En la Tierra, la percibimos como luz y calor, marca nuestro calendario y determina nuestros horarios. La estrella más cercana a nosotros y de la cual dependemos es nuestro sol. Pero nuestro querido astro rey no es nada extraordinario. De hecho, es una estrella bastante mediocre; como él hay cien mil millones solo en nuestra galaxia. Y son máquinas perfectas que nunca descansan.

Conozcamos un poco más de cerca qué son las estrellas y cómo funcionan.

la ilustración de este artista representa una eyección de masa coronal de una estrella
NASA/CXC/INAF/Argiroffi, C. et al./S. Wiessinger

Las estrellas son cuerpos masivos que emiten energía. Están por todo el universo y componen cúmulos y galaxias. De hecho, hay muchas más estrellas que granos de arena en todas las playas de la Tierra: el número aproximado es trescientos mil trillones (un tres seguido de veinte ceros). A su alrededor, orbitan otros cuerpos. En ocasiones, son planetas, como el nuestro. Pero hasta ahora en ninguno de los cinco mil exoplanetas observados se ha hallado vida o posibilidad de albergarla.

Aunque no alimenten a formas de vida o civilizaciones, las estrellas no paran de trabajar. Se dedican a quemar segundo a segundo cada átomo de su combustible, hasta que éste se agota y la estrella muere. De hecho, las estrellas están formadas de un material que se aleja mucho de nuestra experiencia cotidiana.

Si te pregunto cuántos estados de la materia crees que hay, seguramente me respondas que tres: sólido, líquido y gaseoso. Lo cierto es que hay unos ocho a lo largo y ancho del universo. Y uno de ellos es el plasma.

Si en un sólido los átomos están colocados de manera ordenada, como en las construcciones de Lego, en el plasma los átomos están dispersos, como si tuviéramos una sopa de átomos. Así es más o menos la materia que compone las estrellas.

Y, ¿qué átomos la forman? Concretamente, hidrógeno y helio. Ése es el combustible que queman las estrellas sin descanso.

La maquinaria de las estrellas

El proceso que se realiza en las estrellas es, de hecho, algo que nos encantaría ser capaces de replicar aquí en la Tierra: la fusión nuclear.

Actualmente, nuestros reactores nucleares que construimos aquí en la Tierra funcionan por fisión, que es la división de los núcleos de los átomos. Pues bien, la fusión es el proceso inverso. Las estrellas fusionan en su interior átomos y átomos de hidrógeno, dando lugar a helio. El resultado de cada fusión es una explosión tan grande que produce enormes cantidades de energía en forma de luz y calor.

Para realizar la fusión, las estrellas necesitan estar a temperaturas altísimas, que no podemos ni imaginar: decenas de millones de grados.

planeta kepler 10b orbitando su estrella anfitriona
NASA/Kepler Mission/Dana Berry
Planeta Kepler 10B orbitando su estrella anfitriona.

Como puedes imaginar, las estrellas son también muy masivas. Tanto que su gravedad es lo bastante elevada como para mantener en órbita varios planetas y otro tipo de cuerpos despistados que pasen cerca de ella, como los cometas. En el caso de nuestro Sol, y como seguramente aprendiste en el colegio, hay nueve ocho planetas (sorry, Plutón) y dos cinturones de asteroides atrapados en su órbita, que a su vez se benefician de su energía y prosperan, como le ocurre a la Tierra.

Pero otros sistemas no son tan armónicos como el nuestro. La mayoría de exoplanetas que hemos observado son gaseosos y están muy cerca de su estrella madre, tanto que a veces son abrasados y absorbidos por ella sin remedio.

una estrella enana blanca extrae material de una compañera enana marrón
NASA and L. Hustak (STScI)
Esta ilustración muestra un sistema en el que una estrella enana blanca extrae material de una compañera enana marrón.

Otras veces no existe un único sol en el centro del sistema, sino que hay dos. De hecho, los sistemas binarios son bastante comunes en la naturaleza. En estos casos es común también que una estrella ‘canibalice’ a la otra.

