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El primer relato de la Creación


El libro del Génesis
La tradición judía designa este primer libro de la Biblia con el nombre de
«Bereshit», palabra con la cual comienza en su original hebreo. La posterior
traducción a la lengua griega (s. III a.C.) lo denominó con la palabra «Génesis», y
así pasó también a la lengua latina y a nuestra lengua castellana. La palabra
«Génesis» significa «origen o principio».
De algún modo, corresponde al contenido del libro, ya que sus temas principales
pretenden mostrarnos en un primer momento, el origen del mundo, por creación; el
origen del mal, por el pecado; y el origen de la cultura, de la dispersión de los
pueblos, y de la pluralidad de las lenguas. En un segundo momento, el origen de la
salvación por la elección de un hombre, que será padre de un pueblo; después, la
era patriarcal, como prehistoria del pueblo elegido: Abrahán, Isaac, Jacob, y
también José.
Al comenzar la obra con la creación del mundo, el autor responsable de la composición actual hace subir
audazmente la historia de salvación hasta el momento primordial, el principio de todo, en un intento de dar
respuesta a los grandes enigmas que acosan al ser humano: el cosmos, la vida y la muerte, el bien y el mal,
el individuo y la sociedad, la familia, la cultura y la religión. Tales problemas reciben una respuesta no teórica
o doctrinal, sino histórica, de acontecimientos. Y de esta historia la humanidad es la responsable. Pero tal
historia está soberanamente dirigida por Dios, para la salvación de toda la humanidad.

Preguntas de todos los tiempos


Para entender bien estos capítulos es necesario tener en cuenta que no pretenden darnos una explicación
científica del origen del mundo y del hombre, sino una explicación religiosa: ante el hecho -que constata con
sus propios ojos- de todo lo que existe, el autor sagrado simplemente afirma que todo eso ha tenido un
comienzo absoluto y que ese comienzo se debe a la intervención libre y gratuita de Dios que ha hecho surgir
con su sola palabra absolutamente todo lo que existe. Por tanto, el autor sagrado no entra a explicar el cómo
han surgido las cosas -eso será precisamente la competencia de la ciencia-, sino que, iluminado por Dios,
afirma desde la fe la verdad religiosa fundamental de que todo ha sido creado por Él.
Para hacer esto, el autor sagrado no recurre a afirmaciones religiosas abstractas, que sus destinatarios no
habrían entendido; por el contrario, como buen catequista transmite esas verdades en un lenguaje sencillo y
popular, cargado de imágenes, que resulta enormemente gráfico y expresivo. De ahí que tengamos que
distinguir cuidadosamente lo que el autor sagrado dice de la forma en que lo dice; es decir, que hay que
distinguir el contenido que se transmite del recipiente en que se transmite.
¿Qué había al principio? ¿Quién ha hecho el universo? ¿Por qué la vida y por qué la muerte? ¿Cómo ha
surgido el hombre, de dónde y para qué? ¿Por qué los hombres se odian y se aman? ¿Por qué somos
capaces de las mayores atrocidades y de los mayores heroísmos? ¿Por qué nos hacemos, unos a otros, la
convivencia imposible? ¿Por qué destruimos la vida si tanto la amamos?
Los hombres de todas las épocas seguimos haciéndonos estas
preguntas y tratando de encontrar una respuesta. La Biblia recoge,
desde el principio, la respuesta de Dios.

El libro de los comienzos del mundo y del pueblo de Dios.


El Génesis, en efecto, no es un libro de historia en el sentido moderno
de esta palabra: al principio no había nadie para verlo y contarlo.
Tampoco es un libro de ciencias de la naturaleza. Es una confesión de
fe en Dios.
La primera parte (capítulos 1 a 11) muestra a Dios viviente y Señor de todos y de
todo.
- Dios es el «origen» (esto significa «génesis») de la creación, el origen del bien, el
origen del hombre. El mal aparece cuando el hombre tornó la grave decisión de
elegir el camino del orgullo, dándose a si mismo su propia ley (Adán. Pecado
original).
- De ahí derivan el odio criminal (Caín), la degeneración total (Diluvio) y la soberbia
de los hombres que quiere prescindir de Dios (Torre de Babel).

