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La memoria de mayo del 68 en París

Antes de llegar al Barrio Latino ya se escuchaban los petardazos de los trabucos lanzabombas de los CRS, altavoz de la algarada

Íbamos camino de París en nuestro flamante Seat 850 Sport, es decir, coche de fantasma pues, decían los envidiosos, al conductor le sonaban las cadenas al echar pie a tierra, puririta, envidia, porfa... Meses atrás había sido nombrado corresponsal de Ya en la capital cultural del mundo, tras la jubilación de Josefina (Carabias) y un breve interregno de Legaza... Tenía yo un viaje a Polonia a primeros del año 1968, que me hizo retrasar un poco mi asentamiento francés, apartamento, ¡uf!, papelas, la Francia papelera del Quay d'Orsay... Total, que llegamos a París el tres de mayo por la tarde... Prehistoria canalla, ¿para qué? Olvido, porfa...

El pasado 5 de febrero, el veterano corresponsal de ABC en París, Juan Pedro Quiñonero, felizmente activo, publicó una tercera titulada ¿Mayo del 68? Olvídalo, porfa, un pelín frívola, a mi entender. Es que no puedo olvidarlo... ni me gustaría.

Así pues, nada más instalarnos en la habitación del Hotel d'egypt et de Choisel, vecindad de la Ópera y su avenida, pongo la radio y escucho el fuego que vomita... "¿Qué es eso?", pregunta ella... "No sé, mivida, supongo que un partido de rugby, aquí son muy de rugby... Por cierto, mientras te instalas, voy a dar una vuelta hasta el club de Prensa de la Unesco... "Me fui derecho al Barrio Latino donde había empezado la gresca don los CRS, o sea Guardias Republicanos de Seguridad, duros ellos, "geos o así"... Si estaba sucediendo algo serio, mi obligación era verlo y contarlo a los diarios de Edica y a media docena más que compartían gastos y crónicas, largando a la papelera el texto que no les gustaba o no les cabía.

La Gaceta del Norte de Bilbao, por ejemplo, era un amor: publicaba dos o tres párrafos de la crónica y ocupaba más de la mitad del espacio con titular y sumario, que abrazaban una hermosa foto mía que me había hecho Gyenes antes de irme a París. Los demás hacían lo que les venía en gana... para eso pagaban su cuota de nuestra vida en París.

Antes de llegar al Barrio Latino ya se escuchaban los petardazos de los trabucos lanzabombas de los CRS, altavoz de la algarada. A pesar de mi brazalete de Press, tuve dificultades para entrar en la Sorbona, primer baluarte de la revolución que acababa de estallar. Un CRS me golpeó fortísimo con su porra en el hombro derecho. Desde entonces cojeo un poco. Cada vez más, claro, si sumamos los 50 años transcurridos.

Conocía bien el tema, gracias a mi amistad con la hispanista y profesora de la Facultad de Sociología de Nanterre, Andrée Bachoud, que me había conectado, a su vez, con Dani Cohn Bendit, el judío alemán nacionalizado, líder de la rebelión con su Movimiento 22 de Marzo, a cuyo nacimiento, por cierto, asistí en la inauguración de la nueva piscina de la residencia en la propia Nanterre.

No todo el mundo "vivió" el Mayo del 68. El entonces corresponsal de ABC, en París, José Julio Perlado, profesor y buen escritor, amigo y compañía impagable, nos llamaba casi todas las mañanas... Para entonces, yo había cumplido ya con mi rito cotidiano: levantaba el teléfono y saludaba: "Bon jour, monsieur le President. Bon jour, monsieur Pompidou". Se escuchaban, al fondo del micro, extraños ruidos y alguna ligera exclamación -"¡merde!" era lo más suave... Era una manera de decirnos que contáramos con "ellos", los que quisieron echarme del país después del imponente desfile de cientos de miles de gaullistas Campos Elíseos arriba hasta el Arco del Triunfo de Etoile.

Lo que pretendían los amigos de ABC era animarnos en la aflicción inevitable de la penuria impuesta por las huelgas en cadena que cerraban las fuentes de suministro de lo elemental, a lo que el gobierno colaboraba estratégicamente para poner a la población contra los huelguistas. Los españoles veteranos en parís ayudaban a los bisoños: Alberto Oliveras nos traía dinero enfrancos de Madrid cuando volvía de hacer "Ustedes son formidables"; Ramón Castillo, agregado de Prensa de la embajada española,presentaba su documentación diplomática para llenar el depósito de mi coche, con matrícula turística francesa; Pilar Nervión, que conocía a medio Hispania-París, abría muchas puertas par ayudarnos a salir de los apuros propios de novatos.

Los que pasábamos la mañana a las puertas del palacio de España de la avenida Kleber, residencia que fuera de la exiliada Isabel II de España, tras la "Gloriosa" de 1868, que instauró la I República, y que ahora era sede de las conversaciones de paz para Vietnam, con semanas discutiendo la forma de la mesa, bajábamos al Barrio Latino tras almorzar una "baguette" con jamón de Parma camino de la "chienlit", de la "perrera", como la calificó De Gaulle al regreso del viaje oficial a ver a Ceaucescu en Bucarest, no podemos aceptar el "¡puerta!" y la desmemoria, que recomienda Quiñonero.

Medio siglo sin olvido, con testigos que recuerdan, son una buen aprueba del valor de aquel revolcón ideológico, de aquella rebelión irracional contra el poder omnímodo y de aquella conversión sentimental de los independientes, mientras los obreros advertían que aquellos revolucionarios no eran de los suyos sino unos burgueses que hacían buena, con su valor, la esperanza del objetivo: "Seamos realistas, pidamos lo imposible". Pero, de esto al "¡Olvídalo, porfa" hay un buen trecho. Cuando las emociones se han instalados en la memoria -y en la Historia- es inútil pretender eliminarlas. Un millón de franceses y foráneos, marchando de la plaza de la República al Barrio Latino, cantando "Cést la lutte finale", es un rayo clavado en el alma que no se apaga en 50 años.

No creo que vuelva en mayo a parís. Aunque no sería mala idea. Con Begoña, naturalmente. Que ya no está uno para andar solo y sin ayuda moral por aquellas rúas húmedas y oscuras.

(*) Luis Blanco Vila, periodista y catedrático jubilado en la Universidad San Pablo CEU, era coreesponsal en París en mayo de 1968. Su novela 'Diálogos con las sombras', premiada en su día, se sitúa en ese escenario.

LA SÁTIRA DE PAULINE DREYFUS

Retrata el Mayo del 68 desde la sátira en la novela El banquete de las barricadas. Muestra el contexto revolucionario desde el Hotel Meurice de París, con Dalí y Getty alojados. La escritora y periodista Pauline Dreyfus ha retratado Mayo de 1968 desde una óptica satírica y cómica en El banquete de las barricadas, una novela ambientada en el Hotel Meurice de París (Francia) con distinguidos clientes alojados, como el pintor Salvador Dalí y el multimillonario Jean Paul Getty, que experimentaron el contexto revolucionario desde el interior del edificio. Si bien la novela no aborda directamente la cuestión de la ocupación nazi en la Francia de la Segunda Guerra Mundial, en el libro también aparecen figuras como el novelista francés Paul Morand, acusado de ser antisemita y colaborador de la Francia de Vichy, y del que en 2013 escribió Immortel, enfin, su novela debut, y también publicada al español por Anagrama.

27 may 2018 / 10:52
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