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ARQUEOLOGIA MARITIMA Y CULTURA MATERIAL:

UNA REVISIÓN TEORICA


Virginia Dellino* y Virginia Vainstub **

Introducción
La relación entre objetos y teoría en áreas científicas como la arqueología ha ido variando
conforme al desarrollo teórico observado en las distintas disciplinas. Los restos arqueológicos han sido,
y siguen siendo, interpretados de diversas maneras. El desarrollo de la teoría arqueológica en general
enriqueció el número de enfoques posibles y el potencial de la información contenida en el registro
arqueológico.
A través de los años, se ha tomado conciencia de la falta de coherencia entre las aproximaciones
teóricas utilizadas en arqueología y la explicación de la evidencia material lo cual es particularmente
cierto para los trabajos de investigación en arqueología subacuática. De hecho, diversas publicaciones
especializadas ponen en relieve la falta de un marco teórico explícito en los trabajos de investigación
(e.g. Funari 1997; Lenihan y Murphy 1998; Politis 1999).
El interés por los objetos en sí, protagonista principal de la arqueología histórico-cultural, ha
dado paso a la consideración de los procesos sociales que están por detrás de los artefactos e incluso a
los procesos cognitivos relacionados con su producción y destino. Los objetos son interpretados dentro
de su contexto social y los arqueólogos deben explicar ese contexto desde la información que brinda la
evidencia material (Hides 1996).
En este artículo se hará una breve revisión crítica de los marcos teóricos utilizados desde
principios del siglo XX, con especial énfasis en lo que a la arqueología marítima se refiere.
A su vez se discutirán algunas cuestiones como por ejemplo la conexión con los marcos teóricos
utilizados en la arqueología ‘terrestre’. ¿Hasta qué punto es válida tal distinción?, si en realidad lo que
se está haciendo es arqueología de todos modos. ¿Es el medio en donde ésta se lleva a cabo lo único
que cambia?
Se considerará especialmente la relación entre arqueología marítima y arqueología histórica, de
qué manera se complementan, cómo se pueden aprovechar los aportes desde cada campo y qué potencial
posee este enfoque para la disciplina arqueológica.

Aproximaciones teóricas a la Arqueología Terrestre y Marítima


En este acápite, se discutirán algunas aproximaciones teóricas utilizadas en arqueología haciendo
énfasis en aquellas escuelas presentes desde principios del siglo XX.

Arqueología terrestre Marco histórico-cultural


Se centra principalmente en el hecho de que cada cultura debía ser explicada individualmente de
acuerdo con los artefactos hallados en cada una de ellas. Es decir que el énfasis esta en las sociedades
‘culturales’ que producían esos artefactos y no en los artefactos en sí. Las culturas deben ser explicadas

* CONICET- Fundación Antorchas y Universidad de Southampton (U.K.). E-mail: vdellino@hotmail.com


** Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL). E-mail: damianv@gmx.net

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como características o como representativas de cualquier tiempo o espacio y sus límites geográficos deben
ser empíricamente definidos, concepción que implica un concepto normativo de cultura (Binford 1979,
1983). Siguiendo esta línea, las culturas deben ser ubicadas cronológicamente por método estratigráfico,
seriación o sincronismo . Así, cada ‘configuración’ de cultura es distintiva por su virtud de singularidad
histórica (Binford 1983; Trigger 1992).
Desde este punto de vista normativo, se pensó que determinadas personas tenían ‘normas’ par-
ticulares o ‘patrones mentales’ específicos para conducir sus vidas (Binford 1983; Flannery 1972). El
mecanismo de cambio funcionaba de dos maneras: a) el remplazo de una persona por otra y por consi-
guiente el replazo de sus normas o la modificación de las mismas por difusión de influencias desde el
exterior de la comunidad y; b) la suposición de varios supuestos basados en la innovación, imitación y
difusión (Binford 1983; Shennan 1996). Es decir que la mayoría de los cambios culturales en el registro
arqueológico eran atribuídos a la difusión de ideas desde un grupo hacia otro y las categorías de ‘pres-
encia’ vs ‘ausencia’ eran contínuamente buscadas en la evidencia material (ver figuras 1 y 2). Además,
la variación formal en los artefactos y la variabilidad entre los contenidos de los diferentes sitios eran
considerados parte de la identidad social de los productores de dichos artefactos (Binford 1983). En
resúmen, para entender el cambio cultural fueron utilizadas categorías fijas (e.g. ordenamiento y clas-
ificación del registro arqueológico en ‘horizontes’ y ‘tradiciones’; ubicaciones cronológicas de culturas
en ‘períodos’; organización de los datos en ‘estadios de desarrollo cultural’ (ver Willey y Phillips 1958)
lo que no permitió explicar procesos de cambios culturales.
Tradicionalmente, las ‘culturas’ arqueológicas han sido tratadas como entidades actuando sobre
distintas etapas históricas. Como resultado se han obtenido resúmenes descriptivos de variaciones en
patrones espaciales (ver Shennan 1994). Siguiendo esta línea de análisis, los objetos son producidos y
utilizados por personas, tribus o grupos culturales y sociales específicos siendo éstos -los objetos-, de
alguna manera, reflejo del grupo en sí (Hides 1996). Sin embargo, es bien sabido que actualmente es
aceptada la idea de que la cultura material no es un reflejo simple ni directo del comportamiento humano
(Hodder 1994).
Desde una óptica crítica, se podría decir que las ‘culturas arqueológicas’ no son entidades y esta
afirmación se apoya en el hecho de que la variación espacial en la evidencia arqueológica es el producto
de una variedad de diferentes factores. Dicha variación no depende solamente del hecho que diferentes
personas en distintos lugares tienen distintas ideas acerca de cómo hacer las cosas (Shennan 1994).
Como se puede ver, el objetivo general de esta escuela fue el establecimiento de cuadros de desar-
rollo histórico y cultural para ciertas regiones (Binford 1989; Orser 2000; Trigger 1992) y la información
utilizada para la construcción de dichos cuadros derivó principalmente de la descripción de ‘características
físicas’ de los artefactos recuperados.
Los arqueólogos estuvieron mas preocupados acerca de los problemas históricos y por eso
pensaron en la necesidad de controlar más las variaciones cronológicas y culturales (Trigger 1992). De
esta manera algunos aspectos técnicos fueron desarrollados dentro del marco teórico tradicional como
fueron los avances en las técnicas estratigráficas utilizadas, seriación, tipologías y conocimiento sobre
las formas de vida pasadas. Nuevas técnicas de excavación y registro de datos fueron desarrolladas
entre los ’40 y los ’60 como consecuencia también de los avances técnicos durante la Segunda Guerra
Mundial (Renfrew y Bahn 1991). A pesar de todo esto, no hubo avances significativos en lo concerniente
al desarrollo de teoría.

