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<strong>La</strong> <strong>política</strong> <strong>está</strong> <strong>en</strong> <strong>otra</strong> <strong>parte</strong><br />
Viaje al interior de los nuevos movimi<strong>en</strong>tos<br />
sociales<br />
Hernán López Echagüe<br />
1
A Darío Santillán, asesinado por la policía de la provincia de Bu<strong>en</strong>os Aires<br />
el 26 de junio de 2002 <strong>en</strong> el hall de la estación Avellaneda del ferrocarril.<br />
2
A modo de prólogo<br />
<strong>La</strong> idea de abandonarme a la escritura de este libro cobró vida <strong>en</strong> las<br />
primeras semanas de <strong>en</strong>ero, luego de los episodios de diciembre del año<br />
2001, es decir, las muertes, la presurosa y melancólica fuga de Fernando<br />
De la Rúa, el quiebre brutal del obsoleto sistema de repres<strong>en</strong>tatividad<br />
<strong>política</strong>; el hastío, <strong>en</strong> fin, hacia toda forma tradicional de la <strong>política</strong>. Eran<br />
días cargados de incertidumbre y desazón. Un país desastrado <strong>en</strong> manos<br />
de funcionarios y dirig<strong>en</strong>tes politicos y sindicales afectos al arte de la<br />
sofistería. <strong>La</strong> magnitud y complejidad de los hechos que habían ocurrido<br />
tornaba difícil hallar respuesta a la infinidad de interrogantes que, a cada<br />
hora, a cada instante, ocupaban el cráneo de dec<strong>en</strong>as de miles de<br />
arg<strong>en</strong>tinos. <strong>La</strong> lectura de revistas y periódicos, plagados de análisis<br />
desprovistos de sustancia y nervio, no hacía más que magnificar la<br />
s<strong>en</strong>sación de vacío y desabrimi<strong>en</strong>to. <strong>La</strong> desinformación, avivada por la<br />
hipocresía y la torpeza intelectual de los grandes medios de<br />
comunicación, era el lugar común. Una realidad irrefutable que algunas<br />
organizaciones de piqueteros supieron resumir <strong>en</strong> una consigna que,<br />
<strong>en</strong>tonces, podía observarse <strong>en</strong> muros y paredes del c<strong>en</strong>tro porteño y del<br />
gran Bu<strong>en</strong>os Aires: “El gobierno nos mea y los medios dic<strong>en</strong> que llueve”.<br />
Experim<strong>en</strong>taba la s<strong>en</strong>sación de <strong>en</strong>contrarme <strong>en</strong> un páramo, a la<br />
intemperie, <strong>en</strong> tanto un torr<strong>en</strong>te de hechos, situaciones y<br />
desplazami<strong>en</strong>tos, <strong>en</strong> ocasiones subterráneos, pero a todas luces dignos<br />
de at<strong>en</strong>ción, corría a mi lado con formidable int<strong>en</strong>sidad.<br />
A través del correo electrónico, llamados telefónicos y esporádicos<br />
<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tros, com<strong>en</strong>cé pues a tejer lazos con movimi<strong>en</strong>tos y<br />
organizaciones de trabajadores desocupados, de campesinos, de<br />
agrupaciones sociales que, distantes, muy distantes de los influjos de los<br />
partidos políticos, daban la impresión de haber compr<strong>en</strong>dido con rara<br />
sabiduría los sucesos de diciembre y, por tanto, habían resuelto prescindir<br />
de intermediarios ubícuos y tomar el curso de la historia <strong>en</strong> sus manos.<br />
Del intercambio de m<strong>en</strong>sajes y conversaciones floreció una férrea<br />
relación con Pablo, del Movimi<strong>en</strong>to de Trabajadores Desocupados de<br />
<strong>La</strong>nús. De este MTD, <strong>en</strong>cuadrado d<strong>en</strong>tro de la Coordinadora Aníbal Verón,<br />
fueron varios y profundos los principios que excitaron mi interés. Me decía<br />
Pablo <strong>en</strong> un correo electrónico: “T<strong>en</strong>emos como características la<br />
horizontalidad, la autonomía y la democracia directa. Horizontalidad,<br />
porque <strong>en</strong> el MTD no exist<strong>en</strong> puestos jerárquicos, no hay presid<strong>en</strong>tes, ni<br />
secretarios g<strong>en</strong>erales, etc. Sí coordinadores de tareas. En el MTD todos<br />
t<strong>en</strong>emos los mismos derechos y obligaciones, nadie <strong>está</strong> por <strong>en</strong>cima de<br />
otro. Autonomía, porque somos una organización que no responde a los<br />
intereses de ningún partido político, grupo religioso, c<strong>en</strong>tral sindical u otro<br />
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tipo de organización. Democracia directa, porque las decisiones del<br />
movimi<strong>en</strong>to son tomadas <strong>en</strong> Asambleas Barriales, donde todos pued<strong>en</strong><br />
llevar sus propuestas, dar su opinión y cada participante del movimi<strong>en</strong>to<br />
ti<strong>en</strong>e un voto. Allí se elig<strong>en</strong> o remuev<strong>en</strong> delegados o coordinadores de<br />
tareas, se construy<strong>en</strong> los criterios del MTD y se decid<strong>en</strong> los planes de<br />
lucha. <strong>La</strong> consigna del MTD es Trabajo, Dignidad y Cambio Social. Porque<br />
creemos que podremos revertir esta realidad, no con un cambio de<br />
gobierno, sino con un cambio de sistema de sociedad donde no haya<br />
ningún ser humano por <strong>en</strong>cima de otro, donde no existan ni ricos ni<br />
pobres, donde la tierra, el trabajo, la salud, la justicia y la educación estén<br />
<strong>en</strong> manos del pueblo y realm<strong>en</strong>te podamos decidir nuestro futuro”.<br />
<strong>La</strong> correspond<strong>en</strong>cia con Pablo fue por demás larga y sabrosa, signada<br />
por la imaginación, por la gana de respuestas, por la certeza de que todo<br />
estaba por hacerse. En la primera semana de febrero me escribió:<br />
“Querido Hernán:<br />
Estamos <strong>en</strong> mom<strong>en</strong>tos de mucha int<strong>en</strong>sidad <strong>en</strong> nuestros barrios, no sólo<br />
por la gran actividad sino por la t<strong>en</strong>sión que la situación <strong>política</strong> impone.<br />
Son las 5 y pico, <strong>en</strong> unas horas empieza otro lunes movidito. Para no<br />
dejarlo ahí, te quiero decir que, más allá de la necesaria frialdad que<br />
deb<strong>en</strong> t<strong>en</strong>er los análisis que hagamos <strong>en</strong> mom<strong>en</strong>tos difíciles como éstos,<br />
hay mom<strong>en</strong>tos de alegría que val<strong>en</strong> por el resto de las incertidumbres; el<br />
anochecer del viernes <strong>en</strong> el pu<strong>en</strong>te, con una multitud de hombres,<br />
mujeres y jóv<strong>en</strong>es que empezaron hace un tiempo la lucha por subsistir,<br />
por un plan de empleo, pero que esa tarde estaban decidi<strong>en</strong>do, <strong>en</strong> forma<br />
masiva, desafiar a un gobierno prepot<strong>en</strong>te y am<strong>en</strong>azador... y los<br />
c<strong>en</strong>terares de vecinos de clase media, que se juntaron <strong>en</strong> Plaza Alsina,<br />
con qui<strong>en</strong>es hay una distancia social difícil de disimular, pero que sin<br />
embargo sub<strong>en</strong> al pu<strong>en</strong>te saludándonos, <strong>en</strong>tonando nuestro "grito de<br />
guerra": “¡Piqueteros, carajo!”, al que respondemos con otro canto que se<br />
masifica <strong>en</strong> las casi tres mil gargantas que hicimos vibrar el pu<strong>en</strong>te, y nos<br />
hermana: “¡El pueblo, unido, jamás será v<strong>en</strong>cido!”. Vivir con mis<br />
compañeros esa emoción, quedarme afónico <strong>en</strong> m<strong>en</strong>os de una hora... No<br />
había miedo ante el vallado humano de la infantería: sí había bronca,<br />
impot<strong>en</strong>cia, pero no miedo. Más allá de los fríos análisis que nos indican<br />
cómo van a responder, y que nos llaman a ser precavidos, <strong>en</strong> el pueblo,<br />
<strong>en</strong> las luchas del pueblo, se respiran aires desafiantes.<br />
Con el aprecio que t<strong>en</strong>go por tu trabajo (algún día te contaré que tuve la<br />
posibilidad de cursar dos años de la carrera de Comunicación Social <strong>en</strong> la<br />
UBA, que mi paradigma <strong>en</strong> la profesión -y <strong>en</strong> la conducta de vida- es<br />
Rodolfo Walsh, y que me gusta escribir, aunque ya perdí las mañas), te<br />
recomi<strong>en</strong>do que, aquí <strong>en</strong> zona sur, o <strong>en</strong> cualquier punta del país que más<br />
te guste, te aparezcas a respirar un poco de patria, de pueblo quiero<br />
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decir, y un poco de revancha, un poco de ese aire fresco que hay <strong>en</strong> la<br />
lucha popular que desafía a toda esa mugre que tan bi<strong>en</strong> investigaste.<br />
Un afectuoso saludo,<br />
Pablo<br />
Semanas después, a las tres de la tarde de un día <strong>en</strong> extremo caluroso,<br />
estaba con <strong>La</strong>ura, mi mujer, <strong>en</strong> la escalinata de la iglesia de Plaza<br />
Constitución. Una cita a ciegas con Pablo, al que me había figurado<br />
robusto y parco, quizá tímido, receloso, próximo a los cincu<strong>en</strong>ta años. No.<br />
Pablo resultó ser un hombre de treinta y pico, de estatura mediana, barba<br />
y cabello ralos. Y muy dado a la charla. Tras el abrazo trepamos a su<br />
auto, una máquina herrumbrosa y chueca, azul, presumo, <strong>en</strong> tiempos<br />
mejores. Durante el viaje a su casa de Villa Corina, movidos por el afán<br />
de conocernos, de indagar el uno <strong>en</strong> la vida del otro, nos <strong>en</strong>tregamos a<br />
una conversación urg<strong>en</strong>te, caótica por mom<strong>en</strong>tos. <strong>La</strong> miseria, el ocaso de<br />
los políticos, la pasión, la muerte, el miedo g<strong>en</strong>eralizado, la imperiosa<br />
necesidad de <strong>en</strong>contrar salidas, los empr<strong>en</strong>dimi<strong>en</strong>tos laborales del MTD<br />
de <strong>La</strong>nús, la estrafalaria presid<strong>en</strong>cia de Duhalde, la creci<strong>en</strong>te calvicie de<br />
Pablo, mis canas, la insólita represión <strong>en</strong> Plaza de Mayo el 25 de <strong>en</strong>ero, el<br />
porv<strong>en</strong>ir de las cacerolas y la expoliación de los ahorros, los arrebatos<br />
reaccionarios y petiteros del diario <strong>La</strong> Nación, el calor infernal, la<br />
desocupación, la pusilanimidad de Marcelo Bielsa. El sil<strong>en</strong>cio sobrevino<br />
cuando <strong>La</strong>ura, desde el asi<strong>en</strong>to trasero, hizo refer<strong>en</strong>cia a Hugo Javier<br />
Barrionuevo, jov<strong>en</strong> piquetero de la Coordinadora que había sido asesinado<br />
<strong>en</strong> la madrugada del 6 de febrero por Jorge Bogado, matón y alcahuete<br />
político del justicialismo del partido de Ezeiza, durante un corte de ruta <strong>en</strong><br />
Esteban Echeverría. “Era la primera vez que iba a un corte”, dijo Pablo, la<br />
voz <strong>en</strong>trecortada, las manos crispadas al volante. “Un tiro de una nueve<br />
milímetros <strong>en</strong> el cuello”.<br />
En la casa, una construcción petisa y s<strong>en</strong>cilla, de ambi<strong>en</strong>tes pequeños y<br />
luminosos, nos aguardaba Flor<strong>en</strong>cia, la compañera de Pablo; una mujer<br />
de ojos claros y cálidos, sil<strong>en</strong>ciosa y observadora, que supo mitigar la sed<br />
con una jarra de agua fresca. Lo primero que concitaba la at<strong>en</strong>ción <strong>en</strong> el<br />
lugar era el desord<strong>en</strong>, pero un prolijo y vivaz desord<strong>en</strong> de ropas, papeles,<br />
boletines, fotografías, revistas, paquetes de galletas abiertos, lapiceras,<br />
hojas <strong>en</strong> blanco, un par de c<strong>en</strong>iceros atestados de colillas, consecu<strong>en</strong>cia<br />
lógica, muy probablem<strong>en</strong>te, de las idas y v<strong>en</strong>idas de la pareja, de sus<br />
contínuos desplazami<strong>en</strong>tos por la vida. Luego, las paredes de un blanco<br />
macil<strong>en</strong>to repletas de cuadros llamativos: figuras y retratos de piqueteros;<br />
coloridas máscaras estilo peruano. Obra de Flor<strong>en</strong>cia, al igual que las<br />
ilustraciones de los apuntes de los talleres de formación del MTD que<br />
com<strong>en</strong>zó a mostrarme. Habían transcurrido contados minutos cuando <strong>en</strong><br />
lo alto del umbral de la casa asomó una cara barbada y risueña. Un<br />
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muchacho de veintipico, <strong>en</strong>orme, acaso un metro nov<strong>en</strong>ta, bu<strong>en</strong>os<br />
músculos, ojos del color del añil que parecían contemplar todo con aire<br />
parsimonioso. Era Darío, con qui<strong>en</strong> partimos hacia el barrio <strong>La</strong> Fe para<br />
reunirnos con otros miembros del Movimi<strong>en</strong>to.<br />
Ya <strong>en</strong> el barrio, Darío se despojó de la camiseta y con el torso desnudo<br />
se puso a caminar a mi lado, <strong>en</strong> tanto, con extremada timidez, voz baja,<br />
casi inaudible, me refería las am<strong>en</strong>azas que continuam<strong>en</strong>te recibían de<br />
hombres del justicialismo de <strong>La</strong>nús y personas que, t<strong>en</strong>ía certeza, no eran<br />
<strong>otra</strong> cosa que policías arropados de civil. Am<strong>en</strong>azas habitualm<strong>en</strong>te<br />
nocturnas y a punta de pistola. El aguacero de la noche anterior había<br />
hecho del as<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to un interminable y laberíntico lodazal. A pesar de<br />
la ferocidad del sol, que caía a plomo <strong>en</strong> la cabeza y reverberaba <strong>en</strong> los<br />
ojos de Darío, y <strong>en</strong> las latas y botellas diseminadas a uno y otro lado del<br />
trayecto, todo era caminos y s<strong>en</strong>deros y atajos barrosos, y charcos que<br />
rev<strong>en</strong>taban <strong>en</strong> infinitud de arroyos amarretes que serp<strong>en</strong>teaban por toda<br />
<strong>parte</strong>. A nuestro paso, <strong>en</strong>debles casillas de madera y chapa, casas<br />
inconclusas, montículos de escombros, miradas ll<strong>en</strong>as de curiosidad,<br />
miradas ll<strong>en</strong>as de amargura, miradas al acecho, y dec<strong>en</strong>as de perros<br />
andrajosos y chicos jugando a la guerra y lánguidos cabeceos a la manera<br />
de saludo. Al cabo de minutos de caminata llegamos a un galpón nuevo,<br />
donde funcionaban la herrería y la limitada fábrica de bloques. Allí nos<br />
esperaban Carlos, Marcelo, Nelson. Nos s<strong>en</strong>tamos, a la sombra, <strong>en</strong><br />
círculo, el trasero apoyado sobre improvisadas banquetas montadas con<br />
tablones astillados y bloques de concreto. Marcelo, cuerpo hercúleo<br />
moldeado por los trabajos duros, gruesos bíceps tatuados, se ocupó del<br />
mate. Con cortedad al comi<strong>en</strong>zo, de manera franca y suelta con el correr<br />
de los minutos, nos pusimos a conversar acerca de las cuestiones que,<br />
precisam<strong>en</strong>te, he tratado de comp<strong>en</strong>diar <strong>en</strong> este libro. Decía Darío:<br />
“Estamos <strong>en</strong> contra de la democracia repres<strong>en</strong>tativa, que ya ha<br />
demostrado su fracaso. Nosotros no nos proponemos repres<strong>en</strong>tar a nadie,<br />
eso lo t<strong>en</strong>emos claro, sólo ofrecemos la posibilidad de la lucha para<br />
conseguir los planes Trabajar. El que quiera, que se sume a la lucha, los<br />
que no quieran luchar, problema de ellos, nosotros pedimos lo nuestro,<br />
no repres<strong>en</strong>tamos al barrio”. Añadía Pablo: “Lo nuestro es un movimi<strong>en</strong>to<br />
<strong>en</strong> construcción. No sabemos cómo se van a desarrollar las cosas.<br />
Estamos contra el concepto de poder. D<strong>en</strong>tro de nuestra organización no<br />
hay dirig<strong>en</strong>tes. Todos somos iguales y votamos <strong>en</strong> asamblea los pasos a<br />
seguir. Creemos que lo más importante es la formación y la conci<strong>en</strong>cia,<br />
por eso hacemos talleres de formación. Hasta que el pueblo, que ti<strong>en</strong>e<br />
500 años de dominación <strong>en</strong>cima, no compr<strong>en</strong>da que todo puede ser<br />
distinto, no habrá cambio real posible. Si con este nivel de conci<strong>en</strong>cia de<br />
la Arg<strong>en</strong>tina, cualquiera llega al poder, no queda otro remedio que se<br />
corrompa”. Advertía Carlos: “Nosotros no pedimos, exigimos. Porque<br />
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conocemos nuestros derechos. Exigimos, <strong>en</strong>tonces, trabajo, dignidad y<br />
cambio social”.<br />
A las ocho de la noche, Pablo nos dejó <strong>en</strong> la estación Gerli del ferrocarril.<br />
Un vagón vacío, la bruma, el traqueteo, la luna abriéndose camino <strong>en</strong>tre<br />
un <strong>en</strong>jambre de nubes, los p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos a la deriva, y, pese a los<br />
vaiv<strong>en</strong>es, a los durmi<strong>en</strong>tes, el sil<strong>en</strong>cio, <strong>en</strong> particular el sil<strong>en</strong>cio.<br />
El salto de <strong>La</strong>nús hacia otros sitios del país, fue natural. G<strong>en</strong>eral<br />
Mosconi, <strong>en</strong> el norte salteño; Quimilí, Santiago del Estero; Cutral-Có y la<br />
fábrica de cerámicas Zanón, tomada por los obreros, <strong>en</strong> Neuquén; la<br />
localidad de All<strong>en</strong>, <strong>en</strong> Río Negro, y nuevas visitas al gran Bu<strong>en</strong>os Aires, y<br />
piquetes y marchas y muertes y conversaciones de toda naturaleza con<br />
g<strong>en</strong>te <strong>en</strong> cuya mala o bu<strong>en</strong>a fortuna contados medios de comunicación<br />
reparaban.<br />
El resultado, fundado desde luego <strong>en</strong> los testimonios que he recogido, y,<br />
por sobre todas las cosas, <strong>en</strong> la manera que t<strong>en</strong>go de ver la vida, es esta<br />
suerte de diario de viaje fragm<strong>en</strong>tado, incompleto y arbitrario, claro <strong>está</strong>,<br />
al igual que todo libro, acerca de un país que ha sido devorado por una<br />
espantosa mezcolanza de malicia, ing<strong>en</strong>uidad, aus<strong>en</strong>cia de compromiso,<br />
patrioterismo y obsc<strong>en</strong>idad.<br />
Me anima ap<strong>en</strong>as el deseo de que estas páginas logr<strong>en</strong> infundir <strong>en</strong> el<br />
fortuito lector el plausible anhelo del conocimi<strong>en</strong>to.<br />
H.L.E.<br />
primavera del año 2002<br />
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“Todos los hombres son humanos y lo que cabe <strong>en</strong> mí, debería caber <strong>en</strong><br />
los demás. Y viceversa, porque todos los hombres son humanos.<br />
Quepámonos, humanos. Que quepa <strong>en</strong> mí el extraño mundo alrededor,<br />
sus egoísmos justificados, su dec<strong>en</strong>cia a parquímetro, su honradez de<br />
consumo, su fino individualismo brutal, su amor triste, la suciedad de sus<br />
higi<strong>en</strong>es. Ap<strong>en</strong>as t<strong>en</strong>go de ofrecerle los rayos de luz que iluminaban el<br />
combate por la dicha, las g<strong>en</strong>erosidades de la muerte, es decir, de la vida,<br />
los estallidos de la dicha, esta derrota por ahora”<br />
Juan Gelman, Bajo la lluvia aj<strong>en</strong>a (notas al pie de una derrota),<br />
mayo de 1980.<br />
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Primera <strong>parte</strong><br />
De <strong>La</strong>nús a Quimilí<br />
(abril, 2002)<br />
Lunes 15. Tarde.<br />
Nada nuevo. El mundo patalea. Continúa sumergido <strong>en</strong> el insulto y la<br />
canallada. Sumergido <strong>en</strong> el imperio de la viol<strong>en</strong>cia y la estupidez más<br />
p<strong>en</strong>osas. El golpe de Estado contra el presid<strong>en</strong>te de V<strong>en</strong>ezuela, Hugo<br />
Chávez, ha fracasado. Otro malogro de la CIA. Ariel Sharon ha resuelto<br />
hacer gala de su atávica criminalidad y sin pausa prosigue asesinando<br />
familias palestinas <strong>en</strong> Cisjordania. “Debemos acabar con el terrorismo”,<br />
clama, al tiempo que lo ejerce con la sil<strong>en</strong>ciosa complicidad de las<br />
grandes pot<strong>en</strong>cias occid<strong>en</strong>tales y cristianas. En Arg<strong>en</strong>tina hay millares de<br />
personas que por un mom<strong>en</strong>to han hecho a un lado la visceral amargura<br />
y festejan la patada que un valeroso jugador arg<strong>en</strong>tino de fútbol, Aldo<br />
Duscher, le dio <strong>en</strong> el empeine a David Beckham, símbolo de la selección<br />
inglesa. Quizá el hombre no pueda jugar <strong>en</strong> el Campeonato Mundial de<br />
Corea y Japón, razón por la cual miles de arg<strong>en</strong>tinos prop<strong>en</strong>sos al<br />
chauvinismo, y un bu<strong>en</strong> puñado de periodistas atolondrados, presum<strong>en</strong><br />
que uno debería caer <strong>en</strong> el gozo, echarse un trago <strong>en</strong> el garguero y<br />
ponerse a bailar <strong>en</strong> los alrededores del Obelisco. Movido ciertam<strong>en</strong>te por<br />
el noble objetivo de salvar a nuestro país del gran naufragio<br />
latinoamericano, Rudiger Dornsbuch, uno de los principales asesores de<br />
las instituciones financieras acreedoras de Arg<strong>en</strong>tina, miembro del<br />
Masachusetts Institute of Technology, ha llegado a una admirable<br />
conclusión al cabo de tortuosas cavilaciones: el país, si pret<strong>en</strong>de continuar<br />
formando <strong>parte</strong> de los modernos estudios cartográficos, debe r<strong>en</strong>unciar a<br />
su soberanía monetaria, fiscal y tributaria durante, al m<strong>en</strong>os, cinco años.<br />
Basta inaugurar una espaciosa filial del gobierno de los Estados Unidos <strong>en</strong><br />
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algún sitio dec<strong>en</strong>te de la ciudad de Bu<strong>en</strong>os Aires y dilema resuelto.<br />
Arg<strong>en</strong>tina es un país quebrado económica, <strong>política</strong> y socialm<strong>en</strong>te, ha<br />
dicho. “Ti<strong>en</strong><strong>en</strong> g<strong>en</strong>te como De la Rúa, que es incompet<strong>en</strong>te; Duhalde, que<br />
no es respetado <strong>en</strong> el exterior. Ti<strong>en</strong><strong>en</strong> a M<strong>en</strong>em con pizza y champán; a<br />
Alfonsín, que es un chiste”. El periódico The Wall Street Journal ha<br />
sabido resumir de manera directa y acaso grosera la situación: “Arg<strong>en</strong>tina<br />
es un país bananero”. Un verdadero despropósito. ¿Cómo han llegado a<br />
tamaña conclusión? Leo, <strong>en</strong> el diario Página/12, un al<strong>en</strong>tador informe<br />
de la consultora Equis cuyo título ya excita pavor: “Al m<strong>en</strong>os la mitad<br />
de los arg<strong>en</strong>tinos serán pobres <strong>en</strong> 2003”. Dice el informe: “Si el<br />
índice inflacionario no supera el 15 por ci<strong>en</strong>to, tal como <strong>está</strong> previsto <strong>en</strong> el<br />
proyecto del Presupuesto nacional, habrá unos 2 millones de nuevos<br />
pobres, pero si el promedio de inflación permanece como el último índice,<br />
<strong>en</strong>tonces serán 4,3 millones de personas los que pasarán a esa situación.<br />
Arg<strong>en</strong>tina ti<strong>en</strong>e <strong>en</strong> la actualidad algo más de 14,5 millones de pobres, lo<br />
que repres<strong>en</strong>ta un 44,2 por ci<strong>en</strong>to del total de la población. Con un índice<br />
anual de inflación del 15 por ci<strong>en</strong>to, el 60 por ci<strong>en</strong>to de qui<strong>en</strong>es <strong>está</strong>n <strong>en</strong><br />
la zona de riesgo desc<strong>en</strong>derán a la línea de pobreza, unas 2 millones de<br />
personas, por lo que el índice de pobreza para <strong>en</strong>ero de 2003 pasará del<br />
44,2 por ci<strong>en</strong>to al 50,7 por ci<strong>en</strong>to”.<br />
El informe del periódico me trae a la memoria las palabras que, un par<br />
de semanas atrás, pronunció Fidel Castro <strong>en</strong> la Confer<strong>en</strong>cia Internacional<br />
sobre Financiami<strong>en</strong>to para el Desarrollo: “<strong>La</strong> pobreza extrema <strong>en</strong> el<br />
Tercer Mundo alcanza ya la cifra de 1.200 millones de personas. El<br />
abismo crece, no se reduce. <strong>La</strong> difer<strong>en</strong>cia de ingresos <strong>en</strong>tre los países<br />
más ricos y los más pobres, que era de 37 veces <strong>en</strong> 1960, es hoy de 74<br />
veces. Se ha llegado a extremos tales, que las tres personas más ricas del<br />
mundo pose<strong>en</strong> activos equival<strong>en</strong>tes al PBI combinado de los 48 países<br />
más pobres. En el 2001 el número de personas con hambre física alcanzó<br />
la cifra de 826 millones; la de adultos analfabetos, 854 millones; la de<br />
niños que no asist<strong>en</strong> a la escuela, 325 millones; la de personas que<br />
carec<strong>en</strong> de medicam<strong>en</strong>tos es<strong>en</strong>ciales de bajo costo, dos mil millones; la<br />
de los que no dispon<strong>en</strong> de saneami<strong>en</strong>to básico, dos mil cuatroci<strong>en</strong>tos<br />
millones. No m<strong>en</strong>os de once millones de niños m<strong>en</strong>ores de 5 años<br />
muer<strong>en</strong> anualm<strong>en</strong>te por causas evitables, y 500 mil quedan<br />
definitivam<strong>en</strong>te ciegos por falta de vitamina A. Los habitantes del mundo<br />
desarrollado viv<strong>en</strong> 30 años más que los del África Subsahariana. ¡Un<br />
verdadero g<strong>en</strong>ocidio! No se puede culpar de esta tragedia a los países<br />
pobres. Estos no conquistaron y saquearon durante siglos a contin<strong>en</strong>tes<br />
<strong>en</strong>teros, ni establecieron el colonialismo, ni reimplantaron la esclavitud, ni<br />
crearon el moderno imperialismo. Fueron sus víctimas”.<br />
El mundo, <strong>en</strong> fin, prosigue su alocada carrera hacia el abismo, y<br />
nuestros gobernantes dan la impresión de haber resuelto <strong>en</strong>cabezar el<br />
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cortejo. Pero son las palabras de <strong>La</strong>ura, <strong>en</strong> el teléfono, a las siete de la<br />
tarde, las que logran hundirme definitivam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la tristeza, <strong>en</strong> la<br />
cercanía del terror. Han baleado a Juan Arredondo, miembro del<br />
Movimi<strong>en</strong>to de Trabajadores Desocupados de <strong>La</strong>nús. De inmediato me<br />
comunico con Pablo para saber qué ha ocurrido. Lo sorpr<strong>en</strong>do <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>o<br />
piquete fr<strong>en</strong>te al edificio de la int<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de <strong>La</strong>nús. A través del teléfono<br />
puedo escuchar alaridos, puteadas. En la voz de Pablo es fácil advertir<br />
hartazgo, desazón. Le tiraron a quemarropa, me dice; un motociclista, con<br />
la anu<strong>en</strong>cia del retén policial, int<strong>en</strong>tó atravesar el piquete de manera<br />
prepot<strong>en</strong>te; la g<strong>en</strong>te de seguridad del MTD trató de impedírselo; hubo<br />
forcejeos, empujones, hasta que el hombre, de pronto, extrajo de <strong>en</strong>tre<br />
sus ropas una pistola y com<strong>en</strong>zó a disparar. Una bala atravesó el pulmón<br />
de Juan. Ahora <strong>está</strong> internado. Mi<strong>en</strong>tras Juan se retorcía como una<br />
anguila <strong>en</strong> la acera, dec<strong>en</strong>as de guardias de Infantería com<strong>en</strong>zaron a<br />
disparar balas de goma contra los piqueteros. “Una locura”, dice Pablo,<br />
“una locura. Estaba ll<strong>en</strong>o de familias. ¿Y sabés lo que <strong>está</strong>bamos<br />
reclamando pacíficam<strong>en</strong>te? El atraso <strong>en</strong> el pago de 900 planes de empleo<br />
dados de alta <strong>en</strong> febrero y marzo y nunca pagados”. Antes de cortar me<br />
informa que Juan <strong>está</strong> fuera de peligro y el hombre que disparó se llama<br />
Gustavo Cabrera y es ag<strong>en</strong>te del Servicio P<strong>en</strong>it<strong>en</strong>ciario Federal. ¿Un<br />
ag<strong>en</strong>te? Enci<strong>en</strong>do el televisor, y, tras saltar como un dem<strong>en</strong>te de un<br />
noticiero al otro, compruebo que Juan Arredondo es una fantasmagoría,<br />
una disparatada inv<strong>en</strong>ción que sólo ti<strong>en</strong>e cabida <strong>en</strong> el febril imaginario de<br />
<strong>La</strong>ura, de Pablo, de los ci<strong>en</strong>tos de testigos de la bravuconada del ficticio<br />
ag<strong>en</strong>te Cabrera. Después de todo, ¿ha ocurrido algo digno de<br />
com<strong>en</strong>tario? Ap<strong>en</strong>as un buraco <strong>en</strong> el pecho de un albañil desocupado.<br />
Voy hacia la v<strong>en</strong>tana y veo cables que cruzan de un edificio al otro, las<br />
aguerridas siluetas de las cúpulas de las viejas construcciones del c<strong>en</strong>tro<br />
de Bu<strong>en</strong>os Aires bajo un cielo surcado por pinceladas de brea, el<br />
resplandor de relámpagos lejanos, un hombre que apalea a un perro con<br />
extraordinario d<strong>en</strong>uedo, mujeres que <strong>en</strong> las terrazas linderas se<br />
apresuran a rescatar sus ropas de la tempestad que se avecina. Escucho<br />
las campanadas de la Catedral y me pregunto por quién diablos doblan.<br />
Noche borrascosa y baldía. Tan sólo la efímera y tonta satisfacción de<br />
saber que Enrique Mathov y el comisario Rubén Santos, dos de los<br />
responsables de los asesinatos de diciembre último, y Domingo Cavallo,<br />
continúan arrestados.<br />
Martes<br />
<strong>La</strong> lluvia ha vuelto a sumir la ciudad <strong>en</strong> el caos. Es sufici<strong>en</strong>te que una<br />
<strong>en</strong>diablada gota irrumpa <strong>en</strong> la atmósfera para que el pánico se apodere<br />
de los porteños. Se echan a correr por las calles como saetas, la cara<br />
transfigurada, las pupilas a poco de estallar, tropezando el uno con el<br />
11
otro, echando maldiciones y codazos, como si una temible sir<strong>en</strong>a hubiese<br />
anunciado la proximidad de una escuadrilla de aviones voraces. Hablo con<br />
Angel, del Movimi<strong>en</strong>to Campesino de Santiago del Estero (MOCASE),<br />
para ratificarle mi viaje a la ciudad de Quimilí; reimos del epigráfico rapto<br />
de sabiduría que ha t<strong>en</strong>ido el ministro Jorge Remes L<strong>en</strong>icov: “El corralito<br />
es un problemón”. Es dable atribuir tamaña muestra de ing<strong>en</strong>io a las<br />
contínuas reuniones que ha mant<strong>en</strong>ido con el <strong>en</strong>viado del Fondo<br />
Monetario Internacional, el indio Anoop Singh, un hombre de rostro<br />
s<strong>en</strong>cillam<strong>en</strong>te impar al que Raúl Alfonsín, con raro ímpetu, le ha deseado<br />
la mejor de las suertes e infundido fuerza. No, no debe de ser fácil<br />
<strong>en</strong>frascarse <strong>en</strong> una conversación grave con el protagonista de <strong>La</strong> fiesta<br />
inolvidable sin caer <strong>en</strong> la carcajada, una risa estru<strong>en</strong>dosa y seca, similar,<br />
quizá, a la que me atacó esta mañana luego de leer las declaraciones de<br />
Marcelo Bielsa: “Convoqué a Caniggia porque hay pocos como él”. Desde<br />
luego. Y vaya bu<strong>en</strong>a fortuna. <strong>La</strong> risa seguram<strong>en</strong>te no visitó el ánimo de<br />
los jueces que dictaron la absolución de Raúl Castells <strong>en</strong> una de las tantas<br />
causas que el Estado le inició. El dirig<strong>en</strong>te, un hombre que ti<strong>en</strong>e el<br />
peculiar hábito de hablar sobre el pan y el trabajo, se puso de pié y les<br />
dijo: “Este no es un juicio contra mí, es un juicio contra millones de<br />
personas a las que le robaron todo, pero la ley es como la víbora, que<br />
pica solam<strong>en</strong>te al pie descalzo. Nosotros estamos cansados de que nos<br />
metan presos; escuch<strong>en</strong> esa lluvia, y escuch<strong>en</strong> a esas miles de personas<br />
que <strong>está</strong>n ahí afuera. Nosotros no nos s<strong>en</strong>tamos acá, porque <strong>en</strong> este<br />
banquillo se ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que s<strong>en</strong>tar ellos, los que nos robaron. Todas las<br />
causas que t<strong>en</strong>emos son por causas populares. En 48 años, nunca<br />
estuvimos presos por una causa individual, y no sabe cuantas veces nos<br />
pudimos haber acomodado. No sabe que orgullo que se si<strong>en</strong>te v<strong>en</strong>ir acá y<br />
acusar al Estado. Yo soy socialista y revolucionario, y estoy orgulloso de<br />
ser marxista, estoy orgulloso de nuestra lucha. Nosotros no pedimos<br />
nada, v<strong>en</strong>imos a reinvindicar nuestra lucha y a d<strong>en</strong>unciar esta farsa que<br />
ustedes pret<strong>en</strong>der usar como ejemplo para decirle a millones: “No luch<strong>en</strong>,<br />
que les va a pasar lo mismo que a Castells”. Pero el pueblo va a seguir<br />
luchando”.<br />
Por la noche, tarde ya, luego de hablar con Pablo y confirmarle mi visita<br />
al barrio <strong>La</strong> Fe <strong>en</strong> los próximos días, me absorbe la lectura de un<br />
cuadernillo editado por el Colectivo Situaciones acerca del MOCASE. Ocho<br />
mil familias campesinas que, a fuerza de porfía, imaginación y, <strong>en</strong><br />
particular, una desusada cuota de coraje, llevan trece años luchando por<br />
la conservación de las tierras que habitan desde tiempos inmemoriales.<br />
No m<strong>en</strong>os de treinta mil personas; de Los Juríes, <strong>La</strong> Simona, Boquerón y<br />
Rincón del Saladillo; de Santa Rosa, Tintina, Quimilí y Pozo del Toba, que<br />
de manera sil<strong>en</strong>ciosa y habitualm<strong>en</strong>te ignorada, al amparo de la razón<br />
que les brinda la ley de prescripción veinteañal, no hac<strong>en</strong> más que<br />
12
proteger a rajatabla un derecho natural. <strong>La</strong> tierra. Son víctimas de<br />
am<strong>en</strong>azas, arrestos inverosímiles, estrambóticas d<strong>en</strong>uncias p<strong>en</strong>ales y uno<br />
que otro apaleo; a m<strong>en</strong>udo sus cortas cosechas de algodón son<br />
quemadas y sus pocos cabritos matados a tiro de escopeta. Diríase que a<br />
la dinastía Juarista, que impera hace décadas <strong>en</strong> Santiago del Estero, la<br />
exist<strong>en</strong>cia de campesinos le resulta insultante.<br />
Jueves, viernes<br />
Son las once de la mañana cuando llego a Monte Chingolo. Día de cielo<br />
franco, desembarazado de nubes; intermit<strong>en</strong>tes soplos de vi<strong>en</strong>to frío<br />
presagian el adv<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to de un invierno crudo. Mi<strong>en</strong>tras me dirijo<br />
caminando hacia el piquete de Donato Alvarez y Condarco, a metros del<br />
barrio <strong>La</strong> Fe, a la distancia puedo <strong>en</strong>trever el g<strong>en</strong>tío, un par de<br />
estandartes, las últimas volutas de humo negro que se despr<strong>en</strong>d<strong>en</strong> de los<br />
neumáticos y de los troncos <strong>en</strong>c<strong>en</strong>didos la noche anterior. Darío y Nelson<br />
sal<strong>en</strong> a mi <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro. He llegado a tiempo, me dic<strong>en</strong>; <strong>está</strong>n a poco del<br />
inicio de una asamblea; deb<strong>en</strong> decidir cómo continuar la lucha, qué<br />
respuesta ofrecer fr<strong>en</strong>te a la agresión que sufrió Juan. Con l<strong>en</strong>titud, más<br />
de cincu<strong>en</strong>ta personas han empezado a apelotonarse <strong>en</strong> la esquina.<br />
Mujeres y hombres jóv<strong>en</strong>es, mujeres y hombres <strong>en</strong>trados <strong>en</strong> años,<br />
mujeres grávidas, chicos que juegan a pintarrajearse la cara con los copos<br />
de hollín que alfombran el pavim<strong>en</strong>to. En bu<strong>en</strong>a <strong>parte</strong> de los miembros<br />
del MTD-<strong>La</strong>nús es posible percibir una creci<strong>en</strong>te fatiga. Los días a la<br />
intemperie, las noches <strong>en</strong> vela, el tembladeral que ha causado el episodio<br />
del balazo que perforó el pulmón de Juan. Pablo y Darío toman la<br />
iniciativa. “Vamos, compañeros, acercándose, vamos, que t<strong>en</strong>emos<br />
asamblea”. Un hombre de baja estatura y timorato <strong>en</strong> extremo balbucea<br />
una propuesta. Nadie ha podido escucharlo. Le pid<strong>en</strong> que alce la voz. El<br />
hombre int<strong>en</strong>ta hacerlo, pero tropieza con sus propias palabras. Un<br />
muchacho de voz est<strong>en</strong>tórea oficia de altoparlante del tímido: “El<br />
compañero propone seguir con el piquete hasta mañana, y <strong>en</strong>tonces<br />
recuperar <strong>en</strong>ergía para la marcha del lunes fr<strong>en</strong>te al edificio de la<br />
Municipalidad”. Otro, con resolución, sugiere acabar ya con el corte y<br />
echarse a descansar un par de días. Una mujer de veintipico, bebé llorón<br />
e indomable <strong>en</strong>tre los brazos, ocupa el c<strong>en</strong>tro de la esc<strong>en</strong>a y con<br />
impetuosidad hace saber que la lucha no debe abandonarse siquiera un<br />
instante; corte por tiempo indeterminado, clama; t<strong>en</strong>emos un compañero<br />
<strong>en</strong> el hospital. Se hace un sil<strong>en</strong>cio ap<strong>en</strong>as distraído por aislados rumores y<br />
el sonido débil y lejano de un altavoz andariego que promete bi<strong>en</strong>estar y<br />
bu<strong>en</strong>av<strong>en</strong>tura si uno se deja de embromar y procura refugio <strong>en</strong> los<br />
antojos el Señor del cielo. “Bu<strong>en</strong>o, compañeros”, grita Darío, “si no hay<br />
más propuestas, votemos”. Lo hac<strong>en</strong>. Triunfa, con creces, la postura del<br />
hombre corto de cuerpo y de ánimo. El piquete, pues, continuará hasta el<br />
13
mediodía del día sigui<strong>en</strong>te. Todos aplaud<strong>en</strong>, como suel<strong>en</strong> hacerlo cada<br />
vez que finaliza una asamblea. Aplausos que le brindan legitimidad a la<br />
decisión tomada. Contemplo al hombre petiso. Debe de t<strong>en</strong>er unos<br />
cincu<strong>en</strong>ta años, es desgarbado, viste una campera de cuerina, negra y<br />
gastada, que muy probablem<strong>en</strong>te ha cubierto otros cuerpos <strong>en</strong> el pasado.<br />
Me echa una mirada ll<strong>en</strong>a de indulg<strong>en</strong>cia y remisión. En mis bu<strong>en</strong>as<br />
épocas de militante revolucionario, cuando cada mañana contaba los días<br />
que restaban para alcanzar el poder, nunca jamás un hombre de esa<br />
catadura hubiese t<strong>en</strong>ido la bu<strong>en</strong>a fortuna de imponer cualquier<br />
propuesta; sólo eran dignos de at<strong>en</strong>ción los tipos de verbo seguro y<br />
planta impon<strong>en</strong>te. Contemplo el g<strong>en</strong>tío, ahora dispersándose, y me<br />
pregunto si esas personas, sus historias, sus anhelos, <strong>está</strong>n compr<strong>en</strong>didas<br />
<strong>en</strong> el melindroso Manifiesto a la Nación que han elucubrado el escritor<br />
Mempo Giardinelli y uno de los hijos de Jacobo Timerman, Héctor, y <strong>en</strong><br />
cuya juiciosa lectura cometí la estupidez de gastar el tiempo días atrás.<br />
“Porque somos g<strong>en</strong>te respetada <strong>en</strong> nuestros respectivos medios”, dice el<br />
manifiesto por una Alternativa Arg<strong>en</strong>tina. “Porque algunos, incluso,<br />
gozamos de respeto <strong>en</strong> todo el país y aun fuera de la Arg<strong>en</strong>tina. Somos<br />
escuchados y no somos irresponsables. Y somos dec<strong>en</strong>tes. Y hay muchos<br />
como nosotros. Se trata de juntarnos para s<strong>en</strong>tar las bases de la<br />
refundación de la Arg<strong>en</strong>tina (...) Convocamos a g<strong>en</strong>te dec<strong>en</strong>te y<br />
respetada. Sin dobleces. Paradigmas de honestidad como los hay <strong>en</strong> toda<br />
la Arg<strong>en</strong>tina. No importa si son notables o mediáticos, importa que sean<br />
serios y honestos (...) Con g<strong>en</strong>te así queremos trabajar para s<strong>en</strong>tar las<br />
bases de un país difer<strong>en</strong>te. Con g<strong>en</strong>te que, como nosotros, trabaja con su<br />
intelecto y con su industria por un país dec<strong>en</strong>te, y como nosotros paga<br />
impuestos y no ambiciona protegerse bajo el presupuesto estatal (...)<br />
Qui<strong>en</strong>es firmamos este Manifiesto somos personas libres, indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes<br />
y serias (...) Somos personas que vivimos de nuestro trabajo, que<br />
declaramos no t<strong>en</strong>er deudas indignas o vergonzantes y estar al día con<br />
nuestros compromisos fiscales. No t<strong>en</strong>emos cond<strong>en</strong>as cumplidas ni<br />
p<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes, ni estamos procesados <strong>en</strong> causas judiciales”.<br />
Vuelvo a pasar la vista por esa muchedumbre rota, desflecada, y me<br />
ataca la p<strong>en</strong>a. No, no podrán formar <strong>parte</strong> del majestuoso proyecto de<br />
Timerman y Giardinelli. Porque no gozan de respeto alguno; no son<br />
escuchados; no son libres pues viv<strong>en</strong> sumergidos <strong>en</strong> el desdén y la<br />
indig<strong>en</strong>cia más abyectos; no trabajan con el intelecto sino con las manos,<br />
con los brazos; no pagan impuestos porque carec<strong>en</strong> de pert<strong>en</strong><strong>en</strong>cias; no<br />
viv<strong>en</strong> de su trabajo porque no lo ti<strong>en</strong><strong>en</strong>; sobre sus espaldas pesan deudas<br />
indignas y vergonzantes con el almac<strong>en</strong>ero, con la carnicería de la<br />
esquina; muchos <strong>está</strong>n procesados <strong>en</strong> causas judiciales por haber caído<br />
<strong>en</strong> la insol<strong>en</strong>cia de cortar una ruta con el propósito de pedir pan y<br />
empleo. No son, <strong>en</strong> fin, vecinos ilustres. Pero son millones.<br />
14
* * *<br />
Luego, <strong>en</strong> el galpón que el MTD utiliza a la manera de guardería infantil y<br />
habitual sitio de <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro, <strong>en</strong> tanto un grupo de mujeres se ocupa del<br />
almuerzo, me si<strong>en</strong>to <strong>en</strong> una silla de asi<strong>en</strong>to de paja a conversar<br />
informalm<strong>en</strong>te con Pablo, Flor<strong>en</strong>cia, Carlos y Luis, de <strong>La</strong>nús, y Neka y el<br />
padre Alberto, del MTD-Solano. <strong>La</strong> historia del MTD y de la Coordinadora<br />
Aníbal Verón; los miedos; los episodios de diciembre; la furia de los<br />
ahorristas; los otros movimi<strong>en</strong>tos piqueteros; el alcance de la expresión<br />
de moda: que se vayan todos.<br />
El bautismo de fuego <strong>en</strong> <strong>La</strong>nús, dice Carlos, fue la ocupación de<br />
alrededor de seis manzanas que estaban abandonadas y pert<strong>en</strong>ecían a<br />
una cooperativa trucha manejada por un empleado del int<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te. <strong>La</strong><br />
g<strong>en</strong>te estaba <strong>en</strong> un estado de abandono total y la prioridad era t<strong>en</strong>er un<br />
terr<strong>en</strong>o para las vivi<strong>en</strong>das. En el barrio vivían dos o tres familias por<br />
casilla, totalm<strong>en</strong>te hacinadas. Seis años atrás un grupo de vecinos int<strong>en</strong>tó<br />
ocuparlas, de manera casi espontánea y sin una organización, y fueron<br />
brutalm<strong>en</strong>te reprimidos. Hubo och<strong>en</strong>ta det<strong>en</strong>idos y mucho miedo.<br />
Entraron a caballo a empujar a todos, a los palazos con todo el mundo; te<br />
imaginás, och<strong>en</strong>ta det<strong>en</strong>idos, unos cuantos se rajaron, <strong>en</strong>tonces eso a la<br />
g<strong>en</strong>te le quedó bastante, un cacho de miedo, ¿no?. El miedo no es de<br />
ahora, es ancestral, se <strong>en</strong>tromete Pablo. Llevamos quini<strong>en</strong>tos años de<br />
opresión. Por ejemplo, retoma Carlos, acá vive una compañera, Dora, que<br />
siempre se acuerda cuando las topadoras le pasaron por <strong>en</strong>cima, <strong>en</strong> la<br />
época de Cacciatore. Cuando desalojaron a esta g<strong>en</strong>te de acá, ella se<br />
acordaba de aquellas topadoras de cuando era chica. Acá la g<strong>en</strong>te le teme<br />
a la policía ... De los milicos todavía hay muchos que se acuerdan.<br />
Seguro, le dice Pablo. Está este compañero de acá a la vuelta que la<br />
abuela, que es una viejita de och<strong>en</strong>ta y pico de años, ti<strong>en</strong>e mucho miedo<br />
de lo que hacemos y de lo que nos pueda pasar. <strong>La</strong> señora es de orig<strong>en</strong><br />
indíg<strong>en</strong>a, del norte del país, y seguram<strong>en</strong>te la pasó mal. El miedo<br />
ancestral es <strong>parte</strong> de la cultura, de estos quini<strong>en</strong>tos años de opresión.<br />
Hace un año y medio cortamos la ruta junto a los compañeros de Solano<br />
y Almirante Brown. Fuimos och<strong>en</strong>ta vecinos con mucho miedo y volvimos<br />
och<strong>en</strong>ta vecinos con mucha fuerza. Habíamos conseguido arrancarle al<br />
gobierno lo que pedíamos. Después del primer corte de ruta <strong>en</strong> el que<br />
participamos, quedamos con la autoestima reconstituida y volvimos a<br />
int<strong>en</strong>tar la toma. Primero nos iban a dar una manzana, después le<br />
sacamos una manzana más, y así fuimos haci<strong>en</strong>do el barrio, digamos. <strong>La</strong><br />
recuperación de la autoestima y la idea de que es posible dar ese paso<br />
hace que te lances aunque haya miedo. Y creo que lo que cambió de<br />
antes a después de ganar los terr<strong>en</strong>os es que se p<strong>en</strong>só que era posible y<br />
15
que valía la p<strong>en</strong>a <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarlo. Ahí se rompió el miedo. A nosotros, se<br />
suma Alberto a la charla, cuando tomamos <strong>La</strong> Matera, nos echaron<br />
<strong>en</strong>cima a los vándalos. Nos mandaron primero a tratar de romper las<br />
asambleas y cuando vieron que era muy fuerte esa asamblea,<br />
directam<strong>en</strong>te pr<strong>en</strong>dieron fuego a la casa de un compañero. Después hubo<br />
un apriete armado donde veinte tipos le pegaron a tres compañeros; los<br />
tipos armados, pelando revólveres y todo. Muchos compañeros fueron<br />
procesados por coerción viol<strong>en</strong>ta y pesa sobre ellos la extorsión de que si<br />
participan <strong>en</strong> los cortes, les activan la causa. Pero conseguimos las tierras<br />
y ahora el as<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to ti<strong>en</strong>e unas tres mil quini<strong>en</strong>tas familias, más de<br />
doce mil personas organizadas de manera democrática, con un delegado<br />
por manzana que lo elige la g<strong>en</strong>te <strong>en</strong> asambleas.<br />
Ya nadie repara <strong>en</strong> mi pres<strong>en</strong>cia. Se han puesto a charlar <strong>en</strong>tre ellos con<br />
vivacidad. Luis me acerca un mate. Un chico de diez, once años, tiza <strong>en</strong><br />
mano, escribe <strong>en</strong> una pizarra destinada a acoger todo com<strong>en</strong>tario: “Lucho<br />
por pan y dignidad”. Neka, mujer vigorosa, colorido pañuelo cubriéndole<br />
el pelo al estilo Leonardo Favio, se ha apropiado de la palabra. Hay un<br />
sistema que te prepara para la pasividad, para el temor, para el miedo,<br />
dice. Un sistema que te reprime. Vos crecés <strong>en</strong> esta sociedad reprimido.<br />
<strong>La</strong> familia aporta a la represión, me parece, al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> lo que es el<br />
modelo de la familia; la iglesia aporta a eso; la escuela aporta a eso. Yo<br />
creo que es el sistema el que aporta a ese miedo. En las comisarías de<br />
todo el conurbano se tortura a la g<strong>en</strong>te, dice Pablo. A un pibe lo agarran<br />
y, sea chorro o no, por portación de rostro, lo torturan. O sea, <strong>en</strong> la<br />
Arg<strong>en</strong>tina que hablan de la democracia y de la libertad, hay tortura.<br />
Tuvimos un caso hace poquito, un vecino al que lo quería desalojar un<br />
empresario, y lo hizo meter <strong>en</strong> cana, el comisario lo hizo trompear por un<br />
par de presos. Ahí se demuestra la fuerza del sistema, una justicia que<br />
decreta a favor del empresario, el comisario que le hace pegar y el tipo<br />
solo con su vida. Es todo un trabajo revertirlo, decir ahora ya no estamos<br />
solos. Cuando <strong>está</strong>bamos solos nos pasaban estas cosas. Ahora ya no<br />
estamos solos. Somos un grupo, una comunidad, somos una<br />
organización. Y por otro lado <strong>está</strong> el escepticismo, que también actúa muy<br />
fuerte: creer que no se puede. O la desconfianza. Muchas veces los<br />
compañeros ingresan y pi<strong>en</strong>san: me van a cagar. Ya hay toda una<br />
subjetividad basada <strong>en</strong> que toda la vida lo cagaron, <strong>en</strong>tonces no han<br />
hecho una experi<strong>en</strong>cia de decir que es posible <strong>otra</strong> cosa. Esas son las<br />
limitaciones, los obstáculos que te <strong>en</strong>contrás <strong>en</strong> una organización que<br />
lleva todo un proceso de recuperar la confianza, de saber que acá no te<br />
cagan.<br />
Les pregunto acerca de los sucesos de diciembre pasado. Todos se<br />
pon<strong>en</strong> a hablar al unísono, de manera atropellada, pero es la palabra<br />
firme y armoniosa de Alberto la que se impone. Dice: para nosotros fue<br />
16
una alegría que cuando De <strong>La</strong> Rúa dicta el estado de sitio, <strong>en</strong>seguida salió<br />
la clase media haci<strong>en</strong>do un cacerolazo. Con sus métodos, con su forma,<br />
salieron a decir: no al estado de sitio, no al plan económico. Algunos<br />
compañeros me dic<strong>en</strong>: bu<strong>en</strong>o, salieron porque les tocaron el bolsillo. Sí,<br />
es verdad, pero salieron. De la misma forma <strong>en</strong> que a nosotros nos<br />
tocaron el estómago, lo interrumpe Luis. Sí, dice Carlos <strong>en</strong>cogi<strong>en</strong>do los<br />
hombros, pero los ahorristas met<strong>en</strong> miedo. No compartimos sus métodos<br />
viol<strong>en</strong>tos.<br />
Reimos largam<strong>en</strong>te. En la atmósfera ya puede absorberse el aroma a<br />
comida casera que exhala la <strong>en</strong>orme olla que una mujer custodia con<br />
celo. Esa mañana, continúa Carlos, acá t<strong>en</strong>íamos un televisor y <strong>está</strong>bamos<br />
vi<strong>en</strong>do la secu<strong>en</strong>cia: tiros, empujones, represión. Pero cuando vimos que<br />
les tiraban los caballos por delante a las Madres de Plaza de Mayo, acá<br />
fue el detonante. Porque <strong>está</strong>bamos evaluando <strong>en</strong> asambleas qué<br />
hacíamos, cómo vamos, cuántos vamos. Había mucho temor <strong>en</strong> algunos<br />
compañeros. Pero cuando se llevaron por delante a las madres, yo creo<br />
que ahí fue: vamos y vamos, loco. Yo t<strong>en</strong>ía esos estribos que se usan<br />
para subir a los postes, de cuando trabajaba <strong>en</strong> Telefónica, y agarré un<br />
puñado. Le dije a algunos compañeros: vamos a llevar algunos guantes,<br />
un poco de limón. Los que no habían estado <strong>en</strong> ese tipo de cosas, medio<br />
se reían. Después de esa vez sí, muchas veces decimos, vamos a llevar<br />
limón. Calla. Busca palabras. Cuando <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tamos a la cana, dice por fin,<br />
si<strong>en</strong>to la satisfacción de estar ahí, <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tándolos a los tipos, y de poder<br />
gritarles <strong>en</strong> la cara que son unos hijos de puta, que <strong>está</strong>n ahí def<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do<br />
la historia de otros. <strong>La</strong> conversación deriva hacia las organizaciones y<br />
experi<strong>en</strong>cias que mayor confianza y respeto les infund<strong>en</strong>. El Movimi<strong>en</strong>to<br />
Sin Tierra, de Brasil, dic<strong>en</strong>; los zapatistas, <strong>en</strong> México; las puebladas de<br />
Cutral-Có y G<strong>en</strong>eral Mosconi; las experi<strong>en</strong>cias de Flor<strong>en</strong>cio Varela y <strong>La</strong><br />
Matanza; la vida, digna de emulación, de Che Guevara. Hay refer<strong>en</strong>tes<br />
fuertes, dice Pablo, pero la construcción <strong>en</strong> la que estamos embarcados<br />
es un corte, <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido que decías vos del título que por ahí le ponés al<br />
libro. Un corte con muchas experi<strong>en</strong>cias donde hay fundadores, y<br />
personas y compañeros y rescate de g<strong>en</strong>eraciones, pero creo firmem<strong>en</strong>te<br />
que estamos aportando lo nuestro al parto o nacimi<strong>en</strong>to de una nueva<br />
sociabilidad, una nueva subjetividad, o como querramos llamarlo. Recién<br />
acabamos de hacer una pequeña asamblea. Allí decidimos y t<strong>en</strong>emos<br />
todos la palabra y respetamos la palabra del que habla m<strong>en</strong>os, del que<br />
habla más, y de último lo que decide es la mano de cada uno <strong>en</strong> nivel de<br />
igualdad. Y nos turnamos para hacer las guardias de seguridad y todos<br />
pasamos por el turno que nos queda asignado, y lo que hay se pone <strong>en</strong> la<br />
olla y comemos todos lo mismo. Creo que ahí hay también todo un<br />
símbolo de lo que decíamos, una nueva subjetividad y algo nuevo que se<br />
<strong>está</strong> pari<strong>en</strong>do. Hay también problemas que arrastramos que se transmit<strong>en</strong><br />
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ahí, una pelea <strong>en</strong>tre nosotros mismos. Porque uno <strong>en</strong>tra al piquete y no<br />
se lava del individualismo, del egoismo, de los vicios. A veces una posición<br />
individualista respecto a no permanecer todo el tiempo que nos<br />
correspondería, o un compañero que <strong>en</strong> una asamblea <strong>en</strong> forma<br />
autoritaria plantea su posición sin aspirar a que otros compañeros<br />
también opin<strong>en</strong> y particip<strong>en</strong>, eso es contradictorio con esto que te estoy<br />
dici<strong>en</strong>do. Claro, añade Neka, <strong>está</strong> el tema del liderazgo, de la<br />
compet<strong>en</strong>cia, todos estos vicios que arrastramos, asuntos que discutimos<br />
perman<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> espacios de participación, de formación, y es a<br />
través de ahí que se int<strong>en</strong>ta superar todo esto. Suelto un lugar común:<br />
¿Que se vayan todos? ¡Sí!, estalla Flor<strong>en</strong>cia, estamos podridos de este<br />
sistema de repres<strong>en</strong>tación <strong>política</strong>. Todos asi<strong>en</strong>t<strong>en</strong> con un espontáneo<br />
cabeceo. Estamos podridos de toda esta basura, dice Alberto. Se puede<br />
llegar a analizar filosóficam<strong>en</strong>te mucho más, pero lo real y concreto es<br />
que estamos hasta las pelotas, no queremos más ésto. Eso es lo que se<br />
expresa. Inclusive <strong>en</strong> las asambleas de los barrios a los partidos de<br />
izquierda tampoco los quier<strong>en</strong>, lo v<strong>en</strong> a Altamira dici<strong>en</strong>do que es<br />
piquetero y algunos nos preguntan: ché, mirá, ése es piquetero pero<br />
resulta que es diputado de la ciudad de Bu<strong>en</strong>os Aires y gana 5.000<br />
mangos. Esa es un poco la respuesta g<strong>en</strong>eral, del vecino común. Que se<br />
vayan todos los políticos, y los jueces, y los milicos, y los periodistas<br />
corruptos. Pablo deja escapar un resuello. Nos comimos que elegíamos,<br />
que votábamos, que nos repres<strong>en</strong>taban, dice con amargura, y nos<br />
saquearon como nunca <strong>en</strong> la vida, ¿no? Por ahí los partidos ti<strong>en</strong><strong>en</strong><br />
propuestas, hay partidos de trabajadores que dic<strong>en</strong>: después v<strong>en</strong>imos<br />
nosotros. Pero nosotros estamos haci<strong>en</strong>do un ejercicio de una nueva<br />
forma de vida. No podemos putear a los capitalistas y t<strong>en</strong>er la misma<br />
forma de vida que ellos, <strong>en</strong> las relaciones de trabajo, <strong>en</strong> la vida cotidiana.<br />
Nosotros por lo m<strong>en</strong>os v<strong>en</strong>imos charlando eso, lo que estamos vivi<strong>en</strong>do<br />
hoy, sin t<strong>en</strong>er que esperar a una toma de poder o a una revolución, es lo<br />
que soñamos que sea la sociedad: con una democracia realm<strong>en</strong>te<br />
participativa, <strong>en</strong> el ejercicio de lo cotidiano. ¿Hugo Moyano, Juan Carlos<br />
Alderete, Luis D´Elía?, pregunto. Pablo reacciona de inmediato: ¡Que se<br />
vayan todos, que no quede ni uno solo! El hecho de que est<strong>en</strong> ahí los<br />
dirig<strong>en</strong>tes, que habl<strong>en</strong> <strong>en</strong> el palco, que decidan y que haya un acuerdo de<br />
cúpulas <strong>en</strong>tre la C<strong>en</strong>tral de Trabajadores Arg<strong>en</strong>tinos (CTA) y la Corri<strong>en</strong>te<br />
Clasista y Combativa (CCC) para llevar adelante esa <strong>política</strong>, es reproducir<br />
<strong>en</strong> cada localidad, <strong>en</strong> cada barrio, una forma de <strong>política</strong> <strong>en</strong> donde el jetón<br />
a veces es un tránsfuga. S<strong>en</strong>a, un caudillo piquetero del norte, dijo algo<br />
muy cierto cuando fue el primer <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro piquetero del cual se fue<br />
silbado Moyano: estos tipos son lo mismo, hoy se va silbado Moyano,<br />
d<strong>en</strong>tro de seis meses se va a ir silbado D’Elia y así por delante. Hay que<br />
construir <strong>otra</strong> cosa. Aquel primer congreso, recuerda Alberto, fue todo un<br />
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motivo de discusión porque v<strong>en</strong>íamos del marco de una represión brutal<br />
<strong>en</strong> G<strong>en</strong>eral Mosconi. Y ahí, <strong>en</strong> base a esa situación, sale el primer<br />
congreso piquetero. Y fuimos con el objetivo de nacionalizar una lucha,<br />
una campaña, para que los compañeros de Mosconi pudieran recuperar<br />
su territorio, porque estaban con una fuerza de ocupación y los medios ya<br />
no estaban informando más. Y la alegría fue ver cómo se le iban las cosas<br />
de las manos a D’Elía. Querían meter a ocho diputados y la g<strong>en</strong>te<br />
com<strong>en</strong>zó a silbar y no pudieron hablar los diputados. Después, cuando<br />
quiere meterlo a Moyano, los dos gordos de arriba haci<strong>en</strong>do señas, que<br />
par<strong>en</strong>, que par<strong>en</strong>, y toda la asamblea, a pesar de que estaban la CTA y la<br />
CCC, repudiando la pres<strong>en</strong>cia de Moyano. Eso nos pareció espectacular. Y<br />
el resultado creo que fue un bu<strong>en</strong> plan de lucha. Igual, después D’Elia<br />
sale a hacer declaraciones y <strong>en</strong> ningún mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> nuestra asamblea le<br />
dimos mandato. Y comi<strong>en</strong>za a decir quién es el piquetero bu<strong>en</strong>o y quién<br />
el piquetero malo, y empieza a acusarnos de subversivos y <strong>otra</strong>s cosas.<br />
Un burócrata buchón. Del Bloque Piquetero nos invitaban a dar la disputa<br />
por la conducción <strong>en</strong> ese espacio. Nosotros le dijimos: mirá, t<strong>en</strong>emos<br />
cosas mucho más importantes para hacer <strong>en</strong> la vida que estar<br />
disputándole una conducción a un espacio, porque eso es matar al<br />
espacio. Si ustedes quier<strong>en</strong>, dénle para adelante, nosotros no nos vamos<br />
a <strong>en</strong>ganchar <strong>en</strong> eso. Y por eso, dice Neka, nació la Coordinadora Aníbal<br />
Verón el 1º de mayo del año pasado. Es la conclusión de un proceso que<br />
ya se v<strong>en</strong>ía realizando con los compañeros. En un principio,<br />
coordinábamos muy fuerte con los compañeros de <strong>La</strong>nús, Almirante<br />
Brown y Solano. Era una coordinadora chiquita donde compartíamos<br />
muchas experi<strong>en</strong>cias, y t<strong>en</strong>íamos cosas <strong>en</strong> común. Esa experi<strong>en</strong>cia<br />
después se traslada a otro movimi<strong>en</strong>to, y ahí empezamos con los<br />
compañeros de Varela, de <strong>La</strong> Plata, de otros lugares del país. Y después<br />
surge la necesidad de que esta experi<strong>en</strong>cia que se vi<strong>en</strong>e realizando,<br />
ponerle un nombre y acordamos que t<strong>en</strong>ía que ser únicam<strong>en</strong>te una<br />
coordinadora, respetando la autonomía de cada movimi<strong>en</strong>to y sí<br />
coordinando <strong>en</strong> la marcha. Y es así como nace la Coordinadora Anibal<br />
Verón. Decidimos ponerle ese nombre porque nos id<strong>en</strong>tificamos con la<br />
lucha de los compañeros de G<strong>en</strong>eral Mosconi, y Verón, un compañero<br />
desocupado, con cinco hijos, asesinado por los milicos <strong>en</strong> Mosconi, era un<br />
gran ejemplo de lucha.<br />
Neka se interrumpe. Una mujer se ha puesto a palmear. Ha llegado la<br />
hora del almuerzo, razón por la cual, a la manera de un celebrado rito, el<br />
galpón empieza a poblarse de g<strong>en</strong>te de toda edad. Algui<strong>en</strong> ha <strong>en</strong>c<strong>en</strong>dido<br />
un pequeño televisor. Un noticiero: <strong>en</strong> San Juan, Jujuy y Chubut<br />
continúan los disturbios; Sonia Cavallo ha pedido a Duhalde que trat<strong>en</strong><br />
bi<strong>en</strong> a su marido <strong>en</strong> la prisión; De la Rúa y sus compinches prosigu<strong>en</strong><br />
obstinados <strong>en</strong> la teoría del complot; ecos e interminable cont<strong>en</strong>to por la<br />
19
victoria de la selección arg<strong>en</strong>tina <strong>en</strong> Stuttgart, dos a cero contra<br />
Alemania; el Parlam<strong>en</strong>to acaba de recibir los proyectos de las leyes de<br />
quiebras y subversión económica. M<strong>en</strong>em advierte: “Soy el único que<br />
puede sacar al país del caos”.<br />
Estoy, desde luego, <strong>en</strong> otro mundo, donde los guiños, las complicidades,<br />
las aflicciones, los deseos, <strong>está</strong>n amarrados a la urg<strong>en</strong>cia, a la inmediatez,<br />
a la vehem<strong>en</strong>te necesidad de construcción, <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido más lato de la<br />
palabra. Estamos. Todos los que nos hemos s<strong>en</strong>tado a la larga mesa, de<br />
cara a un plato de guiso de arroz y verduras, un trozo de pan fresco, un<br />
vaso de agua para compartir. Lo que puedan opinar los políticos, les<br />
importa un bledo; no hace falta que se vayan, basta con ignorarlos. El<br />
tema de conversación no es otro que los empr<strong>en</strong>dimi<strong>en</strong>tos del MTD: la<br />
panadería, la bloquera, el taller de herrería; también, claro, la morosidad<br />
de los funcionarios de <strong>La</strong>nús, que esgrimi<strong>en</strong>do excusas vagas,<br />
desprovistas de fundam<strong>en</strong>to, no hac<strong>en</strong> más que retardar, una y <strong>otra</strong> vez,<br />