1
La segunda parte (capítulos 12 a 50) concentra su interés en los Patriarcas
de Israel: Abraham, lsaac, Jacob y José. Si en la primera parte Dios aparecía
como origen del universo y de los hombres, en ésta aparece como origen del
pueblo de los creyentes.
Si en la primera parte se afirmaba que Dios interviene en el universo, en la
segunda se dice que interviene en la vida concreta del creyente. Dios quiso
crear al mundo, y tomó también la iniciativa de elegir un pueblo. Un hombre,
Abraham, respondió con Fe. El libro del Génesis se cierra con la noticia de la
muerte de José en Egipto. Sus descendientes habitan plácidamente el país.
No tardará mucho en cambiar su situación.
El lenguaje de las imágenes.
Los hombres utilizamos un lenguaje lleno de imágenes. «Estoy hecho polvo»; «vi las estrellas»; «de tal palo
tal astilla»: he ahí tres ejemplos de lo que es hablar con imágenes. El polvo, las estrellas, el palo y las astillas
nos sirven para ayudarnos a dar a entender a los demás algo más que esas palabras significan solas: por
ejemplo nuestro cansancio, nuestro dolor, la convicción de que los hijos suelen heredar las cualidades de
sus padres.
La Biblia también utiliza el lenguaje de las imágenes. Los primeros capítulos del Génesis están llenos de
ellas: Las lumbreras o lámparas del cielo, la arcilla para modelar al hombre, el costado de Adán, el árbol de
la ciencia del bien y del mal, la serpiente que habla, el fruto prohibido, etc., son una buena muestra. Algunas
de estas imágenes están tomadas de la literatura de otros pueblos más antiguos que el pueblo de Israel.
A través de esta forma de hablar y de contar las cosas, los redactores de estas páginas nos acercan al
misterio de Dios. Estaban inspirados por El; guiados por su Espíritu quisieron comunicarnos, con vigor y de
manera poética, que Dios está presente y vivo en la historia de los hombres; que los ama y espera su
respuesta. No hay que despreciar esta manera de hablar, pues a través de ella llega a nosotros lo que Dios
quiere revelarnos de su misterio y del misterio que encierra todo hombre.
Todos los hombres podernos leer con fruto estas páginas de la Sagrada Escritura llenas de imágenes. El
apóstol Pablo partirá de ellas para desenvolver el misterio del pecado original. Juan, el profeta del
Apocalipsis, relacionará la visión del jardín con el reino de Dios, donde comeremos el fruto del árbol de la
vida. La misma Iglesia llama «primer Evangelio» a una página del Génesis, por cuanto empieza allí la
historia de nuestra salvación.
Por eso el cristiano, ante ese lenguaje de la Sagrada Escritura, evita dos extremos: no desprecia las
imágenes por infantiles ni las interpreta al pie de la letra. Al contrario, se esfuerza por descubrir el profundo
simbolismo que encierran. Sabe que Dios las ha utilizado para revelarnos su misterio y el misterio del
hombre.
Gen 1,1 – 2,4ª: La creación del Universo
Por mucho tiempo se creyó que este relato con el que se abre el Génesis fue lo primero y más antiguo que
se escribió en la Biblia. Es probable que los materiales y las tradiciones que se utilizan aquí sí sean muy
antiguos, pero está probado que su redacción es quizá de lo último que se escribió en el Pentateuco. El
estilo con que está redactado es obra de la escuela sacerdotal (P), y su propósito carece absolutamente de
todo interés científico. Desterrados en Babilonia, el pueblo judío se encontraba entonces a un paso de
aceptar la religión de sus dominadores. Se respiraba un aire de derrota, de fracaso, de horizontes cerrados,
de desconfianza respecto a todo tipo de institución; lo que era todavía más peligroso: desde el punto de vista
religioso, había un ambiente de desconfianza hacia su Dios y hasta una cierta sospecha de que Él y sólo Él
era el responsable, no sólo de los males pasados, sino también de los presentes.
La primera intención de los sabios de Israel es liberar a Dios de toda responsabilidad respecto a la injusticia
y al mal en el mundo. Con materiales de cosmogonías de otros pueblos orientales componen un relato que
busca, mediante el artificio literario de la poesía, inculcar en la mente de los creyentes la idea de que, desde
el principio, Dios había creado todo con gran armonía y bondad y que, por lo tanto, no hay en la mente de
Dios ningún propósito negativo.
El himno o poema responde a un esquema: Dios crea todo cuanto existe en seis días y el séptimo lo
consagra al descanso, lo cual también debe ser imitado por el pueblo. Varios elementos se repiten a lo largo
del poema con la intención de que quede bien impreso en la mente del creyente. No se trata de una teoría
sobre la formación del mundo ni sobre la aparición de la vida y de las especies en él; hay razones mucho
más profundas y serias que impulsan la obra.
El creyente judío vive una encrucijada histórica: El Señor, Yahveh, su Dios, parece haber sido derrotado, el
pueblo ha perdido sus instituciones, y sus opresores lo empujan a aceptar la atractiva religión babilónica con
su culto y sus ritos. Para estos fieles tentados, el poema es toda una catequesis, un canto a la resistencia
que invita a mantener firme la fe en el Único y Verdadero Dios de Israel.