Arqueología Procesual
En la década del 60’ la Nueva Arqueología nace dentro de un ambiente histórico-cultural pero
con ideas opuestas a ésta última tendencia teórica. Dentro de la Nueva Arqueología la figura principal
en los Estados Unidos estuvo representada por Lewis Binford y en Europa por David Clarke. Ellos
consideraron que el comportamiento humano es un punto de articulación entre un vasto número de
sistemas, cada uno de los cuales incluyen tanto al fenómeno cultural como al no-cultural. El objetivo era
construir leyes que expliquen la dinámica cultural (Binford 1979, 1983; Flannery 1972). En este sentido,
explicación implica discriminar las variables que se conjugan dentro de un sistema y la medición de la
variabilidad dentro de tal sistema (Binford 1972: 21). Así, es importante tener presente que la diversidad
caracteriza el rango de los sistemas culturales del pasado. El cambio dentro del sistema cultural general
debe ser visto en términos de contextos adaptativos tanto social como ambiental y no como resultado de
“influencias“, “estímulos“ o “migraciones“ entre unidades geográficas definidas (Binford 1972; Preucel
y Hodder 1996; Veit 1994).

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ESCUELA HISTORICO-CULTURAL ESCUELA PROCESUAL
Unidad de análisis Artefacto Cultura
Naturaleza arqueológica Descriptiva: presencia versus ausencia Explicativa: similitud versus diferencia
Explicación Histórico cultural ⇒ desarrollo en etapas ⇒ categorías Proceso cultural
fijas de análisis
Razonamiento Inductivo Deductivo (Hempel)
Validación Autoridad Testeo
Foco de la investigación Acumulación de datos Diseño de proyecto de investigación
Enfoque Cualitativo Cuantitativo
Visión Pesimismo Optimismo
Tipo de preguntas Cómo? Por qué? Para qué?
Dato etnográfico Analogías directas de explicación Otra vía para generar hipótesis las que luego serán testeadas
con la evidencia arqueológica
Modelo Modelo de normas Modelo de cambio sistemático
Registro arqueológico Visión estática del registro arqueológico Visión dinámica del registro arqueológico

s Figura 1. Diferencias principales entre las escuelas histórico-cultural y procesual (basado en Renfrew y Bahn 1991)

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Desde una concepción positivista, su mayor preocupación fue presentar modelos de desarrollo
testeados, a posteriori, con el trabajo de campo pertinente. Los modelos son construcciones simplificadas
de la realidad y, para que éstos sean útiles, se necesita organizar el cuerpo de datos desordenados de
tal forma que las hipótesis puedan ser convenientemente testeadas, aceptadas, modificadas o refutadas
(Flannery 1972). De esta manera los modelos permiten dar forma coherente a los presupuestos teóricos
como así también a los datos generados a partir de los trabajos de campo siendo una herramienta útil
para la interpretación de las culturas pasadas lo que no implica necesariamente que sean un fiel reflejo
de su realidad (Dellino 1998).
Los procesualistas asumen una relación sistemática entre el hombre y el ambiente y, en el cual, la
cultura interviene como variable (Binford 1972). Así existe una restricción en el proceso de explicación
de la evidencia arqueológica en la que solo se basa principalmente en aspectos funcionales o ambien-
tales minimizando la connotación simbólica de la cultura material. De todos modos, debe tenerse en
cuenta que la escuela de pensamiento de la Nueva Arqueología fue el primer paso para el desarrollo de
la arqueología de manera sistemática y científica.

