mi hija Camila, de catorce<br />

años, le ha brindado al asunto un serio tinte periodístico; ha escrito un<br />

trabajo para el Liceo y quiere conocer mi opinión: “El orig<strong>en</strong> de su<br />

nombre podría ser bíblico. En el libro de Isaías, aparece un personaje<br />

llamado Lilith, que <strong>en</strong> algunas versiones de la Biblia se ha traducido como<br />

Chotacabra. Otra antigua ley<strong>en</strong>da nos dice que su nombre se debe a que<br />

el chotacabras puede mamar de vacas y cabras. De hecho, chota se le<br />

dice a la cría de la cabra por el sonido que produce ésta al mamar. Sin<br />

embargo, la palabra no tardó <strong>en</strong> deformarse al com<strong>en</strong>zar a ocurrir los<br />

extraños episodios que hoy nos asombran, pasando a ser “el<br />

chupacabras”. Su orig<strong>en</strong> no es nada claro. Algunos pi<strong>en</strong>san que es una<br />

mutación. Otros, un murciélago gigante. No faltan los que se inclinan<br />

hacia las influ<strong>en</strong>cias extraterrestres, experim<strong>en</strong>tos de laboratorio,<br />

<strong>en</strong>viados satánicos y <strong>otra</strong>s teorías. Muchas son las hipótesis planteadas,<br />

pero ninguna <strong>está</strong> todavía confirmada. Numerosos testigos aseguran<br />

haber visto al chupacabras, describiéndolo, la mayoría, como un ser feo,<br />

peludo, con alas y pot<strong>en</strong>tes garras”. Un bu<strong>en</strong> texto, una excel<strong>en</strong>te<br />

investigación, le com<strong>en</strong>to, pero te faltó añadir que algunos ejemplares<br />

vist<strong>en</strong> uniforme, y otros, traje y corbata. Me mira con lástima; ya no le<br />

causan gracia mis tontas humoradas, <strong>en</strong> particular las que he dejado<br />

escapar a lo largo de los últimos meses; ya la hemos saturado con<br />

nuestras charlas ecoicas sobre piqueteros, campesinos, pobreza,<br />

desocupación, hambruna, fábricas tomadas, asesinatos, torturas,<br />

represión, Petras, Bayer, Holloway, Mattini, y políticos y policías y<br />

g<strong>en</strong>darmes más nocivos y crueles que un batallón de chupacabras<br />

famélicos. Por unos días, al m<strong>en</strong>os, sus oidos estarán a salvo de<br />

tremebundos diálogos: <strong>La</strong>ura debe viajar a Bu<strong>en</strong>os Aires; regresará<br />

pronto. A medida que se acerca la fecha establecida por diversos<br />

movimi<strong>en</strong>tos de trabajadores desocupados para realizar la jornada de<br />

cortes de pu<strong>en</strong>tes y rutas <strong>en</strong> todo el país, la advert<strong>en</strong>cia que había<br />

formulado Duhalde comi<strong>en</strong>za a ganar forma y adquirir el carácter de<br />

116


abierto y desembozado exordio a una represión muy probablem<strong>en</strong>te<br />

tramada. El comandante Jorge Zucco, jefe de la G<strong>en</strong>darmería de la<br />

provincia de Salta, declara: “Muchas veces se aprovechan de los piquetes<br />

para pasar droga. Hay mano de obra piquetera. Les das 1000 pesos,<br />

arman un piquete y distra<strong>en</strong> a los g<strong>en</strong>darmes. Este año, por ejemplo,<br />

hubo dos cortes de ruta que duraron dos meses”. En mis p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos<br />

asoman el rostro cálido de Pepino Fernández, el carrillo inflado de Tomás,<br />

su exagerada hospitalidad, y no puedo m<strong>en</strong>os que echarme a reir. El<br />

secretario g<strong>en</strong>eral de la Presid<strong>en</strong>cia, Aníbal Fernández, brama: “El<br />

gobierno no permitirá que se incomunique a la ciudad de Bu<strong>en</strong>os Aires<br />

con los cortes de todos sus accesos”. Fuera del gobierno, y de toda<br />

especie animal pasible de clasificación, Carlos M<strong>en</strong>em hace su aporte y<br />

sugiere arrancar de las calles a “los marxistas y delincu<strong>en</strong>tes” que las<br />

pueblan. Entre tanto, el canciller Carlos Ruckauf se reunía con medio<br />

c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ar de altos oficiales de la Fuerza Aérea <strong>en</strong> el edificio Cóndor y sin<br />

rodeo alguno auspiciaba la modificación de la ley de Seguridad Interior,<br />

pues, dijo, se avecinan tiempos difíciles, la crisis desbordará a la policía y<br />

a la G<strong>en</strong>darmería, de modo que las Fuerzas Armadas algo t<strong>en</strong>drán que<br />

elucubrar. ¿Qué demonios hacía un canciller allí? Los dichos de Ruckauf,<br />

su inclinación a t<strong>en</strong>tar respuesta y consejo <strong>en</strong> los jerarcas de las Fuerzas<br />

Armadas, me resultaron familiares. En diciembre de 1975, <strong>en</strong> la<br />

postrimería del gobierno de Isabel Perón, y apremiado por la certidumbre<br />

de la cercanía del golpe militar, Ruckauf, <strong>en</strong>tonces ministro de Trabajo,<br />

buscó y consiguió granjearse la defer<strong>en</strong>cia del almirante Emilio Eduardo<br />

Masera; una amistad que ganó estrechez con el correr de los meses y le<br />

permitió vivir como pez <strong>en</strong> el agua durante la dictadura, mi<strong>en</strong>tras muchos<br />

de sus compañeros y amigos eran <strong>en</strong>carcelados, perseguidos, o<br />

directam<strong>en</strong>te conducidos a las catacumbas que de prisa y sin pausa<br />

construían diariam<strong>en</strong>te los pundonorosos militares.<br />

El martes 25 por la noche, casi madrugada, recibo un correo electrónico<br />

de <strong>La</strong>ura: “Estuve <strong>en</strong> Solano con Alberto Spagnolo. Justo <strong>en</strong> el taxi me<br />

tocó escuchar a Baby Etchecopar por la radio hablando con una oy<strong>en</strong>te,<br />

un diálogo imperdible. Mujer: `Nosotros somos once <strong>en</strong> la familia y<br />

vivimos sólo con un plan trabajar´. Baby: `Pero señora, sus hijos son<br />

unos inútiles. ¿Me va a decir que no consigu<strong>en</strong> un laburo de nada, ni<br />

siquiera para limpiar inodoros? ¡Pero por favor! Mujer: `No, Baby,<br />

escuchame, es que no hay trabajo. Yo, con mi Plan trato de ayudar a mi<br />

hija, que ti<strong>en</strong>e seis hijos, cuatro de ella y dos de su marido, de un<br />

matrimonio anterior´. Baby: `Pero señora, su hija pi<strong>en</strong>sa con el culo,<br />

¿qué ti<strong>en</strong>e <strong>en</strong> la cabeza? ¿Cómo se va a meter con ese tipo que ya ti<strong>en</strong>e<br />

dos críos? Son unos irresponsables, y ese tipo que ti<strong>en</strong>e hijos por todos<br />

lados y no puede mant<strong>en</strong>erlos, es un infeliz, son todos unos ignorantes´.<br />

Y el diálogo seguía así durante minutos. En ese mom<strong>en</strong>to estaba<br />

117


<strong>en</strong>trando a una calle poceada, ante la mirada incrédula del taxista que no<br />

creía que yo pudiera ir a un lugar semejante. Me dejó <strong>en</strong> la puerta del<br />

local del MTD. P<strong>en</strong>sé que iban a estar ocupados organizando la marcha de<br />

mañana, pero no, estaba todo tranquilo. <strong>La</strong> panadería funcionaba con<br />

todo, los vecinos iban a comprar. Le pregunté a Alberto si no estaban<br />

preocupados por el anuncio de una represión. Con una media sonrisa<br />

dijo: `Y ...vamos a ver qué pasa. En principio redujimos los cortes,<br />

íbamos a hacer once y haremos seis´. Por la noche fui a la asamblea de<br />

Entre Ríos y San Juan. Unas cuar<strong>en</strong>ta personas muertas de frío d<strong>en</strong>tro de<br />

un local, debajo de la autopista: jóv<strong>en</strong>es, viejos, niños, pobres, clase<br />

media, de todo. Inacabable era la rueda de informes de las distintas<br />

comisiones; mesas de <strong>en</strong>lace, interzonal, interbarrial, salud, sociales. Un<br />

muchacho propuso invitar a conversar a algún piquetero de la Verón.<br />

`Dic<strong>en</strong> que son los más indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes´, aclaró; un caballero con aires<br />

de ex habitué de <strong>La</strong> Paz se <strong>en</strong>ojó: `¿Por qué ir al sur? T<strong>en</strong>emos que<br />

quedarnos <strong>en</strong> el barrio, si <strong>en</strong> este barrio t<strong>en</strong>emos piqueteros, yo soy<br />

piquetero´, dijo sin sonrojarse y abrigado d<strong>en</strong>tro de un mullido gamulán.<br />

Una chica propuso organizar un mercado artesanal. Una mujer le<br />

respondió: `Por qué no discutimos de qué manera podemos mejorar las<br />

cosas d<strong>en</strong>tro de este sistema, porque <strong>está</strong> claro que este sistema no lo<br />

podemos cambiar, es así, ¿o no?´. Lo discutimos otro día, s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ció la<br />

dueña del cronómetro y el temario. Un señor se arrimó a la rueda, era la<br />

primera vez que iba, los había conocido el domingo <strong>en</strong> la olla popular que<br />

organizó la asamblea: `Soy Enrique Leiva, jubilado ferroviario, y estoy<br />

feliz de poder s<strong>en</strong>tarme junto a ustedes y acompañarlos <strong>en</strong> la lucha´,<br />

dijo. Tres pibes contaron que fueron a la asamblea nacional piquetera <strong>en</strong><br />