2
Mensaje religioso
¿Qué intenta decirnos el autor sagrado, inspirado por Dios, con esta narración? Responder bien a esta pregunta es
poseer la clave para interpretar la Biblia. El autor no pretende dar una explicación científica sobre los orígenes del
mundo. Quiere que el creyente admire y dé gracias a Dios por un universo tan bello. El relato es una obra maestra
de la poesía religiosa y una confesión de fe que desemboca en la oración.
Desde el punto de vista literario parece ser que las solemnes ceremonias litúrgicas celebradas en el templo de
Jerusalén tuvieron influencia en la redacción de este texto. En efecto, los estribillos: «dijo Dios», «vio que era
bueno», «día primero, día segundo…» se repiten con ritmo de letanía. El vocabulario empleado, por ejemplo:
«luminarias» en el sentido de «lámparas»; el «sábado», son indicios, que hacen verosímil la afirmación anterior. El
mensaje religioso encerrado en este pasaje es muy rico. Veamos algunos aspectos:
1. La Palabra poderosa de Dios ordena, da sentido, pone paz y armonía, luz y bondad en la creación. Hace surgir
los seres. Hace vivir. Llama a las cosas que no son para que sean. Esta es su victoria. Esto quiere decir que todo
cuanto existe lo ha hecho su Palabra. Dios es el Creador del mundo y el Señor de la historia.
2. La creación es fruto de la bondad absoluta de Dios: mientras en los mitos y cosmogonías de los pueblos vecinos
todo lo que existe surge de conflictos violentos entre las divinidades, aquí Dios aparece como una omnipotencia
creadora, cuya Palabra única da el ser con la nota característica de que todo es «bueno». Toda la creación es
buena, porque Dios, el único bueno, la ha hecho y todo participa de su bondad,
3. En la creación todo obedece a un plan armónico, cada elemento cumple una función determinada: los astros
iluminan el día o la noche y señalan el paso del tiempo y el cambio de las estaciones; es decir: cada criatura está
para servir al ser humano, no al contrario. Esto contrasta con la percepción de otras religiones, entre ellas la
babilónica, donde astros y animales eran adorados como divinidades, ante los cuales muchos inmolaban incluso a
sus hijos.
3. En la creación hay, pues, un orden, una armonía y no sólo porque es fruto de la Palabra creadora de Dios, sino
porque Él mismo ratificó esa armonía y esa bondad con su bendición, algo que es exclusivo de Él y que aquí es
todo un mensaje de esperanza frente a la dura situación que vivían los israelitas.
4. El hombre es el rey de la creación. El pasaje que narra su creación tiene un carácter de marcado optimismo.
Todavía no ha entrado en escena el pecado. Podernos afirmar que es rey por varias razones:
- Es imagen de Dios.- Hay un abismo entre el hombre y el resto del mundo creado. El hombre conoce, ama; es
consciente de que Dios le habla y él puede responder. Esa es su dignidad y también su responsabilidad.
- Es imagen de Dios.- «Varón y mujer», la pareja humana es imagen de Dios. Por su entrega y amor fecundo, la
familia puede reflejar algo del misterio de amor que hay en Dios: son una comunidad de personas unidas en el
amor.
- Domina la creación.- El dominio del hombre sobre los animales y la tierra manifiesta también que es superior al
resto de las cosas creadas. El hombre debe aprovechar los recursos de la naturaleza. están generalmente de
acuerdo en este punto: todos los bienes de la tierra deben ordenarse en función del hombre, centro y cima de
todos ellos». El desarrollo de la ciencia, la conquista del espacio, los avances de la técnica pueden y deben ser el
cumplimiento de la invitación del Creador.
5. Finalmente, el descanso sabático. Todo el relato de la creación es un poema litúrgico que culmina en el sábado.
Todo el universo creado es como un inmenso templo para la gloria del Creador. A imitación de Dios el hombre
deberá trabajar seis días y descansar el séptimo: todo su trabajo está orientado al sábado, es decir, a la
glorificación de Dios. Ni siquiera Dios en su actividad creadora omitió este aspecto del descanso. El ser humano no
puede convertirse en un engranaje de producción y consumo; el descanso contemplativo y reparador también
forma parte de la armonía y finalidad de la creación.
6. Toda la Sagrada Escritura está animada por un enorme dinamismo. Va desde la
primera creación hasta la nueva creación en Cristo. La Iglesia lee solemnemente la
primera página del Génesis en la Vigilia de Resurrección. A la luz de Jesucristo
resucitado comprendemos definitivamente el misterio de la Palabra creadora: El
mundo fue creado por ella. Se hizo hombre en Jesús de Nazaret para que el
universo terrestre y celeste se pudiera reunir con El.
Muchos encuentran serias dificultades en encarar la lectura del Génesis; les resulta
desconcertante y hasta escandaloso.
El progreso de los conocimientos científicos y la mentalidad racionalista del hombre
moderno llevan a muchos a rechazar estos relatos como míticos, arcaicos y
El mundo, según los hebreos totalmente superados.
Sin embargo, si estamos atentos y los aprovechamos en su riqueza, son
como una impresionante obertura de la maravillosa sinfonía que es el libro de la Sagrada Escritura;
si toda la Biblia narra las acciones de Dios en favor de los hombres, el hecho de la creación es sin
duda la base y fundamento de otras acciones, la intervención radical que ha dado el ser a las cosas y
a los hombres.

