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Historias de la ciencia: Cigüeñas con bebés, niños miopes y premios Nobel golosos

Un reciente estudio estadístico observó una cierta coincidencia entre el número de parejas de cigüeñas y el número de nacimientos anuales de bebés (humanos) en 17 países europeos. En estadística se calcula un valor, llamado coeficiente de correlación, para expresar el grado de coincidencia entre dos variables, que en este caso son, para cada uno de los países estudiados, el número de parejas de cigüeñas y el número de bebés nacidos. El valor del coeficiente de correlación obtenido en este estudio no era demasiado alto, pero tampoco muy bajo; es decir, parecía cumplirse que cuantas más parejas de cigüeñas, mayor número de bebés. Estas y otras inferencias estadísticas, también mal interpretadas, parecían apoyar la absurda hipótesis de que la causa de los nacimientos de bebés era su transporte y entrega por parte de parejas de cigüeñas, como cuenta la leyenda (aunque no se decía nada de si procedían de París).

 

ciguena bebe

Licencia: dominio público. Fuente: Pixabay.

 

Un ejemplo de estudio más serio (publicado en la prestigiosa revista Nature), en el que una fuerte correlación se interpreta como causalidad, es el de la miopía en los niños en relación con la luz ambiental con la que duermen. Los datos recogidos por los autores mostraban que los niños que dormían con más luces encendidas eran los que más miopía padecían, y a partir de ello se podía formular la hipótesis de que altos niveles de luz ambiental durante el sueño provocaba el desarrollo de miopía (para probar esta relación causal habría que encontrar el mecanismo biofísico que relacionase ambas circunstancias, algo seguramente muy complejo). Pero otros autores propusieron enseguida una explicación causal mucho más plausible, introduciendo una nueva variable en el estudio:  existía una fuerte correlación entre padres miopes e hijos también miopes, sustentada en muchos más estudios y con una probable causa genética; los padres miopes tendían a dejar luces encendidas en la casa durante la noche, precisamente por sus problemas de visión. Es decir, la causa común de la miopía de los niños y de las luces nocturnas era la miopía de los padres.

Un último ejemplo muy llamativo, publicado también en una prestigiosa revista, The New England Journal of Medicine, relacionaba el consumo de chocolate con la mejora de la capacidad cognitiva. Las dos variables empleadas en el estudio eran el consumo de chocolate per cápita y el número de premios Nobel recibidos por cada millón de habitantes en diferentes países, y la correlación entre ambas resultaba muy alta. La conclusión era, por tanto, que la causa de una mayor capacidad cognitiva en los habitantes de ciertos países era su mayor consumo de chocolate. Como se ha puesto de manifiesto en análisis posteriores, parece mentira que el autor de este estudio no valorase la posibilidad de que ambas variables sean consecuencia de una causa común (y no una la causa de la otra), como por ejemplo el diferente nivel de vida de cada país. En realidad, seguramente serán muchas circunstancias, relacionadas de formas muy complejas, las que influyan en la capacidad cognitiva de la población. El efecto del chocolate en la cognición se asocia a unas sustancias llamadas flavonoides, pero ¿por qué no se estudiaron los patrones de consumo de otros alimentos que también contienen flavonoides, como el té o el vino tinto? Y, en cualquier caso, ¿realmente la capacidad cognitiva de la población se puede medir por el número de premios Nobel conseguidos?

 

chocolate libro

Licencia: dominio público. Fuente: Pixabay.