Arqueología post-procesual: arqueología contextual y simbólica


En la década del 80’, la arqueología social comenzó a analizar la evidencia arqueológica no como
reflejo de procesos culturales generales sino como fuente de información sobre la interacción social de
los grupos (Orser 2000).
La arqueología simbólica surgió como reacción a la Nueva Arqueología. La figura principal de ésta
escuela estuvo representada por Ian Hodder. Su primer paso fue definir la importancia del contexto. Los
arqueólogos usan este concepto de diferentes maneras pero en todas ellas subyace el hecho de conectar
o ligar las cosas a una situación particular o a un conjunto de situaciones (Hodder 1994). Este punto es
importante ya que los arqueólogos no estudiamos los artefactos de manera aislada. Por el contrario, para
un mejor entendimiento del pasado debemos estudiarlos dentro del contexto general en el que fueron
generados, utilizados, re-utilizados, abandonados y descartados.
Hodder fue más allá del contexto y se centró en el significado de las cosas. Desde este punto
de vista, los artefactos no son solamente utilizados como instrumentos, posesiones o pertenencias sino
también son manipulados activamente en negociación con identidades basadas en la edad, el sexo y la
etnicidad (Hodder 1994). Es decir que los objetos pueden tener diversas categorías como por ejemplo: a)
funcional y, b) ideológica o con significado simbólico. Los arqueólogos tienen que hacer abstracciones a
través de las funciones simbólicas que poseen los artefactos que son recuperados durante las excavaciones
arqueológicas. Esto implica analizar el modo en que las ideas –las que pueden ser vistas en el simbolismo
que la evidencia material posee- tienen un rol importante en la configuración y estructura de la sociedad
(Hodder op.cit.). Los arqueólogos estan capacitados para ‘leer’ (i.e. interpretar) el significado de las
cosas y el pasado es conocido en la medida en que los arqueólogos ‘lean’ ese pasado (Shanks and Tilley
1987). El contexto contemporáneo de excavación, conservación e interpretación brinda la posibilidad
de que el contexto pasado (i.e. la cultura) sea reconstruido desde los artefactos y su distribución en el
espacio. Aquí surge el problema de circularidad: el significado del artefacto es derivado de su contexto
y su contexto es definido por aquellos artefactos asociados los cuales le dan significado (Hides 1996).
Además, Hodder subrayó que todas las interpretaciones arqueológicas son válidas pero, desde su punto
de vista, este relativismo extremo y su concepción de subjetividad valida la idea de que la arqueología
no es ciencia.
Finalmente, no se debe dejar de mencionar otras escuelas post-procesuales como el materialismo
histórico, el estructuralismo, el neo-marximo y la teoría crítica (ver Leone et.al. 1987; McGuire 1988;
Preucel y Hodder 1996; Renfrew y Bahn 1991; Trigger 1992) pero por falta de espacio dichas escuelas no
seran desarrolladas en este trabajo. La arqueología simbólica ha sido tratada con mayor detalle debido a
que se consideró con una mayor relación en lo que se refiere a la arqueología marítima (ver figura 2).

Aproximaciones marítimas: reseña histórica y teoría arqueológica

En relación con otras ciencias, la arqueología se ha desarrollado tardiamente, y puede ser reconocida
en su forma moderna solo desde finales del siglo XIX a través de los trabajos pioneros de C.J. Thomp-
son (1788-1865), O. Montelius (1843-1921), y P. Rivers (1827-1900) (Clarke 1968: 4-11). Entonces no
debe sorprendernos que se hayan realizado tan pocas investigaciones en lo que se refiere a arqueología
marítima principalmente con anterioridad a los comienzos del siglo XX (Muckelroy 1978).