3
Gen 1 1Al principio Dios creó el cielo y la tierra. 2 La tierra era algo informe y Al principio: ¿Cuándo? No
importa. Lo que la fe afirma es
vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios se cernía sobre las que fuese cuando fuese, Dios
aguas. ya existía. San Juan dirá: «Al
3 principio existía la Palabra».
Entonces Dios dijo: "Que exista la luz". Y la luz existió. 4 Dios vio que la luz
Jn 1,1. Es Dios, que crea con
era buena, y separó la luz de las tinieblas; 5 y llamó Día a la luz y Noche a las absoluto dominio. La Palabra
tinieblas. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el primer día. de Dios es serena y definitiva.
6 No discute. No lucha. Crea.
Dios dijo: "Que haya un firmamento en medio de las aguas, para que Ordena el caos, ilumina,
establezca una separación entre ellas". Y así sucedió. 7Dios hizo el firmamento, fundamenta, puebla de vida.
y este separó las aguas que están debajo de él, de las que están encima de él;
8
y Dios llamó Cielo al firmamento. Así hubo una tarde y una mañana: este fue Luz: Dios es luz. 1 Jn 1, 6.
el segundo día. Cristo es luz. Jn 8, 1-2. El
9 cristiano es también luz. Ef. 5,
Dios dijo: "Que se reúnan en un solo lugar las aguas que están bajo el cielo, y 8. Dios crea la luz y El mismo
que aparezca el suelo firme". Y así sucedió. 10Dios llamó Tierra al suelo firme y será la eterna luz, el eterno
Mar al conjunto de las aguas. Y Dios vio que esto era bueno. 11Entonces dijo: Dios para quienes como El,
"Que la tierra produzca vegetales, hierbas que den semilla y árboles frutales, hayan vencido las tinieblas de
que den sobre la tierra frutos de su misma especie con su semilla adentro". Y la mentira y del odio, Ap 22, 5.
Porque la luz es la verdad y el
así sucedió. 12La tierra hizo brotar vegetales, hierba que da semilla según su
amor. Es la vida. Bóveda: El
especie y árboles que dan fruto de su misma especie con su semilla adentro. Y autor sagrado se imagina el
Dios vio que esto era bueno. 13Así hubo una tarde y una mañana: este fue el universo como los hombres
tercer día. de su tiempo, en particular
14
como los sabios de Babilonia.
Dios dijo: "Que haya astros en el firmamento del cielo para distinguir el día El cielo está arriba; la tierra en
de la noche; que ellos señalen las fiestas, los días y los años, 15y que estén el centro; y abajo un lugar
como lámparas en el firmamento del cielo para iluminar la tierra". Y así oscuro que los judíos
sucedió.16 Dios hizo los dos grandes astros - el astro mayor para presidir el día llamaban sheol o infiernos.
y el menor para presidir la noche - y también hizo las estrellas. 17Y los puso en
el firmamento del cielo para iluminar la tierra, 18para presidir el día y la noche, El autor ve la tierra como una
y para separar la luz de las tinieblas. Y Dios vio que esto era bueno. 19Así hubo plataforma llana, apoyada
sobre columnas. Encima
una tarde y una mañana: este fue el cuarto día. coloca la bóveda celeste de la
20
Dios dijo: "Que las aguas se llenen de una multitud de seres vivientes y que que cuelgan, como lámparas,
el sol, la luna y las estrellas. Y
vuelen pájaros sobre la tierra, por el firmamento del cielo". 21 Dios creó los
descansando sobre esa
grandes monstruos marinos, las diversas clases de seres vivientes que llenan bóveda se encuentran «las
las aguas deslizándose en ellas y todas las especies de animales con alas. Y aguas de arriba» o mar
Dios vio que esto era bueno.22Entonces los bendijo, diciendo: "Sean fecundos celeste. Cuando Dios abra la
y multiplíquense; llenen las aguas de los mares y que las aves se multipliquen bóveda hace llover.
sobre la tierra". 23Así hubo una tarde y una mañana: este fue el quinto día.
24
Hagamos al hombre…: el
Dios dijo: "Que la tierra produzca toda clase de seres vivientes: ganado, término -hombre- corresponde
reptiles y animales salvajes de toda especie". Y así sucedió. 25 Dios hizo las a la palabra hebrea adám,
diversas clases de animales del campo, las diversas clases de ganado y todos que tiene un significado
los reptiles de la tierra, cualquiera sea su especie. Y Dios vio que esto era genérico y designa a toda la
bueno. 26Dios dijo: "Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra especie humana. Aquí no se
habla de una pareja -«un»-
semejanza; y que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el hombre y -«una»- mujer,
ganado, las fieras de la tierra, y todos los animales que se arrastran por el como en los capítulos 2 y 3-,
suelo". 27Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los sino de toda la especie
creó varón y mujer. 28Y los bendijo, diciéndoles: "Sean fecundos, humana: es la humanidad
multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a como tal la que ha sido
creada a imagen de Dios. El
las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra". 29Y
plural -hagamos- indica una
continuó diciendo: "Yo les doy todas las plantas que producen semilla sobre la deliberación de Dios, que
tierra, y todos los árboles que dan frutos con semilla: ellos les servirán de pone de relieve la importancia
alimento. 30Y a todas la fieras de la tierra, a todos los pájaros del cielo y a de la obra que él va a realizar.
todos los vivientes que se arrastran por el suelo, les doy como alimento el
pasto verde". Y así sucedió. 31Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era Imagen: Dios parece detener
muy bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el sexto día. el ritmo vertiginoso de su
creación. Hay un misterioso
2 1Así fueron terminados el cielo y la tierra, y todos los seres que hay en ellos. diálogo. Una consulta y una
2
El séptimo día, Dios concluyó la obra que había hecho, y cesó de hacer la solemne decisión. Para hacer
obra que había emprendido. 3Dios bendijo el séptimo día y lo consagró, al hombre, Dios busca el
modelo en sí mismo.
porque en él cesó de hacer la obra que había creado. 4 Este fue el origen del
cielo y de la tierra cuando fueron creados.

