LOS REPERTORIOS BIBLIOGRÁFICOS O BIBLIOGRAFÍAS. CONCEPTO,FUNCIÓN INFORMATIVA, TIPOLOGÍA E HISTORIA.

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LOS REPERTORIOS BIBLIOGRÁFICOS O BIBLIOGRAFÍAS. CONCEPTO, FUNCIÓN INFORMATIVA, TIPOLOGÍA E HISTORIA En 1975 escribía Agustín Millares Carlo un conocido artículo que titulaba "Bibliografía y bibliografías 1"', donde de manera sintética expresaba ya desde el mismo título que la voz bibliografía, forma plurisignificativa y ambigua donde las haya 2, se utiliza tanto para designar a la disciplina que estudia los repertorios bibliográficos, el arte o la actividad que los redacta, como para nombrar el producto de la mencionada actividad: los repertorios bibliográficos mismos 3. En frase de Louise-Noélle Malclés (1967: 11-12): "El mismo vocablo designa, pues, el procedimiento a seguir en el trabajo bibliográfico y el resultado obtenido". El presente capítulo tiene como tema de estudio el producto del abajo bibliográfico: las bibliografías o repertorios bibliográficos. Los repertorios bibliográficos o bibliografías. Su concepto Los repertorios bibliográficos o bibliografías son obras de referencia en el más estricto de los sentidos, ya que son instrumentos elaborados con el propósito definido de servir para la información referencial de forma puntual y rápida, según el concepto establecido por Josefa Emilia Sabor, quien define las obras de referencia como aquellas que teniendo en cuenta sus objetivos, plan, ordenación y forma de tratar los temas, resultan apropiadas para la consulta con fines informativos, sean de carácter indirecto (mediato) o directo (inmediato)4. Un buen punto de partida para llegar a definir lo que es una bibliografía nos lo ofrece Louise-Noélle Malclés (1985: 9), cuando afirma en su Manual que por repertorio bibliográfico podemos entender: "Una obra de consulta integrada por informaciones ordenadas de acuerdo con un sistema determinado, en las que se contiene la descripción de un texto impreso". En esta definición se observa, en primer lugar, la amplitud que Malclés concede a la disciplina bibliográfica, a la que circunscribe al campo de los documentos impresos 5. Hoy tal definición resulta excesivamente restrictiva y se podría ampliar diciendo que lo que se contiene en las bibliografías es la descripción de un documento escrito, no importa en qué soporte, y que esta descripción puede contenerse lo mismo en una obra sobre papel que sobre un soporte magnético o un disco óptico, puesto que en este momento, al hablar de cualquier fuente de información es preciso tener en cuenta que el acceso a las informaciones puede realizarse manualmente (obras impresas) o a través del ordenador y que las bases de datos bibliográficas, integradas por conjuntos de informaciones almacenadas en forma electrónica, registradas de tal modo que puedan ser legibles por ordenador y estructuradas de una forma que permita su recuperación automática, pueden con toda propiedad ser consideradas como bibliografías. La definición de Malclés pone también de manifiesto que no todo conjunto de informaciones referenciales, no toda lista de libros, es una bibliografía, sino aquella que se hace con rigor, científicamente, siguiendo, como decía otro gran bibliógrafo, Besterman, "un principio ordenador constante"6. De acuerdo con lo expresado hasta ahora, las bibliografías son obras de referencia, de carácter referencial o indirecto, secundarias, hablando en términos documentales, en las que se contiene la descripción de documentos


escritos 7, ordenados siguiendo un sistema preestablecido, no importa cuál sea el material que los soporte. Malclés añade todavía para delinear claramente lo que es un repertorio bibliográfico que las descripciones contenidas en las bibliografías comprenden: el(los) nombre(s) del autor(es) del texto; su título; su dirección bibliográfica, su formato, número de páginas, y a veces el precio, según el tipo de bibliografía. Todo esto cuando lo que se referencia son libros. Si se trata de un artículo de publicación periódica (revistas y periódicos), hay que añadir los datos referentes a la localización del artículo dentro del documento fuente, es decir, de la publicación periódica en la que está recogido: título, volumen, número, año y páginas en las que se localiza dentro del documento fuente (cfr. Malclés, 1985: 9). Es una opinión bastante extendida la de que las bibliografías, junto con las enciclopedias, son las obras de referencia más solicitadas en las unidades de información. Las primeras se usan mucho en las bibliotecas públicas; las segundas en las bibliotecas especializadas y en las universitarias. Ambas son fuentes imprescindibles en las secciones de referencia de las bibliotecas y en los centros de documentación.

Funciones informativas de las bibliografías Mucho se podría hablar sobre cuáles son las funciones que corresponden a las bibliografías y para obtener qué tipo de información se utilizan. Autores como Donald W. Krummel, José Simón Díaz o Louise N. Malclés se han ocupado ampliamente de ello, adjudicándoles muchas y elevadas funciones 8. En términos generales, la función de las bibliografías es la de facilitar el trabajo intelectual, convirtiéndose en el instrumento universal de control de las informaciones, mediante la investigación, identificación, descripción y clasificación de los documentos escritos. Más concretamente, las bibliografías tienen dos funciones esenciales: identificar los textos e informar sobre los temas: 

Identificar un texto sería tanto como certificar su existencia, mediante la aportación comprobada de los datos referenciales que lo individualizan. Malclés (1985: 11) afirma que identificar un texto impreso consiste en encontrar su filiación en una bibliografía de primera mano. Informar sobre un tema es lo mismo que proporcionar la identificación de todos o parte de los textos que, en un período de tiempo dado, se han publicado sobre una cuestión.

Además de estos usos esenciales, las bibliografías pueden tener, tienen de hecho, otras funciones dentro de las unidades de información, de cara al trabajo de los profesionales de los centros bibliotecarios y de documentación. Entre dichas funciones pueden señalarse las siguientes: 

Poder ser utilizadas como instrumentos para llevar a cabo actividades relacionadas con el incremento del fondo de la biblioteca (adquisiciones, acceso).


