La línea paterna

Gonzalo Perera

Un principio republicano básico es que no hay ni méritos ni penas hereditarias. “El hijo de un sabio o de un bribón, puede ser de cualquier condición”, reza un muy viejo dicho. Es tan simple como fundamental, y para comprenderlo, alcanza con mirar cualquier monarquía, donde alguien cuyo único mérito es haber nacido en determinada familia, automáticamente es millonario, venerado y algún día será gobernante, así sea un reverendo inepto, irresponsable y corrupto (ejemplos sobran).
Por ese motivo, nunca me ha gustado achacarle a un dirigente político los defectos que pueda haber tenido su padre, por ejemplo, porque no puede imputarse alegremente a una nueva generación las calamidades de sus ancestros. Ahora bien, cuando el hijo muestra tener la misma catadura política que el padre, o da señales explícitas de incluso querer ir más lejos. o expone la voluntad de continuar el “legado”, entonces la crítica cabe y plenamente, pues no se trata de un prejuicio genético, sino de un juicio basado en hechos constatados.
Luis Alberto Lacalle Pou en buena parte de su carrera política, sobre todo desde que se proyectó al liderazgo del Partido Nacional, hizo todo cuanto pudo para tratar de despegar su imagen de la de su padre, Luis Alberto Lacalle Herrera. Incluso recurrió a un arma publicitaria que ya había usado Pedro Bordaberry: el ser llamado sólo por su nombre de pila. Así como Bordaberry se publicitó como “Pedro”, Lacalle Pou se ha hecho llamar “Luis” (ni siquiera Luis Alberto). La lógica se entiende: la imagen de Lacalle Herrera está fuertemente erosionada primero que nada por un gobierno catastrófico para los intereses populares, y que si no fue peor, fue gracias a los reflejos del campo popular, cuando, por ejemplo, en las urnas impidió la venta de las empresas públicas (que algunas ya tenían comprador designado). En un nivel menor, pero que también pesa en el ciudadano, lo marcan conductas públicas excesivas y desagradables. Insisto en que se trata de conductas públicas, pues su vida privada no nos incumbe. y me refiero, por ejemplo, a las denuncias formuladas por parte de mujeres periodistas en su última campaña presidencial, que envuelven a su figura de una imagen de abuso y desprecio clasista muy típico en el patriciado y que, a nivel popular, cae reverendamente mal. Factores muy objetivos pues, y otros un poco más subjetivos, hacían evidente a cualquier persona inteligente que, si Lacalle Pou no se despegaba de la imagen paterna, no podría levantar vuelo nunca. Pero también muchos pensamos que eso era una licencia temporal y que si algún día Lacalle Pou se sentía libre de actuar a sus anchas, mostraría su gran cercanía a su padre, pues en sus dichos y en sus hechos ha venido mostrando que piensa exactamente igual, Más aún, en los elementos estrictamente objetivos de implantación de políticas salvajemente neoliberales le saca varios cuerpos de ventaja a su progenitor, por lo cual aunque cuide mucho más los factores subjetivos y trate de evitar groseras “patinadas” públicas, en el balance, parece mucho más a la derecha el hijo que el padre.
Pero por aquello de que mejor comprobar que conjeturar, tenemos en estos días dos muy claras muestras de cuánto incide Lacalle padre sobre Lacalle hijo, y sobre la filiación ideológica actual de Lacalle padre.
A Luis Alberto Lacalle Herrera se le encomendó, nada menos, el rol de coordinación de la campaña por el NO para el referéndum del 27 de marzo. No era nada lo del ojo: el buque insignia del gobierno supuestamente multicolor (en proceso de blanqueo), fuertemente desafiado por el campo popular que recolectó 800 mil firmas en tiempos y condiciones épicas, ha quedado bajo el bastón de mando de Lacalle padre. Creo que la importancia estratégica del Referéndum y de la decisión que en él tomemos, revela a las claras hasta qué punto pesa Lacalle Herrera sobre su hijo y en el actual gobierno.
Obviamente, para defender los 135 artículos que constituyen el Manifiesto Neoliberal Salvaje, privatizador, autoritario, clasista, oscurantista, aniquilador de derechos, destructor del Estado, etc., pocas personas tienen mejores credenciales que Lacalle Herrera.
La simpatía y admiración de Lacalle Herrera hacia el terrible dictador Francisco Franco es archiconocida. Su amistosa relación con referentes de la mafia batistiana de Miami, también. Pero si faltaba algo para ubicarlo claramente en el terreno del filo fascismo, él mismo se ha encargado de proveerlo en estos días.
Michael Kast fue un joven nazi alemán, que en la década del 50 y mediante documentación falsa, logró huir a Chile. Su hijo José Antonio Kast, desde joven fue un acérrimo defensor de Pinochet y su dictadura, negando rotundamente las horrorosas violaciones a los Derechos Humanos cometidos por las alas del Cóndor. En el plebiscito de 1988, que permitía perpetuar al terrorista de Estado en el gobierno, como joven estudiante universitario grabó spots publicitarios a favor de Pinochet, halagando la “libertad” para estudiar en la Universidad que tenía el régimen chileno, ya que cada quien hacia lo que podía y quería, a su modo (omitió “si lo puede pagar y no cuestiona”, un detallecito nomás). El pueblo chileno derrotó al pinochetismo en 1988, pero José Kast siguió siendo lisa y llanamente un fascista.
El próximo domingo se enfrentan, en lo que parece ser una cerrada segunda vuelta presidencial, el candidato fascista y el candidato progresista Gabriel Boric. Mientras la ultraderecha realiza publicidad difamatoria y rastrera, apelando al temor y a la mentira, en una burda operación mediática para mostrarlo con apoyos internacionales, Kast organizó, casualmente para esta semana, la “Cumbre de líderes por la democracia y la libertad” en Chile. Los demócratas que allí participan son, por ejemplo, Juan Guaidó, Leopoldo López, Guillermo Lasso y afines. Pero atención, que la conferencia inaugural estará a cargo de Luis Alberto Lacalle Herrera. Si, el padre del presidente, el que está cargo de organizar la embarrada de cancha para el referéndum, táctica que obviamente usará la derecha para defender lo indefendible.
Se podría decir, con justeza, que parece sumamente inadecuado y al borde de la intervención en los asuntos internos de otro país que el padre del Presidente, pero, además, asignado por el mismo para la más estratégica de sus batallas cercanas, aparezca en un obvio acto de promoción del candidato Kast.
Pero la presencia allí de Lacalle padre, como una de las figuras estelares en el acto de apoyo a un fascista, muestra hasta dónde es capaz de llegar Lacalle Herrera cuando se corre a la derecha. Y que sea el coordinador de la embarrada por el NO, no es una coincidencia, es una constatación de total coherencia: 135 artículos nefastos, con claras componentes fascistas, estarán siendo defendidos por quien cruza la cordillera a hacer propaganda por un nostálgico de la esvástica y de Pinochet.
La derecha global se juega mucho en Chile y ello anima a Lacalle padre a cometer un sincericidio, rodeado de corruptos, golpistas, cómplices del terrorismo de Estado, etc.
No hace falta decir qué ideología anima a Lacalle Herrera, y no por herencia, sino por el lugar estelar que le confirió a su padre, a Lacalle Pou: la derecha de la derecha. La complicidad absoluta con el imperio, el total lacayismo (no lacallismo).
El rol que el hijo le asignó al padre, y la defensa de éste de un declarado fascista, mostró cuán tétrica y fuerte es hoy la línea paterna en el gobierno nacional.

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