El tesoro de los vetones

Lourdes Gómez / En honor de mi abuelo Pablo Martín Fernández: Desde el momento mismo en que el hombre comenzó a domesticar animales, durante el Neolítico, surgieron divinidades protectoras del ganado. En Extremadura se constata este hecho en pueblos prerromanos como los vetones, que preñaron sus territorios de verracos, esculturas antropomorfas llenas de misterio. No se sabe si representan a jabalíes, toros, cerdos o incluso osos. Y tampoco está clara la función de estas estatuas de granito elaboradas por este pueblo de origen celta. Entre las incógnitas que manejan los estudiosos en relación a los verracos, está la de a qué se rendía culto realmente con estas estatuas ¿A la piedra? ¿Era un culto lítico, por lo tanto? ¿O al toro? No hay que olvidar que el toro era un elemento sagrado en muchas culturas antiguas, y que los vetones eran un pueblo ganadero y esta actividad, una de sus fuentes de riqueza.

Otras teorías que se atribuyen a estas esculturas esquemáticas es que sirvieran para delimitar el territorio, como monumento funerario, o para proteger los lugares en los que se ponían, como manantiales o praderas, por ejemplo. Juan Cabré, uno de los primeros expertos en excavar castros vetones, les atribuye una función mágica o de culto a la fertilidad. En Extremadura se hace presente esta magia en relatos que todavía se conservan hoy día. Mi abuelo, Pablo Martín Fernández, siempre me ha hablado de un verraco de su pueblo, Pasarón de la Vera, relacionado con facultades mágicas como la de aparecer o desaparecer a su antojo y también con tesoros. “Desde el cerro de Peñalba a la Fuente de la Vez, hay un tesoro escondido y nadie lo puede ver”, esta frase me la repitió muchas veces mi abuelo Pablo; hablándome de ese tesoro que la leyenda decía que estaba escondido en Pasarón de la Vera, en el interior de un verraco vetón. Mi abuelo Pablo decía que había una leyenda de uno de Pasarón que soñó que en la puerta del Sol de Madrid encontraría la fortuna; se fue a la capital de España y estando allí alguien le dijo que en Pasarón de la Vera había un verraco lleno de monedas de oro. Él regresó a su pueblo, encontró el verraco y se hizo con el oro. Eso es lo que cuenta la leyenda que tantas veces me repitió mi abuelo Pablo, que en paz descanse.

Existen multitud de relatos que afirman que los verracos guardan tesoros, monedas de oro en su interior; esto ha llevado a la desaparición y a la destrucción de muchos de ellos, como es el caso del verraco de Segura de Toro (Cáceres), que hubo de ser reconstruido tras la búsqueda infructuosa de una fortuna en su interior.

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