  

Servir como modelos para la catalogación y la clasificación en las unidades de información. Ser utilizadas como fuentes para usos diversos relacionados con los servicios de información y préstamo. Convertirse en material para la redacción de instrumentos utilizables en el servicio de referencia (listas selectivas, posible difusión selectiva de la información).

A esta enumeración de posibles objetivos que podrían cubrir las bibliografías, se pueden añadir algunos otros, más específicos, como establecer el inventario de la producción intelectual de características científicas, mediante el registro de las obras que se publican en cada área del conocimiento; o bien permitir la verificación del punto de avance de cualquier tema científico, que posibilite tanto conocer la situación del mismo, como evitar las duplicidades en la redacción de nuevos trabajos, etc.9. Y puesto que de objetivos se trata, parece éste el lugar idóneo para plantear la existencia de unas fuentes de información que tienen una forma de presentar el material en ellas recogido y unas funciones similares, aunque no iguales, a las bibliografías: los catálogos. Un catálogo es un inventario total o parcial de los fondos depositados en un lugar concreto (puede ser una biblioteca, una librería, un centro de documentación, una colección particular ubicada en cualquier sitio, etc.). En los catálogos, igual que en las bibliografías, se proporciona información referencial sobre documentos escritos. Sus funciones son también la identificación y la información, pero su objetivo fundamental es la localización de los documentos. Así, pues, identificación, información y, sobre todo, localización, son las funciones para las que podemos utilizar un catálogo, sea éste impreso, automatizado o esté en fichas o cualquier otro soporte. A los catálogos que recogen los fondos depositados en más de una unidad de información se les llama catálogos colectivos. De ambas fuentes, de sus funciones, situación e importancia actual se hablará ampliamente en otro lugar de este libro. Tipos de bibliografías Aunque en términos generales la identificación y la información en relación con los documentos referenciados en ellas son las funciones que corresponden a las obras de referencia de carácter mediato designadas como bibliografías, estas funciones se realizan a través de repertorios concretos encuadrables en tipologías distintas, que conviene conocer, pues, aunque todos ellos sean siempre instrumentos para el trabajo intelectual, en la práctica, y según su modalidad, proporcionan un tipo de información diferente, por lo que es preciso saber para qué búsquedas pueden y deben ser usados. Son muy variadas las propuestas de clasificación de las bibliografías, casi tantas como autores 10. A veces es posible encontrarse con propuestas contradictorias. Para poner un poco de orden es conveniente partir de unos criterios que sirvan como orientación y que puedan ser modificados o ampliados según convenga. El Cuadro 9.1 contiene una propuesta de clasificación marco -no exhaustiva y abierta a posibles modificaciones, adiciones o supresiones-, hecha a partir de unos criterios también modificables, aunque bastante lógicos y aceptables en términos generales.


Procede ahora glosar dicho cuadro, indicando qué se entiende por cada una de las tipologías bibliográficas apuntadas.

A) Amplitud del contenido: es decir, materia o materias a las que se refieren las obras consignadas. Según este criterio las bibliografías pueden ser generales y especializadas: 1. Una bibliografía general es aquella que recoge obras relacionadas con cualquier campo del conocimiento, es decir, que no prejuzga materia, todas las ramas del saber tienen cabida en ella. 2. Son bibliografías especializadas, por el contrario, las que sólo contienen información bibliográfica referida a un campo o área concreta del conocimiento, o bien a campos relacionados. B) Naturaleza: a las bibliografías que tienen en cuenta la naturaleza (la forma, el origen, la cualidad) de los documentos que las integran se las denomina bibliografías especiales. Es preciso puntualizar que éstas no deben confundirse con las bibliografías especializadas, en las que el elemento discriminador es el contenido. Las bibliografías especiales no seleccionan el campo disciplinar, sino la tipología de los documentos reseñados en ellas (bibliografías de incunables, de publicaciones periódicas, de obras clandestinas, de libros raros o curiosos, etc.). Esto quiere decir que las bibliografías especiales pueden a su vez ser generales o especializadas, según se refiera el contenido de las obras que recogen a todos o sólo un campo del conocimiento. De igual modo podría establecerse una cierta jerarquía entre las bibliografías especializadas, atendiendo a la amplitud del campo del conocimiento que abarcan, es decir, serían especializadas en literatura tanto una bibliografía sobre el Romanticismo como sobre Gustavo Adolfo Bécquer, pero la segunda habrá de ser considerada más específica que la primera. C) Lugar de publicación y lengua: este tercer criterio permite hablar de bibliografías internacionales (universales) y nacionales, en una primera instancia: 1. Las bibliografías internacionales son repertorios en los que se referencian obras de cualquier país, lo que significa que pueden estar escritas en cualquier lengua. En los comienzos de la bibliografía a estas fuentes de información se las denominó bibliografías universales, aunque hoy se prefiere el adjetivo internacional para designarlas, porque evoca la colaboración entre países, que suele encontrarse casi siempre en la base de este tipo de obras. 2. Una bibliografía nacional recoge sólo las obras aparecidas en un país o nación, que suelen estar escritas en la lengua o. lenguas que se usan oficialmente en dicho territorio nacional. Cuando hoy se habla de bibliografía nacional sin más, es frecuente que se esté mencionando a la bibliografía nacional oficial corriente de un país, que la redacta la Agencia bibliográfica correspondiente y que no siempre se limita a lo publicado en el propio territorio, sino que -según lo establecido en cada nación- puede abarcar también lo escrito sobre el país, lo escrito por los naturales del país o, incluso, lo escrito en la lengua oficial del mismo (cfr. Malclis, 1985: 85-86).


