San Agustín: las huellas de las culturas precolombinas en Colombia

En San Agustín se encuentra la mayor necrópolis del mundo y los restos de una civilización desconocida de más de 5.000 años de antigüedad.
Estatua precolombina en San Agustín Colombia.
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No necesitamos hacernos con un sombrero y un látigo –ni ser insultantemente atractivos o haber tenido al gran Sean Connery como padre– para sentirnos Indiana Jones al recorrer las joyas arquitectónicas cercanas a la minúscula población de San Agustín, en el departamento colombiano de Huila.

Allí, entre campos de cultivo ganados a unos bosques selváticos que siempre parecen dispuestos a recuperar al asalto la tierra que fue suya durante tanto tiempo, se hallan centenares de esculturas de piedra diseminadas sin aparente orden.

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Durante más de dos siglos, arqueólogos y científicos han intentado desentrañar los misterios que encierran esas figuras de hombres, animales y deidades, creadas por unas civilizaciones que poblaron la zona desde el año 3.000 a.C. Un secreto que sigue encerrado en lo más profundo de los albores de los tiempos.

Sitio arqueológico Alto de las Piedras.

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PARQUE ARQUEOLÓGICO DE SAN AGUSTÍN

El mayor número de esculturas y monumentos precolombinos de esta zona se hallan dentro de las algo más de 100 hectáreas de extensión del Parque Arqueológico de San Agustín. Este, considerado como la mayor necrópolis del mundo, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1995, atendiendo a su gran valor histórico, cultural y monumental.

Pero no se trata solo de un lugar funerario, sino que San Agustín muestra la capacidad que tuvieron las sociedades prehispánicas del norte de Sudamérica para expresar y crear –sobre todo en esculturas monolíticas, corredores funerarios y montículos de tierra– una singular forma de organización social, así como su particular visión de un mundo que nos queda muy lejano.

El parque se divide en tres zonas: Mesitas (la más extensa y más cercana al pueblo de San Agustín), Alto de los Ídolos y Alto de las Piedras. Además, existe un bello bosque de estatuas en el que se han colocado 35 de las esculturas más impresionantes provenientes de distintos sitios funerarios diseminados por toda la región.

Una de las figuras.

Cedida a Condé Nast Traveler

En la puerta de acceso al parque, algunos hombres de aspecto sencillo se dan cita cada día para ofrecer sus servicios de guía a los visitantes.

Debemos aceptarlos por dos razones: el turismo cultural es una importante fuente de ingreso y desarrollo para la gente de la zona; y escuchar las historias, leyendas y mitos que sobre ese lugar nos van a contar, nos dará una visión mucho más intensa y fascinante del mismo.

Lo cierto es que las civilizaciones que crearon estos monumentos y poblaron la zona durante más de 4.500 años (se piensa que la abandonaron en torno al 1530, sin conocerse los motivos) siguen siendo un auténtico misterio para los arqueólogos, por lo que siempre resulta enriquecedor y enigmático escuchar las teorías de la gente local.

Con ellos pasaremos junto a los montículos aplanados y presididos por esas estatuas monolíticas que representan hombres con los ojos abiertos, bocas cerradas, brazos cruzados y piernas separadas. Muchos de ellos adquieren algún rasgo animal o están cubiertos por pieles. Otras tantas son reptiles o felinos, importantes para unas gentes que creían en la vida después de la muerte y cuyos dioses, muy probablemente, se encontraban en la naturaleza.

Mesita.

Cedida a Condé Nast Traveler

OTROS YACIMIENTOS DE LA ZONA

No tendremos que desplazarnos mucho para encontrar otros interesantes yacimientos arqueológicos. Uno de ellos es el de Purutal-La Pelota, con una tumba y dos dólmenes. Uyumbe contiene estatuas desparramadas por una bonita ladera verde. Mientras que El Jabón muestra varias tumbas que han sido expoliadas por los saqueadores.