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Al comienzo, el desarrollo de la arqueología marítima estuvo limitado por los equipos y las
técnicas de buceo. No fue sino hasta 1828 que el primer traje de buceo fue inventado y utilizado en el
rescate del naufragio histórico ‘Royal George’ (Watson 1983).
En líneas generales, mientras se observa un desarrollo paulatino en la arqueología terrestre
desde principios del siglo XX, en arqueología subacuática no hay arqueólogos que utilicen los equipos
disponibles para sus investigaciones de campo. Más allá de esto la existencia de casos aislados como
el del arqueólogo amateur Odo Bundell, quién se sumergió sin mayores problemas en el Lago Ness en
el año 1908, demuestra un interés naciente en los aspectos maritimos (Muckelroy 1978). Durante este
período, la atención estuvo centrada en antigüedades clásicas y trabajos de arte antiguos provenientes
del Mediterráneo.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, se produjo la invención del equipo autónomo de buceo.
Fueron Jacques Cousteau y Emile Gagnan, quienes en 1942 combinaron los reguladores con los tanques
de presión de aire para crear el primer y verdadero equipo autónomo de buceo (diseño SCUBA) de cir-
cuito abierto de manera eficiente y segura (Muckelroy 1978; Navy 1998). Este hecho tuvo un impacto
totalmente predecible en el registro arqueológico sumergido, especialmente en la zona del mar Mediter-
ráneo. En los primeros años, luego de la Segunda Guerra Mundial, exploraciones asistemáticas y un
considerable número de predaciones fueron hechas en los sitios sumergidos donde muchos souvenirs
náuticos y ‘valiosas’ reliquias antiguas fueron recuperadas destruyendo parte de la valiosa y no-renovable
información arqueológica (Watson 1983). ‘Valiosos’ objectos han sido extraídos asistemáticamente de
las profundidades del mar perdiendo para siempre el contexto original donde éstos se hallaban. Desa-
fortunadamente, este tipo de actividades continuan hoy en día a pesar de la existencia de algunas leyes
de protección del patrimonio cultural subacuático que varios países ya poseen.
Uno de los primeros intentos de investigar un naufragio -correspondiente a momentos clásicos-
de manera sistemática fue llevada a cabo por el mismo J. Cousteau. A pesar que un número de técnicas
e instrumentos fueron desarrollados por primera vez en este sitio, los standards arqueológicos fueron
inaceptablemente bajos. Por ejemplo, jamás fue confeccionado un plano del sitio en donde el naufragio
se hallaba (Muckleroy 1978).
Así como en la arqueología terrestre, este período estuvo representado por una perspectiva
normativa de análisis. El principal objetivo era coleccionar un número significativo de artefactos. En
aquellos días, la descripción de los artefactos fue la naturaleza de la ‘explicación’ arqueológica (ver
Figura 1).
A finales de los ’60, la arqueología subacuática emergió en el Mediterráneo como actividad cientí-
fica y académica (Watson 1983). Durante este período, los naufragios se comenzaron a considerar como
fenómenos arqueológicos, como importantes documentos del pasado humano. La persona que introdujo
disciplina y control en la arqueología de naufragios en el Mediterráneo fue George Bass (Watson op.cit.)
quién definió a la arqueología subacuática como el estudio de barcos antiguos en conjunción con sus
cargamentos, y el relevamiento de paredes derrumbadas de viejos puertos que yacen bajo el agua (Bass
1966). Fue el primero en demostrar que los naufragios del Mediterráneo son universos ordenados del
dato arqueológico. También desarrolló, adoptó y redefinió un número considerable de varias técnicas de
registro subacuático que se transformaron, tiempo más tarde, en técnicas de uso standard (Muckelroy
1978; Watson op.cit.). Esto supuso la utilización de diferentes herramientas y técnicas en las investiga-
ciones llevadas a cabo pero Bass excluyó el tratamiento de aspectos teóricos.
Con respecto a la arqueología Europea, los años 1960 y 1970 se caracterizaron por una fase de
rápido desarrollo en cuanto a la metodología, la técnica y los aspectos teóricos referentes a la práctica de
la arqueología subacuática (Renfrew y Bahn 1991; Watson 1983). En este sentido es relevante mencionar
el trabajo pionero y las investigaciones realizadas por Keith Muckelroy (1978).
En oposición a la definición de Bass, Muckelroy definió en un sentido más amplio lo que entendió
por arqueología marítima señalándola como “el estudio científico de los restos materiales del hombre y
sus actividades en el mar“ (Muckelroy 1978: 4, 1998: 24). Lo original en la definición de Muckelroy es
que el objeto primario de estudio es el hombre y no los barcos, su cargamento, armamento, mobiliario o
instrumentos de navegación con lo que el investigador se confronta inmediatamente durante el trabajo
de campo. Desde un punto de vista procesual, su principal preocupación fue entender las actividades
pasadas de las personas y no la simple descripción de los objetos recuperados de los naufragios o de
cualquier otro sitio arqueológico sumergido. En este sentido, Muckelroy subrayó que el término marítimo
no sólo involucra asuntos técnicos sino también sociales, económicos y políticos entre otros (Muckelroy
1978: 6). También agregó que la arqueología, y la arqueología subacuática como sub-disciplina, puede
ser descripta considerando los problemas con los que la investigación actualmente se topa, las pregun-