Plaza de Mayo para ver qué onda. `Es impresionante cómo ellos <strong>está</strong>n<br />

organizados, nos llevan años luz´, concluyeron. Lo discutimos otro día,<br />

dijo de nuevo la dueña del cronómetro. `Hoy el tema es el exigitorio que<br />

<strong>en</strong>tregaremos al Congreso contra los aum<strong>en</strong>tos de tarifas, fue un éxito la<br />

recolección de firmas´, dijo. El frío ya era imposible, y a las once y media<br />

se levantó la reunión. Ahí nomás decidí volverme a casa mañana. No sé<br />

por qué, pero no quiero quedarme más. Por favor, andá a buscarme <strong>en</strong> la<br />

moto. Un beso. <strong>La</strong>ura”.<br />

Líneas al<strong>en</strong>tadoras, desde luego. ¿Qué añadir acerca de ese tal<br />

Etchecopar, criatura de aspecto pusinesco que da la impresión de haber<br />

sido alumbrada <strong>en</strong> una noche de tempestad, extrema g<strong>en</strong>erosidad y<br />

universal ceguera? Basta escucharlo y mirarlo sin demasiado esmero para<br />

advertir que <strong>en</strong> ese cráneo amarrete se conc<strong>en</strong>tra bu<strong>en</strong>a <strong>parte</strong> de la<br />

cómplice y nauseabunda es<strong>en</strong>cia cultural arg<strong>en</strong>tina que ha hecho posible<br />

este país de pacotilla. Escucharlo equivale a escuchar los mortuorios y<br />

sulfurosos ecos de los asesinos de la patagonia rebelde; de los hacedores<br />

de la década infame; de los fusiles de José León Suárez; de las masacres<br />

118


de Ezeiza y Trelew; de los torturadores y violadores y ladrones de bebés<br />

de una dictadura militar que, es dable colegir, él extraña hasta las<br />

lágrimas; de c<strong>en</strong>sores y oscurantistas; del ponzoñoso “por algo será”, que<br />

cond<strong>en</strong>ó a la muerte a dec<strong>en</strong>as de miles de personas; escucharlo equivale<br />

a escuchar la voz de la inquisición y la estru<strong>en</strong>dosa carcajada que suelta<br />

el policía cuando <strong>en</strong> los testículos del chico que robó un autoestéreo<br />

reúne los dos polos del cable. En el tal Etchecopar, <strong>en</strong> fin, cualquier<br />

apr<strong>en</strong>diz de antropólogo, hasta el más pánfilo, habrá de hallar el<br />

especular e incorregible humus de los pasajes más nefastos, grotescos y<br />

sanguinarios de la historia del país. Por eso es plausible que exista y hable<br />

y sin pudor se exponga por toda <strong>parte</strong>. Para que podamos compr<strong>en</strong>der<br />

cabalm<strong>en</strong>te el orig<strong>en</strong> de todos nuestros males.<br />

A la mañana sigui<strong>en</strong>te, muy temprano, escucho una <strong>en</strong>trevista que Julio<br />

<strong>La</strong>gos le hace a Lucas, de la Coordinadora Aníbal Verón. <strong>La</strong>gos, pomposo,<br />

haci<strong>en</strong>do gala de un profundo conocimi<strong>en</strong>to de la realidad, pregunta: “Si<br />

ustedes no <strong>está</strong>n con De G<strong>en</strong>naro, ¿<strong>está</strong>n <strong>en</strong>tonces con Moyano?”. <strong>La</strong><br />

respuesta que recibe, sume su intelecto <strong>en</strong> un atolladero: “No, <strong>en</strong> la línea<br />

sindical nosotros nos reconocemos <strong>en</strong> Agustín Tosco”. Y <strong>La</strong>gos, pues,<br />

desnorteado, víctima de una rep<strong>en</strong>tina afasia, se despide y corta. El<br />

regreso de <strong>La</strong>ura a casa coincide con las primeras noticias de la cerrazón:<br />

hay viol<strong>en</strong>tos <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>tos <strong>en</strong>tre policías y grupos de piqueteros <strong>en</strong> el<br />

Pu<strong>en</strong>te Pueyrredón, dice la radio. Sin embargo, las imág<strong>en</strong>es que<br />

podemos observar <strong>en</strong> el televisor son muy <strong>otra</strong>s: ci<strong>en</strong>tos de bestias<br />

cebadas y metidas <strong>en</strong> un uniforme persigu<strong>en</strong> por toda <strong>parte</strong> a ci<strong>en</strong>tos de<br />

personas que, aterrorizadas, corr<strong>en</strong> como liebres con el único y<br />

excluy<strong>en</strong>te objetivo de poner a bu<strong>en</strong> resguardo el pellejo; les disparan<br />

con armas largas y pistolas lanzagases; de pronto, tres, cuatro<br />

especím<strong>en</strong>es de esos bárbaros de uniforme derriban a un jov<strong>en</strong> sobre el<br />

asfalto y se pon<strong>en</strong> a patearlo con furia inaudita. Guillermo Andino,<br />

hombre por lo visto iluminado, dice <strong>en</strong> tono de admonición que habría<br />

piqueteros armados peleando <strong>en</strong>tre sí; algui<strong>en</strong> le acerca un papel que él<br />

se pone a leer con rostro abúlico:“Parece que hay un policía muerto”,<br />

larga, muy confiado, sin ocultar la indignación. Desde la zona de Pu<strong>en</strong>te<br />

Pueyrredón, un periodista del programa de Georgina Barbarossa asegura<br />

t<strong>en</strong>er el nombre del policía muerto; no puede revelarlo, se trata de una<br />

información todavía oficiosa; <strong>en</strong> los estudios del canal, otro periodista,<br />

uno de apellido Fernández Llor<strong>en</strong>te, dice con circunspección:“Esto<br />

confirmaría que hubo g<strong>en</strong>te armada del lado de los piqueteros”. El<br />

gobernador Felipe Solá, <strong>en</strong>tre tanto, aplaude el operativo policial. Los<br />

móviles de bu<strong>en</strong>a <strong>parte</strong> de los canales de televisión ya se han instalado<br />

<strong>en</strong> la calleja de ingreso al hospital Fiorito, donde han com<strong>en</strong>zado a<br />

at<strong>en</strong>der a los manifestantes heridos; por allí erran los diputados<br />

nacionales Luis Zamora y Vilma Ripoll a la caza de información; Andino<br />

119


vuelve a la carga: familiares de un piquetero herido, que habían <strong>en</strong>trado<br />

viol<strong>en</strong>tam<strong>en</strong>te al hospital para rescatarlo, han sido det<strong>en</strong>idos. Un tal<br />

Alfredo Luis Fanchiotti, comisario inspector de Avellaneda, hombre petiso<br />

de rasgos simiescos, ti<strong>en</strong>e la oportuna idea de improvisar una confer<strong>en</strong>cia<br />

de pr<strong>en</strong>sa <strong>en</strong> el patio del hospital Fiorito, <strong>en</strong> las narices de amigos y<br />

familiares de las víctimas de la represión que, con desespero, se han<br />

agolpado <strong>en</strong> el lugar para procurar noticia. “Con esta g<strong>en</strong>te no se puede<br />

hablar”, dice Fanchiotti. “Mire cómo nos agred<strong>en</strong>”. Y <strong>en</strong>tonces, vaya<br />

casualidad, ocurre lo que el policía ha dicho y hasta ese mom<strong>en</strong>to, al<br />

m<strong>en</strong>os a mi vista, no había ocurrido. Un episodio que mueve p<strong>en</strong>sar <strong>en</strong><br />

una sutil puesta <strong>en</strong> esc<strong>en</strong>a: un hombre aparece por detrás de Fanchiotti y<br />

le da dos trompadas certeras <strong>en</strong> el ojo izquierdo. El hecho sucede, por lo<br />

demás, cuando todos los medios han empezado a soltar la versión de que<br />

habría dos piqueteros muertos. No lo soporto, demasiado para mis<br />

nervios <strong>en</strong>fermos; sin decir palabra me <strong>en</strong>cierro <strong>en</strong> el estudio y me pongo<br />

a releer y corregir uno de los primeros párrafos del libro: “Habían<br />

transcurrido contados minutos cuando <strong>en</strong> lo alto del umbral de la casa<br />

asomó una cara barbada y risueña. Un muchacho de veintipico, <strong>en</strong>orme,<br />

acaso un metro nov<strong>en</strong>ta, bu<strong>en</strong>os músculos, ojos del color del añil que<br />

parecían contemplar todo con aire parsimonioso. Era Darío, con qui<strong>en</strong><br />

partimos hacia el barrio <strong>La</strong> Fe para reunirnos con otros miembros del<br />

Movimi<strong>en</strong>to”. Creo, ya no lo recuerdo con exactitud, que son las ocho de<br />

la noche cuando abandono el estudio y voy a la habitación; del televisor<br />

<strong>está</strong> sali<strong>en</strong>do una voz aséptica que confirma la noticia y comunica el<br />

nombre de los muertos: Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. <strong>La</strong>ura y yo<br />

cruzamos una mirada ll<strong>en</strong>a de estupor. ¿Darío?, pregunto con<br />

incredulidad. No, me dice <strong>La</strong>ura, debe haber muchos Daríos, ¿o se<br />

llamaba Santillán? No lo sé, nunca lo supe, nunca se lo pregunté; no, no<br />

puede ser él. Con ansia, aunque temeroso de lo que pueda escuchar,<br />

llamo por teléfono al celular que habitualm<strong>en</strong>te ati<strong>en</strong>d<strong>en</strong> Pablo o Darío. <strong>La</strong><br />

voz que escucho es <strong>otra</strong>, nueva, desconocida por completo, una voz a la<br />

que <strong>en</strong>seguida le sucede un llanto espasmódico, y mil puteadas a la yuta<br />

puta, porque yo estudié con él <strong>en</strong> la secundaria, ¿sabías?, era mi mejor<br />

amigo, y lo acribillaron esos cobardes de mierda. Corté de manera<br />

maquinal. Y dije: la puta que los parió, y di un puñetazo <strong>en</strong> el escritorio y<br />

nos quedamos, <strong>La</strong>ura y yo, ella de pie, junto a la biblioteca del estudio,<br />

los brazos cruzados sobre el pecho, ap<strong>en</strong>as iluminada por la lámpara baja<br />

de mi escritorio, y yo desparramado y empequeñecido <strong>en</strong> la butaca, la<br />

mano derecha crispada al teléfono, nos quedamos, digo, callados un<br />

mom<strong>en</strong>to, un sil<strong>en</strong>cio d<strong>en</strong>so, cargado de pesar, ap<strong>en</strong>as importunado por<br />

el débil sonido del creci<strong>en</strong>te sollozo de <strong>La</strong>ura, sollozo que ganó el<br />

ambi<strong>en</strong>te y me asaltó de inmediato.<br />

120


Más tarde llamo a la casa de Pablo. Me ati<strong>en</strong>de Flor, lo que resta de ella.<br />

