¿LA RELIGIÓN ES INNATA EN EL SER HUMANO?

¿LA RELIGIÓN ES INNATA EN EL SER HUMANO?

Nacemos con una predisposición natural a creer en dioses. Esto explica por qué en pleno siglo XXI 6 de cada 7 personas sigue alguna religión. La pregunta que me hago es: ¿por qué creemos en seres sobrenaturales?, ¿nos sirve de algo? Con estas preguntas en mente comencé una difícil investigación. La ciencia sobre el origen de la religión es joven y existen muchas teorías diferentes. Finalmente he llegado a algunas conclusiones que te ayudarán a conocer cómo la religión ha emergido de forma espontánea y se ha convertido en uno de los fenómenos que ha moldeado nuestras sociedades.

El origen del pensamiento religioso

Se cree que el pensamiento religioso pudo nacer hace unos 80.000 años. El pensamiento religioso se encuentra en todas las culturas por lo que podemos estar seguros de que su origen es biológico. Es decir, el ser humano ha evolucionado para creer en dioses. Pero, ¿por qué?

Hay varias teorías sobre el origen del pensamiento religioso. La más aceptada es que la religión es un subproducto de otras adaptaciones evolutivas. Es decir, es una consecuencia de la combinación de varios comportamientos adaptativos. Vamos a analizar los 3 más importantes:

  1. Detección de agentes. Se cree que los seres humanos desarrollaron la detección de agentes como una estrategia de supervivencia. En situaciones en las que uno no está seguro de la presencia de un agente inteligente (como un enemigo o un depredador), es valioso para la supervivencia asumir que está ahí para poder tomar precauciones. Por ejemplo, si un antepasado nuestro fuese de noche por la sabana africana y de repente escuchase un ruido detrás de un arbusto, sería preferible que lo asociase a un león que al viento.
  2. Búsqueda de un propósito. Encontrar una causa a todo lo que sucede a nuestro alrededor forma parte de la naturaleza humana. Al buscar la causa de los fenómenos que nos rodean, podemos controlar mejor el futuro gracias al conocimiento adquirido que surge de nuestras reflexiones. Sin embargo, a menudo llevamos este comportamiento al extremo e inconscientemente preferimos encontrar causas, aunque sean falsas, que aceptar la incertidumbre propia del mundo real. Dada nuestra naturaleza social, este comportamiento también está detrás de nuestra tendencia a asociar a otros agentes, reales o imaginarios, intenciones que en muchos casos no existen. Para un maya era mucho más intuitivo asociar una sequía a la ira del dios Chaac que los había castigado por un mal comportamiento que al puro azar. Por eso, desde que somos bebés, somos capaces de atribuir intención a seres que no vemos.
  3. Teoría de la mente. La teoría de la mente es una habilidad social innata que desarrollamos a partir de los 3 ó 4 años que nos permite darnos cuenta que otros seres tienen su propios pensamientos, intenciones y objetivos.

Estas tres adaptaciones y algunas otras nos llevaron a imaginar agentes con propósito (dioses, espíritus, demonios…) detrás de muchos fenómenos que antes de la revolución científica no podían explicarse fácilmente de otra manera. Por ejemplo, truenos, relámpagos, movimiento de planetas y la complejidad de la vida en general. De esta manera, estos seres sobrenaturales imaginados por nuestros antepasados pasaron a formar parte de las creencias religiosas que surgieron para dar explicación a estos y otros fenómenos naturales.

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Además de la teoría de la religión como subproducto de adaptaciones evolutivas, existen otras explicaciones que, bajo mi punto de vista, amplían esta visión y nos ayudan a comprender mejor el origen de la religión.

El psicólogo Matt J. Rossano cree que la religión surgió después de la moralidad y que ayudó a consolidarla gracias a que los individuos sentían que estaban siendo observados en todo momento por espíritus o dioses. Esto resultó ser una “estrategia” efectiva para reducir comportamientos egoístas que fuesen en detrimento del grupo. Algunos autores piensan que las tribus con creencias y rituales religiosos estaban más unidas y cooperaban mejor y, por lo tanto, estaban mejor preparadas para enfrentarse a grandes retos como la caza de animales grandes y las guerras con tribus vecinas. Por ello se piensa que la religión pudo tener una ventaja evolutiva para los miembros de estas tribus.