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tas específicas surgidas, y los modos en que los investigadores trabajan para responderlas (Muckelroy
1998: 25). Así, desde un punto de vista científico, Muckelroy se centró en la explicación de problemas
arqueológicos a través de una investigación sistemática y no en la descripción de artefactos –como la
mayoría de sus predecesores hicieron- además de haberse ocupado de responder preguntas y no en la
búsqueda de tesoros sumergidos.
Muckelroy también incorporó los aspectos de significado simbólico en su definición o al menos
una parte de ellos (ver Adams 2001: 300). Así, trascendiendo las explicaciones funcionales y sistémicas,
se incorporó la noción de las embarcaciones como símbolos, como expresión de ideas sociales incluyendo
las tradiciones en lo que a construcción naval se refiere (Adams op.cit.).
Por lo tanto, qué se entiende por arqueología marítima? Para resumir, ‘arqueología marítima es
el estudio científico, a través de la evidencia material recuperada, de todos los aspectos relacionados con
la cultura marina: barcos, botes y su equipamiento; tipo de cargamento, pasajeros que hicieron uso del
barco y de los objetos que se encontraban en él y el sistema económico dentro del cual estaban operando;
sus oficiales y la tripulación, utensilios especiales y otro tipo de posesiones que estarían reflejando estilos
de vida particulares’ [la traducción es nuestra] (Muckelroy 1978: 6).
Uno de los aspectos más sobresalientes del trabajo de Muckelroy consistió en el desarrollo de
modelos para explicar la naturaleza de la arqueología de naufragios. El primer modelo estuvo relacionado
con una serie de eventos que tomaron lugar entre la existencia del barco como entidad funcional y el
descubrimiento arqueológico de los restos del naufragio (Lenihan y Murphy 1998). También consideró los
naufragios en términos de entidad arqueológica e ironizó sobre nuestra habilidad de entender o interpretar
los restos arqueológicos en sí mismos a partir del particularismo (Lenihan y Murphy op.cit.).
Consideramos que Muckelroy es el primero en introducir la investigación sistemática en arque-
ología marítima con un marco teórico explícito. A pesar del hecho que su último trabajo fue realizado
a fines de los ‘70, sus definiciones y vías de explicación de la cultura material aún continúan vigentes.
También hizo hincapié en la necesidad de realizar estudios con un perspectiva interdisciplinaria integrando
diferentes líneas de evidencia (e.g. procesos post-depositacionales de los naufragios, etnología marítima,
análisis de documentos escritos, mapas históricos, etc.) para un mejor entendimiento de las actividades
marítimas del hombre en el pasado.
Durante los últimos años la arqueología marítima ha insistido por una integración de sitios
costeros e islas los cuales deben ser analizados dentro de una perspectiva marítima (Hunter 1994). Según
Blot (1999), la distancia observada entre arqueólogos marítimos y terrestres se debe a un aislamiento
académico de los arqueólogos marítimos debido a que éstos últimos se centran en una temática específica,
analizan sitios arqueológicos cronológicamente localizados en tiempos históricos y utilizan una termi-
nología principalmente naval. La distinción entre arqueólogos de agua y de tierra podría ser explicada
como una barrera conceptual representada por los espacios náuticos (Blot op.cit.: 43). Así, para explicar
esta separación hay que tener en cuenta la presencia de categorías como el ‘etnocentrismo’ existente
en el rechazo de las teorías de posibles contactos marítimos (Kehoe 1998, tomado de Blot 1999), o en
la ecuación travesía marítima=construcción naval. Rechazando estas nociones se estaría aceptando que
el transporte por vías acuáticas trasciende la idea física de ‘barco’ y el mar en sí mismo. Para tener una
comprensión integral de las problemáticas marítimas, éstas deberían ser analizadas no de manera aislada
sino integrando diferentes líneas de análisis y evidencia incluyendo la terrestre.
La teoría evolucionista ha tenido gran influencia en la arqueología en general. Dunnell sostiene
que para aplicar los principios de la teoría de la evolución Darwiniana al registro arqueológico hay
que considerar que, generalizando los principios de la teoría biológica, pueden reconocerse dos vías de
transmisión de caracteres: la genética y la cultural (Dunnell 1989). Por lo tanto, los objetos del registro
arqueológico son parte de los fenotipos humanos del pasado (O’Brien y Lymann 2000). La crítica principal
en la aplicación de esta teoría, es que el análisis arqueológico se centra en el ámbito de la biología por
lo que los términos en que los arqueólogos conciben sus problemas serían incompatibles con ese marco
teórico (Scheinsohn 2001). El trabajo de Conlin (1998) representa una de las aplicaciones más interesantes
de la teoría evolutiva a la arqueología marítima. Si bien los barcos no deben su variabilidad a los mismos
factores que los organismos biológicos (v.gr. mutación espontánea), las analogías con la biología brindan
categorías para pensar sobre ellos. Este tipo de investigación apunta a discriminar que tipo de variables
operan sobre el proceso de construcción naval y cuales perduran. El medio natural es tomado como una
variable estable y conocida, por lo tanto la diversidad se debería a los factores económicos y sociales.
Así, ‘si tratamos a los barcos como artefactos, es importante entender que en realidad estamos tratando
con un palimpsesto de modificaciones, reparaciones y diferentes usos que ocurren durante el tiempo