Utilizando como punto de partida este criterio territorial-lingüístico, puede hablarse igualmente de que existen bibliografías regionales, locales y -hoy en España- autonómicas. En los capítulos correspondientes se hablará más extensamente de estas cuestiones. Antes de cerrar este apartado que contempla de algún modo el criterio geográfico, conviene señalar que existen dos modalidades bibliográficas muy ligadas a lo local, enfocado este ámbito desde dos ópticas distintas, se trata de lo que se llaman tipobibliografías y topobibliografías. Las primeras recogen lo impreso en la(s) imprenta(s) de una localidad determinada; las segundas tienen como objeto de compilación lo que se ha escrito sobre un lugar concreto. D) Intención del bibliógrafo: es un criterio que puede matizarse utilizando dos puntos de vista: el que se refiere al tipo de reseña, al nivel de descripción elegido, y el que hace alusión a la amplitud en el número de títulos seleccionados para redactar la bibliografía: I. En cuanto al tipo de reseña o nivel de descripción, según sea su contenido y la cantidad de datos consignados en ella, las bibliografías pueden clasificarse como identificativas (indicativas), descriptivas, analíticas y críticas: a. El término de bibliografía identificativa o indicativa intenta traducir el francés signalétique y el italiano signaletico. Tales bibliografías consignan de los libros o artículos que referencian sólo los datos mínimos para que puedan ser identificados: autor, título, dirección bibliográfica. Algunos autores, J. E. Sabor entre ellos, las denominan "descriptivas", pero es más adecuado reservar esta denominación para los repertorios que se citan a continuación. b. Una bibliografía descriptiva consigna los datos esenciales para que se puedan identificar las obras que la integran, ofreciendo además otros que facilitan la descripción material precisa del mismo: tipo de papel, ilustraciones, tipografía, etc. c. Las bibliografías analíticas, llamadas también anotadas, añaden a la simple descripción datos del contenido de las obras consignadas en ellas, datos que han podido ser tomados del mismo prólogo, del sumario o de los estudios preliminares que a veces acompañan a las obras. d) Son bibliografías críticas o razonadas las que, además de la descripción y los datos del contenido, incluyen juicios de valor en las noticias bibliográficas que las integran. Tales valoraciones pueden ser propias o tomadas de otros autores.

II. Si el criterio que se toma como punto de referencia para la clasificación de los repertorios es la amplitud en el número de documentos descritos, las bibliografías pueden clasificarse en exhaustivas y selectivas:


a) Por bibliografías exhaustivas se entiende las que, al menos intencionalmente, incluyen todo lo escrito sobre el tema o la cuestión a la que se refiere su contenido. b) Son bibliografías selectivas las que incluyen sólo las obras que el autor considera importantes, de acuerdo con un criterio de selección establecido previamente. Así, puede decirse que las bibliografías selectivas son bibliografías críticas, al menos implícitamente, pues la selección implica siempre un juicio de valor, aunque no se explicite en la noticia bibliográfica. Josefa Emilia Sabor (1978: 131) indica, de manera acertadísima, que "el ideal en materia bibliográfica es el repertorio analítico-crítico y selectivo". Tal subrayado cobra una importancia excepcional en la década de la información automatizada, cuando es tan fácil conseguir listados bibliográficos exhaustivos que, en la práctica, resultan inútiles para los no iniciados sin la asesoría del especialista. E) Fecha de publicación de las obras incluidas. La utilización de este quinto criterio para clasificar las bibliografías permite que pueda hablarse de repertorios retrospectivos y corrientes: 1. Las bibliografías retrospectivas recogen noticias bibliográficas relativas a obras aparecidas en un período de tiempo más o menos largo, pero siempre publicadas con anterioridad al año en curso. 2. Se denominan bibliografías corrientes, periódicas o en curso a las que aparecen periódicamente, en intervalos regulares de tiempo, recogiendo la información bibliográfica a medida que las obras se van publicando. 3. Aunque con algunas cautelas, debido a su poca incidencia y escaso número, podría hablarse, tomando como punto de referencia el criterio del momento de aparición de las obras consignadas en ellas, de bibliografías prospectivas, que serían aquellas que ven la luz antes de que las obras que referencian hayan aparecido. Son instrumentos referenciales utilizados como una especie de "servicio de alerta", con fines científicos o comerciales, por libreros, editores y otros profesionales. Quizá estas fuentes podrían incluirse con mayor propiedad en la sección de catálogos. Son, de todas formas, poco comunes, aunque existen. F) Modo de ordenación. Teniendo en cuenta el procedimiento utilizado para presentar de forma ordenada el material contenido dentro de una bibliografía, éstas pueden clasificarse como alfabéticas, sistemáticas y cronológicas: 1. Las bibliografías alfabéticas toman como punto de referencia para la presentación del material contenido en ellas el orden de las letras del abecedario. Tal ordenación puede hacerse a partir de los apellidos del autor, de los títulos de las obras, de las materias a las que aquéllas se adscriben, etc. 2. Una bibliografía cronológica es la que ordena la información bibliográfica ateniéndose a la fecha de publicación de las obras consignadas en ella. Hay quienes hablan de ordenación cronológica en relación con la época a la que se refiere la información contenida en las obras consignadas. Quienes opinan así, llaman a las bibliografías ordenadas por la fecha de publicación analisticas. Sin


embargo, hay que insistir en que el sentido de cronológica aceptado más comúnmente en este contexto es el primero, es decir, la bibliografía que toma la fecha de publicación como criterio para ordenar la información. 3. Son bibliografías sistemáticas las que distribuyen la información bibliográfica en secciones y subsecciones de un sistema de clasificación elegido previamente. A este tipo de bibliografías se las denomina también metódicas y el sistema elegido para clasificar puede ser creado por el autor de la bibliografía o preexistente, como por ejemplo el caso de la Clasificación Decimal Universal (CDU), la Clasificación Decimal de Dewey, etc. G) Fuentes de las que proceden los datos consignados en la descripción o referencia: Pueden ser bibliografías de primera y de segunda mano: 1. Las bibliografías de primera mano son las redactadas teniendo delante la obra que se referencia o describe. Los datos bibliográficos se tornan, pues, directamente del original. 2. En las bibliografías de segunda mano se toman los datos de bibliografías anteriores. Esto no quiere decir que el bibliógrafo no deba comprobar el material antes de incluirlo en el repertorio que redacta, sino simplemente que recoge la información primera a partir de una bibliografía preexistente. Las modalidades bibliográficas enumeradas en los apartados H, I y J no parecen necesitar de explicitación, dado que aluden a tipologías lógicamente deducibles 11, por eso no se describen aquí. Para terminar con esta clasificación de los repertorios bibliográficos resta tan sólo añadir que las bibliografías en las que se referencian obras que a su vez contienen información bibliográfica, es decir, bibliografías, se conocen como bibliografías de bibliografías, que no es una clasificación más, sino una modalidad documental diferente a la que se le dedicará un capítulo específico dentro de la última parte de este libro.

