Tlahuicas-pjiekakjoo: ellas son las guardianas de hongos silvestres comestibles

Las recolectoras reconocen 160 especies silvestres y han sido parte de su gastronomía por generaciones. Ahora, comparten su sabiduría en recorridos micoturísticos e invitan a valorar el uso biotecnológico de los hongos junto a las comunidades.
Las recolectoras reconocen 160 especies silvestres y han sido parte de su gastronomía por generaciones.
Las recolectoras reconocen 160 especies silvestres y han sido parte de su gastronomía por generaciones. Otilia Portillo Padua

San Juan Atzingo está al sureste del Estado de México, en el municipio de Ocuilan, en el centro de México. En este sitio anclado en la sierra, la comunidad Tlahuica-Pjiekakjoo resguarda saberes únicos sobre hongos silvestres comestibles. En Ocuilan, las abuelitas de Elissete Ramírez fueron recolectoras y sus padres también. Quien sostiene el par de hongos en la imagen es Julia, la abuela paterna de Elissete, fotografiada por la directora de cine Otilia Portillo Padua. Ahora, cuando Elissete sale con su canasta a recolectar, valora la sabiduría de sus ancestras pjiekakjo que hacen posible reconocer y cocinar más de 160 especies que emergen del verdor del bosque. Sin las tlahuicas estos manjares serían ignorados por el mundo.

Entre una tenue neblina, los hongos esculpen la humedad del suelo en formas y colores tan variados que parecen dotados de una imaginación singular. Algunos lucen como parientes excéntricos de los champiñones, vestidos de colores vívidos. Otros se antojan como imitaciones extraterrestres del concepto de hongo por sus formas alargadas o ramificadas.

A veces sus peculiaridades son evidentes, pero en algunos casos son los pequeños detalles los que definen su identidad de forma precisa. Poder reconocerlos no es fácil, pues así como hay muchos hongos silvestres comestibles ricos en proteínas y vitaminas, otros tantos pueden causar reacciones tóxicas a quienes los comen.

Ñechjo, significa hongo para las recolectoras pjiekakjoo.

Cortesía de Hongueras Pjiekakjoo.

Pensando en que sobreviva la capacidad de nombrar hongos, se formó Hongueras Pjiekakjoo, grupo al que Elissete pertenece y en el cual ofrecen recorridos micoturísticos para la identificación y recolección de hongos comestibles silvestres.

Tradicionalmente, estos organismos son parte del alimento de las familias o se venden en mercados aledaños a la comunidad. Ahora, luego de aprender técnicas para procesar los hongos en la Universidad Autónoma de Chapingo, el grupo le da un valor agregado a algunas especies. Los deshidratan, los hacen en escabeche o mermelada y organizan ferias de hongos comestibles. “Hemos buscado la reapropiación”, describe Elissete.

Las recolectoras tienen claro que si estos procesos se hacen de forma responsable y sostenible, los hongos pueden ser parte de su soberanía alimentaria, pero también se pueden volver motor de la economía local e inspiración para la conservación de los bosques.

La preparación de los hongos es parte de los conocimientos locales.

Cortesía de Hongueras Pjiekakjoo.

Nombrar para defender

Quienes se autodenominan como pjekakjoo, que significa "lo que yo soy o lo que hablo”,  conforman una de las comunidades indígenas mas pequeñas del mundo. Hombres y mujeres tienen conocimiento tradicional sobre hongos, aunque ellas tienen una participación más activa en la recolección, preparación y comercialización.

El primer evento de hongos, cuenta la recolectora, se hizo con apoyo de una estudiante de doctorado, Miriam Aldasoro Maya, quien documentó en la zona 80 especies. Luego de conocerla, Elissete decidió seguir esa labor. Estaba por terminar la licenciatura en desarrollo sustentable y notó que faltaba documentar muchas especies. Su investigación aportó otras 80 especies.

Las mujeres tienen una participación más activa en la recolección, preparación y comercialización de hongos.

Cortesía de Hongueras Pjiekakjoo.

El registro sumó 160 especies, incluyó 79 nombres de hongos en la lengua tlahuica-pjiekakjoo y 130 nombres comunes en español. Además, identificó 117 especies con potencial biotecnológico, una de las aplicaciones más llamativas es que algunos hongos mejoran el estado de especies forestales en viveros antes de que estas sean usadas para reforestación en áreas degradadas.

Documentar lo que existe en su territorio sirve a varios propósitos. Entre ellos está blindarse contra la biopiratería, que es la privatización de los conocimientos y recursos biológicos de grupos tradicionales en manos de personas externas a la comunidad. Sabiendo lo que tienen, dice ella, lo pueden cuidar. La biopiratería no ha sucedido en la comunidad, pero sí han detectado esa experiencia en otros espacios con bienes bioculturales importantes, en particular los que destacan por su valor comercial en el mercado de alimentos y la biotecnología.

Por ejemplo, en otras partes del mundo, los hongos se usan para producir nuevos empaques con cualidades biodegradables, también se crean ladrillos de alta resistencia o se utilizan para producir micodisel. La lista de aplicaciones crece muy seguido.

En ese mismo sentido, quienes desean estudiar estos recursos en la comunidad, deben presentar sus intenciones a los Bienes Comunales de San Juan Atzingo, pues la comunidad se localiza dentro de estos. Los interesados deben incluir algún beneficio a la comunidad y respetar una relación en equilibrio con esta. Uno caso de este tipo que resultó muy bien fue el de la investigadora Aldasoro Maya, quien creó un libro que hoy sirve para acercar a nuevas generaciones a la identificación de hongos.