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que el barco se encuentra en servicio, y no como una ‘tabla rasa’ de un episodio único y estático que la
noción de ‘cápsula del tiempo’ nos puede conducir a creer’ (Conlin 1998: 8).
También en estos años el término “paisajes culturales marítimos” ha sido ampliamente utilizado.
Westerdahl (1992) lo definió como una unidad de remanentes de cultura marítima presente tanto en tierra
como en agua. Esto implica la utilización humana (economía) del espacio marítimo a través de embar-
caciones, asentamientos, actividades pesqueras, caza, tráfico marítimo y todo lo que ello implica (e.g.
pilotaje, faros y trabajos de mantenimiento marítimos entre otros). El paisaje es: a) cognitivo considerando
que no hay una relación directa con los restos materiales actuales y, b) reconstructivo sobre la base de
concepciones modernas (Westerdahl 1994). El conocimiento de ambos paisajes (a y b) es arqueológico,
es relevante para cualquiera que intente entender la cultura marítima del pasado: cómo funcionaba, cómo
y porqué cambió, y quizás cómo comenzó y llegó a su fin.
Otro importante punto que Westerdahl señala es que no solamente la topografía natural es la que
determina el desarrollo del trasporte marítimo sino también la cultura y la tradición de las sociedades

Filosofía de la ciencia

Teoría de sistemas
Influencias

Estructuralismo

Teoría crítica
Cibernética
Estadísitca

Cultura material como Marxismo


(Hempel)
Geología
Sistema de las 3 edades

Culturas arqueológicas

Cultura como sistema

s Figura 2. Marcos teóricos en arqueología terrestre y marítima


Positivismo lógico
Conceptos
ARQUEOLOGÍA TERRESTRE

Agentes = gente
Estratigrafía

Empirismo
Migración
Tipología

Difusión

Invasión

texto
Arqueología tradicional

Arqueología processual

Arqueología simbólica
(L. Binford & D. Clark)
New Archaeology

Arqueología post-
Histórico-cultual
Fase

(I. Hodder)
processual
Deductiva (previo plan

Nomotética (búsqueda
Determinista (medio
Naturaleza

de investigación)

Contextual
Normativa

Relativista
Positivista

Simbólica
ambiente)
Científica
Inductiva

Histórica
de leyes)
mación historiográfica)
Throckmorton (aproxi-

Barcos como símbolos


Procesos de formación

Reconstrucción, testeo
Influencias de D.Clark
ARQUEOLOGÍA

´78. Keith Muckelroy


SUBACUÁTICA

Arqueología Náutica

Paisajes marítimos y
Dato arqueológico +
´63. Proyecto Wasa

Patrones acuáticos
Fines ´50. Bass y

cultura marítima
Marco histórico

(S. MacGrail)

dato histórico
´83. Gould
Inductiva

ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO 331


involucradas (Westerdahl 1992: 7). Desde una aproximación holística, esta perspectiva es mucho más
amplia que las anteriormente mencionadas. Westerdahl considera diferentes factores (e.g. geográficos,
políticos y sociales) para analizar distintos sistemas de redes utilizados en las rutas y centros de cultura
marítima. Dichos sistemas de redes involucran, por ejemplo, las variadas relaciones geográficas entre
las diferentes puntos de referencia cultural, rutas internas en ríos y lagos, localización de restos de nau-
fragios, estructuras marítimas y monumentos antiguos ubicados en tierra, tradiciones de construcción
naval y el estudio de la topografía natural entre otros.
A modo de resúmen, siguiendo a Gibbins y Adams (2001) en lo que a marcos teóricos se refiere,
se podrían distinguir tres direcciones: 1) la relacionada con el particularismo histórico representada en
los trabajos de G. Bass en la zona del Mediterráneo; 2) la influenciada por los arqueólogos americanos
de fuerte formación antropológica (e.g. Leninhan y Murphy 1998; Gould 2000; Babits y Van Tilburg
1998), con una forma de razonamiento principalmente hipotético-deductiva y procesual (Gibbins y Ad-
ams 2001); y 3) aproximaciones post-procesuales como es el caso de la arqueología practicada en los
países escandinavos (Westerdahl 1994) en donde se introdujeron conceptos como ‘paisajes arqueológicos
marítimos’ y la exploración de aspectos simbólicos o significativos del diseño naval, entre otros.