Origen y desarrollo de las bibliografías. Historia breve Esta gran variedad de tipologías bibliográficas no han existido desde siempre, sino que tienen un origen y un desarrollo, es decir, una historia que estuvo siempre muy ligada a las circunstancias sociales y a las necesidades de información de cada momento histórico. Al intentar bosquejar una historia de los repertorios bibliográficos, la primera tarea que se impone es la de determinar dónde se pone su comienzo: antes o después de la invención de la imprenta. Como representantes de opiniones extremas en relación con este tema pueden citarse a Louise N. Maclés y a Josefa Emilia Sabor. La primera se muestra absolutamente contraria a que se hable de la existencia de la Bibliografía y las bibliografías mientras no existe el libro impreso; la segunda considera que "La idea muy difundida de que las bibliografías aparecen después de la invención de la imprenta es errónea" (Sabor, 1978:133). A medio camino entre ambas se encuentra Th. Besterman, quien sostiene que puede hablarse de bibliografías antes de la invención de


Gutenberg, aunque su existencia es tan reducida como lo era el circuito bibliográfico al que iban dirigidas 12. Sin entrar en polémicas, parece razonable admitir que, como dice Malclés, los orígenes de la Bibliografía se remontan al siglo XV, es decir, no se puede hablar de que hay Bibliografía ni bibliografías hasta que no hay libros impresos o, mejor, hasta que no hay muchos libros, que es cuando se hacen imprescindibles las bibliografías. Así, la historia de la Bibliografía habría que comenzarla por el repertorio redactado por Johann Tritheim, aparecido en 1494, cuyo título es De liber scriptoribus ecclesiasticis, primero impreso del que se tiene noticia 13 Las bibliografías en los siglos XVI y XVII Los primeros autores de bibliografías en el siglo XVI son "bibliógrafos sin saberlo" (Malclés, 1967: 13-14). Esta centuria está marcada por la Reforma y el Humanismo y durante ella se imprime a la Bibliografía una dirección que será la que pervivirá durante los siglos XVI y XVII, cuyo norte está marcado por la erudición y la Historia. Al finalizar el siglo XVI, aunque de forma embrionaria, todas las modalidades y todas las técnicas bibliográficas se encuentran ya incoadas, según nos permite afirmar el análisis de los repertorios redactados en este siglo. Efectivamente, pueden rastrearse en esta centuria repertorios generales y especializados, universales y nacionales, bibliografías alfabéticas y sistemáticas, descriptivas y críticas. La mayor parte de las bibliografías que se escriben en el siglo XVI son de carácter especializado y, obviamente, teniendo en cuenta la inexistencia de repertorios preexistentes, siempre de primera mano. Otra característica destacable en estos primeros repertorios es que conceden más importancia al autor que a las obras que escribe y que describen. Quienes redactan tales instrumentos de información son historiadores de la cultura antes que bibliógrafos. Si bien abundan las obras de carácter especializado, también se cultiva la bibliografía general, en su doble modalidad de nacional y universal. El primer repertorio, hablando en sentido estricto, del que se tiene noticia es el mencionado De liber scriptoribus ecclesiasticis, escrito por Johann Tritheim (1462-1516), que se convirtió así en el decano de la bibliografía. Son también figuras de la bibliografía especializada en este siglo dignas de ser mencionadas aquí: Sinforiano de Champier (1472-1533) y Giovarmi Nevizzano (t 1540), autores de sendas bibliografías sobre medicina y derecho, respectivamente. Sobresale entre los cultivadores de la bibliografía general universal retrospectiva Konrad Gesner (1516-1563). Gesner es, sin duda, el primer bibliógrafo por vocación de la historia, el verdadero padre de la ciencia bibliográfica moderna. En Zürich, en 1545, publica su Bibliotheca Universalis, completada años después con un apéndice (Appendix Bibliothecae) y una ordenación sistemática (Pandectae). La Bibliotheca de Gesner ha sido siempre considerada como una obra cumbre de la historia de la bibliografía, y fue tal su impacto que sirvió de modelo a los autores posteriores hasta bien entrado el siglo XVIII. Junto a Gesner y Tritheim, hay quienes hoy reivindican el título de fundador de la bibliografía para el español Hernando Colón (1488-1539), cuya tarea ha sido


