Zafra, la ciudad extremeña que nunca tuvo Plaza Mayor

En cambio tiene una Plaza Grande y otra Chica

Fachadas de la Plaza Grande de Zafra

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Adivina, adivinanza… La llaman la pequeña Sevilla , pero no es andaluza. Uno de sus carteles turísticos tiene un error por enmendar desde hace años. No tiene una plaza mayor sino una Chica y una Grande… ¿De qué ciudad hablamos?

De una de las localidades extremeñas con más carácter: Zafra. De posible origen celta y en Tierra de Barros pacense, Zafra despliega su encanto tranquilo a la sombra de un pasado de judería y comercio, de nobles medievales y rutas romanas.

Zafra está junto a la antigua Vía de la Plata romana y se habla de un origen celta (donde se llamaría Segeda) , pero es su pasado medieval el que destaca, siendo frontera entre los reinos taifas de Sevilla y Badajoz .

El placer de callejear mirando al cielo

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En 1394, el rey Enrique III dio la localidad a Gomes I Suárez de Figueroa, camarero de la reina de Castilla. Los Suárez de Figueroa se convirtieron en 1460 en condes de Feria, construyendo una muralla y varios edificios monumentales antes y sobre todo después de la concesión del ducado.

En el siglo XVII, el Ducado de Feria fue anexionado por el Marquesado. Aparte del poder nobiliario, en Zafra tuvieron gran importancia los comerciantes, con una comunidad judía que ayudó al prestigio y al avance de la ciudad. Muestra de la actividad de compra y venta son los soportales que rodean sus dos plazas emblemáticas, la Chica y la Grande, destinados a proteger a los tenderos y su material.

Nuestro periplo zafreño arranca en la oficina de turismo, en la plaza de España, un lugar amplio, agradable para leer un rato o pararse a observar las peculiaridades de alguna de sus construcciones. Busca la casa roja.

Antes, la Plaza de España era el Campo de Sevilla, donde se celebraban ferias de ganado. Y es que a lo largo del texto te recordaremos la importancia comercial de Zafra, donde se llegó a instalar un grupo de comerciantes riojanos que impulsaron a partir del siglo XVII sus negocios aquí y, por tanto, la propia ciudad.

Pasear, tan sólo eso

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De la oficina de turismo sal a buscar la calle Sevilla, en un guiño a ese apodo que te desvelamos en la primera línea de este reportaje. El centro histórico de Zafra equivale a la antigua zona de las murallas, de las que siguen en pie algunas puertas que te recomendamos ir buscando para aprovechar y callejear. Antes de la calle se encontraba aquí la Puerta de Sevilla, una de las de la muralla de Zafra.

Antes de entrar en la calle Sevilla, sobre todo en días de calor, tienes un puesto de helados que atraerá tu atención: el de Agustín Mira , de una familia de origen jijonenco (como el turrón, sí) que disfruta con la innovación y seguro que te hará disfrutar a ti tanto aquí como en Mérida , donde también tienen un puesto.

Pero pensando en este frío, quizá prefieras ir directamente a la calle Sevilla, una ruta estrecha, llena de tiendas y de sorpresas como la Casa Grande de los Daza Maldonado. Hoy es una tienda de ropa sin más, pero puedes asomarte para ver su patio y escalera renacentistas, del siglo XVII. Fue la residencia del mercader Hernán López Ramírez, y en su exterior todavía se puede apreciar algo su portada. En el siglo XVIII fue de los Daza Maldonado que le dejaron el nombre.

Frente a esta casa encontrarás el Convento de Santa Clara, o Monasterio de Santa María del Valle, de monjas de clausura y que ofrece una visita al recinto de la capilla y los clásicos dulces de convento, en este caso, corazones de obispo. Ñam.

Parte de tu visita la puedes dedicar al Museo de Santa Clara , principal recinto museístico de la localidad, que desarrolla su actividad en paralelo con la clausura monástica de las clarisas.

De hecho, para entrar tienes que atravesar una reja que ya te avisa: estás a punto de pasar a un lugar diferente. Un museo, sí, con obras de arte testimonio del patronazgo que los Suárez de Figueroa tuvieron para este convento hasta el siglo XIX. La visita nos permite acceder a la iglesia y sacristía conventuales, la enfermería y dos capillas, y nos asoma a grada, celda y claustro, todas construcciones de los siglos XV al XVII.

En el convento se celebran a veces conciertos corales y hay diversas exposiciones temporales, que hacen convivir esa clausura monacal que parece de otro tiempo con nuestra prisa, nuestra curiosidad y las ganas de contemplar a las que contemplan.

De la calle Sevilla puedes ir perdiéndote por las diferentes rutas que salen, hacia un lado o a otro, pero nosotros tenemos un destino claro: la Grande y la Chica.