Arqueología histórica y arqueología marítima


La arqueología histórica poseía una considerable trayectoria en los Estados Unidos en el momento
en que la Nueva Arqueología comenzaba a tener resonancia. Desde 1960, y especialmente desde 1967,
cuando la Society for Historical Archaeology fue creada, la arqueología histórica comenzó a desarrollarse
con mayor intensidad y reveló un acercamiento hacia esta nueva tendencia de carácter antropológico
(Little 1994; Orser 2000). La arqueología histórica integra diferentes líneas de análisis para generar nuevas
hipótesis que serán testeadas a posteriori con la evidencia arqueológica. Al igual que la arqueología que
analiza otros momentos o cronologías, la arqueología histórica tiene la posibilidad de generar sus propias
inferencias acerca del comportamiento humano del pasado a través del registro arqueológico (Deagan
1982; Little 1994; Orser 1996; South 1977). Por lo tanto, el registro arqueológico debrá asumir el rol
central durante la investigación más allá que se utilicen diferentes líneas de análisis tal como es el caso
de la documentación histórica. La evidencia documental y la arqueológica poseen un corpus de datos
diferentes. Así, siguiendo a Little (1994), la escala de análisis va a estar determinada por la resolución del
registro arqueológico. La arqueología histórica esta en la posición de crear vínculos entre los documentos
escritos, la historia oral y las formas de expresión material (Little op.cit.). De este modo, la arqueología
histórica brinda la posibilidad de generar preguntas e interpretaciones alternativas a la historia (Johnson
1996; Little 1994; Orser 1996).
En la última década algunos arqueólogos (e.g. Little y Shackel 1989; Staniforth 1997) han evaluado
la posibilidad de utilizar un enfoque derivado de la corriente histórica conocida como Escuela de Annales
francesa entre cuyos representantes más conocidos podemos mencionar a Braudel, Le Roy Ladurie y
Le Goff. Estos arqueólogos han trabajado algunos de los conceptos que la Escuela de Annales utiliza,
los cuales son aplicables a una escala de procesos históricos para referir los ‘eventos’ que se analizan.
Esto surge de la necesidad de enmarcar un evento único y casi siempre accidental como es el caso de
un naufragio dentro de un universo más amplio. Staniforth (1997) hace uso de estas herramientas en sus
trabajos sobre Sidney Cove1, y propone este enfoque para enmarcar la investigación arqueológica de
dicho naufragio dentro de una escala más amplia de análisis (v.gr. el proceso de expansión colonialista)
(Staniforth 1997:19). Dicha escala fue definida basándose en conceptos claves previamente expuestos
por Braudel relacionando cada nivel de la escala con determinados procesos sociales:
a) corto plazo, relacionado con événements (eventos) (eventos e individuos o tiempo indivi-
dual)
b) mediano plazo, relacionado con conjontures (coyunturas) (procesos o tiempo social)
c) largo plazo, relacionado con la longue durée (larga duración) (estructuras, cosmovisiones,
‘mentalidades’ y geohistoria)
Asimismo analiza la relación entre cada nivel de la escala y los investigadores que la utilizan
y observa que generalmente los arqueólogos han trabajado con la tercera escala (i.e. largo término,
usualmente medida en centurias o milenios) (Staniforth 1997). Por otro lado existe una tercera generación
de historiadores (los medievalistas como Le Goff o LeRoy Ladurie) que han centrado su atención hacia
los marcos ofrecidos por las escalas más chicas centrando su atención en la vida de la gente ‘común’ o

1 Naufragio de 1797 (Tasmania), en viaje de Calcuta a las nuevas colonias en Australia.

332 ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO


‘the people without history’, es decir ‘la gente sin historia’ sensu Wolf (1982) (Staniforth op.cit.: 18).
La arqueología histórica posee una carga adicional ya que la mayoría de sus investigaciones se
refiere a cuestiones ligadas al colonialismo y al imperialismo (Orser 1996, 2000); es decir que estudia
temas ligados a un pasado reciente. La arqueología marítima también se encuentra ampliamente ligada a
estos aspectos aunque no hay que descartar que también involucra aspectos en relación a problemáticas
prehistóricas (e.g. Momber 2000) menos desarrollados por cuestiones principalmente de visibilidad
arqueológica y acceso a los sitios.
La arqueología histórica y la marítima, ambas de carácter multidisciplinario, pueden ser abordadas
desde diferentes líneas ya que se pueden combinar fuentes de información tanto arqueológicas como
históricas, desde una perspectiva antropológica. Es un campo que combina un amplio número de
abordajes y la inclusión de cuestiones históricas y antropológicas no implica que necesariamente éstas
sean opuestas. La mayor parte de los problemas antropológicos poseen una base histórica y, muchos
problemas históricos incluyen cuestiones antropológicas (Orser 2000: 25). Tal cuestionamiento es válido
para el área marítima también. Se están estudiando problemas antropológicos e históricos en relación con
aspectos que involucran el mar como vía principal de comunicación o como recurso natural en sí mismo.
Se estan analizando diferentes problemáticas que involucran el uso y manejo de espacios diferenciales
dentro de un enfoque arqueológico. Es decir que se continúa haciendo arqueología de todos modos.