puesta de manifiesto gracias a los trabajos de Tomás Marín14. Colón, hijo del Almirante, es autor de un catálogo llamado Regestrum, en el que describió y valoró cada una de las piezas de su biblioteca, que era el mayor fondo bibliográfico de Europa. La obra no llegó a imprimirse, pero, además de un gran catálogo, es una inestimable fuente de información de carácter general y universal. Otros autores de bibliografías generales dignos de mención en esta centuria son: John Bale (1495-1565), Antonio Francisco Doni (1513-1574), Frangois de la Croix du Maine (1522-1592) y, sobre todo, André Maunsell (t 1595), que redactó un Catalogue of english printed books, que puede considerarse como primer repertorio retrospectivo de carácter verdaderamente nacional. Bien puede decirse a partir de lo que antecede que, según afirma L. N. Malclés (1967: 14): "La bibliografía [entendida como elaboración de repertorios] queda definida, aunque sea en esbozo, desde el primer momento", En el siglo XVII empieza a vulgarizarse el libro, dado el mayor número de ejemplares en circulación, y nace el espíritu científico moderno, personalizado en Kepler, Galileo, Harvey y Newton. Los repertorios que se escriben por estos años no se diferencian prácticamente de los que los precedieron, ni en el método ni en el contenido, que continúa primando la reseña biográfica sobre la descripción del libro, con frecuencia hecha de modo somero y descuidado. Siguen siendo los bibliógrafos del siglo XVII personas de amplia cultura, lectores ávidos a los que mueve un gran afán de conocimientos. Pero, junto a los eruditos, aparecen en este siglo los primeros compiladores de libros que, debido a que tienen menos cultura, prestan más atención al libro en sí, apartándose de los aspectos más culturales. De este modo se propicia una desviación del quehacer bibliográfico que pasa lentamente de ser una actividad de doctos a una práctica de profesionales. Lo mismo que en el anterior, sigue cultivándose en este siglo la bibliografía especializada, de la que se ocupan en Francia figuras de la talla de André du Chesne (15841640); Adrian Baillet (1649-1706) y Gabriel Naudé, autor de la Bibliographia politica (1633), obra en la que por primera vez se usa la voz bibliografía para designar a una lista de libros; en Alemania hay que citar a Vincent Placcius (1642-1699), autor de la primera bibliografía de obras anónimas y con pseudónimo que aparece bajo el título de De scriptis et scriptoribus anonymis et pseudonymis sintagma, en Hamburgo, 1674. En los Países Bajos cultiva la bibliografía, entre otros, Cornelius Van Beughem, al que se debe la primera bibliografía de incunables. En su obra Incunabula Typographiae (1688) se contienen, cuidadosamente descritos y clasificados, unos tres mil libros impresos en el siglo XV. En Inglaterra e Italia existen también autores que escriben bibliografías especializadas por estos años y en España es obligado nombrar a Antonio de León Pinelo, muerto en 1660, cuya Bibliotheca oriental i occidental, náutica geográfica, que vio la luz en 1629, es considerada como la primera bibliografía del nuevo mundo. En ella se recogen una gran cantidad de obras impresas y manuscritas sobre viajes y misiones en relación con Hispanoamérica. La bibliografía general universal, un género que Gesner había encumbrado desde sus mismos orígenes, se cultiva también en este siglo, de la mano de dos autores que toman como modelo para redactar sus bibliografías los catálogos de las importantes ferias de libros que por estos años se celebran en


Leipzig y Frankfurt. Sus nombres son Johan Cless y Georg Draud. Cada uno de ellos escribe una gran recopilación de títulos de libros de varios países y diferentes temas, que ven la luz a comienzos del siglo XVII. La bibliografía general nacional tiene cultivadores en sus modalidades retrospectiva y corriente. La bibliografía general retrospectiva cuenta en España con un representante de excepción, el sevillano Nicolás Antonio (16171684). Después de toda una vida dedicada a la bibliografía, saca a la luz en Roma los dos volúmenes de su obra magna: la Bibliotheca Hispana Nova (1672), cuando aún vivía el autor, y la Bibliotheca Hispana Vetus, que aparece en 1698, años después de haber desaparecido Antonio, gracias al mecenazgo del Cardenal Sáinz de Aguirre. Esta bibliografía nacional retrospectiva española ha sido calificada no sólo como la mejor entre las españolas, sino la mejor de Europa en su siglo. En Francia, el P. Louis Jacob de Saínt Charles (1608-1670) es considerado por muchos como el creador de la bibliografía nacional en curso, con sus repertorios, Bibliographia parisina y Bibliographia gallica, en los que se contiene lo publicado en el país galo de 1643 a 1653. También en este siglo se empieza a cultivar la bibliografía regional. La primera bibliografía de bibliografías la escribe el jesuita Philippe Labbé (1607-1670) y es una consecuencia de la abundancia de repertorios, que hace necesaria la redacción de un instrumento que los contenga de manera ordenada. La obra se titula Bibliotheca bibliohecarum (1664) y se recogen en ella todas las Bibliothecae (nombre frecuentemente usado para nombrar las bibliografías hasta Naudé) publicadas hasta el momento. La creación de las primeras revistas científicas, derivadas del nacimiento de la ciencia moderna y de la necesidad de difundir los conocimientos que se iban generando, es una de las mayores aportaciones de este siglo al desarrollo de la bibliografía. Efectivamente, el siglo XVII fue testigo de la aparición de la denominada bibliografía general universal corriente, de la que son exponentes el Journal des Spavans (París, 1665) y las publicaciones inglesa y alemana, respectivamente, Philosophical Transactions (1666) y Acta eruditorum (1682). Parece evidente que, al finalizar el siglo XV, todas las modalidades bibliográficas que han perdurado hasta nuestros días han quedado asentadas. Los repertorios en el Siglo de las Luces El siglo XVIII es el siglo de las luces y de la razón. Durante todos estos años se cultiva el racionalismo, se gesta y escribe la Enciclopedia por antonomasia, aumentan de modo considerable las publicaciones periódicas y las bibliotecas particulares, que son catalogadas por los bibliotecarios de la época, para lo cual han de inventar o perfeccionar los modos ya existentes de describir y de clasificar. Estos profesionales son, en general, buenos conocedores del libro, al que tratan como objeto de valor y de colección, propiciando así la eclosión de la bibliofilia a finales de siglo. En este clima, continúa la producción de bibliografías, en las que los libros alcanzan el protagonismo total, independientemente de quiénes sean sus autores. Se camina así hacia la autonomía de la bibliografía. El siglo XVIII muestra en este terreno, como en otros, una gran creatividad y el número de repertorios crece de forma no desdeñable, cosa que se explica si se tiene en cuenta que el interés por los libros se encuentra en plena expansión.