4
AL PRINCIPIO…
Israel proclama que Dios es Creador de cielo y tierra
La Biblia comienza con una afirmación de fe: «Al principio creó Dios el cielo y la tierra». ¿Cómo pudo Israel
llegar a semejante afirmación? Por el camino de una lenta reflexión, guiada por Dios, sobre su propia
historia.
Israel sabe que el Dios de los padres lo ha liberado del poder de Egipto, y no lo ha abandonado durante la
prueba. Israel sabe que Dios conduce su destino y lo ama. La experiencia de los beneficios de Dios le hace
caer en la cuenta y afirmar con fe que el Señor de la historia es también el Señor de cielo y tierra. Israel
alcanza esta convicción antes del destierro en Babilonia, pero es a la vuelta del mismo (época en que se
redacta definitivamente este libro) cuando aparece con más claridad.

El esquema de siete días

El relato de un sacerdote

Israel da el nombre de creación a esta intervención de Dios al


principio de todo. Las madres lo enseñarán así a sus hijos: «Te
ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo que
hay en ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios y que
también el género humano ha llegado así a la existencia». 2 M 7,
28.

El primer relato del Génesis sobre la creación fue puesto por


escrito por un redactor, bien impuesto en las tradiciones
sacerdotales, catequista y poeta, a principios del siglo V antes de
Jesucristo. El autor sagrado ha compuesto artificiosamente el
relato. Ha repartido los «días» en dos series, según el esquema
siguiente:
En los tres primeros días (dibujos de la izquierda) Dios distingue,
separa:

- la luz de las tinieblas;


- las aguas de arriba de las aguas de abajo;
- las aguas de lo seco (la tierra);
- la tierra de la hierba que germina.

En los tres días siguientes (dibujos de la derecha) Dios «adorna»


de criaturas el marco anterior. Coloca:

- las luminarias (astros);


- las aves y los peces;
- los animales;
- el hombre: varón y mujer; el rey de la creación.

Al final Dios descansa; según la traducción literal «hizo el


sábado». Con mentalidad y lenguaje de los hombres de su
tiempo, el autor sagrado resume y ordena la obra creadora de
Dios en seis días de trabajo y uno de descanso. Esta
distribución pone de manifiesto la intención del autor de
fomentar el reposo sabático. Dios descansó. Así deben hacer
también los hijos de Israel.