el pago de los paupérrimos ci<strong>en</strong>to ses<strong>en</strong>ta pesos correspondi<strong>en</strong>tes a los<br />
Planes Trabajar. Nadie le presta at<strong>en</strong>ción al televisor hasta que, de<br />
rep<strong>en</strong>te, la dulzarrona voz de Santo Biassati dice: “Ultimo mom<strong>en</strong>to. Una<br />
avioneta se estrelló contra un edificio <strong>en</strong> la ciudad de Milán, Italia. Se<br />
podría tratar de un at<strong>en</strong>tado. Hay cinco muertos”. Un chico de pelo y ojos<br />
azabache, la boca atorada de pan y guiso, dice con timidez: “¿<strong>La</strong>d<strong>en</strong>?”. Y<br />
vuelve a los bocados.<br />
* * *<br />
Al cabo del almuerzo, <strong>en</strong> tanto algunos regresan al piquete, me quedo<br />
con Carlos y Luis <strong>en</strong> un rincón de la guardería. Carlos es retacón, grueso,<br />
panzón, de pellejo curtido por los años y la intemperie. En su cara,<br />
redonda, <strong>en</strong>marcada por una barba alambrina, son los ojos azules,<br />
movedizos y cargados de picardía, lo que sobresale. Luis, <strong>en</strong> cambio, es<br />
un morocho robusto, mirada melancólica y abatida, palabra queda, casi<br />
susurrona. Carlos se echa a hablar sin que medie pregunta o palabra. El<br />
último laburo bu<strong>en</strong>o que tuve, cu<strong>en</strong>ta, fue hace tres años, <strong>en</strong> Telefónica.<br />
T<strong>en</strong>ía un camión y hacíamos trabajos. Yo, desde los doce años siempre<br />
laburé. Nací <strong>en</strong> Sarandí. Mi viejo era un laburante, siempre t<strong>en</strong>ía<br />
transporte, que un camioncito, que una camioneta. Un trabajador<br />
autónomo. En el año 1970, más o m<strong>en</strong>os, tuvo un taxi, le duró hasta el<br />
nov<strong>en</strong>ta y pico, él ya estaba viejo, y con todos los remises se terminó de<br />
fundir. Todavía <strong>está</strong> vivo. Yo t<strong>en</strong>go 45 años. Mi viejo tuvo una<br />
particularidad, siempre me decía: este Estado nos va a cagar a todos. <strong>La</strong><br />
guita él nunca la puso <strong>en</strong> la caja de jubilación, logró juntar 73 mil dólares<br />
y los puso <strong>en</strong> el Hogar Obrero. Lo cagaron. Mi viejo, hoy, <strong>está</strong> arruinado.<br />
Otra vida. Yo, <strong>en</strong> mi juv<strong>en</strong>tud, siempre tuve laburo como para poder estar<br />
20
el sábado <strong>en</strong> el boliche. Ahora los pibes ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que estar parados <strong>en</strong> una<br />
esquina tomando una cerveza. Antes vos estabas <strong>en</strong> un boliche y querían<br />
pagar todos. O ir a bailar y <strong>en</strong>contrarnos a la salida del baile <strong>en</strong> <strong>La</strong>s Flores<br />
y Mitre, <strong>en</strong> el c<strong>en</strong>tro de Wilde, y alguno t<strong>en</strong>ía un coche y te decía: ché,<br />
vamos para Mar del Plata, y bu<strong>en</strong>o, vamos, y arrancábamos para Mar del<br />
Plata. No t<strong>en</strong>íamos necesidades. Yo iba a la casa de mis abuelos, eran dos<br />
jubilados, pero abrías la heladera y había de todo. Abrís la heladera de mi<br />
casa ahora y es como la canción de Charly García: un limón sin exprimir,<br />
o si no exprimido porque tomo mate con jugo de limón, y por las dudas lo<br />
guardo. Todo se fue al carajo. Cuando t<strong>en</strong>ía quince años, con otros pibes<br />
íbamos a joder a la salida del colegio nocturno del primario. Y ahí<br />
conocimos a unas pibas y nos arrimamos al fondo de Wilde, y justo ahí<br />
había una Unidad Básica de la Juv<strong>en</strong>tud Peronista. Y <strong>en</strong>tonces<br />
empezamos a ir, más que nada para perseguir a las pibas. Después<br />
empezamos a participar <strong>en</strong> esa Unidad, me gustaban las cosas que iba<br />
vi<strong>en</strong>do. Yo terminé la secundaria de noche, con bastante sacrificio porque<br />
trabajaba y estudiaba, me costó eso. Siempre por una rebeldía natural<br />
hice como cuatro veces primer año. Pero lo que pasa es que me echaron<br />
de un colegio porque dije que Jesús y las hormigas eran comunistas.<br />
Después me echaron de otro colegio cuando hacía un año de la masacre<br />
de Trelew, el 22 de agosto, y cuando apareció la directora yo pasé al<br />
fr<strong>en</strong>te y dije: propongo un minuto de sil<strong>en</strong>cio por los compañeros caídos<br />
<strong>en</strong> Trelew. Hicieron el minuto de sil<strong>en</strong>cio y todo, pero después me llamó<br />
la directora y me puso cuar<strong>en</strong>ta y pico de amonestaciones. Y vino el 76.<br />
Nosotros t<strong>en</strong>íamos varios compañeros que para ese tiempo estaban<br />
participando con la jotapé <strong>en</strong> esa unidad básica. Eso después se tornó<br />
más viol<strong>en</strong>to. Un día llego a mi casa y la veo a mi tía llorando, contando<br />
que se habían llevado a mi primo. Locura. Agarré todo lo que t<strong>en</strong>ía, libros,<br />
banderas pegadas <strong>en</strong> las paredes, fotos. Hice un inc<strong>en</strong>dio con todo eso.<br />
Mi viejo no <strong>en</strong>t<strong>en</strong>día nada. Era apolítico. Inclusive a veces t<strong>en</strong>ía problemas<br />
si yo llevaba alguna bandera o alguna cosa. Entonces agarré y con otros<br />
pibes nos fuimos al sur de Santa Fe. Nos quedamos <strong>en</strong> la casa del tío de<br />
un amigo, que era comisario del pueblo. Leíamos Patoruzito, íbamos a<br />
pescar ...y estuvimos ahí un par de meses, después vine y empecé a<br />
estudiar de vuelta, todavía <strong>en</strong> el 76. Estudiar <strong>en</strong> ese mom<strong>en</strong>to sabés<br />
cómo era ... De rep<strong>en</strong>te v<strong>en</strong>ían los milicos a la puerta a buscar a uno, era<br />
jodido. Pero siempre <strong>parte</strong> de la militancia de mi vida era ver una<br />
injusticia y tratar de hacer algo. Después trabajé, no hice mucho <strong>en</strong><br />
tiempos de los milicos mas que estar <strong>en</strong> contacto con algunos<br />
compañeros. Por ejemplo, <strong>en</strong> la unidad básica donde nosotros <strong>está</strong>bamos<br />
éramos cuar<strong>en</strong>ta y dos y quedamos ocho. Una limpieza total. En la<br />
dictadura tuve problemas. A<strong>parte</strong> que me gustaba usar el pelo largo.<br />
Sabías que cuando salías te paraban. Está bi<strong>en</strong> que yo un poco<br />
21
provocaba. Una vez me habían regalado un poncho rojo con una guarda<br />
negra. Y me voy al c<strong>en</strong>tro. Bajé del 17, <strong>en</strong> la av<strong>en</strong>ida Corri<strong>en</strong>tes, y no<br />
llegué a hacer ni media cuadra. Me agarraron así y me llevaron <strong>en</strong> cana a<br />
una comisaría que <strong>está</strong> por la calle <strong>La</strong>valle. Me cagaron a trompadas.<br />
Siempre tuve esa historia <strong>en</strong> contra de lo que es la cana. Cuando llegó la<br />
democracia voté por el Partido Intransig<strong>en</strong>te. Después, cuando apareció<br />
M<strong>en</strong>em casi le creo. Y un día estoy escuchando la radio y el tipo dice: “Y<br />
vamos a hacer como dijo el g<strong>en</strong>eral San Martín, vamos a pelear <strong>en</strong><br />
pelotas ...”. Ah, no, me dije, éste es un m<strong>en</strong>tiroso de mierda. Voté al MAS<br />
o algún partido de izquierda, y últimam<strong>en</strong>te no voto más.<br />
Hace un alto <strong>en</strong> el relato, y, mi<strong>en</strong>tras se incorpora, con la palma de la<br />
mano derecha abierta me indica que espere. Va hasta un escritorio de<br />
madera, viejo y estropeado, y regresa prontam<strong>en</strong>te con un pequeño<br />
papel que me <strong>en</strong>trega. Es la boleta que el MTD-<strong>La</strong>nús distribuyó <strong>en</strong> los<br />
días previos al comicio de octubre de 2001:<br />
“¿A esto llaman DEMOCRACIA? El poder económico VOTA todos los días<br />
manipulando el RIESGO PAÍS, promovi<strong>en</strong>do MINISTROS, financiando<br />
partidos y gobiernos que defi<strong>en</strong>dan sus intereses.<br />
Los políticos del sistema VIVEN DE LA POLÍTICA, al servicio de los<br />
intereses de las multinacionales, <strong>en</strong> contra del pueblo, prometi<strong>en</strong>do y<br />
después dici<strong>en</strong>do “no se puede”.<br />
Los trabajadores ocupados y desocupados, estudiantes, jubilados,<br />
mujeres, jóv<strong>en</strong>es, sólo ejercemos la democracia y garantizamos nuestros<br />
derechos constitucionales a través de la lucha, <strong>en</strong> los piquetes, los cortes<br />
de ruta, el reclamo de cambio social.<br />
¡BASTA! EL 14 DE OCTUBRE, NO VOTO. O VOTO POR:<br />
1.Trabajo g<strong>en</strong>uino para todos. ¡Basta de despidos y rebajas salariales!<br />
2.<strong>La</strong> libertad y el desprocesami<strong>en</strong>to de los luchadores populares presos.<br />
3.El increm<strong>en</strong>to de los Planes de Empleo para todos los desocupados a $<br />
380, hasta que se g<strong>en</strong>er<strong>en</strong> trabajos dignos.<br />
4.Cárcel para los empresarios y banqueros usureros, los políticos<br />
corruptos y los milicos represores, de ayer y de hoy.<br />
5.Que no se pague la ilegítima deuda externa y se rompan las cad<strong>en</strong>as de<br />
dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia con el imperialismo, para at<strong>en</strong>der problemas urg<strong>en</strong>tes como<br />
la salud, educación, vivi<strong>en</strong>da, cultura ...<br />
M. T. D. <strong>La</strong>nús - En la Coordinadora de Trabajadores<br />
Desocupados Aníbal Verón.<br />
Este voto será considerado NULO por el sistema: es lo mismo que NO IR<br />
A VOTAR. No se le suma ni b<strong>en</strong>eficia a ningún candidato ni partido.<br />
22
TAMPOCO APORTA LOS 3 PESOS QUE SE LLEVA CADA PARTIDO POR<br />
VOTO”.<br />
Ahora, continúa Carlos con sufici<strong>en</strong>cia, <strong>en</strong> todas <strong>parte</strong>s, <strong>en</strong> todas las<br />
asambleas, hasta <strong>en</strong> las más paquetas, pid<strong>en</strong> lo mismo. Somos<br />
visionarios, ¿no?. Agradezco estar <strong>en</strong> el MTD. P<strong>en</strong>sar que antes no les<br />
daba bola. Cuando me quedé sin el laburo de Telefónica empecé a<br />
agarrar changas de remisero, y andaba más o m<strong>en</strong>os, un peso un día y, al<br />
sigui<strong>en</strong>te, nada. Y siempre veía que ellos se juntaban, no sabía de qué se<br />
trataba ni nada, algunos vecinos me decían: no, estos <strong>está</strong>n con el tema<br />
de los Planes pero te sacan 50 mangos, y eso estaba circulando por el<br />
barrio, y yo vivo <strong>en</strong> este terr<strong>en</strong>o, acá <strong>en</strong> el fondo, desde que se empezó el<br />
barrio, y sabía que era m<strong>en</strong>tira. Otro día, ellos habían hecho un corte,<br />
allá, donde estaba la virg<strong>en</strong>cita de Luján, y yo me arrimo, de curioso y<br />
ansioso por ver qué era. Era una fecha patria, o por el golpe. Y yo me<br />
arrimé y uno me dice: ¿qué hacés vos ahí? ¡Vos t<strong>en</strong>és que estar acá!.<br />
¡Paff!, fue una bofetada. <strong>La</strong> verdad, t<strong>en</strong>ía razón, mucha razón. Me hice<br />
una casa con pedazos de asfalto. Todos me miraban pasar con los<br />
pedazos, más grandes que esta mesa, y se cagaban de risa. Y la hice. Y<br />
acá estoy. Cont<strong>en</strong>to de lo que hago. Porque esto te lleva todo el tiempo.<br />
El MTD te saca, loco. Hay que poner huevos todo el día, todo el tiempo,<br />
hay que poner todo el p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to. A veces te vas a dormir y <strong>está</strong>s<br />
p<strong>en</strong>sando algunas cosas, o las cosas que pasan, o que va a haber una<br />
acción, o <strong>está</strong>s p<strong>en</strong>sando <strong>en</strong> poder conseguir un campo para poder<br />
sembrar, o alguna máquina para poder hacer algo. T<strong>en</strong>és todo el tiempo<br />
ocupado <strong>en</strong> esto. Sos <strong>parte</strong>, yo me si<strong>en</strong>to como <strong>parte</strong> de esto y lo veo<br />
como una posibilidad de desarrollo de vida, de futuro. Muchas veces digo<br />
el ejemplo del limonero. Se planta, se pone <strong>en</strong> una estaca, y t<strong>en</strong>és que<br />
esperar seis años para que la planta te de una bu<strong>en</strong>a producción de<br />
limones. Y acá yo pi<strong>en</strong>so así. Esto es algo para largo, vamos a t<strong>en</strong>er por lo<br />
m<strong>en</strong>os cinco años de terrible miseria. Pero yo creo que desde acá<br />
t<strong>en</strong>emos la oportunidad de organizarnos, y el que no la <strong>en</strong>ti<strong>en</strong>da se<br />
quedará afuera, va a sufrir bastante más, pero nosotros vamos a t<strong>en</strong>er,<br />
medianam<strong>en</strong>te, la posibilidad de comer y de estar organizados y de poder<br />
discutir <strong>en</strong>tre nosotros. Creo que acá t<strong>en</strong>emos la posibilidad de<br />
desarrollarnos, de t<strong>en</strong>er una perspectiva de vida. T<strong>en</strong>go 4 hijos, loco.<br />
T<strong>en</strong>go una piba de 24 años estudiando economía, le faltan cuatro<br />
materias; t<strong>en</strong>go un pibe de 17 que <strong>está</strong> <strong>en</strong> tercero del polimodal y<br />
termina este año. Mi señora también hacía cosas. Cuando estaba el tema<br />
de la Copa de Leche, ella y unas vecinas se levantaban a las cuatro de la<br />
mañana, con la leña bajo el brazo, y yo miraba por una v<strong>en</strong>tanita y me<br />
decía: estas minas <strong>está</strong>n locas. Mi señora hace cosas pero todo ligado con<br />
la Iglesia. Ella <strong>en</strong>ti<strong>en</strong>de que yo salgo a cortar una ruta y lo ve como una<br />
23
cosa viol<strong>en</strong>ta. Para ella la solución sería vivir según el Ave María. A ella le<br />
da miedo. Pero sabe que si yo digo me voy, me voy. Me jode un tiempo,<br />
pero después se cansa. Sabe que si yo t<strong>en</strong>go una idea la llevo adelante.<br />
Hasta ahora tuvimos suerte, porque decíamos que si nos salía un pibe<br />
rebelde, se iba a la mierda. <strong>La</strong> más revolucionaria me parece que es la<br />
más chiquita de mis pibes. Al piquete no vi<strong>en</strong><strong>en</strong>. Tampoco participan<br />
conmigo, ni vi<strong>en</strong><strong>en</strong> acá cuando estamos reunidos. En ese s<strong>en</strong>tido soy<br />
bastante cerrado, mi mujer pregunta poco. Nosotros t<strong>en</strong>emos algunos<br />
proyectos de poder desarrollar pollos, ponedoras. También sé que<br />
podemos criar conejos de hasta ocho kilos. Por ahí uno puede t<strong>en</strong>er la<br />
visión hasta ahí, pero a veces yo pi<strong>en</strong>so que podemos hacer lombrices,<br />
vamos a hacer balanceado, vamos a poder desarrollarnos. Creo que si no<br />
lo hacemos nosotros, el futuro será bastante jodido, el morfi y todo eso.<br />
Poder sembrar. A mí, además, me da la satisfacción del respeto de los<br />
compañeros, de que vos sabés que podés ir caminando por la calle y te<br />
cruzás con uno que <strong>está</strong> acá y seguram<strong>en</strong>te es tu compañero. <strong>La</strong> semana<br />
pasada fui a comprar a la carnicería de la esquina y vi<strong>en</strong>e un pibito y me<br />
dice: ¡Eh, piquetero!. Y yo le digo: Ey, ¿cómo anda, cumpa?. Y el pibito<br />
que se queda por ahí. Después, yo dejo la bici, y cerca había uno con una<br />
bici, un tipo que t<strong>en</strong>ía una cara, que yo dije ¡uy!, éste me la afana. Y el<br />
p<strong>en</strong>dejo, que ve la jugada, se da la vuelta, vi<strong>en</strong>e y me dice: <strong>en</strong>tre, <strong>en</strong>tre<br />
compañero, que yo le miro la bicicleta. Y se quedó ahí parado hasta que<br />
yo terminé de comprar y salí. Ser piquetero te da seguridad. Y se lo t<strong>en</strong>go<br />
que agradecer a este compañero, que empezó con el MTD acá, <strong>en</strong> <strong>La</strong>nús.<br />
Este compañero es Luis, que tras el sil<strong>en</strong>cio de Carlos comi<strong>en</strong>za a hablar<br />
con una cad<strong>en</strong>cia lerda, plañidera por mom<strong>en</strong>tos. Bu<strong>en</strong>o, fuimos muchos<br />
los que empezamos, pero si usted me autoriza, ahora yo le cu<strong>en</strong>to. Mi<br />
último laburo fijo fue hace un año y medio. Trabajé <strong>en</strong> una empresa, <strong>en</strong><br />
una chatarrería muy grande, Hornos Hnos., que exporta afuera y todo,<br />
<strong>está</strong> acá <strong>en</strong> la zona sur, <strong>en</strong> Flor<strong>en</strong>cio Varela, Avellaneda y <strong>en</strong> <strong>La</strong>nús.<br />
Trabajaba de mant<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to <strong>en</strong> Flor<strong>en</strong>cio Varela <strong>en</strong> una de las plantas<br />
procesadoras de chatarra. Arreglaba las máquinas, hacía volquetes,<br />
manejaba alguna máquina cuando faltaba algún personal. Todo bi<strong>en</strong><br />
hasta que la empresa pierde el contrato con Acindar y Aceros Bragado.<br />
Aceros Bragado para los hornos por tres meses, nos funde, y Acindar ya<br />
v<strong>en</strong>ía comprando poco, <strong>en</strong>tonces hac<strong>en</strong> una reducción de los más nuevos<br />
y como yo t<strong>en</strong>ía un año y pico de laburo, y me iban r<strong>en</strong>ovando el contrato<br />
cada tres meses, me quedé afuera. Una desgracia. T<strong>en</strong>go familia que<br />
mant<strong>en</strong>er. Mi madre, de 78 años, no vid<strong>en</strong>te; mi señora, una compañera<br />
piquetera también, gracias a Dios porque <strong>en</strong> ese s<strong>en</strong>tido no t<strong>en</strong>go<br />
problemas, y un hijito de cinco días y ya lo trajimos al piquete. El lunes le<br />
dieron el alta a mi señora, tuvo el lunes y le dieron el alta, y t<strong>en</strong>dría que<br />
haberla ido a buscar a las ocho de la mañana, pero llegué a las doce<br />
24
porque me fui a la movilización primero. Así que quedó ahí, varada <strong>en</strong> el<br />
hospital, <strong>en</strong>ojada porque no había ido a la movilización y además porque<br />
no la fui a buscar temprano. Mi señora es una compañera. De hecho, la<br />
conocí acá <strong>en</strong> el movimi<strong>en</strong>to. Hace un año que estoy con ella. Es una<br />
compañera muy activa, con los ovarios bi<strong>en</strong> puestos. Se para fr<strong>en</strong>te a la<br />
policía y no se mueve; que se muevan ellos. En ese s<strong>en</strong>tido no t<strong>en</strong>go<br />
problemas. T<strong>en</strong>go el problema de todos los compañeros acá, la realidad<br />
nuestra es muy jodida, muy complicada. Por un lado, la comida. Los<br />
bolsones que te dan duran para dos días. Una botella de aceite, un<br />
paquete de arroz, dos paquetes de fideos, un kilo de yerba, a veces un<br />
kilo de azúcar, a veces un paquete de harina. Uno no podría cocinar, a no<br />
ser que se coma un fideo hervido, nada más. Eso de la comida es una<br />
lucha <strong>en</strong> todos los hogares. Un día, lo interrumpe Carlos, tuve que ir con<br />
otros compañeros a reclamarle al viejo Manolo Quindimil por el tema de la<br />
comida. El guacho, orgulloso, me dijo: sepa usted que abrí 58 comedores<br />
populares <strong>en</strong> <strong>La</strong>nús. El tipo esperaba aplausos. No. Le dije: ¿y no le da<br />
vergü<strong>en</strong>za? Mejor sería crear fu<strong>en</strong>tes de trabajo, ¿no?. Manolo me comía<br />
con los ojos. Luis retoma la palabra: después, la vivi<strong>en</strong>da. Vivimos <strong>en</strong> uno<br />
de los och<strong>en</strong>ta primeros terr<strong>en</strong>os que ganamos con la lucha acá <strong>en</strong> <strong>La</strong>nús,<br />
me mudé hace unos meses porque no podía hacer nada, pude comprar<br />
una maderas y unas chapas y hacer una pieza. Y t<strong>en</strong>go el problema de<br />
que hice una piecita de material con los dos últimos sueldos, nosotros<br />
cobramos 160 cada uno y no nos alcanzó para los pisos, y de hecho el<br />
resultado de eso es que el bebé <strong>está</strong> <strong>en</strong> la casa de mi suegra porque no<br />
t<strong>en</strong>go piso y la humedad le hace mal al bebé, el piso es de tierra y nos<br />
inundamos. Pero no es una realidad concreta mía, sino que es una<br />
realidad de todos los compañeros que vivimos <strong>en</strong> este barrio, que dicho<br />
sea de paso nos estamos tratando de organizar un poquito para pedir al<br />
municipio, como barrio, no como MTD, alguna mejora o algunas<br />
condiciones más dignas de vida. Y bu<strong>en</strong>o. Yo no conocí la época feliz. Yo<br />
t<strong>en</strong>go 35 años y empecé a militar <strong>en</strong> el partido justicialista, también <strong>en</strong> la<br />
Juv<strong>en</strong>tud Peronista, al regreso de la democracia. Mi viejo personalm<strong>en</strong>te<br />
es un peronista de años, un laburante que creyó siempre <strong>en</strong> el país y que<br />
era muy arraigado a lo que fue el proyecto peronista del 45, y lo que yo<br />
puedo contar de lo que fue la época feliz son los recuerdos, tanto de mi<br />
mamá como de mi papá, cuando me contaban el tipo de planes sociales<br />
que había <strong>en</strong> aquel mom<strong>en</strong>to, que la g<strong>en</strong>te era feliz, mi viejo murió hace<br />
tres años y vivió todo este lío de los últimos 20 años de desastre <strong>en</strong> este<br />
país y él lo relacionaba con los tiempos de antes, y me decía: “Antes,<br />
nosotros éramos obreros y vos podías ir a s<strong>en</strong>tarte <strong>en</strong> un bar <strong>en</strong> la calle<br />
Florida con el mameluco, porque t<strong>en</strong>ías para pagar al igual que un tipo<br />
que trabajaba <strong>en</strong> un banco, u <strong>otra</strong> persona que usara traje”. No había<br />
discriminación. Quizá hoy también puedas ir a s<strong>en</strong>tarte con ropa de<br />
25
trabajo, pero seguram<strong>en</strong>te hoy no t<strong>en</strong>és para pagar, o directam<strong>en</strong>te no<br />
t<strong>en</strong>és trabajo. Yo, por ejemplo, estoy <strong>en</strong> el grupo herrería con otros<br />
compañeros, y salimos a volantear casa por casa, a ofrecer hacer rejas,<br />
alguna cosa que necesit<strong>en</strong> de soldadura, y changueamos <strong>en</strong> la semana<br />
como podemos y, si nos va bi<strong>en</strong>, comemos, y cuando no cada uno<br />
particularm<strong>en</strong>te agarra una bicicleta y junta metales, el otro ti<strong>en</strong>e un<br />
carrito con caballos y sale a cirujear, y así vivimos. Porque los ci<strong>en</strong>to<br />
ses<strong>en</strong>ta pesos que cobramos lo usamos para alguna necesidad muy<br />
básica, es plata que dura horas. Para contarte un caso particular, hay un<br />
almac<strong>en</strong>cito que nos fía y le debo 110 pesos, voy a cobrar y me quedan<br />
50. Carlos paga 30 pesos de boleto a los chicos y ya le quedan 130, hay<br />
que pagar alguna cu<strong>en</strong>ta, y así todos. El sueldo sirve para alguna<br />
necesidad muy básica. <strong>La</strong> <strong>otra</strong> vez fuimos unos compañeros a cobrar.<br />
Cobrábamos ahí <strong>en</strong> el Banco y todos v<strong>en</strong>íamos muy cont<strong>en</strong>tos, uno iba<br />
caminando despacito, y nosotros le decíamos: “Dále, loco, caminá”, y él<br />
nos dice: “No, esper<strong>en</strong>, estoy aguantando porque es bu<strong>en</strong>o s<strong>en</strong>tir la plata<br />
<strong>en</strong> el bolsillo. Cuando llegue a mi casa desaparece, así que la estoy<br />
aprovechando”. Pero igual la lucha sirve. Acá, <strong>en</strong> <strong>La</strong>nús, existe la teoría<br />
del huevo frito. El huevo frito se compone de la yema y la clara. Acá hay<br />
un grupo de cincu<strong>en</strong>ta o ci<strong>en</strong> compañeros que son la yema del huevo<br />
frito, lo amarillo, que son los compañeros que le dan vida al MTD, y la<br />
clara es el rell<strong>en</strong>o, hay tresci<strong>en</strong>tos y pico de compañeros anotados <strong>en</strong> los<br />
planes de trabajo, un poco más tal vez, que son compañeros que por ahí<br />
no ti<strong>en</strong><strong>en</strong> la conci<strong>en</strong>cia necesaria, pero sí nos estamos dando el trabajo<br />
con los talleres de formación, y eso, para poder integrar esos compañeros<br />
hacia la yema. Pero esto es a largo plazo, y es muy dificil, cuesta mucho.<br />
Y nosotros decimos que gracias a que estén esos ci<strong>en</strong> compañeros para<br />
que esto t<strong>en</strong>ga vida, lo demás es el rell<strong>en</strong>o, hay compañeros que van,<br />
vi<strong>en</strong><strong>en</strong>. Los punteros del municipio vi<strong>en</strong><strong>en</strong> y te dic<strong>en</strong>: “V<strong>en</strong>gansé a<br />
trabajar acá, si acá no ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que ir a los piquetes, no se van a ll<strong>en</strong>ar de<br />
humo, no van a estar tres días <strong>en</strong> la ruta, y cobran lo mismo”. Y nos ha<br />
pasado que una treint<strong>en</strong>a de compañeros se fueron a laburar ahí. Y<br />
nosotros decimos que <strong>está</strong> bi<strong>en</strong>, que se vayan, sigu<strong>en</strong> si<strong>en</strong>do vecinos del<br />
barrio y los saludamos, cómo andás. Pero así como muchos se fueron,<br />
muchos han vuelto.<br />
Estamos <strong>en</strong> Monte Chingolo, de modo que el recuerdo del asalto al<br />
Batallón de Ars<strong>en</strong>ales 601 “Domingo Viejo Bu<strong>en</strong>o”, <strong>en</strong> el mediodía del 23<br />
de diciembre de 1975, aflora, de pronto, con naturalidad. <strong>La</strong>s Fuerzas<br />
Armadas t<strong>en</strong>dieron una ratonera perfecta a los guerrilleros del Ejército<br />
Revolucionario del Pueblo. <strong>La</strong> represión fue feroz y desmesurada: <strong>en</strong>tre<br />
miembros del ERP y habitantes de las villas aledañas al cuartel (que<br />
ninguna relación habían t<strong>en</strong>ido con el frustrado copami<strong>en</strong>to) los militares<br />
mataron a ci<strong>en</strong>tos de personas. Nunca pudo saberse con precisión<br />
26
cuántos fueron asesinados, porque la mayor <strong>parte</strong> de los cuerpos tuvo<br />
como destino la fosa común. Mi vieja era <strong>en</strong>fermera y estaba <strong>en</strong> los<br />
bomberos de Sarandí, rememora Carlos. Cuando fue todo ese lío, un<br />
médico del Ejército fue a buscarla. No podía negarse, ¿no? <strong>La</strong> llevaron a<br />
un descampado donde había un pozo muy grande, y <strong>en</strong> un camión<br />
volcador empezaron a traer cuerpos, muchos cuerpos. Antes de tirarlos<br />
<strong>en</strong> el pozo, a mi vieja la obligaban a ayudar al médico a cortarles las<br />
manos, para que no quedase id<strong>en</strong>tificación, les cortaban las manos, loco,<br />
y mi vieja agarraba las manos de esos cuerpos mi<strong>en</strong>tras el hijo de puta<br />
del médico buscaba la coyuntura con un bisturí, <strong>en</strong> la muñeca, y las<br />
manos las metían <strong>en</strong> una bolsa. Habían pasado tres, cuatro años, y mi<br />
vieja todavía se ponía a llorar. Se quedaba sola un rato y <strong>en</strong>traba a llorar<br />
a lo loco. Varios compañeros que yo conocía la ligaron. Uno, con tres tiros<br />
<strong>en</strong>cima, se escondió <strong>en</strong> el pozo de una letrina y se quedó ahí un día y<br />
pico, y la g<strong>en</strong>te v<strong>en</strong>ía, meaban, iban de cuerpo, hasta que el tipo no<br />
aguantó más y le habló a uno, le habló a un culo, ¿te imaginás?, y lo<br />
sacaron, y la g<strong>en</strong>te fue solidaria, lo lavaron, le prestaron pilchas y el<br />
chabón zafó.<br />
Miro a Luis. Su pesadumbre es notoria. Cabeza gacha, los ojos puestos<br />
<strong>en</strong> el piso, <strong>en</strong> algún punto abstruso de su memoria. De pronto recobra el<br />
ali<strong>en</strong>to, <strong>en</strong>dereza la mirada. Nosotros vivíamos cerca de ahí, dice, donde<br />
se veía tanto despliegue militar y paramilitar. Por casa <strong>en</strong>traron los<br />
milicos. Bu<strong>en</strong>o, pero hablando de los milicos, de la dictadura, de la<br />
muerte, t<strong>en</strong>go una anécdota muy particular. Yo era muy chico pero me<br />
acuerdo pat<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, no sé si t<strong>en</strong>dría diez años. Mi mamá iba a lavar la<br />
ropa a la casa de una parejita muy jov<strong>en</strong>, estudiantes de medicina, y ellos<br />
t<strong>en</strong>ían una n<strong>en</strong>a chiquitita, yo de ella sí me acuerdo, de unos dos años de<br />
edad. Y, bu<strong>en</strong>o, yo estaba con mi mamá, y ella salía de lavar de esa casa<br />
y se iba a limpiar a la casa de una vecina de <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>te. Un día había salido<br />
de limpiar, y yo iba con ella porque no t<strong>en</strong>ía donde dejarme, y vino una<br />
camioneta grande, no recuerdo qué marca, y se llevaron al hombre a las<br />
trompadas, a la mujer la <strong>en</strong>volvieron <strong>en</strong> un colchón y la metieron atrás, y<br />
a la n<strong>en</strong>ita la agarró un tipo y la llevó al asi<strong>en</strong>to delantero. Esa familia no<br />
apareció nunca más <strong>en</strong> el barrio, y fue muy com<strong>en</strong>tado este caso, fue <strong>en</strong><br />
<strong>La</strong> Florida, <strong>en</strong> Quilmes. <strong>La</strong> bebita no apareció tampoco, obviam<strong>en</strong>te. Eso<br />
me quedó muy marcado ...<br />
No puede proseguir. En ese rostro apergaminado y tosco, cándido a la<br />
vez, ca<strong>en</strong> lágrimas que <strong>en</strong> vano Luis procura disimular llevándose las<br />
manos gruesas a la cara, levantándose, y, por fin, retirándose, paso corto,<br />
cansino, hacia el fondo del galpón.<br />
* * *<br />
27
Ha com<strong>en</strong>zado a caer la tarde cuando regreso al piquete. <strong>La</strong> esc<strong>en</strong>a es<br />
<strong>otra</strong>. Muchos se han marchado a su hogar para buscar abrigo. Un<br />
v<strong>en</strong>tarrón frío e inesperado golpea <strong>en</strong> la cara. Una mujer me ofrece un<br />
vaso de mate cocido y una torta frita. Con premura, aprovechando los<br />
últimos resplandores del día, Flor<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>saya las pinceladas finales <strong>en</strong> el<br />
mural que ha realizado sobre la tapia de ladrillos de un terr<strong>en</strong>o baldío:<br />
neumáticos <strong>en</strong> llamas; un puño cerrado; el perfil de un piquetero. “Juan:<br />
tu sangre piquetera es nuestra sangre. ¡Piqueteros, carajo!”. Al<br />
pie, <strong>en</strong> letras de gran tamaño: “<strong>La</strong> sangre derramada no será<br />
negociada. MTD <strong>La</strong>nús”. En cada uno de los extremos del piquete<br />
continúa apostada una camioneta de la policía de la provincia. No <strong>está</strong>n<br />
allí con el propósito de evitar disturbios, pues uno de los carriles de<br />
Donato Alvarez <strong>está</strong> abierto a la libre circulación. Filman y delatan. Espían<br />
y delatan. Buscan presas a las que intimidar, cualquier noche, metidos <strong>en</strong><br />
ropa de civil, arma <strong>en</strong> mano, con total impunidad y extravagante<br />
satisfacción. Los observo. Su aspecto, salvo la gorra, el uniforme, no<br />
difiere mayorm<strong>en</strong>te del aspecto de los jóv<strong>en</strong>es y hombres que me<br />
circundan. Algunas familias han montado precarios toldos para protegerse<br />
del frío. Me si<strong>en</strong>to <strong>en</strong> el cordón de la vereda junto a Marcelo. Trabaja <strong>en</strong><br />
el taller de herrería y lleva años <strong>en</strong> el MTD; la militancia social, dice, le ha<br />
cambiado la vida; ahora cree <strong>en</strong> algo, <strong>en</strong> él y <strong>en</strong> sus compañeros, al<br />
m<strong>en</strong>os, <strong>en</strong> la posibilidad de construir una sociedad más justa, aunque, no<br />
ti<strong>en</strong>e duda, se avecinan años de sacrificios y continua <strong>en</strong>trega. “Algunos<br />
funcionarios me dan risa. Pi<strong>en</strong>san que nos vamos a quedar quietos. ¿No<br />
se dan cu<strong>en</strong>ta de que estamos podridos, que no t<strong>en</strong>emos nada que<br />
perder porque ya nos robaron todo, hasta la dignidad?”. Por lo demás,<br />
añade Marcelo, el MTD se ha convertido <strong>en</strong> un espacio de cont<strong>en</strong>ción; con<br />
disimulo, estirando la barbilla levem<strong>en</strong>te, me señala a un muchacho de<br />
quince, dieciséis años que deambula por allí. “Un pibe chorro, bi<strong>en</strong> chorro,<br />
pero ahora lo ves siempre por acá, con nosotros, <strong>en</strong> cada piquete. Antes<br />
se mamaba y salía a chorear, ahora gasta las <strong>en</strong>ergías acá, colabora como<br />
pocos”. Un bullicio de voces y risas nos hace volver la mirada hacia la<br />
esquina de Condarco. Ha llegado la g<strong>en</strong>te de Solano, unas diez personas.<br />
A falta de la murga prometida han traído una guitarra, bu<strong>en</strong> ánimo, gana<br />
de música, y un ejemplar de la revista G<strong>en</strong>te que comi<strong>en</strong>za a circular<br />
<strong>en</strong>tre el g<strong>en</strong>tío, causando la sonora risa del que lee el artículo que Neka<br />
ha marcado: “Confesiones de un piquetero arrep<strong>en</strong>tido”. Al decir de<br />
la nota, los piqueteros suel<strong>en</strong> fumarse un porro y beber un par de<br />
cervezas para ganar coraje; a los pusilánimes, a los que no se atrev<strong>en</strong> a<br />
sumarse a la lucha, los am<strong>en</strong>azan; también recib<strong>en</strong> un puñado de billetes<br />
de alguna organización misteriosa para av<strong>en</strong>turarse <strong>en</strong> la graciosa tarea<br />
de cortar rutas y pasarse horas a merced del frío, de la lluvia, o, desde<br />
luego, del arrebato de locura de un ag<strong>en</strong>te de la policía. <strong>La</strong> revista,<br />
28
compruebo con disgusto, <strong>está</strong> equivocada. En los piquetes las bebidas<br />
alcohólicas <strong>está</strong>n prohibidas por completo, y si algui<strong>en</strong> comete el desatino<br />
de llegar con unas copas <strong>en</strong>cima, se lo devuelve a su casa. Apoyada sobre<br />
un tronco que sirve de mesa, una gran palangana azul se ha convertido<br />
<strong>en</strong> el punto focal de todos. Guiso, ahora más festivo, con trozos pequeños<br />
de carne y uno que otro hueso. No hay platos, sí cucharas que pasan de<br />
una a <strong>otra</strong> mano, de boca <strong>en</strong> boca. Como con fruición hasta templar el<br />
cuerpo. El padre Alberto me ofrece un cigarrillo, que acepto, y acto<br />
seguido nos ponemos a caminar l<strong>en</strong>tam<strong>en</strong>te hacia el otro extremo del<br />
piquete. A nuestro paso lo saludan largando un simple y afectuoso “Ché,<br />
cura”. Nos det<strong>en</strong>emos cerca de la barricada de neumáticos y troncos <strong>en</strong><br />
llamas; fumamos, absortos los dos <strong>en</strong> la contemplación de la movediza<br />
arquitectura del fuego. Empleando un tono medido, delicado, casi de<br />
confesonario, me cu<strong>en</strong>ta que ti<strong>en</strong>e 36 años y nació <strong>en</strong> San Fernando, hijo<br />
de una obrera textil y un constructor, una familia que poca relación t<strong>en</strong>ía<br />
con la religión y m<strong>en</strong>os aún con la iglesia. Después de transcurrir la<br />
adolesc<strong>en</strong>cia colaborando, junto a su hermano, <strong>en</strong> trabajos de<br />
construcción, su vida pegó un vuelco de magnitud <strong>en</strong> 1983, cuando visitó<br />
la catedral de San Isidro, y, seducido por la charla con un cura cuyo<br />
nombre no recuerda, fue presa de una vigorosa inclinación que no sabe<br />
muy bi<strong>en</strong> a qué atribuir. Resolvió indagar <strong>en</strong> el sacerdocio. “En San Isidro<br />
tomé la comunión y la confirmación con un grupo de diez adultos. Me hice<br />
sacristán. Y com<strong>en</strong>zamos a t<strong>en</strong>er algunas prácticas de visitar hospitales y<br />
esas cosas. T<strong>en</strong>ía 18 años. Ahí comi<strong>en</strong>zo a profundizar mi vocación<br />
sacerdotal. Leo bastante sobre San Bernardo, la vida monástica, San<br />
B<strong>en</strong>ito”. Se <strong>en</strong>coge de hombros, emite una sonrisa breve. “No sé, pero<br />
me agarró una mística total, ligada fundam<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>te al trabajo social”.<br />
De San Isidro partió hacia un seminario <strong>en</strong> la localidad de Azul; ambi<strong>en</strong>te<br />
rural, clausura, trabajos campestres. Una vida de corte monástico signada<br />
por el espíritu conservador del obispo Emilio Bianchi de Cárcano, actual<br />
vicepresid<strong>en</strong>te del Episcopado. “En el seminario, por suerte, había un cura<br />
tercermundista, el padre Miguel. Con él com<strong>en</strong>cé a descubrir un montón<br />
de cosas. Hablábamos de historia latinoamericana, de lo que había sido la<br />
dictadura, lo que se g<strong>en</strong>eró d<strong>en</strong>tro de la Iglesia con el Movimi<strong>en</strong>to del<br />
Tercer Mundo. Fue todo un descubrimi<strong>en</strong>to de un aspecto del que yo no<br />
t<strong>en</strong>ía ni idea, un mundo totalm<strong>en</strong>te desconocido. Ahí empecé a t<strong>en</strong>er<br />
algunas inquietudes, de ver <strong>otra</strong> dim<strong>en</strong>sión de la realidad, y <strong>en</strong>tonces<br />
com<strong>en</strong>cé a profundizar sobre esa línea de teología”. Dos años permaneció<br />
<strong>en</strong> Azul. En 1987, atraído por la conducta de Jorge Novak, uno de los<br />
contados y raros obispos arg<strong>en</strong>tinos que a viva voz promovía el<br />
compromiso de la Iglesia <strong>en</strong> la def<strong>en</strong>sa de los derechos humanos y la<br />
militancia social, se trasladó al seminario de Quilmes. “Estuve tres años.<br />
En ese mom<strong>en</strong>to se trabajaba mucho con las comunidades eclesiales de<br />
29
ase, era una diócesis obrera, lo que a mí más me gustaba. Comi<strong>en</strong>zo<br />
una tarea de vinculación con los as<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>tos, la lucha por la tierra, la<br />
resist<strong>en</strong>cia a los desalojos, un ámbito de reflexión que t<strong>en</strong>ía que ver con<br />
la pastoral social. Yo todavía no era párroco, era estudiante”. Pero la<br />
experi<strong>en</strong>cia se desvaneció <strong>en</strong> un par de años. En 1989, el episcopado<br />
decidió echar por tierra el trabajo de las comunidades eclesiales de base y<br />
susp<strong>en</strong>der a Alberto por un período de dos años, una sanción, no<br />
obstante, que no alcanzó para hundirlo <strong>en</strong> el desánimo. Retomó los<br />
estudios y <strong>en</strong> cinco años los finalizó. Ord<strong>en</strong>ado sacerdote, <strong>en</strong> 1996 le toca<br />
<strong>en</strong> suerte la parroquia “Nuestra Señora de las Lágrimas”, <strong>en</strong> Solano. “Una<br />
parroquia muy grande, con más de cincu<strong>en</strong>ta mil habitantes. Había como<br />
una elite que estaba desde hacía diez años <strong>en</strong> la comunidad. Parecían<br />
señores feudales. No había participación de los barrios. Enseguida<br />
empecé a abrir la iglesia para la g<strong>en</strong>te, que fuera más democrática; no<br />
podía concebir una iglesia para unos pocos. Fue una batalla muy dura.<br />
Descubrimos, por ejemplo, que para anotarse <strong>en</strong> los planes Trabajar que<br />
daba Duhalde, los interesados t<strong>en</strong>ían que pagar cinco pesos el formulario.<br />
Una corrupción total. Ahí decido ponerme a trabajar por los derechos de<br />
los desocupados, y <strong>en</strong>tonces, tomando como ejemplo al Movimi<strong>en</strong>to<br />
Teresa Rodríguez, de Flor<strong>en</strong>cio Varela, se funda el MTD de Solano.<br />
Cuando vimos que a través del diálogo no llegábamos a nada,<br />
com<strong>en</strong>zamos a cortar rutas”.<br />
Hace una pausa, toma una rama del suelo y la arroja a la barricada para<br />
avivar el fuego. Oimos, distantes, los acordes de una canción conocida. Se<br />
ha formado una rueda de piqueteros <strong>en</strong> cuyo c<strong>en</strong>tro un muchacho,<br />
s<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> el asfalto, la guitarra sobre los muslos, canta viejas canciones<br />
de Vox Dei, de Quilapayún, con rústica impetuosidad: “..y a la mujer del<br />
obrero la cuidan los piqueteros ...”. Reimos de la esc<strong>en</strong>a antigua, de la<br />
rotunda pres<strong>en</strong>cia de un pasado que no se toma respiro, y regresa a cada<br />
instante, y, como ahora, queda impreso <strong>en</strong> el aire. “Todo esto es símbolo<br />
de vida, ¿no? Nosotros planteamos romper con el escepticismo de que no<br />
se puede hacer nada. Y todavía estamos luchando contra nosotros<br />
mismos, nuestras concepciones, nuestras flaquezas humanas, <strong>en</strong> un<br />
medio hostil. Ser virtuoso cuando se ti<strong>en</strong><strong>en</strong> las necesidades básicas<br />
satisfechas es más fácil, pero t<strong>en</strong>er una práctica de virtud <strong>en</strong> medio de la<br />
pobreza, donde los valores <strong>está</strong>n destrozados, es muy difícil. Más dura es<br />
la batalla hacia ad<strong>en</strong>tro. Buscamos cambiar la forma de razonar, de<br />
<strong>en</strong>t<strong>en</strong>der la realidad y el mundo”. Con orgullo, aunque sin hacer a un lado<br />
la compostura y el imborrable timbre sacerdotal, Alberto recuerda los<br />
hechos que finalm<strong>en</strong>te lo condujeron a la calle, a vivir como un nómade,<br />
procurando cada noche una cama donde dejarse caer y t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do por todo<br />
haber un plan Trabajar. “Si había g<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la calle y la iglesia era<br />
gigantesca, un palacete, ¿por qué no los íbamos a cobijar con sus<br />
30
hijos?Primero alojé tres familias, después fueron seis. Fue una experi<strong>en</strong>cia<br />
hermosa. Conseguimos subsidios, empezamos a hacer talleres de<br />
formación y educación popular, había bastante dinamismo”. Desde luego,<br />
su comportami<strong>en</strong>to irritó sobremanera a la jerarquía de la Iglesia y<br />
ocasionó también la pronta y artera reacción del poder político: Chiche<br />
Duhalde, <strong>en</strong> repres<strong>en</strong>tación del gobierno de su marido, irrumpió una tarde<br />
<strong>en</strong> el despacho de Novak y lo extorsionó de modo muy edificante: “O<br />
acaba con ese foco de piqueteros que ti<strong>en</strong>e <strong>en</strong> su diócesis, o dejamos de<br />
<strong>en</strong>viarle dinero al obispado”. Alberto fue apartado del cargo, y las familias<br />
de desocupados que habitaban la parroquia recibieron una noche la<br />
imprevista visita de la Infantería. El desalojo fue brutal. “Muy duro, muy<br />
feo, pero la experi<strong>en</strong>cia eclesial ha sido importante. Queremos<br />
democratizar las relaciones, no queremos relaciones de jerarquía o<br />
relaciones verticales, donde unos pocos decid<strong>en</strong>. Creemos que <strong>en</strong> una<br />
organización popular, para que se desarrolle y crezca, ti<strong>en</strong>e que haber<br />
participación, compromiso, autonomía. <strong>La</strong> autonomía ti<strong>en</strong>e que ver<br />
también con una radicalidad de subvertir los esquemas del sistema.<br />
Nosotros estamos contra el capitalismo y toda forma que pueda <strong>en</strong>cerrar<br />
dominación u opresión”. Hoy, el MTD-Solano reúne a mil tresci<strong>en</strong>tas<br />
personas organizadas a través de los planes Trabajar. “Y no queremos<br />
más. No podríamos absorber más. Necesitamos hacer un trabajo fuerte<br />
de formación, de crecimi<strong>en</strong>to. Nosotros no queremos ser masa. No<br />
queremos agitar. Si no, podríamos ser muchísimos más, pero sería una<br />
irresponsabilidad. Si a algui<strong>en</strong> le parece rica nuestra experi<strong>en</strong>cia, nos<br />
parece fantástico que se reproduzca, transmitiríamos nuestra experi<strong>en</strong>cia<br />
a los compañeros, pero nosotros queremos afianzarnos como<br />
organización. Y eso lleva mucho tiempo”.<br />
* * *<br />
Paso las horas que restan de la noche <strong>en</strong> la casa de Pablo y Flor<strong>en</strong>cia, <strong>en</strong><br />
Villa Corina, <strong>en</strong> la cama que el pequeño Juan, el hijo de ellos, me ha<br />
prestado sin proponérselo pues del piquete ha regresado dormido por<br />
completo, el rostro y las manos hollini<strong>en</strong>tos, <strong>en</strong> brazos de Flor<strong>en</strong>cia. Antes<br />
de echarnos a dormir, tres de la madrugada, nos ponemos a hablar sobre<br />
los miedos, la represión que, sabemos, se avecina. El miedo va<br />
transformándose <strong>en</strong> coraje, me dice Pablo; quedarán los compañeros más<br />
decididos, los que han compr<strong>en</strong>dido que la lucha es larga y peligrosa,<br />
pero que <strong>en</strong> ella nos va la vida; nadie te regala la libertad, nadie te regala<br />
la dignidad.<br />
Por la mañana, temprano, todavía soñoli<strong>en</strong>to, la ropa y los p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos<br />
impregnados de hollín, <strong>en</strong> el colectivo que me conduce hacia el c<strong>en</strong>tro de<br />
Bu<strong>en</strong>os Aires hojeo el papelerío que Pablo me ha <strong>en</strong>tregado. En un viejo<br />
31
ejemplar del boletín En Ruta, que esporádicam<strong>en</strong>te editan los MTD de<br />
<strong>La</strong>nús, Solano y Almirante Brown, leo: “... el vi<strong>en</strong>to es el fruto de la tierra,<br />
ti<strong>en</strong>e su tiempo y madura, no <strong>en</strong> los libros y escritos de lam<strong>en</strong>tos, sino <strong>en</strong><br />
los pechos organizados de los que nada ti<strong>en</strong><strong>en</strong> más que dignidad y<br />
rebeldía. Y este vi<strong>en</strong>to de abajo, el de la rebeldía, es el de la dignidad, no<br />
sólo es respuesta a la imposición del vi<strong>en</strong>to de arriba, no es brava<br />
contestación <strong>en</strong> un corte de ruta, <strong>en</strong> la toma de un supermercado, <strong>en</strong> el<br />
reclamo de un subsidio de hambre; <strong>en</strong> sí lleva una propuesta nueva, que<br />
no es sólo la destrucción de un sistema injusto y arbitrario, es sobre todo<br />
una esperanza de igualdad, dignidad y rebeldía <strong>en</strong> libertad”.<br />
Al llegar al apartam<strong>en</strong>to de mi suegra, donde suelo hospedarme cada<br />
vez que viajo a Bu<strong>en</strong>os Aires desde mi casa <strong>en</strong> el campo uruguayo,<br />
compruebo que Duhalde acaba de caer <strong>en</strong> otro arresto de escarpada<br />
lucidez: “El lunes abro los bancos y que sea lo que Dios quiera”.<br />
Martes 23<br />
Pablo Conti es un hombre corpul<strong>en</strong>to, de carácter apocado, bu<strong>en</strong>a planta,<br />
ojos claros y tristones, pelo rubio y fino donde pued<strong>en</strong> <strong>en</strong>treverse canas<br />
que avanzan sin pausa y con resolución. Dice que es artesano, aunque a<br />
mi juicio es un artista. El mismísimo Papa ti<strong>en</strong>e una obra que él ideó. Una<br />
absurda caja de madera y alpaca repujada para guardar saquitos de té<br />
que De la Rúa tuvo el bu<strong>en</strong> tino de obsequiarle. Nos conocimos <strong>en</strong> 1980,<br />
1981, durante nuestro exilio <strong>en</strong> Sao Paulo, Brasil. Juntos, y tardíam<strong>en</strong>te,<br />
finalizamos los estudios secundarios <strong>en</strong> un instituto privado que como<br />
rasgo más distintivo y seductor t<strong>en</strong>ía el favor de algunas alumnas<br />
concupisc<strong>en</strong>tes y el recreo largo que de bu<strong>en</strong> grado pasábamos <strong>en</strong> el<br />
boteco de <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>te, embriagándonos con cerveza y pinga de alambique<br />
curtida <strong>en</strong> coco, comi<strong>en</strong>do pochoclo rociado con salsa tabasco. Así las<br />
cosas, las clases de literatura resultaban una verdadera fiesta. Ahora, tras<br />
una carretada de años sin vernos, estoy con él, <strong>en</strong> su casa de Santa Rosa<br />
de Calamuchita, Córdoba. Son las siete de la mañana de un día<br />
excesivam<strong>en</strong>te frío y nebuloso; a causa de la helada, un resplandeci<strong>en</strong>te<br />
manto blanquecino se ha adueñado del valle y la serranía. Pablo ha sido<br />
g<strong>en</strong>til. En su viejo Peugeot 505, año 1982, me acompañará, me<br />
conducirá, <strong>en</strong> el largo viaje a Quimilí, ciudad que, mi<strong>en</strong>tras observamos<br />
con estupor el mapa de rutas que hemos desplegado sobre el capó del<br />
auto, se nos antoja muy distante, un punto difuso e inalcanzable situado<br />
<strong>en</strong> otro país.<br />
A medida que avanzamos por el sinuoso camino de montaña, la<br />
geografía semeja una incorregible sucesión de postales del primer mundo.<br />
Villa G<strong>en</strong>eral Belgrano, Falda de los Reartes, Villa <strong>La</strong> Merced, Dique Los<br />
Molinos, Villa Ciudad América, <strong>La</strong> Serranita. Paisajes y arquitecturas<br />
magníficos <strong>en</strong>vueltos <strong>en</strong> una niebla espesa que l<strong>en</strong>ta y gradualm<strong>en</strong>te<br />
32
comi<strong>en</strong>za a disiparse. Escuchamos Sabina, Alm<strong>en</strong>dra, Manal. De pronto,<br />
sacudido ya el sueño, Pablo repara <strong>en</strong> un detalle insignificante. Sabe que<br />
estoy metido <strong>en</strong> la escritura de un libro, que <strong>en</strong> las próximas semanas<br />
recorreré distintos cantos del país, pero ignora qué es el MOCASE y, por<br />
tanto, qué demonios <strong>está</strong> haci<strong>en</strong>do él aquí, conduci<strong>en</strong>do su auto hacia<br />
una ciudad cuya exist<strong>en</strong>cia desconocía por completo, más allá del placer<br />
que le causa nuestro re<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro. Tomo mi cuaderno de apuntes y le<br />
refiero lo poco que sé: el Movimi<strong>en</strong>to nació, formalm<strong>en</strong>te, el 4 de agosto<br />
de 1990; <strong>en</strong> noviembre de 1999, bajo el lema “Campesinos y campesinas<br />
<strong>en</strong> la lucha por la tierra y la justicia”, realizaron su primer Congreso<br />
provincial. En voz alta le recito algunos de los principios que he podido<br />
extraer del Acta Fundacional:<br />
“El MOCASE sirve para buscar soluciones a problemas comunes, para ser<br />
repres<strong>en</strong>tante de los campesinos ante las autoridades, para apoyar las<br />
peticiones de cada una de las organizaciones que lo integran respetando<br />
su autonomía, para promover la capacitación <strong>en</strong> cooperativismo y<br />
gremialismo, para mejorar la calidad de vida de los pequeños<br />
productores".<br />
“Queremos difer<strong>en</strong>ciarnos de la forma tradicional de hacer <strong>política</strong>, que se<br />
maneja con promesas incumplidas y que no le interesa promover la<br />
unidad y autodeterminación del sector campesino. Sabemos que el<br />
MOCASE debe alcanzar un peso político, pero mant<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do su<br />
indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de los compromisos partidarios”.<br />
“Queremos la tierra para trabajarla, para las futuras g<strong>en</strong>eraciones”.<br />
Horas más tarde nos det<strong>en</strong>emos <strong>en</strong> Jesús María. Café cali<strong>en</strong>te,<br />
medialunas, la satisfacción del retrete, un televisor que parece despedir<br />
imág<strong>en</strong>es antiguas, repetidas hasta el empalagami<strong>en</strong>to: una turba de<br />
ahorristas desbocados rodeando el edificio del Congreso con el objetivo<br />
de <strong>en</strong>torpecer la votación de la ley que habrá de convertir <strong>en</strong> bonos de<br />
morondanga los ahorros de ci<strong>en</strong>tos de miles de personas; s<strong>en</strong>adores y<br />
diputados que, como espantadizas ratas de albañal, sortean todo contacto<br />
con sus repres<strong>en</strong>tados ocultándose <strong>en</strong> el asi<strong>en</strong>to trasero de un auto<br />
policial; g<strong>en</strong>darmes y policías apaleando manifestantes <strong>en</strong> la plaza c<strong>en</strong>tral<br />
de San Juan; el humor sarcástico de Duhalde: “Estamos cond<strong>en</strong>ados al<br />
éxito”.<br />
El implacable verdor de la vegetación cordobesa ha quedado atrás.<br />
También la bondad del pavim<strong>en</strong>to. Nunca la frontera <strong>en</strong>tre una provincia<br />
y <strong>otra</strong> me había resultado tan terminante, tan vivaz. Nos av<strong>en</strong>turamos, a<br />
los tumbos, <strong>en</strong> un intransitable camino de tierra plagado de pozos y<br />
colosales grietas. No hay señales de vida. Todo es tierra yerma, y<br />
comadrejas aplastadas y vacas muertas y aves carroñeras que pelean<br />
<strong>en</strong>tre sí por un trozo de carne fétida. A ambos lados del camino de mala<br />
33
muerte, pastizales secos, un llano y ext<strong>en</strong>so erial, aisladas palmeras, una<br />
mula desnorteada por allí, un par de antiquísimas construcciones<br />
abandonadas <strong>en</strong> un pueblo fantasma. Gana de mandarse mudar.<br />
Después de todo, ¿quién me obliga a continuar metido <strong>en</strong> este sumidero?<br />
Pablo me dirige una mirada ceñuda: “¿No sería más s<strong>en</strong>sato hacer una<br />
profunda investigación sobre la asamblea de Scalabrini Ortiz y Santa Fe?”.<br />
Imposible, le digo, sólo sé chapurrar un par de palabras <strong>en</strong> inglés. “¿Y<br />
qué mierda ti<strong>en</strong>e que ver el inglés?”. Le muestro un fragm<strong>en</strong>to de la<br />
Carta Abierta que los vecinos bilingües de esa asamblea remitieron al<br />
FMI:<br />
Op<strong>en</strong> Letter to the IMF and the International Credit Organizations.<br />
From the S.Ortiz and S.Fe Assembly -Palermo District, Bu<strong>en</strong>os Aires City,<br />
Arg<strong>en</strong>tina- in def<strong>en</strong>se of the Arg<strong>en</strong>tine Constitution, foundational law that<br />
our governm<strong>en</strong>t seems not to know, we found ourselves with the right an<br />
duty of assuming the spirit and form of that foundational law before You,<br />
always concerned about the legal security and the accomplishm<strong>en</strong>t of<br />
legal settlem<strong>en</strong>ts.<br />
We state:<br />
1 - The illegitimacy of the Arg<strong>en</strong>tine external debt is worldwide known<br />
since that debt was initially accrued by a de facto governm<strong>en</strong>t<br />
(unconstitutional) and thus their acts were illegal, null and void.<br />
2 - Arg<strong>en</strong>tine law 224 of September 29th, 1859 establishes "The<br />
Arg<strong>en</strong>tine Confederation since establishing a constitutional governm<strong>en</strong>t<br />
does not recognize the right to comp<strong>en</strong>sations in favor of nationals or<br />
foreigners except for damages caused by the country's legitimate<br />
authorities".<br />
3 - Arg<strong>en</strong>tine law 73 of November 6th,1863 establishes that the national<br />
authority "will liquidate the legitimate contracted debt by the governm<strong>en</strong>t<br />
of the Arg<strong>en</strong>tine Confederation. The damages or injuries caused by a not<br />
legally constituted authority will not be comprised in the liquidation and<br />
ev<strong>en</strong> if legally constituted if those came from illegal acts" and "Those in<br />
whose contract was fraud, inept cause, great injury or any other vice".<br />
Luego de dos horas de travesía por el traicionero camino de tierra,<br />
soltamos un grito de alegría. Por fin una ruta, asfalto, y el primer indicio<br />
de vida: un g<strong>en</strong>darme de rostro legañoso que sale a nuestro <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro.<br />
Docum<strong>en</strong>tos; de dónde v<strong>en</strong>imos y hacia dónde nos dirigimos; con pereza<br />
echa un vistazo al interior del auto y acto seguido, sin pronunciar palabra,<br />
al caer <strong>en</strong> la cu<strong>en</strong>ta de que le será imposible arrancarnos un mísero<br />
c<strong>en</strong>tavo, con el brazo estirado nos invita a continuar el viaje. Pero el<br />
cont<strong>en</strong>to se difumina <strong>en</strong> segundos; es una ruta repleta de cráteres tan<br />
grandes y hondos como los que debimos eludir <strong>en</strong> el trayecto anterior.<br />
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Llegando a Añatuya, una placa nos indica que allí ha nacido Homero<br />
Manzi. Kilómetros más adelante, una lluvia m<strong>en</strong>uda y pegajosa me<br />
empaña los anteojos y se cuela <strong>en</strong>tre las ropas cuando desci<strong>en</strong>do del auto<br />
para hacerle lugar a un campesino que nos ha parado <strong>en</strong> el medio de la<br />
ruta. El hombre, circunstancial carbonero, parece nervioso, preocupado;<br />
su mujer, embarazada, lo aguarda con ansia <strong>en</strong> el hospital de Quimilí y<br />
muy probablem<strong>en</strong>te se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tre a poco de parir; habitan un rancho <strong>en</strong><br />
Vilela; com<strong>en</strong> cuando la Provid<strong>en</strong>cia se los permite; la aus<strong>en</strong>cia de trabajo<br />
<strong>en</strong> la región es pavorosa; el precio del carbón, que él produce echando<br />
mano del arcaico método de la parva, ha caído <strong>en</strong> demasía; logran<br />
mant<strong>en</strong>erse <strong>en</strong> pié a fuerza de mate amargo y tortas de harina y grasa.<br />
Lo dejamos <strong>en</strong> la rotonda, umbral de Quimilí. Pablo mira el reloj: seis y<br />
media de la tarde; poco m<strong>en</strong>os de doce horas de viaje, sufici<strong>en</strong>tes para<br />
estropearnos los riñones y la espalda.<br />
<strong>La</strong> <strong>en</strong>trada del galpón del MOCASE es un barrizal donde, sin rodeos,<br />
metemos las patas. En el interior, gigantes troncos de quebracho colorado<br />
y blanco, gallos y gallinas por toda <strong>parte</strong>, una mesa de madera, un par de<br />
sillas y una radio portátil de la que sal<strong>en</strong> los acordes de un chamamé. Una<br />
esc<strong>en</strong>a terrosa y c<strong>en</strong>ici<strong>en</strong>ta, un ambi<strong>en</strong>te lóbrego que excita el<br />
irreprimible deseo de aprobar el consejo de Pablo y t<strong>en</strong>tar mejor suerte<br />
<strong>en</strong> alguna asamblea barrial de la Recoleta. Me pongo a palmear, primero<br />
con timidez, <strong>en</strong>seguida con angustia y desespero. Necesito ver una cara<br />
humana, escuchar una voz. Nada. “¿Y si buscamos un hotel, nos damos<br />
una bu<strong>en</strong>a ducha y volvemos más tarde?”. <strong>La</strong> proposición de Pablo su<strong>en</strong>a<br />
razonable. Miro hacia fuera: casas decrépitas, llovizna, lodo, perros<br />
raquíticos, cabritos, un cerdo con aires de jabalí. ¿Un hotel por estos<br />
pagos? No llego a responderle. Cuando vuelvo la mirada veo que ante<br />
nosotros se ha plantado un hombre alto, sonrisa cálida, de rasgos<br />
aindiados y pelo muy largo que lleva anudado <strong>en</strong> la nuca. Se pres<strong>en</strong>ta:<br />
Paulo Aranda. Estaba aguardando nuestra llegada; Angel t<strong>en</strong>ía un<br />
compromiso y v<strong>en</strong>drá más tarde. Pide que lo acompañemos hasta otro<br />
sitio, más acogedor, un edificio contiguo donde podremos s<strong>en</strong>tarnos,<br />
charlar y tomar mate. Mi<strong>en</strong>tras lo seguimos, nos informa que Remes<br />
L<strong>en</strong>icov ha r<strong>en</strong>unciado. El com<strong>en</strong>tario ha salido de su boca con desgano y<br />
notoria indifer<strong>en</strong>cia, como si estuviera informándonos el pronóstico del<br />
tiempo.“¿Y a quién nombraron?” No ti<strong>en</strong>e la m<strong>en</strong>or idea y, por lo demás,<br />
no le interesa saberlo. “Creo que un tal Fraga”, dice. “¿Fraga?”, pregunto<br />
con incredulidad.“¿No será Ros<strong>en</strong>do Fraga?”. Se deti<strong>en</strong>e, frunce el<br />
<strong>en</strong>trecejo, se rasca la nariz. “Sí, creo que sí”. Luego de caminar unos<br />
veinte metros bajo la garúa, patinando sobre el barro y con Ros<strong>en</strong>do<br />
Fraga instalado <strong>en</strong> el despacho c<strong>en</strong>tral del ministerio de Economía,<br />
ingresamos <strong>en</strong> una construcción sólida y espaciosa, erigida con ladrillos y<br />
férreos pilares de quebracho blanco. Nos s<strong>en</strong>tamos a una mesa húmeda,<br />
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<strong>en</strong> la que corretean fornidas hormigas coloradas. En una pared, el<br />
estandarte del MOCASE: sobre un fondo blanco, rojo y celeste, el diseño<br />
de un árbol cuyas raíces semejan dos manos que se <strong>en</strong>lazan bajo la<br />
tierra. Más allá, el estandarte del Movimi<strong>en</strong>to sin Tierra, de Brasil. “Acá”,<br />
dice Paulo abri<strong>en</strong>do los brazos <strong>en</strong> abanico y sin ocultar el orgullo, “va a<br />
funcionar la Universidad”. Por un mom<strong>en</strong>to supongo que <strong>está</strong> bromeando.<br />
De modo alguno. Estoy s<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> el c<strong>en</strong>tro de un gran salón donde,<br />
quizá <strong>en</strong> pocos meses más, acaso un año, habrá de funcionar el aula de<br />
una Universidad ideada para formar maestros campesinos. “Porque a<br />
veces no sé qué les <strong>en</strong>señan a los chicos”, dice Paulo, “pero para<br />
empezar ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que ser los derechos que les correspond<strong>en</strong> a ellos. Cosas<br />
que acá al chico no le <strong>en</strong>señan, le <strong>en</strong>señan <strong>otra</strong> cosa. Pero si él ti<strong>en</strong>e un<br />
predio, bu<strong>en</strong>o, que le <strong>en</strong>señ<strong>en</strong> algo por lo m<strong>en</strong>os productivo. Queremos<br />
que se <strong>en</strong>señe con el s<strong>en</strong>tido de que cambi<strong>en</strong> por d<strong>en</strong>tro. Y ellos, cuando<br />
se reciban, también serán transmitidores, y no que se reciban y t<strong>en</strong>gan<br />
que ir a trabajar para empresas privadas; ese es el objetivo de la<br />
Universidad, no sé para cuando, pero ti<strong>en</strong>e que llegar. De a poco se<br />
hace”. Cu<strong>en</strong>tan con el sostén financiero de la Universidad de Catalunya,<br />
pero no pued<strong>en</strong> continuar la construcción porque los fondos que les<br />
<strong>en</strong>vían han quedado presos <strong>en</strong> el corralito. Mañana, agrega, podré<br />
<strong>en</strong>terarme mejor; vi<strong>en</strong>e Tato Iglesias, sociólogo, profesor de la<br />
Universidad Trashumante y uno de los hacedores del proyecto. Dos<br />
campesinos, Pocho y Mundito, y una frutal y hermosa mujer de ojos<br />
castaños, se incorporan a la charla. Nos ofrec<strong>en</strong> mate, torta cali<strong>en</strong>te, un<br />
sabroso dulce de leche de cabra. El frío se ha tornado insoportable.<br />
Algui<strong>en</strong> trae una chapa de zinc ll<strong>en</strong>a de brasas y la coloca debajo de la<br />
mesa. Poco a poco, el calor que asci<strong>en</strong>de desde los piés comi<strong>en</strong>za a<br />
aplacar los tremores. Fuera, un grupo de mujeres prepara escabeche de<br />
cabrito que <strong>en</strong>vasan y v<strong>en</strong>d<strong>en</strong> <strong>en</strong> las ciudades aledañas.<br />
Paulo Aranda ti<strong>en</strong>e treinta y nueve años y es oriundo, al igual que sus<br />
padres y abuelos, de Pozo del Toba, pueblo situado a ses<strong>en</strong>ta kilómetros<br />
de Quimilí. Los Aranda <strong>está</strong>n instalados <strong>en</strong> esas tierras desde el año 1925,<br />
y <strong>en</strong> mom<strong>en</strong>to alguno han dejado de labrarlas, de criar allí cuanto animal<br />