La bibliografía científica especializada retrospectiva se cultiva especialmente y tiene, además, ilustres cultivadores en todos los campos, desde la teología a la jurisprudencia, pasando por la filología y la botánica -Bibliotheca botánica, de Linneo (1735)- o la medicina y la astronomía (Bibliographia Astronornica [1755] de J. F. Weidler). La Histoire Littéraire de la France en doce volúmenes, que se publicó desde 1733 a 1763 y de la que son autores los religiosos de la Congregación de San Mauro, es una muestra excepcional de la bibliografía general nacional retrospectiva. También la France Littéraire (1769-1784), de los abates J. d'Hebrail y J. de la Porte, es una de las obras más importantes en el terreno de la bibliografía nacional corriente. Ambas modalidades quedan establecidas definitivamente en el siglo XVII. Tanner en Inglaterra (1674-1735), Fontanini (1666-1736) y Muratori en Italia y Barbosa Machado (1682-1772) en Portugal, son algunos de los autores de bibliografías nacionales más conocidos en Europa. La aportación española en este siglo a la modalidad bibliográfica que estudiamos casi se reduce a la reedición de la Bibliotheca Hispana de Nicolás Antonio, en dos volúmenes aparecidos en 1783 (Nova) y 1788 (Vetus). Entre 1742 y 1758 se publica en Leipzig la obra titulada Allgemeines Europáische Bücher-Lexicon, repertorio de carácter general universal, escrito por Th. Georgi utilizando como fuente los catálogos de las más importantes ferias de libros de la época, sistema que ya contaba con ilustres precedentes. Es quizá ésta la única bibliografía en su género digna de ser mencionada a lo largo del XVIII. En Inglaterra por estos años, desde la primera mitad del siglo xviii, se va afirmando la Bibliography sobre unos fundamentos similares a los de la bibliografía de carácter técnico promovida por los libreros de París. Entre los promotores de esta línea bibliográfica en la centuria dieciochesca tenemos que mencionar a Joseph Ames, autor que publicó en Londres, en 1749, una obra titulada Typographical antiquites, donde describe y valora las ediciones inglesas desde los comienzos de la imprenta hasta 1600. La obra de Ames inaugura un camino que será el que sigan los autores anglosajones hasta hoy: la tendencia a estudiar sobre todo los libros antiguos, de manera particular los incunables, es decir, los impresos con anterioridad a 1501, utilizando como método para ello el análisis y comparación de los caracteres tipográficos. A esta bibliografía se la deno~ minó bibliografía tipográfica (hoy llamada generalmente historical bibliography) y estuvo siempre muy ligada a las obras publicadas en Gran Bretaña, comenzando por las impresas por el prototipógrafo inglés William Caxton. En resumen, a lo largo del siglo XVIII se sigue cultivando en la práctica bibliográfica todas las modalidades de repertorios ya creadas en los siglos XVIy XVIl. Pero importa resaltar que al final del Siglo de las Luces "la Bibliografía no ha sido aún definida" (Maclés, 1967: 42), la bibliografía como ciencia o disciplina, se entiende, ya que hasta este momento se hacen los repertorios bibliográficos casi sin preguntarse por el tipo de obra que se está confeccionando. Sólo en las postrimerías del XVIII, por obra de los profesionales y profesores, aparecen las primeras reflexiones sobre lo que se está haciendo, sin que se llegue a formular al final de este período el objeto de la bibliografía de manera clara.


El quehacer bibliográfico en el siglo XIX Durante las primeras décadas del siglo XIX sigue existiendo una gran confusión en el terreno teórico con respecto a cuál sea el concepto y cuál la función de la bibliografía, lo que "no impide el que se continúen escribiendo repertorios siguiendo el modo de hacer tradicional, algunos de los cuales son verdaderas obras maestras" (Torres Ramírez, 1990: 52). A principios de siglo se observa una disminución de las bibliografías especializadas en beneficio de las generales, pero a lo largo de esta centuria las distintas asociaciones culturales crean un gran número de bibliografías especializadas corrientes en Europa y Estados Unidos, poniendo de manifiesto el interés creciente por la información especializada en curso, que se erige en uno de los rasgos característicos de este momento. Si durante el siglo anterior puede señalarse una marcada tendencia hacia el supranacionalismo, en éste el nacionalismo es la nota predominante, hecho que tiene un reflejo ario en la creación por parte de cada país de sus respectivas bibliografías nacionales corrientes, con la clara intervención del Estado en cada caso". Junto a éstas, también se cultiva la bibliografía nacional retrospectiva, pues casi todas las naciones intentan, de un modo u otro, "estudiar profundamente sus bibliografías retrospectivas, partiendo, a set posible, del primer libro impreso.16. También en esta centuria se cultivan todos los campos de la bibliografía. Los repertorios para bibliógrafos y bibliófilos tienen su ejemplo más acabado en las obras de Brunet y Graesse. J. Charles Brunet es autor de la obra más importante de la bibliografía general retrospectiva de carácter selectivo que se escribe en esta época: el Manuel du libra¡re et de l'amateur de livres, que apareció cinco veces en cincuenta años: la primera edición es de 1810 y la quinta, enriquecida en información y definitiva, aparece de 1860 a 1865, en seis volúmenes. El Manuel de Brunet fue imitado en Alemania por TI. Graesse, que escribió su Trésor de livres rares etprécieux (1859-1869). Las biografías internacionales tienen sus cultivadores en Michaud y Hoefer. También aparecen repertorios de incunables y, sobre todo, se publican bibliografías especializadas corrientes, a cargo de las sociedades científicas, a partir de la segunda mitad del siglo, como consecuencia del desarrollo de las ciencias naturales y de las técnicas, como queda dicho. Se produce igualmente en este siglo un aumento repentino y desmesurado de las publicaciones, y este hecho dará lugar al crecimiento del número de repertorios, que adquieren una singular importancia. Este crecimiento hace imprescindible una obra que recoja las bibliografías y las ofrezca a los potenciales usuarios facilitando su identificación. Consciente de esta necesidad, Julius Petzholdt publica en 1866 una Bibliotheca Bibliographica, en la que incluye unos seis mil repertorios, referidos a todas las ramas del saber, ordenados de manera sistemática. En España, aunque con algunas particularidades, y después del establecimiento en el siglo XVIII de la Real Biblioteca, aparece un grupo numeroso de bibliógrafos (bibliotecarios y libreros) que elaboran repertorios de todo tipo. Entre los primeros citaremos a Agustín Durán, J. L. de Hartzenbusch y sobre todo a Bartolomé José Gallardo. Entre los libreros, son dignos de mención Dionisio Hidalgo, Vicente y Pedro Salvá, F. Vindel y, especialmente, Antonio Palau y Dulcet 17.