5
Apéndices
DIOS CREADOR.
Adaptado de Espiritualidad Católica, Capítulo 2, José Rivera y José María Iraburu.

El Cosmos maravilloso
La extasiada contemplación del universo está en la
misma base del sentimiento religioso. Ante el Creador
grandioso, que brilla en la variedad esplendorosa de sus
criaturas, Job retira sus objeciones hostiles, sus
reclamaciones ignorantes, y «enmudece» en la más
rendida adoración (Job 34-41). Pero en tiempos de Job
los conocimientos cosmológicos eran mínimos,
comparados con la época presente. Hoy ha crecido
inmensamente el conocimiento de la creación, e
igualmente debe acrecentarse la devoción al Creador
admirable. Por eso debemos contemplar una vez más
las maravillas del universo, lleno de enigmas...
¿Desde cuándo existe el universo? Desde hace unos 14.000
millones de años, a juicio de los científicos. La Vía Láctea tendría
unos 13.000 millones de años, y en su interior, en el sistema solar,
la Tierra tendría unos 4.600 millones de años de edad.
Hay indicios de que la vida vegetativa comienza en la Tierra hace 3.000 millones de años, y la vida animal hace 600 millones de años.
Parece comprobado que el hombre - ser con inteligencia racional - tiene al menos 40.000 años de edad. Pero no pocos científicos creen
reconocer la presencia del «homo sapiens» hace 200.000 años o más. Y los primeros homínidos hasta más de 1.000.000 de años atrás.
Sea de esto lo que fuere, parece que sobre la Tierra el hombre es una criatura muy joven. (Y en esta perspectiva, Jesucristo, que sólo
dista de nosotros 2.000 años, viene a ser un contemporáneo nuestro; y su Iglesia - que algunos consideran muy vieja - es una
institución recién incida, que apenas está dando sus primeros pasos en la historia.
La creación nos muestra una variedad casi infinita de seres vivientes, vegetales y animales, desde los
indeciblemente pequeños, hasta los enormemente grandes. La infinitud gloriosa de Dios, ciertamente, se refleja en
la inmensidad de la obra creacional.
Solamente en el grupo de los artrópodos, conocemos unas 930.000 especies de insectos. En el mundo vegetativo o animal, en la tierra
y en el mar, la variedad de especies, tipos y estructuras orgánicas diversas, resulta casi indescriptible. Con el microscopio electrónico -
que aumenta 10.000 veces la imagen -, los hombres hemos conseguido «ver» microbios infinitesimales, cuya medida es la micra, la
milésima de milímetro. Pero para medir los virus, organismos ciertamente vivientes, hemos de emplear la milimicra, la milésima de
micra (p. ej., el virus del mosaico del tabaco mide 15 milimicras)...
Conocemos peces microscópicos, o bien peces enormes, como la ballena azul de 30 metros. Conocemos peces bioluminiscentes, que
se pasean en la oscuridad del mar hasta los 2.500 metros de profundidad. Conocemos peces transformistas, miméticos, que se
disimulan perfectamente como piedras, algas o corales, y que se disparan de pronto sobre el enemigo incauto. Conocemos peces
velocísimos, que surcan las aguas a 75 km por hora... Conocemos secuoyas de cien a ciento cincuenta metros de altura, que viven
desde hace 4.000 años, y que en tiempos de Cristo ya tenían 2.000 años de edad...
El mundo de los seres vivientes está lleno de enigmas insolubles. ¿De dónde procede la vida? ¿Cómo explicar sus funciones
incomprensiblemente complejas y perfectas? Los científicos comprueban los hechos, pero generalmente no pueden explicarlos. La obra
de Dios es misteriosa, lleva en sí la huella del Misterio divino trinitario.
Las hormigas - insectos que se extienden por todo el planeta, y de los que conocemos unos 5.000 tipos - muestran en sus grandes
comunidades una incomprensible «inteligencia colectiva»: si, p. ej., destruimos una galería, todo el cuerpo laborioso - miles y miles de
hormigas -, tras algunos tanteos desconcertados, se organizan para el trabajo con una formidable eficiencia. Cómo explicar esto? El
mismo misterio hallamos en las abejas. ¿Dónde está el centro ordenador de trabajos colectivos tan perfectos? No lo podemos
comprender.
En aves y peces hay viajes migratorios increíbles. ¿Qué «reloj interno» les señala el día y hora de partida? ¿Qué «brújula» los guía, a
través de vientos y tormentas, de día y de noche, durante muchos miles de kilómetros de rumbo infaliblemente mantenido? No lo
sabemos. Como tampoco conocemos el centro programador que en la minúscula araña dirige la confección de sutilísimas telas, que
son eficaces trampas de caza. ¿Y cómo los murciélagos, volando en la oscuridad con su vuelo zigzagueante, cazan con precisión
insectos voladores? Con los ojos tapados, cazan igual. En este caso sabemos la explicación: los murciélagos emiten chillidos
ultrasónicos -inaudibles para el hombre-, y captan su eco con sus grandes orejas que actúan como pantallas de radar... Pero ¿tal
explicación no nos hace asomarnos a mayores enigmas? ¿Cómo es en la cabeza de ese feo bicho el centro de operaciones de
actividades tan sumamente complejas?
El mundo, por ser obra de Dios, está marcado por una especie de misteriosa infinitud. Siempre el hombre avanza
en su conocimiento de la creación, pero nunca acabará de conocerla. ¡Qué inmensa es la Tierra, nuestra
heredad! ...¿Inmensa la Tierra? De ningún modo: es sólo un punto casi inexistente entre la inmensidad alucinante
del cosmos.
Si la luz recorre 300.000 kilómetros por segundo a velocidad constante, un año-luz es la distancia recorrida por la luz en un año. Pues
bien, hay telescopios ópticos -como el del monte Palomar- que ven a más de 2.000 millones de años luz de distancia. Y los modernos
radiotelescopios logran explorar distancias de 10.000 millones de años luz... Así sabemos p. ej., que la Vía Láctea se compone de unos
100.000 millones de estrellas agrupadas en forma de lente; el grosor de esta lente es de 15.000 años luz, y el diámetro es de 100.000
años luz. Al interior de la Vía Láctea, a 30.000 años luz de su centro, como un puntito insignificante, está el sistema solar. Y al interior
del sistema solar, a 8 minutos luz del Sol, está la Tierra, que así considerada resulta un punto infinitesimal casi inexistente... Y
recordemos que, a su vez, la Vía Láctea se pierde entre, un el elevadísimo número de galaxias, nebulosas siderales, ciudades de
estrellas.

