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Así fue el día en que un profesor y la Fuerza Aérea probaron producir "lluvia artificial" en Uruguay

En 31 de marzo de 1954 el profesor Óscar Mendoza Otamendi puso a prueba "por primera vez en el mundo" un experimento científico para paliar la sequía.

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Lluvia artificial: poco antes de despegar el aparato de la Fuerza Aérea Nacional
Lluvia artificial: poco antes de despegar el aparato de la Fuerza Aérea Nacional
Foto: Recorte de El País publicado en Piloto Viejo

Redacción El País
El 1° de abril de 1954,El Paíspublicaba la noticia de una hazaña de escala internacional. “Se llevaron a cabo ayer las pruebas para producir lluvia artificial por un nuevo sistema electrónico concebido por el científico compatriota Prof. Óscar M. Mendoza Otamendi”, anunciaba el artículo.

El profesor Mendoza, oriundo de Rocha, llevaba por entonces mucho tiempo especializándose en bioquímica y buscando alguna solución a la sequía de escalas similares a la actual.

“Sus prolongados estudios sobre la producción de lluvia artificial -fenómeno cuya acción regularizada resolvería notables problemas de producción agrícola- lo llevaron concebir el sistema ensayado ayer y que es completamente distinto al que se practica en otras partes del mundo, especialmente EE.UU.”, apuntaba el reporte.

¿Cómo pretendía el profesor Mendoza producir lluvia artificial? “El primer paso a darse para la producción de lluvia artificial es localizar una nube propicia. Los cúmulos son los que más se prestan. Sobrevolando la nube seleccionada, se lanzan luego -en paracaídas- los bidones conteniendo polvo de aluminio finamente dividido e ionizado. Al explotar los tanques, el polvo se disemina, alcanzando una extensa superficie de la nube. Las partículas de aluminio ionizadas, o dotadas de una carga de electricidad positiva -procedimiento en el cual estriba el fundamento del sistema del Prof. Otamendi- atraen a las partículas de agua de la nube, que tiene electricidad negativa. Se forma así un núcleo alrededor de cada partícula. Cuando la gran gota se precipita, deja un vacío que, a su vez, atrae nuevos núcleos, que se manifiestan en lluvia. Se aprovecha así el 80% del agua de la nube”, recogía el artículo de El País que se encuentra en el archivo del Museo Aeronáutico y recuperó Eduardo Luzardo parael sitio Piloto Viejo.

Lluvia artificial: el 31 de marzo de 1954 se hizo un experimento para provocar la precipitación
Lluvia artificial: el 31 de marzo de 1954 se hizo un experimento para provocar la precipitación
Foto: Archivo/El País

¿Qué pasó durante la prueba del 31 de marzo de 1954? “Poco antes de las 16, quedó todo pronto para la realización de la experiencia; el comienzo de la misma se hizo en presencia de parte del personal del aeródromo, algunos familiares de los investigadores, y de cierto número de automovilistas que, desde la carretera, detuvieron su marcha para observar los últimos preparativos. Se encontraban presentes, en representación de los Ministerios de Defensa Nacional, y de Ganadería y Agricultura, los Ing. César Piacenza y Romeo Arnaboldí, respectivamente”, detalló El País al día siguiente de la gran hazaña.

“La última observación de la atmósfera que cubría el campo de aviación no fue satisfactoria: los cúmulos estaban demasiado estratificados, y formaban una extensa capa, que no era propicia para el experimento. Habría que buscar una nube adecuada, pues, en un radio algo distante”. No fue hasta las 16:15 que la aeronave sobrevoló el Río Santa Lucía, a 2.500 metros y a 4° de temperatura. “El vuelo se orientó, primeramente, a ganar altura, para llegar al ‘cero térmico’, temperatura que ofrece mayores posibilidades para la condensación. A las 16:24, se informó que el aparato atravesaba el plafón y que se encontraban nubes propicias para el experimento”, acotó la crónica.

“A 4.000 metros y en cero térmico, se dispuso el ejecutamiento de la prueba. El avión volaba a la sazón en un radio comprendido entre la boca de Pando, Atlántida y el Camino Maldonado. Una vez seleccionada la nube, se efectuó el primer lanzamiento, a las 16:40. Un minuto más tarde, se arrojó sobre la misma nube el segundo tanque de polvo de aluminio ionizado”.

El resultado fue un éxito. “La primera diseminación de aluminio en polvo produjo la precipitación fluvial, y la segunda la aceleró. Cuando el avión dio la vuelta, añadió, sus cristales quedaron empañados por la lluvia. Esta se precipitó principalmente sobre la zona de Pando”, contó a El País el profesor Mendoza Otamendi.

A pesar del éxito, la falta de una red de observadores no permitió medir completamente los resultados de la lluvia artificial.

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