En cuestión de tamaños, las estrellas también presentan una amplia variedad. Pueden ser increíblemente densas pero tener solo unos pocos kilómetros de diámetro; o bien su radio puede medir varios miles de veces el radio de nuestro propio sol.

La muerte de las estrellas

Pero nada dura para siempre, ni siquiera las estrellas. Cuando su combustible se acaba, es el principio del fin.

Cuando a la estrella no le quede más hidrógeno, empezará a fusionar átomos de helio. Es entonces cuando empezará a aumentar de tamaño hasta arrancarse sus capas exteriores. En este momento, la estrella moribunda emitirá su último aliento de varias formas posibles, según su masa. Si es una estrella mediana o pequeña, se acabará convirtiendo en una enana blanca. Estas son el remanente de las estrellas después de muertas, algo así como cadáveres estelares.

Pongamos por ejemplo a nuestro sol. Los científicos hoy creen que nuestra estrella está en la mitad de su vida, unos cinco mil millones de años. Eso significa que le quedan otros cinco mil y después se convertirá en otra cosa: probablemente, una enana marrón. Una estrella ordinaria como la nuestra casi con seguridad no producirá un estallido de supernova. Pero durante sus últimos tiempos, nuestro querido sol será terrorífico. Crecerá tanto de diámetro como gigante roja que puede que llegue incluso a tragarse a los planetas del sistema solar interno, incluida la propia Tierra. Éste será el final de toda vida conocida, si es que quedase por entonces algo de ella.

Pero volvamos a la muerte de las estrellas.

Si la estrella moribunda es lo bastante masiva, podrá explotar en forma de supernova, un estallido de altísimas energías. Otras veces, el remanente estelar puede ser un nuevo tipo de estrella, como una estrella de neutrones. Estas son estrellas un poco más complejas y extraordinariamente densas, tanto que una sola cucharadita de esta estrella pesaría cientos de millones de toneladas. También puede ocurrir que la estrella colapse tanto sobre sí misma como para formar un agujero negro.

En muchos casos, cuando una estrella muerte deja tras de sí una nebulosa estelar. En los residuos de la explosión se habrán formado elementos químicos fundamentales (de hecho, para la vida) como hidrógeno, helio, fósforo, azufre, hierro, silicio, carbono, nitrógeno y oxígeno.

una nebulosa muestra una protoestrella nacida de los restos de la muerte de otra estrella
NASA/JPL-Caltech
Una nebulosa muestra una protoestrella nacida de los restos de la muerte de otra estrella.

Y, al fin, el dato que hará que te explote el cerebro: fruto de estas nebulosas estelares pueden formarse millones de años después nuevas estrellas por atracción gravitatoria y, tal vez, sistemas estelares con planetas en su órbita. Así es como nacen nuevas estrellas, de los restos de una compañera anterior.

De hecho, poéticamente, los elementos que te conforman a ti, a tu perro, a todos tus seres queridos –y a todo lo que ha existido y existirá en la Tierra– están formados de los restos de una estrella antigua que murió.

Carl Sagan por eso decía que todos somos ‘polvo de estrellas’.

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Laura Marcos
Colaboradora de ciencia

Laura nunca entendió por qué en el instituto la obligaban a elegir entre ciencias o letras. Apasionada de la astronomía y la biología, sus referentes eran Gloria Fuertes y Matías Prats. Así es como encontró la horma de su zapato: el periodismo científico, una manera de aunar sus dos pasiones. Puede pasarse horas en YouTube escuchando conferencias sobre filosofía política, pero también hacer un maratón de 'El Señor de los Anillos' o revisionar sin parar 'Aquí no hay quien viva': el yin y el yang. Le fascina el progreso tecnológico y cree que, como decía Antonio Escohotado, lo que da sentido a la vida es adquirir conocimientos: "Solo aprender nos permite cambiar de idea".