Su voz su<strong>en</strong>a distante, aj<strong>en</strong>a. Está hecha añicos. Su relato, quedo y<br />

<strong>en</strong>trecortado, es demoledor y me trae a la memoria las luctuosas<br />

conversaciones que a mediados de 1976, <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>a dictadura, solía<br />

mant<strong>en</strong>er con amigos que ya no <strong>está</strong>n: Pablo y otros compañeros han ido<br />

a buscar refugio <strong>en</strong> sitios ignorados; a Darío lo persiguieron hasta la<br />

estación y lo fusilaron, le dieron a quemarropa, por la espalda, no estaba<br />

haci<strong>en</strong>do <strong>otra</strong> cosa que tratar de reanimar a Maxi, hay testigos. Flor se<br />

hunde <strong>en</strong> el llanto; es que corría a metros de Darío, escapando de las<br />

balas, y lo vio <strong>en</strong>filar hacia la estación Avellaneda. Juan Arredondo recibió<br />

un nuevo balazo, ahora <strong>en</strong> el culo, una posta de plomo, lo dejaron cuatro<br />

horas sangrando <strong>en</strong> el piso de la comisaría, mi<strong>en</strong>tras le pegaban con un<br />

palo <strong>en</strong> la herida y le decían, haci<strong>en</strong>do refer<strong>en</strong>cia al pantalón empapado<br />

<strong>en</strong> sangre: “¿No te da vergü<strong>en</strong>za a vos? Te cagaste <strong>en</strong>cima, boludo”;<br />

Carlos ti<strong>en</strong>e dos postas de plomo incrustadas <strong>en</strong> la espalda, pero no ha<br />

ido al hospital, ninguno de los heridos quiere hacerlo, tem<strong>en</strong> que allí los<br />

det<strong>en</strong>ga la policía y los llev<strong>en</strong> hacia cualquier <strong>parte</strong>, a seguir con su rutina<br />

de torturas y, por qué no, asesinatos al amparo de la protección que les<br />

brinda el Estado; a otro compañero le quebraron los dedos de las manos<br />

a mazazos. Flor quiere saber qué andan dici<strong>en</strong>do los medios porque se ha<br />

quedado sin fuerzas y ya no tolera ver televisión y esuchar radio; las<br />

m<strong>en</strong>tiras, la tontera que al parecer se ha apoderado de todos, le provocan<br />

náusea y un dolor terrible e int<strong>en</strong>so que no sabe cómo mierda sacudirse<br />

de <strong>en</strong>cima. ¿Viste lo que andan dici<strong>en</strong>do sobre el colectivo, que nosotros<br />

lo quemamos? Son unos guachos, hay más de un testigo que vio al grupo<br />

que lo inc<strong>en</strong>dió, eran cuatro, cinco tipos de pelo corto con itakas, armas<br />

largas, ¿a quién mierda se le puede llegar a ocurrir que fuimos nosotros?<br />

T<strong>en</strong>emos más de ci<strong>en</strong>to cincu<strong>en</strong>ta det<strong>en</strong>idos, dice, y de los heridos ni<br />

hablar, tiraban a matar los hijos de puta, y todavía hay muchos<br />

compañeros que no regresaron al barrio, mañana lo sabremos mejor ...<br />

mañana, repite su voz ahogada <strong>en</strong> lágrimas, mañana vamos a velar a<br />

Darío, <strong>en</strong> la guardería, la que él construyó.<br />

<strong>La</strong> noche se tornó infinita y macabra, un p<strong>en</strong>umbroso y frío pasadizo<br />

repleto de recuerdos e imág<strong>en</strong>es <strong>en</strong> extremo frescos; rostros, perfumes y<br />

voces que nos pusimos a reconstruir y apresar, una y <strong>otra</strong> vez, excitados<br />

por una melancólica obstinación, hasta el el empalagami<strong>en</strong>to.<br />

* * *<br />

Con extraordinaria virul<strong>en</strong>cia, como un implacable torr<strong>en</strong>te de lava, afloró<br />

toda la malicia e ignorancia de ciertos periodistas y medios de<br />

comunicación, y, claro <strong>está</strong>, la grosera desfachatez de no pocos<br />

funcionarios del gobierno. El secretario de Seguridad Interior, el<br />

121


democrático y progresista Juan José Álvarez, declaraba: “<strong>La</strong>s fuerzas<br />

policiales fueron agredidas. A partir de ahí, las policías que actuaron<br />

continuaron despejando la zona, si<strong>en</strong>do víctimas de una fuerte viol<strong>en</strong>cia.<br />

Se han visto agresiones con una honda, con armas de fuego, como ha<br />

d<strong>en</strong>unciado un chofer de colectivos, escopetas, armas y bombas<br />

molotov”. Los titulares de los diarios movían a una indignación rayana con<br />

la ira. Clarín: “<strong>La</strong> crisis causó 2 nuevas muertes”. <strong>La</strong> Nación: “Dos muertos<br />

al <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse piqueteros con la Policía”, y un subtítulo pestil<strong>en</strong>te: “Grupos<br />

radicalizados de izquierda destrozaron negocios y quemaron autos y<br />

colectivos”. <strong>La</strong> Pr<strong>en</strong>sa: “Batalla campal”. <strong>La</strong> página de internet del diario<br />

Bu<strong>en</strong>os Aires Económico, propiedad de Daniel Hadad, informaba: “Dos<br />

muertos, 90 heridos y 160 det<strong>en</strong>idos es el saldo de la jornada piquetera<br />

(...) Los policías utilizaron gases lacrimóg<strong>en</strong>os y balas de goma para<br />

despejar las av<strong>en</strong>idas Mitre, H. Irigoy<strong>en</strong> y Perón, adonde se habían<br />

apostado los manifestantes y luego se produjo otro <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to <strong>en</strong> la<br />

estación Avellaneda”. <strong>La</strong> Voz del Interior, de Córdoba: “Dos muertos <strong>en</strong> la<br />

protesta piquetera de Bu<strong>en</strong>os Aires”. El Río Negro: “Enfr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>tos<br />

<strong>en</strong>tre piqueteros y policías dejaron 2 muertos (...) Quemaron colectivos y<br />

atacaron autos y comercios”.<br />

<strong>La</strong> hipocresía, <strong>en</strong> fin, se había adueñado del l<strong>en</strong>guaje. ¿Dónde estaban<br />

las temibles armas de fuego que con gran desparpajo habían llevado<br />

<strong>en</strong>tre sus ropas los piqueteros para exigir comida y trabajo digno? De<br />

veras raro ese g<strong>en</strong>tío que, <strong>en</strong>contrándose pertrechado con itakas, bombas<br />

molotov y armas cortas, huía cobardem<strong>en</strong>te por las calles cuando muy<br />

bi<strong>en</strong> podrían haberse parapetado tras un auto, un árbol, y desde allí<br />

lanzar sus mortales municiones contra los hazañosos policías.<br />

Enfr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>tos, batalla campal, crisis, lam<strong>en</strong>tables eufemismos para<br />

d<strong>en</strong>ominar una operación cuyos rasgos más distintivos habían sido la saña<br />

y la impunidad más abyectas. Dos muertos, represión con balas goma.<br />

Morir, que yo sepa, se puede morir de infinidad de maneras: dol<strong>en</strong>cias<br />

graves, accid<strong>en</strong>tes, vejez. Asesinar, al decir de mi viejo diccionario,<br />

significa matar alevosam<strong>en</strong>te. Kosteki y Santillán gozaban de muy bu<strong>en</strong>a<br />

salud, eran muchachos capaces de resistir dec<strong>en</strong>as de balas de goma,<br />

pero nunca jamás, claro <strong>está</strong>, el artero disparo de una escopeta. ¿Cómo<br />

era posible que, <strong>en</strong>contrándome <strong>en</strong> otro país, <strong>en</strong> el medio del campo, al<br />

otro lado del río, y t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do como medios de información un teléfono,<br />

internet, un radiograbador y un televisor, pudiera haber obt<strong>en</strong>ido yo datos<br />

que echaban por tierra la <strong>en</strong>gañosa e insol<strong>en</strong>te información que escupían<br />

los diarios?<br />

En octubre de 1997, <strong>en</strong> Guadalajara, México, <strong>en</strong> el transcurso de la<br />

Asamblea de la Sociedad Interamericana de Pr<strong>en</strong>sa, Tomás Eloy Martínez<br />

dijo: “Al lector no se lo distrae con fuegos de artificio o con d<strong>en</strong>uncias<br />

estrepitosas que se desvanec<strong>en</strong> al día sigui<strong>en</strong>te, sino que se lo respeta<br />

122


con la información precisa. Cada vez que un periodista arroja leña <strong>en</strong> el<br />

fuego fatuo del escándalo, <strong>está</strong> apagando con c<strong>en</strong>izas el fuego g<strong>en</strong>uino<br />

de la información. El periodismo no es un circo para exhibirse, sino un<br />

instrum<strong>en</strong>to para p<strong>en</strong>sar, para crear, para ayudar al hombre <strong>en</strong> su eterno<br />

combate por una vida más digna y m<strong>en</strong>os injusta”.<br />

En el mediodía del jueves 27, mi<strong>en</strong>tras una multitud vela los cuerpos de<br />

Santillán y Kosteki, el ciudadano Santo Biassati habla de vándalos y<br />

delincu<strong>en</strong>tes y conversa, presa de un <strong>en</strong>ojo sustantivo, con una<br />

comerciante de Avellaneda; la mujer lagrimea, los escaparates de su<br />

comercio han sido destrozados, <strong>está</strong> <strong>en</strong> la ruina, pero int<strong>en</strong>ta explicar, <strong>en</strong><br />

vano, pues el ciudadano Santo no le deja espacio para meter un bocadillo,<br />

que a su juicio no han actuado piqueteros, ella los conoce, de los cortes,<br />

de verlos siempre, y los responsables del ataque eran hombres extraños.<br />

¿Para qué gastar el tiempo escuchando disparates de ese t<strong>en</strong>or?<br />