Lionel Tiger y Michael McGuire en su libro God’s brain proponen la idea de que la religión tiene otras ventajas adaptativas. Los rituales, la reducción de la incertidumbre sobre el mundo y el contacto humano propio de la mayoría de religiones aumenta el bienestar y reduce el estrés lo que podría haber ayudado a los humanos más religiosos a vivir y reproducirse más que los que no lo eran.

Otra de las explicaciones más interesantes que dan los científicos a la rápida propagación de la religión es la facilidad que tienen las historias de seres sobrenaturales para propagarse. Se ha demostrado que historias que se salen de lo común son más memorables. Esto podría haber ayudado a la propagación de los mitos, algo indispensable para el desarrollo de las religiones.

Creación y evolución de las religiones

Si bien los comportamientos que acabamos de mencionar explican de forma convincente el origen de la creencia en seres sobrenaturales y mitos, la pregunta que te puedes hacer a continuación es: ¿cómo pasamos de creer en espíritus y dioses a tener religiones organizadas con miles de millones de seguidores?

Según el periodista Nicholas Wade, la religión necesita del lenguaje para formarse, por lo que se estima que las primeras formas de religión surgieron en África hace unos 50.000 u 80.000 años. El lenguaje permitió a los miembros de la tribu compartir las creencias sobre aquello que no podían explicar. Esto fue dando lugar a la creación de mitos que no solo explicaban fenómenos, sino que también iban dando forma al comportamiento del grupo a través de reglas morales, cuyo incumplimiento era castigado.

Se cree que las primeras religiones organizadas nacieron con la invención de la agricultura y la ganadería. El aumento de la población, la creación de imperios y el aumento en la complejidad del mundo fue un caldo de cultivo para el surgimiento de religiones organizadas que demostraron ser una forma de proporcionar estabilidad social y económica. La estabilidad se conseguía porque el líder religioso era visto como alguien cercano a los dioses y esto le confería la autoridad necesaria para gobernar y recaudar impuestos y, a cambio, ofrecía seguridad y otros servicios sociales a la población.

Los primeros estados, como el Antiguo Egipto y Mesopotamia, eran teocracias con jefes, reyes y emperadores que desempeñaban papeles duales de líderes políticos y espirituales. Los antropólogos han descubierto que prácticamente todas las sociedades estatales y jefaturas de todo el mundo han justificado el poder político a través de la autoridad divina.

Antes del neolítico, los humanos se organizaban en bandas y tribus formadas por un pequeño número de individuos. Jared Diamond, en su excelente libro Armas, Gérmenes y Acero sostiene que la principal causa de muerte entre estas pequeñas sociedades de cazadores-recolectores era y, todavía sigue siendo, el asesinato. Argumenta que la religión organizada sirvió para crear un vínculo entre personas desconocidas que, de otro modo, serían más propensas al conflicto, posibilitando la creación de los estados y las naciones de la revolución neolítica, que agrupaban a miles de personas sin parentesco entre ellas.

Algo similar propone Yuval Noah Harari en su superventas Sapiens, de animales a dioses donde dice que las religiones han sido inventos humanos cuyo fin último es la cooperación de miles y miles de personas.

Influencia de la religión en el individuo

Gracias a la ciencia ahora podemos explicar muchas de las cosas que nuestros antepasados no podían. Sabemos que los rayos son descargas eléctricas que surgen de las nubes y que algunas sequías son consecuencia de los ciclos del clima. También sabemos que ciertas enfermedades mentales como la esquizofrenia pueden provocar visiones pero que los monstruos, hadas y espíritus no existen.

Aún con todo, la religión sigue siendo predominante en nuestros días y tiene una gran influencia en los creyentes.

En 2002 se hizo una revisión sistemática de estudios que analizaban la relación entre salud y religión. El resultado fue que encontraron una correlación entre la práctica religiosa y una mejor salud tanto física como mental. 

Se piensa que la oración, al igual que ocurre con la meditación, tiene efectos beneficiosos en quien la practica habitualmente. Además, la religión ofrece respuestas a muchas de las grandes preguntas existenciales sobre cómo he de vivir, qué ocurre cuando mis seres queridos mueren o cómo debo enfrentarme ante una enfermedad crónica. Esto podría ayudar a reducir los niveles de ansiedad de los creyentes y proporcionarles un propósito vital.

También el fervor religioso puede tener efectos negativos en el creyente. Algunas religiones ven la enfermedad como una especie de castigo al que la sufre. Otras prohíben las transfusiones de sangre. Y todas, en una u otra medida, reducen la libertad de sus miembros.