Conclusiones

Como se puede observar a través de este trabajo, cada postura teórica posee puntos negativos
y positivos en lo que se refiere a la práctica arqueológica. Se podría considerar el panorama actual de
la arqueología marítima como el resultado de una conjunción de influencias de diferentes corrientes
teóricas.
La escuela histórico-cultural utiliza la tipología de manera descriptiva. Consideramos que las
tipologías son útiles para organizar los datos arqueológicos pero debemos ser cuidadosos en la manera
en que utilizamos esas tipologías para, a posteriori, explicar los datos.
Como señala Binford (1979), los hechos no hablan por sí solos a menos que nosotros hagamos
las preguntas pertinentes para explicar el registro arqueológico. La elección de los interrogantes que van
a guiar la investigación reflejan que tipo de compromiso une al arqueólogo con su objeto de estudio, es
decir que no son independientes del marco teórico utilizado.
La variación de los artefactos a través del espacio y tiempo surge como el resultado de un rango
diferencial de procesos, desde hacer frente a problemas específicos ambientales hasta la distribución del
poder social, la organización de la producción material o los cambios en patrones religiosos e iconográ-
ficos (Shennan 1994). Entonces, una perspectiva holística sería útil para un mayor entendimiento del
pasado.
Nuestro conocimiento del pasado es limitado por nuestro conocimiento del presente (Binford
1979). Así, es importante combinar diferentes líneas de evidencia (e.g. registro etnográfico, documen-
tos históricos escritos, cartografía (en caso de tener acceso a ellas), historia oral de pobladores locales
actuales, acceso a colecciones museográficas, etc.) para generar nuevas hipótesis que serán contrastadas
con la evidencia arqueológica.
Dentro de una perspectiva global de análisis, la evaluación de los antecedentes históricos per-
mitirá definir el proceso general y las variables relevantes que se encuentran en juego para el tema a
investigar. No hay que dejar de lado que el registro histórico contiene diferentes grados de intencionali-
dad conferidas por la gente que los creó (Goñi y Madrid 1996). Nuevamente se vuelve al hecho que el
registro arqueológico asumirá el rol central en la investigación más allá que se utilicen diferentes líneas
de análisis. Como habíamos mecionado anteriormente, la escala de análisis va a estar determinada por
la resolución del registro arqueológico.
Los sitios con actividades marítimas y las embarcaciones sumergidas son parte de los recursos
arqueológicos. Por consiguiente, la arqueología subacuática es una vía más para obtener evidencia ar-
queológica. Si bien la mayoría de los sitios subacuáticos están relacionados con momentos históricos,
la práctica de la arqueología marítima no se limita a dicho momento. En toda sociedad preindustrial,
desde el Paleolítico Superior hasta el siglo XIX, la embarcación fue la más grande y compleja máquina
producida (Muckelroy 1978). Este hecho se refleja en la gran concentración de investigaciones sobre
sitios subacuáticos relacionados con naufragios.
La arqueología de naufragios ha correspondido tradicionalmente al dominio de los historiadores
marítimos y arqueólogos clásicos quienes difieren significativamente en el tipo de perspectiva adoptada y en

ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO 333


los tipos de datos registrados acerca de los restos materiales recuperados en sitios arqueológicos (Lenihan y
Murphy 1998). Hoy en día, la relevancia de la arqueología subacuática pertenece al conocimiento obtenido
no solo en lo que se refiere a la construcción de barcos y rutas marítimas sino también al conocimiento
en lo que hace a la tecnología, arte, historia y dinámica social, política y económica a través del análisis
de la cultura material recuperada. A su vez, el uso de categorías elaboradas desde la historia (e.g. historie
éventuellement, durées) pueden ser útiles para relacionar sitios particulares con procesos de cambio
social a gran escala (Gibbins y Adams 2001: 281). Esta noción de integrar diferentes disciplinas es
compartida tambien por otros arqueólogos como es el caso de Staniforth (1997) que ven en estas categorías
herramientas válidas para pensar sobre naufragios y procesos sociales (Vainstub 2000).
Como se ha señalado el espacio marítimo es diferente del terrestre pero ambos forman parte un
mismo espacio que se halla integrado. Es decir, no se puede concebir mar sin tierra. Consideramos que los
sitios subacuáticos deben ser presentados dentro de una perspectiva interdisciplinaria, regional y global
que permitan ofrecer importantes determinaciones, proveer un mejor entendimiento y una comprensión
integral del sujeto bajo estudio. Muchos sitios subacuáticos han sido presentados como meras descripciones
de artefactos recuperados, apareciendo frecuentemente también la idea de “cápsula del tiempo”. Desde
nuestra concepción, es difícil analizar un momento particular en el tiempo de manera aislada y diríamos
que es imposible ‘reconstruir’ en términos Schifferianos (Schiffer 1987) ese momento específico de la
historia. La relevancia de estudiar un naufragio u otro tipo de sitio subacuático está en contextualizarlo
dentro de una escala global de análisis (Gamble 1993) para una mejor comprensión del proceso de
cambio. Como arqueólogos, estudiamos y explicamos los cambios en la cultura material lo que implica
la necesidad de adoptar y desarrollar teorías que nos ayuden a explicar el cambio en la cultura humana
sin importar si ésta es llevada a cabo en mar o tierra. El objetivo principal es el mismo y ambos espacios
deben ser entidos como parte de un todo por lo que deberían ser estudiados de manera integrada.

Agradecimientos
A la Dra. Dolores Elkin y al resto del equipo de arqueología subacuática del INAPL por su
continuo profesionalismo y amistad.
A la Fundación Antorchas por porveer fondos para las investigaciones doctorales del Lic. Damián
Vainstub. A CONICET y a la Fundación Antorchas-British Council por otorgar fondos a la Lic. Virginia
Dellino para continuar con sus estudios doctorales en el Reino Unido.

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