“Señora”, dice Santo <strong>en</strong> tono germánico, “debe quedar claro que la<br />

propiedad es un derecho y usted es una trabajadora”. De su boca no<br />

saldrá siquiera una palabra acerca del derecho a la vida, a la dignidad, a<br />

privilegios de índole tan extravagante que, <strong>en</strong> el programa Zap, Mariana<br />

Nannis nos hace saber que goza a carretadas: “Yo vivo acá <strong>en</strong> un hotel<br />

que me cuesta 4.650 dólares por noche”. En otro canal, Mónica Gutiérrez<br />

interroga a la madre de Kosteki. “Señora, ¿usted no sabe si su hijo fue<br />

obligado a ir al corte?”. <strong>La</strong> madre ignora de qué diablos le <strong>está</strong>n hablando.<br />

Gutiérrez dirige la mirada hacia la cámara y con impostada sufici<strong>en</strong>cia<br />

aclara: “<strong>La</strong> señora por lo visto no <strong>está</strong> informada, pero le pregunté eso<br />

porque <strong>en</strong> este tipo de corte los chicos que aspiran al plan trabajar deb<strong>en</strong><br />

ir como contraprestación”. Tarea ardua saber <strong>en</strong> qué burdos informes de<br />

intelig<strong>en</strong>cia se ha fundado la señora Gutiérrez para caer <strong>en</strong> tamaño<br />

desatino. Es pertin<strong>en</strong>te inferir que no ha recibido la semblanza de Kosteki,<br />

titulada “Maxi, el ángel piquetero”, que la ag<strong>en</strong>cia de noticias alternativa<br />

ANRED ha remitido a todos los medios de comunicación del país ese<br />

mismísimo día: “Maximiliano Kosteki hubiera cumplido 23 años el 3 de<br />

julio, pero las balas de feroces homicidas no lo dejaron. Casi la última<br />

imag<strong>en</strong> que sus compañeros del MTD de Guernica recuerdan de él fueron<br />

las de su largo y flaco cuerpo lanzando esas dos piedras, lanzándolas<br />

débilm<strong>en</strong>te y sin odio, trastabillando y con un gesto casi chaplinesco,<br />

dic<strong>en</strong>, contra el grueso de la tropa de infantería que reprimía ferozm<strong>en</strong>te.<br />

Desde el 1° de mayo último, Maxi formaba <strong>parte</strong> del movimi<strong>en</strong>to. Aquella<br />

tarde, durante los actos <strong>en</strong> Plaza de Mayo, les dibujó a sus compañeros<br />

un curioso ángel, con media cara tapada y con un palo <strong>en</strong> la mano,<br />

insinuando quizás a un fantástico `ángel piquetero´. <strong>La</strong>s más preciadas<br />

posesiones de Maxi Kosteki eran sus dos lapiceras, una roja y la <strong>otra</strong> azul.<br />

Se las había comprado su madre el año pasado y desde <strong>en</strong>tonces él las<br />

cuidaba a pesar de que eran por completo ordinarias. Con ellas dibujaba<br />

123


sobre casi cualquier cosa, cartones, hojas usadas, diarios, mi<strong>en</strong>tras<br />

proyectaba com<strong>en</strong>zar a dictar un taller de plástica <strong>en</strong> Guernica, <strong>en</strong> un<br />

futuro próximo. Allí también colaboraba <strong>en</strong> la construcción del comedor<br />

del barrio y había contribuido a erigir el horno de barro. Para construirlo,<br />

Maxi había r<strong>en</strong>unciado a una de sus más caras posesiones: un tacho de<br />

chapa de cincu<strong>en</strong>ta litros con el que esperaba hacerse, <strong>en</strong> cuanto pudiera,<br />

un horno para cerámicas. A pesar de que Maxi no guardaba odios ni<br />

r<strong>en</strong>cores, llevaba una herida secreta, la muerte de su hermano, un tiempo<br />

atrás, paradójicam<strong>en</strong>te también víctima de disparos policiales; la holgada<br />

campera que llevaba puesta cuando cayó este miércoles, era <strong>parte</strong> de la<br />

her<strong>en</strong>cia que su hermano le había dejado. A pesar de ser un compañero<br />

nuevo, al punto que aun no había cobrado nunca el necesitado Plan, y de<br />

no ser lo que se dice un `teórico´, Maxi iba asumi<strong>en</strong>do gradualm<strong>en</strong>te un<br />

mayor compromiso <strong>en</strong> los reclamos. El día que lo mataron fue su primera<br />

marcha de `piquetero´, de cara tapada; formaba <strong>parte</strong> por primera vez<br />

de la comisión de seguridad, había dicho que `quería dejar de ser un<br />

espectador pasivo´. Una de sus más cercanas compañeras recuerda que,<br />

mom<strong>en</strong>tos antes de que la marcha se iniciara, habían esperado que<br />

Maximiliano y otro compañero se procuraran algunos palos <strong>en</strong> prev<strong>en</strong>ción.<br />

Maxi mostró sonri<strong>en</strong>do una ridícula ramita seca, por la cual fue objeto de<br />

cargadas por un rato, hasta que algui<strong>en</strong> terminó por romper sin esfuerzo<br />

su `arma´ inútil. El disparo que acabó con la preciosa vida de Maxi dio <strong>en</strong><br />

pl<strong>en</strong>o <strong>en</strong> su g<strong>en</strong>eroso pecho, pero también dio <strong>en</strong> el corazón de sus<br />

compañeros, afectando especialm<strong>en</strong>te a los niños del barrio, a qui<strong>en</strong>es<br />

Maxi adoraba. Para ellos nunca les faltó at<strong>en</strong>ción ni tiempo. En un corte<br />

realizado <strong>en</strong> <strong>La</strong> Plata, Maxi les hacía barquitos de papel a los chicos de los<br />

desocupados, y luego los lanzaba zanja abajo. Los asesinos, lo sabemos,<br />

no tardarán <strong>en</strong> ser descubiertos; <strong>en</strong> donde estén, durante el resto de sus<br />

vidas, los acompañará la vergü<strong>en</strong>za y el escarnio. Los que conocieron a<br />

Maximiliano Kosteki no lo olvidarán, como nos dijera uno de sus<br />

compañeros, puesto <strong>en</strong> el compromiso de definirlo <strong>en</strong> una frase breve:<br />

`Maxi era pura bondad´”.<br />

Pero Gutiérrez no estaba sola <strong>en</strong> la <strong>en</strong>jundiosa campaña de<br />

desinformación. Horas más tarde, <strong>en</strong> una emisión especial de su<br />

escatológico programa, Chiche Gelblung se pondrá a trazar un infamante<br />

y embrollado paralelo <strong>en</strong>tre brasileños y arg<strong>en</strong>tinos; estamos vivi<strong>en</strong>do un<br />

proceso similar al que padece Brasil, dirá, país donde los narc<strong>otra</strong>ficantes<br />

emplean las “favelas” como base de operaciones para consumar sus<br />

delitos, y sí, sí, señores, como aquí lo <strong>está</strong>n haci<strong>en</strong>do alegre e<br />

impunem<strong>en</strong>te los piqueteros. Y el bu<strong>en</strong>o de Chiche habrá de arribar a una<br />

lúcida conclusión:“Los pobres, los que son pobres <strong>está</strong>n tratando de zafar.<br />

El tema <strong>está</strong> <strong>en</strong> que los pobres no son los que pi<strong>en</strong>san, son otros los que<br />

pi<strong>en</strong>san y ésos no son pobres”. Simultáneam<strong>en</strong>te, desde los estudios de<br />

124


TN, uno de los conductores del programa “A dos voces”, Gustavo<br />

Silvestre, no lograba ocultar su vehem<strong>en</strong>te ojeriza hacia los viol<strong>en</strong>tos y<br />

radicalizados miembros de la Coordinadora Aníbal Verón, suerte de<br />

novedoso demonio nacional, digno de ser temido y apaleado sin<br />

misericordia. Palabras de igual carácter, aunque <strong>en</strong> esta oportunidad<br />

signadas por un revulsivo y temerario macartismo, había de formular días<br />

después el dirig<strong>en</strong>te (¿piquetero?) Luis D`Elía; hubo “infiltración<br />

ideológica por izquierda”, dijo; un tal “comandante Nicolás” ha mandado<br />

“g<strong>en</strong>te armada con palos” con el fin de crear un esc<strong>en</strong>ario “funcional a<br />

intereses dolarizadores”.<br />

* * *<br />

En tanto el gobierno y la policía permanecían aj<strong>en</strong>os a las investigaciones,<br />

y con insultante descaro procuraban <strong>en</strong>turbiar los hechos, la verdad de lo<br />

ocurrido com<strong>en</strong>zó a tornarse pública a causa de investigaciones<br />

periodísticas, <strong>en</strong> particular las realizadas por el diario Página/12 y la<br />

revista Veintitrés, y, por sobre todas las cosas, gracias a los rotundos<br />

docum<strong>en</strong>tos fotográficos que obtuvieron, a fuerza de coraje y tal<strong>en</strong>to,<br />

Sergio Kowalewski, Pepe Mateos y Mariano Espinosa. El testimonio de<br />

Kowalewski, que reiteró detalladam<strong>en</strong>te ante cuanto micrófono, grabador<br />

o cámara le pusieran delante, no resistía objeción alguna. Darío había sido<br />

fusilado <strong>en</strong> el hall de la estación Avellaneda por el comisario inspector<br />

Alfredo Luis Fanchiotti y su banda criminal. “Fanchiotti <strong>en</strong>tró como loco <strong>en</strong><br />

el hall y me mostró que t<strong>en</strong>ía el cuello lastimado, como justificando con<br />

eso la continuidad de la represión”, dijo el fotógrafo. “Yo insistí<br />

explicándole que había chicos que ya se estaban y<strong>en</strong>do. El comisario me<br />

volvió a mostrar su herida. Entonces la marqué la difer<strong>en</strong>cia: ‘Ustedes<br />

<strong>está</strong>n con fierros y ellos con gomeras’. En eso aparece por detrás un<br />

gordo de Infantería que me dice: ‘Si no te gusta, andáte del otro lado’”.<br />

Kowalewski abandonó unos segundos el hall, para auxiliar a una mujer y<br />

buscar una ambulancia, y <strong>en</strong>tonces oyó los disparos. Cuando regresó,<br />

Darío yacía junto a una columna.<br />

Por lo demás, la televisión pasó a una escala superior del amarillo, a un<br />

amarillo con salpicones rojos, que, compr<strong>en</strong>dieron de inmediato los jefes<br />

de programación, r<strong>en</strong>día mayores frutos. Silvia y Guido Süller, Jacobo<br />