pudieran. En tiempos más llevaderos solían criar ovejas y chivos. Ahora<br />
Paulo vive <strong>en</strong> comunidad con quince familias del MOCASE, och<strong>en</strong>ta y dos<br />
personas <strong>en</strong> total. Una vida ingrata, signada por am<strong>en</strong>azas de desalojo,<br />
intimidaciones, viol<strong>en</strong>cia policial y procesos judiciales sin fundam<strong>en</strong>to. <strong>La</strong><br />
muerte de su padre, <strong>en</strong> 1992, lo movió a acercarse al MOCASE para pedir<br />
consejo. “Les expliqué el problema y la organización dijo: ‘Todo dep<strong>en</strong>de<br />
de ustedes, si <strong>está</strong>n dispuestos a luchar, de la organización hay apoyo,<br />
pero ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que ser consci<strong>en</strong>tes de que ustedes quieran luchar’. Ahora<br />
sabemos que por ley, por prescripción veinteañal, la tierra nos pert<strong>en</strong>ece.<br />
Pero la ley a ellos, a los empresarios, a la Justicia, a los poderosos, no les<br />
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importa. Te d<strong>en</strong>uncian. Int<strong>en</strong>tan hacerte arreglos individuales. Lo primero<br />
que te ofrec<strong>en</strong> es darte dinero y hacerte una casa. Quier<strong>en</strong> comprarte la<br />
posesión. A nosotros nos querían sacar de al lado de la ruta para<br />
mandarnos del lado del Saladillo, ahí no podés criar nada, ni t<strong>en</strong>és agua<br />
para los hijos tuyos ni para los animales. Ya lleva siete años nomás de<br />
juicio. Con lo que el supuesto dueño ha gastado, dice que ya hubiera<br />
comprado tres veces las tierras. Para mí ya es capricho que ti<strong>en</strong>e”. M<strong>en</strong>ea<br />
la cabeza con disgusto. “Sí, puro capricho”. A causa de las presiones de<br />
toda índole que sufr<strong>en</strong> periódicam<strong>en</strong>te, muchas familias aceptaron<br />
marcharse a Bu<strong>en</strong>os Aires u <strong>otra</strong>s ciudades del país cedi<strong>en</strong>do su tierra a<br />
cambio de unos pocos pesos. “Hoy <strong>está</strong>n arrep<strong>en</strong>tidos. Hay pari<strong>en</strong>tes de<br />
nosotros que <strong>está</strong>n allá y hoy no ti<strong>en</strong><strong>en</strong> futuro, ellos no sab<strong>en</strong> qué hacer.<br />
Han perdido la tierra porque le decían que salga y creían que el que t<strong>en</strong>ía<br />
el papel era el dueño”. En su juv<strong>en</strong>tud también fue presa del espejismo<br />
de la gran ciudad, de la metrópoli g<strong>en</strong>erosa, abierta y falluta donde, al<br />
decir de una ley<strong>en</strong>da que la historia se ha ocupado de sepultar, toda<br />
persona con ánimo de progreso t<strong>en</strong>ía su oportunidad. Pero soportó<br />
contados días. “Bu<strong>en</strong>os Aires no me gustaba porque había que estar<br />
perman<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te ad<strong>en</strong>tro, y salir a la calle no es como aquí <strong>en</strong> el campo,<br />
que vos al primero que te saluda ya empiezas a conversar. Allá pareces<br />
fr<strong>en</strong>te a una pared, y le has hablado, mal te contestan y después no te<br />
dan salida”. A lo largo de los últimos siete años, más de ses<strong>en</strong>ta<br />
miembros del MOCASE fueron arrestados, y posteriorm<strong>en</strong>te liberados, por<br />
razones disímiles, aunque habitualm<strong>en</strong>te el cargo esgrimido es<br />
desobedi<strong>en</strong>cia judicial. Los cond<strong>en</strong>an a la extinción, pues <strong>en</strong> tanto dura el<br />
proceso se les prohíbe sembrar y criar animales. Paulo fue arrojado al<br />
interior de un calabozo <strong>en</strong> más de una ocasión. “A mi hermano lo han<br />
am<strong>en</strong>azado de muerte, con un revolver <strong>en</strong> la mano. A mí me han<br />
am<strong>en</strong>azado; me decían que me iban a pr<strong>en</strong>der fuego con familia y todo; y<br />
de hecho me lo han quemado después, cuando yo no estaba. Mi señora<br />
había ido a vivir unos días a la casa de mi mamá y nosotros <strong>está</strong>bamos<br />
cosechando algodón y t<strong>en</strong>íamos el algodón depositado <strong>en</strong> una pieza, para<br />
v<strong>en</strong>der. Nos quemaron la casa y cuatro mil kilos de algodón que<br />
t<strong>en</strong>íamos. Fue <strong>en</strong> agosto del 95 que me quemaron todo. Yo siempre he<br />
dicho que son de las empresas. Uno a veces no llega a creer. Son las<br />
empresas las que am<strong>en</strong>azan y la policía los deja hacer, no sé cómo es, si<br />
corre plata o qué, pero lo cierto es que ellos nunca <strong>está</strong>n presos y<br />
nosotros hemos hecho las d<strong>en</strong>uncias, mataron animales, se le ha sacado<br />
el plomo a los animales y la policía ha ido a ver y no ha hecho nada,<br />
muer<strong>en</strong> <strong>en</strong> los cajones”.<br />
Pese a la crudeza de los episodios que narra, <strong>en</strong> su voz, firme, acerosa,<br />
imperan la tranquilidad y la resignación. Cosas que pasan. Me figuro su<br />
casa <strong>en</strong> llamas, la malograda cosecha de algodón ardi<strong>en</strong>do, y no puedo<br />
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m<strong>en</strong>os que p<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> los relatos de James Baldwin, <strong>en</strong> particular Esta<br />
mañana, esta tarde, tan pronto, y <strong>en</strong> un fragm<strong>en</strong>to de la nota escrita<br />
por Ricardo Piglia que prologa el cu<strong>en</strong>to: “Su crim<strong>en</strong> es viejo y visible: su<br />
propia piel. El mundo lo castiga acorralándolo contra esos límites<br />
inciertos: lo id<strong>en</strong>tifican con ella hasta el punto de separarlo de sí mismo;<br />
<strong>en</strong> esa quiebra se re<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra y se extravía definitivam<strong>en</strong>te: primero<br />
debe admitir que es un nigger, <strong>en</strong> seguida lo obligan a reconocer que eso<br />
es un mal. Es preciso que lo asuma, que lo declare y lo confiese: él es<br />
culpable de ser negro; ante el mundo este hecho es una maldición, esa<br />
piel conting<strong>en</strong>te un destino”.<br />
<strong>La</strong> maldición de Paulo <strong>está</strong> conc<strong>en</strong>trada <strong>en</strong> la sangre toba que lleva<br />
d<strong>en</strong>tro, <strong>en</strong> la aspereza de sus rasgos, <strong>en</strong> la oscuridad de su pellejo, <strong>en</strong> la<br />
sabia cad<strong>en</strong>cia de un discurso a todas luces irrefutable. Por una de las<br />
puertas del predio que servirá de sede de la Universidad, de pronto<br />
aparece Angel, uno de los fundadores del Movimi<strong>en</strong>to. Es un hombre<br />
delgado, acaso cuar<strong>en</strong>ta y cinco años, larga cabellera pajosa que, al igual<br />
que Paulo, lleva sujeta por una gomita. Nos estrechamos <strong>en</strong> un caluroso<br />
abrazo, como si nos conociéramos desde siempre. Quiere saber si nos<br />
<strong>está</strong>n tratando como corresponde; le <strong>en</strong>seño la torta, el mate, el dulce de<br />
leche. Alza el pulgar y dice que debemos disculparlo; ti<strong>en</strong>e asuntos que<br />
resolver; hay una campesina, anciana, <strong>en</strong>ferma; la fiebre la <strong>está</strong><br />
devorando, de modo que debe alcanzarle algún medicam<strong>en</strong>to; regresará<br />
<strong>en</strong> una hora, para la comida. Pablo, mi viejo amigo Pablo Conti, también<br />
nos abandona: ha manejado doce horas, bordea el desmayo, buscará un<br />
hotel, una p<strong>en</strong>sión, una cama <strong>en</strong> la que pueda echarse un rato; volverá<br />
más tarde. Paulo prosigue: “Te iba a contar de la represión de diciembre<br />
del 95, que ha sido la más viol<strong>en</strong>ta. Estaba <strong>en</strong> mi casa, sembrando<br />
algodón, y ahí se pres<strong>en</strong>ta una camioneta por allá, <strong>otra</strong> por este lado y<br />
andaba una blanca también que llegó más tarde. Y veo a mis compañeros<br />
arriba, esposados. Y los milicos me preguntan: `¿Vos sos Paulo Aranda?<br />
Estás det<strong>en</strong>ido´, y yo les digo: `No creo´. Y ellos: `Sí, <strong>está</strong>s det<strong>en</strong>ido´.<br />
`¿Det<strong>en</strong>ido? Mostráme la ord<strong>en</strong> del juez´. `No, no la hemos traido, la<br />
hemos olvidado´. `Y bu<strong>en</strong>o, andá a traerla´. Y bu<strong>en</strong>o, ahí empezaron a<br />
agarrarme de la camisa y he empezado a luchar, y ahí volteé a uno y han<br />
v<strong>en</strong>ido más, mandaron a once, cubiertos con chalecos antibalas. Y ellos<br />
me querían esposar para atrás y yo echaba los brazos para adelante. Y<br />
cuando me han esposado, para adelante, como yo exigía, vi<strong>en</strong>e el<br />
<strong>en</strong>cargado de abrir la compuerta para que suba, y ahí he agarrado y le he<br />
metido una patada <strong>en</strong> el traste. Y bu<strong>en</strong>o, <strong>en</strong> prisión t<strong>en</strong>ía un bu<strong>en</strong> tiempo<br />
marcada las esposas, y les digo que me afloj<strong>en</strong>, que me duele, ya se<br />
v<strong>en</strong>ía hinchando y cada vez que se hincha más te aprieta, y me dic<strong>en</strong>:<br />
`No, no te vamos a aflojar por resist<strong>en</strong>cia a la autoridad´. Cali<strong>en</strong>te v<strong>en</strong>ía<br />
yo. Le digo: `¿Ustedes sab<strong>en</strong> lo que <strong>está</strong>n haci<strong>en</strong>do?´. `¿Por qué?´, me<br />
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dic<strong>en</strong>. `Porque este es un juicio civil, el juicio por la tierra es un juicio<br />
civil. ¿Por qué me ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que llevar esposado?. No soy un asesino, no soy<br />
delincu<strong>en</strong>te y deb<strong>en</strong> ser consci<strong>en</strong>tes del juicio que estamos llevando. ¿O<br />
nunca han leído la constitución nacional? ¿Quier<strong>en</strong> que se la preste?,<br />
porque nosotros cada uno ti<strong>en</strong>e la constitución nacional <strong>en</strong> su casa´. Y se<br />
han quedado ahí p<strong>en</strong>sando. Después al milico le digo: `Aflojáme´. Y me<br />
lo afloja”.<br />
Infla el pecho y chupa de la bombilla con autoridad. Paulo se ha puesto<br />
altanero. Exhibi<strong>en</strong>do una sonrisa traviesa vuelve a recordar el puntapié<br />
que le dio <strong>en</strong> el culo al milico. “Se lo dí con toda mi fuerza, s<strong>en</strong>tí que<br />
estaba pateando al milico, a las empresas, a los jueces corruptos, a todos<br />
los que nos quier<strong>en</strong> robar la tierra. Y MOCASE es una organización que<br />
<strong>está</strong> dispuesta a luchar por la tierra porque creemos que la tierra nos da<br />
vida. En cambio, si uno pierde la tierra es como cambiar la dignidad por la<br />
miseria. Eso es lo único que t<strong>en</strong>go miedo. A que mis hijos el día de<br />
mañana no t<strong>en</strong>gan de qué vivir, no t<strong>en</strong>gan un lugar para vivir<br />
dignam<strong>en</strong>te. Ese es el miedo, perder la tierra”. Pocho quiere decir algo<br />
pero Paulo, tomándole el antebrazo con delicadeza, le ruega un minuto<br />
más de at<strong>en</strong>ción, un minutito nomás, compañero, que me <strong>está</strong> sali<strong>en</strong>do<br />
del alma, y si no sale queda y me duele, y no los molesto más. En un<br />
calabozo de Santiago ha escrito un poema, que, si los pres<strong>en</strong>tes se lo<br />
autorizamos, con gusto nos recitará. Reclina el tronco hacia adelante,<br />
apoya los codos <strong>en</strong> los muslos, <strong>en</strong>torna los párpados:<br />
Hasta preso me llevaron<br />
claro que injustam<strong>en</strong>te<br />
esposado y acollarado<br />
como unos delincu<strong>en</strong>tes.<br />
Allí junto me <strong>en</strong>cerraron<br />
acusados de desobedi<strong>en</strong>cia judicial<br />
nos tiraban <strong>en</strong> el piso<br />
como cualquier animal.<br />
De tantos atropellos<br />
aguantábamos por suerte<br />
y recibíamos de ellos<br />
am<strong>en</strong>azas de muerte.<br />
Def<strong>en</strong>der nuestra tierra<br />
es como def<strong>en</strong>der a la madre<br />
para que nadie nos quite<br />
la her<strong>en</strong>cia de nuestro padre.<br />
Y con esto me despido<br />
con esperanza y amor<br />
y si con esto no alcanza<br />
les dejo mi corazón.<br />
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Durante un infinito espacio de tiempo nos quedamos <strong>en</strong> sil<strong>en</strong>cio,<br />
mateando, comi<strong>en</strong>do torta, intercambiando miradas opacas, monosílabos,<br />
parcos com<strong>en</strong>tarios acerca del clima. <strong>La</strong>s palabras se han ido al diablo. Un<br />
sombroso vacío se ha apoderado de todos. Vas a conocer nuestro ritmo<br />
l<strong>en</strong>to pero int<strong>en</strong>so, me había dicho Angel. En efecto. Una int<strong>en</strong>sa l<strong>en</strong>titud,<br />
suerte de crepuscular letargo que Pocho quiebra de improviso con voz<br />
quejumbrosa. Su historia no difiere <strong>en</strong> mucho de la que ha referido Paulo.<br />
Ti<strong>en</strong>e cincu<strong>en</strong>ta años, nació <strong>en</strong> la localidad de El Colorado, a cuar<strong>en</strong>ta<br />
kilómetros de aquí, y <strong>en</strong> 1970 fue desalojado de prepo de las tierras <strong>en</strong><br />
que había vivido hasta los veinte años. Ahora habita una parcela de<br />
campo <strong>en</strong> Pampa Pozo. Le prohíb<strong>en</strong> sembrar. Ap<strong>en</strong>as unas gallinas puede<br />
t<strong>en</strong>er. “Estoy sin nada, hermano, y sin nada quier<strong>en</strong> que viva”. Fue uno<br />
de los primeros campesinos de la región que recurrió al MOCASE con el<br />
fin de recibir protección y abrigo. “Hemos hecho trueque con campesinos<br />
de Misiones, nos dan yerba, nosotros cabritos, pero a veces no se hace<br />
porque carecemos de medios de movilidad. T<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do un equipo sería<br />
mucho más facil hacer los trueques, llevar productos de aquí y traer de<br />
allá, como lo t<strong>en</strong>emos p<strong>en</strong>sado también para el lado de Jujuy. Ellos no<br />
ti<strong>en</strong><strong>en</strong> leña, no ti<strong>en</strong><strong>en</strong> postes, y ellos decían que si había se podía llevar, y<br />
de allá se puede traer verdura y todo lo que se pueda traer. Pero estamos<br />
todavía <strong>en</strong> hacer esa experi<strong>en</strong>cia. Estamos esperando conseguir un<br />
camión para hacer esta experi<strong>en</strong>cia que para ellos puede ser útil y para<br />
nosotros también”. En su rostro grave asoma una amplia sonrisa cuando<br />
recuerda el reci<strong>en</strong>te viaje que hizo al Brasil. Formó <strong>parte</strong> de la comitiva<br />
del Movimi<strong>en</strong>to que concurrió al último Foro Social Mundial, <strong>en</strong> Sao Paulo;<br />
<strong>en</strong> el trayecto se toparon con cuatro piquetes, y <strong>en</strong> cada uno de ellos les<br />
bastó mostrar la bandera del MOCASE para abrirse camino y, además,<br />
recibir aplausos y apoyo. “<strong>La</strong> experi<strong>en</strong>cia del Foro para nosotros ha sido<br />
muy bu<strong>en</strong>a realm<strong>en</strong>te. Para el próximo Foro, nosotros vamos a decir que<br />
ti<strong>en</strong>e que estar la participación del campesino, que haya repres<strong>en</strong>tantes<br />
del sector campesino, y que sean campesinos realm<strong>en</strong>te, que lo estén<br />
vivi<strong>en</strong>do, porque a veces es lindo hablar pero no lo <strong>está</strong>s vivi<strong>en</strong>do ...”.<br />
Todo indica que a Pocho no lo quier<strong>en</strong> dejar hablar, porque de rep<strong>en</strong>te<br />
irrumpe mi amigo Pablo, pelo húmedo, semblante más animado,<br />
anunciándonos que la comida <strong>está</strong> servida <strong>en</strong> el galpón. De prisa y sin<br />
gracia formulo la pregunta: ¿Y las elecciones anticipadas? Presumo que<br />
nadie ríe de mis palabras por una mera cuestión de respeto. “¿Para qué<br />
sirv<strong>en</strong>?”, larga Paulo. “Siempre nos han <strong>en</strong>gañado, uno, otro, todos. Lo<br />
importante es construir desde abajo, articular, crear nuevas maneras”.<br />
Pocho me observa con asombro. “¿Elecciones? ¿No <strong>está</strong>bamos hablando<br />
<strong>en</strong> serio?”. Mundito se <strong>en</strong>coge de hombros. <strong>La</strong> mujer frutal de los ojos<br />
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castaños sonríe y, por vez primera <strong>en</strong> toda la tarde, abre la boca: “Que se<br />
vayan todos, señor”.<br />
Miércoles<br />
Nos despierta el tortuoso y metálico estribillo de una canción: “Desde que<br />
vivimos juntos/estamos más juntos/te amo, te amo, te amo ...”. Espío la<br />
calle por un resquicio de la cortina de la v<strong>en</strong>tana de la habitación. <strong>La</strong><br />
música sale de un bazar situado justo fr<strong>en</strong>te al hotel Cad<strong>en</strong>as, hospedaje<br />
s<strong>en</strong>cillo, <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>o c<strong>en</strong>tro de Quimilí, es decir, <strong>en</strong> una de las pocas<br />
manzanas que compon<strong>en</strong> el nervio urbano de la ciudad. El cielo,<br />
compruebo con pesar, prosigue empacado <strong>en</strong> un gris sombrío y al parecer<br />
indeleble. En tanto nos vestimos <strong>en</strong>ci<strong>en</strong>do el televisor, un canal de cable.<br />
Carlos Grosso ha sido víctima de un rapto de cordura, y, para evitar todo<br />
escándalo público, se ha pres<strong>en</strong>tado ante un juez y exigido que lo<br />
<strong>en</strong>carcel<strong>en</strong>. Remes L<strong>en</strong>icov ha vuelto a Olivos; hasta el viernes será<br />
ministro, luego, claro, aceptará cualquier cargo bi<strong>en</strong> remunerado <strong>en</strong> este<br />
c<strong>en</strong>agoso gobierno. <strong>La</strong> l<strong>en</strong>gua de Duhalde viborea, continúa lanzando al<br />
vi<strong>en</strong>to m<strong>en</strong>sajes cargados de estímulo: ”No hay plan alternativo.<br />
Superaremos esta difícil situación. <strong>La</strong> Arg<strong>en</strong>tina <strong>está</strong> cond<strong>en</strong>ada al éxito”.<br />
Pablo echa una puteada. ¿El éxito de quién?, pregunta. Vuelvo a mirar la<br />
cara pedregosa del s<strong>en</strong>ador-presid<strong>en</strong>te. Imposible saber qué cuernos hay<br />
<strong>en</strong> el interior de la cabeza de ese hombre diminuto cuyo rostro torcido,<br />
cada día, con asustadora velocidad, más y más trae a la memoria al Joe<br />
Pesci de Bu<strong>en</strong>os muchachos. <strong>La</strong> comida de anoche <strong>en</strong> el galpón, junto<br />
a una veint<strong>en</strong>a de campesinos, ha sido de veras estup<strong>en</strong>da. Guiso de<br />
arroz con hilachas de carne; bu<strong>en</strong>os tragos de vino tinto y una sobremesa<br />
informal donde el lugar común fue la gallardía y el raro bu<strong>en</strong> humor de<br />
toda esta g<strong>en</strong>te que ha hecho del compromiso con su tierra el c<strong>en</strong>tro de<br />
sus vidas. Hoy, han prometido, nos agasajarán con cabrita asada.<br />
En el edificio de la Universidad sorpr<strong>en</strong>do a Angel <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>o trabajo<br />
exótico. <strong>La</strong> esc<strong>en</strong>a, a causa de la geografía, del paisaje que la circunda, es<br />
decir, la nada, el fango, la miseria que se intuye <strong>en</strong> los pies semidesnudos<br />
de algunos campesinos, es digna de película. Está s<strong>en</strong>tado de cara a una<br />
notebook moderna, tecleando con pasión. Responde mails, ord<strong>en</strong>a y<br />
bosqueja ideas, traza líneas de trabajo para el proyecto de la Universidad.<br />
Tomamos mate, comemos torta cali<strong>en</strong>te. Angel ti<strong>en</strong>e las facciones del<br />
hombre siempre jov<strong>en</strong> que nunca ha podido estarse quieto, que ha vivido<br />
de travesía <strong>en</strong> travesía, de conocimi<strong>en</strong>to <strong>en</strong> conocimi<strong>en</strong>to. Piel moldeada<br />
por la irreprimible sed de gozo, arrugas labradas a fuerza de sonrisa, y<br />
risas y cu<strong>en</strong>tos y cantos. Transcurrió la juv<strong>en</strong>tud estudiando filosofía y<br />
música progresiva, hasta que, de pronto, junto a un grupo de amigos,<br />
hizo a un lado la comodidad de su hogar y partió hacia Santiago del<br />
Estero, a la búsqueda de las <strong>en</strong>señanzas de los sabios del monte.<br />
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Imaginaba que <strong>en</strong> ellos había de hallar la memoria histórica de las luchas<br />
de los hacheros, <strong>otra</strong> cosmovisión del mundo, difer<strong>en</strong>te a la occid<strong>en</strong>tal,<br />
capitalista y neoliberal. “Esos sabios del monte, Tito Ravello, de Cejolao;<br />
Ana, de Campo del Cielo; Z<strong>en</strong>obio Campos, de Quimilí, y otros muchos,<br />
como Raymundo Gómez, nos tiraron líneas de horizontes para un futuro<br />
no lejano de trabajo organizativo con los campesinos, nos llevaron a<br />
<strong>en</strong>trarle a una lectura del mundo y del universo, que de por sí t<strong>en</strong>ía una<br />
fuerte carga poética contra el sistema capitalista; poética <strong>en</strong> su l<strong>en</strong>guaje,<br />
dramático <strong>en</strong> el dolor de las historias de vida hachera”. Se queda mirando<br />
el vacío. Desde afuera llegan los chillidos de la cabrita que han atado a un<br />
poste y horas más tarde servirá de almuerzo. Los últimos chillidos, pues a<br />
través de la v<strong>en</strong>tana sin vidrios <strong>en</strong>treveo la silueta de un hombre que se<br />
<strong>en</strong>camina hacia el animal llevando <strong>en</strong>tre las manos una cuchilla de hoja<br />
ancha y corta. “Ellos me <strong>en</strong>amoraron de la magia de los ranchos, de las<br />
huellas, de los montes, de los du<strong>en</strong>des y ley<strong>en</strong>das, de una religión de la<br />
liberación y no del opio de los pueblos”. <strong>La</strong> estrecha conviv<strong>en</strong>cia con los<br />
sabios del monte lo movió a buscar <strong>en</strong> el estudio de la teología de la<br />
liberación, primero, y <strong>en</strong> el sacerdocio, luego, una manera de militancia<br />
social. “Creí que como cura podía recrear o armar <strong>otra</strong> manera de<br />
hom<strong>en</strong>ajear a los dioses, a la vida, al planeta, a los hombres, a celebrar<br />
con oxíg<strong>en</strong>o de alegría la vida”. A partir de mediados de 1984, hasta el<br />
otoño de 1987, ofició de cura <strong>en</strong> Quimilí. En Los Juríes ya habían<br />
com<strong>en</strong>zado los graves conflictos por la posesión de la tierra, las disputas,<br />
<strong>en</strong> ocasiones cargadas de viol<strong>en</strong>cia, <strong>en</strong>tre los campesinos y empresas que<br />
se atribuían derechos inexist<strong>en</strong>tes. Angel, desde luego, tomó partido por<br />
el reclamo de los campesinos, de los hacheros, postura que no agradó a<br />
los hac<strong>en</strong>dados políticos de la ciudad. Compr<strong>en</strong>dió de inmediato que t<strong>en</strong>ía<br />
los días contados. “Antes de que me fueran, decidimos <strong>en</strong>tre varios que<br />
me t<strong>en</strong>ía que ir, para que fuera m<strong>en</strong>os traumático. Y me fui a trabajar de<br />
camionero tres meses a Rosario, viajaba por el país. Mi familia, tanto de<br />
padre como de madre, vi<strong>en</strong><strong>en</strong> de oficio camioneros, viajeros,<br />
transportistas”. Metido andaba <strong>en</strong> ese pasar errático cuando conoció a<br />
María de los Angeles, la Flaca, una maestra de jardín de infantes de la<br />
que se <strong>en</strong>amoró, hermosa fulminación, y con la que ha t<strong>en</strong>ido cinco hijos,<br />
uno de los cuales, Sel<strong>en</strong>e, murió a poco de nacer. Al cabo de un año de<br />
vagabundeos y av<strong>en</strong>turas pedagógicas <strong>en</strong> la puna jujeña, empezó a<br />
escuchar, a cada rato, como el embriagador repicar de la lluvia, dice, el<br />
eco de las palabras de los sabios del monte. “Había llegado el tiempo de<br />
volvernos a Quimilí, a Santiago del Estero, a las luchas campesinas, donde<br />
empezamos a aportar como educadores populares. Nos s<strong>en</strong>timos y nos<br />
hac<strong>en</strong> s<strong>en</strong>tir MOCASE, con esa mística santiagueña de la lucha por la<br />
liberación humana”.<br />
42
* * *<br />
Un grupo de g<strong>en</strong>te bulliciosa <strong>en</strong>tra <strong>en</strong> el salón. Basta una ligera<br />
inspección para caer <strong>en</strong> la cu<strong>en</strong>ta de que son foráneos. Un hombre de<br />
pelo y barba canos; un muchacho alto, ataviado con vaqueros, camisa y<br />
chaleco de jean sin mangas, y, parece hábito inviolable, de larga cabellera<br />
crespa anudada; dos atractivas mujeres jóv<strong>en</strong>es. Angel se incorpora de<br />
un salto y los saluda con efusión. Los pres<strong>en</strong>ta: Tato Iglesias, sus hijas, y<br />
la feliz e inesperada sorpresa: Raly Barrionuevo, el cantante santiagueño<br />
que ha ganado el festival de Viña del Mar interpretando una canción de<br />
Víctor Heredia. Raly es yerno de Tato. Con extrema amabilidad, Tato me<br />
conduce hacia un rincón; me felicita, ha vuelto a leer El Otro; es una<br />
inmejorable semblanza del cretino que nos gobierna, dice. Le pregunto<br />
por la Universidad Trashumante, proyecto que, le confieso, me su<strong>en</strong>a tan<br />
singular como fantástico. “El concepto de trashumar significa ir detrás de<br />
los mejores humus, de la mejor g<strong>en</strong>te, de la mejor tierra. Trashumar es<br />
caminar. Por eso insistimos <strong>en</strong> la necesidad de una doble caminata: una<br />
interior, preguntándonos acerca de nuestras ganas, de nuestras pasiones,<br />
de nuestras fuerzas, de nuestras emociones. <strong>La</strong> <strong>otra</strong> es la necesidad de<br />
salir, de andar, de escuchar, de no quedarnos quietos, de organizar y<br />
organizarnos”. Cu<strong>en</strong>tan con el apoyo oficial de la Universidad Nacional de<br />
San Luis, donde Tato es profesor. En un colectivo marca Dodge, año<br />
1970, que han resuelto d<strong>en</strong>ominar Quirquincho, los trashumantes han<br />
recorrido más de treinta mil kilómetros y visitado una dec<strong>en</strong>a de<br />
provincias, <strong>en</strong> cada una de las cuales han dictado talleres de Educación<br />
Popular. El Quirquincho, palabra que <strong>en</strong> l<strong>en</strong>gua quechua significa<br />
doblem<strong>en</strong>te empecinado, no es un vehículo común y ordinario; una de las<br />
hijas de Tato, Camila, arquitecta, lo transformó <strong>en</strong> una verdadera pieza de<br />
exposición: dormitorio, biblioteca, baño, cocina, un living diminuto, estufa.<br />
“Nuestro perfil es claram<strong>en</strong>te pedagógico-político. En numerosas<br />
conversas con el MOCASE, y ley<strong>en</strong>do difer<strong>en</strong>tes materiales sobre el<br />
Movimi<strong>en</strong>to Campesino, empezamos a darle forma al proyecto que hoy<br />
concretaremos. Nos preocupa siempre la escuela formal, <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido de<br />
que con el modelo neoconservador, se ha puesto más rígida y<br />
reproductiva. En el caso de los campesinos, mandar los chicos a la<br />
Escuela huinca pasa a ser una tortura. Los maestros les <strong>en</strong>señan que los<br />
jueces, la policía y los gobernantes son bu<strong>en</strong>os, y que los campesinos son<br />
vagos y borrachos. Por eso la Escuela de Formación de Maestros<br />
Campesinos. Es decir, que los campesinos puedan ser los maestros de sus<br />
propios hijos. Y es imp<strong>en</strong>sable hacer una Escuela para campesinos sin<br />
saber qué opinan ellos”. De las ci<strong>en</strong>to veinte comunidades donde <strong>está</strong> el<br />
MOCASE, han hecho una muestra de veinte. Saldrán a recorrerlas seis<br />
trashumantes y seis campesinos. “Algunas puntas t<strong>en</strong>emos: ellos quier<strong>en</strong><br />
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que <strong>en</strong> la escuela se hable de sus historias familiares, de por qué son<br />
campesinos y cómo construyeron su vida. Quier<strong>en</strong> que les habl<strong>en</strong> de sus<br />
id<strong>en</strong>tidades, sus historias de lucha y organización, con <strong>otra</strong> visión de la<br />
realidad”. El tono de la voz de Tato es fogoso, arrebatado; escuchándolo,<br />
uno experim<strong>en</strong>ta la s<strong>en</strong>sación de que todo es posible; que el hombre,<br />
como ha escrito Dick<strong>en</strong>s, nunca sabe de lo que es capaz hasta que lo<br />
int<strong>en</strong>ta. Recurrirán a los bu<strong>en</strong>os oficios de reconocidos profesionales de la<br />
UBA y de la Universidad Nacional del Comahue. “P<strong>en</strong>samos <strong>en</strong> la<br />
importancia de construir movimi<strong>en</strong>tos verdaderam<strong>en</strong>te democráticos y<br />
autónomos. De promover la mayor horizontalidad posible <strong>en</strong> la toma de<br />
decisiones. Y t<strong>en</strong>er claro que las conducciones deb<strong>en</strong> ser elegidas y<br />
rotativas”.<br />
<strong>La</strong> reunión del profesor trashumante con delegados del MOCASE <strong>está</strong> a<br />
poco de com<strong>en</strong>zar. En una pizarra verde algui<strong>en</strong> ha escrito:<br />
1. Concepción de la vida (hombre, sociedad, cotidianeidad, estado,<br />
valores, tiempo y espacio).<br />
2. Concepciones acerca de una escuela de Formación de Maestros<br />
Campesinos.<br />
3. Finalidades de la escuela de Formación de Maestros Campesinos.<br />
Enci<strong>en</strong>do un cigarrillo y salgo <strong>en</strong> busca del sol, que ahora, mediodía, ha<br />
empezado a <strong>en</strong>tibiar la atmósfera. El aire trae los primeros aromas de la<br />
cabrita asada. Quiero conocer la opinión de Pablo, que durante el diálogo<br />
con Tato ha permanecido <strong>en</strong> sil<strong>en</strong>cio, escuchando todo con suma<br />
at<strong>en</strong>ción. No logra salir del asombro; cree <strong>en</strong>contrarse <strong>en</strong> otro mundo, un<br />
mundo misterioso e ignorado, repleto de vida, de sed de cambio, que le<br />
causa fascinación y una port<strong>en</strong>tosa dosis de nostalgia; de bu<strong>en</strong>a gana<br />
mandaría todas sus obligaciones al demonio y continuaría viaje conmigo a<br />
G<strong>en</strong>eral Mosconi, a Neuquén, al gran Bu<strong>en</strong>os Aires. En el cobertizo nos<br />
chocamos con Mundito. Lo acompaña un hombre viejo y <strong>en</strong>juto, de<br />
sonrisa abierta. “Aquí ti<strong>en</strong>e una bu<strong>en</strong>a historia”, me dice Mundito. “Es don<br />
Raymundo, otro de los fundadores del MOCASE”. Le estrecho la mano y<br />
me pres<strong>en</strong>to. “Estoy a su disposición”, dice con cortesía.<br />
* * *<br />
Yo, por empezar, no sé leer ni escribir. Así que si algunas palabras no las<br />
explico bi<strong>en</strong>, sepa disculparme. Yo nací <strong>en</strong> el veintiocho, al sur de aquí,<br />
cerca de Tacanitas, y de nombre Raymundo Gómez. Mi padre había sido<br />
un hombre muy pobre, trabajaba <strong>en</strong> los obrajes, <strong>en</strong> los montes, <strong>en</strong> Pozo<br />
del Toba, y ahí me crié. Nosotros habíamos sido cuatro varones y tres<br />
mujeres. Vivimos los cuatro varones. <strong>La</strong>s mujeres no viv<strong>en</strong> más. Ahí, <strong>en</strong><br />
mi barrio, el Rincón del Saladillo, vivimos tres y otro vive <strong>en</strong> Toba. Ti<strong>en</strong>e<br />
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85, el mayor. Yo trabajaba a la par de mi papá, ayudándole, él me<br />
<strong>en</strong>señaba. El trabajaba <strong>en</strong> el monte, cortando leña para carbón, o con la<br />
zorra de peón. Y cuando yo t<strong>en</strong>ía ocho años me decía mi papá: “Murió<br />
mamá”. Y quedamos nosotros con él. Nos crió como ha podido, pero él<br />
nunca ha llevado ninguna señora a la par de él. No sé cómo hizo para<br />
criarnos, pero nos crió. El había trabajado mucho al sur, trabajaba <strong>en</strong> la<br />
cosecha de maíz, después hacían corta y trilla de trigo y todas esas cosas.<br />
Y después iba más al sur, creo que por Chubut, iba a las esquilas. Y yo<br />
siempre me decía: “Algún día, cuando yo sea grande, cuando me si<strong>en</strong>ta<br />
capaz, yo me voy a ir, voy a salir, voy a trabajar y voy a hacer mi vida”.<br />
Una noche, conversando, yo no me animaba a decirle a mi papá: “Me<br />
voy”. P<strong>en</strong>saba: ¿qué me va a decir papá? Trece años t<strong>en</strong>ía yo, trece.<br />
Entonces, después de c<strong>en</strong>ar, estuvimos <strong>en</strong> la mesa y me animé. Le dije:<br />
“Papá”. “Sí, m’hijo”. Eramos muy amigos, hasta el mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> que él<br />
partió cuando Dios lo llevó, más amigos que padre e hijo. El me quería<br />
muy mucho a mí. Entonces le dije: “Papá, yo me quiero ir”, y él quedó<br />
p<strong>en</strong>sando y me dijo: “¿Dónde querés ir?”, y yo digo: “A trabajar, quiero<br />
salir”. Me dijo: “Bu<strong>en</strong>o, vete. ¿Sabés como vas a andar?”, y le digo:<br />
“Bu<strong>en</strong>o, me voy a rebuscar”. Me dió la partida de nacimi<strong>en</strong>to, que era el<br />
único docum<strong>en</strong>to que t<strong>en</strong>ía, y salí. Me fuí al Chaco. El me dió para el<br />
pasaje y me fui. Cuando llegué <strong>en</strong> la estación de Pinedo, habrá sido el<br />
año 40, o 41, como yo no sabía ni leer ni escribir andaba como el indio.<br />
Fui a la comisaría. Llego ahí y le pregunto al comisario, que me dice:<br />
“¿Qué te anda pasando, chico? S<strong>en</strong>tate, m´hijo. ¿Qué andas queri<strong>en</strong>do,<br />
qué te ha pasado”. Le digo: “Señor, yo soy forastero de aquí, soy de<br />
Santiago, y ando buscando trabajo y quiero que me dé permiso para<br />
quedar aquí”. “Sí, m’hijo”, me dice ,“cómo no, aquí es tu casa y nadie te<br />
va a tocar”. Ahí lo llamó al ag<strong>en</strong>te y le dijo: “Llev<strong>en</strong>ló a este chico, del<strong>en</strong><br />
para que tome mate, para que coma, y después él va a buscar trabajo”. Y<br />
de ahí conseguí trabajo. Había un colono y le pedí si necesitaba un peón y<br />
me dice que sí. Yo era muy chiquito de físico, flaquito. Y así empecé a<br />
trabajar, así hice mi vida, trabajando. A los siete meses volví a mi casa.<br />
Trabajé, por ahí anduve, y volví a mi casa de vuelta a verlo a mi papá. Y<br />
algunos pesitos que había ganado le traje, y así empecé a andar. Y iba<br />
<strong>en</strong>t<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do qué es mi vida, y buscando mi camino para hacerme<br />
hombre. Hacerme la vida y hacerme hombre pero trabajando y sabi<strong>en</strong>do<br />
qué es lo que estoy haci<strong>en</strong>do y qué es lo que no debo hacer. Nunca tuve<br />
miedo. A mí me gustaba respetar y hacerme respetar. Y así hice mi vida,<br />
mi amigo. Y bu<strong>en</strong>o, pasó los años, iba creci<strong>en</strong>do, iba trabajando, haci<strong>en</strong>do<br />
mi vida. Pero yo sabía p<strong>en</strong>sar. ¿Porqué no me había dejado <strong>en</strong> la escuela<br />
mi papá? Y cuando hice dos o tres viajes, vine un día, que <strong>está</strong>bamos<br />
conversando, y le dije: “Papá, ¿por qué si usted dice que me quería tanto,<br />
me quiere, por qué no me dejaba <strong>en</strong> la escuela a mí?”. Me dijo: “Sí, t<strong>en</strong>és<br />
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azón, hijo, y p<strong>en</strong>saba que te quería mucho, y te quiero, pero el error fue<br />
de no dejarte <strong>en</strong> la escuela, por lo m<strong>en</strong>os que sepas algo, siquiera leer”.<br />
Porque es muy fiero, mi amigo, cuando uno no sabe leer, no sabe<br />
escribir, es bastante jodido. Porque hay un dicho que dice: ¿<strong>en</strong> aquel<br />
letrero qué dice? Dice: para el que sabe leer. Entonces, eso es lo que le<br />
falta al hombre, tanto a la mujer. Anteriorm<strong>en</strong>te decía la g<strong>en</strong>te: “Ah, pa´<br />
qué querés, las vas a mandar a las chicas a la escuela, si no le hace<br />
falta”. No, ¿por qué no le va a hacer falta? Le hace falta también. Igual,<br />
tanto al hombre como a la mujer hay que saber leer y escribir. Eso fue lo<br />
que me llevó a mi p<strong>en</strong>sar tanto. Nosotros somos cuatro varones y tres<br />
mujeres, ninguno sabemos leer y escribir, desgraciadam<strong>en</strong>te. Antes que<br />
<strong>en</strong>tró Perón <strong>en</strong> el mando, yo trabajaba aquí muy cerquita, <strong>en</strong> Girardet.<br />
Cada ocho días había que ir a buscar la mercadería como a veinte<br />
kilómetros y traerla a los hombros. Póngale harina, azúcar, yerba, había<br />
que traerla al hombro, y la agua, nos daban agua salada, no le<br />
echábamos sal para cocinar, no le echábamos sal para hacer la torta, y<br />
esa agua tomábamos para trabajar. Y si no nos daban agua salada nos<br />
daban agua de las represas donde tomaba la haci<strong>en</strong>da, y los patrones<br />
hacían lo que querían. Y si usted <strong>en</strong>tregaba su trabajo, pongale que yo<br />
estoy cortando leña, <strong>en</strong>tregaba ci<strong>en</strong> metros de leña y v<strong>en</strong>ía el patrón y<br />
decía: “Eh, <strong>está</strong> mal apilada, ché, ti<strong>en</strong>e mucho gancho”. ¿Sabe cuánto me<br />
daban? Set<strong>en</strong>ta metros, y treinta metros hacían quedar para ellos, y había<br />
que trabajar igual. Entonces todo eso iba pasando, y cuando <strong>en</strong>tró Perón<br />
las cosas cambiaron. Puso el sindicato y <strong>en</strong>tonces los patrones ya eran<br />
otros, v<strong>en</strong>ían al rancho, adonde <strong>está</strong>bamos <strong>en</strong> el monte, y decían: “¿Qué<br />
te falta, ché, t<strong>en</strong>és poca mercadería?”, y traía, y la agua ya era agua<br />
bu<strong>en</strong>a, <strong>en</strong>tonces cambió. Cambió mucho. Entonces ya era <strong>otra</strong> cosa la<br />
vida de nosotros, antes nos trataban como animales, digamos. Trabajar,<br />
trabajar y si usted se lastimaba, o se cortaba con el hacha <strong>en</strong> el pié, no lo<br />
hacían curar, o lo hacían curar pero esa cu<strong>en</strong>ta que usted hacía estando<br />
sin poder trabajar, cuando se sana t<strong>en</strong>ía que trabajar y pagar. Ningún<br />
derecho t<strong>en</strong>ían los obreros. Entonces, bu<strong>en</strong>o, todas esas cosas yo las he<br />
pasado. Yo t<strong>en</strong>go este dedo así que me apretó un palo, me sacó la uña,<br />
me partió así y así. ¿Usted cree que me mandaron al médico? No, yo me<br />
curé como podía y trabajaba todos los días con la mano atada, porque si<br />
no la cu<strong>en</strong>ta se me inflaba. Después ya era <strong>otra</strong> cosa, ya cambió, cuando<br />
se golpeaba, el patrón lo llevaba y lo hacía curar y los remedios no le<br />
cobraban. Pero bu<strong>en</strong>o, así empezamos a andar. Cuando <strong>en</strong>tró Perón puso<br />
sindicatos por todos lados. Pero yo no, muy poco lo que hacía <strong>en</strong> el<br />
sindicato, yo me dedicaba al monte. Bu<strong>en</strong>o, después, con el tiempo, me<br />
parecía que yo también t<strong>en</strong>ía que t<strong>en</strong>er un hogar. Digamos que t<strong>en</strong>ía<br />
alguna novia por ahí, que no era del barrio. Hablé con ella <strong>en</strong> una fiesta<br />
para los carnavales. Yo t<strong>en</strong>ía 24 años cuando me <strong>en</strong>contré con la señora.<br />
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Ella t<strong>en</strong>ía veinte. Era una linda chica y yo siempre la veía y parecía una<br />
chica muy bu<strong>en</strong>a. Julia Anrique. No fue fácil, porque antes a la hija la<br />
mamá la t<strong>en</strong>ía ahí, bi<strong>en</strong> pegada, y si usted la invitaba a bailar, ¡bailaba<br />
una sola pieza! Y después usted t<strong>en</strong>ía que dejarla ahí, y ella se s<strong>en</strong>taba, y<br />
si tocaban <strong>otra</strong> pieza y usted v<strong>en</strong>ía a invitarle, dos piezas por ahí la<br />
dejaban, pero tres no. Ahí le decían: “Jov<strong>en</strong>, busque a <strong>otra</strong> dama”.<br />
Bailábamos chamamé. Entonces yo me junté con ella primero, y con el<br />
tiempo me casé. Pero yo, de mi casa, mi amigo, no saqué nada. Yo lo<br />
único que saqué era un caballo que era montado a pelo, y la cama, nada<br />
más. El resto lo hice trabajando. Nos establecimos <strong>en</strong> el mismo lugar, ahí<br />
<strong>en</strong> Pozo del Toba, <strong>en</strong> el lote 29. Ella trabajaba <strong>en</strong> la casa, cuidaba las<br />
chivas, los animales, t<strong>en</strong>ía unos yeguarizos, y sembraba yo. Y muy poca<br />
era la familia de nosotros, nada más que tres varones. Con el tiempo yo<br />
me <strong>en</strong>fermé, estuve seis años <strong>en</strong>fermo. No sé qué me pasó, anduve por<br />
los hospitales, me hicieron chequeos ...yo lo que t<strong>en</strong>ía era como si tuviese<br />
miedo, no quería salir para ningún lado, no quería que nadie me vea, por<br />
ahí los amigos v<strong>en</strong>ían y le preguntaban por mí a mi señora y ella: “No, él<br />
no quiere que lo vea nadie”. Después, con un curandero de campo me<br />
mejoré, pero quedé casi sin nada, porque v<strong>en</strong>dí todas mis cosas. T<strong>en</strong>ía<br />
alambres, t<strong>en</strong>ía vacas, t<strong>en</strong>ía yeguarizos, t<strong>en</strong>ía chivas, t<strong>en</strong>ía ovejas, estaba<br />
bi<strong>en</strong> yo. V<strong>en</strong>dí todo, de a poco, por los remedios, la comida para la casa.<br />
Y el año 61 vi<strong>en</strong>e un señor que dice que es dueño del campo, m<strong>en</strong>tira,<br />
porque al dueño del campo nosotros lo conocíamos, era un señor Marcelo<br />
Moyano, muy bu<strong>en</strong> hombre. Bu<strong>en</strong>o, ese señor aparece y dice que era el<br />
yerno de Moyano, que Moyano había muerto, y que él necesitaba el<br />
campo. Yo ahí ya ni sé hace cuántos años hacía que estaba; con mi padre<br />
estaba desde hacía más de 20 años. Eramos 27 pobladores. Y la mayoría<br />
de los compañeros dijeron: “No, hombre, vamos a buscar algo por ahí,<br />
hacer otro rancho”. El hombre nos echó. Nos fuimos todos, y yo lo que<br />
hice, t<strong>en</strong>ía unos amigos <strong>en</strong> Bu<strong>en</strong>os Aires que eran de aquí, y justo cae un<br />
amigo aquí y me dice: “¿Por qué no te vas para allá?” Antes va mi señora,<br />
ella se va sola a trabajar allá. Yo me quedo aquí, ya t<strong>en</strong>íamos tres hijos.<br />
Entonces dije, me voy a ir una temporada para allá, y allá conseguí<br />
trabajo <strong>en</strong> una fábrica de muebles. Doce años estuve, <strong>en</strong>tré de peón,<br />
porque mi señora trabajaba <strong>en</strong> la casa del dueño de la fábrica, ella<br />
trabajaba de muchacha, y allí me consiguió trabajo. Y ahí empecé a<br />
trabajar, doce años, después de tres años me pasaron a medio oficial, y a<br />
los seis años me pasaron a oficial y <strong>en</strong>cargado de una sección de pintura.<br />
Y yo no sabía leer ni escribir y a veces t<strong>en</strong>ía 30 hombres a mi cargo. Y mi<br />
señora se <strong>en</strong>fermó, estuvo como cuatro meses internada <strong>en</strong> el hospital<br />
Durán, <strong>en</strong> Bu<strong>en</strong>os Aires, después tuvo una operación muy grande, ella no<br />
se s<strong>en</strong>tía bi<strong>en</strong> allá, y me llamó el médico y me dijo: “Lo que ti<strong>en</strong>e que<br />
hacer, Gómez, si usted ti<strong>en</strong>e algunos pari<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> Santiago, mándela, que<br />
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vaya una temporada para allá, necesita aire libre, que ande de un vecino<br />
a otro, conversando”. Y mi señora vino para acá. Y yo me quedé allá.<br />
Pero después digo no, yo me voy. Pres<strong>en</strong>té la r<strong>en</strong>uncia, no me querían<br />
aceptar. Me pagaron todo, aguinaldo, vacaciones, la quinc<strong>en</strong>a, y a<strong>parte</strong> la<br />
empresa me dió unos pesos por comportami<strong>en</strong>to durante los años de<br />
trabajo. Y vine aquí, compré algunas cositas y empecé a trabajar aquí.<br />
Volví adonde estoy ahora, <strong>en</strong> Rincón del Saladillo. Hace 32 años que<br />
estoy ahí. Al lado de mis hermanos, ahora es un poblado ya. Y bu<strong>en</strong>o, así<br />
hice mi vida, mi amigo. Sembrábamos siempre. Sembrábamos algodón,<br />
ahora no sembramos más algodón porque no ti<strong>en</strong>e precio, el anteaño<br />
pasado cosechó mi hermano y no lo podía v<strong>en</strong>der, y ahí lo t<strong>en</strong>ía <strong>en</strong> un<br />
galponcito que t<strong>en</strong>ía, después le dió a las vacas. Criamos chanchos,<br />
gallinas. Pero el algodón no, eso es para v<strong>en</strong>der. No sé, ojalá que más<br />
adelante se componga y se pueda sembrar un poco de algodón, con eso<br />
uno anda un poco mejor, no bi<strong>en</strong> pero anda. Por suerte, hasta ahora no<br />
tuvimos problemas con la tierra, nadie nos quiso echar. Mis hermanos<br />
<strong>está</strong>n ahí desde antes, y otros pobladores desde antes también. Estamos<br />
como los chanchos del monte, donde nadie <strong>en</strong>tra, ahí viv<strong>en</strong>. Así estamos<br />
nosotros. Como todo el país, ¿no? Porque yo lo estoy vi<strong>en</strong>do bastante<br />
malo, económicam<strong>en</strong>te muy malo. Porque al cerrar la fu<strong>en</strong>te del trabajo<br />
yo pi<strong>en</strong>so que eso fue el error más grande que hizo el presid<strong>en</strong>te de la<br />
nación, al cortar los trabajos. Si hay trabajo la g<strong>en</strong>te trabaja y vive, pero<br />
si no hay qué hacer no podemos hacer nada. Ahora, actualm<strong>en</strong>te, el que<br />
ti<strong>en</strong>e haci<strong>en</strong>da tampoco puede v<strong>en</strong>der, porque nadie le compra, si le<br />
compra le dan cheque, y ¿cuándo lo cambian al cheque? Hasta ahora<br />
vamos dando vueltas con el carbón que se hace, se va cambiando con<br />
mercadería. Nosotros hacemos carbón, <strong>en</strong> parva o <strong>en</strong> horno fijo también,<br />
pero el precio cayó muchísimo. Yo siempre he sido una persona que me<br />
ha gustado buscar mejoría para mí pueblo, yo digo mi pueblo es el barrio<br />
donde vivo, el Rincón del Saladillo, porque cuando yo caí ahí, no había<br />
escuela. Y ésto a mí me conmovía mucho, porque como yo no sé leer, no<br />
sé escribir, yo no quería que todos seamos iguales. Que por lo m<strong>en</strong>os<br />
apr<strong>en</strong>dan. Entonces, yo lo que hice era buscar la escuela. Me pasé casi un<br />
año buscando la escuela. Sembré, levanté la cosecha, y empecé por la<br />
escuela. Había familias ahí, chicas y chicos de catorce años, trece años,<br />
que no sabían lo que era un maestro ni qué era un lápiz. A mí me parecía<br />
tan mal que seamos todos iguales. Entonces lo que busqué yo era eso.<br />
Vine, me tomé el colectivo de aquí, me fui a Santiago para pedir la<br />
escuela. Me fui a la casa de gobierno. Bu<strong>en</strong>o, me at<strong>en</strong>dieron como a las<br />
once, un secretario, bu<strong>en</strong>o, me dice, usted véngase tal fecha. Vuelvo, <strong>otra</strong><br />
vez <strong>en</strong> esa fecha me voy. Estuve esperando ahí, <strong>otra</strong> vez sale y me dice:<br />
véngase tal fecha, y así me t<strong>en</strong>ía, y yo iba y v<strong>en</strong>ía, iba y v<strong>en</strong>ía, dale que<br />
va. Mi señora sabe leer y escribir, ella había salido del segundo grado, ella<br />
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hacía cartas y notas de todos los chicos que había, cuantos alumnos podía<br />
haber para la escuela, había como 20 o 30. Y me dijeron sí, con esto sí.<br />
Un bu<strong>en</strong> día estoy esperando <strong>en</strong> el pasillo de espera, v<strong>en</strong>ían y decían:<br />
pase señor, pase usted también, y yo no, porque el secretario ya me<br />
conocía y sabía por lo que andaba yo. Entonces aparece un cura y se<br />
si<strong>en</strong>ta al lado mío. Había sido un obispo de Santiago. Me dice: “¿Qué te<br />
pasa, m’hijo? ¿Por qué <strong>está</strong> aquí y no te ati<strong>en</strong>d<strong>en</strong>?”. Y le digo que estoy<br />
para hacer la escuela. “Bu<strong>en</strong>o”, me dice, “<strong>en</strong>tonces, cuando me hagan<br />
pasar a mí, pasá vos por atrás mío”. Entonces <strong>en</strong>tré con el padre a un<br />
salón grande, me si<strong>en</strong>to, y él se si<strong>en</strong>ta también, y llama al doctor Avalos,<br />
que era el vicesecretario g<strong>en</strong>eral de Juárez, el gobernador de Santiago <strong>en</strong><br />
esos años, quince años atrás. El padre lo saluda y le dice: “Doctor, ¿a este<br />
hombre por qué no lo sab<strong>en</strong> at<strong>en</strong>der? Mire todos los papeles que ti<strong>en</strong>e y<br />
todos <strong>está</strong>n firmados, y <strong>está</strong>n firmados por el secretario <strong>en</strong> tal fecha, tal<br />
fecha, tal fecha ...Le ti<strong>en</strong>e que dar ya un permiso para la escuela, él no le<br />
pide plata, él se lo dice clarito, pide una escuela para educar los chicos y<br />
eso es sagrado que usted no le de, muy mal hecho, ya le ti<strong>en</strong>e que dar”.<br />
No pasó cinco minutos, hermano, cuando ya t<strong>en</strong>ía la autorización para<br />
hacer la escuela, pero escuela rancho. Se hizo la escuela, pero ya no me<br />
quedaba más plata. Bu<strong>en</strong>o, le digo a mi señora: “Yo me voy a Bu<strong>en</strong>os<br />
Aires de vuelta a trabajar”. Trabajé <strong>en</strong> construcción, estuve casi nueve<br />
meses y cuando vine ya estaba la escuela. Fue una maravilla. Ya estaba la<br />
escuela hecha, faltaba que empiec<strong>en</strong> las clases. Bu<strong>en</strong>o, vino un maestro,<br />
de aquí, de Suncho, un muchacho muy jov<strong>en</strong>cito, de apellido Villín. El<br />
único maestro hermano que cayó <strong>en</strong> el Rincón del Saladillo. Cuando él<br />
<strong>en</strong>tró ahí no había nada. Nada nos daban, no había bancos, no había<br />
nada, pobre chico. Había unos cuantos bancos que nos dieron de la<br />
municipalidad de Vilela, porque eso pert<strong>en</strong>ece a Vilela. Entonces él<br />
empezó a <strong>en</strong>señar. Pero por culpa de otros pierde la escuela el maestro<br />
de nosotros. Ahora no hay maestro. Nosotros habíamos p<strong>en</strong>sado con<br />
Angel de formar una escuela para maestros, que sea del barrio de<br />
nosotros, porque así a los chicos les va a <strong>en</strong>señar lo que ti<strong>en</strong>e que<br />
<strong>en</strong>señarles, ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que apr<strong>en</strong>der lo que es de nosotros y lo que no es de<br />
nosotros. En cambio éstos son políticos, los maestros, ellos te <strong>en</strong>señan<br />
cualquier cosa y no es así. Enseñan cosas que no ti<strong>en</strong><strong>en</strong> nada que ver con<br />
lo que es la realidad. Entonces ahí estamos, peleando por eso, ojalá que<br />
ésta g<strong>en</strong>te pueda v<strong>en</strong>ir y que cambie, que los maestros trat<strong>en</strong> de<br />
<strong>en</strong>señarles. <strong>La</strong> vez pasada estuve con un chico del barrio, estaba yo ahí<br />
<strong>en</strong> la casa y le digo: “¿Estás estudiando?”. “Sí, este año ya termino<br />
séptimo grado”. “Ta bi<strong>en</strong>”, le digo, “qué lindo. Te voy a hacer una<br />
pregunta. <strong>La</strong> provincia de Santiago del Estero colinda con Santa Fé y el<br />
Chaco, ¿o no?”. Me dice: “Con Santa Fe no, con el Chaco sí”. Dios mío,<br />
¡no vamos a saber eso! Y por eso hay que trabajar, y apr<strong>en</strong>der y<br />
49
organizarse. Nosotros, los campesinos, nos organizamos. Yo fuí fundador<br />
del MOCASE, no sé si lo sabe ... Se sabía que iba a haber MOCASE, qué<br />
sé yo, pero no t<strong>en</strong>ía su título todavía. Que <strong>en</strong> tal <strong>parte</strong>, que <strong>en</strong> tal <strong>otra</strong><br />
<strong>parte</strong> ...<strong>en</strong> ningún lado podía nacer, como digo yo <strong>en</strong> palabras muy<br />
santiagueñas, no sé cuál es la palabra verdadera, <strong>en</strong>tonces nació aquí, <strong>en</strong><br />
Quimilí. ¿Era 1989? Ya ni me acuerdo. Estuve yo, Angel, otro muchacho,<br />
Darío Vic<strong>en</strong>te, y también unos de Añatuya, y de Salado Norte y no sé de<br />
qué otros lugares más, se juntaron muchos porque ese día t<strong>en</strong>ía que<br />
nacer MOCASE. Estaba esperándonos la g<strong>en</strong>te ahí, afuera, estaba el<br />
doctor Federico Díaz, que es un abogado de Santiago; Rubén de Dios,<br />
que creo es lic<strong>en</strong>ciado de Cooperativas. Mucha g<strong>en</strong>te había. Y ahí nació<br />
MOCASE. Así que por eso le digo, mi amigo, yo después de eso, como<br />
andaba mal de salud mi señora, yo no pude seguir más. O sea, andar <strong>en</strong><br />
todas las reuniones, fui dos veces a Santiago, porque MOCASE estaba <strong>en</strong><br />
Inta, <strong>en</strong> Santiago, fui nada más que dos veces, después no fui más.<br />
Entonces, como decimos nosotros los santiagueños, perdí el hilo de la<br />
madeja. A mí me gusta tanto la comisión, la organización, andar, salir,<br />
conocer mucha g<strong>en</strong>te, apr<strong>en</strong>der de esa g<strong>en</strong>te porque no sé nada,<br />
apr<strong>en</strong>der lo que la g<strong>en</strong>te hace, lo que dice, me parece que es lo mejor<br />
que ti<strong>en</strong>e que hacer uno, porque como yo digo, yo no sé nada, no t<strong>en</strong>go<br />
ninguna sabiduría y a mí me gusta apr<strong>en</strong>der. Pi<strong>en</strong>so, no sé si le voy a<br />
contestar bi<strong>en</strong> o no, pi<strong>en</strong>so que si MOCASE sigue con la fuerza que ti<strong>en</strong>e<br />
y pudiese <strong>en</strong>trar más arriba de lo que <strong>está</strong>, esto va a andar mejor. Porque<br />
los campesinos <strong>está</strong>n unidos con MOCASE. Es una <strong>política</strong> verde<br />
esperanza, y la de los otros, la de los políticos, es roja, de sangre, porque<br />
esos tratan de jodernos, <strong>en</strong> cualquier mom<strong>en</strong>to nos barr<strong>en</strong>, y nosotros<br />
no. Nosotros buscamos para todos, no solam<strong>en</strong>te para uno solo, ellos no.<br />
Nosotros lo que queremos es que se haga más, que sea más grande.<br />
Como yo siempre digo: “Lo que t<strong>en</strong>emos que hacer es todo para todos y<br />
no para uno solo”. Todos hagamos fuerza para todos y <strong>en</strong>grandemos<br />
nuestro pueblo, que sea mejor, que t<strong>en</strong>ga de todo. No t<strong>en</strong>emos sala de<br />
primeros auxilios, no t<strong>en</strong>emos nada. Cuando va a haber elecciones vi<strong>en</strong><strong>en</strong><br />
y preguntan qué les falta, mirá nosotros lo vamos a hacer, va a t<strong>en</strong>er sala<br />
de auxilio, <strong>en</strong>fermera, remedios no les va a faltar. ¿Cuándo se hizo?<br />
Nunca. Todo es m<strong>en</strong>tira. Ellos, por los votos, una vez que pasó las<br />
elecciones se olvidan; si han ganado, porque han ganado, y si han<br />
perdido, porque han perdido. Y yo les digo siempre a mis compañeros,<br />
no, nosotros no, si perdemos, no vamos a perder, porque no vamos a<br />
bajar los brazos, vamos a seguir adelante. Siempre buscando, pero para<br />
nosotros. Cuando esté más grande el pueblo, es de nosotros. Y como digo<br />
yo, vamos a seguir buscando para que mañana o pasado t<strong>en</strong>gamos un<br />
maestro o una maestra pero que sea de aquí. Que <strong>en</strong>señe la verdad, la<br />
50
ealidad a los chicos, no que les <strong>en</strong>señ<strong>en</strong> tonteras. Es así, mi amigo, ¿o no<br />
es así?.<br />
* * *<br />
En el edificio donde habrá de funcionar la Universidad no hay, todavía,<br />
profesores, ni alumnos ni pizarras. Sí una larga mesa y una veint<strong>en</strong>a de<br />
personas aguardando con angurria la cabrita que Paulo <strong>está</strong> asando fuera.<br />
A mi izquierda, Raly Barrionuevo parece dispuesto a darse un atracón de<br />
cabrito <strong>en</strong> escabeche; más allá, Raymundo Gómez contempla todo con<br />
una sonrisa beata; a su lado, Tato Iglesias conversa con Angel; Mundito<br />
aguza el oído para no perderse palabra; Pocho charla <strong>en</strong> voz baja con tres<br />
campesinos muy jóv<strong>en</strong>es; Pablo, a mi derecha, los ojos <strong>en</strong>rojecidos a<br />
causa del vino tinto que pasa de mano <strong>en</strong> mano <strong>en</strong> un largo vaso de<br />
metal que semeja un cáliz, curiosea, escucha; <strong>en</strong> una de las cabeceras de<br />
la mesa un grupo de mujeres apiñadas ríe; otros campesinos deambulan<br />
por allí. Del frío hemos saltado a un calor rep<strong>en</strong>tino que nos obliga a<br />
despojarnos de los abrigos. <strong>La</strong> llegada de las bandejas con trozos de<br />
cabrita asada ocasiona una serie de aplausos y silbos de cont<strong>en</strong>to. No hay<br />
platos, ap<strong>en</strong>as un puñado de cubiertos, rebanadas de pan y un trapo que<br />
empleamos a la manera de servilleta común mi<strong>en</strong>tras comemos la carne<br />
jugosa que apresamos con las manos. Inmediatam<strong>en</strong>te la at<strong>en</strong>ción recae<br />
sobre Raly. Ha tomado la guitarra. Primero su<strong>en</strong>a un gato que una pareja<br />
de campesinos de veintitantos se pone a bailar con increíble destreza y<br />
pasión; los piés del muchacho, metidos <strong>en</strong> alpargatas gastadas, diseñan<br />
quiebres e inefables filigranas <strong>en</strong> el suelo; el pañuelo <strong>en</strong>tre las manos<br />
traza <strong>en</strong> el aire figuras de guirnaldas que se perpetúan de uno a otro<br />
lado. Le sigue una chacarera; luego, una zamba. Ahora es Mundito el que<br />
se apropia de la guitarra; los suyos son rasguidos lánguidos que van<br />
cobrando <strong>en</strong>tidad y vigor a medida que se ad<strong>en</strong>tra <strong>en</strong> una melodía sobre<br />
Chiappas que celebramos ruidosam<strong>en</strong>te. De pronto, espacio para la<br />
formidable anécdota que refiere Angel: el bebé de once meses que la<br />
policía santiagueña arrestó <strong>en</strong> Pinto y <strong>en</strong>cerró, durante tres días, tras<br />
someterlo a un detallado interrogatorio, <strong>en</strong> un calabozo. Es el turno del<br />
jov<strong>en</strong> campesino que con sus alpargatas ha sacudido el suelo; toma la<br />
guitarra con temeroso respeto y, voz trémula, se mete <strong>en</strong> una balada que<br />
cu<strong>en</strong>ta la historia de un muchacho, su primera cita, su timidez, la<br />
necesidad de un trago que le proporcione coraje y decisión, sin plata, el<br />
muchacho, y le dejo mis ojotas, doña, que mañana pediré un vale, y le<br />
pago, como que hay señor, doña, pero no me deje seco ... Entonces ,<br />
todas las miradas se dirig<strong>en</strong> a Raly. A los gritos le pid<strong>en</strong> que cante<br />
Somos nosotros, obra suya, canción que de inmediato comi<strong>en</strong>za a<br />
51
sonar, con un espléndido coro de voces urg<strong>en</strong>tes, de voces apremiadas<br />
por el hastío:<br />
Somos musiqueros,<br />
porque así lo dicta el sol,<br />
Somos los heroicos<br />
guerrilleros del amor.<br />
Somos los suicidas<br />
buscadores de la mar,<br />
somos los amantes<br />
trasnochados de la paz.<br />
Somos herederos<br />
de la duda y el temor,<br />
somos alquimistas<br />
de la gran Revolución<br />
Somos m<strong>en</strong>sajeros<br />
de la lucha y la verdad,<br />
somos peregrinos<br />
de la amada libertad.<br />
Somos los adictos<br />
ciudadanos de papel,<br />
somos la esperanza<br />
dibujada <strong>en</strong> la pared.<br />
Somos los actores<br />
de la cruda realidad,<br />
Somos partidarios<br />
de la humana dignidad.<br />
Somos disid<strong>en</strong>tes<br />
de la puta corrupción,<br />
somos compañeros<br />
de las madres del dolor.<br />
Jueves<br />
<strong>La</strong> despedida, anoche, ha sido pobre. En el galpón sólo hemos podido<br />
estrecharnos <strong>en</strong> un abrazo fuerte y afectuoso con Mundito y Paulo. Ahora,<br />
ocho de la mañana, el ambi<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el interior del auto es muy otro. Al<br />
carajo Manal, Alm<strong>en</strong>dra y Eric Clapton. Tan sólo el ruinoso sonido que<br />
despide el auto. Partimos, y, sin m<strong>en</strong>cionarlo, estamos, Pablo y yo,<br />
52
sepultados por la angustia y el disloque, bajo un cielo que, pese a su<br />
luminosidad, nos resulta <strong>en</strong>negrecido. Atrás han quedado ellos y las<br />
injusticias y el oprobio y los calabozos y los ranchos <strong>en</strong> llamas, y acá<br />
vamos nosotros. ¿Hacia dónde? Hacia una vida que, por el mom<strong>en</strong>to,<br />
resulta llevadera. T<strong>en</strong>emos nuestro hogar, nuestro oficio, nuestra comida,<br />
nuestros hijos, y mujeres que, presumimos, <strong>está</strong>n p<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes de nuestro<br />
regreso. Gastamos bu<strong>en</strong>a <strong>parte</strong> del viaje hablando fruslerías, eludi<strong>en</strong>do<br />
toda refer<strong>en</strong>cia a la estadía <strong>en</strong> Quimilí, haci<strong>en</strong>do de cu<strong>en</strong>ta que nada ha<br />
ocurrido, que nunca jamás hemos salido de este auto, que llevamos días<br />
al garete. Camino a Sumampa nos det<strong>en</strong>emos para llevar a un<br />
campesino. El hombre ti<strong>en</strong>e set<strong>en</strong>ta y cinco años, diez hijos; andaba por<br />
estos pagos pues visitó a una de sus hijas, víctima de hepatitis; desde<br />
Córdoba, donde ha ido a procurar mejor suerte, viajó a dedo con el único<br />
fin de acercarle unas bolsas de harina y un poco de pella, alim<strong>en</strong>to<br />
sufici<strong>en</strong>te, cree, para una semana. Diez horas le demandó un viaje que,<br />
<strong>en</strong> ómnibus, podría haber hecho <strong>en</strong> cinco. Pero no ti<strong>en</strong>e dinero para el<br />
boleto; vive de changas de albañil, a pesar de que su oficio es el campo.<br />
Mi<strong>en</strong>tras nos desplazamos por el camino de tierra horadada, con visible<br />
tristeza nos va indicando los sitios donde supo trabajar <strong>en</strong> tiempos<br />
mejores; allá, v<strong>en</strong>, donde <strong>está</strong>n esos ladrillos viejos, hace cuatro años<br />
había una cabritería donde trabajé; ahí, cerquita de esa palmera, estaban<br />
los hornos para el carbón, también estuve allí trabajando; ahora, cuando<br />
tomemos ese codo, verán el descampado donde había un almacén; ahi,<br />
ahí, v<strong>en</strong>, estaba la casa de don Medina, donde yo cuidaba de los animales<br />
y del campo y hasta de los niños; y más allá, v<strong>en</strong>, estaba el obraje donde<br />
trabajé muchos años lindos ... En poco m<strong>en</strong>os de veinte kilómetros nos<br />
señala una dec<strong>en</strong>a de lugares que contados años atrás le otorgaban vida<br />
a la región donde nació y se crió, pequeñas empresas y comercios que<br />
empleaban g<strong>en</strong>te y hoy no son más que lastimosos páramos. Una<br />
desértica y lugareña postal del ocaso arg<strong>en</strong>tino. Lo dejamos <strong>en</strong> Ojo de<br />
Agua, y, al cabo de un almuerzo sil<strong>en</strong>cioso y rápido, seguimos camino, sin<br />
det<strong>en</strong>ernos ya, pues debo llegar a tiempo para trepar al ómnibus que me<br />