También en Inglaterra se produce en estos años un gran incremento en el número de bibliografías, si bien, siguiendo la tendencia apuntada en el siglo XVII en relación con la llamada bibliografía tipográfica, muchas de ellas se realizan tomando como punto de partida el libro antiguo. En este campo se puede citar la obra de L. Hain Repertorium bibliographicum, donde se normaliza la técnica de la descripción de los incunables. "Henry Bradshaw, William Blades y Robert Proctor, entre otros, preparan en Inglaterra el camino para que se pueda elaborar el monumental Catalogue of books printed in the XVth. Century now in the British Museum, que comenzó a publicarse en 1908" (Torres Ramírez, 1990: 53-54). Dos tendencias, que se consolidarán ya en el siglo XX, apuntan en relación con la bibliografía a lo largo del siglo XIX. La primera se refiere al predominio, ya puesto de manifiesto, de la bibliografía corriente sobre la retrospectiva. A los usuarios empieza a interesarles más lo que se va escribiendo que lo que se ha escrito. Es decir, si las bibliografías hasta el siglo XIX "han servido sobre todo para salvar de la destrucción o del olvido los textos del pasado; en adelante, divulgarán de día en día los descubrimientos científicos" (Malclés, 1967: 45). Es sobre todo en Alemania donde empieza a notarse este cambio de tendencia, que continúa en toda Europa. La segunda corriente que es preciso señalar tiene que ver con el indicado crecimiento de libros y con las redobladas demandas de información. Este fenómeno conduce a la lenta desaparición ya en nuestro siglo de lo que se ha llamado la bibliografía de gabinete, que deja paso a la cooperación y al trabajo en equipo. En algunos casos, como en Estados Unidos, aparecerá enseguida una potente industria para dar respuesta a las nuevas necesidades de información. En el siglo XIX ven la luz en algunos países europeos las primeras revistas especializadas destinadas a bibliotecarios. Títulos dignos de mención son: Bibliographica (1895-1897), creada en 1895 por Pollard en Inglaterra; la alemana ZeitschriftJúr Bücherfreunde, que fundara Fedor von Zobeltitz, en 1897; también en 1897 comienza a aparecer Le Bibliographe moderne, de H. Stein y en 1899 el librero-anticuario Leo S. Olschki empieza a publicar Bibliofilia. La bibliografía práctica en el siglo XX. Tendencias y realizaciones principales Las líneas maestras que han guiado el quehacer bibliográfico en el siglo XX tienen mucho que ver con las tendencias que comienzan a apuntarse en el siglo XIX y de las cuales ya se habló líneas más arriba.. En síntesis, puede afirmarse que este siglo se caracteriza por el predominio del método cooperativo y de la bibliografía corriente y especializada y que en él se ha producido, a partir de los años sesenta, un fenómeno que ha transformado los modos de tratar y recuperar la información, la incorporación de los instrumentos informáticos. Efectivamente, la redacción de repertorios bibliográficos continúa perfeccionándose día a día durante esta centuria. La tendencia a la bibliografía realizada en equipo se impone como una convicción profunda en este siglo, donde se confirma claramente que la realización de trabajos bibliográficos de


envergadura no puede confiarse a una persona, sino que son el resultado de una tarea conjunta. Sigue cultivándose la bibliografía especializada retrospectiva, labor que llevan a cabo centenares de bibliógrafos de todo el mundo, pero, sobre todo, se trabaja en bibliografías especializadas en curso, que surgieron en el siglo XIX promovidos por las sociedades científicas y eruditas y que hoy se redactan y difunden gracias a la colaboración internacional. La bibliografía general universal, tal y como la practicaron los libreros bibliófilos del siglo XIX, se abandona totalmente. El último intento de elaborar una bibliografía general universal (internacional), en el sentido más estricto, tiene lugar a finales del XIX. En 1895, Paul Otlet y Henry La Fontaine intentan desde el Instituto Internacional de Bibliografía -origen de la FID (Federación Internacional de Documentación)- la elaboración de un gran repertorio general universal, el Repertoire Bibliographique Universel, en el que habría de recogerse todo lo impreso en el mundo desde el siglo XV. La empresa fracasó por inviable. Las nuevas situaciones políticas y las necesidades nuevas de información han determinado también el clamoroso éxito y la normalización internacional de las bibliografías nacionales en curso, creadas durante el siglo anterior por los libreros. Actualmente "y con la excepción de muy pocos países (Dinamarca, Estados Unidos, Países Bajos), reciben el apoyo oficial de las grandes bibliotecas y se les concede acrecentado prestigio" (Malclés, 1967: 64). El crecimiento exponencial de las publicaciones y la abundancia de repertorios que las referencian ha favorecido en el siglo XX la aparición de bibliografías de bibliografías en curso, entre las que citaremos el Index Bibliographicus, donde se recogen periódicamente las bibliografías a medida que ven la luz, informaciones que se completan con la redacción de bibliografías de bibliografías retrospectivas, entre las que es obligado citar la obra monumental de Theodor Besterman, A world bibliography of bibliographies ... 18. En relación con el último de los rasgos apuntados como caracterizadores del quehacer bibliográfico en el siglo XX, puede afirmarse que éste ha sido el siglo de la llamada "revolución informática"19, que si bien no ha cambiado lo que es la esencia de la bibliografía y las bibliografías, que continúan siendo las intermediarias entre la producción y la circulación de informaciones, sí ha llevado a quienes trabajan en estas lides a adecuar los métodos del trabajo bibliográfico (elaboración de repertorios y búsqueda de la información) a los nuevos instrumentos ofrecidos por la tecnología, inventada por nuestros contemporáneos para satisfacer las nuevas demandas de información de una sociedad profundamente transformada en sus características sociales, económicas y culturales. Como una muestra de lo que ha significado la incorporación de las nuevas tecnologías para la redacción y la utilización de las bibliografías, es evidente que en los últimos diez años son muchas las bibliografías, singularmente las especializadas, pero también las generales -sobre todo las nacionales oficiales en curso (de Francia, Inglaterra, Alemania, España, etc.)- que tienen su versión automática, lo que ha motivado en muchos casos que los repertorios impresos, que siguen apareciendo, no sean sino un subproducto de la correspondiente base de datos, como ponen de manifiesto los repertorios impresos y en versión automática de centros especializados como el Institute for Scientific Information (ISI), el Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS), o el Centro de


Informacion y Documentación Científica (CINDOC) (cfr. Torres Ramírez, 1996:78).