Winograd y el Chupacabras, Giselle Rímolo y Silvio Soldán, quedaron<br />

temporariam<strong>en</strong>te sin empleo. Antes, <strong>en</strong> vida, Kosteki y Santillán no habían<br />

sido más que un par de jóv<strong>en</strong>es viol<strong>en</strong>tos e intemperantes, unos de los<br />

tantos millares de desocupados que gastaban el tiempo <strong>en</strong> asuntos<br />

estrambóticos, dignos del desdén; ahora, muertos ya, asesinados de<br />

manera salvaje, comportaban un negocio razonable. Durante un puñado<br />

de días, pues, Darío y Maximiliano se convirtieron <strong>en</strong> los muertos<br />

125


escogidos por la televisión para sembrar de colorida compasión el ánimo<br />

de los telespectadores. <strong>La</strong>s imág<strong>en</strong>es de la cacería y del horror se<br />

instalaron de manera morbosa <strong>en</strong> la pantalla. Así las cosas, a toda hora, y<br />

<strong>en</strong> cualquier canal, podíamos ver a Darío junto a Maxi, <strong>en</strong> cuclillas,<br />

tomándole la mano; Darío incorporándose y alzando los brazos, <strong>en</strong> claro<br />

gesto de <strong>en</strong>trega, ante la irrupción de Fanchiotti y su banda <strong>en</strong> el hall de<br />

la estación Avellaneda; policías que a la manera de toscos empleados de<br />

un matadero arrastraban cuerpos jóv<strong>en</strong>es por el suelo del hall, por el<br />

asfalto, dejando a su paso una viscosa estela de sangre; un policía<br />

sonri<strong>en</strong>te colocando patas arriba el cuerpo exánime de Maximiliano para<br />

apresurar el desangrami<strong>en</strong>to; Darío t<strong>en</strong>dido <strong>en</strong> el piso, los jeans rotos, el<br />

gorro blanco, su campera de cuero negro, estirando <strong>en</strong> vano su brazo ya<br />

debilitado <strong>en</strong> busca de ayuda, y un policía que por toda respuesta lo<br />

volteaba; Fanchiotti tomando a Dario por las axilas, exigiéndole que se<br />

incorporara, retándolo paternalm<strong>en</strong>te al advertir la pres<strong>en</strong>cia de una<br />

cámara: “Dále, si no t<strong>en</strong>és nada, si vos podés”. Tuvimos la oportunidad<br />

de asistir a otros porm<strong>en</strong>ores de la barbarie. Un hombre ataviado con una<br />

campera roja y blanca que, <strong>en</strong> la av<strong>en</strong>ida Mitre, disparaba con una itaka<br />

hacia toda <strong>parte</strong>, fuera de sí, y a regañadi<strong>en</strong>tes, por fin, resolvía apartarse<br />

del lugar apurado por los gritos de sus compañeros de uniforme que le<br />

rogaban una pizca de cordura: “¡Pará, Leiva, pará!” , y acto seguido<br />

trepaba a una camioneta policial. Y supimos que el tal Leiva se llamaba<br />

Carlos y oficiaba de Jefe de Calle de la comisaría 1ª de Avellaneda. Y<br />

asistimos a la meticulosa operación limpieza de los abnegados policías,<br />

que como perros sabueso olisqueban las calles a la caza de los cartuchos<br />

rojos que id<strong>en</strong>tificaban a las balas de plomo, prueba elocu<strong>en</strong>te de la<br />

tropelía que habían cometido. Vimos, <strong>en</strong> la pantalla, llorar a los amigos de<br />

Darío, y escuchamos sus lam<strong>en</strong>tos cargados de inconduc<strong>en</strong>te culpa: “El<br />

nos dijo que corriéramos, que nos fuéramos, que él se quedaba a<br />

auxiliarlo, y nosotros rajamos, y lo dejamos solo, y no fuimos capaces de<br />

quedarnos junto a nuestro amigo, como lo hizo él, que se quedó a ayudar<br />

a algui<strong>en</strong> a qui<strong>en</strong> no conocía”. Y luego la imag<strong>en</strong> y la voz de Leonardo<br />

celebrando la conducta de su hermano, su solidaridad, su hombría.<br />

Supimos, con el correr de las horas, de los días, que la operación<br />

masacre del miércoles 26 de junio del año 2002 se había ext<strong>en</strong>dido por<br />

los alrededores de la estación Avellaneda: Gerli, Plaza Alsina, av<strong>en</strong>ida<br />

Mitre; ci<strong>en</strong>to set<strong>en</strong>ta heridos, veintiocho de ellos víctimas de balas de<br />

plomo; ci<strong>en</strong>to och<strong>en</strong>ta y ocho det<strong>en</strong>idos. Javier Medina refirió a los<br />

medios cómo había sido baleado con plomo y goma por un hombre que<br />

vestía casco y uniforme, cuando int<strong>en</strong>taba escabullirse <strong>en</strong> la av<strong>en</strong>ida<br />

Pavón; <strong>en</strong> Plaza Alsina, es decir, a quince cuadras de la estación<br />

Avellaneda, Alejandro Abraham recibió un tiro que le disparó un hombre<br />

arropado de civil, al amparo de la grácil mirada de un grupo de policías.<br />

126


Edgardo Ferrrari, de veintitrés años, miembro de la Coordinadora Aníbal<br />

Verón de <strong>La</strong> Plata, fue det<strong>en</strong>ido por el parapolicial Francisco Federico<br />

Robledo, ex ag<strong>en</strong>te del Comando Patrullas de Quilmes, y conducido a un<br />

descampado cercano al supermercado Carrefour; allí padeció torturas y<br />

simulacros de fusilami<strong>en</strong>to. “Se lo vamos a mandar a mamá <strong>en</strong> una<br />

bolsita”, bromeaban <strong>en</strong>tre sí los policías. En las comisarías de Avellaneda<br />

los ag<strong>en</strong>tes resolvieron divertir su ánimo despojando de sus ropas a varias<br />

mujeres det<strong>en</strong>idas, sometiéndolas a ultrajantes torturas.<br />

En un claro y preciso artículo publicado <strong>en</strong> el periódico Página/12 días<br />

después de los asesinatos, y tras analizar el testimonio y la secu<strong>en</strong>cia<br />

fotográfica de Kowalewski, Martín Granovsky y <strong>La</strong>ura Vales llegarían a las<br />

conclusiones que sigu<strong>en</strong>: “1.Que Fanchiotti ingresó a la estación detrás de<br />

Santillán. 2.Que lo vio con vida. 3.Que Santillán fue herido por las balas<br />

de plomo de la policía. 4.Que la herida fue una herida de muerte. 5.Que<br />

los policías desord<strong>en</strong>aron la esc<strong>en</strong>a del delito. 6.Que dejaron abandonado<br />

a Santillán después de arrastrarlo malherido y desangrándose. 7.Que<br />

Fanchiotti fue advertido por Kowalewski, es decir que la <strong>en</strong>trada <strong>en</strong> la<br />

estación Avellaneda la realizó con pl<strong>en</strong>a conci<strong>en</strong>cia de sus actos y pl<strong>en</strong>a<br />

conci<strong>en</strong>cia de lo que podía ocurrir. 8.Que incluso llegó a argum<strong>en</strong>tar<br />

racionalm<strong>en</strong>te (aunque fuese ridículo), amparándose <strong>en</strong> la herida del<br />

cuello. 9.Que su conducta puede quedar agravada porque no solo es un<br />

policía, y de ahí su mayor compromiso con la ley, sino un alto oficial.<br />

10.Que no puede hablarse de emoción viol<strong>en</strong>ta, no solam<strong>en</strong>te porque se<br />

trata de un policía, sino porque Fanchiotti no reaccionó a una agresión<br />

sino que corrió varias cuadras <strong>en</strong> busca de su blanco. 11.Que Fanchiotti y<br />

sus oficiales pued<strong>en</strong> haber conocido de antes a Santillán, un manifestante<br />

habitual <strong>en</strong> los cortes del Pu<strong>en</strong>te Pueyrredón. 12.Que o Fanchiotti mismo<br />

le disparó a Santillán, o se comportó como el jefe de la patota que ejecutó<br />

fríam<strong>en</strong>te al piquetero”.<br />

Los miembros de la policía bonaer<strong>en</strong>se Alfredo Luis Fanchiotti, Alejandro<br />

Acosta, Lor<strong>en</strong>zo Colman y Carlos Jesús Quevedo, fueron det<strong>en</strong>idos. Los<br />

dos últimos, procesados por “<strong>en</strong>cubrimi<strong>en</strong>to agravado”, serían liberados<br />

tiempo después. El 26 de julio de 2002, a fojas 2439, la jueza Marisa<br />

Salvo habrá de convertir <strong>en</strong> prisión prev<strong>en</strong>tiva la det<strong>en</strong>ción de Fanchiotti y<br />

Acosta, “<strong>en</strong> ord<strong>en</strong> a los hechos calificados provisoriam<strong>en</strong>te como<br />

homicidio simple <strong>en</strong> grado de t<strong>en</strong>tativa, dos hechos, y HOMICIDIO<br />

SIMPLE, dos hechos, todos <strong>en</strong> concurso real”. En sus fundam<strong>en</strong>tos,<br />

escribirá la jueza: “(...) los imputados, de común acuerdo, sigui<strong>en</strong>do un<br />

plan unitario, con acabado conocimi<strong>en</strong>to de la conducta que desplegaba el<br />

otro, y aprovechándose del marco institucional organizado <strong>en</strong> el que se<br />

desempeñaban, (...) dispararon sus escopetas hacia los manifestantes con<br />

cartuchos con municiones de plomo, con la finalidad de dar muerte a las<br />

127


personas que se <strong>en</strong>contraban fr<strong>en</strong>te a ellos, qui<strong>en</strong>es sin oponer<br />

resist<strong>en</strong>cia corrían, dándole las espaldas a los imputados”.<br />

Pese a que <strong>en</strong> un primer mom<strong>en</strong>to el fiscal había d<strong>en</strong>unciado ante el<br />

gobernador Felipe Solá a Fanchiotti y al titular de la jefatura<br />

departam<strong>en</strong>tal, comisario Osvaldo Vega, por haber <strong>en</strong>torpecido la<br />

investigación, borrado pruebas y dificultado la labor de la Justicia, el<br />

poder político c<strong>en</strong>tró las acusaciones <strong>en</strong> Fanchiotti, preservando a Vega<br />

por razones lógicas: el hombre cu<strong>en</strong>ta con la protección del int<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te de<br />