dejará <strong>en</strong> Bu<strong>en</strong>os Aires temprano <strong>en</strong> la mañana. Quiero huir, necesito<br />
hacerlo, apartarme, presumir que este viaje ha sido un mal<strong>en</strong>t<strong>en</strong>dido. En<br />
el c<strong>en</strong>tro de Córdoba nos sorpr<strong>en</strong>de un piquete. Es g<strong>en</strong>te que quiere<br />
trabajo y comida, nos explica con desusado s<strong>en</strong>tido común un policía;<br />
deb<strong>en</strong> tomar la rotonda, y después la av<strong>en</strong>ida, y más allá hacia la<br />
izquierda y luego a la derecha. Observo el reloj y maldigo el piquete;<br />
temo perder el ómnibus. Pablo ríe con ganas. “Estos piqueteros son cosa<br />
seria”. Minutos más tarde, <strong>en</strong> el camino de montaña, ahora cuesta abajo,<br />
nos acompaña el majestuoso vozarrón de Zitarrosa: “En mi país, qué<br />
tibieza/cuando empieza a amanecer/Dice mi pueblo que puede leer/<strong>en</strong> su<br />
53
mano de obrero el destino/y que no hay adivino ni rey/que le puedan<br />
marcar el camino ...”<br />
Segunda <strong>parte</strong><br />
De Plaza de Mayo a G<strong>en</strong>eral Mosconi<br />
(mayo, 2002)<br />
Miércoles primero<br />
Todo mueve a inferir que los responsables del diario <strong>La</strong> Nación padec<strong>en</strong><br />
una tara de naturaleza atroz e inexpugnable. Han titulado: “Hoy el país<br />
descansa <strong>en</strong> tributo al trabajo”. Aguda ocurr<strong>en</strong>cia. Imposible dilucidar<br />
a qué país se refier<strong>en</strong> y, cuestión todavía más compleja, qué raposo<br />
concepto ti<strong>en</strong><strong>en</strong> del término descanso, justo hoy, cuando, todos los<br />
periódicos lo anuncian, dec<strong>en</strong>as de miles de trabajadores desocupados<br />
llevarán a cabo una serie de actos con el alocado objetivo de exigir pan,<br />
trabajo y dignidad. Desde la asunción de Duhalde, un millón y medio de<br />
personas se han incorporado al admirable mundo nuevo de la pobreza;<br />
sólo <strong>en</strong> abril, el precio de los alim<strong>en</strong>tos ha aum<strong>en</strong>tado 22 por ci<strong>en</strong>to. Pero<br />
no hay razones para caer <strong>en</strong> la desesperación. Duhalde se ha puesto <strong>en</strong><br />
marcha para acabar de cuajo con este doloroso estado de las cosas. En<br />
54
este mom<strong>en</strong>to se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra <strong>en</strong> el camping de los trabajadores del gremio<br />
gastronómico celebrando tamaña fecha, rindi<strong>en</strong>do, mediante el reposo,<br />
tributo al trabajo; come locro con un colega suyo, el s<strong>en</strong>ador Luis<br />
Barrionuevo, hombre que maneja como pocos el arte de la sutileza y de la<br />
retórica; com<strong>en</strong> locro y, con decoro, acuerdan el modo más acertado y<br />
honroso de sortear el despeñadero: yo, Luisito, nombro ministra de<br />
Trabajo a tu señora esposa, Graciela Caamaño, y vos te dejás de joder<br />
con tanta cháchara y me das una mano <strong>en</strong> el S<strong>en</strong>ado para aprobar las<br />
leyes que el FMI exige que aprobemos, ¿hecho? Hecho. Por lo demás, el<br />
Grupo Clarín, despr<strong>en</strong>dido y obsequioso pulpo, ha resuelto ahondar <strong>en</strong> el<br />
género de la filantropía; cada día, desde un luminoso estudio del canal<br />
13, Néstor Ibarra, con aires de altiva criatura misericordiosa, somete a<br />
dos desocupados a una suerte de bravía y animada compet<strong>en</strong>cia laboral:<br />
sólo uno de ellos saldrá victorioso, los brazos dirigidos al cielo, apresando<br />
<strong>en</strong>tre las manos un contrato que le asegura tres meses de empleo. Un<br />
plac<strong>en</strong>tero programa de <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>tos, donde la angustia, la<br />
compunción, el deseo de estrangular al contrincante, y, por sobre todas<br />
las cosas, el llanto de los participantes y sus familiares al término de la<br />
hilarante conti<strong>en</strong>da, hac<strong>en</strong> la delicia de niños y adultos. Si el programa<br />
Recursos humanos logra mant<strong>en</strong>erse <strong>en</strong> el aire a lo largo de dieciséis<br />
mil<strong>en</strong>ios, el problema de la desocupación estará resuelto. Desde luego,<br />
más s<strong>en</strong>cillo y eficaz sería evitar despidos, como los ci<strong>en</strong>to veinte que el<br />
Grupo realizó <strong>en</strong> noviembre de 2000, comisión interna incluída, y crear de<br />
inmediato puestos de trabajo, pero a nadie escapa que el Grupo Clarín<br />
bordea la quiebra, que sus ingresos han caído hasta la m<strong>en</strong>gua, razón por<br />
la cual el bu<strong>en</strong>o de Duhalde resolvió oportunam<strong>en</strong>te pesificar la deuda de<br />
tres mil millones de dólares que pesaba sobre el corvo cuerpo de la<br />
señora de Noble, convirtiéndola, de tal modo, <strong>en</strong> poco más de mil<br />
millones de dólares.<br />
Confieso mi ignorancia. Jamás había reparado con la seriedad pertin<strong>en</strong>te<br />
<strong>en</strong> la historia del primero de mayo y los d<strong>en</strong>ominados mártires de<br />
Chicago. Lo hice esta mañana, y la lectura de distintos artículos históricos<br />
me ha hundido <strong>en</strong> un estado de atávica indignación. Todo com<strong>en</strong>zó el 1º<br />
de mayo de 1886, cuando la Unión C<strong>en</strong>tral Obrera de Chicago, de cuño<br />
anarquista, llevó adelante una huelga g<strong>en</strong>eral y realizó un mitín que<br />
reunió cuar<strong>en</strong>ta mil personas. En esos mom<strong>en</strong>tos, la mayor <strong>parte</strong> de los<br />
trabajadores estaba sometida a una virtual esclavitud: jornadas de<br />
catorce, dieciséis horas de trabajo. El paro fue total. Durante el mitín,<br />
cuatro fueron las consignas que podían observarse <strong>en</strong> pancartas y<br />
banderas: los “Tres ochos” (ocho horas de trabajo, ocho horas de<br />
esparcimi<strong>en</strong>to, ocho horas de sueño); “El voto para todos”; “Libertad,<br />
Igualdad y Fraternidad” y “Trabajadores de todo el mundo, ¡uníos!”. Una<br />
55
movilización de seisci<strong>en</strong>tas mujeres fue reprimida con inusual salvajismo<br />
por la policía. En los días subsigui<strong>en</strong>tes, los actos y las protestas, y la<br />
rabiosa represión policial, se sucedieron por toda <strong>parte</strong>. Muertos,<br />
det<strong>en</strong>idos, allanami<strong>en</strong>tos viol<strong>en</strong>tos e ilegales. Muchos obreros resultaron<br />
cond<strong>en</strong>ados a p<strong>en</strong>as que oscilaban <strong>en</strong>tre los quince años de prisión y la<br />
cad<strong>en</strong>a perpetua. Los democráticos medios de comunicación<br />
norteamericanos hicieron gala de una mirada ecuánime. A juicio del<br />
Illinois State Register, el reclamo de una jornada laboral de ocho horas<br />
comportaba “una de las más consumadas sandeces que se hayan<br />
sugerido nunca acerca de la cuestión laboral. (...) <strong>La</strong> cosa es demasiado<br />
tonta para merecer la at<strong>en</strong>ción de un montón de lunáticos, y la idea de<br />
hacer huelga <strong>en</strong> procura de las ocho horas es tan cuerda como la de<br />
hacer huelga para conseguir paga sin cumplir las horas”. En las horas<br />
previas a los sucesos del 1º de mayo, el Chicago Mail publicó un<br />
soberbio editorial: “Hay dos rufianes peligrosos sueltos <strong>en</strong> esta ciudad;<br />
dos cobardes escurridizos que se propon<strong>en</strong> armar bronca. Uno se llama<br />
Parsons; el otro se llama Spies. (...) Obsérv<strong>en</strong>los hoy. No les quit<strong>en</strong> el ojo<br />
de <strong>en</strong>cima. Háganlos personalm<strong>en</strong>te responsables de cualquier problema<br />
que ocurra. D<strong>en</strong>les un castigo ejemplar si ocurr<strong>en</strong> problemas”. En su<br />
edición del 1º de mayo, New York Times razonó: “<strong>La</strong>s huelgas para<br />
obligar al cumplimi<strong>en</strong>to de la jornada de ocho horas pued<strong>en</strong> hacer mucho<br />
para paralizar a la industria, disminuir el comercio y fr<strong>en</strong>ar la r<strong>en</strong>aci<strong>en</strong>te<br />
prosperidad del país, pero no podrán lograr su objetivo”. El mismo día,<br />
Philadelphia Telegram expresó: “El elem<strong>en</strong>to laboral ha sido picado<br />
por una especie de tarántula universal; se ha vuelto loco de remate.<br />
¡P<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> estos mom<strong>en</strong>tos precisam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> iniciar una huelga por el<br />
logro del sistema de ocho horas!”. Chicago Tribune clamó: “El plomo es<br />
el mejor alim<strong>en</strong>to para los huelguistas”, y recom<strong>en</strong>dó a las autoridades<br />
echar mano de la prisión y el trabajo forzado como “única solución posible<br />
a la cuestión social”. Con una trem<strong>en</strong>da cuota de x<strong>en</strong>ofobia, tan conocida<br />
por nuestras playas, Chicago Herald del 6 de mayo vomitó: “<strong>La</strong> chusma<br />
que Spies y Field<strong>en</strong> incitaron a matar no son americanos. Son la hez de<br />
Europa que ha v<strong>en</strong>ido a estas costas para abusar de la hospitalidad y<br />
desafiar la autoridad del país”. Ante el tribunal que los cond<strong>en</strong>ó a morir <strong>en</strong><br />
la horca, Auguste Spies, Albert Parsons, George Engel, Adolf Fischer y<br />
Louis Lingg largaron su proclama. Dijo Spies: “Al dirigirme a este tribunal<br />
lo hago como repres<strong>en</strong>tante de una clase, <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>te de los de <strong>otra</strong> clase<br />
<strong>en</strong>emiga. El veredicto y su ejecución no son más que un crim<strong>en</strong><br />
maquiavélicam<strong>en</strong>te combinado y fríam<strong>en</strong>te ejecutado, como tantos otros<br />
que registra la historia de las persecuciones <strong>política</strong>s y religiosas. Es la<br />
anarquía a la que se juzga. Yo me s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>cio porque soy anarquista.<br />
Podéis s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ciarme, pero al m<strong>en</strong>os que se sepa que estos hombres<br />
fueron s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ciados a muerte por creer <strong>en</strong> un bi<strong>en</strong>estar futuro, por no<br />
56
perder la fe <strong>en</strong> el último triunfo de la libertad y la justicia”. Dijo Parsons:<br />
“Yo, como trabajador, he expuesto los que creía justos clamores de la<br />
clase obrera, he def<strong>en</strong>dido su derecho a la libertad y a disponer de los<br />
frutos del trabajo. En los veinte años pasados mi vida ha estado<br />
completam<strong>en</strong>te id<strong>en</strong>tificada con el Movimi<strong>en</strong>to Obrero <strong>en</strong> América, <strong>en</strong> el<br />
que tomé siempre una participación activa. Se nos ha acusado<br />
ost<strong>en</strong>siblem<strong>en</strong>te de asesinos y se acaba de cond<strong>en</strong>arnos como<br />
anarquistas. Pues bi<strong>en</strong>: yo soy anarquista. ¿Creéis que la guerra social se<br />
acabará estrangulándonos bárbaram<strong>en</strong>te? ¡No¡ Sobre vuestro veredicto<br />
quedará el del pueblo americano y el del mundo <strong>en</strong>tero. Quedará el<br />
veredicto popular para decir que la guerra social no ha terminado por tan<br />
poca cosa”. Dijo Engel: “¿En qué consiste mi crim<strong>en</strong>? En que he trabajado<br />
por el establecimi<strong>en</strong>to de un ord<strong>en</strong> social donde sea imposible que<br />
mi<strong>en</strong>tras unos amonton<strong>en</strong> millones otros ca<strong>en</strong> <strong>en</strong> la degradación y la<br />
miseria. Vuestras leyes <strong>está</strong>n <strong>en</strong> oposición con las de la naturaleza, y<br />
mediante ellas robáis a las masas el derecho a la vida, la libertad, el<br />
bi<strong>en</strong>estar. No niego que yo haya hablado <strong>en</strong> varios mítines, afirmando<br />
que si cada trabajador llevase una bomba <strong>en</strong> el bolsillo, pronto sería<br />
derribado el sistema capitalista. Esa es mi opinión”. Dijo Fischer: “<strong>La</strong><br />
historia se repite. En todo tiempo los poderosos han creído que las ideas<br />
de pro se abandonan con la supresión de algunos agitadores; hoy la<br />
burguesía cree det<strong>en</strong>er el movimi<strong>en</strong>to de las reivindicaciones proletarias<br />
por el sacrificio de algunos de sus def<strong>en</strong>sores. Pero aunque los obstáculos<br />
que se opongan al progreso parezcan insuperables, siempre han sido<br />
v<strong>en</strong>cidos, y esta vez no constituirán una excepción a la regla”. Y Lingg,<br />
que había de suicidarse la noche anterior a la ejecución, dijo: “Yo repito<br />
que soy <strong>en</strong>emigo del ord<strong>en</strong> actual y repito también que lo combatiré con<br />
todas mis fuerzas mi<strong>en</strong>tras ali<strong>en</strong>te. Os reís probablem<strong>en</strong>te, porque <strong>está</strong>is<br />
p<strong>en</strong>sando: ya no arrojareis mas bombas. Pues permitidme que os asegure<br />
que muero feliz, porque estoy seguro que los c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ares de obreros a<br />
qui<strong>en</strong>es he hablado recordarán mis palabras, y cuando hayamos sido<br />
ahorcados ellos harán estallar la bomba. Os desprecio; desprecio vuestro<br />
ord<strong>en</strong>, vuestras leyes, vuestra fuerza, vuestra autoridad. ¡Ahorcadme!”.<br />
En el mediodía del 11 de noviembre de 1886, fecha que con el correr de<br />
los años había de recordarse como el Viernes Negro, Spies, Engel,<br />
Parsons y Fischer, fueron ahorcados. Vestían una toga blanca. El cortejo<br />
fúnebre reunió a medio millón de personas.<br />
* * *<br />
Ahora, dos de la tarde del primero de mayo del año 2002, es decir, ci<strong>en</strong>to<br />
dieciséis años después de los burdos asesinatos de Chicago, estoy<br />
plantado <strong>en</strong> la esquina de las av<strong>en</strong>idas Nueve de Julio y de Mayo<br />
57
esperando la llegada de una columna de trabajadores desocupados que<br />
ti<strong>en</strong><strong>en</strong> la costumbre de exponer su cuerpo con el propósito de conseguir<br />
un subsidio estatal de ci<strong>en</strong>to ses<strong>en</strong>ta pesos. Qué siglo tan deplorable nos<br />
ha tocado <strong>en</strong> suerte. Mujeres y hombres que luchan no ya por un<br />
régim<strong>en</strong> laboral de ocho horas, sino, ap<strong>en</strong>as, por un empleo. Ganan las<br />
calles para rogar por un bolsón de alim<strong>en</strong>tos, y no por el pago de un<br />
aguinaldo. A m<strong>en</strong>udo deb<strong>en</strong> sujetarse al degradante acto de firmar un<br />
recibo <strong>en</strong> blanco para conseguir conchabo. Los reprim<strong>en</strong>, los <strong>en</strong>carcelan,<br />
los matan, no por arriesgarse <strong>en</strong> la organización de un agitado mitín para<br />
reclamar el cumplimi<strong>en</strong>to del sábado inglés, tampoco por exigir el pago de<br />
horas extras, sino por tomarse el atrevimi<strong>en</strong>to de salir a las disparadas de<br />
un supermercado con dos kilos de arroz y un tarro de leche <strong>en</strong> polvo a<br />
cuestas. ¿Cuántos años hemos retrocedido? Dec<strong>en</strong>as y dec<strong>en</strong>as. En mayo<br />
del año 2000 el piquetero Emilio Alí, un jov<strong>en</strong> de veinticinco años, sin<br />
empleo, cometió la imprud<strong>en</strong>cia de pres<strong>en</strong>tarse <strong>en</strong> una sucursal<br />
marplat<strong>en</strong>se de los supermercados Casa Tía, megáfono <strong>en</strong> mano,<br />
circundado de un c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ar de personas desocupadas, y a viva voz pedir<br />
alim<strong>en</strong>to. Recibieron ci<strong>en</strong>to cincu<strong>en</strong>ta bolsas. Y se marcharon. Los<br />
administradores del supermercado no pres<strong>en</strong>taron cargos, sí lo hizo la<br />
fiscalía; acusado de extorsión y coacción, cond<strong>en</strong>ado a una p<strong>en</strong>a de cinco<br />
años y medio de prisión, Alí fue arrojado <strong>en</strong> un calabozo. Cuatro de sus<br />
quince hermanos ya habían muerto. “Dos murieron <strong>en</strong> la cárcel: uno, de<br />
sida, el otro por un problema <strong>en</strong> los pulmones”, dijo <strong>en</strong> una <strong>en</strong>trevista.<br />
“Otro se suicidó porque no t<strong>en</strong>ía trabajo. O me hacía piquetero, o salía a<br />
robar, o me suicidaba”. Semanas atrás un tribunal juzgó s<strong>en</strong>sato<br />
reconsiderar cargos y p<strong>en</strong>a, y le concedió la libertad al cabo de veintidós<br />
meses de un <strong>en</strong>cierro arbitrario e insost<strong>en</strong>ible, s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>cia que al diario <strong>La</strong><br />
Nación, émulo del Chicago Tribune y del New York Times del año<br />
1886, se le antojó insultante y <strong>en</strong> extremo peligrosa. “Una pésima señal a<br />
la sociedad”, publicó el diario <strong>en</strong> un editorial, pues de este modo se <strong>está</strong><br />
“al<strong>en</strong>tando a saqueadores y perturbadores sociales a realizar cualquier<br />
clase de tropelías con cierta garantía anticipada de impunidad final”. En<br />
un ataque de similar y pituca intolerancia supo caer una vez más el<br />
periódico de los Mitre, a mediados de febrero, cuando de sus páginas<br />
brotaron furiosos espumarajos contra los cortes de rutas. “Resulta<br />
inconcebible que se siga vulnerando con tanta impunidad el derecho<br />
constitucional de los habitantes de la Nación de transitar librem<strong>en</strong>te por<br />
las rutas de la República. Que un grupo de agitadores -por at<strong>en</strong>dibles que<br />
sean sus argum<strong>en</strong>tos y sus reclamos- se arrogue la facultad de privar a<br />
<strong>otra</strong>s personas de un derecho que la ley suprema les reconoce de manera<br />
expresa resulta una aberración y conforma un inaceptable atropello (...)<br />
¿Cómo es posible que se siga incurri<strong>en</strong>do <strong>en</strong> el abuso de hacer recaer las<br />
consecu<strong>en</strong>cias de un conflicto sectorial sobre ciudadanos completam<strong>en</strong>te<br />
58
aj<strong>en</strong>os a él?”. Veamos. ¿No son derechos constitucionales el acceso al<br />
trabajo, a la educación, al alim<strong>en</strong>to, a los servicios de salud, derechos<br />
todos que, cada día, a cada instante, con el b<strong>en</strong>eplácito de periódicos<br />
como <strong>La</strong> Nación, nuestros gobernantes vulneran sin rodeos? Agitadores,<br />
vaya manera policíaca y delatora de hacer refer<strong>en</strong>cia a miles de familias<br />
que viv<strong>en</strong> sumidas <strong>en</strong> la miseria y <strong>en</strong> el oprobio, y que, ante el desdén del<br />
gobierno, no <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran <strong>otra</strong> alternativa que salir a las rutas para ser<br />
escuchadas. <strong>La</strong>s mujeres y los hombres de piel blanca que a golpes de<br />
martillo romp<strong>en</strong> fachadas de Bancos y camiones que transportan<br />
caudales, son ahorristas <strong>en</strong>furecidos; las mujeres y los hombres de piel<br />
oscura que cortan un camino, son agitadores, infiltrados pasibles del peor<br />
de los castigos. Conflicto sectorial, vaya estólida manera de d<strong>en</strong>ominar la<br />
bochornosa maldición del desempleo y la desdicha que atraviesa a la<br />
sociedad de norte a sur, de este a oeste. Ciudadanos completam<strong>en</strong>te<br />
aj<strong>en</strong>os al conflicto. Sí, aj<strong>en</strong>os por completo a la suerte que puedan correr<br />
millones de desocupados, millones de familias que viv<strong>en</strong> empantanadas<br />
<strong>en</strong> la pobreza, parec<strong>en</strong> ser los jerarcas de <strong>La</strong> Nación. ¿Velar por el bi<strong>en</strong><br />
común no es uno de los principios inviolables del periodismo? Pero <strong>La</strong><br />
Nación no es aj<strong>en</strong>a por completo al conflicto. Al contrario, siempre ha<br />
sabido velar por el bi<strong>en</strong> de los hacedores y responsables de la catástrofe;<br />
ha sido contumaz y dilig<strong>en</strong>te cómplice de las <strong>política</strong>s de represión,<br />
desbaratami<strong>en</strong>to y brusco despojo que ha padecido el país durante las<br />
últimas décadas, <strong>en</strong> particular <strong>en</strong> tiempos de dictadura, <strong>política</strong>s que,<br />
huelga decirlo, han hecho del país una p<strong>en</strong>osa y explosiva amalgama de<br />
inverosímiles car<strong>en</strong>cias, creci<strong>en</strong>te y lógico malestar, y un proverbial<br />
descreimi<strong>en</strong>to que, ahora, muy tarde ya, a los Mitre les causa vértigo y<br />
escalofrío.<br />
* * *<br />
Por la boca de los subterráneos continúan aflorando ci<strong>en</strong>tos de<br />
manifestantes con banderas, pancartas, bombos, palos; otros, más<br />
agraciados, arriban <strong>en</strong> ómnibus. No es, desde luego, un día festivo, y<br />
mucho m<strong>en</strong>os de descanso. Basta observar sin esmero ni especial<br />
det<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to los rostros. Hay <strong>en</strong>ojo y extremo cansancio; furor<br />
trabajosam<strong>en</strong>te cont<strong>en</strong>ido. <strong>La</strong> Nueve de Julio ti<strong>en</strong>e el aspecto de un<br />
impon<strong>en</strong>te y ruidoso mar de personas. Los gritos contrarios a Duhalde y<br />
su corte de funcionarios fariseos; contrarios al FMI y sus ponzoñosas<br />
recetas; contrarios a una clase <strong>política</strong> afecta a la ratería, que a toda costa<br />
y con of<strong>en</strong>sivo descaro pret<strong>en</strong>de perpetuarse <strong>en</strong> el poder, resu<strong>en</strong>an por<br />
toda <strong>parte</strong>. De pronto, como si la voz de una criatura suprema lo hubiera<br />
ord<strong>en</strong>ado, ocurre el tonto milagro. <strong>La</strong>s aguas de ese océano humano se<br />
separan, se fragm<strong>en</strong>tan <strong>en</strong> tres <strong>parte</strong>s. Miles se echan a andar hacia la<br />
59
plaza del Congreso, donde realizará su acto la CTA; otros miles se pon<strong>en</strong><br />
a caminar hacia el Obelisco, donde imperan las asambleas barriales, y<br />
otros millares, partidos de izquierda, asambleas populares del gran<br />
Bu<strong>en</strong>os Aires, c<strong>en</strong>tros de estudiantes, organizaciones vecinales, la<br />
Coordinadora Aníbal Verón, el Bloque Piquetero Nacional, trabajadores de<br />
las empresas Brukman y Zanón, com<strong>en</strong>zamos a <strong>en</strong>caminarnos hacia Plaza<br />
de Mayo. El blanco que se abre <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>a av<strong>en</strong>ida, laguna gris y helada, es<br />
prueba elocu<strong>en</strong>te de lo dificultoso que les resulta a los distintos<br />
movimi<strong>en</strong>tos y organizaciones <strong>en</strong>samblar acciones o protestas que, no<br />
infrecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, ti<strong>en</strong><strong>en</strong> un lugar común. Una fecha, tres actos. <strong>La</strong><br />
columna de la Coordinadora Aníbal Verón, acaso tres, cuatro mil<br />
personas, empieza a desplazarse con l<strong>en</strong>titud por Av<strong>en</strong>ida de Mayo hacia<br />
la plaza. Desde algunos balcones bajan aplausos, palabras de ali<strong>en</strong>to. <strong>La</strong><br />
cantidad de policías de plomo que, al otro lado de los vallados de acero,<br />
proteg<strong>en</strong> la Casa Rosada y nos examinan con recelo, es excesiva. <strong>La</strong><br />
nómina de oradores es infinita. Horas de discursos <strong>en</strong>c<strong>en</strong>didos, cargados<br />
de convicción y certidumbre. Marianito, del MTD de Almirante Brown,<br />
logra exaltar a la multitud con un discurso t<strong>en</strong>ue y afable: las elecciones<br />
se las pued<strong>en</strong> meter <strong>en</strong> el culo, estamos podridos de los políticos que<br />
<strong>en</strong>gañan y mi<strong>en</strong>t<strong>en</strong>, sólo el pueblo organizado podrá terminar de una<br />
bu<strong>en</strong>a vez con este sistema que nos cond<strong>en</strong>a a la muerte, que se vayan<br />
todos, que se vayan todos a la mismísima mierda pero que antes<br />
devuelvan todo lo que se afanaron. Me <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro con el periodista Jorge<br />
Muracciole; ha hecho un recorrido por los distintos actos; el de Plaza de<br />
Mayo, dice, es el de mayor concurr<strong>en</strong>cia, acaso quince mil personas. Poco<br />
después de las siete de la tarde, una vez finalizado el acto, los oídos<br />
maltrechos, las piernas tiesas, propongo a Pablo s<strong>en</strong>tarnos a comer pizza,<br />
tomar cerveza. Neka, Alberto y Nelson se suman <strong>en</strong>seguida. “Eso, lo que<br />
hace falta es una birra”, celebra Carlos al tiempo que se pr<strong>en</strong>de a mi<br />
brazo. Nos ponemos a caminar por la Diagonal Sur, eludi<strong>en</strong>do grupos de<br />
manifestantes desbocados que corr<strong>en</strong> hacia los ómnibus para conseguir<br />
asi<strong>en</strong>to. A nuestro paso, algunos patrulleros, dec<strong>en</strong>as de policías<br />
ataviados con casco y escudo que nos contemplan con cara de degollado.<br />
Pablo, las manos caladas <strong>en</strong> los bolsillos del pantalón, se aproxima,<br />
codea, dice: “Espero que no se te ocurra empezar el libro con nuestra<br />
historia. Mirá que somos reaburridos. Sólo un loco va a seguir ley<strong>en</strong>do”.<br />
Los guío hasta <strong>La</strong> Posta, una insignificante pizzería situada <strong>en</strong> Salta y<br />
Belgrano; cinco, seis mesas de patas de caño oxidado y superficie de<br />
fórmica gris; un televisor <strong>en</strong> las alturas; la muzzarella más sabrosa de la<br />
zona. Están por demás satisfechos con el acto, aunque lam<strong>en</strong>tan las<br />
divisiones. Podríamos haber rev<strong>en</strong>tado la plaza, dice Pablo, pero a pesar<br />
de todas las reuniones previas, no logramos ningún acuerdo. A la<br />
excitación que les ha causado el acto le ha sucedido el aplomo, un<br />
60
ablandami<strong>en</strong>to que de inmediato se convierte <strong>en</strong> <strong>en</strong>trevero de opiniones<br />
cuando Pablo eleva su discrepancia con el uso de pasamontañas y palos.<br />
“¿Qué buscamos con eso? ¿Que la clase media si<strong>en</strong>ta miedo cuando nos<br />
ve pasar? Me parece al pedo”. Es un símbolo, como los zapatistas, un<br />
emblema que nos da id<strong>en</strong>tidad propia, dice Neka. A mi me parece un<br />
tema m<strong>en</strong>or, dice Alberto, la clase media nos va a t<strong>en</strong>er miedo aunque<br />
marchemos vestidos de frac. Carlos ríe: hay compañeros que no se<br />
quier<strong>en</strong> sacar el pasamontañas ni para ir al baño. Si no se tapan la cara<br />
los que van al fr<strong>en</strong>te, los de seguridad, dice Nelson, nos va a pasar como<br />
<strong>en</strong> <strong>La</strong>nús, que te filman y después te aprietan. Una cosa es <strong>en</strong> <strong>La</strong>nús y<br />
<strong>otra</strong> cuando <strong>está</strong>s <strong>en</strong>trando a Plaza de Mayo, dice Pablo con un dejo de<br />
fastidio. De golpe, movidos quizá por un inefable mecanismo interior que<br />
se pone a tintinear cada vez que uno huele peligro, hacemos sil<strong>en</strong>cio. Es<br />
que ha ingresado un policía; el hombre, mi<strong>en</strong>tras confisca una pizza, nos<br />
mira de soslayo. Hablamos, <strong>en</strong>tonces, de trivialidades, cruzamos sonrisas<br />
nerviosas. El uniforme ha partido. Ahora Neka nos cu<strong>en</strong>ta que viajará a<br />
Italia; ha sido invitada por un movimi<strong>en</strong>to antiglobalización para que<br />
relate las luchas sociales del MTD; se hará una escapada a España,<br />
procurará sostén político y financiero. Les refiero la experi<strong>en</strong>cia de los<br />
campesinos del Mocase, que cu<strong>en</strong>tan con el apoyo de la Universidad de<br />
Catalunya. ¿V<strong>en</strong>?, dice Carlos, así podríamos conseguir guita para criar<br />
esos conejos de ocho kilos. Estás mamado, dice Pablo. Y la huerta, dice<br />
Nelson. Taparse la cara es una boludez, insiste Pablo. ¿Quién se come la<br />
última porción?, pregunta Neka. Carlos le responde de inmediato<br />
llevándosela a la boca. Que la clase media pi<strong>en</strong>se lo que quiera, dice<br />
Alberto. Hay que protegerse, insiste Nelson. Claro, dice Pablo, pero si<br />
para protegerte t<strong>en</strong>és que asustar a la g<strong>en</strong>te de las asambleas, estamos<br />
jodidos. Si se asustan, dice Neka, es porque sigu<strong>en</strong> catalogando a la<br />
g<strong>en</strong>te según su aspecto. Yo no me tapo la cara, dice Pablo. Mal no te<br />
v<strong>en</strong>dría, dice Carlos. Andá a cagar, le dice Pablo. ¿Qué pasó con la última<br />
porción?, pregunta Alberto. Se la morfó la causa, dice Nelson. Estoy<br />
nerviosa, dice Neka, es la primera vez que viajo a Europa. A Pablo traéle<br />
un pasamontañas de seda italiana, dice Carlos. Y un palo grueso de<br />
caoba, añade Alberto. No hablo más, dice Pablo. Veamos cuánto es.<br />
Juntamos monedas, uno que otro billete, pagamos y salimos. Es<br />
medianoche cuando nos separamos <strong>en</strong> la esquina de Tacuarí y Belgrano.<br />
Atrás ha quedado el primero de mayo. En tanto camino hacia el<br />
apartam<strong>en</strong>to de mi suegra, noche fría, aceras pringosas y deshabitadas,<br />
me llega el eco de sus voces. Pablo, escucho a la distancia, dejáte de<br />
joder y empezá a esconder la cara. Y <strong>en</strong>tonces las risas.<br />
Primera quinc<strong>en</strong>a<br />
61
Había supuesto una fa<strong>en</strong>a m<strong>en</strong>os dificultosa, un viaje complejo y<br />
alumbrador y fatigoso, desde luego, pero jamás teñido de tantas<br />
circunstancias y experi<strong>en</strong>cias <strong>en</strong> ocasiones incompr<strong>en</strong>sibles. De todas las<br />
lecciones que pude absorber <strong>en</strong> estos cuar<strong>en</strong>ta y seis años, pocas me han<br />
servido. Recuerdo el com<strong>en</strong>tario que, quince años atrás, un amigo me<br />
formuló con un dejo de preocupación: “Yo creía que a cierta edad uno<br />
t<strong>en</strong>ía todas las respuestas. Pero ahora, sin avisarme, me cambiaron todas<br />
las preguntas”. Sus palabras, <strong>en</strong>tonces, me sonaron a pura y magra<br />
tontería. Años después, Claudio se suicidó. ¿Qué he visto hasta el<br />
mom<strong>en</strong>to, durante este viaje que todavía no ha llegado siquiera a puerto<br />
de escala? Un mundo <strong>en</strong> contínua ebullición, subterráneo, aj<strong>en</strong>o a los ojos<br />
de la mayor <strong>parte</strong> de la sociedad, pero que sin embargo t<strong>en</strong>dría que ser<br />
noticia diaria pues lo habitan miles de personas que han resuelto echar<br />
por tierra toda respuesta formal, <strong>en</strong>gañosa y heredada. Han plagado el<br />
aire de interrogantes. Entretanto, con una urg<strong>en</strong>cia y convicción propias<br />
de hormigas hac<strong>en</strong>dosas, se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran absortas <strong>en</strong> la construcción de<br />
una respuesta. Una punzadora realidad desprovista de líderes iluminados,<br />
de vanas disquisiciones acerca de la pelambre de dirig<strong>en</strong>tes políticos y<br />
sindicales; desprovista, <strong>en</strong> fin, de inconduc<strong>en</strong>tes batallas dialécticas sobre<br />
las posibilidades electorales de un candidato u otro. Ti<strong>en</strong><strong>en</strong> un pasar del<br />
demonio, sí, pero cu<strong>en</strong>tan, al m<strong>en</strong>os, con la bu<strong>en</strong>a fortuna de <strong>en</strong>contrarse<br />
a salvo de las paternales visitas de la insidiosa banda del FMI.<br />
A lo largo de estos días no he hecho más que abandonarme a lecturas<br />
p<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes, conversaciones, p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos inconclusos; también a la<br />
observación de la melancólica y disoluta puesta <strong>en</strong> esc<strong>en</strong>a de la vida que<br />
cada día ofrec<strong>en</strong> la televisión y bu<strong>en</strong>a <strong>parte</strong> de los periódicos y programas<br />
radiales. Enci<strong>en</strong>do el televisor y de inmediato me ataca el deseo de<br />
arrojarlo por la v<strong>en</strong>tana: un estudio, un sofá y un par de cómodos<br />
sillones; Georgina Barbarrosa, un periodista de barba candado de apellido<br />
Fernández Llor<strong>en</strong>te, uno de los directores del Mercado C<strong>en</strong>tral de Bu<strong>en</strong>os<br />
Aires, dos personas que, al igual que millones de arg<strong>en</strong>tinos, ti<strong>en</strong><strong>en</strong> el<br />
oficio de ciruja, y <strong>en</strong> repres<strong>en</strong>tación de esas millonadas <strong>está</strong>n allí. <strong>La</strong><br />
charla es magnífica. Barbarrosa y el periodista de la barba candado se<br />
precipitan sobre el hombre del Mercado. ¿Por qué tiran las verduras y las<br />
frutas podridas? ¿No sería mejor <strong>en</strong>tregárselas a la g<strong>en</strong>te que pasa<br />
hambre? ¿No se da cu<strong>en</strong>ta, usted, señor, que la g<strong>en</strong>te pobre sabe cómo<br />
aprovechar los alim<strong>en</strong>tos putrefactos? ¡Ellos no ti<strong>en</strong><strong>en</strong> comida, y usted tira<br />
la comida que apesta! ¿No sería conv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te establecer algún tipo de<br />
discriminación <strong>en</strong> las bolsas de basura, para que esta pobre mujer no se<br />
lastime las manos cuando las rompe mi<strong>en</strong>tras busca algún hueso de pollo<br />
todavía con carne? ¡Porque sepa usted que se lastiman las manos, porque<br />
la g<strong>en</strong>te mezcla vidrios y bombitas rotas con restos de comida que todavía<br />
sirv<strong>en</strong> para aliviar el hambre de esta g<strong>en</strong>te! El periodista y la actriz miran<br />
62
a la cámara: ¿A ningún funcionario se le ha ocurrido todavía establecer<br />
normas para separar la basura? Esto no puede ser, no, hay mucha<br />
irresponsabilidad. Si algo podemos hacer por esta g<strong>en</strong>te, es separar la<br />
basura bu<strong>en</strong>a de la basura mala. ¿O no sab<strong>en</strong> que hay muchachos que<br />
mi<strong>en</strong>tras revuelv<strong>en</strong> <strong>en</strong>tre los desechos de un restorán se lastiman con<br />
astillas de vidrio? Esto es muy grave, dice la conductora. No, así no<br />
llegaremos a ninguna <strong>parte</strong>, reflexiona el periodista. En Recursos<br />
Humanos, canal 13, la disputa es <strong>en</strong>tre dos aspirantes a un puesto de<br />
soldador; Néstor Ibarra goza el espectáculo. Enci<strong>en</strong>do la radio y escucho a<br />
Fernando Bravo y Alfredo Leuco; bordean el soponcio; <strong>está</strong>n metidos <strong>en</strong><br />
un diálogo apocalíptico acerca de los ocultos designios de los piqueteros;<br />
comparan la intransig<strong>en</strong>cia de algunos movimi<strong>en</strong>tos de trabajadores<br />
desocupados con la conducta de los grupos guerrilleros de los años<br />
set<strong>en</strong>ta; adviert<strong>en</strong> al oy<strong>en</strong>te que corremos el riesgo de caer <strong>en</strong> la<br />
anarquía. ¿Tan lejos <strong>está</strong>n situados los estudios de Radio Del Plata de las<br />
zonas más miserables del Gran Bu<strong>en</strong>os Aires, donde, presum<strong>en</strong> Leuco y<br />
Bravo, se <strong>está</strong> gestando la nueva guerrilla? Innecesario es emplear<br />
contraseña para av<strong>en</strong>turarse <strong>en</strong> sitios tan peligrosos. M<strong>en</strong>os de un peso el<br />
boleto de tr<strong>en</strong>; diez, once, el remise. No huele mal esa g<strong>en</strong>te. Hasta<br />
comet<strong>en</strong> la indiscreción de ofrecer mate y tortas fritas. Interrogante y<br />
com<strong>en</strong>tarios de la misma índole cabría formular a ese rebaño de<br />
periodistas y comunicadores prop<strong>en</strong>sos a la holgazanería intelectual, al<br />
descuartizami<strong>en</strong>to de la realidad, y al posterior empleo, según sus<br />
antojos, de los trozos que mayor provecho les brindan; poderoso hato de<br />
periodistas domésticos que ti<strong>en</strong>e <strong>en</strong> algunos nombres a sus especím<strong>en</strong>es<br />
más conspicuos: Mariano Grondona, Chiche Gelblung, Luis Majul y Daniel<br />
Hadad; Oscar González Oro, Antonio <strong>La</strong>je, Eduardo Feiman y Nancy<br />
Pazos; Gerardo Sofovich, Marcelo Longobardi, Mauro Viale, Jorge<br />
Jacobson y Bernardo Neustadt; Fernando Carnota, Carolina Perín,<br />
Eduardo Van Der Kooy y Gisella Marziotta; etcétera, etcétera. Pasto ralo<br />
de la comunicación, del <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dimi<strong>en</strong>to. Muy triste ha sido corroborar, no<br />
ya <strong>en</strong> estos días, también <strong>en</strong> estos años, que, salvo plausibles<br />
excepciones, la pr<strong>en</strong>sa arg<strong>en</strong>tina se ha convertido <strong>en</strong> un lupanar de la<br />
palabra, <strong>en</strong> un basural donde se <strong>en</strong>tremezclan, a la manera de pulcras<br />
deposiciones, toneladas de papel inservible, voces car<strong>en</strong>tes de intelig<strong>en</strong>cia<br />
y sust<strong>en</strong>to, imág<strong>en</strong>es estercolizas. <strong>La</strong> información veraz <strong>está</strong> <strong>en</strong> <strong>otra</strong><br />
<strong>parte</strong>, <strong>en</strong> la pr<strong>en</strong>sa alternativa, <strong>en</strong> las cad<strong>en</strong>as de correos electrónicos, <strong>en</strong><br />
algunos diarios del extranjero; la s<strong>en</strong>satez y la capacidad de<br />
discernimi<strong>en</strong>to, ya no me cab<strong>en</strong> dudas, <strong>en</strong> los editoriales que el actor<br />
Fabio Alberti nos obsequia cada semana <strong>en</strong> el programa de televisión<br />
Todo x $2.<br />
Giro el dial. Un informativo: no podemos vivir <strong>en</strong> estado de deliberación<br />
perman<strong>en</strong>te, dice Alfonsín, debemos llegar al 2003 pues si Duhalde se va,<br />
63
v<strong>en</strong>drá una terrible derecha; Jorge Capitanich ha r<strong>en</strong>unciado a la jefatura<br />
de Gabinete y vuelto a poner las as<strong>en</strong>taderas <strong>en</strong> el solio de s<strong>en</strong>ador,<br />
cargo que, anunció, abandonará <strong>en</strong> el año 2007 porque <strong>está</strong> “asqueado<br />
de la <strong>política</strong>”; Duhalde, <strong>en</strong> otro arranque de ing<strong>en</strong>io, ha propuesto a los<br />
ahorristas un atractivo trueque: a cambio del dinero que les ha sido<br />
expoliado, él les <strong>en</strong>tregará bi<strong>en</strong>es del Estado. Un oportuno e intelig<strong>en</strong>te<br />
artículo de Luis Mattini llega a través del correo electrónico y me rescata<br />
del vehem<strong>en</strong>te deseo de <strong>en</strong>roscarme una soga al cuello y ponerme a<br />
columpiar del ramón de un espinillo: “¿Qué ti<strong>en</strong><strong>en</strong> <strong>en</strong> común los<br />
piqueteros y las organizaciones armadas de los set<strong>en</strong>tas?”, pregunta<br />
Mattini <strong>en</strong> el primer párrafo, y a continuación responde: “Cierto es que no<br />
existe una frontera cerrada <strong>en</strong>tre pasado y pres<strong>en</strong>te y, por el contrario, el<br />
pasado suele aparecer como puro pres<strong>en</strong>te. De ahí que siempre se<br />
<strong>en</strong>contrarán similitudes y analogías, como así también el rescate de las<br />
experi<strong>en</strong>cias <strong>en</strong> forma de <strong>en</strong>señanzas (...) Una mirada más abierta nos<br />
haría ver que las luchas sociales del pres<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Arg<strong>en</strong>tina se podrían<br />
parecer más a una mezcla de anarquismo con cristianismo original que a<br />
<strong>otra</strong> cosa. <strong>La</strong>s expresiones más radicalizadas de la lucha social y <strong>política</strong><br />
actual se difer<strong>en</strong>cian de la m<strong>en</strong>tada década del set<strong>en</strong>ta por un rasgo<br />
determinante: <strong>en</strong> aquel mom<strong>en</strong>to todas las organizaciones que se<br />
asumían como revolucionarias, armadas o no armadas, formaban <strong>parte</strong><br />
objetivam<strong>en</strong>te de una t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia o un paradigma histórico que ponía <strong>en</strong> el<br />
c<strong>en</strong>tro la cuestión del poder, <strong>en</strong>t<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do como `Poder´ el aparato<br />
coercitivo del Estado. <strong>La</strong> captura del poder político estatal por el medio<br />
que cada corri<strong>en</strong>te consideraba más adecuado: la huelga g<strong>en</strong>eral, la lucha<br />
armada, el aprovechami<strong>en</strong>to del sistema electoral, o una combinación de<br />
todas las opciones. Desde ese dominio del aparato del Estado se llevarían<br />
a cabo las transformaciones sociales aspiradas sobre la base material<br />
realizada por el capitalismo. Toda innovación tecnológica era aceptada sin<br />
discusión pues sería <strong>parte</strong> del `progreso´ que facilitaría mejor distribución<br />
<strong>en</strong> la sociedad futura. A su vez, cualquier acción reivindicativa para<br />
mejorar la vida <strong>en</strong> el pres<strong>en</strong>te era válida sólo si contribuía a esa visión de<br />
la `toma del poder´. De lo contrario se la calificaba de reformista. <strong>La</strong>s<br />
estrategias de las organizaciones y partidos revolucionarios de los set<strong>en</strong>ta<br />
partían de saberes previos formulados <strong>en</strong> teorías elaboradas <strong>en</strong> base a<br />
una epistemología hoy cuestionada y con una constante de<br />
unidim<strong>en</strong>sionalidad. <strong>La</strong> consigna común era `el único camino´. Unico<br />
para cada una de las repres<strong>en</strong>taciones, y dichas organizaciones se<br />
adjudicaban la repres<strong>en</strong>tatividad de la clase o del pueblo constituido. Al<br />
final de ese camino, una vez derrotados los capitalistas, estaría esperando<br />
la felicidad, la sociedad perfecta. Pero sólo al final. Los piqueteros que<br />
pisan el césped, <strong>en</strong> cambio, parec<strong>en</strong> `caminar preguntando´, o `van<br />
haci<strong>en</strong>do camino al andar´. Sus talleres, sus huertos y sus escuelas, son<br />
64
un medio y un fin al mismo tiempo. En esa dura vida y las p<strong>en</strong>urias de<br />
qui<strong>en</strong>es son los más perjudicados por la economía <strong>política</strong>, se autoafirman<br />
como sujetos, elevándose sobre el papel de víctimas, y <strong>en</strong> estas s<strong>en</strong>cillas<br />
creaciones <strong>está</strong>n vivi<strong>en</strong>do ya, aquí y ahora, los embriones de la sociedad<br />
imaginada. Como `filósofos de la praxis´, van mostrando la<br />
materialización de la consigna `otro mundo es posible´, oponi<strong>en</strong>do a la<br />
unidim<strong>en</strong>sionalidad y a la complejidad del capitalismo y la economía<br />
<strong>política</strong>, toda la pot<strong>en</strong>cia de la multiplicidad con la <strong>en</strong>ergía de lo s<strong>en</strong>cillo.<br />
Podría decirse que no son como <strong>en</strong> los set<strong>en</strong>tas la `vanguardia´ de una<br />
fuerza constituida, sino <strong>parte</strong> de los constituy<strong>en</strong>tes de un pres<strong>en</strong>te vital,<br />
con un horizonte imaginario que expresa la <strong>en</strong>ergía de la vida, no <strong>en</strong> un<br />
`único camino´, sino <strong>en</strong> variadas s<strong>en</strong>das que se abr<strong>en</strong>, por todo el<br />
territorio nacional y el resto del mundo globalizado, y se <strong>en</strong>trelazan <strong>en</strong> la<br />
combinación de los sueños con la realidad”.<br />
Mattini, un hombre de ses<strong>en</strong>ta años, es un raro y auténtico ejemplar de<br />
esa raza que, habitualm<strong>en</strong>te con recelo y una bu<strong>en</strong>a dosis de amargura y<br />
desdén, los estudiosos con diploma y corbata d<strong>en</strong>ominan autodidactas.<br />
Fue obrero metalúrgico, militante sindical <strong>en</strong> su juv<strong>en</strong>tud, y uno de los<br />
fundadores del PRT-ERP (Partido Revolucionario de los Trabajadores--<br />
Ejército Revolucionario del Pueblo), cuya secretaría g<strong>en</strong>eral le cupo<br />
ejercer luego del asesinato de Mario Roberto Santucho; transcurrió el<br />
exilio repartido <strong>en</strong>tre España, México y Suecia. El proceso de contínua<br />
recreación del p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to que ha vivido <strong>en</strong> las últimas décadas, de<br />
asimilación de nuevas ideas y pareceres, y m<strong>en</strong>osprecio de axiomas que<br />
<strong>en</strong> época de exaltación <strong>política</strong> fueron el sust<strong>en</strong>to de sus pasos, ha sido<br />
notorio y formidable. A fuerza de lecturas, debates e internas<br />
deliberaciones, diríase que pasa los días <strong>en</strong> un estado de interrogación<br />
constante. Semanas atrás tuve la oportunidad de conocerlo. Una larga<br />
tertulia <strong>en</strong> su espacioso y antiguo apartam<strong>en</strong>to <strong>en</strong> el c<strong>en</strong>tro de Bu<strong>en</strong>os<br />
Aires, junto a Victoria, mi pareja, como le place decir a él, y <strong>La</strong>ura. Mattini<br />
es un hombre alto, atildado, de voz grave, discurso afable y oído at<strong>en</strong>to.<br />
Su biblioteca abarca varias paredes, anaqueles que se exti<strong>en</strong>d<strong>en</strong> desde el<br />
zócalo hasta el inicio del cielorraso, allá, <strong>en</strong> las alturas. Es lector voraz y<br />
carpintero malogrado. A m<strong>en</strong>udo le resultan más verosímiles las ficciones<br />
que los <strong>en</strong>sayos, <strong>en</strong> particular algunas obras de Mario Vargas Llosa,<br />
Carlos Fu<strong>en</strong>tes y José Saramago.<br />
En los escritos de Mattini prepondera una especial afición a <strong>en</strong>tregarse al<br />
riguroso análisis de una serie de cuestiones que también imperan <strong>en</strong> el<br />
ánimo de otros escritos, de otros autores, que <strong>en</strong> estos días repletan mi<br />
mesa de trabajo: el contrapoder, la autonomía, la búsqueda de<br />
respuestas, la imperiosa necesidad de construcción, el cuestionami<strong>en</strong>to a<br />
los p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos estructurados, el apasionami<strong>en</strong>to por los juicios<br />
intelig<strong>en</strong>tes y novedosos, la certeza, después de todo, que nada <strong>está</strong><br />
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dicho, que cada día es m<strong>en</strong>ester det<strong>en</strong>erse y observar, sumergirse <strong>en</strong> la<br />
cavilación y edificar posturas, sumergirse <strong>en</strong> una nueva cavilación y<br />
<strong>en</strong>riquecer o bi<strong>en</strong> desbaratar la postura de la noche anterior. Que la vida,<br />
hoy, ahora, <strong>en</strong> fin, no es <strong>otra</strong> cosa que una irresoluta sucesión de ocasos<br />
y alumbrami<strong>en</strong>tos.<br />
Ya no creo <strong>en</strong> las casualidades. En las palabras de la g<strong>en</strong>te del MTD-<br />
<strong>La</strong>nús y del MOCASE p<strong>en</strong>saba cuando, <strong>en</strong>tre mis manos, <strong>en</strong> tanto<br />
hurgaba <strong>en</strong> archivos y papeles, aparecieron flotando dos escritos.<br />
Primero, unas declaraciones del subcomandante Marcos: “Los zapatistas<br />
somos rebeldes, pero no revolucionarios, porque un revolucionario se<br />
plantea fundam<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>te transformar las cosas desde arriba, no desde<br />
abajo. Al revés del rebelde social. El revolucionario se plantea: vamos a<br />
hacer un movimi<strong>en</strong>to, tomo el poder y desde arriba transformo las cosas.<br />
Y el rebelde social no. El rebelde social desde abajo va transformando sin<br />
t<strong>en</strong>er que plantearse la cuestión de la toma del poder”. Luego, la ironía de<br />
Julio Cardozo, que desde una perspectiva peronista y crítica dice: “¿Hay<br />
que tomar el poder? Este no es un sillón cualquiera. Es el sillón de<br />
Rivadavia, cúspide formal de una maquinaria ori<strong>en</strong>tada <strong>en</strong> un s<strong>en</strong>tido<br />
preciso. Es, además y por sobre todas las cosas, el sello de una<br />
institución: la disposición eficaz de una red muy definida de ideas y<br />
aspiraciones, un repertorio de medios y fines bi<strong>en</strong> concretos. Cuando uno<br />
habla del sillón de Rivadavia debe saber que <strong>está</strong> hablando de un poder<br />
construido para dar forma a una forma de ser: el país que t<strong>en</strong>emos. ¿No<br />
habrá que destruir ese poder?”. ¿Cómo? Al decir de Cardozo, deberíamos<br />
“procurarnos sillón y sillas propias. <strong>La</strong> cuestión, <strong>en</strong>tonces, no sería tomar<br />
ese poder sino hacernos carpinteros”. Sí, un poder que oprime, ultraja y<br />
despanzurra, obra colosal y espeluznante que construimos <strong>en</strong>tre todos a<br />
cada instante, <strong>en</strong> cada mom<strong>en</strong>to, a partir del sil<strong>en</strong>cio y de la quietud, de<br />
la ing<strong>en</strong>uidad y la aus<strong>en</strong>cia, y, cosa más sombría, sin caer <strong>en</strong> la cu<strong>en</strong>ta de<br />
que, así como lo edificamos, de igual modo podemos convertirlo <strong>en</strong> c<strong>en</strong>iza<br />
y volver a construirlo del modo más humano que nos parezca. Leo, <strong>en</strong> la<br />
revista Veintitrés, palabras de José Saramago: “En <strong>La</strong> Sagrada Familia,<br />
de Marx y Engels, hay una frase que yo cito con demasiada frecu<strong>en</strong>cia<br />
porque es ejemplar. Y a mí me sorpr<strong>en</strong>de que el debate de ideas y el<br />
debate sobre las soluciones que se puedan <strong>en</strong>contrar, incluso el debate<br />
<strong>en</strong> el interior del propio socialismo, no pase, es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te, por palabras<br />
tan s<strong>en</strong>cillas como esas. Ellos escribieron: `Si el hombre es formado por<br />
las circunstancias, <strong>en</strong>tonces, hay que formar las circunstancias<br />
humanam<strong>en</strong>te´”. En el libro Contrapoder.Una introducción (Colectivo<br />
Situaciones, Ediciones de Mano <strong>en</strong> Mano, Bu<strong>en</strong>os Aires, noviembre de<br />
2001), <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro la voz del economista escocés John Holloway: “Durante<br />
la mayor <strong>parte</strong> del siglo pasado, los esfuerzos para crear un mundo digno<br />
de la humanidad se <strong>en</strong>focaron <strong>en</strong> el Estado y <strong>en</strong> la idea de conquistar el<br />
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poder estatal. <strong>La</strong>s polémicas principales (<strong>en</strong>tre reformistas y<br />
revolucionarios) eran acerca de cómo conquistar el poder estatal, sea por<br />
la vía parlam<strong>en</strong>taria o por la vía extra-parlam<strong>en</strong>taria. <strong>La</strong> historia del siglo<br />
XX sugiere que la cuestión de cómo ganar el poder no era tan importante.<br />
En ninguno de los casos la conquista del poder estatal logró realizar los<br />
cambios que los militantes esperaban (...) <strong>La</strong> razón por la cual el Estado<br />
no se puede usar para llevar a cabo un cambio radical <strong>en</strong> la sociedad es<br />
que el Estado mismo es una forma de relación social que <strong>está</strong> incrustada<br />
<strong>en</strong> la totalidad de las relaciones sociales capitalistas. <strong>La</strong> exist<strong>en</strong>cia misma<br />
del Estado como una instancia separada de la sociedad significa que, sea<br />
cual sea el cont<strong>en</strong>ido de sus <strong>política</strong>s, participa activam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el proceso<br />
de separar a la g<strong>en</strong>te del control de su propia vida. El capitalismo es<br />
simplem<strong>en</strong>te eso: la separación de la g<strong>en</strong>te de su propio hacer (...) Si la<br />
revolución a través de la conquista del poder estatal se ha revelado como<br />
ilusión, eso no quiere decir que debemos abandonar la idea de la<br />
revolución. Pero es necesario concebirla <strong>en</strong> otros términos: no como la<br />
toma del poder sino como la disolución del poder”. En The London<br />
Observer husmeo una <strong>en</strong>trevista del periodista Greg Palast con Joseph<br />
Stiglitz, ex economista <strong>en</strong> Jefe del Banco Mundial, titulada “Los cuatro<br />
pasos al infierno del FMI”. El texto es por demás revelador, y, <strong>en</strong><br />
particular, causa náusea. Al decir de Stiglitz, el diabólico plan de<br />
exterminio que los amables hombres del FMI aplican <strong>en</strong> los países pobres,<br />
contempla cuatro etapas minuciosam<strong>en</strong>te tramadas: 1. Privatización o<br />
sobornización; 2. Liberalización del Mercado de Capitales; 3. Precios<br />
regulados por el Mercado, suba de la comida, agua y gas, y, último y<br />
grácil mazazo, algo que Stiglitz d<strong>en</strong>omina Disturbios del FMI y explica de<br />
esta manera: “Cuando una nación <strong>está</strong> caída y <strong>en</strong> desgracia, el FMI se<br />
aprovecha y le exprime hasta la última gota de sangre. Increm<strong>en</strong>ta el<br />
calor hasta que, finalm<strong>en</strong>te, la olla <strong>en</strong>tera explota”. <strong>La</strong> preocupación más<br />
grande de Stiglitz, refiere Palast, “es que los planes del Banco Mundial,<br />
diseñados <strong>en</strong> secreto y manejados por una ideología absolutista, nunca<br />
<strong>está</strong>n abiertos a discusión o desacuerdo. A pesar del apoyo de Occid<strong>en</strong>te<br />
hacia las elecciones a través del mundo <strong>en</strong> desarrollo, los llamados<br />
Programas de Reducción de la Pobreza, `sabotean la democracia´. Y,<br />
además, no funcionan. <strong>La</strong> productividad de Africa Negra, bajo la<br />
`asist<strong>en</strong>cia´ estructural del FMI, ha desc<strong>en</strong>dido hasta el infierno. ¿Alguna<br />
nación se salvó de este destino? Sí, me dijo Stiglitz, id<strong>en</strong>tificando a<br />
Botswana. ¿Su truco mágico?: `Ellos ord<strong>en</strong>aron al FMI hacer las valijas e<br />
irse´”. Prosigue Palast: “Entonces miré a Stiglitz. Bi<strong>en</strong>, señor profesordemasiado-intelig<strong>en</strong>te,<br />
¿cómo ayudaría usted a las naciones <strong>en</strong><br />
desarrollo? Stiglitz propuso reformas agrarias radicales, un ataque al<br />
corazón del `terrat<strong>en</strong>i<strong>en</strong>tismo´, a las usureras r<strong>en</strong>tas mundialm<strong>en</strong>te<br />
cobradas por las oligarquías, típicam<strong>en</strong>te 50 por ci<strong>en</strong>to de la cosecha del<br />
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campesino. `Es un poco como las sangrías <strong>en</strong> la edad media´, me relató<br />
Stiglitz. `Cuando el paci<strong>en</strong>te se moría decían: bu<strong>en</strong>o, pasó que nos<br />
apuramos a det<strong>en</strong>er el desangrami<strong>en</strong>to, todavía le quedaba un poco de<br />
sangre´. De mis conversaciones con el profesor concluí que la solución a<br />
la pobreza y la crisis mundial es simple: saqu<strong>en</strong> a los chupasangre”.<br />
Paso, antes de sucumbir al desmayo, a José Pablo Feinmann, que desde<br />
un artículo <strong>en</strong> Página/12 augura sustantivos pesares: “Cada vez es más<br />
arduo disuadir a un jov<strong>en</strong> indignado. ¿De qué le voy a hablar? ¿De la<br />
democracia? ¿De la Justicia? ¿De los s<strong>en</strong>deros l<strong>en</strong>tos del diálogo? ¿De la<br />
`repres<strong>en</strong>tatividad´ de la clase <strong>política</strong>? ¿Y quién es culpable de esta<br />
situación? No el jov<strong>en</strong> indignado que desea atajos expeditivos. Tampoco<br />
yo que me quedé sin argum<strong>en</strong>tos. Los culpables son los que nos quitaron<br />
los argum<strong>en</strong>tos. Los que degradaron la democracia poniéndola al servicio<br />
de los poderes económicos. Los que degradaron la Justicia sometiéndola<br />
a los arbitrios del poder político mafioso. Los que aniquilaron la idea de<br />
`repres<strong>en</strong>tatividad´ a fuerza de repres<strong>en</strong>tarse a sí mismos y no al pueblo<br />
que, <strong>en</strong> las urnas, los eligió para ser repres<strong>en</strong>tado. Si hay viol<strong>en</strong>cia, ellos<br />
serán los responsables. Y, a la vez, si hay viol<strong>en</strong>cia, ellos son qui<strong>en</strong>es<br />
dirán que la `paz social´ se ha alterado y recurrirán al poder represivo.<br />
Acaso hoy no haya `partido militar´ <strong>en</strong> la Arg<strong>en</strong>tina, pero ciertam<strong>en</strong>te<br />
hay un `partido policial`, que es un `partido represor´ poderosísimo”.<br />
* * *<br />
Hoy, viernes 10, todos hablan de la diputada nacional Alicia Castro y la<br />
bandera de los Estados Unidos, símbolo presuntam<strong>en</strong>te lesivo a los<br />
honorables intereses del gobierno arg<strong>en</strong>tino, que la ex azafata dejó sobre<br />
la mesa de la presid<strong>en</strong>cia de la Cámara baja, <strong>en</strong> extremo baja. Escucho,<br />
<strong>en</strong> la radio, el ditirámbico <strong>en</strong>ojo de Alfonsín y Moreau, también diatribas<br />
de muchos justicialistas contra Alicia Castro; al decir del ocurr<strong>en</strong>te<br />
Humberto Roggero, la esc<strong>en</strong>a ha sido tramada por Castro y Fernando<br />
“Pino” Solanas, qui<strong>en</strong> anda filmándolo todo con el propósito de montar un<br />
docum<strong>en</strong>tal acerca del país desgraciado. Por la tarde recibo un correo<br />
electrónico de mi amigo Teodoro Boot, titulado “Zafarrancho <strong>en</strong> la<br />
Cámara de Diputados”. Una excel<strong>en</strong>te pieza dramática que vi<strong>en</strong>e a<br />
cu<strong>en</strong>to transcribir: “Terminada su exposición durante el debate de la ley<br />
de quiebras, la diputada Alicia Castro caminó elegantem<strong>en</strong>te hacia la<br />
presid<strong>en</strong>cia de la Cámara para depositar sobre la mesa de Eduardo<br />
Camaño, como qui<strong>en</strong> sirve un refrigerio <strong>en</strong> un avión, una bandera de los<br />
Estados Unidos de América. El gesto, simbólico, casi poético de la<br />
diputada, perturbó a Camaño, qui<strong>en</strong> com<strong>en</strong>zó a reclamar que alguno de<br />
sus compinches pres<strong>en</strong>tara una "cuestión de privilegio". Fue finalm<strong>en</strong>te el<br />
radical Baladrón el que tuvo a bi<strong>en</strong> pres<strong>en</strong>tar la cuestión <strong>en</strong> cuestión: el<br />
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gesto de Alicia Castro había sido un agravio al Parlam<strong>en</strong>to y un int<strong>en</strong>to de<br />
imponer la dictadura de las minorías por sobre las mayorías, alocución<br />
que habría honrado al señor Baladrón de haber sido dicha <strong>en</strong> 1976 y no<br />
<strong>en</strong> esas particulares circunstancias. A fin de demostrar que las mayorías<br />
sab<strong>en</strong> def<strong>en</strong>derse, el presid<strong>en</strong>te de la Cámara sil<strong>en</strong>ció todos los<br />
micrófonos, excepto el suyo propio y el de Baladrón, negándose <strong>en</strong><br />
redondo a otorgar el uso de la palabra a los tiránicos repres<strong>en</strong>tantes de<br />
las minorías. Esto fue demasiado para el locuaz Luis Zamora, qui<strong>en</strong><br />
desc<strong>en</strong>dió de su banca y com<strong>en</strong>zó a increpar a Camaño, apostrofándolo<br />
con su índice. Desde algún oscuro rincón, el ahora diputado Casanovas,<br />
ex secretario de Justicia de Carlos Ruckauf, se abalanzó sobre el <strong>en</strong>juto<br />
Zamora a fin de aplicarle su doctrina de la mano dura, con tan poca<br />
fortuna que se <strong>en</strong>contró con José Alberto Roselli, como Zamora, también<br />
diputado de Autodeterminación y Libertad, pero que luce unos bíceps<br />
capaces de demostrarle a Casanovas que las manos de qui<strong>en</strong>es realizan<br />
tareas manuales suel<strong>en</strong> ser más duras que las que se <strong>en</strong>durec<strong>en</strong> firmando<br />
proyectos de p<strong>en</strong>a de muerte”. El sainete de la bandera ha servido para<br />
desplazar hacia un segundo plano el operativo comando que un<br />
matrimonio de ancianos subversivos llevó a cabo con admirable arrojo y<br />
frialdad. Se amotinaron <strong>en</strong> el interior de una sucursal bancaria y con<br />
desusada viol<strong>en</strong>cia advirtieron: o nos devuelv<strong>en</strong> los ahorros, o aquí<br />
permaneceremos hasta caer desplomados por la inanición. Por la noche,<br />
un piadoso ger<strong>en</strong>te abrió la caja fuerte y satisfizo la demanda de los<br />
viejos insurrectos.<br />
Con preocupación advierto que todavía no he remitido ningún<br />
com<strong>en</strong>tario a Gustavo Martínez, secretario de Organización de ATE, Santa<br />
Fe, que un mes atrás me hizo llegar una vivaz semblanza de Claudio<br />
“Pocho” Lepratti, asesinado por la policía el 19 de diciembre del año<br />
último, <strong>en</strong> la ciudad de Rosario. A las seis de la tarde de ese día, <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>a<br />
represión, <strong>en</strong> tanto el gobierno de Fernando De la Rúa boqueaba, Pocho<br />
estaba plantado <strong>en</strong> el techo de la escuela <strong>en</strong> que trabajaba de portero; a<br />
los gritos maldecía a los policías que, presas de la dem<strong>en</strong>cia, disparaban<br />
sin pausa y hacia toda <strong>parte</strong>: “¡Par<strong>en</strong>, hijos de puta! ¿No v<strong>en</strong> que hay<br />
pibes?”. Por toda respuesta recibió un certero disparo de Itaka <strong>en</strong> el<br />
cuello. En su escrito, Martínez lo recordaba de este modo: “¡El invierno<br />
eterno no existe, si despertamos se va!, andaba gritando y predicando el<br />
Pocho con su bicicleta. ¡Podemos y debemos construir la primavera! Para<br />
eso usaba su garganta y su sangre esta Hormiga ciclista que pedaleaba y<br />
pedaleaba bajo la lluvia, contra el vi<strong>en</strong>to, cagándose de frío, de calor y de<br />
risa hasta llegar a la <strong>otra</strong> punta del camino, que, para él, era ap<strong>en</strong>itas el<br />
inicio de otro y otro (...) El creía <strong>en</strong> un mundo construido por hormigas<br />
granito a granito, donde pudieran vivir cómodam<strong>en</strong>te caballos, grillos,<br />
perros, abejas, abogados, unicornios, d<strong>en</strong>tistas, elefantes blancos,<br />
69
psicólogos, pastores alemanes y de los otros también (...) Ese 19 de<br />
diciembre, a las 18, Pocho no reclamaba comida para él, estaba usando<br />
su garganta como siempre, para predicar que el invierno eterno es un<br />
verso, que podemos y debemos construir la primavera, y exigi<strong>en</strong>do a viva<br />
voz a las hormigas que andan con armas y sin memoria (las que vist<strong>en</strong><br />
uniformes color azul merc<strong>en</strong>ario, que es el color más triste de todos), que<br />
dejas<strong>en</strong> de matar y reprimir a qui<strong>en</strong>es deberían estar def<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do. <strong>La</strong><br />