Evaluación de los repertorios bibliográficos Un particular, para su propio uso, o bien un profesional de la información, con el fin de satisfacer las necesidades de un usuario, pueden tener la necesidad de adquirir o seleccionar el repertorio bibliográfico idóneo para conseguir una información determinada. Se impone entonces disponer de unos criterios que permitan realizar la elección de la fuente más adecuada con el mínimo riesgo, llevando a cabo una evaluación del repertorio o los repertorios en cuestión, determinando no sólo su calidad objetiva, sino, además, su adecuación a la finalidad a la que la fuente se destina. Tal tarea no es cosa fácil y los especialistas han tratado de facilitarla incorporando con frecuencia en los manuales y tratados unas pautas utilizables con dicho fin. Estas pautas o criterios de evaluación, que algunos llaman test, son en ocasiones muy amplias y aplicables a todas las fuentes de información (cfr. las recogidas en el capítulo 3 de este libro) o bien a las obras de referencia en general, como las que incluye Marcelle Beaudiquez en su Guide de bibliographie général2O, pero otras veces son pautas específicamente redactadas para ser aplicadas en la evaluación de repertorios bibliográficos. Entre las pautas de evaluación específicas que pueden valorarse como más adecuadas están las que recogen la dicha Beaudiquez, en la obra mencionada21, y las que incluyen en sus obras respectivas Rino Pensato (cfr. 1994:175) y Donald W. Krummel (cfr. 1993: 171-174). Las pautas que ofrece Krummel -que en realidad son un informe preparado por un comité de la American Library Association, incluido como Apéndice A y titulado "Criterios para evaluar una bibliografía"- son bastante amplias y pueden servir como guía. Se concretan en nueve cuestiones, que se enumeran y analizan a continuación, a las que debería prestarse especial atención: 1. Tema. Verificar que sea original, que no repita información contenida en repertorios anteriores o que se presente de forma diferente, de modo que suponga una aportación nueva. 2. Plan dentro del tema. Comprobar que la bibliografía responde en su cobertura, tanto cualitativa como cuantitativamente, al plan trazado previamente, que debe reflejarse de manera explícita en el prólogo. Para ello se pueden usar criterios objetivos y subjetivos. 3. Metodología. Examinar si la metodología utilizada ha sido la adecuada para el tema elegido, adecuación que ha de extenderse a todas las etapas de elaboración, desde la recogida del material a la presentación final del trabajo, pasando por la selección, la ordenación, etc. 4. Organización. El examen de este aspecto se ha de extender no sólo a la ordenación de los asientos dentro de la bibliografía, sino también a la estructura del repertorio, la idoneidad de los puntos de acceso, la oportunidad de los índices y la colocación de los auxiliares que, en general, facilitan el correcto uso de la fuente redactada.


5. Notas-abstracts. Comprobar su oportunidad, la adecuación de su estilo, contenido y amplitud a la naturaleza del repertorio, su nivel de normalización, homogeneidad y regularidad. Forma bibliográfica. Atender a que en las noticias bibliográficas estén presentes todos los datos que permitan la correcta identificación de los documentos descritos, de acuerdo con la forma de descripción elegida, observar que la forma se mantiene consistentemente a lo largo de todo el repertorio. Oportunidad. Verificar que la publicación de la bibliografía que se evalúa ha tenido lugar en el momento oportuno. Los criterios para establecer tal oportunidad varían si se trata de una bibliografía periódica o retrospectiva. 8. Precisión. Tener en cuenta la corrección (estilo, ortografía) y exactitud de los datos, tanto en la descripción como en las notas y abstracts. 9. Evaluación del formato. Comprobar la legibilidad: cuidado en la tipografía, claridad, tamaño de la letra, espacio entre los asientos; atender a la solidez de la encuadernación, para que se adapte al uso previsto. El llevar a cabo este trabajo de forma idónea supone en quien ha de hacerlo una gran formación. Puede ayudar en la tarea, además de las pautas mencionadas, leer lo que ha escrito el autor del repertorio en las páginas que casi siempre preceden al corpus bibliográfico propiamente dicho. Cómo se compila y redacta una bibliografía Para acabar este capítulo, parece oportuno añadir todavía que un profesional de las unidades de información no sólo debe saber manejar una bibliografía, sino, llegado el caso, confeccionarla, como sabe confeccionar un catálogo. Son múltiples las metodologías que pueden usarse para ello, aunque todas coincidan en lo fundamental 22. Casi siempre las diferencias se refieren al mayor o menor detalle con que se relatan las etapas y al orden de las mismas. Una posible metodología, útil a la hora de confeccionar un repertorio, si se sigue con rigor y método, podría ser la que de forma muy sintética se explicita seguidamente, inspirada en la que propone R. Pensato (cfr. 1994: 46-110). Etapas para la redacción de una bibliografía: a) Elección y delimitación del objeto. b) Recogida del material. c) Identificación y ponderación del material recogido. d) Elección del método de descripción. Determinación de la amplitud de las referencias y anotaciones. e) Ordenación del material. f) Presentación formal y tipográfica del repertorio. Éstos serían, muy sucintamente expuestos, los pasos sucesivos a seguir para la redacción de una bibliografía. Todavía, y a manera de epílogo, conviene dejar sentado que en el presente capítulo se contiene una información que sirve como marco para lo que se estudiará en esta Tercera Parte del libro, donde sucesivamente se irán explicitando y ampliando los conceptos apenas esbozados aquí.


Notas al Capítulo 9 1 El trabajo de Millares Carlo apareció publicado en la revista Aguayro, n.' 67, septiembre 1975, pp.4-5. 2 Cfr. lo que sobre este aspecto tengo dicho ampliamente en los dos libros míos citados en la Bibliografía final (Torres Ramírez, 1990 y 1996). 3 Hablamos de la bibliografía tal y como la entiende la denominada tendencia tradicional o europeo continental. La escuela anglosajona la concibe de otro modo.


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