<strong>La</strong>nús, Manolo Quindimil, y de Oscar Rodríguez, ex int<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te de<br />

Presid<strong>en</strong>te Perón, vicejefe de la Side y, motivo más que sufici<strong>en</strong>te, íntimo<br />

amigo de Duhalde.<br />

En esos días, un miembro de la propia policía de la provincia de Bu<strong>en</strong>os<br />

Aires se ocupó de asestar a Duhalde un decisorio cachetazo. En una carta<br />

abierta al Presid<strong>en</strong>te de la Nación, titulada “Qui<strong>en</strong> quiere oir, que oiga”,<br />

decía el comisario mayor Julio César Frutos, Jefe Departam<strong>en</strong>tal de<br />

Quilmes:<br />

“Sr. Presid<strong>en</strong>te:<br />

Alarmado, dolido y consternado como usted, he podido ver las fotografías<br />

y videos que mostraban como un reducido grupo de policías literalm<strong>en</strong>te<br />

disparaba a mansalva contra algunos manifestantes indef<strong>en</strong>sos, y,<br />

también como usted, he s<strong>en</strong>tido el alivio cuando el amparo de las<br />

probanzas fueran det<strong>en</strong>idos para su juzgami<strong>en</strong>to (...) En primer lugar<br />

permítame recordarle con todo respeto que para poner <strong>en</strong> `caja a la<br />

policía bonaer<strong>en</strong>se´ no se debiera repetir nunca el episodio de mayor<br />

conc<strong>en</strong>tración de poder que se t<strong>en</strong>ga conocimi<strong>en</strong>to <strong>en</strong> la Fuerza, como<br />

durante la Jefatura de Pedro Klodkczyk, durante los cuales los oficiales de<br />

m<strong>en</strong>or rango debimos escuchar de nuestro Gobernador que éramos la<br />

mejor policía del mundo, dejándonos descaradam<strong>en</strong>te sin posibilidad<br />

alguna de crecer a partir de la autocrítica y el replanteo (...) No será<br />

necesario, Sr. Presid<strong>en</strong>te, que le recuerde que fue su candidato a<br />

Gobernador qui<strong>en</strong> designó como ministro de Seguridad al Int<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te<br />

Rico, apremiado como estaba por exhibir no ya una Policía `garantista´,<br />

como la que le asegurara el Dr. Arslanian, sino una policía `ejecutiva y<br />

efectista´, como la que le reclamaban los tiempos electorales (...) Al<br />

m<strong>en</strong>os si se cumpl<strong>en</strong> los más agoreros pronósticos y el destino de los<br />

arg<strong>en</strong>tinos sea el <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to <strong>en</strong>tre hermanos pobres y m<strong>en</strong>os pobres,<br />

<strong>en</strong>tre hermanos de uniforme y sin uniforme, <strong>en</strong>tre hermanos de derecha,<br />

c<strong>en</strong>tro e izquierda, quisiera como jefe policial <strong>en</strong> actividad contar con el<br />

consuelo de la sinceridad”.<br />

Días más tarde, claro, Frutos r<strong>en</strong>unció a su cargo. Mi<strong>en</strong>tras escribo estas<br />

líneas, Carlos Leiva, pará Leiva, sobre qui<strong>en</strong> pesa una acusación por<br />

“int<strong>en</strong>to de homicidio”, continúa prófugo.<br />

128


<strong>La</strong> historia criminal de la policía de Avellaneda no es novedosa. En<br />

octubre de 1968, <strong>en</strong> el último párrafo del primer artículo de una serie<br />

titulada “<strong>La</strong> secta de la picana”, Rodolfo Walsh escribió: “Estos son los<br />

métodos. Los métodos que utiliza una jauría de hombres deg<strong>en</strong>erados, un<br />

hampa de uniforme, una delincu<strong>en</strong>cia organizada que actúa <strong>en</strong> nombre<br />

de la ley. El nombre completo de esa asociación delictiva es Brigada de<br />

Investigaciones de Avellaneda”.<br />

* * *<br />

De vuelta Bu<strong>en</strong>os Aires, una vez más la cruda int<strong>en</strong>sidad del frío y esa<br />

<strong>en</strong>demoniada lluvia fina y pertinaz. Es miércoles 3 de julio, siete días han<br />

transcurrido del asesinato de Santillán y Kosteki, y las columnas de la<br />

Coordinadora Aníbal Verón han com<strong>en</strong>zado a reunirse <strong>en</strong> las adyac<strong>en</strong>cias<br />

de la estación Avellaneda. Son millares de personas empapadas <strong>en</strong> agua,<br />

millares de rostros macil<strong>en</strong>tos y a la vez ll<strong>en</strong>os de medida indignación.<br />

Todo indica que, a pesar de la lobreguez del cielo, la marcha contra la<br />

represión hacia Plaza de Mayo, articulada por dec<strong>en</strong>as de organizaciones,<br />

será mayúscula; aquí hay miles, y otros miles habrán de plegarse a esta<br />

columna <strong>en</strong> el trayecto, <strong>en</strong> la Nueve de Julio, <strong>en</strong> av<strong>en</strong>ida de Mayo, hasta<br />

alcanzar la plaza y repletarla al grito que ahora escucho y me sorpr<strong>en</strong>do<br />

coreando con vigor: “¡Darío y Maxi! ¡Pres<strong>en</strong>tes!, ¡Darío y Maxi! ¡Pres<strong>en</strong>tes,<br />

ahora y siempre!”. Ayer, quizá con el propósito de acallar tanto dolor y<br />

disgusto, y confirmando el cabal conocimi<strong>en</strong>to que ti<strong>en</strong>e acerca de la<br />

realidad del país, Duhalde dispuso anticipar las elecciones para marzo de<br />

2003; desde luego, una sabia resolución que todos los arg<strong>en</strong>tinos han<br />

recibido con alborozo. Otro funcionario del gobierno, Alfredo Atanasof,<br />

muy probablem<strong>en</strong>te afectado por la obstrucción de algún vaso sanguíneo,<br />

creyó oportuno soltar una ironía: “Dejamos atrás el caos y somos un país<br />

previsible”. Los diarios, he visto, andan ocupados <strong>en</strong> m<strong>en</strong>esteres sin duda<br />

alguna más trasc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>tales: ¿Quiénes son los candidatos que infund<strong>en</strong><br />

mayor confianza? ¿M<strong>en</strong>em, López Murphy, Macri, Carrió, Reuteman?<br />

Infobae.com, cabe subrayarlo, le ha destinado reveladoras líneas a la<br />

marcha nacional, pero lo ha hecho a su modo; luego de informar que el<br />

gobierno <strong>en</strong>com<strong>en</strong>dó a los servicios de intelig<strong>en</strong>cia del Estado, del Ejército<br />

y de la Prefectura Naval el estudio de la situación, el libelo de Daniel<br />

Hadad advierte: “Algunos de los informes realizados <strong>en</strong> estos días por<br />

esos organismos indican que los activistas ya habrían ingresado una<br />

bu<strong>en</strong>a cantidad de armas al interior de la Capital Federal, para no t<strong>en</strong>er<br />

que lidiar hoy con los estrictos controles policiales especialm<strong>en</strong>te<br />

preparados <strong>en</strong> los accesos a la Ciudad, y hacerse de las municiones una<br />

vez superadas esas barreras”.<br />

129


Me pongo a conversar de manera informal con algunos compañeros de<br />

Darío; los recuerdos afloran, espontáneos, irreprimibles, el uno tras el<br />

otro, <strong>en</strong> una especie de necesaria e impostergable celebración de la vida.<br />

Quería crear la Juv<strong>en</strong>tud Piquetera; no sabés cómo dibujaba el chabón;<br />

t<strong>en</strong>drías que hablar con todos esos pibes a los que sacó de la droga,<br />

porque odiaba la droga, quería sacar a los chicos del pozo, los estimulaba<br />

con la música. Uno de los muchachos extrae un papel ajado de <strong>en</strong>tre las<br />

ropas; desde el miércoles último lo lleva siempre consigo a la manera de<br />

preciado tesoro. Es un breve docum<strong>en</strong>to que Darío escribió años atrás,<br />

cuando <strong>en</strong> el colegio secundario de Solano fundó una agrupación<br />

estudiantil. “Cuando decimos `lo imposible sólo cuesta un poco más´,<br />

reafirmamos nuestra decisión de alcanzar finalm<strong>en</strong>te los ideales de todos<br />

los que pelearon contra la estupidez, la miseria, el hambre, la ignorancia y<br />

la explotación. Estamos hablando de nuestros 30.000 mejores<br />

compañeros, de los que dieron la vida por un mundo verdaderam<strong>en</strong>te<br />

digno para todo el género humano, la vida invalorable de esos ejemplares<br />

compañeros nos empuja aún más a seguir hacia delante, con la alegría de<br />

sabernos la continuación de sus vidas, es con ellos y sus ideales que<br />

realizamos día a día, construy<strong>en</strong>do desde abajo el sueño que buscamos,<br />

que de una vez y definitivam<strong>en</strong>te se vuelva realidad”. Cruzo abrazos y<br />

besos lagrimosos con Flor, Nelson y Pablo; con Jorge, Marcelo y Alberto.<br />

De pronto diviso al Vasco, de All<strong>en</strong>, y parto a su <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro; <strong>en</strong>seguida la<br />

palma de una mano gruesa, mojada, aparece por detrás y me tapa los<br />

ojos y cuando vuelvo la cabeza choco con Tomás, de Mosconi; Juan<br />

Arredondo, con la posta de plomo incrustada <strong>en</strong> el trasero, sosti<strong>en</strong>e un<br />

palo alto y pesado, extremo de un cartel <strong>en</strong>orme; Luis Zamora erra por<br />

allí. Entonces la insondable columna se echa a andar, lerda, abatida, hacia<br />

el pu<strong>en</strong>te, hacia el maldito pu<strong>en</strong>te, donde, como si nada terrible hubiera<br />

ocurrido, como si su pres<strong>en</strong>cia exhalara sosiego, ci<strong>en</strong>tos de policías<br />

ahogados <strong>en</strong> cascos, escudos y armas largas, nos observan con recelo. El<br />

padre de Darío se niega, hasta el <strong>en</strong>ojo, a hacer a un lado las muletas y<br />

meterse <strong>en</strong> un auto. “Si no soy capaz de hacer esto por mi hijo, de<br />

caminar hasta Plaza de Mayo, como lo hubiera hecho él, soy una mierda<br />

de padre y persona”. Claudia, la novia de Darío, camina a su lado; <strong>en</strong><br />

mom<strong>en</strong>to alguno ha dejado de largar lágrimas, gotas extrañam<strong>en</strong>te<br />

blancas que <strong>en</strong> su rostro pálido y aus<strong>en</strong>te, a pesar de la lluvia fina que lo<br />

empapa, veo serp<strong>en</strong>tear, imborrables, decididas, hasta la comisura de los<br />

labios. A Leo, hermano de Darío, tras un fuerte abrazo le <strong>en</strong>trego las<br />

pocas líneas que he podido escribir anoche: “Tu hermano era un tipo<br />

testarudo y exig<strong>en</strong>te. Acaso por eso lo asesinaron de manera impía y<br />

cobarde. Porque no hacía más que luchar, con formidable t<strong>en</strong>acidad, por<br />

un mundo nuevo; un mundo loco e insol<strong>en</strong>te, desde luego, como el que<br />