garganta de Pocho era para eso, para int<strong>en</strong>tar lo que para otros es<br />
imposible; y ahí fue el disparo, <strong>en</strong> la garganta de ese flaco despeinado,<br />
ex-seminarista, profesor de filosofía, cocinero-murguero-delegadocampam<strong>en</strong>tero-catequista-organizador<br />
de no se sabe cuantos grupos de<br />
hormigas (...) En las chapas del techo de la escuela donde lo crucificaron<br />
alguna Pocheada se mandó. Seguro que esa mancha ahí arriba, el charco<br />
seco, es mucho más que eso. Tal vez un mapa, un sueño, una flecha que<br />
señala por donde va a llegar el fin del invierno ...”<br />
Martes 21<br />
G<strong>en</strong>eral Mosconi, <strong>en</strong> el norte de Salta, mi próximo destino, figura <strong>en</strong> el<br />
mapa de rutas <strong>en</strong> letras ínfimas y desteñidas; ciudad opacada por la<br />
cercanía de las letras de trazo firme y grueso que señalan Tartagal, a<br />
nueve kilómetros de allí. Es, sí, una ciudad pequeña, poco m<strong>en</strong>os de tres<br />
mil kilómetros cuadrados, acaso quince mil habitantes, pero a lo largo de<br />
décadas fue un sitio signado por la bu<strong>en</strong>av<strong>en</strong>tura que trajo la creación de<br />
YPF, allá por los años veinte. Diríase que su historia, a juzgar por lo que<br />
leo, no es más que un lúgubre epítome de la historia del país. El pueblo,<br />
llamado primero El Nov<strong>en</strong>ta, a causa de que el lugar coincidía con el Km<br />
1690 de la línea ferroviaria habilitada <strong>en</strong> 1926; d<strong>en</strong>ominado<br />
posteriorm<strong>en</strong>te Ciro Echosortu, nombre de uno de los propietarios de las<br />
tierras <strong>en</strong> que com<strong>en</strong>zaron a as<strong>en</strong>tarse las familias que acudían a la<br />
región para trabajar <strong>en</strong> los yacimi<strong>en</strong>tos de petróleo, fue por fin declarado<br />
municipio <strong>en</strong> noviembre de 1946 y oficialm<strong>en</strong>te nominado G<strong>en</strong>eral<br />
Enrique Mosconi, hom<strong>en</strong>aje, claro <strong>está</strong>, al hombre que durante años<br />
había promovido la explotación del petróleo bajo la consigna del<br />
autoabastecimi<strong>en</strong>to y la disputa con las empresas extranjeras que<br />
pret<strong>en</strong>dían explotarlo de modo salvaje. Mosconi, pues, floreció bajo el<br />
influjo del petróleo, y, también, de la industria maderera. En su apogeo,<br />
YPF llegó a emplear cuatro mil quini<strong>en</strong>tas personas <strong>en</strong> todo el<br />
departam<strong>en</strong>to de San Martín, al que Mosconi pert<strong>en</strong>ece. <strong>La</strong> privatización<br />
de la empresa, <strong>en</strong> 1992, acabó de cuajo con el bi<strong>en</strong>estar de millares de<br />
familias y ocasionó un estado de profunda crisis social y económica que<br />
perdura hasta nuestros días. En Mosconi se llevó a cabo el primer corte<br />
de ruta que se recuerde. Fue <strong>en</strong> septiembre de 1991. Toda la población<br />
ganó las calles para oponerse a la privatización. Trabajadores,<br />
70
comerciantes, dirig<strong>en</strong>tes políticos, familias <strong>en</strong>teras compr<strong>en</strong>dieron que la<br />
<strong>en</strong>trega de tamaño patrimonio al poder económico extranjero había de<br />
sumir a la ciudad <strong>en</strong> la ruina. Los cortes de ruta se sucedieron. Y la<br />
represión, <strong>en</strong> cada uno de ellos, fue brutal. Cinco trabajadores<br />
desocupados han sido asesinados <strong>en</strong> las calles y rutas de Mosconi <strong>en</strong> los<br />
últimos años: Alejandro Gómez, Orlando Justiniano, Aníbal Verón, Carlos<br />
Santillán y Omar Barrios.<br />
En tanto organizo mi viaje a Mosconi para reunirme con la g<strong>en</strong>te de la<br />
Unión de Trabajadores Desocupados, recibo un pedido de socorro de la<br />
Municipalidad de Iruya, norte de Salta también, que mueve al<br />
estremecimi<strong>en</strong>to. Ciudad de cinco mil habitantes, <strong>en</strong> su mayoría<br />
indíg<strong>en</strong>as, situada a 320 kilómetros de Salta; para comunicarse <strong>en</strong>tre ellos<br />
deb<strong>en</strong> recorrer s<strong>en</strong>deros de herradura, a pié, desplazami<strong>en</strong>tos que a<br />
m<strong>en</strong>udo demandan quince horas de caminata; a causa del cierre del<br />
ferrocarril, han quedado excluídos del efímero favor de trabajar <strong>en</strong> la<br />
zafra; viv<strong>en</strong>, con <strong>en</strong>ormes dificultades, gracias a la limitada producción<br />
agrícola-ganadera para autoconsumo; el juzgado más cercano se<br />
<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra <strong>en</strong> Salta, a ocho horas de viaje; carec<strong>en</strong> de correo electrónico,<br />
los diarios nacionales no llegan al lugar, y sólo el pueblo cabecera, Iruya,<br />
cu<strong>en</strong>ta con <strong>en</strong>ergía eléctrica y una cabina telefónica. “Por eso,<br />
pobladores, instituciones y repres<strong>en</strong>tantes políticos locales”, dice esta<br />
imploración arrojada a la deriva como suerte de botella al mar,<br />
“recurrimos a este medio para llamar la at<strong>en</strong>ción sobre situaciones<br />
insost<strong>en</strong>ibles, que el resto de los arg<strong>en</strong>tinos desconoce: 1) <strong>La</strong> única<br />
escuela primaria del pueblo, a la que concurr<strong>en</strong> 330 niños, funciona <strong>en</strong><br />
piezas dispersas, y su patio son las calles del pueblo. 2) El secundario<br />
local, único establecimi<strong>en</strong>to para todo el Municipio, ti<strong>en</strong>e un albergue <strong>en</strong><br />
préstamo, donde viv<strong>en</strong> hacinados 45 jóv<strong>en</strong>es que vi<strong>en</strong><strong>en</strong> del interior. 3)<br />
Nuestros precarios y es<strong>en</strong>ciales caminos, son mant<strong>en</strong>idos por empleados<br />
de Vialidad Provincial, a qui<strong>en</strong>es se les deb<strong>en</strong> salarios y aguinaldo desde<br />
noviembre del 2001. 4) Los empleados municipales no percib<strong>en</strong> sus<br />
salarios desde hace dos meses, y se les adeudan haberes del 2001. 5) En<br />
nuestro Municipio, por c<strong>en</strong>so actualizado de ag<strong>en</strong>tes sanitarios, exist<strong>en</strong><br />
600 familias, con un promedio de 5 niños m<strong>en</strong>ores de 18 años, sin ningún<br />
tipo de ingreso. Esto es el 80 % de desocupación. Sin embargo, a la fecha<br />
sólo 98 de ellas han cobrado $ 100 del Programa Jefes de Hogar. 6) Los<br />
profesionales de nuestro Hospital ati<strong>en</strong>d<strong>en</strong> 2000 personas por consulta<br />
externa y 40 internados <strong>en</strong> promedio m<strong>en</strong>sual. Es la única farmacia para<br />
todos sus pobladores, ya que la más cercana a Iruya <strong>está</strong> a tres horas de<br />
viaje y pert<strong>en</strong>ece a Humahuaca, Jujuy. Este Hospital ti<strong>en</strong>e al día de hoy<br />
cero stock <strong>en</strong> medicam<strong>en</strong>tos para asistir a cualquier embarazada o<br />
desnutrido con infecciones urinarias o anemias. Cero stock <strong>en</strong> antibióticos<br />
básicos y <strong>en</strong> remedios de uso diario para las patologías más frecu<strong>en</strong>tes (<br />
71
Parasitosis, Chagas, epilepsia) No cu<strong>en</strong>ta con leche desde hace dos meses<br />
para todos sus niños desnutridos, y adeuda desde hace seis meses los<br />
alim<strong>en</strong>tos de internados a los proveedores. Podríamos ll<strong>en</strong>ar varias<br />
páginas más con nuestras car<strong>en</strong>cias y sufrimi<strong>en</strong>tos. Pero, <strong>en</strong> una<br />
Arg<strong>en</strong>tina sorpr<strong>en</strong>dida con los millones de pobres que aparec<strong>en</strong> todos los<br />
días <strong>en</strong> sus ciudades, los pobres de siempre quedaron olvidados.<br />
Situación más grave aún, si vivimos <strong>en</strong> una provincia conocida por t<strong>en</strong>er<br />
DEFICIT CERO. Hacemos este llamado a los medios de comunicación<br />
provinciales y nacionales, para qui<strong>en</strong>es tampoco pareciéramos existir. No<br />
podemos cortar rutas, ni hacer piquetes, nadie se <strong>en</strong>teraría. Los bancos<br />
más cercanos <strong>está</strong>n a 200 km, ningún habitante de Iruya quedó <strong>en</strong> el<br />
corralito. No exist<strong>en</strong> robos, secuestros express, ni asesinatos, porque<br />
somos pobres pero no delincu<strong>en</strong>tes. Luego, no somos noticia <strong>en</strong> el país<br />
de la corrupción”.<br />
Restan pocas horas para el inicio del viaje. Necesito aplacar el ansia,<br />
razón por la cual procuro distracción <strong>en</strong> la música, una estación de radio,<br />
FM, escogida al azar. <strong>La</strong> voz de Gustavo Cordera, interpretando el agorero<br />
himno de Bersuit Vergarabat , hace vibrar los cimi<strong>en</strong>tos de la<br />
habitación: “Se vi<strong>en</strong>e el estallido/se vi<strong>en</strong>e el estallido/de mi guitarra/de tu<br />
gobierno, también/Y si te queda alguna duda/v<strong>en</strong>í, agarrala que <strong>está</strong><br />
dura/Si esto no es una dictadura/¿Qué es?/¿Qué es?”. <strong>La</strong> espontánea y<br />
franca sabiduría del Pelado Cordera se asemeja, mucho, a la de Fabio<br />
Alberti, y, sin proponérselo, a la de Mattini, Holloway, Saramago y otros.<br />
En la patria del eufemismo, suele caer <strong>en</strong> el impudor de llamar a las cosas<br />
por su nombre. Días atrás ha dicho: “Lo de diciembre estuvo bu<strong>en</strong>ísimo,<br />
pero es como que pegás una trompada y el tipo se cae. Se levanta y le<br />
pegás <strong>otra</strong> trompada y ya no se cae. Volvés a pegarle y directam<strong>en</strong>te se<br />
ríe. ¡Basta de cacerolas! Ahora ti<strong>en</strong>e que v<strong>en</strong>ir <strong>otra</strong> cosa”.<br />
Jueves 23<br />
<strong>La</strong> sospecha de que nunca jamás llegaremos a destino se ha convertido<br />
<strong>en</strong> terrible certeza. Son las siete de la tarde, estamos <strong>en</strong> un ómnibus, a<br />
contados kilómetros de G<strong>en</strong>eral Mosconi, y ya llevamos dos horas de<br />
retraso. Un piquete ha obligado al conductor a t<strong>en</strong>tar mejor suerte <strong>en</strong> un<br />
camino alternativo, de tierra. Oscuridad imp<strong>en</strong>etrable, acribillada <strong>en</strong><br />
algunos tramos por los destellos de las luces de otros vehículos <strong>en</strong><br />
apuros, y contínuas e imprevistas hondonadas que hac<strong>en</strong> rechinar el<br />
esqueleto del ómnibus y nos somet<strong>en</strong> a un irritador zarandeo. Vamos a<br />
llegar a cualquier hora, le digo a <strong>La</strong>ura con inocultable malestar, no habrá<br />
nadie esperándonos. <strong>La</strong> pasajera del asi<strong>en</strong>to de adelante, una bella<br />
señora de ojos jaspeados y semblante castaño que viaja con su hija<br />
adolesc<strong>en</strong>te a Tartagal, vuelve la cabeza y me dice con una mezcla de<br />
72
esignación y respeto: “Son los piqueteros, ¿sabe? No ti<strong>en</strong><strong>en</strong> trabajo. En<br />
un ratito llegaremos a Mosconi”. Sí, <strong>en</strong> efecto, <strong>en</strong> un latoso e interminable<br />
ratito llegamos a Mosconi, a la terminal de ómnibus, es decir, a una calle<br />
angosta y breve ap<strong>en</strong>as iluminada por la luz amarreta que despid<strong>en</strong> un<br />
par de p<strong>en</strong>umbrosas oficinas de empresas de transportes, de cara al<br />
cuartel de los bomberos, <strong>en</strong> cuyo garage concita la at<strong>en</strong>ción una<br />
autobomba que da la impresión de haber salido de un museo. El calor es<br />
int<strong>en</strong>so, y, <strong>en</strong> particular, inesperado. Habíamos supuesto un clima frío,<br />
después de todo viajábamos hacia el norte salteño <strong>en</strong> vísperas del<br />
invierno, <strong>en</strong> Bu<strong>en</strong>os Aires la temperatura era baja, pero la ignorancia de<br />
porteño nos jugó una mala pasada y ahora estamos cargando un par de<br />
bolsos ll<strong>en</strong>os de ociosas ropas de lana y grueso algodón. Como lo había<br />
presagiado, nadie nos aguarda. Nos quedamos un rato <strong>en</strong> el lugar,<br />
fulminados por el agobio y el calor húmedo, por el largo viaje, a la espera<br />
de que algui<strong>en</strong> nos rescate. Nadie, nada. Nos ponemos a caminar hacia la<br />
plaza principal de Mosconi, donde decidimos recurrir al consejo de un<br />
v<strong>en</strong>dedor de panchos. Le pregunto por el local de la Unión de<br />
Trabajadores Desocupados, por Pepino Fernández. Al hombre le ha sido<br />
sufici<strong>en</strong>te escuchar la palabra Pepino para ponerse <strong>en</strong> marcha; sin soltar<br />
el pancho que estaba a poco de v<strong>en</strong>derle a un chico, tampoco el tarro de<br />
mostaza, corre hacia un auto estacionado a pocos metros, un remise, veo,<br />
dialoga rápidam<strong>en</strong>te con el conductor, y nos llama, y vamos y el remisero<br />
nos explica que Pepino, que todos los miembros de la UTD <strong>está</strong>n <strong>en</strong> el<br />
piquete. No ti<strong>en</strong>e problema alguno <strong>en</strong> llevarnos hasta allí. En el trayecto<br />
nos cu<strong>en</strong>ta que ti<strong>en</strong>e una bala incrustada <strong>en</strong> la pierna derecha, recuerdo<br />
de la represión de los g<strong>en</strong>darmes y la policía <strong>en</strong> junio del año 2001, una<br />
de las tantas y trem<strong>en</strong>das agresiones que han sufrido los habitantes de<br />
Mosconi <strong>en</strong> los últimos tiempos.<br />
Desc<strong>en</strong>demos <strong>en</strong> el piquete, ruta 34, unas veinte cuadras del c<strong>en</strong>tro de<br />
Mosconi. Un par de toldos, cubiertas semi<strong>en</strong>c<strong>en</strong>didas, troncos y parvas de<br />
ramas calcinados, un muchacho de gorro de lana negra calado hasta las<br />
orejas que se aproxima y con cortedad quiere saber qué hacemos allí.<br />
Digo mi nombre, t<strong>en</strong>go una cita con Pepino, lo acordamos por teléfono,<br />
v<strong>en</strong>imos de Bu<strong>en</strong>os Aires.“¿Pepino?”, se asombra. “No, no puedo decirles<br />
dónde <strong>está</strong>”. Insisto, suplico, he hablado con Tomás, ¿no <strong>está</strong> Tomás?,<br />
¿acaso Virulana? Se aleja unos metros, delibera con otro piquetero,<br />
regresa, y, con desgano, nos franquea el paso haci<strong>en</strong>do a un lado un<br />
tronco. “Vayan hasta la <strong>otra</strong> punta”, suelta, y hacia el otro extremo del<br />
piquete partimos de inmediato, donde, por fin, nos acog<strong>en</strong> con cautelosa<br />
amabilidad. Está Virulana, <strong>está</strong> Sombra, también otros hombres que<br />
empiezan a formar un corro y nos observan, con curiosidad, con reserva,<br />
creo, intuyo, pues la d<strong>en</strong>sidad tan sombría del ambi<strong>en</strong>te torna imposible<br />
apreciar por completo los rostros. “¿Son de Tel<strong>en</strong>oche?”, pregunta con<br />
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desconfianza un hombre que <strong>está</strong> s<strong>en</strong>tado sobre una lata; nuestra<br />
respuesta, <strong>en</strong>érgico rechazo, le devuelve la tranquilidad. De pronto<br />
aparece Tomás, de qui<strong>en</strong> sólo conocía su canturreado timbre norteño <strong>en</strong><br />
el teléfono, y de cuyo aspecto, por el mom<strong>en</strong>to, hasta que abandonemos<br />
este rincón sombroso de la ruta, solam<strong>en</strong>te puedo decir que es un<br />
hombre delgado. Ti<strong>en</strong>e, sí, una mejilla inflada <strong>en</strong> demasía, de modo que<br />
habla con la mitad de la boca. Nos saluda cortésm<strong>en</strong>te pero no quiero<br />
importunarlo. No es de caballero apremiar con preguntas a una persona<br />
que padece un flemón de tal magnitud <strong>en</strong> la muela; sin embargo, se pone<br />
a hablar con bu<strong>en</strong>a disposición; ningún dolor, al parecer, lo incomoda. Le<br />
pregunto por Pepino, el misterioso y oculto Pepino Fernández, acaso el<br />
personaje más célebre de la UTD. Desaparece tras una lona que sirve de<br />
biombo, junto a una carpa, y segundos después regresa con un hombre<br />
fornido y, creo, risueño. Pepino huele a hollín y a tierra; estaba<br />
descansando, los piquetes agotan, es necesario echarse un rato para<br />
recobrar fuerza, pero le alegra nuestra visita y por eso allí <strong>está</strong>, <strong>en</strong> pié,<br />
para conversar, después de todo hemos viajado ci<strong>en</strong>tos de kilómetros<br />
para conocerlo. Les refiero la idea del libro, narro el viaje, el camino<br />
alternativo que debió tomar el ómnibus. “Hace años”, dice Virulana, “el<br />
poder político abrió una ruta paralela a la 34 para que los cortes t<strong>en</strong>gan<br />
m<strong>en</strong>os efecto. Está siempre custodiada por muchos g<strong>en</strong>darmes. Nosotros<br />
la llamamos la ruta antipiquetera”. De la inspección y el recelo inicial han<br />
pasado a una cálida afabilidad; quier<strong>en</strong> saber más acerca del libro, los<br />
movimi<strong>en</strong>tos y organizaciones que ya he visto, las distintas experi<strong>en</strong>cias<br />
que he podido conocer. Le cu<strong>en</strong>to a Pepino la charla que hemos t<strong>en</strong>ido<br />
minutos atrás con un piquetero <strong>en</strong> el otro extremo del corte, al que poco<br />
le faltó para sugerirnos un rápido retorno a Bu<strong>en</strong>os Aires. Veo que te<br />
cuidan con esmero, digo. Ríe. “No, lo que pasa es que siempre <strong>está</strong> la<br />
posibilidad de que me agarr<strong>en</strong>, por eso los compañeros me cuidan.<br />
Porque los políticos y la policía me echan la culpa de todo, t<strong>en</strong>go más<br />
causas que M<strong>en</strong>em. Capaz que le he cortado el paso a una vaca y<br />
también me han metido una causa”. De rep<strong>en</strong>te, cuando Tomás extrae de<br />
un bolsillo un paquete con hojas verdes que, amable, ofrece a Pepino,<br />
luego a Sombra y Virulana, me asalta la vergü<strong>en</strong>za. Desde luego, la<br />
suposición del flemón ha sido fruto de mi ignorancia. El paquete con hojas<br />
de coca pasa de mano <strong>en</strong> mano; luego, el sobrecito de bicarbonato de<br />
sodio, porción de sal indisp<strong>en</strong>sable para formar un auténtico bolo de coca.<br />
Durante una hora nos quedamos conversando sobre la UTD, la infinitud<br />
de proyectos que <strong>está</strong>n llevando adelante, como la forestación, el vivero,<br />
el reciclaje de botellas de plástico, los planes de erradicación de ranchos.<br />
Es medianoche cuando nos despedimos; el viaje nos ha dejado<br />
maltrechos, explicamos; al día sigui<strong>en</strong>te pasaremos por el local de la UTD<br />
y podremos charlar mejor. Tomás nos acompaña. Ahora, todavía <strong>en</strong> la<br />
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uta, bajo el cono de luz ambarina que proyecta el foco de un poste de<br />
alumbrado, puedo observarlo mejor. Debe de t<strong>en</strong>er unos cuar<strong>en</strong>ta años,<br />
pelo liso, negro y corto, semblante de rasgos collas. Entre las manos lleva<br />
una honda con la que juguetea sin pausa. Propone hacernos una<br />
escapada hasta las tres cruces, aquí nomás, compañeros, <strong>en</strong> la ruta, las<br />
tres cruces, es decir, los altares que han erigido <strong>en</strong> el sitio donde fueron<br />
asesinados Carlos Santillán y Omar Barrios, el 17 de junio de 2001, y<br />
Aníbal Verón, el 10 de noviembre del 2000. Estamos cansados, le<br />
decimos, necesitamos comer algo e instalarnos <strong>en</strong> el hospedaje que nos<br />
ha recom<strong>en</strong>dado el remisero, la casa que una tal doña Yola ha convertido<br />
<strong>en</strong> pequeño albergue, a dos cuadras del local de la UTD y tres del c<strong>en</strong>tro;<br />
mañana t<strong>en</strong>dremos tiempo. Tomás parece no haber escuchado; insiste <strong>en</strong><br />
hacer de cicerone del recorrido mortuorio. Lo seguimos. En los altares,<br />
petisos y s<strong>en</strong>cillos, hay flores, estampitas, fotografías; Tomás señala la<br />
cumbre de un <strong>en</strong>orme tanque de la empresa petrolera Refinor; desde allí,<br />
dice, dispararon los francotiradores que mataron a Santillán y Barrios; a<br />
Verón, <strong>en</strong> cambio, lo asesinó un policía con un balazo de pistola <strong>en</strong> el ojo,<br />
a pocos metros de distancia. Escupe una saliva verdosa. Dice: “Acá<br />
tuvimos más muertos <strong>en</strong> la democracia que con la dictadura”. Retomamos<br />
el camino hacia el c<strong>en</strong>tro de la ciudad y <strong>en</strong> el trayecto continúa<br />
señalándonos huellas de la represión; marcas de disparos <strong>en</strong> columnas,<br />
<strong>en</strong> muros, <strong>en</strong> la fachada de ladrillos de una casa de familia. Finalm<strong>en</strong>te, la<br />
plaza c<strong>en</strong>tral, un bar, una mesa <strong>en</strong> la vereda, cerveza y sandwiches de<br />
carne. Y Tomás que se desembaraza del bolo de coca, ya pastoso e<br />
insulso, arrojándolo a un costado de la acera, y lo sustituye por otro de<br />
hojas frescas. Sobre la mesa apoya la honda. Contemplo el paisaje. Una<br />
plaza redonda y deshabitada <strong>en</strong> la que, a la manera de rayos desprovistos<br />
de brillo y vida, confluy<strong>en</strong> no m<strong>en</strong>os de seis diagonales; mujeres que<br />
barr<strong>en</strong> el asfalto con grandes escobillones, levantando una polvareda que<br />
se eleva <strong>en</strong> el aire y, tras un vuelo lerdo, desci<strong>en</strong>de, de nuevo,<br />
desparramada, planeando, <strong>en</strong> el suelo. Con recato, visiblem<strong>en</strong>te feliz por<br />
nuestra pres<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> Mosconi, Tomás nos cu<strong>en</strong>ta fragm<strong>en</strong>tos de su vida,<br />
de sus p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos. Le gusta el periodismo, todo, a punto tal que no<br />
ti<strong>en</strong>e objeciones; con idéntico interés es capaz de escuchar y ver a Majul,<br />
Hadad, Chiche Gelblung, Silvina Chediek, el Pato Méndez, <strong>La</strong>nata.<br />
Grondona, <strong>en</strong> cambio, lo hunde <strong>en</strong> el aburrimi<strong>en</strong>to. “A mí me parece que<br />
Hadad ti<strong>en</strong>e razón <strong>en</strong> lo que dice, puede ser que haya piqueteros vagos,<br />
nosotros no, nosotros laburamos, pero hay otros que lo único que hac<strong>en</strong><br />
es ir al corte y nada más, y eso no <strong>está</strong> bi<strong>en</strong>”. Cursó hasta el segundo año<br />
del colegio secundario; su padre trabajó <strong>en</strong> YPF, y él también; cuando<br />
recibió la indemnización, corrió a Bu<strong>en</strong>os Aires a comprarse ropa; ti<strong>en</strong>e<br />
cuatro hijos y una mujer que, bu<strong>en</strong>a fortuna, da por razonable su<br />
militancia social. “Ella se asusta, pero creo que t<strong>en</strong>go un dios a<strong>parte</strong>, a mí<br />
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nunca me pasó nada”. Con una mano apretuja la honda, nos mira con<br />
firmeza: “Yo estoy dispuesto a morir por esto, pero no me voy a ir solo.<br />
Yo amo a mi patria, no como los políticos. No los soporto, yo no hago<br />
<strong>política</strong>, yo soy peronista”.<br />
Viernes 24<br />
Mosconi, a la luz del día, es un retrato vivaz del país descuadernado.<br />
Perros pordioseros y vagabundos por toda <strong>parte</strong>; calles sin árboles;<br />
aislados y abúlicos caminantes; comercios vacíos, devorados por gruesas<br />
telarañas; escaparates anodinos. Cuesta creer que esta ciudad, una<br />
década atrás, estuvo habitada de familias de clase media que recorrían<br />
sus calles con placer, al amparo de un limitado pero satisfactorio bi<strong>en</strong>estar<br />
que, imaginaban, jamás había de convertirse <strong>en</strong> desazón y miseria. En el<br />
umbral del predio del viejo Club Deportivo Transportes, donde ati<strong>en</strong>de sus<br />
asuntos la UTD, nos aguarda Tomás, que continúa con su parsimonioso<br />
coqueo. El club es una construcción antigua que ha sido refaccionada;<br />
alrededor de una cancha de basquet <strong>está</strong>n distribuídas las oficinas:<br />
administración, proyectos, biblioteca, etc.etc. Rodolfo Chiqui Peralta,<br />
suerte de secretario de Administración de la UTD, nos recibe <strong>en</strong> una<br />
oficina muy luminosa y pulcra, de paredes blancas reci<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te<br />
pintadas.<br />
Chiqui ti<strong>en</strong>e cuar<strong>en</strong>ta y ocho años y todo el aspecto de un dilig<strong>en</strong>te<br />
empleado de comercio; camisa y pantalón planchados con excesivo<br />
cuidado; cara recién rasurada, pelo corto y bi<strong>en</strong> peinado. Al igual que<br />
bu<strong>en</strong>a <strong>parte</strong> de los miembros de la UTD, ha sido empleado de YPF,<br />
ypeefeño, dice él, como sus padres; <strong>en</strong> 1992 tomó el dinero<br />
correspondi<strong>en</strong>te a la indemnización y con un grupo de ypeefeños<br />
despedidos t<strong>en</strong>tó suerte <strong>en</strong> la creación de una empresa maderera,<br />
av<strong>en</strong>tura que se desmoronó cuatro años más tarde. “Entonces pasamos a<br />
<strong>en</strong>grosar la UTD, porque <strong>en</strong> el año 96 se comi<strong>en</strong>za a formar la<br />
organización a partir de un grupo de muchachos que se reunían acá”.<br />
Militancia, sin embargo, que echó por tierra su matrimonio. “No<br />
coincidíamos con mi mujer. Toda mi vida trabajé <strong>en</strong> asociaciones<br />
vecinales o <strong>en</strong> los clubes o <strong>en</strong> la cooperadora escolar. Esto ya lo llevamos<br />
de siempre. Pero ahora nos metimos de tal modo acá que mi mujer no<br />
aguantó. Eso nos pasa a la mayoría. Y t<strong>en</strong>go cinco hijos”. Hace sil<strong>en</strong>cio.<br />
No logra sost<strong>en</strong>er la mirada. El rep<strong>en</strong>tino ingreso de un compañero de la<br />
UTD lo libra de la pesadumbre; el muchacho necesita unas llaves; Chiqui<br />
abre una gaveta del escritorio con nerviosismo y un dejo de molestia,<br />
luego <strong>otra</strong>, por fin extrae un manojo de llaves del bolsillo del pantalón que<br />
le <strong>en</strong>trega mecánicam<strong>en</strong>te. Siempre ha sido de izquierda, dice, no como<br />
Pepino, que no es nada; <strong>en</strong> 1983 se afilió al Partido Intransig<strong>en</strong>te porque<br />
le caía simpático Oscar Al<strong>en</strong>de. “Ahora no. Muchos movimi<strong>en</strong>tos de<br />
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izquierda nos dic<strong>en</strong>: ‘t<strong>en</strong>és que <strong>en</strong>carrilar la lucha y llegar al poder’. No lo<br />
veo así. Yo ya descreo del sistema. Yo no pi<strong>en</strong>so <strong>en</strong> el poder. D<strong>en</strong>tro del<br />
sistema actual no va a haber cambios. Los cambios ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que v<strong>en</strong>ir de<br />
abajo y producir una revolución, es el único modo. <strong>La</strong>s elecciones no nos<br />
despiertan expectativas. Creo <strong>en</strong> la acción diaria, común, para construir<br />
cosas, y eso se ti<strong>en</strong>e que ir contagiando”. Ya no recuerda cuándo votó por<br />
última vez. Hace tiempo, mi<strong>en</strong>tras int<strong>en</strong>taba escabullirse de una de las<br />
habituales represiones de policías y g<strong>en</strong>darmes, perdió los docum<strong>en</strong>tos, y<br />
poco le ha importado tramitar una copia. “Además, se ha quemado el<br />
registro, así que no somos nadie nosotros. Todos somos solteros, no<br />
t<strong>en</strong>emos hijos, no t<strong>en</strong>emos nada, no t<strong>en</strong>emos nombre, se quemaron los<br />
prontuarios policiales, se quemó la cana, soy el hombre invisible. Somos<br />
ilegales, como dice Pepino”.<br />
Un alboroto al otro lado de la puerta nos desvía la at<strong>en</strong>ción; una serie de<br />
graznidos, un no, no, no rotundo, repetido <strong>en</strong> voz alta. Pese al esfuerzo<br />
de Tomás, que a solicitud de Chiqui se ha puesto a oficiar de portero para<br />
evitar interrupciones <strong>en</strong>ojosas, una mujer ha logrado sortear el doméstico<br />
piquete y ahora se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra de cara al Chiqui, la palma de las manos<br />
apoyadas con decisión sobre el escritorio. Es una señora de cabellera<br />
rubia, mal teñida, carnes abultadas y filosas uñas pintadas de color<br />
carmesí. En sus ojos hay disgusto. “V<strong>en</strong>go por el problema de mi hija”,<br />
gruñe. “¿Qué pasa que no sale el pago del plan?” <strong>La</strong> cara de Chiqui ha<br />
sufrido una gran transfiguración; le echa una mirada brava; ha<br />
<strong>en</strong>derezado el cuerpo a la manera de un meticuloso e implacable jefe de<br />
personal. “Señora, estuvimos cortando la ruta por eso, recién levantamos<br />
el piquete. Si su hija hubiese ido al corte de ruta, t<strong>en</strong>dría alguna idea al<br />
respecto”. <strong>La</strong> mujer se marcha mascullando palabras ininteligibles. Chiqui<br />
apoya los brazos ext<strong>en</strong>didos sobre el escritorio y nos mira con una mezcla<br />
de resignación y sufici<strong>en</strong>cia. “¿V<strong>en</strong>? Hay mucha g<strong>en</strong>te que no le importa<br />
nada. <strong>La</strong> señora ti<strong>en</strong>e una hija acá y ni aparece, si hubiera estado <strong>en</strong> la<br />
ruta ya sabría de cómo v<strong>en</strong>dría la mano, que gracias al corte cobrará el<br />
lunes. Me toca hacer el papel de malo”. No ha llegado a recomponer el<br />
humor cuando la puerta empieza a <strong>en</strong>treabrirse una vez más y, a poco se<br />
<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra de incorporarse para mandar al diablo al importuno visitante,<br />
cuando asoma la cabeza de Pepino Fernández. Nos saluda con un rápido<br />
ademán de manos y se instala <strong>en</strong> una silla, a la distancia, a dos metros<br />
del escritorio, alrededor del cual nos hemos s<strong>en</strong>tado a charlar con Chiqui.<br />
Le pido a Pepino que se acerque, estoy grabando, temo que su voz se<br />
pierda. Es que no se ha bañado desde hace cuatro días, lo excusa Chiqui;<br />
cuando hay corte no sale hasta que no se levanta el piquete, esa es la<br />
cábala, y nunca para, acá se quejan porque él los lleva caminando a<br />
Tartagal, y son diez quilómetros, y él les dice que no se hagan problema,<br />
que <strong>está</strong> acostumbrado porque iba caminando de Caleta a Bahía Blanca;<br />
77
se cree que todos van a hacer lo mismo que él. Pasa que caminando la<br />
marcha ti<strong>en</strong>e más fuerza que ir <strong>en</strong> vehículo, comi<strong>en</strong>za a decir Pepino al<br />
tiempo que, a regañadi<strong>en</strong>tes, toma la silla de madera, acorta ap<strong>en</strong>as la<br />
distancia que nos separaba, y continúa: marchar así es más sacrificado, el<br />
codo a codo pot<strong>en</strong>cia y además la <strong>otra</strong> g<strong>en</strong>te los considera más, los valora<br />
más; cuando uno va caminando los vecinos mismos sal<strong>en</strong> a aplaudir y<br />
todo. Por desgracia, dice Chiqui, no se cansa nunca. Claro, mucha g<strong>en</strong>te<br />
me dice que la v<strong>en</strong>taja que t<strong>en</strong>go yo es el ser soltero, se defi<strong>en</strong>de Pepino,<br />
que estoy solo, pero el soltero ha sido siempre discriminado por la<br />
sociedad, el soltero y la soltera; siempre pi<strong>en</strong>san que algún problema<br />
debés t<strong>en</strong>er si sos soltero, incluso <strong>en</strong> el trabajo, si hay una posibilidad de<br />
ganar más plata, <strong>en</strong>seguida te dic<strong>en</strong> no, vos no podés porque sos soltero,<br />
ellos ti<strong>en</strong><strong>en</strong> hijos.<br />
Se ha s<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> postura casi <strong>está</strong>tica, el cuerpo echado hacia adelante,<br />
las piernas abiertas, los brazos apoyados <strong>en</strong> los muslos, las manos<br />
anudadas. Puede prescindir de ademanes y gestos. Su cara, con trazos de<br />
hollín, marcada por la fatiga, barba de días, lo dice todo. En particular sus<br />
ojos. Son azules y los hace sonreir continuam<strong>en</strong>te, los achina, los frunce<br />
con natural picardía. Ti<strong>en</strong>e, <strong>en</strong> fin, el rostro del hombre travieso y pícaro.<br />
Pepino habla <strong>en</strong>trecortado. A una parrafada le sigue un sil<strong>en</strong>cio y<br />
<strong>en</strong>seguida una frase de dos líneas, después repite la secu<strong>en</strong>cia,<br />
parrafada, sil<strong>en</strong>cio, dos líneas. Y mezcla los asuntos. Sus conocimi<strong>en</strong>tos<br />
sobre las distintas e intrincadas etapas del proceso de industrialización del<br />
petróleo, son magníficos; con el garbo de un ing<strong>en</strong>iero químico, discurre<br />
sobre el <strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ami<strong>en</strong>to de las moléculas, habla del equilibrio biológico y<br />
ecológico, de impurezas, d<strong>en</strong>sidades y viscosidades, de fórmulas y el<br />
trabajo con polímeros. Muchos me preguntan si t<strong>en</strong>go estudios, dice, y yo<br />
digo que YPF fue la secundaria y la universidad; yo he hecho sólo hasta<br />
séptimo grado, éramos once hermanos, había que laburar, <strong>en</strong>tré de<br />
apr<strong>en</strong>díz <strong>en</strong> YPF y me quedé diecisiete años, <strong>en</strong> los últimos años laburaba<br />
<strong>en</strong> fluído de perforación, era técnico inyeccionista, todo lo apr<strong>en</strong>dí <strong>en</strong> el<br />
trabajo; lo único con lo que no me quise meter, y me lo exigían, era la<br />
computadora, yo no la quiero a la computadora porque no me deja crear,<br />
por eso se pierd<strong>en</strong> muchas cosas cuando <strong>está</strong>n fr<strong>en</strong>te a la computadora,<br />
no miran para el costado. Sus ojos han dejado de sonreir por un instante;<br />
parece preocupado. Maldice: es de locos, acá <strong>está</strong>n los pozos, y hay<br />
reservas de gas y petróleo por cincu<strong>en</strong>ta o ci<strong>en</strong> años, y <strong>en</strong> Mosconi<br />
t<strong>en</strong>emos que usar garrafa y pagar la nafta más cara que <strong>en</strong> <strong>otra</strong>s<br />
provincias, no, no puede ser; mirá, una vuelta, un tipo del New York<br />
Times le preguntó a Rockefeller cuál es la industria que más plata deja <strong>en</strong><br />
el mundo, <strong>en</strong>tonces Rockefeller dijo: una empresa petrolera bi<strong>en</strong><br />
organizada. ¿Y cuál es la segunda industria que más plata deja <strong>en</strong> el<br />
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mundo?, siguió el tipo. <strong>La</strong> empresa petrolera mal organizada, dijo<br />
Rockefeller. El petróleo nunca va a dar pérdida.<br />
Nació <strong>en</strong> el año 1956, de modo que, gracias a <strong>La</strong>nusse, y como yo, ha<br />
podido eludir el servicio militar. Ahora me sorpr<strong>en</strong>de con meditaciones<br />
astrológicas: soy del 23 de octubre, del día <strong>en</strong> que nacieron Pelé y Charly<br />
García. Pelé nació el 23, y Maradona el 30, y Bill Gates también <strong>en</strong> esa<br />
época, del mismo signo; todos los que manejamos ésto somos<br />
escorpianos, aunque de distinto decanato. Sí, aprueba Chiqui, somos unos<br />
escorpianos duros. Por eso ya no t<strong>en</strong>emos miedo, dice Pepino, yo no<br />
t<strong>en</strong>go miedo ni de ir preso, ni de que me pase algo, incluso hay g<strong>en</strong>te de<br />
intelig<strong>en</strong>cia acá ad<strong>en</strong>tro de la UTD, no sé bi<strong>en</strong> qui<strong>en</strong>es son, pero uno se<br />
da cu<strong>en</strong>ta de cómo funcionan ellos. V<strong>en</strong>d<strong>en</strong> información, lam<strong>en</strong>ta Chiqui;<br />
por la plata baila el mono, pero no nos preocupa porque nunca se <strong>en</strong>teran<br />
lo que vamos a hacer, ni nosotros lo sabemos; no planificamos nada, todo<br />
es espontáneo; a veces hemos planeado algo, pero nunca ha salido como<br />
p<strong>en</strong>sábamos, así que nos dijimos: mejor no planear nada. Todos dic<strong>en</strong><br />
que la organización v<strong>en</strong>ce al tiempo, reflexiona Pepino, pero la verdad es<br />
que la desorganización v<strong>en</strong>ce al tiempo; hay que estar bi<strong>en</strong><br />
desorganizado; acá, por ejemplo, t<strong>en</strong>emos de todo, t<strong>en</strong>emos g<strong>en</strong>darmes,<br />
g<strong>en</strong>te que ha estudiado <strong>en</strong> las fuerzas armadas, y trabajan <strong>en</strong> la UTD;<br />
todos pued<strong>en</strong> estar acá, y cómo será que la UTD también puso mujeres<br />
<strong>en</strong> la g<strong>en</strong>darmería, tuve que hacer gestiones para que t<strong>en</strong>gan trabajo, y<br />
<strong>está</strong> también el tema de la cárcel. El, señala a Chiqui, hizo el proyecto<br />
para que se haga la comisaría nueva. <strong>La</strong> vamos a hacer, dice Chiqui, pero<br />
no vamos a poner los materiales, que los pongan ellos, total, así como la<br />
hacemos, la sacamos también; cuando se port<strong>en</strong> mal, sacamos hasta los<br />
cimi<strong>en</strong>tos. Esto es vivir <strong>en</strong> democracia, se <strong>en</strong>tusiasma Pepino, nosotros no<br />
estamos <strong>en</strong> contra de nadie sino a favor del pueblo, lo que nos<br />
proponemos, lo hacemos, nunca lo dejamos <strong>en</strong> el aire, a la larga lo<br />
conseguimos, y no hacemos asambleas todo el tiempo. Por eso no<br />
acordamos mucho con las asambleas, dice Chiqui, nosotros somos más de<br />
acción. Mirá, prosigue Pepino, el otro día yo estaba <strong>en</strong> Bu<strong>en</strong>os Aires<br />
charlando con g<strong>en</strong>te de distintas asambleas, <strong>en</strong>tonces yo abría la boca y<br />
todo era Mosconi, Mosconi, Mosconi, <strong>en</strong>tonces un hombre se paró, de la<br />
asamblea de Villa Crespo, y otro hombre de <strong>La</strong> Matanza, y me dic<strong>en</strong>: ¡ey!,<br />
vos sos un fanático de Mosconi. Sí, les digo, si el presid<strong>en</strong>te fuera igual de<br />
fanático de la Patria, no estaríamos así, acá nosotros le hacemos honor a<br />
San Martín y a Mosconi. Sí, razona Chiqui, el problema de los arg<strong>en</strong>tinos<br />
es que son muy abstractos. Es verdad, Pepino asi<strong>en</strong>te, nos acusan de ser<br />
como la Legión Extranjera porque toda la g<strong>en</strong>te que es marginada vi<strong>en</strong>e<br />
para acá, logramos volver a recuperar a los que <strong>está</strong>n deprimidos, g<strong>en</strong>te<br />
que estuvo <strong>en</strong> la cárcel, de todo, hemos t<strong>en</strong>ido de todo, porque es feo ser<br />
discriminado, por eso nosotros aceptamos a todos, t<strong>en</strong>emos g<strong>en</strong>te que<br />
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nos ha traicionado, y pued<strong>en</strong> volver, y nos acusan de darles planes a los<br />
changos de los barrios bajos, a los chicos de las esquinas, esos que a los<br />
trece o catorce años ya empezaron a tomar, a drogarse, a robar, y<br />
estamos produci<strong>en</strong>do un cambio <strong>en</strong> ellos, porque ahora vi<strong>en</strong><strong>en</strong> y trabajan<br />
y toman m<strong>en</strong>os. Pepino les da ejemplo, dice Chiqui, va al fr<strong>en</strong>te, a<br />
trabajar, él es el primero <strong>en</strong> levantar los ladrillos, <strong>en</strong> palear, <strong>en</strong> plantar el<br />
poste, o lo que sea. Pero igual nos acusan de cualquier cosa, se queja<br />
Pepino, y ni plan trabajar cobro, porque t<strong>en</strong>go siete hermanas, cada día<br />
como <strong>en</strong> la casa de alguna, pero no importa, a nosotros nos pegan acá, y<br />
le ponemos la <strong>otra</strong> mejilla, y <strong>en</strong> toda la cara nos pued<strong>en</strong> pegar que no<br />
nos duele. Acá se trabaja con responsabilidad, exclama Chiqui y acto<br />
contínuo se pone a hurgar, presuroso, <strong>en</strong> unas cajas de cartón que<br />
alguna vez fueron el embalaje de latas de tomates; busca papeles, quiere<br />
mostrarnos las dec<strong>en</strong>as de solicitudes que recib<strong>en</strong> periódicam<strong>en</strong>te. Me<br />
<strong>en</strong>trega dos carpetas atestadas de hojas y se disculpa por el desord<strong>en</strong>; es<br />
que no podemos poner los docum<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> los estantes, una cuestión de<br />
seguridad, ¿sab<strong>en</strong>?, dejamos todo metido <strong>en</strong> las cajas para poder rajar si<br />
se nos vi<strong>en</strong>e un allanami<strong>en</strong>to, y acá nunca se sabe. Reparo <strong>en</strong> algunas<br />
cartas: el director g<strong>en</strong>eral del hospital, Dr. Mario A. Peralta, <strong>en</strong> papel con<br />
el pertin<strong>en</strong>te membrete del Ministerio de Salud Pública, pide que se le<br />
incorpor<strong>en</strong> <strong>en</strong>fermeros y <strong>en</strong>fermeras, además solicita a la UTD que<br />
reactive el proyecto de prev<strong>en</strong>ción del d<strong>en</strong>gue. <strong>La</strong> <strong>en</strong>cargada del turno<br />
mañana de la escuela nº 4.142, le hace llegar a la UTD la nómina del<br />
personal destacado <strong>en</strong> el mes de diciembre del 2.000 por su Asist<strong>en</strong>cia<br />
perfecta, cumplimi<strong>en</strong>to de horario, efici<strong>en</strong>cia y compromiso con la tarea<br />
que a cada uno le toca desempeñar; le reitera, además, que las puertas<br />
de ese establecimi<strong>en</strong>to <strong>está</strong>n siempre abiertas para estos miembros de la<br />
UTD que demuestran cultura y responsabilidad de Trabajo. Con<br />
membrete del Ministerio de Educación, la directora de la escuela nº<br />
4.496, “Lilia M.C. de Mariño”, solicita al <strong>en</strong>cargado de la UTD, Sr. Rodolfo<br />
Peralta, personal para la sala de jardín de Infantes, sección “A”, para el<br />
ciclo lectivo del 2.001. <strong>La</strong> Fundación Sacra pide la donación de 1.000<br />
ladrillos para construir una sala de primeros auxilios <strong>en</strong> el barrio 20 de<br />
vivi<strong>en</strong>das de Coronel Cornejo.<br />
<strong>La</strong> cantidad de correspond<strong>en</strong>cia de naturaleza similar, oficinescos<br />
pedidos de personal y ayuda, de material e incluso de consejo, es<br />
asombrosa. Por un mom<strong>en</strong>to t<strong>en</strong>go la certidumbre de <strong>en</strong>contrarme <strong>en</strong> el<br />
despacho principal de un respetable y ejecutivo gobierno paralelo. Chiqui,<br />
el rígido administrador; Pepino, el hacedor que no se toma respiro;<br />
Tomás, como él mismo me lo ha confiado anoche sin emitir sonrisa, el<br />
secretario de gobierno. Entre el papelerío <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro un folleto escrito <strong>en</strong><br />
portugués: “14ª Medalha CHICO MENDES de Resistência”. En la nómina<br />
de “hom<strong>en</strong>ageados”, una doc<strong>en</strong>a de personas y organizaciones, figura la<br />
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“Uniao dos Trabalhadores Desempregados de Salta, Arg<strong>en</strong>tina”; la<br />
<strong>en</strong>trega de las medallas se realizó el 1º de abril del año 2002 <strong>en</strong> la ciudad<br />
de Porto Alegre. Los felicito. Pero no fuimos, dice Chiqui con arrogancia, y<br />
eso que t<strong>en</strong>íamos el pasaje acá. Pepino pasa la vista por el folleto, frunce<br />
la barbilla, sonríe: no, no me gusta aparecer, pi<strong>en</strong>so que es timidez, no<br />
sé, me han invitado de todos lados pero no fui, siempre he sido muy<br />
reacio al periodismo, a la televisión, y eso que no me faltaron<br />
oportunidades, como <strong>en</strong> el corte del 97, estaba toda la pr<strong>en</strong>sa, pero la<br />
esquivábamos, prefiero el perfil muy bajo.<br />
Tomás <strong>en</strong>tra <strong>en</strong> la oficina acompañado de un muchacho flaco y alto.<br />
Víctor, lo pres<strong>en</strong>ta Chiqui, <strong>en</strong>cargado del área Proyectos. Una gruesa<br />
cicatriz le surca la barbilla. Fue un cartucho de gas lacrimóg<strong>en</strong>o, dice<br />
Tomás, el mismo día <strong>en</strong> que mataron a Verón. Yo estaba <strong>en</strong> la sala del<br />
hospital, me estaban coci<strong>en</strong>do cuando lo trajeron a Verón, ya muerto,<br />
recuerda Víctor.<br />
Un gobierno <strong>en</strong> las sombras, dirigido por trabajadores desocupados que<br />
nunca han puesto un pie <strong>en</strong> una Universidad, m<strong>en</strong>os aún <strong>en</strong> un mitín<br />
político, y que ha llegado a tan singular situación al cabo de años de<br />
batallas callejeras, del padecimi<strong>en</strong>to de represiones impías que han t<strong>en</strong>ido<br />
como saldo muertos y dec<strong>en</strong>as de heridos y procesados. Viol<strong>en</strong>tos<br />
choques caracterizados, claro <strong>está</strong>, por la desproporción: de un lado,<br />
ci<strong>en</strong>tos de hombres y mujeres y jóv<strong>en</strong>es armados con hondas, piedras y<br />
palos; del otro, ci<strong>en</strong>tos de policías y g<strong>en</strong>darmes pertrechados con fusiles,<br />
escopetas, pistolas lanzagases, balas de goma y de plomo, camiones<br />
hidrantes. <strong>La</strong> pueblada de mayo de 1997, donde convergieron miles de<br />
desocupados de Tartagal y <strong>otra</strong>s ciudades aledañas; los cortes y la<br />
represión <strong>en</strong> mayo y noviembre de 2000, y junio de 2001: cinco muertos.<br />
Yo estaba al lado de Verón cuando le tiraron <strong>en</strong> el ojo, dice Chiqui con voz<br />
trémula, le alcé la cabeza y ya sangraba por la boca, por las orejas.<br />
Entonces, añade Tomás, cuando la g<strong>en</strong>te se <strong>en</strong>teró que había muerto<br />
Verón, fueron a inc<strong>en</strong>diar la comisaría, no quedó ni un ladrillo, y <strong>en</strong><br />
Tartagal rompieron toda la empresa Atahualpa, donde había trabajado<br />
Verón, de donde lo habían echado unos meses antes. Cuando la<br />
comisaría, tuvimos que interv<strong>en</strong>ir nosotros para que no los masacr<strong>en</strong> a los<br />
policías que estaban ad<strong>en</strong>tro, ni al juez Cornejo, dice Pepino; la g<strong>en</strong>te acá<br />
no ti<strong>en</strong>e s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de v<strong>en</strong>ganza, pero cuando sucede, se transforma,<br />
siempre se defi<strong>en</strong>de la g<strong>en</strong>te de acá, nunca ataca, siempre <strong>está</strong> a la<br />
def<strong>en</strong>siva, pero si la atacan, no retrocede, resiste, si hasta nos <strong>en</strong>teramos<br />
que Fidel dijo que si le mandaban tresci<strong>en</strong>tos piqueteros de Mosconi,<br />
resolvía cualquier problema.<br />
A pesar de la crudeza de los <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>tos que han vivido, Pepino se<br />
pone a recordar la represión de diciembre de 1999, y, <strong>en</strong> particular, la<br />
espontánea reacción de los habitantes de Mosconi, con el ánimo de un<br />
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episodio cargado de realismo mágico: había represión acá y <strong>en</strong> Tartagal,<br />
un infierno, nosotros atacamos a la policía <strong>en</strong> forma difer<strong>en</strong>te, fue<br />
espontáneo nomás, no sabemos nosotros de táctica y esas cosas,<br />
atacamos <strong>en</strong> pinza, los rodeamos y los desarticulamos, y así logramos que<br />
la g<strong>en</strong>te que estaba se recupere y se recupere toda la g<strong>en</strong>te del pueblo, si<br />
no cont<strong>en</strong>íamos a la g<strong>en</strong>te, hubieran muerto todos los milicos. El<br />
comisario fue vivo, y al ver que se le habían acabado los gases, las balas,<br />
que no podía seguir, sacó un pañuelo blanco y se rindió; la g<strong>en</strong>te lo dejó<br />
<strong>en</strong> calzoncillos y lo pusieron arriba de un camión cisterna; le tiraban<br />
piedras, lo puteaban, el pobre temblaba, y así estuvo el comisario, <strong>en</strong><br />
cueros, paseándolo la g<strong>en</strong>te por toda la ciudad, hasta la madrugada,<br />
cuando lo canjeamos por dos compañeros que habían metido presos <strong>en</strong><br />
Tartagal. Eso le dió la forma de luchar a la g<strong>en</strong>te, y para mí que le tomó<br />
sabor al triunfo, ahora no retroced<strong>en</strong>, puede haber treinta, pero la g<strong>en</strong>te<br />
del pueblo nunca retrocede, se le <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>ta ahí, los pued<strong>en</strong> herir, pero van<br />
a tirar patadas y van a salir para adelante, parece que se transforman <strong>en</strong><br />
ese mom<strong>en</strong>to, es lo mismo que a veces uno puede <strong>en</strong>trar a un boliche,<br />
tranquilo, y bailar loco toda la noche, lo mismo le pasa a la g<strong>en</strong>te, todos<br />
se transforman, ocupados, desocupados, mujeres, veteranos, abuelas,<br />
chiquitos de diez años, y hay que verlos luchar, y cuando ya pasó todo, al<br />
día sigui<strong>en</strong>te, parece que hubiera sido un sueño, que no hubiera pasado<br />
nada, bu<strong>en</strong> día, qué tal, cómo anda, la vida sigue, ¿no?, y además<br />
siempre andamos con la cara descubierta, porque no le robamos a nadie;<br />
ayer, por ejemplo, <strong>está</strong>bamos cortando el acceso a Refinor, me acordé<br />
que t<strong>en</strong>ía que hablar con mi hermano, el Hippie, que estaba <strong>en</strong> Bu<strong>en</strong>os<br />
Aires, y me metí <strong>en</strong> las oficinas de Refinor para llamarlo por teléfono,<br />
nada me dijeron, hasta de la comisaría hablo a veces; se lo he contado al<br />
Perro Santillán y no me creía; pobre, lo vimos hace poco y hemos v<strong>en</strong>ido<br />
con la cabeza gacha, porque no lo hemos visto muy bi<strong>en</strong>, estaba muy<br />
caído, y yo p<strong>en</strong>saba que el Perro era algo grande. Yo no coincido con la<br />
idea del Perro, dice Tomás, tampoco con D’Elía, Alderete, Moyano, De<br />
G<strong>en</strong>naro, ellos hac<strong>en</strong> una manifestación y al otro día duerm<strong>en</strong>, hasta que<br />
vuelvan a salir; nosotros hacemos cosas, este es un proyecto de<br />
construcción; como dice la canción de Víctor Heredia, ¿cómo vivimos?<br />
Sobrevivi<strong>en</strong>do. Hace una pausa. Me <strong>en</strong>seña una fotografía donde aparece<br />
él abrazado a un hombre jov<strong>en</strong> y risueño; <strong>está</strong>n <strong>en</strong> la <strong>en</strong>trada de una<br />
escuela que refaccionó la UTD. Este es Gustavo Arce, suelta Tomás con<br />
orgullo, jugador de Racing, nacido <strong>en</strong> Tartagal, siempre vi<strong>en</strong>e por acá y se<br />
queda con nosotros; hasta t<strong>en</strong>emos un jugador piquetero, pó.<br />
* * *<br />
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Al diablo la siesta que habíamos previsto con <strong>La</strong>ura. Son las dos de la<br />
tarde, el sol conduce al aturdimi<strong>en</strong>to, los habitantes de Mosconi se<br />
<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran reposando sobre un colchón, al amparo de la sombra,<br />
seguram<strong>en</strong>te patiabiertos y gozosos, y nosotros, <strong>en</strong> cambio, empapados<br />
<strong>en</strong> sudor, estamos s<strong>en</strong>tados <strong>en</strong> el asi<strong>en</strong>to trasero del auto del hermano de<br />
Tomás; un vehículo moderno, último vestigio, quizá, de la indemnización<br />
que ambos recibieron tras el cierre de YPF, porque también han sido<br />
ipeefeños, como su padre, que a lo largo de treinta y seis años trabajó <strong>en</strong><br />
los pozos petroleros. El hermano es un hombre jov<strong>en</strong>, de pelo crespo, el<br />
cuerpo metido <strong>en</strong> una musculosa y unas bermudas coloridas, vestim<strong>en</strong>ta<br />
que, comparada con el pesado atu<strong>en</strong>do urbano que llevamos nosotros,<br />
causa extrema <strong>en</strong>vidia. Tomás <strong>está</strong> a su lado. Los dos coquean con<br />
fruición. A difer<strong>en</strong>cia de la lóbrega caminata a la que nos sometió anoche,<br />
donde el recuerdo de la muerte fue el lugar común, ahora iniciamos un<br />
recorrido por sitios más gratos. <strong>La</strong> escuela primaria municipal: aquí<br />
hicimos ese cerco, cu<strong>en</strong>ta Tomás, refaccionamos el jardín de infantes y la<br />
pintamos; continuamos viaje por calles todavía céntricas, de tierra seca y<br />
polvori<strong>en</strong>ta, eludi<strong>en</strong>do perros, gallinas, gallos; el hermano de Tomás,<br />
hombre afecto a la mudez, ha puesto un casete de Los Nocheros; hacia la<br />
izquierda, lejanas, las sierras subandinas proporcionan al paisaje un aire<br />
más acogedor y respirable; nos <strong>en</strong>señan la escuela primaria para<br />
discapacitados, y, exultante, nuestro guía explica que gracias a la<br />
consecución de los primeros planes, <strong>en</strong> <strong>en</strong>ero del 2000, lograron reparar<br />
el edificio y pintarlo; luego, una sucesión de plazas nuevas, <strong>en</strong> distintos<br />
barrios, donde sobresal<strong>en</strong> los destellos de hamacas y toboganes, de<br />
madera y caño, obra también de la UTD. Ahora, dice Tomás, van a<br />
conocer lo que fue la época de gloria. Empezamos a subir un cerro<br />
empinado, rumbo al “Campam<strong>en</strong>to Vespucio”, paraje donde siete<br />
décadas atrás fueron edificados los predios de YPF, y <strong>en</strong> cuyo derredor<br />
floreció un pequeño y próspero pueblo. A medida que avanzamos por el<br />
camino el aire comi<strong>en</strong>za a cobrar frescura y la geografía verdor y<br />
magnific<strong>en</strong>cia. Desc<strong>en</strong>demos del auto <strong>en</strong> la <strong>en</strong>trada del impon<strong>en</strong>te edificio<br />
que sirvió de sede administrativa de YPF; <strong>en</strong> la vereda, un busto: “Al<br />
G<strong>en</strong>eral Ing<strong>en</strong>iero Enrique Mosconi (1877-1940). Patriota y Estadista<br />
austero”. Aquí, dice Tomás mi<strong>en</strong>tras andamos los peldaños de la corta<br />
escalinata que nos lleva hacia el interior, t<strong>en</strong>emos ganas de hacer una<br />
ciudad universitaria. Sufici<strong>en</strong>te ha sido alcanzar el hall para experim<strong>en</strong>tar<br />
una s<strong>en</strong>sación de vaga y profunda tristeza; v<strong>en</strong>tanillas cerradas, un<br />
escritorio ajado e inútil, cielorraso y paredes semiderruidos; olor a musgos<br />
y a mampostería carcomida por la humedad; el patio c<strong>en</strong>tral, circundado<br />
de oficinas, no es más que un yuyal donde han ido arrumbando viejos<br />
ladrillos cubiertos de verdín, restos de pinoteas apolilladas, vidrios<br />
astillados; <strong>en</strong> el marco superior de la puerta de los gabinetes, aj<strong>en</strong>as a la<br />
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desidia y el paso del tiempo, perduran, intactas, las placas que<br />
id<strong>en</strong>tificaban cada una de las áreas de la colosal empresa que Carlos<br />
M<strong>en</strong>em supo obsequiar: Secretaría de Administración; Relaciones<br />
Industriales, Personal, etcétera, etcétera; más allá, espaciosos salones<br />
donde persist<strong>en</strong> <strong>en</strong> pié notables trabajos de ebanistería. Diez, quince años<br />
atrás, seisci<strong>en</strong>tas personas solían ll<strong>en</strong>ar de ali<strong>en</strong>tos y voces, cada día, esta<br />
atmósfera ahora desabrida, letargosa. Fr<strong>en</strong>te al edifico, <strong>en</strong> la escuela de<br />
Campam<strong>en</strong>to Vespucio, todavía <strong>en</strong> funcionami<strong>en</strong>to, Tomás nos pide que<br />
prestemos at<strong>en</strong>ción a un cartel: “Reparación-refacción de aulas, escuela<br />
Sarg<strong>en</strong>to Cabral, UTD 2000. Colaboró: Refinor, Bolland. Programa<br />
Trabajar III, Ministerio de Trabajo de la Nación”. Seguimos camino, a pié,<br />
hasta la sede del Club Social, una obra de arquitectura colonial también<br />
abandonada. A través de los cristales de una v<strong>en</strong>tana curioseo el interior:<br />
gruesas columnas de mármol fileteado, piso de baldosas finiseculares. Acá<br />
trabajó Pepino unos años, dice Tomás. Sonríe: era mozo, at<strong>en</strong>día a los<br />
capos de YPF, que bailaban valses, esas cosas. Contiguas al club, la pileta<br />
de natación y la cancha de t<strong>en</strong>is; <strong>en</strong> la esquina, semiabandonado, un<br />
antiguo cine de mil seisci<strong>en</strong>tas butacas; <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>te, donde estaban los<br />
dormitorios de los médicos de YPF, hoy funciona el Casino de oficiales de<br />
la G<strong>en</strong>darmería Nacional. Regresamos al auto y seguimos cuesta arriba,<br />
un camino que desemboca <strong>en</strong> los pozos de la empresa petrolera Pan<br />
American Energy; ahí, dice Tomás dirigi<strong>en</strong>do un dedo hacia una curva, les<br />
hacemos los piquetes para pedir por la reincorporación de compañeros.<br />
Llegamos al hospital Vespucio, presa también del olvido. En un cartel que<br />
algui<strong>en</strong> pegoteó <strong>en</strong> el vidrio de la puerta de un consultorio inútil, leo “El<br />
hambre no es sólo de pan. El hambre es de amor. Madre Teresa de<br />
Calcuta”; deambulamos por las instalaciones, donde sólo hallamos más<br />
consultorios baldíos: “Pediatría”, “Fonoaudiología”, “Psicología” ... Acá<br />
funcionaban cuatro quirófanos, acá nació mi hija mayor, la de veintitrés<br />
años, recuerda Tomás sin ocultar la nostalgia mi<strong>en</strong>tras salimos del<br />
edificio. <strong>La</strong>nza un escupitajo al suelo. Su sil<strong>en</strong>cioso hermano lo imita. Ya<br />
lo vamos a hacer funcionar nuevam<strong>en</strong>te, agrega con decisión. No<br />
<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro razones para descreer de su certeza. El auto, <strong>en</strong>tonces, se<br />
pierde por callejas sinuosas <strong>en</strong>galanadas con el rojo punzó de gran<br />
número de estrellas federales que se elevan a uno y otro lado del camino;<br />
barrio de casas señoriles, acariciadas por una naturaleza selvática, que<br />
antaño habitaban las familias del personal jerárquico de YPF y hoy ocupan<br />
familias acomodadas de la región que, luego de la célebre privatización,<br />
pudieron comprarlas a precio de remate; la mansión de mayor ext<strong>en</strong>sión<br />
y pompa, aquella que sólo un pánfilo cometería el desatino de no<br />
det<strong>en</strong>erse a contemplar, pert<strong>en</strong>ece, claro, al int<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te de Mosconi. A<br />
dosci<strong>en</strong>tos metros, el estadio de fútbol de YPF; las tribunas, de madera<br />
maciza, han sido contruídas por hombres de la UTD; chicos agraciados del<br />
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arrio pituco pelotean un poco; <strong>en</strong> este pasto, dice Tomás, lo vi jugar una<br />
vez a Silvio Marzolini. Maldito destino: el campo, ahora, es utilizado por la<br />
G<strong>en</strong>darmería para acantonar las tropas que, desde distintos puntos del<br />
país, llegan a Mosconi para reprimir los cortes de ruta. En un predio<br />
lindero, el estadio cerrado de basquet, una tribuna de madera excelsa y<br />
piso de parqué; <strong>en</strong> una de las paredes laterales, un mural con el diseño<br />
de los contornos de la provincia de Salta y <strong>en</strong> el c<strong>en</strong>tro del dibujo la<br />
silueta atrevida, fulgurosa, de una torre de petróleo.<br />
Todo esto ha sido un sopapo. Estoy inmerso <strong>en</strong> un estado de rara<br />
aus<strong>en</strong>cia, de insoportable oquedad. He visto las huellas indelebles de una<br />
<strong>política</strong> <strong>en</strong>fermiza y macabra que ha cond<strong>en</strong>ado a millones de personas a<br />
la postración. He visto miasma que me lleva a remembrar uno de los<br />
pasajes de la primera página de El otoño del patriarca, de García<br />
Márquez: “Fue como p<strong>en</strong>etrar <strong>en</strong> el ámbito de <strong>otra</strong> época, porque el aire<br />
era más t<strong>en</strong>ue <strong>en</strong> los pozos de escombros de la vasta guarida del poder, y<br />
el sil<strong>en</strong>cio era más antiguo, y las cosas eran arduam<strong>en</strong>te visibles <strong>en</strong> la luz<br />
decrépita (...) las baldosas habían cedido a la presión subterránea de la<br />
maleza”.<br />
El paseo por el país de las ánimas, de los espectros de una historia<br />
s<strong>en</strong>cillam<strong>en</strong>te infausta, ha llegado a su fin. Ahora volvemos sobre<br />
nuestros pasos, a Mosconi; desc<strong>en</strong>demos hacia el extraordinario y<br />
fructuoso cosmos que la UTD se ha obstinado <strong>en</strong> construir. <strong>La</strong> “Huerta<br />
Divino Niño”, donde trabajan diez personas, <strong>en</strong>tre ellos un cacique<br />
aborig<strong>en</strong>, y además de hortalizas y árboles frutales observo un criadero<br />
de chanchos; la sala de primeros auxilios y la plaza con juegos <strong>en</strong> el<br />
barrio 447; una casa de ladrillos y v<strong>en</strong>tanas de madera moldeada, <strong>parte</strong><br />
del plan de erradicación de ranchos; el Salón de Usos Múltiples (SUM) <strong>en</strong><br />
el barrio de 20 de febrero, construcción que la UTD lleva a cabo y al<br />
arbitrio del vecindario deja librado su posterior empleo. Al otro lado de la<br />
ruta 34, fr<strong>en</strong>te a las puertas de G<strong>en</strong>eral Mosconi, después de haber<br />
recorrido una calle breve y fangosa, ingresamos <strong>en</strong> territorio indíg<strong>en</strong>a;<br />
aquí t<strong>en</strong>emos la ladrillera, dice Tomás al tiempo que salta del auto; nos<br />
ponemos a caminar <strong>en</strong>tre casas de adobe, sorteando cabritos, gallinas,<br />
chuñas; tras un matorral <strong>en</strong> el que han abierto un pasaje a fuerza de<br />
machetazos, se abre un terr<strong>en</strong>o limpio, desembarazado de toda<br />
vegetación, donde veo una dec<strong>en</strong>a de hileras de ladrillos recién<br />
fabricados, húmedos, secándose al sol, y el horno de barro, los moldes, y<br />
una pequeña cantera de la que extra<strong>en</strong> la arcilla. Tomás, como la ha<br />
hecho durante toda la tarde con cada una de las obras que nos ha<br />
expuesto, emite una sonrisa ll<strong>en</strong>a de vanagloria y se queda<br />
observándonos, at<strong>en</strong>to a nuestro gesto de aprobación. Este es un<br />
proyecto conjunto con la comunidad wichí, dice con satisfacción; les<br />
dimos veinte planes trabajar, la mitad de la producción es para ellos, para<br />
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que los v<strong>en</strong>dan, y la <strong>otra</strong> es para nosotros, para usar <strong>en</strong> los planes de<br />
construcción.<br />
<strong>La</strong> travesía me ha dejado exangüe; necesito, le digo a <strong>La</strong>ura, voz baja,<br />
casi con desespero, tomar algo, buscar refugio <strong>en</strong> la habitación del<br />
hospedaje de doña Yola, desplomarme sobre la cama, los ojos cerrados,<br />
los p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos adormecidos. Deseo vano. Partimos, <strong>en</strong> la luz declinante<br />
de la tarde, hacia la ruta, al <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro de Pocho Ríos; el hombre que más<br />