Influencia de la religión en la sociedad

La religión facilita la cohesión social gracias a que ofrece unos rituales, valores y creencias compartidas que reducen los comportamientos rebeldes y antisociales y por lo tanto fomentan la cooperación dentro de las comunidades. No es un tema menor ya que la cooperación es condición necesaria para cualquier progreso. La otra cara de la moneda es que ese sentimiento de grupo a su vez los aleja de quienes no comparten sus creencias. Las guerras de religión presentes durante toda la historia de la humanidad son un triste recuerdo de lo que pasa cuando se lleva este sentimiento al extremo.

Por otro lado, durante la historia algunas religiones han supuesto un freno para la ciencia y la innovación. Su dogmatismo y su carácter conservador ha hecho que muchas innovaciones y cambios sociales hayan sido muy lentos. En muchos de los estados teocráticos actuales, donde la religión lo impregna todo, la sociedad y los individuos están absolutamente limitados. Incluso en un país moderno como Estados Unidos, la mayoría de la población no cree en la Teoría de la evolución de Darwin.

La religión se basa en dogmas, cosas que no pueden ser cuestionadas. Eso ayuda a mantener el orden pero suele reducir la libertad individual de sus seguidores. Algunos dogmas han podido ser útiles durante un tiempo, pero por su propia naturaleza, no se adaptan fácilmente a los tiempos, lo que a la larga puede provocar mucho daño. Un ejemplo fue lo vimos en el viaje de Benedicto XVI a África en 2009, donde dijo que los preservativos no solucionaban el grave problema del VIH, sino que las claves de la Iglesia para hacer frente al sida eran “la fidelidad dentro del matrimonio heterosexual, la castidad y la abstinencia”. Estos valores, que en cierto contexto histórico pudieron ser adecuados, a comienzos del siglo XXI carecen de sentido como única solución para acabar con el sida en África.

La religión ha sido usada desde el neolítico, quizás desde finales del paleolítico para justificar el poder y reforzar las relaciones jerárquicas entre los que “hablaban con los dioses” y el resto. Seguramente haya sido una fuerza que ha contribuido a la creación de élites dominantes a lo largo de la historia.

Una última reflexión

Si cayese un meteorito en la Tierra y fulminase a toda la población excepto a dos bebés (niño y niña) y borrase toda huella de la civilización, estoy seguro de que la religión acabaría emergiendo antes o después en esa nueva sociedad. La razón es que hay fuertes comportamientos innatos que nos empujan hacia ella.

No me gusta ver la religión como algo bueno, pero tampoco como algo malo. Prefiero verla como una fuerza que mueve a las personas y a las sociedades hacia ciertos comportamientos grupales: creación de rituales, dioses y mitos que dan forma a su concepción del mundo, les orientan en su comportamiento y les llevan a cooperar. Una fuerza que ayuda a muchas personas a calmar su ansiedad y a soportar mejor las miserias de la vida pero que también somete a otras personas bajo el yugo de dogmas que limitan su libertad.

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Guillermo Ruiz Ayllón

VP of Product & Growth @ Lifecole® | Growth Strategy & Product Management

2 años

Gracias por compartir Val Muñoz de Bustillo, Fue uno de los primeros artículos que leí y por tanto una de las vías de entrada a Polymatas. Creo recordar que cuando hablamos te comenté que discrepaba en algunas afirmaciones que hacías, pero no especifiqué, permíteme aprovechar este espacio para ello, pues quizás es este artículo el que más fricciones me ha provocado de los que has escrito. Desde mi punto de vista, el artículo confunde pensamiento mágico, que sí ha sido considerado un universal cultural por autores como Durkheim o Lèvi-Strauss, y religión. Y en base a esa confusión edifica el argumento que mantiene hasta el final. La inclusión del biologicismo para reforzar esta tesis me parece errónea, pues incluye un ad consequentiam y guía al lector a una interpretación orientada en exceso: <<El pensamiento religioso se encuentra en todas las culturas por lo que podemos estar seguros de que su origen es biológico>> Por otro lado, creo que faltan conceptos claves para entender la relación religión-individuo y por extensión con la sociedad, a saber, la cohesión de esta y el freno para la ciencia y la innovación. En este sentido incluiría información sobre las religiones de salvación como parte, no como todo.

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