Nicolás Guillén ha sabido describir <strong>en</strong> su poema T<strong>en</strong>go:<br />

130


Cuando me veo y toco<br />

yo, Juan sin Nada no más ayer,<br />

y hoy Juan con Todo,<br />

y hoy con todo,<br />

vuelvo los ojos, miro,<br />

me veo y toco<br />

y me pregunto cómo ha podido ser.<br />

T<strong>en</strong>go, vamos a ver,<br />

t<strong>en</strong>go el gusto de andar por mi país,<br />

dueño de cuanto hay <strong>en</strong> él,<br />

mirando bi<strong>en</strong> de cerca lo que antes<br />

no tuve ni podía t<strong>en</strong>er.<br />

Zafra puedo decir,<br />

monte puedo decir,<br />

ciudad puedo decir,<br />

ejército decir,<br />

ya míos para siempre y tuyos, nuestros,<br />

y un ancho resplandor<br />

de rayo, estrella, flor.<br />

T<strong>en</strong>go, vamos a ver,<br />

t<strong>en</strong>go el gusto de ir<br />

yo, campesino, obrero, g<strong>en</strong>te simple,<br />

t<strong>en</strong>go el gusto de ir<br />

(es un ejemplo)<br />

a un banco y hablar con el administrador,<br />

no <strong>en</strong> inglés,<br />

no <strong>en</strong> señor,<br />

sino decirle compañero como se dice <strong>en</strong> español.<br />

T<strong>en</strong>go, vamos a ver,<br />

que si<strong>en</strong>do un negro<br />

nadie me puede det<strong>en</strong>er<br />

a la puerta de un dancing o de un bar.<br />

O bi<strong>en</strong> <strong>en</strong> la carpeta de un hotel<br />

gritarme que no hay pieza,<br />

una mínima pieza y no una pieza colosal,<br />

una pequeña pieza donde yo pueda descansar.<br />

T<strong>en</strong>go, vamos a ver,<br />

que no hay guardia rural<br />

que me agarre y me <strong>en</strong>cierre <strong>en</strong> un cuartel,<br />

ni me arranque y me arroje de mi tierra<br />

al medio del camino real.<br />

T<strong>en</strong>go que como t<strong>en</strong>go la tierra t<strong>en</strong>go el mar,<br />

no country,<br />

131


no jailáif,<br />

no t<strong>en</strong>nis y no yatch,<br />

sino de playa <strong>en</strong> playa y ola <strong>en</strong> ola,<br />

gigante azul abierto democrático:<br />

<strong>en</strong> fin, el mar.<br />

T<strong>en</strong>go, vamos a ver,<br />

que ya apr<strong>en</strong>dí a leer,<br />

a contar,<br />

t<strong>en</strong>go que ya apr<strong>en</strong>dí a escribir<br />

y a p<strong>en</strong>sar<br />

y a reír.<br />

T<strong>en</strong>go que ya t<strong>en</strong>go<br />

donde trabajar<br />

y ganar<br />

lo que me t<strong>en</strong>go que comer.<br />

T<strong>en</strong>go, vamos a ver,<br />

t<strong>en</strong>go lo que t<strong>en</strong>ía que t<strong>en</strong>er.<br />

* * *<br />

Son las ocho de la mañana del jueves 4 de julio del año 2002 y estoy <strong>en</strong><br />

la lancha colectivo que d<strong>en</strong>tro de tres horas me depositará <strong>en</strong> un muelle<br />

pequeño y viejo, a orillas del río Uruguay, a contados kilómetros de mi<br />

casa. Nada, nadie, más allá de la espesa bruma matinal, que me priva del<br />

paisaje, y de un frío int<strong>en</strong>so y mordaz imposible de aplacar. Ap<strong>en</strong>as el<br />

contínuo barullo del motor. Soy el único pasajero de una lancha que, <strong>en</strong><br />

sus épocas de gloria, acostumbra transportar no m<strong>en</strong>os de quince<br />

personas. Llevo diarios, revistas que no puedo ni pret<strong>en</strong>do leer. Entre mis<br />

papeles <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro una serie de anotaciones que ahora se me antojan<br />

absurdas, car<strong>en</strong>tes de s<strong>en</strong>tido y oportunidad; un bosquejo del itinerario<br />

que t<strong>en</strong>ía previsto continuar <strong>en</strong> los próximos días, y que los disparos de la<br />

semana última, que todavía restallan <strong>en</strong> mis p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos, han echado<br />

por tierra: los campesinos de la Asociación de Productores del Noroeste<br />

de Córdoba (APENOC), sometidos, como el Mocase, al atropello y la<br />

viol<strong>en</strong>cia consuetudinaria; los movimi<strong>en</strong>tos y agrupaciones del Gran<br />

Rosario, región paupérrina de la que suele hablarse sólo cuando un<br />

camarógrafo registra las imág<strong>en</strong>es de un gato desollado que prontam<strong>en</strong>te<br />

irá a parar a la olla; alguna asamblea de capital. Lo si<strong>en</strong>to, <strong>otra</strong> vez será.<br />

Ya no puedo seguir viaje. Al m<strong>en</strong>os por el mom<strong>en</strong>to. <strong>La</strong> muerte se ha<br />

<strong>en</strong>cargado de sumergirme <strong>en</strong> un pasmoso estado de susp<strong>en</strong>sión de los<br />

s<strong>en</strong>tidos y de toda facultad del ánimo. Encu<strong>en</strong>tro, también, una frase de<br />

Albert Einstein que hace tiempo he anotado <strong>en</strong> uno de mis cuadernos<br />

vaya a saber por qué: “<strong>La</strong> vida finaliza definitivam<strong>en</strong>te cuando el sujeto<br />

132


deja de t<strong>en</strong>er efecto alguno sobre su <strong>en</strong>torno a través de sus acciones. <strong>La</strong><br />

muerte es una realidad”. <strong>La</strong> leo nuevam<strong>en</strong>te y, acaso para hallar una<br />

coartada que aplaque la proverbial angustia que me devora, pi<strong>en</strong>so que el<br />

asesinato de Darío y Maximiliano más se asemeja a un g<strong>en</strong>eroso<br />

relumbrón de vida que a esa muerte cotidiana que durante este viaje<br />

inconcluso he podido absorber <strong>en</strong> los semblantes que poblaban calles y<br />

plazas, bares, subtes y colectivos; esa especie de muerte andante y<br />

habitualm<strong>en</strong>te indolora de la que sólo será posible librarse haci<strong>en</strong>do.<br />

Av<strong>en</strong>turando las manos <strong>en</strong> la masa, como me ha dicho Albino Tricanao; o<br />

<strong>en</strong> la tierra, dijo Paulo Aranda; <strong>en</strong> los pizarrones, hizo hincapié Raymundo<br />

Gómez; <strong>en</strong> las máquinas, se metió Raúl Godoy. Meti<strong>en</strong>do las manos <strong>en</strong> la<br />

argamasa, como lo hacía Darío.<br />

Tiemblo, mis di<strong>en</strong>tes castañetean.“Hace demasiado frío <strong>en</strong> este lugar”,<br />

escribió Maximiliano Kosteki, el 17 de febrero de 2002, <strong>en</strong> el<br />

<strong>en</strong>cabezami<strong>en</strong>to de un dibujo suyo que repres<strong>en</strong>ta un laberinto<br />

<strong>en</strong>revesado, tortuoso, sin escapatoria. ”Sigo caminando por este inm<strong>en</strong>so<br />

pasillo/¿hacia dónde me dirijo? ¡Estoy perdido!/los pasillos no dirig<strong>en</strong> a<br />

ningún lugar/t<strong>en</strong>go mucho frío, sin embargo mi sangre .../Mi sangre<br />

hierve, fluy<strong>en</strong>do por mis v<strong>en</strong>as/si<strong>en</strong>to que van a explotar ...” Al ingresar<br />

<strong>en</strong> el arroyo Ceibito, estrecho atajo de agua inmóvil y azafranada, medio<br />

comido por árboles y largos arbustos postrados que con sus ramas<br />

acarician las v<strong>en</strong>tanillas de la lancha, me recuesto <strong>en</strong> el asi<strong>en</strong>to y con<br />

diarios y revistas que hablan de asuntos estrafalarios cubro mi cuerpo<br />

aterido. Sí, el frío es excesivo. Pero la bruma, advierto con vaga<br />

satisfacción, ha com<strong>en</strong>zado a disiparse.<br />

* * *<br />

Epílogo<br />

Gasté varios días procurando palabras, reflexiones, ideas para<br />

proporcionarle a este libro un cierre acorde con su cont<strong>en</strong>ido. Pero resultó<br />

una tarea infructuosa. Cada oración, cada frase que garrapateaba moría,<br />

de modo irremisible, <strong>en</strong> el virtual cesto de basura. Por eso estimé más<br />

s<strong>en</strong>sato y justo transcribir el sigui<strong>en</strong>te fragm<strong>en</strong>to del texto que Carlos, del<br />

MTD-Solano, leyó durante el hom<strong>en</strong>aje a Darío Santillán y Maximiliano<br />