sabe de plantas y árboles <strong>en</strong> todo el norte arg<strong>en</strong>tino, dice Tomás, y<br />
también trabaja con la UTD.<br />
Lo sorpr<strong>en</strong>demos <strong>en</strong> su vivero, animando el pequeño fuego de ramas<br />
sobre el cual ha empezado a soltar volutas de vapor una pava; nos saluda<br />
con respeto; <strong>está</strong> a punto de tomar mate y sería un honor compartirlo con<br />
nosotros; le resulta importante conversar con el periodismo, <strong>en</strong> las<br />
grandes ciudades la g<strong>en</strong>te no ti<strong>en</strong>e la m<strong>en</strong>or idea de lo que ocurre <strong>en</strong> el<br />
norte, <strong>en</strong> el sur, <strong>en</strong> ningún lado, compañero, por eso, que se hayan<br />
v<strong>en</strong>ido hasta aquí, me honra, <strong>en</strong>tonces hablemos de lo que ustedes<br />
quieran. Es un hombre morocho y musculoso, de palabra segura y<br />
convinc<strong>en</strong>te; vive allí, solo, con su perro, sus gallinas y treinta mil plantas<br />
de distintas especies por toda compañía, y el poco alim<strong>en</strong>to que puede<br />
comprar con los ci<strong>en</strong>to cincu<strong>en</strong>ta pesos del plan trabajar; <strong>en</strong> el vivero lo<br />
ayudan cinco personas de la UTD, a las que, además, él capacita <strong>en</strong> el<br />
cuidado de la flora nativa. “Yo soy el nativo y yo soy el árbol, porque yo lo<br />
si<strong>en</strong>to ad<strong>en</strong>tro y sé si a mi planta le <strong>está</strong> faltando agua, por qué <strong>está</strong><br />
triste; yo lo si<strong>en</strong>to ad<strong>en</strong>tro, yo con solo verla te voy a decir qué le falta a<br />
la planta, por qué <strong>está</strong> así, por qué se <strong>está</strong> chocando <strong>en</strong> el fondo, y yo no<br />
necesito estar <strong>en</strong> la universidad para explicarles, porque acá han v<strong>en</strong>ido<br />
incluso profesores de la universidad a traer a los chicos para que hagan<br />
su tesis, y para que les hable de la madera y todo eso, y ellos me dic<strong>en</strong>:<br />
vos t<strong>en</strong>és que escribir, porque estas cosas no las <strong>en</strong>contramos más”. Al<br />
igual que Pepino, hace gala de una sabiduría que causa admiración y fue<br />
absorbi<strong>en</strong>do con el correr de los años, desde chico, trabajando <strong>en</strong><br />
obrajes, recorri<strong>en</strong>do el país. “Todo lo fui escribi<strong>en</strong>do, y dije algún día voy<br />
a volver para def<strong>en</strong>der lo que yo tanto añoraba. Apr<strong>en</strong>dí todo solo”. Con<br />
soltura se pone a hablar de la indisp<strong>en</strong>sable v<strong>en</strong>tilación de la selva; las<br />
lianas que asfixian a los árboles y nadie se digna cortarlas; el<br />
aprovechami<strong>en</strong>to de los árboles fofos; los treinta años de recuperación<br />
que necesita un bosque talado; el daño que el eucaliptus le causa al<br />
ecosistema; la depredación forestal que comet<strong>en</strong> las empresas petroleras;<br />
la variada flora nativa del urundel, el guarán y el churqui. Continuam<strong>en</strong>te<br />
recibe la visita de académicos, estudiantes de agronomía y funcionarios<br />
de la secretaría de Medio Ambi<strong>en</strong>te, que <strong>en</strong> él procuran consejo. Golpea<br />
la mesa con la palma de la mano, haci<strong>en</strong>do tambalear el mate. “A veces<br />
los del Inta vi<strong>en</strong><strong>en</strong> y me dic<strong>en</strong>: te <strong>está</strong> <strong>en</strong>trando tal mosca, tal gusano,<br />
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echá esto, pero yo me guío mucho con los astros, yo trabajo con el sol,<br />
con la luna, según cada estación y cada semilla, para evitar el<br />
agroquímico, yo hago todo <strong>en</strong> forma orgánica. Ellos no ti<strong>en</strong><strong>en</strong> un<br />
conocimi<strong>en</strong>to de pestes sobre la nativa, usan agroquímicos prohibidos,<br />
por eso a veces pasa que algui<strong>en</strong> te dice: mirá, comí un chorizo y me<br />
cayó mal, pero no se dan cu<strong>en</strong>ta que <strong>está</strong>n absorbi<strong>en</strong>do la fumigación,<br />
porque la fumigación produce exceso de fosfato, y ya se han <strong>en</strong>contrado<br />
chicos con defectos, <strong>en</strong> Cornejo”. En el año 2001 pres<strong>en</strong>tó un proyecto de<br />
forestación y protección de la flora nativa al gobierno nacional; Juan Pablo<br />
Cafiero, <strong>en</strong>tonces ministro de Desarrollo Social y Medio Ambi<strong>en</strong>te, lo<br />
aprobó. “Pero justo vino el recorte que hizo Cavallo”, se lam<strong>en</strong>ta. “Por<br />
aquí han pasado todos los políticos. Me dic<strong>en</strong>: si has logrado que Juampi<br />
Cafiero te de este proyecto, si has logrado quitarle a Tucumán y a Jujuy<br />
este proyecto, si has logrado que medio ambi<strong>en</strong>te de la Nación te dé<br />
bolilla, ¿cómo no vas a lograr que Pepino y Chiqui Peralta se metan <strong>en</strong> el<br />
Partido Justicialista? Me decían: <strong>en</strong> la UTD ustedes ti<strong>en</strong><strong>en</strong> diez personas<br />
que ningún partido político las ti<strong>en</strong>e; vos, el tema forestal; Pepino, el<br />
tema química; Chiqui Peralta, <strong>en</strong> administración ...”. Quiere crear un<br />
Jardín Botánico <strong>en</strong> Mosconi destinado a la flora nativa; ha elucubrado un<br />
proyecto de Turismo Av<strong>en</strong>tura con la colaboración del Hippie: cruce a<br />
Bolivia, hasta Agua Blanca, paseo de compras, regreso por Acambuco,<br />
reserva provincial; escalada de cerros y recorrido de los ríos. “Los<br />
funcionarios no nos apoyan. Y bu<strong>en</strong>o, me dijo Hippie, lo hagamo de<br />
prepo. No, es difícil. Yo, estando <strong>en</strong> Bu<strong>en</strong>os Aires, y vi<strong>en</strong>do a los políticos,<br />
al presid<strong>en</strong>te, y a la mujer del presid<strong>en</strong>te, que <strong>está</strong>n tan embolados ellos,<br />
y no <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran un plan de gobierno nacional, yo me vine con la<br />
int<strong>en</strong>ción de que nosotros t<strong>en</strong>emos que valernos de nuestros propios<br />
recursos, hacer una cooperativa agrícola, sembrar, producir e<br />
industrializar nuestros productos. Yo creo que nosotros t<strong>en</strong>emos que<br />
dejar el bolsón, dejar los planes trabajar y dedicarnos de ll<strong>en</strong>o al campo.<br />
Porque esto no es para un año ni para dos, van a pasar diez años para<br />
que la Arg<strong>en</strong>tina vuelva a levantarse, si no es más”.<br />
Se ha hecho la noche y una nube de mosquitos ha com<strong>en</strong>zado a<br />
atorm<strong>en</strong>tarnos; el cielo, contemplado desde aquí, es un manto de estofa,<br />
azul índigo, iluminado por la extravagante y quieta arquitectura de las<br />
estrellas. Pocho, virtual secretario de Agricultura y Medio Ambi<strong>en</strong>te de la<br />
Unión de Trabajadores Desocupados de G<strong>en</strong>eral Mosconi, ceba el último<br />
mate, el del estribo, y luego nos acompaña hasta la tranquera del vivero.<br />
Su abrazo es afectuoso, franco. Encoge los hombros, se despide: “¿Qué le<br />
vamo a hacer? El político se quedó sin seso, ya no sab<strong>en</strong> qué hacer ni qué<br />
decir, no sé qué han estudiado, han llegado a abogados, porque la<br />
mayoría son abogados, y no sé para qué han estudiado”.<br />
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Sábado 25<br />
Día de fiesta, día celeste y blanco, de rutilantes escarapelas sujetas <strong>en</strong> el<br />
pecho a la manera de inquebrantable símbolo de rebeldía y pundonor, me<br />
han dicho; día de celebración de la gesta patria, de sublime<br />
rememoración de los primeros alaridos de libertad y cond<strong>en</strong>a a los<br />
inescrupulosos colonizadores españoles que abrigaban el fatuo propósito<br />
de hacer añicos nuestro destino de grandeza y someternos, por el resto<br />
de los años, a la miseria y a la burla, al servilismo y la contínua<br />
expoliación. Hoy, aquí, mi<strong>en</strong>tras erramos por la plaza c<strong>en</strong>tral de Mosconi,<br />
el festejo su<strong>en</strong>a a impúdica ocurr<strong>en</strong>cia. Patria, término tan equívoco que a<br />
lo largo de la historia ha salido de las bocas más disímiles para justificar<br />
barbaries de toda índole. En la plaza, un puñado de familias hundidas <strong>en</strong><br />
la pobreza ha montado s<strong>en</strong>cillos puestos de v<strong>en</strong>ta de comida; humita,<br />
panes caseros, empanadas; un grupo de escolares, patrióticam<strong>en</strong>te<br />
acicalados para la ocasión, canta canciones patrias hasta desgargantarse.<br />
Por lo demás, ap<strong>en</strong>as una dec<strong>en</strong>a de personas deambulando por allí. No<br />
ha sido fácil, pero después de mucho andar hemos podido <strong>en</strong>contrar un<br />
lugar donde s<strong>en</strong>tarnos a una mesa a tomar café. Le pregunto al mozo qué<br />
opina de la UTD. “¿<strong>La</strong> de Pepino?”, responde. “Y, a mí me parece que acá<br />
hay mucho hambre. Es cierto que a los comerciantes no nos convi<strong>en</strong><strong>en</strong><br />
los cortes, pero ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que <strong>en</strong>contrar alguna solución, ellos <strong>está</strong>n muy<br />
mal. Yo tuve planes trabajar tres meses. El día que <strong>en</strong>tró la g<strong>en</strong>darmería<br />
me salvé por un milímetro. Entraron disparando, yo justo salía y estaba<br />
pidi<strong>en</strong>do fuego a un vecino, por suerte bajé la cabeza para <strong>en</strong>c<strong>en</strong>derlo<br />
cuando s<strong>en</strong>tí una bala que me silbó al lado”. Un disparo que pasó a un tris<br />
de su cráneo, pero él ha referido el episodio con despreocupación y<br />
llaneza, <strong>en</strong> tanto servía el café y, acto seguido, se alejó con la bandeja<br />
bajo el brazo, silbando, ahora él, una música de <strong>La</strong> Mosca. A las once de<br />
la mañana nos <strong>en</strong>caminamos hacia la casa de Juan Nievas, uno de los<br />
fundadores de la UTD que un par de años atrás resolvió buscar mejor<br />
fortuna <strong>en</strong> la Corri<strong>en</strong>te Clasista y Combativa, la CCC, que lidera el Perro<br />
Santillán.<br />
Nievas habita una vieja casona de paredes sólidas, macizas, como las de<br />
antaño. Nos ati<strong>en</strong>de <strong>en</strong> una sala que, a juzgar por el moblaje y los objetos<br />
que observo, es living, estudio y comedor: una mesa antigua, larga, de<br />
madera pesada; una máquina de escribir Remington; biblioteca ll<strong>en</strong>a de<br />
<strong>en</strong>ciclopedias, diccionarios y carpetas; una cómoda de cajones anchos.<br />
Nievas es un hombre de pelo y bigote muy negros, rostro y expresiones<br />
que me recuerdan la estampa de Julio César Aráoz, ex funcionario de<br />
Carlos M<strong>en</strong>em. Da la impresión de estar habituado a la charla <strong>política</strong>, a<br />
las <strong>en</strong>trevistas con extraños. Son varias las g<strong>en</strong>eraciones de Nievas que<br />
han trabajado <strong>en</strong> YPF; Juan ti<strong>en</strong>e once hermanos y todos ellos, <strong>en</strong> algún<br />
mom<strong>en</strong>to de su vida, han sido empleados de la empresa petrolera. El, sin<br />
88
embargo, t<strong>en</strong>ía otros planes. A los doce años decidió estudiar <strong>en</strong> un<br />
seminario y convertirse <strong>en</strong> cura, pero su padre profesaba un odio visceral,<br />
y a todas luces at<strong>en</strong>dible, hacia curas, santos, iglesia, ritos y todo lo que<br />
le trajese a la memoria cualquier tipo de misticismo o religión: su casa se<br />
había inc<strong>en</strong>diado a causa de una vela que una noche la abuela había<br />
<strong>en</strong>c<strong>en</strong>dido para animar al santo, pero con tal mala fortuna que un golpe<br />
de vi<strong>en</strong>to la hizo caer al suelo y de la casa quedaron ap<strong>en</strong>as escombros.<br />
Juan, <strong>en</strong>tonces, quiso ser aviador; quería saber qué se si<strong>en</strong>te al examinar<br />
la vida desde las alturas; pero el padre, una vez más, le frustró el deseo.<br />
Los quehaceres celestiales, <strong>en</strong> fin, no estaban contemplados <strong>en</strong> su<br />
destino, razón por la cual se resignó a continuar con los piés sobre la<br />
tierra. Primero, la militancia social, con tinte cristiano, <strong>en</strong> su barrio; de allí<br />
saltó a una profunda admiración hacia Che Guevara, de qui<strong>en</strong> lleva una<br />
fotografía <strong>en</strong> su portadocum<strong>en</strong>tos continuam<strong>en</strong>te; luego, el ingreso <strong>en</strong><br />
YPF y años de actividad gremial. Hoy, toda su admiración <strong>está</strong> c<strong>en</strong>trada<br />
<strong>en</strong> el Perro Santillán.<br />
Juan se sume <strong>en</strong> la circunspección, adopta la pose de un profesor de<br />
historia y se pone a remembrar las principales epopeyas de Mosconi. El<br />
primer corte de ruta, <strong>en</strong> septiembre de 1991, cuando la población hizo<br />
suyas las calles de la ciudad al grito de “¡YPF no se regala ni se v<strong>en</strong>de, se<br />
defi<strong>en</strong>de!”. <strong>La</strong> pueblada de 1997, que finalizó con la obt<strong>en</strong>ción de cinco<br />
mil planes trabajar de dosci<strong>en</strong>tos veinte pesos. El gesto solidario de la<br />
UTD con la población de Tartagal <strong>en</strong> diciembre de 1999: “El gobierno<br />
provincial quería echar 162 empleados municipales de Tartagal, <strong>en</strong>tonces<br />
fui hasta allá con otros compañeros y <strong>en</strong> asamblea se decidió el corte;<br />
volvimos a Mosconi caminando, diez kilómetros, éramos ci<strong>en</strong>tos,<br />
instalamos los piquetes y no había pasado media hora cuando nos llegó la<br />
infantería con gases, con garrotes. Me pegaron malam<strong>en</strong>te a mí. Me<br />
dieron garrotes <strong>en</strong> la espalda. <strong>La</strong> g<strong>en</strong>te se <strong>en</strong>ardeció. Los policías al final<br />
pedían disculpas llorando”. Gasta bu<strong>en</strong>a <strong>parte</strong> de su tiempo <strong>en</strong> la<br />
recolección de datos que le permitan demostrar, de manera irrefutable,<br />
que Gómez y Justiniano fueron asesinados <strong>en</strong> el corte de mayo del 2000,<br />
y de modo alguno se trató de un accid<strong>en</strong>te de tránsito, como<br />
groseram<strong>en</strong>te la pr<strong>en</strong>sa local y la policía aseveraron <strong>en</strong> su mom<strong>en</strong>to. “Ya<br />
t<strong>en</strong>emos pruebas de que han sido torturados. Los cadáveres aparecieron<br />
<strong>en</strong> bolsas y esposados, y luego se quiso hacer pasar el hecho como un<br />
accid<strong>en</strong>te de tránsito. <strong>La</strong> madre de Justiniano, que es una mujer muy<br />
humilde, empezó a recoger testimonios de vecinos de la zona. Iba ella<br />
con un grabadorcito, como si fuera una periodista, y preguntaba. Una<br />
señora le contó todo lo que vió. Gomez t<strong>en</strong>ía 19 años, trabajaba de<br />
movilero <strong>en</strong> una radio, estaba <strong>en</strong> el corte y se habían alejado, junto con<br />
Justiniano, para buscar leña. Justiniano era boxeador. Su mujer estaba<br />
embarazada cuando él murió. Luego nació una n<strong>en</strong>a”.<br />
89
Al parecer, las torturas <strong>en</strong> G<strong>en</strong>eral Mosconi son cosa común y ordinaria.<br />
Juan extrae una carpeta de uno de los cajones de la cómoda y me la<br />
alcanza. Son declaraciones judiciales de dos jóv<strong>en</strong>es que fueron det<strong>en</strong>idos<br />
<strong>en</strong> junio de 2001, durante el corte, y la posterior represión, donde<br />
cayeron asesinados Barrios y Santillán. “Yo v<strong>en</strong>ía con mi novia e íbamos a<br />
ver qué hacía la g<strong>en</strong>te que estaba cortando la calle d<strong>en</strong>tro de la ciudad de<br />
Mosconi”, declara uno de ellos, de dieciocho años, “<strong>en</strong>tonces vinieron<br />
unos g<strong>en</strong>darmes, me agarraron y me dijeron que yo estaba cortando la<br />
ruta y me empezaron a pegar <strong>en</strong> la cabeza, me remontaron el arma y me<br />
dijeron 'te vamos a matar aquí nomás'. Luego me subieron al camión, me<br />
taparon los ojos, me decían que yo era francotirador, pero yo no t<strong>en</strong>go<br />
nada que ver con eso. (...) Después me bajaron la ropa, me dijeron que<br />
me agachara y me pegaron con los bastones (...) Después, arriba del<br />
camión, agarraron una picana y com<strong>en</strong>zaron a darme corri<strong>en</strong>te eléctrica”.<br />
Paso la vista por el otro testimonio: “Yo estaba durmi<strong>en</strong>do <strong>en</strong> mi casa y<br />
<strong>en</strong>traron varios g<strong>en</strong>darmes con bastones, gomas, las pistolas <strong>en</strong> las<br />
manos y me preguntaron si yo t<strong>en</strong>ía armas, después me <strong>en</strong>capucharon y<br />
me llevaron al monte, donde me pegaron patadas y me ahorcaron con<br />
una remera vieja que t<strong>en</strong>ía, también am<strong>en</strong>azaron a mi mujer y mis hijos,<br />
después me subieron a un camión donde me siguieron pegando”.<br />
Juan recuerda los sucesos del 17 de junio de 2001 y, <strong>en</strong>tornando los<br />
párpados, admite sin rodeos que fue la experi<strong>en</strong>cia que más lo aterrorizó.<br />
“Creía que me mataban. Me metieron <strong>en</strong> una cuatro por cuatro, se<br />
metieron <strong>en</strong> un camino alternativo, oscuro, pl<strong>en</strong>a selva, mi<strong>en</strong>tras me<br />
golpeaban como locos. Por suerte, terminé <strong>en</strong> una cárcel de Salta”. Hoy<br />
maneja 250 planes trabajar y dirige un comedor popular que funciona<br />
gracias a los aportes de comerciantes y particulares; vive del pan que<br />
fabrica <strong>en</strong> su casa y v<strong>en</strong>de por el barrio, y, también, de la ayuda<br />
económica que le brindan sus hermanas y cuñados. Su alejami<strong>en</strong>to de la<br />
UTD, de la que fue uno de los fundadores <strong>en</strong> 1996, ocurrió a raíz de<br />
disid<strong>en</strong>cias <strong>política</strong>s y metodológicas. “Ellos no son muy adictos a las<br />
asambleas”, dice, “y yo considero que todo debe ser asambleario. Cuando<br />
dejé la UTD ellos me decían: te hubieses quedado, pero bu<strong>en</strong>o, me<br />
parece bi<strong>en</strong> que ustedes hagan como ustedes cre<strong>en</strong> que deb<strong>en</strong> hacer las<br />
cosas, y yo salí de ellos, pero eso no dice que estemos <strong>en</strong>emistados ni<br />
nada por el estilo”. Echa un vistazo al reloj; el mediodía ya <strong>está</strong> avanzado.<br />
Juan se excusa, <strong>en</strong> pocos minutos más debe partir hacia una reunión con<br />
delegados de la CCC. Ya <strong>en</strong> el portal de la casa, nos estrecha la mano,<br />
agrega: “ A Pepino yo por ahí le digo, no <strong>en</strong> un tono de reproche, que<br />
para mí sería mucho mejor que t<strong>en</strong>gamos ciertas actitudes de prud<strong>en</strong>cia,<br />
no por el hecho de que nos sometamos a ciertas cosas, pero sí que<br />
prev<strong>en</strong>gamos, porque nos pued<strong>en</strong> matar más compañeros”.<br />
90
Otra vez la calle sin sombras, el sopor, y los piés que se apresuran para<br />
escapar del sol y ganar la plaza, es decir, los puestos de comida, humita,<br />
alguna empanada de veras salteña, un bu<strong>en</strong> bocado que nos reconcilie<br />
con el mundo.<br />
Domingo 26<br />
Tomás ha v<strong>en</strong>ido a despedirnos con su hija m<strong>en</strong>or, de tres años. Durante<br />
un largo rato, <strong>en</strong> tanto aguardamos la llegada del ómnibus que nos<br />
conducirá a Salta capital, permanecemos callados, acaso melancólicos;<br />
sabemos que, muy probablem<strong>en</strong>te, transcurrirá mucho tiempo hasta que<br />
ocurra un próximo <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro. Tomás ti<strong>en</strong>e <strong>en</strong>tre las manos una máquina<br />
fotográfica antigua y hogareña. Me mira y no se atreve a decírmelo; por<br />
fin, al advertir que el ómnibus <strong>está</strong> a poco de estacionar, le <strong>en</strong>trega la<br />
máquina a <strong>La</strong>ura, se pone a mi lado, un brazo por sobre mi hombro, y<br />
con placer y gran sonrisa oimos el clic, dos, tres veces. El abrazo final es<br />
cálido, prolongado.<br />
<strong>La</strong>ura, compruebo, no se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra con ánimo para la charla; tampoco<br />
yo. Me meto, pues, <strong>en</strong> la lectura de El Tribuno, el diario de la familia<br />
Romero, señores feudales de la provincia: Duhalde am<strong>en</strong>aza con<br />
r<strong>en</strong>unciar; admite: “Sólo, no puedo continuar”; mañana, <strong>en</strong> Santa Rosa,<br />
reunión clave con los gobernadores para superar la crisis luego del traspié<br />
con la ley de subversión económica. Rumores indican el adelantami<strong>en</strong>to<br />
de las elecciones. En su homilía por el 25 de mayo, el Card<strong>en</strong>al Bergoglio<br />
d<strong>en</strong>unció “la exclusión de 20 millones de hermanos con hambre y la<br />
dignidad pisoteada”. Duhalde <strong>en</strong>cabezó los actos por el 192 aniversario de<br />
la Revolución de Mayo, con un gran dispositivo policial <strong>en</strong> Plaza de Mayo;<br />
las asambleas de capital realizaron su cacerolazo de repudio aunque a<br />
una prud<strong>en</strong>te distancia. Chiche quiere ser gobernadora de la provincia de<br />
Bu<strong>en</strong>os Aires: “Yo me si<strong>en</strong>to capaz de ser gobernadora. Dios dirá. <strong>La</strong><br />
verdad es que yo me creo capaz de llevar adelante la provincia”.<br />
Reutemann tuvo que retirarse por la puerta trasera de la catedral de<br />
Santa fé, luego de la homilía, para eludir el <strong>en</strong>ojo de c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ares de<br />
personas que lo esperaban fuera con el fin de expresar su repudio a la<br />
<strong>política</strong> económica. El precio de la bolsa de harina aum<strong>en</strong>tó 300 por ci<strong>en</strong>to<br />
<strong>en</strong> cinco meses. Por primera vez <strong>en</strong> la historia llegarán a Tartagal las<br />
imág<strong>en</strong>es de los patronos de la provincia: el señor y la virg<strong>en</strong> del milagro.<br />
Cecilia Bolocco ha vuelto a la televisión chil<strong>en</strong>a con su programa “Aquí se<br />
pasa Mundial”; el primer invitado ha sido Diego Maradona; hoy celebra un<br />
año de su casami<strong>en</strong>to con M<strong>en</strong>em. Estados Unidos continúa<br />
bombardeando el sur de Irak; <strong>en</strong> esta oportunidad, los objetivos fueron<br />
instalaciones civiles y de servicios; dieciocho civiles muertos. El ejército<br />
israelí, con tanques, blindados y helicópteros, irrumpió anoche <strong>en</strong> la<br />
91
ciudad cisjordana de Belén; el gobernador de la histórica ciudad sólo dijo:<br />
“Ya no sé qué es lo que quiere Israel del pueblo palestino”.<br />
Un control caminero de la G<strong>en</strong>darmería me obliga a interrumpir la<br />
lectura; todos abajo, vamos, rapidito, con todas sus pert<strong>en</strong><strong>en</strong>cias. Los<br />
g<strong>en</strong>darmes parec<strong>en</strong> haber salido de una factoría de hombres car<strong>en</strong>tes por<br />
completo de todo rasgo humano; cada uno de los rostros exhala odio,<br />
hondo res<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to. El hacedor de esta g<strong>en</strong>te podría haber ideado un<br />
molde más llevadero y amable. <strong>La</strong> requisa de bolsos y valijas es lerda y<br />
minuciosa. Pregunto, al g<strong>en</strong>darme que acaba de inspeccionar mi equipaje,<br />
si puedo regresar al ómnibus. No, de ningún modo; antes, me dice<br />
señalando la <strong>parte</strong> trasera de una <strong>en</strong>orme casa rodante que, supongo,<br />
emplean como dormitorio y base de operaciones, antes debe pasar por<br />
allí. Gana de mandarlo al diablo. En la <strong>parte</strong> trasera me sorpr<strong>en</strong>de otro<br />
g<strong>en</strong>darme, uno de catadura aún más cerril y asustadora; sin decir palabra<br />
comi<strong>en</strong>za a recorrer todo mi cuerpo con sus manazas; los pies, los brazos,<br />
el pecho, la nuca, las piernas. ¿Puedo retirarme? “No. Bájese el pantalón<br />
hasta las rodillas”. Obedezco, y el bu<strong>en</strong> hombre, con su mano derecha,<br />
dedos vigorosos y ásperos, se pone a hurgar <strong>en</strong> mis testículos.<br />
Tercera <strong>parte</strong><br />
Neuquén, Cutral-Có, All<strong>en</strong><br />
(junio, 2002)<br />
Sábado 15<br />
El país ha recobrado su ánimo habitual, es decir, rostros desabridos,<br />
nervios hechos un embrollo, p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos cargados de furor, músculos<br />
92
estrangulados. El lat<strong>en</strong>te deseo, <strong>en</strong> suma, de trepar a la pirámide de<br />
Mayo, mandar todo mundo al demonio, y acto seguido abrirse la garganta<br />
con una cuchilla mellada. Por lo demás, con ansia, con lógica y febril<br />
expectación, cada uno de los habitantes no hace más que contar los días<br />
que restan para el adv<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to del 9 de julio, fecha que Duhalde ha<br />
establecido para celebrar <strong>en</strong> las calles del país el fin de los pesares y el<br />
comi<strong>en</strong>zo de la bu<strong>en</strong>av<strong>en</strong>tura. Todo, <strong>en</strong> fin, ha vuelto a su cauce normal.<br />
Es que la selección de fútbol ha sido eliminada del campeonato mundial,<br />
y, por tanto, de los cráneos, aunque la gallarda actuación de Claudio<br />
Canniggia, que todavía debe de t<strong>en</strong>er el trasero <strong>en</strong>tumecido al cabo de<br />
tantas horas de asi<strong>en</strong>to <strong>en</strong> el banco de supl<strong>en</strong>tes, habrá de ser recordada<br />
por siempre, <strong>en</strong> particular la tan oportuna sonrisa que soltó cuando lo<br />
expulsaron del mismísimo banco; quizá el réferi obró de ese modo movido<br />
por la misericordia, e hizo lo que hizo con el único propósito de brindarle<br />
al hombre la posibilidad de estirar las piernas.<br />
Anoche, horas antes de meterme <strong>en</strong> el ómnibus que me ha traído a<br />
Neuquén, he podido leer una vez más el informe que <strong>La</strong>ura ha escrito<br />
acerca de la historia del conflicto <strong>en</strong> la fábrica de cerámicos Zanon: “No<br />
imaginaba el señor Luis Zanon que su apellido sería algún día sinónimo de<br />
lucha y rebelión. A los 28 años salió de Padua, Italia, con el fin de probar<br />
suerte <strong>en</strong> el sur de América. Y vaya si la tuvo: se adueñó del parque de<br />
diversiones Ital Park, el inabarcable e histórico predio de Callao y av<strong>en</strong>ida<br />
Libertador que años atrás debió cerrar sus puertas a raíz del accid<strong>en</strong>te<br />
que le costó la vida a una adolesc<strong>en</strong>te. En el año 1975 decidió ampliar el<br />
círculo de sus negocios y proyectó una fábrica de cerámicos. Fue uno de<br />
los tantos empresarios que lograron edificar fortunas durante la dictadura<br />
militar. Zanon se instaló <strong>en</strong> Neuquén e hizo realidad su proyecto. Luego<br />
tomó champagne con M<strong>en</strong>em, junto a qui<strong>en</strong> se fotografió orgulloso;<br />
recibió importantes apoyos del gobierno provincial, unos 5 millones de<br />
dólares; a partir del año 1993, el gobernador de Neuquén, Jorge Sobisch,<br />
empezó a t<strong>en</strong>er el hábito de m<strong>en</strong>cionarlo <strong>en</strong> cada discurso como ejemplo<br />
de empresario modelo; el Banco Interfinanzas Internacional, con sede <strong>en</strong><br />
las islas Cayman, también aportó lo suyo con 20 millones de dólares;<br />
Zanon se convirtió <strong>en</strong> una de las principales empresas provinciales y don<br />
Luis creció de tal forma que logró ampliar sus negocios <strong>en</strong> dim<strong>en</strong>siones<br />
insospechadas: adquirió acciones de la privatizada Aerolíneas Arg<strong>en</strong>tinas y<br />
de canales de televisión. Sin embargo, ninguno de estos aportes parece<br />
haber sido sufici<strong>en</strong>te. Sobre el fin del 1999, a tono con el comportami<strong>en</strong>to<br />
de la mayor <strong>parte</strong> de los empresarios nacionales, decidió que para<br />
mant<strong>en</strong>er la empresa `con costos internacionales razonables´ debía<br />
despedir a bu<strong>en</strong>a <strong>parte</strong> del personal. Así, pues, anunciaron rebajas<br />
salariales y el despido de 100 obreros. No imaginaba el señor Zanon que<br />
algui<strong>en</strong> osaría resistirse a esta decisión. En el año 1998, un jov<strong>en</strong> obrero<br />
93
llamado Raúl Godoy, con el apoyo de gran cantidad de trabajadores,<br />
había conseguido arrebatarle la comisión interna de la fábrica a los<br />
tradicionales dirig<strong>en</strong>tes sindicales burócratas. Godoy era un hombre por<br />
demás tranquilo y apocado, pero con qui<strong>en</strong>, Don Luis supo luego, no se<br />
puede hablar. De hecho, los trabajadores no aceptaron los despidos<br />
masivos, d<strong>en</strong>unciaron el int<strong>en</strong>to de vaciami<strong>en</strong>to de la empresa, realizaron<br />
un paro de 34 días por falta de pago, consiguieron que les pagu<strong>en</strong> por un<br />
tiempo, hasta que volvieron a susp<strong>en</strong>der los sueldos, <strong>en</strong>tonces cortaron<br />
rutas y pu<strong>en</strong>tes, y finalm<strong>en</strong>te tomaron la empresa. Don Zanon también<br />
recurrió al corte, el del gas <strong>en</strong> su caso, para apagar así los hornos. El<br />
Sindicato de Obreros y Empleados Ceramistas de Neuquén (SOECN), cuyo<br />
titular es precisam<strong>en</strong>te Godoy, planteó <strong>en</strong>tonces un Lock Out of<strong>en</strong>sivo de<br />
<strong>parte</strong> de la patronal. El 31 de octubre de 2001 los ceramistas lograron una<br />
s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>cia histórica cuando la jueza María Rivero de Taiana falló contra la<br />
empresa y ord<strong>en</strong>ó el embargo del 40 por ci<strong>en</strong>to del stock para pagar los<br />
sueldos atrasados. Sin embargo, ésto no sería sufici<strong>en</strong>te. El 14 de<br />
noviembre los obreros de Zanon cortan la ruta 22. Llevan dos meses sin<br />
cobrar. <strong>La</strong> ciudad permanece incomunicada. El 24 de noviembre decid<strong>en</strong><br />
<strong>en</strong>c<strong>en</strong>der los hornos y hacer funcionar las máquinas para producir por un<br />
día. Unos días después, don Luis Zanon decide que esto es una<br />
irrever<strong>en</strong>cia y cierra la fábrica, <strong>en</strong>viando 380 telegramas de despido. `<strong>La</strong><br />
actitud de Zanon de cerrar la planta y despedir al personal contraría la<br />
resolución de dos fallos judiciales, que no sólo la mandaron a pagar<br />
sueldos caídos sino también a reactivar la planta. Esto es un virtual<br />
desacato´, opinó Mariano Pedrero, asesor legal de los ceramistas. El 30<br />
de noviembre, Neuquén estalla. Los obreros de Zanon protestan, y ahora<br />
se le suman los movimi<strong>en</strong>tos de trabajadores desocupados y algunos<br />
sindicatos. <strong>La</strong> policía reprime, la casa de Gobierno es casi inc<strong>en</strong>diada, hay<br />
dec<strong>en</strong>as de det<strong>en</strong>idos que deb<strong>en</strong> ser liberados inmediatam<strong>en</strong>te por<br />
presión de la movilización. El sindicato d<strong>en</strong>unció: `Los trabajadores<br />
fueron gaseados y baleados a mansalva, con varios heridos,<br />
hospitalizados y 16 det<strong>en</strong>idos. Los gases <strong>en</strong>traron a las escuelas y<br />
hospitales donde se refugiaban los trabajadores ante la represión. Y a seis<br />
cuadras de la casa de gobierno se <strong>en</strong>cañonó con una pistola 9 milímetros<br />
a la esposa de un trabajador ceramista que se negaba a ser det<strong>en</strong>ido. Por<br />
radio se pudieron escuchar las voces de policías pidi<strong>en</strong>do la det<strong>en</strong>ción de<br />
Raúl Godoy, secretario g<strong>en</strong>eral del SOECN´. El 11 de diciembre el diario<br />
Río Negro anunciaba: `Los ceramistas com<strong>en</strong>zaron ayer a v<strong>en</strong>der pisos,<br />
desde cerámicos comunes hasta el coqueto porcellanato, productos que la<br />
Justicia embargó a la fábrica Zanon para que los operarios percibieran sus<br />
sueldos´. <strong>La</strong> v<strong>en</strong>ta, <strong>en</strong> la puerta de la fábrica, con obreros dev<strong>en</strong>idos<br />
v<strong>en</strong>dedores, fue un éxito. El stock se agotó. Los precios mayoristas<br />
t<strong>en</strong>taron a vecinos de Roca, Neuquén, Plottier y hasta Bariloche. Faltaba<br />
94
poco más de una semana para que la Arg<strong>en</strong>tina se estremeciese con la<br />
pueblada y la caída de De la Rúa, pero <strong>en</strong> Zanon las cosas ya se habían<br />
precipitado. En marzo de 2002, la fábrica empezó a funcionar<br />
normalm<strong>en</strong>te, bajo control obrero, con 270 trabajadores. Los cuatro<br />
hornos --el de porcellanato, los dos de monococción y el de `tercer<br />
fuego´, para guardas--, ya estaban trabajando a pl<strong>en</strong>o. Por primera vez<br />
se comercializaban cerámicos realizados bajo control obrero y a precios<br />
populares. Hicieron acuerdos con los mapuches para obt<strong>en</strong>er la arcilla<br />
como materia prima y lanzaron un nuevo diseño <strong>en</strong> hom<strong>en</strong>aje a la<br />
comunidad aborig<strong>en</strong>. Hubo conv<strong>en</strong>ios con la Universidad del Comahue<br />
para asist<strong>en</strong>cia técnica <strong>en</strong> proyectos. Hoy cu<strong>en</strong>tan con la solidaridad de<br />
sindicatos y desocupados neuquinos. <strong>La</strong>s cuestiones legales avanzan y<br />
retroced<strong>en</strong>. Ti<strong>en</strong><strong>en</strong> la posibilidad de un desalojo cada vez que un juez<br />
decide interpretar de manera diversa la situación. Mi<strong>en</strong>tras tanto, la<br />
fábrica continúa tomada y produci<strong>en</strong>do. El f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o pasó las fronteras<br />
provinciales. Un sábado de marzo de este año, Bersuit Vergarabat se<br />
sumó a un recital <strong>en</strong> apoyo a los obreros ceramistas. Corearon sus<br />
canciones 4.000 personas. `Gracias por el aguante´, se limitó a decir,<br />
emocionado, Raúl Godoy. A los vaiv<strong>en</strong>es legales le siguieron las<br />
am<strong>en</strong>azas, los int<strong>en</strong>tos de secuestro, el robo de lo recaudado para el<br />
cobro de sueldos con perman<strong>en</strong>tes refer<strong>en</strong>cias a que `son unos zurdos de<br />
mierda´, y el posible desalojo viol<strong>en</strong>to de la fábrica. Hoy son dec<strong>en</strong>as las<br />
fábricas que han iniciado un idéntico camino: resistir al cierre, preservar la<br />
fu<strong>en</strong>te de trabajo. <strong>La</strong> textil Brukman, Panificación Cinco, Grissinópolis e<br />
Impr<strong>en</strong>ta Chilavert, <strong>en</strong> Capital; la Clínica Junín, de Córdoba;<br />
Supermercados Tigre y <strong>La</strong>valana, <strong>en</strong> la provincia de Bu<strong>en</strong>os Aires; los<br />
metalúrgicos de R<strong>en</strong>acer, <strong>en</strong> Ushuaia; la Cristalería Cuyo, <strong>en</strong> Rosario; las<br />
cerámicas Steffani y Del Valle, <strong>en</strong> Neuquén, y cooperativas como el<br />
Frigorífico J. J. Gómez, <strong>en</strong> Río Negro; los mineros de Rio Turbio; etcétera.<br />
Poco m<strong>en</strong>os de un c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ar de fábricas bajo control obrero”.<br />
* * *<br />
El largo viaje <strong>en</strong> ómnibus, a causa de circunstancias imprevistas, ha sido<br />
por lo m<strong>en</strong>os desapacible. En el asi<strong>en</strong>to contiguo se instaló una mujer de<br />
cuar<strong>en</strong>ta y pocos años, pelo teñido de rubio con reflejos color castaño,<br />
mujer curiosa y de l<strong>en</strong>gua activa. No habíamos transpuesto siquiera los<br />
límites de la capital federal y ya me había referido vida y obra: neuquina,<br />
tres hijos, dos matrimonios, artesanal hacedora de dulces y conservas de<br />
lomitos de ciervo, amante de la bu<strong>en</strong>a vida y ardorosa partidaria del ocio<br />
y la explotación, porque lo mejor, ¿sabés?, es que otro labure por vos,<br />
que trabaj<strong>en</strong> para mí, ¿no?, para qué meterte un uniforme y trabajar, que<br />
lo hagan otros, ¿<strong>en</strong>t<strong>en</strong>dés?, y vos dedicáte a disfrutar, como hago yo,<br />
95
¿viste?, y por eso viajo todas las semanas a Bu<strong>en</strong>os Aires, porque estoy<br />
haci<strong>en</strong>do un curso de podología <strong>en</strong> el partido de San Martín, <strong>en</strong> Neuquén<br />
no hay, qué raro, ¿no?, y me va bastante bi<strong>en</strong>, miráme los pies, mirá, no<br />
seás tímido, estoy apr<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do, ¿no te parece?, pero ahora habláme de<br />
vos, qué hacés, para qué viajás a Neuquén. Cometí la tontera de serle<br />
sincero. ¿Zanon?, pero por qué no me lo dijiste antes, qué bu<strong>en</strong>o,<br />
increíble, cuando se lo cu<strong>en</strong>te a mi marido no lo va a creer, ¿sabés?,<br />
porque nosotros somos íntimos de Domingo Geracci, ¿te su<strong>en</strong>a?, íntimo,<br />
él, de Luis Zanon, unos divinos, y Domingo ti<strong>en</strong>e una cabaña cerquita de<br />
la nuestra, <strong>en</strong> el lago Mari-M<strong>en</strong>uco, och<strong>en</strong>ta kilómetros de la capital, y si<br />
supieras cómo cocina Domingo, es bárbaro, y lo simpático que es, no,<br />
dejáte de embromar con los obreros de Zanon y v<strong>en</strong>íte mañana, cuando<br />
quieras, a comer las truchas que prepara Domingo, ¿sabés pescar?, y si<br />
no sabés no importa, nos metemos <strong>en</strong> el yate y allá vamos, dále, v<strong>en</strong>íte,<br />
por favor, ellos van a estar felices de conocerte ...<br />
Ahora, <strong>en</strong> el interior de un auto, camino a la fábrica, le cu<strong>en</strong>to a Juan el<br />
episodio. ¿Te das cu<strong>en</strong>ta?, digo, no m<strong>en</strong>os de cuar<strong>en</strong>ta pasajeros y justo<br />
me tocó esa mina. Ríe. No cree <strong>en</strong> las casualidades; Geracci, me dice, es<br />
un personaje siniestro; <strong>en</strong> los papeles, era jefe de los obreros de<br />
albañilería de la fábrica, pero <strong>en</strong> realidad era la mano derecha, el buchón<br />
de Luis Zanon padre, no trabajaba nunca, se dedicaba a espiar, nomás.<br />
Juan echa risitas. “Todos lo llamábamos Rama Seca, porque estaba al<br />
pedo <strong>en</strong> la planta”. Juan es un hombre jov<strong>en</strong>, flaco, <strong>en</strong> extremo<br />
reservado; lo conocí <strong>en</strong> Bu<strong>en</strong>os Aires durante la visita que un grupo de<br />
trabajadores de Zanon hizo a Brukman. Dejamos atrás las calles c<strong>en</strong>trales<br />
de Neuquén y, por la ruta, nos dirigimos hacia la fábrica, situada <strong>en</strong> las<br />
afueras. El frío, pese al sol y el cielo abierto, y a la calefacción que Juan<br />
ha puesto a funcionar <strong>en</strong> el auto, es implacable, se <strong>en</strong>tremete por toda<br />
<strong>parte</strong>. El predio donde <strong>está</strong> as<strong>en</strong>tada la fábrica es inm<strong>en</strong>so; ya <strong>en</strong> la<br />
<strong>en</strong>trada tropezamos con Raúl Godoy, que me saluda con sincero afecto, y<br />
un grupo de delegados de la fábrica. Están malhumorados, presas de la<br />
perturbación, prontos a iniciar una urg<strong>en</strong>te reunión a causa de las<br />
declaraciones que los Zanon, padre e hijo, han formulado <strong>en</strong> los diarios<br />
<strong>La</strong> Mañana y Río Negro. Juan me alcanza los periódicos. “P<strong>en</strong>samos<br />
que t<strong>en</strong>íamos un conflicto gremial, pero estamos fr<strong>en</strong>te a un movimi<strong>en</strong>to<br />
político”, ha dicho Zanon hijo, y añadió: “Godoy ti<strong>en</strong>e aspiraciones<br />
<strong>política</strong>s, podría tirarse a diputado o gobernador. Y arrastra a un montón<br />
de personas desesperadas. Están cometi<strong>en</strong>do un delito”. Don Luigi, el<br />
padre, razonó: “Si no nos dejan trabajar <strong>en</strong> nuestra empresa, ¿ante qué<br />
estamos?, ¿una confiscación?, ¿una expropiación?”. Un jov<strong>en</strong> alto, de<br />
anteojos, se ha puesto a leer por sobre mi hombro. Es Mariano Pedrero,<br />
abogado del sindicato. Están preparando el terr<strong>en</strong>o para un futuro<br />
desalojo, me dice, y sería ilegal porque el lock out no es una multa, es<br />
96
una cond<strong>en</strong>a por un delito cometido por los Zanon. Están de remate si<br />
cre<strong>en</strong> que vamos a r<strong>en</strong>unciar a los fallos judiciales, que nos fueron<br />
favorables, com<strong>en</strong>ta con <strong>en</strong>ojo Godoy. Se disculpan; deb<strong>en</strong> com<strong>en</strong>zar la<br />
reunión; después dispondremos de tiempo para hablar mejor. Quedo <strong>en</strong><br />
manos de Alejandro, un obrero que da la impresión de conocer con todo<br />
detalle el funcionami<strong>en</strong>to de cada una de las áreas de la fábrica, por las<br />
que empieza a conducirme, sin ocultar cierto arrobami<strong>en</strong>to, como si fuera<br />
el propietario, y de hecho, hoy, ahora, es uno de los dosci<strong>en</strong>tos set<strong>en</strong>ta<br />
dueños; el sistema de pr<strong>en</strong>sado, el trabajo con la arcilla, los secretos del<br />
manejo de los robots, las distintas fases del proceso con sales y esmaltes,<br />
el sector del porcellanato. Me muestra piezas de distinta naturaleza; la<br />
solidez y calidad de los cerámicos, son estup<strong>en</strong>das. En tanto recorremos<br />
la planta, una larga fila de trabajadores bulliciosos concita mi at<strong>en</strong>ción; es<br />
día de pago, explica Alejandro. Me det<strong>en</strong>go, <strong>en</strong>tonces, a observarlos, y<br />
mi<strong>en</strong>tras lo hago pi<strong>en</strong>so que, de no haber sido por la <strong>en</strong>trega y la lucha<br />
de todas esas personas que ahora, de cara a una v<strong>en</strong>tanilla, <strong>está</strong>n<br />
aguardando el cobro de su salario con visible gozo, bi<strong>en</strong> podría haberme<br />
<strong>en</strong>contrado con una esc<strong>en</strong>a que <strong>en</strong> estos días se repite <strong>en</strong> ci<strong>en</strong>tos de<br />
rincones del país: un galpón <strong>en</strong> ruinas, vacío, consumido por la maleza y<br />
las telarañas. En la sala de <strong>en</strong>fermería, adonde me ha llevado Alejandro<br />
con el fin de exhibirme el acuerdo que han firmado con la Universidad del<br />
Comahue sobre asist<strong>en</strong>cia técnica, me sorpr<strong>en</strong>de Carlos Acuña, jefe de<br />
pr<strong>en</strong>sa de Zanon, un hombre morrudo, cordial e inquieto, que también he<br />
podido conocer <strong>en</strong> Bu<strong>en</strong>os Aires. Han resuelto dirigirse de inmediato hacia<br />
los medios de comunicación para responder a las acusaciones; propone<br />
que me incorpore a la comitiva: él, Raúl Godoy, Juan y Mariano. Raúl es<br />
más jov<strong>en</strong> de lo que había supuesto, quizá treinta y pico; debe de medir<br />
poco más de un metro ses<strong>en</strong>ta, barba candado, pañoleta de telar, negra,<br />
<strong>en</strong>roscada al cuello, gorra con la visera echada hacia atrás; ojos de un<br />
azul <strong>en</strong>c<strong>en</strong>dido, avispados. Aunque don Luigi opine lo contrario, se me<br />
antoja un hombre inof<strong>en</strong>sivo y dec<strong>en</strong>te. En el trayecto hablamos de modo<br />
superficial acerca del libro, las presiones que sufr<strong>en</strong> constantem<strong>en</strong>te, los<br />
logros que han alcanzado <strong>en</strong> estos meses, por ejemplo haber aum<strong>en</strong>tado<br />
la producción y pagado <strong>en</strong> término las facturas de gas y <strong>en</strong>ergía eléctrica,<br />
algo que con anterioridad a la toma no ocurría a m<strong>en</strong>udo; por lo demás,<br />
muy probablem<strong>en</strong>te apliqu<strong>en</strong> a Luis Zanon un certero y doloroso sopapo<br />
<strong>en</strong> las próximas semanas: el empleo de nuevos trabajadores. Raúl se<br />
<strong>en</strong>tusiasma cuando le refiero mi paso por Mosconi; ha estado allá y<br />
conocido a Pepino Fernández. Quedé maravillado, dice. <strong>La</strong> sala del diario<br />
<strong>La</strong> Mañana, donde nos recibe un periodista muy jov<strong>en</strong>, causa escalofrío<br />
y una at<strong>en</strong>dible gana de mandarse mudar; retratos de Carlos M<strong>en</strong>em y<br />
Julio Ramos, propietario del periódico, despid<strong>en</strong> su imborrable hálito de<br />
malamuerte desde cada una de las paredes. Pese a todo, aj<strong>en</strong>os a<br />
97
tamaña vigilancia, durante una hora Raúl y Mariano se abandonan a un<br />
discurso claro y elocu<strong>en</strong>te que el jov<strong>en</strong> periodista graba, y cuyos pasajes<br />
más relevantes anota <strong>en</strong> una libreta; los escritos judiciales que han<br />
desplegado sobre la mesa, y que Mariano explica y desm<strong>en</strong>uza con<br />
didáctica amabilidad, son irrefutables: los dichos de don Luigi Zanon <strong>está</strong>n<br />
fundados <strong>en</strong> el arrebato, el <strong>en</strong>gaño y, acaso, la ignorancia. Por fin, luego<br />
de asistir a la reiteración del acto <strong>en</strong> las oficinas del diario Río Negro, le<br />
pido a Juan que me acerque al hotel; después de todo, son las seis de la<br />
tarde, no he almorzado, <strong>en</strong> el cuerpo no t<strong>en</strong>go más que tabaco y mate,<br />
salí de Bu<strong>en</strong>os Aires veintidós horas atrás y todavía no he t<strong>en</strong>ido la<br />
oportunidad de <strong>en</strong>cerrarme <strong>en</strong> un baño a mis anchas. Me mira con<br />
desconcierto ¿Te parece?, no, mejor vamos para casa, tomamos unos<br />
mates, charlamos un poco, o, si preferís, descansás un rato, porque no<br />
podés dejarnos plantados, ¿no te com<strong>en</strong>té lo del asado?, esta noche, <strong>en</strong><br />
casa, para recibirte como corresponde, vi<strong>en</strong><strong>en</strong> unos compañeros de la<br />
fábrica, además, vivo <strong>en</strong> la ciudad de C<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ario, no es lejos y el hotel<br />
queda cerquita, después del asado te llevo, ¡vamos, compañero! A partir<br />
de ese mom<strong>en</strong>to mis recuerdos se tornan confusos, fragm<strong>en</strong>tarios. <strong>La</strong><br />
casa s<strong>en</strong>cilla de Juan; la afectuosidad de su mujer, Claudia; los llantos del<br />
hijo, Franco; el fuego para el asado con leños de manzano; la llegada de<br />
un tal Rata con kilos de carne y una damajuana de vino a cuestas; el<br />
primer trago; los sucesivos abrazos con una dec<strong>en</strong>a de hombres que<br />
empiezan a repletar el patio helado, Carlos, Pablo, el Vasco ..., la calidez y<br />
curiosidad ante mi pres<strong>en</strong>cia, y sus animadas charlas sobre cómo<br />
aum<strong>en</strong>tar la producción, bajar los precios y contratar más obreros, y el<br />
atorrante de don Luigi que les <strong>en</strong>torpece la v<strong>en</strong>ta con acciones injustas, y<br />
los obreros subrayando la conducta de Godoy, que a pesar de su<br />
militancia <strong>en</strong> el PTS jamás ha int<strong>en</strong>tado utilizar <strong>política</strong>m<strong>en</strong>te el conflicto;<br />
el asado de tira, un delicioso matambre, más vino tinto; un partido de<br />
truco perdido; el cántico: ¡qué se vayan todos, que no quede ni uno solo!,<br />
porque hay que construir desde abajo, y más vino, y, por sobre todas las<br />
cosas, la difusa imag<strong>en</strong> del grandote Pablo ocupando el c<strong>en</strong>tro de la<br />
reunión a fuerza de ocurr<strong>en</strong>cias, aparatosos bailoteos y anécdotas<br />
hilarantes. Si mal no recuerdo, son las tres de la madrugada cuando caigo<br />
r<strong>en</strong>dido <strong>en</strong> una cama; pero tardo unos minutos <strong>en</strong> alcanzar el sueño. Es<br />
que del patio llegaban ruidosas carcajadas, bromas hacia el porteño que<br />
no ti<strong>en</strong>e aguante, y la proposición que, creo, Pablo largó a viva voz y, a<br />
juzgar por el ruido de un par de motores, y el abrupto y plac<strong>en</strong>tero<br />
sil<strong>en</strong>cio, se impuso: “¡Vamos, compañeros, no me sean maricas, vamos a<br />
seguirla <strong>en</strong> algún boliche de Neuquén!”.<br />
Domingo 16<br />
98
Despierto, poco después del mediodía, <strong>en</strong> la cama del hijo de Juan;<br />
resaca feroz, de alcohol y tabaco, de charla y novedad, de fatiga<br />
acumulada al cabo de tantos desplazami<strong>en</strong>tos. En la cocina, Juan toma<br />
mate, mastica, parsimonioso, ido, un bizcocho de grasa, y de manera<br />
maquinal hace zapping <strong>en</strong> el televisor, mirando sin ver, pues ti<strong>en</strong>e el<br />
aspecto de un hombre derrotado por los excesos de anoche. Al advertir<br />
mi pres<strong>en</strong>cia se incorpora, me felicita, me besa una mejilla. ¿Por? Día del<br />
padre. Ah, claro, por supuesto, razón por la cual retribuyo el fraternal<br />
saludo. En los diarios <strong>La</strong> Mañana y Río Negro nos ponemos a buscar la<br />
versión que, imaginamos, han publicado de las <strong>en</strong>trevistas que ayer por la<br />
tarde le hicieron a Godoy. El resultado de la búsqueda me decepciona. El<br />
Río Negro ha sabido comp<strong>en</strong>diar <strong>en</strong> unas pocas líneas el sinfín de<br />
palabras que Raúl soltó durante una hora de grabación; <strong>La</strong> Mañana, <strong>en</strong><br />
cambio, ha sido más ecuánime y publicado, someram<strong>en</strong>te, algunas de las<br />
frases más relevantes. De pronto llega Claudia de la calle, el cuerpo<br />
aterido, nariz <strong>en</strong>rojecida, estregándose las manos con sevicia; de la<br />
cartera extrae un paquete <strong>en</strong>vuelto <strong>en</strong> papel de regalo y me lo <strong>en</strong>trega.<br />
Es un mate de madera, <strong>en</strong>tonces otro beso y el agradecimi<strong>en</strong>to y mi<br />
ruego: necesito instalarme <strong>en</strong> la habitación del hotel que Acuña me ha<br />
reservado; mi vida por una ducha cali<strong>en</strong>te, por un sitio <strong>en</strong> el que pueda<br />
<strong>en</strong>claustrarme un par de horas para recobrar el ali<strong>en</strong>to porque soy un<br />
estropicio. Juan compr<strong>en</strong>de de inmediato y me lleva <strong>en</strong> el auto hasta el<br />
hospedaje. El hotel <strong>está</strong> situado <strong>en</strong> la ruta, <strong>en</strong> la <strong>en</strong>trada a la ciudad<br />
C<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ario; se llama Sayhueque y, al decir del conserje, lleva ese nombre<br />
<strong>en</strong> hom<strong>en</strong>aje a al cacique Vic<strong>en</strong>te Sayhueque (“El Señor de los <strong>La</strong>nares”),<br />
último de los jefes indíg<strong>en</strong>as <strong>en</strong> r<strong>en</strong>dirse durante Conquista del Desierto,<br />
que <strong>en</strong>cabezó un g<strong>en</strong>ocida llamado Julio Roca. <strong>La</strong> etapa más cru<strong>en</strong>ta de<br />
la Conquista, o Campaña del Desierto, finalizó <strong>en</strong> 1881 con el<br />
sometimi<strong>en</strong>to de catorce mil indíg<strong>en</strong>as y la expoliación de quince mil<br />
leguas. Ya <strong>en</strong> 1879, <strong>en</strong> un m<strong>en</strong>saje que dirigiera al país, Roca lo había<br />
advertido: “Es necesario ir directam<strong>en</strong>te a buscar al indio a su guarida,<br />
para someterlo o expulsarlo”.<br />
En la tarde, Raúl Godoy pasa a buscarme por el hotel <strong>en</strong> el auto de su<br />
cuñado. En su rostro hay felicidad, <strong>está</strong> de muy bu<strong>en</strong> talante. Sus hijas le<br />
han regalado lo que más deseaba, un pañuelo palestino y una polera de<br />
lana negra, que ahora viste bajo un jardinero de jean. Le narro el asado<br />
de la noche anterior, los últimos recuerdos de la trasnochada que todavía<br />
perduran <strong>en</strong> mi memoria. Ríe. “Me parece que más de un compañero me<br />
va a pedir asilo matrimonial esta noche”. Ya <strong>en</strong> el living de la casa de su<br />
hermana, también <strong>en</strong> C<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ario, ciudad donde, he comprobado, reside<br />
bu<strong>en</strong>a <strong>parte</strong> de los trabajadores de Zanon, Raúl se acomoda <strong>en</strong> la esquina<br />
del sofá, la pantorrilla de la pierna derecha cruzada bajo el trasero. Me<br />
ofrece un mate, mira de soslayo el grabador. “¿Empezamos?”. Sí, desde<br />
99
luego. Su voz es límpida y grave, precisa <strong>en</strong> la <strong>en</strong>tonación y <strong>en</strong> las<br />
pausas, como la de un bu<strong>en</strong> locutor. Acompaña las palabras con gestos y<br />
muecas delicados que sólo cobran mayor vivacidad cuando hace<br />
refer<strong>en</strong>cia al inicio del conflicto <strong>en</strong> la fábrica y los posteriores sucesos.<br />
* * *<br />
“Mi vieja era obrera empacadora de fruta; <strong>en</strong>tró a trabajar <strong>en</strong> un galpón y<br />
se jubiló el año pasado después de 36 años de laburo. Nos crió a<br />
nosotros, tres hermanos, yo el más chico; se separó cuando estaba<br />
embarazada de mí, así que nos tuvo que bancar a los tres desde el 65,<br />
cuando nací. Vivíamos con mis abuelos, chil<strong>en</strong>os. Mis hermanos y yo<br />
empezamos a laburar a la misma edad, a los doce años. Mi hermana<br />
empezó at<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do <strong>en</strong> una panadería; mi hermano se metió <strong>en</strong> un galpón<br />
de empaque, y yo empecé a laburar <strong>en</strong> una chacra, <strong>en</strong> Río Negro. A la<br />
escuela iba a la mañana y a la tarde laburaba, y así me bancaba los<br />
estudios. En la chacra era jardinero, podaba las rosas, transplantaba las<br />
plantas y <strong>en</strong> invierno cortaba leña y era el peón de la casa. Sabía bastante<br />
del trabajo de jardinero; hasta el día de hoy mi vieja y mi tía me jod<strong>en</strong><br />
para que les pode las rosas, todavía hoy confían <strong>en</strong> mi mano. Ahí laburé<br />
desde los doce hasta que terminé la secundaria, y <strong>en</strong> esa familia había<br />
una abuela, una señora chil<strong>en</strong>a que había hecho la chacra desde abajo,<br />
que t<strong>en</strong>ía muy bu<strong>en</strong>a onda conmigo y siempre me decía que si yo quería<br />
seguir estudiando ella me iba a dar una mano. Cuando terminé la<br />
secundaria me preguntó si quería seguir estudiando, le dije que sí, y me<br />
dijo que ella me iba a ayudar para seguir, y <strong>en</strong>tonces me fuí a <strong>La</strong> Plata a<br />
estudiar Medicina. Cuando llegué allá empecé a t<strong>en</strong>er alguna actividad <strong>en</strong><br />
la Universidad, por el ingreso irrestricto y esas cosas, pero mi familia se<br />
<strong>en</strong>teró y me dieron un ultimatum: o me dedicaba a estudiar o me volvía.<br />
Les dije que no estaba <strong>en</strong> v<strong>en</strong>ta. Me cortaron todos los víveres. Y <strong>en</strong>cima<br />
falleció la abuela, la señora chil<strong>en</strong>a. Mi familia no t<strong>en</strong>ía nada que ver con<br />
la <strong>política</strong>, mi vieja toda la vida estuvo <strong>en</strong> la Iglesia, y yo también trabajé<br />
<strong>en</strong> la Iglesia con la onda del obispo Jaime De Nevares. Cuando era más<br />
chico, a los once o doce años, hacíamos laburo <strong>en</strong> los barrios, <strong>en</strong> las<br />
villas, que no eran muchas, pero había mucho trabajador semirural, así<br />
que juntábamos ropa y se les llevaba al campo. Los fines de semana<br />
hacíamos eso. Yo lloré con la muerte de Perón, estaba <strong>en</strong> la escuela<br />
primaria. Como mi vieja iba mucho a la Iglesia, nos mandaba a una<br />
escuela parroquial que había acá <strong>en</strong> C<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ario, era privada aunque<br />
accesible. Cuando muere Perón la mitad de los pibes festejaban y la <strong>otra</strong><br />
mitad <strong>está</strong>bamos conmovidos, por el quilombo, además cerraron el<br />
colegio, nos mandaron de vuelta a casa. No lloraba por nada político, era<br />
más bi<strong>en</strong> s<strong>en</strong>tim<strong>en</strong>tal, además yo algunas marchas veía <strong>en</strong> esa época y la<br />
100
historia de los descamisados y la historia de la g<strong>en</strong>te humilde peleando<br />
era algo que de alguna manera me llegaba. En mi familia no había ningún<br />
militante político, salvo militantes de la Iglesia. Después, con la dictadura,<br />
no t<strong>en</strong>ía mucha noción. Sí se s<strong>en</strong>tía un poco de agobio. Acá <strong>en</strong> Neuquén<br />
lo que más se sintió fue por la pres<strong>en</strong>cia de chil<strong>en</strong>os, y <strong>en</strong> esa época pintó<br />
bastante x<strong>en</strong>ofobia, y eras una minoría. Lo que sí se veía es el tema de<br />
los operativos, caían camiones con milicos a la plaza y se distribuían y<br />
empezaban casa por casa, <strong>en</strong> operativos de rastrillaje. Yo no tuve<br />
familiares ni nada desaparecidos. Mi abuela me solía contar que t<strong>en</strong>emos<br />
un familiar desaparecido <strong>en</strong> Chile, era un militar a favor de All<strong>en</strong>de, y<br />
cuando fue el golpe lo desaparecieron. Eso es lo más cercano de mi <strong>parte</strong>.<br />
Graciela, mi compañera, sí, ella ti<strong>en</strong>e una hermana desaparecida. Una hija<br />
del papá. Al principio para mí la mano v<strong>en</strong>ía más por un cambio social,<br />
más por el lado de la religión. Mis primeros años de actividad fueron <strong>en</strong> la<br />
Iglesia, y viéndolo retrospectivam<strong>en</strong>te era una militancia, hacíamos<br />
reuniones, grupos juv<strong>en</strong>iles. Acá pesó mucho el tema de De Nevares. En<br />
las reuniones que hacíamos acá, cuando yo era un pibe de trece, catorce<br />
años, hacíamos reuniones <strong>en</strong> la iglesia donde participaban activistas de la<br />
UOCRA. Porque se vino la dictadura y los tipos buscaron un lugar para<br />
reunirse. En las reuniones de distintas comisiones, de padres o jóv<strong>en</strong>es,<br />
me acuerdo que había tipos que eran activistas, o delegados, y se<br />
refugiaban un poco ahí. Ese era el ámbito para juntarse. El gremio de<br />
doc<strong>en</strong>tes de Neuquén, At<strong>en</strong>, se fundó <strong>en</strong> la iglesia. <strong>La</strong> iglesia acá canalizó<br />
muchísimo. El concepto de que la sociedad es injusta y que así no se<br />
puede vivir, vi<strong>en</strong>e un poco de ahí, después el cambio fue <strong>en</strong> p<strong>en</strong>sar cuál<br />
es la forma y el método. El salto cualitativo mío fue cuando me fui de acá<br />
y <strong>en</strong> <strong>La</strong> Plata empecé a conocer el marxismo. Eso, junto con conocer allá<br />
la <strong>otra</strong> cara, conocer <strong>en</strong> <strong>La</strong> Plata lo que fue el monseñor Plaza, la Iglesia<br />
como institución. Ahí empecé a ver las cosas con <strong>otra</strong> óptica. <strong>La</strong><br />
democracia fue medio borrachera de ilusiones. Hubo un florecimi<strong>en</strong>to,<br />
una época <strong>en</strong> que todo el mundo t<strong>en</strong>ía que estar <strong>en</strong> algún partido o <strong>en</strong><br />
alguna agrupación. Había una onda de participar. Todos los partidos, por<br />
más chiquitos que fueran, t<strong>en</strong>ían participación, había movilización. Yo me<br />
fui justo <strong>en</strong> esa transición. Yo me fui a <strong>La</strong> Plata cuando volvió la<br />
democracia, y estaba el tema de las peñas, del debate ideológico, fue un<br />
florecimi<strong>en</strong>to grande. Un cambio bastante brutal. Y bu<strong>en</strong>o, fue esa<br />
borrachera, que se frustró después cuando se empezó a ver que estaban<br />
siempre los mismos atrás, que fueron cambios superficiales porque <strong>en</strong> el<br />
fondo la mecánica era la misma. Yo hice los dos años de medicina,<br />
después dejé, empecé a trabajar <strong>en</strong> una gomería, después <strong>en</strong> una<br />
heladería, siempre <strong>en</strong> <strong>La</strong> Plata, y <strong>en</strong> el medio conocí a Graciela. Ella<br />
también hacía Medicina y era de acá, de Neuquén, pero militaba <strong>en</strong> una<br />
agrupación peronista de la facultad, y yo <strong>en</strong>tré <strong>en</strong> el MAS <strong>en</strong> aquellos<br />
101
años. Entonces discutíamos, debatíamos. En <strong>La</strong> Plata había c<strong>en</strong>tro de<br />
estudiantes, había toda una comunidad neuquina que <strong>en</strong> aquella época<br />
era grande. Había una casa <strong>en</strong> donde se otorgaban becas para pibes de<br />
Neuquén que querían ir a estudiar y t<strong>en</strong>ían lugar <strong>en</strong> esa casa, <strong>en</strong> la<br />
Agrupación Universitaria Neuquina, te daban una beca y te daban<br />
habitación. Estaba bu<strong>en</strong>o. A partir del 93, del 94, empecé a estar muy mal<br />
de guita. Había perdido el trabajo, estaba haci<strong>en</strong>do changas, ya t<strong>en</strong>íamos<br />
dos hijas, no t<strong>en</strong>ía laburo. Mi cuñado y mi familia me decían que volviese<br />
a Neuquén, pero a mí no me cabía. Neuquén me gusta pero yo me había<br />
<strong>en</strong>cariñado con las movidas de allá, t<strong>en</strong>ía toda mi vida allá. Fueron nueve<br />
años <strong>en</strong> <strong>La</strong> Plata y ya me había aquer<strong>en</strong>ciado. Pero mi cuñado, que hoy<br />
ti<strong>en</strong>e 22 años de antigüedad <strong>en</strong> la fábrica, me dice v<strong>en</strong>ite, que voy a<br />
hacer lo necesario para que <strong>en</strong>tres a Zanon. Me v<strong>en</strong>go, estuve un mes<br />
haci<strong>en</strong>do changas, y <strong>en</strong>tré a trabajar <strong>en</strong> Zanon. Primero fui operario,<br />
operaba maquinarias, porque t<strong>en</strong>ía ya anteced<strong>en</strong>tes de laburar <strong>en</strong><br />
petroquímica G<strong>en</strong>eral Mosconi, <strong>en</strong> <strong>La</strong> Plata; había hecho servicios<br />
g<strong>en</strong>erales, había sido ayudante de mecánico, había estado <strong>en</strong> soldadura,<br />
era bastante dúctil, y me tomaron. Tuve suerte. Entré <strong>en</strong> el 93, <strong>en</strong> la<br />
época de Cavallo, y nunca había trabajado <strong>en</strong> una fábrica con una<br />
exig<strong>en</strong>cia tan terrible como acá. Había estado <strong>en</strong> varios lugares, pero<br />
laburo como este, a nivel de vigilancia, de ritmo, de explotación, nunca<br />
había visto algo así. Eramos más de cuatroci<strong>en</strong>tos empleados. Y nos<br />
mataban. T<strong>en</strong>íamos cuatro contratos de seis meses. A los seis meses te<br />
podían echar sin indemnización ni nada. Porque t<strong>en</strong>ían un arreglo con la<br />
burocracia. Eran una máquina de echar g<strong>en</strong>te; <strong>en</strong>trabas por un lado y<br />