El Tablón presenta varias figuras femeninas –una de ellas especialmente bella, de 2,2 metros de altura y ataviada con una túnica y collar–, pero La Chaquira le gana en belleza. Este no es un sitio funerario, sino un impresionante conjunto de figuras naturalistas, animales y humanas, esculpidas sobre las irregulares paredes de las enormes rocas volcánicas naturales del lugar.

Estas figuras se hallan mirando al cañón del río Magdalena, principal arteria fluvial de Colombia y que fluye unos 200 metros por debajo de La Chaquira.

De entre las tallas, sobresalen tres, creadas en un mismo bloque de piedra y que se hallan con los brazos y pies hacia los lados, como en actitud de adoración. Muchos estudiosos piensan que aquella cultura antigua adoraba al río Magdalena.

La Chaquira de San Agustín.

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LAS BELLEZAS NATURALES DE SAN AGUSTÍN

Y es normal que rindieran tributo a esa magnífica obra de la naturaleza. A tan solo nueve kilómetros del centro de San Agustín, el potente y caudaloso río Magdalena pasa por una garganta de roca que lo reduce a un ancho que apenas alcanza los dos metros. Quizás ofendido por tal afrenta, el Magdalena desciende aquí furioso, sobre todo en la época de lluvias, cuando el agua cubre las rocas de alrededor e incluso llega a lamer el acceso pavimentado al lugar. En este río se suele practicar rafting.

Sin embargo, el Magdalena no es la única belleza natural de la que podemos disfrutar en los alrededores de San Agustín. Si viajas a San Agustín desde la ciudad de Popayán –de monumental belleza colonial y en la que merece la pena quedarse un par de días–, tendrás que atravesar, en un viaje que ya en sí es una aventura, parte del Parque Nacional Natural de Puracé, englobado en la cordillera central de los Andes.

Popayán.

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En las partes más altas del mismo nacen tres de los ríos más importantes de Colombia: el Cauca, el Caquetá y el, ya mencionado, Magdalena. También existen dos volcanes activos (no en vano, Puracé significa ‘Montaña de Fuego’ en quechua) y encontraremos osos andinos, pumas y tapires de montaña entre tupidos bosques andinos y páramos en buen estado de conservación.

Desde las alturas y con un vuelo majestuoso, los cóndores andinos lo controlan todo. Quizás ellos también sean capaces de divisar las cascadas de los Tres Chorros –unos impresionantes saltos de agua, de algo más de 25 metros, que se hallan en el bosque, a poco más de 20 km de San Agustín– o el Salto de Mortiño, una de las mejores cascadas de Sudamérica.

En el Salto de Mortiño las aguas procedentes de la quebrada de La Chorrera se despeñan desde una altura de algo más de 200 metros para unirse al caudal del Magdalena. El exuberante bosque que ocupa el cañón en el que se encajona el salto también merece ser explorado en profundidad. Existen algunos senderos ecológicos en el área, pero es mejor recorrerlos con un guía experto en la zona.

Paisaje andino junto al río Magdalena.

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GASTRONOMÍA DEL SUROESTE DE COLOMBIA

Como con tanta visita arqueológica y tanto paseo por la naturaleza nos habrá entrado hambre, no podremos marcharnos de San Agustín sin probar su deliciosa gastronomía.

En la mesa de sus mejores restaurantes encontraremos el asado huilense (carne de cerdo acompañada de aguacate, arepa y yuca), sancocho (un caldo con patata, yuca, cebolla y carne), bizcochos de achira (una masa preparada con la fécula de achira, planta típica de la región de cuyas raíces se extra almidón), zumo de gulupa (una fruta tropical muy similar al maracuyá) y chicha (bebida local, medianamente fuerte, hecha con maíz).

En San Agustín, podremos probar estos manjares en Casa Jaguar, La Brisa o en Altos de Yerbabuena. Una buena manera de volver al presente tras nuestro viaje de casi 5.000 años en el tiempo.

Esculturas megalíticas en el Parque Arqueológico de San Agustín (Colombia).Getty Images

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