Plaza Grande

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Primero llegamos a la Plaza Grande, que ocupó en su día una iglesia. El éxito comercial de Zafra fue tal que en el siglo XV se comenzó a extender de la Plaza Chica al cementerio que aquí había, derribándose éste y trasladándose la iglesia para construir este espacio, amplio, con soportales, una fuente y bonitos edificios: te costará decidir hacia dónde enfocar la vista.

Llamada en su día Plaza del Rey o Plaza de la Constitución, en 1986 el ayuntamiento decidió dejarle el nombre que todos le daban: Plaza Grande. En su día fue utilizada, como ocurre en la madrileña Chinchón , como coso taurino.

Tanto si es época primaveral como si surge un día soleado en el otoño extremeño, te aconsejamos parar a tomar algo en una de sus terrazas, pero también puedes entrar dentro de locales como L’Artesa, un lugar de interior agradable cuya carta de tapas te alegrará el estómago.

Atravesando esta plaza en diagonal llegas a la Plaza Chica. Antes, en la intersección de ambas, te retamos a que encuentres la vara de medir: testimonio en piedra del pasado comercial zafreño. 83,53 centímetros mide esta vara grabada en una de las columnas de los soportales de la plaza, que servía para dar fe de que el comerciante vendía la medida sin trampas. En ella hay varias muescas que señalan a su vez diferentes medidas de la época. Es algo casi exclusivo de Zafra. Por cierto, la conexión entre ambas plazas es mediante el llamado Arquillo del Pan, donde se encuentra una pequeña capilla barroca, la de la Esperancita.

Plaza Chica

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La Plaza Chica, que siempre se conoció popularmente por este nombre, antes tuvo otros: Isabel II, de la Libertad… Y desde siempre tiene tres de sus lados con soportales y columnas, salvo uno, el destinado al ayuntamiento y audiencias judiciales, hoy Escuela Municipal de Música. El ayuntamiento de Zafra se encuentra actualmente en Pilar Redondo. Los soportales que fueron escenario de compras y ventas hoy son el alojamiento perfecto de las terrazas de los bares.

De la Plaza Chica sale una de nuestras calles favoritas de Zafra: la calle Jerez, que desemboca en otra puerta, esta sí en pie, de la antigua muralla, la Puerta Jerez. Y pese a las referencias andaluzas que llevamos, este Jerez no es el gaditano sino el de los Caballeros, localidad cercana.

El Arco de Jerez es la única puerta de la muralla que se conserva. Sobre él se puede ver una capilla y por fuera, en la zona extramuros, verás otra unidad de medida medieval: el pie, aparte de imágenes de los patronos del gremio de los zapateros. Una curiosidad es que en Zafra, extramuros, podrás encontrar construcciones como monasterios o la iglesia del Rosario, junto al Arco de Jerez.

De la Plaza Chica al Arco, esta calle bien merece un paseo y muchas fotografías (sean mentales, en forma de recuerdos, o reales) , ya que está llena de balcones con flores y de un blanco luminoso. Busca, para gusto de tu vista, la Callejita del Clavel.

Arco de Jerez

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Hablando de flores, te diremos que en mayo la calle Ancha de Zafra se alfombra, literalmente, con ellas, lo cual puede servirte de excusa para planear escapada, ¿verdad?

Callejeando al margen de plazas y flores, encontramos en Zafra un cartel que nos llama la atención: aquí nació el clérigo Rui López de Segura, quien quizá solo te suene si eres aficionado al ajedrez. Se trata del primer campeón del mundo (no oficial, para entendernos) de ajedrez y un tratadista considerado creador de la Apertura Española, una de las más utilizadas en el mundo para iniciar este noble juego. El tratado se puede ver en el Museo de Santa Clara.

Su plazuela, Ruy López, está entre la calle Jerez y la calle Badajoz, que va a dar a la Puerta del mismo nombre de la antigua muralla. La puerta se cegó hace siglos para abrir en ella el Arco del Cubo, que todavía se mantiene, con una imagen de Santiago Matamoros.

Te contaremos, como dato curioso, que esta muralla zafreña no tiene tanto un objetivo defensivo militar como uno comercial: saber quién entra y quién sale, y con qué productos.

Arco del Cubo

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Para recordar lo que fue la judería, adéntrate por la propia calle Badajoz, la del Pozo, San José, Sor Ángela de la Cruz o Alfonso XII. La riqueza de los comerciantes verás que dio lugar a bonitas mansiones, algunas hoy día de aire decadente, que irás descubriendo a través de tus paseos, por ejemplo, en la calle Huelva (el casino de Zafra) , la calle Gobernador, la plazuela del Pilar Redondo (donde está ahora el ayuntamiento, antiguo palacio de García de Toledo y Figueroa, que cambió de manos con la desamortización) o las propias plazas Chica y Grande, sobre todo ésta.

Bonitos balcones y suntuosas rejas decoran con majestuosidad estas enormes fachadas, propiedad de nombres ilustres de la época como Mendoza de la Rocha, Marqués de Solanda, la bonita portada del Hospital de Santiago o la Casa del Ajimez, en la calle Boticas.