6
El telescopio del monte Palomar alcanza a ver unos 1.000 millones de galaxias... Son tan inmensas las distancias espaciales que el
universo se diría casi vacío de cuerpos: si los enormes armazones de dos galaxias se cruzaran en el espacio, sería extremadamente
improbable que chocaran dos estrellas.

Dios Creador
La razón humana vacila ante la empresa de dar una interpretación inteligente a las asombrosas magnitudes del cosmos,
lleno de enigmas insondables. El creyente se postra ante el Creador universal, lo adora con entusiasmo, y le da la gracias
-sin acabar nunca de salir de su asombro- al ver que toda la creación fue puesta bajo el dominio humano:

¡Señor, nuestro Dios,


qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!
Quiero adorar tu majestad sobre el cielo:
con la alabanza de los niños y de los más pequeños,
erigiste una fortaleza contra tus adversarios
para reprimir al enemigo y al rebelde.
Al ver el cielo, obra de tus manos,
la luna y la estrellas que has creado:
¿qué es el hombre para que pienses en él,
el ser humano para que lo cuides?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y esplendor;
le diste dominio sobre la obra de tus manos,
todo lo pusiste bajo sus pies:
todos los rebaños y ganados,
y hasta los animales salvajes;
las aves del cielo, los peces del mar
y cuanto surca los senderos de las aguas.
¡Señor, nuestro Dios,
qué admirable es tu Nombre en toda la tierra! (Salmo 81)
El libro de la Sabiduría, medio siglo antes de Cristo, consideraba que «son vanos por naturaleza todos los hombres que carecen del
conocimiento de Dios, y que por la consideración de las obras no conocieron al Artífice» (13,1). San Pablo hace suyo el mismo
pensamiento: «alardeando de sabios, se hicieron necios; cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura
en lugar del Creador» (Rom 1,22.25). Sabemos que la razón natural «puede» llegar, partiendo de las criaturas, al conocimiento del
Creador; pero, de hecho, ninguna filosofía - tampoco Aristóteles - alcanzó la idea de creación, de extraordinaria importancia filosófica y
teológica... El libro de la Sabiduría casi resume la necedad del hombre en la ignorancia de su condición de criatura: «no son excusables;
porque si pueden alcanzar tanta ciencia y son capaces de investigar el universo, ¿cómo no conocen más fácilmente al Señor de él?» (1
3,8-9; = Rm 1,19-23). La concepción vital de quienes no ven el mundo como creación de Dios, sino como absoluta posesión del
hombre, presenta en la antigüedad y en el tiempo actual rasgos comunes: «Neciamente se dicen a sí mismos los que no razonan:
‘Corta y triste es nuestra vida, y no hay remedio cuando llega el fin del hombre. Por azar llegamos a la existencia, y después de esta
vida seremos como si no hubiéramos sido, porque humo es nuestro aliento, y el pensamiento es una centella del latido de nuestro
corazón; extinguido éste, el cuerpo se vuelve ceniza y el espíritu se disipa como tenue aire... Venid, pues, gocemos de los bienes
presentes, disfrutemos ardorosamente de lo creado, como en la juventud, porque ésta es nuestra porción y nuestra suerte. Sea nuestra
fuerza norma de la justicia, pues la debilidad bien se ve que no sirve de nada'» (Sab 2,1-11.).
Nosotros conocemos gracias a la Revelación -es el primer artículo de nuestro Credo- que Dios es «el creador del cielo y
de la tierra, de todo lo visible y lo invisible», y que el mundo y todos sus seres, espirituales y materiales, han sido
producidos por Dios de la nada. De la nada, no como si «de ella» se hiciera algo, sino en el sentido de que Dios crea
partiendo solo de sí mismo, sin nada presupuesto, ni creado por otro, siendo él mismo la causa total de que la cosas
nazcan al ser. En el acto creativo Dios se manifiesta en la gloria de su divinidad, pues la superación de la infinita distancia
existente entre el no-ser y el ser exige un acto de potencia infinita, un acto divino. Por eso nadie puede crear sino sólo
Dios, que es la causa primera, única y total del universo (STh 1,45,5; 65,3).
La tradición espiritual cristiana.
La devoción al Creador ha estado siempre hondamente arraigada en los místicos en todas las escuelas de espiritualidad,
y también en la religiosidad popular.
STA. CATALINA DE SIENA se ve a sí misma como «criatura de Dios», y ve a Dios como «loco enamorado de su misma
criatura». El vínculo entre Creador y criatura es el amor. «¿Cómo, Padre eterno, creaste a esta criatura tuya? Es cosa
que me llena de asombro... ¡Oh Amor inefable! Aunque en tu luz viste todas las iniquidades que tu criatura cometería
contra tu infinita bondad, tú hiciste como si no lo vieras, antes bien fijaste la mirada en la belleza de tu criatura, de la que
tú, como loco y ebrio de amor, te enamoraste, y por amor la sacaste de ti, dándole el ser a imagen y semejanza tuya.
Fue el amor el que te obligó a crearla».
Para evocar la devoción al Creador en la escuela franciscana bastará recordar el canto de SAN FRANCISCO DE ASÍS al
Hermano Sol, por el que sentía predilección; es un canto al Creador: «Altísimo, omnipotente y buen Señor»... «tuyos son
la alabanza, la gloria, el honor y toda bendición, a Ti únicamente han de dirigirse, y ningún hombre es digno de hacer de