Kosteki, el viernes 28 de junio de 2002, <strong>en</strong> la sede de la Universidad de<br />

las Madres de Plaza de Mayo.<br />

Ahorita me acuerdo qué pasó, tanto humo, tanto tiro, tanta bala. Mis ojos<br />

se cerraron, no sé si por los lacrimóg<strong>en</strong>os o por la bronca que t<strong>en</strong>ía. Pero<br />

133


se abrieron un poquito mis párpados con una r<strong>en</strong>dija. Así como una<br />

herida de cuchillo, y <strong>en</strong>tonces pude ver el cielo y el sol caminando <strong>otra</strong><br />

vez de costado, como estos días, como muchos días. No había muchas<br />

nubes y el sol sigue pálido. Creo que <strong>está</strong> haci<strong>en</strong>do frío. Y <strong>en</strong>tonces me<br />

acuerdo de los días cuando los muertos que somos empezamos esta<br />

lucha para hablar. Sí, para hablar. ¿Para qué <strong>otra</strong> cosa haríamos esta<br />

lucha los muertos?<br />

Les decía que al abrir un poquito esta r<strong>en</strong>dija de mis párpados, alcancé a<br />

ver el cielo. Vi, s<strong>en</strong>tí y escuché. Vi a los asesinos, sus escudos, sus<br />

escopetas, sus balas de goma, sus lacrimóg<strong>en</strong>os. S<strong>en</strong>tí sus balas de goma<br />

<strong>en</strong> mi pierna izquierda y escuché las detonaciones. Nos atacaron, nos<br />

siguieron más de treinta cuadras y mi gran pregunta es que los muertos<br />

corríamos, y por qué, si estamos muertos.<br />

Ellos no lo sab<strong>en</strong> pero yo los veo, los veo y los vigilo. También me río.<br />

Sí, porque al final de cu<strong>en</strong>tas, esos infantes represores estuvieron acá<br />

porque nos ti<strong>en</strong><strong>en</strong> miedo. Sí, ya sé que de por sí los muertos no dan<br />

miedo, pero estos represores con sus armam<strong>en</strong>tos nos ti<strong>en</strong><strong>en</strong> miedo de<br />

que los muertos que somos nos echemos a caminar de nuevo. Y yo no sé<br />

para qué tanto barullo represivo, si de por sí nada podrán hacer, porque<br />

ya estamos muertos. Ni modo que nos mat<strong>en</strong>. Tal vez es porque quier<strong>en</strong><br />

darse cu<strong>en</strong>ta y avisar con tiempo al que los manda. No sé. Pero sí sé que<br />

el miedo se huele, y el olor del miedo del poderoso es así como de<br />

vehículo, como de lacrimóg<strong>en</strong>a, como de perro, como de caballo, como de<br />

bala de goma. Como de metal y pólvora, y ruido y... y... y de miedo. Sí, el<br />

miedo huele a miedo, y a miedo huel<strong>en</strong> estos carros de asalto, estos<br />

hidrantes, estos patrulleros. A miedo huele el aire que vi<strong>en</strong>e de arriba. El<br />

de abajo no. El aire de abajo huele precioso, como a que las cosas<br />

cambi<strong>en</strong>, como que todo mejora y se hace más bu<strong>en</strong>o. A esperanza, a<br />

eso huele el aire de abajo. Nosotros somos de abajo. Nosotros y muchos<br />

como nosotros. Sí, ahí <strong>está</strong> la cuestión pues: <strong>en</strong> este día los muertos<br />

huel<strong>en</strong> a esperanza.<br />

Todo esto veo por la r<strong>en</strong>dija de mis párpados y todo esto escucho.<br />

Pi<strong>en</strong>so y mis compañeros <strong>está</strong>n de acuerdo (lo sé porque ellos me lo han<br />

dicho), que no <strong>está</strong> bi<strong>en</strong> que el sol caiga de costado y que hay que<br />

ponerlo derecho, porque eso de que se caiga de costado, todo apagado y<br />

viol<strong>en</strong>to pues no. Como que el trabajo del sol es dar calor, no t<strong>en</strong>er frío.<br />

Y si me dejan, y no me apuran y ti<strong>en</strong><strong>en</strong> paci<strong>en</strong>cia, pues les hago el<br />

análisis político. Mir<strong>en</strong> ustedes, yo digo que el problema de este país es<br />

que puras contradicciones ti<strong>en</strong>e. Ahí <strong>está</strong> pues que carga un sol de<br />

costado, un sol frío, y la g<strong>en</strong>te viva ve y deja hacer como si estuviera<br />

muerta, y el criminal es policía y juez, y las víctimas <strong>está</strong>n <strong>en</strong> la cárcel, y<br />

el corrupto m<strong>en</strong>tiroso es policía y juez, y las víctimas <strong>está</strong>n <strong>en</strong> la cárcel, y<br />

el corrupto m<strong>en</strong>tiroso es gobierno, y la lucha social es perseguida como<br />

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<strong>en</strong>fermedad, y los luchadores <strong>está</strong>n <strong>en</strong>cerrados y los ladrones corruptos<br />

<strong>está</strong>n sueltos, y el ignorante im<strong>parte</strong> cátedras y el sabio es ignorado, y el<br />

vago intolerante represor cobra un sueldo para reprimir, y el ocioso ti<strong>en</strong>e<br />

riquezas, y el que trabaja nada ti<strong>en</strong>e, y el m<strong>en</strong>os manda, y los más<br />

obedec<strong>en</strong>, y el que ti<strong>en</strong>e demasiado ti<strong>en</strong>e más, y el que ti<strong>en</strong>e poco ti<strong>en</strong>e<br />

nada, y se premia al malo y se castiga al bu<strong>en</strong>o, se da hom<strong>en</strong>aje a los<br />

policías represores y se pasa desapercibido a los muertos sociales.<br />

Y no sólo, además aquí, los muertos hablan y caminan, y se dan <strong>en</strong> sus<br />

cosas raras, como tratar de vivir y andar mejor, y mírelo nomás, andamos<br />

medio de lado con muertos sin rostro y t<strong>en</strong>emos frío, y no sabemos cómo<br />

llegar a este punto que nos reviva y nos dé calor. Bu<strong>en</strong>o, Darío y Maxi.<br />

Reciban un abrazo de todas y todos nosotros, y uno especial de la<br />

v<strong>en</strong>tana que ustedes abrieron <strong>en</strong> la lucha arg<strong>en</strong>tina. Que les vaya bi<strong>en</strong> y<br />

no se olvid<strong>en</strong> de nosotros. Siempre habrá para ustedes una abertura <strong>en</strong><br />

nuestra memoria.<br />

Agradecimi<strong>en</strong>tos<br />

A <strong>La</strong>ura Vales, Stella Calloni, Rep y Claudio Mardones, cuyos artículos<br />

periodísticos me fueron de suma utilidad no ya para obt<strong>en</strong>er información,<br />

<strong>en</strong> especial para <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der que no andaba solo por este mundo nuevo.<br />

A Sebastián Hacher, por sus magníficas y reveladoras fotografías.<br />

A Diego y Verónica, del Colectivo Situaciones, por sus excel<strong>en</strong>tes<br />

cuadernillos sobre el MTD de Solano y el Mocase, y el libro “Contrapoder,<br />

una introducción”, material que me sirvió de intelig<strong>en</strong>te sust<strong>en</strong>to <strong>en</strong> más<br />

de una ocasión.<br />

A los medios alternativos Indymedia Arg<strong>en</strong>tina, Anred, RedAcción,<br />

Nuevo Proyecto Histórico y <strong>La</strong> Protesta; <strong>La</strong> Fogata, <strong>La</strong> Fragua, Diario de<br />

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Urg<strong>en</strong>cia, Situación y Retruco, fu<strong>en</strong>tes imprescindibles a la hora de hurgar<br />

<strong>en</strong> la realidad del país.<br />

A la “cronología piquetera” escrita por Luis Oviedo.<br />

A Martín Perletto, y Gustavo Martínez, de ATE-Rosario, por la amable<br />

elocu<strong>en</strong>cia de sus correos electrónicos.<br />

A Raúl Blanco, que me informó y <strong>en</strong>tretuvo con su oportuna y bella<br />

prosa.<br />

A Daniel Freind<strong>en</strong>berg, por haberme acercado, sin darse cu<strong>en</strong>ta, al<br />

p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to de Holloway.<br />

A Tato Iglesias, verdadero profesor trashumante que me brindó su<br />

franco y contínuo ali<strong>en</strong>to.<br />

A Cristina Molina, acaso el primer contacto que tuve con la vida e<br />

historia de los distintos movimi<strong>en</strong>tos de trabajadores desocupados.<br />

A mi querido amigo Pablo Conti, inapreciable y leal compañía <strong>en</strong> el viaje<br />

a la ciudad de Quimilí.<br />

A María Eug<strong>en</strong>ia Chagra, por el escrito sobre Iruya, y su cálida y<br />

acogedora recepción <strong>en</strong> Salta.<br />

A Luis Mattini, José Pablo Feinmann, Julio Cardozo, Guillermo Cieza,<br />

James Petras y Osvaldo Bayer, que a través de sus escritos me ayudaron<br />

a reflexionar.<br />

A Carlos Acuña y Juan, de Neuquén; Angel, del Mocase; Vasco, de All<strong>en</strong>;<br />

Tomás, de G<strong>en</strong>eral Mosconi, y a Carlos, Pablo y Flor<strong>en</strong>cia, de <strong>La</strong>nús, por<br />

su extraordinaria afectuosidad.<br />

Al incondicional apoyo de los amigos de ahora y siempre: Víctor, Pablo,<br />

Adriana, Moira, Carlos, Pato, Nancy, Nino, Erika, Juan ...<br />

A la hospitalidad de mi suegra, Julia Const<strong>en</strong>la.<br />

A mis hijos Camila y Manuel, que toleraron con hidalguía y bu<strong>en</strong> humor<br />

mis habituales y altisonantes súplicas de sil<strong>en</strong>cio.<br />

Y, por sobre todas las cosas, a <strong>La</strong>ura, autora de precisos informes y<br />

comp<strong>en</strong>dios, y, por lo demás, compañera y voz s<strong>en</strong>sata, hasta la última<br />

de las líneas de este libro, <strong>en</strong> cada uno de los raptos de angustia e<br />

incertidumbre que no infrecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te me asaltaban.<br />

* * *<br />

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