Y tanto si te dejas llevar por tus pasos como si sales de la calle Sevilla por la de Santa Marina hacia la Puerta del Acebuche… Llegarás a otro punto fuerte de la visita: el Parador de Zafra.

Lorenzo II Suárez de Figueroa ordenó la construcción en 1437 de un alcázar en este lugar, similar a las construcciones góticas del siglo y con regusto mudéjar. En el cambio del siglo XVI al XVII, el segundo duque de Feria ordena remodelar el edificio. Hoy se mantiene en su exterior como un alcázar, más que como un palacio.

Parador de Zafra

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Tanto si decides alojarte aquí como si no, entra a su patio a tomar algo, date un capricho comiendo en su restaurante y, tras esto, pide que te indiquen cómo subir a la torre. Allí, viento en el pelo y en la piel, podrás ver los alrededores. A unos 20 kilómetros está la pequeña localidad de Feria, en un alto, orgullosa y aislada, y que da nombre al ducado.

Es en la puerta del parador donde encontramos un fallo histórico en el letrero de información, del que nos avisan en la propia oficina de turismo: según este, el arquitecto del edificio en la remodelación hacia el año 1600 es Juan de Herrera (sí, el de El Escorial madrileño) pero, al parecer, hace unos años se encontraron unos documentos que lo desmienten, atribuyendo su autoría a Francisco de Montiel, que junto a su hijo construyó varios edificios en la localidad pacense. De Montiel, maestro mayor de las obras ducales (según las páginas web de turismo oficiales) , fue el artífice del bonito patio de mármol, entre otras cosas, del que te hemos hablado antes.

Y si a estas alturas aún no tienes hambre… haremos porque tengas. Si no te hace un menú de Parador, siempre puedes quedarte cerca, en el restaurante del Hotel Huerta Honda o en el Acebuche, cerca de la puerta del mismo nombre. Pero nosotros te animamos a alejarte un poco de esta zona para disfrutar de La Marquesa . Este restaurante se ubica sobre una antigua almazaba, donde se hacía el aceite, en el siglo XVII. Si entras al salón, podrás ver debajo las tinajas, y en la sala principal, nada más entrar, las enormes piedras que servían para moler la aceituna.

La carta de La Marquesa te hará salivar y, si no te decides, te recomendamos el arroz de perdiz o la ensalada con lascas de foie, exquisitos. Riégalos con una copa de vino de la tierra, de la Ribera del Guadiana, para hacer la experiencia digna de una noble de siglos pasados.

Este restaurante se ubica sobre una antigua almazaba

La Marquesa

Hacemos un breve inciso para hablarte de vinos: l a Ribera del Guadiana presenta cada vez caldos de mayor calidad y personalidad, de Tierra de Barros, Zafra y Río Bodión, todas en Badajoz.

Y tanto si quieres llevarte un vino como si eres más de ibéricos, ** Iberllota abre sus puertas cerca del parador, con quesos, aceites y mermeladas** para completar su oferta. Una vez hechos los deberes, repón fuerzas en el Café Figueroa y antes o después aprovecha para ver el atardecer, si es un día soleado, en la torre del Parador. Así Zafra se quedará en tu memoria para siempre.

Y no solo de Zafra vive nuestra adivinanza inicial, porque aprovechamos las últimas líneas para recomendarte visitar lugares cercanos: la intelectual e inquisitorial Llerena, con preciosas casas y una intensa historia, y la templaria y sinuosa sobre plano Jerez de los Caballeros, que pasó de una orden a otra, la de Santiago, para conocer tiempos mejores. Por cierto, aquí nació Vasco Núñez de Balboa, descubridor del Oceáno Pacífico. Y ya que se puede ver desde el parador, aunque a lo lejos, acércate a ver de cerca Feria, pequeña localidad donde se puede parar a tomar algo y subir a ver su castillo.

Para finalizar la adivinanza… ¿Qué lugar que hoy sirve para el descanso del viajero y sus articulaciones fue descubierto por una cerdita? Seguro que esto lo aciertan los extremeños que nos lean… el Balneario El Raposo , en el siglo XIX.

Cuenta la leyenda que una 'cochina' con problemas de movilidad se tumbó en una charca de lodo en la zona. Cuando el guarda la encontró, el animal se levantó sin problemas y podía andar como si jamás hubiera hecho otra cosa.

En poco más de 20 años, se construyeron allí las primeras casas de baños, en 1886, y en 1925 se eleva un hotel. Las aguas de El Raposo y sus lodos son ricos en minerales y ayudan a afecciones reumatológicas (tendinitis, reumatismo) , respiratorias, digestivas, dermatológicas o vasculares. Y si no te convence probar los lodos que descubrió un gorrino, siempre puedes dejarte masajear o darte un baño en su piscina climatizada. No es mala recompensa para tan poca adivinanza…

Jerez de los Caballeros

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