salías por el otro. Los primeros seis meses, prácticam<strong>en</strong>te no tuve franco;<br />
era de lunes a lunes, 16 horas por día; <strong>en</strong>traba a las seis de la mañana y<br />
salía a las diez de la noche. Te quedaban ocho horas, y de esas perdías<br />
una hora de viaje para ir, <strong>otra</strong> para volver al trabajo, y <strong>en</strong> esas seis horas<br />
que t<strong>en</strong>ías de vida había que comer, bañarse, dormir, y si t<strong>en</strong>ías un poco<br />
de suerte, cada tanto una alegría. Fue terrible, t<strong>en</strong>íamos un accid<strong>en</strong>te<br />
cada tres días, mutilación de dedos, y esas cosas. Yo, cuando vi eso, me<br />
quería matar, porque p<strong>en</strong>saba que no podía perder una mano acá.<br />
Además, si vos te accid<strong>en</strong>tabas era culpa tuya y <strong>en</strong>tonces te echaban.<br />
Han pasado cosas terribles. A un compañero lo agarró el jefe de<br />
seguridad e higi<strong>en</strong>e, y el compañero se había accid<strong>en</strong>tado, una máquina<br />
lo apretó y fue jodido, y el tipo este para castigarlo lo puso <strong>en</strong> el c<strong>en</strong>tro<br />
del sector del porcelanato, y el compañero era tartamudo, y el capanga le<br />
dió el libro de seguridad e higi<strong>en</strong>e para que lo leyera <strong>en</strong> vos alta. Parecía<br />
nazi. Era de terror. Por eso cuando <strong>en</strong>tramos nosotros, <strong>en</strong>tramos con los<br />
tapones de punta, y siempre fuimos ásperos de <strong>en</strong>trada porque era la<br />
única forma de pararle la mano a este hijo de puta. Primero estuve un par<br />
de años callado, porque la dirig<strong>en</strong>cia sindical era acorde a las necesidades<br />
102
de la empresa. <strong>La</strong> ceramista no era una burocracia como la de la UOM, de<br />
tipos que se <strong>en</strong>riquecían. Los privilegios pasaban por lugares más<br />
mezquinos, hasta el último perejil de la comisión directiva podía hacer<br />
cualquier cosa, se retiraba cuando quería, si no quería no iba a laburar, o<br />
se iba a la oficina gremial y boludeaba todo el día, t<strong>en</strong>ía más acceso a<br />
crédito y mutual. Salvo un par que t<strong>en</strong>ían un nivel de vida más alto, pero<br />
el resto def<strong>en</strong>dían sus privilegios miserables. Los acuerdos eran increíbles.<br />
A Zanon se la conocía como la fábrica modelo <strong>en</strong> donde nunca pasaba<br />
nada, todos p<strong>en</strong>saban que era un paraíso. Pero era un sil<strong>en</strong>cio de tumba.<br />
No porque no pasaban cosas, sino porque no había nadie para<br />
d<strong>en</strong>unciarlo. Nosotros, los que nos empezamos a juntar para dar vuelta<br />
esta historia, tuvimos que empezar a juntarnos afuera de la fábrica.<br />
Ad<strong>en</strong>tro era peligroso y estaba prohibido; si se reunían más de dos<br />
compañeros, los fichaba el sindicato, los fichaba el supervisor. Para ganar<br />
la comisión interna por primera vez, <strong>en</strong> el 98, hicimos un campeonato de<br />
fútbol metropolitano de todo el año, y ahí pudimos hablar todos los<br />
compañeros, cada domingo. Hicimos un campeonato de toda la fábrica,<br />
<strong>en</strong>tonces cada sector t<strong>en</strong>ía que pres<strong>en</strong>tar un equipo, y cada equipo t<strong>en</strong>ía<br />
su delegado, <strong>en</strong>tonces nosotros hacíamos las reuniones con los delegados<br />
del equipo para armar el tema de los trofeos, del comité de disciplina del<br />
campeonato, pero nos servía para llegar hasta el último compañero de la<br />
fábrica. Ad<strong>en</strong>tro, no t<strong>en</strong>íamos permiso ni para ir al baño. T<strong>en</strong>és los<br />
caminos marcados. Con rojo te marcaban los lugares donde había<br />
máquinas automáticas y t<strong>en</strong>ías que ir con más cuidado, y los azules son<br />
los recorridos que podés hacer. Antes, la g<strong>en</strong>te de hornos t<strong>en</strong>ía ropa roja,<br />
la de los electricistas era verde, y así. De esa manera id<strong>en</strong>tificaban si<br />
había uno de otro sector <strong>en</strong> un lugar que no le correspondía. Era como<br />
una cárcel. Yo t<strong>en</strong>ía a los tipos ahí arriba, todo el día, porque donde<br />
laburo, <strong>en</strong> las cargadoras, es un sector recomplicado, nadie quería laburar<br />
ahí, y hasta hoy sigo pert<strong>en</strong>eci<strong>en</strong>do a ese sector. Arriba t<strong>en</strong>ías a los<br />
ger<strong>en</strong>tes, todos t<strong>en</strong>ían peceras, y los tipos te miraban mi<strong>en</strong>tras laburabas,<br />
y abajo estaban las oficinas de los electricistas y estaba la burocracia, los<br />
tipos de la directiva de los sindicatos. T<strong>en</strong>ía una doble vigilancia. Cuando<br />
saltó todo el lío, las protestas, la toma de la fábrica, Zanon y sus amigos<br />
me acusaban de que había sido muy profesional mi laburo porque nunca<br />
me habían descubierto hablando con algui<strong>en</strong>. ¿Como podía ser que<br />
durante todos esos años nunca había dado ninguna muestra y de rep<strong>en</strong>te<br />
había resultado ser todo un hijo de puta para ellos? En esa época, el que<br />
hablaba se iba. Y todo el tiempo se despedía g<strong>en</strong>te. Ahora trabajan 270<br />
personas y ganamos todos igual, 800 pesos clavados. Votamos <strong>en</strong><br />
asamblea el mismo sueldo para todos, un techo. Hubo un mes <strong>en</strong> que lo<br />
superamos y llegamos a cobrar mil, y <strong>en</strong> otro no llegamos y cobramos<br />
750, y si se supera, guardamos la guita para reinvertirla. Capaz que hoy<br />
103
algunos se quejan, porque no es fácil, algunos compañeros ti<strong>en</strong><strong>en</strong> clara la<br />
situación, pero otros dic<strong>en</strong>: ché, estamos laburando y <strong>en</strong>cima estamos<br />
nosotros al fr<strong>en</strong>te de la fábrica, <strong>en</strong>tonces aum<strong>en</strong>témonos los sueldos.<br />
Algunos ti<strong>en</strong><strong>en</strong> esa concepción, y pid<strong>en</strong> siempre más. Entonces t<strong>en</strong>és que<br />
explicar, mirá, estamos <strong>en</strong> Arg<strong>en</strong>tina y sigue el capitalismo, estamos<br />
peleando. Y todo lo hicimos sin ninguna solidaridad de las c<strong>en</strong>trales<br />
sindicales, ni de la CGT ni de ninguna <strong>otra</strong> c<strong>en</strong>tral. Con la CTA hay diálogo<br />
pero es bastante hueco, es medio monólogo. Al principio tuvieron mucha<br />
onda con nosotros, pusieron <strong>parte</strong> de su aparato cuando <strong>está</strong>bamos por<br />
recuperar el sindicato, pero ellos t<strong>en</strong>ían la idea de que <strong>en</strong>tremos <strong>en</strong> la<br />
CTA. Nosotros les decíamos, mirá, laburemos juntos pero para qué nos<br />
vamos a casar, salgamos, seamos novios nomás, porque a nosotros no<br />
nos gusta participar de su cuerpo orgánico, odiamos esas cosas, no nos<br />
cierran, y m<strong>en</strong>os ahora con el tema del Fr<strong>en</strong>apo y todo eso, <strong>está</strong> muy<br />
lejos nuestro. En Neuquén hemos compartido piquetes, represiones,<br />
juntos hemos liberado a compañeros presos, pero no hay mucho acuerdo<br />
político ni mucho acuerdo profundo. Ellos ti<strong>en</strong><strong>en</strong> otro proyecto y sab<strong>en</strong><br />
que a nosotros no nos pued<strong>en</strong> absorber ni organizar. Para nosotros, el<br />
Fr<strong>en</strong>apo es igual al Frepaso pero con un sindicato como la CTA ad<strong>en</strong>tro,<br />
así lo veo yo. <strong>La</strong>s elecciones para mí no son salida de nada. Es <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>er.<br />
Se terminó el Mundial y pued<strong>en</strong> v<strong>en</strong>ir ahora las elecciones para<br />
<strong>en</strong>tret<strong>en</strong>er. Sí, pued<strong>en</strong> servir un poco para medir <strong>en</strong> qué <strong>está</strong> la g<strong>en</strong>te,<br />
qué <strong>está</strong> dispuesta a apoyar. Para más nada. Para mí, la mano pasa por la<br />
organización de los trabajadores, todos, los ocupados y los desocupados.<br />
<strong>La</strong>s asambleas ti<strong>en</strong><strong>en</strong> un límite. Yo veo que ni los piquetes solos, ni las<br />
cacerolas solas, ni el movimi<strong>en</strong>to obrero solo, ti<strong>en</strong><strong>en</strong> una salida. Nosotros<br />
hemos llegado a esa síntesis. Para nosotros hay que hacer la unidad de<br />
los distintos sectores. Hay que buscar que sea de la forma más<br />
democrática posible. Aún clase media, trabajadores, trabajadores con<br />
ahorro, todos <strong>está</strong>n de este lado. Los compañeros piqueteros ni hablar,<br />
son los que abrieron el camino, ellos hicieron el aguante. Y ahora, lo<br />
nuevo son las fábricas ocupadas. Esa es la unidad que necesitamos, no<br />
podemos cortarnos solos. Acá, <strong>en</strong> Neuquén, se ha dado algo muy<br />
particular. No hay asambleas barriales. No sé por qué. Creo que acá hubo<br />
otros organismos que han canalizado la bronca, la cal<strong>en</strong>tura, hay distintos<br />
espacios. Durante todo el verano estuvo funcionando una multisectorial,<br />
estaba la CTA, los doc<strong>en</strong>tes, g<strong>en</strong>te de la Universidad, <strong>está</strong>bamos<br />
nosotros, los ceramistas, estaban los compañeros desocupados, todos<br />
discuti<strong>en</strong>do <strong>en</strong> ámbitos abiertos. En la calle, con movilizaciones. Cuando<br />
<strong>en</strong> noviembre del año pasado metieron <strong>en</strong> cana a 19 compañeros<br />
nuestros, y nos reprimieron feo, pasamos de una movilización de<br />
dosci<strong>en</strong>tos compañeros a la mañana, a una de dos, tres mil personas a la<br />
tarde. Cuando vio esa movida, el juez nos liberó al segundo día. Y ahí vos<br />
104
veías g<strong>en</strong>te que no va a las marchas, pero ese día estaba. Fue algo<br />
espontáneo. Me acuerdo que <strong>en</strong> los medios nacionales se le daba toda la<br />
bola a Cavallo hablando, y <strong>en</strong> un recuadrito salía la represión <strong>en</strong><br />
Neuquén. Porque Neuquén ti<strong>en</strong>e su historia de luchas. Acá se dió el<br />
Choconazo. Fue el primer sindicato de la UOCRA que le sacamos a la<br />
burocracia. Los primeros piqueteros nacieron <strong>en</strong> Cutral-Có y tuvieron un<br />
impacto a nivel nacional. <strong>La</strong> primera coordinadora de desocupados, antes<br />
de eso, nació acá <strong>en</strong> Neuquén y agrupaba más de 25 barrios; tomaron el<br />
municipio, y cuando toman la casa de gobierno casi los matan, una<br />
represión impresionante. Ahí nació la ley 2128 de Neuquén, que es la de<br />
Plan Trabajar, nació con esa movida. Después estuvo la huelga de 37 días<br />
de los doc<strong>en</strong>tes, con cortes de pu<strong>en</strong>tes y todo. En Bu<strong>en</strong>os Aires me llevé<br />
muy bu<strong>en</strong>a impresión con lo de Brukman. Cuando int<strong>en</strong>tan desalojarlos,<br />
los que logran que se vayan los milicos y que los trabajadores retom<strong>en</strong> la<br />
fábrica, fueron las asambleas, más de 1.500 asambleístas <strong>en</strong> las puertas<br />
de Brukman. Ahí me di cu<strong>en</strong>ta que había algo <strong>en</strong> las asambleas, que<br />
t<strong>en</strong>ían su importancia, su significado. Ninguno de los sectores por su<br />
cu<strong>en</strong>ta <strong>está</strong> <strong>en</strong> condiciones hoy de dar vuelta la situación, y no hay<br />
solución corporativa. Es una discusión importante que se <strong>está</strong> dando <strong>en</strong><br />
muchas fábricas, cuando se da el debate sobre qué hacer: cooperativas,<br />
empr<strong>en</strong>dimi<strong>en</strong>tos propios, autogestión, o qué cuernos va a ser. Para<br />
nosotros es indisp<strong>en</strong>sable la formación de organismos alternativos; no<br />
darle la espalda a los sindicatos pero tampoco casarse con ninguno; no<br />
darle la espalda a las asambleas populares pero t<strong>en</strong>er <strong>en</strong> claro que<br />
tampoco es “el” organismo, y con respecto al corte de ruta es lo mismo,<br />
es un método bárbaro que nos ha dado muchísimo hasta acá, pero<br />
tampoco será la solución de fondo. Uno no quiere subestimar, ni decir<br />
que <strong>está</strong> mal cortar las rutas, porque la g<strong>en</strong>te se <strong>está</strong> muri<strong>en</strong>do de<br />
hambre <strong>en</strong> serio, lo def<strong>en</strong>demos a muerte porque corresponde, pero no<br />
creemos que esa es la salida, eso es un método. Con los compañeros del<br />
MTD de Neuquén nos hemos hecho el aguante mutuo, empezamos a<br />
hacer un laburo <strong>en</strong> común, sabíamos que t<strong>en</strong>íamos mucho que apr<strong>en</strong>der<br />
unos de los otros. Acá el gobierno trató de quebrar eso. Por ejemplo, <strong>en</strong><br />
los primeros cortes que hicimos junto con los compañeros del MTD, como<br />
con nosotros no podían, metieron <strong>en</strong> cana a todos los compañeros del<br />
MTD, que habían v<strong>en</strong>ido a apoyarnos. Ese mismo día, cuando deti<strong>en</strong><strong>en</strong> a<br />
los compañeros, nosotros nos metimos ad<strong>en</strong>tro de la comisaría con los<br />
bombos, con todo, <strong>en</strong> una situación bastante confusa; los compañeros<br />
que estaban ad<strong>en</strong>tro y los que <strong>está</strong>bamos afuera cantábamos las mismas<br />
consignas. Los tuvieron que largar. Fue impresionante, muy fuerte.<br />
Porque la solidaridad muchas veces es chamuyo. O es puntual o es por<br />
conv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>cia de un dirig<strong>en</strong>te u otro. Ahora fundamos la coordinadora del<br />
Alto Valle. Nosotros, doc<strong>en</strong>tes, trabajadores desocupados, <strong>otra</strong>s<br />
105
organizaciones que quier<strong>en</strong> cambiar el país, que luchan por la dignidad y<br />
el trabajo. No, si no articulamos las luchas, estamos muertos”.<br />
Lunes 17<br />
“El Cutralcazo fue fundam<strong>en</strong>tal”, me dice Juan al tiempo que, <strong>en</strong> vano,<br />
int<strong>en</strong>ta sintonizar una estación de radio. “Podría decirse que muchos de<br />
los nuevos movimi<strong>en</strong>tos del país lo tomaron como ejemplo de lucha”. No<br />
sé cómo diablos agradecerle semejante g<strong>en</strong>tileza; ha trabajado toda la<br />
noche, hasta las seis de la mañana, y ahora, las once ya, <strong>está</strong> a mi lado,<br />
garboso, ll<strong>en</strong>o de <strong>en</strong>ergía, conduciéndome <strong>en</strong> su auto hacia Cutral-Có,<br />
ciudad que, sufici<strong>en</strong>te fue anoche com<strong>en</strong>társelo al descuido, quería<br />
conocer, por su historia y con la idea de hacerme una escapada a la casa<br />
de los padres de Teresa Rodríguez. Pasamos por Plottier, luego S<strong>en</strong>illosa;<br />
la ruta es una infinita alameda de especies <strong>en</strong>cumbradas y raquíticas tras<br />
la cual se exti<strong>en</strong>d<strong>en</strong> miles de manzanos quemados por la helada. Durante<br />
el viaje sólo hablamos acerca de las sucesivas puebladas que han signado<br />
la historia de los últimos años de la ciudad. El primer Cutralcazo, <strong>en</strong> junio<br />
de 1996, espontánea reacción de los pobladores que resolvieron ganar las<br />
calles <strong>en</strong>terados de que el gobernador Sapag pret<strong>en</strong>día derogar un<br />
acuerdo con la empresa canadi<strong>en</strong>se Agrium para establecer una fábrica<br />
de fertilizantes; los piqueteros lograron no ya expulsar a los g<strong>en</strong>darmes,<br />
también la restitución de los servicios de gas y <strong>en</strong>ergía eléctrica a los<br />
desocupados y ci<strong>en</strong>tos de subsidios de desempleo. <strong>La</strong> pueblada de abril<br />
de 1997, cuando doc<strong>en</strong>tes, desocupados, estudiantes y coordinadoras de<br />
padres ocuparon las rutas y cortaron pu<strong>en</strong>tes a lo largo de tres días; la<br />
G<strong>en</strong>darmería y la policía provincial, aleccionadas por la derrota anterior,<br />
acrec<strong>en</strong>taron de manera inaudita el número de la tropa y, no conformes<br />
con el desalojo de la ruta, irrumpieron <strong>en</strong> la ciudad a la caza de<br />
piqueteros; el pueblo no lo toleró; más de quince mil personas salieron de<br />
su hogar para hacer fr<strong>en</strong>te a la dem<strong>en</strong>cial invasión; al cabo de la<br />
indiscriminada represión, y más allá de dec<strong>en</strong>as de heridos, <strong>en</strong> el asfalto<br />
de la ruta 17 quedó t<strong>en</strong>dido el cuerpo de Teresa Rodríguez, mujer de<br />
veinticinco años, casada, tres hijos, empleada doméstica, víctima del<br />
balazo que le disparó un ag<strong>en</strong>te de la policía. De todas las semillas<br />
confiadas a la tierra, escribió Balzac, la que mayores y más poderosos<br />
frutos rinde es la sangre vertida por los mártires. El asesinato de Teresa<br />
Rodríguez ha sido un cabal ejemplo, pues el simple grito de su nombre,<br />
no sólo <strong>en</strong> Cutral-Có, sino <strong>en</strong> todos los cantos del país, adquirió una<br />
magnitud imp<strong>en</strong>sada.<br />
En el acceso a Plaza Huincul me distrae la figura de un colosal<br />
dinosaurio, verdadera mole construída con varillas de hierro. Al pie, un<br />
gran cartel: “Plaza Huincul, cuna del dinosaurio más grande del mundo”.<br />
Veinte kilómetros más adelante, llegando a la plaza c<strong>en</strong>tral de Cutral-Có,<br />
106
nos <strong>en</strong>contramos con Albino Tricanao, militante de Izquierda Unida que<br />
ha vivido la cruda experi<strong>en</strong>cia del Cutralcazo y forma <strong>parte</strong> de un MTD.<br />
Innecesario es que refiera su asc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia mapuche; el pelo azabache,<br />
liso y brillante, el tono de su voz y los rasgos de su cara se <strong>en</strong>cargan de<br />
comunicármelo. Le sorpr<strong>en</strong>de mi visita. “Después de la pueblada vinieron<br />
todos. Hebe de Bonafini, los partidos de izquierda, todos; ahora es como<br />
que no hay nadie, se han olvidado, y la desocupación ya alcanza a doce<br />
mil personas, hay mucha bronca cont<strong>en</strong>ida, porque además hay ci<strong>en</strong>tos<br />
de procesados; cada dos semanas me citan a los tribunales, por at<strong>en</strong>tado<br />
a la autoridad <strong>en</strong> una, <strong>otra</strong> por no dejar des<strong>en</strong>volver normalm<strong>en</strong>te el<br />
funcionami<strong>en</strong>to del municipio; me han allanado la casa, pero nunca me<br />
han det<strong>en</strong>ido”. Albino ti<strong>en</strong>e 33 años, diez hermanos, y nació <strong>en</strong> una<br />
familia de “crianceros”, es decir, g<strong>en</strong>te que se ocupa de la cría de<br />
animales <strong>en</strong> el campo; con amargura cu<strong>en</strong>ta que de la cultura mapuche a<br />
sus padres sólo les ha quedado la sabiduría para el telar. “Al m<strong>en</strong>os t<strong>en</strong>go<br />
el apellido, que significa `caminante´, y bu<strong>en</strong> honor le hago”. Al igual que<br />
Mosconi, Cutral-Có y Plaza Huincul son pueblos que florecieron, y<br />
posteriorm<strong>en</strong>te se difuminaron, a la sombra de YPF, razón por la cual<br />
todos los jóv<strong>en</strong>es cursaban estudios <strong>en</strong> escuelas técnicas, como Albino lo<br />
hizo, con la esperanza de conseguir empleo <strong>en</strong> la empresa todavía estatal.<br />
“<strong>La</strong> privatización acabó con todo, el éxodo de g<strong>en</strong>te fue grande, la<br />
desocupación increíble. Fueron los años <strong>en</strong> que el Movimi<strong>en</strong>to Popular<br />
Neuquino se dedicó más que nunca al cli<strong>en</strong>telismo. ¿Vos querías una<br />
vivi<strong>en</strong>da? T<strong>en</strong>ías que afiliarte. ¿Querías <strong>en</strong>trar al municipio, t<strong>en</strong>er un<br />
empleo público? T<strong>en</strong>ías que afiliarte”. No le guarda respeto a político<br />
alguno, y, como personajes de la historia que algún tipo de influjo han<br />
t<strong>en</strong>ido <strong>en</strong> su formación, m<strong>en</strong>ciona, con gravedad, a Marx, Freud, el Che y<br />
Piaget. “Son hombres que han pegado su ladrillo <strong>en</strong> la pared que nos<br />
sirve a nosotros para agarrarnos y ver qué hay del otro lado del muro”,<br />
dice y <strong>en</strong>tonces lo asalta la exaltación. “En el país no hay una dirección<br />
que capitalice el descont<strong>en</strong>to; hay que romper los sectarismos, no<br />
t<strong>en</strong>emos que delegar el poder a nadie, t<strong>en</strong>emos que hacerlo nosotros,<br />
como ha hecho Zanon; hay que amasar el pan con las propias manos.<br />
Hoy la g<strong>en</strong>te empieza a decir: dame la harina que lo voy a hacer yo. <strong>La</strong><br />
dinámica del 19 y 20 de diciembre no se detuvo, no es una foto, continúa,<br />
estamos construy<strong>en</strong>do, y nos tropezamos, y nos caemos, pero seguimos”.<br />
Juan nos interrumpe con elegancia; <strong>está</strong> preocupado, se ha hecho tarde,<br />
debe regresar a Neuquén <strong>en</strong> dos horas. Albino, el caminante, se ofrece<br />
para guiarnos hasta la casa de los padres de Teresa Rodríguez.<br />
Don Miguel Segundo Rodríguez nos ati<strong>en</strong>de <strong>en</strong> la puerta de su casa, una<br />
construcción pequeña e inconclusa; es un hombre <strong>en</strong>trado <strong>en</strong> años, de<br />
mediana estatura, cuerpo huesudo y magro. Al parecer, hemos llegado <strong>en</strong><br />
el mom<strong>en</strong>to oportuno; acaba de almorzar, todavía no se había echado a<br />
107
siestear, de modo que le resultará un placer conversar con nosotros. Nos<br />
s<strong>en</strong>tamos a una mesa de la cocina, donde aún persiste un espeso aroma<br />
a salsa de tomates, acaso guiso de carne; <strong>en</strong> una de las paredes laterales<br />
hay un gran retrato de Teresa, y <strong>en</strong> la habitación lindera veo uno de Che<br />
Guevara. Quiere saber qué estamos haci<strong>en</strong>do por allí. Le cu<strong>en</strong>to<br />
brevem<strong>en</strong>te el proyecto del libro, lo hago con recato pues temo que esté<br />
harto de visitas y por tanto me mande al demonio. No. Sonríe, casi<br />
gratificado; justam<strong>en</strong>te anda of<strong>en</strong>dido con el periodismo porque han<br />
dejado de investigar el asesinato de su hija. “Hicieron puro amarillismo,<br />
pero yo sigo, no voy a parar hasta aclararlo”. Arrima la cabeza, acortando<br />
la distancia con mi oreja: “Podemos hablar claro, ¿no? Porque imagino<br />
que acá somos todos compañeros. Bu<strong>en</strong>o, esta justicia no existe. No<br />
hac<strong>en</strong> nada. El poder, ese señor Sobisch esconde todo. A Teresa la mató<br />
un policía, y ya me le estoy acercando. Esa g<strong>en</strong>te, el poder, se cree<br />
intocable, y yo voy a seguir hasta tocarlos”. <strong>La</strong>s palabras han sonado con<br />
férrea convicción; su fuerza de ánimo es mayúscula. De rep<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tra la<br />
mujer, una señora de semblante satinado y mirada cálida, con un album<br />
de fotografías que apoya <strong>en</strong> la mesa. “Muchas felicidades”, nos dice<br />
mi<strong>en</strong>tras da un rodeo por la mesa para besarnos a cada uno <strong>en</strong> la mejilla.<br />
“No sé si son padres, pero igual no les pregunto porque por ahí son y no<br />
lo sab<strong>en</strong>”. Don Miguel suelta una risotada. “Cierto, me había olvidado”,<br />
dice. “Hoy festejé como siempre; comí fideos, vinieron todos mis nietos,<br />
estuve con Teresa”. Enseguida nos cu<strong>en</strong>ta que su vida, luego del<br />
asesinato de su hija, cambió por completo; antes era un hombre huraño,<br />
callado, poco afecto a la charla con los vecinos. “Ahora no, voy y v<strong>en</strong>go,<br />
hablo con uno y con otro, organizo actividades <strong>en</strong> el barrio, si me llaman<br />
de Bu<strong>en</strong>os Aires para algo, voy sin problema, siempre que me pagu<strong>en</strong> el<br />
pasaje, claro”. Nos <strong>en</strong>trega el volante de un taller de teatro popular<br />
llamado “Tr<strong>en</strong>-T<strong>en</strong>”. “Esto lo organizamos con mi señora, es un hom<strong>en</strong>aje<br />
para Teresa”. <strong>La</strong> mujer, que se ha quedado parada a sus espaldas, los<br />
brazos cruzados sobre el pecho, asi<strong>en</strong>te con satisfacción. “Ya no me gusta<br />
la g<strong>en</strong>te que no se mete, la g<strong>en</strong>te que no se preocupa por el prójimo”,<br />
continúa don Miguel, la vista clavada <strong>en</strong> una vieja fotografía de Teresa<br />
adolesc<strong>en</strong>te, una hermosa muchacha de ojos redondos, “porque esto lo<br />
arreglamos <strong>en</strong>tre todos los que somos compañeros o no lo arregla ni<br />
Dios”. Nuestra visita, pese a mi presagio, lejos de importunarlo le ha<br />
causado una inocultable alegría que no <strong>está</strong> <strong>en</strong> sus planes echar por<br />
tierra. Vamos, quéd<strong>en</strong>se a tomar unos mates, media horita más, dice una<br />
y <strong>otra</strong> vez. No, no podemos, nos <strong>en</strong>cantaría, se lo agradecemos<br />
profundam<strong>en</strong>te, pero debemos irnos. Nos acompaña hasta el auto. Me<br />
palmea el hombro: “Póngalo <strong>en</strong> su libro, ponga que no voy a parar hasta<br />
tocarlos donde más les duele”. Me toma del antebrazo: “Ah, y espero que<br />
me traiga un libro, porque las cosas <strong>está</strong>n difíciles”.<br />
108
Albino no ha reparado <strong>en</strong> la impaci<strong>en</strong>cia de Juan; nos propone visitar a<br />
los trabajadores de la empresa de transportes El Petróleo; llevan cuar<strong>en</strong>ta<br />
días de conflicto, acampando a la intemperie, a merced de heladas y<br />
vi<strong>en</strong>tos que a m<strong>en</strong>udo soplan con furia, y hasta el mom<strong>en</strong>to nadie les ha<br />
prestado at<strong>en</strong>ción. Hacia allí vamos. En el espacioso estacionami<strong>en</strong>to del<br />
predio, a un lado de la ruta 17, los trabajadores han montado carpas y<br />
convertido <strong>en</strong> suerte de casa rodante un par de colectivos. Son ses<strong>en</strong>ta<br />
familias <strong>en</strong> apuros; el propietario de la empresa, un tal Jara, desapareció<br />
de la noche a la mañana adeudando dieciséis meses de salarios; los<br />
obligaba a firmar recibos <strong>en</strong> blanco; les descontaba los aportes sociales<br />
pero jamás los pagaba; les quitó todo tipo de apoyo escolar, b<strong>en</strong>eficio que<br />
les corresponde por ley; reiniciar el servicio es fundam<strong>en</strong>tal porque hay<br />
chicos que no pued<strong>en</strong> ir a la escuela. Los hombres, es notorio, <strong>está</strong>n<br />
sumam<strong>en</strong>te abatidos, desbaratados; no sab<strong>en</strong> a ci<strong>en</strong>cia cierta cómo<br />
proceder, <strong>en</strong> qué tipo de acción av<strong>en</strong>turarse para que algún funcionario<br />
resuelva interv<strong>en</strong>ir <strong>en</strong> el asunto. “¿Qué mierda podemos hacer?”, exclama<br />
uno. Podrían hablar con el gremio doc<strong>en</strong>te, o pres<strong>en</strong>tar algún proyecto <strong>en</strong><br />
la Legislatura, dice Albino. ¿Por qué no forman una comisión y se vi<strong>en</strong><strong>en</strong> a<br />
Neuquén para hablar con los compañeros del MTD?, sugiere Juan. Uno de<br />
los choferes sin empleo le echa una mirada pesarosa a Tricanao. Le dice:<br />
“Mirá cómo es la vida, a vos te veía siempre cortando las rutas, y hasta te<br />
puteaba porque t<strong>en</strong>ía que desviarme, y ahora estamos todos <strong>en</strong> la<br />
misma”.<br />
Nos marchamos. En m<strong>en</strong>os de tres horas he absorbido p<strong>en</strong>urias <strong>en</strong><br />
demasía. “Y bu<strong>en</strong>o”, nos dice Albino, las manos caladas <strong>en</strong> los bolsillos del<br />
pantalón, mueca de resignación, “no es raro que acá pas<strong>en</strong> todas estas<br />
cosas. Cutral-Có, <strong>en</strong> mi l<strong>en</strong>gua, significa `Agua de Fuego´”.<br />
Martes 18<br />
<strong>La</strong> estadía <strong>en</strong> el sur <strong>está</strong> a poco de terminar. D<strong>en</strong>tro de seis, siete horas,<br />
me instalaré nuevam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la butaca de un ómnibus y volveré sobre mis<br />
pasos, es decir, hacia Bu<strong>en</strong>os Aires y su creci<strong>en</strong>te y disciplinada miseria;<br />
hacia la gran capital y su <strong>en</strong>gañosa arquitectura de bi<strong>en</strong>estar. Imposible<br />
no caer, como me ha ocurrido <strong>en</strong> los viajes anteriores, <strong>en</strong> una corrosiva<br />
s<strong>en</strong>sación de extrañami<strong>en</strong>to. Para despedirme como cabe y corresponde,<br />
desde luego, he resuelto emplear las horas que restan <strong>en</strong> la visita al MTD<br />
23 de julio, de la ciudad de All<strong>en</strong>, <strong>en</strong> Río Negro, unos treinta kilómetros<br />
del hotel.<br />
Puntualm<strong>en</strong>te, a las diez de la mañana, como habíamos acordado, el<br />
Vasco pasa a recogerme <strong>en</strong> su camioneta. Ha v<strong>en</strong>ido con Ariel, otro<br />
compañero del MTD. El Vasco es un hombre de bu<strong>en</strong>a planta, alto y<br />
109
elegante, anteojos ovalados y pequeños que le otorgan el aspecto de<br />
profesor de alguna ci<strong>en</strong>cia exacta; ti<strong>en</strong>e, sabré luego, cincu<strong>en</strong>ta y seis<br />
años. Ariel, <strong>en</strong> cambio, es más bajo y a todas luces más jov<strong>en</strong>, de cuerpo<br />
grueso y barba corta, prolija. Después de haber recorrido un bu<strong>en</strong> trecho<br />
y conversado ligeram<strong>en</strong>te sobre el libro, la desquiciadora <strong>política</strong> del<br />
gobierno y sus patéticos arrumacos con el FMI, el Vasco anuncia: “Ahora<br />
te voy a mostrar <strong>parte</strong> del primer mundo rionegrino”. Atravesamos el<br />
pu<strong>en</strong>te que sirve de lazo <strong>en</strong>tre Neuquén y Río Negro, presa favorita de los<br />
obreros de Zanon y de los trabajadores desocupados de la región a la<br />
hora de hacerse escuchar, y desc<strong>en</strong>demos, doblando hacia la izquierda, a<br />
la ribera este del río Neuquén. Nos internamos <strong>en</strong> una calle angosta, de<br />
tierra, y el espectáculo que de inmediato se abre ante mis ojos excita un<br />
indefinible malestar. El as<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to que se exti<strong>en</strong>de a lo largo de toda la<br />
orilla del río es inabarcable; la camioneta anda y las casas y casuchas<br />
construídas con chapas, resaca de hierros y cantoneras de álamo<br />
continúan asomando como hongos, a cada paso son más y más. Son los<br />
barrios <strong>La</strong>brañas, Costa Sur y Costa Norte. “Mirá qué esc<strong>en</strong>ario”, dice el<br />
Vasco. “Estas familias eran <strong>en</strong> su mayoría trabajadores temporarios,<br />
dedicados a la recolección de manzanas y peras, y ahora el fruto del<br />
trabajo circula por arriba, y acá abajo, junto al río, la desocupación y la<br />
miseria sin vueltas. En All<strong>en</strong> son treinta mil habitantes y hay un veinte por<br />
ci<strong>en</strong>to de desocupados”. Llegamos a All<strong>en</strong> <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>a asamblea del MTD, <strong>en</strong><br />
un galpón de suelo de tierra que el gremio doc<strong>en</strong>te les ha prestado; tres<br />
dec<strong>en</strong>as de personas, hombres, mujeres, chicos, todos de pie, han<br />
formado un amplio corro; deliberan, intercambian opiniones, consejos,<br />
com<strong>en</strong>tarios sobre las actividades del movimi<strong>en</strong>to. Un hombre viejo,<br />
miembro del grupo de albañilería, habla acerca de la construcción de la<br />
sede del MTD <strong>en</strong> un limitado terr<strong>en</strong>o que han ocupado <strong>en</strong> el barrio Tiro<br />
Federal; t<strong>en</strong>drá oficinas, una guardería; el jueves com<strong>en</strong>zarán a colocar<br />
las estructuras de hierro, los cimi<strong>en</strong>tos. Todo el material, me refiere el<br />
Vasco, lo consigu<strong>en</strong> a través de la lucha, de movilizaciones, “pechando”<br />
aquí y allá, al municipio, a las ladrilleras, a las empresas. Una de las siete<br />
chicas del grupo de telares, que ha empezado a funcionar reci<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te,<br />
narra la experi<strong>en</strong>cia que han t<strong>en</strong>ido <strong>en</strong> la Feria de All<strong>en</strong>, donde han<br />
expuesto, por vez primera, sus trabajos; no les ha ido del todo bi<strong>en</strong>, pero<br />
no les aflige, <strong>está</strong>n apr<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do y, ti<strong>en</strong>e certeza, con el correr del tiempo<br />
lograrán imponer sus productos. <strong>La</strong> repres<strong>en</strong>tante del grupo de cocina<br />
com<strong>en</strong>ta que ya son ci<strong>en</strong> las personas que <strong>está</strong>n alim<strong>en</strong>tando cada día;<br />
necesitan reunir más alim<strong>en</strong>tos. Los informes de los distintos grupos se<br />
suced<strong>en</strong>: costura, huerta, panadería, salud, carpintería artesanal. Durante<br />
una hora sólo escucho hablar de proyectos, construcción de espacios,<br />
búsqueda de respuestas inmediatas a problemas cuya solución no puede<br />
demorarse. “Cada proyecto ti<strong>en</strong>e su indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia y surge de la<br />
110
propuesta de un compañero”, me dice a media voz el Vasco para no<br />
<strong>en</strong>torpecer la reunión. “Se pres<strong>en</strong>tan <strong>en</strong> asamblea y se autogestionan,<br />
aunque los b<strong>en</strong>eficios son para todos. Eso es una autogestión d<strong>en</strong>tro de la<br />
autogestión. Si algo hemos apr<strong>en</strong>dido, es que nada ti<strong>en</strong>e que v<strong>en</strong>ir de<br />
arriba, nada ti<strong>en</strong>e que estar digitado, nada ti<strong>en</strong>e que ser una planificación<br />
que no contemple el brote de interés del compañero para hacer una cosa.<br />
Todo se hace de abajo para arriba. Así que yo creo que hay una<br />
comp<strong>en</strong>etración fuerte de estos principios, de la autonomía, la<br />
indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia, no a la verticalidad, a las conducciones, a los partidos<br />
políticos y todo lo que eso presupone”. <strong>La</strong> asamblea finaliza con aplausos.<br />
El Vasco me propone conocer el consultorio de la <strong>en</strong>fermería. Es una<br />
habitación pequeña, reflejos blancos, iluminada por los resplandores del<br />
sol que atraviesan los cristales de un v<strong>en</strong>tanal. “T<strong>en</strong>emos un proyecto que<br />
se llama Gestión de Salud, p<strong>en</strong>samos <strong>en</strong> un <strong>en</strong>ganche con el hospital y <strong>en</strong><br />
movilizar los recursos humanos que exist<strong>en</strong> <strong>en</strong> la comunidad, porque hay<br />
médicos, hay profesionales dispuestos a colaborar; acá, <strong>en</strong> Río Negro, los<br />
hospitales prácticam<strong>en</strong>te dejaron de funcionar <strong>en</strong> todas las localidades,<br />
son taperas derruidas, ni gasas hay; acá, todo compañero que ingresa al<br />
movimi<strong>en</strong>to es revisado, se le toma la presión, se le hace un exám<strong>en</strong><br />
visual, se le hace una lista de anteced<strong>en</strong>tes médicos clínicos de su<br />
historia, una ficha clínica elem<strong>en</strong>tal, de manera tal que si hay que<br />
at<strong>en</strong>derlo se sabe cómo”. Es experto <strong>en</strong> óptica, durante años ha trabajado<br />
como contactólogo y optometrista, de modo que se ocupa de la refacción<br />
de anteojos. Un tipo fornido, de rostro alegre, barba débil, repleta de<br />
aus<strong>en</strong>cias, ingresa al consultorio. “Con este personaje t<strong>en</strong>és que hablar”,<br />
me dice el Vasco <strong>en</strong> tanto abraza a su compañero. “Es Carlos, y con él<br />
empezó todo”. Se ha hecho el sil<strong>en</strong>cio. Carlos titubea, parece haber<br />
perdido el habla; arruga la fr<strong>en</strong>te y las cejas, mira a uno y otro lado<br />
procurando alguna salida heroica del brete <strong>en</strong> que lo ha metido su amigo.<br />
¿Qué te puedo contar yo?, pregunta por fin. Lo que quieras, y se pone a<br />
hacerlo de manera cansina, vacilante: “El movimi<strong>en</strong>to nace <strong>en</strong> julio del<br />
99, pero ya v<strong>en</strong>íamos hablando <strong>en</strong> los barrios sobre la necesidad de una<br />
organización. Sufríamos muchas familias, la mía también trabajó <strong>en</strong> los<br />
galpones de empaque de fruta y éramos muy perjudicados porque<br />
muchos galpones habían caído y ya no nos volvían a tomar. Había mucha<br />
bronca <strong>en</strong> All<strong>en</strong>, y no <strong>en</strong>contrábamos la forma de organizarnos. Y bu<strong>en</strong>o,<br />
ese 23 de julio, que t<strong>en</strong>íamos la visita de un ministro de Desarrollo Social,<br />
Mazza, y también v<strong>en</strong>ían el gobernador Verani y todas las autoridades<br />
locales, quisimos aprovechar el mom<strong>en</strong>to para llevar nuestro reclamo al<br />
presid<strong>en</strong>te de la Nación. Nos reunimos con otros trabajadores<br />
desocupados y decidimos salir a la calle. Fuimos con redoblantes, con<br />
carteles, y los reputeamos. Aparecieron los medios locales, que les llamó<br />
la at<strong>en</strong>ción este grupo de desocupados. Eramos una ci<strong>en</strong> personas de los<br />
111
arrios. Y ahí decidimos ponerle la fecha de aquella movilización, porque<br />
para nosotros significaba haber roto el temor, porque hasta ese mom<strong>en</strong>to<br />
no habíamos t<strong>en</strong>ido forma de juntarnos”. Se toma un respiro; su cara ha<br />
recobrado la compostura; hablar, se me antoja, le ha hecho bi<strong>en</strong>. No<br />
obstante su relato del 23 de julio de 1999, <strong>en</strong> la breve historia del MTD<br />
mayor trasc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia han t<strong>en</strong>ido los episodios de diciembre del último<br />
año. El 20 de diciembre ya quedó grabado <strong>en</strong> la historia de All<strong>en</strong>, dice<br />
Carlos, porque nunca había habido una cantidad tan grande de g<strong>en</strong>te <strong>en</strong><br />
las calles. Fue una verdadera pueblada, aprueba el Vasco, las<br />
movilizaciones nuestras eran de dosci<strong>en</strong>tas, ci<strong>en</strong> personas antes que eso,<br />
y fue muy raro porque la g<strong>en</strong>te salió con los pibes a la calle. Salían<br />
espontáneam<strong>en</strong>te, sigue Carlos, y <strong>en</strong> el único lugar donde veían que no<br />
se hacía <strong>política</strong>, donde veían que no se discriminaba a la g<strong>en</strong>te, que no<br />
se los trataba mal y podían expresarse, era <strong>en</strong> el MTD, <strong>en</strong>tonces<br />
empezaron a juntarse acá, <strong>en</strong> la vereda de <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>te, incluso g<strong>en</strong>te que<br />
nosotros no conocíamos. El 19 y 20 <strong>está</strong>bamos de asamblea perman<strong>en</strong>te,<br />
cu<strong>en</strong>ta el Vasco, nos reuníamos a full, todos los días; la noche del 19<br />
<strong>está</strong>bamos reunidos acá y seguíamos por televisión lo que estaba<br />
pasando <strong>en</strong> Bu<strong>en</strong>os Aires, y veíamos la represión <strong>en</strong> Plaza de Mayo como<br />
un acontecimi<strong>en</strong>to impactante; justo habíamos v<strong>en</strong>ido de una reunión de<br />
la Coordinadora de Organizaciones Populares Autónomas, y allí dijimos: el<br />
país <strong>está</strong> <strong>en</strong> un estado de rev<strong>en</strong>tón de un día para el otro. El 20 hicimos<br />
una asamblea acá, <strong>en</strong> la calle, se anima Carlos, ci<strong>en</strong>tos de personas, y lo<br />
primero que se decide es ir a tomar el supermercado, y fuimos, y estaba<br />
todo custodiado, era impresionante la cantidad de policía que había, se<br />
vino una represión trem<strong>en</strong>da, la policía llegó a <strong>en</strong>trar a los barrios y<br />
reprimió muy fuertem<strong>en</strong>te ...<br />
Miro el reloj que llevo <strong>en</strong> un bolsillo del pantalón. Debo partir, les digo, o<br />
perderé el ómnibus. Carlos y el Vasco lam<strong>en</strong>tan largam<strong>en</strong>te que así sea;<br />
t<strong>en</strong>dría que haberlos visitado con tiempo, me iré sin conocer otros<br />
compañeros, <strong>otra</strong>s historias, los empr<strong>en</strong>dimi<strong>en</strong>tos.<br />
En el medio del galpón, una mujer que lleva a cuestas una <strong>en</strong>orme<br />
canasta de mimbre ll<strong>en</strong>a de pr<strong>en</strong>das hechas con el telar me corta el paso.<br />
El Vasco se aproxima, también Carlos. No puedo irme con las manos<br />
vacías, me dic<strong>en</strong>; escojo un par de pañoletas, para <strong>La</strong>ura y mi hija Camila,<br />
y nos marchamos, los tres, hacia la terminal de ómnibus de Neuquén.<br />
V<strong>en</strong>drán <strong>en</strong>tonces las despedidas; el caluroso abrazo con Raúl Godoy <strong>en</strong><br />
el umbral del edificio del sindicato, las palabras de afecto y los cálidos<br />
apretujones con Carlos y el Vasco <strong>en</strong> la boca del ómnibus. Ceremonias<br />
que, confieso, aborrezco; tornan todavía más p<strong>en</strong>oso ese asunto sombrío<br />
de com<strong>en</strong>zar a distanciarse, <strong>en</strong> especial cuando uno, <strong>en</strong> los más profundo<br />
del alma, no desea <strong>otra</strong> cosa que prolongar <strong>en</strong> el tiempo la estada.<br />
112
Pu<strong>en</strong>te Pueyrredón<br />
El regreso<br />
Pocas horas después de mi regreso a Bu<strong>en</strong>os Aires, el c<strong>en</strong>tro de la ciudad<br />
empezó a obsequiarme su edificante y ejemplar contraste. Por la noche,<br />
dec<strong>en</strong>as de cuadrillas de cirujas y cartoneros hurgando con desesperación<br />
<strong>en</strong> bolsas de basura; <strong>en</strong> la mañana, ci<strong>en</strong>tos de hombres mustios, al borde<br />
del colapso, apelotonados a las puertas de bancos y casas de cambio con<br />
el tan loable propósito de comprar algunos dólares. Vaya coincid<strong>en</strong>cia más<br />
p<strong>en</strong>osa: la noche y el día reunidos por miserias de naturaleza contraria;<br />
los unos y los otros procurando una efímera salvación <strong>en</strong> la basura, de<br />
disímil proced<strong>en</strong>cia claro, pero basura al fin. En tanto, vine a <strong>en</strong>terarme<br />
de que días atrás un estudiante del colegio Mariano Mor<strong>en</strong>o había sido<br />
secuestrado, y, tras haberle grabado <strong>en</strong> el pecho la infausta sigla AAA con<br />
el filo de una navaja, y advertido: “Dejáte de joder con el boleto<br />
estudiantil”, los captores lo soltaron. Vine a saber, también, que Duhalde<br />
había realizado dos anuncios dignos de reparo; uno, teñido de puerilidad<br />
o, acaso, de liso y llano sarcasmo: “<strong>La</strong> crisis ha quedado atrás, lo peor ya<br />
pasó”; luego, el asustador arrebato de guapo p<strong>en</strong>d<strong>en</strong>ciero al referirse a<br />
los cortes de rutas previstos por movimi<strong>en</strong>tos de trabajadores<br />
desocupados para el miércoles 26 de junio: “Respetamos los reclamos<br />
pero que no impidan movilizarse librem<strong>en</strong>te a qui<strong>en</strong>es ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que ir a<br />
trabajar. No lo permitiremos”.<br />
Nunca jamás llegué a suponer que la advert<strong>en</strong>cia de Duhalde, persona<br />
que hasta ese mom<strong>en</strong>to no había hecho más que formular un sinfín de<br />
frases huecas y vanas, había de cobrar pasmosa <strong>en</strong>tidad siete días más<br />
tarde. A la mañana sigui<strong>en</strong>te partí hacia el barrio <strong>La</strong> Fe para <strong>en</strong>contrarme<br />
con la g<strong>en</strong>te del MTD-<strong>La</strong>nús; necesitaba saber qué opinaban al respecto,<br />
qué harían, y, por lo demás, t<strong>en</strong>ía p<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te una charla con Juan<br />
Arredondo. En la guardería había una dec<strong>en</strong>a de mujeres y, bu<strong>en</strong>a<br />
113
fortuna, una de ellas me reconoció y me condujo, colgada de mi brazo,<br />
cuatro, cinco cuadras, hasta un galpón muy apretado donde estaban<br />
reunidos Flor, Pablo, Darío, Nelson y otros miembros de la Coordinadora<br />
Aníbal Verón. Todos inmersos <strong>en</strong> una conversación acerca de asuntos<br />
muy puntuales que Marcelo anotaba con letra de escolar <strong>en</strong> una pizarra:<br />
torneo de truco, dos pesos la pareja, premio simbólico; torneo de fútbol;<br />
qué hacer con los aprietes; planes trabajar; producción de la panadería,<br />
de la bloquera y del taller de herrería. En un a<strong>parte</strong> pregunté a Darío<br />
cómo habían recibido las advert<strong>en</strong>cias del gobierno, si pese a todo<br />
llevarían a cabo los cortes de pu<strong>en</strong>tes y rutas el miércoles 26. Por<br />
supuesto, repuso con firmeza, no van a torcernos el brazo con<br />
bravuconadas de ese tipo. Una hora más tarde estaba <strong>en</strong> la casa de Juan<br />
Arredondo, una casilla <strong>en</strong> extremo precaria edificada sobre un terr<strong>en</strong>o<br />
pantanoso, plagado de trastos y chatarra. Ha transcurrido poco más de un<br />
mes desde el episodio del balazo. Lo noto muy bi<strong>en</strong>, repuesto ya de la<br />
agresión, ll<strong>en</strong>o de ánimo. De debajo del colchón extrae un sobre <strong>en</strong>orme.<br />
Radiografías del tórax. Con satisfacción me muestra la última que le han<br />
tomado. “Ya se <strong>está</strong> cerrando la herida interna. Ya estoy para salir a la<br />
ruta de nuevo, así que el miércoles que vi<strong>en</strong>e me vas a ver <strong>en</strong> el Pu<strong>en</strong>te”.<br />
Sonríe, se descubre el tronco y me <strong>en</strong>seña las dos cicatrices redondas;<br />
una, a la altura de la tetilla derecha, donde la bala inició su travesía, y la<br />
<strong>otra</strong> <strong>en</strong> la región del omóplato izquierdo, donde la bala que le disparó el<br />
ag<strong>en</strong>te del Servicio P<strong>en</strong>it<strong>en</strong>ciario Federal, Gustavo Cabrera, hoy <strong>en</strong><br />
libertad, salió vaya uno a saber hacia dónde. “A veces cierro los ojos y me<br />
acuerdo de todo, bi<strong>en</strong> pat<strong>en</strong>te”. Ahora no los cierra, <strong>en</strong>torna ap<strong>en</strong>as los<br />
párpados e inclina la cabeza hacia abajo con pesadez. “<strong>La</strong> moto vi<strong>en</strong>e,<br />
pasa <strong>en</strong>tre los dos patrulleros, y se va a la estación de servicio, donde<br />
<strong>está</strong>n los surtidores; el tipo para la moto, pone las piernas abiertas y se<br />
pone a mirar nomás donde <strong>está</strong>bamos nosotros. Me miraba. Raro, p<strong>en</strong>sé,<br />
cualquier motoquero que pasa por donde estamos nosotros cortando sabe<br />
que siempre lo dejamos pasar, pero caminando. Entonces si<strong>en</strong>to que<br />
empiezan los gritos. Miro y el motoquero se había abalanzado con la moto<br />
contra la g<strong>en</strong>te, <strong>en</strong>tonces yo voy corri<strong>en</strong>do y me voy a hacer el aguante<br />
del otro lado, <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>te; cuando llego, ya lo habían det<strong>en</strong>ido, reclamándole<br />
por qué había hecho eso, si él quería pasar bastaba con pedir permiso y<br />
pasaba, y por qué atropellaba, que hubiera podido lastimar a algui<strong>en</strong>, y el<br />
tipo agarra y se levanta un poco la campera y nos muestra el arma”.<br />
Calla. Un loro semidesplumado y <strong>en</strong>fermizo se ha puesto a caminar por el<br />
escabroso suelo de la casilla; Juan lo trata con respeto, hace a un lado los<br />
pies, abriéndole paso a su mascota. “Yo me quedé parado a dos metros,<br />
no intervine <strong>en</strong> la conversación, no hice nada. En eso llegan dos o tres<br />
compañeros más y empiezan ya más <strong>en</strong>érgicos a llamarlo `¡Hijo de mil<br />
putas!´, y cuando el tipo va a agarrar la pistola yo hago un paso adelante<br />
114
para pegarle un palazo <strong>en</strong> la mano, para que no la agarre, y el tipo me<br />
gana, ya la t<strong>en</strong>ía montada, y cuando yo le tiro el palazo, él levanta rápido<br />
la mano y me tira. Los compañeros se tiraron al piso, <strong>en</strong>tonces él se da<br />
vuelta y tira dos tiros más contra la multitud. Ahí empieza a tirar la policía<br />
también, nos tiraron como dosci<strong>en</strong>tas balas de goma. Yo ya no podía<br />
respirar y <strong>en</strong> eso vi<strong>en</strong>e una compañera que era doctora del Bloque<br />
Piquetero y me hace un tapón <strong>en</strong> la herida. Alrededor s<strong>en</strong>tía todo, los<br />
compañeros que gritaban, que insultaban al hombre que me había<br />
pegado el tiro”.<br />
Vuelve a mostrarme una de las primeras radiografías, donde puede<br />
observarse la estela blanquecina que dejó el disparo <strong>en</strong> el pulmón. “Con<br />
esta bala apr<strong>en</strong>dí mucho. Ojalá todos los compañeros se si<strong>en</strong>tan como yo,<br />
<strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido de que sabemos que si a nosotros nos atacan es porque<br />
realm<strong>en</strong>te les estamos haci<strong>en</strong>do un daño a ellos, porque ellos sab<strong>en</strong> que<br />
la verdad la t<strong>en</strong>emos nosotros. Por eso nos mandan a atacar y a agredir.<br />
Porque si nosotros estamos haci<strong>en</strong>do un corte pacífico, lo único que<br />
hacemos son cordones para darle la seguridad a los compañeros y a las<br />
compañeras que <strong>está</strong>n <strong>en</strong> el medio. No estamos para agredir al que<br />
v<strong>en</strong>ga, o al que quiera pasar. Es una def<strong>en</strong>sa. A lo mejor hay g<strong>en</strong>te que<br />
pi<strong>en</strong>sa que porque nosotros cortamos una ruta o porque andamos con<br />
unos palos y nos tapamos la cara somos agresivos, pero eso no es así, los<br />
agresivos son ellos, porque son ellos los que nos atacan, los que nos<br />
matan con sus <strong>política</strong>s”.<br />
Luego, con el crepúsculo, para despedirme ya, me dirigí a la panadería.<br />
Entonces Darío que aparece, y me abraza, y con raro gozo abraza a todos<br />
los que lo rodean, como qui<strong>en</strong> pret<strong>en</strong>de abrazar a la humanidad, cuando<br />
echan a andar la vieja mezcladora que han conseguido y la masa<br />
comi<strong>en</strong>za a cobrar forma. Minutos más tarde, <strong>en</strong> el taxi, la radio empieza<br />
a soltar el discurso <strong>en</strong>c<strong>en</strong>dido de un hombre, al parecer <strong>en</strong> un acto<br />
público y de cara a una muchedumbre, a juzgar por la gritería; el hombre,<br />
continuam<strong>en</strong>te interrumpido por vítores y aplausos, maldice al FMI,<br />
reivindica la ley del comsumidor, apunta su <strong>en</strong>ojo hacia el gobierno. <strong>La</strong><br />
voz del hombre, ll<strong>en</strong>a de bizarría, repica <strong>en</strong> el interior del auto: “Nos<br />
creían adormecidos, pero ya no podrán ignorarnos después de esta<br />
magnífica manifestación”. El com<strong>en</strong>tarista de la radio, visiblem<strong>en</strong>te<br />
emocionado, anuncia con timbre casi marcial: “Señores, es indudable que<br />
ha surgido un nuevo lider natural de las bases”. ¿Un nuevo líder, por lo<br />
demás natural y, cosa ya fantástica, refer<strong>en</strong>te de las bases? Pregunto al<br />
chofer de quién cuernos <strong>está</strong>n hablando. “¡Nito Artaza, amigo!”. Me<br />
observa con curiosidad de <strong>en</strong>tomólogo a través del espejo retrovisor. ¿No<br />
lo había reconocido? El tipo la ti<strong>en</strong>e reclara, juntó a diez mil ahorristas”.<br />
* * *<br />
115
A poco de poner los pies <strong>en</strong> mi casa, percibo que las radios y los canales<br />
de televisión han conseguido conchabar una nueva y colosal estrella. El<br />
Chupacabras, <strong>en</strong>igmático espantajo que, además, no cobra un mísero<br />
c<strong>en</strong>tavo por sus apariciones. Mi hijo Manuel, de siete años, oficia de<br />
reportero, y lo hace con increíble pasión, aleteando, moviéndose de uno a<br />
otro lado <strong>en</strong> tanto habla: no sabés lo que te perdiste estos días, hay<br />
muchísimas vacas que aparec<strong>en</strong> muertas, todas rotas, sin la l<strong>en</strong>gua, sin<br />
los ojos, y no <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran huellas de pasos humanos, nadie sabe nada,<br />
pued<strong>en</strong> ser extraterrestes, o ese monstruo, dic<strong>en</strong> que es chiquito y<br />
horrible, pero por acá no va a v<strong>en</strong>ir, ¿no? No, por supuesto; <strong>en</strong> el campo<br />
uruguayo las vacas, las que quedan, andan <strong>en</strong>flaquecidas, no excitan el<br />
interés de <strong>en</strong>ergúm<strong>en</strong>os de esa naturaleza. Mi hija Camila, de catorce<br />
años, le ha brindado al asunto un serio tinte periodístico; ha escrito un<br />
trabajo para el Liceo y quiere conocer mi opinión: “El orig<strong>en</strong> de su<br />
nombre podría ser bíblico. En el libro de Isaías, aparece un personaje<br />
llamado Lilith, que <strong>en</strong> algunas versiones de la Biblia se ha traducido como<br />
Chotacabra. Otra antigua ley<strong>en</strong>da nos dice que su nombre se debe a que<br />
el chotacabras puede mamar de vacas y cabras. De hecho, chota se le<br />
dice a la cría de la cabra por el sonido que produce ésta al mamar. Sin<br />
embargo, la palabra no tardó <strong>en</strong> deformarse al com<strong>en</strong>zar a ocurrir los<br />
extraños episodios que hoy nos asombran, pasando a ser “el<br />
chupacabras”. Su orig<strong>en</strong> no es nada claro. Algunos pi<strong>en</strong>san que es una<br />
mutación. Otros, un murciélago gigante. No faltan los que se inclinan<br />
hacia las influ<strong>en</strong>cias extraterrestres, experim<strong>en</strong>tos de laboratorio,<br />
<strong>en</strong>viados satánicos y <strong>otra</strong>s teorías. Muchas son las hipótesis planteadas,<br />
pero ninguna <strong>está</strong> todavía confirmada. Numerosos testigos aseguran<br />
haber visto al chupacabras, describiéndolo, la mayoría, como un ser feo,<br />
peludo, con alas y pot<strong>en</strong>tes garras”. Un bu<strong>en</strong> texto, una excel<strong>en</strong>te<br />
investigación, le com<strong>en</strong>to, pero te faltó añadir que algunos ejemplares<br />
vist<strong>en</strong> uniforme, y otros, traje y corbata. Me mira con lástima; ya no le<br />
causan gracia mis tontas humoradas, <strong>en</strong> particular las que he dejado<br />
escapar a lo largo de los últimos meses; ya la hemos saturado con<br />
nuestras charlas ecoicas sobre piqueteros, campesinos, pobreza,<br />
desocupación, hambruna, fábricas tomadas, asesinatos, torturas,<br />
represión, Petras, Bayer, Holloway, Mattini, y políticos y policías y<br />
g<strong>en</strong>darmes más nocivos y crueles que un batallón de chupacabras<br />
famélicos. Por unos días, al m<strong>en</strong>os, sus oidos estarán a salvo de<br />
tremebundos diálogos: <strong>La</strong>ura debe viajar a Bu<strong>en</strong>os Aires; regresará<br />
pronto. A medida que se acerca la fecha establecida por diversos<br />
movimi<strong>en</strong>tos de trabajadores desocupados para realizar la jornada de<br />
cortes de pu<strong>en</strong>tes y rutas <strong>en</strong> todo el país, la advert<strong>en</strong>cia que había<br />
formulado Duhalde comi<strong>en</strong>za a ganar forma y adquirir el carácter de<br />
116
abierto y desembozado exordio a una represión muy probablem<strong>en</strong>te<br />
tramada. El comandante Jorge Zucco, jefe de la G<strong>en</strong>darmería de la<br />
provincia de Salta, declara: “Muchas veces se aprovechan de los piquetes<br />
para pasar droga. Hay mano de obra piquetera. Les das 1000 pesos,<br />
arman un piquete y distra<strong>en</strong> a los g<strong>en</strong>darmes. Este año, por ejemplo,<br />
hubo dos cortes de ruta que duraron dos meses”. En mis p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos<br />
asoman el rostro cálido de Pepino Fernández, el carrillo inflado de Tomás,<br />
su exagerada hospitalidad, y no puedo m<strong>en</strong>os que echarme a reir. El<br />
secretario g<strong>en</strong>eral de la Presid<strong>en</strong>cia, Aníbal Fernández, brama: “El<br />
gobierno no permitirá que se incomunique a la ciudad de Bu<strong>en</strong>os Aires<br />
con los cortes de todos sus accesos”. Fuera del gobierno, y de toda<br />
especie animal pasible de clasificación, Carlos M<strong>en</strong>em hace su aporte y<br />
sugiere arrancar de las calles a “los marxistas y delincu<strong>en</strong>tes” que las<br />
pueblan. Entre tanto, el canciller Carlos Ruckauf se reunía con medio<br />
c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ar de altos oficiales de la Fuerza Aérea <strong>en</strong> el edificio Cóndor y sin<br />
rodeo alguno auspiciaba la modificación de la ley de Seguridad Interior,<br />
pues, dijo, se avecinan tiempos difíciles, la crisis desbordará a la policía y<br />
a la G<strong>en</strong>darmería, de modo que las Fuerzas Armadas algo t<strong>en</strong>drán que<br />
elucubrar. ¿Qué demonios hacía un canciller allí? Los dichos de Ruckauf,<br />
su inclinación a t<strong>en</strong>tar respuesta y consejo <strong>en</strong> los jerarcas de las Fuerzas<br />
Armadas, me resultaron familiares. En diciembre de 1975, <strong>en</strong> la<br />
postrimería del gobierno de Isabel Perón, y apremiado por la certidumbre<br />
de la cercanía del golpe militar, Ruckauf, <strong>en</strong>tonces ministro de Trabajo,<br />
buscó y consiguió granjearse la defer<strong>en</strong>cia del almirante Emilio Eduardo<br />
Masera; una amistad que ganó estrechez con el correr de los meses y le<br />
permitió vivir como pez <strong>en</strong> el agua durante la dictadura, mi<strong>en</strong>tras muchos<br />
de sus compañeros y amigos eran <strong>en</strong>carcelados, perseguidos, o<br />
directam<strong>en</strong>te conducidos a las catacumbas que de prisa y sin pausa<br />
construían diariam<strong>en</strong>te los pundonorosos militares.<br />
El martes 25 por la noche, casi madrugada, recibo un correo electrónico<br />
de <strong>La</strong>ura: “Estuve <strong>en</strong> Solano con Alberto Spagnolo. Justo <strong>en</strong> el taxi me<br />
tocó escuchar a Baby Etchecopar por la radio hablando con una oy<strong>en</strong>te,<br />
un diálogo imperdible. Mujer: `Nosotros somos once <strong>en</strong> la familia y<br />
vivimos sólo con un plan trabajar´. Baby: `Pero señora, sus hijos son<br />
unos inútiles. ¿Me va a decir que no consigu<strong>en</strong> un laburo de nada, ni<br />
siquiera para limpiar inodoros? ¡Pero por favor! Mujer: `No, Baby,<br />
escuchame, es que no hay trabajo. Yo, con mi Plan trato de ayudar a mi<br />
hija, que ti<strong>en</strong>e seis hijos, cuatro de ella y dos de su marido, de un<br />
matrimonio anterior´. Baby: `Pero señora, su hija pi<strong>en</strong>sa con el culo,<br />
¿qué ti<strong>en</strong>e <strong>en</strong> la cabeza? ¿Cómo se va a meter con ese tipo que ya ti<strong>en</strong>e<br />
dos críos? Son unos irresponsables, y ese tipo que ti<strong>en</strong>e hijos por todos<br />
lados y no puede mant<strong>en</strong>erlos, es un infeliz, son todos unos ignorantes´.<br />
Y el diálogo seguía así durante minutos. En ese mom<strong>en</strong>to estaba<br />
117
<strong>en</strong>trando a una calle poceada, ante la mirada incrédula del taxista que no<br />
creía que yo pudiera ir a un lugar semejante. Me dejó <strong>en</strong> la puerta del<br />
local del MTD. P<strong>en</strong>sé que iban a estar ocupados organizando la marcha de<br />
mañana, pero no, estaba todo tranquilo. <strong>La</strong> panadería funcionaba con<br />
todo, los vecinos iban a comprar. Le pregunté a Alberto si no estaban<br />
preocupados por el anuncio de una represión. Con una media sonrisa<br />
dijo: `Y ...vamos a ver qué pasa. En principio redujimos los cortes,<br />
íbamos a hacer once y haremos seis´. Por la noche fui a la asamblea de<br />
Entre Ríos y San Juan. Unas cuar<strong>en</strong>ta personas muertas de frío d<strong>en</strong>tro de<br />
un local, debajo de la autopista: jóv<strong>en</strong>es, viejos, niños, pobres, clase<br />
media, de todo. Inacabable era la rueda de informes de las distintas<br />
comisiones; mesas de <strong>en</strong>lace, interzonal, interbarrial, salud, sociales. Un<br />
muchacho propuso invitar a conversar a algún piquetero de la Verón.<br />
`Dic<strong>en</strong> que son los más indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes´, aclaró; un caballero con aires<br />
de ex habitué de <strong>La</strong> Paz se <strong>en</strong>ojó: `¿Por qué ir al sur? T<strong>en</strong>emos que<br />
quedarnos <strong>en</strong> el barrio, si <strong>en</strong> este barrio t<strong>en</strong>emos piqueteros, yo soy<br />
piquetero´, dijo sin sonrojarse y abrigado d<strong>en</strong>tro de un mullido gamulán.<br />
Una chica propuso organizar un mercado artesanal. Una mujer le<br />
respondió: `Por qué no discutimos de qué manera podemos mejorar las<br />
cosas d<strong>en</strong>tro de este sistema, porque <strong>está</strong> claro que este sistema no lo<br />
podemos cambiar, es así, ¿o no?´. Lo discutimos otro día, s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ció la<br />
dueña del cronómetro y el temario. Un señor se arrimó a la rueda, era la<br />
primera vez que iba, los había conocido el domingo <strong>en</strong> la olla popular que<br />
organizó la asamblea: `Soy Enrique Leiva, jubilado ferroviario, y estoy<br />
feliz de poder s<strong>en</strong>tarme junto a ustedes y acompañarlos <strong>en</strong> la lucha´,<br />
dijo. Tres pibes contaron que fueron a la asamblea nacional piquetera <strong>en</strong><br />
Plaza de Mayo para ver qué onda. `Es impresionante cómo ellos <strong>está</strong>n<br />
organizados, nos llevan años luz´, concluyeron. Lo discutimos otro día,<br />
dijo de nuevo la dueña del cronómetro. `Hoy el tema es el exigitorio que<br />
<strong>en</strong>tregaremos al Congreso contra los aum<strong>en</strong>tos de tarifas, fue un éxito la<br />
recolección de firmas´, dijo. El frío ya era imposible, y a las once y media<br />
se levantó la reunión. Ahí nomás decidí volverme a casa mañana. No sé<br />
por qué, pero no quiero quedarme más. Por favor, andá a buscarme <strong>en</strong> la<br />
moto. Un beso. <strong>La</strong>ura”.<br />
Líneas al<strong>en</strong>tadoras, desde luego. ¿Qué añadir acerca de ese tal<br />
Etchecopar, criatura de aspecto pusinesco que da la impresión de haber<br />
sido alumbrada <strong>en</strong> una noche de tempestad, extrema g<strong>en</strong>erosidad y<br />
universal ceguera? Basta escucharlo y mirarlo sin demasiado esmero para<br />
advertir que <strong>en</strong> ese cráneo amarrete se conc<strong>en</strong>tra bu<strong>en</strong>a <strong>parte</strong> de la<br />
cómplice y nauseabunda es<strong>en</strong>cia cultural arg<strong>en</strong>tina que ha hecho posible<br />
este país de pacotilla. Escucharlo equivale a escuchar los mortuorios y<br />