La comunidad también colabora con la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx) y con la Comisión Nacional de Áreas Nacionales Protegidas. Además, han descrito nuevas especies con el Colegio de Posgraduados, con ellos analizaron un hongo que resultó ser una nueva especie especie endémica que solo crece en su comunidad.

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Otro valor de documentar es reconocer las historias locales. Elissete quien ya tuvo ese acercamiento cuando realizó buena parte del registro dice “si vamos a analizar cada especie, encontraríamos un montón de historias o momentos de cada familia con algunos hongos”.

Por ejemplo, ella recuerda a su abuela retando a la naturaleza junto al comal. Su abuela materna consumía un hongo carnoso que al tacto se torna azul —una indicio con el que las hongueras identifican la toxicidad de algunas especies— sin embargo, su abuela desarrollo un método para cortarlo, asarlo y disfrutarlo. No porque no reconociera que este era tóxico (no mortal), dice Elissete, sino porque su experiencia es basta.

Caminatas de identificación y recolección de especies comestibles.

Cortesía de Hongueras Pjiekakjoo.

Valiosa compañía para el bosque

Cuando Elissete estaba en la universidad escuchó otra historia sobre los hongos, era una historia científica. Se trata de la relación íntima que algunas especies tienen con las raíces de los árboles: ectomicorrizas.

Esta relación llamada simbiosis, cuenta la recolectora, es benéfica para ambos organismos. Las plantas le dan carbono a los hongos y estos le otorgan a la planta nutrientes como nitrógeno y fósforo. Además, cuando, la temporada es adversa para las plantas, ya sea por plagas o incendios, “los honguitos ayudan a que el sistema inmunológico del árbol sea más resistente o le mandan apoyo para pasar el mal tiempo”. En el subsuelo, además, los hongos tienen una red única de comunicación.

Lamentablemente ese refuerzo es cada vez más solicitado por los árboles. Elissete cuenta con pesar que en los bosques de la comunidad tlahuica, así como en otras comunidades de México, la deforestación causada por la tala clandestina es constante. Ese daño obstinado deteriora los ecosistemas y en ellos los incendios y las plagas son cada vez más voraces.


En todo el mundo, de 1961 a 2015, el tamaño de las plantaciones de aguacate crecieron 700 por ciento.
Más del 99 por ciento de los incendios ocurridos entre 2000 y 2017 en Avocadoland fueron por actividades humanas.

La tala clandestina es un tema desafiante que lleva décadas en su comunidad. “Desde que tengo memoria ya se venía hablando de deforestación en la comunidad, de la lucha agraria y los enfrentamientos”.

Por ejemplo, hace diez años, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) dijo haber intensificado los operativos forestales en la zona de Lagunas de Zempoala y San Juan Atzingo, pero en abril del año pasado, los ejidatarios de San Juan Atzingo, exigieron declaratoria de emergencia por tala indiscriminada en sus bosques, es decir, el saqueo sigue vigente.

Además, el Estado de México se encuentra entre los estados mexicanos con mayor presencia de incendios. Tan solo los incendios de 2015 a 2020 registrados por Conafor en la zona de San Juan Atzingo, pintan en rojo, así:

Incendios de 2015 a 2020 registrados en la zona de San Juan Atzingo por Conafor.

Gobierno de México (Conafor)

“La gente está perdiendo la conexión con el bosque”, dice Elissete, quien cree que una vez que este sentimiento naufraga, se comienza a desvalorizar la cultura. “Cuando pones primero el adaptarte a otras culturas ajenas a la tuya, en donde no se le da reconocimiento al ecosistema del cual dependes, si te adaptas muy fácil a la globalización o quieres poseer más como ser humano, eso puede representar una amenaza para el ecosistema y para los conocimientos locales”.

Se trata del fenómeno transculturación, en el cual, señala ella, hay una fácil adaptación a otras culturas y un olvido acelerado de la propia. En el proceso, lamenta, se le da menos credibilidad a los conocimiento del campo, “se ve como algo inferior, como algo que no sirve, como que estos alimentos son para pobres y no, el campo te puede dar el alimento más limpio. El campo tiene las respuestas para poder sobrellevar esta problemática ambiental que tenemos”.

La comunidad resguarda el conocimiento de 160 especies comestibles.

Cortesía de Hongueras Pjiekakjoo.

En su documentación de hongos, Elissete indica que han notado que los hongos están escaseando en los últimos años, situación que atribuyen al incremento de recolectores con malos métodos de recolecta, tala del bosque y prolongación de la temporada de secas.

Aún con eso, México es el segundo país en cuanto a reservorio de hongos comestibles silvestres y para despertar la relación con algunos de estos, el grupo de Hongueras Pjiekakjoo comparte sus conocimientos caminando e invitan a quienes gusten, a acompañarlas al bosque a finales de julio, cuando inician los recorridos micoturísticos.

En el mundo, hay hongos aventureros que habitan desiertos, glaciares y fondos marinos. Desconocemos muchos, se estima que deben existir 5.1 millones de especies. Algunos pocos, unos 300 tipos no pueden enfermar, otros tienen mejor fama pues ayudan a la humanidad en la fermentación de cerveza y quesos. Su diversidad es tan singular que todo hace pensar que apenas los estamos integrando en nuestro futuro, pero corresponde hacerlo de la forma más sustentable y sostenible posible, algo que solo podrá ocurrir con los conocimientos indígenas.


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