1
La alabanza contenida en este célebre himno expresa la intuición poético-religiosa del salmista, que contempla con ojos asombrados la obra
de Dios en la creación. Su pensamiento se concentra en el hombre, realidad casi insignificante en comparación con la majestad del cielo, y
objeto, al mismo tiempo, de una inexplicable solicitud por parte del Creador. Ningún otro de los seres creados recibió una dignidad semejante
a la de él y todas las cosas están sometidas a su dominio. Estas mismas ideas se vuelven a encontrar en el relato «sacerdotal» de la creación
(Gn. 1. 26-28), que es, sin duda, posterior a este Salmo.

7
Ti mención», Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas», la hermana agua, el hermano fuego, la «nuestra hermana
madre tierra»...
SAN IGNACIO DE LOYOLA ve a Dios como Creador y Redentor de toda criatura; por eso quiere que miremos «cómo Dios
habita en las criaturas, en los elementos dando ser, en las plantas vegetando, en los animales sintiendo, en los hombres
dando entendimiento; y así [habita] en mí dándome ser, animando, sintiendo, y haciéndome entender; así mismo
haciendo templo de mí, siendo creado a semejanza e imagen de su divina majestad»; es preciso, por tanto, adiestrar el
alma para que capte «cómo Dios trabaja y labora por mí en todas las cosas creadas sobre la haz de la tierra» (Ejercicios
23,235-236).
La escuela carmelitana sigue a SAN JUAN DE LA CRUZ, al que le gustaba orar con la mirada en las flores o en el curso
ingenuo de las aguas, viendo al Creador en todas las criaturas, también presente en los pecadores: «Dios en cualquier
alma, aunque sea la del mayor pecador del mundo, mora y asiste sustancialmente. Y esta manera de unión siempre está
hecha entre Dios y las criaturas todas, en las que les está conservando el ser que tienen, de manera que, si de ellas
faltase, al punto se aniquilarían y dejarían de ser» (II Subida 5,3).
Esta tradición espiritual cristiana referente al Creador aparece no sólo en los grandes místicos, sino también en el
sencillo sentimiento religioso del pueblo cristiano, que siempre se ha inclinado a reverenciar a Dios como Creador del
mundo. Valga corno ejemplo el argentino JOSÉ HERNÁNDEZ, que en la presentación de la segunda parte de su poema
Martín Fierro (1879) advierte que su canto está escrito, entre otras cosas, para «inculcar en los hombres el sentimiento
de veneración hacia su Creador». En efecto, la religiosidad popular, reflejada en su genial obra, canta al estilo gaucho al
Creador:
Pido perdón a mi Dios,
que tantos bienes me hizo;
que dende que es preciso
que viva entre los infieles,
yo seré cruel con los crueles:
ansí mi suerte lo quiso.
Dios formó lindas las flores,
delicadas como son,
le dio toda perfeción
y cuanto él era capaz,
pero al hombre le dio más
cuando le dio el corazón.
Le dio claridá a la luz,
juerza en su carrera al viento,
le dio vida y movimiento
dende la águila al gusano,
pero más le dio al cristiano
al darle el entendimiento.
Y aunque a las aves les dio,
con otras cosas que inoro,
esos piquitos como oro
y un plumaje como tabla,
le dio al hombre más tesoro
al darle una lengua que habla.
Y dende que dio a las fieras
esa juria tan inmensa,
que no hay poder que las venza
ni nada que las asombre,
¿qué menos le daría al hombre
que el valor pa su defensa?
Pero tantos bienes juntos
al darle, malicio yo
que en sus adentros pensó
que el hombre los precisaba,
que los bienes igualaba
con las penas que le dio.
……………………..
En las sagradas alturas
está el Maestro principal,
que enseña a cada animal
a procurarse el sustento
y le brinda el alimento
a todo ser racional.
El gaucho Martín Fierro (1872) y La vuelta de Martín Fierro (1879). JOSÉ HERNÁNDEZ (1834-1886)

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