sulfurosos ecos de los asesinos de la patagonia rebelde; de los hacedores<br />
de la década infame; de los fusiles de José León Suárez; de las masacres<br />
118
de Ezeiza y Trelew; de los torturadores y violadores y ladrones de bebés<br />
de una dictadura militar que, es dable colegir, él extraña hasta las<br />
lágrimas; de c<strong>en</strong>sores y oscurantistas; del ponzoñoso “por algo será”, que<br />
cond<strong>en</strong>ó a la muerte a dec<strong>en</strong>as de miles de personas; escucharlo equivale<br />
a escuchar la voz de la inquisición y la estru<strong>en</strong>dosa carcajada que suelta<br />
el policía cuando <strong>en</strong> los testículos del chico que robó un autoestéreo<br />
reúne los dos polos del cable. En el tal Etchecopar, <strong>en</strong> fin, cualquier<br />
apr<strong>en</strong>diz de antropólogo, hasta el más pánfilo, habrá de hallar el<br />
especular e incorregible humus de los pasajes más nefastos, grotescos y<br />
sanguinarios de la historia del país. Por eso es plausible que exista y hable<br />
y sin pudor se exponga por toda <strong>parte</strong>. Para que podamos compr<strong>en</strong>der<br />
cabalm<strong>en</strong>te el orig<strong>en</strong> de todos nuestros males.<br />
A la mañana sigui<strong>en</strong>te, muy temprano, escucho una <strong>en</strong>trevista que Julio<br />
<strong>La</strong>gos le hace a Lucas, de la Coordinadora Aníbal Verón. <strong>La</strong>gos, pomposo,<br />
haci<strong>en</strong>do gala de un profundo conocimi<strong>en</strong>to de la realidad, pregunta: “Si<br />
ustedes no <strong>está</strong>n con De G<strong>en</strong>naro, ¿<strong>está</strong>n <strong>en</strong>tonces con Moyano?”. <strong>La</strong><br />
respuesta que recibe, sume su intelecto <strong>en</strong> un atolladero: “No, <strong>en</strong> la línea<br />
sindical nosotros nos reconocemos <strong>en</strong> Agustín Tosco”. Y <strong>La</strong>gos, pues,<br />
desnorteado, víctima de una rep<strong>en</strong>tina afasia, se despide y corta. El<br />
regreso de <strong>La</strong>ura a casa coincide con las primeras noticias de la cerrazón:<br />
hay viol<strong>en</strong>tos <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>tos <strong>en</strong>tre policías y grupos de piqueteros <strong>en</strong> el<br />
Pu<strong>en</strong>te Pueyrredón, dice la radio. Sin embargo, las imág<strong>en</strong>es que<br />
podemos observar <strong>en</strong> el televisor son muy <strong>otra</strong>s: ci<strong>en</strong>tos de bestias<br />
cebadas y metidas <strong>en</strong> un uniforme persigu<strong>en</strong> por toda <strong>parte</strong> a ci<strong>en</strong>tos de<br />
personas que, aterrorizadas, corr<strong>en</strong> como liebres con el único y<br />
excluy<strong>en</strong>te objetivo de poner a bu<strong>en</strong> resguardo el pellejo; les disparan<br />
con armas largas y pistolas lanzagases; de pronto, tres, cuatro<br />
especím<strong>en</strong>es de esos bárbaros de uniforme derriban a un jov<strong>en</strong> sobre el<br />
asfalto y se pon<strong>en</strong> a patearlo con furia inaudita. Guillermo Andino,<br />
hombre por lo visto iluminado, dice <strong>en</strong> tono de admonición que habría<br />
piqueteros armados peleando <strong>en</strong>tre sí; algui<strong>en</strong> le acerca un papel que él<br />
se pone a leer con rostro abúlico:“Parece que hay un policía muerto”,<br />
larga, muy confiado, sin ocultar la indignación. Desde la zona de Pu<strong>en</strong>te<br />
Pueyrredón, un periodista del programa de Georgina Barbarossa asegura<br />
t<strong>en</strong>er el nombre del policía muerto; no puede revelarlo, se trata de una<br />
información todavía oficiosa; <strong>en</strong> los estudios del canal, otro periodista,<br />
uno de apellido Fernández Llor<strong>en</strong>te, dice con circunspección:“Esto<br />
confirmaría que hubo g<strong>en</strong>te armada del lado de los piqueteros”. El<br />
gobernador Felipe Solá, <strong>en</strong>tre tanto, aplaude el operativo policial. Los<br />
móviles de bu<strong>en</strong>a <strong>parte</strong> de los canales de televisión ya se han instalado<br />
<strong>en</strong> la calleja de ingreso al hospital Fiorito, donde han com<strong>en</strong>zado a<br />
at<strong>en</strong>der a los manifestantes heridos; por allí erran los diputados<br />
nacionales Luis Zamora y Vilma Ripoll a la caza de información; Andino<br />
119
vuelve a la carga: familiares de un piquetero herido, que habían <strong>en</strong>trado<br />
viol<strong>en</strong>tam<strong>en</strong>te al hospital para rescatarlo, han sido det<strong>en</strong>idos. Un tal<br />
Alfredo Luis Fanchiotti, comisario inspector de Avellaneda, hombre petiso<br />
de rasgos simiescos, ti<strong>en</strong>e la oportuna idea de improvisar una confer<strong>en</strong>cia<br />
de pr<strong>en</strong>sa <strong>en</strong> el patio del hospital Fiorito, <strong>en</strong> las narices de amigos y<br />
familiares de las víctimas de la represión que, con desespero, se han<br />
agolpado <strong>en</strong> el lugar para procurar noticia. “Con esta g<strong>en</strong>te no se puede<br />
hablar”, dice Fanchiotti. “Mire cómo nos agred<strong>en</strong>”. Y <strong>en</strong>tonces, vaya<br />
casualidad, ocurre lo que el policía ha dicho y hasta ese mom<strong>en</strong>to, al<br />
m<strong>en</strong>os a mi vista, no había ocurrido. Un episodio que mueve p<strong>en</strong>sar <strong>en</strong><br />
una sutil puesta <strong>en</strong> esc<strong>en</strong>a: un hombre aparece por detrás de Fanchiotti y<br />
le da dos trompadas certeras <strong>en</strong> el ojo izquierdo. El hecho sucede, por lo<br />
demás, cuando todos los medios han empezado a soltar la versión de que<br />
habría dos piqueteros muertos. No lo soporto, demasiado para mis<br />
nervios <strong>en</strong>fermos; sin decir palabra me <strong>en</strong>cierro <strong>en</strong> el estudio y me pongo<br />
a releer y corregir uno de los primeros párrafos del libro: “Habían<br />
transcurrido contados minutos cuando <strong>en</strong> lo alto del umbral de la casa<br />
asomó una cara barbada y risueña. Un muchacho de veintipico, <strong>en</strong>orme,<br />
acaso un metro nov<strong>en</strong>ta, bu<strong>en</strong>os músculos, ojos del color del añil que<br />
parecían contemplar todo con aire parsimonioso. Era Darío, con qui<strong>en</strong><br />
partimos hacia el barrio <strong>La</strong> Fe para reunirnos con otros miembros del<br />
Movimi<strong>en</strong>to”. Creo, ya no lo recuerdo con exactitud, que son las ocho de<br />
la noche cuando abandono el estudio y voy a la habitación; del televisor<br />
<strong>está</strong> sali<strong>en</strong>do una voz aséptica que confirma la noticia y comunica el<br />
nombre de los muertos: Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. <strong>La</strong>ura y yo<br />
cruzamos una mirada ll<strong>en</strong>a de estupor. ¿Darío?, pregunto con<br />
incredulidad. No, me dice <strong>La</strong>ura, debe haber muchos Daríos, ¿o se<br />
llamaba Santillán? No lo sé, nunca lo supe, nunca se lo pregunté; no, no<br />
puede ser él. Con ansia, aunque temeroso de lo que pueda escuchar,<br />
llamo por teléfono al celular que habitualm<strong>en</strong>te ati<strong>en</strong>d<strong>en</strong> Pablo o Darío. <strong>La</strong><br />
voz que escucho es <strong>otra</strong>, nueva, desconocida por completo, una voz a la<br />
que <strong>en</strong>seguida le sucede un llanto espasmódico, y mil puteadas a la yuta<br />
puta, porque yo estudié con él <strong>en</strong> la secundaria, ¿sabías?, era mi mejor<br />
amigo, y lo acribillaron esos cobardes de mierda. Corté de manera<br />
maquinal. Y dije: la puta que los parió, y di un puñetazo <strong>en</strong> el escritorio y<br />
nos quedamos, <strong>La</strong>ura y yo, ella de pie, junto a la biblioteca del estudio,<br />
los brazos cruzados sobre el pecho, ap<strong>en</strong>as iluminada por la lámpara baja<br />
de mi escritorio, y yo desparramado y empequeñecido <strong>en</strong> la butaca, la<br />
mano derecha crispada al teléfono, nos quedamos, digo, callados un<br />
mom<strong>en</strong>to, un sil<strong>en</strong>cio d<strong>en</strong>so, cargado de pesar, ap<strong>en</strong>as importunado por<br />
el débil sonido del creci<strong>en</strong>te sollozo de <strong>La</strong>ura, sollozo que ganó el<br />
ambi<strong>en</strong>te y me asaltó de inmediato.<br />
120
Más tarde llamo a la casa de Pablo. Me ati<strong>en</strong>de Flor, lo que resta de ella.<br />
Su voz su<strong>en</strong>a distante, aj<strong>en</strong>a. Está hecha añicos. Su relato, quedo y<br />
<strong>en</strong>trecortado, es demoledor y me trae a la memoria las luctuosas<br />
conversaciones que a mediados de 1976, <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>a dictadura, solía<br />
mant<strong>en</strong>er con amigos que ya no <strong>está</strong>n: Pablo y otros compañeros han ido<br />
a buscar refugio <strong>en</strong> sitios ignorados; a Darío lo persiguieron hasta la<br />
estación y lo fusilaron, le dieron a quemarropa, por la espalda, no estaba<br />
haci<strong>en</strong>do <strong>otra</strong> cosa que tratar de reanimar a Maxi, hay testigos. Flor se<br />
hunde <strong>en</strong> el llanto; es que corría a metros de Darío, escapando de las<br />
balas, y lo vio <strong>en</strong>filar hacia la estación Avellaneda. Juan Arredondo recibió<br />
un nuevo balazo, ahora <strong>en</strong> el culo, una posta de plomo, lo dejaron cuatro<br />
horas sangrando <strong>en</strong> el piso de la comisaría, mi<strong>en</strong>tras le pegaban con un<br />
palo <strong>en</strong> la herida y le decían, haci<strong>en</strong>do refer<strong>en</strong>cia al pantalón empapado<br />
<strong>en</strong> sangre: “¿No te da vergü<strong>en</strong>za a vos? Te cagaste <strong>en</strong>cima, boludo”;<br />
Carlos ti<strong>en</strong>e dos postas de plomo incrustadas <strong>en</strong> la espalda, pero no ha<br />
ido al hospital, ninguno de los heridos quiere hacerlo, tem<strong>en</strong> que allí los<br />
det<strong>en</strong>ga la policía y los llev<strong>en</strong> hacia cualquier <strong>parte</strong>, a seguir con su rutina<br />
de torturas y, por qué no, asesinatos al amparo de la protección que les<br />
brinda el Estado; a otro compañero le quebraron los dedos de las manos<br />
a mazazos. Flor quiere saber qué andan dici<strong>en</strong>do los medios porque se ha<br />
quedado sin fuerzas y ya no tolera ver televisión y esuchar radio; las<br />
m<strong>en</strong>tiras, la tontera que al parecer se ha apoderado de todos, le provocan<br />
náusea y un dolor terrible e int<strong>en</strong>so que no sabe cómo mierda sacudirse<br />
de <strong>en</strong>cima. ¿Viste lo que andan dici<strong>en</strong>do sobre el colectivo, que nosotros<br />
lo quemamos? Son unos guachos, hay más de un testigo que vio al grupo<br />
que lo inc<strong>en</strong>dió, eran cuatro, cinco tipos de pelo corto con itakas, armas<br />
largas, ¿a quién mierda se le puede llegar a ocurrir que fuimos nosotros?<br />
T<strong>en</strong>emos más de ci<strong>en</strong>to cincu<strong>en</strong>ta det<strong>en</strong>idos, dice, y de los heridos ni<br />
hablar, tiraban a matar los hijos de puta, y todavía hay muchos<br />
compañeros que no regresaron al barrio, mañana lo sabremos mejor ...<br />
mañana, repite su voz ahogada <strong>en</strong> lágrimas, mañana vamos a velar a<br />
Darío, <strong>en</strong> la guardería, la que él construyó.<br />
<strong>La</strong> noche se tornó infinita y macabra, un p<strong>en</strong>umbroso y frío pasadizo<br />
repleto de recuerdos e imág<strong>en</strong>es <strong>en</strong> extremo frescos; rostros, perfumes y<br />
voces que nos pusimos a reconstruir y apresar, una y <strong>otra</strong> vez, excitados<br />
por una melancólica obstinación, hasta el el empalagami<strong>en</strong>to.<br />
* * *<br />
Con extraordinaria virul<strong>en</strong>cia, como un implacable torr<strong>en</strong>te de lava, afloró<br />
toda la malicia e ignorancia de ciertos periodistas y medios de<br />
comunicación, y, claro <strong>está</strong>, la grosera desfachatez de no pocos<br />
funcionarios del gobierno. El secretario de Seguridad Interior, el<br />
121
democrático y progresista Juan José Álvarez, declaraba: “<strong>La</strong>s fuerzas<br />
policiales fueron agredidas. A partir de ahí, las policías que actuaron<br />
continuaron despejando la zona, si<strong>en</strong>do víctimas de una fuerte viol<strong>en</strong>cia.<br />
Se han visto agresiones con una honda, con armas de fuego, como ha<br />
d<strong>en</strong>unciado un chofer de colectivos, escopetas, armas y bombas<br />
molotov”. Los titulares de los diarios movían a una indignación rayana con<br />
la ira. Clarín: “<strong>La</strong> crisis causó 2 nuevas muertes”. <strong>La</strong> Nación: “Dos muertos<br />
al <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse piqueteros con la Policía”, y un subtítulo pestil<strong>en</strong>te: “Grupos<br />
radicalizados de izquierda destrozaron negocios y quemaron autos y<br />
colectivos”. <strong>La</strong> Pr<strong>en</strong>sa: “Batalla campal”. <strong>La</strong> página de internet del diario<br />
Bu<strong>en</strong>os Aires Económico, propiedad de Daniel Hadad, informaba: “Dos<br />
muertos, 90 heridos y 160 det<strong>en</strong>idos es el saldo de la jornada piquetera<br />
(...) Los policías utilizaron gases lacrimóg<strong>en</strong>os y balas de goma para<br />
despejar las av<strong>en</strong>idas Mitre, H. Irigoy<strong>en</strong> y Perón, adonde se habían<br />
apostado los manifestantes y luego se produjo otro <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to <strong>en</strong> la<br />
estación Avellaneda”. <strong>La</strong> Voz del Interior, de Córdoba: “Dos muertos <strong>en</strong> la<br />
protesta piquetera de Bu<strong>en</strong>os Aires”. El Río Negro: “Enfr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>tos<br />
<strong>en</strong>tre piqueteros y policías dejaron 2 muertos (...) Quemaron colectivos y<br />
atacaron autos y comercios”.<br />
<strong>La</strong> hipocresía, <strong>en</strong> fin, se había adueñado del l<strong>en</strong>guaje. ¿Dónde estaban<br />
las temibles armas de fuego que con gran desparpajo habían llevado<br />
<strong>en</strong>tre sus ropas los piqueteros para exigir comida y trabajo digno? De<br />
veras raro ese g<strong>en</strong>tío que, <strong>en</strong>contrándose pertrechado con itakas, bombas<br />
molotov y armas cortas, huía cobardem<strong>en</strong>te por las calles cuando muy<br />
bi<strong>en</strong> podrían haberse parapetado tras un auto, un árbol, y desde allí<br />
lanzar sus mortales municiones contra los hazañosos policías.<br />
Enfr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>tos, batalla campal, crisis, lam<strong>en</strong>tables eufemismos para<br />
d<strong>en</strong>ominar una operación cuyos rasgos más distintivos habían sido la saña<br />
y la impunidad más abyectas. Dos muertos, represión con balas goma.<br />
Morir, que yo sepa, se puede morir de infinidad de maneras: dol<strong>en</strong>cias<br />
graves, accid<strong>en</strong>tes, vejez. Asesinar, al decir de mi viejo diccionario,<br />
significa matar alevosam<strong>en</strong>te. Kosteki y Santillán gozaban de muy bu<strong>en</strong>a<br />
salud, eran muchachos capaces de resistir dec<strong>en</strong>as de balas de goma,<br />
pero nunca jamás, claro <strong>está</strong>, el artero disparo de una escopeta. ¿Cómo<br />
era posible que, <strong>en</strong>contrándome <strong>en</strong> otro país, <strong>en</strong> el medio del campo, al<br />
otro lado del río, y t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do como medios de información un teléfono,<br />
internet, un radiograbador y un televisor, pudiera haber obt<strong>en</strong>ido yo datos<br />
que echaban por tierra la <strong>en</strong>gañosa e insol<strong>en</strong>te información que escupían<br />
los diarios?<br />
En octubre de 1997, <strong>en</strong> Guadalajara, México, <strong>en</strong> el transcurso de la<br />
Asamblea de la Sociedad Interamericana de Pr<strong>en</strong>sa, Tomás Eloy Martínez<br />
dijo: “Al lector no se lo distrae con fuegos de artificio o con d<strong>en</strong>uncias<br />
estrepitosas que se desvanec<strong>en</strong> al día sigui<strong>en</strong>te, sino que se lo respeta<br />
122
con la información precisa. Cada vez que un periodista arroja leña <strong>en</strong> el<br />
fuego fatuo del escándalo, <strong>está</strong> apagando con c<strong>en</strong>izas el fuego g<strong>en</strong>uino<br />
de la información. El periodismo no es un circo para exhibirse, sino un<br />
instrum<strong>en</strong>to para p<strong>en</strong>sar, para crear, para ayudar al hombre <strong>en</strong> su eterno<br />
combate por una vida más digna y m<strong>en</strong>os injusta”.<br />
En el mediodía del jueves 27, mi<strong>en</strong>tras una multitud vela los cuerpos de<br />
Santillán y Kosteki, el ciudadano Santo Biassati habla de vándalos y<br />
delincu<strong>en</strong>tes y conversa, presa de un <strong>en</strong>ojo sustantivo, con una<br />
comerciante de Avellaneda; la mujer lagrimea, los escaparates de su<br />
comercio han sido destrozados, <strong>está</strong> <strong>en</strong> la ruina, pero int<strong>en</strong>ta explicar, <strong>en</strong><br />
vano, pues el ciudadano Santo no le deja espacio para meter un bocadillo,<br />
que a su juicio no han actuado piqueteros, ella los conoce, de los cortes,<br />
de verlos siempre, y los responsables del ataque eran hombres extraños.<br />
¿Para qué gastar el tiempo escuchando disparates de ese t<strong>en</strong>or?<br />
“Señora”, dice Santo <strong>en</strong> tono germánico, “debe quedar claro que la<br />
propiedad es un derecho y usted es una trabajadora”. De su boca no<br />
saldrá siquiera una palabra acerca del derecho a la vida, a la dignidad, a<br />
privilegios de índole tan extravagante que, <strong>en</strong> el programa Zap, Mariana<br />
Nannis nos hace saber que goza a carretadas: “Yo vivo acá <strong>en</strong> un hotel<br />
que me cuesta 4.650 dólares por noche”. En otro canal, Mónica Gutiérrez<br />
interroga a la madre de Kosteki. “Señora, ¿usted no sabe si su hijo fue<br />
obligado a ir al corte?”. <strong>La</strong> madre ignora de qué diablos le <strong>está</strong>n hablando.<br />
Gutiérrez dirige la mirada hacia la cámara y con impostada sufici<strong>en</strong>cia<br />
aclara: “<strong>La</strong> señora por lo visto no <strong>está</strong> informada, pero le pregunté eso<br />
porque <strong>en</strong> este tipo de corte los chicos que aspiran al plan trabajar deb<strong>en</strong><br />
ir como contraprestación”. Tarea ardua saber <strong>en</strong> qué burdos informes de<br />
intelig<strong>en</strong>cia se ha fundado la señora Gutiérrez para caer <strong>en</strong> tamaño<br />
desatino. Es pertin<strong>en</strong>te inferir que no ha recibido la semblanza de Kosteki,<br />
titulada “Maxi, el ángel piquetero”, que la ag<strong>en</strong>cia de noticias alternativa<br />
ANRED ha remitido a todos los medios de comunicación del país ese<br />
mismísimo día: “Maximiliano Kosteki hubiera cumplido 23 años el 3 de<br />
julio, pero las balas de feroces homicidas no lo dejaron. Casi la última<br />
imag<strong>en</strong> que sus compañeros del MTD de Guernica recuerdan de él fueron<br />
las de su largo y flaco cuerpo lanzando esas dos piedras, lanzándolas<br />
débilm<strong>en</strong>te y sin odio, trastabillando y con un gesto casi chaplinesco,<br />
dic<strong>en</strong>, contra el grueso de la tropa de infantería que reprimía ferozm<strong>en</strong>te.<br />
Desde el 1° de mayo último, Maxi formaba <strong>parte</strong> del movimi<strong>en</strong>to. Aquella<br />
tarde, durante los actos <strong>en</strong> Plaza de Mayo, les dibujó a sus compañeros<br />
un curioso ángel, con media cara tapada y con un palo <strong>en</strong> la mano,<br />
insinuando quizás a un fantástico `ángel piquetero´. <strong>La</strong>s más preciadas<br />
posesiones de Maxi Kosteki eran sus dos lapiceras, una roja y la <strong>otra</strong> azul.<br />
Se las había comprado su madre el año pasado y desde <strong>en</strong>tonces él las<br />
cuidaba a pesar de que eran por completo ordinarias. Con ellas dibujaba<br />
123
sobre casi cualquier cosa, cartones, hojas usadas, diarios, mi<strong>en</strong>tras<br />
proyectaba com<strong>en</strong>zar a dictar un taller de plástica <strong>en</strong> Guernica, <strong>en</strong> un<br />
futuro próximo. Allí también colaboraba <strong>en</strong> la construcción del comedor<br />
del barrio y había contribuido a erigir el horno de barro. Para construirlo,<br />
Maxi había r<strong>en</strong>unciado a una de sus más caras posesiones: un tacho de<br />
chapa de cincu<strong>en</strong>ta litros con el que esperaba hacerse, <strong>en</strong> cuanto pudiera,<br />
un horno para cerámicas. A pesar de que Maxi no guardaba odios ni<br />
r<strong>en</strong>cores, llevaba una herida secreta, la muerte de su hermano, un tiempo<br />
atrás, paradójicam<strong>en</strong>te también víctima de disparos policiales; la holgada<br />
campera que llevaba puesta cuando cayó este miércoles, era <strong>parte</strong> de la<br />
her<strong>en</strong>cia que su hermano le había dejado. A pesar de ser un compañero<br />
nuevo, al punto que aun no había cobrado nunca el necesitado Plan, y de<br />
no ser lo que se dice un `teórico´, Maxi iba asumi<strong>en</strong>do gradualm<strong>en</strong>te un<br />
mayor compromiso <strong>en</strong> los reclamos. El día que lo mataron fue su primera<br />
marcha de `piquetero´, de cara tapada; formaba <strong>parte</strong> por primera vez<br />
de la comisión de seguridad, había dicho que `quería dejar de ser un<br />
espectador pasivo´. Una de sus más cercanas compañeras recuerda que,<br />
mom<strong>en</strong>tos antes de que la marcha se iniciara, habían esperado que<br />
Maximiliano y otro compañero se procuraran algunos palos <strong>en</strong> prev<strong>en</strong>ción.<br />
Maxi mostró sonri<strong>en</strong>do una ridícula ramita seca, por la cual fue objeto de<br />
cargadas por un rato, hasta que algui<strong>en</strong> terminó por romper sin esfuerzo<br />
su `arma´ inútil. El disparo que acabó con la preciosa vida de Maxi dio <strong>en</strong><br />
pl<strong>en</strong>o <strong>en</strong> su g<strong>en</strong>eroso pecho, pero también dio <strong>en</strong> el corazón de sus<br />
compañeros, afectando especialm<strong>en</strong>te a los niños del barrio, a qui<strong>en</strong>es<br />
Maxi adoraba. Para ellos nunca les faltó at<strong>en</strong>ción ni tiempo. En un corte<br />
realizado <strong>en</strong> <strong>La</strong> Plata, Maxi les hacía barquitos de papel a los chicos de los<br />
desocupados, y luego los lanzaba zanja abajo. Los asesinos, lo sabemos,<br />
no tardarán <strong>en</strong> ser descubiertos; <strong>en</strong> donde estén, durante el resto de sus<br />
vidas, los acompañará la vergü<strong>en</strong>za y el escarnio. Los que conocieron a<br />
Maximiliano Kosteki no lo olvidarán, como nos dijera uno de sus<br />
compañeros, puesto <strong>en</strong> el compromiso de definirlo <strong>en</strong> una frase breve:<br />
`Maxi era pura bondad´”.<br />
Pero Gutiérrez no estaba sola <strong>en</strong> la <strong>en</strong>jundiosa campaña de<br />
desinformación. Horas más tarde, <strong>en</strong> una emisión especial de su<br />
escatológico programa, Chiche Gelblung se pondrá a trazar un infamante<br />
y embrollado paralelo <strong>en</strong>tre brasileños y arg<strong>en</strong>tinos; estamos vivi<strong>en</strong>do un<br />
proceso similar al que padece Brasil, dirá, país donde los narc<strong>otra</strong>ficantes<br />
emplean las “favelas” como base de operaciones para consumar sus<br />
delitos, y sí, sí, señores, como aquí lo <strong>está</strong>n haci<strong>en</strong>do alegre e<br />
impunem<strong>en</strong>te los piqueteros. Y el bu<strong>en</strong>o de Chiche habrá de arribar a una<br />
lúcida conclusión:“Los pobres, los que son pobres <strong>está</strong>n tratando de zafar.<br />
El tema <strong>está</strong> <strong>en</strong> que los pobres no son los que pi<strong>en</strong>san, son otros los que<br />
pi<strong>en</strong>san y ésos no son pobres”. Simultáneam<strong>en</strong>te, desde los estudios de<br />
124
TN, uno de los conductores del programa “A dos voces”, Gustavo<br />
Silvestre, no lograba ocultar su vehem<strong>en</strong>te ojeriza hacia los viol<strong>en</strong>tos y<br />
radicalizados miembros de la Coordinadora Aníbal Verón, suerte de<br />
novedoso demonio nacional, digno de ser temido y apaleado sin<br />
misericordia. Palabras de igual carácter, aunque <strong>en</strong> esta oportunidad<br />
signadas por un revulsivo y temerario macartismo, había de formular días<br />
después el dirig<strong>en</strong>te (¿piquetero?) Luis D`Elía; hubo “infiltración<br />
ideológica por izquierda”, dijo; un tal “comandante Nicolás” ha mandado<br />
“g<strong>en</strong>te armada con palos” con el fin de crear un esc<strong>en</strong>ario “funcional a<br />
intereses dolarizadores”.<br />
* * *<br />
En tanto el gobierno y la policía permanecían aj<strong>en</strong>os a las investigaciones,<br />
y con insultante descaro procuraban <strong>en</strong>turbiar los hechos, la verdad de lo<br />
ocurrido com<strong>en</strong>zó a tornarse pública a causa de investigaciones<br />
periodísticas, <strong>en</strong> particular las realizadas por el diario Página/12 y la<br />
revista Veintitrés, y, por sobre todas las cosas, gracias a los rotundos<br />
docum<strong>en</strong>tos fotográficos que obtuvieron, a fuerza de coraje y tal<strong>en</strong>to,<br />
Sergio Kowalewski, Pepe Mateos y Mariano Espinosa. El testimonio de<br />
Kowalewski, que reiteró detalladam<strong>en</strong>te ante cuanto micrófono, grabador<br />
o cámara le pusieran delante, no resistía objeción alguna. Darío había sido<br />
fusilado <strong>en</strong> el hall de la estación Avellaneda por el comisario inspector<br />
Alfredo Luis Fanchiotti y su banda criminal. “Fanchiotti <strong>en</strong>tró como loco <strong>en</strong><br />
el hall y me mostró que t<strong>en</strong>ía el cuello lastimado, como justificando con<br />
eso la continuidad de la represión”, dijo el fotógrafo. “Yo insistí<br />
explicándole que había chicos que ya se estaban y<strong>en</strong>do. El comisario me<br />
volvió a mostrar su herida. Entonces la marqué la difer<strong>en</strong>cia: ‘Ustedes<br />
<strong>está</strong>n con fierros y ellos con gomeras’. En eso aparece por detrás un<br />
gordo de Infantería que me dice: ‘Si no te gusta, andáte del otro lado’”.<br />
Kowalewski abandonó unos segundos el hall, para auxiliar a una mujer y<br />
buscar una ambulancia, y <strong>en</strong>tonces oyó los disparos. Cuando regresó,<br />
Darío yacía junto a una columna.<br />
Por lo demás, la televisión pasó a una escala superior del amarillo, a un<br />
amarillo con salpicones rojos, que, compr<strong>en</strong>dieron de inmediato los jefes<br />
de programación, r<strong>en</strong>día mayores frutos. Silvia y Guido Süller, Jacobo<br />
Winograd y el Chupacabras, Giselle Rímolo y Silvio Soldán, quedaron<br />
temporariam<strong>en</strong>te sin empleo. Antes, <strong>en</strong> vida, Kosteki y Santillán no habían<br />
sido más que un par de jóv<strong>en</strong>es viol<strong>en</strong>tos e intemperantes, unos de los<br />
tantos millares de desocupados que gastaban el tiempo <strong>en</strong> asuntos<br />
estrambóticos, dignos del desdén; ahora, muertos ya, asesinados de<br />
manera salvaje, comportaban un negocio razonable. Durante un puñado<br />
de días, pues, Darío y Maximiliano se convirtieron <strong>en</strong> los muertos<br />
125
escogidos por la televisión para sembrar de colorida compasión el ánimo<br />
de los telespectadores. <strong>La</strong>s imág<strong>en</strong>es de la cacería y del horror se<br />
instalaron de manera morbosa <strong>en</strong> la pantalla. Así las cosas, a toda hora, y<br />
<strong>en</strong> cualquier canal, podíamos ver a Darío junto a Maxi, <strong>en</strong> cuclillas,<br />
tomándole la mano; Darío incorporándose y alzando los brazos, <strong>en</strong> claro<br />
gesto de <strong>en</strong>trega, ante la irrupción de Fanchiotti y su banda <strong>en</strong> el hall de<br />
la estación Avellaneda; policías que a la manera de toscos empleados de<br />
un matadero arrastraban cuerpos jóv<strong>en</strong>es por el suelo del hall, por el<br />
asfalto, dejando a su paso una viscosa estela de sangre; un policía<br />
sonri<strong>en</strong>te colocando patas arriba el cuerpo exánime de Maximiliano para<br />
apresurar el desangrami<strong>en</strong>to; Darío t<strong>en</strong>dido <strong>en</strong> el piso, los jeans rotos, el<br />
gorro blanco, su campera de cuero negro, estirando <strong>en</strong> vano su brazo ya<br />
debilitado <strong>en</strong> busca de ayuda, y un policía que por toda respuesta lo<br />
volteaba; Fanchiotti tomando a Dario por las axilas, exigiéndole que se<br />
incorporara, retándolo paternalm<strong>en</strong>te al advertir la pres<strong>en</strong>cia de una<br />
cámara: “Dále, si no t<strong>en</strong>és nada, si vos podés”. Tuvimos la oportunidad<br />
de asistir a otros porm<strong>en</strong>ores de la barbarie. Un hombre ataviado con una<br />
campera roja y blanca que, <strong>en</strong> la av<strong>en</strong>ida Mitre, disparaba con una itaka<br />
hacia toda <strong>parte</strong>, fuera de sí, y a regañadi<strong>en</strong>tes, por fin, resolvía apartarse<br />
del lugar apurado por los gritos de sus compañeros de uniforme que le<br />
rogaban una pizca de cordura: “¡Pará, Leiva, pará!” , y acto seguido<br />
trepaba a una camioneta policial. Y supimos que el tal Leiva se llamaba<br />
Carlos y oficiaba de Jefe de Calle de la comisaría 1ª de Avellaneda. Y<br />
asistimos a la meticulosa operación limpieza de los abnegados policías,<br />
que como perros sabueso olisqueban las calles a la caza de los cartuchos<br />
rojos que id<strong>en</strong>tificaban a las balas de plomo, prueba elocu<strong>en</strong>te de la<br />
tropelía que habían cometido. Vimos, <strong>en</strong> la pantalla, llorar a los amigos de<br />
Darío, y escuchamos sus lam<strong>en</strong>tos cargados de inconduc<strong>en</strong>te culpa: “El<br />
nos dijo que corriéramos, que nos fuéramos, que él se quedaba a<br />
auxiliarlo, y nosotros rajamos, y lo dejamos solo, y no fuimos capaces de<br />
quedarnos junto a nuestro amigo, como lo hizo él, que se quedó a ayudar<br />
a algui<strong>en</strong> a qui<strong>en</strong> no conocía”. Y luego la imag<strong>en</strong> y la voz de Leonardo<br />
celebrando la conducta de su hermano, su solidaridad, su hombría.<br />
Supimos, con el correr de las horas, de los días, que la operación<br />
masacre del miércoles 26 de junio del año 2002 se había ext<strong>en</strong>dido por<br />
los alrededores de la estación Avellaneda: Gerli, Plaza Alsina, av<strong>en</strong>ida<br />
Mitre; ci<strong>en</strong>to set<strong>en</strong>ta heridos, veintiocho de ellos víctimas de balas de<br />
plomo; ci<strong>en</strong>to och<strong>en</strong>ta y ocho det<strong>en</strong>idos. Javier Medina refirió a los<br />
medios cómo había sido baleado con plomo y goma por un hombre que<br />
vestía casco y uniforme, cuando int<strong>en</strong>taba escabullirse <strong>en</strong> la av<strong>en</strong>ida<br />
Pavón; <strong>en</strong> Plaza Alsina, es decir, a quince cuadras de la estación<br />
Avellaneda, Alejandro Abraham recibió un tiro que le disparó un hombre<br />
arropado de civil, al amparo de la grácil mirada de un grupo de policías.<br />
126
Edgardo Ferrrari, de veintitrés años, miembro de la Coordinadora Aníbal<br />
Verón de <strong>La</strong> Plata, fue det<strong>en</strong>ido por el parapolicial Francisco Federico<br />
Robledo, ex ag<strong>en</strong>te del Comando Patrullas de Quilmes, y conducido a un<br />
descampado cercano al supermercado Carrefour; allí padeció torturas y<br />
simulacros de fusilami<strong>en</strong>to. “Se lo vamos a mandar a mamá <strong>en</strong> una<br />
bolsita”, bromeaban <strong>en</strong>tre sí los policías. En las comisarías de Avellaneda<br />
los ag<strong>en</strong>tes resolvieron divertir su ánimo despojando de sus ropas a varias<br />
mujeres det<strong>en</strong>idas, sometiéndolas a ultrajantes torturas.<br />
En un claro y preciso artículo publicado <strong>en</strong> el periódico Página/12 días<br />
después de los asesinatos, y tras analizar el testimonio y la secu<strong>en</strong>cia<br />
fotográfica de Kowalewski, Martín Granovsky y <strong>La</strong>ura Vales llegarían a las<br />
conclusiones que sigu<strong>en</strong>: “1.Que Fanchiotti ingresó a la estación detrás de<br />
Santillán. 2.Que lo vio con vida. 3.Que Santillán fue herido por las balas<br />
de plomo de la policía. 4.Que la herida fue una herida de muerte. 5.Que<br />
los policías desord<strong>en</strong>aron la esc<strong>en</strong>a del delito. 6.Que dejaron abandonado<br />
a Santillán después de arrastrarlo malherido y desangrándose. 7.Que<br />
Fanchiotti fue advertido por Kowalewski, es decir que la <strong>en</strong>trada <strong>en</strong> la<br />
estación Avellaneda la realizó con pl<strong>en</strong>a conci<strong>en</strong>cia de sus actos y pl<strong>en</strong>a<br />
conci<strong>en</strong>cia de lo que podía ocurrir. 8.Que incluso llegó a argum<strong>en</strong>tar<br />
racionalm<strong>en</strong>te (aunque fuese ridículo), amparándose <strong>en</strong> la herida del<br />
cuello. 9.Que su conducta puede quedar agravada porque no solo es un<br />
policía, y de ahí su mayor compromiso con la ley, sino un alto oficial.<br />
10.Que no puede hablarse de emoción viol<strong>en</strong>ta, no solam<strong>en</strong>te porque se<br />
trata de un policía, sino porque Fanchiotti no reaccionó a una agresión<br />
sino que corrió varias cuadras <strong>en</strong> busca de su blanco. 11.Que Fanchiotti y<br />
sus oficiales pued<strong>en</strong> haber conocido de antes a Santillán, un manifestante<br />
habitual <strong>en</strong> los cortes del Pu<strong>en</strong>te Pueyrredón. 12.Que o Fanchiotti mismo<br />
le disparó a Santillán, o se comportó como el jefe de la patota que ejecutó<br />
fríam<strong>en</strong>te al piquetero”.<br />
Los miembros de la policía bonaer<strong>en</strong>se Alfredo Luis Fanchiotti, Alejandro<br />
Acosta, Lor<strong>en</strong>zo Colman y Carlos Jesús Quevedo, fueron det<strong>en</strong>idos. Los<br />
dos últimos, procesados por “<strong>en</strong>cubrimi<strong>en</strong>to agravado”, serían liberados<br />
tiempo después. El 26 de julio de 2002, a fojas 2439, la jueza Marisa<br />
Salvo habrá de convertir <strong>en</strong> prisión prev<strong>en</strong>tiva la det<strong>en</strong>ción de Fanchiotti y<br />
Acosta, “<strong>en</strong> ord<strong>en</strong> a los hechos calificados provisoriam<strong>en</strong>te como<br />
homicidio simple <strong>en</strong> grado de t<strong>en</strong>tativa, dos hechos, y HOMICIDIO<br />
SIMPLE, dos hechos, todos <strong>en</strong> concurso real”. En sus fundam<strong>en</strong>tos,<br />
escribirá la jueza: “(...) los imputados, de común acuerdo, sigui<strong>en</strong>do un<br />
plan unitario, con acabado conocimi<strong>en</strong>to de la conducta que desplegaba el<br />
otro, y aprovechándose del marco institucional organizado <strong>en</strong> el que se<br />
desempeñaban, (...) dispararon sus escopetas hacia los manifestantes con<br />
cartuchos con municiones de plomo, con la finalidad de dar muerte a las<br />
127
personas que se <strong>en</strong>contraban fr<strong>en</strong>te a ellos, qui<strong>en</strong>es sin oponer<br />
resist<strong>en</strong>cia corrían, dándole las espaldas a los imputados”.<br />
Pese a que <strong>en</strong> un primer mom<strong>en</strong>to el fiscal había d<strong>en</strong>unciado ante el<br />
gobernador Felipe Solá a Fanchiotti y al titular de la jefatura<br />
departam<strong>en</strong>tal, comisario Osvaldo Vega, por haber <strong>en</strong>torpecido la<br />
investigación, borrado pruebas y dificultado la labor de la Justicia, el<br />
poder político c<strong>en</strong>tró las acusaciones <strong>en</strong> Fanchiotti, preservando a Vega<br />
por razones lógicas: el hombre cu<strong>en</strong>ta con la protección del int<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te de<br />
<strong>La</strong>nús, Manolo Quindimil, y de Oscar Rodríguez, ex int<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te de<br />
Presid<strong>en</strong>te Perón, vicejefe de la Side y, motivo más que sufici<strong>en</strong>te, íntimo<br />
amigo de Duhalde.<br />
En esos días, un miembro de la propia policía de la provincia de Bu<strong>en</strong>os<br />
Aires se ocupó de asestar a Duhalde un decisorio cachetazo. En una carta<br />
abierta al Presid<strong>en</strong>te de la Nación, titulada “Qui<strong>en</strong> quiere oir, que oiga”,<br />
decía el comisario mayor Julio César Frutos, Jefe Departam<strong>en</strong>tal de<br />
Quilmes:<br />
“Sr. Presid<strong>en</strong>te:<br />
Alarmado, dolido y consternado como usted, he podido ver las fotografías<br />
y videos que mostraban como un reducido grupo de policías literalm<strong>en</strong>te<br />
disparaba a mansalva contra algunos manifestantes indef<strong>en</strong>sos, y,<br />
también como usted, he s<strong>en</strong>tido el alivio cuando el amparo de las<br />
probanzas fueran det<strong>en</strong>idos para su juzgami<strong>en</strong>to (...) En primer lugar<br />
permítame recordarle con todo respeto que para poner <strong>en</strong> `caja a la<br />
policía bonaer<strong>en</strong>se´ no se debiera repetir nunca el episodio de mayor<br />
conc<strong>en</strong>tración de poder que se t<strong>en</strong>ga conocimi<strong>en</strong>to <strong>en</strong> la Fuerza, como<br />
durante la Jefatura de Pedro Klodkczyk, durante los cuales los oficiales de<br />
m<strong>en</strong>or rango debimos escuchar de nuestro Gobernador que éramos la<br />
mejor policía del mundo, dejándonos descaradam<strong>en</strong>te sin posibilidad<br />
alguna de crecer a partir de la autocrítica y el replanteo (...) No será<br />
necesario, Sr. Presid<strong>en</strong>te, que le recuerde que fue su candidato a<br />
Gobernador qui<strong>en</strong> designó como ministro de Seguridad al Int<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te<br />
Rico, apremiado como estaba por exhibir no ya una Policía `garantista´,<br />
como la que le asegurara el Dr. Arslanian, sino una policía `ejecutiva y<br />
efectista´, como la que le reclamaban los tiempos electorales (...) Al<br />
m<strong>en</strong>os si se cumpl<strong>en</strong> los más agoreros pronósticos y el destino de los<br />
arg<strong>en</strong>tinos sea el <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to <strong>en</strong>tre hermanos pobres y m<strong>en</strong>os pobres,<br />
<strong>en</strong>tre hermanos de uniforme y sin uniforme, <strong>en</strong>tre hermanos de derecha,<br />
c<strong>en</strong>tro e izquierda, quisiera como jefe policial <strong>en</strong> actividad contar con el<br />
consuelo de la sinceridad”.<br />
Días más tarde, claro, Frutos r<strong>en</strong>unció a su cargo. Mi<strong>en</strong>tras escribo estas<br />
líneas, Carlos Leiva, pará Leiva, sobre qui<strong>en</strong> pesa una acusación por<br />
“int<strong>en</strong>to de homicidio”, continúa prófugo.<br />
128
<strong>La</strong> historia criminal de la policía de Avellaneda no es novedosa. En<br />
octubre de 1968, <strong>en</strong> el último párrafo del primer artículo de una serie<br />
titulada “<strong>La</strong> secta de la picana”, Rodolfo Walsh escribió: “Estos son los<br />
métodos. Los métodos que utiliza una jauría de hombres deg<strong>en</strong>erados, un<br />
hampa de uniforme, una delincu<strong>en</strong>cia organizada que actúa <strong>en</strong> nombre<br />
de la ley. El nombre completo de esa asociación delictiva es Brigada de<br />
Investigaciones de Avellaneda”.<br />
* * *<br />
De vuelta Bu<strong>en</strong>os Aires, una vez más la cruda int<strong>en</strong>sidad del frío y esa<br />
<strong>en</strong>demoniada lluvia fina y pertinaz. Es miércoles 3 de julio, siete días han<br />
transcurrido del asesinato de Santillán y Kosteki, y las columnas de la<br />
Coordinadora Aníbal Verón han com<strong>en</strong>zado a reunirse <strong>en</strong> las adyac<strong>en</strong>cias<br />
de la estación Avellaneda. Son millares de personas empapadas <strong>en</strong> agua,<br />
millares de rostros macil<strong>en</strong>tos y a la vez ll<strong>en</strong>os de medida indignación.<br />
Todo indica que, a pesar de la lobreguez del cielo, la marcha contra la<br />
represión hacia Plaza de Mayo, articulada por dec<strong>en</strong>as de organizaciones,<br />
será mayúscula; aquí hay miles, y otros miles habrán de plegarse a esta<br />
columna <strong>en</strong> el trayecto, <strong>en</strong> la Nueve de Julio, <strong>en</strong> av<strong>en</strong>ida de Mayo, hasta<br />
alcanzar la plaza y repletarla al grito que ahora escucho y me sorpr<strong>en</strong>do<br />
coreando con vigor: “¡Darío y Maxi! ¡Pres<strong>en</strong>tes!, ¡Darío y Maxi! ¡Pres<strong>en</strong>tes,<br />
ahora y siempre!”. Ayer, quizá con el propósito de acallar tanto dolor y<br />
disgusto, y confirmando el cabal conocimi<strong>en</strong>to que ti<strong>en</strong>e acerca de la<br />
realidad del país, Duhalde dispuso anticipar las elecciones para marzo de<br />
2003; desde luego, una sabia resolución que todos los arg<strong>en</strong>tinos han<br />
recibido con alborozo. Otro funcionario del gobierno, Alfredo Atanasof,<br />
muy probablem<strong>en</strong>te afectado por la obstrucción de algún vaso sanguíneo,<br />
creyó oportuno soltar una ironía: “Dejamos atrás el caos y somos un país<br />
previsible”. Los diarios, he visto, andan ocupados <strong>en</strong> m<strong>en</strong>esteres sin duda<br />
alguna más trasc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>tales: ¿Quiénes son los candidatos que infund<strong>en</strong><br />
mayor confianza? ¿M<strong>en</strong>em, López Murphy, Macri, Carrió, Reuteman?<br />
Infobae.com, cabe subrayarlo, le ha destinado reveladoras líneas a la<br />
marcha nacional, pero lo ha hecho a su modo; luego de informar que el<br />
gobierno <strong>en</strong>com<strong>en</strong>dó a los servicios de intelig<strong>en</strong>cia del Estado, del Ejército<br />
y de la Prefectura Naval el estudio de la situación, el libelo de Daniel<br />
Hadad advierte: “Algunos de los informes realizados <strong>en</strong> estos días por<br />
esos organismos indican que los activistas ya habrían ingresado una<br />
bu<strong>en</strong>a cantidad de armas al interior de la Capital Federal, para no t<strong>en</strong>er<br />
que lidiar hoy con los estrictos controles policiales especialm<strong>en</strong>te<br />
preparados <strong>en</strong> los accesos a la Ciudad, y hacerse de las municiones una<br />
vez superadas esas barreras”.<br />
129
Me pongo a conversar de manera informal con algunos compañeros de<br />
Darío; los recuerdos afloran, espontáneos, irreprimibles, el uno tras el<br />
otro, <strong>en</strong> una especie de necesaria e impostergable celebración de la vida.<br />
Quería crear la Juv<strong>en</strong>tud Piquetera; no sabés cómo dibujaba el chabón;<br />
t<strong>en</strong>drías que hablar con todos esos pibes a los que sacó de la droga,<br />
porque odiaba la droga, quería sacar a los chicos del pozo, los estimulaba<br />
con la música. Uno de los muchachos extrae un papel ajado de <strong>en</strong>tre las<br />
ropas; desde el miércoles último lo lleva siempre consigo a la manera de<br />
preciado tesoro. Es un breve docum<strong>en</strong>to que Darío escribió años atrás,<br />
cuando <strong>en</strong> el colegio secundario de Solano fundó una agrupación<br />
estudiantil. “Cuando decimos `lo imposible sólo cuesta un poco más´,<br />
reafirmamos nuestra decisión de alcanzar finalm<strong>en</strong>te los ideales de todos<br />
los que pelearon contra la estupidez, la miseria, el hambre, la ignorancia y<br />
la explotación. Estamos hablando de nuestros 30.000 mejores<br />
compañeros, de los que dieron la vida por un mundo verdaderam<strong>en</strong>te<br />
digno para todo el género humano, la vida invalorable de esos ejemplares<br />
compañeros nos empuja aún más a seguir hacia delante, con la alegría de<br />
sabernos la continuación de sus vidas, es con ellos y sus ideales que<br />
realizamos día a día, construy<strong>en</strong>do desde abajo el sueño que buscamos,<br />
que de una vez y definitivam<strong>en</strong>te se vuelva realidad”. Cruzo abrazos y<br />
besos lagrimosos con Flor, Nelson y Pablo; con Jorge, Marcelo y Alberto.<br />
De pronto diviso al Vasco, de All<strong>en</strong>, y parto a su <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro; <strong>en</strong>seguida la<br />
palma de una mano gruesa, mojada, aparece por detrás y me tapa los<br />
ojos y cuando vuelvo la cabeza choco con Tomás, de Mosconi; Juan<br />
Arredondo, con la posta de plomo incrustada <strong>en</strong> el trasero, sosti<strong>en</strong>e un<br />
palo alto y pesado, extremo de un cartel <strong>en</strong>orme; Luis Zamora erra por<br />
allí. Entonces la insondable columna se echa a andar, lerda, abatida, hacia<br />
el pu<strong>en</strong>te, hacia el maldito pu<strong>en</strong>te, donde, como si nada terrible hubiera<br />
ocurrido, como si su pres<strong>en</strong>cia exhalara sosiego, ci<strong>en</strong>tos de policías<br />
ahogados <strong>en</strong> cascos, escudos y armas largas, nos observan con recelo. El<br />
padre de Darío se niega, hasta el <strong>en</strong>ojo, a hacer a un lado las muletas y<br />
meterse <strong>en</strong> un auto. “Si no soy capaz de hacer esto por mi hijo, de<br />
caminar hasta Plaza de Mayo, como lo hubiera hecho él, soy una mierda<br />
de padre y persona”. Claudia, la novia de Darío, camina a su lado; <strong>en</strong><br />
mom<strong>en</strong>to alguno ha dejado de largar lágrimas, gotas extrañam<strong>en</strong>te<br />
blancas que <strong>en</strong> su rostro pálido y aus<strong>en</strong>te, a pesar de la lluvia fina que lo<br />
empapa, veo serp<strong>en</strong>tear, imborrables, decididas, hasta la comisura de los<br />
labios. A Leo, hermano de Darío, tras un fuerte abrazo le <strong>en</strong>trego las<br />
pocas líneas que he podido escribir anoche: “Tu hermano era un tipo<br />
testarudo y exig<strong>en</strong>te. Acaso por eso lo asesinaron de manera impía y<br />
cobarde. Porque no hacía más que luchar, con formidable t<strong>en</strong>acidad, por<br />
un mundo nuevo; un mundo loco e insol<strong>en</strong>te, desde luego, como el que<br />
Nicolás Guillén ha sabido describir <strong>en</strong> su poema T<strong>en</strong>go:<br />
130
Cuando me veo y toco<br />
yo, Juan sin Nada no más ayer,<br />
y hoy Juan con Todo,<br />
y hoy con todo,<br />
vuelvo los ojos, miro,<br />
me veo y toco<br />
y me pregunto cómo ha podido ser.<br />
T<strong>en</strong>go, vamos a ver,<br />
t<strong>en</strong>go el gusto de andar por mi país,<br />
dueño de cuanto hay <strong>en</strong> él,<br />
mirando bi<strong>en</strong> de cerca lo que antes<br />
no tuve ni podía t<strong>en</strong>er.<br />
Zafra puedo decir,<br />
monte puedo decir,<br />
ciudad puedo decir,<br />
ejército decir,<br />
ya míos para siempre y tuyos, nuestros,<br />
y un ancho resplandor<br />
de rayo, estrella, flor.<br />
T<strong>en</strong>go, vamos a ver,<br />
t<strong>en</strong>go el gusto de ir<br />
yo, campesino, obrero, g<strong>en</strong>te simple,<br />
t<strong>en</strong>go el gusto de ir<br />
(es un ejemplo)<br />
a un banco y hablar con el administrador,<br />
no <strong>en</strong> inglés,<br />
no <strong>en</strong> señor,<br />
sino decirle compañero como se dice <strong>en</strong> español.<br />
T<strong>en</strong>go, vamos a ver,<br />
que si<strong>en</strong>do un negro<br />
nadie me puede det<strong>en</strong>er<br />
a la puerta de un dancing o de un bar.<br />
O bi<strong>en</strong> <strong>en</strong> la carpeta de un hotel<br />
gritarme que no hay pieza,<br />
una mínima pieza y no una pieza colosal,<br />
una pequeña pieza donde yo pueda descansar.<br />
T<strong>en</strong>go, vamos a ver,<br />
que no hay guardia rural<br />
que me agarre y me <strong>en</strong>cierre <strong>en</strong> un cuartel,<br />
ni me arranque y me arroje de mi tierra<br />
al medio del camino real.<br />
T<strong>en</strong>go que como t<strong>en</strong>go la tierra t<strong>en</strong>go el mar,<br />
no country,<br />
131
no jailáif,<br />
no t<strong>en</strong>nis y no yatch,<br />
sino de playa <strong>en</strong> playa y ola <strong>en</strong> ola,<br />
gigante azul abierto democrático:<br />
<strong>en</strong> fin, el mar.<br />
T<strong>en</strong>go, vamos a ver,<br />
que ya apr<strong>en</strong>dí a leer,<br />
a contar,<br />
t<strong>en</strong>go que ya apr<strong>en</strong>dí a escribir<br />
y a p<strong>en</strong>sar<br />
y a reír.<br />
T<strong>en</strong>go que ya t<strong>en</strong>go<br />
donde trabajar<br />
y ganar<br />
lo que me t<strong>en</strong>go que comer.<br />
T<strong>en</strong>go, vamos a ver,<br />
t<strong>en</strong>go lo que t<strong>en</strong>ía que t<strong>en</strong>er.<br />
* * *<br />
Son las ocho de la mañana del jueves 4 de julio del año 2002 y estoy <strong>en</strong><br />
la lancha colectivo que d<strong>en</strong>tro de tres horas me depositará <strong>en</strong> un muelle<br />
pequeño y viejo, a orillas del río Uruguay, a contados kilómetros de mi<br />
casa. Nada, nadie, más allá de la espesa bruma matinal, que me priva del<br />
paisaje, y de un frío int<strong>en</strong>so y mordaz imposible de aplacar. Ap<strong>en</strong>as el<br />
contínuo barullo del motor. Soy el único pasajero de una lancha que, <strong>en</strong><br />
sus épocas de gloria, acostumbra transportar no m<strong>en</strong>os de quince<br />
personas. Llevo diarios, revistas que no puedo ni pret<strong>en</strong>do leer. Entre mis<br />
papeles <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro una serie de anotaciones que ahora se me antojan<br />
absurdas, car<strong>en</strong>tes de s<strong>en</strong>tido y oportunidad; un bosquejo del itinerario<br />
que t<strong>en</strong>ía previsto continuar <strong>en</strong> los próximos días, y que los disparos de la<br />
semana última, que todavía restallan <strong>en</strong> mis p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos, han echado<br />
por tierra: los campesinos de la Asociación de Productores del Noroeste<br />
de Córdoba (APENOC), sometidos, como el Mocase, al atropello y la<br />
viol<strong>en</strong>cia consuetudinaria; los movimi<strong>en</strong>tos y agrupaciones del Gran<br />
Rosario, región paupérrina de la que suele hablarse sólo cuando un<br />
camarógrafo registra las imág<strong>en</strong>es de un gato desollado que prontam<strong>en</strong>te<br />
irá a parar a la olla; alguna asamblea de capital. Lo si<strong>en</strong>to, <strong>otra</strong> vez será.<br />
Ya no puedo seguir viaje. Al m<strong>en</strong>os por el mom<strong>en</strong>to. <strong>La</strong> muerte se ha<br />
<strong>en</strong>cargado de sumergirme <strong>en</strong> un pasmoso estado de susp<strong>en</strong>sión de los<br />
s<strong>en</strong>tidos y de toda facultad del ánimo. Encu<strong>en</strong>tro, también, una frase de<br />
Albert Einstein que hace tiempo he anotado <strong>en</strong> uno de mis cuadernos<br />
vaya a saber por qué: “<strong>La</strong> vida finaliza definitivam<strong>en</strong>te cuando el sujeto<br />
132
deja de t<strong>en</strong>er efecto alguno sobre su <strong>en</strong>torno a través de sus acciones. <strong>La</strong><br />
muerte es una realidad”. <strong>La</strong> leo nuevam<strong>en</strong>te y, acaso para hallar una<br />
coartada que aplaque la proverbial angustia que me devora, pi<strong>en</strong>so que el<br />
asesinato de Darío y Maximiliano más se asemeja a un g<strong>en</strong>eroso<br />
relumbrón de vida que a esa muerte cotidiana que durante este viaje<br />
inconcluso he podido absorber <strong>en</strong> los semblantes que poblaban calles y<br />
plazas, bares, subtes y colectivos; esa especie de muerte andante y<br />
habitualm<strong>en</strong>te indolora de la que sólo será posible librarse haci<strong>en</strong>do.<br />
Av<strong>en</strong>turando las manos <strong>en</strong> la masa, como me ha dicho Albino Tricanao; o<br />
<strong>en</strong> la tierra, dijo Paulo Aranda; <strong>en</strong> los pizarrones, hizo hincapié Raymundo<br />
Gómez; <strong>en</strong> las máquinas, se metió Raúl Godoy. Meti<strong>en</strong>do las manos <strong>en</strong> la<br />
argamasa, como lo hacía Darío.<br />
Tiemblo, mis di<strong>en</strong>tes castañetean.“Hace demasiado frío <strong>en</strong> este lugar”,<br />
escribió Maximiliano Kosteki, el 17 de febrero de 2002, <strong>en</strong> el<br />
<strong>en</strong>cabezami<strong>en</strong>to de un dibujo suyo que repres<strong>en</strong>ta un laberinto<br />
<strong>en</strong>revesado, tortuoso, sin escapatoria. ”Sigo caminando por este inm<strong>en</strong>so<br />
pasillo/¿hacia dónde me dirijo? ¡Estoy perdido!/los pasillos no dirig<strong>en</strong> a<br />
ningún lugar/t<strong>en</strong>go mucho frío, sin embargo mi sangre .../Mi sangre<br />
hierve, fluy<strong>en</strong>do por mis v<strong>en</strong>as/si<strong>en</strong>to que van a explotar ...” Al ingresar<br />
<strong>en</strong> el arroyo Ceibito, estrecho atajo de agua inmóvil y azafranada, medio<br />
comido por árboles y largos arbustos postrados que con sus ramas<br />
acarician las v<strong>en</strong>tanillas de la lancha, me recuesto <strong>en</strong> el asi<strong>en</strong>to y con<br />
diarios y revistas que hablan de asuntos estrafalarios cubro mi cuerpo<br />
aterido. Sí, el frío es excesivo. Pero la bruma, advierto con vaga<br />
satisfacción, ha com<strong>en</strong>zado a disiparse.<br />
* * *<br />
Epílogo<br />
Gasté varios días procurando palabras, reflexiones, ideas para<br />
proporcionarle a este libro un cierre acorde con su cont<strong>en</strong>ido. Pero resultó<br />
una tarea infructuosa. Cada oración, cada frase que garrapateaba moría,<br />
de modo irremisible, <strong>en</strong> el virtual cesto de basura. Por eso estimé más<br />
s<strong>en</strong>sato y justo transcribir el sigui<strong>en</strong>te fragm<strong>en</strong>to del texto que Carlos, del<br />
MTD-Solano, leyó durante el hom<strong>en</strong>aje a Darío Santillán y Maximiliano<br />
Kosteki, el viernes 28 de junio de 2002, <strong>en</strong> la sede de la Universidad de<br />
las Madres de Plaza de Mayo.<br />
Ahorita me acuerdo qué pasó, tanto humo, tanto tiro, tanta bala. Mis ojos<br />
se cerraron, no sé si por los lacrimóg<strong>en</strong>os o por la bronca que t<strong>en</strong>ía. Pero<br />
133
se abrieron un poquito mis párpados con una r<strong>en</strong>dija. Así como una<br />
herida de cuchillo, y <strong>en</strong>tonces pude ver el cielo y el sol caminando <strong>otra</strong><br />
vez de costado, como estos días, como muchos días. No había muchas<br />
nubes y el sol sigue pálido. Creo que <strong>está</strong> haci<strong>en</strong>do frío. Y <strong>en</strong>tonces me<br />
acuerdo de los días cuando los muertos que somos empezamos esta<br />
lucha para hablar. Sí, para hablar. ¿Para qué <strong>otra</strong> cosa haríamos esta<br />
lucha los muertos?<br />
Les decía que al abrir un poquito esta r<strong>en</strong>dija de mis párpados, alcancé a<br />
ver el cielo. Vi, s<strong>en</strong>tí y escuché. Vi a los asesinos, sus escudos, sus<br />
escopetas, sus balas de goma, sus lacrimóg<strong>en</strong>os. S<strong>en</strong>tí sus balas de goma<br />
<strong>en</strong> mi pierna izquierda y escuché las detonaciones. Nos atacaron, nos<br />
siguieron más de treinta cuadras y mi gran pregunta es que los muertos<br />
corríamos, y por qué, si estamos muertos.<br />
Ellos no lo sab<strong>en</strong> pero yo los veo, los veo y los vigilo. También me río.<br />
Sí, porque al final de cu<strong>en</strong>tas, esos infantes represores estuvieron acá<br />
porque nos ti<strong>en</strong><strong>en</strong> miedo. Sí, ya sé que de por sí los muertos no dan<br />
miedo, pero estos represores con sus armam<strong>en</strong>tos nos ti<strong>en</strong><strong>en</strong> miedo de<br />
que los muertos que somos nos echemos a caminar de nuevo. Y yo no sé<br />
para qué tanto barullo represivo, si de por sí nada podrán hacer, porque<br />
ya estamos muertos. Ni modo que nos mat<strong>en</strong>. Tal vez es porque quier<strong>en</strong><br />
darse cu<strong>en</strong>ta y avisar con tiempo al que los manda. No sé. Pero sí sé que<br />
el miedo se huele, y el olor del miedo del poderoso es así como de<br />
vehículo, como de lacrimóg<strong>en</strong>a, como de perro, como de caballo, como de<br />
bala de goma. Como de metal y pólvora, y ruido y... y... y de miedo. Sí, el<br />
miedo huele a miedo, y a miedo huel<strong>en</strong> estos carros de asalto, estos<br />
hidrantes, estos patrulleros. A miedo huele el aire que vi<strong>en</strong>e de arriba. El<br />
de abajo no. El aire de abajo huele precioso, como a que las cosas<br />
cambi<strong>en</strong>, como que todo mejora y se hace más bu<strong>en</strong>o. A esperanza, a<br />
eso huele el aire de abajo. Nosotros somos de abajo. Nosotros y muchos<br />
como nosotros. Sí, ahí <strong>está</strong> la cuestión pues: <strong>en</strong> este día los muertos<br />
huel<strong>en</strong> a esperanza.<br />
Todo esto veo por la r<strong>en</strong>dija de mis párpados y todo esto escucho.<br />
Pi<strong>en</strong>so y mis compañeros <strong>está</strong>n de acuerdo (lo sé porque ellos me lo han<br />
dicho), que no <strong>está</strong> bi<strong>en</strong> que el sol caiga de costado y que hay que<br />
ponerlo derecho, porque eso de que se caiga de costado, todo apagado y<br />
viol<strong>en</strong>to pues no. Como que el trabajo del sol es dar calor, no t<strong>en</strong>er frío.<br />
Y si me dejan, y no me apuran y ti<strong>en</strong><strong>en</strong> paci<strong>en</strong>cia, pues les hago el<br />
análisis político. Mir<strong>en</strong> ustedes, yo digo que el problema de este país es<br />
que puras contradicciones ti<strong>en</strong>e. Ahí <strong>está</strong> pues que carga un sol de<br />
costado, un sol frío, y la g<strong>en</strong>te viva ve y deja hacer como si estuviera<br />
muerta, y el criminal es policía y juez, y las víctimas <strong>está</strong>n <strong>en</strong> la cárcel, y<br />
el corrupto m<strong>en</strong>tiroso es policía y juez, y las víctimas <strong>está</strong>n <strong>en</strong> la cárcel, y<br />
el corrupto m<strong>en</strong>tiroso es gobierno, y la lucha social es perseguida como<br />
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<strong>en</strong>fermedad, y los luchadores <strong>está</strong>n <strong>en</strong>cerrados y los ladrones corruptos<br />
<strong>está</strong>n sueltos, y el ignorante im<strong>parte</strong> cátedras y el sabio es ignorado, y el<br />
vago intolerante represor cobra un sueldo para reprimir, y el ocioso ti<strong>en</strong>e<br />
riquezas, y el que trabaja nada ti<strong>en</strong>e, y el m<strong>en</strong>os manda, y los más<br />
obedec<strong>en</strong>, y el que ti<strong>en</strong>e demasiado ti<strong>en</strong>e más, y el que ti<strong>en</strong>e poco ti<strong>en</strong>e<br />
nada, y se premia al malo y se castiga al bu<strong>en</strong>o, se da hom<strong>en</strong>aje a los<br />
policías represores y se pasa desapercibido a los muertos sociales.<br />
Y no sólo, además aquí, los muertos hablan y caminan, y se dan <strong>en</strong> sus<br />
cosas raras, como tratar de vivir y andar mejor, y mírelo nomás, andamos<br />
medio de lado con muertos sin rostro y t<strong>en</strong>emos frío, y no sabemos cómo<br />
llegar a este punto que nos reviva y nos dé calor. Bu<strong>en</strong>o, Darío y Maxi.<br />
Reciban un abrazo de todas y todos nosotros, y uno especial de la<br />
v<strong>en</strong>tana que ustedes abrieron <strong>en</strong> la lucha arg<strong>en</strong>tina. Que les vaya bi<strong>en</strong> y<br />
no se olvid<strong>en</strong> de nosotros. Siempre habrá para ustedes una abertura <strong>en</strong><br />
nuestra memoria.<br />
Agradecimi<strong>en</strong>tos<br />
A <strong>La</strong>ura Vales, Stella Calloni, Rep y Claudio Mardones, cuyos artículos<br />
periodísticos me fueron de suma utilidad no ya para obt<strong>en</strong>er información,<br />
<strong>en</strong> especial para <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der que no andaba solo por este mundo nuevo.<br />
A Sebastián Hacher, por sus magníficas y reveladoras fotografías.<br />
A Diego y Verónica, del Colectivo Situaciones, por sus excel<strong>en</strong>tes<br />
cuadernillos sobre el MTD de Solano y el Mocase, y el libro “Contrapoder,<br />
una introducción”, material que me sirvió de intelig<strong>en</strong>te sust<strong>en</strong>to <strong>en</strong> más<br />
de una ocasión.<br />
A los medios alternativos Indymedia Arg<strong>en</strong>tina, Anred, RedAcción,<br />
Nuevo Proyecto Histórico y <strong>La</strong> Protesta; <strong>La</strong> Fogata, <strong>La</strong> Fragua, Diario de<br />
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Urg<strong>en</strong>cia, Situación y Retruco, fu<strong>en</strong>tes imprescindibles a la hora de hurgar<br />
<strong>en</strong> la realidad del país.<br />
A la “cronología piquetera” escrita por Luis Oviedo.<br />
A Martín Perletto, y Gustavo Martínez, de ATE-Rosario, por la amable<br />
elocu<strong>en</strong>cia de sus correos electrónicos.<br />
A Raúl Blanco, que me informó y <strong>en</strong>tretuvo con su oportuna y bella<br />
prosa.<br />
A Daniel Freind<strong>en</strong>berg, por haberme acercado, sin darse cu<strong>en</strong>ta, al<br />
p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to de Holloway.<br />
A Tato Iglesias, verdadero profesor trashumante que me brindó su<br />
franco y contínuo ali<strong>en</strong>to.<br />
A Cristina Molina, acaso el primer contacto que tuve con la vida e<br />
historia de los distintos movimi<strong>en</strong>tos de trabajadores desocupados.<br />
A mi querido amigo Pablo Conti, inapreciable y leal compañía <strong>en</strong> el viaje<br />
a la ciudad de Quimilí.<br />
A María Eug<strong>en</strong>ia Chagra, por el escrito sobre Iruya, y su cálida y<br />
acogedora recepción <strong>en</strong> Salta.<br />
A Luis Mattini, José Pablo Feinmann, Julio Cardozo, Guillermo Cieza,<br />
James Petras y Osvaldo Bayer, que a través de sus escritos me ayudaron<br />
a reflexionar.<br />
A Carlos Acuña y Juan, de Neuquén; Angel, del Mocase; Vasco, de All<strong>en</strong>;<br />
Tomás, de G<strong>en</strong>eral Mosconi, y a Carlos, Pablo y Flor<strong>en</strong>cia, de <strong>La</strong>nús, por<br />
su extraordinaria afectuosidad.<br />
Al incondicional apoyo de los amigos de ahora y siempre: Víctor, Pablo,<br />
Adriana, Moira, Carlos, Pato, Nancy, Nino, Erika, Juan ...<br />
A la hospitalidad de mi suegra, Julia Const<strong>en</strong>la.<br />
A mis hijos Camila y Manuel, que toleraron con hidalguía y bu<strong>en</strong> humor<br />
mis habituales y altisonantes súplicas de sil<strong>en</strong>cio.<br />
Y, por sobre todas las cosas, a <strong>La</strong>ura, autora de precisos informes y<br />
comp<strong>en</strong>dios, y, por lo demás, compañera y voz s<strong>en</strong>sata, hasta la última<br />
de las líneas de este libro, <strong>en</strong> cada uno de los raptos de angustia e<br />
incertidumbre que no infrecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te me asaltaban.<br />
* * *<br />
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